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En un pequeño pueblo rodeado de densos bosques, había una antigua casa abandonada

que la gente evitaba a toda costa. Se decía que estaba embrujada por el espíritu de una
mujer que murió en circunstancias misteriosas. Un grupo de amigos valientes decidió
explorarla en una noche oscura y tormentosa.

Al entrar, sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos. El viento aullaba a través de las
grietas de las paredes mientras avanzaban por pasillos polvorientos y escaleras
crujientes. De repente, escucharon un susurro que los heló hasta los huesos. Intentaron
huir, pero se encontraron atrapados en una habitación sin salida.

El susurro se intensificó, revelando la trágica historia de la mujer que había perdido la


vida en ese lugar. Las sombras cobraron vida, retorciéndose y contorsionándose a su
alrededor. Con cada palabra, la presencia maligna se fortalecía, envolviéndolos en una
espiral de terror.

Lucharon por mantener la cordura mientras el susurro los consumía lentamente. Al


amanecer, solo quedaba silencio en la casa abandonada. Nunca se supo qué les sucedió
a esos valientes exploradores, pero la casa continuó siendo un recordatorio sombrío de
que algunas historias de terror nunca mueren.

— Christine Roso.

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