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DOMINGO 5 DE MARZO DE 2023

DOMINGO IIº DE CUARESMA

Monición de entrada: Hoy el Señor se nos manifiesta en el esplendor de su gloria, de su divinidad, y nos
concede pregustar, como a los Apóstoles en el Tabor, momentos de felicidad contemplándola, pero también
nos muestra que esta felicidad se alcanza al final de un duro peregrinar.

Liturgia de la Palabra

1ª. LECTURA: En este relato del primer libro de la Biblia, vemos el llamado del Señor a Abrahán, y en él, el
llamado que nos hace hoy a cada uno de nosotros. Lectura del libro del Génesis

El Señor dijo a Abraham: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que Yo te
mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos
los pueblos de la tierra». Abraham partió, como el Señor se lo había ordenado.
Palabra de Dios.

SALMO RESP.: Respondemos a esta lectura, cantando la antífona del salmo, junto al salmista.

R.    Señor, que descienda tu amor sobre nosotros.


 
La palabra del Señor es recta
y Él obra siempre con lealtad;
Él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.  R.
 
Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.  R.
 
Nuestra alma espera en el Señor:
Él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.  R.  
 
2ª. LECTURA: Hemos sido llamados con una vocación santa, y si respondemos a ese llamado, como lo hizo
Abrahán y Cristo, seremos conducidos a la transfiguración victoriosa y triunfante. Lectura de la segunda
carta del Apóstol san Pablo a Timoteo

Querido hijo: Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio,
animado con la fortaleza de Dios. Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras
obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús,
desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador
Jesucristo. Porque El destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena
Noticia.
Palabra de Dios.
EVANGELIO: En el Evangelio vemos el pasaje de la transfiguración de Jesús, tan lleno de detalles
simbólicos, donde Él anticipa a sus discípulos más íntimos, el desenlace victorioso de su misión de comunicar
vida.

Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se
volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres
carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una
voz que decía desde la nube: «Éste es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección:
escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a
ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del
monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de
entre los muertos».
Palabra del Señor.

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS: Sobre la mesa del altar, junto al pan y el vino, presentemos a
nuestro Padre un sincero deseo de cambio profundo de nuestras vidas, para vivir auténticamente los valores
evangélicos en toda ella.

COMUNIÓN: El comer juntos el pan de la Eucaristía, es como una transfiguración para salir renovados, para
dejar todas las seguridades y vivir la aventura de fiarnos sólo de Dios.

COMUNIÓN ESPIRITUAL: Hermanos: Todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús
Sacramentado, pueden hacer la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:

Creo Señor mío que estás realmente presente


en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo
ardientemente recibirte dentro de mi alma;
pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiese recibido, me abrazo
y me uno todo a Ti;
Oh Señor, no permitas que jamás me separe de Ti.
Amén.

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