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Nivel Secundario
Materia: HISTORIA
Alumno: .........................................
Año: 2023
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1- EL MUNDO DE POSGUERRA
La política interna
Más allá de la política internacional, la Guerra Fría se convirtió también en una
cuestión de política interna. Esta situación fue más intensa en las zonas de influencia
directa de cada bloque. Cualquier oposición, disidencia o reinterpretación fuera de los
cauces de la ideología oficial se consideraba una infiltración alentada por el enemigo y
era duramente reprimida y marginada.
En la Europa oriental, la Guerra Fría ayudó a consolidar el modelo soviético a
costa de la represión de revueltas que buscaban otras variantes del socialismo, como
sucedió en Polonia, Hungría y Checoslovaquia. En cuanto a los movimientos por los
derechos civiles en los países del este de Europa, se consideraban en Moscú como
operaciones encubiertas de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA).
También en los Estados Unidos las disidencias fueron combatidas, como
demostró la "caza de brujas”. Con este nombre se designaba la persecución de
personas sospechosas por sus ideas progresistas, realizada por el senador
conservador Joseph McCarthy en los años 50. McCarthy creó el Comité de
Actividades Antiamericanas, que comenzó la persecución de aquellas personas
sospechosas de ser comunistas. Se confeccionaron "listas negras" con nombres
obtenidos por rumores o delaciones sin confirmar. Directores y actores de cine,
escritores, deportistas, científicos y empleados estatales, entre otros, fueron
víctimas de esta persecución.
Las creencias, reales o no, de que había infiltrados del bando contrario en el
propio territorio les dio gran impulso a dos instituciones: la soviética KGB y la
estadounidense CIA, ya mencionadas. Ambas agencias utilizaban el espionaje para
conseguir información acerca de su rival y, también, para proporcionar información
falsa acerca de sí mismas.
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Las fases de la Guerra Fría
En la mayoría de las cronologías de la Guerra Fría, la etapa considerada como de
máxima tensión comentó con la crisis de Berlín, en 1947, y tuvo un pico de tensión
entre 1950 y 1953, con la Guerra de Corea. En la misma época tuvo lugar un hecho que
exacerbó los ánimos: la Revolución China.
Berlín estaba dividida entre los cuatro vencedores del nazismo, pero estaba
prevista la unificación con un régimen democrático. Sin embargo, el proceso resultó
muy distinto. Al finalizar la Segunda Guerra, también el territorio alemán, en su
totalidad, fue dividido en cuatro. En 1947, los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia
decidieron unir sus zonas y crearon un Estado alemán, llamado República Federal
Alemana. La respuesta soviética fue el bloqueo de ciudad de Berlín hasta octubre de
1949. El abastecimiento de la parte occidental de Berlín debió realizarse a través de
un puente aéreo.
Esta acción dejó en punto muerto la posible reunificación del país y, de hecho, la
división quedó ratificada en octubre de 1949, cuando se proclamó la República
Democrática Alemana en la zona soviética. Esta situación de Alemania dividida en dos
Estados perduró hasta 1990.
EN PROFUNDIDAD
La carrera armamentista
La Guerra Fría también
tuvo una perspectiva
económica. Ambos bloques
coincidieron en la utilización
que daban a la industria
armamentista como soporte
de sus economías. El estado
permanente de alarma hizo
que exportaciones de
armamento se convirtieran en
un gran negocio para los
países desarrollados. Las superpotencias no solo construyeron tanques, aviones, helicópteros y
submarinos cada vez más poderosos y devastadores, sino que compitieron para asegurarse el
control del espacio (la llamada "carrera espacial") y el monopolio del conocimiento en materia
de física nuclear. En este terreno, durante algunos años los estadounidenses fueron los únicos
que contaban con la bomba atómica y la bomba de hidrógeno (más poderosa aun), pero en poco
tiempo los soviéticos también lograron producir esas armas de destrucción masiva. La
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competencia por construir armamentos cada vez más destructivos y de mayor alcance derivó
en una carrera armamentista que se basaba en el temor a que la otra gran potencia tuviera
más y mejores armas y estuviera en condiciones de imponer sus condiciones y de destruir a
sus enemigos. El gran peligro de esta carrera armamentista era que la capacidad bélica
acumulada era tal que podía provocar la destrucción de todo el planeta. El miedo a la
destrucción nuclear era expresado en el concepto de "destrucción mutua asegurada", cuya
sigla en inglés era MAD, que también significa "loco". Se resumía así el clima vivido durante la
primera fase de la Guerra Fría. Y como dijeron muchos observadores de la época, se trató de
un verdadero "equilibrio de terror".
Desde mediados de la década del 50, el fin del monopolio nuclear por parte de
los estadounidenses, el reemplazo de Truman por Dwight Eisenhower en la presidencia
y la muerte de Stalin abrieron el segundo período de la Guerra Fría, que se extendió
hasta el final de los años 70, denominado de coexistencia pacífica. En él se llevaron a
cabo numerosas negociaciones.
En efecto, los dos bloques entendieron la necesidad de organizar conferencias
internacionales sobre limitación de armamentos. La visita de Nikita Kruschev (sucesor
de Stalin) a los Estados Unidos en 1959 y la cumbre de París en 1960 supusieron la
primera aproximación entre las dos grandes superpotencias.
Si bien se supone que en este período primó la negociación, se vivieron
conflictos de máxima intensidad, como la crisis de los misiles en Cuba (durante el
gobierno de John F. Kennedy en los Estados Unidos), en 1962, y la guerra de Vietnam.
El despliegue de los misiles soviéticos en territorio europeo y la posterior
subida de Ronald Reagan a la presidencia de los Estados Unidos en 1981 trajeron
consigo el último rebrote de la Guerra Fría (tercera etapa). De hecho, Reagan
respaldó la creación de un escudo espacial para proteger al territorio de los Estados
Unidos de los misiles soviéticos. Esta Iniciativa de Defensa Estratégica se denominó
popularmente "guerra de las galaxias"
2- EL BLOQUE ORIENTAL
La Unión Soviética
Durante casi treinta años la política soviética estuvo dirigida por Josef Stalin,
quien controlaba el Partido Bolchevique, la administración y la policía del Estado.
Entre 1934 y 1938, el líder soviético emprendió una serie de depuraciones internas -
los juicios de Moscú-, en los que viejos dirigentes del partido bolchevique fueron
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obligados a confesar delitos, sufrieron la cárcel y la deportación a campos de trabajos
(los gulags), o murieron ejecutados.
Algunas de las características del estalinismo fueron: el abandono de la
democracia interna del Partido Bolchevique de tiempos de Lenin; la prohibición de las
discusiones colectivas; las restricciones a la libertad de desplazamiento de las
personas -la misma quedó sujeta a autorización estatal, incluso para cruzar las
fronteras hacia otros países de Europa del Este- y la fuerte presencia de la policía
política (KGB), como poderoso organismo de seguridad del Estado en todos los órdenes
de la sociedad. Así, el Estado socialista que debía fundarse sobre las relaciones
fraternales y el poder del proletariado, tuvo un desvío totalitario.
Durante el régimen estalinista la cultura quedó supeditada al Poder, se impuso la
censura en las obras científicas y literarias. El marxismo, en su versión oficial, fue
difundido en los manuales de enseñanza, y se adoptó una doctrina artística,
supuestamente superadora de la cultura decadente occidental, cuya influencia fue
rechazada. Los escritores soviéticos debían producir literatura realista y socialista,
con "héroes positivos". También se pretendió desarrollar una ciencia oficial que
demostraría ser superior a la de Occidente y que ignoraba la nueva física gestada allí.
Las obras de Albert Einstein estuvieron prohibidas durante mucho tiempo, hasta que
fueron rehabilitadas en 1959. También el psicoanálisis de Sigmund Freud.
Stalin proclamó su política de "construcción del socialismo en un solo país", y
su prioridad fue la realización acelerada de industrias básicas. Esta política dirigida
con objetivos de producción se cumplió con un costo elevado para los soviéticos. Fue
una industrialización forzada, planificada por el Estado, a expensas de la explotación
de campesinos y el sufrimiento de los pueblos de la URSS, que soportaron todo su
peso. También dispuso la colectivización forzosa de la tierra en inmensas granjas o
cooperativas agrícolas estatales (koljoses) y una colosal mecanización (cosechadoras y
tractores).
El líder soviético creó un poder a su medida y un culto público a su personalidad.
Hasta su muerte, en 1953, dirigió los destinos de la URSS durante la Segunda Guerra
Mundial, participó en las conferencias de los "aliados" y ordenó el bloqueo de Berlín
que dio comienzo a la Guerra Fría. Su sucesor, Nikita Kruschev, criticaría duramente
el militarismo y la cultura bélica creada por inspiración de Stalin; sostenía, en cambio,
la idea de que la guerra era evitable y que era posible la coexistencia pacífica con el
bloque Occidental.
Europa del Este -bajo la influencia de la URSS- estaba integrada por ocho
naciones: Polonia, Hungría, Albania, Bulgaria, Rumania, Yugoslavia, Checoslovaquia y
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Alemania Oriental. Este bloque de países -conocidos en Occidente como "países
satélites" de la URSS- estuvo bajo el poder de gobiernos comunistas o de alianzas de
partidos con predominio de los mismos. Tenían regímenes políticos de partido único. La
cooperación entre los llamados "países del socialismo real" tuvo lugar al integrarse al
Comecon, creado en 1949, en respuesta al Plan Marshall estadounidense, y al adoptar
el modelo soviético de economía planificada por el Estado. Sin embargo, la integración
dentro del bloque soviético no era voluntaria. Los socialistas húngaros se levantaron
contra el estalinismo en octubre de 1956, pero en noviembre de ese año su gobierno
fue masacrado por la llegada de los tanques soviéticos; miles de húngaros murieron en
lucha o fusilados, y decenas de miles se exiliaron.
EN PROFUNDIDAD
Los planes quinquenales
El primer plan quinquenal (1953-1957) tenía como objetivos la colectivización agraria
y la transformación de China en un país industrial. El desarrollo de la industria pesada y de los
bienes de producción (carbón, energía, acero y maquinarias) fueron los puntos más
importantes. Si bien la industrialización tuvo un gran avance en este período, fue difícil
mantenerlo en el largo plazo, ya que implicaba una importante migración del campo a la ciudad,
y grandes cantidades de dinero, que se obtenían mediante préstamos otorgados por la URSS.
El segundo plan quinquenal (1958-1962) aspiró a acelerar el ritmo marcado por el
primero. Apenas comenzado dicho plan, el gobierno lanzó el llamado "Gran Salto hacia
Adelante". Mediante la profundización de la colectivización, y utilizando la gran cantidad de
mano de obra disponible, China buscó igualar la producción británica de acero (símbolo de la
industria) sin depender de la importación de maquinarias. Los esfuerzos debían centrarse en
la instalación de pequeños hornos en las comunas populares. Este esfuerzo gigantesco -que se
realizó sin la suficiente capacitación de los campesinos y sin la tecnología adecuada, y que, por
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lo tanto, dio como resultado un acero de baja calidad- fue realizado a la par que se llevaba a
cabo la colectivización forzada. Esta implicó la reagrupación de los campesinos chinos en
nuevas unidades de unas 5.000 familias cada una, donde la propiedad individual fue abolida.
Cada comuna tenía a su cargo una o varias tareas: producir acero, lograr la quintuplicación de
la producción agrícola, reforestar terrenos.
Durante esta etapa, el gobierno les exigía a las comunas cantidades cada vez mayores
de productos agrícolas, que se utilizaban para pagar la deuda con la URSS. Los jefes locales, a
su vez, para satisfacer al gobierno central, sobreexplotaban a los campesinos. En este
contexto, las malas cosechas que tuvieron lugar durante aquellos años provocaron una
catástrofe: la escasa producción tuvo que ser entregada en su totalidad a Beijing, dejando a
las comunas sin poder cubrir sus necesidades básicas. Así, la consecuencia más tristemente
recordada del "Gran Salto" es la Gran Hambruna china (1958-1961), en la que millones de
personas murieron por inanición.
El tercer plan quinquenal estuvo signado por los efectos de la Revolución Cultural.
Esta fue una campaña de reafirmación ideológica puesta en marcha en 1965. En ella se alentó
al ejército y a los jóvenes a condenar a todos aquellos cuyos actos se apartaban de los
lineamientos revolucionarios. La revolución cultural abrió una nueva etapa en la historia de
China, caracterizada por un igualitarismo riguroso, un fuerte rechazo al individualismo y al
elitismo intelectual.
El cuarto plan quinquenal (1971-1975) se caracterizó por la búsqueda de una mayor
descentralización en las administraciones provinciales y locales, que debían crear en sus
territorios los núcleos de las industrias de carbón, acero, abono, cemento y maquinaria
agrícola. En 1976, la muerte de Mao cambiaría el panorama.
3- EL BLOQUE OCCIDENTAL
El Plan Marshall
A medida que las tensiones con la Unión Soviética aumentaban, el presidente
norteamericano, Harry Truman, y la clase dirigente de los Estados Unidos pensaban,
con mayor firmeza, adoptar una medida decisiva que evitara su pérdida de liderazgo
en Europa. Dos hechos político-militares contribuyeron a empujar a los Estados Unidos
a socorrer económicamente a Europa. El primero estaba dado por el debilitamiento del
poder británico en el Mediterráneo, el Golfo Pérsico, el océano Índico e incluso, en el
Pacífico. Los británicos ya no podían seguir asistiendo a griegos, turcos e iraníes
frente al acoso estalinista. Cada vez tenían menos recursos para mantener sus
numerosas bases en el Mediterráneo (Gilbraltar, Malta, Chipre, Libia y el Canal de
Suez). Flaqueaban en el Mar Rojo, Adén y en la India. La situación en China tampoco
era tranquilizadora: Hong-Kong había sido recuperada por los ingleses (luego de la
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guerra). Pero, hacia 1947, los ejércitos de Mao parecían incontenibles. La segunda
gran preocupación provenía de la constante expansión soviética en Europa occidental.
Nadie ignoraba que Italia contaba con un partido comunista fuerte y poderoso, y que
Francia, en menor medida, también. Hasta tanto había llegado su poder, que algunos
ministros de los gobiernos de coalición (gobiernos integrados por figuras de distintos
partidos políticos) italiano y francés pertenecían al partido comunista.
En marzo de 1947, Truman anunció su doctrina. Casi simultáneamente, el general
George Marshall (1880-1959), jefe de la diplomacia norteamericana, asistió a Moscú,
donde se realizaba una conferencia de ministros de Relaciones Exteriores de todos los
países aliados durante la guerra. En conversaciones con sus colegas occidentales,
Marshall advirtió que, de no mediar ayuda, Europa occidental podía caer bajo alguna
forma de dominación soviética.
En junio de 1947, Truman decidió enviar la ayuda, y el general George Marshall
se encargó de coordinarla. Las razones que llevaron a los estadounidenses a tomar esa
medida fueron esencialmente dos. La primera fue evitar que su propia economía,
después de la guerra se detuviera, e impedir que, por ausencia de demanda, bajara el
nivel de actividad industrial y laboral. Y a la vez, colocar las grandes sumas de capital
en créditos para contribuir a la recuperación de Europa. La segunda razón era evitar
la expansión soviética. En palabras del propio George Marshall: ... me pareció que los
soviéticos estaban haciendo todo lo posible para conseguir una completa quiebra en
Europa, estaban haciendo todo lo que ellos pensaban que podría crear una situación
turbulenta, [se debía] por lo tanto, contrapesar esa política negativa y restablecer la
economía europea.
En abril de 1948, Truman firmó el Programa de Recuperación Europea, se creó
la Administración de Cooperación Económica (EDA), organismo federal del gobierno
norteamericano constituido para centralizar la ayuda. Casi simultáneamente, se
constituyó en París, la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), para
que coordinara la distribución de la ayuda norteamericana. De ésta quedaron
excluidas, circunstancialmente, España y Finlandia por sus regímenes políticos
neofascistas y porque, durante la guerra, habían colaborado con Hitler. Diez y siete
mil millones de dólares, en forma de manufacturas y créditos, comenzaron a invadir
Europa.
El Black Power
En la década de 1960, la expresión Black Power (Poder Negro) nació dentro del
Movimiento Estudiantil por los Derechos Civiles y se convirtió en el grito de los
jóvenes negros. La expresión tuvo un doble significado: desaprobaba tanto la idea de
la integración, como su alternativa nacionalista del separatismo negro.
Fundamentalmente, daba a la comunidad negra una conciencia positiva y una política
para sí misma: reclamar poder.
El Comité de Coordinación Estudiantil por la No violencia (SNCC) se formó en
1960, a partir de las protestas y sentadas estudiantiles en el estado de Carolina del
Norte. Tuvo un significativo atractivo para los jóvenes estudiantes negros nacidos en
los guetos, que accedieron a las universidades norteamericanas. El SNCC impulsó la
reforma de los contenidos de la enseñanza, para terminar con el complejo de
inferioridad y de "minoría negra", cuidadosamente instalado por la prensa blanca.
Reclamaba cursos de historia que cuestionaran el sistema de la supremacía blanca y la
cultura wasp (blanca, anglosajona y protestante) e introdujeran la verdadera historia
de la esclavitud en los Estados Unidos. Su líder, Carmichael, identificaba a los guetos
negros como "colonias internas" de los Estados Unidos, que debían liberarse, siguiendo
el proceso de descolonización de los pueblos africanos. Su libro Black Power fue
publicado en 1967. Carmichael luego se incorporó a los Panteras Negras y fue
candidato a Presidente en 1968. Los líderes del Black Power advirtieron que la
integración racial significaba la aceptación de la asimilación, debilitaba la identidad
negra (con ello, el orgullo de ser negro y el respeto del negro por sí mismo) y
prolongaba la dependencia de los blancos. Por otra parte, veían que la sociedad blanca
sólo estaba dispuesta a recompensar a unos pocos individuos, admitían una minoría de
negros que podían "conseguir posiciones" profesionales y buenos empleos. Sin
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embargo, negaba el derecho de admisión a las mayorías afroamericanas que vivían en
los guetos.
En 1966 en el gueto negro de San Francisco (California) surgió el Partido
Pantera Negra (Black Panther Party). Dos jóvenes nacionalistas negros, Huey Newton
y Bobby Seale, fundaron el primer grupo de autodefensa para frenar la brutalidad
policial. Los Panteras comenzaron a ser conocidos públicamente por sus "patrullas
urbanas" en las calles de Oakland. Sus miembros adherían a la "revolución negra". Una
de sus primeras actividades fue la resistencia al reclutamiento y su participación
activa en el movimiento antibélico. Criticaron la alta proporción de muertes de
soldados negros "integrados" al ejército en Vietnam. Además denunciaron a Estados
Unidos como un país racista que nunca arrojaría bombas de napalm sobre una población
blanca, y que arrastraba a la minoría negra a una guerra para combatir en defensa del
sistema que favorecía a los blancos. Postulaban la alianza con los estudiantes blancos
politizados por la guerra de Vietnam y los movimientos de liberación del Tercer Mundo
(que propiciaban, por ejemplo, la descolonización del África Negra).
El Partido Pantera Negra fue percibido como un desafío al sistema de poder
norteamericano. En el contexto de la Guerra Fría, el movimiento fue acusado de
"antiamericano" por las agencias de inteligencia. En 1969, el director del FBI (Federal
Bureau of Investigations), John Edgar Hoover, calificó a los Panteras "como la mayor
amenaza a la seguridad interna del país".
El Movimiento Hippie
El movimiento hippie, que en principio se desarrolló en los Estados Unidos, para
luego extenderse, fundamentalmente, a los países industrializados de Occidente, tuvo
su origen en las profundas alteraciones de la sociedad y en la cultura norteamericana
desde fines de la Segunda Guerra Mundial.
A partir de 1945, la generalización de políticas económicas de corte keynesiano,
basadas en el impulso del Estado a la demanda, junto con la organización del proceso
de trabajo en cadena (fordismo), que permitió elevar prodigiosamente la
productividad, permitió a los trabajadores acceder, como nunca antes, al mercado de
bienes de consumo durables: automóviles, electrodomésticos y vivienda.
El Estado de Bienestar aportó mucho al mejoramiento en las condiciones de vida de las
clases medias y populares. Estos sectores sociales dejaron de estar desocupados
gracias al pleno empleo e, incluso pudieron acceder a un sistema de seguridad social
garantizado por el Estado. El Estado de Bienestar transformó en servicios públicos lo
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que antes eran consumos privados difícilmente accesibles para la mayor parte de los
trabajadores (sanidad, educación, etc.).
Fue en la década de los 50 cuando comenzó a apreciarse un cambio en la forma
de actuar de los jóvenes norteamericanos. El panorama social con el cual comenzaron
los 50 no era demasiado atractivo; las esperanzas de libertad y justicia habían
naufragado, y habían sido reemplazadas por la intolerancia macartista, la Guerra Fría,
e incluso por nuevas guerras, como la de Corea.
La protesta juvenil se fue incubando dentro de una sociedad que, en pocos años,
experimentó notables transformaciones en sus formas de organización. Los 60 fueron
años de gran prosperidad económica. De 1963 a 1970, se incrementó notoriamente la
producción industrial y la de los alimentos, el carbón, la metalurgia básica, los
productos agrícolas y la gasolina. Se ingresó así en una etapa de consumo de masas.
Artículos privativos, hasta ese momento, de una minoría, se abarataron. Fue el caso
del automóvil, del teléfono y de los electrodomésticos, que comenzaron a constituirse
en símbolos del status personal.
Al mismo tiempo que se producía una explosión demográfica, la institución
familiar sufrió una fuerte crisis. La familia dejó de ser el núcleo de contención
afectiva que siempre fue, porque los valores deseables se comenzaron a buscar fuera
de ella. En los 60, cobraron fuerte impulso dos grandes movimientos: el de liberación
femenina, y el de la lucha contra la discriminación racial. En este marco, millones de
jóvenes comenzaron a ensayar experiencias no convencionales. Consideraban mediocre
y aburrido el mundo e iniciaron incursiones hacia la naturaleza y la vida espiritual. A
este fenómeno se lo denominó movimiento hippie.
Junto con los cambios registrados en la familia, la rebelión juvenil coexistió con
la llamada revolución sexual. En los 60, la difusión masiva de las píldoras
anticonceptivas, junto con las grandes transformaciones operadas en las conductas
sociales, facilitaron un cambio profundo en las relaciones sexuales. A los hippies no les
interesó transformar la sociedad, pretendían crear una sociedad nueva.
Retirándose de una sociedad a la que condenaban, los hippies se reunieron en
comunas, constituidas como organizaciones libres y sin jerarquías, en contraposición
con la sociedad burguesa. Los valores básicos eran la tolerancia y el amor.
Fue en el rock que el movimiento hippie encontró un modo de expresión. Se
realizaron gigantescos festivales, como el de Woodstock en 1969, en el cual se
reunieron, durante tres días, medio millón de jóvenes. Durante la década del 60, el
inconformismo hippie se manifestó, entre otras cosas, en la oposición de los jóvenes, a
la guerra de Vietnam.
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5- LA GUERRA DE VIETNAM (1964-1975)
EN PROFUNDIDAD
De estrategias diversas y armas temibles
La estrategia norteamericana comenzó con una incomprensión del conflicto que enfrentaba: se
la consideró una guerra tradicional, con batallas en campo abierto y victorias rápidas. Sin
embargo, todo resultó completamente distinto. La estrategia norvietnamita, en tanto, evitó
los combates en campo abierto –en los que la artillería norteamericana era temible- y
privilegió el movimiento constante con ataques sorpresivos, trampas y emboscadas. Los
vietnamitas se escondían con facilidad en su medio ambiente y utilizaban un sistema de
túneles mediante el cual se desplazaban, por lo que a los soldados norteamericanos se les
complicaba mucho dar con los comunistas y defenderse de ellos. Pensando que los campesinos
refugiaban a los guerrilleros y les daban información para sus ataques, se portaban
brutalmente con la gente de las aldeas y en ocasiones llevaban a cabo feroces represalias,
como la “Matanza de My Lai”. Además de los bombardeos y el uso de ametralladoras,
granadas, minas y cohetes, los estadounidenses emplearon armas químicas como los
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defoliantes o “agentes naranjas”. Este último no solo buscaba destruir la vegetación de la
selva en la que se refugiaba el enemigo sino, también, destruir los sembrados, y privar así a los
survietnamitas de alimentos. Su utilización provocó graves daños medioambientales y miles de
víctimas entre los civiles vietnamitas y entre los propios soldados estadounidenses que no se
habían retirado a tiempo de las zonas rociadas. A largo plazo, su efecto aun podía verse en los
campesinos: esterilidad, malformaciones en los recién nacidos… Desde 1965 también se utilizó
masivamente el napalm (gasolina gelatinizada), un arma incendiaria barata y que podía ser
arrojada fácilmente desde aviones comunes.
La oposición a la guerra
En Estados Unidos, la creciente disconformidad con la guerra de Vietnam
comenzó a manifestarse en los campus universitarios, en el envío de petitorios y
cartas al Congreso, protestas en los centros de reclutamiento, en bases del ejército y
en los puertos de partida a Vietnam (San Diego y San Francisco, en California). En
1970, cuando el presidente Richard Nixon comenzó la invasión a las fronteras de
Camboya, desencadenó una nueva ola de protestas en Estados Unidos.
El movimiento de oposición y la huelga general en los colegios y universidades
sacudieron al gobierno con la mayor manifestación estudiantil de toda la historia
norteamericana. La canción de John Lennon, Dale una oportunidad a la paz (Give
peace a chance), se convirtió en el himno de una generación que se opuso a la guerra.
Pero la expresión más clara de desacuerdo fue la deserción y la resistencia al
reclutamiento. Los jóvenes que se negaban a ir a Vietnam huían a Canadá o a Europa, o
quemaban sus tarjetas de reclutamiento públicamente. Así, unos 500.000 se
convirtieron en transgresores de la Ley del Servicio Militar al no alistarse (una forma
de desobediencia civil), como el campeón mundial de boxeo Muhammad Alí. Recién
fueron amnistiados en 1977, durante la Presidencia de Jimmy Carter. Cientos de
jóvenes que regresaron de la guerra se pusieron al frente de las protestas pacifistas
y optaron por la devolución simbólica de sus medallas en el Capitolio. Otro tanto
ocurría en Vietnam: la desmoralización de las fuerzas inmovilizadas en los pantanos,
que enfrentaban las enfermedades, las selvas desconocidas y la hostilidad de las
poblaciones, también se manifestó en la deserción, en el consumo creciente de drogas
(el 25 por ciento de las tropas estadounidenses utilizaba heroína) e incluso en el
asesinato de oficiales impopulares. Durante la guerra murieron casi 60.000
norteamericanos.
La guerra de Vietnam fue la primera televisada (living room war), una guerra
librada "en directo" en todos los hogares de Estados Unidos. Algunos han interpretado
que el papel de la televisión y su cobertura hasta el punto de saturación, hizo que la
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opinión pública adoptara una postura antibélica. Este precedente sería una de las
razones por la que los medios sufrieron una estricta censura militar durante
conflictos posteriores, como la guerra del Golfo.
A partir de 1973, la crisis del petróleo reavivó los temores producidos por el
recuerdo de la crisis del 30. Ante la caída de la producción, del consumo y del
crecimiento económico en general y frente a la reaparición de altos porcentajes de
desocupación, el aumento de la pobreza y la inestabilidad de las variables económicas,
se prefirió hablar de recesiones menores y momentáneas.
Las causas de esta grave crisis, que se prolongó hasta la década del noventa,
fueron explicadas de diferentes formas: por la crisis del petróleo (aumento del precio
de dicho producto), por los avances tecnológicos que provocaron desocupación y hasta
por la creencia de que los salarios habían aumentado demasiado. Es decir, se trató de
una crisis provocada por el funcionamiento del propio sistema capitalista: después de
más de veinte años de crecimiento sostenido se produjo un estancamiento y los
empresarios -para no dejar de ganar tanto- transfirieron la disminución de sus
ganancias a los otros sectores de la sociedad: los trabajadores, el Estado, etc. La
crisis fue causada por la propia estructura del sistema, influida por causas
coyunturales, como las mencionadas anteriormente.
El Monetarismo
El monetarismo fue una de las expresiones neoliberales para afrontar la crisis
de los setenta. A pesar de defender la libertad en sus postulados teóricos, fue
aplicado por primera vez bajo la sangrienta dictadura militar de Augusto Pinochet, en
Chile, a partir de 1973. El modelo, que tuvo su origen en la Escuela de Chicago,
limitaba el papel del Estado a la emisión de moneda y al control de la oferta de dinero,
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y renunciaba a todo papel de intervención económica. Por lo tanto, el crecimiento de la
economía del país pasaba a depender enteramente de la actividad privada.
El papel del Estado, protagónico en los años de mayor crecimiento de la
economía mundial (1950-1973), pasaba a un segundo plano produciendo consecuencias
sociales, como el crecimiento de la desocupación, el abandono de las coberturas
sociales, etcétera. Dicha política puso la economía al servicio del mantenimiento del
equilibrio de las variables económicas, en desmedro de su verdadero objetivo que era
el de mejorar las condiciones de vida de los seres humanos.
LA TEORÍA DESARROLLISTA
El economista norteamericano Walt Rostow (1916-2003) formuló una teoría del desarrollo que
alentaba las esperanzas en un "despegue" de las economías del Tercer Mundo. Rostow
consideraba que las sociedades podían evolucionar desde una etapa tradicional de
subsistencia, donde la producción, fundamentalmente, estaba destinada al consumo y no al
comercio, y no tenían desarrollo tecnológico, hasta una etapa de consumo en masa. A la
primera etapa la identificó con la economía de los países subdesarrollados. Para que estos se
pudieran desarrollar, primero debían crear infraestructura de transportes e incrementar la
especialización del trabajo, a fin de poder "despegar económicamente". Esta segunda etapa
sería de transición. La tercera etapa, de despegue económico, implicaba mayor
industrialización y mayores inversiones, aunque había regiones diferenciadas dentro del mismo
país, en cuanto al crecimiento. En la cuarta etapa, de madurez, se diversificaba la economía
con innovaciones tecnológicas y menor dependencia de importaciones. Finalmente, la última
etapa sería la de consumo a gran escala, donde el sector servicios dominaría dentro de la
economía.
El fin de la ilusión
La contienda bélica que tuvo lugar entre 1939 y 1945 había ocasionado una
notable contracción del comercio marítimo mundial y obstaculizado el suministro de
insumos y maquinarias, ya afectado desde el momento en que los países en guerra
orientaron su producción a las necesidades bélicas. Los Estados latinoamericanos,
entonces, ampliaron aún más su intervención en la economía (comenzada durante la
Gran Depresión de los años 30) por medio de la creación de flotas propias y de
organismos encargados del comercio con el exterior y de la promoción industrial,
entre otras iniciativas.
En algunos países de América Latina -como Brasil, México, Uruguay o la
Argentina- se había ampliado la industria sustitutiva de bienes livianos e intermedios
orientados al abastecimiento del mercado interno. Este desarrollo había sido
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auspiciado por gobiernos sustentados en el apoyo de las masas, que se veían
beneficiadas con políticas que favorecían el aumento de los ingresos y con una
legislación favorable a sus derechos sociales.
Sin embargo, la industria latinoamericana nunca logró un desarrollo autónomo
sino que, por el contrario, el desarrollo de la industria liviana generó una nueva
dependencia externa, esta vez de equipos, maquinarias y combustibles.
Hacia mediados de la década de 1950, este modelo -y los gobiernos que lo
sostenían- entró en crisis. Por un lado, el tamaño de los mercados nacionales era
insuficiente para sostener la demanda de industrias en crecimiento. Por el otro, la
dificultad de producir en la escala necesaria para que los productos fueran
competitivos internacionalmente no permitió diversificar las exportaciones, por lo que
América Latina siguió sujeta a las oscilaciones de los precios internacionales de las
materias primas. De este modo, el descenso de los precios de los productos primarios
exportables y la creciente necesidad industrial de insumos y tecnología importados
evidenciaron las dificultades económicas de las naciones latinoamericanas.
El Desarrollismo y la CEPAL
El proceso de industrialización de algunos países latinoamericanos se extendió
en las décadas de 1950 y 1960, es decir, a partir de la guerra fueron treinta años de
expansión, con breves períodos recesivos y con el aporte de capitales extranjeros,
principalmente, estadounidenses. En la posguerra, la industrialización fue sinónimo de
desarrollo económico y se puso en boga la teoría desarrollista, que proponía superar el
atraso de las economías latinoamericanas mediante el fomento y crecimiento de la
industria, recurriendo a las inversiones extranjeras.
46
En 1949, las Naciones Unidas crearon la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe o CEPAL, con el objetivo de estudiar, mediante estadísticas y
censos, la situación estructural y productiva del continente. Las investigaciones de la
CEPAL indicaron las características peculiares del desarrollo latinoamericano,
impulsado, hasta 1955, principalmente por las exportaciones demandadas durante la
guerra y la posguerra europeas. Sin embargo, en la década de 1950 se produjo un
estancamiento económico en la región, que los técnicos de la CEPAL atribuyeron al
deterioro de los términos de intercambio entre países centrales y periféricos.
Se habla de deterioro en los términos del intercambio cuando un país comienza
a cobrar menos por sus exportaciones y pagar más por sus importaciones. Por ejemplo,
en 1935, Brasil necesitaba exportar 20 bolsas de café para importar un automóvil;
hacia 1958, requería el equivalente a 200 bolsas de café. La CEPAL adoptó una
posición industrialista, y propuso un modelo de desarrollo planificado, con una activa
intervención estatal (lo cual motivó la oposición de los partidarios del liberalismo),
para superar el atraso agrario y crear un desarrollo industrial con crecimiento
autónomo.
Tanto el presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek (1956-1961), como el
argentino Arturo Frondizi (1958-1962), compartieron la postura desarrollista, y
promovieron la radicación de industrias extranjeras en distintas ramas: automotriz,
eléctrica y química, así como la firma de contratos con los poderosos trust petroleros.
Sin embargo, el proyecto de impulsar el "desarrollo de la industria nacional",
recomendado por la CEPAL, se transformó en una verdadera ilusión, ya que las
economías latinoamericanas nunca lograron un mecanismo autónomo de acumulación de
capitales: continuaron dependiendo de las divisas del sector exportador, requirieron
importaciones de maquinaria, equipos e insumos, y sufrieron la escasez de capitales
propios, por lo que quedaron supeditados al endeudamiento externo.
América Latina, pasada la breve euforia de la posguerra, volvió a su situación de
deudora de los países centrales, mediante los préstamos del FMI, y debido a las
consecuencias del deterioro de los términos de intercambio, que significaron un
déficit crónico en las balanzas de pago. La presencia del capital estadounidense o
imperialista, no sólo había aumentado significativamente en las estadísticas, sino que
era dueño y señor de las economías locales, a través de empresas subsidiarias,
monopolios y sucursales de bancos.
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La Teoría de la Dependencia Versus el Desarrollismo
Los economistas e intelectuales que formularon la Teoría de la Dependencia
(entre ellos André Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso y Theotonio Dos
Santos) afirmaban que no existía posibilidad de desarrollo de un capitalismo nacional
autónomo, en las condiciones existentes. El atraso económico de América Latina se
debía a su condición de dependencia de las grandes potencias, en especial de Estados
Unidos. Esta subordinación se efectivizaba mediante la alianza de las burguesías
nativas de los países dependientes, ligadas a los intereses imperialistas, que
transferían a los países centrales, el excedente generado en los países periféricos. Es
decir que la causa del subdesarrollo estaría dada por ese sistema de relaciones de
dominación: los países centrales explotaban a los países periféricos y los
transformaban en "satélites". En esta situación de dependencia no se permitía el
crecimiento, porque los países centrales se beneficiaban con la desigualdad: la
metrópoli expropiaba el excedente económico de sus satélites y lo utilizaba para su
propio desarrollo. Para los "dependentistas", el subdesarrollo latinoamericano era
consecuencia del imperialismo, de la dominación y de la dependencia de los monopolios
extranjeros. Criticaban a la CEPAL y a la teoría desarrollista que este organismo
propiciaba, ya que en las décadas de 1950 y 1960 se abrían las puertas a las
inversiones extranjeras, con la ilusión de modernizar e impulsar el desarrollo, pero en
lugar de obtener ese resultado, su saldo era el aumento de la deuda externa y la
desnacionalización de la economía.
En esas condiciones, en los países periféricos, el desarrollo resultaba
incompatible con los intereses de los países dominantes: la industrialización era un
privilegio de las metrópolis. El capital imperialista capturaba los mercados y se
apoderaba de los sectores claves de la industria, como el petróleo, la química y el
automotriz. Con las inversiones extranjeras la dependencia no se rompía, sino que se
acentuaba con la dependencia de insumos, la dependencia tecnológica, de maquinaria o
de nuevos capitales.
Según los teóricos de la dependencia, el subdesarrollo latinoamericano no era un
“estadio transitorio”, como planteaban quienes hablaban de países en “vías de
desarrollo”, sino parte del sistema capitalista mundial. Aunque estos países se
modernizaran y recibieran tecnología, como los ferrocarriles -símbolos del progreso
en los siglos XIX y principios del XX-, esto sería al servicio de los intereses
extranjeros. Por el contrario, el desarrollismo había permitido recibir con entusiasmo
la inversión (y en cierta medida invasión) del capital extranjero.
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9- LA “REVOLUCIÓN LIBERTADORA”: EL PROYECTO DE LAS FUERZAS
ARMADAS DE DESPERONIZAR A LA SOCIEDAD ARGENTINA.
Documento 1
Decreto ley 4161. 5 de marzo de 1956.
Considerando: Que en su existencia política el Partido Peronista, actuando como instrumento
del régimen depuesto, se valió de una intensa propaganda destinada a engañar la conciencia
ciudadana [...].
Art. 1.° Queda prohibida en todo el territorio de la Nación:
a) La utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o
propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de
individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas
o privadas de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos,
obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales
pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se
considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía retrato
o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el
nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones "peronismo",
"peronista", "justicialismo", "justicialista", "tercera posición", la abreviatura PP, las fechas
exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales "Marcha de los Muchachos
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Peronistas" y "Evita Capitana" o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente
depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos.
La política económica
a) El debilitamiento del Estado
La principal característica de la política económica que se inicia con la
“Revolución Libertadora” es que se deja de considerar al Estado como centro de la
economía, para trasladar ese foco de atención al capital privado. El Estado ya no sería
lo importante, sino simplemente un complemento de la actividad privada. Por ello se
desmonta el IAPI, se le quita al Estado el manejo de los depósitos bancarios y el
control de cambios para el comercio internacional. Pero los capitales privados
argentinos no eran muy fuertes en ese momento, por lo que se le dio a los capitales
extranjeros la oportunidad de venir a nuestro país.
Según el economista brasileño Celso Furtado, esta política de debilitamiento del
Estado como centro autónomo de decisiones no lleva a fortalecer la iniciativa privada,
sino que implica renunciar a la formación de un sistema económico que sirva a los
intereses de la colectividad nacional.
b) El F.M.I. Y la economía mundial
Estados Unidos se afianzó como potencia económica mundial cuando estaba
finalizando la Segunda Guerra Mundial. En la Conferencia de Bretton- Woods (944)
impuso su propia moneda, el dólar, como “patrón” para todas las operaciones
comerciales internacionales, y dio origen a dos instituciones que tienen actualmente
una importancia fundamental en la economía mundial: el Banco Internacional para la
Reconstrucción y el Desarrollo (B.I.R.D.) y el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.).
Éste es un organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas
(O.N.U.), creado para ayudar a los Estados miembros a equilibrar su balanza de pagos.
Su sede está en Washington.
Perón se había negado a asociar a la Argentina al F.M.I. porque prefería negociar
préstamos en forma bilateral con los países con que comerciábamos, a su juicio más
convenientes que los empréstitos del F.M.I., que condicionaban toda la política
económica del país. El rechazo norteamericano a esta postura independiente de
Argentina se tradujo en inconvenientes posteriores para la venta de granos a los
países europeos que estaban auxiliados por los Estados Unidos con el plan Marshall.
c) El informe Prebisch
Mientras el FMI reclamaba la utilización de medidas ortodoxas, paralelamente,
la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estaba formulando
52
una política alternativa. Este organismo dependiente de la ONU había sido fundado en
1948 para analizar las problemáticas económicas de la región y aportarles soluciones a
ellas. Según la CEPAL, los países "desarrollados" podían ayudar, a los que estaban "en
vías de desarrollo”, a eliminar los factores de atraso mediante adecuadas inversiones
en los sectores clave, mientras que estos debían acompañar las inversiones a partir de
reformas "estructurales", como la agraria.
En octubre de 1955, convocado por Lonardi, llegó a Buenos Aires el economista
argentino Raúl Prebisch (imagen), director de la CEPAL. Después de un rápido
examen, Prebisch presentó un informe en el que señalaba que la Argentina atravesaba
por una grave situación económica heredada del peronismo. Sostenía que los
principales problemas eran la falta de modernización del equipamiento del agro y de la
industria petrolera (que ocasionaba una gran ineficiencia en ambos sectores), la
carencia de infraestructura en el transporte y la energía, el déficit de la balanza
comercial y la inflación.
Poco después, Prebisch presentó un Plan de Recuperación Económica. Este
combinaba medidas de corte ortodoxo tendientes a lograr la estabilización con otras
que buscaban profundizar la industrialización.
Entre las medidas propuestas se incluía la reducción de personal, de gastos de
funcionamiento y de obras públicas del Estado; una devaluación del peso; la
privatización de empresas estatales consideradas ineficientes (como Aerolíneas
Argentinas); un aumento de impuestos; el fomento de la producción agropecuaria; la
actualización de tecnologías agropecuarias mediante la creación del INTA (Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria): una mayor inversión en la industria petrolera;
la promoción de la industria siderúrgica; el fomento a las inversiones extranjeras y el
ingreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional.
Mediante estas medidas se buscaba, por un lado, impulsar la producción de
aquellos bienes para disminuir las necesidades de importación (especialmente
combustibles líquidos, hierro y acero). Para ello, era necesario apelar a la cooperación
financiera internacional, pública o privada, también necesaria para realizar obras
públicas como la ampliación de las usinas energéticas y de otros servicios generales de
la economía. Por otro lado, las mencionadas medidas buscaban lograr un aumento de las
exportaciones agrícolas ya que el dinero proveniente de ellas debía utilizarse para
pagar los créditos solicitados al exterior.
Estas medidas implicaban un giro radical con respecto a las medidas económicas
intervencionistas de Perón y despertaron variadas críticas. Proscripto el peronismo,
estas partieron de intelectuales que se aglutinaron para denunciar lo expuesto por el
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director de la CEPAL. Tal vez las críticas más conocidas fueron las realizadas por
Arturo Jauretche, en El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje y la autodenominada
campaña industrialista.
Todas las críticas denunciaron las políticas económicas -y sociales- del gobierno
como ineficaces y reaccionarias, identificándolas -por su énfasis en las exportaciones
y su impulso al sector agropecuario- con la experiencia de la década del 30. De todos
modos, el gobierno de Lonardi (y luego el de Aramburu) siguieron las sugerencias de
Prebisch. Los resultados fueron un aumento notable del endeudamiento del país que
nunca fue acompañado de la estabilización esperada.
d) El ingreso argentino al F.M.I.
El corolario de un informe tan negativo fue el ingreso al F.M.I. de la Argentina,
para ser socorrida por sus préstamos. Pero esto condicionó la economía nacional,
porque para recibir créditos se deben cumplir las pautas de política económica interna
que marca el F.M.I. Siguiendo las recomendaciones de Prebisch, nosotros debíamos:
Alentar la producción rural, transfiriendo al agro una mayor proporción del
ingreso nacional.
Convocar a capitales extranjeros.
Restablecer el mercado libre de divisas.
Eliminar progresivamente el control de precios sobre artículos de primera
necesidad.
Privatizar empresas comerciales e industriales del Estado.
Comprimir el nivel de ocupación industrial (es decir, que haya menos obreros
industriales, supuestamente para que vuelvan a trabajar al campo).
Se conocían de antemano las consecuencias negativas que estas medidas tendían
para nuestra economía. El ministro de Aeronáutica le envió a Aramburu un informe el
30 de noviembre de 1956 donde le aclaraba que el plan provocaría el aumento del
costo de vida, la disminución de nuestras exportaciones, la disminución de nuestras
reservas de oro, la disminución del área sembrada de nuestros cereales, la baja de los
valores de la Bolsa, la continuación de evasión de divisas, la reducción del comercio con
los países limítrofes, el obstáculo al desarrollo industrial, el aumento general de los
productos importados, etcétera. Sin embargo, se aplicó. El subsecretario del
Ministerio de Comercio era, en ese momento, Álvaro Alsogaray.
La Resistencia peronista
Con la puesta en práctica de la política económica implementada por la
Revolución Libertadora, los trabajadores perdieron muchas de las conquistas que
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habían obtenido durante el peronismo. Pero, además, la Revolución Libertadora se
había propuesto la reestructuración del sistema de negociaciones salariales: se
buscaba atar los salarios a la productividad. Si a ello sumamos la fuerte persecución
del gobierno de Aramburu hacia cualquier gesto que pudiera catalogarse de peronista,
podremos entender la fuerte resistencia que el gobierno de facto ocasionó, sobre
todo, entre los trabajadores.
a) La oposición peronista
Caído Perón, e iniciado su exilio en Paraguay, Venezuela, Santo Domingo y luego
España, los peronistas obran de diferentes modos durante el largo período de
dieciocho años en que su líder está proscrito del panorama electoral. En un principio,
se vislumbran tres posturas:
La Resistencia, llevada adelante por los obreros organizados en comisiones
internas en las fábricas, o por grupos barriales que agrupaban gente de
distintas ocupaciones.
El Golpismo. Oficiales y suboficiales peronistas del Ejército pensaban que, si se
conectaban
con los sindicatos, podían volver a la situación de 1943. Esta línea estaba
apoyada por unos cuatro mil sindicalistas proscriptos.
La Negociación. Políticos y sindicalistas peronistas trataron de negociar con los
sectores legalistas del gobierno y del Ejército para volver a una situación de
pleno derecho constitucional.
Perón en un principio estuvo desconectado de los peronistas que, en forma
espontánea y muy desorganizadamente, mostraron su repudio al golpe militar
“libertador”. En enero de 1956 hace llegar sus directivas para todos los peronistas,
pidiéncloles que se organicen secretamente bajo la forma de resistencia.
b) La represión al sector obrero
Al caer Perón habían existido manifestaciones y tiroteos en distritos obreros
de las principales ciudades industriales: en Capital Federal, en Avellaneda, en Berisso,
en Ensenada, en Rosario, hubo heridos y muertos. En octubre, cuando los
antiperonistas ocuparon locales sindicales, los obreros dispusieron numerosas huelgas
sin el acuerdo de los dirigentes gremiales y fueron detenidos. También con las huelgas
del 13 Y 14 de noviembre (en las que el ausentismo llegó al 75% en Buenos Aires y al
95% en las principales industrias) hubo miles de huelguistas arrestados y choques con
saldo de muertos en Rosario.
En abril de 1956 se aprobó el decreto 7107 por el cual se excluía de cualquier
actividad gremial a los que hubiesen participado del Congreso de la CGT en 1949, o
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tenido posiciones de liderazgo entre 1952 y septiembre de 1955. La proscripción
también caía sobre todos los dirigentes del disuelto Partido Peronista y de los
sospechosos que estaban siendo investigados por el gobierno.
c) La productividad y el sabotaje
Los empresarios sentían que los obreros tenían demasiado poder en el gobierno
de Perón, y que su autoridad había disminuido -, Por eso, al apoyar a la Revolución
Libertadora, uno de los objetivos de los industriales fue recuperar el control de sus
fábricas, a, fin de aumentar sus ganancias por medio de un incremento de la
productividad. Los altos sueldos del período peronista no incentivaban al obrero a
esforzarse más, y los empleadores querían lograr que parte del sueldo estuviera en
relación a lo producido.
Para lograr esto, se despidió en masa a los delegados de las fábricas, se
suprimió la jornada de seis horas para el trabajo insalubre, se quitó la provisión de
ropa protectora, y en muchos casos la copa de leche. Con las huelgas, que se
multiplicaban, aumentaban los arrestos y los despidos. Por ello se difundió la actividad
de sabotaje: daños causados a las maquinarias, y bajo nivel de producción.
El sabotaje partía de la iniciativa individual, y consistía en la “caída” de una llave
inglesa en el mecanismo de una máquina en funcionamiento, o de un cigarrillo en el
taller de pintura de la planta. También se puso vidrio molido en latas de conservas, u
otras maneras de arruinar productos envasados, y se desmejoró la calidad de las
mercaderías.
d) Los “comandos nacionales de resistencia”
Según Juan Vigo, figura importante de la resistencia en ese período, existían el)
el Gran Buenos Aires en abril de 1956 unos doscientos “comandos”, de los que
formaban parte aproximadamente 10.000 hombres. Muchos de ellos estaban formados
por obreros de una fábrica o grupo de fábricas, siendo sus jefes líderes sindicales.
Existían también innumerables células clandestinas de amigos que vivían en el mismo
barrio, y que pintaban consignas en paredes, distribuían volantes, difundían rumores
falsos que desestabilizaran al gobierno, etc. Si se considera que el solo hecho de
mencionar la palabra “Perón”, de escribir “PP” (Partido Peronista) o de llevar una foto
de Evita o de Perón en la bicicleta era, un delito reprimido con prisión de treinta días
a seis años, desarrollar esta actividad suponía riesgos y era considerada una forma de
protesta. También se intensificó el empleo de bombas contra objetivos militares,
edificios públicos, ferrocarriles o plantas de electricidad. La mayoría de las bombas
eran rudimentarios artefactos hechos de sustancias químicas básicas alojadas en
casos improvisados, y se las conocía con el nombre de “caños”.
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Dirigentes peronistas presos en 1956 se escaparon de la cárcel de Río Gallegos,
como John William Cooke, Héctor Cámpora, Jorge Antonio y Patricio Kelly; se
refugiaron en Chile. Desde allí montaron una radio clandestina que comenzaba sus
emisiones diciendo “Aquí Radio Justicialista desde algún lugar de la Patria”; su
objetivo era fortalecer el espíritu de lucha de los peronistas, hablando de resistencia,
movilización, sabotajes, huelgas, guerra de guerrillas e insurrección armada
e) El levantamiento del general Valle
El 9 de junio de 1956, un grupo de militares y civiles, encabezados por los
generales Juan José Valle y Raúl Tanco intentaron ocupar la Escuela de Mecánica del
Ejército. Al mismo tiempo, se realizaron acciones aisladas en la Ciudad y en la
provincia de Buenos Aires, así como en la provincia de La Pampa con el objetivo de
crear las condiciones propicias para la vuelta de Perón al país. El intento concluyó,
luego de unas pocas horas, con el fracaso del movimiento.
Como respuesta, el gobierno dictatorial declaró la ley marcial, que determina la
suspensión de las garantías individuales dispuestas en la Constitución y la delegación
de facultades extraordinarias a las fuerzas armadas. Así, en las siguientes horas, se
llevaron a cabo fusilamientos en Lanús, La Plata, Campo de Mayo, la Escuela de
Mecánica del Ejército, la Penitenciaría Nacional y José León Suárez. Allí, un grupo de
obreros fueron ejecutados, hecho que fue investigado por el periodista y escritor
Rodolfo Walsh, quien, con el material obtenido, escribió Operación Masacre. A través
de su investigación fue posible conocer los detalles y las irregularidades del hecho.
La integración
El programa de Frondizi no se limitaba a la promoción de la industrialización y al
auxilio del capital extranjero. El presidente aspiraba, además, a crear una nueva
relación entre los trabajadores, los empresarios y el Estado, que se sintetizaba con
una palabra: integración. Desarrollo e integración eran, en el pensamiento de Frondizi
y de su equipo de colaboradores, dos caras de la misma moneda. Juan José Real, uno
de los principales difusores del desarrollismo, definía la relación entre desarrollo e
integración de la siguiente forma: "maquinarias, materias primas, energía, a las que
debían agregarse la tecnología adecuada y una nueva relación entre empleadores y
trabajadores, eran la base adecuada del desarrollo”.
Esta idea guardaba cierta continuidad con las políticas ensayadas por Perón
durante su segundo gobierno, cuando se había intentado modificar las relaciones entre
obreros y empresarios con el objetivo de aumentar la productividad del trabajo sin
afectar las bases del apoyo social y la fortaleza organizativa de los sindicatos.
De hecho, durante su mandato, Frondizi adoptó algunas medidas que procuraban
acercar los sindicatos al gobierno. La más importante fue la normalización de la CGT y
de los sindicatos con la Ley de Asociaciones Profesionales. Esta legislación
conservaba los aspectos básicos del modelo de organización sindical del régimen
peronista.
Sin embargo, el conjunto del proyecto integracionista chocaba con grandes
dificultades. Por un lado, las orientaciones de la política económica que el gobierno
adoptó a partir de diciembre de 1958 -cuando puso en marcha un plan de
estabilización económica con la gestión de Álvaro Alsogaray como ministro de
Economía- entraban en conflicto con los asalariados y con sus representantes.
Un segundo factor que dificultaba el acercamiento entre los dirigentes
sindicales y el gobierno era la actitud de Perón. En efecto, la política integracionista
podía ser vista como un intento de Frondizi de apropiarse de la base social de Perón,
relegando al ex presidente a una situación de irrelevancia en la escena política
62
nacional. Así, en este terreno, el éxito de Frondizi implicaba la pérdida de la influencia
y del poder de Perón, por lo que éste y sus dirigentes pasaron a una abierta oposición.
En este contexto, durante el año 1959, las medidas de estabilización adoptadas
por el gobierno fueron resistidas por la mayoría de los sindicatos a través de
importantes huelgas. El punto más alto de la conflictividad social se produjo cuando el
gobierno presentó al Parlamento un proyecto de privatización del frigorífico Lisandro
de la Torre. Esta decisión fue respondida con la ocupación de la planta -alentada por
Cooke-, seguida por una huelga general de 48 horas. La represión gubernamental
provocó un endurecimiento de los sindicatos, que declararon un paro por tiempo
indeterminado. Los principales dirigentes sindicales fueron arrestados y la huelga fue
finalmente controlada con la intervención militar. El frigorífico retomó sus actividades
en manos privadas y la mitad de los trabajadores fueron despedidos.
El abandono definitivo de la política integracionista se vio reflejado en la
aplicación del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), que les otorgaba a
las fuerzas armadas la posibilidad de actuar contra cualquier tipo de disturbios,
incluyendo los de los trabajadores.
En este contexto, un importante sector de la dirigencia sindical decidió
reorientar su estrategia y adoptar posiciones más negociadoras. Así, en 1960, Frondizi
y los sindicalistas pactaron la normalización de la CGT, que implicaba tanto un avance
en el aspecto organizativo del sindicalismo como un respaldo a las posiciones más
negociadoras.
El plan CONINTES
La presión militar durante el gobierno de Frondizi es constante y descarada.
Habían aceptado el triunfo de Frondizi sólo porque su desgaste durante el gobierno de
Aramburu les imposibilitaba seguir gobernando directamente. Pero, sin estar en el
gobierno, fueron el verdadero “poder detrás del trono”. Los militares obligaron a
Frondizi a tomar una serie de medidas antidemocráticas de represión, entre las que se
cuenta la implantación y prórroga sin limitación de tiempo del estado de sitio, y la
declaración del estado de Conmoción Interna del Estado en 1958 (es decir, antes de la
aparición de la guerrilla).
La acción de los Uturuncos da pie a la aplicación pública del plan CONINTES· en
marzo de 1960, subordinando las policías provinciales a los respectivos comandos
militares zonales, y, luego poniendo a los civiles “peligrosos” bajo jurisdicción militar.
Los acusados de terrorismo y subversión eran sometidos a jurados militares. Los
obreros en huelga podían ser llevados por la fuerza a los cuarteles, rapados y
obligados a trabajar para mantener el servicio. Con la represión del CONINTES
pierde terreno la “resistencia” peronista, y lo ganan los “integracionistas” (que querían
un entendimiento con el gobierno, partidario de la “Integración” de un peronismo sin
Perón en un gobierno desarrollista) y la corriente “electoralista”, que pide la
presentación de partidos neoperonistas en las próximas elecciones.
La política exterior
Al principio de su presidencia, Frondizi intentó llevar adelante una política
internacional independiente, pero después fue cediendo a las presiones
norteamericanas y de nuestro Ejército. Frondizi apoyaba la Alianza para el Progreso
impulsada por el presidente de Estados Unidos, Kennedy, pero los conservadores
afirmaban que esta Alianza envalentonaba a los reformadores sociales, que ellos
querían alejar.
En enero de 1959 había triunfado la revolución cubana, que expulsó al dictador
Batista (protegido por Estados Unidos). El socialista Alfredo Palacios fue a visitar
Cuba, y basó su campaña para senador por Capital Federal en la defensa de la
revolución cubana. La izquierda y parte del peronismo lo votaron, y Palacios ganó las
elecciones. Frondizi vio que, si quería reconquistar esos votos, debía volver a una
política exterior más independiente. Por ello hizo un acuerdo con Janio Quadros,
presidente del Brasil: ambos estarían dispuestos a defender los tradicionales
principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, frente a la política
intervencionista que propiciaba Estados Unidos.
Estados Unidos presionó a los países latinoamericanos para condenar la
revolución, y los Cancilleres se reunieron en Punta del Este para tratar, dentro del
marco de la OEA (Organización de Estados Americanos), la situación cubana.
Argentina se oponía a dejar aislada a Cuba, porque consideraba que ello fomentaría la
presencia rusa en la isla. Sin embargo, fue aprobada la inmediata exclusión de Cuba de
la OEA por 14 votos a favor (Uruguay, Paraguay, Perú, Colombia, Venezuela, Panamá,
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Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Haití, República Dominicana
y Estados Unidos); 1 en contra (Cuba) y 6 abstenciones (Argentina, Brasil, Chile,
México, Ecuador y Bolivia). Además de esto, Frondizi tuvo la osadía de recibir en la
Argentina, al brazo derecho de Fidel Castro, el argentino Ernesto “Che” Guevara.
El malestar de las Fuerzas Armadas creció, pese a que el Ministro de Relaciones
Exteriores, Miguel Ángel Cárcano, sostuvo que la expulsión de Cuba contrariaba la
Carta de la OEA, creando un peligroso antecedente. El almirante Isaac Rojas afirmó,
por el contrario, que le estábamos haciendo favores al comunismo y que, oponiéndose a
la “unidad continental”, estaba comprometiéndose el prestigio de nuestra nación.
Presionado, Frondizi rompió relaciones con Cuba. Los que reaccionaron en
manifestaciones fueron esta vez los estudiantes universitarios, solidarios con el
pequeño país latinoamericano.
Elecciones de 1962
El peronismo continuaba proscrito: en las elecciones para senador en Capital
Federal, hubo 200.000 votos en blanco, y otros, dijimos, sufragaron por Palacios.
Perón cambia entonces su estrategia, y decide autorizar las listas de candidatos
neoperonistas.
Frondizi piensa que, en 1962, es hora de cumplir con lo prometido levantando
proscripciones, aunque “no se tolerarán intentos tendientes a restaurar
totalitarismos”. Pensando en acaparar los votos conjuntos del antiperonismo, se
hicieron algunas elecciones aisladas para medir las fuerzas, y obtuvieron victorias
electorales para el partido oficial en Formosa, Santa Fe y La Rioja. En marzo se
elegían los restantes gobernadores y la mitad de la Cámara de Diputados.
Las elecciones significaron un duro revés para Frondizi: si bien había triunfado
en Capital Federal, Corrientes, Entre Ríos Santa Cruz, Santiago del Estero y Tierra
del Fuego, y la- UCRP ganó en Córdoba y Chubut, el peronismo (bajo el nombre de
“Unión Popular”) ganó en las provincias de Buenos Aires, Tucumán, Chaco, La Pampa,
Misiones, Neuquén y Río Negro.
Conociendo la posición antiperonista del Ejército, Frondizi se apresuró a
intervenir las provincias en donde éste había triunfado, “para garantizar la forma
republicana de gobierno”. Ante esta incongruencia del presidente, renunciaron todos
los ministros y secretarios de Estado.
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El golpe militar
El diario La Prensa, vocero del sector más reaccionario, condenó las
“consecuencias fatales de una pésima política”. Las fuerzas conjuntas del Ejército, la
Marina y la Aeronáutica, decidieron la destitución del jefe de Estado. Frondizi buscó
ayuda en Aramburu, que no se la dio, y que declaró a los periodistas que “la renuncia
del presidente no significará la quiebra del orden constitucional porque en la
Constitución están previstas todas las circunstancias de sucesión del gobierno”.
Pese a estas presiones, Frondizi respondió “No renuncio ni doy parte de
enfermo ni me voy de viaje. Sigo siendo el presidente”. Por ello, las Fuerzas Armadas
anunciaron el 29 de marzo de 1962 que “el presidente de la República ha sido depuesto
por las Fuerzas Armadas”. Con custodia, lo retiraron de la residencia presidencial de
Olivos y se lo condujo detenido a la isla Martín García.
Sin una estrategia clara, se apresuró a jurar como presidente ante la Suprema
Corte de Justicia de la Nación el presidente del Senado José María Guido.
Azules y Colorados
A partir de la “revolución libertadora”, las Fuerzas Armadas estuvieron
atravesadas por el enfrentamiento entre dos facciones rivales, que se identificaron
como colorados y azules, colores que distinguían a los bandos en las maniobras
militares. En 1962, los militares colorados eran profundamente antiperonistas; y los
azules estaban de acuerdo con permitir un acceso condicionado a ciertos dirigentes
peronistas con e! fin de lograr la normalización institucional.
El enfrentamiento se había originado por las distintas posiciones que estas
facciones militares tenían en relación con la participación de! Peronismo en la vida
social y política de la sociedad argentina. Pero hacia 1962, el conflicto se había
profundizado. Cada bando luchaba para lograr el control sobre el conjunto de las
Fuerzas Armadas y, de ese modo, estar en condiciones de ejercer la tutela sobre el
gobierno y establecer el rumbo que debía seguir la política nacional.
Desde el derrocamiento de Frondizi, el gobierno de Guido estaba controlado por
los colorados, integrados por la Marina y la infantería y la artillería del Ejército.
Azules eran la Fuerza Aérea y la caballería del Ejército.
Los enfrentamientos entre estas facciones tuvieron una primera etapa que fue
caracterizada como una batalla de declaraciones. Durante unos meses, los jefes de
distintos cuerpos y guarniciones dieron a conocer bandos, proclamas, radiogramas y
comunicados con el objetivo de hacer conocer a sus subordinados y al conjunto de la
sociedad sus ideas sobre qué era lo que debía o no debía hacer el gobierno y –
consecuentemente- cuáles eran los pasos que debían seguir las Fuerzas Armadas para
asegurar las acciones deseadas,
Cuando el 6 de setiembre de 1962 el Poder Ejecutivo, bajo tutela colorada,
disolvió el Congreso Nacional, el conflicto se profundizó. Muchos civiles consideraron
69
que con este acto el gobierno había perdido la legalidad y le retiraron su apoyo. Desde
entonces, los colorados comenzaron a ser considerados abiertamente golpistas.
Las candidaturas
Los principales partidos políticos –la UCRI y los partidos Conservador Popular,
Federal, Demócrata Cristiano y Unión Federal- decidieron constituir un Frente
Electoral Nacional y Popular, que incluía al Movimiento Justicialista (nombre que se
70
habían dado los peronistas proscritos). En marzo de 1963 se reunieron en la que
llamaron la Asamblea de la Civilidad y firmaron un Acta de Coincidencia. Esta decisión
volvió a plantear la cuestión de los límites de la proscripción del peronismo.
En abril de 1963, un grupo de militares encabezados por el general Benjamín
Menéndez se sublevó con el fin de hacer saber la oposición de un sector de las
Fuerzas Armadas al retorno del peronismo, concretado a través del otorgamiento de
la personería electoral a la Unión Popular, nombre que se dio el Frente. En realidad, el
movimiento había sido impulsado por el almirante Rojas y los jefes de la Marina, pero
éstos no se pronunciaron públicamente. Onganía controló a sus subordinados.
Sin embargo, las presiones militares y las disidencias entre los integrantes del
Frente sobre la fórmula para presidente y vice terminaron quebrando la unidad y
debilitando sus apoyos electorales. Frondizi mantuvo su compromiso con la Unión
Popular que llamó a votar en blanco. La UCRI llevó como candidato a presidente a
Oscar Alende y la UCRP consagró la fórmula Illia-Perette,
Por su parte, algunos grupos de derecha impulsaron la creación de otro Frente:
Unión del Pueblo Argentino –UDELPA- que impulsó la candidatura del general Pedro E.
Aramburu.
Finalmente, las elecciones se realizaron el 7 de julio de 1963 y la Unión Cívica
Radical del Pueblo obtuvo la mayor cantidad de votos: el 25% del electorado eligió la
fórmula Illia-Perette. La UCRI obtuvo el segundo lugar, con el 16%, y UDELPA el
tercero, con el 7,5%. Sin embargo, el porcentaje de votos en blanco alcanzó más del
19%, constituyéndose, en realidad, en la segunda fuerza.
EL "VANDORISMO"
"Vandor personificó el paso de este y sus sindicatos, de una posición de franco
antagonismo al statu quo posterior a 1955, a una actitud de aceptación de la necesidad de
llegar a un acuerdo con esa situación y encontrar un espacio dentro de sus límites. El
'vandorismo' llegó a ser sinónimo, tanto en el plano político como en el sindical, de negociación,
pragmatismo y aceptación de los hechos crudos de la realpolitik que gobernaba a la Argentina
desde 1955. En lo político, el vandorismo significó el empleo de la fuerza política y la
representatividad que los sindicatos tenían como fuerza dominante del peronismo y que
también tenían por ser el único sector legal de movimientos para tratar y negociar con otros
factores de poder.
La imagen de poder e influencia dentro del sistema fue simbolizada en el plano formal,
por las frecuentes conversaciones entre el gobierno y líderes sindicales en torno de temas
económicos y sociales, y, en el nivel informal", por el número no menor de consultas entre
Vandor y otros sindicalistas con políticos, jefes empresariales, prelados y altos oficiales del
73
ejército. La imagen del líder sindical [...], en el momento de entrar en la Casa Rosada o el
Ministerio de Trabajo o de visita en el Ministerio de Defensa para celebrar consultas con
jefes de las fuerzas armadas, llegó a ser un elemento dominante [ ... ] y, puesta de relieve sin
cesar por los medios de prensa, reforzó la visión de los sindicatos peronistas como parte
fundamental si bien conflictual, del sistema social y político".
James, Daniel. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina. 1946-
1976. Buenos Aires, Sudamericana, 1988.
El crecimiento económico
Illia trató de soslayar en su gobierno los fuertes condicionamientos del FMI.
Después de dos años de fuerte recesión, se dio un crecimiento desacostumbrado del
PBI, incrementándose la producción industrial en un 18,7% en 1964 y 28,6% en 1965,
además de haber obtenido buenas cosechas. En realidad no es que la industria hubiera
crecido en términos reales, sino que se estaba recuperando la capacidad ociosa que se
había producido por la crisis y los despidos en los años anteriores; pero en líneas
generales fue positiva su política económica.
El ministro de Salud Pública Oñativia propuso una ley sobre medicamentos, para
recortar el poder de los laboratorios, regulando y controlando e! aumento de los
precios, tanto en sus etapas de producción como comercialización. Los laboratorios
multinacionales ejercieron gran presión contra el gobierno, ya que calificaban al texto
legislativo como “monstruoso decreto”.
74
Los empresarios monopolistas, los banqueros y los productores rurales
desconfiaban del gobierno de Illia, y se oponían al mismo. No existía un clima propicio
para las inversiones extranjeras, y el gobierno prefería controlarlas, para no abultar
la ya importante deuda externa. Los hombres de negocios hablaban de “déficit fiscal”
y tomaban a las leyes sociales aprobadas por Illia como si fueran atentados contra la
Nación; decían que la Ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil tenía efectos inflacionarios,
y que el control de precios al consumidor era “totalitario”. El cártel (organización de
empresarios de una rama de la producción con el fin de dominar y monopolizar. El
mercado) de la libre empresa declaró inconstitucional y fuera de la ley a la
intervención del Estado en la vida económica. El boicot empresarial hacia el gobierno
se llevó adelante negándose a pagar los impuestos y las cargas sociales, lo que saboteó
el plan de recuperación económica del Gobierno radical.
El consenso golpista
Cuando ya el periodismo había habituado a la opinión pública al tema del golpe,
los militares comenzaron a hablar públicamente sobre el mismo. Illia, por debilidad,
impotencia o para no dar imagen de autoritario, dejaba hacer.
El sindicalismo vandorista, que no pudo luchar contra Perón en las urnas, pensó
que tendría más chance en un gobierno autoritario, donde no existiera la competencia
de los partidos políticos. Así, la CGT se constituiría en la única organización popular
permitida. Por eso comenzó a tener reuniones con representantes del Ejército ya en
marzo de 1966. En el momento del golpe, Perón no se quiso comprometer en una
condena o en un apoyo desde afuera del país, y prefirió esperar para ver cómo se
desenvolvían los acontecimientos: ordenó “desensillar hasta que aclare”.
Los partidos políticos permitidos (a excepción de la UCRP, por supuesto) aunque
no apoyaban abiertamente el golpe, tampoco lo condenaban: si había elecciones en
1967 el pueblo se dividiría entre quienes tenían posibilidades de ganar (el peronismo y
la UCRP), quedando los partidos pequeños afuera de la contienda electoral.
Sintetizando esta ambigüedad, la democracia cristiana expresó: “El gobierno se
merece un golpe, pero el país no”. En cambio, los antiperonistas que temían la victoria
aplastante del peronismo en las urnas en 1967, sostenían decididamente la
insurrección.
Apoyando el discurso desarrollista de Onganía, los sectores empresariales
grandes, pequeños y medianos, dieron también su aval al golpe. Ya habíamos visto que
las empresas transnacionales se oponían al gobierno de Illia por su política petrolera y
de medicamentos. Los grandes productores agropecuarios exportadores también en un
principio respaldaron a Onganía.
Finalmente, a nivel internacional contaba con el visto bueno de los Estados
Unidos, que sostenían la dictadura militar brasileña de Castelo Branco y todo otro
modelo similar que no fuera contrapuesto a sus intereses en América Latina. Onganía
79
ya se había aliado con Brasil en 1965 para la lucha conjunta contra el comunismo y la
subversión izquierdista.
Con este consenso, no hubo reacción civil o militar cuando un destacamento de
la Policía Federal, armado con lanza gases, expulsó a Illia de la Casa Rosada de
gobierno sin ni siquiera ponerlo preso, el 28 de junio de 1966.
Esta nueva intervención de las FF. AA. se diferenció de las anteriores. En esta
oportunidad no se trataba de la iniciativa de una facción de algunas de las tres
fuerzas: por primera vez, encabezadas por sus comandantes, actuaban unidas, como
corporación.
El Cordobazo
Córdoba se había convertido en la capital industrial del interior. En ella estaban
instaladas la mayoría de las fábricas de automotores del país, una industria moderna
propiedad de poderosas sociedades extranjeras como Fiat y Renault. Esta última
había adquirido las instalaciones de Industrias Kaiser Argentina, IKA, de origen
estadounidense, radicada en Córdoba desde 1955 y dedicada a la producción de
automóviles. Los obreros industriales que trabajaban en esas plantas recibían salarios
más altos que el salario promedio industrial percibido en otras provincias. Como
resultado de todos estos factores, en la ciudad de Córdoba se profundizó el proceso
de urbanización.
En mayo de 1969, el Poder Ejecutivo Nacional dictó un decreto por el cual se
derogaban los regímenes especiales sobre el descanso del sábado inglés en Mendoza,
San Juan, Tucumán y Córdoba. Al mismo tiempo también anunció el congelamiento de
los convenios colectivos y de los salarios. En Córdoba, las regionales de SMATA –el
Sindicato de los Mecánicos de Automotores y Transportes de la Argentina, conducida
por Elpidio Torres-, de Luz y Fuerza –cuyo secretario regional era Agustín Tosco- y la
Unión Tranviarios Automotor –UTA, liderada por Atilio López- convocaron a una
asamblea general. Las conducciones de estos tres sindicatos, cuyos trabajadores
recibían los salarios más altos del país, lideraron la protesta. La sesión de esa jornada
terminó con un enfrentamiento con la policía y un llamado al paro general.
El 29 de mayo, obreros y estudiantes cordobeses y de otras provincias salieron
unidos a las calles de Córdoba. Ante la magnitud de la movilización, Onganía ordenó que
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las Fuerzas Armadas se hicieran cargo de la represión. La protesta fue un hecho
localizado en la ciudad de Córdoba y como resultado de los enfrentamientos hubo
presos, decenas de heridos y 16 muertos, algunos ajenos a las manifestaciones. Entre
los muertos por la represión se encontraron el estudiante Daniel Octavio Castellanos y
el obrero mecánico Máximo Mena.
La protesta se extendió a otras provincias. Rosario fue declarada zona de
emergencia y colocada bajo jurisdicción militar. También se profundizaron los
conflictos en la provincia de Tucumán. El Cordobazo fue el inicio de un proceso de
agudización de la protesta social y la lucha armada que, desde entonces y por varios
años, se desarrolló en la sociedad argentina.
Las políticas del gobierno de Onganía profundizaron los conflictos en todos los
planos de la vida social. Las decisiones tomadas por el gobierno militar no sólo
afectaron en forma creciente los intereses de los trabajadores sino también los de
los sectores medios urbanos. El avance del autoritarismo que se manifestó en la
supresión de toda actividad política, en la intervención en las universidades y en la
censura y la represión de toda manifestación contraria a las ideas del gobierno
significó para estos sectores de la población el cierre de canales de expresión y
participación que se habían desarrollado y consolidado durante los gobiernos civiles
posteriores a 1955.
En este contexto, sectores mayoritarios de la sociedad, después de 1966, se
sintieron cada vez más atraídos por el peronismo porque lo identificaban como el
principal sector de oposición al gobierno. El tono cada vez más contestatario del
peronismo atrajo sobre todo a intelectuales y jóvenes, opositores al régimen militar.
Estos años fueron los de mayor crecimiento de los agrupamientos políticos
peronistas. Con el aval del propio Perón desde su exilio en España, las organizaciones
barriales y universitarias peronistas crecieron en forma considerable.
La Juventud Peronista (JP) se integró con jóvenes militantes provenientes de
muy diferentes sectores sociales y de orientaciones ideológicas diversas. La JP
reivindicó los años de lucha del peronismo desde 1955 y planteó como una de sus
principales banderas políticas el retorno de Perón. Los dirigentes y militantes de la JP
creían que el movimiento peronista sería el protagonista de la transformación de la
sociedad argentina en un futuro próximo y que el propio Perón, como conductor, sería
permeable a sus propuestas.
Pero la movilización y la radicalización de los sectores medios no sólo modificó
la composición social de los militantes peronistas. También originó importantes
cambios en la organización y la composición de diversas agrupaciones de izquierda.
Entre 1966 y 1968, se sucedieron numerosas escisiones entre los partidos de
izquierda y se conformaron nuevos grupos y partidos. Muchos de ellos tuvieron muy
pocos integrantes y duraron muy poco, pero pusieron en evidencia la crisis de las
formas tradicionales de organización de los partidos de izquierda y la búsqueda de
nuevos canales de expresión.
89
El surgimiento de la guerrilla
Los orígenes de la guerrilla en Argentina se vinculan con las características que
tuvo el sistema político desde el derrocamiento del peronismo en 1955. Los años de
exclusión y represión social sobre el conjunto de los trabajadores, la instauración de
gobiernos civiles sin legitimidad durante el período 1955-1966 por la exclusión del
peronismo y la implantación de la dictadura de Onganía debilitaron la creencia de
sectores mayoritarios de la sociedad –tanto peronistas como no peronistas- en la
democracia política como régimen de gobierno. Al mismo tiempo, también influyeron
sucesos internacionales como la Revolución Cubana, la ruptura de la China comunista
con la Unión Soviética, y la lucha de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia.
En este contexto de transformaciones del pensamiento político, los métodos
revolucionarios se presentaron como una alternativa válida para algunos sectores,
sobre todo, los que criticaban a la democracia porque permitía la represión del
peronismo y la exclusión política de una parte importante de la población.
En el marco de estos cuestionamientos, algunas organizaciones políticas
comenzaron a debatir la posibilidad de buscar caminos diferentes de la democracia
política y del capitalismo para lograr un cambio de situación y una mejora en las
condiciones de vida de toda la población. Algunas agrupaciones tomaron como ejemplos
las experiencias revolucionarias socialistas de otros países del Tercer Mundo, como
Cuba o Argelia, o incluso de la Unión Soviética y China. Otras pensaron que era posible
lograr la instalación del socialismo adaptado a las peculiaridades de nuestro país y
lanzaron la propuesta de construcción de un socialismo nacional.
Al mismo tiempo, algunos grupos de los sectores medios comenzaron a
privilegiar la acción por sobre la teoría y consideraron la posibilidad de tomar el poder
mediante la lucha armada.
Los primeros grupos guerrilleros en nuestro país –tanto los de orientación
peronista como los marxistas- actuaron estimulados por el éxito de la guerrilla cubana
y se propusieron crear un foco revolucionario en zonas rurales. Pero sus intentos no
llegaron a consolidarse y se frustraron rápidamente. Estos primeros grupos fueron:
los Uturuncos –peronista, que operó en las provincias de Tucumán y Santiago del
Estero, entre 1959 y 1960-; el Ejército Guerrillero del Pueblo –de filiación castro-
guevarista, que actuó en Salta entre 1963 y 1964-; Y el Destacamento 17 de Octubre
–peronista, que actuó en Taco Ralo, provincia de Tucumán, en 1968.
90
La izquierda peronista y la tendencia revolucionaria
En este marco de movilización social y debate intelectual, durante la década de
1960, en el interior del movimiento peronista comenzaron a diferenciarse grupos de
peronistas revolucionarios que conformaron la que fue llamada el ala izquierda.
Desde diferentes perspectivas y con una ideología imprecisa –y reconociendo
como antecedentes los fundamentos de la resistencia peronista formulados por John
William Cooke-, los peronistas revolucionarios comenzaron a pensar en el peronismo
como una variante nacional del socialismo. Todo este conjunto de militantes y
organizaciones fueron identificados por otros miembros del movimiento, y también por
ellos mismos, como la tendencia revolucionaria.
Los Montoneros
La organización Montoneros fue creada hacia 1967 por un grupo de alumnos del
Colegio Nacional de Buenos Aires que, anteriormente, habían integrado Tacuara, una
organización estudiantil de orientación nacionalista católica. Sus fundadores fueron
Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus y Mario Firmenich, todo ellos militantes
de la Acción Católica Argentina y relacionados con algunos de los sacerdotes que en
esa época cuestionaban a la jerarquía de la Iglesia católica y declaraban su adhesión al
Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo.
Inicialmente, Montoneros incorporó a jóvenes provenientes del nacionalismo
católico y también a algunos pocos que habían militado en partidos de izquierda, como
Norma Arrostito que integró el grupo fundador. Desde este punto de partida, se
aproximó al peronismo como una manera de insertarse en un movimiento de masas.
Ellos buscaban acercarse al pueblo y advertían, el pueblo era peronista.
En los primeros años, el grupo montonero original no contó con teórico de
relieve, por lo que el pragmatismo, es decir, la obtención de resultados concretos, fue
la principal característica de sus estrategias de lucha política inicial.
Pero en su interior, había diferencias sobre la meta por la que luchaba la
organización. Algunos montoneros consideraban que el objetivo perseguido era la
construcción de una variante nacional del socialismo. Otros veían en peronismo una
forma socialista de la revolución nacional. Sin embargo, todos creían que la
contradicción principal en Argentina era la del nacionalismo frente al imperialismo, y
que los intereses del país estaban representados por una alianza popular, pero
multiclasista. Por esta razón, Montonero adoptó una estrategia en la que relegó a un
segundo plano la lucha de clases –dirigida a destruir las relaciones sociales
capitalistas- e impulsó la formación de un frente de liberación nacional.
91
En cuanto a su definición sobre el método de lucha, hasta 1972, Montoneros
planteó –en coincidencia con otras organizaciones guerrilleras peronistas y con el PRT
– la necesidad de desarrollar la guerrilla urbana, pero en marcada en una estrategia de
guerra popular. Esto significaba que no estaban de acuerdo con acciones armadas
aisladas: sus militantes, formados con mentalidad político-militar y con capacidad de
conducir –los cuadros- debían estar presentes en el proceso de lucha que se daba en el
nivel de las masas.
Durante los últimos años de la década de 1960, las organizaciones guerrilleras
peronistas FAR, FAP, Montoneros, adquirieron un gran protagonismo. Pero durante los
primeros años de la década siguiente, Montoneros se fue transformando, en los
hechos, en el principal referente de una gran parte de las agrupaciones que se
identificaban como JP.
Después de la muerte de Perón y en el proceso de agudización de los
enfrentamientos entre la derecha y la izquierda del peronismo que tuvieron lugar
durante 1974 y 1975, Montoneros profundizó el militarismo como estrategia de lucha
y se fue aislando cada vez más del resto de la población.
92
OBJETIVOS:
Analizar, comprender, aplicar y sintetizar los procesos políticos, económicos
y sociales de la Historia Argentina en el período 1970—1976, desarrollando
un pensamiento crítico de dichos procesos y estableciendo relaciones con
nuestra realidad.
Desarrollar el aprendizaje autónomo del conocimiento para facilitar la
posterior inserción universitaria.
TAREA N° 1
1) Observe atentamente la siguiente caricatura. Colóquele un título, invente un
diálogo y explique a qué situación hace referencia.
TAREA N° 1
1) Lea comprensivamente la siguiente selección de textos y subraye las ideas
principales de un color y las ideas secundarias de otro color.
EL FIN DE LA DICTADURA
Después del desplazamiento de Onganía, la Junta de Comandantes en Jefe de
las tres armas asumió el poder político y declaró su adhesión al régimen democrático y
representativo basado en los partidos políticos. Anunciaron también que en los
próximos días iban a: designar al ciudadano que se iba a desempeñar como presidente
de la República.
La Junta designó como Presidente al general Roberto Marcelo Levingston, que
se desempeñaba como representante del Ejército Argentino ante la Junta
Interamericana de Defensa, en Washington, y era desconocido para la opinión pública.
Desde el punto de vista de algunos sectores relacionados con el poder militar, la
designación de Levingston ponía de manifiesto que las Fuerzas Armadas estaban
haciendo tiempo mientras encontraban una alternativa política con posibilidades de
consolidarse y de resolver los conflictos sociales y políticos por los que atravesaba al
país.
97
El 23 de marzo de 1971, Levingston fue relevado de su cargo, y el 25 de marzo,
la Junta de Comandantes decidió que el general Lanusse –uno de los representantes
más destacados del liberalismo militar- se hiciera cargo de la presidencia de la
República.
El gobierno de Lanusse
La presidencia de Lanusse abría la tercera etapa de la “Revolución Argentina”,
en la que la política tenía un carácter prioritario. Con él, el gobierno de las Fuerzas
Armadas se presentó a la sociedad como partidario del restablecimiento de la
democracia a través de elecciones generales, levantó la prohibición de la actividad
política y los partidos y formuló la promesa de que habían acabado para siempre las
proscripciones. Los militares proclamaron que se iniciaba la era del juego limpio y que
no se tardaría en elegir un gobierno constitucional.
El retorno de Perón
Mientras todo esto sucedía, tanto Lanusse como todos los sectores políticos
comprendían que el éxito del GAN dependía de la decisión de Perón. En esa época,
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Daniel Paladino, el delegado personal de Perón, mostraba cierto grado de acuerdo con
el plan delineado por Lanusse. Pero los contactos entre Paladino y el Presidente de
facto comenzaron a ser cuestionados por el peronismo –sobre todo por su ala
izquierda- y también por la mayoría de la dirigencia política. Finalmente, en noviembre
de 1971, Perón reemplazó a Paladino por Héctor J. Cámpora –quien contaba con el
apoyo de la JP- y se distanció de Lanusse. El peronismo rechazó la propuesta del GAN
y organizó un frente político –llamado FRECILINA, Frente Cívico de Liberación
Nacional- desde el cual exigió al gobierno el establecimiento de un calendario electoral
sin proscripciones ni condicionamientos.
Frente a esto, Lanusse y los otros comandantes estuvieron de acuerdo en llevar
a cabo el proceso electoral, pero establecieron algunos condicionamientos: no podían
ser candidatos quienes no residieran en el país antes del 24 de agosto de 1972. Esto
significaba que Perón no podía ser candidato a presidente.
Lanusse desató el enfrentamiento frontal con Perón cuando, en julio de 1972,
afirmó: “Aquí no me corren más a mí, ni vaya admitir que corran a ningún argentino
diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan porque no quiere,
pero en mi fuero íntimo diré porque no le da el cuero.” La respuesta a este desafío fue
la decisión de la dirigencia peronista de organizar el Operativo Retorno. Finalmente, y
luego de 18 años de exilio obligado, el 17 de noviembre de 1972, Perón volvió a la
Argentina.
Expectativas y decisiones
Los acontecimientos vividos en esa jornada indicaron el tono que tuvo el breve
gobierno de Cámpora, signado por el auge de la movilización de los sectores populares,
la expectativa de cambios revolucionarios y la preocupación de los sectores más
moderados de la sociedad.
Las consignas referidas a la patria socialista y liberación o dependencia, aunque
no constituían un programa definido de gobierno, reflejaban el deseo de un cambio
revolucionario por parte de muchos militantes peronistas. Éstos confiaban en que el
nuevo gobierno, apuntalado por la movilización popular y las organizaciones
revolucionarias, concretaría esas aspiraciones. Si bien los grupos guerrilleros
peronistas abandonaron momentáneamente la lucha armada, el clima de agitación se
mantuvo por la multiplicación de medidas de acción directa; fueron frecuentes las
ocupaciones de fábricas y la toma de colegios y facultades que buscaban traducir el
resultado electoral en cambios rápidos y concretos en los lugares de trabajo o de
estudio.
Sin embargo, la designación de los ministros del gabinete de Cámpora, en el que
se manifestaba un equilibrio en el reparto de cargos entre los sectores de la izquierda
y la derecha del movimiento peronista y la estrategia de Perón de impulsar una política
acuerdista y conciliadora, señalaron un rumbo distinto. Los sectores radicalizados del
movimiento no lograron que su gran poder movilizador se tradujera en la ocupación de
espacios institucionales de gobierno. Estas tendencias opuestas provocaron un clima
101
político de fuertes tensiones, que agudizaron el enfrentamiento interno en el
movimiento peronista. Los conflictos se trasladaron entonces al ámbito del Estado,
donde comenzó a plantearse una dura lucha por la ampliación de los espacios de poder.
La represión ilegal
Luego de la muerte de Perón, la vicepresidenta María Estela Martínez asumió la
presidencia. Desde entonces, se acentuó el proceso de derechización del gobierno y su
progresivo aislamiento, lo que agravó la crisis política. El grupo de López Rega y los
sectores más conservadores avanzaron sobre las principales áreas del Estado
El mismo Estado alentó y organizó una política represiva ilegal, llevada a la
práctica, entre otros, por el grupo parapolicial conocido como la Triple A –Alianza
Anticomunista Argentina (AAA)- con el objetivo de eliminar a la oposición social y
política. (Terrorismo de Estado)
Las acciones de la Triple A agravaron el clima de persecución y violencia a
través de amenazas a figuras del campo de la cultura asociadas a ideas de izquierda –
difundieron listas negras de futuras víctimas- y asesinatos de dirigentes políticos y
gremiales del peronismo revolucionario y del clasismo. Al mismo tiempo, el gobierno
expulsó a los pocos funcionarios vinculados con la tendencia que todavía quedaban en la
administración nacional y en algunas provincias.
La “Triple A”
López Rega era cabo retirado de la policía, pero en mayo de 1974 fue ascendido
por decreto a Comisario General (quince grados en un solo paso). Desde el Ministerio
de Bienestar Social organizó la represión con la colaboración de agentes de la Policía
Federal que habían sido expulsados de la misma por “gangsterismo” (según Richard
Gillespie) y reincorporados con la presidencia de Perón. Al principio sus atentados no
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estaban reivindicados bajo ningún nombre; el nombre “Triple A” (Alianza
Anticomunista Argentina) fue empleado a partir de 1974. Sin embargo (según el citado
investigador extranjero) los ataques de la Triple “A” contra personas aisladas
comenzaron al parecer en noviembre de 1973, con la bomba que casi mata al senador
radical Hipólito Solari Yrigoyen.
Entre las primeras víctimas fatales se cuentan al diputado peronista
revolucionario Rodolfo Ortega Peña, los sobrevivientes de los fusilamientos de 1956
Horacio Chávez y Julio Troxler, el ex vicegobernador de Córdoba Atilio López, el
marxista Silvio Frondizi (hermano del ex presidente, que había denunciado la tortura y
matanza de numerosos guerrilleros del ERP); refugiados políticos latinoamericanos
como el chileno general Carlos Prats (comandante en jefe chileno bajo el gobierno de
Salvador Allende, depuesto por Pinochet el 11 de septiembre de 1973); dirigentes y
militantes montoneros, etcétera.
Si bien existía violencia guerrillera, los ataques de la Triple “A” no eran una
respuesta a la misma, sino que la mayoría estaban dirigidos a quienes hacían política de
izquierda siguiendo métodos legales, o a quienes simplemente defendían los derechos
democráticos existentes. Muchos actores y gente de la cultura, amenazados por la
Triple A debieron irse del país. Siguiendo al mismo historiador citado, “La Triple A no
hubiera podido lograr la mortal eficacia de que fue capaz a no ser por la tolerancia o
la participación activa del mando de la Policía Federal”.
Por eso los militares se mantuvieron tranquilos mientras López Rega tuvo
influencia en el gobierno. Cuando éste se tuvo que ir del país el 18 de julio de 1975
debido a la presión de la CGT, la visión del Ejército comenzó a cambiar.
La caída de Isabel
Sin embargo, todas estas concesiones no hicieron más que demostrar a los
grandes empresarios y a los militares que el gobierno de Isabel no estaba en
condiciones de asegurar sus intereses en el marco de un orden político estable. La
desarticulación de la alianza social peronista, la pérdida de identidad política y el
descrédito del gobierno favorecieron la formación de un frente golpista. Fueron
inútiles los llamados a la “verticalidad” que realizaron algunos sectores peronistas
ortodoxos cercanos a la Presidenta, invocando su carácter de “heredera” del liderazgo
de Perón.
La casi totalidad de los sectores capitalistas y de las Fuerzas Armadas
consideraron necesario asumir el control de la situación antes que sostener a un
gobierno que se mostraba incapaz de detener los conflictos sociales. El temor de que
la crisis política favoreciera una radicalización de las luchas sociales precipitó el golpe
militar.
110
El reclamo de orden se extendió a vastos sectores de las clases medias urbanas,
quienes brindaron un implícito consenso a la intervención militar. La pasividad de la
CGT, la incapacidad de los partidos políticos para articular un frente sólido ante los
golpistas y una opinión pública preparada por los medios de comunicación que
anunciaban semanalmente la inminencia del golpe militar, fueron un marco propicio
para que el 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas interrumpieran el ciclo
constitucional e instauraran una dictadura militar.
TAREA N° 2
1) Elija dos o tres políticas llevadas adelante por el Estado Argentino que usted
considere representativas del período estudiado.
TAREA N° 1
1) Lea atentamente el monólogo del humorista Tato Bores e intente explicar los
conceptos remarcados en negrita. (Por qué Tato dice lo que dice)
TAREA N ° 2
1) Elija tres temas de la guía de trabajo y realice una caricatura, dibujo o
collage que represente el concepto general del tema elegido. Colóquele un título y
un breve texto que explique la imagen.
TAREA N° 1
Elabore fichas resumen sobre cada uno de los textos trabajados en la segunda
parte de la Guía de Trabajo.
113
TAREA N° 2
Confeccione una línea de tiempo sobre la Guía de Trabajo ubicando en ella los
sucesos que usted considere más importantes.
AUTOEVALUACIÓN
Elabore un juego de preguntas y respuestas sobre los contenidos trabajados en la
guía de estudio. Dicho juego se realizara de la siguiente manera. Tome una ficha
resumen y elabore una pregunta y debajo coloque tres opciones posible (a, b, c)
subrayando la opción correcta. (Intente elaborar las fichas sin consultar la guía)
V- REFLEXIONAR SOBRE LO APRENDIDO