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BUSCAR

¿Qué es buscar?
«Buscad primero su Reino y su justicia,
y todas esas cosas se os darán por añadidura.»
Mateo 6,33

Este tiempo nuestro, tan medido, tan finito; y el peso de un día sobre otro día; y el dolor de
lo adverso y el anhelo de lo grande: todo parece recordarnos que estamos incompletos, que
todavía no somos, que una parte de nosotros aún anda “por ahí”, y es menester irse a
preguntar por ella y conseguirla.
Por eso salimos del cálido vientre, en ansia de la luz; y partimos de la comodidad de la casa
paterna, en buena parte para aprender qué es lo que dejamos; del suelo arrancamos
secretos y pan, pero el pan llega muerto a nuestra boca y las respuestas de la oscura tierra
llevan por dentro nuevas preguntas. Todo sucede como si una sentencia nos obligara a
transhumar, a dejar lo que somos en el camino de lo que fuimos, de lo que intentamos ser.
Es como si no fuéramos más que nuestros intentos, no más que nuestras búsquedas.
Hoy, esta condición humana se deja sentir con especial fuerza, porque «jamás el género
humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico.
Y, sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son
muchedumbre los que no saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan
agudo de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psíquica.
Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en
ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de
fuerzas contrapuestas [...] Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun las
palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos muy diversos en
las diversas ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más
perfecto, sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus.» (Constitución
Dogmática Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, nn. 4.10).
Lo primero a buscar no serán, pues, ni la riqueza, ni el poder, ni la libertad, ni la unidad
entre los hombres y ni siquiera un orden temporal más perfecto. Qué y por dónde empezar,
bien nos lo enseña el Concilio:
«Como creatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo,
ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones,
tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo
que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. «Cree la Iglesia que Cristo,
muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de
que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo otro
nombre por el que debamos salvarnos» (ibid., n. 10).

Preguntas para el diálogo


1. ¿Qué buscas, aquí y ahora?
2. En concreto, ¿qué buscarías en otro país?
3. ¿Con qué criterios te decides a buscar algo y a alguien?
4. ¿Cuándo buscas a tus papás y para qué?
5. ¿Qué buscas en tus amigos?
6. ¿Crees que eres una persona buscada? ¿Por qué y para qué?
7. ¿Hay algo que tu familia busque en ti y de ti?
8. ¿Crees que la felicidad se busca o se encuentra?
9. ¿Has buscado a Dios? ¿Cuándo y por qué?
10.¿Buscas el Amor? Describe.

Oración
SALMO 90
QUE NOS ACOMPAÑE TU BONDAD, SEÑOR DIOS NUESTRO.
1 Señor, en todo tiempo
tú has sido nuestro refugio.
2 Antes de nacer los montes,
de ser formado el mundo entero,
desde la eternidad y para siempre tú eres Dios.
3 Con solo una palabra que tú digas
los hombres vuelven a ser polvo.
4 Mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como un par de horas de la noche.
5 Somos como plantas que siembras cada año,
como hierba que retoña;
6 por la mañana está verde y floreciente,
y por la tarde la cortan, y se seca.
7 Pero tu cólera nos exterminó,
tu indignación nos llenó de espanto.
8 Pusiste nuestra culpas ante ti,
sacaste a la luz nuestros pecados más ocultos.
9 Y nuestra vida se desvanece por tu ira,
nuestros años pasan como un suspiro.
10 Setenta años es todo lo que dura nuestra vida,
aunque el más robusto llegue a los ochenta;
pero todo ese afán es trabajo y miseria,
porque pasan aprisa, y desaparecemos.
11 ¿Quién conoce la fuerza de tu ira?
¿quién ha sentido el peso de tu enojo?
12 Enséñanos a ver qué corta es nuestra vida,
para que podamos adquirir la sensatez.
13 Señor, ¿cuánto tardarás en volver a socorrernos?
Ten compasión de nosotros, siervos tuyos.
14 Haz que sintamos tu bondad desde temprano,
y toda la vida cantaremos de alegría.
15 Danos alegría tanto como nos afligiste
todos esos años de miseria.
16 Que nosotros, tus siervos, veamos tus portentos
y nuestros hijos tu gloria.
17 Que nos acompañe tu bondad, Señor Dios nuestro,
y haga estables nuestras obras.

Referencias
DE LA SAGRADA ESCRITURA:
· Es fácil mirar el verbo buscar quedándonos en lo que nosotros buscamos, deseamos o extrañamos. Al
respecto, las referencias y reflexiones bíblicas ofrecidas en el verbo extrañar pueden ser útiles. Aquí
queremos referirnos a aquello que, por decirlo así, Dios busca cuando llama a alguien. Pobre sería
quedarnos en aquello que buscamos sin atender a lo que nuestro Creador y Salvador ha querido para
nosotros. Es un hecho que las escenas de vocación son de las páginas más importantes de la Biblia. La
vocación de Moisés ante la zarza ardiente (Éx 3), la de Isaías en el templo (Is 6), el diálogo entre Yahvé y
el joven Jeremías (Jer 1) ponen en presencia a Dios en su majestad y en su misterio, y al hombre en toda
su verdad, en su miedo y en su generosidad, en su poder de resistencia y de acogida.

· Todas las vocaciones en el Antiguo Testamento tienen por objeto misiones: si Dios busca y llama, es
para dar su palabra , para enviar. A Abrahán (Gén 12,1), a Moisés (Éx 3,10.16), a Amós (Am 7,15), a
Isaías (Is 6,9), a Jeremías (Jer 1,7), a Ezequiel (Ez 3,1.4) les repite la misma orden: “¡Ve!”. Sin embargo,
no todos los instrumentos del designio divino son así llamados por Dios. Samuel, por ejemplo, es quien
informa a Saúl (1Sam 10,1) y a David (1Sam 16,12) de su realeza. Fue Moisés quien informó a Aarón del
sacerdocio (Éx 28,1).

· En este orden de ideas es interesante descubrir que la situación de Jesús de Nazareth es


significativamente distinta con respecto al Antiguo Testamento. Aunque él es el perfecto siervo de Dios,
y el que siempre escucha la voz del Padre y le presta obediencia, el Nuevo Testamento no utiliza el
lenguaje de la vocación para referirse a Cristo. La vocación propiamente hablando supone un cambio de
existencia; el llamamiento de Dios sorprende a un hombre en su tarea habitual, en medio de los suyos, y
lo orienta hacia un punto cuyo secreto se reserva Dios, hacia «el país que yo te indicaré» (Gén 22,1).
Ahora bien, nada indica en Jesucristo la toma de conciencia de un llamamiento. Diríamos que el Padre no
ha tenido que “buscarlo”: de un extremo al otro de los Evangelios Jesús sabe de dónde viene y adónde va
(Jn 8,14); más bien es él quien busca a la oveja perdida (Mt 22,11) y llama a los Doce (Mc 3,13) y a otros
discípulos (Mc 10,21; Lc 9,59-62). Por eso dice: «Si alguien quiere venir en pos de mí…» (Mt 16,24; cf.
Jn 7,17).

DE DIVERSOS PENSADORES:
· Dios bendice al hombre por haber buscado, no necesariamente por haber encontrado. —VÍCTOR
HUGO.

· ¿Por qué tendemos siempre hacia lo prohibido y nos tienta más lo que nos ha sido negado? —OVIDIO.

· Dios es paciente porque es eterno. —SAN AGUSTÍN.

· Elige una tarea que te apasione, y el éxito te llegará insensiblemente. —LUIS MIGUEL.

· Si uno deseara simplemente ser feliz, podría serlo; lo malo es que siempre queremos ser más felices que
los otros, y esto es difícil porque siempre creemos que los otros son más felices de lo que en realidad son.
—MONTESQUIEU.

· Algunas personas pierden la salud buscando fortuna, y luego pierden la fortuna buscando salud. —
ANÓNIMO.

· Es frecuente que atribuyamos a la fortuna lo que es fruto del trabajo, y a la fatalidad lo que proviene de
nuestros desaciertos. —ENRIQUE BORJA.

· El mundo se mueve tan rápidamente en estos tiempos, que frecuentemente el hombre que dice que no se
puede hacer algo es interrumpido por alguno que ya lo hizo. —JOSÉ GUTIÉRREZ V.

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