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Fecha: 19/3/2022
Introducción
A razón de que el Profesor Ricardo Rivas García, en el resumen explica que ha tomado el
planteamiento de Jürgen Habermas sobre la «inclusión» del proyecto ilustrado y abordará
también la tentativa de Karl-Otto Apel acerca de la tarea de la filosofía, es menester bosquejar
algunos datos biográficos de los precitados autores.
En su obra «Teoría de la acción comunicativa» (1981), formuló una guía práctica para la
sociedad moderna, señalando que las bases de las normas que hacen a una sociedad están en el
lenguaje, medio de entendimiento que posibilita la actuación social (Knipp, 2019).
Karl-Otto Apel, nacido en 1922, es un filósofo alemán, que ha sido profesor en las universidades
de Kiel, Saarbrücken y Fráncfort. Su trabajo ha versado sobre lenguaje y comunicación, es el
representante crítico de la corriente hermenéutica y junto a Habermas, uno de los fundadores
de la ética de la comunicación o ética del discurso.
Crítico del cientificismo positivista por pensarlo reductor de la razón, en la línea defendida por
los frankfurtianos. Apel elaboró investigaciones sobre ética comunicativa, filosofía analítica,
pragmatismo y teoría crítica de la Escuela de Fráncfort. Es un restaurador de la filosofía práctica
(Editorial Herder México, 2022).
Habermas asume las tesis de Apel de la década del 70, y las expresa en su obra Teoría de la
acción comunicativa, y muy especialmente sobre la ética del discurso. Esta teoría (la de la acción
comunicativa), pretende ser una reformulación de la teoría moral en lo que respecta al
problema de la justificación de la norma, en términos de una teoría de la comunicación
lingüística. La ética del discurso no hará uso del imperativo categórico para la fundamentación
de las normas morales, sino que se centrará en la argumentación moral, mediante el
establecimiento de un principio discursivo, el cual manifiesta que: «Sólo pueden reivindicar
lícitamente su validez aquellas normas que pudiesen recibir la aquiescencia de todos los
afectados en tanto que participantes en un discurso práctico».
Así, la tesis principal de la ética del discurso es que «Todo el que emprenda seriamente el
intento de participar en la argumentación acepta implícitamente presupuestos pragmáticos
universales que poseen un contenido normativo; el principio moral se puede derivar entonces
del contenido de esos presupuestos de la argumentación, con tal que sepa qué significa justificar
una norma de acción» (Torres, 2016). Luego entonces, es posible la construcción de acuerdos
a partir de esas pretensiones.
¿Qué es la moral?
Del latín mores, que significa costumbres, se define como la «Forma de la conciencia social, en
que se reflejan y se fijan las cualidades éticas de la realidad social (bien, bondad, justicia, etc.).
la moral constituye un conjunto de reglas, de normas de convivencia y de conducta humana que
determinan las obligaciones de los hombres, sus relaciones entre sí y con la sociedad. y el
carácter de la moral está determinado por el régimen económico y social. En sus normas se
expresan los intereses de una clase, de una capa social del pueblo (Rosental, 1965).
Ética, como término, también se refiere a las costumbres, empero, se conceptualiza como
«Ciencia de la moral. Se divide en ética normativa y teoría de la moral. La primera investiga el
problema del bien y del mal, establece el código moral de la conducta, señala qué aspiraciones
son dignas, qué conducta es buena y cuál es el sentido de la vida. La teoría de la moral investiga
la ciencia de esta última, su origen y desarrollo, las leyes, su carácter histórico. La ética
normativa y la teoría de la moral son inseparables entre sí (Rosental, 1965).
El dato histórico anterior, nos muestra que no somos «malos» elaborando normas jurídicas,
éticas o morales. el problema parece ser, que incluso desde el 2350 a. C. no hemos podido darles
cumplimiento cabal a esos cuerpos normativos y esto incluye a los 10 mandamientos, que son
del 1250 a. C.
En cambio, si nos remitimos a la historia de la humanidad, por ejemplo, Sumeria (lo que hoy es
territorio de Irak), primera civilización del mundo y, por tanto, la más antigua (3,500 a. C),
precisaríamos que fueron los sumerios los primeros en crear normas escritas (Agencia de la
Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2016). Por su parte Egipto, a pesar
de tener una historia de más de 8,000 años a. C., si solo contamos desde los hallazgos de su
escritura, entonces sería el 3,400 a. C. (Mark, 2009), tiempo en el cual ya existía como tal la
sociedad de las pirámides de Guiza.
De manera que, si uno desea estudiar la validez de las normas morales o costumbres que con el
paso del tiempo se convirtieron en reglas, dejando de lado a la historia, tendríamos como
resultado solamente un estudio específico sobre cierta época, cierta sociedad, cierta cultura,
etc. Pero no uno que nos sirva para determinar si un precepto es válido o no. Menos puede
servir para saber cómo llegó el hombre o la sociedad a concebir la lex o norma, sin antecedentes
históricos completos, se corre el riesgo de quedar en una fragilidad epistemológica.
Es imprescindible ir tiempo atrás y conocer la gesta del pensamiento humano civilizatorio, su
forma de organización y por ende, ahí en los antecedentes de las formas de organización, podrá
encontrarse la génesis de la norma y la génesis de su valor y/o validez.
La norma en sentido simple podría ser la hipótesis de conducta, a la que varias personas le
conceden valor por conveniencia recíproca, con objeto de organizarse, en grupo o en lo que
llamamos hoy sociedad.
Jean William Fritz Piaget, fue más allá de la historia y casi hizo una etiología de la moral, veamos.
Piaget, es el padre de la epistemología genética (relativa a la generación de nuevos
conocimientos, fruto del desarrollo de estructuras y a partir de mecanismos funcionales que se
mantienen a lo largo de todo el desarrollo o psicología genética), estudio el desarrollo de la
inteligencia a partir de una propuesta evolutiva de interacción entre el sujeto y el objeto, sus
conocimientos en psicología, epistemología y biología (Biblioteca Nacional de España, 2022), le
permitieron postular en su obra «El criterio moral en el niño», que el razonamiento moral o
criterio con el que los sujetos juzgan las conductas morales y cómo razonan acerca de ellas, son
precisamente las normas a las cuales adecúan la conducta los individuos y éstas normas
simplemente pueden ser impuestas por otros (en el caso de los niños por adultos) o pueden
interiorizarse y el sujeto hacerlas suyas.
Dicho de otro modo, Piaget trata a la moral como fenómeno y revisó cómo los individuos
adquieren características morales que considera beneficiosas. Así es como una persona se hace
de valores y virtudes como la honestidad, el altruismo, la generosidad, el autocontrol, etc.
Piaget cambió la orientación de los estudios sobre la génesis de la moral y en vez de centrarse
sobre valoraciones morales (contenido moral) que hacen los individuos o sobre la conducta
moral , se orientó hacia el estudio del razonamiento moral, esto es, con qué criterios los sujetos
juzgan –como se leyó líneas arriba– y cómo razonan.
Sugerimos que no sea así, pues se insiste en que no debería dejarse del lado la historia general
del ser humano. Las etapas –como la ilustración y la modernidad– que forman parte de la línea
del tiempo, tan solo son eso, etapas, pero hay sin duda un más allá que resulta basal para
comprender la génesis de la moral y su valor social.
Si el pensamiento tiene acotarse solo a lo que escribieron los griegos, la escolástica, la época
moderna y en general la cultura Occidental, seguiríamos fuera de lugar, por no voltear a ver a
los «ancestros filosóficos» que son los egipcios, cultura madre que alimentó a los helenos, éstos
al medioevo y éste a la ilustración. Ello sin contar a Mesopotamia (Sumeria) y la India, tierra de
la nada matemática o lugar en donde se inventó el cero, ambas, son culturas madre igual.
Confirmando esto indefectiblemente, el cardenal Zeferino González escribe que: «Si alguna
parte de la doctrina del antiguo Egipto merece el nombre de filosófica, es su parte ética. Sin
constituir un todo sistemático ni una ciencia racional, la moral egipcia es de las más puras y
completas que presenta el paganismo, pudiendo decirse que en ella, como en la concepción
unitaria de la divinidad, no es posible desconocer ciertos vestigios de la revelación adámica o
paradisíaca» (González Z. , 2020).
El egiptólogo uruguayo Juan José Castillos, director del Instituto Uruguayo de Egiptología, en su
investigación «Filosofía Egipcia Antigua», apunta, citando un fragmento de la obra Busiris del
orador, político y educador Isócrates: «todos los hombres están de acuerdo en que los egipcios
son los más sanos y los más longevos entre los hombres; y luego, por el alma, introdujeron la
formación de la filosofía…» (Castillos, 2014). «Isócrates declaró que los escritores griegos
viajaron a Egipto para buscar conocimiento; uno de ellos Pitágoras de Samos, que “fue el
primero en llevar a los griegos toda la filosofía”» (upwikies.top, 2022).
Para sustentar porqué decimos que la historia es importante y no solo la Ilustración, véase el
libro de Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1995) Historia como sistema. En este tratado afronta la
crisis de la razón occidental: «Pensar es dialogar con las circunstancias. Ortega hace un
diagnóstico de la crisis de las ciencias y los fundamentos, alcanza al modelo de la razón y al
hombre de la modernidad. Inicia su crítica al racionalismo, al fisicismo1 y al naturalismo
positivista;2 y a las ideas fetiche de progreso y utopía. Crítica a la modernidad, el hombre desafía
su existencia como un drama (“desilusionado vivir”) y encuentra en la historia misma “su
original y autóctona razón”. La vida guía a la razón (vital, narrativa, histórica) y la verdad se
descubre en la historia. De este modo la historia es un factor de inteligibilidad, de comprensión
y explicación de la realidad» (Ortega y Gasset, 2007).
Con la frase «Yo soy yo y mis circunstancias», Ortega y Gasset sintetizó que los seres humanos
no pueden ser aislados de sus circunstancias. Individuos y sociedades no están desconectados
de su pasado; para conocer una sociedad debemos conocer su historia (Azel, 2018).
2. Nietzsche, Heidegger y Wittgenstein. Estos tres “filósofos del fin de la filosofía” abren el
horizonte del pensamiento a otras perspectivas y representan con claridad la época
posmetafísica de la filosofía.
1 Doctrina filosófica que intenta explicar la naturaleza del universo a partir de principios físicos. Ésta defiende la
materialidad constituyente del mundo y atribuye a todas las entidades un potencial para afectar y ser afectado,
mientras éstas puedan explicarse mediante leyes físicas (Moscoso, 2019).
2 «… para el Positivismo, con sus variantes propias, –naturalismo, empirismo, positivismo lógico…–, el hombre no
pasa de ser un fenómeno dentro del orden y evolución cósmicas. Hay allí una “mutilación de la experiencia”, al
afirmar que sólo lo dado es la realidad concreta, pensando, por supuesto, que las realidades concretas no son más
que las cualidades sensibles, empíricamente constatables.
Por eso Gabriel Marcel, verá con toda claridad que el empirismo hace una “perversión de la moral”, porque cede a la
imaginación “spatialisante”, y trata lo que “llamamos hechos como si estuvieran fuera de mí, en el sentido de que un
cuerpo material es exterior a mi cuerpo y está colocado a una distancia mesurable de aquél”. Olvida el empirismo
que la noción de experiencia es “ambigua”, puesto que no la puedo “imaginar como un registro pasivo de todas las
impresiones”, ya que “no constituye nada semejante a un bloque”. En definitiva, un empirismo sistematizado idolatra
la experiencia, un determinado tipo de experiencia sensible, objetivándola, cuando “lo que está en cuestión es la
noción misma de experiencia, ya que tenemos la injustificable tendencia a imaginarla como una especie de elemento
dado, más o menos informe, algo así como un mar cuyas costas estarían ocultas por una especie de niebla y como si
lo trascendente fuera una nube destinada a perderse allí”.
La experiencia no es un objeto y, sin duda, excede infinitamente el dominio de los sentidos externos; precisamente
ahí radica el error grave de los empiristas, en no haber reconocido “cuán confusa es la noción de hecho”, puesto que
“podemos considerar como hecho lo que es pura ausencia, por ejemplo, la imposibilidad de experimentar algo”. Por
eso, “no hay tarea más importante para un filósofo digno de ese nombre que restituir a la experiencia el lugar
ocupado por sus malos sustitutos”, obra funesta de ciertas filosofías del siglo XIX, empeñadas en “desnaturalizar la
realidad viviente de la experiencia”; no ha de extrañar, pues, que las “filosofías más nefastas, las más
deshumanizadas, como el spencerismo, y todo lo que allí se deriva, se hayan situado precisamente en un terreno
empírico”, incapaces de poder reconocer que “haya una experiencia de lo trascendente”, que no debe interpretarse
en ningún caso como la necesidad de superar toda experiencia, pues más allá de toda experiencia no hay nada que
se deje, no digo pensar, ni siquiera, presentir. Sin embargo, afirma Marcel: “hay ciertas modalidades superiores de la
experiencia humana”.
El naturalismo positivista, –tendencia espontánea y permanente del hombre, desde Epicuro y Demócrito hasta el
cientismo (Concepción que absolutiza el papel de la ciencia en el sistema de cultura y en la vida ideológica de la
sociedad) de última hora–, parcializa la realidad, que es omnicomprensiva, la reifica (cosifica), la reduce a trozo de
naturaleza y, en consecuencia, produce esa irreparable “carence ontologique (deficiencia ontológica)”, propia de un
“cosmos déspersonnalisé (cosmos despersonalizado)”, empobrecedora de toda vida interior, porque convierte la
verdad en una técnica, como una técnica será el conocer y mera realidad inventariable será la realidad personal,
humana» (Blázquez, 1988).
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Habermas en su último libro (2019) «Auch eine Geschichte der Philosophie» (También una
historia de la filosofía), cuyo primer volumen se titula «Die okzidentale Konstellation von
Glauben und Wissen» (La Constelación Occidental de Creencias y Conocimientos) y el segundo
«Vernünftige Freiheit. Supren des Diskurses über Glauben und Wissen (okzidental:
abendländisch) (Libertad Racional. Las huellas del discurso sobre la creencia y el saber
occidental)», al parecer sigue partiendo solo del pensamiento griego y para su refundación
filosófica, insiste en recuperar el ideal de la Ilustración. En otro momento y en una entrevista,
Habermas lamenta que la filosofía se reduzca a una teoría del conocimiento y ahonda sobre el
pensamiento postmetafísico apuntando, que el origen de éste pensamiento, se encuentra en la
revolución nominalista en que acontece la pérdida de relevancia de la filosofía de la naturaleza
aristotélica, como teología, poniéndose la filosofía de lado de la ciencia con un cambio de
distribución de cargas probatorias (Ortega, 2019).
La revolución nominalista o nominalismo, mencionado por Habermas, constituye una ruptura
con la tradición tomista, en términos morales, conlleva una nueva concepción de libertad, que
será una especie de absoluto, sin felicidad, sin hábitos y sin virtudes.
Así, y a pesar de que el nominalismo surgió en el siglo XIV con Guillermo Ockman y criticaba la
moral tradicional (Santo Tomás), el enclenque «pensamiento» contemporáneo
propagandísticamente le ha matizado como muy novedoso. Sus consecuencias, están siendo
catastróficas, entre ellas se cuentan:
Ha comenzado el hombre a devorarse a sí mismo, antes solo había venido afilándose los
caninos; este es el «banquete de la autofagia filosófica». Georg Christoph Lichtenberg dijo: «He
pensado desde hace mucho tiempo que la filosofía terminaría por devorarse a sí misma. La
metafísica ya se ha devorado en parte a sí misma» (Bouveresse, 2014).
La cultura post-Filosófica –si es que puede llamarse cultura– sería espacio en el que «ni los
sacerdotes ni los físicos ni los poetas ni el Partido serían considerados como más “racionales”,
más “científicos” o “más profundos unos que otros”, ninguna instancia pretendería que dispone
de una relación privilegiada con la realidad de un talento especial para llegar de la mejor
manera a la verdad, y de “verdades” más conformes que las de otros ámbitos con la idea de lo
que debería ser una verdad en general, si uno no se resigna a concebirla simplemente como
algo es bueno creer en un momento dado, en cualquier campo» (Bouveresse, 2014).
« la maldición del progreso que no podemos detener es la regresión que no podemos frenar.
Horkheimer y Adorno» (Bouveresse, 2014).
A más, este movimiento filosófico (el realismo especulativo), propone una intensa revisión del
materialismo, el realismo y la metafísica especulativa, refuta los planteamientos correlacioncitas
implantados por la filosofía crítica ilustrada y ahora le interesa solo la realidad independiente
de la cognición subjetiva-humana a la que se accede por medio de algún tipo de especulación,
sea científica, matemática o poética… (Materia oscura editorial, 2007).
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… Habermas dirá que esto constituye una prueba pragmático-trascendental, que
básicamente consiste en reconstruir los presupuestos universales y necesarios, en
identificar los presupuestos pragmáticos, sin los cuales no puede funcionar el proceso
de argumentación.
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Apel considera una exigencia el no sacrificar sin necesidad ningún interés finito e
individual de los seres humanos.
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La solución estaría, por tanto, en recobrar la dimensión social para lo que sería
necesario una legitimación que afecte a todos los hombres. esta legitimación ya no la
puede dar la Religión por lo que hay que fundar una moral universal, sin religión,
asentada en la acción comunicativa que presuponga una situación comunicativa ideal.
En lo que hace al «giro lingüístico», ya se ha contrastado que este supuesto esta por demás
cuestionado o incluso roto. La propuesta es, recuperarlo para replantearlo, con la base histórica
completa o integral, obligada para toda teoría o pensamiento.
Estas «ágoras», representan sin duda una columna imprescindible del saber humano, pero no
son la columna vertebral. Es como el famoso enigma de la gallina de Kircher, cuya solución
correcta es la propuesta por Musil: «Cuando con ambas manos se mantenía tendida sobre el
suelo a esa gallina, durante un momento, y se había trazado previamente alrededor de ella un
círculo con gis, se veía que el AVE no podía levantarse y saltar por encima del círculo. Se
plantearon muchas hipótesis para explicar este fenómeno extraordinariamente curioso. Pero
en algún momento alguien se dio cuenta de que, a veces, la gallina también se levantaba y se
iba. Una cosa es que la filosofía se haya convenido ampliamente de que no debe tratar de salir
del círculo de gis que algunos han trazado a su alrededor, y otra distinta es que no pueda hacerlo
y que no termine por hacerlo» (Bouveresse, 2014).
También en la América existieron unos griegos llamados Mayas, Morley (arqueólogo, epígrafo
y estudioso de la cultura Maya) así se refiere a esta civilización (Fastlicht, 2022), con la
diferencia en el tiempo de que los Mayas eran civilización ya y con un sistema de pensamiento
que arroja datos desde hace más de 2000 a. C. y la Grecia antigua nacía apenas en el 776 a. C.
Es elemento subjetivo de la cultura, porque es una manera de pensar y sentir que se transmite,
mientras que la costumbre es elemento objetivo porque resulta en la manera de hacerlo
transmitir.
Es urgente recomponer las bases del paradigma del conocimiento y del pensamiento en nuestro
tiempo, pero sumando de manera conjunta e integral todo el saber humano, reconociendo sin
regateos en donde yace la simiente del sapiente.
La fe está enferma y la fe fue el primer ejercicio o uno de los primeros ejercicios de la idea en el
ser humano, de interacción con el rededor, con el semejante y consigo mismo pero sobre todo,
con Dios. Esa extraña idea espontánea que surgió de lo inexplicable ante lo inexplicable.
No conviene ceder un paso ante esta guerra semiótica –así la llama Fernando Buen Abad–, los
«antisignos» son más simples de entender que los signos.
Gracias
Referencias
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