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(1987-1996)
Chumy Chúmez
Edición:
cinelacion@yahoo.es
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PRÓLOGO
Empiezo con una teoría personal, el talento siempre se hereda por vía materna,
las raíces también. Por mucho que hayas nacido en un lugar, tu procedencia
siempre será dual, la tuya y la de tu madre. Chumy Chúmez, José María
González Castrillo, nació en el País Vasco, su madre en Valladolid, luego Chumy
Chúmez es vallisoletano por poderes, algo que se nota en su sombrío, fatalista,
humor castellano (“—¿Qué es el sentido del humor? —No lo sé, a mí me lo
regalaron mis padres al nacer.”). Negritud que se potencia por el origen abulense
del padre, también tenía casa en San Esteban de Gormaz (Soria), vamos que es
un vasco circunstancial, como el charro Unamuno, un maqueto como él mismo
se definía. Expuesta la teoría vayamos al ditirambo, a la exageración. Chumy
Chúmez es el mejor humorista gráfico que ha dado este país, un país de grandes
humoristas gráficos, de genios de la altura de Tono, Mihura, Summers o Saltés.
El más gracioso es sin duda Summers, el más entrañable Tono, el más tierno
Mihura, el más intelectual Saltés, pero Chumy Chúmez es el mejor de todos
porque a mayores de ser el más profundo, oscuro, malostiado, es el que mayor
conciencia social tenía, también es el mejor dibujante, pintor. Nadie es capaz de
manejar tan pocos elementos con tanta precisión, concisión, elegancia, el suyo es
un expresionismo minimalista más cercano a Grosz que a Goya, con el que
comparte la brutalidad, la transparencia en la crítica. Una esencialidad,
contundencia, en el trazo, que se adapta como un condón de látex a su humor
negro, cortante. Su nihilismo compasivo, humanista, le emparenta con el gran
humorista filósofo Emil Cioran, Chumy Chúmez es también un genial aforista,
sus viñetas no son más que sentencias, en su doble acepción, la muerte, la
enfermedad, eran sus dos grandes obsesiones. Chumy Chúmez suelta las
verdades del barquero en cada dibujo, te deja la carcajada congelada, una risa
más de desesperación, de angustia, que de placer, lo suyo es la gravedad de
Quevedo, no la gracia ligera de un Góngora. Chumy Chúmez editorializa como
El Roto pero no se queda solo en el sermón intelectual, aporta un extra de mala
leche, de sangre, de verdad, de inmoralidad. Chumy Chúmez se ríe
constantemente de la muerte, de sí mismo, y eso es algo que muy pocos
creadores españoles han tenido el valor de hacer. Una mezcla perfecta de
Unamuno, Machado y Juan Ramón Jiménez, con ese toque de salvaje ingenuidad
que tenían Lorca y Mihura. Un derroche de talento desnudo que lógicamente
desborda, descoloca, al espectador, al compañero de profesión, que por
comparación se siente un cero a la izquierda, un impostor, un vulgar comentarista
de la realidad. Chumy transforma la realidad, la anécdota, el sufrimiento, en arte,
lo que viene siendo un místico con sentido del humor. Sus artículos, novelas,
brillan a la misma altura, comparten idéntica brutalidad (sobre todo sus tres
grandes novelas “Yo fui feliz en la Guerra” (1986), “Por fin un hombre honrado”
(1994) y “Hacerse un hombre” (1996)), falta de filtro, son lo contrario a lo
políticamente correcto, son provocaciones, sarcasmo, paradojas, a destajo,
surrealismo blanco, costumbrismo escatológico, sexo y muerte, para que más.
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EL “TEST” DE LA CARIDAD
PARA conocer el alma humana —la propia y la ajena— yo suelo hacer con
frecuencia experimentos psicológicos. El último consistió en enviar cada cinco
minutos un pobre a pedir limosna al domicilio de un amigo mío con fama de
caritativo y piadoso. Los resultados del “test” fueron aterradores. Véanlos:
—Al primer pobre que llamó a su puerta le dio cien pesetas y le prometió
ocuparse de sus problemas, que escuchó con paciencia y atención. Al segundo
pobre le dio solamente veinticinco pesetas y le preguntó cómo había entrado en
la casa. Al quinto pobre le dijo secamente: “¡Dios le ampare!”, y le cerró la
puerta en sus narices. Al décimo no le abrió después de ojear a través de la
mirilla. Al siguiente le insultó y cuando comprobó que se había ido bajó a hablar
con el presidente de la comunidad de vecinos para exigirle que se controlase
quien utilizaba el portero automático. Al décimo quinto escribió una carta
violenta a varios periódicos hablando de la plaga de parásitos y falsos mendigos
que no dejan en paz a las gentes respetables y son un peligro para la estabilidad
social del país. Al decimonoveno llamó personalmente al Ministerio del Interior
para pedir protección contra unos desalmados que estaban atropellando la
intimidad de su hogar. Al vigésimo —en el Ministerio, naturalmente, no le
hicieron caso— consultó en una agencia los trámites que eran necesarios para
conseguir una licencia de armas cortas.
Dejé de enviarle falsos mendigos por temor a que mi piadoso amigo cometiese
la barbaridad de asesinar a uno de ellos. Luego me pregunté: “¿En qué número de
mendigo es moral pasar de la piedad a la ira?”. Yo, lo confieso sin vergüenza,
creo que en el cuarto.
—¿Y usted? ¿Cuántos mendigos es capaz de soportar sin desear su
internamiento en un campo de concentración? Responda sinceramente y
comprobará que es usted mucho más egoísta de lo que creía.
Es que no somos nada. Sobre todo los mendigos.
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MILLONES DE ESPAÑOLES VULNERAN IMPUNEMENTE
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
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DE LA FELICIDAD CONYUGAL
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CÓMO HACERNOS TODOS MILLONARIOS
EN VEINTICUATRO HORAS
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VIDA TRÁGICA DE “X”
HAY gentes que parecen señaladas para que el Destino se vengue en ellas de no
se sabe qué oscuros rencores asesinos.
Este es el caso de un niño que ni siquiera tuvo nombre y al que llamaremos
“X”, maltratado cruelmente por el destino adverso citado. Tanto el prenatal como
el posnatal.
Nacer les costó un esfuerzo sobrehumano. Sus padres no se amaban y no
querían hijos, pero el azar ordenó que una noche su mamá se olvidase de tomar la
píldora y eso le dio ocasión al futuro “X” de competir con millones de rivales y
salir vencedor por una milésima de segundo en una carrera que le dejó exhausto.
El fue el primero —y único— fecundador del óvulo de mamá. No llegó el
segundo de milagro, pero venció y pudo nacer.
Pero le esperaba otra prueba, una terrible prueba. Su padre tomó la decisión de
condenarle a la nada, pero “X” también sobrevivió porque su madre se negó a
abortar, aunque esa decisión fue causa de la destrucción del matrimonio. Ella no
aceptó el infanticidio, pero del disgusto casi lo consigue involuntariamente. “X”
nació prematuramente, de una “premadurez” excesiva. Tres meses antes de lo
aconsejable. Pero nació.
Detrás de sus arruguitas se adivinaba un hombrecito vivaracho, de ojos azules e
inteligentes. Su mamá lloró de alegría cuando los médicos le aseguraron que se
salvaría. Miró al fruto de sus entrañas y alzó los ojos al cielo inundada de
gratitud. Y ahora empieza lo de la tragedia posnatal de “X”. En aquel mismo
momento un relámpago inimaginable rasgó la luz de los cielos y con las
solemnidades que esas ceremonias requieren fue anunciado públicamente el fin
del mundo. Y el de “X” (q.e.d.p.) que sólo vivió en este mundo unos minutos.
Como digo, hay gentes que parecen escogidas para que el destino se vengue en
ellas de no se sabe qué oscuros rencores asesinados. “X” era una de ellas.
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TIEMPO SIN HÉROES
VIVIMOS un tiempo sin héroes. Los héroes clásicos, los de las grandes
hazañas, los que eran admirados y hasta temidos por los dioses han muerto.
Ahora somos pequeños héroes, diminutos heroitos, heroititos sin la grandeza de
los héroes que conocieron nuestros abuelos, aunque quizá estos pobres
innumerables heroititos podrían transformarse en unos grandes héroes con un
buen agente de relaciones públicas que orease sus grandiosas hazañas. Necesitan
urgentemente un Homero.
¿Se imaginan ustedes una muchedumbre de desheredados, de desarrapados, de
muertos de hambre que desfilasen por el centro de la ciudades con el orgullo de
ser lo que son, con el gigantesco orgullo de saberse escogidos para soportar la
injusticia, la humillación y la miseria? Sería el gran desfile de los héroes
modernos, de los que descienden de Job y no del divino Hércules.
Pasarían por las avenidas desplegando al aire sus harapos, la frente sarnosa
señalando el cielo con el orgullo de quienes se saben elegidos, seguidos por la
tropa hambrienta de sus hijos y sus mujeres, demostrándonos con sus miradas
que son más que nosotros porque padecen la segregación y la pobreza sin abdicar
de su condición de hombres.
Millones y millones de estos pequeños heroititos pasan ignorados por la vida e
ignorantes de que solamente con que nos mostrasen su grandeza, su capacidad
para aguantar lo inaguantable, su dignidad que les impide pegarse un tiro o
pegárselo a los demás, se ganarían la admiración de las gentes mediocres como
nosotros que no tenemos la suerte de vivir como perros pero heroicamente como
ellos.
Quizá hasta podrían tener la suerte de que la televisión transmitiese en directo
su desfile. Por el Segundo Canal, naturalmente.
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LA METAMORFOSIS
TODOS conocemos el relato de Kafka que nos describe el horror que sufrió
Gregorio Samsa al despertar una mañana, tras un sueño intranquilo, convertido
en un monstruoso insecto.
Comprendo su horror, pero el horror que yo he sentido esta mañana, al
despertar también después de un sueño intranquilo, es superior al del desdichado
Gregorio.
Me he levantado con una angustia inédita en mi biografía, pródiga en angustias,
me he dirigido al baño y estupefacto, al verme reflejado en el espejo, me he visto
convertido en mí mismo.
No podía creerlo. ¿Qué me había pasado? Me acerqué al espejo. No soñaba, no.
Era yo, pero mi rostro era de una vulgaridad estremecedora. Estaba encanecido,
viejo, sin brillo en la mirada; mi piel resbalaba hacia la tierra dándome una
expresión de cansancio que yo no había advertido anteriormente.
Quise palparme los bíceps, pero sólo toqué un hueso apenas cubierto por un
pellejo desfallecido. Lo mismo sentí cuando palpé mis muslos.
Me desnudé y me miré de espaldas. El espejo fue inmisericorde conmigo. Me
quedé aterrado. Mis glúteos parecían mojama, una mojama blanda cruzada con
higos secos. Y así el cuerpo entero.
Mi mujer y mis hijas, al verme, no dijeron nada, lo que aumentó mi angustia.
¡Luego yo era así, tenía ese aspecto desde hacía algún tiempo! ¡Quizás años! ¡Y
yo no lo había advertido hasta entonces!
—¡Santo Dios! —exclamé para mis adentros, como exclamó Gregorio Samsa
cuando vio sus patitas de insecto agitarse en el aire de su dormitorio.
Me dirigí como siempre a la oficina, pero durante todo el viaje fui llorando
desesperadamente.
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LA INSEMINACIÓN “IN VITRO”
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EL TIMO DE LA ESTAMPITA
ESTE es un timo que se pone de moda cada cuatro años y en el que todos
picamos ingenuamente a pesar de que nos han engañado muchas veces con el
mismo truco en nuestra vida.
Unos señores se acercan a ti con grandes muestras de cariño y te halagan y
elogian tu inteligencia, tu sensibilidad, tu capacidad para comprender las nuevas
soluciones para los viejos problemas sociales. Una vez debilitado por los halagos
recibes las promesas más esperanzadoras para tu futuro, en de tu familia y el de
todo el país. Te hablan de las grandes reformas que se van a llevar a cabo; de la
justicia y celeridad con que se aclararán las querellas; de la abundancia que
brotará en los años venideros; del amor de unos a los otros que hará brotar esa
abundancia; del esplendor cultural que nos aguarda y que dejará atónito a
Pericles en su residencia en el Parnaso; de los maravillosos días que esperan a
nuestra ancianidad acogida en palacios habitados por encantadoras señoritas que
se ocuparán de todas nuestras necesidades; de un futuro, en fin, que jamás fue
vivido nunca por nadie en este mísero mundo.
Después, cuando advierten que has creído sus palabras, te dan la estampita
dentro de un bello sobre de mil colores. Y les obedeces y vas y les votas.
Porque eso es lo único que quieren de ti: que les des tu voto.
Tres meses después compruebas que has sido miserablemente timado. Nada de
los prometido se cumple, todo sigue igual que antes. Juras no volver a caer en la
trampa, pero cuatro años después, de nuevo unos señores se acercan a ti dando
grandes muestras de cariño y te halagan y elogian tu talento y tu sensibilidad y tu
patriotismo.
Y otra vez vuelves a picar y otra vez les das tu voto. Cuatro meses después
volverás a estar arrepentido.
Y así por los siglos de los siglos si Dios no lo remedia.
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CONSOLAR A LOS ENFERMOS
ME refiero a los enfermos de los oídos, a los pobres desdichados que se están
quedando sordos, como yo. Cuando se enteran de tu desgracia, todos quieren
consolarte y lo hacen siempre desde uno de los planos de la siguiente escala:
Más del 70 por 100 de los que escuchan tu confidencia dicen siempre la misma
frase. Es una ley inexorable, dicen: “¡No te preocupes! ¡Total, para lo que hay
que oír!”
Después vienen, en un porcentaje sensiblemente inferior, los que te recuerdan
que Goya también fue sordo y tratan de consolarte diciéndote que en el fondo los
sordos que dibujan, como yo, son afortunados porque su desgracia les agudiza el
sentido de la observación.
A continuación te citan la ejemplaridad del comportamiento de Beethoven, que
padeció una sordera más trágica que la de Goya, puesto que, como ustedes no
ignoran, Beethoven era músico.
Llegan por fin los eruditos que te cuentan que Jonathan Swift también padecía
síndrome de Meniére y ahí está su obra inmortal “Los viajes de Gulliver”.
Hay al final los padecedores del mal, que están enterados de todo lo referente a
su enfermedad. Son los que te dicen que Julio César, al parecer, no padecía
epilepsia como se creía hasta ahora, sino el síndrome citado, y que sus caídas
súbitas y su pérdida de conocimiento eran debidas al oído medio y no a la
electricidad de sus neuronas.
Todos estos consuelos nos hacen sentirnos superiores por encontrarnos entre
genios que sufrieron las mismas desdichas que nosotros. Son los consuelos
culturales. Luego vienen los familiares, los que te cuentan los sufrimientos de sus
parientes que también son sordos. Y como remate a tanta amabilidad está el
consolador sincero que te dice la verdad:
—Pues peor es el cáncer. O sea, que no se queje usted, señor Chumy.
Yo pienso que tiene razón y me callo. Sigo mi camino y, aunque me he
prometido no volver a hablar de mis enfermedades, al primero que se cruza en mi
camino le digo: “Me estoy quedando sordo”, y espero oír sus palabras de
consuelo para colocarle en el lugar de consolador que le corresponde.
Así nos divertimos los sordos.
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IRRITAR EL ECO DE MARGUNCIA
YO estaba harto de los elogios que todos dirigían al famoso eco de Marguncia,
de la fidelidad con que repetía las frases que se le gritaban, de su dominio de
todas las lenguas europeas, bien la inglesa, bien la francesa, la vasca, la búlgara o
la etcétera. Así que un día, harto de tantos mimos y halagos a sus virtudes
repetitivas, decidí irritar al eco de Marguncia.
Era un hermoso día de otoño. Los pájaros reían sus alegres trinos que el eco
repetía incansablemente. También repetía el susurro de los limpios arroyuelos
que corrían a su lado. Llegué hasta el punto exacto donde —decían— las voces
obtenían la mejor repetición del eco. Coloqué mis manos en las mejillas, las
palmas frente a frente, hinché los pulmones al aire y fingí un grito atronador.
Parodié los gestos del alarido, pero no emití sonido alguno. Luego esperé.
No tuvo respuesta mi falso grito, pero un leve aliento que se oyó en el lugar
donde brotaba el eco me confirmó su sorpresa. Repetí varias veces el silencioso
gesto del grito y el eco siguió en silencio, pero el leve aliento primero se oyó más
acusado.
A las dos horas de repetir la trampa noté que el eco estaba impacientándose. Le
oía moverse, respirar con una impaciencia no exenta de ira y me di cuenta que
iba a vencerle, que iba a caer en la trampa de mi juego.
Seis horas después el eco no pudo contenerse y me gritó:
—¡Imbécil! ¡Di algo! —le contesté regocijado.
El eco, ofendido, no repitió, como era su deber, mi frase. Y yo me marché
orgulloso de mi victoria.
Antes de desaparecer de la vista del eco pude oír que me dirigía unos insultos
soeces y desvergonzados, pero no me di por aludido y seguí mi camino. Este
importante acontecimiento ocurrió, como digo, en el famoso eco de Marguncia,
el 14 de octubre de 1985, festividad de San Calixto, a las nueve y cuarto de una
mañana soleada y primaveral a pesar de ser otoño.
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LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
CONTADA POR UN SÁDICO
16
TAMBIÉN LOS PRECIOS DESORBITADOS
TIENEN SUS VENTAJAS
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EL FLECHAZO
ERA una noche de luna llena. Una extraña desazón me inquietaba el alma y el
cuerpo, sobre todo por la parte de las ingles. Estaba solo, sin dinero, sin amigos,
sin nadie que me quisiera.
En este estado de desesperación y de odio decidí vengarme de una sociedad
que no se apiada ni ayuda a los corazones solitarios. Por eso la violé, sí, la violé y
nunca el remordimiento me ha remordido el corazón con tanta voracidad como
ahora.
Salí armado de un cuchillo de matanza y esperé en aquella esquina, que no
quiero volver a ver, la llegada de mi víctima. Esperé mucho tiempo pero, por fin,
llegó la escogida para el sacrificio. Era una bella joven de unos dieciocho años.
Andaba despacio como si estuviera cansada. Cuando dobló la esquina le puse la
punta del cuchillo en la yugular. Ella, pálida y aterrorizada, no pudo ni gritar.
Casi sin lucha conseguí mis criminales propósitos. Vengado —eso creía yo
entonces—, huí y me perdí en la oscuridad de la noche.
Pero algo había cambiado en mi vida. Mi dulce víctima también me había
herido a mí, dejando mi corazón enamorado. ¡Fue un flechazo! Comprendí que
aquella mujer era el amor de mi vida, el ser por cuya felicidad yo sería capaz de
los mayores sacrificios. Volví al lugar del crimen pero mi víctima, mi amor, el
sentido de mi existencia había desparecido. En el suelo, olvidados, estaban su
bolso y su documento de identidad.
Durante meses la persigo de lejos y sólo tengo ojos para ella, pero el temor a la
Justicia me impide acercarme hasta donde pueda reconocerme. No sé que hacer.
A veces deseo arrojarme a sus pies, confesarle mi arrepentimiento por la
brutalidad de mi violación y pedirle que me quiera, aunque no lo haga con la
desasosegante pasión que a mí me embarga.
Sé que mi amor es imposible, que nunca podré compartir con ella un hogar
sencillo donde envejezcamos juntos mientras nuestros nietecillos juegan a
nuestro lado. Jamás podré contestar a mis hijos la pregunta que me gustaría oír:
“Papá, ¿cómo conociste a mamá?”
¡Cuánto me gustaría oír esa pregunta para mentirles un hermoso relato de la
hermosa noche de primavera en que su hermosa madre y yo decidimos unir
nuestras vidas para siempre!
Quiero olvidarla, pero no puedo. Aunque todas las noches violo a dos o tres
adolescentes para ver si es cierto el dicho que afirma que la mancha de la mora
con otra verde se quita, es imposible. No puedo. Mis nuevas víctimas son sólo
para mí un simple coqueteo. Sólo la quiero a ella.
Pero mi miserable crimen nos separa.
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MI VIDA ES UNA NOVELA
YO comprendo que todos tienen derecho a pensar que su vida es una novela.
Una novela erótica para algunos; de terror, para otros; bélica para quienes
tuvieron la desgracia de sufrir una guerra, pero novelas todas ellas fragmentarias,
novelas diminutas, anodinas casi siempre. Repugnantes, en resumen. Así suelen
ser las novelas de las vidas de los demás.
Sólo mi vida es una novela que compendia todas las novelas que han existido
desde la publicación de “El Quijote” hasta nuestros días.
Escuchen y verán si miento. Yo nací de un encuentro fortuito entre Lenin y la
viuda de un Rockefeller que prefiero no nombrar por respeto a mis antepasados.
Cuando nací me abandonaron en una cuna que arrojaron al río Nilo. Estuve a
punto de ser devorado por unos cocodrilos, pero uno de ellos de apiadó de mí y
me amamantó hasta que cumplí los siete meses. A esa edad (yo era muy precoz)
comprendí que aquel cocodrilo no era de mi condición social (yo era muy
ambicioso) e ingresé en la Academia Militar de West Point, donde salí con el
grado de general de los Estados Unidos de América. Luché en innumerables
guerras donde siempre conseguí victorias para mi patria. Abandoné pronto la
carrera militar y me dediqué a la ciencia, en la que con el nombre falso de Edison
inventé la famosa bombilla Philips. Así, colmado de honores y de riquezas llegué
a los doce años. Rodeado de lujos y placeres no era, sin embargo, feliz. Echaba
de menos a mis padres. Volví al Nilo y busqué al cocodrilo que me había
amamantado. Llegué tarde: mi padre había muerto. Desengañado del mundo y
sus oropeles me uní a la muchedumbre de israelitas que, conducidos por Moisés,
iban en busca de la tierra prometida. Intimé con Moisés y juntos fundamos el
estado de Israel, hecho del que me arrepentí cuando fue detenido por la Gestapo
que me encerró en un temible campo de concentración del que pude huir
disfrazado de Goering a quien previamente asesiné de una precoz bofetada.
Durante seis años usurpé su personalidad y su puesto, pero también me aburrí de
tanto poder. Además, no me gustaba cómo me caía el uniforme nazi. Huí a un
convento extremeño donde me dediqué a la meditación y al cultivo de apios
empanados. Poco a poco, a pesar de mi humildad, fui ascendido en la escala
religiosa (desgraciadamente el éxito era mi sino). En seguida llegué a ser prior
del convento San Juan de la Cruz tres años más tarde, el cardenal Cisneros seis
meses después (y aún no había cumplido los veintidós años) y Papa en
noviembre del año pasado.
Ahora soy modelo de camisas de un manicomio de las afueras de Tarrasa.
Todos los días desfilo (la crítica ha destacado la elegancia de mis movimientos,
la esbeltez de mi figura) ante un nutrido grupo de futuros clientes que están
pasando conmigo una temporada en este maravilloso retiro.
Y no sigo porque tengo que ir a la Moncloa al Consejo de Ministros. Otro día
les contaré las increíbles aventuras que me acontecieron en el futuro.
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NO ESTOY SOLO
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VENDER EL ALMA AL DIABLO
ANTES, cuando alguien quería vender su alma al diablo era muy fácil
conseguirlo. Bastaba con darle una llamada telefónica a Mefistófeles, que a las
dos horas ya estaba en tu casa con todos los papeles preparados. Se firmaban los
contratos en un santiamén, perdías el alma y recobrabas la juventud, que era lo
que generalmente pretendían los vendedores.
Ahora es distinto. Ahora no es fácil que el diablo venga a tu casa. Ahora es
difícil hasta conseguir que te reciba. La causa es lógica. La oferta de almas a
vender ha crecido desmesuradamente. A pesar de que el diablo ha inundado el
mundo entero de sucursales, sus agencias no dan abasto para comprar la basura
que se le ofrece.
En primer lugar, las almas que se ofrecen son, como digo, una porquería. No
son ni siquiera seminuevas. Sin verdaderos desechos de las hermosas y virginales
almas que Dios nos da cuando nacemos. Son subproductos. Almas corrompidas,
remendadas, almas que, como a los trajes viejos, se les ha dado varias veces la
vuelta.
Y Mefistófeles, ¡claro!, o no las quiere o da por ellas una miseria. Por supuesto
ya nadie pide la juventud como el doctor Fausto. Los clientes modernos no se
atreven ni a sugerirlo.
Ahora la gente vende sus almas por un empleo, por un fin de semana en
Marbella, por un vídeo o por cualquier otra chuchería. Los más afortunados, los
que van muy recomendados por el poder político —partícipes frecuentes en estas
transacciones diabólicas— pueden llegar a conseguir por sus almas con SIDA
hasta una subsecretaría en el mejor de los casos o un puesto de ordenanza en el
peor.
Mefistófeles ha declarado repetidas veces la bajísima calidad de las almas, que
compra muchas veces, más que por interés comercial, por ayudar a los
degenerados, verdaderos subdiablejos, que acuden a solicitar su ayuda con almas
falsificadas, almas con taras hereditarias o desnutridas y que le caen simpáticas al
diablo.
En fin, ¡una pena! Yo, por ejemplo, por la mía sólo conseguí medio kilo de
jamón. Y no de pata negra.
Y, además, creo que salí ganando, que le engañé al diablo. No valía tanto.
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EL DINERO DA LA FELICIDAD, PERO NO TODA
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LAS GUERRAS ÚTILES
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CINCO MIL MILLONES DE DIFUNTOS
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¿VOLUNTAD O DESTINO?
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DON QUIJOTE EN ELSINOR
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EL SILENCIO IMPOSIBLE
CUENTAN que un famoso eremita se tuvo que volver de sus soledades, adonde
había ido para encontrar el silencio físico y espiritual, por culpa de una insolente
e ininterrumpida acrofagia con que el Señor castigó su orgullo.
A mí también el Señor me castiga por mis huidas de este mundo. Cuanto más
deseo y busco el silencio mayores pruebas me envía para comprobar mi fortaleza.
No hay un instante, no hay un lugar donde no suene el estruendo o el rumor de
los ruidos y las músicas desaforadas de la cultura moderna. Llegué a quedarme
sordo voluntariamente pero todavía fue peor porque oía los latidos de mi corazón
que implacablemente me conducen a la muerte. Y tenía miedo. Me di cuenta
entonces que los bestias que producen y saborean el ruido tienen miedo al
silencio porque nos pone frente a nosotros mismos. Y esa soledad de vivir
consigo mismo muy pocos la aguantan. Ahora todos quieren el alboroto
ensordecedor del “rock” y similares porque asó no hablan ni se miran. El
estrépito de la llamada cultura moderna nos idiotiza. Ahora, en Madrid, triste
costa de contaminación, soledad y ruido, se han puesto de moda unas terrazas
donde a la vulgaridad se suma la insolencia. Nadie puede dormir tranquilo en sus
alrededores. Y las autoridades se complacen de ese bullicio verbenero y
presumen de ser la envidia de Europa. ¿Qué se puede esperar de unos munícipes
que tienen el proyecto de instalar música ambiental en los autobuses
municipales?
Sé que mi pasión por el silencio es patológica, pero no puedo evitarlo. Un día
que había huido al monte para gozar de la paz de los rumores de la Naturaleza,
alguien se acercó y dijo alegremente: “¡Qué descansada vida la del que huye del
mundanal ruido y sigue la senda escondida de los pocos sabios que en el mundo
han sido!”. Y yo, irritado por su abuso, le chisté enfurecido. Él comprendió mi
irritación, me pidió perdón, yo se lo concedí y nos hicimos en aquellas soledades.
Nunca, naturalmente, mientras estuvimos juntos en el amado páramo de la
quietud, nos dirigimos la palabra. Yo sé que él también, como yo, pensaba que
uno de los dos sobraba.
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EL EJEMPLO DE LA NATURALEZA
¡CUÁNTO nos enseña la Naturaleza! ¡Cuánta sabiduría nos ofrece ora abierta y
claramente, ora de una manera velada como quien nos confía un secreto que
nosotros hemos de descubrir con nuestro esfuerzo!
Digo esto porque yo, por ejemplo, ahora estoy escribiendo a la sombra de un
hermoso árbol que ha brotado a la orilla del río. Porque yo, así como los pintores
hacen apuntes del natural, así yo escribo del natural. Mi pluma es mi pincel, mi
cuaderno de notas mi límpido lienzo.
El río fluye mansamente. Describe una suave curva y se pierde luego a mis
espaldas como se pierde constante, casi inadvertidamente, por culpa de los
malditos. Casi todo el dinero que gano con el sudor de mi frente. Igual que el río,
cuyo caudal no cesa de engrandecer las aguas de los océanos, así yo voy pagando
constantemente mi tributo al Estado. Ya lo dijo el poeta: “Nuestros impuestos son
los ríos que van al Ministerio de Hacienda, que es el morir”.
Pero dejo estos tristes pensamientos y veo ahora la humilde majestuosidad con
que una hoja del álamo que me cobija a su sombra, desprendida de una rama,
desciende como una lágrima que resbalase en una mejilla infantil. Así también yo
lloro cuando veo que poco a poco las hojas de mis ahorros se desprenden de mi
cuenta corriente para transformarse en polvo, en barro, en nada. ¡Es increíble!
¡Pensar que hace dos años yo tenía más dinero que ahora, a pesar de que gasto
menos cada día! ¿Pero cómo es posible que todo cueste tan caro? ¡Dios mío!
¿Qué hace el Gobierno para evitar esta sangría que nos está arruinando a todos?
Dejo también estos pensamientos desolados y contemplo casi extasiado la
renovada belleza de la puesta del sol y recuerdo que ahora, cuando me jubilen,
sólo percibiré treinta mil pesetas al mes, a pesar de que llevo cotizando cerca de
cuarenta años. Y pregunto a la Naturaleza que lo sabe todo: “¿Cómo es posible
que después de tantos esfuerzos y sacrificios acabe yo pobre y desamparado?”
Pero dejo también estos nuevos tristes pensamientos y miro la riqueza del cielo
ya estrellado. Y murmuro: “¿Pero cómo es posible que habiendo tantos cientos de
miles de millones de estrellas tenga yo sólo doce duros en el bolsillo?”. No lo
comprendo…
¡Oh, Naturaleza, Naturaleza! ¡Cuántas cosas nos enseñas con tu silencio!
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YO ME VOY A COMPRAR
UN BURRO Y UNAS CASTAÑUELAS
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HISTORIAS DEL MÁS ACÁ
ANTES, cuando era una costumbre social de gentes bien nacidas, la buena
educación carecía de riesgos y peligros. Ahora, con las nuevas costumbres, ser
bien educado sólo acarrea perjuicios e incomodidades.
Yo, por ejemplo, antes, cuando, como digo, era normal estar bien educado entre
gentes de posición social desahogada, cada vez que me presentaban a una señora
o señorita, gentil e inmediatamente le hacía proposiciones deshonestas, que, dada
mi fealdad y mi pobreza, eran siempre rechazadas.
Sé que las gentes poco sutiles pensaban de mí que era un grosero. La verdad,
sin embargo, era distinta. Si yo hacía proposiciones amorosas (jamás llegué a
sugerir obscenidades ni con gestos ni con palabras) lo hacía simplemente para
halagar a quienes recibían mis osadas insinuaciones. Nunca pensé que aceptarían.
Yo sólo quería decir a las mujeres que falsamente se sentían ofendidas, que eran
bellas, hermosas y apetecibles.
Muchas de aquellas mujeres a las que presuntamente insulté con mis
atrevimientos, años después me han dicho nostálgicamente: “Recuerdo que hace
años estuviste loco por mí.” Yo asiento su ingenuidad y ellas siguen siendo
felices, sintiéndose amadas.
Ahora, desgraciadamente, esa forma de piropear a las mujeres hermosas (y a las
feas, que, por cierto, son las más peligrosas) tiene grandes riesgos. Ahora, cuando
propones intimidades amorosas lo más probable es que sean aceptadas. Y no te
queda mas remedio que cumplir tus amenazas. ¿Quién, que sea un poco
caballeroso, puede decir a una mujer dispuesta a complacer tus presuntos deseos
que lo que le has dicho de sus tentadoras carnes era sólo un elogio que no
encubría ninguna intención pecaminosa?
Por eso, ahora es mejor ser soez, indiferente. Si te presentan a una mujer
hermosa trátala como si fuera tu cuñado. Si te propasas puedes caer
cándidamente en tu propia trampa.
¡A esto nos ha conducido la libertad de las nuevas costumbres, a que no
podamos ser bien educados sin correr el riesgo de que se ofenda nuestra virtud y
nuestra inocencia!
30
UNA HISTORIA MACABRA
TODAS las noches, desde hacía más de trece años, mi corazón latía
apresuradamente cuando se acercaba la medianoche porque sabía que el Ser
volvería puntualmente a aparecerse. Al sonar la última campanada se abría la
puerta del dormitorio donde yo estaba, de cualquier dormitorio; del mío, del de
los hoteles donde intentaba no ser encontrado por aquel fantasma, del de los
conventos donde me escondía confiando en que allí no se atrevería a buscarme
aquel repugnante ser de ultratumba.
Pero era inútil. A medianoche se abría la puerta, como digo, y aparecía su
terrible imagen. De su boca carcomida salía siempre la misma frase:
—Tú me has matado.
Yo, al principio, no lo negaba por temor. Pero más tarde, después de reflexionar
sobre mi impecable conducta moral de toda la vida me di cuenta que aquel pobre
ser pseudoincorrupto me había tomado por otra persona. Y se lo dije:
—Está usted confundido, caballero. Yo no solamente no le he matado, sino que
ni siquiera le conozco.
—No —me respondía con su espantosa voz purulenta— tú me has matado.
Y se iba hasta que a la noche siguiente volvía a aparecer para decirme lo
mismo. Fueron inútiles mis ruegos, mis razones, los certificados de buena
conducta que le enseñé. Sus ojos muertos me miraban con una mirada de
reproche que yo no me merecía y repetía:
—Tú me has matado.
Un día, precisamente ayer (y piensen ustedes que he aguantado trece años esa
injusta tortura) no pude contenerme y le di un violento zapatazo en su blanda
cabeza, que se deshizo como una patata cocida aplastada por el tenedor. Y su voz,
casi exangüe, repitió la frase de siempre, pero con nuevos matices:
—¿Lo ves? ¡Tú me has matado! ¿Qué te decía yo?
Y expiró.
31
HE DECIDIDO SIMPLIFICAR MI VIDA
ASÍ como suena: he decidido simplificar mi vida. Tomé esta decisión cuando se
me estropeó la aspiradora y lleno de ira la arrojé donde guardo las aspiradoras
que se han quedado antiguas, las que tienen un voltaje pasado de moda o que
nadie quiere arreglármelas. Conté seis aspiradoras que me ocupaban medio
desván.
Entonces me di cuenta de que mi casa es un inmenso cementerio, un almacén
de trastos inútiles que sólo sirven para acumular polvo en sus calvas. Decidí
deshacerme de todo lo que no tuviera vida o un proyecto de resurrección futura.
Lo primero que luce fue tirar las seis aspiradoras y jurarme que jamás
volverían a aspirar el polvo porque jamás volvería a haber polvo en mi casa, que
iba a ser abierta, clara, vacía como una hermosa casa siria del siglo XVII que vi
en un museo en Nueva York y que consistía solamente en un espacio humano y el
chorrito de una fuente en su centro.
Luego pasé a los muebles, a los cuadros, a los trajes viejos, a los zapatos
arrugados y resecos, a los cojines con bordados de mamá, a las cortinas cargadas
de polvo y miasmas, a, en resumen, todo lo que era superfluo e inútil para vivir
una vida que no estuviera enajenada por las miseras e inútiles posesiones que nos
abruman con su presencia.
Cuando la casa estaba ya hermosamente vacía pasé delante de un espejo rococó
con falsos oros y filigranas intestinales y me vi. Me detuve seco, me miré
fijamente y comprendí que debía llevar mi decisión hasta sus últimas
consecuencias.
Bajé todas las porquerías al jardín, y valientemente me metí yo también en el
cubo de la basura.
Ahora estoy aquí esperando que venga el camión de la limpieza y completé mi
decisión de limpiar mi casa de todos los trastos que sobran.
Les recomiendo que hagan ustedes lo mismo por el bien de España.
32
LAS MAYORÍAS INSOLENTES
DOS náufragos perdidos en una pequeña isla deshabitada del Pacífico jamás
podrán gobernar en paz su pequeño país. La igualdad de poderes hará imposible
el equilibrio político deseado por el pueblo que en este caso son los dos pobres
náufragos.
Pero basta que uno de ellos pierda una pierna para que el otro, el bipedestado,
se transforme automáticamente en mayoría absoluta. Eso no es justo. La mayoría
absoluta es algo más serio y razonable. Es intolerable, por ejemplo, que en un
país de cuarenta millones de habitantes, un partido, quizá con sólo tres mil votos
más que los demás partidos, decida, ordene, imponga y realice su política,
olvidando que la mitad de sus habitantes menos tres mil no piensan como ellos.
Por eso conviene revisar el concepto de mayoría absoluta. Yo propongo a los
Santos Padres de la Constitución que las mayorías absolutas se dividan en tres
grupos:
—Mayoría absoluta aplastante, mayoría absoluta equilibrada y mayoría
absoluta aterrorizadora.
La mayoría absoluta aplastante gobernaría tiránicamente (dentro de los límites
de tiranía admitidos en las democracias occidentales) solamente cuando los votos
obtenidos por la tal mayoría absoluta supere el 80 por 100 de los votos emitidos.
En este caso sí se puede pensar razonablemente que hay una voluntad
mayoritaria del pueblo.
La mayoría absoluta equilibrada es aquella en que la mayoría absoluta se ha
conseguido por los pelos. Moralmente es injusta porque no hay ninguna razón
política para que el 49,50 por 100 de los habitantes tengan que aceptar el
programa político de los vencedores que apenas si representan a la mitad de la
población más uno. Esta mayoría debería gobernar con la oposición alternando
su trabajo, bien unos por la mañana y otros por la tarde, o bien en plazos más
cómodos y amplios.
La mayoría absoluta aterrorizadora la forma la minúscula minoría que
violentamente toma el poder. Si en principio es minúscula minoría, como digo, a
las dos semanas sólo en enchufados estatales logrará fácilmente una cómoda
mayoría.
Son cosas a considerar, como digo, y que ampliaré en próximas reflexiones.
33
Lecciones dev maq acä
Dice así:
—Blancafor, reins amada del pas mavills de Blancaforia, vibia atragantada por
las frecuentes adulteraciones que se cometen en los productos alimentarios. Un
diz llegxt de un reino légano un belloso princostabe llamado Agústin Fernandez
falleció ayer después de recibir los Santos Sacramentos, y la Bendición
Abostoliáz. Al verle, la plinceza calló perdidamente enamoada y exclamó:
Reagan ordena el bloqueo naval del Estrecho de Ormuz.
La bruha fruzzzz desde su lóbrega cueva y dijo el príncipe tras varios siglos de
silencio: Farmacias de guardias. Distrito de Chamberi.
La Bruzzzja no consintió aquella decisión de Solchaga de la Dehesa que
prefería abaratar el precio del dinero y salio bolando en una escoba de la
compañía Iberia.
U colorín azulao este cuet se a ababao.
34
PATERNIDAD Y LASCIVIA, RESPONSABLES
TODOS hemos pensado alguna vez, sobre todo cuando hemos sido padres, la
injusticia que padecen las mujeres al ser las únicas que sufren los dolores del
parto. Seguro que si dar a luz fuese tan placentero como fecundar, los hombres
estarían pariendo todo el día como locos, y no como ahora, que mientras sus
señoras están en la clínica purgando el mutuo pecado, ellos están jugando tan
ricamente a los dados con los amigos.
Por eso he pensado que nuestro Gobierno, tan propicio a las reconversiones,
debe ocuparse urgentemente de este asunto y dictar las órdenes oportunas para
que a partir de esta misma legislatura cambien las cosas de la siguiente manera:
Que quede abolida la antigua costumbre (desgraciadamente heredada del
régimen anterior) de parir con dolor. Y que se ordene engendrar con dolor como
los prostáticos. Cada vez que la lascivia y su máscara, el amor, reúnan a una
pareja debe producirse un encuentro doloroso, arriesgado, con sudoraciones,
rompimiento de aguas y demás angustias.
El parto, por el contrario, será placentero como una noche de boda, una luna de
miel, un final de “Las mil y una noches”.
De esta manera veríamos quiénes sinceramente quieren ser padres amantes y
responsables. Porque es fácil reproducirse saboreando una golosina. Lo serio es
ponerse a hacer hijos como si se tomase una purga. Así veríamos de verdad,
repito, dónde están los hombres enteros.
Sé que disminuiría notablemente la población del mundo. Mejor todavía.
Sobramos cientos de millones. Si esta ley se hubiera promulgado hace años,
ahora, en vez de cinco mil millones de devoradores, seríamos catorce o quince
familias, que viviríamos en paz y armonía recíproca.
Viviríamos tan dulcemente que podríamos cambiar de nuevo las leyes y volver
a las antiguas costumbres de parir con dolor y quedar embarazada sin darte
cuenta porque tienes las meninges en la gloria.
Y dos mil años más tarde, poco más o menos, podría volverse a aplicar esta ley
de urgencia erótica (LUE), que gentilmente ofrezco a los jerarcas del mundo,
tiranos o demócratas, que en el fondo viene a ser distinto.
Y así, sucesivamente, cada dos mil años Farenheit.
35
LOS RICOS ME DESPRECIAN,
LOS POBRES ME ENVIDIAN
EL otro día, con un orgullo que ahora comprendo era ridículo, le dije a un
amigo:
—Gracias a Dios, por fin me van bien las cosas; ahora gano mucho dinero.
Naturalmente, como buen español, mi amigo me preguntó cuánto ganaba. Yo se
lo dije, y además con el mismo orgullo con que presumí de mi riqueza. Al oírme,
el rostro de mi amigo expresó tal desdén, mezclado con desprecio, misericordia y
caridad, que me di cuenta en seguida de lo ruin que aparecía ante sus ojos mi
persona.
Días más tarde, me encontré con otro amigo y, con modestia, le dije:
—Las cosas me van mal. Desgraciadamente, apenas gano dinero.
También él me preguntó cuánto ganaba y se lo dije. Al oírme, su rostro expresó
tal ira, mezclada con envidia, odio y desesperación, que me di cuenta en seguida
de lo ruin que se veía a sí mismo ante mi riqueza.
Me di cuenta entonces de que nunca, nunca debemos hablar de nuestro dinero.
Lo que uno gana o posee debe ser un secreto compartido solamente con el
ministro de Hacienda, que ni desprecia ni envidia: sólo aplica los porcentajes
establecidos por la ley, según le informe de nuestros ingresos la computadora
desprovista de corazón.
Otro día, en una reunión de gente guapa y rica, dije una banalidad:
—Lo difícil es ganar el primer millón.
Todos se miraron sorprendidos. En sus rostros adiviné una burla que expresaba
claramente que todos ellos habían tenido muchísimos millones antes de ser
fecundados.
—Sí; pero para nosotros —dijo un rico caritativo para atenuar mi ridículo
concepto del dinero— lo difícil es ganar el primer millón, como dices —me tuteó
a pesar de todo—, pero el primer millón de millones.
Desde entonces no he vuelto a hablar jamás de dinero. No del mío, ni del ajeno.
Envidio en silencio.
Hoy, al escribir esta epístola económico-moral, es la última vez que lo hago. Y
les digo:
—Las cosas me van muy mal. Apenas gano dinero.
Y por discreción prefiero no decirles cuanto. No quiero tener enemigos, ni
burladores, ni inspecciones de Hacienda.
36
PARA NUESTRAS MAMÁS Y PARA LA TELEVISIÓN,
NOSOTROS SOMOS LOS MÁS GUAPOS DEL MUNDO
37
EL AMOR ES ETERNO MIENTRAS DURA
LOS amantes apasionados por fin abandonaron el lecho donde se habían amado
locamente. Dejaron inundadas de lágrimas las sábanas, el parquet del dormitorio,
el piso del ascensor, el vestíbulo del hotel y el camino que recorrieron hasta
llegar a la estación donde un tren inexorable iba a separarles para siempre.
¿Quién no ha vivido un amor imposible condenado a morir en el Zenit de la
pasión? Nadie. Nadie no ha vivido esos terribles minutos en que uno dice adiós a
un cuerpo, a un alma que son el amor de nuestra vida, su sentido. Por eso sabréis
comprenderme. Estaba hablando de mí.
Ella era casada y tenía que volver a su patria lejana. Ciegos de pasión fuimos a
despedirnos a una ciudad de provincias que es donde rugen en silencio las
grandes pasiones que suele producir el aburrimiento. Fuimos llorando, como
digo, hasta la estación, y allí, sin pudor ni vergüenza, seguimos besándonos
porque sabíamos que aquellos momentos eran los últimos de nuestra loca pasión.
Y entonces se produjo la catástrofe. El tren inminente se retrasó. Lo dijeron
aquellos infames altavoces que ensuciaron para siempre aquellos momentos
envidiados seguramente por Romeo y Julieta.
“En tren con destino a Hendaya llegará con tres horas de retraso”, dijo la voz
satánica del destino.
Nos miramos, dejamos de besarnos y comprendimos los dos que aquella
demencial locura que nos unía acababa de quedarse desgasificada. ¿Quién es
capaz de llorar de amor durante tres horas seguidas mientras espera un tren? ¿Por
qué tres minutos de éxtasis y angustia, estirados, se transforman en tres horas de
aburrimiento llenas de bostezos disimulados?
Volvimos a la normalidad mientras el tren seguía ocultado, perdido en la
lejanía. Tomamos un café; ella fue a hacer pi-pí, yo a hacer caquitas, compramos
los periódicos, nos besamos con rubor fingiendo una pasión que ya había muerto
y, cuando por fin llegó el tren heraldo imaginado del Dios de las Despedidas, nos
dijimos adiós con un beso helado y húmedo de moquillo (era invierno) y ella se
fue de mi lado para siempre. Durante un par de meses intercambiamos algunas
tarjetas postales. Estoy seguro que ella me recuerda bostezando, aterido de frío.
Así terminó nuestra loca pasión. Afortunadamente, ninguno de los dos teníamos
el SIDA.
38
MÉTODO INÉDITO Y UNIVERSAL
PARA QUE TODOS SALVEMOS NUESTRAS ALMAS
Y VAYAMOS AL CIELO A GOZAR DE LA ETERNIDAD
DEBO advertir que aún no está comprobada la eficacia de este método inédito
y universal para salvar nuestras almas que inventé antes de ayer en una noche de
insomnio. Es, pues, una hipótesis que tendrá que comprobarse dentro de
seiscientos mil millones de años que es cuando probablemente se producirá el fin
del mundo.
La tesis es sencilla: “Los dioses no pueden ser menos generosos que nosotros,
ofensores de su grandeza.” De ese sencillo axioma nace mi teoría, que dice así:
—Todos los hombres para salvarse deben morir en pecado mortal. Esa es la
única manera de que podamos evitar el castigo eterno que merecen las ofensas
que continuamente causamos a nuestros creadores con nuestros pecados.
Debemos morir en pecado mortal, pero en un pecado mortal sencillo, modesto,
para, como digo, salvarnos. Lo demás viene rodado. Unidos todos los pecadores
en el Infierno, notablemente, con generosidad y sin rencor, debemos no odiar y
maldecir a nuestros jueces como se hace habitualmente en esos casos, sino que
debemos perdonarles la enormidad de la desproporción entre nuestra culpa (ya he
dicho que el pecado debe ser el mínimo, el que casi se merece la libertad
condicional) y la explicación exigida.
Los Dioses, naturalmente, comprobarán asombrados que los espantosos
dolores, la triste oscuridad, las angustias del fuego eterno a que hemos sido
condenados no provocan nuestro odio, sino nuestro amor que mostramos
perdonando su castigo con una generosidad que ellos no tuvieron con nosotros. Y
entonces se preguntarán:
—¿Puede ser posible que esta gente que nosotros creíamos puerca y canalla nos
demuestre ser más piadosa que nosotros que presumimos de ser la misericordia
infinita?
—No, no es posible —responderán a coro en el Olimpo.
Y ya lo demás es coser y cantar. Nos darán una lección de grandeza
perdonándonos a todos a pesar de nuestros pecados, porque al perdón añadirán la
gracia de gozar eternamente la dicha de estar a su lado.
Y pelillos a la mar.
39
¡CÓMO HE PODIDO CAER TAN ALTO!
ESTOY ahora contemplando lo que yo llamo mi jardín y que más que jardín es
una esplendorosa floresta de no sé cuántas hectáreas de extensión. Además,
aunque lo supiera sería lo mismo, porque desconozco la extensión de una
hectárea. ¿Para qué? Los pequeños espacios no tienen valor para mí. Yo amo el
infinito.
Yo no quiero dinero. La verdadera riqueza están en libertad y yo, lo confieso,
puedo saborear dulcemente el placer de ser libre, admirable don que he
conseguido porque he sabido moldear el maravilloso barro que heredé de mis
antepasados.
Todo está en calma en este luminoso y dulce atardecer. En el estanque del
jardín juguetean alegremente —lo compruebo por sus frecuentes brincos— los
esbeltos pececitos que lo pueblan, seguramente mariquitas perdidos, y que creen
que el mundo es bello y eterno como yo lo creía cuando tenía su edad.
Estoy en mi rincón preferido del parque, adonde vengo todos los atardeceres a
leer las meditaciones de Marco Aurelio, emperador de un imperio como yo lo soy
de mí mismo. Hay un silencio que casi me hace llorar. Hay paz, armonía y una de
esas hermosas luces que ya San Agustín, convertido a la austeridad, llegó a
comprender que podrían ser pecaminosas.
Sin embargo, no soy feliz. A pesar de tanta belleza no soy feliz porque sé que
dentro de unos minutos cerrarán el parque y los guardas me arrojarán a la burda
algarabía de la ciudad y allí me llevará su corriente. Porque ¿adónde puedo ir yo
si no tengo un duro, si no tengo amigos, si esta repugnante enfermedad de mi piel
me hace parecer repulsivo? Todos, como siempre, se alejarán discretamente de
mi lado por temor a que les contagie mi suciedad y mi pobreza.
¡Dios mío! ¿Por qué un ser tan desdichado como yo puede ser capaz de sentir
la belleza, el orden, la armonía del universo, si luego la sociedad entera (y hasta
la misma belleza que también ha huido de mi lado) me trata como lo que soy:
como una mierda.
¡Dios mío! ¡Qué desdichado soy! ¡Cómo he podido caer tan alto!
40
IMPUESTOS Y PSICOANÁLISIS
LO que pasa, señor Borrell, es que de nuevo tenemos que buscar las razones
de nuestro comportamiento en los abismos del inconsciente. Ustedes —y muy
razonablemente— creen que los contribuyentes actúan conforme a las leyes de la
razón. Y eso es un error. Los contribuyentes españoles son unos mamones.
Unos mamones en el buen sentido de la palabra, naturalmente. El Estado, ante
los ojos de sus modernos siervos liberados, es hermafrodita, participa de los dos
sexos: es decir, es hembra y macho a la vez ante, repito, los ojos de los que
pagan.
Todos, al hablar del Estado, se refieren a él como si fuera un padre severo y
castrador, o como si fuera una madre bondadosa que está dispuesta a abrirse los
escotes y surtir de leche a todo mamón que se acerque. Por eso todos cuantos
tributamos queremos ser recompensados con la misma cantidad que hemos
pagado o más si es posible. Por eso es tan frecuente oír decir:
—Y a mí ¿qué me da el Estado?
Nadie tiene una idea de la solidaridad de los tributos. Pasa lo mismo con la
Seguridad Social. Millones de españoles están dispuestos a dejarse amputar un
miembro si con eso recuperan el dinero que han pagado con sus cuotas. Si no
“compensan” con servicios del Estado los que han pagado se sienten
defraudados. Nadie piensa que no se pagan los impuestos para uno mismo, sino
que se hace para quienes lo necesitan y que todos somos uno.
Por eso amamos a la Mamá Estado, la gran vaca de las tetas muníficas de oro, y
por eso odiamos al Padre Estado severo y castrador, insaciable Saturno devorador
del dinero de sus hijos. Es un problema difícil de resolver y que tiene que ver con
la forma en que son destetados los españoles, mamones empedernidos. Su
persuasión, señor Borrell, debe ser dirigida en ese sentido. Hay que curarles a los
españoles el complejo de Edipo estatal que padecen y que les inclina a un amor
desaforado al enchufe y la succión mamatoria y a un temor cargado de agresión
hacia el padre, a quien imaginan saboreando injustamente las ubres de mamá.
O sea —y ahora no me dirijo al señor Borrell, sino a usted, querido lector—,
que hay que cumplir con las obligaciones fiscales y no intentar engañar al Estado
como lo hago yo, aunque desgraciadamente sin ningún éxito, a pesar de mis
conocimientos psicoanalíticos.
41
EL HIMALAYA Y YO
42
ME ACABAN DE ROBAR MI LEJANA JUVENTUD
SÍ, me la acaban de robar porque me han demostrado que toda mi vida fue un
error, un inmenso error nacido de mi ingenuidad y de mi joven amor infantil a la
Justicia.
¡Ahora resulta que nuestra nueva estrella de Oriente, el pragmático señor
Gorbachov, ha llamado conservadores a los viejos revolucionarios estalinistas
que se resisten a los cambios que amenaza su famosa “perestroika”!
¡Y eso sí que no! ¡Que le mienten a Stalin su madre, que le borren de la
Historia, pero que no digan que son conservadores aquellos santos patriarcas que
fueron la luz y guía de la progresía de mi tiempo! ¡Qué no, repito! ¡Que no
quiero oírlo, como habría dicho García Lorca, a las cinco de la tarde y no a las
ocho y cuarto, como lo digo yo!
¡Llamar conservadores a quienes en nuestra juventud perdida eran los
revolucionarios, los constructores de la nueva sociedad, los que espantaban con
su existencia a los odiosos carcas que nos oprimían la razón y los instintos! ¿Y
para eso sufrimos una adolescencia con el corazón ensangrentado con el rojo de
la revolución anhelada? ¿Y para eso nos suscribíamos a “Triunfo” y viajábamos a
Londres a comprar las obras completas del ahora infame Stalin, que lo mismo
nos enseñaba dialéctica que genética o métrica revolucionaria?
¿Y Mao? ¿Qué quieren hacer con tan sublime político y vate inmortal del verso
corto? ¿Es que acaso fue Mao solamente un andariego que se recorrió China
haciendo “jogging” en vez de cambiar la Historia del mundo con la Gran
Marcha?
¿Por qué nos decís estas cosas ahora, Gorbachoves, en nuestra decadencia, si el
único recuerdo puro que recordamos de nuestra adolescencia es aquel temblor
revolucionario? Andad con ojo, neobolcheviques. Si seguís así, corréis el riesgo
de que miles de jóvenes idealistas, ardientes y puros, no se atrevan a denostar a
Reagan como se merece, a adorar a Ortega (el de Nicaragua, no el que tiene
nombre de calle) ni a justificar las románticas aventuras de Gadafi temiendo que
el día menos pensado otro nuevo Gorbachov llame a sus ídolos conservadores y
revolucionarios de desván, polvo y olvido.
Saber estas cosas ha sido para mí más triste que enterarme de que el primer
amor de mi vida me ponía los cuernos con el bedel de Anatomía.
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MIS ABUELOS NO SE COMPRENDEN
44
ES DIFÍCIL DECIR TONTERÍAS EN VANO
45
FILIPICA A ALFONSO USSÍA
46
TRÁFICO ILEGAL DE JUBILACIONES
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DEL AMOR AL ODIO
HAY UNA HERMOSA PATADA EN LOS RIÑONES
YO, de niño, y supongo que ahora les pasa lo mismo a los pobres infantes
educados en la ambivalencia de las pasiones, estaba lleno de dudas porque, por
un lado, me decían que debía amar a mi prójimo como a mí mismo y que cuando
recibiera una bofetada debía poner inmediatamente la otra, y, por otro, la
educación popular que recibía en la calle, más sensata y pragmática, me decía
que para consolar las impaciencias, las tristezas y las iras que nos contagia la
sociedad lo mejor es desahogarse.
Y así viví en un dilema que me acompañó toda la vida. ¿Qué debo hacer
cuando alguien se acerca a mí sonriente y me propina una bofetada? ¿Volver la
cara con gentil semblante y poner otra mejilla, como me decían en la escuela, o
arrearle una patada en el bajo vientre, como me aconsejan mis instintos?
He reflexionado mucho sobre este problema porque soy dado a las cuestiones
éticas y por fin he aceptado que intelectualmente, como animal racional que soy,
la solución a este gran problema que nos llena de dudas y de angustias; por lo
tanto, consiste en hacer las dos cosas al mismo tiempo. Es decir, ofrecer
cristianamente la otra mejilla, y al mismo tiempo, no casi instantáneamente, sino
instantáneamente de verdad, propinar la patada en las ingles y sus alrededores a
que me he referido anteriormente.
Así se cumple el viejo precepto de amar a tu prójimo, perdonarles las ofensas
de sus injurias y responder al odio con amor al mismo tiempo y el razonable
dejarse llevar por lo poco científica ni literariamente el pueblo llama el
“desahogo”.
Luego me he enterado que estas soluciones eclécticas han sido practicadas por
los hombres más prudentes de la antigüedad. Y algunos hasta en fechas más
recientes. Dicen que preguntado el poeta Heine sobre si debemos perdonar o no a
nuestros enemigos, respondió sabiamente:
—Sí, debemos perdonarles, pero jamás antes de su ejecución.
Me enorgullece saber que hace ciento cincuenta años un insigne poeta
conociera ya mi manera de pensar. Desde aquí, con modestia, aunque no lo
niego, también con cierto orgullo, le mando mi agradecimiento y dadas las fechas
en que estas meditaciones están escritas, también mi deseo ferviente de que pase
unas felices Navidades en compañía de nadie probablemente.
48
AVISO A MIS RODEADORES
DESDE hace unos cuantos meses, un joven vecino mío a determinadas horas
del día, que coinciden con las de mi meditación y trabajo, se solaza con unos
espantosos ruidos de ritmos monótonos y simiescos que tanto degustan las
inmaduras neuronas de los jóvenes modernos. Yo no estoy en contra de sus
gustos musicales, sino del volumen con que los exhibe, así que yo, cuando
empieza a sonar su tam-tam urbano, tranquilamente instalo mis propios
estruendos a un volumen superior al suyo.
Aún no he podido averiguar de dónde procede esa estupidez monótona que
envilece el silencio tradicional de la comunidad. Histéricamente pego mi oreja
sana a las paredes, al suelo, al techo de mi piso y no puedo afirmar con seguridad
dónde está el epicentro de la tontería sonora que trepa por las paredes y resuena
horas y horas con la misma monotonía.
Por evitar la audición de esa música de caníbales y también por educar un poco
el gusto del ruidoso analfabeto musical suelo lanzar a los espacios, y a todo
volumen, hermosas músicas celestiales de los antiguos.
Pues bien, aprovechando la generosidad de ABC que me brinda sus páginas
para mi uso particular, quiero informar a mi aburrido incordiador y a sus
pacientes padres que la programación que preparo para los meses próximos es la
siguiente, toda ella dedicada a Tomás Luis de Victoria:
“O quam gloriosum o quam magnum mysterium.”
“Officium deffuncorum.”
“Responsorios de tinieblas.”
“Officium hebdomadae sanctae” (versión integral).
“Repertorio variado de motetes.”
La emisión, lo advierto, será atronadora y los horarios serán los mismos que
utilice el agresor para satisfacer sus gustos degenerados. En cuanto consiga
restablecer el silencio detendré la emisión de la polifonía de Tomás Luis.
Extiendo la información a las manzanas vecinas porque estoy dispuesto a sacar
mis altavoces a los balcones de mi piso hasta conseguir gozar de mis gustos
musicales o del silencio y de la paz que me roban estos pobres rapaces
delincuentes sonoros incapaces de saborear un cuarteto de cuerda.
O sea que, queridos y respetados vecinos, están ustedes informados: les espera
un hermoso semestre de música coral. El que avisa no es traidor.
49
LA DICTADURA DEL VULGOTARIADO
50
¿ES EL OCIO LA MADRE DE TODAS LAS VIRTUDES?
ROTUNDAMENTE NO
“… PORQUE el ocio cansa, deprime, agota, nos deja exhaustos. No hay más
que ver a un ocioso, está lánguido, sus párpados descienden lentamente sobre sus
ojos y su bajo tono muscular poco a poco le va convirtiendo en una aljofifa.
Por eso debemos combatir el ocio de la moderna civilización del ocio con
alguna actividad que nos descanse del abrumador esfuerzo de estar ociosos.
Antiguamente, cuando trabajábamos, hasta los empresarios más explotadores
nos daban un tiempo libre para descansar. Después del esfuerzo degradador del
trabajo nos concedían unas horas de ocio. Nuestro tiempo estaba dividido en tres
partes de igual duración: ocho horas de trabajo, ocho de sueño y otras ocho de
ocio.
Ahora, repito, con esta moda del ocio, es inhumano que un pobre hombre
como usted y como yo esté ocioso ocho horas, otras ocho horas también y
dedique las otra ocho horas del día a dormir. Eso es un abuso de las autoridades
incompetentes. El hombre no puede estar sometido a esa terrible tensión; el
hombre debe tener tiempo para descansar de la angustia del ocio.
Y para ello sólo hay una solución: el trabajo. El hombre, después del marasmo
físico e intelectual del ocio, debe poder gozar del descanso del trabajo. Por este
noble fin debemos luchar la nueva clase ociosa exprimida y explotada por los de
siempre. Y debemos luchar para conseguir algo muy sencillo: que nuestra vida se
componga de tres espacios equilibradores y de igual duración.
Y esos espacios son: ocho horas de ocio, otras ocho horas de trabajo reparador
y otras ocho de sueño.
Sólo de esa manera conseguiremos vivir en armonía con la sociedad y con
nosotros mismos. Debemos luchar contra la vieja maldición que nos condenó a
ganar el pan con el esfuerzo de nuestro ocio.
51
UTILIDAD SOCIAL DEL HAMBRE DE LOS POBRES
LOS buenos gastrónomos saben que mientras se come es conveniente tener una
amena conversación sobre el hambre de los pobres. Parece ser que la piedad
excita nuestros jugos gástricos y hace nuestras digestiones más fáciles y ligeras.
Existen, naturalmente, diversos matices. Para digerir, por ejemplo, un pescado
blanco, simplemente hervido, basta con recordar la situación miserable de los
mendigos españoles; para digerir una cena salvaje, con ostras, percebes,
“foie-gras”, caviar, jamón de pata negra y salmón escocés, es decir, una cena
degullida con cargo a los presupuestos del Estado, la conversación debe girar
alrededor de los tristes sucesos de Nicaragua y de las madres famélicas de
Etiopía; si el festín consiste en tiernos lechoncillos asados, basta con recordar a
los niños de Pakistán.
52
HABLAR ES MORIR UN POCO
53
¿MNEMOQUE?
54
CADA UNO DE NOSOTROS ES EL
MÁS FELIZ DE LOS MORTALES
55
TARZÁN HA MUERTO, ¡VIVAN LOS ANTROPÓFAGOS!
56
HE MATADO
57
PELIGROS DE LA VIRTUD EXAGERADA
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LOS MUERTOS SE TUTEAN
ÉSA es una de las pocas ventajas —quizá la única— de estar muerto. Estar en
el Más Acá y encontrarte de pronto con los tristes y miserables despojos de un
imbécil encumbrado en la vida mortal. Aquel a quien no te podías acercar porque
su soberbia, su riqueza o su poder lo impedían; aquel que dejaba a su paso la
ridícula estela de los “ísimos” y demás monsergas de las vanidades y jerarquías
sociales; aquel que descendía de su árbol genealógico con el mismo aburrimiento
que descienden los monos de los árboles artificiales de los zoológicos; aquel,
repito, se te aparece de pronto un día en el pudridero común donde al final todos
paceremos nuestra puerca fetidez y sientes que la muerte común te autoriza a
decirle sin temor a recibir a cambio de tu saludo la respuesta de una mirada
altiva:
—¡Cómo! ¿Tú por aquí?
Quizá alguno —el más soberbio, el más ignorante de su nueva situación
democrática—, con un cómico gesto de orgullo impropio de su miserable
degradación, quiera mostrar la superioridad con que se autocondecoró en vida y
pretenda estirar el cuello para mostrar su dignidad. Será un gesto vano. Una
vértebra saldrá despedida de su pescuezo envuelta en repugnantes gelatinas
verdosas y malolientes. Y tú te reirás por fin a mandíbula batiente hasta que se te
desprendan, como a él, las vertebras, humedecidas en líquidos hediondos.
El problema está en el futuro. En el futuro de nuestra muerte. ¿Qué pasará
cuando resucitemos el día del Juicio Final? Sí, ya sé que unos irán al cielo y otros
al infierno, pero ¿volverán a implantarse las dignidades humanas que se
practicaban antes del paréntesis liberador de la muerte? ¿Tendremos que volver a
decir a los elegidos: “Excelentísimo señor”, “Dignísima dama”, “Eminentísimo
nadie”?
Estos pensamientos me tienen preocupado. Ya no soy joven, sé que también yo,
en contra de todas mis esperanzas, algún día me incorporaré a la vulgar
muchedumbre de los muertos.
Y tengo vergüenza de que cualquier advenedizo que se tropiece conmigo me
reconozca y me diga con gesto de burla:
—¡Cómo! ¿Tú por aquí?
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LA FELICIDAD NO DA LA FELICIDAD
“HOY, como todos los días, a las once en punto de la mañana he rogado a mis
amantes que abandonaran mi lecho. Me han abandonado en silencio sin mostrar
el dolor que yo sé que sentían, después de besarme con agradecimiento y de dejar
su óbolo de suspiros y baratijas con que me obsequian las pobres todos los días.
Al rato han llegado a mi palacio los miembros de los cien consejos de
administración que presido. Los políticos, pequeños cómplices carroñeros de mis
negocios, esperaban mis propinas tomándose unas aceitunas rellenas en el
vestíbulo.
Luego me han visitado las hetairas orientales y los jóvenes y viciosos
adolescentes californianos para entretenerme con sus relajadas costumbres.
Cuando les he ordenado que me dejasen gozar de la paz del hogar, mi esposa y
mis hijas, amantísimas todas ellas, me han bañado, me han perfumado, me han
acariciado y me han recitado los hermosos versos que escriben para mí los poetas
de todo el mundo, por cierto, a precios ridículos.
Mi poder y mi riqueza aumentan sin cesar, los suicidios de las mujeres que me
aman y de los rivales que me odian también. Entonces, ¿por qué esta tarde,
cuando me he quedado solo, he vuelto a llorar? ¿Por qué soy tan desdichado?
¿Qué me falta para ser feliz? Esas son las preguntas que me hago todos los días y
que solo aumentan las heridas de mi incomprensible angustia.
Hoy los dioses han sido crueles conmigo. Cuando yo lloraba mi soledad y mi
miseria he oído cerca de mi palacio unas risas que me han estremecido. Desde el
balcón he visto a un ciego harapiento que hacía reír a unos niños con sus
historias. ¿Cómo me ha herido su felicidad? ¿Por qué cantaban con tanta alegría?
Mis criados han vuelto para decirme que aquellos seres felices habían
desaparecido cuando ellos llegaron. Se habían perdido en el laberinto de sus
miserables chabolas. Mi corazón, aunque latía como un potro desbocado, estaba
yerto y frío como los astros del cielo.”
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NO LO SÉ
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¿EL HOMBRE ES MALO O PEOR?
LOS comunistas piensan erróneamente que los hombres nacen llenos de gracia
bolchevique y de bondad, y que la civilización burguesa y liberal les corrompe.
El capitalismo agresor y egoísta piensa que los hombres nacen tan bestias y
egoístas como sus parientes los animales y que si a veces llegan a civilizarse un
poco es porque el temor a la estaca les hace reflexionar y ser prudentes. Son,
como puede verse a simple lectura, dos conceptos del hombre antagónicos.
Un semanario soviético publicaba recientemente un informe sobre los niños
rusos y los norteamericanos y mostraba como sus diferentes sistemas educativos
producían monstruos o arcángeles. Los monstruos eran los niños
norteamericanos que sólo deseaban la muerte de sus profesores, terremotos
destructores de todas las escuelas del mundo y así sucesivamente, mientras que
los arcángeles eran los niños soviéticos que sólo deseaban que hubiese paz y
digestiones de romano ahíto para todos los habitantes del mundo.
Este antagonismo nace de las diferentes respuestas que dan ambos sistemas
sociales a una pregunta que los hombres sabios se vienen haciendo desde hace
milenios: ¿El hombre nace bueno y se pervierte después por una sociedad ya
pervertida o nace malo y es domado y despojado de sus bellos instintos por una
sociedad castradora?
Después de grandes reflexiones, el autor de estas reflexiones ha advertido que
ambas hipótesis o teorías son equivocadas. Están confundidos unos y otros, que
no pueden ver claramente el problema porque están inmersos en el conflicto por
culpa de la diferente educación recibida. Sólo desde la objetividad y sangre fría
que caracteriza al autor de este artículo se puede conocer la verdad, que es bien
sencilla:
El hombre no nace bueno y acaba malo, ni nace malo y pueda acabar bueno. El
hombre simplemente nace humano, es decir, salvaje, egoísta y malo, y la
sociedad, poco a poco, día a día, le hace peor. Así de sencillo.
Naturalmente, a veces suelen nacer algunos hombres excepcionales, pero la
prudencia aconseja que sean ejecutados cuanto antes. Y así debe hacerse para que
las cosas sigan como van a seguir por los siglos de los siglos. No amén.
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SAN ISIDRO EN LOS CIELOS
EN realidad sabemos muy poco de las cosas del cielo. Un muro de nubes y de
luces cegadoras nos impiden saber que se piensa, qué ocurre últimamente en las
Cumbres Celestes. Dicen que ahora, alentados por las corrientes democráticas
que recorren el mundo, quizá se permita que algunos observadores de la ONU
penetren en la Gloria para informar si allí se respetan o no los derechos
fundamentales de las almas allá acogidas.
Se sabe que la pregonada armonía de los Cielos no es tan armónica como
dicen. Al parecer, San Francisco de Asís mantiene agrias discusiones con San
Isidro por un tema que incumbe a los dos: la enormidad de toros bravos que son
sacrificados bárbaramente todos los años en las fiestas de San Isidro sentía (y
siente) por los animales, amor que sufre al contemplar los dolores y las agonías
de los pobres animales que se lidian por mayo en la plaza de toros de Madrid.
San Isidro lamenta que se celebran esas fiestas en su onomástica, pero, dicen,
harto un día de los reproches de San Francisco, le respondió con brusquedad:
—Y tú, ¿no mataste tú también animales?
—¿Yo? ¿Cómo te atreves a decirme eso?
—Porque es cierto. Tú te curaste los catarros exterminando millones de
bacterias de tu cuerpo, humildes bestezuelas con el mismo derecho a la vida que
tú y que yo.
—Yo —dicen que se excusa San Francisco— no sabía en mis tiempos la
existencia de los microbios.
—Y ahora, ¿utilizarías antibióticos para curarte una pulmonía?
—Eso son tonterías —responde San Francisco—, porque los dos somos ya
inmortales y no corremos ese peligro.
Y así están las cosas: las opiniones andan divididas. Estas discusiones las
desconoce el Señor que está dedicado a otras labores más acordes con su
Dignidad, pero se teme que algún día llegue a enterarse y caigan algunas cabezas.
Yo, personalmente, opino con San Francisco (y me atrevo a pensar que también
como el Señor) que esas muertes violentas de toros bravos deberían suprimirse
en nuestras fiestas de primavera.
Creo que ya nos desahogamos lo suficiente matándonos los unos a los otros
periódicamente.
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NADIE ME COMPRENDE
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NO DIGAS JAMÁS “SÍ”
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EL DÍA QUE NO FUI NADA
UNA de las frases que más ha herido mi dignidad de hombre es la que afirma
que no somos nada. Todos quienes dicen esa vaciedad tan contraria a la realidad
y a la evidencia son pobres gentes que desconocen mi existencia, pobres gentes
descremadas, miserables gentes que proyectan su pequeñez en la
inconmensurable grandeza de mi persona.
A quienes dicen que no somos nada hay que apearles del plural de los que
somos (tengo la certeza de que somos varios) y dejarles que se extingan hasta
desaparecer en la nada que dice que somos.
YO SI SOY. Ya al nacer heredé cientos de títulos nobiliarios que repartí
generosamente entre mis padres y mi madre; luego heredé la cuantiosa fortuna
que sólo ahora, gracias a la existencia de las modernas computadoras, podré
llegar a conocer.
Tengo una hermosa esposa y además poseo carnalmente con frecuencia a las de
sus amantes que se cuentan por centenares. ¿Cómo no voy a ser nada como dicen
esos necios castrados de esperanzas? ¿Cómo voy a negar mi belleza, mi
inteligencia, mi sensibilidad, mi seducción, mis riquezas, mi salud, mi juventud y
las innumerables perfecciones que me adornan? ¿Cómo puedo serme infiel y
mentirme a mí mismo?
Un día, sin embargo, lo confieso, no fui nada. Pero no un día entero. Quiero
decir que un día, durante unos instantes, quizá sólo durante un instante o durante
centésimas de un instante no fui nada, como dicen los que dicen que no somos
nada.
Gracias a Dios nadie lo advirtió. No se hundió la Bolsa, no estallaron
revoluciones previsibles y la magnificencia del cosmos siguió su rumbo
majestuoso hacia ese nada en que solamente entrarán quienes se empeñan en
repetir que no somos nada.
Durante aquellas milésimas de un instante en que no fui nada decidí no volver a
caer en la trampa que me tendieron los envidiosos de mi eternidad. Y ya he
tomado las medidas necesarias para que no se repitan esas inútiles canalladas.
Ustedes ya me comprenden.
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SONREÍR ES MORIR UN POCO
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YO NO SOY ABYECTO
EL otro día un amigo, sin causa alguna que lo justificase, me dijo que yo era
abyecto. No que mi comportamiento con él fuese abyecto, sino que yo
personalmente era abyecto. No quise irritarle más de lo que estaba por culpa de
mi lío con su mujer y sus hijas y lo de los veinte millones que le debo, y me callé.
Ahora, aquí en el silencio de mi estudio, una sorda irritación me invade cuerpo
y alma cuando recuerdo que he sido tachado de abyecto sin serlo. Al menos yo
no descubro en mí ese defecto.
Soy feo, ladrón, lascivo, egoísta, corruptor de menores, falsario, homosexual,
falsificador de moneda, estafador desde mi situación financiera, servil, adúltero,
homicida, instigador de los abortos de mis innumerables amantes, traficante de
blancas, prestamista a intereses abusivos, prevaricador, traficante de drogas,
adulterador de los productos que fabrico en mis empresas alimentarias, cruel con
quienes se enfrentan a mis intereses, brutal, sádico a veces, vanidoso, difamador,
codicioso y seguramente también soy portador de las pasiones que desatan los
siete pecados capitales. No lo niego porque sé reconocer mis pequeños defectos.
Pero con la misma firmeza que acepto ser lo que reconozco ser, niego ser
abyecto. No tolero que se me acuse de algo que carece de objetividad. Yo soy
corruptor de menores, por ejemplo. Eso es un hecho objetivo. De eso me podía
haber acusado mi amigo, que conoce mis relaciones con sus hijas. Yo habría
aceptado dignamente su apelativo. Pero lo de abyecto no puedo consentirlo
porque es una estimación subjetiva que me ofende profundamente.
¡Con qué facilidad juzgamos a los demás sin conocerles! Aquí, desde la
soledad de mi estudio, intento saber por qué me habrá llamado abyecto, por qué
me acusa de abyección, qué razones le autorizan a sentirse autorizado a
achacarme esa vagorosa, digamos, “abyeccidad”. No lo comprendo. Me ha
tratado como a un insecto.
Y eso que ignora lo de mis relaciones sexuales con su abuela.
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INUTILIDAD SOCIAL DEL HAMBRE
EL hambre sólo sirve para pasar hambre. No tiene otra utilidad social. Por eso
los pueblos hambrientos deben ser despreciados por su conducta antisocial y
regresiva.
A veces uno se pregunta cómo es posible que cuatro mil millones, de los cinco
mil millones de animales racionales que poblamos el mundo, pasen hambre.
¿Cómo es posible esa perversión gastronómica? Cientos de países con culturas
milenarias se entregan colectivamente a la aberración de pasar hambre. ¿Por qué?
Misterios del alma y del estómago humanos.
Es cierto que debemos comer para vivir y no vivir para comer, como nos decían
de niños en la escuela, pero tampoco debemos pasar hambre para vivir y vivir
para no comer como hacen los pueblos que pasan hambre. Es cierto también que
el hambre da cierta esbeltez y agilidad a la figura, que la mirada de los
hambrientos tiene algo febril que les hace atractivos y que los niños de los
pueblos hambrientos son niños dóciles que siempre están tranquilos en los brazos
de sus madres. Sí, es cierto, pero esas ventajas estéticas tienen algo de perverso.
Que un pueblo entero se dedique casi profesionalmente sólo a pasar hambre tiene
algo de exagerado, aunque tras su hambre, allá en el fondo de sus túneles
oscuros, brille mansamente la maravillosa llama del misticismo.
Lo malo es que a su austeridad se suma su clara inclinación a catequizar al
mundo con sus teorías. Sus miradas nos acusan de glotones, de colesterosos, de
acumuladores de grasas, de derrochadores. Por eso sus teorías se van extendiendo
lentamente por un mundo en el que cada día nuevos acólitos se suman a la secta
de los hambrientos. Nosotros no queremos pasar hambre. Allá ellos con su
cultura y sus costumbres milenarias. ¡Qué saboreen su hambre como nosotros
saboreamos nuestras hepatopatías de ocas cebadas y que no amenacen con
infernales torturas a nuestros rectos extenuados por su trabajo de deshollinadores
intestinales!
Que pasen hambre si quieren, pero que se mantengan en los límites de sus
territorios, que no sigan extendiendo por el mundo sus heréticas costumbres,
porque un día, en legítima defensa, tendremos que vernos obligados a devorar
sus míseras proteínas para librar al mundo de tan infernal y escuálida secta.
Una vez más he dicho.
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EL ESTOICISMO AL SERVICIO DEL ESTADO
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YO TAMBIÉN FUI HIPPY
71
LA BELLEZA DE LA MUERTE
72
EL COMPLEJO DE EDIPO NO EXISTE
73
LA “OPERACIÓN RETORNO” DEFINITIVA
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LA PRIMAVERA Y EL ESTERNO-CLEIDOMASTOIDEO
NADIE ignora que el cuerpo humano suele ser más inteligente que el alma que
acoge y aloja. El cuerpo reacciona instintivamente ante cualquier estímulo que le
excite, con más talento que las instancias superiores de nuestra personalidad. Por
eso nuestros músculos perciben la llegada de la primavera antes que el llamado
espíritu, antes que los calendarios y antes que el aluvión de sonetos que segregan
por estas fechas las poetisas, especialmente el esternocleidomastoideo, que es el
primer músculo que nos anuncia la llegada de la estación de las desazones.
El esternocleidomastoideo, por su cuenta, sin consultar jefaturas ni centros de
ordenadores, nos obliga a realizar movimientos de elevación, torsión y flexión
con nuestra cabeza, que a veces llegan a avergonzarnos si llegan a ser percibidos
por nuestros acompañantes.
Estos movimientos consisten generalmente en una inclinación rápida de cabeza
hasta de 45 grados, desde la postura normal con que solemos mirar al horizonte
hasta los glúteos de la señora o señorita que nos adelante en nuestros paseos, sea
por la derecha o por la izquierda. Esta posición de contemplación de glúteos,
digamos, se modifica rápidamente por un movimiento ascendente de unos 22
grados hasta que nuestra mirada se coloca a la altura exacta del escote de las
damas que se acercan de frente hacia nosotros. El esternocelidomastoideo nos
fuerza entonces (siempre instintivamente) a que realicemos rápidos movimientos
de derecha a izquierda y de izquierda a derecha para que podamos contemplar
sucesivamente las protuberancias que adornan ambos lados del eje central del
escote que estábamos contemplando.
Los movimientos que nos obliga a realizar el esternocleidomastoideo cuando se
acerca la primavera son casi infinitos y enriquecen la musculatura de nuestro
cuello, agudiza nuestras dotes de observación, estimulan nuestros apetitos y
nuestro amor a la Naturaleza y nos anuncian, como dijimos al principio, la
llegada de la primavera que, quizá, sin esos movimientos se nos pasaría
desapercibida, porque, como es bien sabido, los trinos de los pajaritos y los
sonetos de las poéticas melancólicas nos interesan muchísimo menos que las
protuberancias a que nos referíamos anteriormente. Estas reflexiones se pueden
aplicar también a los esternocleidomastoideos femeninos.
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SEVILLA, REGLA SIN EXCEPCIÓN
76
DETERGE, FIJA Y DA ESPLENDOR
77
FRENESÍ EQUINO
78
MI PERESTROIKA PARTICULAR
79
FLACA PARECE, QUE NO ES, LA CARNE
80
LAS MASAS
(Ensayo)
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HUMOR Y FRONTERAS
ES admitido por las mentes poco reflexivas que los países soleados, elegidos
especialmente por el Señor para la alegría y las alabanzas de los dones de Él
recibidos, suelen ser más generosos en ciudadanos risueños y pizpiretos que los
países fríos y de muchos hielos.
La experiencia, sin embargo, aunque no siempre, nos demuestra lo contrario.
No hace demasiados siglos, Iván el Terrible, Zar de todas las Rusias, demostró
tener mucho más sentido del humor que un embajador de Venecia que fue a
presentarle sus cartas credenciales.
El embajador no se descubrió ante el Zar y permaneció con su gorro de
terciopelo puesto. Iván el Terrible, sorprendido, le preguntó por qué cometía con
él, Zar de todas las Rusias, como ya hemos dicho, esa descortesía, y el embajador
de todas las Venecias respondió:
—Porque los venecianos sólo nos descubrimos ante el Dux de Venecia.
El Zar de todas las Rusias (es decir, Iván el Terrible), se quedó perplejo y dijo
al embajador (de Venecia, como hemos dicho repetidas veces):
—Eso es peligroso para vos, señor embajador, porque podría ocurrir que se
abriera una ventana inesperadamente y una corriente de aire siberiano le arrojase
la gorra al suelo, dejándole a usía con los pelos al aire para agravio del Dux que
tanto respeto y quiero.
Y mientras el embajador se encogía de hombros, el Zar llamó a uno de sus seis
o siete primeros ministros y le dijo algo al oído.
Minutos después varios hábiles artesanos entraron en el salón del trono y
mientras el Zar decía al embajador: “Debemos evitar que usted se quede con su
calva al descubierto”, le clavaron el gorro de terciopelo en su, posiblemente
rubia, veneciana cabeza.
Pues bien: dicen los cronistas que el Zar sonreía al contemplar los martillazos,
y el embajador, al recibirlos, no; lo que contradice la opinión generalizada de que
hablamos al principio.
El empirismo, pues, sigue siendo nuestro gran maestro.
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YO ME ADELANTÉ A LAS COMPUTADORAS
83
CONCENTRADO DE SHAKESPEARE
84
UN TEMA ECONÓMICO VIDRIOSO
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DE NOCHE SOY UN MONSTRUO
YO, cuando me levanto por la mañana, soy un ser medianamente humano: amo
a mi prójimo como dicen que debemos amarle y no le deseo ningún mal
exagerado. Durante algunas horas, mientras estoy solo en casa gozando su paz y
su silencio, soy un ángel que pronto cederá su trono a los seres abisales que
pueblan los fondos del alma humana.
Desgraciadamente, por razones profesionales, tengo que utilizar mi coche gran
parte del día. Por eso, cuando compruebo que de nuevo un hijo de perra
ilocalizable ha bloqueado mi coche aparcando el suyo en doble fila, algo cambia
dentro de mis entrañas. Mi corazón deja de ser puro y un odio viejo como la
ancianidad del mundo me inclina a desear la agonía más espantosa al citado hijo
de perra; resignadamente me dirijo al Metro.
En el Metro, millares de ciudadanos como yo se empujan, se golpean, se
insultan y se embisten para poder realizar el viaje que no han podido hacer en su
propio coche porque infinitos hijos de perra también han dejado su coche en
doble fila. Siento que se me erizan en el lomo de unas cerdas duras y negras que
han ido creciéndome poco a poco a lo largo de la mañana y que ya no dejarán de
crecerme por culpa de las agresiones, engaños, embustes, estafas y demás
miserias que sufriré inexorablemente hasta la caída de la tarde. Con las cerdas me
crecen también los colmillos y los deseos de beber sangre humana.
Vuelvo en taxi a casa. Una muchedumbre de gentes ansiosas impide que
avancemos. Compruebo que todos los beneficios del día tendré que dárselos al
taxista. Quiero decirle que se detenga, pero no puedo porque de mi garganta sólo
brotan aullidos y gruñidos impropios de un hombre que quiere conservar una
dignidad humana que pronto perderá al llegar a casa, cuando vea las facturas,
multas, citaciones judiciales y anuncios estúpidamente generosos que inundan su
piso.
En ese momento me transformo en el conde Drácula y, como él, salgo volando
por los cielos en busca de gargantas humanas en las que saciar mi odio y mi ira.
Por tierra sigue a mi sombra la sombre del Hombre Lobo, porque me he
desdoblado en dos seres abyectos deseosos de venganza.
Y así, como digo, de noche soy lo que somos todos los seres humanos: un
monstruo. O dos, los más afortunados.
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DON QUIJOTE DEL ESCAÑO
87
FUTURO DE DOS SABORES
88
ESPAÑA, VENCEDORA ABSOLUTA
EN EL FESTIVAL EUROPEO DEL DECIBELIO
89
POR FIN TODOS SOMOS PROGRESISTAS
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EL DÍA QUE COGÍ LA SORNA
YO me di cuenta del altísimo nivel de vida que poseemos los españoles el día
que cogí la sardina. Me picaban las palmas de las manos que tenía en carne viva
de rascarlas en las esquinas de mi mesa de trabajo, me recorría el cuerpo como
una caravana de granos diminutos, y de noche, cuando las hembras de la sarna
salen a sus paseos nocturnos bajo la piel, me volvía loco de escozores.
Visité doce dermatólogos y ninguno se atrevió a suponer que alguien tan limpio
y rico como yo pudiera padecer una enfermedad de mendigos. Me
diagnosticaban cosas de ricos, y digo cosas y no enfermedades de ricos, porque
más que estudiar los síntomas de mis malestares se ocupaban en pensar en mis
lujos y propiedades.
Casi todos atribuían aquellas erupciones a picaduras de los insectos que
merodean por mi jardín.
—¿Se tumba usted en el césped? —me preguntaban.
Yo respondía que sí, que con mucha frecuencia tomaba el sol semidesnudo en
el césped de mi chalet, lo que confirmaba sus sospechas de que padecía
mordiscos de dípteros o lo que sea.
—¿Se baña usted en su propia piscina o en alguna piscina pública?
Yo respondía que me bañaba en mi propia piscina, pero ellos no se daban por
vencidos y me explicaban que, probablemente, un invitado a mis festines había
dejado en el suelo de la piscina algún hongo.
—¿Ha comido ostras o mariscos dudosos en estos meses de verano?
Yo respondía que en los meses sin erre no tomaba esa clase de bichos, pero a
pesar de mis confesiones me decían que aquellas irritaciones mías eran
reacciones mías eran reacciones alérgicas a los mariscos. Ni siquiera se atrevían a
sospechar que yo pudiera tomar mariscos en malas condiciones.
Me acusaron de padecer de todo menos de la modesta sarna que yo atrapé en
las correrías nocturnas que suelo hacer, de vez en cuando, para socorrer
menesterosas. Cuando ya no quedaban enfermedades de ricos se atrevieron a
reconocer mi vergonzosa enfermedad y me la curaron en seguida, aunque
atribuyeron la causa del contagio a alguno de los perros exóticos de mi jauría.
Nunca quisieron admitir que yo era un vulgar sarnoso. No se puede ser rico.
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SE ACABARON LOS EXPLORADORES
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LA UTILIDAD DEL HUMOR
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MIS MILLONES
CUANDO yo era un joven artista adolescente sólo utilizaba mis ojos para
contemplar el esplendor de la naturaleza, en cuya presencia se mostraba la
generosidad de los dioses. Vivía en constante asombro de los infinitos dones que
el hombre ha recibido sin, al parecer, causa que lo justifique. Yo vivía feliz y
alegre en mi vida modesta.
Ahora ya no es lo mismo. Ahora ya no vemos flores, ni pajaritos, ni cielos
resplandecientes, ni la inquieta ternura de las mariposas. ¿Cuánto tiempo hace,
querido lector, que no ve usted mariposas? ¿Cuántos niños de nuestras ciudades
no han visto jamás una mariposa?
Ha sido la expulsión definitiva del paraíso. Ahora sólo vemos números. Hoy
mismo he ojeado la Prensa y he leído, ¡en un solo día!, los siguientes titulares:
— “30.000 millones se gastaron sin control ni justificación alguna en la
antigua...”
— “… cuatro filiales con más de 1.200 millones de beneficios...”
— “… 8.155 millones de beneficios hasta julio...”
— “Compra en algo más de 3.000 millones el 30 por 100 de los terrenos...”
— “… que alcanza 11.000 millones de dólares tras superar el incidente...”
— “… otorgan 6.000 millones para tapar el agujero...”
— “Invertirá 7.000 millones en un complejo...”
— “… se comprará la totalidad por 9.000 millones.”
— “La compañía inglesa ha pagado 355 millones de dólares.”
Una procesión de millones que en un solo día han pasado delante de mis ojos
ofendiendo mi modestia. Ya no puedo recuperar la inocencia perdida. Estoy
corrompido. Me he vuelto envidioso, iracundo, perezoso, que son los tres
pecados capitales que podemos tener los pobres, porque el resto son patrimonio
de los ricos.
Me han convertido en un miserable “voyeur” de los millones ajenos. Estoy
perdido.
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FEO IS BEAUTIFULL
TENGO que cambiar, no puedo seguir llevando la vida que llevo, una vida
mentiras y ocultaciones que me está matando.
Mi fealdad, mi gordura y mi vejez están impidiéndome que goce de los
placeres que se ofrecen a mi persona con la misma generosidad con que se ofrece
a los guapos, jóvenes y delgados.
La tonta vergüenza que siento de mí mismo me impide ser feliz. Vivo
ocultando constantemente, y en vano, la flacidez de mis músculos, la
degeneración de mi piel, la opacidad de mi mirada y de la fecha de mi
nacimiento, que, como una neurosis, paralizan las energías que aún poseo para
poder gozar plenamente de la vida que aún que queda por vivir.
Camino erguido, bajo las escaleras de tres en tres, corro como un gamo para
alcanzar el autobús que se me escapa, amo a varias mujeres varias veces al día,
como hasta la saciedad de mis noventa y cinco kilos, apenas duermo, y cuando
llego a casa al amanecer, agotado de la agitación de mi vida, aún tengo que
demostrarme a mí mismo que soy capaz de enloquecer a la última amante que me
está esperando impaciente maullando de deseo. Y todo lo hago para demostrarme
que soy capaz de hacerlo a pesar de mi aspecto obeso, de mi edad y de la fealdad
que me adorna. Y así un día, y otro día, y otro día…
No puedo seguir así. Envidio a esas mujeres gordas que un día, hartas de sus
temores, lanzan faja, vergüenza y prejuicios por la ventana y salen a la calle,
enloquecidas de alegría por la decisión tomada, a cebarse aún más de mariscos,
mariscos y sobrasada, y a bailar el mambo con esos hombres delgados y
lujuriosos que acechan a las gordas, a las que admiran por sus grasas, que al
recibir azotitos concupiscentes suenan como los aleteos de los ángeles de los
cielos.
Yo quiero vivir la vida más intensamente de lo que la vivo. No quiero que mi
fealdad, mi gordura y mi vejez me impidan, por estúpidos prejuicios
pseudoestéticos, vivir con plenitud todo lo que el mundo me ofrece.
Ya no seré tímido, y si en vez de amar a doce mujeres todos los días, tengo que
amar a veinte, aceptaré con alegría mi destino. Fuera prejuicios. Desde ahora me
miraré valientemente en el espejo y con gesto altivo me diré: “Sigue, Manolo.
Feo is beautifull.”
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NO COMPENSA SER PERVERSO
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CONTABILIDADES SECRETAS
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LA ATOMIZACIÓN DE LA MORAL
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LA MOSCA
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UN CUENTO CRUEL
LOS niños son sádicos y crueles. Casi tanto como los hombres. Todos hemos
visto a los niños martirizar insectos clavándolos en los pupitres de los colegios
para catalogarlos como hacen los entomólogos que también son un poco sádicos.
Digo esto porque el otro día escuché una conversación entre dos niños que
hablaban de las torturas que veían en el cine, en las películas de terror. Jugaban a
guionistas e inventaban unos suplicios atroces que me ponían los pelos de las
cicatrices de punta.
Uno de ellos explicó que los torturadores siempre se ríen y que los que sufren
los suplicios, no. Decía que eso no era justo, que los torturados también tienen
derecho a reírse, que no tienen por qué estar lamentándose mientras sus verdugos
se lo pasan tan ricamente.
Decidieron entonces inventar suplicios que no sólo hicieran reír a los sádicos
que los infligían, sino también a las víctimas que siempre están tristes y
lamentándose en estos casos.
Estuvieron pensando suplicios capaces de hacer reír a quienes los sufrían, pero
no conseguían el suplicio perfecto. Cuando uno de los niños inventaba una
tortura que él creía podría ser jovial, el otro le convencía de que lo que decía era
imposible. Así estuvieron cerca de una hora y cuando estaban a punto de
abandonar sus investigaciones, el hermano de uno de ellos, que no levantaba
medio palmo del suelo y que les había estado oyendo, intervino y dijo que él
conocía un sistema para que las víctimas de la tortura sonriesen.
—Es muy sencillo —explicó—, se les ponen ganchos en los extremos de la
boca y se les deja colgados hasta que vayan al cielo.
Luego, con los gestos de sus manitas colocadas en las comisuras de su
angelical boquita y empujando de ellas hacia arriba, imitó perfectamente una
sonrisa que a mí me pareció espantosa.
Éstos son los niños que serán hombres en el siglo XXI. Dios nos pille
confesados. Son caso como nosotros.
100
LOS DIOSECILLOS DEL
CÍRCULO DE BELLAS ARTES
101
LA IMPRESCINDIBLE REFORMA ELECTORAL
COMO todo en este mundo, nuestra reforma electoral debe ser mejorada. Es
inconcebible que catorce millones de personas gobiernen con mayoría absoluta
en un país de cuarenta, y que mil votos de diferencia con la oposición den a los
vencedores la capacidad de hacer y deshacer a su capricho.
Por eso voy a proponer un mecanismo electoral más justo y que consiste en lo
siguiente:
Un voto no significará la adhesión inquebrantable a un partido, porque los
votos no serán unitarios, sino fragmentarios. Es decir, en un solo voto se podrá
elegir a varios partidos a la vez, en diversos porcentajes. Hay mucha gente, yo
soy uno de ellos, que está de acuerdo con un partido en algunas cosas y en
desacuerdo con otras. ¿Por qué tengo que conceder mi voto en la parte que no me
complace de mi partido? Por eso, repito, los votos serán fraccionados, y
constarán de diez puntos que el elector podrá repartir libremente entre los
partidos que desee. Por ejemplo, he aquí un modelo de voto según mi sistema
electoral:
Voto del ciudadano fulano de tal: Partido Socialista, 5 puntos. PP, 1 punto.
Izquierda Unida, 1 punto, Partido Regionalista equis, 2 puntos. Abstención, 1
punto.
102
LA DESCANSADA VIDA
103
LOS RICOS Y LOS RESTAURANTES
LOS ricos deben comportarse siempre como ricos. Es decir, no deben perder de
vista ni la última peseta que habite en las más alejadas fronteras de su imperio
económico. A estos ricos se les nota su riqueza sobre todo en los restaurantes.
Los pobres; los pobres no, porque los pobres nunca van a restaurantes lujosos;
los ricos pobres, los recién llegados, se comportan pudorosamente en los
restaurantes y no se atreven a comprobar si la cuenta se ajusta a lo consumido y
la pagan sin mirarla.
Los ricos verdaderos, sin embargo, cuando les traen la cuenta, se calan
tranquilamente las gafas de leer de cerca, sacan parsimoniosamente su bolígrafo
de oro y analizan hasta la última peseta de su factura por si hay algún error que
pueda herir su amor propio y su sensibilidad capitalista.
Esto les decía yo el otro día a unos amigos que por pudor pagaron la factura sin
atreverse a comprobar por qué había costado tan cara aquella cena del cercano
oriente hecha de puré de garbanzos y carnes aromatizadas clavadas en un pincho.
Me acusaron todos de mi proverbial tacañería, comprobaron entre risas la
factura y se cumplieron mis profecías: iban a cobrarnos seis mil pesetas más de
lo que correspondía a nuestra consumición.
Nos había tomado por pobres incapaces de atreverse a comprobar si habían
sido engañados, a pesar de que habíamos pedido vinos del ochenta y langostinos
de Sanlúcar, prueba evidente de que la factura la pagaba el Estado. El perspicaz
libanés o sirio, no lo sé bien, se dio cuenta de que podía tratarnos como lo que
éramos: como a unos pobres “snobs” que presumíamos de tener dinero y que no
nos atrevíamos a demostrarlo. Para los grandes ricos, una peseta nunca es un
objeto vergonzoso. Las únicas pesetas vergonzantes son las que no tienen la
suerte de pertenecer al caudaloso río de su fortuna.
Ya lo saben ustedes: cuando vayan a pagar una factura en un restaurante,
pónganse las gafas, comprueben el precio de cada plato, sumen pacientemente la
cuenta y no tenga rubor, si es larga, de sacar su calculadora de bolsillo. El
“maitre” se sentirá orgulloso de ustedes. Sabrá que está frente a verdaderos
caballeros. Y no olviden dejar después una gran propina. Sed generosos siempre,
pero no imbéciles, que es lo que hacen los ricos de los cien mil millones para
arriba; es decir, que son generosos pero no imbéciles.
104
EL RUIDO
105
UN VICIO URBANO
106
LA BESTIA QUE NOS HABITA
107
LA CRUELDAD DE LOS DIOSES
DICE una antigua leyenda lacedornia que un rey beocio era tan lascivo que fue
condenado por los dioses a una pena terrible: a acostarse con todas las mujeres
del mundo, presentes y futuras. Los dioses, dice la leyenda lacedornia, pensaban
que ésa era la mejor manera para que el rey beocio en particular y todos los
hombres en general abandonasen sus libidinosos deseos poligámicos. En caso de
que no cumpliera la condena los dioses, que en el fondo estaban un poco celosos,
le amenazaron con penas mayores.
El pobre beocio no sabía cómo empezar a cumplir su castigo: si por las guapas
y jóvenes o por las feas y viejas. Al fin decidió padecer su tortura como se
degustan los vinos: empezando por los mejores y acabando por los peores,
aunque también acabó por desechar esa idea. “En realidad —se dijo—, es
indiferente la mujer con la que empiece, porque tendré que acostarme con todas,
y estoy seguro de que a la centésima mujer que goce mi castigo estaré tan harto
de todas ellas que me dará lo mismo su aspecto exterior y su aspecto interior (es
decir, el espiritual).”
Lleno de dudas y harto de tanta angustia, temeroso de que durante toda su vida
tuviera que hacer el amor todos los días innumerable número de veces, se postró
ante los dioses, les pidió perdón sinceramente y les rogó que le aliviasen de tan
terrible carga.
—Está bien —le respondieron los dioses al unísono, que es como siempre
responden los dioses— te perdonamos. No tendrás que acostarte con todas las
mujeres del mundo. En el futuro sólo te acostarás con una. —Y se partieron de
risa detrás de sus barbas.
Y así se inventó esa tortura conocida con el nombre de matrimonio
monogámico que aún padecemos todos los habitantes de la Tierra por culpa de
los excesos sentimentales de aquel rey beocio a que se refiere la leyenda
lacedemonia.
Las mujeres, dice también la leyenda, no fueron condenadas a ninguna culpa,
según se puede comprobar con frecuencia.
108
EL HOMBRE QUE BUSCABA DIÓGENES
109
Lección de entomología
LOS BESARRABOS
110
CAMBIOS EN EL CINE SOVIÉTICO
111
LIMPIEZA DE FIN DE AÑO
TODOS los años, cuando llegan las Navidades, conviene, sobre todo en estos
tiempos de consumismo desenfrenado, hacer una limpieza de todos los trastos y
objetos inútiles que poco a poco vamos acumulando a lo largo del año y que
cualquier día pueden devorarnos de improviso con sus fauces antropofágicas.
Hoy yo he encontrado en estas tareas de limpieza por los más inesperados
rincones de mi casa los siguientes objetos:
Un optimismo apenas usado, casi descompuesto y que despedía un hedor
insoportable.
Dos kilos de esperanzas que no pudieron ser utilizadas en su tiempo para los
fines para los que habían sido adquiridas.
Un futuro seminuevo con las mangas ligeramente mordisqueadas por la polilla.
Dos lágrimas de tamaño natural que se me desprendieron un día que reflexioné
sobre los tiempos que nos había tocado vivir.
Un porvenir desteñido, con brillos en los codos y las sillas descosidas.
Un paquete de medio kilo de confianza en el futuro inutilizable por su fecha de
caducidad.
Y lagunas otras chucherías de mi juventud. Como me ha parecido que estas
cosas no hacen más que molestar y llenarnos de melancolía, las he empaquetado
en unas bolsas de basura y se las he dado a un trapero para que las reparta entre
los jóvenes ingenuos a los que todavía pueden ilusionar estas fantasías.
Me he sentido limpio, aunque un poco triste, porque, a pesar de todo, a la
ingenuidad de la juventud acaba uno por tenerle un poco de cariño, aunque esté
marchita y ya no tenga sentido ni utilidad, como digo.
112
PAZ EN EL CAMPO
NO acariciaba más suavemente el céfiro las doradas hojas de los álamos que el
trino de la alondra, la palidez de los cielos, cuando el sol, encendido en cobre,
asomó por el otero.
Las mansas ovejas, los sumisos canes que protegían mi casa, el lejano mugir
del ganado y, a veces, el rápido aleteo de las urracas vivían en paz con los latidos
y los ecos de mi corazón. El día se fue encendiendo poco a poco y una luz más
fría y acerada agrisaba los parados tonos del otoño cuando llegó el correo.
En él se me decía el resultado de la biopsia que acababan de hacerme por mis
fatídicas dolencias, el saldo en rojo de la cuenta de mi Banco, la detención de mi
hijo en una redada de drogadictos, el protesto de todas las letras que había
firmado en los últimos días, la perseverancia de mi esposa en continuar
desparecida desde su abandono del hogar y la orden de que enviase rápidamente
dos millones de pesetas si no quería perder mi piso hipotecado.
Me puse tranquilamente las piernas ortopédicas y salí a dar un paseo por el
campo, cuyas luces se apagaban como se apagaban las del sol en el ocaso. Mi
corazón se llenó de un gozo inexplicable a pesar de que las aguas del río
desbordado ya me llegaban hasta el cuello.
Y seguí feliz. ¡Cómo si unas cartitas y unas inundaciones fuesen suficientes
para angustiar mi corazón con marcapasos! ¡Soy yo demasiado hombre para
dejarme abatir por las pequeñas adversidades!
113
Una historia cruel
YO ME COMÍ UNA AZUCENA
114
POR QUÉ DEBÉIS, QUERIDOS NIÑOS,
AMAR MUCHO A LOS REYES MAGOS
—QUERIDOS niños: Hoy os voy a decir por qué debéis tener mucho respeto y
estimación a los Reyes Magos que vienen todos los años por estas fechas desde
Oriente. No sabéis los esfuerzos que tienen que hacer para llegar hasta vuestros
hogares con esos regalos tan bonitos que anuncian en la televisión. Escuchad
bien. Lo primero que tienen que hacer los pobres Reyes es cruzar varias fronteras
de países árabes y judíos sin ser detenidos como sospechosos de pertenecer a
países enemigos. Después tienen que salir ilesos (ilesos quiere decir lo que pone
en el Diccionario) al atravesar Beirut y parte del Líbano, que, como sabéis,
siempre está en guerra. Luego tienen que cruzar con mucho cuidado Rumanía,
por donde andan a tiros y registrándose los unos a los otros. Más tarde, atravesar
dos o tres países del Mercad Común (éstos son los más peligrosos) donde pueden
ser detenidos por contrabandistas o ser acusados de “dumping” o importación
ilegal, a no ser que sean tomados por japoneses, porque entonces, ya no. Y, por
último, tienen que cruzar la frontera española, pero eso no importa, porque por la
frontera española los españoles importan de todo libremente, hasta naranjas y
castañuelas fabricadas en Groenlandia. ¿Os dais cuenta, queridos niños? Más
tarde tienen que cruzar España por las carreteras que tenemos, en las que todos se
juegan la vida por culpa de los salvajes que van haciendo el animal como si no lo
fueran. Y luego, y éste es el último problema, tienen que aparcar los camellos
frente a vuestras casas con el riesgo de que la grúa municipal se los lleve. ¿Os
dais cuenta, queridos niños, repito, de los peligros que pasan los pobres Reyes
Magos por haceros felices en Navidades?
Por eso debéis ser buenos con ellos y darles las gracias en vez de empujar las
escaleras de mano por las que han subido hasta vuestros balcones, para que se
caigan y así poder robarles los juguetes que llevan a otros niños.
Y nada más por hoy. Hasta el año que viene, en el que, si Dios quiere, os
enviaré de nuevo esta circular, como el año pasado, porque me temo que para
entonces tampoco habrán cambiado mucho las cosas en el mundo.
Un besito, queridos niños, mamonzuelos, que os conozco, que sois unos golfos
y unos drogadictos degenerados.
115
PRESCRIPCIÓN DE LOS ODIOS
EN los últimos cien años los pensadores, ahora llamados intelectuales, han
negado la existencia del pecado. Todas las maldades, todas las infamias, todas las
perversidades —decían— eran sólo el testimonio de las claudicaciones de la
salud.
Ahora hemos progresado en ese tipo de interpretaciones y todas nuestras
conductas, hasta las más miserables e innombrables, se atribuyen a causas
genéticas. La homosexualidad es genética, la envidia es genética y hasta la
pobreza es genética.
Estas opiniones científicas o pseudocientíficas son tentativas inconscientes de
negar el pecado, es decir, la culpa, la caída en las tentaciones del diablo, que
ahora está pasado de moda.
El caso es que no podemos explicar satisfactoriamente el origen de la vileza
humana, que, nos tememos los prudentes, perdurará por los siglos de los siglos
hasta el día del juicio final, si Dios no lo remedia.
Lo que sí podemos hacer es que algunas pasiones de las citadas anteriormente
estén obligadas a prescribir conforme a leyes que lo obliguen.
Los odios, por ejemplo. Los odios tienden a perpetuarse entre las personas, los
grupos económicos y los llamados ahora, con singular indefinición, colectivos
sociales.
¿Por qué no prescriben en España los odios, esos odios viscerales que anidan
en nuestras entrañas, como prescriben los delitos?
Los políticos deberían odiarse durante algún tiempo razonable y luego volver a
la normalidad, aunque esa normalidad les incite, conforme a la tradición, a crear
nuevos odios que nos envilezcan a todos, sujetos activos del odio y sujetos
pasivos.
No pretendo que borremos nuestra historia, sino que la comprendamos y
perdonemos. Es urgente hacerlo antes de que el odio que se está apoderando de
los españoles crezca hasta límites que sean injuriosos a nosotros mismos.
El odio, además de ser feo y de mal gusto, es pegajoso. El odio une más que el
amor sin tener ninguna de sus ventajas. El odio no muere nunca, según demuestra
la historia.
Es, pues, urgente que se regulen los límites de la duración del odio, ya que su
intensidad, por ahora, es difícilmente controlable.
He dicho por el bien de todos. Así sea.
116
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE POR EL ESTILO
117
LOS CLÁSICOS Y LA HISTORIA,
AL ALCANCE DE LOS NIÑOS
Caperucita de la Mancha
Los ciegos elementos, o sea las tierras volcánicas, el mar y los cielos tienen
celos de la grandeza de Felipe II, a quien derrota con la ayuda de los piratas
ingleses que asolaban las costas británicas.
Kafka
118
UNA TERAPEUTA PERVERSA-POLIMORFA
USTEDES no ignoran que los niños, según dijo Freud en el mejor sentido de la
palabra, son unos perversos polimorfos. Lo que ustedes ignoran seguramente es
que tal condición es contagiosa. Los psicoanalistas que se ocupan de las
angustias y alteraciones de conducta de los jovencitos que caen en sus manos
acaban padeciendo la misma dolencia. Vean si no es cierto lo que les digo. Hace
poco cayó en mis manos un libro de psicoanálisis infantil en el que se relata
cómo la doctora colocó delante de un paciente un columpio para observar sus
juegos. Naturalmente, el joven paciente lo primero que hizo fue menear
suavemente el tal columpio, como hacen todos los niños del mundo.
La psicoanalista excesiva interpretó el balanceo citado y la acción del niño de
la siguiente manera: “Eso que tú haces con el columpio —le dijo— representa las
relaciones sexuales de tus padres por el vaivén que le imprimes.”
“El niño —añade la psicoanalista en su hermoso texto terapéutico— aceptó a
regañadientes la interpretación que le di del susodicho meneo, pero advertí que
en el resto de la sesión disminuyó claramente su angustia” (sic).
Y yo me pregunto: ¿qué es lo que puede hacer un niño con un columpio?
¿Comérselo? ¿Arrojarlo por la ventana? ¿Tirárselo a la cabeza a la terapeuta?
¿Introducírselo en la bragueta? ¿Mantener con él relaciones sexuales
prematrimoniales?
Después de leer el libro me he sumido en un océano de dudas. De momento,
cada vez que vea un columpio a mis alrededores me alejaré rápidamente por
prudencia. Que monte o lo menee su padre. El padre de la psicoanalista, claro. Y
que la tal me perdone todo lo que ha vomitado mi inconsciente. O que me lo
aclare si se toma la molestia de aclarármelo, porque me he preguntado hace un
rato, cuando estaba solo: ¿Qué diría de mí la tal doctora si supiera que a mi edad,
cuando mis padres salen de casa a lo de la recuperación, yo me acerco a su cama
y la balanceo, sin que por eso disminuya claramente mi angustia?
Creo que a mis sesenta años mi infancia está perdida. No tengo remedio. Sigo
siendo un pobre lactante perverso-polimorfo.
119
LAS MANCHAS DEL PECADO
120
NO VIVO POR VIVIR
COMO lo oyen: Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muerto porque
estoy todo el día preocupándome de conservar los pobres vestigios de mi antigua
belleza y lozanía que aún se conservan en mi rostro, en mis vísceras y neuronas.
Tres horas al día las dedico a pasear tranquilamente para tonificar mis músculos
cardíacos, que han empezado a dar de sí y están más fláccidos que mis pobres y
melancólicas nalgas.
Una hora la dedico a hacer yoga para enriquecerme del buen oxígeno que
procuran las respiraciones abdominales y que yo, por coquetería, porque pensaba
que aumentaban el tamaño de mi estómago, nunca practiqué, en detrimento de mi
antigua salud.
Hago dos horas diarias de gimnasia sueca para agilizar los movimientos
peristálticos de mis intestinos y prevenir el estreñimiento y las almorranas que, al
parecer, dice la Prensa internacional, son el peor enemigo de la gente de mi edad.
Una hora diaria estoy mirando objetos lejanos, como gimnasia ocular para
retrasar mi inminente presbicia.
Otra hora en frotarme con aceite de oliva y miel de romero el cuero cabelludo y
detener así la ya ligeramente manifestada alopecia.
Otra hora girando el cuello en todas las direcciones para tonificar los músculos
que impidan el crecimiento de mi artrosis cervical que amenaza el riego
sanguíneo de mi cerebro.
Eso hago todos los días para prevenir la decadencia de mi cuerpo. Tonificar el
espíritu me ocupa las pocas horas que me quedan vivas, porque hago ejercicios
mentales para la memoria, para la voluntad, para mantenerme optimista,
generoso y seguir sintiendo cierta piedad por los niños tiñosos de Bangla Desh y
que últimamente me flaquea.
No tengo tiempo para vivir, porque todo el día, toda mi vida la dedico a mi
cuerpo y mi alma para eso mismo: para vivir. Y eso, como les dije, no es vida.
Eso es vivir sin vivir en mí, y esperando tan alta vida y tan sana, que voy a morir
en la búsqueda angustiosa de mi salud futura. Así son los desiertos.
121
ESCUCHA Y CALLA
ALEJA la vanidad que te tiente a sentirte superior a los demás, porque todos,
absolutamente todos los seres humanos que te rodean son superiores a ti. En
bondad y en maldad, en riqueza y en pobreza, en dignidad y en abyección.
Haz la prueba. Cuenta un día una maravillosa historia de amor que hayas
sufrido y verás cómo no puedes concluir tu relato: diez o doce voces impacientes
te interrumpirán para contarte una aventura mucho más maravillosa que la tuya.
Insiste en explicar que aquella mujer excepcional que encontraste en el ascensor
no sólo poseía unos espléndidos pechos, sino que el par habitual eran tres.
También en este caso te interrumpirán para decirte cómo a ellos se les entregó
apasionadamente una mujer mucho más hermosa y excitante que la tuya y que no
solamente no tenía tres pechos, sino que poseía cuatro deslumbrantes tetas como
el planeta Neptuno.
Sigue sin temor tu relato y miente si es necesario. Di que en aquellos tres
poderosos pechos, al ser acariciados, sonaba dulcemente una sinfonía de Mozart.
Te interrumpirán de nuevo para decirte que los cuatro pechos de su amada
cantaban, ante sus superiores caricias, unos maravillosos motetes del divino
Tomás Luis de Victoria.
No te rindas. Sigue. Di que fuiste parido por tres madres sucesivamente y que
el amor apasionado que sintieron por ti fue la razón de tus excepcionales virtudes
y glorias. Tus amigos te dirán que ellos tuvieron un parto más generoso que el
tuyo y que ellos fueron paridos por un colectivo de abogadas laboralistas. Di que
Apolo es tu padre: Júpiter será el de ellos. Que has amado mil mujeres: ellos
habrán amado a trescientas más. Y así sucesivamente.
Escucha, pues, como te digo y calla. Cuando tengas que decir díselo en silencio
a tu propio corazón. Aunque corras el riesgo de que ese otro yo que nos habita te
interrumpa también para decirte con cierto tono despectivo:
—¡Pues a mí…!
¡Qué le vamos a hacer! Así es la vida.
122
LOS SANDIOS DE LA DEMOCRACIA
123
HUMOR Y PRAXIS
124
UNA HERMOSA HISTORIA DE AMOR
HOY voy a contarles una historia de amor, la más bella historia de amor que
haya sido vivida en este mundo y que, además y para mayor dicha, es la historia
de un amor real.
Ella se llamaba María y era de clase humilde, aunque ese defecto no impidió
que estudiase periodismo, como todas las jóvenes virtuosas que quieren llegar a
ser algo el día de mañana. Él se llamaba José y era también honrado a pesar de
que su cojera congénita la impidió llegar a ser el jugador de fútbol que llevaba
oculto en su corazón.
José y María se conocieron en unos cursillos de civismo cultural y desde el
primer momento en que se vieron se amaron con un frenesí que supieron
contener hasta el día de su matrimonio. Se respetaron durante el noviazgo, tanto
él a ella como ella a él, a pesar del furor uterino que padecía desde niña María y
que sólo se desbocó después de la noche de bodas. Tuvieron rápidamente, gracias
al amor de José y a su cojera, que le impedía salir de casa, y al furor uterino
citado, doce hijos, que actualmente practican con grandes capacidades: seis el
periodismo, tres la informática, dos las relaciones públicas y uno, el más listillo,
la beligerancia socialista, donde medra honradamente siguiendo el ejemplo de
sus dios Pablo Iglesias.
José y María fueron felices en su matrimonio y jamás enturbió su felicidad una
duda, una sospecha, una voz más alta que la otra que enfriase la pasión que
sintieron cuando se vieron por primera vez en el cursillo citado. Actualmente,
gracias al furor uterino domado de todas sus hijas, tienen ya veintidós nietos, que
esperan impacientes el día que puedan ingresar en la Facultad de Ciencia de la
Información.
José y María son actualmente unos viejos felices que llevan con ejemplaridad
la salud de hierro (excepto la cojera de José) con que Dios quiso recompensar sus
virtudes y esperan confiados que el más allá sea tan apacible como el más acá
que vivieron.
Y ésta es la historia de amor que prometí contarles, la historia de amor más
bella del mundo, en la que —y lo lamento sinceramente— no habrán podido
encontrar adulterios, incestos, divorcios, odios fratricidas, hijos ilegítimos,
pasiones insatisfechas ni asesinatos por culpa de sucesiones o herencias.
Lo lamento. Ya sé que ustedes esperaban otra cosa más aventurera, pero la
felicidad es así de sencilla. Eso dicen siempre quienes la han padecido.
125
HABLAR DE LO QUE SE SABE
126
LA DESHUMANIZACIÓN DE LAS ESTADÍSTICAS
TODAS las estadísticas mienten. Operan sobre cifras y porcentajes que nada
tienen que ver con la vida de los sujetos sometidos a esas abstracciones que son
los datos estadísticos. ¿De qué le sirve a un muerto de hambre saber que la media
del consumo de filetes de ternera ha aumentado en España si él, pobre muerto de
hambre, no tiene al alcance de sus dientes el incremento que tan solemnemente
anuncian los políticos del ramo? Las estadísticas informan de todo a todos sin
informar a nadie de nada.
Yo, por ejemplo, me río de las estadísticas modernas que informan
continuamente sobre las nuevas costumbres sexuales de las españolas. Al parecer,
la mayoría de las jovencitas pierden la doncellez antes de cumplir los diez y siete
años con la misma alegría con que la perdían antiguamente las feas y malolientes
cuando eran violadas por un ciego en las montañas brumosas que siempre rodean
esos acontecimientos. Al menos eso decía Valle-Inclán, y si no lo dijo, pues le
obsequio el dato; no voy a ser más preciso que el Instituto Nacional que se ocupa
de esas cosas. Y siguiendo en el tema: ¿De qué me sirve a mí ese consumo
nacional de jovencitas si las doncellas hurtan a mi decrepitud el trozo que me
corresponde para dárselo a un miserable adolescente?
Las estadísticas nos dicen también que se los cuatro mil millones de seres que
poblamos este triste mundo la mitad son mujeres, y que de las tales, el diez por
ciento están en celo continuo dispuestas a dejarse amar, lo que significa (saquen
la calculadora y compruébenlo) que doscientos mil millones de mujeres son seres
aulladores llenas de lascivia o de amor como ellas la llaman a esas cosas. Y yo
me pregunto en los momentos en que me mordisqueo el deseo encelado que me
habita todo el año: “¿Dónde esté, no los doscientos mil millones de enceladas
sino la humilde hembra que me corresponde a mí estadísticamente? ¡No está en
ninguna parte! ¡No existe! ¡Esa mujer es un fantasma de las estadísticas! Está
solamente en un papel que habla que habla de números que representan seres
abstractos, difuntos como yo, que me parece que me he quitado los calzoncillos
para nada y me he asomado en vano a la ventana esperando que aparezca mi
trozo de estadística. O sea, que otro día más me voy a quedar solo, desesperado,
confiando en la generosidad de las embusteras estadísticas que mienten, y
además las cobran.
127
LA VIRTUD NO RECOMPENSADA
128
REGLAS PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS
DEL TRÁFICO EN LAS GRANDES CIUDADES
Informe
129
POETA MÍSTICO CON IVA
EL poeta místico que vivía alejado de las ordinarieces de la realidad que nos
insulta y nos zahiere cometió el error de enviar uno de sus espirituales poemas a
un periódico que cada quince años publicaba un encarte dedicado a esos insulsos
temas tan álgidos de los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa.
Pues bien, nunca aquel poeta místico debió hacer eso. Quince días después de
publicados sus versos, una emisora de radio pidió permiso para que una de sus
voces sosegadas recitara las citadas misticadeces en una emisión de poesía
titulada: “La oda de las cinco de la mañana”.
El poeta místico, hombre al fin y al cabo, accedió a que cuatro insomnes
oyesen las palpitaciones de su alma (la del poeta).
Y entonces empezó la tragedia del poeta. Diez días después, la emisora le envió
un cheque de dos mil pesetas en pago de su colaboración que, más el 12 por 100
del IVA, se ponía en dos mil doscientas cuarenta. El poeta, informado por los
administrativos de la emisora, se enteró de que su deber patriótico le obligaba a
devolver el importe cobrado por IVA a las cavernas del Estado. Tuvo que ir a la
Delegación de Hacienda, pedir impresos de la declaración trimestral, rellenarlos,
enviar el dinero al Ministerio y al año siguiente, después de estar atento a las
informaciones que le apesadumbraban recordándole sus deberes fiscales, hacer la
declaración anual para dejar reposando en paz su deuda patriótica, su moral
cívica y su responsabilidad de ciudadano democrático contemporáneo.
Para devolver el IVA de su poema escribió muchas más líneas que las que
contenía el verso culpable y perdió medio mes de su vida entre sudores y
angustias.
Quedó, por fin, en paz con el Estado, pero su alma nunca fue la de antes. Vivía
aterrado pensando que ya tenía ficha fiscal en algún ordenador satánico que
desde entonces le perseguía con sus circuitos cejijuntos, y no conciliaba el sueño.
Desde entonces escribe sus versos a mano y los distribuye gratuitamente entre
sus amigos. Como hacía Cavafis. Y como debe hacerse toda la poesía en estos
tiempos. Sin IVA.
130
EL TRIUNFADOR
YO, por mis orígenes y por la voluntad de hierro que he heredado de todos mis
antepasados (que se remontan al siglo XII de la tercera dinastía egipcia), he
conseguido sin excesivo esfuerzo cuanto mis apetitos y mis ambiciones han
deseado.
De niño siempre fui el primero en la clase, de adolescente, el más premiado en
el colegio y el más amado por las alumnas, por sus madres, sus abuelas y
actualmente por sus hijas; de adulto vencí fácilmente a todos los banqueros que
pretendían alcanzar las altísimas cimas en que me habían elevado mi inteligencia,
mi sagacidad, mi astucia y, ¡por qué no decirlo!, mi falta de escrúpulos, que en
nuestra tradición familiar es una virtud y no una infamia.
Ni una sola mujer pudo resistir la tentación ni vencer el deseo de ser amada por
mi belleza, mi fuerza física, mi delicada sensibilidad erótica, mi masculinidad
que complementa admirablemente la sumisa docilidad de las mujeres que son
femeninas, aunque las machistas y varoniles también caen seducidas a mis
encantos como se derrumban a mi esplendor todos los objetos sexuales del
mundo: cabras, gallinas, homosexuales, artificios mecánicos del erotismo
contemporáneo y hasta, y lo digo sinceramente porque conozco la condición
humana, las prohibidas relaciones incestuosas. Pero de esto ya les hablaré otro
día con más detenimiento.
¿Y qué les diré del fulgor de mi ocaso, si ocaso puede llamarse la perfección de
mi edad, mi talento incólume, mis fuerzas aún vivas, si tan sólo Goethe puede
aproximarse, aunque levemente, al clasicismo de mi madurez, que parece una
segunda adolescencia?
Y ahora la última victoria. La he conseguido hace un momento. No ha sido
fácil derrotar a la infame, a la siniestra sombra que debe arrebatarme de este
mundo, pero, aunque no ha sido una victoria total, al menos he sido vencido
imponiendo mi última voluntad, que yo llamo triunfo inigualable.
Voy a morir, sí, pero moriré diez minutos más tarde de la hora en que el destino
había decidido que me alejase del mundo.
Así soy yo. Y ahora tendrán ocasión de comprobarlo los dioses cuando me
tengan a su lado, hablando de tú a Tú.
El de la T mayúscula soy yo, naturalmente.
131
COPROFILIA ESTÉTICA
132
EL INCONSCIENTE FINANCIERO
AQUEL joven financiero era hermoso, culto, inteligente y poseía todos los
dones con que los dioses a veces se complacen en regalar a sus mortales
preferidos. Era casi perfecto, pero tenía un defecto, padecía una neurosis
obsesiva, una fijación que le impedía pensar en cualquier otra cosa que no fuese
su enfermiza inclinación por el dinero.
La vida a su lado era un tormento, decía su esposa, que constantemente repetía:
“La vida al lado de mi marido es un tormento.” Así que, entre el tormento del
uno y el tormento de la otra, decidieron que el financiero visitara a un
psicoanalista.
En la primera sesión el doctor en las ciencias de los abismos de la mente le
explicó que debía abandonarse durante el tratamiento y confesar cuanto le viniese
a la mente, sin barreras éticas o pudores que jamás deben ser inconfesables, sobre
todo en las citadas ciencias de los abismos del alma. De esa confesión, le explicó
el abismólogo, brotarán las claves que delatarán el origen del conflicto que
producía en el financiero tan antipáticos síntomas.
Empezó la primera sesión y el enfermo, si se puede llamar enfermo a un
hombre tan rico, desinhibido de barreras psicológicas, dijo:
—Catorce mil millones setecientos cuarenta mil ochocientos veintidós con
sesenta céntimos. Trescientos mil millones setecientos cuarenta y dos mil
millones catorce con quince céntimos…
Estuvo la hora entera del tratamiento diciendo números que el doctor anotaba
pacientemente en una grabadora, a pesar de que la técnica ortodoxa condena esa
treta. Los días que siguieron al primero fueron iguales en números y letanías.
Durante veinte días el financiero estuvo rectando las cifras que le dictaba su
oscuro inconsciente, y el psicoanalista, anotando los datos que le enviaba su
cliente.
Pues bien. El analista, en casa, con un analizador de datos, averiguó el
contenido profundo de aquellos números y se dedicó a invertir, a comprar, a
vender, a especular, a arruinar prójimos y se enriqueció tanto como su generoso y
rico cliente.
Y ahora, el psicoanalista, en castigo a su acto de apropiación indebida de datos
del inconsciente ajeno, padece la misma enfermedad que su cliente y anda por las
calles loco perdido hablando siempre de números concretos que representan
dinero. Para que aprendan ustedes.
Y mejor que me calle y no siga por el bien de todos.
133
LAS FLORES TAMBIÉN SON PERVERSAS POLIMORFAS
134
LA TÉCNICA Y EL HOMBRE
135
DOS TRISTES Y VIEJAS HISTORIAS DE AMOR
136
LOS LÍMITES DEL HUMOR
137
DERROTA DEL HOMBRE
HACE años, durante la guerra del Vietnam, una revista soviética publicó un
informe que analizaba la diferencia que había entre los niños rusos y los
americanos. Los rusos eran unos ángeles; los americanos, unos diablos. A la
pregunta en la que se les pedía que respondiesen a qué es lo que más deseaban en
la vida, los niños rusos pedían la paz y el amor, y los americanos, que ardiese la
escuela o que se muriesen los maestros. De ello deducían que la sociedad
marxista hacía hombres buenos, y la capitalista, malos. Eso confirmaba, decían,
sus ideas de que se estaba fraguando un hombre nuevo.
Toda esa teoría se ha venido abajo con la crueldad de los años. Según los
marxistas, el hombre es bueno de nacimiento y su conocida maldad es fruto de la
civilización burguesa, que los corrompe; según los capitalistas, el hombre es
malo de nacimiento y solamente gracias a la cría y doma a que les somete la
sociedad se transforma en un animal ligeramente humanizado. Eso diferencia las
dos concepciones del mundo más que sus teorías económicas, desde mi modesto
punto de vista.
Ahora, desgraciadamente, se ha comprobado que no ha nacido un hombre
nuevo en las revoluciones comunistas de los últimos años. El pobre Fidel Castro
se mesaba las barbas en Cuba al comprobar que su hombre nuevo, su buen
hombre, no surgía en Cuba con la revolución y que las estadísticas de perversos,
delincuentes y asociales eran parecidas en el mundo capitalista y en el comunista.
Che Guevara, buscando el nuevo hombre bueno primitivo por los montes de
Bolivia, fue denunciado por los campesinos en los que iba a fraguar la nueva
utopía biológica. Y así acabó: fusilado por los hombres malos de toda la vida.
Bien, dirán ustedes, ¿y a qué viene esta monserga? Pues viene, sencillamente,
para decirle a usted, querido lector, que el fracaso —fracaso estrepitoso, como se
suele decir— del marxismo ha sido una derrota del hombre más que la de una
ideología. No debemos alegrarnos por la caída del socialismo comunista, sino
más bien lamentarnos y llorar amargamente al comprobar que una vez más la
utopía nos ha conducido al cataclismo.
Y añado, húmedo de lágrimas: ¿no es terrible que todas las utopías,
generalmente construidas sobre una idea del “hombre originalmente bueno y
luego corrompido”, nos conduzcan de nuevo a la lucha fraticida de las libertades
capitalistas?
No debemos alegrarnos del hundimiento de las utopías marxistas. Debemos,
como los niños que somos, hacer pucheros con el corazón desalentado.
138
MAMONES
Es triste comprobar que un país que se suele conmover por las noticias más
triviales permanece impávido ante la realidad que nos acusa de vivir en el
segundo país del mundo en los vicios del juego y del alcoholismo. Borrachos,
jugadores y Gobierno se quedan tan tranquilos ante esa peste que les afecta tan
directamente. El Gobierno, sin duda, por su pasividad en el caso del alcoholismo
y su participación en el del juego, es el mayor culpable.
Se informa a menudo de esos casos gravísimos que infectan nuestra sociedad,
pero la noticia es siempre recibida como quien se siente acariciado por una suave
brisa enamorada. No pasa nada. Millones de españoles pueden arruinarse física y
económicamente con tal de que esas enfermedades o vicios produzcan ingresos
en las llamadas arcas, mejor cuevas, del Estado.
Y nadie se pregunta: ¿Por qué es España, después de Filipinas, el país que más
confía en la salvación de su futuro por la fría e incierta fortuna? Nadie quiere
saber qué significado profundo tiene ese dato que nos acusa de desfallecimiento.
Porque eso indica la afición al juego de los españoles. Los españoles están
desfallecidos y ven el futuro no como un esfuerzo, como una voluntad, sino
como un don. Juegan y no ganan y, en vez de acusarse a sí mismos o la situación
social que viven, acusan a su mala suerte. Hermosa manera de alienar su pereza,
su indiferencia, su desesperación.
Hay algo terrible en esa conducta de este hermoso país habitado por millones
de mamones o mamadores que siguen buscando la salvación en el pecho
generoso de su mamá en vez de salir a luchar a pecho descubierto, pero el pecho
propio, no el de mamá.
Aquí todo el mundo quiere ser alimentado gratuitamente. Nos estamos
convirtiendo en un país de pasivos mamadores, lo repito, que confiamos más en
las ayudas sociales, en la sonrisa de la Primitiva que en nuestro propio talento o
en nuestras capacidades. Los ricos se asaltan unos a otros para seguir
enriqueciéndose en la especulación y los pobres mendigan la caridad interesada
de los políticos para sobrevivir resignadamente.
En el fondo somos un país poco adulto. Pueden confirmarlo ustedes con alguna
encuesta. Háganla y llorarán desconsoladamente como yo todas las tardes de
cinco a siete, que es cuando pienso en estas cosas. Y luego, seguramente,
comprarán lotería. Como yo.
139
UN DERECHO DEMOCRÁTICO
TODOS hemos sentido alguna vez en nuestra vida el alborozo que causa en
nuestro corazón ver a una muchedumbre de humildes gentes del pueblo
manifestarse a la pata la llana exigiendo sus derechos democráticos a gritar
cuanto y cuando les dé la gana en la vía pública.
Por todas nuestras calles cruzan eso que ahora se llaman colectivos y que antes,
en la época negra de nuestra antigua historia, se conocía como hordas
asilvestradas. Y les aplaudimos y besamos sus manos porque sabemos que son
unos patriotas que ejercitan sus derechos constitucionales a que se les oiga, se les
vea y se les huela.
Pasan en manifestación por nuestras calles profesores, alumnos, taxistas,
ovejas, tractores, policías (bien protestadores, bien represores), violadas,
médicos, ayudantes técnicos sanitarios y cualquier día pasarán también en alegre
camaradería los componentes de Consejo de Ministros para pedir el aumento de
sueldo que les corresponde por los quinquenios. Sin embargo, justo es decirlo,
hay millones de españoles que no pueden manifestarse en la vía pública y que no
ejercitan ese derecho inmaculado al que, como su mismo nombre indica, tienen
derecho.
Para evitar esa injusticia propongo a nuestros gobernantes que a partir de
cuando ellos decidan, todos los españoles se manifiesten por riguroso orden
alfabético y no por grupos gremiales egoístas que sólo piensan en ellos mismos y
no en el bien común.
Las veintisiete letras del alfabeto se dividirá en doce partes, que son en las que
está dividido el año, y cada mes saldrán a la calle los españoles que se apelliden
con la letra correspondiente. Un ejemplo, para que me comprendan los torpes: en
enero saldrán en alegre y saltarina muchedumbre todos los españoles cuyos
apellidos comiencen por A o por B, desde los señores de ABA, que es el primer
apellido que consta en orden alfabético de la guía telefónica, hasta los
CUZURRAIS, que son los últimos. Y así sucesivamente hasta concluir el año.
Naturalmente la participación en la algarabía será obligatoria y los empresarios
deberán conceder las cuatro horas pagadas que indican los reglamentos, las
órdenes ministeriales, los decretos-ley y las sentencias judiciales que hayan
sentado la jurisprudencia correspondiente.
Por fin todos los españoles seremos iguales ante la Ley y ante nosotros mismos.
(Idea patentada en el registro correspondiente con el número 3´1416).
140
TRAGEDIAS BENIGNAS
141
UNA HISTORIA DE TERROR
Yo sabía que íbamos a acabar mal, que jamás podríamos vivir juntos mucho
tiempo, pero a pesar de todo la llevé a mi casa.
Pronto, demasiado pronto, la convivencia común fue imposible. ¡Éramos tan
distintos! Durante algún tiempo yo fui el dueño de la situación, pero sus encantos
acabaron por seducirme y todas las noches sucumbía a la tentación. Me sentaba
frente a ella y ella, que conocía mi debilidad, me hablaba y me hablaba sin cesar
y yo le escuchaba, desconfiado a veces, crédulo otras, aunque sabía que siempre
me mentía.
Un día busqué la soledad en un rincón de la casa, quise volver a mi antigua
afición a la lectura que ella había casi destruido, pero su egoísmo hizo que
brotara la tragedia. Sola, sin que yo manipulase su interruptor, se encendió de
pronto y empezó a hablarme de no sé qué historia de unas próximas elecciones
municipales. Me di cuenta entonces que la televisión se había apoderado de mi
hogar. La apagué de nuevo y me acosté. Pero a medianoche oí en un semisueño
que algo que chirriaba cruzaba mi dormitorio hasta detenerse frente a la cabecera
de mi cama.
De improviso se encendió su pantalla y de nuevo un señor a quien yo no
conocía, rodeado de otros tan sabios y pedantes como él, empezaron a
informarme de no sé qué en una tertulia.
Intenté apagar a aquella rebelde impertinente, pero fue en vano. Cuando yo me
acercaba, ella huía enviándome a gritos sus inacabables mensajes.
Por fin la silencié de un sillazo. Luego, con prudencia, porque sospechaba de
sus artimañas, la arrojé por la ventana.
Ahora, horas después de mi valiente decisión, me doy cuenta de que lentamente
está trepando por la fachada de la casa y se va acercando poco a poco a mi
ventana.
He intentado llamar a la Policía para pedir socorro, pero mi teléfono no tiene
línea. ¡Ha cortado los cables del teléfono en su ascensión amenazante! He
levantado lentamente la persiana y como una fiera, llena de ira, se ha arrojado
sobre mí y encendida y charlatana me habla y me habla cosas, disparates, que yo
no quiero oír, mientras sujeta mi garganta con las garras de la mesa en que
reposa. ¡Dios mío! ¿Qué va a ser de mí? ¿estaré condenado a vivir eternamente
frente a la pantalla de la televisión, sádica y voraz, que reblandece mi cerebro?
¡No, antes la muerte! Sin embargo, ¿qué puedo hacer yo? Sé que ha vencido. Me
entrego sumiso a su voluntad y me uno mansamente a los millones de víctimas
que tiene en sus garras asesinas. Y aburridas.
142
AQUELLA MUJER
ERA joven todavía, pero tenía los pechos y las nalgas ya medio derrumbadas
por las agresiones de los hidratos de carbono. Tenía una sonrisa dulce, como la de
quien no se resiste a dejarse vencer por el infortunio de la monotonía.
—Seguramente —pensé cuando la vi desnudarse— no es feliz con su marido.
Pero no quise hablar de eso porque pensé que quizás fuese un tema impropio
para aquellos momentos tan íntimos.
Desde la cama, —yo ya estaba desnudo y acostado— vi como iban apareciendo
las crueles señales del tiempo en aquel cuerpo que con sensualidad y pereza me
iba ofreciendo poco a poco la integridad de su descaro.
Quiso apagar la luz, pero yo se lo impedí con un gesto que le llenó de sorpresa.
Aparentó cierta timidez cuando se acercó al lecho —yo ya había aligerado del
peso de las sábanas el lugar donde pronto ella tímidamente quería ocultar sus
partes, digámoslo sinceramente, más grasientas y fofas, y se tumbó a mi lado.
Nos miramos como quienes saben que están callando un secreto que no pueden
ocultar las miradas. Estuvimos así un rato, silenciosos, pero mostrando
constantemente nuestra turbación con pequeños gestos y largos silencios. Yo no
estaba absolutamente seguro de lo que ella pensaba en aquellos momentos. Me
volví y de nuevo se cruzaron nuestras cómplices miradas. Serenamente, como
quien sabe que tiene por delante el infinito, acerqué mis labios a los suyos que no
sé si respondieron mi beso con una sonrisa o con un gesto de lujuria.
Después dejé el periódico en la mesilla de noche, giré mi cuerpo hacia el
extremo opuesto de la cama, apagué la luz y dije:
—Querida, ¿has cerrado la llave de paso del gas de la cocina?
Me dijo que sí, que siempre comprobaba si el gas estaba cerrado, por los niños.
En resumen: era mi señora que en paz descansa, porque lleva ya más de media
roncando como roncan las gordas abandonadas.
Así es la vida y perdonen si he tenido el atrevimiento de señalar a alguno de
ustedes.
143
SAN FRANCISCO ENTRE NOSOTROS
144
EL AMOR ES TUERTO
145
UN CADÁVER VIVO
COMO la ciencia moderna era incapaz de curarle, movido por una idea
optimista del progreso humano, ordenó que le congelaran vivo y que conservasen
su vida helada hasta que la acción destructiva de aquellos virus que les estaban
matando pudiera ser vencida.
Y así se hizo. Estuvo doscientos años hibernando, pagando un altísimo precio
por el alquiler de su nicho de medio vivo hasta que, por fin, un día el virus que le
amenazaba fue vencido.
Así que volvió al calor. En diez minutos acabaron con la infección que padecía.
Abrió los ojos y vio a unos cirujanos envueltos en gasas antisépticas que le
miraban con piedad y que al fin le preguntaron:
—Do you speak English?
Afirmó que sí, que hablaba inglés y en pseudoinglés abrumado de
americanismos le dieron la triste noticia: los virus que llevaba en la sangre hacía
años que no existían ya en la tierra, pero, desgraciadamente, otros nuevos virus,
mutados de los anteriores, atacaban a los hombres desprevenidos. Y él era uno de
ellos, le dijeron. O sea, resumiendo, que si no le hibernaban de nuevo, cascaba.
Así lo hicieron y doscientos años más tarde, cuando su nueva infección podía
ser curada, le descongelaron de nuevo y de nuevo fue curado de los ya viejos
virus, aunque en la operación atrapó otra vez de nuevo los virus contemporáneos
que estaban de moda en los quirófanos de aquellos tiempos. Y de nuevo tuvo que
volver a su frío medio enterramiento a esperar los nuevos adelantos de la ciencia.
Todo para él era nuevo.
Vivió así, congelado y descongelado, infectado y desinfectado, mil años más,
hasta que el Banco donde había depositado sus ahorros para pagar los altísimos
costes de su sobrevivencia quebró. Y como no pudo seguir pagando el alquiler de
su nicho, le descongelaron definitivamente y su cuerpo fue abandonado en un
estercolero de Castilla la Nueva, que es donde se amontonaban por aquellos
siglos todos los detritus del mundo entero.
En diez minutos, millones de jóvenes virus evolucionados, que el pobre
cadáver desconocía, dejaron reducido su cuerpo al grotesco testimonio de sus
gigantescos juanetes. Así perecen todos los ambiciosos que se rebelan contra las
leyes divinas de la Naturaleza. Más vale morir a tiempo, que rondar diez siglos.
146
EL COLOR DE HAMLET
(1) Shakespeare
147
FELICIDAD MATRIMONIAL
148
EXHIBICIONISMOS
149
CERDOS, HOMBRES, RATAS
HACE dos millones de años, mes más o mes menos, existían dos especies de
homínidos: los “Australopithecus robustus” y los “Homo habilis”, que, entre
otras cosas, se diferenciaban —decía Isaac Asimov en las páginas de ABC hace
un par de semanas— en que los “robustus” eran herbívoros y los “habilis”
comían de todo. Pues bien, el herbívoro se extinguió en un par de milenios de
malas cosechas, y el “habilis” anda tan contento leyendo las páginas de ABC,
gracias a su capacidad de deshacer todo lo que consigue llevar a su estómago.
Los omnívoros —añadía Asimov— poseen esa enorme ventaja. Y concluía con
una información tenebrosa: los principales omnívoros contemporáneos somos
nosotros, los hombres, los cerdos y las ratas. Una de esas tres especies de
glotones será probablemente la dueña del mundo dentro de otros dos millones de
años, mes más o menos, como digo.
Si seguimos reproduciéndonos al ritmo con que lo estamos haciendo en los
últimos años y aniquilando la naturaleza con nuestra voracidad, dentro de unos
años sólo quedaremos digeribles los miles de millones de hombres que
poblaremos la Tierra, los miles de millones de ratas que duplican, dicen, la
población humana y los pobres cerdos, que serán los primeros en ser extinguidos
en la fenomenal batalla que se organizará por la supervivencia.
Nosotros, desde hace milenios, ya nos estamos comiendo a los cerdos, que
hasta ahora, que yo sepa, sólo se han comido un par de docenas de niños de
pecho acostados en cunas mal vigiladas.
Las ratas, hundidas en las alcantarillas, viven de lo que nosotros les ofrecemos
generosamente ya digerido, pero en cualquier ocasión en que el hombre flaquea
salen a la calle a adueñarse de lo que cree seguramente que es suyo. Las ratas son
los únicos proletarios que quedan vivos y con sentido de clase en el mundo
capitalista.
Sin duda vencerá el hombre, que se comerá a las ratas y a los cerdos, y luego,
tras dos o tres nuevos milenios, acabará por comerse a sí mismo, para gloria y
continuación de la especie.
Y si no, al tiempo. Ya están advertidos. Coman ratas y cerdos si quieren ser
algo el día de mañana.
150
LA COCINA CHINA
151
LA VUELTA AL EDÉN
DIOS, aunque lo sabe todo, incluso el futuro, y está siempre cargado de buenas
intenciones, cuando por boca del ángel de la espada flamígera dijo a Adán y Eva
aquello de que debían crecer y multiplicarse, no sospechó las funestas
consecuencias que acarrearía a la humanidad su mandato. En el fondo, creo, no
se imaginó que aquellas dos pobres criaturas serían capaces de crear una
progenia que llegara a ser dentro de veinte o treinta años una infecta piara de seis
mil millones de seres humanos. Dios no se tomó la molestia de consultar su
memoria del futuro.
Y ahora nos encontramos que sobramos todos. Para la Tierra somos unos
parásitos depredadores que vamos a acabar por destruir el aire, la flora y la fauna
que el Señor donó a la pareja de fornicadores y qué engendraron, tras su
expulsión del Paraíso, nuevos fornicadores que siguieron con la misma afición de
sus antepasados a reproducirse hasta llegar al límite a que hemos llegado y que,
seguramente, seguirá aumentando en la proporción geométrica que pronosticó
Malthus.
O sea, que si queremos volver al Paraíso perdido, última meta del hombre, no
nos queda más remedio que volver al principio. Debemos pagar nuestras culpas y
empezar de nuevo una vida de amor y adoración a la grandeza de la Creación de
la que somos los reyes.
Pero ¿Cómo podremos exterminar a la piara citada y a quiénes escogeremos
para que formen la única pareja que sobreviva a la hecatombe? ¿Quiénes serán el
Adán y la Eva del futuro, pareja a la que se recomendará que crezcan y se
multipliquen, sí, pero de forma moderada?
Yo, en los ratos de ocio pesimista, ya he arrojado al precipicio a varios cientos
de amigos y compañeros de trabajo. Pero eso no es suficiente. Sé que yo solo no
podré concluir esa esforzada tarea que es una tarea de todos.
Por eso, desde estas páginas solicito una urgente reunión de las Naciones
Unidas para que se escoja una pareja limpia y aseada y el resto del mundo sea
eliminado por el método más placentero posible para las víctimas.
Es triste, pero ése es el único camino para que el día de mañana los hombres
vivamos conforme a la leyes de la naturaleza establecidas por el Señor. Si no,
estamos perdidos.
152
TIEMPO DE AZOTES
NO, no nos referimos, como están ustedes pensando, a estos desdichados años
de amenazas de guerras, de sidas, de inflaciones, de balanzas de pago escoradas y
demás aflicciones que nos han llegado de los cielos y de los hombres, como
nuevas plagas, para anunciar, dicen los pesimistas, la inminencia de las
catástrofes de los milenios.
No; nos referimos a que ha llegado el tiempo de reinstaurar la vieja costumbre
educativa de los azotes.
Las ciudades parecen pocilgas municipales; sus habitantes, raposas y hienas;
sus pastores, aves rapaces y carroñeras, y así no hay quien viva con la suficiente
paz de espíritu para aceptar las calamidades y frustraciones que tenemos que
soportar diariamente. Pocos resistimos a la tentación de delinquir. Algunos, los
más decididos, roban como establecen las leyes o se portan como groseros
caínes, pero el resto, las gentes modestas y pusilánimes, nos dedicamos a delitos
menores que desgraciadamente sufren condenas desproporcionadas. A todas esas
pobres gentes que hurtan, hieren, violan y ofenden por necesidad no hay que
castigarlas a la hipócrita pena de prisión que sólo les alienta a pasar del
amateurismo a la profesionalidad.
Esas gentes, entre las que incluyo su honradez, querido lector, y la mía, no se
merecen la cárcel. Se merecen simplemente los antiguos azotes en sus culitos
expuestos a la vergüenza pública.
Todos los domingos, después de la misa mayor, en todas las plazas mayores de
España se bajarán los calzones de los pequeños delincuentes y se les flagelarán
las nalgas hasta dejarles delicadas cicatrices que delaten sus debilidades. Los
niños, lamiendo sus chupa-chups, aprenderán así a comportarse como supimos
comportarnos nosotros, y el mundo será mejor, más justo, menos cruel y menos
egoísta.
Esta forma de castigo puede deslucirse por dos cosas: porque cree adicción a
los azotes y acabemos todos con cicatrices de defensa, y porque los más
espabilados acaben por imprimir publicidad en sus cicatrices.
Pero eso está también previsto. Se lo explicaremos gustosamente la semana
próxima. No debemos tolerar que se nos llenen los glúteos de mensajes
subliminales.
Un abrazo, sean ustedes buenos y jabónense las partes cloacales, que ustedes,
estoy seguro, también se merecen una de esas azotainas a las que nos estamos
refiriendo. Y es mejor recibirlas bien lavados, enjabonados y repeinados.
153
ESTATUAS EN CALZONCILLOS
PARECE ser que los grandes hombres dejan de serlo cuando sus secretos son
conocidos. Ante la mirada de los mayordomos, dicen también, todas las
grandezas se desmoronan, todas las miserias afloran y todos los calzoncillos y
todas las almas están sucios.
Eso se solía decir cuando la vida privada de los aristócratas, de los banqueros y
de los políticos de otros tiempos ocultaba sus vicios y sus secretos a la curiosidad
del mundo, excepto como hemos dicho que dicen, a la de sus mayordomos.
Hoy tales elegidos de la fortuna ya no pueden seguir viviendo ocultos tras la
máscara de la respetabilidad que les hacía superiores al resto de los mortales.
Hoy se sabe todo de ellos. Miles de periodistas gráficos y supuestamente
literarios persiguen cruelmente la intimidad de los famosos y les han hecho
descender de las alturas de la gloria a las alcantarillas en que vivimos los señores
modestos como usted y como yo. Hoy tales semidioses viven bajo la mirada fría,
escrutadora y despectiva de miles de mayordomos que cuentan las miserias de
sus señores (porque los tales siguen siendo a pesar de todos los señores) para
alimentar a la manada insaciable de los lectores, hienas comedoras de carroña y
otras delicadezas.
¡Qué razón tenían los actores y los autores teatrales del siglo pasado que sólo se
dejaban ver por sus admiradores una vez por semana para que no les perdiesen el
respeto! Hoy ese misterio ha desaparecido, nadie tiene intimidad. La Prensa, los
antecedentes penales y el documento de identificación fiscal han dejado a las
antiguas estatuas en paños menores. Cualquier paseante un poco curioso puede
ver que las gentes gloriosas tienen varices, son impotentes, tienen los pechos
caídos o un abceso en la nalga derecha.
Ya, por fin, todos los hombres somos iguales ante Dios y ante las publicaciones
que se ocupan de los escándalos de los que antes eran estatuas de mármol y hoy
lo son solo de caca.
154
ASÍ SE ENSEÑA LA HISTORIA
155
LOS LÍMITES DE LA RENUNCIA
156
SUPERSTICIÓN
HACE años soñé el número que iba a ser premiado en la Lotería Nacional
mientras viajaba por el extranjero. Volví rápidamente a España, busqué el
número del sueño y sólo puede conseguir un número cuyas tres últimas cifras
coincidían con el número soñado. Y me tocó, aunque no el primer premio, una
digna y respetable cantidad de dinero. Desde ese momento, espero que lo
comprendan ustedes, tengo una fe absoluta en la capacidad adivinatoria de mi
sueño. Más tarde, durante varias noches consecutivas vi, reluciente en la
oscuridad mientras dormía, un mismo número. Eso ocurrió hace seis años y
desde entonces busco desesperadamente ese número porque estoy convencido de
que el día que lo encuentre será, por fin, el día de mi fortuna.
Meses más tarde, desde Galicia, una amable meiga desconocida me envió la
combinación de la Primitiva que algún día —me dijo— sería la única premiada.
Desde entonces, todas las semanas, con una angustia que no comprendo, escribo
la combinación que me dijo la meiga, y aunque todavía no he ganado un solo
premio, estoy seguro de que se cumplirá tarde o temprano la profecía.
A veces, por causas ajenas a mi voluntad, no puedo jugar a la Primitiva. Esa
semana no vivo por la angustia que me produce pensar que precisamente
entonces pasará a mi lado la fortuna y se irá de mi lado para siempre. No me
atrevo a mirar la combinación premiada con el temor de que sea la mía, la que
olvidé hacer precisamente esa semana. Pero nunca ha ocurrido eso. Tengo, pues,
la esperanza abierta al futuro venturoso que me señaló la meiga, aunque me
maldigo porque no puedo abandonar esta estúpida fe en una bruja que no
conozco.
Por eso, para vencer mis ridículas esperanzas y temores he decidido decirles a
ustedes la cifra soñada y los seis números de la combinación ganadora que hará
ricos, al menos, si no a mí, a mis lectores. Son el 68797 y la 1-4-5-8-34-39. Ahí
los tienen ustedes. Se los regalo. Desde ahora les pertenecen a ustedes. Son ya un
patrimonio de la Humanidad. De nada.
P. D.: Debo decir la verdad. Les he mentido. Ésos no son el número de mi
sueño ni la combinación dictada por la meiga. Son otros. Sin embargo, una nueva
angustia me atenaza el corazón. ¿Y si son estos los números que el destino me ha
destinado y que yo, tonto de mí, les he regalado a ustedes tan ligeramente?
¡Ahora se han duplicado mis dudas y mis temores! ¡Por favor, no utilicen mi
secreto, déjenlo para mí solo! ¡Tengan piedad de un pobre imbécil que aún cree
en estas tonterías! ¡No sean ustedes como yo! ¿Pero qué he hecho, Dios mío?
¡Estoy perdido, perdido para siempre! ¡He regalado mi fortuna a mis lectores!
¡Seré idiota!
Otra P. D.: Les diré la verdad. Todo es mentira, pero no me crean tampoco
ahora cuando les digo que todo es mentira. No me hagan caso. Huyan. Tengan
cuidado, estas cosas son contagiosas.
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MI ALMA GEMELA
MI alma gemela son las gallinas. Ahora sé que las dulces, las abnegadas
gallinas tienen las mismas, si no visión, audición del mundo que yo. Como yo,
son sensibles a las músicas dulces armónicas y melodiosas y detestan como yo
los estruendos de los advenedizos de la llamada música popular moderna que
sólo suele ser hermosa en boca de negros.
Yo veía a las gallinas girar rápidamente la cabeza como si hubiesen oído un
grito de ultratumba, con sus ojos acribillados de espantos. Ahora he comprendido
que las pobres hacen eso porque no pueden llevarse las manos a los oídos para
escapar del infinito ruido del mundo, porque tienen alas y no brazos. Ahora,
como digo, que yo tengo también los oídos medio e interno delicados como la
mano desfallecida de la duquesa de Guermantes, sé que las gallinas son mis
almas gemelas. Y las comprendo y las acaricio en silencio cuando viajan en el
autobús en su abstraída soledad.
Las gallinas aumentan sus puestas de huevos cuando oyen a Mozart y cierran
sus culitos sensibles, quizás encogidas de pavor, cuando por los cielos atruenan
rocks y pops de tercera. O sea, como yo, que por culpa del ruido tengo los
nervios acústicos y los esfínteres culeros en carne viva.
Las gallinas dejan de ser ponedoras si viven cerca de los aeropuertos o de las
llamadas salas de fiestas. Parece como si se negasen a traer delicados polluelos a
un mundo que les llenará de estupor y que no comprenderán por qué está
decorado con tantos alaridos. Y acabarán por tener cabeza y ojos de gallina y
estarán siempre mirando de reojo a un lado y a otro como un Sherlock Holmes
con tortículis.
Yo, como las gallinas, también ando mirando al mundo esperando siempre el
terrible huracán de los decibelios que producen la vulgaridad y el sadismo de las
personas ruidosas.
Me han dicho que yo no tengo hiperacusia, que no oigo más que ese prójimo
que aguanta feliz la mediocridad y la mala educación de los ruidosos. Yo voy
poco a poco oyendo sólo las voces destempladas sin percibir las armonías que
dicen aún pueblan el mundo.
Por eso, porque sois mis almas gemelas, yo os amo gallinas ponedoras. No os
desalentéis. Me han dicho que el cielo es silencio. Allí nos encontraremos,
queridas gallinas de mi corazón.
158
LO REPITO: SOBRAMOS GENTE
159
LLUVIA DE LEYES
UN día, un librero de Nueva York me dijo con lágrimas en los ojos señalando
los infinitos estantes que tenía repletos de infinito número de libros:
—¡Y siguen escribiendo…!
Estamos llegando a la saturación de voces, gritos y palabras. Somos ya seis mil
millones de personas que emitimos una media de cinco mil palabras al día, lo que
conforma una lista de aproximadamente treinta billones de palabras diarias,
aparte las cifras parecidas que vomitan por su cuenta los locutores de las cientos
de miles de emisoras de radio esparcidas por el mundo.
Pues bien, esas cifras aterradoras de asesinos del silencio no son nada
comparadas con las leyes que se promulgan diariamente por las autoridades
civiles y militares de nuestro planeta.
Miles de boletines del Estado anuncian a los ciudadanos de todo el mundo las
nuevas reglas, los nuevos grilletes que nacen para la felicidad de todas las
víctimas de las leyes, las ordenanzas, los decretos y los reglamentos.
¿Cuántos cientos de miles de millones de leyes nos advierten, prohíben,
amenazan, castran con sus fríos e implacables articulados? A veces, en el pavor
que me infunden las leyes vigentes, intento conocerlas y hojeo libros cargados de
jurisprudencia, boletines y órdenes ministeriales, pero es en vano. Salgo del
intento más confundido y temeroso que antes de iniciar la lectura. Cada artículo
de una ley me remite a otro anterior o me amenaza con la promulgación de otro
nuevo. Es como una ristra de salchichas que diera cien mil veces la vuelta, ¡qué
digo al mundo!, al cosmos entero. Se necesitan espacios mensurables de años luz
para cobijar todas las leyes que se han promulgado en este mundo para que la
vida social no chirríe y estalle y nos vuelva, dicen los legisladores, a la barbarie.
Por eso, cuando la portavoz del Gobierno nos tartamudea nuevas leyes para
nuestra felicidad, como el librero de Nueva York gimo mansamente sabiéndome
derrotado:
—¡Y siguen legislando!
Y día a día me voy sintiendo, gracias a los que se ocupan de mi felicidad, más
débil, más diminuto, más vulnerable.
160
EL JUICIO DE SALOMÓN
161
¿ESTÁ EL CRIMEN PERFECTO
AL ALCANCE DE LA CLASE MEDIA?
162
NI SIQUIERA TODOS LOS MUERTOS SON IGUALES
163
LECTURA Y NUTRICIÓN
164
Reflexiones optimistas:
ELOGIO AL CHEQUEO
165
ESCRITURA AUTOMÁTICA
ALLÁ por los años veinte, los surrealistas inventaron la escritura automática,
que consiste en escribir, sin ningún tipo de censura ni prejuicios, todo lo que
llega a la mente, que, siempre, aunque parezcan memeces sin sentido, tienen el
sentido oculto de alguna marranada o alguna vileza. Todo ese ingenioso juego
fue inspirado por los estudios de don Segismundo Freud sobre la onmipresencia
del inconsciente.
Freud dejaba vomitar al inconsciente para conocerlo mejor, los surrealistas para
crear su pseudoestética. La práctica de este juego se completó también con
grafismos que sucesivamente dibujaban los surrealistas sin conocer los trazos que
precedían a los que otros habían añadido a otros anteriores hasta formar una
especie de salchicha estética. Lo solían hacer también con frases. A este
sutilísimo juego de sociedad le llamaron “El cadáver exquisito”, que ahora,
pasados los años, parece una acertada definición de los mismos.
Ustedes también saben que hay días en que incluso los más embusteros y
farsantes escritores no se les ocurre nada. Hoy es uno de esos días para mí, así
que me he dicho: “¿Y por qué no dejas que hable tu inconsciente? ¿Por qué no
escribes cuanto se te ocurra? Así diviertes a tus lectores.”
Y me he puesto en trance y vean lo que ha escrito mi mano de notario:
—Me parece que esas sardinas en aceite me han sentado como un tiro. Ahora
sólo falta que se queda embarazada, o peor aún, que tenga Sida. O que ocurran
las dos cosas. Soy un imbécil por no hacer caso a Matilde Fernández. Y a
propósito: ¿a quién se lo pondrá ella? Eso es feo decirlo de una ministra. Te
aguantas. Deja en libertad a tu inconsciente. Y la Prensa, ¿pero qué les ha hecho
la Prensa para que quieran amordazarla? Me aprieta la bragueta. No me lo
explico. El miedo al Sida me he dejado el sexo como a un lactante. Yo quería
mucho a mi madre, pero mi madre ha muerto. Quizá no haya muerto, quizá me
esté esperando. ¡Vaya por Dios! Ahora va y suena el teléfono. ¿Dígame?
Discúlpame si te digo tonterías porque estás hablando con mi inconsciente. Y yo
en la tuya, mamón. Ay, perdón. ¿Eres tú? ¿Que ya te ha venido? No sabes la
alegría que me das, Manolita. ¿Pero no eres Manolita…?
Y ya está, ya he llenado el folio. Hasta la semana que viene.
166
SÓLO SÉ QUE NO SABEMOS NADA
167
LAS EXAGERADAS EXIGENCIAS
DE MI DIRECTOR ESPIRITUAL
ALENTADO por el sublime ejemplo que nos están dando nuestros políticos
con sus virtuosos y honrados comportamientos políticos, económico y social, la
semana pasada decidí volver a ser honrado como lo fui los tres días que siguieron
a mi natalicio. Y fui a ver a mi director espiritual a quien confesé mis propósitos.
Mi director espiritual, gran conocedor del alma humana y de sus arrebatos y
veleidades, me dijo:
—¿Has visitado primero a tu psicoanalista y a tu endocrinólogo?
Le confesé que no, que no les había visitado, y él, que es un hombre prudente,
me dijo que muchas decisiones como la mía solían ser patológicas y de corta
duración. “Yo aconsejo solamente cuando veo que la decisión es profundamente
moral y firme.”
—¿Cómo la de los políticos contemporáneos?
No me respondió por prudencia y fui a ver cómo andaban mi biología y mi
mente. Los resultados fueron favorables a mi noble propósito. No la patología,
sino la inclinación al bien me aconsejaban tomar la decisión que había tomado.
Mi director espiritual entonces me preguntó si tenía propósito de enmienda. Le
afirmé que sí, que la tenía. “¿Con efecto retroactivo?” —siguió inquiriendo—
“¿Y eso qué es?” “Eso es —me aclaró— que debes estar también limpio de
pasado” “¿Y eso cómo se consigue?” “Es muy sencillo —me explicó de
nuevo—, basta con que devuelvas cuanto has robado y repares todo el mal que
has andado haciendo estos últimos años”.
Tras el diálogo pasado mi valiente decisión sufrió unas inquietantes
taquicardias que se reflejaron en mi corazón. Pedí a mi director espiritual
permiso para pensarlo un par de días, tras los cuales volví de nuevo para solicitar
una rebaja en la pena que él, estricto moralista de los viejos tiempos, me negó y
además añadió que debería estar contento de que no me exigiera devolver
también los intereses devengados.
Hui de su despacho y de su rectitud, y a partir de ahora, en vez de tener un
director espiritual como lo he tenido hasta este fallida conversión a la honradez,
he decidido poner todos mis asuntos del alma en una asesoría. Los hay que tienen
mucha manga y te lo llevan todo por solamente veinte mil pesetas al mes.
O sea, que compensa.
168
¿QUÉ CÓMO LO SÉ?
169
CABEZAS DE RATÓN
170
PROBADORES DE SEXO
USTEDES saben que antiguamente los poderosos, los que tenían razones para
temer el odio de quienes les rodeaban, gozaban del lujo de que sus comidas
fuesen probadas por unos gourmets de la muerte que sentenciaban con su
defunción o su salvación la digestibilidad de las comidas.
Pues bien, ese género de exquisitos no ha desaparecido. Aunque ahora son
gentes temerosas de otra clase de muerte existente todavía en algunas fincas de
nuevos ricos gentes que se dedican a probar las comidas que sus señores. Pero no
prueban todos los platos, ahora los magnicidas utilizan poco el veneno porque
prefieren los coches bombas. Esos desgraciados a que me refiero prueban
solamente los platos guisados con setas.
Pero tampoco quiero referirme a estos vestigios de las antiguas grandezas.
Ahora quiero informarles a ustedes que existen los llamados probadores de sexo,
probadores de señoritas que van a ser saboreadas por los poderosos que disponen
de todo, incluso de la capacidad de atrapar una enfermedad venérea si se
descuidan.
La función de estos nuevos probadores consisten, como ustedes se habrán
imaginado, en comprobar el estado de salud de las doncellas o pseudodoncellas
que van a vivir en los harenes temporales de los nuevos ricos. El trabajo es grato,
pero arriesgado porque un altísimo porcentaje de tales trabajadores fallece
escuálido y desfallecido por culpa de los Sida que atrapan en su trabajo, que
debería ser considerado, en su caso, enfermedad profesional.
Los tales fornican como locos y son sometidos más tarde a los análisis
sanguíneos, que corresponden a su riesgo. Si su salud no ha sufrido menoscabo,
la joven probada es usada por los machistas escrupulosamente que han inventado
este nuevo oficio. Sí, sí, las tales son enviadas a los frentes guerreros de Oriente.
Cuento todo esto con cierto desagrado porque creo que hasta el machismo debe
tener un límite. Pero mi deber es informar a los lectores de las nuevas
costumbres. Creo, y concluyo con esta última información, que existe el proyecto
de que la Seguridad Social cree instituciones parecidas para preservar al pueblo
de esa plaga que tan cara resulta al contribuyente que es quien acaba por pagar
los tratamientos de los pacientes con enfermedades venéreas. Para todos ellos
pido a los cielos lo que se suele pedir, y que desgraciadamente, en estos días en
que mi arteriosclerosis está agudizada por los cambios climáticos, bélicos y
militares, lamento no recordar. Se me ha ido al Santo cielo.
171
LOS VOTOS CONTEMPORÁNEOS
172
LA CONCUPISCENCIA, SATÁN Y LAS MOSCAS
LOS místicos, nuestros amados místicos, temían más a las moscas que al
diablo. Ellos sabían que el diablo huye avergonzado cuando intenta tentar a un
virtuoso en uno de sus éxtasis y que basta una mirada de desprecio, quizás una
mirada de amor compasivo hacia la ingenuidad de Lucifer, para que éste huya
como alma que lleva al diablo a sus despachos del Averno.
Con las moscas es diferente. Una mosca vuela ajena a cualquier intención
malévola, desconoce las tentaciones y no quiere ofrecer a los virtuosos jóvenes
hermosas y lascivas, ni poder, ni glorias vanas, ni placeres en general, es decir,
los que están al alcance de nuestras manos en los grandes almacenes. Una mosca
vuela, va y viene y nos estorba cuando más cerca estamos de la presencia de Dios
o de la inspiración profana. En esos momentos la maldita mosca se acerca a la
comisura de nuestros labios y de allí trepa y corretea por nuestras mejillas hasta
los lagrimales de nuestros ojos para chuparnos el jugo de las pocas lágrimas que
somos capaces de verter los secos y pobre mortales contemporáneos, y de allí
volar, ahuyentada por nuestro manotazo, hasta el limpio folio donde esperábamos
escribir la reflexión que iba a producir la admiración del mundo de los justos y la
consternación de los despreciables.
Así es nuestra vida. Las grandes tentaciones son sólo fantasmas que
desaparecen en cuanto apagamos la televisión y se esfuman las mujeres
esplendorosas que se entregan a los señores clientes abiertas de amor desde las
ingles al entrecejo superior por conseguir la caída en la tentación de la compra de
una lavadora automática, unos espaguetis congelados o un coche con espejo
retrovisor automático.
Las moscas y otros seres infectos, los virus, los hongos, los protozoos nos
distraen más de los grandes pasatiempos que las antiguas tentaciones que, al
parecer, tanto espantaban al virtuoso San Antonio.
Un escozor producido por las cándidas albicans nos alejan más de la
concupiscencia que la voluntad de no caer en los pecados que nos ofrece el
diablo disfrazado de adolescente en pelotas.
Y no digamos el Sida. Pero de eso hablaremos la próxima semana.
173
EL AMOR AMORTIZADO
DON Sigmundo Freud, a quien el autor de estas líneas profesa una admiración
sin límites, escribió una vez a su amigo Fliess:
—Yo ya he amortizado mi matrimonio.
Esta frase la escribió Freud cuando aún estaban en pleno apogeo sus facultades
físicas. Rechazó, pues, la sexualidad con plena conciencia de lo que hacía, casi
con las frías maneras de las costumbres empresariales.
Sus palabras nos conducen a una cuestión importante: “¿Cuándo debemos
considerar necesario amortizar nuestro matrimonio?” “¿Cuándo un matrimonio
debe considerarse ya prescrito de sus antiguas finalidades, bien reproductivas,
bien placenteras?”.
Hemos consultado un libro que trata de estos temas y reproducimos sus sabias
palabras que hablan de la amortización empresarial. Dice así: “La amortización
es la constatación contable de la pérdida de valor de los elementos que se
amortizan”, y que pueden ser, en el tema de nuestro estudio, masculinos o
femeninos. Los fines de la amortización matrimonial serán, pues, los siguientes:
—Reflejar contablemente la pérdida de valor de los bienes que se amortizan, en
este caso el esposo o la esposa.
—Conocer en todo momento el valor neto de los restos que quedan del
matrimonio tras las amortizaciones anteriores.
—Repartir durante los años de vida útil que quedan los despojos matrimoniales
que se amortizan del coste producido por la depreciación de los mismos.
—Detraer de las antiguas satisfacciones conyugales la parte correspondiente de
amortización que, compensando la pérdida del valor erótico ya inmovilizado,
haga que el valor del matrimonio (solamente en caso que no se desee la
separación, el divorcio o el asesinato) haga que el capital de la empresa, por lo
que respecta a esto, permanezca constante (es decir, evitar la descapitalización
del vínculo sagrado).
Creo que hemos actualizado el profético pensamiento de Freud, que en tantas
cosas se adelantó a su tiempo.
Sólo nos resta añadir que es aconsejable para realizar las tablas de amortización
matrimonial anual utilizar los medios informáticos que la ciencia moderna ha
puesto a nuestro alcance. Con un simple ordenador personal (PC) podrá usted
hacerlo cómodamente en su propia casa, al lado de su cónyuge depreciado.
Y sólo nos queda agradecer a ustedes cordialmente el agradecimiento que
leemos en sus rostros tras haber leído las informaciones a las que nos estamos
refiriendo.
INSOMNIO Y CULPA
174
HAY mucha gente, como ustedes saben, con problemas de sueño. Gentes que
no duermen nada, o que duermen poco, que duermen con pesadillas angustiosas,
y gentes que se pasan toda la noche con los ojos abiertos mirando la oscuridad
que frente a ellos no impide que contemplen terribles fantasmas interiores que les
roban al serena paz del sueño de los justos. Son enfermos del sueño, terrible
enfermedad que puede tener un origen físico o un origen psicológico y que deben
ser curados con tratamientos distintos, según sea la etiología de su mal.
Hoy vamos a ocuparnos solamente de aquellos insomnes que no pueden dormir
por su mala conciencia y que pueden dormir por su mala conciencia y que
pueden ser también de dos clases: aquellos cuya conciencia sea exageradamente
escrupulosa y no se merezcan la tortura de sus autorreproches, y aquellos otros
que sí los merecen y no se los hacen porque son unos marranos, unos
prevaricadores y unos hijos de perra. Hoy, matizamos, vamos a ocuparnos
solamente de estos últimos, ofreciendo un método analítico que consiste en un
sencillo test que nos mostrará si el insomnio tiene su origen en la moral o en la
abyección.
El test es muy sencillo. Una mañana, nada más levantarse, el paciente debe
llamar por teléfono a un desconocido y anunciarle que su hijo acaba de fallecer
en un accidente de tráfico; después abofeteará a su santa esposa (o presunta santa
esposa), acusándola de haber cometido adulterio con un enano giboso lleno de
eczemas, es decir, de algo muy improbable (aunque, por supuesto, no imposible):
tras la acusación seguirá golpeando a su esposa hasta que sangre por las narices,
los ojos y los oídos, y después, fingiendo una enajenación que no debe sentir,
puesto que el test debe realizarlo lo más fríamente posible, golpeará también a
sus hijos acusándoles de ser hijos de Satanás.
Si es usted el analizado salga a la calle y atropelle, teniendo cuidado de que
nadie contemple su felonía, a una noble anciana y déjala abandonada al lado de la
boca de una alcantarilla que acabará, seguramente, devorándola. Viole luego a
una menor de edad, excepto en el caso de que ella acceda generosamente a la
violación. En ese caso busque a otra más inocente. Y siga así todo el día sus
perversas inclinaciones.
Pues bien, si aquella noche, después de su sadismo y su vileza, duerme usted
plácidamente podemos afirmar que la etiología de su insomnio no nace de su
mala conciencia.
Siga, pues, durmiendo tranquilo y prosiga las investigaciones por otro camino
cuando pase una noche insomne. De estos nuevos casos nos ocuparemos las
próximas semanas para ayudar a la ciencia a erradicar esta terrible plaga que
azota al mundo. Como nota curiosa informamos al lector que un caso típico del
caso analizado es el general Schwarzkopf que dirige las operaciones para liberar
Kuwait de la tiranía de Sadam Husein quien, por cierto, dice la Prensa yanqui,
toma tranquilizantes todas las noches, y no como los generales americanos, que,
tras contar los muertos de sus bombardeos, duermen luego a pierna suelta como
sus víctimas.
175
SONDEOS
176
LA VIDA ES SUEÑO
177
EL TACTO DESDEÑADO
178
DEL DIARIO DE UN PADRE
19 de marzo de 1991. Creo que de nuevo estoy siendo violento con mi hijo
porque hace cosas que a mí no me gusta que haga. ¿Tengo yo acaso el derecho,
aunque sea mi propio hijo, aunque le haya criado a los pechos de mi esposa
ausente, aunque él y Hacienda se lleven el ochenta por ciento de mis ingresos,
tengo yo acaso derecho, repito, a reprenderle con la severidad con que lo hago,
porque él tiene un concepto de la vida distinto del mío? ¿Debo oponerme
sistemáticamente, como él me reprocha que hago, a todo lo que hace con plena
libertad en mi casa, sí, en mi propia casa, porque ésta es mi casa a pesar de sus
deseos de ser el rey y el señor de nuestro hogar?
Hoy, por ejemplo, no he podido reprimirme y le he dado una bofetada que le ha
saltado todas las muelas del lado derecho de su cara, excepto las del juicio que
todavía no le han salido. Él me ha amenazado, después del golpe, con acusarme
de sádico ante el Defensor del Pueblo. Pero yo me pregunto: “¿Es que debo
consentir lo que ha hecho él conmigo mientras yo dormía? ¿Puedo consentirle
que me grabe a fuego vivo, como si yo fuese un toro de su ganadería, sus
iniciales en mi nalga derecha?”
Seguramente a veces me esfuerzo cuando debiera comprender a mi hijo, pero él
debe respetarme a mí por mi condición de padre, aunque él, cuando intenta
arrancarme mis masculinidades con unas tenazas, lo niegue.
Ayer, después de los duros reproches que le dirigí por querer estrangularme con
las medias de su madre mientras yo dormía la siesta, en un momento de relativa
calma entre los dos, me dijo:
—He decidido vivir solo e independiente. O sea, que ya puedes ir largándote de
casa.
¿Qué hago? ¿Seguir como siempre complaciendo sus mínimos deseos o
hundirle el cráneo con el busto de bronce con la efigie de Freud que tengo en la
mesa del despacho? Es difícil decidir: él es egoísta, lo sé, pero ¡es tan joven!
También yo a su edad, cuando acababa de cumplir lo once años, arrojé a mi padre
por la ventana.
No sé qué hacer, la verdad, que no sé qué hacer. A veces tengo miedo, como
ahora que le he oído cargar su Remington automática y le veo que se acerca
donde estoy yo sentado en mi sillón favorito frente a la telev…
(Fin del diario de un padre.)
179
CINE Y MONTAJE
USTEDES, queridos lectores, que son tan cultos, saben que se dice que el
montaje cinematográfico fue una invención de los soviéticos y que un plano
cobra distinto significado según sea el plano que le procede o que le sigue. Los
teóricos de provincias españoles, o sea, de todo reino, en aquellos lejanos años
del rojerío intelectual hablaban de aquel plano en que una mujer lloraba y que
colocado después de la muerte de su hijito nos llenaba de tristeza y colocado
después de un resbalón del zar nos llenaba de alegría.
Pues así iban las cosas cuando siguieron explicándonos que gran parte del cine
de los zares, que también hacían cosas, fue aprovechado por los bolcheviques
para montar un cine revolucionario y alentador de las masas para la conquista del
nuevo mundo. Y películas pequeñoburguesas, cambiando el orden de los planos,
se transformaban en hermosos cantos a la confraternidad de los pueblos y de los
hombres, hoy olvidada porque las masas están entontecidas de consumismo,
drogas, alcohol, sexo y deudas.
Pues bien: ha habido que dar marcha atrás, y de nuevo aquellos planos de
comedia frívola aprovechadas en las grandes producciones cinematográficas de
la época de Stalin van a ser montadas en verdadero fin: entontecer a los
muchachos de Gorbachov. Seguramente, pronto veremos una nueva y casi
definitiva versión del acorazado “Potemkin” en la que veremos cómo aquel
capitán del “Acorazado que daba a los marineros carne con gusanos lo que en
realidad les daba eran hamburguesas con caviar, que la plebe inmunda que
tripulaba la Armada zarista no podía comprender ni degustar porque sólo sabían
engullir patatas cocidas con coles fermentadas.
Veremos también “La madre”, montada de nuevo según las modas de los
tiempos que vivimos, en la que la madre no sufre por su hijo revolucionario
perseguido, sino porque el tal hijo es un joven conflictivo que se lanza a la calle
en busca de drogas, “rock” y marranas. La madre quiere impedirlo porque anhela
que su hijo estudie el manejo de los ordenadores para ingresar de auxiliar de
tercera en la sucursal del Banco de Nueva York que acaba de instalarse en su
barrio de Moscú.
Pronto nos llegará el nuevo cine ruos-liberal-zarista y veremos cómo nuestra
educación marxistoide y maoísta no ha podido destruir el brillante camino de la
historia hacia la maravillosa retrocultura que nos empuja hacia vaya usted a saber
dónde.
180
DULCE HISTORIA DE AMOR
181
EL TERROR
182
PALABRAS LLENAS
183
TU VIDA ES UNA NOVELA
SÍ, querida lectora que me lees y pones en duda mis palabras, tu vida es una
novela porque todas las vidas son una novela y la tuya no va a ser la excepción
que confirme la regla.
No pienses que para vivir una vida intensa es necesario que tus padres, después
de arrojarte al nacer en una alcantarilla llena de ratas, resultasen al final ser los
duques de Gallipollis, ni que tengas que ser violada por un marciano al que diste
tu amor inocente confundiéndole con un ternero, no, repito, tu vida está llena de
sentido aunque no seas como las protagonistas de esas novelas de aventuras y de
amor que lees envuelta en lágrimas y en palpitaciones que te cogen medio
cuerpo. Para vivir una vida de novela no es necesario ser espía de los Zares, ni
bailarina del Bolchoi, ni haber sido amante de todos los Kennedy al mismo
tiempo, ni siquiera haber huido a Benidorm un fin de semana con el repartidor
del supermercado próximo, sidótico y drogadicto (el chico, no el supermercado)
que te dejó también embarazada, como tus padres, en otra alcantarilla llena de
ratas, llenas a su vez de piojos. Esas cosas sólo ocurren en los seriales de la
televisión en los que todo es oro falso, caca y corrupción.
Tu sencilla vida de estudiante, tus esfuerzos para encontrar un empleo honrado
y modesto, tu noviazgo con el auxiliar de tercera que compartía contigo la
centralita telefónica en que consumisteis vuestra juventud hasta que os casasteis
y tuviste los tres niños que criaste a tus pechos hasta la separación matrimonial,
que te condujo de nuevo al triste hogar de tus padres de los que te ocupaste hasta
su muerte, también forman eslabones de la cadena de una vida llena de
sensaciones. Eso, te repito, querida amiga, también puede ser una maravillosa
novela si la sabes vivir con intensidad y con gozo saboreando en su plenitud cada
momento de hastío, cada hora de aburrimiento, cada día de depresión, cada año
lleno de la desesperación de no tener dinero para alejar a tu marido de la droga y
el alcoholismo, cada siglo de nada y vacío.
Debes aprender a darte cuenta de que en esos instantes que te digo está la
felicidad, la plenitud de la existencia si sabes verlas en sus aspectos luminosos,
esperanzadores, de comunión en la alegría que emana de la armonía del cosmos.
Y si no piensas como yo, ni me crees y eres ambiciosa, deja el bingo y
entrégate a la primitiva. Sólo ahí podrás encontrar la ocasión de acceder a la vida
que estás soñando.
184
HUIR DEL MUNDANAL RUIDO
ALENTADO por los versos de Fray Luis de León, harto de las miserias de la
vida social y política en que vivía y que herían mi sensibilidad salpicándome con
sus necesidades, egoísmos e inmundicias, he decidido huir al páramo siguiendo
la “senda de los pocos sabios que en el mundo han sido” en busca del silencio y
la soledad que, por fin, no sin esfuerzo, he encontrado.
Y aquí estoy en plena calma, soledad y silencio, como digo, sólo turbados por
la presencia de quienes me ayudan a que no carezca de los mínimos bienes
imprescindibles para lograr mis delicados deseos.
Sólo recibo a las humildes gentes que me proveen todas las mañanas del caviar,
las anguilas, el jamón y los langostinos que preciso para no abusar de mi virtud
exagerada; a los servidores que lavan mi ropa interior de sea natural, a las
jóvenes y generosas adolescentes que vienen a endulzar los momentos de mi
esforzada soledad; a los mensajeros que me traen la Prensa diaria y semanal con
las aborrecibles informaciones sobre las conductas licenciosas de los poderosos
que se creen felices en la corte, y a los generosos mercaderes que me surten
diariamente de perfumes e insecticidas para alejar de mi mansión a estos puercos
bichos que cercan y alteran mis momentos de bienaventuranza.
He huido de las miserias del poder y la vanidad en las que estuve, como digo,
encenegado. ¡Ay, mísero de mí! ¡Ay, infelice!, en los años en que gocé de los
llamados placeres de las grandes ciudades. Ahora el clima es bueno, mis
servidores discretos y mi salud, la propia de quienes vivimos alejados de las
inquietadas que dan la ambición y la soberbia. No estoy arrepentido de mi
decisión, ni jamás volveré a ensuciar mi corazón en las luchas por el poder y el
dinero.
Ya sólo me queda para conseguir la calma de espíritu que mis renuncias se
merecen que se apaguen los escozores que el Don Perignon produce en mis
almorranas y que mi joven sobrina, que todos los fines de semana alegra con su
presencia mi corazón solitario, le vengan esas cosas que demuestran que las
vírgenes no están embarazadas.
Y eso es todo. Aquí, en mi humildad y en la renuncia, he encontrado, por fin, la
paz que necesitaba mi cansado y sensible corazón. Dios quiera que no se
descubran mis últimos negocios.
(Del diario íntimo de quien ustedes ya saben).
185
UN LADRÓN DE MI DORMITORIO
186
LA RESURRECCIÓN DE DIÓGENES
(Crónica urgente)
USTEDES, sin duda, han oído hablar de Diógenes el Cínico, discípulo del gran
Antístenes, que en Atenas y Corinto recorría las calles reprendiendo a los
antiguos griegos —estamos hablando del siglo V antes de Cristo— por sus vicios
y mostrando con su conducta virtuosa su desprecio a las riquezas y su amor a los
pobres. Diógenes salía con una linterna buscando —decía— a un hombre, a un
hombre honrado y digno. Nunca lo encontró, y sin desesperanza volvía todos los
días a su vivienda, que consistía en un humilde barril que tenía aparcado en las
afueras de la inolvidable Atenas de aquellos años que todos los que la conocimos
no podemos olvidar.
Pues bien, Diógenes ha venido a España. La semana pasada se le pudo ver con
su barril y su linterna atravesar el aeropuerto de Barajas para dirigirse a pie hasta
el centro de Madrid, donde, según él mismo confesó a los infames, miserables y
malnacidos periodistas, su presencia era imprescindible por lo que había oído
contar de la capital de nuestra patria, o sea la antigua España.
Pues bien, repito de nuevo, la misma noche de su llegada, Diógenes se dirigió
al centro de Madrid armado solamente con la luz de la caridad y la esperanza que
surgía de su famosa linterna, y esa misma noche también se produjeron los
siguientes acontecimientos: Diógenes fue robado y despojado de su túnica por un
grupo de salteadores de grandes vías, fue violado repetidas veces por varios
colectivos de travestidos, hermafroditas y homosexuales matriculados en un
máster de sexualidad y erotismo contemporáneo, para más inri le despojaron
también de su linterna, la linterna con la que en la antigua Grecia delataba las
ignominias y cobardías de los hombres, y por último fue detenido por error por la
Policía Municipal, que le confundió, a causa de su habitual suciedad, con un
norteafricano recién llegado a España para perfeccionarse en la venta “leasing”
de alfombras turcas falsas.
Diógenes fue puesto al amanecer en libertad. Más triste y cínico
(filosóficamente hablando) que nunca, se dirigió a su humilde barril, que, para su
desdicha, estaba lleno de okupas que le golpearon por especulador y
revalorizador de solares al confundirle con quienes ustedes saben.
Esta mañana, Diógenes, que no ha querido hacer declaraciones a la infame,
malencarada e hija de mala madre Prensa, se ha alejado de nuestra patria
diciendo en voz baja:
—Esto no hay quien lo aguante. Prefiero volverme al siglo quinto.
Quinto antes de Cristo, como saben bien mis cultos y amables lectores. Desde
la desesperación y el desconsuelo les hablo.
187
HUIR DEL MUNDANAL RUIDO
ALENTADO por los versos de fray Luis de León, harto de las miserias de la
vida social y política en que vivía y que herían mi sensibilidad salpicándome con
sus necesidades, egoísmos e inmundicias, he decidido huir al páramo siguiendo
la “senda de los pocos sabios que en el mundo han sido”, en busca del silencio y
la soledad que por fin, no sin esfuerzo, he encontrado.
Y aquí estoy en plena calma, soledad y silencio, como digo, sólo turbado por la
presencia de quienes me ayudan a que a que no carezca de los mínimos bienes
imprescindibles para lograr mis delicados deseos.
Sólo recibo a las humildes gentes que me proveen todas las mañanas del caviar,
las angulas, el jamón y los langostinos que preciso para no abusar de mi virtud
exagerada; a los servidores que lavan mi ropa interior de seda natural; a las
jóvenes y generosas adolescentes que vienen a endulzar los momentos de mi
esforzada soledad; a los mensajeros que me traen la Prensa diaria y semanal con
las aborrecibles informaciones sobre las conductas licenciosas de los poderosos
que se creen felices en la corte, y a los generosos mercaderes que me surten
diariamente de perfume e insecticidas para alejar de mi mansión a estos puercos
bichos que cercan y alteran mis momentos de bienaventuranza.
He huido de las miserias del poder y la vanidad en las que estuve, como digo,
encenagado, ¡ay mísero de mí!, ¡ay infelice!, en los años en que gocé de los
llamados placeres de las grandes ciudades. Ahora el clima es bueno, mis
servidores discretos y mi salud la propia de quienes vivimos alejados de las
inquietudes que dan la ambición y la soberbia. No estoy arrepentido de mi
decisión ni jamás volveré a ensuciar mi corazón en las luchas por el poder y el
dinero.
Ya sólo me queda para conseguir la calma de espíritu que mis renuncias se
merecen que se apaguen los escozores que el Don Perignon produce en mis
almorranas y que a mi joven sobrina, que todos los fines de semana alegra con su
presencia mi corazón solitario, le vengan esas cosas que demuestran que las
vírgenes no están embarazadas.
Y eso es todo. Aquí, en mi humildad y en la renuncia, he encontrado por fin la
paz que necesitaba mi cansado y sensible corazón. Dios quiera que no se
descubran mis últimos negocios.
(Del diario íntimo de quien ustedes saben)
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UN PANADIZO PROPIO DUELE MÁS QUE MIL AJENOS
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EL “TEST” DE LA DECLARACIÓN DE LA RENTA
YO, todos los años, cuando hago la declaración de la renta, miento: pero,
desgraciadamente, no a Hacienda, que —lo sé— tiene mis huellas dactilares
económicas escondidas en un perverso ordenador que conoce mi vida mejor que
mi psicoanalista, mi director espiritual y mi legítima esposa. Yo miento a mis
amigos.
Como se sabe, todos los días, al atardecer, cuando la ciudad deja de mugir
como un toro en la luna llena, todo el mundo habla de los impuestos y de sus
rigores. Yo escucho pacientemente los sollozos y las angustias de mis amigos
contribuyentes y, cuando todos han vomitado sus lamentaciones, digo:
—Yo también estoy desesperado. Este año he vuelto a pagar a Hacienda treinta
y seis millones.
Y entonces empieza lo más bonito. Cuando lo lógico sería que amigos íntimos,
esos que dicen que darían su vida por mí, los que todo lo suyo es mío, aquellos
que sólo desean mi felicidad, palidecen al oírme y luego, sin poderse contener,
brotándoles la ponzoña de la envidia por los ojos, me gritan:
—¿Pero tú cuánto dinero ganas, pedazo de cabrito?
Nadie tiene piedad de lo que pagan a Hacienda los demás. Todos nos
lamentamos sólo de nuestras propias desdichas. Si Hacienda te ha dejado
semidesnudo, tus amigos queridos se desesperan pensando que aún te queda la
otra mitad, que eres un afortunado por poder pagar lo que pagas, que pagas más a
Hacienda que lo que ellos ganan en su oficina, que no comprenden de qué te
quejas, a ellos precisamente, que todas las liquidaciones les salen negativas, y
que Hacienda debería apretar más todavía el pescuezo de los afortunados que
pueden desprenderse de la mitad de sus ingresos sin caer en la miseria.
Luego, cuando les digo la verdad, se tranquilizan un poco, aunque en sus ojos
enrojecidos aún quedan los peligrosos rescoldos de la duda y de la envidia. La
mayoría de las veces esos envidiosos frustrados acaban por enviar un anónimo a
Hacienda para incitarles a la inspección. Cuidado el prójimo es mucho peor que
Hacienda. Mucho ojo con ese tipo de bromas porque te juegas el futuro.
Di siempre que Hacienda te devuelve todos los años dinero para que, en vez de
ser odiado y envidiado, seas sólo despreciado por pobre, por no ser nadie, por
imbécil.
O mejor aún, di siempre la verdad, a Hacienda y a tus amigos, y que sea lo que
Dios quiera, que suele coincidir con lo que quiere Hacienda.
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LOCO DE PAGAR
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BUSQUEMOS EL PLACER
EN los llamados tiempos idos, siglo más o siglo menos, solían decir aquello,
hoy en desuso, de “busquemos el placer, que el penar viénese sin le buscar”,
sentencia trágica, simple testimonio de grandes carencias.
Aquellos antepasados nuestros que tanto deseaban y buscaban el placer
debieron estar hambrientos de todo, de pitanza, de refocilos y de demás bienes
materiales tranquilizadores de los instintos básicos, o sea el de conservación y el
de reproducción.
Nosotros, gracias a Dios, tenemos satisfechos generosamente tales instintos.
Comemos como cerdos y como cerdos nos revolcamos en el cieno de la gula y la
lujuria con el beneplácito de las autoridades municipales, autonómicas y
estatales, que por un voto son capaces de bailar la danza del vientre con el
trasero. Ahora todos somos glotones y consumistas, y pasa lo que pasa, que
hemos acabado por tener que huir del placer porque tras él viénese el penar, pero
no sin le buscar, sino atraído por nuestra molicie y desenfreno. Ahora, tras los
banquetes llegan las procesiones punitivas de ácidos úricos, de colesteroles, de
transaminasas irritadas que nos obligan a volver a las austeridades bíblicas y
presocráticas. Hemos cambiado. El placer, como decimos, nos trae divertículos y
amenazantes mutaciones del recto. Ya no los dioses ni los moralistas, sino los
intestinos nos inclinan a la austeridad y a ser frugales.
Y lo mismo pasa con el instinto de reproducción, que ahora, en cuanto una
excreción ajena penetra en nuestro cuerpo por alguno de los críticos que
comunican nuestra alma con el mundo, nos desinmunizarnos y se nos salen los
huesos por las órbitas de los ojos.
Hoy, gozar es un riesgo; moderarse, una garantía de supervivencia. Gracias a
ello tenemos la dicha de morir rodeados de enfermeras impacientes por que
desalojemos nuestra cama y por algún bisnieto con coeficiente intelectual
negativo, pero nuestras vísceras están depauperadas por la severidad del tiempo,
no por nuestro abuso vicioso de sus funciones.
En consecuencia, moraleja primera: toda virtud tiene su recompensa. Moraleja
segunda: estas reflexiones carecen de moraleja segunda.
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LA VENGANZA DE LOS DIOSES
ESTOY seguro de que todos los dioses se han confabulado para que yo no
conozca la felicidad. Todos, absolutamente todos, los verdaderos, los falsos, los
ya fallecidos hace siglos, los que nunca han sido imaginados y esperan en la
sombra que la necedad de los hombres les dé vida y los que ahora mismo no
puedo recordar han decidido que yo sea un desdichado.
Soy feo, viejo, velludo (me salen pelos hasta por el cristalino), deforme y hiedo
por todos los orificios con que mis semidescompuestas vísceras se comunican
con el mundo. Sé que los dioses además de envidia por mi grandeza sienten
también hacia mí el mismo desprecio que sintieron mis padres por aquel feto
maloliente que era yo cuando me trajeron al mundo. No les guardo rencor porque
yo he sentido lo mismo que ellos hacia los cuatro hijos que he enviado a las
alcantarillas al ver que habían salido a sus abuelos. Pero yo, como Prometeo y los
antiguos héroes, me enfrento a ellos, a los dioses, y sigo luchando. Y hasta ahora
siempre he vencido.
Siempre, menos hoy. Hoy, no sé por qué, me he hecho la eterna pregunta que
nos conduce a la nada: “¿Merece la pena seguir viviendo como vivo, envuelto en
la constante ordinariez de la miseria?” Y he respondido que no, que no merece la
pena seguir viviendo en medio de la mediocridad que me rodea y me he
suicidado arrojándome por la ventanuca de la inmunda buhardilla en la que he
malvivido durante toda mi vida, iluminado solamente por la grandeza de Mozart.
Pero hasta la felicidad de la muerte han querido arrebatármela los dioses en los
últimos minutos de mi vida. Cuando descendía por el vacío he oído por una
ventana que la radio anunciaba el número premiado en el sorteo de la lotería
nacional de ese día. Se lo han imaginado ustedes seguramente: ¡Era el mismo
número al que yo durante toda mi vida he jugado, siempre en vano!
Ahora yacemos, yo y el décimo premiado, en el patio de la casa,
ensangrentados como unos perros sarnosos apaleados. Mi fortuna, ya inútil,
asoma por el bolsillo trasero de mi pantalón reventado por el golpe que me los ha
bajado hasta los tobillos.
Cuando vengan a recoger mis tristes escombros descubrirán, al verme
descalzonado, que en la rabadilla tengo rabo.
Así mueren los hombres que se enfrentan a los dioses.
Y yo me pregunto: “¿Dónde está la justicia?”
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SEÑOR JUEZ: HOY HE ESTRANGULADO
A MI POBRE DE CABECERA
YO, señor juez, soy de manso y piadoso corazón y doy a todos los pobres que
se cruzan en mi camino parte de mis riquezas y de mis lujos: consejos, monedas,
abalorios y direcciones de viejos clubes de suicidas.
Gracias a mi magnanimidad, muchedumbres de elementos individualizados del
colectivo de ciudadanos desfavorecidos por la Primitiva y similares esperan a que
yo aparezca tempranito camino de mis paseos matinales. Yo les arrojo los restos
de mis festines, que ellos atrapan en el aire con sus piquitos abiertos mientras
aletean como locos, como gallináceas de corral.
Un día, a instancia de las autoridades locales que se alarmaron de los alborotos
que se organizaban por mis actos piadosos, abandoné la chusma de infectados y
elegí a unos de ellos como pobre de cabecera, es decir, volví a las antiguas
costumbres de la nobleza a la que pertenezco por parte de mi señorita madre,
rama adúltera.
Pues bien, señor juez, mi pobre de cabecera vivía plácidamente a mis expensas
sin apenas obligaciones: cortarme las uñas de los pies, leerme las esquelas que
aparecen en la Prensa, sajarme mis pupas veneras, acudir a votar en mi nombre y
demás actos sociales de la clase a la que pertenezco, gracias a las costumbres
licenciosas de mi señorita madre, rama adúltera, como le dije.
Otrosi, señor juez. El tal afortunado mendicante poco a poco se ha ido subiendo
a la parra hasta conseguir el título de Ayuda de Cámara y Pobre manumitido de
Cabecera con Seguridad Social, jubilación a los cincuenta años, vacaciones
anuales reglamentarias y derecho social a cohabitar con mis sobrinas los días que
me visitan en las celebraciones de mi fiesta onomástica.
Últimamente, el tal insaciable exigió que cambiásemos de lecho, porque mi
cama es de ciento cincuenta centímetros de anchura y la suya sólo de diecisiete.
Yo me negué en nombre de la nobleza de sangre de mi señorita madre, rama
adúltera, como dije, y él me vejó y me ofendió recordándome mi pasado. Yo, en
defensa propia, le estrangulé con mis propias manos que antes habían separado
de mis intimidades las suyas obscenas, porque también intentó propasarse.
Y eso es todo, señor juez, la semana que viene le informaré de la institución
oficial a la que he enviado los restos del tal insolente disfrazado de
cadáver-bomba.
A estos extremos nos conduce la nueve línea liberal del partido que engolosina
a quienes deberían seguir viendo felizmente como hasta ahora con el maná de las
ayudas sociales.
Consecuencia: no debemos privatizar la caridad.
Nos vemos, señor juez.
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UN ABUSO A ERRADICAR
LAS feministas, que deberían llamarse por sus conductas sociales y personales
hembristas, protestan por el infame uso que se hace del cuerpo de las mujeres,
exhibiendo sus nalgas y demás aditamentos ornamentales en hebdomadarios del
género puerco-estético en posturas incitantes y provocadoras.
Servidor, humilde machista de toda la vida, piensa que tales damas exageran
sus quejas. Todas las mozas que se despelotan lo suelen hacer voluntariamente,
sin estar empujadas a sus decisiones por imperiosas necesidades económicas. En
España, nuestras jóvenes, maduras y casi ancianas se desnudan solamente
deslumbradas por el hedonismo contemporáneo. Y ha llegado, creo, el momento
de poner fin a este abuso sexual y a este monopolio del sexo débil. ¿Por qué
tenemos que ver constantemente los ombligos y alrededores del ombligos de las
mujeres españolas y no podemos ver los de los gallardos caballeros hispanos?
¿Es que sólo son exhibibles las pelambreras y turgencias de las famosas y no las
de los famosos?
Dicho lo anteriormente dicho, he recapacitado sobre esta cuestión y rectifico.
La cuestión no es del género estético, ni del moral, ni del generacional. El asunto
es simplemente económico y la culpa la tiene la famosa codicia de las mujeres.
Son ellas quienes impiden que los hombres se desnuden también y ganar así unas
perras para el día de mañana cuando sus carnes sean tristes flanes tostados y
amojamados.
¡Los millones que reparten todas las semanas las publicaciones
estético-sentimentales-pornográficas deben repartirse equitativamente entre los
dos sexos! Por decreto-ley u orden similar en autoridad y justicia dichas
publicaciones deben exhibir un desnudo femenino y otro masculino
alternativamente todas las semanas. Eso mandan la decencia y la justicia.
El Gobierno tiene la palabra. Y la obligación de dar ejemplo y salir también en
pelotas para admiración de Europa y demás entes autonómicos del Universo.
He dicho. Por veinte millones pasen a fotografiarme cuando quieran, antes, a
ser posible, de que sea demasiado tarde.
195
EL NUEVO INFIERNO
196
LA MUERTE DEL MAGNATE JAPONÉS
197
EL SUEÑO
198
TOMARLO A RISA
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ALIENAR LA CULPA
EN mis tiempos, las personas mayores solían decirnos que los enemigos del
alma eran el mundo, el demonio y la carne, y a veces, con carácter particular, se
nos acusaba de tener el diablo en el cuerpo, de ser el rabo del demonio y de
alimentar a una solitaria intestinal que se nos había colado en el alma, alma
creada a imagen y semejanza de alguno de los seres celestiales de los cielos
prehistóricos.
Ahora esas acusaciones, o esos perdones, se han extendido también a los
adultos, ahora nadie es culpable de sus indignidades. La culpa de los vicios de los
hombres, dicen, son su incultura, su pobreza, la injusticia social, la educación
familiar, el llamado régimen anterior, los grandes traficantes de drogas y así
sucesivamente. Cualquier racionalización sirve para que sigamos creyendo en la
inocencia que se supone poseíamos antes de ser expulsados del Paraíso por algo
que ahora daría risa seguramente hasta al mismo Señor de los Cielos. Nadie
admite que descendemos de los más viles batracios y que el gran enemigo del
alma lo somos cada uno de nosotros mismos, que todavía continuamos siendo
unos repugnantes bichejos húmedos y fríos, capaces de cualquier cosa por
satisfacer nuestras heladas pasiones de batracios depredadores, egoístas, lascivos,
parricidas, violadores y lo que me callo.
Nadie admite honradamente que la culpa brota de nuestra condición de
hombres, hechos a imagen y semejanza de las amebas, que son, como se sabe,
unas perversas polimorfas hasta que acaban el COU, según escribió atinadamente
don Sigismundo Freud.
O sea, caballerete autopinchador amante del estruendo inarmónico que tú
tomas por música, o sea, señorita de carnes fáciles que quieres ser famosa cueste
lo que cueste, deja de mirar por las ventanas exteriores buscando excusas a tus
lánguidas ambiciones y mírate hacia dentro, hacia tu feo patio interior y
contempla allí tus pobres ropas puestas a secar y júzgate a ti misma por lo
limpias o lo puercas que las tienes.
Deja de culpar a tus pobres padres de lo que sólo depende de ti y tu futuro será
más bello y luminoso: serás una desdichada o un desdichado de pelo en pecho y
no culparás a nadie de tu miseria interior. No existe la mala suerte, salvo en dos
excepciones singulares de las que nos ocuparemos la próxima semana en el
segundo capítulo de este serial, en el que se analizará a partir de esta semana la
desfallecida moral contemporánea.
200
LOS RASCAMIENTOS
LOS historiadores apenas se suelen ocupar de la forma o el arte con que los
grandes hombres de la antigüedad se rascaban la piel de sus cuerpos. Y es una
pena porque el conocimiento de esos rascamientos nos daría una información que
complementaría los pocos datos que poseemos de la compleja psicología de los
poderosos.
Nadie duda actualmente que Wifredo el “Velloso” se rascaba las ingles de muy
diferente manera a como se las rascaban Viriato, Amadeo de Saboya o don
Niceto Alcalá Zamora, famosos en sus tiempos por el furor con que se rascaban,
especialmente en la intimidad de sus hogares, bien por cuestiones patológicas,
bien por motivos de política internacional en general.
Antiguamente casi todo el mundo padecía irritaciones cutáneas y no eran raros
los casos de sarna entre las mejores familias. Al pueblo se le caía la piel a trozos,
bien por la suciedad reinante, bien por las epidemias o bien por las carencias
nutritivas a que suelen ser en general tan aficionados los pobres. Pero este
estudio no va dedicado a las clases humildes, cuyos sufrimientos carecen de
interés para los estudios históricos, sino a los ricos y poderosos que disponían de
agua, aunque generalmente sólo la utilizaban para ahogar a sus enemigos.
La Reconquista se hizo en gran parte por los grandes rascadores astures y
cántabros, que tenían la piel desollada por la aspereza de las pieles de oso con
que se cubrían, generalmente llenas de parásitos que excitaban a tales nobles
caballeros visigodos y los lanzaba en pos de los árabes de Córdoba que se
rascaban con plumas de pavo real o con las yemas de los dedos meñiques de los
eunucos adolescentes que solían conservar en sus palacios en agua de azahar.
Los intelectuales también se rascan de distintas maneras según sean
intelectuales independentistas, asilvestrados o mansos de pesebre. Pero de esta
fauna casi extinguida y de sus ardores epidérmicos nos ocuparemos con más
detenimiento la próxima semana. Los hay, adelantamos la información a nuestros
lectores, que se despellejan con el furor con que solicitan subvenciones a los
ministros, y los hay que no tienen un pelo del trasero en buen estado.
Pero, como dijimos anteriormente, estos estudios corresponden a la semana
próxima.
No se pierdan el culebrón de rascamientos. El saber no ocupa lugar y ayuda a
triunfar en sociedad.
201
LA DEGRADACIÓN DE LOS HÉROES
LOS héroes se han degradado y es una pena. Los héroes de ahora son más
populares, pero carecen de la grandeza de los antiguos héroes, quizá porque no
descienden de dioses o de diosas en celo que sabían escoger entre lo mejorcito de
los mortales y de las mortales.
Ahora nuestros héroes son simples famosillos minúsculos que brillan con luz
opaca unos segundos para apolillarse inmediatamente en los desvanes de las
hemerotecas. Son héroes de pantallas de televisión y de páginas de sucesos que
sorprenden sólo por sus vicios y sus torpezas.
Ahora son envidiados, pero no admirados.
Los héroes fueron primero semi-dioses: luego, hombres excepcionales, y ahora,
desgraciadamente, sólo carne de noticia sensacionalista. La fama ahora se
adquiere con entrepiernas al aire, con perversiones sexuales y con miserias nada
ejemplares. Una gorda obscena que fornica en público con su perro ocupa las
páginas vacías de las virtudes de las virtuosas, que sin duda debe de haberlas. Un
ladrón bizco y espabilado es la admiración de todos los mentecatos que se tragan
con sus fauces desdentadas las perversiones y banalidades nada ejemplares de
esos pícaros héroes de la popularidad. Un niño drogadicto es más famoso que el
amado niño Juanito, al que ahora se desprecia porque ama las plantas, los
animales, las ciencias, las artes y las letras.
Se acabaron los Hércules y los Aquiles que iban ofreciendo su corazón a pecho
descubierto. Hasta los héroes militares son simples matarifes ocultos bajo sus
condecoraciones que afirman que su misión no es contar los muertos que causan,
sino amontonarlos. Los héroes antiguos vencían a unos enemigos que conocían
personalmente en luchas singulares y enterraban a sus enemigos con respeto
honrando la grandeza de haber sido durante algún tiempo casi iguales. Ahora a
los enemigos se les degrada en las fosas comunes, en las que, desgraciadamente,
muchas veces, se les entierra vivos.
O sea, que, resumiendo, los héroes de ahora no tienen padre ni madre en el
monte Olimpo. No vivirán eternamente; sólo existirán en la memoria de los
hombres que miran distraídamente las pantallas de sus tristes televisiones.
202
LA DELINCUENCIA NACIONALIZADA
203
¿CUÁNDO ODIAR A LOS POBRES
PUEDE SER INTERPRETADO COMO
UN ACTO DE LEGÍTIMA DEFENSA?
204
MI ORDENADOR DE CABECERA
205
MACHISTAS POR PARTE DE MADRE
EN este turbio asunto del machismo, en el que los hombres reciben los insultos
y las mujeres las bofetadas, hay un dato que pudiéramos llamar, como se solía
decir en los tiempos de la rojez sentimental, objetivo: las mujeres son las
principales de la existencia del machismo.
Los machistas nacen inocentes e incapaces de distinguir sexos, colores, razas o
clases sociales. Esos vicios nos vienen más tarde, cuando nuestras madres y todo
el tropel de seres femeninos que inundan nuestros primeros y frágiles años de
hombres nos tratan como si fuéramos los príncipes del mundo, cuando al
cambiarnos los pañales elogian y acarician nuestras pililas augurándoles
crecimientos desmesurados que serán, dicen, la admiración de las pobres
mujeres, seres incompletos que son desdeñadas desde su nacimiento por las
mismas mujeres.
El niño es el rey de la casa, el favorito de mamá, el preferido de todos, el
receptor de toda clase de caricias y halagos, el supuestamente más inteligente, el
más fuerte, el más alto, el rival de papá a quien vencerá fácilmente gracias a la
mamá que ya le declaró elegido cuando era un náufrago feliz en su vientre
amoroso y nutritivo.
El niño, más tarde, recibirá los consejos de una madre celosa que le dirá que
venza a las mujeres y se burle de ellas, peligrosas harpías succionadoras, contra
las que tendrá que luchar toda la vida. ¡Pobre del niño sentimental y enamoradizo
porque será derrotado por la agresividad de las mujeres. Será despreciado y
escarnecido por ellas, víctimas y verdugos.
Las madres españolas educan a sus hijos para que durante toda su vida siga
siendo el rey, el amado, el único, el elegido y luego, ¡claro! Ocurre lo que ocurre.
Si no, que me lo digan a mí, que cada vez que pasa a mi lado una mujer sin
deslumbrarse por mi virilidad y mi belleza me derramo en llanto vivo.
¿Verdad que es cierto lo que digo, mamita mía querida, que en paz descansas?
206
LA BELLEZA DE NARCISO
207
YA TODO ES POSIBLE
LES informamos que iba Caperucita Roja por el bosque cuando se le apareció
el lobo, que le preguntó lo que todos sabemos:
—¿Adónde vas Caperucita?
Y ella le contestó, como también todos sabemos, que iba a llevarle la cena a la
abuelita que estaba enferma en la cama.
El lobo entonces le indicó a Caperucita un camino más corto para llegar a casa
de la abuelita, antes de que anocheciese, y él voló por un atajo para llegar a casa
de la abuelita antes que su amada nietecita, es decir, Caperucita Roja, y etcétera,
etcétera, etcétera. ¡Qué les voy a contar a ustedes!
Y así, un día y otro día y otro día, hasta que un último día no apareció el lobo
para preguntarle a Caperucita a dónde iba, lo que trastornó la mente infantil de la
pobre niña.
Resumiendo, que había ocurrido lo siguiente: Caperucita era mucho más astuta
de lo que se imaginaba el pobre lobo y al oír sus consejos iba corriendo a casa de
su abuela por un atajo más corto que el que le aconsejaba el ingenuo animalejo, y
llegaba antes que él. Una vez en casa de su abuelita, Caperucita Roja cogía un
hacha enorme con el que cortaba la cabeza al pobre lobo cuando decía lleno de su
ingenua perfidia:
—Abre, abuelita; que soy Caperucita Roja.
Luego, asesinado vilmente el pobre lobo, Caperucita con ayuda de su abuela,
que no estaba enferma ni nada, lo despellejaba, lo descuartizaba, cogía las partes
más blandas y sabrosas del pobre bicho y las guisaban para el cena después de
arrojar el resto a un pozo.
Y así, un día y otro día y otro día Caperucita y su miserable y degenerada
abuela se fueron comiendo todos los lobos del bosque hasta que no quedó ni uno.
Lo que provocó las sospechas del grupo ecologista local que denunció la
desaparición de los lobos a la Guardia Civil, que inmediatamente se puso en
acción y tras derribar todas las puertas de la comarca descubrió la trama criminal
que les hemos narrado.
Y esto es cuanto teníamos que decirles a ustedes, queridos lectores.
P. E. Naturalmente, como ustedes habrán sospechado, Caperucita llevaba
siempre la cesta vacía, lo que aumenta, por su premeditación, la maldad de la
condenada jovencita que además era drogadicta y corruptora de mayores.
Último aviso: No dejen los cuentos infantiles al alcance de los niños.
208
EL HUMOR NUESTRO DE CADA DÍA
A veces, cuando los llamados humoristas se reúnen para practicar las nobles
artes del coloquio cultural, a veces, repito, o sea, siempre, reciben a bocajarro la
pregunta temida y esperada que dice: “¿Qué es el humor?”.
Los humoristas entonces se callan, mostrando así su ignorancia, hasta que uno
de ellos, el más europeo, lo aclara dogmáticamente:
—El humor no se sabe qué cosa es, pero las investigaciones científicas han
aclarado que se manifiesta especialmente cuando alguien se ríe de sí mismo.
Pero uno de los humoristas, ensimismado, reflexiona sobre las siguientes
cuestiones nacidas de la aclaración citada:
—Sí, es cierto el humor se manifiesta especialmente en esa lección de
humildad que es la risa, que tanto nos ayuda a luchar con dignidad de hombres
contra el infortunio; pero ¿en qué grado de infortunio, en qué grado de intensidad
y duración de la desdicha deja uno de reírse de sí mismo para pasar a las
maldiciones y a la ofensa personal a los dioses que permiten, si no han creado,
ese infortunio? Una jaqueca, por ejemplo, una de esas jaquecas que te ocupan el
cerebro entero, la faz, el pescuezo y se difunde hasta medio tórax, a un hombre
con humor puede inspirarle la frase acertada que provocará la admiración de
quienes la escuchan; pero si la jaqueca persiste y dura, no unas horas o un solo
día, sino semanas, meses, años, la vida entera, ¿quién es el imbécil, por muy
humorista que sea, que todavía tiene fuerzas para reírse? Sólo un perverso, un
masoquista, jamás un humorista nacido para gozar de las grandezas de los
placeres de la vida, su pasión secreta.
Otra reflexión: si a alguien, por ejemplo, de improvisto, en una tertulia, al
señalar al cielo con su dedo índice comprueba que de la yema del tal dedo brota
un pequeño chorrito de sangre, seguro que hace comentarios de los llamados
jocosos. De eso no hay duda. Pero si el chorrito sigue en sus trece y poco a poco
va desangrando al supuestamente gracioso, verán ustedes cómo, pálido y
desencajado, se dirige hacia la consulta de urgencia más próxima, rezando, si es
creyente, y blasfemando, si ha dejado de serlo.
(Lección primera del curso que hoy se inicia en estas páginas sobre el
importantísimo tema que dice: “Los límites del humor y su aplicación en las
artes, las ciencias y el comercio”.)
(Se ruega sigan atentos a la pantalla de su televisor.)
209
LOS TENORCITOS
210
LA FELIZ TRAGEDIA SOVIÉTICA
(Discurso)
NOTA.— Este discurso, adornado con las voces citadas, debe ser leído todas
las noches antes de acostarse a los niños para que vayan conociendo las
complejas disciplinas del humor político. En el futuro nos lo agradecerán.
211
SER MOZART
212
ELOGIO DEL SILENCIO Y
VITUPERIO DEL ESTRUENDO
NUESTRO amado Fray Luis de León, entre otras cosas, dijo aquello de la
descansada vida de los que huyen del mundanal ruido y siguen la senda de los
pocos sabios que en el mundo han sido.
Fray Luis de León dijo lo que yo digo que dijo cuando aún había espacios
puros, limpios de la presencia del hombre que todo lo ensucia con sus ruidosas
exudaciones sonoras, porque España, en tiempos de Fray Luis, apenas estaba
poblada y en los campos sólo se oían trinos y rebuznos, pero no voces humanas.
Ahora Fray Luis no tendría a donde ir, porque todo nuestro territorio nacional,
o estatal, es un puro mundanal ruido, una orgía de músicas, voces y chirridos
capaces de aniquilar cuanta flora y cuanta flora trajeron los siglos. Pronto sólo
quedarán vivos los virus del estruendo.
Si Fray Luis viviera ahora con nosotros, ¿adónde podría ir? Los ruidos
metafóricos, los de la vida de la ambición política y económica, con ser ya
intolerables, no alcanzan todavía los límites de la agresión y la desvergüenza
cotidianas, porque en nuestra patria, o Estado, todo ciudadano se cree con el
derecho a emitir decibelios, porque para eso la Constitución democrática que nos
protege se lo autoriza y consiente, porque es un derecho sagrado constitucional.
España vive en gracia de sonoridad. No hay un solo milímetro de tierra española
en el que no broten incansables voces, gritos, anuncios, choques,
derrumbamientos, discursos o músicas de batería que ni el sensible Fray Luis de
León pudo imaginar en aquellos tiempos de mansedumbre decibélica.
Al parecer, a los españoles les espantan el silencio, la meditación, la serenidad,
la contemplación de los paisajes que no padecen algarabías y sólo son felices
destrozándose unos a otros los tímpanos, los nervios acústicos y el amor al
prójimo. Cree en que el silencio es la espantosa nada.
Fray Luis de León, si estuviera con nosotros, usaría tapones de cera aunque
viviera en un convento de trapenses, porque allí también, por encima de sus altos
muros, cruzaría el tronar de la circulación rodada.
Fray Luis, un consejo de amigo: cuando renazcas a la inmortalidad física pídele
al Señor que no te destine a España, que te envíe a un lugar donde se respete al
prójimo. Allí te estaré esperando yo, naturalmente en silencio. Te lo prometo.
213
LOS DÍAS INTERNACIONALES
ESAS ansias que todos sentimos por tener buena salud nos van a llevar al
sepulcro. No hay día en el que la Prensa, la radio la televisión no nos adviertan y
recuerden los graves riesgos que corren nuestras tristes carnes corruptibles por
culpa de nuestras vidas depravadas y de la voracidad de los cientos de miles de
billones de bacterias, virus, hongos y protozoos que habitan en nuestras entrañas
esperando el momento oportuno para aniquilarnos individual y pandémicamente.
Hace poco nos han recordado los peligros del sida, al que las autoridades
sanitarias le han dedicado un día de fiesta como quien celebra la onomástica de
un Santo Patrón. Pronto, si Dios o el Ministerio de Sanidad no lo remedian, cada
día del año recordará alguna amenaza para nuestra salud y habrá día
Internacional de las Enfermedades Cardiovasculares, día del hígado, día de las
enfermedades degenerativas, de las reumáticas, de las intestinales, de las óseas,
de las articulares, de las amorroidales y así hasta completar entero el calendario,
porque en nuestro cuerpo tenemos amenazas de enfermedades suficientes para
desbordar los trescientos sesenta y cinco días del año.
Antes sufríamos terrores de origen teológico y demoníaco; ahora casi es peor:
nosotros mismos, sin la ayuda de Dios ni del diablo somos carne muerta y
asustada, viva solamente durante los breves instantes que dura nuestra existencia.
Y nos lo estamos recordando constantemente como nos lo recordaban aquellos
sermones que nos infundían el pavor de ser polvo al que volveríamos por los
siglos de los siglos.
La voluntad divina ha sido suplantada por la ministerial, que se empeña en que
todos acabemos nuestras vidas en perfecto estado de salud y sin haber producido
ningún gasto a las instituciones sanitarias del Estado. Ya no podemos seguir
muriendo como Dios manda. Y eso es inaceptable, porque todos tenemos el
derecho constitucional a morirnos conforme a las misteriosas leyes de la
naturaleza. Y nadie debe oponerse a ese leyes, o dentro de poco viviremos todos
hacinados como los piojos vivían en los sobacos de los combatientes de las
recientes guerras civiles de triste recuerdo.
Y si no, al tiempo.
214
REFLEXIONES DE UNA LEGAÑA
215
EL BUEN MORIR
217
CHISTE Y METÁFORA
218
EL FRACASO DE NARCISO
219
COME PARA VIVIR Y NO VIVAS PARA EL COLESTEROL
EN mis tiempos los niños éramos alimentados con leche materna sin
descremar, sustanciosa, suficiente y nutritiva, y no como ahora, que de las esas
de mamá sólo manan productos semindustriales, casi siempre adulterados.
Desgraciadamente, tras el destete empezaba la tragedia, y nuestros padres
hacían de nosotros unos marranos gorditos y sonrosados en lugar de niños
delgados y sanos, porque se flaco entonces era testimonio de padecer raquitismo
o tuberculosis, es decir, de ser un escuálido vástago de gentes modestas y
asalariadas. Para que la delgadez no delatase nuestra condición social, más que
alimentarnos, nuestros padres de dedicaban a nuestra cría y engorde y nos daban
café con leche para desayunar, chorizo a media mañana, para la comida platos sin
verduras cargados de grasas porcinas que dejaban nuestro intelecto incapacitado
para recitar el catecismo y la tabla de multiplicar, chocolate en la merienda y un
par de huevos fritos nadando en aceite para la cena.
A veces, de aperitivo, las familias españolas daban a sus hijos ponches
compuestos de vino dulce y varias yemas de huevo, que dejaban a los pobres
niños al borde del desmayo hepático cuando se acostaban. Ahora se ha
descubierto que en aquellos tiempos hasta los niños de pecho rozaban los
fatídicos 230 miligramos de colesterol, culpables de que casi todos los que han
llegado a ser adultos sucumban por culpa de los ateromas de sus arterias, que, si
así puede decirse, es una enfermedad infantil.
No nos debe sorprender que en los años treinta la vida media de los españoles
fuera de treinta y nueve años para los rabudos varones y de cuarenta y tres para
las hembras, que es como entonces se llamaba a las feministas.
Las estadísticas de las enfermedades cardiovasculares de nuestros días son el
testimonio de lo que sufrieron las vísceras de las pobres criaturas, que tenían que
pesar tres arrobas más de las necesarias para parecer niños de derechas.
Por eso debemos tomar conciencia de estos peligros y cuidar a nuestros hijos
con las costumbres alimentarias divulgadas por el doctor Grande Covián, si
queremos llegar a vivir una vejez feliz, devorados por la melancolía y la soledad
en alguna residencia de ancianos, pero con las arterias y el hígado limpios y
relucientes como un escaparate.
O sea, abandonen ustedes los pecados de la guía y la ebriedad, y recuerden que
comer, beber y fumar con exceso puede ser pernicioso para la salud. Y pagar la
cuenta de los restaurantes, también.
No lo olviden: beban, coman y fumen poco y que pague las cuentas de los
restaurantes el Estado o los entes autonómicos, como es su deber de protectores
de la felicidad de la ciudadanía.
220
Hace muchos años José López Rubio escribió una ingeniosa historia en la que
relataba cómo un conde revisando los viejos papeles de sus antepasados,
descubrió que por merced del rey don Juan II y por legítima herencia era
absoluto propietario de la letra i. Así como suena “único dueño de la letra i”.
Resultó que el alfabeto era de todos menos la letra i, que por ignorancia venía
siendo utilizada por todos los ciudadanos del mundo que tienen esa letra en sus
alfabetos sin pagar los derechos a los que tenía derecho el conde, que luchó como
un longobardo para percibir los beneficios que le correspondía. O sea, repitiendo
de nuevo la palabra “¡Qué no había derecho a no ejercitar su derecho!”.
Confieso que ignoro el final de la historia, aunque me temo lo peor para el señor
conde porque yo nunca he pagado ni me han retenido cantidad alguna por utilizar
la letra i.
Pero vamos a lo nuestro, o sea a lo mío. Reflexionaba yo el otro día sobre esta
historia de López Rubio, cuando de golpe no sé qué Dios me inspiró la magnífica
idea de que probablemente, por descuido de los ricos y los banqueros, el millón
no hubiese sido nunca patentado. Fui rápidamente al registro de la propiedad
intelectual, industrial y mercantil y fingiendo que era uno de esos prohombres
contemporáneos conocidos con el nombre de gacetilleros pregunté fingiendo
cierta indiferencia:
—¿Puede usted indicarme si el millón está patentado?
Descubrí que no, que nadie se había tomado la molestia de patentar el millón,
así que rápidamente, sin perder un sólo segundo patenté el millón a mi nombre,
insistiendo especialmente en que al hablar del millón me refería al millón en
general y al millón de pesetas en particular. Llené unos impresos, los firmé,
pagué las gabelas habituales y salí con un hermoso documento que certificaba
que yo era dueño absoluto por patente, del millón, de la misma manera que el
señor conde lo era de la letra i.
He dado órdenes oportunas a la gente adinerada, a la Banca, al comercio
nacional e internacional, a los mafiosos de la guerra de las drogas, a los corruptos
y a los especuladores para que de cada uno de sus millones me paguen un
pequeño porcentaje de eso que no sé como se dice en español, aunque se diga
“royaltis”. Les he comunicado el número de la cuenta bancaria en la que deben
ingresar el dinero y aquí estoy esperando los miles de millones que serán
ingresados cada día, porque si no lo hacen estoy dispuesto a la prohibición del
millón de las viejas contabilidades y los nuevos ordenadores, y se pueden ustedes
imaginar los líos contables que se pueden armar cuando en sus cálculos tengan
que prescindir del millón y hacer las cuentas pasando del novecientos noventa y
nueve mil novecientos noventa y nueve al mil uno. ¡Un desbarajuste!
¡Qué orgulloso me siento de mi inteligencia! ¡Gracias, señor, por habérmela
concedido! Puede estar seguro, Señor, que por este don singular que me has
concedido donaré los diezmos correspondientes a tu iglesia.
221
LOS PREMIOS LITERARIOS ENGORDAN
HOY hace un año tuve el honor de ser galardonado con un premio literario, si
así puede llamarse a los premios periodísticos. El premio consistía en una
cantidad modesta si la comparamos con la fortuna que heredé de mis padres, que
en paz descansen. La gloria mayor era el honor de haber sido elegido entre los
miles de periodistas que lo merecían tanto como yo.
Por eso no me importó que con una brusquedad inesperada, porque yo no me
imaginaba que tuviera tantos amigos, cientos de personas se apresuraron a
felicitarme y a decirme cordialmente algo que demostraba la antigüedad de
nuestra amistad, siempre era la misma frase:
—Eso tenemos que celebrarlo.
Celebración que consistía en que mi agradecimiento por la felicidad que
causaba a mis amigos la mía propia debía manifestarse siempre con un banquete
que debía pagar yo, naturalmente.
Durante el año entero en que duró la gloria de mi coronación he tenido que
invitar a comer día y noche a cuantos se alegraban de mi merecido, según me
decían, premio. Y así he consumido, gracias a mis admiradores y al Ministerio de
Hacienda, la honra económica que me otorgaron. No me importa que se
diluyeran tan rápidamente las colas económicas que me produjo el premio,
porque, lo repito, soy rico de nacimiento. Lo que me desconsuela es que gracias a
las jubilosas celebraciones gastronómicas soy ahora un hombre obeso, con el
hígado graso y un nivel de colesterol que me encoge el corazón de miedo y las
arterias de grasa.
Escribo esto para aconsejar al afortunado que obtenga este año el mismo
premio con que yo fui honrado el año pasado que lo done a una fundación
benéfica. Cuando se conozca su generosidad le dejarán en paz y nadie le
felicitara al no advertir langostinos a la vista.
Y si es valiente, que no le importe acabar con fama de tacaño, y cuando le
digan: “Me he enterado que te han dado un premio. Esto hay que celebrarlo”, que
conteste:
—Cuando tú quieras, ¿a qué restaurante piensas invitarme?
Y comprobará, alegremente sorprendido, como a todos sus admiradores les
aterroriza el riesgo de que aumenten los índices de colesterol y ácido úrico de su
cuerpo. Por eso, vencedor de este año, sigue mi consejo.
—Acepta solamente las felicitaciones en las que tu engorde no sea a tus
expensas.
224
LA FILOSOFÍA EXPLICADA
POR UN ANALFABETO
(Lección primera)
DON Renato Descartes, como ustedes saben, dijo aquello de “Pienso, luego
existo”, tras dedicarse a pensar la mayor parte de su existencia.
Don Renato quiso decir con su famosa frase que existe algo de lo que no
podemos dudar: de que pensamos incluso para dudar que pensemos. A partir de
esa certeza fue reconstruyendo otras muchas con las que explicó cómo eran Dios
y el mundo y se quedó tan contento.
Renato fue un científico y filósofo racionalista que amó las matemáticas y
desdeñó las ciencias empíricas, o sea las de la experiencia.
Ese desdén fue el culpable de su error. Renato se olvidó de hacer el siguiente
experimento:
1º Pensar que pensaba, luego existía.
2º Cortarse una pierna para comprobar que seguía pensando que pensaba que
existía aunque careciese de una pierna (o las dos).
3º Cortarse la cabeza para comprobar si podía seguir pensando que pensaba,
luego existía. Y constatar que no, que no podía.
4º Decir: “Pienso con la cabeza, luego existo.”
Ese sencillo experimento le habría vuelto a la realidad del mundo de la que se
permitía dudar. Podría haberse ido cortando sucesivamente (como probablemente
lo habría hecho un científico amante del empirismo) una oreja, la nariz, el cuero
cabelludo, la lengua y la mandíbula para comprobar que sin esos fragmentos
podía pensar perfectamente que pensaba, luego existía.
Luego debería haber seguido sus mutilaciones hasta que, asombrado, pudiera
comprobar que si se cortaba el cerebro (sin necesidad de cortarse la cabeza
entera) dejaba de poder pensar lo que tantas veces hemos repetido que pensó.
Habría comprobado así que no era un yo abstracto quien pensaba, sino esa parte
física de su persona encargada de pensar que pensaba, luego existía. Él, no
vamos a negarlo, algo intuyó cuando situó el alma en la glándula pineal. Sin
embargo, no fue capaz que completar su frase, y en vez de decir: “Pienso, luego
existo”, decir más acertadamente: “La parte física de mi cerebro piensa, luego
existo.”
Así habría vuelto al antiguo materialismo de los presocráticos y al empirismo
que él desdeñaba, y la historia del pensamiento humano se habría acortado en un
par de siglos, que por su culpa fueron metafísicos e inútiles. He dicho.
Sólo me queda añadir que yo digo cartesianamente: “Pienso tonterías, luego
existo.” O sea, que a pesar de todo su pensamiento ha dejado huellas.
Hasta la próxima semana, queridos alumnos y alumnas, en que hablaremos de
idealismo platónico, si Dios quiere.
225
AL SALTO CUALITATIVO
NADIE medianamente leído ignora aquella tabarra, más antigua que la momia
de Lenin, del famoso salto de lo cuantitativo a lo cualitativo, que con lo de la
dialéctica y la praxis amamantó a las juventudes sentimentalmente marxistas,
cuyos miembros son hoy acomodados concejales de Cultura y similares en los
híbridos Ayuntamientos municipales que nos acontecen.
Pues bien, el salto cualitativo ha resucitado como resucitará cualquier día de
estos la momia de Lenin, que, al parecer, está cogiendo color con la llegada de la
primavera. Pero esa resurrección no es política, sino multitudinaria, como van a
comprender ustedes, queridos lectores, cuando lean lo siguiente.
Nosotros hemos sido educados en el amor (teórico) al prójimo por una ley o
una amonestación que nos indicaba que debíamos amar al próximo como a
nosotros mismos. Hasta ahora la mente humana comprendía la razón divina del
mandato, porque cuando se recibió el consejo de que nos amáramos los unos a
los otros el vecindario que poblaba el mundo cabía perfectamente en el Metro en
una hora punta.
Pero las cosas han cambiado. La Humanidad ha crecido desconsideradamente,
y de cuatro pelagatos ha pasado a cuatro mil millones de pelagatos ha pasado a
cuatro mil millones de pelagatos, que menos uno que somos cada uno de
nosotros, es la ingente muchedumbre que debemos amarnos los unos a los otros
si queremos ser decentes y amar como Dios manda. Y eso es imposible. Es una
abstracción. No se puede amar a tanta gente, ni en bloque ni en uno en uno.
Y volvemos a lo del salto cualitativo. Los cuatro mil millones de habitantes que
tiene la Tierra han dejado de ser hombres y se han transformado, por el famoso
salto cualitativo, en cuatro mil millones (poco más o menos) de virus que están
asolando de infinitas patologías las faces del mundo.
Esos virus son de diferentes cepas, una de las cuales —la cepa de los pobres es
la más virulenta y molesta de cuantas padece el género humano como Dios
manda de toda la vida— debe ser combatida urgentemente con la legión de los
glóbulos blancos, santos cruzados leucocitos, que nos librarán de los peligros
inherentes a la situación, o sea, las fuerzas del orden en general.
¿Qué más puedo decirles, amados lectores? Algo que ustedes habrán pensado al
leerme: la famosa guerra bacteriológica que nos amenazaba la vamos a librar
nosotros mismos contra nosotros mismos. ¡A estas cosas nos conducen la
dialéctica en general, los saltos cualitativos y las leyes de Malthus!
Alguien dice desde la heterodoxia que nunca debimos salir del Paraíso.
226
ZOQUETES EN EL QUINTO CENTENARIO
227
NADIE ENSUCIA MI HONOR
228
CUENTO TRÁGICO DE VERANO
229
EL TIMO DE LA ANGULITA
230
TRAGEDIAS RIDÍCULAS
HAY tragedias ridículas que son más trágicas que las grandes tragedias de toda
la vida y que nadie las toma en serio por su aparente pequeñez. Nadie que se
queje de un dolor de muelas o de una sordera sin secreciones purulentas
encontrará palabras de caridad o de consuelo. Se reirán de ellos como nos reímos
de los miopes, gafosos o con lentillas, que sufren en silencio sus penosas
carencias.
Recuerdo que en el hospital en que yací medio moribundo unos meses, el
personaje más cómico era el de una pobre mujer que recorría sin cesar todos los
espacios posibles para recuperar su dentadura postiza, que había desaparecido
inexplicablemente de su boca. La pobre desdentada visitaba las habitaciones de
los otros enfermos, las consultar, los despachos, los quirófanos, pidiendo ayuda
para encontrar su precioso don artificial, pero en vano. Todos nos reíamos de su
desdicha, que para ella era una tragedia tan turbadora como la del príncipe
Hamlet.
Un día, tres reconcentradas reflexiones, anunció que ya sabía dónde se había
quedado desdentada. Fue —nos dijo— al hacerle una endoscopia. Lo decía a
gritos, ceceando, mordiéndose los labios con sus encías desnudas y desdentadas.
En la endoscopia negaron la presencia de su artefacto perdido y ella llegó a
amenazar a la dirección del hospital con dirigirse a ministro de Sanidad para que
le indemnizaran con una nueva dentadura.
Pasaron cuatro mese, y cuando yo salí libre de mi celda hospitalaria, ella seguía
buscando su dentadura en un estado de desesperación y de desengaño ante la
crueldad de los hombres que no presagiaba nada bueno. No sé qué fue de ella,
pero comprendo su dolor y desesperación, como comprendo las de mi amada
Angelita cuando me contaba:
—Mire usted: yo aguanto todo de mi padre, pero hay algo que no puedo
soportar, que en medio de las comidas se quite la dentadura postiza y se hurgue
las muelas delante de todos para extraerse trocitos de comida. No puedo, de
verdad; es mi padre, pero le mataría.
Para ella, la historia de los hurgamientos de su padre era una tremenda tragedia.
Perdió el apetito, dejó de comer y acabó anémica por algo que a los demás nos
producía solamente unas carcajadas desvergonzadas.
Hay tragedias mínimas, casi franciscanas, que nos hacen sufrir más que las
aparatosas pasiones de Calderón de la Barca.
No se las cuento porque se reirían. Y estoy cansado de encontrar esa respuesta a
mis dolores más íntimos.
231
LA TRAGEDIA DE LOS AFICIONADOS
232
LA SOSPECHA
233
LAS NUEVAS DOS ESPAÑAS
LA felicidad que me causa contemplar cómo los españoles somos día a día más
dialogantes, más capaces de intercambiar entre otros serenamente diferentes
puntos de vista, opiniones encontradas, me autoriza, creo, a repetir una escena
que contemplé no hace mucho tiempo en una cafetería.
Dos individuos dialogaban a mi lado sobre la condición humana. Uno decía
que el hombre es bueno y el otro afirmaba que no, que el hombre es malo,
representando con sus opiniones las dos corrientes antagónicas que definen,
como ustedes saben, al hombre optimista y al hombre pesimista.
El diálogo proseguía mansamente, como los grandes ríos apacibles, su corriente
dialéctica sin que en ningún momento llegasen a las frases airadas o a las voces
ásperas.
Uno de ellos, el que tenía la visión pesimista del hombre, por fin, para
confirmar sus opiniones le dijo al otro con la misma calma con que había hablado
hasta entonces:
—Para demostrarte que yo tengo razón, es decir, que el hombre es malo, ahora
voy y te saco un ojo.
Y fue y con la cucharilla de café con leche se lo sacó.
Y entonces ocurrió el hecho que me llenó de optimismo porque me mostró que
los españoles ya no somos los españoles ya no somos los españoles airados y
ceñudos de antes de la guerra. El tuerto reciente meditó un instante y contestó:
—¿Sabes lo que te digo? Que me has convencido.
Yo me fui y mi corazón, lleno de confianza en las nuevas dos Españas, también.
En la cafetería se quedaron los mansos dialogadores que siguieron hablando
sosegadamente, matizando sus enredados argumentos, afirmando sus
convicciones, negando las del contrario aceptando unas, rechazando otras, pero
con una calma y un sosiego que sin duda habrían admirado hasta al mismísimo
don Miguel de Cervantes.
Me complazco en describirles una vez más esta ejemplar historia para que
vuelva a ustedes, queridos lectores, la confianza en este pueblo de la nueva
España que ya sabe por fin escuchar y aceptar las razones de sus oponentes con
una sonrisa en los labios y un ojo en la palma de la mano.
234
AMOR
235
EXHIBICIONISMO
236
AME A SU HÍGADO
237
MI VIDA ES UNA OLIMPIADA
238
DIÁLOGO DE BESUGOS MUSICALES
239
DON JUAN Y DON LUIS
SI hoy se pudieran reunir Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, su famoso
diálogo de seductores sería completamente distinto al que se supone tuvieron en
La Posada del Laurel en el siglo XVII, según Zorrilla.
Probablemente en su larga lista de seducidas algunos nombres estarían
repetidos y muchas de ellas estarían también en otras listas de otros donjuanes
profesionales y aficionados, porque no todas eran inocentes como suponían los
pobres conquistadores. Lo más probable es que a su recuento amoroso habría que
añadir también un hermoso apéndice patológico.
Don Juan aventajaría a Don Luis en presuntas víctimas, pero también en
enfermedades venéreas, porque en aquellos años en que Don Juan y don Luis
competían sus furores amorosos, la sífilis asolaba Europa. Zorrilla, por pudor
romántico, no citó estos peligros, pero se puede suponer que aquellos
conquistadores de corazones también conquistaron las espiroquetas
correspondientes.
Ahora la cosecha sería más fecunda. Seguro que si se encontraran uno de estos
días de nuevo en La Posada del Laurel los dos vendrían cargados de
espiroquetas, de gonococos blenorrágicos, de cándidas albicans, de herpes
genitales y allá, en el fondo, esperando pacientemente su futuro protagonismo,
los virus del síndrome de la inmunodeficiencia, alojados ya en los códigos
genéticos de los famosos donjuanes. Al llanto de las pobres seducidas habría que
añadir el mayor llanto de las infectadas. Y el de los infectadores.
Ahora no se puede salir al mundo a competir en esas cosas del amor. Y si se
hace hay que viajar con un botiquín repleto de las medicinas preventivas y
curativas que se aconsejan en nuestros tiempos. Y una hermosa colección de
póntelos-pónselos con la garantía del Estado.
Es una pena. Ya no hay exploradores en África. Ya no hay selvas ni jóvenes
vírgenes. Es una pena, repito: ha muerto el romanticismo. Y además en manos de
las llamadas enfermedades vergonzantes.
Es una pena, vuelvo a repetir.
240
CONTRA EL VICIO DE AHORRAR
ESTÁ LA VIRTUD DE LO CONTRARIO
ASÍ es, en efecto. Porque es más digno y más patriota hacer las cosas uno
mismo que cargárselas a la laboriosidad del Estado, que desde hace años anda el
pobre jadeante en constante entrega a recaudar fondos por el bien del pueblo.
Un ejemplo. Usted, por ejemplo como decimos, ha conseguido ahorrar en un
año un dinero llamémosle X. Ese dinero, añadido a sus ahorros anteriores, le
puede producir a usted unos intereses anuales del 11 por 100. Intereses que al
final sufrirán el gran bocado del 50 por 100, a no ser que sea usted un raquítico
económico de solemnidad. O sea, para decirlo claramente: sus beneficios, al 11
por 100, tras el IRPF se habrán transformado en un modesto 5,5 por 100.
Sigamos. Como la inflación media de los últimos años es siempre superior al
6,5 por 100, resulta que a fin de año usted no ha ganado una sola peseta con sus
ahorros, sino que su capital se ha reducido en un 1 por 100, pues, como usted
sabe en sus carnes, 5,5 por 100 – 6,5 por 100 = -1,5 por 100.
Piense usted por añadidura que si tiene usted un piso o cualquier otro bien
disperso por sus alrededores tendrá que pagar también el Impuesto sobre el
Patrimonio, que aumentado (negativamente, claro) al -1,5 por 100 que ha perdido
con su esfuerzo y su laboriosidad y su abnegación y su patriotismo se encontrará
usted más pobre todavía.
Por eso, insistimos, para no hacer el imbécil y, al mismo tiempo, para agilizar
las funciones del Estado (piense usted que por cada mil pesetas que le son
exoneradas se mueven cinco mil impresos y dos millones de dedos apretando
botones en los ordenadores), para, repetimos, agilizar las funciones del Estado es
más práctico no declarar ingresos. Pero eso supondría, naturalmente, una justa
multa que le empobrecería más todavía. Por eso, para ser honrado ante la patria,
lo mejor es: primero, no engañar al Estado, segundo, trabajar lo menos que se
pueda, y tercero, no ahorrar ni una peseta grabable para, justo es decirlo, los
impuestos necesarios para el bien de todos.
241
NO TODOS LOS MUERTOS SON IGUALES
A pesar de que llevamos cientos de siglos oyendo decir que los hombres, si no
en la vida, en la muerte al menos somos iguales, la experiencia demuestra que
esa opinión es falsa. Quizá, tras la muerte, ante Dios, todos seamos iguales, pero
en la tierra un cadáver no es igual a otro cadáver ni tiene los mismos derechos
que las leyes pregonan constantemente en defensa de la democracia. La
democracia no se ocupa de los muertos, seguramente porque ya no tienen ningún
valor práctico: no votan.
La guerra de Yugoslavia demuestran lo que acabamos de decir. Nadie
medianamente objetivo podrá afirmar que las televisiones del mundo están
tratando con el mismo cariño a los despanzurrados bosnios que a los de Irak o de
Vietnam. Los bosnios y los croatas son tratados con especial consideración por
las televisiones, que ofrecen sus cuerpos heridos en medio de unas plazas
solitarias que nadie se atreve a cruzar por miedo a los francotiradores. Son
muertos idílicos que hasta despiertan nuestra simpatía. De los muertos de Irak,
por el contrario, no se ofrecieron esas enternecedoras imágenes. Quizá fuese
porque la violencia militar de los americanos es tan destructora que apenas deja
huellas de sus crímenes. De los cientos de miles de difuntos que fueron
producidos científica y militarmente en Bagdad, apenas pudimos ver cadáveres
infantiles para verter las lágrimas hipócritas oportunas. De aquella guerra sólo se
nos mostró la conmovedora tristeza de algún soldado yanqui que se abrazaba a
un herido lloroso que se daba tintura de yodo en la pantorrilla. Los demás, el
enemigo, no existía. No yacía en plazas solitarias. Estaban todos enterrados en
las arenas del desierto. No quedó testimonio de su martirio.
Por eso insistimos en decir que hay muertos que son ensalzados y muertos que
son desdeñados por las pantallas de la televisión y las primeras páginas de los
periódicos. Y eso no es justo. Si, como dijimos al principio, en nuestra
ingenuidad seguimos pensando que todos los hombres vivos somos iguales,
exijamos que también lo seamos cuando nos extinguen. Todos tenemos derecho a
una fotografía digna cuando morimos en la guerra. Un niño croata no es más que
un niño iraquí. Los dos tienen el mismo derecho a que sus cuerpos desgarrados
por la violencia sean compadecidos entre el mordisco y mordisco que damos al
filete de ternera mientras vemos el telediario de la santa hora del almuerzo.
242
LA DUDA
243
GRACIAS, ALFONSO
244
VICTORIA SOBRE EL ESTRUENDO
HACE años, los políticos halagaban nuestros oídos diciéndonos que, gracias a
su talento, pronto viviríamos la llamada precipitadamente cultura del ocio. La
verdad es que la utópica cultura prometida, alcanzada ya, es sólo una entontecida
y entontecedora cultura del ruido.
Don Immanuel Kant se desesperaba con el ruido, porque ante él (el ruido) y la
música sólo quedaba el consuelo de la huida. Tuvo más suerte que nosotros,
porque ahora la fuga es inútil. El ruido se ha instalado ya hasta en los arroyos
donde jugueteaban con el silencio las ninfas oyendo suspirar a Garcilaso. No hay
un rincón de suelo español, arroyo, fuente o sima de donde no brote exuberante e
insoportable un ruido del diablo, o mejor dicho, un ruido del hombre.
Por eso, para acabar con esa plaga, me he descuadernado el cerebro, del que
han brotado dos esperadas invenciones: un extractor de ruido para uso privado y
un extractor de estruendos para uso general. El primero, el extractor
individualizado, servirá para eliminar esas atronadoras voces que se oyen en
todos los restaurantes del suelo hispano, dejando nuestros oídos malheridos y
nuestras buenas digestiones truncadas. El extractor universal será instalado en el
agujero de la capa de ozono, a través del cual serán enviadas a los espacios
siderales todas las atrocidades sonoras de las coristas y similares, donde se unirán
en espléndida armonía con los rugidos del “big bang” que desde hace millones de
años se acercan a nosotros, quizá para culminar en el encuentro la obra sonora de
los hombres de nuestro tiempo.
Sé que me merezco un premio Nobel por mis útiles inventos, pero prefiero
dejar ese honor para más adelante cuando consiga extraer de mi cabeza mis
propios ruidos, los ruidos que se conocen con el nombre de “tinitus”, si son
saltarines, supongo, y el de “acúfenos”, si tienden más a la normalidad de estas
dolencias.
En inventar este extractor de mí mismo vengo pasando los ocios de mis últimos
y acústicos años. Dios me eche una mano. Él, que desde su divina piedad es el
extractor de todos nuestros desconsuelos.
245
LA LECCIÓN MAGISTRAL
CUANDO la majestuosa gravedad del profesor cruzó la puerta del aula donde
por fin iba a pronunciar su lección magistral se hizo en la sala un silencio,
digámoslo sin titubeos, estremecedor.
Se oyeron limpiamente los pasos del magnífico ponente al cruzar aquel espacio
sagrado de la cultura y los crujidos de los muelles del sillón donde depositó
lentamente sus esplendorosas asentaderas. Estuvo un instante ensimismado y
luego miró hacia la oscuridad de donde osadamente había brotado una tos que
rompió el augusto silencio de la ceremonia.
Hacia años que se esperaban las revelaciones que iban a aclarar, por fin, las
grandes dudas que todos tenían sobre el tema que nadie conocía y sobre el que el
profesor llevaba trabajando más de veinte años.
A punto de iniciar su comunicación el silencio era absoluto. Y de repente, en la
oscuridad de la sala iluminada ligeramente por el reflejo de la pantalla en cuyo
ámbito resplandecía la severa imagen del profesor que ya se había colocado las
gafas para de cerca, se oyó el llanto de un niño, luego unos susurros y los pasos
de una madre que con los pechos al aire llevaba afuera al niño que aún lloraba
medio asfixiado a través de la mano que amordazaba su llanto. Luego se oyó el
ruido seco de un cuerpo infantil al ser arrojado al suelo y el ligero abrir y cerrar
de la puerta cuando volvió a la sala la madre.
Y por fin se hizo el silencio definitivo. El profesor escrutó durante unos
segundos la media oscuridad en la que se cobijaban sus admiradores y extrajo
después de uno de los bolsillos de la chaqueta un solo folio que relampagueó
bajo la luz de la lámpara. Un murmullo apagado trepó hasta los techos del aula
cuando todos comprendieron que el profesor no iba a leer el texto de su lección
como —decían— solía hacerlo en su juventud, cuando aún no tenía la gloria de
las certezas absolutas que jamás pudieron ser refutadas por las jaurías de críticos
y eruditos que merodeaban a su alrededor en constante batida de errores.
El profesor sacó de uno de los bolsillos de su chaleco una cajita de plata de la
que extrajo un diapasón que al ser soplado dio la nota exacta en que estaría
acordado todo su discurso. Luego se sonó en “la” mayor, miró de nuevo a la
expectante concurrencia, bebió un breve sorbo de agua, y dijo:
246
MIRANDO AL FUTURO CON SERENIDAD
SÉ que muchos de mis lectores responderán con voces airadas cuando vean lo
que he escrito por el bien de la Humanidad. No me importa; quizá hoy sea
incomprendido, pero el día de mañana, cuando vivan los bisnietos de quienes
ahora me vituperan, será honrado como un precursor y se erigirán estatuas para
perpetuar mi memoria en las plazas públicas, tanto de los barrios humildes como
de los opulentos.
El caso es que no podemos continuar viviendo como vivimos. La Humanidad
se ha multiplicado desaforadamente y, siento decirlo, no todos los hombres tienen
derecho a vivir, ni como máquinas productoras de riqueza, ni como
representantes de la pregonada, y nunca demostrada, grandeza del género
humano.
Actualmente, la mayoría de los hombres, desde los más tiernos recién nacidos a
los más ancianos (casi ya recogidos para su conservación en frascos de alcohol)
no cumplen con sus obligaciones de seres creados por la grandeza y la
generosidad del Señor. Es imprescindible que nosotros mismos apliquemos a los
superfluos una ley de selección natural. Es imprescindible reducir la ingente
masa de seres humanos que no sirven absolutamente para nada. No todos los
hombres tienen derecho a continuar o iniciar la carrera de la vida. Es
imprescindible una moderna selectividad, como hemos dicho. Para ello lo más
eficaz y justo sería someter a todos los hombres vivos, desde los recién nacidos
hasta los que ya bordean los límites de la existencia, a unas pruebas que se
realizarían cada cinco años. Quienes no alcancen los límites razonables exigidos
en esas pruebas serán castigados con multas de extinción por métodos aún no
determinados y que se dictarán desde las Naciones Unidas.
Las pruebas serán de capacidad física e intelectual. Cada cinco años, como
decimos, quienes ni pasen las pruebas físicas a que sean sometidos (saltos,
marchas, levantamientos de peso, etcétera) serán privados del derecho a ser
hombres. Lo mismo se hará con quienes no alcancen los mínimos intelectuales
exigidos según la edad que tengan en las pruebas a que sean sometidos.
Con este sencillo sistema de selección, el autor de estas líneas calcula que la
población humana se reduciría al 20 por 100 de los que ahora viven, ¡por qué no
decirlo! En la más inmunda de las ilegalidades.
¡El futuro debe ser de quienes se lo merezcan!
Ni qué decir tiene que las fiestas de selección quinquenales se celebrarán con el
esplendor con que se celebraban las antiguas Olimpiadas.
Y, naturalmente, en días no laborables.
247
NEBRIJA Y EL METAPLASMO
248
UN CASO DIFÍCIL
249
LA NUEVA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE
250
EL INTÉRPRETE
251
MATEMÁTICAS NO EXACTAS
252
CUESTIONES GRAMATICALES
253
UNA ISLA PARA DOS
HACE nada, mejor dicho, casi nada si así puede decirse, o sea ayer mismo,
hacia las siete de la tarde, un insigne polígrafo y pensador, al ser preguntado a
quién elegiría para vivir en una isla desierta, si recayese sobre él esa obligación,
respondió, dicen, sin pestañear: “A don Leonardo de Vinci”, sin que, al parecer,
se preguntase (o se cuestionase como se dice ahora) si a don Leonardo le
agradaría o no su presencia.
La respuesta del citado polígrafo muestra una soberbia inaudita, puesto que
más que suponer afirma que no hay duda que don Leonardo estaría más contento
que unas pascuas en una isla desierta con la sola presencia del citado polígrafo.
Servidor de ustedes, cuya humildad es conocida universalmente, siempre ha
respondido la misma frase cuando le han hecho esa ingeniosa pregunta, hecho
que ocurre con más frecuencia que lo que ustedes suponen: “Yo elegiría para
vivir solo en una isla desierta a quien desease vivir conmigo en esas
circunstancias, seguramente conflictivas a partir del segundo día de
convivencia.”
Yo no iría a una isla desierta con Leonardo de Vinci porque nuestros fuertes
caracteres chocarían desde le primer instante en que nos viésemos. A mí me
desagradan sus barbas y ciertas circunstancias de sus inclinaciones amorosas, que
no es preciso comentar en estos momentos. Yo sé también que probablemente a
él le desagradaría mi presencia nada esbelta y la penosa e irremediable
circunstancia de que, cosa curiosa, aún no estudiada en profundidad, me huelen
horrorosamente los pies cuando estoy en islas desiertas. Al menos cuando estoy
solo. Supongo que es una cuestión hormonal o nerviosa que empeoraría si
estuviese con Leonardo de Vinci, a quien, a pesar de la repugnancia que me
causan sus barbas, respeto como hombre, como científico de la antigüedad y por
la entereza con que supo enfrentarse a los poderosos y a la muerte acaecida en
1519, concretamente, si no me equivoco. En efecto, murió ese año, según
informa la enciclopedia Espasa, que coincide conmigo, y eso me enorgullece, en
la fecha de la muerte de don Leonardo, aunque no aclara porque debe ignorarlo
como yo, si falleció en una isla desierta o en una isla poblada.
Y nada más. Esto es cuanto tenía hoy que decirles. Reciban ustedes el saludo
más respetuoso y la consideración más distinguida de su afectísimo y seguro
servidor que estrecha sus manos.
254
NO ENGAÑARÁS A HACIENDA
A veces me pregunto por qué los escritores y los periodistas apenas escriben
sobre sus problemas fiscales. Sólo tras profundas reflexiones he llegado a
conocer las razones de tal comportamiento razones que son las siguientes:
Primera. Hay un gran grupo de tales escribidores que no se atreven a hablar de
las profundas heridas que los impuestos producen en su narcisismo económico
por, como se suele decir, no nombrar la soga en casa del ahorcado, y no se dan
cuenta de que su mismo silencio delata la maldad de sus intenciones. “No hay
duda de que su deseo de pasar inadvertidos oculta una mala conciencia fiscal”,
piensan en Hacienda, donde, tras las citadas sospechas, ordenan una inspección
fiscal.
Segunda. Otro grupo lo forman quienes elogian desconsideradamente la
política fiscal del Estado. Su truco tampoco les exime de la inspección, porque en
Hacienda dicen: “Sus elogios muestran claramente la intención de confundirnos
con el halago. Creen ingenuamente que sus palabras muestran una conciencia
inocente. Falso error. No es posible que elogien nuestro trabajo quienes padecen
nuestra labor de sanguijuelas.” Naturalmente, también en este caso la Inspección
ordena la acción correspondiente.
Tercera. Están, por último, quienes braman, mugen y no embisten porque no
pueden hacerlo con la pluma para quejarse de los altísimos descuentos que sufren
sus ingresos y protestan constantemente como quien desde la pureza predica a los
pecadores. Estos mugidores son los más torpes, porque suponen,
equivocadamente, que la Hacienda al oír sus voces pensarán que eso demuestra
una conciencia justamente airada. Profundo error. En Hacienda, al leer sus
ataques furibundos, piensan: “Este sujeto nos quieren engañar con sus mugidos
para hacernos creer que cumple honradamente sus deberes tributarios. ¡Atención,
es un falso predicador! Hágasele la inspección fiscal correspondiente.”
¿Qué hacer, se preguntarán ustedes, que tampoco tienen la conciencia
tranquila? ¿Callar? ¿Protestar? ¿Perfumar al diablo con nuestros elogios?
Nada de eso. La solución es la siguiente:
Pero desgraciadamente se me ha acabado el espacio destinado a mis
reflexiones, insistiremos la próxima semana.
Estén atentos a nuestras próximas informaciones.
255
HABLEMOS HOY DE LA CIENCIA
256
EL AMOR AL PRÓJIMO Y LAS MATEMÁTICAS
257
Cuento de Navidad
LA CERILLERA
UNA pobre cerillera vendía sus humildes cerillas en la esquina de una calle
donde soplaban los vientos australes, cuyas nieves cubrían casi por completo a la
pobre vendedora, que, temblando de frío, sacaba su manita de entre la nieve y
decía.
“Cómprenme unas cerillas para poder regalarle a mi abuelita turrón del blando
porque del duro no le ha dejado una muela viva. ¡Ayudadme, por caridad!”
Pero nadie hacia caso de la pobre cerillera, que casi helada no tuvo más
remedio que ir encendiendo poco a poco sus cerillas para calentar sus manos
ateridas.
Al rato se acercó a ella un pobre vendedor de lotería, que se acurrucó a su lado
para calentarse con el calor de las cerillas, pero el frío era tan intenso que no le
quedó más remedio que ir quemando poco a poco los décimos de lotería que
vendía, porque la pobre cerillera tiritaba de frío y las lágrimas se le helaban en
los ojos y no podía ver a su abuelita que desde el cielo le mandaba besos y
palabras de consuelo de parte de los angelitos.
Al rato una persona piadosa se acercó a ellos y compadecida le dijo al vendedor
de lotería:
“Esos décimos apenas os dan calor. Ten estos periódicos a cambio de esos
papelitos que casi no dan llama.”
“Muchas gracias, caritativo señor —respondieron los jóvenes al mismo
tiempo—, y les dieron todos los décimos que tenían a cambio de seis kilos de
Prensa atrasada con la que pudieron calentarse mejor que antes.”
Y, ¡oh, caprichos de la fortuna!, entre los décimos que cogió en sus manos el
caballero caritativo estaba el número que acababa de ser premiado con 3.000
millones de pesetas. El caritativo caballero, al conocer su buena fortuna, fue
donde los pobres niños que ya estaban casi congelados porque se les habían
acabado las cerillas, y lleno de generosidad les dio: a él, la Enciclopedia
Completa de Espasa-Calpe, y a ella, un mechero para que tuviera una llamita con
la que poder seguir calentándose, ya que no tenía cerillas.
Moraleja: “Esta historia que acaba de terminar os enseña, queridos lectores,
que no hay virtud sin recompensa, tanto si pertenece al colectivo de los
miserables como al de las clases pudientes. Por eso, dad siempre gracias por los
dones con que os favorece el Señor con su amor y su clemencia.”
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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MIME A SU ÁNGEL DE LA GUARDA
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SÍ-NO
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MILAGROS ECONÓMICOS
LOS milagros económicos que tantas veces nos anunciaban las autoridades
han demostrado ser unos falsos milagros, unos milagros sin contenido,
fantasmagóricos, simples sábanas infladas por el viento, vacía de la riqueza que,
nos decían, contenían, milagros laicos, sin aliento espiritual, que han acabado
como acaban siempre esas supercherías, en un lamentable fracaso que día a día
se manifiesta con el aumento del paro, el desequilibrio de la balanza de pagos, la
subida incontenida de los precios, el hundimiento de los precios, el hundimiento
de la Bolsa, la depauperación de las masas, la desesperanza en un futuro mejor y
el desconsuelo de los colectivos menos favorecidos, o mejor dicho,
absolutamente nada favorecidos.
Por eso, los milagros económicos van a ser llevados a partir de ahora por los
sistemas clásicos: por la fe y por la esperanza. En los grandes santuarios donde se
producen permanentemente acciones inexplicables para la ciencia, a partir del
año próximo se ocuparán de atender a cuantos menesterosos —que, aunque sanos
de cuerpo, se sienten inválidos económicamente— acudan a sus brazos abiertos.
Ya no asistirán a los lugares de salvación solamente los enfermos que la
Medicina señala como incurables, sino también aquellos a quienes toda
esperanza de tener un par de duros en el bolsillo se les ha negado por culpa de los
gestores de la riqueza nacional, o sea, los señores ministros de Hacienda y de
Economía, que oficialmente han desahuciado de hecho con sus declaraciones
pesimistas la curación de las dolencias de los pobres.
Ya sólo la fe puede salvarles, pero no la fe pagana de los juegos de azar, no una
fe de ludópatas que piensan que la lotería o las quinielas pueden ser su salvación.
La nueva fe de los menesterosos es la fe eterna que nació con los hombres,
quienes, con cánticos de esperanza, acudirán a millares a los santuarios, donde
quizá la gracia de la curación de sus males les ilumine con la luz de la salud
económica, ya perdida la esperanza de otros caminos.
A esto hemos llegado, señores.
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MUTACIÓN
262
PLACERES OLVIDADOS
263
LOS TRES FILÓSOFOS
LOS tres filósofos, con la serenidad con que Epicuro y sus alumnos meditaban
sobre la Naturaleza, la felicidad, los dioses y demás preocupaciones propias de su
condición de filósofos, se acercaron a la orilla del mar que mansamente y casi en
silencio lamía los muros del paseo.
La noche, como suele ser aconsejable en estos casos, era espléndida. En la
oscuridad del cielo, las estrellas brillaban con brillos de estrellas y su turbadora
presencia hizo que los tres filósofos exclamaran al mismo tiempo.
—¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?
Y una vez más, no perdida la esperanza de encontrar la respuesta a las
preguntas que durante tantos siglos se ha formulado el hombre a sí mismo, de
nuevo los tres filósofos interrogaron al cielo, a los dioses, a la nada y a sí mismos
sobre el enigma de la existencia de unos seres capaces de preguntarse esas cosas.
Y así estuvieron en un exigente diálogo durante tres horas hasta que por fin, ¡oh
generosidad de la inteligencia!, por fin encontraron las respuestas a sus
preguntas.
Dichas respuestas son las siguientes:
P.—¿Qué somos?
R.—Somos tres profesores de Filosofía del Instituto Local de Enseñanza
Media.
P.—¿De dónde venimos?
R.—Venimos de dar clases de Filosofía para que nuestros alumnos sean en el
futuro profesores de Filosofía y enseñen a sus alumnos a enseñar lo que nosotros
les estamos enseñando.
P.—¿Adónde vamos?
R.—A cenar, que ya se está haciendo un poco tarde.
Lentamente y en silencio volvieron hacia la ciudad dejando atrás el paseo
marítimo, se dirigieron a sus casas y, ¡oh nueva felicidad!, como si sus legítimas
esposas hubieran adivinado su fortuna, las tres habían preparado el mismo menú,
quizá uno de los preferidos de los tres filósofos: salmón ahumado de primero y
albóndigas con tomate de segundo.
Sólo nos queda decir que muy pocas veces se producen hechos como el citado
que inundan de inenarrable felicidad la mansa paz de las capitales de provincia.
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INFORME
265
DE NUEVO EL COLESTEROL
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DIOS CASTIGA CON PIEDRAS EN LOS RIÑONES
EN los últimos años los restaurantes de lujo estuvieron llenos de ejecutivos que
devoraban mariscos y demás manjares de las nuevas y las viejas cocinas con el
mismo furor con que hundían sus puñales financieros en los ingenuos que se
enfrentaban a su poder económico.
Sin embargo, no era la gula la que les incitaba a comer y a beber sin razonable
medida los platos más caros de la carta: era la avaricia. La mayoría, en vez de
deglutir ansiosamente platos, devoraban precios, porque las facturas caras de los
restaurantes eran un testimonio de su riqueza. Su avidez por el dinero teñía de la
misma avidez toda su conducta. Todo lo hacían sin moderación, lo mismo comer
que sudar como cerdos jugando al “squash”, ambas inclinaciones, como se sabe,
enemigas irreconciliables del alma.
El despilfarro de calorías y de dinero de aquellos años parece que está
disminuyendo. Los restaurantes están medio vacíos y los antiguos devoradores,
entre los excesos en la ingesta de grasas, proteínas, alcoholes y nicotina, el
pánico por el presente y el pavor por el futuro, están pagando en sus hígados, en
sus riñones y en sus arterias aquellos excesos de los que quieren limpiarse con
ayunos y largas y sudorosas caminatas, intento vano porque la ansiedad que
padecen ahora es tan destructora como el exceso de “foie” y vinos de buenas
añadas engullidos en exceso.
No pretendo moralizar con banales reflexiones ni saborear mezquinamente la
derrota de los antiguos triunfadores. Escribo con envidia, porque sin razón moral
que lo justifique, una vida de renuncia y austeridad me ha conducido a los
mismos males que padecen antiguos triunfadores a los males reumáticos,
arterioscleróticos, cardiopáticos, hepáticos y depresivos sin habérmelo comido ni
bebido. Y eso es injusto. Porque es injusto que las antiguas grandezas de unos y
las antiguas penurias de otros hayan concluido en los mismos resultados. Ya sólo
tenemos frente a nosotros el pasado. Para unos, un pasado glorioso, para otros, un
pasado de perro tiñoso callejero.
En mi próxima reencarnación quiero ser rico, escarabajo boñiguero si es
necesario, pero rico.
Haré todo lo posible por conseguirlo.
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EL HOMENAJE O NO SOMOS NADA
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SUICIDARIUM
269
NO TODA LA CULPA ES DE ELLOS
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NOSTALGIA
271
YO QUIERO ESTAR LOCO
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RENUNCIACIÓN
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LA EXPLOSIÓN
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UN RECUERDO DE LA INFANCIA
“YO no creo que el primer recuerdo que tenemos de nuestra infancia viva en
nuestra memoria por la importancia que tuvo cuando se produjo el hecho. Hay
mucha gente que, ya en la senectud, un día se sorprende al ver surgir de repente
ante sí el recuerdo de una experiencia infantil que no había recordado en los años
anteriores.
Las experiencias infantiles están latentes en nosotros esperando que una
vivencia actual las despierte cuando, quizá, acabamos de vivir una escena
parecida a la que estuvo tantos años dormida en nuestra conciencia.
Digo esto porque el otro día, en un momento de sosiego y abandono, recordé
súbitamente que siendo yo niño —mi madre me llevaba semidesnudo en los
brazos—, una vecina que se cruzó en nuestro camino se rió de mi pilila porque
era muy pequeña.
Me he puesto a reflexionar sobre este singular suceso y creo que no hay error si
afirmo que yo no acababa de recordar mi futuro, sino mi presente. Entonces
solamente puede haberme avergonzado de mi desnudez, pero no del tamaño del
ridículo adminículo expuesto a la curiosidad de los paseantes, porque en aquellos
años yo era demasiado niño para percibir esos matices.
Por lo tanto, pensé, este recuerdo había sido producido por una experiencia
reciente. Y, efectivamente, así era.
Hurgando en mis trajines de los días anteriores, que se ocultaban con un tesón
sospechoso, recordé, también de improviso, que la víspera yo había vivido una
parecida situación angustiosa cuando alguien, cuyo nombre no quiero mencionar
por motivos fácilmente comprensibles, hizo unos comentarios nada elogiosos a
mi pilila actual, lo que despertó en mí el recuerdo a que me vengo refiriendo,
para ocultar la ansiedad presente y desplazarla a mi pasado, fecha en la que mi
narcisismo se sentía menos herido.
Naturalmente tengo que profundizar más todavía en este curioso fenómeno de
traslado al pasado de una realidad que preferimos olvidar para no aumentar
nuestras angustias seniles. En semanas próximas les seguiré informando de este
curioso fenómeno del alma y de la pilila.”
(Del “Diario inédito de un jubilado aficionado al psicoanálisis”. Zaragoza.
1993)
275
¡QUÉ PENA!
276
EL DECORADO
AYER me puso los cuernos mi señora y por culpa de ese vulgar acontecimiento
he pasado una de las temporadas más desdichadas de mi vida. No por mí, que a
mí me da lo mismo que me ponga los cuernos mi señora que me los ponga mi
descapotable, sino por mis amigos, por la angustia que han sentido todos ellos al
conocer la gravedad de mi supuesta desdicha.
Yo podía leer en sus ojos su ansiedad y su tristeza. No podían disimular que
conocían mi secreto. Algunos hacían grandes esfuerzos, vanos, por supuesto,
para fingir que desconocían mi cornudez, si así puede decirse, otros se
sonrojaban al verme, como si fuesen ellos los ofendidos, y otros, los que vivían
angustiados de pensar que yo pudiese saber que ellos conocían lo que
socialmente debe de ser ignorado, otros, repito, a los que se les salía la lengua
por los ojos de ganas de decirme la verdad y compadecerme y consolarme y
darme el abrazo callado que se dan en esos casos, vivían en continua zozobra.
Yo, por piedad hacia sus congojas, les decía:
—Creo que mi mujer me está engañando.
Y todos, con grandes y caritativas afirmaciones, me hablaban de la intachable
moralidad de la ponedora de mis ornamentos y negaban que eso fuera posible.
Sólo uno, mi más querido amigo, que aún sigue siéndolo, fue sincero conmigo y
me dijo:
—Lo siento, quiero que lo sepas si no lo sabes: fui incapaz de no sucumbir a
las tentaciones de la zorra de tu mujer.
Cuando me lo dijo, le di un apretón de manos fuerte y cálido como cuando se
acompaña a un viudo en el sentimiento. Y nos fuimos a tomar unas copas.
Ahora, para que dejen de mirarme mis amigos con la piedad que este tipo de
supuestos secretos aconseja, me he colocado en el testuz unos hermosos cuernos
de plástico, dorados y bruñidos, que me dan un aire satánico que nada tiene que
ver con mis dones apacibles, pero que les ha quitado un peso de encima a todos
los que me quieren.
¡Lo que tiene que hacer uno por los amigos!
277
YO SÓLO SÉ QUE NUNCA SABRÉ NADA
278
UNA HISTORIA TRÁGICA
LA historia que vas a leer, querido lector, es una historia real. Ocurrió hace
muchos años en un viaje que hizo una famosa compañía de baile español a
América.
Me la contó una de las protagonistas que carecía de pudor, y ocurrió de la
siguiente manera:
Cuando las bailarinas del “ballet” cenaban en el comedor del barco entró,
dejándolas a todas con la cuchara a la altura de la barbilla, un dios vikingo. Se
sentó solo en una mesa y cenó solo. Cuando digo un dios vikingo repito la frase
de la bailarina que así definió a aquel viajero del norte de Europa, alto, bello,
fuerte y con el aire de ser el famoso marinero de la canción “Tatuaje”.
Pues bien, prosiguió la danzarina en su relato, todas, absolutamente todas,
decidimos en el primer instante de la aparición de aquel afortunado vikingo que
sería físicamente nuestro.
Y así ocurrió. El afortunado citado pasó todas las noches de la travesía con
alguna de las apasionadas bailarinas. Luego desapareció de sus vidas y en ellas,
supongo, dejó en recuerdo inolvidable no venéreo, supongo también.
Repito que esta historia es cierta, porque así me lo juró una de las afortunadas
participantes de la gira, que por cierto, fue un éxito, quizá por la felicidad que
habían encontrado todas ellas en aquel amoroso viaje.
Y ahora llega la tragedia. La tragedia del pobre y afortunado seductor que,
estoy seguro, lleva años contando a sus amigos sus noches de pasión con veinte
bailarinas españolas sin que nadie le crea.
¡Es terrible haber vivido una aventura tan venturosa oyendo cuando la cuentas
sólo frases de desdén e incredulidad! Pero ése es el castigo a su pecado.
Yo tengo ganas de encontrarme un día al dios vikingo, no con fines eróticos,
como ustedes se imaginan, que siempre piensan lo peor, sino para decirle,
después de escucharle, y poner mi mano sobre su hombro.
—¡Sé que es cierto lo que usted me ha dicho, rubio Don Juan! Me lo ha
contado mi antigua prometida, la que hoy no es mi señora.
¡Cuesta tan poco completar la felicidad de quienes casi la alcanzan con la punta
de sus dedos y más! Yo soy así de generoso.
Y por última vez repito que la historia es verdadera. Algunas de mis lectoras lo
recordarán y sonreirán con melancolía.
Así son las cosas del amor, aunque sea efímero.
279
INSOMNIO
280
LA BOFETADA
281
LOS HARENES DE OCCIDENTE
HAY que reconocer que esta conocida institución matrimonial de Oriente hace
siglos ha sido superada en Occidente. No quiero decir que la cristiandad haya
alejado de su seno esta malévola forma de unir al hombre y a las mujeres, sino
que los harenes de Occidente son más abiertos, como se suele decir ahora, más
tolerantes, más humanos.
Tener en casa un harén es un engorro que sólo algunos cándidos
seudodonjuanes poseen. Lo perfecto en nuestro mundo cristiano, repito, es tener
libres del yugo del harén a las huríes terrenales que tanto complacen a los
hombres polígamos.
En realidad esta forma abierta, como dijimos, de la servidumbre de los harenes
es más acorde a las ideas de liberación de la mujer, tan en boga últimamente. Y
más cómoda, desde luego.
Las mujeres, hay que reconocerlo, son unas pejigueras como decían nuestros
abuelos y juntas son inaguantables por los celos, los odios que brotan entre ellas
y sus bulliciosas disputas.
Por eso es más saludable no tener a todas concentradas en un mismo ámbito
especial, sino repartidas en los domicilios de sus legítimos esposos, de sus
padres, de sus amantes o en sus propios pisos.
Naturalmente, de alguna manera esta forma occidental del harén tiene algunos
inconvenientes. Uno de ellos es el de los cuernos. Muchas esposas ajenas que
forman parte de nuestros diseminados harenes a veces se ven obligadas a cumplir
el llamado débito conyugal con sus maridos o amantes legítimos. No es raro que
se dé ese caso, pero, sin duda, es un mal menor. Ya lo dice la sabiduría popular:
“Hoy por mí, mañana por ti.”
Estas reflexiones, naturalmente, pueden ser criticadas por algunos
oscurantistas, especialmente calvinistas, pero debemos admitir sinceramente que
el tipo de harén occidental al que nos estamos refiriendo es más práctico para el
hombre y más moral para las mujeres que pueden gozar en su propia casa del
calor de un hogar cristiano, por un lado, y por otro, no caen en la ostentación de
su alejamiento de la doctrina de la Iglesia, conducta que a muchos puede parecer
reprobable desde el punto de la moral tradicional ya casi afortunadamente, en
desuso.
282
EL ASESOR DE MI MENTE
283
¡ALLÁ YO!
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LA BROMA
HOY hemos decidido en la oficina gastar una broma a nuestras esposas. Es una
broma muy divertida e inocente. Consiste en decirle cada uno de nosotros a
nuestra mujer al llegar a casa:
—¡Infame!
Y después, sin darle el beso de siempre, dirigirnos al dormitorio, sacar la
maleta grande del armario, llenarla con nuestras cosas imprescindibles para vivir
por nuestra cuenta, besar con tristeza a nuestros hijos y luego dirigirnos a la
puerta, y allí dirigirnos de nuevo a la pobre mujer, que estará asustada sin
entender nada de lo que pasa, para decirle con aire de reproche:
—Y tú sabes por qué lo digo.
El que nos ha propuesto la idea nos ha dicho que esta broma que él ya se la ha
gastado a su mujer sirvió para que aquel día, cuando se aclaró todo, viviesen una
maravillosa noche, con mariscada incluida.
Así que yo, esta tarde, cuando he llegado a casa, sin darle a mi mujer el beso de
todos los días y con un gesto severo y casi compungido le he dicho lo que dice
mi amigo que hay que decir:
—¡Infame!
Luego me he dirigido al dormitorio a coger la maleta grande para meter mis
cosas y seguir fingiendo que abandonaba el hogar. Y entonces se ha producido
algo que yo no esperaba, porque mi señora me ha dicho con un aire severo
superior al que yo había fingido:
—Es mejor que sea así. ¿Te lo ha contado él mismo, no?
Yo me he quedado anonadado de su confesión. He llenado la maleta, he besado
a los niños con lágrimas en los ojos, he ido a la puerta de la casa, he salido, y
ahora estoy en un hotel maldiciendo las bromas que a veces nos proponen
nuestros amigos para excitar a nuestras honradas esposas.
PD. Aquella noche se suicidó el pobre bromista.
Lo más gracioso de todo es que jamás llegó a enterarse de que el “él” a quien
se refería su mujer en su pregunta era el compañero que les propuso el
jueguecito.
Pero no todo son penas. Hoy la esposa y el bromista son felices en el
matrimonio que contrajeron después del suicidio que hemos dicho.
Así son las cosas. No hay mal que por mal no venga.
285
EL ACOSO
286
LAS ÚLTIMAS DICTADURAS
LAS últimas dictaduras que sobreviven entre las democracias formales que nos
ha tocado gozar últimamente son las dictaduras de los restauradores, en cuyas
repúblicas, o eres un súbdito sumiso o si no lo eres, al final del atraco te
envenenan con un licorcito de la casa, porque, además de fieros, los restauradores
son unos dialécticos cursis que siempre hablan en diminutivo.
Hay restaurantes en los que antes de que abras la boca para pedir la carta ya te
han traído los tres platos típicos del asalto que precede al desvalijamiento final: el
plato de jamón de Jabugo, el de lomo de las mismas tierras y el de los
langostinitos. Eso para empezar y para que no puedas huir cuando veas los
precios de la carta.
Muchos ingenuos creen que esos platos son obsequio de la casa y sufren
digestiones de suspensión de pagos cuando al final de la comida ven el precio de
lo que creían que era un regalo.
Hasta hace poco esos restaurantes atracamesas te asaltaban porque querían
amortizar la inversión del local y la decoración con visillos en dos o tres años.
Ahora arruinan a los pocos clientes que les quedan vivos con unas facturas que se
pagan con manos temblorosas.
Si hay una crisis que muchos celebramos con alegría es la de los restaurantes
“snobs”, que más que restaurantes parecen cuevas de Alibabaes.
Antes no importaban esos robos a plato armado porque generalmente era el
Estado el que corría con los gastos de los señores clientes. Pero ahora, el Estado,
dicen, yo no lo creo, está inapetente para esos lujos y el que quiere comer en un
restaurante caro lo tiene que pagar de su bolsillo. Y eso, incluso para los altos
cargos, ya no es negocio, que no es lo mismo comer invitado que por tu cuenta.
Ahora los enchufados de los presupuestos generales han vuelto a la vieja
costumbre familiar del huevo frito con tomate.
En fin, que continuaremos hablando del tema porque se nos está haciendo tarde
y yo tengo que ir a comer con un subsecretario. ¡A saber en qué tabernucho me
invita en esta nueva legislatura!
287
UN MATRIMONIO EJEMPLAR
288
LA EXTINCIÓN
Los planetas chocaron con los planetas, las estrellas se unieron a las estrellas en
un ígneo abrazo, las galaxias se devoraron las unas a las otras y viceversa, y todo
el infinito inexistente, en un estruendo mil veces inenarrable, estalló con el
estruendo que pueden ustedes imaginarse.
Se fueron apagando las estrellas poco a poco. Primero las más alejadas, luego
nuestras hermanas de la Vía Láctea, y por fin nuestro sol.
Cuando nuestro planeta fue alcanzado por la hecatombe cósmica lo último que
pudo oírse fue una voz angustiada que gritó:
289
EL ALBA Y LA ROSA
EL poeta se despertó con flemas. Mientras regurgitaba los ácidos restos del
cordero de la cena de la víspera contempló alarmado que otra vez le estaba
brotando en el labio superior el herpes del estrés o de las malas costumbres.
Luego, al lavarse los dientes, se le disparó la dentadura postiza, que cayó en la
taza del retrete, de donde la extrajo con dificultad y asco. Al salir del baño se
cruzó con su esposa, que envuelta en una bata japonesa entreabierta mostraba las
ruinas a que el señor conduce nuestra soberbia. Olía al tocino frío del desayuno y
andaba otra vez, al parecer, con sus descomposiciones intestinales.
El poeta que cambiar los pañales a su último hijo, nacido del descuido, del
error o de la monotonía en un encuentro matrimonial acaecido en el sueño y la
penumbra. Su hija adolescente volvió en ese momento a casa después de varios
días de ausencia. Olía a porros y a pacharán. “Yo no tengo que dar explicaciones
de mi vida a nadie”, dijo, y desapareció en su habitación tras un tronar de
portazos.
El poeta notó que el vino de la cena había enconado la virulencia de sus
almorranas crónicas. Se miró en un espejo y notó la zona enrojecida. Llamó a su
señora, que, tras una inspección ocular, confirmó sus sospechas: aquello iba peor
cada día. Progresaba con el mismo tesón y la misma calma con que progresaba
también el adenoma prostático.
El poeta, ya limpio, aseado y con un yogur de fresas desnatado, entró en su
habitación de poeta y escribió:
“El alba y la rosa. Poema”.
Y estuvo escribiendo toda la mañana hasta que su señora, que aún andaba
envuelta en la bala japonesa, le anunció que las fabes ya estaban en la mesa.
El poeta concluyó el poema horas después entre eructo y eructo con sabor a
morcilla y a chorizo asturiano.
A pesar de todo, el exquisito poema está incluido en numerosas antologías de
poesía contemporánea.
Así son la vida y al arte.
290
EL ROBO DEL PERRO DE PAVLOV
291
VIDAS PARALELAS CON AMNESIA
292
UN NIÑO AFORTUNADO
293
LOS TEMIBLES DINOSAURIOS
NO transcurre un solo día sin que se nos cite a los dinosaurios. En la radio, en
la Prensa, en la televisión, en las conversaciones privadas, en todos los medios
imaginables de comunicación se nos habla constantemente de esos monstruos de
su tamaño, de su ferocidad, de las huellas que han quedado de su paso por la
tierra y, sobre todo, de las posibles causas de su extinción.
Hay cientos de teorías para explicar la desaparición de los dinosaurios. Unos
dicen que los cambios climáticos fueron la causa de su muerte, otros la atribuyen
a una fantástica lluvia de cometas que produjo la asfixia de tales pavorosos
reptiles y otros afirman que murieron de hambre cuando ya se habían comido
todo lo que había de digerible en la tierra.
Pero lo cierto es que los dinosaurios no han desaparecido. Así como suena. Los
dinosaurios siguen existiendo a nuestro lado con sus poderosas garras, su
ferocidad de animales sin alma ni piedad, su enorme y peligroso volumen que
todo lo hunde, lo arrasa y destruye.
Es verdad que durante cientos de miles de siglos los dinosaurios habían
aparentemente desaparecido de la tierra, pero ahora han vuelto y viven entre
nosotros después de una sorprendente mutación. Siguen siendo igualmente
poderosos, amenazantes, omnífagos, depredadores, crueles y se extienden por
todos los continentes de la tierra.
Los modernos dinosaurios son las multinacionales que todo lo devoran, lo
digieren, lo absorben, lo trituran en su estómago insaciable y todo lo ensucian
con sus gigantescas defecaciones.
Algunos científicos ingenuos suelen descubrir de vez en cuando huellas de lo
que ellos creen que son dinosaurios y no son más que las gigantescas garras de
los ejecutivos de las multinacionales que, invisibles, recorren día y noche el
mundo entero para chuparnos la sangre que almacenan en sus vientres y que
luego digieren tranquilamente con sus crías en sus covachas de los Estados
Unidos de América y otros centros de multinacionales de occidente.
Yo poseo más de cien números de teléfono que pertenecen a esos dinosaurios
modernos. Algún día los haré públicos para que entre todos luchemos contra esas
fieras hasta que desaparezcan sus bisabuelos hace millones de años.
Les tendré al corriente.
294
Información universitaria de verano
LA SABIDURÍA DE LOS CANÍBALES
295
UN PROBLEMA LABORAL
296
MI SEÑORA ES MI MARIDO
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QUE EL GOBIERNO NOS PERDONE
EN España se hace crítica con fines generosos, es decir, para señalar el camino
de perfección del objeto o tema criticado. Cuando la crítica consigue que una
actividad sea perfecta, tuerce su rumbo y embiste otras cuestiones.
Ahora los temas favoritos de los críticos son la economía y la política. Cientos,
miles de comentaristas imparten diariamente en la Prensa y en la radio sus
lecciones magistrales como lo hacían los antiguos arbitristas que construían
sistemas descabellados para resolver los problemas de la patria.
Los críticos son gentes honradas y patrióticas que hablan y opinan cuando la
fatalidad ya ha estallado y ha causado los males que suele. Siempre andan
diciendo que ellos decían y mañana dirán que lo habían dicho hoy, y a veces
hasta tienen poder adivinatorio cuando el poder tiene la magnanimidad de
mostrarles las profundas raíces de sus errores (1), errores que suelen ser trágicos,
es decir, obras funestas de la inexorable fatalidad del destino.
Porque los políticos jamás son culpables. Los políticos son los grandes
capitanes que tienen que conducir la patria entre las tormentas, los abismos y los
monstruos que la rodean para que ellos hagan grotescos, y la mayoría de las
veces inútiles, esfuerzos por salvarla. Ese es su destino.
O sea, resumiendo, que la crisis que nos devora es obra de los dioses, y no de
quienes tenían la obligación de haberla impedido.
O sea, volviendo a resumir, que usted y yo somos los culpables de todo lo que
está y seguirá ocurriendo en la economía de la patria y quizás, dentro de poco, de
sus míseros fragmentos.
Y además de culpables somos también tontos. Ya lo saben.
Que el Gobierno nos perdone.
298
Economía
CONTROL DE LA ABUELIDAD
299
UN ODIO ETERNO
SE conocieron, y seis años más tarde se casaron sin amarse. Y así siguieron
cincuenta años hasta las bodas de oro, él con un odio indiferente que fue
surcando su rostro de arrugas, y ella con uno profundo y continuo que no le daba
sosiego y al que se sumó años más tarde un desprecio que su director espiritual le
perdonaba todos los sábados.
Tuvieron hijos rebeldes y tardíos, nacidos del desamor, que pronto les
abandonaron para irse a sus decibelios y a sus litronas y a vivir unas costumbres
diferentes a las de sus ancianos padres.
Y así vivieron toda su vida sin que nadie llegase a adivinar la terrible pasión
que les devoraba la paz y la armonía del universo.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir. Un día, cada uno por su cuenta, como si el
destino les hubiera señalado ese fin común, decidieron quedarse viudos al mismo
tiempo. Fue un doble asesinato recíproco y secreto.
Los dos utilizaron el mismo sistema: el matarratas, que es lo que tenían más a
mano, y en la misma noche y a la misma hora, él llenó de veneno la sopa de su
esposa y ella el flan con frambuesas.
Al día siguiente la asistenta los encontró muertos y abrazados.
Todos pensaron que había sido un suicidio de amor y que aquel abrazo era el
testimonio de que murieron juntos y más unidos que nunca. Pero la verdad era
distinta; en el último instante de la agonía los dos se dieron cuenta de que morían
envenenados y se arrojaron, ya exánimes y sin fuerzas, a sus respectivos cuellos
y lanzaron sus últimos suspiros y sus últimas maldiciones en un siniestro abrazo
que parecía de amor.
Aunque los vecinos condenaron el suicidio que creían común, todos admiraron
la paz, la felicidad y la armonía en que habían vivido y habían muerto aquellos
ancianos Romeo y Julieta. Así se escriben las historias de amor.
300
LOS CRÍTICOS
LOS críticos, como se sabe, no necesitan pasar por las aulas de la Universidad
ni poseer títulos oficiales para ejercer su trabajo. Los críticos nacen
espontáneamente, como las flores, los hongos y las difamaciones. Quizá sea
mejor así; las escuelas oficiales abortarían la frescura, la osadía y la alegre
irresponsabilidad de esos animalitos, mezcla de mariposa y avispa, que, como
plagas primaverales, invaden todos los rincones de lo que queda de la patria. Hay
cientos, miles de especies, grados y subespecies de críticos. Hoy se critica todo.
Nada es respetado, todo es corregido, aleccionado y reprendido. Tenemos suerte.
Estamos bien aconsejados por esos santos y abnegados críticos que nos señalan
constantemente el camino hacia la luz que ellos jamás podrán alcanzar.
Digo todo esto porque la semana pasada nació una nueva rama de la crítica,
desconocida hasta ahora. Me refiero a la crítica a los dioses. No a las religiones
contaminadas por los humanos, sino a los dioses mismos, que hasta la llegada de
los críticos todos creíamos perfectos, esféricos y esplendorosos.
301
SILENCIOS MATRIMONIALES
DESPUÉS de las palabras de amor del noviazgo y del “sí” de la boda sólo se
dirigieron las frases imprescindibles para sobrevivir en el matrimonio. Luego
vinieron largos años de silencio, de un silencio casi absoluto roto solamente en
los últimos años por el fragor de la televisión. No tenían nada que decirse. Su
silencio era la premonición del silencio definitivo que les estaba esperando a la
vuelta de los años.
Pero Dios se compadeció del aburrimiento conyugal de aquel ejemplar
matrimonio y les envió la terapéutica apropiada para tan desdichado mal, hoy
casi endémico: las enfermedades. A ella, varices y artrosis; a él, gastritis y
taquicardias.
Su vida volvió a animarse y cobró sentido. Ya tenían algo de que hablar con
cierta pasión. Las enfermedades les habían salvado del aburrimiento.
Su vida fue enriqueciéndose a medida que aumentaban sus padecimientos. Tras
las varices, la artrosis, la gastritis y las arritmias llegaron las incontinencias de
orina, la presbicia, los reumatismos, las hemorroides, los males prostáticos y de
las trompas, y todas las patologías que animan y unen las vidas de los
matrimonios sin palabras.
Al final, cuando los dos vegetaban en el Alzheimer, volvieron de nuevo a su
condición genética de silentes.
Como no habían tenido hijos, les cuidaron, al principio unos sobrinos, y
después, cuando se acabó el dinero, unas misioneras que acababan de regresar de
Zambeze cuando se dieron cuenta de que también aquí puede ganarse el cielo con
las misiones.
Su silencio, su incomunicación tuvo su premio: murieron sin insultarse.
302
LA INOCENCIA DE LOS CORRUPTOS
POR fin se pueden acallar con firmeza y razón las injustas voces que acusaban
de corrupción a quienes más que insultos necesitan palabras de consuelo.
Los corruptos son inocentes. Así lo ha pregonado la justicia y lo han
demostrado las ciencias biológicas. En sus comportamientos no hay ambición ni
voracidad económica ni antipatriotismo.
Los corruptos no son unos degenerados de la sociedad, sino unos pobres
enfermos atacados por un megavirus que destruye las defensas de su sistema
linfático económico-político. Así de sencillo.
Si de algo se puede acusar a los corruptos es de poseer un sistema
inmunológico débil, quizá por causas genéticas, y de no disponer de los
suficientes leucocitos para combatir su triste sino.
Como nadie ignora, la corrupción se ha extendido por España en los últimos
años como una epidemia que nos amenaza a todos. Sólo los que posean una
fuerza moral a prueba de virus son inmunes a esta peligrosa plaga. Los débiles,
los marranos, los cabritos y los malnacidos sucumben fácilmente al ataque de los
megavirus que destruyen los linfocitos, como hemos dicho y han confirmado los
jueces y biólogos, y son presa fácil de las enfermedades oportunistas
—financieras, económicas y políticas—, que aniquilan fácilmente los pocos
genes de bien nacidos que poseen los citados enfermos.
Desgraciadamente, todavía no hay medios para combatir este peligrosa
infección vírica ni vacuna para evitarla.
Tendremos, pues, que vivir con la infección y soportar su cronicidad hasta que
la decencia aumente las defensas de quienes sufren las tentaciones del virus y del
dinero.
O sea, que la cosa, desgraciadamente, va para largo.
303
UN HOMBRE SIN PASADO
304
PEDIATRÍA
LAS SEÑORAS DE LOS HUEVOS DE ORO
ES conocida la poca frecuencia con que nacen gallinas de los huevos de oro,
hijas casi siempre de gallinas también de los huevos de oro, que sólo
excepcionalmente ponen huevos normales con su cáscara, su clara y su yema.
Pues bien, si es rarísima la existencia de esas míticas gallinas, más difícil es
todavía que nazcan hijos de madres de los huevos de oro. Por eso, el nacimiento
de uno de esos huevos en Llambrillas (Gerona) nos incita a comentar tan singular
acontecimiento.
Las mujeres de los huevos de oro generan un óvulo de oro mensual, excepto en
el caso de ser fecundadas por un banquero. En esos casos, la mujer de los huevos
de oro tiene un embarazo normal y a los nueve meses, habitualmente en partos
también normales, dan a luz preciosos niños de oro que son muy codiciados por
los millonarios coleccionistas de esos caprichos de la naturaleza, aunque pocas
veces pueden conseguir niños de oro porque sus madres los protegen, cuidan y
miman porque saben que cuando crezcan y se hagan hombres tendrán un precio
mucho más elevado en las bolsas de metales preciosos de Londres y de Amberes.
Afortunadamente las mujeres de los huevos de oro son casi siempre gentes
sencillas, modestas y prolíficas que suelen tener hasta diez criaturas de oro y que
viven de los pelos, las uñas y los tabanillos que les crecen a sus hijos como
florecen las flores en el campo.
Hay mucha gente que egoístamente pretenden adoptar niños de madre de los
huevos de oro, quienes, con loca precipitación, ignorantes del tesoro que han
traído al mundo, los dejan abandonados en las puertas de los hospicios donde
suelen morir de inanición porque el único alimento que pueden tomar hasta los
tres años es el pecho de sus madres, sin el cual mueren inexorablemente dando
espantosos alaridos.
Por eso es aconsejable que nadie abandone a sus hijos nacidos sin comprobar
antes que no se trata de un niño de una madre de los huevos de oro.
Pues bien, resumiendo: esto es cuanto por ahora les podemos decir a las madres
de los huevos de oro y a sus no se sabe si afortunados o desdichados chiquitines.
305
DIVULGACIÓN CIENTÍFICA:
EL INVENTO DE LA MEMORIA
MUCHA gente cree que la memoria es algo que el hombre posee desde los
primeros segundos de su aparición en la Tierra. Esa creencia es un error. Los
hombres primitivos eran, como la lluvia y la fluorita, por citar un par de
ejemplos, amnésicos, y vivieron millones de años sin recuerdos, sin historia y sin
bibliotecas nacionales.
Se supone que tas los oscuros años del Medievo el verdadero inventor de la
memoria fue, como de tantas otras cosas, Leonardo da Vinci. Su invento fue
perfeccionado posteriormente por Newton, Lavoisier y finalmente por Einstein,
quien enunció matemáticamente la estructura de la memoria, que ahora incluso
los más tontos, que son la mayoría, saben que no es ni corpuscular ni ondulatoria,
aunque goza en cierto sentido de ambas cualidades.
La memoria es muy útil al hombre. Gracias a ella sabemos, por ejemplo, que a
las siete de la tarde (con un error despreciable de 0,005 segundos) todos tenemos
que rascarnos la ingle izquierda, excepto, como es sabido, los sábados, domingos
y demás fiestas de guardar, en que los cristianos estamos exentos de esa
obligación casi milenaria.
La patología de la memoria es muy curiosa y ha despertado el interés de los
científicos. ¿Por qué, por ejemplo, recordamos con más facilidad el dinero que
nos deben que el que debemos nosotros? ¿Por qué, también por ejemplo, es casi
imposible olvidar unos cuerpos propios aunque hayan sido extirpados
quirúrgicamente hace años sin dejar señales ni cicatrices?
Podríamos estar horas y horas haciéndonos preguntas sobre la memoria,
preguntas que por ahora carecen de respuesta.
Hawking, el famoso físico inglés sepultado en un sillón de ruedas, ha afirmado
que el hombre no puede recordar el futuro y que jamás, de nuevo por ejemplo,
hombre alguno de los que vivimos ahora podrá saber lo que va a merendar el 14
de febrero del año 2918.
A pesar de todo, el futuro está abierto generosamente a quienes dedican su vida
a estudiar tan singular fenómeno de la mente humana.
306
UN BONITO JUEGO PARA BRILLAR EN SOCIEDAD
307
OTRA VEZ LOS ÁNGELES DE LA GUARDA
308
Economía
309
LA CADENA PSICOANALÍTICA
310
PROTOCOLOS RACIONALES
El nuevo protocolo inventado por mí aconseja que en los grandes banquetas las
gentes se sienten según una escala racional: por su capacidad de audición.
Antes solía ser penoso contemplar cómo un arzobispo, por ejemplo, aquejado
de una sordera de las llamadas atronadoras, una sordera de ocho grados de la
escala acústica de Richter, no podía dialogar con su vecino porque los dos
estaban enfrentados por sus oídos malos. Uno no oía por el lado derecho y el otro
por el lado izquierdo. ¡Cuántas veces hemos podido ver a un invitado con
hipoacusia del oído derecho cenar en silencio, porque su oreja izquierda, con la
que podía oír, había sido situada, por culpa de los antiguos protocolos, apuntando
al vacío de la esquina de la mesa.
Ahora, gracias a mis reflexiones, será distinto. Ahora a todos los invitados se
les hará una audiometría y serán sentados según su capacidad de audición al lado
de invitados que se complementen con su singularidad fisiológica. Los sordos
totales, los medios sordos, los benignos y los afortunados que no son sordos se
sentarán de tal manera que, como hemos dicho, se complementen auditivas.
311
LOS SORDOS DE SÍ MISMOS
LOS sordos, como se sabe, van perdiendo poco a poco el contacto sonoro que
tenían con el mundo cuando no eran sordos.
La claridad de las voces y sus significados se van perdiendo con los
desfallecimientos cocleares y la degeneración del nervio óptico. Poco a poco las
voces se van alejando de los sordos hasta que un día dejan de oírse a sí mismos.
Hojean libros, fríen huevos y resbalan y se caen en silencio. Viven como en las
películas del cine mudo antiguo, sin el consuelo siquiera de la música de piano
que acompañaba los gestos exagerados de aquellos viejos actores.
Un día el sordo descubre que tampoco puede oírse a sí mismo, aunque grite
uniendo con la concavidad de la palma de su mano el grito de la boca con su ya
inútil oreja. Ese día es terrible porque también ese día deja de oírse cuando canta,
cuando ríe, cuando llora.
Ve lleno de lágrimas su rostro cuando se mira en el espejo para que sus gestos
le ayuden a escuchar sus carcajadas. Pero es inútil. Sólo ve la máscara trágica de
la alegría muda, que sin sonidos es como un fantasma asustado que está pidiendo
socorro.
Cuando se llega a esos extremos no se oyen ni las voces de los recuerdos, y de
las canciones infantiles sólo quedan las letras que nos hacen llorar de
desconsuelo. No pueden oírse ni cuando llaman a su madre en la soledad de su
silencio.
Esos sordos tampoco oyen los bombardeos y ven derrumbarse los grandes
edificios lentamente y en silencio hasta que desaparecen tras el polvo de los
hundimientos, porque la realidad sin acompañamiento musical o sonoro parece
que transcurre más despacio, como si los minutos y los segundos se fueran
alargando y el tiempo fuera elástico como cuando se ama.
Quien lo sufre lo conoce.
312
AQUEL NIÑO
AQUEL niño dedicó dieciséis horas del día a ver la televisión con el
consentimiento de sus padres.
Por la mañana contempló veintidós escenas violentas, en las que murieron once
víctimas inocentes, tres policías y seis delincuentes [sacristanes]. Cinco niñas
fueron violadas sádicamente ante los ojos espantados de sus padres que
agonizaban con unas azadas clavadas en el vientre.
Por la tarde aquel niño vio unos dibujos animados en los que unos supuestos
marcianos invadían la Tierra para extinguir toda la vida que existía en ella sin
respetar ni las flores ni las plantas, ni a los niños, ni a las vírgenes ni a las
hacendosas abejas.
Por la noche el niño saboreó en compañía de sus papás una película en la que
se contaba las criminales relaciones incestuosas de una familia de
esquizofrénicos que acababan por pegar fuego a la barriada en el que cientos de
vecinos perecían en una orgía de sangre y llamas que el niño contempló
impasible porque ya estaba acostumbrado a ver películas parecidas todos los
días.
Por último, antes de acostarse, puede ver un documental científico sobre la vida
sexual de unas arañas cuyas hembras devoraban a los machos después de ser
fecundadas.
Luego aquel niño se fue a dormir y soñó que desde un cielo brillante de rayos
de oro unos ángeles descendían a la Tierra y llegaban a un hermoso prado donde
una pastorcita cuidaba un rebaño de ovejitas. Los angelitos saludaron a la
pastorcita y sin decir una sola palabra la degollaron y la violaron y después
descuartizaron con sus dientecitos a todas las ovejitas que con su sangre —veía
en sueños aquel niño— ahogaban a la abuelita de Caperucita que se estaba
bañando desnuda con unos leñadores también desnudos que practicaban actos de
bestialismo con la enloquecida (de alegría) anciana. Entonces llegaba Caperucita
y estrangulaba a la abuelita y a los pastores y repartía su carne entre unos
horribles prisioneros caníbales que fabricaban embutidos con la carne de los
inocentes que eran seducidos por la Bella Durmiente del Bosque. Luego el niño
se durmió.
Al día siguiente su mamá le preguntó qué es lo que había soñado, y el niño,
sonriente, enseñando sus dientes de marfil, dijo:
—Cosas de la vida [tele], mamá.
313
QUIZÁS CONVENGA MORIRSE JOVEN
AÚN no está bien aclarado en qué edad viviremos la vida eterna los mortales.
Unos piensan que por justicia divina todos tendremos la misma edad, otros
piensan que en el Más Allá no tendremos cuerpo y que, por tanto, carece de
sentido esa duda, y otros, los menos fantasiosos, opinan que renaceremos con la
edad que teníamos al morir.
Me falta la fundamentación científica seria necesaria para tener una opinión
responsable. Por eso dudo y mi duda es la siguiente: “¿Qué conviene más: vivir
pocos años en la Tierra y morir joven para seguir siéndolo eternamente, o alargar
nuestra vida con el riesgo de vivir después hasta la consumación de los infinitos
achacoso, arrugado, reumático, impotente, olvidado de todos y hundido en el
triste Alzheimer con qué seguramente llegaremos al cielo?”
Este delicado problema personal tiene una respuesta difícil. Todos pensamos,
estoy seguro, que lo más conveniente es morir en la madurez, cuando aún
estamos fuertes y esbeltos, lejos ya de la inmadurez y la estupidez de la primera
juventud. A esa edad ya hemos gozado de la vida y de la carne con que nos
obsequia y podremos vivir la vida eterna con una imagen decorosa.
Morir joven sería pueril, nunca mejor dicho, porque nos privaríamos de los
grandes placeres y satisfacciones que a esa edad ni se sospechan.
Hay, además, un problema que no olvidan los impíos y los incrédulos: “¿Y si
no hay resurrección después de la muerte?” En ese caso, no hay duda, convendría
morir viejo, después de haber gozado frenéticamente los placeres que nos ofrece
la naturaleza y eso que se lleva uno a la nada por delante.
Hay otras gentes, tristes gentes, que dicen que ese problema se evita fácilmente
no naciendo. Cuando no se ha nacido da lo mismo morir joven que viejo, e
incluso, se sospecha, da lo mismo morir que no morir, puesto que no hemos
nacido.
Son, pues, preguntas metafísicas. Lo único que podemos afirmar con certeza es
que ante el trance de la muerte es conveniente no tener los pies sucios porque
según la iconografía universal en el cielo se anda descalzo. También en el Más
Allá debemos pensar por cortesía en el qué dirán.
(Del libro del profesor García: “¿Hay vida en otros planetas?”, de próxima
aparición en todas las mantequerías de España.)
314
GUERRA AL DECIBELIO
315
LOS INTELECTUALES Y LOS INTELECTUALES
316
MÁS ALLÁ DEL INCONSCIENTE
317
ESPERANZADOR AUGE DE CRÍTICOS
DE LA NADA EN ESPAÑA
318
PONER LA OTRA MEJILLA
319
INFORME DE UNA HISTORIA TRÁGICA
CON FINAL FELIZ
320
HOMO ERECTUS
321
ÓBITOS Y SEPELIOS GONZÁLEZ, S.L.
POR vocación puso una funeraria que le fue bien hasta que llegó la crisis y la
gente, por ahorrar, empezó a enterrar a sus muertos por su cuenta. No mucho,
porque los viejos se hacían eternos y nadie podía convencerles de su obligación
cívica de fallecer a una edad prudente y patriótica.
Casi se vio obligado a cerrar su empresa, llamada Óbitos y Sepelios González,
S. L., pero tuvo tiempo la inspiración que le salvó del óbito empresarial.
Mintió cuando en su publicidad privada dijo que el nuevo planteamiento de su
negocio era conforme a las disposiciones de la Europa comunitaria y prometió
por el mismo precio, además de las pompas fúnebres de toda la vida, poner
también el difunto al recibir el encargo.
Los meses siguientes fueron los mejores de su vida. Cientos de clientes
preguntaban por el precio de los entierros de alguien de quien daba nombre,
edad, dirección y costumbres habituales.
—Usted ya me entiende —le decían cómplices y temerosos.
Él asentía y se ocupaba de todos los trámites para complacer en todo a los
señores clientes que, solía decir, son el sustento y el alma de la empresa moderna.
Empezaron, por consiguiente, a morir las gentes en circunstancias extrañas,
gentes que eran enterradas con gran pulcritud y profesionalidad por Óbitos y
Sepelios González, S. L.
Años después fue detenido y procesado, acusado de infinitos homicidios. Murió
de un infarto al conocer la sentencia.
Sus últimas palabras, antes de morir, fueron: “Quiero ser enterrado por
Herederos de Óbitos y Sepelios González, S. L.”.
Se cumplió su último deseo y su nombre fue recordado con cariño por los miles
de clientes a quienes había favorecido con sus actividades empresariales.
Se salvó por los pelos de ir a “La Máquina de la Verdad” terrenal. En la divina
no hay duda de que comparecerá el día de su juicio definitivo.
El vecindario quiso colocar una lápida conmemorativa en la fachada donde
había vivido, pero las autoridades municipales lo impidieron alegando los
motivos banales de siempre.
322
LA ENTROPÍA CONYUGAL
···
(Haga usted diez copias de este escrito y envíelas a diez matrimonios amigos
que viven esa luctuosa y artificial felicidad, y en menos de un mes, usted, señora,
encontrará en el supermercado o en el bingo a un príncipe encantado, y usted,
caballero, a la guarra de su vida. Y así tendrán ocasión de vivir una nueva
entropía un poco más animada que la anterior y podrían ser felices durante un par
de semanas.)
323
LA SOBERBIA DE UN LOCO HUMILDE
DURANTE muchos años vivo luchando entre el bien y el mal, entre una
soberbia satánica que a veces le inundaba el corazón y una santa humildad no
menos apasionada.
Fue una lucha terrible en la que, al fin, la soberbia fue derrotada. Dejó de
despreciar a su prójimo, dejó de sentirse un Dios con mayúsculas y se inclinó
decididamente hacia la piedad y la mansedumbre.
—Es un santo —llegaron a decir las gentes que tuvieron la fortuna de
conocerle.
Y acaeció lo que desgraciadamente siempre acaece en estos casos: se sintió
diabólico orgulloso de ser tan humilde, tan sencillo, tan generoso, tan piadoso
con los desesperados, los menesterosos y los sandios.
Y tuvo que luchar de nuevo contra la tentación de la soberbia que volvió a
inundarle y a roerle el corazón.
Vivió así durante algún tiempo inquieto y turbado hasta que un día se le
apareció un ángel, que le dijo:
—Sólo te curarás del pecado de tu soberbia y falsa humildad si eres grotesco y
ridículo y te encenagas en la nada de la que sólo eres una mil millonésima parte.
El satánico soberbio comprendió el mensaje y lo aceptó, y fingió desde
entonces ser un pobre imbécil, un necio ridículo, un ser más digno de compasión
que de desprecio.
Y si antes habían elogiado su santidad y sus virtudes aumentando con ello su
perversa vanidad (ya se sabe cómo ensoberbece la virtud cuando es
autocomplaciente), ahora él, en su secreta conducta, volvió a sentirse santificado
por su renunciación y de nuevo fue mordido por el diablo de la soberbia que le
decía: “Pocos han saboreado con tanta fruición como tú los placeres de la
humildad y el desprecio de sí mismos.”
Así fue tentado de nuevo, como digo, pero un día, aciago por más señas, le
ocurrió no se sabe bien qué desdichado accidente y tuvo que ser ingresado en las
urgencias de una alcantarilla en la que falleció, diciendo: “Venciste, humildad
definitiva.”
Nadie, excepto yo, supo de sus luchas interiores. Y nadie las conocerá jamás,
porque no me gusta hablar de mí mismo.
324
INFORME MÉDICO-LEGAL
325
ESPAÑA ENTRE REJAS
326
EL DESTINO
327
CUESTIONES FILOSÓFICAS:
INUTILIDAD DE LA HISTORIA DEL HOMBRE
328
LOS NUEVOS MENDIGOS
329
SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE NOS LO EXIGE
330
CUIDAR LA IMAGEN
331
LA DOBLE EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA
332
LA TOZUDEZ DEL EREMITA
333
LOS ESFÍNTERES
334
REFLEXIONES BIOLÓGICO-METAFÍSICAS PESIMISTAS
335
LOS CIENTOS DE MILES DE MILLONES
DE JINETES DEL APOCALIPSIS
336
LOS ÓRGANOS LLAMADOS HEMATOPOYÉTICOS
337
LA DUDA
NUESTRO amigo Sidi Ben Hasmit era un mahometano bueno y honrado, pero
era también un pelmazo. Jamás pudimos convencerle de las verdades del
cristianismo. A todo cuanto le decíamos respondía con un “Estaba escrito” que
nos ofendía a quienes vivíamos en la verdadera fe y en la libertad que nos ha
concedido el Señor para distinguir el bien del mal y obrar en consecuencia.
Un día, Sidi Ben Hasmit nos dijo que la ciencia moderna había confirmado el
pensamiento fatalista de su religión.
—Todo está escrito en nuestro código genético, —nos dijo con orgullo— y
nada, en consecuencia, es ajeno a la voluntad divina. Morimos de lo que quiere y
cuando lo quiere Alá. No podemos cambiar nuestro destino. Sólo nos queda
esperar nuestro final practicando la oración, la limosna, el culto a la belleza de
las mujeres y el desprecio a la violencia de vosotros, que os llamáis cristianos,
que queréis destruir nuestra cultura y nuestra economía.
Eso nos pareció excesivo. Incluir la economía en nuestras discusiones
teológicas no lo podíamos aceptar. Como sabíamos que era imposible
demostrarle nuestras verdades, pasamos de los razonamientos a la acción, y le
cogimos por los pies y le arrojamos por la ventana del décimo piso en que vivía.
—¿Y esto? —le gritamos cuando su cuerpo, aún vivo, descendía por los
abismos urbanos—. ¿Estaba escrito esto también en tu código genético?
—En el mío, no —oímos que respondía antes de estrellarse contra su
destino—; pero en el código genético de Alá, sí.
Y murió, supongo, feliz.
Borramos nuestras huellas, nos apoderamos de todos sus bienes y huimos
maldiciendo las herejías que nos empujan a una justicia no exenta, a nuestro
pesar, de violencia.
Nadie conoció nuestra valerosa acción de cruzados, pero a veces, en estos años
de soledad que estoy viviendo, me pregunto:
—¿Estaba escrito que Sidi Ben Hasmit moriría por culpa de su culpable y
hereje insistencia en decirnos que todo está escrito?
Yo, por si acaso y por respeto a Sidi Ben Hasmit, he dejado de comer jamón
serrano, excepto en los casos en que me invitan, casos, que, por desgracia, cada
vez son menos frecuentes.
De “Las tribulaciones morales de un cristiano”, 1943, Jerusalem.
338
CHANTAJE Y CLAUDICACIÓN
339
SOBERBIA Y HUMILDAD
GOETHE, nadie lo ignora, era altivo. Su gloria es imperecedera por ahora, pero
no más imperecedera que la de los cientos de miles de clónicos de Goethe (o
viceversa) que pueblan los Parnasos de las naciones y sus entes autonómicos.
Goethe, como todos ustedes saben, murió diciendo:
—¡Luz! ¡Más luz!
Y con esos vanos deseos se sumergió en la oscuridad de los siglos, en los que
seguramente fue alojado en las salas VIP, de clase preferente, porque él era de los
que exigían esta clase de cosas.
Bien. Uno de los grandes genios de este siglo, Fernando Pessoa, poeta y
portugués, más modesto, aunque tan genial como Goethe, al morir también pidió
ver, pero no exigiendo luz, sino pidiendo humildemente que le acercarán las
gafas, supongo que las de para cerca.
¿Qué quería iluminar Goethe con la luz que pedía en su agonía y qué quería ver
Pessoa con sus famosas gafas redondas?
Nunca lo sabremos, pero podemos suponer que la soberbia del clásico alemán
pedía que iluminaran su grandeza para asombro del mundo. Ahora Goethe exigía
morir en directo y en la mejor hora de las emisiones televisivas.
Pessoa, más humano y modesto, pidió, podemos suponer, también las gafas
para alcanzar el vaso de vino que tendría en la mesilla de noche, compañero
inseparable de sus días y de la noche eterna que le esperaba. Quería el vino para
apuntillar definitivamente su hígado y para brindar por las glorias de Portugal,
humilde como él y excepcional también, hermana nuestra, casi desconocida en su
profundidad, su gracia y su grandeza, por la turba que habita en la Europa de la
bière y del tocino.
O sea, a lo que íbamos: cuando vaya a Lisboa este verano, procure interesarse
en algo más que en conocer si las toallas son más baratas que en España.
Este año, Lisboa es la capital de Europa. No lo olvide.
De nada.
340
EL SECRETO DE NARCISO
341
UN SUICIDIO FRUSTRADO
DECIDIÓ morir de un suicidio limpio, sin sangre, inmotivado. Quiso morir por
dignidad, porque su vida ya no era útil para la historia. Abandonaría el mundo en
la plenitud de su felicidad, de su riqueza y de su madurez; como morían los
héroes griegos ante los muros de Troya.
Y se suicidó. Su cuerpo apareció con expresión serena, aseado, sin una gota de
sangre en la camisa, ni un vómito ruin sobre el nudo de la corbata.
Había vivido una vida llena de felicidades: fue rico, atractivo, padre de unos
hijos que repetían todos sus dones y virtudes, deseado por las mujeres, que
enloquecían por su perfil helénico y los aromas que exhalaba su aliento, y esposo
fiel y ejemplar.
—Mi muerte —pensó cuando antes de morir se limpiaba los zapatos— será
paradigmática.
Ése era su único defecto: cierta pedantería verbal, pero los hay peores.
Pues bien. Cuando apareció su paradigmático cadáver, se hizo pública su
desgracia.
—Se ha matado —comentaron las vecinas— por los cuernos que le ponía la
guarra de su mujer.
Así se vengan los dioses envidiosos y mezquinos. El pobre difunto ignoró
durante toda su vida que la compasión que sentían por él sus amigos era la causa
de que le tratasen con lo que él creía respeto.
Al final, su suicidio no fue tan glorioso como esperaba, ni fue un suicidio
ejemplar. Fue un triste suicidio de cornudo que se toma las cosas demasiado a
pecho, como comentó Alfonsita, la portera.
Tan versado en Pericles y su tiempo, murió sin conocer completa la famosa
sentencia de Sócrates:
“Conócete a ti mismo y a tu señora.”
Descanse en paz y que la eternidad borre los estigmas de su aparente desdicha.
342
LAMENTO
LO que la costumbre y los viejos catecismos llaman virtudes son dones que
conceden los cielos, a veces sin que se los merezcan, a las gentes sencillas que
viven en paz, modesta y recatadamente, en continua felicidad, piando
alegremente en busca del alimento de cada día.
Estas gentes elegidas son humildes, resignadas ante las purulentas desdichas
que les acosan día y noche, sencillas, sumisas, muchas veces enfermas y
cubiertas de secas costras y de pústulas exudativas.
Esas gentes, a veces me pregunto: ¿por qué son tan felices en su degradación
física y económica, y yo, a pesar de mis riquezas, no?
¿Por qué yo, que lo poseo todo, cuando a veces veo a esos seres afortunados
arrastrarse por el suelo en busca de un insecto para tostarlo al calor de las aceras
y dárselo a sus hijitos hambrientos como alimento, siento hacia ellos no piedad,
porque la alegría de sus rostros no alienta a la práctica de tal virtud, sino envidia
de ver con qué poca cosa se puede ser feliz en este mundo si el corazón está
limpio de ambiciones?
¿Qué han hecho esas gentes para ser elegidas por el Señor como lo fueron sus
padres y sus abuelos y todas las generaciones que les precedieron, y las que
vendrán, para que siempre brote una canción de alegría de sus bocas laceradas?
¡Qué lección para todos aquellos que, como yo, al menor descenso de las
cotizaciones de la Bolsa sienten volar sobre sus cabezas los negros cuervos del
pesimismo y la desesperanza!
¡Quién pudiera vivir como ellos y como los pajaritos contra los que luchan, sin
rencor y sin ira, por las migajas de pan que decoran las calles de nuestras
ciudades y sus progresos!
Mis únicos pajaritos, ¡ay!, son los cuervos.
¡Qué cruz me ha mandado el Señor, cargándome de riquezas que yo desprecio,
que me persiguen día y noche sin poder desprenderme de ellas, arrojarlas lejos de
mí, porque eso sería ofender la benevolencia con que me han distinguido los
Cielos!
Así es la vida para las pobres gentes sensibles y ricas como yo.
343
LA NUEVA SOLEDAD
344
EL NUEVO FATALISMO
TODOS hemos conocido enfermos abrumados por la culpa de haber sido sus
propios verdugos. Se acusan de su pasado, de sus excesos, de lo que antes se
llamaba la vida licenciosa y llenos de amargura comprueban la inutilidad del
arrepentimiento.
Sólo se tranquilizan cuando alguien con autoridad médica responde a su
ansiedad diciendo:
—De lo tuyo es culpable el gen ochenta y cuatro del cromosoma dieciséis.
El enfermo deja de atormentarse. Ya tiene a quien culpar de sus desdichas.
Renace su narcisismo porque se siente inocente, víctima del ultraje del destino,
de lo que estaba escrito.
Y brotan de sus angustias las antiguas palabras de la resignación:
—Alá lo quiere.
Nos ha invadido un nuevo fatalismo, biológico y laico que, sorprendentemente,
nos consuela con las bendiciones de la resignación.
Los genes no son virus intrusos que vaya usted a saber de qué cuerpos zafios y
corruptos proceden. Los genes somos nosotros mismos y la fatalidad de nuestra
muerte. Y eso nos consuela, después de las lógicas maldiciones que preceden a la
resignación, ¡claro!
Quevedo dijo que no morimos de enfermedades sino de ser hombres. Si
hubiera conocido la existencia de los genes habría matizado su pensamiento.
Quizá fue cojo y miope por culpa de algunos genes que don Francisco no pudo
conocer por haber nacido tan temprano.
Pronto, si los genes de Dios no lo remedian, descubriremos que nos matamos
en las carreteras y nos matan en las penumbras de las ciudades porque esas
desgracias palpitaban en la red de nuestro genoma. Quizás existe hasta el gen del
azar.
Si es así, podremos dormir tranquilos en los consoladores brazos de la fatalidad
recobrada.
Una vez más estamos salvados.
345
EL PERRO ABANDONADO
EL perro adivinó en las miradas culpables de sus amos que iba a ser de nuevo
abandonado.
Subió al coche como quien asciende las escaleras del patíbulo y aceptó las
caricias de los niños sin agitar el rabo como otras veces.
Cuando el coche se detuvo en la carretera no esperó a que le echaran con
caricias y falsas lágrimas. Salió con tristeza, y desde la cuneta vio alejarse a sus
dueños. Y también desde la cuneta vio cómo un segundo después el coche giraba
violentamente y se quedaba tambaleante al borde de un precipicio.
Oyó los gritos de la familia y sus lloros, y lentamente se dirigió hacia el coche
en el que todos imploraban su ayuda. Lentamente también, sin prisas, se acercó a
los encerrados implorantes y con la patita empujó el coche que se precipitó por el
abismo. Luego descendió hasta donde las víctimas yacían esparcidas alrededor
del coche, ensangrentadas, incapaces de moverse, moribundas.
El perro se sentó frente a la hecatombe, cruzó sus patitas y esperó
tranquilamente a que se produjera el fallecimiento de todos ellos. El padre fue el
último en morir. Tardó día y medio.
El perro, pacientemente y en silencio, se comió la merienda de los niños. La
jubilosa agitación de su rabo anunció el fin de su venganza.
Alegremente ascendió por la ladera, y con brincos detuvo a unos policías de
Tráfico. Con sus gestos les condujo donde yacían sus antiguos amos, que ya eran
un ecológico festín para las moscas.
Al día siguiente la televisión y la Prensa ofrecieron la imagen de aquel perro
fiel que, aunque en vano, había intentado salvar a sus dueños pidiendo ayuda en
la carretera.
Ahora vive con unos virtuosos ciudadanos que le aceptaron conmovidos por su
fidelidad.
Le tratan con mil mimos y cuidados, pero el perro ya no es el mismo. Antes
temía los viajes de verano. Ahora los espera con impaciencia.
Ya se sabe. Hasta los animales más fieles acaban por tomarles gusto a las
tragedias.
346
EL ESCRITOR Y SU LEGÍTIMA
347
TENDRÁS QUE ACOSTUMBRARTE
348
Información económica:
ESPECTACULAR AUMENTO DE LA OFERTA
DE POBRES EN EL MERCADO NACIONAL
349
FÍSICA RECREATIVA
FABRIQUE EN CASA SU PROPIA BOMBA DE URANIO
EL egoísmo de las naciones poderosas impide que los países y las gentes
modestas puedan tener sus propias bombas atómicas. Esa actitud es intolerable.
¿Por qué Francia posee armas nucleares y España no? ¿Por qué el señor
Mitterrand puede jugar con sus nietos a las guerras atómicas y usted, querido
lector, no?
Esa injusticia nos ha impulsado a divulgar el secreto de la fabricación de
bombas de uranio caseras. La receta, muy sencilla, es la siguiente:
“Se despieza el uranio, se le da vuelta en la olla a presión y se retira.
En la misma olla se rehogan dos núcleos atómicos de tamaño mediano, tres
neutrinos (¡que sean frescos!) y un puñado de cationes.
Cuando estén doraditos se colocan sobre el uranio y se añaden varias partículas
subatómicas según el gusto personal de cada cual y se dejan al fresco toda la
noche. Cuidado con las moscas, que son muy golosas y pueden ionizarse y
propagar enfermedades radiactivas.
Al día siguiente se remueve el guiso y se mantiene a fuego lento hasta que esté
bien ligado y haya soltado un poco de jugo. Se prueba y se sala sin exageración.
Se trocea la masa obtenida y se reboza en harina y huevo como en cualquier
guiso tradicional.
¡Y ya sólo falta espolvorear unos cuantos “Quarts” y una pizca de perejil y así
tenemos el plato preparado para hacerlo estallar en el momento oportuno, que (es
un consejo personal) suele ser cuando los invitados brindan con champán por la
paz y la armonía de las naciones que forman el Club Atómico!
Este guiso tiene, además, la ventaja de que apenas deja restos ni desperdicios.
350
LA MODERNIDAD EN ESPAÑA
NUEVO TEATRO EXPERIMENTAL
LOS autores teatrales, los jóvenes directores de escena, los actores y el público
en general últimamente están mostrando que los esfuerzos de nuestro Gobierno
por modernizar el teatro están dando sus correspondientes frutos.
A los espectadores de ahora ya no les satisfacen las versiones teatrales antiguas,
reaccionarias en su contenido y pusilánimes en sus expresiones formales. En
resumen: todos queremos un nuevo teatro.
Y dentro de la ética y la estética de ese nuevo teatro, ayer se estrenó en Madrid
una modernísima versión de Hamlet.
Cuando al principio del primer acto el espectro del difunto padre de Hamlet se
despoja de la pudorosa nube que le envuelve y se queda en pelota picada, el
público, enardecido y a punto de quitarse también los pantalones, prorrumpió en
aplausos que, puede decirse, duraron casi hasta que Fortumbrás, despojado
también de su armadura y de su ropa interior, ordena que el cuerpo del
desdichado príncipe sea colocado, por supuesto también en pelota picada como el
espectro de su difunto padre, sobre el escudo que le conducirá a la inmortalidad,
en la que, justo es admitirlo, desde hace siglos todos moran desnudos como Adán
y Eva.
El teatro, podemos decir, ha vuelto a su antigua pureza. El diálogo de Hamlet y
su madre, los dos también en porretas, mostró crudamente la verdadera realidad
del conflicto edípico que atormenta al joven príncipe. Ese desnudamiento ayuda,
casi como el desnudamiento mental de una terapia psicoanalítica, a penetrar en
las profundidades de las ingles de los protagonistas.
Ofelia, justo es decirlo, desmereció un poco. No era necesario que apareciese
desnuda, pero sí con un “wonderbras”. Las tragedias, en su esencia y su
densidad, toleran perfectamente unas tetas caídas.
Cuando el director salió a escena, por supuesto también desnudo y sin
“wonderbras”, aunque lo necesitaba, el teatro se vino abajo, y allá abajo estuvo
hasta que al amanecer un grupo musical interpretó un surtido variado de
pasodobles españoles con sonido bacalao.
Un éxito de la modernidad difícil de olvidar.
Por fin se empieza a notar la política dramática que está imponiendo a España
nuestra ministra de Cultura, que, por cierto, todavía no ha acudido desnuda a
ningún Consejo de Ministros en los que desde hace tiempo muchos de ellos
andan con el cinturón desabrochado.
351
ADIÓS A LOS PLACERES
352
Información económica
EL MAGMA
353
UN DESCUBRIMIENTO GENIAL
354
HIMNO A LA ESPERANZA SIN FUTURO
355
Divulgación científica
LA VERDADERA HISTORIA DEL BIG-BANG
POR fin ha sido aclarado por los astrofísicos de Roma que el Big-Bang,
supuesto principio de la creación del cosmos, no está reñido con el Génesis.
Los científicos modernos, herederos de la tradición atea y materialista del siglo
XIX, han recibido una merecida bofetada en los mofletes de su orgullo.
Estos científicos atomistas y ateos como Epicuro y sus secuaces creen que han
descubierto algo y están en un error. ¿Y antes del Big-Bang? ¿Qué había antes
del Big-Bang? ¿Qué es el Big-Bang sino una mísera miga de pan en el fastuoso
festín de lo que “Es en Sí” eternamente?
La respuesta a esos enigmas es ya pública desde hace unas horas. Antes del
Big-Bang, unos segundos antes de su desmesurada aparición, ardían unos fuegos
artificiales. Así de claro, así de simple, así de sencillo.
En el tiempo infinito del Creador se iba a conmemorar la onomástica del
nacimiento de la eternidad, como en años anteriores, con unos fuegos artificiales
que, según dicen los teólogos, nos desmerecen en nada a los que se celebran
todos los años en la Semana Grande de San Sebastián.
Desgraciadamente la imprudencia de unos angelitos produjo la catástrofe que
dio origen al nacimiento del Universo. Los tales angelitos encendieron unos
cohetes y se produjo una sucesión de explosiones en cadena, es decir, el
Big-Bang.
Así surgieron las primeras partículas elementales y subatémicas y sus
inimaginables cargas energéticas, que dieron, como hemos dicho, origen a lo que
los escépticos creen nacido, equivocadamente, de la nada.
Estamos de enhorabuena. Una vez más la verdadera razón (la razón del bien
pensar y de las buenas maneras) se ha impuesto a la modesta razón humana, que
debe escribirse desde ahora con minúsculas como antes de la Revolución
francesa, que tantas desdichas ha granizado sobre los antaños fecundos campos
de Europa, hoy cancerosos de lluvia ácida.
Que es lo que queríamos demostrar.
356
LA IRONÍA
IRONÍA es una palabra que procede del latín ironía, que procede de otra
palabra griega que significa “Interrogación fingiendo ignorancia”.
Ahora, ironía, según el Diccionario de la Lengua Española, quiere decir: “Burla
fina y disimulada” y “Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario
de lo que se dice”.
Bien. Demostrada ya la riqueza de nuestra biblioteca y de nuestra cultura,
vayamos al grano.
Los ironistas generalmente confunden con sus ironías a aquellos a quienes se
dirigen cuando ironizan porque quienes escuchan ironías deben conocer algo de
lo que se les dice dando a entender lo contrario, o conocer lo contrario en sí
mismo.
Veamos un ejemplo: Kafka escribió un texto en el que hablaba de “Bucéfalo”,
el caballo de Alejandro (1), comparando el bracear de sus patas delanteras con
los soberbios (en su doble acepción de espléndidos y altivos) muslos de un
abogado que descendía por unas escaleras.
Ese texto lo publiqué yo hace años en el semanario de humor “Hermano Lobo”
y me quedé asombrado cuando algunos de los colaboradores me preguntaron
quién era el imbécil que escribía aquellas tonterías robándole el pseudónimo (sic)
a Kafka.
A uno de ellos, para que comprendiera la verdad, tuve que explicarle primero
quién era Alejandro (2); luego, quién era “Bucéfalo”; más tarde, quién era Kafka,
y por último, quiénes éramos él y yo.
La ironía exige que los dantes y los donantes del acto irónico tengan una
cultura paralela adquirida a través de conocimientos o ignorancias parecidas. Por
ejemplo: si a alguien excitado sexualmente le decimos que lo que tiene es un
nudo gordiano, no comprenderá que le estamos elogiando aquel necesitar enrollar
sus potencias y aquella necesidad de usar espada para partir tan grande virilidad,
y nos dirá, seguramente sin ironía, que tengamos cuidado con nuestras palabras o
que llama a Alejandro (3).
Que es lo que se quería demostrar, aunque no lo hayamos conseguido.
(1) Magno.
(2) Magno.
(3) Su primo Alejandro.
357
ESTA MAÑANA ME HE MUERTO
358
LA DECADENCIA DEL RETRATO AL ÓLEO
359
CUENTO DE NAVIDAD
UN día de crudo invierno en el que se oía el horrísono bramar del aquilón, una
pobre cerillera, aterida de frío, con sus deditos llenos de sabañones ulcerados,
decía con lágrimas en los ojos a los viandantes que cargados de juguetes y jamón
en dulce se dirigían a sus lujosas moradas:
—Por favor, cómpreme una cerillita que mis padres están agonizando en una
sórdida cloaca y no tenemos dinero para pagar el alquiler.
Pero nadie hacía caso a la pobre cerillera que de pena lloraba amargas lágrimas
que se helaban y aumentaban sus dioptrías (las de la niña, no las de las lágrimas)
y no podía ver a aquellas gentes miserables que se burlaban de ella con gestos
obscenos y pasaban de largo sin sentir piedad ni compasión por aquella pobre
desgraciadita que sólo les inspiraba unas risas que agitaban sus grandes
abdómenes repletos de grasas insaturadas y colesteroles.
Es más, no solamente no le ayudaban a sobrellevar sus desdichas, sino que
además le robaban las cerillas y hasta le pusieron una multa por impedir la fluida
circulación de la ciudadanía, la acosaron sexualmente levantándole las falditas, le
comunicaron una inminente inspección fiscal y le acusaron de incendiaria por
jugar con cerillas en la vía pública.
Y un día, queridos niños, un día la cerillera murió de frío y de tristeza, y como
Dios es tan bueno se la llevó consigo a los cielos y le regaló un magnífico reloj
de oro marca “Dupont”. Y luego, Dios, que como digo es tan bueno, ofendido
por la impiedad de los hombres, les envió un virus con un ángel exterminador
que era portador y así destruyó el mundo y a sus moradores.
La dulce niña vivió en el cielo muchos años y llegó a casarse con un arcángel
honrado y trabajador que le amaba con locura y le decía en los atardeceres:
—Melina, te querré durante toda la vida y todo el infinito de felicidad que nos
espera.
Una vez más, queridos niños, se demuestra que la virtud siempre es
recompensada.
O sea que dejad inmediatamente de apretar el cuello de vuestros abuelitos,
aunque se lo merezcan.
360
LOS NUEVOS ÁNGELES DE LA GUARDA
361
REFLEXIÓN MORAL
362
CÓMO SALVAR A LOS HOMBRES DE LA FETIDEZ
EN QUE VIVEN ACTUALMENTE ENCENAGADOS
(INFORME CIENTÍFICO)
PARA salvar a los hombres de la fetidez en que viven encenagados sólo hay
una solución: esterilizarlos en compañía de sus esposas y de los animales
domésticos y salvajes que forman la llamada escala zoológica.
Gracias a esa esterilización, poco a poco y de una manera incruenta, irá
desapareciendo todo vestigio de vida en la Tierra y cuando la soledad sea
consumada, el mundo permanecerá libre de esa plaga de fetidez durante los miles
de siglos que hayan sido necesarios para su higienización definitiva.
Ese día, que coincidirá con un fin de semana de primavera, se producirá
automáticamente la fecundación de las células masculina y femenina que habrán
sido programadas para iniciar la vida futura de los hombres.
Naturalmente, las células guardadas para su glorioso renacimiento habrán
sufrido la terapia génica germinal y nacerán sin riesgo de padecer enfermedades
genéticas o degenerativas. Los hombres serán, por fin, como lo fueron cuando
vivían en el primitivo paraíso de los antiguos dioses antes de caer en el pecado.
Los pesimistas dirán seguramente que la nueva pareja, que ahora se llamarán
Adana y Evo en recuerdo de los primeros hombres creados en el mundo, será
devorada inmediatamente por los millones de virus y bacterias que, ávidos de
ADN humanos, estarán esperando ansiosamente este renacimiento para volver a
las andadas.
Esa objeción es falsa. También eso estará previsto en este nuevo plan de
resurrección moral (RPDRM). Esos virus y bacterias habrán sido educados desde
su niñez en las ideas políticas de la izquierda moderada y progresista y serán
bacterias generosas, pacíficas, justas, honradas e incapaces de caer en las
tentaciones de la corrupción o los malos pensamientos.
Adana y Evo irán poco a poco poblando la Tierra y sus fértiles valles, sus
bosques umbrosos, sus costas generosas y soleadas, y sus nuevos Parlamentos,
que estarán libres de víboras y politicópteros.
Renacerá Babilonia de sus ruinas, y casta y pura, sin políticos, sin moralistas,
sin censores, sin corruptos, sin sectas satánicas o beatíficas, sin ministerios
centrales o periféricos, será la ciudad pura de las utopías que todos estamos
deseando.
363
DON FÉLIX
364
DROGADO DE ETERNIDAD
“ESTAR drogado nos aleja de la vida, de esa vida que antes se llamaba la
cruda realidad y ahora la situación socioeconómica. Estar drogado nos aleja del
mundo y de nosotros mismos, hundiéndonos en la triste y temporal sensación de
sentirnos exquisitos y ligeramente estéticos como un tumor de páncreas pintado
por un surrealista.
Drogarse es pueril como toda huida de la realidad. La madurez consiste en
indagar qué es ese mundo en cuyo magma informe flotamos todos nosotros
entontecidos y marisabidillos.
Hoy andamos todos drogados de alcohol, de drogas de pincho como las buenas
merluzas, de anonadamientos televisivos, de esperanzas y ansiedades políticas o
porque todos somos tontos de nacimiento.
Casi nadie se atreve a mirarse la desnudez de dentro del pellejo, donde yacen
los despojos y la casquería de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Nadie se detiene
ni se sosiega un instante para preguntarse: “¿Quién soy yo?”, quizá porque todos
intuimos que sólo somos caricaturas de las imágenes fantasmales de nosotros
mismos, que sólo somos nadie en nada, seres incapaces de tener aventuras
generosas y audaces como las que llevaron a Don Quijote hacia los horizontes
cercados por la injusticia.”
Estoy seguro de que usted, querido lector, se habrá ya preguntado: “¿Y a qué
vienen estas tonterías?”.
Se lo voy a explicar: son las seis de la mañana, tengo los pies fríos sin nadie
que me los caliente con su cariño y su juventud, estoy mojado porque me he
hecho pis como en los tristes años de mi adolescencia, no tengo un duro ni
esperanza de tenerlo, llueve y oigo el rumor de los felices, de los que tienen
trabajo, que van blasfemando hacia las bocas del Metro que les conducirán hacia
los salarios insuficientes. No me puedo levantar porque sé que me caeré por
culpa de mi vértigo cervical y matutino, y siento que hoy habré alcanzado la alta
cota del sexto día de estreñimiento.
¿Qué puedo hacer? ¿Qué haría usted de mi caso? Lo mismo que yo,
seguramente: alzar la mano, buscar el libro favorito y leer los dulces versos del
“Cántico Espiritual”, de San Juan de la Cruz, tan consoladores para los
insomnios.
Y, drogado una vez más, esperar a que sea lo que Dios quiera.
Seguiremos informando.
365
¿QUIÉN SOY YO?
DESDE que era niño, en las tristezas y en las alegrías, en los largos días de
llanto y en los cortos de risas, en la indiferencia del amor y en la indiferencia del
odio, siempre me he preguntado: “¿Quién soy yo?”. Y nunca he podido
contestarme. Nunca.
También se lo he preguntado a mi prójimo. Me solía acercar a ellos, a ese
magma que conforma mi llamado prójimo, y les decía: “¿Quién soy yo?”. Y
nadie se tomó la molestia de contestarme. Pasaban de largo, murmuraban
palabras que yo no comprendía, me daban a veces unas monedas que extraían de
sus bolsillos y, a veces, me besaban los ojos. Pero jamás me dijeron quién era yo.
He sido para mí mismo un Freud y un San Agustín, me he hundido en las
oscuras simas donde habito y que me habitan, pero siempre ha sido en vano:
nunca he podido saber de mí más allá de los cuatro insignificantes datos que me
definen en el Documento Nacional de Identidad.
Sin embargo, sé que yo soy alguien porque me veo reflejado en los espejos y
veo también, cuando miro, el marco ovalado de las cuencas de mis ojos y las
manos con que escribo temblorosamente estas líneas que quizá nadie lea. Y sé
también que a veces lloro.
Abatido y cansado, he abandonado mi lucha por conocerme. He desistido de
saber quién soy y sólo me intereso por los movimientos que ejercito
constantemente, y atónito contemplo que hablo, que subo escaleras, que las bajo,
que me detengo cuando se encienden las luces rojas que ordenan que me detenga,
y que estoy rodeado de gigantescos códigos civiles y penales, inaccesibles
cordilleras que ocultan mi horizontes.
A veces, sin embargo, alguien dentro de mí me suele decir: “¿Por qué no
insistes, por qué no intentas de nuevo saber quién eres?”
Y lo intento, pero me canso en seguida y acabo por encogerme de hombros y
me digo:
—¡Qué más da! Otro día lo haré. Quizá lo intente más adelante. ¡Quizá, en
primavera, que es cuando…!
366
EL ABISMO
(Informe de una esposa)
367
DESGRACIADO EL HOMBRE QUE SIENTE SUS VÍSCERAS
368
LA HUMILDAD
369
SOLICITUD DE INDULTO A MÍ MISMO
370
LOS NUEVOS ÁNGELES DE LA GUARDA
371
A DAMIS
372
LA CERILLERA
(Cuento de navidad)
EN una fría y tormentosa noche de invierno, una pobre niñita, aterida de frío,
vendía cerillas en una de las esquinas más frías de la ciudad, cuyas calles vacías
testimoniaban la felicidad de sus habitantes, menos de la pobre cerillera, que
vendía cerillas para atender a su anciana abuelita con cariño y abnegación,
porque la pobre viejecita yacía en un triste lecho en una mísera habitación de una
ruinosa casa próxima a las márgenes hediondas del río, cuya humedad congelaba
los huesos de la pobre anciana, que padecía osteoporosis, piorrea, artrosis
cervical y demás enfermedades propias de las gentes que siempre han vivido en
los abismos de la miseria.
En la mesilla de noche, la dentadura de la pobre abuelita tiritaba de frío, y sus
dientes, los de la fila de abajo, castañeteaban impidiendo dormir con su traqueteo
a aquella pobre nonagenaria que gemía de pena y de angustia pensando que quizá
su nietecita estaba peor que ella. Y decía:
—Dios mío, Dios mío. Haz que ella no tenga frío.
Y la verdad es que Graciana, que así se llamaba la pobre cerillera, no tenía frío,
pero no por los ruegos de su abuela, sino porque en un cubo de la basura había
encontrado un libro de Lenin que había arrojado por la ventana el embajador de
Rusia. Y Graciana, que todo lo leía, lo leyó y releyó y va, y fue y cogió las
cerillas que le quedaban y pegó fuego a todos los rascacielos de la ciudad, que al
arder quemaron a todos los ricos que estaban dentro y calentaron a todos los
menesterosos que estaban fuera, que cantaban de alegría al ver que se les
descongelaban las piernecitas y los bracitos.
Y ya calientes y libres como lo estaban los bolcheviques antes de lo de la caída
del muro de Berlín, y como lo estarán en el futuro si la conciencia pública y la
razón vuelven a imponerse en el mundo, los pobres, con la cerillera al frente, se
dirigieron no se sabe dónde, pero se dirigieron entonando bellísimas canciones de
la polifonía medieval laica-gregoriana, que también la hubo, pero que fue
ocultada durante siglos por las fuerzas reaccionarias y antiprogresistas del mundo
entero.
Y, colorín, colorado, este cuento, esponsorizado por don Julio Anguita, se ha
acabado. Fin.
373
NO CONSTAR
374
UN DESAFÍO A LAS CIENCIAS FÍSICAS ESPAÑOLAS
375
VOLVAMOS A LOS ANTIGUOS PECADOS
376
HABLABA DE AMOR
LE dije:
“Yo tengo una disociación de los afectos, sobre todo del amor. Amo mucho a
mi prójimo, pero siempre aplico mi amor equivocadamente.”
Ayer, por ejemplo, introduje una pescadilla congelada en el escote de una
señora madura diciéndola palabras de consuelo para su hambre y recordándole
que nosotros los blancos nunca olvidaremos los sufrimientos de los negros del
África profunda. Sé que no me comprendió.
A veces, sin que me lo pidan, sólo por piedad, ofrezco mi dinero a los
directores de Bancos, y cuando me reciben en sus suntuosos despachos de atrapar
incautos, me ofendo porque advierto que suponen que voy a depositar en sus
cuevas mis ahorros a no sé qué tantos por cientos, cuando lo que yo quiero es
regalárselos a perpetuidad, donarles mis bienes y vivir en la pobreza porque una
voz me lo ha ordenado desde los cielos. Y cuando me dicen “ya veremos, ya
veremos” abriendo sus garras como fauces, les doy todo lo que poseo: las sesenta
pesetas que nadie me acepta porque todos sospechan extrañas maldades en mi
confuso corazón incomprendido.
¿Qué puedo hacer si el infinito amor que me habita se me desborda por los
poros, por las manos, aunque siempre, como te digo, confundiendo la sinceridad
de mis “afectos”?”
Eso le dije, pero ella no quiso comprenderme. Se alejó de mis manos, se
abrochó el escote, cogió el bolso y se marchó sin que el inmenso amor de mi
bragueta pudiese comprender la razón de su abandono.
Y así un día y a otro día y otro y otro y otro...
377
INFORME
378
MEMORIA Y SÉPTIMA EDAD
(ENSAYO LITERARIO)
379
DIOS MÍO, ¿Y QUÉ HAGO YO AHORA?
LENIN escribió un libro a Lenin titulado “¿Qué hacer?”, antorcha que iluminó
y mostró el camino —uno de ellos— a millones de jóvenes henchidos de
religiosidad laica que dejaron de creer en Dios para creer en los hombres, dicho
sea aproximadamente y con permiso de las autoridades vigentes.
Hoy aquellos jóvenes lectores de “¿Qué hacer?” necesitan urgentemente un
nuevo libro que podía titularse: “¡Dios mío! ¿Y qué hago yo ahora?”. Alguien
tiene que ayudarles y mentirles piadosamente para que puedan renacer sus
ideales. Hoy pura ceniza ya sin esperanza.
Aquellos idealistas de la moral social y del materialismo filosófico andan como
sombras en la oscuridad, porque la brasa que aún brilla levemente en sus
corazones ya no la podrán volver a ver transformada en llama. Tendrían que
pasar miles de años para que esas brasas ennegrecidas, exhaustas, yertas,
pudieran renacer.
Todos los que cantaban juntos y pensaban que sabían “qué hacer” andan ahora
melancólicos, artrósicos y balbucientes hablando palabras que nadie comprende
ni escucha porque la prisa por llegar pronto a nuevas prisas les impide perder el
tiempo con nostálgicos derrotados.
Para su reeducación es necesario que alguien les muestre el nuevo camino que
les lleve más allá de la clínica gerontológica. Hay que hacer algo por ellos,
porque no todos pueden sentirse salvados llorando en sus colaboraciones de
Prensa lágrimas yertas y sin los nobles virus de antaño, que ya no pueden
contagiar ansias de revolución a nadie. Y andar por las calles a gritos está
prohibido por las gentes nuevas del nuevo orden democrático.
Y en estas estamos.
380
¿QUIÉN SOY TÚ?
381
TODOS SOMOS PERFECTOS
382
VIVIR LOS SUEÑOS
383
CHEQUEOS
(Ensayo)
384
ASESINÉ SU PASADO
385
EL HOMBRE Y LA MASA
386
DIÁLOGO SOBRE LA INCAPACIDAD DE LOS ESPAÑOLES
PARA DAR SU VIDA POR LAS CIENCIAS EMPÍRICAS
Pregunta.—¿Por qué abundan tanto en España los teólogos, los moralistas y los
definidores del sistema linfático de la democracia?
Respuesta.—Se ignora. Sólo se sabe que los españoles siempre han buscado la
explicación del mundo en el cielo y en sus ensueños.
P.—¿Puede usted poner un ejemplo?
R.—Sí, señor. Los españoles son perezosos e impacientes, principales
enemigos de las ciencias empíricas. Son capaces de sentir el cosquilleo de la
curiosidad, pero ahí se detiene su curiosidad. Las respuestas a esos cosquilleos
han sido siempre importadas.
P.—¿Sobre qué se preguntan los españoles?
R.—Preguntan por Dios, su estructuras y sus celestes esencias, por la
sorprendente extensión del infinito, la turbadora duración del tiempo, y, sobre
todo, por la nada y el indescifrable misterio de la democracia, que últimamente es
una de sus más exquisitas obsesiones.
P.—¿Y encuentran la respuesta a esas preguntas?
R.—No. Esas preguntas para los españoles nunca han tenido respuesta.
P.—¿Y por qué preguntan constantemente cuestiones que no tienen respuesta?
R.—Por pereza. Y porque es algo inherente a su idiosincrasia.
P.—¿Qué significa inherente?
R.—Inherente quiere decir que por su naturaleza, alguien o algo está de tal
manera unido a otra cosa, que no se puede separar.
P.—¿Y qué cosa es la idiosincrasia?
R.—Idiosincrasia quiere decir “carácter y temperamento peculiar de cada
individuo”.
P.—¿Tiene el español idiopatía?
R.—¿Y por qué me pregunta esa tontería?
P.—Porque idiopatía es la palabra que precede en el diccionario a la palabra
idiosincrasia, que quizá le sea inherente. La palabra siguiente es idiota.
R.—¿Quiere usted decir que la tal palabra siguiente es idiota o que la palabra
que sigue a la palabra idiosincrasia en el diccionario es la palabra idiota?
P.—¿Quiere decir lo segundo. Y sigo: ¿Qué puede significar esa sorprendente
coincidencia o proximidad?
R.—Se ignora.
(Fin de la primera parte).
387
LA DESOLACIÓN DE LOS HARENES
QUIENES han poseído harenes conocen las desdichas que siempre procuran
esos lujos y esas ostentaciones. No olvidéis que tras los placeres siempre llegan
los arrepentimientos.
Sólo los pobres que no conocieron los viacrucis de los harenes citados los
desean desde una ignorancia que acabará por conducirles a la perdición. Nadie, a
la vista de las hermosas doncellas enclaustradas de los harenes, se imagina que
esas angelicales criaturas acabarán por transformarse con el tiempo en sí mismas
más doce arrobas igual a equis.
Pocos prevén el triste destino de los poseedores de harenes, que según las leyes
democráticas vigentes deben seguir manteniendo cuando llegan las artrosis, los
glúteos desmayados, las osteoporosis, las desolaciones físicas y psicológicas y
los viejos rencores acumulados.
Cuentan que Harum Al Raschid Ibn Mahdi, en su madurez, tuvo que mantener,
alimentar, entretener y consolar a cientos de semiancianas de carnes tan
lánguidas como sus antiguos ocios, rellenas solamente de iras y resentimientos.
Harum las llevaba a las playas en largas caravanas para que allí, en una especie
de Inserso de su tiempo, se entretuvieran bailando boleros y criticando a las
princesas reinantes y a las jóvenes que llegaban de todos los espacios de los
imperios orientales para sustituirlas.
Los harenes, no olvidéis, jóvenes ejecutivos, raza decadente al borde de la
extinción, acaban siempre en desvanes de libidinosas que os harán la vida
imposible.
Volved a la monogamia, lascivos en general, que es siempre un mal menor
como dicen las iglesias de Occidente. Que una loba a nuestro lado siempre es
menos fiera que un rebaño de ovejas desplumadas.
Y a vosotras, locas que coleccionan halterofílicos hipertrofiados, también va
dirigido este mensaje: que los bíceps acaban siempre convertidos en rancias
mantequillas y en relatos que nadie quiere escuchar.
388
ENTREVISTA SOCIOLÓGICA
(Desde una Universidad de Verano)
389
GRITOS DEL MÁS ALLÁ
390
REFLEXIÓN MORAL DE UN MISERABLE
391
ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE EL FIN DEL MUNDO
392
CREYENTES NO PRACTICANTES
DICEN los estudiosos que uno de los signos que anuncian el fin de las
creencias religiosas es que sus piadosos rebaños, quizá inducidos por la
infatigable perversidad del diablo, pasan de ser creyentes como Dios manda a ser
creyentes no practicantes.
¡Cuántas veces hemos oído a cristianos convictos y confesos decir que ellos
son creyentes a su manera y que conservan la fe, pero la administran según sus
personales convicciones!
Pues bien. Algo parecido está ocurriendo con los llamados demócratas de toda
la vida. Se advierte últimamente claros signos que delatan que, al menos en
España, la mayoría de los citados demócratas son sólo creyentes y no
practicantes.
Esas gentes creen que han cumplido sus deberes democráticos con hablar un
par de simplezas en las tertulias no periodísticas y con manifestarse en grupos,
airados a veces, festivos otras y vociferantes siempre.
Y no es eso. Ser demócratas (y se nos llena la boca de libertades controladas y
ensalivadas al oír el nombre de tan virtuosa señora), ser demócratas, lo decimos
con orgullo, nos obliga a cumplir continuamente los mandamientos de la Santa
Madre Constitución: humildemente, los creyentes sandios, simples y sencillos, y
con un alejar de los bienes públicos las garras y las fauces, los demócratas
poderosos.
La democracia es dar y no pedir o apropiarse indebidamente de los escasos
bienes que aún quedan vivos en España. Desgraciadamente, el número de
españoles que tienen la boca llena de grandes palabras a la manera decimonónica
crece peligrosamente, mientras la fe íntima del corazón languidece como nabos
en remojo.
(NOTA. Reflexione sobre este tema y coméntelo con los amigos. Luego, actúe
según su conciencia, si aún le quedan migajas de la tal señora.)
393
EL NUEVO IMPERIO
(Crónica de un discurso)
394
NO ESTÁS SOLO
395
LOS ENVASES
396
DARWIN Y LAS GALLINAS
HOY, mirando atentamente a una gallina conocida mía, sin que ella lo
advirtiera, me he dado cuenta de que las teorías de Darwin sobre la evolución de
las especies es falsa.
No es posible que, como dice Darwin, la lucha por la supervivencia favorezca a
los mejores, no es posible que ese lento desarrollo de la materia para mejorarse,
esa terrible lucha por sobrevivir haya conducido a la victoria final de las actuales
gallinas ponedoras.
¿Por qué —me pregunto, y probablemente se lo preguntarán también las
gallinas— por qué esas aves, en vez de brazos y manos han desarrollado esas alas
que sólo les sirven para revolotear en vano, como si fuesen mancas de alas?
¿Esa es la perfección que se alcanza, según Darwin, al final de las feroces
luchas que sostienen las especies para lograr la armonía final de los vencedores?
La gallina carece de todo. Tiene una inteligencia menor, aunque no
exageradamente menor, que nosotros los hombres, corre torpemente, vuela como
hemos dicho y canta, si sus cacareos pueden ser llamados cantos, sin gracia ni
armonía.
A la vista de estas observaciones sólo queda enunciar la hipótesis de que las
gallinas no son gallinas, de que no pueden ser gallinas en el sentido estricto de la
palabra. Son otra cosa, una especie truncada y derrotada en esas contiendas a que
se refería Darwin.
Lo más probable, dada su perfección, es que los leopardos sean las verdaderas
gallinas, las gallinas vencedoras si aceptamos las teorías del sabio británico que,
quizás, pensando un poco atrevidamente, también sea una de las gallinas que
perecieron en las luchas fraticidas por las perfección de sus especies.
He dicho.
397
EL ARTISTA DE BROADWAY
(1) “Sabe usted, básicamente todos los hombres son iguales”. (Artículo no sé
cuál de la Constitución española.)
398
LAS POLILLAS
399
NUEVO AVANCE SOCIAL
LAS conquistas sociales sólo lo son plenamente, dicen los sociólogos, cuando
la riqueza no solamente crece, sino que además es repartida equitativamente
entre quienes se lo merecen por su laboriosidad y su aseo personal.
Pues bien: hoy debemos destacar cómo un nuevo bien de consumo ha pasado
de ser un lujo de las clases más favorecidas a ser un bien común al alcance de las
clases más modestas que hasta ahora carecían de los placeres de esa nueva
conquista social y democrática.
Nos referimos, naturalmente, a los pobres. Pero no a los pobres como seres
consumistas, sino a los pobres como objetos de consumo.
Nadie ignora que en la Edad Media unos cuantos señores feudales poseían en
sus dominios cientos de miles de pobres hambrientos para su goce personal.
Nadie ignora tampoco que con la revolución industrial y la expansión imperial de
occidente muchos de los antiguos dominados pasaron a ser dominadores de
quienes siguieron siendo lo que habían sido hasta entonces: unos pobres de nada.
Pues bien: a lo que íbamos. Hoy, gracias a la riqueza que genera la laboriosidad
de los que tienen trabajo, los llamados antiguamente productores pueden ya, ¡por
fin!, poseer, aunque en menor cuantía por supuesto, lo que hasta ahora era un lujo
lejano: los pobres y los mendigos que a miles se aparecen por las calles, las
esquinas y las aceras de nuestras ciudades para provocar la virtud de la caridad
en las nuevas clases de minipudientes.
Antes nos decían que en Navidad pusiésemos un pobre en nuestra mesa. Ahora
nos los sirven a la carta en un variadísimo menú donde podemos escoger lo que
más nos guste. Hoy tenemos millones de pobres aptos para ser consumidos por
quienes han ascendido socialmente gracias a las políticas económicas, laborales y
sociales de quienes tienen la dicha de poder contemplar la profundidad y la
extensión de sus obras políticas.
Hoy hay pobres para todos y a precios asequibles. ¡Hoy ya somos todos señores
feudales! ¡Que la democracia nos los conserve limpios y puros, sin
adulteraciones ni colorantes!
Hoy hay pobres para todos. ¡He dicho!
400
AMAR AL PRÓJIMO
401
¿A QUÉ HORA ALMORZABAN LOS TROGLODITAS?
LOS niños que tienen hambre a las once de la mañana son obligados a
contenerla y a chuparse la lengua hasta la hora que Dios y la costumbre han
señalado para comer.
Los niños trogloditas era más afortunados. Comían cuando lo deseaban, sin que
las horas de oficina de sus papás fueran verdugos de sus apetitos naturales,
cuando eran libres y no sufrían la dictadura de los horarios oficiales.
Nuestras costumbres gastronómicas son arbitrarias, injustas y pecan contra las
leyes de la Naturaleza. Sólo la servidumbre al trabajo y a sus ritmos oficiales han
creado esa perversa imposición que nos obliga a comer cuando conviene a
nuestros señores. Tenemos el deber de rebelarnos contra esa cruel dictadura de la
civilización industrial y mercantil que coarta nuestra condición de ciudadanos de
la libertad.
Nuestra Constitución debe promulgar urgentemente un anexo legal declarando
el derecho democrático a comer cuando nos lo pida el cuerpo y no a las horas
impuestas desde la irracionalidad.
Las vacas comen libremente porque son afortunadas, libres y no tienen horarios
que las esclavicen. Los pajaritos picotean alegremente, sin mirar sus relojes de
pulsera, los granos que Dios les manda para su manutención desde los cielos.
¿Vamos nosotros a ser menos? El alimento no consiste solamente en proteínas,
lípidos y glúcidos. La libertad de elección de la hora de ? También alimenta,
nutre y deleita. Las costumbres actuales, reaccionarias y conservadoras, deben
ser abolidas.
¡Vivan las bocas libres que no son obligadas a comer al unísono!
¡Para esto, para que la represión de los horarios gastronómicos continúe, no
hicimos una democracia!
(Fragmento del “Manifiesto por la libertad de los juegos gástricos”, que pronto
se repartirá gratuitamente entre los que todavía tienen algo que comer.)
402
LA NUEVA NARRATIVA INFANTIL
CAPERUCITA ROJA
Iba Caperucita Roja por la ruta del bacalao cuando se le apareció el Lobo
Feroz, y le dijo:
—Tú, tía. ¿Adónde vas con esa cesta?
—Voy a llevarle un cuarto de kilo de éxtasis a mi abuelita, que está con el
mono y que me lo ha pedido por fax.
—Pues vete por ese atajo, no vaya a cascar la vieja si llegas demasiado tarde.
Caperucita obedeció, y el lobo galopó por un atajo más corto que le condujo
rápidamente a la casa de la abuelita, a la que se comió tan ricamente con el mono
y la tiritona de la abstinencia.
Al rato llegó Caperucita, entró y le dijo a la falsa abuelita:
—Abuelita, ¡qué orejas más largas tienes!
—Para oír mi single rock duro mejor.
—Abuelita, ¡qué narices más grandes tienes!
—Para oler la droga que me traes mejor.
Y luego la abuelita dijo a su vez:
—Caperucita, ¡qué tripa más grande tienes!
Y Caperucita respondió:
—¡Cómo que estoy embarazada de seis meses, mujer!
Y así sucesivamente, para mayor grandeza de nuestra España y de sus hijuelos
los niños españoles, que son el futuro prometedor de nuestra futura patria y de
sus fragmentos futuros, si el futuro no lo remedia.
403
VERTIGINOSO CRECIMIENTO
DE LA DEMANDA DE CARIDADES
LAS gentes de buen corazón están de enhorabuena. Jamás habían tenido como
ahora tantas ocasiones de ayudar a ese prójimo desdichado que debemos amar
como a nosotros mismos.
Antes, con dos perras gordas y una cena de Navidad al pobre del barrio se
cumplía con el impulso patológico de amar a nuestros hipotéticos semejantes.
Ahora es distinto. Ahora tenemos una oferta abundante de pobres de buena
calidad a precios asequibles, y no como antes, cuando los menesterosos estaban
lejos y sólo eran visitados por los exploradores con salakof.
Ahora, repito, afortunadamente es distinto. Ahora, en cualquier oficina del
ramo se encuentra a disposición del público, casi a precios de saldo, género
variado, abundante y semi-nuevo.
Ya no cuesta, como costaba antes, encontrar un pobre para sentarlo a nuestra
mesa por Navidades. Hoy están al alcance de nuestra mano y de cualquier
economía los siguientes colectivos: Pobres de toda la vida en relativo buen
estado, pobres de solemnidad de cosechas importantes y pobres coyunturales,
parados, jubilados, huérfanos, drogadictos, niños de Ruanda, viudas serbias y una
riquísima variedad de polacos y otras víctimas del derrumbamiento del muro de
Berlín (sic).
Sólo nos queda, pues, informar, como es nuestro deber, de estos eventos que
acontecen en la rúa —como tan acertadamente escribió don Antonio Machado—:
sólo nos queda, repito, informar también a nuestros lectores que el Ministerio del
ramo ha prohibido las ofertas y los saldos de pobres hasta el primer día del
próximo años.
A los caritativos que quieran adquirir desdichados antes de esas fechas
debemos recomendarles paciencia y comprensión hacia nuestros dirigentes
políticos y económicos, a muchos de los cuales, después de las próximas
elecciones, quizá tengamos que sentar también a nuestras mesas.
404
CONFESIONES DE UN HOMBRE INVISIBLE
NO sé por qué cuando los hombres se refieren a nuestro colectivo nos llaman
“el hombre invisible” en singular, como si sólo viviese en el mundo uno de
nosotros, cuando es sabido entre las gentes cultas que somos cientos de miles los
que vivimos en la Tierra, sobre todo en Occidente, según dicen ustedes, y no un
ente nacido de la imaginación de los cineastas.
Es cierto que hay cientos de millones de seres invisibles que se ocultan a los
ojos de los Ministerios de Hacienda y de Justicia, pero esos son invisibles por los
motivos económicos que todos conocemos. Son falsos hombres invisibles que
usan de su falsa invisibilidad con fines antipatrióticos y deshonestos.
Nosotros, los hombres invisibles de verdad, somos honrados y jamás se ha
dado un solo caso en que uno de nosotros se haya aprovechado de nuestra
singularidad física por motivos innobles o antipatrióticos.
Nosotros somos como ustedes, ni altos ni bajos, y si se me admite esta libertad
casi blasfema, somos casi almas incorpóreas a pesar de tener brazos, páncreas,
hígados y juanetes como los demás hombres creados por Dios a su imagen y
semejanza.
Nuestro problema, y ésta es la primera vez que un hombre invisible se atreve a
hacer esta atroz confesión, nuestro problema, repito, es que los hombres
invisibles olemos como los cerdos de las pocilgas más un no sé qué de hediondo
y repugnante, cuya causa se pierde en el aroma de los tiempos.
Ese infecto hedor nos hace huir de los hombres visibles por quienes sentimos
respeto, envidia y admiración por el exquisito olor que desprenden sus cuerpos,
excepto los abundantes casos por todos conocidos, cuyos nombres preferimos
callar para no humillar a sus familiares y herederos.
Pero esa es otra cuestión. Los hombres invisibles, por el pudor que les he
confesado, somos pobres seres que vagamos por los vertederos de basuras para
no llamar la atención ni sembrar alarma social entre la población trabajadora que
ya anda bastante alarmada por las últimas noticias económicas y políticas que
nos tienen a todos con el alma y el futuro en carne viva.
(Continuará).
405
CUENTOS INFANTILES PARA LA TERCERA EDAD
406
DARWIN Y LAS MATEMÁTICAS
407
EL HIJO DE DON JUAN TENORIO
DON Juan Tenorio, a quien nunca perdonaron las mujeres que presuntamente
sedujo sus trampas y sus embustes, acabó casándose con su vieja sirvienta, con la
que tuvo un hijo, que muchos decían había sido concebido con la ayuda de un
astuto buhonero que dejó embarazadas en uno de sus viajes comerciales a más de
siete ancianas doncellas con las que se prometió en matrimonio.
Don Juan Tenorio, medio sordo y cegato por la edad y por su vida disoluta,
jamás se enteró de las habladurías del pueblo y fue feliz al ver que por fin nacía
un robusto niño del único amor sincero y desinteresado que había tenido en su
vida. ¡Cuántas veces se sonrojaba de improviso al recordar cómo sus doncellas
seducidas habían sido antes de conocerle, como lo supo más tarde, unas locas
desvergonzadas que fingían casi profesionalmente su inocencia y su virtud!
A pesar de todo, a pesar de que sabía que no era el único que había gozado de
los favores de las presuntas engañadas, Don Juan Tenorio prefería pensar que
había sido así y muchas veces, demasiadas para la paciencia de su hijo Ernesto,
relataba a la luz del la lumbre cómo habían caído en sus brazos, en las orillas de
las mansas curvas de los ríos y a la luz de la luna, cientos de mujeres
enamoradas.
El hijo aguantaba el rollo, como les decía a sus amigos, hasta que un día,
cansado de la petulancia de su padre, le dijo:
—Papá, quiero que sepas una cosa. A pesar de los errores que cometes con
frecuencia, quizá por tu incipiente esclerosis múltiple (Ernesto estudiaba
Medicina), he calculado que de verdad de verdad sólo te acostaste en tu famosa
vida disoluta con sesenta mujeres, cuarenta de las cuales repitieron la hazaña de
ser seducidas también con tu amigo y rival son Luis Mejía. Pues bien —continuó
Ernesto, el hijo de Don Juan Tenorio, harto ya de las presunciones de su padre—,
pues bien —repitió con su léxico, incomprensible para el viejo Don Juan—, esas
que tú dices con tanto orgullo me las cepillo yo sin esfuerzo todos los cursos en
la Universidad.
Dicen que Don Juan Tenorio disimuló perfectamente las lágrimas que le
produjeron las confesiones de su hijo gracias a las generosas rijas que desde
hacía tiempo le manaban abundantemente todos los años por las épocas de los
pólenes.
A estas cosas conducen los vicios y sus presunciones.
Es conveniente que se sepa.
408
DON QUIJOTE DESCORAZONADO
DICEN que Don Quijote alcanzó una lanza del astillero, llamó a Sancho,
montó a Rocinante y se dispuso a cabalgar de nuevo por las secas tierras que aún
quedan del antiguo Imperio, y que cuando se disponía a partir a la del alba de un
día reciente, una autoridad indeterminada le detuvo para rogarle que mostrase los
papeles y licencias imprescindibles, según las leyes vigentes, para partir a sus
aventuras.
Don Quijote, dicen, le mostró su corazón lleno de buenas intenciones, pero no
pudo partir porque carecía de los siguientes documentos y licencias:
—Permiso de conducir jamelgos y recibo de haber satisfecho las cuotas
correspondientes.
—Certificado de que Sancho había sido dado de alta en la Seguridad Social.
—Recibo de haber satisfecho en su plazo las cuotas catastrales y las de la
contribución urbana.
—Licencia fiscal para trabajar en actividades liberales.
—Copia de la declaración trimestral del IRPF y la anual del año anterior, así
como certificado de que había ingresado en sus fechas las percepciones recibidas
en concepto del Impuesto sobre el Valor Añadido.
—Certificado de estar al día en el pago de los importes de la seguridad social
como caballero andante autónomo en los tres años anteriores a su salida hacia los
agravios de los malandrines autorizados por las leyes en curso.
—Permiso de utilizar lanzas y adargas antiguas.
—Certificado médico de estar en buenas condiciones físicas para el ejercicio
profesional de la caballería andante.
—Certificado de vacunación de Rocinante y Rucio.
—Y declaración jurada de todos sus bienes por si hubiese reclamaciones
legales por destrozos y daños, con copia de haber abonado la última cuota del
seguro por daños a terceros.
Dicen que Don Quijote oyó con gravedad y sosiego cuando le dijeron y que
mansamente volvió a su casa donde murió meses más tarde enloquecido de leer
leyes nacionales, comunitarias, autonómicas y municipales.
Descanse en paz, si las leyes vigentes lo consienten.
409
DESCRIPCIÓN DE JUANITA
Altura: 1´65.
Diámetro craneal: 0´51.
Contenido del cráneo: se ignora.
Pecho: En inspiración: 0´90.
Tras la espiración: 0´77.
Cintura: En ayunas: 0´55. Después de comer las fabadas a que es tan
aficionada: 0´92.
Ombligo: Diámetro del cráter umbilical: 1 centímetro. Profundidad: 0´55
centímetros. Contenido del hoyo umbilical: pelusillas varias aún sin analizar.
··············
Continuará.
410
EL NUEVO SANTORAL
411
EL CADÁVER DE NUESTRO ENEMIGO
“HASTA el más hábil de los aficionados a matar enemigos sabe que ese trabajo
produce muchas veces más incomodidades que beneficios, porque generalmente
las víctimas se resisten a nuestros deseos y ocurre lo que ocurre: que lo que
debería ser un arte se transforma en una chapuza irrepresentable.
Por eso, a veces es preferible sosegar nuestra impaciencia y esperar
tranquilamente a que sea el propio difunto el que pase por delante de la puerta de
nuestra casa.
Eso pensaba mi cuñado y lo puso en práctica hace seis años.
Se compró una hermosa mecedora, instaló a su lado un mueble bar y una
pequeña biblioteca y dedicó su ocio de jubilado a esperar sin impaciencia que
pasase el coche fúnebre con el odiado y esperado cadáver de su enemigo dentro.
Pues bien, quiso el destino que mi cuñado muriese antes de que se cumpliesen
sus esperanzas, porque, ¡oh cruel venganza del destino adverso!, el odiado
enemigo también murió de la terrible enfermedad que padecía mi cuñado: el
odio.
La víctima también había estado esperando, con su mecedora, su biblioteca y
su mueble bar, que el cadáver de mi cuñado, frío y tieso, pasara frente a la puerta
de su casa.
Y en esa mutua esperanza fallecieron los dos el mismo años, el mismo mes, la
misma semana y el mismo día para mayor gloria de la voluntad divina que sabe
castigar nuestros pecados sin piedra, ni palo, ni impaciencias, ni arbitrariedades.
¡Qué gran lección moral encierra esta verídica historia! ¡Cómo coinciden en
sus muertes los odios irracionales! ¡Qué maravillosas armas utiliza el Señor para
castigar nuestra soberbia, nuestra ira, nuestra envidia, nuestra pereza, nuestra
guía y nuestros demás pecados capitales!
He dicho. Firmado: Teofasto, discípulo de Aristóteles.
···
412
INFORME DE LAS NIÑAS MARCIANAS
413
EL SILENCIO DE LOS DIOSES
“LOS dioses, por motivos que se ignora, suelen permanecer cientos de miles de
siglos en silencio, en esos pavorosos silencios que aterran y confunden a los
hombres. ¿Qué quieren decirnos los dioses con sus silencios? Algo, sin duda, que
nosotros no sabemos comprender; algo sencillo, claro y evidente como todos sus
mensajes.
Habitualmente los dioses nos hablan a todos en voz baja, pero sus palabras se
pierden a pesar de la intimidad del diálogo, porque los hombres sólo escuchamos
y atendemos los grandes gritos, los grandes estruendos.
Algún día, dicen los oráculos, se oirá un grito gigantesco que nos aterrorizará
por su volumen y su tono casi publicitario aunque sólo sea uno de esos mensajes
de amor que a veces nos mandan los dioses cuando se sienten solos y nos
necesitan. Quizás ese terrorífico grito de advertencia lo oigamos de noche,
cuando nos palpitan en la soledad las ansiedades.
Pues bien, dicen los eruditos, a pesar de que todos oiremos el aviso, nadie se
dará por aludido. Después del terror y de los sudores fríos saldremos de nuevo a
la calle y nadie hablará de las palabras que se han oído de los dioses. Y diremos
otra vez hipócritamente: “¿Por qué nos hablan los dioses? ¿Por qué nos tienen tan
olvidados?”.
Y seguiremos viviendo en la mentira y el secreto. Y las palabras de los dioses,
después de atravesarnos en vano, continuarán su camino hacia los grandes
espacios donde languidece el infinito.
Y un día estallarán de aburrimiento en el vacío. Y tomaremos por las luchas
galácticas lo que sólo son sencillas palabras de los dioses.
“Y tú —me preguntó el amigo a quien describí lo que había oído la noche de la
víspera— ¿Cómo puedes haber oído ese grito de los dioses si eres sordo?”.
“Porque los dioses, por su exquisita educación, siempre gritan en voz baja”
—le dije.
No me creyó. Y por eso lo escribo ahora para ustedes.
414
COSAS DE LA VIDA Y DE LA MUERTE
415
NO HAY QUE MATAR LOS SILENCIOS
DICEN los estudiosos de esas cosas de las letras que todos los escritos
literarios son autobiográficos. Opinan como los psicólogos que dicen que hasta
los sonidos de los bostezos expresan las ansiedades edípicas de los bostezadores
o bostezantes.
Al conocer esa desnudez de nuestros frágiles escudos he recordado un cuento
que escribí en mi adolescencia en el que un psicótico sádico, sin árbol
genealógico, se dedica a destripar mujeres, como Jack el Destripador, con el
deseo de conocer la secreta cuna de donde procedía. Es decir, cosas de locos.
Al final del relato, el sádico demente es detenido, juzgado, absuelto y ocultado
en un sanatorio en un triste estado edípico-demencial del que no saldrá jamás. La
historia concluye cuando su verdadera madre le visita y le comunica que le ha
tocado el primer premio de la Primitiva, y que libre de las pesadumbres de la
pobreza, ya puede amamantarle. Pues bien, este cuento, fallecido, prescrito,
inscrito ya en el registro oficial de los olvidos, ha brotado ante mí con la
severidad de los espejos.
Y me pregunto: “Si es verdad que todo lo escrito es autobiográfico, ¿quién soy
yo en esta repugnante historia que escribí de joven y que ahora en mi madurez
me avergüenza? ¿Soy yo mi madre anhelada? ¿Soy uno de los intestinos
escrutados? ¿Soy don Sigmundo Freud? ¿Soy el inconsciente colectivo de los
niños que fuimos desventurados? ¿Soy mi madre, la pobre madre del relato? ¿Por
qué, para quién, para qué escribí ese cuento que quizás tiene la clave que
interprete todas mis angustias presentes? ¿Y por qué no aparece ni una sola vez la
fugaz sombra que dejó en el mundo mi padre desconocido?
En este estado de angustia yacía mi alma cuando mi médico de cabecera, el del
interior secreto de mi cráneo, me dijo: —¡Pero si ese cuento no lo has podido
escribir tú! ¡Ese cuento es un cuento oriental del siglo XVII!
Ha sido un golpe terrible. He caído en otra sima más profunda todavía. ¿Cómo
he podido recordar algo que ignoraba?
Y así sucesivamente entretengo mis ocios de jubilado anticipado que sólo tiene
ante sí unos breves días del pasado y unos más breves días de futuro, aquí en el
manicomio donde yazgo.
416
UNA TRADICIÓN ESPARTANA
417
EL FILÓSOFO DIJO
(CRÓNICA DE UNA POLÉMICA)
DIJO:
— “El filósofo que dijo que el hombre es la medida de todas las cosas utilizó,
para sus mediciones, un metro estándar de los sastres de sus tiempos.
Esa visión optimista se fue oscureciendo cuando siglos más tarde de lo que él
sabía de la vastedad de los espacios celestes y de las dimensiones de los
microcosmos que conforman nuestro cuerpo, que, hoy se sabe, está sólo formado
por partículas subatómicas”.
Y siguió diciendo el filósofo:
— “Esas nuevas certezas entristecieron a los hombres que sólo después de que
transcurrieran varios miles de años advirtieron que aunque su percepción del
cosmos crecía hasta tamaños no menos inauditos (sic también) él, el hombre,
permanecía siempre en el centro, a mitad de todos los extremos del cosmos, lo
que le hizo exclamar lleno de alegría: “Si no soy la medida de todas las cosas,
soy su centro, su ombligo, como si dijéramos”. Y así volvió de nuevo el hombre
a las alegrías y al optimismo de los jónicos”.
Y concluyó el filósofo:
— “Pues bien, su nuevo optimismo se ha quedado perplejo cuando ha sabido
por fuentes fidedignas, que ese orgullo que siente por ser equidistante entre lo
absolutamente grande y lo absolutamente pequeño, lo sienten también los
hipopótamos, las ladillas, la torre de Pisa y este pisapapeles”. (Mostró uno de
tamaño medio).
Sus declaraciones fueron aplaudidas por los pesimistas destructores de las
esperanzas de los hombres y silbadas por un enano que se sintió herido por aquel
desprecio a su talla, precisamente ahora —dijo— que “gracias a una
multitudinaria manifestación de protesta de las minorías que se sienten
discriminadas por su estatura, había llegado a sentirse tan jónico como Tales de
Mileto”.
El filósofo abandonó la sala, tras decir:
— “He dicho”.
418
UNA NUEVA AMENAZA PARA LOS HOMBRES
419
LAMENTO
Fin
420
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA MENDICIDAD
421
ENSAYO SOBRE LA TONTERÍA HUMANA
422
LOS ODIOS LUCRATIVOS
423
AMNESIA
424
¿QUIÉN NO?
425
VIDAS PARALELAS
426
EXISTE EL MÁS ALLÁ,
PERO ES DE REDUCIDAS DIMENSIONES
427
EL CINISMO DE SHAKESPEARE
428
NO DIGAS NUNCA “DE ESTA SANGRE NO BEBERÉ”
429
UN MILAGRO DUDOSO
430
UN TEMA SOCIAL
“EN muchos países —dijo el conferenciante— se han dado cuenta de que más
vale prevenir que lamentar. En Suecia y Dinamarca, por ejemplo, la socialización
de la medicina preventiva, instaurada con carácter obligatorio tanto para los
ciudadanos como para los médicos y funcionarios, está dando óptimos
resultados. Puede decirse que el porcentaje de escandinavos que mueren
completamente sanos ha aumentado en los últimos años en un 87 por ciento,
alcanzando cifras de muertes naturales notoriamente superiores a las de los
habitantes de los países ribereños del Mediterráneo, que suelen morir, como se
sabe, cuando no enfermos, asesinados.”
“Creo —continuó— que esas técnicas deben ampliarse a otras ciencias
sociales. Me refiero, por supuesto, a la aplicación de la pena de muerte. ¡Cuántas
ejecuciones de reos culpables condenados en la madurez de su vida podrían
haberse evitado sencillamente habiéndoles ejecutado a tiempo en su juventud!
¿Para qué esperan a que los ciudadanos delincan para aplicarles la pena que se
merecen? ¡Cuántos gastos y cuántos ríos de tinta podrían evitarse con mi técnica,
que es la técnica sencilla del “¡más vale prevenir que lamentar!”.
“Por eso —volvió a continuar— propongo que todos los años, en las tardes
soleadas de enero, se ejecuten en el país a algunos jóvenes para aviso y
escarmiento de los demás. Estas ejecuciones, que podríamos llamar
paradigmáticas, contendrán los instintos criminales y evitarán males futuros de la
misma manera que un chequeo a tiempo advierte y evita enfermedades más
graves el día de mañana.”
El orador fue muy aplaudido, tanto al término de su conferencia como al de su
vida, cuando, horas después, fue ejecutado preventivamente en evitación de
males mayores, como tan acertadamente...
431
HISTORIA TRISTE
432
LO LLEVABA ESCRITO
433
SIEMPRE LOS ASESINOS COMETEN ALGÚN ERROR
434
HISTORIA DE AMOR Y DE DESENGAÑOS
435
MÁS VALE MORIR A TIEMPO QUE RONDAR UN AÑO
SÓLO se casó para no tener la triste muerte de los solteros. Vivió desgraciado
toda su vida, pero aguantó los sufrimientos del matrimonio pensando que, al
menos, no moriría sin el consuelo de la presencia de una familia.
Cuando le llegó la hora del tránsito se pasó un poco en la duración del mismo y
duró agónico varias semanas. Ese fue su error. Fue atendido, casi mimado, los
primeros días, pero al final, hartos todos en casa de aquel viejo, medio hombre
medio vegetal, acabaron casi por olvidarlo.
Entregó su alma al Señor mientras sus hijos estaban de vacaciones en la Costa
del Sol y su señora charlaba con una vecina en la panadería.
Sólo tuvo el consuelo de la compañía de una joven sonriente que en la pantalla
de la televisión le recomendaba que usara aquel detergente que limpiaba tan
blanco y que además traía regalos en cada caja.
436
SIEMPRE OCURRE ALGO PEOR QUE LO PEOR
437
LA CERILLERA HUÉRFANA
EL hielo crujía bajo las botas y el alma de los viandantes y la pobre cerillera se
moría de frío. Tenía sus helados deditos llenos de sabañones. También tenía un
poco de psoriasis detrás de la oreja, pero ése es otro cantar. Como lo de los
juanetes y la escoliosis. Hay cosas que se heredan y ya está. Bueno. La pobre
cerillera encendió una cerilla para calentarse los sabañones. Y luego otra y otra y
otra. Estaba embalada. Cuando acabó de consumir todas las cerillas pensó en su
madrastra y en la paliza que recibiría por volver a casa sin dinero.
—¡Gracias, Dios mío! —sollozó educadamente.
Volvió a casa. En medio de los azotes, la pobrecita sonreía. Su cuerpecito se fue
amoratando por los golpes que le propinaba su citada madrastra. La paliza fue
tremenda, pero al menos aquella Nochebuena la pobrecita no pasó frío. Había
dado con el truco.
438
CUENTO DE NAVIDAD
439
RELATO DE CIENCIA FICCIÓN
LA nave especial, después de tres mil años luz de vuelo, llegó a un planeta de
una galaxia desconocida.
El viaje había sido técnica y humanamente perfecto. El aterrizaje también. El
planeta era parecido a la Tierra. Ni siquiera tuvieron que descender de la
aeronave con protección especial. El aire era completamente respirable y la
temperatura, primaveral.
Anduvieron unos metros y se quedaron aterrados al ver lo que vieron. Un
hombre mataba a otro a golpes de quijada de burro. No pudieron impedir el
crimen. Llegaron tarde. El asesinato había sido consumado.
—¿Cómo te llamas? —le preguntaron.
—Caín —respondió el fraticida.
Los astronautas huyeron despavoridos en busca de algún planeta habitable pero
sin la presencia de lo hombres todavía.
440
LA SANTA MADRE
TENÍA fama de cruel. Decían que azotaba a sus hijos para que llorasen a moco
tendido. Algunas veces las vecinas podían oír el llanto de las pobres criaturas,
llanto que no cesaba hasta altas horas de la noche. Cuando murió se llevó el
secreto a la tumba. Nunca supo nadie la verdad. Pero yo sí la sé y ahora la cuento
para lavar el mal nombre de mi santa madre.
Mamá nos pegaba todas las noches porque ella no podía llorar. Y con gran
dolor nos hacía llorar a nosotros para que pudiéramos ablandar los mendrugos de
pan que solía buscar en los basureros.
Mojad, hijos míos —nos decía—, mojad bien el pan hasta que al morderlo no
os haga daño en los dientecitos.
Y nosotros así lo hacíamos. Y gracias a ellos hemos crecido sanos, hermosos y
de derechas.
441
EL JUICIO DE SALOMÓN
442
UN CASO DE VOCACIÓN
443
HARTO DE FREGAR
444
DIOS CASTIGA SIN PIEDRA NI PALO
445
NO ES BUENO RECORDAR
A LOS SERES QUERIDOS MUERTOS
446
SUCEDIÓ DE OTRA MANERA
HASTA lo cuentan en las escuelas para que los niños se admiren de la grandeza
del hombre. Un pobre obrero sin trabajo, exhausto de desalientos, un día, dicen a
los niños, vio que un rico se estaba ahogando en el río. Sin dudarlo se despojó de
las pobres ropas que cubrían sus miembros escuálidos, se arrojó al río, salvó al
rico y murió ahogado, agotadas en el noble empeño las pocas fuerzas que tenía.
La viuda del pobre obrero fue recompensada con un trabajo nocturno y cerca del
río existe desde entonces una calle con el nombre del héroe.
Los niños, al oír la historia, como son hijos de pobres tienen que aplaudir. Y así
lo hacen.
Pero, la realidad, sucedió de otra manera. El pobre obrero resbaló y cayó al río
sin saber lo que pasaba. Cuando el rico vio que por el aire volaba hacia él un
harapiento, de puro pavor recobró el vigor de sus antepasados y de dos
dentelladas degolló al intruso que desapareció en los remolinos de la corriente.
Esta es la pura verdad queridos niños.
Nunca, pues, salvéis la vida de un rico sin cobrar antes la recompensa. FIN.
447
DIOS QUIERA QUE NO SEA SU HIJO
448
UN CASO DE BONDAD DE CORAZÓN
ERA un santo. Por eso, cuando iba a ser fusilado, le largó una patada en los
mismísimos al oficial que mandaba el pelotón que le ajustició.
—Lo hice —explicó en el más allá— para que el día de mañana aquel pobre
oficial, que era una buena persona, no tuviera remordimientos por haber fusilado
a un inocente. Le di la patada, le insulté, me dediqué a blasfemar, a hundir la
reputación de su santa madre.
Y añadió.
—Sé que ahora él cree que hizo un acto de justicia. Hice lo posible para
merecerme la muerte —la injusta muerte que me dieron— en el último momento.
Es lo único bueno que podía hacer entonces. No se me ocurrió una cosa mejor.
449
SE DEBE AHORRAR PARA QUE EL DÍA DE MAÑANA
NO TE FALTEN MOTIVOS DE ARREPENTIRTE
DE HABER AHORRADO
EMPEZÓ a ahorrar tarde porque le dijeron que la vejez sin dinero es como un
páramo helado lleno de lobos. Como no se fiaba ni de la banca, ni de la Bolsa, ni
de los ejecutivos de las compañías de inversión, ni de nada que no fuese el dinero
contante y sonante, escondió sus ahorros debajo de un ladrillo en el patio de la
casa.
Reunió un hermoso capital que pudo haberle salvado de la miseria en que le
hundió la enfermedad. Pero el destino, que es insaciable y cruel, como la antigua
burguesía le curó de todo menos de la amnesia que le produjo la infección.
Ahora, el pobre viejo vive de las limosnas que le dan los vecinos, si poder
recordar dónde escondió el dinero que ahorró durante toda su vida. Lo único que
recuerda, para mayor desgracia suya, es que lo tiene escondido en algún sitio.
—“Mucho dinero” —dice.
Pero nadie le cree.
450
DON QUIJOTE NO CONOCIÓ A HAMLET
CUANDO Hamlet se batía con Laertes, don Quijote y Sancho Panza se estaban
aproximando al castillo de Helsinford. El hidalgo sabía de las disputas familiares
y se acercó a Dinamarca, unos dice que por salvar el reino y otros que guiado por
el olor a podrido.
El caso es que por cuestión de segundos no llegó a tiempo para evitar la
matanza.
Llamó a la puerta, le abrieron, se anunció y esperó a que llegase Polonio, que
sólo pudo decirle:
—Hamlet ha muerto.
Don Quijote volvió grupas y tomó el rumbo de España. Algunos daneses, que
hablaban español, cuentan que el Caballero Andante no contestaba a Sancho
Panza cuando éste preguntaba por la ínsula que esperaba encontrar en aquellas
tierras.
Años después, don Quijote también murió de la manera que nadie ignora.
451
SUCEDIDOS
La llevé, por el día de San Jordi, una rosa a mi mujer, y, oye, como si nada, y
venga decirle: “Oye, que te traigo una rosa”, y nada, ni caso; hasta que al final ya
me harté tanto que me marché y le dejé la rosa en la lápida.
Ya sabéis que han dicho todos los periódicos que la torre de Pisa se ha
levantado tres milímetros. Y eso son cosas de la naturaleza, cosas inexplicables,
que como vienen se van. A mí me ocurrió lo mismo, hace años, cuando era joven,
se irguió tres milímetros, bueno, no llegó a tres, un poco menos; se levantó, la
torre de pis, y luego se bajó como se había subido, y no ha vuelto a pasar ya nada
desde entonces.
452
El día del estreno de una obra, hay una mujer en escena y se asoma el amante y
le dice: “¿Estamos solos?”, y contesta el público: “Hoy no, pero mañana sí.”
En un hospital había una señora que le habían dado una radiografía; la estaba
mirando y enfadada, enfadada, decía: “Pero bueno, cuatro mil pesetas por esto,
pero si es todo hueso.”
Dos banqueros muy importantes, españoles, están en una fiesta y uno le dice al
otro:
-De verdad, sólo hay una forma de hacerse rico honradamente.
-¿Sí, cuál es?
-Ya me imaginaba que en tu banco tampoco lo sabíais.
El otro día le pregunté a mi sobrino: “A ver, Luisito, ¿cuáles son las cinco
partes del mundo?” Y, fíjate qué listos son los niños de ahora, me dijo: “Las
cuatro partes del mundo son tres: Europa y Asia, y ahora sólo los Estados
Unidos.”
453
454
ÍNDICE
PRÓLOGO………………………………………………………………………………3
EL “TEST” DE LA CARIDAD…………..…………………………………...………...5
MILLONES DE ESPAÑOLES VULNERAN IMPUNEMENTE
LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA…..…....…………..……..………………….……...6
DE LA FELICIDAD CONYUGAL………………………………………….………….7
CÓMO HACERNOS TODOS MILLONARIOS EN VEINTICUATRO HORAS……...8
VIDA TRÁGICA DE “X”……………………………………………………………….9
TIEMPO SIN HÉROES………………………………………………………….…….10
LA METAMORFOSIS…………………………………………………………….…...11
LA INSEMINACIÓN “IN VITRO”……………………………………………...…….12
EL TIMO DE LA ESTAMPITA………………………………………………….…….13
CONSOLAR A LOS ENFERMOS…………………………………………………….14
IRRITAR EL ECO DE MARGUNCIA…………………………………….…………..15
LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD CONTADA POR UN SÁDICO……………...16
TAMBIÉN LOS PRECIOS DESORBITADOS TIENEN SUS VENTAJAS…………..17
EL FLECHAZO…………………………………………………………………….….18
MI VIDA ES UNA NOVELA………………………………………………...………..19
NO ESTOY SOLO……………………………………………………………….…….20
VENDER EL ALMA AL DIABLO………………………………………………..…..21
EL DINERO DA LA FELICIDAD, PERO NO TODA………………………….…….22
LAS GUERRAS ÚTILES………………………………………………………….…..23
CINCO MIL MILLONES DE DIFUNTOS……………………………………...…….24
¿VOLUNTAD O DESTINO?………………………………………………………......25
DON QUIJOTE EN ELSINOR……………………………………………………..….26
EL SILENCIO IMPOSIBLE………………………………………………………..….27
EL EJEMPLO DE LA NATURALEZA………………………………………...……...28
YO ME VOY A COMPRAR UN BURRO Y UNAS CASTAÑUELAS…………...….29
HISTORIAS DEL MÁS ACÁ………………………………………………………….30
UNA HISTORIA MACABRA…………………………………………………….…...31
HE DECIDIDO SIMPLIFICAR MI VIDA……………………………………...…….32
LAS MAYORÍAS INSOLENTES……………………………………………………..33
YO QUIERD SER DUEJO DE MIW OVRAS…………………………………….…..34
PATERNIDAD Y LASCIVIA, RESPONSABLES……………………………...……..35
LOS RICOS ME DESPRECIAN, LOS POBRES ME ENVIDIAN………………..….36
PARA NUESTRAS MAMÁS Y PARA LA TELEVISIÓN, NOSOTROS SOMOS LOS
MÁS GUAPOS DEL MUNDO……………………………………………………..….37
EL AMOR ES ETERNO MIENTRAS DURA………………………………………...38
MÉTODO INÉDITO Y UNIVERSAL PARA QUE TODOS SALVEMOS NUESTRAS
ALMAS Y VAYAMOS AL CIELO A GOZAR DE LA ETERNIDAD………………..39
455
¡CÓMO HE PODIDO CAER TAN ALTO!……………………………………...……..40
IMPUESTOS Y PSICOANÁLISIS…………………………………………………….41
EL HIMALAYA Y YO………………………………………………………………....42
ME ACABAN DE ROBAR MI LEJANA JUVENTUD……………………………….43
MIS ABUELOS NO SE COMPRENDEN……………………………………………..44
ES DIFÍCIL DECIR TONTERÍAS EN VANO………………………………………...45
FILIPICA A ALFONSO USSÍA………………………….………………………..…...46
TRÁFICO ILEGAL DE JUBILACIONES……………………………………...……..47
DEL AMOR AL ODIO HAY UNA HERMOSA PATADA EN LOS RIÑONES……....48
AVISO A MIS RODEADORES………………………………………………………..49
LA DICTADURA DEL VULGOTARIADO…………………………………………...50
¿ES EL OCIO LA MADRE DE TODAS LAS VIRTUDES?
ROTUNDAMENTE NO……………………..………..………….…………..………..51
UTILIDAD SOCIAL DEL HAMBRE DE LOS POBRES…………………………….52
HABLAR ES MORIR UN POCO…………………………………………...………...53
¿MNEMOQUE?…………………………………………………………………….….54
CADA UNO DE NOSOTROS ES EL MÁS FELIZ DE LOS MORTALES…………..55
TARZÁN HA MUERTO, ¡VIVAN LOS ANTROPÓFAGOS!…………………….…..56
HE MATADO…………………….…………………………………………………….57
PELIGROS DE LA VIRTUD EXAGERADA………………………………………....58
LOS MUERTOS SE TUTEAN………………………………………………………...59
LA FELICIDAD NO DA LA FELICIDAD………………………………………...….60
NO LO SÉ……………………………………………………………………………...61
¿EL HOMBRE ES MALO O PEOR?………………………………………………….62
SAN ISIDRO EN LOS CIELOS…………………………………………………….....63
NADIE ME COMPRENDE…………………………………………………………....64
NO DIGAS JAMÁS “SÍ”……………………………………………………………....65
EL DÍA QUE NO FUI NADA……………………………………………………..…...66
SONREÍR ES MORIR UN POCO……………………………………………………..67
YO NO SOY ABYECTO…………………………………………………………...….68
INUTILIDAD SOCIAL DEL HAMBRE………………………………………….…...69
EL ESTOICISMO AL SERVICIO DEL ESTADO…………………………………….70
YO TAMBIÉN FUI HIPPY……………………………………………………...……..71
LA BELLEZA DE LA MUERTE………………………………………………..……..72
EL COMPLEJO DE EDIPO NO EXISTE…………………………………...………...73
LA “OPERACIÓN RETORNO” DEFINITIVA……………………………...………...74
LA PRIMAVERA Y EL ESTERNO-CLEIDOMASTOIDEO………………………....75
SEVILLA, REGLA SIN EXCEPCIÓN…………………………………………….….76
DETERGE, FIJA Y DA ESPLENDOR………………………………………………...77
FRENESÍ EQUINO………………………………………………………………….....78
MI PERESTROIKA PARTICULAR………………………………………………..….79
FLACA PARECE, QUE NO ES, LA CARNE……………………………………...….80
LAS MASAS…………………………………………………………………………...81
HUMOR Y FRONTERAS……………………………………………….…………….82
YO ME ADELANTÉ A LAS COMPUTADORAS……………………………….…...83
CONCENTRADO DE SHAKESPEARE…………………………………………...…84
456
UN TEMA ECONÓMICO VIDRIOSO…………………………………………...…...85
DE NOCHE SOY UN MONSTRUO…………………………………………...……...86
DON QUIJOTE DEL ESCAÑO…………………………………………………….....87
FUTURO DE DOS SABORES…………………………………………………..…….88
ESPAÑA, VENCEDORA ABSOLUTA EN EL FESTIVAL EUROPEO DEL
DECIBELIO……………………………………………………….…………………...89
POR FIN TODOS SOMOS PROGRESISTAS………………………………………...90
EL DÍA QUE COGÍ LA SORNA…………………………………………………...….91
SE ACABARON LOS EXPLORADORES……………………..……………….…….92
LA UTILIDAD DEL HUMOR………………………………………………………...93
MIS MILLONES……………………………………………………………………….94
FEO IS BEAUTIFULL………………………………………………………………...95
NO COMPENSA SER PERVERSO…………………………………………………...96
CONTABILIDADES SECRETAS……………………………………………………..97
LA ATOMIZACIÓN DE LA MORAL………………………………………………....98
LA MOSCA…………………………………………………………………………….99
UN CUENTO CRUEL…………………………………………………………….….100
LOS DIOSECILLOS DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES………………………..101
LA IMPRESCINDIBLE REFORMA ELECTORAL…………………………….…...102
LA DESCANSADA VIDA………………………………………………………..….103
LOS RICOS Y LOS RESTAURANTES……………………………………………...104
EL RUIDO………………………………………………………………………...…..105
UN VICIO URBANO…………………………………………………………..…….106
LA BESTIA QUE NOS HABITA………………………………………………...…..107
LA CRUELDAD DE LOS DIOSES………………………………..……..………….108
EL HOMBRE QUE BUSCABA DIÓGENES…………………………………...…...109
LOS BESARRABOS………………………………….………………..………….....110
CAMBIOS EN EL CINE SOVIÉTICO…………………………………………...….111
LIMPIEZA DE FIN DE AÑO………………………………………………………...112
PAZ EN EL CAMPO……………………………………………………………….....113
YO ME COMÍ UNA AZUCENA……………………………………………….…….114
POR QUÉ DEBÉIS, QUERIDOS NIÑOS, AMAR MUCHO A LOS REYES
MAGOS………………………..……………………………………………………...115
PRESCRIPCIÓN DE LOS ODIOS……………………………………………….…..116
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE POR EL ESTILO……………………….….117
LOS CLÁSICOS Y LA HISTORIA, AL ALCANCE DE LOS NIÑOS………….…..118
UNA TERAPEUTA PERVERSA-POLIMORFA……………………………………..119
LAS MANCHAS DEL PECADO…..………………………………………………...120
NO VIVO POR VIVIR…………………………………………………………...…...121
ESCUCHA Y CALLA………………………………………………………………...122
LOS SANDIOS DE LA DEMOCRACIA……………………………………...……..123
HUMOR Y PRAXIS……………………………………………………………….....124
UNA HERMOSA HISTORIA DE AMOR………………………………………..…..125
HABLAR DE LO QUE SE SABE………………………………………………...….126
LA DESHUMANIZACIÓN DE LAS ESTADÍSTICAS………………………...…...127
LA VIRTUD NO RECOMPENSADA…………………………………………….….128
457
REGLAS PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS DEL TRÁFICO EN LAS
GRANDES CIUDADES……………………….……………………………………..129
POETA MÍSTICO CON IVA…………………………………………………...…….130
EL TRIUNFADOR…………………………………………………………………....131
COPROFILIA ESTÉTICA…………………………………………………...……….132
EL INCONSCIENTE FINANCIERO………………………………………..…….....133
LAS FLORES TAMBIÉN SON PERVERSAS POLIMORFAS……………………..134
LA TÉCNICA Y EL HOMBRE……………………………………………………....135
DOS TRISTES Y VIEJAS HISTORIAS DE AMOR……………..……………….….136
LOS LÍMITES DEL HUMOR……..………………..……..…………………..……..137
DERROTA DEL HOMBRE…………………………………………………………..138
MAMONES…………………………………………………………………………...139
UN DERECHO DEMOCRÁTICO…………………..………………………...……..140
TRAGEDIAS BENIGNAS………………………………………………………..….141
UNA HISTORIA DE TERROR…………………………………………………..…..142
AQUELLA MUJER……………………………………………………………...…...143
SAN FRANCISCO ENTRE NOSOTROS…………………….……………...……...144
EL AMOR ES TUERTO…………………………………………………………...….145
UN CADÁVER VIVO………………………………………………………………..146
EL COLOR DE HAMLET…………………………………………………..………..147
FELICIDAD MATRIMONIAL……………………………………………..………...148
EXHIBICIONISMOS……………………………………………………………...….149
CERDOS, HOMBRES, RATAS………………………………………………….…...150
LA COCINA CHINA……………………………………………………………...….151
LA VUELTA AL EDÉN…………………………………………………………...….152
TIEMPO DE AZOTES…………………………………………………………….....153
ESTATUAS EN CALZONCILLOS……………………………………….………….154
ASÍ SE ENSEÑA LA HISTORIA……………………………………………...……..155
LOS LÍMITES DE LA RENUNCIA……………………………………………...…..156
SUPERSTICIÓN……………………………………………………………………...157
MI ALMA GEMELA………………………………………………………………....158
LO REPITO: SOBRAMOS GENTE……………………………………………..…...159
LLUVIA DE LEYES………………………………………………………………….160
EL JUICIO DE SALOMÓN……………………………………………………...…...161
¿ESTÁ EL CRIMEN PERFECTO AL ALCANCE DE LA CLASE MEDIA?…...…..162
NI SIQUIERA TODOS LOS MUERTOS SON IGUALES……………………….….163
LECTURA Y NUTRICIÓN…………………………………………………………..164
ELOGIO AL CHEQUEO……………………………………………………………..165
ESCRITURA AUTOMÁTICA………………………………………………...……..166
SÓLO SÉ QUE NO SABEMOS NADA………………………………………….…..167
LAS EXAGERADAS EXIGENCIAS DE MI DIRECTOR ESPIRITUAL………….168
¿QUÉ CÓMO LO SÉ?………………………………………………………………..169
CABEZAS DE RATÓN…………………………………………….…………..…….170
PROBADORES DE SEXO…………………………………………………….……..171
LOS VOTOS CONTEMPORÁNEOS………………………………………...……...172
LA CONCUPISCENCIA, SATÁN Y LAS MOSCAS……………………………..…173
458
EL AMOR AMORTIZADO…………………………………………………………..174
INSOMNIO Y CULPA………………………………………………………………..175
SONDEOS………………………………………………………………………..…...176
LA VIDA ES SUEÑO…………………………………………………………..…….177
EL TACTO DESDEÑADO…………………………………………………………...178
DEL DIARIO DE UN PADRE………………………………………………….…….179
CINE Y MONTAJE………………………………………………………………..….180
DULCE HISTORIA DE AMOR……………………………………………………...181
EL TERROR……………………………………………………………………...…..182
PALABRAS LLENAS…………………………………………………………...…..183
TU VIDA ES UNA NOVELA………………………………………………..…..…..184
HUIR DEL MUNDANAL RUIDO……………………….………………..………...185
UN LADRÓN DE MI DORMITORIO…………………………………..…………..186
LA RESURRECCIÓN DE DIÓGENES………………………………….………….187
HUIR DEL MUNDANAL RUIDO……………………….…………………….…...188
UN PANADIZO PROPIO DUELE MÁS QUE MIL AJENOS………………..…….189
EL “TEST” DE LA DECLARACIÓN DE LA RENTA……………………………...190
LOCO DE PAGAR……………………………………………………………….…...191
BUSQUEMOS EL PLACER…………………………………………………….…...192
LA VENGANZA DE LOS DIOSES…….…..…..…….…….………………………..193
SEÑOR JUEZ: HOY HE ESTRANGULADO A MI POBRE DE CABECERA….....194
UN ABUSO A ERRADICAR………………………………………………………...195
EL NUEVO INFIERNO……………………………………………………………...196
LA MUERTE DEL MAGNATE JAPONÉS……………………………………..…...197
EL SUEÑO………………………………………………………………………..…..198
TOMARLO A RISA…………………………………………………………………..199
ALIENAR LA CULPA…………………………………………………………..……200
LOS RASCAMIENTOS……………………………………………………...……….201
LA DEGRADACIÓN DE LOS HÉROES……………………………………….…...202
LA DELINCUENCIA NACIONALIZADA……………………………………….....203
¿CUÁNDO ODIAR A LOS POBRES PUEDE SER INTERPRETADO COMO UN
ACTO DE LEGÍTIMA DEFENSA?………………………………………………….204
MI ORDENADOR DE CABECERA…………………………………………..…….205
MACHISTAS POR PARTE DE MADRE…………………………………………....206
LA BELLEZA DE NARCISO………………………………………………………...207
YA TODO ES POSIBLE…………………………………………………………..….208
EL HUMOR NUESTRO DE CADA DÍA…………………………………….……...209
LOS TENORCITOS……………………………………………………………….….210
LA FELIZ TRAGEDIA SOVIÉTICA…………………………………………..…….211
SER MOZART……………………………………………………………………......212
ELOGIO DEL SILENCIO Y VITUPERIO DEL ESTRUENDO………………...…..213
LOS DÍAS INTERNACIONALES…………………………………………….……..214
REFLEXIONES DE UNA LEGAÑA………………………………………..……….215
EL BUEN MORIR………………………………………………………………..…..216
UN DÍA MÁS Y PLEGARIA………………………………………………………...217
CHISTE Y METÁFORA………………………………………………………….….218
459
EL FRACASO DE NARCISO…………………………………………………...…...219
COME PARA VIVIR Y NO VIVAS PARA EL COLESTEROL……………………..220
¡QUÉ MANERA MÁS TONTA DE HACERSE RICO!……………………………...221
LOS PREMIOS LITERARIOS ENGORDAN…………………………………...…..222
CERRADO POR REFORMAS…………………………………………………..…...223
LA LÓGICA Y EL INFINITO AL SERVICIO DE LA ALIMENTACIÓN DEL
HOMBRE………………………………….……………………………………...…..224
LA FILOSOFÍA EXPLICADA POR UN ANALFABETO…………………………...225
AL SALTO CUALITATIVO…………………………………………………..……...226
ZOQUETES EN EL QUINTO CENTENARIO…………………………..………….227
NADIE ENSUCIA MI HONOR…………………………………..……………….….228
CUENTO TRÁGICO DE VERANO………………………..………………………..229
EL TIMO DE LA ANGULITA…………………………………………………….....230
TRAGEDIAS RIDÍCULAS………………………………………………………......231
LA TRAGEDIA DE LOS AFICIONADOS…………………………………...……...232
LA SOSPECHA……………………………………………………………………….233
LAS NUEVAS DOS ESPAÑAS……………………………………………………...234
AMOR………………………………………………………………………………...235
EXHIBICIONISMO……………………………………………………………..…...236
AME A SU HÍGADO…………………………………………………………….…...237
MI VIDA ES UNA OLIMPIADA…………………………………………………….238
DIÁLOGO DE BESUGOS MUSICALES……………………………………….…..239
DON JUAN Y DON LUIS…………………………..………………………………..240
CONTRA EL VICIO DE AHORRAR ESTÁ LA VIRTUD DE LO CONTRARIO....241
NO TODOS LOS MUERTOS SON IGUALES……………………………………....242
LA DUDA……………………………………………………………………………..243
GRACIAS, ALFONSO…………………………………………………………...…..244
VICTORIA SOBRE EL ESTRUENDO…………………………………….………...245
LA LECCIÓN MAGISTRAL………………………………………………………...246
MIRANDO AL FUTURO CON SERENIDAD………………………………….…..247
NEBRIJA Y EL METAPLASMO………………………………………………...…..248
UN CASO DIFÍCIL………………………..………………..…………...…………...249
LA NUEVA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE………………………………....250
EL INTÉRPRETE……………………..……….…………..…………………….…...251
MATEMÁTICAS NO EXACTAS…………………………………………………....252
CUESTIONES GRAMATICALES…………………………………………………...253
UNA ISLA PARA DOS…………………………………………………………….....254
NO ENGAÑARÁS A HACIENDA…………………………………………………..255
HABLEMOS HOY DE LA CIENCIA………………………………………...……...256
EL AMOR AL PRÓJIMO Y LAS MATEMÁTICAS……………………………..…..257
LA CERILLERA………………………………………………………..…………….258
MIME A SU ÁNGEL DE LA GUARDA……………………………………...……...259
SÍ-NO………………………………………………………………………………….260
MILAGROS ECONÓMICOS………………………………………………..……….261
MUTACIÓN……………………………………………………………………….….262
PLACERES OLVIDADOS…………………………………………….……………..263
460
LOS TRES FILÓSOFOS………………………………………………………….…..264
INFORME…………………………………………………………………………….265
DE NUEVO EL COLESTEROL………………………………..………...………….266
DIOS CASTIGA CON PIEDRAS EN LOS RIÑONES……………………………...267
EL HOMENAJE O NO SOMOS NADA……………………..……………………....268
SUICIDARIUM…………………………………….…………………………..….....269
NO TODA LA CULPA ES DE ELLOS……………………………………………….270
NOSTALGIA………………………………………………………………………....271
YO QUIERO ESTAR LOCO……………………………………………………..….272
RENUNCIACIÓN………………………………………………………………..…..273
LA EXPLOSIÓN……………………………………………………………………...274
UN RECUERDO DE LA INFANCIA……………………………………….………..275
¡QUÉ PENA!……………………………………………………………………….....276
EL DECORADO………………………………………………..…………………….277
YO SÓLO SÉ QUE NUNCA SABRÉ NADA………………………………...……...278
UNA HISTORIA TRÁGICA……………………………………………………...…..279
INSOMNIO…………………………………………………………………………...280
LA BOFETADA……………………………………………………………...……….281
LOS HARENES DE OCCIDENTE…………………………………………………..282
EL ASESOR DE MI MENTE………………………………………………….……..283
¡ALLÁ YO!………………………………………………………………………..….284
LA BROMA………………………………………………………………………......285
EL ACOSO………………………………………………………………….………..286
LAS ÚLTIMAS DICTADURAS……………………………………………………...287
UN MATRIMONIO EJEMPLAR…………………………………………………….288
LA EXTINCIÓN………………………………………………………………….…..289
EL ALBA Y LA ROSA………………………………………………...……………..290
EL ROBO DEL PERRO DE PAVLOV……………………………………………….291
VIDAS PARALELAS CON AMNESIA……………………………………………...292
UN NIÑO AFORTUNADO……………………………………..………………..…..293
LOS TEMIBLES DINOSAURIOS………………………………………..………….294
LA SABIDURÍA DE LOS CANÍBALES…………………………………………….295
UN PROBLEMA LABORAL………………………..……………………………....296
MI SEÑORA ES MI MARIDO…………………………………………………...….297
QUE EL GOBIERNO NOS PERDONE……………………………………..……….298
CONTROL DE LA ABUELIDAD……………………………………………….…...299
UN ODIO ETERNO……………………………………….………………………….300
LOS CRÍTICOS………………………………………………………………...…….301
SILENCIOS MATRIMONIALES……………………………………………….…...302
LA INOCENCIA DE LOS CORRUPTOS…………………………………….……...303
UN HOMBRE SIN PASADO………………………………………………………...304
LAS SEÑORAS DE LOS HUEVOS DE ORO………………………………...…….305
EL INVENTO DE LA MEMORIA…………………………………………………..306
UN BONITO JUEGO PARA BRILLAR EN SOCIEDAD…………………….…….307
OTRA VEZ LOS ÁNGELES DE LA GUARDA………………………………...….308
461
DE LA INFLEXIÓN DE LA CURVA DE LA CARIDAD EN LOS GRÁFICOS
ECONÓMICOS…………………..…………………………………………….……..309
LA CADENA PSICOANALÍTICA…………………………………………...….…..310
PROTOCOLOS RACIONALES…………………………………………….………..311
LOS SORDOS DE SÍ MISMOS………………………………………………..…….312
AQUEL NIÑO………………………………..……………………..……..………....313
QUIZÁS CONVENGA MORIRSE JOVEN…………………………………..……...314
GUERRA AL DECIBELIO……………………………………………………….…..315
LOS INTELECTUALES Y LOS INTELECTUALES…………………………….....316
MÁS ALLÁ DEL INCONSCIENTE……..……..……..……..…………………...….317
ESPERANZADOR AUGE DE CRÍTICOS DE LA NADA EN ESPAÑA…………...318
PONER LA OTRA MEJILLA……..…….…..…..…..………….………………….....319
INFORME DE UNA HISTORIA TRÁGICA CON FINAL FELIZ………………......320
HOMO ERECTUS……..………..……..……..………..….………..……………..….321
ÓBITOS Y SEPELIOS GONZÁLEZ, S.L……………………………………….…...322
LA ENTROPÍA CONYUGAL…………….………………………..………………...323
LA SOBERBIA DE UN LOCO HUMILDE………………………………………….324
INFORME MÉDICO-LEGAL………………………………………………………..325
ESPAÑA ENTRE REJAS………………………………………………………….….326
EL DESTINO……………………………………………………………………...….327
INUTILIDAD DE LA HISTORIA DEL HOMBRE……………………………...…..328
LOS NUEVOS MENDIGOS………………………………………..…………...…...329
SIEMPRE HAY ALGUIEN QUE NOS LO EXIGE……………………………...…..330
CUIDAR LA IMAGEN……………………………………………………………….331
LA DOBLE EXPLOSIÓN DEMOGRÁFICA………………………………………..332
LA TOZUDEZ DEL EREMITA……………………………….………………….…..333
LOS ESFÍNTERES…………………..……..….……………………….…………….334
REFLEXIONES BIOLÓGICO-METAFÍSICAS PESIMISTAS……………….…….335
LOS CIENTOS DE MILES DE MILLONES DE JINETES DEL APOCALIPSIS….336
LOS ÓRGANOS LLAMADOS HEMATOPOYÉTICOS………………………...….337
LA DUDA…………………………..………………………………………………....338
CHANTAJE Y CLAUDICACIÓN………………………………………………...….339
SOBERBIA Y HUMILDAD……………………………………………………...…..340
EL SECRETO DE NARCISO…………………………….…………………….…….341
UN SUICIDIO FRUSTRADO…………………………………………………….….342
LAMENTO………………………………………………………………………...….343
LA NUEVA SOLEDAD………………………………………………………..……..344
EL NUEVO FATALISMO…………………………………………………………….345
EL PERRO ABANDONADO…………………………..……………..……………...346
EL ESCRITOR Y SU LEGÍTIMA……………………………………………….…...347
TENDRÁS QUE ACOSTUMBRARTE……………………………………..……….348
ESPECTACULAR AUMENTO DE LA OFERTA DE POBRES EN EL MERCADO
NACIONAL…..……….……….………..………..………….………..…………..….349
FABRIQUE EN CASA SU PROPIA BOMBA DE URANIO…………………...…...350
NUEVO TEATRO EXPERIMENTAL………………………..………………….…...351
ADIÓS A LOS PLACERES…………………………………………………….…….352
462
EL MAGMA………………………………………………………………………......353
UN DESCUBRIMIENTO GENIAL……………………………………………..…...354
HIMNO A LA ESPERANZA SIN FUTURO………………………………………...355
LA VERDADERA HISTORIA DEL BIG-BANG…………………………………....356
LA IRONÍA………………………..……………..……………..……..……………...357
ESTA MAÑANA ME HE MUERTO……………………………………………..…..358
LA DECADENCIA DEL RETRATO AL ÓLEO……………………………….…….359
CUENTO DE NAVIDAD………………………………..…………………………....360
LOS NUEVOS ÁNGELES DE LA GUARDA……………………..………..……….361
REFLEXIÓN MORAL……………..……….……..……..……….……..……….…...362
CÓMO SALVAR A LOS HOMBRES DE LA FETIDEZ EN QUE VIVEN
ACTUALMENTE ENCENAGADOS…………..………………………………...….363
DON FÉLIX……………………….……………………………………………...…..364
DROGADO DE ETERNIDAD…………………………………………………….....365
¿QUIÉN SOY YO?…………………………………………………………………....366
EL ABISMO……………………………..………………………..…………………..367
DESGRACIADO EL HOMBRE QUE SIENTE SUS VÍSCERAS………………......368
LA HUMILDAD……………………….………………….………………..………...369
SOLICITUD DE INDULTO A MÍ MISMO……………………………………..…...370
LOS NUEVOS ÁNGELES DE LA GUARDA…………………………….………...371
A DAMIS………………………………………………………………………….….372
LA CERILLERA……………………………………………………………….……..373
NO CONSTAR……………………………………………………..………..………..374
UN DESAFÍO A LAS CIENCIAS FÍSICAS ESPAÑOLAS…………………..……..375
VOLVAMOS A LOS ANTIGUOS PECADOS…………………………………..…...376
HABLABA DE AMOR…………………………………………………………….....377
INFORME………………………………………..………………………………..….378
MEMORIA Y SÉPTIMA EDAD………………………..……………………..……..379
DIOS MÍO, ¿Y QUÉ HAGO YO AHORA?………………………………………….380
¿QUIÉN SOY TÚ?…………………………….…………….………………………..381
TODOS SOMOS PERFECTOS…………………………..……………………….….382
VIVIR LOS SUEÑOS………………………………………………………………...383
CHEQUEOS…………………………………………………………………………..384
ASESINÉ SU PASADO…………………….…………………………….…………..385
EL HOMBRE Y LA MASA…………………..……………………………….……...386
DIÁLOGO SOBRE LA INCAPACIDAD DE LOS ESPAÑOLES PARA DAR SU
VIDA POR LAS CIENCIAS EMPÍRICAS……………………………………...…...387
LA DESOLACIÓN DE LOS HARENES………………………………………...….388
ENTREVISTA SOCIOLÓGICA………………………..…………………………....389
GRITOS DEL MÁS ALLÁ……………………………………..………………...….390
REFLEXIÓN MORAL DE UN MISERABLE……..…………………….………......391
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL FIN DEL MUNDO………...……..392
CREYENTES NO PRACTICANTES…………..………….………………………...393
EL NUEVO IMPERIO……………………………………..……………………..…..394
NO ESTÁS SOLO…………………………………………..…………………..…….395
LOS ENVASES……………………………………………………………………….396
463
DARWIN Y LAS GALLINAS………………………………………………………..397
EL ARTISTA DE BROADWAY……………………………………………………...398
LAS POLILLAS…………………………………………………..………………......399
NUEVO AVANCE SOCIAL………………………..………………………………...400
AMAR AL PRÓJIMO…………………………………………………..………….....401
¿A QUÉ HORA ALMORZABAN LOS TROGLODITAS?………………………….402
LA NUEVA NARRATIVA INFANTIL….…………..………..………..………..…....403
VERTIGINOSO CRECIMIENTO DE LA DEMANDA DE CARIDADES……..…..404
CONFESIONES DE UN HOMBRE INVISIBLE…………..………………….….....405
CUENTOS INFANTILES PARA LA TERCERA EDAD…………………………….406
DARWIN Y LAS MATEMÁTICAS………………….………………………..…......407
EL HIJO DE DON JUAN TENORIO…………………………………….…………..408
DON QUIJOTE DESCORAZONADO…………………………..…………...……...409
DESCRIPCIÓN DE JUANITA………………..…………..……………………...….410
EL NUEVO SANTORAL…………………….…………………………..……….....411
EL CADÁVER DE NUESTRO ENEMIGO……………………………….………...412
INFORME DE LAS NIÑAS MARCIANAS…………………………..………….....413
EL SILENCIO DE LOS DIOSES………………………………………………..…..414
COSAS DE LA VIDA Y DE LA MUERTE……………………………………..…..415
NO HAY QUE MATAR LOS SILENCIOS……………..…………………….……..416
UNA TRADICIÓN ESPARTANA…………………………….…………………..….417
EL FILÓSOFO DIJO………………………………………………………….…..…..418
UNA NUEVA AMENAZA PARA LOS HOMBRES……………………………...….419
LAMENTO……………..…..……………………………………………………..…..420
LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA MENDICIDAD…………….……………...421
ENSAYO SOBRE LA TONTERÍA HUMANA……………………………………....422
LOS ODIOS LUCRATIVOS…………………………………………………….…...423
AMNESIA………………………….………………………………………………....424
¿QUIÉN NO?………………………………………………………………………....425
VIDAS PARALELAS……….…..…..…….……….……………………..……...…...426
EXISTE EL MÁS ALLÁ, PERO ES DE REDUCIDAS DIMENSIONES……….….427
EL CINISMO DE SHAKESPEARE……………………………………………...…..428
NO DIGAS NUNCA “DE ESTA SANGRE NO BEBERÉ”…………………...……..429
UN MILAGRO DUDOSO……………………………..………………………...…...430
NECESIDAD DE LA PENA DE MUERTE PREVENTIVA……………….………...431
HISTORIA TRISTE………………………………..………………………………....432
LO LLEVABA ESCRITO…………………………….…………………………..…..433
SIEMPRE LOS ASESINOS COMETEN ALGÚN ERROR……………………...….434
HISTORIA DE AMOR Y DE DESENGAÑOS…………………………….…….…..435
MÁS VALE MORIR A TIEMPO QUE RONDAR UN AÑO………………….……..436
SIEMPRE OCURRE ALGO PEOR QUE LO PEOR…………………………….…..437
LA CERILLERA HUÉRFANA……………………..……………………………..….438
CUENTO DE NAVIDAD…………………………..……………………………..….439
RELATO DE CIENCIA FICCIÓN…………………………………………….……..440
LA SANTA MADRE………………………………………………………………....441
EL JUICIO DE SALOMÓN……………………………………………………..……442
464
UN CASO DE VOCACIÓN…………………………………………………...……..443
HARTO DE FREGAR………………………………………..………………….…...444
DIOS CASTIGA SIN PIEDRA NI PALO……..……………….………………..…...445
NO ES BUENO RECORDAR A LOS SERES QUERIDOS MUERTOS……….…...446
SUCEDIÓ DE OTRA MANERA…..……….……….…………….....………….…...447
DIOS QUIERA QUE NO SEA SU HIJO…………………..……………...………….448
UN CASO DE BONDAD DE CORAZÓN…………..……………..………………...449
SE DEBE AHORRAR PARA QUE EL DÍA DE MAÑANA NO TE FALTEN
MOTIVOS DE ARREPENTIRTE DE HABER AHORRADO…………..……….….450
DON QUIJOTE NO CONOCIÓ A HAMLET………………………………………..451
SUCEDIDOS.................................................................................................................452
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