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La información captada por los sentidos pasa por una fase inicial de percepción, que
implica el análisis de su contenido. Incluso en esta primera fase de procesamiento, el
cerebro ya está extrayendo significado de la entrada, en un esfuerzo por dar sentido a la
información que contiene. El proceso de percepción suele conducir a la creación de algún
tipo de registro de la información recibida, lo que implica aprendizaje y almacenamiento
de memoria. Una vez que se ha creado una memoria para un elemento de información,
puede conservarse para su uso posterior, para ayudar al individuo en otro contexto. Para
ello suele ser necesario recuperar la información. A veces, la recuperación se lleva a cabo
simplemente para acceder a una información almacenada en el pasado. Por otra parte, a
veces recuperamos información para que nos ayude con otras actividades mentales, como
el análisis y razonamiento. Los procesos de pensamiento recurren a menudo a la
recuperación de la memoria, por ejemplo, cuando utilizamos experiencias anteriores para
enfrentarnos a un nuevo problema o situación. A veces esto implica la reorganización y
manipulación de la información almacenada para adaptarla a un nuevo problema o tarea.
Por tanto, pensar es algo más que recuperar viejos recuerdos. Los procesos cognitivos de
la figura 1.1 son, en realidad, mucho más complejos e interactivos de lo que sugiere este
sencillo diagrama. El diagrama sugiere que las distintas etapas del procesamiento cognitivo
son claramente distintas entre sí, pero esto es una simplificación drástica y sería más
exacto mostrar las diferentes etapas como si se fusionaran y sobreponieran unas con
otras. Por ejemplo, no hay un punto exacto en el que se detenga la percepción y comience
el almacenamiento de la memoria, porque el proceso de percepción da lugar al
aprendizaje y al almacenamiento de la memoria y, por tanto, en cierto sentido estos
procesos son continuos. De hecho, todas las etapas de la cognición que se muestran en el
diagrama se sobreponen e interactúan entre sí, pero un diagrama que mostrara todas
estas complejas interacciones sería demasiado confuso y, en cualquier caso, muchas de las
interacciones serían especulativas. Por lo tanto, la figura 1.1 debe considerarse una
representación muy simplificada del orden secuencial general de los procesos cognitivos
que suelen producirse, pero sería más realista pensar en la cognición como un flujo
continuo de información desde la fase de entrada hasta la fase de salida, que incluye
distintas formas de procesamiento a lo largo del proceso.
Se trata de un rostro humano. Sin embargo, un análisis más objetivo de los componentes
de la figura revela que en realidad consiste en un semicírculo y dos líneas rectas. En
realidad, no hay ningún "rostro" como tal en la propia figura. Si ves una cara en esta simple
figura, eres tú, el observador, quien ha añadido la cara a partir de tu propio conocimiento
almacenado.
La idea de que aportamos algo a nuestra percepción a partir de nuestro propio
conocimiento y experiencia la propusieron varios teóricos, sobre todo el grupo de la
Gestalt (Gestalt significa "forma" en alemán). Sugirieron que añadimos algo a lo que
percibimos, de modo que la percepción de un objeto completo será algo más que la suma
de las partes que lo componen (Wertheimer, 1912; Kohler, 1925). Sostenían que la
percepción de una figura dependía de su "pragnanz" (es decir, de su contenido
significativo), lo que favorecía la selección de la mejor y más simple interpretación
disponible (Koffka, 1935). Estas teorías eran quizás bastante vagas, pero al menos
intentaban explicar la percepción de figuras complejas como los rostros. El enfoque
conductista, que se negaba a tomar en cuenta cualquier otra influencia que no fuera el
propio estímulo, no podía ofrecer ninguna explicación a estos fenómenos.
La teoría de los esquemas propuesta por Bartlett (1932) fue otro de los primeros
intentos de ofrecer una explicación plausible de la capacidad de una persona para dar
sentido a su información perceptiva. La teoría de los esquemas propone que toda
percepción nueva se analiza comparándola con elementos que ya están almacenados en
nuestra memoria, como formas y sonidos, que nos son familiares por experiencias
anteriores. Estos elementos se denominan "esquemas" e incluyen una gran variedad de
patrones y conceptos sensoriales.
La teoría de los esquemas tiene algunas implicaciones interesantes, porque sugiere
que nuestra percepción y memoria de una información entrante pueden a veces
modificarse y distorsionarse para ajustarse a nuestros esquemas existentes. Dado que
nuestros esquemas se adquieren en parte de nuestra experiencia personal, la percepción y
el recuerdo de un estímulo determinado serán únicos para cada persona. Por lo tanto,
cada persona percibirá el mismo estímulo de forma distinta, en función de su experiencia
personal. Ambos fenómenos quedaron demostrados en los experimentos de Bartlett (para
más detalles, véase el capítulo 6), por lo que se puede considerar que la teoría de los
esquemas tiene un valor explicativo considerable. El enfoque de los esquemas tiene
mucho en común con el viejo dicho de que "la belleza está en el ojo del que mira". Tal vez
podríamos adaptar ese dicho a los requisitos más generales de la teoría de los esquemas
sugiriendo que "la percepción está en el cerebro de quien la percibe".
Las teorías de los esquemas y de la Gestalt tuvieron una gran influencia en el
desarrollo de la psicología cognitiva, al poner de relieve el papel que desempeñan los
procesos mentales internos y el conocimiento almacenado, en lugar de considerar
únicamente el estímulo y la respuesta. Sin embargo, este punto de vista tardaría muchos
años en tomar el relevo del conductismo como enfoque dominante de la cognición.
DETECTORES DE CARACTERÍSTICAS
Selfridge y Neisser (1960) idearon un sistema informático que podía identificar
formas y patrones mediante detectores de características, sintonizados para distinguir
ciertos componentes específicos del estímulo, como líneas verticales u horizontales. Esto
se consiguió conectando los sensores de luz de forma que todos los que se encontraban
en una línea recta con un ángulo determinado convergieran en el mismo detector de
características, como se ilustra en la figura 1.9. Este sistema de cableado convergente
garantizará que el detector de características se active automáticamente cada vez que se
encuentre una línea en ese ángulo concreto. Los detectores de rasgos simples de este tipo
podrían combinarse posteriormente en el sistema para activar detectores de rasgos
complejos, capaces de detectar formas y patrones más complicados formados a partir de
estos componentes simples, como se muestra en la figura 1.10.
Una jerarquía de detectores de rasgos, que continúa a través de muchos niveles de
complejidad creciente, es capaz de identificar formas muy complejas, como los rostros.
Selfridge y Neisser (1960) demostraron que este sistema de detectores de rasgos simples y
complejos podía funcionar con gran eficacia en un ordenador, lo que sugiere que
constituye un mecanismo viable para la identificación de formas y patrones. Esto planteó
la posibilidad de que la percepción humana pudiera implicar sistemas similares de
detección de rasgos, y de hecho se han encontrado detectores de rasgos de este tipo en el
cerebro. Hubel y Weisel (1959) descubrieron células detectoras de rasgos simples al
realizar registros con microelectrodos en el cerebro de un gato, y más recientemente
Haynes y Rees (2005) han utilizado técnicas de imagen funcional para identificar células
detectoras de rasgos similares en el cerebro humano. El descubrimiento de los detectores
de rasgos puede considerarse un ejemplo de combinación de distintos enfoques de la
cognición, con aportaciones tanto de la neurociencia como del modelamiento informático.
El concepto también ha tenido una gran influencia en la psicología cognitiva, ya que se
cree que los detectores de rasgos funcionan como "mini esquemas" que detectan formas y
patrones específicos. Este enfoque abrió el camino hacia teorías más avanzadas de la
percepción y el reconocimiento de patrones basadas en modelos informáticos, como las
de Marr (1982) y McClelland y Rumelhart (1986). En el capítulo 2 se describen con más
detalle las teorías de detección de rasgos.
PERCEPCIÓN CONSCIENTE
Todos somos conscientes, pero no sabemos realmente qué es. Yo estoy bastante
seguro de que soy consciente porque experimento las cosas conscientemente, y
probablemente usted piense lo mismo. Todos entendemos el término conciencia como
una experiencia subjetiva, pero nadie ha sido capaz de explicar qué es realmente la
conciencia consciente ni cómo puede surgir de la actividad neuronal. De hecho, la propia
suposición de que la consciencia debe surgir de algún modo de la mera activación de los
circuitos neuronales parece sorprendente en sí misma. Crick (1994) la llama "la hipótesis
sorprendente", pero sigue siendo la única hipótesis plausible.
La conciencia sigue siendo la última frontera inexplorada de la psicología y,
posiblemente, uno de los mayores misterios de la vida misma. Pero aunque no
entendemos qué es la conciencia, estamos empezando a aprender un poco sobre lo que
hace la conciencia y el papel que desempeña en los procesos cognitivos. Como se explica
en la sección anterior, los psicólogos han ideado recientemente métodos para distinguir
entre los procesos que se controlan conscientemente y los que son inconscientes y
automáticos. Por ejemplo, juzgar si la cara de una persona nos resulta familiar parece
ocurrir de forma automática e inconsciente, pero si necesitamos recordar ocasiones reales
en las que nos hemos encontrado previamente con esa persona, entonces se requiere un
proceso de recuerdo consciente (Mandler, 1980). Esta distinción se estudiará con más
detalle en el capítulo 6. El estudio de pacientes con determinados tipos de lesiones
cerebrales ha proporcionado información especialmente valiosa sobre la naturaleza de los
procesos cognitivos conscientes e inconscientes. Por ejemplo, los pacientes amnésicos a
menudo revelan evidencias de aprendizajes previos de los que no tienen ningún recuerdo
consciente. Mandler (1989) ha argumentado que, por lo general, no es el rastro de
memoria lo que se pierde, sino la capacidad del paciente para traerlo a la conciencia. Se
ha observado un fenómeno similar en algunos pacientes con agnosia visual (alteración de
la percepción), que pueden detectar estímulos visuales a un nivel inconsciente pero no
tienen conciencia de verlos (Weiskrantz, 1986; Persaud et al., 2007). Este fenómeno se
conoce como vista ciega y se examinará con más detalle en el capítulo 4. El autismo es
otro trastorno que ha arrojado luz sobre la naturaleza de la conciencia, porque los
individuos autistas parecen carecer de algunas de las características del procesamiento
consciente. Su comportamiento tiende a ser muy inflexible y repetitivo, y suelen carecer
de la capacidad de elaborar planes o generar nuevas ideas de forma espontánea. Los
individuos autistas también tienden a carecer de la capacidad de desarrollar una relación
“socialmente normal” con otras personas, y a menudo tienden a ignorar a los demás como
si fueran meros objetos. La observación de estos síntomas llevaron a Baron Cohen (1992)
a sugerir que los autistas pueden carecer de una "teoría de la mente", lo que significa que
son incapaces de comprender la existencia de procesos mentales en los demás. Esto
puede proporcionar una pista sobre algunos de los posibles beneficios de tener
conciencia. La conciencia de los pensamientos y sentimientos de los demás parece ser
crucial para comprender su comportamiento, y es un requisito esencial para la interacción
social.
Otra visión de la función de la conciencia ha sido propuesta recientemente por
Seligman et al. (2013), que señalan que la conciencia nos permite utilizar información del
pasado y del presente para hacer planes sobre posibles acontecimientos en el futuro. Un
hallazgo interesante de un estudio de EEG (Libet, 1985) es que cuando tomamos una
decisión consciente de actuar de alguna manera, el conocimiento consciente de la
decisión parece seguir a la decisión real, en lugar de precederla. Investigaciones recientes
con fMRI han corroborado este hallazgo (Soon et al., 2008). A la vista de estos resultados,
Wegner (2003) ha sugerido que las decisiones pueden tomarse en realidad a un nivel
inconsciente, y que el conocimiento consciente de la decisión sólo se produce más tarde,
cuando observamos su resultado. Se trata de un punto de vista interesante, ya que
invierte la suposición habitual de que las decisiones surgen de un proceso consciente. De
hecho, cuestiona la existencia misma del libre albedrío, sugiriendo que la impresión que
tenemos de tomar decisiones conscientes puede ser ilusoria. Recientemente se han
utilizado estudios de neuroimagen para comparar los patrones de activación cerebral
durante los tipos de percepción consciente e inconsciente, lo que demuestra que la
percepción consciente parece utilizar más el córtex parietal superior y el córtex prefrontal
dorso-lateral (Rees, 2007). Sin embargo, hay indicios que sugieren que la percepción
consciente puede no estar localizada en una zona específica del cerebro. Dehaene y
Naccache (2001) sostienen que la conciencia plena sólo se alcanza cuando se activan
simultáneamente varias áreas cerebrales diferentes, y posiblemente sea el resultado de la
integración de estas entradas separadas. También se ha señalado que las áreas cerebrales
activadas durante la actividad consciente no indican necesariamente la ubicación de la
conciencia consciente en el cerebro, ya que pueden reflejar simplemente un proceso
subsidiario o un requisito previo de la actividad consciente (De Graaf et al., 2012).
Los estudios mencionados parecen arrojar algo de luz sobre la naturaleza de la
consciencia, pero esto también puede ser ilusorio. Puede que nos digan algo sobre qué
procesos implican conciencia o qué partes del cerebro están implicadas, pero no estamos
más cerca de saber qué es realmente la conciencia o cómo surge. Como dice el filósofo
David Chalmers (1995), estamos abordando "las preguntas fáciles" sobre la consciencia,
pero no avanzamos en absoluto en "la pregunta difícil", que es la de cómo surge
realmente la consciencia a partir de la actividad neuronal. McGinn (1999) sugiere que los
seres humanos nunca llegarán a comprender del todo la naturaleza de la consciencia,
porque puede estar más allá de la capacidad del cerebro humano para hacerlo. Blackmore
(2003) tiene una visión algo más optimista. Cree que algún día será posible comprender la
conciencia, pero sólo si podemos encontrar una forma totalmente diferente de pensar
sobre la conciencia, ya que aparentemente hay algo fundamentalmente erróneo en
nuestro enfoque actual. Por el momento me inclino por los pesimistas y los aguafiestas,
aunque sólo sea porque los mejores cerebros del universo conocido llevan muchos siglos
trabajando en el problema de la conciencia sin hacer grandes progresos. Espero que algún
día alguien me demuestre lo contrario.
RESUMEN
• La psicología cognitiva es el estudio de cómo procesa la información el cerebro. Incluye el
estudio de la percepción, el aprendizaje, la memoria, el pensamiento y el lenguaje.
• Históricamente ha habido cuatro líneas principales de investigación que han contribuido a
nuestra comprensión actual de la psicología cognitiva. Se trata de la psicología cognitiva
experimental, la neurociencia cognitiva, la neuropsicología cognitiva y la modelización informática
de los procesos cognitivos.
• La psicología cognitiva experimental ha aportado teorías para explicar cómo interpreta el
cerebro la información entrante, como la teoría de los esquemas, que postula que la experiencia
pasada se utiliza para analizar la nueva información perceptiva.
• La modelización informática ha proporcionado modelos de la cognición humana basados en los
principios del procesamiento de la información y ha introducido nuevos conceptos importantes,
como los sistemas detectores de rasgos y los procesadores de capacidad de canal limitada.
• La neuropsicología cognitiva aporta conocimientos sobre la función cerebral, basados en el
estudio de personas que han sufrido deterioro cognitivo como consecuencia de lesiones
cerebrales.
• La neurociencia cognitiva utiliza técnicas de imagen cerebral para investigar la relación entre la
función cerebral y la cognición.
• La ciencia de la psicología cognitiva ha generado nuevos conceptos y teorías, como la distinción
entre procesamiento descendente y ascendente, y la distinción entre procesamiento automático y
controlado.
• El estudio de la conciencia ha arrojado algunos resultados interesantes, pero en la actualidad no
sabemos qué es la conciencia ni cómo surge de la actividad neuronal.