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UNIVERSIDADES PÚBLICAS DE LA COMUNIDAD DE MADRID EVALUACIÓN

PARA EL ACCESO A LAS ENSEÑANZAS UNIVERSITARIAS OFICIALES DE


GRADO
LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA II
OPCIÓN A
Hace muchos años escuché unas palabras que me impresionaron tanto que no he podido
olvidarlas. Carmen Rodríguez Campoamor, militante antifranquista curtida en las colas
de todas las cárceles a las que fue a visitar a su marido —Simón Sánchez Montero,
símbolo de la resistencia comunista—, me miró y, en el tono con el que habría comentado
cualquier asunto sin importancia, me dijo que ella nunca había oído hablar tanto de
solidaridad en su vida. Nunca, remachó, y ahora que todo el mundo dice esa palabra
continuamente hay mucha menos solidaridad que antes.

Eran los tiempos del marketing solidario, uno de los inventos más exitosos y perversos
de la penúltima versión del capitalismo. Si compras compresas de mi marca, inviertes
unos céntimos en la investigación del cáncer. Si compras leche de la mía, que sepas que
por cada 100 litros que venda, regalo uno a familias pobres. Compra mi champú y
colaborarás con la plantación de 500 árboles, y así sucesivamente hasta hoy mismo,
porque hoy mismo las grandes eléctricas hacen publicidad de sus contribuciones al
equilibrio ecológico. Y mientras todo eso pasaba, el Mediterráneo se convertía en un
cementerio, los campos de refugiados en cárceles de miseria, la crisis financiera arrasaba
con la ilusión del Estado de bienestar, y no le importaba a nadie.
Creo, porque quiero creer, que la experiencia de la pandemia ha corregido el foco de la
solidaridad, aumentando el tamaño de unas imágenes que se han colado en nuestra
propia casa porque estaban muy cerca, en el balcón de al lado, en la puerta de enfrente,
en la residencia de nuestros padres. Tal vez, el impulso de ayudar a los demás contra los
estragos de un enemigo invisible y universal, que no es culpa de nadie, que no se puede
ahuyentar llamando vagos a los parados, que no discrimina en su crueldad, no llegue
muy lejos, pero en las distancias cortas, frente a la soledad, frente al desamparo del
encierro doméstico, ha dado sentido a una palabra que ha dejado de sonar a hueco.

Me quedo con el hijo de la barrendera de Logroño que, pensando en los dolores de


espalda de su madre, convocó a sus compañeros del instituto para que le ayudaran a
limpiar la ciudad un sábado por la mañana, tras los actos vandálicos que había
provocado una protesta contra el confinamiento. Su llamada fue buena. La respuesta de
sus compañeros, que se presentaron con fregonas, y escobas, y bolsas de basura para
ayudarle, todavía mejor.
Estoy segura de que a Carmen Rodríguez Campoamor le habría gustado.
Almudena Grandes , 20 diciembre 2020.
1. Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las
preguntas siguientes:
a) enuncie el tema del texto (0,5 puntos);
b) detalle sus características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes (1,25 puntos);
c) indique qué tipo de texto es (0,25 puntos).

2. Redacte un resumen del contenido del texto. (1 punto)


3. Elabore un texto argumentativo a favor o en contra del uso de las causas benéficas como
reclamo publicitario. (1,5 puntos)
4.a. Analice sintácticamente: Estoy segura de que a Carmen le habría gustado. (1,5 puntos)
4.b. Defina el concepto de polisemia y ejemplifíquelo con la palabra impulso, que aparece en
el texto en la expresión el impulso de ayudar a los demás . (1 punto)

OPCIÓN B
Hago memoria reciente y me cuesta trabajo creer cómo celebré el confinamiento
domiciliario del que dentro de poco se cumplirá un año. En realidad, mi vida no va a
cambiar tanto, me dije, llevo toda la vida trabajando en casa, cuando escribo no me gusta
salir, me sobrará tiempo para ponerme al día con las lecturas atrasadas, con las series de
televisión que me he perdido, será un aislamiento provechoso… El caso es que lo fue.
Me puse tan al día de todo que he logrado que cada uno de esos hitos me provoque el
mismo cansancio. Sigo leyendo mucho, por supuesto. Sigo viendo series de televisión.
Unas me gustan más, otras menos, pero todas son pequeñas migajas de felicidad, de
entretenimiento al menos, que el destino arroja entre los barrotes de mi jaula, ese espacio
demasiado pequeño que recorro una y otra vez como una fiera sin solución, midiendo
la longitud de cada pared mientras resoplo de hastío. Seguro que muchos de ustedes me
entienden. Fatiga pandémica, lo llaman. Es un nombre feo y, por eso, muy apropiado
para esta clase de padecimientos.
Hago memoria de tiempos más lejanos y me cuesta trabajo identificarme con la mujer
que protagoniza mis recuerdos. Sé que viajaba mucho, que durante la promoción de un
libro podía llegar a tener dos, hasta tres viajes en una semana de agenda, pero me parece
mentira. Sé que no me gustaba viajar. ¿De verdad?, me pregunto, ¿de verdad me daba
tanta pereza coger un tren, un avión, dormir una noche en la habitación de un hotel?
Ahora mismo me encantaría hacer cualquiera de esas cosas, salir de mi ciudad, mirar
por una ventanilla, respirar aire húmedo y ajeno, aunque tuviera que volverme a casa
inmediatamente después.
Todo esto pasará, lo sé, todos lo sabemos. Pasará como ha pasado todo, la gripe española,
las guerras mundiales, la dictadura franquista, todas las catástrofes y tragedias que ha
soportado la humanidad. Pasará, y volveré a ver a mis hijos cuando ellos quieran,
volveré a quedar a cenar con mis amigos, volveré a la playa en invierno, y a tener una
agenda infernal, y la sensación de que me falta tiempo para todo. Lo sé, pero a veces me
cuesta mucho trabajo creérmelo, y sigo dando vueltas a mi jaula una, y otra, y otra vez,
mientras el ánimo se escapa por los barrotes. He aprendido que, en esos días, lo único
que consuela es quejarse. La verdad es que hoy no he conseguido encontrar otro tema
sobre el que escribir, aunque confío en que me perdonen el desahogo, porque la queja
compartida reconforta, y estoy segura de que no soy la única que siente lo que les he
contado hoy.

Almudena Grandes, El País, 14 febrero 2021.


1. Haga un comentario de texto del fragmento que se propone contestando a las
preguntas siguientes:
a) enuncie el tema del texto (0,5 puntos);
b) detalle sus características lingüísticas y estilísticas más sobresalientes (1,25 puntos);
c) indique qué tipo de texto es (0,25 puntos).
2. Redacte un resumen del contenido del texto. (1 punto)
3. Elabore un texto argumentativo a favor o en contra de los hábitos generados
durante la pandemia. (1,5 puntos)
4.a. Analice sintácticamente: Ahora mismo me encantaría hacer cualquiera de esas
cosas. (1,5 puntos)
4.b. Defina el concepto de sinonimia y ejemplifíquelo con la palabra hastío, que aparece
en el texto en la expresión midiendo la longitud de cada pared mientras resoplo de hastío.
(1 punto)

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