Oliver Sacks, tanto autor y médico, podría describirse como un hombre ingenioso, que prefiere salir de los métodos convencionales para ir más allá. En 1990 The New York Times calificó a este neurólogo británico como un tipo de “poeta laureado” de la medicina. Sin embargo, es necesario diferir al respecto; pues, más que poeta, Sacks resulta ser un narrador y médico audaz que logra utilizar el discurso literario como método clínico para poder entender y explicar anomalías neurológicas y enfermedades en pacientes con algún tipo de problema mental. Y en cuanto al “aura”, el interés narrativo de Sacks es uno de los tópicos más antipoéticos que hay; es decir, las enfermedades o desórdenes mentales tradicionalmente no entran dentro del canon clásico de belleza del que hace parte la poesía laureada. Si se ha de considerar a este autor como poeta ‒en sentido figurado‒ sería más bien un testigo de lo feo, como Rimbaud o Baudelaire, un artista de lo “antipoético”. Pero no podría ser del todo el caso, pues como ya se mencionó más que un poeta, Sacks es un arquitecto de materias, un hombre práctico que logra hacer converger la narración y la medicina, cada una en función de la otra, dentro de un proceso que tiene tanto valor literario como científico. Dentro de la obra de este médico lo científico y lo “romántico” dan a luz textos que además impactan en lo social. Pues abandona el genérico discurso clínico y adopta uno ajeno a la materia, con fin de entender mejor las enfermedades y las identidades de los pacientes. Esto, en tanto práctico, resulta útil y de valor dentro de distintos campos epistemológicos y sociales. Según Sacks: La profundidad en un historial médico, mediado por un carácter narrativo ‒y literario‒ le añaden humanidad y dignidad a la figura del paciente a su relación con la enfermedad. Centrándonos específicamente en el libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Traducción al español 1987), hay que decir que en él se compilan varias historias de pacientes que el médico y neurólogo Oliver Sacks trató. Estos relatos resultan ser bastante personales y cercanos ya que el método de consulta se basaba en la comprensión de la identidad del paciente, para así lograr entender la enfermedad. El autor británico en esta obra opta por poner los historiales médicos y las descripciones genéricas de los pacientes al servicio de la narración y lo literario. para devolverles dignidad a los pacientes, poner en cuestión el límite de lo normal y lo anormal y encontrar en la escritura un método clínico. Ese sentido, este libro se compone de cuatro partes: primera parte: pérdidas; segunda parte: excesos; tercera parte: arrebatos y cuarta parte: el mundo de los simples. En primer lugar, resulta interesante fijarse en los títulos de las partes de los libros y la forma en la que Sacks decidió separar los casos, hablando en la primera parte de personas que padecían enfermedades como la agnosia; en la segunda parte síndromes como el de tourette; en la tercera enfocándose en temas que, según el mismo Sacks, no son usuales en la neurología, tales como la alteración del sueño o la imaginación; y en la final hablando del retraso mental desde un enfoque diferente, el cual me resulta el más cautivador del texto. Por otro lado, para hablar de un caso específico, observemos el primero tratado en el libro, es decir, el hombre que confundió a su mujer con un sombrero: El doctor P., quien era músico, padecía agnosia y usaba su materia como una forma nueva de reconocer y hacer asociaciones en el mundo. La música para este paciente se convirtió en puente entre la realidad y la percepción de la imagen. Así, aquí podemos observar como para el músico la música se volvió su nueva manera de percibir, de este modo también la enfermedad y los pacientes son para Oliver Sacks una forma de repensar el mundo y de interactuar con él. Entonces, el interés del escritor por su oficio gira en torno al enfermo y no directamente a la enfermedad, el interés por la enfermedad surge en tanto tenga que ver con el análisis de paciente. Esto se vuelve una forma de sociabilidad en el neurólogo y escritor británico. Adicionalmente, otra parte que llama particularmente la atención es la manera en la que el autor y médico decide adentrarse en casos de pacientes con retrasos mentales. El mundo de los simples es un acercamiento a la vida de personas con problemas cognitivos, pero sin victimizarlos o proponerlos como bichos raros. Sacks propone que el mundo que viven los pacientes con retraso mental no es un lugar completamente abstraído o renegado sino mucho más simple que el “convencional”. Es decir, en estos pacientes el neurólogo reconoce una diferencia sin aislarlos. Observa que poseen características de niño, en tanto inocentes, y de salvajes, en tanto que no se acomodan del todo a lo concebido como “normal” socialmente. Además, abandona la romanización excesiva y tóxica del “superhéroe”, que suelen proponer comúnmente cuando se habla de estos pacientes. En este punto, también se debe tener en cuenta, de nuevo, la cuestión identitaria. Pues, en muchos casos las identidades de los pacientes mentales se suelen disminuir o, incluso, anular; sin embargo, en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero observamos la dignidad y la humanidad devuelta al paciente por medio de la narración, con un fin práctico: comprender la enfermedad, el paciente y una posible ayuda para este. Además, este libro pone en contaste cuestión y debate el concepto de normalidad. Hace difusos los límites de las conductas cotidianas, las lleva al límite para problematizar lo que se podría percibir como “normal” y como “anormal”. Dentro del mundo de cada paciente de cada paciente, en varios casos la normalidad se vuelve su trastorno o su enfermedad: una forma nueva o diferente de ver o hacer algo cotidiano. Lo normal podría ser, entonces en los “enfermos” algo que no es común, lo que del mismo modo problematiza lo que concebimos por trastornos, enfermedades mentales o simplemente desordenes de conductas. Y en ese sentido, formalmente también resalta el uso de cursivas y comillas en varios términos, con fin de imprimirles un carácter ambiguo, resaltar o cuestionar (indirectamente) los significados. Por último, también es importante rescatar que este libro da cuenta y evidencia cómo el arte y la medicina están en constante diálogo. Herramientas como el dibujo o la pintura pueden estar en función de lo clínico y viceversa. Y lo literario y lo médico pueden ser, conjuntos, igual de prácticos.