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Apuntes de Derecho Republicano

Capítulo 1 Primeros Reglamentos Constitucionales

1.1.- Introducción.
1.2.- Reglamento Constitucional de 1811
1.3.- Reglamento Constitucional de 1812
1.4.- Reglamento Constitucional de 1814
1.5.- Restauración Absolutista

1.1.- Introducción
Junto con el inicio de las revoluciones hispanoamericanas que dieron origen a los nuevos estados
independientes en los territorios indianos, se iniciaron los primeros intentos de organización
constitucional escrita, estructurados tras las huellas del liberalismo y la ilustración. Sin embargo, se debe
tener presente que, antes, existió una constitución histórica en ellos (tanto en Chile como en el resto de
la América española), es decir, patrones de relaciones políticas permanentes en una determinada
sociedad, que se basan, más que en declamaciones escritas de carácter formal, en prácticas jurídicas,
valores políticos vividos y roles institucionales permanentes (se ha puesto como ejemplo de ello, el papel
que cumple el Presidente de la República y los Tribunales de Justicia)1.
No obstante, existe consenso respecto de que los reglamentos constitucionales promulgados
durante la Patria Vieja constituirían los primeros intentos de organizar el Estado tras el
constitucionalismo moderno, sin perjuicio de que en ellos se contengan varios elementos de la tradición
indiana2. Así, el proceso de independencia lo que genera es la incorporación de Chile al
constitucionalismo que predica, entre otras cosas, las constituciones escritas, la soberanía popular, la
separación de poderes y los derechos individuales, que protegen al ciudadano frente al Estado. Ello no
significa que Chile no hubiera tenido antes Constitución, pues la tenía (una de carácter histórico).
Por otra parte, cabe señalar también que, antes de la independencia, los reinos y provincias de
América -entre ellos Chile- eran repúblicas, en el sentido clásico del término, es decir, comunidades
políticas orientadas por el bien común y regidas por el derecho, independiente de su forma de gobierno.
De hecho, así se usó muchas veces para referirse a estos territorios 3. Otra cosa es que, a partir de la
independencia, se busque constituir en repúblicas a las antiguas provincias y reinos, entendiendo el
término bajo la noción de una forma de gobierno democrática opuesta a la monarquía4.
En fin, más allá de esto, cabe destacar que las ideas del constitucionalismo ilustrado, únicamente
compartido en un inicio por una parte de la elite criolla, finalmente se impondrán en el contenido de los
textos constitucionales, luego de una lenta evolución, que se afianzará sólo después de 1818 5. Por
ejemplo, una de las ideas que tendrá una notoria evolución será el carácter de las relaciones entre Chile,
el Rey y España. Así, los textos constitucionales de la Patria Vieja, desde una declarada intención
provisoria en los primeros años, lentamente constituirán verdaderos ensayos de organización política de
los nuevos gobiernos nacionales. De esta forma, los primeros reglamentos constitucionales, los de 1811,
1812 y 1814, transitan desde el paradigma político de gobierno real al del gobierno nacional, visible de

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manera clara en el Reglamento constitucional de 1814, el que pude ser visto, sin gran discusión, como un
texto de carácter decididamente independentista.
Dicho cambio de paradigma político no sólo será una afirmación declamatoria en los
reglamentos constitucionales, sino que será un elemento de identidad de las instituciones que se crearán
en el proceso independentista, así como en los primeros años de la vida republicana. De este modo, las
instituciones tradicionales, Real Universidad de San Felipe, Real Audiencia y el Real Tribunal del
Consulado, serán de alguna manera reemplazadas en su representación simbólica y en muchas de sus
tareas por instituciones de nuevo cuño: Instituto Nacional, Biblioteca Nacional, el Tribunal Supremo de
Justicia y el Congreso Nacional. Por otra parte, cabe destacar también que, pese al avance de las ideas
ilustradas, que enarbolaron los ideales del constitucionalismo, se mantuvieron variados elementos
existentes del mundo hispánico, como, por ejemplo, la mantención del catolicismo como religión oficial
del Estado de Chile, el régimen social jerárquico y la hacienda como estructura económico social.
Esta evolución será determinante en la fisonomía y las características de los primeros ensayos o
reglamentos constitucionales. De este modo, podemos describir los primeros textos como:
(i) Provisionales: tienen un carácter transitorio y, de hecho, cada uno se presenta como provisorio, es
decir, destinado a sortear el estado excepcional iniciado con el cautiverio de Fernando VII de España por
Bonaparte en 1808.
(ii) De Emergencia: su origen es la extraordinaria situación que se vive en la Península, la que es vista
como una emergencia política. Una vez ausente el rey de la realidad de la práctica política, el
movimiento juntista aludirá a la tesis del pactismo, argumentando que el poder vuelve al pueblo, ya que
los vínculos de los reinos indianos son con el rey, y no con el pueblo de España.
(iii) Breves y rudimentarios: Debido a las mismas características anteriores, y por no buscar una
acabada organización gubernamental, es que los textos de los reglamentos constitucionales son breves
en extensión y están destinados, principalmente, a determinar las relaciones del reino con el rey y dar
una administración para regir la situación generada por el cautiverio real. De hecho, su estructura así lo
refleja, ya que el más extenso de los reglamentos constitucionales de este período posee 29 artículos.
Además, se está en presencia de textos bastante elementales desde la perspectiva de su contenido y
técnica jurídicos.
Dentro de las principales fuentes de esto primeros reglamentos se pueden encontrar las siguientes:
(i) El proyecto constitucional redactado por Juan Egaña en el seno del Primer Congreso Nacional de 1811,
el que nunca será aprobado; y (ii) La Constitución Española de 1812, o Constitución de Cádiz -conocida
como la Pepa por haberse promulgado el día de San José: 19 de marzo- que relaciona el liberalismo
francés y el antiguo pactismo isidoriano, según el cual, ausente el rey, vuelve el poder al pueblo 6.
Otras influencias serán el liberalismo francés, que actúa más precisamente por el impacto de la
Constitución española de 1812 y el movimiento independentista estadounidense que, además de servir
de ejemplo, se tradujo en la influencia que ejerció en algunos legisladores chilenos durante este período
el agente especial en Sudamérica del Presidente Madison, Robert Poinsett, amigo personal de Carrera.

1.2.- Reglamento Constitucional de 1811


Este texto refleja de manera clara el carácter de emergencia, es decir, destinado a regir sólo
durante la ausencia del rey cautivo. Es la misma intención que está presente en la constitución de la
primera Junta de Gobierno (18 de septiembre de 1810). De hecho, su mismo nombre lo indica:

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“Reglamento para el arreglo de la autoridad ejecutiva provisoria sancionada el 14 de agosto de 1811”.
Por lo anterior, es posible afirmar que sea un reglamento autonomista, en la medida que, pese a
organizar el poder político al interior del “reino”, no escinde los destinos del reino de Chile de los del rey
de España.
Separación de poderes del Estado: el texto, que consta de diecinueve artículos, busca organizar
los poderes públicos, determinando sus límites, aunque en la práctica lo que hace resulta confuso y no
los delimita claramente. Así, por ejemplo, el Poder Judicial no es estructurado en este reglamento,
manteniéndose la organización anterior. A su vez, aunque la disposición 9ª pareciera aludir al concepto
de separación de poderes cuando señala que “La autoridad ejecutiva no conocerá causas de justicia
entre partes, sino las de puro gobierno, hacienda y guerra”, la verdad, es que no está diciendo nada muy
diferente de lo que existía en la tradición indiana, pues cuando un asunto, devenía en causa entre partes,
se convertía en tema de justicia y no de gobierno.
En todo caso, a pesar de las confusiones o inconsistencias anotadas, cabe destacar que en su
preámbulo aparece claramente el ideal liberal de separación de poderes cuando señala: “El Congreso
representativo del Reino de Chile convencido íntimamente, no solo de la necesidad de dividir los poderes,
sino de la importancia de fijar los límites de cada uno, sin confundir ni comprometer sus objetos (…)”,
para agregar más adelante que “(…) no está a sus alcances una abdicación tan absoluta antes de
constituir la forma de gobierno en los tres poderes, cuyo deslinde es el paso prolijo i mas espinoso en todo
estado.”
Así, partiendo de esta base conceptual, es decir, de la distinción entre los tres poderes del Estado, el
Reglamento contempla: (i) la existencia de un Congreso cuyas funciones principales están señaladas,
aunque no claramente, en las normas 1ª, 3ª, 4ª, 5ª, 7ª y 8ª. Lo más importante es que el Congreso es
mirado “(…) como único depositario de la voluntad del Reino (…)” (norma 1ª) y como el representante del
Estado en las relaciones exteriores (norma 3ª). Aquí llama la atención el uso de conceptos que escapan a
los conceptos modernos y liberales: el Congreso no reúne a los representantes de los ciudadanos o de la
Nación (soberanía popular), sino que en él está depositada la voluntad del reino. Por otra parte, se le
entregan a este Congreso facultades que son propias del poder ejecutivo en la tradición liberal: la
provisión de empleos públicos y cargos militares, la conducción de las relaciones exteriores, el ejercicio
del derecho de patronato y el permiso para proceder a la ejecución de las penas capitales. Esas
atribuciones eran las propias o tradicionales del Rey en el Antiguo régimen; por eso, Dougnac ha
señalado que esto demuestra que el Congreso lo que hace es sustituir o reemplazar al Rey (soberano) y
eso permite entender la definición sustantiva que se hace de él. (ii) El Ejecutivo que recae en una Junta
formada por tres miembros que duraría en su ejercicio hasta que se dictara una Constitución –clara
vinculación con el concepto de constitucionalismo propio del liberalismo– en el plazo de un año y, en el
caso eventual que dicha constitución no fuere dictada, la junta expiraría (norma 19) 7. Claramente, este
Ejecutivo – Junta no es lo que se entiende en la tradición liberal por poder Ejecutivo.
Soberanía Popular: Si bien no existe una mención expresa de este concepto, si existen algunas
referencias que podrían dar lugar a una interpretación en este sentido como las normas 1ª (“El Congreso,
como único depositario de la voluntad del Reino (…)”); 3ª (la representación del Estado “solo reside en el
Congreso”), y 4ª (“El Congreso por la representación inmediata y general del reino”. Aunque, es claro,
como ya se ha dicho, que estos conceptos más bien aluden a una idea de soberanía compatible con el
concepto del Antiguo régimen que con las ideas liberales y modernas.

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Derechos Individuales: No se contemplan derechos o garantías individuales.

1.3.- Reglamento Constitucional de 1812


Esta constitución, prometida en 1812 por la Junta de Gobierno, fue redactada por un pequeño
grupo de personas reunidas en la casa del embajador norteamericano Poinsett (Carrera, Henríquez, Salas
e Irisarri, entre otros), e impuesta por José Miguel Carrera. Acordado su texto, este no se promulgó
mientras las provincias no manifestaren solemnemente su decisión (Art. 27). Sin embargo, en la práctica,
se presionó a la población con el objeto de suscribiese la aprobación del texto 8.
Soberanía Popular y Constitucionalismo: este reglamento constitucional puede ser calificado
como autonomista acelerado, ya que, pese a reconocer como soberano al rey de España, plantea la
necesidad de que todas las normas internas sean aprobadas por las autoridades chilenas. Estas ideas se
reflejan en su preámbulo y especialmente en sus artículos: (i) Tercero (3º) que señala: “Su Rei es
Fernando VII, que aceptará nuestra Constitución en el modo mismo que la de la Península. A su nombre
gobernará la Junta Superior Gubernativa”; y (ii) Quinto (5º) que dispone que: “Ningún decreto,
providencia u órden que emane de cualquier autoridad o tribunales de fuera del territorio de Chile, tendrá
efecto alguno; i los que intentaren darles valor serán castigados como reos de Estado”.
Por otra parte, el contractualismo social y el constitucionalismo están reflejados en: (i) En la
comunicación con que los ciudadanos que lo suscriben envían el Reglamento y que dice: “El pacto que
debe intervenir entre el pueblo y sus gobernantes está contenido en el adjunto Reglamento
Constitucional” (ii) En que el artículo 2º establece que: “El pueblo hará su constitución por medio de sus
representantes”; y (iii) En lo dispuesto en el artículo 6° : “Si los gobernantes (lo que no es de esperar)
diesen un paso contra la voluntad jeneral declarada en la Constitución, volverá al instante el poder a las
manos del pueblo”9.
Otra característica importante en relación con este aspecto es el reconocimiento como religión
oficial a la católica y apostólica, omitiéndose la expresión romana, para referirse a la Iglesia (artículo 1º).
Es posible que ello se haya hecho para reafirmar la autonomía de las autoridades regidas por el
reglamento constitucional.
Separación de poderes: En este reglamento constitucional existe mayor equilibrio que en el
anterior entre las relaciones de los poderes Ejecutivo y Legislativo. Otro antecedente relevante al
respecto es que el Ejecutivo, el Legislativo y los cabildos, son electos mediante suscripciones, que
consistía en un sistema de sufragio en el que los vecinos estampaban o hacían estampar sus votos. De
este modo se contempla: (i) una Junta Superior Gubernativa (Ejecutivo) que gobierna a nombre del Rey y
que está a cargo del régimen interior y de las relaciones exteriores (art. 3); (ii) un Senado compuesto por
siete individuos, dos representaban a Coquimbo, dos a Concepción y tres a Santiago. De acuerdo con el
reglamento (arts. 7 y 8) le corresponde resolver sobre los grandes o graves negocios que interesen la
seguridad de la patria (contribuciones, declaración de guerra, tratados internacionales, acuñar monedas,
relaciones exteriores); y (iii) que “La facultad judiciaria residirá en los tribunales i jueces ordinarios.” (art.
17). Cabe destacar, en todo caso, que la Real Audiencia se hallaba suspendida de sus funciones.
Derechos Individuales: Este es el único de los primeros reglamentos que los contempla
estableciendo: (i) Seguridad (arts. 15, 16, 18, 19, 20, 21 y 22); (ii) Igualdad (art. 24); (iii) Libertad: de
imprenta (art. 23) y de locomoción (art. 24); y (iv) Propiedad, aunque indirectamente (art. 16). Además,

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el artículo 26 autoriza a suspender todas estas reglas (incluidos los derechos individuales) “en el caso de
importar a la salud de la patria amenazada”.
Llama la atención que este texto, que parece inclinarse más claramente por nociones modernas
y liberales, se cierre con un artículo (27) que se remite a «las provincias» para que lo aprueben y a «los
pueblos» como los llamados a adoptar decisiones más definitivas sobre la forma de estructurar el
gobierno. Ambas nociones se alejan de la idea de que son los ciudadanos e individuos que, mediante
representantes, regulan el poder y, en cambio, se acercan a la noción más tradicional que entrega este
asunto a los cuerpos o grupos.

1.4.- Reglamento Constitucional de 1814


Este reglamento obedece a las nuevas circunstancias que se han impuesto por el desarrollo de
los acontecimientos bélicos, especialmente por el desprestigio de la figura militar de Carrera, así como
por la debilidad mostrada en la práctica por el sistema de Ejecutivo colegiado. De hecho, mientras las
tropas realistas avanzaban desde el sur hacia Talca, un Cabildo Abierto en la ciudad de Santiago
destituirá a la Junta Superior Gubernativa que ejercía el Poder Ejecutivo en ese momento (7 de marzo de
1814). Una vez destituida la Junta, dicho Cabildo nombrará al militar Francisco de la Lastra como Director
Supremo, radicando en una sola persona las facultades de la Junta Superior Gubernativa, que será el
principal objetivo del reglamento constitucional de 1814.
La primera acción gubernamental de Lastra será nombrar a una comisión formada por cinco
miembros con el fin que, en el más breve plazo, redacte un nuevo reglamento constitucional acorde con
las circunstancias10. El texto, en definitiva, fue discutido y aprobado por una Asamblea de Corporaciones
(o Gremios); posteriormente, el Director Supremo promulgará este reglamento constitucional el 17 de
marzo de 1814.
Soberanía Popular: Por la emergencia que se vive no hay una referencia clara sobre el asunto y a
las relaciones entre el reino de Chile y el rey. Debido a la guerra declarada por España contra los
revolucionarios y la respuesta que fue entregada por las autoridades del reino de Chile (hacer la guerra al
rey), es que se estima que su promulgación posee una intención independentista.
La división de los poderes del Estado: Este reglamento, que posee 13 artículos, además de la
norma que regula al Senado Consultivo, tiene como principal objetivo organizar el Poder Ejecutivo. No
obstante, también dará cierta estructura al legislativo. Así habrá:
(i) un Poder Ejecutivo detentado por un Director Supremo que duraría 18 meses en el ejercicio
de sus funciones y que, en caso de ausencia, sería reemplazado por el gobernador intendente de
Santiago. Una vez terminadas sus funciones sería sometido a juicio de residencia. En el texto se expresa
que “Las críticas circunstancias del día obligaron a concentrar el Poder Ejecutivo en un individuo, con el
título de Director Supremo, por residir en él las absolutas facultades de la Junta de Gobierno en su
instalación el 18 de septiembre de 1810” (Art.1). Esta competencia se traducía en que “sus facultades son
amplísimas e ilimitadas”, a excepción de algunas materias como declaración de guerra o contribuciones,
asuntos respecto de los cuales deberá consultar al Senado (Art. 2).
(ii) Un Senado compuesto por siete miembros que durarían dos años en sus funciones. La Junta
de Corporaciones que aprobó el texto constitucional (compuesta por algunos tribunales especiales, la
Junta de Minería y otros gremios) elegiría 21 personas que se presentarían en ternas al Director Supremo
para que este nombrara a los siete senadores. Este Senado era meramente consultivo, salvo en lo que

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respecta a aquellas materias en que expresamente no podía decidir por sí sólo el Director Supremo,
como por ejemplo la declaración de guerra y las contribuciones. El Poder Judicial no es aludido en este
reglamento, del mismo modo que no se reglamentan garantías individuales.
1.5.- Restauración Absolutista (1814-1817)
Con la derrota de las tropas patriotas a manos de los realistas en la Batalla de Rancagua en
octubre de 1814, se pone fin al período conocido como «Patria Vieja». Este hecho ocasionó la migración
de más de dos mil personas, entre soldados y civiles, al territorio del Cuyo, tras la cordillera de los Andes,
por ese entonces, perteneciente a las Provincias Unidas de La Plata.
Quien gobernará Chile, en los hechos, a partir de ese momento, será el general realista Mariano
Osorio; este asumirá las funciones de pleno derecho solo el 15 de marzo de 1815, junto con el
restablecimiento de la Real Audiencia. Su gestión, pese a su carácter personal afable, estará marcada
por la dureza de las medidas adoptadas, debido a que Fernando VII, nuevamente en el trono, estableció
directrices específicas para este proceso que fueron impartidas por el virrey del Perú Fernando de
Abascal y que tienen ese carácter firme. Su gobierno se caracterizará por los siguientes hechos:
(i) La prisión de más de doscientos patriotas y el envío de alrededor de treinta de ellos a la
prisión de la isla de Juan Fernández (entre otros Manuel Blanco Encalada, Manuel de Salas, Juan Egaña,
Francisco de La Lastra, etc.).
(ii) Establecimiento de Tribunales de Vindicación que juzgaban la lealtad a la Corona, tal como
había ocurrido en la Península después de terminada la ocupación francesa. En general, permitió
tranquilizar los ánimos, ya que sus integrantes eran los mismos criollos.
(iii) Abolición de las libertades reconocidas durante el período inmediatamente anterior: libertad
de vientre, de reunión (excepto las tertulias), libertad de imprenta, inviolabilidad de los efectos
personales.
(iv) Supresión del Instituto Nacional y la Biblioteca Nacional.
(v) Se establecieron impuestos extraordinarios para los vecinos más ricos del país y se decomisó
los bienes raíces pertenecientes a familias patriotas
(vi) Restablecimiento del Tribunal de la Inquisición, y derogación de la pragmática de 1767 que
expulsaba a la Compañía de Jesús del territorio del rey de España.
A fines de 1816, Osorio será reemplazado por el gobernador Francisco Casimiro Marcó del Pont,
quien será caracterizado para la historia por su crueldad: impondrá la aplicación de la horca en la plaza
pública como castigo a la traición al rey; establecerá contribuciones extraordinarias (confiscación de
bienes y empréstitos forzosos); y prohibirá la tenencia de armas por parte de los criollos. Finalmente,
creará el Comité de Seguridad Pública al mando del sargento Vicente San Bruno, el que se caracterizará
por la persecución de los patriotas y su excesiva crueldad. El régimen de Marcó del Pont generará tanto
desprecio y resentimiento que moverá a los criollos moderados a convencerse de la necesidad de
independizarse de la Península.

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Capítulo 2 Período de ensayos constitucionales

2.1.- Los textos Constitucionales durante el Gobierno de O`Higgins


2.1.1.- Introducción.
2.1.2.- Constitución de 1818
2.1.3.-Constitución de 1822
2.2.- Constitución Moralista de 1823
2.2.1.- Introducción.
2.2.2.- Aspectos centrales de su articulado
2.3.- Leyes Federales
2.3.1.- Introducción.
2.3.2.- Aspectos sustanciales del régimen federal
2.4.- Constitución de 1828, revolución de 1829 y conflicto constitucional
2.4.1.- Introducción.
2.4.2.- Aspectos fundamentales de la Constitución de 1828.
2.4.3.- Revolución de 1829 y conflicto constitucional
2.4.4.- Don Diego Portales.

2.1. Los textos Constitucionales durante el Gobierno de O`Higgins

2.1.1.- Introducción
El proceso de restauración absolutista despertará en la población, así como en los ya definidos
como patriotas, un sentimiento de animadversión a la figura de Fernando VII. Ello llevará a que, en la
evolución institucional de Chile, se produzca una evidente propagación y aceptación de las ideas
liberales, que, unidas a las ilustradas que venía promoviendo la corona desde la llegada de los Borbón,
conformarán el núcleo del proyecto de separación de España. Lo anterior será particularmente claro
luego de la declaración de independencia, fechada por O`Higgins el 12 de febrero de 1818.
A partir de esta declaración, en todo caso, no se abre un proceso exento de dificultades,
especialmente en lo referido a los límites del poder del Director Supremo y al resguardo de las libertades
públicas. Así, se producirá un conflicto entre O`Higgins y la elite que presiona por el resguardo de las
libertades y la obtención de espacios de participación en la toma de decisiones políticas. Esto es lo que
caracterizará la génesis de los nuevos textos de organización constitucional: la Constitución de 1818 y la
Constitución de 1822.
Sin embargo, estos intentos por dar estabilidad e institucionalidad fracasan, en especial el que
dio fruto al último texto -el primero en presentarse como permanente-, lo que llevó a la abdicación de
O’Higgins (23 de enero de 1823). Esto abrió un largo período de incertidumbres y revueltas. De hecho,
hasta la llegada de Francisco Antonio Pinto en mayo 1827, se suceden cinco gobiernos: una Junta11 que
dura poco más de un mes; Freire que, al llegar a la capital, desconoce la autoridad de la Junta y es
nombrado Director Supremo (primero, provisorio y, después, en propiedad); Manuel Blanco Encalada
que asume entre junio y septiembre de 1826 con el título de Presidente de la República; Agustín
Eyzaguirre que deja el poder después del levantamiento de Campino (enero de 1827); y Freire,
nuevamente, nombrado por el Congreso, después de reprimir la revolución.

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2.1.2.- La Constitución de 1818
Luego de la batalla de Maipú terminará todo intento serio por parte de España de recuperar el
territorio chileno. No obstante, esto no significó el restablecimiento de una organización clara y regular.
De este modo, ya el 17 de abril de 1818 los vecinos de la ciudad de Santiago se reunieron en un cabildo
abierto para exigir se previniera la arbitrariedad y se encuadrara la acción del Gobierno. Pese a que tal
petición despertó una airada reacción de O´Higgins, quien apresó a algunos de los miembros del cabildo,
este hecho le reveló la necesidad de promulgar un texto constitucional que legitimara su ejercicio del
poder, dentro de los cánones del constitucionalismo moderno.
Así, con fecha 18 de mayo de 1818, O`Higgins comunicó mediante decreto que cuando se le
designó Director Supremo se le habían entregado facultades omnímodas e indefinidas, teniendo como
único límite su propia conciencia. Sin embargo, indica que no quiere exponer los asuntos de la República
a su solo juicio; así, no siendo prudente elegir un Congreso por el momento, designaría una comisión de
siete personas para que le entregaran un proyecto de Constitución provisoria12.
El proyecto fue sometido a sufragio popular en todo el territorio controlado por las fuerzas
patriotas (desde Cauquenes a Copiapó), sufragio consistente en suscripciones a consignar en dos libros
existentes en las parroquias, uno para que se anotaren las personas que estaban de acuerdo con el
proyecto, y otro para las que estaban en contra. Evidentemente, por el gran poder político y también
cierto grado de arbitrariedad que detentaba O`Higgins, prácticamente, no existió oposición aal nuevo
texto, llamado Constitución Provisoria para el Estado de Chile (28 de octubre de 1818).
Esta constitución provisional se encontraba dividida en cinco títulos: Derechos y deberes del
hombre en sociedad; La religión del Estado; La potestad legislativa; El Poder Ejecutivo; y la Autoridad
judicial. Se caracterizaba, como era de esperar, por la gran concentración de poder en la figura del
Director Supremo.
Derechos y deberes de las personas: es el primero que reglamenta de manera detallada, en su
título primero, los deberes de las personas, reafirmando al mismo tiempo los derechos subjetivos de
raigambre liberal, aunque con una conceptualización que, en algunos sentidos, sigue siendo tradicional.
En esta constitución se percibe claramente la mentalidad ilustrada que inspira al texto constitucional,
cuando el artículo 13 del Capítulo I señala que: “Todo individuo de la sociedad tiene incontestable
derecho a ser garantido en el goce de su tranquilidad i felicidad por el Director Supremo i demás
funcionarios públicos del Estado, quienes están esencialmente obligados a aliviar la miseria de los
desgraciados i proporcionarles a todos los caminos de la prosperidad.”
Hay una descripción de los derechos individuales en el artículo 1º, Capítulo I, del Título I cuando
se dice que “Los hombres por su naturaleza gozan de un derecho inajenable e inadmisible a su seguridad
individual, honra, hacienda, libertad e igualdad civil”. Así, en el mismo Capítulo I del Título I se reconocen
los siguientes derechos: Seguridad (arts. 2 a 6; 8; y 14 a 17); Honra (arts. 7 y 8); Hacienda (propiedad)
(art. 9); Igualdad (art. 6); libertad e igualdad civil (arts. 10 a 12). Respecto de este último se contemplan
expresamente: la libertad civil “que consiste en hacer todo lo que no daña a la relijión, sociedad o a sus
individuos” (art. 10); la libertad de imprenta (art. 11); y la libertad de vientre (art. 12).
Por su parte, el mismo Título I, pero en el Capítulo II se contemplan, también, una serie de
deberes de los ciudadanos, como los siguientes: (i) “Todo hombre en sociedad, para afianzar sus
derechos y fortuna, debe una completa sumisión a la constitución del Estado, a sus estatutos i leyes,
haciendo lo que prescriben y huyendo lo que prohíbe” (art. 1); (ii) “obedecer, honrar i respetar a los

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majistrados i funcionarios públicos” (art.2); (iii) contribuir a los gastos ordinarios del Estado y en
necesidades extraordinarias (art. 3); “dirijir sus acciones respecto de los demás hombres, por aquel
principio moral: «no hagas a otro lo que no quieras que hagan contigo»” (art. 4); y “Todo individuo que se
gloríe de verdadero patriota debe llenar las obligaciones que tiene para con Dios i los hombres, siendo
virtuoso, honrado, benéfico, buen padre de familia, buen hijo, buen amigo, buen soldado, obediente a la
lei i funcionario fiel, desinteresado y celoso” (art. 5).
Soberanía: Es el primer texto constitucional que declara, fuera de toda duda, la idea de
soberanía nacional como fundamento del régimen político representativo. Esto aparece tanto en la
introducción del texto como en el Artículo Único, Capítulo I, Título III, donde se señala: “Perteneciendo a
la Nación Chilena reunida en sociedad, por un derecho natural e inamisible13, la soberanía o facultad para
instalar su Gobierno i dictar las leyes que le han de rejir, lo deberá hacer por medio de sus diputados
reunidos en Congreso”. En todo caso, cabe señalar que este artículo se complementa con lo que se indica
en la Introducción de la Constitución, en la cual O’Higgins da cuenta de por qué se ha realizado un
intento provisorio, indicando que las circunstancias no han permitido convocar a un “cuerpo
constituyente”, puesto que un “Congreso Nacional no puede componerse sino de los diputados de todos
los pueblos”, lo que no puede hacerse, ya que una provincia tan importante como Penco (“que tiene la
mitad de la población”) está bajo el dominio español. Lo interesante de este texto es que no habla de
representantes de los individuos, sino de representantes de los pueblos; se ve todavía la imprecisión del
lenguaje y cómo se mantienen conceptos o ideas tradicionales: la soberanía popular y la representación
de los ciudadanos, no es equivalente a una representación de los “pueblos”.
Posiblemente, gran parte de la obra de O´Higgins será el afianzamiento de la independencia de
Chile tanto en los hechos como en el derecho. En este mismo aspecto, pese a escindir totalmente los
destinos de Chile de los de España, sigue manteniendo el vínculo con el catolicismo y la Iglesia. Así,
reconoce como religión oficial del Estado la religión católica apostólica y romana, única y exclusiva del
Estado de Chile (Art. Único, Capítulo Único, Título II).
Separación de Poderes: El apremio por afianzar la independencia, según la manera de ver de
O´Higgins, implicaba reconocer la necesidad de la existencia de un Poder Ejecutivo fuerte, que contara
con las facultades jurídicas suficientes para imponer su criterio a los demás poderes del Estado. De este
modo, la supremacía del Director Supremo será, quizás, la nota más característica de esta constitución
provisoria. No obstante, lo cual se contemplan los otros poderes: (i) Senado (Título III, Capítulos II y III);
(ii) Ejecutivo (Título IV, Capítulos I y II, este último establece sus límites); (iii) Poder Judicial [Título IV,
Capítulo I, artículo 20; Título IV, Capítulo II, artículo 1; Título V, Capítulo I y II (Supremo Tribunal
Judiciario); Título V, Capítulo III (Cámara de Apelaciones, jueces ordinarios y juzgados de paz)]. En el
ámbito del poder judicial quizá el artículo más importante por su trascendencia es el contemplado en el
Título IV, Capítulo II, artículo 1 que señala que el Ejecutivo “No podrá intervenir en negocio alguno
judicial, civil o criminal contra persona alguna de cualquiera clase o condición que sea, ni por vía de
apelación, ni alterar el sistema de administración de justicia, ni entender en los recursos de fuerza”.
(i) Poder Ejecutivo: Se encontraba radicado en el Director Supremo. No obstante entenderse
tácitamente la mantención de O´Higgins en su cargo, la constitución provisoria indicaba que, en lo
sucesivo, el Director Supremo sería elegido por las provincias, en conformidad a un reglamento que se
dictaría para tal efecto.
En esta figura, se encontraba depositado gran parte del poder del Estado, pues el Director

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Supremo poseía facultades suficientes para intervenir en el nombramiento y en la gestión tanto del
aparato judicial como del Poder Legislativo, los que resultaron en la práctica subordinados a su figura.
Así, esta situación claramente se encontraba ejemplificada en dos hechos: 1) Todo proyecto de ley debía
ser previamente consultado al Director Supremo antes que el Poder Legislativo iniciare su discusión; y 2)
Las sentencias contra el Fisco no sería ejecutadas sin mandato del Director Supremo (art. 20, Cap. I, T. IV)
y, además, se indica que las sentencias del Supremo Tribunal “irán suscritas en primer lugar por el
Director, y ejecutadas sin recurso de gracia ni de justicia.” (art. 12, Cap. II, T. V).
Del mismo modo, la administración provincial (dividida en Coquimbo, Santiago y Concepción) se
encontraban bajo el mando de un gobernador intendente que, para cada una, nombraba el Director
Supremo. Finalmente, el Director Supremo se reservó para sí el control de las relaciones entre el Estado
y la Iglesia Católica, asumiendo el papel de Patrono. De hecho, por todo lo anteriormente expuesto,
parte de la historiografía jurídica ha hecho referencia a que las facultades que detentaba el Director
Supremo, eran similares a las que detentaba el Rey de España según los juristas de la época 14.
(ii) Poder Legislativo: Mientras no se instaurare un Congreso Nacional (Bicameral), el Legislativo
residirá en un Senado, compuesto por siete miembros designados por el Director Supremo. Sus
atribuciones se reducen a “celar la puntual observancia de la constitución” (Título III, Capítulo III, Art. 1) y
prestar su acuerdo para “los grandes negocios del Estado, como imponer contribuciones, pedir
empréstitos, declarar la guerra, hacer la paz, formar tratados de alianza, comercio, neutralidad; mandar
embajadores, cónsules, diputados o enviados a potencias estranjeras; levantar nuevas tropas o
mandarlas fuera del Estado; emprender obras públicas i crear nuevas autoridades o empleos” (Título III,
Capítulo III, art. 4). Igualmente, se faculta al Senado para legislar, previa consulta al Director Supremo (es
decir una especie de senadoconsulto).
(iii) Poder Judicial: Este se encontraba compuesto por un Supremo Tribunal Judiciario, una
Cámara de Apelaciones (que reemplazaba a la Real Audiencia desde 1817), y todos los demás juzgados
establecidos en el Estado o que estableciere a fututo el Congreso Nacional. La Constitución, igualmente,
creó los tribunales de paz, cuyo fin era llamar y conocer de la conciliación a las partes, de forma previa al
inicio de los juicios.
La autoridad judicial máxima, recaía en el Supremo Tribunal Judiciario, cuyos miembros, en un
inicio, serían elegidos por el Director Supremo, pero que en el futuro serían elegidos por éste de entre
una terna propuesta por el propio tribunal. Para que las sentencias del Supremo Tribunal Judiciario
tuvieren valor, deberán contar con la firma del Director Supremo, pese a que éste último no podía
intervenir en la tramitación de los juicios.
Respecto al Derecho sustantivo se intenta conciliar el nuevo régimen político con el acervo
jurídico existente en ese momento como herencia del mundo hispánico, es decir el Derecho Indiano
(especialmente en materias de derecho privado y procesal). Las leyes para aplicar por los Tribunales son
“las leyes, cédulas y pragmáticas que hasta aquí han regido, a excepción de las que pugnen con el actual
sistema liberal de Gobierno. En este caso, consultarán con el Senado, que proveerá, de remedio” (Título
V, Capítulo I, art. 2)
2.1.3.- La Constitución de 1822
Las necesidades imperiosas nacidas de la intención de afianzar la independencia recién obtenida,
provocó que O´Higgins, como Director Supremo hiciera caso omiso al texto constitucional, tanto en lo
que respecta a renovación de las autoridades como por la permanente transgresión a las garantías de las

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personas, reconocidas en la Constitución de 1818. Ante el descontento originado por el poder
omnímodo del Director Supremo, que generó una grave crisis política, O´Higgins disolvió el Senado y
planteó la necesidad de crear una nueva constitución, que superara la institucionalidad transitoria. Para
ello O´Higgins, en mayo de 1822, promulgó un decreto con el fin de que se procediera a la elección por
parte de los cabildos de los representantes de las provincias que intervendrían en una convención
preparatoria de la nueva constitución. Como era de esperarse, O´Higgins intervino en la elección de los
miembros de manera que ellos fueran partidarios de su gobierno, ocasionando el rechazo de gran parte
de la elite política.
La Convención preparatoria realizó, como primera actividad política, la ratificación del mandato
entregado a O´Higgins (quien había puesto a disposición su alto cargo al instalar la convención), aún sin
conocer las facultades ni competencias que le entregaría la nueva constitución. El Director Supremo
aceptó dicha propuesta. Desde ese momento, la convención preparatoria se convirtió en el Congreso
Legislativo, el que más tarde ejercerá el papel de poder constituyente. Durante octubre de 1822 este
Congreso aprobará el proyecto constitucional redactado por Rodríguez Aldea (de 248 artículos), que tuvo
como modelo la Constitución española de 1812 y será el primero en nuestra historia que no tendrá
carácter provisional y que regula materias como la ciudadanía y la nacionalidad.
Soberanía Popular: Contemplada en los artículos 1º (“La nación chilena es la unión de todos los
chilenos: en ella reside esencialmente la soberanía, cuyo ejercicio delega conforme a esta Constitución.”)
y 2º (“la nación chilena es libre e independiente de la monarquía española i de cualquiera otra potencia
extranjera (…).”
Separación de poderes: Contempla expresamente la existencia “de tres poderes independientes:
Lejislativo, Ejecutivo i Judicial” (art. 12). Además, señala que “El Poder Lejislativo reside en un Congreso;
el Ejecutivo en un Director y el Judicial en los Tribunales de Justicia.” (art. 13).
(i) Poder Ejecutivo: Era detentado por la figura del Director Supremo, elegido por dos tercios del
Congreso Pleno. Éste, duraba seis años en su cargo, pudiendo prorrogarse mediante elección por cuatro
años más. En la práctica, se tenía por elegido a O´Higgins, lo que posibilitaba su permanencia en el poder
por diez años más. El Ejecutivo podía, igualmente, indicar la persona que le sucedería en caso de
fallecimiento, mientras no se realizare una nueva elección (regencia).
Sus principales facultades eran la potestad reglamentaria y la conducción de las relaciones
exteriores. No obstante, en caso de grave peligro para la República, el Congreso podía otorgarle
facultades extraordinarias. En el ejercicio de sus funciones, el Director Supremo obraba asesorado por
tres ministros del despacho que, nombrados y removidos por él (art. 105) eran responsables de sus
actuaciones ante el Congreso que podrá acusarlos (128-131).
(ii) Poder Legislativo: El Congreso que se reunía cada dos años se encontraba compuesto por un
Senado y una Cámara de Diputados (art. 17), cuyos miembros duraban dos años en su ejercicio, durante
el cual poseían fuero. El Senado (art. 18) se hallaba compuesto por miembros no electivos: los ex
Directores Supremos; los miembros de las Cortes de Representantes; los Obispos con jurisdicción en
todo el territorio nacional (o quien presidiese el cabildo eclesiástico en su caso); un Ministro del Tribunal
Supremo de Justicia; los Ministros de Estado; tres jefes militares (elegidos por el Ejecutivo); un delegado
directorial en que abra sus sesiones el Congreso; un doctor de cada universidad; dos hacendados y dos
comerciantes (con capital superior a $30.000, que eran elegidos por la Cámara de Diputados).

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La Cámara de Diputados estaba formada por un diputado cada 15.000 habitantes (art. 30). Era
electa producto de un complicado proceso, por el cual se presentaba una lista de ciudadanos en cada
localidad, luego se sorteaba un elector por cada 1.000 habitantes y, por último, los electores sorteados
elegían un diputado de la lista. Evidentemente, la realización de un sorteo morigeraba el carácter
electivo de la Cámara. Esta carta fundamental se refiere amplia y prolijamente a las facultades del
Congreso, autorizándose el que dicte todas las leyes que sean convenientes para el bien del Estado.
Paralelamente, se creaba un Corte de Representantes (antecesora de la Comisión Conservadora
de la Constitución de 1833), formada por siete individuos elegidos por la Cámara de Diputados y también
por los exdirectores. Su función principal consistía en velar por el cabal cumplimiento del texto
constitucional durante el receso legislativo, pudiendo convocar a legislatura extraordinaria o aprobar
leyes con alcance provisorio mientras no fueren ratificadas por el Congreso.
(iii) Poder Judicial: Se encontraba radicado en los tribunales de justicia, quienes, organizados
jerárquicamente, eran los únicos encargados de aplicar las leyes. En lo fundamental se mantenía la
estructura anterior y, de hecho, se disponía que “Todas las provisiones de los Tribunales de Justicia se
despacharán a nombre del Supremo Director” (art. 103).
Derechos Individuales: se consagran expresamente los derechos liberales. Así se establece: (i)
Igualdad (art. 6 y 7, principalmente, pero también el 8); (ii) Seguridad (arts. 117, 199, 202, 205, 208, 212,
213, 218, 219 227 y 229); (iii) Libertad (arts. 220, 222 a 226); y (iv) Propiedad (115, 116, 221 y 222). En
estas garantías se protege la libertad individual, la de trabajo e industria, la propiedad, la inviolabilidad
de la correspondencia, la libertad de imprenta (pero juzgándose los abusos que se cometieren por un
jurado compuesto por siete literatos) y la igualdad ante la ley.
Por último, cabe destacar como esta Constitución se hace eco, también, del concepto ilustrado
de virtud, sin el cual no es posible ejercer adecuadamente la libertad. Así, por ejemplo, se refieren
directa o indirectamente a ella los artículos 9, 16 y 220. Específicamente, el artículo 9, repitiendo los
mismos conceptos contenidos en el artículo 5, Capítulo II del Título I de la Constitución de 1818, señala:
“Todo chileno debe llenar las obligaciones que tiene para con Dios y los hombres, siendo virtuoso,
honrado, benéfico, buen padre de familia, buen hijo, buen soldado, obedeciendo a la Constitución y a la
ley, i funcionario fiel, desinteresado i celoso.”

2.2- Constitución Moralista de 1823.

2.2.1.- Introducción
Producida la abdicación de O’Higgins, asumió una Junta compuesta por Agustín Eyzaguirre, José
Miguel Infante y Fernando Errázuriz, de la cual Mariano Egaña era su secretario. La Junta ─a través de un
texto que se titulaba “El Gobierno a los Pueblos”─ convocó a un Congreso y restableció la Constitución
provisoria de 1818, hasta que se aprobara una nueva institucionalidad 15.
La Constitución de 1823 es un ejemplo de la creencia de que todo se soluciona por medio de una
ley, lo que es una clara consecuencia de los ideales racionalistas. Alberto Edwards la ha caracterizado
como “anárquica e impracticable”16 y Barros Arana como el texto “más inadecuado a las necesidades y
condiciones del país y (…) más embarazoso e impracticable en su complicado mecanismo”17.
La Constitución fue redactada por don Juan Egaña y, en gran parte, reproduce su proyecto de
1813.

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Esta Constitución contenía un Apéndice compuesto por un Código Moral de 625 artículos que
reglamentaba todo lo relativo a castigos, premios y festividades públicas; este Código es el que justifica
que haya pasado a la historia como bajo la denominación de “moralista”. Todas las normas de este
Código estaban orientadas a generar virtud, costumbres y opinión que eran los tres elementos más
importantes para Juan Egaña dentro de una sociedad. En efecto, su pensamiento político privilegiaba la
moralidad, entendida como virtud de los ciudadanos; la opinión, entendida como la fuerza dinámica
en la vida de una nación; y la formación de la costumbre: las leyes escritas debían ser virtudes
consuetudinarias, observadas espontáneamente. Todo esto era sin perjuicio de que asumió las ideas
del liberalismo sin restricción, como queda demostrado en el propio texto constitucional. En fin, Barros
Arana ha indicado que, a pesar de esto, no puede ser calificada de liberal: “Aunque las facultades del
Poder Ejecutivo estaban muy trabajadas en todo aquel organismo, aunque la distribución de un gran
número de cargos públicos debía hacerse con intervención de los cuerpos legislativos o de las asambleas
populares y, aunque se reconocía a éstas el derecho de censurar a los magistrados, aquella Constitución
no era en modo alguno liberal. Fundada sobre estudios muy imperfectos de la historia y de las ciencias
sociales, el legislador había creído posible modificar los hábitos seculares, y las ideas de un pueblo, y
crear un gobierno representativo en el mecanismo, y patriarcal en el fondo, en que todos, así los
gobernantes como los gobernados, tendrían la virtud de despojarse de sus pasiones y de sujetarse a los
principios de moral que se les recomendaban, y el propósito firme de cumplir la ley hasta en los detalles
más minuciosos y complejos”18.
Ingresado el proyecto al Congreso hubo una división, los conservadores la apoyaron y los
liberales la combatieron. La Constitución fue promulgada el 29 de diciembre de 1823, después de haber
sido discutida por el Congreso Constituyente que había iniciado sus funciones el 12 de agosto de 1823.
Fue la primera Constitución aprobada por una Asamblea Constituyente. En el debate parlamentario tuvo
mucha influencia el propio Juan Egaña y la postura de los liberales no fue considerada.
Juan Egaña fue un teórico de la revolución independentista, pero totalmente divorciado de la
realidad; esto hizo que su Constitución fuera impracticable, lo que aumentó el desorden y la anarquía, y
fue un factor de perturbación nacional. Barros Arana ha señalado: “Obra [la Constitución] de un hombre
que poseía casi todos los conocimientos que era posible adquirir en las colonias del rey de España, pero
desprovisto de la experiencia práctica que se recibe en la dirección de los negocios públicos, en los viajes
por países más adelantados y en el estudio razonable de la historia y de las instituciones de éstos, la
Constitución de 1832 era un esfuerzo del más ímprobo trabajo para organizar sobre fundamentos
absolutamente teóricos, un gobierno que no estaba en armonía ni con los antecedentes del pueblo a
quien se la quería imponer, ni con las aspiraciones que había hecho nacer la revolución. Ese gobierno, por
otra parte, era un mecanismo laborioso y complicado, compuesto de muchos rodajes, que, en vez de
facilitar el movimiento general, se complicaban unos a otros y lo hacían imposible”19. El carácter
demasiado rígido de la Constitución y lo alejado de la realidad de sus disposiciones hicieron que, ya a los
6 meses, no fuera aplicada. En efecto, en julio de 1824 (y habiendo vuelto don Ramón Freire de su
campaña en Chiloé) se suspendió la vigencia de la Constitución. Un año después de su promulgación, el
29 de diciembre de 1824, fue declarada nula y sin efecto por el nuevo Congreso convocado en julio de
ese año y que se había reunido el 22 de noviembre. Por último, el 10 de enero de 1825 se señaló:
“Declárase insubsistente en todas sus partes la Constitución dada por el Congreso Constituyente de
1823”20.

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2.2.2.- Aspectos centrales de su articulado
2.2.2.1.- Soberanía Nacional y Garantías constitucionales:
Se establece que Chile es una nación independiente de cualquier potencia y, particularmente, de
la Monarquía Española. Además, se indica que la soberanía nacional reside esencialmente en la nación y
su ejercicio en quienes sean sus representantes.
Se señala que las garantías constitucionales y las leyes protegen a todo individuo que resida en
Chile.
2.2.2.2.- Religión oficial del Estado:
Se establece que “La relijión del Estado es la Católica, Apostólica, Romana, con esclusión del culto
i ejercicio de cualquier otra.”
2.2.2.3.- Nacionalidad y Ciudadanía.
a) Se establece expresamente quiénes son chilenos:
− Los nacidos en Chile; o “Los nacidos en otro país si son hijos de padre o madre chilenos, i pasan a
domiciliarse en Chile.”
− Los extranjeros residentes en Chile ejerciendo alguna profesión, casados con chilena.
− Los extranjeros casados con extranjera, después de un año de residencia en Chile y con una
profesión con la cual subsistir.
− “Los agraciados por el Poder Legislativo.” (Son los que comúnmente se conocen como
nacionalizados por gracia)
b) Se establece quién es ciudadano:
Llama la atención que, entre los varios requisitos que se exigen para ser ciudadano con derecho
a sufragio, además de ser chileno natural o legal, de exigir una edad mínima (21 años) o ser casado, se
exija el ser católico romano, salvo que sean agraciados por el Poder Legislativo.
Por su puesto, como es propio de la época, la ciudadanía es de carácter censitario. Así, se
requiere ser propietario, comerciante, tener una profesión o adquirir el “mérito cívico”.
En todo caso, este carácter restrictivo de la ciudadanía se derivaba del hecho de que para el
liberalismo de la época sólo podían ser ciudadanos los sujetos responsables, ya que estos eran los únicos
verdaderamente libres. Un menor, dependía de su padre o tutor; una mujer, dependía de su padre o
marido; un criado, dependía de su amo; una persona que no tiene profesión conocida, ni trabajo, ni
ingresos, era, a los ojos de la época, un vago que no aporta a la sociedad y que no tiene ninguna razón
para ejercer responsablemente su ciudadanía.
2.2.2.4.- Poderes del Estado y su separación.
a) Poder Ejecutivo:
Recaía en un Director Supremo con amplias atribuciones. En determinados casos tiene la
iniciativa exclusiva para proponer determinadas leyes. Puede legislar en casos de emergencia. Elegido
por sufragio popular duraba 4 años y podía ser reelegido con los 2/3 de los votos. Debe ser ciudadano de
nacimiento o con 12 años de “ciudadanía legal” con declaración de benemérito en grado heroico. Era
asesorado por tres secretarios de Estado y un Consejo de Estado (7 miembros designados por él).
b) Poder Legislativo:
Residía en un cuerpo permanente denominado Senado Conservador y Legislador, compuesto
por 9 senadores que duraban 6 años en el cargo y podían ser reelegidos indefinidamente. Sancionaba las

14
leyes que proponía el Director Supremo, pero tenía poder de veto a todas las leyes propuestas por el
gobierno de modo que, vetada una ley, se suspendía su cumplimiento hasta que se pronunciara la
Cámara Nacional. Pero, además, podía suspender momentáneamente los actos del ejecutivo, respecto
de lo cual le correspondería pronunciarse definitivamente a la Cámara Nacional.
Una de las funciones era velar por la moralidad nacional, dirigir la educación e implantar la
virtud y la costumbre. Llevaba un registro público de méritos cívicos para proponer a los ciudadanos
como beneméritos a la Cámara Nacional.
c) Poder Judicial:
En el título relativo al Poder Judicial se establece expresamente que su función es proteger los
derechos individuales (art. 116) y, por ello, es dentro de ese capítulo que están mencionados varios de
ellos.
Se establece un sistema piramidal y jerarquizado al organizar a los tribunales de la República.
Esta característica y otras normas que lo regulan, siguen vigentes hasta el día de hoy. Así, se establece
una Suprema Corte de Justicia con el carácter de primera magistratura judicial del Estado a cuyo cargo
está “...la superintendencia directiva, correccional, económica y moral ministerial, sobre los tribunales i
juzgados de la Nación”. Bajo esta Suprema Corte se establece, “...por ahora...”, una sola Corte de
Apelaciones para todo el Estado21; y por debajo están los juzgados ordinarios de primera instancia.
También se establece, con el carácter de obligatorio, el que en demandas civiles y en las
criminales que admitan transacción, debe concurrirse, previo a presentarse a los tribunales, ante los
jueces de conciliación que debe proponer bases de acuerdo o transacción.
En buenas cuentas, en materia de separación de poderes, esta Constitución recoge la doctrina
revolucionaria clásica, estableciendo tres poderes, claramente diferenciados, con atribuciones propias.
2.2.2.5.- Cámara Nacional:
Esta es una institución muy particular de la Constitución de 1823 y que consistía en “...la reunión
de consultores nacionales en una asamblea momentánea.” En caso de desacuerdo entre el Director
Supremo y el Senado se convocaba a la Cámara Nacional para que dirimiera. Esta queda convocada
legalmente por el hecho de que existiera un veto suspensivo por parte del Senado. Ella estaba
compuesta por consultores nacionales y aprobaba o reprobaba las leyes. Los miembros duran 8 años y se
renovaban por 1/8 partes anualmente.
2.2.2.6.- Derechos Individuales:
Aparecen los derechos típicamente liberales: derecho de propiedad, derecho de petición a la
autoridad, debido proceso, libertad personal, inviolabilidad de la casa del ciudadano, igualdad ante la
ley, libertad de imprenta.
Respecto de la libertad de imprenta cabe destacar que se declara que ella es “...libre, protejida i
premiada en cuanto contribuya a formar la moral i buenas costumbres; al exámen i descubrimientos
útiles de cuantos objetos puedan estar al alcance humano; a manifestar de un modo fundado las virtudes
cívicas i defectos de los funcionarios en ejercicio; i a los placeres honestos i decorosos.”
A pesar de esta libertad amplia en materia de imprenta, en el artículo siguiente (263) se señalaba
expresamente que se le prohibía “Entrometerse en los misterios, dogmas i disciplinas, ni en la moral que
jeneralmente aprueba la Iglesia Católica.” Además, los artículos 264 a 268 señalaban un sistema de
censura previa a los escritos que se pretendiera publicar.

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En conclusión, cabe señalar que en esta Constitución se contemplaban los derechos o garantías
liberales clásicas.
2.2.2.7.- La Moralidad Nacional.
Para el autor de esta Constitución, don Juan Egaña, la moralidad y su consecuencia, la
costumbre, que conducían a la virtud, resultaban fundamentales en todo sistema republicano.
Así, el título XXII estaba consagrado a la moralidad nacional. En él se indicaba la necesidad de
que se estableciera un código moral que detallara los deberes del ciudadano, “...formándole hábitos,
ejercicios, deberes, instrucciones públicas, ritualidades y placeres que transformen las leyes en
costumbres i las costumbres en virtudes cívicas i morales...”. Dicho título tenía por objeto fijar las pautas
básicas del contenido de dicho Código Moral.
2.2.2.8.- Modificación a la Constitución:
Se establecía en el artículo 275 que “El presente Código es la Constitución permanente del
Estado. El Senado por sí ni con el voto de la Cámara Nacional, podrá derogar sus leyes o suspender su
cumplimiento.” El artículo siguiente establecía un procedimiento bastante complejo para modificar o
derogar alguna ley. Pero lo notable es el carácter sumamente rígido de la Constitución, puesto que ella
se convertía en una norma permanente que no podía ser modificada.
Esta situación es un clásico ejemplo de la ingenuidad con que se actuó durante el período
llamado de “ensayos constitucionales” (otros autores lo llaman “anarquía”). Cabe recordar, por ejemplo,
que la Constitución de 1828 establecía que ella no podía ser modificada hasta 8 años después y la propia
Constitución de 1833 que duró 92 años, establecía un régimen bastante rígido para poder ser
modificada.
2.2.2.9.- Instituciones Novedosas de la Constitución:
a) Se propone la creación de una Dirección de Economía Nacional, a la cual se pone a cargo de la
inspección y dirección del comercio, industria, agricultura, navegación, minas, pesca, bosques y plantíos,
caminos, canales, ornato, estadísticas, etc. “...i cuanto pertenezca a los progresos industriales, rurales i
mercantiles.”
b) Se crean Asambleas Electorales en cada distrito compuesta por 200 sufragantes y podrán
llegar hasta 400. Los ciudadanos se reúnen en estas Asambleas con el objeto de proceder a las
elecciones, nominaciones y censuras de carácter nacional o local. Cabe destacar que la Constitución
contemplaba el que se pudiera llegar a censurar a alguna autoridad, incluido el Supremo Director, lo que,
en la práctica, significaba destituirlo de su cargo. La votación para censurar se verificaba cada dos años.
Esta es la manera como don Juan Egaña concretaba la soberanía popular y la participación.
c) En caso de guerra civil o insurrección o grave discordia, se debía elegir por la Cámara Nacional
a tres personas para que formaran la Comisión de conciliación nacional, cuyo objeto era, justamente,
tratar con los diferentes bandos en pugna e intentar, por todos los medios llegar a un acuerdo. Les
estaba prohibido mandar ejércitos o incorporarse a algún partido, bajo pena de muerte.

2.3.- Leyes Federales


2.3.1.- Introducción
El federalismo se identificaba en Chile, y en toda América, con libertad y prosperidad, frente al
centralismo y autoritarismo con que se identificaba el absolutismo de los reyes Borbón. De hecho, el
sistema federal, se ensayará en toda América. En 1823 un diputado guatemalteco al Congreso

16
Constituyente Centroamericano presentará un proyecto sobre gobierno federal. En 1824 estallará en una
revolución federal en Brasil (bajo Pedro I). De hecho, entre 1824 y 1826, Chile, Colombia, Venezuela y
Argentina, ensayan regímenes federales.
Chile se encontraba sin Constitución desde enero de 1825. Durante ese año, el Congreso estuvo
dominado por querellas personales y enconadas discusiones de procedimiento, lo que generó un
desorden y quiebre moral del propio Congreso que impidió dar una salida institucional a la crisis. Así, el
20 de abril de 1825, Concepción, retiró a sus diputados y estableció su propia Asamblea Provincial.
Ramón Freire disolvió el congreso y Coquimbo, liderado por Francisco Antonio Pinto, siguió el ejemplo
de Concepción.
A principios de noviembre de 1825, Ramón Freire instituyó un Consejo Directorial que
gobernaría Chile en su ausencia. Freire se dirigió al sur (Chiloé) para consolidar la independencia en ese
territorio. Este consejo lo encabezó José Miguel Infante y aprobó en enero de 1826 que Chile se dividiera
en ocho provincias, preparando el régimen federal.
Don Ramón Freire regresó en marzo de 1826 (6) y convocó a un nuevo Congreso, las elecciones
se efectuaron en mayo y en julio se constituyó formalmente. Freire dimitió y asumió como presidente de
Chile Manuel Blanco Encalada (julio a septiembre) y después Agustín Eyzaguirre (septiembre-enero de
1827). Durante este período se aprobaron por el Congreso las llamadas leyes federales y se presentó un
proyecto de constitución federal. La insurrección militar trajo una vez más a Freire (enero 1827), pero
duró muy poco en el poder porque la gente ya no estaba en favor del federalismo. Asumió, entonces, el
5 de mayo de 1827 el vicepresidente Francisco Antonio Pinto. El congreso se autodisolvió en junio de
1827 habiendo avanzado sólo en unos pocos artículos de la constitución federalista. Se instituyó una
comisión nacional que supervisara la salida del federalismo y recogiera la opinión de las provincias sobre
la nueva forma de gobierno. En agosto de 1827 se suspendieron las leyes federales y en diciembre se
estaba formando un nuevo congreso constituyente.
2.3.2.- Aspectos sustanciales del régimen federal
2.3.2.1.- Hay que tener presente que nunca hubo una Constitución federal, sino que el sistema se
organizó sólo en torno a leyes federales. Al mismo tiempo que se dictaban estas leyes, el 7 de julio de
1826 se designó por el Congreso una comisión que preparara una constitución, en ella predominó José
Miguel Infante. Esta comisión concluyó su trabajo el 1º de diciembre y presentó un proyecto de
Constitución Federal para su discusión al Congreso el 19 de enero de 1827. Después de haber discutido
sólo algunos artículos y de haberse hecho muchas enmiendas, el 2 de julio se suspendió su discusión ya
que el Congreso se había autodisuelto.
2.3.2.2.- De julio a diciembre de 1826 se dictaron un conjunto de leyes llamadas Federales.
a) Hubo una norma previa dictada por el Consejo Directorial que dividía al país en 8 provincias:
Coquimbo (capital La Serena), Aconcagua (capital San Felipe), Santiago, Colchagua (capital Curicó),
Maule (Capital Cauquenes), Concepción, Valdivia y Chiloé (capital Castro) (enero de 1826). Esta norma
fue consecuencia del reglamento o plan presentado por José Miguel Infante y el ministro Joaquín
Campino al Consejo Directorial que buscaba regular un régimen federal. Este reglamento tenía 50
artículos y, entre ellos, una disposición que perseguía que los gobernadores se eligieran popularmente,
pero esto no prosperó y el Consejo los nombró.
En todo caso, en agosto de 1826, esta división territorial fue ratificada por el Congreso mediante
ley.

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b) Además, también se dictó una ley el 8 de julio de 1826 que daba, por primera vez, el nombre
de Presidente de la República a la persona que ocupara la primera magistratura. En buenas cuentas, de
aquí en adelante el Director Supremo recibiría este título de Presidente de la República. El primero en
usar este título fue don Manuel Blanco Encalada. Se suele señalar a esta ley, también, como una ley
federal.
c) En todo caso, además de las señaladas, las principales Leyes Federales aprobadas durante
1826, fueron:
− Una Ley Marco, por la cual se declara a Chile República Federal, promulgada el 14 de junio por 36
votos a favor, 1 en contra y 1 abstención.
− Elección popular de los Gobernadores-Intendentes, que eran los que estaban a cargo de la Provincia
y que pasarían a denominarse Intendentes. Esta ley fue aprobada definitivamente el 23 de julio,
después del veto ejercido por el ejecutivo, el que fue rechazado 18 contra 14. Posteriormente, se
sancionaría también la elección popular de Gobernador local o de distrito, cargo que antes
correspondía al de Delegado de los Departamentos.
− Elección popular de los cabildos. Debía hacerse el mismo día que la de los gobernadores-
intendentes y de la misma forma (Ley de la República de 27 de julio)
− Elección popular de los párrocos. Las elecciones se realizarían donde hubiere sedes vacantes, por
falta de cura propietario. El voto era similar al de diputados, pero más restringido y censitario. Los 2
electos por mayoría debían ser presentados por el gobernador o presidente a la autoridad
eclesiástica respectiva (obispo generalmente), para que procediera a elegir a uno de ellos. El hecho
de que la designación de los párrocos se realiza mediante este procedimiento puede ser
comprendida a la luz de dos factores distintos. Por una parte, como una forma de asegurar la
adhesión de los eclesiásticos al nuevo sistema establecido con la independencia: así se expresa
formalmente, por ejemplo, en la moción de Salvador Bustos para la elección popular de los párrocos
en que, para justificarla, se indica que aquello puede ser importante “máxime cuando, por desgracia,
son de contraria opinión al sistema del país”22. Más importante que esto, en todo caso, es que un
proyecto de esta naturaleza se comprende en una sociedad que, además de ser católica, concibe a la
parroquia como el espacio más importante de “cooperación efectiva entre Estado e Iglesia, dado que
la parroquia era la organización básica de la sociedad (…) la parroquia era la unidad menor no sólo
de los obispados, sino también del territorio político, era usual que ella se identificara con la unidad
administrativa de base (…) el párroco no sólo ejercía como pastor espiritual (…) siendo él, en el
ámbito campesino, la única autoridad y normalmente el individuo de mayor saber. Al mismo tiempo
tenía un poder efectivo y material: llevaba el único registro público de la población: nacimientos,
matrimonios, defunciones (…) Era el párroco además Ministro de Fe para los testamentos; pagos de
impuestos, etc. y elevaba informes a la autoridad civil y eclesiástica sobre la situación general de sus
feligreses (…) el cura debía ser el principal agente civilizador en los campos y debía poseer virtud
republicana; rigor moral; religiosidad digna y austera; adversario de supersticiones, caritativo y sobre
todo, firme sostenedor de la educación, debía mantener y llevar escuelas”23.
− Establecimiento de Asambleas Provinciales. Estaban en el proyecto original de José Miguel Infante y
fue aprobado por el Congreso el 30 de agosto de 1826. Estaban compuestas por 12 a 24 miembros o
diputados según la población, que eran elegidos popularmente.

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− Elección de Intendentes de las provincias a través de las municipalidades (cabildos), quedando
suprimidos los gobernadores-intendentes. Esta ley fue aprobada el 12 de octubre.

2.3.2.3.- El sistema federal fracasó, entre otras cuestiones, no sólo porque estaba alejado de la
realidad nacional, sino, también, porque ponerlo en práctica, significaba tener personas capacitadas para
la gestión pública en todas las provincias y en un número relativamente amplio. Había muchos cargos
que llenar: diputados nacionales, diputados provinciales, gobernadores, intendentes y cabildantes, entre
otros En efecto, un sistema federal requiere un gobierno central y también gobiernos provinciales; un
poder legislativo central y, también, poderes legislativos provinciales; y, porque no decirlo, una
judicatura central y judicaturas provinciales. En un país como Chile, con altos índices de analfabetismo,
con pocas personas cultivadas, llenar todos estos cargos era prácticamente imposible. Apenas si había
suficientes personas preparadas para asumir las funciones del Gobierno Central, ¿quiénes podrían
asumir las funciones provinciales?
En la práctica, como relata Barros Arana, la conformación de provincias y las diversas elecciones,
generaron discordia e incentivaron las pasiones políticas: hubo conflictos con ciudades como Chillán,
Talca y Valparaíso) que no aceptaban el trato que habían recibido (no ser capitales o derechamente
provincias; o graves problemas en elecciones locales como en San Felipe; o, serios desarreglos y
desencuentros, en las elecciones de párrocos. Esto último llevó, rápidamente, a que incluso promotores
del sistema como el vicario capitular de Santiago, don Juan Ignacio Cienfuegos, pidieran su suspensión
para bien de las almas. En fin, las mismas provincias promotoras, como Concepción y Valdivia,
representaran la necesidad de dar por terminado el sistema que, aunque teóricamente mejor, era
impracticable, entre otras razones, por la insuficiencia económica para sustentar el sistema 24.

2.4.- Constitución de 1828, revolución de 1829 y conflicto constitucional


2.4.1.- Introducción
2.4.1.1.- Puede verse que, hasta el momento, lo que se ha hecho es probar diferentes formas de
organización para la novel República, sin que haya una claridad y una fijeza sobre las estructuras
jurídicas. Así, don Melchor Concha y Toro señalaba, al describir el período 1824-1828 que “No había en
toda esta época ideas políticas fijas i bien definidas; i por eso no fué más que una época de ensayo o
prueba (…) La experiencia enseñó a los chilenos que el mejor sistema de gobierno consistía en el justo
medio entre el federalismo desorganizador de nuestra sociedad i el unitarismo que convierte a la
república en una especie de convento”25.
2.4.1.2.- Además de ser una época de ensayos, la caracteriza el hecho de que las modernas ideas
liberal-ilustradas no han sido del todo asumidas en el ámbito del derecho público.
En esta línea se inscribe, como mostraba Javier González26, el que los diputados populares de las
dos primeras décadas de la independencia, más que obedecer a la lógica moderna y revolucionaria de
soberanía popular y democracia representativa, estaban atados a la concepción propia del antiguo
régimen. Así, por ejemplo, no bastaba su elección para convertirse en los representantes de sus pueblos,
sino que era necesario que los órganos vecinales o municipales emitieran poderes para ello ─incluso
generales y amplios─ los que, a veces, establecían cláusulas limitativas al representante. En el fondo, se
trata de algo más parecido a un mandato civil, en que existe un vínculo directo ─y no meramente
simbólico─ entre electores y elegido, tanto que este les responde derecha y abiertamente. Ello,

19
naturalmente, es más expresión de un concepto de representación orgánica (de los pueblos), propia del
antiguo régimen, que de la noción moderna de representación popular.
2.4.1.3.- “El estado del país después del federalismo era desastroso: todo parecía anunciar un
definitivo desquiciamiento. La administración pública casi había dejado de funcionar. Puede decirse que,
en realidad, ya no existía el gobierno. La inseguridad personal era absoluta”27.
2.4.1.4.- “Sin embargo, entre tanta confusión, había un augurio: se empezaban a organizar
agrupaciones políticas con tendencias más definidas”28. En todo caso no hay que entender estas
agrupaciones políticas como partidos propiamente tales. Estos sólo harán su ingreso a la vida nacional
después de la llamada «Cuestión del Sacristán», es decir, en torno a 1856 y 1857.
Entre estas primeras agrupaciones se pueden destacar las siguientes:
a) Los Estanqueros: Un nuevo grupo que nace de aquella confusa situación. De acuerdo con
Alberto Edwards Vives en Historia de los Partidos Políticos, este partido tiene como propósito la
reorganización del país sobre bases más sólidas. Sin embargo, Lastarria sostiene que es un grupo que se
origina como consecuencia de las medidas gubernativas adoptadas a partir de octubre de 1826 para
privar del estanco a la empresa Portales, Cea i Cia.; por tanto, se habría tratado de un partido que se
vinculó a la oposición con el objeto de derrocar al gobierno 29. Sea como fuere, se trata de un grupo
pequeño, pero cuyos integrantes serán de vital importancia en la historia de Chile. Formaban parte de
este grupo: Manuel José Gandarillas, Diego José Benavente, Manuel Rengifo y Diego Portales. Este
grupo, en conjunto con los ohigginistas, formaban parte de las filas de la naciente oposición pelucona al
gobierno de Francisco Antonio Pinto.
b) Los Pelucones: Representan a los grupos más conservadores desde una perspectiva política
dentro de la sociedad. Sus adversarios (pipiolos) le darán este apelativo por suponerlos de ideas
concordantes con las pelucas, ya pasadas de moda.
c) Los Pipiolos: Representan a los grupos más liberales desde una perspectiva política dentro de
la sociedad. Sus adversarios (pelucones) le dieron este apelativo, derivándolo de la palabra pipiar ─el piar
de las aves cuando son pequeñas el clásico pio-pio─ para significar su carácter de polluelos, novatos,
inexpertos. Con ello querían indicar su carácter teórico que estaban en la «Luna».
2.4.1.5.- Si bien algunos autores hablan de pipiolos y pelucones desde los albores de la
independencia, la verdad es que la distinción y definición de ambos bandos va a aparecer por primera
vez sólo en la lucha política desatada con motivo de la elección para elegir Congreso, durante la segunda
mitad de 1828:
“La lucha política entre ambos bandos no aparece abierta sino en la segunda mitad del año
1828, cuando don Francisco Antonio Pinto convoca a elecciones para elegir un Congreso. Entonces se
advierte una inusitada actividad, una ardorosa campaña de prensa y una actitud claramente definida de
los dos grupos en que se dividía la opinión pública. Hasta entonces los políticos, la mayoría tránsfugas de
una tienda a otra, no definían bien su ideario. Ahora las ideologías se diseñan fuertes y distintas. En el
congreso de 1828 triunfaron los liberales”30.
Al congreso constituyente de 1828 los liberales se presentaron como un verdadero grupo de
centro. Eran la transacción entre las ideas “autoritarias” y “centralistas” de los pelucones, por un lado, y
las ideas de “independencia” provincial de los federalistas, por el otro. En este escenario, los pipiolos,
aparecían en la posición más equilibrada, más de “centro”. Por ello, los pipiolos (liberales) obtuvieron un

20
gran triunfo, lo que les permitió aprobar la Constitución de 1828, conocida también como la
«Constitución Liberal».
2-4.1.6.- Francisco Antonio Pinto, actuando como Vicepresidente, tras la renuncia de Ramón
Freire, realizó un serio intento por organizar políticamente al país, y, además, por dotarlo de una nueva
institucionalidad por medio de la Constitución, desmontando el sistema federalista. En términos
generales, se puede decir que lo hizo bastante bien. Logró poner cierto orden ─al menos, hasta la
revolución de 1829─, se logró que funcionaran regularmente las instituciones y, en varios, se sentaron
bases institucionales para el desarrollo futuro 31.
2.4.2.- Aspectos Fundamentales de la Constitución de 1828.
2.4.2.1.- Se gestó en el Congreso Constituyente de 1828 en el que habían triunfado los pipiolos
(liberales)32.
El congreso designó una Comisión para que se encargara de la elaboración de un proyecto
constitucional. Esta Comisión estuvo integrada por: Diego Antonio Elizondo Prado (después obispo de
Concepción), presidente del Congreso; don Francisco Ruiz-Tagle; don Francisco Ramón Vicuña; don
Melchor de Santiago Concha; don José María Novoa; don José Miguel Infante Rojas; y don Francisco
Fernández. Se le encargará a don Melchor de Santiago Concha dar forma y organización a las ideas de la
Comisión. Su proyecto será revisado por don José Joaquín de Mora que será el verdadero autor de la
Constitución. El Congreso aprobará el proyecto y la Constitución será promulgada el 8 de agosto de
1828, disolviéndose el Congreso Constituyente.
2.4.2.2.- Articulado Fundamental:
a) Separación de Poderes. Se señala en el artículo 21 que la forma de gobierno de Chile es la “de
República representativa popular”. Además, contempla expresamente en su artículo 22, la clásica
división en 3 poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Se dispone, asimismo, que estos poderes no
deberán reunirse en ningún caso.
• Poder Ejecutivo: Radica en el Presidente de la República. Además, crea la figura de un
Vicepresidente (es la única Constitución Chilena que lo contempla de este modo) que desempeñará
las funciones de Presidente “(...) en caso o imposibilidad física o moral del Presidente.”
El mandato del Presidente y Vicepresidente es de 5 años, no pudiendo reelegirse para el período
inmediatamente posterior.
Tanto el Presidente como el Vicepresidente son elegidos de manera indirecta, lo que tiene gran
importancia en los sucesos que darán origen a la revolución de 1829.
Ambos pueden ser acusados en la Cámara de Diputados y hasta un año después de la cesación en el
cargo. Después nadie podrá acusarlos por ningún delito cometido durante su cargo.
• Poder Legislativo. El poder legislativo reside en el Congreso Nacional el que consta de 2 Cámaras,
una de Diputados y otra de Senadores.
Los integrantes de la Cámara de Diputados eran elegidos directamente por dos años. Para poder
serlo se exigía entre otros requisitos tener “Una propiedad, profesión u oficio de que vivir
decentemente.” (Artículo 28º Nº3)
Los integrantes del Senado eran elegidos por las Asambleas Provinciales, a razón de 2 por cada
Provincia y duraban 4 años. Entre los requisitos que se exigían para poder ocupar el cargo se exigía
tener “Una propiedad o profesión científica productiva, al ménos de la cantidad de quinientos pesos
al año.” (Artículo 33 Nº 3)

21
Los parlamentarios gozan de fuero, inmunidad e inviolabilidad. Las funciones del Congreso son
las clásicas, es decir, aprobar las leyes, acusar a los altos funcionarios del Estado, aprobar los
tratados, etc.
El Congreso funcionaba ordinariamente, desde el 1º de junio hasta el 18 de septiembre y podía
convocarse a sesiones extraordinarias por el Presidente de la República y por la Comisión
Permanente. La Comisión Permanente es una institución que funciona durante el receso del
Congreso (cuando no está en sesiones) compuesta de un senador por cada provincia (8 miembros).
Su deber fundamental era velar por el cumplimiento de la Constitución y de las leyes y observar su
omisión al Presidente de la República.
Por otra parte, cabe destacar que cada provincia (Coquimbo, Aconcagua, Santiago, Colchagua,
Maule, Concepción, Valdivia, Chiloé), tendrá una Asamblea Provincial, esto es un resabio del régimen
federal. Sus integrantes son elegidos directamente por el pueblo de la provincia y duraban 2 años en
el cargo. Entre otras funciones, debían proponer ternas al Presidente de la República para que este
eligiera a los Intendentes y Viceintendentes.
• Poder Judicial. Se trata de un Poder Judicial jerarquizado. Se contempla la existencia de una Corte
Suprema cuyos integrantes serían nombrados por el Congreso en pleno. Este tribunal conoce, entre
otras materias, de las infracciones a la Constitución. Se contemplan también Cortes de Apelaciones
cuyo número queda entregado a la ley. Sus integrantes son nombrados por el Presidente a
propuesta de una terna confeccionada por la Corte Suprema. Se establecen, también, juzgados de
primera instancia que serán los que conocerán de las causas civiles y criminales que se susciten. Por
último, también se contempla la existencia de juzgados de paz para intentar conciliar los pleitos
antes de que ellos se ventilen directamente en tribunales.
b) Derechos Individuales. Se reconocen expresamente estos derechos en los artículos 10 y
siguientes. Estos derechos se contemplan como inviolables e imprescriptibles. Así, se señala en el
artículo 10º que “La nación asegura a todo hombre, como derechos imprescriptibles e inviolables, la
libertad, la seguridad, la propiedad, el derecho de petición i la facultad de publicar sus opiniones.” Los
artículos siguientes especifican estos derechos, así, por ejemplo, se contempla la libertad de imprenta, el
derecho de propiedad y la inviolabilidad de la correspondencia.
Además, se contempla la igualdad ante la ley en el artículo 125.
c) Soberanía Popular. Este concepto propio del liberalismo y de los partidarios de la revolución, se
contempla expresamente en diversas normas de la Constitución. Particularmente, en el artículo 1º que
señala que “La nación chilena es la reunión política de todos los chilenos naturales legales (...) En ella
reside esencialmente la soberanía, i el ejercicio de ésta en los poderes supremos con arreglo a las leyes.
No puede ser el patrimonio de ninguna persona o familia.”
d) Otras materias de interés:
• Abolió los mayorazgos y toda otra vinculación que impidiere la libre enajenación de la propiedad.
Con ello se intentaba concretar un principio central del liberalismo que era la “libre circulación de los
bienes”. (Artículo 126º)
• Estableció en su artículo 3º que la religión de Chile era la católica, apostólica y romana con exclusión
del ejercicio público de cualquier otra. Sin embargo, el artículo 4º establecía que nadie podía ser
perseguido ni molestado por sus opiniones privadas. En buenas cuentas, públicamente sólo podía

22
practicarse la religión católica, pero privadamente estaban admitidas otras profesiones de fe, lo cual
constituía una verdadera norma de tolerancia religiosa.
• Señala los límites del territorio nacional, desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos.
Divide este territorio en 8 provincias: las señaladas más arriba. Además, podían existir en estas
provincias una o más Municipalidades cuyos integrantes eran elegidos por el pueblo y comandadas
por un Gobernador elegido por los miembros de la municipalidad.
• Se establecía expresamente que era irreformable hasta 1836 en que se convocaría por el Congreso a
una Gran Convención “(...) con el único i esclusivo objeto de reformar o adicionar esta Constitución...”
(artículo 133º)
2.4.2.3.- Las fuentes principales de esta Constitución fueron las Constituciones francesas de 1791
y 1793, la norteamericana de 1787 y la española de 1812.
2.4.2.4.- La principal crítica que se le hace a esta Constitución ─que, por lo demás, era bastante
buena desde una perspectiva técnica─ es que ella habría estado totalmente alejada de lo que era la
realidad nacional. En buenas cuentas, que no se adaptaba a la sociedad que pretendía regir.
Es sintomático que autores como Campos Harriet y Heise coincidan en ello como puede verse en
las siguientes afirmaciones: (a) “Este Código estaba hecho para una nación mucho más adelantada que la
nuestra, donde, ante todo, era necesario fortalecer el poder, haciéndolo capaz de restablecer la
obediencia y el buen orden y de resistir el empuje de los intereses y ambiciones individuales que causaban
el desconcierto”33; y (b) “La sociedad aparece creada «ex-profeso» para regirse por la Constitución y no
ésta para adoptarse a la sociedad.”34
Sin embargo, constituye una paradoja que los integrantes de la Comisión que elaboró el
proyecto de Constitución señalaran como argumento fundamental para defender su obra y, por tanto,
para que se aprobara el texto constitucional, el que ella había sido hecha pensando en la sociedad a la
cual iba a regir, según recuerda don Ramón Briseño 35. Según este autor, la Comisión en su presentación
al Congreso señala que: “La Comisión ha tenido presente, no solo las doctrinas de los escritores mas
ilustres i las instituciones de los pueblos más célebres sino estas circunstancias particulares de nuestro
pais i de nuestro tiempo, circunstancias que han influido mui particularmente en sus opiniones,
convencida de que las leyes mas sábias llegan a ser las mas funestas, cuando no se acomodan a las
ideas i a las costumbres de los hombres que han de practicarlas.”

2.4.3.- Revolución de 1829 y conflicto constitucional.


2.4.3.1.- La Constitución de 1828 no resultaba satisfactoria para ninguno de los sectores de la
oposición. De hecho, no le gustaba ni a los pelucones, ni a los estanqueros ni a los ohigginistas, ni
siquiera a los mismos federalistas.
Sin embargo, había una realidad evidente contra la cual no se podía luchar fácilmente: la
Constitución de 1828 tenía un origen legal y el gobierno era legítimo. Este hecho constituía la principal
fortaleza del Gobierno del General Pinto y le permitía actuar con energía ante todo intento
insurreccional, contando para ello con el apoyo popular que no deseaba volver a la época en que los
regímenes de gobierno y las autoridades se sucedían periódicamente en un estado general de confusión.
Se comprendió de este modo que los levantamientos insurreccionales constituían delito y que debían ser
severamente castigados. De este modo, los motines de octubre y diciembre de 1828, como los de junio
de 1829, fueron sofocados mediante fusilamientos 36.

23
Los pelucones sabían que, en estas condiciones, una revolución meramente trastornadora del
régimen constitucional habría sido casi seguramente abortada, porque le habría faltado el apoyo
popular.
Es por esta razón que los pelucones comprendieron que la lucha por el poder debía darse dentro
de la misma Constitución. Por su parte, los pipiolos, desencantados y poco conscientes de su propia
fuerza, van abandonando poco a poco su posición.
2.4.3.2.- El argumento jurídico que los pelucones necesitaban, les va a llegar con ocasión de las
elecciones presidenciales de 1829. En efecto, en ellas los propios pipiolos se vieron atrapados por la
norma legal, por su propia Constitución. Enfrentados a tomar una decisión jurídicamente correcta que
los perjudicaba abandonarán el camino de la legalidad que habían defendido apasionadamente para
frenar a los pelucones, y directamente se apartarán del marco de la Constitución. Entonces, no era
razonable esperar que el régimen pipiolo de gobierno durara demasiado tiempo. Su fracaso estaba a la
puerta y la causa de él fue, justamente, el que los pipiolos no fueron capaces de respetar la propia
constitucionalidad, porque hacerlo significaba entregar el poder a la oposición pelucona. El mismo
Francisco Antonio Pinto pone de relieve la ilegalidad del actuar del Congreso al renunciar, por tercera
vez, al nombramiento que este le había hecho de Presidente de la República37.
2.4.3.3.- ¿Qué ocurrió en esta elección presidencial de 1829? 38
− Los integrantes del colegio electoral –ya que el sistema era indirecto─ debían votar por dos nombres.
La Constitución señalaba que, practicado el escrutinio, si resultaban dos candidatos con mayoría
absoluta, ambos debían ser proclamados como Presidente y Vicepresidente por el Congreso, según
quién hubiera obtenido más votos. Si sólo uno obtenía dicha mayoría absoluta, este debía ser
proclamado por el Congreso como Presidente. En este caso, se estipulaba en la Constitución que el
Vicepresidente debía ser elegido por el Congreso “entre los de la mayoría inmediata” (artículo 72º).
Si ninguno obtenía mayoría absoluta el Congreso tenía que elegir entre las mayorías relativas al
Presidente y, después, al Vicepresidente “entre los de la mayoría inmediata” (artículo 72º)
− Los pipiolos elegirán como su candidato a Presidente de la República a la única persona capaz de
ganar la elección, el propio don Francisco Antonio Pinto. Esto, a pesar de estar seguros de que él,
una vez electo, renunciaría a su cargo. En efecto, el General Pinto está cansado: ordenar el país,
darle una institucionalidad y enfrentar los motines, ha sido muy duro, definitivamente, no quiere
seguir gobernando. De hecho, en julio de 1829, actuando como vicepresidente, renuncia y delega el
mando en Francisco Ramón Vicuña Larraín, uno de los pipiolos más relevantes de esta época y
presidente de la Junta del Congreso que es la autoridad llamada a ejercer el cargo.
− El hecho, casi seguro, de que Pinto renunciará, convierte en trascendental la elección de
Vicepresidente de la República, ya que de renunciar el Presidente el que asumirá el mando es el
Vicepresidente. Los pipiolos designarán como candidato para este cargo, en un comienzo, a don
Francisco Ruiz-Tagle (Ministro de Hacienda) que es un liberal moderado, pero que tiene importantes
lazos con el peluconismo. En buenas cuentas, es, en apariencia, un pipiolo, pero, en el fondo, es
pelucón39. El oficialismo, entonces, decidirá cambiar de estrategia y presentará como candidato a
Vicepresidente a don Joaquín Vicuña Larraín, intendente de la provincia de Coquimbo y hermano de
Francisco Ramón, reconocido pipiolo.
− Sin embargo, el cambio de candidato se realizó en el último momento ─cuando ya se ha efectuado la
elección de primer grado, la de electores─ y, además, los pipiolos no eran muy disciplinados 40. En

24
todo caso, la elección misma de Presidente y Vicepresidente por el cuerpo de electores, debía
realizarse posteriormente en el mes de septiembre, lo que daba tiempo para todo tipo de
combinaciones. Sin embargo, los pipiolos, de todas maneras, darán instrucciones a sus electores de
que para Vicepresidente voten por Vicuña y no por Francisco Ruiz-Tagle. Aparentemente, los
pipiolos no logran alinear en torno a Vicuña a sus electores de Colchagua, Valdivia y Chiloé.
− Por su parte, los pelucones que, en un comienzo, habían optado por la fórmula Ramón Freire - José
María Benavente, desecharán esta opción y, conocedores de la jugada liberal y dominadores de
Concepción y el Maule, robustecerán la candidatura de Ruiz-Tagle entre sus electores, llamando a
votar por él, además, de votar por su candidato a Presidente, don José Joaquín Prieto.
− Al producirse la votación de los electores, los pelucones –que dominan Maule y Concepción─ votan
en bloque por Prieto y Ruiz-Tagle; de hecho, en esas provincias, Joaquín Vicuña no obtiene ningún
voto de los electores. Los pipiolos votan por Pinto y, algunos, por Ruiz-Tagle, mientras que, otros, lo
hacen por Vicuña. El escrutinio de la votación de los electores hecha por el Congreso Pleno el 16 de
septiembre de 1829 arrojó el siguiente resultado: mayoría absoluta para Francisco Antonio Pinto
(122 votos sobre 201 que votaron), por tanto, correspondía proclamarlo Presidente; ninguno de los
otros candidatos, entre los cuales tenía que salir el Vicepresidente, obtuvo mayoría absoluta. En
efecto, Francisco Ruiz-Tagle obtuvo 100 votos; José Joaquín Prieto obtuvo 61 votos; y Joaquín Vicuña
obtuvo 48 votos41. ¿Quién debía ser elegido Vicepresidente?
− De acuerdo a la Constitución, el Congreso el que debía elegir al Vicepresidente, “entre los de la
mayoría inmediata” (art. 72°). Este precepto constitucional, de acuerdo con los pelucones, debía
entenderse en el sentido de que debía elegir entre las dos mayorías siguientes, en este caso Ruiz-
Tagle y Prieto. Sin embargo, el Congreso estaba dominado por los pipiolos y estos, que no querían
perder el poder, señalaron que la Constitución no limitaba la elección a los dos primeros y que era el
Congreso el que debía elegir entre los que hubieren obtenido más votos. En resumen, el Congreso
eligió la tercera mayoría; eligió, así, a Joaquín Vicuña. Los pelucones, en el mismo acto, reclamaron
una violación constitucional y así lo expresaron a través de las Asambleas Provinciales que les eran
favorables. Cabe señalar, en todo caso, que si bien el N° 14 del art. 114 de la Constitución indicaba
que era atribución de las Asambleas Provinciales “Velar sobre la observancia de la Constitución (…)”,
ella también indicaba en el art. 132 que “Solo el Congreso General podrá resolver las dudas que
ocurran sobre la inteligencia de sus artículos”. Esta norma, por lo demás, se encontraba en el
Capítulo XIII titulado precisamente “De la observancia, interpretación y reforma de la Constitución”.
Adicionalmente, cabe destacar que, según la atribución 7.a del art. 96. era de competencia de la
Corte Suprema conocer “De la infracción de Constitución”. En resumen, el Congreso habría infringido
la Constitución, pero los pelucones y las Asambleas Provinciales que les eran favorables no
recurrieron completamente, como se verá más adelante, a la normativa constitucional, ya que el
Congreso dominado por los pipiolos, en los hechos, había dado una interpretación constitucional
espuria al elegir a la tercera mayoría.
− Para colmo de males, Francisco Antonio Pinto renunció, tal como se temía, alegando problemas de
salud y también, como se ha dicho más arriba, por discrepancias con la legalidad con la que había
actuado el Congreso en la elección de Vicepresidente. El 23 de septiembre el Congreso no acepta su
renuncia y, por tanto, sigue gobernando el país Francisco Ramón Vicuña, hermano de Joaquín,
elegido Vicepresidente, por no haber asumido todavía ni el Presidente ni el Vicepresidente.

25
− Este fue, en resumen, el conflicto constitucional de 1829 que trajo como consecuencia los hechos
descritos en los números siguientes y la revolución.
2.4.3.4.- El 4 de octubre de 1829 la Asamblea Provincial de Concepción (dominada a la sazón por los
pelucones), apoyándose en la violación constitucional del Congreso, declaró que se negaba a obedecer al
Presidente y al Vicepresidente y que consideraba nulos los actos emanados del Congreso, y que
ordenaba retirar a los diputados del Congreso. Pero aclaró que obedecería a las autoridades que
funcionaban antes de la Constitución. Rápidamente (12 de octubre de 1829), se le unió la Asamblea
Provincial de Maule con una declaración muy semejante. A su vez, el Ejército del Sur comandado por
Prieto, el 9 de octubre en Chillán, manifestó también su repudio a la acción del Congreso.
Evidentemente, toda esta acción era, asimismo, una violación constitucional, tan grave como aquella en
que podría haber incurrido el Congreso en la elección de Vicepresidente.
2.4.3.5.- El 19 de octubre concurre al Congreso Francisco Antonio Pinto para jurar como Presidente,
ya que el día anterior le ha sido rechazada por tercera vez la renuncia, aquella en que, como se señalaba
más arriba, hacía alusión a la ilegalidad cometida por el Congreso. El día 20, Pinto envía una propuesta al
Congreso que consiste en que este se disuelva y se convoque a elecciones para el próximo año. El 26 de
octubre, Francisco Ramón Vicuña, Presidente del Senado, presenta a nombre de su hermano Joaquín,
pero sin acompañarla, la renuncia a la vicepresidencia, la que fue aceptada por el Congreso. El 27, el
Congreso rechaza la propuesta de Pinto, atribuyéndola a una negociación con los pelucones,
estableciéndose ahora una disputa con el Presidente. El día 2 de noviembre, Pinto renuncia nuevamente
a la presidencia en forma irrevocable y el Congreso acepta, entregando el mando, ya que no hay
Vicepresidente, al Presidente del Senado, Francisco Ramón Vicuña.
2.4.3.6.- Ante el avance de las tropas del sur, los pelucones de Santiago se reúnen (7 de noviembre)
y, levantando un acta en la cual hacen constar las infracciones a la Constitución y declarando nulas las
elecciones parlamentarias y toda designación proveniente del Gobierno, nombran una Junta de
Gobierno42, desconocen la autoridad de Francisco Ramón Vicuña y le piden la renuncia, cuestión que
rechaza.
Los pipiolos, encabezados por Vicuña y apoyados por el Ejército del centro –al que llamaban
Constitucional─, comandado por el Coronel Benjamín Viel, rechazan la Junta; decretan suspensión de la
libertad de imprenta; prohíben reuniones populares; y decretan el traslado del Gobierno a Valparaíso. 43
En efecto, el 12 de noviembre, Francisco Ramón Vicuña, apremiado por la actitud de Freire y por la
cercanía del Ejército del sur, y actuando en forma indecisa frente a los sublevados, se traslada a
Valparaíso.44 Pero no tardó en llegar a esta ciudad la revolución, por lo cual Francisco Ramón Vicuña, con
sus ministros más leales, decide trasladarse por mar a la Provincia de Coquimbo, gobernada por su
hermano Joaquín. Lo que no sabe es que ahí, también, ha estallado la revolución, de modo que cuando
arriba al puerto de Coquimbo el 19 de diciembre de 1829, es apresado inmediatamente. Sin embargo, se
llega a un acuerdo, mediante el cual se le respeta la libertad a Vicuña y sus acompañantes, y aquel se
compromete a residir como ciudadano privado.
Entre tanto, en Santiago, el mando del Ejército pipiolo o Constitucional es asumido por el General
Francisco de la Lastra que, después de un intento de conciliación, enfrentará al Ejército pelucón
─comandado por el General José Joaquín Prieto─ el 15 de diciembre. Al poco rato, las fuerzas peluconas
se vieron prácticamente derrotadas y Prieto solicitó un armisticio. A pesar de que los pipiolos tenían

26
todo a su favor, salvo la caballería, decidieron acoger la solicitud de Prieto y se negoció un acuerdo para
evitar la guerra civil45- Así, el 16 de diciembre se acordó el siguiente tratado:
• Entregar a Ramón Freire el poder sobre todo el Ejército, tanto el del sur como el del gobierno.
Esto se hizo por varias razones: era el oficial de mayor grado (capitán general); aparecía como el
personaje más equidistante de los dos bandos ─a pesar del apoyo que había dado los últimos
días a los revolucionarios─; y, además, tenía un gran ascendiente sobre todo el Ejército.
• Elegir, popularmente, una junta gubernativa provisoria, para la cual, en el mismo tratado, se
recomienda a Francisco Antonio Pinto, Francisco Ruiz-Tagle ─las dos primeras mayorías de la
elección pasada, como lo dice el acuerdo─ y a Agustín Eyzaguirre, que había ocupado el gobierno
del país ─lo que también destaca el tratado─. La convocatoria y presidencia de esta elección de la
junta se le confiere a Ramón Freire; y una vez electa, la junta debía convocar a un Congreso de
Plenipotenciarios de las provincias.
• Este Congreso de Plenipotenciarios debía: determinar si se había infringido o no la Constitución;
reformar la ley electoral; convocar a elecciones de un nuevo Congreso; nombrar un Ejecutivo
Provisorio que debía reemplazar a la junta gubernativa provisoria, en tanto no se realizarán las
elecciones legales; y actuar como comisión permanente hasta que se realicen las elecciones,
debiendo guardar la Constitución.
2.4.3.7.- Ramón Freire, en vez de presidir él mismo el proceso de elección de la Junta, nombró para
ello una Comisión de tres personas, todas las cuales eran pelucones: Santiago Etchevers, José Tomás
Ovalle y José María Rozas. Esta Comisión consideró nulos los registros electorales y convocó,
irregularmente, por medio de cartas de invitación a las personas que debían elegir a los integrantes de la
Junta. Estos electores escogieron a José Tomás Ovalle, Pedro Trujillo e Isidoro Errázuriz Aldunate; Trujillo
renunció y fue designado en su reemplazo, José María Guzmán.
Esta Junta logró controlar, rápidamente, el poder en Santiago –para lo cual destituye al Cabildo y
elige otro, lo mismo hace con los jueces letrados de la provincia─ e intenta conseguir el apoyo de las
provincias.
Por su parte, de la Lastra depone su mando en Freire quien, cumpliendo con el tratado, dispersa
el Ejército de los pipiolos. Prieto, en cambio, demora la entrega de su mando y, de hecho, el 17 de enero
mueve sus fuerzas hacia Santiago. Freire, destituye a Prieto e intenta detenerlo, pero este se resiste y,
entonces, aquel se siente traicionado y usado. Por ello, manda reunir nuevamente el Ejército pipiolo.
Entre tanto, la Junta decreta como jefe de todo el Ejército a Prieto. La ruptura es ya evidente, el tratado
de paz sirve de poco. Freire sale de Santiago el 18 de enero con dirección a Valparaíso, dispuesto a unirse
al Ejército pipiolo. Reunido este, zarpan para Coquimbo dispuestos a avanzar desde el norte y reponer la
Constitución de 1828 y sus autoridades. De hecho, este Ejército tomará el nombre de Ejército del norte.
Entre tanto, el Congreso de Plenipotenciarios, cuyos miembros fueron elegidos en cada provincia
también por el sistema de invitación a ciertos ciudadanos para votar, declaró, en febrero de 1830, nulo el
Congreso de 1829 y todos sus actos, y eligió como integrantes del Ejecutivo Provisorio a Francisco Ruiz-
Tagle (impuesto por los ohigginistas) como Presidente y a don José Tomás Ovalle (impuesto por los
estanqueros) como vicepresidente. Ellos debían ejercer el poder hasta que se convocara para 1831 a
nuevas elecciones de cabildos, asambleas provinciales, electores de presidente y vicepresidente e
integrantes del congreso. El Congreso de Plenipotenciarios convocó a los principales jefes del ejército
que estaban en Santiago para que reconocieran a las nuevas autoridades, pero ellos se negaron a

27
hacerlo, salvo, en un primer momento, el coronel Cáceres, aunque después se arrepiente. Francisco Ruiz-
Tagle, entonces, presionado por el Congreso de Plenipotenciarios, decreta el 27 de marzo de 1830, la
baja de los generales José Manuel Borgoño, Francisco de la Lastra, Francisco Calderón, Juan Gregorio de
Las-Heras; de los coroneles Ramón Picarte y Manuel Urquizo; y de los tenientes coroneles Eduardo
Gutike y Venancio Escanilla.
Pero Francisco Ruiz-Tagle dudaba, no estaba muy convencido de lo que estaba haciendo. De
hecho, por ejemplo, se negó a destituir a los ministros de la Corte Suprema que también se habían
negado a reconocer al Congreso de Plenipotenciarios46. Es así como, a instancias de Diego Portales, el
presbítero Juan Francisco Meneses y otros pelucones, terminará renunciando, aceptando los
plenipotenciarios su renuncia. José Tomás Ovalle asume el mando supremo (1 de abril) y, días después,
el 6 de abril de 1830 nombra a don Diego Portales y Fernández de Palazuelos como Ministro del Interior,
Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, es decir, como cuasi ministro universal, porque en Hacienda
continua Juan Francisco Meneses. Como se sabrá meses después, el Congreso de Plenipotenciarios
concede el 7 de marzo, en sesión secreta, atribuciones extraordinarias al Gobierno, las que usará con
extensión Portales, quien también dará de baja a Freire (17 de abril)47.
El 15 de abril de 1830, Ramón Freire y su Ejército cruzan el río Maule. A su encuentro se dirigen
José Joaquín Prieto y sus hombres. Se produce, entonces, el 17 de abril, la batalla de Lircay que marcará
la derrota de los pipiolos y la consolidación del poder por parte de los pelucones. El Congreso de
plenipotenciarios modificará la ley electoral y, por ella, se realizarán las nuevas elecciones de todas las
autoridades. Así, en 1831, se llevarán a cabo estas elecciones (asambleas, cabildos, congresos y
presidente), las que culminarán con José Joaquín Prieto Vial como Presidente de la República, que recibe
el mando el 18 de septiembre de 1831, dándose inicio así, al llamado período de los decenios y a un
sistema político en que impere la libertad dentro del orden.
En el plano de la historia política esto significará el término del llamado período de anarquía.
Desde una perspectiva jurídica, una vez que se apruebe la Constitución de 1833, se da por terminado el
período de ensayos constitucionales.

2.4.4.- Don Diego Portales


2.4.4.1.- Un hombre excepcional estará detrás del término de este período de anarquía, así como de
la construcción de un nuevo orden institucional, esa persona es el Ministro Diego Portales. Él estará en el
gabinete en dos momentos distintos, pero claves: (1) 6 de abril de 1830 al 31 de agosto de 1831; y (2) 21
de septiembre de 1835 al 6 de junio de 1837 (fecha de su asesinato). En la primera etapa, restableció el
orden público, financiero e institucional; renunciando poco después de que asumieran las autoridades
elegidas (Presidente y Congreso). En la segunda oportunidad, terminó con la división interna del
gobierno, asegurando la reelección de Prieto, y enfrentó lo que estimaba un peligro para los intereses
chilenos: la Confederación Perú-Boliviana; así, a pesar de su asesinato, estaban las bases para el triunfo
sobre esta. Cabe decir algo sobre su pensamiento, forma de actuar y logros.
2.4.4.2.- Como puso de relieve Eyzaguirre 48, Portales era, esencialmente, un hombre práctico, a
diferencia de Juan Egaña o José Miguel Infante que cultivaban una aproximación teórica; de hecho,
aunque con poco éxito, se había dedicado a los negocios y no a las letras. Llega al poder, convencido de
que el país no puede seguir transitando por un camino que lo conduce a la anarquía y al desorden; que la
libertad conquistada tras la independencia no servirá de nada si no es enmarcada dentro del orden. En el

28
fondo, lo que a Portales le interesará es organizar al Estado como un garante de la libertad, para evitar
que ella sea amenazada por los distintos grupos en disputa.
2.4.4.3.- A pesar de que Portales no es un teórico, no cabe duda de que tiene ciertas ideas políticas.
¿Cuáles son ellas? Principalmente, pueden decirse dos cosas fundamentales al respecto:
• Portales tiene una mentalidad ilustrada, esto es, concibe como tarea del Gobierno la
prosperidad y felicidad pública, así como la defensa de los derechos individuales. El Estado,
dirigido por medio de una persona con grandes poderes, debe dar educación, construir caminos,
ordenar la sociedad. De ese modo llegará el progreso y podrá llegarse al gobierno más liberal
posible.
• Portales tiene, también, una mentalidad revolucionaria y liberal. Esto quiere decir que está
imbuido en los principios modernos que orientan las revoluciones estadounidenses y francesa,
así como, en general, a las mentalidades europeas liberales. Así, adhiere a las ideas de pacto
social, constitucionalismo (escrito), soberanía popular, separación de poderes y que la ley debe
proteger los derechos individuales (propiedad, libertad, igualdad y seguridad).
2.4.4.4.- Lo que Diego Portales hace para alcanzar el orden y la tranquilidad en la sociedad es
imponer un consenso básico, no se limita, como tantos otros, a esperar a que éste se produzca, ya que,
de hecho, desde 1818, no se ha producido. Es la hora de dejar de lado los ensayos e imponer, ya que no
ha existido un acuerdo entre los grupos políticos, un consenso, sin el cual no funciona la sociedad. Ese
consenso básico no consisten en otra cosa que en la necesidad de una autoridad firme –un gobierno
autoritario, aunque no personalista– que dé lugar al orden, que es la condición para el ejercicio de las
libertades y la prosperidad pública. Por eso, se ha señalado que la tradición política portaliana, «el
orden», sería “obra de un gobierno fuerte, impersonal, centralizado, en el que sus miembros sean
ejemplos de virtudes cívicas”49.
Este consenso, orden o autoridad firme, como quiera llamárselo, estaba puesto al servicio de los
intereses de la patria (la sociedad) y no de un grupo determinado.
2.4.4.5.- Portales es, antes que nada, un hombre que aprecia la realidad por sobre los ideales
teóricos, particularmente si estos son foráneos. No cree en las teorías impuestas a la fuerza por medio
de la ley (a su juicio, eso lo han demostrado todos los ensayos constitucionales dictados hasta la fecha:
irreales, hipotéticos e idealistas). Por eso lo que Portales hace es consolidar lo que existe, lo que ya hay:
la ley debe reconocer esa situación; no debe derrumbar para construir, sino que consolidar lo que existe
e introducir los cambios necesarios.
Ahora, ¿qué consolida? La respuesta precisa dependerá mucho de la visión historiográfica que se
siga, pero parece claro que, sin perjuicio de matices, consolida un orden asociado a lo que podría
llamarse una especie de «sistema señorial» (o, más precisamente, jerárquico) que existe en el ámbito
social; sin embargo, sobre él, pone y refuerza la autoridad que emana del incipiente Estado. Esto le
parece fundamental para evitar facciones, caciques o espacios de autonomía privada que favorecen la
arbitrariedad. Para ello, se requiere concentrar el poder, pero no en personas específicas, sino en
instituciones: autoridad fuerte e impersonal.
2.4.4.6.- Este proceso lo lleva a cabo con hombres que elige y a los que él llama «hombres buenos»:
hombres justos, probos, ilustrados, dispuestos a sacrificarse por la patria. Se preocupa mucho de la
elección, porque, a su juicio, la consolidación de las instituciones parte de los hombres y, en la medida en
que ellos representen esas virtudes (propias de la mentalidad ilustrada), darán ejemplo y los ciudadanos

29
serán guiados por esta senda. Así, la selección de estos hombres para la Administración del Estado, la
judicatura, el ejército o la enseñanza, entre otros, será fundamental.
2.4.4.7.- Por último, cabe decir que Portales tiene un gran apego por la legalidad, pero ello no
significa legalismo. Su apego a la ley y a la Constitución se producirá siempre que dichas normas sean
útiles al «país real», a la constitución histórica, al orden. En caso contrario, siempre estará dispuesto a
saltarse la norma con el objeto de que se sirva a dicha realidad, a la libertad dentro del orden.
2.4.4.8.- Por todas estas características es que Portales, al comenzar a gobernar, no buscará dictar
inmediatamente una Constitución. Su objetivo es que la práctica vaya señalando que cosas son útiles y
cuáles no. Cuando el sistema funcione se podrá hacer una Constitución que lo recoja. Por ello, la nueva
Constitución que consagra el régimen portaliano no llegará sino hasta 1833.
2.4.4.9.- Se ha señalado como los logros fundamentales de su actividad los siguientes: la
subordinación de los militares a los civiles; la normalidad republicana (Presidente y Congreso); la
reorganización de la administración y la hacienda pública, de las policías y la seguridad; la recomposición
de relaciones con la Iglesia católica; y el triunfo sobre la Confederación Perú-Boliviana. El conjunto de
esto estaría en la raíz de la estabilidad y regularidad institucional, y del progreso y prosperidad
económica de que gozó el país en las siguientes décadas. 50

Capítulo 3 Constitución de 1833

3.1.- Formación de la Constitución


3.2.- Constitución de 1833
3.2.1.- ¿Régimen presidencial o régimen parlamentario?
3.2.2.- Rasgos presidencialistas y rasgos parlamentarios de la Constitución
3.2.3.- Poder Judicial en la Constitución
3.2.4.- Otros aspectos constitucionales relevantes
3.3.- Evolución del Derecho chileno en el siglo XIX:
3.3.1.- Evolución del derecho público chileno entre 1833-1891
3.3.2.- Evolución del derecho privado chileno entre 1810-1906
3.4.- Parlamentarismo entre 1891-1923
3.4.1.- Origen del sistema
3.4.2.- Claves del sistema
3.4.3.- Prácticas parlamentarias
3.4.4.- Ley de comuna autónoma
3.5.- Cuestión Social: antecedente de la socialización del Derecho
3.5.1.- Introducción.
3.5.2.- Algunos ámbitos: salud, vivienda, trabajo y educación
3.5.3.- Organización y protesta obrera
3.5.4.- Legislación social

3.1.- Formación de la Constitución

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3.1.1.- Para su formación se dictó una ley (promulgada el 1º de octubre de 1831) que convocaba, en
forma anticipada, a la Gran Convención, contemplada en el artículo 133º de la Constitución de 1828,
cuyo objetivo era revisar y reformar en lo necesario dicha Constitución.
3.1.2.- Como ya se dijo, la característica central de esta Constitución y que la diferencia de las
anteriores es que ella funcionó, en los hechos, casi 3 años antes de comenzar a regir en el derecho (Sólo
fue promulgada en mayo de 1833). Por lo tanto, se trata de la primera Constitución que se estudia a
fondo, y que tiene raigambre en la realidad.
3.1.3.- La ley que mandó conformar la Gran Convención señalaba en su artículo 1º una verdadera
justificación de la convocatoria, en dicho artículo se lee: “La Constitución política de la nación chilena,
promulgada en 8 de agosto de 1828 necesita reformarse i adicionarse”. De hecho, la ley se funda en lo
que dice el artículo 133 de la Constitución de 1828, pues indica en su artículo 2º que el objeto de la
Convención es “con el único i esclusivo objeto de reformar o adicionar la espresada Constitución”51.
Cabe destacar, entonces, que la Constitución de 1833 se presenta como una modificación a la
Constitución de 1828 y no como una nueva Constitución.
3.1.4.- La Gran Convención la debían formar 16 diputados (de los que estaban en ejercicio) y 20
ciudadanos “de conocida probidad e ilustración”. Para ser elegido en la calidad de ciudadano, no era
inconveniente el pertenecer, además, al Congreso.
3.1.5.- El procedimiento que debía seguirse consistía en que la Gran Convención, una vez que
revisara y reformara la Constitución, debía presentarla al Presidente y al Congreso para que la juraran,
sin necesidad de una nueva votación o acuerdo. (Artículo 17 de la ley)
3.1.6.- En la segunda sesión (21 de octubre de 1831) se conformó una comisión integrada por
Agustín Vial, Manuel José Gandarillas y Fernando Antonio Elizalde para que informara si la Constitución
debía reformarse o no. Esta comisión informó en la sesión siguiente que la Constitución “tiene vicios tan
sustanciales como son manifiestos sus vacíos”, por lo tanto, “debe reformarse i adicionarse”52; así, la
Gran Convención acordó reformarla y nombrar una comisión para que presentara un proyecto de
reforma. En la cuarta sesión (25 de octubre de 1831) la Convención decide que esta segunda Comisión
que debía “encargarse del proyecto de reforma”53 la integren siete personas: Agustín Vial Santelices;
Santiago Etchevers; Manuel Gandarillas; Mariano Egaña; Gabriel José Tocornal; Fernando Antonio
Elizalde; y el Dr. Juan Francisco Meneses. Esta Comisión debía presentar su propuesta a la Gran
Convención para que la revisara y la modificara, de ser necesario, para terminar aprobando y el proyecto
definitivo.
A comienzos de abril de 1832 la Comisión había culminado su trabajo y el Presidente de la
Convención (Joaquín Tocornal) lo remitió (6 de abril) al Presidente de la República, para que lo
imprimiera y así entregárselo a los demás miembros para su discusión. Sin embargo, más de un mes
después, el 17 de mayo, la Comisión conoció un nuevo proyecto de reforma presentado por Egaña que
acordó también imprimir y que pasara a la Convención, aunque se convino, con los votos en contra de
Egaña y de Vial, que el primero era el que serviría “de base en la discusión”. Así, el proyecto Egaña se
convirtió en el llamado minoritario al interior de la Comisión (apoyado por Vial y Egaña, en el fondo, un
voto particular, como de hecho es conocido), mientras que el otro fue presentado como el mayoritario. 54
3.1.7.- En definitiva, a la Gran Convención llegaron los dos proyectos: el que contaba con el voto de
la mayoría de la Comisión de reforma -cuyo autor era Gandarillas- y el que tuvo el voto particular de Vial
y de su autor, Mariano Egaña. Fue este último el que, en definitiva, aceptó la Gran Convención y sobre el

31
cual discutió. De hecho, se dice que la Constitución de 1833, en casi sus dos terceras partes, provenía del
proyecto de Egaña. En la práctica, este, más que una reforma, era un nueva Constitución. Así lo
observaron varias personas de la época, incluido el propio Gandarillas.
3.1.8.- El 14 de noviembre de 1832 los convencionales acordaron que el proyecto de reforma de la
Comisión (que a esa altura era el de Egaña), era el que debía servir de base de la discusión y que
cualquiera podía proponer indicaciones a los artículos de la Constitución del ‘28.
3.1.9.- La Gran Convención no aceptó del proyecto de Egaña55, entre otras, las siguientes cuestiones
cuya importancia radica en que son más propias de un régimen parlamentario que de uno presidencial y,
por lo tanto, deben tenerse a la vista frente al debate sobre qué tipo de régimen consagraba el texto de
1833:
a) Reelección indefinida del Presidente (art. 22)
b) La posibilidad de que el Presidente de la República, con acuerdo del Consejo de Estado, pudiera
disolver la Cámara de Diputados (art. 21 N°6)
c) Que el Poder Legislativo estuviera compuesto por una cámara popular y por un Senado que, fuera
de los miembros elegidos (14), estuviera compuesto por senadores institucionales: expresidentes;
obispos y arzobispos; los 2 miembros más antiguos del consejo de Estado; el Superintendente de
Instrucción Pública; y el magistrado que ejerce la superintendencia de la administración de justicia
(Presidente de la Corte Suprema), que sería su presidente (art. 63).
d) Que el Presidente formara parte del Congreso (art. 50)

3.2.- Constitución de 1833


3.2.1.- ¿Régimen presidencial o régimen parlamentario?
3.2.1.1.-Es conveniente recordar que la principal discusión que se produjo sobre esta
Constitución durante sus 92 años de vida fue si ella consagraba un régimen presidencial o si consagraba
un régimen parlamentario de gobierno. Así, por ejemplo, el profesor de la Universidad de Chile y uno de
los redactores de la Constitución de 1925 señalaba en 1933 que “La Constitución de 1833 es por
excelencia el tipo más avanzado de la Constitución presidencial. Se ha necesidad el más inaudito descaro
para pretender que esa Constitución estableció el Gobierno parlamentario, que ni siquiera pasó por la
mente de sus autores (…) La revolución de 1891 echó por tierra la Constitución de 1833 y estableció de
facto el sistema parlamentario de Gobierno que tan grandes males ha ocasionado (…)”56. En el mismo
año de 1933, señalaba, en cambio, Antonio Huneeus 57 -también profesor de la Universidad Chile e hijo
de Jorge Huneeus, connotado constitucionalista del siglo XIX- que la Constitución no era ni
presidencialista ni parlamentarista, sino de colaboración entre los dos poderes, y sin subordinación de
ninguno. Fueron las reformas que se impulsaron a partir de la década del ’70 del siglo XIX las que
conformaron lo que denomina un «parlamentarismo mitigado» que, a consecuencia de la revolución de
1891, evolucionó en un predominio del Congreso sobre el Ejecutivo. Sin embargo, esto terminó en un
«ultraparlamentarismo progresivo» -en una «inestabilidad estabilizada»- tanto por la ausencia de
reformas indispensables para un auténtico régimen parlamentario como por el fraccionamiento y crisis
de los partidos políticos.
Estos distintos puntos de vista también se han proyectado al debate historiográfico.
3.2.1.2.- Algunas visiones historiográficas sobre el régimen de gobierno de la Constitución:

32
3.2.1.2.1.- Alberto Edwards, con ocasión de la celebración de los 80 años de la Constitución,
señalaba cuál, a su juicio, eran las características fundamentales del éxito y perduración de esta norma, a
diferencia de muchas otras del continente 58. Ahí, indicaba los siguientes rasgos distintivos:
a) El mecanismo de la Constitución es simple, ya que, a juicio de Edwards, se sustenta en los dos más
importantes legados del mundo indiano: centralización y autoridad.
Por una parte, indicaba que la centralización era importante porque la propia geografía y naturaleza
había hecho de Chile un país unitario, el federalismo era ir contra esa naturaleza y constituía una
aspiración ideológica, ya que se trata de un país con intereses armónicos y homogéneos.
Por otra parte, la autoridad fuerte y poderosa era la que caracterizó a la época indiana, y así lo había
comprendido los grandes presidentes. Dicha autoridad estaba contemplada especialmente en los
siguientes artículos: 59º, 81º, 82º y 161º de la Carta Magna. En la práctica, la Constitución, de acuerdo a
su visión, no señalaba límites al Presidente, pero no sólo por la descripción que se hacía de él y de sus
amplias funciones y facultades, sino por el hecho que en el artículo 82 Nº 20 se contemplaba la
posibilidad de declarar uno o varios puntos del país en estado de sitio en caso de ataque exterior (con el
Consejo de Estado) o conmoción interior (con el Congreso), lo que producía en ese o esos lugares que se
suspendiera “el imperio de la Constitución” (art. 161º). Edwards sostenía que esta disposición, en el
fondo, consagraba una verdadera dictadura legal. A su juicio, la historia posterior del país demostró lo
sabio de este concepto porque la Constitución fue modificada para limitar al ejecutivo (1874),
eliminando esta disposición, y uno de los adalides de esa reforma, el Presidente Balmaceda, sufrió las
consecuencias de esta limitación y frente a la Guerra Civil de 1891, en los hechos, hubo de recurrir a la
suspensión de la Constitución, convirtiéndose en dictador, pero, en este caso, en un dictador ilegal.
b) Sin embargo, la Constitución de 1833 fue capaz de prolongarse en el tiempo, porque concebida
como estaba, no tenía barreras “infranqueables al progreso público”; ella duró, porque, como habría
dicho Manuel Antonio Tocornal, era una norma “crecedora”.
A juicio de Edwards, era “crecedora”, porque Mariano Egaña hizo su aprendizaje constitucional en
Inglaterra, observando un régimen que permite a los pueblos obtener, sin trastornos, un régimen liberal
que no debilita al ejecutivo, sino que lo fortalece con el apoyo de las Cámaras Legislativas. Este régimen
era el parlamentarismo que permitía conciliar ideales de absolutismo y gobierno del pueblo. Las bases
que facilitaban ese crecimiento, obteniendo un régimen más liberal sin grandes perturbaciones, estaban
en la misma Constitución: (i) responsabilidad de los ministros ante las Cámaras Legislativas (82 N° 6, 87,
88, 89 y 90); y (ii) voto por estas Cámaras, cada cierto tiempo, de las leyes periódicas (37 N° 1 y 2; 37 N° 3
y 8).
Como consecuencia de lo anterior, concluía Edwards, la Constitución de 1833 conciliaba los intereses
del orden y la libertad, permitiendo evitar revoluciones y facilitando su desenvolvimiento de acuerdo al
avance de la sociedad, lo que, al igual que en Inglaterra, permitía un desarrollo paulatino del régimen
político. Por ello, apreciaba esta Constitución como una carta fiel a nuestra tradición y, al mismo tiempo,
equilibrada al dejar abierta la puerta a la evolución, evitando así la revolución; en este sentido, en
general, consideraba desafortunadas las reformas que se le habían introducido.
3.2.1.2.2.- El profesor Bernardino Bravo Lira también ha expresado ideas muy claras sobre las
características y elementos que distinguieron a la Constitución de 1833 y que explicarían su larga
duración (91 años), situación en general bastante excepcional para nuestro subcontinente 59.

33
Bravo Lira destaca que esta Constitución se preparó en condiciones ideales que no habían
conocido los anteriores ensayos: (i) Gobierno que aseguraba paz y tranquilidad; (ii) se trabajó “sin prisa
ni improvisaciones”; y (iii) se estableció en ella un gobierno que ya existía desde 1830 y no un régimen
ideal, en definitiva, se buscaba consolidar lo que ya había.
A juicio de Bravo Lira, lo que el texto de 1833 pretendió fue que el gobierno tuviera los instrumentos
necesarios para mantener el orden y la tranquilidad pública, poniendo atajo a la anarquía y los
desbordes de la democracia, al mismo tiempo que les daba a los gobernados los medios para evitar el
absolutismo y asegurar su libertad. Esto se lograba, precisamente, afirmando el poder presidencial que,
si se compara con el texto de 1828, resultaba fortalecido notablemente y la enunciación de sus
facultades y deberes eran semejantes a las de un monarca. Así, al Presidente se le conceden amplios
poderes: ordinarios, extraordinarios y extraconstitucionales. Bravo Lira, para describirlos ha dicho que
“son tan amplios como no los había tenido hasta entonces gobernante alguno en Chile, desde luego,
mayores que los del gobernador-capitán general-presidente bajo el régimen indiano e incluso superiores
en muchos sentidos a los del propio rey”60.
A este Presidente, con estas características y poderes, se lo dota de un Consejo de Estado para
asesorarlo (arts. 104 a 107) y se le fijan unos deberes (art. 80) que se refieren al fin supremo y
permanente del Estado, ya que su juramento incorpora los conceptos de DIOS-PATRIA-LEGALIDAD61.
Estos son sus deberes, pero también los fines permanentes del Estado y el Presidente es el guardián de
ellos; en el fondo, se lo convierte en garante del orden instituido.
No obstante, Bravo Lira, siguiendo lo expuesto por Alberto Edwards, ha señalado que el período en
que estuvo vigente esta Constitución hubo una “gradual transformación del régimen de gobierno” y ello
permite dividir su vigencia en 3 grandes etapas:
a) Anterior al gobierno de partidos: que abarca los 3 primeros decenios, el de Prieto, Bulnes y Montt
Torres. Este período se caracterizará por lo siguiente: una Constitución que no es reformada; varios
problemas de seguridad interior, salvo durante el Gobierno de Bulnes, en que se usará tanto de
facultades extraordinarias como del estado de sitio en varias oportunidades; y un gobierno que responde
al ideal ilustrado “emprendedor, identificado con los intereses de la patria, que hace suya la tarea de su
engrandecimiento y promueve o patrocina toda suerte de reformas e iniciativas a ello conducentes, por
encima de corrientes doctrinarias e intereses de grupo”62. En el fondo, hay un Ejecutivo fuerte que llama
a gobernar con él a las personas que estima más capacitadas para los distintos cargos, sin sujeción a su
pertenencia a un grupo o a un sector.
b) Comienzos del gobierno de partidos: que abarca desde 1861 hasta 1891, en buenas cuentas, los
presidentes Pérez, Errázuriz Zañartu, Pinto, Santa María y Balmaceda. Esta época se caracteriza por lo
siguiente:
i) Surgimiento de los Partidos Políticos a raíz de la llamada “Cuestión del Sacristán”. Así, se puede
encontrar el Partido Conservador o Ultramontano, defensor de los derechos de la Iglesia en un
Estado Constitucional y confesional, especialmente frente a sus intentos de ejercer el Patronato
sobre la Iglesia; el Partido Nacional que será el defensor de las prerrogativas presidenciales en
materia política y del regalismo en materia eclesiástica; el Partido Liberal quien será el que abogará,
sobre todo en un principio, antes de llegar a gobernar, por la restricción de los poderes
presidenciales; y el Partido Radical que se desprende del anterior en la medida en que el liberal y el
conservador se unen para llevar a la presidencia, a través de la Fusión Liberal-Conservadora, a los

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presidentes Pérez y Errázuriz. El partido Radical rechaza dicha fusión y tiene un carácter
marcadamente laicista, es decir, rechaza los privilegios que la Iglesia Católica tiene en un Estado que
se encuentra unido a ella.
ii) Los partidos, como en una democracia liberal y parlamentaria, buscan obtener el control del
Congreso y, dueños de él, convertirlo en eje del gobierno para controlar al Ejecutivo. Sin embargo,
todavía es el Presidente el que elige y lleva al gobierno a un partido o combinación de partidos; es él
quien interviene (por vías extraconstitucionales) en las elecciones para obtener el triunfo de sus
aliados.
iii) Es la época de las grandes luchas partidistas, especialmente en el campo de las disputas doctrinaras
en que se debatirá entre confesionalidad (conservadores) y laicismo (liberales y radicales), dentro de
un clima de tranquilidad pública.
iv) En este período, poco a poco, se le irán introduciendo modificaciones a la Constitución cuyo
objetivo, a la larga, será disminuir los poderes del Presidente de la República. Se producirá el debate
entre los constitucionalistas sobre si el régimen es parlamentario o presidencial.
c) Apogeo del Gobierno de Partidos: que abarca desde 1891 hasta 1925, en buenas cuentas, los
presidentes Montt Álvarez, Errázuriz Echaurren, Riesco, Montt Montt, Barros Luco, Sanfuentes y la
primera presidencia de Alessandri Palma. Es un período que se caracteriza porque los partidos políticos
gobiernan a través del parlamento. El Presidente importará poco, es más bien una figura decorativa, son
los jefes de partido los que llevan al gobierno a su “gente”, los que hacen caer los gabinetes y los que
controlan las elecciones (desaparece el presidente interventor). En esta etapa, conocida como
parlamentarista, la Constitución no sufre, prácticamente, reformas y, por tanto, todas estas
transformaciones obedecen o a interpretaciones diferentes que se le dan a la norma constitucional o,
derechamente, a vías extraconstitucionales. En general, se usa muy poco de facultades extraordinarias o
estados de sitio, ya que prima un clima de tranquilidad cívica y amplias libertades públicas, a pesar de
que se expresan con fuerza los movimientos y protestas sociales.
3.2.1.2.3.- Para don Jaime Eyzaguirre63, la Constitución de 1833, en su versión anterior a las grandes
modificaciones de la década de 1870, estableció un sistema sui géneris, es decir, peculiar, con elementos
del presidencial y también del parlamentario, pues lo que se buscaría es el equilibrio y que ningún poder
pudiera actuar solo. En la práctica hay un entrelazamiento de poderes que es fundamental para que el
sistema funcione.
3.2.1.2.4.- Para don Julio Heise, la Constitución de 1833 tiene dos elementos fundamentales que
deben considerarse:
a) Ella consagra un verdadero autoritarismo legal, ya que, en la práctica, no señala límites a los
poderes del Presidente. A pesar de ello, existen ciertos controles como el voto censitario (arts. 8º y
9º); las leyes periódicas (art. 37º); la capacidad que tiene el Congreso de calificar las elecciones,
especialmente la de Presidente de la República (arts. 65º, 67º, 68º y 69º). A su juicio estas facultades
permitirán al Congreso, a la larga, no sólo controlar este autoritarismo legal, sino que,
derechamente, anularlo.
De acuerdo con Heise esto es lo que los hombres de la época entendían como republicanismo
representativo, cuyo objetivo era evitar las anarquías y las revoluciones: se trata de un autoritarismo
controlado y más adelante anulado por la oligarquía. “La verdad es que no obstante consagrar la
Constitución de 1833 un absolutismo presidencial, las leyes periódicas o constitucionales terminarán

35
subordinando el ejecutivo al tutelaje permanente de la burguesía, haciendo posible una evolución
política regular que, partiendo de un autoritarismo legal y dentro de formas conservadoras, permitirá
llegar antes de un siglo al ejercicio de la más amplia democracia”64.
b) Por otra parte, cabe destacar que la Constitución de 1833 contiene facultades que se entregan al
Congreso y que son equivalentes a las que se entregan al Parlamento en los regímenes
parlamentarios. Por ello, en esta Constitución está el germen del parlamentarismo conservador y
aristocrático inglés. Al respecto resulta útil recordar que Mariano Egaña vivió 5 años en Inglaterra y
que admiraba su sistema político que evolucionó hacia el parlamentarismo a partir de la Carta
Magna (1215). (Al considerar este punto de vista, adquieren importancia las normas propuestas por
Mariano Egaña en su proyecto de Constitución y que, en definitiva, no fueron aprobadas. Si se las
estudia con detención, se puede apreciar que ellas eran propias de un sistema parlamentario). “La
Constitución de 1833 contiene, pues, los gérmenes que permitirán más adelante la anulación de la
formidable autoridad presidencial porque las armas constitucionales que se entregaban al Congreso
bastaban para hacer de éste el árbitro de los destinos del país.”65
3.2.1.2.5.- Para Gonzalo Vial66 esta Constitución representa un verdadero ajuste entre las
aspiraciones por gobierno fuerte de quienes lideraron la revolución del ’29 y las pretensiones de la
aristocracia. Esto es lo que explica la coexistencia de lo que llamó un “Presidente-Rey”, por una parte, y
las “[a]rmas formidables” de que dispone el Congreso, por la otra.
3.2.1.2.6.- Sofía Correa67 ha sostenido que la Constitución tenía normas que la hacían irreformable
sin el concurso del Presidente de la República. En él, por lo demás, se concentró todo el poder, porque
fuera de sus atribuciones administrativas, tenía enormes facultades legislativas, los medios necesarios
para intervenir en la conformación de los tribunales y, a través del control de los poderes locales, la
conducción del proceso electoral y su resultado, tanto respecto de quienes integrarían el Congreso como
de quién sería su sucesor. Pero, a pesar de todo esto, “esa misma Constitución mutó desde un
presidencialismo férreo a un régimen parlamentario sui géneris”, lo que es consecuencia de lo que
denomina “el proceso político, que siempre es más flexible que la realidad normativa”68.
3.2.1.2.7.- Desde un punto de vista diferente, Ana María Stuven69, ha señalado que la Constitución
fue “la conciliación entre la necesidad de una institucionalidad republicana duradera y los diferentes
fantasmas que poblaban el imaginario político de la clase dirigente chilena”. En buenas cuentas, la
libertad que se anhelaba, para que fuera realmente fructífera, debía armonizarse con los intereses
sociales y, para ello, resultaba indispensable que se reconociera el orden social y un poder que lo hiciera
posible. Por ello, argumenta, tanto los mecanismos que posee el Ejecutivo como los que permiten al
Congreso neutralizarlo, si es que pretende gobernar solo, lo que hacen es asegurar “la hegemonía social
del poder”. Así, el nuevo orden es una forma renovada de presentar el orden social tradicional.
3.2.1.2.8.- En términos más específicos se ha señalado que lo que ocurre es que la Constitución tiene
rasgos presidenciales y rasgos parlamentarios. El régimen político, presidencial o parlamentario,
dependerá, en la práctica, de quien gobierne. En los números siguientes trataremos sobre estos rasgos
presidenciales y parlamentarios de la Constitución, además de analizar otras instituciones de esta.

3.2.2.- Rasgos presidencialistas y rasgos parlamentarios de la Constitución:


3.2.2.1.- Rasgos presidencialistas

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a) Según Bernardino Bravo Lira, el Presidente de la República es en esta Constitución, antes que
gobernante, el garante del orden instituido70. Por ello se le asignará al Presidente un doble carácter en
la Constitución, como “Jefe Supremo de la Nación” y como cabeza “de la administración y gobierno del
Estado” (artículos 59 y 81 de la Constitución, respectivamente).
b) El Presidente es irresponsable políticamente durante su gobierno y sólo en el año inmediato
después de cumplido su mandato puede ser acusado “por todos los actos de su administración, en que
haya comprometido gravemente el honor o la seguridad del Estado, o infringido abiertamente la
constitución” (art. 83). Es por esta razón que el Presidente de la República no puede salir del país durante
su mandato y hasta un año después de concluido, sin acuerdo del Congreso (art. 76).
c) La duración del período presidencial que es de 5 años con posibilidad de ser reelecto por
otros 5 (art. 61), pero, dadas las condiciones, siempre se reeligió al Presidente. Esto transformaba al jefe
del Ejecutivo en la persona más importante del Estado por 10 años.
d) La existencia del Consejo de Estado, contemplado en la Constitución como un organismo
asesor del Presidente, al que tiene que escuchar en sus decisiones (arts. 102-107). Así, el Consejo de
Estado es un órgano consultivo necesario en algunas materias (por ejemplo, los proyectos de ley deben
pasar previamente por sus manos) y, en otras, tiene poder decisorio (por ejemplo, la declaración de
Estado de Sitio por guerra externa, la proposición para el nombramiento de magistrados, de obispos y
arzobispos, etc.); incluso, tiene derecho de moción para la destitución de algún ministro, intendente o
gobernador. En buenas cuentas, se trata de una institución central del sistema político con graves e
importantes funciones.
Sin embargo, cabe destacar que, esta institución puede ser dominada por el Presidente de la
República: él lo preside y nombra a todos sus integrantes, pudiendo también removerlos cuando lo
estime conveniente. El Consejo de Estado estaba integrado por las siguientes personas: por los ministros
del Despacho (actuales Ministros de Estado); 2 miembros de las Cortes Superiores de Justicia; 1
eclesiástico constituido en dignidad; 1 General de Ejército o Armada; 1 jefe de oficina de Hacienda; 2
individuos que hayan servido como Ministros o Diplomáticos; y 2 individuos que hayan sido Intendentes
o Gobernadores o miembros de las Municipalidades.
En todo caso, cabe señalar que mientras su estructura fue de responsabilidad del Presidente de
la República, el Consejo de Estado actuó con bastante independencia del Ejecutivo.
e) El Presidente de la República tiene veto suspensivo absoluto en materia de ley. Esto significa
que el Presidente puede devolver y desechar totalmente un proyecto de ley aprobado por el Congreso,
también puede desaprobarlo y proponer correcciones. En el primer caso, no se transformará en ley y, en
el segundo, tampoco si el Congreso no aprobare las observaciones enviadas por el Presidente. No
obstante, en ambos casos, el Congreso (Senado y Cámara de Diputados) puede volver a proponer el
proyecto, pero solo en las sesiones de los dos años siguientes y, si lo aprueba y el Presidente lo rechaza
totalmente o envía observaciones, puede insistir en su proyecto original por sus dos terceras partes y, en
ese caso, se convertirá en ley. Sin embargo, si no se hiciere esto dentro de los dos años siguientes, sino
con posterioridad, se considerará como nuevo proyecto de ley para todos los efectos (arts. 44-48).
f) El Congreso funciona ordinariamente sólo tres meses en el año: desde el 1º de junio al 1º de
septiembre y sólo puede ser convocado a sesiones extraordinarias por el Presidente de la República con
acuerdo del Consejo de Estado y solo se pueden tratar ahí las materias contenidas en la convocatoria
(arts. 52º, 53º y 82º Nº 5).

37
g) El Congreso sólo puede sesionar con mayoría absoluta de sus integrantes (art. 54º).
h) Desde la perspectiva de su modificación, la Constitución puede clasificarse con el concepto
actual de Constitución rígida. Para introducir una reforma constitucional se requiere de dos congresos
sucesivos que la aprueben por los dos tercios de los votos y, como si eso fuera poco, el Presidente de la
República puede ejercer veto suspensivo absoluto sobre el proyecto (arts. 167 y 168).
i) Poderes Presidenciales. Quizá, este sea el rasgo presidencial más importante de la
Constitución de 1833.
Según lo ha señalado don Bernardino Bravo Lira, los poderes del Presidente de la República son
amplísimos, superando los que hasta ese momento había tenido cualquier gobernante de Chile, incluso
en el período indiano.
Los términos en que se describen estos poderes en la Constitución son hablan por sí mismo. El
artículo 81º de la Constitución señala textualmente que “(...) su autoridad [la del Presidente] se estiende
a todo cuanto tiene por objeto la conservación del órden público en el interior i la seguridad esterior de
la República, guardando i haciendo guardar la Constitución i las leyes”. La última parte de esta frase, a
saber, “guardando i haciendo guardar la Constitución i las leyes”, es la que expresa el límite a los poderes
del Presidente, puesto que manda respetar la Constitución y ello importa también las garantías y
derechos individuales, el uso de facultades extraordinarias de acuerdo a lo que el Congreso le haya
señalado y las normas que limitan los poderes públicos, entre ellas la nulidad de derecho público,
contenidas en los artículos 158 y siguientes. En efecto, si la autoridad presidencial se extiende a todo, lo
único claro es que ello debe hacerse siempre considerando lo establecido (los límites) en la Constitución.
Bernardino Bravo Lira y otros autores distinguen, entre los poderes presidenciales, tres tipos
diferentes:
1) Poderes Ordinarios
2) Poderes Extraordinarios
3) Poderes Extraconstitucionales o extralegales

1) Poderes Ordinarios
Se trata de las atribuciones normales del Presidente de la República contempladas en el artículo 82
de la Constitución (que las distribuye en 21 números) y que se refieren a cuestiones de gobierno interior,
justicia, hacienda, guerra, instrucción, relaciones exteriores y asuntos eclesiásticos. Constituye un
elemento fundamental de sus facultades ordinarias el que el Presidente tenga el carácter de
colegislador; y que solo él puede tanto prorrogar las sesiones ordinarias del Congreso hasta en 50 días,
como convocarlo a sesiones extraordinarias con acuerdo del Consejo de Estado (artículos 82 Nº 1, Nº 4 y
Nº 5). Por su parte, está dentro de estas atribuciones ordinarias el que Presidente pueda declarar el
Estado de Sitio en uno o varios puntos del país; esta cuestión debe hacerla con acuerdo del Consejo de
Estado en caso de ataque externo, o del Congreso en caso de conmoción interna. En este último caso, si
el Congreso no estuviere reunido la declaración puede hacerla el Presidente de la República con acuerdo
del Consejo de Estado por un determinado tiempo (artículo 82 Nº 20).
Así, en materias de Justicia, se contemplan las siguientes atribuciones del Presidente de la
República:
i) Artículo 82 Nº 3: Velar por la administración de justicia y por la conducta ministerial de los jueces.

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ii) Artículo 82 Nº 7: Nombrar a los magistrados de los Tribunales Superiores de Justicia y jueces
letrados de primera instancia a propuesta del Consejo de Estado.
iii) Artículo 82 Nº 15: Conceder indultos particulares con acuerdo del Consejo de Estado.
En materias de Administración y Gobierno Interior, las siguientes:
i) Artículo 82 Nº 2: Ejercer la potestad reglamentaria, es decir, la posibilidad de dictar decretos y
reglamentos para el cumplimiento de las leyes o para regular aquellas materias que, no siendo de
dominio legal, requieran la dictación de una normativa.
ii) Artículo 82 Nº 6: Nombrar y remover a su voluntad a los ministros y oficiales de sus secretarías, a
los consejeros de estado, a los ministros, diplomáticos, a los cónsules, a los intendentes y gobernadores.
iii) Artículo 82 Nº 9: Proveer los demás empleos civiles y militares, procediendo con acuerdo del
Senado para conferir los empleos o grados de Coroneles y Capitanes de Navío, y demás oficiales
superiores del ejército y armada.
iv) Artículo 82 Nº 10: Destituir a los empleados por ineptitud u otro motivo que haga inútil o
perjudicial su servicio. Pero, si son jefes de oficinas o empleados superiores, sólo puede hacerlo con
acuerdo del Senado.
v) Artículo 82 Nº 11: Conceder jubilaciones, retiros, licencias y goce de montepíos, con arreglo a las
leyes.
vi) Artículo 82 Nº 21: Todos los objetos de policía y todos los establecimientos públicos están bajo la
suprema inspección del Presidente de la República conforme a las ordenanzas que los rijan.
En materias de Guerra, sus facultades son las siguientes:
i) Artículo 82 Nº 9 (2ª parte): En el campo de batalla puede conferir los grados o empleos superiores
del ejército y armada por sí mismo.
ii) Artículo 82 Nº 16: Disponer de la fuerza de mar y tierra, organizarla y distribuirla según lo estime
conveniente.
iii) Artículo 82 Nº 17: Mandar personalmente estas fuerzas, con acuerdo del Senado y, en su receso,
con acuerdo de la Comisión Conservadora.
iv) Artículo 82 Nº 18: Declarar la guerra con previa aprobación del Congreso y conceder patentes de
corso y letras de represalia71.
En materias de hacienda, el Presidente tiene las siguientes facultades:
-Artículo 82 Nº 12: Cuidar de las recaudaciones de las rentas públicas y decretar su inversión con
arreglo a la ley.
En materia de Relaciones Exteriores, sus atribuciones son las siguientes:
-Artículo 82 Nº 19: (i) Mantener las relaciones políticas con las potencias extranjeras, recibir sus
ministros y cónsules; y (ii) Conducir las negociaciones, hacer las estipulaciones preliminares, concluir y
firmar todos los tratados de paz, de alianza, de tregua, de neutralidad, de comercio, concordatos y otras
convenciones.
Los tratados, antes de su ratificación, se presentarán a la aprobación del Congreso. Las discusiones y
deliberaciones podrán ser secretas si así lo exige el Presidente de la República.
En materia de Asuntos Eclesiásticos, las atribuciones del Presidente son las siguientes:
i) Artículo 82 Nº 8 (se refiere al clásico derecho de presentación propio del Patronato): presentar, al
Papa o a la autoridad que corresponda, para Obispos, Arzobispos, dignidades y prebendas de las Iglesias

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catedrales a propuesta en terna del Consejo de Estado. En el caso de Obispos o Arzobispos, deben ser
aprobados por el Senado.
ii) Artículo 82 Nº 13: ejercer las atribuciones del Patronato respecto de las Iglesias, beneficios y
personas eclesiásticas con arreglo a las leyes.
iii) Artículo 82 Nº 14 (se refiere al exequatur o pase regio propio del Patronato): conceder el pase o
exequatur o retener los decretos conciliares, bulas pontificias, breves y rescriptos, con cuerdo del
Consejo de Estado, pero, si contuvieren disposiciones generales, sólo podría concederse el pase o
retenerse por medio de una ley.
iv) Artículo 82 Nº 19: Acordar y firmar Concordatos con el Vaticano.

2) Facultades o Poderes Extraordinarios


Son los poderes que la Constitución le entrega al Presidente de la República y que le son entregados
para defender el orden institucional y surgen, fundamentalmente, a partir de la declaración de Estado de
Sitio (artículo 82 Nº 20 en relación con el artículo 161); y, también, de la autorización por parte del
Congreso para que use facultades extraordinarias, debiendo señalarle expresamente qué facultades y
fijar un tiempo determinado a esa ley (artículo36 nº 6 en relación con el artículo 161).
i) Estado de Sitio
Dentro de las atribuciones del Presidente de la República señaladas en el artículo 82, se indicaba en
el Nº 20 que él podía declarar en estado de sitio uno o varios puntos del país por un tiempo
determinado, con acuerdo del Consejo de Estado en caso de guerra externa y, con acuerdo del Congreso,
en caso de conmoción interna.
En caso de decretarse el estado de sitio, de acuerdo al artículo 161º, se suspende el imperio de la
Constitución en ese territorio, pero, en ese caso y si el Presidente usare de facultades extraordinarias
especiales concedidas por el Congreso, no puede condenar por sí ni aplicar penas. Las medidas que sí
puede tomar en contra de las personas no pueden exceder de un arresto o traslado a cualquier punto
del país.
Como ha mostrado Agamben 72, el origen de las nociones que están en el art. 161 de la Constitución,
provienen, de la revolución francesa. Así, la idea de una situación de excepción que faculta para
suspender el orden jurídico con el objeto de salvarlo tiene un antecedente muy claro en el art. 92 de la
Constitución del año VIII de la revolución francesa (diciembre de 1799), que estableció el consulado. Ahí,
se establece concretamente la idea de «suspensión de la Constitución», ya que señalaba: “En el caso de
revuelta armada, o disturbios que atenten contra la seguridad del Estado, la ley puede suspender, en los
lugares y por el tiempo que determine, el imperio de la Constitución. Esta suspensión podrá ser declarada
provisionalmente en los mismos casos, mediante decreto de gobierno, cuando el Cuerpo Legislativo esté
vacante [sin sesionar], siempre que este Cuerpo sea convocado a la mayor brevedad por un artículo del
mismo decreto”. Por su parte, el concepto de «Estado de sitio» viene, a su vez, del decreto de 8 de julio
de 1791 de la Asamblea Constituyente francesa. Originalmente, este se preveía para situaciones bélicas y
podía afectar a plazas-fuertes y puertos militares. Sin embargo, con el tiempo, esto fue cambiando y
extendiéndose su aplicación al ámbito político y a ciudades, desligándose de lo estrictamente bélico y
asociándose también a situaciones de desórdenes internos y sedición. Así, como ha dicho Agamben,
terminan fusionándose el estado de sitio —extensión de poderes militares propios de la situación de
guerra en el ámbito civil— y la suspensión de la constitución, es decir, de las libertades civiles, lo que

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termina convirtiéndose en el moderno Estado de excepción que “es una creación de la tradición
democrático-revolucionaria, y no de la tradición absolutista”73.
ii) Facultades extraordinarias concedidas por el Congreso
De acuerdo con el artículo 36 Nº 6, el Congreso puede autorizar al Presidente de la República para
que use de facultades extraordinarias, debiendo siempre indicarle expresamente las facultades que se le
conceden y el tiempo de duración de la ley que las concede.

3) Poderes Extraconstitucionales o Extralegales.


Se trata de facultades que no estaban contempladas en la Constitución ni en la ley (por eso se
llaman poderes extraconstitucionales o extralegales, más allá de la Constitución o de la Ley). La más
relevante de todas, si se prefiere, la más característica de ellas es aquella en virtud de la cual el
Presidente de la República se transforma en el Gran Elector.
El más trascendente de estos poderes extraconstitucionales fue el electoral. Se ha dicho, incluso,
que el Presidente de la República se transformó en el Gran Elector, puesto que, en la práctica y por el
uso de estos poderes extraconstitucionales, era él el que elegía a quienes iban a integrar el Congreso y,
también, a quien lo iba a suceder.
Esta intervención del Presidente de la República en las elecciones de los integrantes del Congreso y
de su sucesor tiene su origen en las propias normas constitucionales y también en la ley. Es decir, a
partir de estas normas jurídicas, se establecen una serie de prácticas que contrarían la letra y el
espíritu de la Constitución y de la ley.
El Presidente Gran Elector:
i) La Constitución establecía en el artículo 4º que la soberanía residía en la nación que la delegaba en
sus autoridades; la nación ejercía esta soberanía por medio del sufragio (voto). Ahora bien, la
Constitución establecía un sistema censitario, además de otras condiciones para ser ciudadano. Así, los
artículos 8º y 9º contemplaban los requisitos para ser ciudadano con derecho a voto, estos eran:
Artículo 8º:
-Ser chileno;
-Tener 25 años cumplidos si eran solteros o 21 si eran casados;
-Saber leer y escribir (este requisito sólo sería exigible a partir de 1840, de acuerdo con el
artículo 1º transitorio).
-Cumplir alguno de las siguientes condiciones:
Tener una propiedad inmueble o capital invertido en alguna especie de giro o industria; o
Ejercer una industria o arte, o el goce de un empleo renta o usufructo, cuyos emolumentos
guarden relación con el inmueble o capital antes mencionado.
-Cabe destacar que, aunque la Constitución no distinguía, se entendía que estas condiciones las
podían reunir solo los varones y no las mujeres, pero la norma fundamental, formalmente, no las
excluía de la ciudadanía.
Artículo 9º:
-Exigía, además, estar inscrito en el Registro Electoral de la Municipalidad a que pertenezca y
tener en su poder el Boleto de Calificación tres meses entes de la elección.
ii) La Ley Electoral establecía que el Boleto de Calificación duraba 3 años, esto significa que
para cada elección se necesitaba un Boleto de Calificación nuevo, lo que permitía calificar y evaluar a

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los ciudadanos (a quienes, después, iban a votar) en cada elección. Así, el Presidente de la República
podía indicarle a Gobernadores e Intendentes quiénes debían salir elegidos y estos, a su vez, podían
hacer que los encargados de las municipalidades no calificaran (no les entregaran boletos de calificación)
a los ciudadanos que iban a votar por otros candidatos que no fueran los oficiales.
iii) La Práctica supera a los requisitos constitucionales y legales. Así, podría decirse que la ley
supera a la Constitución y que la praxis supera a la ley.
De este modo, en la práctica, se dan las siguientes situaciones irregulares que permiten al Presidente
de la República controlar todas las elecciones:
-La Boleta de Calificación sólo se da a los partidarios.
-Además, había una guardia cívica y, en caso necesario, se llamaba a acuartelamiento el día de la
elección, sobre todo a los opositores, para que así no pudieran votar.
-Se controlaba el lugar de ubicación de las mesas receptoras de sufragios y se escrutaba en
lugares especiales y no necesariamente en el lugar en que se había hecho la votación.
-El Presidente de la República controla la lista de candidatos oficiales (por los que había que
votar), confeccionándola.
-El Presidente de la República controla a los funcionarios que reciben los votos (vocales).
En la práctica, todos estos hechos llevarán a que, prácticamente, no haya opositores en el
Congreso. El primero fue José Victorino Lastarria (1843) y muchos de sus integrantes son empleados
públicos (según Bernardino Bravo, 2/3 de ellos).

3.2.2.2.- Rasgos parlamentarios de la Constitución:


a) Cabe señalar, antes de entrar en los rasgos parlamentarios propiamente tal, las características
que, de acuerdo con la Constitución, tiene el Parlamento o Congreso. En primer lugar, hay que señalar
que se consagra un Congreso Bicameral: Cámara de Diputados y Senado.
Los integrantes de la Cámara de Diputados son elegidos en votación directa, duran 3 años en sus
cargos y pueden reelegirse indefinidamente. Para poder ser elegido Diputado se requiere ser ciudadano
y tener una renta de $500, a los menos. No pueden ser diputados: los eclesiásticos regulares; los
eclesiásticos seculares que tengan cura de almas (que estén a cargo de una parroquia); los jueces
letrados de primera instancia; los Intendentes y Gobernadores; y los nacionalizados chilenos que no
hubiesen estado en posesión de su carta de ciudadanía, a lo menos 6 años antes de su elección.
Por su parte, el Senado está compuesto por 20 senadores que se eligen en forma indirecta por
electores especiales que votan por listas cerradas. Los electores deben cumplir con los requisitos para
ser diputado. Los Senadores lo son de la República, no representan a ninguna Provincia en particular,
duran 9 años en sus cargos, se renuevan por terceras partes y pueden ser reelegidos indefinidamente.
Para ser senador se requiere ser ciudadano, tener 36 años cumplidos, no haber sido condenado por
delito y tener una renta de $2000, a los menos. Las inhabilidades, es decir, quienes no pueden ser
senadores, son las mismas que para los diputados.

b) Por otra parte, y como resulta evidente, el Congreso concurre a la formación de las leyes, ya
que de acuerdo con el artículo 13º, el Poder Legislativo reside en el Congreso. Por ello, en conformidad a
los artículos 14º y siguientes, los parlamentarios gozan de inviolabilidad y fuero. En la práctica, sin la
presencia del Congreso no hay leyes. Aunque el Presidente de la República tiene veto absoluto.

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c) Los rasgos parlamentarios propiamente tal son los siguientes:
i) Es facultad exclusiva del Congreso conceder al Presidente de la República poderes
extraordinarios, debiendo señalarse expresamente estos poderes y fijar un plazo determinado para su
duración (artículo36 nº 6).
ii) Es en el ámbito de la fiscalización de la gestión gubernativa donde se dan los más importantes
rasgos parlamentarios de la Constitución, ya que esta tarea se lleva adelante mediante las siguientes
atribuciones:
a) Aprobación de las llamadas leyes periódicas (12 o 18 meses). Estas leyes son 4 y pueden
dividirse en dos grupos: económicas y militares.
Las económicas son 2: (a) La ley de CONTRIBUCIONES (artículo 37 Nº 1), que debe aprobarse
cada 18 meses; sin la aprobación del Congreso, el Ejecutivo no podía establecer impuestos. (b) La
segunda ley es la de PRESUPUESTO (artículo 37 Nº 2), que debe aprobarse cada 12 meses; sin la
aprobación del Congreso, el Ejecutivo no puede gastar dineros del erario nacional.
Las leyes militares eran 2: (a) La ley que permitía fijar las Fuerzas de Mar y Tierra que habían de
mantenerse en pie en tiempos de paz o guerra (artículo 37 Nº 3), la que debía aprobarse cada 18 meses.
(b) La segunda ley militar es la que permitía que residieran cuerpos de ejército permanente en el lugar
de sesiones del Congreso y 10 leguas a su circunferencia (artículo 37 Nº 8), que debía aprobarse cada 12
meses.
b) La acusación constitucional que los diputados pueden hacer ante el Senado de una serie de
funcionarios públicos, entre ellos, diversas autoridades del Ejecutivo. Pueden ser acusados por la
Cámara de Diputados y son juzgados por el Senado: los consejeros de Estado; los Generales de Ejército o
Armada por haber comprometido gravemente el honor o la seguridad de la nación; los miembros de la
Comisión Conservadora; los intendentes; los magistrados de los tribunales superiores de justicia por
notable abandono de sus deberes; y los ministros del despacho (actualmente, Ministros de Estado).
De acuerdo con el artículo 39 Nº 2, los Ministros del Despacho serán juzgados por el Senado
discrecionalmente para caracterizar el delito y para dictar la pena, de esta sentencia no hay apelación ni
recurso alguno. Esta norma sobre acusación constitucional, especialmente en lo que se refiere a los
ministros, por sí sola no es suficiente para configurar un rasgo parlamentario, pues, de hecho, la figura se
ha mantenido en las dos constituciones que siguieron (1925 y 1980), las que se califican de
presidenciales, y no se ha considerado que el mecanismo constituya un rasgo parlamentario de ellas. Por
tanto, esta acusación a los ministros puede ser un rasgo parlamentario cuando se vincula la figura al
hecho de que la Constitución de 1833 es poco clara sobre ante quién son responsables políticamente los
ministros (¿ante el Presidente o ante el Congreso?), cuestión que se trata en el número siguiente. Es la
relación entre esas dos figuras, una presente textualmente (acusación a los ministros) y otra ausente (la
afirmación precisa de ante quién responden los ministros), lo que constituye estrictamente el rasgo
parlamentario.
iii) Existe ambigüedad en las relaciones que existen entre los ministros y el Congreso:
De acuerdo con el artículo 82 Nº 6, al Presidente de la República le corresponde nombrar y
remover los Ministros. Es decir, no habría dudas al inicio y al final, pero ¿qué pasa en el período
intermedio? En conformidad a los artículos 87 y siguientes se trata de la responsabilidad de los ministros
y, ahí, aparecen todas las dudas. De acuerdo con el artículo 87º, el Ministro es responsable
personalmente de los actos que firmare, y solidariamente de los que suscribiere con otros Ministros.

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¿Responsable ante quién? No lo dice la Constitución. Sin embargo, el artículo 88 señala que los ministros
deben dar cuenta del Estado de la Nación ante el Congreso; es decir, no es el Presidente, como es
habitual en un sistema presidencial el que da cuenta, sino los ministros. Además, se dice en el artículo
89º que los ministros deberán presentar ante el Congreso el presupuesto anual de los gastos de sus
respectivas secretarías y dar cuenta de los gastos del año anterior. En resumen, no se dice ante quién
son responsables los ministros por sus actos, pero sí se dice que deben dar cuenta al Congreso y,
además, que el Congreso los puede acusar.
Por último, cabe destacar que, de acuerdo con el artículo 90º, no hay incompatibilidad entre ser
ministro y diputado o senador, lo que es propio de regímenes parlamentarios.
iv) La posibilidad que tiene el Congreso de calificar la elección del Presidente de la República.
Dado que la elección de Presidente es por medio de votación indirecta, los artículos 67 y
siguientes de la Constitución entregan al Congreso la posibilidad de calificar a los electores de
Presidente. Si el Congreso llega a descalificar a muchos electores se podría producir el que no hubiere
mayoría absoluta en favor de ningún candidato y, en ese caso, corresponde al Congreso elegir al
Presidente.
En resumen, por la vía de la calificación (o más bien descalificación) de electores, podía recaer en
el Congreso Pleno la elección del Presidente de la República.

3.2.3.- Poder Judicial en la Constitución de 1833


a) La Constitución de 1833 establecía, como se ha visto hasta aquí, una clara distinción entre los
poderes del Estado. Así, como señalaba las funciones del Poder Ejecutivo y del Legislativo, también,
establecía las características y atribuciones del Judicial, aunque no lo denomina de ese modo, sino que el
capítulo que a él se refiere lo titula: «De la administración de Justicia». Aquellas, por supuesto, no tienen
nada que ver con la discusión en torno a los rasgos presidenciales o parlamentarios de la Constitución.
b) En materia de la «Administración Judicial» se establece un régimen jerarquizado que se
hereda de la Constitución de 1823 y que significa, en la práctica, a su cabeza habrá una magistratura que
deberá encargarse de “la superintendencia directiva, correccional y económica de todos los Tribunales y
juzgados” (art. 113). La determinación de esta magistratura quedaba entregada a la ley y ello recaerá,
según esta, en la Corte Suprema; más abajo estarán la o las cortes de apelaciones y, por último, los
jueces letrados de primera instancia.
c) La Constitución establece ciertos principios que regulan la actividad de la «Administración
Judicial» que son:
-la independencia (artículo 108), el más importante y que consiste en que las atribuciones del
Poder Judicial son conocer y juzgar las causas civiles y criminales, sin que puedan intervenir en estas
funciones el Congreso o el Presidente de la República;
-la inamovilidad (artículo 110) de los magistrados de los tribunales superiores de justicia y jueces
letrados de primera instancia mientras tengan buen comportamiento; y
-la responsabilidad (artículo 111) de los jueces por los crímenes de cohecho, falta de observancia
de las leyes que regulan el proceso y por toda prevaricación o torcida administración de justicia.

3.2.4.- Otros aspectos constitucionales relevantes


3.2.4.1.- Derechos constitucionales

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a) La Constitución establece derechos clásicos o garantías constitucionales en dos lugares
diferentes: art. 12 con todos sus numerales (capítulo V, Derecho público chileno) y arts. 132 a 152
(capítulo X, De las garantías de la seguridad y propiedad).
b) Fuera, del derecho de petición (art. 12 Nº 6), establece los cuatro grandes derechos
individuales de la tradición liberal decimonónica: (1) igualdad ante la ley (art. 12 Nº 1 a 3); (2) propiedad
(art. 12 Nº 5; 148 a 150; y 152); (3) seguridad (arts. 133 a 147); y (4) libertad (arts. 12 Nº 4 y 7; 132; y
151). En este último ámbito, había algunas (como movilización o de industria) que aparecen más
desarrolladas, mientras que otras, que podríamos calificar como más estrictamente políticas, que o,
derechamente, no están, o aparecen disminuidas. Así, no se reconocerán las libertades de asociación, ni
reunión, ni enseñanza, hasta las reformas de 1873-1874; aunque, cabe destacar que tampoco estas
aparecían protegidas en los textos anteriores. Por otra parte, comparada con la Constitución de 1828, la
libertad electoral y la tolerancia religiosa, aparecen más restringidas. Por su parte, la libertad de
imprenta está contemplada en términos muy semejantes a lo que prescribía el texto de 1828, sin
embargo, será con la legislación dictada para regular la forma de sancionar los abusos de este derecho
que aparecerán mayores restricciones en este campo.
(1) La igualdad ante la ley se protege en la Constitución de la siguiente manera:
− Igualdad ante la ley, declarando que en Chile no hay clase privilegiada (art. 12 Nº 1)
− La igual admisión a los empleos y funciones públicas, cumpliendo con los requisitos (art. 12 Nº 2)
− La igual repartición de los impuestos a proporción de los haberes e igual repartición de las demás
cargas públicas (art. 12 Nº 3)
(2) El derecho de propiedad se defiende en la Constitución del siguiente modo:
− Art. 12 Nº 5:
o Inviolabilidad de todas las propiedades;
o Nadie puede ser privado del dominio o de una parte de él, sino por sentencia judicial o por
ley que califique de utilidad del Estado hacerlo, pero debe indemnizarse previamente lo que
se acuerde con el dueño o lo que se fije por una comisión neutral (“juicio de hombres
buenos”)
− Los impuestos solo pueden ser determinados por el Congreso, no se pueden exigir servicios
personales y las requisiciones solo pueden provenir de autoridades civiles y mediante formas que
respetan la legalidad (arts. 148-150)
− La protección de la propiedad intelectual (art. 152)
(3) La seguridad se establece en la Constitución, fundamentalmente, del siguiente modo:
− Debido proceso en materia penal:
o Condena solo por juicio legal y por ley previa (art. 133)
o Por tribunal establecido previamente y no por comisiones especiales (art. 134)
o No se puede obligar al reo a declarar bajo juramento, ni tampoco a su cónyuge ni parientes
cercanos (art. 144)
− Obligaciones en materia de detención, arresto o prisión:
o Orden de arresto debe emanar de autoridad con facultad (at. 135), salvo delito in franganti
para conducir al detenido ante el juez (art. 136) o cuando la autoridad arrestaré a alguien al
que deberá poner a disposición del juez dentro de las 48 horas siguientes (art. 139).

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o Solo se puede detener en la casa del preso o en lugares públicos destinados a tal cosa (art.
137)
o Recurso de amparo: se puede recurrir a los tribunales en procedimiento breve para corregir
abusos en esta materia (art. 143)
− Prohibición de la tortura, de la pena de confiscación de bienes y que la pena infamante trascienda
(art. 145)
− Inviolabilidad del hogar (art. 146) y de la correspondencia (147)
(4) La libertad se establece en la Constitución del siguiente modo:
− La libertad de residir y movilizarse dentro del territorio (art. 12 Nº 4)
− La libertad de imprenta (art. 12 Nº 7)
− La prohibición de la esclavitud y su tráfico (arts. 132)
− La libertad de trabajo e industria con las limitaciones generales (art. 151)

3.2.4.2.- División política y administrativa: marcado centralismo y control presidencial, como se


desprende de la siguiente regulación y estructura que se da al territorio.
a) República unitaria: “La República de Chile es única e indivisible” (art. 3)
b) El territorio se divide en provincias, estas en departamentos, estos en subdelegaciones y,
estos últimos, en distritos (art. 115)
c) El gobierno de las Provincias está a cargo del Intendente que es nombrado por el Presidente
“de quien es agente natural e inmediato” (art. 116).
d) Los departamentos, a su vez, están a cargo de los Gobernadores, nombrados por el Presidente
a propuesta del Intendente, a quien está subordinado (arts. 117 y 118).
e) Rigen las subdelegaciones, los subdelegados, nombrados y subordinados al Gobernador (art.
120).
f) Los distritos se rigen por un Inspector bajo las órdenes y nombrado por el subdelegado (art.
121).
g) Habrá municipalidades en cada capital de departamento y demás poblaciones que establezca
el Presidente (art. 122). La elección de regidores se hará por los ciudadanos directamente y la de los
alcaldes, conforme lo determine la ley (arts. 125 y 125). El Gobernador es jefe superior de las
municipalidades de su departamento y preside la que está en la capital; el subdelegado, preside la de su
respectiva subedelegación (art. 127). Ningún acuerdo de la municipalidad se pondrá en ejecución, sin
noticia del Gobernador o Subdelegado, que podrá suspenderlo, si considera que afecta al orden público
(art. 129).

3.3.- Evolución del Derecho chileno en el siglo XIX

3.3.1.- La evolución del derecho público chileno entre 1833-1891


3.3.1.1- Introducción
Esta evolución se da en dos planos, el formal (modificaciones constitucionales o legales) y el
informal (prácticas parlamentarias). Esta evolución es relevante, en la medida en que va preparando el
debilitamiento del Presidente de la República en su relación con el Congreso. De alguna manera, se
puede decir que prepara el camino para lo que será el parlamentarismo con posterioridad a la revolución

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de 1891 y que abarcará más de treinta años de la historia política e institucional de Chile, desde 1891
hasta 1924.
3.3.1.2.- Evolución formal: reformas constitucionales y legales
3.3.1.2.1.- En el plano formal se producen una serie de modificaciones a la Constitución en la década de
1870 y que son muy importantes para otorgar mayores poderes al Congreso y, por tanto, a los partidos
políticos. De este modo se va debilitando el poder del Presidente de la República.
Las modificaciones Constitucionales que se producen son las siguientes:
a) La primera de las modificaciones que se suele mencionar no fue una verdadera modificación,
sino una ley interpretativa de la Constitución y fue aprobada en 1865. Mediante esta ley se estableció
que el culto de otras religiones que no fueran la católica se podía practicar, siempre que se hiciera
privadamente y no públicamente. Incluso los no católicos podían fundar colegios privados e iglesias
para su culto privado. En buenas cuentas, Chile se mantuvo públicamente como un país católico y la
Iglesia unida al Estado (hasta la Constitución de 1925), pero en el cual las otras religiones se podían
practicar y manifestar privadamente.
b) La prohibición de la reelección del Presidente de la República para el período
inmediatamente siguiente. Esta reforma constitucional fue hecha en 1871. En la práctica, significaba que
los presidentes ya no podrían durar 10 años en su cargo (2 períodos), sino que durarían un período
presidencial (5 años) sin poder ser reelegidos inmediatamente. Esto se comenzó a aplicar a partir del
Gobierno de don Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876) Esta reforma fortalecía al Congreso y a los
partidos políticos, disminuyendo el poder presidencial.
c) Nueva forma de funcionamiento del Congreso. Esta reforma constitucional fue hecha en 1873
e implicó que ya no se exigiría la mayoría absoluta para que el Senado o la Cámara de Diputados pudiera
sesionar. Así, a partir de este cambio el Senado requerirá para sesionar la asistencia de 1/3 de lo
senadores y la Cámara de Diputados, de 1/4 de los diputados. Esta reforma fortalece el poder del
Congreso y de los partidos políticos, además, facilita el accionar de las minorías y, por supuesto,
disminuye el poder presidencial, en la medida en que es más fácil que el Congreso pueda sesionar.
d) El reconocimiento de nuevas garantías constitucionales: Derecho de asociación, derecho de
reunión y libertad de enseñanza. Esta reforma fue promulgada en 1874. Las dos primeras tienden a
favorecer el accionar de los partidos políticos, ya que ellos, requieren de las reuniones y asociaciones
para propagar sus doctrinas. La libertad de enseñanza es obtenida por el Partido Conservador para así
garantizar la educación religiosa, particularmente en una época en que las querellas religioso-laicas
estaban en su apogeo.
e) Nuevo sistema de elección de Senadores. Esta reforma fue promulgada en 1874. Los
senadores pasarán a ser elegidos directamente por las Provincias y durarán sólo 6 años. Esta reforma
está orientada también en el sentido de fortalecer la actividad del Congreso y de los partidos políticos.
Para el Presidente era mucho más sencillo controlar un Senado que era elegido, sin vinculación especial
con ninguna Provincia, por elección indirecta (electores), en la medida en que podía llegar a controlar a
los electores. Ahora, el Congreso y los partidos podían ser mucho más independientes del tutelaje
presidencial.
f) El establecimiento de incompatibilidades entre ser parlamentario o congresista y ciertos
empleos públicos retribuidos de nombramiento del Presidente. Esta reforma data de 1874. Su objetivo
es garantizar la independencia de los parlamentarios y evitar su posible control por el Presidente de la

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República. Por tanto, significa una disminución de poder para éste. El único cargo público de
nombramiento del Presidente que sigue siendo compatible con el de parlamentario es el de Ministro del
Despacho.
g) Nueva composición del Consejo de Estado. Esta reforma es también de 1874. En la práctica,
significó que este órgano asesor del Presidente, fundamental en el funcionamiento interno de la
Constitución de 1833, pasó a estar controlado por el Congreso y, por tanto, por los partidos políticos. En
efecto, el Presidente, bajo la fórmula constitucional original, nombraba y removía a voluntad a los
integrantes del Consejo de Estado; a partir de la modificación, sólo podrá hacerlo con 5 de sus
integrantes, los otros 6 son nombrados por el Congreso. Además, los ministros del Despacho dejan de
integrar el Consejo con derecho a voto, sólo tendrán voz. En buenas cuentas, el Congreso controlará la
mayoría del Consejo.
h) Nuevas reglas sobre la acusación a los ministros del despacho. Reforma que también data de
1874. Esta modificación consistió en establecer que, si la acusación es aceptada por la Cámara de
Diputados, el ministro queda suspendido de su cargo y si el Senado lo encuentra culpable por los 2/3 de
los senadores asistentes, será destituido y los antecedentes pasarán al tribunal ordinario que
corresponda.
i) Nueva normas de la Comisión Conservadora. También data de 1874. Cabe recordar que la
Comisión Conservadora es una institución contemplada en la Constitución de 1833 para funcionar en los
momentos en que el Congreso no estaba en sesiones (las sesiones ordinarias duraban formalmente 3
meses) y cuyo objetivo fundamental era fiscalizar el cumplimiento de la Constitución y representarle su
no cumplimiento al Presidente. En todo caso, esta modificación consistió en que a los 7 senadores que la
integraban se le agregaran 7 diputados; además, de ahora en adelante, podrá pedir al Presidente de la
República que convoque a sesiones extraordinarias del Congreso, sin embargo, todavía el Presidente
puede negarse.
j) Modificación en materias de facultades extraordinarias del Presidente de la República y de
estado de sitio. Esta reforma también data de 1874. Los cambios que se hicieron en estos ámbitos,
fundamentalmente, consistieron:
(i) Materia de facultades extraordinarias:
(1) Se elimina la idea de que el Congreso puede otorgar facultades extraordinarias, en un sentido
amplio, reemplazándola por la idea que puede dictar leyes excepcionales para el caso de “necesidad
imperiosa de la defensa del Estado, de la conservación del régimen constitucional o de la paz interior”.
(2) Estas leyes siempre serán transitorias y no podrán exceder de un año
(3) Estas leyes no podrían más que permitir restringir la libertad personal y la libertad de
imprenta, o suspender y restringir la libertad de reunión.
(ii) Materia de estado de sitio: se elimina la idea de la suspensión del imperio de la Constitución en aquel
lugar que ha sido decretado.

3.3.1.2.2.- También en el plano formal tienen lugar una serie de reformas legales cuyo objetivo es
liberalizar el derecho a sufragio y disminuir las posibilidades que tiene el Presidente de la República de
intervenir en los procesos electorales. Ahora bien, como puede apreciarse de la descripción de dichas
reformas, esto no significará una garantía en favor del secreto y libertad del voto, puesto que la

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disminución de poder del Presidente va a parejas del aumento de poder de los Partidos Políticos, lo que
los llevará a controlar las elecciones a través de la llamada intervención electoral.
Las principales de estas reformas legales son a la ley electoral. En todo caso, pueden
mencionarse las siguientes:
a) Reforma a la ley electoral de 1869 que, en sus principales aspectos, significó:
(i) Que la calificación de los ciudadanos siguiera en manos de las municipalidades, aunque sin la
intervención ni del intendente ni del gobernador ni del subdelegado, es decir, sin la intervención de las
autoridades que nombraba directa o indirectamente el Presidente de la República; y
(ii) Crear Juntas Revisoras de registros electorales, formadas por los 6 mayores contribuyentes elegidos
al azar entre una nómina de 40. Esta institución también significaba disminuir los poderes del Presidente,
puesto que ahora existiría una institución “independiente” capaz de verificar que la calificación de
ciudadanos había sido hecha correctamente.
b) Reformas con efecto electoral que datan de 1874, las que, en sus principales aspectos,
significaban:
(i) Introducir la innovación de confiar la organización de los actos electorales a la junta de mayores
contribuyentes. Con esto, naturalmente, se reduce la posibilidad de intervención del Presidente de la
República.
(ii) Se establece la presunción de que quien sabe leer y escribir cumple con el requisito de poseer una
propiedad o capital o una renta que exige el artículo octavo de la Constitución. Con esto se amplía la
masa de personas con derecho a voto.
c) Reforma a la ley electoral de 1884 que suprime la exigencia formal de renta. Con esto
aumenta la masa de personas con derecho a voto y, en consecuencia, se disminuye el poder
presidencial.
d) Reforma de 1887-1888, mediante la cual se reduce la edad para tener derecho a voto,
fijándose como edad única, para casados y solteros, 21 años. Ley de 1890 que establece cámara secreta
para el voto.
e) La ley de la Comuna Autónoma de diciembre de 1891 promovida por el líder conservador
don Manuel José Irarrázaval; sin duda, una de las más importantes reformas legales. Básicamente, esta
ley buscaba dotar de autoridad y recursos a los municipios para frenar el centralismo y permitir una
mayor libertad a nivel local. Se esperaba que esta norma permitiese proteger la libre emisión de los
sufragios, sin presiones del Ejecutivo. Sin embargo, esta ley, si bien contribuyó a disminuir la
intervención electoral del Presidente de la República, facilitó su control por los llamados caciques locales.
En la práctica, los partidos políticos, para conseguir los votos de un determinado lugar ya no tenían que
tener “contento” al Presidente, sino al cacique de la zona. Sobre esta ley se volverá más adelante a
propósito del parlamentarismo.

3.3.1.3.- Evolución informal: prácticas parlamentarias


Como se decía precedentemente, la evolución del derecho público también se da en el plano
informal, es decir, en el de las llamadas prácticas parlamentarias. El hecho de que estas comiencen en
este período ayuda a entender el fenómeno mucho más radicalizado que tendrán estas prácticas en el
período parlamentario.

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Básicamente, encontraremos en esta época de evolución del derecho público dos prácticas que
se repetirán (interpelación a los ministros del despacho y retención de leyes periódicas), aunque también
aparece una tercera que se dará sólo una vez: acusación en el Congreso a los ministros de la Corte
Suprema. A pesar de que esto ocurrió una vez, cabe destacarla porque fue instrumentalizada con un fin
político para favorecer la nominación de Federico Errázuriz Zañartu como candidato a Presidente de la
República en representación de la Fusión Liberal-Conservadora, lo que se logró.
En consecuencia, las prácticas parlamentarias son:
a) Las Interpelaciones a los Ministros del Despacho: Las interpelaciones surgirán a partir de lo
que dispone el reglamento de la Cámara de Diputados. En efecto, se vuelve una costumbre interpelar a
los ministros y se consagra esta costumbre como derecho de los parlamentarios cuando, en 1846, se la
incluye en los artículos 132 a 134 del Reglamento de la Cámara de Diputados74 a iniciativa de don
Manuel Antonio Tocornal Grez.
De acuerdo con el Diccionario interpelar significa “compeler a alguien para que dé explicaciones
o descargos de algún hecho”. Dice también el diccionario que los congresistas exigen explicación o
descargo a los ministros. En definitiva, las interpelaciones suponen que el ministro debe concurrir al
Congreso a contestar o dar explicaciones a los parlamentarios.
Lo curioso es que serán los mismos pelucones (aparentemente, tan partidarios del sistema
presidencial), específicamente Manuel Antonio Tocornal Grez y don Antonio García Reyes, los que
impulsarán en Chile el sistema de las interpelaciones que es propio del parlamentarismo. El sistema fue
copiado de los regímenes parlamentarios europeos.
Poco después de introducido en el Reglamento de la Cámara el sistema de interpelaciones, en
1849, se produce la primera censura al gabinete, lo que es una consecuencia lógica de las
interpelaciones en el sistema parlamentario. Esta primera censura produjo un gran desconcierto,
puesto que no se sabía qué podía pasar. La Constitución decía que los ministros eran nombrados y
removidos por el Presidente. En este escenario, ¿qué podía significar la censura? En la práctica los
autores de la moción la retiraron. Pero es evidente que fue la primera vez que intentará el Congreso
enfrentarse en un «gallito» con el Presidente. Salió airoso el Presidente, pero ¿por cuánto tiempo?
Posteriormente, entre 1862 y 1864, los parlamentarios nacionales interpelarán muchísimas
veces al ministro Tocornal Grez, es decir, al mismo que había introducido el sistema en el Reglamento de
la Cámara. En efecto, lo que ocurrió es que, como consecuencia de la cuestión del sacristán, los
pelucones se dividieron: a un lado los que apoyaron al Presidente Manuel Montt, llamados nacionales o
monttvaristas y, al otro, los que apoyaron al Arzobispo de Santiago, los conservadores o ultramontanos.
La división del tronco pelucón llevó a liberales y conservadores a conformar un conglomerado político (la
Fusión) para gobernar. Fue así como llegó José Joaquín Pérez a la Presidencia de la República, apoyado
por liberales y conservadores. En la oposición quedaron los nacionales (el grupo que había apoyado a
Montt y Varas en el conflicto con la Iglesia) y los radicales que eran un grupo de liberales que no
aceptaron la alianza política de su partido con los conservadores. Fue en este escenario que los
nacionales (antiguos pelucones) buscaron hostigar al nuevo gobierno, particularmente a sus antiguos
aliados políticos, ahora conservadores, como Manuel Antonio Tocornal. En todo caso, éste con gran
coraje supo enfrentar, sin que llegara a mayores el ataque que, por medio de las interpelaciones, le
dirigieron los nacionales.

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Las interpelaciones se estaban transformando en una gran arma del Congreso en contra del
Presidente de la República. Por medio de ellas se podía, poco a poco, intentar controlar la política y, en
consecuencia, al Gobierno y al Presidente.
b) Retención de leyes periódicas. Las leyes periódicas estaban contempladas en la Constitución
y, en la práctica, significaban que el Congreso debía aprobar ciertas leyes (las económicas y las militares)
cada cierto tiempo. Las más importantes eran, sin duda, las económicas, puesto que el Gobierno y, en
general, el Estado no podía funcionar sin una ley de presupuesto que autorizara los gastos cada año y sin
una ley de contribuciones, la que fijaba los ingresos del Estado por la vía de impuestos.
Lo que ocurrirá es que, poco a poco, se introducirá la práctica de que el Congreso decida retener
las leyes periódicas, es decir, no darles su aprobación hasta que el Gobierno no haga algo que los
parlamentarios esperan que haga. Originalmente se usaba como un instrumento para lograr un cambio
de rumbo político. Heise señalaba que estas leyes fueron los medios que permitieron “controlar el
autoritarismo presidencial” e “ir anulándolo progresivamente”; afirma también que fue el mismo Egaña
el que se dio cuenta clara del alcance de estas normas periódicas 75.
Así en 1841, por indicación de como Mariano Egaña, el Congreso acordó postergar las leyes de
presupuesto y contribuciones hasta que el ejecutivo incluyera 2 proyectos de ley en la convocatoria a
sesiones extraordinarias; rápidamente el Gobierno incluyó las leyes.
Con posterioridad, en 1850, algunos parlamentarios intentaron posponer la aprobación de la ley
de contribuciones para presionar al Gobierno y lograr así un cambio de ministros. Manuel Montt, en
representación del Gobierno, hizo una acalorada defensa del mismo y del derecho del Presidente de la
República a nombrar y remover los ministros. De esta manera se logró, en definitiva, solucionar el
conflicto y la ley fue despachada.
En todo caso, sin duda que el caso más importante de retención de leyes periódicas se daría en
1890 y fue la causa inmediata del conflicto constitucional de 1891 y de la Guerra Civil que le siguió. Cabe
recordar que en 1890 gobernaba don José Manuel Balmaceda, quien, mientras fue parlamentario y
ministro, siempre creyó en un sistema parlamentario, pero cuando se convirtió en Presidente terminaría
abogando por un sistema representativo, donde la figura del Presidente jugara un rol central en relación
con las fuerzas políticas presentes en el Congreso. El Presidente Balmaceda tendría varios conflictos con
el Congreso. Este, a mediados de 1890, decidió retener las leyes de contribuciones y de presupuesto
hasta que el Presidente de la República cambiara a sus ministros por otros que tuvieran la confianza del
Congreso. El Presidente Balmaceda se negó a hacer este cambio de Gabinete, pues sostenía que el
nombramiento y remoción de los ministros era facultad exclusiva del Ejecutivo. Para solucionar el
conflicto entró a mediar el arzobispo de Santiago que convenció al Presidente Balmaceda de hacer un
cambio de Gabinete y, a su vez, al Congreso de aprobar las leyes periódicas pendientes. El Presidente
realizó el cambio de ministros nombrando personas que le daban mayores garantías al Congreso y éste
aprobó la ley de contribuciones. Sin embargo, rápidamente, el Presidente Balmaceda entró en conflicto
con sus nuevos ministros y los destituyó, nombrando otros que no tenían la confianza de los
parlamentarios. De este modo, el Congreso, decidió no aprobar la ley de presupuesto para el año 1891
hasta que no se solucionara el conflicto. La situación se encontraba en este punto cuando llegó
septiembre de 1890 y terminó el período de sesiones ordinarias del Congreso sin que se hubiera
aprobado la ley de presupuesto para el año 1891. El Presidente de la República, que era el único
autorizado a hacerlo, no convocó a sesiones extraordinarias del Congreso y, en consecuencia, no existía

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la posibilidad de aprobar dicha ley. Así las cosas, llegó el 1 de enero de 1891 y el país no contaba con ley
de presupuesto. Entonces, el Presidente Balmaceda, alegando la inconstitucionalidad del Congreso al
intentar imponerle los ministros, decidió, por Decreto, aprobar como ley de presupuesto para el año
1891 la que había sido la ley de 1890. Evidentemente, el Presidente realizó un acto inconstitucional,
puesto que el presupuesto de la nación debía aprobarse por ley y no por simple decreto. El Congreso,
entonces, decidió sesionar (cuestión para la cual no estaba autorizado, puesto que el período de
sesiones ordinarias estaba cerrado) y, alegando inconstitucionalidad por parte del Presidente de la
República, lo destituyó de su cargo. Evidentemente, el Congreso también incurrió en
inconstitucionalidad, no sólo por sesionar extraordinariamente sin haber sido citado para ello, sino
también porque la Constitución no lo autorizaba a destituir al Presidente de la República. En buenas
cuentas, en enero de 1891, el Presidente de la República y el Congreso incurrieron en actos
inconstitucionales y ello dio origen a la Guerra Civil que, en definitiva, ganarían los partidarios del
Congreso, convirtiéndose el Gobierno de Chile, a partir de esa fecha, en un régimen parlamentario que
se extendería hasta 1924.
c) Acusación a los ministros de la Corte Suprema en 186876.
A partir de 1866, el ministro Federico Errázuriz Zañartu comenzó a preparar una maquinaria
electoral propia para llegar a ser el sucesor del Presidente Pérez cuyo período terminaba en 1871. Para
ello, necesitaba imponerse sobre el otro líder liberal: Domingo Santa María, creador de la fusión liberal-
conservadora que había llevado a Pérez a la Presidencia. Errázuriz se adueñó del Congreso de 1867,
desplazando al grupo de Santa María, pero necesitaba también obtener la preferencia de los
ultramontanos. En esto tenía alguna ventaja, porque se lo estimaba piadoso —aunque Abdón Cifuentes
parece haber desconfiado— e, incluso, era bachiller y licenciado (1848) en Teología y miembro de la
Facultad de esta disciplina en la naciente Universidad de Chile77; además, era pariente cercano del
arzobispo Valdivieso. En cambio, Santa María, era considerado como abiertamente descreído. Lo que
contribuyó decididamente al triunfo de la opción Errázuriz fue, precisamente, los hechos que rodearon la
acusación a los ministros de la Corte Suprema que, en verdad, se dirigía principalmente contra Manuel
Montt.
La Corte Suprema era el principal y probablemente último reducto del Partido Nacional o
monttvarista dentro del Estado; de hecho, su Presidente era don Manuel Montt Torres. Se levantó una
acusación constitucional, muy poco sólida, cuyo objetivo verdadero era cuestionar la vida pública de
Montt. Así, Errázuriz Zañartu al apoyarla como ministro, se aprovechó de ella —un hecho
impremeditado— y, así, de pasada, contentaba a los ultramontanos que detestaban al expresidente
Montt. Así, el diputado Vicente Sanfuentes, formalizó en agosto de 1868 una acusación contra los
ministros de la Corte Suprema: Manuel Montt, José Miguel Barriga, José Alejo Valenzuela y José
Gabriel Palma, por notable abandono de deberes. La Cámara (noviembre de 1868) aprobó la acusación,
verdadero juicio político, pero naufragó en mayo del año siguiente en el Senado, que la rechazó. En la
práctica, el Gobierno, incluyendo a Errázuriz, se desmarcaron de ella, debido el movimiento ciudadano
que rechazó esta pantomima, movimiento que había sido decididamente apoyado por Santa María y su
gente. En síntesis, la acusación se frustró, pero Errázuriz logró su objetivo político, pues apareció, frente
a Santa María, que había terminado defendiendo a Montt, como más confiable para los conservadores.
Por otra parte, la acusación debilitó cualquier oposición de los ministros de la Suprema y los
monttvaristas a la candidatura Errázuriz. A esto se unió también la temprana muerte en 1867 de

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Manuel Antonio Tocornal, quien podría haber sido el candidato de los conservadores. Así, se allanó el
camino de Errázuriz Zañartu a La Moneda.

3.3.2.- La evolución del derecho privado chileno entre 1810-1906

3.3.1.1.- Introducción
El régimen vigente al momento de iniciarse el proceso independentista (1810) contiene una
masa compleja y diversa -en su origen y contenido- de derechos, pues lo integran el indiano en sentido
estricto; el castellano y, a través de él, el común en sus dos vertientes: canónico y romano; y, por último,
el indígena. Así, el derecho material al que recurren las personas en sus transacciones, para ordenar su
vida y para resolver conflictos, está integrado por estas diferentes capas de derechos que podrían
agruparse como, al decir de Guzmán Brito, derecho propio, derecho común y derecho subsidiario78.
El derecho propio (o municipal) estaría conformado por: las leyes de indas, sancionadas por el
rey (la peninsular y la criolla79); la costumbre indiana (según la ley, a falta de ley o contra la ley); la
jurisprudencia doctrinal y judicial; y los derechos especiales conformado por el derecho canónico y los
derechos indígenas, en ambos casos, para las situaciones que correspondieran.
El derecho común (castellano) sería de dos tipos: (1) el derecho supletorio general que estaría
conformado por las leyes de Castilla, según el orden de prelación fijado por ellas; y (2) el derecho
supletorio especial sobre determinados ámbitos específicos del derecho como minería (Ordenanzas del
Nuevo Cuaderno de 158480) o comercio (Ordenanzas de Bilbao de 1737)81.
El derecho subsidiario que consiste en aquel desarrollado por los juristas y basado en la tradición
del derecho común medieval (canónico y romano) y en la posibilidad de utilizar la analogía, la equidad y
el arbitrio judicial permitido por la misma ley para adecuarse a la situación concreta y resolver en casos
de ausencia de otras fuentes.
Este derecho, conformado de esta manera, seguirá vigente después de 1810, con las
modificaciones que se vayan introduciendo por la legislación patria. Evidentemente, el proceso de
independencia, como hemos visto hasta aquí, trajo un trastorno de la organización política,
constitucional y administrativa de Chile y, por lo mismo, todos los empeños originales están puestos en
darle forma y organización a la república independiente que nace. El resto del derecho (civil, comercial,
penal, procesal, etc.) que es el usado diariamente por las personas en sus relaciones, transacciones y
juicios, sigue siendo más o menos el mismo durante un prolongado tiempo, sin perjuicio de los cambios
urgentes que se deban ir realizando. No hay necesidad de una transformación tan inmediata en este
ámbito, tampoco tiempo ni cabeza para emprenderla, primero se debe afianzar el régimen institucional.
El cambio sustantivo en estas materias llegará paulatinamente y su principal motor será el
movimiento codificador en las distintas áreas del derecho. Así, puede afirmarse que el derecho indiano
(entendido en sentido amplio) estará vigente en Chile hasta la culminación del impulso codificador con
los códigos procesales (de 1902 para materias civiles y de 1906 para materias penales). En síntesis, hasta
casi cien años después de iniciado el proceso independentista, el derecho del antiguo régimen sigue
vigente en muchas materias.
Un ejemplo específico de lo que se viene diciendo está dado por el importante, para nuestro
país, derecho de minería. En este campo, sin perjuicio de las normas castellanas supletorias, estuvieron
vigente en Chile hasta la dictación del primer Código de Minería de 1874, sobre el cual influyeron, las

53
Ordenanzas de Nueva España de 1783. Ellas se habían hecho extensivas a nuestro país en 1785,
aprobándose en 1787 algunos ajustes por el Gobernador Álvarez de Acevedo para mejor adecuación al
país82.
3.3.1.2.- Período anterior al Código Civil (1855): derecho patrio 83
a) La característica fundamental, como se ha dicho, es que sigue vigente el anterior derecho
indiano-castellano, sin perjuicio de reformarlo por derogaciones parciales, modificaciones o introducción
de un nuevo espíritu o sello.
b) La vigencia del anterior derecho será confirmado de manera expresa o tácita, y de forma
general o especial.
Ejemplos de una reafirmación tácita del derecho indiano-castellano se pueden apreciar en los
primeros reglamentos constitucionales, aunque se debe tener presente que ellos no son marcadamente
independentistas, al menos en su inicio. En el caso de los reglamentos de 1811 y 1812, esa validación
implícita aparece cuando se remite a la ley por algún motivo: en el de 1811 ello ocurre en su preámbulo
y en algunas disposiciones (ej.: 1ª, 6ª, 7ª, o 10ª, en la que se alude derechamente a la ley de Indias); en el
de 1812, en los arts. 11, 17 y 18. En el texto de 1814, en cambio, no existen tales menciones, pero
después de su emisión, el Director Supremo, al disponer donde se seguirán las cuestiones contenciosas
de justicia, hacienda y guerra, sin decir nada más, ofrece una ratificación indirecta del anterior derecho.
Con posterioridad a la declaración de independencia, este mismo tipo de ratificación existe en los textos
constitucionales de 1822, 1823, 1828 y 1833, en la medida en que contemplan que los jueces deben
conocer, tramitar y fallar los asuntos sometidos a ellos de acuerdo con la ley vigente, la que incluye no
solo el nuevo derecho, sino también el anterior, ya que el primero no comprende todos los ámbitos.
Ejemplo, en cambio, de una confirmación expresa se halla en el Reglamento de 1818,
concretamente, en el Título V referido a la autoridad judicial. En su capítulo I, refiriéndose en términos
generales a ella, indica, en su art. 2, que resolverán “las causas por las leyes, cédulas y pragmáticas que
hasta aquí han regido, a excepción de las que pugnan con el actual sistema liberal de gobierno”. Por su
parte, en el capítulo III, al tratar de la Cámara de Apelaciones, señala, en su art. 15, que en el
conocimiento de los asuntos contenciosos deberá seguir “en todo a lo dispuesto por el derecho común y
leyes que actualmente rigen, ínterin se establece un nuevo Código”.
Por su parte, constituyen ratificación general del antiguo derecho la referencia antes indicada
contenida en el texto provisorio de 1818, así como las dos leyes que establecieron la obligación de
fundamentar las sentencias de 2 de febrero y 1 de marzo de 1837, respectivamente. Ellas formaban
parte de las denominadas “Leyes marianas” –cuyo nombre recuerda a su autor y mentor: Mariano
Egaña- y cuyo objeto era la organización y administración de justicia.
Finalmente, las validaciones especiales son aquellas en que la ley nueva o patria se remitía o
daba por vigente alguna normativa específica del anterior derecho. Así sucedió, por ejemplo, en 1822
con las Ordenanzas de Bilbao, en 1833 con las Ordenanzas de Minería o, en 1837, con las Leyes del Estilo
(expresamente) y con el Fuero Real (implícitamente). Es también al mismo tiempo especial -por referirse
a una materia concreta (derecho penal)-, pero general -porque no se indica un cuerpo legal en particular-
el decreto del Congreso Constituyente de 9 de octubre de 1823 que declara “vigentes las leyes del código
español” respecto de las penas, con exclusión de la infamantes y de la confiscación.
c) Durante este tiempo apareció el derecho patrio constituido por derogaciones, modificaciones
y adiciones al antiguo derecho, y por la introducción de uno nuevo. Sin embargo, todo ello se hizo de

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manera inorgánica, sin llegar a constituir un sistema que reemplazara el derecho indiano-castellano, sino
que más bien se trató de normas que se referían a puntos e instituciones determinadas. Lo que sí tuvo
un carácter más bien general en esta legislación patria (constituido por modificaciones, derogaciones,
adiciones o novedades) fueron los principios e ideas matrices propios de la mentalidad liberal e ilustrada
que también inspiraban la codificación en Europa.
Así, la tendencia de este derecho patrio fue, entre otras cosas: concebir un sujeto jurídico único e
igual; eliminar los privilegios y las distinciones; favorecer la libertad contractual y de comercio; afianzar el
derecho de propiedad en todas sus formas y favorecer su libre circulación; y establecer mecanismos para
evitar la discrecionalidad, ofrecer seguridad y trato digno en los procesos civiles y criminales. Como ha
dicho Guzmán Brito, de lo que se trató fue de eliminar todo aquello que se “presentaba como limitación
a la libertad jurídica o como imponente de una determinada dirección a sus disposiciones patrimoniales o
a sus propiedades (…) [o] diferenciación que obedeciera a la mera tradición o que no se justificare en
virtud de principios racionales (…) el sentido de esa legislación fue el de suprimir del fondo romano de la
institucionalidad jurídica vigente, el archipiélago de figuras de origen medieval y la red de ordenaciones y
reglamentaciones de origen moderno, para favorecer al máximo el libre intercambio de bienes y la
expedita relación entre personas”84.
d) Ejemplos de este derecho patrio que reflejan el espíritu mencionado pueden ser los
siguientes:
(1) Derecho Comercial: la libertad de Comercio con amigos y neutrales, abriendo 4 puertos:
Coquimbo, Valparaíso, Talcahuano y Valdivia; prohibiendo algunas cosas y liberando de impuestos, por
año y medio, a libros, máquinas, herramientas y armas (11/2/1811). Regulaciones a la libertad de
comercio: 1822 se dicta un Reglamento de O’Higgins estableciendo altos derechos de aduana y en 1823
esto se abolió, dictando nuevas normas.
(2) Derecho Civil: (i) libertad e igualdad de las personas: libertad de vientres y de esclavos
transeúntes (X/1811); abolición de títulos y escudos nobiliarios (IX/1817); plena capacidad jurídica a los
indígenas, eliminando el régimen de protección (III/1819); abolición de la esclavitud (VII/1823);
testamento de extranjeros (VII/1834); matrimonio de disidentes (IX/1844). (ii) derecho de propiedad:
reglamentación de la expropiación (VIII/1833); protección de la propiedad literaria (VII/1834); término
del sistema de mayorazgo y sus limitaciones a la propiedad (VII/1852). (iii) libertad de contratación: se
deroga la facultad para que la autoridad conceda más plazo a los deudores (IX/1823); y se elimina la
prohibición de la usura (IX/1832).
(3) Derecho Procesal: reglamento de Administración de Justicia (1824); reglamento de
tramitación de juicios criminales (1826); leyes marianas (1837) entre las que destacan las referidas a la
obligación de fundamentar las sentencias y la que regula el recurso de nulidad creado por el reglamento
de 1824 y que es el antecedente de nuestro actual recurso de casación cuyo objeto es que tribunales
superiores reviesen actuaciones viciosas de parte del inferior por haber actuado discrecionalmente o sin
respetar cuestiones fundamentales del proceso; y ley sobre Corte de Apelaciones (1845).
(4) Derecho Penal: regulación, supresión y restablecimiento de la pena de azotes (1817, 1823 y
1850); moderación de las penas del derecho antiguo, eliminando la infamia y la confiscación (1823 y ley
sobre fundamentación de sentencias de 1837)
e) En síntesis, como ha dicho Guzmán Brito, el derecho patrio infundió de un nuevo sentido al
derecho vigente en Chile que era tributario de los ideales liberales y preparaba, por cierto, la

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introducción en el país de la mentalidad codificadora. Esto supuso una transformación para ese derecho
indiano-castellano, agudizando su principal característica, el hecho de estar compuesto de diversas
masas de derecho proveniente de distintos, lugares, épocas y orientaciones: romano, canónico,
medieval, castellano, indígena, indiano… y, ahora, patrio. Anota, Guzmán Brito, que esta heterogeneidad
aumentada tuvo una desventaja adicional: “que el nuevo derecho, además, incorporaba un espíritu
diferente y aún contrapuesto al de una buena parte del derecho tradicional”85.

3.3.1.3.- Aspectos básicos de la codificación en Chile


a) Durante todo el período anterior a la codificación hay una crítica al derecho vigente, tanto en
los aspectos formales como de fondo. Así, por una parte, se pondera negativamente la multiplicidad de
fuentes, el desconocimiento de estas, la incerteza jurídica y su estilo de redacción. Además, por otra, sus
principios, soluciones e instituciones.
En ese contexto se plantea la necesidad de reemplazar el derecho vigente mediante una fijación
para lo cual se discuten entre 1822 y 1833 distintas cuestiones: ¿se debe reformar el derecho existente
(consolidar) o formar nuevos códigos (codificar)? Si de codificar se trata: ¿se deben adoptar los códigos
napoleónicos o hacer códigos propios? De hacer códigos propios: ¿se debe encargar esto a una persona
o a una comisión?
b) Finalmente, el camino será realizar códigos propios y para llevarlos a cabo, se usará tanto el
encargo a personas concretas como a comisiones, actividades que muchas veces se combinarán para
llegar a buen puerto con un texto. En todo caso, como es sabido, en algunos ámbitos, la influencia de
una persona será completamente determinante: es el caso paradigmático del Código Civil cuyo artífice es
Andrés Bello, sin perjuicio de que existió, en sus distintas etapas de elaboración, algún trabajo en
comisión. También existió una influencia decisiva de una persona en la preparación del Código de
Comercio: el jurista riojano (Argentina) José Gabriel Ocampo. Un ejemplo, en cambio, donde parece
haber primado una elaboración más de conjunto es en el ámbito penal: en 1870 se encomendó a una
Comisión especial, presidida por Alejandro Reyes, y que fue llamada a tomar como base el Código Penal
belga, pero que, en definitiva, usó como materia prima el Código español de 1848. Este tuvo como
modelo o influencia principal al Código criminal del Imperio de Brasil (1830) que, a su vez, fue una
reelaboración del Código Penal Austríaco de 1803 86.
c) Las principales etapas de la codificación del derecho privado (Civil y de Comercio) en Chile son:
(1) Codificación Civil:
(i) Etapa de maduración (1833-1840): Bello trabaja privadamente en proyecto sobre sucesiones (1833 o
1834)
(ii) Comisión Codificadora (1840-1855): proyecto de Código Civil
+ Trabajo en comisión de legislación del congreso (1840) y junta revisora (creada en 1841): Título
preliminar, sucesiones y contratos y obligaciones convencionales (1840-1847)
+ Trabajo en solitario de Bello (1847-1853): Título preliminar nuevo, revisión de sucesiones y
contratos; completa libro de los bienes; y redacta libro de personas (Proyecto de 1853)
+ Nueva comisión revisora (1853-1855): se trabaja sobre el proyecto de 1853 y se da lugar al proyecto
de 1855 que fue aprobado el 14/12/1855 y entró en vigor el 1/1/1857

(2) Codificación Mercantil:

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(i) Intentos de adopción del Código español de 1829 (1833-1852)
+ Primer intento: Comisión de 1835
+ Segundo intento: Comisión de 1846
+ Tercer intento: Comisión de 1851
(ii) Formación del Código de Comercio (1852-1866)
+ Se encarga a José Gabriel Ocampo (1852)
+ Trabajos preparatorios (1852-1855)
+ Proyecto de Código de Ocampo (1855-1864)
+ Revisión, aprobación y promulgación (1862-1865)
d) A estos dos textos iniciales siguieron los otros códigos de la nueva República: Penal (1874);
Minería (1874 y 1888); Código Procesal Civil (1902) y Código Procesal Penal (1906)

3.4.- Parlamentarismo entre 1891-1923 (también bajo la vigencia de la Constitución de 1833)


3.4.1.- Origen del sistema
El origen inmediato del parlamentarismo criollo está, como se señaló precedentemente, en el
conflicto constitucional de 1891 y en la Guerra Civil del mismo año. Cabe anotar, en todo caso, que Julio
Heise ha señalado que el gobierno de gabinete —lo característico de este tipo de régimen— comienza en
la administración Pérez, es decir, en 1861 87. Para Heise, la diferencia esencial entre los dos momentos
(1861-1891 y 1891-1924) consiste en el papel que juega la intervención presidencial en las elecciones,
cuestión que es determinante en la primera etapa y nula, por los cambios constitucionales y legales, en
la segunda. Sin embargo, más allá de este fundamentado aporte del profesor Heise, hay un gran
consenso sobre la existencia de un quiebre a partir de la crisis y revolución de 1891 y, por tanto, que
existe una forma institucional diferente a partir de ese momento. Con la derrota del Presidente
Balmaceda y sus aliados, en la práctica, lo que ocurrió fue que triunfó la interpretación sobre la
Constitución sostenida por el Congreso. A partir de esa fecha, se consideró que el sistema de gobierno de
la Carta Fundamental, sin necesidad de hacer ninguna modificación, era el parlamentario y, por tanto, los
ministros del despacho (como se les llamaba en aquellos años), que eran los que gobernaban, debían
contar con el beneplácito del Congreso.
Así, a partir de 1891, el sistema político, sustentado en las reformas constitucionales de la
década del ‘70, en la ley de comuna autónoma y en las prácticas parlamentarias de que se hablará más
adelante, se construyó sobre la lógica de que el Congreso era el que controlaba el poder y, por ello, los
presidentes dejaron de tener el peso político que habían tenido88.
3.4.2.- El sistema parlamentario tuvo lugar con las siguientes claves:
3.4.2.1.- Los partidos que actuaban en el sistema:
a) Los conservadores que eran el partido mayoritario y que mantiene sus ideas de defensa de los
derechos y libertades de la Iglesia frente al Patronato que conserva el Estado. No obstante, no son
partidarios de la separación Iglesia-Estado. Su principal apoyo lo tienen, en general, en las zonas rurales,
particularmente, en el Valle Central.
b) Los liberales que tenían casi la misma fuerza que el Partido Conservador, pero que estaba
dividido en varias facciones que, a veces, se unían, pero también actuaban aisladamente, reduciendo su
capacidad de influencia como un todo. Ismael Valdés, presidente del Partido Liberal, en su discurso de
apertura de la Convención de 1907 explicaba este fraccionamiento diciendo que “El Liberalismo, el

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partido de centro, el partido medio, solicitado casi siempre por las dos tendencias contrarias, se divide
fácilmente, porque estando una de sus extremidades muy cerca del radicalismo y la otra muy cerca del
conservantismo, sucede a veces que el contacto con los extremos se hace más íntimo que la fuerza de
cohesión interna del Partido (..)”89. Aquello que los unía, esencialmente, era el objetivo de hacer
disminuir la influencia de la Iglesia en la vida social y política del país. Como señalaba el Presidente
Honorario del partido en 1907 Vicente Reyes90, lo que distinguía al partido liberal, y lo separaba del
Conservador, no era ni la cuestión internacional, ni la económica, ni la social (asuntos sobre los que,
además, dentro de los partidos existían distintas visiones prácticas o concretas), sino la posición que
cada uno tenía respecto del papel de la Iglesia. Por ello, apoyaba que, aunque en ese momento no se
pudiera, se estableciera claramente como la aspiración de los liberales, alcanzar la separación entre
Iglesia y Estado. El apoyo principal de los liberales se encontraba en los centros urbanos.
c) Los radicales, de menor fuerza que los anteriores, pero decisivo para formar gobierno. Son
marcadamente anticlericales y partidarios de la separación Iglesia-Estado. Su apoyo está en los
capitalistas mineros y agrícolas de las regiones, tanto en el sur como en el norte, además, también
encuentran apoyo en los sectores medios emergentes de los centros urbanos.
d) Los demócratas que se constituyen formalmente como un partido diferente en 1887, ya que
antes eran una facción o grupo dentro del partido radical. Se trata de un partido liberal-progresista, más
bien pequeño91 y cuya principal preocupación será la cuestión social y los problemas que enfrentan
obreros y artesanos en Santiago y Valparaíso, así como los mineros en el norte. Su principal apoyo estará
en los sectores medios y obreros y trabajadores manuales de las ciudades.
e) Además de estos partidos, que son los principales del período, surgirán otras fuerzas de gran
influencia en el largo plazo:
-En junio de 1912 nace el Partido Obrero Socialista (POS) fundado en Iquique por Luis Emilio
Recabarren −que militaba en el Partido Demócrata− y que se constituye en la misma fecha en Punta
Arenas. En noviembre del mismo año surgen filiales en Antofagasta y Santiago. El primer Congreso
Nacional del partido se realizará en mayo de 1915 en Valparaíso y, a partir de ese momento, se da una
directiva nacional, un programa y unos estatutos92. Este partido se convertiría en 1922 en el Partido
Comunista de Chile, sumándose formalmente a la tercera internacional.
-En 1915 surgió otro grupo llamado Unión Nacionalista que, 5 años después, ya no existiría como
partido, aunque sus principios seguirían latentes durante largos años. Era un partido alejado de las
disputas doctrinarias entre conservadores y radicales, y que proponía medidas concretas para fomentar
la producción y superar la postración y los problemas sociales. La importancia de este partido radicaba,
sobre todo, en sus integrantes, la mayoría connotados intelectuales como Tancredo Pinochet, Alberto
Edwards, Luis Galdames, Guillermo Subercaseaux y Francisco Antonio Encina, entre otros.
3.4.2.2.- Las combinaciones políticas. Estas se producían porque ningún partido podía gobernar sólo y
debían recurrir a acuerdos para poder gobernar. Estas combinaciones fueron:
a) La Coalición conformada por Conservadores y Liberales. Cuando los ministros pertenecían a
estos partidos, entonces, se hablaba de que gobernaba la Coalición.
b) La Alianza Liberal conformada por Liberales y Radicales. Cuando los ministros pertenecían a
estos partidos, entonces, se hablaba de que gobernaba la Alianza.
3.4.2.3.- Las doctrinas que sustentaban los principales partidos:

58
a) En materia religiosa se enfrentaban el clericalismo (Partido Conservador) por una parte y el
laicismo (Radicales y algunos Liberales) por otra.
b) En materia política todos eran partidarios del sistema parlamentario.
c) En todo lo demás (aspectos sociales y económicos), había una gran disparidad de criterios en
todos los partidos. Esto era lo que se llamaba la cuestión abierta, cada afiliado podía pensar lo que creía
más adecuado, sin entrar en disputa con los otros militantes del partido. Uno de los casos más
emblemáticos de esto se dio en el seno del Partido Radical: algunos −liderados por Enrique Mac-Iver93−
pensaban que no había problema o cuestión social, en tanto que otros −encabezados por Valentín
Letelier94− consideraban que este era el principal asunto. Este debate comenzó en la segunda
Convención del radicalismo del año 1899, aunque se zanjó en la tercera de 190695; en esta se enfrentó la
posición tradicional (razón, libertad y ciencia), representada por Mac-Iver, y la nueva que buscaba
establecer la justicia social como parte del ideario radical, encarnada por Letelier96.
3.4.2.4.- Características del sistema de gobierno:
a) Desde 1891 a 1924 los que gobiernan realmente son los partidos a través de sus jefes de
partido y no el Presidente de la República. Los partidos políticos, más precisamente, los jefes de partido
son los que eligen quienes serán elegidos al Congreso y eligen quién será el candidato a Presidente.
b) El Presidente del período parlamentario no puede elegir a sus ministros, tiene poca
intervención en los asuntos de gobierno, ya no es árbitro en la generación del parlamento, ya no elige a
su sucesor, es sólo Jefe de Estado y es una figura más bien decorativa o protocolar, aunque respetada. El
Jefe de Gobierno es, en este período, el Ministro del Interior
c) Nadie discute el hecho de que los ministros para poder permanecer en sus cargos deben
contar con la confianza del Congreso, tanto del Senado como de la Cámara (y, por tanto, de los partidos
políticos representados en dicha Corporación). Por ello, habrá gran rotativa ministerial, lo que genera
una cierta incapacidad real para gobernar. Ahora, esto de la rotativa ministerial fue un rasgo que fue
creciendo con el tiempo y que no parece haber sido una característica distintiva solo del
parlamentarismo criollo. Heise ha mostrado como esto, bajo el presidencialismo de la Constitución de
1925, lejos de disminuir, parece haber aumentado 97.
d) Como consecuencia, no habría habido capacidad “para aplicar y mantener políticas de
mediano y largo plazo”98. Sin embargo, cabe tener presente que ello no parece aplicarse al empuje
respecto de la ampliación de la educación pública en el ámbito escolar, como lo demuestra el creciente
número de instituciones y el mejoramiento en los índices de alfabetización y escolaridad 99.
e) Por otra parte, cabe destacar que es una época de grandes libertades públicas −en lo que se
puede llamar libertades políticas o democráticas−, sólo 3 veces habrá, y por cortos períodos, regímenes
de excepción. En buenas cuentas, las libertades de asociación, de reunión y de expresión, entre otras, en
general, serán bastante respetadas, aunque hay que tomar en cuenta los problemas que se producen
con las huelgas y protestas laborales.
Esta extendida vigencia de las libertades políticas o democráticas −aunque con la infamia del
cohecho− se muestra también en el hecho de que algunas de las elecciones del período, y no solo la final
entre Alessandri Palma y Barros Borgoño, fueron muy disputadas y con gran división entre los bandos 100.
Sin embargo, a pesar de ello, dichas libertades fueron mantenidas, no se recurrió habitualmente a los

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regímenes de excepción y hubo una perfecta regularidad legal y constitucional, en la que tanto oposición
como gobierno respetaron el régimen y la legalidad.
3.4.2.5.- Poco después de la revolución de 1891 se aprobaron algunas reformas a la Constitución de
1833 que contribuyeron a fortalecer el sistema parlamentario de Gobierno. Entre ellas cabe destacar
dos:
a) En diciembre de 1891 se ratificó la reforma propuesta en septiembre de 1890, mediante la
cual se estableció que la Comisión Conservadora podía convocar a sesiones extraordinarias del
Congreso por sí misma o cuando la mayoría de ambas cámaras lo pidiere por escrito; ya no requeriría,
entonces, de la voluntad del Presidente de la República.
b) En junio de 1893 se suprimió el veto absoluto que tenía el Presidente de la República
respecto de proyectos de ley aprobados por el Congreso, sustituyéndolo por un veto suspensivo, que
autorizaba al Presidente a vetar un proyecto de ley, pero, al mismo tiempo, lo obligaba a promulgarlo
si el Congreso insistía por los 2/3 de los miembros presentes.
3.4.3.- Prácticas parlamentarias
En este período también encontramos una serie de prácticas parlamentarias, algunas vienen de
la etapa anterior y, otras, son nuevas. En todo caso, todas, apuntan a lo mismo: a fortalecer el poder del
Congreso frente a la autoridad Ejecutiva.
Estas prácticas parlamentarias son:
a) Interpelaciones y censura del Gabinete. En efecto, ahora también se darán las
interpelaciones, pero, además, se agregará la censura del Gabinete. Así, si el Congreso censuraba al
Gabinete, el Presidente tenía que cambiar a los ministros por otros que contaran con la confianza de los
Jefes de Partido. Ahora bien, también podría suceder que no censuraran directamente al Gabinete, pero
sí que interpelaran periódicamente a los ministros o a un ministro en particular, con lo cual estos o este
no podían trabajar y, por tanto, terminaban renunciando.
b) Retención de Leyes Periódicas. Al igual que en el período anterior se usaba con el objeto de
que el Gobierno cambiara su política o, también, para lograr el cambio de ministros.
c) La obstrucción parlamentaria. Esta, asimismo, era un arma del Congreso para lograr sus
objetivos políticos. Consistía en que como no había clausura del debate, los parlamentarios podían
discursear y hablar días y días, con lo cual una ley podía no ser sometida a votación y, por tanto, nunca
aprobarse. Fundamentalmente, beneficiaba a los parlamentarios que estaban en minoría y no tenían
capacidad, mediante los otros medios, de conseguir los objetivos que perseguían.
d) El control de las elecciones. Serán los partidos los que controlarán las elecciones, para lo cual
utilizarán el caciquismo local, rural y urbano (que se fortaleció con la ley de comuna autónoma), y el
cohecho en las ciudades; ambos fenómenos, por lo mismos años, también proliferan en Estados Unidos y
Europa. Y, aunque, afectaba la libertad del voto y se hablará por muchos, incluso los propios partidos, de
verdadero fraude electoral, se trataba de prácticas ampliamente extendidas y generalizadas.
Julio Heise101 ha mostrado como, en las urbes, la compra y venta del voto fue un sistema al que
recurrieron todos los partidos y si, en un comienzo, era algo escondido, se convirtió en una forma
practicada abiertamente y estimada mejor que la propaganda. “Para los candidatos el cohecho pasó a
constituir un procedimiento de lucha cívica perfectamente regular”102. En la misma línea, Heise ha
mostrado que la ampliación y libertad del sufragio se convirtió en instrumento al servicio de la venalidad
electoral de nuestro sistema político, pero como todos recurrían el cohecho, por esta extraña vía, se

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abrió el espacio para que el elector escogiera a quién vender su voto. “En 1918 se llegó a pagar de 400 a
500 pesos por voto, cantidad que para un hombre del pueblo representaba el salario de un año (…) Una
de las características del cohecho en 1918 (…) fue su extensión. En los pequeños centros urbanos y en las
aldeas llegó muy cerca del 100% de los votantes”103. Casi una década antes comenzó, en distintos
círculos, una reacción importante contra esta corruptela, pidiéndose reformas; sin embargo, estas
demoraban.
Por otra parte, fuera de las grandes ciudades se desarrollaba fuertemente el caciquismo, es
decir, caudillos locales que son los que negocian con los partidos los votos de los electores que
controlan. Esta figura, que tenía orígenes en el patronazgo campesino, se vio favorecida por la ley de
comuna autónoma, como ha señalado también Heise 104. Así, el cacique rural, surgido al amparo de la
posesión de grandes extensiones de tierra, se consolida legalmente; lo que había sido una situación de
hecho, derivada de la estructura agraria y social, ahora, también va a tener un sustento en el derecho,
pues controla jurídicamente el municipio y todo lo que ello implica (fuerza pública, elecciones, servicios,
etcétera). Es probable que, por lo mismo, prácticamente se cuadruplicaran las comunas (de 72 a 267). Al
mismo tiempo, la misma ley facilitó la aparición de caudillos urbanos en ciudades más alejadas o
industriales —Heise cita como ejemplos Iquique, Lautaro y Valdivia— que se hacían con el control del
municipio y que manejaban clientelas electorales. “Este caciquismo [urbano] fue producto de la etapa de
transición entre la sociedad agraria y la sociedad de empresa”105.
e) No se enfrenta la realidad y los problemas. En este ámbito, lo más acuciante era la cuestión
social, de la que se tratará en el acápite siguiente. Sin embargo, no es el único asunto, pues también
están los temas relativos a la cuestión teológica o disputas en torno a los temas religiosos y, asimismo,
los asuntos militares; del mismo modo, Arturo Alessandri, ya en el gobierno, llamará a la atención sobre
la incapacidad para resolver los temas institucionales. En el ámbito militar, estaba latente el tema de
ascensos y retiros, de remuneraciones, la fuerte intervención política para las promociones (los llamados
«empeños políticos») y la utilización de las Fuerzas Armadas para controlar el orden público con ocasión
del aumento de las protestas y huelgas106.
En la práctica, lo que sucede con esta llamada «práctica» es que los Gobiernos y el Parlamento
no afrontan derechamente las situaciones y problemas, mostrándose inoperantes para resolver estos
asuntos, no obstante que existen los diagnósticos y hay una creciente claridad sobre la existencia de
estos asuntos. De hecho, el debate al interior de los partidos muestra que hay bastante coincidencia
sobre la necesidad de enfrentar y resolver la cuestión obrera, los problemas institucionales o los asuntos
eclesiásticos (la llamada «cuestión teológica»). El ámbito social, por cierto, aparece cada vez como lo
más acuciante: pobreza extrema, analfabetismo, mortalidad infantil, falta de higiene, inexistencia de
normas laborales y previsionales, entre otras materias.
3.4.4.- Ley de comuna autónoma
Esta ley, uno de los mayores y más prolongados esfuerzos desde la independencia a favor de la
autonomía local, como ha mostrado Rojas Böttner107, nació fruto de una coyuntura política derivada de
la fragmentación del liberalismo durante la administración Balmaceda. Ello facilitó que Manuel José
Irarrázabal y el Partido Conservador impulsaran con éxito la reforma municipal en la que estaban
empeñados desde hacía más de una década; reforma que permitía contrarrestar el intervencionismo
electoral del Ejecutivo, además de estar vinculada a la descentralización y, por ello, al modelo que se
asociaba a los países más adelantados y progresista. Así, Irarrázabal y el conservadurismo, lograron

61
formar una mayoría que, en oposición a Balmaceda, reunía también a liberales y radicales para favorecer
las modificaciones en favor de la autonomía municipal; los balmacedistas se opusieron, sobre todo,
alegando la falta de estudio y la radicalidad de la propuesta, y profetizando lo que sería el caciquismo
local. Apenas triunfó el Congreso en la revolución de 1891, con Irarrázabal de ministro del Interior, se
aprobó la ley de comuna autónoma en diciembre de ese año. Como indicaban los liberales en su
Convención de 1892, esta ley buscaba “limitar el vasto campo en que se ha ejercitado la acción de los
poderes generales legislativo y ejecutivo”, transformando “el mecanismo de nuestro régimen político y
administrativo”108.
Esta normativa entregaba a municipios democráticamente generados amplias facultades dentro
de sus territorios en los ámbitos: (1) sanitario, de salubridad e higiene pública (art. 24); (2) de ornato,
moralidad, seguridad y orden público (art. 25); (3) de educación, agricultura, industria y comercio (art.
26); y (4) relacionados con: “administrar los servicios locales” (art. 27); “promover el bien general del
Estado y el particular del departamento o territorio municipal” (art. 28); “la organización y sostenimiento
de la policía de seguridad” (art. 30); y la intervención en procesos de naturalización de extranjeros y,
sobre todo, en el ejercicio de las funciones vinculadas al poder electoral (art. 29). Para poder cumplir con
todas estas tareas se le entregaban atribuciones en materia regulatoria, así como de creación y gestión
de establecimientos e instituciones. En el mismo sentido se le permitía obtener rentas de diversas
fuentes (art. 34) entre las que destacaban el cobro de patentes municipales, así como la posibilidad de
establecer, con un límite, impuestos personales y a “los haberes muebles e inmuebles”.
En su aplicación práctica esta ley no fue lo que se esperaba y se generaron una serie de graves
problemas de gestión y financiamiento 109, lo que se sumó a la corrupción electoral y administrativa110.
Así, a la incapacidad de llevar a cabo sus tareas de manera adecuada, se sumó una falta de control y
probidad. El colmo lo constituía el fraude electoral que, fuera de las grandes urbes, se practicó a través
de estos municipios controlados por caudillos partidista: “La comuna autónoma significó institucionalizar
el caciquismo, (…) El terrateniente terminó «adueñándose» de la Municipalidad (…) La inspiración
indiscutiblemente democrática de la ley que organizó la comuna autónoma se estrelló contra la realidad
social de un país en desarrollo”111.
Con la crisis de 1924, la salida de Alessandri y la llegada de los militares, se puso fin al proyecto
de comuna autónoma112. A partir de septiembre de 1924 fueron disueltas las municipalidades y se las
reemplazó por Juntas de Vecinos cuyos vocales eran designados; este sistema se fortalece durante la
administración Ibáñez, perdiendo las comunas toda autonomía política, financiera y administrativa. La
consolidación de la Constitución de 1925 no trajo, en este ámbito, correcciones relevantes en lo que se
refiere a descentralización y, si bien, progresivamente, se volvió a un sistema democrático para la
elección de autoridades municipales, su dependencia del poder central fue muy amplia durante toda su
vigencia. Es más, en Santiago, Valparaíso, Viña del Mar, Antofagasta, Iquique, Talca, Chillán, Concepción,
Talcahuano, Temuco y Valdivia, el alcalde era nombrado por el Presidente de la República (art. 101 de la
Constitución y art. 37 del DL 740 de 1925). A su vez, las Asambleas Provinciales que contemplaba la carta
de 1925, jamás se pusieron en práctica y sus atribuciones fueron ejercidas por los intendentes,
nombrados por el poder central.
El fracaso de la comuna autónoma fue, hasta la Constitución de 1980, una buena justificación
para retornar al centralismo característico de la organización de la república independiente y que
dominó durante buena parte del siglo XIX.

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3.5.- Cuestión Social: antecedente de la socialización del Derecho
3.5.1.- Introducción
3.5.1.1.- El historiador estadounidense James Morris ha definido a la cuestión social como el conjunto de
efectos de carácter social, laboral e ideológico producidos por la transformación de una economía y una
sociedad sustancialmente agrícola a una economía industrial y a una sociedad urbana, y que marcan una
primera etapa de intranquilidad, agitación y debate intelectual. Morris ha dicho: “La «cuestión social»
(…) se refiere a todas las consecuencias sociales, laborales e ideológicas de la industrialización y
urbanización nacientes: una nueva fuerza de trabajo dependiente del sistema de salarios, la aparición de
problemas cada vez más complejos, pertinentes a vivienda obrera, atención médica y salubridad; la
constitución de organizaciones destinadas a defender los intereses de la nueva «clase trabajadora»;
huelgas y demostraciones callejeras, tal vez choques armados entre los trabajadores y la policía o los
militares, y cierta popularidad de las ideas extremistas con una consiguiente influencia sobre los
dirigentes de los trabajadores (…) el concepto de «cuestión social» posee también una connotación
histórica o cronológica definida. Se refiere a un período inicial de tensión social, protesta obrera y
efervescencia intelectual que comienza con la industrialización misma. En Chile este período inicial duró
casi cuarenta años, desde mediados de la década de 1880 a mediados de la de 1920”113.
Sin embargo, el mismo Morris destaca que, después de las reformas legales de 1924, es decir,
pasada esta primera etapa, se produce un proceso de diferenciación que produce que los problemas
sociales y obreros se aborden desde una perspectiva más específica, pretendiendo atacar ciertos
aspectos concretos. Así, indica que “Gradualmente, a medida que la fuerza de trabajo se estructura con
contornos más definidos y predecibles, al paso que se introducen medidas y procedimientos para encarar
las situaciones de conflicto y a medida que se aíslan los problemas sociales individuales, comenzando
algunos intentos públicos o privados por aminorarlos, la expresión de amplia comprensión, «cuestión
social», va cayendo fuera de uso regular y persistente y probablemente cambie de significado. La
literatura se torna más específica, refleja una definición de las cuestiones en juego y creciente
complejidad en los moldes de organización y comunicación y comienza a tratar aspectos circunscritos de
lo que antes se denominaba «cuestión social», tales como desocupación, jornada de trabajo, salarios,
tipos estructurales de sindicatos, seguridad social y política de la clase trabajadora”114.
3.5.1.2.- A pesar de la precisión histórica de la definición anterior es conveniente tener una mirada más
amplia y profunda de la cuestión social que, incluyendo las características que Morris destaca,
comprendael problema desde su raíz. Así, San Alberto Hurtado escribía en 1952 que “La expresión
«cuestión social» es moderna, pero su realidad tan antigua como el hombre (…) La cuestión social
consiste en el hecho que la sociedad no logra realizar su propio fin, que es el bien común, de manera que
una porción considerable de sus miembros no participan en forma proporcionada del trabajo común”115.
En la misma línea, un par de décadas después, el filósofo argentino Carlos Sacheri la caracterizaba “como
la cuestión de las deficiencias del orden social de una sociedad para la realización del bien común”116. Es
importante tener presente que el padre Hurtado enseñaba, además, que, a diferencia de lo sostenido
por el individualismo y el colectivismo, no era posible un orden social perfecto y, por tanto, que “el que
puede obtenerse es solo aproximativo. Esto significa que ningún orden social dejará de entrar en cuestión
social”117. En suma, con

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A partir de este punto de vista puede destacarse como Manuel de Salas en 1804 le enviaba a Luis
Muñoz de Guzmán, Gobernador de Chile, un oficio en que comenzaba señalando que “La pobreza
extrema, la despoblación asombrosa, los vicios, la prostitución, la ignorancia y todos los males que son
efecto necesario del abandono de tres siglos, hacen a este fértil y dilatado país la lúgubre habitación de
cuatrocientas mil personas, de las que los dos tercios carecen de hogar, doctrina y ocupación segura
(…)”118.
El tema de la pobreza y la situación de los sectores menos afortunados eran un asunto que,
desde los inicios de la República, había sido planteado por intelectuales y diversos sectores políticos 119.
Sin embargo, fue en el último cuarto del siglo XIX que esta realidad empezó a hacerse patente y adquirió
una dinámica propia. Quizá el primero que formalmente habló de «la cuestión social» como un tema que
debía preocupar en forma específica y cuya solución pasaba por una mayor intervención del Estado, fue
el médico Augusto Orrego Luco en una serie de artículos publicados en el diario “La Patria” de Valparaíso
en 1884, los que luego fueron recogidos en un libro. A partir de esa fecha, progresivamente, este asunto
se va tomando el debate: la migración campo-ciudad, las condiciones higiénicas y de vivienda, la
situación de los trabajadores y la educación, harán imposible ignorar o posponer un tema que pasa a ser
de preocupación cotidiana.
A pesar de ello, durante la última etapa de la llamada República Liberal (1871-1891) y el período
del parlamentarismo chileno, la deficiente situación socioeconómica de los sectores obreros se fue
agudizando progresivamente, sin que las autoridades gubernamentales tomaran medidas efectivas y
eficaces para enfrentar esta realidad; por ello, no cabía duda que el ambiente se prestaba para un
conflicto grave. El alcoholismo, la mortalidad y la miserable vida en los conventillos eran sólo temas de
discusión genérica en las páginas de los diarios, no tenían un rostro concreto, a pesar de ser un problema
real.
A pesar de este retraso por enfrentar los temas, las voces en los partidos políticos,
especialmente las más jóvenes, crecientemente, se fueron preocupando por el asunto. Destacaron en
ello radicales, como Valentín Letelier, y conservadores, como Francisco de Borja Echeverría y Juan
Enrique Concha −profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica−. Estos últimos
inspirados, primero, por el pensamiento de religiosos e intelectuales católicos europeos y, después, por
la encíclica social del papa León XIII, Rerum Novarum (1891), comenzaron a cuestionar algunas de las
regulaciones existentes y a proponer reformas y proyectos, incluso, un Código del Trabajo. Por otra
parte, los liberales tampoco quedaron ajenos a esta preocupación y lo muestra la tesis de licenciatura de
Arturo Alessandri sobre habitaciones obreras y los trabajos que realizara Jorge Errázuriz durante sus
estudios de derecho: su tesis sobre el desarrollo histórico de la cuestión social y la monografía que
realizó junto a Guillermo Eyzaguirre, primer trabajo empírico realizado en Chile sobre una familia obrera,
después de haber participado en el curso de Economía Política que daba Juan Enrique Concha en la
Facultad de Derecho de la Universidad Católica y que obtuvo el primer premio en el concurso que
convocara y financiara Concha para un trabajo en esta materia.
3.5.1.3.- La Encíclica Rerum Novarum produjo un fuerte impacto en el mundo católico, influyendo para
que este asunto fuera enfrentado de una forma diversa por la elite conservadora y sus nuevos
representantes. En este documento, León XIII, al describir la realidad social, hacía un llamado a encontrar
respuestas y soluciones desde el punto de vista del Evangelio: “Se basó así en las Sagradas Escrituras y
sobre la tradición de la Iglesia para proponer soluciones a la res novae que estaban surgiendo. De esta

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forma, introdujo una metodología que en seguida se hizo característica de la enseñanza social de la
Iglesia”120.
En el fondo, el papa reseñó los profundos cambios producidos a partir de la revolución francesa,
las guerras europeas posteriores y la revolución industrial; destacaba la lucha ideológica que absorbía ya
todos los debates, dominada por el liberalismo y el marxismo que se presentaban como respuestas
únicas y últimas en el ámbito social; y describía el deterioro de las relaciones entre empresarios y
obreros, el contraste de la riqueza y el detrimento moral 121. “El espíritu del cambio revolucionario,
entonces, fue más allá de las esferas políticas y afectó a la esfera de la economía real. El papa León XIII y,
con él, la Iglesia, así como la comunidad civil, tuvieron que confrontarse con una sociedad herida por un
conflicto tanto más violento e inhumano en cuanto que conducido sin regla alguna”122.
Frente a todos estos cambios León XIII hacía reflexiones sobre lo que se llamaba la cuestión
obrera (el conflicto entre capital y trabajo) y sobre el problema de la propiedad y su rol social. Lo hacía,
destacando el valor de la dignidad de la persona, valorando la propiedad privada y remarcando sus
obligaciones y función social; al mismo tiempo, criticaba la solución liberal que proclamaba independizar
al hombre de sus deberes morales, y rechazaba la respuesta socialista que deseaba eliminar la propiedad
privada y sujetar a las personas al Estado123. Dedica a este también reflexiones de modo que “El Estado
no se presenta como omnipotente, sino con un papel de buscar el equilibrio económico y legal en el que el
bien común, en (sic) el respeto de los derechos legítimos, tiene la precedencia sobre el beneficio
individual. Todo ello se indicó con el término «subsidiariedad» (…) Lo que León XIII proponía era una
distinción entre Iglesia y Estado, distinción que sin embargo no llevaba al extrañamiento, ni mucho
menos a la oposición”124.
3.5.2.- Algunos ámbitos: salud, vivienda, trabajo y educación
3.5.2.1.- Salud
La tasa de mortalidad de Chile sube del 28.6% en 1865 al 33% en 1908, llegando a ser de un
32,7% en 1921. La mortalidad general en Curicó y San Felipe era mayor que en Bombay; en Talca, en
Concepción y en Chillán, mayor que en Madrás; y en Valparaíso e Iquique, mayor que en Calcuta. La
mortalidad infantil, que era entre un 30 y un 38 por ciento, situaba a Chile con la mayor tasa del mundo.
Así, en 1900, alcanzaba 342 por mil nacidos vivos, bajando a 267 en 1910, aunque se mantuvo sobre los
200 hasta 1940125. San Alberto Hurtado daba cuenta de las altas tasas que se mantenían en el país,
señalando que en 1939, mientras en Chile habían muerto 225 por mil, en Noruega, Nueva Zelanda y
Australia habían sido 49, 87 y 94, respectivamente126. Hasta 1960 la cifra era superior a los cien, en 1970
llega a 79, a 33 en 1980, a 16 en 1990 y a 7,8 en 2003 127.
A estas malas cifras en materia de mortalidad general o infantil, contribuían las pésimas
condiciones ambientales y de alimentación, que provocaban, a su vez, deficiencias congénitas, y la
promiscuidad en que vivían los sectores populares que era caldo de cultivo para todo tipo de
enfermedades infecciosas tales como peste bubónica, cólera, viruela, tifus, difteria, neumonía,
tuberculosis e infecciones venéreas, entre otras.
3.5.2.2.- Vivienda
Santiago tenía un enorme déficit de vivienda. El campesino que llegaba a la capital se encontraba
con una ciudad que no tenía las condiciones mínimas para recibirlo, lo que lo llevó, primero, a ubicarse
en ranchos a las afueras de la ciudad y, posteriormente, a hacinarse en conventillos. Estas eran hileras de
piezas sin ventanas y sin luz separadas por ínfimas callejuelas; por la calle principal de estas hileras de

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piezas corría la acequia que hacía las veces de alcantarillado. En 1910 había 1.600 conventillos en los que
vivían 75.000 personas y los arriendos, además, eran caros.
Obviamente, tanto ranchos como conventillos, además de su estrechez y mala construcción,
eran lugares de escasa higiene; ya en 1850, en el periódico El amigo del pueblo −dirigido por Eusebio Lillo
y que difundía las ideas de los integrantes de la Sociedad de la Igualdad−, se puede leer lo siguiente: “La
inmundicia que asedia los arrabales de la ciudad y que suele desbordarse sobre las mejores calles de la
población, es uno de los horribles males que gravan sobre el pobre. Casi todas esas pequeñas rancherías
que rodean Santiago están sentadas sobre un terreno barroso y cubierto de basuras, que hacen
pestilente y nocivo el aire de esos lugares”128.
3.5.2.3.- Trabajo y salarios
Los obreros tenían que trabajar entre 12 y 14 horas diarias, incluidos los domingos. Las
condiciones de trabajo eran altamente riesgosas sobre todo en las salitreras. En estas no había siquiera
libertad de comercio para el obrero, pues se le pagaba en fichas que eran canjeables solo en la pulpería o
negocio de la oficina salitrera.
3.5.2.4.- Educación
Los niveles en educación eran muy bajos, aunque fueron mejorando durante esta época. Para el
censo de 1854 sobre una población de 1.439.120 almas, eran 183.898 personas (12,78%) las que sabía
leer y 153.294 personas (10,65%) las que sabía escribir129. Los índices de analfabetismo alcanzaban el
49.7% en 1907 y, al rededor, de un 36.7% hacia 1920. Se puede apreciar, entonces, que en este ámbito
hubo una mejoría en estos años.
3.5.3.- Las protestas obreras
3.5.3.1.- Los obreros se habían venido organizando en mutualidades, sociedades de resistencia,
mancomunales e, incluso, políticamente, a través del Partido Democrático y, posteriormente, del Partido
Obrero Socialista en 1912 (futuro Partido Comunista).
Las mutualidades son organizaciones cuya función es reunir aportes regulares en dinero de los
asociados para hacer frente a riesgos futuros en ámbitos de salud, vejez o muerte, o favorecer la
educación. Estas entidades agrupaban a obreros y artesanos de una determinada área (también hubo
algunas que aceptaron a empleados y profesionales) y tenían objetivos materiales y culturales de ayuda:
en caso de enfermedad; a la viuda y los hijos menores; para la sepultura y el funeral; o para fomentar la
instrucción y moralidad. Precursoras de ellas fueron la Sociedad de la Igualdad (1849), Sociedad Unión de
Tipógrafos (1853), la Sociedad Unión de Artesanos (1862) y, de ahí, creció permanentemente: 13, en
1870; 39, 1880; 76, 1890; y 547, 1913 (91.700 asociados). Las sociedades de resistencia son
organizaciones que nacieron para enfrentar unidos a la patronal en conflictos laborales. La primera
parece haberse dado en 1898 entre los obreros metalúrgicos de ferrocarriles y terminó con la regulación
legal de los sindicatos (1924). Las mancomunales fue una unión de organizaciones populares de distintos
tipos que se dio a nivel de ciudades para convocar a acciones de diferente naturaleza (1900-1907).
3.5.3.2.- Las primeras protestas:
a) La primera protesta fue la huelga de Tarapacá en 1890 en contra del sistema de pago por
fichas. En esa ocasión paralizaron los operarios de las salitreras y los lancheros y jornaleros de Iquique.
Terminó con serios incidentes en varias oficinas, además, del incendio en la oficina de San Donato.

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b) En 1903 se produjo la huelga de los trabajadores portuarios de Valparaíso, por la negativa a
concederles mejores salarios y la reducción de horas de trabajo. Hubo graves incidentes con la policía
que culminaron con 50 muertos y 200 heridos.
c) En 1905 hubo una manifestación popular en Santiago por el precio de la carne. Se buscaba
una mejora en los precios de la carne argentina, eliminando su impuesto. Esta manifestación mantuvo a
la ciudad durante 3 días en una aflictiva situación con resultado de 70 muertos y 300 heridos.
d) En 1906 hubo una insurrección popular en Antofagasta dirigida por el líder del proletariado
Luis Emilio Recabarren.
e) En 1907 paralizaron 30.000 trabajadores de las salitreras, 15.000 operarios se dirigieron al
puerto para mediar en el conflicto. Hubo una fuerte represión militar que terminó con 2.000 muertos.
3.5.3.3.- Hubo una segunda fase de revueltas:
a) En 1920 hubo un asalto a la federación Obrera de Magallanes.
b) En 1921 se produjo la matanza en la oficina salitrera de San Gregorio.
c) En 1925 se produjeron situaciones semejantes en las oficinas de La Coruña y Galicia.
Evidentemente, con este clima fueron proliferando las Mancomunales Obreras, se radicalizó el
Partido Demócrata, se difundieron las ideas socialistas, crecieron los grupos anarquistas y, sobre todo,
aumentaron los desórdenes y huelgas.
3.5.4.- Legislación social
3.5.4.1.- Como ya se ha dicho, durante el período parlamentario la capacidad para enfrentar los
problemas de los grandes sectores del país era bastante mínima. Por ello, la legislación social era escasa
y la tramitación de los proyectos de ley, lenta.
3.5.4.2.- Hasta 1900 hay un enorme vacío legislativo (en términos cualitativos y cuantitativos) respecto
de las relaciones entre patrón y obrero. El silencio de la ley es morigerado por algunas disposiciones
aisladas de los códigos civil (1855), de Comercio (1865), de Minas (1888) y de Procedimiento Civil (1902),
fuertemente influidos por las teorías del liberalismo individualista clásico. De este modo, sin una técnica
jurídica diferente para abordar temas relativamente nuevos como los vinculados al contrato de la
persona asalariada y dependiente, se usan disposiciones asistemáticas y desvinculadas que ofrece la
legislación liberal tradicional sobre arriendo de servicios o inembargabilidad de sueldos y salarios, entre
otras.
3.5.4.3.- Poco a poco, algunos sectores y, más específicamente, personas, van impulsando una reflexión
y propuestas sobre estos temas. Así, por ejemplo, Arturo Alessandri Palma –posteriormente, Presidente
de la República– hizo su tesis para licenciarse en Derecho en el tema de habitaciones obreras (1892). En
el mismo sentido, cabe destacar que, entre las tres primeras generaciones de egresados de la Facultad
de Derecho de la Universidad Católica, sobre un universo que apenas excede de las veinte personas, seis
de ellas realizaron sus tesis sobre temas relativos a la cuestión social130. Entre estas destaca la de Juan
Enrique Concha, de la primera generación (1899), titulada precisamente Cuestiones Obreras.
Las dos colectividades que mostraron un mayor espíritu renovador respecto de la situación social
fueron el Partido Radical y el Partido Conservador. Es así como los radicales en 1906 de la mano de
Valentín Letelier, aunque con la oposición de sectores como los representados por Enrique Mac-Iver,,
cambiaron su planteamiento, vinculando su proyecto político principalmente a los problemas de los
sectores trabajadores. Letelier fue influido por el socialismo de estado o de cátedra, propio de Alemania,
cuyo principio era proteger al proletariado para evitar que cayera en manos del socialismo

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revolucionario131. Por su parte, el Partido Conservador, hasta fines del siglo XIX, había visto el problema
social desde un punto de vista paternalista. Para ellos el problema se solucionaba más con compasión y
limosna que con justicia y, por eso, eran los grandes promotores de las obras de caridad y algunos de sus
miembros continuó considerando que el problema era ajeno a las cuestiones políticas o jurídicas. Sin
embargo, una parte de su juventud se vio incitada, intelectual y prácticamente, por la Doctrina Social de
la Iglesia que, inspirada en la reflexión de religiosos y laicos católicos europeos de mediados del siglo XIX,
tiene por inicio formal la encíclica de León XIII, Rerum Novarum (1891). Nació, así, la corriente social
cristiana dirigida por Juan Enrique Concha, hombre de primera línea en la lucha social y de profunda
influencia en la legislación social del período. Esta primera oleada de social cristianismo no planteará
soluciones globales, sino que, más bien, leyes de beneficencia y modificaciones legales específicas; en el
fondo, se trata de marcar las distancias con el liberalismo y con el socialismo; en materia política, no
tiene reparos con el sistema parlamentario. Por otra parte, este primer cristianismo social enfatizará
también la dimensión ética del problema, planteando, entre otras cosas, las obligaciones morales que
pesan sobre el núcleo dirigente.
3.5.4.4.- El asunto, poco a poco, comenzó a preocupar al Congreso como cuerpo. Es así como entre 1904
y 1919 se enviaron 3 comisiones para investigar las condiciones de vida en las salitreras. La primera
señaló que el problema de la Cuestión Social no era sólo económico, sino también moral, es decir, el
abandono espiritual en que se tenía a los sectores obreros.
3.5.4.5.- También, algunos intelectuales mostraron preocupación por el problema, particularmente, por
lo que decía relación con la educación. En esta línea se encontraban Nicolás Palacios, Francisco Antonio
Encina y Guillermo Subercaseaux.
También la Iglesia Católica expresó su preocupación, fundamentalmente, a través de las Cartas
Pastorales.
3.5.4.6.- Entre 1900 y 1920 se produce una evolución de la legislación laboral. Así, se pueden encontrar
los primeros proyectos de legislación social:
a) En 1900 el diputado conservador Francisco Rivas Vicuña presentó un proyecto para crear el
Patronato Nacional de Habitaciones Obreras, destinado a fomentar la construcción y velar por la
salubridad e higiene de estas. Este proyecto se unió a otros similares y, durante largo tiempo, estuvieron
pendientes, solo en 1906 fue aprobada la Ley de Habitaciones Obreras.
b) En 1901, el diputado demócrata Malaquías Concha presentó un proyecto de “Ley sobre el
trabajo de los menores, salubridad y seguridad de los talleres”, el que incluía proposiciones respecto de
la protección de la niñez y racionalización de la jornada de trabajo.
c) En 1907 se dictó la Ley de Descanso Dominical que fue complementada, en 1915, por la Ley
Nº 2.977 que reglamentaba los días festivos.
d) En 1915 se dictó la Ley Nº 2.951 sobre sillas para los empleados y obreros.
e) En 1916 se dicta la Ley Nº 3.170 de Accidentes del Trabajo, una de las más importantes
normas de justicia social y protección obrera, prácticamente, da origen al sistema de seguridad social
chileno. El inicio del debate estuvo en el proyecto que presentara en 1904 el diputado conservador
Alejandro Huneeus, aunque su arquitectura jurídica fundamental siguió el planteamiento del que
presentara en 1909 otro diputado conservador y profesor de derecho civil de la Universidad Católica,
Alfredo Barros Errázuriz.

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f) En 1917 se dicta la Ley de Salas Cuna que salvaguarda los derechos de las mujeres
trabajadoras.
g) En 1919 se dicta la ley que crea la Junta Permanente encargada de mediar en conflictos
laborales.
h) El 2 de junio de 1919 un grupo de senadores conservadores presentó un proyecto que
abarcaba materias tales como contrato de trabajo, conflictos colectivos, asociaciones obreras,
sindicatos legales, arbitraje obligatorio y tribunales de conciliación. (Era, prácticamente, lo que
podríamos denominar un Código del Trabajo.) El proyecto tenía 24 artículos y estaba orientado a las
modernas necesidades de protección social y a satisfacer las legítimas aspiraciones obreras, sin
embargo, no fue aprobado por el Congreso.
3.5.4.7.- Si bien es cierto que el período antes señalado es mucho más fecundo en materia de legislación
social que lo que había sucedido anteriormente, no es menos cierto que las leyes eran sólo normas
aisladas, carentes de estructura y vinculación.
En general, están inspiradas en la corriente social cristiana, aunque manteniendo un espíritu de
caridad y beneficencia. A ello se suma la poca fiscalización, pues no existían entes que se encargaran de
velar por su cumplimiento. Sin embargo, este período sirve para cambiar la mentalidad y, así, los actores
van tomando conciencia de la cuestión social.
La verdad es que habrá que esperar la llegada de don Arturo Alessandri Palma a la Presidencia de
la República para que se presenten un conjunto de leyes sociales mucho más estructuradas. Sin
embargo, ni el propio Presidente fue capaz de lograr su aprobación en el Congreso, el que solo las llegó a
despachar por la presión ejercida por la oficialidad joven del Ejército que se hizo presente en la Sala del
Congreso en el suceso llamado “ruido de sables”.

Capítulo 4 Arturo Alessandri Palma y Constitución de 1925

4.1.- Asunción de Alessandri Palma y Génesis de la Constitución


4.2.- Principales aspectos de la Constitución de 1925
4.2.1.- Separación de la Iglesia y el Estado.
4.2.2.- Poderes del Estado y nuevas relaciones entre ellos: sistema presidencial
4.2.3.- Garantías constitucionales
4.2.4.- Otros aspectos relevantes

4.1.- Asunción de Alessandri Palma y Génesis de la Constitución


4.1.1.- Arturo Alessandri se convirtió, en 1920, en el candidato del proletariado y de la clase media; se lo
vio como la persona que podía solucionar los problemas del parlamentarismo, no obstante que, hasta
esa fecha, había sido uno de sus principales representantes.
En efecto, Arturo Alessandri era un parte del grupo social y político que había controlado el
poder durante el parlamentarismo, incluso, había sido partidario del Congreso en la revolución de 1891.
En 1897 es elegido diputado por Curicó; en 1898 es nombrado Ministro de Industrias y Obras Públicas;
en 1900, es reelegido diputado por Curicó, lo que se repitió en 1903 y 1906; y, en 1909, fue elegido
diputado por Vichuquén. En 1915 decide ser candidato a Senador por la Región de Tarapacá. Los

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radicales pretendían el cargo, siendo su candidato don Juan Castellón, y también los balmacedistas que
lo pretendían para Oscar Viel. El Gobierno adopta la posición de favorecer las otras candidaturas y usa la
intervención electoral en contra de Alessandri. En el norte hay cesantía y miseria, y Alessandri interpreta
a los sectores trabajadores y adopta un discurso de reivindicación en contra de la oligarquía santiaguina,
ganándose el apoyo de los sectores populares que le darán su voto y lo convertirán en el “León de
Tarapacá”. Esta elección marcó un cambio importante en el futuro de Alessandri, lo convirtió en un líder
que representaba a los sectores populares 132.
4.1.2.- A comienzos del siglo XX se produjeron importantes cambios en Hispanoamérica. Ellos
anunciaban la irrupción de las masas al escenario político.
En el resto de la Continente la renovación se expresó de distintas maneras. Así, mientras en
México se producía la primera revolución del siglo XX (noviembre de 1910) en contra del régimen de
Porfirio Díaz, en Chile, Argentina y Uruguay, aparecen figuras carismáticas que intentan canalizar los
cambios y transformaciones. En este sentido, Arturo Alessandri habría cumplido un papel semejante al
de Hipólito Irigoyen en Argentina o al de José Batlle y Ordóñez en Uruguay, es decir, el de un líder
carismático y populista 133.
De este modo, Arturo Alessandri llegará a ser candidato en 1920 en representación de la Alianza
Liberal integrada por radicales, liberales, balmacedistas y democráticos. Su principal contendiente fue
Luis Barros Borgoño, apoyado por la Unión Nacional. En tanto, el Partido Obrero Socialista levantó como
candidato a Luis Emilio Recabarren y denunció la falsedad de Alessandri 134. La campaña de Alessandri fue
popular; mientras que la de su contendor de la Unión Nacional era la típica campaña del
parlamentarismo, alejada de las grandes masas.
En todo caso, cabe tener presente que la población inscrita para votar no alcanzaba al 10% 135 y
que, de los 383.331 inscritos, votó menos del 50%: 166.115 personas. El resultado fue muy estrecho.
Alessandri obtuvo una ventaja de cinco electores por sobre Barros Borgoño. Debía calificar las elecciones
el Congreso, que era, mayoritariamente, opuesto a Alessandri. Por ello, sus seguidores promovieron una
instancia neutral. Se formó así el Tribunal de Honor que, en el plazo de un mes, resolvió darle el triunfo a
Alessandri por 1 elector. El sistema indirecto favoreció al León, ya que de considerarse la suma total de
sufragios que contabilizó el Tribunal, el resultado habría favorecido a Barros 136.
En todo caso, no hay que pensar que esta última votación presidencial del régimen
parlamentario fue la única estrecha de aquella época. Por el contrario, ya la elección anterior de 1915
que se llevó a cabo entre Juan Luis Sanfuentes −apoyado por la Coalición que incluía al Partido Liberal-
Democrático, al Nacional y al Conservador− y Javier Ángel Figueroa −apoyado por la Alianza Liberal
conformada por el Partido Liberal, el Radical y el Demócrata−, había sido estrecha, apasionada y había
generado gran división entre los bandos. Así, Sanfuentes le había ganado a Figueroa por 4 votos
electorales (179 contra 175) y como ninguno de los candidatos había obtenido mayoría absoluta, por el
hecho de haberse anulado varios electores, tuvo que decidir el Congreso, inclinándose por el primero. En
esta campaña hubo bastante violencia, por ejemplo, en el sur murió en un duelo con un adversario
político −le dispararon por la espalda− el diputado Guillermo Eyzaguirre que había viajado a Castro,
delegado por la Alianza Liberal para vigilar las elecciones en ese lugar137. Este Eyzaguirre era el mismo al
que nos referimos anteriormente y que, junto a Jorge Errázuriz, escribiera la monografía de una familia
obrera y que fuera el primer trabajo empírico sobre la materia en Chile,.

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4.1.3.- Don Arturo Alessandri llegó al Gobierno impulsado por las promesas de reformas en el campo
social. Pero, a poco de asumir, prometió también reformas a la Constitución que tenían por objeto
disminuir las atribuciones del Congreso. Así, proponía que el Presidente pudiera disolver la Cámara de
Diputados por una vez dentro de su período; disminuir las atribuciones políticas del Senado,
concentrándolas en la Cámara; unificar las leyes periódicas de modo que todas se vieran en conjunto;
reformar los reglamentos de la Cámara; reformar la ley electoral para evitar el cohecho y la intervención;
etc. Sin embargo, estas reformas, no se presentaron sino hasta bien avanzado su período, en 1924, ya
que ese año, producto de la intervención electoral del Gobierno en las elecciones parlamentarias,
ganaron los candidatos de Alessandri (los aliancistas). En todo caso, a pesar de contar con la mayoría del
Congreso, el Presidente no pudo aprobar sus proyectos de reformas sociales y políticas.
4.1.4.- En la era Alessandri hubo un aumento progresivo del caos político y del desorden administrativo:
(i) la ley de presupuesto del año 1923 no se aprobó sino hasta octubre de ese año y la de 1924, sólo en
septiembre de ese mismo año; (ii) se acusó al Presidente de intervención electoral (1924); (iii) los
militares, sobre todo la oficialidad joven (entre la cual se encontraba Carlos Ibáñez del Campo),
expresaban su malestar por los sueldos bajos e impagos, y por una carrera militar, prácticamente,
cerrada, ya que los oficiales de mayor graduación no se acogían a retiro, lo que impedía que los jóvenes
ascendieran.
En este clima, a inicios de septiembre de 1924, el Senado despachó un proyecto de ley sobre
dieta parlamentaria, en tanto que los proyectos de leyes sociales, de mejoras para el Ejército y de
reformas constitucionales, estaban pendientes. En estas condiciones, la oficialidad joven concurrió a las
sesiones del Congreso para ejercer presión. Una delegación de oficiales le hizo ver al Presidente, el 5 de
septiembre, cuáles eran sus exigencias. El Presidente reconoció que ellas eran totalmente coincidentes
con las reformas propuestas por él y, así, esa misma noche, juró un nuevo Gabinete en que asumió como
Ministro del Interior el Inspector General del Ejército, don Luis Altamirano. Así, el 8 y el 9 de septiembre,
se despacharon por el Congreso, y se promulgaron por el Presidente, una serie de leyes exigidas por los
oficiales. Entre ellas, la ley de presupuesto de 1924 (lo que permitía pagar los sueldos); la ley de planta
del Ejército; el aumento de sueldos de las fuerzas armadas; y las leyes sociales que establecían, entre
otras materias, el contrato de trabajo, los sindicatos, un seguro obrero, conciliación y arbitraje en
materia laboral. La rapidez con que se aprobaron estas normas obedeció a la presión de los militares.
Sin embargo, Alessandri no fue capaz de controlar el movimiento militar. Así, los ministros
militares, generales Altamirano, Bennett y el almirante Neff, le exigieron su renuncia. La oficialidad joven
que había iniciado el movimiento, organizados en un Comité o Junta Militar, propusieron que Alessandri
pidiera un permiso. Alessandri renunció, el Congreso no aceptó la renuncia, pero le dio permiso por 6
meses para que saliera del país. El 10 de septiembre sale Alessandri y el 11, los ministros militares,
clausuran el Congreso y asumen el poder. Aceptan, por decreto, la renuncia de Alessandri y convocan a
elecciones parlamentarias y presidenciales. Los oficiales jóvenes –incluidos Carlos Ibáñez y Marmaduke
Grove- desconfían de los generales y almirantes, y de sus vínculos con los líderes unionistas. Esa
desconfianza aumenta con el anuncio formal de la Unión de tener por candidato a don Ladislao Errázuriz.
Por ello, terminan dando un golpe y la nueva Junta, el 23 de enero de 1925, exige el regreso de
Alessandri –como lo estaban pidiendo liberales y radicales– para que terminara su período 138. Alessandri
acepta la petición con la condición de que las Fuerzas Armadas vuelvan a sus funciones y se pueda llevar

71
a cabo una Asamblea Constituyente para reformar la Constitución. Alessandri vuelve, en gloria y
majestad, el 20 de marzo de 1925.
4.1.5.- Los primeros días de abril el Presidente convocó a más de 100 personalidades para tratar sobre el
tema de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, el Presidente manifestó la dificultad de convocar, con
los registros electorales que existían, a una Asamblea de este tipo. Fue así como, pocos días después,
designó una Gran Comisión Consultiva para analizar este problema. Esta Comisión estuvo compuesta, en
definitiva, por más de 100 personas, entre las que había personas de todos los partidos políticos. Fue
dividida en dos Subcomisiones. La primera se dedicaría a preparar el proyecto de reforma constitucional
y, la segunda, a considerar la manera en que serían aprobadas estas reformas.
La Subcomisión de reformas funcionó presidida por el propio Arturo Alessandri, secundado por
su Ministro de Justicia y uno de los verdaderos autores del texto constitucional, José Maza Fernández.
Rápidamente, esta Comisión optó por un sistema que reforzaba, abiertamente, los poderes del
Presidente de la República.
Entretanto, la segunda Subcomisión que estudiaría la forma en que se aprobaría esta reforma
constitucional, apenas tuvo 3 sesiones, en que las posiciones estuvieron muy divididas, y en que no se
llegó a acuerdo alguno. Unos querían que las reformas fueran aprobadas por una Asamblea
Constituyente de elección popular, otros, por una Asamblea Constituyente de elección o base gremial e,
incluso, un tercer grupo, deseaba que el proyecto se sometiera a un plebiscito.
4.1.6.- En definitiva, el Presidente Alessandri, temiendo que la Asamblea Constituyente pudiera reformar
el presidencialismo que contenía el proyecto, puesto que la mayoría de los partidos se oponía a ese
sistema y deseaba que las reformas se limitaran a ordenar el sistema parlamentario, decidió convocar a
un plebiscito para agosto de 1925. Este sería el sistema propuesto para aprobar o rechazar la nueva
Constitución.
Los partidos, Conservador, Radical y Liberal Unido llamaron a abstenerse y, si bien el plebiscito
arrojó como resultado una abrumadora mayoría para el proyecto de reforma constitucional presentado
por el Presidente Alessandri, la verdad es que la abstención fue superior al 50%. Es decir, la Constitución
de 1925 no logró el apoyo de la mayoría de los electores, sino sólo de los que lo votaron. De todas
maneras, y como consecuencia del resultado electoral, el 18 de septiembre de 1925 se promulgó la
nueva Constitución.
4.2.- Principales aspectos de la Constitución de 1925:
4.2.1.- Separación de la Iglesia y el Estado.
Se establece la separación formal entre Iglesia y Estado. Por tanto, se termina con el patronato
sobre la Iglesia (disposición primera transitoria que deroga todas las leyes referidas a esto, además, de
las normas constitucionales de la carta de 1833 que hacían alusión a estas facultades) y se consagra la
libertad de cultos (art. 10 Nº 2)139. Sin embargo, en la práctica, se reconoce a la Iglesia Católica
personalidad jurídica de derecho público, lo que no se hace con ninguna otra iglesia. Así, no existirá
religión oficial, más bien la fe pasa a ser un asunto privado, pero la Iglesia Católica tiene, en los hechos,
un reconocimiento que no tienen otras instituciones religiosas.
El Estado adopta también una especie de mecanismo para indemnizar a la Iglesia Católica,
pagándole una cantidad de dinero durante cinco años (disposición primera transitoria). El origen de esta
decisión estaba en el hecho de que en 1853 se dictó una ley (calificada de concordataria, pues contaba
con la aprobación y acuerdo de la Sede Apostólica140) por la cual el diezmo fue convertido en un

72
impuesto directo sobre las propiedades rústicas (contribución). En la práctica, se suprimió el diezmo que
se pagaba a la Iglesia, se fijó un nuevo impuesto que cobraba el Estado y este se comprometió (acuerdo
internacional con la Iglesia o concordato) a sostener los gastos de la Iglesia mediante un presupuesto
para el culto, el que, evidentemente, con la separación se iba a eliminar141.
Todos estos asuntos, que facilitaron la separación de la Iglesia del Estado, habían sido
negociados personalmente por Arturo Alessandri en el Vaticano, durante su exilio, con el Cardenal
Gasparri.
Así, en la nueva Constitución se elimina la mención a una religión oficial y el juramento
presidencial −que ahora puede ser reemplazado por una promesa de quien asume la primera
magistratura− se reduce a las obligaciones que el mandatario asume sobre la patria y la legalidad,
haciendo desaparecer la responsabilidad que tenía sobre la religión en el anterior texto (art. 70).
4.2.2.- Poderes del Estado y nuevas relaciones entre ellos: sistema presidencial
a) El Presidente de la República pasará a ser elegido directamente por los ciudadanos, su período
durará 6 años y no podrá ser reelegido para el período inmediato.
Ahora, cuestión todavía más relevante, a la luz de la experiencia constitucional, era resolver
claramente la relación entre el Presidente, los ministros y el Congreso. La nueva Constitución, reforzando
su opción presidencial, establece:
− Que el Presidente será quien nombre y remueva a los Ministros y, expresamente, se indica la
incompatibilidad entre ministro y congresista (arts. 28, 30 y 72 Nº 5).
− Además, se indica que los acuerdos y observaciones que adopte la Cámara de Diputados en su tarea
fiscalizadora no comprometerán la responsabilidad política de los ministros (art. 39 Nº 2). Aunque se
mantiene la posibilidad de su acusación constitucional.
− Por último, a diferencia de la Constitución anterior, será el Presidente, al inaugurar le legilatura
ordinaria cada 21 de mayo, quien rinda cuenta al Congreso del estado de la Nación (art. 56). Los
ministros, por su parte, darán cuenta al Presidente de la situación de cada una de sus carteras y le
propondrán el presupuesto anual (art. 77).
b) El Congreso mantendrá su carácter bicameral y, en general, sus facultades legislativas, aunque se
restringen algunas atribuciones para iniciar ciertos proyectos de ley. Sin embargo, lo más relevante, es:
− Eliminación de 3 leyes periódicas, de las 4 existente, subsistiendo solo la de presupuesto. Pero, para
evitar su retención, se establece que el Congreso deberá pronunciarse respecto de ella dentro de
cierto plazo desde que le fuera remitida, de lo contrario se entenderá aprobado el proyecto
presentado por el Presidente. Además, el Congreso no puede aprobar ningún nuevo gasto, sin crear
o indicar, al mismo tiempo, las fuentes para ello (art. 44 N° 1, 4 y 9).
− La calificación de las elecciones del Presidente (como también de diputados y senadores) deja de
estar en poder del Congreso y pasa a ser ejercida por una magistratura independiente: Tribunal
Calificador (art. 63 inciso 2°, también 26 y 79). Sin embargo, en caso de que ningún candidato
obtenga mayoría absoluta para ocupar el cargo de Presidente de la República, el Congreso Pleno
elegirá entre los dos que hubieren obtenido las más altas mayorías relativas (art. 64, inciso 2°).
− Se permite acusar por responsabilidad constitucional y destituir, cuando corresponde, al Presidente
de la República durante su mandato y hasta 6 meses después que este haya terminado (arts. 39 Nº
1.a y 42 Nº 1)

73
− Se establece el deber constitucional de fijar, en los reglamentos de cada uno de los cuerpos de que
se compone el Congreso, la clausura del debate (art. 58 N° 2).
− La posibilidad de restringir por ley la libertad personal, la de imprenta, el derecho de reunión (este
también se puede suspender) hasta por 6 meses cuando sea necesario para “la defensa del Estado”,
la “conservación del régimen constitucional o de la paz interior” (art. 44 N° 13). A su vez, conforme
al art. 72 N° 17: (a) en caso de guerra el Presidente puede declarar en “estado de asamblea” las
provincias invadidas; (b) en el de ataque exterior, “estado de sitio” en uno o varios puntos del país; y
(c) para las situaciones de conmoción interior el Congreso podrá decretar el “estado de sitio” con el
Presidente, pero si aquel no está reunido, podrá decretarlo, sin su concurrencia, por un cierto
tiempo.
c) A su vez, se establecen amplias atribuciones al Presidente como colegislador, entre ellas:
− En materia de ley de presupuesto (arts. 44 Nº 4 y 45, inciso 2º)
o Iniciativa exclusiva del Presidente para el aumento de los gastos variables
o Iniciativa exclusiva del Presidente para alterar el cálculo de entradas
o Iniciativa exclusiva del Presidente para suplementos al presupuesto
− La posibilidad de establecer urgencias para el despacho de proyectos de leyes (art. 46)
− El veto presidencial para un proyecto de ley, el que puede ser vencido por el Congreso si ambas
cámaras insisten por los dos tercios de sus miembros presentes (art. 54).
d) En el ámbito de los tribunales de justicia, las mayores novedades están constituidas por las
siguientes cuestiones:
− Que el capítulo que los tratada (VII) se va a titular “Poder Judicial” y no ya “De la Administración de
Justicia”, como se llamaba el capítulo (VIII) en la carta de 1833.
− Que la designación de los jueces y ministros de corte quedó entregada al Presidente de la República,
previo envío de ternas o quinas, según el caso, por parte del propio Poder Judicial (art. 83).
− La incorporación de un control específico de constitucionalidad de la ley a través del recurso de
inaplicabilidad, que se explica más adelante (art. 86).
− El mandato de establecer por ley Tribunales Administrativos para conocer de reclamaciones contra
decisiones de las autoridades políticas y administrativas, que no correspondan a otros tribunales. En
la práctica nunca se dictó la mentada ley (art. 87).
4.2.3.- Garantías constitucionales
a) Esta Constitución significó la consolidación de la ampliación de las llamadas libertades políticas
que, desde transformaciones constitucionales y legales, venía expandiéndose desde mediados del siglo
anterior. Así:
− Se consagra constitucionalmente la ampliación del sufragio, aunque no todavía a la mujer (art. 7°).
− Se reemplaza la libertad de imprenta (publicar por la imprenta) propia del cnstitucionalismo del XIX
por la libertad de expresión —emitir opiniones de palabra o por escrito, por la prensa o de cualquier
otra forma— (art. 10 Nº 3).
− Se incorpora la libertad de culto y de conciencia (art. 10 Nº 2)
b) Hay una importante novedad que consiste en la acogida en el texto constitucional de lo que
actualmente la doctrina llama derechos sociales y económicos (derechos de segunda generación o,
también, aspiraciones sociales). Es decir, la Constitución contemplará no sólo los clásicos derechos civiles

74
y políticos del liberalismo (igualdad, propiedad, seguridad y libertad), sino que un conjunto de nuevos
conceptos estrechamente unidos a los nuevos fines sociales del Estado. Esto será influencia directa de las
constituciones mexicana de 1917 y de la República de Weimar de 1919. Así, por ejemplo, se consagrará
la idea de que el ejercicio del derecho de propiedad está sometido a limitaciones (art. 10 Nº 10 inciso 3º)
y los conceptos de protección al trabajo, a la industria y a la previsión social para proporcionar a cada
habitante un mínimo de bienestar; la idea de la división de la propiedad y la constitución de la propiedad
familiar; y el deber del Estado de velar por la salud pública y el bienestar higiénico (art. 10 Nº 14, incisos
1º, 2º y 4º).
c) En efecto, la nueva Constitución de 1925, contemplará en su artículo 10° que señala “La
Constitución asegura a todos los habitantes de la República”, tantos los derechos individuales clásicos,
como los nuevos derechos económicos y sociales, además de establecer nuevos fines para el Estado. Así,
se establecerán:
− Igualdad ante la ley: artículo 10 número 1. Especificada, además, en: la igual repartición de cargas
públicas (10 N° 9); e igualdad en admisión a empleos públicos (10 N° 8);
− Propiedad: artículo 10 número 10, y propiedad intelectual (10 N° 11);
− Seguridad: artículos 11 al 20; y privacidad en artículos 10 N° 12 y 13;
− Libertad: de expresión (10 N° 3); de conciencia y cultos (10 N° 2); de enseñanza (10 N° 7); de
movilización (10 N° 15); y las llamadas libertades conservadoras 142: de reunión (10 N° 4); de
asociación (10 N° 5); y derecho de petición (10 N° 6).
− Se mantie como obligación del Estado atender preferentemente a “la educación pública” (inciso 2°,
número 7°, artículo 10°)143
− Se agregarán, asimismo, nuevos fines y obligaciones del Estado, los que, de alguna manera, suponen,
derechos correlativos:
✓ “el mantenimiento y el progreso del orden social”, lo que comprende, entre otras cuestiones,
los intereses generales del Estado, la salud de los ciudadanos y la salubridad pública (inciso 3°,
número 10°, artículo 10°)144.
✓ “proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus
necesidades personales y a las de su familia” (inciso 1°, número 14°, artículo 10°)145.
✓ “propenderá a la conveniente división de la propiedad” (inciso 2°, número 14°, artículo 10°)
✓ “propenderá a la constitución de la propiedad familiar” (inciso 2°, número 14°, artículo 10°)
✓ “velar por la salud pública y el bienestar higiénico del país” (inciso 4°, número 14° del artículo
10°)
− A su vez, en materia de nuevos derechos o garantías se establecen los siguientes:
✓ “la protección al trabajo, a la industria, y a las obras de previsión social” (inciso 1°, número 14°,
artículo 10°)
✓ “la habitación sana” (inciso 1°, número 14°, artículo 10°)
✓ “las condiciones económicas de la vida, en forma de proporcionar a cada habitante un mínimo
de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su familia”
(inciso 1°, número 14°, artículo 10°)

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d) En el fondo, el establecimiento de estos nuevos derechos, unidos a los demás cambios que traerá
el sistema institucional, significan un profundo cambio en el discurso de legitimidad de esta época. Pero,
esto es un asunto que dejaremos para el capítulo siguiente.

4.2.4.- Otros aspectos relevantes:


a) Hay reglas que, proviniendo de la Constitución anterior, se mantienen en la actual y, por tanto, se
podría decir que se consolidan ciertos principios en el derecho público chileno. Entre estos, cabe
destacar:
✓ La nulidad de derecho público (arts. 3°, 4 y 23): son nulos y no producen efecto los actos
realizados por la autoridad más allá de sus atribuciones y derechos expresos, así como las
decisiones adoptadas bajo presión.
✓ La legalidad del gasto público (art. 21): el Estado no puede efectuar pagos, por tanto, realizar
gastos, sin un decreto emanado de la autoridad respectiva en que se exprese la ley que lo
autorice.
✓ La obediencia y no deliberación de la fuerza pública (art. 22)
b) Se introduce un control de constitucionalidad de la ley por parte de los Tribunales de Justicia,
específicamente, por la Corte Suprema a través del recurso de inaplicabilidad (art. 86). La idea era que el
máximo tribunal, requerido para ello, estando pendiente la resolución de un asunto particular en otro
tribunal, pudiera decretar inaplicable, para ese caso, cualquier precepto legal que sea contrario a la
Constitución.
c) Se introduce un sistema de reforma constitucional mucho más simple y flexible que el
contemplado en la Constitución del ’33 (arts. 108-110). Así, la reforma requiere la aprobación de la
mayoría de los miemebros en ejercicio de cada uno de los cuerpos que componen el Congreso (Cámara y
Senado) y, luego, del Congreso Pleno.
El Presidente de la República puede observar el proyecto de reforma que se le enviare. Si ambos
cuerpos aprueban las observaciones, entonces, se remite para la promulgación de la reforma; si el
Congreso, en cambio, insiste en su posición por los 2/3, el Presidente de la República, o promulga o
convoca a plebiscito dentro de un cierto plazo para que la ciudadanía resuelva la controversia. La
aplicación concreta de esta normativa y las omisiones del texto constitucional (para el caso que el
Congreso ni aprobara lo observado por el Presidente, ni insistiera por los 2/3) fue otro de los conflictos
jurídicos que se produjeron entre el Congreso y el Presidente de la República en el gobierno de la Unidad
Popular (1970-1973)

Capítulo 5 Desarrollo institucional hasta 1973

5.1.- Introducción.
5.2.- Características del Sistema Político
5.2.1.- Crisis de los conceptos Estado y Sociedad
5.2.2.- Restauración del Gobierno de Partido
5.2.3.- Hipertrofia de los poderes del Presidente
5.2.4.- Disminución de los poderes del Congreso
5.2.5.- Hipertrofia de los Partidos Políticos.

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5.2.6.- Neutralidad de Principios del Estado.
5.2.7.- Importancia de los Militares, sobretodo a partir de 1960 en adelante.
5.2.8.- Reformas constitucionales 1925-1973
5.3.- Características del Derecho Público
5.3.1.- Proteccionismo
5.3.2.- Intervencionismo del Estado en la Economía
5.3.3.- Manifestaciones del proteccionismo y del intervencionismo
5.3.3.1.- Estado Recaudador
5.3.3.2.- Estado Productor y Planificador
5.3.3.3.- Estado Empleador y Burocrático
5.3.3.4.- Estado expropiador
5.3.3.4. 1.- Reforma Agraria
5.3.3.4. 2.- Nacionalización Del Cobre
5..3.3.4.3.- Resquicios Legales
5.1.- Introducción
5.1.1.- El desarrollo institucional y jurídico del siglo XX está fuertemente marcado por un importante
cambio en el paradigma de lo que se entiende por buen gobierno. En efecto, los ideales del buen
gobierno y, por tanto, el contenido concreto de lo que debe ser la acción de la potestad, así como los
instrumentos para llevarla a cabo, son la base fundamental del discurso de legitimidad del ejercicio del
poder, en todas las épocas. En buenas cuentas, fines y medios, constituyen el criterio con el cual se mide,
a la larga, a los gobernantes.
La Ilustración significó un evidente giro respecto de los conceptos tradicionales sobre el buen
gobierno y los medios para alcanzarlo; estos tenían como modelo el reino de Dios que, como enseña San
Pablo en la carta a los Romanos (14,17), “no es comida ni bebida, sino justicia, y paz, y gozo en el Espíritu
Santo”. En consecuencia, el sistema tradicional reconocía que el fin del buen gobierno eran la justicia y
la paz, de la cual surgía el bien común temporal para el que había dos tareas principales del gobernante.
La primera, que podríamos describir como vinculada al orden espiritual, consistía en la obligación del
soberano de proteger y amparar a la Iglesia para contribuir, así, a la difusión de la fe, es decir, de la
buena nueva: la salvación de la muerte y el pecado por obra de Cristo. La segunda tarea, que podríamos
describir como propia del orden material, tenía que ver con el deber del gobierno de amparar en justicia
y paz a los vasallos, y protegerlos en caso de guerra. En el fondo, la monarquía tradicional reconocía
varias cosas fundamentales: primero, que había un bien común temporal; segundo, que el principal
deber de la autoridad era proteger al pueblo frente a sus enemigos (espirituales o corporales) y,
esencialmente, ser un régimen de justicia. No aspiraba a más, ni a menos. Se trata de que la comunidad
política existente se sustente en el derecho, en uno que no es el producto del absolutismo soberano
(regio o popular) que no reconoce otro vínculo más que su propia voluntad, sino el fruto de un orden
racional que reconoce la primacía de la ley natural, la costumbre y el pacto, incluso, por sobre la ley
escrita del gobernante. En síntesis, se trata de una comunidad política sometida a la justicia.
La Ilustración cambió esto al establecer nuevos objetivos para el gobierno, lo que se origina en
un escepticismo sobre la existencia de un único bien común temporal, de modo que la tarea
gubernamental pasa a ser el establecimiento (consensual) de un orden (público) que genere condiciones
para la búsqueda individual de la felicidad, según cada uno la conciba. Así, aun manteniendo la

77
terminología de bien común, la vació de su contenido esencial, identificándolo con el incremento de los
bienes materiales y la eliminación de las trabas para el despliegue de los fines particulares y privados. En
ese contexto, la ilustración también concibió dos tareas para el gobernante que también pueden
concebirse, la una, de orden espiritual y, la otra, material. Así, la primera, que ya evidentemente no mira
a la trascendencia o salvación, consiste en lograr una cierta virtud en el pueblo para permitir una
convivencia civilizada y armónica entre individuos que persiguen finalidades individuales diferentes 146; y
una finalidad material, indentificada con el progreso. Se deseaba que el pueblo fuera virtuoso para que,
de ese modo, pudiera vivir mejor; se anhelaba el crecimiento material, los caminos, las escuelas, los
hospitales, la industria, el comercio y la agricultura. El concepto era ahora mucho más ambicioso en el
orden temporal, no se limitaba únicamente a mantener en justicia a los vasallos, sino que se aspiraba a la
prosperidad y felicidad pública, a lo que se ha denominado, “hacer felices a las personas”. Como la tarea
será mucho más titánica, los oficios serán remplazados, progresivamente, por órganos de
administración. Se requería de la virtud de la institución, que es permanente, impersonal, capaz de trazar
objetivos de largo plazo, constante en el cumplimiento de las metas y fácil de controlar.
La monarquía absolutista fue la primera forma de gobierno que, en Occidente, adoptó el ideal
ilustrado. Su fracaso se atribuyó, no sin razón, al desgaste, corrupción y decaimiento de su forma
concreta, más que a la transformación que había ocurrido en su interior con relación a la finalidad misma
del buen gobierno. Será el liberalismo, entonces, el que ocupe el vacío dejado por la caída de la
monarquía. Esta filosofía política construirá sus pilares sobre las ruinas de la sociedad tradicional a la que
había contribuido, no poco, el ideal ilustrado. Así, frente a los despojos de corporaciones y estamentos,
levantará el individualismo; ante lo que no era más que privilegio desarraigado de todo deber y razón,
concebirá la igualdad ante la ley; de cara a la realidad de un monarca absoluto carente de valor y
sabiduría, enarbolará la noción del absolutismo de origen democrático (soberanía popular); y mirando la
fachada que, muchas veces, había llegado a ser el bien común, usado en tantas ocasiones como excusa
para la arbitrariedad, se alzará la libertad individual. De este modo, la comunidad política existente y
real, fue reemplazada por la sociedad civil ideal y nacida del pacto social; la justicia que nace del
reconocimiento de la ley natural, la costumbre y el pacto, se transforma en el derecho individual
positivizado.
Así, el liberalismo construirá una nueva forma de gobierno que mantendrá inalterable el ideal
ilustrado de “hacer felices” a las personas, es decir, la tarea de que la misión del gobernante es
promover la felicidad y prosperidad públicas. Los medios para lograrlo, es decir, las formas concretas, sin
embargo, cambiarán y se levantarán la soberanía popular, las libertades individuales positivas y la
separación de poderes como los nuevos dogmas políticos. Sin embargo, la filosofía burguesa, campante
durante buena parte del siglo XIX, se mostrará también incapaz para alcanzar el fin ilustrado del
gobierno. Aquellos grupos de personas más desamparadas y, crecientemente, pauperizadas que, por
cierto, no integran la burguesía, vivirán la libertad del liberalismo como una forma de opresión. Surgirán,
entonces, las diversas formas de socialismo que pondrán el acento en la igualdad real, impuesta desde la
ley, como medio eficaz para alcanzar la felicidad de las personas, su progreso material; así, poco a poco,
se irá identificando dicha felicidad con el bienestar que pasará a ser, entonces, la finalidad del gobierno.
No es una casualidad que aquel artículo de la Constitución de 1925 que sintetiza los planteamientos
debatidos duante su elaboración sobre función, interés o deber social indique expresamente que “La
Constitución asegura a todos los habitantes de la República… 14.º La protección al trabajo, a la industria,

78
y a las obras de previsión social, especialmente en cuanto se refieren a la habitación sana y a las
condiciones económicas de la vida, en forma de proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar,
adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su familia. La ley regulará esta
organización.” (Art. 10 Nº 14)
Así, la idea de bienestar material como finalidad del gobierno —que no es sino una evolución
previsible del ideal ilustrado— contribuirá al nacimiento de los, con posterioridad, denominados
derechos sociales, económicos y culturales. La experiencia del liberalismo del siglo XIX y los efectos de la
cuestión social, junto con las dramáticas consecuencias económicas de la crisis de entre guerras, del crac
de 1929 y la post segunda guerra, conducirán al surgimiento de un creciente proteccionismo e
intervencionismo del Estado como el medio más idóneo para alcanzar esa finalidad de bienestar
material. Así, de la mano de este instrumento y de los nuevos derechos sociales, junto a las libertades
individuales clásicas, a la soberanía absoluta de origen popular y a la separación de poderes, se elaborará
una forma de gobernar que puede ser denominada ilustrada liberal socialista. Es esta forma la que se
desplegará en nuestro país a partir de la Constitución de 1925, la que refleja este nuevo ideal ilustrado
en torno al bienestar material. Se podría decir, entonces, que Chile ―al igual que el resto de
iberoamérica y, por qué no decirlo, al igual que el resto del mundo occidental― conocerá, a partir de ese
momento, una tercera forma de gobierno ilustrada: primero, la monarquía absoluta, bajo los Borbón;
luego la república liberal del siglo XIX; y, ahora, la democracia liberal socialista del siglo XX que se abría
con la Constitución de 1925. Sin embargo, es posible sostener que esta trayectoria no termina ahí, pues
la crisis final de esa Carta fundamental, no se resuelve con un reemplazo total del ideal que ella
representa para la finalidad del gobierno. En efecto, aunque con múltiples correcciones, la
institucionalidad de 1980 (llamada subsidiaria por algunos y neoliberal por otros), no renuncia a la
tradición ilustrada liberal, sino que, en alguna medida, potencia el objetivo del bienestar material.
Aunque los medios sean otros (el respeto de la autonomía de los cuerpos intermedios y del principio de
subsidiariedad, o el reconocimiento de la familia y la iniciativa privada), el dicurso que sustenta y da
legitimidad al ejercicio del poder parece estar estrechamente vinculado con la posibilidad de generar la
riqueza y el desarrollo que permitan ofrecer bienestar a la población. Así, aunque el texto esté mediado
por conceptos propios del pensamiento tradicional (como el bien común o el límite al poder o soberanía)
y por nociones modernas que buscan corregir desviaciones y ofrecer una orientación ética (como la
serviciliadad del Estado y la noción de derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana), el
trasfondo parece seguir siendo el de que la tarea del gobierno es promover y garantir el bienestar
material.
5.1.2.- La evolución del derecho público chileno durante el siglo XX está marcada, entonces, por la
llamada socialización del derecho. Se afirma que, en contraposición al derecho liberal propio del siglo
pasado, esta época se caracteriza por el compromiso que asumen las estructuras jurídicas por la
protección de los supuestamente más débiles y por la intervención del Estado.
Frente a un derecho liberal que afirma y promueve relaciones basadas en la autonomía de la
voluntad, donde el centro del derecho lo constituyen las relaciones jurídico privadas y, por ello, el
Derecho Civil y el Derecho Comercial; se pasa a una etapa en que la ley, y por ello el derecho, se concibe
como un instrumento de igualación y de protección, que concede efectivamente la libertad a todos los
individuos que, en los hechos, no se encuentran en una real situación de igualdad. Como había dicho en

79
1848 el P. Henri Lacordaire en una conferencia en Notre Dame, “Entre el fuerte y el débil está la libertad
que oprime y la ley que libera”147.
Es por estas razones que el centro de lo jurídico pasará a ser la Constitución, y las protecciones y
derechos que ella concede. Esta no se extenderá únicamente a las clásicas libertades individuales, sino
que también a los llamados derechos socio-culturales (a la salud, a la vivienda, a la educación, a la
seguridad social, etc.), a los llamados derechos de segunda generación148. Ahora bien, el hecho de que la
normativa constitucional se extendiera a estos «nuevos» derechos, no significó que ellos se llevaran
realmente a la práctica o que merecieran acción ante los Tribunales para protegerlos. Por ello es que el
profesor José Luis Cea se ha preguntado si estos derechos sociales, bajo la vigencia de la Constitución de
1925, “(...) ¿eran (...) realizables o, por el contrario, quedaron en proclamaciones bien intencionadas?
Hasta septiembre de 1973, la respuesta común se hallaba en la capacidad de acción y los recursos del
Estado Gobierno, el cual no rara vez careció de ellos o los utilizó deficientemente. Por lo mismo, y sin
restar mérito a los esfuerzos entonces desplegados, ni a los avances importantes que, por ellos,
experimentó la población en su bienestar, lo cierto es que los derechos sociales eran más declamaciones
que realizaciones, con la frustración, manipulación y agitación consecuentes. Agréguese a esa crítica la
ausencia de acciones y recursos procesales deducibles ante la Magistratura para tutelar los derechos”149.
Este proceso, entonces, es lo que se conoce como socialización del derecho. Este pasa a ser un
instrumento de promoción social, que establece finalidades (materiales) que se deben conseguir, más
que un instrumento que garantiza la autonomía de la voluntad y, por tanto, que no fija fines, sino que
simplemente señala las reglas del juego. Por ello, también a partir de esta realidad del siglo XX se diluyen
los límites entre lo que es derecho público y lo que es derecho privado;lLa frontera de ambos es mucho
más difusa y mucho más compleja.
5.1.3.- En este proceso de socialización, juega un rol central la institucionalidad. Este nombre parece más
adecuado para referirse a aquel conjunto de cuestiones que hasta el siglo XIX identificábamos con lo
público.
Este desarrollo institucional y, por tanto, del derecho constitucional y administrativo en Chile,
está marcado por la evolución de dos cuestiones diferentes, pero que se encuentran íntimamente
ligadas. En efecto, este desarrollo, se vincula tanto con las características propias del sistema político,
como con aquellas específicas del derecho público.
En consecuencia, la forma como se abordará esta etapa de la historia del derecho chileno (y que
también nos servirá, en su oportunidad, para abordar el derecho privado del período), entonces, estará
marcada por estos dos temas centrales. Ellos nos ayudarán a entender los procesos, los conflictos y las
instituciones mismas. A través de sus características y elementos, seremos capaces de comprender la
realidad de nuestro siglo XX y, quizá, acercarnos a entender la forma dramática en que culmina la
experiencia de la República durante la vigencia de la Constitución de 1925.
5.2.- Características del Sistema Político
5.2.1.- Crisis de los conceptos Estado y Sociedad
5.2.1.1.- Quizá si uno de los principales rasgos de este período, y que ayuda a entenderlo a
cabalidad, es la crisis que se produce en el tradicional dualismo entre Estado y Sociedad y, por tanto,
de lo que de ella se deriva, lo público y lo privado. En efecto, este esquema, aparentemente, tan claro
en el siglo XIX, durante el XX, se verá absolutamente desbordado.

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Al hablar de crisis en la comprensión de lo público y lo privado, se quiere poner de manifiesto la
dificultad que, a partir de comienzos del siglo XX, presentó la distinción entre ambos.
En efecto, en pleno siglo XIX, la concepción medieval según la cual no había gran distinción entre
lo público y lo privado, porque todo estaba ordenado al fin supremo y ulterior de la salvación, no estaba,
hacía tiempo, de moda. En el mundo medieval existía una importante unidad entre política y religión, y
entre esta y moral. El hombre era concebido en su integridad como ciudadano cristiano. No había
separación o distinción entre Iglesia y Estado –aunque sí había distinción de funciones entre laicos y
religiosos-, menos podía haber una estricta separación entre lo público y lo privado. De hecho, la
modernidad generará, como uno de sus primeros conflictos internos, la visión de dos entes separados:
Iglesia y Estado. A partir de esa primera y compleja diferenciación que se irá dibujando a partir de la
reforma protestante y la ilustración, surgirá, principalmente con la doctrina del liberalismo, la distinción
entre Estado e Individuo, entre lo público y lo privado 150.
De este modo, para los hombres del Siglo XIX había dos ámbitos relativamente claros y definidos.
El primero, era el ámbito del Estado, es decir, de lo público. Este tenía que ver, fundamentalmente, con
los fines del Gobierno y, por tanto, con lo político. El segundo ámbito era el de la sociedad, es decir, de lo
privado. Esto se miraba, principalmente, desde la perspectiva del sujeto y, por tanto, decía relación con
el individuo.
Con este esquema, entonces, había Estado y había individuos, cada uno con sus específicos y
separados espacios. Al menos, eso era lo que se creía 151. Así, la concepción fundamental sobre la cual se
construía la sociedad venía dada por el liberalismo clásico que postulaba, fundamentalmente, el ideal de
libertad, surgido de la concepción individualista.
En efecto, lo primero, era el individuo que había ingresado en sociedad para proteger mejor su
libertad, a través de los derechos individuales que eran, fundamentalmente, propiedad, igualdad ante la
ley, seguridad y libertad. De este modo, el principio que regulaba a los individuos, en el espacio de lo
privado, debía ser el de autonomía de la voluntad y el de los derechos subjetivos. Por otra parte, estaba
el Estado cuya función principal era garantizar el orden que permitiera la mayor realización de esa
libertad individual. De este modo este Estado, para que no terminara atropellando la libertad, debía
estar completamente regulado o limitado en su función, y así la lógica de la exigencia de separación de
poderes, soberanía popular y derechos individuales, para evitar el absolutismo que había sido la causa
del surgimiento del liberalismo.
En esta lógica, el ámbito del Estado era la mantención del orden para la defensa de la libertad.
Ello significa: defensa de fronteras y relaciones exteriores; persecución del delito y sanción; y garantizar
el cumplimiento de las obligaciones adoptadas en ejercicio de la autonomía de la voluntad, es decir,
garantizar el cumplimiento de los contratos. A esto debía limitarse, fundamentalmente, el Estado y, por
tanto, el Gobierno. A esto estaban limitadas sus funciones: relaciones exteriores, guerra, policía y
justicia. Los poderes del Estado, ejecutivo, legislativo y judicial debían orientarse según esto. En cambio,
el ámbito de los individuos era todo el resto.
5.2.1.2.- A partir del siglo XX, todo esto irá cambiando. Aspectos que estaban radicados en el
espacio de lo privado, pasan a ser regulados por lo público, y viceversa. Quizá si el mejor ejemplo de lo
que se quiere decir esté dado por lo ocurrido en relación con la regulación vinculada a los temas del
trabajo y de la sexualidad humana.

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En efecto, mientras hasta comienzos del siglo XX el trabajo es una cuestión eminentemente
privada, ya que, en términos generales, todo lo que se refería a él era un asunto regido por la autonomía
de la voluntad, con el avance del siglo, por los cambios introducidos en el sistema productivo desde la
revolución industrial, el trabajo pasará a ser regulado desde el Estado. Contribuye a esto, sin lugar a
duda, el hecho de que, hasta fines del siglo XIX, en general, el trabajo es un asunto realizado por una
persona en su (o en un) hogar, ya como trabajador independiente, ya como obrero a domicilio. Con el
correr del siglo XX, este fenómeno tendrá un importante cambio: los trabajadores, ahora, realizan su
actividad en una empresa que no es un domicilio (por tanto, difícilmente pueda calificarse como espacio
estrictamente privado). Como se ha puesto de relieve por el profesor francés Antoine Prost, a comienzos
del siglo XX cerca de dos tercios, y de todos modos más de la mitad de los franceses, trabajaban en sus
casas; en tanto que, al terminar, el siglo, casi todos los trabajadores franceses, lo hacen fuera de su
casa152. Las personas salen de su domicilio: “Ya no se trabaja en el mismo sitio donde se vive; ya no se
vive donde se trabaja: este principio no se aplica solamente en relación al alojamiento individual o al
taller, sino también respecto de los barrios”153.
Esto, paulatinamente, lleva naturalmente a un cambio en la concepción del trabajo. Así, para el
patrón o dueño, la empresa es su propiedad y, por tanto, simbólicamente está en el ámbito privado, por
lo que se justifica una concepción de la relación laboral como la de un mero contrato entre individuos;
sin embargo, para los trabajadores, la empresa, en los hechos, es un lugar que trasciende lo particular y
es parte de la esfera pública, por lo cual el contrato de trabajo no puede quedar sometido únicamente a
la autonomía de la voluntad, sino que, por presentar cuestiones de interés general, debe regularse por
normas de orden público. Así, el contrato individual de trabajo da paso, entre otras cosas, al convenio
colectivo de trabajo154.
Por su parte, un cambio de signo inverso, y más lento que el anterior, es el que se produce en
torno a la concepción y regulación de lo vinculado a la sexualidad humana. En términos generales, hasta
comienzos del siglo XX, esta era una cuestión que, en muchos sentidos, se estimaba propia del ámbito
público: matrimonio, divorcio, adulterio, sodomía, pornografía y prostitución, entre otros aspectos. Aquí
no regía la autonomía de la voluntad y las razones son variadas. Se podría decir, por ejemplo, que ello
era fruto del sustrato de creencias y costumbres propias de la sociedad cristiana, ámbito donde no
habrían entrado todavía las nociones de la modernidad y el liberalismo. Por otra parte, el que estos
asuntos fueran objeto del espacio de las preocupaciones públicas, podría estimarse como consecuencia
precisamente de las nociones modernas: en efecto, del deber del Estado de mantener el orden público
para permitir el despliegue de la libertad, podrían surgir las preocupaciones por sostener la seguridad y
regularidad de las familias, la protección de las obligaciones conyugales y las ordenanzas de policía para
evitar el escándalo y toda alteración de la tranquilidad oficial. De hecho, como también ha puesto de
manifiesto el citado profesor francés “Cuando la familia es la célula básica de la sociedad, la unión de los
esposos debe ser hecha pública”155; un acontecimiento con connotación pública, se podríamos agregar,
que el Estado debe proteger y resguardar. Sin embargo, esto cambiará durante el transcurso del siglo XX.
En efecto, estos asuntos, cada vez más, son considerados como temas privados, propios del reino de la
autonomía de la voluntad, más que de interés público. Ejemplos de esto hay muchos: se despenaliza el
adulterio y la sodomía; la pornografía pasa a ser un negocio permitido e, igual que en otros, simplemente
se fijan algunas reglas para desarrollarlo; se acepta el divorcio y, cada vez más, se lo facilita y simplifica
permitiendo, por ejemplo, el divorcio repudio (el que se produce a solicitud unilateral de uno de los

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contrayentes); se reconocen las uniones de hecho y el matrimonio entre personas del mismo sexo; se
establecen normativas destinadas a reconocer la identidad de género y la orientación sexual; se
despenaliza el aborto, primero, en ciertos casos y, luego, legalizándolo en forma más o menos libre,
incluso, para menores de edad que pueden acceder a él mediante su solo consentimiento, mientras que,
al mismo tiempo, tienen fuertes restricciones o prohibiciones para contraer matrimonio, o para adquirir
tabaco o el alcohol; etc. Todas estas cuestiones, algunas descritas hace varias décadas por Del Noce —en
El erotismo a la conquista de la sociedad156— como efecto de un cambio sustantivo sobre el sentimiento
del pudor, ofrecen un ejemplo claro de cómo todo un ámbito de la vida humana que se encontraba
regulado y ordenado públicamente pasó a ser una cuestión propia de lo privado. Así, la autonomía de la
voluntad comenzó a gobernar estos asuntos de modo tal que la existencia del Estado y el derecho en
ellos solo parece tener el objeto de asegurar que ese ejercicio «electivo» o de preferencias, tenga lugar
sin obstáculos.
Esto dos claros ejemplos, en que lo público invade espacios que, tradicionalmente, se
consideraban del ámbito privado, y en que se privatizan aspectos que se estimaban del espacio público,
muestran como, a partir del siglo XX, no resulta fácil, ahora, distinguir entre lo público y lo privado. De
alguna manera hay una superación del liberalismo clásico del siglo XIX.
5.2.1.3.- Por todo lo dicho se puede decir, en consecuencia, que el esquema de diferenciación
que ha sido propio del siglo XIX, durante el XX, se verá absolutamente desbordado. Las razones por las
cuales se produce este cambio, como se puede apreciar, son variadas y, a veces, dependen de cada
situación concreta. Es más, el rumbo singular que adopta este cambio de esquema puede ser valorizado
de distinto modo157. Sin embargo, lo importante, es que en él radica una de las características
fundamentales de esta época, que ayuda a explicar sus transformaciones, sus ilusiones, sus frustraciones
y también la ira con que termina.
Tradicionalmente, y más allá de la concepción o valorización que se haga de este cambio se han
destacado, como elementos fundamentales que lo propician durante el siglo XX, el surgimiento de
sociedades intermedias entre la persona y el Estado, y las nuevas modalidades con que actuará el Estado
en materia económica y social. En efecto, en general, ambos han sido señalados como los factores
principales que contribuyen a explicar la crisis del dualismo entre lo público y lo privado en esta época.
Así, ya sea mirándolo como algo positivo o negativo, en el caso chileno, se ha puesto de manifiesto el
hecho de que el Estado, para alcanzar un mínimo de bienestar para sus ciudadanos, a partir de fines de
la década del ’20, decide entrar en ámbitos históricamente reservados a lo privado. Por su parte, los
individuos, para mejorar su capacidad de negociación y de protección frente al Estado, se agruparán.
5.2.1.4.- El intervencionismo y la acción del Estado en lo económico-social se verán más adelante.
Por su parte, respecto del desarrollo del movimiento asociativo, cabe recordar los siguientes hitos que
ayudan a demostrar este creciente interés por agruparse:
• La FECH que nace en 1907, integrada no sólo por estudiantes de la U. de Chile, sino que también por
exalumnos y jóvenes con intereses intelectuales y sociales afines.
• En 1909 nació la FOCH, como una organización de los trabajadores con un carácter mutualista,
impulsado por el abogado conservador Paulo Marín Pinuer. Sin embargo, en 1917, cuando se realiza
su segunda convención nacional, ya estaba dominada por los sectores socialistas-marxistas y, por
ello, adoptará un tinte de federación sindical. En 1919, Luis Emilio Recabarren, fundador del POSCh

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(Partido Obrero Socialista de Chile), fue elegido su máximo dirigente y la Federación “(...) declaró
tener dentro de sus objetivos fundamentales la abolición del sistema capitalista”158,
• La Asamblea Obrera de Alimentación organizada en 1918 (integrada por el POSCh y la FECH, en
conjunto con asociaciones laborales y del profesorado) y la Federación de Clase Media (fines de 1918
en Valparaíso y comienzos de 1919 en Santiago) que surgieron por el aumento del costo de la vida y
para presionar al Gobierno.
• Dentro de las llamadas leyes sociales aprobadas en 1924, hay normas que tratan sobre las
organizaciones sindicales, sobre las sociedades cooperativas y sobre la Caja de Empleados Públicos.
Es decir, estas normas, de una u otra forma, nos hablan de la existencia de un creciente interés de
los individuos por pertenecer a agrupaciones a los cuales se vinculan para obtener ventajas o
beneficios en sus relaciones con el resto de la sociedad y, particularmente, en su relación con el
Estado.
• La fundación del Colegio de Abogados que ocurre al tiempo de gestarse la Constitución de 1925 y
que servirá de modelo cuando la ley fue estableciendo cuerpos análogos con relación a otras
profesiones, viene a ejemplificar la asociación por parte de la «nueva burguesía», los profesionales.
Al poco tiempo, la colegiatura pasará a ser obligatoria para poder ejercer la actividad, no sólo en el
campo de la abogacía, sino también de todas las otras profesiones. De hecho, los Colegios
Profesionales y sus obligaciones, derechos y estatutos, serán establecidos por ley.
• En 1929, a 2 años del Gobierno del General Ibáñez, había sólo 61 uniones. El Gobierno adoptó una
política de promoción de ellas y hacia el final de la gestión Ibáñez había 300 uniones con, más o
menos, 50.000 miembros.
• En 1934 las asociaciones de empresarios ―la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA), la Cámara de
Comercio, la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) y la Sociedad Nacional de Minería (SONAMI)―
institucionalizaron sus vínculos al fundar la Corporación de la Producción y el Comercio. Esta es una
verdadera respuesta al nuevo rol que asume el Estado en el proceso económico. Antes de 1964, son
uno de los sectores más poderosos, vinculado con parlamentarios y funcionarios de gobierno, que
negocia directamente con ellos y, más tarde, con la CUT; además, tiene representación directa en
instituciones económicas del Estado.
• Entre 1935 y 1936 se crea la Confederación de Trabajadores de Chile que es sucesora de la FOCH que
había desaparecido en el Gobierno de Ibáñez y que fue el fruto de la alianza entre socialistas,
comunistas, democráticos y radicales a nivel sindical y que fue un anuncio de la conformación del
Frente Popular.
• En 1953 se constituyó la CUT que significó la superación de los conflictos y divisiones abiertos en la
CTCH en 1947 entre socialistas y comunistas.
• En 1967 se promulgó la ley 16.625 sobre sindicalización campesina. Se podían formar sindicatos a
partir de la afiliación de 25 campesinos.
5.2.1.5.- Estos ejemplos demuestran como la sociedad, durante el siglo XX, deja de ser la suma de
individuos aislados frente al Estado. Los grupos organizados, más bien por cuestiones laborales o
profesionales, se convierten en actores de la vida económica y social, en paralelo a las organizaciones
políticas. Por esa vía, obtienen, los asociados, beneficios y privilegios que los individuos, por sí solos,
difícilmente hubieran obtenido.

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La pregunta que inmediatamente surge es si las protecciones y privilegios que favorecen a los
asociados son efectivamente las más convenientes al bien común. O, dicho de otra manera, ¿la presión
ejercida al Estado por estas asociaciones o grupos, mejora la situación de los que más necesitan de la
intervención del Estado, los más pobres? La respuesta no es simple ni directa, pero todo indica que no
parece ser así, ya que, entre otras cosas, quienes pertenecen a estas organizaciones (sindicatos, colegios
profesionales, asociaciones, cajas, etc.), obteniendo ventajas por integrarlas, en general, son aquellos
que tienen más capacidad de presión y, por lo mismo, más conocedores de los intersticios del poder. Los
beneficios que reciben, a la larga, muchas veces perjudican a los que más necesitan de los subsidios y de
la protección del Estado: los marginados y los más pobres. Ellos no tienen ni asociaciones, ni grupos de
presión y, por eso, prácticamente, no logran ninguna mejoría o provecho, al menos de manera directa.
Así, por ejemplo, el derecho a sindicarse lo obtuvieron los obreros y los empleados a partir de 1924,
mientras que los campesinos que, claramente tenían menos poder de presión, solo desde 1967. Una
situación parecida ocurría con la asignación familiar: la obtuvieron los empleados desde 1937, mientras
que los obreros recién en 1953 y los campesinos solo a partir de 1958; pero, como si fuera poco, “la de
los empleados particulares triplicaba a la de los obreros”, por lo que la misión Klein-Saks había propuesto
nivelarlas (lo que no fue aceptado, en definitiva, por los sectores políticos) 159.
Por otra parte, esta cantidad de asociaciones que se colocan entre el individuo y el Estado y que
negocian con este, hacen surgir un conjunto de estatutos jurídicos especiales para determinados
sectores de la población o actividades. La ley, de general, pasará a ser especial, específica. Un estudio de
Hugo Tagle muestra que, entre 1926 y 1973, se dictaron 13.962 leyes (aunque, 69 no fueron publicadas).
De estas: (1) un 51,52% eran leyes individuales, es decir, referidas “a concesiones de pensiones de gracia,
reconocimiento de años de servicio y concesiones de amnistía” a personas específicas160; (2) un 39,48%
eran leyes particulares (referidas “a cambio de nombre de calles, autorización a municipios para
contratar empréstitos, establecimientos de impuestos a beneficio municipal, etc., en general, se
relacionan con municipios específicos, con instituciones semifiscales y particulares”161); y sólo un 8,51%
tenían el carácter de general162. En buenas cuentas, la ley, esa expresión general y abstracta, que debía
regular a todos por igual (igualdad ante la ley), pasa a ser un instrumento especial y propio de cada
grupo o persona, perdiendo su majestad e imperio.
5.2.1.6.- Estas organizaciones, además de cumplir una labor en el campo económico social, son
un cauce de expresión política paralelo a los partidos políticos. En efecto, organizaciones como la FECH,
la FOCH, la Asamblea Obrera de Alimentación, las organizaciones empresariales y la CUT, además de
cumplir funciones gremiales, serán instancias para hacer política. Por ello, los partidos políticos,
especialmente los ideológicos, buscarán el control de estas instituciones y contribuirán a su politización,
lo que llegará a su máximo apogeo en los años ’60 y comienzos de los ’70.
Prueba de esto lo constituye, por ejemplo, la declaración de principios de la CUT del año 1953.
Ella contiene un programa político de claro contenido marxista y revolucionario. Ahí se puede leer:
“Que el régimen capitalista actual, fundado en la propiedad privada de la tierra, de los
instrumentos y medios de producción y en la explotación del hombre por el hombre, que divide a la
sociedad en clases antagónicas: explotados y explotadores, debe ser sustituido por un régimen
económico-social que liquide la propiedad privada hasta llegar a la sociedad sin clase, en la que se
aseguren al hombre y a la humanidad su pleno desarrollo (...) Que frente al régimen capitalista, la CUT
realizará una acción reivindicacionista encuadrada dentro de los principios y métodos de lucha de clases,

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conservando su plena independencia de todos los gobiernos y sectarismos políticos partidistas (...) Que la
CUT tiene como finalidad primordial la organización de todos los trabajadores de la ciudad y del campo,
sin distinción de credos políticos y religiosos, de nacionalidad, color, sexo o edad, para la lucha contra la
explotación del hombre por el hombre hasta llegar al socialismo integral. Que frente al imperialismo,
transformación del capitalismo en sistema mundial de esclavización y dominación de los pueblos, lucha
por la conservación de las riquezas del país y por la liberación del yugo del capitalismo nacional y
extranjero; por consiguiente, desarrollará todos los esfuerzos de que sea capaz para encausar un
vigoroso movimiento por la recuperación de las materias primas, por la Reforma Agraria y por la
expropiación de las empresas en manos del imperialismo, sin indemnización (...) Que la CUT considera
que la lucha sindical es parte integrante del movimiento general de clase del proletariado y de las masas
explotadas, y en esta virtud no puede ni debe permanecer neutral en la lucha social y debe asumir el rol
de dirección que le corresponde. En consecuencia, declara que los sindicatos son organismos de lucha
clasista que se señalan como meta la emancipación de los mismos, o sea, la transformación socialista de
la sociedad, la abolición de clases y la organización de la vida humana mediante la supresión del Estado
opresor.”163
5.2.2.- Restauración del Gobierno de Partidos
El término del parlamentarismo se refleja no sólo en los cambios institucionales introducidos por
la Constitución de 1925, sino que también en la transformación de la forma de gobernar. Surgieron los
hombres fuertes, capaces de conducir el Gobierno y la Administración, el primer Arturo Alessandri y
Carlos Ibáñez. Así, en un comienzo, los partidos dejan de ser los que Gobiernan a través de sus jefes
partidarios.
Sin embargo, al poco andar, se restaurará el Gobierno de Partidos. Primero será mediante la
existencia de un Presidente negociador (1932-1964) y, luego, mediante un Presidente ejecutor de un
programa partidario (1964-1973).
En el primer caso, nos encontramos con Presidentes independientes o pertenecientes a un
partido político, pero que buscan el respaldo parlamentario para llevar a cabo su gestión (Arturo
Alessandri Palma, Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Rios Morales, Gabriel González Videla, Carlos
Ibáñez del Campo y Jorge Alessandri Rodríguez). Este período está caracterizado por dos grandes
partidos: conservadores y radicales; y partidos menores, aunque importantes, como los liberales y otros.
Estos partidos son los llamados partidos parlamentarios: realizan su labor en el Congreso y en la
Administración, negocian, ya que están dispuestos a ceder, y su origen está vinculado a la historia
nacional.
En la segunda etapa nos encontramos con Presidentes que se declaran como ejecutores de un
programa partidista y que gobiernan exclusivamente con el partido o combinación de partidos que lo
eligieron y con los que llegan al poder.
Tal era el carácter de estos Presidentes que, don Eduardo Frei Montalva, en 1969, al terminar su
período, presentó un proyecto de reforma constitucional que incluía entre otras cuestiones la llamada
Ley-Programa. El objetivo de ésta era que el Presidente elector enviara al Congreso dentro de los 6
meses de asumido el cargo, un proyecto de ley de carácter general que contuviera los lineamentos,
bases y directivas fundamentales de su programa de Gobierno y solicitara las facultades legales
necesarias para llevarlo a cabo. Al Congreso se le fijaría un plazo de 90 días para aprobarlo, sino se
pronunciaba dentro de ese plazo, se entendía aprobado de pleno derecho. Esta ley-programa contendría

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las autorizaciones necesarias para que el Presidente pudiera usar de la potestad legislativa delegada para
llevar a cabo las transformaciones legales que requiriera el cumplimiento de su programa. Esta reforma
constitucional no fue, en definitiva, aceptada en el Congreso.
Los Presidente Ejecutores fueron don Eduardo Frei Montalva y don Salvador Allende Gossens.
Los partidos que predominan y caracterizan esta época son la Democracia Cristiana, el Partido Socialista
y el Partido Comunista. Estos son partidos que pueden ser calificados de extraparlamentarios, en el
sentido que su acción e influencia rebasa el ámbito del gobierno y el Congreso, pues se extienden a todo
el entramado social: centros de alumnos, sindicatos, colegios profesionales, asociaciones gremiales, etc.
Por otra parte, el hecho de que, en este período, lo que los caracterice sea la escasa disposición a ceder
o negociar sus propuestas, ha significado que se los califique también como partidos ideológicos. Claro,
porque lo distintivo es que sus medidas y programas son el fruto de una interpretación completa —y en
gran medida excluyente— de toda la realidad, comprendiendo no solo lo político o económico-social,
sino también lo histórico y moral, es decir, la vida del hombre y la sociedad en su generalidad y
particularidad, en su despliegue a través del tiempo y en su proyeccción futura. Por último, son partidos
que tienen una marcada vocación internacionalista, en el sentido de que se relacionan, tanto por sus
orígenes como por sus ideas, con partidos de otros lugares del mundo con los que comparten no solo
una cercanía doctrinaria, sino un proyecto y, muchas veces, unas medidas comunes de impacto global.
5.2.3.- Hipertrofia de los poderes del Presidente
La nueva Constitución busca superar el parlamentarismo y para ello otorgar mayores poderes al
Presidente. Sin embargo, además de estos objetivos políticos, la Constitución contendrá otros objetivos
vinculados con lo económico-social. En la práctica, se le definen al Estado nuevos fines, como propender
al progreso del orden social y proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar (derechos o
aspiraciones programáticas). Para alcanzar estos nuevos objetivos se requiere de un Presidente más
fuerte, con más poderes. A su vez, la intervención que ejerce el Estado en el campo económico, los
empleos que da, la aparición de entes paraestatales (instituciones semifiscales, empresas fiscales y
organismos de administración autónoma), son también fuente del poder que va acumulando el
Presidente.
De este modo, las funciones que ejerce el Estado y las peticiones y presiones que,
constantemente, recibe el Gobierno, llevaran a todos los Presidentes de la época a pedir mayores
atribuciones y facultades. Así, Arturo Alessandri, Carlos Ibáñez y Jorge Alessandri al principio de sus
gobiernos pidieron al Congreso más facultades que las ordinarias. Eduardo Frei y Salvador Allende,
constantemente, abogaron por reformas constitucionales que le confirieran más atribuciones al
Presidente para hacer las modificaciones necesarias.
• Por ejemplo, en 1969, el Presidente Frei propuso una reforma constitucional que, entre otras
materias, contemplaba reservar al Ejecutivo la iniciativa exclusiva en materia de gastos públicos, en
materia de previsión y en materia de remuneraciones al sector privado.
• Otro ejemplo lo constituyen algunas de las reformas constitucionales aprobadas en el período:
✓ La ley 7.727 (1943) en que se limita la iniciativa del Congreso en gasto público;
✓ La ley 17.284 (1970) en que se constitucionaliza la delegación de facultades legislativas por parte
del Congreso al Presidente; se aumentaron las restricciones en materia económica del Congreso;
se ampliaron las facultades del Presidente para convocar a plebiscito en caso de conflicto con el
legislativo; y se creó el Tribunal Constitucional como un órgano jurídico-político para resolver

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conflictos constitucionales-políticos. Pero la mayoría de sus miembros (3) eran nombrados por el
Presidente.
5.2.4.- Disminución de los poderes del Congreso
Esta disminución de los poderes y facultades del Congreso no sólo está vinculada con las
reformas introducidas por la Constitución de 1925, sino que también con el hecho de que sus principales
funciones, la de legislador y fiscalizar, se van a ver atrofiadas.
5.2.4.1.- Su papel de legislador decae frente a la actividad legislativa vinculada al Ejecutivo. Así,
ley, estructura fundamental del sistema jurídico-político del XIX, va a ceder su lugar a los Decretos Leyes
(DL) y a los Decretos con Fuerza de Ley (DFL)164. Así, como mostraba el estudio de Tagle165 ya aludido,
desde septiembre de 1925 hasta 1960, hubo un total de 2.201 DL y DFL, mientras que, entre 1926 y de
septiembre de 1973, hubo 13.962 leyes. Sin embargo, como ya se ha señalado, las leyes, tenían poca
importancia: como ya se indicó, un 51,52% de ellas eran normas individuales, un 39,48% eran
particulares (legislaba sobre grupos específicos) y sólo un 8,51% eran leyes generales. En cambio, los DL y
los DFL tenían un impacto mucho más amplio y una general aplicación: por ejemplo, el DFL 178 de 1931
es la norma mediante la cual se aprobó el Código del Trabajo. La ley delegatoria (4.945) que permitió
esto es buen ejemplo de lo que se viene hablando, pues, sin establecer unos límites materiales
concretos, en solo 3 artículos señalaba que se autorizaba al Presidente hasta el 21 de mayo de 1931 (la
ley se promulgó en febrero) “para dictar todas las disposiciones legales de carácter administrativo o
económico que exijan la buena marcha del Estado” (art. 1).
5.2.4.2.- Su papel como fiscalizador también decae. En efecto, además, de ampliarse la
Administración, lo que dificulta esta labor, surge un aparato paraestatal, organismos semifiscales y
empresas públicas, lo que torna inoperante toda fiscalización. Por otra parte, el Congreso no recibe ni
recursos, ni funcionarios para abordar esta función.
En la práctica, la disminución de facultades y la pérdida de importancia de sus labores propias,
convertirán en inoperante al Congreso y a los Partidos. Es por esto, también, que los más nuevos
empezarán a buscar ejercer influencia en otros lugares. Los partidos extienden su actividad más allá del
parlamento, no sólo por razones ideológicas, sino que también porque el Senado o la Cámara no
permiten desarrollar una actividad relevante. Por ello los partidos se volcarán al ámbito social para
recuperar poder.

5.2.5.- Hipertrofia de los Partidos Políticos.


5.2.5.1.- Los partidos políticos, en el transcurso del siglo, van a sufrir una transformación muy
profunda. De los partidos parlamentarios, negociadores y nacionales, que creen que su razón de ser
está en el Congreso y la administración, se pasará al dominio de los partidos ideológicos o
extraparlamentarios, que no transan y que tienen un marcado carácter internacional 166.
Hasta 1952, existe un dominio político de los primeros, representados, fundamentalmente, por
conservadores, radicales y liberales. Entre 1952 y 1963 se produce su decadencia y la progresiva alza de
los partidos extraparlamentarios. Es más bien una época de transición. A partir de 1963 y hasta 1973,
van a dominar claramente los partidos ideológicos, representados, fundamentalmente, por la
Democracia Cristiana, el Partido Socialista y el Partido Comunista.
Los partidos parlamentarios negocian, transan y se ponen de acuerdo en el Congreso, su lugar de
acción, y tienen un origen que entronca con la realidad nacional y sus hitos históricos. Los partidos

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extraparlamentarios, normalmente, tienen una filosofía internacional, cuyo origen y desarrollo se
produce también fuera del ámbito natural de la política, el Congreso, y tienen una interpretación global y
total de la vida.
La DC, el PS y el PC son internacionales, tienen una interpretación de la historia y de la realidad
que no solo se aplica en Chile, sino que también en el resto del mundo. Por ello, tienen aliados fuera del
país, con los que mantienen contacto, obtienen ayudas y eventualmente financiamiento e, incluso,
proponen líneas de acción comunes. Su desarrollo fundamental se va a producir en los sectores
populares y juveniles, pasando a ser partidos de masas, aunque dirigidos por una élite. Van a dividir al
país según su ideología, entrando en la arena social: sindicatos, federaciones de estudiantes, juntas de
vecinos y, en general, en las organizaciones intermedias.
El problema de una concepción globalizante e ideológica es que la mirada de la política y lo
político va a tender al sectarismo y puede adoptar un tono maniqueo. Ello se produce, entre otras cosas,
porque la ideología convierte la política, sus diferencias y propuestas, siempre, en una disputa alrededor
de posiciones morales irreconciliables, de modo que puede existir la tendencia a considerar al adversario
como alguien inmoral, no ya simplemente como alguien equivocado o con planteamientos erróneos.
Son partidos políticos que cuando lleguen al poder, sólo podrán gobernar con un proyecto
determinado y excluyente, el suyo, el único que interpreta completamente la realidad y la sociedad. Por
ello gobiernan solos y no están dispuestos a transar 167. Aquí se entiende mejor la frase de Eduardo Frei
cuando, frente a la posibilidad de que la derecha votara por él en las elecciones de 1964 ―cosa que
ocurrió en la práctica―, se evaluó la cambiar algunas cosas del programa de gobierno, sobre todo en
ciertas materias. En esas circunstancias, quien se convertiría después en Presidente de la República,
señalaba «que no estaba dispuesto a transar una sola coma de su programa, ni por un millón de
votos». A este mismo criterio corresponde la frase del candidato electo de la Unidad Popular, don
Salvador Allende cuando señalaba «que él sería el Presidente de la Unidad Popular», es decir,
simplemente un ejecutor de las políticas y visiones de este conglomerado. Su visión ideológica llegaba a
extremos que hacían imposible gobernar con otros, o transar sus propuestas. El programa era el
programa y excluía cualquier otra consideración.
Es por estas características que tanto el gobierno DC como el gobierno de la UP, consideran que
antes de ellos, casi, nada vale, pues vienen a fundar una nueva República (a refundar): «la revolución con
libertad» o la «la revolución con empanada y vino tinto». Hay que partir de cero y por ello hablan de
«legalidad caduca» (DC) y de «legalidad burguesa» (UP), para referirse al estado de derecho en Chile, o,
incluso, a su democracia.
En todo caso, hay que anotar que los años ’60 son una época de marcado anhelo por cambios
profundos en todos los sectores y no solo en este tipo de partidos. Cabe recordar, por ejemplo, que los
propios obispos de Chile en un famoso documento del 18 de septiembre de 1962 titulado “El deber
social y político en la hora presente”, invitaban a los fieles y a los hombres de buena voluntad a mirar los
graves problemas de “angustia y miseria” (N°5) que afectaban a nuestro país y, por ello, a emprender
reformas, mejorar las instituciones e impulsar soluciones estructurales “porque la hora que vivimos es la
hora de la acción y es el momento en que se está gestando una Patria nueva” (N° 2), ya que “Hay formas
sociales que favorecen el cristianismo y hay otras que lo obstaculizan en gran manera” (N° 4)168.
En todo caso, estos partidos, con una actitud y visión excluyente y sectaria, contribuyen
claramente a la destrucción de la convivencia cívica y de la democracia en Chile, una democracia que

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ellos mismos han calificado de caduca o burguesa; en buenas cuentas, una democracia de fantasía,
aparente. La Moneda en llamas, entonces, no pudo haber sorprendido a nadie. La democracia de la
Constitución de 1925 había entrado por un peligroso camino desde el cual parecía no haber retorno...
5.2.5.2.- Pero, además, de esta característica de fondo antes anotada, contribuyen a la
transformación de los partidos políticos y a la destrucción de nuestra institucionalidad, ciertas cuestiones
formales y ciertos vicios que cabe destacar.
La Constitución de 1925 sólo mencionaba a los partidos políticos en su artículo 25, pero en la
práctica no habrá ninguna norma legal que los regule hasta la ley de partidos políticos de 1987.
Por otra parte, los partidos políticos van a monopolizar la representación, resulta muy difícil la
existencia de los independientes.
En resumen, los partidos, son casi monopólicos en la representación política y, además, no
tienen mucha regulación legal.
Este estado de situaciones lleva a que se desarrollen un conjunto de vicios como las órdenes de
partido, una disciplina interna manejada por las cúpulas, poca democracia interna, poca claridad de sus
fuentes de financiamiento y la captura que hacen de los cuerpos intermedios, desde los sindicatos hasta
los centros de alumnos, desde las juntas de vecinos, hasta las organizaciones gremiales y profesionales.

5.2.6.- Neutralidad de Principios del Estado


Lo que ocurre es que el Estado, carente de todo principio fue incapaz de conducir al país por un
rumbo determinado, no hubo consensos de fondo en la sociedad chilena. Todo se reduce a formalismos.
El hito principal que marca esta actitud es la separación de la Iglesia y el Estado, con la
Constitución de 1925. A partir de esa fecha el Estado chileno, oficialmente, pasa a ser un agente neutral
frente a las diversas visiones éticas. Es verdad, en todo caso, que las ideas ilustradas y liberales, que
habían dado forma a la república independiente en el XIX, ponían más énfasis en la forma que en el
fondo en lo que se refiere al derecho, lo que, por cierto, grafica bien la definición de ley del artículo
primero del Código Civil. En todo caso, este excesivo formalismo no parecía presentar, más allá de los
llamados «debates teológicos», grandes inconvenientes, puesto que existía, más allá de las diferencias,
una especie de sutrato común y compartido sobre lo que podrían llamarse principios y valores. Esto
mismo sucedía también, en lo grueso, durante las primeras décadas de vigencia de la Constitución de
1925. Sin embargo, cuando esta base común se comience a perder, empezarán a asomar diferencias
bastante inconciliables.
Una vez que el Estado de Chile deja de ser confesional, no existe una visión ética común que
reemplace a aquella católica que había perdido su posición privilegiada. No hay ningún conjunto de
principios determinados, no hubo consenso alguno para que ello existiera o, mejor dicho, hubo un solo
consenso: el procedimental formal. Todo estaba reducido a formas, a la manera como debían hacerse las
cosas, más que a los contenidos mínimos de ellas; y, al mismo tiempo, todo podía ser, todo era aceptable
en la medida en que respetara esa formalidad. En ese sentido, la máxima expresión de ese formalismo
y de esa tolerancia era la democracia concebida en la Constitución de 1925. La mayoría manda y no
hay límite a su poder. Al principio la Constitución será el único límite que proteja a las minorías, pero
después, como decía Gonzalo Vial, «se inventó modificarla», lo que no tenía mayores dificultades, pues
bastaba la concurrencia de la mayoría (esencialmente transitoria) para hacerlo; así, ni la Constitución fue
un límite para proteger a las minorías de la eventual arbitrariedad parlamentaria. (En parte, aquí radica

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la razón de ser de disposiciones de la Constitución de 1980 que intentan convertirse en herramienta para
evitar esto: por ejemplo, el inciso 2 del artículo 5º que establece a los derechos esenciales que emanan
de la naturaleza humana como límite al ejercicio de la soberanía; o los quórum especiales y superiores
para adoptar modificaciones constitucionales, de modo que estas representasen consensos más amplios.
Esto buscaba, en buenas cuentas, consagrar un respeto por las minorías, un límite al poder, una visión
ética mínima y común.)
Como bajo la vigencia de la Constitución de 1925, el único principio que se debe respetar parece
ser el de la democracia formal, cualquier doctrina puede llegar a gobernar, incluso aquellas cuyo objetivo
declarado sea eliminar la misma democracia liberal de estilo occidental. Esta es la neutralidad de
principios que permite que pueda pasarse de un gobierno de derecha (Alessandri) a uno de signo
democratacristiano para llegar a uno de corte marxista, sin hacer cambios institucionales.
Esta neutralidad de principios, esta ausencia de un común ético, lleva quizá a considerar que la
única limitación moral está dada por la ley. Esto permite explicar porqué se considera adecuado y moral
todo aquello que no esté prohibido por la ley (la que también es considerada en su sentido formal, basta
recordar la definición del Código Civil). Por eso es que podemos llegar a decir que, en esta época, la ley,
clásicamente considerada el mínimo común ético, pase a ser el máximo común ético.

5.2.7.- Importancia de los Militares, sobretodo a partir de 1960 en adelante


Hay dos hechos que marcaran profundamente a los militares en Chile y que van a influir sobre su
formación profesional y personal. Por una parte, el reparto del mundo después de la Segunda Guerra
Mundial y la aparición de la Guerra Fría, y los planes de defensa hemisférica de Estados Unidos. Por otra
parte, Fidel Castro y la revolución cubana de 1959 y su exportación al resto del continente, con el peligro
de la subversión interna promovida, preparada y financiada desde La Habana, y la impotencia de los
gobiernos civiles frente a ella.
Los militares, además, apreciarán la diferencia cada vez mayor entre el crecimiento de los países
y sus problemas socio-económicos y las frustraciones que ello genera, y la incompetencia de los civiles
para enfrentarlos.
Estos hechos explican, en buenas cuentas, como ha dicho Bravo Lira, que la reacción de los
militares en 1973 no tenga sólo un propósito social o gremial como en 1920. En el fondo, en 1973, lo
que, a juicio de ellos, está en juego frente al marxismo, es la patria, su historia, su soberanía y su
independencia. Por ello es que se genera una visión y mentalidad conforme a la cual, en 1973, ha habido
una nueva independencia, lo que requiere introducir reformas estructurales al Estado, imprimir un
nuevo dinamismo al país y dotarlo de una nueva institucionalidad que se haga cargo de los problemas
que, a en su criterio, presentaba la antigua. Por eso se hablará de metas y no de plazos, al menos, hasta
la aprobación de la Constitución de 1980. Por eso era muy poco realista, dadas las circunstancias,
estimar que los militares entregarían el gobierno a los civiles en un corto tiempo. En su visión, era
necesario reconstruir el país en el campo institucional, en el económico y en el social.

5.2.8.- Reformas constitucionales 1925-1973:


5.2.8.1.- Nuevas instituciones:
a) Contraloría General de la República que, creada en 1927, fue elevada a nivel constitucional en
1943. Un Estado más grande, complejo y burocrático generó la necesidad de tener un órgano que fuera

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capaz de ejercer cierto control sobre la actuación de los diferentes organismos y funcionarios. Así, esta
institución se crea con el objeto de supervisar las cuentas y la legalidad de sus actuaciones. En efecto, sus
tareas serán: fiscalizar el ingreso e inversión de fondos del fisco, municipalidades y otros servicios
públicos; examinar cuentas de las personas que tengan a su cargo fondos y bienes públicos; y la toma de
razón de los decretos (juridicidad).
b) Tribunal Constitucional creado por la reforma de 1970 y que obedece a la tendencia
postsegunda guerra mundial de controlar la constitucionalidad de las actuaciones de los poderes del
Estado (ejecutivo y legislativo).
5.2.8.2.- Aumento de poderes del Ejecutivo:
a) Se aumentan las materias de iniciativa exclusiva del Presidente: para alterar división política y
administrativa, crear nuevos servicios públicos o empleos rentados y conceder o aumentar sueldos y
gratificaciones a empleados públicos de empresas fiscales y de instituciones semifiscales (1943); y para
cuestiones relativas a impuestos, exenciones, sueldos del sector privado, regímenes previsionales y
pensiones u otros beneficios por gracia (1970).
b) La posibilidad de exceder del 2% del presupuesto de gastos en casos de calamidad o
emergencia calificados en la Constitución (1943).
c) La regulación de los decretos con fuerza de ley para diversas materiaes (1970).
5.8.2.3.- En materia de derechos constitucionales:
a) Aumento del derecho a sufragio para los mayores de 18 años y personas que no saben leer ni
escribir (1970)
b) Estatuto de garantías constitucionales (1971) que fue fruto del pacto entre la Unidad Popular y
la Democracia Cristiana (DC) para que los parlamentarios de esta última votaran en el Congreso Pleno
por el candidato Salvador Allende para Presidente, después de que en las elecciones de 1970 obtuviera
la primera mayoría relativa por sobre el candidato Jorge Alessandri y el candidato DC, Radomiro Tomic
(que obtuvo el tercer lugar) ). Según las reglas de la Constitución de 1925, no había segunda vuelta, sino
que era el Congreso el que debía escoger entre las dos primeras mayorías relativas. En este contexto, se
concibió este estatuto frente a la inquietud existente sobre el auténtico compromiso de la Unidad
Popular con el sistema democrático liberal occidental, en la medida en que varios de los planteamientos
del programa de la Unidad Popular, inspirados en el marxismo y en los regímenes de los socialismos
reales (es decir, aquellos que estaban tras lo que se llamaba, en aquellos años, «Cortina de Hierro»),
podían conducir hacia medidas que anularan las libertades públicas. Por ello, esta reforma contemplaba
la ampliación, entre otros, de los siguientes derechos: libetad de los partidos políticos; garantía de
financiamiento de la educación privada gratuita y sin fines de lucro; autonomía académica,
adminsitrativa y económica de las Universidades; libertad de trabajo y su protección; libertad de
sindicarse y derecho a la huelga; derecho a la seguridad social; y derecho a la participación en la vida
social.
c) Modificaciones en materia de derecho de propiedad que, en este aspecto, sufrió diversas
reformas (1963, 1967 y 1971) con el objeto de facilitar la expropación, nacionalización y control por
parte del Estado del ejercicio y uso de la propiedad privada. Algunas de las características de estas
reformas, así como sus principales efectos, se verán más adelante a propósito de lo que se ha llamado
“Estado expropiador”.
5.3.- Características del Derecho Público

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5.3.1.- Proteccionismo.
5.3.1.1.- Hay una idea central que marca el derecho público y la acción del Estado. Se trata de
que la revolución debe hacerse desde arriba, para evitar la que viene desde abajo. En efecto, se toma
conciencia de las grandes diferencias sociales, así como del alzamiento de los sectores más desposeídos
y, para enfrentar lo primero y evitar lo último, se considera necesario proteger a esos grupos a través del
Estado; para ello, el derecho es un instrumento fundamental. Ahora bien, esta no es sólo una idea propia
de Chile y se planteaba en distintas latitudes.
A este criterio obedecen un Valentía Letelier, los parlamentarios conservadores social-cristianos,
Arturo Alessandri y el propio General Ibáñez. De hecho, Valentín Letelier señalaba en 1896 que lo que se
necesitaba para evitar que los sectores más pobres de la sociedad fueran objeto de atropellos y abusos
era “Sólo protección, o sea la garantía de que el Estado igualará las condiciones de los combatientes
dando armas a los débiles para luchar con los fuertes. Esto es lo que el individualismo niega a los
desvalidos (…) Todo lo que el liberalismo de nuestros días ha hecho por los pobres se reduce
substancialmente a la instrucción y al sufragio (…) Sorprenderse del aparecimiento del socialismo es
sorprenderse de que la instrucción popular rinda su fruto más genuino, el de dar capacidad al pueblo
para estudiar sus propias necesidades. Es ya tiempo de reaccionar contra esta política egoísta que obliga
a los pobres a organizarse en las filas hostiles frente al resto de la sociedad (…) [y que explica] la singular
anomalía de que en el seno de nuestras sociedades igualitarias, se estén renovando las luchas de
clases”169.
Por estas razones se establece un Estado Protector y Mediador, que a través del derecho va a
intervenir en lo económico y en lo social, protegiendo a los supuestamente más débiles, para así
enfrentar al socialismo revolucionario.

5.3.1.2.- Este proteccionismo se demuestra en los siguientes ámbitos:


• Laboral. Se comienza a abandonar el individualismo jurídico. Su primera manifestación son las leyes
sociales que se aprueban en 1924 y que conformarán, después, la parte sustantiva del Código del
Trabajo de 1931, dictado bajo el Gobierno del General Ibáñez, aprobado como DFL Nº 178 del
13/5/31.
Este tipo de reglamentaciones terminará, en muchos casos, sobrevalorando el carácter de
desposeídos de algunos, en perjuicio de otras personas, de modo que, en ocasiones, los protegidos
por la normativa no serán efectivamente los más débiles. Así, por ejemplo, se va a establecer una
diferencia entre obreros y empleados desde la década del ´20, la que se mantendrá hasta 1978, en
que todos pasen a ser trabajadores. Así, el año 1924 se dictarán la ley 4.053 que regulará el contrato
de trabajo de obreros y la ley 4.059 que reglamentará el contrato de trabajo de empleados
particulares. El artículo 1° de esta última señalará el criterio conforme al cual se establece la
diferencia, indicando que “se considerarán obreros aquellos asalariados en cuyo servicio predomine
el esfuerzo físico”. Esta idea se reiterará en el artículo 2° del decreto ley 857 de 1925 que reemplazo
esta ley 4059 ‒la que nunca alcanzó a regir 170‒, al señalar que para efectos de esa normativa “se
consideraran como empleados todas las personas (…) que realicen un trabajo en que predomine el
esfuerzo intelectual sobre el físico”. Ahora bien, la distinción tenía importancia para variados
aspectos y beneficios, como se puede apreciar, en el Código del Trabajo del año 1931 que consolidó
las reformas sociales. Así, por ejemplo, podemos señalar las siguientes diferencias:

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✓ El empleador puede ponerle fin al contrato indefinido de trabajo del empleado, pero
deberá avisarle con un mes de anticipación o pagarle el equivalente (art. 166). En el caso
del obrero, el aviso debe ser de seis días o pagarle el salario correspondiente a ese plazo
(art. 10)
✓ En el caso del empleado se contempla una indemnización por años de servicios
equivalente a un mes por cada año, con topes de montos (art. 169 y siguiente). Para el
obrero, no está contemplada esa indemnización.
✓ El feriado de vacaciones para los empleados que hayan trabajado más de un año será de
quince días hábiles (art. 158). Para los obreros que hayan trabajado más de 220 días en
el año en la empresa o faena, será de 7 días ‒como no dice hábiles, se entiende
corridos‒ (art. 98).
✓ Los empleados de empresas que hayan obtenido utilidades líquidas, tendrán derecho a
una gratificación no menor al 20% de esas utilidades (art. 146). Los obreros, en cambio,
no tenían derecho a ello, sino que se regulaba una gratificación que era inferior y que se
pagaba al sindicato industrial al que pertenecían, en caso de hacerlo, la que se dividía en
un 50% para los fines sindicales y en un 50% para los obreros.

Evidentemente, esta distinción entre obreros y empleados obedecía a las circunstancias de una
sociedad estratificada, pero la legislación, en vez de contribuir a aminorar las diferencias, tendía a
acrecentarlas. Por otra parte, se puede apreciar que los empleados que, en general, tenían una
situación de menor debilidad que los obreros, obtenían, sin embargo, una mayor protección; incluso
más todavía, la protección a los obreros de la ciudad y a los empleados, será muy anterior a la
protección que se dé a los trabajadores rurales, mucho más débiles que los de la ciudad. En suma, se
ha dicho que, al final, resultaban con mayores ventajas quienes tenían mayor capacidad de presión y
de influencia y no necesariamente los más débiles.
• Previsional. Formalmente, este sistema nace en 1925 con las primeras normas para obreros y
empleados y se va a ir extendiendo a muchos otros sectores. Hasta 1981, no pueden elegir
institución, tienen que estar en la Caja correspondiente a su actividad. En 1973, la seguridad social
era ejercida por muchas instituciones, cada una con su propia legislación y autonomía, con
beneficios distintos que eran pagados por los actuales cotizantes y sin relación con lo que ellos
habían aportado. Las tasas de cotización fluctuaban entre un 15% y un 35%. También variaba la edad
para jubilar. El sistema previsional es uno de los mejores ejemplos de lo que, en la práctica,
significaba el sistema de protección y la sobre valoración de determinados sectores en perjuicio de
los más débiles.
Así, se ha dicho: “el ejemplo más disparatado es el de la previsión. La previsión fue el ejemplo
más clásico y terrible de la sobreprotección de los sectores poderosos y de la infraprotección de los
sectores débiles (es por eso que cuando yo oigo ahora de repente que el sistema antiguo de previsión
era solidario y que el actual, en cambio, es egoísta e individualista, me da risa, porque simplemente
la gente no se puede olvidar con tanta facilidad de estas cosas). En 1964, por ejemplo, había 800.000
personas que no tenían ninguna previsión, después había 1.500.000 obreros que jubilaban en el
Servicio de Seguro Social y necesitaban para jubilar primero la edad de 65 años, y después una
densidad mínima de imposiciones que exigía la ley. Estos eran los obreros. Después entraban los

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empleados, quienes ya no jubilaban por edad sino por años de servicios, y se exigía un mínimo de
años de servicio que era tanto menor, cuan mayor fuera su poder de presión; y así, los simples
empleados particulares necesitaban 35 años de servicios, o sea, jubilaban entre los 55 y los 60 años
de edad. Los empleados públicos que tenían gremios poderosos e influencias políticas, necesitaban
sólo 30 años de servicios, o sea podían jubilar entre los 50 y 55 años; los bancarios y los periodistas
eran gremios de gran peso política, sólo necesitaban 25 años de servicios, es decir podían jubilar por
vejez entre los 45 y 50 años. Y, por último, venían los parlamentarios, que eran los que hacían las
leyes de previsión. Y ésos, entonces, sólo necesitaban 15 años de servicios para jubilar. Así, entonces,
un diputado que hubiese sido elegido a los 21 años de edad (edad mínima reglamentaria para poder
serlo) jubilaba por vejez entre los 35 y los 40 años de verdad.”
Los profundos problemas del sistema previsional eran de dominio universal. El abogado Gastón
Cruzat escribía en la Revista Mensaje, haciendo una evaluación del primer año del Gobierno de Frei
Montalva, que una de las reformas que esa administración tenía que enfrentar para ser
auténticamente revolucionario era la previsional. Al respecto señalaba sobre nuestro sistema en
aquellos años: “De la previsión chilena más vale no hablar. Hay consenso de que es carísima, injusta,
discriminatoria, ineficiente y parcial (…) El país espera que por fin se le ponga remedio a despecho de
los grupos e intereses creados que se empeñan sordamente en matenerla. No parece exagerado decir
que el problema de la previsión es tan grave, que constituye una verdadera inmoralidad
nacional”"171.
En 1971, el entonces profesor de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad
Católica, Patricio Novoa, concluía un trabajo sobre la materia señalando que “En el año 1925 se
proyectaban, fundamentalmente, cuatro institutos previsionales. Dos en el sector público: uno civil y
otro militar, y dos en el sector privado: uno para obreros y otro para empleados. Inmediatamente de
ello comenzó la proliferación de organismos, los que han emergido para grupos especiales, con la
finalidad de sustraerse de los regímenes generales y dotarse de un régimen especial, más generoso,
con provecho para los grupos, pero con infracción de la solidaridad nacional y perjuicio de las
grandes mayorías. En esto radica la verdadera gravedad del problema; pues bien, puede concebirse
un régimen administrativo de seguridad social mediante diversidad de organismos de gestión, esto
es, con administración plural; pero siempre que tales diversos organismos apliquen las mismas
normas, otorguen fundamentalmente los mismos beneficios, bajo los mismos requisitos, etc.;
agrupen a una homogénea población asegurada, cada cual con un número adecuado de afiliados que
le otorgue una correcta dimensión (…) Nuestra proliferación administrativa ha sido el producto de las
presiones de los grupos interesados, y no sólo ha astillado el sistema, sino que juntamente con ello ha
creado el caos previsional: cada organismo se rige por normas distintas, otorga beneficios bajo
distintas condiciones y requisitos, por montos o porcentajes también diferentes, recibe distintos
porcentajes de cotización tanto de empleadores como de trabajadores, los beneficios no son los
mismos, reconocen sistemas financieros diferentes, etc. Agrava aún más la situación, la circunstancia
de que dentro de los organismos mismos se han proliferado también regímenes especiales, distintos
al general del respectivo organismo, en provecho de ciertos grupúsculos, y con perjuicio de la
solidaridad del grupo entero o grupal. Esto explica que existan 30 sistemas diferentes de pensiones de
antigüedad, más de 30 regímenes diferentes de pensiones de invalidez y 31 sistemas de pensiones de
vejez. La proliferación administrativa, sumada al engorro que implica poner en aplicación un sistema

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tan casuístico y parcelado, son factores importantes que influyen para que el costo de la
administración de la previsión en Chile sea particularmente elevado. Se lo estima en el 13% de los
egresos totales del sistema, en circunstancias que en otros países, dicho porcentaje es el siguiente:
Dinamarca, 2,9; Francia, 2,8; Italia, 4,4 (…) Hungría, 1,09; México, 1,2; Panamá, 5,2”172. Comentando
las sugerencias que había hecho la comisión Klein-Saks, el economista Ricardo Ffrench-Davis,
señalaba que ella había sugerido “la racionalización del anárquico sistema previsional que permitía
(…) jubilar y recibir una pensión vitalicia a funcionarios en extremo jóvenes”173.
• Contrato de Arrendamiento. Desde 1941 la legislación va a buscar proteger al más débil en esta
relación contractual, el arrendatario. Para ello, la ley va a perseguir que no se le fijen cánones
demasiado altos, que no pueda ser expulsado de la casa-habitación, de la noche a la mañana. Ahora
bien, como en las otras materias, esto se va ir agudizando de tal manera que, a la larga, los
arrendatarios van a resultar sobreprotegidos en perjuicio del arrendador, pero también de los que
buscan casa por primera vez, en buenas cuentas, de los que no tienen casa. Así, por ejemplo, el D.L.
964 de abril de 1975 que regula el arrendamiento de predios urbanos, señalará en su artículo 5º que
la renta anual máxima no podrá exceder del 11% del avalúo fiscal. En buenas cuentas, es la ley la que
fija el precio del arriendo. El artículo 18º señala que el arrendador, fuera de las excepciones legales,
sólo podrá poner término al contrato en forma judicial y por motivo plausible, calificado como tal
por la ley. Así, el artículo 19º señala algunos de estos motivos plausibles, como, por ejemplo, si la
propiedad arrendada, necesita destinarla para habitación suya o de un familiar cercano (hijo, padres,
cónyuge, suegros, etc). Al mismo tiempo, la ley establece que este término del contrato dará al
arrendatario derecho a permanecer en la propiedad, pagando la renta, una determinada cantidad de
tiempo, más o menos larga, que dependerá de la cantidad de años que haya arrendado el bien. En
definitiva, las trabas que se le imponían al arrendador, hacían muy difícil para el propietario, el
arrendador, recuperar su propiedad en un tiempo razonable.
• Fijación de Precios. Esta se va a dar, principalmente, desde la Creación del Comisariato General de
Subsistencia y Precios174 por el D.L. 520 de 1932. Esta institución se crea a la luz de los problemas
producidos con ocasión de la Gran Depresión y su objetivo es evitar la especulación en los productos
de primera necesidad. Para ello se le otorgan a esta institución un conjunto de facultades que le
permiten intervenir empresas productoras o distribuidoras de estos productos. Este D.L. 520 es el
que va a permitir la expropiación, intervención y requisición de empresas durante la administración
de Salvador Allende, mediante la aplicación de lo que se conoció como «resquicios legales». Por otra
parte, el precio del trigo fue fijado en 1938 y un precio mínimo antes de 1934.
En resumen, se trata de una época en la cual el proteccionismo jurídico vence al individualismo
que ha sido la herencia del derecho y de la sociedad decimonónica.

5.3.2.- Intervencionismo del Estado en la Economía


5.3.2.1.- El origen y antecedente más importante de este intervencionismo está dado por la
depresión de 1929. En todo el mundo la intervención estatal va ir cobrando más fuerza. Se extiende la
actividad del Estado a campos como el laboral, la salud, la educación (baste recordar que, en el Gobierno
del General Ibáñez, el Ministerio de Educación adquiere las características que le conoceremos después),
la previsión y la economía, en todos sus ámbitos. Se genera, así, un conjunto de entidades estatales y

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paraestatales que van a ser las que administrarán toda esta intervención del Estado en diferentes
ámbitos.
Ahora bien, como ha dicho Bernardino Bravo Lira, en Chile, esta actividad interventora tendrá
más fuerza que en Europa, ya que, a través de ella, se reformula la vieja tesis de un gobierno eficiente y
realizador, la idea ilustrada de gobierno.
Se interviene en los campos sociales, pero también en los económicos, monetarios, bancarios,
crediticios, comerciales e industriales, existen planes de fomento, apoyo a la investigación y la
tecnología.
5.3.2.2.- Existe un aumento exponencial de la legislación. Con esta cantidad de leyes, se sacan
muchas cosas del ámbito privado, interviniendo el Estado y llevándolas al ámbito público. Así, por
ejemplo, el reajuste de las pensiones, de los sueldos de los empleados públicos y privados van a ser
materia de legislación y, por tanto, de derecho público.
Desde los años 20 y propiamente de los 30, el Estado, a través del Ejecutivo realiza las siguientes
cosas: administra la seguridad social, los servicios de salud y educación; otorga facilidades habitacionales
y subsidia los bienes y servicios esenciales; fija los precios de los bienes y servicios -por ejemplo, los
honorarios de los abogados son fijados por un arancel del Colegio de Abogados que es modificado por
ley-; interviene en conflictos laborales como árbitro; y, desde 1950, fija por ley el reajuste anual de
sueldos y salarios, incluso del sector privado.
Al analizar las leyes de la época, en todas sus categorías, se pone de manifiesto que la ley
contemporánea asume un carácter marcadamente contractual. La ley invade campos que el liberalismo
reservaba a la decisión de los particulares. Se transforma la ley, de general y abstracta, en individual y
concreta; de regla del juego, ignorante de los resultados, en voluntad de dirección y de tutela de
intereses específicos. Es resumen, el intervencionismo del Estado genera un aumento de las leyes y esto
va modificando su estructura interna.

5.3.3.- Manifestaciones del proteccionismo y del intervencionismo.


5.3.3.1.- Estado Recaudador
Hasta 1875, el Estado tenía una actividad reducida (hay que pensar que hacia 1880, había sólo
3.084 funcionarios públicos), con escasas necesidades tributarias. Buena parte de los ingresos fiscales
eran impuestos directos e indirectos (al consumo). Con el auge del Salitre, el Estado comenzó a recibir
importantes sumas por impuestos, ya que se pagaba una base fija sobre el monto de las exportaciones
sin relación a las utilidades de las empresas o al precio internacional del producto. Es así como se
pudieron abolir algunos impuestos. El Estado se financia con el salitre y, si necesita más recursos, pide
prestado (deuda exterior), ya que Chile era un país solvente. Sin embargo, cuando apareció el salitre
sintético todo el sistema financiero del Estado se derrumbó y se necesito una nueva legislación.
Esta nueva estructura tributaria se desarrolló por dos vías distintas: un impuesto directo que
afecta a la renta y un impuesto indirecto que afecta al consumo.
• Impuesto Directo. Se propuso a fines del Gobierno de Sanfuentes (1919). Sin embargo, solo se
despachó por el Congreso en 1924, aunque del proyecto original se eliminó el impuesto global
complementario y, además, la tasa progresiva. Ambas cosas se impusieron en 1925 por decretos 330
y 759. Por último, se agregó la sobretasa de impuesto que grava las rentas de personas que no
tienen domicilio en Chile.

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• Impuesto Indirecto. Era un impuesto al consumo que, originalmente, se dividía en 2: impuesto a la
producción que era pagado por el productor y cargado al precio de venta; e impuesto a la cifra de
negocios que se aplicaba a los servicios. En 1954 se reemplazó este sistema por un impuesto a la
compraventa y, en 1970, surge el impuesto al valor agregado (IVA).
La estructura tributaria ha permanecido más o menos equivalente. La influencia de la legislación
en esta materia, ha sido principalmente norteamericana y la francesa.
5.3.3.2.- Estado Productor y Planificador
a) Estas características se empiezan a plantear con la primera administración Ibáñez y se van a
desarrollar al máximo con los gobiernos radicales, que plantean una economía planificada cuyo mejor
ejemplo es la creación de la Corporación de Fomento en 1939.
La aparición de la CORFO marcó un hito en la evolución del Estado en el siglo XX, a través de esta
institución, se crearon nuevas industrias que requerían de gran capital. Por ello no es extraño que se
hable de estado planificador y empresarial. La CORFO, de alguna manera, detecta las áreas productivas
deficitarias para el desarrollo nacional (planifica), promueve y crea directamente empresas que cubran
esas deficiencias (productor).
Ahora bien, este Estado empresarial era socio de los particulares e incluso de las Asociaciones de
Empresarios. Así, muchas de estas entidades fiscales o semifiscales, tenían en su directorio a
representantes del sector privado, así, por ejemplo, el Consejo del Banco Central y, también, el Banco del
Estado creado en 1953.
La CORFO participó en la formación de empresas como ENDESA (1944), CAP (1946), ENAP (1950),
IANSA (1952) y ENTEL (1964), entre otras. En un principio, CORFO, tuvo como objetivo promover el
desarrollo de actividades productivas, fomentar las inversiones del sector privado, la inversión y
desarrollo de proyectos y solo eventualmente su realización, pero, poco a poco, se desnaturalizaría su
función y fue utilizada para aumentar la participación del Estado en numerosas actividades donde no se
justificaba su ingerencia.
b) En materia económica, el Estado, desde el primer Gobierno de Ibáñez, se convierte “(...) en
agente activo del desarrollo económico-social”175. Entre 1938 y 1952 hay un gran aumento de la actividad
intervencionista. En efecto, la más nutrida legislación de este tipo corresponde, sin duda, a los gobiernos
radicales. Se promueven leyes que conducen al Estado al control de los precios y la distribución de los
recursos. Normalmente, esta transformación del Estado se va a llevar a cabo al margen de la
Constitución y va a significar que aquel entre activamente al campo económico y social.
A esta intervención contribuye grandemente la política económica de aquellos años de
sustitución de las importaciones, lo que significa mantener aranceles altos para proteger la industria
nacional.
c) Así, el Estado comenzó a abarcar y a controlar distintos ámbitos económicos en forma progresiva,
no sólo el sector minero con el salitre y el yodo, el carbón, el uranio, el petróleo y el cobre con la
nacionalización de la Gran Minería, sino que también en ámbitos tan especializados como el mercado de
los seguros, a través del Instituto de Seguros del Estado (ISE) y la Caja Reaseguradora de Chile.
En el Gobierno de la Unidad Popular, aumentará la intervención del Estado. Por ejemplo, a partir de
1970 y a través de la CORFO llegará a participar en la propiedad de 19 bancos y 185 empresas; además,
se intervendrán y requisarán otras 350. A fines de 1973, el Estado llegó a controlar, desde el punto de

98
vista del producto, el 85% de la minería, el 40% de la industria y el 70% de las telecomunicaciones y el
transporte.
5.3.3.3.- Estado Empleador y Burocrático
a) Hacia 1880 había sólo 3.084 funcionarios públicos. Desde esa época, se va produciendo un
creciente aumento de los trabajadores del estado y, por tanto, de la burocracia. Así, en 1900,
encontramos a 13.119 empleados públicos, cantidad que en 1919 se ha duplicado, llegando a 27.469.
Pedro Pierry ha señalado que la Constitución de 1925, con un ejecutivo y presidencialismo reforzado,
habría pontenciado el gran crecimiento de la Administración del Estado176.
b) A partir de la década de 1940, el tamaño del Estado y de la administración pública creció
enormemente, sobretodo por el aparato paraestatal. Entre 1930 y 1949, los empleados públicos
crecieron en un 100%, el doble del aumento del empleo en la agricultura y la minería, y un tercio más
que en la industria y la construcción.
c) Las atribuciones económicas y sociales del Estado y la falta de oportunidades de empleo para
empleados y profesionales en el sector privado, dan origen a una numerosa burocracia.
Hay que tener presente que durante el siglo XX (tres primeras cuartas partes), la transformación
del Estado comprende 2 aspectos: ensanchamiento del aparato estatal y formación de lo paraestatal.
Así, por ejemplo, en el aspecto propiamente estatal, el número de ministerios irá aumentando
progresivamente. Si tomamos como punto de partida la reforma de 1887 del Presidente Balmaceda al
crear el Ministerio de Industria y Obras Públicas 177, nos encontramos que desde esa fecha hasta 1920, la
variación es relativamente poca. Así, se pasa en 1887 de 7 Departamentos de Estado o ministerios,
servidos por 6 ministros, a 9 en 1920, aunque servidos por los mismos 6 ministros. En efecto, en 1899 el
de Justicia e Instrucción Pública será dividido en dos, aunque servidos por un solo ministro 178; en 1912,
surgirá un nuevo Ministerio (o Departamento de Estado) denominado de Ferrocarriles, pero a cargo del
Ministerio de Industria y Obras Públicas 179. Sin embargo, a partir del año 1924 y, en concreto, de la labor
llevada a cabo por la Junta de Gobierno de ese año, después de la deposición del Presidente Alessandri
Palma, veremos un incremento paulatino de los ministerios que de 9 llegarán a ser 17 en 1976. Así, se
crea Agricultura180 (1924 y 30), Salud181 (1924 y 1959) Educación182 (1927) Bienes Nacionales183 (1931),
Economía184 (1941-42), Minería185 (1953), Vivienda y Urbanismo (1965), ODEPLAN186 (1967), Transportes
y Telecomunicaciones (1974), Secretaría General de Gobierno 187 (1976), Secretaría General de la
Presidencia188 (1990), Servicio Nacional de la Mujer (1991) y Consejo Nacional de la Cultura y las Artes 189
(2003). Evidentemente, el crecimiento de los ministerios, significa crecimiento de los organismos y
dependencias del mismo, por tanto, de los funcionarios estatales190. Además, este crecimiento de los
ministerios se ve vinculado, como se puede apreciar, a campos económicos específicos: minería,
agricultura, tierras, trabajo y salubridad.
Sin embargo, la gran novedad entre 1924 y 1933 es la aparición del aparato paraestatal, que
comprende instituciones semifiscales, de administración autónoma y empresas del Estado. Estas
entidades se relacionan con los ministerios, pero no dependen de ellos, tienen consejos directivos
propios y, además, personalidad jurídica, patrimonio y presupuestos propios.
Así, en 1927, aparecerá la Contraloría General de la República, cuyo origen está vinculado a la
verificación de la legalidad de los gastos, tanto de las instituciones estatales como del aparato
paraestatal.

99
d) Al aumento de personal en la administración pública también se vincula la aparición de
entidades que agrupan a los funcionarios públicos y que exigen ciertas condiciones mínimas de orden
laboral, como la carrera funcionaria y la estabilidad del empleo, entre otras cosas. Todo ello conducirá a
la promulgación de un Estatuto Administrativo que garantiza a los empleados públicos la propiedad del
cargo, para evitar ser despedidos cuando cambie el Gobierno. Este Estatuto que rige directamente a la
administración, empezará a ser adoptado como modelo para otras áreas como la salud, la educación y
las demás instituciones paraestatales.
El Estatuto Administrativo, dificultará el despido de funcionarios negligentes y provocará la
contratación de nuevo personal para suplir a los ineficientes, generando un aumento de los empleados
públicos y, con ello, de la burocracia estatal.
5.3.3.4.- Estado expropiador:
Su manifestación más importante se dará con la Reforma Agraria, la Nacionalización del Cobre y
los resquicios legales.

5.3.3.4.1.- Reforma Agraria:


a) La reforma agraria se da en un escenario de frustración por el fracaso económico, y en que
surgen movimientos políticos y sociales que proponen una mejoría a través de la realización de cambios
estructurales al sistema económico. Estos cambios suponen poner el acento en la redistribución de la
riqueza, más que en el crecimiento económico. Se creía que esta redistribución tendría éxito, en el largo
plazo, en la medida en que mejorara la distribución de la propiedad.
b) Por otra parte, la Revolución Cubana, sus líderes y el mito que la rodeaba, ejercían una fuerte
influencia en Chile y en todo el Continente. Detrás de ella había un sentimiento de liberación de las
estructuras de poder tradicionales y, sobre todo, de la influencia de los Estados Unidos. Esto,
naturalmente, preocupaba al país del norte que, para evitar la revolución, proponía que se realizaran
reformas profundas al sistema de propiedad, especialmente en el agro; para esto promovió un programa
bajo el nombre de la “Alianza para el Progreso”.
c) Los expertos nacionales y extranjeros sostenían que una de las grandes razones de la baja
productividad agropecuaria estaba en lo que se llamó los problemas estructurales, dentro de los cuales
ocupaba un lugar de privilegio la mala distribución de la tierra que, se consideraba, causaba
subdesarrollo191. Estos mismos expertos promovían, entonces, una reforma agraria amplia que, por
razones de costo, implicaba no pagar el valor comercial de la propiedad expropiada. Al respecto basta
ver el informe del Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola (CIDA) que, respecto de Chile, dice
exactamente esto192. Es interesante recordar que Hugo Trivelli ─posteriormente, Ministro de Agricultura
del Presidente Eduardo Frei Montalva─ fue el primer Director Ejecutivo del CIDA, desde 1962 hasta 1964,
fecha en la que renunció para ocupar el cargo ministerial señalado.
d) En resumen: los nuevos movimientos políticos y sociales, Estados Unidos y los expertos
nacionales y extranjeros, promovían la Reforma Agraria.
Bajo estas presiones, especialmente la de Estados Unidos, el Gobierno de Jorge Alessandri inició
la Reforma Agraria. Sobre la postura de este Gobierno y de uno de sus más influyentes ministros, don
Julio Philippi, se ha dicho que sí estaba de acuerdo con la reforma agraria, “pero moderada,
conservadora, no demagógica, revolucionaria, ni mucho menos confiscatoria”193. En todo caso, la
reforma llevada a cabo por el Presidente Alessandri Rodríguez fue conocida con el despectivo nombre de

100
«Reforma del Macetero», ya que se consideraba, por sectores democratacristianos y de izquierda, que el
proceso iniciado era absolutamente insuficiente para conseguir los fines de redistribución de la
propiedad de la tierra194.
En noviembre de 1962 se dicta la ley 15.020 sobre Reforma Agraria, sin perjuicio de otras
circunstancias de menor importancia, declaraba de utilidad pública y autorizaba la expropiación (como lo
exigía la Constitución) de predios rústicos abandonados y de los notoriamente mal explotados (art.
15.a). Se creaba, además, la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) y el Instituto de Desarrollo
Agropecuario (INDAP). Pero, la Constitución de 1925 establecía que debía pagarse, previamente, el total
de la indemnización. Por esto el Gobierno de Jorge Alessandri propuso modificar la Constitución para
establecer un sistema de expropiación en condiciones especiales para las tierras rústicas abandonadas o
notoriamente mal explotadas195. Mediante la Ley Nº 15.295 de 8 de octubre de 1963 se aprobó esta
reforma constitucional que permitía expropiar estos predios pagando al propietario un 10% de la
indemnización al contado y el saldo en cuotas anuales iguales en un plazo máximo de 15 años y con el
interés que fije la ley. En todo caso, prohibía que se efectuaran nuevas expropiaciones, con
indemnización a plazo, si existía retardo en el pago de expropiaciones anteriores.
A pesar de que se podía pagar a plazo, el Gobierno de Alessandri Rodríguez pagó al contado
todas las expropiaciones que hizo.
e) El Presidente Frei Montalva afirmó que haría una gran reforma agraria “(...) para formar cien mil
nuevos propietarios agrícolas (...)”196; sin embargo, para ello, requería de mayores atribuciones que las
otorgadas por la Constitución y la ley. Así, el Presidente Frei Montalva envió al Congreso en 1964 un
proyecto de reforma a la Constitución para modificar el derecho de propiedad. Este proyecto fue
aprobado por la Ley Nº 16.615, a ella se opusieron únicamente los parlamentarios de derecha
(conservadores y liberales). Algunos de los elementos esenciales de esta reforma constitucional eran los
siguientes:
− Se permitía que la ley pudiera reservar al Estado el dominio exclusivo de recursos naturales, bienes
de producción u otros que se declaren de importancia preeminente;
− Se permite que para todo tipo de expropiaciones se pueda pagar a plazo;
− En el caso de los predios rústicos se señala, expresamente, que la indemnización será equivalente al
avalúo de las contribuciones más el valor de las mejoras que no estuvieren comprendidas en dicho
avalúo. Estipulándose que el monto al contado y el saldo en cuotas, cuyo plazo no podía exceder de
30 años, se fijarían en la ley; y
− Se estableció que, en el caso de expropiar una pequeña propiedad rústica trabajada por su dueño,
así como en el caso de la vivienda habitada por su propietario, la indemnización debía pagarse
previamente.
f) En virtud de la reforma constitucional aprobada, el Gobierno de Frei Montalva obtuvo la
aprobación de una nueva Ley de Reforma Agraria (16.640). Algunos de sus elementos esenciales eran los
siguientes:
− No contenía un plazo para proceder a las expropiaciones de los predios agrícolas y todos los predios
podían ser expropiados, salvo los expresamente exceptuados. Esta era una situación bastante
anómala puesto que los propietarios carecían de certeza, pues en cualquier momento y sin que se
estipulara fecha de término, podían ser expropiados, lo que naturalmente desincentivaba la
inversión.

101
− Se estipulaba que el monto de indemnización sería equivalente al avalúo vigente para los efectos de
las contribuciones de bienes raíces –siempre menor al valor comercial de la propiedad– más un
reajuste en relación al alza del índice del costo de la vida. Había predios que se pagarían con un 10%
al contado y el saldo con bonos de la Reforma Agraria amortizables en 25 años; los predios mal
explotados se pagarían con un 5% al contado y el saldo con bonos amortizables a 30 años; y los
predios abandonados se pagarían con 1% al contado y el saldo con bonos amortizables en 30 años.
− Producida la expropiación y, tomando posesión del terreno la CORA, ella debía proceder a la
instalación de un asentamiento campesino. Esta era la etapa transitoria inicial y que se, preveía,
funcionaría hasta que dichas tierras fueran destinadas como unidades agrícolas familiares y
asignadas a los campesinos en dominio individual. Ahora bien, el plazo durante el cual podía durar el
asentamiento era de 3 años que, el Presidente de la República en casos calificados, podía ampliar a
5. Para que un campesino se hiciera dueño, además de otros requisitos, debía pagar la tierra con una
parte al contado y el saldo en 30 cuotas reajustables anuales, devengando el saldo de precio un
interés del 3% anual.
g) Tanto la reforma constitucional como la Ley de Reforma Agraria, fueron rechazadas por los
conservadores, por los liberales y por la Sociedad Nacional de Agricultura. Un grupo de importantes
agricultores declaró en un largo manifiesto publicado en la prensa que: “(...) una reforma así concebida,
en la que se llegase a alterar la Constitución tras el anhelo de conseguir que de la voluntad estatal
dependa la propiedad privada, sería afirmar que la ley civil y por lo tanto humana puede ir contra la ley
natural e incluso contra la ley divina. Lo cual es incompatible con la moral cristiana (...)”197.
h) En el Gobierno del Presidente Frei Montalva “(...) se expropiaron 1.264 predios con una superficie
total de 3.400.000 hectáreas. En ellos se establecieron asentamientos bajo la supervisión de la CORA. De
los 100.000 nuevos propietarios que debía crear este proceso, hacia 1970, sólo se habían asentado
30.000 (...)”198, de los cuales ninguno era propietario individual, puesto que las tierras no se habían
asignado.
i) El Gobierno del Presidente Allende no dictó nuevas normas legales en materia de Reforma Agraria,
solo aprovechó la legislación existente. Es así como, después de un año, la Unidad Popular había
expropiado más predios que el Gobierno precedente en sus 6 años. En efecto, en 1971 se expropiaron
1.374 inmuebles agrícolas que representaban 2.026.721 hectáreas; al año siguiente se traspasaron al
Estado 2.191 predios. Al cabo de los primeros 8 meses, se había expropiado toda la tierra que se podía
en los términos que establecía la ley, por ello se va recurrir a los resquicios legales para poder seguir
expropiando. Hacia mediados de 1972, el Estado controlaba cerca del 35% de la tierra agrícola, lo cual
significaba el 20% del empleo en el sector.
j) En resumen, y como consecuencia del largo proceso de Reforma Agraria de 11 años, la producción
agrícola venía bajando y se proyectaba para 1973 una caída de entre un 19 y un 22%. “(...) Quiero
resumir el caso agrícola, no con mis palabras, sino con los antecedentes que el Ministro de Agricultura del
régimen marxista entregara en el Comité Económico de Ministros, en un informe confidencial que hemos
descubierto aquí en el Ministerio: «El último año muestra un descenso alarmante de la producción
agrícola, sólo igualable a la caída de 19% que se experimentó con la sequía de 1968-1969» (...)”199.
En septiembre de 1973, el número total de predios expropiados llegaba a 5.803 en los cuales se
trabajaba el 19,1% de la superficie aprovechable y no se había hecho ningún nuevo propietario. En
efecto, los inmuebles agrícolas estaban en poder del Estado y solo con asentamientos campesinos; en la

102
práctica, solo a partir de 1974, bajo el Gobierno Militar, se comenzaron a asignar predios a los nuevos
propietarios, los llamados parceleros CORA.

5. 3.3.4.2.- Nacionalización del Cobre


A- La chilenización del Cobre:
a) Para el Presidente Frei, el Cobre, al igual que la Reforma Agraria, representaba una de las
«vigas maestras» de nuestra economía. La chilenización supuso llegar a un acuerdo con las empresas de
capitales estadounidenses sobre la Gran Minería del Cobre; este acuerdo se tradujo en lo que se conoció
como Convenios del Cobre, y fueron sancionados por la ley 16.425 (1966). Esta norma legal otorgó
beneficios y franquicias por 20 años a las empresas norteamericanas como contraprestación por el
capital que ellas aportarían para expandir la industria cuprífera. Así mismo, la ley autorizaba a la
formación de empresas mixtas entre el Estado y las compañías norteamericanas que se encargarían de
esta expansión y explotación.
b) Al amparo de la ley 16.425 se constituyeron sociedades mixtas con: Braden Copper (El
Teniente), en que el Estado adquirió el 51% de las acciones; Cerro Corporation (Andina), en que el Estado
llegó a tener el 30% de las acciones; y Anaconda Copper Companny (Exótica), en que el Estado llegó a
tener el 25% de las acciones. No se consiguió, en cambio, establecer sociedades mixtas respecto de los
dos grandes minerales controlados por Anaconda: Chuquicamata y El Salvador.
B.- La Nacionalización Pactada:
a) El cobre alcanzó un alto precio a nivel internacional. Como los convenios de la chilenización
habían sido hechos calculando como base un precio sustancialmente menor, se produjeron altas
ganancias para las compañías americanas, mayores a las previstas originalmente, esto generó un clima
adverso a chilenización en la opinión pública
b) Ante estos hechos, el Presidente Frei encargó que se negociara con Anaconda con el objeto de
que ingresaran los grandes yacimientos de Chuquicamata y el Salvador al régimen de copropiedad. Así,
en junio de 1969 se llegó a un acuerdo con la compañía americana, acuerdo que recibió el nombre de
nacionalización pactada.
Mediante esta nacionalización pactada, que no fue sometida a aprobación del Congreso, el
Estado Chileno, por medio de Codelco, adquiría el 51% de Chuquicamata y El Salvador, formándose
sociedades mixtas. El Estado pagaba el precio mediante 24 pagarés semestrales a un 6% de interés
anual; la última cuota vencía el 31 de diciembre de 1981. Respecto del 49% restante de las acciones,
Codelco celebró una promesa de compraventa.
C.- Nacionalización del Cobre
a) Si bien esta llegaría mediante la reforma constitucional promovida por el Presidente Allende,
el primer proyecto de nacionalización fue presentado al Congreso en 1951 por los senadores comunistas
Salvador Ocampo y Elías Lafertte. Después de esto se presentaron, al menos, 6 proyectos más de
nacionalización.
b) Así como existían antecedentes en Chile sobre la intención de nacionalizar el cobre, había,
además, antecedentes internacionales que validaban este proceso.
Los principales antecedentes jurídicos serían: (i) el reconocimiento de la llamada propiedad
colectiva contenida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (art. 17.1); y (ii) la
declaración Nª 1.803 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de diciembre de 1962, relativa a

103
soberanía permanente de las naciones sobre sus recursos naturales. Ella reconocía, la posibilidad de
nacionalizar, expropiar y requisar, siempre que se fundare en razones de utilidad pública, de seguridad y
de interés nacional, reconociendo que la indemnización debía pagarse según las normas en vigor en el
Estado que adopte estas medidas. Sin embargo, al mismo tiempo, esta declaración reconocía validez a
los acuerdos sobre inversión extranjera, los que debían cumplirse de buena fe, sin perjuicio de
respetarse siempre la soberanía de los pueblos sobre sus riquezas y recursos naturales.
Los principales antecedentes de hecho lo constituían las nacionalizaciones que se habían
realizado en otros países y no sólo en bajo los socialismos reales (México, Francia e Inglaterra), incluso,
en Francia la nacionalización de Renault se hizo sin indemnización.
c) El concepto jurídico de nacionalización estaba inmerso en la corriente socialista del
Derecho200. Desde esta perspectiva, se puede decir que la nacionalización es un instrumento jurídico
para traspasar al Estado riquezas, actividades o empresas que antes estaban a cargo de privados. Se
considera, por tanto, que la nacionalización es un acto de soberanía del Estado y, por lo mismo, de
derecho público201.
La nacionalización implica el ejercicio de una potestad discrecional, pero no arbitraria, que
debiera cumplir con dos requisitos fundamentales: tener una finalidad de interés público; y no ser
discriminatoria respecto de extranjeros202. La nacionalización, por tanto, se puede aplicar tanto a bienes
privados de extranjeros, como de nacionales 203.
d) La nacionalización, según sus defensores, diferiría de la expropiación, por lo siguiente:
- La expropiación recae sobre bienes determinados; la nacionalización, sobre un conjunto de bienes,
riquezas o actividades económicas, considerados como una totalidad (universalidad jurídica);
- El fin de la expropiación es la utilidad pública, para destinar el bien a una finalidad determinada,
como la construcción de caminos; el fin de la nacionalización es cambiar el régimen de
aprovechamiento de los bienes, riquezas o actividades, con el objeto de transformar la economía
nacional, traspasándola del sector privado al Estado; y
- La indemnización en una expropiación se determina considerando de manera equitativa el interés
particular y el interés general; en cambio, en una nacionalización depende de muchas circunstancias
“(...) originadas en la prevalencia del interés general sobre el particular (...)”204, por tanto, puede ser
total, parcial o llegar a desaparecer205.
e) Llevar a cabo el proceso de nacionalización presentaba algunas disyuntivas jurídicas:
- ¿Los convenios de la chilenización y de la nacionalización pactada eran verdaderos contratos-leyes,
que no podían modificarse por otra ley, sin acuerdo de los privados?
- ¿Las minas eran del Estado y el particular sólo tenía una concesión o, por el contrario, los
particulares tenían una verdadera propiedad minera y el Estado solo un dominio eminente, es decir,
un dominio que sólo es expresión de soberanía y que justifica que el Estado otorgue las concesiones
y que vuelvan a él las que caduquen? Había autores para una y otra posición, y el efecto era que, en
el caso de la segunda tesis, la ley no podía modificar pura y simplemente la concesión sin algún tipo
de indemnización porque había una especie de expropiación.
- ¿Cómo establecer un mecanismo para restar de las eventuales indemnizaciones lo que se denominó
rentabilidad excesiva que, algunos estimaban, habían recibido los privados durante el período en
que explotaron los minerales?

104
- ¿Cómo entregar el conocimiento de los conflictos que suscitara la nacionalización a un Tribunal
Especial, excluyendo a los tribunales ordinarios, especialmente a la Corte Suprema, a la que se la
Unidad Popular estimaba guardián del estatus social?
Por todos estos problemas, el Gobierno de la Unidad Popular llegó a la conclusión que la mejor
manera de llevar a cabo la nacionalización era mediante una reforma constitucional que evitaría los
reclamos de las compañías norteamericanas a los Tribunales de Justicia por la tendencia formalista que
en estos imperaba, según su visión. En el fondo se trataba de aprovechar el acendrado positivismo de
nuestros abogados y jueces a favor de la causa del Gobierno.
f) Así se llegó a la reforma constitucional contenida para la ley 17.450 de julio de 1971, aprobada por
la unanimidad del Congreso Pleno.
Se introdujeron, entonces, modificaciones al artículo 10 Nº 10 de la Constitución sobre derecho
de propiedad, ya reformado tantas veces, introduciendo, entre otros, los siguientes conceptos: el de
nacionalización206; el de dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible del Estado sobre las
minas207; el de que el monto de la indemnización por la nacionalización de la Gran Minería podía ser
determinado descontando las rentabilidades excesivas obtenidas por las empresas nacionalizadas; y el
de que los contratos-leyes no podían significar una limitación a la soberanía del Estado 208.
Además, la reforma agregaba a la Constitución dos artículos transitorios nuevos: (i) La
Decimosexta que garantizaba los derechos mineros concedidos con anterioridad, los que se regirían por
la legislación antigua, sin perjuicio de que la nueva ley que se dictara regiría respecto de ellos en cuanto
a sus goces y cargas, y en lo tocante a su extinción; y (ii) La Decimoséptima que nacionalizaba “(...) las
empresas que constituyen la Gran Minería del Cobre, considerándose como tales las que señala la ley y,
además, la Compañía Minera Andina (...)”, pasando “(...) al dominio nacional todos los bienes de dichas
empresas y, además, los de sus filiales que determine el Presidente de la República (...)”. Esto
significaba, en la práctica, la nacionalización, además, de Andina, de las compañías dueñas de
Chuquicamata, El Salvador, Exótica y El Teniente209.
Esta misma disposición decimoséptima transitoria establecía el procedimiento para fijar la
indemnización, cuestión que correspondía hacer al Contralor General de la República conforme a los
criterios que se le señalaban en la norma. Entre otras cosas tenía que descontar a la cantidad que
estableciera, el monto de las rentabilidades excesivas que las empresas nacionalizadas y sus antecesoras
hubieren devengado anualmente; este último monto debía ser fijado por el Presidente de la
República210. Los afectados podían apelar ante un Tribunal especial, llamado Tribunal del Cobre,
compuesto por un ministro de la Corte Suprema, un ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, un
ministro del Tribunal Constitucional, el Presidente del Banco Central y el Director de Impuestos Internos.
Este tribunal fallaba en única instancia y no se admitía recurso alguno en contra de su sentencia. Una vez
determinada la indemnización, por el Contralor o por el Tribunal, el Presidente de la República debía
dictar un Decreto Supremo en el cual se señalará el plazo para el pago, el que no podía exceder de 30
años, y el interés, que no podía ser inferior a 3 por ciento anual.
g) En definitiva, el Contralor General de la República, don Héctor Humeres, mediante Resolución
Nº 529 de 11 de octubre de 1971, señaló: que a Exótica le correspondía una indemnización un poco
superior a los diez millones de dólares; que a Andina, una cifra cercana a los dieciocho millones
doscientos cincuenta mil dólares; y que a Chuquicamata, El Salvador y El Teniente, se les aplicaba un
resultado negativo, ya que la cantidad que correspondía pagar como indemnización era muy inferior a

105
las utilidades excesivas, de modo que se compensaban dichas cantidades con la indemnización que
correspondía pagar.
Las compañías norteamericanas, recurrieron al Tribunal del Cobre en contra de esta resolución y
en contra del Decreto del Presidente, mediante el cual se fijaban las utilidades excesivas. Este Tribunal,
en agosto de 1972, declaró inadmisibles las acciones en contra del Decreto presidencial, ya que había
actuado dentro de su competencia211. Debido a esta resolución del Tribunal Especial del Cobre y, sin
perjuicio, de continuar con las acciones pendientes ante él, Braden Cooper Co. interpuso demandas ante
el Tribunal de la Gran Instancia de París, obteniendo, en septiembre de 1972, el embargo sobre sumas
que podrían adeudar compañías francesas a Codelco. La demanda reclamaba que el Estado chileno había
nacionalizado bienes y empresas pertenecientes a Braden, sin haber otorgado a ésta la legítima
indemnización.
Esto podía generar un conflicto difícil de solucionar a Chile, ya que podía complicar su venta de
cobre en el extranjero. “(...) Es así como en los días siguientes Braden interpuso demandas y peticiones
de embargo sobre diversas partidas de cobre chileno enviadas a otros países europeos, entre otras a
Rotterdam, a Västerás (Suecia), a Hamburgo y a varios centros italianos, como Brescia, Livorno. Milán y
Roma (...)”212. Estas demandas fueron desechadas en Holanda e Italia, pero, en Alemania se aceptó el
embargo mientras se discutía el fondo de la cuestión.
h) Esta era la situación de la nacionalización del cobre cuando se produjo el 11 de septiembre de
1973. La Junta de Gobierno nombró una Comisión Negociadora, sin perjuicio de continuar con las
defensas judiciales. La Comisión llegó a un acuerdo con las compañías norteamericanas, poniendo fin a
los litigios judiciales surgidos con ocasión de la nacionalización del cobre y quedando estos grandes
minerales en poder del Estado de Chile.

5.3.3.4.3.- Resquicios Legales


a) Al hablar de resquicios legales se suele pensar inmediatamente en dos cosas, el Gobierno de la
Unidad Popular y la requisición de empresas a través de la aplicación del D.L. 520. Es por esta última
razón que hemos colocado los resquicios legales dentro del capítulo relativo al Estado expropiador.
Sin embargo, es necesario señalar que el contenido jurídico detrás del concepto resquicios
legales, no se usó solamente para la expropiación de bienes de producción, sino que estuvo detrás de
diversas medidas con fines político-sociales que necesitaban ser revestidas de formalidad jurídica. En
efecto, sus alcances legales son muy superiores de lo que se suele estimar y su uso no estuvo reservado
–aunque, sin duda fueron sus máximos representantes– a un grupo político. “(...) En verdad databan de
antes, por lo menos de la segunda presidencia de Ibáñez (1952-1958) (...) Sin embargo, hay una
diferencia. Entonces, prácticas como el llamado enroque de los ministros, esto es, su cambio a otra
cartera cuando son destituidos por el Congreso o los decretos de insistencia, eran hechos inconexos entre
sí. Bajo Allende, en cambio los resquicios legales se emplean abierta y sistemáticamente para
sobrepasar la legalidad vigente (...)”213.
b) Los resquicios legales no aparecen de la nada, sino que son la consecuencia de dos
fenómenos. Por una parte, de una concepción jurídica de corte formalista que tiende a identificar
derecho con ley; y, por otra, de una concepción sobre la forma de gobernar que consiste en identificar el
proyecto ideológico de quienes gobiernan con el bien común, lo que va a aparecer con mayor fuerza en
la medida en que los partidos ideológicos lleguen al poder. “No es extraño, pues, que la tónica del

106
período 1964-73 esté dada por un menosprecio cada vez más marcado del derecho vigente. De él se llega
a hacer gala incluso oficialmente. Se habla de legalidad sobrepasada, violencia institucionalizada, y se
hecha mano de resquicios legales para presionar contra las instituciones establecidas (...)”214.
c) Cabe recordar que el concepto de los resquicios legales y su aplicación en Chile permiten
entender algunas de las nuevas instituciones jurídicas previstas en la Constitución de 1980 cuyo objetivo,
en parte, fue superar –al menos en el campo jurisdiccional– el apego irrestricto al formalismo jurídico. En
efecto, las bases de la institucionalidad –que señalan claramente principios orientadores de fondo a todo
nuestro sistema legal–; la definición de las materias de ley y, especialmente las atribuciones que sobre
ella se da el Tribunal Constitucional; la facultad de imperio que se otorga directamente a los Tribunales
de Justicia; el detalle con que son tratadas varias de las garantías constitucionales; y, por sobre todo, el
nuevo recurso de protección, constituyen instrumentos cuyo origen estuvo fuertemente influido por lo
que fue la aplicación de los resquicios legales durante el Gobierno de don Salvador Allende.
d) La historia de los resquicios legales, entonces, no se restringe al Gobierno de Salvador Allende,
sino que, por el contrario, pueden encontrarse antecedentes en Gobiernos anteriores. Así, por ejemplo,
el Presidente Ibáñez dictó 335 decretos de insistencia durante su sexenio; el Presidente Alessandri, sólo
3; y don Eduardo Frei, 63. Ahora bien, constituía este método un resquicio legal, toda vez que permitía al
gobernante de turno saltarse la objeción de constitucionalidad o legalidad que la Contraloría General de
la República observara a sus actos de gobierno, específicamente, a sus Decretos Supremos, sin que ello
estuviera contemplado en la Constitución con ese fin. Sin embargo, cabe decir que la sistematicidad y
orientación ideológica para subvertir el sistema institucional son, en efecto, propias de la aplicación de
los resquicios legales durante el Gobierno de la Unidad Popular
Otro antecedente de esta mentalidad formalista y de los resquicios legales se produjo
inmediatamente después de la elección presidencial de 1970. Habiendo obtenido Salvador Allende la
primera mayoría relativa, los partidarios de Alessandri idearon una fórmula que permitiera evitar que el
candidato de la Unidad Popular se convirtiera en Presidente. En efecto, sabiendo que sería muy difícil
convencer al partido democratacristiano –que tenía mayoría parlamentaria– para que votara por
Alessandri en la elección que correspondía al Congreso Pleno entre las dos primeras mayorías relativas,
se ideó una fórmula que permitiría evitar la elección de don Salvador Allende como Presidente de la
República; esta fórmula fue conocida bajo el nombre de «Gambito Frei». Este consistía en que el
Congreso eligiera a don Jorge Alessandri como Presidente quien, a su vez, renunciaría inmediatamente y,
dado que esta situación no estaba prevista en la Constitución, el Congreso tendría que resolverla
llamando a nuevas elecciones. En ellas, sí podría haber sido candidato don Eduardo Frei Montalva,
burlándose, de ese modo, la prohibición constitucional de reelección inmediata, puesto que ya habría
mediado, aunque hubiera sido por minutos u horas, otro Presidente.
No cabe duda que esta fórmula –no aceptada en definitiva por Eduardo Frei Montalva y tampoco
por Jorge Alessandri– obedecía a los mismos criterios de formalismo jurídico que tenían los resquicios
legales.
e) El Presidente Allende usó de los resquicios legales, ya que su Programa de Gobierno proponía
básicamente la construcción de un nuevo sistema económico que superara el capitalismo para
reemplazarlo por el socialismo, donde la propiedad de la mayoría de los medios de producción fuera del
Estado215. Todo esto implicaba hacer transformaciones profundas al sistema imperante en el país, pero el
Presidente Allende no contaba con las mayorías necesarias en el Congreso para llevar a cabo estos

107
cambios.
Por esto a Salvador Allende “(...) No [le] cabía otra cosa que buscar instrumentos legales que
permitieran salvar, aunque fuera en forma parcial, los vacíos aparentes del ordenamiento jurídico en
vigor (...) Esta fue la tarea que me –señala Eduardo Novoa– encomendó Allende: encontrar apoyo legal
dentro de la legislación existente, para realizar los cambios que se proponía imponer, principalmente en
materia económica, con el fin de comenzar estos cambios y evitar que se atascara la aplicación del
programa (...)”216.
De este encargo −hecho tanto a su futuro minisro de Economía, Pedro Vuskovic, como a su
principal asesor legal, Eduardo Novoa (connotado penalista, profesor universitario y futuro Presidente
del Consejo de Defensa del Estado designado por el Presidente Allende)− surgirá el descubrimiento de
las principales normas legales que permitirán a la Unidad Popular llevar a cabo su Programa en el ámbito
económico y que serán conocidos bajo el nombre de resquicios legales. Dice de ellos el propio Novoa:
“(...) Fueron cuatro órdenes de preceptos los que seleccioné inicialmente. Primero, las disposiciones del
Decreto Ley 520, dictado el 30 de Agosto de 1932 por un gobierno que denominó a sí mismo socialista y
que ejerció el poder por breve tiempo; segundo, varios preceptos de aquellos que otorgaban facultades
discrecionales a las autoridades; tercero, algunas leyes tradicionales que, aplicadas imaginativamente,
permitían obtener resultados concordantes con los que se proponía Allende en el campo económico y
social, y cuarto, otras normas de índole económica (...)”217
f) Así, durante la Administración del Presidente Allende se usaron los siguientes resquicios
legales:
(1) El poder comprador de la CORFO: El 30 de diciembre de 1970, el Presidente Allende anunció
la estatización de la banca: “(...) explicando que, sin perjuicio de proponer al Congreso un proyecto de ley
con ese objeto, acudirá también a la compra de acciones de los bancos privados existentes como una
alternativa para acelerar el proceso (...)”218. Cabe señalar que nunca se envió el anunciado proyecto de
ley, ya que no se contaba con las mayorías necesarias en el Congreso y, también, porque a través de este
medio se logró el objetivo buscado.
Así, se hizo uso de disposiciones de la ley orgánica de la CORFO que le conferían atribuciones
discrecionales a la institución. Se citaba, especialmente, la facultad que tenía el Consejo de la CORFO de
ejecutar “todos los actos y contratos que sean necesarios para la consecución de sus fines”. De este
modo, la CORFO confirió poder al Banco del Estado para que adquiriera dichas acciones y, además,
contrató con el Banco Central una línea especial de crédito destinada a cubrir su precio de compra,
impuestos y gastos anexos.
“(...) al promediar 1971 se ha adquirido ya el 53,2 por ciento de las acciones de la banca privada,
y a mediados de 1972 se logra el control por el Estado de todos los bancos privados pequeños y medianos
(...)”219 A partir de 1970, la CORFO adquirió participación en 19 bancos y 185 empresas.
Ahora bien, este poder comprador de la CORFO no se utilizó solamente para adquirir acciones de
los bancos –aunque principalmente para ello–, sino también para adquirir acciones de empresas
productivas que se consideraba necesario incorporar al área social. Así, se compraron acciones de la
Compañía de Acero del Pacífico y de la Compañía Sudamericana de Vapores, entre otras.
La Cámara de Diputados, frente a esto, pediría que se pronunciara la Comisión Antimonopolios.
El Fiscal de dicha Comisión –a la sazón, el profesor Waldo Ortúzar Latapiat– concluyó en su dictamen que
la operación había sido ilegal, entre otras razones, porque la adquisición de acciones tenía por objetivo

108
eliminar la libre competencia en el comercio bancario. Esta tesis fue acogida por la Comisión
Antimonopolios y confirmada, por la vía del recurso de queja, por la Corte Suprema. A raíz del informe
del Fiscal, el Gobierno pediría informe al Consejo de Defensa del Estado, en junio de 1971; este
organismo rebatirá, en el informe 474 de 21 de Julio de 1971, los argumentos del Fiscal Antimonopolios.
(2) La expropiación y requisición de empresas: Con el objeto de llevar a cabo la incorporación al
área social de empresas que se consideraban muy importantes, se usó el Decreto Ley 520 del año 1932,
dictado por un gobierno de facto que se autocalificó de socialista. El artículo 4º del D.L. 520 disponía que,
para atender a las necesidades imperiosas de la subsistencia del pueblo, se declaraban de utilidad
pública las empresas industriales y de comercio y los establecimientos dedicados a la producción de
artículos de primera necesidad, y se autorizaba al Presidente de la República para expropiarlos en los
casos taxativamente señalados en los artículos 5º y 6º (que no fue invocado y que se aplicaba a los casos
de sabotaje).
Este decreto había sido concebido para enfrentar las bajas en la producción y controlar los
precios ante la gran depresión de los años 30. Había sido modificado muchísimas veces entre 1932 y
1953, fecha en la cual se publicó su texto refundido, pero ya en noviembre de 1954 fue objeto de una
nueva reforma.
El procedimiento establecido en la norma legal exigía que el Comisario General de Subsistencias
y Precios le pidiera la expropiación al Presidente de la República, la que debía ser informada
favorablemente por el Consejo de Defensa del Estado. El Comisariato podía tomar posesión desde luego
de los bienes expropiados o requisados.
La primera de las empresas requisadas por este medio fue la Fábrica Textil Bellavista-Tomé, cuya
expropiación fue aprobada por el Consejo de Defensa del Estado en su informe número 848 de 30 de
noviembre de 1970.
La Contraloría General de la República, en un comienzo, tomó razón de los decretos
expropiatorios, sin embargo, más adelante, comenzó a representarlos. Por esta razón, el Gobierno, hizo
uso de los decretos de insistencia.
Por la vía de la requisición, así como de la intervención –que se verá en el apartado siguiente– el
Estado llegó a controlar 350 empresas.
(3) La intervención de empresas220: Hubo un conjunto de normas de distinta naturaleza que, sin
permitir expropiar directamente empresas o bienes de producción, sí permitían ejercer un control al
Gobierno. Estas normas, en general, decían relación con conflictos laborales, de modo que si estos
existían podía intervenir el Estado.
De este modo se promovieron tomas y conflictos laborales artificiales que permitieron al
Gobierno nombrar interventores en esas empresas o predios agrícolas, incorporándolas a la propiedad
del área social. Aunque estas intervenciones –de acuerdo al tenor de la ley– debían ser temporales, se
transformaron en verdaderas expropiaciones sin indemnización de ninguna especie.
(4) El incumplimiento de las sentencias judiciales: La Constitución de 1925 no entregaba al
Poder Judicial la facultad de encargar directamente el cumplimiento de las resoluciones judiciales a la
fuerza pública. En efecto, ello debía hacerse a través del Gobierno, del Ministerio del Interior y de las
Intendencias.
La ley contemplaba la posibilidad de que, frente a determinadas circunstancias, la autoridad
política retrasara el cumplimiento de las sentencias, cuando de ello podían seguirse graves

109
consecuencias para el orden interno. Sin embargo, el Gobierno de don Salvador Allende, invocando esta
norma contemplada para situaciones excepcionalísimas, argumentó que el Ejecutivo estaba autorizado a
calificar el mérito y no sólo la oportunidad de las resoluciones judiciales. De este modo, cuando ellas
eran contrarias a las acciones del Gobierno, por ejemplo, porque un tribunal estimaba ilegal una
intervención o una expropiación y ordenaba la restitución a su verdadero dueño, ello no se podía hacer
en la práctica puesto que no se contaba con la fuerza pública necesaria para ejecutar la resolución. El
Gobierno demoraba y postergaba indefinidamente su cumplimiento bajo el argumento de que podía
calificar el mérito de la resolución.
(5) Los decretos de insistencia: El decreto de insistencia no estaba contemplado como una
manera de evitar el control de legalidad por parte de la Contraloría General de la República. Aunque,
desgraciadamente, ya existían antecedentes en la historia de los últimos treinta años en que dicho
decreto había sido usado, en la práctica, con este fin.
Como muchas de las medidas que la Unidad Popular llevaba a cabo para cumplir con sus
objetivos políticos debía realizarlas a través de Decretos Supremos puesto que no contaba con los votos
necesarios en el Congreso, ellos debían pasar por el control de legalidad de la Contraloría General de la
República. Esta institución comenzó a observar dichos decretos por ilegalidad, dejando de tomar razón.
El Gobierno, entonces, utilizó el mecanismo del decreto de insistencia como una forma de obligar a la
Contraloría a tomar razón de los Decretos Supremos del Gobierno que habían sido observados por
ilegalidad.
Como es evidente esta situación producía el siguiente estado del país: el Ejecutivo, que no tenía
los votos necesarios para aprobar determinadas modificaciones legales –las que eran esenciales para
cumplir con su programa de gobierno–, evitaba el control y fiscalización por parte del Congreso Nacional,
llevando a cabo sus transformaciones por la simple vía administrativa, a través de los decretos supremos;
como estos eran observados por ilegalidad por la Contraloría, evitaba el control de esta institución, por
medio del decreto de insistencia.
(6) El enroque ministerial: Mediante este instrumento la Unidad Popular cambiaba de ministerio
a aquel Ministro que había sido objeto de acusación por el Congreso y que había sido destituido. En
efecto, la Constitución preveía que el acusado quedaba suspendido y destituido del Ministerio que
ocupaba, sin embargo, no señalaba nada respecto de los otros ministerios, aunque era evidente que lo
que estaba detrás es que esa persona no volviera a ocupar un cargo en el gabinete. Esto es lo que explica
el origen de la norma constitucional actual que, en caso de que un ministro se destituido por acusación
constitucional, no puede ocupar cargos públicos por un tiempo.
(7) La falta de promulgación de la Reforma Constitucional: debido a los métodos utilizados por
el Gobierno de la UP para lograr sus fines económicos y con el objeto de garantizar la propiedad privada,
los senadores democratacristianos presentaron un proyecto de reforma constitucional que establecía las
3 áreas de la economía.
Este proyecto corrió con facilidad todos los trámites constitucionales y fue aprobado por el
Congreso Pleno el 19 de febrero de 1972.
“(...) Los cambios propuestos (...) perseguían, en síntesis, distinguir en la economía tres áreas,
designadas, respectivamente, como social, mixta y privada; reservar al Estado numerosas actividades
económicas; establecer como obligatorio el derecho de los trabajadores a participar, del modo que la ley
determinara, en la administración de las empresas de las distintas áreas; incluir, en fin, entre las materias

110
de ley, la autorización de transferencia de empresas del área privada a la social o a la mixta o, a la
inversa, entre ellas. Mediante normas transitorias se definían las circunstancias que posibilitaban las
expropiaciones que se dispusieran a base del Decreto Ley Nº 520 de 1932, o las requisiciones o
intervenciones (...)”221. Además, esta reforma declaraba nulos y sin ningún valor los actos o convenios
ejecutados por el Estado o sus organismos a contar del 14 de octubre de 1971 y cuyo objetivo fuera
adquirir derecho o acciones con el fin de nacionalizar o estatizar empresas.
El Presidente Allende hizo llegar sus observaciones al proyecto aprobado al Congreso en abril de
1972, el que después de rechazar algunas de ellas, las Cámaras no votaron si insistían o no en los textos
que con anterioridad habían aprobado. El Presidente exigía para promulgar la modificación que el
Congreso insistiera por los 2/3, procedimiento contemplado sólo para las leyes ordinarias, más no para
las reformas constitucionales. Como las Cámaras se negaron a insistir del modo que pedía el Presidente,
pues estimaban que esa interpretación era errónea y abusiva, el Gobierno recurrió al Tribunal
Constitucional para que resolviera la controversia, sosteniendo que podía hacerlo puesto que para
efectos jurisdiccionales la reforma aprobada tenía el carácter de ley. El 30 de mayo de 1972, el Tribunal,
por mayoría, acogió la excepción de incompetencia absoluta que alegara el Congreso.
Rechazadas sus observaciones y vencido el plazo que tenía el Presidente para recurrir a
plebiscito según lo contemplaba la Constitución, dictó un decreto mediante el cual promulgaba la
reforma, pero en cuyo texto se omitían las normas que él estimaba no estaban regularmente
despachadas. La Contraloría no tramitó ese decreto, cuestión que, además, le había sido planteada por
los dos cuerpos del Congreso. Después de ello, la situación quedó sin resolver: el Presidente no podía
convocar a plebiscito pues habían vencido todos los plazos−se ha señalado que el 11 de septiembre de
1973 se aprestaba a hacerlo de todos modos para resolver esta cuestión, no obstante, ello estaba al
margen de la Constitución−, pero, al mismo tiempo, se negaba a promulgar la reforma constitucional de
la manera en que había sido aprobada por el Congreso.

1 Al respecto ver: Bernardino Bravo Lira: El Estado de Derecho en la Historia de Chile. Ediciones Universidad Católica de Chile,
Santiago 1996. Páginas 250 y siguientes. Sergio Carrasco: Génesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos. Editorial
Jurídica de Chile. 2002.
2 Al respecto ver: Dougnac Rodríguez, Antonio (2000): “El sistema jurídico indiano en el constitucionalismo chileno durante la

Patria Vieja (1810-1814)”, en: Revista de Estudios Histórico Jurídicos, nº 22, pp.225-266.
3 Al respecto ver: Zorraquín Becu, Ricardo (1988): “La condición política de las Indias”, en: Estudios de Historia del Derecho I

(Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Abeledo-Perrot, Buenos Aires), pp. 55-133; Levaggi. Abelardo (2001):
“República de indios y república de españoles en los reinos de Indias”, en: Revista de Estudios Histórico Jurídicos, nº 23, pp. 419-
428; y Casanova, Carlos A. (2015): El republicanismo español en América: una evaluación (Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, México).”
4 En el Diccionario de Historia Moderna de España, frente a la voz República se dice: “Este término se aplicaba en la Edad

moderna española siguiendo su auténtico significado latino: los asuntos públicos. En este sentido, hace referencia al bien común,
a los intereses generales del pueblo, entendido éste como reino, y del Estado, identificándolo con la monarquía autoritaria (…) En
su acepción democrática, entendida la república como el gobierno cuya soberanía recae en el pueblo, no puede rastrearse hasta
finales del siglo XVIII, aunque el republicanismo apenas tuvo influencia en este momento.” [Soriano Triguero, Carmen (2007):
“República”, en: Diccionario de Historia moderna de España. II. La administración (Dir. Enrique Martínez- Ruiz, Ediciones Istmo
S.A., Madrid), pp. 324-325]
5 Los actores representativos del período, todos ellos miembros de la elite criolla, adoptarán los ideales de la ilustración: José

Martínez de Rozas, José Antonio Rojas, Camilo Henríquez, Juan Egaña, José Miguel Infante, y los mismos padres de la Patria,
O`Higgins y Carrera. Al respecto ver: Jaime Eyzaguirre: Ideario y ruta de la emancipación chilena. Editorial Universitaria 1972.
Páginas 123 y siguientes.

111
6 Para precisar la influencia de las variadas vertientes del liberalismo (español, francés, norteamericano e inglés) así como de la
herencia hispánica del pactismo isidoriano, en la construcción de la organización constitucional de Chile entre 1810 y 1833 ver la
obra de Heise, Julio: Años de formación y aprendizaje políticos 1810-1833. Editorial Universitaria 1978. Páginas 24-92.
7 Se ha dicho que la autoridad ejecutiva actuaba a nombre del Rey, en la medida en que la disposición 6ª da a entender que así

sería respecto de las provisiones que realice el Ejecutivo.


8 Bravo Lira, Bernardino: El Estado de Derecho en la Historia de Chile. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago 1996.

Pág. 273 y siguientes.


9 Cabe destacar que se ha dicho, también, que esta norma es indicativa del pactismo.
10 Esta comisión estará formada por: José María Rozas, Andrés de Orjera, José Antonio Errázuriz, Francisco Antonio Pérez y

Camilo Henríquez
11 Integrada por Agustín Eyzaguirre, José Miguel Infante y Fernando Errázuriz; su secretario era Mariano Egaña.
12 Al mismo tiempo, y en forma paralela, el embajador de los Estados Unidos William Whorgtinton, presentó a O`Higgins un

proyecto constitucional que seguía los patrones de la Constitución norteamericana, el que no será considerado, ya que,
finalmente las personas que elaboraron el proyecto constitucional serían: Joaquín Gandarillas, José Ignacio Cienfuegos,
Francisco Antonio Pérez, Manuel de Salas, José María Rozas, José María Villareal, y Lorenzo José de Villalón.
13 Que no se puede perder.
14 Bravo Lira, Bernardino: El Estado de Derecho en la Historia de Chile. Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago 1996.

Pág. 278.
15 Publicado en el Boletín de Las Leyes, Lib. 1, Num.1, 12 de febrero de 1823, pp. 2-4. En el texto, fechado el 5 de febrero,

señalaba, entre otras cosas: “Venid, pues, ciudadanos a gozar el fruto de esta admirable moderación: reunid vuestros
representantes en un Congreso tan libre, como igual e inviolable (…) restituid todo al orden, leyes y jerarquías que habéis
reconocido y observado en la Constitución del año de 818, y aguardad las instituciones permanentes de vuestro Congreso. El
Gobierno que os convoca, no es más que el órgano momentáneo por donde se ha de formar nuestra reunión: constituíos mañana
y cesaron sus funciones para que entren la vuestra (…) Nosotros únicamente os suplicamos que conservéis unión, tranquilidad y
el orden legalmente establecido.” Firman Eyzaguirre, Infante, Errázuriz y (Mariano) Egaña. (p.4)
16 Edwards Vives, Alberto. “La Fronda Aristocrática.” Novena Edición, Santiago de Chile 1984. Editorial Universitaria. p. 59.
17 Barros Arana, Diego (2005): Historia General de Chile, T. XIV (Editorial Universitaria, Segunda Edición, Santiago de Chile), pp.

136
18 Barros Arana, Diego (2005): Historia General de Chile, T. XIV (Editorial Universitaria, Segunda Edición, Santiago de Chile), pp.

133.
19 Barros Arana, Diego (2005): Historia General de Chile, T. XIV (Editorial Universitaria, Segunda Edición, Santiago de Chile), pp.

132.
20 Ley de 10 de enero de 1825. “Leyes Promulgadas en Chile-1825”.
21 Fueron nombrados por el “Soberano Congreso” como ministros del máximo tribunal José Gregorio Argomedo (Presidente),

Francisco Antonio Pérez, Lorenzo Villalón y Gaspar Marín, y como inspectores fiscales Agustín Vial Santelices y José Ignacio
Eyzaguirre. A su vez, fueron designados como ministros de la Corte de Apelaciones Juan de Dios Vial del Río (Regente), Gabriel
Tocornal, José Miguel Infante y Silvestre Laso. (Aviso Oficial, Boletín de Las Leyes, Lib. 1, Num.20, 7 de enero de 1824, p. 212).
22 S.C.L., t. XII, Anexo 124, p.132. (Sesión 10, en 13 de julio de 1826)
23 Vergara Quiroz, Sergio (1985): “Iglesia y Estado en Chile”, 1750-1850”, Historia 20 pp. 336-337.
24 Barros Arana, Diego (2005): Historia General de Chile, T. XV (Editorial Universitaria, Segunda Edición, Santiago de Chile), pp.

79-84
25 Concha y Toro, Melchor. Chile durante los años 1824 a 1828. Imprenta Nacional. Santiago, 1862, p. 217. El texto completo en

que está inserta la cita, que es con el que termina el libro es el siguiente: “En el espacio que abraza esta memoria, hemos visto a
cuatro cuerpos lejislativos abrir i cerrar sus sesiones, sin hacer otra cosa que complicar más i más la situacion del país: unos,
como el senado conservador de 824 i la asamblea de 825, por abrigar principios retrógrados i represivos; i otros, como el
congreso de 824 i el de 826, por el estremo opuesto. No había en toda esta época ideas políticas fijas i bien definidas; i por eso no
fué más que una época den ensayo o prueba. En los cuatro años corridos desde 1.º de enero de 1824 hasta la convocacion de la
constituyente de 828, se ensayaron dos sistemas de gobierno bien diferentes. El primero centralizaba enérgicamente la
administracion; irritados los pueblos, lograron echar por tierra una constitucion que ahogaba la libertad de los ciudadanos i la
independencia de los diversos poderes públicos. El violento rechazo que sufrió la obra de los Egaña inclinó los ánimos a un
sistema diametralmente opuesto, al federalismo que se presentaba como la mejor base del órden i progreso social. Cundieron
rápidamente estas ideas de un extremo a otro de la república, i poderosas i absolutas dominaron en el congreso de 826.
Bastaron los primeros ensayos de este sistema para que se viese que conducía al desquiciamiento de la república; i en el mismo
momento en que sus empecinados corifeos querían dar la última mano a la federalizacion del país, hubo de hundirse ante la
fuerza de la opinion que había visto que la realidad era múi distinta del ideal. La experiencia enseñó a los chilenos que el mejor
sistema de gobierno consistía en el justo medio entre el federalismo desorganizador de nuestra sociedad i el unitarismo que
convierte a la república en una especie de convento. Tal fue el voto espresado por la asamblea de Coquimbo a la comision
lejistlativa diciéndole que quería ‘un sistema popular representativo, en el que dejando a las autoridades jenerales toda la fuerza

112
i las facultades de hacer el bien de la nacion, proporcione al mismo tiempo a las provincias facultades i medios de procurar su
felicidad interior, por medio de sus autoridades provinciales.’ Este voto, que era el de toda la nacion, debía servir de base a los
trabajos de la constituyente de 1828.” (pp. 216-217).
26 González Echenique, Javier (1967): “Un estudio de influencias doctrinarias en la independencia: el concepto de diputado o

representante popular. 1810-1828”, en: Historia, N° 6, pp. 127-152.


27 Campos Harriet, Fernando. “Historia Constitucional de Chile. Las Instituciones Políticas y Sociales.” Séptima Edición. Santiago,

Chile mayo de 1992. Editorial Jurídica de Chile. p. 144.


28 Campos Harriet, Fernando. “Historia Constitucional de Chile. Las Instituciones Políticas y Sociales.” Séptima Edición. Santiago,

Chile mayo de 1992. Editorial Jurídica de Chile. p. 144


29 Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico (Imprenta del Correo, Santiago), pp. 16-17. Señala Lastarria: “Con

todo, la ley ley de 826 trajo otro género de resultados que obraron de otra manera bien efectiva en la situación política. Portales
se puso en campaña y él y su círculo fueron bautizados con el apellido de estanqueros en la lucha de los partidos. Hasta entonces
no figuraban en la arena sino dos bando, el de los liberales pipiolos que dominaba, y el de los pelucones o serviles que hacía la
oposición. Los estanqueros entraron en liz formando causa común con estos últimos, porque era propiamente una fracción de los
pelucones, y por sus principios e intereses, y porque su misión no tenía otro fin que derrocar a la administración que les había
arrancado el monopolio del estanco.” (Se ha modernizado la ortografía)
30 Campos Harriet, Fernando. “Historia Constitucional de Chile. Las Instituciones Políticas y Sociales.” Séptima Edición. Santiago,

Chile mayo de 1992. Editorial Jurídica de Chile. p. 144


31 Lastarria, reconocido liberal, casi treinta años después y en un texto crítico de Portales, calificaba al gobierno pipiolo de

aquellos años como el auténtico organizador de la República: “Terminada la guerra de la independencia en 826, humeando
todavía los campos de batalla, y jadeantes la república de cansancio y extenuación, los liberales se habían consagrado con más
inteligencia y con más perseverancia y patriotismo que partido político alguno en América a la organización administrativa, y a
la provisión de las necesidades más urgentes del orden social (…) el gobierno (…) se afanaba por organizarlo todo y por satisfacer
todas las aspiraciones por medio de medidas oportunas y rígidamente ajustadas al sistema democrático. En dos años, o menos,
Borgoño en el Ministerio de Guerra y Marina, Rodríguez en el del Interior y Relaciones Exteriores, y Blanco en el de Hacienda
habían dado cima a la grande obra de la organización de la república (…) El ejército de la independencia había sido reducido
sobre una base sencilla a tres mil quinientos hombres de las tres armas (…) La división del territorio, el establecimiento de la
policía de seguridad, la organización de las oficinas de la administración, desde el ministerio de Estado hasta las más
subalternas; la de los tribunales de justicia, su modo de proceder (…) proveyendo a la pronta y recta administración de justicia en
general; el fomento de los establecimientos de instrucción pública, la dotación de párrocos (…) Pero en lo que más resplandeció
la inteligente actividad de aquella corta administración fue en los ramos de la hacienda pública (…) desde ese período que corre
desde 1827 a 1829, y eleva un alto rango la capacidad de don Ventura Blanco (…) La sublevación militar que destronó a los
liberales en 829, vino a encontrar en pie todos esos preciosos trabajos, todas esas leyes orgánicas y reglamentos que han servido
de base a los progresos ulteriores, y muchos de los cuales nos rigen hasta hoy (…) la generación presente no tiene siquiera la idea
de que aquel gobierno liberal hubiese completado en pocos meses la organización del Estado, en medio de las penurias y
zozobras de la pobreza y de las oscilaciones políticas. Se ha hecho creer generalmente que la administración de los pipiolos era el
tipo del desorden, de la dilapidación, de la injusticia y de la arbitrariedad. Pero semejantes acusaciones, hijas de la mala fe y de
la ignorancia, caen al suelo cuando se hojean los boletines de las leyes de esa época y se estudia un poco la historia. Los mismos
autores del trastorno no se atrevieron siquiera a formularlas (…)” (Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico
(Imprenta del Correo, Santiago), pp. 21-25). Amunátegui Solar, al hablar del llamado período de anarquía (1823-1830) indica que
la crítica ha sido injusta, al olvidarse que los gobernantes de aquellos años debieron enfrentar tremendas dificultades en todo
orden de cosas (pp.5-8), así aunque fueran muy capaces “(…) en una nación pobrísima, que acababa de salir de una guerra
tremenda, ellos necesitaban de una energía sobrehumana para sacar socorros de la nada y para hacer triunfar sus opiniones en
asambleas legislativas que de ordinario se componían de miembros poco idóneos. A menudo fracasaban y tenían que empezar
de nuevo. A pesar de todo, el balance de los beneficios y de los quebrantos recibidos por nuestro país durante este régimen de
seis años, arroja un saldo favorable, que basta para enaltecer la memoria de los ciudadanos que lo mantuvieron. Dos grandes
conquistas se deben a los gobiernos de entonces: la una social y la otra política. La primera fue la abolición definitiva de la
esclavitud africana, y la segunda, la anexión del archipiélago de Chiloé.” (Amunátegui Solar, Domingo (1939): Pipiolos y
Pelucones (Imprenta y Litografía Universo S.A., Santiago de Chile), p. 8
32 “(…) instalado el 25 de febrero de 1828 había cerrado sus sesiones el 2 de febrero de 1829, después de haber dado la

Constitución de la república y las leyes principales para su planteamiento (…)” (Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio
Histórico (Imprenta del Correo, Santiago), p. 24)
33 Campos Harriet, Fernando. “Historia Constitucional de Chile. Las Instituciones Políticas y Sociales.” Op. cit., p. 156.
34 Heise González, Julio. “Historia Constitucional de Chile”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile 1950. p. 53.
35 Vid. Briseño. Ramón (1849): Memoria Histórico-Crítica del Derecho Público Chileno desde 1810 hasta nuestros días (Imprenta

de Julio Berlin i Cia., Santiago de Chile), p. 207; y Elgueta Rosas, Paula Estela (2001): La Defensa de la Constitución de 1828: El
Juicio Político al Presidente de la República Don Francisco Ramón Vicuña y Larraín. Memoria para optar al grado de licenciado en

113
Ciencias Jurídicas. (Universidad Central de Chile, Inédita), p. 89. Aquí se cita esta frase como parte del preámbulo, que habría
sido publicado en La Clave, 18/9/1828.
36 Cabe recordar, en todo caso, que la represión respecto de estos levantamientos no había sido la tónica hasta la fecha. En

efecto, antes de la aprobación de la Constitución de 1828 (agosto) y de su juramento, se habían producido otros levantamientos
y revueltas que fueron, en definitiva, objeto de indultos y amnistías. De hecho, en octubre de 1828, se aprobó un proyecto de
ley de amnistía general para todos quienes estuvieren presos o detenidos por cualquier movimiento anterior a que se jurara la
Constitución. Vid.: Loveman, Brian y Lira, Elizabeth. “Las suaves cenizas del olvido. Vía chilena de reconciliación política 1814-
1932.” LOM Ediciones. Primera edición, 1999. pp. 112-115; y Elgueta Rosas, Paula Estela. “La Defensa de la Constitución de
1828: El Juicio Político al Presidente de la República Don Francisco Ramón Vicuña y Larraín.” Memoria para optar al grado de
licenciado en Ciencias Jurídicas. Universidad Central de Chile. Inédita, 2001. pp. 94-95.
37 Señala Pinto que no cambiará de parecer, “No insisto en mis enfermedades habituales. No invoco el principio incontestable de

que toda grave responsabilidad debe ser voluntariamente contraída (…) Motivos de orden superior me hacen imposible hacerlo.
Algunas de las primeras operaciones del Congreso adolecen en mi concepto de un vicio de ilegalidad que extendiéndose
necesariamente a la administración que obrase en virtud de ellas, o que pareciere reconocerla, la haría vacilar desde los primeros
pasos y la despojaría de la confianza pública. No me erijo en el juez del Congreso. Lo respeto demasiado. La inteligencia que doy
a la carta constitucional será tal vez errónea; pero basta que en un punto de tanta importancia difieran mis opiniones de las del
Congreso; basta que entre los principios que le dirigen y los míos no exista aquella armonía sin la cual no concibo que ninguna
administración pueda ser útil; basta sobre todo la imposibilidad de aceptar la presidencia sin aparecer partícipe en actos que no
juzgo conforme a la ley, o de un tendencia perniciosa, para que me sea no solo lícito, sino obligatorio renunciarla.” (Renuncia del
General Pinto de 18 de octubre de 1829, en Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico (Imprenta del Correo,
Santiago), pp. 31-32) El propio Lastarria indica que esta discrepancia en torno a la elección de Vicepresidente fue la causa del
rompimiento de Pinto con el Congreso, discrepancia que el propio Pinto califica de ilegalidad. Dice Lastarria: “La votación del
Congreso debía determinar la elección de Vice-Presidente. Dos O’Higginistas, Ruiz Tagle y el general Prieto, el cual habían
logrado aquellos colocar en el mando del ejército, habían obtenido votos con don Joaquín Vicuña que era el candidato liberal. El
Presidente se empeñaba por el primero, pero el Congreso eligió al último. He aquí la causa del rompimiento entre el Congreso y
el Presidente. Los O’Higginistas no se conformaron, y la revolución estallé, aclamando la nulidad de la elección y protestando
contra el despotismo del Congreso.” (Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico (Imprenta del Correo, Santiago),
p. 32)
38 Ver: Elgueta Rosas, Paula Estela. “La Defensa de la Constitución de 1828: El Juicio Político al Presidente de la República Don

Francisco Ramón Vicuña y Larraín.” Memoria para optar al grado de licenciado en Ciencias Jurídicas. Universidad Central de
Chile. Inédita, 2001. pp. 94-141.
39 De hecho, se le atribuyó cierta participación en la intentona sediciosa de carácter militar de junio (6) de 1829, conocida como

revolución de los inválidos, en la que se le atribuía participación por la prensa oficialista, también, a pelucones y estanqueros.
Ahora bien, la prensa opositora rechazó terminantemente estas imputaciones, señalando que el que aparecerá como segundo
líder de este motín o revuelta, el capitán Felipe de la Rosa, no sólo no será fusilado y perdonado, sino que terminará luchando
por los pipiolos posteriormente. Además, este hombre reconoció que había informado de la sublevación al Ministro de Hacienda
Francisco Ruiz-Tagle, hecho que este confirmó. Los pelucones señalaban, entonces, que este levantamiento resultaba muy
sospechoso, e insinuaban un posible “autogolpe” para justificar otras medidas. A su vez, De la Rosa, dos años después, en todo
caso, ya fuera de las filas y habiendo salido de Chile por haber participado en una revuelta contra el nuevo gobierno de corte
pelucón y estanquero, dirá que la revolución fue fraguada en una reunión en la casa de un sacerdote de apellido Cardoso,
reunión en que estaban presentes Enrique Campino, Pedro Urriola, Pablo Silva y Diego Portales. Agregará que era cómplice de
todo esto, Francisco Ruiz-Tagle.
40 Así, por ejemplo, surgió otro candidato de sus filas, don José Gregorio Argomedo, intendente de Colchagua, que obtendrá que

29 de los 31 electores de esa provincia le den su voto.


41 Además, obtuvieron votos, también, Gregorio Argomedo (33); Juan de Dios Rivera (11); José Miguel Infante (8); José María

Benavente (7); Bernardo Solar (6); Esteban Manzano (3); Gregorio Cordobés (3); y Manuel Bulnes (2).
42 Compuesta del General Ramón Freire, Francisco Ruiz-Tagle y Juan Agustín Alcalde.
43 Medidas adoptadas entre 9 y el 11 de noviembre de 1829.
44 Ese mismo día, el Ejército del Centro, desconcertado ante la ausencia de Vicuña y sin dinero, en Junta de Guerra, decide

entregar el mando de su fuerza al General Freire, por ser el de mayor grado y no como Presidente de la Junta. Freire manda un
decreto mediante el cual solicita que el Ejército reconozca a la Junta, los militares, nuevamente en Junta, rechazan el 13 de
noviembre esta imposición, ya que supone desconocer al Gobierno, y deciden entregar el mando, nuevamente, al Coronel
Benjamín Viel, desconociendo lo obrado el día anterior.
45 Cabe agregar que la historiografía liberal ha señalado que, en definitiva, este armisticio fue logrado gracias a una verdadera

treta de Prieto, puesto que prácticamente derrotado solicitó la paz, lo que le fue concedido por Viel y Lastra, quienes lo
acompañaron a su campamento, oportunidad que el jefe pelucón habría usado para dejar prisioneros a los jefes militares
pipiolos y le habría permitido alcanzar un armisticio más favorable. (Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico
(Imprenta del Correo, Santiago), p. 36-37). En fin, como fuera, este arreglo consistió en nombrar a plenipotenciarios para que

114
acordaran un tratado. Este fue acordado por Ramón Freire y Agustín Vial Santelices, plenipotenciarios de los pelucones, y por el
general José Manuel Borgoño y Santiago Pérez ─casado con una hermana de la mujer de Freire─, plenipotenciarios de los
pipiolos. Este tratado ha sido considerado espurio por la historiografía liberal, ya que, como se desprende de los acuerdos
adoptados, en él se contemplaban organismos nuevos y ajenos a la Constitución que debían cumplir con importantes funciones
oficiales. En la práctica, aunque se reconociera la Constitución, la verdad es que sus instituciones no eran respetadas. Ello se
debía, muy probablemente, a que estas, a su vez, habían tenido también, como lo demuestra todo este proceso, actuaciones al
margen de la Constitución. Dicho de otro modo, ni pelucones ni pipiolos, habían respetado la Constitución. Las instituciones que
ella contemplaba, por responsabilidad de sus integrantes, se habían puesto al margen de la ley; de la Constitución, sólo
conservaban el nombre. ¿Cómo se podía pedir a un tratado ─instrumento de paz─ que buscaba evitar la continuación de la
guerra fratricida que se remitiera, para resolver el conflicto, a estas instituciones, integradas por las mismas personas cuya
legitimidad y legalidad constitucional estaba puesta en duda?
46 Estos ministros eran José Gregorio Argomedo, Manuel Novoa y Carlos Rodríguez.
47 Lastarria, J.V. (1861): Don Diego Portales. Juicio Histórico (Imprenta del Correo, Santiago), pp. 47-53.
48 Eyzaguirre, Jaime (2000): Historia de las instituciones políticas y sociales de Chile (Editorial Universitaria, 17ª edición, Santiago,

Chile), p. 90.
49 Arenas Hödar, Gonzalo (2023): Diego Portales y la tradición política portaliana (Centro de Estudios Bicentenario, Santiago,

Chile), p. 28.
50 Arenas Hödar, Gonzalo (2023): Diego Portales y la tradición política portaliana (Centro de Estudios Bicentenario, Santiago,

Chile), pp.62-68.
51 Letelier, Valentín (Recopilador). “La Gran Convención de 1831-1833”. Imprenta Cervantes. Santiago, Chile 1901. p. 1.
52 Ver el Informe de la Comisión en Anexo Nº 6 en Letelier, Valentín (Recopilador). “La Gran Convención de 1831-1833”.

Imprenta Cervantes. Santiago, Chile 1901. pp. 10-12.


53 Letelier, Valentín (Recopilador). “La Gran Convención de 1831-1833”. Op. cit., p. 13.
54 Algunas de las particularidades y viscitudes generadas a propósito de estos dos proyectos de reforma, incluyendo también

reproches por filtraciones falsas a la prensa y artículos de esta criticando el proyecto minoritario pueden verse en los Anexos 14,
18-21 y 23 recogidos en Letelier, Valentín (Recopilador). “La Gran Convención de 1831-1833”. pp. 23-26.
55 Puede verse el Voto particular de Egaña (12.05.1832) en Letelier, Valentín (Recopilador). “La Gran Convención de 1831-1833”.

Op. cit., pp. 70-84.


56 Guerra, José Guillermo (1933): “Origen y caída de la Constitución de 1833”, En: Revista Chilena de Historia y Geografía, t.

LXXIV, N° 79, pp. 363-364.


57 Huneeus, Antonio (1933). La Constitución de 1833. Ensayo sobre nuestra historia constitucional de un siglo (Editorial Splendor,

Santiago). Así, como manera de graficar su matizado concepto se puede ver, ejemplarmente, estas afirmaciones: “El régimen de
relaciones que la Constitución de 1833 creó a los poderes Legislativo y Ejecutivo fue de la más estrecha armonía y de
colaboración intensa. Según ese Código no existe, no debe existir preponderancia del Congreso sobre el Ejecutivo ni del
Presidente sobre el Parlamento (…) Fue interdependencia, no supeditación, el sistema de vida y de trabajo que los
convencionales señalaron al Congreso y al Ejecutivo” (p.42); “Nuestro sistema se transformó así por efecto de las reformas
constitucionales en parlamentarismo mitigado. Iba a regir solo hasta 1891.” (p. 76); después de la revolución de 1891:
“Despojado de toda intervención electoral y consagrada definitivamente por las armas la doctrina constitucional de la
supremacía política del Congreso, quedó el Ejecutivo circunscrito a sus funciones legítimas y naturales. Imponíase en
consecuencia, la inmediata reorganización del régimen parlamentario, antes reconocido pero contestado, ahora incontestable.”
(p.105); “Es evidente que ni los constituyentes de 1833 ni los reformadores de 1874 jamás pensaron que el Congreso interviniera
en el gobierno de manera que los partidos, multiplicados, forzaran nombramientos, se repartieran alícuotamente los puestos
administrativos, y, cuánto más débiles y numerosos más exagerasen sus exigencias y abreviaran la vida de los gabinetes. Nunca
fue ese el espíritu, nunca fue la doctrina de nuestra Constitución. Ese desconcierto fue una degeneración del régimen
parlamentario, ultraparlamentarismo progresivo que de hecho, al margen del sistema y de la letra constitucionales, instauraron
los partidos fraccionados, todos en minoría, ávidos de mando, remisos a sus ideas y programas. El sistema parlamentario y la
Constitución de 1833 son extraños a esa crisis decadente de los partidos políticos y a la inestabilidad estabilizada que aniquila y
destruye nuestro derecho público.” (p. 113).
58 Edwards, Alberto. “La Constitución de 1833”, En: Pacífico Magazine, Vol 1 N° 5, Santiago de Chile, mayo de 1913, pp. 593-604.
59 Bravo Lira, Bernardino. “La Constitución de 1833”, En: Revista Chilena de Derecho, Vol. 10 N° 2, mayo-agosto, 1983, pp. 317-

329.
60 Bravo Lira, Bernardino. “La Constitución de 1833”, En: Revista Chilena de Derecho, Vol. 10 N° 2, mayo-agosto, 1983, p. 326.
61 La lectura precisa de la fórmula del juramento presidencial permite sostener que la trilogía, más bien, consisten en: Religión –

Patria – Legalidad.
62 Bravo Lira, Bernardino. “La Constitución de 1833”, En: Revista Chilena de Derecho, Vol. 10 N° 2, mayo-agosto, 1983, p. 322.
63 Eyzaguirre, Jaime (2000): Historia de las instituciones políticas y sociales de Chile (Editorial Universitaria, 17ª edición, Santiago,

Chile), pp. 103-104.


64 Heise González, Julio. “150 años de evolución constitucional”. p. 50-51.

115
65 Heise González, Julio. “Historia Constitucional de Chile. (Apuntes de Clases)”. p. 60.
66 Vial, Gonzalo (2009): Chile. Cinco siglos de Historia. Desde los primeros pobladores prehispánicos, hasta el año 2006, T. 1
(Empresa Editorial Zig-Zag S.A.), pp.623-625
67 Correa, Sofía (2016): “Mutación Constitucional vía reforma: una mirada histórica”, en: Revista Anales, Séptima Serie, Nº 10

pp.63-65; y Correa, Sofía (2015): “Los procesos constituyentes en la Historia de Chile: lecciones para el presente”, en: Estudios
Públicos, 137 47-57.
68 Correa, Sofía (2016): “Mutación Constitucional vía reforma: una mirada histórica”, en: Revista Anales, Séptima Serie, Nº 10

pp.64.
69 Stuven, Ana María (1997): “Una aproximación a la cultura política de la elite chilena: concepto y valoración del orden social

(1830-1860)”, en: Estudios Públicos, 66 pp.272-273


70 Vid. Bravo Lira, Bernardino: “La Constitución de 1833”, En: Revista Chilena de Derecho, Vol. 10 N° 2, mayo-agosto, 1983, pp.

317-329; e Historia de las Instituciones Políticas de Chile e Hispanoamérica. Segunda Edición. Santiago, Chile. Abril de 1993.
Editorial Andrés Bello. p. 189.
71 La patente de corso era un permiso concedido a un particular “para atacarlos barcos enemigos o los neutrales con

contrabando de guerra” (una especie de concesión para ejercer piratería, pero que era controlada) (Otero Lana, Enrique (2004):
“La piratería y el corso en Flandes y el Cantábrico”, en Cuadernos Monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, N° 46,
p. 38). Las letras de represalia, por su parte, era la concesión a una parte agraviada para proceder a la retención o embargo de
los bienes (barcos o productos de comercio) de un enemigo.
72 Agamben, Giorgio (2019): Estado de excepción. Homo sacer,II, 1 (trad. Flavia Costa e Ivana Costa, Adriana Hidalgo Editora,

Buenos Aires), pp. 32-34


73 Agamben, Giorgio (2019): Estado de excepción. Homo sacer,II, 1 (trad. Flavia Costa e Ivana Costa, Adriana Hidalgo Editora,

Buenos Aires), pp.34


74 Así, el título IX del Reglamento se intitula De las interpelaciones. Vid.: Reglamento Interior de la Cámara de Diputados,

sancionado el 20 de julio de 1846 (Imprenta de la Opinión, Santiago) pp.15-6


75 Heise, Julio (1974): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo I (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile), p.

28.
76 Vial, Gonzalo (2009): Chile. Cinco siglos de Historia. Desde los primeros pobladores prehispánicos, hasta el año 2006 T.

1(Empresa Editorial Zig-Zag S.A.), pp.772-774


77 Hanisch Epíndola, Walter (1985): “La Facultad de Teología de la Universidad de Chile (1842-1927), En: Historia, vol. 20, pp. 47-

135 (ver, en particular, pp. 56-65).


78 Guzmán Brito, Alejandro (1982): Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile T. I

(Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago), pp.41-54


79 Conforme a lo estudiado en derecho indiano, básicamente, esto significa: (1) Ley indiana peninsular (general o especial por

materias, territorios o personas); y (2) Ley indiana criolla: la que producen los oficiales, autoridades y órganos de gobierno o
justicia en América (virreyes y gobernadores; audiencias; y cabildos).
80 Como indican los autores señalados en la nota siguiente ella recoge y respeta normativa anterior que se debe tener a la vista:

la Pragmática de Madrid de 1563; las Ordenanzas Antiguas o Pragmática de Valladolid de 1559; Ordenanzas de Bribiesca.
81 Ver: Guzmán Brito, Alejandro (1982): Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile T.

I (Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago), pp.41-54; Vergara Blanco, Alejandro (1989): “Contribución a la Historia del
Derecho Minero, II: Fuentes y principios del Derecho Minero Español Medieval y Moderno”, en Revista Chilena de Historia del
Derecho, Nº 15, pp. 295-321; Vergara Blanco, Alejandro (1989): “Contribución a la Historia del Derecho Minero, III: Fuentes y
principios del Derecho Minero Indiano”, en Anales de la Universidad de Chile: Estudios en honor de Alamiro de Ávila Martel, 5ª
serie, Nº 20, pp. 621-656.
82 Ver: Vergara Blanco, Alejandro (1989): “Contribución a la Historia del Derecho Minero, III: Fuentes y principios del Derecho

Minero Indiano”, en Anales de la Universidad de Chile: Estudios en honor de Alamiro de Ávila Martel, 5ª serie, Nº 20, pp. 625-
626.
83 Guzmán Brito, Alejandro (1982): Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile T. I

(Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago), pp.77-87


84 Guzmán Brito, Alejandro (1982): Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile T. I

(Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago), p.85


85 Guzmán Brito, Alejandro (1982): Andrés Bello Codificador. Historia de la fijación y codificación del derecho civil en Chile T. I

(Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago), p.87


86 Bravo Lira, Bernardino (2004): “Bicentenario del Código Penal de Austria: Su proyección desde el Danubio a Filipinas”, en

Revista de estudios histórico-jurídicos, no. 26, pp.115-155.


87 Heise, Julio (1974): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo I (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile)
88 Gazmuri, Cristián. Historia de Chile. 1891-1994. Política, economía, sociedad, cultura, vida privada, episodios.RIL Editores,

2012, p.36

116
89 Valdés Valdés, Ismael (1907): “Discurso Inaugural”, en Convención del Partido Liberal. Celebrada en Santiago los días 24, 25 y
26 de diciembre de 1907 (Imprenta, litografía y encuadernación Barcelona, Santiago), p.65.
90 Valdés Valdés, Ismael (1907): “Discurso Inaugural”, en Convención del Partido Liberal. Celebrada en Santiago los días 24, 25 y

26 de diciembre de 1907 (Imprenta, litografía y encuadernación Barcelona, Santiago), pp.163-169.


91 “El año 1906 marca el año de mayor influencia de este partido. Logra obtener en las elecciones seis representantes ante la

Cámara de Diputados: Antofagasta, Valparaíso, Concepción, Malleco, Cautín y Valdivia; el Congreso Nacional anulará las de
Antofagasta, Malleco y Cautín.” (Ortiz Letelier, Fernando. El Movimiento Obrero en Chile (1891-1919). LOM Ediciones, primera
edición en Chile (primera 1985, Madrid, España), Santiago, Chile, p. 214.)
92 Ortiz Letelier, Fernando. El Movimiento Obrero en Chile (1891-1919). LOM Ediciones, primera edición en Chile (primera 1985,

Madrid, España), Santiago, Chile, pp. 218-221.


93 “En 1899, Mac Iver sostendrá enfáticamente que la filosofía de los radicales emana de los principios de Adam Smith. Pasarán

pocos años y una afirmación de Mac Iver despertará hondo revuelo: «La cuestión social no existe. Los obreros del salitre ganan
los sueldos más altos del mundo. Son los campesinos y las capas medias de la población quienes realmente se ven abocadas a
una difícil situación. Los obreros no tienen ideas, sino necesidades», termina diciendo Mac Iver.” (Ortiz Letelier, Fernando. El
Movimiento Obrero en Chile (1891-1919). LOM Ediciones, primera edición en Chile (primera 1985, Madrid, España), Santiago,
Chile, p. 211.).
94 En 1896, Valentín Letelier señalaba “(…) el legislador burgués de nuestros tiempos (…) ha precautelado muy bien los intereses

de su clase; aun se ha empeñado en impulsar el desenvolvimiento de la cultura general; pero no ha estudiado las necesidades de
las clases desvalidas, no ha instituido garantías que amparen a los pobres contra los ricos, mira impasible que se aplique al orden
social la ley materialista de la selección de las especies, propia del orden biológico, y deja subsistente el derecho plebeyo, el
derecho oligárquico o de clase en perjuicio del derecho social, que es el derecho humano por excelencia” y concluía en su escrito
que “La causa de los pobres debe ser la causa del radicalismo.” (Letelier, Valentín. “Los pobres”, En: Anales de la Universidad de
Chile, Año CXV, Nº 105, 1957, p.141 y p. 144, respectivamente. Publicado originalmente en La ley. Órgano del Partido Radical
1/1/1896)
95 García Covarrubias, Jaime (1987): “El Partido Radical y su relación de intereses con la clase media en Chile en el período 1888-

1938”, en: Política. Revista de Ciencia Política, Nº 12, pp. 61-63


96 Nicholls Lopeandía, Nancy. “Intelectuales liberales relevantes frente a la Cuestión Social en Chile (1890-1920): Una minoría a

favor del cambio.”, Historia, Nº 29, 1995-1996, p. 334. Ahí señala la autora: “El Partido Radical mostró la existencia en su seno,
de las nuevas tendencias en materia social, en la convención de 1906. En ella se enfrentaron dos posiciones que representaban,
una, a la línea histórica del partido, cuyos postulados básicos eran la razón, la libertad y la ciencia, y la otra, a las nuevas
tendencias que buscaban resolver los problemas sociales. La primera estuvo personificada en la figura de Enrique Mac-Iver y la
segunda en la de Valentín Letelier. Al término de la jornada, el triunfo fue para la postura de Letelier, que no pretendía cambiar
las bases que habían guiado al partido hasta ese momento, sino que incluir en ellas los planteamientos sociales. Armando
Quezada Acharán fue un decidido defensor de la posición de Letelier. En elocuente discurso, expuso la necesidad de que los
radicales aceptaran dentro de sus idearios la justicia social. Explicó que la legislación obrera no debía confundirse con el
socialismo sistemático, ya que ella era la consecuencia ineludible de la evolución democrática.”
97 Heise, Julio (1974): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo I (Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile),

pp. 285-300.
98 Gazmuri, Cristián. Historia de Chile. 1891-1994. Política, economía, sociedad, cultura, vida privada, episodios. RIL Editores,

2012, p.36
99 El analfabetismo en 1895 era de un 68,3%, en tanto en 1920 era de un 46,7%; los años de escolaridad promedio eran 1,69 en

1895, mientras que alcanzaban a 3,04 en 1920.


100 Ver, por ejemplo, la disputada elección entre Juan Luis Sanfuentes y Javier Ángel Figueroa el año 1915 en que el cómputo

oficial arrojó 179 electores para el primero y 175 para el segundo. “Ya que ninguno de los dos candidatos obtuvo la mayoría
absoluta −porque se anularon varios electores−, Sanfuentes tuvo que ser ratificado como ganador por el Congreso.”
(“Sanfuentes gana por un estrecho margen”, En: El Mercurio, A4, viernes 24 de mayo de 2013.
101 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

pp. 227-241.
102 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

p. 231.
103 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

p. 235.
104 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

pp. 250-255.
105 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

pp. 253.
106 SCOTT, Harry (2009): Pensando el Chile Nuevo. Las ideas de la revolución de los tenientes y el primer Gobierno de Ibáñez, 1924-

1931 (Centro de Estudios Bicentenario, Santiago de Chile), pp. 19-51

117
107 ROJAS BÖTTNER, Andrés (2019): El fracaso de la autonomía municipal y la consolidación del centralismo en Chile (1891-1935).
Tesis para optar al grado de Doctor, Universidad Autónoma de Madrid (s/p, Madrid), pp. 57-65.
108 La Convención Liberal de 1892. Organización y programa (Imprenta Gutenberg, Santiago, 1893), p.10.
109 ROJAS BÖTTNER, Andrés (2019): El fracaso de la autonomía municipal y la consolidación del centralismo en Chile (1891-1935).

Tesis para optar al grado de Doctor, Universidad Autónoma de Madrid (s/p, Madrid), pp. 86-143.
110 ROJAS BÖTTNER, Andrés (2019): El fracaso de la autonomía municipal y la consolidación del centralismo en Chile (1891-1935).

Tesis para optar al grado de Doctor, Universidad Autónoma de Madrid (s/p, Madrid), pp. 154-189.
111 Heise, Julio (1982): Historia de Chile. El período parlamentario 1861-1925, Tomo II (Editorial Universitaria, Santiago de Chile),

pp. 251.
112 ROJAS BÖTTNER, Andrés (2019): El fracaso de la autonomía municipal y la consolidación del centralismo en Chile (1891-1935).

Tesis para optar al grado de Doctor, Universidad Autónoma de Madrid (s/p, Madrid), pp. 215-273.
113 MORRIS, James O (1967): Las élites, los intelectuales y el consenso. Estudio de la cuestión social y el sistema de relaciones

industriales en Chile (Editorial del Pacífico, Santiago), p. 79


114 MORRIS, James O (1967): Las élites, los intelectuales y el consenso. Estudio de la cuestión social y el sistema de relaciones

industriales en Chile (Editorial del Pacífico, Santiago), p. 80


115 HURTADO, Alberto (2006): Moral Social (Ediciones Universidad Católica de Chile, 2da. Edición, Santiago), 133.
116 SACHERI, Carlos (2008): El orden natural (Ediciones Vórtice, Buenos Aires), 26..
117 HURTADO, Alberto (2006): Moral Social (Ediciones Universidad Católica de Chile, 2da. Edición, Santiago), 133. Por ello indicaba

inmediatamente: “Como la perfecta sociedad es imposible, cada sociedad tendrá su propia cuestión social, de acuerdo con sus
líneas características de esa sociedad. En una sociedad el bien y el mal viven juntos, y la experiencia nos muestra que las fuerzas
que se desvían del bien actúan desgraciadamente con mayor fuerza.” (p. 134)
118 Salas, Manuel, 1804, “Oficio de la Diputación del Hospicio al Excmo. Señor Don Luis Muñoz de Guzmán, Gobernador y

Capitán General del Reino, en que se proponen medidas para arbitrar recursos con que sostener el establecimiento.”, En: Grez
Toso, Sergio (recopliador). La ‘Cuestión Social’ en Chile. ideas y debates precursores (1804-1902). Ediciones de la Dirección de
Bibliotecas, Archivos y Museos. Santiago, 1995, p. 45. Continuaba Salas (pp. 45-46) indicando que la causa fundamental de este
problema era el enfoque económico que se había dado por la Península: exclusiva o principalmente, la extracción minera,
amagando con ello el desarrollo de la agricultura, las técnicas de extracción, la industria y un comercio exterior más sólido y
profundo. Esto generaba poca ocupación y escasas perspectivas de mejoría, por tanto, poco y malos ingresos. Esto, a su juicio,
afectaba la moral de los trabajadores, lo que influía en su desinterés por tener una familia estable, su abandono a los vicios, su
ausencia de buena formación y la habituación al delito “(…) que en vano intenta reprimir una justicia severa que con penas
inútiles acaba de degradarlos, y abatir aquellos resortes que sostienen la virtud, y que conserva más bien la exactitud que no
puede observarse respecto de hombres ya corrompidos, dispersos, y que nada tienen que perder” (p.46)
119 Por ejemplo, en el periódico El amigo del Pueblo, órgano difusor de la Sociedad de la Igualdad, que apareció algunos meses

del año 1850 y que dirigió Eusebio Lillo se puede encontrar la preocupación por la falta de aseo e higiene que afecta los
alrededores de Santiago y la ciudad misma, afectando principalmente a los pobres: así se denuncia la mala calidad de la vivienda
y la mortalidad infantil que trae como “consecuencia necesaria del aire pesado e infecto que respiran” (El amigo del Pueblo,
Santiago 15 de mayo de 1850. Grez Toso, Sergio (recopilador). La ‘Cuestión Social’ en Chile. ideas y debates precursores (1804-
1902). Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Santiago, 1995, p. 113-115)
120 Turkson, Peter K. A. “La «Rerum Novarum» 120 años después. ZENIT (19 de mayo del 2011). En línea:

http://www.zenit.org/es/articles/la-rerum-novarum-120-anos-despues
121 Turkson, Peter K. A. “La «Rerum Novarum» 120 años después. ZENIT (19 de mayo del 2011). En línea:

http://www.zenit.org/es/articles/la-rerum-novarum-120-anos-despues
122 Turkson, Peter K. A. “La «Rerum Novarum» 120 años después. ZENIT (19 de mayo del 2011). En línea:

http://www.zenit.org/es/articles/la-rerum-novarum-120-anos-despues
123 Turkson, Peter K. A. “La «Rerum Novarum» 120 años después. ZENIT (19 de mayo del 2011). En línea:

http://www.zenit.org/es/articles/la-rerum-novarum-120-anos-despues
124 Turkson, Peter K. A. “La «Rerum Novarum» 120 años después. ZENIT (19 de mayo del 2011). En línea:

http://www.zenit.org/es/articles/la-rerum-novarum-120-anos-despues
125 KAEMPFFER R, Ana; MEDINA L, Ernesto. Mortalidad infantil reciente en Chile: Éxitos y desafíos. Rev. chil. pediatr., Santiago,

v. 77, n. 5, p. 492-500, oct. 2006. Disponible en <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-


41062006000500007&lng=es&nrm=iso>. accedido en 12 enero 2018. http://dx.doi.org/10.4067/S0370-41062006000500007.
126 Hurtado Cruchaga, Alberto (1941): ¿Es Chile un país católico? (Editorial “Splendor”, Santiago), p. 58
127 KAEMPFFER R, Ana; MEDINA L, Ernesto. Mortalidad infantil reciente en Chile: Éxitos y desafíos. Rev. chil. pediatr., Santiago,

v. 77, n. 5, p. 492-500, oct. 2006. Disponible en <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-


41062006000500007&lng=es&nrm=iso>. accedido en 12 enero 2018. http://dx.doi.org/10.4067/S0370-41062006000500007.
128 Artículo aparecido en El amigo del Pueblo, Santiago 15 de mayo de 1850. Grez Toso, Sergio (recopliador). La ‘Cuestión Social’

en Chile. ideas y debates precursores (1804-1902). Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Santiago, 1995,
p. 113.

118
129 Del total de la población que tenía Chile, 606.810 eran menores de 15 años y 832.310 mayores de esa edad. Ver:
Amunátegui, Miguel Luis y Amunátegui, Gregorio Víctor. De la instrucción primaria en Chile: lo que es, lo que debería ser,
Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1856, p. 272. Los hermanos Amunátegui calculan aproximadamente en 32.000 los menores
de 15 años que estarían recibiendo educación y especialmente alfabetización a la fecha de la publicación de su libro. La cifra la
obtienen del siguiente modo: (a) 28.822 niños reciben educación en escuelas públicas o privadas según la memoria del
ministerio de instrucción pública de 1855; (b) 1178 niños que reciben educación en su casa, número que desconocen, pero que
postulan como posible; y (c) 2.000 niños que saben leer, pero que no asisten a la escuela, dato que no conocen, pero que
señalan con generosidad como probable (pp. 272-273)
130 1899: Cuestiones obreras (Juan Enrique Concha Subercaseaux.); La pequeña propiedad rural (Vicente Echeverría Larraín); y El

Homestead o el Hogar no embargable de familia (Julio Rivera Blin). 1900: Los elementos del salario (Joaquín Díaz Garcés); y
Población de Chile (Armando Vergara Lebrún). 1901: El ahorro (Arturo Ruiz de Gamboa Silva).
131 Valentín Letelier, en 1896, llamaba la atención sobre el surgimiento en Chile y el mundo de los partidos obreros (llamados

socialistas o democráticos) que se presentan con encono contra los sectores gobernantes. A su juicio, estos partidos, junto con
generar cambios positivos en el sistema político, habían generado también una crisis en los “partidos liberales” y una
“renovación de la lucha de clases, fatal para la subsistencia del principio de la igualdad”. Señalaba que su nacimiento obedecía a
causas y nuevas necesidades sociales frente a las cuales no cabía la simple proscripción o persecución, sino que era necesaria
una reflexión de los partidos históricos por las motivaciones que estaban detrás de estas nuevas fuerzas políticas. Señalaba en
concreto que “En Chile es el partido radical el que puede reportar más provecho de tan interesante indagación, porque para
conservar su puesto en las filas más avanzadas, necesita desarrollar su programa atendiendo a las nuevas necesidades y no está
tan lejos del pueblo que no comprenda las causas de su malestar ni tampoco de las clases conservadoras que no comprenda las
causas de sus alarmas.” (Letelier, Valentín. “Los pobres”, En: Anales de la Universidad de Chile, Año CXV, Nº 105, 1957, p.138
(pp. 137-144). Publicado originalmente en La ley. Órgano del Partido Radical 1/1/1896)
132 Los datos de su biografía han sido tomados de Donoso, Ricardo. “Alessandri. Agitador y Demoledor.” Fondo de Cultura

Económica. Buenos Aires, 1952 (Primera Edición). Tomo I.


133 Correa, Sofía; Figueroa, Consuelo; Jocelyn-Holt, Alfredo; Rolle, Claudio; y Vicuña, Manuel. “Historia del siglo XX chileno”.

Editorial Sudamericana, 2001. p.72-73; Vitale, Luis. “Interpretación Marxista de la Historia de Chile.” “De la República
Parlamentaria a la República Socialista (1891-1932). De la dependencia inglesa a la norteamericana”. Tomo V. LOM Ediciones,
Segunda Edición Ampliada, sin fecha.p. 271.
134 Vitale, Luis. “Interpretación Marxista de la Historia de Chile.” “De la República Parlamentaria a la República Socialista (1891-

1932). De la dependencia inglesa a la norteamericana”. Tomo V. LOM Ediciones, Segunda Edición Ampliada, sin fecha. pp. 272-
273.
135 Góngora, Alvaro; Arancibia, Patricia; Vial, Gonzalo; y Yávar, Aldo. “Chile (1541-2000) Un Interpretación de su Historia

Política.” Santillana. Santiago, 2000. p. 242.


136 Correa, Sofía; Figueroa, Consuelo; Jocelyn-Holt, Alfredo; Rolle, Claudio; y Vicuña, Manuel “Historia del siglo XX chileno”.

Editorial Sudamericana, 2001. p. 92. Vitale, Luis. “Interpretación Marxista de la Historia de Chile.” “De la República
Parlamentaria a la República Socialista (1891-1932). De la dependencia inglesa a la norteamericana”. Tomo V. LOM Ediciones,
Segunda Edición Ampliada, sin fecha. p. 273. Collier, Simon y Sater, William. “Historia de CHILE 1808-1994.”. (1996-Inglés)
Cambridge Press, 1998 (1a. Edición Española). pp. 185-186.
137 “Sanfuentes gana por un estrecho margen”, En: El Mercurio, A4, viernes 24 de mayo de 2013; y En línea:

http://historiapolitica.bcn.cl/resenas_parlamentarias/wiki/Guillermo_Eyzaguirre_Rouse
138 “Historia de CHILE 1808-1994.” Collier, Simon y Sater, William. (1996-Inglés) Cambridge Press, 1998 (1a. Edición Española).P.

190.
139 Señaló Arturo Alessandri al discutirse este asunto en la subcomisión que analizaba este proyecto de Constitución que: “El

mayor éxito de esos partidos [los liberales] será obtener la libertad de culto, la supresión de la Iglesia oficial!” (sic) (Actas
Oficiales de las Sesiones celebradas por la Comisión y Subcomisiones encargadas del estudio del Proyecto de Nueva Constitución
Política de la República (1925): Vigésimacuarta Sesión de la Subcomisión de Reformas Constitucionales, 23 de junio de 1925
(Ministerio del Interior, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile), p. 315
140 Precht Pizarro, Jorge (2000): “Un ejemplo de ley concordataria bajo la Constitución de 1833: la conversión del diezmo”, En

Revista Chilena de Derecho, vol. 27 N° 1, pp. 93-97


141 Ver debate en Actas Oficiales de las Sesiones celebradas por la Comisión y Subcomisiones encargadas del estudio del

Proyecto de Nueva Constitución Política de la República (1925): Vigésimacuarta Sesión de la Subcomisión de Reformas
Constitucionales, 23 de junio de 1925 (Ministerio del Interior, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile), pp. 318-326.
142 Se puede llamar a estas últimas tres libertades como conservadoras, en la medida en que es aceptable considerarlas como

propias del antiguo régimen (monarquía absolutista) y de la monarquía clásica. Así, por ejemplo, tratándose del derecho de
petición, se encuentra lo siguiente en el Fuero Real L.I, T.II, L II: “Et por esto establecemos, que todo ome que entendiere o
sopiere algun yerro que faga rey, digagelo en su poridat, e si el rey lo quisiere enmendar, sinon callelo, e otro ome no lo sepa por
él (...) –para agregar después- mas bien mandamos que si alguno oviere alguna demanda contra el rey, pidal mercet en su

119
poridat que gelo enderece, e si lo non quisiere el rey facer (enmendar), digagelo ante dos o tres de su corte, et si por esto non
gelo enmendare, puedagelo demandar (en público), asi como pertenece al pleito e como es derecho (...)”.
143 El inciso 2° del N° 7 del artículo 10° de la Constitución señala expresamente: “La educación pública es una atención preferente

del Estado.” Esta idea estaba en el art. 153 original de la Constitución del ’33.
144 El inciso 3° del N° 10 del artículo 10° de la Constitución señala expresamente: “El ejercicio del derecho de propiedad está

sometido a las limitaciones o reglas que exijan el mantenimiento y el progreso del orden social, y, en tal sentido, podrá la ley
imponerle obligaciones o servidumbres de utilidad pública a favor de los intereses generales del Estado, de la salud de los
ciudadanos y de la salubridad pública.”
145 El N° 14 del artículo 10° de la Constitución señala expresamente: “La protección al trabajo, a la industria y a las obras de

previsión social, especialmente en cuanto se refieren a la habitación sana y a las condiciones económicas de la vida, en forma de
proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su
familia. La ley regulará esta organización.
“El estado propenderá a la conveniente división de la propiedad y a la constitución de la propiedad familiar.
“Ninguna clase de trabajo o industria puede ser prohibida, a menos que se oponga a las buenas costumbres, a la
seguridad o a la salubridad pública, o que lo exija el interés nacional y una ley lo declare así.
“Es deber del Estado velar por la salud pública y el bienestar higiénico del país. Deberá destinarse cada año una
cantidad de dinero suficiente para mantener un servicio nacional de salubridad.”
146 En todo caso se trataba de una virtud terrenal, una virtud cívica, es decir, una virtud para vivir en sociedad. Esta virtud tenía

mucho que ver con la virtud de los clásicos griegos, con la virtud requerida a los ciudadanos para la polis, aunque a diferencia de
ellos, esta se distingue de la virtud privada. En efecto, para los antiguos, la virtud privada lleva a la virtud pública o cívica, para
los modernos no hay identificación, pues la primera tiene que ver con aquello que cada uno busca de manera independiente y,
probablemente, es diferente de la que buscan otros de los miembros de la comunidad; en cambio, la virtud cívica tiene que ser
común, para hacer posible la sociedad.
147 Citado por Pablo VI en su intervención en la conmemoración del 50º aniversario de la OIT: “Pablo VI en la Organización

Internacional del Trabajo”, En: Ecclesia XXIX/1445 (21 junio 1969) pp. 8-12, En línea:
http://leonxiii.upsam.net/seminarios/07_seminario/biblio_pablo_vi_oit.pdf Visto: 27/marzo/2012). De hecho, la frase completa
de Lacordaire habría sido: “Entre el fuerte y el débil, entre el rico y el pobre, entre el amo y el siervo, la libertad oprime, la Ley
libera.” (Conférence de Notre Dame de Paris, Tomo III, p. 473, citado por Colliard, Albert, Libertés publiques, Precis-Dalloz, París,
1972, citado, a su vez, por Díaz Arias, Rafael, La libertad de programación en radiodifusión (Un desarrollo del art. 20 de la
Constitución Española), tesis doctoral, Universidad Complutense, Madrid 2000, p. 21, Publicación: Alicante, Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes, En línea: http://www.cervantesvirtual.com/obra/la-libertad-de-programacion-en-radiofusion-un-
desarrollo-del-art-20-de-la-constitucion-espanola--0/ Visto: 18/abril/2012)
148 La clasificación de los derechos en derechos de primera, segunda y tercera generación, corresponde a un ordenamiento que

ha hecho la doctrina con un criterio histórico. En efecto, se “(...) suele ubicarlos [a los derechos reconocidos como esenciales] en
función de las épocas de su incorporación al pensamiento jurídico y a los instrumentos en que éste se ha venido expresando (...)
Asumiendo este sistema, se habla de tres generaciones de derechos humanos: la primera correspondería a los derechos
individuales; la segunda a los derechos sociales; y la tercera a los derechos de los pueblos.” (Galiano Haensch, José M. “Derechos
Humanos. Teoría, Historia, Vigencia y Legislación”. Tomo I-Teoría e Historia. LOM-ARCIS, LOM Ediciones. Santiago, Chile 1996. p.
66)
149 Cea Egaña, José Luis. “El Sistema Constitucional de Chile. Síntesis Crítica.” Primera Edición, marzo 1999. Facultad de Ciencias

Jurídicas y Sociales. Universidad Austral de Chile. Santiago, Chile. p. 33.


150 Para entender el mundo medieval, resulta interesante consultar los ya clásicos: Ullmann, Walter. Historia del pensamiento

político en la Edad Media (Edición original en inglés. 1965). Ariel. Cuarta Edición. Barcelona, 1999; y García-Pelayo, Manuel. “El
Reino de Dios, Arquetipo Político. (Estudio sobre las formas políticas de la Alta Edad Media).” Revista de Occidente. Madrid,
1959.
151 Esto, naturalmente, no quiere decir que no haya habido conflictos en torno a la determinación del espacio de lo público y de

lo privado. Las llamadas luchas doctrinarias o religiosas, o lo que se conoce también como proceso de secularización de la
sociedad, son una prueba de que para los hombres del XIX estos ámbitos tampoco eran algo completamente claro y definido.
Sin embargo, no obstante, la relevancia que estos conflictos o luchas tuvieron en el desarrollo de la historia decimonónica
chilena –y no sólo chilena- no cabe duda que existe un sustrato común entre los hombres que, desde diversas visiones
doctrinarias o ideológicas, se disputan el control del poder. En efecto, como han puesto de manifiesto gran cantidad de
investigaciones históricas en las últimas décadas, los dos grandes bandos, el tronco conservador y el tronco liberal, coinciden en
la mayoría de los principios a partir de los cuales se concibe la sociedad y se rige el poder. Estos principios, en términos sencillos,
son los propugnados por la corriente de pensamiento conocida como liberalismo. Este sostiene el respeto por la separación de
poderes, la soberanía popular y los derechos individuales como la tríada que da legitimidad a un sistema institucional. Según
esto han de conformarse los poderes del Estado y la acción de los ciudadanos. Esta tríada contribuye a distinguir a nivel
intelectual, en forma bastante clara, los espacios público y privado, es decir, los fines del Estado y la acción de los individuos. El
hecho de que, en la práctica, esta distinción no resulte tan nítida, no es un obstáculo para decir que en esta época existió tal

120
diferenciación, ya que la hubo a nivel de las ideas, de las concepciones y de las cosmovisiones, aunque hubieran, en los hechos,
guerrillas permanentes, sobre todo, en función del papel que debía jugar la religión –fundamentalmente la católica- y, por tanto,
la Iglesia, en este ámbito. (En todo caso, este no es un problema resuelto completamente, basta pensar en las grandes disputas
que se han dado en Chile en las últimas tres décadas sobre asuntos como: ley de cultos, el divorcio vincular, los acuerdos de vida
en pareja, la ley de cambio de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo o el aborto).
La prueba más importante de la coincidencia intelectual sobre esta distinción entre lo público y lo privado, a pesar de
las guerrillas, radica, a mi juicio, en el hecho de que serán los conservadores los que luchen por una libertad tan relevante como
la de enseñanza, justamente para proteger a la Iglesia y permitir que sus doctrinas y cultura pudieran transmitirse libremente.
Mientras que, por el contrario, quienes más atacaron dicha libertad de enseñanza, serán justamente los sectores laicos –
liberales y radicales─, a veces, incluso, unidos con los sectores nacionales que habían surgido del tronco pelucón. Es decir, dicho
de otro modo, los conservadores demandan derechos individuales para proteger a la Iglesia y requieren que el Estado se
mantenga en su espacio, lo público, respetando el ámbito individual o privado de las creencias y de la enseñanza, mientras, por
su parte, los sectores laicos, defenderán la intervención del Estado, argumentando la necesidad de evitar la intromisión de la fe
en el espacio público. Razonamiento similar se puede encontrar en la disputa por las llamadas leyes laicas. El matrimonio –por
sus efectos patrimoniales, pero no únicamente por ello─; el nacimiento y la muerte –origen y fin del ciudadano─, son cuestiones
que interesaría al Estado regular, porque se refieren a aspectos propios del espacio público.
152 Prost, Antoine. “Fonteras y Espacio de lo Privado” (pp. 17-133) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 5: “De la Primera Guerra

Mundial hasta nuestros días.” Bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1987). Grupo Santilla de Ediciones S.A.
Madrid, 2001. p. 23.
153 Prost, Antoine. “Fonteras y Espacio de lo Privado” (pp. 17-133) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 5: “De la Primera Guerra

Mundial hasta nuestros días.” Bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1987). Grupo Santilla de Ediciones S.A.
Madrid, 2001. p. 37.
154 Prost, Antoine. “Fonteras y Espacio de lo Privado” (pp. 17-133) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 5: “De la Primera Guerra

Mundial hasta nuestros días.” Bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1987). Grupo Santilla de Ediciones S.A.
Madrid, 2001. p. 50.
155 Prost, Antoine. “Fonteras y Espacio de lo Privado” (pp. 17-133) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 5: “De la Primera Guerra

Mundial hasta nuestros días.” Bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1987). Grupo Santilla de Ediciones S.A.
Madrid, 2001. p. 66.
156 Del Noce, Augusto (1972): “El erotismo a la conquista de la sociedad”, en: La escalada del erotismo. Ediciones Palabra S.A.

Madrid, pp. 41-89.


157 Así, por ejemplo, para el profesor francés Antoine Prost, el fenómeno vivido durante el siglo XX es el de la democratización

de la vida privada, ya que antes, tener una vida privada, era un privilegio de clase, específicamente de la burguesía. (Prost,
Antoine. “Fonteras y Espacio de lo Privado” (pp. 17-133) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 5: “De la Primera Guerra Mundial
hasta nuestros días.” Bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1987). Grupo Santilla de Ediciones S.A. Madrid, 2001.
p. 21). Por su parte, otro historiador francés, Georges Duby, ha señalado que “Desde la Edad Media, todo el movimiento de
nuestra cultura se ha dirigido hacia una agudización siempre en aumento” del doble conflicto que debe enfrentar lo privado:
hacia fuera, el poder público; y, hacia adentro, las aspiraciones a la independencia de los individuos que componen el grupo
privado. “Con el fortalecimiento del Estado, sus intromisiones se han vuelto más agresivas y penetrantes, mientras que la
apertura de las nuevas iniciativas económicas, la debilitación de los rituales colectivos y la interiorización de las actitudes
religiosas han tendido a promover y liberar a la persona, y contribuido a fortalecer, al margen de la familia y de la casa, otros
grupos de convivencia, con lo que se ha desembocado en una diversificación del espacio privado.” (Duby, Georges. “Prefacio a la
Historia de la Vida Privada” (pp. 11-14) En: Historia de la Vida Privada. Tomo 1: “Del imperior romano al año mil.” Bajo la
dirección de Philippe Ariès y Georges Duby. (1985). Grupo Santilla de Ediciones S.A. Madrid, 2001. p. 13) Dicho de otro modo,
mientras para Prost, el fenómeno del siglo XX, contribuye a que la vida privada sea un fenómeno alcanzable para todos los
estratos sociales (democratización); Duby pone de manifiesto el que ese fenómeno alcance al individuo, más que a la familia y la
casa, generando nuevos espacios de lo privado (diversidad).
158 Aylwin, Mariana y otros. Chile en el siglo XX. Planeta. Novena Edición. Santiago, 1999. p. 75
159 Ffrench-Davis, Ricardo (1973): Políticas económicas en Chile. 1952-1970 (Centro de Estudios de Planificación Nacional,

Ediciones Nueva Universidad, Universidad Católica de Chile, Santiago) p. 28.


160 Ejemplo de eso es la Ley 4321 que, en su art. 1 (de 2) concede “amnistía al ciudadano Gregorio Díaz Araya, condenado por

infracción del artículo 156 del decreto-ley 542”


161 Ejemplos de este tipo de normas son: (1) la ley 4214 que, en su artículo único, autoriza a la Municipalidad de Valparaíso

“para cambiar el nombre de la actual «Avenida La Palma» por el de «Avenida Presidente Alfaro»”; (2) la ley 4182 que, en sus
cuatro artículos, autoriza al Presidente de la República para contratar un préstamo por cuenta de la Municipalidad de Ñuñoa
para trabajos de pavimentación y también autoriza a la Municipalidad de Ñuñoa para contratar otro préstamo con los mismos
fines; (3) la ley 4208 que, en sus dos artículos, modifica normativa sobre descuentos y beneficios de la Caja Nacional de
Empleados Públicos y Periodistas, pero solo en aquella parte referida al personal diplomático y consular; y (4) la ley 4170

121
(31/8/1927) que, en su artículo único, prorroga hasta el 1 de septiembre de 1928 la duración del Consejo General y de los
Consejos Provinciales de los Colegios de Abogados.
162 Tagle, Hugo (1977): “Origen y generalidad de la ley chilena bajo el imperio de la Constitución de 1925”, En: Terceras Jornadas

chilenas de Derecho Natural 1977: Derecho y Justicia. (Santiago de Chile, Facultad de Derecho Pontificia Universidad Católica de
Chile, Editorial Jurídica de Chile), p. 383.
163 Citado por Vitale, Luis. “De Alessandri P. a Frei M. Industrialización y Modernidad”. (1932-1964) En: Interpretación Marxista

de la Historia de Chile. Tomo VI. LOM Ediciones, 1998. pp. 339-340.


164 Los Decretos Leyes son normas dictas por regímenes autoritarios o de facto, mientras que los Decretos con Fuerza de Ley son

normas dictadas por el Ejecutivo por delegación de Legislativo. Bajo la vigencia de la Constitución de 1925, esta delegación no
estará contemplada constitucionalmente hasta la reforma de 1970, no obstante que será ampliamente utilizada.
165 Tagle, Hugo (1977): “Origen y generalidad de la ley chilena bajo el imperio de la Constitución de 1925”, En: Terceras Jornadas

chilenas de Derecho Natural 1977: Derecho y Justicia. (Santiago de Chile, Facultad de Derecho Pontificia Universidad Católica de
Chile, Editorial Jurídica de Chile), pp. 375-389.
166 Gonzalo Vial señalaba: “En Chile, hasta los años 60, y especialmente hasta los gobiernos radicales (1938-52) estos temas

básicos de la sociedad se insertaron en una política de transacciones, de compromisos entre las grandes fuerzas políticas y
sociales (…) Desde los 60, sin embargo, esta situación cambió (…) En primer lugar, aparecieron partidos y movimientos
ideológicos con «planificaciones globales», para usar el término que popularizó el malogrado profesor Góngora. Dichas
planificaciones globales implicaban modelos completos de sociedades, los que eran intransables y debían aplicarse de inmediato
y en forma íntegra, sin aceptar modificación alguna. Los adversarios políticos pasaron a ser enemigos, y era menester
destruirlos.” (Vial, Gonzalo (1986): “Algunas condiciones para una democracia estable en Chile”, En: Democracia en Chile. Doce
conferencias. (Santiago de Chile, Corporación de Investigaciones Económicas para Latinoamérica), p. 105.
167 Esto a pesar de que, entre ellos, parecía existir una interpretación común sobre la necesidad de llevar a cabo una revolución.

Al respecto, cabe tener presente que hubo intentos en sectores de la DC y de la futura UP por tener un candidato común a la
Presidencia en las elecciones del ’64 y en las del ‘70 que expresara los aires de revolución. Sin embargo, nunca llegaron a
ponerse de acuerdo, probablemente, por el hecho de que cada uno de estos sectores tenía su propia interpretación ideológica
de lo que debía ser esta revolución. Para demostrar que tanto el proyecto DC como el de la UP comparten este carácter, basta
recordar sus lemas de campaña y banderas de lucha: ambos grupos dicen encarnar la revolución. Por lo demás, ya en el año
1962, el entonces presidente de la DC, el senador Renán Fuentealba, explora un acercamiento al FRAP y, en carta al PADENA,
expresa la voluntad de la DC de encontrar, con todas las que llama fuerzas populares, un candidato común de oposición para las
elecciones de 1964. Al respecto Arrate y Rojas han dicho, sobre esta época, que “(...) establecer una línea demarcatoria entre el
FRAP y la DC no es ya un ejercicio obvio. Desde el campo cultural e ideológico de orientación cristiana, los años sesenta
evidencian un compromiso más que discursivo con los cambios estructurales y la revolución.” (Arrate, Jorge y Rojas, Eduardo.
“Memoria de la Izquierda Chilena. Tomo I (1850-1970).” Javier Vergara Editor. Primera Edición. Santiago, 2003. p. 362. Para todo
el capítulo ver pp. 361-374.)
168 Por ejemplo, se señala en este documento, entre otras cosas, que, así como no se puede colaborar con el comunismo (N° 22),

también deben rechazarse los abusos del liberalismo (N°25) y, al respecto, señala: “Es deber imperioso y urgente de los católicos
el procurar una renovación profunda y rápida de ese estado de cosas no cristiano.” En línea:
http://documentos.iglesia.cl/conf/documentos_sini.ficha.php?mod=documentos_sini&id=970&sw_volver=yes&descripcion=
Visto: 2016.07.14.
169 Letelier, Valentín. “Los pobres”, En: Anales de la Universidad de Chile, Año CXV, Nº 105, 1957, pp.143-144 (pp. 137-144).

Publicado originalmente en La ley. Órgano del Partido Radical 1/1/1896.


170 Thayer, William. “El trabajo en la historia del derecho laboral chileno”, En: Revista Chilena de Derecho, vol 16., p. 767,
171 Cruzat, Gastón (1965): “¿Revolución libertad?”. Revista Mensaje vol. 14 Nro. 144, p. 605.
172 Novoa Fuenzalida, Patricio. “Derecho de Seguridad Social. Esquema del Régimen Previsional Chileno”, En: Orientaciones del

Derecho Chileno. Universidad Católica de Chile, Escuela de Derecho de Santiago, Oficina Coordinadora de Investigaciones
Profesor Jaime Eyzaguirre. Editorial Jurídica de Chile. Santiago de Chile, 1971, pp. 181-82.
173 Ffrench-Davis, Ricardo (1973): Políticas económicas en Chile. 1952-1970 (Centro de Estudios de Planificación Nacional,

Ediciones Nueva Universidad, Universidad Católica de Chile, Santiago) pp. 27-28.


174 Que después se convertiría en la DIRINCO y más tarde en nuestro actual SERNAC.
175 Gonzalo Izquierdo F, “Historia de Chile”. Op. Cit., p. 84.
176 Pierry Arrau, Pedro (2002): “Las transformaciones del derecho administrativo en el siglo XX”, en Revista de Derecho de la

Universidad Católica de Valparaíso, XXXIII, pp. 377-378.


177 Ley de 21/6/1887 del Ministerio del Interior. Esta ley establecía en su artículo 1º que habría 7 Departamentos de Estado a

cargo de seis Ministros. Los Departamentos de Estado (o ministerios) eran Interior; Relaciones Exteriores y Culto; Justicia e
Instrucción Pública; Hacienda; Guerra; Marina; e Industrias y Obras Públicas. En conformidad al artículo 10º, “Cada uno de los
Departamentos de Estado (…) estará a cargo de un Ministro, Secretario del Despacho, con escepcion de los Departamentos de
Guerra i Marina, que serán desempeñados por un solo Ministro.” El Ministerio creado por el Presidente Balmaceda, pasó a
llamarse: en 1924, Obras y Vías Públicas (art. 2º del DL Nº 43/1924); en 1925, Obras Públicas, Comercio y Vías de Comunicación;

122
en 1927, Fomento; en 1942, Obras Públicas y Vías de Comunicación; en 1953, Obras Públicas; en 1967, Obras Públicas y
Transportes; y en 1974, por último, como Obras Públicas.
178 Art. 1º de la Ley Nº 1296.
179 Art. 1º Ley 2.613. Cabe hacer notar, en todo caso, que como consignaba en el considerando Nº 4 del Decreto Ley Nº 43 de

1924 de la Junta de Gobierno, una ley de 1914 “sobre reorganización de los Ferrocarriles del Estado, al dar casi completa
autonomía a la Empresa” había disminuido mucho la importancia y labor del Ministerio de Ferrocarriles.
180 Se crea como Ministerio de Agricultura, Industria y Colonización (art. 2º DL Nº 43/1924), transformándose este en 1927 en el

Ministerio de Fomento, donde se comprendieron las materias agrícolas. Será en 1930 en que nacerá el actual Ministerio de
Agricultura como institución independiente.
181 Se crea como Ministerio de Higiene, Asistencia y Previsión Social que, en 1927, pasa a ser Ministerio de Bienestar Social en

donde se incluyen materias de Salud, de Trabajo, de Seguridad Social, e incluso inspección de las viviendas. En 1932 recibe el
nombre de Ministerio de Salubridad Pública, en 1953 Ministerio de Salud Pública y Previsión Social hasta que en 1959 se divida
el Ministerio, creándose por una parte el Ministerio de Salud Pública y, por otra, el Ministerio del Trabajo y Previsión Social.
182 Parte de sus funciones eran cumplidas desde 1837 por el Ministerio de Justicia, Instrucción y Culto que, desde 1887, pasó a

ser de Justicia e Instrucción Pública. En 1927 se crea como Ministerio de Educación Pública y en 1990 pasa a ser Ministerio de
Educación.
183 Algunas de las labores de este ministerio (ordenar los espacios adquiridos y “hacer soberanía” en territorios no ocupados o

no consolidados) fueron asumidas tradicionalmente por Relaciones Exteriores que estaba a cargo de lo que entonces se llamaba
Colonización. Posteriormente, en la década de los ’70 del siglo XIX, se definieron las funciones de administración de bienes
fiscales, conservación del patrimonio y explotación de recursos naturales. En 1931 se crea el Ministerio de Propiedad Austral y
en 1977 pasa a denominarse Ministerio de Tierras y Colonización, y en 1980 adopta el nombre con que se le conoce
actualmente.
184 Los orígenes del Ministerio de Economía están en la Subsecretaría de Comercio dependiente del Ministerio de Relaciones

Exteriores y Comercio creada el año 1930; obtiene su rango ministerial por decreto supremo de 1941, bajo el nombre de
Comercio y Abastecimiento. Pero es en el año siguiente en que obtiene su existencia legal bajo el nombre de Economía y
Comercio. En 1953, pasa a ser Ministerio de Economía, en 1960 recibirá el nombre de Economía, Fomento y Reconstrucción y en
2010 el de Economía, Fomento y Turismo.
185 Se crea como Ministerio de Minas y, a los pocos meses, pasa a llamarse Ministerio de Minería.
186 Durante los dos primeros años del Presidente Frei Montalva existió una Oficina de Planificación dependiente de la

Presidencia. El año 1967 nace la Oficina de Planificación Nacional que, en 1990, se convierte en el Ministerio de Planificación y
Cooperación de Chile (MIDEPLAN).
187 En 1932 se crea la Secretaria General de Gobierno, pero sus funciones eran más bien de coordinación del Consejo de

Gabinete.
188 Creado por el Presidente Aylwin tenía como antecedente las funciones que cumplía el Jefe de Estado Mayor Presidencial

creado en 1974 por el Presidente Pinochet.


189 Creado por el Presidente Lagos
190 Solo para poner un ejemplo, el art. 1º de la ley 2.613 que creó el Ministerio de Ferrocarriles (1912) establecía como personal

directo del Departamento a 16 personas (un subsecretario; un jefe de la sección estadística; un ingeniero jefe de la sección de
ferrocarriles privados; dos ingenieros más, el primero y el segundo; un jefe de la sección de ferrocarriles en explotación; un
contador jefe de la sección de contabilidad; un contador ayudante; un oficial de partes y archivero; dos oficiales primeros; dos
oficiales segundos; y tres oficiales auxiliares.)
191 Ver: Pinto Santa Cruz, Aníbal “Chile, un caso de desarrollo frustrado”. Tercera Edición, marzo de 1973. Editorial Universitaria.

Santiago, Chile. p. 244; y Barraclough, Solón y Collarte, Juan Carlos. “El Hombre y la Tierra en América Latina. Resumen de
Informes CIDA (Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola) sobre tenencia de la tierra en Argentina-Brasil-Colombia-Chile-
Ecuador-Guatemala-Perú”. Primera Edición, marzo de 1972. Editorial Universitaria. Santiago, Chile. pp. 279-280.
192 Ver: Barraclough, Solón y Collarte, Juan Carlos. “El Hombre y la Tierra en América Latina. Resumen de Informes CIDA (Comité

Interamericano de Desarrollo Agrícola) sobre tenencia de la tierra en Argentina-Brasil-Colombia-Chile-Ecuador-Guatemala-


Perú”. Op.cit., pp. 292-293.
193 Brahm García, Enrique (1999): Propiedad sin Libertad: Chile 1925-1973. Aspectos relevantes en el avance de la legislación

socializadora. (Universidad de Los Andes, Santiago de Chile), p. 163.


194 Ver la intervención del Senador democratacristiano don Tomás Pablo en la discusión que tuvo lugar en la Comisión de

Constitución del Senado, en Acuña Ramos, Rolando. “La Constitución de 1925 Ante la Comisión de Constitución, Legislación,
Justicia y Reglamento del Senado. (Informes emitidos entre 1926 y 1968). Obra publicada bajo el patrocinio del Senado”. Op.cit.
p. 42.
195 Sobre los objetivos de la reforma ver: Acuña Ramos, Rolando. “La Constitución de 1925 Ante la Comisión de Constitución,

Legislación, Justicia y Reglamento del Senado. (Informes emitidos entre 1926 y 1968). Obra publicada bajo el patrocinio del
Senado”. Op.cit. p. 41.
196 Olavarría Bravo, Antonio. “Chile bajo la Democracia Cristiana”. T. II. Editorial Nascimento. Santiago, Chile. p. 143.

123
197 VV. AA. “Declaración frente a la Reforma Constitucional y la Reforma Agraria. Por una Reforma Agraria Sana y Cristiana. En
defensa del Derecho de Propiedad Privada.” El Diario Ilustrado, enero de 1965. p. 13.
198 Izquierdo Fernández, Gonzalo “Historia de Chile”. Op.cit. p. 79
199 Gotuzzo B, Lorenzo (Contralmirante). “Exposición sobre el Estado de la Hacienda Pública”. Octubre de 1973, en Merino

Castro, José Toribio (Almirante) “Bitácora de un Almirante. Memorias”. Segunda Edición, noviembre de 1998. Editorial Andrés
Bello. Santiago, Chile. p. 342.
200 Ver: Rodríguez Paniagua, José María (1963): “Poder económico y socialización”, en: anuario de Filosofía del Derecho Nº 10,

pp. 135-146; y Novoa Monreal, Eduardo. “La Batalla por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 161; y Novoa
Monreal, Eduardo. “Defensa de las nacionalizaciones ante tribunales extranjeros. Caso de los Productos Importados.”. Instituto
de Investigaciones Jurídicas. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1976. p. 25.
201 Ver: Novoa Monreal, Eduardo. “Defensa de las nacionalizaciones ante tribunales extranjeros. Caso de los Productos

Importados.” Op.cit., pp. 28-29.


202 Novoa Monreal, Eduardo. “Defensa de las nacionalizaciones ante tribunales extranjeros. Caso de los Productos Importados.”

Op.cit., p. 33
203 “(...) Su etimología no procede de ‘hacer nacional’ lo que es extranjero, sino de asignar bienes privados ‘a la nación toda’ (...)”

(Novoa Monreal, Eduardo. “La Batalla por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 166).
204 Novoa Monreal, Eduardo. “La Batalla por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 169
205 Así, por ejemplo, lo había reconocido el Instituto de Derecho Internacional cuando en su reunión de 1950 en Bath, elaboró

un proyecto de resolución que consagraba la separación de los conceptos de expropiación y de nacionalización, estableciendo
como conclusión que ésta no estaba sometida a una indemnización previa y completa, “(...) sino a «las posibilidades del deudor,
razonablemente consideradas, con un pago reducido escalonado en un plazo normal» (...)” (Novoa Monreal, Eduardo. “La Batalla
por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 191)
206 “(...) la ley podrá nacionalizar o reservar al Estado (...)”
207 “El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas, las covaderas, las arenas

metalíferas, los salares, los depósitos de carbón e hidrocarburo y demás sustancias fósiles, con excepción de las arcillas
superficiales”
208 En ese sentido, si autorizado por la ley, el Estado celebraba contratos o convenciones en que se comprometía a mantener en

favor de particulares determinados regímenes legales de excepción, estos podían ser modificados o extinguidos por la ley
cuando lo exigiera el interés nacional. Esto es sin perjuicio, de que en casos calificados la ley contemplara una compensación a
los afectados.
209 “(...) lo que se nacionalizó en virtud de la Ley 17.450 no fueron empresas norteamericanas o bienes que pertenecieran a éstas,

sino que la nacionalización recayó directamente sobre empresas constituidas conforme a la ley chilena, como sociedades
anónimas nacionales, dentro de las cuales las compañías norteamericanas tenían una cuota de interés, en algunos casos,
minoritaria (Chuquicamata, El Salvador y El Teniente) y en otros mayoritaria (Exótica y Andina) (...)”. Novoa Monreal, Eduardo.
“La Batalla por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 182)
210 Se facultó al Presidente de la República para que fije el monto del todo o parte de las rentabilidades excesivas que las

empresas nacionalizadas y sus antecesoras hubieren devengado anualmente a partir de la vigencia de la ley Nº 11.828, “(...)
considerando especialmente la rentabilidad normal que éstas hayan obtenido en el conjunto de sus operaciones internacionales
o los acuerdos, que en materia de rentabilidad máxima de empresas extranjeras establecidas en el país, haya celebrado el
Estado chileno (...)”
211 Novoa Monreal, Eduardo. “La Batalla por el Cobre. Comentarios y Documentos.” Op.cit., p. 304
212 Novoa Monreal, Eduardo. “Obras Escogidas. Una crítica al Derecho Tradicional.” Primera Edición, agosto de 1993. Centro de

Estudios Políticos Latinoamericanos Simón Bolívar. p. 234.


213 Bravo Lira, Bernardino. “Por la razón o la fuerza. El Estado de Derecho en la Historia de Chile”. Primera Edición, septiembre

de 1996. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile. p. 339.


214 Bravo Lira, Bernardino. “Por la razón o la fuerza. El Estado de Derecho en la Historia de Chile” Op. Cit., pp. 337-338.
215 “(...) es indispensable llegar a un reemplazo de la actual estructura económica por otra que termine con el capital

monopolista nacional y extranjero y con el latifundio, a fin de «iniciar la construcción del socialismo» (...) El pivote central en
torno del cual se obtendrán estos resultados y que permitirá desarrollar una planificación económica de carácter ejecutivo, será
la adquisición por el Estado de todos los medios de producción fundamentales. Y el instrumento adecuado para lograr la
transformación será la constitución de la llamada Área de Propiedad social (...)” (Novoa Monreal, Eduardo. “Los resquicios
legales. Un ejercicio de lógica jurídica”. Ediciones BAT S.A. Santiago de Chile, marzo de 1992. pp. 42-43.)
216 Novoa Monreal, Eduardo. “Los resquicios legales. Un ejercicio de lógica jurídica”. Op. Cit, pp. 48-49.
217 Novoa Monreal, Eduardo. “Los resquicios legales. Un ejercicio de lógica jurídica”. Op. Cit, pp. 53.
218 Novoa Monreal, Eduardo. “Obras Escogidas. Una crítica al Derecho Tradicional.” Op.Cit., pp. 334.
219 Novoa Monreal, Eduardo. “Obras Escogidas. Una crítica al Derecho Tradicional.” Op.Cit., pp. 335.
220 “(...) Hubo, además, todo un rubro de preceptos que no era aptos para adoptar resoluciones definitivas, pero que facilitaban

al gobierno la formación del área de propiedad social. Ellos fueron empleados reiteradamente, principalmente a nivel de mandos

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medios, para tratar de obtener mediante ellos resultados duraderos, siendo que su texto no permitía sino medidas transitorias.
Tales preceptos son los que asignaban al gobierno la posibilidad de designar interventores (...)” (Novoa Monreal, Eduardo. “Los
resquicios legales. Un ejercicio de lógica jurídica”. Op. Cit., p. 57.)
221 Silva Bascuñán, Alejandro. “Tratado de Derecho Constitucional. Tomo III. La Constitución de 1980. Antecedentes y génesis”.

Segunda Edición, 1997. Editorial Jurídica de Chile. Santiago, Chile. Pp. 151-152.

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