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DISEÑO DE
INDUMENTARIA
2
Y TEXTIL.
CÁTEDRA CONTA
Primer cuatrimestre 2020
@adit_2_conta @adit2conta
E. H. Gombrich
LOS USOS DE
LAS
IMÁGENES.
Estudios sobre la función
social del arte y la
comunicación visual
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E. H. GOMBRICH
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Los usos e as llTIa enes
Estudios sobre la función social del arte
y la comunicación visual
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Estilos artísticos y estilos de vida habría parecido impensable llevar espada. Tampoco tengo que persuadir
mucho al lector de que la imagen de una ninfa desnuda visitada por un
Cupido que está colgada en el tocador del siglo XVIll estaría en buena medi-
da fuera de lugar en la casa funcional, exactamente igual que lo estarían en
el interior rococó el cactus y e! cuadro que podemos vislumbrar en la plan-
ta de abajo.
En estos casos solemos decir que ambas imágenes representan perfec-
tamente el espíritu de sus respectivas épocas. Éste es un estereotipo que
siempre me ha preocupado yal que, por mi parte, siempre he dado muchas
vueltas'. No he visto nunca un espíritu y siento una aversión instintiva por
Conferencia Reynolds, pronunciada en la Royal Academy of Arts el 27 de noviembre de todas las formas de colectivismo, ya se llamen racismo, nacionalismo o, si
1990; publicado por primera vez por la Royal Acadcmy (Londres, 1991) me permiten e! término, espíritu de la época. Soy un individualista, y no
puedo creer que seamos sólo marionetas bailando de los hilos movidos por
El título de este capítulo se comprende mejor si se comparan las dos ilus- un marionetista invisible que represente e! espíritu de la época o, quizá, la
traciones de! estudio satírico de Osbert Lancaster sobre la historia del esti- lucha de clases. Ciertamente, he llegado a preguntarme si tenemos que pos-
lo, al que considero e! mejor manual jamás publicado sobre esta materia'. tular semejante marionetista como si fuera un Súper artista que creara el
, La primera ilustra el estilo de vida y artístico conocido como Rococó estilo o los estilos de una época en sus diferentes medios. ¿No podría ser
(Fig. 337); la otra se titula «Siglo xx, funcional» (Fig. 338), Ydebo dejar abier- más bien al revés? ¿No podrían e! arte y los artistas haber al menos con-
ta la cuestión de si representa el estilo de una época pasada o de! futuro. tribuido en la creación de lo que denominamos el espíritu de la época? ¿No
337,338 Osbert
Lancaster, «Rococó)) y Aunque el énfasis del libro recae sobre los escenarios arquitectónicos, nos sentiríamos todos diferentes si nos pidieran que nos pusiéramos tra-
«Siglo xx, funcional», la perspicaz mirada del artista también se ha ocupado de! estilo de vida jes del rococó, que usáramos pelucas empolvadas y que participáramos de
procedentes de Here, of
all Places: The Pocket
que asociamos con los respectivos períodos. A la e!egante pareja de! inte- la conversación elegante con una dama que toma chocolate a sorbos en
Lamp of Archltecture rior rococó le habría parecido impensable tomar el sol en el ático de su lugar de tumbarnos en un tejado mejorar en salud y
(Lond,'es, 1959) vivienda, del mismo modo que a sus tatara-tataranietos del siglo xx les vigor? En este ensayo me ocuparé de estas dos interpretacismes opuestas
de! fenómeno del estilo. La primera, la de que el estilo es la expresión de
una época, se ha ,convertido en un lugar común aquí en Occidente. Euro-
pa oriental está, o estaba hasta hace poco, dominada por, la convicción
opuesta, la creencia en que las consecuencias de! arte son tan poderosas
que requieren el control y la censura centralizados en todos los medios.
Si se me permite emplear una metáfora tomada de la medicina, po-
dríamos calificar a la visión occidental de que el estilo es una manifesta-
ción o síntoma de la época como aproximación (,diagnóstica». Esta habi-
lidad diagnóstica ha sido el orgullo de eminentes practicantes de la histo-
\ ria de! arte de! pasado y, si lo interpreto adecuadamente, es todavía el objetivo
de la denominada nueva historia del arte. La doctrina opuesta, que subra-
ya los efectos de! arte, ya sea como estímulo o como sedante, podría apo-
darse como interpretación "farmacológica». Aunque quizá no encon-
tráramos este término en ninguna historia de la crítica de arte, la idea sub-
yacente a ella resulta ser la primera de las dos. Los siglos anteriores esta-
ban interesados por los efectos de las artes sobre la psique humana como
tal, 'en lugar de por los estados mentales pasajeros de los artistas indivi-
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duales . En los Diálogos de Platón encontramos esta honda preocupacJOn
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Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
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Los LISOS de las imágenes
Estilos artísticos y estilos de vida
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Los usos de las imágenes I Estilos artisticos y estilos de vida
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ya he indicado, para aquella tradición anterior el modelo de arte era la ora-
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dad que vinculamos con la Revolución Francesa resonaba sin duda en las
toria, el arte de despertar emociones. Todavía atribuimos este papel a lo artes. Si la antigua retórica y sus descendientes habían reflejado las jerar-
que denominamos las artes escénicas, como el teatro o la música. En estas quías sociales que abarcaban desde el más elevado hasta el más humilde,
artes puede decirse que la relación entre emoción y expresión está inverti- 1
no es de extrañar que el gran estilo se identificara ahora con la afectación
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da. La expresión puede venir primero y engendrar después la emoción, de ! y que el humilde tuviera aspecto de sincero. Es bien sabido que uno de
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modo que «lo que comenzó siendo ficción, termina siendo realidad». Pién- ¡ los manifiestos de su nuevo ideal era el prefacio añadido en 1800 por William
Wordsworth a la segunda edición de sus Baladas líricas, en las que des-
sese en el comentario de Hamlet sobre el actor que llora lágrimas verda-
deras al describir la muerte de Hecuba: «¿Qué es Hecuba para él, o él para cribía la poesía como «el flujo espontáneo de sentimientos poderosos» y
Hecuba, para que deba llorar por ella?». El actor, diríamos nosotros, se ha atacaba los ideales vigentes de la «dicción poética» ". Entre los pintores, por
adentrado él solo en ese dolor; los versos le han afectado del mismo modo supuesto, fue John Constable el que nunca dejó de criticar lo que él deno-
que estaban destinados a afectar al público. Reynolds no tenía ninguna minaba «manera», y quien luchó toda su vida por eliminar la artificialidad
duda de que este mecanismo, que nosotros describimos con una metáfo- en aras de la sinceridad. Puede entenderse hasta qué punto se hacía sentir
ra de la ingeniería como «retroalimentación», debería tenerse siempre en esta adopción de un estilo deliberadamente humilde (por hablar en tér-
cuenta en los análisis del propio arte. Su admiración por los grandes maes- minos retóricos) para expresar o manifestar también un estilo de vida en
tros del pasado le condujo a imitarlos -una práctica que también reco- el fragmento que John Ruskin dedicó a Constable en su obra Pintores moder-
mendó a otros-, como cuando se inspiró para su retrato de Sarah Siddons nos. Ruskin, el líder de la Gran Manera y la dicción poética de Turner,
como musa de la tragedia (Galería de Arte Dulwich) en el Isaías de Miguel creía que la «educación temprana y las amistades [de Constable] iban [ ... ]
Ángel de la capilla Sixtina 'o . Escribió que <<l1uestros corazones así encen- contra él; inducían en él una morbosa preferencia por temas de baja esto-
didos con frecuencia por aquellos a quienes deseamos parecernos, indu- fa [ ... ] sin embargo -admite Ruskin a regañadientes- sus obras mere-
captarán algo de su forma de pensar; y recibiremos en nues- cen el más profundo respeto, son rigurosamente originales, meticulosa-
tro pecho alguna irradiación al menos de su fuego y su esplendan>". Lejos mente honestas, están libres de afectación y son varoniles en su estilo»".
de defender la hipocresía cuando proponía que repitiéramos los movi- En otras palabras, Ruskin lo comprendía, pero no le gustaba.
mientos del gusto «hasta que los sintiéramos», Reynolds simplemente depo- La forma de sinceridad preferida por era la de la Hermandad Pre-
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sitaba su confianza en la retroalimentación. Como platónico que era, rrafaelista, cuyo nombre proclama ya el rechazo de Rafael, el ,maestro ido la-
creía firmemente en la validez objetiva de los valores que admiraba y con- trado de la Gran Manera. Si fueran necesarias pruebas para demostrar has-
fiaba en que nosotros también acabaríamos por descubrirlos. ta qué punto lo qlJe se experimenta como expresión depende de la desviación
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Sin embargo, si uno lee sus Discursos puede percibir que era entera- I de la norma vigente, podrían encontrarse de nuevo en las p,alabras de Rus-
¡ kin. Elogia la Hermandad «por la fundamental resistencia que tuvieron que
mente consciente de que la tradición que defendía ya se encontraba ame-
nazada. Esta amenaza procedía precisamente de la teoría alternativa de la I ofrecer [ ... ] a la belleza espúrea, cuyo atractivo ha tentado al hombre para
expresión que finalmente habría de prevalecer. Uno descubre que cons- que olvide, o para que desprecie, la más noble cualidad de la sinceridad»"'.
tantemente advierte a sus discípulos contra la creencia fácil en la inspira- No tenemos por qué dudar de que pintores como Holman Hunt, el
ción y en el culto de moda al «genio original» que no tiene necesidad algu- creador de El pastor a sueldo (Fig. 342), se sintieran particularmente since-
na de aprender de la tradición. ros al rechazar semejantes teatralidades y sensualidades como las exhibidas
Todos sabemos que el ideal de arte como algo noble y ennoblecedor \ en Venus y sus satélites, de William Etty (Fig. 343). Lo relevante para esta cues-
que Reynolds propugnaba era incapaz de resistir el ataque de los valores tión es sólo su dudosa convicción de que los primeros italianos, como Fray
rivales que se agrupaban bajo el eslogan de la sinceridad". En su seminal Angélico, pudieran haber carecido del dominio técnico de períodos pos-
obra The Mirror and the Lamp ", M. H. Abrams ha reconstruido este deci- teriores pero fueran, precisamente por esa razón, más sinceros que Ra-
sivo desplazamiento hacia la subjetividad que se produjo a finales del si- fael. El culto a los llamados italianos «primitivos» en el siglo XIX estaba
glo XVlIl y que afectó tanto al estilo de vida como al estilo artístico. Puede enraizado en esta convicción. Los viajeros a Italia entraban en trance fren-
no ser casual que Jean- Jacques Rousseau, quien en las Confesiones alar- te a los frescos de Giotto (Fig. 344) Y gozaban con lo que ellos entendían
deaba de su sinceridad, se hiciera retratar por Allan Ramsay (National Gallery cOlho la expresión de una época mejor; verdaderamente un paraíso de ino-
of Scotland, Edimburgo) sin la peluca empolvada que todavía era de rigneur cencia. Fijémonos en la introducción al capítulo sobre Giotto de 1846 en
para la mayoría de los modelos de Reynolds. La transformación de ia socie- Slcetches of the History of Christian Art, de lord Lindsay:
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Los usos de las Imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
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de la vida más íntima de la gente»". Fue esta convicción lo que convirtió a 345 Emil Nolde. La U/tima
Cena, 1909, Statens
tantos arquitectos en reformistas utópicos, en particular al discípulo aus-
Museunl fur Kunst,
tríaco de Sullivan, AdolfLoos, quien en vano trató durante mucho tiempo de Copenhague
transformar el estilo de vida de sus conciudadanos vieneses.
Recuerdo una reciente conferencia de uno de nuestros arquitectos des-
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tacados cuya obra con frecuencia admiro pero cuya argumentación -la
cual debemos aceptar porque es de nuestro tiempo- me atreví a criticar.
Le pregunté que por qué creía que él pertenecía más a nuestro tiempo
que e! resto de nosotros. Quedó realmente desconcertado. Y en un artícu-
lo de periódico se sugería hace poco que con el fin de educar el gusto públi-
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co la Royal Academy debería estar siempre «ligeramente por delante de
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su tiempo»". Uno puede preguntarse por qué me complico tanto la vida 1
del arte se fusiona con la visión de! arte como síntoma. Creo que esto es
precisamente lo que sucedió en las dictaduras totalitarias de Alemania, Ita-
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par e! lugar del destino. El ciclo de novelas de Zola de Les Rougon-Mac-
lia, Rusia y China. quart se propuso trazar el destino de una familia en términos de heren-
Esa lúgubre historia ha sido descrita recientemente en un libro muy cia, y Nietzsche iba a determinar que esa misma moralidad era un sínto-
documentado e ilustrado titulado Totalitarian Art, obra del émigré ruso ma manifiesto de decadencia en igual mediqa en Sócrates que en Richard
Igor Golomstock21 • Nadie necesita que se le recuerde el hecho de que en la Wagner. Hay una ironía adicional en el hecho de que fuera unJerviente sio-
Alemania nacionalsocialista los movimientos modernos fueron prohibi- nista que escribía bajo el seudónimo de Max Nordau quien proporciona-
dos y calificados como «arte degenerado»25, pero la nota trágica de este epi- ra munición a los nazis cuando produjo revuelo a finales de ese siglo con
sodio todavía puede llamar nuestra atención. Lo que era tan trágico fue un libro titulado Degeneración 27. En él demostraba su satisfacción por el
que muchos de los líderes de estos movimientos, especialmente en Ale- hecho de que todos los artistas que no le o no podía entender,
mania, se inspiraban en la convicción de que al rechazar los estilos y con- incluyendo a Whistler o a Cézanne, eran decadentes. Para poner las cosas
venciones del siglo XIX y volver la espalda al estudio de la naturaleza esta- aún peor, algunos artistas quedaron incluso prendados del eslogan y se vana-
ban preparando el terreno para una nueva época de espiritualidad pura. gloriaron de la idea de que la decadencia era algo a lo que había que dar
Esto se aplica a Emil Nolde (Fig. 345), quien coqueteó con el nacionalso- la bienvenida porque distinguía al creador refinado y sensible del burgués
cialismo, y en no menor medida a Wassily Kandinsky, cuyo libro sobre De impasible y fuerte. No es de extraflar que la burguesía estuviera encanta-
lo espiritual enel arte es un manifiesto de mesianismo. En su lugar, por Ida con esta confirmación de sus peores prejuicios, ya que decidió que cual-
supuesto, e! nuevo Mesías en la persona de Adolf Hitler decretó que era quier desviación de las normas aceptadas era síntoma de degeneración.
sólo él quien decidía cómo debería ser el futuro y el hombre nuevo del Sin embargo, necesitaba el ingrediente platónico para justificar la inter-
siguiente milenio. Esto puede haber sido platonismo enloquecido, pero al pretación de que también había que destruir e! arte degenerado para que
ridiculizar las tendencias alternativas calificándolas de degeneradas esta- no corrompiera la salud de la nación. Esta salud nacional sólo podía garan-
ba utilizando el lenguaje del diagnóstico del arte. Tampoco la metáfora tizarse y fortalecerse mediante imágenes de heroísmo y de belleza física.
médica es aquí inadecuada. En la medicina del siglo XIX e! problema de la Itali<l' según parece, se salvó de una tragedia similar, en gran medida qui-
herencia y la degeneración había empezado a ocupar un lugar preponde- zá, porque los modernistas italianos que establecieron las líneas maestras
rante, pero lo que había comenzado en un contexto netamente clínico atra- a principios de siglo fueron de hecho precursores del fascismo. Eran los
pó pronto la imaginación de críticos y autores'''. La herencia había de ocu- futuristas que proclamaban a voz en grito la necesidad de hacer pedazos
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Los usos de las Imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
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lo viejo y crear una utopía de veloces automóviles (o, al menos, ve!oces
bicicletas) y gloriosas batallas (Fig. 346). Soy lo suficientemente viejo para I! V
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Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
Es un alivio poder mirar atrás para ver que esta pesadilla pertenece al los miembros del grupo. ¿Acaso no es más probable que lo que se experi-
pasado. Pero debemos dar la razón a aquellos que nos recuerdan que sus menta como «carácter nacional» se deba más bien a la «impresión» acu-
consecuencias en modo alguno han desaparecido. Tanto en la Alemania mulativa de convenciones y tradiciones compartidas o, en otras palabras,
unificada como en muchas otras partes, tanto del este como del oeste, esta- a la cultura? "\()
rá lejos de resultar fácil separar el oportunismo político de los logros artís- I Me enfrenté a esta cuestión cuando se me asignó la tarea de pronun-
ticos. La Royal Academy, por supuesto, ha acabado por exhibir un plura-
lismo admirablemente ecuánime en su Exposición de Verano, pero en todas I ciar algunas conferencias para prisioneros de guerra austríacos en este país
hacia finales de la Segunda Guerra Mundial. Hay que reconocer que estos
partes queda patente que el impuro vínculo entre alianza ideológica y pre- hombres tenían todos los incentivos para enfatizar su identidad nacional,
ferencia artística no ha sido destruido todavía. ya que mediante ella esperaban liberarse de los alemanes. Pero aun así me
No creo que éste sea un tema adecuado para sermones morales, sino sorprendió la forma en que insistían en la distinction: nosotros somos de
que merece un análisis sereno. Demasiado raramente encontramos este I trato fácil, ellos son rígidos; nosotros tenemos el vals, ellos sus marchas
tipo de análisis imparcial en la literatura y en la crítica de arte, pero entre- II militares. En mi calidad de nacido en Viena que jamás ha dominado e! vals,
tanto se ha desarrollado otra disciplina que bien puede ocupar su lugar:
el campo de la psicología social. I nunca me he tomado en serio estos estereotipos, y era consciente de las
demasiadas personas austríacas, famosas e infames, él las que no cabía apli-
No quiero introducir como si fuera una especie de deus ex machina una
disciplina que no domino. No me entusiasma su jerga, pero almenas ofre-
I cárselos. Sin embargo, estas sencillas gentes creían evidentemente en lo
que decían, y yo empecé a preguntarme si la imagen que ellos tenían de sí
ce un punto de partida fresco porque su instrumento favorito, e! cuestio- mismos era realmente tan irrelevante. ¿Podría ser que bailar la música de
nario, debe seguir en cierto sentido los pasos de lo individual. Todo, natu- «su» Johann Strauss hiciera aflorar algún aspecto diferente de su persona-
ralmente, se hace en interés de! mercado en lugar de en e! del historiador 1 lidad que pudiera haber quedado eliminado o infradesarrollado si hubie-
del arte. Quizá mi única credencial para mencionar esta aproximación es ran estado siempre expuestos a las marchas prusianas? Sin duda alguna,
el hecho de que uno de sus pioneros, Pierre Bourdieu, me cita de vez en sabemos en nuestras propias carnes que semejantes efectos de la retroali-
cuando en uno de sus libros, significativamente titulado La Distinción y mentación tienen sus límites; tanto e! interés personal como la propagan-
con el ingenioso subtítulo de Criterios y bases sociales del gusto (Critique da pueden borrarlos, así como también hacerlo el paso de las gene-
sociale du jugement)"J, que es una polémica réplica a la Crítica del juicio •
racIOnes. ,
de Kant. En contraste con Kant, que consideraba que el juicio estético era Es mediante estas transformaciones a lo largo del tiempo como debe-
algo completamente desprovisto de interés personal, Bourdieu trata de mos ocuparnos de volver sobre la forma de colectivismo conocida como
investigar en el impulso humano yen la necesidad que tienen los grupos Espíritu de la Época. Sabemos que se puede persuadir fácilmente a los jóve-
de establecer su identidad distintiva diferenciando su estilo de vida de! de nes de que establezcan su identidad vis-a-vis otra generación ante-
aquellos a quienes consideran sus rivales, sus inferiores o incluso sus supe- rior mediante un tipo de música, un lenguaje o un arte diferentes. Sin duda
•
nares. alguna la ideología del progreso facilitó este tipo de ruptura con e! pasa-
No cabe duda de que esta necesidad ha existido siempre. No hay nin- do en las sociedades conservadoras, pero hubo otros factores sociales que
guna tribu, nación o clase social que no quiera distinguirse de sus vecinos. contribuyeron a la aceleración de este cambio. Para decirlo brevemente,
Por tanto, existe un instructivo paralelismo entre la fe en el Espíritu de la ,I el viejo orden encarnado en la estructura jerárquica de la sociedad se ha
Época y aquellas otras formas de colectivismo como e! racismo o el nacio- 'debilitado mucho mediante la creciente movilidad. Cuando Reynolds habla-
nalismo que he mencionado al comienzo de este ensayo. Exactamente igual ba a sus discípulos acerca de la vulgaridad y la grandeza, ellos reconocían
que el historiador aprende a desconfiar de los estereotipos sobre los perío- y aceptaban los tintes sociales de estos términos, e incluso cuando los bohé-
dos y las épocas en cuanto profundiza un poco más en los acontecimien- miens franceses proclamaban su objetivo de épater le bourgeois sabían de
tos del pasado, así el viajero serio acabará por desechar la fácil generali- qué clase social querían distinguirse. Nuestra sociedad está ciertamente
zación sobre razas y pueblos que tanto ha predominado siempre en la lejos de carecer de clases sociales, pero está mucho menos estructurada que
imaginación popular. Quedará sorprendido por las diferencias de estilos en el pasado. He ahí que incluso los bienvenidos avances pueden tener efec-
de vida que encuentra, pero aquí, como siempre, surge la pregunta de has- tos colaterales menos deseables, ya que el hombre sigue siendo un animal
ta qué punto estas peculiaridades deberían contemplarse como la «expre- social que busca siempre la protección de un grupo. Basta asomarse almun-
sión» exterior de determinada esencia invisible que sea común' a todos do para ver cómo la desintegración de una vasta estructura de poder ha
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Los usos ele las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
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Los usos de las imágenes Estilos artísticos y estilos de vida
No hay en la historia un elemento psicológico más extraordinario que «mófese de un gusto hasta que nadie lo sienta». De hecho, no son tanto los
el modo en el que un período se vuelve súbitamente ininteligible. En ¡ ideales compartidos lo que determinan una época como las aversiones com-
un instante, para comienzos de la época victoriana, hemos perdido las 1
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partidas. Afortunadamente, estas aversiones todavía dejan mucho campo
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claves. Esto siempre sucede repentinamente: un murmullo recorre los i para que los jóvenes artistas hagan lo que quieran -bien o mal- siem-
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salones. El señor Max Beerbohm [Fig. 352] agita una varita mágica y I pre que presten atención a estas prohibiciones sociales. Por tanto, al acer-
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toda una generación de grandes hombres y grandes avances parece car de algún modo la historia del gusto artístico a las fluctuaciones de la
de repente enmohecida y carente de sentido". moda no tenemos ninguna necesidad de rendirnos al relativismo en la esté-
tica como ha hecho Bourdieu. Basta pensar en la escena artística de Ingla-
¿Cuál era e! murmullo que recorría los salones? Supongo que era la fra- terra en torno a 1904, cuando escribía Chesterton, y en los diferentes talen-
se vieux jeu. En ocasiones basta con adoptar un determinado tono de voz tos y dotes exhibidos por artistas tales como Walter Sickert (Fig. 354),
al pronunciar ciertas palabras, como por ejemplo «concienzudo» o «gran- Wilson Steer o Augustus John. Todos ellos preservaron su integridad artís-
dilocuente»; ese mismo rasgo puede calificarse fácilmente como «porten- tica, pero me sorprendería ver un cuadro de esa época que emulara las
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toso», «dramático», «sensiblero» o «kitsch», y toda una moda artística pue- altruistas ambiciones de Watts.
de desecharse porque se haya convertido en algo ligeramente despreciable. I Naturalmente, en e! seno de estas amplias latitudes surgen nuevos nú-
Recordemos cómo las palabras «sentimentai», «anecdótico» e incluso,
lamento decirlo, «académico» cambiaron de coloración para significar todo
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cleos y nuevos antagonismos que pueden convertirse en tendencias o inclu-
so en estilos. El mecanismo queda ilustrado de forma elocuente en un libro
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\ lo que se había vuelto tabú. Sería interesante escribir una historia de! arte ¡
titulado Evolution in Modern Art escrito en la década de 1920 31 • El autor
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en términos de este tipo de rechazos y aversiones domésticas. Sugeriría que recordaba cómo a comienzos del siglo, durante sus visitas a París, sus amis-
realmente deberíamos invertir e! consejo que nos daba Harris de que debe-
ríamos «fingir un gusto hasta que lo sintamos». La versión mejorada diría
I tades artísticas trataban de quitarle la costumbre de los perezosos hábitos
visuales que le habían impedido apreciar a los impresionistas, y cómo final-
354 Walter Sickert, Ennui, mente mientras paseaban consiguieron convencerle de que las sombras no
. 1914. Tate Gallery, siempre eran grises, sino que a veces eran violetas .
Londres
Unos diez años después, en otra visita París, Frank Rutter descubrió
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Los usos de las imágenes i Estilos artísticos y estilos de vida
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355 Pablo Picasso,
tesis causal y las afirmaciones de nuestros diagnosticadores que distingue
Retrato de Ambroise
Vollard, 1909-1910. en el cubismo de Picasso un síntoma de ese mismo Zeitgeist que también
Museo Pushkin, Moscú se manifestaba en la teoría especial de la relatividad de Einstein.
Una vez atravesado un territorio tan amplio, es momento sin duda de
que regrese, después de este paseo tan accidentado, a nuestros ejemplos
iniciales. No es difícil distinguir los principios de exclusión o evitación que
vinculan los estilos artísticos ilustrados por Osbert Lancaster con sus res-
pectivos estilos de vida. Obviamente, la élite social que cultivó el rococó
en la Francia y Alemania de! siglo XVllI (Fig. 337) deseaban eliminar de su
entorno y su modo de vida todo aquello que fuera zafio, grosero, angulo-
so y poco refinado, igual que la concienzuda pareja del ático (Fig. 338) no
podía sentirse mejor por haber despreciado la vulgaridad de un adorno
que consideraban tan próximo al crimen. Puede ocurrir perfectamente que
¡ la satisfacción de este deseo «hiciera florecer» también determinadas ten-
dencias en sus personalidades, como las ganas de jugar -en el primero-
o la eficiencia -en el otro-, tendencias que también razonablemente han
teflido la elección de sus palabras, sus gestos y sus expresiones faciales.
Pero aun cuando, como sugerí al principio, asumir el atuendo del roco-
có puede hacernos «sentir diferente», no debemos caer en la tentación de
concluir, como han hecho algunos historiadores, que «el hombre del roco-
có» era una especie completamente diferente que no tenía nada en común
con su descendiente del siglo xx 37 • Fue esta fatal ilusión lo que desembocó
en e! utópico intento por parte de los «terrib!es simplificateurs»38 de poner
miento radical de la norma que supuso el cubismo habría sin duda naci-
,
, de moda un «hombre nuevo» mediante el control de los poderes del arte.
,
do muerto si el terreno no hubiera estado abonado por la ideología del his- ,,i Aquí elmarionetista estaba destinado a fracasar, porque los 'seres huma-
toricismo, por el miedo de quedarse atrás en el camino hacia un futuro nos desarrollan su existencia en muy diferentes planos. Pueden ceder a pre-
desconocido. Si para poder triunfar la pintura cubista exigía un esfuerzo, siones sociales en un aspecto y guardar celosamente su privacidad en otro.
•
el ambiente estaba lleno de rumores sobre otras asombrosas novedades en El hombre del tocador puede haber sido un fiel miembro de la Iglesia o
credos ocultos, en la filosofía y en las ciencias, que parecían hacer caso un ávido lector de Voltaire, igual que la pareja del tejado puede haber
omiso del sentido común". Al subrayar que el gusto por estos acertijos sido partidaria de la ciencia o haber pertenecido a un grupo con un culto
visuales era un gusto adquirido no estoy tratando de sugerir que e! juego estrafalario. No debemos olvidar nunca que el estilo, al igual que cualquier
no mereciera la pena. De hecho, aquellos que descubrieron sus placeres otro uniforme, es también una máscara que esconde tanto como revela.
podían experimentar, en las famosas palabras de Reynolds, «un sentimiento
de felicitación al reconocerse capaces de semejantes sensaciones»"'. No \
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esta laguna: además decidió comenzar el segundo relato in media res. Abrien- que rechazaba la naturaleza monolítica del espíritu de la época y que tan-
do esta sección con «El arte como indicador de la sociedad», escribe acer- to influyó en Aby Warburg?
tadamente que «para la década de 1840 se ha convertido en algo casi habi- Ésta puede ser la cuestión que parece destinada a que inserte lo que en
tual afirmar que las artes de un país podían ofrecer una impresión más el argot legal se denomina una «declaración de intereses», ya que resulta que
fiable de su verdadero carácter que aquellos otros patrones de medida más yo estuve personalmente involucrado en esta disquisición y -de modo un
usuales [ ... ] de los que hasta la fecha habían hecho uso los historiadores»; tanto extraño- desde ambos lados del campo de batalla. En 1947 el gran
y añade, de modo igualmente acertado, que es «muy difícil seguir los romanista y medievalista Emst Robert Curtius publicó anticipadamente un
procesos de pensamiento exactos que desembocaron en esta convicción». extracto de su libro Literatura europea y Edad Media latina, en el que arre-
Las diecisiete páginas que siguen presentan al lector tres personajes cru- metía contra esas mismas afirmaciones acerca de las evidencias visuales de
ciales en este proceso: Winckelmann, Herder y Hegel; pero comparados las que se ocupa HaskelP. Los textos, recuerda él a sus lectores, son inteligi-
con algunos de los retratos mencionados más arriba, estos últimos no lle- bies para nosotros ... o no. Contienen fragmentos difíciles que sólo pueden
gan a cobrar vida. desentrañar los filólogos. Para el estudioso del arte es más fácil:
Podemos apreciar la falta de simpatía por parte del autor hacia esa tra-
dición alemana, pero aun así es dudoso que podamos ignorar a persona- Él trabaja con imágenes, y con diapositivas. Aquí no hay nada ininte-
jes tales como el hegeliano Carl Schnaase, cuya obra en varios volúmenes ligible. Para comprender los poemas de Píndaro tenemos que expri-
titulada Geschichte der bildenden Künste (Leipzig, 1842 y ss.) ofreció el pri- mimos el cerebro. Esto no sucede con el friso del Partenón. Esta mis-
, mer modelo de maridaje entre la historia cultural y la historia del arte: ma diferencia se aprecia entre Dante y las catedrales, etc. El estudio
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Los usos de las imágenes
Lo que el arte nos dice
En aquella época no sabía que la defensa de Curtius de la filología fren- vaciones específicas en la producción de imágenes a maestros concretos, y
te al estudio del arte no era la primera de esta naturaleza. Podemos entre- especulaban también sobre las causas del declive de esta destreza. Haskell
ver un atisbo de un debate similar en los Annals de Goethe de 1805": con dedica un interesantísimo capítulo a «la cuestión de la calidad» y las inter-
la intención de dedicar un monumento literario a Winckelmann, Goethe pretaciones sobre el declive del conocimiento del oficio, pero no es tan ins-
y sus amigos de Weimar habían pedido una contribución al filólogo clá- tructivo sobre otra cuestión que se convirtió en un vital ingrediente de su
sico más famoso de su época, el profesor Friedrich August Wolf. Encon- historia: la historia de la producción de imágenes proporcionaba un mode-
traron al gran erudito un tanto indiferente ante estas preocupaciones, ya lo no sólo del progreso de la destreza, sino también de su abuso para fines
que resultaba que Wolf sólo consideraba dignos de atención los testimo- inmorales. Como tantos otros temas críticos, este modelo estaba tomado
nios escritos en el pasado. Según leemos, Goethe y sus amigos habían esco- sin duda de los maestros de retórica de la Antigüedad, sobre todo de Pla-
gido un sendero diferente. Su apasionado amor por las artes visuales había tón, quien condenaba la mala utilización de las destrezas oratorias porque
originado en ellos la convicción de que el arte también debería conside- eran un signo de depravación. Tal vez fuera esta preocupación más que
rarse históricamente, aproximación que Wolf rechazaba de forma obsti- cualquier otra lo que favoreció el auge de la idea de que la salud del arte
nada. «Fuimos incapaces de conseguir que admitiera que nuestros docu- era un indicador de la salud de la sociedad. De modo que Shaftesbury,
mentos eran igualmente válidos que los suyos, pero como consecuencia de Rousseau y finalmente \A/inckelmann transformaron la crítica de arte en
este conflicto conseguimos que se airearan todos los argumentos a favor una especie de profecía moral.
yen contra, de modo que todo el mundo se benefició de ello.» Quizá no se podría explicar este cambio sin prestar atención a un des-
¡Cómo nos hubiera gustado haber estado presentes en todos aquellos plazamiento de la función cultural del arte de la que el mensaje de Winckel-
debates! Parece que lo que Goethe y sus amigos sostenían esencialmente mann es en sí mismo sólo un síntoma. M. H. Abrams, a quien tanta C0111-
era que las imágenes se podían disponer en una secuencia histórica; yen prensión debemos de los orígenes del movimiento románico, ha llamado la
esto, seguramente, tenían razón. No se puede negar que la historia de la atención sobre la novedosa aproximación del siglo XVIII a lo que él denomi-
producción de imágenes ofrece a este respecto un fácil acceso a la trans- na «arte como tah,'. Las épocas anteriores se referirían a la pintura, la escul-
formación histórica como tal. Es menos laborioso comparar una Madon- tura y las demás artes como destrezas que admirar y atesorar, pero la idea de
na de Giotto con otra pintada por Simone Martini que comparar un sone- que la exposición a las obras del pasado sería experiencia edificante sólo
to escrito por Dante con otro de Petrarca. No es de extrai'lar que ya en la surgió tras la estela del Grand Tour y de los viajeros idealistas 9ue buscaron
época de Goethe los coleccionistas de arte y los museos hubieran empe- orientación en los filósofos como Shaftesbury. En la opinión de estos profe-
zado a organizar sus tesoros con un criterio histórico y a ofrecer al visi- tas, el poder mismo que las imágenes tienen para impresionar la mente incre-
tante una experiencia vicaria del paso del tiempo. menta su capacidad no sólo de inspirar, sino también de sedpcir y corrom-
Lo que Haskell puede haber pasado por alto es precisamente que el per. Fue en este sentido como las artes acabaron por interpretarse como un
estudio de las artes visuales guarda más afinidades con la historia que, diga- «indicador de la sociedad». Un arte sensible sólo podía ser síntoma de una
mos, el estudio de la diplomacia. Muchas culturas han erigido monumen- sociedad corrupta, más culpable aún si esa sensualidad también infectaba
tos para hablar a las épocas venideras de determinados acontecimientos la imaginería religiosa. Quizá resida aquí uno de los elementos de la revolu-
o para garantizar que dichos acontecimientos se contemplaran de deter- ción que habría de situar al arte justamente en el centro de la conciencia his-
minada forma. En muchos casos, dichos monumentos proclamaban su tórica. Es difícil decir qué parte proporcional de esta evolución se debía a las
antigüedad a épocas a su vez posteriores mediante el modo mismo en que Idenuncias de la sociedad de Rousseau y qué parte le correspondía a las blas-
estaban creados. Sin duda alguna el lenguaje de las inscripciones, además femias de la Revolución Francesa contra la religión establecida. En cualquier
de la propia forma de las letras, puede indicar también el paso del tiempo caso, hubo una paulatina transición desde la (<I1oble sencillez» elogiada por
a los iniciados; pero en determinadas épocas el arte y la habilidad en la pro- Winckelmann hasta la «devota sencillez», el ideal que los primeros román-
ducción de imágenes cambió tan rápidamente que las propias transfor- ticos como Wilhelm Wackenroder o los nazarenos veían personificado en
maciones despertaron la curiosidad de generaciones posteriores. las artes de principios del Renacimiento, antes de que la sensualidad hubie-
Por tanto, uno de los conceptos centrales de la historiografía, la idea de ra corrompido hasta el alma del divino Rafael.
progreso, se convirtió en algo íntimamente vinculado con las imágenes del Sería absurdo, por supuesto, acusar a Francis Haskell de haber ignora-
pasado. Plinio en la Antigüedad y Vasari en el Renacimiento ofrecían el do en su relato la importancia del arte religioso. Después de todo, él obtu-
paradigma de una historia tecnológica que asignaba invenciones e inno- vo sus primeros laureles demoliendo el mito del «arte jesuita», según el cual
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267
Los usos de las imágenes I Lo que el arte nos dice
se atribuía a esa orden la intención de utilizar las artimañas teatrales del Desde los tiempos de Vasari (si no antes), la «invención de la pintura
Barroco para conseguir sus objetivos políticos, y vuelve sobre esta cues- al óleo» atribuida a Jan van Eyck se había considerado una importante con-
tión en el capítulo que dedica a Hippolyte Taine. Pero ni siquiera Taine, tribución al progreso del arte; de la categoría de la invención de la persc
que se enorgullecía de su objetividad científica, podía evitar interpretar el pectiva lineal. No es de extrañar que a los historiadores del arte del norte
arte del pasado en términos morales. Básicamente era siempre esta inter- de los Alpes les gustara celebrar este avance como un equivalente al del
pretación moral lo que dividía las mentes de los críticos del siglo XIX. Los Renacimiento italiano. Haskell demuestra la importancia que adquirió esta
mismos avances que podían celebrarse como triunfos del progreso po- valoración entre los nacionalistas en la época de la gran exposición de pin-
dían también condenarse por ser síntomas de decadencia. Era concreta- tura flamenca de Brujas de 1902. Durante un período de tres meses y medio,
mente en la valoración del Renacimiento donde estas divergencias emer- que comenzó a mediados de junio de 1902, aproximadamente 35.000 visi-
gían a un primer plano. Lo que Chateaubriand, Pugin y Ruskin denun- tantes pasearon por el imponente salón de acceso y vestíbulo del Palais Pro-
ciaban como una desviación de la pureza del arte medieval era aclamado vincial y subieron sus monumentales escaleras, todo lo cual había sido
como progreso por Lenoir, Hegel, Michelet, Taine, Burckhardt y Warburg. decorado con tapices medievales prestados por los Rothschild, los Somzée
No es que cualquiera de estos últimos hubiera querido renunciar al dere- y otros propietarios públicos y privados. La pequeña y mal iluminada
cho del historiador de diagnosticar determinadas tendencias artísticas como sala que los recibía en el primer piso estaba dedicada a los Van Eyck, a sus
decadentes, sino que sus criterios variaban en función de su sesgo general. 356 Jan van Eyck, La predecesores y a sus inmediatos seguidores; y los dos adustos desnudos
Lo que aseguraba la supervivencia de la filosofía de Hegel entre los intér- Virgen del canónigo Van
der Paele, 1436. Museo
prestados procedentes de Bruselas estaban por tanto entre las primeras
pretes del arte bien pudo haber sido su capacidad para reconciliar estos obras que sorprendían a las multitudes. El impacto era sobrecogedor y mar-
Groeninge, Brujas
opuestos mediante el recurso a la dialéctica. No podía haber ningún tipo
de progreso general sin el declive de determinadas formas de arte, ya que
la humanidad había avanzado desechando lo obsoleto. Haskell no se
preocupa por la teoría de la vanguardia en las batallas en torno al arte con-
temporáneo, sino que aborda lo que fue una singular consecuencia de esta
concepción metafísica del proceso: la interpretación del arte como profe-
cía derivada de la creencia en que el artista se anticipará a los movimien-
tos de la historia. Otra cuestión diferente es si todos los ejemplos de Has-
kell se pueden clasificar tan fácilmente como tales. Sin duda alguna no es
algo irracional descubrir retrospectivamente que determinadas tendencias
de épocas pasadas se manifestaron posteriormente en acontecimientos tan
dramáticos como la Reforma, la Revolución Francesa o la Primera Gue-
rra Mundial. Naturalmente, estas realizaciones podían fortalecer y de hecho
fortalecieron la creencia irracional en el curso predeterminado de la his-
toria, que Karl Popper ha apodado «historicismo»lO. Aun así, la fe en el pro-
greso nunca llegó a desbancar la creencia en la decadencia y el declive; cier-
tamente nuestro siglo ha sido testigo del apoyo que recibió la fe en la
decadencia en las actividades de la policía secreta tanto de la Alemania nazi
como de la comunista Europa del Este.
Con toda razón, Haskell se abstiene de abundar en estos excesos. Pero
quizá incluso su último capítulo podría haberse beneficiado de una mayor
conciencia de estos problemas perennes. Su libro culmina con un memo-
rable capítulo dedicado a «Huizinga y el "Renacimiento flamenco"», en el
que se presentan los dilemas del gran historiador cultural holandés como
un ejemplo final de los problemas planteados por toda interpretación del
arte del pasado.
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:
l
Los usos de las imágenes i Lo que el arte nos dice
có e! tono para un muy posterior análisis de! arte flamenco. Habían sido 1888. Pronto le llegó e! turno al arte romano, al que Franz Wickhoff mos-
pintados, decía un crítico, «con una sinceridad tal, incluso con tal bruta- tró bajo una nueva luz en su libro sobre e! origen de Viena (publicado pos-
lidad' que asombra incluso al más moderno de nuestros propios realistas». teriormente bajo e! título de Rdmische Kunst). A él siguió otro historiador
Frente a ellos, en el lugar de honor se encontraba La Virgen del canónigo del arte vienés, Alois Riegl, cuya modesta obra El arte industrial tardorro-
Van der Paele (Fig. 356): fueron los rasgos «severos y retraídos» de! prior, mano (1902) ocultaba la radical propuesta de erradicar el término «decli-
insuperables siquiera por Durero, lo que causó el mayor impacto de esta ve» incluso del tratamiento de los estilos antiguos tardíos y considerar toda
obra maestra vivamente coloreada, y un crítico se sintió inspirado para evolución artística como el resultado de «intenciones» novedosas.
escribir que era «e! cuadro más realista que podía concebirse; no, por supues- Éstos fueron los años en los que se descubrieron los valores intrínsecos
to, por la elección del tema, sino por su concepción del arte, que es la cues- del «arte primitivo» por parte de los movimientos radicales del siglo xx,
tión fundamental. Courbet, "que no había visto nunca un ángel", no es un que también permitieron a Max Dvorák (el sucesor de Wickhoff en Vie-
realista tan riguroso como Jan van Eyck, que los pintó». na) recomendar a los expresionistas de su época (1920) las tendencias ante-
Sin embargo, lo que convierte este episodio en algo tan decisivo para riormente ridiculizadas del manierismo italiano. En los años de posgue-
el tema principal de Haskell son las dudas que Huizinga empezó a alber- rra, Millard Meiss hizo una declaración en favor de las tendencias retrógradas
gar sobre esta interpretación. La obra más famosa de Huizinga, que riva- del Trecento italiano, hasta que finalmente incluso los pintores de salón del
liza en potencial y riqueza con La cultura del Renacimiento en Italia de siglo XIX descubrieron a sus paladines, transformación en la que el propio
Burckhardt, lleva por título El otoño de la Edad Media, y de hecho su aná- Francis Haskell estuvo también involucrado.
lisis está dedicado a los síntomas de decadencia de la cultura de la época. Así, lenta pero decididamente, las nociones tradicionales de progreso
Pero ¿acaso no había una contradicción, planteaba Huizinga, entre e! diag- y decadencia fueron perdiendo su sentido, y con ellas la visión tecnológi-
nóstico y la visión general de este arte? Era esta visión lo que llevó al his- ca de la historia del arte que había proporcionado el marco tanto a Vasari
toriador a cuestionar el carácter sintomático de las manifestaciones artís- como a los antiguos. Sin duda alguna, sus criterios eran a veces burdos, si
ticas y a ofrecer una interpretación alternativa que subrayara no el bien su explicación de la historia del dominio de la imagen como la lenta
«realismo», sino los decadentes placeres de la pompa y el artificio de la pin- adquisición de destrezas miméticas tenía cierto sentido racional. Pero, aun-
tura de Van Eyck. que ya no se nos permita hablar en términos , ,
de medios y fines, todas la
Haskell acierta cuando señala la paradigmática importancia de esta imágenes encarnan la intención de sus creadores y debemos ,encontrar otra
valoración, pero ¿debemos detenernos aquí? ¿Debemos aceptar e! concepto explicación para las transformaciones estilísticas.
biológico de decadencia que utiliza Huizinga? El progreso técnico alcan- Si la representación de la naturaleza cambia con el curso de la histo-
zado por los Van Eyck en la representación del mundo visible es innega- ria, ¿cómo saber si la naturaleza no se veía de forma diferente en momen-
ble l '. ¿Tiene que entrar en conflicto con formas de la sociedad que se reve- tos diferentes? ¿Y acaso esta diferencia no podría deberse a las transfor-
laron incapaces de hacer frente a otros avances tecnológicos, igual que las maciones que había sufrido la humanidad en e! curso de su evolución?
normas de caballería sucumbieron bajo la invención de la pólvora? Claramente, al tratar de volverse con ello más científica, la historia del arte
No es de extrañar que para la época en que escribía Huizinga los histo- había renunciado a todos los criterios materiales. Inspirada en gran medi-
riadores del arte hubieran tratado de liberarse de la compulsión de etique- da en la evolución del arte contemporáneo, echó mano del dogma hege-
tar cualquier cambio estilístico bien como progresista o como decadente. liano de que los cambios de estilo no manifiestan una modificación de la
Ésta es una transformación que queda fuera del alcance del libro de Haskell, \ destreza, sino de la voluntad, y que expresa una «visión del mundo» dife-
pero que tiene una innegable importancia para los problemas de método de rente o un espíritu colectivo. Lo que garantizó el espectacular éxito de esta
los que se ocupa. Estoy pensando en las sucesivas tentativas de rehabilitar aproximación, que fue adoptada por autores tan influyentes como William
determinados estilos del pasado y de liberarlos del estigma del declive. Worringer, es el hecho de que «expresión» es un rasgo compartido por
La primera oleada de este tipo de valoraciones se remonta al movi- todas las configuraciones visuales. Es normal que de repente pareciera como
miento romántico que airadamente rechazaba la identificación que Vasa- si se hubiera encontrado una clave maestra sobre la esencia de todas las
ri hacía de «gótico» con «bárbaro». Podría decirse que la siguiente había épocas: rindámonos al valor expresivo de cualquier imagen y ello nos lle-
empezado a mediados del siglo XIX, cuando Jacob Burckhardt dejó de iden- var'á al núcleo íntimo y esencial del pasado de la humanidad. Ésta era por
tificar «barroco» con decadencia, transformación del gusto ésta que cul- supuesto la misma promesa que había despertado la ira de un verdadero
minó en e! pionero libro de Heinrich Wülfflin Renacimiento y barroco, de especialista como Ernst Robert Curtius.
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Los usos de las imágenes
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Dick Hebdige
SUBCULTURA.
EI significado del estilo
Paidós Gomunicación Dick Hebdige
Colección dirigida por José Manuel Pérez Tornero y Josep Llufs Fecé
Función de la subcultura
te a los cuales tan ostensiblemente se define. La mayoría clase halló expresión en la cultura. EI advenimiento de
de autores sigue tendiendo a atribuir un excesivo signifi- los medios de comunicación de masas, los cambios en la
cado a la oposición entre jóvenes y mayores, entre hijos constitución de la familia, la organización de la escuela y
y padres, citando los ritos de paso que, hasta en las socie- el trabajo, las transformaciones en el estatus relativo dei
dades más primitivas, se emplean para marcar la transi- trabajo y el ocio, todo ello sirvió para fragmentar y pola-
ción de la infancia a la madurez.' En tales estudios, sin rizar a la comunidad de clase trabajadora, generando una
embargo, brilla por su ausencia toda noción de especifi- serie de discursos marginales dentro de los amplios lími-
cidad histórica, toda explicación de por qué esas formas tes de la experiencia de clase.
concretas se producen en ese momento concreto. La evolución de la cultura juvenil debiera verse como
Es casi un tópico hablar dei período posterior a la Se- una simple parte de este proceso de polarización. Especí-
gunda Guerra Mundial como un momento de grandes ficamente, podemos citar el incremento relativo en el po-
cambios en el que los tradicionales esquemas de vida en der adquisitivo de la juventud de clase trabajadora,' la
Gran Bretafia se vieron barridos y sustituidos por un sis- creación de un mercado disefiado para absorber el exce-
tema nuevo, superficialmente menos regido por las ela- dente resultante, y los cambios en el sistema educativo
ses. En particular, los sociólogos han hecho hincapié en derivados de la Ley Butler de 1944 como factores que
la desintegración de la comunidad de clase trabajadora' y contribuyeron a la emergencia, tras la guerra, de una con-
han demostrado cómo la demolición dei tradicional en- ciencia generacional entre los jóvenes. Esta conciencia
torno de adosados baratos y tiendas de barrio sólo hizo seguía enraizada en una experiencia generalizada de ela-
que los cambios fueran más profundos e intangibles. se, pero se expresaba en formas distintas de las tradicio-
Como observa Berger (1967), los referentes no son úni- nales y en ocasiones abiertamente antitéticas a éstas,
camente «geográficos sino también biográficos y perso- La persistencia de la clase como categoría significati-
nales», y la desaparición de los referentes familiares tras va en la cultura juvenil, sin embargo, no se ha reconoci-
la guerra presagiaba el derrumbe de toda una forma de do de modo general hasta fechas relativamente recientes
vida. y, como veremos, la irrupción aparentemente espontánea
Sin embargo, pese a la confianza con que los políti- de estilos juveniles ha propiciado que ciertos autores ha-
cos tanto laboristas como conservadores aseguraban que blasen de la juventud como nueva clase, entendiéndola
Gran Bretafia estaba entrando en una nueva era de pros- como una comunidad de indiferenciados Consumidores
peridad ilimitada e igualdad de oportunidades y que Adolescentes. No fue hasta los afios sesenta, cuando Pe-
«nunca lo habíamos tenido tan bien», las clases se resis- ter Willmott (1969) y David Downes (1966) publicaron
tieron a desaparecer. Sí se transformó de manera drástica, sendos trabajos de investigación sobre las vidas de los
en cambio, el modo en que las clases se vivieron a si mis- adolescentes de clase trabajadora," cuando el mito de una
mas, esto es, las distintas formas en que la experiencia de cultura juvenillibre de clases empezó a verse seriamente
106 SUBCULTURA
UNA INTERPRETACIÓN 107
cuestionado. Dicho cuestionamiento se comprende mejor queza de detalles descriptivos, los informes basados en la
en el contexto de un debate más amplio sobre la función observación participante obvien, o cuando menos subes-
de la subcultura, que durante largo tiempo ha preocupado timen, el significado de las relaciones de clase y de po-
a los sociólogos especializados en la teoría de la desvia- der. En estos trabajos la subcultura tiende a aparecer
ción. Parece conveniente incluir aquí una breve panorá- como un organismo independiente cuyo funcionamiento
mica sobre algunas de las aproximaciones a la juventud y es ajeno a los contextos sociales, políticos y económicos
la subcultura nacidas en el transcurso de este debate. más amplios. A resultas de ello, la descripción de la sub-
EI estudio de la subcultura en Gran Bretafia evolucio- cultura suele quedar incompleta. Por chandleriana que
nó a partir de una tradición de etnografía urbana cuyos fuera su prosa, por veraces y meticulosos que fueran los
inicios se remontan aI siglo XIX: los trabajos de Henry detalles proporcionados por la observación participante,
Mayhew y Thomas Archer,' y las novelas de Charles pronto se puso de manifiesto que el método necesitaba el
Dickens y Arthur Morrison." Sin embargo, hasta la déca- apoyo de otros procedimientos más analíticos.
da de 1920 no surgiria una aproximación más «científi- Durante los afios cincuenta, Albert Cohen y Walter
ca» a la subcultura, con una metodología propia (Ia ob- Miller trataron de suplir la inexistente perspectiva teórica
servación participante); fue entonces cuando un grupo de rastreando continuidades y rupturas entre los sistemas de
sociólogos y criminólogos de Chicago empezó a recopi- valores dominantes y subordinados. Cohen puso el énfasis
lar datos sobre bandas callejeras de jóvenes y grupos en la función compensatoria de la banda juvenil: los ado-
marginales (delincuentes profesionales, contrabandistas, lescentes de clase trabajadora que no rendían lo suficiente
etc.). En 1927, Frederick Thrasher presentó un informe en la escuela se unían a las bandas en sus horas libres para
sobre unas mil bandas callejeras, y posteriormente Wi- desarrollar fuentes alternativas de autoestima. En la banda,
Iliam Foote Whyte describió extensamente en Street Cor- los principales valores deI mundo normal ----contención ,
ner Society los rituales, rutinas y ocasionales hazafias de ambición, conformismo, etc.- eran reemplazados por
una banda. sus opuestos: el hedonismo, el desafío a la autoridad y la
La observación participante sigue siendo la fuente de búsqueda de placer (Cohen, 1955). También MilIer se
algunas de las más interesantes y sugestivas descripcio- centró en eI sistema de valores de la banda juvenil, pero
nes de la subcultura, pero el método también arrastra una en este caso subrayando las semejanzas entre las culturas
significativa serie de lacras. En concreto, la ausencia de de la banda y la de los padres, sosteniendo que muchos de
esquemas de trabajo analíticos o explicativos siempre ha los valores dei grupo marginal se limitaban a reiterar de for-
dotado a esta clase de trabajos de un estatus marginal ma distorsionada o aumentada las «grandes inquietudes»
dentro de la tradición mayoritariamente positivista de la de la población de clase trabajadora adulta (MilIer, 1958).
sociología dominante.' Y, más crucial aún, esa ausencia En 1961, Matza y Sykes emplearon la noción de valores
es la responsable de que, aunque proporcionen gran ri- subterráneos para explicar la existencia de culturas juve-
108 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 109
niles tanto legítimas como delictivas. AI igual que Miller, dres [...] y la necesidad de mantener las identificaciones
estos autores reconocieron que los objetivos y las metas con los padres» (Cohen, 1972a). En ese análisis, los esti-
potencialmente subversivos estaban presentes en siste- los mod, ted y skinhead fueron interpretados como inten-
mas por lo general juzgados como perfectamente respe- tos de mediar entre experiencia y tradición, entre lo fami-
tables. Encontraron en la cultura juvenil los mismos va- liar y lo nuevo. Y, para Cohen, la «función latente» de la
lores subterráneos (búsqueda de riesgo, emoción) que subcultura era la de «[...] expresar y resolver, aunque sea
servían para apuntalar, y no para socavar, el ethos diurno mágicamente, las contradicciones que permanecen ocul-
de la producción (postergación de la gratificación, rutina, tas o sin resolver en la cultura parental» (Cohen, 1972a).
etc.) (Matza y Sykes, 1962; Matza, 1964). 8 Los mods, por ejemplo
Tiempo después estas teorías serían puestas a prueba
en trabajos de campo desarrollados en Gran Bretafía. En [...] trataron de hacer realidad, si bien en una relación
los sesenta, Peter WilImott publicó su investigación so- imaginaria, las condiciones de existencia dei trabajador
bre el abanico de opciones culturales al alcance de los no manual con movilidad social [...] [mientras que] [...]
chicos de clase trabajadora en el East End londinense. su argot y sus formas rituales [...] [seguían subrayando]
Lejos de las frívolas proclamas de autores como Mark [...] muchos de los valores tradicionales de la cultura de
Abrams (1959),9 Willmott concluía que la idea de una sus progenitores (Cohen, 1972a).
cultura juvenil completamente ajena a la idea de clase era
prematura y carecía de sentido. Observó, en cambio, que Por fin una lectura tomaba en consideración todos los
los estilos de ocio al alcance de los jóvenes se modulaban factores ideológicos, económicos y culturales que, en su
a través de las contradicciones y divisiones intrínsecas a interacción, influyen en la subcultura. AI cimentar su teo-
una sociedad de clases. Por su parte, Phil Cohen fue el ría en los detalles etnográficos, Cohen pudo inserir la ela-
encargado de explorar a fondo las modalidades en que las se en su análisis a una escala mucho más compleja que
experiencias específicas de clase se codificaban en esti- antes. En lugar de presentar la clase como un conjunto
los de ocio que, después de todo, se habían originado abstracto de determinaciones externas, la mostro en ac-
mayormente en el East End londinense. Cohen también ción, como fuerza material en la práctica, disfrazada, por
se interesó por los vínculos entre la cultura juvenil y la así decir, en la experiencia y exhibida en el estilo. La ma-
parental, e interpretó los distintos estilos juveniles como teria prima de la historia podía refractarse, mantenerse y
adaptaciones parciales de cambios que habían perturbado «manipularse» en la línea de una cazadora mod, en las
a la totalidad de la comunidad deI East End. Definió la suelas dei calzado de un teddy boy. Las incertidumbres
subcultura como «[...] una solución de compromiso entre de clase y de sexualidad, las tensiones entre conformismo
dos necesidades contradictorias: la necesidad de crear y y desviación, familia y escuela, trabajo y ocio, quedaban
expresar la autonomía y la diferencia respecto a los pa- fijadas de forma a la vez visible y opaca; Cohen elaboró
110 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 11 I
el sistema con el fin de reconstruir esa historia, de meter- neamente estaban afectando a la cultura parental, pero lo
se bajo la piei dei estilo y arrancarle sus significados hicieron en términos de su propia problemática hasta
ocultos. cierto punto autónoma, mediante la invención de «otro
EI trabajo de Cohen sigue siendo el modelo más lugar» (el fin de semana, el West End) definido en contra
apropiado que tenemos para leer el estilo subcultural. de los espacios familiares dei hogar, el puh, el club dei
Con todo, para subrayar la importancia y el significado trabajador, el barrio (véase la pág. 77).
de la clase se vio obligado a conceder un peso quizás ex- Si ponemos el énfasis en la integración y la coheren-
cesivo a los vínculos entre las culturas de clase trabaja- cia a costa de la disonancia y la discontinuidad, corremos
dora juveniles y adultas. Existen diferencias igualmente el riesgo de negar la manera misma en que la forma sub-
significativas que deben ser reconocidas. Como hemos cultural cristaliza, objetualiza y comunica la experiencia
visto, en la posguerra emergió realmente una conciencia dei grupo. Nos veríamos en aprietos, por ejemplo, para
generacional entre jóvenes, e incluso allí donde la cxpe- encontrar en la subcultura punk alguna tentativa simbóli-
riencia era compartida entre padres e hijos dicha expe- ca de «recuperar elementos socialmente cohesivos des-
riencia iba probablemente a ser interpretada, expresada y truidos en la cultura parentalx (Cohen, 1972a) más aliá
manejada de forma distinta por ambos grupos. De este de la mera cohesión en sí: la expresión de una identidad de
modo, mientras que obviamente hay puntos en los que las grupo fuertemente estructurada, visible y con sólidos la-
«soluciones» de padres y adolescentes convergen e in- zos de unión. Más parece, en cambio, que los punks estu-
cluso se solapan, ai tratar de la subcultura espectacular no vieran parodiando la alienación y el vacío que tanto han
tenemos que concederles una preeminencia absoluta. Y inquietado a los sociólogos, \O \levando deliberadamente a
ai tratar de relacionar el estilo subcultural con su contex- término las más negras predicciones de la crítica social
to generativo deberíamos tener cuidado de no enfatizar tremendista, y celebrando en clave satírica la muerte de
demasiado la sintonía entre la cultura respetable de clase la comunidad y el derrumbamiento de las formas tradi-
trabajadora y las formas, globalmente más marginales, cionales de significado.
que aquí nos ocupan. Por lo tanto, sólo con reservas podremos aceptar la
Por ejemplo, es indudable que los skinheads reafir- teoría dei estilo subcultural de Cohen. Más adelante tra-
maron los valores ligados a la comunidad obrera tradi- taré de repensar la relación entre las culturas parental y
cional, pero lo hicieron en contra de una generalizada re- juvenil prestando una mayor atención a todo el proceso
nuncia a esos valores por parte de la cultura parental, y en de significación en la subcultura. Por ahora, sin embargo,
un momento en que semejante afirmación de las clásicas no debemos permitir que estas objeciones resten méritos
preocupaciones existenciales de la clase trabajadora se a la importancia global de la contribución de Cohen. No
consideraba inapropiada. De manera similar, los mods es exagerado afirmar que la idea de estilo como respues-
se enfrentaron a cambios y contradicciones que símultá- ta codificada a unos cambios que afectan a la comunidad
112 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 113
entera ha transformado literalmente el estudio de la cul- En efecto, la materia (esto es, las relaciones sociales) que
tura juvenil espectacular. Muchas de las investigaciones sin cesar se transforma en cultura (y, por lo tanto, en sub-
elaboradas en Resistance Through Rituais (Hall y otros, cultura) nunca es «prima», nunca está sin refinar. Siem-
1976a) se basaban en la premisa fundamental de que el pre está mediatizada, influida por el contexto histórico en
estilo podía ser leído de este modo. Empleando el con- el que se da, planteada ante un territorio ideológico espe-
cepto gramsciano de la hegemonía (véanse las páginas cífico que le confiere una vida y unos significados con-
30-35 de esta obra), los autores interpretaron la sucesión cretos. Salvo que estemos dispuestos a emplear algún pa-
de estilos culturales juveniles como formas simbólicas de radigma esencialista de la clase trabajadora en cuanto
resistencia, síntomas espectaculares de una disensión más ineluctable portadora de una Verdad absoluta y transhis-
amplia y, por lo general, subterrânea que caracterizó todo tórica, II no deberíamos esperar que la respuesta subcultu-
el período de posguerra. Esta lectura dei estilo plantea ral sea infalible en cuanto a las relaciones reales que se
una serie de cuestiones que debemos examinar, y la aproxi- dan en el capitalismo, ni siquiera que esté necesariamen-
mación a la subcultura adoptada en Resistance Through te en contacto, en sentido inmediato alguno, con la posi-
Rituais proporciona la base para buena parte de lo que si- ción que materialmente ocupa dentro dei sistema capita-
. gue. Empezaremos con la noción de especificidad. lista. Las subculturas espectaculares expresan lo que por
defmición es un conjunto imaginario de relaciones (véanse
las páginas 108-109). La materia prima de que están hechas
Especificidad: dos clases de teddy boy es a la vez real e ideológica. Se transmite a los miembros
individuales de una subcultura a través de una variedad
Si tomamos como punto de partida la definición de de canales: la escuela, la familia, el trabajo, los medios de
cultura empleada en Resistance Through Rituais, «cultu- comunicación, etc. Además, esa materia está sujeta al
ra es ese ámbito en que los grupos sociales desarrollan cambio histórico. Cada «instancia- subcultural represen-
distintos esquemas de vida e imprimen une forma expresi- ta una «soluciór» a un conjunto específico de circunstan-
va a su experiencia social y material» (Hall y otros, 1976a), cias, a unos problemas y contradicciones concretos. Por
descubriremos que cada subcultura representa una forma ejemplo, las «soluciones» mod y teddy boy fueron elabo-
distinta de manejar la «materia prima de la existencia so- radas en respuesta a coyunturas diferentes que las situa-
cial» (Hall y otros, 1976a). Pero i,en qué consiste exacta- ron en distintas posiciones respecto a las formaciones
mente esa «materia prima»? Marx nos dice: «Los Hom- culturales existentes (las culturas inmigrantes, la cultura
bres crean su propia historia, pero no simplemente a su parental, las otras subculturas, la cultura mayoritaria).
gusto, no la crean bajo circunstancias elegidas por ellos Nos centraremos en un ejemplo para apreciarlo mejor.
mismos, sino bajo circunstancias directamente interpues- Hubo dos grandes momentos en la historia de la sub-
tas, dadas y transmitidas desde el pasado- (Marx, 1951). cultura teddy boy (los afios cincuenta y los setenta). Pero,
114 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 115
aun manteniendo la misma relación de antagonismo con adultos de clase trabajadora que, fueran en sus tiempos
la comunidad inmigrante negra que sus contrapartidas de teds o chicos normales, sentían una cierta nostalgia por
los cincuenta (véanse las págs. 74-75), los teds más re- los afios cincuenta y cuyas memorias fragmentarias les
cientes se posicionaron de forma distinta respecto a la evocaban un pasado más simple y estable. EI revival re-
cultura de los padres y a otras culturas juveniles. memoraba un tiempo que parecía sorprendentemente leja-
Los primeros afíos cincuenta y los últimos setenta no y comparativamente seguro; casi idílico en su estólido
comparten algunos rasgos obvios: los vocabularios de puritanismo, en su sentido de los valores, en su convic-
«austeridad» y de «crisis», sin ser idénticos, se parecen y, ción de que el futuro podía ser mejor. Liberados dei tiem-
lo que es más importante, la ansiedad ante los posibles po y dei contexto, estos teds de segunda generación se
efectos de la inmigración negra sobre el empleo, la vi- permitieron flotar inocentemente, mecidos por la nostal-
vienda y la «calidad de vida» se via acentuada en ambos gia de los setenta, a mitad de camino entre el Fonz de la
períodos. Las diferencias, sin embargo, son mucho más televisiva Happy Days y un anuncio reciclado de Ovalti-
decisivas. La presencia, en el segundo período, de una ne. Paradójicamente, pues, la subcultura que inicialmen-
cultura juvenil alternativa y predominantemente obrera te había proporcionado tan dramáticos signos de cambio
(el punk), muchos de cuyos miembros defendieron acti- podría acabar aportando una suerte de continuidad en su
vamente ciertos aspectos de la vida de los antillanos, sir- forma revivida.
ve para distinguir claramente los dos momentos. Los pri- En líneas generales, las dos soluciones teddy boy res-
meros teds habían marcado un nuevo principio. En pondieron a unas condiciones históricas específicas, for-
palabras de George Melly (1972), ellos representaron «la mu adas en atmósferas ideológicas totalmente distintas.
vanguardia oscura de la cultura pop» y, pese a su escasez A finales de los setenta no había posibilidad alguna de re-
numérica, fueron casi universalmente atacados por la cabar el apoyo de la clase trabajadora para los optimistas
prensa y los padres como síntoma dei inminente declive imperativos de la reconstrucción: «Tendremos que aguan-
de Gran Bretafia. Por su parte, en los afíos setenta el con- tar», «Espera y verás», etc. EI desencanto extendido en-
cepto mismo de revival dio a los teddy boys un aire de le- tre la clase trabajadora por el Partido Laborista y por la
gitimidad. AI fin y ai cabo, en una sociedad que parecía política parlamentaria en general, el declive dei Estado
generar un asombroso número de modas y manías, los de bienestar, la vacilante economía, la prolongada falta de
teddy boys eran prácticamente una institución: una parte empleo y el problema de la vivienda, el desgaste de la co-
auténtica, aunque dudosa, de la herencia británica. munidad, el fracaso dei consumismo a la hora de satis-
De modo que a los jóvenes que participaron en este facer las necesidades reales y la inacabable ronda de con-
revivalles fue concedida una aceptabilidad en ciertos ba- flictos industriales, cierres y piquetes, todo ello sirvió
mos, aunque sólo fuera limitada. Podían ser mirados con para generalizar la sensación de que los rendimientos dis-
tolerancia, e incluso con un velado afecto, por aquellos minuían, en radical contraste con el combativo optimis-
116 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 117
mo dei período anterior. Apoyado sin duda por construc- brotes de violencia- que ya en la cultura parental había
tos ideológicos retrospectivamente situados en la Segun- sido entronizada como el modelo de comportamiento
da Guerra Mundial (la instigación, alrededor de 1973 y masculino: un modelo que los febriles excesos de la
como respuesta ante los prolongados conflictos indus- «sociedad permisiva» de posguerra habían mantenido
triales, la crisis petrolífera, la semana laboral de tres días, intacto.
etc., de un espíritu patriótico necesitado de enemigos, Todos esos factores acercaron la subcultura teddy
más propio de tiempos de guerra; la sustitución dei con- boy en su segunda encamación a la cultura parental y
cepto «alemán», más concreto, por el de «fascista»), to- contribuyeron a definiria frente a otras opciones cultura-
dos estos fenómenos se combinaron con la visibilidad de les juveniles dei momento ipunks, seguidores dei nor-
las comunidades negras para hacer del racismo una solu- thern soul, rockeros heavy metal, 12 hinchas de fútbol, pop
ción mucho más creíble para los problemas vitales de la mayoritario, «respetables», etc.) Por estas razones, lle-
clase obrera. var una cazadora con una bandera a la espalda en 1978
Además, el vestuario y la conducta de los teddy boys no significaba lo mismo ni dei mismo modo que en
tuvo distintas connotaciones en los setenta. Por supuesto, 1956, pese a que los dos grupos de teddy boys idolatra-
el «robo» de un estilo perteneciente a la clase alta que en ran a los mismos héroes (Elvis, Eddie Cochrane, James
un principio hizo posible todo el estilo teddy boy llevaba Dean), cultivasen los mismos tupés y ocuparan aproxi- .
mucho tiempo olvidado, y junto a él se había perdido madamente la misma franja social. Los conceptos inse-
irrevocablemente la naturaleza exacta de la transforma- parables de coyuntura y especificidad (en los que cada
ción. Más aún, los modales chulescos y la agresividad se- subcultura representa un «momento» distintivo, una res-
xual tuvieron significados distintos en las dos épocas. El puesta particular a un conjunto particular de circunstan-
narcisismo de los primeros teds y la gimnasia carnal de cias) son, por lo tanto, indispensables para un estudio dei
los bailes jive habían sido un arma arrojadiza lanzada estilo subcultural.
contra lo que Melly (1972) describe como «un mundo
grís, monocromo, donde los buenos chicos jugaban al ping-
pong», La incombustible fidelidad de los teds de segunda Las fuentes dei estilo
generación a los tradicionales estereotipos de «chico ma-
lo» se reveló, en cambio, tan obvia como reaccionaria. AI Hemos visto cómo la experiencia codificada en las
son de unos discos gastados por el uso, vestidos con ro- subculturas se configura en distintos espacios (el trabajo,
pas que eran verdaderas piezas de museo, estos neoteds el hogar, la escuela, etc.). Cada uno de esos lugares im-
resucitaron toda una serie de convenciones sexuales (la pone su propia estructura única, sus propias regias y sig-
galantería, el cortejo) y un machismo arrogante --esa nificados, su propia jerarquía de valores. Aunque esas es-
«pintoresca» combinación de chauvinismo, brillantina y tructuras se articulan entre sí, 10 hacen sintácticamente.
118 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 119
Tanto las unen las diferencias (hogar frente a escuela, es- los medias «han colonizado progresivamente la esfera
cuela frente a trabajo, hogar frente a trabajo, privado cultural e ideológica»:
frente a público, etc.) como las semejanzas. Por decido
en los términos, un tanto retóricos si se quiere, de Althu- Mientras los grupos y las clases sociales viven, si no en
sser, constituyen diferentes niveles de la misma forma- sus relaciones productivas sí en las sociales, unas vidas
ción social. Y aunque sean, como Althusser se esfuerza cada vez más fragmentadas y diferenciadas, los medios
en seüalar, «relativamente autónomas», esas estructuras de comunicación son cada vez más responsables de (a)
siguen estando articuladas, en las sociedades capitalistas, proporcionar las bases sobre las cuales dichos grupos y
en tomo a la «contradicción general» entre Capital y clases construyen una imagen de las vidas, significados,
Mano de Obra (véase, en concreto, Althusser 1971a). La prácticas y valores de afros grupos y clases; (b) propor-
compleja interacción entre los distintos niveles de la for- cionar las imágenes, representaciones e ideas a cuyo al-
mación social se reproduce en la experiencia tanto de los rededor pueda captarse de forma coherente la totalidad
grupos dominantes como de los subordinados, y esta ex- social compuestapor todas esas piezas separadas y frag-
periencia, a su vez, se convierte en la «rnateria prima» mentadas (Hall, 1977).
que halla su forma expresiva en la cultura y la subcultu-
ra. En nuestros días, los medias de comunicación desem- Así pues, sólo podrá mantenerse una imagen creíble
pefian un papel crucial a la hora de definir nuestra expe- de cohesión social mediante la apropiación y redefini-
riencia ante nosotros mismos. Nos proporcionan las ción de las culturas de resistencia (por ejemplo, las cultu-
categorías más accesibles para clasificar el mundo social. ras juveniles de clase trabajadora) en términos de esa
Básicamente, la prensa, la televisión, el cine, etc., son los imagen. De este modo, los medias de comunicación no
que nos permiten organizar e interpretar la experiencia y sólo proporcionan a los grupos imágenes fundamentales
darle su, digámoslo así, coherencia en la contradicción. de otros grupos, sino que también devuelven a la clase
Poco debiera sorprendemos, pues, descubrir que mucho trabajadora un «retrato» de sus propias vidas que está
de lo que se halla codificado en la subcultura ya ha sido «contenido» o «enrnarcado» por los discursos ideológi-
previamente sujeto a cierta manipulación por parte de los cos que lo rodean y sitúan.
medias de comunicación. Queda claro que las subculturas no son formas privi-
De este modo, en la Gran Bretafia de posguerra, es legiadas; no se salen dei circuito reflexivo de producción
probable que el rico contenido dei estilo subcultural esté y reproducción que une, como mínimo en el plano sim-
en función de lo que Stuart Hall ha llamado el «efecto bólico, las piezas separadas y fragmentadas de la totali-
ideológico» 13 de los medias de comunicación como reac- dad social. Las subculturas son, en parte ai menos, repre-
ción a los cambias experimentados en el marco institucio- sentaciones de esas representaciones, y los elementos
nal de la vida de la clase trabajadora. Como sostuvo Hall, tomados dei «retrato» de la vida de la clase trabajadora (y
UNA INTERPRETACIÓN 121
120 SUBCULTURA
dei conjunto social en general) deberán sin duda tener al- por un «orgullo de clase» puro y duro, una concepción
guna resonancia en las prácticas significantes de las dis- romántica dei modo de vida tradicional (de la clase tra-
tintas subculturas. No existe razón alguna para suponer bajadora) revivido dos veces por semana en programas
que las subculturas sólo afirmen espontáneamente las televisivos dei tipo Coronation Street). Entonces, los
«lecturas- bloqueadas excluidas de la radio, la televisión mods y los skinheads estaban, cada uno a su modo, «ma-
y la prensa (conciencia de un estatus subordinado, mode- nejando» esa mitología tanto como las exigencias de sus
lo conflictivo de la sociedad, etc.). También articulan, en propias condiciones materiales. Estaban aprendiendo a
mayor o menor medida, algunos de los significados e in- vivir dentro o fuera de ese corpus amorfo de imágenes y
terpretaciones preferentes, aquellos que son favorecidos tipificaciones servido por los medios donde la clase es al-
por y transmitidos a través de los canales autorizados de la ternativamente obviada y exagerada, negada y reducida a
comunicación de masas. Los miembros típicos de una una caricatura.
cultura juvenil de clase trabajadora en parte replican y en Además, los punks no sólo respondian directamente
parte aceptan las definiciones dominantes de quiénes y qué ai creciente desempleo, a los cambios en la moral, ai re-
son, y existe una sustancial cantidad de terreno ideológico descubrimiento de la pobreza, a la Depresión, etc.: esta-
compartido no sólo entre ellos y la cultura adulta de clase ban dramatizando lo que dio en llamarse «el declive de
trabajadora (con su subterránea tradición de resistencia) Gran Bretaüa- mediante la construcción de un lenguaje
sino también entre ellos y la cultura dominante (por lo que, en contraste con la retórica predominante dei esta-
menos en sus formas más «democráticas» y accesibles). blishment rockero, era inequívocamente pertinente y rea-
Por ejemplo, la elaboración de opciones ascendentes lista (de ahí el vocabulario soez, las referencias a los
y descendentes ai alcance de la juventud de clase trabaja- «hippies grasientos», los andrajos, las poses lumpen).
dora no indica necesariamente ninguna diferencia signifi- Los punks hicieron suya la retórica de crisis que había
cativa en el estatus relativo de los empleos al alcance dei llenado las ondas y los editoriales de la época y la tradu-
típico mod de 1964 y dei skinhead de 1968 (aunque un jeron a términos tangibles (y visibles). En el sombrio y
censo quizá pusiera de manifiesto dicha diferencia). Y apocalíptico ambiente de finales de los setenta --desem-
aún menos refleja directamente el hecho de que las opor- pleo masivo, ominosa violencia en el carnaval de Notting
tunidades laborales ai alcance de la juventud de clase tra- Hill, en Grunwick, Lewisham y Ladywood-, nada mejor
bajadora en general disminuyeran realmente entre una y que los punks se presentasen como «degenerados»; como
otra fecha. Lo que ocurre, más bien, es que los distintos signos de aquella tan cacareada descomposición, como re-
estilos y las ideologías que los estructuran y determinan presentación perfecta de la atrofia de Gran Bretaiía. Los
representan respuestas negociadas a una contradictoria diversos estilos adoptados por los punks expresaban. sin
mitología de clase. En esa mitología, «el desvanecimien- duda, una agresión, frustración y ansiedad genuinas. Pero
to de las clases» queda paradójicamente contrarrestado esas proclamas, por extraiíamente construidas que estu-
122 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 123
vieran, se formulaban en un lenguaje que estaba aI alcan- esta medida se vieron abocados a esa búsqueda específi-
ce de todo el mundo, un lenguaje corriente. EUo explica, ca de una cierta autonomía que caracteriza a todas las sub
en primer lugar, que la metáfora punk se aplique tanto a (y contra) culturas juveniles (véase la pág. 200, n. 6). En
los miembros de la subcultura como a sus oponentes y, franco contraste con sus predecesores skinheads, los se-
en segundo lugar, también explica el triunfo de la subcul- guidores de Bowie desafiaban los chauvinismos más ob-
tura punk como espectáculo: tal fue su habilidad para eri- vios (sexuales, de clase, territoriales) y, con mayor o me-
girse en síntoma de toda una problemática contemporá- nor entusiasmo, se afanaban a eludirlos, subvertidos o
nea. Se entiende así la capacidad que esta subcultura tuvo derribados. De manera simultánea, estaban (I) desafiando
de atraer a nuevos miembros y de provocar la necesaria el tradicional puritanismo de la clase trabajadora tan fir-
respuesta airada por parte de padres, profesores y jefes memente arraigado en la cultura de sus padres, (2) resis-
ante aquellos a quienes se dirigía el pánico moral, y por tiendo aI modo en que los medios hacían de ese purita-
parte de los «empresarios morales» --eoncejales munici- nismo el signo de la clase trabajadora y (3) adaptando
pales, expertos y miembros deI Parlamento-i- responsa- imágenes, estilos e ideologías propagadas por doquier en
bles de dirigir la «cruzada» para combatidos. Para comu- la televisión y las películas (por ejemplo, el culto a la
nicar el desorden, primero hay que elegir un lenguaje nostalgia de los primeros setenta), en las revistas y pren-
apropiado, aunque el objetivo sea subvertido. Para que el sa diaria (alta costura, la emergencia deI feminismo en su
punk pudiera ser rechazado como caos, primero debía ser forma consumista, por ejemplo Cosmopolitan) a fin de
«comprensible» en cuanto ruido. construir una identidad alternativa que comunicase una
Empezamos a entender ahora cómo es que el culto a diferencia visible: una Otredad. Estaban, en suma, desa-
Bowie se acabó articulando alrededor de temas de gêne- fiando en un plano simbólico la «inevitabilidad», la «na-
ro y no de clase, y a cuestionar a los críticos que vinculan turalidad» de los estereotipos de clase y de gênero.
las inquietudes legítimas de la «autêntica» cultura de ela-
se trabajadora exclusivamente con la esfera de la produc-
ción. Es evidente que los adeptos de Bowie no lidiaban
directamente en modo alguno con la problemática típica
de los trabajadores o las aulas: problemas que orbitan en
tomo a las relaciones con la autoridad (rebelión frente a
deferencia, opciones ascendentes frente a descendentes,
etc.). Pero estaban tratando de conquistar un espacio sig-
nificativo interrnedio a medio camino entre la cultura pa-
rental y la ideología dominante: un espacio donde se pu-
diera descubrir y expresar una identidad alternativa. En
SEIS
subcultura espectacular no sólo como metáfora de una versales. Estos tabúes garantizan la ininterrumpida «trans-
potencial anarquía «ahí fuera» sino como mecanismo parencia» (incuestionabilidad) dei significado.
real de desorden semántico: una especie de bloqueo tem- Como cabría esperar, por lo tanto, las transgresiones
poral en el sistema de representación. Como escribió de las normas consensuadas que se emplean para organi-
John Mepham (1972): zar y experimentar el mundo tienen una considerable ca-
pacidad de provocar e inquietar. Desde todas partes se las
Tan tenazmente arraigan en nuestro discurso y pensa- acusa de «sacrilegio», como apuntó Mary Douglas
mientos sobre el mundo las distinciones e identidades, (1967), y Lévi-Strauss ha sefíalado que en ciertos mitos
sea por el papel que dcsempefian en nuestras vidas prác- primitivos una mala pronunciación y un uso incorrecto
ticas o porque son cognitivamente poderosas y constitu- dellenguaje tienen el mismo rango que el incesto en cuan-
yen un importante aspecto deI modo en que dotamos de to aberraciones terribles capaces de «desatar tormentas y
sentido a nuestra experiencia, que cuestionarlas teórica- tempestades» (Lévi-Strauss, 1969). De modo semejante,
mente puede resultar traumático. las subculturas espectaculares expresan contenidos prohi-
bidos (conciencia de clase, de diferencia) en formas pro-
Toda elisión, truncamiento o convergencia de las ca- hibidas (transgresiones de los códigos de conducta y
tegorías lingüísticas e ideológicas reinantes puede saldar- etiqueta, infracción de la ley, etc.). Son expresiones pro-
se con una desorientación profunda. Semejantes desvia- fanas, y a menudo se las censura, significativamente,
ciones revelan, en suma, la arbitrariedad de los códigos como «antinaturales». Los términos que la prensa sensa-
que subyacen en todas las formas dei discurso, configu- cionalista usa para definir a aquellos jóvenes que, en su
rándolas. Como escribió, en un contexto de desviación conducta o vestuario, proc1aman su adscripción a algún
política explícita, Stuart Hall (1974): grupo subcultural (efreaks», «animales [...] que, como
las ratas, sólo se envalentonan cuando cazan en mana-
Los nuevos acontecimientos, trascendentales a la par da»)' parecen indicar que los miedos más primitivos de-
que «insignificantes» frente a las normas refrendadas
rivados de la distinción sagrada entre naturaleza y cultu-
por la mayoría, suponen un desafío para el mundo nor-
ra pueden verse evocados por el surgimiento de tales
mativo. No sólo ponen en tela de juicio la definición deI
mundo, sino cómo debería ser. «Abren una brecha en grupos. Sin duda, el quebrantamiento de las regias es
nuestras expectativas» [...]. confundido con una «ausencia de regias», la cual, según
Lévi-Strauss (1969), «parece ofrecer el criterio más se-
Las nociones concernientes a la inviolabilidad dei guro para distinguir un proceso natural de uno cultural».
lenguaje están íntimamente ligadas a las ideas de orden En efecto, la reacción oficial a la subcultura punk, en es-
social. Los límites de la expresión lingüística aceptable pecial al uso de «lenguaje soez» por parte de los Sex Pistols
son impuestos por una serie de tabúes aparentemente uni- en televisiórr' y en los discos.' y a los vómitos y escupita-
128 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 129
jos en el aeropuerto de Heathrow," parecen indicar que 1978). EI estilo, sobre todo, provoca una doble respuesta:
esos tabúes básicos continúan sedimentados en las pro- es alternativamente ensalzado (en la página de moda) y
fundidades de la sociedad británica contemporánea. atacado y ridiculizado (en los artículos que definen las
subculturas como problemas sociales).
Casi siempre, lo que primero atrae la atención de los
Dos formas de integración medios son las innovaciones estilísticas de la subcultura.
Luego, la policía, el poder judicial, la prensa «descu-
i,Acaso esta sociedad, saturada de esteticismo, no ha in- breu» actos desviados o «antisociales» -vandalismo,
tegrado ya los viejos romanticismos, surrealismo, exis- lenguaje soez, peleas, «comportamiento animal»-, y estos
tencialismo e incluso, hasta cierto punto, el marxismo? actos se emplean para «explicar» la transgresión original,
Pues bien, lo ha hecho, a través dei comercio, en forma por parte de la subcultura, de los códigos comúnmente
de mercancías. Lo que ayer era criticado se convierte aceptados. De hecho, tanto el comportamiento desviado
hoy en bien de consumo cultural, y de este modo el con- como la identificación de un uniforme distintivo (o, más
sumo fagocita aquello a lo que supuestamente tenía que a menudo, la combinación de ambos) pueden ser catali-
dar un significado y una dirección (Lefebvre, 1971).
zadores dei pánico moral. En el caso de los punks, el mo-
mento en que los medios percibieron el estilo punk coin-
Hemos visto que las subculturas «abren una brecha cidió en la práctica con el descubrimiento o la invención
en nuestras expectativas» y representan simbólicos desa- de la desviación punk. EI Daily Mirror publicó su prime-
fíos a un orden simbólico. Pero i,las subculturas siempre ra tanda de alarmistas páginas centrales sobre la subcul-
pueden ser integradas de manera efectiva? i,Y cómo? EI tura, centradas en lo extraão de la vestimenta y los com-
surgimiento de una subcultura espectacular viene acom- plementos en la misma semana (29 de noviembre-3 de
panado, indefectiblemente, de una oleada de histeria en diciembre de 1977) en que los Sex Pistols irrumpieron
la prensa. Esa histeria es, cómo no, ambivalente: oscila públicamente en el programa Today de la Thames. Por su
entre el miedo y la fascinación, entre el escándalo y el en- parte, los mods, puede que a causa de la discreción de su es-
tretenimiento. Las portadas se llenan de titulares impac- tilo, no fueron identificados como grupo hasta las peleas
tantes o inquietantes (por ejemplo, «Rotten razored», de Bank Holiday en 1964, aunque en esos momentos la
Daily Mirrar, 28 de junio de 1977) mientras en el interior subcultura ya se había desarrollado plenamente, como
los editoriales rebosan de comentarios «sérios»? y las pá- mínimo en Londres. Sea cual sea el tema que desencade-
ginas centrales o los suplementos presentan delirantes re- na la secuencia de amplificación, ésta termina invariable-
portajes sobre modas y rituales de última hora (véanse, mente con la propagación y la simultánea desactivación
por ejemplo, los suplementos en color dei Observer dei dei estilo subcultural.
30 de enero y 10 de julio de 1977, Y dei 12 de febrero de A medida que la subcultura empieza a acufiar una
130 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 131
tiendas de discos, las casas discográficas, las boutiques y antigüedades» de la era hippy fueron fácilmente recon-
las empresas de manufactura formadas por una o dos vertidos en boutiques y tiendas de discos punk. Y tam-
rnujeres, todas estas versiones dei capitalismo artesano bién con independencia de la mayor o menor agresividad
determinan la dialéctica de la «rnanipulación» comer- dei estilo: el vestido y los emblemas dei punk podían
ciai, en mayor medida que fenômenos más generaliza- comprarse por correo ya en el verano de 1977, y en se-
dos e indeterminados.
tiembre de ese mismo afio Cosmopolitan publicó una
crónica de la más reciente colección de extravagancias
Sería un error, sin embargo, insistir en la autonomía firmadas por Zandra Rhodes, íntegramente formada por
absoluta de los procesos «culturales- y comerciales. variaciones sobre el tema punk. Los modelos ardían bajo
Como dijo Lefebvre (1971): «EI comercio es (...] un fe- montafias de imperdibles y plástico (los imperdibles eran
nómeno tan social como intelectual», y los productos lle- de joyería, el «plástico» era satén con acabado húmedo)
gan ai mercado cargados de significado. Son, en palabras y el artículo se cerraba con un aforismo -«To shock is
de Marx (1970), «jeroglíficos sociales»? y sus significa- chie», «Escandalizar es chic»- que anunciaba la inmi-
dos están modulados por el uso convencional. nente muerte de la subcultura.
Así, tan pronto como las innovaciones originales que
significan la «subcultura- se traducen en mercancías y
son puestas ai alcance de todos, quedan «inrnovilizadas», LA FORMA IDEOLÓGICA
Arrancadas de sus contextos privados por la pequena em-
presa y por los intereses de la gran moda que las produ- Quienes mejor han tratado la segunda forma de inte-
cen a escala masiva, son codificadas, vueltas comprensi- gración -Ia ideológica- han sido los sociólogos que
bles y presentadas como propiedad pública a la par que operan con un modelo transaccional de comportamiento
como mercancía rentable. Puede decirse, así, que las dos desviado. Por ejemplo, Stan Cohen describió a fondo la
formas de integración (Ia semántica/ideológica y la «real-/ gestación y propagación de un pánico moral concreto (el
comercial) convergen en la forma mercantil. Aunque los que rodeó el conflicto mod-rocker de mediados de los se-
estilos culturales juveniles empiecen planteando retos senta).' Aunque esta c1ase de análisis a menudo ofrezca
simbólicos, invariablemente terminan por establecer nue- una explicación muy elaborada de por qué las subcultu-
vas series de convenciones, generando nuevas rnercan- ras espectaculares siempre provocan estos brotes de his-
cías, nuevas industrias o rejuveneciendo las antiguas teria, tiende a pasar por alto los mecanismos más sutiles
(baste pensar en el impulso que los punks debieron dar empleados para manejar y contener fenómenos poten-
a las mercerías). Y todo eso, con independencia de la cialmente amenazadores. Como el uso dei término «folk
orientación política de la subcultura: los restaurantes ma- devil. insinúa, suelen privilegiarse los excesos sensacio-
crobióticos, las tiendas de artesanía y los «mercados de nalistas de la prensa amarilla frente a las reacciones am-
134 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 135
biguas, aI fin y aI cabo las más típicas. Ya hemos visto orígenes, rechazaban la familia e interpretaban encanta-
que la representación de las subculturas en los medios las dos el papel de folk devil, presentándose como puros ob-
muestra más y a la vez menos exóticas de lo que real- jetos, como clowns perversos. Ciertamente, como cual-
mente sono Se dirían formadas por alienígenas peligrosos quier otra cultura juvenil, el punk fue considerado una
que a la vez son niüos revoltosos, animales salvajes que a amenaza para la familia. En ciertos casos la amenaza fue
la vez son mascotas traviesas. Roland Barthes nos da una representada en términos literales. Por ejemplo, el Daily
clave para esa paradoja en su descripción de la «identifi- Mirrar deI I de agosto de 1977 publicó una fotografía de
cación», una de las siete figuras retóricas que, según Bar- un nino caído en la calle tras una confrontación punk-ted
thes, definen el metalenguaje de la mitología burguesa. bajo el titular «VíCTIMA DE LA PELEA PUNK. LA HORDA SE
Caracteriza aI pequefioburgués como una persona «[...] ENSANÓ CON EL NINO». En este caso, la amenaza deI
incapaz de imaginar aI Otro [...] el Otro es un escándalo punk a la familia fue transformada en algo «real» (ése po-
que amenaza su existencia» (Barthes, 1972). dría ser mi hijo) a través deI esquema ideológico de la
Dos estrategias se crearon para afrontar esta amena- prueba fotográfica, que popularmente se considera in-
za. En primer lugar, el Otro puede ser trivializado, desna- cuestionable.
turalizado, domesticado. Aquí, la diferencia simplemen- No obstante, en otras ocasiones, se adopta el camino
te se niega (<<La Otredad es reducida a la mismidad»). contrario. Por la razón que sea, la inevitable sobredosis
Otra posibilidad es que el Otro sea transformado en algo de artículos que se complacen en denunciar la última
exótico y carente de sentido, un «puro objeto, un espec- atrocidad de los punks se ve contrapesada por un número
táculo, un clown» (Barthes, 1972). En este caso, la dife- igualmente extenso de artículos dedicados a las pequefie-
rencia es desterrada a un lugar inalcanzable para el análi- ces de la vida familiar de los punks. Por ejemplo, el nú-
siso Son precisamente estos términos los que se emplean mero de Woman' s Own deI 15 de octubre de 1977 publi-
para definir las subculturas espectaculares. Los hooli- có un artículo titulado «Punkis y Madres» que incidía en
gans deI fútbol, por ejemplo, suelen verse ubicados más los aspectos menos c1asistas, más de fiesta de disfraces,
aliá «de los Iímites de la decencia común», c1asificados deI punk. R Fotografías que mostraban a los punks con sus
como «animales». (<<Esa gente no pertenece aI gênero hu- sonrientes mamás, recostados junto a la piscina de casa,
mano», declaró el entrenador de un equipo de fútbol en jugando con el perro de la familia, acompafiaban un tex-
News at Ten el domingo 12 de marzo de 1977.) (V éase el to que abundaba en la normalidad de los punks como in-
tratamiento que hace Stuart Hall de la cobertura periodís- dividuos: «No es el horror que parece» [...] «EI punk pue-
tica de los hooligans en Football Hooliganism [editado de ser cosa de familia» [...] «Para que lo sepan, los punks
por Roger Ingham, 1978].) Por su parte, la prensa tendió son apolíticos» y, de forma más insidiosa aunque veraz,
a reubicar a los punks en la familia, quizá porque los «Johnny Rotten es un nombre tan famoso como Hughie
miembros de esta subcultura se esforzaban en ocultar sus Green». Durante el verano de 1977, tanto People como
136 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 137
News of the World sacaron artículos sobre hijos punkis, y suele hacerlo imponiendo sus propias condiciones ideo-
hennanos punkis y bodas entre punkis y teds. Todos sir- lógicas: en este caso, se trata de sustituir una forma artís-
vieron para minimizar esa Otredad tan estridentemente tica «ai alcance de todas las conciencias» 9 por «el cuento
proclamada por el estilo punk, y definieron la subcultura de hadas de la creatividad dei artista»!", y un «ruído- (un
justo en los mismos términos que con tanta vehemencia caos de creación propia, con su coherencia y lógica pro-
trataba de negar y rechazar. pias) por una «música» que será juzgada, despreciada o
De nuevo, debemos evitar trazar distinciones absolu- comercializada. Y por último, sustituirá una subcultura
tas entre las «manipulaciones» ideológicas y comerciales producto de la historia, de unas contradicciones históri-
de las subculturas. La simbólica restitución de las hijas ai cas reales, por un pufiado de brillantes inconfonnistas,
hogar, de los descarriados ai redil, fue emprendida en un unos genios satánicos que, en palabras de sir John Read,
momento en el que la «capitulación- generalizada de los presidente de la EMI, «con el tiempo se volverán total-
músicos punk a las fuerzas dei mercado era el argumen- mente aceptables y podrán contribuir en gran medida ai
to que todos los medios esgrimían para ilustrar el hecho de desarrollo de la música moderna»."
que, «después de todo, los punkis no son más que seres
humanos». La prensa musical rebosaba de las típicas his-
torias de triunfadores que de un salto pasaban de pobres
a ricos (y sin quitarse los harapos), de músicos punk que
se iban a América, de empleados bancarios que se con-
vertían en editores de revistas o productores de discos, de
sufridas costureras transformadas de la noche a la máfia-
na en triunfantes mujeres de negocios. Claro que estas
historias de éxito tenían implicaciones ambiguas. Como
en cualquier otra «revolución juvenil» (el boom dei beat,
la explosión mod y los Swinging Sixties), el éxito relativo
de unos pocos creó una impresión de energía, expansión
e ilimitada movilidad ascendente. En última instancia,
ello reforzó esa imagen de sociedad abierta que la pre-
sencia misma de la subcultura punk --con su retórico én-
fasis en el paro, la degradación de la vivienda y la falta de
oportunidades- había contradicho originalmente. Como
escribió Barthes (1972): «EI mito siempre puede, como úl-
timo recurso, significar la resistencia que le es opuesta»,
SIETE
En «La retórica de la imagem>, Roland Barthes con- lacionados: c1ase y estatus, imagen de uno mismo y atrac-
trapone la imagen publicitaria «intencional» con la foto- tivo, etc. En última instancia, cuando no expresan otra
grafía de prensa supuestamente «inocente». Ambas son cosa expresan la «normalidad» contrapuesta a la «desvia-
complejas articulaciones de códigos y prácticas específi- ción» (esto es, se distinguen por su relativa invisibilidad,
cas, pero la foto de prensa parece más «natural» y trans- su idoneidad, su «naturalidad»). La comunicación inten-
parente que el anuncio. Barthes escribe: «La significación cional, en cambio, es de distinto ordeno Se aparta deI res-
de la imagen es ciertamente intencional [...] la imagen to, es una construcción visible, una elección tendenciosa.
publicitaria es clara, o como mínimo enfática». Análoga- Atrae la atención sobre sí; se da para ser leída.
mente, la distinción de Barthes puede servir para marcar Eso es lo que distingue a los conjuntos visuales de las
la diferencia entre estilo subcultural y estilo «normal». subculturas espectaculares de los conjuntos empleados
Los conjuntos estilísticos subculturales --esas enfáticas por la/s cultura/s colindante/s. Los primeros están obvia-
combinaciones de vestuario, baile, argot, música, etc.- mente fabricados (hasta los mods, precariamente situados
guardan más o menos la misma relación con las fórmulas entre los mundos de lo normal y lo desviado, acabaron
más tradicionales (traje y corbata «normales», ropa infor- manifestando su diferencia aI congregarse en grupos
mal, conjuntos de suéter y chaqueta, etc.) que la imagen frente a las salas de baile y a orillas deI mar). Proclaman
publicitaria guarda con la fotografía de prensa menos vi- sus propios códigos (por ejemplo, la camiseta rasgada de
siblemente elaborada. los punks) o aI menos demuestran que los códigos existen
No es preciso, por supuesto, que la significación sea para ser usados y explotados (son pensados y no impro-
intencional, como los semióticos se han encargado repeti- visados, por ejemplo). En ello se oponen a una cultura
damente de seríalar. Umberto Eco escribe que «todo obje- dominante cuya principal característica definitoria, se-
to, y no sólo el objeto comunicativo expresamente inten- gún Barthes, es una tendencia a la mascarada como natu-
cionado, puede ser contemplado como signo» (Eco, raleza, a sustituir las formas históricas por formas «nor-
1973). Por ejemplo, la ropa convencional que el hombre y malizadas», a traducir la realidad deI mundo en una
la mujer comente lIevan por la calle se elige dentro de imagen deI mundo que a su vez se presenta como si estu-
unas limitaciones económicas, de «gusto», preferencias, viera compuesta según «Ias Ieyes evidentes deI orden na-
etc., y tales elecciones son, sin duda, significativas. Cada tural» (Barthes, 1972).
conjunto ocupa un lugar en un sistema interno de diferen- En este sentido, lo hemos visto, puede decirse que las
cias -los modos convencionales deI discurso sobre el subculturas vulneran las leyes de la «segunda naturaleza
vestir- que encaja con su correspondiente serie de roles deI hombre», 2 AI resituar y recontextualizar las mercan-
y opciones socialmente prescritos. 1 Estas opciones contie- cías, aI subvertir sus usos convencionales y darles usos
nen toda una gama de mensajes, transmitidos a través de nuevos, el estilista subcultural otorga a la mentira eso que
las sutiles distinciones de una serie de conceptos interre- Althusser lIamó «la falsa obviedad de la práctica cotidia-
142 SUBCULTURA 143
UNA INTERPRETACrÓN
na» (Althusser y Balibar, 1968), y abre el mundo de los nificados prohibidos. Es el modo en que las mercancías
objetos a lecturas nuevas y encubiertamente opositoras. son utilizadas en la subcultura lo que, básicamente, la
La comunicación de una diferencia significante (y la pa- distingue de formaciones culturales más ortodoxas.
ralela comunicación de una identidad de grupo) será en- Los avances en el terreno de la antropología nos
tonces «la clave» oculta tras el estilo de todas las subcul- resultarán de utilidad en este punto. Concretamente, el
turas espectaculares. Es el término superordinado bajo el concepto de bricolaje puede emplearse para explicar
cual se agrupan todas las demás significaciones, el men- la estructuración de los estilos subculturales. En EI pen-
saje a través dei cual hablan todos los demás mensajes. samiento salvaje, Lévi-Strauss muestra cómo las moda-
Una vez se le ha otorgado a esta diferencia inicial una de- lidades mágicas a que recurren los pueblos primitivos
terminación primaria sobre toda la secuencia de genera- (superstición, brujería, mito) pueden considerarse siste-
ción y difusión estilística, podremos reexaminar la estruc- mas implícitamente coherentes, aun siendo explícitamen-
tura interna de cada una de las subculturas. Volviendo a te desconcertantes, de conexión entre las cosas que dotan
nuestra analogía anterior: si la subcultura espectacular es a sus usuarios de todo lo necesario para «pensar» su pro-
una comunicación intencional, si, tomando un término de pio mundo. Tales sistemas mágicos de conexión compar-
la lingüística, es «motivada», i,qué es exactamente lo que ten un rasgo: son susceptibles de crecer ilimitadamente
se está comunicando y anunciando? porque sus elementos básicos pueden entrar en una varie-
dad de combinaciones improvisadas para generar nuevos
significados en su seno. EI bricolaje ha sido descrito, en
EI estilo como bricolaje consecuencia, como una «ciencia de lo concreto» en una
reciente definición que ilumina el significado antropoló-
Lo convencional es !lamar «monstruo» a cualquier com- gico original deI término:
binación de elementos discordantes [...] Yo llamo «mons-
truo» a toda be!leza original e inagotable (Alfred Jarry).
EI bricolaje alude ai modo en que el pensamiento no téc-
Las subculturas que hemos tratado comparten un ras- nico, no cultivado deI !lamado hombre «primitivo» res-
ponde aI mundo que le rodea. EI proceso implica una
go en común, además de pertenecer mayoritariamente a
«ciencia de lo concreto» (frente a nuestra ciencia «civi-
la clase obrera. Como hemos visto, son culturas ostensi-
lizada» de lo «abstracto») que, lejos de carecer de lógi-
blemente consumistas -incluso cuando, como en los
ca, de hecho ordena con precisión y exactitud, c1asifica y
skinheads y los punks, ciertos tipos de consumo son vi- distribuye en estructuras las minutiae de una «lógica»
siblemente rechazados- y es a través de los rituales que no es la nuestra. Las estructuras, «improvisadas» o
distintivos deI consumo, a través deI estilo, como la sub- inventadas (son éstas traducciones aproximadas deI pro-
cultura revela su identidad «secreta» y comunica sus sig- ceso de bricoler) como respuestas ad hoc a un entorno,
144 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 145
sirven entonces para establecer homologías y analogías prescribían para tratar las neurosis se empleaban como
entre la ordenación de la naturaleza y la de la sociedad, y fines en sí mismas, y el ciclomotor, inicialmente un me-
de este modo «explicam> el mundo de manera satisfacto- dio de transporte respetable como el que más, fue trans-
ria, haciéndolo habitable (Hawkes, 1977). formado en amenazante símbolo de solidaridad dei gru-
po. Idéntica improvisación hizo que los peines de metal,
Las implicaciones de las estructuradas improvisacio- afilados como navajas, convirtieran el narcisismo en
nes dei bricolaje para una teoría de la subcultura especta- arma de ataque. Banderas inglesas ondeaban cosidas a la
cular entendida como sistema de comunicación ya han espalda de parkas mugrientas, si no eran recortadas y
sido exploradas. Por ejemplo, John Clarke ha insistido en convertidas en ingeniosas chaquetas. Con mayor discre-
cómo algunas formas destacadas de discurso (en espe- ción, los clásicos emblemas dei mundo de los negocios
cial, la moda) son radicalmente adaptadas, subvertidas y -el traje, el cuello y la corbata, el pelo corto, etc.- fue-
ampliadas por el bricolador subcultural: ron desgajados de sus connotaciones originales -efi-
ciencia, ambición, respeto a la autoridad-e- y mutados en
Objeto y significado constituyen, conjuntamente, un sig- fetiches «vacíos», objetos de deseo, acariciados y valora-
no, y en el seno de cualquier cultura esos signos son en- dos por derecho propio.
samblados, repetidamente, en formas características de
Aun a riesgo de sonar melodramáticos, podríamos
discurso. No obstante, cuando el bricolador cambia el
emplear aquí la frase de Umberto Eco, «guerra de guerri-
objeto significante de lugar y lo emplaza en una posición
lias semiótica» (Eco, 1972) para describir tales prácticas
distinta dentro de ese discurso, empleando el mismo re-
pertorio global de signos, o cuando el objeto es resitua- subversivas. Da igual que la guerra se libre por debajo de
do en un conjunto totalmente distinto, se crea un nue- la conciencia de los individuos pertenecientes a la sub-
vo discurso, un mensaje distinto se transmite (Clarke, cultura espectacular: sin que la subcultura deje de ser a
1976). otro nivel una comunicación intencional [véanse las págs.
139-142]), con la emergencia de grupos como el surrea-
Es así como el hurto y transformación por parte dei lista «la guerra se declara en un mundo de superficies»
teddy boy dei estilo eduardiano rescatado a principios de (Annette Michelson, citada en Lippard, 1970).
los cincuenta por Savile Row para los jóvenes ricos de la Ciertamente, las radicales prácticas estéticas de Dadá
ciudad puede entenderse como un acto de bricolaje. De y del surrealismo -el suefío, el col/age, los «ready ma-
manera parecida, puede decirse que los mods actuaron des», etc.- resultan aquí relevantes: son las modalidades
como bricoladores cuando se apropiaron de otra gama clásicas de discurso «anárquico»;' Los manifiestos de
de productos ubicándolos en un conjunto simbólico que Breton (1924 y 1929) sentaron la premisa fundamental
servía para eliminar o subvertir sus primitivos significa- dei surrealismo: que una nueva «surrealidad» emergería
dos convencionales. Así, las pastillas que los médicos con la subversión dei sentido común, con el derrumbe de
146 SUBCULTURA
UNA INTERPRETACIÓN 147
las categorias y OposlclOnes lógicas dominantes (sue- modalidades anárquicas. El punk también trato, a través
íio/realidad, trabajo/juego, por ejemplo) y con la celebra- de la «distorsión y la deformación», de descoyuntar y reor-
ción de lo anormal y lo prohibido. La clave para lograrlo ganizar el significado. También persiguió la «unión ex-
estaba, ante todo, en «una yuxtaposición de dos realida- plosiva». Pero i,qué se pretendía significar, si es que se
des más o menos alejadas» (Reverdy, 1918), ejemplifica- pretendía significar algo, mediante estas prácticas sub-
da según Breton en la insólita frase de Lautréamont: «Be- versivas? I,Cómo las tendremos que interpretar? Si aisla-
110 como el azaroso encuentro entre un paraguas y una mos el punk y le dedicamos una especial atención, podre-
máquina de escribir en una mesa de disección» (Lautréa- mos observar más de cerca algunos de los problemas que
mont, 1970). En La crisis dei objeto, Breton abundó en la suscita la lectura dei estilo.
teoría de esta «estética dei cal/age», argumentando con
no poco optimismo que un asalto a la sintaxis de la vida
cotidiana que dieta los usos de la mayoría de los objetos U fi revulsivo para el estilo: el estilo repulsivo
mundanos propiciaría
Para nosotros nada era sagrado. N uestro movimiento no
[...] una total revolución dei objeto: su intervención des- era ni místico, ni comunista ni anarquista. Todos esos
viaria el objeto de sus fines emparejándolo con otro movimientos tenían algún tipo de programa, mientras
nombre y formalizándolo. [...] Una distorsión y una de- que el nuestro era nihilista de principio a fino Escupía-
formación gratuitas se hacen aquí imprescindibles [...] mos sobre todo, incluidos nosotros. N uestro signo era
Los objetos así reconstruidos comparten la característica una nada, un vacío (George Grosz sobre Dadá).
de derivar de los objetos que nos rodean y sin embargo
diferir de éstos, mediante un simple cambio de rol (Bre- Estamos bastante, pero bastante... vacíos (The Sex Pis-
ton, 1936). tais).
Max Emst (1948) viene a decir lo mismo de manera Aun siendo a menudo directamente ofensivo (cami-
más críptica: «Quien dice cal/age dice lo irracional». setas consteladas de tacos) y amenazador (indumentaria
Obviamente, tales prácticas encuentran su corolario terrorista/guerrillera), el estilo punk se definió principal-
en el bricolaje. El bricoleur subcultural, como el «autor» mente a través de la violencia de sus «cut-ups», Como los
de un cal/age surrealista, se distingue por «yuxtaponer dos «ready mades» de Duchamp --{)bjetos manufacturados
realidades presuntamente incompatibles (esto es, "bande- que eran arte porque él los proclamaba como tal-, los
ra"t'cazadora"; "agujero'Y'camiseta"; "peine"f'arma") objetos más anodinos e insospechados -un imperdible,
en una escala aparentemente incongruente [...] y [...] allí una pinza de plástico para la ropa, un repuesto de un tele-
se produce la unión explosiva» (Ernst, 1948). El punk es visor, una hoja de afeitar, un tampón- podían verse arras-
un diáfano ejemplo de los usos subculturales de estas trados hasta las regiones de la (anti) moda punk. Todo lo
148 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 149
razonable o irrazonable podía pasar a formar parte de lo blancas de bri-nylon, corbatas escolares) fueron simbóli-
que Vivien Westwood llamó «vestuario de confronta- camente profanados (Ias camisas se cubrían de graffiti o
ción», siempre y cuando la ruptura entre los contextos de sangre falsa; las corbatas se dejaban sin anudar) y se
«natural» y elaborado fuera claramente visible (es decir, yuxtaponían con pantalones ajustados de cuero o escan-
que la regia parecía ser: cuanto menos encaje, mejor). dalosos tops de mohair rosa. Se apreciaba el valor intrín-
Objetos sacados dei más sórdido de los contextos ha- seco de lo perverso y lo anormal. En especial, se recurrió
llaban un lugar en los conjuntos punk: cadenas de váter a la iconografía subterránea dei fetichismo sexual, con
pendían en elegantes arcos sobre pechos forrados con los previsibles efectos. Máscaras de violador y trajes de
bolsas de basura. Los imperdibles eran desterrados de su látex, corpiãos de cuero y medias de malla, zapatos con
contexto de «utilidad» doméstica y llevados como ador- tacones de aguja inverosímilmente afilados, toda la para-
nos truculentos en mejillas, orejas o labios. Materiales fernalia dei bondage --<;inturones, correas y cadenas-
maios y «baratos» (PVC, plástico, lurex, etc.) con dise- fue exhumada dei tocador, dei armario y dei filme porno-
fios vulgares (imitación de piei de leopardo, por ejemplo) gráfico y sacada a la calle, donde mantenía sus connota-
y colores «horribles», descartados desde hacía aíios por ciones prohibidas. Algunos punks jóvenes llegaron a ves-
la industria seria de la moda como kitsch obsoleto, fueron tir gabardinas sucias --el más prosaico de los símbolos
rescatados por los punks y convertidos en prendas de ves- de «perversión» sexual- para expresar así su desviación
tir (pantalones ajustados para chicos, minifaldas «comu- en términos convenientemente proletarios.
nes») que ofrecían autorreflexivos comentarios sobre las Naturalmente, el punk no se limitó a revolver el guar-
nociones de modernidad y de gusto. Las concepciones darropa. Saboteó todos los discursos de cierta envergadu-
consensuadas de la belleza saltaron por los aires, junto a ra. EI baile, por lo general un fenómeno participativo y
la tradición femenina de la cosmética. En las antípodas expresivo para el rock británico y las culturas pop rei-
de lo que recomendaria cualquier revista femenina, el nantes, se convirtió en una torpe exhibición de robótica
maquillaje masculino y femenino se proclamaba a gritos. vacía. Los bailes punk no guardaban la más mínima rela-
Las caras se transformaron en retratos abstractos: estu- ción con la espontaneidad dei frug * y con los apasiona-
dios meticulosamente ejecutados sobre la alienación, fru- dos abrazos que, según Geoff Mungham, caracterizaron
to de una aguda observación. EI pelo se teüía de tonos los decentes rituales proletarios dei sábado noche en el
vistosos (amarillo paja, negro azabache o naranja brillan- Top Rank o el Mecca." Desde luego, las abiertas mani-
te con mechones verdes o decolorados en forma de inte- festaciones de interés heterosexual solían recibirse con
rrogante), y las camisetas y pantalones contaban la histo- desprecio y sospecha ha dejado entrar aI BOF/
ria de cómo fueron elaboradas, con cremalleras múltiples «wimp» ?)5 y los clásicos esquemas de cortejo no tenían
y costuras exteriores totalmente a la vista. De manera pa-
recida, algunos elementos dei uniforme colegial (camisas * Frug: baile derivado dei twist. (N. dei t.)
150 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 151
sitio en la pista junto a bailes como el pago, el pose y el bien en dar unos extravagantes bandazos primeros
robot. Aunque el pose dejaba un resquicio a la sociabili- pasos de Frankenstein?) que se detenían abruptamente en
dad (esto es, podía bailarse a dos), la «pareja» era por lo puntos al azar. La pose resultante se mantenía durante va-
general deI mismo sexo y el contacto físico quedaba des- rios segundos, minutos incluso, y toda la secuencia se rea-
cartado, ya que la relación descrita por el baile era de ca- nudaba y recreaba de manera tan inesperada como inex-
rácter «profesional», Un participante adoptaba una este- plicable. AIgunos punks entusiastas llevaron las cosas un
reotipada pose fashion mientras el otro se agachaba en el poco más lejos y coreografiaron veladas enteras, convir-
clásico estilo «Bailey» para tomar una imaginaria instan- tiéndose durante unas horas, como Gilbert y George," en
tánea. Para el pago, en cambio, esta exigua interacción ya autómatas, en esculturas vivientes.
era demasiada (aunque no por ello dejaría de provocar un En una línea similar, la música se distinguía dei rock
buen número de viriles embestidas ante los escenarios). y pop mayoritarios. Su atractivo era monocorde, primario
De hecho, el pago fue una caricatura, una reductio ad ab- y directo: lo mismo daba que aspirase a demostrar cono-
surdum, de todos los estilos solitarios de baile asociados cimientos musicales o no. En este último caso, los punks
a la música rock. Se parecía ai «anti-baile» de los «Leap- hicieron de la necesidad una virtud (<<Lo que queremos es
nicks» descrito por Melly en relación con el boom dei ser amateurs», Johnny Rotten). Casi siempre, una anda-
trad (Melly, 1972). La misma gestualidad estricta -sal- nada de guitarras a tope de volumen y agudos, acompa-
tar en el aire, las manos pegadas a los costados, como fiadas de un saxo ocasional, ejecutaban machaconas líneas
para cabecear una pelota imaginaria- se repetia invaria- (anti)melódicas sobre una turbulenta base de baterias ca-
blemente en el tiempo aI ritmo estrictamente mecánico cofónicas y alaridos vocales. Johnny Rotten sintetizó la
de la música. A diferencia dei baile hippy, lánguido y li- actitud punk respecto a la armonía: «Lo nuestro es el
bre, y dei «idiot dancing» de los heavymetaleros (véase caos, no la música».
la pág. 208, n. 12), el pago no dejaba espacio a la impro- Los nombres de los grupos (The Unwanted, The Re-
visación: las únicas variaciones las imponían los cambios jects, The Sex Pistols, The Clash, The Worst, etc.)* y los
de tempo en la música, y los temas rápidos eran «inter- títulos de las canciones (<<Belsen was a Gas», «If You
pretados» con maníaco abandono y frenética gestualidad Don't Want to Fuck Me, fuck off», «I Wanna be Sick on
sin moverse dei sitio, mientras que los lentos se bailaban You»), ** reflejaron la tendencia marcadamente irreve-
con una indiferencia lindante con la catatonia.
EI robot, refinamiento que sólo se dio en las reuniones
punk más exclusivas, era más «expresivo» y a la vez me- * «Los No Deseados», «Los Desechos», «Las Pistolas Sexua-
les», «EI Choque», «Los Peores», (N. dei t.)
nos «espontáneo», dentro dei estrechísimo margen que ta-
** «Belsen fue una gozada» (Gase-egozada» pero también, ob-
les términos adoptaron en el vocabulario punk. Consistía viamente, «gas»), «Si no quieres joder conmigo, jódete», «Quiero
en sacudir cabeza y manos de forma casi imperceptible, o vomitar sobre ti». (N. dei t.)
152 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 153
rente y automarginatoria que caracterizó todo el movi- lanzaron ai escenario. Mientras tanto, cada actuación, por
miento punk. Semejantes tácticas fueron, parafraseando a apocalíptica que fuera, demostraba que las cosas podían
Lévi-Strauss, «cosas para encanecer el pelo de mamá». cambiar, y de hecho estaban cambiando: se demostraba
Estas «bandas de garaje» prescindieron, como mínimo en que actuar era, en sí, una opción que ningún punk debía
sus inicios, de veleidades musicales y reemplazaron, por descartar. Abundaban en la prensa musical los ejemplos
decirlo con la tradicional terminología romántica, la de «fans corrientes» (Siouxsie de Siouxsie and the Ban-
«técnica» por la «pasión», las crípticas poses de la élite shees, Sid Vicious de los Sex Pistols, Mark P de Sniffin
existente por ellenguaje dei hombre de la calle, la noción Glue, Jordan de los Ants) que habían llevado a cabo la
burguesa de entretenimiento o el concepto clásico dei travesía simbólica desde la pista de baile ai escenario.
«arte elevado» por un arsenal de ataques frontales, ahora Hasta los puestos más humildes en la jerarquía dei rock
ai orden dei día. podían suponer una seductora alternativa para la monoto-
Fue en el terreno dei directo donde los grupos punk nía dei trabajo manual, la oficina o el paro juvenil. Se
representaron una mayor amenaza para la ley y el ordeno cuenta, por ejemplo, que los Stranglers recogieron a los
No puede negarse que lograron subvertir los convencio- Finchley Boys en las gradas de un estadio futbolístico y
nalismos acerca de qué era un concierto o un entreteni- les dieron trabajo como roadies. *
miento de night-club. Y, lo que es más significativo, tra- Aunque estas «historias dei éxito» estaban, como he-
taron de acercarse a su público, tanto en términos físicos mos visto, sujetas a interpretaciones «sesgadas- en la pren-
como en las letras de sus canciones y en sus estilos de sa, se produjeron innovaciones en otras áreas que posibi-
vida. En sí la cosa nada tiene de exclusivo: a menudo la litaron la oposición a las definiciones mayoritarias. La
estética revolucionaria (Brecht, los surrealistas, Dadá, más destacada fue la tentativa, la primera en una cultura
Marcuse, etc.) ha empleado la frontera entre artista y pú- juvenil predominantemente obrera, de crear un espacio
blico como metáfora de esa barrera más amplia e intran- crítico alternativo dentro de la propia subcultura para así
sigente que separa el arte y el sueíío de la realidad y la contrarrestar la cobertura hostil, o cuando menos ideoló-
vida bajo el capitalismo.' Los escenarios de aquellos 10- gicamente tendenciosa, dei punk en los medios. La exis-
cales lo bastante seguros para albergar actos «new wavex tencia de una prensa punk alternativa demostró que la
se veían periódicamente invadidos por hordas de punks, y ropa y la música no eran lo único que podía producirse de
si por casualidad la dirección dei local se negaba a tolerar forma inmediata y barata a partir de unos recursos limita-
tan flagrante desprecio por la etiqueta, entonces los gru- dos. Los fanzines (Sni.ffin Glue, Ripped and Tom, etc.)
pos y sus seguidores podrían verse arrastrados a una co- eran revistas editadas por un individuo o un grupo, com-
munión colectiva de baba y abusos mutuos, Cuando en
mayo de 1977 los Clash tocaron «White Riot» en el Rain- * Roadie: persona encargada de transportar y montar el equipo
bow Theatre, los espectadores arrancaron las sillas y las de un grupo musical en gira. (N. dei t.)
154 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 155
puestas por resefías, editoriales y entrevistas con punkis tipográficos fueron el graffiti, traducido en una fluida le-
destacados, producidas a pequefía escala con el mínimo tra «de spray», y la nota de secuestro en la que se pega-
coste, grapadas y distribuidas en una serie de puntos de ban letras sueltas recortadas procedentes de fuentes va-
venta afines. riopintas (periódicos, etc.) en diferentes tipografías para
Ellenguaje en el que se enmarcaron los diversos ma- formar un anónimo. La portada de «God Save the Queen»
nifiestos era resueltamente «de clase obrera» (esto es, ve- de los Sex Pistols (que luego pasaria a camisetas, póste-
nía generosamente regado con palabras soeces) y los res, etc.) incorporaba, por ejemplo, ambos estilos: el tex-
errores de máquina, las faltas de ortografía y gramática y to, toscamente montado, estaba pegado sobre los ojos y
la paginación confusa se dejaban tal cual en la versión fi- la boca de la reina, todavía más desfigurados por las tiras
nal. Correcciones y tachaduras previas a la publicación se negras empleadas en las revistas pulp de detectives para
dejaban para que el lector las descifrase a su aire. Todo ocultar la identidad (connotaciones, pues, delictivas o es-
daba una abrumadora sensación de urgencia e inmedia- candalosas). Por último, el proceso de autodegradación
tez, de periódico producido a máxima velocidad, de notas irónica característico de la subcultura se extendió a su
garabateadas desde el frente. propio nombre: en general, los incondicionales prefirie-
Todo ello contribuyó inevitablemente a la cristaliza- ron el apelativo de «punk», con sus irrisorias connotacio-
ción de una prosa estridente e intimidatoria, que, como la nes de «vileza mezquina e insignificante», «maldad»,
música que describía, era difícil de «asimilar- aun a pe- «carente de valor», etc., ai más neutral de «new wave»."
quefías dosis. De vez en cuando se colaba un artículo más
ingenioso, más abstracto (lo que Harvey Garfinkel, el et-
nometodólogo norteamericano, llamaría «una ayuda para
imaginaciones aletargadas»). Por ejemplo, Sniffin Glue,
el primer fanzine y el que alcanzó una circulación más ele-
vada, publicó el que tal vez sea el más inspirado de los ar-
tículos de propaganda generados por la subcultura -Ia
definitiva declaración de principios de la filosofía punk
dei hazlo-tú-mismo-i-, un diagrama mostrando tres posi-
ciones de dedos en el mástil de una guitarra con la leyen-
da: «Aquí un acorde, aquí dos más, ahora forma tu propia
banda».
Incluso el grafismo y la tipografia empleados en las
portadas de discos y en los fanzines eran homólogos dei
estilo subterráneo y anárquico dei punk. Los dos modelos
OCHO
que, ai revés dei mito popular donde las subculturas apa- masculinidad y pertenencia a la c1ase obrera», De este
recen como formas anárquicas, la estructura interna de modo, «los objetos simbólicos --el vestuario, la aparien-
toda subcultura se caracteriza por un orden extremo: cada cia, ellenguaje, las ocasiones rituales, los estilos de interac-
parte se relaciona orgánicamente con el resto y su corres- ción, la música- se configuraron como unidad junto a
pondencia sirve ai miembro de la subcultura para inter- las relaciones, la situación, la experiencia deI grupo»
pretar el mundo. Fue, por ejemplo, la homología entre un (Hall y otros, 1976b).
sistema de valores alternativo (<<Tune in, turn on, drop Desde luego, los punks parecen confirmar esta tesis.
out», «Sintonízate, enciéndete, escápate»), las drogas alu- Si algo ha caracterizado a esta subcultura, es su cohesión.
cinógenas y el acid rock lo que cohesionó la cultura hip- Existía una relación homológica entre el vestuario andra-
pie como «todo un media de vida» para los miembros de joso y heterogéneo y el pelo de punta, el pogo y las anfe-
dicho colectivo. En Resistance Through Rituais, Hall y taminas, los escupitajos, los vômitos, el formato de los
otros entrecruzaron los términos de homología y bricola- fanzines, las actitudes insurgentes y la frenética música
je para dar una explicación sistemática de por qué un es- «sin alma». La ropa que lIevaban los punks era el equiva-
tilo subcultural determinado resultaba atractivo para un lente perfecto dellenguaje soez; maldecían igual que ves-
grupo concreto de personas. Los autores se preguntaron: tían, calculando el efecto, rociando de obscenidades los
significado específico tiene un estilo subcultural textos de sus discos, las notas de prensa, las entrevistas y
para los miembros de esa subcultura?». las canciones de amor. Envueltos en el caos, fueron los en-
La respuesta fue que los correspondientes objetos cargados de hacer Ruido en la pulcramente orquestada
reunidos en los distintivos conjuntos subculturales «re- Crisis de la vida cotidiana de finales de los setenta, un
flejaban, expresaban y se hacían eco [...] de los aspectos ruido cuyo (sin)sentido funcionó deI mismo modo y en la
de la vida dei grupo» (Hall y otros, 1976b). Los objetos misma medida que el de una pieza musical de vanguar-
elegidos eran, intrinsecamente o en sus formas adapta- dia. Si hubiera que escribir un epitafio para la subcultura
das, homólogos de las principales inquietudes de esa sub- punk, lo mejor sería repetir la célebre máxima de Poly
cultura, de sus actividades, de su estructura grupal así Styrene: «Oh Bondage, Up Yoursl- [«jOh bondage, vete
como de la imagen que el colectivo tenía de sí mismo. a la mierda!»] o, siendo algo más exactos: lo prohibido
Eran «objetos en los que [los miembros de la subcultura] está permitido pero, de igual modo, nada, ni siquiera esos
podían ver mantenidos y reflejados sus grandes valores» significantes prohibidos (el bondage, los imperdibles, las
(Hall y otros, 1976b). cadenas, los tintes para el pelo, etc.), son sagrados o in-
Como ejemplo de ese principio se citaba a los skin- mutables.
heads. Las botas, los tirantes y el pelo rapado sólo se con- Esta ausencia de significantes sagrados perdurables
sideraban apropiados y por consiguiente significativos (iconos) crea problemas aI semiótico. discernir
porque comunicaban las deseadas cualidades: «dureza, valores ciertos reflejados en objetos que se eligieron sólo
160 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 161
para ser descartados? Podemos, por ejemplo, decir que siva, sino mediante la identificación de los conjuntos ge-
en sus inicios el punk apuntó, en sus significados, a la neradores de categorías ideológicas y su sustitución por
«modemidad» y a la idea de «clase trabajadora». Los im- un conjunto distinto».
perdibles y las bolsas de basura significaron una relativa Para reconstruir el verdadero texto de la subcultura
pobreza material vivida directamente y exagerada o bien punk, para rastrear la fuente de sus prácticas subversivas,
asumida por simpatía, y que a su vez tenía como signifi- primero tenemos que aislar el «conjunto generador- res-
cado la depauperación espiritual de la vida cotidiana. En ponsable dei exotismo desplegado por la subcultura. Al-
otras palabras, los imperdibles, etc., «representaban» esa gunos hechos semióticos son indiscutibles. La subcultura
transición de la carencia simbólica a la real que Paul Pie- punk, como cualquier otra subcultura juvenil, se constitu-
cone (1969) ha descrito como el movimiento de los «es- yó a través de una serie de espectaculares transformacio-
tómagos vacíos- a los «espíritus vacíos, y por consiguien- nes de toda una gama de productos, valores, actitudes re-
te a una vida vacía a pesar dei cromo y el plástico [...] dei lacionadas con el sentido común, etc. A través de estas
estilo de vida de la sociedad burguesa». formas adaptadas, ciertos sectores de una juventud ma-
Podríamos ir más lejos y decir que, pese a la parodia yoritariamente obrera pudieron reeditar su oposición a
de la pobreza, el humor punk era afiladísimo, que bajo el los valores e instituciones dominantes. Sin embargo, cuan-
maquillaje dei payaso se traslucía el rostro desfigurado do llegamos a los elementos específicos es cuando em-
dei capitalismo, y que más aliá de las payasadas de circo piezan a surgir los problemas. /,Qué se pretendía expre-
siniestro latía una enérgica condena de una sociedad sar, por ejemplo, con la esvástica?
fragmentada y desigual. Sin embargo, si forzamos la cosa Sabemos que el símbolo llegó a los punks a través de
y describimos la música punk como «el sonido de la For- Bowie y la fase «Berlín» de Lou Reed. Asimismo, está
ma de Vida Occidentalx o el pogo como «el salto de las claro que reflejaba el interés de los punks por una Ale-
viviendas baratas», o hablamos dei bondage como refle- mania perversa y decadente, una Alemania no future.
jo de la escasez de oportunidades de los jóvenes de clase Evocaba una época con fragancia de una potente mitolo-
obrera, estaremos ya pisando un terreno menos seguro. gía. Convencionalmente, para los británicos la esvástica
Semejantes lecturas son a la vez demasiado literales y de- significaba «el enemigo». Sin embargo, en el mundo
masiado conjeturales. Son extrapolaciones de la prodi- punk, el símbolo perdió su significado «natural»: el fas-
giosa retórica de la propia subcultura, y la retórica no es cismo. Los punks no solían simpatizar con los partidos de
de fiar: aunque hable en serio, no tiene por qué estar di- extrema derecha. Por el contrario, como he sostenido
ciendo lo que parece. En otras palabras, es opaca: sus ca- (véase más arriba, págs. 94-95), el conflicto con los teddy
tegorías forman parte de su propaganda. Volviendo una boys de segunda generación y el generalizado apoyo ai
vez más a Mepham (1974), «el texto verdadero no se re- movimiento antifascista (por ejemplo, la campana Rock
construye mediante un proceso de decodificación progre- against Racism) parecen indicar que la subcultura punk
162 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 163
se desarrolló en parte como respuesta antitética ai resur- noción de «mensaje», de una combinación de elementos
gir dei racismo a mediados de los setenta. Sólo nos que- unívocamente referida a un número fijo de significados)
da, entonces, la explicación más obvia: que la esvástica se no pueden ofrecemos una «vía de acceso» al difícil y con-
llevaba porque era garantía de escándalo. (Cuando en el tradictorio texto dei estilo punk. Toda tentativa de obtener
Time Out dei 17 al23 de diciembre de 1977 le preguntaron una serie definitiva de significados a partir de un juego de
a una punk por qué llevaba esvástica, contestó: «Es que a significantes en apariencia interrninables y que a menudo
los punkis nos gusta que nos odíen-.) Era algo más que parecen fruto dei azar se diría condenado al fracaso.
una mera inversión o inflexión de los significados habi- Y, sin embargo, con el tiempo acabó surgiendo una
tualmente asociados a un objeto. El significante (esvásti- rama de la semiótica que, precisamente, aborda ese pro-
ca) había sido deliberadamente separado del concepto (el blema. En ella, la noción simple de la lectura como reve-
nazismo) que por convención significaba, y pese a reco- lación de un número fijo de significados ocultos se des-
locarse (como «Berlín» en un contexto subcultural alter- carta en favor de la idea de polisemia, según la cual cada
nativo, su valor y su atractivo primario derivaba precisa- texto generaría una serie potencialmente infinita de sig-
mente de su falta de significado: de su potencial para el nificados. Por lo tanto, la atención se centra en ese punto
engano. Fue explotado como efecto vacío. La conclu- -r-r-O, para ser más exactos, en ese nivel- de todo texto en
sión, obligada, es que el valor central «rnantenido y re- el que el principio de significado parece quedar más en tela
flejado- por la esvástica fue la comunicada ausencia de de juicio. Una aproximación de este tipo no enfatiza tanto
todo valor identificable. En última instancia, el símbolo la primacía de la estructura y dei sistema en el lenguaje
era tan «absurdo» como la ira que despertaba. La clave «<lengua»), y sí la posicián dei sujeto hablante dentro dei
dei estilo punk nos sigue resultando, pues, esquiva. En discurso «<habla»). Se ocupa dei proceso de construcción
vez de alcanzar un punto en el que poder empezar a en- dei significado y no dei producto final.
tender el estilo, hemos alcanzado el lugar en el que el Muchos de estos trabajos, asociados sobre todo con
sentido mismo se desvanece. el grupo francés Tel Quel, nacieron de un compromiso
con textos literarios y fílmicos. Implican un intento de
trascender las convencionales teorías dei arte (como mí-
EI estilo como práctica significante mesis, como representación, como reflejo transparente de
la realidad, etc.) para introducir en su lugar «la noción dei
Estamos rodeados de vacío, pero es un vacío cargado de arte como "trabajo", como "práctica", como una particu-
signos (Lefebvre, 1971). lar transformaciôn de la realidad, una versión de la reali-
dad, una descripción de la realidad».'
Da la sensación de que las aproximaciones a la subcul- Uno de los efectos de este cambio en los intereses ha
tura basadas en una semiótica tradicional (que parta de una sido dirigir la atención de los críticos a la relación entre
164 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 165
medios de representación y objeto representado, entre lo disrupción sobre la unidad, de la «colisión- sobre la «co-
que en la estética tradicional dio en llamarse, respectiva- nexión»," el triunfo, pues, dei significante sobre el signi-
mente, «forma» y «contenido» de una obra de arte. De ficado. Debiera ser contemplado como una parte en el in-
acuerdo con esta actitud, no puede existir ninguna distin- tento dei grupo de reemplazar por los valores de «fisura-
ción absoluta entre los dos términos, y en este sentido es y contradicción la preocupación por la «totalidad- (es de-
crucial reconocer, como premisa, que las maneras en que cir, el texto «concebido como estructura cerrada» [Lack-
se dicen las cosas -Ias estructuras narrativas emplea- ner y Matias, 1972] que, supuestamente, caracteriza la
das- imponen limitaciones bastante rígidas respecto a crítica literaria clásica).
quê puede decirse. En concreto, la idea de que un conteni- Aunque muchos de esos trabajos siguen en un esta-
do de quita y pon pueda insertarse en una forma más o me- dio experimental, es indudable que ofrecen una pers-
nos neutra! -postulado que parece la base de la estética pectiva radicalmente distinta dei estilo en la subcultura,
realista- se considera ilusoria, porque una estética como ai atribuir una posición central a los problemas de lec-
ésta «niega su propio estatus de articulación [...] en ella lo tura que hemos encontrado en nuestro análisis dei punk.
real no es articulado, sino que es» (MacCabe, 1974),' La obra de Julia Kristeva sobre la significación se mues-
Inspirándose en una teoría alternativa de la estética tra, en este sentido, especialmente útil. En La Révolu-
cuyas raíces están en la modernidad y la vanguardia, y to- tion du langage poétique, Kristeva explora las posibi-
mando como modelo la idea brechtiana dei «teatro épi- lidades subversivas dei lenguaje a través de un estudio
CO»,3 el grupo Tel Quel quiere oponerse a la idea común- de la poesía simbolista francesa, y sefiala el «lenguaje
mente aceptada de una relación transparente entre signo poético» como «el lugar donde el código social es des-
y referente, entre significación y realidad, a través dei truido y renovado» (Kristeva, 1975). Califica de «radi-
concepto de práctica significante. La expresión refIeja de cales» las prácticas significantes que niegan y distorsio-
forma precisa la gran preocupación dei grupo por las im- nan la sintaxis -«condición de la coherencia y la
plicaciones ideológicas de la forma, por la idea de una racionalidad» (White, 1977)- y que por consiguiente
verdadera construcción y deconstrucción dei significado, sirven para erosionar el concepto de «posición actan-
y por lo que ha dado en llamarse «productividad- dei cial» sobre el que, se dice, descansa la totalidad dei
lenguaje. Este enfoque ve el lenguaje como una fuerza «Orden Simbólico». *5
activa y transitiva que configura y posiciona ai «sujeto-
(en cuanto hablante, escritor, lector) sin jamás abandonar
* EI «orden simbólico» ai que me he venido refiriendo no debe
su estado «procesual», susceptible de infinitas adaptacio- confundirse con el «Orden Simbólico» de Kristeva, empleado en un
nes. Este énfasis en la práctica significante se acompafia sentido específicamente derivado dei psicoanálisis lacaniano. Utili-
de una polémica insistencia en la idea de que el arte re- zo el término simplemente para designar la aparente unidad de los
presenta el triunfo dei proceso sobre la inmovilidad, de la discursos ideológicos dominantes activos en un momento dado.
166 SUBCULTURA UNA lNTERPRETACIÓN 167
Dos de los intereses de Kristeva parecen coincidir con Mientras que los skinheads teorizaron y fetichizaron
los nuestros: la creación de grupos subordinados mediante su situación de clase para consumar un «mágico» retomo
el posicionamiento en el lenguaje (a Kristeva le interesan a un pasado imaginario, los punks se dislocaron a sí mis-
específicamente las mujeres), y la disrupción dei proceso mos frente a la cultura parental y se salieron de ella: so-
mediante el cual suele alcanzarse dicho posicionamiento. brepasaron la comprensión dei hombre y la mujer de la
Adernás, la idea general de práctica significante (definida calle, yendo hacia un futuro de ciencia-ficción. Exacer-
por ella como «el establecer y el abrirse camino o el atra- baron su Otredad, «aconteciendo» en el mundo como
vesar un sistema de signos»)" puede ayudamos a replan- alienígenas inescrutables. Aunque los rituales, acentos y
tear con mayor sutileza y complejidad las relaciones no objetos dei punk se utilizaron con toda conciencia para
sólo entre formaciones culturales marginales y mayorita- significar la condición obrera, los orígenes exactos de los
rias, sino entre los propios estilos subculturales. Hemos individuos punk fueron disfrazados o simbólicamente
visto, por ejemplo, que todos los estilos subculturales se desfigurados por el maquillaje, las máscaras y los apodos
basan en una práctica que tiene mucho en común con la es- que, como el arte de Breton, dan la sensación de haber
tética «radicai» dei collage surrealista, y pronto veremos sido empleados como estrategias «para escapar dei prin-
cómo los diferentes estilos representan diferentes prácticas cipio de identidad». 7
significantes. Por mi parte, mantendré que las prácticas sig- Esta condición obrera, por lo tanto, tendía a mantener,
nificantes encarnadas en el punk fueron «radicales- en el hasta en la práctica, hasta en susformas concretizadas, las
sentido de Kristeva: apuntaron hacia un «ningún lugar» y dimensiones de una idea. Era abstracta, incorpórea, des-
huscaron activamente permanecer mudas, ilegibles. contextualizada. Despojada"de los necesarios detalles -un
Ahora podemos examinar con mayor detenimiento la nombre, un hogar, una historia-, se negaba a ser interpre-
relación entre experiencia, expresión y significación en tada, identificada, a que se rastrearan sus orígenes. Se si-
la subcultura, así como toda la cuestión dei estilo y de tuaba en violenta contradicción frente a ese otro gran signi-
nuestra lectura dei mismo. Volviendo a nuestro ejemplo, ficante punk, la «perversión» sexual. Las dos formas de
hemos visto cómo el estilo punk encajaba homológica- desviación -social y sexual- se solaparon para dar una
mente gracias, precisamente, a sus desajustes (agujero: ca- sensación de trama compleja que seguro iba a desconcertar
miseta::escupir:aplauso::bolsa de basura:prenda de vestir:: aI más liberal de los observadores, a poner en cuarentena
anarquía:orden), por su rechazo a cohesionarse en tomo a las simplistas proclamas de los sociólogos, por radicales
una serie de valores fundamentales fácilmente identifica- que éstos fuesen. Así, aunque los punks aludieran una y otra
bles. Su cohesión, en cambio, fue elíptica, se produjo a vez a las realidades de la escuela, el trabajo, la familia y la
través de una serie de notorias ausencias. Se caracterizó clase, esas referencias sólo tendrían sentido ai transmitirse
por no localizarse en parte alguna, por su vacuidad, y en a través dei fracturado sistema de circuitos dei estilo punk y
ello se distingue dei estilo skinhead. quedar representadas como «ruido», desazón, entropía.
168 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 169
En otras palabras: aunque los punks se convirtieron a los «auténticos»). Los mods, por ejemplo, disponían de
sí mismos en el deliberado reflejo de lo que Paul Piccone un complejo sistema de clasificación donde «faces» y
(1969) llamó «las realidades precategóricas» de la socie- «stylists- constituían el círculo original y se definían ante
dad burguesa ---desigualdad, impotencia, alienación-, una mayoría sin imaginación, la de los pedestres «kids- y
ello sólo fue posible porque el estilo punk había roto de «scooter boys», acusados de trivializar y degradar el tan
forma decisiva no sólo con la cultura parental sino con su preciado estilo modo Y lo que es más: individuas distin-
propia situacián dentro de la experiencia. Esta ruptura tos aportan distintos grados de compromiso a una subcul-
aparecía, recreada, en las prácticas significantes encarna- tura. Ésta puede representar una dimensión fundamental
das en el estilo punk. La indumentariapunk, por ejernplo, en la vida de una persona -un eje erigido frente a la fa-
no era tanto un modo de resolver mágicamente las con- milia a cuyo alrededor se puede consolidar una identidad
tradicciones vividas como de representar la experiencia inmaculada y secreta- o bien puede ser una pura dis-
de la contradicción en sí, en forma de tropas visuales (el tracción, un pequeno bálsamo para las realidades monó-
bondage, la camiseta agujereada, etc.). Así, aun siendo tonas pero pese a todo primordiales de la escuela, el ho-
cierto que los objetos simbólicos dei estilo punk (imper- gar y el trabajo. Puede utilizarse como medio de escape,
dibles, pago, peinados a lo electrochoque) eran «configu- de exiliarse radicalmente deI entorno, o como forma de
rados en forma de "unidad" junto a las relaciones, situa- volver a él y encontrar la paz tras un fin de semana o una
ciones y experiencia dei grupo» (Hall y otros, 1976b), la velada de desahogo. En la mayoría de los casos se em-
unidad era «rupturalx y «expresiva. a la vez, o, para ser plea, como sugiere Phil Cohen, mágicamente para alcan-
más exactos, se expresaba a sí misma a través de la rup- zar ambos objetivos. Sin embargo, pese a estas diferen-
tura. cias individuales, los miembros de una subcultura han de
Con ello no queremos decir, por supuesto, que todos compartir un lenguaje común. Y si un estilo debe impo-
los punks tuvieran idéntica conciencia de la disyunción nerse, si debe popularizarse de manera genuina, tiene que
entre experiencia y significación que en última instancia decir las cosas adecuadas de la forma adecuada en el mo-
sustentaba todo el estilo. Indudablemente, el significado mento adecuado. Debe anticipar o resumir un sentimien-
que luva para la primera oleada de innovadores cons- to, un momento. Debe encarnar una sensibilidad, y la
cientes de la propia identidad se hizo posteriormente sensibilidad encarnada por el punk fue esencialmente dis-
inaccesible para quienes se hicieron punks cuando la sub- locada, irónica y autoconsciente.
cultura ya había salido a la luz y había sido publicitada. AI igual que los individuos pertenecientes a una mis-
En esta el punk no fue único: la distinción entre originales ma subcultura pueden ser más o menos conscientes de lo
y parásitos es siempre significativa en la subcultura. Con que dicen con el estilo y de cómo lo están diciendo, los
frecuencia se verbaliza (punkis de plástico o punkipijitos, diferentes estilos subculturales presentan diferentes gra-
rastas de salón, hippies de fin de semana, etc., frente a dos de ruptura. Los punks, llamativos por su estética de-
170 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 171
salifíada y «rnalsana», se alzaron por encima dei paisaje Quizás el estilo punk fuera interpretado por los teddy
familiar de formas normalizadas con mayor estridencia boys como una afrenta a valores tradicionales de la clase
que los mods, significativamente descritos en un periódi- obrera como la franqueza, el lenguaje llano y el purita-
co de entonces como «[...] gente sin alfileres, limpia y nismo sexual que ellos habían suscrito y rescatado. Igual
maja», por más que los dos grupos abordaran similares que sucedió con la reacción rocker frente a los mods y
prácticas significantes (un bricolaje calculadamente sub- la skinhead frente a los hippies, el revival teddy boy dia la
versivo). impresión de ser una reacción «autentica- y obrera a la im-
Ello explica en parte, o por lo menos respalda, las postura proletaria de la nueva ala. El modo en que creó
hostilidades existentes en el seno de las subculturas. Por significado, mediante un mágico retomo ai pasado, a los
ejemplo, el antagonismo entre los herederos de los teddy estrechos confines de la comunidad y la cultura parental,
boys y los punks trascendió los límites de una mera in- a lo familiar y lo legible, sintonizaba a la perfección con
compatibilidad en el plano dei «contenido» -música y su conservadurismo inherente." Los teds no sólo reaccio-
vestuario distintos, etc.-, e incluso de las distintas filia- naron agresivamente ante los objetos y «significados»
ciones políticas y raciales de ambos grupos (véase la pág. punk, también reaccionaron ante el modo en que esos ob-
96) o de las diferentes relaciones con la comunidad pa- jetos se presentaban y esos significados se construían y
rental, etc. (véanse las págs. 113-117) para inscribirse en desmantelaban. Y lo hicieron recurriendo a un «lengua-
la construcción misma de los dos estilos: el modo en que je» mucho más primitivo, remontándose a un «entonces»
comunicaban (o rehusaban comunicar) el significado. Los que, en palabras de George Melly (1972), era superior aI
teddy boys entrevistados por la prensa criticaban sisterná- «ahora», lo cual, como sefíala Melly, «es un concepto
ticamente que los punks «saquearan» simbólicamente el muy anti-pop».
valioso guardarropa de los cincuenta (los pantalones ajus- La diferencia entre ambas prácticas puede expresarse
tados, los zapatos de punta, los tupés, etc.) así como los con la siguiente fórmula: una (la de los punks) es cinéti-
usos irónicos y sacnlegos de tales artefactos «sagrados» ca' transitiva y se centra en el acto de transformaciôn
ai integrarse en col/ages y ser reelaborados por el estilo realizado sobre el objeto: la otra (Ia de los teds) es estáti-
punk, donde, según los entrevistados, quedaban contamina- ca, expresiva y se centra en los objetos en sí. Para captar
dos por asociación (jponcrlos junto a «botas de combate» mejor la naturaleza de esta distinción, quizá valgala pena
y prendas sadomaso de látexl)." Detrás de los col/ages recurrir a otra de las categorías de Kristeva: la «signifi-
predilectos de los punks latía el desorden, la descomposi- cancia». Kristeva introdujo el término para describir el
ción y la confusión de categorías: un deseo no sólo de trabajo deI significante en el texto en contraste con la sig-
erosionar los límites raciales y de género sino, también, nificación, que alude ai trabajo dei significado. Roland
de confundir la secuencia cronológica mezclando deta- Barthes describe la diferencia entre las dos operaciones:
lles de épocas distintas.
172 SUBCULTURA UNA INTERPRETACIÓN 173
La significancia es un proceso durante cuyo transcurso ción hasta el punto de que «no existe garantia alguna de
el «sujeto» dei texto, escapando (de la lógica convencio- intencionalidad» (Barthes, 1977a). Éste, el tercer signifi-
nai) y asumiendo otras lógicas (dei significante, de la cado, flota digamos que a contracorriente deI texto, impi-
contradicción) lucha con el significado y es deconstrui- diendo que alcance su destino: una clausura completa y
do «<perdido»); la significancia -y eso la distingue a definitiva. Barthes describe el tercer significado como
primera vista de la significación- es, pues, precisamen- «un tajo aras [sic] de significado (deI deseo de significado)
te un trabajo; no el trabajo mediante el cua1 el sujeto (in-
[...] que supera aI significado y no sólo subvierte su con-
tacto y exterior) pueda tratar de dominar ellenguaje [...]
tenido, sino la práctica dei significado en su conjunto».
sino ese trabajo radical (que no deja nada intacto) con
que el sujeto explora -penetrando, no observando-- el Las ideas de «significancia- y «significado obtuso»
modo en que ellenguaje trabaja y lo deshace a él o a ella insinúan la presencia en el texto de un componente in-
[...] AI revés de la significación, la significancia no pue- trínsecamente subversivo. Nuestro reconocimiento de las
de ser reducida a comunicación, representación, expre- operaciones realizadas en el texto en el plano dei signifi-
sión: sitúa ai sujeto (dei escritor, dei lector) en el texto cante pueden ayudarnos a comprender cómo ciertos esti-
no como proyección [...] sino como «pérdida», como los subculturales parecen trabajar en contra dei lector y
«desapariciór» (véase Heath, 1977). resistirse a toda interpretación seria. Por poco que pense-
mos en ello, es evidente que no todos los estilos subcul-
En otro lugar, ai tratar de especificar las distintas ela- turales «juegan» igual con el lenguaje: algunos son más
ses de significado presentes en el filme, Barthes menciona «directos- que otros y priorizan la construcción y pro-
el «juego móvil» de significantes como «tercer significa- yección de una firma y de una identidad coherente. Por
do (obtuso)» (siendo los otros dos el «informacionab y ejemplo, y volviendo a nuestra anterior comparación, po-
el «simbólico», los cuales, ai ser «cerrados» y «obvios», dría decirse que mientras el estilo teddy boy expresa su
suelen ser los únicos que preocupan ai semiótico). El ter- opinión de modo relativamente directo y obvio, y man-
cer significado trabaja en contra de (<<excede») los otros tiene un decidido compromiso con un significado «termi-
dos ai «suavizarlos», limando el «significado obvio» y nado», con lo que Kristeva lIama «significación», el estilo
provocando así «que la lectura se deslice». Barthes pone punk vive en un perenne estado de recopilación, de flujo.
el ejemplo de una fotografía de El acorazado Potemkin EI estilo punk presenta un heterogéneo conjunto de signi-
(Bronosenets Potemkin, 1925), de Eisenstein, donde apa- ficantes que en todo momento pueden ser reemplazados
rece una anciana, con un pafiuelo medio caído sobre la por otros no menos productivos. Invita allector a «desli-
frente, captada en una c1ásica pose de dolor. En un nivel, zarse» en la «significancia- para perder el sentido de la
el dei significado obvio, parece tipificar el «noble descon- dirección, la dirección deI sentido. Abandonado a la deri-
suelo», pero, como observa Barthes, su extrafío tocado, y va, desvinculado deI significado, el estilo punk se aproxi-
sus ojos estúpidos, como de pez, trascienden esa tipifica- ma así ai estado descrito por Barthes como «jlotar (la for-
174 SUBCULTURA
SOCIOLOGÍA
DE LAS
TENDENCIAS.
Jean Baudrillard
LA
SOCIEDAD
DE
CONSUMO.
Sus mitos, sus
estructuras