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Que es tomar la cruz de cada día?

Posted by ictus under religion | Etiquetas: amor al sacrificio, amor y cruz, cruz y gozo, la cruz de
cada dia, seguir con la cruz |
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¿Es lo mismo «tomar la cruz de cada día» que «tomar la cruz cada día»? ¿de qué
habla esa tan citada frase de Jesús en la versión de Lucas 9,23?
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»

Así la refiere Mateo (16,24); lo mismo repite Marcos (8,34), y Lucas (9,23) que
sin embargo añade “cada día”: «tome su cruz cada día». En este trabajo me ocuparé de
ese “cada día” del que habla Lucas.

Pero antes de ello, detengámonos por un momento a pensar en la frase entera


de Jesús, o mejor aún, en el modo como lo habrá oído la primera comunidad cristiana.
Tan acostumbrados estamos a la palabra “cruz” y a la imagen de la cruz evocando el
tormento de Jesús, tan familiarizados estamos con representarnos a Jesús llevando la
cruz en nuestros “via crucis”, que difícilmente nos ponemos en situación de que estas
palabras debieron haber causado una hondísima impresión en esos primeros cristianos,
que a la vista del cuerpo clavado en la cruz y agonizante recordarían aquellas palabras y
descubrirían -recién allí- que no se trataba de ninguna metáfora.

Los tres evangelios sinópticos reproducen la cláusula casi idénticamente. En


san Juan no aparece, pero sin embargo, a poco de comenzada la Pasión, dirá: «y él
cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario[...]» (19,17); que es la única
mención en los cuatro evangelios a que fuera Jesús quien llevaba la cruz.
Como es costumbre en el autor, es posible que esta mención, más que querer
fotografiar lo que pasaba, nos esté “poniendo en obra” en el propio ejemplo de Jesús lo
que los otros evangelios contaban con palabras: cargar la propia cruz.

Los evangelios, bien lo sabemos, no reproducen palabra por palabra todo lo que
Jesús hizo y dijo, así que lo que reproducen debemos entenderlo en sentido “fuerte”, no
meramente historicista o biografista; cada gesto evocado, cada palabra de Jesús
recordada tiene la intención de hacernos penetrar mejor en la persona de Jesús, en su
mensaje, y no sólo en él, sino en lo que haremos con nuestra vida de cara a él.
San Lucas añade a la frase recordada una expresión:
«cada día».

No podemos saber si Jesús pronunció o no esas dos


palabras en ese contexto, ya que San Lucas es el único de los tres sinópticos que las
consigna; pero poco interés tiene la cuestión: lo cierto es que en estas palabras “la cruz,
cada día”, ese “cada día” está ya como contenido, no agrega nada que no estuviera ya de
antemano en lo que dice Jesús. Sólo lo hace más explícito. Pero, podemos
preguntarnos, ¿por qué san Lucas se sintió llevado a explicitar ese “cada día” en la frase
de Jesús?

Tal vez -y es sólo una hipótesis- los primeros cristianos leyeron la frase de Jesús
y la relacionaron específicamente con las persecusiones de las que eran objeto dentro
del judaísmo, cuando aún el cristianismo se entendía como una secta dentro del propio
judaísmo (es decir, antes de los años 80).

Tal vez -y sigo poniendo hipótesis- la redacción de esta frase en san Lucas sea
ya de las ediciones más tardías, de los años 80, y la expresión “cada día” sirvió para que
los cristianos vieran que Jesús no se refería solamente a la excepción de las
persecusiones sino al estado normal y cotidiano de cualquier cristiano, en tiempo de
persecusión y en tiempo de pacificación: seguir a Jesús es cargar, junto con él, y cada
día, la cruz que él cargó.
De hecho, las persecusiones seguirían por mucho tiempo más, no ya de parte
del judaísmo sino del Imperio, así que los cristianos no tendrían ocasión de olvidar
estas palabras de Jesús.
La cruz «de cada día»

Sin embargo en algún momento las persecusiones terminaron, el cristianismo


fue progresivamente deviniendo cristiandad, y de ser la fe de unos pocos, y excluidos,
pasó a ser la fe de la comunidad entera, al menos de una gran parte de la civilización
humana. Y esta frase, tal como había pasado en el camino que va de Marcos y Mateo a
Lucas, adquirió un nuevo matiz; en la predicación popular -y aún hasta nuestros días-
se la suele citar con esta forma, ligeramente distinta a lo que dice San Lucas:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada
día, y sígame.»

¿Pero cuál es la diferencia? ¿Por qué esto -que lo hemos escuchado muchísimas
veces- no es lo mismo que lo que dice san Lucas, sino una variante “aggiornada”?

Hablar de la cruz “de cada día” pone el acento en la cotidianidad, más que en la
cruz… supone entender de nuevo la palabra “cruz” como una metáfora (tal vez como la
entendieron los primerísimos discípulos, antes de la Pasión) de las dificultades y
sinsabores de esta vida que nos toca. Ya lo dice la Salve: estamos inmersos en un valle
de lágrimas, y no hay consejo más sano que no abrigar falsas expectativas en las
bondades del mundo, sino tomar el sufrimiento que cada nuevo día nos depara con
determinación y valor; consejo muy loable, aunque no específicamente cristiano.

También podría ocurrir que este sano consejo se convierta en una suerte de
tapadera: no te quejes, no te hagas oír, no luches contra las injusticias del mundo, no
abogues por ninguna “causa perdida”, porque estamos en un valle de lágrimas, y hay
que aprender cada día a sobrellevar el dolor y el oprobio, ya se encargará Dios de
premiar y castigar [no ahora, después... nos sea que se enoje «Il Padrone»]… y entonces
el consejo ya no sólo no es específicamente cristiano, sino que deviene lisa y llanamente
contrario al mensaje, a la obra y al ejemplo de Jesús.

Es verdad que Jesús, “como cordero llevado al matadero, se humillaba y no


abría la boca”, como dice el poeta en el AT (Is 53); y es verdad que “aprendió en los
padecimientos lo que es permanecer a la escucha”, como dice otro poeta en el NT (Heb
5). Sin embargo, la cruz no es silencio sino palabra, que culmina en un fuerte grito:
«Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.» (Mc 15,37)

Y a partir de allí su sangre habla, y, a juzgar por Hebreos, esa sangre “habla
mejor que la de Abel” (12,24)

La humillación y el silencio de Jesús nada tienen que ver con una resignación
ñoña, con una licuefacta actitud de borregos en un anónimo rebaño de sufrimiento. El
silencio de jesús en su pasión es un silencio elocuente, es un silencio que crea el espacio
en torno donde se escucha clara, potente, fuerte, rotunda, la palabra de la cruz.
No hay sino una verdadera cruz: la de Jesús

La cruz… porque no hay muchas cruces, así como no hay muchos nombres bajo
los cuales podamos ser salvados; hay una cruz: la de Jesús, la que quienes queremos
seguirlo debemos tomar: cada día, como enseña el evangelio. pero no cada día una
distinta, sino cada día la misma, la única que salva, la de Jesús.

¿Pero entonces no debo aceptar el sufrimiento de cada día y ofrecerlo a Jesús


para completar en mi vida su obra, tal como dicen tantos autores piadosos, mucho más
piadosos que el autor de este escrito?

Sí, aceptar el sufrimiento de cada día y ofrecerlo puede ser una buena manera
de llevar la cruz de Jesús. Aunque también puede ser una actitud estoica, es decir, de
una moralidad a la altura del paganismo. Muy ejemplar, pero únicamente humana.

Lo que le da su tono cristiano al modo como nos relacionamos con los


sufrimientos de cada día, no es la cantidad de aguante frente al dolor que podemos
demostrar (así como el sufrimiento de Jesús carece de relación con la cantidad de
sangre que le brotó o la cantidad de latigazos que recibió) sino la transformación
que ese aguante del dolor trae al mundo. El dolor pagano tranquiliza, y la
resignación pagana tranquiliza; el dolor cristiano revoluciona al mundo y la resignación
cristiana transforma al mundo.

Cuando los primeros cristianos cantaban salmos frente a los leones en el circo,
probablemente no ponían esa carita de bobos de los actores de películas “peplum”
(copiadas de la afeminada imagenería dieciochesca), esos salmos eran resignación
cristiana, y llevaban no a que los espectadores se quedaran tranquilos sino a que se
cuestionasen y se preguntasen “¿de dónde les viene esa fuerza?”, y en último término a
que vieran a Jesús reflejado en esa resignación que habla mejor que la sangre de Abel.
La cruz de cada día sólo es cristiana si es siempre la misma cruz: la de Jesús, el
elocuente silencio y la resignación que no calla ni otorga. La justicia y la verdad en el
mundo deben ser seguidos, asaltados y conquistados. Puede que muchos hombres -
cristianos o no- se sientan convocados a ello, puede que muchos intenten transformar
el mundo y logren muchos objetivos buenos, pero nosotros estamos obligados a ello por
nuestra fe: esa transformación radical del mundo fue la obra de Jesús, la obra de su
cruz, esa única que debemos cada uno tomar cada día, si de verdad queremos seguir
siendo llamados “discípulos”.
http://testigo.wordpress.com/2009/03/09/que-es-tomar-la-cruz-de-cada-dia/-01/11/2011

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