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memoria y la historia
Homenaje a Darío Betancourt Echeverry
(1952-1999)
Jhon Diego Domínguez Acevedo
Piedad Ortega Valencia
(Editores)
Persistencias de la
memoria y la historia
Homenaje a Darío Betancourt Echeverry
(1952-1999)
Persistencias de la memoria y la historia
Homenaje a Darío Betancourt Echeverry (1952-1999).
ISBN
Diseño y diagramación
Jhon Diego Domínguez A.
Con el apoyo de
ASPU-UPN - SINTRAUPN -SINTRAUNAL
Portada y pinturas
Daniel Esquivia-Cohen
Macondiana
Impresión y acabados
Impresol Ediciones Ltda
www.impresolediciones.com
Matones y cuadrilleros.
Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano 1946-1965
Gonzálo Sánchez Gómez........................................................................103
Bibliografía de autor.........................................................................217
Bibliografía general...............................................................................221
Agradecimientos
1.
J.M. Coetzee. En medio de ninguna parte. (Barcelona: Mondador, 1977).
14
Prólogo
La memoria individual existe, pero ella se enraíza dentro de los marcos de la
simultaneidad y la contingencia. La rememoración personal se sitúa en un cruce
de relaciones de solidaridades múltiples en las que estamos conectados. Nada se
escapa a la trama sincrónica de la existencia social actual, y es de la combinación
de estos diversos elementos que puede emerger lo que llamaremos recuerdos, que
uno traduce en lenguaje.
Darío Betancourt Echeverry en Memoria individual, memoria colectiva y memoria
histórica. Lo secreto y lo escondido en la narración y el recuerdo.
15
Jhon Diego Domínguez - Piedad Ortega Valencia
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Persistencias de la memoria y la historia. Homenaje a Darío Betancourt Echeverry (1952-1999)
Comunidad que 18 años después de haber hecho su rito de despedida, aún si-
gue sintiéndose acéfala de él, porque lo percibe arrebatado forzadamente de sus
pasillos, su plaza, sus aulas, sus clases, su risotada; pero como reacción a su ausen-
cia lo sigue trayendo en su periódico colgante, en sus permanentes evocaciones
académicas, en la consulta de sus investigaciones, pero sobre todo en su decisión
ética de que: a pesar del miedo, seguir investigando y enseñando sobre temas que
quieren ser vetados por la fuerza, no de la razón, sino de la ignominia.
Con la honrosa invitación que me hizo los editores de esta obra para presen-
tarla, de nuevo me ha puesto entre la paradoja, la ambigüedad y la contradicción.
No ha sido menos fácil que la tarea emprendida respecto al profesor en 1999,
pues también ahora debo ser precisa, muy respetuosa, cuidadosa, pues hablar de
la semblanza hecha por sus cercanos de un hombre con sentido y consentido para
la Universidad Pedagógica Nacional implica el esmero de quien es encargado de
tejer en filigrana, cualquier enredo en el hilillo estropea la obra. Cuando se repasa
el recuerdo, se trae a la memoria, se cuentan las historias de quien es víctima de
un delito tan lesivo como del que es víctima Darío Betancourt, pero sobre todo
cuando se presentan las palabras, fue los sentires, los relatos, las añoranzas, los
dolores, las ausencias que él provoca en quienes le rinden homenaje, se accionan
las emociones, esas que nos ponen susceptibles a lo que se dice y lo que se calla, a
lo que se muestra y lo que se esconde, a lo que se recuerda y lo que se olvida, a lo
que se menciona y lo que se silencia.
En un país donde las cartas que pueden escribirse a nuestros muertos, sin duda,
siguen haciendo referencia al desequilibrio social, al asentamiento de mafias, al ci-
nismo político; en un Estado que hoy se pretende memorioso sin asumir que la me-
moria no es un “eslogan” de moda sino un compromiso ético; en una sociedad que
sigue buscando sus desaparecidos y enterrando sus muertos como consecuencia de
las Violencias olvidadas por las historias oficiales; en una cultura en que se encarce-
lan los maestros y se ultiman los profesores recién egresados, los duelos ni siquiera se
han comenzado, los traumas no se han tramitado, los ritos no se han consagrado por
eso la palabra puede lesionar, incomodar, asustar, parecer oportunista, acomodada
o vana… más aún cuando debo cerrar este invitación de hallar en este homenaje al
profesor Darío Betancourt en similitud a las que escribía Arturo Alape cuando aún
estaba desaparecido: “Cuando terminaba de escribir estas líneas escuche la dolorosa
noticia del asesinato de… (Tantas y tantos): también a (los estudiantes, profesores,
comunidades...) se le ha decretado la pena de muerte”2.
Lo que nos pone tristes, nos aturde y nos vuelve muy alterables respecto a lo que
haga el Otro ya sea en forma de homenaje, de denuncia o de acción en resistencia,
por eso es tan complicado escribir de alguien que fue más cercano, más amigo, más
compañero, más conocido, más Darío. Sin embargo, lo hago con muchísimo respeto
y extendiendo la invitación a la lectura de este texto diciendo:
1Arturo Alape. Yo soy un libro en prisión. (Bogotá: Intermedios), 108.
17
Jhon Diego Domínguez - Piedad Ortega Valencia
2
Elsa Blair. “Los testimonios o las narrativas de la(s) memoria(s)”, Estudios Políticos No. 32, (2008):
83-113.
18
Introducción
Todos hemos de morir, pero la muerte puede tener varios significados.
Darío Betancourt en A la memoria de Ana Ligia Echeverry de Betancourt.
Una de las peculiaridades más notables del temple humano”, dice Lotze, “es, ade-
más del mucho egoísmo particular, la generalizada falta de envidia del presente
respecto del futuro”. Esta reflexión nos lleva a pensar que la imagen de la felici-
dad que tenemos está profundamente teñida por el tiempo en el que ya nos ha
colocado el decurso de nuestra existencia. La felicidad que pudiera despertar
nuestra envidia sólo existe en el aire que hemos respirado, con las personas con
las que hubiéramos podido hablar […] Dicho con otras palabras, en la idea de fe-
licidad late inexorablemente la de redención. Lo mismo ocurre con la idea que la
historia tiene del pasado. El pasado lleva consigo un índice secreto que le remite
a la redención ¿Acaso no flota en el ambiente algo del aire que respiran quienes
nos precedieron? ¿No hay en las voces a las que prestamos oídos un eco de voces
ya acalladas? Si esto es así, entonces existe un misterioso punto de encuentro
entre generaciones pasadas y la nuestra. Hemos sido esperados sobre la tierra. A
nosotros, como a cada generación precedente, nos ha sido dada una débil fuerza
mesiánica sobre la que el pasado tiene derechos. No se puede despachar esta
exigencia a la ligera. Quien profesa el materialismo histórico lo sabe.
Walter Benjamín, en Tesis II. Sobre el concepto de historia.
I. La memoria
las ruinas y cadáveres como naturaleza muerta sino como vida frustrada, una pre-
gunta que espera respuesta de quien contemple esa vida frustrada9.
II. Trayectoria
Debería hablarse de un autor sin mayor inquisición en su trayectoria personal
que la consignada, a manera de posición, en sus obras. Empero, creemos que se-
parar la razón del corazón, que se sienta y piense a la vez, sin divorciar la cabeza
del cuerpo, ni la emoción de la razón es tarea imposible. De tal suerte, que para
nosotros es un honor presentar, por intermedio de estas líneas algunos apuntes
sobre la vida y legado de la genialidad de un autor.
9.
Walter Benjamín. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. (México: Contrahistorias, 2005), 122
10.
Reyes Mate. Media noche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamín, 123-124 y ss.
11.
Jorge Luis Borges nos dice en la majestuosa pieza literaria El jardín de senderos que se bifurcan, sobre
el tiempo que: “El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del
universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepa-
sado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red
creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que
se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.
No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted;
en otros, los dos”. Jorge Luis Borges. Ficciones. (Madrid: Alianza Editorial, 1998), 116.
12.
Guadalupe Valencia. “Aproximaciones a la pluralidad temporal”. Historia Revista (2012): 173.
13.
Guadalupe Valencia. “Aproximaciones a la pluralidad temporal”. Historia Revista (2012): 174.
14.
Walter Benjamín. Tesis sobre la historia y otros fragmentos.
21
Jhon Diego Domínguez - Piedad Ortega Valencia
vierte, entonces, que el “trabajo escolar debe revisarse, y no solo en lo que respecta a
la historia, sino para todas las disciplinas. Hace falta inventar otras orientaciones y
nuevas estrategias que se adecúen a los nuevos objetivos”32. Al respecto plantea Darío:
De tal manera, mientras todos los colombianos han vivido y viven inmersos en su
particularidad concreta, únicamente algunos han tenido y tienen la posibilidad de
operar “a nivel del sistema”. La inmensa mayoría no sólo ha permanecido aprisio-
nada en la marginalidad de su cotidianidad social sino que además ha tendido a
creer que por esta razón se hallan fuera de la historia (como parte del juego ideoló-
gico), y también que sus acciones cotidianas no construyen sistema o sociedad (en
cuanto a héroes, caudillos, acciones políticas, aporte empresarial y cultural, etc. se
refiere) y que su protagonismo social y político carece de historicidad o constituye
33.
delito contra la nacionalidad y contra el Estado
La obra de Darío plantea el reto de formar una conciencia histórica, con las
mejores contribuciones de las ciencias sociales. De allí, una historia que desnude la
realidad. En otras palabras los maestros y estudiantes que convivimos en la escuela,
el colegio, la universidad... tenemos una misión urgente por cumplir: encontrarnos
con la sociedad toda, estudiar, entender y problematizar sus dinamicas a fin de rom-
per la falsa neutralidad, la falsa imparcialidad del aula de clase, para de esta manera
confrontar nuestros saberes con la realidad misma, para desmitificar los textos y las
teorías, para reivindicar al lado de la ciencia la “magia”, la “música”, el “sentimiento”
y la “nostalgia”, como profundas fuentes tanto de saber cómo de vida y libertad34.
El compromiso en su labor como educador, socializando sus resultados, explican-
do los métodos y procedimientos empleados en sus ingentes investigaciones; esta-
bleciendo grupos de trabajo, animando al debate público, académico y cuestionan-
do el establecimiento (tanto las dinámicas internas como externas).
En definitiva, como se decía en los meses luctuosos de su desaparición él “cree
profundamente en la juventud y cree entrañablemente en Colombia, escribe sobre
la enseñanza de la historia, sobre los laberintos de las violencias y sobre los que con-
virtieron a Colombia en una enorme cloaca humana, sueña constantemente con una
educación distinta y abriga la esperanza de volver con su familia. Se lo llevaron quie-
nes creen que pueden ocultar su pasado vergonzoso, quienes creen poder impedir el
triunfo de la verdad y quienes no luchan por construir sino transgredir la historia”35.
enfoque que han predominado en este proceso: geocéntrico, hispanista, heroico y semi-patriótico.
Cabe anotar que, con la incorporación de la Nueva Historia en los textos escolares, se replantean
algunos aspectos; sin embargo, muchos se mantuvieron vigentes por varias décadas y con mayor
especificidad lo contemporáneo de la enseñanza de la historia y la geografía (hoy ciencias sociales).
32.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. Una propuesta alternativa, 15.
33.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. Una propuesta alternativa, 24-25.
34.
Darío Betancourt. “Violencia, educación y Derechos Humanos”. Folios No. 5.
35.
Anónimo. (1999). Sin título.
26
Persistencias de la memoria y la historia. Homenaje a Darío Betancourt Echeverry (1952-1999)
37.
Italo Calvino. Seis propuestas para el próximo milenio. (Madrid: Siruela, 1985).
28
Parte I
Semblanzas
El Mitlan
Canto y flor
En la última
noche de abril
te desaparecieron
en vísperas de protestas y desfiles.
¿Hasta cuándo
tendremos que tragar
saliva amarga y seca?
¿Hasta cuándo palpitará
nuestro corazón sin sangre?
No me importa
que no estén
todos tus huesos
Ni toda tu piel.
¿Dónde y cuándo
las manos asesinas
Dividieron tu cuerpo
Y consolidaron tu huella?
El violín y la trompeta
Callaron para que se oiga la guitarra.
La flor, siempre la rosa,
Los estudiantes, siempre la mirada...
Purificando el pulso,
Para escribir sobre los muros
“Aquí yace ahora quien
Por siempre amó la vida”.
Es la primera vez que en sus cuarenta y cinco años de vida institucional se atenta
y se calla con el crimen la palabra, el pensamiento y la vida de un docente de
la Universidad Pedagógica Nacional. Nuestra indignación y nuestra protesta
nunca igualarán la magnitud del crimen cometido contra la inteligencia, la aca-
demia y la pedagogía en la persona de Darío Betancourt Echeverry. Nuestra
respuesta, en cambio, si puede estar a la altura de la inteligencia y de la misión
pedagógica que tuvo y que cumplió nuestro compañero.
Editorial Revista Didaskalia, (Asociación de Profesores Universidad Pedagógica
Nacional), No. 12, julio de 2000.
Su vida
1.
Documento publicado en conmemoración de los quince años de la desaparición y posterior asesi-
nato de Darío Betancourt Echeverry (1952-1999).
2.
Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional. Historiador. Doctor en Estudios Políticos de
la Universidad de Paris VIII. Hizo parte de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.
Amigo y colega del profesor Darío Betancourt Echeverry.
35
Renán Vega Cantor
Su obra
A lo largo de su actividad como estudiante y como profesional, Darío Be-
tancourt fue un infatigable trabajador del intelecto, cuya obra se desplegó en
numerosos terrenos del conocimiento social y en la actividad docente. Escribió
7 libros, artículos, ponencias y ensayos que fueron publicados en revistas de Co-
lombia y de otros países, como Venezuela y Francia. En su obra sobresalen los
estudios sobre la violencia y el Valle del Cauca, cuyas contribuciones esenciales
reseñamos brevemente:
37
Renán Vega Cantor
3.
Darío Betancourt y Martha García. Matones y cuadrilleros. Origen y evolución de la violencia en el
occidente colombiano. (Bogotá: Tercer Mundo Editores. 1990).
38
Darío Betancourt Echeverry (1952-1999): maestro, historiador y bohemio
5.
Darío Betancourt. Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Valle del Cauca, 1890-1997. (Bogotá:
Ediciones Antropos, 1998).
40
Darío Betancourt Echeverry (1952-1999): maestro, historiador y bohemio
Su muerte
El viernes 30 de abril de 1999, Darío Betancourt abandonó por última vez las
instalaciones de la Universidad Pedagógica Nacional a las 7:30 de la noche, despi-
diéndose cordialmente de los funcionarios y amigos con los que departía. Condu-
ciendo su Renault 4, de color rojo, se dirigió hacia su apartamento, ubicado en la
carrera 20 con calle 37, en el Barrio “La Soledad”, donde lo esperaban sus dos hijas,
con las que puntualmente solía cenar todas las noches. En el camino estuvo en un
Bar de Palermo al que asistía con alguna frecuencia, y de allí salió para no volver
jamás. Después de salir de ese lugar, Darío no llegó a su apartamento porque en
el trayecto fue raptado, sacado a la fuerza de la ciudad y luego fue asesinado a dos
horas de Bogotá en la vía que conduce a Tunja. Cuando al día siguiente se supo
que Darío no había ido a su casa se inició su búsqueda, que se prolongó a lo largo
de varios meses, por parte de sus familiares, amigos y colegas. Durante las prime-
ras semanas, cientos de estudiantes y algunos trabajadores y profesores en una
labor casi detectivesca nos dimos a la tarea de seguir, a partir de rumores y supo-
siciones, lo que pensábamos eran las huellas de Darío. Nunca antes en la historia
de la Universidad Pedagógica Nacional, una comunidad de estudiantes se había
movido en una forma tan espontánea y tan solidaria en pos de uno de los suyos.
Una inmensa pancarta de varios metros cubrió durante meses el edificio A de la
Universidad, en la calle 72 y los muros de las paredes de algunos lugares del norte
y el centro de la ciudad se llenaron con grafitis que denunciaban la desaparición
del Profesor Darío Betancourt y que exigían su regreso.
Del seno del mundo académico e intelectual se escucharon las más variadas vo-
ces de solidaridad y aliento, incluso algunas provenientes de Francia, en donde Da-
río estaba matriculado en un Doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales. El 9 de septiembre el Instituto de Medicina Legal, luego de efectuar unos
exámenes de ADN, comprobó que los restos encontrados en un municipio cercano
a Bogotá correspondían a los de Darío Betancourt. La llegada de sus restos a la Uni-
versidad y su posterior entierro fueron acompañados por un multitudinario cortejo
de estudiantes, profesores, amigos y conocidos que lo quisieron acompañar hasta
su última morada. Algunos de sus alumnos, colegas y amigos le escribieron poemas
y textos de solidaridad y admiración, en los que con profundo dolor se expresaba
el impacto anímico de su desaparición y posterior asesinato. Sólo quiero recordar
en esta ocasión el poema titulado Análisis Sincrónico de un Amigo, escrito por Néstor
Sanabria, uno de nuestros discípulos de la década de 1990, que dice así:
Dura la ausencia
Dura de aguanta
Dura de duradera
Falta una estrepitosa carcajada…
41
Renán Vega Cantor
La risa es incompleta
La felicidad aún más distante
En el insondable océano de la incertidumbre
Estar vivo…
Estar muerto…
Lo que importa es haber estado.
La Historia la hacen los hombres,
La Historia la escriben los hombres,
Usted amigo la escribe y la vive,
Usted amigo es un hombre,
“Usted amigo hoy nos falta” …
Para que vuelva la estrepitosa carcajada
Para que la felicidad se acerque
Para hacer más navegable el océano
Para estar vivos o muertos
Para volver a estar presentes
Viviendo, haciendo o escribiendo la historia.
Un recuerdo personal
Conocí a Darío Betancourt en 1984 cuando se inició la primera promoción de
la Maestría en Historia de la Universidad Nacional. Desde ese momento y duran-
te los siguientes 15 años nuestras vidas siguieron un curso más o menos paralelo.
En 1986, por sugerencia suya, ingresé a trabajar a la Universidad Santo Tomás,
donde trabajamos en el programa de Educación a Distancia hasta que fuimos ex-
pulsados, junto con otros 14 profesores, por haber adelantado una reforma en la
orientación de ciertos programas académicos. Compartimos labores docentes en
la Universidad Distrital y en septiembre de 1988 nos presentamos a un concurso
público en historia convocado por la Universidad Pedagógica Nacional. Luego
de superar todas las fases del concurso, quedamos igualados en el primer lugar
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Darío Betancourt Echeverry (1952-1999): maestro, historiador y bohemio
con un total de 77 puntos sobre 100, destacándose que el jurado académico de ese
concurso estuvo conformado por el lamentado Germán Colmenares y por Ber-
nardo Tovar Zambrano. Por pura coincidencia nos posesionamos el mismo día,
el 8 de febrero de 1989, momento desde el cual, y en forma casi ininterrumpida
compartimos espacios laborales, intelectuales y en algunos momentos personales,
hasta el desgraciado viernes 30 de abril de 1999, cuando vi a Darío por última vez
a eso de la cinco de la tarde en el pasillo del tercer piso del edificio A de la UPN.
Estábamos en vísperas del Primero de Mayo, fecha en la que casi todos los
años nos encontrábamos en las manifestaciones obreras de Bogotá, por lo común
en la plaza de Bolívar. Aunque a Darío le gustaría ir a esa manifestación, que
pensaba iba a ser muy concurrida y beligerante, me manifestó que lo consideraba
poco probable pues debido a la muerte de uno de nuestros colegas de Ciencias
Sociales, como Jefe de Departamento debía estar presente en las exequias que se
realizaban ese mismo sábado primero de mayo. Agregó que pasado mañana, el
domingo dos de mayo, debería partir con los estudiantes de sexto semestre a una
salida de campo a su amado Valle del Cauca, en razón de lo cual nos veríamos una
semana después, luego de regresar del Valle y nos despedimos. Nunca imaginé
que esa sería nuestra última conversación.
A lo largo de quince años, con Darío fuimos construyendo espacios comunes
de trabajo y reflexión. Compartimos la elaboración de varios de nuestros libros y
artículos. Participamos en planes de reforma académica en la UPN. Reformulamos
programas en un ambiente tan conservador y tradicional como el que se respiraba en
esta universidad cuando entramos a trabajar en 1989. Incluso, coincidimos en París
en 1995 y 1996, cuando ambos adelantamos nuestro Doctorado. En pocas palabras,
con Darío fuimos construyendo una estrecha y cordial amistad que, como las buenas
y verdaderas amistades, con el paso del tiempo se convierte en complicidad.
Participamos en incontables actividades comunes, como conferencias, mesas
redondas, simposios, charlas informales y debates en la UPN. En esos espacios
teníamos oportunidad de intercambiar opiniones, puntos de vista sobre distin-
tos tópicos del trabajo, de la situación de la universidad y del país. Desde que él
asumió la Jefatura del Departamento de Ciencias Sociales tuvimos la ocasión de
ampliar nuestros vínculos alrededor de la propuesta que él esbozó para reanimar
la carrera de ciencias sociales. En estos dos fructíferos años -los más dinámicos e
interesantes que he vivido en la Universidad- pusimos en marcha muchos proyec-
tos e ideas, que bajo el liderazgo de Darío se convirtieron en realidad, tal y como
lo atestigua la creación de la Maestría en Enseñanza de la Historia y el impulso
de la modificación del Plan de Estudios de Ciencias Sociales.
Aunque la obra de Darío y la mía hayan seguido caminos diversos, en algunos
momentos nuestros intereses se cruzaron. La primera vez, cuando los dos fuimos
coautores de la Historia de Colombia en fascículos, publicada por la Oveja Negra
en 1985. En este proyecto, dirigido por profesores de la UD, yo sugerí a Darío
43
Renán Vega Cantor
44
Entre Clío y Mnemósine.
El genio valiente de Darío Betancourt
Ferney Quintero Ramírez1
Jhon Diego Domínguez Acevedo2
I.
El director de la tesis de doctorado de Darío en Paris, señaló en una conferen-
cia, realizada en el Centro de Documentación de Ciencias Sociales (CEDECS) a
los tres meses de desaparecido, algunos de los aportes fundamentales de Darío a
la historiografía colombiana. Señaló el autor francés, refiriéndose a la singulari-
dad del trabajo historiográfico de Darío, la importancia del presente en su histo-
ria de larga duración, el carácter político coetáneo con la historia social y las finas
líneas que trazó entre la historia macro de la sociedad colombiana sin descuidar
la historia micro de las veredas y municipios3.
1.
Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Estudiante
de la Maestría en Educación de la misma universidad. Integrante del grupo de investigación Edu-
cación y Cultura Política
2.
Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia). Estudiante
de la Maestría en Historia de la Pontificia Universidad Javeriana. Integrante del grupo de investi-
gación Educación y Cultura Política.
3.
DanielPécaut. “Aportes de Darío Betancourt a la comprensión del presente”. Análisis Político N°
38.(1999): 30-35.
45
Ferney Quintero Ramírez - Jhon Diego Domínguez Acevedo
Cuando se habla de que no hay una historia del presente que no esté enterrada
en una historia de larga duración, reluce una sensación de los tiempos juveniles
en los que Darío se formó como historiador. Es un agradable recuerdo de sus
lecturas asiduas de la escuela de los annales, en su primera generación, Marc Bloch
y Lucien Febvre, donde se planteaban principios necesarios como “hacer una his-
toria retroactiva en la cual los rasgos de hoy dejan ver los rasgos del pasado”. O, la
segunda generación, con Fernand Braudel, quien introdujo las temporalidades en
la historia (larga y corta duración). De esta manera, los fenómenos sociales sólo
se pueden leer a la luz de los procesos históricos de conformación regional y local.
Fue su profundo apego al Valle del Cauca, a su natal Restrepo, manteniendo
unos lazos de identidad extraordinariamente fuertes, que lo llevaron a preocupar-
se por la dimensión regional y local que debe tener la historia. Con una habilidad
inaudita de finura, hila en una sorprendente oscilación las conexiones y caminos
que permiten ir de la historia macro a la particularidades regionales o locales
—micro—. Su constancia y persistencia en profundizar en el conocimiento de la
historia regional y local del Valle de Cauca, a la luz de los diversos procesos de
violencia que ha vivido esta región desde finales del siglo XIX fueron producto y
causa de su experiencia, es decir, la forma como él vivió “La Violencia”:
(…) de esos pueblos del Valle, bajar los caballos con cadáveres, en Restrepo… y otras
poblaciones aledañas, entonces, sencillamente, él comentaba eso, la gente tiene que
mirar donde pasa, tiene que conocer los lugares donde ocurrieron las cosas, no que-
darse no más con el texto, como si eso fuera parte únicamente de la letra escrita, es
decir que se nutra de la experiencia4.
último libro publicado por el profesor Darío Betancourt, efectuada el 11 de noviembre de 2010.
46
Entre Clío y Mnemósine. El genio valiente de Darío Betancourt
sociales; y de otro lado, la narración de una historia casi natural de las instituciones
contemporáneas —inmodificables— y que justifica a los gobernantes y la clase do-
minante que siempre ha concurrido en la dirección del estado. Contrastando con
la construcción de una historia del opositor político juzgado como el subversivo.
Aquella historiografía llegó a sancionar los eventos que eran históricos o los que no
lo eran, los que eran políticos y los que tampoco lo eran.
En cierto sentido —aquí sobresale la agudeza de Darío— para la élite, con la
construcción del estado, fue agotada la historia y lo que ha venido después de esta
primera culminación sólo ha sido o podría ser histórico en la medida que le tribute
estabilidad al sistema —lo contrario no sólo sería regresivo sino involutivo—, cons-
truir en el siglo XX un sistema distinto al que rige no sería histórico5. Ansí sobre-
viene el rescate del sujeto social como agente de la historia. Darío se inscribe en
el movimiento de las nuevas corrientes de historiadores que entran a cuestionar
todo el orden historiográfico imperante, mantenido cómodamente por la histo-
ria oficial. Una historia romántica, patriotera, de vencedores y parroquiana que
excluía a la sociedad colombiana, en el sentido que desconocía profundamente
la historia de los subalternos, de las clases populares. Una historia que, alejada
del análisis económico y social, solamente se limitaba a la sociedad política: los
gobernantes, los políticos más lustrosos y la élite.
Con la renovación de la historia en el país, que empieza con obras aisladas6 y
se desarrolla con la llegada de las corrientes historiográficas occidentales, desde
los Annales y la historia “revisionista”, pasando por la historia realizada desde el
marxismo, en su versión teórica y militante, y de la nueva historia que surge a
raíz de la agitación de finales de los sesenta y que termina bebiendo, también, de
los estudios de la subalternidad y de la historiografía marxista británica. Así se
le abre campo a la voz a los de abajo. Pero Darío no se queda en traer los debates
historiográficos para problematizar el ámbito de la historia nacional, sino que, el
objetivo de cuestionar la historia hecha, es que, evidentemente, se constituye en la
misma historia enseñada, la única que les llegó a generaciones de colombianos, vía
textos escolares y la tradicional didáctica de la memorización de datos.
¿Y qué relación hay entre la enseñanza de la historia y la ciudadanía? La
historia que se enseña es determinante en la formación de la ‘conciencia cívica y
democrática’ y a través de ella, decisiva en la configuración social de la ‘consciencia
histórica’. El problema fundamental radica en que por varias generaciones el
grueso de la población ha estado sometida a la enseñanza de la historia en esencia
‘conservadora’, pre-democrática y contraria al fortalecimiento de la sociedad
civil, que no ha posibilitado en el colombiano medio el desenvolvimiento de una
crítica, social y moderna para ‘hacer historia’7. Con su intuición destacada Darío
5.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. Una propuesta alternativa. (Bogotá: Coope-
rativa Editorial Magisterio, 1993).
6.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. Una propuesta alternativa, 27.
7.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. Una propuesta alternativa, 25.
47
Ferney Quintero Ramírez - Jhon Diego Domínguez Acevedo
encontró que el profundo conflicto social que vive el país, ignorado por la histo-
ria tradicional, poco problematizada y casi nunca conducente a una reformula-
ción en el ámbito escolar, implica responsabilidades a la historiografía tradicio-
nal en el carácter intolerante e irracional de las luchas políticas en Colombia y en
la débil constitución de la sociedad civil.
Ello permitió potenciar la idea de la “responsabilidad del historiador”. No
sólo al ocuparse de construir una historia crítica sino también responsable con
los contenidos que circulan en el ámbito escolar, con el objeto que conduzcan a
construir una consciencia crítica. De esta forma, el historiador no puede obviarse
de la realidad ni de su transformación.
II.
Su labor de historiador se enmarca en lo que él denominó la “epopeya de la
violencia”8. Preocupación académica que se viabiliza en la primera promoción de
la Maestría de Historia de la Universidad Nacional:
Entre los años 1946-1949 —dice Darío— “la necesidad del partido conservador
de mantenerse en el poder y la candidatura de Laureano Gómez, precipitaron
una etapa más abiertamente sanguinaria”. Después señala, “una segunda oleada
comprendida entre finales de 1949 y 1955, que recurrió insistentemente a la policía
política y a los grupos de civiles armados, configurándose con claridad el ‘pája-
ro’ como sicario partidista”. Esta fase trae aparejada un aumento de las acciones
de los sicarios conservadores que centralizan sus operaciones en Tuluá, bajo “la
dirección de León María Lozano, ‘el cóndor’, ‘Pájaro profesional urbano’ como
‘Sicario político’ doble del Estado débil y de los poderosos”. Finaliza este periodo
de La Violencia, en el norte del Valle que es el escenario escogido por Darío, hacia
1955-1965 donde se configura la resistencia liberal y otros grupos, manifestada en
las cuadrillas liberales. Hacia los sesenta, tanto las cuadrillas liberales cómo los pá-
jaros, desencadenan en un tipo de “bandolerismo” con ánimo de lucro que refleja
en su accionar los traumas psicológicos, sociales y familiares sufridos por los “hijos
de la violencia de los cincuenta”; sus actuaciones caracterizadas por una marcada
sevicia y atrocidad, reflejan una patología social en donde predomina el desprecio
a lo establecido, al orden, una especie de “lumpen” que a lo largo de este trabajo
se caracteriza como “Bandolerismo”, o mejor, como “Bandidismo”11. Plantea en el
ensayo el profesor la relación entre las primeras estructuras paramilitares, de los
pájaros, creadas por el partido conservador, y los paramilitares que surgen en la
década de los ochentas y los distintos escuadrones de la muerte, gatilleros utiliza-
dos por la mafia, la clave para comprender una conexión entre ambos elementos
generadores de violencia está en la recurrencia del mediador regional, se hace evi-
dente un continuo contexto económico, social y político, que le da vía.
Al extender una mirada de larga duración del proceso de formación de agen-
tes mediadores regionales, hasta llegar a su expresión más reciente con los sicarios
y paramilitares, que hicieron aparición en un escenario en que ya habían actuado
los tristemente célebres “pájaros”, encontró una clave de continuidad histórica.
La tradición y la costumbre —dice Betancourt— sirvieron de base para acoger a
aquellos nuevos actores de la reciente y trágica modernización violenta que ha
vivido el país. Muy bien concluye en este ensayo el autor: “en su proceso de con-
formación y consolidación, entre 1970 y 1985, la mafia se sirvió inicialmente de
la estructura del núcleo familiar, la [aceptación de] violencia ancestral, el rumor,
la mediación y el ascenso social, mecanismos locales de sociales y poder antes
utilizados por los partidos políticos regionales”12.
Esa relación histórica que descubre Darío entre los mecanismos locales de po-
der, y sus fermentos sociales, utilizados por los partidos políticos regionales, y el
escenario en que surge las organizaciones mafiosas: “la mafia vallecaucana usufruc-
11.
Darío Betancourt. Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Las organizaciones mafiosas del Valle del
Cauca entre la Historia, la memoria y el relato, 1890-1997. (Bogotá: Antropos, 1997), 91.
12.
Darío Betancourt. Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Las organizaciones mafiosas del Valle del
Cauca entre la Historia, la memoria y el relato, 1890-1997, 86.
49
Ferney Quintero Ramírez - Jhon Diego Domínguez Acevedo
tuó viejas redes de clientela y supo hacer alianzas estratégicas con los remanentes
del Estado y con la clase política con tal de garantizarse protección, silencio y
acceso a información definitiva para su seguridad”13, asumidas por la aguda inter-
pretación histórica de Darío, toman forma de denuncia. Aunque su objetivo fun-
damental se orientó en alcanzar trabajos destacados en el campo historiográfico.
Su carácter de historiador sobresalía por la entrañable preocupación por forjar
una visión holística los fenómenos sociales. De tal suerte, que Darío aborda el pro-
blema de las mafias, del narcotráfico y de la violencia de derecha (el paramilitaris-
mo) en una gran propuesta pero clara, sistemática y contundente14. Él fue conscien-
te de los riesgos que implicaba asumir una postura crítica frente a estos fenómenos.
La realidad se le presentó a Darío como un campo de batalla. En la viña de la
historia son bien conocidas las batallas en las que se enfiló debatiendo y propo-
niendo otra historia, que no fuera deudora de la consciencia histórica de los co-
lombianos. Sus ideas estaban adheridas, evidentemente a una visión de sociedad.
Pero que entrañaron, fundamentalmente, una preocupación por una sociedad
madura capaz de regular, contestar, manejar y eliminar los hechos violentos y que
fuera capaz de replantearse su proyecto social15.
III.
Las claves sobre la desaparición y el asesinato infame de Darío tal vez se en-
cuentren explorando la historia de ese país que le tocó vivir. Nadie puede zafarse
de la historia. El triste final de su vida constituye un ejemplo de la captura
criminal del estado por agentes mediadores en las regiones que se procuraron be-
neficios instrumentalizando la violencia y eliminando, a los que valientemente,
se enarbolan como fuerza moral y crítica de una sociedad incivilizada e injusta.
Intentemos construir la imagen de ese país. Mientras el estado social se desmon-
taba con la llegada de las políticas neoliberales, la década de los noventa fue in-
augurada con diversas iniciativas y hasta el 2002 los procesos de paz tuvieron un
escenario tangible, porque con el fracaso de los diálogos del Caguán se cerraría
esta posibilidad por una década.
En los noventa, el fenómeno paramilitar se convirtió en un proyecto nacio-
nal de la ultra-derecha, extendiéndose por todo el territorio nacional, trayendo
aparejado el desplazamiento y despojo de las mejores tierras a las comunidades
campesinas, negras e indígenas. Y el narcotráfico también expresó sus particula-
ridades: se convirtió en una lucha abierta del gobierno contra los distintos carte-
les y sentaron las primeras bases de lo que sería el Plan Colombia. Sobre la creación
13.
Darío Betancourt. Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Las organizaciones mafiosas del Valle del
Cauca entre la Historia, la memoria y el relato, 1890-1997, 96.
14.
Darío Betancourt, et al. “Los cinco focos de la mafia colombiana (1968-1988). Elementos para una
historia”. En Revista Folios.(1999).
15.
Darío Betancourt. “Violencia, educación y derechos humanos”. En Revista Folios N° 5, (1996): 31-36.
50
Entre Clío y Mnemósine. El genio valiente de Darío Betancourt
de los noventa, los estudios recaen sobre una mirada de corto plazo sobre estos fe-
nómenos. A finales del decenio, ya era evidente que el actuar paramilitar suplía las
necesidades de “guerra sucia” que tenían ciertos sectores dentro del gobierno, una
rama importante del congreso y otro puñado de terratenientes ávidos de tierras por
todo el país. El precedente en la unificación de estos grupos sería Las Convivir (Coo-
perativas de Vigilancia)18. Una nueva figura de mediación regional. Éstas son creadas
durante el gobierno de César Gaviria en 1994, siendo promovidas y defendidas por
la administración departamental de Álvaro Uribe Vélez en Antioquia (1995-1997).
El paramilitarismo pasó de ser un ejército privado regional a convertirse en
una estructura nacional con nexos muy estrechos con el ejército nacional. En 1997
surgen las AUC a partir de la desarticulación de las Convivir, y en el marco de las
negociaciones de paz del gobierno nacional con las FARC. Ocurrió la coordinación
mediante un comando central unificado de los diferentes grupos paramilitares que
se encontraban diseminados por diferentes regiones del país. Este grupo, que inau-
guró una nueva fase de terror sobre la población civil en todo el territorio nacional,
concentró un gran poder militar, manteniendo fuertes alianzas con la fuerza
pública; económico, con el control que logra sobre el narcotráfico y la financiación
directa de grandes hacendados, empresarios y multinacionales; y político, con la
participación de diferentes personajes en todas las escalas y esferas del poder
político19. Contrasta esta penetración del paramilitarismo en todas las esferas
del Estado, que luego denominarían parapolítica, con los planteamientos que su-
tilmente elaboró Darío para comprender la relación entre las organizaciones de
tipo mafioso y la política en el Valle del Cauca20.
Las AUC se configuraron durante este período (1997-2002) como el principal
instigador de la violencia. Llegaron al punto de cometer una masacre cada dos
días entre los años 1999 y 2000, tiempo en el que perpetraron más de 200 masacres
por año21; instigando al desplazamiento forzado y al despojo en diferentes regiones
del país, el cual aumentó un 20% en 1998 respecto al año previo, lo que ubicó a
Colombia como el país con la tercera mayor población desplazada en el mundo22,
estrategia con la que llegarían a acumular gran cantidad de suelo agrario, superior
al millón de hectáreas23 y controlar gran parte de la producción de la droga en el
país. Para el año 2000, según informes del Ministerio de Defensa: siete bloques de
18.
Ver la OEA. Informe y recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
sobre las convivir, 1995.
19.
Verdad Abierta. La historia detrás del pacto de Ralito. Recuperado de: http://www.verdadabierta.
com/nunca-mas/2103-la-historia-detras-del-del-pacto-de-ralito (Consultado en abril de 2012).
20.
Darío Betancourt. Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Las organizaciones mafiosas del Valle del
Cauca entre la Historia, la memoria y el relato, 1890-1997..., 135
21.
Revista Semana Viaje a las tinieblas. Recuperado de: http://www.semana.com/especiales/viaje-ti-
nieblas/108238-3.aspx (Consultado en abril de 2012).
22.
Sandra Rodríguez. Colombia 1990-2000. De la legalización a la legitimación de la reforma. (Bogotá: Do-
cumento inédito, 2003), 7.
23.
Revista Semana El testamento de Carlos Castaño. Recuperado de: http://www.semana.com/nacion/
testamento-carlos-castano/114334-3.aspx (Consultado en abril de 2012).
52
Entre Clío y Mnemósine. El genio valiente de Darío Betancourt
las AUC operaban en regiones de cultivos de coca y amapola. Naciones Unidas, por
su parte, calculó que la presencia paramilitar llegó a 86 de los 162 municipios donde
se cultivaba coca, ubicando frentes en el Magdalena Medio, Sierra Nevada de Santa
Marta, la región sur de Bolívar, el Valle del Cauca, el norte de Antioquia, la región
de Urabá, Nariño, el noroccidente del Putumayo, el suroccidente de Caquetá, Meta
y Guaviare. Regiones, estas últimas, en disputa con los grupos guerrilleros24.
En este período la violencia política en Colombia rompió todos los récords
en el mundo. La persecución y los crímenes sistemáticos contra una parte espe-
cífica de la población fueron bastante evidente. El aniquilamiento —genocidio—
de un partido político independiente la Unión Patriótica (UP) es uno de los
acontecimientos que ejemplificó la siniestra alianza. El rápido asesinato, entre
la década que va de 1985 a 1995, cerca de 3000 militantes, incluyendo candidatos
presidenciales, alcaldes y parlamentarios. Partido que culminó durante los pri-
meros meses de 1999, año en que le fue retirada su personería jurídica25.
Uno de los efectos del paramilitarismo es la eliminación física del adversario,
la persecución. En categoría de adversario caben cualquier opositor o contra-
dictor político, no solo militantes de grupos guerrilleros y presuntos colabora-
dores, sino que abarcó a grupos de derechos humanos, académicos, profesores,
periodistas, sindicalistas, activistas, entre otros. Si observamos las estadísticas
sobre violaciones a Derechos Humanos contra los educadores en 1994 pode-
mos observar claramente el fuerte ascenso de asesinatos, desplazamiento forza-
do y amenazas. ¿En qué momento se volvió especialmente peligroso el análisis
crítico de la realidad en Colombia, ya que cualquier trabajo o acción de este tipo
convertía a su autor en una víctima en potencia del exterminio sistemático, de
estas agrupaciones y sus “tácticas” y estrategias contrainsurgentes?
Entre los casos emblemáticos, inscritos totalmente en este aparato criminal,
podemos referir el homicidio del periodista y humorista Jaime Garzón en agosto
de 1999 por la acción directa de grupos paramilitares y la fuerza pública26, crimen
confeso por Carlos Castaño, donde se evidencia su alianza con agentes estatales27.
En la Universidad sufrimos los efectos sistemáticos de la violencia política.
Tenemos el recuerdo del profesor Hernán Henao, director del departamento de
Antropología y del Instituto de Estudios Regionales (INER) en la Universidad
de Antioquia, quien fue asesinado el Martes 4 de mayo de 1999, crimen que fue
confirmado como autoría de las AUC, Carlos Castaño declaró en su libro Mi Con-
fesión: ordenó asesinar a Henao porque, según creyó, colaboraba con la guerrilla
24.
Gina Rodríguez. “Élites, conflicto y narcotráfico en Colombia” (Bogotá: Universidad Nacional
de Colombia, 2005), 26.
25.
Gina Rodríguez. “Élites, conflicto y narcotráfico en Colombia”, 7.
26.
Jaime Garzón. Diez años de Impunidad. Recuperado de: http://www.youtube.com/watch?v=xMRT-
zyzvdnU
27.
El Espectador. (2012). Seis excomandantes ‘paras’, a declarar en proceso por asesinato de Jaime Garzón
Recuperado de: http://www.elespectador.com/noticias/judicial/articulo-350876-seis-excomandan-
tes-paras-declarar-proceso-asesinato-de-jaime-gar
53
Ferney Quintero Ramírez - Jhon Diego Domínguez Acevedo
y por escribir un libro contra las autodefensas que fue difundido en Europa28; la
desaparición de Gilberto Agudelo Martínez, presidente de Sindicato de Traba-
jadores y Empleados Universitarios de Colombia (SINTRAUNICOL) es otro de
estos casos: “Gilberto fue desaparecido el 6 de abril del 2000, posteriormente los
paramilitares aceptaron su responsabilidad en este crimen, después de que un in-
formante de las AUC confesara, su cuerpo mutilado fue exhumado”29; además, seis
de los 19 docentes de planta del IEPRI, quienes se vieron obligados a salir del país
bajo la amenaza de ejecución; también cayó en este periodo asesinado un profesor
de la Facultad de Economía en el campus de la Universidad de Antioquia30. Todos
ellos, al igual que Diarío Betancourt, por llevar investigaciones que tenían un ca-
rácter crítico en cuanto al conflicto y sus actores y que además denunciaban a las
AUC, grupos de ultraderecha y sus aliados políticos, o por su activismo en la esfera
sindical. Estas acciones se enmarcan dentro de la categoría de crímenes políticos,
ya que su efecto era —y tristemente sigue siendo— desestimular toda actividad
política dentro de los docentes de todas las esferas y regiones.
28.
Verdad Abierta. Hernán Henao, antropólogo asesinado http://www.verdadabierta.com/nun-
ca-mas/1849-hernan-henao-antropologo-asesinado
29.
Gina Rodríguez. “Élites, conflicto y narcotráfico en Colombia”, 22.
30.
Ana María Bejarano y María Emma Wills. “La ciencia política en Colombia: de vocación a disci-
plina”. En Revista de Ciencia Política, (2005): 111-123.
54
Análisis sincrónico de un amigo1
Homenaje a Darío Betancourt Echeverry2
Gonzalo Sánchez Gómez3
E s difícil hablar de la obra de los muertos que se fueron por causas “natu-
rales”. Es mucho más difícil hablar de la obra de quienes se han ido por la
demencia de los que aún quedan vivos. Es difícil hablar de la obra termina-
da de un autor. Es muy difícil hablar de la obra que no pudo ser. Es difícil hablar de
una obra inconclusa cuando toca temas cercanos a los nuestros. Y es aún más difícil
hablar de la obra inconclusa cuando, como en este caso, ella hace parte de la nuestra,
a tal punto que resulta imposible precisar en qué medida hubiéramos podido estar
en empresas conjuntas, o hasta qué punto sus trabajos futuros hubieran incidido en
los futuros nuestros, los hubiera modificado, complementado o desmentido para
bien del conocimiento de nuestro país y de la disciplina histórica. Algo, con Darío
Betancourt le ha sido arrebatado a los estudios de la violencia, algo con él ha sido
arrebatado al desarrollo y a la enseñanza de la historia. Estas notas son pues una
invitación a continuar la obra de los muertos que aquí evocamos. Al fin y al cabo,
esa es la tarea de los vivos: prolongar la memoria de los que han partido antes. La
memoria y la historia, lo sabemos, son esencialmente selectivas. Olvidan muchas
cosas. No hay que aceptarles pasivamente ese papel... a la memoria y a la historia hay
que pedirle que revivan cosas. Esta será entonces una velada de reminiscencias.
Darío era no sólo un estudioso, era un militante de la historia y un rebelde
nato. Como alumno Darío era al mismo tiempo tremendamente incómodo
y tremendamente estimulante. Espero que no se entienda como expresión de
arrogancia de mi parte si digo que su tesis de maestría sobre “los pájaros y las
cuadrillas en el Valle” era un debate abierto con mis tesis sobre el bandolerismo y
mis periodizaciones de la Violencia. Y presiento que con Daniel Pécaut tenía una
similar relación, de admiración y de insubordinación. Eso era lo que animaba su
sentido de creatividad un afán de ruptura permanente con sus maestros. Y eso
no se traducía en resentimientos o en pérdida de la amistad. Una o dos semanas
antes de su desaparición le había devuelto con comentarios fuertes un traba-
jo que preparaba para una publicación colectiva y temática sobre Colombia, en
los Estados Unidos. Su respuesta como siempre fue: “tranquilo Gonzalo...” yo le
trabajo a eso. No le dieron el tiempo de terminarlo... En el lanzamiento de su
último libro fui particularmente severo en su propio territorio, la Universidad
Pedagógica, a tal punto que alguien distinto a él me reclamó por mi dureza. Darío
escuchó atento y se mostró receptivo... Pero una semana después me buscó y me
dijo... sus críticas me dejaron pensando... y comenzó el debate... fue sacando uno
a uno los argumentos que se le habían quedado atragantados en aquella tarde de
tertulia de la Pedagógica... Mi relación de amistad con él era pues de intercambio
y controversia permanente. “Discrepar, como se dijo esta mañana citando a Flo-
res Galindo, era una buena forma de aproximarnos”.
56
Análisis sincrónico de un amigo. Homenaje a Darío Betancourt Echeverry
sino colgante, puesto que se exhibía pendiendo de una cuerda en los patios centrales
de la Universidad, demandaba que un miembro del grupo de trabajo escribiera
sobre lo local, otro sobre lo nacional y un tercero sobre lo internacional. Esa mirada
múltiple permeaba todas sus reflexiones.
Luchó hasta lograr institucionalizarlo, que se exigiera mayor rigor al trabajo
elaborado por los seminarios de investigación en Historia de Colombia y se
les reconociera como tesis, como requisito de grado, que le permitieran a los
graduandos empaparse de problemas de la realidad nacional. Él mismo dirigía un
buen número de monografías.
Creó espacios informales para compartir la cotidianidad con los alumnos y para
estimular la participación colectiva de los mismos... Sólo él tenía el carisma para
darle continuidad y sustancia a un escenario de vida académica como las “Tertulias”
periódicas de los viernes en el auditorio... Estuve un par de veces allí por invitación
de Darío, dicho sea de paso, para hacer un comentario crítico a su último libro.
Por allí desfilaron investigadores nacionales, pero también cuanto investigador
internacional transitara por Colombia: a instancias suyas hicieron exposiciones sobre
diferentes tópicos Charles Bergquist, Josep Fontana, Joe Broderick, Heraclio Bonilla,
Pierre Raymond... A veces en las tertulias se establecía interlocución directa con
representantes de actores sociales en conflicto, los pescadores, por ejemplo. Y cuando
no había invitados especiales, simplemente se improvisaba un conversatorio sobre
algún problema candente de la realidad nacional.
Los alumnos le retribuyeron con grandeza lo enseñado, lo aprendido, lo
aportado. Tras su desaparición se repartieron por miles en la ciudad y, al decir
de Javier, “escanearon” a Bogotá barrio a barrio, calle a calle, potrero a potrero,
en busca del desaparecido. Pegaron afiches y los distribuyeron incluso por cuanto
pueblo pasaban en sus prácticas de campo. Hicieron lo que llamaron el “Abrazo de
la Universidad” y marcharon a la Defensoría del Pueblo para llamar la atención de
las autoridades sobre su caso. Estamparon graffitis como éste: “Sólo nos falta un ser
y todo está despoblado”. Le escribieron sentidos poemas... Le cantaron. Expresaron
a propósito de eso que vivieron como un despojo brutal, la rabia juvenil que aún
queda contra la barbarie.
que, dicho sea de paso, lo llevó a leer con avidez “Para una crítica de la violencia y
otros ensayos” (1991); “Historias y relatos” (1991) y “Discursos interrumpidos” (1982)
del crítico alemán Walter Benjamín. Le escuché hablar casi con embrujamiento de las
técnicas del relato corto de Benjamín e Ítalo Calvino, sus autores de cabecera en los
últimos días.
Su insatisfacción con lo hecho y lo aprendido lo llevaba, en términos
positivos, a socializar textos, experiencias y saberes. En desarrollo de este tipo
de inquietudes nos había invitado a Javier y a mí a editar un libro que trajera
a Colombia algunos elementos del debate internacional sobre la violencia,
para oxigenar una discusión que todos considerábamos estancada. El libro ya
tenía título, “Para pensar la violencia”; y había sido presentado a consideración
del IEPRI para su publicación. Pero con su ímpetu característico Darío había
decidido publicarlo sin pedirle permiso a ninguno de los autores y editores.
(“Sin permiso”, recordemos, se llamó uno de los movimientos estudiantiles en
que militó por allá en los ochenta). Javier en alarde de inusual cautela se negó a
hacerlo en esos términos y fue fraternalmente marginado del proyecto por Darío.
Yo debía seguir adelante con él... pero no nos dejaron... Otra tarea inconclusa.
Tantas tareas inconclusas... Lo que se quiere destacar aquí es que este espíritu
crítico atravesaba todo su horizonte vital y se proyectaba en todos sus espacios
de acción. Por ello cada vez que un tema se adormezca hará falta un Darío Betancourt
que rompa las inercias.
Metodológicamente, es poco lo que se puede agregar a la caracterización que
Daniel Pécaut5 ha hecho del aporte de la obra de Darío, muy pertinente para un
escenario como este Congreso de Historia. Tres son, según el profesor Pécaut, los
parámetros de la investigación de Darío:
- No hay historia del presente que no esté anclada en la larga duración
- No hay historia política que no sea al mismo tiempo historia social, y
- No hay historia macro sin soporte en la historia micro
Uno podría decir que Darío era un practicante de la recomendación de Lord
Action a sus alumnos: “Estudiad problemas, no períodos”.
Por otro lado, y cambiando de registro, en un país amenazado por la
fragmentación y disolución de las redes sociales, en donde lo local parecería
perder su rostro por la acción combinada de la globalización y la violencia, el
empeño de Darío en mostrar el papel fundamental de la historia en la refundación
de la memoria y de las identidades locales era una tarea subvertora. Recordemos
su Historia de Restrepo Valle: de los conflictos agrarios a la fundación de pueblos que fue
por lo demás Premio Jorge Isaacs de la Gobernación del Valle en 1998. Apartán-
dose en efecto de toda intención de monumentalidad y de historia de bronce, su
afán al escribir con tanto énfasis sobre lo local era llegar a las cosas simples de los
Daniel Pécaut. “Los aportes de Darío Betancourt Echeverry a la comprensión del presente”. Análisis
5.
63
Los aportes de Darío Betancourt Echeverry
a la comprensión del presente1
Daniel Pécaut2
66
Los aportes de Darío Betancourt Echeverry a la comprensión del presente
67
Daniel Pécaut
Todavía quedan analistas que se preguntan por eso de la “precariedad del Es-
tado”, si a muchos pueblos llegan la electricidad, las carreteras y los puestos de
policía. Esos analistas deben leer a Darío y entender entonces aquella precarie-
dad: el funcionamiento del poder local se basa en prácticas y “reglas de hecho” que
escapan al control del Estado —lo que Darío llama la privatización del espacio
público—, obligando al Estado a transar de forma permanente con el poder local.
Todo un análisis que en su obra cobra cuerpo vía el tema de las mediaciones.
2. Aparece el otro punto, el traslado de parte de la población de un partido
al otro debido a la coacción. Creo que nada puede ilustrar mejor los límites de la
ciudadanía en Colombia. La ciudadanía supone identidades colectivas autogene-
radas a base de elementos comunes en términos de clases, religión, cultura local.
Supone la conciencia de un conjunto de derechos que el Estado debe reconocer.
Supone que, más allá de las desigualdades, se impone la convicción de una similitud
entre las personas, retomando la palabra utilizada por Tocqueville en su comenta-
rio sobre el nuevo “tema generador de las sociedades modernas que es la igualdad”.
Los cambios en las afiliaciones partidistas muestran, en primer lugar, que en el
Norte del Valle no existe la posibilidad de entidades autogeneradas. Las identidades
son en gran parte el resultado de la imposición; quienes no la aceptan corren el ries-
go de perder su tierra y a menudo su vida. Pero el mérito de Darío es también el de
subrayar la dimensión individualista de los colonos, relacionada con la diversidad de
su proyección y sus trayectorias. Así que lo común, lo “comunitario”, no es producto
de su solidaridad sino de las reglas impuestas por los jefes locales. Como lo anota
Gonzalo Sánchez en el prólogo de una de las obras de Darío, el norte del Valle es una
zona bastante rica, gracias al café, en la cual no se dan conflictos agrarios ligados a
múltiples acciones colectivas y a una cultura popular, como aconteció en Sumapaz.
Lo que hay en los municipios cafeteros del Valle es una doble relación estratégica, la
de los individuos que tienen que adaptarse a las imposiciones del poder local, y la del
poder local con el poder de otros niveles. Sería un tema fascinante de investigación
esa población de “conversos políticos” y los efectos sobre sus identidades personales.
En segundo lugar, tales cambios de afiliaciones partidistas significan la impo-
sibilidad de constituir una esfera de derechos relacionados con una percepción de
la justicia. Ni hay forma de armar una conciencia colectiva de tales derechos, ni un
Estado capaz de hacerlos reconocer a nivel local.
En tercer lugar, la referencia a la similitud no puede calificarse como un “he-
cho generador”. No es que los jefes locales sean oligarcas de vieja estirpe manteni-
dos en una visión jerárquica semejante a la del régimen colonial. Lo que distingue
a los jefes de los campesinos es la apropiación del poder político, fuente del poder
social. De allí que el mantenimiento del orden supone siempre acudir a la fuerza,
activa o potencial. Se trata de una realidad opuesta a la microfísica del poder
de Foucault y sus teorías de las disciplinas, pero también a las tesis del proceso
civilizatorio de Elías. Es una realidad fusionada en dinámicas de redes privadas
68
Los aportes de Darío Betancourt Echeverry a la comprensión del presente
de poder que no determinan los impulsos sino que se apoyan sobre ellos, que
no se subordinan a una regulación de conjunto sino que generan fragmentación
como recurso de poder. Los partidos mismos no son instancias unificadoras, sino
el producto de una negociación permanente entre poderes de variados niveles.
Tampoco el mercado constituye una instancia reguladora. Lejos de la autorre-
gulación el mercado, a su turno, está permeado por las relaciones de poder. Sin
institucionalización política estable, sin la idea de mercado regulado, la cons-
trucción de la sociedad no puede ser sino un proceso siempre inacabado donde
las regulaciones precarias y la violencia se entremezclan en todo momento.
Tales son los aportes del historiador Darío Betancourt. No son pocos. Es ne-
cesario subrayar que sirven para descifrar el presente, las luces de sus análisis
sobre el conflicto de hoy son obvias. Quien quiera entender los días actuales debe
seguir las enseñanzas de Darío Betancourt.
En efecto, para ello es fundamental partir de las transformaciones que sa-
cudieron la sociedad. Los recursos económicos aparecidos en los últimos años
trajeron multitud de transformaciones brutales. El surgimiento de nuevas redes
de poder acabó las antiguas redes, sin que hubiera gobiernos con capacidad de
dar sentido a transformaciones tan salvajes. Las redes de poder privado ya están
diseminadas en todo el territorio nacional. Más que nunca, imponen sus reglas a
la población. Y lo hacen de tal manera que no queda otra alternativa que callarse,
adaptarse a los dueños locales, o huir.
La diferencia con el pasado es que ya no es posible hablar de mediadores. Los
protagonistas armados, si se quiere, median hacia adentro imponiendo su con-
cepto de orden a la población. Pero no median hacia afuera, sino que constituyen
soberanías alternativas yuxtapuestas a la soberanía del Estado. Ahí está implicada
una “modernización” por cuanto desplazan a las viejas élites, pero sin alcanzar a
dar sentido a tal proceso. Circula el poder en bruto, sin producir un nuevo ima-
ginario colectivo. Lo tradicional y lo moderno se combinan en todos los aspectos,
políticos, culturales, sociales, sin que se llegue a ingresar realmente la modernidad.
En Colombia no se ha podido inventar una memoria distinta a la de la violen-
cia, ni hacer que la gente alcance a creer que más allá del sufrimiento es posible
una historia nacional con sentido. Lo repito, me hubiera gustado pronunciar esta
charla en presencia de Darío Betancourt. Son muchos los afectados por la vio-
lencia en Colombia. No podemos dejar de pensar en ellos, pero me pasó con el
secuestro de Darío lo mismo que tantos otros han experimentado en Colombia:
la sorpresa, la incredulidad, la indignación. Secuestrando a Darío no solo se se-
cuestra un gran historiador, se secuestró algo del espacio académico, espacio tan
fundamental para ofrecer un futuro al país.
69
Darío Betancourt,
maestro de camino y memoria1
Efrén Mesa Montaña2
Estoy,
por eso peligro.
¡Todo me empuja!
En la multitud un fósforo presume
del futuro penacho.
Julio Cortázar
siguiendo las modas europeas, para enclaustrar y confundir aún más la realidad
social colombiana. No puede definirse la superficie sin conocer el subsuelo sobre
el que descansa. Suponer la desintegración social, esta anomia que carcome despo-
jando a los hombres de todo valor hacia sus otros yo, sus semejantes, como parti-
cularidad cultural de los colombianos, recrudecida por la soledad y la desespera-
ción que conlleva la falta de oportunidades en un mundo cada vez más reducido,
más propiedad de unos pocos, es tanto que ingenuidad histórica, una pretensión
por sostener el orden establecido. No mirar atrás para no ver hacia dónde se va,
parece ser la consigna.
Las raíces de las violencias que a cada instante nos acechan no sólo histórica-
mente han venido reproduciéndose, sino, lo que es todavía peor, en ningún mo-
mento se han intentado mitigar. Todo lo contrario ocurre; se les estimula desde
el silencio, desde la muda aceptación de normalidad, banalización o desfachatez,
sencillamente porque aquí no pasa nada, son nada más que calumnias para despres-
tigiar al país internacionalmente, por influencia de la subversión, como declarara
el entendidísimo Plinio Apuleyo Mendoza a principios de este año, reaccionando,
como debía ser, ante las escalofriantes cifras de homicidios y desplazamientos du-
rante el año pasado, publicadas en un informe de la Americas Human Rights Watchs.
Al mismo tiempo, los técnicos de la paz aducen que es necesario encontrar los
caminos de la reconciliación nacional, calmar las iras, pretender los abrazos, pero
sin desactivar el feroz resorte que ha originado matanzas, usurpación de tierras y,
de ahí, desplazamientos masivos a las ciudades, únicamente en busca de refugio.
La descomposición social, las violencias urbanas o su equivalente, la delincuencia
común, no es más sino su efecto.
A lo largo de este siglo, las soluciones siempre han sido las mismas: a un con-
flicto sucede otro y éste se define como aquél cuya atención inmediata es priorita-
ria, sólo mientras se enreda en el tiempo necesario para archivarse en los estantes
polvorientos del olvido. La amnesia parece ser el único remedio (al lado de otros
igualmente efectivos) del cual los gobiernos han dispuesto a lo largo de la historia
para garantizar el sano desarrollo de la sociedad, sobre todo de aquellas fracciones
cuya maldición consiste en no ser; es decir, no tener, términos hoy en boga y que
usaran los españoles durante la conquista.
Los sucesivos estancamientos en que han caído los reclamos del pueblo colom-
biano por lograr un país más justo, más de todos, obteniendo como respuesta silen-
cio o represión, contradictorias evidencias en un proyecto democrático, no puede
degenerar sino en el caos, en el sálvese quien pueda, la individualidad rampante,
el oportunismo del más fuerte, lo cual se transfiere en todas las modalidades de
violencia que la realidad allá afuera está presta a ofrecer. Somos, en ese sentido, el
resultado agobiante de una impunidad histórica, donde la desmesura de la irreali-
dad, el caos indefinible, las malas noticias, siempre únicas, se han hecho costumbre.
Sin embargo, contrario a ello, la dignidad y la memoria han marchado paralelas,
72
Darío Betancourt, maestro de camino y memoria
de Darío se ocupa justamente de eso: recobrar la historia con sus múltiples expe-
riencias, aquellas que hacen parte de la cotidianidad de la gente, aun cuando el
tiempo tienda a diluirlas, de manera que la experiencia vivida se transfiera en la
posibilidad de cambio, aun con todas las contradicciones inmersas. Conocer el
pasado significa, entonces, no recaer en los errores y los horrores que sin pausa
han venido a saltos hasta nosotros.
Nadie más consciente que Darío para tener como punto de partida del análi-
sis social el que donde la pobreza de conocimiento, de experiencia aflora, la des-
composición, la iniquidad y la injusticia tienen campo abonado para reproducirse,
estimuladas por la precariedad o la ausencia del Estado. De ahí que el trabajo, la
disciplina, sean fundamentos impostergables de aquél que ha elegido la “carrera” de
maestro. “Untarse de barrito”, como solía decir Darío, abrazar con constancia y sin
perder un hálito de ánimo la labor que uno mismo se encomienda, reafirman y con-
firman sus preocupaciones. Sus trabajos de investigación reflejan permanentemen-
te ese tesón por no hallar divorcio entre el conocimiento teórico y la experiencia.
Uno de los primeros, Historia del Himat, fue realizado siendo funcionario de aquella
entidad; con éste, el pretendido deseo de la docencia era ya evidente, y como tal, su
otra parte, la investigación histórica.
Dos trabajos, Historia de la Edad Media e Historia de Colombia, descubrimiento, con-
quista y colonia, se presentan casi ajenos a su futura producción, pero de hecho se con-
vierten en el campo experimental, de entrada, donde el siglo veinte, teniendo como
eje los años cincuenta, va a ocupar, como sigue ocupando, los últimos quince años.
Desde la publicación de Matones y cuadrilleros, los trabajos que le siguen han
guardado la coherencia que impone el rigor de un trabajo planificado a largo plazo.
Este se convierte en la base para explicar el surgimiento de la mafia en los años
setenta, y su brazo armado el sicariato, a raíz de la degeneración de las cuadrillas
bandoleras y del enriquecimiento delincuencial de comerciantes, contrabandistas,
funcionarios públicos y usurpadores de tierras, y cuyo origen se remonta al trabajo
“Los ‘pájaros’ de ‘El Cóndor’, sicarios de los ricos y del Estado”.
Un trabajo intermedio, que no explica estos procesos, aun cuando se basa en
ellos, es su historia social de la mafia, Contrabandistas, marimberos y mafiosos; éste se
ocupa esencialmente de mostrar que la mafia no aparece espontáneamente, sino
que es el resultado de la fusión de elementos ancestrales con elementos modernos,
dinamizados profundamente por la producción y el comercio, de la marihuana,
primero, y después la cocaína; una organización producto de la confluencia de múl-
tiples fuerzas y tendencias agrupadas en torno a aspiraciones individuales, y cuya
base fue un extenso artículo: “Narcotráfico e historia de la mafia colombiana”, com-
pilado en Violencia en la región andina, publicación del CINEP.
Este trabajo, sin embargo, se convierte en el punto de partida, en la vuelta atrás
para explicar sus orígenes, como tal se dilucidan hoy en el desarrollo de su tesis de
doctorado. Dos trabajos, sin embargo harían parte del engranaje para llegar a esto
74
Darío Betancourt, maestro de camino y memoria
último: Historia de Restrepo, cuyo origen se remonta a una pequeña obra aparecida
en folleto, El grabado calima, y a un artículo, que es prácticamente un esbozo de lo
que sería la obra definitiva, “La colonización antioqueña tardía y la fundación de
pueblos en las cordilleras del Valle del Cauca, 1900-1940”; su preocupación entonces
no es sólo ver los procesos de colonización, asentamiento y fundación de pueblos en
la cordillera Occidental del Valle, incluida su tierra natal, sino confrontar y contra-
decir las historias románticas, las gestas heroicas que sugería la colonización y fun-
dación de pueblos, con la realidad de los conflictos que suscitó la migración forzada
hacia el sur, la desigual tenencia de la tierra y su continuidad hasta nuestros días.
Como complemento, una publicación reciente, Mediadores, rebuscadores, traque-
tos y narcos, historia de la incesante colonización y apropiación de la tierra en los
marcos de un Estado ausente, precario; la mediación o vocería tomada allí por
los fundadores de pueblos para legitimar los derechos de los nuevos pobladores, y
durante los años treinta y cincuenta, el manejo político que se le da a los conflictos
agrarios por parte de terratenientes, jefes políticos locales y jefes de cuadrillas de
matones a sueldo; son éstos los nuevos mediadores, amparados por un poder eco-
nómico disfrazado de político, o a la inversa. En la década de los años setenta, con
la irrupción de la mafia, la mediación criminal entra en escena; los nuevos patrones,
los nuevos voceros, son quienes deciden y actúan; el Estado, como tal, no existe.
Este trabajo desemboca en las matanzas de Trujillo, y plantea el surgimiento del
paramilitarismo como brazo armado de terratenientes y mafiosos con aquiescencia
de los gobiernos locales y del ejército.
Es claro, sin embargo, que sus investigaciones marchan paralelas al ejercicio
de la docencia, pues nada parece ser más idóneo en un maestro de historia que la
práctica investigativa y la enseñanza de su disciplina. Tal propuesta fue formu-
lada en su libro Enseñanza de la historia a tres niveles, donde advierte que el traba-
jo conjunto y crítico profesor alumno favorece el enriquecimiento de los temas
contenidos en los currículos, a partir de las vivencias y el conocimiento teórico
previo del estudiante; por otra parte, el saber, la experiencia y la acertada direc-
ción del maestro, son a su vez elementos posibilitadores de la re-creación de los
programas oficiales, fundamentalmente, a través del acercamiento a la realidad
circundante. Estos trabajos, como otros innumerables aparecidos en compila-
ciones, guardan un hilo conductor común, equiparable a la constancia, que es su
compromiso, de devolver la memoria a estos tiempos donde la razón y el ejercicio
de la inteligencia parecen ser los grandes ausentes.
Puntos de partida que se retoman en uno y otro lugar, que confluyen y se expli-
can mutuamente, porque la historia no se ramifica hasta extraviarse, sino que vuelve
sobre sí para retroalimentarse, lamerse las heridas, como dijera Eduardo Galeano, y
seguir, como tal es la experiencia humana.
75
Efrén Mesa Montaña
Pero sería Darío quien mejor que nadie pudiera comentarnos acerca de su obra.
Su experiencia docente, que es experiencia de vida, no cabe duda que ha influido
en quienes por fortuna ejercemos el mismo oficio, que es más que eso: una vocación.
Darío no está aquí con nosotros, como debiera ser, celebrando una página más de la
memoria, como es este acontecimiento del nuevo libro de Renán. Ya Renán mismo
había dicho el sinsentido que tendría la presentación de este libro sin su presencia.
Pero considerémoslo así: a casi dos meses de ausencia, toda acción o toda excusa es
válida para traer al presente su nombre; toda acción que desencadene esperanzas,
que promueva su búsqueda, que reivindique su lugar en este mundo. De nosotros,
de nadie más depende que las buenas noticias vengan con su presencia.
Es necesario evitar que todo esfuerzo se banalice, se pierda y se olvide; en otras
palabras, que sigamos el juego, aun enraizado, hecho costumbre, de recurrir al olvi-
do como refugio a las exigencias de la conciencia. Ya un personaje literario de por
ahí lo dijo con las palabras precisas: “las cosas dejan de existir si se olvidan”. Este
horror de la memoria no debe ser el nuestro. No tenemos tiempo para ello. Sería
precisamente estar en contra de las premisas que han alimentado el trabajo docente
e investigativo de Darío: brindar los elementos necesarios desde la palabra, que es
acción, para edificar un mundo en el que todos quepamos.
Entre tanto, que este esfuerzo, la nueva obra de Renán, producto de la tenacidad
y la disciplina, que advierte de los estragos y la miseria que siembra a su paso la ex-
pansión capitalista, cáncer del que nadie podrá estar a salvo, sea del mismo modo
motivo de reunión en la que estrechemos lazos de solidaridad y nos reconozcamos
como los habitantes de este tiempo cuyo futuro común es el mismo, para forjar,
entre todos, las esperanzas necesarias, las herramientas indispensables para afrontar
este mundo cada día menos nuestro, cada día más dado al abismo, y el que por ello a
cada instante reclama la imprescindible presencia de la razón, la justicia, la igualdad,
la solidaridad, en la acción o en la palabra, sueños incorregibles que ni el olvido ni la
muerte podrán arrebatarnos.
76
Violencia extrema y ambigüedad
de la guerra en Colombia: A propósito de Darío
Betancourt Echeverry y de la violencia contra los
intelectuales1
Javier Guerrero Barón2
In memoriam
Cuando nos informaron que Darío Betancourt no llegó a su casa, tuve la certe-
za de que se trataba de un problema profesional, de algo así como un accidente de
trabajo. La obra de Darío Betancourt tiene dos grandes vertientes: la del maestro
1.
Publicado en homenaje a la desaparición y asesinato de Darío Betancourt en el XX Congreso de
Historia y posteriormente publicado como artículo en: Javier Guerrero. “Violencia extrema y am-
bigüedad de la guerra en Colombia: A propósito de Darío Betancourt Echeverry y de la violencia
contra los intelectuales”. Estudios Políticos. No. 16, (2000): 53-165.
2. Profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC). Sociólogo y Doctor
en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Amigo y compañero del profesor Darío
Betancourt en la primera promoción de la Maestría en Historia de la Universidad Nacional de
Colombia.
77
Javier Guerrero Barón
Esta segunda experiencia tuvo muchos obstáculos y discusiones en su seno: dirigido por Alejandro
4.
Reyes, participaron Eduardo Pizarro, Alfredo Molano, Carlos Miguel Ortíz, William Ramírez y
Javier Guerrero.
79
Javier Guerrero Barón
Sus trabajos posteriores fueron mucho más matizados y apuntaron a una re-
flexión histórica importante para la comprensión del drama que vive Colombia.
La obra quedó trunca cuando intentaba crear un precedente teórico en la re-
flexión sobre los desarrollos contemporáneos de las que siempre vio como “for-
mas de evolución del capitalismo cada vez más funcionales a los Estados y a las
nuevas burguesías globalizadas”, tema de nuestra última conversación, en el que
las violencias juveniles eran el centro de sus perplejidades.
Su obra final tiene que ver con la historia local y regional, hecha —consecuen-
temente con sus planteamientos teóricos— con base en historia oral. De esta etapa
deja la monografía del municipio de Restrepo, su tierra natal, titulada “Mediadores,
Rebuscadores, Traquetos y Narcos: Valle del Cauca, 1890-1997”, libro que sería su tes-
tamento. Esta recopilación de ensayos cortos que era parte antecesora de su tesis
doctoral desarrollada en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París
con Daniel Pécaut, contiene seguramente las claves de su desaparición violenta
el30 de abril de 1999, cuando sus estudiantes y colegas de la Universidad Pedagógi-
ca Nacional, donde era director del Departamento de Ciencias Sociales, se queda-
ron esperándolo para ir a una salida de trabajo de campo en la mencionada región.
Darío Betancourt encarna el compromiso de una generación que creyó en una
nueva forma de entender y de enseñar la Historia. Forma parte de la legión de
hombres y mujeres que, sin proponérselo, constituyen la comisión de la Verdad
contra la ignominia, para que la historia, la dolorosa historia de los errores de la
Colombia amarga, no se siga repitiendo. Seguiremos debatiendo sus ideas, sus
tesis, sus aportes. Y aunque su muerte nos mutila en lo más íntimo de nuestra
capacidad de pensar, siempre supimos los riesgos de pensar y de escribir, pero
transformaremos nuestro miedo y seguiremos haciendo lo de siempre: decir y
escribir lo que pensamos.
sabía tanto como él sobre negociaciones de paz, desde la experiencia como ne-
gociador del gobierno y desde el sitial privilegiado de observador diplomático
de los procesos centroamericanos. De Hernán me consta la dedicación total a su
universidad y su convencimiento de que en el estudio de las regiones está la clave
del futuro de Colombia como nación. Hoy los tres están envueltos en el manto del
silencio que nos impuso el juego macabro de la ruleta de los fuegos cruzados. Y,
como si fuera poco, en diciembre de 1999, Eduardo Pizarro León-Gómez, director
del IEPRI, salvó milagrosamente su vida en un grave atentado cerca a los predios
de la Universidad Nacional. Entre tanto, numerosos investigadores y profesores de
varias universidades han abandonado el país debido a las amenazas de muerte. Y
aunque no es nada nuevo y es previsible que continúe, se suma inusualmente a lo
que ha venido sucediendo a otros sectores sociales como el de los comunicadores
y los activistas de los derechos humanos.
Sólo actos de profunda ignorancia podrían matar y silenciar mentes tan lú-
cidas, cuando tanto podían aportar a descifrar el laberinto de Colombia. Sólo la
culebra que se muerde la cola y se devora a sí misma puede producir crímenes
contra el pensamiento, como los que sacuden, cada vez con mayor frecuencia, a
la sociedad colombiana.
Esas muertes, amenazas y atentados (que llamaremos indistintamente silen-
cios); las asocio directa e inequívocamente al ejercicio de su profesión de pensa-
dores. En el caso de Darío a su profesión de historiador y al de profesores uni-
versitarios, de excelencia académica y generadores de opinión y de saber, y las
atribuyo, sin duda alguna, a los constructores de vergüenzas innombrables, a los
que renunciaron a construir el futuro y prefieren tergiversar la Historia. De esas
muertes, amenazas y atentados podemos deducir al menos seis lecciones:
La primera lección está relacionada con la responsabilidad del historiador fren-
te al momento actual. La historia, por ejemplo, se convirtió en una forma de juzgar
a los hombres. Cuando nuestra generación se propuso adentrarse en el camino de la
historia inmediata, no se daba cuenta en toda su dimensión de los peligros de esta
propuesta. No quiere decir esto que no debamos hacerla o que nos arrepintamos de
lo hecho, sino simplemente poner de presente que la historia siempre será un desa-
fío a los poderosos, máxime si están vivos. Siempre se ha dicho que la historia de los
vencidos entraña peligros inconmensurables y en Colombia hay una guerra en pro-
ceso donde los intelectuales tienen que demostrar todas sus habilidades para poder
hacer lo suyo sin desatar el peligro. Algo así como el papel de los corresponsales de
guerra, de escribir desde la trinchera la lectura de los acontecimientos del día, siem-
pre jugándosela, en un trabajo cotidiano por la reconstrucción de la verdad. Antes,
los callaban denunciándolos ante los tribunales, como en el caso del historiador
Libardo González (q.e.p.d.), quien tuvo que pasar varios años defendiendo el dere-
cho a su verdad ante los estrados de la justicia. Hoy son simplemente silenciados.
81
Javier Guerrero Barón
La segunda lección tiene que ver con el papel del historiador. Aunque el juicio
es un lugar ineludible, cada vez es más urgente entender y hacer entender que
el papel del historiador no es juzgar. Es reconstruir para comprender; es, como
propone Hobsbawm, “juzgar menos y comprender más”. El juicio es un acto
colectivo, inevitable, pero escapa a los alcances de la historia como disciplina. Y
aunque el historiador hace un juicio indirecto cuando realiza la crítica de fuentes,
a manera de validez de las “pruebas” en un proceso judicial, lo que está haciendo
es reconstruir e interpretar, pero no en forma de “veredicto”. (Sin embargo, en
toda reconstrucción hay interpretación y en ésta hay un juicio implícito cuya
finalidad última no es juzgar sino reconstruir con apego a lo real). Tal vez, si
algún historiador recogiera el relato del hombre máquina o del cerebro que lo
manipula, para transformarse en instrumento de muerte, de tortura, de cruel-
dad extrema, debiera hacerlo para comprender la trama social y política que hay
detrás de cada acto, para comprender por qué Colombia fue capaz de producir
individuos de características tales, con capacidad de repetirlos y hacerlos rutina-
rios. Lo otro es asunto de tribunales yesos difícilmente existen en Colombia; y si
existen, funcionan selectivamente y por ello son parte del colapso de lo legítimo
y de lo creíble. Pero ese es otro problema distinto al de la historia.
La tercera podría tener forma de pregunta: ¿cuál es la responsabilidad de un
intelectual en un país en guerra? ¿Cómo vencer el efecto del terror de estas cargas
de profundidad que han sido arrojadas sobre nuestra capacidad de pensar, sin de-
jar de hacerlo? Es difícil contrarrestar los efectos del miedo y de las autocensuras,
que se suman a las censuras implícitas y explícitas de una sociedad donde el tra-
bajo de las ciencias humanas está desestimado y desestimulado, donde es difícil
publicar y donde existe, como dice Galeano, la “censura estructural”: ediciones de
unos pocos miles de ejemplares que se demoran varios años para su distribución
porque la forma de supervivencia de las mayorías no da ni para comprar ni para
leer. Con razón dice Lyotard: “decirte cállate es matarte”.
La cuarta lección tiene que ver con la anterior: el quehacer de la universidad,
herida de muerte como está, amenazada por todos los flancos: por quienes se
empecinan en convertirla en campo de batalla, donde sólo los poderes armados
acabarán por imponer la lógica de sus “fierros” , la ausencia de razón y la impo-
sición del que sea más eficiente en acallar y en violentar; y por un Estado que,
por otros mecanismos, se empecina en asfixiarla, en achicarla, en callarla (en el
sentido de Lyotard). Unos y otro terminaron por destruir su esencia. Es doloroso
ver como importantes académicos -aliado de muchos ciudadanos de otras con-
diciones- han salido a la incertidumbre de un exilio, también ambiguo: no es el
exilio de la Guerra Civil Española, en el cual, aunque vencidos, los hombres de
la República sabían que su utopía había sido derrotada (con una alta dosis de
complicidad de muchas naciones del mundo. El precio lo pagó la humanidad en
cada uno de los hechos que la repitieron con creces en los miles de holocaustos,
82
Violencia extrema y ambigüedad de la guerra en Colombia: A propósito de Darío Betancourt Echeverry
desde Guernica hasta Hiroshima). No. Somos anónimos, salimos en las sombras
de la noche y la mayoría ni siquiera se atreve a decir por qué se va, tal vez porque
ni ellos mismos saben por qué han tenido que partir. Y afuera debemos cargar con
otra ignominia: simplemente la de ser colombianos en tierra extraña (No es una
queja por la imagen. Todo imaginario es unilateral pero no arbitrario. Alguien
dijo: “La imagen de Colombia es mala, pero la realidad es peor”). Pero deben exis-
tir formas de construir redes que mantengan los vasos comunicantes para que el
pensador pueda seguir cumpliendo su función.
La quinta tiene que ver con el “derecho al Derecho”5: mantener en medio del
conflicto mecanismos que garanticen el derecho. El derecho a reclamarles a quie-
nes optaron por el camino de la guerra (o la violencia) el derecho. El derecho a
disentir o a escribir libros o artículos que se aparten de las historias oficiales de
los comandantes, tanto de las brigadas como de los frentes, o de los capos de las
mafias. Pero también el derecho que tenemos a renunciar a la violencia quienes,
en efecto, ya hemos renunciado y renunciamos todos los días a ella, quienes no
podemos matar, quienes tomamos la decisión de comprometemos con el trabajo
del pensamiento, en la construcción de una sociedad que pueda acceder a la mo-
dernidad negada, a esa especie de madurez de los pueblos, de equidad invisible,
que hace que una determinada patria pueda ser digna, como dignos quienes la ha-
bitan y dignos quienes la construyen. Y el derecho a comprender que ese acceso a
la modernidad está atravesado por la renuncia colectiva, social, política y ética a la
violencia. El derecho de quienes no estamos con el statu quo pero tampoco vemos
una revolución que esté construyendo un orden superior, ni por sus métodos ni
por sus contenidos. El derecho de quienes —como a millones de colombianos—
esta guerra no nos representa.
Ligada a la anterior, está la sexta lección. El derecho a deslindar campos con
quienes tienen corta la memoria: el derecho a hacer una crítica a la violencia de
hoy, sin caer en la razón pragmática de los portavoces de las minorías que protestan
por el desorden de quienes se lanzaron hace cincuenta años por el camino de la
revolución para protestar contra la sin salida violenta de que eran víctimas, y no
protestan contra el orden violento de los gamonales que condujo a los revoluciona-
rios a tomar las armas y que se reproduce hoy en el crecimiento de la pobreza y en
la conservación, a las malas, de un orden a todas luces injusto. Por eso, la renuncia a
la violencia no es incondicional: se da en unas determinadas condiciones históricas
que en Colombia cada vez se aproximan a lo imposible. Colombia no puede ser un
país digno si matan a quienes piensan, por pensar, a quienes luchan contra el olvido
o si se asesina por el delito de enseñar, o si se asesina.
La violencia colombiana ya no construye, traspasó el límite de lo político en-
trando en un vacío ético. (Seguramente los autores de alguno de los crímenes se
Reflexión tomada de Jean Michel Banquer. Conferencia sobre el derecho de las minorías en las
5.
8.
Manuel Vázquez. Marcos, el Señor de los Espejos. (Madrid: Aguilar, 1999), 15.
85
Javier Guerrero Barón
El proceso complejo que llevó al homicidio de cerca de 2000 cuadros y militantes de este partido
10.
creado por las FARC para el proceso de paz del gobierno de Belisario Betancourt, en el contexto
de una estrategia de “combinar todas las formas de lucha”, es resultado también de nuestra guerra
ambigua, producto del proceso de “privatización de la guerra y su delegación a actores del Nar-
cotráfico. Ver: Ricardo Peñaranda y Javier Guerrero. De las armas a la política. (Santafé de Bogotá:
Tercer Mundo-IEPRI, 1999). Específicamente el ensayo “La sobre-politización del narcotráfico”,
elaborado por el autor de estas notas.
86
Violencia extrema y ambigüedad de la guerra en Colombia: A propósito de Darío Betancourt Echeverry
87
Javier Guerrero Barón
Epílogo
Aunque es poco lo que se puede decir frente a los hechos y frente a la adver-
sidad que siembran, el reto es ser creativos, propositivos, constructivos para no
dejamos asfixiar por sus nubes de terror y poder pensar más allá de la violencia.
Seguir creyendo en los hombres aún después del siglo” del retorno a la barbarie”11
reconstrucción de la nación —si aún no es tarde— sobre la base de negociar los
conflictos y hacerlos negociables, humanizar las violencias humanizables, incluida
la guerra, diseñar estrategias comunitarias para prevenir las violencias previsibles,
sobre la base de construir historias que sirvan de instrumento para comprender la
Historia de Colombia. Es necesaria la imaginación colectiva de una política que no
sea ni “no violenta” (en el sentido de pacifista), [rechazo a la violencia per se], ni
“contra-violenta” (represiva) [o revolucionaria], pero “anti-violenta”12 [en el senti-
do de renuncia a la violencia para acceder a la modernidad en unas determinadas
condiciones], lo cual implica crear las condiciones para que la sociedad colombiana
pueda volver a fundar una nación moderna sobre la base de la renuncia colectiva,
ética, social y política al acto violento para darle un nuevo sentido al conflicto co-
lombiano, revalorizando la palabra y creando ideas, movimientos y hechos políti-
cos que simbolicen y garanticen la posibilidad de revertir el proceso. Si los procesos
se deshacen como se hacen y la violencia le fue quitando el espacio a la política, la
salida es que lo político le quite espacio a lo violento, como dijo alguien parodiando
a Clausewítz13: garantizando “la continuación de la guerra por otros medios”.
11.
La idea es de Eric Hobsbawm Historia del siglo XX. (Barcelona: Crítica, 1996).
12.
Étienne Balibar. Esquisse d’une Tophographie de la Cruauté.
13.
Karl von Clausewitz. De la guerra. (México: Diógenes, 1972)
88
Darío Betancourt Echeverry:
Un vallecaucano e historiador de pura cepa
Jorge Orjuela Cubides1
Con paso firme se pasea hoy la injusticia. Los opresores se disponen a dominar
otros diez mil años más. La violencia garantiza: «Todo seguirá igual» […] ¡Que se
levante aquel que está abatido! ¡Aquel que está perdido, que combata! ¿Quién
podrá contener al que conoce su condición? Pues los vencidos de hoy son los
vencedores de mañana y el jamás se convierte en hoy mismo”.
Bertolt Brecht. Loa de la dialéctica.
Matones y cuadrilleros
Hace más de dos décadas, Darío ya nos advertía que no se puede hablar de la
Violencia a secas, por el contrario se hace necesario su estudio bajo la óptica de
las regiones, el Estado, las clases sociales y las étnicas. La región seleccionada para
iniciar tal análisis fue su natal Valle del Cauca, sin aproximaciones regionales
sesgadas del contexto nacional y mundial, ni mucho menos chovinismos locales.
Para ello estudia la oleada de violencia bipartidista de los años treinta y cincuen-
ta, ambas desarrolladas en un cambio de hegemonía. La primera relacionada con
la presión ejercida por los liberales sobre la población conservadora, una vez he-
chos al poder, ligada a pleitos agrarios con el objetivo de hacerse con el control y
manejo electoral. Por tal motivo, en los años cincuenta las bandas de “pájaros”, si-
carios del partido conservador, actuaron en las mismas zonas de violencia liberal
de los años treinta, presionando a los pobladores para que cambiasen de filiación
política, ahora en beneficio conservador.
Producto de esta segunda etapa de violencia iniciada en 1946, cuando Ma-
riano Ospina Pérez ganó las elecciones presidenciales ante la división del Par-
tido Liberal, empiezan a consolidarse las guardias cívicas, pertenecientes a los
directorios conservadores, convertidas en matones para presionar y amedrentar a
poblaciones de mayorías liberales. En el caso del Valle del Cauca estas bandas sur-
gieron y se desarrollaron en la zona montañosa, en donde el colono fue conver-
tido en peón de fincas cafeteras o lecheras, con gran intervención de mediadores
que posibilitaron la manipulación electoral; en contraste al desarrollo capitalista
de la zona plana del Valle.
De tal manera, Darío pone en tela de juicio la visión según la cual en los cin-
cuenta se dio una violencia esencialmente conservadora. Para él, en cambio, la
90
Darío Betancourt Echeverry: Un vallecaucano e historiador de pura cepa
paramilitares/240855-3.
91
Jorge Orjuela Cubides
aquellos mismos en quienes pudo encontrar continuidades con las bandas de “pá-
jaros” y tal vez ni imaginó que lograrían cooptar el poder ejecutivo y legislativo
del país. Sin embargo, creemos que no desestimaría nuestra propuesta porque es
un intento de aproximación, al menos cercano, a como él lo haría. Pensando el
pasado como el tiempo para comprender el presente y las posibilidades a futuro.
y profesores con sentido crítico. Ligado a las fuerzas represivas del Estado, cuya
continuidad hoy la constituyen los asesinos a sueldo y los grupos paramilita-
res. Muchos sicarios reclutados en Medellín, en Urabá y en el Magdalena Medio
guardan extraordinarios vínculos con antiguos “pájaros” de poblaciones del Va-
lle, Quindío y Caldas, lugares que presentan características particulares como la
lucha individual por la tierra (a diferencia de Cundinamarca y Tolima en donde
hubo mayor peso del movimiento de masas) y la manipulación electoral por los
partidos tradicionales que permitieron el surgimiento de estas bandas.
Historia de la mafia
La investigación social emprendida por Darío Betancourt no se restringe, des-
de luego, al ámbito puramente regional, de hecho devela sus nexos con el con-
texto nacional e internacional en especial cuando estudia la historia de la mafia
colombiana. Que pudo desenvolverse en gran medida gracias a la mundializa-
ción económica, con unas aduanas y fronteras más flexibles, así como a la crisis
económica y social de las élites regionales que favoreció el ascenso de grupos
criminales enriquecidos con el negocio de la cocaína. Lo anterior fue potenciado
por la debilidad del Estado y su poca presencia regional, dejando en manos de
particulares la solución y mediación de los conflictos, aunque Darío aclara que
tal debilidad es relativa, en el sentido que los dos centros más importantes de la
mafia colombiana, en Antioquia y el Valle, se desarrollaron en dos de las ciudades
más modernas del país.
Betancourt entiende la mafia como aquel crimen organizado que obtiene ga-
nancias y beneficios y pretende alcanzar la inmunidad jurídica mediante la apli-
cación sistemática del terror, la corrupción y el soborno. Como organización que
opera al margen de las instituciones del Estado, tiene a su servicio un sin número
de personas que trabajan en complejas estructuras paralelas al Estado mismo.
Floreciendo como un Estado dentro del Estado.
Con el término mafia además problematiza la utilización de la expresión nar-
cotráfico, utilizada por Reagan quien en 1982 declaró la “guerra contra las dro-
gas” como objetivo esencial para la seguridad nacional de Estados Unidos. Para
Darío la confusión que acarrea el vocablo “narcotráfico” puede sintetizarse de la
siguiente manera: 1) al ser un concepto ambiguo, aparece reuniendo negociacio-
nes comerciales de diversos tipos de drogas (legales e ilegales); 2) equipara coca
y cocaína, y a partir de allí establece una cadena infinita de equivalencias; 3) y
producto de los anteriores, asocia diversos y dispares sectores sociales como indí-
genas, campesinos, colonos, pequeños negociantes, medianos y grandes empresa-
rios, banqueros o industriales de insumos. Legitimando operaciones de represión
y control social contra las poblaciones de los países productores y dejando de
lado a los consumidores blancos de países como Estados Unidos, y a todos aque-
93
Jorge Orjuela Cubides
La enseñanza de la historia
Como maestro, Darío se ocupó además de la investigación también de la en-
señanza de la historia, de acuerdo con él los maestros recurren de forma casi
obligatoria a los libros de textos como herramienta en el proceso de enseñanza
y aprendizaje, sin fomentar una actitud crítica frente a los lugares, las fechas y
los nombres de personajes emblemáticos. Enseñándose una historia meramente
94
Darío Betancourt Echeverry: Un vallecaucano e historiador de pura cepa
95
Parte II
Reseñas
La hora del recuerdo
Míreme muy bien por si no vuelvo
Ahora que es la hora del recuerdo
Ahora que no es fácil predecir el tiempo
De saber si se puede salir
O si se llega
Digan que llevaba la camisa
La misma de cuando estoy alegre
Y que llevaba puesta la sonrisa
La de recién estreno
1.
El presente texto prologó el libro del profesor Darío Betancourt y Martha García. Matones y cua-
drilleros. Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano 1946-1965. (Bogotá: Tercer Mundo
Editores,1991), 11-17.
2. Director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH). Doctor en sociología política de
la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS) de París. Amigo y director de tesis
de maestría de Darío Betancourt Echeverry.
103
Gonzalo Sánchez Gómez
nal para sus vecindarios. De hecho su relación orgánica en más con el partido que
con la comunidad local. Frecuentemente son incluso forasteros en su teatro de
operaciones. Reclutados casi en cualquiera de los oficios de la vida pueblerina y
la administración local, gozaban de una extrema movilidad que les permite cir-
cular no sólo entre los municipios de un departamento, sino muchas veces de un
departamento a otro, lo que por sí mismo sugiere, además, la presencia de una
mínima coordinación desde otras instancias superiores, más estables y de mayor
cobertura geográfica, como los directorios políticos especialmente.
Como lo demuestran los autores de manera contundente, estos matones cons-
tituyen la punta de la lanza de los procesos de conservatización y de reordena-
miento del poder y la propiedad que se inician a partir de 1946 y que se agudiza
con posterioridad al 9 de abril de 1948. Proceso de conservatización ante todo.
Este no se limita a la simple sustitución de unos determinados criterios de go-
bierno por otros. Como lo relatan los autores con lujo de detalle y apoyados en
una gran variedad de fuentes escritas y testimonios orales, dicho proceso está
acompañado de utilización de innumerables recursos y estrategias de violencia
que conviene recordar: fraude sistemático; sospechoso “arrepentimiento político”
de centenares y centenares de ciudadanos a los cuales se obligaba a punta de pis-
tola a hacer renegación pública de su partido; truculentas procesiones y romerías
de la Virgen de Fátima, conocidas en regiones como Antioquia, que camuflan el
transporte de armas y explosivos para el cotidiano mercado de la muerte; delega-
ción del control del “orden público” desde la propia gobernación del departamen-
to del Valle, a policías privados que operaban siguiendo instrucciones directas de
los directores políticos o de los propietarios que contribuían a su financiación;
programada exclusión de los adversarios de las pequeñas burocracias locales, que
dejaban en dificultades de subsistencia y en estado de rebelión latente a jueces,
maestros, policías liberales y a toda la gama de empleados de los servicios pú-
blicos y finalmente, cuando todo esto se relevaba insuficiente para imponer los
designios de homogenización partidista, se apelaba al mecanismo de más bárbara
eficacia, a la simple eliminación física del otro.
El “trabajito” era efectuado por el “pájaro”; que frecuentemente exhibía como
comprobante para el cobro de la tarea cumplida alguna de las extremidades de
la víctima. Se trataba, en suma, de una verdadera administración del terror en la
cual parecía quedar al juego del azar.
Uno no puede dejar de sorprenderse al redescubrir hoy con los autores cómo
no podía haber de parte de estos matones sensación alguna de trasgresión de una
ley o precepto moral cualquiera. Si su creación y razón política habían sido pú-
blicamente anunciadas desde la gobernación del departamento, si tenía la bendi-
ción del clero y si hacían parte integral del partido de gobierno, no se les podía
considerar como sujetos al-margen-de, como fuera-de-la-ley. No. Ellos eran la ley
y por esto no se les capturaba, no se les juzgaba, no se les condenaba. Los traba-
105
Gonzalo Sánchez Gómez
jadores del orden eran los otros, los que debían morir. Con todo, sería erróneo
dejar una imagen de aceptación resignada o de impotencia insuperable frente al
cuadro descrito. Los autores son plenamente conscientes de ello y por eso dedi-
can la tercera parte a los intentos de resistencia. En efecto, en las páginas finales
del libro analizan, clasifican y caracterizan las cuadrillas y bandas de la región,
así como sus diferentes grados de arraigo en la población o de compromiso con
el poder local y regional. Pero la que nos descubren es una resistencia hecha a
pedazos, que surge tardíamente y que hereda sus estructuras no de la guerrillera,
inexistente en la zona, sino del gangsteril de la banda de los “pájaros” que comba-
te. De ahí también la predominancia en las cuadrillas de esta zona, de la relación
económica sobre la relación política que las lleva a temprana descomposición, a
un rápido aislamiento y a una eliminación desde todo punto de vista menos cos-
tosa que la de los bandoleros propiamente políticos de otras regiones.
Finalmente, es posible que se acuse a los autores de llevar demasiado lejos los
paralelismos con fenómenos actuales de violencia contratada, como el sicario.
Pero si miramos de cerca las cosas, tampoco carecen los autores de razones para
sugerir interrogantes en esa dirección.
Es esto, incluso, lo que le agrega palpitante actualidad al texto. Piénsese en
relaciones como las siguientes: el dinero como elemento mediador de las relacio-
nes entre autores intelectuales y ejecutores; la estructura cuasi-empresarial que
hace que los matones de los años cincuenta realicen “trabajitos” para su patrón
así como los de hoy los realizan para la “empresa”, que es el nombre con el cual los
adolescentes de ciertos barrios de Medellín se refieren a las anónimas entidades
financieras del crimen; el ensañamiento contra la administración de la justicia
y su paralización como requisito para la libre reproducción del delio; la religio-
sidad arcaica que cobija desde el más renombrado de los “pájaros”, “El Cóndor”
hasta el último sicario de Medellín que encomienda el éxito de sus acciones mor-
tíferas a la virgen; finalmente, la importancia operativa de la motorización, la
volqueta, el campero ayer, la motocicleta de alto cilindraje hoy, que dan cuenta
del encuadramiento urbano de estas organizaciones, a pesar de su cercano pasado
campesino en ambos casos.
Nótese igualmente cómo se trata de expresiones de violencia asociada no al
atraso sino probablemente a las modalidades mismas de expansión de la econo-
mía en las respectivas regiones: el Valle, epicentro de este estudio, es el departa-
mento de más avanzado desarrollo agrícola en los años cincuenta y Antioquia, en
especial Medellín, es a su vez el polo pionero de la industria colombiana. Difícil
resistirse a las comparaciones.
Vuelvo al punto de partida. Este libro nos descubre un nuevo rostro de la
violencia. Durante el decenio pasado, en efecto, por razones seguramente expli-
cables, se procedió abrumadoramente en el análisis histórico-social del siglo XX
colombiano como si las preguntas por los objetivos, formas organizativas, fuentes
106
Matones y cuadrilleros. Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano 1946-19651
107
Prólogo
Contrabandistas, marimberos y mafiosos.
Historia social de la mafia colombiana
(1965-1992)1.
Rodrigo Uprimny Yepes2
Creo que el trabajo de Darío Betancourt Echeverry y Martha Luz García con-
tribuye a dar respuesta a interrogantes como los anteriores, así como a otros que
le están asociados. Y para hacerlo emplean una metodología fructífera. Los auto-
res reconstruyen, en general con fuentes documentales, pero también con fuentes
primarias una historia social de las mafias colombianas. En efecto, el núcleo de
este libro, que recoge trabajos procedentes de estos autores, es la presentación de
la historia de los diversos núcleos mafiosos colombianos, sus articulaciones con
tradiciones viejas de contrabando y de ilegalidad, sus comportamientos comunes
y sus estrategias diferenciadas según los contextos sociales, económicos y cultu-
rales en que se desenvuelven.
Ello abarca el estudio de las estrategias de legitimación de esa burguesía
gangsteril que se ha venido construyendo en nuestro país desde los años seten-
ta, sus complejas relaciones con el Estado, las formas de violencia que ejercen y
cómo éstas se retroalimentan con otras violencias más viejas y más nuevas. Para
efectuar esta historia social de las mafias colombianas, los autores recurren a una
metodología de interpretación sociológica e histórica que mucha falta hace a
nuestro país: los estudios comparados.
En efecto, considero que una de las más grandes debilidades de las ciencias so-
ciales en Colombia es que hemos terminado por sobrestimar las particularidades
del país, lo cual se ha traducido en la existencia de pocas interpretaciones de la
dinámica de nuestra nación a través de análisis comparados. Como decía ya hace
varios años el historiador Gonzalo Sánchez, “el desarrollo, singular, colombiano
nos ha hecho realmente fuertes para la historia y débiles, tal vez demasiado débi-
les, para la sociología y el análisis comparado”3.
Por eso creo que uno de los elementos más interesantes de este trabajo es la
tentativa de definir en forma más o menos abstracta algo parecido a tres “tipos
ideales” de mafias, utilizando para ello investigaciones efectuadas en otros países,
en especial en Estados Unidos e Italia. Los autores distinguen entonces entre la ma-
fia arcaica clásica tipo siciliano, la mafia urbana tipo italoamericana y la mafia dis-
creta tipo europeo mediterránea, lo cual les permite posteriormente caracterizar el
comportamiento y la estructura de las mafias que se han desarrollado en Colombia.
Esto, como es obvio, supone una ampliación del sentido del concepto de ma-
fia, que ya había sido efectuada por otros autores. Tal categoría ya nos es reserva-
da a la organización clásica siciliana de hombres de honor, muy ligada al control,
terrateniente de la vida local, y en la cual la circulación social del honor desem-
peña un papel determinante.
Las propias transformaciones de la mafia siciliana —que al ligarse al tráfico de
drogas ha adquirido una mentalidad de tipo empresarial—4, así como la presencia
3.
Gonzalo Sánchez. “Comentario al libro de Daniel Pécaut. Orden y violencia”. Análisis Político, No.
2 (1987), 125.
4.
Para una presentación de este cambio de la mafia siciliana, que pasa de desempeñar un papale de
mediación política a desarrollar funciones de acumulación económica, Ver: Pino Arlacchi, La mafia
110
Contrabandistas, marimberos y mafiosos. Historia social de la mafia colombiana (1965-1992)
Por otra parte, los autores muestran la manera como ciertos contextos socia-
les estimulan la formación de mafias: allí puede uno incluir, por ejemplo, toda la
reflexión que efectúa el libro en torno a la tradición colombiana de ilegalidad y
contrabando, que a veces se remonta a épocas coloniales, y que permitió formar una
nueva cultura de la ilegalidad muy favorable a la eclosión de los fenómenos mafiosos.
imprenditrice, l’etica mafiosa e lo spirito del capitalismo. (Bologna: II Muliano, 1983). Véase igualmente
Franco Ferrarotti, “Riflessioni preliminari sulla mafia come fenomeno sociale”, en Augusto Ballo-
ni, Pietro Bellasi (ed.) La nova criminalitá. (Bologna: QUEB, 1984). Este autor distingue al menos
tres etapas diferenciadas de la evolución de la mafia siciliana: la mafia tradicional, muy ligada al
latifundio y que servía de mediadora entre el poder central y las poblaciones locales; la mafia de la
especulación inmobiliaria; y, finalmente, la mafia de los ochenta, la cual no se limitaba a adminis-
trar los “vicios tradicionales” (juego, prostitución) sino que ésta ligada a mercados muy dinámicos,
en especial a las drogas y las armas.
5.
Michel Foucault. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. (Bogotá: Siglo XXI, 1984), 285.
111
Rodrigo Uprimny Yepes
Un último aspecto de estas relaciones que se tejen entre los entornos socioe-
conómicos, los tipos de mercado y las formas de estructuración de las organiza-
ciones mafiosas lo constituye el del impacto sociopolítico local y nacional de la
presencia de organización mafiosa. Es tal vez el aspecto más conocido del tema,
pues a diario la prensa, nacional y extranjera, insiste en ese tremendo efecto de
las mafias colombianas sobre la económica, la violencia y la corrupción.
Esta influencia de las mafias sobre la violencia colombiana es innegable. Sin
embargo, la lectura del libro muestra que debemos evitar que el narcotráfico se
convierta en el chivo expiatorio que disculpe otras fuentes de violencia, las au-
toridades estatales y la violación de derechos humanos por las autoridades, pues
dos cosas aparecen claras: por una parte, no es posible atribuir al narcotráfico la
responsabilidad de toda la violencia colombiana o la crisis de derechos humanos.
Y, por otra, el impacto violento del narcotráfico en Colombia es inseparable de
la naturaleza misma por del régimen político colombiano.
En efecto, los empresarios de la droga no hicieron sino acentuar en bene-
ficio propio alguno de los rasgos antidemocráticos del régimen colombiano: el
clientelismo y las estructuras patrimoniales del poder político les permitieron
poner considerables parcelas del Estado al servicios de sus intereses privados; las
políticas de contrainsurgencia y la creación oficial de grupos de autodefensa se
articularon armoniosamente con sus proyectos de expansión territorial mediante
la creación de ejércitos privados.
Por eso, parafraseando al novelista Rafael Moreno-Durán, quien en una oca-
sión dijo que en Colombia la política ha sido tan corrupta que ha corrompido
incluso al propio narcotráfico8, podría uno agregar que esa política ha sido tam-
bién tan violenta y tan autoritaria, que ha hecho del narcotráfico colombiano un
fenómeno particularmente violento y autoritario.
Tolo lo anterior me parece que confiere a este libro de Darío Betancourt Eche-
verry y Martha Luz García un triple valor: Por una parte, creo que el libro es inte-
resante y útil para cualquier persona que intente comprender la historia reciente
de nuestro país por la información analítica y las interpretaciones que trae sobre
la evolución social de los núcleos mafiosos colombianos.Por otra, el libro abre las
puestas para hacer reflexiones más teóricas y comparativas tendientes a mostrar
el tipo de relaciones teóricas y comparativas tendientes a mostrar el tipo de rela-
ciones teóricas que pueden ser previsibles entre los contextos socioeconómicos,
los mercados ilícitos y las formas de organización criminal y de acción violenta.
Los autores no avanzan mucho en esta teorización y no tenían por qué hacerlo,
por cuanto su finalidad era efectuar una historia social de las familias colom-
bianas. Pero el libro constituye un material muy rico para autores nacionales y
extranjeros que estén interesados en estos temas.
8.
Rafael Humberto Moreno-Durán. en El Tiempo, Lecturas Dominicales, 13 de enero de 1991.
113
Rodrigo Uprimny Yepes
Finalmente, pero no por ello menos importante, el libro insiste en todo mo-
mento sobre cómo los contextos estructurales afectan los comportamientos de las
organizaciones mafiosas. Esto muestra entonces que, además de las acciones pena-
les y políticas destinadas a enfrentar directamente a las organizaciones mafiosas, es
esencial modificar aquellos entornos sociopolíticos que favorecen su desarrollo y
dinamizan violencias que les están asociadas.
114
Prólogo
Mito y realidad en la historia de las violen-
cias colombianas1
Efrén Mesa Montaña2
larmente aquél que tiene que ver con la enseñanza de la historia en los últimos años.
No cabe duda que, aun cuando sobre el caso han aparecido diversos estudios críticos,
en la enseñanza de la historia ha predominado el relato descriptivo y la narración,
caracterizados por una ideología romántica, tradicionalista y machista, al hacer de
sus “héroes” personajes elegidos para llevar a cabo determinada gesta. Así, la sobre-
valoración de aspectos heroicos, religiosos (cuando tiene que ver la lucha del catoli-
cismo contra las herejías), partidistas y militares, se ha convertido en los elementos
constitutivos de la explicación histórica, cuyos fines se reducen a la reivindicación
de sus protagonistas como seres superiores.
No cabe duda, sin embargo, que los avances de la disciplina histórica y las inno-
vaciones en su enseñanza han modificado y transformado las interpretaciones sobre
la evolución de los pueblos, pero la ruptura con el tradicionalismo, el etnocentrismo
y el racismo no ha sido superada en nuestro país, y los viejos prejuicios son latentes
todavía. De ahí que en la enseñanza de la historia no sólo se le haya restado (e incluso
desconocido) el valor de “los hombres de pueblo”, como actores activos de la historia,
sino lo que es más grave, se hayan ignorado los problemas económicos, sociales y cul-
turales de allí surgidos, dando así por sentado que la historia que se enseña no deja de
ser un ejercicio de “erudición” sin comprensión crítica, donde la memorización de fe-
chas, datos y nombres de personajes, constituye el único mecanismo de “aprehensión”
histórica; con ello, el bagaje histórico de los estudiantes, se traduce en la recitación
de meros acontecimientos, mientras, indudablemente, la clasificación de “asignatu-
ras”, según el “interés y utilidad”, ocupa para éstos el último rango en importancia3.
Del mismo modo, la interdisciplinariedad, tan trajinada hoy día, no es más que una
nueva forma de llamar la atención “para despistar el enemigo”, pues en la práctica la
repetición de datos y de fechas sigue manteniendo la estructura del curso de historia.
Así pues, un buen estudiante de historia es aquel que posee buena memoria,
para repetir juiciosamente fragmentos de información que, sin fundamentación
crítica, lo desconectan aún más de su pasado, su propia realidad y, por ende, de
su devenir inmediato. La introducción de nuevos conceptos en historia, con los
mismos métodos de repetición, la convierten todavía más en una “materia” árida y
aburrida, cuyo menoscabo se acentúa con difíciles interpretaciones sobre su valor
y utilidad en la base de que “el objeto de la historia es un objeto teórico”4; de tal
3.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles. (Bogotá: Cooperativa Editorial Magisterio,
1993), 35.
4.
Hermes Tovar. “La historia regional como problema y como programa de la historia nacional”. En
Revista Caribabare Nº 2, (1992), 20. Según esto, siguiendo a Althusser, el autor reduce la realidad a la
teoría; en otras palabras, la teoría, inventa la historia. Ver la critica que al respecto se hace: Edward
P-Thompson. Miseria de la teoría.(Barcelona: Editorial, 1981), 212 y ss. El objeto de estudio debería
pensarse a partir de problemas y no de hechos o acontecimientos; la teoría, pues, debe servir a
plantear el problema, a responderlo con base en las preguntas que se les formule a los datos: Renán
Vega. Historia: conocimiento y enseñanza. La cultura popular y la historia oral en el medio escolar. (Bogotá:
Ediciones Antropos, 1998). Conceptos, ideas e interpretaciones, a veces poco rigurosas, que han
ocupado buena parte de la historiografía colombiana, requieren ser examinados a la luz de los nue-
vos enfoques investigativos en el proyecto de avanzar en el conocimiento de nuestra propia realidad
116
Mito y realidad en la historia de las violencias colombianas
sociales una nueva clase de especialistas, los “violentólogos”—, han hecho de la violencia “literaria”
una mercancía con expertos en cada uno de sus productos, como la gran cantidad de literatura
aparecida sobre los “secretos” de los narcos. La dignidad humana se pone en entredicho.
9.
Como el poeta Julio Arboleda, hacendado esclavista, que libró varias batallas en defensa del es-
clavismo, sistema de producción que veía como único posible: Fabio Zambrano, “Ocupación del
territorio y conflictos sociales en Colombia”. En Controversia Nº 151-152, y ss (1990), 87.
118
Mito y realidad en la historia de las violencias colombianas
Por otra parte, el rápido crecimiento urbano que han tenido las ciudades colom-
bianas en los últimos años, ha sido en su gran mayoría resultado de la presión armada
y la violencia. La migración forzada, cuyo único punto de llegada “seguro” constituyen
las ciudades, ha acelerado la descomposición social y económica en los últimos años.
El “desarrollo” de las ciudades a partir de los desplazamientos no es otra cosa que la
desorganización y la improvisación, la urbanización precaria y sin planificación, la
carencia de servicios públicos básicos, y sin más alternativas de supervivencia que la
“economía informal” o la delincuencia.
Al respecto, en 1987 la Comisiónde Estudios sobrela Violencia admitió que “más
que en las relaciones del ciudadano con el Estado, la delincuencia en Colombia
se enmarca en las relaciones de los ciudadanos entre sí y con la sociedad... Mu-
cho más que la del monte, las violencias que nos están matando son las de la
calle14. Esto se explica en que a comienzos de la década de 1990, alrededor del 85%
de los homicidios cometidos en Colombia no estaban relacionados directamente
con la confrontación guerrilla-Estado, correspondiendo así a la llamada delin-
cuencia común, de carácter urbano, aunque la frecuencia relativa de homicidios
aumenta entre más rural es un municipio como aquellos que afrontan problemas
de colonización; así mismo, desde 1986, el homicidio se convirtió en la segunda
causa de muerte de nuestro país15.
En tal caso, no es de ningún modo ajeno el que la violencia haya marcado defini-
tivamente la imagen y la simbólica de lo colombiano, lo que no quiere decir que se
perfile como uno de sus rasgos expresivos de cultura, por la razón precisa de que sólo
un mínimo de fracciones de clase colombianas históricamente la han venido utili-
zando como un medio16 cuyos fines no son otros que la ampliación y monopolio de
gran propiedad, aun cuando en la mayoría de los casos aparezca velada y se muestre
como manifestación y objeto de las luchas partidistas o la soterrada intolerancia re-
ligiosa, muy a pesar de que estos conflictos suelen ser utilizados como pretexto para
la eliminación de oponentes y el desplazamiento de población. Esto en las zonas
rurales, pues en las grandes ciudades y aun intermedias, las violencias urbanas, cata-
logadas como delincuencia o criminalidad común, son la expresión más abierta de
las desigualdades económicas generadas por las migraciones forzadas de población,
para formar cinturones de miseria; allí, los entrecruces regionales de subculturas se
han constituido en factores de intolerancia, de inaceptación al otro, si se tiene en
cuenta que, desde el Estado, no han existido elementos de cohesión social para gene-
rar una cultura de identidad nacional, basada en el respeto a la diferencia.
14.
Ministerio de Gobierno, Comisión de Estudios sobre la Violencia, Colombia: violencia y demo-
cracia, p. 18, informe presentado al ministerio de gobierno, Universidad Nacional de Colombia,
Bogotá, 1987.
15.
Alejo Vargas. (1997). “Violencia en la vida cotidiana”. Fernán González. (Ed.). Violencia en la región
Andina. El caso Colombia, Bogotá: CINEP – Apep), 154 y ss.
16.
Walter Benjamín. “Para una crítica de la violencia”. En Para una crítica de la violencia y otros ensa-
yos. (Madrid: Tauros, 1991), 23 y ss.
121
Efrén Mesa Montaña
Aun así, podría decirse entonces, que los colombianos, más que generadores de
violencia, se han convertido en actores pasivos que la soportan y la padecen17, cuando
no son sus víctimas, como si ésta, hasta donde alcanza la memoria, hubiera
permanecido haciendo parte de la vida cotidiana. La anomia social, sin embargo,
parece reflejar la precariedad del Estado, cuya tradición democrática es cuestionable
por inexistente18, y más cuando de sus fragmentados poderes en manos de las elites
locales no queda nada que lo sustente, aparte de la disputa por detentarlos.
Por otra parte, un Estado precario, como el colombiano, nunca ha logrado
el monopolio efectivo de la violencia, lo cual conlleva la incapacidad de los gobiernos
para ejercer control sobre las distintas fuerzas de seguridad, mientras que los
terratenientes, las mafias, los paramilitares, las guerrillas y otras agrupaciones,
nunca han desistido de la violencia como medio para la consecución y concreción
de sus objetivos. La carencia de un poder soberano de Estado, en cambio, fa-
cilitó la aceleración de las múltiples expresiones de violencia, tanto del poder
como desde los contrapoderes, al contribuir a borrar los límites entre crimina-
lidad, rebeldía social y violencia política19, y en el mismo sentido, las violencias
colombianas se expresan en la dificultad que subyace en la vida política del país
“para integrar y articular los micropoderes y las microsociedades —en proceso de
formación— en las regiones de colonización, con la sociedad mayor y el Estado”,
dado que estas indirectamente han hecho presencia en estas regiones, “a través de
las jerarquías sociales existentes, articuladas en el bipartidismo”20.
Sin embargo, la experiencia colectiva evoca las violencias de manera frag-
mentada, donde no existen sino relatos separados y sumergidos en la sucesión de
incidentes, pero ajenos en su conjunto a puntos de vista que logren integrarlos
en su globalidad, lo que a su vez la propone como un fenómeno “inexplicable”,
que subyace en la conciencia de los individuos, y que irrevocablemente se expresa
como un rasgo de su cultura. Así mismo, la frecuencia de hechos violentos en la
realidad del país, ha permitido que ésta se interprete como parte del orden de
las cosas, lo cual hace más difícil la percepción de la situación actual y por consi-
guiente a dar sentido a lo que ocurre21.
17.
Un informe del Ministerio de Salud reveló, en 1993, que el 61% de la población colombiana tiene
altas probabilidades de sufrir trastornos mentales a causa de la situación de angustia que genera
a diario la violencia; véase, “Locos de violencia”. Revista Semana, 5 de octubre de 1993, pp. 58-62.
18.
La democracia no funciona porque no existe una tradición cultural, ni la tradición cultural puede
crearse porque no existe una democracia. No puede concebirse a la democracia como al régimen
que resulta de la presencia electoral del pueblo: Antonio García. La democracia en la teoría y en la
práctica. (Bogotá: Cooperativa Colombiana de Editores, 1957), 10
19.
Peter Waldmann. “Diferentes formas de violencia política”. Revista Interamericana de Sociología, Nº
2, (1992). Cabría preguntarse, qué relación han tenido con la violencia algunos miembros de las ins-
tituciones, de la burocracia y aun del Congreso, cuando son en sus regiones no sólo jefes políticos,
sino poderosos terratenientes.
20.
Fernán González. “Reflexiones generales sobre la violencia y la paz en Colombia”. Revista Nóma-
das,Nº 2. (1995), 52.
21.
Daniel Pécaut. “De la violencia banalizada al terror: el caso colombiano”. Controversia, Nº 171.
(1997), 29 y ss.
122
Mito y realidad en la historia de las violencias colombianas
124
Matones y cuadrilleros:
Origen y evolución de la violencia en el
occidente colombiano
Reseña del libro Matones y cuadrilleros: Origen y evolución de la evolución de la vio-
lencia en el occidente colombiano del profesor Darío Betancourt.
tría en Educación de la misma universidad. Integrante del grupo Educación y Cultura Política.
125
Sebastián Gauta Blanco
1. Dispersión e individualidad;
2. Manejo y control por parte de los partidos tradicionales;
3. El privilegio de la lucha partidista, subordinando la lucha por la tierra;
4. Manipulación electoral del conflicto agrario, incluyendo la presión ar-
mada.
En relación con ello, es de señalar que los autores son enfáticos en recalcar que
la policía del Valle provenía de Nariño, población que padeció la violencia liberal
de los treinta y quienes tenían posturas conservadoras, religiosas y minifundistas.
Por otro lado, y tras los sucesos del 9 de abril de 1948, el Partido Liberal retoma
la “resistencia civil” en los diferentes municipios del Valle, práctica con anteriori-
dad por los conservadores, la obstrucción a la gobernabilidad de los conservado-
res en concejos municipales implicó la suspensión de funcionarios y de policía, lo
cual potenció la creación de la policía privada por parte del gobernador del Valle
6.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 64.
7.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 67-68
8.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 74.
130
Reseña: Matones y cuadrilleros: Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano
9.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 75.
10.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 105.
131
Sebastián Gauta Blanco
León María Lozano más conocido como “El Cóndor” y uno de los “gallitos finos”
del Partido Conservador y de las bandadas de sicarios fue asesinado. Después
de la muerte del “Cóndor” el “pájaro” atravesó etapas de descomposición políti-
ca hasta convertirse en un “matón” a sueldo al servicio de su mayor postor, sin
ninguna identidad política, dispuesto a asesinar a campesinos, líderes políticos,
sindicalistas y demás.
Cabe anotar algunos elementos de la personalidad del “Cóndor”, como su
fanatismo religioso y la férrea defensa al Partico Conservador, consagrándose, así
como un militante de la causa y un referente en el Valle. No obstante, Betancourt
y García señalan otros elementos de importancia en León María Lozano, como
sus conexiones burocráticas y de apoyo de parte de Servicio de Inteligencia Co-
lombiano, los dirigentes conservadores departamentales y nacionales, y la ayuda
jurídica de sectores de la policía y el Ejército como el Brigadier General Gustavo
Rojas Pinilla cada vez que “El Cóndor” se encontraba en problemas judiciales.
Así las cosas, para León María Lozano, defender las causas conservadoras y
conservatizar la zona montañosa del Valle era “una cuestión de principios”. Planean-
do las operaciones de boleteo, amenazas y exterminio desde los bares, estancos
y billares de Tuluá. Una vez consolidado el proceso de conservatizavión y ante
el aumento de denuncias por parte de sectores liberales del Valle por medio de
la prensa nacional, sobre la complicidad de las autoridades locales con los pája-
ros.“El gobierno de Rojas Pinilla se vio en la necesidad de presionar la salida de
‘El Condor’ de Tuluá a finales de 1955, además ‘Don Leo’ perdía día tras día su
poder, pues sus lugartenientes de la margen occidental del Cauca no acataban ya
sus órdenes y, por el contrario, chantajeaban y asesinaban a los propios conserva-
dores”13. Convirtiéndose los conservadores en víctimas de su propio invento ante
el acelerado proceso de descomposición política que atravesaban las bandadas de
“pájaros”. El mismo ‘Cóndor’ fue asesinado a raíz de una vendetta el 10 de octubre
de 1956 en una calle de Pereira a manos del hijo del primer liberal que asesinó.
En el último capítulo denominado: “Cuadrillas liberales y algunas manifestacio-
nes del bandolerismo”, los autores abordan el origen y desarrollo de las cuadrillas
liberales en el Valle como respuesta tardía de resistencia militar a las agresiones
cometidas por los “pájaros” conservadores, las cuales provenían de regiones de
mayor dominio liberal como Quindío y Tolima. Los autores retoman la catego-
ría analítica de Gonzalo Sánchez de “Bandolerismo Social” la cual está constituida
como un proceso de transformación política en 4 niveles:
1. Bandolerismo social. Incluiría a todo rebelde que encarnaba formas de protesta contra
lo establecido y que era, a los ojos del campesinado, un perseguido, un defensor de los
intereses del pueblo que contó con el permanente apoyo de la masa.
2. Bandolerismo partidista (liberal o conservador): era aquel bandolero social que se ad-
13.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 113.
133
Sebastián Gauta Blanco
En esa medida, en el Valle desde la década del cincuenta surgirán nuevos con-
flictos en donde las diferentes estructuras se desarrollaron y evolucionaron o fueron
erradicadas y diezmadas por otros actores armados, ejemplificadas por los autores
según grado de importancia, su tendencia partidista y la zona de desarrollo. Sin em-
bargo, los autores dejan abierta la pregunta respecto a cuáles son las conexiones entre
los pájaros de la última fase de la violencia de los cincuentas, y los gatilleros utilizados
por la mafia y los distintos Escuadrones de la Muerte. Aunque el planteamiento fue
realizado en la década del noventa, no pierde su vigencia en tiempos de pos-acuerdo.
Matones y cuadrilleros: origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano
tiene la potencia de ser un libro de avanzada en su tiempo, en cuanto brinda una
explicación solida entorno al origen y desarrollo del conflicto en el occidente
colombiano. Denunciando, la complicidad entre los partidos tradicionales, las
fuerzas militares y el clero por mantener su hegemonía política. Resultado de
ello, es la creación de “los pájaros” sicarios a sueldo quienes estaban al servicio
del partido conservador, gamonales y caciques en búsqueda de tierra y votos. Por
su parte el Partido Liberal apoyó la creación de cuadrillas y autodefensas ante el
acelerado y contundente proceso de conservatización de la región, algunas de las
cuales evolucionaron hasta convertirse en guerrillas y otras en grupos de bandi-
dos sin ninguna intencionalidad política.
Aunque el período de estudio desarrollado por los autores es muy estricto,
deja abierto el debate para realizar conexiones entre esas prácticas de terror de-
sarrolladas por “los pájaros” de los cuarentas y cincuentas, y las retomadas por los
paramilitares desde la década del ochenta, cuyo modus operandi tiene algunos
elementos en común como: el apoyo de políticos locales tradicionales, sectores
económicos como ganaderos, comerciantes y terratenientes, así, como el agravan-
te del narcotráfico para desarrollar la “guerra sucia” contra agrupaciones políticas
como la Unión Patriótica y “A luchar”. En la actual coyuntura que vive el país
14.
Es un accionar patológico, un lumpen-violencia en la “cachaza” social, la cual, en su andar deses-
perado, tortuoso, y contradictorio, produjo gran parte de esa bola de nieve llamada violencia. (…)
sin trasfondo social, partidista o político; su accionar se orienta básicamente al lucro y la venganza,
constituyen formas de reacomodamiento social y económico en una región en donde las clases
medias ascendieron económica, política y socialmente con violencia.
15.
Darío Betancourt Echeverry y Martha García. Matones y cuadrilleros, 154-155.
134
Reseña: Matones y cuadrilleros: Origen y evolución de la violencia en el occidente colombiano
135
La noción de mafia como elemento
articulador de la historia presente de
Colombia
Reseña del libro Contrabandistas, Marimberos y Mafiosos. Historia Social de la
Mafia Colombiana (1965-1992) del profesor Darío Betancourt.
Este punto es muy interesante, aunque por desgracia no fue desarrollado por
el autor de manera explícita, ya que para el caso colombiano permitiría com-
prender el carácter gansteril de nuestra burguesía, la que acude a métodos si-
milares a los empleados por la mafia norteamericana para la eliminación de sus
adversarios, a la corrupción de los sindicatos, al asesinato de sindicalistas (de
los 130 sindicalistas asesinados en el mundo en el último año, 89 lo han sido en
Colombia), a su militante anticomunismo y rechazo a todo intento organiza-
tivo independiente de los trabajadores. A partir de esa relación entre mafia y
capitalismo se aclaran los nexos entre legalidad e ilegalidad, ya que la mafia no
solamente es ilegalidad sino que, de múltiples formas, sus tentáculos se legitiman
al juntarse con distintos intereses de la burguesía y de las clases dominantes, que
se notan claramente en la identificación de intereses cuando de la eliminación de
adversarios políticos de izquierda se trata, sobre todo, cuando aquella adquiere
protagonismo político. Por eso no es raro que Estados Unidos haya recurrido a las
actividades criminales, tradicionalmente manejadas por la mafia, para el saboteo
de procesos revolucionarios como ha sucedido en Cuba, Nicaragua, Vietnam y
China, para mencionar solo los ejemplos más conocidos.
Precisamente porque en determinados momentos, principalmente en aquellas
sociedades donde el Estado es débil e inoperante, esa diferenciación entre lo legal
y lo ilegal es muy tenue o ha desaparecido no se pueden considerar como sinóni-
mos a la mafia y al “crimen organizado”, puesto que esto supone aislar a la mafia
del Estado, cuyo aparato (funcionarios, militares, etc.) están entrelazados con las
actividades ilegales. Esto es lo que sucede en Colombia, en donde esa asociación
ha sido más evidente en el caso de la cocaína, razón por la cual cuando se habla de
la Historia de la mafia criolla se está haciendo alusión a la “mafia de la cocaína”,
puesto que alrededor de esta actividad ilegal se ha constituido una poderosa or-
ganización económica, con bases sociales en algunos de sus principales focos, con
proyecciones políticas directas en ciertas oportunidades e indirectas por sus indu-
dables nexos con la clase política tradicional, ligada a la organización de grupos de
sicarios y de paramilitares en complicidad con sectores del ejército, etc4.
Para el estudio de la mafia de la coca en Colombia es pertinente, entonces,
considerar los diversos aspectos históricos, sociales, culturales, económicos y po-
líticos que hacen del fenómeno una realidad compleja. Entre esos aspectos que
Darío esboza como programa de investigación, de los cuales tan sólo logró desa-
rrollar unos cuantos, se destacan los siguientes:
1. los nexos entre actividades legales e ilegales en todos los planos, destacán-
dose lo económico y lo político, es decir, la compenetración entre la acumulación
“normal” de tipo capitalista y las formas mafiosas de acumulación, asociadas a ese
carácter de aparente ilegalidad, así como las formas legitimas de hacer política y
los intentos mafiosos de involucrarse directamente en ella;
140
Reseña: La noción de mafia como elemento articulador de la historia presente de Colombia
141
Renán Vega Cantor
didáctica lo que permite a cualquier lector una comprensión cabal del proceso en
su conjunto desde la siembre de la coca hasta su consumo en las calles de Estados
Unidos. Por lo demás, esta descripción de todo el proceso tiene como finalidad mos-
trar las condiciones que posibilitan la formación y consolidación de una mafia de la
cocaína, que resulta involucrada en todas esas fases, incluyendo la comercialización
a vasta escala y la constitución de redes locales de distribución tanto en Estados
Unidos como en Europa occidental.
En el capítulo tres se consideran las cuestiones atinentes a los vínculos entre
Estado, Economía e ilegalidad en Colombia, que complementa la visión panorá-
mica suministrada en el segundo capítulo. El objetivo de estos dos capítulos es
indicar, lo que se muestra en un mapa del país, el grado de difusión de las activi-
dades ligadas al procesamiento de cocaína, que abarca las más diversas regiones
de la geografía nacional, así como los más distintos aspectos de la vida social,
política, y económica. Justamente, en esta parte se profundiza en el estudio de
los nexos económicos de la mafia. Para el autor, una historia de larga duración de
formas ilegales de producción y comercialización en la sociedad colombiana, que
van desde el contrabando, la explotación de esmeraldas, el tráfico intrafronteri-
zo clandestino, etc. se constituye en el contexto histórico-cultural que explica la
emergencia de la mafia de la cocaína en nuestro país. A esto se asocia la constante
debilidad del Estado colombiano, junto con la corrupción, el clientelismo y el
tráfico de influencias, el exclusivismo político de los dos partidos tradicionales
que ha facilitado la irrupción y autolegitimación de actividades ilegales. También
influye la existencia de una sociedad civil con mínimos niveles de participación
política y poca organización y una permanente marginalidad política y económi-
ca. La división de las Fuerzas Armadas y su escaso nivel profesional es otro factor
que ha influido en la constitución de la mafia de la cocaína.
Aunque es muy difícil cuantificar la importancia real de la economía ilegal en
general y la de la cocaína en particular, porque sobre la misma no pueden existir
registros precisos en las Cuentas Nacionales, si se supone que su participación en
el Producto Interno Bruto es por lo menos del 5%. Esto indica que su peso en la
economía colombiana es notable, lo que se pone de presente en la diversificación
de inversiones por parte de los focos mafiosos. Así tenemos, que hay una amplia
inversión en tierras y en ganados, por parte del núcleo antioqueño, que llevó a
una especie de contrarreforma Agraria por arriba, que todavía no termina, es
decir, a una redistribución de tierras, de manera voluntaria o forzosa, que es
más clara en algunos departamentos del país (Córdoba, Antioquia, Magdalena
Medio, llanos orientales, Boyacá, Cundinamarca, Casanare, Caquetá, Putumayo,
Tolima, Huila) pero que en lugar de conducir a un reparto democrático de la
propiedad agraria ha conducido a su concentración en las manos de los nuevos
ricos en alianza, en algunos casos, con viejos terratenientes. Se considera muy
rápidamente el efecto del narcotráfico en la pequeña industria y en las activida-
143
Renán Vega Cantor
Por una parte, persisten los de tipo ancestral, cacique, gamonal y clientelista, de
alguna manera ligados al campo y heredados desde el siglo pasado, hecho que per-
mite asemejarla a la vieja mafia siciliana. Por otra, a través del tiempo han venido
desarrollándose núcleos modernos, traumáticos y complejos de carácter urbano,
ligados a ‘urbanización y desarrollo capitalista del campo’, en los que sin lugar a
dudas se encuentran manifestaciones de elementos de la moderna mafia nortea-
mericana. Todos estos factores han sido estimulados por cuatro grandes constantes
históricas: la permanencia del caciquismo, el gamonalismo y el clientelismo, la
gran corrupción a todos los niveles, el contrabando y la existencia de economías
ilegales constantes que, a su vez, son traspasadas y retroalimentadas por las contra-
dicciones de un Estado ‘débil’7.
Los sectores populares y de clases medias han sido los componentes sociales
originarios de la mafia colombiana, aunque luego se fueron incrustando en la ór-
bita de los sectores dominantes, tanto agrarios como urbanos. No obstante, esta
similitud en cuanto a su origen social y clasista, así como en los métodos de fun-
cionamiento, la mafia colombiana no ha sido monolítica, ya que en su interior
encontramos tendencias diferentes. Para abordar este aspecto, el autor considera
Darío Betancourt y Martha García. Contrabandistas, Marimberos y Mafiosos, 135-136.
7.
144
Reseña: La noción de mafia como elemento articulador de la historia presente de Colombia
145
Renán Vega Cantor
A lo largo del capítulo se hace un recuento de una muy variada serie de aspec-
tos que tienen que ver con mafia, sociedad, cultura y política, indispensables para
entender la historia contemporánea de Colombia. Sin embargo, la mayor parte
de estos aspectos sólo aparecen enumerados y considerados muy rápidamente,
pero eso si existe un inventario de los grandes problemas y de las grandes contra-
dicciones entre mafia y estado entorno a la extradición y las acciones terroristas
que allí se derivaron, así como también lo relativo a la expansión del sicariato y
el paramilitarismo en las dos últimas décadas desde la creación en 1982 del MAS
y la experiencia de Puerto Boyacá. Todas estas cuestiones ameritan ser desarro-
llados y profundizados por otros investigadores, ya que en el libro se presenta un
inventario de todos estos problemas.
En el último capítulo se rastrea la emergencia de un nuevo núcleo mafioso
entorno a la producción y comercialización de amapola. Así como se hizo con la
marihuana y la cocaína, en el caso de la Amapola se hace una descripción deta-
llada de todos los aspectos relacionados con su producción y comercialización,
resaltando las zonas productivas en el mundo y en Colombia y las razones por
las cuales se configura en forma relativamente tardía este nuevo núcleo mafioso.
Es digno de ser destacado que en el momento en que fue escrito este libro, hasta
ahora se estaba empezando a conocer la importancia que estaba asumiendo la
amapola, por lo que el olfato investigativo de Darío Betancourt logró vislumbrar,
con pocas fuentes de información, la importancia que tomaría el negocio de la
amapola. En virtud de este obstáculo para el conocimiento de la cuestión, el au-
tor sólo se puede limitar a esbozar algunas hipótesis:
1. en el negocio de la Amapola no están participando los grandes núcleos ya
consolidados en la cocaína, sino sectores intermedios que han aprovechado la
guerra entre el Estado y los “carteles” para diversificar sus actividades e incursio-
nar en un renglón poco conocido, como es el de la Amapola, con lo que rompen
el monopolio establecido en el negocio de la cocaína;
2. la disolución y desbandada de los carteles ha llevado a que muchos de sus
antiguos socios se dediquen al nuevo negocio de la amapola;
3. la generalización del modelo neoliberal, la quiebra de la economía nacional
y regional y la crisis cafetera, han posibilitado que ciertos capitales se destinen a
nuevas actividades ilícitas;
4. teniendo en cuenta todos estos aspectos se vislumbra que el nuevo ciclo de
la amapola generara tanta, sí no más, violencia que los fenómenos anteriores en
virtud de la dispersión de los férreos poderes de los grandes núcleos mafiosos y la
consolidación de pequeños núcleos ávidos de controlar el nuevo negocio.
Habiendo hecho una presentación global del contenido del libro, es perti-
nente preguntarse ¿cuál es su significado para la historiografía colombiana? A
nuestro modo de ver sus aportes son variados, entre los que cabría destacar:
• El esfuerzo por establecer parámetros de comparación entre distintos
146
Reseña: La noción de mafia como elemento articulador de la historia presente de Colombia
148
Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y
Narcos
Reseña de libro Mediadores, rebuscadores, traquetos y narcos. Las organizacio-
nes mafiosas del Valle del Cauca entre la historia, la memoria y el relato, 1890-
1997. de Darío Betancourt.
E ste libro contiene cuatro ensayos, escritos por Darío Betancourt, du-
rante sus estudios de Doctorado en París, titulados: “Territorio, Me-
diación y Violencia en las poblaciones de la cordillera occidental del
Valle del Cauca. Individualismo, Transacción y control Territorial 1890 -1997”;
“Las Organizaciones de tipo Mafioso del Valle del Cauca. Mediación, Moderniza-
ción Violenta y Criminalidad enriquecedora 1975 – 1997”; “Memoria individual,
Memoria Histórica. Lo secreto y lo escondido en la narración y el recuerdo”;
“Diez relatos cortos: los orígenes, la estructura y las actuaciones de Tipo Mafio-
so”. Dentro de su contenido son notorios los elementos teóricos y metodológicos
interrelacionados, los cuales la dan un gran soporte y cientificidad a los escritos.
Estos ensayos pueden leerse y trabajarse por separado, ya que entre sí contiene
elementos de comprensión y ampliación de conceptos; sin embargo es evidente
que el segundo y tercer capítulo contienen más elementos teóricos.
Según el autor, esta investigación se enmarca en la línea de Historia Social y
de la Cultura, en el marco Regional2; se acude a la Historia Oral como documen-
to histórico para recuperar la memoria colectiva, teniendo en cuenta las bases
teóricas expuestas por: Walter Benjamín, George Samuel, Eduard P. Thompson,
Philippe Aries, Maurice Halbwachs, entre otros.
En el primer capítulo: “Territorio, Mediación y Violencia en la poblaciones de la cor-
dillera occidental del Valle del Cauca. Individualismo, Transacción y control Territorial
1.
Profesora de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Licenciada en Ciencias So-
ciales. Doctora en Historia de América de la Universidad Pablo de Olavide. Estudiante de Darío
Betancourt.
2.
Vista la Región como: “Categoría móvil que se construye se reconstruye a lo largo del tiempo y que
cambia con el mismo, la región es una construcción social y cultural desarrollada por los hombres
al vivir su vida en un espacio y en un momento determinado; se adapta a las tradiciones sociales y
económicas. La región no existe, se hace, se construye” Darío Betancourt. Mediadores, Rebuscadores,
Traquetos y Narcos. Las organizaciones mafiosas del Valle del Cauca entre la historia, la memoria y el relato,
1890-1997. (Bogotá: Ediciones Antropos, 1998), 31.
149
Olga Yanet Acuña Rodríguez
frentamientos. ¿Así las cosas, la relación directa entre violentos y líderes políticos
parece una constante y luego nos preguntamos por qué la violencia sigue siendo
uno de los mayores males de la sociedad colombiana?
Durante el Frente Nacional, los mediadores serían reemplazados por elemen-
tos clientelistas7 entre élites y seguidores, peones, aparceros y arrendatarios, quienes
constituyeron el caudal electoral de hacendados y latifundistas. La mediación local
a través de la clientela, conformó un poder político de carácter privado, ya que el
poder real descansaba sobre las élites locales y regionales. En la década de los años
setenta surge otra forma de mediación concentrada en pocas manos, aparece una
forma de poder local8 insertada en la política y que manipula al alcalde, al juez,
al cura, a la policía, al notario, a los profesores de los colegios y hasta al ejército; a
cambio de su complicidad entregan: dinero, bienes y gran cantidad de votos a los
dirigentes regionales y nacionales. Es la acción de los terratenientes y narcotrafi-
cantes, quienes producen una gran acumulación económica, al igual que relaciones
de prestigio, mediación, ampliando ciertas funciones en el medio local. Las mafias
no crearon nada nuevo en las localidades y regiones donde iniciaron un lento, casi
invisible y sostenido proceso de permeación de la estructura económica, social y cul-
tural; ellos, aceleraron, conectaron y deformaron la autoayuda9 y la convivencia del
orden. Muchos de los narcos eran miembros de las élites sociales locales o individuos
que se han enriquecido a través de los negocios ilícitos o de la delincuencia común.
Poco a poco estas organizaciones se fortalecieron y su dinámica se desbordó
de los conflictos por el control de la tierra hasta convertirse en escuadrones de la
muerte, sin desligar la intervención del Estado en los diversos procesos de surgi-
miento de los mediadores; durante la última etapa, las luchas antisubversivas de
las fuerzas del gobierno y los grupos paramilitares privados confluyeron en una
sola fuerza que favoreció las actividades de la mafia.
El capítulo permite apreciar una conexión muy fuerte entre las élites políti-
cas, los intermediarios y los grupos para institucionales, que han alimentado la
ola de violencia en Colombia, el análisis del fenómeno desde una perspectiva de
larga duración plantea un problema de la violencia estructural relacionada con el
conflicto agrario, la política y sus vicios, y sobre todo con la debilidad del Estado,
7.
“La adscripción clientelista a un jefe o grupo político proporciona un medio de identificación con
una realidad que trasciende los límites de las lealtades familiares y locales; los individuos se relacio-
nan con el gobierno a través de mediación de élites locales y regionales federadas en los partidos, y
los hace miembros de una comunidad imaginada, más amplia que las comunidades locales a las que
pertenecen”. Darío Betancourt. Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos, 94.
8.
“la precariedad del Estado y su escasa presencia regional y local dejaron en manos de los agen-
tes particulares locales la solución y mediación de los conflictos, favoreciendo el surgimiento y
posterior fortalecimiento del sicariato y el paramilitarismo, modalidades de definición del poder
como otrora lo hicieron los mediadores con los pájaros”. Darío Betancourt. Mediadores, Rebuscadores,
Traquetos y Narcos, 95.
9.
Entendida como la contradicción entre la unidad estatal y la instancia que se define por sí sola,
donde existe una autoridad incompleta regateada o negociada entre el Estado a los entes que lo re-
presentan y que no logran imponer sus normas y la fuerza generada desde la localidad y refrendadas
por la tradición y la costumbre. Darío Betancourt. Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos, 97.
152
Reseña: Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos
por convertir las instituciones en entes maleables a los intereses de los grupos que
ostentan el poder; el texto plantea reflexiones interesantes que deben servir de
base para el desarrollo de trabajos centrados en lo local, lo regional o con cortes
temporales para ver cambios, dinámicas y contextos particulares.
El segundo capítulo “Las Organizaciones de tipo Mafioso del Valle del Cauca. Media-
ción, Modernización Violenta y Criminalidad enriquecedora 1975-1997”; es un estudio de
las particularidades de las organizaciones mafiosas del Valle del Cauca que surgie-
ron en el decenio de los sesenta con la cocaína y que se caracterizó por la utilización
de empresas de fachada para matricular a políticos, empresarios, funcionarios, en-
tre otros a través de relaciones económicas, alquilando el aparato armado y mani-
pulando las fuerzas de seguridad del Estado10. Estas organizaciones mafiosas desde
que surgen, han sido grandes productoras de riqueza y han logrado controlar las
relaciones económicas de localidades y ciudades a través del dominio de tierras me-
diante el uso selectivo de la violencia y el chantaje económico a partir de empresas
mafiosas controladoras del poder.
A partir del control territorial de la medicación de dinero mediante la matrí-
cula y regulación violenta; los nuevos mediadores penetraron en la sociedad, las
instituciones y los partidos; construyendo un poder incrustado dentro del Estado.
En Colombia las organizaciones de tipo mafioso surgieron con la cocaína; se desa-
rrollaron y consolidaron en torno a su producción y comercialización que desde sus
inicios generó riquezas y un alto crecimiento monetario, sin introducir sobrecostos
económicos en las sociedades en las que se desarrolló y a las que dinamizó con sus
capitales mediante la construcción de obras públicas; puentes, carreteras, parques,
escuelas e instituciones con miras a llegar a un grupo social acaecido por las necesi-
dades. Estas organizaciones tienden a establecer una soberanía y un control similar
al del Estado y a mantener una autonomía con relación a los otros centros legítimos
del poder, económico, político e institucional; poseen un poder militar que ejerce
control de tipo estatal de la justicia y la violencia, sin oponerse al poder legítimo,
sino que se incrustan dentro de él, en conjunta relación con sus agentes.
Dentro del proceso de producción de la droga se identifican 3 etapas: la eco-
nómico-operativa: en esta se concentra un serie de subgrupos que se especializan
en la refinación de cocaína y en el uso de insumos químicos; la político-territorial
relacionada con el embarque, almacenamiento y distribución de la heroína, en
esta fase se requiere de conexiones, sobornos, manejo de rutas, espacios y caletas
quienes están bajo control territorial armado y uso frecuente de la violencia; y
por último la de lavado de dinero, simulando lo legal de lo ilegal.
10.
“La precariedad del Estado Colombiano no solo facilitó el tránsito de dichas organizaciones hacia
la penetración de la economía, la sociedad y las instituciones, sino que se ha desdibujado las fronte-
ras entre criminalidad, rebeldía social y violencia política, fracturando el poder y los controles te-
rritoriales, generando una oleada de violencias, tanto desde el poder como desde los contrapoderes”.
Darío Betancourt. Mediadores, Rebuscadores, Traquetos y Narcos, 107.
153
Olga Yanet Acuña Rodríguez
Las organizaciones mafiosas del Valle utilizan una estrategia particular, la ma-
tricula11, debido a las estrategias criminales y de enriquecimiento, ejercen control
económico, político social y territorial; imponen un sistema normativo particular
para mantener altivos a las personalidades requeridas.
Para ello acuden a la violencia, al miedo, al terror, a la desaparición, para afian-
zar su poder y controlar espacios rurales y urbanos. La actividad violenta de las
mafias se constituye así, en instrumento de acumulación de riqueza, ascenso de
clase social, control territorial y poblacional. La violencia tiene un marcado tras-
fondo territorial, promovido por poderosos terratenientes y mafiosos, se ampara
en la guerra política desplazar o erradicar poblaciones enteras o personajes que
simpaticen con la izquierda, campesinos sospechosos de amparar guerrilleros y de-
más personajes que se promulguen en contra de sus planes y empresas criminales.
La relación de la mafia con los partidos políticos liberal-conservador, ha sido
muy estratégica ya que los grupo mafiosos otorgan votos, dinero y ayudas en es-
pecies a cambio de información sobre operativos, impunidad judicial y leyes que
favorezcan sus actividades; el ejercicio se realiza a través de los poderes locales
y regionales, quienes sirven de mediadores y controlan la clientela electoral a
su servicio —por un favor, o por realizar en la comunidad obras para su benefi-
cio—. El intercambio de favores entre dos poderes relativamente autónomos: los
políticos a nombre de la institución del Estado y los jefes de las organizaciones
mafiosas desde su control territorial, mediante el ejercicio de la violencia y el
condicionamiento social. Es evidente, que los jefes de las organizaciones mafiosas
se apropiaron de la mediación como mecanismos de regulación social para mo-
vilizar instituciones y partidos, hasta consolidar un poder incrustado dentro de
la sociedad y el Estado. El texto es uno de los pioneros en describir la estructura
organizacional de las mafias, las conexiones con la política y con los políticos, así
el papel de Darío Beancourt como historiador del presente fue advertirnos sobre
los cambios en la estructura del Estado, contarnos sobre las nuevas relaciones de
poder y sobre la instrumentalización de las instituciones y sus funcionarios al
servicio de los nuevos ricos.
En el capítulo No. 3 “Memoria individual, Memoria Histórica. Lo secreto y lo escon-
dido en la narración y el recuerdo”, se hace una reflexión teórica sobre la importan-
cia de la memoria para la reconstrucción histórica; los relatos contrastados con
otras fuentes documentales, teniendo en cuenta elementos fundamentales como
el tiempo y el espacio, el conocimiento y la conciencia.
En esta reflexión sobre la memoria cobra importancia la historia Oral, que
Betancourt enmarca dentro de la Historia Popular, Historia que pretende acerca
“Que consiste en inscribir, armar, condicionar o presionar mediante el pago a comerciantes, em-
11.
los límites de la historia a la vida de las personas. A través de los relatos se puede
determinar los gestos y actitudes de personajes, quienes expresan el acontecer co-
tidiano del ayer de una colectividad que vivió el momento con sueños, ilusiones
y frustraciones, y que de ellas guardan numerosos recuerdos que sirven de base
para la reconstrucción histórica desde perspectivas distintas en concordancia con
ese momento que vivieron y que le dieron un significado. Con este texto se dejan
las bases para analizar desde la historia los relatos y las vivencias de las víctimas,
vistos como parte de la memoria individual y de la experiencia vivida.
El capítulo No. 4 “Diez relatos cortos: los orígenes, la estructura y las actuaciones de
Tipo Mafioso”, estos relatos están construidos con base en entrevistas y conversa-
ciones con personas implicadas en las organizaciones mafiosas, ellos son habitan-
tes y pobladores de las localidades y territorios donde las organizaciones mafiosas
se desarrollaron en las décadas de los años ochenta y noventa; por su expresión
y contenido son la evidencia de la complicidad de dirigentes y funcionarios, así
como de la intransigencia e inverosimilidad de jefes mafiosos para obrar en for-
ma violenta frente a campesinos, líderes de izquierda y población en general que
se atrevieron a desafiar o a contradecir sus estrategias criminales y delictivas;
como fue el caso del mismo autor de este texto quien fue víctima de la violencia,
por su valentía en denunciar, a través de la historia, la construcción de nuevos
escenarios violentitos; y por contarnos cómo y porqué emergió un nuevo grupo
de “políticos y empresarios” que construyó una forma particular de legitimidad
y que con la compra de conciencias garantizó su permanencia, a la vez que dejó
las bases para la consolidación de una estructura mafiosa que hoy prácticamente
permea todas las instituciones del Estado. Los 10 relatos: El aprendiz, Nostalgia de
Pájaros, Una Ciudad de Negocios, Un observador, los iniciados, El Despegue, A través de
la Lupa, los buenos negocios, el oficinista, el curandero.
En este libro, se resaltan algunas formas de violencia estructurada: desapa-
riciones forzosas, torturas físicas y psicológicas, atentados, masacres, amenazas;
promovidos por organizaciones mafiosos que se transforman en instituciones
delictivas patrocinadas por líderes políticos por instituciones del Estado que
les dieron un cierto grado de legalidad y legitimidad, y que se insertaron en la
estructura social como prácticas “normales” dela sociedad nacional. Esas organi-
zaciones constituyen una red de poder en las que matriculan a grupos sociales
de todos los rangos: quienes se encuentran en el campo del procesamiento de la
droga, quienes buscan la legalidad o el crimen para el transporte y quienes desde
la oficina dan las instrucciones y hacen contactos, siendo los delegados y las ins-
tituciones del Estado el principal soporte para tal fin.
Uno de los elementos que contribuyó con la formación y expansión de la ma-
fia, fue sin duda, el abandono del gobierno central a los sectores de provincia y
de frontera, donde fácilmente se constituyeron redes de la mafia, con tendencias
expansionistas, quienes participaron activamente en procesos políticos y polici-
155
Olga Yanet Acuña Rodríguez
156
La función social de la enseñanza
de la Historia en la Educación Básica
Reseña del libro Enseñanza de la Historia a tres niveles. Una propuesta alterna-
tva del profesor Darío Betancourt.
158
Reseña: La función social de la enseñanza de la Historia en la Educación Básica
159
Víctor Manuel Prieto
Exponiendo su posición ante esta polémica señala que “La Historia que se
enseña y los textos dirigidos al mismo fin, se han movido entre dos extremos, el
de las versiones “oficiales” (...) que en la mayoría de los casos (...) poseen predeter-
minaciones providenciales o de las fuerzas naturales en los procesos económicos
y sociales y el de las versiones “críticas” de nuestra historia que (...) hacen hinca-
pié en la frialdad, en el cálculo, en la habilidad y en la racionalidad de nuestras
élites para manejar procesos como si ellos fueran fácilmente programables”7. Esa
situación ha conducido a exaltar la apología de los dirigentes y a creer que la
comprensión de la dinámica de los procesos sociales es tan compleja que no es
posible de alcanzar fuera de los centros de investigación y de los círculos acadé-
micos universitarios. Con esas críticas a las versiones escolares de la Historia que
proponen las políticas oficiales y los manuales escolares Darío invita a examinar
los contenidos de los programas de estudio.
En este trabajo también propone una enseñanza de la Historia orientada por
los avances de la disciplina para evitar las visiones políticas que conducen a la in-
tolerancia y al fanatismo. Eso no significa renunciar a la posibilidad de iniciar a los
estudiantes en el análisis crítico de las múltiples situaciones que hacen parte de la
realidad social de nuestro país. Por el contrario, considera que la mirada crítica al
pasado social contribuye con la formación de la conciencia política de los estudian-
tes, condición necesaria para que participen activamente en los asuntos públicos y
en su preparación para intervenir activamente en los destinos de la nación.
En este trabajo Darío también hace referencia a la poca incidencia de los avan-
ces de la investigación en la enseñanza de la Historia. Pues si bien, estos desarro-
llos han permitido incluir en los programas de estudio temáticas que hasta hace
algunos años estaban ausentes en la escuela, los métodos de enseñanza de la mayor
parte de escuelas y colegios de nuestro país han mostrado mayor resistencia a reno-
varse. Por eso argumenta que “la acción educativa en la clase de Historia ha venido
reduciéndose a una operación rutinaria y pasiva mediante el seguimiento “fiel” y
“acrítico” a un texto, exponente de la historiografía oficial (...) o de algunas de las
nuevas tendencias críticas, que (...) se limitan a llenar un programa”8.
Esa circunstancia lleva a que en los niveles de formación primaria y secun-
daria el valor educativo de la disciplina se diluya entre otras influencias, que en
muchas ocasiones lo contradicen, pues tienden a generar fundamentalismos que
hacen pensar que la violencia y la guerra han sido los motores de la Historia.
Esos cuestionamientos a la versión del pasado que transmite la enseñanza esco-
lar deben servir para reflexionar sobre la importancia de modificar las visiones
episódicas y heroicas en las que solamente se destacan las acciones y las obras
de los dirigentes y que dificultan la formación de una conciencia crítica en los
estudiantes. Esa preocupación tiene plena vigencia en la actualidad, pues como
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles, 39.
7.
160
Reseña: La función social de la enseñanza de la Historia en la Educación Básica
Darío anota “las historias críticas surgidas en las dos últimas décadas, opuestas
a las visiones oficiales, son hoy más que nunca —máxime cuando se anuncian
como grandiosos los “triunfos” del neoliberalismo— una necesidad que tiene que
ver con la gran “carencia de historia” de las masas populares desposeídas, y con la
posibilidad de lograr un sentido más social y profundo de unidad nacional que el
que hasta ahora ha construido la historiografía oficial”9.
Además el modelo cronológico euro-céntrico que ofrece el sistema educativo pre-
senta el tiempo histórico siguiendo un desarrollo lineal en el que se exalta el progreso
que ha generado ese desarrollo sin ningún tipo de cuestionamiento. La periodización,
por ejemplo, tiene una marcada influencia positivista cuando tiende a homogenei-
zar la Historia a partir del encadenamiento de hechos para darle explicación a la
dinámica social desde una perspectiva etnocéntrica. En los contenidos se muestra a
Europa como modelo de desarrollo en donde los demás pueblos entran a una Historia
Universal que nace en el Mediterráneo y van evolucionando hasta llegar a los Estados
modernos y a las revoluciones burguesas generando la dinámica social que ha prepa-
rado al mundo para entrar al tercer milenio en la economía de mercado Neoliberal de
manera prácticamente uniforme.
Pero sus planteamientos frente a la enseñanza no abordan solamente aspectos
relacionados con la orientación ideológica que tienen los programas de estudio.
Allí también hace referencia a los métodos que se emplean en la enseñanza de la
Historia. Comenta que los Planes de Estudio se desarrollan buscando la simple
instrucción, actividad que se adelanta a partir de conferencias magistrales o de
la presentación de los temas a cargo de los estudiantes, metodología que resulta
tediosa y aburrida, pues en el mejor de los casos corresponde a la amena charla de
un buen maestro o a la adecuada exposición que algunos jóvenes pueden hacer ante
sus compañeros. Y aunque en algunas ocasiones se programan ejercicios escolares
que incluyen visitas a museos, elaboración de mapas y maquetas y la presentación
de socio-dramas, por su orientación estas actividades buscan facilitar la memoriza-
ción de datos y conducir al voluntarismo y al activismo de los estudiantes.
También comenta que esa orientación no le permite al estudiante comprender
el carácter provisional de la explicación del hecho histórico, dificulta el manejo de
los conceptos que emplea la disciplina y la forma como se construye el conocimien-
to histórico. Además señala cómo esas limitaciones se ven reflejadas en la forma
de evaluar, pues por ofrecer verdades absolutas que el alumno debe memorizar y
repetir al pie de la letra, lo que se valora es el dogmatismo que se promueve con el
exagerado culto que se le rinde a las interpretaciones que ofrecen los textos escola-
res cuando se presentan como verdades incuestionables. Por eso considera que para
iniciar una renovación en la enseñanza de la Historia se debe partir de una mejor
formación en las Facultades de Educación que prepara a los maestros en Ciencias
Sociales, instituciones hacia las cuales va dirigida su propuesta.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles, 27.
9.
161
Víctor Manuel Prieto
Darío afirma que “es en las universidades formadoras de maestros en donde tiene
que darse el cambio cualitativo en la enseñanza de la Historia para lograr revolucio-
nar hacia abajo la manera como hasta ahora se ha venido trabajando dicha asignatu-
ra”10. Propone orientar la formación de los maestros hacia el énfasis en la investiga-
ción y hacia la innovación didáctica para que puedan ejercer la libertad de cátedra y
diseñar estrategias de enseñanza-aprendizaje que permitan acercar a los estudiantes
de primaria y secundaria a los desarrollos metodológicos y temáticos alcanzados por
la disciplina. En este sentido es ilustrativa la dedicatoria de su libro, pues además de
sus dos hijas se lo ofrece “A aquellos maestros colombianos, a quienes corresponde la
mayor responsabilidad en la formación de una conciencia social crítica”.
Para alcanzar este objetivo propone que sean formados como docentes-investi-
gadores para que se familiaricen con los métodos de análisis de la disciplina, pero
además con la capacidad para seguir un proceso durante la enseñanza en los niveles
de educación básica primaria y secundaria. Su propuesta también plantea que en la
formación de los maestros se organicen dinámicas de trabajo dentro y fuera del aula,
pues además de estimular la capacidad de observación de la realidad social, permiten
propiciar la discusión de temas y la elaboración de ensayos donde los estudiantes
además de aprender Historia, desarrollan habilidades en el uso de la expresión oral y
escrita, habilidades absolutamente necesarias para el ejercicio de la docencia.
Así la función del profesor dejará de ser la de transmitir información para pasar
a ser la de guía en el trabajo que tienen que realizar los estudiantes. Recomienda
que en la formación de los maestros la enseñanza de la Historia se haga a partir del
estudio de las temáticas en tres niveles. Propone que en un primer nivel se adelante
la consulta de la producción historiográfica por parte de los estudiantes, inicián-
dolos en el estudio de obras especializadas. De este trabajo se podrán seleccionar
temas puntuales para problematizarlos y hacerlos objeto de análisis particulares,
aspecto en el cual se deben tener en cuenta los conocimientos previos que tiene el
estudiante, proceso que corresponde al segundo nivel de su propuesta. Desarrolla-
da adecuadamente adquiere un gran valor pedagógico, pues permite comprender
aspecto como el uso de teorías, conceptos y métodos de investigación así como la
importancia de la interdisciplinaridad en la investigación histórica llegando a un
nivel de comprensión más crítico de nuestro pasado.
También propone que para el tratamiento de los temas que se van a desarrollar
se empleen diferentes recursos, como estudios de caso, documentos de la época que
se esté analizando, objetos encontrados en excavaciones arqueológicas, entrevistas,
fotografías, obras de arte, grabados, cifras estadísticas, películas, caminos, cercas y
edificios. Si el estudiante ha asimilado los métodos desarrollados por los estudiosos
estará en condiciones de problematizar e interrogar esas fuentes para organizarlas
e interpretarlas haciendo uso de los conceptos propios de la disciplina.
162
Reseña: La función social de la enseñanza de la Historia en la Educación Básica
11.
Darío Betancourt. Enseñanza de la historia a tres niveles, 9-10.
163
La historia local o los cimientos ignorados
de la historia nacional1
Reseña de la obra Historia de Restrepo, Valle. De los conflictos agrarios a la
fundación de pueblos. El problema de las historias locales, 1885-1990 del profesor
Darío Betancourt.
Parece obvio aclararlo, pero nunca está demás: cuando me refiero a las remotas
voces que desde el pasado nos ayudan a encontrar respuesta a los desafíos del
tiempo presente, no estoy proponiendo la reivindicación de los ritos de sacrifi-
cio que ofrecen corazones humanos a los dioses... En cambio, estoy celebrando
el hecho de que América pueda encontrar, en sus más antiguas fuentes, sus más
jóvenes energías: el pasado dice cosas que interesan al futuro.
Eduardo Galeano. Nosotros decimos no: Crónicas (1963-1988).
ésta la historia local, se constituye antes que nada, como fundamento de la historia
nacional en la medida que pone de manifiesto los vacíos en el conocimiento del
conjunto de verdades que arman el rostro de Colombia, y donde la sociedad podrá
ser reconocida en su diversidad espacial y temporal al ser analizadas y sopesadas
sus partes. De ahí que, sin perder de vista que nuestra formación nacional es ante
todo producto de una diversidad desigual y combinada, convenga en que tal diver-
sidad requiere del estudio de sus matices, su identificación y construcción.
El problema de las historias locales, como así subtitula el trabajo, tiende a di-
lucidarse al considerar que fundamentalmente ésta constituye uno de los pilares
básicos de una historia total. Así, la historia local es eslabón o parte de la historia
regional; la historia regional es componente de la historia nacional, y ésta, a su
vez, tiene vinculación con las estructuras internacionales que inyectan dinamis-
mo o marginalidad al municipio o parroquia, objeto de estudio.
Se trata, pues, de una especie de inventario histórico, cuyo conocimiento de sus
marcos geográficos, antropológicos, arqueológicos, económicos, políticos y socia-
les, se presenta como una contribución para salir del laberinto de las violencias que
los cubren. Un desafío que necesariamente aflora en medio de las complejidades de
un país cada vez más agresivo, dominado por clases políticas convencionales, sin
capacidad para gobernar por sí solas el maltrecho mundo construido y abigarrado
de tantas presencias indefinidas. La realidad actual, entonces, invade las concien-
cias invitando a buscar en los entornos inmediatos las raíces de las contradicciones
y la identidad de un país sin proyecciones, pues si la identidad es precisión de un
entorno, desconectado por su silencio del devenir de un país, la región constituye
una fuente fundamental en la búsqueda de autoreconocimiento.
El problema de las historias locales, para Darío, enfrentó igualmente un com-
plejo inconveniente que era necesario resolver. Sobre el municipio de Restrepo
existen unas cuantas monografías que intentan reconstruir la historia, aun cuan-
do su trama se entreteje con la anécdota. De ahí que partiera de la base de que
sin teoría, la fragmentación y trivialización del discurso histórico es una amenaza
inmediata, pues no responde a nada, y considerara que el análisis de rituales y
de la vida cotidiana pueblerina puede ampliar nuestra visión del pasado de una
sociedad, pero sólo si está ligado a preguntas centrales que relacionen estas con-
ductas con el sentido de una vida o una sociedad. De otra manera, se podría per-
der toda perspectiva global, el vínculo de unos problemas con otros y reemplazar
la historia como cuestionamiento del pasado y como pregunta, por una historia
que valora sólo lo aislado y lo independiente y que no puede encontrar otros
motivos diferentes de interés que la pasión por lo llamativo, lo sorprendente, lo
anecdótico, lo pintoresco.
Sin perder de vista estos presupuestos, considera que el desarrollo de una
historia regional tiene como base la fundamentación y conocimiento del pasado
partiendo del presente para construir y dar respuestas a los avatares actuales y
168
Reseña: La historia local o los cimientos ignorados de la historia nacional
171
Efrén Mesa Montaña
172
Parte III
Construcciones narrativas
Los Ausentes
A Darío…
1.
Presidente Nacional del Sindicato Mixto de Trabajadores de las Universidades Públicas Naciona-
les (SINTRAUNAL).
179
Juan Carlos Arango Salazar
180
Darío Betancourt: El terror y la muerte acecha a los sindicatos de trabajadores.
181
En memoria de un hombre de memoria1
Arturo Álape2
1.
Publicado en El Espectador, Domingo 15 de agosto de 1999.
Escritor, periodista e historiador colombiano. Entre sus principales obras encontramos: Diario de
2.
un guerrillero,1970; Un día de septiembre: testimonio del paro cívico 1977, 1980; El Bogotazo: memorias del
olvido, 1983; La paz, la violencia: testigos de excepción, 1985; Las vidas de Pedro Antonio Marín, Manuel Ma-
rulanda Vélez, Tirofijo, 1989; Tirofijo: los sueños y las montañas 1964-1984, 1994; Ciudad Bolívar: la hoguera
de las ilusiones, 1995; Río de inmensas voces: ...y otras voces, 1997; Manuel Marulanda, Tirofijo : Colombia :
40 años de lucha guerrillera, 2000; Yo soy un libro en prisión, 2002; y La Ciudad Bolívar de los jóvenes, 2006
183
Arturo Álape
185
El 8 de marzo, día internacional de la mujer.
Entre el mariachi, la capucha y la rosa en la
Universidad Pedagógica Nacional1
Darío Betancourt Echeverry2
Lástima que, mientras los primero rasgaban su careta (como el payaso que
tiene el alma rota), los segundos hasta para homenajear a la mujer tuvieran que
ponerse una máscara. Es tal la crisis económica, social y cultural que nos asiste, que la
realidad supera la ficción, y los hechos cotidianos suceden tan repetitiva y contundente-
mente, banalizándose y disolviéndose en la bruma del quehacer diario, para terminar,
convirtiéndose en anécdota.
189
Darío Betancourt:
Memoria, vigencia de maestro y
universidad1
Víctor Manuel Rodríguez Murcia2
en aras de construir una memoria colectiva, una memoria que alimente tanto
en el presente como en el futuro los sucesos individuales y colectivos por los que
necesariamente pasan los procesos de construcción de universidad”3. De esta
manera Darío hace un llamado a constituir otros espacios otras formas de vida
universitaria que logren hacer ruptura de una cotidianidad aparentemente tranquila
e inmovilizante. Darío en este sentido nos invita a sospechar sobre la tranquilidad, a
constituir acontecimientos4, hacer historia viva en la universidad desde la memoria.
Del mismo modo, en buena parte de sus escritos acerca de la Universidad,
Darío manifiesta una preocupación por el maestro, pasando por el análisis de
dos tipos de subjetividades presentes en nuestra universidad, la del maestro en
ejercicio de la UPN y la del joven estudiante, maestro en formación. El primero
de ellos es la función misma del maestro de la UPN frente al acontecer cotidiano,
al respecto vale la pena interrogarnos ¿Qué tipo de acontecimientos académicos
políticos generamos los maestros al interior de la Universidad Pedagógica
Nacional? ¿Cuáles son las rupturas a esa cotidianidad muda inmóvil y pesada que
vivimos en nuestra alma máter? ¿Cuáles son nuestros lugares de diálogo con el otro
maestro, el otro estudiante el otro trabajador? En tanto educadores de educadores
¿Cuál es nuestro compromiso con la realidad de la universidad y del país?
Betancourt señala la urgencia de una reforma curricular para la universidad que
situara a los maestros de cara al país “…faltan docentes empapados de la realidad
nacional, de los procesos culturales, del conocimiento de las distintas etnias, de la
política de descentralización, del reordenamiento territorial, de la política regional y
local, entre otros muchos aspectos5. Es un llamado al compromiso con la situación de
la universidad a constituir otras lógicas que apuesten salidas a la crisis institucional
que vive hoy nuestra universidad colombiana, escuchando, dialogando con nuestros
estudiantes con los trabajadores, pero también poniéndose la cara a la sociedad .
La apuesta de Dario es por asumir de otra manera nuestra práctica profesional,
en tantoopción política transformadora con una comunidad con el joven estu-
diante No pueden perderse de vista las triples jornadas, sin recreos, sin juegos, sin so-
cialización, a las que se sumó un maestro “domesticado” como simple “administrador de
currículo”, en los marcos de la Tecnología Educativa que dejó en manos de los medios ma-
sivos de comunicación el afianzamiento de los valores cívicos y culturales de la juventud,
3.
Darío Betancourt Echeverry Darío. “El 8 de marzo, día internacional de la mujer. Entre el mariachi, la
capucha y la rosa en la Universidad Pedagógica Nacional”. Marzo de 1999
4.
Al respecto quisiera ampliar la noción de acontecimiento siguiendo lo expuesto por Paul Virilio:
“Crear un acontecimiento significa hoy, ante todo, romper el mimetismo, la construcción de
modelos publicitarios, esa propaganda pronto cibernética que es, sin duda, la más importante de las
poluciones; una polución ya no ecológica si no Eetológica y mental que acompaña la globalización
de los comportamientos sociales”. Paul Virilio. Ciudad pánico. El afuera comienza aquí. Buenos Aires:
Zorzal, 2006), 40.
5.
Darío Betancourt Echeverry. “Acreditación y reforma curricular en la universidad pedagógica
nacional. La crisis nacional y la ausencia de un proyecto cultural y político para la juventud”.
Boletín Sociales. Bogotá. Abril de 1999.
192
Darío Betancourt: Memoria, vigencia de maestro y universidad
valores que generalmente han sido reemplazados por las tentaciones del consumismo
extranjerizante e individualista de los tenis, la camiseta, la moto y el enriquecimiento
fácil, todos ellos profundos generadores de violencia6. Como muchos otros maestros de
su época, Darío muestra un notable rechazo a la instrumentalización misma de la
profesión docente, aspecto al que muchos maestros resistieron durante la década
del 80 y parte del noventa en el marco del Movimiento Pedagógico Colombiano.
La reflexión y el debate por el sentido mismo de la profesión docente, se hace
necesaria en la coyuntura actual, cuando ésta se ve seriamente amenazada por
políticas tecnocráticas, que apuntan hacia la llamada desprofesionalización docente.
En este sentido se hace visible las responsabilidades éticas y políticas del maestro
en el marco de los profundos cambios que afronta la escuela y la educación.
El segundo aspecto tiene que ver con la mirada al joven estudiante. En éste
punto Betancourt cita a Walter Benjamín quien desde una propuesta de filosofía
para jóvenes expuesta en la Reforma Escolar: Un Movimiento cultural, plantea la
necesidad de constituir una cultura de la juventud con un carácter participativo
al interior de la universidad, “Sus planteamientos y elaboraciones, encuadrados
dentro de esta corriente reformadora, pretendían ir mucho más allá de lo
estrictamente escolar y académico, apuntando a la constitución de una cultura
de la juventud en la cual participaron otros jóvenes de su generación”7.
Al respecto, bien vale la pena por hacer una reflexión hoy por lo que se
entiende por ser joven y formularnos los siguientes interrogantes: ¿Cuáles
serían los aportes hoy de una cultura de la juventud, apropósito de la actitud
confesional y de señalamiento que se hace a los estudiantes frente a la droga y al
alcohol al interior de las universidades, frente a su sexualidad? En este sentido, la
universidad se pregunta por ¿qué se entiende por ser joven hoy? ¿Cuales son las
prácticas y discurso que los constituyen hoy? ¿Cómo vemos al otro joven? ¿Como
se refleja esto hoy en el cotidiano de la universidad?
Del mismo modo Darío también se preocupa por las diferentes manifestaciones
de violencia puestas en práctica por los jóvenes. Así se refiere a expresiones de
algunos grupos estudiantes a los que el denomino como iluminados: “Estos grupos
de «iluminados», alejados del estudiantado y de los sectores populares que dicen
representar, quizás sin racionalizarlo, no sólo se alejan cada vez más de otros sectores
sociales, sino que realizan su protesta afectando la cotidianidad del ciudadano
raso, sin que medie un comunicado explicativo u otras formas de intercambio de
el por qué de su acción. Quiero aclarar que no descarto las acciones de protesta
en ciertas coyunturas cruciales y no estoy en contra de la protesta y en últimas
de la confrontación callejera del estudiantado y otros sectores sociales; lo que me
parece grave es que el estudiantado no sea capaz de protestar como estamento,
6.
Darío Betancourt Echeverry. “Violencia, Educación y Derechos Humanos”. Revista Folios No 5.
(1996).
7.
Darío Betancourt Echeverry. “Acreditación y reforma curricular en la universidad pedagógica nacional.
la crisis nacional y la ausencia de un proyecto cultural y político para la juventud”.
193
Víctor Manuel Rodríguez Murcia
Quiero finalizar estas líneas, con el carácter emotivo con el que las inicie,
expresando que recordar a Darío a muchos nos evoca no solamente nuestra vida
estudiantil (para quienes tuvimos la fortuna de tomar clase con él), si no que
también nos evoca esa otra forma de ser maestro, de la que él se encargo de
mostrarnos en el cotidiano, un auténtico profesional quien en verdad construyo
pedagogía a partir del constante diálogo con el estudiante, ese maestro que
rompe la rigidez de los moldes institucionales que le impone unas prácticas unos
discursos, para darnos a entender que el lugar de la academia esta más allá de
las cuatros paredes formales del aula de clase. Este es un homenaje, un gesto
de gratitud a ese maestro que recuerdo y me acompaña constantemente en mi
práctica profesional.
195
Amamantando nostalgias desde una orilla del
pensamiento crítico: En homenaje al maestro
Darío Betancourt.
Piedad Ortega Valencia1
De nombres desteñidos
Donde la rabia, nuestra espera.
Mañana
Regresaremos con tu sombra
Agazapada detrás de la puerta
Y nuevamente…. Nuevamente
Empezaremos a deletrear tu nombre.
E scribir este texto nos convoca a pensar nuestro lugar de maestros que
trabajamos en espacios universitarios, escolares, comunitarios, en pro-
cesos de movilización social y política. Desde este lugar me pregunto
¿a qué sabe la ausencia del Maestro Darío Betancourt? Intento responder desde
la memoria de sus allegados, sus estudiantes —hoy egresados—, sus colegas que
siguen habitando en la Universidad Pedagógica Nacional, y decir que su ausencia
me sabe:
198
Amamantando nostalgias desde una orilla del pensamiento crítico: Homenaje a Darío Betancourt
Los senderos que han transitado las comunidades víctimas de violencia social
y política dan cuenta de los pasos plasmados por el dolor que se ha padecido (y
se continúa) de haber vivido y estar viviendo en contextos de violencia política
y conflicto social armado, y a su vez de las prácticas de resistencia4 que tam-
bién han delineado los campos de enseñanza y la formación política, donde las
2.
En el marco del acuerdo final “para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable
y duradera” con el movimiento insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias FARC-EP. Consultar
el documento en: http://www.elespectador.com/files/pdf_files/597c60eb35c55f02629da71e72e51921.
pdf y el inicio del proceso de paz entre el Estado y el Ejército de liberación Nacional —ELN— con
quienes se tiene ya establecida la hoja de ruta (enero 2017).
3.
Joan Carlos Mélich. Lógica de la crueldad. (Barcelona: Herder, 2014).
4.
Nuestro pleno reconocimiento a la Comunidad de Paz de San José de Apartado, Las Madres de
Soacha, Ruta Pacífica de Mujeres, Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado —MOVICE—,
Organizaciones estudiantiles, prácticas instituyentes de maestros, procesos de movilización social
y educativa.
199
Piedad Ortega Valencia
Estar prohibido significó no sólo lo que sufrimos durante esos años de dictadura,
también el miedo, la bronca, el resentimiento que seguimos masticando en los
años posteriores, el no poder pensar en otra cosa durante tanto tiempo. Impre-
siona mucho ver a tantos colegas allí nombrados, pega en la cicatriz que quedó de
una herida que se hizo en otro tiempo. Impresiona lo que nos dura todo este dolor,
repasar tantos amigos que no están, que siguieron su vida como pudieron en el
exilio o que murieron de tristeza. Es un impacto fuerte para mí repasar esta lista.
Y es importante que las nuevas generaciones sepan que hay que cuidar mucho esta
libertad que hoy tenemos (…)
Sabía que estaba en la lista de censura porque lo viví. No poder trabajar, que te
censuren, recibir amenazas y también la imposibilidad de moverte en tu propio
país es algo que uno vivió en aquellos años.
La palabra invocada
(…) Tal vez se hizo vieja y delira en un convento,
Tal vez sufra de amnesia
Y olvide las nueve letras de su nombre.
Acaso rasgó el mapa y no conozca el regreso
O beba a cántaros la leche amarga del olvido.
A lo mejor aparezca en un bote cuando nadie la espere,
Cubierta de vendas y usando como remos sus muletas,
La malherida, la sorda, la maltrecha esperanza
No aceptar otro modo de fundamentar las normas y los valores (es decir, la moral
o las morales que tengamos) que no sea el que provenga de la propia creencia o de
los propios sentimientos o de la propia tradición, sin exponerse jamás a una lec-
tura crítica y racional, sin aceptar ningún otro argumento que no sea el propio. El
fundamentalismo no deja que surja la reflexión ética, no deja que emerja la ética.
No es que no tenga moral, los fundamentalistas tienen morales muy fuertes, son
capaces de dar la vida tirando una torre, eso está movido por una moral. Lo que no
están dispuestos es a exponerla críticamente, argumentativa y, de alguna manera,
racionalmente. En ese sentido, el fundamentalismo no deja que surja porque es
8
Giorgio Agamben. Infancia e historia. (Argentina: Adriana Hidalgo Editora, 2011).
202
Amamantando nostalgias desde una orilla del pensamiento crítico: Homenaje a Darío Betancourt
De igual modo, expone que el pensamiento crítico tiene que enfrentar otra
tensión —a modo de preocupación— que no la deja emerger, se refiere al escepti-
cismo. Sobre esta actitud, formula el siguiente cuestionamiento:
9.
Carlos Cullen. Entre desarrollo y educación ¿ética donde habitas? [2008]. Consultado en: http://
www.oei.es/historico/noticias/spip.php?article333
10.
Paulo Freire. La educación como práctica de la libertad. (Siglo XXI. Madrid. 1969). 101.
203
Piedad Ortega Valencia
207
Lo que dicen las piedras
En memoria de Darío Betancourt Echeverry
Carlos Humberto Cardona Hincapié
les entregan recursos económicos a los políticos locales para financiar sus campa-
ñas y hacerse así con una parte del poder.
Por esos días, Darío incursionaba también con entusiasmo en el recurso lite-
rario como elemento aliado para la narración de los sucesos históricos. Sin duda,
era una innovación que llevaría a una nueva visión de las ciencias sociales, puesto
que con ello dejaría planteada de manera contundente la importancia de la his-
toria oral, el relato de primera mano de los protagonistas reales de la historia, tal
y como se había aventurado a hacerlo en Historia de Restrepo y como todo lo
emprendido por él, vio en parte sus frutos en el libro de Mediadores.
Darío nos dejó un legado enorme, un nuevo enfoque de la historia. Quienes
hemos seguido de cerca el desarrollo de su obra, ya no volveremos a ver lo his-
tórico en la forma tradicional, el conocimiento impuesto por el cómodo centra-
lismo, frente a la realidad ignota de la región o la provincia.La historia deberá
ser narrada y construida desde lo local, para que sus actores sientan el arraigo de
su terruño y puedan abanderar sus propias causas, para que conocedores de sus
aciertos, de sus fallas y contradicciones puedan encontrar salidas apropiadas para
sus conflictos, para que dentro de sus límites puedan encajar dentro del rompeca-
bezas que representa una nacionalidad. La fuerza de esas ideas se impone y marca
un hito dentro del ámbito de las ciencias sociales.
211
Memorias de la desaparición forzada1
Iván Arturo Torres Aranguren2
En esos días el agite era total. Como diría el gran Víctor Jara, la cosa se movía
“como el agua en una batea”. ¿Se acuerda usted cual fue la respuesta del gobierno
ante la movilización popular y la lucha por los derechos humanos? Qué le voy a
contar yo que usted no sepa.
En mi opinión, el año 1981 marca un quiebre similar al que produjo el asesina-
to de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. La razón es sencilla pero contundente. Recuer-
de profe que tras el secuestro de Martha Nieves Ochoa, la hermana de Jorge Luís,
Fabio y Juan David Ochoa, integrantes del Cartel de Medellín, la mafia, en alian-
za con un sector importante de la Fuerza Pública, miembros de las elites políticas
regionales y la oligarquía terrateniente, dieron origen al MAS, grupo paramilitar
que se encargó de asesinar y desaparecer a un buen número de militantes del
EME en Antioquia, y que se constituyó en la punta de lanza de las Autodefensas
de Puerto Boyacá, socio indiscutible del Cartel de Medellín, brazo armado de las
Fuerzas Militares, y semilla fundante del paramilitarismo en el país.
Luego vino el gobierno de Belisario Betancur y su ministro de defensa, el general
Fernando Landazábal Reyes. A partir de entonces la situación fue más oscura. ¿Se
acuerda usted que nunca como entonces se habló de paz, de diálogo y de amnis-
tía? Si, ya sé lo que significa su sonrisa. Sé que busca que recuerde que mientras
el Presidente de la República amnistiaba a unos 350 presos políticos, el Ejército
Nacional se apoyaba en el paramilitarismo y se mostraba dispuesto a masificar
las desapariciones y las ejecuciones extrajudiciales con el fin de hacer explotar el
proceso de paz. Sé, que quiere que recuerde que mientras Betancur hablaba de paz
se multiplicaban los escuadrones de la muerte y varios cientos de militantes de la
Unión Patriótica caían asesinados en las cuatro esquinas del país. Sé, que no quiere
que pierda de vista que el paramilitarismo se convirtió en una suerte de cáncer que
tras hacer metástasis se extendió al cuerpo roto de Colombia, tal y como lo eviden-
ció el Procurador Carlos Jiménez Gómez en enero de 1983, cuando diera a conocer
un estudio en el que se vinculaba a 163 civiles y 59 militares en servicio activo o en
retiro con el accionar del MAS y su máquina de la muerte. Sé, que quiere que les
recuerde a todos que a partir de entonces se hicieron tristemente célebres los ape-
llidos Álvarez Henao, García Echeverri, Gil Bermúdez, Yanine Díaz, Gil Colorado,
Echandía Sánchez, Velandia Hurtado, y tantos otros más.
Recuerdo que las denuncias del Procurador General de la Nación desataron
la furia en las guarniciones militares y que el ruido de los sables hizo presagiar la
posibilidad de un golpe militar en el país. La respuesta de Belisario Betancur em-
pezó a mostrar su verdadero talante político pues, un mes después de presentado
el informe del Procurador sobre el MAS, el “Presidente de la Paz”, el mismo que
había recibido el Premio Príncipe de Asturias por la calidad humana y su aporte
a la democracia, en alocución transmitida en simultánea por los principales cana-
les de televisión, desmintió los rumores que hablaban de la insubordinación mi-
litar, respaldo la labor “patriótica” que venían adelantando las Fuerzas Armadas
215
Iván Arturo Torres Aranguren
y afirmó que su política de paz tendría entonces “los puños y los dientes que le
faltaban”. La actitud asumida por la el Presidente para calmar a los generales dio
al traste con el proceso de paz y Diálogo Nacional con las guerrillas de las FARC,
el M-19, el EPL y la ADO. Lo que vino fue un recrudecimiento del conflicto ar-
mado y un aumento sin precedentes de las violaciones a los derechos humanos.
Dos hechos evidencian la magnitud de la situación que se vivía entonces y se
convirtieron en admonición de lo que vendría para el país en los siguientes años:
la desaparición de 11 estudiantes de la Universidad Nacional y la Universidad
Distrital en 1982, y el holocausto del Palacio de Justicia en 1985.
Es caso del Colectivo 82 nos recuerda lo ocurrido el pasado día 26 de otro
“septiembre negro” en Ayotzinapa, en el Estado mexicano de Guerrero, cuando un
grupo de estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, quienes trataban
de llegar a Ciudad de México para participar en la conmemoración del 46 ani-
versario de la “Masacre de Tlatelolco”, fueron atacados por la Policía Municipal,
acción que dejó como saldo un total de 6 estudiantes muertos, 17 heridos y 43 des-
aparecidos. De acuerdo con el testimonio de uno de los sicarios, la orden provino
del Alcalde de Iguala José Luis Abarca, y su esposa María de los Ángeles Pineda,
con fuertes vínculos con el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, creador del gru-
po paramilitar “Guerreros Unidos”.
De acuerdo con las investigaciones, la Policía Municipal detuvo de manera
ilegal a los estudiantes y se los entregó a paramilitares al mando de alias “Chucky”
quien se encargó de la matanza. A la fecha, han aparecido 29 cadáveres inhuma-
dos en fosas comunes, a varios les fueron sacados los ojos y les arrancaron la piel
de la cara, los demás cuerpos están totalmente calcinados. Supongo mi profe que
ya se habrá dado cuenta que el caso del Colectivo 82 tiene varios elementos en
común con lo sucedido en Iguala. Aquí, la detención y desaparición de 9 estu-
diantes y 2 personas más, ocurrida entre el 4 de marzo y el 12 de otro septiem-
bre fue ordenada por el narcotraficante José Hader Álvarez y los encargados de
ejecutarla fueron miembros de la DIPOL y el F-2 de la Policía Nacional, bajo la
supervisión del coronel Nacin Yanine Díaz, los mayores Ernesto Condia Garzón
y Jorge Alipio Vanegas Torres, y los capitanes Luis Ángel Perdomo, Jairo Otálo-
ra Durán y Miguel Rodrigo Torrado Badillo. Estos, valiéndose de helicópteros,
carros y agentes oficiales, así como del dinero, carros y sicarios aportados por
la mafia, “cazaron” a las víctimas y se las entregaron a Hader Álvarez, quien las
condujo a una de sus mansiones, ubicada en los cerros orientales al norte de la
ciudad, y los sometió durante varios días a suplicios y torturas para obligarlos a
“confesar” su participación en el secuestro y asesinato de sus hijos Zuleika de 7
años de edad, Yidid, de 6 y Xouix, de 5.
Vale decir que a diferencia de lo sucedido en Iguala, en nuestro país no hubo
detenidos por los crímenes cometidos, que nunca aparecieron los cuerpos de las víc-
timas y que el silencio social en torno al caso fue total. La justicia estableció que 3 de
216
Memorias de la desaparición forzada
las víctimas tenían responsabilidad en el secuestro de los niños y les profirió sendas
condenas póstumas. Para los criminales oficiales la impunidad fue total. Se sabe sí que
luego de la tortura los cuerpos moribundos de los estudiantes fueron llevados a fincas
del capo en los Llanos Orientales, que fueron amarrados a los árboles y abandonados
para que fueran devorados por las fieras y los animales de carroña.
El caso del Palacio de Justicia también deja entrever el vuelo que obtendrían
la criminalidad oficial y la impunidad en Colombia. Recuerde mi profe que el 6
de septiembre de 1985, la Compañía Iván Marino Ospina del M-19, en desarrollo
de la operación “Antonio Nariño por los derechos del hombre”, tomó por asalto
el Palacio de Justicia con el fin de presentar una “demanda armada” ante la Corte
Suprema de Justicia en contra de Belisario Betancur Cuartas, a quien la insurgen-
cia acusaba de haber incumplido los acuerdos suscritos en el marco del proceso
de paz y haber traicionado la voluntad y el anhelo de paz de los colombianos,
promesa y compromiso con el que el político conservador había logrado el favor
popular y había sido investido como Presidente de la República.
Usted sabe que la respuesta del Ejército Nacional fue totalmente desmesurada
y desproporcional. Sabe también, que el Presidente Betancur, no tuvo la estatura
ética, ni el talante humano para detener la masacre, aceptar una salida política
para resolver la situación, e imponer algún tipo de control a la voracidad de una
Fuerza Pública que, supo aprovechar las deficiencias en la estrategia de defensa
del comando guerrillero y, sin importarle en lo más mínimo la vida de los rehe-
nes, convirtió la situación en el pretexto preciso para imponer su voluntad sobre
el poder ejecutivo, aniquilar militarmente a la guerrilla que más lo había desafia-
do hasta ese entonces, y acabar con aquellos incómodos jueces que los acusaban y
los señalaban como violadores de los derechos humanos.
Releyendo toda esta historia, siento profe que el saldo de la Operación Ras-
trillo, nombre con el que la cúpula militar bautizó el operativo que emprendió
para “recuperar” el control del Palacio de Justicia, no podía ser diferente. Al fin
y el cabo, el Ministro de Defensa de entonces, el general Miguel Vega Uribe, era
comandante de la Brigada de Institutos Militares cuando el M-19 había prota-
gonizado el robo de armas del Cantón Norte en Bogotá, y el Comandante del
Ejército, general Rafael Samudio Molina, había sido objeto de un atentado días
atrás por parte del “Comando Héroes del Sur” del mismo grupo insurgente.
Usted conoce bien cuál fue el desenlace de los operativos: La aniquilación de
40 de los 42 integrantes del comando guerrillero, varios de los cuales fueron eje-
cutados extrajudicialmente, cuando se encontraban en estado de indefensión; la
pérdida de la vida de 150 personas (incluidos 13 magistrados de la Corte Suprema
de Justicia y el Consejo de Estado) y la desaparición forzada de la totalidad de
los empleados de la cafetería: Carlos Augusto Rodríguez Vera, Cristina del Pilar
Guarín Cortés, David Suspes Celis, Bernardo Beltrán Hernández, Héctor Jaime
Beltrán, Ana Rosa Castiblanco, Gloria Estela Lizarazu Figueroa, Luz Mary Por-
217
Iván Arturo Torres Aranguren
tilla León, Norma Constanza Esguerra. Gloria Anzola de Lanao y Luz Amparo
Oviedo, y de la guerrillera Irma Franco Pineda, integrante del M-19.
La actuación del Ejército Nacional en los hechos del Palacio de Justicia fue
tan desastrosa que el Procurador Carlos Jiménez Gómez, en su informe sobre lo
sucedido llegó a sostener que el holocausto no era otra cosa que la confirmación
de que “…en Colombia está vigente no una sino dos Constituciones, la que se
vende en las librerías y en las droguerías… para uso del ciudadano común, y otra,
silenciosa y secretamente implantada en el corazón de la sociedad y del Estado…
para uso exclusivo de las Fuerzas Armadas”.
Usted más que nadie sabe que las reclamaciones de justicia por parte de los
sobrevivientes de las graves violaciones a los derechos humanos que se han suce-
dido en el país, al igual que la lucha de sus familiares en contra de la impunidad
y del olvido, ha tenido que librarse en medio de reiterativos señalamientos por
parte de los gobiernos, la hostilidad y la agresión de la Fuerza Pública, el accionar
violento de los grupos paramilitares y también, hay que decirlo, en medio de la
indiferencia y la indolencia de amplios sectores de nuestra sociedad.
La verdad, mi profe, es que a mí este asunto de la desaparición forzada me duele
en lo más profundo de mi ser y de mi corazón. Aún recuerdo que una tarde de 1987,
en una charla que organizaron en el Teatro del Torreón, siendo estudiante de la
Universidad Pedagógica Nacional, escuché a doña Josefina de Joya, presidenta de
ASFADDES y madre de Edilbrando Joya Gómez, uno de los jóvenes desaparecidos
en el caso Colectivo 82, exponiendo el caso de su hijo. Él había desaparecido años
atrás y ella, con lágrimas en los ojos nos decía: “…Yo no sé qué habrá pasado con él, lo
más seguro es que lo hayan asesinado, es probable que me muera sin volver a verlo,
pero aun así lo sigo esperando. Todos los días le pido a Dios que me lo cuide y no
me atrevo ni a tocar sus cosas. Su cuarto aún permanece intacto. Sus cosas están y
seguirán donde él las dejó. Aún guardo la esperanza de abrir un día la puerta y poder
encontrarme de nuevo su con su sonrisa”.
Esta situación, mi querido Darío me ha hecho pensar todos estos años en las cosas
que nos han pasado y que nos siguen pasando en este bendito país en el que nos fue
dado vivir y luchar. Mi reacción ante dicha situación, ha sido dedicar mi vida a trabajar
en el campo de los derechos humanos y la memoria y de las víctimas. Ha sido un traba-
jo arduo, duro, intenso. Durante estos años he visto y he oído de todo. He conocido de
frente el rostro del dolor y el miedo, pero me he encontrado también con gente valiosa,
con luchadoras incansables, con testarudos hermosos, gente que no ha cesado nunca
en su anhelo de entregar a los que vienen un país más digno, más justo y solidario. He
encontrado gente que ha transitado el camino del dolor y ha sabido resistirse a la igno-
minia reinventándose y convirtiéndose en trabajadores incansables de la memoria, la
verdad y la justicia, y me he topado con gente como doña Josefina de Joya, Fabiola La-
linde, Gloria Gómez o Luz Marina Bernal, mujeres que siguen pendientes de la puerta
y que, antes que muertos, prefieren recordar a los suyos con la sonrisa en los labios.
218
Memorias de la desaparición forzada
Déjeme confesarle, que así me pasa a mí cuando pienso en usted, mi profe. Sé, que
los señores de la muerte se ensañaron con su cuerpo, que buscaron destrozarlo y bo-
rrarlo de la faz de la tierra, pero yo prefiero recordarlo vivo, alzando la voz más de lo
debido en las asambleas, compartiendo sus estudios de los pájaros y los cóndores del
Valle, revoloteando al ver una pelada bonita, gozando en medio de una de las rumbas
que vivimos al son de la guitarra de su amigo Germán Plata, o rehuyendo al poeta
cuando lo llamaba a gritos con el mote de “Pajarito”. Creo que esta ha sido mi manera
de burlarme de la muerte: recordarlo vivo, recordarlo humano y no dejar olvidar su
memoria y su obra, cada vez que pongo el ladrillo con su nombre en alguna plaza o en
alguna calle. De seguir hablando esta historia se haría interminable. Entre 1997 y el
2004 los señores de la muerte se llevaron miles de vidas y llenaron los ríos con los
cadáveres de nuestra gente. Masacres como las de Segovia, Tacueyó, la Mejor Esqui-
na, Urabá, La Rochela, El Naya, El Salado, Trujillo, El Tigre, Mapiripán, San Pablo,
Bojayá, Pueblo Bello, Barrancabermeja y tantas más quedarán en nuestra memoria
para recordarnos lo que se vivió en este tiempo y para impedir que olvidemos que
debemos hacer todo lo posible para que ello no vuelva a repetirse ¡Nunca Más!
Quiero despedirme, diciéndole que su ausencia, al igual que la de todos aquellos
y aquellas a quienes el odio y la intolerancia mantienen refundidos entre la noche
y la niebla, nos han hecho y nos seguirán haciendo mucha falta. Quiero aprovechar
la oportunidad para recordar a Orlando García Villamizar, Pedro Pablo Silva, Al-
fredo Rafael y Samuel Humberto San Juan Arévalo, Edgar Helmut García, Rodol-
fo Espitia, Gustavo Campos Guevara, Guillermo Rafael Prado Useche y Edilberto
Joya Gómez, los integrantes del Colectivo 82, y decirles que los seguimos esperando
en clase, decirle a Bernardo, Felipe, Benjamín, Israel, José Ángel, Marcial, Jorge
Antonio, Miguel, Ángel, Emiliano, José Luís y los demás estudiantes de Ayotzina-
pa que sus pupitres y sus puestos en las asambleas siguen aguardando su regreso,
y repetirle a Jader Andrés Palacios, Diego Alberto Tamayo, Víctor Fernando Gó-
mez, Julián Oviedo Monroy, Julio Cesar Mesa, Joaquin Castro Vásquez, Eduardo
González Páez, Jaime Estiven Valencia, Daniel Martínez, Diego Armando Marín,
Alexander Arenas, Jaime Castillo Peña, Fair Leonardo Porras, y demás víctimas de
los llamados Falsos Positivos, que no estamos dispuestos a olvidarlos.
Hoy, quiero dejar este escrito como testimonio, como una manera de decir,
que al igual que lo han hecho sus familiares y amigos, los seguimos esperando
desde el umbral de la puerta y que no cesaremos de repetir una única pregunta y
un único reclamo: ¿Dónde están?
A la memoria de Alirio Pedraza, Luís Fernando Lalinde, Oswaldo Gómez, Carlos Gueva-
ra, Víctor Ayala, Ángel Quintero, Claudia Monsalve, Bertha Martínez, Leonardo Gómez, An-
gélica Carmona, Miguel Ángel Díaz, Antonio Medina, Jaime Bermeo, Jaime Enrique Gómez,
Nidia Erika Bautista, Diego Fernando y Ana María Ochoa, Ricky Nelson García, Jaime Yesid
Peña, Jenny Patricia, Nelsy Milena, Mónica Liliana y María Nelly Galárraga, Carmen Alicia
Mariño, y a los miles de personas sin cuya presencia siempre estaremos incompleto.
219
Bibliografía de autor
Libros y fascículos:
Capítulos de libro
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