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Pericle di Pietro, su mejor biógrafo, explica que en Reggio Spallanzani aprendió retórica
y filosofía con los jesuitas. Tanto los jesuitas como los dominicos detectaron su talento y
le ofrecieron ingresar en su orden, pero él se mantuvo como sacerdote secular.
Sin embargo, para convencer a toda la comunidad científica quedaba pendiente saber si
esta idea se podía trasladar a los microorganismos y, por ende, a todos los seres vivos en
general. El inglés John Needham, otro sacerdote católico, había probado a hervir materia
putrescible para matar las bacterias y, luego de introducirla en vasos sellados con tapones
de corcho, había visto que con el paso del tiempo aparecían microorganismos.
Pero Spallanzani sospechaba que a través de los agujeros del corcho se introducía aire
con bacterias. Así que repitió la prueba con dos variantes: un mejor sellado basado en la
fusión del vidrio y una posterior ebullición del contenido durante más tiempo: una hora.
Después de este tratamiento constató, con ayuda de un microscopio, que en los frascos
no existían vestigios de vida.
Spallanzani mostró muchas más evidencias que sirvieron para destruir el mito de la
generación espontánea y para sentar las bases con que construir instrumentos libres de
microorganismos (la esterilización), un proceso indispensable en ciencias como la
medicina.
También ayudaron a que el francés Nicolas Appert inventara a principios del siglo XIX el
método de la apertización, consistente en hervir en agua recipientes sellados que contengan
cualquier tipo de alimento en su interior. Se fundaba con este descubrimiento la industria
conservera, que mueve cantidades ingentes de dinero cada año.
Lazzaro constató que si les colocaba a las ranas macho pequeños pantalones no se
inhibía su deseo por las hembras y seguían acercándose a ellas, con la llamativa diferencia
de que los huevos no se fecundaban. Spallanzani también observó unas gotas en los
pequeños pantalones: el líquido seminal de las ranas. A un maestro del método
experimental como Lazzaro ya no se le podía escapar el remate final. A continuación,
utilizó el líquido seminal para fecundar ranas de forma artificial. Fue la primera
fecundación in vitro de la historia. Era el año 1777 y este descubrimiento abrió el camino
para la mejora de razas y fue sin duda uno de los principales detonantes del nacimiento de
la genética.
Extrajo jugo gástrico en ayunas de animales como el gallo de India y la oca, ambos con
gran tamaño de molleja y, por tanto, con capacidad para contener más jugo gástrico que el
resto de animales. Con este líquido llenó dos pequeños tubos de vidrio, cuyo extremo
selló con lacre. En uno metió trocitos de carne de carnero y en el otro grano vegetal partido
(antes los había dejado macerar en el buche del animal).
A continuación, puso los tubos a temperatura constante bajo del sobaco. Después de tres
días verificó que la digestión se había completado tanto para los granos vegetales como
para la carne, demostrando lo indispensable del jugo gástrico y que la causa de la
digestión no es una fuerza vital, como creían algunos.
Spallanzani puso el jugo con carne en un tubo de vidrio y lo dejó reposar en el horno
contiguo al fogón de una cocina, para conservarlo a temperatura similar a la de la
digestión. ¡Otra vez eureka! Los resultados confirmaron los logrados con animales.
Este hito se le atribuye al alemán Justus von Liebig. Pero Lazzaro demostró, muchos años
antes, que la absorción de oxígeno y la emisión de CO2 ocurría tanto animales sin pulmón
como en especies a las que les había extirpado los pulmones. Para ello se ayudó del
eudiómetro, un aparato que permitía calcular la variación de volumen de gas tras un
proceso de combustión.
La conclusión final a la que llegó es que órganos aislados y tejidos varios ejercen la función
de respirar. Incluso verificó, tanto con animales (caracoles) como con órganos aislados, que
estos eran capaces de emitir CO2 en un ambiente sin oxígeno, lo que indicaba que la
generación del CO2 no era debida a la unión del oxígeno del ambiente con el carbono del
tejido o del ser vivo, sino que se trataba de un proceso de combustión interno en el que
se une oxígeno con carbono.
Jean Senebier, químico y pastor protestante que tradujo la obra de Spallanzani al francés,
contabilizó entre 11.000 y 12.000 experimentos sobre respiración ejecutados en solo tres
años.