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El Genero El Sexo Lo Sexual J Laplanche
El Genero El Sexo Lo Sexual J Laplanche
Lo que presento aquí es una suerte de síntesis – muy abreviada y que deberá ser
desarrollada- de un trabajo que venimos realizando desde hace unos tres años en mi
seminario de enseñanza e investigación; la cuestión de base es, para decir las cosas de
una forma muy clásica, la cuestión de la identidad sexual, o lo que llamamos así en
psicoanálisis.
Siguiendo a Freud, me gusta plantear una distinción para ubicar, entre lo sexual
y lo sexuado, al sexo. Se ha pretendido, tal vez a justo título, que la etimología de
«sexo» está «…cortada», ya que lo «sexuado» implica sin duda a la diferencia de
sexos o diferencia de sexo, lo que en alemán llamamos Unterschied o «diferencia» (1).
Lo «sexual-pulsional» se encuentra por ejemplo en los Tres ensayos sobre
Sexualtheorie, es decir sobre la teoría de lo sexual, o lo sexual-pulsional. Tal vez es una
cierta extravagancia de mi parte hablar de «sexual-pulsional» [sexual] y no de sexual
[sexuel], pero lo que pretendo es marcar bien esta oposición y esta originalidad del
concepto freudiano (2). Como tal vez sabrán, en alemán hay dos términos. Existe desde
luego Geschlecht, que significa el «sexo sexuado», pero también existe lo sexual, o lo
«sexual-pulsional». Cuando Freud habla de la sexualidad ampliada, la sexualidad de los
Tres ensayos, se refiere siempre a lo sexual. Hubiera sido impensable que Freud
titulase su obra inaugural: «Tres ensayos sobre la teoría de lo sexuado- o de la
sexuación». La teoría sexual no es una Geschlechtstheorie (3). Ella postula una
sexualidad de la que hemos recordado su carácter no procreativo, no principalmente
sexuado, a diferencia de lo que llamamos justamente la «reproducción sexuada». De
modo que lo sexual no es lo sexuado; es esencialmente lo sexual perverso infantil.
Pero yo quisiera insistir más bien en la así llamada asociación «por oposición»,
que clásicamente es conocida por los asociacionistas como «el tercer tipo de
asociación». El placer «sexual-pulsional», ¿se opone al placer sexuado? Sin duda ello
ocurre a menudo en la búsqueda de actividades eróticas e incluso en las características
económicas, pues podemos pensar – tal vez vuelva sobre esto- que lo «sexual-
pulsional» tiene un funcionamiento económico que tiende a la búsqueda de la tensión, a
diferencia de lo sexuado que tiende a la clásica obtención del placer. Pero la verdadera
oposición no está ahí. Encontramos una suerte de subversión de la noción misma de
oposición lógica que de pronto deviene una oposición real, es decir, lo prohibido. En
otras palabras, lo sexual se definiría como «lo que es condenado por el adulto». No
existe ni un solo texto donde Freud hable de la sexualidad infantil sin referirse a esta
oposición, no como una suerte de reacción contingente sino como algo que realmente
define a la sexualidad infantil; y creo que, incluso en nuestros días, la sexualidad
infantil propiamente dicha es lo que más repugna a la visión del adulto. Incluso hoy en
día lo más difícilmente aceptado son los «malos hábitos», como se dice. Curiosa,
entonces, esta definición por oposición. Por una suerte de petición de principio, lo
sexual es reprobado por ser sexual, pero es sexual, o «sexual-pulsional», porque es
reprobado. Lo sexual es lo reprimido; es reprimido por ser sexual.
Nos encontramos, pues, ante una gran dificultad: definir un sexual ampliado que
no parece sostenerse más que por relación a lo sexuado, a la sexualidad llamada clásica.
¿Servirá introducir un tercer término o, por el contrario, ello aumentará la confusión,
aumentará la represión?
Los términos y los conceptos son armas, armas de guerra. El género contra el
sexo, y el género y el sexo aliados, podría decirse, contra lo «sexual-pulsional». En
Stoller, el género contra el sexo, porque bajo la sola bandera del género sustrae una gran
parte de problemática a todo conflicto. Un autor alemán como Reimut Reiche ha
consagrado un artículo, Gender ohne sex (9), a esta tendencia donde, según él, la
introducción del género – «el género sin el sexo»- es justamente una conceptualización
sesgada que eclipsa completamente el problema del sexo o la sexualidad. Reiche critica
sobre todo la noción de «marca», y especialmente la de marca no conflictiva, que
aparece en el intento stolleriano por definir el género. Pero lo que no observa Reiche,
me parece, es que la pareja género/sexo es a su vez una máquina mucho más temible
contra el descubrimiento freudiano.
Es el caso de Judith Butler, cuyo segundo libro, Bodies that matter, constituye
una revisión profunda del primero, Gender trouble, pues introduce de golpe lo
«biológico» del «sexo» y sus «coacciones», explicando que esta preterición en su obra
precedente tenía una razón de contrapeso «táctica»: «los demás no hacen más que
hablar de ello» (11).
Más adelante volveré sobre este problema del enigma, pues esta vez el ser
humano no es pensado desde una sucesión en la que el niño deviene adulto o bien en la
que el adulto se retroproyecta sobre el niño que fue, sino desde una simultaneidad: es el
niño en presencia del adulto quien se plantea la cuestión de esta diferencia que
encuentra en el mundo adulto. Pero en Freud muy frecuentemente ese cuestionamiento
es olvidado. Quiero decir que por lo general la categoría del género está ausente o no
teorizada. Mencionaré, por ejemplo, toda la problemática que Freud plantea a propósito
de la homosexualidad y la paranoia de Schreber. Freud escribe el enunciado de base,
que luego hará jugar modificando cada uno de sus términos, «Yo (un hombre) lo amo a
él (un hombre)». Y sabemos que toda la dialéctica de Freud a propósito de las diferentes
formas de delirio consiste en modificar el «yo», de «yo lo amo», el «a él», de «él (un
hombre)» y, evidentemente también, el verbo «amar», que se puede transformar en
«odiar». Así, toda la dialéctica de «Yo (un hombre)/ lo amo a él (un hombre)» se centra
en la segunda parte de la frase, sin jamás ponerse en duda lo que significa «yo, un
hombre». Una problemática que entonces es directamente ésta de Schreber y que
muchos analistas han relacionado a justo título con aquélla del transexualismo.
En algunas líneas que hice circular antes de esta exposición propuse dos frases:
la de Beauvoir, «Uno no nace sino que se hace mujer», El segundo sexo (1949), y la de
Freud, «Es debido a la especificidad del psicoanálisis que no pretendemos describir lo
que es una mujer, tarea que apenas podría cumplirse, sino sólo examinar cómo se
deviene mujer», Nuevas conferencias (1933).
Podríamos decir muchas cosas sobre la cercanía de esas dos frases. En primer
lugar es evidente que Beauvoir, en 1944, no muestra la necesidad de citar un enunciado
de Freud que es al menos bastante cercano al suyo. Bastante cercano aunque diferente,
desde luego; pero a pesar de todo es el precursor del suyo.
¿En qué son cercanos y en qué se alejan? Se alejan porque diríamos que de algún
modo Beauvoir se muestra más «naturalista» que Freud. Concibe «mujer» como una
esencia, una suerte de naturaleza, algo dado en bruto que evidentemente nos vemos
llevados a retomar subjetivamente para asumirlo o para rechazarlo. «Ella deviene una
mujer». Por el contrario, el enunciado de Freud es del todo extraordinario, en el
sentido de que es absolutamente contradictorio. Freud nos dice: «Ella deviene lo que
nosotros somos incapaces de definir». En cierto modo aquí Freud es más existencialista
que Simone de Beauvoir. También podríamos situarlos dentro de la querella del «après-
coup». Por un lado, el de Beauvoir, tenemos la interpretación retroactiva, la
omnipotencia de cambiar après-coup el sentido del pasado, la «resignificación»: tal era
ya la tesis jungiana del Zuruckphantasieren, el «retrofantasear». En esta línea tenemos
el «performativo», lo que algunas feministas llaman el género como performativo. Y
por otro lado, el de Freud, un firme determinismo que por lo demás se confirma al final
del capítulo sobre feminidad de «Nuevas conferencias», donde Freud acentúa los rasgos
de forma caricaturezca y no muy agradable al afirmar que la mujer adulta es de una
«rigidez», de una «inmutabilidad psíquica» que él jamás ha encontrado en los hombres.
Un enunciado del que le dejo toda la responsabilidad.
Nada permite afirmar -y en esto las discusiones y las observaciones son desde ya
bastante numerosas- que el sexo biológico sea íntimamente percibido, aprehendido u
observado de algún modo por el sujeto en los primeros meses. Remito aquí tanto a
textos antiguos, como el de Person y Ovesey (1983) (19), como al resumen presentado
por Kernberg en su libro sobre las «relaciones de amor» (20) o, incluso y sobre todo, al
libro de Roiphe y Galenson sobre El nacimiento de la identidad sexual (21), publicado
en francés hace ya algunos años. Según todos estos autores y las observaciones que
reportan – que no puedo citar aquí pero son todas muy convincentes- el género sería,
pues, primero en el tiempo y en la toma de conciencia, y comenzaría a establecerse
hacia el final del primer año. Pero -enseguida es necesario introducir un «pero»- el
género no es ni una impregnación cerebral hipotética, que sería una impregnación
hormonal (sabemos que hay una cierta impregnación hormonal peri-natal que, por lo
demás, se interrumpe rápidamente y no tiene influencia sobre la elección del género), ni
una marca a lo Stoller, ni un hábito. Todas éstas son finalmente nociones que yo llamo
ipsocentristas, es decir, centradas en el propio individuo.
¡Atención! Decimos que «el género es social» y que «el sexo es biológico».
Atención al término «social» puesto que aquí recubre dos realidades que se superponen.
Voy terminando esta exposición para dejar lugar a la discusión, es decir a las
incertidumbres.
- Anterioridad del género respecto del sexo, que trastorna los hábitos de pensamiento
rutinarios que colocan lo «biológico» antes que lo «social».
- Anterioridad de la asignación respecto de la simbolización.
- En cuanto a la identificación primaria, propongo que lejos de ser una identificación
primaria «a» (el adulto) sería una identificación primaria «por» (el adulto).
- Carácter contingente, perceptivo, ilusorio de la diferencia anatómica del sexo,
verdadero destino de la civilización moderna.
Notas
* «Le genre, le sexe, le sexual», en Libres cahiers pour la psychanalyse. Études sur la
Théorie de la séduction, Paris, In press, 2003 y en Jean Laplanche, Sexual. La sexualité
6. R. Stoller, 1968, Sex and gender, trad. París Gallimard, 1978, con el título
Recherches sur l´identité sexuelle [Investigaciones sobre la identidad sexual]. La sola
transposición del título muestra la dificultad, para el pensamiento psicoanalítico francés
clásico, de integrar el término y la idea de «género».
7. Cf. más abajo, Anexo I, El género y Stoller. [Artículo publicado en este mismo
número de Alter. N.deT.].
8. Cf. más abajo, Anexo II, El género lingüístico. [Artículo publicado en este mismo
número de Alter. N.deT.].
9. Psyche, 1997, 9/10. Este título es una mezcla de palabras inglesas, gender, sex, y de
una palabra alemana, ohne: «El género sin el sexo».
10. Le deuxième sexe, Gallimard, Folio, 1976, I, p 74 y 76. Entre corchetes, añadido
por J. Laplanche.
11. Interview in A critical sense, Peter Osborne, Routledge, London and New York,
1996, p. 112.
14. Sin considerar la posición radical de ciertas feministas que, para suprimir
completamente la noción de sexo, se ven llevadas a combatir la noción misma de
diferencia en el nivel lógico (Monique Witling). Pero aquí sólo puedo hacer alusión a
ello.
15. Es precisamente por esta razón que me opongo a situar de entrada (y a traducir al
francés) el género como «sexo psico-social» y el sexo como «sexo biológico». Una tal
categorización reduce la oposición género-sexo, bastante más rica y compleja, al viejo
estribillo biología/sociología. Más adelante mostraré, especialmente, que el sexo que
entra en una relación de simbolización con el género no es el sexo de la biología sino,
en gran medida, el sexo de una anatomía fantasmática, profundamente marcada por la
condición del animal humano.
16. Utilizado para el «género» lingüístico, pero cuyo uso podría ser ampliado.
17. Nouvelle suite des leçons d’introduction à la psychanalyse, OCF/P, XIX, p. 196.
[Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, OCF, XXII, Amorrortu].
18. Cf. «Notes sur l’après-coup», in Entre seduction et inspiration l’homme, Puf, 1999.
[«Notas sobre el après-coup», en Entre seducción e inspiración: el hombre, Amorrortu,
2001].
20. Love relations, New Haven and London Yale U.P., 1995.
22. Al comienzo de «Psicología de las masas», OCF/P, XVI, p. 5-83. [OCF, XVIII,
Amorrortu, p.67-136], Freud afirma que «la psicología individual es de entrada también,
simultáneamente, psicología social», p.5 [p.67]. Pero rápidamente se observa que la
«psicología social» de la que habla es aquélla de las interacciones cercanas con lo que
yo llamo el círculo estrecho del socius: «sus padres, sus hermanos y hermanas, su objeto
de amor, su profesor y su médico», p.6 [p.67].
25. P.221.
26. Que es una traducción preferible a «la anatomía es el destino». El alemán lo permite
y creo que es más impactante decir «el destino es la anatomía».