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-Oración

-Experiencia Personal

¡¡¡Buena Noches queridos hermanos!!!

Quisiera darles la bienvenida a todos ustedes y espero que esta noche puedan
salir de esta catequesis convencidos de que la Iglesia es su madre, que os acoge con el
amor que Cristo le ha entregado.

Deseo, esta noche, hablaros sobre la Iglesia, qué es y cuál es su misión. Tenemos
muchas veces ideas erróneas de lo que es la Iglesia y una imagen un poco distorsionada
de aquello que realiza en el mundo. Para ello quisiera remontarme a Jesucristo, quien ha
fundado la Iglesia, e incluso mucho antes, quisiera ir a nuestros hermanos mayores en la
fe, el pueblo judío, y así comprender la razón de la Iglesia y por qué es estupendo que
hoy, en esta noche, estés tú presente aquí dentro de ella.

Dios entre todas las naciones de la tierra ha elegido a un solo pueblo, al pueblo
de Israel. Un pueblo insignificante, es más, en realidad eran tan sólo un puñado de
esclavos que vivían oprimidos en Egipto bajo el dominio del Faraón. Estamos hablando
de hace unos mil doscientos años antes de Jesucristo. Muy bien, pues a estos esclavos
Dios los elige para que sean Su pueblo, el pueblo de Su heredad, de Su propiedad. Hace
cosas increíbles con ellos sacándolos de la esclavitud, abriéndoles el mar para que
pasaran a través de él, los condujo durante cuarenta años por el desierto y les dio una
tierra riquísima para que la tomaran en posesión. Dios continuamente está cercano a su
pueblo y le asiste en todo momento, le libra de todos sus enemigos que siempre son más
fuertes y numerosos que él y no se aparta de su lado. Además hace con ellos una
alianza, un juramento: que esta elección es eterna, que Dios estará con ellos para
siempre.

El pueblo elegido, el pueblo de Israel, es consciente de la elección de Dios sobre


él, pero sabe muy bien que esta elección no es porque son mejores, o estupendos o son
el pueblo más grande etc. El pueblo de Israel tiene siempre muy presente de dónde les
ha sacado el Señor y que no eran más que unos pocos esclavos con una vida miserable.
El pueblo de Israel se da cuenta de que esta elección lleva consigo una misión. El
pueblo más ruin, más despreciable ha sido elegido para ser una señal para todos los
pueblos de la tierra. Dios ha escogido lo que no vale y ha hecho con ellos cosas
increíbles para que todo el mundo conozca el poder de Dios, de manera que todo el
mundo se dé cuenta de que si cree en este Dios, este mismo Dios puede hacer con él
maravillas. Así, el pueblo de Israel es un signo del poder de Dios en los hombres. Por
ello esta elección no es exclusiva sino que busca la salvación para todo el que quiera.

Esta conciencia que el pueblo de Israel tiene de que todo el mundo está llamado
a esta salvación, a formar parte del pueblo elegido, a experimentar el poder de Dios en
su vida lo podemos encontrar en toda la Biblia. Hay muchísimos ejemplos de ello. Por
ejemplo el libro de Rut. Si tú tomas la Biblia y vas al libro de Rut encontrarás la historia
de esta mujer que es extranjera y que llega a formar parte del pueblo de Israel. Y todo
esto ¿para qué te lo cuento? Pues porque veremos que también tú has sido llamado, si tú
quieres, a formar parte del pueblo elegido. Que no importa de dónde vengas, cuál sea tu
situación actual, qué es lo que haya ocurrido en tu vida. Que tú también puedes
experimentar el poder de Dios en tu vida y que aquello con lo que tú no puedes, si te
acoges a Dios, él lo hará.

Entonces, como les decía, aparece este personaje de Rut en la Biblia, que es una
mujer de un pueblo que se llama Moab, un pueblo pagano que no ha sido elegido como
Israel. ¡Y te puedo decir más! Si vamos a la Biblia y buscamos el origen de este pueblo
de Moab descubriremos que nace de un incesto de dos hermanas que emborrachan a su
padre y se acuestan con él para tener descendencia. Pues bien, de una de estas dos
hermanas nace el pueblo de Moab. Es decir, los moabitas son un pueblo con un origen
horrible, que además se han caracterizado por ser siempre enemigos del pueblo de
Israel. Y, sin embargo, vamos a ver cómo Rut, una moabita, llega a formar parte del
pueblo elegido.

Noemí, una mujer del pueblo de Israel, junto a su marido y a sus dos hijos parten
de la ciudad de Belén y se van a vivir a Moab por necesidad ya que en su tierra se pasa
hambre. Allí sus dos hijos se casan con dos mujeres de Moab, una de ellas es Rut. Al
paso del tiempo a Noemí se le mueren su esposo y sus dos hijos y Noemí decide volver
a su ciudad de Belén. Las dos nueras le acompañan pero al final una se vuelve a Moab y
Rut decide quedarse con su suegra Noemí. Rut comienza a trabajar en la ciudad de
Belén en los campos de un hombre llamado Booz y después accede a casarse con él para
darle descendencia a Noemí. Y efectivamente Rut tendrá un hijo que se llamará Obed,
que será el abuelo del rey David, de donde vendrá genealógicamente más tarde
Jesucristo.

Hermanos, de esta mujer extranjera, que viene de un pueblo pagano, enemigo de


Israel, cuyo origen es un incesto, de una mujer lejana al Señor, ¡nace Jesucristo! Y esto
hermano es para ti. Porque tú hoy has podido venir a esta catequesis con la vida hecha
un desastre, puede ser que hace muchísimo tiempo que no vienes a la Iglesia, puede ser
que hace años que no te confiesas, a lo mejor ni siquiera estás bautizado o nunca has
pisado una iglesia. Puede ser que te hayas divorciado, que estés viviendo en una
situación familiar muy complicada, no sé, quizá dependes del alcohol o de las drogas, o
te has quedado sin trabajo y estás angustiado, de repente no puedes perdonar a tu padre
y lo odias o te has dado cuenta de que le has hecho mucho daño a otras personas. Pues
esta Palabra hoy es para ti. Viene a anunciarte que también tú has sido elegido, que el
Señor te llama, que en ti también puede nacer Jesucristo, que se puede dar el amor y el
perdón, que tú también puedes experimentar el poder de Dios, que hay un pueblo
preparado para acogerte y este pueblo se llama la Iglesia. La Iglesia, hermanos, no es
una institución para ayudar a los pobres ni tampoco una elite de gente muy buena, sino
que a la Iglesia hemos sido llamados por Jesucristo, que ha sido el que la ha fundado,
aquellos que estábamos esclavos y no podíamos más con nuestra vida miserable. Y que
hemos experimentado que Dios tiene poder sobre todo lo que nos dominaba. Esto lo
hace el Señor con todo aquel que se acoja a él y quiera formar parte de su pueblo. De
manera que también nosotros nos convirtamos en una señal para aquellos que no creen y
también ellos puedan venir a experimentar la salvación. Porque si tú tienes la vida hecha
polvo, con unos líos increíbles y entras a la Iglesia y tu vida cambia radicalmente,
entonces tu compañero de trabajo que también está sufriendo, viendo el cambio en ti
tendrá la posibilidad de acercarse a Dios. Yo tengo un amigo mío de toda la vida, allí en
Croacia, que estaba metido en las drogas hasta el fondo y que por más que lo intentaba
no podía salir de ahí. Y en la Iglesia ha visto el poder de Dios que lo ha liberado de esa
esclavitud. Ahora sus amigos se quedan sorprendidos. También tú que esta noche me
estás escuchando puedes experimentar en tu vida que aquello que pesa sobre ti puede
ser destruido por Dios y puedes experimentar una vida nueva. Porque la Iglesia es
Católica, es decir, para todo tipo de hombre. Dice el Catecismo, que es donde se
contiene aquello que la Iglesia enseña: “Todos los hombres están invitados al Pueblo de
Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de
todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una
única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos…” (CEC 831).

De la descendencia de Rut nace Jesucristo, el Hijo de Dios. También el Padre ha


destinado que en ti nazca Jesucristo que ha vencido la muerte, es decir, que si tú te crees
esta Palabra y renuncias hoy a todo aquello a lo que le has pedido la felicidad, tu
trabajo, tu mujer, tu inteligencia y te vuelves al único Dios verdadero experimentarás
que Jesucristo viene a ti y que así como él ha resucitado puede destruir la muerte que
tengas dentro y darte a ti también la resurrección una vida nueva. Pero para ello hace
falta que renuncies a tus ídolos y te acojas a Dios porque le dice Rut a Noemí: “Donde
tú vayas, yo iré, donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi
Dios” (Rt 1, 16).

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