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Había una vez en un pequeño pueblo a orillas del río Amazonas, una familia compuesta por
Miguel, Ana y su hija Sofía. Vivían en una modesta casa de madera rodeada de exuberante
vegetación y animales salvajes. La vida en la selva era dura pero plena, llena de tradiciones
y lazos familiares arraigados en la tierra que los vio crecer.
Sin embargo, a medida que Sofía crecía, la familia comenzó a experimentar las
consecuencias del cambio climático. Las lluvias torrenciales inundaban constantemente sus
campos, arruinando sus cultivos y poniendo en peligro su seguridad. Miguel y Ana se
enfrentaban a la difícil decisión de permanecer en su hogar familiar o buscar una vida
mejor en otro lugar.
El viaje por el río fue arduo y lleno de peligros. Durante días, la familia navegó por aguas
turbulentas y se enfrentó a animales salvajes que acechaban en la orilla. Las noches eran
frías y oscuras, pero la esperanza de un futuro mejor los mantenía en marcha.
Pero con el tiempo, la familia comenzó a adaptarse a su nueva vida. Con la ayuda de otros
migrantes que habían pasado por experiencias similares, aprendieron a navegar por las
complejidades de la vida en la ciudad. Sofía encontró consuelo en la escuela, donde hizo
amigos y descubrió su pasión por la música.
A medida que pasaban los años, la familia construyó una vida nueva y próspera en su nuevo
hogar. Aunque nunca olvidaron sus raíces en la selva y las dificultades que enfrentaron en
el camino, estaban agradecidos por la oportunidad de haber migrado y haber encontrado un
lugar donde poder crecer y prosperar juntos.