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Violencias contra el territorio y la integralidad territorial

La Comisión de la Verdad pudo constatar diferentes modalidades de violencia que

ejercieron las organizaciones guerrilleras, los grupos paramilitares, la fuerza pública y

particulares en contra de los pueblos indígenas y sus territorios.

El Artículo 3 del Decreto Ley 4633 de 2011,reitera que: «Para los pueblos

indígenas el territorio es víctima, teniendo en cuenta su cosmovisión, así como el vínculo

especial y colectivo que los une con la madre tierra», entendiéndose como titulares de

derechos los pueblos y comunidades indígenas, y sus integrantes individualmente

considerados 230.

Todos los relatos de creación y la cosmogonía indígena están relacionados con la

tierra y el territorio. Se evidencia, entonces, una correlación que se asemeja al del hijo con

su madre; por eso, se refieren a la tierra como la «madre», la Pacha Mama. Por estas

razones, la violación al territorio constituye una vulneración de todas las dimensiones de

la vida indígena

La protección que tienen los resguardos indígenas con relación a su autonomía

territorial y autoridades propias, sumada al abandono en el que se encuentran en materia

de seguridad, fueron las condiciones propicias para que los grupos armados,

especialmente las guerrillas, decidieran albergarse en estos territorios.

Los grupos paramilitares también ocuparon de manera permanente algunos

territorios indígenas. A finales de los ochenta e inicios de los noventa, la hacienda Tanela,

ubicada en el municipio de Unguía (Chocó), entre Santa María del Darién y el Gilgal, en
territorio indígena, fue la base paramilitar de Fidel Castaño en asocio con el gremio

ganadero, desde donde el grupo armado se expandió por la región.

La Corte Constitucional, a través del Auto 173 de 2012, sobre la adopción de

medidas cautelares para la protección de los pueblos indígenas del Meta y el Guaviare,

solicitó al Estado colombiano la devolución de seis hectáreas de tierra en las que se

encontraba superpuesta la Escuela de Fuerzas Especiales e Infantería de Marina, en el

resguardo Guayaberos de Barrancón, en el Guaviare

Existen muchos pueblos indígenas que ven a los representantes del Estado, de

instituciones como el Ejército y la Policía, como un factor de riesgo y una amenaza para

sus vidas. Soldados y policías son actores armados que vulneran los derechos, violentan

a las comunidades y abusan de las mujeres.

al revisar el registro de delitos sexuales en el RUV por parte de la población

indígena se encuentra que el 2.9% de los casos reportados son responsabilidad de las

fuerzas armadas, cabe resaltar que el subregistro de esta violencia es alto.

Auto 004 de 2009, examinó la situación del conflicto armado en los territorios

indígenas y sus afectaciones diferenciales, e identificó factores comunes que constituyen

las principales violencias del conflicto armado contra los pueblos indígenas y sus

territorios. Estas afectaciones las agrupa en tres categorías.


La primera tiene que ver con «confrontaciones que se desenvuelven en territorios

indígenas entre los actores armados, sin involucrar activamente a las comunidades

indígenas o a sus miembros, pero afectándolos directamente» 239.

En la segunda categoría se encuentran «los procesos bélicos que involucran

activamente a los pueblos y comunidades indígenas y a sus miembros individuales en el

conflicto armado» ,

La última categoría corresponde a los «procesos territoriales y socioeconómicos

conexos al conflicto armado interno que afectan los territorios tradicionales y las culturas

indígenas» . Esta agrupa el despojo territorial simple por parte de actores con intereses

económicos sobre las tierras y recursos naturales de propiedad de las comunidades

indígenas, el desarrollo de actividades económicas lícitas o ilícitas en ellas y la fumigación

de cultivos ilícitos sin cumplir los requisitos de la consulta previa ordenados por la Corte

Constitucional .

Según el RUV, un total de 1.602 indígenas fueron víctimas de despojo,

principalmente entre 1999 y 2005, con un pico de 338 en 2002. De estas víctimas, el

51,06% fueron mujeres y 48,9%, hombres, de los cuales el 60,84% era mayor de

edad.
La defensa de los territorios indígenas desde la época de la invasión, a través de

un proceso histórico, logró la constitución y el reconocimiento de resguardos de origen

colonial y republicano, principalmente en las regiones Caribe y Andina. Si bien los pueblos

indígenas contaban con estos títulos, casi en su totalidad fueron ocupados por

hacendados y colonos. Esto también sucedió en territorios que no contaban con titulación

alguna, pero en donde han habitado ancestralmente comunidades indígenas.

para 2020, las solicitudes mineras dentro de resguardos indígenas tenían: Un área

889.056 ha, siendo más del doble del área de los títulos mineros dentro de resguardos

Indígenas y amenazando a cerca de 160 resguardos indígenas legalizados. Los

principales Resguardos afectados se encuentran en Guainía, Vaupés, Nariño, Chocó y


Antioquia y son Cubeo-Vaupés (9.996 ha), Wayuú-Alta y Media Guajira (9.861 ha),

Cubeo-Selva de Mataven (9.715 ha), Curripako-Tonina (9.618 ha), Embera Katío-

Andágueda (9.246 ha) y Cogui-Malayo-Arhuaco (6.978 ha) 249. La transposición del área

de los bloques petroleros con resguardos indígenas se localiza en mayor medida en los

departamentos de La Guajira, Putumayo y Meta. La superficie que estos abarcan en los

resguardos es de 77.144,95 ha: los bloques de exploración cubren 583.892,52 ha; los

bloques de negociación, 14.377,95 ha, y los bloques de ronda colombiana 2021,

91.842,86 ha

La imposición de economías ilícitas en los territorios que han generado rentas para

el sostenimiento de los grupos armados Las rentas obtenidas por los grupos armados a

través de las economías instauradas en los territorios indígenas pueden ser de diferentes

tipos: están las extorsivas, cuando se cobra por no atentar contra las obras e

infraestructuras petroleras, de hidrocarburos y energéticas, o las que se obtienen a

cambio de prestar seguridad o apoyar la instauración de estas economías. Otras devienen

de la economía del narcotráfico, cuando los grupos armados controlan la siembra de

marihuana y hoja de coca, y el procesamiento, la compra y la comercialización de pasta

de coca. Otra renta con la que se financian los grupos armados es aquella que proviene

del cobro de impuestos por la extracción ilegal de madera por parte colonos en los

territorios indígenas. La extracción ilegal de madera y la deforestación de los territorios

indígenas incrementaron como consecuencia de las rentas que obtenía de ellas la

guerrilla de las FARC-EP en regiones como el Pacífico y la Amazonía colombiana. En una

entrevista con la Comisión, un excombatiente del Frente 57 de las FARC-EP describe el

funcionamiento de la economía maderera en la región del Bajo Atrato chocoano


Las rentas que provienen de la siembra, el procesamiento y el transporte de la

coca, y en general del narcotráfico y sus diferentes cadenas productivas, han sido una

importante fuente de financiación para los grupos armados. A partir de los ochenta, estos

cultivos de uso ilícito aumentaron en los territorios indígenas, ya que para esa década

comenzó la siembra masiva en las regiones de la Amazonía y la Andina. Después, en la

década del noventa, se extendió a todo el país, concentrándose en la región Pacífica a

partir del 2000. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc)

estableció que, para 2020, dentro de las «zonas de manejo especial, el 42 % de la coca

se localiza en zonas de reserva forestal, el mayor porcentaje en los últimos 17 años, solo

superado en el 2002 y el 2001, con 51 % y 56 %, respectivamente» 256. Desde hace

cinco años se ha consolidado una tendencia a la concentración de los cultivos de coca, en

particular en zonas de frontera y geoestratégicas para el tráfico de cocaína.


Las violencias contra el territorio y la naturaleza La violencia contra los territorios

indígenas en el marco del conflicto armado significó también la destrucción de la

naturaleza y del territorio. Esto, a través de la tala indiscriminada de bosques, la siembra

extensiva de cultivos de coca, la minería legal e ilegal, la apertura de vías y pistas de

aterrizaje clandestinas en medio de la selva, la voladura de oleoductos, la instalación de

minas antipersona, el vertimiento de excedentes químicos del procesamiento de la pasta

base de coca, la contaminación de las fuentes de agua con mercurio y químicos para la

extracción minera, la aspersión aérea de Glifosato, y el abandono de Municiones Sin

Explotar (MUSE). También, por la manera inconsulta en que fueron ocupados estos

territorios. Un ejemplo de esto es el Oleoducto Trasandino (OTA), que se extiende desde


Orito (Putumayo) hasta el puerto de Tumaco (Nariño), atravesando todo el territorio awá,

que se ubica entre ambos departamentos; entre otros, pasa por los municipios de Orito,

Ricaurte, Barbacoas y San Juan de Tumaco, donde hay resguardos de este pueblo

indígena. El OTA se construyó y entró en funcionamiento a finales de los setenta; su

capacidad de bombeo es de 48.000 barriles por día, con un promedio de 2.000 barriles

por hora 264. Desde 1986 hasta 2015, se registraron 448 acciones armadas, que

equivalen al 12% de las acciones armadas nacionales 265; estos ataques fueron en su

mayoría con explosivos (279). Este caso da una idea de la magnitud de la contaminación

ambiental y del impacto en las fuentes de hídricas de estos territorios indígenas.

Los responsables de estos ataques fueron los grupos armados que hacían

presencia en el territorio, como el Frente 29 de las FARC-EP, la Columna Móvil Daniel

Aldana y el ELN 266. Algunos de los hechos de violencia contra los territorios y el medio

ambiente están relacionados con las voladuras de los tubos de hidrocarburos y los

derrames petroleros 267. En las fuentes hídricas que cruzan el resguardo awá Inda

Sabaleta, se relacionan derrames de crudo, en 2009 268, 2010, 2011 y 2015. En el último

derrame fue en particular alarmante, porque duró tres meses y tuvo altos impactos

ambientales, ecosistémicos y sanitarios para las comunidades indígenas de este territorio.

Esta violencia contra el territorio fue producto de los ataques reiterados de la columna

móvil Daniel Aldana, de las FARC-EP, contra el OTA 269. Estos hechos se enmarcaron

en la escalada de acciones militares y ataques contra la infraestructura por parte de esa

organización insurgente, tras el levantamiento del cuarto cese unilateral al fuego

decretado durante los diálogos de La Habana. El derrame afectó a los ríos Rosario, Mira y

Caunapí, y dejó sin agua al pueblo awá y a todo el municipio de Tumaco peor desastre

ambiental de la época 270. El Ministerio de Ambiente consideró este el 271, lo que hizo
que el oleoducto cerrara el bombeo hasta diciembre de 2015. Los comuneros reconocen

que, con el cierre, le dieron un respiro al Katsa Su (La Casa Grande).

https://revistaartefacto.usta.edu.co/index.php/inter-nos/194-la-coca-como-planta-

tradicional-en-los-pueblos-indigenas

https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/cultivos-ilicitos-en-

territorios-indigenas-un-callejon-con-salida-412470

https://news.un.org/es/story/2021/10/1498782

https://www.dejusticia.org/column/comercializar-la-coca-solo-en-los-resguardos/

https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad

https://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=44966

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