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INTRODUCCIÓN A LA PSICOLOGÍA COGNITIVA

1.1 PROCESOS COGNITIVOS


DEFINICIÓN DE PSICOLOGÍA COGNITIVA
La psicología cognitiva se ha definido como la psicología de los procesos mentales.
Más concretamente, también se ha descrito como el estudio de la comprensión y el
conocimiento. Sin embargo, estos términos son bastante vagos, y aunque proporcionan
una indicación de lo que implica la cognición, nos llevan a preguntarnos qué se entiende
exactamente por "conocimiento", "comprensión", y "procesos mentales". Una definición
más precisa de la psicología cognitiva es que es el estudio de la forma en que el cerebro
procesa la información. Se enfoca al modo en que recibimos la información del mundo
exterior, cómo le damos sentido y qué uso hacemos de esta. La cognición es, por tanto, un
término general bastante amplio, que incluye muchos procesos, lo que posiblemente
explica por qué ha resultado tan difícil llegar a una definición sencilla y unificada de la
psicología cognitiva. Está claro que la cognición implica varios tipos de procesamiento de la
información que se producen en diferentes etapas.

ETAPAS DEL PROCESAMIENTO COGNITIVO


En la Figura 1.1 se muestran las principales etapas del procesamiento cognitivo,
dispuestas en el orden secuencial en que suelen aplicarse a una nueva entrada sensorial.

Figura 1.1 Principales etapas del procesamiento cognitivo

La información captada por los sentidos pasa por una fase inicial de percepción, que
implica el análisis de su contenido. Incluso en esta primera fase de procesamiento, el
cerebro ya está extrayendo significado de la entrada, en un esfuerzo por dar sentido a la
información que contiene. El proceso de percepción suele conducir a la creación de algún
tipo de registro de la información recibida, lo que implica aprendizaje y almacenamiento
de memoria. Una vez que se ha creado una memoria para un elemento de información,
puede conservarse para su uso posterior, para ayudar al individuo en otro contexto. Para
ello suele ser necesario recuperar la información. A veces, la recuperación se lleva a cabo
simplemente para acceder a una información almacenada en el pasado. Por otra parte, a
veces recuperamos información para que nos ayude con otras actividades mentales, como
el análisis y razonamiento. Los procesos de pensamiento recurren a menudo a la
recuperación de la memoria, por ejemplo, cuando utilizamos experiencias anteriores para
enfrentarnos a un nuevo problema o situación. A veces esto implica la reorganización y
manipulación de la información almacenada para adaptarla a un nuevo problema o tarea.
Por tanto, pensar es algo más que recuperar viejos recuerdos. Los procesos cognitivos de
la figura 1.1 son, en realidad, mucho más complejos e interactivos de lo que sugiere este
sencillo diagrama. El diagrama sugiere que las distintas etapas del procesamiento cognitivo
son claramente distintas entre sí, pero esto es una simplificación drástica y sería más
exacto mostrar las diferentes etapas como si se fusionaran y sobreponieran unas con
otras. Por ejemplo, no hay un punto exacto en el que se detenga la percepción y comience
el almacenamiento de la memoria, porque el proceso de percepción da lugar al
aprendizaje y al almacenamiento de la memoria y, por tanto, en cierto sentido estos
procesos son continuos. De hecho, todas las etapas de la cognición que se muestran en el
diagrama se sobreponen e interactúan entre sí, pero un diagrama que mostrara todas
estas complejas interacciones sería demasiado confuso y, en cualquier caso, muchas de las
interacciones serían especulativas. Por lo tanto, la figura 1.1 debe considerarse una
representación muy simplificada del orden secuencial general de los procesos cognitivos
que suelen producirse, pero sería más realista pensar en la cognición como un flujo
continuo de información desde la fase de entrada hasta la fase de salida, que incluye
distintas formas de procesamiento a lo largo del proceso.

ENFOQUES DEL ESTUDIO DE LA COGNICIÓN


Son cuatro los enfoques principales para el estudio de la psicología cognitiva. En
primer lugar, está el enfoque conocido como psicología cognitiva experimental, que
implica el uso de experimentos psicológicos en sujetos humanos para investigar las formas
en que perciben, aprenden, recuerdan o piensan. Un segundo enfoque de la psicología
cognitiva es el uso de modelos informáticos (computacionales) de los procesos cognitivos.
Este enfoque consiste en la simulación de determinados aspectos de la función cognitiva
humana mediante la escritura de programas informáticos, con el fin de comprobar la
viabilidad de un modelo de posible función cerebral. El tercer enfoque se conoce como
neuropsicología cognitiva, y consiste en el estudio de individuos que han sufrido algún
tipo de lesión cerebral. Podemos descubrir mucho sobre el funcionamiento del cerebro
normal estudiando los tipos de deterioro cognitivo que resultan de lesiones en
determinadas regiones del cerebro. Los daños cerebrales pueden alterar el procesamiento
de la información interrumpiendo una o varias etapas de la cognición o, en algunos casos,
rompiendo los vínculos entre las distintas etapas. El cuarto enfoque de la cognición se
conoce como neurociencia cognitiva, y consiste en el uso de técnicas como escaneos
cerebrales para investigar las actividades cerebrales que subyacen al procesamiento
cognitivo. Las dos técnicas de imagen cerebral más utilizadas son la tomografía por
emisión de positrones (PET) y la imagen por resonancia magnética (MRI). La PET consiste
en la detección de positrones emitidos por sustancias químicas radiactivas inyectadas en el
torrente sanguíneo, mientras que la MRI detecta las respuestas a un potente campo
magnético. Ambas técnicas pueden proporcionar imágenes precisas de las estructuras
cerebrales, pero la MRI es mejor para detectar cambios a lo largo de un periodo de
tiempo, como por ejemplo al medir el efecto de aplicar un estímulo de algún tipo.
Estos cuatro enfoques de la cognición han demostrado ser valiosos, especialmente
cuando ha sido posible combinar distintos enfoques del mismo proceso cognitivo. El resto
de este capítulo trata de estos enfoques de la psicología cognitiva, empezando por la
psicología cognitiva experimental (sección 1.2), siguiendo con la modelización informática
(sección 1.3) y, por último, con la neurociencia cognitiva y la neuropsicología (sección 1.4).
Los capítulos siguientes del libro continuarán aplicando los mismos enfoques básicos en
un estudio más detallado de cada una de las principales áreas de la cognición.

1.2 PSICOLOGÍA COGNITIVA EXPERIMENTAL


LOS PRIMEROS PSICÓLOGOS COGNITIVOS
El estudio científico de la psicología comenzó a finales del siglo XIX. Wilhelm Wundt
creó el primer laboratorio de psicología en Leipzig en 1879, donde llevó a cabo
investigaciones sobre la percepción, incluidos algunos de los primeros estudios sobre
ilusiones visuales. En 1885, Hermann Ebbinghaus publicó las primeras investigaciones
experimentales sobre la memoria, y muchos investigadores posteriores adoptaron sus
métodos en los años siguientes. Quizá el trabajo más duradero de este primer periodo fue
un libro notable escrito por William James en 1890, titulado Principios de Psicología. En él,
James propuso una serie de teorías que aún hoy gozan de gran aceptación, como la que
distingue entre la memoria a corto plazo y la memoria a largo plazo (por poner sólo un
ejemplo).

AUGE Y DECLIVE DEL CONDUCTISMO


La psicología cognitiva avanzó lentamente en los primeros años debido a la
creciente influencia del conductismo, un enfoque que limitaba a la psicología a la
investigación de la conducta externamente observable. La posición conductista fue
claramente expuesta por Watson (1913), quien sostenía que los psicólogos debían
considerar únicamente los sucesos que eran observables, como el estímulo presentado y
cualquier respuesta conductual consecuente a dicho estímulo. Watson sostenía que los
psicólogos no debían ocuparse de procesos como el pensamiento y otros procesos
mentales internos que no podían observarse de forma científica. Los conductistas
intentaban esencialmente establecer la psicología como una verdadera ciencia,
comparable en estatus a otras ciencias como la física o la química. Era un objetivo valioso,
pero como muchos otros objetivos valiosos, se llevó demasiado lejos. La negativa a
considerar los procesos mentales internos tuvo como consecuencia que la psicología
experimental se limitara al registro de respuestas observables, que a menudo eran de
naturaleza bastante trivial. De hecho, algunos conductistas estaban tan interesados en
eliminar los procesos mentales internos de sus estudios que preferían trabajar con ratas
antes que con seres humanos. Un ser humano aporta al laboratorio toda una vida de
experiencias personales que el experimentador no puede observar ni controlar, mientras
que una rata presenta menos variables desconocidas e incontrolables. Un buen ejemplo
del enfoque conductista es el trabajo clásico realizado sobre el aprendizaje por B.F. Skinner
(1938), que entrenó a ratas para que presionaran una palanca con el fin de obtener una
bolita de comida como recompensa (o "reforzamiento"). El trabajo de Skinner y otros
conductistas generó sin duda algunos hallazgos importantes, pero prescindieron por
completo de los procesos cognitivos subyacentes a las respuestas que estudiaban.

TEORÍAS GESTALT Y DE ESQUEMAS


A pesar de estas restricciones a la investigación psicológica dominante, algunos
psicólogos empezaron a darse cuenta de que sólo podría alcanzarse una comprensión
adecuada de la cognición humana investigando los procesos mentales que los conductistas
estaban tan decididos a eliminar de sus estudios. Entre los primeros de estos pioneros se
encontraban los psicólogos de la Gestalt en Alemania y el psicólogo británico Frederick
Bartlett. Sus trabajos retomaron el estudio de los procesos cognitivos y contribuyeron a
sentar las bases de la psicología cognitiva moderna. Es muy fácil demostrar la importancia
de los procesos mentales internos en la cognición humana. Por ejemplo, un vistazo a la
Figura 1.6 evocará la misma respuesta clara en casi cualquier observador.

Se trata de un rostro humano. Sin embargo, un análisis más objetivo de los componentes
de la figura revela que en realidad consiste en un semicírculo y dos líneas rectas. En
realidad, no hay ningún "rostro" como tal en la propia figura. Si ves una cara en esta simple
figura, eres tú, el observador, quien ha añadido la cara a partir de tu propio conocimiento
almacenado.
La idea de que aportamos algo a nuestra percepción a partir de nuestro propio
conocimiento y experiencia la propusieron varios teóricos, sobre todo el grupo de la
Gestalt (Gestalt significa "forma" en alemán). Sugirieron que añadimos algo a lo que
percibimos, de modo que la percepción de un objeto completo será algo más que la suma
de las partes que lo componen (Wertheimer, 1912; Kohler, 1925). Sostenían que la
percepción de una figura dependía de su "pragnanz" (es decir, de su contenido
significativo), lo que favorecía la selección de la mejor y más simple interpretación
disponible (Koffka, 1935). Estas teorías eran quizás bastante vagas, pero al menos
intentaban explicar la percepción de figuras complejas como los rostros. El enfoque
conductista, que se negaba a tomar en cuenta cualquier otra influencia que no fuera el
propio estímulo, no podía ofrecer ninguna explicación a estos fenómenos.
La teoría de los esquemas propuesta por Bartlett (1932) fue otro de los primeros
intentos de ofrecer una explicación plausible de la capacidad de una persona para dar
sentido a su información perceptiva. La teoría de los esquemas propone que toda
percepción nueva se analiza comparándola con elementos que ya están almacenados en
nuestra memoria, como formas y sonidos, que nos son familiares por experiencias
anteriores. Estos elementos se denominan "esquemas" e incluyen una gran variedad de
patrones y conceptos sensoriales.
La teoría de los esquemas tiene algunas implicaciones interesantes, porque sugiere
que nuestra percepción y memoria de una información entrante pueden a veces
modificarse y distorsionarse para ajustarse a nuestros esquemas existentes. Dado que
nuestros esquemas se adquieren en parte de nuestra experiencia personal, la percepción y
el recuerdo de un estímulo determinado serán únicos para cada persona. Por lo tanto,
cada persona percibirá el mismo estímulo de forma distinta, en función de su experiencia
personal. Ambos fenómenos quedaron demostrados en los experimentos de Bartlett (para
más detalles, véase el capítulo 6), por lo que se puede considerar que la teoría de los
esquemas tiene un valor explicativo considerable. El enfoque de los esquemas tiene
mucho en común con el viejo dicho de que "la belleza está en el ojo del que mira". Tal vez
podríamos adaptar ese dicho a los requisitos más generales de la teoría de los esquemas
sugiriendo que "la percepción está en el cerebro de quien la percibe".
Las teorías de los esquemas y de la Gestalt tuvieron una gran influencia en el
desarrollo de la psicología cognitiva, al poner de relieve el papel que desempeñan los
procesos mentales internos y el conocimiento almacenado, en lugar de considerar
únicamente el estímulo y la respuesta. Sin embargo, este punto de vista tardaría muchos
años en tomar el relevo del conductismo como enfoque dominante de la cognición.

PROCESAMIENTO DESCENDENTE (TOP DOWN) Y ASCENDENTE (BOTTOM UP)


Inspirándose en la teoría de los esquemas, Neisser (1967) identificó dos tipos
principales de procesamiento, conocidos como procesamiento descendente y ascendente.
El procesamiento descendente implica la generación de esquemas por parte de las
estructuras corticales superiores, y estos esquemas se envían al sistema nervioso para su
comparación con el estímulo entrante. El procesamiento descendente también se conoce
como procesamiento guiado por esquemas o por conceptos.
El procesamiento ascendente se inicia con la estimulación en el "extremo inferior"
del sistema nervioso (es decir, los órganos de los sentidos), que luego asciende hacia las
áreas corticales superiores. El procesamiento ascendente también se conoce como
procesamiento impulsado por el estímulo o por los datos, porque es el estímulo entrante
el que pone en marcha una forma apropiada de procesamiento. Una diferencia obvia
entre el procesamiento descendente y el ascendente es que la información fluye
en direcciones opuestas. Las teorías del procesamiento ascendente pueden ayudar a
explicar el hecho de que el procesamiento suele estar determinado por la naturaleza del
estímulo (Gibson, 1979). Sin embargo, las teorías ascendentes tienen dificultades para
explicar la percepción de estímulos complejos, que puede explicarse más fácilmente
mediante teorías descendentes. Aunque en el pasado han habido disputas sobre la
importancia relativa del procesamiento descendente y ascendente, Neisser (1967)
sostiene que ambos tipos de procesamiento probablemente desempeñan un papel en el
análisis de la información perceptiva y que, en la mayoría de los casos, el procesamiento
de la información implicará una combinación de ambos. Por lo tanto, podemos pensar en
el procesamiento de la entrada en términos de información de estímulo que asciende por
el sistema, donde se encuentra e interactúa con esquemas que descienden en la dirección
opuesta.
*El procesamiento ascendiente (bottom up) es cuando la información es
inicialmente captada y transmitida sensorialmente y después se incluye la cognición para
darle sentido. Si al estar leyendo este capítulo hay un ruido fuerte que proviene fuera de
nuestro campo visual (no sabemos qué es), esta información (volumen, tipo de ruido,
posible cercanía) es “llevada” a las áreas corticales del cerebro para analizar su fuente y
relevancia. En cambio, un proceso descendiente (top down) comienza con información
proveniente del esfuerzo cognitivo consciente y emplea a los sentidos para cumplir con el
objetivo. Si quedé de verme con un amigo en un café y recibo un mensaje que ya está ahí,
al entrar al lugar voy a hacer un escaneo visual buscando a mi amigo. Ya tengo en mente la
información deseada (actividad cortical), y uso los sentidos posteriormente. (*Ejemplo
agregado durante la traducción, no viene en el texto).

1.3 MODELOS INFORMÁTICOS DE TRATAMIENTO DE LA


INFORMACIÓN
ANALOGÍAS Y MODELIZACIÓN INFORMÁTICAS DE LAS FUNCIONES
CEREBRALES
En la década de 1950 se produjo un importante cambio hacia el enfoque cognitivo,
cuando la introducción de la computadora electrónica generó una nueva fuente de
inspiración para los psicólogos cognitivos. Los sistemas informáticos ofrecían algunas ideas
completamente nuevas sobre el procesamiento de la información, proporcionando una
útil analogía con los posibles mecanismos cerebrales. Además, los ordenadores podían
utilizarse como "banco de pruebas" para modelar las posibles funciones del cerebro
humano y probar la viabilidad de un determinado mecanismo de procesamiento. Al
separar las distintas fases de un proceso cognitivo, es posible elaborar un diagrama de
flujo secuencial que puede escribirse como programa informático y ponerse a prueba para
comprobar si puede procesar la información como lo haría el cerebro. Por supuesto, estos
experimentos no pueden demostrar que los programas y mecanismos que operan en el
ordenador sean los mismos que los del cerebro, pero al menos pueden establecer si un
sistema de procesamiento es factible. Entre los primeros en aplicar los ordenadores de
este modo se encuentran Newell et al. (1958), que desarrollaron programas informáticos
capaces de resolver problemas sencillos, sugiriendo una posible comparación con la
resolución de problemas y el pensamiento humanos. Más recientemente se han
desarrollado programas capaces de abordar problemas mucho más complejos, como jugar
una partida de ajedrez. También se han desarrollado programas informáticos capaces de
llevar a cabo procesos perceptivos, como el reconocimiento de estímulos complejos. Estos
programas suelen utilizar sistemas detectores de rasgos, que se explican en la siguiente
sección.

DETECTORES DE CARACTERÍSTICAS
Selfridge y Neisser (1960) idearon un sistema informático que podía identificar
formas y patrones mediante detectores de características, sintonizados para distinguir
ciertos componentes específicos del estímulo, como líneas verticales u horizontales. Esto
se consiguió conectando los sensores de luz de forma que todos los que se encontraban
en una línea recta con un ángulo determinado convergieran en el mismo detector de
características, como se ilustra en la figura 1.9. Este sistema de cableado convergente
garantizará que el detector de características se active automáticamente cada vez que se
encuentre una línea en ese ángulo concreto. Los detectores de rasgos simples de este tipo
podrían combinarse posteriormente en el sistema para activar detectores de rasgos
complejos, capaces de detectar formas y patrones más complicados formados a partir de
estos componentes simples, como se muestra en la figura 1.10.
Una jerarquía de detectores de rasgos, que continúa a través de muchos niveles de
complejidad creciente, es capaz de identificar formas muy complejas, como los rostros.
Selfridge y Neisser (1960) demostraron que este sistema de detectores de rasgos simples y
complejos podía funcionar con gran eficacia en un ordenador, lo que sugiere que
constituye un mecanismo viable para la identificación de formas y patrones. Esto planteó
la posibilidad de que la percepción humana pudiera implicar sistemas similares de
detección de rasgos, y de hecho se han encontrado detectores de rasgos de este tipo en el
cerebro. Hubel y Weisel (1959) descubrieron células detectoras de rasgos simples al
realizar registros con microelectrodos en el cerebro de un gato, y más recientemente
Haynes y Rees (2005) han utilizado técnicas de imagen funcional para identificar células
detectoras de rasgos similares en el cerebro humano. El descubrimiento de los detectores
de rasgos puede considerarse un ejemplo de combinación de distintos enfoques de la
cognición, con aportaciones tanto de la neurociencia como del modelamiento informático.
El concepto también ha tenido una gran influencia en la psicología cognitiva, ya que se
cree que los detectores de rasgos funcionan como "mini esquemas" que detectan formas y
patrones específicos. Este enfoque abrió el camino hacia teorías más avanzadas de la
percepción y el reconocimiento de patrones basadas en modelos informáticos, como las
de Marr (1982) y McClelland y Rumelhart (1986). En el capítulo 2 se describen con más
detalle las teorías de detección de rasgos.

EL MODELO DE PROCESADOR DE CAPACIDAD LIMITADA


Broadbent (1958) realizó experimentos sobre la atención dividida, que
demostraron que las personas tienen dificultades para atender a dos procesos distintos al
mismo tiempo. Broadbent explicó sus hallazgos en términos de una secuencia de etapas
de procesamiento que podían representarse como una serie de etapas en un diagrama de
flujo. Se identificaron ciertas etapas cruciales que actuaban como "cuellos de botella" del
flujo de información, debido a su limitada capacidad de procesamiento.
Se trataba de un enfoque del procesamiento de la información inspirado en las
telecomunicaciones y la informática. Existe un claro paralelo entre el cerebro humano
enfrentando una gran cantidad de información entrante y una central telefónica que
recibe un gran número de llamadas, o un ordenador cuya entrada ha superado su
capacidad de procesamiento. En cada caso, muchas entradas compiten entre sí por unos
recursos de procesamiento limitados, y hay que priorizarlas y procesarlas selectivamente si
se quiere evitar una sobrecarga de información. Broadbent denominó a este proceso
"atención selectiva", y su modelo teórico del "procesador de capacidad limitada" aportó a
la psicología cognitiva un nuevo e importante concepto. Este trabajo sobre la atención
selectiva se estudiará con más detalle en el capítulo 3. Pero, por el momento, estos
planteamientos son interesantes sobre todo por su papel en el desarrollo temprano de la
psicología cognitiva.
1.4 NEUROCIENCIA COGNITIVA Y NEUROPSICOLOGÍA
ESTRUCTURA Y FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO
La neurociencia cognitiva se ocupa de la relación entre la función cerebral y la cognición, y
normalmente utiliza técnicas de imagen cerebral. La neuropsicología cognitiva también se
ocupa de los mecanismos cerebrales subyacentes a la cognición, mediante el estudio de
individuos que han sufrido daños cerebrales. Ambos enfoques se aceptan actualmente
como componentes importantes de la psicología cognitiva. Este no es un libro de texto de
neurología, por lo que no sería apropiado tratar aquí en detalle la anatomía y función del
cerebro. Sin embargo, a lo largo de este libro se harán referencias a diversas regiones del
cerebro, por lo que sería útil considerar un mapa de trabajo básico del cerebro. La figura
1.12 muestra una vista lateral del cerebro humano en la que se aprecia la posición de sus
principales estructuras.

La capa externa del cerebro se denomina corteza cerebral y es responsable de la


mayoría de los procesos cognitivos superiores. Los distintos lóbulos de la corteza están
interconectados, de modo que un único proceso cognitivo puede implicar a muchas áreas
corticales diferentes. Sin embargo, el cerebro es hasta cierto punto "modular", en el
sentido de que determinadas áreas cerebrales desempeñan funciones específicas. Esto lo
sabemos en gran parte por el estudio de las lesiones cerebrales, ya que el daño a una
determinada parte del cerebro puede causar a menudo deficiencias bastante específicas.
En los últimos años, la introducción de equipos de escaneo cerebral ha proporcionado una
fuente adicional de conocimientos para complementar los hallazgos de los estudios de
lesiones cerebrales.
Se ha establecido que los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro tienen
especializaciones particulares. En las personas diestras, el hemisferio izquierdo suele ser
dominante (los nervios del cerebro se cruzan para controlar el lado opuesto del cuerpo), y
el hemisferio izquierdo también suele estar especialmente implicado en el lenguaje y el
habla. El hemisferio derecho parece ocuparse más del procesamiento de información no
verbal, como la percepción de patrones o rostros. Estas funciones pueden invertirse en las
personas zurdas, aunque la mayoría tienen el hemisferio izquierdo especializado en el
lenguaje. Por lo tanto, parece que se trata de un cerebro de dos mitades. Pero además de
estas especializaciones de los hemisferios derecho e izquierdo, se ha argumentado que las
mitades anterior (frente) y posterior (atrás) del cerebro también tienen funciones
ampliamente diferentes.
Luria (1973) señala que la mitad anterior del cerebro (la zona correspondiente a los
lóbulos frontales) se ocupa principalmente de producción, como por ejemplo el control de
los movimientos y el habla. Por el contrario, la mitad posterior del cerebro (los lóbulos
parietal, temporal y occipital) tiende a ocuparse más del procesamiento de la información
entrante, como por ejemplo en el análisis de la percepción visual y auditiva. Los lóbulos
frontales incluyen la región motora del córtex, que controla el movimiento. Los daños en
esta zona pueden causar problemas en el control del movimiento o incluso parálisis.
También en los lóbulos frontales se encuentra el área de Broca, que controla la
producción del habla y normalmente está en el hemisferio izquierdo del cerebro. Fue
Broca (1861a) quien observó por primera vez que los daños en esta región provocaban
una alteración de la producción del habla. Otras partes de los lóbulos frontales están
implicadas en el sistema ejecutivo central que controla los procesos mentales conscientes,
como la toma de decisiones. Estudios recientes de neuroimagen han demostrado que la
activación del córtex prefrontal (la región más frontal de los lóbulos frontales) está
asociada al razonamiento inteligente (Jung y Haier, 2007), y la activación prefrontal
también está relacionada con la recuperación selectiva de elementos de la memoria (Kuhl
et al., 2008). Los lóbulos occipitales, situados en la parte posterior del cerebro, se ocupan
principalmente del procesamiento de la información visual, y los daños en los lóbulos
occipitales pueden afectar a la percepción visual (Weiskrantz et al., 1974; Gazzaniga et al.,
2009). Los lóbulos parietales también se ocupan en gran medida de la percepción.
Contienen el córtex sensorial somático, que recibe información táctil de la piel, así como
de los músculos y los órganos internos. Esta región también es importante en la
percepción del dolor, y otras partes de los lóbulos parietales pueden estar implicadas en
algunos aspectos de la memoria a corto plazo. Estudios recientes con escáneres cerebrales
sugieren que los lóbulos parietales se activan durante la recuperación de asociaciones
contextuales de recuerdos recuperados (Simons et al., 2008). Los lóbulos temporales se
denominan así porque se encuentran debajo de las sienes y se sabe que están
especialmente relacionados con la memoria. Las lesiones de los lóbulos temporales suelen
asociarse a amnesia grave. Por ejemplo, Milner (1966) informó de que un paciente
llamado HM, cuyos lóbulos temporales habían sido extensamente dañados por cirugía, era
incapaz de registrar ningún recuerdo nuevo. Aggleton (2008) concluye que en la
actualidad existen numerosas pruebas que relacionan los lóbulos temporales con la
codificación y recuperación de recuerdos de acontecimientos pasados. Los lóbulos
temporales también incluyen el área auditiva principal del córtex y un centro del lenguaje
conocido como área de Wernicke (de nuevo, normalmente en el hemisferio izquierdo),
que está especialmente relacionado con la memoria del lenguaje y la comprensión del
habla (Wernicke, 1874).
A lo largo de los años, los estudios sobre lesiones no sólo han determinado qué
áreas del cerebro desempeñan funciones cognitivas concretas, sino que también han
arrojado algo de luz sobre la naturaleza de esas funciones. Por ejemplo, como ya se ha
explicado, Milner (1966) informó de que el paciente amnésico del lóbulo temporal HM era
incapaz de recordar información durante más de unos segundos. Sin embargo, su
capacidad para retener información durante unos segundos resultó ser completamente
normal. De estas observaciones se dedujo que la lesión de HM había causado un grave
deterioro de su capacidad para almacenar elementos en su memoria a largo plazo (MLP),
pero no había causado ningún deterioro aparente de su memoria a corto plazo (MCP).
Este hallazgo sugiere un grado de independencia (es decir, una "disociación") entre la MCP
y la MLP. Una observación interesante fue realizada en un estudio posterior por
Warrington y Shallice (1969), cuyo paciente KF sufrió un deterioro de la MCP pero con una
MLP intacta. Esto es una inversión exacta del patrón de deterioro encontrado en HM. Por
lo tanto, se ha demostrado que la MCP o la MLP pueden estar dañadas por separado
mientras que la otra permanece intacta. Esto se conoce como doble disociación, y
proporciona una evidencia particularmente convincente para la visión de que la MCP y la
MLP implican mecanismos separados de procesamiento y almacenamiento. Más adelante
en este libro habrá muchas referencias a disociaciones de varios tipos, pero cuando se
puede demostrar una doble disociación se considera un argumento especialmente
convincente para la independencia de dos funciones. El estudio del cerebro y la cognición
obviamente se sobreponen, y en los últimos años los psicólogos cognitivos y los
neuropsicólogos han podido aprender mucho unos de otros. En este libro se ha intentado
deliberadamente acercar la psicología cognitiva “normal” y la neuropsicología cognitiva,
para aprovechar al máximo esta relación.

ALMACENAMIENTO DE INFORMACIÓN EN EL CEREBRO


Para funcionar como un sistema de procesamiento de la información, el cerebro
debe tener algún modo de representar la información, tanto para procesarla como para
almacenarla. La información debe codificarse en alguna forma representativa o simbólica,
que puede no tener ningún parecido directo con el material codificado. Pensemos, por
ejemplo, en la música codificada y almacenada como información digital en un chip de
silicio, como puntos legibles por láser en un CD, como campos electromagnéticos en una
cinta, como surcos en un disco de vinilo (¿se acuerdan de ellos?) o incluso como notas
escritas en un trozo de papel. No importa qué forma de almacenamiento se utilice,
siempre que se disponga del equipo necesario para codificar y descodificar la información.
Han habido muchas teorías sobre la forma en que la información podría representarse y
almacenarse en el cerebro, incluidas las primeras sugerencias de que la información
podría almacenarse en forma magnética (Lashley, 1950) o en forma química (Hyden,
1967). Sin embargo, ninguna de estas teorías era muy plausible porque tales mecanismos
serían incapaces de ofrecer la capacidad de almacenamiento, la accesibilidad o la
durabilidad en el tiempo necesarias. La explicación más plausible disponible en la
actualidad sobre la base neural del almacenamiento de información es la propuesta por
Donald Hebb (1949) de que los recuerdos se almacenan creando nuevas conexiones entre
neuronas (véase la Figura 1.13).
Todo el sistema nervioso, incluido el cerebro, está compuesto por millones de
neuronas, que pueden activarse unas a otras mediante la transmisión de sustancias
químicas llamadas neurotransmisores a través del espacio que las separa, lo que se
conoce como sinapsis. Todas las formas de actividad neuronal, incluida la percepción, el
habla o incluso el pensamiento, funcionan transmitiendo una señal a lo largo de una serie
de neuronas de esta manera. Estos procesos cognitivos dependen, por tanto, de la
capacidad de una neurona para activar a otra. La teoría de Hebb postulaba que si dos
neuronas adyacentes (es decir, células nerviosas) se disparan simultáneamente, la
conexión entre ellas se reforzará. Así, una sinapsis que se ha cruzado con frecuencia en el
pasado será cruzada más fácilmente por señales futuras. Es como si se abriera un camino
a través del sistema nervioso, igual que si se abriera un camino a través de un campo de
maíz caminando repetidamente por él. En ambos casos, se deja un camino que puede
seguirse más fácilmente en el futuro. Hebb sugirió que este mecanismo de fortalecimiento
sináptico permitiría construir una red de neuronas interconectadas, que podrían
representar un patrón particular de entrada. Hebb denominó a esto un ensamblaje
celular.
Hebb argumentaba que un conjunto celular como éste podría llegar a representar
un estímulo concreto, como un objeto o una cara. Si el estímulo había hecho que este
grupo concreto de neuronas se disparara simultáneamente, las neuronas se conectarían
entre sí cada vez con más fuerza con la exposición repetida al estímulo. Con el tiempo, el
conjunto de células se convertiría en una estructura permanente, de hecho, en una
memoria que podría ser activada por cualquier estímulo similar en el futuro. La teoría de
Hebb tiene un valor explicativo considerable. En primer lugar, puede explicar cómo los
pensamientos y los recuerdos pueden llegar a asociarse en la memoria. Si dos conjuntos
celulares se activan simultáneamente, es probable que algunas de las neuronas de un
conjunto se conecten con neuronas del otro conjunto, de modo que en el futuro la
activación de cualquiera de los conjuntos celulares active al otro. La teoría de Hebb
también puede explicar la diferencia entre la memoria a corto plazo y a largo plazo. Hebb
especuló con la posibilidad de que la activación temporal de un conjunto celular por un
disparo neuronal activo fuera el mecanismo subyacente a la memoria a corto plazo, que
se sabe que es frágil y efímera. Sin embargo, tras disparos repetidos, las conexiones
sinápticas entre las neuronas de un conjunto celular sufren cambios permanentes, que
son la base del almacenamiento de la memoria a largo plazo.
Cuando Donald Hebb propuso por primera vez la teoría del ensamblaje celular en
1949, aún era en gran medida especulativa. Sin embargo, desde entonces se han reunido
muchas pruebas que confirman que la sinapsis cambia como resultado de los frecuentes
disparos de la neurona. Quizá la prueba más convincente sea el descubrimiento de que,
cuando se aplica estimulación eléctrica a tejido vivo tomado del cerebro de una rata, las
neuronas cambian realmente de forma duradera, y su umbral de disparo se vuelve mucho
más bajo para que puedan ser activadas más fácilmente por estímulos posteriores (Bliss y
Lomo, 1973). Este fenómeno se conoce como potenciación a largo plazo (LTP). También se
ha descubierto que las ratas criadas en un entorno estimulante y enriquecido, con
abundantes estímulos sensoriales, desarrollan más conexiones sinápticas en sus cerebros
que las ratas criadas en un entorno empobrecido en el que hay pocos estímulos
(Greenough, 1987). Investigaciones más recientes han demostrado que el
almacenamiento a corto plazo implica el fortalecimiento de las conexiones sinápticas
preexistentes, mientras que el almacenamiento a largo plazo implica el crecimiento de
nuevas conexiones sinápticas entre las neuronas (Bailey y Kandel, 2004). Las técnicas de
imagen cerebral, como la tomografía por emisión de positrones, también han confirmado
que el almacenamiento y la recuperación de la memoria coinciden con la activación de
redes neuronales a gran escala repartidas por todo el cerebro (Habib et al., 2003). Ahora
hay muchas pruebas que confirman que el almacenamiento de la memoria depende del
crecimiento y la plasticidad de las conexiones neuronales (De Zeeuw, 2007), y revisiones
recientes concluyen que la modificación de la fuerza sináptica dependiente de la actividad
se ha establecido como el mecanismo probable de almacenamiento de la memoria en el
cerebro (Bailey y Kandel, 2004; Hart y Kraut, 2007). Se ha tardado más de medio siglo en
reunir las pruebas, pero empieza a parecer que Donald Hebb tenía razón.

1.5 PROCESAMIENTO AUTOMÁTICO


PROCESAMIENTO AUTOMÁTICO FRENTE A PROCESAMIENTO CONTROLADO
Algunas de las actividades del cerebro están bajo nuestro control consciente, pero
muchas tienen lugar de forma automática y sin que nos demos cuenta o intervengamos
conscientemente. Schneider y Shiffrin (1977) distinguieron entre procesos cognitivos
controlados, que se llevan a cabo de forma consciente e intencionada, y procesos
cognitivos automáticos, que no están bajo control consciente. Estos autores sugirieron
que, dado que los procesos controlados requieren atención consciente, están sujetos a
limitaciones en la capacidad de procesamiento, mientras que los procesos automáticos no
requieren atención y no están sujetos a tales límites de procesamiento. Por lo tanto, el
procesamiento automático tendrá lugar mucho más rápidamente que el controlado y no
se verá afectado por la distracción de una segunda tarea que ocupe la atención. Otra
característica del procesamiento automático es que no es un proceso voluntario, y tendrá
lugar independientemente de los deseos e intenciones del individuo. Para una
demostración sencilla del procesamiento automático en una tarea cognitiva, intente mirar
las palabras de la Figura 1.15, teniendo cuidado de no leerlas.
NO LEA ESTE MENSAJE
Le resultará imposible obedecer la instrucción de no leer el mensaje de la figura
1.15, porque la lectura es un proceso en gran medida automático (al menos para los
lectores experimentados), de modo que si presta atención al mensaje no podrá evitar
leerlo.
Schneider y Shiffrin sugirieron que los procesos cognitivos se vuelven automáticos
como resultado de la práctica frecuente, como por ejemplo las habilidades implicadas en
la conducción de un coche, tocar el piano o leer palabras de una página. Sin embargo,
tenemos la capacidad de anular estas secuencias automáticas cuando lo necesitamos, por
ejemplo, cuando nos encontramos con una situación de tráfico inusual mientras
conducimos. El procesamiento automático de las palabras fue demostrado por primera
vez por Stroop (1935), que presentó a sus sujetos palabras en color (rojo, azul, verde, etc.)
impresas con tintas de distintos colores (véase el capítulo 3, figura 3.3). Los sujetos debían
nombrar los colores de la tinta lo más rápidamente posible, pero no tenían que leer las
palabras. Stroop descubrió que los sujetos podían nombrar el color de la tinta mucho más
rápidamente si coincidía con la palabra (por ejemplo, la palabra "rojo" impresa en tinta
roja) que si no coincidía (por ejemplo, la palabra "rojo" impresa en tinta azul). Dado que
las palabras tenían un marcado efecto de interferencia en la tarea de nombrar colores a
pesar de que no se pedía a los sujetos que las leyeran, se asumió que debían haber sido
leídas automáticamente.
La distinción entre procesamiento controlado y automático ha sido útil en muchas
áreas de la psicología cognitiva. Un ejemplo es la familiaridad con las caras. Cuando uno se
encuentra con alguien a quien ya ha visto antes, reconoce instantánea y automáticamente
su cara como familiar, pero recordar dónde y cuándo lo ha visto antes requiere un
esfuerzo consciente (Mandler, 1980). El procesamiento automático también se ha
utilizado para explicar los "lapsus de acción" cotidianos, que son básicamente ejemplos de
despistes. Por ejemplo, el autor descubrió hace poco durante un viaje en coche que, en
lugar de conducir hasta su casa actual, como tenía previsto, había conducido hasta su
dirección anterior por la fuerza de la costumbre. Esto fue bastante inquietante para el
autor, pero probablemente lo fue aún más para el propietario de la casa. Otro desliz del
autor consistió en añadir distraídamente café instantáneo a una taza que ya contenía una
bolsita de té, creando así una bebida híbrida bastante desagradable. Los lapsus de acción
de este tipo han sido ampliamente documentados y, en la mayoría de los casos, pueden
explicarse por la activación o perseveración de procesos automáticos que no son
apropiados (Reason, 1979). Norman y Shallice (1986) sugieren que los procesos
automáticos pueden proporcionar un control adecuado de nuestras funciones neuronales
en la mayoría de las situaciones rutinarias sin necesidad de agotar nuestra atención, pero
deben ser anulados por el sistema de atención supervisora consciente cuando las tareas
más complejas o novedosas requieren la flexibilidad del control consciente. Crick y Koch
(1990) sostienen que la flexibilidad del sistema de control consciente se debe en gran
medida a su capacidad para unir muchas actividades mentales diferentes, como
pensamientos y percepciones. Baddeley (1997) sugiere que este control consciente puede
residir en el componente ejecutivo central de la memoria de trabajo (véase el capítulo 5),
que se asocia en gran medida con la función del lóbulo frontal.
Johnson-Laird (1983) compara el control consciente con el sistema operativo que
controla un ordenador, y sugiere que la conciencia es esencialmente un sistema que
controla un gran número de procesadores paralelos organizados jerárquicamente. En
ocasiones, estos procesadores pueden llegar a un estado de bloqueo, bien porque las
instrucciones que generan entran en conflicto entre sí, bien porque dependen
mutuamente de las salidas de unos y otros. Estas "configuraciones patológicas" deben ser
anuladas por algún tipo de sistema de control, y éste puede ser el papel de la conciencia.
Estas teorías añaden una perspectiva interesante a nuestra visión del
procesamiento automático. Es evidente que los procesos automáticos son muy valiosos
para nosotros, ya que nos permiten realizar tareas rutinarias con rapidez y sin agotar
nuestra limitada capacidad de atención. Sin embargo, los procesos automáticos carecen
de flexibilidad y, cuando no proporcionan un comportamiento adecuado, deben ser
anulados por un procesamiento controlado conscientemente. Existen pruebas de que este
sistema de anulación puede estar localizado en los lóbulos frontales del cerebro, ya que
los pacientes con lesiones frontales suelen mostrar perseveración en el comportamiento
automático y falta de flexibilidad en la respuesta (Shallice y Burgess, 1991a; Parkin, 1997).
Las funciones de los lóbulos frontales se examinarán con más detalle en los capítulos 8 y 9.

PERCEPCIÓN CONSCIENTE
Todos somos conscientes, pero no sabemos realmente qué es. Yo estoy bastante
seguro de que soy consciente porque experimento las cosas conscientemente, y
probablemente usted piense lo mismo. Todos entendemos el término conciencia como
una experiencia subjetiva, pero nadie ha sido capaz de explicar qué es realmente la
conciencia consciente ni cómo puede surgir de la actividad neuronal. De hecho, la propia
suposición de que la consciencia debe surgir de algún modo de la mera activación de los
circuitos neuronales parece sorprendente en sí misma. Crick (1994) la llama "la hipótesis
sorprendente", pero sigue siendo la única hipótesis plausible.
La conciencia sigue siendo la última frontera inexplorada de la psicología y,
posiblemente, uno de los mayores misterios de la vida misma. Pero aunque no
entendemos qué es la conciencia, estamos empezando a aprender un poco sobre lo que
hace la conciencia y el papel que desempeña en los procesos cognitivos. Como se explica
en la sección anterior, los psicólogos han ideado recientemente métodos para distinguir
entre los procesos que se controlan conscientemente y los que son inconscientes y
automáticos. Por ejemplo, juzgar si la cara de una persona nos resulta familiar parece
ocurrir de forma automática e inconsciente, pero si necesitamos recordar ocasiones reales
en las que nos hemos encontrado previamente con esa persona, entonces se requiere un
proceso de recuerdo consciente (Mandler, 1980). Esta distinción se estudiará con más
detalle en el capítulo 6. El estudio de pacientes con determinados tipos de lesiones
cerebrales ha proporcionado información especialmente valiosa sobre la naturaleza de los
procesos cognitivos conscientes e inconscientes. Por ejemplo, los pacientes amnésicos a
menudo revelan evidencias de aprendizajes previos de los que no tienen ningún recuerdo
consciente. Mandler (1989) ha argumentado que, por lo general, no es el rastro de
memoria lo que se pierde, sino la capacidad del paciente para traerlo a la conciencia. Se
ha observado un fenómeno similar en algunos pacientes con agnosia visual (alteración de
la percepción), que pueden detectar estímulos visuales a un nivel inconsciente pero no
tienen conciencia de verlos (Weiskrantz, 1986; Persaud et al., 2007). Este fenómeno se
conoce como vista ciega y se examinará con más detalle en el capítulo 4. El autismo es
otro trastorno que ha arrojado luz sobre la naturaleza de la conciencia, porque los
individuos autistas parecen carecer de algunas de las características del procesamiento
consciente. Su comportamiento tiende a ser muy inflexible y repetitivo, y suelen carecer
de la capacidad de elaborar planes o generar nuevas ideas de forma espontánea. Los
individuos autistas también tienden a carecer de la capacidad de desarrollar una relación
“socialmente normal” con otras personas, y a menudo tienden a ignorar a los demás como
si fueran meros objetos. La observación de estos síntomas llevaron a Baron Cohen (1992)
a sugerir que los autistas pueden carecer de una "teoría de la mente", lo que significa que
son incapaces de comprender la existencia de procesos mentales en los demás. Esto
puede proporcionar una pista sobre algunos de los posibles beneficios de tener
conciencia. La conciencia de los pensamientos y sentimientos de los demás parece ser
crucial para comprender su comportamiento, y es un requisito esencial para la interacción
social.
Otra visión de la función de la conciencia ha sido propuesta recientemente por
Seligman et al. (2013), que señalan que la conciencia nos permite utilizar información del
pasado y del presente para hacer planes sobre posibles acontecimientos en el futuro. Un
hallazgo interesante de un estudio de EEG (Libet, 1985) es que cuando tomamos una
decisión consciente de actuar de alguna manera, el conocimiento consciente de la
decisión parece seguir a la decisión real, en lugar de precederla. Investigaciones recientes
con fMRI han corroborado este hallazgo (Soon et al., 2008). A la vista de estos resultados,
Wegner (2003) ha sugerido que las decisiones pueden tomarse en realidad a un nivel
inconsciente, y que el conocimiento consciente de la decisión sólo se produce más tarde,
cuando observamos su resultado. Se trata de un punto de vista interesante, ya que
invierte la suposición habitual de que las decisiones surgen de un proceso consciente. De
hecho, cuestiona la existencia misma del libre albedrío, sugiriendo que la impresión que
tenemos de tomar decisiones conscientes puede ser ilusoria. Recientemente se han
utilizado estudios de neuroimagen para comparar los patrones de activación cerebral
durante los tipos de percepción consciente e inconsciente, lo que demuestra que la
percepción consciente parece utilizar más el córtex parietal superior y el córtex prefrontal
dorso-lateral (Rees, 2007). Sin embargo, hay indicios que sugieren que la percepción
consciente puede no estar localizada en una zona específica del cerebro. Dehaene y
Naccache (2001) sostienen que la conciencia plena sólo se alcanza cuando se activan
simultáneamente varias áreas cerebrales diferentes, y posiblemente sea el resultado de la
integración de estas entradas separadas. También se ha señalado que las áreas cerebrales
activadas durante la actividad consciente no indican necesariamente la ubicación de la
conciencia consciente en el cerebro, ya que pueden reflejar simplemente un proceso
subsidiario o un requisito previo de la actividad consciente (De Graaf et al., 2012).
Los estudios mencionados parecen arrojar algo de luz sobre la naturaleza de la
consciencia, pero esto también puede ser ilusorio. Puede que nos digan algo sobre qué
procesos implican conciencia o qué partes del cerebro están implicadas, pero no estamos
más cerca de saber qué es realmente la conciencia o cómo surge. Como dice el filósofo
David Chalmers (1995), estamos abordando "las preguntas fáciles" sobre la consciencia,
pero no avanzamos en absoluto en "la pregunta difícil", que es la de cómo surge
realmente la consciencia a partir de la actividad neuronal. McGinn (1999) sugiere que los
seres humanos nunca llegarán a comprender del todo la naturaleza de la consciencia,
porque puede estar más allá de la capacidad del cerebro humano para hacerlo. Blackmore
(2003) tiene una visión algo más optimista. Cree que algún día será posible comprender la
conciencia, pero sólo si podemos encontrar una forma totalmente diferente de pensar
sobre la conciencia, ya que aparentemente hay algo fundamentalmente erróneo en
nuestro enfoque actual. Por el momento me inclino por los pesimistas y los aguafiestas,
aunque sólo sea porque los mejores cerebros del universo conocido llevan muchos siglos
trabajando en el problema de la conciencia sin hacer grandes progresos. Espero que algún
día alguien me demuestre lo contrario.

RESUMEN
• La psicología cognitiva es el estudio de cómo procesa la información el cerebro. Incluye el
estudio de la percepción, el aprendizaje, la memoria, el pensamiento y el lenguaje.
• Históricamente ha habido cuatro líneas principales de investigación que han contribuido a
nuestra comprensión actual de la psicología cognitiva. Se trata de la psicología cognitiva
experimental, la neurociencia cognitiva, la neuropsicología cognitiva y la modelización informática
de los procesos cognitivos.
• La psicología cognitiva experimental ha aportado teorías para explicar cómo interpreta el
cerebro la información entrante, como la teoría de los esquemas, que postula que la experiencia
pasada se utiliza para analizar la nueva información perceptiva.
• La modelización informática ha proporcionado modelos de la cognición humana basados en los
principios del procesamiento de la información y ha introducido nuevos conceptos importantes,
como los sistemas detectores de rasgos y los procesadores de capacidad de canal limitada.
• La neuropsicología cognitiva aporta conocimientos sobre la función cerebral, basados en el
estudio de personas que han sufrido deterioro cognitivo como consecuencia de lesiones
cerebrales.
• La neurociencia cognitiva utiliza técnicas de imagen cerebral para investigar la relación entre la
función cerebral y la cognición.
• La ciencia de la psicología cognitiva ha generado nuevos conceptos y teorías, como la distinción
entre procesamiento descendente y ascendente, y la distinción entre procesamiento automático y
controlado.
• El estudio de la conciencia ha arrojado algunos resultados interesantes, pero en la actualidad no
sabemos qué es la conciencia ni cómo surge de la actividad neuronal.

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