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BAJO SOSPECHA

Rodrigo Inostroza Bidart

“La Seguridad de la Nación está por encima del gobierno de los Estados Unidos, incluso por encima de todo su pueblo.”

Discurso de Harry S. Truman, Maryland, 1949.

James Forrestal, primer Secretario de Defensa de los Estados Unidos, se encuentra sentado
sobre el borde de su blanca y cuidada cama de hospital. Por un momento detiene su diálogo
con su hermano Henry y se queda mirando, con su ceño y sus delgados labios fruncidos,
hacia la ventana por donde alcanza a divisar un cielo azul, rasgado por celajes bien altos.
Las angustiantes preocupaciones trascendentales no lo han dejado descansar ni un solo
momento durante los últimos años, progresivamente. Más aún, los últimos dos meses,
aunque ha estado dopado y tranquilo todo el tiempo gracias a su terapia siquiátrica en el
Hospital Naval de Bethesda, sólo han logrado aplacar diariamente su agudo desorden
emocional; con todo, el drama interno sigue allí, inconfesable. Ahora, que ha sido dado de
alta, su cabeza se encuentra algo más despejada de estupefacientes y drogas, de modo que
vuelve a recordar lo que había malamente logrado olvidar.

--¿Qué te atormenta?—le pregunta su hermano a boca de jarro.

James tarda un par de segundos en reaccionar. Gira su cabeza en cámara lenta hacia Henry.

--¡Son demasiadas cosas para un militar!... ¡Demasiadas, incluso para un ser humano!... ¡Ya
no sé qué es verdad ni qué es mentira; qué es el bien ni qué es el mal; qué es real ni qué no
lo es!... Casi todo el tiempo siento que mi cabeza va a explotar.
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--¿Hay algo que te atormenta más que todo lo que hasta ahora me has compartido?... ¿Hay
algo que yo no sé?...

James nuevamente tuerce su cuello hacia la ventana. Pareciera buscar en ella, o encontrar
en ella, alguna respuesta a su condición. La pregunta de su hermano tuvo un efecto
inesperado también para él mismo.

--¡Escúchame, escúchame, por favor, hermano!... ¡Déjame decirte esto que guardo conmigo
y me atormenta!... –Henry asiente con la cabeza y junta las palmas de sus manos ante su
boca—Tú ya sabes, yo creía ser un privilegiado y también un héroe dispuesto a dar lo
mejor de mí por el bien de mi nación… Tantos otros siguen creyendo lo mismo, y
continuarán otros tantos haciendo lo mismo en el futuro de este asombroso país… Pero
¿cuántos conocen lo que realmente ocurre bajo la cara visible de los Estados Unidos?...
Aquellos poderes ocultos me empujaron hacia lo alto de la maquinaria estatal; me alzaron
en secreto como la espuma hasta lo alto de la ola… ¡Secretario de Defensa de los Estados
Unidos!... Usaron mis discursos, mis ideales, mis principios, mi voluntad, mi familia, mi
honestidad… ¿No esperaba la plebe política de mi país, con buenas razones, que alguien
defendiera la integridad moral de los poderes del Estado, de las instituciones
gubernamentales, federales, municipales, incluso las irrenunciables virtudes espirituales de
nuestros próceres, y hasta el vínculo del Estado con los intocables agentes del mundo
privado?... ¿No buscaron en mí al líder de un nuevo sistema de Defensa y de una visión
unificada de la seguridad interior y exterior de la nación, que hasta entonces se encontraba
en ciernes, y que, además, había demostrado sus francas falencias en el curso de la (para
nosotros) útil y pedagógica Primera y Segunda Guerra Mundial?... ¡Siempre utilizaron
astutamente mi intransable moderación personal, mi visión política, militar y social
conciliadora y negociadora, pacifista, flexible, solidaria, pero también orgullosa y firme a la
hora de defender los intereses de mi patria!... Yo sí podía inspirarles confianza a los Rusos,
a los Chinos, a nuestros aliados, y hasta a nuestros propios parlamentarios, independientes,
demócratas, republicanos, porque yo sostenía auténtica, convencida e ingenuamente la
necesidad, por encima de todas las diferencias e intereses particulares, del entendimiento y
de la pacificación de los pueblos y del mundo en un solo Nuevo Orden Mundial… Llegó a
tanto el empuje que recibí no sé desde qué hondas profundidades, que concebí, conmovido
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por desgarradoras luchas internas, un Consejo de Seguridad Nacional supra directivo y


ejecutivo, por encima de todos los poderes del Estado, incluso por sobre el presidente de los
Estados Unidos… ¡Primero, Truman me dio alas, confiado en mi probada visión estratégica
y política; más tarde, se opuso tajantemente; me vilipendiaron, y acabó destituyéndome!...
¡Pero yo sabía mucho más que Truman y que todos ellos!... ¡Yo sabía, sin que pudiese
revelar mis verdaderas razones, que así tenía que ser!... ¡Y así es!... ¡Así es!... ¡Esos
oscuros poderes invisibles me habían dado acceso a los más terribles secretos de los
Estados Unidos y de la Humanidad entera!...

James Forrestal se detuvo; su respiración se había agitado ostensiblemente y sus manos


temblaban aferradas al cobertor. Bajó la vista. Henry percibió como le temblaba también la
barbilla y sus labios se contraían en un rictus de dolor.

--¡No sigas, no sigas!—exclamó Henry con preocupación --… ¡No es necesario que me
digas nada!... ¡No ahora!... Debes estar tranquilo, hermano… ¡No pienses más en eso!...

James dio un salto desde la cama y se abalanzó sobre su hermano. Lo cogió de ambos
brazos y se lo quedó mirando a los ojos con una expresión de horror y de angustia.

--¡Ya no puedo más con esto!... ¡Me está matando!... ¡Hemos perdido el control de todo, de
todo, Henry, de absolutamente todo!... ¡Estados Unidos ya no nos pertenece!... ¡El planeta
ya no nos pertenece!... ¡Dios!, ¡no podrías siquiera imaginarlo!...

James comenzó a tiritar cada vez con más intensidad, hasta que en un acceso de
convulsiones perdió el sentido y se desvaneció en los brazos de su hermano. Henry llamó a
la guardia. En seguida llegaron enfermeros y el médico de turno. Le administraron un
potente sedante; pronto estaba durmiendo. A Henry se le retiró el permiso para visitar a
James. A pesar de sus insistentes reclamos, fue sacado del Hospital por personal de guardia.

A eso de la 1:45 a.m., James se despertó bruscamente. Se sentó sobre la cama y miró con
temor alrededor por la pieza. Estaba seguro de que había en el lugar otras personas que
cuchicheaban, y que lo llamaban por su nombre. Se levantó de un brinco, presa de pánico,
salió al pasillo. No había nadie. El joven guardia junto a su puerta había desaparecido.
Creyó divisar en el fondo del pasillo algunas siluetas oscuras y extrañas. Esta vez escuchó
claramente su nombre producido en una garganta tenebrosa y metálica. Llamó a la puerta
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del médico de turno, pero no respondió. Trató de abrir la puerta, pero estaba con llave. De
reojo percibió que unas siluetas difusas avanzaban velozmente por el pasillo hacia él
envueltas en una niebla ominosa y turbulenta. Corrió entonces hasta la pequeña cocina
auxiliar, abrió velozmente la puerta, entró, pero no pudo volver a cerrarla. Un fuerte
empujón lo arrojó de espaldas al suelo. Lanzó un grito de terror al distinguir a los seres que
habían entrado a la habitación. Vestían trajes oscuros, elegantemente vestidos, con sendos
sombreros fedora, pero sus rostros no eran humanos. Uno de ellos tomó de una silla un
albornoz y lo enrolló en torno al cuello de James; los otros se le acercaron mucho y
comenzaron a mirarlo intensamente a los ojos. James experimentó un pánico descontrolado
al sentir que esos seres de alguna forma horrible le estaban arrancando no sólo la vida, sino,
sobre todo, el alma… En un intento desesperado por evitar la pérdida de su ser, lanzó varias
patadas contra sus captores, quienes titubearon un momento, lo cual aprovechó James para
gatear rápidamente, agarrarse con ambas al marco de la pequeña ventana abierta, empujarse
con fuerza hacia arriba, y lanzarse en picada por el marco abierto hacia el vacío, desde el
décimo sexto piso del Hospital.

Una investigación sumaria del National Naval Medical Center, en corto tiempo, determinó
la causa de la muerte: Suicidio…

FIN

Nombre del autor: Rodrigo Inostroza Bidart

Dirección: Diego de Almagro 4583 – Ñuñoa

Santiago – Chile
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Teléfono: 56-978454519

E-mail: rodinos@gmail.com

Declaración Jurada: Por medio de la presente declaración, cedo mis derechos de autor
para publicar este cuento, de acuerdo con las bases de este concurso, en caso de ser
seleccionado o premiado.

XIX CONCURSO DE TANATOCUENTOS (España)

01:01:2019
Género: Cuento

Premio: 1.500 € y publicación

Abierto a: sin restricciones

Entidad convocante: Revista Adiós

País de la entidad convocante: España


Fecha de cierre: 01:01:2019

BASES

1. Los trabajos deben ser inéditos y escritos en español. Su temática debe contemplar algún
aspecto de los ritos funerarios.

2. Todos los cuentos irán acompañados del nombre y apellidos reales del autor, aunque se
pueden presentar bajo seudónimo. En este caso, se debe adjuntar en sobre cenado nombre,
dirección y teléfono.

3. Los cuentos deberán constar de un mínimo de mil (1000) palabras y un máximo de seis mil
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(6000) palabras

4. Cada autor deberá enviar un solo original a "Revista Adiós. XIX Concurso de Tanatocuentos.
Funespaña. C/ Doctor Esquerdo 138, 5ª planta. 28007 Madrid. Se pueden enviar cuentos por
correo electrónico a la dirección Inquietarte@inquietarte.es o prensa@funespana.es. Se ruega
que sea en documento adjunto con las mismas condiciones del punto 3.

5. El plazo de admisión de originales finalizará el 1 de enero de 2019.

6. El resultado del concurso se dará a conocer en la revista de mayo-junio del año 2019.

7. El cuento ganador será publicado en la revista Adiós y en www.revistaadios.es. Una selección


realizada por el jurado de los mejores cuentos (incluido el ganador) será publicada en la forma
que el editor considere mamo.

8. El autor que desee concursar deberá enviar junto con el original tma declaración cediendo los
derechos para su publicación, si resultan seleccionados. Esta cesión será de forma exclusiva
durante tres años, contados a partir de la fecha de su publicación. A partir de entonces, aunque
el editor posea el derecho de edición, los autores podrán disponer de los cuentos también para
otras publicaciones, indicando siempre en ellos su condición de Premios del Concurso de
Tanatocuentos de la Revista Adiós. Aquellos originales que no fueran seleccionados serán
destruidos una vez finalizado el concurso.

9. Habrá un solo premio de 1.500 euros.


www.escritores.org
10. La decisión del jurado será inapelable y no podrá declarar el concurso desierto.

11. La participación en este certamen supone la aceptación de estas bases.

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