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La revolución demográfica
En la segunda mitad del siglo XVIII comenzó en Gran Bretaña a producirse la primera fase de la transición del régimen
demográfico antiguo al moderno, concepto más adecuado que el de revolución demográfico, y caracterizada por un incremento
ininterrumpido del crecimiento natural de la población, basado en el mantenimiento de una alta tasa de natalidad pero, sobre
todo, por una bajada clara de la tasa de mortalidad, factor diferencial claro en relación con el régimen demográfico antiguo de
altas tasas de mortalidad y periódicas mortalidades catastróficas asociadas a las crisis de subsistencia. De los 5’8 millones de
personas que tenía la población de Inglaterra y Gales en 1700, se pasó a 9 millones en 1801, aproximadamente.
Las causas de este crecimiento demográfico tuvieron que ver con un claro aumento de la producción agrícola, por lo que la
alimentación mejoró en cantidad, calidad y también en variedad. Por otro lado, el siglo XVIII, gracias a los avances científicos,
vivió los inicios de profundos cambios en la medicina, tanto en lo relacionado con la profilaxis como con el combate de las
enfermedades. En este sentido hay que citar la importancia de la vacuna contra la viruela. También, el siglo XVIII vivió los
primeros cambios en materia de higiene general y personal. Estos avances higiénico-sanitarios incidieron especialmente en la
bajada de la mortalidad y, especialmente de la infantil, muy alta en el régimen demográfico antiguo. También las epidemias
devastadoras del pasado, especialmente de la peste, desaparecieron o se mitigaron en gran medida.
Sector financiero.
Por otro lado, ese crecimiento, tanto del comercio como de las empresas y sus conocimientos, dio paso a nuevas necesidades
financieras. Con el avance de la industrialización cada vez fue necesaria la aportación de cantidades de capital más alto, en
especial a largo plazo. 25 Los primeros cambios surgieron de la mano del Estado. Así, aparecieron los primeros bancos
centrales10 (reguladores de la política bancaria) como recurso para cubrir las necesidades financieras del Estado inglés. Esa
necesidad de capital, tanto por parte del Estado como por parte de las empresas, hizo necesaria la creación de la bolsa,
creándose un mercado para la oferta y demanda de acciones u obligaciones de empresas, para los títulos de deuda pública. La
mayoría de los nuevos sectores, como el ferrocarril o la navegación a vapor, usaron esta financiación para el inicio de su
actividad. Sin embargo, no era suficiente para cubrir los cada vez mayores costes que suponían estos sectores. El aumento en
la compra de materias primas, salarios o inversión en innovaciones hacían necesaria otra fuente de financiación. Se recurrió a
las letras de cambio como mecanismo que facilitaba el acceso a dinero a corto plazo. En definitiva, y a pesar de la crisis
bancaria sufrida por la economía inglesa en ese mismo siglo, se puede afirmar que los avances financieros fueron más que
suficientes para sostener el avance industrial de Inglaterra.
La teoría económica
Durante la Revolución Industrial surgió el liberalismo económico, planteado por Adam Smith en su obra La riqueza de las
naciones (1776), en la que afirma que el Estado no debe intervenir en la economía y que los mercados deben ser
autorregulados por la ley de la oferta y la demanda.
Dicha postura económica favorecía a los industriales ingleses en su afán de ampliar el mercado y desarticular las leyes que
favorecían a los gremios de artesanos.
Pero el verdadero protagonista en esta revolución de las máquinas es la utilización de la máquina de vapor de James
Watt. Consiste en una gran caldera de agua que calentada a altas temperaturas mediante carbón genera un vapor de agua
sometido a fuertes presiones que produce movimiento (un ejemplo parecido de la potencia del vapor lo tenemos en el vapor
producido por una olla exprés) este va a ser el motor que mueva las nuevas máquinas. La máquina de vapor se aplicará
además de a las máquinas a la navegación, así Robert Fulton inventa la navegación a vapor, los barcos ya no dependerán del
viento para su desplazamiento. Robert Stephenson aplica la máquina de vapor a una vagoneta montada sobre unos raíles de
hierro que tradicionalmente se habían usado para sacar el carbón de las minas, surge así el ferrocarril que revolucionará el
panorama industrial inglés. El tren será básico para el transporte de productos debido a su gran capacidad de carga, las vías
de hierro son duraderas y además pondrá rápidamente en contacto regiones alejadas, con este invento cambian la industria y
el comercio de los países. En Inglaterra se inicia la construcción de vías férreas y se llegará a construir una tupida red de
ferrocarriles. El resto de la Europa Occidental irá con un cierto retraso, y en España el retraso será mucho mayor y la densidad
del trazado mucho menor.
FUE EL ATRACTIVO DE GANAR MÁS DINERO LO QUE IMPULSÓ EL PASO DEL TRABAJO MANUAL AL MECANIZADO.
La producción se aceleró enormemente en 1733, cuando John Kay inventó la lanzadera volante, utilizada para tirar del hilo
horizontalmente (trama) a través de hilos longitudinales (urdimbre) en un telar. La lanzadera, golpeada con un martillo sobre el
material trabajado, también permitía fabricar tejidos más anchos. El problema ahora era cómo hilar más hilo para seguir el ritmo
de la etapa de tejido más rápida. La rueca tradicional era una máquina eficaz, pero solo podía hilar un hilo a la vez. En
consecuencia, los inventores intentaron crear máquinas que pudieran hilar varios hilos simultáneamente. De este modo, un
solo operario podría hacer el trabajo de varias personas. Además, si se colocaban muchas máquinas en un mismo lugar (una
fábrica o un molino), los costos de producción podrían reducirse aún más. Como en muchos otros ámbitos de la Revolución
Industrial, fue el atractivo de ganar más dinero lo que impulsó el paso del trabajo manual al mecanizado.
Fueron muchos los inventores y las máquinas que impulsaron la industria textil durante la Revolución Industrial, pero entre los
más importantes figuran:
La hiladora Jenny de James Hargreaves (1764)
La hiladora hidráulica de Richard Arkwright (1769)
La mula de hilar de Samuel Crompton (1779)
El telar mecánico de Edmund Cartwright (1785)
La desmotadora de algodón de Eli Whitney (1794)
El telar de Richard Roberts (1822)
La mula de hilar automática de Richard Roberts (1825)
La máquina de coser de Elias Howe (1844)
La minería del carbón experimentó un gran auge durante la Revolución Industrial británica, ya que proporcionaba combustible
para todo tipo de máquinas de vapor en fábricas, transportes y agricultura. El drenaje de las minas inundadas para extraer más
carbón fue la razón por la que se inventó la máquina de vapor. Como el alumbrado utilizaba gas de hulla y se necesitaba coque
para fabricar hierro y acero, la demanda de carbón no dejó de crecer.
La revolución de los transportes y las comunicaciones.
El progreso en los transportes también fue decisivo. Cuando el vapor se convirtió en fuentes de energía enseguida se trató de aprovechar
para el transporte. Fue Stephensor quien inventó la locomotora naciendo así el ferrocarril utilizado inicialmente en las minas. Los
ferrocarriles de vapor se convirtieron rápidamente en el eje del mercado interior y permitieron aumentar considerablemente la rapidez y
capacidad de los transportes. En el mar, los barcos de vapor terminan desplazando a los veleros, pero su repercusión en otros sectores
industriales fue menos intensa que la de los ferrocarriles.
SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
La Segunda Revolución Industrial fue un proceso de innovaciones técnicas y transformaciones económicas que comenzó
aproximadamente en 1850 hasta mediados del siglo XX, la expansión industrial entro en una etapa que se conoce
como la segunda revolución industrial. Fue una época de importantes cambios económicos y sociales derivados de un
acelerado desarrollo tecnológico.
La tecnología de la Segunda Revolución Industrial superó a las innovaciones productivas de la Primera Revolución Industrial
y transformó la vida cotidiana con nuevas fuentes de energía, nuevos materiales para la producción y el consumo, y
nuevos medios de comunicación y transporte.
La Segunda Revolución Industrial no se limitó a Gran Bretaña, sino que se desplegó también en otros países de Europa
occidental (especialmente en Alemania), así como en Estados Unidos y Japón. Además, favoreció la expansión
del capitalismo a escala mundial.
El primer vuelo exitoso de una aeronave a motor fue realizado por los hermanos Wright en 1903.
Las innovaciones de la segunda etapa de industrialización provocaron profundos cambios en la producción, el transporte, las
comunicaciones y las formas de vida y ocio. Los principales inventos de la Segunda Revolución Industrial fueron:
El motor de combustión interna. La explotación y destilación del petróleo permitió obtener gasolina, un combustible que
empezó a usarse en los motores de combustión interna que posibilitaron la invención de los automóviles y los aviones. El
primer motor de combustión interna a base de gasolina fue desarrollado por el alemán Nicolaus Otto en 1876.
El automóvil. El motor de combustión interna fue incorporado por primera vez en un automóvil en 1886 por el ingeniero
alemán Karl Benz. El automóvil fue perfeccionado por el estadounidense Henry Ford cuando lanzó su modelo Ford T en 1908.
El avión. La aviación fue el resultado de muchos años de experimentación, pero fue a principios del siglo XX que comenzó el
desarrollo de los aviones con motor, que cambiaron para siempre el espacio aéreo. Los hermanos Wright (Estados Unidos)
fueron los primeros en lograr un vuelo sostenido con un avión mecánico más pesado que el aire en 1903.
El tranvía eléctrico. La energía eléctrica no desplazó al vapor para el funcionamiento de los ferrocarriles, pero promovió la
invención de un nuevo tipo de transporte urbano de pasajeros: el tranvía eléctrico. La primera vía de un tranvía eléctrico se
inauguró en Berlín en 1881.
El telégrafo. Aunque fue inventado antes de la Segunda Revolución Industrial, este aparato para la transmisión de mensajes
codificados a distancia mediante señales eléctricas se difundió durante la segunda mitad del siglo XIX, gracias al sistema
diseñado por el estadounidense Samuel Morse.
La radio. La comprobación de la existencia de ondas electromagnéticas por el alemán Heinrich Hertz en 1887 permitió la
invención del telégrafo inalámbrico y el desarrollo de la radio por parte del italiano Guillermo Marconi a comienzos del siglo XX.
El teléfono. Este sistema de telecomunicación fue patentado por el escocés Alexander Graham Bell en 1876 y se popularizó
en el siglo XX.
El fonógrafo. Inventado en 1877 por el estadounidense Thomas Alva Edison, fue el primer aparato que permitió grabar y
reproducir sonido. Pronto fue superado en calidad por el gramófono patentado por Emile Berliner en 1887.
El cinematógrafo. El primer aparato que permitía filmar y transmitir imagen en movimiento sin sonido fue inventado por los
hermanos Lumière en Francia en 1895.
La bombilla eléctrica. A comienzos de la Segunda Revolución Industrial, la explotación del petróleo popularizó el uso de
lámparas de queroseno (un líquido obtenido del petróleo). Sin embargo, las investigaciones en el campo de la energía eléctrica
motivaron la experimentación con lámparas eléctricas. En 1879, el estadounidense Thomas Alva Edison inventó un tipo de
lámpara incandescente de filamento de carbono que resultó útil para el alumbrado público y doméstico.
La dinamita y el TNT. En 1867, el químico sueco Alfred Nobel patentó la dinamita, un explosivo realizado a base de
nitroglicerina que era más seguro que esta y más potente que la pólvora negra. Comenzó a usarse principalmente en la
minería. Otro explosivo desarrollado en esta época fue el TNT (trinitrotolueno), que además fue empleado en la artillería militar.
4. Nuevos materiales
Algunos de los materiales nuevos o popularizados durante la Segunda Revolución Industrial fueron:
El acero. La obtención de acero a partir de la aleación de hierro con pequeñas cantidades de carbono fue anterior a la
Segunda Revolución Industrial. Sin embargo, en 1856 el ingeniero inglés Henry Bessemer descubrió un modo de obtener acero
en grandes cantidades y a bajos costos, y en 1865 un grupo de ingenieros inventó un método más controlado. La incorporación
de los hornos eléctricos a fines del siglo XIX perfeccionó aún más la producción de acero, cuyo uso se generalizó en la
construcción de edificios de gran altura, embarcaciones y vías férreas.
El aluminio. Durante la segunda mitad del siglo XIX, se produjeron avances en la extracción de este metal, especialmente
mediante el uso de la electricidad, lo que permitió aumentar su producción. Su carácter ligero y resistente a la corrosión lo
convirtió en un material útil para su aplicación en vehículos y en la construcción, además de servir como conductor de
electricidad.
El zinc. El zinc ya era conocido pero resultó muy importante durante la Segunda Revolución Industrial para cubrir otros
metales, principalmente el hierro y el acero, y protegerlos de la corrosión (proceso conocido como “galvanización”).
El níquel y el cromo. Tanto el níquel como el cromo eran metales usados con anterioridad pero, a principios del siglo XX
comenzaron a emplearse para obtener acero inoxidable.
El caucho vulcanizado. La vulcanización fue un proceso elaborado por el estadounidense Charles Goodyear en 1839 que
permitió el endurecimiento del caucho. El caucho vulcanizado fue muy usado durante la Segunda Revolución Industrial para las
cintas transportadoras, el aislamiento de cables y las ruedas de automóviles.
Los primeros plásticos. Uno de los primeros materiales plásticos fue el celuloide, desarrollado por el estadounidense John
Wesley Hyatt en las décadas de 1860 y 1870. En 1907, el belga Leo Baekeland inventó la baquelita, un termoplástico capaz de
ser moldeado mientras estaba caliente, pero que se endurecía cuando se enfriaba, que es considerado el primer polímero
totalmente sintético.
Las principales consecuencias de la Segunda Revolución Industrial fueron el aumento de la productividad de las empresas, el
incremento del desempleo, la ampliación y modernización de las ciudades, el consumo de masas, el desarrollo continuo de las
innovaciones tecnológicas, la organización del movimiento obrero, la expansión mundial del capitalismo y el uso militar de las
nuevas tecnologías.
Aumento de la productividad. La producción sistemática desarrollada durante la Segunda Revolución Industrial tuvo como
consecuencia la aceleración de la producción, lo que aumentó la competitividad de las grandes empresas en el mercado.
Incremento del desempleo. La sustitución de empleados por maquinarias generó desempleo durante la Segunda Revolución
Industrial.
Ampliación y modernización de ciudades. La extensión del fenómeno de la urbanización amplió la cantidad de grandes
ciudades, aún más pobladas y modernizadas mediante el uso de la electricidad para la iluminación, el transporte (tranvía
eléctrico) y las comunicaciones (teléfono); la construcción de grandes obras de ingeniería (como puentes de hierro forjado o
acero); y, en ciudades como Nueva York o Chicago, enormes rascacielos (posibles gracias a la industria del acero, el hormigón
armado y la invención del ascensor).
Consumo de masas. El uso de nueva tecnología fomentó el consumo de masas, tanto de productos como de entretenimiento
(como el cine y la radio), e impulsó otras innovaciones que cambiaron las formas de vida a lo largo del siglo XX.
Desarrollo de las innovaciones tecnológicas. Las nuevas técnicas y tecnologías fueron la base de constantes innovaciones
que continuaron modificando la producción y el consumo a lo largo del siglo XX, como el perfeccionamiento y la aceleración de
los medios de transporte.
Fortalecimiento del movimiento obrero. La iniciativa de sindicatos socialistas y anarquistas dio impulso a la organización del
movimiento obrero, que buscaba hacer frente a la creciente explotación laboral y a la desocupación, y tenía el objetivo de
mejorar el nivel de vida de los trabajadores y reclamar una mejor distribución de la riqueza. En algunos casos, estos reclamos
se vincularon con el propósito de conquistar el poder político o transformar el orden social.
Expansión mundial del capitalismo. La Segunda Revolución Industrial fomentó la expansión mundial del capitalismo, que
favoreció a los países industriales que producían manufacturas. Además, acompañó al fenómeno del imperialismo que, entre
otras cosas, impulsó el reparto de África entre las grandes potencias de Europa.
Uso militar de las nuevas tecnologías. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, los avances tecnológicos que
formaron parte de la Segunda Revolución Industrial dieron forma a un nuevo tipo de conflicto, mucho más letal que los
anteriores debido al empleo de las nuevas tecnologías.
ACTIVIDAD
Metales
5. ¿Cuáles son las causas y consecuencias de la primera y la segunda revolución industrial? en un cuadro.