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Desafíos ambientales en Venezuela.

Amazonía: controlar las amenazas de la minería ilegal y el crimen organizado


A través de las operaciones Roraima y Autana, el gobierno venezolano
incrementó la cantidad de incursiones militares en el sur del país para combatir a
los grupos armados que controlan la minería ilegal, incluso la que se desarrolla
dentro del Arco Minero del Orinoco, el área de casi 112 000 kilómetros cuadrados
decretada por el Estado para la explotación de minerales. Sin embargo, el crimen
organizado continúa al mando de los yacimientos y de la exportación del oro a
través de trochas, rutas fluviales y pistas clandestinas. Cualquier esfuerzo parece
insuficiente.
Para el indígena baré y abogado Olnar Ortiz, operativos como el “Autana”
han sido hasta ahora “falsos positivos” porque, en lugar de detener la minería
ilegal han tenido como impacto indirecto que esta se expanda hacia otros
municipios del estado Amazonas, como Autana, Río Negro, Maroa y Manapiare.
Además, existen zonas en donde la actividad continúa al mando de militares,
según señalan defensores ambientales. “Aunque no puedo asegurarlo, pareciera
que sí hubiera un acuerdo entre estos grupos y el gobierno”, agrega Ortiz.
Durante años, medios de comunicación venezolanos y latinoamericanos
también han denunciado que la mayor parte de las minas de los estados Bolívar y
Amazonas, que hacen frontera con Colombia, están bajo el control de bandas
criminales y grupos guerrilleros colombianos como el Ejército de Liberación
Nacional (ELN) y las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia (FARC).
En 2023, la investigación periodística “Amazon Underworld, crimen y
corrupción a la sombra de la selva tropical más grande del mundo”, destacó que
ambas agrupaciones criminales amenazan e invaden tierras indígenas e inclusive
llegan a reclutarlos en sus filas al valerse de ofertas de trabajo precarias que les
representan un ingreso significativo en medio de la emergencia humanitaria que
atraviesa el país desde hace más de un lustro.

A estos grupos se han sumado también los garimpeiros (mineros


brasileños) e incluso guyaneses que buscan explotar el oro con mercurio,
maquinarias y herramientas que contaminan el ambiente y dejan en la tierra
heridas que tardarán mucho tiempo en recuperarse. Todo esto pasa bajo la mirada
de los militares que custodian tanto las minas, por su importancia estratégica,
como las fronteras de la nación.
Pese a ser escéptico de las incursiones de los cuerpos de seguridad del
Estado, Ortiz apunta que una estrategia militar enfocada en sacar a los líderes
guerrilleros y a los uniformados que los encubren y se lucran con el extractivismo
es clave.
“Así como movilizaron a miles de personas hacia la Guayana Esequiba,
creo que eso sería fundamental para sacar a estos grupos armados, cuya
actuación ha sido muy bien definida geoespacialmente por organizaciones como
SOS Orinoco”, apuntó el también coordinador de Pueblos Indígenas de la
organización civil Foro Penal.
Por otro lado, controlar el avance de la minería ilegal en las áreas
protegidas también es un enorme desafío este año. El Cerro Yapacana, dentro del
parque nacional del mismo nombre en el estado Amazonas, era una muestra del
manejo de los yacimientos bajo la égida de la guerrilla colombiana y la Guardia
Nacional Bolivariana. En sus 320 000 hectáreas de extensión trabajaban unos
7000 mineros, de acuerdo con un informe al que tuvo acceso Mongabay Latam.
Mientras el ELN y las FARC controlaban la actividad minera, cada semana los
uniformados acudían a cobrar sobornos en oro o dinero. En 2023, las incursiones
del Ejército en la zona parecen haber ahuyentado a los líderes guerrilleros. Sin
embargo, según denuncias de líderes indígenas, la explotación de oro continuó
con los militares al frente.

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