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Retórica y predicación

Un modelo para el Siglo XXI

Sesión V

Rafael Pola

Texto programado de estudio

CDMX, 2020

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Contenido

4. El modelo retórico. Continuación


Introducción
g. Significación e interpretación de los datos
h. Las técnicas argumentativas
i. Los argumentos cuasilógicos
ii. Los argumentos fundados sobre la estructura de lo real
iii. La técnica que recurre a las disociaciones
i. La argumentación por el ejemplo, la ilustración y el modelo
j. La analogía y la metáfora
k. Amplitud de la argumentación y fuerza de los argumentos
l. Orden de los elementos del discurso
Conclusión

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4. El modelo retórico. Continuación
Introducción
“…estando siempre preparados para
presentar defensa ante todo el que les
demande razón de la esperanza que hay en
ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y
reverencia”
1 Pedro 3:15 NBLA

Antes de que iniciemos esta sesión y que hagamos un breve


repaso de lo visto en la sesión IV, en razón de que los detalles son
muchos, es conveniente recordar que la retórica no sólo es una
técnica, sino también es un arte, el arte del discurso. Esto quiere
decir que como toda disciplina artística requiere la maestría del
intérprete. Maestría que es fruto de abocarse a ella con disciplina,
con método, con supervisión y con talento. Hay de artistas a artistas,
de intérpretes a intérpretes. Todos podemos tener ante nuestros ojos
la misma partitura; pero la diferencia radica en la calidad del
intérprete. ¿Cuánto hay de talento y cuánto de disciplina? Los
grandes intérpretes suelen inclinarse hacia la disciplina, como clave
de su maestría. Esto significa repetir una y otra vez una actividad
con la aspiración de llegar a ser virtuoso. No olvidemos que hay
cierta razón cuando se afirma que el auditorio de un predicador, de
una predicadora, se reduce a uno. Es decir, quien es portador de un
mensaje que ha sido dado por una autoridad, está interesado en
cumplir cabalmente la orden que ha recibido. No está interesado en
el agrado de quien lo recibe. La virtud del predicador, de las
predicadoras, consiste en el agrado de quien nos ha encomendado
el mensaje de la reconciliación. No lo olvidemos. Es así que la
virtud del mensajero consiste en entregarlo de la mejor manera,

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incluyendo, en el caso de la predicación cristiana, el contenido del
mensaje y la forma en que es comunicado.
Nuestra aspiración es ser predicadoras y predicadores de
excelencia. Pero la excelencia no siempre “paga” mucho, es por ello
que la mayoría de la gente prefiere el camino fácil, la senda de la
popularidad. Para ser un predicador o predicadora popular se
requiere de poco esfuerzo y de cierto talento. No despreciamos al
predicador que toma el camino de la popularidad, pero nuestra
aspiración ha de ser una comunicación de excelencia que glorifique
al Señor y bendiga a las personas en lo profundo de su corazón,
recordemos lo que dice el Eclesiatés: “10 El Maestro se esmeró por
encontrar las palabras correctas para expresar las verdades con
claridad.11 Las palabras de los sabios son como el aguijón para el
ganado: dolorosas pero necesarias. El conjunto de sus dichos es
como la vara con clavos que usa el pastor para guiar a sus ovejas.”
12 NTV.
Para ser una buena predicadora o un buen predicador es
necesario esmerarse, poner empeño, tener disciplina y método y un
grado suficiente de inspiración, porque el arte sin sentimiento es un
desierto. No menos cierto es que tampoco se trata de puro
sentimiento, porque quien incurre en la sensibilería suele caer en lo
patético o en el ridículo.
Ahora bien, hagamos un breve resumen de lo visto en la
sesión anterior. El ámbito propio de la retórica es el del discurso
argumentativo que tiene como propósito persuadir y convencer a un
auditorio. No busca la verdad en el sentido de la ciencia, no utiliza
la lógica formal, ya sea deductiva o inductiva, porque no es el
método adecuado para el lenguaje natural que es el terreno de lo
ambiguo, de lo equívoco, de lo sujeto a interpretación. El hecho de
que la retórica se de en la forma emisor – receptor, siempre requiere
de un terreno compartido, en el que ambos aceptan ciertas verdades

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que hacen posible la comunicación. Por ejemplo, el abogado que se
presenta ante un juzgado da por sentado que todos los que
participan en el juicio, están de acuerdo en someterse bajo el
dictado de las leyes, o, por poner un ejemplo más cercano, todos los
que participan en la proclamación de la palabra en una comunidad
de creyentes comparten su sometimiento a la autoridad de la Biblia.
No es tarea del predicador defender la autoridad de la Biblia, ya que
ese es el principio del que parte.
La retórica presenta argumentos. Busca construirlos de tal
manera que tengan la fuerza de convencer. No sólo atiende a la
forma gramatical del argumento, a la estructura y a su
verosimilitud, sino que también incorpora los elementos que
mueven al auditorio en su aspecto emotivo y volitivo. Es decir, el
receptor es considerado como un ser integral, piensa, siente, toma
decisiones, delivera, actúa.
El ámbito propio de la retórica es una sociedad democrática,
en la que el otro es respetado como igual y se entabla un diálogo
razonable, sustentado en principios, valores, e ideas compartidas.
Aquí es muy conveniente señalar que no se debe confundir el poder
con la autoridad. El predicador nunca debe utilizar la palabra
predicada como un instrumento de poder para salirse con la suya,
para buscar su beneficio, para imponer su voluntad a la comunidad
de escuchas de la palabra. No le es dado amenazar ni apabullar o
descalificar a los que oyen. Porque el único poder que le es dado al
predicador es el poder del Espíritu que se manifiesta en dones
espirituales, entre los cuales, el mayor es el amor. Porque lo que
realmente es necesario para quien expone la palabra de Dios es la
autoridad de quien no es un neófito, es decir un ignorante, sino que
está bien preparado para exponer la palabra de Dios, no es un
inmaduro que no vive bajo la autoridad de la palabra y la oración ni

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un incongruente que no atina a vivir bajo los mandamientos de amar
a Dios con todo el corazón y al prójimo como a si mismo.
La comunidad de fe que se reune en torno a la palabra no
puede eludir su responsabilidad de evaluar lo que escucha, muchas
iglesias han cabado su tumba porque son omisas en hacer frente,
con amor y con firmeza a quienes distorcionan la palabra de Dios.
¿Por qué? Porque defienden intereses grupales, intereses
económicos, intereses de poder. Aceptan cualquier cosa si eso les
beneficia. La vida de una comunidad bajo la autoridad de la palabra
es saludable cuando es real y efectivamente una comunidad
hermenéutica que sabe discernir el significado del texto para su aquí
y ahora, que no sólo es celosa guardiana de la ortodoxia, sino de la
ortopraxis. Porque también la comunidad está sujeta al escrutinio
del Espíritu, porque en muchas ocasioens se levanta en contra de
sus predicadores o predicadoras porque lo que escuchan no va de
acuerdo con sus intereses, con sus pecados, con sus tradiciones.
Israel es un buen contraejemplo de lo que hizo con sus profetas
cuando el pueblo se negó a escuchar la voz de Dios.
La retórica mostró sus virtudes argumentativas en el ámbito
de la influencia de la cultura griega en la cultura hebrea. La que
podemos observar en el concepto mismo de iglesia, del griego
transliterado como ekklēsía, vía el latín ecclesia, es decir, asamblea
de ciudadanos que se reunen para tomar decisiones sobre la ciudad.
Fue el término que el Nuevo Testamento adoptó como propio al
referirse a la asamblea de creyentes. Vemos su aplicación práctica
en el llamado Concilio de Jerusalén y en el discurso de Pablo en el
aerópago. En el primer caso se delivera para llegar a acuerdos
consensuados y en el segundo para proclamar el mensaje del reino.
Aunque en su fracaso, Pablo también nos advirtió acerca de las
limitaciones de la argumentación teológica. Y las reuniones
eclesiásticas por toda América latina también nos han esnseñado las

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limitaciones del modelo deliverativo para llegar a la toma de
decisiones. Es por eso que muchas congregaciones han ido
abandonado el modelo democrático para arribar a modelos
jerárquicos en la toma de decisiones. Hay verdad en que cada toma
de decisión que entrañe una votación divide, a favor o en contra,
pero hay que retomar el modelo que busca llegar a consensos, no a
votaciones mayoritarias y dejar para los temas realmente
importantes las votaciones.
Continuemos con nuestra exposición de la retórica,
siguiendo, como lo hicimos en la sesión anterior, el textro clásico
de Perelman, El imperio retórico.

g. Significación e interpretación de los datos

Los hechos que son parte del discurso son descritos e


interpretados por el orador. Parte de la labor del orador es escoger
entre diversas formas de interpretación de los datos, en algunos
casos no sólo son interpretaciones diferentes, sino contrarias. La
manera de presentarlos es ya una toma de posición. Para nosotros,
que somos expositores de las Sagradas Escrituras los datos son
textos. La tarea de seleccionar no se limita a elegir uno o varios
textos para su exposición, sino la manera en que esos textos son
interpretados. En nuestro caso hemos argumentado a favor de elegir
textos completos para ser compartidos y no fragmentos o versos que
se prestan a la manipulación y al arreglo conveniente al expositor.
Sin embargo siempre estamos en el ámbito de la responsabilidad de
elegir. Es bueno preguntarse, ¿por qué escojo este tema? ¿Por qué
estos versos? ¿Por qué estoy interesado en abordarlo de esta
manera? ¿Cuáles son mis motivaciones e intereses? Incluso cuando
se predica un libro completo, la selección del mismo, nos coloca en
el terreno de la elección.

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h. Las técnicas argumentativas.
En retórica hay ciertas técnicas argumentativas que han
venido consolidándose a lo largo del tiempo. A partir de esta
sección vamos a abordar tres de ellas: En primer lugar, los
argumentos cuasilógicos, en segundo lugar, los argumentos
fundados sobre la estructura de lo real y en tercer lugar, la técnica
que recurre a las disociaciones. Lo haremos de una manera muy
breve porque no son las técnicas que suelen usarse en la predicación
cristiana.
1. Los argumentos cuasilógicos. Son aquellos que tienen la
apariencia de un razonamiento demostrativo, ya que
consta de un esquema formal y de una reducción de
datos a dicho esquema. Un razonamiento formal sólo es
válido en un sistema aislado y circunscrito a la
univocidad, la ausencia de azar, la proyección al futuro;
uno cuasi lógico supera ese límite, aparenta
incuestionabilidad en un contexto de multivocidad, de
interpretación, de contingencia y con prospección hacia
el futuro. La incompatibilidad es no-formal, sino
relativa a las circunstancias. La incompatibilidad se
logra generando una oposición sincrónica (al mismo
tiempo) o bien semántica (en un sentido). No obstante,
la incompatibilidad se puede superar dividiendo el
tiempo (diacronía) o bien las características o
componentes del objeto. También surgen
incompatibilidades cuando se reglamentan normas que
se excluyen en una misma situación, oponiendo una
regla a las consecuencias que parecen derivarse de ella.
Una incompatibilidad genera ridículo: una afirmación es
ridícula en cuanto entra en conflicto, sin justificación
alguna, con una opinión admitida. De entrada es ridículo

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quien peca contra la lógica o se equivoca en el enunciado de
los hechos, con la condición de que no se le considere un
alienado o un ser al que ningún acto amenazaría con
descalificarlo porque no disfruta del más mínimo crédito.
Regularmente se usa como un medio de educación el miedo
al ridículo y la desacreditación que conlleva. El ridículo
está hecho para la conservación de lo admitido. Los
argumentos cuasilógicos están relacionados tanto con los
principios lógicos supremos (ya que se asocian a la
contradicción, a la identidad), como a procesos lógicos de
pensamiento (análisis, síntesis, reciprocidad). En relación
con la identidad ésta se aplica a la vida cotidiana reduciendo
elementos similares de un objeto o situación. El proceso más
común de identificación es el uso de definiciones y la
analiticidad, el análisis y la tautología que se dan a partir de
ellas. Cuando los elemetnos de la cuestión son
intercanbiables la reciprocidad supone una simetría o una
identidad entre dos situaciones distintas, la transitividad
estipula un nexo entre un elemento A con uno B y de B con
C, de tal manera que A conduzca a concluir C. Luego está
una relación de inclusión de las partes en el todo, sea porque
todas las partes son abarcadas por el todo o sea porque
aunque sean distintas las partes del todo guardan una
estrecha relación entre sí. Le sigue una relación de partición
del todo en partes siguiendo un criterio de exclusión y no de
unidad, que formalmente se ofrece bajo la forma de un
dilema: sucede A o sucede B. La comparación es la
confrontación entre varios objetos para evaluarlos unos en
relación a otros. Criterios de comparación pueden ser la
oposición o la ordenación. A la comparación se suelen
asociar los superlativos, las elecciones y los sacrificios (esto

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último se refiere a una disposición a sufrir algo para obtener
un resultado). Por último están los argumentos que
recurren a las estadísticas y al cálculo de probabilidad. Estos
son los argumentos cuasi-lógicos su validez más bien es
casuística, contextual. Estos argumentos no son restrictivos,
ya que dan lugar a controversia. No se trata de demostración
correcta o incorrecta, sino de argumentos más o menos
fuertes que se pueden reforzar de otro tipo de argumentos.
2. Los argumentos basados en la estructura de lo real. Hay
argumentos que en la Nueva Retórica se basan en la
estructura de lo real. Ellos tratan de establecer una
conexión entre los juicios admitidos y lo que se
promueve a través de recurrir en el discurso a la
adecuación con la estructura de la realidad. No recurren
a fórmulas formales o matemáticas, sino muestran
opiniones que pretenden coincidir con lo real. Están
vinculados, desde la perspectiva argumentativa, a
enlaces de sucesión o a enlaces de coexistencia.
En primer lugar, los enlaces de sucesión que
tratan de aproximar acontecimientos por medio de un
nexo causal, o bien tratan de demostrar la causa de un
acontecimiento o bien de mostrar los efectos de un
suceso. Se hacen transferencias en la cadena causal: de
la causa al efecto o del efecto a la causa. Dentro de este
tipo de argumentos, existe el llamado argumento
pragmático, que consiste en la apreciación de un acto o
acontecimiento a partir de sus consecuencias favorables
o desfavorables. Es el esquema central de los juicios de
valor. Incluso para pensadores como Bentham es la
forma satisfactoria de argumentar. Con este argumento
se pueden transferir valores a las causas o efectos, se

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pueden generar culpabilidades en personas o
circunstancias, se puede transitar de un orden de valores
a otro. Obviamente para que sea eficaz se requiere del
acuerdo entre el orador y su auditorio o entre el orador
y su interlocutor sobre el valor de las consecuencias. Así
que algunos valores son asociados con un criterio de
objetividad. La lógica de los valores establece fines y
medios. Estos dos interactúan entre sí. Los fines últimos
se asocian a valores absolutos. Los medios pueden
identificarse con ciertos fines o convertirse en tales. Hay
un acuerdo social sobre los valores de los fines y los
medios. Tales valores se pueden magnificar o devaluar.
Convertir un medio en fin, lo magnifica; convertir un fin
en medio, lo devalúa. Las necesidades se transforman.
Tanto los fines como los medios se pueden mostrar
como más o menos deseables. Los medios y fines se
pueden vincular con la relación del nexo causal. Un
medio conduce a un fin. Los acontecimientos
regularmente se producen pluricausalmente, pero estos
argumentos pragmáticos suelen reducir el evento a una
causa principal y limitar las otras causas a meros
complementos de ésta. Lo mismo podemos decir de los
efectos. Un acontecimiento puede generar una gran
gama de efectos, incluso divergentes, unos buenos y
otros malos. El orador tiende a reducir los efectos a uno,
minimizando el resto. Surge una interpretación pues del
acontecimiento. En ocasiones, incluso ésta
interpretación puede ser invertida. Es el recurso de la
ironía. Hay otros argumentos que suponen causalidad:
argumento del despilfarro, el argumento de la
dirección, el argumento de la propagación, otra

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estrategia es el argumento de la vulgarización, que
consiste en calificar lo que se propaga como común y
vulgar. Pero si lo que se propaga no es algo negativo,
entonces, se está ante un argumento de consolidación,
que lo que busca es mitificar a base de repeticiones que
magnifican lo propagado para que se vuelva legendario
o regla de conducta. Una última estructura
argumentativa ligada al nexo causal es la del argumento
de superación. Este apela a rebasar el límite establecido
por un suceso sea como causa o efecto, generan la
expectativa de ir más lejos en lo trazado por una
dirección, llama al crecimiento continuo de un valor.
En segundo lugar, los enlaces de coexistencia
son aquellos que no se refieren a una relación causa-
efecto de carácter temporal, sino a una relación de
influencia a nivel de correspondencia entre una persona
y sus actos. Estos últimos son considerados una
manifestación exterior de la persona. La persona es
asumida como un principio de estabilidad: es soporte de
una serie de cualidades, eje de una serie de acciones y
juicios, es el acicate de una serie de fenómenos que
pueden ser apreciados. Con la persona se asocian la
responsabilidad, los premios y la culpabilidad. Con ella
conectan la moral y el derecho. El valor que atribuimos
a un acto nos incita a atribuirle un valor a la persona. En
consecuencia los actos se pueden convertir en premisas
de un argumento. Se pueden asociar a una intención, a
un prestigio, a una mala fama. El prestigio da un sello
positivo a lo que dice o hace la persona prestigiosa; la
mala fama da un sello negativo a lo que haga o diga. De
cualquier forma se apela a una continuidad entre el acto

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y la persona. La forma más común de un argumento de
prestigio es el argumento de autoridad. Este argumento
no es falacia, es lícito en determinados contextos según
Perelman. Cuando hay una tradición legítima, el
argumento de autoridad es válido. Se asume que la
autoridad citada tiene competencia respecto al tema en
cuestión. Que su juicio es acertado. Dicha tradición
regularmente es científica, pero puede ser también
religiosa, filosófica, jurídica, la normalidad de un
acto, la mayoría de gente, un Dios, o una autoridad
específica. El problema es si se cuestiona dicha
tradición. Una tradición puede ser valorada o devaluada
por un orador. Cuando se cuestiona una autoridad es
porque se busca una fundamentación diferente, se busca
un cambio de autoridad. Eso se asocia con mostrar la
incompetencia de lo que antes era considerado
competente. Por otro lado, puede darse una escisión
entre la persona y el acto. Que una la interpretemos de
una manera y esto genere un conflicto con el acto
realizado. Existen, entonces, técnicas para modificar la
interacción entre el acto y la persona. Son técnicas de
ruptura y de frenado.

Perelman, además, prestó atención al discurso


del orador como un elemento a considerar en la relación
acto-persona. Al ser el discurso un acto del orador, tiene
importancia para la propia argumentación. En las
demostraciones formales el orador no tiene peso
prácticamente en el discurso, pero en el ámbito informal
sí. La reputación y la credibilidad del orador están
ligadas a su discurso. Para Perelman los enlaces de
coexistencia no se limitan solamente a la relación

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persona-acto o individuo-grupo, también a la relación
acto-esencia. Estos argumentos tratan de justificar las
incompatibilidades entre un acto realizado y una esencia
adjudicada a algo o alguien. Así pues, si una persona
buena hace algo malo, se tratará se justificar dicha
incompatibilidad. También los enlaces de coexistencia
pueden vincularse con argumentos de doble jerarquía, es
decir aquellos que contraponen una jerarquía aceptada
con una debatida. Suponen una proporcionalidad directa
o inversa. A veces se muestra que una está oculta de tras
o de la otra, o que que dicha doble jerarquía es absurda
e incompatible.
En tercer lugar, los argumentos que utilizan los
enlaces simbólicos, es decir, aquellos que utilizan el
enlace simbólico, es decir, aquellos que pretenden
mostrar en el símbolo que aquello que se evoca tienen
una relación de participación, una relación mágica
respecto al mundo. Hay transferencias de significados
entre el símbolo y lo simbolizado. Dichos símbolos
corresponden a una cultura en específico. Están
relacionados a contextos religiosos y nacionalistas por
lo general.

i. La argumentación por el ejemplo, la ilustración y el


modelo
A partir del caso particular se busca la ley o la estructura
que él revela. Busca pasar del caso particular a una
generalización. Puede tener un valor de arquetipo, incitando a
la generalización. El ejemplo escogido en este tipo de
argumentación no se pueda discutir, pues es la realidad de lo

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que se evoca lo que sirve de fundamento a la conclusión.
También el argumento por el ejemplo da lugar al recurso del
ejemplo jerarquizado. Una consecuencia se puede extraer de la
conclusión que se sacó de otra, en este sentido es un argumento
de mayor peso. La realidad del ejemplo si debe ser indiscutida
para que pese en la agumentación.
La ilustración sirve cuando una regla ya ha sido
admitida, le da una cierta presencia dentro de la conciencia. Su
valor principal es que la ilustración sea llamativa para la
imaginación. La ilustración puede ser la descripción de un
acontecimiento histórico o la narración de un caso ficticio.
El modelo y el antimodelo. El caso particualr se puede
presentar como un modelo a imitar. Dignos de imitación son
personajes a quienes se admira, con autoridad y prestigio, ya
por su competencia, por sus funciones o el rango que ocupan.
El mism ose puede inspirar en un modelo divino, como los
personajes que tratan de imitar a Jesús en su comportamiento.
En este sentido también suele usarse en la argumentación el
antimodelo, que es un argumento a contrario. El modelo
permite acentuar uno u otro de sus aspectos para sacar cada vez
una lección adaptada a las circunstancias. No plantea igualdad,
sino semejanza de relaciones.
j. La analogía y la metáfora
El papel de la analogía es aclarar explicando una
relación desconocida. Toda analogía pone ciertas relaciones
en evidencia y deja otros caracteres en la sombra. El orador
escoge aspectos que le importa poner en evidencia en la
descripción de un fenómeno. El sentido etimológico de es el
de proporción. La analogía es un argumento por semejanza.
La metáfora se encuentra en el centro de una visión
original, sea del universo, sea de las relaciones entre el ser

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humano y la divinidad. Esta consiste en dar a un objeto un
nombre que mejor conviene respecto a otro. Es transferencia
del génerto a la especie o de la especie al género, de una
especie a otra. Generalmente se excluye el sentido literal.
Todo pensamiento creador no puede prescindir de las
metáforas. Y es una característica prsente en el pensamiento
religioso.

k. Amplitud de la argumentación y fuerza de los


argumentos
El mayor número de argumentos no hace mas fuerte un
discurso. Incluso podría pesar en contra del mismo.
Paciencia y atención del auditorio tiene un límite y no se
debe de abusar de él. Hay que seleccionar de acuerdo a la
fuerza de los argumentos. Se mezclan la eficacia y la
validez.La primera depende del audotorio presente, al
segunda del auditorio competente. La fuerza de un
argumento depende de la adhesión a las premisas, de su
pertienencia y de su cercanía con la tesis que se defiende y
en función de las objeciones que se le presenten. Hay
medios de prueba aceptables en el contexto de cada
disciplina. El argumento conocido tiene menos fuerza que
el argumento original. El argumento propio es más fuerte si
alarga la analogía de un argumento del adversario. La
amplitud, entonces, no slo resulta de la variedad de
argumentos presentados, sino de la repetición o
amplificación de algunos; pero debe evitarse ser fatigantes.
Ya que la fatiga puede hacer de un argumento fuerte uno
débil a la opinión del auditorio. La amplitud adecuada se
determina a la luz de cada situación argumentativa.

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l. Orden de los argumentos en el discurso
Se distinguieron diversas partes del discurso: el exordio,
la narración, la prueba, la recapitulación y la perorata. Para
Aristoteles eran dos partes básicas: la presentación de la tesis,
y los medios para probarla. En una argumentación el orden es
muy importante.
El exordio es como un preludio musical. Su fin es
suscitar el benevolencia y el interés del auditorio. Se puede
omitir si el orador es muy conocido y el interés del adversario.
Narración o exposición de los hechos. Se pueden omitir
si son muy conocidos o aun no se puede habalr de ellos en
futuro. Sucede lo mismo en el discurso de crítica o de elogio. Si
el propósito es convencer la tesis se presenta desde el incicio
del discurso, si se trata de persuadir, entonces puede dejarse
después de que se ha sensibilizado al auditorio. ¿En qué orden
se deben presentar los argumentos? Orden de fuerza creciente,
orden de fuerza decreciente y el que inicia y termina con los
argumentos más fuertes. Se ha recomendado este último. El
orden se determina de acuerdo al objetivo de convencer o
persuadir al auditorio. Depende de cada auditorio. El orden de
lo simple a lo complejo.
La centralidad del auditorio en el discurso es lo de fondo
de aceurdo a Perelman, es lo que libra a la retórica de un arte
que solamente se ocupa de embellecer el discurso o de su
reducción a una metodología.

Conclusión
Importa el triunfo de la verdad, y evitar el mal que
provoca la demagogia.
Gracias a la retórica se puede influir en el juicio y
orientarlo hacia posiciones razonables. En los dominios de la

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moral, del derecho, de la religión, o de filosofía reina el
pluralismo que deriva su racionalidad del aparato
argumentativo. El dominio por excelencia es en donde
intervienenen valores. Donde se trata de lo justo y de lo injusto,
de lo bello y de lo feo, de lo bueno y de lo malo, y en general
de lo preferible. Todo discurso que no pretende una validez
impersonal tiene que ver con la retórica.

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