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UNIDAD 1
Introducción y marco conceptual - Seguridad Pública: Polisemia y Anfibología - Concepto de
Seguridad - Concepto de “lo Público” - Concepto de Seguridad Pública - La Confusión
Conceptual - La Seguridad como Construcción Política y Cultural - La Construcción de la
Seguridad como Opción en un Campo de Disyuntivas Ineludibles.
UNIDAD 2
Explicación del temor o miedo en sí mismo – Análisis del Autor Gabriel Kessler frente al
temor al Delito - El miedo y la inseguridad - El hombre es lobo del hombre. El Estado, la
comunidad y los derechos humanos como factores fundamentales en la construcción de la
Seguridad Pública
UNIDAD 3
Origen del Término Policía - Poder de Policía – Conceptos – Alcances –Criterios negativos y
positivos - Uso de la Fuerza Pública - Conceptos claves de Prevención del delito – Modelos
Policiales: Estructuras policiales en razón de la perspectiva teórica, administrativa –
territorial y de su estatuto o naturaleza - Modelos de prevención del delito: consideraciones
criminológicas y victimológicas
UNIDAD 4
Marco normativo de la seguridad. Las bases jurídicas de la Seguridad Interior y la Defensa
Nacional en la república Argentina (Ley 23.544, y Ley 24.059). La Ley de Seguridad Pública
y Ciudadana de la Provincia de Córdoba (Ley 9235 y modificatorias)
UNIDAD 1
INTRODUCCIÓN Y MARCO CONCEPTUAL
Concepto de Seguridad:
Derivado de la voz latina “securitas”, “securitatis”, el vocablo español “seguridad”
significa “calidad de seguro”, es decir, libre y exento de todo peligro, daño o riesgo. Pero
también hace referencia a un valor esencial del Estado, por cuanto concurre a la fundación
del “ente estatal” como su principio y fin, ya que participa en la construcción de sus
cimientos, para postularse como su “telos”, su objeto, su finalidad. Por lo menos, en la
versión “contractualista” del origen del Estado, éste nace como producto de un pacto social
que celebran los seres humanos que lo integran, sacrificando una parte de sus libertades y
derechos con el explícito propósito de obtener seguridad en el disfrute de los restantes.
En su “Ensayo sobre el gobierno civil”, John Locke (John Locke, 1632 a 1704;
pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.) interpretó
al Estado como una creación humana de carácter contractual; consideró que los seres
humanos son por naturaleza libres, iguales e independientes y que ninguno puede dejar esa
condición sino por su propio consentimiento, producto de la conveniencia individual de cada
quien de unirse en sociedad con otros seres humanos para preservar la seguridad de todos
ellos, lo que redundará en el disfrute y goce pacífico de lo que les pertenece en propiedad
(Locke, John; “Ensayo sobre el gobierno civil”. Barcelona, España. Editorial Aguilar; 1983;
páginas 68 y 69.).
En mayor o menor medida, los seres humanos esperamos obtener del Estado y del
derecho, o mejor dicho, del Estado de derecho, una situación permanente de seguridad, de
tranquilidad y de orden que adquirimos al sacrificar una parte de nuestros derechos y
libertades originales a efectos de disfrutar pacíficamente de nuestros restantes derechos,
bienes y libertades; por ello, tienen razón Luciano Parejo Alfonso y Roberto Dromi cuando
afirman: “La seguridad es un valor fundante. Forma parte de los cimientos de la edificación
del Estado de derecho democrático. La seguridad instalada en las instancias de la filosofía
política ha exigido al derecho la provisión de definiciones instrumentales y operativas para
llegar al terreno de la praxis y de la eficacia”.
De igual manera, la seguridad es un valor incorporado al catálogo de los derechos
humanos, ya que así lo consagra la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”
(Naciones Unidas) del 10 de diciembre de 1948, al establecer en su artículo 3 que “Todo
individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. Esto es
ratificado por el artículo 9.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Naciones
Unidas), cuyo texto reza: “Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad
personales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser
privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento
establecido en ésta.” (Fernández Ruiz, Jorge, 2007).
Por otra parte, la seguridad también es considerada como una necesidad; en este
sentido, el jurista español Francisco Alonso Pérez (“Seguridad Ciudadana”. Madrid, España.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas, 1994; página 14.) la explica en los siguientes términos:
“La necesidad de seguridad es innata en el hombre desde que abandona el claustro materno
y se enfrenta a la vida. El hombre necesita estar seguro en todos los actos de su existencia,
tanto aquellos que se refieren a materias laborales como de asistencia sanitaria, hasta llegar
a aquellas actividades cuya protección está encomendada específicamente a las fuerzas y
cuerpos de seguridad” (Fernández Ruiz, Jorge, 2007).
“La seguridad pública cumple la función conservadora del orden social, con
base en un orden jurídico que controle al poder y norme sus relaciones con
los ciudadanos y de éstos entre sí. Es decir la existencia y permanencia de un
orden público y de un orden privado, como condición necesaria para la vida
social. Así, la seguridad pública se constituye en la manifestación de la acción
gubernamental, ejercida para salvaguardar la integridad, intereses y bienes de
las personas, y de las entidades públicas y privadas”.
Pero si nos aproximamos por el lado del ejercicio de la “función pública” de seguridad
pública, vemos que requiere de la realización de un conjunto heterogéneo de actividades
dirigidas a garantizar y hacer efectivo el derecho humano a estar libre y exento de todo
peligro, daño o riesgo, es decir, a estar seguro, en el entorno sociopolítico comunitario y
supraindividual; actividades que conllevan el ejercicio del “imperio”, de la potestad, de la
autoridad del Estado; lo que predica su naturaleza intrínseca de función pública
Entre tales actividades figuran: la de vigilancia de la vía y lugares públicos; la de
vigilancia de los establecimientos comerciales a los que tiene acceso el público; la de
prevención de comisión de delitos; la de colaboración en la investigación y persecución de
los delitos; la de prevención de comisión de infracciones a la normativa de faltas; la de
mantenimiento del orden público; la seguridad vial y el ordenamiento del tránsito peatonal
y vehicular; la de prevención de desastres y siniestros, la de avisos de alarma en casos
graves de emergencia, así como las de evacuación, dispersión, albergue, socorro, rescate y
salvamento, en casos de desastres y siniestros, casos estos últimos en los que se le conoce
como “protección o defensa civil “y la participación ciudadana en la toma de decisiones y
´políticas públicas de seguridad
La Confusión Conceptual:
“Entre la política de seguridad y la política social, en países con grandes conflictos
sociales y políticos”, es una construcción discursiva de hechos sociales aptos para producir
una falsa conciencia en los actores y en el público, que funciona construyendo “clichés”, o
sea con hábitos mentales selectivos, corrompiendo el cálculo clasificatorio con operaciones
ocultas y subrepticias
Al sustantivo “seguridad” se agregan explícita o implícitamente adjetivos como
“nacional”, “pública”, “ciudadana”, e infinidad de etcéteras, dándosele una connotación
colectiva y no personal de la seguridad. Es decir no se trata propiamente de la seguridad de
los derechos individuales, cualquiera que sea su posición en el contexto social, si no de la
seguridad de la nación, de la comunidad estatal o de la ciudad, o del “objeto” que fuere
(turística, vial, etc.)
Pero cualquiera que sea el adjetivo que se le coloque a la seguridad, el fin sigue
siendo el mismo: el control social, esto es, disciplinar a los ciudadanos para que obedezcan
por propio convencimiento y otorguen su consenso a los grupos que ejercen el “imperium”,
para el logro del proyecto de éstos (Sánchez Sandoval, Augusto, 2007).
Baratta va más allá y sostiene que la “seguridad ciudadana”, por su parte, podría
definirse en los países democráticos, como “la función del Estado que tiende a conservar el
orden social, con base en un orden jurídico que controle al poder y que norme sus relaciones
con los ciudadanos y de éstos entre sí. Esto es, la existencia y permanencia de un orden
público y de un orden privado, como condición necesaria para la vida social.”
Y la “seguridad pública” se constituiría como la manifestación de una política de
acción gubernamental, cuyo cumplimiento de sus “atribuciones” y “funciones” da nacimiento
a una situación de equilibrio en las interrelaciones personales y entre las autoridades con
los ciudadanos, que se denomina “orden público”, consistente en la situación exterior de
tranquilidad en una comunidad y que se traduce en el orden de la calle, de las áreas rurales
y del Estado mismo, con el fin de salvaguardar la integridad, los intereses y bienes, tanto
de las personas, como de las entidades públicas y privadas. (Sánchez Sandoval, Augusto,
2007).
Estas concepciones de seguridad ciudadana y seguridad pública implican un sistema
jurídico integral de equilibrio entre el poder político y el poder ciudadano, de manera que el
reconocimiento recíproco de ambos permite la coexistencia pacífica y respetuosa.
Con ese concepto de “seguridad”, rescata todos los “derechos” de las personas, es
decir, sin distinciones de “humanos” o de “garantías constitucionales”. Se refiere a todos los
derechos, sin ninguna “selectividad” Y además, la perspectiva de que los gobiernos, ante
la imposibilidad de dar soluciones concretas y efectivas, consideran la “respuesta simbólica”
de la norma jurídica, de la cual se cree que al ser promulgada, logra prevenir los hechos
sociales y modificar la realidad externa. Pero eso es falso, porque si todo un “despliegue
operativo policial” no puede evitar que se cometa un robo a un banco o que se mate a una
persona, menos la norma jurídica contenida en un código, pues sólo prevé eventos para
darles causes futuros. De ahí que las políticas en materia de seguridad pública construyen
solamente un mundo de palabras y de lenguaje, sin ningún asidero en el mundo de lo
concreto, pero que al ser un tema de comunicación social, aparece como la respuesta
“objetiva” adecuada para un problema determinado (Sánchez Sandoval, Augusto, 2012).
Visto todo lo anterior, la investigación teórico-empírica en materia jurídica y de las
instituciones de administración del derecho no implican que la incertidumbre y los riesgos
desaparezcan, si no que su estrategia consiste en crear alternativas cercanas y salidas
viables para mantener esos riesgos dentro de límites de tolerabilidad y control, para
proporcionar una especie de “seguridad subjetiva” en las personas; es decir, provocar con
la comunicación social, una sensación de estar protegidas por las instituciones públicas y
así, calmar la conciencia colectiva: “La seguridad subjetiva representa un complejo
entramado de actitudes que otorgan una idea de la posición en la que se ubica un sujeto
respecto de su entorno, independientemente de las condiciones “reales” de éste último.”
La Seguridad como Construcción Política y Cultural:
Para el tratamiento de este tema del programa, vamos a seguir las reflexiones del
chileno Pedro Güell (2010), quién sostiene dos afirmaciones: primero, que el fundamento
de la seguridad es una construcción política y cultural; y segundo, que esa construcción se
realiza como opción en un campo de disyuntivas ineludibles.
“La construcción social de la seguridad, y de sus mecanismos institucionales, parte
de un proceso de delimitaciones muy básico en el interior del campo de acción de las
personas y grupos. Su objetivo es permitir la articulación de las necesidades de las personas
con los requisitos para el funcionamiento de la sociedad, y asegurar con ello que ambas
(necesidades de las personas y funcionamiento de la sociedad) puedan cumplirse en su
mayor medida sin provocar daño en ninguna de las dos”.
La necesidad de coherencia entre los distintos componentes de la seguridad no es
una necesidad solo lógica o técnica, sino especialmente subjetiva: la disposición a tomar
más riesgos depende del juicio de los actores acerca de la legitimidad que tiene la ampliación
social de las probabilidades de daño, y de la fortaleza de los mecanismos que impedirán que
se pase más allá de ese límite. En condiciones de relativa estabilidad e integración social,
en las que esté vigente un sistema político democrático, definir operativamente los peligros,
los riesgos y las amenazas que acechan a una sociedad, tiende a generar un sistema
relativamente coherente, pues la sociedad dispone de tiempo y capacidad de deliberación
para ajustar las incoherencias.
La pretensión de una sociedad democrática es eliminar la distribución injusta de
peligros, riesgos y amenazas, contribuyendo así a dotar a todas las personas de un marco
similar de posibilidades de acción. Esto solo puede lograrse si la sociedad como sistema
reflexivo y autodeterminado define una orientación general y vinculante para las
delimitaciones que contribuyen al fenómeno de la seguridad.
Para que una sociedad consiga un marco de seguridad necesita las delimitaciones
señaladas más arriba, aunque estas no bastan. Se necesita transformarlas en mecanismos
institucionales y para ello se requiere complementarlos con algunos mecanismos culturales
adicionales, dado que –por su propia naturaleza– las instituciones son resistentes al cambio
y poco dadas a atender situaciones particulares. Esto se traduce en que a nivel de sus
procesos concretos la seguridad tiene dos caras. Una institucional y otra interpersonal.
La primera contiene las reglas del juego que hacen predecibles, gracias a incentivos
y castigos, cuáles son las reacciones y consecuencias esperables de la sociedad frente a los
cursos de acción emprendidos por las personas.
La segunda, en tanto, se refiere a la casi totalidad de las acciones de las personas,
las cuales, dado el carácter cambiante de la sociedad, no pueden ser reguladas plenamente
por el entramado de certidumbres institucionales. Esto aporta a la vida común un grado
determinado de “contingencia” que es irreductible. La evolución de la sociedad ha
desarrollado un mecanismo para entendernos con esto y que caracteriza a las relaciones
humanas: la confianza. Ella permite que, aun cuando no pueda predecirse del otro la
reacción precisa a nuestras iniciativas, puede, sin embargo, apostarse a su intención
general: el “otro” será más bien un colaborador que un agresor y puede suponerse que sus
acciones y reacciones frente a mis comportamientos estarán guiados por el principio de
reciprocidad (Güell, Pedro, 2010).
Estas libertades reconocidas para todas las personas son lo que llamamos derechos
y libertades, es decir derechos que implican que los Estados no intervengan y dejen a las
personas gozar plenamente de estas libertades.
Sin embargo, el buen ejercicio de estas libertades, el mantenimiento del orden público
y de la seguridad del país, la preservación de los valores morales así como el respeto de los
derechos ajenos conducen necesariamente a hacer algunas restricciones a estas libertades.
El miedo y la inseguridad.
La sensación de inseguridad se instaura como un miedo. Según la R.A.E. el miedo se
define como “perturbación angustiosa del ánimo, por un riesgo o daño real o imaginario”1.
Una persona que vive en una casa amurallada, con rejas, circuito cerrado de vigilancia
y demás elementos, que parecerían propios de una sensación de inseguridad, pero este
afirma no tener miedo. Kessler plantea que la sensación de miedo varía según la confianza
que se tenga en la posibilidad de controlarlo. Y es así como cuanto mayor es la sensación
de poder hacerle frente a la cusa del miedo, este disminuye. El autor dice: “Algo es peligroso
o amenazante cuando se percibe que su poder es mayor al propio.”2
Por lo tanto pareciera que la impresión de miedo no gira en torno al objeto de riesgo
o daño, sino más bien a la perturbación angustiosa, y que ésta varié según la confianza a
priori del sujeto en hacerle frente.
En el caso de la sensación de inseguridad con respecto al delito, lo que prima es algo
que pareciera producirse antes del hecho delictivo. La sensación se genera como respuesta
emocional de terror o ansiedad, frente al crimen o al símbolo que la persona asocia al
crimen.
La sensación de inseguridad se empieza a plantear como una condición necesaria
para considerar a determinada situación como peligrosa. Postular a un hecho o una persona
como amenazante supone una carga emocional previa, ligada a si lo percibido por este
dentro de las categorías de persona o hecho peligroso. La emoción se encarga de generar
signos que permitan diferir lo amenazante de lo seguro.
1
R.A.E.: Real Academia Española. [En línea] http://www.rae.es/rae.html.
2
G. Kessler, El sentimiento de inseguridad: Sociologia del temor al delito, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2009,
p. 46. Sigla: SI.
A partir de lo dicho aquí y la definicion de la R.A.E. podemos tratar de definir el
sentimiento de miedo hacia la inseguridad como la perturbación angustiosa del ánimo
dirigida hacia un posible riesgo o daño, real o imaginario, cuyo poder es mayor al propio.
A partir de esta definición podemos empezar a tratar de descifrar de qué forma se
construye este sentimiento de miedo hacia la inseguridad. Esta cuestión si bien parece estar
presente en gran parte del cuerpo social, no queda en claro cómo se construye este miedo
¿Son una serie de hechos individuales que se generalizan en una cultura determinada? o
¿es una cultura determinada que se manifiesta a través de hechos individuales?
El proceso que lleva a construir determinados patrones sobre el miedo es una
combinación de lo social, lo individual y lo cultural. Es una respuesta sobre hechos
individuales, sin embargo hay patrones bajo los que están fijados lo que puede ser riesgoso
y peligroso. Estas bases cognoscitivas son reactualizaciones de concepciones culturales
estándar que se modifican en las distintas épocas.
Si pensamos cómo funciona el mecanismo de la sensación de inseguridad, es
imposible desarrollarla si antes no poseemos una base cognoscitiva y un juicio valorativo.
Se debe considerar que el objeto/sujeto temido es peligroso o amenazante por ciertas
razones. Ahora bien estas bases valorativas no están presentes de forma directa en los
sujetos sino a través de ciertos mecanismos inconscientes, como pueden ser los prejuicios
o la estratificación social.
La base cognitiva de la que hablamos si bien es culturalmente compartida no significa
que sea homogénea. Sobre determinada escena de inseguridad hay varios contenidos
disponibles, de distintos tipos e incluso opuestos entre sí, acerca de qué tan peligroso puede
ser el hecho. Así por ejemplo que distintos actores sociales son vistos de manera opuesta
entre distintas personas.
Y la segunda cuestión es la temporal, a pesar de que haya ciertos juicios
culturalmente prefijados, éstos constantemente se reactualizan y se adaptan a distintas
situaciones. La resignificación de la base cognoscitiva es dinámica, un hecho tiene el poder
de redefinir la imagen de la realidad vigente, o un punto de quiebre que marque un antes
y un después sobre dichos sujetos.
A esta configuración del sentimiento de inseguridad podemos agregar una dimensión
comparativa. Constantemente los hechos actuales se comparan con los pasados,
estructurando un deber ser, que determina que la situación actual no debería ser así. Un
lugar con bajo índice de delito al ver un pequeño aumento en la tasa anual puede sentirse
mucho más inseguro que en otro sitio con una taza alta pero equilibrada de delincuencia.
Lo que no se tiene en cuenta cuando se utiliza datos objetivos como son los censos,
son las circunstancias concretas que varían de un año a otro. Cuatro años de diferencia
entre un censo y otro, están estructurados en dos ciudades totalmente distintas, donde su
población, su índice salarial y de desempleo, su nivel de educación y su diferencia de clases,
entre muchas otras cosas también han cambiado.
Pero esta sensación de inseguridad pone en primer plano la cuestión delictiva sobre
las otras. Esto crea un sentimiento por el cual el delito es un elemento individual, que no
depende de la estructura social. Se expía toda culpa que de la sociedad, como constructora
de las condiciones que llevan a que se realicen estos hechos.
Al generalizar a todo coparticipe de un hecho delictivo como víctima y al
homogeneizar toda persona o situación delictiva bajo el rotulo de “La Inseguridad” se
deshumaniza al hecho. Así es que se hacen marchas, no por víctimas de secuestros, de
hurtos, violaciones o asesinatos sino que las marchas son en contra de la inseguridad.
Se hacen mapas para determinar las zonas de inseguridad, zonas liberadas donde la
única posibilidad para no ser víctimas de la delincuencia es evitarlas o destruirlas.
Y la figura del criminal se instaura como un ser cruel que tiene toda la culpa de ser
así y que debe ser penado de la manera más severa posible, sin importar la edad o las
circunstancias. Poniendo dentro del imaginario social al mismo nivel a un asesino que un
joven que robó pan. Se deshumaniza al causante del delito, se vuelve un ser despiadado y
sin forma de restitución a la sociedad. La actual visceralidad con la que se analiza el delito,
por la que cualquier demostración de compasión hacia el que cometió el delito, la mención
de sus derechos o los esfuerzos por humanizar el castigo pueden ser tildados como insultos
a las víctimas y a sus familias. Así mismo, se genera una profunda identificación con el papel
de víctima y se extiende un sentido de victimización potencial sobre el resto de la sociedad.
3
Cf. SI, pp. 53-58
4
Cf. P. Virno, Paolo, Gramática de la multitud, Madrid, Traficantes de sueños, 2001.
El Estado, la comunidad y los derechos humanos como factores fundamentales
en la construcción de la Seguridad Pública
El problema de la seguridad pública, estrechamente vinculado al problema de la
gobernabilidad de las recientes democracias latinoamericanas es, teniendo en cuenta los
presupuestos que lo organizan, un tema nuevo en la región.
Pero la cuestión de la novedad, no necesariamente resulta en que el problema tienda
a resolverse en sistemas e instituciones capaces de plantear políticas dirigidas, por ejemplo,
tanto a prevenir y asegurar efectivamente la no violación de los derechos humanos y civiles,
como a defender pluralidad de viejos y nuevos derechos.
Pensar modelos de seguridad pública que respondan al horizonte de la defensa de
los derechos es, en buena medida, proponerse hacer el riguroso y difícil ejercicio de
reconocer que los viejos modelos de seguridad representan puntos de vista que limitan la
visión del problema que dicen encarar. Si lo que las nuevas reformas nos están proponiendo
es fundamentalmente re-adecuaciones, re-aggiornamientos de los sistemas de garantías -
en sus versiones anglosajonas o en sus versiones europeas-, la implementación de estas
reformas será siempre parcial e inacabada y es posible que, en contra de todas las buenas
intenciones que las nutren, se reputen más como adecuaciones parciales y como
complicados maquillajes para responder a coyunturales cambios políticos y económicos en
la región, que como nuevos paradigmas capaces de construirse como resultado de las
nuevas formas de relaciones y luchas sociales que estos cambios conllevan.
Los latinoamericanos somos tributarios y actores de una historia de resistencia a la
autoridad, de impugnación del orden establecido, antes que de conquista de derechos para
integrar una sociedad de pares, de "hombres puros" que se han reconocido iguales entre
sí. 5Como ya hace varios años dijera Octavio Paz, mientras para los norteamericanos el
mundo es algo que se puede perfeccionar, para nosotros, es algo que se debe redimir.6 Ser
esta historia, reconocer lo que somos, es la única clave en que podemos pensar las reformas
5
Decir “los latinoamericanos'' y caracterizar una historia es, sin duda, englobar en una sola categoría intereses y
movimientos muy disímiles. Sólo quiero hacer referencia a tradiciones intelectuales e históricas divergentes de las que
han resultado diferentes formas de concebir la autoridad, el Estado y el problema del orden social. Ver Melossi, Dario,
El estado del control social, Siglo XXI, 1992; Pitch, Tamar, "¿Qué es el control social?'', en Revista Delito y Sociedad, Año
4, N°8, Oficina de Publicaciones del CBC, Buenos Aires, 1996; Tiscornia, Sofía, "Peligrosidad política o peligrosidad social?
Seguridad ciudadana y procesos de construcción de hegemonía en torno al (des)orden democrático': en Fichas de
cátedra Nº 1, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1985
6
Paz, Octavio, "El pachuco y otros extremos'', en El laberinto de li soledad, FCE, 1994, México, p. 27
de los sistemas de seguridad. Y es la única forma en que podemos construir democracia y
participación, nuestras viejas deudas.
La primera cuestión que debiera debatirse entonces es acerca de qué estamos
hablando cuando hablamos de Seguridad Pública. Sin duda que esta cuestión es bien
diferente del problema del Orden Público. Creo que podemos coincidir que la cuestión social
del Orden Público, cronológicamente anterior al tema de la Seguridad Pública, supone un
concepto decimonónico y positivista cuyo objetivo es evitar el des-orden, la ruptura del
orden político establecido. Tal como lo plantea Recassens y Brunet7 , este concepto se
resume en una ecuación simple: "contrastar la conducta de los ciudadanos con la normativa
y las costumbres 'pactadas' por la 'sociedad' y protegidas por el Estado. Los contraventores,
enemigos del bienestar público, deben ser separados del colectivo y deben ser castigados".
En las instituciones de seguridad, se privilegió un modelo político de Orden Público, por
sobre un modelo profesional. Ello ha redundado en una marcada preocupación por el delito
político -entendido como cualquier forma de disidencia al régimen político autoritario
dominante- antes que por la investigación científica de la delincuencia común y el crimen
en general. En este paradigma, los cuerpos policiales son concebidos como cuerpos
especializados en la represión de vastos grupos de población, antes que en la investigación
de delitos dañosos para todos los grupos sociales.
El concepto de Seguridad Pública, en cambio, se plantea como alternativa a la
cuestión del Orden Público. Emerge como cuestión política y social recientemente, como
uno de los problemas de gobernabilidad que debe resolver el Estado de derecho de las
democracias contemporáneas. Supone una valorización compleja del conflicto, siempre
renovado, entre los derechos de la gente, como derechos inherentes a la persona, y la
protección de esos derechos como condición indispensable para su efectivización. Ello
resulta en que el bien protegido no es el orden establecido ni las normas que lo sostienen,
sino los derechos y las libertades.
Y como todos sabemos, los derechos y las libertades son cuestiones complejas y
difíciles de resguardar. Porque los derechos y las libertades, antes que ser la letra y el
espíritu de la ley, son protagonizados y defendidos por actores sociales concretos. Grupos
sociales que no están dispuestos a reconocer acríticamente un solo sentido del orden
7
Recassens y Brunet, A., "Violencia policial y seguridad ciudadana': en Imágenes del control penal Universidad Nacional
del Litoral Santa Fe, 1994, p. 78.
público. Actores que apelan a viejos derechos para defender libertades conquistadas y que
conquistan libertades para codificarlas en nuevos derechos.
Es más, cuanto más se profundiza el ejercicio de las libertades, aseguradas en los
pactos y tratados internacionales -en el caso de Argentina incorporados a la Constitución
Nacional- mayores son los conflictos que se deben enfrentar. Porque, además, estamos
tratando de pasar de una concepción del orden urbano armada sobre un modelo
decimonónico y positivista, por un lado, y por el modelo del Estado terrorista, por el otro, a
un modelo en el cual, si las libertades y los derechos aparecen asegurados en la
Constitución, es más que inevitable que cada vez haya más actores que luchen por su
vigencia y exijan su tutela. No porque creamos necesariamente en la letra de las leyes o de
las Constituciones8, pero sí porque ello nos afirma aún más en la demanda de nuestros
derechos.
Y es entonces cuando la cuestión aparece presentada en forma de falsas
contraposiciones.
Una de ellas es la que opone libertades a seguridad. Esta oposición argumenta que
a medida que se avanza en la conquista de libertades, para que las libertades sean ejercidas
es preciso una tutela eficaz. Esta cuestión es cierta, siempre y cuando la tutela eficaz no
implique resignar parte de las libertades para asegurarlas como tales. Porque lo que
habitualmente resulta es que cuando demandamos por una protección más eficaz, los
encargados de protegernos demandan medios eficaces para hacerlo, argumentando que
esto es conveniente, aun cuando perturbe alguno de nuestros derechos y libertades. Aquí
es entonces que esta oposición suele resolverse en favor del valor seguridad, frente al valor
libertad, descuidando que no son comparables y que, si pensamos que lo son, podemos
resignar, frente a determinadas circunstancias, el valor seguridad frente al valor libertad.
Algunos ejemplos ilustrarán esta falsa antinomia. En Argentina, a diferencia de
muchos otros países, la Policía Federal expide un documento llamado cédula de identidad.
El propósito de esta cédula, inventada a comienzos de siglo, es principalmente contar con
un prontuario de cada ciudadano que permita a la policía ejercer un control rápido y,
8
La "creencia en las leyes" refiere básicamente a la existencia de una cultura jurídica y política en la que la aplicación
de la ley no aparece, a los ojos de la mayoría de los ciudadanos, como una forma de ejercicio arbitrario del poder político,
sino, antes bien, como una forma consensuada de arbitrar los conflictos. Sobre el ''descreimiento" en las leyes ver, entre
otros: Nino, C., Un país al margen de la ley, Emecé, Buenos Aires, 1992. El descreimiento en la aplicación justa de las
leyes por los tribunales locales puede coexistir en cambio, con una cultura política en la que la demanda de derechos
sea un rasgo predominante. Ver, entre otros O 'Donnell G., Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo y
democratización, Paidós, 1997.
fundamentalmente, exhaustivo sobre todos los habitantes de la Nación, y en especial de los
delincuentes9. El problema es que, desde principios de siglos a la fecha, esta facultad de
ejercer un control exhaustivo ha depreciado el valor libertad frente al valor seguridad. En
nombre de la seguridad y del orden nos vemos obligados a salir a la calle con la identificación
correspondiente so pena de ir a parar unas cuantas horas a la comisaría sólo por haber ido
a hacer compras en un mercado.
¿Por qué razón, por otra parte, una institución del Estado, funcionarios públicos,
pueden reunir y concentrar en forma secreta la información acerca de afiliaciones,
participación política, antecedentes contravencionales, etc., de todos los ciudadanos? ¿Por
qué un funcionario público puede detener a alguien en la calle, sin que la persona esté
cometiendo un delito y requerir su documento y demorarlo en la comisaría? Sin duda estas
cuestiones afectan gravemente las libertades.
Aquí, la resolución más común de la falsa antinomia diría: "de acuerdo, restringe las
libertades, pero es un instrumento idóneo para lograr seguridad". El problema es que
tampoco es eficaz ni eficiente. Demorar cientos de miles de personas por año en las
comisarías para detener a algunas pocas decenas de delincuentes habituales, es sin duda
un despropósito y un despilfarro de recursos públicos y de libertades ajenas.
Otro ejemplo, quizás opuesto, es la ampliación notable de la seguridad privada en la
región. Es por todos conocido que la expansión de estas empresas ha superado largamente
las tareas de vigilancia, prevención de riesgos y control de factores -problemas a cargo de
la seguridad pública-. Es éste un ejemplo claro en el que el valor seguridad está claramente
ponderado por sobre el valor libertad. Residimos en ghettos y predios enrejados; debemos
mostrar credenciales para entrar en nuestra casa, club; debemos rodear barrios enteros
para pasar de una zona a otra porque arbitrariamente se cortan -se privatizan- las calles.
Asistimos, sin duda a la aparición de nuevas formas de legalidad, no escritas ni codificadas,
salvo en reglamentos de copropiedad para el solo conocimiento de los beneficiarios/
propietarios de la privatización.
9
La cédula de identidad tiene su origen en el Convenio Sudamericano de Policía de 1905, ratificado en 1920. En su artículo 10
especifica que la cedula “procuraría facilitar que toda persona honesta” se provea de una célula o certificado de identidad, la cual
adendas de ponerla a cubierto de posibles molestias, ha de ser un elemento de información personal (...) (destacado nuestro). En 1968
se crea el Registro Nacional de las Personas cesando la vigencia de la cédula de identidad expedida por la Policía Federal, como
instrumento de registro e identificación de las personas. Desde ese entonces, la Policía Federal ha reclamado la coexistencia de ambos
documentos –la cedula de identidad por ella expedida y el Documento Nacional de Identidad, expedido por el Registro Nacional-
argumentando que mientras el segundo es un documento" valorado solo en esta función, el segundo -la cédula policía- cumple una
función relativa a la ''seguridad': La Policía Federal ha continuado expidiendo cédulas y exigiéndolas como documento probatorio de
identidad.
Creo que estos ejemplos pueden resultar ilustrativos para preguntarnos acerca de
cuáles son, entonces, los principales desafíos que presenta hoy el tema de los sistemas de
seguridad pública, entendidos como sistemas de protección de derechos y libertades.
UNIDAD 3
Origen del Término Policía.
Podría decirse que la función policial aparece en el mundo a partir de la constitución
de los primeros grupos sociales, para hacer posible la convivencia interior de los mismos,
asumida bajo formas propias del gobierno unipersonal, según las cuales una persona reunía
todas las responsabilidades y facultades para garantizar la paz. Seguridad y Justicia estaban
bajo la misma mano, de la cual emergían actos propios de autoridad ejecutiva, con
atribución también para aplicar la fuerza. Este concepto, que con diferentes grados de
perfección marcará la evolución de los tiempos, se mantiene inalterable, como un factor
constante, primario de la organización social.
En el antiguo Egipto, cuna de la historia de la humanidad, ya aparecen contenidos
en disposiciones sobre justicia y represión de delitos, en Grecia, en Persia y en Roma el
concepto de lo policial era amplio y abarcaba asuntos criminales, edilicios y otros no bien
definidos.
Durante la aparición de los estados modernos, en las monarquías de la Edad Media
y primeros siglos de la Edad Moderna, los Estados carecían de medios coercitivos civiles
debidamente organizados. De modo tal que, para mantener el orden interior, el Estado
recurría al ejército, se combatía al pueblo o a los nobles sublevados con las mismas armas
y muchas veces con los mismos métodos que al enemigo exterior.
En realidad, antes del consulado y del Imperio napoleónico, la Policía no aparecía
como una organización eficaz. Muchos autores consultados consideran al famoso Fouché
como su verdadero fundador, sin desconocer que hubo intentos de creación de
organizaciones policiales en toda Europa en la época de las monarquías absolutas.
Etimológicamente se tiende a aceptar que tanto el término “policía” como el de
“política”, guardan relación con el griego “política”. En ese entendimiento, la acepción nos
remite a Aristóteles (IV a.c.), y al significado de Ciudad, considerada una entidad distinta
de otras comunidades políticas. Con otro alcance, significa lo que mantiene a la ciudad como
una unidad: El arte de gobernar. A partir de Aristóteles y de Platón (V-IV a.c.), el término
cambia su acepción y remite primero al conjunto de leyes y reglamentos que concierne a la
administración general de la Ciudad, es decir al orden público, a la moralidad, a la sanidad
y a los suministros. Pero, además tiene otro significado, también se refiere a esos
“guardianes de la Ley” de los cuales habla Platón en La República, encargados de hacer
respetar esa reglamentación. Se perfila ya lo que más tarde se consolidará: Autoridades de
policía, las cuales promulgan las leyes y Policía en el sentido de custodios que hacen respetar
esos reglamentos, si es necesario, mediante el empleo de la fuerza.
Los Romanos toman de los griegos el término “politeia” (que corresponde para ellos
a dos conceptos: el de res pública, la “cosa pública”, y el de “civitas”, que designa los
“asuntos de la ciudad”), pero lo latinizan en “politia”, derivado de la palabra “polis”, que
significa “ciudad”. Paralelamente, sus juristas dan un contenido y un lugar específicos a la
noción de “policía”, en elaboraciones teóricas que concurren a justificar la soberanía
absoluta del Imperio (estado) sobre sus sujetos. En esta concepción el imperium constituye
el fundamento último del poder del Estado –La Potestad- y éste se manifiesta concretamente
a través de la acción administrativa, judicial y policial.
Entonces la esencia de la función gubernamental consiste en definir las fronteras
entre lo público y lo privado a través de la producción normas en las cuales el respeto está
asegurado por órganos administrativos que utilizan, en caso necesario, la presión física. En
Roma, el Praefectus urbis –el “prefecto de la ciudad”- dispone del poder de dictar
reglamentaciones que tratan acerca de los aspectos de la vida social y sobre la autoridad
de cuerpos policiales especializados.
Sin embargo, aunque las palabras pueden ser idénticas de un país a otro, no lo son
igualmente las realidades que ellas abarcan ni tampoco sus significados. Francia, por
ejemplo, distingue las “autoridades de policía”, que, como el Intendente o el Prefecto,
dispone del poder reglamentario; y las “fuerzas de policía”, que son las encargadas de hacer
respetar las leyes establecidas. En Gran Bretaña, la expresión Policy Authority (autoridad
policial) designa comisiones locales compuestas por funcionarios electos y por magistrados,
encargados de controlar el funcionamiento de las fuerzas policiales, pero que no disponen
del poder reglamentario. Además, mientras que en Francia las fuerzas policiales pueden
recibir instrucciones operacionales por parte de las autoridades competentes, en Gran
Bretaña, sería una intromisión ilegal y contraria al principio de independencia de acción
tradicionalmente reconocida al Chief Constable (Jefe de Policía).
Evolucionando lentamente de la noción de policía, resurge a fines de la Edad Media,
al mismo tiempo que el derecho romano es redescubierto y enseñado en las Universidades
de Bologna y de Padua, luego en París, Colonia y Leipzig. El concepto reaparece también en
los medios oficiales de Alemania y Francia por intermedio de la cancillería de los Duques de
Borgoña. El término policía designa entonces, de manera laudatoria, el estado en el cual se
encuentra una sociedad que goza de un “buen gobierno” y donde son promulgadas y
aplicada “buenas leyes”.
En España los primeros servicios policiales organizados estuvieron dados por las
Hermandades, que nacieron como respuesta a lo poco que podían hacer las escasas fuerzas
de los Reyes ocupados con las campañas militares, que implicaban la utilización de los
recursos humanos y pecuniarios en soldados y causas de guerra, dejando abandonados a
los pueblos ante el accionar de desesperados, ambiciosos, perseguidos, desertores y
malvivientes, quienes los sometían a olas de crímenes y despojos. Surgieron del pueblo,
constituyendo cofradías o sociedades para la defensa armada contra esos marginales y lo
único que hizo el poder real fue reconocerlas, estimularlas y, finalmente, incorporarlas a la
organización estatal.
En nuestro país Los Cabildos tenían competencia para intervenir en asuntos de
policía, abastos, calles, edificios, higiene, instrucción primaria, etc. En la ciudad de Buenos
Aires para el año 1589, el Cabildo comienza a designar Alcaldes de Hermandad, eximiendo
a los alcaldes ordinarios de las obligaciones de estos empleos y comenzando así la evolución
de la Policía en nuestro país. Desde los primeros pasos y los primeros tiempos, estuvo
animada con las mismas ilusiones y frustraciones que caracterizaron el duro y difícil camino
de construir la Nación, consolidada a través del desarrollo de instituciones pilares que, como
la Policía, más allá de sus imperfecciones y su necesidad permanente de ajustes adecuados
a los cambios sociales, ha sabido responder a las exigencias de los tiempos.
Poder de Policía
El poder de policía es parte de la función legislativa que tiene por objeto la promoción
del bienestar general, regulando a ese fin los derechos individuales, reconocidos expresa o
implícitamente por la C. A., extendiéndose hasta donde la promoción del bienestar general
lo haga conveniente o necesario dentro de los límites constitucionales (arts. 19 y 28, C. A.).
El poder de policía se manifiesta a través de normas generales, abstractas, impersonales,
objetivas, siendo su objeto más amplio que la policía, pues versa sobre la limitación de los
derechos reconocidos a fin de promover el bienestar general.
La Corte Suprema ha entendido que "la ley 23.798 de lucha contra el SIDA fue dictada
en ejercicio del poder de policía del Estado (art. 75, incs. 18 y 32, C. A.) el cual se manifiesta
en forma de restricciones a los derechos y garantías constitucionales y se impone con
prescindencia de la voluntad de los particulares (C. S. J. N., 17/12/96, "B. R. E. C/ Policía
Federal Argentina", J. A., 1997-IV-329).
La Policía es la parte de la función administrativa que tiene por objeto la ejecución
de las leyes de policía. La policía se manifiesta a través de normas particulares (actos
administrativos) que constituyen la individualización o concreción de la norma jurídica
general o abstracta.
• En una acepción positiva, policía se identifica con ayuda, fomento, asistencia, tutela
de bienes que merecen protección jurídica pública, v. gr., salud, educación, vivienda.
En esta modalidad no se usa de la coerción, sino que se emplean medios persuasivos,
indicativos, v. gr., regímenes de promoción industrial o minera.
10
HILDA MARCHIORI, Criminología. Teorías y Pensamientos. Ed.Porrua.
México.2000.
11
JOSÉ MARIA RICO, Prevención del delito. Editorial Lerner. Córdoba. 1991.
12
CLAUDIO STAMPALIJA, Nuevas Estrategias y Políticas de Prevención del delito.
En Criminalidad y Prevención del delito. Ed. Advocatus. Argentina. 1994.
de la criminalidad, en las armas utilizadas, en la crueldad hacia la víctima. Una víctima que
es elegida precisamente por su vulnerabilidad.
5) Los altos costos económicos, sociales, culturales y éticos que provoca la
delincuencia. Este aspecto fundamental de Política Criminal y Preventiva aún no esta
suficientemente comprendida por el Estado.
6) El colapso institucional policial y de la administración de justicia . El
agravamiento y extensión de la criminalidad ha conducido a un colapso de las instituciones
policiales y de administración de justicia donde se advierte que muchas de las metodologías
institucionales se perciben y resultan obsoletas.
7) La reincidencia delictiva-persistencia en el delito- implica múltiples fracasos:
el penal, el sistema penitenciario, el fracaso del propio individuo y el de su familia para
ayudarlo en la recuperación. Este proceso de reincidencia constituye uno de los problemas
más serios a nivel institucional y social. La reincidencia es un agravamiento del delito, un
deterioro en la personalidad del delincuente y un revés de los medios empleados para
asistirlo.
8) El fracaso del sistema penitenciario en la recuperación individual y social
del delincuente. La alta reincidencia, esto es, la persistencia en el delito, en numerosas
situaciones provocada por la sobrepoblación de las cárceles, la carencia de personal
especializado, las infraestructuras inadecuadas, la cambiante política penitenciaria que
implica una crisis en el sistema penitenciario, donde se han olvidado de que en ella ingresa
el individuo: una persona. Esta actual frustración es debido principalmente a que no se
realiza una labor de individualización, de respeto y de ayuda para su recuperación social del
individuo que ha dañado a su comunidad.
9) La carencia de una asistencia y ayuda a las víctimas de delitos . Son
precarios aun los programas de asistencia a los ciudadanos que han sido víctimas de delitos.
Aquí se observa que se carece de personal especializado, si bien es cierto que en los últimos
años se ha avanzado, el mismo esta delimitado a las zonas urbanas –grandes ciudades- o
determinadas regiones. Por otro lado es importante preparar personal victimológico para
ayudar, asistir, acompañar a las víctimas, a obtener su reparación y su sobrevivencia por el
daño sufrido.
10) El descalabro de las penas tradicionales, vinculadas a la reincidencia
delictiva, a la persistencia en el delito. Se ha agravado el índice de la
reincidencia/persistencia en el delito- por la carencia de programas que realicen una tarea
de redes institucionales sociales, económicas, de vivienda, de asistencia familiar, de
tratamiento penitenciario para evitar la continuidad en el delito.
11) Débiles respuestas institucionales y estatales frente al crimen organizado.
Hace mucho tiempo que se está llegando “demasiado tarde” en los aspectos de detección,
tratamiento y prevención de los grupos delictivos y de las organizaciones criminales. Se
observa una alta impunidad, que conduce a una situación social anómica y destrucción de
los niveles de redes sociales y culturales.
12) La carencia de investigaciones sobre la criminalidad que conduzca al
conocimiento de las formas de delincuencia por regiones y la implementación de medidas
preventivas. Esto implica un compromiso de las Universidades de los países
latinoamericanos para conocer la criminalidad de cada región teniendo en consideración los
estudios e investigaciones criminológicas y victimológicas. México es uno de los principales
países de Latinoamérica donde se advierte una real preocupación de sus Universidades por
el problema de la criminalidad. En Argentina, el CEPREDE se ofrece como la única alternativa
científica que ilumina dicha imprescindible tarea.
13) Carencia de personal especializado en los proyectos y aplicación de
medidas de prevención asociadas a políticas sociales. En todos los campos y áreas de la
Criminología se observa esta carencia de personal especializado en Criminología,
Victimología, Ciencias Penales, Penitenciarismo, adolescentes en conflicto con la ley penal,
en adicciones, mediación comunitaria, trabajadores sociales, expertos en evaluación de
programas, coordinadores barriales, encuestas de victimización, todo ello en relación a las
verdaderas necesidades de la región.
14) Se advierte un marcado atraso en las respuestas institucionales frente al
delito, a la criminalidad, al delincuente y hacia la víctima.
13
IRVING WALLER, Nuevos diseños de desarrollo institucional frente a la
inseguridad urbana. Primer Congreso de Seguridad Ciudadana. Córdoba. 1990.
seguros y agradables a la vida comunitaria. La prevención trata de utilizar en cada cultura,
sus propios mecanismos culturales. En estos investigadores se advierte la consideración de
la prevención como un requisito esencial para mejorar calidad de vida de un barrio o
comunidad, para la educación y los Derechos Humanos, tratando de utilizar, en cada ámbito,
sus propios engranajes culturales, costumbres y vida comunitaria.
En el trabajo sobre Nuevas estrategias de Prevención del delito, CLAUDIO
STAMPALIJA14, analiza dos clases o modelos de prevención que se han desarrollando en los
países: la prevención situacional y la prevención social.
a) La prevención situacional apunta a reducir las posibilidades o las ocasiones para
que el delincuente lleve a cabo su meta, sobre todo, mediante sistemas mecánicos de
protección y fundamentalmente, a través del trabajo de
protección vecinal.
b) Prevención social que consiste en actuar sobre los factores directos que ocasionan
el hecho delictivo, es decir, analizar y trabajar en los temas de la marginalidad, del
desempleo, del aislamiento, de la educación, salud, de la vivienda, a través de una
animación social, cultural y económica y fundamentalmente, dando importancia al ámbito
local.
La prevención situacional surge en los países anglosajones, Países Bajos,
Escandinavia, en tanto que la prevención social se inicia en Francia, con los Consejos
Criminales de Prevención Ciudadana, de Prevención del delito. De esta experiencia francesas
que logra en poco tiempo la constitución de cerca de ochocientos Consejo Vecinales de
Prevención del delito, surge el Foro Europeo de las Ciudades Seguras.
EL DR.STAMPALIJA15 señala que la reducción del delito- la prevención general se
realiza a largo plazo y nunca a corto plazo, pero la reducción aunque paulatina se nota a
medida que transcurre el tiempo. En las medidas de prevención Stampalija destaca el rol
importante, en Latinoamérica, que tienen los municipios para evitar los delitos. La nueva
concepción municipal se conforma en tres aspectos: la participación de los vecinos, la
solidaridad y la descentralización y democratización de los barrios, es el acercamiento de la
administración comunal con sus vecinos porque el municipio tiende hacia el desarrollo social
y se erige en el escenario natural para el encuentro con la comunidad.
14
CLAUDIO STAMPALIJA, Nuevas Estrategias y Políticas de Prevención del delito.
En Criminalidad y Prevención del delito. Ed. Advocatus. Argentina. 1994.
15
CLAUDIO STAMPALIJA, ob cit
La temática de la seguridad urbana es, para IRVIN WALLER16 una prioridad debido
al incremento en los últimas décadas de robos, asaltos y violación de domicilio, en
consecuencia es necesario resguardar las comunidades del delito y
hacerlas más seguras. Por ello, sugiere acciones que permitan atacar los flagelos de niños
mal atendidos, juventud alienada, viviendas inadecuadas, carencia de educación, violencia
familiar y sistemas de justicia que necesitan ser modernizados.
WALLER muestra que la diferencia entre la delincuencia ocasional y los delincuentes
que persisten en el delito está que en este segundo grupo se encuentran un mayor número
de personas que han presentado dificultades en su crianza, educación, y con altas carencias
económicas,
Los delincuentes ocasionales no serán tentados a delinquir, dice WALLER 17, si el
diseño físico facilita la visibilidad o dificulta cometer el hecho delictivo. Son los programas
denominados “Diseñando para erradicar el delito” que puede tener éxito con el delincuente
ocasional y desviar al persistente hacia otros objetivos y está fundamentado en una
combinación de prevención del delito a través de diseños del medio ambiente y de espacios
defendibles. Por ej. cabinas telefónicas en espacios iluminados y visibles.
WALLER, del mismo modo que anteriormente lo había señalado EMILIO VIANO18,
destaca el rol específico de la policía en promover una prevención eficaz y de amplio
espectro, que también implica reforzar la información pública para la
prevención como un abordaje esencial en la lucha contra el delito.
La preocupación por ciudades más seguras condujo a analizar estrategias para
prevenir el delito, de allí surge la Resolución de las Naciones Unidas para la
prevención del delito en zonas urbanas, desde el Octavo Congreso sobre Prevención del
delito y tratamiento del delincuente en el año 1990; como el Consejo de Europa y su Carta
Urbana para Europa y los distintos Foros de Intendentes de Latinoamérica. En estas
estrategias se destaca la prevención, en los temas comunes en zonas urbanas, como el
tratamiento del abuso de drogas, programas para jóvenes con alto riesgo en delitos graves;
programas para evitar la reiteración de delitos en zonas vulnerables; la participación vecinal
en los programas preventivos.
16
IRVING WALLER, Nuevos diseños de desarrollo institucional frente a la
inseguridad urbana. Primer Congreso de Seguridad Ciudadana. Córdoba. 1990.
17
IRVIN WALLER. Ob. cit.
18
EMILIO VIANO, Tácticas-medidas de los ciudadanos para prevenir el delito.
En criminalidad y prevención del delito. Editorial Advocatus. Córdoba. 1994.
MICHEL MARCUS19, experto en los programas de seguridad urbana, puntualiza el
papel de la justicia. Por su carácter simbólico, la justicia contribuye a la democracia. Por
ello, la confianza de los ciudadanos en la justicia sirve como
indicador de la cohesión social.
Las zonas urbanas-dice M.Marcus- muestran la imagen de una civilización urbana de
inseguridad integrada por menores y jóvenes que ingresan al sistema penal, un aumento
en la agresividad y modalidades delictivas, la problemática del abuso de drogas, y la lucha
por los territorios urbanos. Es evidente que la alta inseguridad de las zonas urbanas esta
configurada por el aumento -explosión- de la delincuencia, con una modalidad de una
depredación y acentuada por un pronunciado sentimiento de inseguridad en todos los
sectores de la ciudad. A esta realidad de la criminalidad las estrategias de prevención
comprenden desde nuevas actividades policiales, una reforma de la justicia, ayuda y
prevención hasta las actividades de los grupos vecinales y comunitarios.
MARCUS20 explica que el Foro para la Seguridad Urbana (FESU) se ha constituido
sobre el principio del rechazo a la exclusión, que convierte a un individuo marginado en un
delincuente potencial. Basados en que las raíces de la delincuencia se buscan en las
disfunciones de la comunidad en la vida cotidiana, el Foro reúne colectividades territoriales,
ciudades, provincias, regiones, que reflexionen en las respuestas democráticas sobre la
seguridad urbana. Las nuevas propuestas para programas preventivos hacia ciudades más
seguras implican: a) Financiamiento de políticas sociales y urbanas para erradicar la
exclusión, y favorecer la educación y calidad de vida. b) Establecimiento de estructuras de
prevención de la delincuencia, investigación y desarrollo de los programas de prevención
del delito. c) Las municipalidades de las ciudades requieren de estructuras de prevención
de la delincuencia. d) Importancia de una tarea conjuntan entre instituciones
gubernamentales, no-gubernamentales para alentar a los vecinos de los barrios a participar
en el desarrollo de ciudades más seguras, especialmente para niños, mujeres discapacitados
y ancianos.
En lo que respecta a la Prevención Victimológica, se considera que las líneas
fundamentales, están referidas a la asistencia y tratamiento victimológico, es decir la
19
MICHEL MARCUS, Nuevas formas de criminalidad urbana y nuevas formas de justicia,
Forum Europeo para la Seguridad Urbana.España. 1995.
20
MICHEL MARCUS, Ob. cit.
aplicación de las medidas tendientes al conocimiento, comprensión y ayuda a la víctima para
atenuar y superar las consecuencias producidas por el delito.
Esquemáticamente corresponde un trabajo a nivel asistencial- terapeútico y un nivel
de orientación e información sobre la situación jurídica- familiar- social, sobre sus Derechos.
Implica principalmente la comprensión del sufrimiento de la víctima y del grupo familiar
provocado por el hecho traumatizante que representa
el hecho delictivo.
Paralelamente, la importancia de la capacitación y actualización referente a los
procesos de victimización; el estudio e investigación de la geografía de la Victimización-
donde se cometen los delitos y quienes son las víctimas, modalidades de la Victimización;
estudio de la cifra conocida- la que ingresa el sistema penal- y la cifra negra de la
criminalidad a través de la aplicación de la Encuesta de Victimización.
En los Programas Preventivos Victimológicos es necesario partir de la protección y
ayuda a las personas mas vulnerables- los niños, mujeres, las personas con capacidades
especiales, los ancianos, las víctimas de grupos delictivos, del crimen organizado- personas
altamente vulnerables, que su vulnerabilidad implica, como ya se ha manifestado: no poder
percibir el peligro, no poder defenderse, no poder solicitar ayuda; por ello sufren las
consecuencias mas graves de la Victimización, como por ejemplo maltrato infantil, delitos
contra la integridad sexual, trata de personas, lavado de dinero, vaciamiento económico,
secuestro.
Reforzar, como indica los Documentos de Naciones Unidas, en especial Los Principios
para las Víctimas del delito y Abuso del Poder( 1985) sus Derechos 21 a la Información,
asistencia, acompañamiento, Derecho a la Reparación del daño sufrido, Derecho a la
recuperación, Derecho a ser tratado con respeto y dignidad.
La aparición en el escenario nacional e internacional del Boletín del CEPREDE será un
nuevo estímulo, especialmente para nuestro país y la región latinoamericana, de indagar y
profundizar sobre las mejores estrategias para prevenir el delito y la violencia y, en fin, de
que nuestras países avancen hacia la construcción de políticas públicas superadoras en aras
de lograr la mejor seguridad para la ciudadanía.
Naciones Unidas. Los Principios de Justicia para las víctimas del delito y
21
El último punto era frecuentemente el crucial para la valoración que Maple hacía de
los mandos policiales y el que decidía su continuidad o suceso.
La fundamentación de esta estrategia (a cuyo soporte ideológico contribuyó
abiertamente Kelling, uno de los dos autores del artículo sobre las ventanas rotas, que,
posteriormente, en 1996, con Coles, desarrolló con más detalle cuál tenía que ser el papel
de la policía en este modelo) se centraba en la necesidad de defender los legítimos derechos
de los honrados ciudadanos que eran víctimas de conductas incívicas y delitos de diversa
gravedad. Es decir, no se trataba de políticas represivas sino de políticas que tenían como
objetivo prioritario la defensa de los derechos de los ciudadanos honrados. El título de una
de las estrategias del proyecto visualizaba muy bien la idea: Reclaiming the public spaces
of New York (Newburn, 2007, 621). Se trataba de recuperar los espacios públicos de la
ciudad para el uso cívico de todos los ciudadanos, evitando que los desaprensivos y
antisociales impusieran su ley. Todo el proceso fue acompañado de un cambio estructural
importante en la organización policial, siguiendo criterios de la gestión de las organizaciones
en la empresa privada. Los policías despedidos y los de nueva contratación se contaban por
miles y las dinámicas operativas y de gestión abandonaban los viejos parámetros de
aplicación casi rutinaria de la ley. Se reivindicaba el papel de la policía en la lucha contra la
delincuencia contra el pesimismo preexistente que afirmaba la imposibilidad de que la policía
pudiera incidir en los niveles de delincuencia (Silverman, 1999). La policía pasaba a ser el
punto de referencia inexcusable de la lucha contra la delincuencia.
Los resultados de la estrategia, formalmente aún vigente en la ciudad en estos
momentos, de nuevo con Bratton como jefe, fueron significativos en dos direcciones:
• En primer lugar, la delincuencia experimentó un descenso notable (Newburn,
2007), los homicidios, por ejemplo, se redujeron con el decurso de los años a
una tercera parte desde su punto más álgido (que había sido en el año 1991,
tres años antes del nuevo proyecto).
• Por otra parte, las quejas y denuncias de intervenciones abusivas por parte de
los agentes de policía crecieron de manera muy notoria. Principalmente los
miembros de grupos étnicos específicos (principalmente afroamericanos e
hispanos) protestaron enérgicamente contra lo que consideraban una política
policial criminaliza dora contra ellos. Incluso algunos sectores ciudadanos no
pertenecientes a estos grupos llegaron a manifestarse públicamente contra los
excesos policiales derivados de esta política.
La presente ley establece las bases jurídicas, orgánicas y funcionales del sistema de
planificación, coordinación, control y apoyo del esfuerzo nacional de policía tendiente a
garantizar la seguridad interior.
“…A los fines de la presente ley se define como seguridad interior a la situación de
hecho basada en el derecho en la cual se encuentran resguardadas la libertad, la
vida y el patrimonio de los habitantes, sus derechos y garantías y la plena vigencia
de las instituciones del sistema representativo, republicano y federal que establece
la Constitución Nacional…”
• Policía
Federal
(actúa en
territorio
porteño
donde
ostenta todas las funciones policiales; y en todo el país como policía de investigaciones)
• Gendarmería (fronteras terrestres)
• Prefectura (mares, ríos y puertos)
• Policía Aeroportuaria (aeropuertos y aeródromos de jurisdicción nacional)
• La Agencia Federal de Inteligencia (de carácter civil)
• Veinticuatro (24), más la Policía de la ciudad de Buenos Aires y la F.P.A. (Fuerza Policial
Anti-narcotráfico)
Este repaso del esquema nacional-provincial de prevención y represión del delito da
cuenta de que el sistema de seguridad está completamente descalabrado. Todas las fuerzas
policiales y de seguridad desempeñan, en parte, funciones distintas para las cuales poseen
competencias formales. Ello determina, por un lado, que sus efectivos desempeñen tareas
para los cuales no fueron formados, y por otro, que se vea resentida la actividad policial en
aquellos sitios que conforman su competencia natural (Ver ley completa en el Anexo.)
La Defensa Nacional
Cuando a Defensa Nacional nos referimos, estamos hablando de los mecanismos que
nuestra nación adopta para garantizar de modo permanente la soberanía e independencia
de la República Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación;
protegiendo la vida y la libertad de sus habitantes.
Ello está establecido mediante la Ley 23544 del año 1988, la cual establece los
Principios básicos, finalidad y estructura del sistema de Defensa Nacional, como así también
la Organización de las Fuerzas Armadas, entre otras cosas.
La presente ley establece las bases jurídicas, orgánicas y funcionales fundamentales para la
preparación, ejecución y control de la defensa nacional. La Defensa Nacional es la
integración y la acción coordinada de todas las fuerzas de la Nación para la solución de
aquellos conflictos que requieran el empleo de las Fuerzas Armadas, en forma disuasiva o
efectiva, para enfrentar las agresiones de origen externo.
Tiene por finalidad garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de
la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación; proteger la
vida y la libertad de sus habitantes.
La Defensa Nacional se concreta en un conjunto de planes y acciones tendientes a
prevenir o superar los conflictos que esas agresiones generen, tanto en tiempo de paz como
de guerra, conducir todos los aspectos de la vida de la Nación durante el hecho bélico, así
como consolidar la paz, concluida la contienda.
Para dilucidar las cuestiones atinentes a la Defensa Nacional, se deberá tener
permanentemente en cuenta la diferencia fundamental que separa a la Defensa Nacional
de la Seguridad Interior. La Seguridad Interior será regida por una Ley Especial. (Ley 24.059
desarrollada en el apartado anterior)
La Defensa Nacional abarca los espacios continentales, Islas Malvinas, Georgias del
Sur y Sandwich del Sur y demás espacios insulares, marítimos y aéreos de la República
Argentina, así como el Sector Antártico Argentino, con los alcances asignados por las normas
internacionales y los tratados suscriptos o a suscribir por la Nación esto sin perjuicio de lo
dispuesto por el artículo 28 de la presente Ley en cuanto a las atribuciones de que dispone
el Presidente de la Nación para establecer teatros de operaciones para casos de la guerra o
conflicto armado. Contempla también a los ciudadanos y bienes nacionales en terceros
países, en aguas internacionales y espacios aéreos internacional.
La Defensa Nacional constituye un derecho y un deber para todos los argentinos, en
la forma y términos que establecen las leyes.
La finalidad del Sistema de Defensa Nacional estará orientado a determinar la política
de defensa nacional que mejor se ajuste a las necesidades del país, así como a su
permanente actualización.
El Sistema de Defensa Nacional tendrá por finalidad:
a) Determinar las hipótesis de conflicto y las que deberán ser retenidas como
hipótesis de guerra;
b) Elaborar las hipótesis de guerra, estableciendo para cada una de ellas los
medios a emplear;
c) Formular los planes que posibiliten una adecuada preparación de toda la
Nación para el eventual conflicto bélico;
d) Elaborar los planes para la conducción de los niveles de Defensa Nacional,
correspondientes a la estrategia militar y a la estrategia operacional;
e) Dirigir la guerra en todos sus aspectos, desde el nivel de la estrategia
nacional;
f) Conducir las Fuerzas Armadas y los esfuerzos de los sectores del país
afectados por el conflicto bélico, en el nivel estratégico militar y en el
estratégico operacional;
g) Preparar y ejecutar las medidas de movilización nacional;
h) Asegurar la ejecución de operaciones militares conjuntas de las Fuerza
Armadas y eventualmente las operaciones combinadas que pudieran
concretarse;
i) Establecer la hipótesis de confluencia que permitan preparar las alianzas
necesarias y suficientes, para resolver convenientemente la posible
concreción de la hipótesis de guerra;
j) Controlar las acciones de la posguerra.
Como ya desarrollamos en la unidad anterior, quedo claro que las provincias son
preexistes a la conformación de la nación, y que la Constitución Nacional de 1853 prevé
todo aquello que las provincias (en común acuerdo) delegaron al poder nacional, quedando
en las provincias todo aquello que no está expresamente definido en la misma. Por
consecuencia la Seguridad Publica de cada provincia está en reserva en cada una de ellas.
En la provincia de Córdoba, específicamente en nuestra constitución (Carta Magna)
establece como atribuciones y deberes del Gobernador de la provincia “…Es la máxima
autoridad de las fuerzas de seguridad provinciales, y tiene bajo su custodia e inspección, de
acuerdo con las leyes, todos los objetos de la policía de seguridad y vigilancia y todos los
establecimientos públicos de la Provincia. Tiene el deber de prestar el auxilio de la fuerza
pública a los tribunales de justicia, al Ministerio Público, al Presidente de la Legislatura
cuando éstos la soliciten, debidamente autorizados por ella y a las Municipalidades y demás
autoridades, conforme a la ley…” (Art. 144 inc. 16). En la actualidad dicho deber está
regulado y establecido en la Ley de Seguridad Publica y Ciudadana de la provincia de
Córdoba (Ley de Seguridad Publica Ley Pcial. Nº 9.235/2005 y sus modificaciones Leyes Nº
10.437/2017 - 10.552/2018 – 10.732/2021)
Por otra parte, en el artículo 104 de la Constitución Provincial, (inc. 20) plantea que
la legislatura de la provincia de Córdoba, dictará la ley orgánica de la Policía de la Provincia
y del Servicio Penitenciario Provincial; regulado en la actualidad mediante la Ley Nº 9728 y
su Decreto reglamentario Nº 763/12.
Objetivos y su conformación
Por otra parte, dicha reforma constituyo la Defensoría de las Fuerzas de Seguridad
para la promoción y protección de los derechos del personal de las Fuerzas de Seguridad
Pública y Ciudadana amparados en la Constitución Nacional, los tratados internacionales, la
Constitución de la Provincia de Córdoba y las leyes y reglamentos vigentes. El titular de la
Defensoría de las Fuerzas de Seguridad es designado por el Poder Ejecutivo Provincial.
a) La Defensoría de las Fuerzas de Seguridad tiene, entre otras, las siguientes
funciones:
b) Coordinar las Defensorías Disciplinarias de las Fuerzas de Seguridad;
c) Relevar sugerencias e iniciativas de los integrantes de las Fuerzas de
Seguridad Pública y Ciudadana para la modernización de las instituciones, el
desarrollo tecnológico y logístico y la profesionalización de sus miembros;
d) Trabajar con universidades, centros de estudios y organizaciones de la
sociedad civil para construir conocimiento e información sobre opiniones y
perspectivas de los integrantes de las fuerzas de seguridad, y
e) Proponer y acompañar iniciativas para proteger los derechos de los integrantes
de las Fuerzas de Seguridad Pública y Ciudadana y mejorar su formación y sus
condiciones de trabajo.
Organización Policial
La Policía de la Provincia de Córdoba se organiza en forma centralizada en lo
administrativo y descentralizada en lo funcional, conforme la estructura orgánica establecida
en la normativa vigente (organigrama dispuesto como Anexo I de la Ley Nº 9235)
EL orden de prelación que compone la estructura orgánica de la Institución, se
determina en los siguientes niveles:
a. Jefatura;
b. Subjefatura;
c. Direcciones Generales;
d. Subdirecciones Generales;
e. Direcciones y Unidades Regionales Departamentales;
f. Departamentos;
g. Divisiones y Comisarías, y
h. Secciones y Subcomisarías.
La Jefatura del Estado Mayor Policial tendrá a su cargo la coordinación general de las
actividades asignadas al Estado Mayor Policial. En ausencia transitoria del Jefe del Estado
Mayor Policial, lo reemplazara el miembro de mayor antigüedad. La Jefatura del Estado
Mayor Policial propenderá a lograr los objetivos que en materia de seguridad pública y
política institucional imparta el Ministerio de Seguridad.
Las Direcciones Generales son los organismos de conducción superior, que tendrán
a su cargo la organización, coordinación, ejecución y control de las actividades que les
asigna la presente Ley. En los asuntos técnicos de su competencia, impartirán directivas
obligatorias para todas las dependencias policiales. Las mismas dependen del Subjefe de
Policía y están a cargo de un Comisario General en actividad designado por el Poder
Ejecutivo (el Jefe de Policía puede proponer un orden de mérito no vinculante)
La Dirección General de Control de Conducta Policial depende del Jefe de Policía, no
integra el Estado Mayor Policial y está a cargo de un Oficial Superior designado por el Poder
Ejecutivo. La misma tiene plena autonomía técnica de gestión en materia de prevención e
investigación en el ámbito de su competencia. El titular de dicha Dirección General, debe
concurrir al menos una vez al año ante las comisiones parlamentarias correspondientes de
la Legislatura Provincial a fin de brindar un informe detallado de gestión.
La institución Policial cuenta en la actualidad con las siguientes Direcciones
Generales:
a. Dirección General de Seguridad Capital;
b. Dirección General de Investigaciones Criminales;
c. Dirección General Departamentales Norte;
d. Dirección General Departamentales Sur;
e. Dirección General de Recursos Humanos;
f. Dirección General de Policía Caminera, y
g. Dirección General de Control de Conducta Policial
h. Dirección General de Gestión Administrativa
i. Dirección General de Tecnología de Información y Análisis Estadísticos.
Por otra parte, cuanta con dos Subdirecciones Generales que se denominarán:
a. Subdirección General de Seguridad Capital Norte, y
b. Subdirección General de Seguridad Capital Sur.
- Bruno Simma y otros, eds., The Charter of the United Nations: A Commentary, vol. I., 3ª
ed.(Oxford, Oxford University Press, 2012), pág. 111.
- Nick Butler, “Action on climate change is self-defence not altruism”, Financial Times, 20
de octubre de 2015
- 7 Martin Rees,”Scientists and politicians alike must rally to protect life on Earth”, Financial
Times, 5 de septiembre de 2015.
- Ibíd.
- Ban Kl-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, “La protección humana y las
Naciones Unidas del siglo XXI”, conferencia Cyril Foster pronunciada en la Universidad de
Oxford, Oxford (Reino Unido), el 2 de febrero de 2011. Disponible
en http://www.un.org/sg/selected-speeche.s/statement_full.asp?stat1D=1064.
- Henry Kissinger, World Order (Nueva York, Penguin Press, 2014), pág. 264. Ian
Brownlie, Principles of Public lnternational Law, 6ª ed. (Oxford, Oxford University Press,
2003), pág. 706.
- Ken Conca, An Unfinished Foundation: The United Nations and Global Environmental
Governance (Oxford, Oxford University Press, 2015), pág. 14.
- Sánchez Sandoval, Augusto, 2007.
- Fernández Ruiz, Jorge, 2013.
- Locke, John; “Ensayo sobre el gobierno civil”. Barcelona, España. Editorial Aguilar;
1983; páginas 68 y 69.
- Ley de Seguridad Interior de la República Argentina – Ley 24.059
- Ley de Defensa Nacional – Lay 23.544
- Ley Provincial N° 9.235 de la Provincia de Córdoba.