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ANÁLISIS DEL

DISEÑO DE
INDUMENTARIA

2
Y TEXTIL.

CÁTEDRA CONTA
Primer cuatrimestre 2020

@adit_2_conta @adit2conta
E. H. Gombrich

LOS USOS DE
LAS
IMÁGENES.
Estudios sobre la función
social del arte y la
comunicación visual
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E. H. GOMBRICH

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Los usos e as llTIa enes
Estudios sobre la función social del arte
y la comunicación visual

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Fondo de Cultura Económica


México
Estilos artísticos y estilos de vida

Estilos artísticos y estilos de vida habría parecido impensable llevar espada. Tampoco tengo que persuadir
mucho al lector de que la imagen de una ninfa desnuda visitada por un
Cupido que está colgada en el tocador del siglo XVIll estaría en buena medi-
da fuera de lugar en la casa funcional, exactamente igual que lo estarían en
el interior rococó el cactus y e! cuadro que podemos vislumbrar en la plan-
ta de abajo.
En estos casos solemos decir que ambas imágenes representan perfec-
tamente el espíritu de sus respectivas épocas. Éste es un estereotipo que
siempre me ha preocupado yal que, por mi parte, siempre he dado muchas
vueltas'. No he visto nunca un espíritu y siento una aversión instintiva por
Conferencia Reynolds, pronunciada en la Royal Academy of Arts el 27 de noviembre de todas las formas de colectivismo, ya se llamen racismo, nacionalismo o, si
1990; publicado por primera vez por la Royal Acadcmy (Londres, 1991) me permiten e! término, espíritu de la época. Soy un individualista, y no
puedo creer que seamos sólo marionetas bailando de los hilos movidos por
El título de este capítulo se comprende mejor si se comparan las dos ilus- un marionetista invisible que represente e! espíritu de la época o, quizá, la
traciones de! estudio satírico de Osbert Lancaster sobre la historia del esti- lucha de clases. Ciertamente, he llegado a preguntarme si tenemos que pos-
lo, al que considero e! mejor manual jamás publicado sobre esta materia'. tular semejante marionetista como si fuera un Súper artista que creara el
, La primera ilustra el estilo de vida y artístico conocido como Rococó estilo o los estilos de una época en sus diferentes medios. ¿No podría ser
(Fig. 337); la otra se titula «Siglo xx, funcional» (Fig. 338), Ydebo dejar abier- más bien al revés? ¿No podrían e! arte y los artistas haber al menos con-
ta la cuestión de si representa el estilo de una época pasada o de! futuro. tribuido en la creación de lo que denominamos el espíritu de la época? ¿No
337,338 Osbert
Lancaster, «Rococó)) y Aunque el énfasis del libro recae sobre los escenarios arquitectónicos, nos sentiríamos todos diferentes si nos pidieran que nos pusiéramos tra-
«Siglo xx, funcional», la perspicaz mirada del artista también se ha ocupado de! estilo de vida jes del rococó, que usáramos pelucas empolvadas y que participáramos de
procedentes de Here, of
all Places: The Pocket
que asociamos con los respectivos períodos. A la e!egante pareja de! inte- la conversación elegante con una dama que toma chocolate a sorbos en
Lamp of Archltecture rior rococó le habría parecido impensable tomar el sol en el ático de su lugar de tumbarnos en un tejado mejorar en salud y
(Lond,'es, 1959) vivienda, del mismo modo que a sus tatara-tataranietos del siglo xx les vigor? En este ensayo me ocuparé de estas dos interpretacismes opuestas
de! fenómeno del estilo. La primera, la de que el estilo es la expresión de
una época, se ha ,convertido en un lugar común aquí en Occidente. Euro-
pa oriental está, o estaba hasta hace poco, dominada por, la convicción
opuesta, la creencia en que las consecuencias de! arte son tan poderosas
que requieren el control y la censura centralizados en todos los medios.
Si se me permite emplear una metáfora tomada de la medicina, po-
dríamos calificar a la visión occidental de que el estilo es una manifesta-
ción o síntoma de la época como aproximación (,diagnóstica». Esta habi-
lidad diagnóstica ha sido el orgullo de eminentes practicantes de la histo-
\ ria de! arte de! pasado y, si lo interpreto adecuadamente, es todavía el objetivo
de la denominada nueva historia del arte. La doctrina opuesta, que subra-
ya los efectos de! arte, ya sea como estímulo o como sedante, podría apo-
darse como interpretación "farmacológica». Aunque quizá no encon-
tráramos este término en ninguna historia de la crítica de arte, la idea sub-
yacente a ella resulta ser la primera de las dos. Los siglos anteriores esta-
ban interesados por los efectos de las artes sobre la psique humana como
tal, 'en lugar de por los estados mentales pasajeros de los artistas indivi-
, ,
duales . En los Diálogos de Platón encontramos esta honda preocupacJOn
1

por la influencia de las artes, particularmente la de la música. Es bien sabi-

240
241
Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida

339 Augusto ofiCiando


do que Platón quería que en e! Estado ideal se prohibiera la música sen-
una ceremonia imperial,
sual y relajante: sólo se permitirían melodías austeras y tonificantes que 13-9 a.C. Relieve de
alejaran a los jóvenes de la corrupción. Sin duda Platón habría aprobado mármol procedente del
Ara Pacis, Roma
más fácilmente a la pareja de! tejado que a la del interior rococó.
Sin embargo, se ajusta a mi propósito que el mundo antiguo estuviera
familiarizado también con la aproximación diagnóstica, en un contexto,
además, que afectaba directamente a nuestro concepto de estilo. Ello pue-
de verse en una carta del filósofo estoico Séneca el Joven escrita en res-
puesta a la pregunta de por qué en determinados períodos aparece un esti-
lo literario corrupto. Naturalmente, su respuesta es moral. «Los discursos
I
de las personas -dice él- se ajustan a sus vidas»; un estilo exuberante es
síntoma de una sociedad extravagante. Exactamente igual que e! modo
en que un hombre camina o se mueve revela su carácter, así sucede con
su forma de escribirl. I
El elocuente ejemplo de Séneca fue el del famoso magnate romano
O,,; -
- .......
. ...,.,. - -.. --- .... -..•¡¡¡
...'
- ...,-
.

Mecenas, amigo del emperador Augusto, a quien todavía se recuerda y hon-


ra como generoso patrón de las artes. Los estoicos lo veían bajo una luz
muy diferente: para ellos, su estilo era tan indisciplinado que su vestimenta de decirse que descansaba sobre la observación de que el uso lingüístico
era desaliñada. Ofreciéndonos ejemplos de sus tortuosas sentencias yexa- reflejaba los diversos estilos de vida de una sociedad jerárquica. El dis-
geradas metáforas que, por supuesto, son intraducibles, Séneca explica que curso modesto o humilde del pueblo llano difiere significativamente de!
«cuando se leen este tipo de cosas, ¿acaso no se acuerda uno inmediata- lenguaje grandilocuente o elevado del potentado. Entonces y ahora, cons-
mente de que es el mismo hombre que deambulaba siempre vestido de tituía una infracción al decoro el uso de vulgar jerga en una ceremonia
modo informal, [ ... ] que aparecía en e! banco o en la plataforma l ... ]lle- solemne, exactamente igual que parecía ser ridículo utilizar lenguaje solem-
vando una túnica para cubrir su cabeza que dejaba a la vista ambas orejas, ne o grandilocuente en las ocasiones triviciles. Las reacciones , de Séneca
con el aspecto de un esclavo fugitivo de un hombre rico en una escena demuestran la sensibilidad altamente desarrollada de los romanos hacia
cómica?». cualquier desviac;ión con respecto a la norma. Pero nótese que es esta des-
No he encontrado un retrato de Mecenas en que aparezca, por así decir- viación lo que para él es revelador, La norma, como la toga llevan todos
lo, en mangas de camisa mientras asiste a la ceremonia en el cenotafio, ni los dignatarios, es sólo un uniforme; dificultaría, en lugar de favorecer,
tampoco en mi búsqueda he tenido la suerte de encontrar exactamente el un diagnóstico, .
tipo de esclavo cómico que menciona Séneca. Pero el famoso relieve del Un ejemplo de la vida cotidiana demostrará esta conclusión: si en una
Ara Pacis (Fig. 339) en el que se muestra a Augusto en una ceremonia pue- I oficina la convención es decir «buenos días» al llegar, no hacerlo puede
de recordarnos las costumbres de dignidad en el vestido y en la conducta entenderse como un síntoma de mal carácter o mala educación. La pro-
que eran de rigueur en el mundo romano. Es precisamente por esta razón pia convención no tendría significación alguna para la aproximación diag-
por lo que las críticas de Séneca encierran el problema diagnóstico en una \ nóstica. Sin embargo, si nuestros mayores no pensaran que decir «buenos
cáscara de nuez. Me pregunto si hay muchas personas hoy día que, al leer días» inculca la actitud correcta hacia nuestros iguales, no insistirían en
un pasaje escrito por Mecenas, concluirían inmediatamente que mostraba enseñar esta convención a los niños, Es bueno para ellos, ya que «los moda-
sus orejas. En pocas palabras, lo que Séneca objeta es, por supuesto, cual- les hacen al hombre».
quier infracción de! decoro, de las convenciones que gobiernan tanto el Para volver a los estilos de vida, el primer presidente de la Royal Acade-
estilo de vida como e! del discurso; pero para descubrir esta ruptura con my, sir Joshua Reynolds (Fig. 340), era, por supuesto, muy ducho en la doc-
fines diagnósticos se debe conocer primero la convención. trina clásica de la oratoria, Se podría decir que todos sus discursos estéín
El arte modélico para e! mundo antiguo era la oratoria; era en este arte dedícados a la enseñanza del decoro (Fig, 341), Naturalmente, era el estilo
donde la teoría del decoro estaba tan desarrollada que mantuvo su impor- I noble y los elevados modales de los maestros canónicos del Renacimiento
tancia al tiempo que sobrevivía la tradición clásica de! arte occidental. Pue- i lo que por todos los medios trataba de inculcar a sus discípulos, y rara-

242 243
;

I
Los LISOS de las imágenes
Estilos artísticos y estilos de vida

lla de la contemplación de la rectitud y armonía universales que empie-


1
I zan por e! Gusto y culminan quizá, a medida que se exalta y se refina,
en la Virtud".

En otras palabras, «nos ayuda a crear una sociedad virtuosa». No es


I que la esperanza de que el arte pueda contribuir a la virtud fuera nueva por
I completo en la época en que Reynolds hablaba. Pero normalmente la cues-
I tión de los poderes didácticos de! arte estaba relacionada con el tema que
i, se encarecía a los artistas que pintaran, o quizá que evitaran, Entre los temas
que se esperaba que pintaran, los grandes exelnpla de heroísmo antiguo
seguían de cerca a los temas religiosos, y estaban especialmente recomen-
dados por los reformadores académicos franceses del siglo xvm 7 , Lo que
era menos frecuente en la época de Reynolds era atribuir semejante papel
II didáctico no al tema, sino al estilo o manera de pintar que, según enten-
demos, había de elevar las mentes de los individuos de modo que se libe-
raran de lo que Reynolds llamaba «los apetitos» y prefirieran la contem-
¡
plación de la rectitud, difundiendo lentamente este estilo de vida deseable
a lo largo y ancho de toda la nación,
Pero Reynolds no habría sido el hombre enormemente inteligente que
fue si hubiera creído que este deseable objetivo podía alcanzarse fácilmente,
En su último discurso dijo que los hombres no habían nacido con e! delei-
340 Sir Joshua Reynolds. mente omitía advertirles contra su antagonista, que para él se encarnaba te por las artes en su estado más elevado'. Sin embargo, era precisamente
Autorretrato como doctor
en la pintura holandesa: «No hay duda -dice- de que e! estilo más bajo en este contexto donde hubo de recurrir a una recomendación que encon-
en derecho, h. 1780. Royal
Academy, Londres será el más popular cuando caiga en e! dominio de la propia ignorancia, tró en los escritos de un crítico de la époCi¡\¡ James Harris; una recomen-
y que lo vulgar siempre se complacerá con lo que es natural en el sentido dación que bien podría parecer sorprendente, pero que guarda una impor-
341 Sir Joshua Reynolds,
reducido y mal interpretado de la palabra»5. Pero Reynolds nunca aban- tante relación con el tema que nos ocupa. Al hablar de las reglas del arte,
Teoría, 11.1799. Royal
Academy, Londres donó la esperanza de que e! estilo noble del arte que defendía pudiera trans- que él consideraba bastante inmutables pero impopulares, Harris sugería que
ferirse al estilo de vida. Él creía que la Royal Academy podía contribuir a deberíamos almenas pretender disfrutar de buen arte, y que esta preten-
crear una sociedad mejor, pero no era un colectivista. Se dio cuenta de que sión se convertiría gradualmente en algo de orden; en las palabras
los agentes de esta transformación debían ser los seres humanos indivi- · que citaba Reynolds, deberíamos «fingir gusto hasta que notemos que el
duales. Aquí está la conmovedora conclusión de su Discurso Noveno: I gusto viene; sentir que lo que comenzó en forma de ficción termina como
j realidad»', En otras palabras, se nos pide que practiquemos la autosuges-
El arte que profesamos tiene belleza por su objeto; nuestra labor con- tión. Si nos angustiamos al encontrar que una obra de arte a la que se con-
siste en descubrirlo y expresarlo; [ ... ] es una idea que reside en e! pecho I· sidera maravillosa de forma generalizada en realidad nos repele, no debe-
del artista, quien siempre se desvive por transmitir hasta que, final- \ mas desanimarnos. Si decimos «¿acaso no es maravillosa?» con la suficiente
mente, muere sin conseguirlo; empero, es hasta cierto punto capaz de
comunicarla, así como de elevar los pensamientos y ampliar las ideas
II frecuencia, podemos abrirnos paso hacia la genuina admiración. Nos habre-
mos lavado el cerebro a nosotros mismos adecuadamente.
del espectador; y, mediante el éxito de la obra de arte, puede hasta cier-
to punto difundirse, sus efectos pueden extenderse imperceptiblemente
I•
Aunque yo sería e! último en recomendar la adopción de semejante
actitud, no todas las intuiciones inoportunas de la psique humana son erró-
hasta convertirse en bien público, y encontrarse entre los medios para
conferir a naciones enteras el refinamiento del gusto: si no conduce
I
i
neas: somos más maleables en cuestiones de gusto de lo que nos gustaría
admitir. Pero quizá nuestra reluctancia a admitirlo es, en sí misma, parte
directamente a la pureza de los modales, almenas evita su mayor depra- I de transformación histórica. En este aspecto nos encontramos en e! lado
vación desembarazando a la mente de los apetitos y conduciendo a los opuesto de! gran abismo que separa nuestras concepciones del arte y la
j
pensamientos, a través de sucesivas etapas de excelencia, hasta aque- ! expresión de las que Reynolds había heredado de la tradición clásica. Como
¡

i,

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245
¡

!
,
Los usos de las imágenes I Estilos artisticos y estilos de vida

I
i
ya he indicado, para aquella tradición anterior el modelo de arte era la ora-
¡
,
dad que vinculamos con la Revolución Francesa resonaba sin duda en las
toria, el arte de despertar emociones. Todavía atribuimos este papel a lo artes. Si la antigua retórica y sus descendientes habían reflejado las jerar-
que denominamos las artes escénicas, como el teatro o la música. En estas quías sociales que abarcaban desde el más elevado hasta el más humilde,
artes puede decirse que la relación entre emoción y expresión está inverti- 1
no es de extrañar que el gran estilo se identificara ahora con la afectación
,
da. La expresión puede venir primero y engendrar después la emoción, de ! y que el humilde tuviera aspecto de sincero. Es bien sabido que uno de
I
modo que «lo que comenzó siendo ficción, termina siendo realidad». Pién- ¡ los manifiestos de su nuevo ideal era el prefacio añadido en 1800 por William
Wordsworth a la segunda edición de sus Baladas líricas, en las que des-
sese en el comentario de Hamlet sobre el actor que llora lágrimas verda-
deras al describir la muerte de Hecuba: «¿Qué es Hecuba para él, o él para cribía la poesía como «el flujo espontáneo de sentimientos poderosos» y
Hecuba, para que deba llorar por ella?». El actor, diríamos nosotros, se ha atacaba los ideales vigentes de la «dicción poética» ". Entre los pintores, por
adentrado él solo en ese dolor; los versos le han afectado del mismo modo supuesto, fue John Constable el que nunca dejó de criticar lo que él deno-
que estaban destinados a afectar al público. Reynolds no tenía ninguna minaba «manera», y quien luchó toda su vida por eliminar la artificialidad
duda de que este mecanismo, que nosotros describimos con una metáfo- en aras de la sinceridad. Puede entenderse hasta qué punto se hacía sentir
ra de la ingeniería como «retroalimentación», debería tenerse siempre en esta adopción de un estilo deliberadamente humilde (por hablar en tér-
cuenta en los análisis del propio arte. Su admiración por los grandes maes- minos retóricos) para expresar o manifestar también un estilo de vida en
tros del pasado le condujo a imitarlos -una práctica que también reco- el fragmento que John Ruskin dedicó a Constable en su obra Pintores moder-
mendó a otros-, como cuando se inspiró para su retrato de Sarah Siddons nos. Ruskin, el líder de la Gran Manera y la dicción poética de Turner,
como musa de la tragedia (Galería de Arte Dulwich) en el Isaías de Miguel creía que la «educación temprana y las amistades [de Constable] iban [ ... ]
Ángel de la capilla Sixtina 'o . Escribió que <<l1uestros corazones así encen- contra él; inducían en él una morbosa preferencia por temas de baja esto-
didos con frecuencia por aquellos a quienes deseamos parecernos, indu- fa [ ... ] sin embargo -admite Ruskin a regañadientes- sus obras mere-
captarán algo de su forma de pensar; y recibiremos en nues- cen el más profundo respeto, son rigurosamente originales, meticulosa-
tro pecho alguna irradiación al menos de su fuego y su esplendan>". Lejos mente honestas, están libres de afectación y son varoniles en su estilo»".
de defender la hipocresía cuando proponía que repitiéramos los movi- En otras palabras, Ruskin lo comprendía, pero no le gustaba.
mientos del gusto «hasta que los sintiéramos», Reynolds simplemente depo- La forma de sinceridad preferida por era la de la Hermandad Pre-
I
sitaba su confianza en la retroalimentación. Como platónico que era, rrafaelista, cuyo nombre proclama ya el rechazo de Rafael, el ,maestro ido la-
creía firmemente en la validez objetiva de los valores que admiraba y con- trado de la Gran Manera. Si fueran necesarias pruebas para demostrar has-
fiaba en que nosotros también acabaríamos por descubrirlos. ta qué punto lo qlJe se experimenta como expresión depende de la desviación
,

Sin embargo, si uno lee sus Discursos puede percibir que era entera- I de la norma vigente, podrían encontrarse de nuevo en las p,alabras de Rus-
¡ kin. Elogia la Hermandad «por la fundamental resistencia que tuvieron que
mente consciente de que la tradición que defendía ya se encontraba ame-
nazada. Esta amenaza procedía precisamente de la teoría alternativa de la I ofrecer [ ... ] a la belleza espúrea, cuyo atractivo ha tentado al hombre para
expresión que finalmente habría de prevalecer. Uno descubre que cons- que olvide, o para que desprecie, la más noble cualidad de la sinceridad»"'.
tantemente advierte a sus discípulos contra la creencia fácil en la inspira- No tenemos por qué dudar de que pintores como Holman Hunt, el
ción y en el culto de moda al «genio original» que no tiene necesidad algu- creador de El pastor a sueldo (Fig. 342), se sintieran particularmente since-
na de aprender de la tradición. ros al rechazar semejantes teatralidades y sensualidades como las exhibidas
Todos sabemos que el ideal de arte como algo noble y ennoblecedor \ en Venus y sus satélites, de William Etty (Fig. 343). Lo relevante para esta cues-
que Reynolds propugnaba era incapaz de resistir el ataque de los valores tión es sólo su dudosa convicción de que los primeros italianos, como Fray
rivales que se agrupaban bajo el eslogan de la sinceridad". En su seminal Angélico, pudieran haber carecido del dominio técnico de períodos pos-
obra The Mirror and the Lamp ", M. H. Abrams ha reconstruido este deci- teriores pero fueran, precisamente por esa razón, más sinceros que Ra-
sivo desplazamiento hacia la subjetividad que se produjo a finales del si- fael. El culto a los llamados italianos «primitivos» en el siglo XIX estaba
glo XVlIl y que afectó tanto al estilo de vida como al estilo artístico. Puede enraizado en esta convicción. Los viajeros a Italia entraban en trance fren-
no ser casual que Jean- Jacques Rousseau, quien en las Confesiones alar- te a los frescos de Giotto (Fig. 344) Y gozaban con lo que ellos entendían
deaba de su sinceridad, se hiciera retratar por Allan Ramsay (National Gallery cOlho la expresión de una época mejor; verdaderamente un paraíso de ino-
of Scotland, Edimburgo) sin la peluca empolvada que todavía era de rigneur cencia. Fijémonos en la introducción al capítulo sobre Giotto de 1846 en
para la mayoría de los modelos de Reynolds. La transformación de ia socie- Slcetches of the History of Christian Art, de lord Lindsay:

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!,,
,

Los usos de las Imágenes ¡ Estilos artísticos y estilos de vida

342 Wllliam Holman


No es necesario ser historiador del arte para reconocer en este sueílo
Hunt, El pastor a sueldo,
1851, Galerías de arte de un producto integral de la imaginación del autor, La época de Giotto fue
la ciudad de Manchester también la de Dante, cuando en las calles de Florencia resonaba el enfren-
tamiento entre los güelfos y los gibelinos yel poeta exiliado dibujó un espan-
343 William Etty, Venus V
sus satélites, h, 1835. toso fresco de los perversos tejemanejes de su ciudad nataL No es de extra-
Galería de arte de la ílar que yo tenga tan poca paciencia con la idea de que el estilo artístico
ciudad de York
, expresa el espíritu de una época. Jamás hubo una época que igualara la
344 Glotto, Entrega de las i majestuosidad de los cuadros de Giotto,
varas a san SlIneon, I y sin embargo puede haber sido el atractivo de estas caprichosas inter-
h. 1309. Capilla de la
pretaciones del arte del pasado lo que contribuyera a la insistente deman-
Arena, Padua
da de que los artistas del presente deberían también, a su vez, expresar su
I propia época. No sorprende que el dicho de Daumier «il étre de son
I temps» «(uno debe pertenecer a su época») ganara tanto terreno entre los
artistas del siglo XIX 'S . El cambio producido en el estilo de vida por la revo-
I
lución industrial, la aparición del ferrocarril, el crecimiento de las ciuda-
I, des y los avances de la medicina estaba obligando a plantear la pregunta de
,
'. , por qué los artistas debían continuar pintando dioses griegos o caballeros
, con armadura en lugar de la vie moderne 19 , que tanto deleitó a Baudelaire
,,
1 en los cuadros de Constantin Guys.
I Courbet fue uno de los muchos que insistieron en que «el arte l ... ] para
í
!
un artista es simplemente un medio de aplicar sus facultades personales a
, las ideas y las cosas de la época en la que vive»20. Pero entonces, ¿cuál es
\
este período, esta época? Es obvio decir que en cualquier época el escena-
I ,
rio de la historia está poblado por diferentes generaciones de ]?ersonas con
puntos de vista, influencias, poder y gusto infinitamente diversos. Aquí
podría acudir en nuestra ayuda la teoría del progreso postulando que aque-
llos que permanecen aferrados al pasado no cuentan. La épDca se identi-
fica con la vanguardia que en solitario representa el curso de la historia.
Era sin duda este credo persuasivo lo que condujo a la deificación de la his-
toria que Popper ha denominado historicism0 2l , la fe en una trama o plan
subyacente que inevitablemente hace avanzar a la humanidad hacia un
La época que hemos de abordar ahora es, comparativamente hablan- modo de existencia superior.
do, una época de reposo y tranquilidad; la tormenta duerme y los vien- Fue Hegel en Alemania quien proporcionó un fundamento metafísico
tos permanecen inmóviles, las corrientes van en una sola dirección y a este credo, Karl Marx quien intentó convertirlo en una ciencia predicti-
podemos navegar de isla en isla sobre una mar soleada, coqueteando va y en Francia, el traductor de Hegel, Hippolyte Taine, quien lo popula-
con el tiempo, seguros bajo un cielo sin nubes yen saludos de ino- rizó en términos más sociológicos. Para comienzos del siglo xx, esta pro-
cencia y amor, dondequiera que la brisa pueda llevarnos. Hay en ver- mesa utópica se había apoderado de las mentes de muchos artistas,
dad en las producciones de estos primeros tiempos una sagrada pure- especialmente los arquitectos, para quienes era necesario alcanzar su tiem-
za, una inocente nai'veté, una gracia y simplicidad un tanto infantiles, po después de generaciones de eclecticismo estilístico. Las opiniones del
una frescura, una audacia, una total libertad de afectación, un anhelo arquitecto americano Louis Sullivan, a quien se reconoce como creador
de todas las cosas verdaderas, amables y de buena reputación, que las del ráscacielos, son un caso pertinente: «El arte de la gente -escribió- es
invisten de una calidez peculiar en su especie, de la que incluso pocas un reflejo o expresión directa de la vida de esa gente [ ... ] En ninguna época
de las obras más perfectas de la época madura pueden alardea¡:17. yen ningún caso la arquitectura ha sido otra cosa que r... ] una emanación

248 249
Los usos de las Imágenes Estilos artísticos y estilos de vida

,
de la vida más íntima de la gente»". Fue esta convicción lo que convirtió a 345 Emil Nolde. La U/tima
Cena, 1909, Statens
tantos arquitectos en reformistas utópicos, en particular al discípulo aus-
Museunl fur Kunst,
tríaco de Sullivan, AdolfLoos, quien en vano trató durante mucho tiempo de Copenhague
transformar el estilo de vida de sus conciudadanos vieneses.
Recuerdo una reciente conferencia de uno de nuestros arquitectos des-
I
I

tacados cuya obra con frecuencia admiro pero cuya argumentación -la
cual debemos aceptar porque es de nuestro tiempo- me atreví a criticar.
Le pregunté que por qué creía que él pertenecía más a nuestro tiempo
que e! resto de nosotros. Quedó realmente desconcertado. Y en un artícu-
lo de periódico se sugería hace poco que con el fin de educar el gusto públi-
¡
co la Royal Academy debería estar siempre «ligeramente por delante de
í!
su tiempo»". Uno puede preguntarse por qué me complico tanto la vida 1

por lo que aparentemente es una cuestión puramente intelectual. Ojalá fue-


ra asÍ. Al principio he aludido a las consecuencias de la visión platónica de
los efectos de! arte sobre la sociedad que condujo al filósofo griego a pro-
poner la prohibición de determinados tipos de m úsica en su repú blica ,I
,
"
ideal. Por desgracia ha quedado demostrado que surge una mezcla aún
1
más explosiva si lo que he denominado la interpretación «farmacológica» ,

del arte se fusiona con la visión de! arte como síntoma. Creo que esto es
precisamente lo que sucedió en las dictaduras totalitarias de Alemania, Ita-
I
par e! lugar del destino. El ciclo de novelas de Zola de Les Rougon-Mac-
lia, Rusia y China. quart se propuso trazar el destino de una familia en términos de heren-
Esa lúgubre historia ha sido descrita recientemente en un libro muy cia, y Nietzsche iba a determinar que esa misma moralidad era un sínto-
documentado e ilustrado titulado Totalitarian Art, obra del émigré ruso ma manifiesto de decadencia en igual mediqa en Sócrates que en Richard
Igor Golomstock21 • Nadie necesita que se le recuerde el hecho de que en la Wagner. Hay una ironía adicional en el hecho de que fuera unJerviente sio-
Alemania nacionalsocialista los movimientos modernos fueron prohibi- nista que escribía bajo el seudónimo de Max Nordau quien proporciona-
dos y calificados como «arte degenerado»25, pero la nota trágica de este epi- ra munición a los nazis cuando produjo revuelo a finales de ese siglo con
sodio todavía puede llamar nuestra atención. Lo que era tan trágico fue un libro titulado Degeneración 27. En él demostraba su satisfacción por el
que muchos de los líderes de estos movimientos, especialmente en Ale- hecho de que todos los artistas que no le o no podía entender,
mania, se inspiraban en la convicción de que al rechazar los estilos y con- incluyendo a Whistler o a Cézanne, eran decadentes. Para poner las cosas
venciones del siglo XIX y volver la espalda al estudio de la naturaleza esta- aún peor, algunos artistas quedaron incluso prendados del eslogan y se vana-
ban preparando el terreno para una nueva época de espiritualidad pura. gloriaron de la idea de que la decadencia era algo a lo que había que dar
Esto se aplica a Emil Nolde (Fig. 345), quien coqueteó con el nacionalso- la bienvenida porque distinguía al creador refinado y sensible del burgués
cialismo, y en no menor medida a Wassily Kandinsky, cuyo libro sobre De impasible y fuerte. No es de extraflar que la burguesía estuviera encanta-
lo espiritual enel arte es un manifiesto de mesianismo. En su lugar, por Ida con esta confirmación de sus peores prejuicios, ya que decidió que cual-
supuesto, e! nuevo Mesías en la persona de Adolf Hitler decretó que era quier desviación de las normas aceptadas era síntoma de degeneración.
sólo él quien decidía cómo debería ser el futuro y el hombre nuevo del Sin embargo, necesitaba el ingrediente platónico para justificar la inter-
siguiente milenio. Esto puede haber sido platonismo enloquecido, pero al pretación de que también había que destruir e! arte degenerado para que
ridiculizar las tendencias alternativas calificándolas de degeneradas esta- no corrompiera la salud de la nación. Esta salud nacional sólo podía garan-
ba utilizando el lenguaje del diagnóstico del arte. Tampoco la metáfora tizarse y fortalecerse mediante imágenes de heroísmo y de belleza física.
médica es aquí inadecuada. En la medicina del siglo XIX e! problema de la Itali<l' según parece, se salvó de una tragedia similar, en gran medida qui-
herencia y la degeneración había empezado a ocupar un lugar preponde- zá, porque los modernistas italianos que establecieron las líneas maestras
rante, pero lo que había comenzado en un contexto netamente clínico atra- a principios de siglo fueron de hecho precursores del fascismo. Eran los
pó pronto la imaginación de críticos y autores'''. La herencia había de ocu- futuristas que proclamaban a voz en grito la necesidad de hacer pedazos

250 251
Los usos de las Imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
I

346 Umberto Boccloni, ¡ 347 Filippo Marinettl en


Dinamismo de un ciclista, Viena, 1924
1913, Colección Mattioli,
Milán 348 Josef Thorak,
Camaradería, realizado
para el pabellón alemán de
la Exposición Universal,
París,1937
I
I 349 Vera Mukhina,
Trabajador y agricultora
colectivista, realizado para
el pabellón soviético de la
I Exposición Universal,
I,
,
París, 1937

I
I ¡

"
lo viejo y crear una utopía de veloces automóviles (o, al menos, ve!oces
bicicletas) y gloriosas batallas (Fig. 346). Soy lo suficientemente viejo para I! V
,
, ,

haber escuchado en Viena a su portavoz, Marinetti, cuando ofreció una #


] ,

lectura de su poesía futurista hace más de sesenta aií.os. Me temo que


pensé que era sencillamente un payaso, ya que me sorprendió el ridícu-
lo contraste entre su aspecto de dandi -hasta en el brillo llamativamente
resplandeciente de sus zapatos- y su salvaje discurso revolucionario en
el que aullaba para imitar el ruido de las máquinas que tanto admiraba
(Fig. 347).
I
Según el libro de Golomstock, parece que los artistas de la vanguardia
rusa compartían en gran medida esta ideología megalómana. Ellos también
aspiraban a la remodelación de la psique humana para una época venide-
ra. En ese libro me enteré de que un tal Aleksei Gastev, comunista desta-
cado, defendía que «el trabajador de! arte debía permanecer junto al hom-
bre de ciencia como ingeniero psíquico, [., .lla propaganda orientada hacia
la forja de un hombre nuevo es esencialmente el único contenido de las
obras de! futurista». Posteriormente Stalin se hizo eco de esta perspectiva", \

En Rusia, en no menor medida que en Alemania o China, aquellos que


detentaban los resortes de! poder tenían sus propias ideas acerca de la uto-
pía del futuro y demandaban un arte que era casi indistinguible del de la
Alemania nazi (Figs. 348 y 349), Sin embargo, por muy estrechamente Sería interesante reconstruir estas influencias y efectos con mayor deta-
que se vigilaran las fronteras, las imágenes y perspectivas alternativas no 11e -el atractivo de la música pop o el arte abstracto-, pero sin duda el
podían mantenerse completamente a raya. La atracción ejercida por e! fru- impacto más decisivo debe de haber sido el de los programas de televisión
to prohibido era irresistible. Era precisamente e! tipo de arte que estaba I occidentales que podían verse en Alemania oriental, ya que éstos no sim-
prohibido el que parecía encarnar un estilo de vida infinitamente más de- bolizaban simplemente un estilo de vida, sino que parecían mostrarlo, por
seable que aque! al que estaba condenado la mayoría. falsos y distorsionados que pudieran ser en sus detalles.

252 253

¡
Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida

Es un alivio poder mirar atrás para ver que esta pesadilla pertenece al los miembros del grupo. ¿Acaso no es más probable que lo que se experi-
pasado. Pero debemos dar la razón a aquellos que nos recuerdan que sus menta como «carácter nacional» se deba más bien a la «impresión» acu-
consecuencias en modo alguno han desaparecido. Tanto en la Alemania mulativa de convenciones y tradiciones compartidas o, en otras palabras,
unificada como en muchas otras partes, tanto del este como del oeste, esta- a la cultura? "\()
rá lejos de resultar fácil separar el oportunismo político de los logros artís- I Me enfrenté a esta cuestión cuando se me asignó la tarea de pronun-
ticos. La Royal Academy, por supuesto, ha acabado por exhibir un plura-
lismo admirablemente ecuánime en su Exposición de Verano, pero en todas I ciar algunas conferencias para prisioneros de guerra austríacos en este país
hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. Hay que reconocer que estos
partes queda patente que el impuro vínculo entre alianza ideológica y pre- hombres tenían todos los incentivos para enfatizar su identidad nacional,
ferencia artística no ha sido destruido todavía. ya que mediante ella esperaban liberarse de los alemanes. Pero aun así me
No creo que éste sea un tema adecuado para sermones morales, sino sorprendió la forma en que insistían en la distinction: nosotros somos de
que merece un análisis sereno. Demasiado raramente encontramos este I trato fácil, ellos son rígidos; nosotros tenemos el vals, ellos sus marchas
tipo de análisis imparcial en la literatura y en la crítica de arte, pero entre- II militares. En mi calidad de nacido en Viena que jamás ha dominado e! vals,
tanto se ha desarrollado otra disciplina que bien puede ocupar su lugar:
el campo de la psicología social. I nunca me he tomado en serio estos estereotipos, y era consciente de las
demasiadas personas austríacas, famosas e infames, él las que no cabía apli-
No quiero introducir como si fuera una especie de deus ex machina una
disciplina que no domino. No me entusiasma su jerga, pero almenas ofre-
I cárselos. Sin embargo, estas sencillas gentes creían evidentemente en lo
que decían, y yo empecé a preguntarme si la imagen que ellos tenían de sí
ce un punto de partida fresco porque su instrumento favorito, e! cuestio- mismos era realmente tan irrelevante. ¿Podría ser que bailar la música de
nario, debe seguir en cierto sentido los pasos de lo individual. Todo, natu- «su» Johann Strauss hiciera aflorar algún aspecto diferente de su persona-
ralmente, se hace en interés de! mercado en lugar de en e! del historiador 1 lidad que pudiera haber quedado eliminado o infradesarrollado si hubie-
del arte. Quizá mi única credencial para mencionar esta aproximación es ran estado siempre expuestos a las marchas prusianas? Sin duda alguna,
el hecho de que uno de sus pioneros, Pierre Bourdieu, me cita de vez en sabemos en nuestras propias carnes que semejantes efectos de la retroali-
cuando en uno de sus libros, significativamente titulado La Distinción y mentación tienen sus límites; tanto e! interés personal como la propagan-
con el ingenioso subtítulo de Criterios y bases sociales del gusto (Critique da pueden borrarlos, así como también hacerlo el paso de las gene-
sociale du jugement)"J, que es una polémica réplica a la Crítica del juicio •
racIOnes. ,
de Kant. En contraste con Kant, que consideraba que el juicio estético era Es mediante estas transformaciones a lo largo del tiempo como debe-
algo completamente desprovisto de interés personal, Bourdieu trata de mos ocuparnos de volver sobre la forma de colectivismo conocida como
investigar en el impulso humano yen la necesidad que tienen los grupos Espíritu de la Época. Sabemos que se puede persuadir fácilmente a los jóve-
de establecer su identidad distintiva diferenciando su estilo de vida de! de nes de que establezcan su identidad vis-a-vis otra generación ante-
aquellos a quienes consideran sus rivales, sus inferiores o incluso sus supe- rior mediante un tipo de música, un lenguaje o un arte diferentes. Sin duda

nares. alguna la ideología del progreso facilitó este tipo de ruptura con e! pasa-
No cabe duda de que esta necesidad ha existido siempre. No hay nin- do en las sociedades conservadoras, pero hubo otros factores sociales que
guna tribu, nación o clase social que no quiera distinguirse de sus vecinos. contribuyeron a la aceleración de este cambio. Para decirlo brevemente,
Por tanto, existe un instructivo paralelismo entre la fe en el Espíritu de la ,I el viejo orden encarnado en la estructura jerárquica de la sociedad se ha
Época y aquellas otras formas de colectivismo como e! racismo o el nacio- 'debilitado mucho mediante la creciente movilidad. Cuando Reynolds habla-
nalismo que he mencionado al comienzo de este ensayo. Exactamente igual ba a sus discípulos acerca de la vulgaridad y la grandeza, ellos reconocían
que el historiador aprende a desconfiar de los estereotipos sobre los perío- y aceptaban los tintes sociales de estos términos, e incluso cuando los bohé-
dos y las épocas en cuanto profundiza un poco más en los acontecimien- miens franceses proclamaban su objetivo de épater le bourgeois sabían de
tos del pasado, así el viajero serio acabará por desechar la fácil generali- qué clase social querían distinguirse. Nuestra sociedad está ciertamente
zación sobre razas y pueblos que tanto ha predominado siempre en la lejos de carecer de clases sociales, pero está mucho menos estructurada que
imaginación popular. Quedará sorprendido por las diferencias de estilos en el pasado. He ahí que incluso los bienvenidos avances pueden tener efec-
de vida que encuentra, pero aquí, como siempre, surge la pregunta de has- tos colaterales menos deseables, ya que el hombre sigue siendo un animal
ta qué punto estas peculiaridades deberían contemplarse como la «expre- social que busca siempre la protección de un grupo. Basta asomarse almun-
sión» exterior de determinada esencia invisible que sea común' a todos do para ver cómo la desintegración de una vasta estructura de poder ha

254 255
Los usos ele las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida

350 Ilustración de moda,


manual de conducta para señoritas indicará a qué me refiero. Aquí, como
h.1910
siempre, es la desviación de la convención lo que se pretende que nos impre-
351 Fotografía de moda sione, pero en cuanto la desviación se convierte en una nueva convención,
procedente de The
Observer, 20 de enero de
i lo que he denominado «la lógica de la feria de las vanidades»3! conduce ine-
1991 (fotografía de David xorablemente a su desaparición. Por lo que sé, esa evolución puede haber
Woolley)
I, empezado ya, y podemos aproximarnos a un ideal posmoderno de anti-

¡ anti-elitismo tanto en la moda como en la construcción.


Albergo pocas dudas sobre e! hecho de que en nuestro tiempo este tipo
de proceso se ha visto acelerado por la televisión, que transmite nuevos
• •
modelos prácticamente a todos los hogares y sirve a intereses creados en
una fugaz renovación. Pero las fuerzas sociales y psicológicas sobre las que
descansa no sólo gobiernan e! cambio de las modas, sino también los esti-
los artísticos.
Lleva más tiempo producir y comercializar el arte que la ropa, pero creo
que en raras ocasiones el deseo de la distinction ha estado ausente de la
evolución de los estilos artísticos. Creo que al estudiar los datos y testi-
'.
J monios de nuestra época podemos atrapar estos movimientos, por así decir-
lo, por sus alas, y debería citar dos ejemplos de este tipo. El primero es un
352 Max Beerbohm, fragmento escrito por G. K. Cherteston en 1904. Chesterton estaba escri-
desembocado en la aparición de una serie de sub grupos que reclaman una Autorretrato, procedente biendo una biografía de Watts (Fig. 353), quien todavía vivía en aquella
de The Poets' Comer
identidad independiente, De ahí también la tendencia que observamos más (Londres y Nueva York, época, si bien se sentía obligado a defender su empresa de ensalzar a un
cerca de nuestro hogar de reemplazar las élites tradicionales por origina- 1943) maestro de lo que obviamente era ya una época pasada:
les grupos de élites anti-elitistas que caracterizan a nuestra denominada
cultura juvenil. 353 G. F. Watts,
Esperanza, 1860. Tate
,
Durante algún tiempo me he interesado por el modo en que se espe- Gallery, Londres
ra que los modelos de la moda persistan o desaparezcan. Estas cambian-
tes convenciones me parecen un campo de pruebas perfecto para la teo-
ría de la retroalimentación de la expresión a la que he aludido. Trate e!
lector de adoptar la diferente pose de las dos modelos que aparecen en la
ilustración (Figs. 350 y 351) Y sabrá a lo que me refiero. La pose no expre- j
sa tanto un estado mental determinado como lo afecta. Sería más fácil
mantener una breve conversación elegante si uno adopta la pose de!mode-
lo de 1910 que si uno adopta la postura de la joven que escogí de un mime-
i
ro de The Observer.
Uno se pregunta qué habría pensado Séneca de! atuendo y el porte de
esta joven; quizá habría acertado en su diagnóstico de que no tenía cono-
cimiento ninguno de la sintaxis ni la ortografía. Pero todavía hay una dife-
rencia entre su aspecto y el de! viejo Mecenas censurado por el filósofo.
El romano pensaba obviamente que no tenía por qué preocuparse por el
decoro ya que, después de todo, él había alcanzado ya la cima del éxito. Su
conducta era más bien la del arrogante desdén recomendado y denomi- I
nado sprezzatura en El cortesano de Castiglione. La versión moderna sugie- I
re un agotador esfuerzo por romper todos los tabúes de! libro. Cúalquier

256 257
Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida

No hay en la historia un elemento psicológico más extraordinario que «mófese de un gusto hasta que nadie lo sienta». De hecho, no son tanto los
el modo en el que un período se vuelve súbitamente ininteligible. En ¡ ideales compartidos lo que determinan una época como las aversiones com-
un instante, para comienzos de la época victoriana, hemos perdido las 1
\
partidas. Afortunadamente, estas aversiones todavía dejan mucho campo
i
claves. Esto siempre sucede repentinamente: un murmullo recorre los i para que los jóvenes artistas hagan lo que quieran -bien o mal- siem-
i
salones. El señor Max Beerbohm [Fig. 352] agita una varita mágica y I pre que presten atención a estas prohibiciones sociales. Por tanto, al acer-
\
toda una generación de grandes hombres y grandes avances parece car de algún modo la historia del gusto artístico a las fluctuaciones de la
de repente enmohecida y carente de sentido". moda no tenemos ninguna necesidad de rendirnos al relativismo en la esté-
tica como ha hecho Bourdieu. Basta pensar en la escena artística de Ingla-
¿Cuál era e! murmullo que recorría los salones? Supongo que era la fra- terra en torno a 1904, cuando escribía Chesterton, y en los diferentes talen-
se vieux jeu. En ocasiones basta con adoptar un determinado tono de voz tos y dotes exhibidos por artistas tales como Walter Sickert (Fig. 354),
al pronunciar ciertas palabras, como por ejemplo «concienzudo» o «gran- Wilson Steer o Augustus John. Todos ellos preservaron su integridad artís-
dilocuente»; ese mismo rasgo puede calificarse fácilmente como «porten- tica, pero me sorprendería ver un cuadro de esa época que emulara las
\
toso», «dramático», «sensiblero» o «kitsch», y toda una moda artística pue- altruistas ambiciones de Watts.
de desecharse porque se haya convertido en algo ligeramente despreciable. I Naturalmente, en e! seno de estas amplias latitudes surgen nuevos nú-
Recordemos cómo las palabras «sentimentai», «anecdótico» e incluso,
lamento decirlo, «académico» cambiaron de coloración para significar todo
I,
i
cleos y nuevos antagonismos que pueden convertirse en tendencias o inclu-
so en estilos. El mecanismo queda ilustrado de forma elocuente en un libro
i
\ lo que se había vuelto tabú. Sería interesante escribir una historia de! arte ¡
titulado Evolution in Modern Art escrito en la década de 1920 31 • El autor
í
en términos de este tipo de rechazos y aversiones domésticas. Sugeriría que recordaba cómo a comienzos del siglo, durante sus visitas a París, sus amis-
realmente deberíamos invertir e! consejo que nos daba Harris de que debe-
ríamos «fingir un gusto hasta que lo sintamos». La versión mejorada diría
I tades artísticas trataban de quitarle la costumbre de los perezosos hábitos
visuales que le habían impedido apreciar a los impresionistas, y cómo final-
354 Walter Sickert, Ennui, mente mientras paseaban consiguieron convencerle de que las sombras no
. 1914. Tate Gallery, siempre eran grises, sino que a veces eran violetas .
Londres
Unos diez años después, en otra visita París, Frank Rutter descubrió
,',

que los artistas jóvenes ya no estaban interesados en la verda,dera aparien-


cia de la naturaleza, sino sólo en ideas y teorías abstractas. «Una nueva fra-
se era una inspiración; una nueva palabra, un gozo. Un día un pintor al que
conocía acompailó [... ] a un estudiante de ciencias a una copferencia sobre
mineralogía. Volvió de lo que había sido una instructiva tarde con una nue-
va palabra: cristalización. Estaba [ ... ] destinada a convertirse en un talis-
mán".» Poco después, sentado en un café, Rutter recuerda que señaló impru-
dentemente que admiraba a Velázquez. «¡Velázquez! -fue la airada
reacción-, ¡pero si.no tiene ninguna cristalización!» No tenemos que acep-
tar esta historia como una verdad evangélica para considerarla una pará-
\ bola instructiva. Por supuesto que Rutter estaba equivocado al insinuar que
era este oportuno encuentro lo que condujo al auge del cubismo, pero aun
cuando hubiera estado en lo cierto ello no explicaría la originalidad e inge-
nio con que Picasso y Braque consiguieron hacer un nuevo tipo de pintu-
ra aplicando a ultranza un eslogan (Fig. 355). En mi calidad de indivi-
dualista empedernido, no creo que las presiones sociales de las que estoy
hablando puedan jamás determinar ni explicar el talento que puede dar
lugár a la maestría, pero aquéllas no pueden apartarse de la ecuación cuan-
do queremos explicar su éxito o su fracaso. El lanzamiento de cualquier
innovación se puede contemplar como un experimento social, ye! aleja-

258 259
I
.,
Los usos de las imágenes i Estilos artísticos y estilos de vida
I

,,

j
)
355 Pablo Picasso,
tesis causal y las afirmaciones de nuestros diagnosticadores que distingue
Retrato de Ambroise
Vollard, 1909-1910. en el cubismo de Picasso un síntoma de ese mismo Zeitgeist que también
Museo Pushkin, Moscú se manifestaba en la teoría especial de la relatividad de Einstein.
Una vez atravesado un territorio tan amplio, es momento sin duda de
que regrese, después de este paseo tan accidentado, a nuestros ejemplos
iniciales. No es difícil distinguir los principios de exclusión o evitación que
vinculan los estilos artísticos ilustrados por Osbert Lancaster con sus res-
pectivos estilos de vida. Obviamente, la élite social que cultivó el rococó
en la Francia y Alemania de! siglo XVllI (Fig. 337) deseaban eliminar de su
entorno y su modo de vida todo aquello que fuera zafio, grosero, angulo-
so y poco refinado, igual que la concienzuda pareja del ático (Fig. 338) no
podía sentirse mejor por haber despreciado la vulgaridad de un adorno
que consideraban tan próximo al crimen. Puede ocurrir perfectamente que
¡ la satisfacción de este deseo «hiciera florecer» también determinadas ten-
dencias en sus personalidades, como las ganas de jugar -en el primero-
o la eficiencia -en el otro-, tendencias que también razonablemente han
teflido la elección de sus palabras, sus gestos y sus expresiones faciales.
Pero aun cuando, como sugerí al principio, asumir el atuendo del roco-
có puede hacernos «sentir diferente», no debemos caer en la tentación de
concluir, como han hecho algunos historiadores, que «el hombre del roco-
có» era una especie completamente diferente que no tenía nada en común
con su descendiente del siglo xx 37 • Fue esta fatal ilusión lo que desembocó
en e! utópico intento por parte de los «terrib!es simplificateurs»38 de poner
miento radical de la norma que supuso el cubismo habría sin duda naci-
,
, de moda un «hombre nuevo» mediante el control de los poderes del arte.
,
do muerto si el terreno no hubiera estado abonado por la ideología del his- ,,i Aquí elmarionetista estaba destinado a fracasar, porque los 'seres huma-
toricismo, por el miedo de quedarse atrás en el camino hacia un futuro nos desarrollan su existencia en muy diferentes planos. Pueden ceder a pre-
desconocido. Si para poder triunfar la pintura cubista exigía un esfuerzo, siones sociales en un aspecto y guardar celosamente su privacidad en otro.

el ambiente estaba lleno de rumores sobre otras asombrosas novedades en El hombre del tocador puede haber sido un fiel miembro de la Iglesia o
credos ocultos, en la filosofía y en las ciencias, que parecían hacer caso un ávido lector de Voltaire, igual que la pareja del tejado puede haber
omiso del sentido común". Al subrayar que el gusto por estos acertijos sido partidaria de la ciencia o haber pertenecido a un grupo con un culto
visuales era un gusto adquirido no estoy tratando de sugerir que e! juego estrafalario. No debemos olvidar nunca que el estilo, al igual que cualquier
no mereciera la pena. De hecho, aquellos que descubrieron sus placeres otro uniforme, es también una máscara que esconde tanto como revela.
podían experimentar, en las famosas palabras de Reynolds, «un sentimiento
de felicitación al reconocerse capaces de semejantes sensaciones»"'. No \

podía resumirse de forma ¡mis contundente la recompensa por haber con-


seguido fa distinction.
La estética no es una ciencia exacta; tampoco la psicología social. ¿Quién
se atrevería a cuantificar la proporción de ingredientes objetivos y subjeti-
vos en la composición química de una experiencia como ésta? Aun así, soy
consciente de que al asignar el papel de catalizador a las murmuraciones y
los eslóganes vigentes en París entre los artistas e intelectuales de la época
puede parecer que he hecho concesiones a mi pesadilla, el espíritu de la
época. Espero, sin embargo, poder insistir en la diferencia entre um{ hipó-

260 261
1

l Lo que el arte nos dice


i

Lo que el arte nos dice I



j al lector un episodio importante si bien a menudo desdeñado de la histo-
ria de la historiografía.
Sin embargo, en este punto el autor interrumpe su relato sobre la obten-
ción de información a partir de evidencias visuales, aunque en su prefacio
nos revela que es perfectamente consciente de haberlo dejado incomple-
to. Rellenar este hueco exigiría ciertamente un volumen de al menos el mis-
mo tamaI10 dedicado a la historia de las investigaciones arqueológicas has-
ta nuestros días. Tendría que rendir homenaje, por ejemplo, al teólogo
protestante Ferdinand Piper, cuya obra extraI1amente titulada Einleitung
in die Inonumentale Theologie (Gotha, 1867) todavía no ha sido superada
Crítica del libro de Francis Haskell. Hislory {IJllf ils 1111l1ges: Art ol1d the Tllte/pretation of como guía de la arqueología cristianal. Tampoco podría omitir usos tan
ti/e Past (New Haven y Londres: Yale University Press, 1993)*. publicada en New York espectaculares de las evidencias visuales como el descubrimiento por par-
Review ofBooks (21 de octubre de 1993), págs. 60-62; reimpreso con revisiones te de un oficial de caballería francés, Lefebvre des Noettes, de que los méto-
j
dos utilizados por los antiguos para enjaezar a sus caballos privaban a los
Con su libro espléndidamente escrito y bellísimamente editado, Francis <
1
animales de su fuerza porque les ocluían la tníquea, así como que no fue
Haskell ha roturado una tierra completamente nueva. Hay bibliotecas lle- hasta el período carolingio cuando encontramos ilustraciones que mues-
,, nas de libros de historia y sobre el método de la historiografía que abor- tran la modificación que incrementó lo que todavía denominamos «caba-
dan el desarrollo de la crítica histórica, la utilización de fueros y docu- llos de fuerza>>'.
mentos y (más recientemente) la evaluación estadística de los registros De todos modos, no fue realmente este tipo de información inciden-
personales; pero ninguno de ellos se ocupa mucho de la utilización de las tallo que Ruskin tenía en mente cuando en 1884 escribió que las grandes
evidencias visuales por parte de los historiadores. No es que el lector deba naciones escriben sus autobiografías en tres manuscritos: el libro de sus
esperar o temer pesadas disquisiciones sobre el método. Al contrario, el actos, el libro de sus palabras y el libro de su arte. Ninguno de ellos puede
autor adopta ese adecuado enfoque de abordar cualquier problema pasan- entenderse a menos que leamos los otros dps; pero, de los tres, el único
do revista a las contribuciones de sus predecesores y se remonta, al menos, ¡ digno de confianza es el último'. Incluso más de un siglo después todavía
hasta Aristóteles. Aunque, en verdad, mientras que por regla general Aris- se presenta con frecuencia esta afirmación en el seno de la vída académi-
tóteles dedicaba unas pocas secciones superficiales a dicha mirada retros- ca, y debemos agradecer a Haskell que haya dedicado la segunda y más
I
pectiva, Haskell ha llenado nada menos que 495 páginas eruditas y ricas extensa parte de este libro al debate que desencadenó en el pasado.
en anécdotas e incidentes casi olvidados.
No sería necesario decir que, asimismo, debía ser selectivo en esta pio-
I Aquí, como en la primera parte, Haskell nos presenta una galería de
a
retratos inolvidables. Conocemos personalmente Andrea de Jorio, el explo-
nera tentativa: selectivo no sólo respecto a los personajes de los que esco- rador del lenguaje gestual napolitano; a ese anticuario erudito que fue el
gió ocuparse, sino también en lo relativo a los problemas que planteaban conde de Caylus, que tan injustamente fue tratado por Winckelmann y Les-
las evidencias visuales en el sentido más amplio. Desde este punto de vis- sing; a William Roscoe, el biógrafo de Lorenzo de' Medici; a Alexandre
ta, el libro se divide claramente en dos partes bien diferenciadas. Los pri- Lenoir, el creador del Musée des Monuments Franrais; a Michelet, el gran
meros cuatro capítulos abordan lo que el autor denomina «el descubri- j1istoriador de Francia; a «Champfleury», el estudioso del arte popular; y
miento de la imagen». Aquí se ocupa fundamentalmente de la información a Huizinga, el famoso historiador de la cultura, por citar sólo unos pocos.
fáctica que, entre los siglos xv y XVIII, los numismáticos, anticuarios y Dado semejante fascinante reparto de personajes, no tendríamos derecho
arqueólogos trataron de obtener de los monumentos del pasado acerca del a quejarnos de que no todos los participantes en este debate reciban lo que
aspecto de los retratos, los rituales y lo que se denominaba realia, la for- merecen.
ma de las armas o el atuendo y demás equipamientos. Las noventa y dos La única cuestión que de algún modo queda sin resolver es la de la tran-
excelentes ilustraciones que dan vida a esta sección contribuyen a ofrecer sición entre la primera y la segunda parte del libro. ¿Cómo se convirtió la
historia del arte, que en épocas anteriores consistía fundamentalmente en
Exisle edición espai1ola: La historia)' sus imágenes: el arte y la interpretación del pasado,
:+
las biografías de los artistas, en una historia de los estilos artísticos dis-
Alianza Editorial, Madrid: 1994. Traducción de José Luis L<Ípez Mulloz. (N. del '1:) . puesta a ofrecer una clave del pasado? El autor era sin duda consciente de

262 263
¡,

Los usos de las imágenes Lo que el arte nos dice


I

esta laguna: además decidió comenzar el segundo relato in media res. Abrien- que rechazaba la naturaleza monolítica del espíritu de la época y que tan-
do esta sección con «El arte como indicador de la sociedad», escribe acer- to influyó en Aby Warburg?
tadamente que «para la década de 1840 se ha convertido en algo casi habi- Ésta puede ser la cuestión que parece destinada a que inserte lo que en
tual afirmar que las artes de un país podían ofrecer una impresión más el argot legal se denomina una «declaración de intereses», ya que resulta que
fiable de su verdadero carácter que aquellos otros patrones de medida más yo estuve personalmente involucrado en esta disquisición y -de modo un
usuales [ ... ] de los que hasta la fecha habían hecho uso los historiadores»; tanto extraño- desde ambos lados del campo de batalla. En 1947 el gran
y añade, de modo igualmente acertado, que es «muy difícil seguir los romanista y medievalista Emst Robert Curtius publicó anticipadamente un
procesos de pensamiento exactos que desembocaron en esta convicción». extracto de su libro Literatura europea y Edad Media latina, en el que arre-
Las diecisiete páginas que siguen presentan al lector tres personajes cru- metía contra esas mismas afirmaciones acerca de las evidencias visuales de
ciales en este proceso: Winckelmann, Herder y Hegel; pero comparados las que se ocupa HaskelP. Los textos, recuerda él a sus lectores, son inteligi-
con algunos de los retratos mencionados más arriba, estos últimos no lle- bies para nosotros ... o no. Contienen fragmentos difíciles que sólo pueden
gan a cobrar vida. desentrañar los filólogos. Para el estudioso del arte es más fácil:
Podemos apreciar la falta de simpatía por parte del autor hacia esa tra-
dición alemana, pero aun así es dudoso que podamos ignorar a persona- Él trabaja con imágenes, y con diapositivas. Aquí no hay nada ininte-
jes tales como el hegeliano Carl Schnaase, cuya obra en varios volúmenes ligible. Para comprender los poemas de Píndaro tenemos que expri-
titulada Geschichte der bildenden Künste (Leipzig, 1842 y ss.) ofreció el pri- mimos el cerebro. Esto no sucede con el friso del Partenón. Esta mis-
, mer modelo de maridaje entre la historia cultural y la historia del arte: ma diferencia se aprecia entre Dante y las catedrales, etc. El estudio
"

científico de las imágenes no requiere esfuerzo si lo comparamos con


También el arte pertenece a las expresiones necesarias de la humani- el estudio de los libros. Nuestros estudiantes lo saben muy bien. Si es
dad; de hecho cabría afirmar que el genio de la humanidad se expresa posible atrapar «la esencia del gótico» a través de las catedrales, uno ya
de un modo más completo y más característico en el arte que en la reli- no tiene que leer a Dante. ¡Muy al contrario! La historia de la literatu-
gión (pág. 83). ra (y de esa incómoda disciplina, la filología) debe aprender de la his-
toria del arte. ,,

Es verdad que la aguda visión del espectador penetrará también pro- ,
fundamente en la naturaleza de una nación al examinar su vida polí- El autor de esta andanada había sido amigo y admirador del Instituto
tica o sus logros científicos, pero los rasgos más sutiles y más caracte- Warburg durante ,muchos años, ya su director, Fritz Saxl, le molestaron
rísticos del alma de un pueblo sólo pueden ser reconocidos en sus sus insinuaciones. Había confiado en hacer del método de interpretación
creaciones artísticas (pág. 86). de Warburg de la relevancia cultural de las imágenes algo aceptable para
los historiadores británicos subrayando precisamente que las imágenes, en
Por tanto, el arte de cada período es a la vez la expresión más comple- no menor medida que los documentos, podían proporcionar valiosas
ta y la más fiable del espíritu nacional en cuestión, es algo parecido a evidencias históricas. Consecuentemente, él, que en esa época estaba tra-
un jeroglífico [ ... ] en el que la esencia secreta de una nación se decla- bajando en los papeles de Warburg, me ordenó que discrepara de Curtius
ra por su cuenta, condensada, es cierto, oscura a primera vista, pero y defendiera el estudio de las imágenes. Francamente, no me hizo muy feliz
totalmente y sin ambigüedades ante aquéllos capaces de leer estos sig- €sta labor, ya que en buena parte yo estaba de acuerdo con Curtius. He
nos [ ... ] Así, una historia continua del arte aporta el espectáculo de expuesto en otros lugares' que la opción más fácil, la que Curtius ridiculi-
la evolución progresiva del espíritu humano (pág. 87)'. zaba, me había atraído en realidad cuando todavía era un estudiante, pero
que me había convencido de sus falacias en mis años universitarios. Todo
¿y acaso ese fundamental capítulo titulado «La engañosa evidencia del lo que podía hacer era escribir una carta (que entretanto ya ha sido publi-
arte» no debería haberse referido a Friedrich Nietzsche, en cuya obra El cada)' aceptando las puntualizaciones realizadas por el gran erudito, pero
origen de la tragedia (1872) discrepaba de la influyente interpretación de recordándole el hecho de que incluso las obras de arte (como por ejem-
Winckelmann del mundo antiguo sugiriendo que las artes visuales de los plo el friso del Partenón) sólo pueden entenderse, en cualquier sentido que
griegos sólo nos hablaban de la vertiente apolínea de su alma, mientras que tenga este término, «exprimiéndonos el cerebro»; analizando, por ejemplo,
la música y el teatro revelaban su vertiente dionisÍaca; una interpretación el ritual de la procesión panatenaica.

264 265
Los usos de las imágenes
Lo que el arte nos dice

En aquella época no sabía que la defensa de Curtius de la filología fren- vaciones específicas en la producción de imágenes a maestros concretos, y
te al estudio del arte no era la primera de esta naturaleza. Podemos entre- especulaban también sobre las causas del declive de esta destreza. Haskell
ver un atisbo de un debate similar en los Annals de Goethe de 1805": con dedica un interesantísimo capítulo a «la cuestión de la calidad» y las inter-
la intención de dedicar un monumento literario a Winckelmann, Goethe pretaciones sobre el declive del conocimiento del oficio, pero no es tan ins-
y sus amigos de Weimar habían pedido una contribución al filólogo clá- tructivo sobre otra cuestión que se convirtió en un vital ingrediente de su
sico más famoso de su época, el profesor Friedrich August Wolf. Encon- historia: la historia de la producción de imágenes proporcionaba un mode-
traron al gran erudito un tanto indiferente ante estas preocupaciones, ya lo no sólo del progreso de la destreza, sino también de su abuso para fines
que resultaba que Wolf sólo consideraba dignos de atención los testimo- inmorales. Como tantos otros temas críticos, este modelo estaba tomado
nios escritos en el pasado. Según leemos, Goethe y sus amigos habían esco- sin duda de los maestros de retórica de la Antigüedad, sobre todo de Pla-
gido un sendero diferente. Su apasionado amor por las artes visuales había tón, quien condenaba la mala utilización de las destrezas oratorias porque
originado en ellos la convicción de que el arte también debería conside- eran un signo de depravación. Tal vez fuera esta preocupación más que
rarse históricamente, aproximación que Wolf rechazaba de forma obsti- cualquier otra lo que favoreció el auge de la idea de que la salud del arte
nada. «Fuimos incapaces de conseguir que admitiera que nuestros docu- era un indicador de la salud de la sociedad. De modo que Shaftesbury,
mentos eran igualmente válidos que los suyos, pero como consecuencia de Rousseau y finalmente \A/inckelmann transformaron la crítica de arte en
este conflicto conseguimos que se airearan todos los argumentos a favor una especie de profecía moral.
yen contra, de modo que todo el mundo se benefició de ello.» Quizá no se podría explicar este cambio sin prestar atención a un des-
¡Cómo nos hubiera gustado haber estado presentes en todos aquellos plazamiento de la función cultural del arte de la que el mensaje de Winckel-
debates! Parece que lo que Goethe y sus amigos sostenían esencialmente mann es en sí mismo sólo un síntoma. M. H. Abrams, a quien tanta C0111-
era que las imágenes se podían disponer en una secuencia histórica; yen prensión debemos de los orígenes del movimiento románico, ha llamado la
esto, seguramente, tenían razón. No se puede negar que la historia de la atención sobre la novedosa aproximación del siglo XVIII a lo que él denomi-
producción de imágenes ofrece a este respecto un fácil acceso a la trans- na «arte como tah,'. Las épocas anteriores se referirían a la pintura, la escul-
formación histórica como tal. Es menos laborioso comparar una Madon- tura y las demás artes como destrezas que admirar y atesorar, pero la idea de
na de Giotto con otra pintada por Simone Martini que comparar un sone- que la exposición a las obras del pasado sería experiencia edificante sólo
to escrito por Dante con otro de Petrarca. No es de extrai'lar que ya en la surgió tras la estela del Grand Tour y de los viajeros idealistas 9ue buscaron
época de Goethe los coleccionistas de arte y los museos hubieran empe- orientación en los filósofos como Shaftesbury. En la opinión de estos profe-
zado a organizar sus tesoros con un criterio histórico y a ofrecer al visi- tas, el poder mismo que las imágenes tienen para impresionar la mente incre-
tante una experiencia vicaria del paso del tiempo. menta su capacidad no sólo de inspirar, sino también de sedpcir y corrom-
Lo que Haskell puede haber pasado por alto es precisamente que el per. Fue en este sentido como las artes acabaron por interpretarse como un
estudio de las artes visuales guarda más afinidades con la historia que, diga- «indicador de la sociedad». Un arte sensible sólo podía ser síntoma de una
mos, el estudio de la diplomacia. Muchas culturas han erigido monumen- sociedad corrupta, más culpable aún si esa sensualidad también infectaba
tos para hablar a las épocas venideras de determinados acontecimientos la imaginería religiosa. Quizá resida aquí uno de los elementos de la revolu-
o para garantizar que dichos acontecimientos se contemplaran de deter- ción que habría de situar al arte justamente en el centro de la conciencia his-
minada forma. En muchos casos, dichos monumentos proclamaban su tórica. Es difícil decir qué parte proporcional de esta evolución se debía a las
antigüedad a épocas a su vez posteriores mediante el modo mismo en que Idenuncias de la sociedad de Rousseau y qué parte le correspondía a las blas-
estaban creados. Sin duda alguna el lenguaje de las inscripciones, además femias de la Revolución Francesa contra la religión establecida. En cualquier
de la propia forma de las letras, puede indicar también el paso del tiempo caso, hubo una paulatina transición desde la (<I1oble sencillez» elogiada por
a los iniciados; pero en determinadas épocas el arte y la habilidad en la pro- Winckelmann hasta la «devota sencillez», el ideal que los primeros román-
ducción de imágenes cambió tan rápidamente que las propias transfor- ticos como Wilhelm Wackenroder o los nazarenos veían personificado en
maciones despertaron la curiosidad de generaciones posteriores. las artes de principios del Renacimiento, antes de que la sensualidad hubie-
Por tanto, uno de los conceptos centrales de la historiografía, la idea de ra corrompido hasta el alma del divino Rafael.
progreso, se convirtió en algo íntimamente vinculado con las imágenes del Sería absurdo, por supuesto, acusar a Francis Haskell de haber ignora-
pasado. Plinio en la Antigüedad y Vasari en el Renacimiento ofrecían el do en su relato la importancia del arte religioso. Después de todo, él obtu-
paradigma de una historia tecnológica que asignaba invenciones e inno- vo sus primeros laureles demoliendo el mito del «arte jesuita», según el cual

266
267
Los usos de las imágenes I Lo que el arte nos dice

se atribuía a esa orden la intención de utilizar las artimañas teatrales del Desde los tiempos de Vasari (si no antes), la «invención de la pintura
Barroco para conseguir sus objetivos políticos, y vuelve sobre esta cues- al óleo» atribuida a Jan van Eyck se había considerado una importante con-
tión en el capítulo que dedica a Hippolyte Taine. Pero ni siquiera Taine, tribución al progreso del arte; de la categoría de la invención de la persc
que se enorgullecía de su objetividad científica, podía evitar interpretar el pectiva lineal. No es de extrañar que a los historiadores del arte del norte
arte del pasado en términos morales. Básicamente era siempre esta inter- de los Alpes les gustara celebrar este avance como un equivalente al del
pretación moral lo que dividía las mentes de los críticos del siglo XIX. Los Renacimiento italiano. Haskell demuestra la importancia que adquirió esta
mismos avances que podían celebrarse como triunfos del progreso po- valoración entre los nacionalistas en la época de la gran exposición de pin-
dían también condenarse por ser síntomas de decadencia. Era concreta- tura flamenca de Brujas de 1902. Durante un período de tres meses y medio,
mente en la valoración del Renacimiento donde estas divergencias emer- que comenzó a mediados de junio de 1902, aproximadamente 35.000 visi-
gían a un primer plano. Lo que Chateaubriand, Pugin y Ruskin denun- tantes pasearon por el imponente salón de acceso y vestíbulo del Palais Pro-
ciaban como una desviación de la pureza del arte medieval era aclamado vincial y subieron sus monumentales escaleras, todo lo cual había sido
como progreso por Lenoir, Hegel, Michelet, Taine, Burckhardt y Warburg. decorado con tapices medievales prestados por los Rothschild, los Somzée
No es que cualquiera de estos últimos hubiera querido renunciar al dere- y otros propietarios públicos y privados. La pequeña y mal iluminada
cho del historiador de diagnosticar determinadas tendencias artísticas como sala que los recibía en el primer piso estaba dedicada a los Van Eyck, a sus
decadentes, sino que sus criterios variaban en función de su sesgo general. 356 Jan van Eyck, La predecesores y a sus inmediatos seguidores; y los dos adustos desnudos
Lo que aseguraba la supervivencia de la filosofía de Hegel entre los intér- Virgen del canónigo Van
der Paele, 1436. Museo
prestados procedentes de Bruselas estaban por tanto entre las primeras
pretes del arte bien pudo haber sido su capacidad para reconciliar estos obras que sorprendían a las multitudes. El impacto era sobrecogedor y mar-
Groeninge, Brujas
opuestos mediante el recurso a la dialéctica. No podía haber ningún tipo
de progreso general sin el declive de determinadas formas de arte, ya que
la humanidad había avanzado desechando lo obsoleto. Haskell no se
preocupa por la teoría de la vanguardia en las batallas en torno al arte con-
temporáneo, sino que aborda lo que fue una singular consecuencia de esta
concepción metafísica del proceso: la interpretación del arte como profe-
cía derivada de la creencia en que el artista se anticipará a los movimien-
tos de la historia. Otra cuestión diferente es si todos los ejemplos de Has-
kell se pueden clasificar tan fácilmente como tales. Sin duda alguna no es
algo irracional descubrir retrospectivamente que determinadas tendencias
de épocas pasadas se manifestaron posteriormente en acontecimientos tan
dramáticos como la Reforma, la Revolución Francesa o la Primera Gue-
rra Mundial. Naturalmente, estas realizaciones podían fortalecer y de hecho
fortalecieron la creencia irracional en el curso predeterminado de la his-
toria, que Karl Popper ha apodado «historicismo»lO. Aun así, la fe en el pro-
greso nunca llegó a desbancar la creencia en la decadencia y el declive; cier-
tamente nuestro siglo ha sido testigo del apoyo que recibió la fe en la
decadencia en las actividades de la policía secreta tanto de la Alemania nazi
como de la comunista Europa del Este.
Con toda razón, Haskell se abstiene de abundar en estos excesos. Pero
quizá incluso su último capítulo podría haberse beneficiado de una mayor
conciencia de estos problemas perennes. Su libro culmina con un memo-
rable capítulo dedicado a «Huizinga y el "Renacimiento flamenco"», en el
que se presentan los dilemas del gran historiador cultural holandés como
un ejemplo final de los problemas planteados por toda interpretación del
arte del pasado.

268
269
:
l
Los usos de las imágenes i Lo que el arte nos dice

có e! tono para un muy posterior análisis de! arte flamenco. Habían sido 1888. Pronto le llegó e! turno al arte romano, al que Franz Wickhoff mos-
pintados, decía un crítico, «con una sinceridad tal, incluso con tal bruta- tró bajo una nueva luz en su libro sobre e! origen de Viena (publicado pos-
lidad' que asombra incluso al más moderno de nuestros propios realistas». teriormente bajo e! título de Rdmische Kunst). A él siguió otro historiador
Frente a ellos, en el lugar de honor se encontraba La Virgen del canónigo del arte vienés, Alois Riegl, cuya modesta obra El arte industrial tardorro-
Van der Paele (Fig. 356): fueron los rasgos «severos y retraídos» de! prior, mano (1902) ocultaba la radical propuesta de erradicar el término «decli-
insuperables siquiera por Durero, lo que causó el mayor impacto de esta ve» incluso del tratamiento de los estilos antiguos tardíos y considerar toda
obra maestra vivamente coloreada, y un crítico se sintió inspirado para evolución artística como el resultado de «intenciones» novedosas.
escribir que era «e! cuadro más realista que podía concebirse; no, por supues- Éstos fueron los años en los que se descubrieron los valores intrínsecos
to, por la elección del tema, sino por su concepción del arte, que es la cues- del «arte primitivo» por parte de los movimientos radicales del siglo xx,
tión fundamental. Courbet, "que no había visto nunca un ángel", no es un que también permitieron a Max Dvorák (el sucesor de Wickhoff en Vie-
realista tan riguroso como Jan van Eyck, que los pintó». na) recomendar a los expresionistas de su época (1920) las tendencias ante-
Sin embargo, lo que convierte este episodio en algo tan decisivo para riormente ridiculizadas del manierismo italiano. En los años de posgue-
el tema principal de Haskell son las dudas que Huizinga empezó a alber- rra, Millard Meiss hizo una declaración en favor de las tendencias retrógradas
gar sobre esta interpretación. La obra más famosa de Huizinga, que riva- del Trecento italiano, hasta que finalmente incluso los pintores de salón del
liza en potencial y riqueza con La cultura del Renacimiento en Italia de siglo XIX descubrieron a sus paladines, transformación en la que el propio
Burckhardt, lleva por título El otoño de la Edad Media, y de hecho su aná- Francis Haskell estuvo también involucrado.
lisis está dedicado a los síntomas de decadencia de la cultura de la época. Así, lenta pero decididamente, las nociones tradicionales de progreso
Pero ¿acaso no había una contradicción, planteaba Huizinga, entre e! diag- y decadencia fueron perdiendo su sentido, y con ellas la visión tecnológi-
nóstico y la visión general de este arte? Era esta visión lo que llevó al his- ca de la historia del arte que había proporcionado el marco tanto a Vasari
toriador a cuestionar el carácter sintomático de las manifestaciones artís- como a los antiguos. Sin duda alguna, sus criterios eran a veces burdos, si
ticas y a ofrecer una interpretación alternativa que subrayara no el bien su explicación de la historia del dominio de la imagen como la lenta
«realismo», sino los decadentes placeres de la pompa y el artificio de la pin- adquisición de destrezas miméticas tenía cierto sentido racional. Pero, aun-
tura de Van Eyck. que ya no se nos permita hablar en términos , ,
de medios y fines, todas la
Haskell acierta cuando señala la paradigmática importancia de esta imágenes encarnan la intención de sus creadores y debemos ,encontrar otra
valoración, pero ¿debemos detenernos aquí? ¿Debemos aceptar e! concepto explicación para las transformaciones estilísticas.
biológico de decadencia que utiliza Huizinga? El progreso técnico alcan- Si la representación de la naturaleza cambia con el curso de la histo-
zado por los Van Eyck en la representación del mundo visible es innega- ria, ¿cómo saber si la naturaleza no se veía de forma diferente en momen-
ble l '. ¿Tiene que entrar en conflicto con formas de la sociedad que se reve- tos diferentes? ¿Y acaso esta diferencia no podría deberse a las transfor-
laron incapaces de hacer frente a otros avances tecnológicos, igual que las maciones que había sufrido la humanidad en e! curso de su evolución?
normas de caballería sucumbieron bajo la invención de la pólvora? Claramente, al tratar de volverse con ello más científica, la historia del arte
No es de extrañar que para la época en que escribía Huizinga los histo- había renunciado a todos los criterios materiales. Inspirada en gran medi-
riadores del arte hubieran tratado de liberarse de la compulsión de etique- da en la evolución del arte contemporáneo, echó mano del dogma hege-
tar cualquier cambio estilístico bien como progresista o como decadente. liano de que los cambios de estilo no manifiestan una modificación de la
Ésta es una transformación que queda fuera del alcance del libro de Haskell, \ destreza, sino de la voluntad, y que expresa una «visión del mundo» dife-
pero que tiene una innegable importancia para los problemas de método de rente o un espíritu colectivo. Lo que garantizó el espectacular éxito de esta
los que se ocupa. Estoy pensando en las sucesivas tentativas de rehabilitar aproximación, que fue adoptada por autores tan influyentes como William
determinados estilos del pasado y de liberarlos del estigma del declive. Worringer, es el hecho de que «expresión» es un rasgo compartido por
La primera oleada de este tipo de valoraciones se remonta al movi- todas las configuraciones visuales. Es normal que de repente pareciera como
miento romántico que airadamente rechazaba la identificación que Vasa- si se hubiera encontrado una clave maestra sobre la esencia de todas las
ri hacía de «gótico» con «bárbaro». Podría decirse que la siguiente había épocas: rindámonos al valor expresivo de cualquier imagen y ello nos lle-
empezado a mediados del siglo XIX, cuando Jacob Burckhardt dejó de iden- var'á al núcleo íntimo y esencial del pasado de la humanidad. Ésta era por
tificar «barroco» con decadencia, transformación del gusto ésta que cul- supuesto la misma promesa que había despertado la ira de un verdadero
minó en e! pionero libro de Heinrich Wülfflin Renacimiento y barroco, de especialista como Ernst Robert Curtius.

270 271
Los usos de las imágenes

Es comprensible que Haskell haya puesto a nuestra disposición el aná-


lisis de este tipo de pseudo-historia, aun cuando podríamos lamentar que
dejara de lado la nueva accesibilidad al arte del pasado que tanto favoreció
la difusión de esta herejía: la moda de los libros de arte y la habilidad con la
que los fotógrafos podían acercar el arte del pasado al gusto de nuestro
siglo. Fue André Malraux quien acabó intoxicándose de esta capacidad
de convertir el pasado en un mito del que se beneficiaba lo que él deno-
minaba el «museo sin paredes»". Aunque Haskell pudiera sentir cierta sim-
patía hacia esta conclusión, nunca suscribiría un veredicto tan indiscrimi-
nado. Porque ¿acaso es todo esto un mito? ¿Acaso no depende más bien
del tipo de pregunta que planteemos y del tipo de respuestas que busque-
mos? El arte no refleja el espíritu de la época, ya que esta noción es dema-
siado vaga para ser de alguna utilidad. Pero ¿por qué no iban a compartir
los artistas los valores y las aspiraciones de su cultura y su sociedad; su sen-
tido del decoro o su culto al anti-decoro, sus ideales heroicos o su incli-
nación por el refinamiento? Quizá el historiador del arte no pueda decir al
historiador gran cosa que éste no pudiera haber deducido de otras fuen-
tes, pero sin duda el historiador sí puede ayudar todavía al historiador del
arte para interpretar el arte del pasado a la luz de las evidencias textuales.
Si alguien ha demostrado esta posibilidad, ése es Francis Haskell.

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272
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Función de la subcultura

Hasta el momento hemos descrito las subculturas


presentadas en los capítulos anteriores como una serie
de respuestas mediadas a la presencia en Gran Bretafía de
una importante comunidad negra. Como hemos visto, la
proximidad de las dos posiciones -la juventud blanca de
clase trabajadora y los negros- invita a la identificación,
e incluso cuando esta identidad es reprimida o abierta-
mente combatida, las formas culturales negras (la músi-
ca, por ejemplo) siguen ejerciendo un influjo determi-
nante sobre el desarrollo de cada estilo subcultural. Ha
llegado el momento de explorar la relación entre estas
subculturas espectaculares y el resto de grupos (padres,
maestros, policia, juventud «respetable», etc.) y culturas
(culturas adultas de clase trabajadora y clase media) fren-
104 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 105

te a los cuales tan ostensiblemente se define. La mayoría clase halló expresión en la cultura. EI advenimiento de
de autores sigue tendiendo a atribuir un excesivo signifi- los medios de comunicación de masas, los cambios en la
cado a la oposición entre jóvenes y mayores, entre hijos constitución de la familia, la organización de la escuela y
y padres, citando los ritos de paso que, hasta en las socie- el trabajo, las transformaciones en el estatus relativo dei
dades más primitivas, se emplean para marcar la transi- trabajo y el ocio, todo ello sirvió para fragmentar y pola-
ción de la infancia a la madurez.' En tales estudios, sin rizar a la comunidad de clase trabajadora, generando una
embargo, brilla por su ausencia toda noción de especifi- serie de discursos marginales dentro de los amplios lími-
cidad histórica, toda explicación de por qué esas formas tes de la experiencia de clase.
concretas se producen en ese momento concreto. La evolución de la cultura juvenil debiera verse como
Es casi un tópico hablar dei período posterior a la Se- una simple parte de este proceso de polarización. Especí-
gunda Guerra Mundial como un momento de grandes ficamente, podemos citar el incremento relativo en el po-
cambios en el que los tradicionales esquemas de vida en der adquisitivo de la juventud de clase trabajadora,' la
Gran Bretafia se vieron barridos y sustituidos por un sis- creación de un mercado disefiado para absorber el exce-
tema nuevo, superficialmente menos regido por las ela- dente resultante, y los cambios en el sistema educativo
ses. En particular, los sociólogos han hecho hincapié en derivados de la Ley Butler de 1944 como factores que
la desintegración de la comunidad de clase trabajadora' y contribuyeron a la emergencia, tras la guerra, de una con-
han demostrado cómo la demolición dei tradicional en- ciencia generacional entre los jóvenes. Esta conciencia
torno de adosados baratos y tiendas de barrio sólo hizo seguía enraizada en una experiencia generalizada de ela-
que los cambios fueran más profundos e intangibles. se, pero se expresaba en formas distintas de las tradicio-
Como observa Berger (1967), los referentes no son úni- nales y en ocasiones abiertamente antitéticas a éstas,
camente «geográficos sino también biográficos y perso- La persistencia de la clase como categoría significati-
nales», y la desaparición de los referentes familiares tras va en la cultura juvenil, sin embargo, no se ha reconoci-
la guerra presagiaba el derrumbe de toda una forma de do de modo general hasta fechas relativamente recientes
vida. y, como veremos, la irrupción aparentemente espontánea
Sin embargo, pese a la confianza con que los políti- de estilos juveniles ha propiciado que ciertos autores ha-
cos tanto laboristas como conservadores aseguraban que blasen de la juventud como nueva clase, entendiéndola
Gran Bretafia estaba entrando en una nueva era de pros- como una comunidad de indiferenciados Consumidores
peridad ilimitada e igualdad de oportunidades y que Adolescentes. No fue hasta los afios sesenta, cuando Pe-
«nunca lo habíamos tenido tan bien», las clases se resis- ter Willmott (1969) y David Downes (1966) publicaron
tieron a desaparecer. Sí se transformó de manera drástica, sendos trabajos de investigación sobre las vidas de los
en cambio, el modo en que las clases se vivieron a si mis- adolescentes de clase trabajadora," cuando el mito de una
mas, esto es, las distintas formas en que la experiencia de cultura juvenillibre de clases empezó a verse seriamente
106 SUBCULTURA
UNA INTERPRETACIÓN 107

cuestionado. Dicho cuestionamiento se comprende mejor queza de detalles descriptivos, los informes basados en la
en el contexto de un debate más amplio sobre la función observación participante obvien, o cuando menos subes-
de la subcultura, que durante largo tiempo ha preocupado timen, el significado de las relaciones de clase y de po-
a los sociólogos especializados en la teoría de la desvia- der. En estos trabajos la subcultura tiende a aparecer
ción. Parece conveniente incluir aquí una breve panorá- como un organismo independiente cuyo funcionamiento
mica sobre algunas de las aproximaciones a la juventud y es ajeno a los contextos sociales, políticos y económicos
la subcultura nacidas en el transcurso de este debate. más amplios. A resultas de ello, la descripción de la sub-
EI estudio de la subcultura en Gran Bretafia evolucio- cultura suele quedar incompleta. Por chandleriana que
nó a partir de una tradición de etnografía urbana cuyos fuera su prosa, por veraces y meticulosos que fueran los
inicios se remontan aI siglo XIX: los trabajos de Henry detalles proporcionados por la observación participante,
Mayhew y Thomas Archer,' y las novelas de Charles pronto se puso de manifiesto que el método necesitaba el
Dickens y Arthur Morrison." Sin embargo, hasta la déca- apoyo de otros procedimientos más analíticos.
da de 1920 no surgiria una aproximación más «científi- Durante los afios cincuenta, Albert Cohen y Walter
ca» a la subcultura, con una metodología propia (Ia ob- Miller trataron de suplir la inexistente perspectiva teórica
servación participante); fue entonces cuando un grupo de rastreando continuidades y rupturas entre los sistemas de
sociólogos y criminólogos de Chicago empezó a recopi- valores dominantes y subordinados. Cohen puso el énfasis
lar datos sobre bandas callejeras de jóvenes y grupos en la función compensatoria de la banda juvenil: los ado-
marginales (delincuentes profesionales, contrabandistas, lescentes de clase trabajadora que no rendían lo suficiente
etc.). En 1927, Frederick Thrasher presentó un informe en la escuela se unían a las bandas en sus horas libres para
sobre unas mil bandas callejeras, y posteriormente Wi- desarrollar fuentes alternativas de autoestima. En la banda,
Iliam Foote Whyte describió extensamente en Street Cor- los principales valores deI mundo normal ----contención ,
ner Society los rituales, rutinas y ocasionales hazafias de ambición, conformismo, etc.- eran reemplazados por
una banda. sus opuestos: el hedonismo, el desafío a la autoridad y la
La observación participante sigue siendo la fuente de búsqueda de placer (Cohen, 1955). También MilIer se
algunas de las más interesantes y sugestivas descripcio- centró en eI sistema de valores de la banda juvenil, pero
nes de la subcultura, pero el método también arrastra una en este caso subrayando las semejanzas entre las culturas
significativa serie de lacras. En concreto, la ausencia de de la banda y la de los padres, sosteniendo que muchos de
esquemas de trabajo analíticos o explicativos siempre ha los valores dei grupo marginal se limitaban a reiterar de for-
dotado a esta clase de trabajos de un estatus marginal ma distorsionada o aumentada las «grandes inquietudes»
dentro de la tradición mayoritariamente positivista de la de la población de clase trabajadora adulta (MilIer, 1958).
sociología dominante.' Y, más crucial aún, esa ausencia En 1961, Matza y Sykes emplearon la noción de valores
es la responsable de que, aunque proporcionen gran ri- subterráneos para explicar la existencia de culturas juve-
108 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 109

niles tanto legítimas como delictivas. AI igual que Miller, dres [...] y la necesidad de mantener las identificaciones
estos autores reconocieron que los objetivos y las metas con los padres» (Cohen, 1972a). En ese análisis, los esti-
potencialmente subversivos estaban presentes en siste- los mod, ted y skinhead fueron interpretados como inten-
mas por lo general juzgados como perfectamente respe- tos de mediar entre experiencia y tradición, entre lo fami-
tables. Encontraron en la cultura juvenil los mismos va- liar y lo nuevo. Y, para Cohen, la «función latente» de la
lores subterráneos (búsqueda de riesgo, emoción) que subcultura era la de «[...] expresar y resolver, aunque sea
servían para apuntalar, y no para socavar, el ethos diurno mágicamente, las contradicciones que permanecen ocul-
de la producción (postergación de la gratificación, rutina, tas o sin resolver en la cultura parental» (Cohen, 1972a).
etc.) (Matza y Sykes, 1962; Matza, 1964). 8 Los mods, por ejemplo
Tiempo después estas teorías serían puestas a prueba
en trabajos de campo desarrollados en Gran Bretafía. En [...] trataron de hacer realidad, si bien en una relación
los sesenta, Peter WilImott publicó su investigación so- imaginaria, las condiciones de existencia dei trabajador
bre el abanico de opciones culturales al alcance de los no manual con movilidad social [...] [mientras que] [...]
chicos de clase trabajadora en el East End londinense. su argot y sus formas rituales [...] [seguían subrayando]
Lejos de las frívolas proclamas de autores como Mark [...] muchos de los valores tradicionales de la cultura de
Abrams (1959),9 Willmott concluía que la idea de una sus progenitores (Cohen, 1972a).
cultura juvenil completamente ajena a la idea de clase era
prematura y carecía de sentido. Observó, en cambio, que Por fin una lectura tomaba en consideración todos los
los estilos de ocio al alcance de los jóvenes se modulaban factores ideológicos, económicos y culturales que, en su
a través de las contradicciones y divisiones intrínsecas a interacción, influyen en la subcultura. AI cimentar su teo-
una sociedad de clases. Por su parte, Phil Cohen fue el ría en los detalles etnográficos, Cohen pudo inserir la ela-
encargado de explorar a fondo las modalidades en que las se en su análisis a una escala mucho más compleja que
experiencias específicas de clase se codificaban en esti- antes. En lugar de presentar la clase como un conjunto
los de ocio que, después de todo, se habían originado abstracto de determinaciones externas, la mostro en ac-
mayormente en el East End londinense. Cohen también ción, como fuerza material en la práctica, disfrazada, por
se interesó por los vínculos entre la cultura juvenil y la así decir, en la experiencia y exhibida en el estilo. La ma-
parental, e interpretó los distintos estilos juveniles como teria prima de la historia podía refractarse, mantenerse y
adaptaciones parciales de cambios que habían perturbado «manipularse» en la línea de una cazadora mod, en las
a la totalidad de la comunidad deI East End. Definió la suelas dei calzado de un teddy boy. Las incertidumbres
subcultura como «[...] una solución de compromiso entre de clase y de sexualidad, las tensiones entre conformismo
dos necesidades contradictorias: la necesidad de crear y y desviación, familia y escuela, trabajo y ocio, quedaban
expresar la autonomía y la diferencia respecto a los pa- fijadas de forma a la vez visible y opaca; Cohen elaboró
110 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 11 I

el sistema con el fin de reconstruir esa historia, de meter- neamente estaban afectando a la cultura parental, pero lo
se bajo la piei dei estilo y arrancarle sus significados hicieron en términos de su propia problemática hasta
ocultos. cierto punto autónoma, mediante la invención de «otro
EI trabajo de Cohen sigue siendo el modelo más lugar» (el fin de semana, el West End) definido en contra
apropiado que tenemos para leer el estilo subcultural. de los espacios familiares dei hogar, el puh, el club dei
Con todo, para subrayar la importancia y el significado trabajador, el barrio (véase la pág. 77).
de la clase se vio obligado a conceder un peso quizás ex- Si ponemos el énfasis en la integración y la coheren-
cesivo a los vínculos entre las culturas de clase trabaja- cia a costa de la disonancia y la discontinuidad, corremos
dora juveniles y adultas. Existen diferencias igualmente el riesgo de negar la manera misma en que la forma sub-
significativas que deben ser reconocidas. Como hemos cultural cristaliza, objetualiza y comunica la experiencia
visto, en la posguerra emergió realmente una conciencia dei grupo. Nos veríamos en aprietos, por ejemplo, para
generacional entre jóvenes, e incluso allí donde la cxpe- encontrar en la subcultura punk alguna tentativa simbóli-
riencia era compartida entre padres e hijos dicha expe- ca de «recuperar elementos socialmente cohesivos des-
riencia iba probablemente a ser interpretada, expresada y truidos en la cultura parentalx (Cohen, 1972a) más aliá
manejada de forma distinta por ambos grupos. De este de la mera cohesión en sí: la expresión de una identidad de
modo, mientras que obviamente hay puntos en los que las grupo fuertemente estructurada, visible y con sólidos la-
«soluciones» de padres y adolescentes convergen e in- zos de unión. Más parece, en cambio, que los punks estu-
cluso se solapan, ai tratar de la subcultura espectacular no vieran parodiando la alienación y el vacío que tanto han
tenemos que concederles una preeminencia absoluta. Y inquietado a los sociólogos, \O \levando deliberadamente a
ai tratar de relacionar el estilo subcultural con su contex- término las más negras predicciones de la crítica social
to generativo deberíamos tener cuidado de no enfatizar tremendista, y celebrando en clave satírica la muerte de
demasiado la sintonía entre la cultura respetable de clase la comunidad y el derrumbamiento de las formas tradi-
trabajadora y las formas, globalmente más marginales, cionales de significado.
que aquí nos ocupan. Por lo tanto, sólo con reservas podremos aceptar la
Por ejemplo, es indudable que los skinheads reafir- teoría dei estilo subcultural de Cohen. Más adelante tra-
maron los valores ligados a la comunidad obrera tradi- taré de repensar la relación entre las culturas parental y
cional, pero lo hicieron en contra de una generalizada re- juvenil prestando una mayor atención a todo el proceso
nuncia a esos valores por parte de la cultura parental, y en de significación en la subcultura. Por ahora, sin embargo,
un momento en que semejante afirmación de las clásicas no debemos permitir que estas objeciones resten méritos
preocupaciones existenciales de la clase trabajadora se a la importancia global de la contribución de Cohen. No
consideraba inapropiada. De manera similar, los mods es exagerado afirmar que la idea de estilo como respues-
se enfrentaron a cambios y contradicciones que símultá- ta codificada a unos cambios que afectan a la comunidad
112 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 113

entera ha transformado literalmente el estudio de la cul- En efecto, la materia (esto es, las relaciones sociales) que
tura juvenil espectacular. Muchas de las investigaciones sin cesar se transforma en cultura (y, por lo tanto, en sub-
elaboradas en Resistance Through Rituais (Hall y otros, cultura) nunca es «prima», nunca está sin refinar. Siem-
1976a) se basaban en la premisa fundamental de que el pre está mediatizada, influida por el contexto histórico en
estilo podía ser leído de este modo. Empleando el con- el que se da, planteada ante un territorio ideológico espe-
cepto gramsciano de la hegemonía (véanse las páginas cífico que le confiere una vida y unos significados con-
30-35 de esta obra), los autores interpretaron la sucesión cretos. Salvo que estemos dispuestos a emplear algún pa-
de estilos culturales juveniles como formas simbólicas de radigma esencialista de la clase trabajadora en cuanto
resistencia, síntomas espectaculares de una disensión más ineluctable portadora de una Verdad absoluta y transhis-
amplia y, por lo general, subterrânea que caracterizó todo tórica, II no deberíamos esperar que la respuesta subcultu-
el período de posguerra. Esta lectura dei estilo plantea ral sea infalible en cuanto a las relaciones reales que se
una serie de cuestiones que debemos examinar, y la aproxi- dan en el capitalismo, ni siquiera que esté necesariamen-
mación a la subcultura adoptada en Resistance Through te en contacto, en sentido inmediato alguno, con la posi-
Rituais proporciona la base para buena parte de lo que si- ción que materialmente ocupa dentro dei sistema capita-
. gue. Empezaremos con la noción de especificidad. lista. Las subculturas espectaculares expresan lo que por
defmición es un conjunto imaginario de relaciones (véanse
las páginas 108-109). La materia prima de que están hechas
Especificidad: dos clases de teddy boy es a la vez real e ideológica. Se transmite a los miembros
individuales de una subcultura a través de una variedad
Si tomamos como punto de partida la definición de de canales: la escuela, la familia, el trabajo, los medios de
cultura empleada en Resistance Through Rituais, «cultu- comunicación, etc. Además, esa materia está sujeta al
ra es ese ámbito en que los grupos sociales desarrollan cambio histórico. Cada «instancia- subcultural represen-
distintos esquemas de vida e imprimen une forma expresi- ta una «soluciór» a un conjunto específico de circunstan-
va a su experiencia social y material» (Hall y otros, 1976a), cias, a unos problemas y contradicciones concretos. Por
descubriremos que cada subcultura representa una forma ejemplo, las «soluciones» mod y teddy boy fueron elabo-
distinta de manejar la «materia prima de la existencia so- radas en respuesta a coyunturas diferentes que las situa-
cial» (Hall y otros, 1976a). Pero i,en qué consiste exacta- ron en distintas posiciones respecto a las formaciones
mente esa «materia prima»? Marx nos dice: «Los Hom- culturales existentes (las culturas inmigrantes, la cultura
bres crean su propia historia, pero no simplemente a su parental, las otras subculturas, la cultura mayoritaria).
gusto, no la crean bajo circunstancias elegidas por ellos Nos centraremos en un ejemplo para apreciarlo mejor.
mismos, sino bajo circunstancias directamente interpues- Hubo dos grandes momentos en la historia de la sub-
tas, dadas y transmitidas desde el pasado- (Marx, 1951). cultura teddy boy (los afios cincuenta y los setenta). Pero,
114 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 115

aun manteniendo la misma relación de antagonismo con adultos de clase trabajadora que, fueran en sus tiempos
la comunidad inmigrante negra que sus contrapartidas de teds o chicos normales, sentían una cierta nostalgia por
los cincuenta (véanse las págs. 74-75), los teds más re- los afios cincuenta y cuyas memorias fragmentarias les
cientes se posicionaron de forma distinta respecto a la evocaban un pasado más simple y estable. EI revival re-
cultura de los padres y a otras culturas juveniles. memoraba un tiempo que parecía sorprendentemente leja-
Los primeros afíos cincuenta y los últimos setenta no y comparativamente seguro; casi idílico en su estólido
comparten algunos rasgos obvios: los vocabularios de puritanismo, en su sentido de los valores, en su convic-
«austeridad» y de «crisis», sin ser idénticos, se parecen y, ción de que el futuro podía ser mejor. Liberados dei tiem-
lo que es más importante, la ansiedad ante los posibles po y dei contexto, estos teds de segunda generación se
efectos de la inmigración negra sobre el empleo, la vi- permitieron flotar inocentemente, mecidos por la nostal-
vienda y la «calidad de vida» se via acentuada en ambos gia de los setenta, a mitad de camino entre el Fonz de la
períodos. Las diferencias, sin embargo, son mucho más televisiva Happy Days y un anuncio reciclado de Ovalti-
decisivas. La presencia, en el segundo período, de una ne. Paradójicamente, pues, la subcultura que inicialmen-
cultura juvenil alternativa y predominantemente obrera te había proporcionado tan dramáticos signos de cambio
(el punk), muchos de cuyos miembros defendieron acti- podría acabar aportando una suerte de continuidad en su
vamente ciertos aspectos de la vida de los antillanos, sir- forma revivida.
ve para distinguir claramente los dos momentos. Los pri- En líneas generales, las dos soluciones teddy boy res-
meros teds habían marcado un nuevo principio. En pondieron a unas condiciones históricas específicas, for-
palabras de George Melly (1972), ellos representaron «la mu adas en atmósferas ideológicas totalmente distintas.
vanguardia oscura de la cultura pop» y, pese a su escasez A finales de los setenta no había posibilidad alguna de re-
numérica, fueron casi universalmente atacados por la cabar el apoyo de la clase trabajadora para los optimistas
prensa y los padres como síntoma dei inminente declive imperativos de la reconstrucción: «Tendremos que aguan-
de Gran Bretafia. Por su parte, en los afíos setenta el con- tar», «Espera y verás», etc. EI desencanto extendido en-
cepto mismo de revival dio a los teddy boys un aire de le- tre la clase trabajadora por el Partido Laborista y por la
gitimidad. AI fin y ai cabo, en una sociedad que parecía política parlamentaria en general, el declive dei Estado
generar un asombroso número de modas y manías, los de bienestar, la vacilante economía, la prolongada falta de
teddy boys eran prácticamente una institución: una parte empleo y el problema de la vivienda, el desgaste de la co-
auténtica, aunque dudosa, de la herencia británica. munidad, el fracaso dei consumismo a la hora de satis-
De modo que a los jóvenes que participaron en este facer las necesidades reales y la inacabable ronda de con-
revivalles fue concedida una aceptabilidad en ciertos ba- flictos industriales, cierres y piquetes, todo ello sirvió
mos, aunque sólo fuera limitada. Podían ser mirados con para generalizar la sensación de que los rendimientos dis-
tolerancia, e incluso con un velado afecto, por aquellos minuían, en radical contraste con el combativo optimis-
116 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 117

mo dei período anterior. Apoyado sin duda por construc- brotes de violencia- que ya en la cultura parental había
tos ideológicos retrospectivamente situados en la Segun- sido entronizada como el modelo de comportamiento
da Guerra Mundial (la instigación, alrededor de 1973 y masculino: un modelo que los febriles excesos de la
como respuesta ante los prolongados conflictos indus- «sociedad permisiva» de posguerra habían mantenido
triales, la crisis petrolífera, la semana laboral de tres días, intacto.
etc., de un espíritu patriótico necesitado de enemigos, Todos esos factores acercaron la subcultura teddy
más propio de tiempos de guerra; la sustitución dei con- boy en su segunda encamación a la cultura parental y
cepto «alemán», más concreto, por el de «fascista»), to- contribuyeron a definiria frente a otras opciones cultura-
dos estos fenómenos se combinaron con la visibilidad de les juveniles dei momento ipunks, seguidores dei nor-
las comunidades negras para hacer del racismo una solu- thern soul, rockeros heavy metal, 12 hinchas de fútbol, pop
ción mucho más creíble para los problemas vitales de la mayoritario, «respetables», etc.) Por estas razones, lle-
clase obrera. var una cazadora con una bandera a la espalda en 1978
Además, el vestuario y la conducta de los teddy boys no significaba lo mismo ni dei mismo modo que en
tuvo distintas connotaciones en los setenta. Por supuesto, 1956, pese a que los dos grupos de teddy boys idolatra-
el «robo» de un estilo perteneciente a la clase alta que en ran a los mismos héroes (Elvis, Eddie Cochrane, James
un principio hizo posible todo el estilo teddy boy llevaba Dean), cultivasen los mismos tupés y ocuparan aproxi- .
mucho tiempo olvidado, y junto a él se había perdido madamente la misma franja social. Los conceptos inse-
irrevocablemente la naturaleza exacta de la transforma- parables de coyuntura y especificidad (en los que cada
ción. Más aún, los modales chulescos y la agresividad se- subcultura representa un «momento» distintivo, una res-
xual tuvieron significados distintos en las dos épocas. El puesta particular a un conjunto particular de circunstan-
narcisismo de los primeros teds y la gimnasia carnal de cias) son, por lo tanto, indispensables para un estudio dei
los bailes jive habían sido un arma arrojadiza lanzada estilo subcultural.
contra lo que Melly (1972) describe como «un mundo
grís, monocromo, donde los buenos chicos jugaban al ping-
pong», La incombustible fidelidad de los teds de segunda Las fuentes dei estilo
generación a los tradicionales estereotipos de «chico ma-
lo» se reveló, en cambio, tan obvia como reaccionaria. AI Hemos visto cómo la experiencia codificada en las
son de unos discos gastados por el uso, vestidos con ro- subculturas se configura en distintos espacios (el trabajo,
pas que eran verdaderas piezas de museo, estos neoteds el hogar, la escuela, etc.). Cada uno de esos lugares im-
resucitaron toda una serie de convenciones sexuales (la pone su propia estructura única, sus propias regias y sig-
galantería, el cortejo) y un machismo arrogante --esa nificados, su propia jerarquía de valores. Aunque esas es-
«pintoresca» combinación de chauvinismo, brillantina y tructuras se articulan entre sí, 10 hacen sintácticamente.
118 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 119

Tanto las unen las diferencias (hogar frente a escuela, es- los medias «han colonizado progresivamente la esfera
cuela frente a trabajo, hogar frente a trabajo, privado cultural e ideológica»:
frente a público, etc.) como las semejanzas. Por decido
en los términos, un tanto retóricos si se quiere, de Althu- Mientras los grupos y las clases sociales viven, si no en
sser, constituyen diferentes niveles de la misma forma- sus relaciones productivas sí en las sociales, unas vidas
ción social. Y aunque sean, como Althusser se esfuerza cada vez más fragmentadas y diferenciadas, los medios
en seüalar, «relativamente autónomas», esas estructuras de comunicación son cada vez más responsables de (a)
siguen estando articuladas, en las sociedades capitalistas, proporcionar las bases sobre las cuales dichos grupos y
en tomo a la «contradicción general» entre Capital y clases construyen una imagen de las vidas, significados,
Mano de Obra (véase, en concreto, Althusser 1971a). La prácticas y valores de afros grupos y clases; (b) propor-
compleja interacción entre los distintos niveles de la for- cionar las imágenes, representaciones e ideas a cuyo al-
mación social se reproduce en la experiencia tanto de los rededor pueda captarse de forma coherente la totalidad
grupos dominantes como de los subordinados, y esta ex- social compuestapor todas esas piezas separadas y frag-
periencia, a su vez, se convierte en la «rnateria prima» mentadas (Hall, 1977).
que halla su forma expresiva en la cultura y la subcultu-
ra. En nuestros días, los medias de comunicación desem- Así pues, sólo podrá mantenerse una imagen creíble
pefian un papel crucial a la hora de definir nuestra expe- de cohesión social mediante la apropiación y redefini-
riencia ante nosotros mismos. Nos proporcionan las ción de las culturas de resistencia (por ejemplo, las cultu-
categorías más accesibles para clasificar el mundo social. ras juveniles de clase trabajadora) en términos de esa
Básicamente, la prensa, la televisión, el cine, etc., son los imagen. De este modo, los medias de comunicación no
que nos permiten organizar e interpretar la experiencia y sólo proporcionan a los grupos imágenes fundamentales
darle su, digámoslo así, coherencia en la contradicción. de otros grupos, sino que también devuelven a la clase
Poco debiera sorprendemos, pues, descubrir que mucho trabajadora un «retrato» de sus propias vidas que está
de lo que se halla codificado en la subcultura ya ha sido «contenido» o «enrnarcado» por los discursos ideológi-
previamente sujeto a cierta manipulación por parte de los cos que lo rodean y sitúan.
medias de comunicación. Queda claro que las subculturas no son formas privi-
De este modo, en la Gran Bretafia de posguerra, es legiadas; no se salen dei circuito reflexivo de producción
probable que el rico contenido dei estilo subcultural esté y reproducción que une, como mínimo en el plano sim-
en función de lo que Stuart Hall ha llamado el «efecto bólico, las piezas separadas y fragmentadas de la totali-
ideológico» 13 de los medias de comunicación como reac- dad social. Las subculturas son, en parte ai menos, repre-
ción a los cambias experimentados en el marco institucio- sentaciones de esas representaciones, y los elementos
nal de la vida de la clase trabajadora. Como sostuvo Hall, tomados dei «retrato» de la vida de la clase trabajadora (y
UNA INTERPRETACIÓN 121
120 SUBCULTURA

dei conjunto social en general) deberán sin duda tener al- por un «orgullo de clase» puro y duro, una concepción
guna resonancia en las prácticas significantes de las dis- romántica dei modo de vida tradicional (de la clase tra-
tintas subculturas. No existe razón alguna para suponer bajadora) revivido dos veces por semana en programas
que las subculturas sólo afirmen espontáneamente las televisivos dei tipo Coronation Street). Entonces, los
«lecturas- bloqueadas excluidas de la radio, la televisión mods y los skinheads estaban, cada uno a su modo, «ma-
y la prensa (conciencia de un estatus subordinado, mode- nejando» esa mitología tanto como las exigencias de sus
lo conflictivo de la sociedad, etc.). También articulan, en propias condiciones materiales. Estaban aprendiendo a
mayor o menor medida, algunos de los significados e in- vivir dentro o fuera de ese corpus amorfo de imágenes y
terpretaciones preferentes, aquellos que son favorecidos tipificaciones servido por los medios donde la clase es al-
por y transmitidos a través de los canales autorizados de la ternativamente obviada y exagerada, negada y reducida a
comunicación de masas. Los miembros típicos de una una caricatura.
cultura juvenil de clase trabajadora en parte replican y en Además, los punks no sólo respondian directamente
parte aceptan las definiciones dominantes de quiénes y qué ai creciente desempleo, a los cambios en la moral, ai re-
son, y existe una sustancial cantidad de terreno ideológico descubrimiento de la pobreza, a la Depresión, etc.: esta-
compartido no sólo entre ellos y la cultura adulta de clase ban dramatizando lo que dio en llamarse «el declive de
trabajadora (con su subterránea tradición de resistencia) Gran Bretaüa- mediante la construcción de un lenguaje
sino también entre ellos y la cultura dominante (por lo que, en contraste con la retórica predominante dei esta-
menos en sus formas más «democráticas» y accesibles). blishment rockero, era inequívocamente pertinente y rea-
Por ejemplo, la elaboración de opciones ascendentes lista (de ahí el vocabulario soez, las referencias a los
y descendentes ai alcance de la juventud de clase trabaja- «hippies grasientos», los andrajos, las poses lumpen).
dora no indica necesariamente ninguna diferencia signifi- Los punks hicieron suya la retórica de crisis que había
cativa en el estatus relativo de los empleos al alcance dei llenado las ondas y los editoriales de la época y la tradu-
típico mod de 1964 y dei skinhead de 1968 (aunque un jeron a términos tangibles (y visibles). En el sombrio y
censo quizá pusiera de manifiesto dicha diferencia). Y apocalíptico ambiente de finales de los setenta --desem-
aún menos refleja directamente el hecho de que las opor- pleo masivo, ominosa violencia en el carnaval de Notting
tunidades laborales ai alcance de la juventud de clase tra- Hill, en Grunwick, Lewisham y Ladywood-, nada mejor
bajadora en general disminuyeran realmente entre una y que los punks se presentasen como «degenerados»; como
otra fecha. Lo que ocurre, más bien, es que los distintos signos de aquella tan cacareada descomposición, como re-
estilos y las ideologías que los estructuran y determinan presentación perfecta de la atrofia de Gran Bretaiía. Los
representan respuestas negociadas a una contradictoria diversos estilos adoptados por los punks expresaban. sin
mitología de clase. En esa mitología, «el desvanecimien- duda, una agresión, frustración y ansiedad genuinas. Pero
to de las clases» queda paradójicamente contrarrestado esas proclamas, por extraiíamente construidas que estu-
122 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 123

vieran, se formulaban en un lenguaje que estaba aI alcan- esta medida se vieron abocados a esa búsqueda específi-
ce de todo el mundo, un lenguaje corriente. EUo explica, ca de una cierta autonomía que caracteriza a todas las sub
en primer lugar, que la metáfora punk se aplique tanto a (y contra) culturas juveniles (véase la pág. 200, n. 6). En
los miembros de la subcultura como a sus oponentes y, franco contraste con sus predecesores skinheads, los se-
en segundo lugar, también explica el triunfo de la subcul- guidores de Bowie desafiaban los chauvinismos más ob-
tura punk como espectáculo: tal fue su habilidad para eri- vios (sexuales, de clase, territoriales) y, con mayor o me-
girse en síntoma de toda una problemática contemporá- nor entusiasmo, se afanaban a eludirlos, subvertidos o
nea. Se entiende así la capacidad que esta subcultura tuvo derribados. De manera simultánea, estaban (I) desafiando
de atraer a nuevos miembros y de provocar la necesaria el tradicional puritanismo de la clase trabajadora tan fir-
respuesta airada por parte de padres, profesores y jefes memente arraigado en la cultura de sus padres, (2) resis-
ante aquellos a quienes se dirigía el pánico moral, y por tiendo aI modo en que los medios hacían de ese purita-
parte de los «empresarios morales» --eoncejales munici- nismo el signo de la clase trabajadora y (3) adaptando
pales, expertos y miembros deI Parlamento-i- responsa- imágenes, estilos e ideologías propagadas por doquier en
bles de dirigir la «cruzada» para combatidos. Para comu- la televisión y las películas (por ejemplo, el culto a la
nicar el desorden, primero hay que elegir un lenguaje nostalgia de los primeros setenta), en las revistas y pren-
apropiado, aunque el objetivo sea subvertido. Para que el sa diaria (alta costura, la emergencia deI feminismo en su
punk pudiera ser rechazado como caos, primero debía ser forma consumista, por ejemplo Cosmopolitan) a fin de
«comprensible» en cuanto ruido. construir una identidad alternativa que comunicase una
Empezamos a entender ahora cómo es que el culto a diferencia visible: una Otredad. Estaban, en suma, desa-
Bowie se acabó articulando alrededor de temas de gêne- fiando en un plano simbólico la «inevitabilidad», la «na-
ro y no de clase, y a cuestionar a los críticos que vinculan turalidad» de los estereotipos de clase y de gênero.
las inquietudes legítimas de la «autêntica» cultura de ela-
se trabajadora exclusivamente con la esfera de la produc-
ción. Es evidente que los adeptos de Bowie no lidiaban
directamente en modo alguno con la problemática típica
de los trabajadores o las aulas: problemas que orbitan en
tomo a las relaciones con la autoridad (rebelión frente a
deferencia, opciones ascendentes frente a descendentes,
etc.). Pero estaban tratando de conquistar un espacio sig-
nificativo interrnedio a medio camino entre la cultura pa-
rental y la ideología dominante: un espacio donde se pu-
diera descubrir y expresar una identidad alternativa. En
SEIS

Subcultura: la ruptura antinatural

«Me sentí sucio durante 48 horas» (un concejal dei GLC


tras haber visto un concierto de los Sex Pistols [citado en
New Musical Express, 18 de julio de 1977]).

De todas las instituciones sociales, el lenguaje es la me-


nos abierta a la iniciativa. Se funde con la vida de la so-
ciedad, y esta última, inerte por naturaleza, es una fuer-
za conservadora fundamental (Saussure, 1974).

Las subculturas representan el «ruido- (en contrapo-


sición ai sonido): interferencia en la secuencia ordenada
que lleva de los acontecimientos y fenómenos reales a su
representación en los medias de comunicación. No debe-
mos subestimar, por lo tanto, el poder significativo de la
126 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 127

subcultura espectacular no sólo como metáfora de una versales. Estos tabúes garantizan la ininterrumpida «trans-
potencial anarquía «ahí fuera» sino como mecanismo parencia» (incuestionabilidad) dei significado.
real de desorden semántico: una especie de bloqueo tem- Como cabría esperar, por lo tanto, las transgresiones
poral en el sistema de representación. Como escribió de las normas consensuadas que se emplean para organi-
John Mepham (1972): zar y experimentar el mundo tienen una considerable ca-
pacidad de provocar e inquietar. Desde todas partes se las
Tan tenazmente arraigan en nuestro discurso y pensa- acusa de «sacrilegio», como apuntó Mary Douglas
mientos sobre el mundo las distinciones e identidades, (1967), y Lévi-Strauss ha sefíalado que en ciertos mitos
sea por el papel que dcsempefian en nuestras vidas prác- primitivos una mala pronunciación y un uso incorrecto
ticas o porque son cognitivamente poderosas y constitu- dellenguaje tienen el mismo rango que el incesto en cuan-
yen un importante aspecto deI modo en que dotamos de to aberraciones terribles capaces de «desatar tormentas y
sentido a nuestra experiencia, que cuestionarlas teórica- tempestades» (Lévi-Strauss, 1969). De modo semejante,
mente puede resultar traumático. las subculturas espectaculares expresan contenidos prohi-
bidos (conciencia de clase, de diferencia) en formas pro-
Toda elisión, truncamiento o convergencia de las ca- hibidas (transgresiones de los códigos de conducta y
tegorías lingüísticas e ideológicas reinantes puede saldar- etiqueta, infracción de la ley, etc.). Son expresiones pro-
se con una desorientación profunda. Semejantes desvia- fanas, y a menudo se las censura, significativamente,
ciones revelan, en suma, la arbitrariedad de los códigos como «antinaturales». Los términos que la prensa sensa-
que subyacen en todas las formas dei discurso, configu- cionalista usa para definir a aquellos jóvenes que, en su
rándolas. Como escribió, en un contexto de desviación conducta o vestuario, proc1aman su adscripción a algún
política explícita, Stuart Hall (1974): grupo subcultural (efreaks», «animales [...] que, como
las ratas, sólo se envalentonan cuando cazan en mana-
Los nuevos acontecimientos, trascendentales a la par da»)' parecen indicar que los miedos más primitivos de-
que «insignificantes» frente a las normas refrendadas
rivados de la distinción sagrada entre naturaleza y cultu-
por la mayoría, suponen un desafío para el mundo nor-
ra pueden verse evocados por el surgimiento de tales
mativo. No sólo ponen en tela de juicio la definición deI
mundo, sino cómo debería ser. «Abren una brecha en grupos. Sin duda, el quebrantamiento de las regias es
nuestras expectativas» [...]. confundido con una «ausencia de regias», la cual, según
Lévi-Strauss (1969), «parece ofrecer el criterio más se-
Las nociones concernientes a la inviolabilidad dei guro para distinguir un proceso natural de uno cultural».
lenguaje están íntimamente ligadas a las ideas de orden En efecto, la reacción oficial a la subcultura punk, en es-
social. Los límites de la expresión lingüística aceptable pecial al uso de «lenguaje soez» por parte de los Sex Pistols
son impuestos por una serie de tabúes aparentemente uni- en televisiórr' y en los discos.' y a los vómitos y escupita-
128 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 129

jos en el aeropuerto de Heathrow," parecen indicar que 1978). EI estilo, sobre todo, provoca una doble respuesta:
esos tabúes básicos continúan sedimentados en las pro- es alternativamente ensalzado (en la página de moda) y
fundidades de la sociedad británica contemporánea. atacado y ridiculizado (en los artículos que definen las
subculturas como problemas sociales).
Casi siempre, lo que primero atrae la atención de los
Dos formas de integración medios son las innovaciones estilísticas de la subcultura.
Luego, la policía, el poder judicial, la prensa «descu-
i,Acaso esta sociedad, saturada de esteticismo, no ha in- breu» actos desviados o «antisociales» -vandalismo,
tegrado ya los viejos romanticismos, surrealismo, exis- lenguaje soez, peleas, «comportamiento animal»-, y estos
tencialismo e incluso, hasta cierto punto, el marxismo? actos se emplean para «explicar» la transgresión original,
Pues bien, lo ha hecho, a través dei comercio, en forma por parte de la subcultura, de los códigos comúnmente
de mercancías. Lo que ayer era criticado se convierte aceptados. De hecho, tanto el comportamiento desviado
hoy en bien de consumo cultural, y de este modo el con- como la identificación de un uniforme distintivo (o, más
sumo fagocita aquello a lo que supuestamente tenía que a menudo, la combinación de ambos) pueden ser catali-
dar un significado y una dirección (Lefebvre, 1971).
zadores dei pánico moral. En el caso de los punks, el mo-
mento en que los medios percibieron el estilo punk coin-
Hemos visto que las subculturas «abren una brecha cidió en la práctica con el descubrimiento o la invención
en nuestras expectativas» y representan simbólicos desa- de la desviación punk. EI Daily Mirror publicó su prime-
fíos a un orden simbólico. Pero i,las subculturas siempre ra tanda de alarmistas páginas centrales sobre la subcul-
pueden ser integradas de manera efectiva? i,Y cómo? EI tura, centradas en lo extraão de la vestimenta y los com-
surgimiento de una subcultura espectacular viene acom- plementos en la misma semana (29 de noviembre-3 de
panado, indefectiblemente, de una oleada de histeria en diciembre de 1977) en que los Sex Pistols irrumpieron
la prensa. Esa histeria es, cómo no, ambivalente: oscila públicamente en el programa Today de la Thames. Por su
entre el miedo y la fascinación, entre el escándalo y el en- parte, los mods, puede que a causa de la discreción de su es-
tretenimiento. Las portadas se llenan de titulares impac- tilo, no fueron identificados como grupo hasta las peleas
tantes o inquietantes (por ejemplo, «Rotten razored», de Bank Holiday en 1964, aunque en esos momentos la
Daily Mirrar, 28 de junio de 1977) mientras en el interior subcultura ya se había desarrollado plenamente, como
los editoriales rebosan de comentarios «sérios»? y las pá- mínimo en Londres. Sea cual sea el tema que desencade-
ginas centrales o los suplementos presentan delirantes re- na la secuencia de amplificación, ésta termina invariable-
portajes sobre modas y rituales de última hora (véanse, mente con la propagación y la simultánea desactivación
por ejemplo, los suplementos en color dei Observer dei dei estilo subcultural.
30 de enero y 10 de julio de 1977, Y dei 12 de febrero de A medida que la subcultura empieza a acufiar una
130 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 131

pose propia eminentemente comercializable, a medida LA FORMA MERCANTIL


que su vocabulario (visual y verbal) se vuelve cada vez
más familiar, se pone de manifiesto el contexto referen- Tanto los periodistas como los académicos se han en-
cial en el que más cómodamente puede ser encajada. A la cargado de tratar exhaustivamente esta primera forma.
larga, los mods, los punks, los glitter rockers son integra- La relación entre una subcultura espectacular y las diver-
dos, Ilamados ai orden, situados en el «mapa de realida- sas industrias que la sirven y explotan es ejemplarmente
des sociales problemáticas» (Geertz, 1964) más conve- ambigua. AI fin y ai cabo, una subcultura de este tipo se
niente, donde los chicos de labios pintados son sólo preocupa ante y sobre todo por el consumo. Opera exclu-
«nifios que se disfrazan- y las chicas con vestidos de lá- sivamente en la esfera dei ocio (e No me vestiría de punk
tex son «hijas como la suya- (véanse págs. 136-137; 211- para ir a trabajar, hay un momento y un lugar para todo»
212, n. 8). Como apuntó Stuart Hall (1977), los medios [véase la n. 8]). Se comunica a través de los productos,
no se limitan a registrar la resistencia, sino que «la sitúan aunque los significados ligados a dichos productos se ha-
dentro dei marco dominante de significados», y los jóve- llen deliberadamente distorsionados o abolidos. Resulta
nes que eligen vivir en una cultura juvenil espectacular por lo tanto difícil en este caso mantener una distinción
son ai mismo tiempo reintegrados, según se los repre- absoluta entre explotación comercial por un lado y crea-
senta en la televisión y en la prensa, ai espacio que dieta tividad/originalidad por el otro, aunque tales categorías
el sentido común (como «animales», es cierto, pero tam- queden enfáticamente enfrentadas en los sistemas de va-
bién «en familia», «en el paro», «ai día», etc.). Mediante lores de casi todas las subculturas. Así es: la creación y
este incesante proceso de recuperación se repara el orden difusión de nuevos estilos está indisociablemente ligada
fracturado, y la subcultura es integrada como entreteni- ai proceso de producción, publicidad e imagen que inevi-
miento dentro de la mitología dominante de la que en tablemente conducirá a la desactivación dei poder sub-
parte emana: como «folk devil- [«grupo maldito» l, como versivo de la subcultura: las innovaciones de mods y
Otro, como Enemigo. EI proceso de recuperación adopta punks nutrieron directamente la alta costura y la moda es-
dos formas características: tándar. Toda nueva subcultura establece nuevas tenden-
cias, genera nuevos looks y sonidos que retroalimentan
(I) la conversion de signos subculturales (vestuario, las correspondientes industrias. Como observó John Clar-
música, etc.) en objetos producidos en masa (es decir, la ke (1976b):
forma mercantil);
(2) el «etiquetamiento» y redefinición de la conducta La difusión de estilos juveniles desde las subculturas ha-
desviada por parte de los grupos dominantes: la policía, cia el mercado de la moda no es un mero «proceso cul-
los medios, el sistema judicial (es decir, la forma ideoló- tural», sino una autêntica red o infraestructura de nuevos
gica). tipos de instituciones comerciales y económicas. Las
132 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 133

tiendas de discos, las casas discográficas, las boutiques y antigüedades» de la era hippy fueron fácilmente recon-
las empresas de manufactura formadas por una o dos vertidos en boutiques y tiendas de discos punk. Y tam-
rnujeres, todas estas versiones dei capitalismo artesano bién con independencia de la mayor o menor agresividad
determinan la dialéctica de la «rnanipulación» comer- dei estilo: el vestido y los emblemas dei punk podían
ciai, en mayor medida que fenômenos más generaliza- comprarse por correo ya en el verano de 1977, y en se-
dos e indeterminados.
tiembre de ese mismo afio Cosmopolitan publicó una
crónica de la más reciente colección de extravagancias
Sería un error, sin embargo, insistir en la autonomía firmadas por Zandra Rhodes, íntegramente formada por
absoluta de los procesos «culturales- y comerciales. variaciones sobre el tema punk. Los modelos ardían bajo
Como dijo Lefebvre (1971): «EI comercio es (...] un fe- montafias de imperdibles y plástico (los imperdibles eran
nómeno tan social como intelectual», y los productos lle- de joyería, el «plástico» era satén con acabado húmedo)
gan ai mercado cargados de significado. Son, en palabras y el artículo se cerraba con un aforismo -«To shock is
de Marx (1970), «jeroglíficos sociales»? y sus significa- chie», «Escandalizar es chic»- que anunciaba la inmi-
dos están modulados por el uso convencional. nente muerte de la subcultura.
Así, tan pronto como las innovaciones originales que
significan la «subcultura- se traducen en mercancías y
son puestas ai alcance de todos, quedan «inrnovilizadas», LA FORMA IDEOLÓGICA
Arrancadas de sus contextos privados por la pequena em-
presa y por los intereses de la gran moda que las produ- Quienes mejor han tratado la segunda forma de inte-
cen a escala masiva, son codificadas, vueltas comprensi- gración -Ia ideológica- han sido los sociólogos que
bles y presentadas como propiedad pública a la par que operan con un modelo transaccional de comportamiento
como mercancía rentable. Puede decirse, así, que las dos desviado. Por ejemplo, Stan Cohen describió a fondo la
formas de integración (Ia semántica/ideológica y la «real-/ gestación y propagación de un pánico moral concreto (el
comercial) convergen en la forma mercantil. Aunque los que rodeó el conflicto mod-rocker de mediados de los se-
estilos culturales juveniles empiecen planteando retos senta).' Aunque esta c1ase de análisis a menudo ofrezca
simbólicos, invariablemente terminan por establecer nue- una explicación muy elaborada de por qué las subcultu-
vas series de convenciones, generando nuevas rnercan- ras espectaculares siempre provocan estos brotes de his-
cías, nuevas industrias o rejuveneciendo las antiguas teria, tiende a pasar por alto los mecanismos más sutiles
(baste pensar en el impulso que los punks debieron dar empleados para manejar y contener fenómenos poten-
a las mercerías). Y todo eso, con independencia de la cialmente amenazadores. Como el uso dei término «folk
orientación política de la subcultura: los restaurantes ma- devil. insinúa, suelen privilegiarse los excesos sensacio-
crobióticos, las tiendas de artesanía y los «mercados de nalistas de la prensa amarilla frente a las reacciones am-
134 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 135

biguas, aI fin y aI cabo las más típicas. Ya hemos visto orígenes, rechazaban la familia e interpretaban encanta-
que la representación de las subculturas en los medios las dos el papel de folk devil, presentándose como puros ob-
muestra más y a la vez menos exóticas de lo que real- jetos, como clowns perversos. Ciertamente, como cual-
mente sono Se dirían formadas por alienígenas peligrosos quier otra cultura juvenil, el punk fue considerado una
que a la vez son niüos revoltosos, animales salvajes que a amenaza para la familia. En ciertos casos la amenaza fue
la vez son mascotas traviesas. Roland Barthes nos da una representada en términos literales. Por ejemplo, el Daily
clave para esa paradoja en su descripción de la «identifi- Mirrar deI I de agosto de 1977 publicó una fotografía de
cación», una de las siete figuras retóricas que, según Bar- un nino caído en la calle tras una confrontación punk-ted
thes, definen el metalenguaje de la mitología burguesa. bajo el titular «VíCTIMA DE LA PELEA PUNK. LA HORDA SE
Caracteriza aI pequefioburgués como una persona «[...] ENSANÓ CON EL NINO». En este caso, la amenaza deI
incapaz de imaginar aI Otro [...] el Otro es un escándalo punk a la familia fue transformada en algo «real» (ése po-
que amenaza su existencia» (Barthes, 1972). dría ser mi hijo) a través deI esquema ideológico de la
Dos estrategias se crearon para afrontar esta amena- prueba fotográfica, que popularmente se considera in-
za. En primer lugar, el Otro puede ser trivializado, desna- cuestionable.
turalizado, domesticado. Aquí, la diferencia simplemen- No obstante, en otras ocasiones, se adopta el camino
te se niega (<<La Otredad es reducida a la mismidad»). contrario. Por la razón que sea, la inevitable sobredosis
Otra posibilidad es que el Otro sea transformado en algo de artículos que se complacen en denunciar la última
exótico y carente de sentido, un «puro objeto, un espec- atrocidad de los punks se ve contrapesada por un número
táculo, un clown» (Barthes, 1972). En este caso, la dife- igualmente extenso de artículos dedicados a las pequefie-
rencia es desterrada a un lugar inalcanzable para el análi- ces de la vida familiar de los punks. Por ejemplo, el nú-
siso Son precisamente estos términos los que se emplean mero de Woman' s Own deI 15 de octubre de 1977 publi-
para definir las subculturas espectaculares. Los hooli- có un artículo titulado «Punkis y Madres» que incidía en
gans deI fútbol, por ejemplo, suelen verse ubicados más los aspectos menos c1asistas, más de fiesta de disfraces,
aliá «de los Iímites de la decencia común», c1asificados deI punk. R Fotografías que mostraban a los punks con sus
como «animales». (<<Esa gente no pertenece aI gênero hu- sonrientes mamás, recostados junto a la piscina de casa,
mano», declaró el entrenador de un equipo de fútbol en jugando con el perro de la familia, acompafiaban un tex-
News at Ten el domingo 12 de marzo de 1977.) (V éase el to que abundaba en la normalidad de los punks como in-
tratamiento que hace Stuart Hall de la cobertura periodís- dividuos: «No es el horror que parece» [...] «EI punk pue-
tica de los hooligans en Football Hooliganism [editado de ser cosa de familia» [...] «Para que lo sepan, los punks
por Roger Ingham, 1978].) Por su parte, la prensa tendió son apolíticos» y, de forma más insidiosa aunque veraz,
a reubicar a los punks en la familia, quizá porque los «Johnny Rotten es un nombre tan famoso como Hughie
miembros de esta subcultura se esforzaban en ocultar sus Green». Durante el verano de 1977, tanto People como
136 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 137

News of the World sacaron artículos sobre hijos punkis, y suele hacerlo imponiendo sus propias condiciones ideo-
hennanos punkis y bodas entre punkis y teds. Todos sir- lógicas: en este caso, se trata de sustituir una forma artís-
vieron para minimizar esa Otredad tan estridentemente tica «ai alcance de todas las conciencias» 9 por «el cuento
proclamada por el estilo punk, y definieron la subcultura de hadas de la creatividad dei artista»!", y un «ruído- (un
justo en los mismos términos que con tanta vehemencia caos de creación propia, con su coherencia y lógica pro-
trataba de negar y rechazar. pias) por una «música» que será juzgada, despreciada o
De nuevo, debemos evitar trazar distinciones absolu- comercializada. Y por último, sustituirá una subcultura
tas entre las «manipulaciones» ideológicas y comerciales producto de la historia, de unas contradicciones históri-
de las subculturas. La simbólica restitución de las hijas ai cas reales, por un pufiado de brillantes inconfonnistas,
hogar, de los descarriados ai redil, fue emprendida en un unos genios satánicos que, en palabras de sir John Read,
momento en el que la «capitulación- generalizada de los presidente de la EMI, «con el tiempo se volverán total-
músicos punk a las fuerzas dei mercado era el argumen- mente aceptables y podrán contribuir en gran medida ai
to que todos los medios esgrimían para ilustrar el hecho de desarrollo de la música moderna»."
que, «después de todo, los punkis no son más que seres
humanos». La prensa musical rebosaba de las típicas his-
torias de triunfadores que de un salto pasaban de pobres
a ricos (y sin quitarse los harapos), de músicos punk que
se iban a América, de empleados bancarios que se con-
vertían en editores de revistas o productores de discos, de
sufridas costureras transformadas de la noche a la máfia-
na en triunfantes mujeres de negocios. Claro que estas
historias de éxito tenían implicaciones ambiguas. Como
en cualquier otra «revolución juvenil» (el boom dei beat,
la explosión mod y los Swinging Sixties), el éxito relativo
de unos pocos creó una impresión de energía, expansión
e ilimitada movilidad ascendente. En última instancia,
ello reforzó esa imagen de sociedad abierta que la pre-
sencia misma de la subcultura punk --con su retórico én-
fasis en el paro, la degradación de la vivienda y la falta de
oportunidades- había contradicho originalmente. Como
escribió Barthes (1972): «EI mito siempre puede, como úl-
timo recurso, significar la resistencia que le es opuesta»,
SIETE

EI estilo como comunicación intencional

Hablo a través de mi ropa (Eco, 1973).

EI ciclo que lleva de la oposición a la desactivación,


de la resistencia a la integración delimita toda sucesiva
subcultura. Ya hemos visto cuál es el papel de los medios
y dei mercado en ese ciclo. Nos concentraremos ahora en
la subcultura en sí, para valorar qué comunica exacta-
mente el estilo subcultural y cómo lo hace. Dos pregun-
tas deben plantearse, que, combinadas, nos colocan ante
una suerte de paradoja: i,de qué modo se vuelve com-
prensible la subcultura para sus miembros? i,Cómo se lo-
gra que signifique el desorden? Para responder a estas
preguntas deberemos definir con mayor precisión el sig-
nificado dei estilo.
140 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 141

En «La retórica de la imagem>, Roland Barthes con- lacionados: c1ase y estatus, imagen de uno mismo y atrac-
trapone la imagen publicitaria «intencional» con la foto- tivo, etc. En última instancia, cuando no expresan otra
grafía de prensa supuestamente «inocente». Ambas son cosa expresan la «normalidad» contrapuesta a la «desvia-
complejas articulaciones de códigos y prácticas específi- ción» (esto es, se distinguen por su relativa invisibilidad,
cas, pero la foto de prensa parece más «natural» y trans- su idoneidad, su «naturalidad»). La comunicación inten-
parente que el anuncio. Barthes escribe: «La significación cional, en cambio, es de distinto ordeno Se aparta deI res-
de la imagen es ciertamente intencional [...] la imagen to, es una construcción visible, una elección tendenciosa.
publicitaria es clara, o como mínimo enfática». Análoga- Atrae la atención sobre sí; se da para ser leída.
mente, la distinción de Barthes puede servir para marcar Eso es lo que distingue a los conjuntos visuales de las
la diferencia entre estilo subcultural y estilo «normal». subculturas espectaculares de los conjuntos empleados
Los conjuntos estilísticos subculturales --esas enfáticas por la/s cultura/s colindante/s. Los primeros están obvia-
combinaciones de vestuario, baile, argot, música, etc.- mente fabricados (hasta los mods, precariamente situados
guardan más o menos la misma relación con las fórmulas entre los mundos de lo normal y lo desviado, acabaron
más tradicionales (traje y corbata «normales», ropa infor- manifestando su diferencia aI congregarse en grupos
mal, conjuntos de suéter y chaqueta, etc.) que la imagen frente a las salas de baile y a orillas deI mar). Proclaman
publicitaria guarda con la fotografía de prensa menos vi- sus propios códigos (por ejemplo, la camiseta rasgada de
siblemente elaborada. los punks) o aI menos demuestran que los códigos existen
No es preciso, por supuesto, que la significación sea para ser usados y explotados (son pensados y no impro-
intencional, como los semióticos se han encargado repeti- visados, por ejemplo). En ello se oponen a una cultura
damente de seríalar. Umberto Eco escribe que «todo obje- dominante cuya principal característica definitoria, se-
to, y no sólo el objeto comunicativo expresamente inten- gún Barthes, es una tendencia a la mascarada como natu-
cionado, puede ser contemplado como signo» (Eco, raleza, a sustituir las formas históricas por formas «nor-
1973). Por ejemplo, la ropa convencional que el hombre y malizadas», a traducir la realidad deI mundo en una
la mujer comente lIevan por la calle se elige dentro de imagen deI mundo que a su vez se presenta como si estu-
unas limitaciones económicas, de «gusto», preferencias, viera compuesta según «Ias Ieyes evidentes deI orden na-
etc., y tales elecciones son, sin duda, significativas. Cada tural» (Barthes, 1972).
conjunto ocupa un lugar en un sistema interno de diferen- En este sentido, lo hemos visto, puede decirse que las
cias -los modos convencionales deI discurso sobre el subculturas vulneran las leyes de la «segunda naturaleza
vestir- que encaja con su correspondiente serie de roles deI hombre», 2 AI resituar y recontextualizar las mercan-
y opciones socialmente prescritos. 1 Estas opciones contie- cías, aI subvertir sus usos convencionales y darles usos
nen toda una gama de mensajes, transmitidos a través de nuevos, el estilista subcultural otorga a la mentira eso que
las sutiles distinciones de una serie de conceptos interre- Althusser lIamó «la falsa obviedad de la práctica cotidia-
142 SUBCULTURA 143
UNA INTERPRETACrÓN

na» (Althusser y Balibar, 1968), y abre el mundo de los nificados prohibidos. Es el modo en que las mercancías
objetos a lecturas nuevas y encubiertamente opositoras. son utilizadas en la subcultura lo que, básicamente, la
La comunicación de una diferencia significante (y la pa- distingue de formaciones culturales más ortodoxas.
ralela comunicación de una identidad de grupo) será en- Los avances en el terreno de la antropología nos
tonces «la clave» oculta tras el estilo de todas las subcul- resultarán de utilidad en este punto. Concretamente, el
turas espectaculares. Es el término superordinado bajo el concepto de bricolaje puede emplearse para explicar
cual se agrupan todas las demás significaciones, el men- la estructuración de los estilos subculturales. En EI pen-
saje a través dei cual hablan todos los demás mensajes. samiento salvaje, Lévi-Strauss muestra cómo las moda-
Una vez se le ha otorgado a esta diferencia inicial una de- lidades mágicas a que recurren los pueblos primitivos
terminación primaria sobre toda la secuencia de genera- (superstición, brujería, mito) pueden considerarse siste-
ción y difusión estilística, podremos reexaminar la estruc- mas implícitamente coherentes, aun siendo explícitamen-
tura interna de cada una de las subculturas. Volviendo a te desconcertantes, de conexión entre las cosas que dotan
nuestra analogía anterior: si la subcultura espectacular es a sus usuarios de todo lo necesario para «pensar» su pro-
una comunicación intencional, si, tomando un término de pio mundo. Tales sistemas mágicos de conexión compar-
la lingüística, es «motivada», i,qué es exactamente lo que ten un rasgo: son susceptibles de crecer ilimitadamente
se está comunicando y anunciando? porque sus elementos básicos pueden entrar en una varie-
dad de combinaciones improvisadas para generar nuevos
significados en su seno. EI bricolaje ha sido descrito, en
EI estilo como bricolaje consecuencia, como una «ciencia de lo concreto» en una
reciente definición que ilumina el significado antropoló-
Lo convencional es !lamar «monstruo» a cualquier com- gico original deI término:
binación de elementos discordantes [...] Yo llamo «mons-
truo» a toda be!leza original e inagotable (Alfred Jarry).
EI bricolaje alude ai modo en que el pensamiento no téc-
Las subculturas que hemos tratado comparten un ras- nico, no cultivado deI !lamado hombre «primitivo» res-
ponde aI mundo que le rodea. EI proceso implica una
go en común, además de pertenecer mayoritariamente a
«ciencia de lo concreto» (frente a nuestra ciencia «civi-
la clase obrera. Como hemos visto, son culturas ostensi-
lizada» de lo «abstracto») que, lejos de carecer de lógi-
blemente consumistas -incluso cuando, como en los
ca, de hecho ordena con precisión y exactitud, c1asifica y
skinheads y los punks, ciertos tipos de consumo son vi- distribuye en estructuras las minutiae de una «lógica»
siblemente rechazados- y es a través de los rituales que no es la nuestra. Las estructuras, «improvisadas» o
distintivos deI consumo, a través deI estilo, como la sub- inventadas (son éstas traducciones aproximadas deI pro-
cultura revela su identidad «secreta» y comunica sus sig- ceso de bricoler) como respuestas ad hoc a un entorno,
144 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 145

sirven entonces para establecer homologías y analogías prescribían para tratar las neurosis se empleaban como
entre la ordenación de la naturaleza y la de la sociedad, y fines en sí mismas, y el ciclomotor, inicialmente un me-
de este modo «explicam> el mundo de manera satisfacto- dio de transporte respetable como el que más, fue trans-
ria, haciéndolo habitable (Hawkes, 1977). formado en amenazante símbolo de solidaridad dei gru-
po. Idéntica improvisación hizo que los peines de metal,
Las implicaciones de las estructuradas improvisacio- afilados como navajas, convirtieran el narcisismo en
nes dei bricolaje para una teoría de la subcultura especta- arma de ataque. Banderas inglesas ondeaban cosidas a la
cular entendida como sistema de comunicación ya han espalda de parkas mugrientas, si no eran recortadas y
sido exploradas. Por ejemplo, John Clarke ha insistido en convertidas en ingeniosas chaquetas. Con mayor discre-
cómo algunas formas destacadas de discurso (en espe- ción, los clásicos emblemas dei mundo de los negocios
cial, la moda) son radicalmente adaptadas, subvertidas y -el traje, el cuello y la corbata, el pelo corto, etc.- fue-
ampliadas por el bricolador subcultural: ron desgajados de sus connotaciones originales -efi-
ciencia, ambición, respeto a la autoridad-e- y mutados en
Objeto y significado constituyen, conjuntamente, un sig- fetiches «vacíos», objetos de deseo, acariciados y valora-
no, y en el seno de cualquier cultura esos signos son en- dos por derecho propio.
samblados, repetidamente, en formas características de
Aun a riesgo de sonar melodramáticos, podríamos
discurso. No obstante, cuando el bricolador cambia el
emplear aquí la frase de Umberto Eco, «guerra de guerri-
objeto significante de lugar y lo emplaza en una posición
lias semiótica» (Eco, 1972) para describir tales prácticas
distinta dentro de ese discurso, empleando el mismo re-
pertorio global de signos, o cuando el objeto es resitua- subversivas. Da igual que la guerra se libre por debajo de
do en un conjunto totalmente distinto, se crea un nue- la conciencia de los individuos pertenecientes a la sub-
vo discurso, un mensaje distinto se transmite (Clarke, cultura espectacular: sin que la subcultura deje de ser a
1976). otro nivel una comunicación intencional [véanse las págs.
139-142]), con la emergencia de grupos como el surrea-
Es así como el hurto y transformación por parte dei lista «la guerra se declara en un mundo de superficies»
teddy boy dei estilo eduardiano rescatado a principios de (Annette Michelson, citada en Lippard, 1970).
los cincuenta por Savile Row para los jóvenes ricos de la Ciertamente, las radicales prácticas estéticas de Dadá
ciudad puede entenderse como un acto de bricolaje. De y del surrealismo -el suefío, el col/age, los «ready ma-
manera parecida, puede decirse que los mods actuaron des», etc.- resultan aquí relevantes: son las modalidades
como bricoladores cuando se apropiaron de otra gama clásicas de discurso «anárquico»;' Los manifiestos de
de productos ubicándolos en un conjunto simbólico que Breton (1924 y 1929) sentaron la premisa fundamental
servía para eliminar o subvertir sus primitivos significa- dei surrealismo: que una nueva «surrealidad» emergería
dos convencionales. Así, las pastillas que los médicos con la subversión dei sentido común, con el derrumbe de
146 SUBCULTURA
UNA INTERPRETACIÓN 147

las categorias y OposlclOnes lógicas dominantes (sue- modalidades anárquicas. El punk también trato, a través
íio/realidad, trabajo/juego, por ejemplo) y con la celebra- de la «distorsión y la deformación», de descoyuntar y reor-
ción de lo anormal y lo prohibido. La clave para lograrlo ganizar el significado. También persiguió la «unión ex-
estaba, ante todo, en «una yuxtaposición de dos realida- plosiva». Pero i,qué se pretendía significar, si es que se
des más o menos alejadas» (Reverdy, 1918), ejemplifica- pretendía significar algo, mediante estas prácticas sub-
da según Breton en la insólita frase de Lautréamont: «Be- versivas? I,Cómo las tendremos que interpretar? Si aisla-
110 como el azaroso encuentro entre un paraguas y una mos el punk y le dedicamos una especial atención, podre-
máquina de escribir en una mesa de disección» (Lautréa- mos observar más de cerca algunos de los problemas que
mont, 1970). En La crisis dei objeto, Breton abundó en la suscita la lectura dei estilo.
teoría de esta «estética dei cal/age», argumentando con
no poco optimismo que un asalto a la sintaxis de la vida
cotidiana que dieta los usos de la mayoría de los objetos U fi revulsivo para el estilo: el estilo repulsivo
mundanos propiciaría
Para nosotros nada era sagrado. N uestro movimiento no
[...] una total revolución dei objeto: su intervención des- era ni místico, ni comunista ni anarquista. Todos esos
viaria el objeto de sus fines emparejándolo con otro movimientos tenían algún tipo de programa, mientras
nombre y formalizándolo. [...] Una distorsión y una de- que el nuestro era nihilista de principio a fino Escupía-
formación gratuitas se hacen aquí imprescindibles [...] mos sobre todo, incluidos nosotros. N uestro signo era
Los objetos así reconstruidos comparten la característica una nada, un vacío (George Grosz sobre Dadá).
de derivar de los objetos que nos rodean y sin embargo
diferir de éstos, mediante un simple cambio de rol (Bre- Estamos bastante, pero bastante... vacíos (The Sex Pis-
ton, 1936). tais).

Max Emst (1948) viene a decir lo mismo de manera Aun siendo a menudo directamente ofensivo (cami-
más críptica: «Quien dice cal/age dice lo irracional». setas consteladas de tacos) y amenazador (indumentaria
Obviamente, tales prácticas encuentran su corolario terrorista/guerrillera), el estilo punk se definió principal-
en el bricolaje. El bricoleur subcultural, como el «autor» mente a través de la violencia de sus «cut-ups», Como los
de un cal/age surrealista, se distingue por «yuxtaponer dos «ready mades» de Duchamp --{)bjetos manufacturados
realidades presuntamente incompatibles (esto es, "bande- que eran arte porque él los proclamaba como tal-, los
ra"t'cazadora"; "agujero'Y'camiseta"; "peine"f'arma") objetos más anodinos e insospechados -un imperdible,
en una escala aparentemente incongruente [...] y [...] allí una pinza de plástico para la ropa, un repuesto de un tele-
se produce la unión explosiva» (Ernst, 1948). El punk es visor, una hoja de afeitar, un tampón- podían verse arras-
un diáfano ejemplo de los usos subculturales de estas trados hasta las regiones de la (anti) moda punk. Todo lo
148 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 149

razonable o irrazonable podía pasar a formar parte de lo blancas de bri-nylon, corbatas escolares) fueron simbóli-
que Vivien Westwood llamó «vestuario de confronta- camente profanados (Ias camisas se cubrían de graffiti o
ción», siempre y cuando la ruptura entre los contextos de sangre falsa; las corbatas se dejaban sin anudar) y se
«natural» y elaborado fuera claramente visible (es decir, yuxtaponían con pantalones ajustados de cuero o escan-
que la regia parecía ser: cuanto menos encaje, mejor). dalosos tops de mohair rosa. Se apreciaba el valor intrín-
Objetos sacados dei más sórdido de los contextos ha- seco de lo perverso y lo anormal. En especial, se recurrió
llaban un lugar en los conjuntos punk: cadenas de váter a la iconografía subterránea dei fetichismo sexual, con
pendían en elegantes arcos sobre pechos forrados con los previsibles efectos. Máscaras de violador y trajes de
bolsas de basura. Los imperdibles eran desterrados de su látex, corpiãos de cuero y medias de malla, zapatos con
contexto de «utilidad» doméstica y llevados como ador- tacones de aguja inverosímilmente afilados, toda la para-
nos truculentos en mejillas, orejas o labios. Materiales fernalia dei bondage --<;inturones, correas y cadenas-
maios y «baratos» (PVC, plástico, lurex, etc.) con dise- fue exhumada dei tocador, dei armario y dei filme porno-
fios vulgares (imitación de piei de leopardo, por ejemplo) gráfico y sacada a la calle, donde mantenía sus connota-
y colores «horribles», descartados desde hacía aíios por ciones prohibidas. Algunos punks jóvenes llegaron a ves-
la industria seria de la moda como kitsch obsoleto, fueron tir gabardinas sucias --el más prosaico de los símbolos
rescatados por los punks y convertidos en prendas de ves- de «perversión» sexual- para expresar así su desviación
tir (pantalones ajustados para chicos, minifaldas «comu- en términos convenientemente proletarios.
nes») que ofrecían autorreflexivos comentarios sobre las Naturalmente, el punk no se limitó a revolver el guar-
nociones de modernidad y de gusto. Las concepciones darropa. Saboteó todos los discursos de cierta envergadu-
consensuadas de la belleza saltaron por los aires, junto a ra. EI baile, por lo general un fenómeno participativo y
la tradición femenina de la cosmética. En las antípodas expresivo para el rock británico y las culturas pop rei-
de lo que recomendaria cualquier revista femenina, el nantes, se convirtió en una torpe exhibición de robótica
maquillaje masculino y femenino se proclamaba a gritos. vacía. Los bailes punk no guardaban la más mínima rela-
Las caras se transformaron en retratos abstractos: estu- ción con la espontaneidad dei frug * y con los apasiona-
dios meticulosamente ejecutados sobre la alienación, fru- dos abrazos que, según Geoff Mungham, caracterizaron
to de una aguda observación. EI pelo se teüía de tonos los decentes rituales proletarios dei sábado noche en el
vistosos (amarillo paja, negro azabache o naranja brillan- Top Rank o el Mecca." Desde luego, las abiertas mani-
te con mechones verdes o decolorados en forma de inte- festaciones de interés heterosexual solían recibirse con
rrogante), y las camisetas y pantalones contaban la histo- desprecio y sospecha ha dejado entrar aI BOF/
ria de cómo fueron elaboradas, con cremalleras múltiples «wimp» ?)5 y los clásicos esquemas de cortejo no tenían
y costuras exteriores totalmente a la vista. De manera pa-
recida, algunos elementos dei uniforme colegial (camisas * Frug: baile derivado dei twist. (N. dei t.)
150 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 151

sitio en la pista junto a bailes como el pago, el pose y el bien en dar unos extravagantes bandazos primeros
robot. Aunque el pose dejaba un resquicio a la sociabili- pasos de Frankenstein?) que se detenían abruptamente en
dad (esto es, podía bailarse a dos), la «pareja» era por lo puntos al azar. La pose resultante se mantenía durante va-
general deI mismo sexo y el contacto físico quedaba des- rios segundos, minutos incluso, y toda la secuencia se rea-
cartado, ya que la relación descrita por el baile era de ca- nudaba y recreaba de manera tan inesperada como inex-
rácter «profesional», Un participante adoptaba una este- plicable. AIgunos punks entusiastas llevaron las cosas un
reotipada pose fashion mientras el otro se agachaba en el poco más lejos y coreografiaron veladas enteras, convir-
clásico estilo «Bailey» para tomar una imaginaria instan- tiéndose durante unas horas, como Gilbert y George," en
tánea. Para el pago, en cambio, esta exigua interacción ya autómatas, en esculturas vivientes.
era demasiada (aunque no por ello dejaría de provocar un En una línea similar, la música se distinguía dei rock
buen número de viriles embestidas ante los escenarios). y pop mayoritarios. Su atractivo era monocorde, primario
De hecho, el pago fue una caricatura, una reductio ad ab- y directo: lo mismo daba que aspirase a demostrar cono-
surdum, de todos los estilos solitarios de baile asociados cimientos musicales o no. En este último caso, los punks
a la música rock. Se parecía ai «anti-baile» de los «Leap- hicieron de la necesidad una virtud (<<Lo que queremos es
nicks» descrito por Melly en relación con el boom dei ser amateurs», Johnny Rotten). Casi siempre, una anda-
trad (Melly, 1972). La misma gestualidad estricta -sal- nada de guitarras a tope de volumen y agudos, acompa-
tar en el aire, las manos pegadas a los costados, como fiadas de un saxo ocasional, ejecutaban machaconas líneas
para cabecear una pelota imaginaria- se repetia invaria- (anti)melódicas sobre una turbulenta base de baterias ca-
blemente en el tiempo aI ritmo estrictamente mecánico cofónicas y alaridos vocales. Johnny Rotten sintetizó la
de la música. A diferencia dei baile hippy, lánguido y li- actitud punk respecto a la armonía: «Lo nuestro es el
bre, y dei «idiot dancing» de los heavymetaleros (véase caos, no la música».
la pág. 208, n. 12), el pago no dejaba espacio a la impro- Los nombres de los grupos (The Unwanted, The Re-
visación: las únicas variaciones las imponían los cambios jects, The Sex Pistols, The Clash, The Worst, etc.)* y los
de tempo en la música, y los temas rápidos eran «inter- títulos de las canciones (<<Belsen was a Gas», «If You
pretados» con maníaco abandono y frenética gestualidad Don't Want to Fuck Me, fuck off», «I Wanna be Sick on
sin moverse dei sitio, mientras que los lentos se bailaban You»), ** reflejaron la tendencia marcadamente irreve-
con una indiferencia lindante con la catatonia.
EI robot, refinamiento que sólo se dio en las reuniones
punk más exclusivas, era más «expresivo» y a la vez me- * «Los No Deseados», «Los Desechos», «Las Pistolas Sexua-
les», «EI Choque», «Los Peores», (N. dei t.)
nos «espontáneo», dentro dei estrechísimo margen que ta-
** «Belsen fue una gozada» (Gase-egozada» pero también, ob-
les términos adoptaron en el vocabulario punk. Consistía viamente, «gas»), «Si no quieres joder conmigo, jódete», «Quiero
en sacudir cabeza y manos de forma casi imperceptible, o vomitar sobre ti». (N. dei t.)
152 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 153

rente y automarginatoria que caracterizó todo el movi- lanzaron ai escenario. Mientras tanto, cada actuación, por
miento punk. Semejantes tácticas fueron, parafraseando a apocalíptica que fuera, demostraba que las cosas podían
Lévi-Strauss, «cosas para encanecer el pelo de mamá». cambiar, y de hecho estaban cambiando: se demostraba
Estas «bandas de garaje» prescindieron, como mínimo en que actuar era, en sí, una opción que ningún punk debía
sus inicios, de veleidades musicales y reemplazaron, por descartar. Abundaban en la prensa musical los ejemplos
decirlo con la tradicional terminología romántica, la de «fans corrientes» (Siouxsie de Siouxsie and the Ban-
«técnica» por la «pasión», las crípticas poses de la élite shees, Sid Vicious de los Sex Pistols, Mark P de Sniffin
existente por ellenguaje dei hombre de la calle, la noción Glue, Jordan de los Ants) que habían llevado a cabo la
burguesa de entretenimiento o el concepto clásico dei travesía simbólica desde la pista de baile ai escenario.
«arte elevado» por un arsenal de ataques frontales, ahora Hasta los puestos más humildes en la jerarquía dei rock
ai orden dei día. podían suponer una seductora alternativa para la monoto-
Fue en el terreno dei directo donde los grupos punk nía dei trabajo manual, la oficina o el paro juvenil. Se
representaron una mayor amenaza para la ley y el ordeno cuenta, por ejemplo, que los Stranglers recogieron a los
No puede negarse que lograron subvertir los convencio- Finchley Boys en las gradas de un estadio futbolístico y
nalismos acerca de qué era un concierto o un entreteni- les dieron trabajo como roadies. *
miento de night-club. Y, lo que es más significativo, tra- Aunque estas «historias dei éxito» estaban, como he-
taron de acercarse a su público, tanto en términos físicos mos visto, sujetas a interpretaciones «sesgadas- en la pren-
como en las letras de sus canciones y en sus estilos de sa, se produjeron innovaciones en otras áreas que posibi-
vida. En sí la cosa nada tiene de exclusivo: a menudo la litaron la oposición a las definiciones mayoritarias. La
estética revolucionaria (Brecht, los surrealistas, Dadá, más destacada fue la tentativa, la primera en una cultura
Marcuse, etc.) ha empleado la frontera entre artista y pú- juvenil predominantemente obrera, de crear un espacio
blico como metáfora de esa barrera más amplia e intran- crítico alternativo dentro de la propia subcultura para así
sigente que separa el arte y el sueíío de la realidad y la contrarrestar la cobertura hostil, o cuando menos ideoló-
vida bajo el capitalismo.' Los escenarios de aquellos 10- gicamente tendenciosa, dei punk en los medios. La exis-
cales lo bastante seguros para albergar actos «new wavex tencia de una prensa punk alternativa demostró que la
se veían periódicamente invadidos por hordas de punks, y ropa y la música no eran lo único que podía producirse de
si por casualidad la dirección dei local se negaba a tolerar forma inmediata y barata a partir de unos recursos limita-
tan flagrante desprecio por la etiqueta, entonces los gru- dos. Los fanzines (Sni.ffin Glue, Ripped and Tom, etc.)
pos y sus seguidores podrían verse arrastrados a una co- eran revistas editadas por un individuo o un grupo, com-
munión colectiva de baba y abusos mutuos, Cuando en
mayo de 1977 los Clash tocaron «White Riot» en el Rain- * Roadie: persona encargada de transportar y montar el equipo
bow Theatre, los espectadores arrancaron las sillas y las de un grupo musical en gira. (N. dei t.)
154 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 155

puestas por resefías, editoriales y entrevistas con punkis tipográficos fueron el graffiti, traducido en una fluida le-
destacados, producidas a pequefía escala con el mínimo tra «de spray», y la nota de secuestro en la que se pega-
coste, grapadas y distribuidas en una serie de puntos de ban letras sueltas recortadas procedentes de fuentes va-
venta afines. riopintas (periódicos, etc.) en diferentes tipografías para
Ellenguaje en el que se enmarcaron los diversos ma- formar un anónimo. La portada de «God Save the Queen»
nifiestos era resueltamente «de clase obrera» (esto es, ve- de los Sex Pistols (que luego pasaria a camisetas, póste-
nía generosamente regado con palabras soeces) y los res, etc.) incorporaba, por ejemplo, ambos estilos: el tex-
errores de máquina, las faltas de ortografía y gramática y to, toscamente montado, estaba pegado sobre los ojos y
la paginación confusa se dejaban tal cual en la versión fi- la boca de la reina, todavía más desfigurados por las tiras
nal. Correcciones y tachaduras previas a la publicación se negras empleadas en las revistas pulp de detectives para
dejaban para que el lector las descifrase a su aire. Todo ocultar la identidad (connotaciones, pues, delictivas o es-
daba una abrumadora sensación de urgencia e inmedia- candalosas). Por último, el proceso de autodegradación
tez, de periódico producido a máxima velocidad, de notas irónica característico de la subcultura se extendió a su
garabateadas desde el frente. propio nombre: en general, los incondicionales prefirie-
Todo ello contribuyó inevitablemente a la cristaliza- ron el apelativo de «punk», con sus irrisorias connotacio-
ción de una prosa estridente e intimidatoria, que, como la nes de «vileza mezquina e insignificante», «maldad»,
música que describía, era difícil de «asimilar- aun a pe- «carente de valor», etc., ai más neutral de «new wave»."
quefías dosis. De vez en cuando se colaba un artículo más
ingenioso, más abstracto (lo que Harvey Garfinkel, el et-
nometodólogo norteamericano, llamaría «una ayuda para
imaginaciones aletargadas»). Por ejemplo, Sniffin Glue,
el primer fanzine y el que alcanzó una circulación más ele-
vada, publicó el que tal vez sea el más inspirado de los ar-
tículos de propaganda generados por la subcultura -Ia
definitiva declaración de principios de la filosofía punk
dei hazlo-tú-mismo-i-, un diagrama mostrando tres posi-
ciones de dedos en el mástil de una guitarra con la leyen-
da: «Aquí un acorde, aquí dos más, ahora forma tu propia
banda».
Incluso el grafismo y la tipografia empleados en las
portadas de discos y en los fanzines eran homólogos dei
estilo subterráneo y anárquico dei punk. Los dos modelos
OCHO

EI estilo como homología

Tenemos, pues, que la subcultura punk significó el


caos a todos los niveles, pera ello sólo pudo ser porque
el estilo en sí estaba cuidadosamente estructurado. El
caos tenía coherencia en cuanto totalidad dotada de sig-
nificado. Llegados a este punto, podemos tratar de resol-
ver la paradoja aludiendo a otro concepto inicialmente
empleado por Lévi-Strauss: la homología.
Paul WilIis (1978) aplicó por vez primera el término
«homología- a una subcultura en su estudio de los hip-
pies y los motorbike boys, y lo empleó para describir la
correspondencia simbólica entre los valores, los estilos
de vida, la experiencia subjetiva y las formas musicales
que un grupo emplea para expresar o reforzar sus princi-
pales inquietudes. En Profane Culture, WilIis demuestra
158 UNA INTERPRETACIÓN 159
SUBCULTURA

que, ai revés dei mito popular donde las subculturas apa- masculinidad y pertenencia a la c1ase obrera», De este
recen como formas anárquicas, la estructura interna de modo, «los objetos simbólicos --el vestuario, la aparien-
toda subcultura se caracteriza por un orden extremo: cada cia, ellenguaje, las ocasiones rituales, los estilos de interac-
parte se relaciona orgánicamente con el resto y su corres- ción, la música- se configuraron como unidad junto a
pondencia sirve ai miembro de la subcultura para inter- las relaciones, la situación, la experiencia deI grupo»
pretar el mundo. Fue, por ejemplo, la homología entre un (Hall y otros, 1976b).
sistema de valores alternativo (<<Tune in, turn on, drop Desde luego, los punks parecen confirmar esta tesis.
out», «Sintonízate, enciéndete, escápate»), las drogas alu- Si algo ha caracterizado a esta subcultura, es su cohesión.
cinógenas y el acid rock lo que cohesionó la cultura hip- Existía una relación homológica entre el vestuario andra-
pie como «todo un media de vida» para los miembros de joso y heterogéneo y el pelo de punta, el pogo y las anfe-
dicho colectivo. En Resistance Through Rituais, Hall y taminas, los escupitajos, los vômitos, el formato de los
otros entrecruzaron los términos de homología y bricola- fanzines, las actitudes insurgentes y la frenética música
je para dar una explicación sistemática de por qué un es- «sin alma». La ropa que lIevaban los punks era el equiva-
tilo subcultural determinado resultaba atractivo para un lente perfecto dellenguaje soez; maldecían igual que ves-
grupo concreto de personas. Los autores se preguntaron: tían, calculando el efecto, rociando de obscenidades los
significado específico tiene un estilo subcultural textos de sus discos, las notas de prensa, las entrevistas y
para los miembros de esa subcultura?». las canciones de amor. Envueltos en el caos, fueron los en-
La respuesta fue que los correspondientes objetos cargados de hacer Ruido en la pulcramente orquestada
reunidos en los distintivos conjuntos subculturales «re- Crisis de la vida cotidiana de finales de los setenta, un
flejaban, expresaban y se hacían eco [...] de los aspectos ruido cuyo (sin)sentido funcionó deI mismo modo y en la
de la vida dei grupo» (Hall y otros, 1976b). Los objetos misma medida que el de una pieza musical de vanguar-
elegidos eran, intrinsecamente o en sus formas adapta- dia. Si hubiera que escribir un epitafio para la subcultura
das, homólogos de las principales inquietudes de esa sub- punk, lo mejor sería repetir la célebre máxima de Poly
cultura, de sus actividades, de su estructura grupal así Styrene: «Oh Bondage, Up Yoursl- [«jOh bondage, vete
como de la imagen que el colectivo tenía de sí mismo. a la mierda!»] o, siendo algo más exactos: lo prohibido
Eran «objetos en los que [los miembros de la subcultura] está permitido pero, de igual modo, nada, ni siquiera esos
podían ver mantenidos y reflejados sus grandes valores» significantes prohibidos (el bondage, los imperdibles, las
(Hall y otros, 1976b). cadenas, los tintes para el pelo, etc.), son sagrados o in-
Como ejemplo de ese principio se citaba a los skin- mutables.
heads. Las botas, los tirantes y el pelo rapado sólo se con- Esta ausencia de significantes sagrados perdurables
sideraban apropiados y por consiguiente significativos (iconos) crea problemas aI semiótico. discernir
porque comunicaban las deseadas cualidades: «dureza, valores ciertos reflejados en objetos que se eligieron sólo
160 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 161

para ser descartados? Podemos, por ejemplo, decir que siva, sino mediante la identificación de los conjuntos ge-
en sus inicios el punk apuntó, en sus significados, a la neradores de categorías ideológicas y su sustitución por
«modemidad» y a la idea de «clase trabajadora». Los im- un conjunto distinto».
perdibles y las bolsas de basura significaron una relativa Para reconstruir el verdadero texto de la subcultura
pobreza material vivida directamente y exagerada o bien punk, para rastrear la fuente de sus prácticas subversivas,
asumida por simpatía, y que a su vez tenía como signifi- primero tenemos que aislar el «conjunto generador- res-
cado la depauperación espiritual de la vida cotidiana. En ponsable dei exotismo desplegado por la subcultura. Al-
otras palabras, los imperdibles, etc., «representaban» esa gunos hechos semióticos son indiscutibles. La subcultura
transición de la carencia simbólica a la real que Paul Pie- punk, como cualquier otra subcultura juvenil, se constitu-
cone (1969) ha descrito como el movimiento de los «es- yó a través de una serie de espectaculares transformacio-
tómagos vacíos- a los «espíritus vacíos, y por consiguien- nes de toda una gama de productos, valores, actitudes re-
te a una vida vacía a pesar dei cromo y el plástico [...] dei lacionadas con el sentido común, etc. A través de estas
estilo de vida de la sociedad burguesa». formas adaptadas, ciertos sectores de una juventud ma-
Podríamos ir más lejos y decir que, pese a la parodia yoritariamente obrera pudieron reeditar su oposición a
de la pobreza, el humor punk era afiladísimo, que bajo el los valores e instituciones dominantes. Sin embargo, cuan-
maquillaje dei payaso se traslucía el rostro desfigurado do llegamos a los elementos específicos es cuando em-
dei capitalismo, y que más aliá de las payasadas de circo piezan a surgir los problemas. /,Qué se pretendía expre-
siniestro latía una enérgica condena de una sociedad sar, por ejemplo, con la esvástica?
fragmentada y desigual. Sin embargo, si forzamos la cosa Sabemos que el símbolo llegó a los punks a través de
y describimos la música punk como «el sonido de la For- Bowie y la fase «Berlín» de Lou Reed. Asimismo, está
ma de Vida Occidentalx o el pogo como «el salto de las claro que reflejaba el interés de los punks por una Ale-
viviendas baratas», o hablamos dei bondage como refle- mania perversa y decadente, una Alemania no future.
jo de la escasez de oportunidades de los jóvenes de clase Evocaba una época con fragancia de una potente mitolo-
obrera, estaremos ya pisando un terreno menos seguro. gía. Convencionalmente, para los británicos la esvástica
Semejantes lecturas son a la vez demasiado literales y de- significaba «el enemigo». Sin embargo, en el mundo
masiado conjeturales. Son extrapolaciones de la prodi- punk, el símbolo perdió su significado «natural»: el fas-
giosa retórica de la propia subcultura, y la retórica no es cismo. Los punks no solían simpatizar con los partidos de
de fiar: aunque hable en serio, no tiene por qué estar di- extrema derecha. Por el contrario, como he sostenido
ciendo lo que parece. En otras palabras, es opaca: sus ca- (véase más arriba, págs. 94-95), el conflicto con los teddy
tegorías forman parte de su propaganda. Volviendo una boys de segunda generación y el generalizado apoyo ai
vez más a Mepham (1974), «el texto verdadero no se re- movimiento antifascista (por ejemplo, la campana Rock
construye mediante un proceso de decodificación progre- against Racism) parecen indicar que la subcultura punk
162 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 163

se desarrolló en parte como respuesta antitética ai resur- noción de «mensaje», de una combinación de elementos
gir dei racismo a mediados de los setenta. Sólo nos que- unívocamente referida a un número fijo de significados)
da, entonces, la explicación más obvia: que la esvástica se no pueden ofrecemos una «vía de acceso» al difícil y con-
llevaba porque era garantía de escándalo. (Cuando en el tradictorio texto dei estilo punk. Toda tentativa de obtener
Time Out dei 17 al23 de diciembre de 1977 le preguntaron una serie definitiva de significados a partir de un juego de
a una punk por qué llevaba esvástica, contestó: «Es que a significantes en apariencia interrninables y que a menudo
los punkis nos gusta que nos odíen-.) Era algo más que parecen fruto dei azar se diría condenado al fracaso.
una mera inversión o inflexión de los significados habi- Y, sin embargo, con el tiempo acabó surgiendo una
tualmente asociados a un objeto. El significante (esvásti- rama de la semiótica que, precisamente, aborda ese pro-
ca) había sido deliberadamente separado del concepto (el blema. En ella, la noción simple de la lectura como reve-
nazismo) que por convención significaba, y pese a reco- lación de un número fijo de significados ocultos se des-
locarse (como «Berlín» en un contexto subcultural alter- carta en favor de la idea de polisemia, según la cual cada
nativo, su valor y su atractivo primario derivaba precisa- texto generaría una serie potencialmente infinita de sig-
mente de su falta de significado: de su potencial para el nificados. Por lo tanto, la atención se centra en ese punto
engano. Fue explotado como efecto vacío. La conclu- -r-r-O, para ser más exactos, en ese nivel- de todo texto en

sión, obligada, es que el valor central «rnantenido y re- el que el principio de significado parece quedar más en tela
flejado- por la esvástica fue la comunicada ausencia de de juicio. Una aproximación de este tipo no enfatiza tanto
todo valor identificable. En última instancia, el símbolo la primacía de la estructura y dei sistema en el lenguaje
era tan «absurdo» como la ira que despertaba. La clave «<lengua»), y sí la posicián dei sujeto hablante dentro dei
dei estilo punk nos sigue resultando, pues, esquiva. En discurso «<habla»). Se ocupa dei proceso de construcción
vez de alcanzar un punto en el que poder empezar a en- dei significado y no dei producto final.
tender el estilo, hemos alcanzado el lugar en el que el Muchos de estos trabajos, asociados sobre todo con
sentido mismo se desvanece. el grupo francés Tel Quel, nacieron de un compromiso
con textos literarios y fílmicos. Implican un intento de
trascender las convencionales teorías dei arte (como mí-
EI estilo como práctica significante mesis, como representación, como reflejo transparente de
la realidad, etc.) para introducir en su lugar «la noción dei
Estamos rodeados de vacío, pero es un vacío cargado de arte como "trabajo", como "práctica", como una particu-
signos (Lefebvre, 1971). lar transformaciôn de la realidad, una versión de la reali-
dad, una descripción de la realidad».'
Da la sensación de que las aproximaciones a la subcul- Uno de los efectos de este cambio en los intereses ha
tura basadas en una semiótica tradicional (que parta de una sido dirigir la atención de los críticos a la relación entre
164 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 165

medios de representación y objeto representado, entre lo disrupción sobre la unidad, de la «colisión- sobre la «co-
que en la estética tradicional dio en llamarse, respectiva- nexión»," el triunfo, pues, dei significante sobre el signi-
mente, «forma» y «contenido» de una obra de arte. De ficado. Debiera ser contemplado como una parte en el in-
acuerdo con esta actitud, no puede existir ninguna distin- tento dei grupo de reemplazar por los valores de «fisura-
ción absoluta entre los dos términos, y en este sentido es y contradicción la preocupación por la «totalidad- (es de-
crucial reconocer, como premisa, que las maneras en que cir, el texto «concebido como estructura cerrada» [Lack-
se dicen las cosas -Ias estructuras narrativas emplea- ner y Matias, 1972] que, supuestamente, caracteriza la
das- imponen limitaciones bastante rígidas respecto a crítica literaria clásica).
quê puede decirse. En concreto, la idea de que un conteni- Aunque muchos de esos trabajos siguen en un esta-
do de quita y pon pueda insertarse en una forma más o me- dio experimental, es indudable que ofrecen una pers-
nos neutra! -postulado que parece la base de la estética pectiva radicalmente distinta dei estilo en la subcultura,
realista- se considera ilusoria, porque una estética como ai atribuir una posición central a los problemas de lec-
ésta «niega su propio estatus de articulación [...] en ella lo tura que hemos encontrado en nuestro análisis dei punk.
real no es articulado, sino que es» (MacCabe, 1974),' La obra de Julia Kristeva sobre la significación se mues-
Inspirándose en una teoría alternativa de la estética tra, en este sentido, especialmente útil. En La Révolu-
cuyas raíces están en la modernidad y la vanguardia, y to- tion du langage poétique, Kristeva explora las posibi-
mando como modelo la idea brechtiana dei «teatro épi- lidades subversivas dei lenguaje a través de un estudio
CO»,3 el grupo Tel Quel quiere oponerse a la idea común- de la poesía simbolista francesa, y sefiala el «lenguaje
mente aceptada de una relación transparente entre signo poético» como «el lugar donde el código social es des-
y referente, entre significación y realidad, a través dei truido y renovado» (Kristeva, 1975). Califica de «radi-
concepto de práctica significante. La expresión refIeja de cales» las prácticas significantes que niegan y distorsio-
forma precisa la gran preocupación dei grupo por las im- nan la sintaxis -«condición de la coherencia y la
plicaciones ideológicas de la forma, por la idea de una racionalidad» (White, 1977)- y que por consiguiente
verdadera construcción y deconstrucción dei significado, sirven para erosionar el concepto de «posición actan-
y por lo que ha dado en llamarse «productividad- dei cial» sobre el que, se dice, descansa la totalidad dei
lenguaje. Este enfoque ve el lenguaje como una fuerza «Orden Simbólico». *5
activa y transitiva que configura y posiciona ai «sujeto-
(en cuanto hablante, escritor, lector) sin jamás abandonar
* EI «orden simbólico» ai que me he venido refiriendo no debe
su estado «procesual», susceptible de infinitas adaptacio- confundirse con el «Orden Simbólico» de Kristeva, empleado en un
nes. Este énfasis en la práctica significante se acompafia sentido específicamente derivado dei psicoanálisis lacaniano. Utili-
de una polémica insistencia en la idea de que el arte re- zo el término simplemente para designar la aparente unidad de los
presenta el triunfo dei proceso sobre la inmovilidad, de la discursos ideológicos dominantes activos en un momento dado.
166 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 167

Dos de los intereses de Kristeva parecen coincidir con Mientras que los skinheads teorizaron y fetichizaron
los nuestros: la creación de grupos subordinados mediante su situación de clase para consumar un «mágico» retomo
el posicionamiento en el lenguaje (a Kristeva le interesan a un pasado imaginario, los punks se dislocaron a sí mis-
específicamente las mujeres), y la disrupción dei proceso mos frente a la cultura parental y se salieron de ella: so-
mediante el cual suele alcanzarse dicho posicionamiento. brepasaron la comprensión dei hombre y la mujer de la
Adernás, la idea general de práctica significante (definida calle, yendo hacia un futuro de ciencia-ficción. Exacer-
por ella como «el establecer y el abrirse camino o el atra- baron su Otredad, «aconteciendo» en el mundo como
vesar un sistema de signos»)" puede ayudamos a replan- alienígenas inescrutables. Aunque los rituales, acentos y
tear con mayor sutileza y complejidad las relaciones no objetos dei punk se utilizaron con toda conciencia para
sólo entre formaciones culturales marginales y mayorita- significar la condición obrera, los orígenes exactos de los
rias, sino entre los propios estilos subculturales. Hemos individuos punk fueron disfrazados o simbólicamente
visto, por ejemplo, que todos los estilos subculturales se desfigurados por el maquillaje, las máscaras y los apodos
basan en una práctica que tiene mucho en común con la es- que, como el arte de Breton, dan la sensación de haber
tética «radicai» dei collage surrealista, y pronto veremos sido empleados como estrategias «para escapar dei prin-
cómo los diferentes estilos representan diferentes prácticas cipio de identidad». 7
significantes. Por mi parte, mantendré que las prácticas sig- Esta condición obrera, por lo tanto, tendía a mantener,
nificantes encarnadas en el punk fueron «radicales- en el hasta en la práctica, hasta en susformas concretizadas, las
sentido de Kristeva: apuntaron hacia un «ningún lugar» y dimensiones de una idea. Era abstracta, incorpórea, des-
huscaron activamente permanecer mudas, ilegibles. contextualizada. Despojada"de los necesarios detalles -un
Ahora podemos examinar con mayor detenimiento la nombre, un hogar, una historia-, se negaba a ser interpre-
relación entre experiencia, expresión y significación en tada, identificada, a que se rastrearan sus orígenes. Se si-
la subcultura, así como toda la cuestión dei estilo y de tuaba en violenta contradicción frente a ese otro gran signi-
nuestra lectura dei mismo. Volviendo a nuestro ejemplo, ficante punk, la «perversión» sexual. Las dos formas de
hemos visto cómo el estilo punk encajaba homológica- desviación -social y sexual- se solaparon para dar una
mente gracias, precisamente, a sus desajustes (agujero: ca- sensación de trama compleja que seguro iba a desconcertar
miseta::escupir:aplauso::bolsa de basura:prenda de vestir:: aI más liberal de los observadores, a poner en cuarentena
anarquía:orden), por su rechazo a cohesionarse en tomo a las simplistas proclamas de los sociólogos, por radicales
una serie de valores fundamentales fácilmente identifica- que éstos fuesen. Así, aunque los punks aludieran una y otra
bles. Su cohesión, en cambio, fue elíptica, se produjo a vez a las realidades de la escuela, el trabajo, la familia y la
través de una serie de notorias ausencias. Se caracterizó clase, esas referencias sólo tendrían sentido ai transmitirse
por no localizarse en parte alguna, por su vacuidad, y en a través dei fracturado sistema de circuitos dei estilo punk y
ello se distingue dei estilo skinhead. quedar representadas como «ruido», desazón, entropía.
168 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 169

En otras palabras: aunque los punks se convirtieron a los «auténticos»). Los mods, por ejemplo, disponían de
sí mismos en el deliberado reflejo de lo que Paul Piccone un complejo sistema de clasificación donde «faces» y
(1969) llamó «las realidades precategóricas» de la socie- «stylists- constituían el círculo original y se definían ante
dad burguesa ---desigualdad, impotencia, alienación-, una mayoría sin imaginación, la de los pedestres «kids- y
ello sólo fue posible porque el estilo punk había roto de «scooter boys», acusados de trivializar y degradar el tan
forma decisiva no sólo con la cultura parental sino con su preciado estilo modo Y lo que es más: individuas distin-
propia situacián dentro de la experiencia. Esta ruptura tos aportan distintos grados de compromiso a una subcul-
aparecía, recreada, en las prácticas significantes encarna- tura. Ésta puede representar una dimensión fundamental
das en el estilo punk. La indumentariapunk, por ejernplo, en la vida de una persona -un eje erigido frente a la fa-
no era tanto un modo de resolver mágicamente las con- milia a cuyo alrededor se puede consolidar una identidad
tradicciones vividas como de representar la experiencia inmaculada y secreta- o bien puede ser una pura dis-
de la contradicción en sí, en forma de tropas visuales (el tracción, un pequeno bálsamo para las realidades monó-
bondage, la camiseta agujereada, etc.). Así, aun siendo tonas pero pese a todo primordiales de la escuela, el ho-
cierto que los objetos simbólicos dei estilo punk (imper- gar y el trabajo. Puede utilizarse como medio de escape,
dibles, pago, peinados a lo electrochoque) eran «configu- de exiliarse radicalmente deI entorno, o como forma de
rados en forma de "unidad" junto a las relaciones, situa- volver a él y encontrar la paz tras un fin de semana o una
ciones y experiencia dei grupo» (Hall y otros, 1976b), la velada de desahogo. En la mayoría de los casos se em-
unidad era «rupturalx y «expresiva. a la vez, o, para ser plea, como sugiere Phil Cohen, mágicamente para alcan-
más exactos, se expresaba a sí misma a través de la rup- zar ambos objetivos. Sin embargo, pese a estas diferen-
tura. cias individuales, los miembros de una subcultura han de
Con ello no queremos decir, por supuesto, que todos compartir un lenguaje común. Y si un estilo debe impo-
los punks tuvieran idéntica conciencia de la disyunción nerse, si debe popularizarse de manera genuina, tiene que
entre experiencia y significación que en última instancia decir las cosas adecuadas de la forma adecuada en el mo-
sustentaba todo el estilo. Indudablemente, el significado mento adecuado. Debe anticipar o resumir un sentimien-
que luva para la primera oleada de innovadores cons- to, un momento. Debe encarnar una sensibilidad, y la
cientes de la propia identidad se hizo posteriormente sensibilidad encarnada por el punk fue esencialmente dis-
inaccesible para quienes se hicieron punks cuando la sub- locada, irónica y autoconsciente.
cultura ya había salido a la luz y había sido publicitada. AI igual que los individuos pertenecientes a una mis-
En esta el punk no fue único: la distinción entre originales ma subcultura pueden ser más o menos conscientes de lo
y parásitos es siempre significativa en la subcultura. Con que dicen con el estilo y de cómo lo están diciendo, los
frecuencia se verbaliza (punkis de plástico o punkipijitos, diferentes estilos subculturales presentan diferentes gra-
rastas de salón, hippies de fin de semana, etc., frente a dos de ruptura. Los punks, llamativos por su estética de-
170 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 171

salifíada y «rnalsana», se alzaron por encima dei paisaje Quizás el estilo punk fuera interpretado por los teddy
familiar de formas normalizadas con mayor estridencia boys como una afrenta a valores tradicionales de la clase
que los mods, significativamente descritos en un periódi- obrera como la franqueza, el lenguaje llano y el purita-
co de entonces como «[...] gente sin alfileres, limpia y nismo sexual que ellos habían suscrito y rescatado. Igual
maja», por más que los dos grupos abordaran similares que sucedió con la reacción rocker frente a los mods y
prácticas significantes (un bricolaje calculadamente sub- la skinhead frente a los hippies, el revival teddy boy dia la
versivo). impresión de ser una reacción «autentica- y obrera a la im-
Ello explica en parte, o por lo menos respalda, las postura proletaria de la nueva ala. El modo en que creó
hostilidades existentes en el seno de las subculturas. Por significado, mediante un mágico retomo ai pasado, a los
ejemplo, el antagonismo entre los herederos de los teddy estrechos confines de la comunidad y la cultura parental,
boys y los punks trascendió los límites de una mera in- a lo familiar y lo legible, sintonizaba a la perfección con
compatibilidad en el plano dei «contenido» -música y su conservadurismo inherente." Los teds no sólo reaccio-
vestuario distintos, etc.-, e incluso de las distintas filia- naron agresivamente ante los objetos y «significados»
ciones políticas y raciales de ambos grupos (véase la pág. punk, también reaccionaron ante el modo en que esos ob-
96) o de las diferentes relaciones con la comunidad pa- jetos se presentaban y esos significados se construían y
rental, etc. (véanse las págs. 113-117) para inscribirse en desmantelaban. Y lo hicieron recurriendo a un «lengua-
la construcción misma de los dos estilos: el modo en que je» mucho más primitivo, remontándose a un «entonces»
comunicaban (o rehusaban comunicar) el significado. Los que, en palabras de George Melly (1972), era superior aI
teddy boys entrevistados por la prensa criticaban sisterná- «ahora», lo cual, como sefíala Melly, «es un concepto
ticamente que los punks «saquearan» simbólicamente el muy anti-pop».
valioso guardarropa de los cincuenta (los pantalones ajus- La diferencia entre ambas prácticas puede expresarse
tados, los zapatos de punta, los tupés, etc.) así como los con la siguiente fórmula: una (la de los punks) es cinéti-
usos irónicos y sacnlegos de tales artefactos «sagrados» ca' transitiva y se centra en el acto de transformaciôn
ai integrarse en col/ages y ser reelaborados por el estilo realizado sobre el objeto: la otra (Ia de los teds) es estáti-
punk, donde, según los entrevistados, quedaban contamina- ca, expresiva y se centra en los objetos en sí. Para captar
dos por asociación (jponcrlos junto a «botas de combate» mejor la naturaleza de esta distinción, quizá valgala pena
y prendas sadomaso de látexl)." Detrás de los col/ages recurrir a otra de las categorías de Kristeva: la «signifi-
predilectos de los punks latía el desorden, la descomposi- cancia». Kristeva introdujo el término para describir el
ción y la confusión de categorías: un deseo no sólo de trabajo deI significante en el texto en contraste con la sig-
erosionar los límites raciales y de género sino, también, nificación, que alude ai trabajo dei significado. Roland
de confundir la secuencia cronológica mezclando deta- Barthes describe la diferencia entre las dos operaciones:
lles de épocas distintas.
172 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 173

La significancia es un proceso durante cuyo transcurso ción hasta el punto de que «no existe garantia alguna de
el «sujeto» dei texto, escapando (de la lógica convencio- intencionalidad» (Barthes, 1977a). Éste, el tercer signifi-
nai) y asumiendo otras lógicas (dei significante, de la cado, flota digamos que a contracorriente deI texto, impi-
contradicción) lucha con el significado y es deconstrui- diendo que alcance su destino: una clausura completa y
do «<perdido»); la significancia -y eso la distingue a definitiva. Barthes describe el tercer significado como
primera vista de la significación- es, pues, precisamen- «un tajo aras [sic] de significado (deI deseo de significado)
te un trabajo; no el trabajo mediante el cua1 el sujeto (in-
[...] que supera aI significado y no sólo subvierte su con-
tacto y exterior) pueda tratar de dominar ellenguaje [...]
tenido, sino la práctica dei significado en su conjunto».
sino ese trabajo radical (que no deja nada intacto) con
que el sujeto explora -penetrando, no observando-- el Las ideas de «significancia- y «significado obtuso»
modo en que ellenguaje trabaja y lo deshace a él o a ella insinúan la presencia en el texto de un componente in-
[...] AI revés de la significación, la significancia no pue- trínsecamente subversivo. Nuestro reconocimiento de las
de ser reducida a comunicación, representación, expre- operaciones realizadas en el texto en el plano dei signifi-
sión: sitúa ai sujeto (dei escritor, dei lector) en el texto cante pueden ayudarnos a comprender cómo ciertos esti-
no como proyección [...] sino como «pérdida», como los subculturales parecen trabajar en contra dei lector y
«desapariciór» (véase Heath, 1977). resistirse a toda interpretación seria. Por poco que pense-
mos en ello, es evidente que no todos los estilos subcul-
En otro lugar, ai tratar de especificar las distintas ela- turales «juegan» igual con el lenguaje: algunos son más
ses de significado presentes en el filme, Barthes menciona «directos- que otros y priorizan la construcción y pro-
el «juego móvil» de significantes como «tercer significa- yección de una firma y de una identidad coherente. Por
do (obtuso)» (siendo los otros dos el «informacionab y ejemplo, y volviendo a nuestra anterior comparación, po-
el «simbólico», los cuales, ai ser «cerrados» y «obvios», dría decirse que mientras el estilo teddy boy expresa su
suelen ser los únicos que preocupan ai semiótico). El ter- opinión de modo relativamente directo y obvio, y man-
cer significado trabaja en contra de (<<excede») los otros tiene un decidido compromiso con un significado «termi-
dos ai «suavizarlos», limando el «significado obvio» y nado», con lo que Kristeva lIama «significación», el estilo
provocando así «que la lectura se deslice». Barthes pone punk vive en un perenne estado de recopilación, de flujo.
el ejemplo de una fotografía de El acorazado Potemkin EI estilo punk presenta un heterogéneo conjunto de signi-
(Bronosenets Potemkin, 1925), de Eisenstein, donde apa- ficantes que en todo momento pueden ser reemplazados
rece una anciana, con un pafiuelo medio caído sobre la por otros no menos productivos. Invita allector a «desli-
frente, captada en una c1ásica pose de dolor. En un nivel, zarse» en la «significancia- para perder el sentido de la
el dei significado obvio, parece tipificar el «noble descon- dirección, la dirección deI sentido. Abandonado a la deri-
suelo», pero, como observa Barthes, su extrafío tocado, y va, desvinculado deI significado, el estilo punk se aproxi-
sus ojos estúpidos, como de pez, trascienden esa tipifica- ma así ai estado descrito por Barthes como «jlotar (la for-
174 SUBCULTURA

ma misma dei significante); un fiotar que no destruye NUEVE


nada sino que se da por satisfecho con desorientar a la
Ley» (Barthes, I977b).
Los dos estilos, entonces, representan diferentes prác-
ticas significantes que enfrentan allector con problemas
notablemente distintos. Evaluaremos la medida de esta
diferencia (que, basicamente. es una diferencia en el gra-
do de clausura) mediante una analogía. En Diario dei la-
drán, Genet distingue su relación con el esquivo Armand
de su encaprichamiento por el más transparente Stilittano
en unos términos que subrayan la distinción entre las dos
prácticas: «Compararé a Armand con el universo en ex-
pansión [...] En vez de concretarse y reducirse a limites
observables, Armand se deforma a medida que lo persi-
go. Por el contrario, la imagen de Stilittano ya está fija-
da» (Genet, 1967).
La relación entre experiencia, expresión y significa- De acuerdo, es Cultura. Pero ;,es Arte?
ción no es, por consiguiente, una constante en la subcul-
tura. Puede conformar una unidad más o menos orgáni- La pintura es joyería [...] el collage es pobre (Louis Aragon).
ca, más o menos orientada en pos de una coherencia
ideal, o más o menos rupturista, que refieje la experien- En última instancia, i,cómo tendremos que interpre-
cia de fisuras y contradicciones.Cada subcultura, asimismo, tar el estilo subcultural? Una de las maneras más obvias
puede ser más o menos «conservadora» o «progresista», es «apreciarlo» en términos estéticos ortodoxos. Mucho
estar más o menos integrada dentro de la cornunidad, ser de lo escrito acerca de la cultura pop, aunque estuviera
más o menos continua respecto a los valores de esa co- animado por el deseo de venganza ante la superficiali-
rnunidad, o más o menos extrapolada a partir de ella, dad con que la trataron autores más conservadores, ha
definiéndose en contra de la cultura parenta!. Y por últi- perdido en un momento u otro su sesgo rebelde, recu-
mo, estas diferencias se refiejan no sólo en los objetos dei rriendo a la más tradicional de las defensas: la música
estilo subcultural sino en las prácticas significantes que pop y la producción gráfica que la acompafia son «por lo
representan a esos objetos y les dan sentido. menos tan buenos como el arte elevado» (véase, por
ejernplo, el capítulo final dei por lo demás excelente Re-
volt into Style de MeJly). A veces, este tratamiento reve-
Gillaume Erner

SOCIOLOGÍA
DE LAS
TENDENCIAS.
Jean Baudrillard

LA
SOCIEDAD
DE
CONSUMO.
Sus mitos, sus
estructuras

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