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S∴F∴U∴

RES∴ BEN∴ Y MER∴ LOG∴ SOL DEL ZIPA Nº 18


Establecida en 1938 y constituida bajo los auspicios de la M:. Res:. Gr:. Log:.
de Colombia con sede en Bogotá.

Vall∴ de Zipaquirá., sábado 20 de noviembre de 2021 E∴V∴

El Miedo

No podremos ser libres en tanto el Miedo anide en nuestro ser. El miedo puede
llegar a ser muy poderoso porque es fruto de nuestros instintos: es un reflejo de
nuestro afán de supervivencia y abarca mente, cuerpo y espíritu. Es preciso
desterrarlo para que no se convierta en una rémora que impida o estorbe a
nuestro Camino.

El miedo suele sumir a nuestro Yo Interno en la oscuridad profunda. Se


caracteriza por ser paralizante e impedirnos el movimiento. Así no podremos
recorrer el Camino y por ello es preciso no sólo evitarlo, sino deshacernos
definitivamente de él.

El miedo es instintivo, pero la sensación del miedo se nos enseña a sentir desde
niños. El miedo es el primer condicionante impuesto y aprendido, para acceder al
mundo de los adultos. El adulto siente miedo, vive con miedo. El niño no: es ajeno
a ésta sensación negativa. Sólo en caso de un peligro inminente, real y próximo, el
niño siente miedo. Al niño se le enseña a sentir temor a Dios. Y me pregunto:
¿cómo podemos sentir miedo del Amor Absoluto? Es la máxima contradicción en
la que han caído las religiones: si Dios nos ama, luego entonces no podemos
sentir miedo de Él.

La condicionante que se nos inculca es la dualidad recompensa-castigo. El deseo


de ser recompensados y el miedo al castigo. Sin ser conscientes de lo que ello
implica, nuestros padres nos condicionan dos aspectos negativos: el temor a la
reprensión, a ser castigados, y el deseo de obtener algo a cambio si cumplimos
las expectativas. A partir de ese momento, ésta dualidad nos acompañará en
todas las decisiones de nuestra vida. El deseo y el miedo nos esclavizan hasta
que nos liberamos de ellos.

En ello se basan las religiones institucionalizadas para ejercer el control sobre los
hombres: el Paraíso y el Infierno. Sólo los oficiantes religiosos son tan astutos
para amenazarnos con el miedo de perder nuestra alma, algo tan imposible como
irracional. Porque nos pueden amenazar con desprendernos de los bienes
materiales y en ello se sustentan nuestros miedos. El miedo se basa en lo material
porque el espíritu y la mente nadie nos los puede arrebatar, salvo el Uno. Lo
material puede perderse o ser arrebatado. El miedo descansa entonces en el
apego material.

El miedo es una motivación negativa en la que subyacen muchos de nuestros


actos. El miedo nos frena y nos condiciona. Por ello, el miedo ha sido largamente
aprovechado para que algunos hombres logren ejercer el control y el dominio
político o social. Amenaza y miedo son palabras que se complementan. Ambos
términos son uno solo.

Los dioses y las religiones nacieron del miedo. Se nutrieron de éste principio.
Aunque se han revestido con el ropaje del misterio, del ritual, de la fe, todos ellos
no son sino vestimentas del miedo. El hombre en sus albores, era incapaz
racionalmente de explicarse los fenómenos naturales del planeta, de su universo.
Entonces nació el miedo y con él, las religiones.

Tal es el caso de nuestros hermano mayores Muiscas, la conquista de América no


solamente supuso a sujeción física de los territorios y la dominación material de
los habitantes del Nuevo Mundo. Desde la misma bula Inter Caetera, expedida por
el papa Alejandro VI, se denota una ambición cristianizadora teniendo como
objetivo los indígenas hallados en las pocas tierras exploradas para el final del
siglo XV y las que se descubrieran en adelante. 1 La conquista tuvo esas dos
caras: conquista por parte de los civiles y otra por parte de los religiosos, crecerían
en número tanto los vasallos del rey como los fieles de la iglesia católica con
base en Roma. El descubrimiento implicó entonces una oportunidad para la
expansión europea, tanto de forma política y económica como de forma cultural. A
largo plazo, esta última, sería más importante que las otras. En este sentido, la
conquista también implico la sujeción espiritual de los indígenas habitantes
de las tierras descubiertas, en tanto, y luego de intrincados debates, se les
reconoció su humanidad y su estatus como vasallos o siervos del rey de Castilla y
por lo tanto, podían ser sujetos a cristianizarse. Desde este reconocimiento, se
fijaría una política por parte de la Corona y de la iglesia para la evangelización
de los varios millones de nuevos vasallos en las indias.

Otro de los alicientes para efectuar la conversión de los indígenas fue la misma
naturaleza del cristianismo. De este modo, y dicho sea de paso, el discurso
cristiano implica el proselitismo religioso, lo que es lo mismo, convencer a los
creyentes de otros cultos de que la única verdad aceptada es la que se en-
cuentra en la Biblia, documento fuente de verdad irrefutable y escrito bajo
la inspiración de dios. Así, la cristianización tuvo por objetivo el cambio en
la cultura espiritual de los indígenas, y propugnaba por la implantación de un
completo ideario en las men-tes de los indígenas y la supresión de las
formas re-ligiosas que habían desarrollado durante siglos y que les permitía
entender su relación con el mundo, era un discurso de realidad subjetiva
desarrollado como parte de su cosmovisión. La empresa cristianizado-ra

1
Un acercamiento a la conquista puede verse en Elliott (1990) y Todorov (1987).
adoptaba una forma destructora de los antiguos credos y una renovación
mental de las creencias religiosas, lo cual no era nada sencillo. Se
buscaba, en otras palabras, un desarraigo de unas culturas re-ligiosas colectivas
y su reemplazo por un discurso al igual de realidad subjetiva, pero que tenía un
ánimo unificador y de imposición absoluta. Además, tenía una legitimación y
coerción institucional dual y cuyos máximos representantes en la tierra eran el
rey y el papa. Otra característica propia del discurso cristiano era el miedo
como elemento natural dentro de su modo de entender el mundo ¿cómo
hacer que los creyentes vivieran una vida en función del más allá? El miedo
tiene entonces un protagonismo esencial, era el modo en que la iglesia
fundamentaba su pa-pel mediador para evitar una condena eterna en otra
creación discursiva de dicha institución: el infierno.5Ese era el contexto de la
empresa, y en esta medida, se quiere contextualizar el discurso de evangelización
y las formas en que el miedo sirvió para que operara la conversión. En materia de
espacio, se desea observar el caso específico del territorio muisca y la forma
como se aplicó ese discurso

Los temores han explotado al hombre porque el hombre ha explotado sus temores
para su propio provecho. Muchos de los miedos han sido fabricados por la
desbordada imaginación del hombre. Conceptos tales como los fantasmas, las
brujas, los monstruos, son irreales: carecen de sustento tangible y han derivado en
o bras literarias fantásticas o al menos, en representaciones simbólicas. Aun así,
hay quien cree en ellos.

Muchas definiciones coinciden en que el miedo es una emoción desagradable,


pero necesaria para la supervivencia. Si bien es cierto que en su aspecto pasivo el
miedo ha librado al ser humano de la extinción, no deja de ser cierto que con
frecuencia se le confunde con la Prudencia, indispensable para que el Caminante
no caiga en las trampas del Camino ni en las garras del egocentrismo.

No es posible vivir la vida con miedo. Una vida con miedo no es vida. Es una vida
pletórica de desasosiego, de angustia, de desesperación. Sería como vegetar,
como transformarse en una estatua. Al vivir siempre con miedo, no habría paz
interior, se extinguiría el Yo. Nos convertiríamos en lo que tememos y el miedo, al
asumir el control y el dominio total del espíritu, sería el Yo. El miedo se volvería en
nosotros.

Si no pensamos, no sentimos miedo. Pero es imposible no pensar. Si vivimos


recordando el pasado, tendremos miedo del presente. Si vivimos imaginando el
futuro, tendremos miedo de lo que nos depare. Hacia atrás es historia, y no
podemos cambiarla. Hacia delante es solo imaginación y aún no ha ocurrido. Por
ello debemos trascender ilusiones falsas como el ayer incambiable y el mañana,
indefinible. Todo aquello que no se puede cambiar y todo aquello que no se puede
definir, no deben ser preocupación nuestra ni sentir miedo.

El miedo tuvo que operar primero en la esfera individual como forma de inculcar
las ideas cristianas, que eran ajenas y desconocidas para la mayoría de los
indígenas. Por otro lado, el miedo podía verse con mayor nitidez en el ámbito
social mediante mecanismos de coerción social, de penas y castigos en lo que
Foucault denominaría la medicina social.

abe mencionar que en los 14 artículos de la fe enumerados en el catecismo, y que


debían enseñarse sistemáticamente a los indígenas, se menciona con
recurrencia el demonio y el lugar que habita y dirige: el infierno. Como
contrapartida es-peranzadora se menciona la posibilidad de salvación gracias a
la intervención de dios, pero también una condena eterna con tormentos y
sufrimientos en caso de que no se le reconociera como salvador y reden-tor de los
pecados (Zapata, 1998). Ese era el discurso del “sobrenatural cristiano” que
debían interiorizar los indígenas cambiando la forma de vivir y de en-tender
su propio mundo, una muy difícil tarea, tan-to para los sujetos activos en la
cristianización como para los aparentemente pasivos receptores del dis-curso.
Y todavía más interesante resulta este apartado que hablaría de lo incomprensible
que resultaba ese sobrenatural, una nueva explicación sobre el mal y las
consecuencias de practicarlo: “[...] y los hombres que no se hacían amigos de
Dios haciendo lo que Él mandaba, los echaba en el infierno, que es una
cárcel que Dios tiene debajo de la tierra donde están todos los malos y la causa de
todo esto era el pecado (Zapata, 1988, p. 103)”. Qué decir de los dogmas de fe
que iban en contra de la realidad. Por ejemplo, la santísima trinidad, y la repetición
de esta frase en casi todos los testamentos de indígenas: Creo en el Padre, Hijo y
Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios ver-dadero. Los misterios no eran
simplemente dogmas, debía entonces creerse en el milagro, elemento clave del
cristianismo como lo relata Gruzinsky (1993) en lo que denominará “la
indianización de lo sobrenatu-ral cristiano” (p. 194). Lo que también podía estar en
juego era el sistema de valores que tenían los indíge-nas, la misma concepción
ética de la vida y el proble-ma del bien y del mal. La imposición del cristianismo
por esto mismo se tardaría (Marín, 2012).

El Caminante ha de transitar el sendero libre de todo aquello que lo esclaviza a sí


mismo y a los demás, esclavo del propio mundo que ha creado y del cual ha
perdido el control. Y cuando se ha perdido la ilusión del control, no queda más
remedio que ser libre.

Ser libre del miedo no debe de ser una aspiración, sino una realidad. La lucha
contra el miedo o contra nuestros miedos se lleva a cabo con esfuerzo, porque el
miedo es una emoción tan intensa, que requiere de todo nuestro poder interior
para dominarlo, para vencerlo, para desterrarlo.

Como acto reflejo el miedo siempre estará presente en nosotros para recordarnos
nuestras raíces animales, para recordarnos que el instinto pervive en nosotros y
que debemos de dominarlo para acceder a nuestro propio crecimiento espiritual.

Vivir sin miedo es vivir en plena luz de nuestra Conciencia.


Cordialmente,

__________________________ _____________________
Humberto Suárez Gómez:. Vº Bº: John Jorge Sierra Guarín

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