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Cuentos de Dinosaurios para niños.

Capitulo 1- “Hugo y Sauri se hacen


amigos”

Hugo era un dinosaurio, pero no penséis que era un dinosaurio cualquiera, Hugo
era un Braquiosaurio enorme. De todas las cosas del mundo, había algo que a Hugo
le encantaba: “hablar”. Hablaba hasta por los codos. Hablaba de todo tipo de temas
con todos los dinosaurios y animales que se encontraba en su camino. Hablaba del
cielo, del mar y de las montañas. Hablaba de caminos, ríos y desiertos. No había
tema que se le resistiese. Pero últimamente, se encontraba bastante solo y triste.
Hacía dos semanas que se clavó una espina en una de sus patas delanteras y tenía
que guardar reposo. El resto de la manada se había marchado en busca de pastos
más verdes y él, viéndose incapaz de seguir su ritmo de marcha, decidió reposar
hasta encontrarse mejor.
Hugo era un dinosaurio, pero no penséis que era un dinosaurio cualquiera, Hugo
era un Braquiosaurio enorme. De todas las cosas del mundo, había algo que a Hugo
le encantaba: “hablar”. Hablaba hasta por los codos. Hablaba de todo tipo de temas
con todos los dinosaurios y animales que se encontraba en su camino. Hablaba del
cielo, del mar y de las montañas. Hablaba de caminos, ríos y desiertos. No había
tema que se le resistiese. Pero últimamente, se encontraba bastante solo y triste.
Hacía dos semanas que se clavó una espina en una de sus patas delanteras y tenía
que guardar reposo. El resto de la manada se había marchado en busca de pastos
más verdes y él, viéndose incapaz de seguir su ritmo de marcha, decidió reposar
hasta encontrarse mejor.
– Bravo! Hurra! – Sauri estaba feliz. Ahora tenía un montón de frutos a su
alcance para poder llenar la barriga.

– Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis! – Hugo contaba, reía y hablaba. Ya casi no
se acordaba de la herida de su pata.

– ¿Quieres venir conmigo? Voy siguiendo a mi manada que se marchó en busca


de pastos más verdes. Me gustaría mucho tener una compañera de viaje tan
simpática como tú.

– Por supuesto que sí – Exclamó la pequeña Diplodocus.

Y de esta forma tan sencilla se hicieron amigos y comenzaron a recorrer juntos un


camino lleno de aventuras. Finalmente Hugo tenía a alguien con quién poder
conversar y la pequeña Sauri tenía un gran amigo dispuesto a ayudarla en
momentos de necesidad.
Cuentos de Dinosaurios para niños.
Capitulo 2- “Hugo construye una
balsa para Sauri”
La proximidad de numerosos volcanes en erupción hacía sofocante el ambiente y
nuestros dos protagonistas, decidieron acelerar un poco el paso hasta llegar a una
zona despejada junto a un río de agua cristalina. Allí encontraron árboles con hojas
jugosas en sus ramas más altas, y después de una gran comilona, pudieron
descansar.

Pasado un rato, Hugo le dijo a Sauri mientras observaba la inmensa jungla que
comenzaba justo después del claro en el que habían decidido establecer su
improvisado campamento:

– Es peligroso adentrarse en la selva durante la noche, deberíamos dormir aquí.


Mañana, en cuanto salga el sol, nos pondremos de nuevo en marcha – Las palabras
salían lentamente de su boca mientras bostezaba y se dormía.

La oscuridad lo cubría todo por completo pero Sauri no tenía miedo. La


risueña Diplodocus se sentía protegida junto a Hugo, no porque Hugo fuese
enorme y muy fuerte, no. Sauri se sentía protegida porque el
enorme Braquiosaurio roncaba tan fuerte que asustaba a todos los dinosaurios y
animales que intentaban acercarse a su refugio.

Los primeros rayos de sol de la mañana, a modo de despertador, comenzaban a


rozar las púas de la cabeza de Sauri cuando una libélula gigante se posó en su nariz
y su cosquilleo la acabó de despertar.

– Hugo! Hugo! Ya es de día, levántate!- La pequeña Sauri, daba vueltas sin parar
alrededor del adormilado Hugo, y repetía su nombre sin cesar.

– Pero si todavía puedo ver la Luna! Vamos Sauri, duerme un ratito más, por favor.

– No tengo sueño, tengo hambre, muchísima hambre.

Al ver que era imposible volver a dormir y que la jornada ya había comenzado,
Hugo decidió levantarse. Después de desayunar más hojas de los frondosos árboles
que les proporcionaban sombra, los dos dinosaurios avanzaron por el claro hasta
llegar a la primera línea de árboles de la jungla. Se detuvieron y se miraron el uno al
otro.

– Hugo, esta selva es muy grande. Tengo un poco de miedo – le dijo Sauri muy
inquieta a su compañero, mirándolo con sus brillantes ojos negros.

– No debes tener miedo – Le contestó firmemente el Braquiosaurio.

Pero nuestro gigante amigo sabía que una jungla tan grande como aquella estaba
repleta de peligros para una Diplodocus tan pequeña como Sauri. Debía haber
alguna otra forma de cruzar la jungla sin correr peligro. Observó a su alrededor y
una bombilla se encendió de repente justo encima de su altísima cabeza.
– Tengo una idea!!!- Dijo Hugo de repente.

Ayudándose de su fuerte cuello, Hugo comenzó a derribar árboles. Los más gruesos
y fuertes que iba encontrando. La pequeña Sauri mientras tanto, observaba atónita
las idas y venidas de su compañero de viaje. No tenía ni la más remota idea de lo
que estaba haciendo o de cuál era el propósito de tan frenética actividad.

El Braquiosaurio se detuvo cuando había derribado una docena de árboles.


Entonces comenzó a entrelazar lianas entre los troncos hasta que en un plis-plas,
voilá; fabricó una balsa. Una balsa muy muy grande, supergrande. Lo
suficientemente grande como para que dos dinosaurios pudiesen subirse en ella y
navegar.

Hugo fue el primero en probar la resistencia de la embarcación. Una vez


comprobada su seguridad, invitó a Sauri a subir en ella.

– Ven, sube. No tengas miedo. Poco a poco- Le dijo, acompañándola por la


improvisada rampa que subía a bordo.

Al principio Sauri dudó. Pero después de la primera pata, puso la segunda, la


tercera y la cuarta. Sin darse apenas cuenta ya estaba encima de la balsa. Hugo
desató la liana que les sujetaba a la orilla y muy despacio comenzaron a deslizarse
río abajo gracias a la corriente.

Con tanta emoción matutina, nuestros dos dinosaurios aventureros no se habían


dado cuenta de que alguien, escondido entre los árboles, había observado todas
sus peripecias y ahora les seguía con la mirada río abajo con asombro.
– Vaya par de imprudentes!! Debo avisarles del peligro que corren navegando por
este río- Pensó alarmado el Tiranosaurio y comenzó a correr a toda prisa a través de
la jungla. Mientras, las figuras de Hugo y Sauri se hacían cada vez más pequeñas a
medida que se alejaban rio abajo.

¿Estarán Hugo y Sauri a salvo en la balsa? ¿Conseguirá alcanzarlos el Tiranosaurio-


Rex? ¿Qué tipo de misteriosos peligros esconde el rio?

No te pierdas la continuación de las aventuras de Hugo y Sauri en el capitulo 3


Cuentos de Dinosaurios. 3- “Hugo y
Sauri río abajo”.

El Tiranosaurio-Rex atravesaba la selva a toda velocidad, la potencia de su cuerpo le


permitía avanzar en línea recta llevándose por delante todo aquello que se
interponía en su camino. Pero aún así, la corriente del río aumentaba su velocidad y
no lograba alcanzar la balsa de nuestros dos amigos. Mientras tanto, Hugo y Sauri
continuaban su plácido viaje fluvial ajenos al alboroto ocasionado por la frenética
carrera del Rex.

– Hugo, ¿Porqué se marchó tu manada de su territorio?- Preguntó Sauri al tiempo


que agitaba el agua con sus patas delanteras.

¿Quieres que te explique la historia? Bien, pues te explicaré el porqué de la decisión


de marcharnos del que hasta hace una semana fue nuestro hogar. El hogar de la
manada de Braquiosaurios más grande que jamás hayas visto. El valle en el que
vivíamos era precioso y muy fértil. La vegetación cubría hasta más allá de dónde te
alcanzaba la vista y podías encontrar los árboles con las hojas más suculentas.
Nuestro asentamiento estaba justo al lado de un manantial de aguas cristalinas.
Vivíamos en un auténtico paraíso. El lugar en el que todo dinosaurio herbívoro
querría vivir. Pero, un buen día, la suerte cambió para nosotros. Recuerdo que era
de noche cuando noté que la tierra temblaba bajo mis patas. El movimiento cada
vez era más fuerte y justo en el lugar en el que se encontraba nuestro precioso
manantial, se abrió un cráter y comenzó a salir lava ardiente. El susto que nos
llevamos fue monumental. A partir de ese momento todo empeoró para nosotros.
El valle poco a poco perdió su verdor y su vida. El manantial se secó, la hierba se
quemó al paso de la lava del volcán y los árboles desaparecieron. Con ellos
desaparecieron las verdes hojas, la base de nuestra alimentación. El hambre, amiga
mía, el hambre fue el principal motivo de nuestro éxodo. Pero si he de ser sincero
contigo, yo ya no quería vivir en aquel lugar. Quiero vivir aventuras y conocer a
muchos más dinosaurios como tú!

Con su cola Hugo golpeó el agua frente a Sauri y la empapó por completo. De la
primera espina de su cabeza hasta la última de su cola. Enterita.

– Hugo !!!- Gritó Sauri riéndose y devolviendo la ducha fría al Braquiosaurio del
mismo modo. Con un coletazo!!

Las paredes del cañón por dónde serpenteaba el río por el que navegaban los dos
dinosaurios cada vez se hacían más altas y más estrechas. Por fin el Tiranosaurio-
Rex había alcanzado el río y desde una considerable altura comenzó a gritar:

– Eh! Chicoooooooos!- El Tiranosaurio-Rex gritó con todas sus fuerzas.

El ruido de la corriente ahogaba sus palabras. Entonces, tuvo una idea. Con su
fuerte cola golpeó una roca que cayó justo al lado de la balsa, provocando un gran
sobresalto a nuestros dos dinosaurios, que quedaron empapados. Los dos, a la vez,
alzaron sus cabezas y vieron al Tiranosaurio al borde de la pared del cañón.

– Eh! Chicos!- Volvió a gritar el T-Rex, mientras corría siguiendo la dirección del río.

Cogiendo aire volvió a gritar hasta ponerse rojo como un tomate.

– Eeehhh! Chicoooooooos! Catarataaaaaaaas!- El T-Rex gritaba y señalaba con sus


pequeños brazos.
– Oh, oh – Hugo sabía lo que era un catarata y el peligro que suponía. Abrazó a
Sauri con fuerza y la acercó todo lo que pudo a su cuerpo.

– ¿Qué ocurre Hugo?- Preguntó Sauri muy nerviosa.

– Tenemos que alcanzar la orilla, Sauri- Le dijo el Braquiosaurio inmediatamente. Y a


la vez, comenzaron a remar.

No te pierdas la continuación de las aventuras de Hugo y Sauri en el capítulo 4.


¡¡¡Porque cada vez está más emocionante!!!
Cuentos de Dinosaurios. Capitulo 4:
“Pablo, el Tiranosaurio-Rex”
Hugo y Sauri remaban con todas sus fuerzas pero la corriente del río, tan cerca de la
vertiginosa caída de agua, empujaba demasiado fuerte y la balsa era arrastrada
irremediablemente sin control. De repente, el forzudo Tiranosaurio- Rex derribó
uno de los árboles de la orilla del río y este cayó encima de la balsa. Hugo al
instante agarró una de las ramas con los dientes, durante un breve espacio de
tiempo la balsa de nuestros dos amigos se detuvo. Entonces Sauri también agarró
una de las ramas con la boca. Los dos notaron como poco a poco el árbol subía y
salía del agua. El Rex estaba arrastrando el árbol junto con los dos dinosaurios. Su
fuerza era espectacular!! Al cabo de un instante, el árbol, Hugo y la asustada Sauri,
ya estaban arriba del todo, sanos y salvos.

Una vez a salvo y recuperado el aliento, Hugo se presentó a su providencial


salvador:

– Hola, amigo. Mi nombre es Hugo y esta es mi amiga Sauri, muchísimas gracias por
salvarnos. No teníamos ni idea de lo peligroso que podía resultar este río.
– Muchas gracias!! Le dijo Sauri supercontenta al Rex, que todavía resoplaba
cansadísimo después del esfuerzo realizado.

– No tenéis porqué darme las gracias. ¿A quién se le ocurre navegar por el Gran Río
Salvaje? Mi nombre es Pablo. Vivo muy cerca de aquí. Si queréis, podéis venir
conmigo y descansar en mi casa.

-Será un verdadero placer- Le contestó Hugo.

-Si, si, tengo muchísima hambre!- Repetía Sauri y los rugidos de su barriga
proporcionaban absoluta veracidad a sus palabras.

El gran Tiranosaurio- Rex comenzó a caminar por un sendero serpenteante y los


dos aventureros le siguieron pensando en una cena abundante y en una camita
cómoda y calentita.

– No sois los primeros dinosaurios que saco del río. Hace dos veranos me
encontraba recogiendo ramas en la orilla para cubrir el tejado de mi invernadero,
cuando escuché unos desesperados gritos de auxilio que provenían del agua. No
podía dar crédito cuando al acercarme vi a un Triceratops desesperado agarrado a
la vegetación, casi en las últimas, completamente agotado. Lo pude sacar igual que
a vosotros, utilizando las ramas de un árbol al que se agarró fuertemente con los
dientes para salir. Desde entonces vive conmigo en mi cueva. Cuando lleguemos a
casa lo conoceréis, bueno, la conoceréis. Es una Trice…
Pablo no pudo acabar la frase porque entre la vegetación apareció una gran cabeza
rodeada de púas y con dos cuernos al frente.

– Buuuu, Susto! Hola, Pablo! ¿De dónde vienes?- Preguntó alegremente la recién
llegada Triceratops.

– Hola, Teresa!. Amigos, esta Triceratops tan bromista y divertida es Teresa. Mi


compañera de cueva desde que la saqué del río- Contestó el Rex moviendo la
cabeza hacia atrás.

Pablo le pellizcó la mejilla a Teresa mientras llegaban a una gran explanada justo
delante de la entrada de una enorme cueva.

Hugo y Sauri han conocido a dos estupendos dinosaurios. Pablo, el forzudo y noble
Tiranosaurio- Rex y Teresa, la bromista y divertida Triceratops. Esta grupo cada vez
es más grande. No te pierdas la continuación de las aventuras de tu pandilla
jurásica favorita!!!

Sigue las prehistóricas aventuras de Hugo y Sauri en el capitulo 5!!


Cuentos de Dinosaurios. Capitulo 5:
“ Teresa, la bromista Triceratops, se
une a la pandilla”
La cueva que servía de hogar a Pablo y Teresa estaba situada arriba del todo de una
pequeña colina. Justo delante de la entrada había un claro despejado, aquí era
dónde se encontraban justo ahora nuestros amigos.

– Hola, me llamo Teresa!- Dijo la Triceratops dirigiéndose a los recién llegados.

– Hola!- Contestaron a la vez Hugo y Sauri.

– Llegáis justo a la hora de cenar. Nosotros somos vegetarianos. Hoy he preparado


una super- ensalada de frutas, hojas fresquitas, frutos secos y brotes tiernos.

Los profundos ojos negros de Sauri se iluminaron y se abrieron como dos enormes
platos!! En muy poco ratito, los cuatro dinosaurios se encontraban saboreando la
estupenda comida que había preparado Teresa. Se reunieron a cenar alrededor de
un tronco que albergaba un nido de luciérnagas, esto les servía de improvisada luz.
– Explicarnos ¿Qué hacíais en una balsa navegando por el Gran Río Salvaje? ¿Hacia
dónde os dirigís?- preguntó el Rex.

– Voy en busca de mi manada. Nos vimos obligados a abandonar nuestro territorio


y partir en busca de tierras más fértiles. En mi camino me encontré con esta
pequeña Diplodocus que se unió a mi aventura- Contestó Hugo.

– ¿Qué dirección tomó tu manada?- Teresa que estaba un poco despistada se unió a
la conversación.

– Se dirigían hacía las Grandes Montañas. Según cuenta la leyenda, detrás de las
Grandes Montañas se encuentra el Valle de la Hierba Verde. Es un gigantesco valle
cubierto de una espesa vegetación de arbustos y árboles que siempre tienen brotes
tiernos y hojas de las más jugosas y verdes que jamás haya imaginado ningún
Braquiosaurio- Hugo explicaba la historia tal y como la había escuchado de boca de
los Braquiosaurios más ancianos de su manada. La explicaba con ilusión y le ponía
muchísima emoción al relato.

Teresa y Pablo se miraron y éste último le dijo a Hugo con voz pausada:

– Amigo mío, siento mucho ser yo el que te explique estas noticias. Has de saber
que detrás de las Grandes Montañas, sólo hay agua. Una inmensa extensión de
agua que llega más allá de dónde alcanza la vista, en todas direcciones.
– Explicarnos ¿Qué hacíais en una balsa navegando por el Gran Río Salvaje? ¿Hacia
dónde os dirigís?- preguntó el Rex.

– Voy en busca de mi manada. Nos vimos obligados a abandonar nuestro territorio


y partir en busca de tierras más fértiles. En mi camino me encontré con esta
pequeña Diplodocus que se unió a mi aventura- Contestó Hugo.

– ¿Qué dirección tomó tu manada?- Teresa que estaba un poco despistada se unió a
la conversación.

– Se dirigían hacía las Grandes Montañas. Según cuenta la leyenda, detrás de las
Grandes Montañas se encuentra el Valle de la Hierba Verde. Es un gigantesco valle
cubierto de una espesa vegetación de arbustos y árboles que siempre tienen brotes
tiernos y hojas de las más jugosas y verdes que jamás haya imaginado ningún
Braquiosaurio- Hugo explicaba la historia tal y como la había escuchado de boca de
los Braquiosaurios más ancianos de su manada. La explicaba con ilusión y le ponía
muchísima emoción al relato.

Teresa y Pablo se miraron y éste último le dijo a Hugo con voz pausada:

– Amigo mío, siento mucho ser yo el que te explique estas noticias. Has de saber
que detrás de las Grandes Montañas, sólo hay agua. Una inmensa extensión de
agua que llega más allá de dónde alcanza la vista, en todas direcciones.
Cuentos de Dinosaurios. 6 – “ Un
encuentro inesperado”
A la mañana siguiente, primero se despertó Hugo con dolor de barriga y cuando
pudo abrir bien los ojos, lo que vio fue impresionante. Ya no estaba en la cueva de
ayer… ¡estaba en un prado verde con las hojas más jugosas y sabrosas que jamás
había visto y los frutos más grandes de lo que nunca había podía imaginar! Era tan
increíble y tan real que se había olvidado de su dolor de barriga y decidió hincar el
diente a algún fruto, pero en el momento que se disponía a hacerlo…escuchó un
ruido y.…al darse la vuelta ¡no vio a sus amigos si no a un velociraptor corriendo
hacia él! Estaba aterrado y corría todo lo que podía, pero el velociraptor era mucho
más rápido y lo estaba alcanzando. Trató de correr más rápido, de aumentar las
zancadas, de escaparse por todos los medios, pero finalmente el velociraptor se
abalanzó contra él y en ese momento… Hugo se despertó. ¡Había sido una pesadilla
horrible y espantosa! Estaba nervioso, sudando, agitado y le faltaba el aire, y cuando
vio a su amiga Sauri lo único que quería era abrazarla.

-Sauri, he tenido una pesadilla horrible- dijo Hugo.

-Pero tranquilo, que como tú has dicho, solo era una pesadilla-le animo Sauri.

-Bueno, no te preocupes amigo, yo te prepararé el mejor té de estos prados y verás


cómo pronto te encuentras mejor-dijo Pablo amablemente.

-Y yo te traeré una manta para que no se te enfríe el sudor-dijo Teresa.

-Muchas gracias a todos- contestó Hugo y lo repetía sin parar.

Después de un rato, el braquiosaurio se sentía mejor y listo para emprender la


marcha y así se lo hizo saber a todos sus amigos. Pablo avisó de que se había hecho
tarde y tenían que emprender su viaje cuanto antes para poder llegar de día e
intentar salvar a la manada de Hugo de los velociraptores y advertirles de la gran
mentira en la que ellos creían. Y todos se pusieron en marcha.

Al cabo de un largo y acalorado rato llegaron a un río y les entraron muchas ganas
de refrescarse.

– ¡quien se tire último es una salchicha frita! – grito Sauri; y todos se tiraron al agua
más rápido que un velociraptor.
Después de un largo y refrescante baño, escucharon un pequeño ruido. Todos se
giraron despacito y un poco alerta sin saber que se iban a encontrar, y al darse la
vuelta… resultó ser una vieja amiga de Hugo llamada Helena.

Helena era una diplodocus muy simpática y alegre, con un cuello más largo de lo
normal y con tres manchitas en forma de círculo en el cuello que la diferenciaba de
los demás diplodocus. Antes de que Hugo pudiera saludarle, Sauri gritó: –
¡hermana! – y Helena le respondió: – ¡Sauriiiiiiiii! Hugo se quedó estupefacto cuando
escuchó cómo se saludaban y descubrió que Helena y Sauri ¡eran hermanas!

Sauri salió corriendo hacia Helena muy feliz, pero al llegar a su hermana, ésta le
regañó.

-Sauri, no te vuelvas a escapar de casa. Mamá y papá están muy preocupados y no


hemos parado de buscarte- decía Helena.

-Vale, perdón-respondió Sauri – Yo iba a volver a casa en cuanto consiguiera


comerme unas ricas manzanas y fue ahí cuando me encontré con este simpático
braquiosaurio. Él me ayudó a conseguir las manzanas y me contó que estaba
buscando a su manada y fue cuando decidí acompañarle.

Entonces Helena se fijó y no se lo podía creer ¡era Hugo!, ¡su amigo Hugo!, ¡el
braquiosaurio más gracioso y bueno de todo el valle! Hacía un montón de tiempo
que no lo veía. Helena y Hugo estuvieron hablando un buen rato mientras que
Sauri, Teresa y Pablo seguían bañándose en el lago.

Llevaban sin verse y sin hablarse desde que eran muy pequeñitos y tenían muchas
cosas que contarse: cómo les iba la vida, qué les gustaba hacer en su tiempo libre,
cuál era su comida favorita, su color favorito…pero antes que nada Hugo tenía que
preguntarle a Sauri por qué se escapó de su casa, porque, aunque quisiera ayudarlo
a encontrar a su manada, eso no era motivo suficiente para asustar de esa manera
a su familia.

– Quería tener aventuras emocionantes, pero mis padres siempre han sido muy
miedosos y no me hubieran dejado ir- explicó Sauri.

– ¡Pero eso no es razón para escaparse! – dijeron Helena y Hugo a la vez.

– ¡Dejadla en paz!, ¿no veis que ha conseguido su sueño de tener aventuras? – dijo
Pablo con un toque de enfado en su voz…

– Y lo más importante, ¡Sauri está bien y la has encontrado! – añadió Teresa

– ¡Tienes razón!, perdona Sauri, es cierto que debes perseguir tus sueños y luchar
por conseguir realizarlos, pero la manera no es desaparecer y preocuparnos a
todos. La próxima vez explícalo bien, quizás mamá y papá lleguen a entenderlo. Y
sobre todo deja dicho que te vas- dijo Helena a Sauri.

– A pesar de todo, espero que hayas conseguido hacer parte de tus sueños realidad
y que te diviertas en las aventuras que nos quedan por vivir- dijo Hugo
avergonzado.
-Pues yo me apunto- dijo Helena emocionada. – Iremos a avisar a nuestros padres y
en un rato nos volveremos a reunir con todos vosotros y os acompañaremos.
¡Encontraremos a tu manada, Hugo!

– ¡ESTUPENDO! – gritaron todos.

y así fue como se unió una valiente más a las aventuras de Hugo y su pandilla de
aventureros dinosaurios.

¡¡No te pierdas las próximas aventuras de Sauri y Hugo en el siguiente capitulo!!

Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena,
Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del
Carmen en Esquivel, Sevilla)
Cuentos de Dinosaurios. 7 – “ El
frasco Mágico”
Helena y Sauri fueron a la casa de sus padres a avisarles de que se iban de
aventuras, mientras que los demás estaban paseando por el bosque.

Después de un largo rato, las diplodocus se reunieron con los demás y


emprendieron el camino.

De pronto Teresa vio algo raro…

– Mirad chicos- dijo Teresa señalando un frasco de cristal que estaba escondido en
el hueco de un árbol.

(Todos se arrimaron para ver el frasco de cristal)


-Yo lo cogeré- dijo Pablo.

Cuando Pablo abrió el frasco vio que había pintada una figura en un papel.

-Esa figura me suena de algo- dijo Hugo. Y añadió: – ¡Ya sé!, es un Yin Yang. Es lo
mismo que pintaba mi abuelo cuando corría peligro.

-Pero… ¡Si el yin yang está pintado entero de negro! El Yin Yang original es la mitad
de color blanco que significa paz, y la otra mitad de color negro que significa maldad
– aseguró Teresa.

-Entonces debe de ser algo muy peligroso y debemos descubrirlo- sentenció Pablo.

– ¡No hay tiempo que perder, pongámonos en marcha! – exclamó Hugo.


Los amigos siguieron andando en busca de la manada perdida de Hugo.
Atravesaron puentes antiguos, selvas misteriosas y muchas montañas cuando, de
pronto, Helena vio algo a lo lejos y gritó: -Eso es…. ¡una manada de velociraptores!

Los velociraptores corrían hacía ellos y todos estaban preparados para salir
corriendo cuando Sauri reconoció a uno de ellos y tranquilizó a los demás.

-Tranquilos chicos, aquel es mi amigo Enzo, me lo encontré paseando por la selva,


es el príncipe de su tierra ¡Él nos ayudará a encontrar a tu manada Hugo!

– ¡Sauriiii! – gritó Enzo.

– ¡Enzoooo! – gritó Sauri.

Y se saludaron los dos amigos.

-Chicos este es mi amigo Enzo- dijo Sauri. Me lo encontré cuando me escapé de casa
y también me ayudó mucho. Es muy buen amigo.

-Un placer conoceros- dijo Enzo

-Hola soy Hugo, tengo un problema. Estoy buscando a mi manada y todos ellos me
están ayudando a encontrarla- dijo Hugo señalando a los demás – Juntos hacemos
un buen equipo, ¿te apuntas a la aventura? – añadió el braquiosaurio.

– ¡Claro que sí, me iré con vosotros y os ayudaré! Pero antes, contadme, ¿tenemos
alguna pista de dónde podrían estar? -preguntó Enzo.

-Se dirigían hacía las grandes montañas. Dice la leyenda que detrás hay un gran
prado verde, pero me han dicho que no es así, que hay una gran extensión de agua
y que la zona que queda de tierra es territorio de velociraptores. ¡Tengo que ir a
investigar!, y si es verdad lo que me han dicho mis compañeros… ¡tengo que ir a
salvarlos!, ¿Estáis conmigo? – dijo Hugo con voz esperanzadora.

– ¡Siii! – gritaron todos.

-Pues entonces, pongámonos en marcha. Falta muy poco para que se haga de
noche- animó Hugo.

Los amigos siguieron caminando hasta que llegaron a un sendero en el que


encontraron una señal en forma de rombo que tenía pintado el mismo Yin Yang
que el del frasco. Todos se asustaron, especialmente Hugo.
Más adelante había muchas más señales como las anteriores y todos
comprendieron que eran para seguirlas. Seguramente, la manada de Hugo tomó el
mismo camino.

Caminaron un largo rato por un frondoso y misterioso camino y cuando dejaron de


ver las señales llegaron a un claro que permitía observar las grandes montañas.

– ¡Por fin hemos llegado! – exclamó Teresa.

-Tendremos que conseguir los materiales necesarios para escalar ¿no? – dijo
Helena.

-Venga chicos vamos a por ellos-añadió Sauri.

-Necesitamos: madera, cuerdas y recolectar comida para coger fuerzas- enumeró


Pablo.

Todos fueron a por los materiales y mientras el velociraptor estuvo recolectando


frutos silvestres, manzanas y naranjas para poder alimentarse durante la aventura.

Cuando anocheció, los aventureros prendieron una hoguera para mantenerse


calentitos. Estaban tan cansados que se durmieron pronto y a la mañana siguiente
ya habían repuesto las fuerzas necesarias para continuar.

Sauri fue la primera que se levantó y poco a poco fue despertando a los demás.
Todos desayunaron y se pusieron a escalar.

En el primer kilómetro que escalaron fue todo bien, pero en el segundo…

– ¡Ahhh, me caigooo! – gritó Helena mientras se resbalaba.

-Tranquila, yo te cojo- aseguró Pablo mientras le cogía la mano.

– ¡Me caigooooooo! – volvió a gritar Helena con la voz más acelerada al ver que
Pablo no conseguía agarrarla y a pesar de haber llegado a coger su mano, se
resbaló y se cayó.

Por suerte, amortiguó la caída sobre un montón de hojas secas que se encontraban
tapando la entrada a una cueva.
-Noooo- dijeron todos.

-Tranquilos, estoy bien. He caído sobre una manta de hojas que tapaba una cueva y
no me he hecho daño- explicó Helena.

-Menos mal- dijo Hugo

Los compañeros bajaron rápidamente para estar con su amiga y al llegar vieron que
al otro lado de las hojas había asomada una especie de criatura muy bonita del
color del arcoíris con unas patas preciosas. Parecía una criatura fantástica.

– ¿Estás bien, preciosa? – preguntó la criatura mientras ayudaba a Helena a


levantarse.

-Sí- contestó Helena – y tú, ¿cómo te llamas? – preguntó.

-Yo me llamo Daniela. Os voy a ayudar y a indicar las claves para poder encontrar a
la manada de Hugo.
– ¿Cómo te sabes mi nombre?, y ¿cómo sabes que he perdido a mi manada? ¿Eres
una especie de bruja o algo así? – preguntó Hugo extrañado.

– Tu abuelo me contó tu historia. Él sabía todo lo que iba a pasar y que tú serías su
salvación. No soy para nada una bruja, soy una criatura mágica que te va a ayudar a
salvar a tu manada de las garras de Tomás el malvado.

– ¿Quién es Tomás? – preguntó Sauri.

-Ya lo descubriréis, ahora seguidme que tengo mucho que contaros – aseguró
Daniela.

Pero antes añadió Enzo – Chicos, tengo que despedirme de vosotros, mi misión ya
ha acabado aquí y os dejo en buenas manos. Ahora debo marcharme. Un placer
haberos conocido – dijo Enzo dando a entender que él los había guiado hasta
Daniela.

– ¡Adiós!, ¡que te vaya bien!, ¡buen viaje! – se despidieron todos y fueron hacia la luz
siguiendo a la pequeña criatura.

¡Nos os perdáis el próximo capítulo de Hugo, Sauri y sus amigos dinosaurios!

Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena,
Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del
Carmen en Esquivel, Sevilla)

Cuentos de dinosaurios 8 – “Tras las


pistas escondidas”
 Venga chicos, tenemos mucho camino por recorrer y no tenemos
tiempo que perder – dijo Daniela con un tono de voz severo.
 ¡Vaya prisas!, ¡con las vistas tan maravillosas que tenemos! – Exclamó
Sauri cuando terminaron de escalar la montaña.

Pero Daniela, para no agobiarlos más, prefirió callar e ignoró el reproche de Sauri.
 ¿Cómo encontraremos alguna pista aquí? Es un bosque enorme – dijo
Teresa.
 No os preocupéis y hacedme caso, no puedo deciros más pero ya
veréis como encontráis a la manada de Hugo – respondió Daniela.
 Vale, te haremos caso – dijo Teresa adentrándose en el bosque.

En el bosque había unos grandes árboles y en sus troncos estaban dibujadas unas
flechas que terminaban al lado de un pozo vacío, Dentro de él había un cubo para
sacar agua y en el cubo una jarra con unos polvos junto a una nota que decía: “el
sonido del violín te llevará donde quieres llegar”.

 ¿Daniela, tú sabes algo de esto?, ¡ayúdanos, por favor! – dijeron todos


a la vez.
 Yo sé todo lo que va a pasar, ya os lo he dicho. Pero no puedo
ayudaros más porque se trata de que lo descubráis vosotros – dijo
Daniela con impotencia.
 Vale, nosotros podemos, pero contábamos con tu ayuda – dijo Helena
un poco mosqueada…
 Venga, coged los polvos, la nota y vámonos. Quiero encontrar a mi
manada. ¿Me seguís o no? – preguntó Hugo bastante apresurado.
 Claro que te seguimos – contestaron todos a la vez.
 Escuchad bien y no olvidéis el mensaje de la nota – recordó Daniela.

Todos, excepto Daniela, formaron un corrillo para aportar sus ideas y tratar de
descifrar la pista que habían encontrado y fue entonces cuando un dulce sonido
empezó a sonar. Todos se quedaron en silencio y comenzaron a seguir la melodía.

El sonido los llevó hasta un agujero donde había otra nota que ponía: “en una
cabaña debéis entrar y bajo la cama tendréis que mirar”.

Todos se quedaron pensativos cuando de repente exclamó Pablo: – ¡Mirad chicos!,


¡Mirad aquella cabaña, creo que es la que buscamos!

 ¡Creo que sí! – dijo Helena entusiasmada.


 ¡Bien visto Pablo! – añadió Hugo.
 Es una suerte que Pablo haya visto la cabaña, pero está muy lejos –
sentenció Teresa desanimada.
 Sí, pero hay que intentar llegar – dijo Hugo intentando sacar fuerzas
de donde no las había.

De repente, se oyó un sonido parecido a un chasquido “chis” y Daniela desapareció.


Entre todos, llegaron a la conclusión de que Daniela había desaparecido gracias a
los polvos mágicos que había en el pozo. Aunque no les parecía muy coherente, era
lo único que podían pensar, ya que nada de lo que había ocurrido después de que
se encontraran a Daniela tenía sentido, empezando porque la extraña criatura
pudiera saber todo lo que iba a pasar.

 ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Sauri preocupada.


 Lo que deberíamos hacer es armarnos de valor y poner rumbo hacia
la cabaña – dijo Helena animando a los demás.
 ¡Eso es Helena! – dijo Hugo motivado. Y todos se pusieron en marcha-

Después de un largo camino llegaron a la cabaña y dentro se encontraron de nuevo


con Daniela. Los estaba esperando con provisiones y con todo lo que necesitaban,
incluso unas camas para descansar.

 ¡Chicos! ¡Mirad! – exclamó Helena muy contenta y añadió: – En la pista


que encontramos en el agujero decía que debajo de la cama
deberíamos mirar.

 Venga chicos, tenemos mucho camino por recorrer y no tenemos


tiempo que perder – dijo Daniela con un tono de voz severo.
 ¡Vaya prisas!, ¡con las vistas tan maravillosas que tenemos! – Exclamó
Sauri cuando terminaron de escalar la montaña.

Pero Daniela, para no agobiarlos más, prefirió callar e ignoró el reproche de Sauri.

 ¿Cómo encontraremos alguna pista aquí? Es un bosque enorme – dijo


Teresa.
 No os preocupéis y hacedme caso, no puedo deciros más pero ya
veréis como encontráis a la manada de Hugo – respondió Daniela.
 Vale, te haremos caso – dijo Teresa adentrándose en el bosque.

En el bosque había unos grandes árboles y en sus troncos estaban dibujadas unas
flechas que terminaban al lado de un pozo vacío, Dentro de él había un cubo para
sacar agua y en el cubo una jarra con unos polvos junto a una nota que decía: “el
sonido del violín te llevará donde quieres llegar”.

 ¿Daniela, tú sabes algo de esto?, ¡ayúdanos, por favor! – dijeron todos


a la vez.
 Yo sé todo lo que va a pasar, ya os lo he dicho. Pero no puedo
ayudaros más porque se trata de que lo descubráis vosotros – dijo
Daniela con impotencia.
 Vale, nosotros podemos, pero contábamos con tu ayuda – dijo Helena
un poco mosqueada…
 Venga, coged los polvos, la nota y vámonos. Quiero encontrar a mi
manada. ¿Me seguís o no? – preguntó Hugo bastante apresurado.
 Claro que te seguimos – contestaron todos a la vez.
 Escuchad bien y no olvidéis el mensaje de la nota – recordó Daniela.

Todos, excepto Daniela, formaron un corrillo para aportar sus ideas y tratar de
descifrar la pista que habían encontrado y fue entonces cuando un dulce sonido
empezó a sonar. Todos se quedaron en silencio y comenzaron a seguir la melodía.

El sonido los llevó hasta un agujero donde había otra nota que ponía: “en una
cabaña debéis entrar y bajo la cama tendréis que mirar”.

Todos se quedaron pensativos cuando de repente exclamó Pablo: – ¡Mirad chicos!,


¡Mirad aquella cabaña, creo que es la que buscamos!

 ¡Creo que sí! – dijo Helena entusiasmada.


 ¡Bien visto Pablo! – añadió Hugo.
 Es una suerte que Pablo haya visto la cabaña, pero está muy lejos –
sentenció Teresa desanimada.
 Sí, pero hay que intentar llegar – dijo Hugo intentando sacar fuerzas
de donde no las había.

De repente, se oyó un sonido parecido a un chasquido “chis” y Daniela desapareció.


Entre todos, llegaron a la conclusión de que Daniela había desaparecido gracias a
los polvos mágicos que había en el pozo. Aunque no les parecía muy coherente, era
lo único que podían pensar, ya que nada de lo que había ocurrido después de que
se encontraran a Daniela tenía sentido, empezando porque la extraña criatura
pudiera saber todo lo que iba a pasar.

 ¿Y ahora qué hacemos? – preguntó Sauri preocupada.


 Lo que deberíamos hacer es armarnos de valor y poner rumbo hacia
la cabaña – dijo Helena animando a los demás.
 ¡Eso es Helena! – dijo Hugo motivado. Y todos se pusieron en marcha-

Después de un largo camino llegaron a la cabaña y dentro se encontraron de nuevo


con Daniela. Los estaba esperando con provisiones y con todo lo que necesitaban,
incluso unas camas para descansar.

 ¡Chicos! ¡Mirad! – exclamó Helena muy contenta y añadió: – En la pista


que encontramos en el agujero decía que debajo de la cama
deberíamos mirar.

Sauri le preguntó a Ariadna si tenía el tipo de planta que estaban buscando y


Ariadna le respondió que casualmente habían dejado un paquete con una planta
similar a nombre de un tal Hugo.

 Soy yo – le dijo Hugo a Ariadna.


 Vale, aquí tienes tu planta. ¡Que tengas mucha suerte! – exclamó
Ariadna.

Aún en la floristería revisaron bien la planta y en la tierra encontraron un colgante


con una piedra preciosa y otro papel enterrado que ponía: “por su apodo en una
concha se encuentra y en esa misma concha vive”.
 ¡Claro!, seguro que se refiere a nuestro amigo Javier al que le apodan
“el tortuga” porque es un anquilosaurio y siempre va tan lento como
una tortuga- dijo Daniela.

Javier vivía en ese mismo pueblo, así que fueron a visitarlo. Cuando llegaron a la
casa del anquilosaurio, éste les invitó a pasar y les ofreció una taza de chocolate
caliente.

Helena, Sauri, Hugo, Teresa y Pablo le explicaron porque estaban allí y le


preguntaron si tenía algo para ellos. Javier les dio otro paquete que de nuevo era
para Hugo. Lo abrieron y había una carpeta con un mapa de la zona con algunos
lugares rodeados. Casualmente eran todos los lugares donde habían estado. Para
descubrir el enigma, deberían recopilar todos los objetos y pistas que habían
conseguido a lo largo del camino y junto con el mapa deducir el siguiente paso que
les llevaría a encontrar a la manada de Hugo. ¡Pero cuidado! El mapa venía firmado
por… Tomás el malvado.

¿Qué les deparará el futuro a nuestros amigos dinosaurios? En los próximos


capítulos lo descubriremos.

Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena,
Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del
Carmen en Esquivel, Sevilla)

Cuentos de Dinosaurios. 9 – “ La
carta misteriosa y el anillo”
Hugo, Sauri, Teresa, Pablo y Helena pasaron la noche en la casa de su amigo Javier.
El primero que se despertó fue Hugo, pero como se levantó muy temprano no quiso
despertar a los demás.

A las diez de la mañana, todos se levantaron y se fueron a desayunar. Cuando


decidieron irse para proseguir su aventura, Javier les dijo: – Tomad, os doy esta
mochila nueva para que guardéis todos los objetos que habéis encontrado.

 Gracias Javier- Le respondieron todos.


 adiós- Dijo Javier.

Cuando retomaron su viaje ya estando lejos de la ciudad, a Hugo se le vino algo a la


cabeza y dijo: –Una pregunta ¿Quién creéis que es ese tal Tomás?

 No lo sé, pero me da muy mala espina- Respondió Sauri

Horas más tarde, nuestros amigos dinosaurios estaban muy cansados porque
llevaban horas andando, pero de repente Teresa ve algo no muy lejos y dice: –
Mirad chicos otra cabaña, ¡vamos!

 Genial – Dicen todos.

Cuando llegaron a la cabaña se dieron cuenta de que había mucha comida, así que
se pusieron todos a comer porque tenían mucha hambre y después se fueron a
dormir. Esta vez, la que se levantó antes fue Helena, porque tenía mucha sed y
cuando fue a beber agua ve una carta sobre la mesa y despierta a todo el mundo
con gritos: – ¡Chicos, chicos despertad! ¡Hay una carta en la mesa!

Todos se levantaron dando un salto de la cama y fueron corriendo a donde estaba


Helena. La diplodocus abrió el sobre y comenzó a leer la carta que decía así:
“Hola Hugo, Sauri, Helena, Teresa y Pablo. Sí, me se vuestros nombres. Yo me llamo
Tomás y soy el que os dejó el mapa. Debéis saber que sé todos vuestros movimientos, os
sigo, pero no en persona. No me toméis como un amigo, al revés…

Hugo, sé dónde está tu manada, pero para encontrarla tendréis que encontrarme a mí
primero. Que sepas que no están en las grandes montañas, los capturé a todos por el
camino. Buena suerte para encontrarme”.

Firmado: Tomás.

 Pero… ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Hugo desilusionado.


 ¿No os acordáis ya de Daniela? Ella predice el futuro. No te preocupes
Hugo, ella puede ayudarnos a encontrar a Tomás y a tu manada-
recordó a todos Sauri.

Al nombrarla, como por arte de magia, Daniela apareció.

 ¡Venga Daniela, ayúdanos con tu magia! – exclamó Hugo.


 Está bien, os dije que os ayudaría cuando me necesitarais – Dijo
Daniela.

De repente, Daniela cerró los ojos y empezó a hacer magia. Cuando abrió los ojos,
les dijo a todos: – No sé exactamente dónde está, pero sé que está cerca de las
playas de corales.

Nuestros amigos dinosaurios pusieron rumbo hacia las playas de corales. No sabían
dónde estaba la manada de Hugo, pero lo que si sabían era que ese tal Tomás los
tenía atrapados a todos. También sabían que estaban cerca de la zona de playas de
corales, así que iban por buen camino.

Nuestros queridos amigos se dispusieron a dormir, cuando de repente escucharon


un ruido. Sauri, que era muy valiente, dio un grito de lucha: – ¡Uuuuulla! – Y
entonces, se dieron cuenta de que ese ruido lo había producido un ave. Al darse la
vuelta se encontraron con una preciosa ave con plumas doradas y plateadas. Tenía
el pico muy brillante.

Todos los amigos de Hugo se durmieron menos él que se quedó contemplando esa
ave hasta muy tarde y poco a poco se fue quedando dormido.

A la mañana siguiente se despertaron todos a la vez y Hugo se dio cuenta de que


esa ave tan maravillosa estaba apoyada en su hombro y pensó que quería quedarse
con ellos, así que la dejó.
Emprendieron su camino y horas más tarde llegaron a un río maravilloso. Todos
estaban sedientos y comenzaron a beber agua. Cuando terminaron de beber,
Daniela pregunto: – ¿Qué es eso?

– ¿El qué? – Respondió Pablo.

Entonces, Daniela se acercó a un árbol que había por allí cerca y saco de él un anillo
con un diamante. Hugo se dio cuenta de que era el anillo de su madre y decidió
guardarlo en la mochila nueva que les había dado Javier.

 Estamos cerca, pero presiento que todavía queda mucho camino por
recorrer- Dijo Daniela.
 Yo creo que también lo presiento…- Respondió Sauri.
 ¿De verdad? – Dijo su hermana Helena.
 Si, siento un dolor de barriga enorme y tengo mucha hambre- rio Sauri
tumbada sobre la hierba.
 ¡Qué glotona eres hermanita! – Exclamó Helena riéndose.

Después de una larga charla decidieron irse a dormir y mañana seguirán con la gran
aventura que les espera…
Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena,
Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del
Carmen en Esquivel, Sevilla)

Cuentos de Dinosaurios. 10 – “ El
anillo iluminado”
A la mañana siguiente, Hugo y Sauri se despertaron con mucha energía, levantaron
a todos y se dispusieron a seguir el camino.

Cuando llevaban un buen rato caminando, se encontraron unos papeles colgados


en un árbol y pensaron que podía ser una pista. Hugo fue corriendo a coger todos
los papeles y observándolos se dio cuenta que si los unía formaba un mapa.

Entre todos intentaron descifrar de qué lugar se podría tratar y por donde
comenzar la ruta, cuando de repente Sauri se percató de que había una ubicación
en la esquina inferior derecha y Hugo rápidamente dijo: – ¡hay que ir para allá!,
¡tenemos que dar con el lugar exacto!

 ¡Si, vamos! – gritaron todos entusiasmados y tras recorrer un largo


camino llegaron.

El lugar al que llegaron era una playa completamente desierta, parecía que nunca
había pasado nadie por allí. Fueron investigando cada rincón de la playa y cuál fue
su sorpresa al ver que unos frondosos árboles tapaban una amplia zona llena de
todo tipo de dinosaurios.

Había muchos dinosaurios juntos. En un momento dado, uno de los dinosaurios,


concretamente un velociraptor, se separó y empezó a correr y todo el grupo lo
seguía en cada uno de sus movimientos, dejando claro que él era quien mandaba
allí. Al observarlo, vieron que tenía algo en la pata derecha colgado y Helena dijo: –
¡podría ser otra pista! ¡parece que es otro papel!

El velociraptor siguió corriendo hasta que se le cayó el papel y Pablo con un


disimulado, pero ágil movimiento lo recogió del suelo. Todos se acercaron
rápidamente para ver lo que tenía inscrito y decía así:
“Hugo, como sabes, tengo a tu manada secuestrada y si aún quieres encontrarla debes
seguir estos pasos e ir donde pone el mapa”.

Firmado: Tomás.

A la mañana siguiente, fueron al lugar que le indicaba el malvado Tomás en el


mapa. Se trataba de una montaña muy alta, más que una montaña parecía una
pared vertical que debían escalar con mucho cuidado. Se fueron asegurando con
cuerdas para que no ocurriera lo mismo que le pasó a Helena en la otra montaña, y
cuando casi habían llegado a la cima se dieron cuenta de que no era una montaña
normal, se trataba de un volcán y por las cenizas que les caían encima se estaba
preparando para entrar en erupción.

En ese momento, Hugo encontró una pequeña cueva donde refugiarse para trazar
el plan que seguirían a partir de ahí y dormir para reponer fuerzas. Se lo dijo a los
demás y todos estaban de acuerdo en hacer una parada allí.

Al cabo de 4 horas, escucharon un ruido muy fuerte y vieron una sombra en el


suelo. De repente, salió un murciélago de gran tamaño y se pegaron un buen susto.
Cuando se fueron a acercar, la extraña criatura salió huyendo.

A la mañana siguiente, hacía mucho calor debido al estado del volcán, pero debían
seguir su camino. Se armaron de valor y continuaron subiendo y un poco más
arriba encontraron, como si de un oasis se tratara, un lago para refrescarse.

 ¡Seguro que esto es cosa de Daniela! – exclamó Helena.


Se metieron a bañarse y vieron que dentro del lago había una piedra, y en la piedra
se encontraban otras coordenadas que los llevaría a la siguiente pista y una
inscripción que decía: “agarraros todos a la piedra, la unión hace la fuerza” y al juntar
sus manos sobre la piedra se teletransportaron a un bosque donde encontraron
una pequeña casa.

 ¡Vamos, chicos, entremos! – gritó Sauri emocionada.


 Vamos todos juntos, no os separéis – añadió Teresa.

Entraron en la casa y había unos carteles con unas flechas que indicaban un
camino. Empezaron a seguir las flechas y el largo camino.

De repente, Hugo dijo: – ¡chicos, mirad, la mochila se ilumina! – y al abrir la mochila


que le regaló el anquilosaurio Javier, descubrió que lo que iluminaba todo era el
anillo de su madre y al sacarlo de la mochila, el misterioso y oscuro camino se llenó
de luz.

¿Dónde les llevará el misterioso camino a nuestros amigos?, ¿Conseguirán


encontrar a la manada de Hugo? En el próximo capítulo lo descubriremos.

Este capitulo lo han realizado los niños y niñas: Hugo, Marina, Andrea, Helena,
Lucas, Ángel, David y la maestra Elena (alumnos del CEIP Nuestra señora del
Carmen en Esquivel, Sevilla)

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