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LECCIÓN 11

CONFLICTOS AMBIENTALES

En el examen 3 de 15% habrá una pregunta de calificación manual que denotará la lectura
comprensiva de este documento y el análisis de los videos soporte, piratas en Somalia y Caño
Cristales, Colombia.

El desarrollo -como se pudo comprender en la lección 7-, trae consigo la obligatoria entrada en conflicto de las
concentraciones humanas con sus recursos naturales (Capital natural). Una apreciación de la dimensión
mundial y el accionar de la ONU (UNEP) podría apreciarse de manera simple viendo el video “Piratas en
Somalia” disponible en
https://www.youtube.com/watch?v=ihNX6Jd7s2I . Analice y opine en el FORO CONCIENCIA AMBIENTAL.

OBLIGATORIO. SE PREGUNTA SOBRE SUS ENSEÑANZAS EN EL PARCIAL 3

Piratas en Somalia es un reportaje de Juan Falque (2011). "La piratería en Somalia acapara a menudo los
medios de comunicación, pero la información llega, en la mayoría de los casos, fragmentada, distorsionada,
manipulada. Este documental trata de reorganizar y completar la información existente, ofreciendo un
acercamiento a este conflicto, a su origen, a sus motivaciones... y sobre todo a sus consecuencias. No solo
flotas pesqueras se aprovechan de las ahora escasas reservas de uno de los países más conflictivos y pobres
del mundo, en aguas soberanas de Somalia y los pauperizan, sino que corporaciones criminales con la
complicidad y el silencio de los gobiernos, destruyen el ecosistema y el medio ambiente arrojando también allí
en su mar territorial desperdicios tóxicos y radiactivos".

Entonces ¿quiénes son los piratas, los que se toman los barcos trasatlánticos para defenderse de la explotación
de las corporaciones multinacionales que ya desolaron sus propios océanos y salen a saquear recursos ajenos
de países vulnerables, o los países - como España - que los invaden y saquean con la anuencia de la ONU que
les secundan la invasión y el saqueo? .

En este caso concreto el reportaje habla de Somalia, pero la denuncia del saqueo podría aplicarse al caso de
Malí (o Siria, Libia, Irak, Sudán, etc.) que actualmente está siendo invadida por la OTAN, con Francia a la cabeza
(y la colaboración de España), con la única finalidad de explotar sus ricos recursos naturales, y no sólo de Mali
sino también de Argelia, cuya enorme riqueza en gas está en la cabeza de los colonizadores occidentales. Es
más que probable que dentro de un tiempo, al igual que ocurrió recientemente en Libia, veamos a los ministros
españoles viajar a la zona colonizada junto a los dueños de las grandes empresas españolas para repartirse,
junto al resto de países saqueadores, el botín de guerra conseguido tras causar la muerte de miles de inocentes.
Y por supuesto que esto será vendido por los medios de propaganda capitalista como un nuevo éxito de la
"Marca España", esas grandes empresas trasnacionales que se dedican a llevar la "prosperidad" a los más
pobres del mundo. La "lucha contra el terrorismo", la defensa de los "derechos humanos" o la "ayuda
humanitaria" son las coartadas utilizadas por EE.UU y los gobiernos europeos para cometer sus atropellos y
que los ciudadanos guardemos silencio. Los piratas somos "nosotros": los que participan y ordenan el expolio
y la destrucción de estos países y los que con sus votos cómplices legitiman estos crímenes contra la
humanidad. ¿Quiénes son realmente los piratas?
EN COLOMBIA: LA MINERÍA, especialmente LA MINERÍA ILEGAL

Millones de documentos sobre este álgido asunto, uno de ellos:

“Nuevos desiertos avanzan detrás de la fiebre del oro”


JHON TORRES MARTÍNEZ Editor de Justicia de EL TIEMPO, (2015)

Mayores estragos de la minería ilícita se ven desde Ayapel, Córdoba, hasta el río Nechí, Antioquia.

Fotografía captada con un dron de EL TIEMPO que muestra el daño en Cuturú, Caucasia. EL TIEMPO

Desde el espacio, a 702 kilómetros de altura, los satélites del sistema Landsat de la Nasa revelan el crecimiento
de un cáncer que, literalmente, se está comiendo la tierra y los ríos de al menos nueve departamentos de
Colombia. La herida más grande se extiende a lo largo de miles de hectáreas, desde la ciénaga de Ayapel, en
Córdoba, hasta mucho más allá del margen occidental del río Nechí, en el bajo Cauca antioqueño.

Es el cáncer de la minería ilícita del oro, y la metástasis se ha disparado en los últimos cinco años, de la mano
de miles de dragas y retroexcavadoras que en cuestión de meses son capaces de convertir en un desierto de
arenas muertas y lagunas de mercurio áreas más grandes que cualquiera de los centros urbanos de toda la
región.

La magnitud del desastre ecológico apenas se está cuantificando. El Sistema de Monitoreo Antinarcóticos de la
Policía (Sima), que utiliza alta tecnología para ubicar las zonas con cultivos ilícitos y minería clandestina, ha
identificado en todo el país 6.330 puntos donde se saca oro de aluvión. Sus reportes de inteligencia señalan
que hay 95.000 hectáreas “con total afectación” por efectos de la extracción sin control. Chocó (40.780
hectáreas), Antioquia (35.581 hectáreas), Bolívar (8.629) y Córdoba (5.291) tienen los mayores niveles de daño.

Pero hay al menos otras 100.000 hectáreas impactadas en esos departamentos y en otros como Nariño, Cauca,
Valle, Caquetá y Guainía. Son casi 200.000 –más de 3 veces el desierto de La Tatacoa, el más grande del país,
y 40.000 hectáreas más que la extensión total de Bogotá– arrasadas o seriamente deterioradas. Eso, sin contar
las zonas amenazadas por la búsqueda de oro en socavón, que tiene en jaque varios sistemas de páramo.

En Chocó, departamento que alberga uno de los ecosistemas más variados y, a la vez, más frágiles del mundo,
entre el tupido tapete de la selva hay cada vez más pedazos de tierras muertas. Un documento del Ministerio
de Ambiente calculaba, para el 2013, que había al menos 67.000 hectáreas de selva húmeda “fragmentada o
transformada” en el distrito minero del río San Juan.
Allá el suelo se ve amarillo y blanco porque las palas mecánicas, y también el mercurio y el cianuro que se usan
para separar el oro de otros minerales, borran las capas superiores del suelo, que son las que sustentan la vida
vegetal. Las pozas de mercurio y cianuro se van filtrando poco a poco hacia las fuentes hídricas subterráneas,
cuando no van directamente a los imponentes ríos chocoanos, hoy impotentes ante el avance de la nueva fiebre
del Dorado.

Reporteros de EL TIEMPO recorrieron seis regiones de Colombia y lograron documentar, como nunca antes, el
país de cráteres y de aguas muertas que está dejando a su paso la minería ilícita. Las estremecedoras imágenes
captadas desde drones y helicópteros revelan la profunda afectación del ecosistema y, sobre todo, el avance
de los nuevos desiertos.

Un complejo coctel en el que se mezclan la falta de normas más fuertes, la entrada de guerrillas
y bandas criminales a un negocio que hoy por hoy es hasta 20 veces más rentable que la coca,
así como la necesidad y la falta de conciencia de miles de colombianos que, literalmente, se
ganan la vida arrasando el entorno en el que crecen sus hijos, allanan el camino de
retroexcavadoras y dragas que hoy multiplican por mil el daño causado durante décadas por la
extracción artesanal.

El daño de los ríos no es menor. Aunque la presencia de dragas no es nueva, en los últimos años empezaron
a verse por todas las zonas mineras nuevas máquinas, llamadas „dragones brasileños‟ –de Brasil llegan
ilegalmente „garimpeiros‟ que venden su experiencia en minería de aluvión y „empresarios‟ dueños de las
máquinas–, que potencian el daño gracias al poder de sus motores de succión. Con esos „dragones‟ los buzos
artesanales barren el lecho de los ríos para llevar a las tolvas instaladas en los planchones el material del fondo.
Pero no solo succionan el suelo, sino plantas, peces y ecosistemas subacuáticos claves para su reproducción.

En 12 parques naturales nacionales, entre ellos varios de la selva amazónica, hay minería criminal y la mano
de obra la ponen, a pago de miseria, indígenas, colonos y muchos extranjeros ilegales. Allá, como en otras
regiones del país y en evidente contravía con su discurso ecologista, las Farc están ligadas directamente a esa
actividad depredadora: una sola compañía, la „Acacio Medina‟, en Guainía, podía recoger en un mes 1.700
millones de pesos por sus „inversiones‟ en minería de oro y coltán, según cifras del Ministerio de Defensa. De
hecho, hay 1.837 procesos contra las Farc por el daño ambiental.

Esa guerrilla no solo saca „vacunas‟ de toda la cadena de extracción, sino que les presta a los mineros, con
intereses de usura, el „plante‟ para conseguir las retroexcavadoras.

Cómo aparecen esas máquinas que pesan toneladas y valen centenares de millones de pesos en algunos de
los lugares más remotos del país –la Policía de Carabineros, que es la fuerza de choque del Estado colombiano
contra ese fenómeno criminal, calcula que solo en el bajo Cauca hay por lo menos 3.600– es uno de los capítulos
menos explorados de la cadena de corrupción pública que se nutre de la minería ilícita. Varios alcaldes están
bajo la mira de la justicia porque avalaron la entrada de maquinaria pesada a sus jurisdicciones para obras que
nunca se hicieron y que terminó en manos de ilegales.

El ELN y las nuevas bandas también sacan tajada. A la par de la extorsión, estos grupos manejan directamente
zonas de explotación en sus áreas de influencia. Además del daño ambiental, es esa millonaria fuente de
ingresos para los ilegales la que ha convertido el combate contra la minería criminal en un asunto de seguridad
nacional. Solo un 13 por ciento del oro que se saca cada año del país proviene de minas tituladas. El resto, que
equivale a unos 7 billones de pesos, se queda en la informalidad y en los bolsillos de las organizaciones
criminales.

Pero sin importar cuál sea el grupo ilegal que se lucre de la minería ni la zona del país, lo cierto es que las
millonarias ganancias no se reflejan ni en el progreso de los pueblos ni en una mejor vida para los miles de
colombianos que se dedican a esa actividad. En Antioquia, departamento que produce casi la mitad del oro que
se extrae en Colombia (27 toneladas, de 60 anuales), los niveles de miseria están sobre el 8 por ciento. Pero
en los municipios donde están las minas esa proporción sube al 30 por ciento.
Esa realidad se ve a primera vista en Cuturú, un pequeño corregimiento de Caucasia (Antioquia) cuyos tres
centenares de casas de techos de zinc se pierden en medio de la aridez que no para de crecer, paradójicamente,
al lado del caudaloso río Nechí. Allí hay unas 3.000 hectáreas de paisaje casi lunar. Los niños suelen nadar
en las pequeñas lagunas artificiales en las que la bella apariencia de las aguas azules y verdes esconde
la presencia de mercurio, cianuro y gasolina desechados por los mineros.

Rodeadas de agua que no pueden beber y de peces que no deben comer (una investigación del Ministerio de
Ambiente en el río Quito, uno de los más impactados en Chocó, encontró solo 15 especies de peces
supervivientes, de las cuales 11 tienen trazas de mercurio en “niveles no permisibles para el consumo humano”),
comunidades enteras siguen deslumbradas por el fulgor del oro, aun a costa de quedarse sin dónde vivir.

Los efectos de la fiebre ya están golpeando el sistema de salud pública: en Segovia, nordeste de Antioquia,
donde la minería no es a cielo abierto sino en socavón, pero donde el uso de mercurio es igual de irracional (en
el 2009 la ONU calculó que, al año, en esa zona se liberaban al medio ambiente 180 toneladas), investigadores
médicos han hallado al menos medio centenar de personas con daños en el sistema nervioso central, uno de
los más sensibles al metal tóxico. Pérdida de memoria, irritabilidad, insomnio y movimiento involuntario de las
extremidades son algunos de sus males. Allá también hay una tasa más alta de pacientes con daños renales
que en las regiones del país donde no hay minería de oro.

Hombres como Óscar Ceballos y Raúl Ríos, dos mineros de toda la vida que hoy pagan el precio de su oficio,
hablaron con EL TIEMPO sobre su paradoja, que es la de miles en esas zonas, y que también podría ser la del
país: saben que el mercurio los está matando lentamente, pero no saben hacer otra cosa y tampoco conciben
una vida alejada del negocio.

El oro maldito de Buriticá, Antioquia


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Un puñado de mineros ilegales de este municipio que pretenden salir de la informalidad, enfrentan un pleito
con la multinacional canadiense Continental Gold. Los informales dicen que la empresa los legalizó
entregándoles un título y ahora se los quitó.

Una veta de oro con reservas de 10 millones de onzas tiene enfrentados a la multinacional canadiense, mineros
ilegales de Buriticá, Antioquia, y al propio Gobierno. De esa zona, a dos horas de Medellín, desde 2006 hasta
mediados de 2015 salieron más de 2,5 toneladas de oro que, como está registrado en las bases de datos de la
Agencia Nacional de Minería (ANM), fue legalizado y exportado.

Pero en ese municipio solo existe un título legal, el de la multinacional Continental Gold, que abarca un área de
61.784 hectáreas. No obstante, aún están a la espera de que les aprueben la licencia ambiental. El resto, 108
bocaminas, son ilegales, afirmó el gobernador Luis Pérez hace ocho días, cuando en un operativo fueron
intervenidas 52 minas. “En lo corrido del año, las autoridades han decomisado $84.700 millones en bienes
provenientes de la minería ilegal en Buriticá”, agregó el mandatario.

La ambición está alrededor del título de la Continental Gold, anegado de socavones informales que desde 2013
empezaron a expandirse con la velocidad con que fueron llegando colonos de todas partes del país a la
búsqueda de la reserva de oro más grande de América Latina, como lo reconoce la propia multinacional. Está
ahí, en esa pendiente montañosa que se desliza hacia el Valle de Higabra.

Esos mineros ilegales eran y siguen siendo miles. De hecho, en mayo de 2014, el Ministerio de Minas, en la
tarea de la formalización, reconoció que Antioquia es el segundo departamento del país que más cuenta con
Unidades de Producción Minera, con el 14 %, de las cuales el 59 % no tienen título.
Ese año, la compañía quiso negociar con los mineros ilegales buscando despejar su terreno concesionado en
2013. De eso, algo logró. El Gobierno expidió un decreto que se conoce coloquialmente como la Ley Mercurio,
el cual pretende promover la formalización de los mineros ilegales a través de subcontratos de concesión con
las empresas dueñas de títulos. En este caso, Continental Gold firmó con ocho asociaciones de Buriticá e inició
el proyecto hace dos años.

Una de ellas fue la Sociedad Minera Progreso N° 5 S.A.S., con la que pasaron de ser socios en el papel a
enemigos por un pedazo de la explotación. La disputa ya trascendió a las agresiones físicas y las acusaciones
temerarias van y vienen. La historia con esta microempresa, de la que hacen parte once mineros, es que, a
cambio de dejar de hacer minería ilegal en el título de la Continental, éstos recibirían un área de 1,48 hectáreas,
a través de un subcontrato de formalización, para explotarla y usufructuarla.

Y aquí viene la primera controversia. Los mineros dicen que desde un principio, a través del subcontrato, les
limitaron el desarrollo minero permitiéndole a cada sociedad realizar trabajos subterráneos solo hasta 50 metros
de profundidad, cuando las verdaderas vetas podrían estar a más de 500 metros. “Los pequeños mineros
firmamos este subcontrato sin percatarnos de tal situación, pero confiados en que sería un éxito, pues la zona
era muy rica y había cómo trabajar. Además, había confianza en las autoridades mineras y el Gobierno, que
estaban apoyando estos proyectos”, explica John Fredy Ochoa Echevarría, representante legal de la Sociedad
Minera El Progreso N° 5.

Una vez entregada el área a explotar, los mineros empezaron los trabajos de montaje y durante más de un año
perforaron los 50 metros de profundidad. Pero los problemas llegaron porque la compañía asegura que nunca
trabajaron en el sitio asignado y que se desviaron hacia un socavón ilegal, hacia la mina donde se rumora hay
una gran veta de oro.

La empresa insiste en que durante un año recomendaron a los mineros no desviarse del área otorgada. Sin
embargo, pasados trece meses de la suscripción del subcontrato les notificaron la terminación unilateral,
argumentando que no iban a tolerar que dentro de su título “haya una fachada de las minas ilegales que están
al servicio del clan Úsuga”, dice la empresa, a lo que los mineros responden que tendrán que probarlo en los
estrados judiciales.

Lo cierto de la historia es que los socios del Progreso N° 5 señalan que el pasado 21 de enero, a las 6:00 a.m.,
doce funcionarios de la compañía canadiense “irrumpieron de forma violenta en las instalaciones de la mina,
ingresaron por bocaminas ilegales, rompieron con explosivos y llegaron hasta el socavón nuestro. Eran
miembros de su empresa de seguridad Expertos S.A.S., todos con armamento de alto calibre y gases
lacrimógenos, quienes empezaron a intimidar a nuestros trabajadores y a ordenarles evacuar”, relata Ochoa.
Continental aduce que no sacó a la fuerza a nadie, sino que ingresó bajo las instrucciones de la autoridad
municipal y policiva.

Pero este hecho tiene un antecedente de mediación que se convirtió en la defensa de los mineros. El 26
de octubre de 2015, tres semanas después de la notificación de la terminación del contrato, hubo una
reunión con los funcionarios de la empresa Continental Gold y los miembros de Progreso N° 5, en la
que, según los mineros, “la compañía fue enfática en afirmar que no había posibilidad de retractarse de
la decisión tomada, ya que era orden de la viceministra de Minas y de los accionistas de Canadá”.

Pero la cosa va más allá. En una reunión de concertación fue grabado un audio conocido por El Espectador,
en el que un alto funcionario de esa compañía, que se identifica como el vicepresidente, señala lo siguiente:
“Quiero decirles que el viernes en el Viceministerio de Minas se dijo „mátenlos‟, y yo le dije, „¡hey! no use esa
palabra, viceministra‟, entonces dijo: „no, perdón, cancélenlo‟, porque el análisis técnico lo tienen allá, ellos son
los que nos están diciendo estamos de acuerdo con esta cancelación…”.

Ante la solicitud de mediación de los mineros, la viceministra, María Isabel Ulloa, constestó a través de una
carta: “...el titular minero goza de autonomía e idependencia, no solo para suscribir el subcontrato, sino para
darlo por terminado en el momento que considere ante el incumplimiento del subcontratista...”.
Otro ingrediente del problema, que probaría, según los mineros, que la empresa quiere sacarlos del camino, es
que el 19 de enero pasado, dos días antes del desalojo de la mina, hubo una visita de la Agencia Nacional de
Minería. Según se constata en el acta, dicha autoridad nunca hace referencia a que estén violando alguna
norma que la empresa justifica y por el contrario señala “que los trabajos se encuentran dentro del área del
título”.

Así las cosas, la iniciativa de formalización minera que se impulsó desde el Ministerio de Minas hace dos años
y que comenzó en Buriticá, hoy parece naufragar. Los ocho subcontratos que suscribió Continental Gold, con
Progreso N°5 y otras siete sociedades a 4 años, fueron firmados por Eduardo Otoya, el mismo que el presidente
Juan Manuel Santos, después de un operativo contra la minería criminal en Chocó la semana pasada, lo señaló
como el capo de la minería.

“Me han informado que al capo más importante que se ha capturado hasta ahora, el señor Eduardo Otoya, que
inclusive era un alto ejecutivo (vicepresidente hasta 2014) de una de las multinacionales (Continental Gold), que
fue capturado con toda la evidencia de cómo controlaba la minería criminal, le dieron casa por cárcel y desde
allá siguen operando estos negocios. Hago un llamado a los jueces que nos ayuden a combatir esa minería
criminal”, acotó.

A quien menciona el presidente Santos es el alto exdirectivo de esta compañía quien, según la revista Semana,
“tuvo acceso a los estudios geológicos que estaba haciendo la empresa, que mostraban que en esa sola
montaña había 10 millones de onzas de oro de reserva. Las autoridades aseguran que sustrajo la información
y la compartió con los Úsuga, hoy Urabeños, para montar una explotación ilegal”.

Este mismo personaje, según le dijo una fuente a El Espectador, curiosamente estaría defendiendo a los
mineros de Progreso N° 5. “Yo no puedo decir que esa mina sea de Otoya. A él lo han visto por el centro
comercial El Tesoro reuniéndose en las plazoletas de comida porque vive enfrente en un edificio lujoso de El
Poblado de Medellín”.

Entonces, se dice que el modelo de formalización está naufragando, porque de los ocho subcontratos ya se han
cancelado cuatro, la mayoría por las mismas razones que a Progreso N°5. Además, porque los “formalizados”
que están en el limbo jurídico, porque la terminación es unilateral y la empresa ha dicho que no convocará
tribunal de arbitramento, prometen no dejarse morir de hambre y regresar a las actividades informales. “Es que
50 metros de profundidad los escarba en un año una gallina sin desplumarse”, dice un minero de Buriticá.

Las claves para entender la discusión sobre la


reserva Van der Hammen.
El Distrito quiere construir viviendas allí, mientras que ambientalistas
critican el proyecto.
Desde el momento en que Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá, anunció la construcción de viviendas en
terrenos que comprenden la reserva Thomas Van der Hammen, en el norte de la capital, comenzó un fuerte
pulso entre la actual administración distrital y los ambientalistas.

Por un lado, el Distrito asegura que Bogotá enfrenta un déficit de vivienda, y por eso ve necesario edificar
residencias en zonas como los lotes sin arborizar de la reserva y así evitar el crecimiento desordenado de la
ciudad.
Por el otro, los ambientalistas afirman que la capital perderá la oportunidad de tener un importante pulmón verde
y un espacio de recreación si se llega a urbanizar la reserva.

Y su valor ecológico es…

Thomas Van der Hammen fue el naturalista que más investigó el ecosistema de la sabana de Bogotá. En 1962
localizó y caracterizó los reductos de bosque andino en los alrededores de Suba y Usaquén. Con esa
información, en 1977 presentó un mapa ante el Concejo de la ciudad para solicitar la protección de estas zonas
verdes. Hasta el día de su muerte, en el 2010, el científico holandés no paró de indagar sobre la
composición botánica de la reserva.

Entre 2010 y 2011, apoyados en el trabajo de Van der Hammen, la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales (ACCEFYN) y la Universidad Nacional de Colombia realizaron un estudio. Con los resultados
se pudo establecer que los suelos son propicios para el desarrollo de la agricultura. Además, en el terreno
existen capas freáticas –agua de lluvia que se filtra en la tierra y crea depósitos subterráneos- y 486 especies
vegetales.

En cuanto a la fauna, se logró detectar que es el hábitat de aves propias de la región Andina como la Tingua
bogotana, el Chamicero, el Chirriador y el Cucarachero. También se identificaron 23 especies de mariposas,
de las cuales dos fueron descubiertas en la reserva.

“Los suelos que existen son en sí mismo microsistemas. Allí existe una fauna edáfica (organismos adaptados a
condiciones bajo suelo) que hasta ahora se está empezando a identificar. No solo son las grandes aves y los
mamíferos, es todo un sistema que tiene elementos orgánicos e inorgánicos”, explica Julio Carrizosa,
miembro de la ACCEFYN y del panel de expertos que convocó el Ministerio de Medio Ambiente en el 1999.

Ahora, ¿qué propone Peñalosa?

A finales de enero de este año, (2016), el alcalde Peñalosa presentó un ambicioso plan urbanístico que cuenta
con el apoyo del Gobierno nacional. Se trata de „Ciudad Paz‟, un megaproyecto para construir viviendas
sobre 15.000 hectáreas distribuidas en el norte, occidente y suroccidente de Bogotá. El conflicto está
en marcha. Quién saldrá perdedor?, con seguridad el ecosistema.

ANLA Y PÁRAMO DE SANTURBÁN

Ver documento fílmico de EL TIEMPO y participar en el FORO CONCIENCIA AMBIENTAL.

Devb MARZO DE 2021

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