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1. INTRODUCCIÓN
Comenzaremos con un caso ejemplo de trastorno de la personalidad antisocial. Aconsejamos al lector que a
medida que vaya leyendo el caso de Juan W. tome nota de cada ejemplo importante de los criterios
descriptivos siguientes:
3. Estilo cognitivo (la naturaleza característica del proceso de pensamiento del individuo).
Caso clínico
Juan W, 42 años, director de producción, casado, dos hijos.
La compañía para la que trabaja el señor W. contrató un servicio de consulta para que sus ejecutivos de
nivel medio y alto “hablen sobre sus problemas personales” de forma regular con psicólogos. Al señor W. se
le aconsejó la utilización de este servicio debido a sus repetidas dificultades con sus subordinados. Había
sido acusado de ser “rudo” con sus secretarias y excesivamente exigente con los ingenieros y técnicos
directamente responsables ante él. La validez de estas acusaciones fue atestiguada por el rápido cambio de
personal en su departamento y por las frecuentes solicitudes de traslado entre su personal.
La madre era una figura secundaria, cocinaba, limpiaba y ayudaba en la casa cuando el padre le decía que
lo hiciera. Ella nunca intervino en los asuntos y problemas de su marido, dejándole todas las decisiones y
responsabilidades a él. La hermana mayor del señor W. era igual a su madre. Ambas eran “una especie de
sombra en la pared”. Los tres hermanos eran muy diferentes. Ellos luchaban con “uñas y dientes” desde que
eran jóvenes. El señor W. se jactaba orgullosamente de que “cuando tenía diez años podía con mi hermano
y él tenía doce”. Desde entonces fue el hermano dominante.
En el trabajo, el señor W. era conocido como un “jefe duro”; era respetado por los trabajadores de campo,
pero no se llevaba demasiado bien con los técnicos de alto nivel por su “insistencia en que ningún céntimo
fuera malgastado y que nadie eludiera su trabajo”. Era un infatigable trabajador y pedía que todos
estuvieran a su misma altura. Era muy crítico con otros jefes de producción que según él eran “blandos con
sus hombres”. El señor W. pensaba que “no podía aguantar a la gente perezosa y tramposa”; “la amabilidad
y la ternura son para los trabajadores sociales”; “hay un trabajo que realizar y la gente válida ha de hacerlo
como es debido”. El señor W. temía a “los socialistas, que eran los que iban a arruinar al país”. Tenía la
misma aversión hacia la minoría inmigrante “perezosa y tramposa” y los sindicatos.
El señor W. fue asignado a la oficina central de su compañía en base a su excelente nivel de producción. Por
primera vez en su vida laboral tenía un “trabajo de oficina”. Su superior inmediato estaba satisfecho de la
forma en que “abordaba los problemas”, pero le preocupaba que alienase a los demás en la oficina por su
brusquedad y franqueza. Fue después de considerables problemas dentro del departamento cuando se
2. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
El conocimiento de la personalidad antisocial remite al menos a los antiguos griegos. A principios del siglo
XIX, el origen del comportamiento antisocial se relacionaba con la polémica filosófica entre la libre voluntad
y el determinismo. En ese contexto, los médicos del siglo XIX se preguntaban si las personas antisociales
eran capaces de comprender las consecuencias de sus actos. Philippe Pinel hizo referencia a una forma de
locura conocida como la folie raisonnante, una tendencia de los pacientes a realizar actos impulsivos y
autopunitivos, con una capacidad de razonamiento intacta y una conciencia total de sus actos. Las
observaciones de Pinel pretendían ser descriptivas, y no cargadas de valor. La idea de que pudiera existir
psicopatología en ausencia de confusión mental se extendió por Europa, pero siguió siendo una fuente de
polémica.
Otros médicos consideraban que los antisociales presentaban defectos de carácter y que, por tanto,
merecían la condena moral. El término locura moral, utilizado por primera vez por Prichard, cristalizaba esta
idea. Prichard sostenía que pese a entender las opciones previas a ellas, su comportamiento estaba
dominado por compulsiones invencibles. A su vez amplió el síndrome para incluir diversos estados
emocionales y mentales, que compartían la incapacidad de guiarse según un sentido interno de rectitud,
bondad y responsabilidad. Pese a no ser científica, la idea de la locura moral sigue teniendo cierto atractivo,
aunque sólo sea porque la persona normal a menudo no tiene manera de identificarse con los actos más
patológicos de los antisociales y los psicópatas.
Autores posteriores sugieren coincidencias entre los defectos anatómicos y los defectos caracteriológicos,
aunque en la actualidad esta idea suscite la sonrisa. Por ejemplo, algunos pensaban que un centro cerebral
específico controlaba la moralidad. De la misma forma que algunos individuos son ciegos para los colores, se
consideraban ciegos morales. Otros autores defendían que los antisociales eran delincuentes de nacimiento,
que poseían características físicas comunes, como una mandíbula prominente y proyectada hacia delante,
orejas alargadas y frente despejada, eran zurdos y físicamente robustos, su desarrollo sexual era precoz,
presentaban también insensibilidad táctil y agilidad muscular. Stone sugiere que la sociedad necesita la
tranquilidad de creer que los delincuentes se diferencian en alguna cosa para aseguramos de que estamos
protegidos de los verdaderos psicópatas, que se ocultan tras lo cotidiano.
3. MANIFESTACIONES CLÍNICAS
La personalidad antisocial puede ser considerada como una extensión sindrómica de una personalidad
enérgica no patológica. Como tal, esta definición es mucho más amplia que la formulación actual del DSM de
este trastorno. La personalidad antisocial se caracteriza sobre todo como un tipo de personalidad agresiva,
con diferentes grados a lo largo de un continuum sintomatológico desde formas leves hasta formas
extremadamente graves. En estas formas leves, la personalidad antisocial frecuentemente encaja dentro de
las normas de nuestra sociedad. Estas manifestaciones leves son a menudo no solamente recomendadas,
sino estimuladas y cultivadas en nuestra sociedad competitiva, donde la dureza y la astucia realmente son
atributos admirados. A menudo, tales características de la personalidad son consideradas necesarias para
sobrevivir en el frío y cruel mundo de los negocios, en las arenas políticas y en las organizaciones militares y
paramilitares, tales como el departamento de policía.
La personalidad antisocial, según la definición actual y más restrictiva del DSM -IV, comienza a manifestarse
antes de los 15 años. El trastorno de la personalidad es más común entre las clases socio económicas más
bajas y es tres veces más prevalente entre los hombres que entre las mujeres. En sus formas extremas,
cerca del 3% de los hombres estadounidenses muestra estas características de personalidad y menos del
En nuestra presentación del cuadro clínico de este trastorno de la personalidad, hemos elegido emplear un
formato estandarizado de siete secciones:
1. Conducta aparente.
2. Conducta interpersonal.
3. Estilo cognitivo.
4. Expresión afectiva.
5. Percepción de sí mismo.
6. Mecanismos de defensa primarios.
7. Diagnóstico diferencial de la personalidad.
Este formato estandarizado se utiliza para facilitar las comparaciones entre los diversos trastornos de la
personalidad en base a los criterios clínicos seleccionados. La tabla 1 resume cómo se relacionan estos
criterios en el trastorno de la personalidad antisocial.
Tabla 1
Los antisociales tienden a ser impulsivos y eficaces en sus actividades. Rara vez se inhiben ante el peligro o
temen al castigo y pueden ser considerados como imprudentes. A menudo, las conductas de riesgo les
proporcionan estimulación. Sin embargo, estas conductas también pueden ser consideradas por otros como
agresividad e irresponsabilidad, debido a la aparente falta de consideración por los derechos de los demás
por parte de los antisociales.
En el caso del señor W., él disfrutaba arriesgándose. Disfrutaba luchando, ya sea con sus hermanos o en la
empresa. Era considerado por sus compañeros de trabajo como un hombre vigoroso, enérgico y dominante.
Con estas características se ganó el respeto de sus trabajadores pero atrajo el desprecio y resentimiento de
sus ingenieros y secretarias.
En una variedad extrema del trastorno antisocial, la conducta arriesgada se convierte en un descuido
temerario para los derechos y bienestar de sí mismo y de los demás. Las normas sociales, la ética y las
costumbres son gravemente descuidadas y pueden convertirse en una andanada de conductas agresivas e
irresponsables, las cuales pueden incluir numerosas confrontaciones con la ley y la adquisición de un
historial criminal.
A veces, los individuos antisociales parecen ser toscos, fríos y no perceptivos a nivel interpersonal, incluso
oposicionistas. Como resultado, muchas personas huyen de ellos, se sienten intimidadas por sus formas
agresivas y a veces arrogantes. La gente a menudo siente que el individuo antisocial es frío, duro e
insensible con los sentimientos de los demás. Sin embargo, en realidad muchos están perceptualmente
alertas y finalmente armonizan con los elementos de la interacción humana. Simplemente, eligen proyectar
esa imagen para aprovecharse de esta percepción y ser intencionalmente duros si surge la necesidad.
Los individuos con personalidad antisocial tienden a ser agresivos. Pueden ser discutidores, abusivos y
crueles. A menudo, insisten en ser “rectos”. Son altamente competitivos y tienden a ser malos perdedores.
Subyacente a estas conductas interpersonales está la necesidad de control. Parece servirles como un
mecanismo de defensa. Su estilo activo-independiente de buscar refuerzo no deriva tanto de su confianza en
su propio valor como de su temor general y desconfianza de los demás. Por tanto son inseguros en su
relación interpersonal. Estos individuos están seguros solamente cuando controlan la situación y son
independientes de la voluntad de quienes podrían amenazar su seguridad.
En casos extremos, las personalidades antisociales son beligerantes y vengativas. Puede parecer que
obtienen satisfacción de los errores y humillaciones de los demás, particularmente si aquellos individuos
representan una amenaza potencial o competencia o si de alguna manera los han perjudicado en el pasado.
En muchos de ellos, los aspectos vengativos y punitivos hacia los demás pueden derivar de los malos tratos
en la infancia. Los individuos antisociales extremos pierden la compasión interpersonal y las cualidades
humanas. A menudo desprecian la contemporización y el compromiso, asimilando tales estrategias
interpersonales a signos de debilidad. Como indicaba Juan W., “solamente a través de la fortaleza se haría el
trabajo”
No es infrecuente ver que estos individuos adoptan la mentalidad de una selva donde podrían hacer justicia
y su conducta refleja tal actitud. Característicamente los derechos de los demás son ignorados o usurpados
por medio del fraude y la agresión por la fuerza. Esta conducta se racionaliza por la actitud de que el fin
justifica los medios. Los casos extremos de personalidad antisocial son muy resistentes a la autoridad. La
anticipación del castigo no tiende a impedir su conducta. A menudo esta conducta es la que lleva a
numerosas confrontaciones con la ley y al posible desarrollo de un expediente criminal.
Las personalidades antisociales suelen poseer patrones cognitivos rígidos e inflexibles orientados
externamente. La flexibilidad cognitiva y la introspección tienden a ser evitadas porque representan
inconsistencia y esfuerzo inútil, respectivamente. Habitualmente, estos patrones cognitivos dirigidos
externamente están caracterizados por una naturaleza controladora y unas formas tortuosas.
En las formas leves de la personalidad antisocial, el estilo cognitivo puede ser considerado como muy
asertivo y realista. Tales características son a menudo deseables en el mundo de los negocios y la industria.
En el caso de Juan W., nos encontramos a un individuo con resultados eficientes en su expediente de
producción, probablemente por sus actitudes asertivas. Proclama que “hay un trabajo que realizar y la gente
válida ha de hacerlo como es debido”.
En los casos extremos, las personalidades antisociales se caracterizan por un estilo cognitivo externalizado y
a menudo fanático. Comúnmente perciben el medio externo como amenazante y por tanto permanecen
vigilantes. Atribuyen su hostilidad y características vengativas a la acción de los demás. Consideran a los
demás como más desviados y punitivos que ellos mismos. Así, piensan que actúan simplemente de acuerdo
con las normas y en defensa propia. Juan W. es contrario a inmigrantes y grupos étnicos porque cree que
“son la ruina del país”.
En general, las personalidades antisociales tienden a vigilar cuidadosamente sus emociones cuando ceden a
las emociones “tiernas”. Los sentimentalismos, la cordialidad y la intimidad suelen ser evitadas como signos
de debilidad. En muchos casos, las personalidades antisociales tenderán a ser suspicaces ante la compasión
y altruismo de los demás. A menudo las emociones humanas son consideradas como amenazantes y como
barreras para el éxito. Como Juan W. ha expresado, “la amabilidad y la ternura son para los trabajadores
sociales”. Para los individuos antisociales, la negación de estas emociones los protege contra recuerdos
dolorosos, habitualmente de la infancia.
En los casos extremos, los antisociales tienden a verse a sí mismos como una fuerza dominante. Esto es
claro en el caso de Juan W., que dominaba a su familia, secretarias e ingenieros subordinados. Los
individuos antisociales no solamente desean dominar a las personas, sino también los acontecimientos. Este
aspecto de la personalidad antisocial puede ser considerado como una extensión de la necesidad de tener el
control sobre el ambiente. En estos casos, también vemos que estos individuos se consideran por encima de
las reglas y normas e incluso por encima de las leyes.
El mecanismo de defensa más comúnmente empleado por los individuos agresivos y antisociales es el acting
out.
En el caso de Juan W., se recordará que se le recomendó la consulta por su tendencia a ser “rudo” con sus
secretarias y excesivamente “exigente” con sus otros subordinados. Una revisión del caso de Juan revela
una historia completa de violencia verbal y física, iniciada en la infancia. En general, los enfrentamientos con
sus hermanos terminaban en violencia física. A los diez años de edad Juan pasó a dominar a sus hermanos
al demostrar su superioridad física. A lo largo del desarrollo de su historia, Juan tenía propensión hacia
actividades que no solamente le permitían, sino que promovían, conductas impulsivas y violentas, por
ejemplo, el fútbol y el servicio militar.
Cuando se le indicaron a Juan sus tendencias a ser muy agresivo, no presentó ninguna culpa o
remordimiento; incluso le ofendió la sugerencia de que debía actuar menos agresivamente con sus
secretarias y sus ingenieros. Por tanto, consideramos a Juan W. como una persona que a lo largo de su vida
frecuente e impulsivamente exteriorizó sus frustraciones y hostilidades no solamente en forma verbal, sino
también física. Este acting out servía como un mecanismo de defensa porque prevenía la aparición de
tensión o malestar, que debían ser consideradas intolerables para Juan.
Como veremos más tarde, la personalidad antisocial a menudo puede encontrarse combinada o en
coexistencia con el trastorno de personalidad paranoide. Vamos a describir brevemente las diferencias más
importantes.
El trastorno de personalidad antisocial puede ser considerado como una variante sindrómica menos grave
del trastorno paranoide. Del mismo modo, el trastorno paranoide puede ser considerado una continuación
más grave del trastorno antisocial. En general, el paciente antisocial agresivo exhibe un mayor control
emocional y se inclina menos hacia una conducta irracional que el paranoide. Los pacientes antisociales
tienden a ser menos recelosos y menos suspicaces cuando se comparan con los pacientes paranoides. Los
paranoides esperan ser engañados y defraudados por los demás. Esta cualidad tensa, inquieta y
extremadamente suspicaz suele faltar en los antisociales agresivos, que tienden a ser más arrogantes y
seguros de sí mismos, a pesar de su recelo y desconfianza. Finalmente, los antisociales extremos están
mucho más inclinados a enzarzarse en conductas obviamente ilegales cuando se comparan con los pacientes
paranoides.
4. ETIOLOGÍA Y DESARROLLO
1) Hostilidad parental. La historia del desarrollo en la personalidad antisocial puede caracterizarse por
hostilidad parental. A veces el niño se convierte en el blanco de la hostilidad parental. Tal hostilidad puede
derivar del hecho de que el niño alterase la relación del padre y la madre. También puede derivar del hecho
de que el niño fuera un problema para uno o ambos padres o para otro niño de la familia. La hostilidad
dirigida hacia un niño también puede derivar de la percepción de que el niño tiene mal genio. Finalmente, la
hostilidad parental puede ser dirigida hacia un niño si esto puede ser usado como válvula de escape de la
frustración de los padres o de la familia en general. Sea cual sea el origen, la principal causa para desarrollar
un trastorno de personalidad antisocial es la exposición a la hostilidad, crueldad o dominación parental.
Está claro que la hostilidad genera hostilidad. En el niño, esto sucede no sólo por la ira y resentimiento que
desarrolla probablemente como resultado de ser receptor de la hostilidad y abuso parental, sino que el niño
aprende a ser hostil simplemente por observación del modelo parental. Por lo tanto, los padres hostiles o
impulsivos tienen el potencial de estimular y liberar fuertes sentimientos de hostilidad en sus hijos, ya sea
iniciando la respuesta hostil desde el blanco de la hostilidad (en este caso, el niño), sirviendo como modelo,
o simplemente actuando de tal manera que suponga una aprobación de la conducta hostil por parte del
niño. En el caso de Juan W., su padre no solamente aprobaba la conducta hostil, sino que servía también
como modelo.
Es probable que los niños que están expuestos a la hostilidad parental adquieran ellos mismos tales rasgos.
Aun así, este factor de desarrollo, aunque esté entre los más habituales, no es el único factor ambiental que
puede contribuir al desarrollo de una personalidad antisocial.
2) Modelos parentales deficientes. Otro factor ambiental que conduce a desarrollar una personalidad
antisocial es la falta de un modelo parental apropiado. En los casos de modelos parentales deficientes, el
niño recibe una orientación escasa o nula. Como resultado, el niño buscará donde sea los modelos que
pueda. Familias separadas, especialmente en aquellas en que el padre u otra figura de autoridad ha
abandonado a la familia, caracterizan este estado ambiental.
Sin una figura de autoridad y a menudo sintiéndose rechazados y abandonados, estos niños frecuentemente
se vuelven duros con el mundo que los rodea. Tienden a volverse callejeros y se involucran en una conducta
socialmente inapropiada como una manera de sobrevivir. Bajo condiciones como éstas, aprenden a usar
racionalizaciones tales como: “Es un mundo en el que el pez grande se come al chico”, “Sólo sobreviven los
fuertes” y “El fin justifica los medios”. Tales conductas inapropiadas usualmente provocan una condena
3) Conducta vengativa aprendida. El hecho de ser el blanco de la hostilidad parental, la percepción de haber
sido abandonado figurada o literalmente y la condena social por las conductas socialmente inapropiadas
probablemente tienen un fuerte impacto sobre muchos individuos. El resultado más común es que esos
sujetos aprenden a no confiar en los demás por temor a que los exploten o humillen. Es igualmente
frecuente que se produzca un patrón de interacción interpersonal vengativo y rencoroso. En efecto, tales
conductas pueden ser consideradas no solamente como una forma de protegerse a sí mismos, sino como
una manera de relacionarse con los individuos, sistemas o la sociedad en general que lo han maltratado.
En los casos donde la interacción de los factores biogénicos y ambientales modelan el desarrollo de la
personalidad antisocial, vemos niños que han aprendido a cuestionar, oponerse y a menudo rechazar
muchos de los valores de la mayor parte de la sociedad. De este modo, el individuo se embarca en dirección
a la independencia y desconfianza con una necesidad de modelar su propio destino por medio de un control
intrapersonal, interpersonal y ambiental. Esta necesidad de control motiva al individuo antisocial a ser
rígidamente realista, insensible y agresivo en defensa del mantenimiento del control. Si el individuo percibe
que puede ocurrir una pérdida del control, pueden surgir variaciones extremas de la personalidad antisocial
básica, caracterizada por psicopatología extrema.
Hemos descrito el cuadro clínico de la personalidad antisocial y los procesos importantes para entender los
aspectos etiológicos y del desarrollo de esta personalidad. Ahora discutiremos los principales procesos por
los cuales actúa la personalidad antisocial para perpetuar su propio patrón patológico.
Por percibir hostilidad donde no existe, las personalidades antisociales están incapacitadas para reconocer
las buenas intenciones de los demás, aun cuando ocurran realmente. Por lo tanto, vemos que para la
personalidad antisocial, la realidad verdaderamente se encuentra en el punto de vista del sujeto, no
necesariamente en lo que existe “de facto”.
Negando los sentimientos de ternura, estos individuos se protegen a sí mismos del dolor del rechazo
parental o de la sociedad. Por lo tanto, tales sentimientos, así como la conducta cooperadora, pueden ser
considerados como formas de debilidad. Para la personalidad antisocial, solamente se sobrevive por medio
de la fuerza. Juan W. creía sinceramente que siendo duro y fuerte sería la única manera de sobrevivir.
¿Cómo puede ser un refuerzo la conducta hostil, vengativa, antagonista, intrépida y desconfiada? La
respuesta se encuentra en el hecho de que tales conductas son negativamente reforzadas. El refuerzo
negativo se define como la eliminación de la amenaza, el castigo o de otro estímulo aversivo. Así pues, las
conductas antisociales pueden servir para reducir la probabilidad de que los individuos antisociales
experimenten algo aversivo. Los individuos antisociales comúnmente experimentan un temor crónico a ser
utilizados por los demás, ser públicamente humillados, ser explotados o degradados de alguna forma. Es
este temor lo que motiva a muchos antisociales. Cuando se examina en este contexto, la conducta antisocial
se vuelve una poderosa fuente de refuerzo negativo, esto es, una forma de evitación de lo que los
antisociales temen desesperadamente. Mirar el mundo a través de los ojos de un individuo antisocial y ver
“un lugar cargado de frustración y peligro, un lugar donde hay que evitar la maldad y crueldad de los
demás” nos brinda una mejor comprensión de por qué se autoperpetúan las características de la persona-
lidad antisocial.
En resumen, por medio de distorsiones cognitivas, un desprecio hacia el afecto, una tendencia a provocar ira
en los demás y los aspectos de refuerzo negativo de la conducta antisocial por sí misma, la personalidad
antisocial actúa perpetuando su propio trastorno patológico.
6. TRASTORNOS ASOCIADOS
Los trastornos de personalidad tratados en este Curso han sido descritos en sus formas teóricamente
“puras” de acuerdo con la teoría del aprendizaje biosocial discutido anteriormente. A pesar de todo, no
creemos que uno encuentre frecuentemente trastornos de personalidad en formas teóricamente puras. Más
bien, podemos esperar ver varios solapados con otros trastornos de la personalidad tanto como con otros
síndromes clínicos (Eje I). Basados en el trabajo de Millon, se ha visto que ciertos trastornos de la
personalidad parecen, en efecto, estar generalmente combinados, coexistiendo o solapados con otros
estados psicopatológicos en el mismo individuo.
Los individuos antisociales-paranoides son desconfiados. Anticipan la traición y el castigo. Suelen tener una
sangre fría despiadada y un intenso deseo de conseguir vengarse de los desprecios reales o imaginados a
los que piensan que fueron sometidos durante algún período de su vida, normalmente la infancia.
Estos individuos temen la idea de que los demás puedan verlos como débiles o que los demás puedan
manipularles. Como resultado, los individuos antisocial-paranoides mantienen rígidamente una imagen de
duros, fuertes, activos, insensibles y valientes. Para “probar” su coraje se exponen a situaciones arriesgadas
y antisociales que a menudo provocan un castigo. Pero el castigo, si ocurre, no logra actuar como un
impedimento para que tales conductas no se repitan en el futuro. Más bien sirven para verificar sus
expectativas de tratamiento “injusto” y además sirven para reforzar ulteriores rebeliones y conseguir lo que
desean.
Cuando estos individuos se encuentran en situaciones de poder tienden a ser dominantes y aun brutales con
aquellos sobre los cuales tienen control. Por lo general, muestran un desprecio arrogante con los derechos
de los demás y están exentos de culpa o remordimiento por las injurias cometidas.
En suma, la personalidad mixta antisocial-paranoide puede ser considerada como una continuación
sindrómica más grave del trastorno antisocial, moviéndose cerca del trastorno de la personalidad paranoide
completo que se discute más adelante.
1) Trastornos por ansiedad. A pesar de su infrecuencia general, realmente las personalidades agresivas
experimentan períodos breves de ansiedad previos a la descarga o conducta acting out. Habitualmente, la
mayor causa de esta ansiedad es el temor a perder el control o a ser controlados.
Así, es raro encontrar ansiedad generalizada o ansiedad flotante; más bien la ansiedad está muy ligada a
una persona, lugar o cosa particular. Igualmente, es raro encontrar ansiedad crónica. La razón es que es
raro que la ansiedad se deje ir creciendo durante un período de tiempo largo. Es natural en estos individuos
relajar las tensiones, descargar hostilidad y actuar asertivamente, si no dominantemente, así como evitar el
dolor de la ansiedad psicológica prolongada y el temor a perder el control.
2) Trastornos paranoides. Bajo presión ambiental prolongada o extrema, es común ver la aparición de
síntomas paranoides que surgen de una personalidad agresiva y antisocial. De acuerdo con el DSM-IV, las
características esenciales de los trastornos paranoides son “delirios persecutorios persistentes o delirio
celotípico, no debido a cualquier otro trastorno mental... Los delirios de persecución pueden ser simples o
elaborados y suelen incluir un tema único o series de temas relacionados, tales como estar ante una
conspiración, ser engañado, espiado, seguido, envenenado o drogado, calumniado maliciosamente, acosado
u obstruido en la consecución de metas a largo plazo” (American Psychiatric Association). Con el tiempo,
puede darse un maltrato verbal o físico hacia otras personas.
Las personalidades antisociales están particularmente inclinadas hacia estos trastornos como resultado de
una descompensación del patrón antisocial básico. Los trastornos paranoides de Eje I, cuando ocurren,
representan una de las más graves descompensaciones entre las variantes del patrón antisocial básico. Una
vez están plenamente desarrollados, estos episodios pueden estar caracterizados por estados salvajes,
violentos y delirantes.
Durante un siglo, los científicos sociales se han dedicado a clasificar a los individuos antisociales, a los
psicópatas y a los criminales. Algunos esquemas conceptuales se basan en los crímenes cometidos o en la
Nómada Malevolente
(características esquizoides o evitadoras) (características sádicas o paranoides)
Se sienten malditos, predestinados a la Beligerantes, mordaces, rencorosos,
enfermedad, condenados por la vida; se despiadados, malevolentes, brutales,
instalan en la periferia de la sociedad; vengativos; anticipan la traición y el
vagabundos, inadaptados y marginados; castigo; desean venganza; truculentos,
nómadas; impulsivamente no benignos insensibles, intrépidos; libres de culpa
Codicioso Arriesgado
(variante del prototipo) (características histriónicas)
Sienten que han sido privados Arrojado, arriesgado, intrépido, temerario,
intencionalmente; voraces, escatimadores, audaz, osado; imprudente, aventurero,
insatisfechos crónicos; envidiosos, buscan impulsivo, incauto; desequilibrado en
ser resarcidos, y son codiciosos, avaros; cualquier momento; persigue empresas
sienten mayor placer en conseguir que en arriesgadas.
el hecho de poseer.
Defensor de su reputación
(características narcisistas)
Necesita que se le considere intachable,
infranqueable, invencible, indomable;
formidable, inviolable; intransigente
cuando se pone en entredicho su status;
reacciona de forma airada a los desprecios
Son ofensivos y ávidos y, si pierden lo que han conseguido, experimentan ansiedad. Aunque no tienen casi
en cuenta las consecuencias de su comportamiento y sienten poca o ninguna culpa por sus actos, nunca
llegan a considerar que poseen lo suficiente, no consiguen tener un sentimiento profundo de satisfacción y
siempre se sienten incompletos a pesar de los éxitos que hayan podido alcanzar.
Algunos niños adoptados que no saben muy bien cuál es su lugar en el mundo, siguen el camino del
antisocial nómada, yendo de un lugar a otro en una supuesta búsqueda simbólica de lo que ellos esperan
que pueda ser su verdadero hogar o sus padres naturales. Su sentido de no pertenecer a lugar alguno
implica marginarse de uno mismo y de los demás. Por esta razón, los nómadas a menudo parecen estar
vagamente desconectados de la realidad y carecen de un sentido claro de sí mismos. Comparados con otros
antisociales, su actitud de indiferencia y su desarraigo vital suelen hacerlos menos peligrosos. Algunos son
además indiferentes y temerosos, pero otros son profundamente irascibles y resentidos. Bajo la influencia
del alcohol o de otras sustancias, pueden convertirse en personas brutales o tener comportamientos
sexuales criminales, como ataques a las personas más débiles. La variante nómada combina características
antisociales con esquizoides y evitadoras.
8. MODELOS EXPLICATIVOS
Esta estrategia, efectivamente, es muy atractiva, pero la vida real requiere canalizar o posponer estos
impulsos. Desde la perspectiva psicodinámica, el desarrollo normal va encaminado a demorar la gratificación
inmediata y centrada en uno mismo. En primer lugar, la propia realidad impone ciertas limitaciones a la
acción libre que hace necesario este retraso. Algunas veces se puede conseguir una recompensa siguiendo
una secuencia determinada de comportamientos; por ejemplo, un coche nuevo implica ganar bastante
dinero que, a su vez, requiere tener un trabajo decente que, normalmente, requiere algún tipo de
experiencia. El trabajo de relacionar las necesidades del organismo con las limitaciones prácticas y las
oportunidades del mundo real pertenece al yo, que opera según el principio de realidad.
En segundo lugar, las limitaciones a la gratificación inmediata están impuestas por el superyó. La
socialización es un proceso largo y complejo que se inicia en las primeras experiencias de apego y que
prosigue hasta las primeras etapas de la edad adulta. Mediante modelos firmes pero cariñosos, los niños
normales aprenden que los otros son seres diferentes que tienen su propia vida, sentimientos y potenciales,
que pueden ser diferentes a los de uno mismo, pero que también son valiosos. En las personas normales, el
superyó madura a medida que son internalizados los valores y las prohibiciones a partir de los propios
padres como conciencia e ideal del yo. La conciencia consiste en restricciones y prohibiciones, lo que uno no
debería hacer, y el ideal del yo consiste en los valores que dirigen la propia realización, lo que uno debe
hacer para tener autoestima y cumplir su potencial idiosincrásico como ser humano. El proceso a través del
cual se forma el superyó se denomina introyección, que significa literalmente “poner dentro”. Dado que el
superyó funciona según lo que Freud denominó principio moral, romper los códigos morales provoca
sentimientos de culpa, y el hecho de satisfacer el ideal del yo provoca sentimientos de afirmación y de
respeto hacia uno mismo.
La personalidad antisocial se puede entender fácilmente desde este esquema psicoanalítico clásico. De una
manera clara, el yo se desarrolla, pero no así el superyó. Es más, toda la personalidad sigue dominada por el
ello infantil y su principio del placer. Dado que las funciones intelectuales y las pruebas de realidad siguen
intactas, dichos individuos parecen, en palabras de Prichard, “locos morales”. Como la teoría psicoanalítica
clásica establece que el ello está completamente centrado en sus propias necesidades inmediatas, los
antisociales violan impulsiva y egocéntricamente las normas convencionales de la vida social. El ello está
dominado por el sexo y la agresividad, y lo mismo ocurre con el comportamiento de la mayoría de antiso-
ciales. Dado que el ello exige una gratificación inmediata, los antisociales se centran a corto plazo, sin poder
pensar o anticipar las consecuencias de sus actos. Como el ello está apartado del mundo externo, los
Si bien parece que todos los antisociales y psicópatas tienen una conciencia deficitaria, existen diferencias
individuales en cuanto al grado de desarrollo del principio de realidad, diferencias que afectan claramente en
su manifestación. Algunos son muy inteligentes en sortear las limitaciones sociales para explotar a los demás
y satisfacer así sus propias necesidades. De la misma manera que los antisociales más impulsivos son
personas sin remordimientos y egocéntricas, estos individuos son más sutiles y, por tanto, más deshonestos
y peligrosos: llevan puesta “la máscara de la cordura”. Sin una conciencia que lo limite, el yo es libre de
seguir cualquier camino de gratificación que el intelecto pueda imaginar. Los otros seres humanos forman
parte de los accesorios de la existencia para poder manipularlos, utilizarlos de forma egoísta y, finalmente,
abandonarlos. Respetar las reglas sociales constituye una necesidad práctica relacionada con la evitación del
castigo, pero no una consideración ética.
En cuanto a los mecanismos de defensa, en los antisociales son especialmente dispersos. Debido a que su
personalidad funciona básicamente a partir del principio de realidad, tienen poco de lo que defenderse.
Muchas personas experimentan ansiedad y culpa relacionadas con las expectativas de los demás. Tememos
decepcionar a alguien o que otras personas queden desilusionadas con nosotros, que piensen que no hemos
hecho un buen trabajo, etc. Éstas son nuestras introyecciones paternas, la voz internalizada socializadora de
la madre y del padre y otros modelos de rol. Cuando las personas normales presentan sentimientos hostiles,
éstos son reprimidos, desplazados, transformados o convertidos en excesiva conformidad, tal como hace la
personalidad compulsiva. La ansiedad, por tanto, requiere la capacidad de empatía, una capacidad para
adoptar la perspectiva de los demás y evaluar cómo puede ser percibido el sí mismo. Muchos antisociales
son impermeables a la vergüenza o al desconcierto, afectos que asumen la capacidad de entender cómo
pueden considerar los demás algún aspecto poco atractivo de uno mismo en comparación con el ideal del
propio yo. Cabe destacar que muchos se jactan de sus crímenes violentos para impresionar a quienes les
escuchan, pero no revelan las agresiones más simples. Estos antisociales disfrutan de “estar por encima de
los demás” como una manera de complacer el sentimiento de grandiosidad narcisista.
Sin objetivos vitales y sin capacidad para apreciar la opinión de los demás, los antisociales buscan una vida
de indulgencia sin problemas. La preocupación neurótica no forma parte de su existencia. Cuando
experimentan ansiedad, está relacionada principalmente con el miedo a ser atrapados y castigados: la
ansiedad real del yo, no la ansiedad moral del superyó. Por ejemplo, cuando se les coge en una mentira, los
antisociales aprenden a mentir mejor, si es que pueden aprender alguna cosa. Las personas normales
reflexionan acerca de sus propios comportamientos; los antisociales, en cambio, reflexionan para dar
explicaciones de su comportamiento que sean plausibles para los demás. Cuando no pueden explicar sus
actos, suelen minimizar las importantes violaciones de las normas sociales. De ahí que un caso de violencia
doméstica se convierta en una “diferencia de opiniones” y un robo se convierta en un caso de “juicio
erróneo”. Cuando se frustran, los antisociales no se contienen, actúan impulsivamente transformando el
conflicto en acción. En ocasiones, la proyección acompaña a la acción impulsiva para poder justificar la
agresividad. Así, los antisociales interpretan de forma malévola, los motivos de los demás y entonces “se
Empleando su Análisis Estructural del Comportamiento Social, Benjamín describe un cuadro parecido. A
diferencia de Kiesler, su modelo sugiere que los antisociales también tratan de controlar a los demás
resistiéndose vigorosamente ante cualquier intento que éstos hagan por controlarles. Por ejemplo, pueden
negarse a pagar el sustento de los niños, básicamente porque les obliga a hacerlo una autoridad externa.
Según Benjamin, ésta es una importante diferencia entre el comportamiento antisocial y el criminal. Los
comportamientos criminales son antisociales sólo cuando contienen un elemento interpersonal adicional que
consiste en establecer y perpetuar alguna forma de control sobre los demás, sin tener en cuenta las
consecuencias de sus actos. Por tanto, los actos criminales encaminados exclusivamente a obtener
beneficios personales, por ejemplo, no se consideran una evidencia de personalidad antisocial.
Según Benjamin, los antisociales no sólo tratan de controlar, sino que lo hacen con orgullo. Por ejemplo, la
explotación de los demás, sea mediante control o coacción, les hace sentir orgullosos, independientemente
de cómo se vean afectadas las vidas de los otros. Por tanto, pueden abusar físicamente de los demás sin
sentir culpa, e incluso causarles daños importantes, para asegurar el control sobre la relación o expresar su
propia autonomía. Por ejemplo, es posible que una esposa que se enfrenta a su marido antisocial por una
infidelidad, acabe llegando en ambulancia a una sala de urgencias. La motivación que tienen los antisociales
de atacar violentamente a los demás, llegando incluso a poner en peligro la vida, tiene un importante
objetivo instrumental: hacer que los demás se lo piensen dos veces antes de intentar tomar el control o
antes incluso de exigir que se respeten sus derechos o su bienestar. A su vez, los antisociales piensan que
los demás deben adoptar automáticamente una posición de sumisión.
Benjamin hace una distinción importante: el abuso a edades tempranas explica la agresividad antisocial pero
no la necesidad de autonomía, ni la resistencia, ni resentimientos generados por el control. La negligencia y
el abuso son factores inespecíficos, implicados en la infancia temprana de muchos trastornos de la
personalidad, quizá especialmente en la límite. ¿Qué cambios padece el niño para llegar a entrar en el
camino específicamente antisocial? Para Benjamin, la respuesta reside en el contexto de la educación.
Aunque suelen ser negligentes, los padres de los futuros antisociales esporádicamente se convierten en
educadores rigurosos. Una madre que abusa de la cocaína o un padre alcohólico, por ejemplo, pueden
decidir de repente “poner orden en su hogar”. Como déspotas no esclarecedores, compensan en exceso sus
negligencias previas convirtiéndose en personas muy autoritarias que controlan, menosprecian y culpan, en
lugar de persuadir con amor o proteger con firmeza. Una educación cruel genera resentimiento, y como se
aplica de una manera inconsistente hace que parezca una educación arbitraria que se ejerce desde la
dominación. En consecuencia, los antisociales desarrollan un resentimiento desbordante ante cualquier,
intromisión mientras que dan un valor enorme a la independencia. Cuando los progenitores tratan de
demostrar interés, normalmente muestran poca conciencia por el verdadero bienestar del sujeto. Un
ejemplo es el caso de la madre de una prostituta de 14 años de edad, que afirmaba que la ocupación de su
hija probablemente fuera sólo una fase.
Al igual que todas las personalidades, los antisociales recorren todo el intervalo de la capacidad intelectual.
Algunos presentan un cociente de inteligencia característico de un genio, mientras que otros padecen
retraso mental. Muchos individuos antisociales y psicópatas tienen capacidad de lucidez y lógica, observación
realizada ya en los primeros escritos de Pinel. Sin embargo, su fracaso para planificar el futuro, para
anticipar las consecuencias de sus actos, suele revelar un punto de mira mucho más estrecho del que cabría
esperar si se tiene en cuenta únicamente su capacidad intelectual. Para ellos, lo correcto y lo incorrecto son
abstracciones irrelevantes. La moralidad es un tema tedioso y aburrido que complica y limita su libertad de
acción. Shapiro expone el tema de la impulsividad considerándola un estilo cognitivo, y presta especial
atención a la falta de sinceridad y a las mentiras de los psicópatas. El estilo cognitivo del antisocial es
desviado, egocéntrico e impulsivo, características que se derivan de la arquitectura mental de su
maduración.
En los sujetos normales, los acontecimientos vitales suelen sugerir posibilidades que requieren de una mayor
deliberación. Por ejemplo, a la hora de decidir si uno se matricula o no en un curso, hace falta valorar si esa
formación podrá influir a la hora de buscar trabajo en el futuro y si afectará en el horario general de estudio,
además de tener en cuenta si será una clase interesante o aburrida, y qué cantidad de trabajo deberá
realizarse para llevarla al día. Dado que el corto plazo se alimenta del largo plazo, es necesario evaluar estas
posibilidades en el contexto de un sistema global de objetivos de autorrealización más intangibles y de orden
superior, como “sentirse económicamente seguro y formar una familia”, incluso aunque su cumplimiento
descanse en un punto indeterminado del futuro.
Por tanto, los objetivos de orden superior desempeñan una función importante: guían la acción a corto plazo
y ayudan a que el organismo controle lo que de otra forma sería una cantidad indefinida de posibilidades de
orden inferior que están en pugna. Cuando se emprende una reflexión consciente, la atención se dirige hacia
delante y hacia atrás pasando por consideraciones de nivel superior y por consideraciones prácticas del
contexto inmediato, seleccionando, ordenando, y ajustando los objetivos más pequeños y las posibles
acciones a fin de optimizar un conjunto de propósitos. En lugar de matricularse ahora en ese interesante
curso, sería preferible esperar al siguiente semestre ya que, por ejemplo, en ese momento uno no tendrá
tanto trabajo y el profesor que imparta la clase no exigirá que se le presenten los trabajos en un plazo
concreto de tiempo. Cuando se tienen en cuenta todos los elementos, la gratificación inmediata puede ser
demorada. En el mundo laboral, por ejemplo, el hecho de enviar un catálogo de productos a empresas
Sin embargo, en los antisociales estos niveles de objetivos de orden superior y las limitaciones éticas, que
son los contenidos de lo que la perspectiva psicodinámica denominaría el yo ideal y la conciencia, sólo se
desarrollan de forma vaga, o incluso no llegan a existir. Después de todo, dependen de la internalización de
los valores derivados de los modelos parentales. Como tales, es la relevancia egocéntrica del momento lo
que absorbe la mente del antisocial.
Otros dos rasgos cardinales de los antisociales, la intolerancia al tedio y la necesidad de excitación, pueden
entenderse también desde este esquema conceptual. Para las personas normales, gran parte de su vida
consiste en actividades que en última instancia sirven a objetivos de orden superior, pero los antisociales
sólo conocen sus circunstancias inmediatas y sus deseos inmediatos. Si el momento está vacío, la vida está
vacía. En las personas normales, el tedio se instaura después de haber explorado los parámetros de una
situación determinada, sea una carrera, una relación o un nuevo videojuego. En los antisociales, el tedio
hace referencia a aquellos períodos de tiempo en los que no existe estimulación a corto plazo. Esto puede
explicar por qué el consumo de sustancias es tan atractivo para la mente de los antisociales. Un “buen
chute” es relativamente instantáneo y proporciona fuentes de estimulación de generación interna que, o
bien les distrae del vacío del presente, o bien llena el presente con percepciones de origen artificial.
No debe sorprender entonces que muchos antisociales consideren que la mejor manera de salir del
aburrimiento sea fomentar algo excitante por ellos mismos. Los actos insensibles y predatorios, la violación
flagrante de las normas sociales y los engaños atroces son diversiones que les ayudan a generar un
sentimiento de excitación que llena de sensaciones el momento. Los demás consideran que estos actos son
irresponsables y moralmente reprobables, pero para los antisociales son lo único que da sentido a su vida, o
al menos tanto sentido como pueda tener para ellos. De no ser así, el momento estaría vacío, y la vida no
sería nada.
Aunque la tradición del estilo cognitivo estudia la interacción entre la arquitectura cognitiva y el estilo de
pensamiento, la tradición de la terapia cognitiva sostiene que el comportamiento está mediado por el
pensamiento. Para explicar el comportamiento, es necesario atender a las verdaderas creencias de una
Coincidiendo con la perspectiva interpersonal expuesta con anterioridad, Beck y Freeman afirman que las
creencias básicas de los antisociales están organizadas en torno a la necesidad de verse a sí mismos como
fuertes e independientes. Debido a que consideran que el mundo es un lugar intrínsecamente hostil, la
supervivencia exige creencias básicas centradas en la supervivencia, tales como “tengo que estar preparado”
y “no soy el agresor, por tanto seré la víctima”. Para justificar sus actos, los antisociales apelan a un sentido
hábil de moralidad, un ojo por ojo, diente por diente. Si alguien te hace daño, hazle daño también; si
alguien entra en tu campo, tendrá una guerra de campos. La represalia se convierte en un imperativo moral.
Las personas normales pueden ser consideradas por los antisociales como enclenques que piden ser
explotados. Las creencias básicas en este caso son del tipo: “Está bien que te aproveches de alguien que te
lo permite”.
9. MANEJO TERAPÉUTICO
El deseo de destrozar la vida de los demás convierte este trastorno de la personalidad en el más
repugnante. Los individuos límite pueden ser más molestos o agotadores, pero los antisociales suelen
suscitar más reacciones de rechazo moral. Normalmente, se ven obligados a solicitar tratamiento como
consecuencia de un ultimátum. Suele ser la elección alternativa a ser expulsado de la escuela, a perder el
trabajo, a finalizar un matrimonio o a un posible encarcelamiento. La mayoría de sujetos son refractarios al
cambio, aunque afirmen una y otra vez que por fin “han aprendido la lección”. Dado que los antisociales no
tienen conciencia o ésta es defectuosa, las fuerzas externas deben ponerles límite. Las consecuencias de sus
actos sobre los demás no son de su incumbencia. Los antisociales carecen de empatía y de introspección y
su conciencia es deficitaria. Posiblemente, las formas habituales de terapia, sobre todo la terapia individual,
serán de escasa utilidad. En realidad, la mayoría de intervenciones están dirigidas implícitamente a
contenerlos, y se plantean objetivos modestos de cambio. Hay que ser prácticos; dado que los antisociales
Con todo, algunos clínicos creen que la posibilidad de una mejora real se incrementa con la edad del
individuo antisocial. A medida que el trastorno comienza a apagarse por el declive físico y el deterioro
(acelerado por los años de abuso de sustancias y de vivir al límite), algunos antisociales pueden acaban
agotándose por sus continuos rozamientos con las fuerzas de la sociedad.
Por tanto, parecerá que el antisocial ha vuelto al rebaño, siendo el terapeuta el pastor orgulloso. Es posible
que los terapeutas que trabajen con individuos antisociales se vean embaucados muchas veces por
expresiones de arrepentimiento aparentemente sinceras, que pueden ir desde la culpa por haber destruido
la vida y la propiedad hasta la desesperación casi existencial por haber despilfarrado su propia vida. Los
terapeutas noveles pueden ser especialmente crédulos ante las estratagemas de los antisociales, ya que
“necesitan” curar a los sujetos y deben competir con terapeutas expertos a los que desearían mostrar cómo
un psicópata adquiere conciencia.
Los terapeutas suelen presentar diversas reacciones de intensa contratransferencia ante los antisociales.
Algunos se muestran tan suspicaces, enojados y resentidos que pueden llegar a obstaculizar cambios reales
en los pocos sujetos con los que se ha conseguido establecer una verdadera alianza terapéutica. Muchos
antisociales han sido rechazados por los demás a lo largo de su vida, y un terapeuta cínico simplemente se
convierte en otro más. Otro problema es que los antisociales suelen sentirse amenazados por el terapeuta, y
los terapeutas suelen sentirse amenazados por ellos. En concreto, cuando ambos son varones, pueden llegar
a desafiarse el uno al otro en busca del dominio. Muchos sujetos se deleitan sádicamente saboteando su
propia mejoría, y algunos terapeutas pueden llegar incluso a deleitarse sádicamente al permitirlo, porque
cualquier victoria acaba siendo finalmente una pérdida. Frances recomienda que el terapeuta reconozca
abiertamente la vulnerabilidad de la terapia estableciendo la posibilidad de manipulación, ya que la mayoría
de los individuos aprecian este tipo de franqueza.
1. Seguridad en sí mismo.
2. Una objetividad fiable pero no infalible.
3. Un estilo interpersonal relajado pero no defensivo.
4. Un sentido claro de los límites personales.
5. Un gran sentido del humor.
Desde el punto de vista interpersonal, Benjamín sugiere que los antisociales no han tenido una historia de
aprendizajes en la que hayan estado presentes figuras que les proporcionasen el calor y los cuidados
necesarios para acceder a experiencias de unión y apego. Los individuos antisociales aprenden enseguida
que es mejor anticiparse y reaccionar ante la indiferencia y escasa fiabilidad del entorno con autonomía
defensiva, cuando no con suspicacia y hostilidad. Haciendo una extrapolación de Benjamin, el tratamiento
desde una posición de poder benévolo, supuesto básico de una educación efectiva, probablemente implica
un ambiente muy estructurado en el cual se conocen de antemano las recompensas y los castigos de los
comportamientos erróneos habituales.
D. Davis describe el uso de la terapia cognitiva en la personalidad antisocial. En lugar de intentar inducir
vergüenza y ansiedad, estos autores defienden una estrategia que ayuda al paciente a pasar de las
operaciones concretas al pensamiento abstracto. La mayoría de los antisociales funcionan a un nivel inferior,
y construyen el mundo a partir de sus propios intereses inmediatos. El objetivo de la terapia es pasar al
siguiente nivel, caracterizado por un interés a más largo plazo que incluya el reconocimiento limitado de las
consecuencias que tienen en los otros los propios actos. Las áreas específicas de problemas pueden
identificarse revisando exhaustivamente la vida de cada sujeto. Deben identificarse las distorsiones
cognitivas relacionadas con cada área problemática. Los antisociales piensan que el mero hecho de desear
alguna cosa justifica su comportamiento posterior, consideran que sus pensamientos y sentimientos son
completamente correctos, que sus acciones son correctas porque ellos las consideran adecuadas, y que la
perspectiva que tienen los otros de las cosas es irrelevante. El objetivo de la terapia es que el paciente
reconozca las implicaciones de su comportamiento y que éste también tiene consecuencias para ellos
mismos.
Es más, estos autores sugieren que el comportamiento antisocial puede describirse como un trastorno
caracterizado por causar consecuencias negativas a largo plazo, como la reclusión en la cárcel, los ataques
físicos de los demás y la ruptura del contacto con los amigos y la familia.
De esta manera se reduce la posibilidad de que estos individuos se sientan detestables y, por tanto, es más
probable que sigan en terapia. La intervención terapéutica consiste en ayudar al paciente a clarificar las
prioridades y examinar todo el abanico de posibilidades y consecuencias antes de elaborar una conclusión
sobre cuál es el comportamiento más adecuado. Estos métodos demoran la gratificación y enseñan
habilidades necesarias para que se haga realidad la consideración de los demás.