Está en la página 1de 690

EL ESTABLECIMIENTO

DEL FEDERALISMO EN MÉXICO


(1821-1827)
Josefina Zoraida Vázquez
coordinadora

EL COLEGIO DE MÉXICO
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO
EN MÉXICO, 1821-1827
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO
EN MÉXICO, 1821-1827

Josefina Zoraida Vázquez


coordinadora

EL COLEGIO DE MÉXICO
352.072
E791
El establecimiento del federalismo en México, 1821-1827 / Josefina Zorai-
da Vázquez, coordinadora. - México : El Colegio de México, 2003.

682 p.; 23 cm.

ISBN 968-12-1109-X

1. Federalismo - México. 2. México - Política y gobierno - Siglo xix.


3. Gobierno federal - México. 4. México - Derecho constitucional. I. Váz­
quez, Josefina Zoraida, coord.

Ilustración de portada:
Colección de constituciones de los Estados Unidos Mexicanos,
Régimen constitucional 1824, tomo 1,
editado por Mariano Galván Rivera, 1824.
Fondo Reservado, Biblioteca Nacional.
Fotografía de Ernesto Peñaloza Méndez;
diseño de Irma Eugenia Alva Valencia

Primera edición, 2003

DR © El Colegio de México, A.C.


Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
10740 México, D.F.
www.colmex.mx

ISBN 968-12-1109-X

Impreso en México
CONTENIDO

A manera de introducción 15

EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827,


porJosefina Zoraida Vázquez 19
Un reino maduro ante un contexto cambiante 20
Se funda el Estado independiente 26
El camino hacia el republicanismo federal 28

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA TERRITORIAL. DE LA NUEVA ESPAÑA


A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827, por Hira de Gortari Rabieta 39
Urta necesaria y breve explicación del texto 39
El contexto del problema 41
El sistema de intendencias: una conformación territorial
y administrativa en proceso 44
El establecimiento de las intendencias en Nueva España 45
La composición de las intendencias 47
Cambios y propuestas de modificación al sistema de intendencias 49
Sus efectos: entre el modelo y la práctica 51
La Constitución de 1812 y las diputaciones:
una jurisdicción territorial de la política 52
La nueva efervescencia constitucional: 1820-1823 56
El Acta Constitutiva y la organización política
territorial de la Federación: 1823-1824 57
La elaboración y discusión del Acta Constitutiva 57
La organización política territorial y la Constitución de 1824 63
La confirmación de una tradición y una novedad territorial:
el Distrito Federal 70
La organización territorial en las constituciones de los estados 72
Conclusiones 74

FEDERALISMO AVANT lA LETTRF.EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821,


por Manuel Chust Calero 77
Intendencias, reformas y monarquía en Nueva España 77
La representación novohispana en las Cortes de Cádiz 82

7
8 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1812: llega la Constitución gg


Estado, nación y provincias 90
Claves para un Estado nacional hispano 92
Nuevas elecciones, nuevos diputados 99
Un rey absoluto, un Estado absolutista 100
La llegada del constitucionalismo 101
Planes, Cortes e independencia 109

EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS


AL COMPROMISO FEDERAL, por Reynaldo Sordo Cedeño 115
Vacío de poder 120
Soberanía y poderes 123
La voluntad de los pueblos 124
Federación o disolución 130
La sombra del libertador 138
El compromiso federal 140
Colonización I45
Iglesia y Estado 146
El Distrito Federal... y algo más 149

RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825,


por María Cecilia Zuleta 155
La herencia borbónica en la península 157
Cádiz y los vientos de renovación:
diputación y municipalización en la península 161
Los hechos: de provincia a Estado de la federación 164
La independencia en la península 164
Los primeros pasos de Yucatán ante el Plan de Casa Mata 166
El nacimiento del estado y la pugna de las soberanías 169
El conflicto entre Campeche y la legislatura estatal 170
La fundación del gobierno estatal 174
Desafíos peninsulares al Congreso nacional 180
Reflexiones generales: el federalismo según Yucatán 184

JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA,


porJaime Olveda 189
La nueva cultura política y la tradición autonomista 189
Las tesis federalistas 194
La adopción del federalismo 201
La distribución interna del poder 209
CONTENIDO 9

SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL.


ZACATECAS, 1821-1825,por Mercedes de Vega 215
Redes de alcance nacional 217
La provincia al momento de la independencia 218
Repercusiones gaditanas: una variable esencial 219
Las posiciones se definen 220
Prolegómenos del acuerdo republicano 223
Conservar un “centro de unidad” 226
Jalisco y Zacatecas encabezan la disensión 228
El federalismo en marcha 230
El triunfo del radicalismo 233

EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825,


por Carlos Sánchez Silva 237
I. El pasado siempre fue mejor 237
II. El movimiento soberanista de 1823
y el federalismo “a la oajaqueña” 241
III. Grupos de poder, instituciones y definición de espacios políticos 246
IV. El imperio de las leyes 252
La legislación provisional 252
La constitución local de 1825 256
V. Epílogo. “Pide al tiempo que vuelva” 260

FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA:


GUANAJUATO, 1820-1826, porJosé Antonio Serrano Ortega 263
“Gobierno Supremo de la provincia”:
El Plan de Casa Mata en Guanajuato 263
“Evitar la anarquía”: la Diputación y la Junta de Celaya 267
Reforzar la autonomía fiscal 271
Municipalismo y federalismo 275
Patricios, vecinos principales y federalismo 281

MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE YSOBERANO


DE LA FEDERACIÓN MEXICANA, 1820-1825, porJaime Hernández Díaz 289
Gestación de ideas y proyectos autonómicos en la provincia 289
La Diputación Provincial de Michoacán 294
La provincia ante el Plan de Casa Mata 296
El Congreso Constituyente: debates y organización
del estado libre y federado de Michoacán 304
La Constitución Política del estado libre
y federado de Michoacán: 1825 313
Conclusión 317
10 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL,


por María Isabel Monroy Castillo y Tomás Calvillo Unna 319
Introducción 319
Una larga continuidad 321
El Congreso Constituyente de 1822
y las expectativas de los ayuntamientos 324
La opción por el federalismo 329
La Huasteca, ¿una sola provincia? 342
El primer Congreso Constituyente de San Luis Potosí 344

NUEVO LEÓN, 1823-1825. DEL PLAN DE CASA MATA A LA PROMULGACIÓN


DE LA CONSTITUCIÓN ESTATAL, por Luis Jáuregui 351
I. Antecedentes 351
II. Nuevo León y el Plan de Casa Mata I: la Junta
Provisional Gubernativa instalada en Monterrey 355
III. Nuevo León y el Plan de Casa Mata II: la tercera
diputación provincial (Nuevo León, Coahuila
y Texas) instalada en Monterrey 357
IV. Felipe de la Garza, los motivos saltillenses
y los pronunciamientos federalistas 361
V. Junio yjulio de 1823. La amenaza de inestabilidad. El intento
de dividir las provincias. Legislaturas y convocatoria 365
VI. La vuelta a la “normalidad”. Las Provincias Internas
de Oriente a finales de 1823 369
VII. Los trabajos del primer congreso estatal:
Nuevo León, 1824-1825 374
VIII. La Constitución de marzo de1825 376
IX. Conclusión 381

EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA, por Cecilia Sheridan Prieto 385


Introducción 385
Ramos Arizpe y las Provincias Internas de Oriente en las Cortes 389
El Estado Interno de Oriente 392
La Constitución y el poder regional 403
La Constitución del Estado de Coahuila y Texas 407
A manera de conclusión: constituciones
de los nuevos estados de Oriente 409
CONTENIDO 11

AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA EN EL PROCESO DE CREACIÓN


DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LAS TAMAULIPAS,
por Octavio Herrera Pérez 417
Expectativas por la autonomía política y económica 420
El Nuevo Santander y la fragmentación
de las Provincias Internas de Oriente 424
La rebelión de Felipe de la Garza 428
Impacto del Plan de Casa Mata y establecimiento
de la Diputación de Santander 430
Conflictos por la definición institucional 432
Establecimiento del estado de Las Tamaulipas 437
La labor institucional del Congreso 440

DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827,


por María del Carmen Salinas Sandoval 445
I. La Provincia de México a la caída de Iturbide 446
II. Constitución de los poderes estatales 454
III. Obstáculos del primer gobierno 459
IV. .Confrontación con la federación 461
V. Situación financiera 465
VI. La organización municipal 467
Consideraciones finales 473

TRAS LAS TRINCHERAS DEL FEDERALISMO. INTERESES YFUERZAS REGIONALES


EN PUEBLA, 1823-1825,por Alicia Tecuanhuey Sandoval 475
I. La Diputación Provincial, el jefe político de Puebla
y el Plan de Casa Mata 476
II. Los difíciles meses de mayo a diciembre de 1823:
la aprobación del Acta Constitutiva 485
III. Orden, fisco y expansión económica para reorganizar el Estado 491
IV. Los pilares del estado: fuerzas militares y Constitución política 499
A manera de conclusión 503

EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826, porJuan Ortiz Escamilla 505


I. La revolución gaditana 506
II. La primera Diputación Provincial 510
III. Del Plan de Veracruz al Plan de Casa Mata 514
IV. Se constituye el estado de Veracruz 522
12 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

UNA HISTORIA PARTICULAR: TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO


DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, por Raymond Buve 533
Breve radiografía de Tlaxcala 534
Los antecedentes 535
Representantes tlaxcaltecas y la revolución liberal en España 537
“Cádiz” en Tlaxcala: una verdadera revolución
(1812-1814/1820-1824) 538
Los ayuntamientos constitucionales 538
Un ayuntamiento gaditano y federal: San Pablo
Apetatidán (1822-1824) 540
La Diputación Provincial 541
Autonomistas y unionistas 543
Congreso, diputación y ayuntamientos: perspectivas diferentes
en nombre del liberalismo (1822-1824) 544
Opciones constitucionales y argumentos de las facciones locales 547
Conclusión 553

LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825: EL CAMINO


HACIA EL FEDERALISMO, por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva 555
I. El septentrión y el establecimiento de la nueva nación 556
Los grupos regionales y la caída Iturbide 558
La provincia de Sonora y el proyecto autonomista 559
II. El camino hacia el federalismo 562
Sonora y el federalismo 564
El papel determinante de los ayuntamientos 566
¿Confederación o federación? 569
La formación de los estados federados 571
III. Una ficción llamada Estado de Occidente 573
Los poderes regionales 574
Los motivos del centro 575
Los representantes y la coyuntura política 576
IV. El primer Congreso Constituyente y la redacción
de la Constitución del Estado de Occidente 577
Pugnas entre los poderes internos 579

CHIAPAS, ENTRE CENTROAMF.RICA Y MÉXICO, 1821-1826,


por Mario Vázquez Olivera 583
Autonomía y separatismo 584
“¡Chiapa libre o la muerte!” 593
El estado 19 de la Federación 603
CONTENIDO 13

LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO, por Carlos Martínez Assad 609


La consumación de la independencia en Tabasco 609
El aprendizaje republicano 614
La actividad legislativa en el estado 619
La vida política 625
Conclusión 628

Fuentes y bibliografía 631


Fuentes primarias 631
Archivos 631
Fondos 632
Boletines 632
Revistas 632
Hemerografía 633
Fuentes primarias impresas 633
Escritos de la época 641
Legislación 647
Bibliografía general D:5U
A MANERA DE INTRODUCCIÓN

El establecimiento del federalismo se ha estudiado casi siempre desde la pers­


pectiva del centro y, muy limitadamente, desde la de las regiones. Las dos re­
sultan incompletas pues, como afirmaba Sergio Ortega hace algunos años, es
falso el supuesto de que los fenómenos de alcance general hayan tenido un
desarrollo uniforme, dado que las variadas condiciones socioeconómicas y cul­
turales regionales produjeron procesos históricos particulares, lo que hace ne­
cesario estudiarlos “bajo una doble perspectiva, regional y general”.1
Pero el tema tampoco se ha explicado a partir de su propio contexto, ya
sea por desconocimiento de los complejos entretelones de la administra­
ción colonial, o por considerar que su procedencia era sólo externa. Este úl­
timo presupuesto impide apreciar procesos que se venían gestando en la
Nueva España, y que iban a acelerar la “modernización” del Estado —em­
prendida por los borbones y el liberalismo gaditano—, y la lucha indepen-
dentista.
Estas limitaciones hacen urgente estudiar el federalismo en el contexto en
que tuvo lugar, y las variedades que produjo. Este intento pretende replantear
el problema, con su trasfondo de cambios en la administración y los aconteci­
mientos que afectaron al Imperio, que explican cómo las ambiciones autonó­
micas novohispanas se convirtieron en insurrección.
La invasión napoleónica a la península y la acefalía del Imperio fue inter­
pretada por los reinos americanos como base para gobernarse autónomamen­
te mientras no hubiera un rey legítimo, al tiempo que la convocatoria a reunión
de Cortes españolas introducía el liberalismo en el Imperio, transformando la
monarquía absoluta en constitucional.
Ese complejo contexto provocó que la guerra de independencia hispanoa­
mericana quedara inmersa en una profunda revolución política, que terminó
por desvertebrar la administración imperial. Para agravar la situación, Fernan­
do VII derogó la Constitución al reasumir la Corona en 1814, y se vio forzado
a restablecerla en 1820. Para entonces, después de una década de desorden,
casi toda la población novohispana estaba convencida de que la independen­
cia era indispensable.
En 1821, mientras los diputados novohispanos a Cortes hacían un último
esfuerzo por conseguir la autonomía dentro del Imperio, en tierras novohispa-

1 Ortega Noriec.a, 1985, pp. 9-21.

15
16 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ñas el Plan de Iguala consolidaba la consumación de la independencia. Éste


ofrecía un camino intermedio: una monarquía soberana gobernada por un
miembro de la casa borbona española. El mismo Juan O’Donojú, enviado co­
mo último Jefe Político y Capitán General a Nueva España, convencido de que
la independencia era “indefectible”, terminó por reconocerla en los Tratados
de Córdoba, firmados con Agustín de Iturbide. O’Donojú sólo se aseguró de
que el nuevo Estado fuera presidido por un miembro de la Casa reinante es­
pañola, de manera de salvar una relación estrecha entre la metrópoli y su ex
colonia. Pero tanto el Rey como las Cortes, rechazaron el compromiso.
Al igual que los otros virreinatos, el establecimiento de un nuevo Estado
no fue fácil. Las guerras españolas y la lucha independentista heredaron una
economía estancada y una bancarrota hacendaría, acompañadas de una pobla­
ción heterogénea, dividida y carente de experiencia política. Pero como la
Nueva España se había convertido en el siglo xvm en el reino más rico del Im­
perio español, y su principal soporte financiero, la metrópoli no se resignó a
perderla, y por más de una década intentó reconquistarla, obligándola a en­
deudarse para defenderse. La importancia de su plata para el intercambio co­
mercial internacional y las guerras europeas la convirtió en el país más amena­
zado del continente, al despertar también las ambiciones de las nuevas
potencias imperialistas.
El desconocimiento de la independencia por la Corona y las Cortes permi­
tió que, de acuerdo con el modelo bonapartista, se coronara al héroe de la
consumación de la independencia. Agustín I pretendió gobernar constitucio­
nalmente y se apresuró a convocar a un congreso para que redactara la cons­
titución del Imperio. Pero la falta de experiencia política general imposibilitó
toda negociación, e hizo fracasar el intento de continuidad monárquica, de
por sí limitada por las penurias del erario y las aspiraciones generadas en el
ejército y las élites provinciales, que chocaban con los intentos centralizadores
del Emperador.
El fracaso de la monarquía no se hizo esperar y, a mediados de marzo, ab­
dicaba Agustín I. El pronunciamiento de los jefes militares, después de ser se­
cundado por las diputaciones provinciales y los ayuntamientos, estuvo a punto
de generar una ingobernabilidad. Al restaurarse el primer Congreso general,
los jefes militares y las autoridades provinciales se negaron a reconocerle otro
carácter que el de convocante de uno nuevo.
El Congreso, a su vez, consideró que había sido legítimamente electo y era
la única autoridad general, por lo que debía asumir el poder total. De esa ma­
nera, procedió a desconocer la legalidad del Imperio y sus bases. Para evitar
una nueva “tiranía”, como poder ejecutivo nombró a un triunvirato. Lo cons­
tituyeron tres generales, dos insurgentes y un realista, que tuvieron la suerte de
nombrar a Lucas Alamán como Ministro de Relaciones, quien en forma deci­
dida sorteó la situación.
Muchos pensaron que el territorio estaba a punto de fragmentarse en es­
A MANERA DE INTRODUCCIÓN 17

tados independientes, como en los virreinatos meridionales. Según parece, la


mayoría de las provincias sólo pretendía conquistar la autonomía interna, pe­
ro el Congreso interpretó su retórica como declaración de independencia, se­
mejante a la de las provincias centroamericanas. El gobierno central no dudó
en combatir ese “secesionismo” y ordenó que un ejército dirigido por dos de
los triunviros marchara hacia Guadalajara, provincia que encabezaba el movi­
miento “rebelde” y, más tarde, a otras dos provincias. Los generales favorecie­
ron la negociación y lograron neutralizar el movimiento sin derramamiento
de sangre. Pero las provincias presionaron para que se convocara a nuevas
elecciones y para que se estableciera el federalismo como forma de gobierno.
Finalmente, el Congreso cedió y, en junio de 1823, se lanzó la convocatoria.
La unidad se salvó gracias al compromiso entre el centro y las provincias.
Como las provincias estaban poco dispuestas a aceptar el centralismo, el Con­
greso Constituyente tuvo que apresurarse a promulgar el Acta Constitutiva en
enero de 1824, que establecía la federación y, en octubre de 1824, la Consti­
tución de 1824 ratificaba el régimen basado en una soberanía compartida en­
tre la Federación y los gobiernos estatales. Pero, a diferencia del modelo que
los había inspirado (la Constitución de Estados Unidos), la Constitución mexi-1
cana limitó las facultades fiscales del gobierno federal, lo que propició su de-!
bilidad.
Dadas las variadas condiciones en el territorio, el camino hacia el estable­
cimiento del federalismo tuvo un desarrollo diferente en las provincia. En la
mayoría, sin embargo, las diputaciones y los comandantes dirigieron la resis­
tencia al gobierno “central”. En algunas otras, los ayuntamientos llevaron la
voz cantante.
Aunque don Miguel Ramos Arizpe, considerado padre de la Federación,
favorecía una división en grandes estados, la crisis desencadenó un proceso de
división de las viejas provincias y se multiplicaron los estados. Hubo entidades
que deseaban constituirse-en estados, pero lo impidieron su escasa población
y sus pocos recursos. En el caso de Tlaxcala, ésta prefirió convertirse en terri­
torio que anexarse a Puebla; en cambio, Texas quedó unida a Coahuila.
El análisis por estados nos permite observar un panorama de gran comple­
jidad. Este estudio permite seguir los acontecimientos en los diversos estados,
las coaliciones que organizaron las provincias y la milagrosa recuperación de
autoridad del gobierno- “general”, a menudo pasada por alto. Como marco, se
ofrecen algunos textos generales: una visión general de los acontecimientos;
otra de los cambios territoriales que se sucedieron tras el establecimiento de
las intendencias de 1786 a 1824; una más analiza las tareas de las Cortes de Cá­
diz, y la última, las del Congreso constituyente.
El grupo que redactó los textos contaba con la experiencia de un trabajo
conjunto, pero en esta etapa lo enriquecieron varios nuevos miembros. A ex­
cepción de dos de sus participantes, Manuel Chust de la Universidad de Cas­
tellón, y Raymond Buve de la Universidad de Leiden, los demás pertenecemos
18 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

a instituciones mexicanas de todo el país. Hay que subrayar que el trabajo es


resultado del interés personal de los participantes, pero no hubiera sido posi­
ble llevarlo a cabo sin el apoyo que nos han prestado nuestras instituciones al
financiar los desplazamientos para reunirnos. A las instituciones que organiza­
ron y financiaron las principales reuniones que sostuvo el proyecto: El Colegio
de San Luis Potosí, el Instituto Michoacano de Cultura, el ciesas Saltillo, el
Ayuntamiento de Ramos Arizpe, Coahuila, y El Colegio de México, les agrade­
cemos el apoyo. Tenemos el proyecto de continuar el estudio del tema para ex­
plicar los escollos y el fracaso del primer federalismo mexicano.
Estamos seguros de que este tipo de trabajo interinstitucional permite em­
prender estudios históricos ambiciosos, por lo que hacemos votos para que se
multipliquen. Lo consideramos una forma de superar las visiones limitadas ela­
boradas desde el centro, o desde las regiones, ya que ambas pasan por alto la
diversidad de pasados que se han ido conjugando en nuestra historia nacional.

Josefina Zoraida Vázquez


EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO
EN MÉXICO, 1812-1827

Josefina Zoraida Vázquez


El Colegio de México

Todavía es una idea extendida que el federalismo mexicano fue una simple co­
pia del norteamericano, casi seguro como resultado de la tesis sostenida por
varios diputados durante el Congreso Constituyente de 1824. Para fray Servan­
do Teresa de Mier, su establecimiento rompería con el centralismo en que ha­
bía vivido la Nueva España. A pesar de su profundo conocimiento de la “cons­
titución” histórica, Mier no advirtió que todo había conspirado contra la
práctica centralista. La misma extensión territorial de los reinos de ultramar y
la distancia que los separaba de su metrópoli, junto a la falta de comunicacio­
nes, obstaculizaron los intentos centralizadores de la Corona.
La accidentada orografía americana que había propiciado la diversidad
cultural indígena, fundamento de la nueva sociedad, promovió el regionalis­
mo. Aun cuando la conquista se extendió desde la vieja México-Tenochtitlan,
convertida después en capital administrativa del virreinato y centro de intere­
ses comerciales y sociales, diversas circunstancias favorecieron el regionalismo,
entre ellas el acomodo de los funcionarios españoles en las élites provinciales.
Así, las mismas reformas centralistas (tanto borbonas como gaditanas) choca­
ron con el regionalismo.
El desarrollo de la Nueva España permitió que adquiriera cierta identi­
dad, afirmada en la apropiación del pasado mexica y el fervor guadalupano.
A pesar de la importancia adquirida por la ciudad de México, la geografía y la
realidad socio-económica y cultural se conjugaron para contrarrestar el cen­
tralismo. Algunas reformas borbónicas,1 entre ellas la nueva división política
en intendencias en 1786, fortalecieron el regionalismo aunque sus finalidades
eran diferentes. Pero fueron la acefalía del trono, la lucha independentista y
la revolución gaditana las que terminaron por desmantelar la administración
de tres siglos. Al mismo tiempo, la contrarrevolución favoreció el surgimien­
to de poderes militares que, apoyados por las élites provinciales, constituyeron
las fuerzas que sostendrían el federalismo.
Las contribuciones de los estudiosos del siglo xvm han dado cuenta del

1 Pietschmann, 1992; Hamnett, 1992.

19
20 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

grado de continuidad del periodo 1750-1860 y, también, de la compleja situa­


ción del reino al declararse independiente. Aunque en 1823-1824 los dipu­
tados pensaron que tenían “un modelo que imitar en la república floreciente
de nuestros vecinos del Norte”, según reza la introducción de la Constitución de
1824,2 la verdad es que los problemas que enfrentaban los distanciaron del
modelo norteamericano, continuando por la ruta iniciada en las Cortes espa­
ñolas donde habían empezado a abordarse.
Dado el tamaño, la orografía y la lejanía de la metrópoli, es natural que el
federalismo les pareciera una solución a los novohispanos, pero los peninsula­
res se negaron a discutirla. Tanto la propuesta de Guridi y Alcocer en las Cor­
tes de Cádiz, como la presentada por Lucas Alamán y Mariano Michelena en
1821, tendían a una federalización del Imperio. Por tanto, la gran deuda de la
ley fundamental de 1824, con el modelo norteamericana, fue la forma de re­
presentación en dos cámaras, resultado del compromiso entre estados chicos
y grandes para establecer la Unión norteamericano en 1789. En su mayor par­
te, la Constitución de 1824 siguió de cerca la gaditana de 1812. Lo que vale la
pena subrayar es que el federalismo se interpretó en México a la manera del
antifederalismo jeffersoniano, que sostenía la soberanía de los estados, punto
que más tarde retomarían Alamán y los diputados de 1842.3

UN REINO MADURO ANTE UN CONTEXTO CAMBIANTE

Para el siglo xvi, España había unificado los diversos reinos surgidos de la re­
conquista medieval y había logrado imponer el absolutismo, pero sin borrar la
idea del rey como servidor de leyes que sólo las comunidades podían modifi­
car, convicción que obstaculizaría los intentos para centralizar el poder y uni­
formar las instituciones. Como esta tradición pasó a América, los territorios
conquistados se consideraron comunidades que se incorporaban a la Corona
española,4 tanto que el virreinato de Nueva España se consideró constituido
por diversas entidades particulares: Reino de México, Reino de Nueva Galicia,
Nuevo Reino de León, etc., y base para que el Ayuntamiento de la ciudad de
México insistiera en 1771 en que, como reinos dependientes de la Corona, los
americanos eran iguales a los peninsulares.5

2 Gai.ván, 1824, p. 21.


3 Alamán, 1946, III, pp. 246-247. En el Congreso Constituyente de 1842 empezó a precisarse
la connotación que “debía" darse a la palabra federal, pues contradecía el modelo norteameri­
cano. Se aclaró que la interpretación que se le dio en México, era precisamente “la causa contra
la que lucharon vigorosamente Washington, Adams, Hamilton... y que veían en ella el germen de
la división". Citado en Reves Heroi.es, 1974, ih, 362.
4 Guerra, 1988, i, pp. 43-44.
’ “Representación humilde que hace la imperial nobilísima y muy leal ciudad de México en
favor de sus naturales [1771].” Hernández v Dávalos, 1979, t, pp. 427-455.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 18)2-1827 21

En su libro sobre las intendencias y en su artículo “Actores locales y po­


der central. La herencia colonial y el caso de México central”,6 Horst Pietsch-
mann ha descrito el complejo proceso de incorporación de los territorios
americanos a la Corona española y cómo ésta se vio forzada a otorgarles en
propiedad los principales cargos municipales a los pobladores, para imponer
la administración y el sistema fiscal castellano. El Ayuntamiento establecido
por los conquistadores como única forma de representación de la población
iba a concentrar la vida política, pero la venta de cargos municipales, autori­
zada por la Corona, compensaría los embates del absolutismo a la vieja auto­
nomía de la institución. Esto, junto a la compra y el arrendamiento del cobro
de impuestos por suma fija y tiempo determinado, originó las “oligarquías”
provinciales hereditarias. Aunque en las capitales virreinales, el arrendamien­
to lo adquirieron los consulados, en las capitales y villas provinciales lo hicie­
ron los cabildos. Esto les permitiría, según Pietschmann, lograr un absoluto
control local —económico-político y administrativo—, con lo que aumenta­
rían el poder mediador de las jerarquías administrativas e independizarían
poco a poco el aparato burocrático americano de la voluntad de las autorida­
des metropolitanas.
En 1771, una reforma exigió que el virrey eligiera seis regidores honora­
rios, tres de los cuales debían ser peninsulares. Aunque tal mandato provocó
las protestas del Ayuntamiento,7 8como la elección se hacía entre los miembros
de la élite local, no cambió sustancialmente su composición. Las jerarquías ad­
ministrativas encontraron un buen aliado para resistir órdenes de la metrópo­
li en el sistema casuista y en la abundancia de leyes, que les permitía encontrar
justificaciones jurídicas. Al decir de Pietschmann, esto llegó al grado de que
funcionara, en la práctica, una federalización clandestina? situación que intenta­
ron combatir las reformas borbónicas al cancelar el arrendamiento de rentas
y la creación de los regidores honorarios.
El establecimiento en 1776 de un gobierno de excepción en el Septen­
trión y del sistema de intendencias en 1786 obedecieron al mismo propósito.9
Los intendentes enviados de la península se convirtieron en agentes directos
de la Corona, pero a la vez favorecieron el regionalismo, pues venían encarga­
dos de promover el desarrollo de sus provincias, presidir los ayuntamientos y
apoyar sus peticiones. Hamnett opina que las reformas produjeron también
una división en la administración, que pudieron aprovechar algunas autorida­
des regionales, para intentar independizarse del mando virreinal de México.10

6 Pietschmann, 1998, pp. 51-93.


7 Anna, 1981, p. 48. Hamnett, 1992, p. 89.
8 Pietschmann, 1998, p. 66.
9 O’Gorman, 1968, p. 25.
10 Hamnett, 1992. Pietschmann pone ejemplos de los pleitos entre el virrey y el capitán gene­
ral de Yucatán y el presidente de la Audiencia de Guadalajara, cuando éstos intentaban indepen­
dizarse del mando virreinal y subordinarse directamente a la metrópoli. Pietschmann, 1998, p. 73.
22 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La restructuración del espacio territorial y de la administración incluyó el


establecimiento de un sistema fiscal estatal y la liberalización del comercio, lo
que desarticuló el orden anterior y provocó el malestar general que condujo
a la independencia.11 Las protestas americanas y los problemas internaciona­
les que enfrentó España durante el último tercio del xvm facilitaron que la re­
forma no se aplicara a la letra. El virrey Revillagigedo defendió el sistema de
intendencias y logró su estabilización, pero sus modificaciones recortaron "los
plenos poderes de los intendentes y de la Junta Superior [de Justicia para to­
do el territorio]”, para engrandecer el cargo de virrey,12 pero sin lograr re­
construir el lugar económico preponderante que había cumplido la ciudad de
México.
Aunque en diversa medida, las reformas afectaron a todas las autoridades
y a la población. El nuevo sistema fiscal real le arrebató al Consulado de Méxi­
co y a los cabildos provinciales las ganancias de la renta del cobro de impues­
tos. Al Consulado de México le afectó también la apertura del comercio, en
tanto que la descentralización económica y el establecimiento de los consula­
dos de Guadalajara, Veracruz y Puebla favorecieron a las élites regionales. Estas
reformas robustecieron el comercio provincial, pero dislocaron las viejas redes
de intercambio dominadas por el Consulado de México. Además, el estableci­
miento de la contaduría de propios y arbitrios, al obligar a los cabildos indíge­
nas a “depositar” los excedentes de los bienes de comunidad en las cajas rea­
les, los privó de la autonomía financiera de que habían gozado.
Por otra parte, las nuevas cargas fiscales, monopolios y préstamos impuestos
por la Corona para aliviar sus necesidades financieras afectaron a todas las cla­
ses sociales y generaron un malestar general. Junto a ello, el contexto interna­
cional contribuyó a reducir el intercambio normal entre la metrópoli y sus colo­
nias. Las guerras europeas desencadenadas por la Revolución francesa, además
de agudizar la bancarrota hacendaría del Imperio, provocaron periodos de in­
comunicación que obstaculizaron la llegada de azogue, lo que a su vez afectó a
los mineros y propició la apertura del comercio a países neutrales. Así, al prin­
cipiar el siglo xix era evidente la debilidad de España que, sumada a las disen­
siones de la familia real, la hacían presa fácil de la ambición de Napoleón.13
Al tiempo que se iniciaba la invasión francesa de la península, Fernando
VII forzó a su padre Carlos IV a cederle la Corona. Al recurrir los dos al arbi­
traje de Napoleón, éste aprovechó la ocasión para convocar a padre e hijo a
Bayona en mayo de 1808. Ahí, el Emperador los obligó a abdicar la Corona
que entregó a su hermanojosé. Como había hecho en Wetsfalia, Holanda, Ná-
poles y Polonia, Napoleón le otorgó a España una constitución para generar
confianza en la nueva dinastía. Murat, jefe de las tropas napoleónicas en Espa­

11 Hamnett, 1992. Pérez Herrero, 1992.


12 Pietschmann, 1996, p. 282.
15Anna, 1986, pp. 49-53.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 23

ña, había sugerido reunir las Cortes para discutir la constitución, aprovechan­
do que Fernando VII había ordenado a la Junta Suprema de Gobierno convo­
carlas a fin de “proporcionar los arbitrios y subsidios necesarios para atender
la defensa del reino”. Pero el Emperador se decidió por una Junta de Notables
que diera “su opinión sobre la carta constitucional”, que había redactado para
conciliar “la santa autoridad del Soberano con las libertades y privilegios del
pueblo”.14
La Asamblea incluyó a seis miembros americanos, elegidos de entre los
que residían en España; entre ellos estaban el novohispano José del Moral y el
granadino Francisco Antonio Zea. De los 150 convocados, sólo 91 llegaron a la
Asamblea, que empezó a reunirse el 14 de junio. El proyecto, sometido al exa­
men de los ministros españoles Azanza y Urquijo, incorporó también algunas
observaciones del consejero de la Inquisición y de tres miembros de Castilla.
Una vez revisado, se presentó a la Asamblea el 20 del mismo mes.
Los diputados hispanoamericanos constituyeron un grupo aparte por el in­
terés que tenía Napoleón en no perder los reinos de ultramar. Zea le planteó
ajosé las aspiraciones autonomistas americanas. El novohispano Del Moral, ca­
nónigo de la catedral de México, presentó un Memorial en que solicitaba para
los reinos americanos la igualdad de derechos y liberar la agricultura, la indus­
tria y el Comercio.15 De esa forma, el texto corregido del proyecto, que incluía
las reformas para América, se promulgó el 8 de julio. La Carta, adaptada a las
condiciones españolas era moderada. Garantizaba ciertos derechos ciudada­
nos, pero las facultades de las Cortes se limitaban a deliberar y aprobar las le­
yes; de acuerdo con los comentarios de los funcionarios españoles, no tocó a la
Inquisición, a las órdenes monásticas ni los derechos feudales.16 En cambio, el
artículo 87 garantizó que “los reinos y provincias españolas de América y Asia
gozarán de los mismos derechos que la Metrópoli” y que estuvieran represen­
tados por 22 diputados.17 De acuerdo con la petición americana de “cláusulas
precisas que garantizaran la igualdad”, los artículos 27 y 50 mantuvieron un mi­
nisterio independiente y una sección del Consejo de Estado para Indias, “con
seis diputados americanos con voz consultiva”. El título X se dedicó a “los rei­
nos y provincias de América y Asia” que, en su nombre, ratificaba la pretensión
americana de no ser “colonias”.18 Aunque la Carta tuvo apenas vigencia en al­
guna área ocupada,19 sin duda fue un precedente que influyó en la agenda de
las Cortes reunidas en el marco de la guerra de independencia española.

14 Martiré, 2000. pp. 29-33.


15 Martiré, 2000, p. 62. Penot, 1975, pp. 15-16. Bravo Ugarte, 1953, m-1, pp. 40-41.
16 Lovett, 1965, i, pp. 125-127. Carr, 1966, p. 113.
17 Farías, 1975, pp. 175-176. La Nueva España estaría representada por dos diputados por
Nueva España y uno por Yucatán, uno por Guadalajara, uno por las Provincias Internas de Orien­
te y uno más por las Provincias Internas de Occidente.
18 Martiré, 2000, pp. 53-63. Farías, 1975, pp. 121-143.
19 Lovett, 1965, i, pp. 126-127.
24 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Los acontecimientos de Bayona destruían las bases legales de la monar­


quía, por lo que fueron rechazados por el pueblo español que se lanzó a la lu­
cha. Como los órganos existentes resultaron incapaces para encabezarla, se
formaron juntas gubernativas regionales que institucionalizaban la federaliza­
ción clandestina,20 aunque ante la necesidad de representación exterior y de
unificar acciones, se fundieron en una Junta Suprema instalada en Sevilla. Es­
ta, apremiada por la representación que había concedido la Carta de Bayona
a los americanos, y necesitada de sus recursos,21 declaró:

los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias, no son propiamente
colonias o factorías como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la
Monarquía Española.22

Por tanto, invitó a cada virreinato y capitanía a enviar un representante.


La convocatoria no llegó a cumplirse, pues la anularon el desprestigio de la
Junta y la ocupación de Sevilla por las tropas francesas. Antes de partir a Ba­
yona, Fernando Vil, había decretado la convocación de Cortes y la Junta ha­
bía decidido hacerlo desde el 22 de mayo de 1809, pero el avance francés lo
había impedido. En febrero de 1810, la sustituyó una Regencia de cinco
miembros reunida en Cádiz. Entre sus miembros se encontraba el novohispa-
no Miguel de Lardizábal. Aunque era conservadora, ante los problemas que
enfrentaba y el ambiente “liberal” del puerto, decidió lanzar la convocatoria
el 18 de junio.23
Las Cortes se inauguraron el 24 de septiembre de 1810 en la isla de El
León con una mayoría “liberal”, que anuló la tradicional representación esta­
mental y se reunió en una sola cámara. La representación americana era mi­
noritaria, pues de un total de 183 sólo 53 eran de ultramar (20 por Nueva Es­
paña)—24 que, por la distancia, se retardó en llegar, pero que les permitió
concretar sus agravios, representando además una importante lección política.
Las misiones enviadas por Napoleón a los reinos americanos para comuni­
carles las “buenas nuevas” encontraron un total rechazo. Esto convenció a Na­
poleón de la imposibilidad de dominarlos, y lo decidió a colaborar en su inde­
pendencia, empresa imposibilitada por el predominio marítimo británico.
La participación de los diputados novohispanos en los debates de las Cor­
tes fue activa. En su “Representación” de agosto de 1811 explicaron que la in­
surrección derivaba del temor de “ser entregados a los franceses, o a otra po­

20Annino, 1995, pp. 184-185.


21 “En 1809 y 1810 la Nueva España recaudó seis millones de pesos adicionales, provenientes
de fuentes particulares, por arriba de los ingresos acostumbrados destinados a España”. Anna,
1986, pp. 88-89.
22 Anna, 1986, p. 82.
23 Carr, 1966, pp. 92-93. Bravo Ugarte, 1953, p. 41.
24 Anna, 1986, pp. 90-91.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 25

tencia”: en la presentación de la problemática americana, su regionalismo exi­


gió representación local, libertad de comercio y de producción.25 El tlaxcalte-
ca Guridi y Alcocer lanzó la propuesta más radical: convertir el Imperio en un
Estado multinacional,26 es decir, en un Estado “federalista”, posición rechaza­
da por los peninsulares que sostenía el esquema centralista borbón.
De todas formas, la reforma fue profunda pues, además de asumir la sobe­
ranía y cancelar el absolutismo, las Cortes transformaron el funcionamiento
del Estado. Con la monarquía constitucional, el gobierno quedó dividido en
tres poderes y los súbditos se convirtieron en ciudadanos con una representa­
ción en tres niveles: en ayuntamientos constitucionales (instituidos en toda po­
blación de más de mil almas), en diputaciones provinciales (siete para Nueva
España) y en las Cortes. La igualdad de derechos y de representación de ame­
ricanos y peninsulares se ratificó, aunque se neutralizó al negarle la ciudada­
nía a las castas, lo que haría comentar a Blanco White “les han declarado igua­
les en derecho y les conceden 24 diputados en Cortes para que defiendan sus
derechos contra 300”.27 Por eso, aunque la Constitución satisfacía muchas as­
piraciones americanas, continuaron agraviándolos el centralismo, su represen­
tación política minoritaria por la exclusión de las castas de la ciudadanía y la
falta de una.completa libertad de comercio, a la que se opusieron los comer­
ciantes gaditanos.
Al igual que los peninsulares, los reinos americanos formaron juntas pa­
ra decidir como se gobernarían. En Nueva España, el Ayuntamiento de Mé­
xico tomó la iniciativa de convocar una junta, pero la frustró un golpe de Es­
tado organizado por un grupo de funcionarios y comerciantes peninsulares.
La violencia iniciada por los peninsulares desató la de los criollos, y en 1810
estalló la insurrección. Pero ante los excesos antihispanistas, los novohispa-
nos se dividieron, lo que alargó la guerra y desgastó al virreinato.
La vigencia del liberalismo constitucional fue corta, pero incrementó la
desarticulación administrativapropiciada por las reformas borbónicas y la lu­
cha independentista. El control insurgente de buena parte del territorio
contribuyó a fragmentar la administración y afectó el cobro de impuestos y
su centralización en la ciudad de México. Además, las necesidades de la lu­
cha permitieron a los comandantes de los ejércitos —tanto insurgentes co­
mo realistas— ejercer amplios poderes judiciales y fiscales en las regiones y
dominarlas.

25 "Representación”, 1811.
26 Guridi sostuvo que “la unión del Estado consiste en el Gobierno o en sujeción a una auto­
ridad soberana, y no requiere oirá unidad. Es compatible con la diversidad de religiones [...], con la
de territorios, como en los nuestros, separados por un inmenso Océano”. Chust, 1999, p. 133.
27 Citado en Breña, 2002, § 7.
26 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

SE FUNDA EL ESTADO INDEPENDIENTE

La incapacidad de la Corona para detener la lucha la llevó a recurrir a una


dura política contrarrevolucionaria erosionando la lealtad, fenómeno que se
incrementó con la suspensión de la Constitución en 1814 por Fernando VII, y
su restablecimiento forzado por un golpe militár en 1820. La península pro­
porcionaba de nuevo una coyuntura favorable para consumar la independen­
cia y ahora, después de once años de lucha, el reino se había transformado.
Los acontecimientos, la breve libertad de prensa y la discusión constitucional
habían politizado a la población y transformado su cultura política aportándo­
le conceptos de las revoluciones atlánticas o nuevos significado a los tradicio­
nales. Con la ruptura del orden novohispano se había producido un reacomo­
do político, en que el ejército conquistó un lugar importante. Asimismo, se
había resquebrajado “el complejo de sociedades proviciales ligadas al centro
por la burocracia del Estado absolutista y los intereses económicos comu­
nes”.28 Así, para 1820 y por diferentes razones, la mayoría de la población favo­
recía la independencia, situación que supo aprovechar el coronel Agustín de
Iturbide para lograr la consumación sin derramar sangre. Su fórmula conti-
nuista de monarquía constitucional independiente, encabezada por un miem­
bro de la familia reinante, satisfacía a la mayoría.
En los Tratados de Córdoba, el último jefe político español, Juan O’Dono-
jú, “reconoció [a la Nueva España] como Nación Soberana e independiente y
se llame en lo sucesivo Imperio Mexicano”, decisión que justificó ante un mi­
nistro de ultramar:

la independencia ya es indefectible, sin que hubiere fuerza en el mundo capaz de


contrarrestarla: nosotros mismos hemos experimentando lo que sabe hacer un
pueblo cuando quiere ser libre.29

Mientras esto tenía lugar en América, los diputados novohispanos a Cor­


tes hacían el último intento por conquistar la autonomía dentro del Imperio.
El 24 de junio de 1821, Lucas Alamán y Mariano Michelena presentaron una
exposición en la que señalaban los problemas que provocaba la Constitución
de 1812 para los reinos ultramarinos, por la distancia de la metrópoli. Propo­
nían una solución de carácter federalista: establecer tres secciones de Cortes
en América, una septentrional en México y dos meridionales, en Santa Fe y en
Lima. Estas se reunirían al mismo tiempo que las de Madrid. En cada una de
las provincias americanas “una delegación ejercerá a nombre del rey, el ejecu­
tivo”, que podrá ser de la familia real y “responderá de su conducta a S.M. y a
las Cortes generales”. En todo el Imperio, sus habitantes gozarán de iguales

28 Hamnett, 1984, p. 305.


29 Cuevas, 1947, p. 52.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 27

oportunidades, empleos y cargos políticos. Las provincias Americanas se com­


prometían a colaborar en el pago de la deuda Española y a enviar 40 millones
de reales anuales”.30 La proposición ni siquiera fue debatida, por lo que la
emancipación total quedó como única alternativa. Los diputados novohispa­
nos abandonaron las Cortes.
Con todo, el Imperio Mexicano nació con bases endebles. La vieja prospe­
ridad novohispana se venía esfumando desde la última década del xvm. A la
bancarrota hacendaría, consecuencia de las guerras españolas31 y de una lucha
independentista de 11 años, se iban a sumar a la inexperiencia política, la di­
visión ideológica y las amenazas de reconquista. Como ni Fernando VII ni las
Cortes ratificaron los Tratados, se abrió el camino para que se coronara Agus­
tín de Iturbide.
Este convocó a elecciones para un Congreso constituyente, pero con una
representación de tipo estamental que no era proporcional, lo que despertó el
malestar de las provincias. Por si fuera poco, el carácter altanero del “Liberta­
dor” y su inexperiencia lo llevaron a chocar con el Congreso desde su inaugu­
ración, en febrero de 1822. El núcleo de controversia fue la soberanía. El Con­
greso mantuvo la tesis gaditana de ostentar la soberanía como representante
de la nación;32 Iturbide, por su parte, consideraba personalizar “la ley de la vo­
luntad general”, por la adhesión general al Plan de Iguala.
La división del Congreso en borbonistas, iturbidistas y republicanos em­
pantanó su funcionamiento y el del gobierno, al tiempo que la carencia de ex­
periencia política del Emperador y de los diputados los incapacitó para nego­
ciar. Iturbide se coronó, pero el Congreso le arrebató tanta autoridad que,
según Sordo, ejerció más poder como Regente que como Emperador. Por otra
parte, con la llegada del inquieto padre Servando de Mier se iniciaron las cons­
piraciones contra el Emperador. Lo anterior, sumado a la percepción de inefi­
cacia del Congreso, ante su retardo en redactar la ley fundamental,33 decidie­
ron a Iturbide a disolverlo ya sustituirlo por una Junta Nacional Instituyeme,
formada con algunos de sus mismos miembros. Instalada el 2 de noviembre, la
Junta quedó sujeta a las Bases Orgánicas impuestas por el Emperador, que la li­
mitaban a legislar sólo “en aquellos asuntos de urgencia que proponga el go­
bierno”.34 La Junta trató de cumplir su cometido y elaboró la legislación ur­
gente y un proyecto de constitución que debía discutir el congreso que estaba
por convocarse.
Pero el contexto era complejo por la bancarrota y la agobiante falta de re­
cursos, agudizada por la ocupación de San Juan de Ulúa por la flota española,

30 Alamán, 1985, vol. v, apéndice 19.


31 Makiciial, 2000.
32 Acias Constitucionales Mexicanas (1821-1824), m, p. 501.
33 Hay que mencionar que se habían presentado varios proyectos. Ferrer Muñoz, 1995, pp.
118-127.
34 Barragán, 1995, pp. 97-98.
28 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

que había inutilizado el comercio en Veracruz, principal puerto de la nación.


El gobierno tuvo que imponer préstamos forzosos y emitir papel moneda, lo
que alimentó un malestar que se sumó al resentimiento de los insurgentes,
marginados de los premios concedidos por el Emperador y, en su mayoría, in­
clinados al republicanismo.
Las diputaciones provinciales, que habían rechazado al Congreso por ino-
perancia y carencia de representación proporcional, rechazaban ahora a mu­
chos de sus miembros por haber participado en lajunta. Resentían además los
intentos centralistas y las medidas fiscales del Emperador. El contexto favore­
cía al ambicioso que decidiera pronunciarse, siguiendo el ejemplo de Iturbide.
En efecto, el 1 de diciembre de 1822, el general Antonio López de Santa Anna,
resentido con el Emperador, lo desconoció y exigió la restauración del Con­
greso. Su pronunciamiento no encontró eco sino en las áreas vecinas a Vera-
cruz, pero permitió que las logias masónicas35 y Lemaur, comandante español
de Ulúa, explotaran el hecho para deshacerse del Emperador.36 Los generales
destinados a someter a Santa Anna terminaron por concertar un nuevo acuer­
do mediante el Plan de Casa Mata, publicado el 2 de febrero de 1823. Éste re­
conocía la autoridad civil de las diputaciones y los ayuntamientos, y exigía la
elección de un nuevo Congreso. El documento, enviado a todas las autoridades
civiles y militares del Imperio, logró una adhesión impresionante.
Confiado en el hecho de que el Plan de Casa Mata insistía en que no se
atentaría contra su persona, Iturbide no echó mano del apoyo con que toda­
vía contaba y aceptó negociar con los generales que, uno a uno, lo fueron trai­
cionando. Incapaz de resolver el problema con la restauración del Congreso
disuelto, Iturbide terminó por abdicar. El derrumbe del Imperio pareció frag­
mentar el territorio. En realidad, sólo la separación de Centroamérica tenía un
carácter definitivo y, dado que siempre se había administrado independiente­
mente del virreinato, el Congreso aceptó su separación, a excepción de Gua­
pas, que todos consideraban estratégica para la defensa de la independencia.

EL CAMINO HACIA EL REPUBLICANISMO FEDERAL

El Plan de Casa Mata no había previsto un gobierno nacional y la abdicación


de Iturbide produjo un vacío de poder que aprovecharon las diputaciones pro­
vinciales, apoyadas por los jefes políticos y comandantes militares, para asumir
poderes extraordinarios y declarar su autonomía El temor de que el territorio
se dividiera, como en otros virreinatos, despertó en el Congreso una verdade­
ra paranoia. En realidad, las declaraciones provinciales no rechazaban la exis­
tencia de un gobierno nacional: desconocían al Congreso por falta de legitimi­

35 Alamán, 1985, v, p. 657.


“Anna, 1991, p. 175.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 29

dad. para representar a la nación?7 Los jefes del ejército, atrincherados en Puebla,
le concedieron al Congreso sólo el carácter de convocante e intentaron formar
un gobierno provisional, pidiendo a las provincias enviar representantes.
El Congreso, por su parte, se consideró titular de la soberanía de la na­
ción38 y se negó a convocar uno nuevo. Apenas alcanzó un quorum el 30 de
marzo, asumió el poder total y al día siguiente, sin considerar la abdicación de
Iturbide, nombró un triunvirato para ejercer como Supremo Poder Ejecutivo
provisional. El 8 de abril declaró anulados el Plan de Iguala y los Tratados de
Córdoba, decisión objetada por algunos diputados, dado que era incongruen­
te que un Congreso, convocado sobre aquellas bases, lo anulara.39
En la negociación con los generales, el Congreso logró que reconocieran
su autoridad, pero las diputaciones provinciales insistieron en la necesidad de
convocar nuevas elecciones, y se enfrentaron a un Congreso decidido a impo­
ner su autoridad. Consciente de la importancia de mantener la unidad ante el
peligro de la reconquista española, Lucas Alamán, nombrado secretario de Re­
laciones el 14 de abril, se empeñó en cumplir con esa urea.
La crisis política amplió la politización de la población. Un intenso inter­
cambio de noticias entre autoridades civiles y militares provinciales radicalizó
la retórica de algunas diputaciones provinciales. La diputación provincial de
Guadalajara encabezó el desafío a las autoridades centrales, seguida por Zaca­
tecas, Oaxaca y Yucatán, y después por Michoacán, Guanajuato, Querétaro,
San Luis Potosí y Puebla. La crisis también permitió que las diputaciones asu­
mieran faculudes que no les concedía la Constitución vigente de 1812, como
lo reconocía Prisciliano Sánchez en su “Pacto Federal de Anáhuac: “en virtud
de la revolución, [las diputaciones] tomaron por necesidad y conveniencia pú­
blica para hacer la salud de la patria {ley superior a todas las escritas) un carácter
distinto de aquel con que se hallaban investidas”, hecho que consideraba jus­
tificado pues, ante el fracaso del Imperio, la soberanía había revertido al pue­
blo, del que las diputaciones'eran representantes.40
La diputación de Guadalajara desconoció la autoridad del Congreso y del
ejecutivo interino. Zacatecas, Oaxaca y Yucatán también lo hicieron. Para el 18
de abril, comisionados de siete provincias demandaban la convocatoria de un17

17 Por ejemplo, cuando la diputación de Guadalajara decidió que Prisciliano Sánchez y Ca­
yetano Portugal se trasladaran a Puebla, expresó que sería para “acordar ron los demás diputados
de otras Provincias del Imperio [...] para suplir interinamente la representación nacional". “La diputa­
ción provincial acuerda enviar a [...] a Puebla para que se pongan en contacto con los demás di­
putados que, con la protección del ejército del general Echávarri, suplen a la representación na­
cional." Muría, 1973, p. 33.
”* Dictamen de, la Comisión especial de convocatoria para un nuevo Congreso, 1823 (abril 12): “El
Congreso ni tiene ni ha tenido nulidad legal c/ue lo inhabilite para constituir a la Nación, ni tuvo ni
tiene incapacidad”.
S9 Ferrer Muñoz, 1995, pp. 140-141.
40 Memoria sobre el estado actual de la administración pública del estado deJalisco. 1974, p. 60.
30 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nuevo congreso, al considerar inaceptable que el reconstituido asumiera el po­


der total y no cumpliera con el Plan de Casa Mata. Para el 12 de mayo, Guada­
lajara convocaba la formación de una federación, llamado que encontró eco a
lo largo y ancho del territorio. Ante la terquedad del Congreso, en junio la di­
putación dé Guadalajara sostenía “que no había ley, tratado ni compromiso
que obligara a las provincias a depender del centro”.41
Los ayuntamientos que también se habían adherido al Plan de Casa Mata,
en lugares donde no había diputación, formaron juntas para sustituirlas (co­
mo en las Provincias Internas de Oriente); en otros, fueron las que encabeza­
ron la resistencia (como en Oaxaca y Veracruz).
Para recobrar su autoridad, el Congreso aceleró la redacción de la consti­
tución. Nombró una comisión, presidida por Mier, para que redactara el pro­
yecto, que el 28 de mayo presentó el “Plan de Constitución Política de la Nación
Mexicana”.42 El Plan, inspirado principalmente en el constitucionalismo fran­
cés, optaba por un federalismo casi centralista, en el cual los estados no eran so­
beranos, aunque tenían sus propios congresos y un prefecto. Consideraba a la
Nación Mexicana formada por la sociedad de todas las provincias de Nueva España
o Anáhuacy, curiosamente, a pesar de alejarse del modelo norteamericano, in­
corporaba la típica institución anglosajona del juicio por jurado. Pero el plan
quedó relegado ante el creciente número de diputados que presionaban por
convocar un nuevo congreso para evitar el desastre total; por tanto, el 21 de ma­
yo se puso a votación la propuesta y la mayoría favoreció nuevas elecciones.43 44
Mientras tanto, Alamán, alarmado por los acontecimientos, insistió en el
Congreso que había que evitar la desintegración del país. Las noticias parecían
darle la razón. Yucatán instalaba el 30 de mayo una junta provisional y convo­
caba a elecciones para su congreso provincial. El I de junio, Oaxaca elegía su
gobierno provisional y, el 16 del mismo mes, Guadalajara se eregía en “Estado
libre, independiente y soberano de Xalisco". Por si fuera poco, declaraba que sólo
reconocía una relación de hermandad y confederación con los otros estados.
Aunque más mesurado, Zacatecas se erigió también en estado libre, fede­
rado y “soberano de sí mismo” el 17 de julio, pero subrayó la importancia del
bien general y el deseo de no dañar la unidad; eso sí, en su comunicación al
gobierno nacional expresó que sólo la federación lograría “el bien de la pa­
tria”, al conciliar el interés “particular de las provincias con el general de la
• x 44
nación .
El autonomismo también llevó a las provincias a liberarse de dependencias
exteriores. Desde febrero, Sonora y Sinaloa habían rechazado la dependencia

41 Diputación de Guadalajara a Alamán, junio 5, 1823. Olveda, 1976, p. 19.


42 Herrera y Lasso, 1967, pp. 600-601. Calvillo, 1974, n, pp. 131-218; Lira, 1994, pp. 171-175.
43 Ferrer Muñoz, 1995, p. 145.
44 “El jefe político de Zacatecas acompañando copia de lo acordado por la diputación provin­
cial para contener los males que se figuran amenazar a la patria”. Zacatecas, 18 de junio, 1823. agn,
Gobernación, caja 48, exp. 12, f. 4.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 31

de Chihuahua y Guadalajara, y solicitaban instituciones propias.45 Zacatecas se


declaró independiente de Guadalajara en asuntos judiciales y comerciales, y
del Tribunal de Minería de México, en los mineros.46
El Congreso consideró que el desafío de los órganos civiles y los comandan­
tes militares requería medidas drásticas. Por tanto, el Supremo Poder Ejecutivo
ordenó que una fuerza armada, al mando de los generales Nicolás Bravo y Pe­
dro Celestino Negrete, partiera a someter ajalisco. Los jefes, al igual que los en­
viados a Oaxaca y Puebla, iban a favorecer la negociación al enfrentamiento. Pa­
ra presionar a Jalisco, mientras Bravo negociaba, Negrete manipuló para que se
separara Colima. El gobierno provisional de Jalisco y su aliada Zacatecas ofrecie­
ron reconocer a las autoridades centrales si se garantizaba el establecimiento de
un sistema federal. Alamán rechazó el pacto por considerar que esa decisión de­
bía tomarla el futuro congreso. El gobierno decidió destituir al general Luis
Quintanar, que había sido electo gobernador provisional, pero el apoyo de los
jaliscienses impidió que su sustituto entrara a Guadalajara.
Hasta el 17 de junio se publicó la ley electoral para el nuevo congreso. Esta
seguía los lincamientos gaditanos, es decir, una representación proporcional a
la población. Como preveía que se eligieran también nuevas diputaciones,
Guadalajara. y Zacatecas se negaron a cumplimentarla. Pero la convocatoria y
la firmeza del ministro Alamán, en el contexto de la amenaza de reconquista
—con apoyo de la Santa Alianza—, impusieron un ánimo conciliador. Vale la
pena subrayar la medida en que el gobierno central logró revertir los aconte­
cimientos y fortalecerse, un fenómeno que quizá no se ha apreciado en su ver­
dadera dimensión.
El nuevo Congreso Constituyente se instaló el 7 de noviembre de 1823. De
inmediato procedió a redactar el Acta Constitutiva de la Federación, que fue
aprobada el 31 de enero de 1824. Esta hizo una reorganización del espacio en
la que se reconocían los estados que se habían constituido y se creaban otrosí
Las 12 intendencias y tres gobiernos que existían al momento de la indepen­
dencia se convirtieron en 17 estados y dos territorios que, al momento de la
aprobación de la Constitución de 1824, aumentaron a 20 estados, cuatro terri­
torios y un Distrito Federal. Esta división política no coincidía con la eclesiás­
tica ni con la militar, lo que iba a producir problemas, en especial para la divi­
sión de la parte de diezmos cobrados por la Iglesia, que correspondían a los
estados.
Aunque el sistema surgió por la presión de las provincias, como insisten
Barragán y Anna, hay que notar que el Congreso asumió la existencia previa de

45 “Exposición que sobre las provincias de Sonora y Sinaloa suscribió don Carlos Espinosa de
los Monteros", Arizpe, 29 de febrero de 1823.
46 El jefe político de Zacatecas acompañando copia de lo acordado por la diputación provin­
cial para contener los males que se figuran amenazar a la patria. Zacatecas, 18 de junio, 1823, ac.n,
Gobernación, caja 48, f. 4.
32 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

la nación y pasó por alto la existencia de estados libres y soberanos, por lo que de­
claró: “la nación mexicana se compone de las provincias comprendidas en el terri­
torio del virreinato llamado antes Nueva España, en el que se decía capitanía gene­
ral de Yucatán y en el de las comandancias de Provincias Internas de Oriente y
Occidente". El concepto de nación tenía diversas acepciones; para Ramos Ariz­
pe, la nación la constituían el territorio y los habitantes, pero la mayoría sola­
mente “la reunión de los habitantes,47 tal y como se describirían la mayoría de
los estados en sus constituciones.
En cuanto a la soberanía, también hubo diferencias. Algunos, como Juan
de Dios Cañedo, insistían en su indivisibilidad y la hacían residir en los estados,
que sólo delegaban ciertos atributos en la federación. El Congreso optó por una
soberanía compartida por el gobierno federal y estados libres, soberanos e inde­
pendientes en lo tocante a su gobierno interior, que Barragán interpreta como resul­
tado de un compromiso y no una simple copia de la Constitución norteameri­
cana, pero la fórmula es semejante, aunque el compromiso estadunidense se
había generado entre colonias que siempre habían sido autónomas y que crea­
ban una unión, que antes no existía.
A pesar de que las inquietudes habían disminuido, Jalisco continuó
siendo núcleo de preocupación para el ejecutivo provisional y el Congreso.
El temor al poder de convocatoria de los generales Luis Quintanar y Anas­
tasio Bustamante, sumado a noticias de movimientos sospechosos del ex em­
perador, llevaron al periódico El Sol a pedir que se declarara traidores a los
que proclamaran, de algún modo, Emperador a Iturbide. En sesión secreta,
el Congreso discutió el 16 de abril la proposición de El Sol, lo que derivó en
la redacción del decreto publicado el 2 de mayo, que declaraba a don Agus­
tín fuera de la ley, en el momento que tocara suelo mexicano.48 Es posible
que la acusación a Bustamante y Quintanar resultara de una venganza o de
la paranoia despertada el año anterior. Parece haberse originado en una co­
municación de Negrete desde Zamora, confirmada después por otra de
Juan Pablo Anaya desde San Luis Potosí,49 que afirmaban que en Jalisco se
preparaba la dictadura de Iturbide. El insistente rumor hizo a Bustamante
publicar un manifiesto en que negaba los cargos y exigía pruebas. Juzgaba
absurdo la afirmación de que don Agustín estuviera por desembarcar en
San Blas,50 pero no faltaron delatores que hasta detalles dieron del plan.51
Por tanto, el Supremo Poder Ejecutivo, en ese momento encabezado por
Guerrero y Domínguez, ordenó al general Bravo partir con tropas y autori-

47 Barragán, 1978, pp. 186-187.


48 Circular. Secretaría del Congreso del Estado Libre de Xalisco. Guadalajara, 28 de abril de
1824. ahdn, 481.3/305, 60.
49 Negrete a Guerra, Zamora 12 de abril, 1824. ahdn 381.3/305, f. 89-90. Juan Pablo Anaya a
Guerra, San Luis Potosí, 12 de mayo, 1824, ibid., s. 107.
50 “El general Bustamante a la Nación". Guadalajara, 29 de abril de 1824. Ibid., f. 61-62.
51 Algunos ejemplos se encuentran en el ahdn, 481.3/307, f. 54-59 y 78-118.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 33

dad para apresar a Quintanar, a Bustamante y a otros cinco, y conducirlos a


puerto.52
Al enterarse del avance de las tropas hacia Guadalajara, Quintanar, en una
comunicación a Bravo del 29 de mayo, le expresaba su extrañeza, pues “en ella
reina el espíritu de unión y de paz”, por lo que la atribuyó a “datos falsos o
equivocados". Bravo le contestó el 31 que la marcha de tropas a varios estados
no se había concebido en ninguna parte como invasión, “el Supremo Poder
Ejecutivo puede distribuir la fuerza armada según crea conveniente [...] la
sangre que derrame vendrá únicamente contra aquellos que, por miras perso­
nales, sacrifican el interés de la Patria”.53
El gobierno de Jalisco en un manifiesto, comunicó a los habitantes la
proximidad de tropas del centro: “todos saben haberse inventado la fábula del
regreso del Sr. Iturbide y la supuesta protección del Estado” para hacerlo dic­
Pero Bravo, después de tomar La Barca, Zapotlán y Lagos, avanzó so­
tador.54 55
bre Guadalajara, que ocupó sin resistencia. Ahí detuvo a Quintanar y a Busta­
mante y encargó a Herrera la comandancia, porque Esteban Moctezuma no
había llegado.35
Quintanar se dirigió a los Secretarios del Congreso de Jalisco con la re­
flexión de <^ue como “gobernador parece que no debía ser juzgado sino por el Tri­
bunal de Justicia del Estado",56 pero la contestación que recibió le aclaró, que
dado que Jalisco “pertenece a la federación, por su misma naturaleza [la trai­
ción] tiende a ser conocido por el Supremo Gobierno de la Nación”.57 De esa
manera, los detenidos fueron conducidos con grilletes a Acapulco y sentencia­
dos a la expatriación. Ante las protestas de Zacatecas y el rumor de que el go­
bierno general intentaba “derrocar el actual sistema de gobierno”,58 se les apli­
có la amnistía concedida por Bravo, quien permaneció en Guadalajara por
algunos meses.
Victoria encabezó las tropas de Oaxaca y Gómez Pedraza, las de Puebla.
Las dos misiones eran delicadas y lograron restablecer la autoridad del gobier­
no, sin violencia, lo que demostró que los ánimos exacerbados del año ante­
rior se habían calmado mientras el Congreso debatía la Constitución.
Estos incidentes no interrumpieron los largos debates del Congreso. La
prensa y la folletería publicaron proyectos, constituciones de otros países y ar­

52 Miguel Domínguez y Vicente Guerrero, 17 de mayo de 1824. ahdn, 481.3/305, f. 142-3.


5S Quintanar a Bravo, Guadalajara 29 de mayo, 1824 y Bravo a Quintanar, 31 de mayo, 1824.
ahdn 481.3/306, f. 11-14.
54 El gobierno del Estado de Jalisco a sus habitantes. Guadalajara, s.f. ahdn, 481.3/307, f. 109.
55 Bravo a Guerra, 15 de junio, 1824. ahdn 481.3/306, f. 33.
58 Quintanar a los secretarios del Congreso. Sayula, 21 de junio, 1824. ahdn 481.3/300,
f. 18-19.
57 Secretarios del Congreso de Jalisco a Bustamante. Guadalajara, 23 de junio, 1824. Ibid.,
f. 19-20.
58 Bravo a Guerra, Guadalajara, 22 de junio, 1824. Ibid., f. 41-44.
34 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tículos de El Federalista, pero la influencia esencial fue la Constitución españo­


la de 1812, tanto porque diputados activos como Miguel Ramos Arizpe habían
participado en las Cortes, como porque ahí se habían discutido los principales
problemas.
Es importante recordar que, a diferencia de Estados Unidos, donde el fe­
deralismo apoyaba la consolidación de la unidad, en México se interpretó en
términos del antifederalismojeffersonizno,59 es decir, como doctrina que subra­
yaba la soberanía de los estados y sólo le destinaba mínimas facultades al go­
bierno federal, por lo que algunos historiadores lo han considerado como pac­
to semiconfederal. Alamán comentaría más tarde: “El modelo [...] que se
tomó para constituir a la nación fueron los Estados Unidos pero de este mode­
lo apenas se tenía alguna tintura y lo que se había visto practicar de alguna ma­
nera era la constitución española, que en sí misma no era otra cosa que una
imitación de la de la Asamblea Constituyente de Francia”.60 Por el artículo 163,
los estados se aseguraron la posibilidad de “entrar en transición o contrato con
otros Estados de la Federación”, previo permiso del Congreso, “o su aproba­
ción posterior, si la transacción fuere sobre arreglo de límites”. Para impedir
que el centro retuviera el predominio de que había gozado, los estados se ase­
guraron que el gobierno federal establecido fuera débil. Para ello, lo privaron
de la autoridad fiscal, a pesar de que sobre los hombros del gobierno federal
pesaron las mayores responsabilidades (pago de la deuda heredada y de las ne­
gociadas en 1824, arbitraje entre los estados, relaciones exteriores, defensa y
restauración del orden). Una ley especial limitó sus ingresos al producto de las
aduanas, los monopolios de la pólvora, la sal, el correo, la lotería y los bienes
nacionales, más una cantidad que cada estado pagaría de acuerdo con su ri­
queza y población (contingente) que, por desgracia, no pagarían o lo harían
con irregularidad. El cobro de las alcabalas y de impuestos a la minería, así
como las contribuciones directas quedaron en el ámbito de los estados, que es­
tablecieron aduanas, uno de los grandes obstáculos para el desarrollo del co­
mercio.61 Estos arreglos llevaron a decir a Alexis de Tocqueville que en Méxi­
co el gobierno federal gobernaba estados, no ciudadanos.62
La Constitución de 1824 y las estatales derivadas de ella establecieron la su­

59 No fue sino hasla el Congreso Constituyente de 1842 cuando empezó a precisarse la con­
notación que “debía” darse a la palabra federal, si se tenía en mente el modelo norteamericano.
En el proyecto de la mayoría (no de los tres presentados) se aclaraba que el federalismo que se sos­
tenía en México, era “la causa contra la que lucharon vigorosamente Washington, Adams, Hamil-
ton [...] y que veían en ella al germen de la división". Citado en Reyes Heroi.es, 1974, m, p. 362.
60 Aiamán, 1946, ni, pp. 246-247.
61 En cambio, la Sección 8 de la Constitución de Estados Unidos, concedió al Congreso facul­
tad “para establecer y recaudar contribuciones, derechos, impuestos y exenciones, para pagar las
deudas y proveer la defensa común y bienestar general de los Estados Unidos, pero todas las con­
tribuciones, derechos, impuestos y exenciones serán uniformes en todo el territorio de los Esta­
dos Unidos”.
62 Tocqueville, 1956, p. 146.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 35

premacía del legislativo y prácticamente consideraron a los otros dos poderes


como sus agentes, lo que haría comentar a Lucas Alamán que “no sólo no dis­
tinguió debidamente los poderes, no sólo no estableció un equilibrio conve­
niente entre ellos, sino que debilitando excesivamente al ejecutivo, trasladó al
legislativo toda la autoridad, creando en lugar del poder absoluto del monar­
ca, un poder tan absoluto como aquél, y enteramente arbitrario”.63
La Constitución federal mantuvo el sistema electoral indirecto establecido
en la de 1812, que garantizaba un amplio derecho a voto en el primer nivel. La
elección del ejecutivo federal quedó en manos de las legislaturas de los esta­
dos, mientras en la de los gobernadores hubo una gran variedad: juntas elec­
torales, legislaturas y hasta ayuntamientos. Los derechos individuales queda­
ron incluidos en forma dispersa, pero la mayoría de las constituciones estatales
garantizó los de igualdad ante la ley (restringida por los fueros del Ejército y
la Iglesia), seguridad, libertad de imprenta y propiedad.
El control de las milicias cívicas y de los ayuntamientos quedó dentro de la
esfera estatal. Los estados procuraron restringir la representación municipal y
limitaron su existencia a poblaciones con 2 000, 3 000, 4 000 habitantes o sólo
las cabeceras de partido. No obstante, los ayuntamientos mantuvieron su ca­
rácter de representación popular, con sus funciones electorales, administrati­
vas y judiciales. La Constitución de Zacatecas (1825) fue la única que convir­
tió a los ayuntamientos en electores del gobernador.
Los ayuntamientos controlaban recursos, tierras, acceso a mercados y ri­
tuales religiosos, y organizaban elecciones y cobraban servicios, lo que compli­
có el deslinde de jurisdicciones entre municipios. Esto, junto con la pretensión
de los pueblos de convertirse en cabeceras, provocó graves tensiones. Muchos
pueblos indígenas no alcanzaron el número de habitantes para conservar sus
viejos cabildos, símbolo de su autonomía, por lo que recurrieron a la insurrec­
ción. El control de los ayuntamientos por medio de prefectos o jefes políticos
causó tensión entre éstos y las autoridades estatales, al tiempo que la resisten­
cia de los pueblos a proveer hombres para el ejército y capturar desertores la
motivó con el los gobiernos estatales y el gobierno federal.64
La Constitución mantuvo la católica, apostólica y romana como religión
de Estado. El nuevo gobierno asumió que el Estado mexicano heredaba el
ejercicio del Real Patronato de la Corona, aunque la jerarquía eclesiástica ya
le había aclarado a Iturbide que ésa era una concesión de la Santa Sede a la
Corona española. De todas formas, el artículo 50 de la Constitución de 1824 le
dio al Congreso general autoridad para arreglar el ejercicio del Patronato en
la República y, el artículo 110, le concedió al Ejecutivo la facultad de firmar
Concordatos con la Santa Sede. La imprecisión del artículo 50 permitió que
varias constituciones estatales no lo respetaran, concediendo el ejercicio del

63 Aiamán, 1946, ni, pp. 246-247.


64 José Antonio Serrano, El Contingente de Sangre, México, inah, 1993.
36 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Patronato a sus gobernadores o a sus legislaturas. El Congreso general no pa­


rece haber revisado con cuidado las constituciones estatales, de manera que
no se corrigieron las transgresiones a la ley fundamental, lo que, posterior­
mente, causaría tensiones entre el gobierno federal y la Iglesia.
El 4 de octubre de 1824 se juró la Constitución. Con ella se lograba mante­
ner la unidad territorial, aunque se multiplicaron las tensiones entre las regio­
nes y el centro. El primer problema grave entre el gobierno federal y los esta­
dos se produjo con el establecimiento del Distrito Federal en la ciudad de
México, al enajenarle territorio y recursos fiscales al Estado de México. No obs­
tante, la causas más comunes de tensión derivaron del incumplimiento del
pago de contingente, en numerario y en remplazos para el ejército, por los es­
tados. También se presentaron acusaciones al gobierno federal por intervenir
en las elecciones del Estado de México, o por manipular cambio de autoridades
en otros estados. Las violaciones a la posición de la Iglesia y a las garantías otor­
gadas a los extranjeros, en los tratados firmados por la Federación, produjeron
también graves dolores de cabeza al gobierno federal. Comúnmente se tiene la
idea de que fue el ejecutivo él que violó constantemente la Constitución, pero
en realidad, fue el legislativo el mayor culpable,65 pues no sólo invadió las facul­
tades del poder judicial, sino que asumió varias veces facultades que no tenía.66

***

El fracaso de la monarquía permitió que el regionalismo consolidara la auto­


nomía que había ganado y que no estaba dispuesta a perder. Eso aseguró que
el federalismo radical establecido impidiera el funcionamiento del gobierno
federal y la adecuada defensa de la República.
La Constitución no logró solucionar la división política que había borra­
do temporalmente el Plan de Iguala, y la aparición de facciones nublaría la vi­
da del país. En la disputa por el poder, éstas impidieron que la primera suce­
sión presidencial fuera legal, de manera que, a partir de 1828, se empezó a
mencionar el fracaso del sistema.

85 Mora, 1986, i, p. 324.


66 En la primera sucesión, al renunciar Manuel Gómez Pedraza, que había obtenido la ma­
yoría de los votos de las legislaturas estatales, el Congreso, sin tener facultades para ello, anuló la
elección y declaró presidente a Vicente Guerrero y vicepresidente a Anastasio Bustamante. Des­
pués, al ser éste desconocido por un movimiento “para salvar la federación”, reconoció a Busta­
mante como Ejecutivo, a pesar de que los dos pecaban de la misma ilegitimidad. Para justificar es­
ta decisión, declaró la imposibilidad de Guerrero para gobernar. En 1833, una legislatura
ultrarradical, coludida con el Ejecutivo —Santa Anna y Gómez Farías—, invadió el área judicial y
decretó una ley que proscribía de la República a una lista de ciudadanos y todos los que estuvie­
ran “en el mismo caso”. Al año siguiente, un congreso federalista moderado, elegido como ordi­
nario, se abrogó las facultades de constituyente.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO, 1812-1827 37

Con todos sus defectos, el federalismo de la Constitución de 1824 pudo


solventar los problemas que surgieron al fracasar el primer experimento de go­
bierno independiente. La propia ley suprema explicaba en su introducción:
“al quedar rotos los lazos con España [...] no podía haber otro centro de uni­
dad ni otro lazos que estrechara entre sí a las diversas provincias de esta gran
nación, sino el gefe que hubiera reconocido la totalidad de los pueblos al pro­
nunciar su independencia”. Pero ante su fracaso, “nada pudo contener el grito de
las provincias: ninguna tenía superioridad sobre la otra', y la nave del Estado se ha­
bría visto sumergida entre la borrasca más deshecha, si la cordura y sensatez
con que obedecieron los pueblos la convocatoria del anterior Congreso, no hu­
biera dado a la nación una nueva existencia". La élite que determinaba la vida po­
lítica creyó que la población que albergaba un territorio tan grande hacía im­
posible que se gobernara “por unas mismas leyes, a pesar de las diferencia
enorme de climas, de temperamentos, y de su consiguiente influencia [...]
[Por tanto,] darse cada pueblo a sí mismo leyes análogas a sus costumbres, lo­
calidad y demás circunstancias”, ventajas del federalismo, era el único camino.
Desde luego, si consideramos el contexto de aquellos días, éste constituyó la
única alternaúva para mantener la unidad territorial.
Hubiera hecho falta hacer ajustes a la Constitución de acuerdo con lo que
la práctica mostró desde el primer periodo presidencial, pues el Congreso tu­
vo que otorgarle al Ejecutivo, en forma constante, facultades extraordinarias
para poder gobernar. José María Luis Mora dedicó algunas páginas de su obra
a comentar la “reforma que exige la Constitución”.67 Para 1830, gran parte de
la élite política estaba de acuerdo en que tenía que fortalecerse al gobierno fe­
deral y al Ejecutivo, establecer un voto censitario para neutralizar la demago­
gia, reglamentar el derecho de petición y reducir las milicias, y para evitar los
pronunciamientos militares y aumentar la fuerza de trabajo; sólo las reformas
a cuestiones religiosas dividían a los federalistas radicales de todas las otras fac­
ciones. Para desgracia de la República, Zacatecas, el estado más próspero que
había sido ponderado, encabezó la resistencia a las reformas ante el temor de
que les haría perder su soberanía. No vale la pena mencionar el otro bastión
de resistencia, el estado de Coahuila y Texas, porque respondía a un propósi­

67 Para Mora, “la constitución mejicana está llena de imperfecciones; por un lado es falta y
por el otro redundante, y muchas de sus disposiciones son obra de la preocupación y de ciertos
errores demasiado comunes en los pueblos nuevos. Si hemos de hablar francamente, la verdade­
ra y única ventaja de este código consiste en la adopción del sistema federativo”. Criticaba en pri­
mer lugar que estableciera “la invariabilidad de ciertos artículos de la constitución" y, en segundo
lugar la intolerancia religiosa, el fuero religioso y la unión de la Iglesia y el Estado; consideraba ne­
fasto, haberle dejado “al congreso general una autoridad sin límites, de la cual se ha abusado sin
interrupción, decretando sin cesar facultades estraordinarias y espidiendo leyes de excepción". Lamen­
taba que el Ejecutivo carezca del derecho de “hacer gracia”; que no se haya adoptado el juicio por
jurado y la ausencia del "precioso ejercicio del derecho de ciudadanía” (un voto directo, ejercido
sólo por propietarios), etc. Mora, 1986, i, pp. 314-345.
38 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

to concreto: la pretensión de los colonos anglosajones de enajenar la provin­


cia de Texas para anexarla a Estados Unidos.
Muchos contemporáneos atribuyeron el fracaso del federalismo a la falta
de equilibrio entre los tres poderes. En general, los historiadores, lo han im­
putado a la división social y política y, en especial, a la bancarrota hacendaría
que, sin duda, imposibilitó el funcionamiento del Estado. Recientemente,
José Antonio Aguilar ofreció una explicación complementaria, al subrayar
que las constituciones mexicanas carecieron de poderes en casos de emergen­
cia, imprevisión que condenó a los gobiernos a no contar con una fórmula le­
gal para enfrentar las sublevaciones internas y las amenazas externas que su­
frió la nación.68

68
Aguilar, 2001.
LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA TERRITORIAL.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA
REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827

Hira de Gortari Rabiela


Instituto de Investigaciones Sociales,
Universidad Nacional Autónoma de México

UNA NECESARIA Y BREVE EXPLICACIÓN DEL TEXTO

El propósito fundamental de este trabajo es mostrar las principales caracterís­


ticas de la organización política territorial durante la primera república fede­
ral, problema que necesita ser analizado con una óptica distinta y cuestionar
lugares comunes que explican su origen coincidente con el federalismo. Para
explicarlas adecuadamente, me remitiré a décadas anteriores, convencido de
que en ellas se gestaron muchas de sus características más importantes. Una de
las directrices será explicar la organización y concepción del territorio elabo­
rada durante el siglo xvni por la administración metropolitana, y las adecuacio­
nes impuestas por los gobiernos novohispanos, antes y después de Cádiz, para
comprender más adecuadamente la ordenación territorial del sistema federal.
Uno de los problemas al abordar el asunto es la escasez de trabajos de his­
toria política y administrativa sobre la organización del territorio así como de
estudios sobre geografía política. Hay investigaciones monográficas, pero no
existen esfuerzos sistemáticos que aborden la cuestión desde una perspectiva
más amplia, que tome en cuenta al territorio en su conjunto y en diferentes
periodos históricos. Edmundo O’Gorman fue un precursor del estudio de las
divisiones territoriales y su trabajo es consulta obligada hasta la fecha; analizó
un tema que era y es de primera importancia en la organización del territo­
rio: la división política. Su mirada privilegió los sistemas políticos imperantes
y las distintas formas de organización del territorio. Varias décadas después,
Alejandra Moreno Toscano ponderó la contribución de O’Gorman y apuntó
los caminos que podían seguirse en la cuestión política territorial. Con agu­
deza, la autora mencionaba que faltaba dilucidar las razones y los intereses
que explicaban tal o cual división territorial. Ya no bastaba conocerlos formal­
mente, pues era necesario profundizar en un asunto, que era y sigue siendo
indispensable, para pasar de un análisis fáctico a una comprensión de los pro­
cesos políticos y su interacción con el territorio. Su llamada de atención ha si­
do poco atendida, omisión explicable tanto por el escaso interés mostrado du­

39
40 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

rante muchos años hacia la historiografía política como por la falta de formas
de exploración que combinen la geografía con la política en una perspectiva
histórica. Seguramente, en los próximos años se le prestará más atención, por­
que es indispensable investigar con mayor rigor la relación estrecha entre la
organización política territorial y los intereses de las élites.1
Este estudio se plantea revisar un periodo fundamental en la organización
política del territorio de la Nueva España y las primeras décadas del México
independiente. Sus alcances están delimitados por las interrogantes formula­
das, así como por la información consultada. He concentrado mis esfuerzos
en revisar, por una parte, ordenamientos elaborados durante el siglo xvm,
como la Ordenanza de intendentes de 1786; por otro, el periodo que se pue­
de denominar constitucional de 1812 a 1824, que va de la Constitución de Cá­
diz, pasando por la de 1814, el Acta Constitutiva, la Constitución de 1824, y
llega finalmente a las constituciones estatales, incluidas las tardías de 1827, del
Estado de México y de Coahuila-Tejas.
De ninguna manera elaboré un trabajo de corte constitucional y jurídico,
por razones de formación. Lo que he procurado es trazar un hilo conductor
que me acerca a una visión de aproximadamente 40 años de la historia, sobre
todo institucional, de la organización del territorio, pero con el antídoto de los
cuestionainientos y dudas planteados durante el periodo colonial, y posterior­
mente en los debates parlamentarios en los que se pueden apreciar las dispo­
siciones constitucionales de los legisladores.
El texto consta de tres apartados. En el primero abordo la cuestión terri­
torial novohispana, con énfasis en el siglo xvm y particularmente la implan­
tación del sistema de intendencias. Más que una descripción, me interesó
ilustrar cómo se concibió el territorio y se pretendió administrarlo, así como
los criterios con que se dividió y jerarquizó. Por último, establezco algunas
continuidades durante el periodo constitucional en cuanto al ordenamiento
del espacio político.
En la segunda parte, reviso la impronta de la arquitectura constitucional
gaditana en el territorio. En este contexto analizo el modo en que la represen­
tación y la territorialidad adquieren una dimensión inédita y las divisiones, un
significado político. De este modo se crea un armazón que estructura al con­
junto de la monarquía en las provincias y los municipios.
Por último, en la tercera parte, analizo las continuidades del constitucio­
nalismo de 1812, sin perder de vista las huellas de la organización colonial.
Así, en la Constitución de 1814 y en el Acta Constitutiva y la Constitución de
1824 se aprecia la influencia del modelo gaditano, respecto de la organización
territorial. También repaso los principales puntos de vista externados en los
debates sobre el Acta y la Constitución de 1824, relacionados con el asunto te­
rritorial.

1 O’Gorman, 1979. Moreno Toscano, 1971. Gerhard, 1986. Moreno Espinosa, 1995.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 41

EL CONTEXTO DEL PROBLEMA

El periodo analizado se enmarca dentro de la formación de los Estados moder­


nos, resultado de la disolución de imperios como la monarquía española. Frutos
de su desintegración territorial fueron las naciones hispanoamericanas, forma­
das a partir de los territorios delimitados en términos administrativos, judiciales
o fiscales, principalmente audiencias, capitanías generales, provincias o inten­
dencias.2 La Nueva España no fue la excepción, por lo que los ordenamientos te­
rritoriales anteriores a la separación de la metrópoli adquieren una importancia
decisiva en la organización del territorio después de la Independencia. Debe re­
calcarse que no fueron simples antecedentes, sino que contribuyeron en forma
definitiva a la conformación de un espacio integrado que, para las primeras dé­
cadas del siglo xix, formó una nación independiente.
Contemplada en perspectiva, la organización territorial y política novohis-
pana fue un cimiento fundamental de la futura integración nacional. De otro
modo, no podría explicarse que un territorio con las dimensiones de la Nueva
España hubiera podido mantenerse prácticamente sin alteración, de no haber
sido por una administración y concepción unitaria del territorio. Al respecto, es
indispensable tomar en cuenta las diferentes modalidades de organización que
se impusieron en ella. Sin hacer un análisis exhaustivo del asunto, haremos un
breve recuento que permita comprender, en una visión de largo plazo, cómo se
pusieron en práctica distintas formas de organización territorial desde el siglo
xvi hasta antes del establecimiento del sistema de intendencias. Para compren­
derlas, existe un problema referente a la delimitación de las diferentes ordena­
ciones del territorio, tanto en sus límites como en su composición y sus jerar­
quías. A lo anterior se añaden las múltiples denominaciones y descripciones
distintas de las áreas jurisdiccionales: provincia mayor, provincia menor, reino,
colonia, partido, gobernación, capitanía general, alcaldía mayor, corregimien­
to. No queda del todo claro su significado ni la razón para ser nombradas en esa
forma. Además de la confusión que provoca el uso indistinto de varios de los
términos en periodos diversos, dificulta precisar su jurisdicción.3
El territorio novohispano se dividió en campos; además del eclesiástico, se
contaban el militar, el civil, el fiscal y el judicial, ámbitos distintos que en pocas
ocasiones coincidían en términos territoriales. Entre las más importantes y de
mayor dimensión territorial, estaban las audiencias, distritosjurisdiccionales di­
vididos a su vez en gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores. Sus funciones
estaban en el ámbito judicial pero también intervenían en asuntos de gobierno.
En la Nueva España hubo dos audiencias: la de México se estableció en 1527 y

2 Reinhard , 1996, p. 15. Bobbio, 1987, p. 114.


’ Pietschmann, 1996. Una investigación dedicada a desentrañar la historia política y adminis­
trativa del sistema de intendencias señala la carencia de trabajos que hayan llevado a cabo un aná­
lisis sistemático de la organización espacial desde una perspectiva política. No concuerda con
O’Gorman en la definición del uso de provincia mayor.
42 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Fílente: Edmundo O’Gorman, Historia de las divisiones territoriales de México. México: Porrúa, 1968.

la de Nueva Galicia se fundó en 1548. El perfil territorial de la de México abar­


có inicialmente el conjunto de la Nueva España pero, al establecerse la de Gua­
dalajara, subordinada a la de México, se le segregó la porción que comprendía
Nueva Galicia, Nueva Viscaya, Nuevo México, las Californias y algunas partes de
Nueva España vecinas para formar la nueva Audiencia. Chiapas y Soconusco no
formaban parte de las audiencias mencionadas sino de la de Guatemala. Las
fronteras no pueden trazarse con toda certeza, tanto por la disparidad de las
fuentes como por la modificación que sufrieron durante el periodo colonial.4
El territorio se dividió también a partir de las empresas de conquista, de
las cuales se fundaron reinos y provincias, y de la creación de dependencias, a

4 Pietschmann menciona, por ejemplo, que en cuanto a las audiencias su delimitación es bas­
tante imprecisa. Humboldt, como otros especialistas, trató de fijar los límites sin coincidir del to­
do, por lo que hasta la fecha no son del todo precisos. Pietschmann, 1996, pp. 82-91.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 43

las cuales se les delegaban poderes. La diferencia entre ambas no se puede ex­
plicar y tampoco se les designó de una u otra forma.
Según Pietschmann, en el siglo xvm se pueden distinguir en el conjunto de
la Nueva España los siguientes reinos y provincias: Reino de la Nueva España,
Reino de la Nueva Galicia, Reino de Nueva Vizcaya, Provincia de Yucatán, Nue­
vo Reino de León, Colonia del Nuevo Santander, Provincia de Coahuila, Provin­
cia de Sinaloa, Provincia de Sonora, Provincia de Tejas, Provincia de Nayarit, Pro­
vincia de la Vieja California, Provincia de la Nueva California y Reino de Nuevo
México.5 Sobre cada una de las divisiones mencionadas, señala el autor, no se co­
noce su delimitación precisa y cada una tenía su propia subdivisión. Las del cen­
tro mantuvieron una parte importante de las subdivisiones prehispánicas, por lo
que no se introdujo un nuevo esquema de división. En cambio, en el Norte se hi­
cieron pocas subdivisiones y sólo se practicaron a medida que se poblaron.
Por otra parte, a inicios del mismo siglo xvm también había capitanías ge­
nerales y gobiernos: gobierno y capitanía general de la Nueva España, gobier­
no y capitanía general de Yucatán, gobierno y capitanía general del Nuevo
Reino de León, gobierno de Nuevo México, gobierno de Coahuila y gobierno
de Sonora, todos subordinados a la jurisdicción de las autoridades virreinales
y el gobierno y capitanía general de Nueva Galicia, así como el gobierno y ca­
pitanía general de Nueva Vizcaya, que formaban el territorio de la Audiencia
de Guadalajara.
En este panorama de divisiones territoriales no se puede dejar de mencio­
nar la división eclesiástica, que organizó el territorio de acuerdo con las jerar­
quías de la Iglesia, es decir, obispados, provincias monásticas y el ramo judicial
de aquélla.
No debe sorprender este entramado complejo, característico de la organi­
zación territorial novohispana. En la metrópoli, la administración del territo­
rio también era complicada. Si se revisa la historia política administrativa du­
rante los siglos xvi y xvii, se aprecia que imperó un proyecto corporativo donde
cada división territorial era un área sobre la que se ejercía un dominio, sin que
ninguna significara lo mismo, y se integraron como un cuerpo en que cada ór­
gano ejercía su función y los territorios conservaban su independencia, coor­
dinados desde la Corona.6
Más allá de las complicaciones de la terminología, se debe tener presente
la convivencia simultánea de las mencionadas divisiones eclesiásticas, adminis­
trativas y políticas que provocaban roces y conflictos por delimitar sus áreas de
influencia y prerrogativas. Lo anterior generó un panorama territorial confu­
so y enredado, por lo que en el siglo xvm se introdujeron otras formas de ad­
ministración para uniformar los criterios de gobierno y de control político.
Los resultados distaron de estar a la altura de lo esperado.

5 Pietschmann, 1996, pp. 87-88.


6 La España, 1999, p. 73.
44 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

EL SISTEMA DE INTENDENCIAS: UNA CONFORMACIÓN


TERRITORIAL Y ADMINISTRATIVA EN PROCESO

El origen del sistema de intendencias implantado en la Monarquía española


en el siglo xvm se ha atribuido con frecuencia a la tradición política france­
sa que, desde el siglo xvi, creó un funcionario, denominado Intendant. Éste
fue adquiriendo importancia en la administración a medida que la centrali­
zacióndel aparato.burocrático.ganó terrenOj.dura,rite .los.si,gl,os xvjiy.princi:
giqs del xvm, en detrimento de las facultades de las provincias y las muni­
cipalidades, ante el interés de los monarcas por obtener mayores recursos
fiscales.7 Sin embargo, Pietschmann ha demostrado que se ha exagerado al
atribuir exclusivamente a la influencia francesa la creación de los intenden­
tes. Él considera que no hubo una adopción mecánica y, tras rastrear la his­
toria institucional española, encontró un antecedente importante en los su­
perintendentes, cargo de tradición hispana desde el siglo xvi. Según él, en
España el intendente fue, desde un principio, un funcionario administrativo
de mucho mayor escala que su equivalente francés, pues la subordinación de
las autoridades municipales a la Corona la habían realizado los corregidores,
antes del establecimiento de las intendencias. Más aún, los intendentes no
sólo derivaban de la tradición de los corregidores y de los veedores de la ad­
ministración del ejército, sino también de otros dos cargos de la administra­
ción española: los visitadores y los jueces de. residencia. Esto muestra que la
amplitud de funciones de control y de supervisión que se encargó a los inten­
dentes no fue una innovación dentro de la administración española, por su
similitud con instituciones existentes. Como resultado, el intendente en la
Monarquía española fue un funcionario con las funciones de diversos pues­
tos, derivadas de otras instituciones y responsabilidades administrativas ante­
riores.8
La explicación de Pietschmann modifica radicalmente las ideas imperan­
tes, pero de lo que no cabe duda es que uno de los propósitos manifiestos de
los borbones al establecer las intendencias fue obtener la uniformidad y la
anulación de excepciones, para terminar con la multiplicidad de regímenes y
prerrogativas de los reinos y provincias del Imperio y procurar un régimen si­
milar para el conjunto del territorio. La Monarquía francesa tuvo una inten­
ción similar, pues al igual que la española buscaba consolidar los fundamentos
del Estado moderno. En la península, las intendencias se establecieron por pri­
mera vez en 1718; esa primera versión sufrió cambios, se revocó en 1721 y fue
puesta nuevamente en vigor a partir de 1749.

7 Petitet, 1998, pp. 53-62.


8 Pietschmann, 1996, pp. 53-54. Una interpretación distinta es la de Commons, 1993, pp. 1-3
y 10-12.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 45

EL ESTABLECIMIENTO DE LAS INTENDENCIAS EN NUEVA ESPAÑA

El establecimiento del sistema de intendentes en Nueva España se retrasó más


de tres décadas en comparación con la metrópoli. El informe de José de Gál-
vez, visitador general de la Real Hacienda en 1768, fue decisivo. Su mayor
preocupación era de carácter fiscal, por lo que el meollo de su análisis era des­
tacar el pésimo estado de la hacienda pública, por la corrupción y la falta de
control por parte de los funcionarios encargados de recaudar impuestos; por
lo anterior recomendó dividir el territorio en 11 intendencias de provincia y
una más amplia de ejército y provincia. Cada una sería encabezada por un in­
tendente, con amplias atribuciones en los ramos de hacienda, justicia, policía
y guerra. De este modo, desaparecerían los alcaldes mayores y los corregimien­
tos, a los que responsabilizaba de la situación, sustituidos por subdelegados y
alcaldes ordinarios.9
Para establecer las intendencias en Nueva España fueron necesarias medi­
das previas. Por cédula real de 1767, se ordenó elaborar una relación de las al­
caldías mayores que debería comprender cada intendencia; para fines de 1770
había un informe que contenía los términos en que convendría definir cada
una. Para dicho trabajo se utilizaron los libros de tasaciones de la Contaduría
de Tributos de Nueva España y un mapa de América Septentrional de José An­
tonio Villaseñor. Posteriormente, se incluyó en la “Real Ordenanza para el es­
tablecimiento e instrucción de intendentes de ejército y provincia en el Reino
de la Nueva España”, la relación de alcaldías de cada intendencia.10
La puesta en marcha del nuevo sistema no estuvo exenta de dificultades,
entre ellas la férrea oposición del virrey Bucareli y la desaprobación de una
parte importante de la élite novohispana. Esta consideraba que no remediaría

9 Desde mediados del siglo xvm, las autoridades sentían gran preocupación por la frontera
septentrional de la Nueva España, amenazada por las incursiones de indios y los intereses expansi­
vos de Inglaterra, Francia y Rusia. Así, se propuso la creación de una comandancia general indepen­
diente del virreinato y la ocupación de la Alta California. La comandancia la aprobó el Reyen 1769,
y en 1776 se nombró un gobernador y comandante general de la Provincias Internas (Sonora, Sina­
loa, Nueva Vizcaya y las Californias). En la Real Ordenanza de 1776, se agregaron Coahuila, Texas
y Nuevo México. Para 1787, la comandancia de las provincias internas de Occidente quedó integra­
da por California, Sonora, Nuevo México y Nueva Vizcaya, así como por las cuatro provincias inter­
nas de Oriente: Coahuila, Tejas, Nuevo Reino de León y Nuevo Santander, con las jurisdicciones de
Parras y Saltillo. Al crearse las intendencias, funcionaron dos estructuras territoriales paralelas.
Aunque formalmente la comandancia no competía con la jurisdicción de aquéllas porque el co­
mandante y sus subalternos sólo tenían autoridad sobre asuntos de guerra y defensa del territorio,
y en lo que se refiere a la justicia, la policía y la hacienda eran responsabilidad del intendente. No
obstante, se complicó la administración en los territorios que estuvieron incorporados simultánea­
mente a ambas jurisdicciones. Commons, 1993, pp. 209-216. O’Gorman, 1979, pp. 15-19.
10 Commons, 1993, pp. 20-21 y p. 120. Pietschmann sostiene que se ignora cuáles fueron las
ideas que guiaron el proyecto. A su juicio, se puede suponer que se eligieron las ciudades más im­
portantes desde el punto de vista económico y que no se tomaron en cuenta criterios de orden te­
rritorial y demográfico. Pietschmann, 1996, p. 120.
46 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Fuente: Edmundo O’Gorman, Historia de. las divisiones territoriales de México. México: Porrúa, 1968.

los problemas y que, en cambio, complicaría la eficiencia al multiplicar el nú­


mero de funcionarios, haciendo más pesada la carga para el eraiio. Mas con el
nombramiento de Gálvez como ministro de Indias y la llegada de un nuevo vi­
rrey, se despejó el camino y el sistema se instaló en 1787, apoyado en la Or­
denanza de Intendentes emitida en 1786.11 Se crearon así 12 intendencias:
México, Puebla de los Angeles, Nueva Veracruz, Mérida de Yucatán, Anteque­
ra de Oaxaca, Valladolid de Michoacán, Santa Fe de Guanajuato, San Luis Po­
tosí, Guadalajara, Zacatecas, Durango y Arizpe.
Para comprender la lógica de su creación, Pietschmann menciona, por
una parte, que uno de los hilos conductores del proyecto fue organizar a las
intendencias a partir de las ciudades y, por otra, mostrar que la diferencia en­

11 La primera intendencia que se puso en funcionamiento en 1767 fue la de Arizpe forma­


da por las provincias de Sonora y Sinaloa, como una forma de experimentar el sistema. Commons,
1993, p. 17.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 47

tre la anterior organización territorial y las intendencias no modificaba en


forma drástica la ordenación territorial, como podría parecer a primera vis­
ta. Así, antes de 1786, había 11 gobernaciones y ahora 12 intendencias; su
creación afectó solamente a la jurisdicción de la Nueva España y, en menor
medida, a la de Nueva Galicia, dado que el resto de las gobernaciones se con­
virtieron en intendencias. El territorio de la Nueva España fue dividido para
crear las de Oaxaca, Puebla, Veracruz, México, Valladolid Guanajuato y par­
cialmente San Luis Potosí. Nueva Galicia sólo perdió Zacatecas y dos jurisdic­
ciones incorporadas a San Luis. De este modo la parte más afectada por la re­
forma fue la porción bajo el control del virrey, al dividirse Nueva España en
siete intendencias.12

LA COMPOSICIÓN DE LAS INTENDENCIAS

En la creación de las intendencias se tomó en cuenta la antigua división en al­


caldías mayores y corregimientos, puesto que se pretendía establecer un siste­
ma administrativo, fiscal y territorial del conjunto de la Nueva España. Se em­
pezó por elaborar la “Graduación y juicio que se hace de las alcaldías mayores
con la común y prudente estimación que tienen, y las más o menos regulares
utilidades (aunque contingentes y falibles) que se adquieren con motivo o
contemplación de estos oficios”.13 Es importante subrayar que si bien en la
Graduación no se fracturaba la estructura territorial existente, en cambio se
agrupó a las alcaldías mayores en forma distinta, creando una estructura jerár­
quica diferente del conjunto del territorio. Como se advierte, las estimaciones
procuraban tomar en cuenta criterios más o menos regulares. Esto es signifi­
cativo, pues si no se hubiera respetado a las alcaldías mayores, se habrían pro­
vocado serios problemas políticos y administrativos en aquellas que se hubie­
ran considerado afectadas por su fragmentación o desaparición. Es claro que
la reforma territorial se detuvo en este nivel jurisdiccional y se limitó a agrupar
alcaldías mayores y otras jurisdicciones, como algunos corregimientos, en las
distintas intendencias.

12 Pietschmann, 1996, p. 131.


1!’ Uno de los grandes problemas para el estudio territorial de las intendencias novohispanas
es la escasez de material cartográfico. En su minucioso estudio, Aurea Commons contribuye en for­
ma importante a la delimitación territorial del conjunto de intendencias, mostrando las variacio­
nes introducidas desde 1786. A través de distintos mapas elaborados a partir de una información
recopilada en diferentes fuentes, muestra la composición de cada una. Yseñala como el mapa in­
cluido en el Ensayo de Humboldt, al cual se le ha dado un gran uso, no corresponde a la verdade­
ra delimitación territorial. Se mencionará más adelante cómo algunas intendencias no tuvieron
unidad territorial continua por estar fragmentadas, lo que se corrigió hasta entrado el siglo xix.
Considera que su estudio no está agotado, ya que es indispensable llevar a cabo un análisis de cada
una de las intendencias para conocer sus jurisdicciones menores. Commons, 1993, pp. XI y 27.
48 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En la composición de varias intendencias se aprecia la diversidad de las ju­


risdicciones incorporadas, algunas fusiones de alcaldías mayores, la falta de con­
tinuidad territorial, la heterogeneidad de sus dimensiones, la magnitud de al­
gunas y diversos cambios ocurridos en su delimitación, incluso años después de
su establecimiento. Esto muestra que el sistema requería ajustes y que en su di­
seño fue necesario respetar jurisdicciones anteriores o intereses creados.
Respecto a la diversidad jurisdiccional, en la Ordenanza se puede notar el
sinnúmero de alcaldías, corregimientos y otro género de jurisdicciones que
pertenecían a las diferentes intendencias, lo que ilustra la diversidad de pobla­
ciones sujetas y el respeto que se mantuvo por delimitaciones territoriales y de­
rechos anteriores. Por ejemplo, en la capital de la intendencia de México se
conservaron las parcialidades de San Juan y Santiago, y las alcaldías ciudades
y corregimientos que pertenecían al Marquesado del Valle, así como el corre­
gimiento de Querétaro, que tenía un estatuto privilegiado concedido por el
monarca y que décadas después se convirtió en un estado de la federación. Por
su parte, la de Puebla incorporó la alcaldía mayor de Tepeaca, perteneciente
al Ducado de Atlixco.
En cuanto a la integración de jurisdicciones a las diferentes intendencias,
entre la lista original de la Graduación y la Ordenanza se dieron diversos cam­
bios, que muestran cómo entre el diseño del sistema y su puesta en práctica se
hicieron modificaciones. Esto refleja cierta improvisación, como lo notaron las
críticas a su implantación. En la de Puebla, en el plan original Cholula y Hue-
jotzingo eran jurisdicciones separadas, pero en la Ordenanza formaron una so­
la. En la de Valladolid, Maravatío era en la primera versión una jurisdicción
aparte, pero acabó agregada a Tlalpujahua. Un caso extremo fue la de Zacate­
cas, cuyas jurisdicciones no estaban consideradas en el plan original.14 Otro
ejemplo interesante se refiere a la intendencia de Antequera. Un comentario
del intendente en turno, a fines del periodo colonial, mencionaba que el par­
tido de los chontales era muy grande y con gran cantidad de pueblos, por lo
que, para mejor administración de la justicia, incorporó a toda la nación chon-
tal y parte de la mije baja y toda la alta.15
Algo que parece sorprendente fue la falta de continuidad en los territorios
que conformaron las intendencias de Veracruz y Zacatecas. La primera se com­
ponía de nueve alcaldías con la peculiaridad de que las de Panuco y Tampico
quedaban separadas del resto de la intendencia, ya que las alcaldías de Huaya-
cocoüa, Chicontepec y Huachinango de la intendencia de Puebla la dividían
en dos partes. Aunque es imposible encontrar una explicación, al parecer Pue­
bla, otrora poderosa provincia, ahora intendencia, habría perdido su acceso
directo al mar si las alcaldías antes mencionadas hubieran quedado bajo la ad­
ministración de la intendencia de Veracruz, atendiendo al interés de integrar

14 Commons, 1993, p. 72.


15 Commons, 1993, p. 150.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 49

unidades territoriales. Esta pérdida se hubiera añadido a la porción sustraída


para la creación de la de Veracruz. El problema no se resolvió sino hasta 1853
cuando dicho territorio pasó a formar parte del estado de Veracruz, después
de las gestiones de la diputación de Veracruz, iniciadas en 1824 en el Segundo
Congreso Constituyente.16
Con la intendencia de Zacatecas ocurrió algo parecido, al quedar dividida
en tres partes. Uno de sus intendentes destacó el problema para que se reme­
diara. A partir de un mapa elaborado con tal motivo, señalaba que el partido
de Aguascalientes, perteneciente a la intendencia de Guadalajara, estaba a una
legua de distancia de la capital de Zacatecas. Lo mismo sucedía con otras po­
blaciones de la intendencia de San Luis Potosí, que cortaban sus límites a la de
Zacatecas en el paso a la subdelegación de la Sierra de Pinos. Caso semejante,
advertía, ocurría en el caso del partido de Tlaltenango, que dividía a la inten­
dencia del gobierno de las fronteras de San Luis Colotlán. La solución defini­
tiva sólo se logró hasta 1857.17

CAMBIOS Y PROPUESTAS DE MODIFICACIÓN


AL SISTEMA DE INTENDENCIAS

Entre las modificaciones al sistema de intendencias, posteriores a su puesta en


vigor, quizás una de las más relevantes fue la separación de Tlaxcala de la inten­
dencia de Puebla, que tendría repercusión en la organización del territorio
federal. Tlaxcala solicitó separarse de la intendencia de Puebla por razones his­
tóricas que la facultaban a conservar la autonomía de que gozaba. Fundamen­
taba sus razones en las distinciones y privilegios a los que se había hecho acree­
dora desde el siglo xvi, por los servicios prestados a la Corona durante la
Conquista. Apoyada en precedentes incluidos en la “Recopilación de leyes de
los reynos de Indias”, como el de que su alcalde mayor sería designado gober­
nador, la concesión a Tlaxcala de la calidad de ciudad principal de la Nueva Es­
paña y que los gobernadores tendrían que ser indios principales. Otra de sin­
gular importancia, consistía, en que sus pobladores indios podían recurrir
directamente al Rey sin que el Virrey, la Audiencia, los jueces y justicias se los
pudiesen impedir, recurso que fue utilizado con frecuencia.18 Haciendo valer
este último recurso, solicitaron a Carlos III no pertenecer a la intendencia de
Puebla. A cambio plantearon convertirse en cabecera de Intendencia, argu­
mentando en su favor las alianzas y apoyos a la Corona desde los tiempos de
Cortés y añadiendo que los terrenos donde se había erigido Puebla los habían

16 Commons, 1993, p. 44. La falta de unidad territorial no se indica en O’Gorman pero los
mapas incluidos en “Historia de las divisiones político-administrativas", 1990, son de gran utilidad.
17 Commons, 1993, p. 183.
18 Martínez Baracs, et.al., 1991, t. x, pp. 151-197.
50 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cedido ellos. Las autoridades cedieron paulatinamente a las demandas de su


viejo aliado y Tlaxcala obtuvo así mayor autonomía de la intendencia de Puebla,
particularmente en el aspecto militar. En 1793, se le separó de manera definiti­
va de la intendencia de Puebla y pasó a depender exclusivamente del Virrey.19
En cuanto a sugerencias para mejorar el sistema, el virrey segundo Conde
de Revillagigedo fue prolífico y agudo. No hay que olvidar que el virrey preten­
día consolidar su lugar como cabeza principal del virreinato, precisando las
responsabilidades de los intendentes y su eficacia como administradores subor­
dinados. En 1790, Revillagigedo elaboró un informe sobre el estado que guar­
daban las intendencias e hizo propuestas. Entre las más significativas, estaba su
preocupación por la excesiva dimensión de algunas, lo que dificultaba su go­
bierno. Creía que Yucatán, Puebla, Oaxaca y Guadalajara eran demasiado ex­
tensas y que debían reducirse y formar otras como Tabasco, Querétaro, Chi­
huahua y una más con las cuatro provincias de oriente: Coahuila, Tejas, Nuevo
León y Nuevo Santander. Argumentó que de este modo éstas se complemen­
tarían, tendrían salida al mar y controlarían las costas de indios levantados, lo
que fructificaría en el comercio. Proponía como posibles capitales el Valle de
Santa Rosa, Villa de Monclova, Saltillo o Monterrey, con un solo gobernador
militar. Sugería además añadir la intendencia de Zacatecas a la villa de Aguas-
calientes. También reducir la de Sonora e incorporar el resto a la de Durango.
Con el mismo propósito de gobernarlas adecuadamente, proponía que las po­
blaciones muy distantes de sus intendencias se agregaran a las más cercanas.20
Finalmente en la Instrucción reservada a su sucesor en 1794, Revillagige­
do reiteró su propuesta de crear cuatro intendencias más: una para las cuatro
provincias internas de Oriente; otra para Chihuahua; una para Querétaro y
una más para Tabasco. Las últimas, dos décadas más tarde, se convertirían en
estados de la federación y la de Oriente se disgregaría en varios. También lla­
ma la atención que no le parecieran suficientes 12 intendencias para las di­
mensiones de la Nueva España y propusiera elevarlas a 22 pues, más adelante,
el número de diputaciones provinciales llegaría a 23 y, postetiormente, los de
la federación, en la Constitución de 1824 se compondrían, de 19 estados y cin­
co territorios, es decir, 24 unidades territoriales.21

19 Assauourian íí aL, 1991, t. vm, pp. 141-177. Sin poder compararse el autonomismo de Tlax­
cala con la situación que privaba en la península, la fundamentación recuerda a las de los distin­
tos reinos que componían la España metropolitana, reconocidos y respetados durante la implan­
tación de las intendencias y muchos de los cuales perviven aún en la España del siglo XXL
20 Es de llamar la atención que en la propuesta de Revillagigedo, que no se llevó a la prácti­
ca, se incluían territorios que se convirtieron en estados de la federación, como Tabasco, Queré­
taro y Chihuahua. La propuesta de Oriente la retomó Calleja en 1814. Commons, 1993, p. 84. A las
autoridades superiores les interesó disponer de un mapa que se le encomendó a la administración
de Revillagigedo. El resultado fue uno que contenía a la mayor parte del territorio de la Nueva Es­
paña y que sin duda contribuyó a un conocimiento cada vez más detallado e indispensable en las
labores de gobierno y administración. Pietschmann, 1996, p. 163.
21 Commons, 1993, p. 111. Instruccción Reservada, 1831, p. 211.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 51

Todavía en 1803, la administración elaboró una nueva “Instrucción para


los intendentes” que no tuvo fortuna. Algunas voces mostraban las contradic­
ciones con diversas leyes y reglamentos vigentes. Entre las propuestas fallidas,
destacaba la jerarquización de las intendencias según su orden de importancia
y las condiciones para promover a los intendentes, sugerencias hechas antes
por Revillagigedo, con el fin de crear un cuerpo de funcionarios jerarquizado
y uniforme.22
Alejandro de Humboldt, a raíz de su estancia en Nueva España en 1803,
dedicó a la implantación de las intendencias parte de su Ensayo político sobre
el Reino de la Nueva España. Al igual que a Revillagigedo, le preocupó estable­
cer las diferencias en cuanto a sus dimensiones físicas y a la población que
las habitaba. Criticaba que algunas contaran con inmensas extensiones y
una población reducida, y que otras, en cambio, fueran pequeñas y estuvie­
ran densamente pobladas, como San Luis Potosí y Guanajuato. Para Hum­
boldt, el desequilibrio no era un asunto de simetría sino de gobierno; le
preocupaban las grandes intendencias, no sólo poco pobladas sino con es­
casos centros de población. Le pareció que la carencia de información sufi­
ciente había propiciado serios inconvenientes y se preguntaba cómo gober­
narlas. Le p.arecía imposible que los intendentes pudieran ejercer el mando
y conocer lo que ocurría en demarcaciones de tamaño tan considerable. Le
inquietaba el asunto al tener en mente la organización territorial francesa,
conformada con criterios de una extensión adecuada para su gobierno y
control.
Debido a la profunda crisis política que afectó a la Nueva España, a los po­
cos años de la aparición del Ensayo y por la separación de la metrópoli, no fue­
ron tomadas en cuenta sus inquietudes. Pero en el II Congreso Constituyente,
sus argumentos acerca de la cuestión territorial serían esgrimidos por algunos
diputados y por ensayistas como Tadeo Ortiz.23

SUS EFECTOS: ENTRE EL MODELO Y LA PRÁCTICA

Aunque la recaudación fiscal fue su principal logro, la eficacia del sistema de


intendentes en los diferentes aspectos para los que se creó rebasa los propósi­
tos de este trabajo. En cambio, el nuevo tipo de administración y gobierno no
se logró imponer íntegramente ante los múltiples intereses que obstaculizaron
su implantación. Aun así, concluir con un balance exclusivamente negativo,
sería inadecuado. La introducción del sistema de intendencias en la Monar­
quía española fue un paso fundamental en la construcción del Estado moder­
no, al imponer una racionalidad que impulsaba una perspectiva distinta en la

22 Commons, 1993, p. 101.


25 Ortiz, 1996, pp. 142-162. Df. Gortarj, 1993.
52 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

concepción y organización del territorio, tanto en la península como en las


posesiones de ultramar donde se estableció. Como parte de esta reforma, sur­
gió una vocación unitaria patrocinada por las autoridades centrales, que con­
tribuyó a ir definiendo las fronteras de la Nueva España, límites que provo­
caban incertidumbre. Al mismo tiempo, produjo una descentralización del
gobierno general al establecer órganos administrativos intermedios en el nivel
provincial, encargados de administrar dicho ámbito como el local. Al crear
tres niveles de gobierno, incluido el central, contribuía a la racionalización de
la administración pública. Esta arquitectura administrativa se mantendría en
las jerarquías de gobierno establecidas en la etapa constitucionalista, aunque
con diferentes características.24
Con la Ordenanza se intentó imponer un orden jerárquico, compuesto
por distritos administrativos determinados según una concepción racional. A
cada intendencia le quedaba subordinada gran cantidad de jurisdicciones es­
tablecidas como gobernaciones, alcaldías mayores y corregimientos. Los distri­
tos, así divididos, representaban unidades de áreas administrativas con la desig­
nación de provincia.25
A pesar de las dificultades, la división en intendencias se puede considerar
como el primer ensayo para contar con un diseño racional del territorio novo­
hispano a partir de las provincias, aunque fracasó una mayor autonomía admi­
nistrativa y una mayor eficacia en el gobierno. Lo que puede afirmarse es que
una parte fundamental del diseño territorial de la Federación empezó a fun­
cionar a partir de las intendencias, algunas de las cuales se convirtieron en los
futuros estados o parte de ellos. Por tanto, la integración de una parte impor­
tante de las distintas jurisdicciones que formarían las entidades quedó como
una herencia, que prácticamente no se puso en duda al constituirse la Repú­
blica federal.26

LA CONSTITUCIÓN DE 1812 Y LAS DIPUTACIONES:


UNA JURISDICCIÓN TERRITORIAL DE LA POLÍTICA

La primera década del siglo xix fue particularmente convulsa para la Monar­
quía española como consecuencia de la invasión francesa a la península, la
aprehensión del monarca, su abdicación en favor de Napoleón y la resistencia
popular que desató. En la Nueva España estallaron movimientos insurreccio­
nales independentistas. Estos sucesos y sus respuestas alteraron el panorama y
obligaron a cambiar el modelo imperante de funcionamiento político. El ca­
mino constitucional fue la respuesta más significativa a la profunda crisis que

24 Pietschmann, 1996, pp. 30 y 56.


25 Pietschmann, 1996, pp. 118 y 119.
26 Pietschmann, 1996, p. 133.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 53

sufría, elaborada por los grupos políticos más perceptivos del Imperio. Como
solución se planteó el cambio en las formas de participación, teniendo la re­
presentación como uno de los principales pivotes para incorporar a los ciuda­
danos a la vida pública y establecer una monarquía moderada, donde una par­
te importante de la capacidad de decisión radicaba en las Cortes. El intento
mostró la capacidad de adaptación del mundo hispánico a la modernización
política.
La Constitución de 1812 trajo cambios, pero también continuidades en la
concepción del territorio y las formas de organizado. En cuanto a la delimita­
ción del territorio, en el artículo 10 se definió a “las Españas” y consideró que
la América septentrional comprendía a la Nueva España con la Nueva Galicia
y la península de Yucatán, las provincias de internas de Oriente y las provincias
internas de Occidente.27 Como se aprecia, se retomaba la antigua división, se­
gún la cual se conservaba la figura de provincias sin definirlas. Se ignoraba así
al sistema de intendencias, mencionando que se elaboraría una división más
adecuada mediante una ley constitucionals cuando la situación política lo per­
mitiera. El asunto quedó pendiente indefinidamente. En cuanto al gobierno
interior, se tomaron en consideración como unidades territoriales las provin­
cias y los pueblos, con los ayuntamientos y los jefes políticos como responsables
de su administración. Así, el territorio se organizó en dos ejes fundamentales:
las provincias y las municipalidades, entidades territoriales y político-adminis­
trativas compuestas por poblaciones de dimensiones variadas. De este modo se
mantenía el propósito de contar con un orden administrativo uniforme y ra­
cional, a partir de una gestión que terminara con ópticas particulares y contri­
buyera a una eficaz recaudación fiscal.
Sin embargo, la nueva división del territorio conllevó la representación,
un ingrediente adicional que fue una de las novedades relevantes de la época.
De este modo, la representación y la demarcación político-administrativa, jun­
to con la población, fueron los componentes fundamentales de la arquitectu­
ra constitucional puesta en marcha. Las provincias del Imperio se convirtieron
en unidades del gobierno con la voz y el voto de los ciudadanos. Otra innova­
ción fue la creación de las diputaciones provinciales, electas por el conjunto de
los ciudadanos con derecho de voto, al igual que nuevos ayuntamientos tam­
bién electos. La diputación encargada de promover la prosperidad, encabe­
zada por un jefe superior, estaría formada por un presidente, el intendente y
siete ciudadanos electos.28 Las diputaciones se originaron en las juntas provin­
ciales, creadas en España como una respuesta a la invasión francesa. Una vez

27 Constitución política de la monarquía española (18 de marzo de 1812), p. 250.


28 La Constitución asignaba a las diputaciones diversas funciones por ejercer en la provincia,
como cuidar del uso adecuado de los recursos públicos, instalar ayuntamientos en los lugares que
cumplieran con los requisitos establecidos, participar en las obras públicas, promover la educación
e impulsar las actividades económicas.
54 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

puestas en marcha, se procuró conservarlas como formas de gobierno por lo


que, una vez reunidas las Cortes para elaborar una constitución, se propuso re­
conocerlas. Fracasó el primer intento, pero se logró prosperar hasta establecer
un reglamento para las provincias, que permitió incorporarlas al documento
constitucional.
También se instituyó que cada conglomerado de 1 000 o más habitantes
formaría un municipio, encabezado por un ayuntamiento electo por los ciu­
dadanos. Conformaba una dimensión territorial menor y la última parte del
engranaje político eran los ciudadanos, que se expresaban a través de sus di­
putados, alcaldes y síndicos. En Cádiz se buscó recoger así las expresiones
generales, provinciales y locales, hilo conductor con antecedente en las in­
tendencias, con la diferencia fundamental de que, en el modelo constitucio­
nal, una parte de los encargados contaba con la legitimidad del voto ciuda­
dano que elegía diputados y cuerpos municipales.29 30 El resultado fue una
combinación que daba una importancia creciente a la dimensión provincial
y local, aunque además se establecieron controles que aliviaban las tensiones
y tentaciones federalistas radicales. A fin de cuentas, una serie de artículos
constitucionales otorgaron a los poderes centrales un margen amplio de ma­
niobra y control; por ejemplo, la facultad de designar a los jefes políticos
provinciales.
En 1813, una “Instrucción para el gobierno económico-político de las pro­
vincias”, junto con varias reglas para el gobierno de las diputaciones provincia­
les, las convirtieron en entidades de suma importancia en la institucionaliza-
ción de la vida política de la Monarquía española y, después, del nuevo país.
Supeditadas a las Cortes generales, sus funciones y responsabilidades cubrie­
ron una amplia gama de asuntos y fueron la instancia política superior en las
provincias, por encima de los ayuntamientos?0 Aunque la instauración de las
diputaciones provinciales en 1814 fue un paso importante en la organización
política del territorio novohispano, poco sabemos de ellas. Su funcionamien­
to fue de corta duración al suspenderse la Constitución y reanudar sus sesiones
hasta 1820. En la primera etapa entraron en funciones seis diputaciones: dos
en la Nueva España, una en la capital y otra en San Luis Potosí; en Guadala­
jara, para la Nueva Galicia; en Mérida, para Yucatán; en Monterrey, para las
Provincias Internas de Oriente y en Durango, para las Provincias Internas de
Occidente, diputaciones que en 10 años se convirtieron en estados de la Fede­

29 Las siguientes son las características fundamentales que se deben destacar en el nuevo ré­
gimen local: por un lado, una organización territorial uniforme y escalonada; por otro, el inten­
to de articular cierta independencia basada en el reconocimiento del carácter “natural” del mu­
nicipio con la unidad del Estado. De Castro, 1979, p. 16.
30 Junto con las Cortes, las diputaciones dieron inicio al parlamentarismo en el ámbito his­
pano e hispanoamericano. Su continuidad en el México independiente fueron los congresos ge­
nerales y estatales. Incluso varios diputados provinciales participaron en las Cortes o fueron desr
pués miembros del legislativo de sus estados o del general. De Gortari, 2001.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 55

ración. Los novohispanos insistieron en que se crearan 12 diputaciones, una


por cada intendencia, solicitud atendida hasta 1821 antes de la separación de
la metrópoli. Su instalación reafirmó el ordenamiento territorial pero, ade­
más, como señaló Nettie Lee Benson, al declararse la Constitución a cada di­
putación políticamente independiente de las demás y sin ninguna diferencia
de las de España, se sentaban las bases para una organización federal de las di­
ferentes porciones del país.31
La creación de ayuntamientos despertó mayor interés, por lo que éstos se
multiplicaron vertiginosamente. Con ello se buscaba la participación de los
ciudadanos: “el primer cimiento del gobierno interior de la nación, en que se
apoyan y de donde parten todas las funciones gubernativas hasta elevarse a la
autoridad suprema”. No obstante, el jefe político o gobernador provincial,
nombrado directamente por el gobierno, se convirtió en “la máxima autori­
dad en el territorio de la provincia [y en] el instrumento básico de la centrali­
zación Los ayuntamientos quedaron bajo la supervisión de la diputación
provincial y contrarrestada su influencia “[...] por la presidencia automática
del jefe político”, que presidía los ayuntamientos.32
Se ha señalado la estrecha vinculación de las delimitaciones territoriales y
las diputaciones provinciales con las formas de representación política. Estas
trajeron un cambio sustancial en las formas de gobierno novohispano y contri­
buyeron a fortalecer las provincias al darles cuerpo y expresión política.33
Pero la Nueva España atravesaba una situación delicada. No sólo debido a
los cambios constitucionales, sino porque los independentistas dominaban
parte del territorio y porque elaboraron también un texto constitucional pro­
mulgado en 1824 en Apatzingán como respuesta al de 1812, pero inspirado en
el de Cádiz. Aunque su vigencia fue restringida en el ámbito jurisdiccional, es
importante mencionar sus referencias a las provincias y al territorio. Este com­
prendía lo que se denominaba la América mexicana formada por las provin­
cias de México, Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán, Oaxaca, Tecpan, Michoa­
cán, Querétaro, Guadalajara, Guanajuato, Potosí, Zacatecas, Durango, Sonora,
Coahuila y el Nuevo Reino de León. La inclusión de Tecpan como provincia
se explica por haber sido una de las regiones donde las tropas de Morelos tu­
vieron una implantación significativa. Sus autores advertían que quedaba pen­
diente una demarcación exacta, al igual que en la de 1812. Llama la atención
que el territorio incluido comprendiera solamente una parte de la Nueva Es­
paña, dejando fuera la porción septentrional. Se indicaba también que las pro­
vincias no podrían separarse ni dividirse o enajenarse.34 Es difícil hacer conje­
turas sobre tal preocupación, salvo que la posibilidad de fragmentación del

31 Benson, 1955, p. 17.


32 De Castro, 1979, pp. 62, 70 y 83.
33 Una revisión reciente: Vázquez, 1993, pp. 15-47.
34 Decreto constitucional para la libertad de la América mexicana (22 de octubre de 1814), 1876,
p. 436.
56 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

territorio cobrara fuerza y era una forma de prevenirlo, tema que retomarían
en parte el Acta Constitutiva y la Constitución de 1824.

LA NUEVA EFERVESCENCIA CONSTITUCIONAL: 1820-1823

El restablecimiento de la Constitución en 1820 contribuyó a la creación de di­


putaciones provinciales y al fortalecimiento de las autonomías territoriales en
la Nueva España. En 1820, la diputación de Valladolid se sumó a las seis exis­
tentes. Todavía en 1821, antes de la separación de la metrópoli, las Cortes
aceptaron establecer una diputación por cada intendencia. La instalación de
diputaciones provinciales y de ayuntamientos a lo largo de la Nueva España y
su permanencia después de la declaración de independencia acentuaron la di­
námica provincial y local, como expresión de diversos intereses. Para 1823 ha­
bía diputaciones en Chiapas, Chihuahua, Coahuila, Durango, Guadalajara,
Guanajuato, México, Michoacán, Nuevo León, Nuevo México, Nuevo Santan­
der, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Te­
jas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas. En total, en 23 provincias. Algunas
de las cuales: “[...] habían ido más lejos de sus atribuciones, asumiendo plenos
poderes como gobierno local autónomo”.35
El surgimiento de tantas diputaciones mostraba la importancia de los in­
tereses de las élites provinciales que se expresaron por conducto de ellas. Asen­
tado en cada territorio provincial, el cuerpo representativo participaría en la
conformación de la Federación. Las provincias se convertirían en su mayoría
en estados y territorios, después de formar sus primeros congresos. La elección
de cientos de ayuntamientos y de vocales para las diputaciones despertó el in­
terés de pueblos, comunidades y ciudades por participar en la política, además
de contribuir a dar voz a los intereses de los pueblos, en tanto que las diputa­
ciones provinciales, favorecieron a su vez la delimitación y consolidación de te­
rritorios como unidades políticas.
El número limitado de las intendencias, como lo había señalado premoni­
toriamente Revillagigedo, fue rebasado por las circunstancias, sobre todo al
abrirse paso la vía constitucional en las provincias, útil para los intereses de las
élites más activas. Representó un tránsito anunciado y fue resultado de una lar­
ga gestación, bajo la administración colonial, lo que moderó sobresaltos e in­
novaciones. El camino constitucional permitía la organización política y la dis­
tribución del poder en diferentes niveles, sustentado en la representación
territorial.

35 Benson, 1955, p. 84. De Gortari, 1994. “Entre 1812 y 1824, miles de municipalidades cons­
titucionales se formaron en todo el territorio mexicano, particularmente en el centro y el sudes­
te”. Thompson, 1995, p. 75.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 57

EL ACTA CONSTITUTIVA Y LA ORGANIZACIÓN


POLÍTICA TERRITORIAL DE LA FEDERACIÓN: 1823-1824

Con la separación de la metrópoli y la derrota militar insurgente, la fuerza de


las provincias adquirió cada vez mayor presencia en el escenario político que
contribuyó a abortar el ensayo monárquico de Iturbide. El Plan de Casa Mata
de 1823 fue la respuesta al hostigamiento y la disolución del Primer Congreso
Constituyente, para dar importancia a las diputaciones provinciales y apoyar la
formación de un nuevo congreso. Las provincias tomaron el mando de la si­
tuación y las más recalcitrantes, Jalisco, Zacatecas, Yucatán y Oaxaca, insistie­
ron en un federalismo radical, mientras las demás oscilaron entre uno mode­
rado y un gobierno centralista.36
La derrota y el exilio del efímero monarca propiciaron un compromiso
político de las diferentes fuerzas, que se tradujo en la convocatoria a un nue­
vo congreso para elaborar una constitución, al abolirse de los Tratados de Cór­
doba y el Plan de Iguala, lo que permitió retomar el modelo constitucional ga­
ditano, pero sin la dependencia de España.37
En un trabajo reciente, Jaime Rodríguez muestra que la correlación de
fuerzas favorecía a los federalistas, tanto radicales como moderados. La convo­
catoria para elegir un nuevo congreso constituyente renovó una parte impor­
tante, con legisladores que desempeñaban su primer cargo de elección, que­
dando en minoría los que habían tenido experiencias similares. Sólo 35 de los
144 diputados habían pertenecido al anterior y la mayoría se inclinaba por una
constitución federalista. Las discusiones para redactar un Acta Constitutiva, es­
tructura de la nueva constitución,38 se iniciaron en un contexto de presiones
y amenazas.

LA ELABORACIÓN Y DISCUSIÓN DEL ACTA CONSTITUTIVA

La comisión que redactó la primera versión del Acta Constitutiva de la federa­


ción pudo presentar, gracias a consensos previos su proyecto de Constitución el
20 de noviembre de 1823. En su elaboración habían participado algunos secre-

36 Se apega a la convocatoria de las Cortes españolas. Los electores de provincia eran los de
México, Guadalajara, Veracruz, Puebla, Nueva Vizcaya, Sonora, Valladolid, Oaxaca, Zacatecas, San
Luis Potosí, Guanajuato y Mérida. Sobre convocatoria a ('.orles, (17 de noviembre de 1821), 1876.
37 Las provincias son: California Alta, California Baja, Coahuila, Durango, Guanajuato, León
(Nuevo Reino de), México, Nuevo México, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Po­
tosí, Santander, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tejas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas. Se advier­
te que con las provincias de Guatemala y Chiapas se espera que permanezcan unidas a México y
que en tal caso se procederá con censos adecuados. Bases para las elecciones del nuevo Congreso (17
de junio de 1823), 1876.
33 Rodríguez, 2001, pp. 285-320,
58 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

taños de despacho, dada la importancia del asunto. Se mencionó la urgencia de


su aprobación por las difíciles circunstancias del ambiente político y el temor a
desmembramientos de las provincias radicales.39 La negociación política fue
delicada, pero se fue ganando la partida a los que impulsaban un proyecto de
república central frente a los que impulsaban una república confederada o fe­
deral. El resultado fue un compromiso entre posturas federalistas que recono­
cía la soberanía de las provincias, pero con un poder central que uniera al con­
junto de las provincias y encarnara la soberanía nacional. A fin d e cuentas se
trató de un pacto entre las élites provinciales y las de posición centralista. AI ce­
der, todos ganaban, aunque podría plantearse: ¿quién cedió más o quién obtu­
vo mayores concesiones?40
Cuando un miembro de la comisión anunció el proyecto, se hicieron seña­
lamientos importantes, entre ellos que la comisión se había sentido abrumada
para fijar el número de estados de la Federación, y que se había decidido por
el principio de que no fuesen tan pocos que con el tiempo pudieran aspirar a
convertirse en naciones o que, por el contrario, por falta de riquezas y habitan­
tes dieran al traste con el sistema.
La preocupación de la comisión correspondía al ambiente político. Jalis­
co, Oaxaca, Yucatán y Zacatecas habían presionado, amenazando con la sepa­
ración u optando por la autonomía, lo que parecía poner en riesgo el futuro
de una federación. También preocupaban las Provincias Internas, territorial­
mente enormes, y se reconocía la desigualdad y diversidad de las diferentes
provincias constituidas en cuanto a recursos y población; asimismo, los inten­
tos de partidos y poblaciones tentados por formar unidades autónomas o inte­
gradas a provincias distintas a las que habían pertenecido representaban sig­
nos de una posible desintegración del sistema federal en un lapso breve, aun
antes de establecerse.
La comisión reconoció las semejanzas que caracterizaban al conjunto de
los estados de la federación al enviar el mensaje optimista al Congreso, en
cuanto a que el país contaba con un punto de unión general que se sustenta­
ba en seis millones de habitantes que hablaban el mismo idioma, profesaban
la misma religión y tenían costumbres similares, salvo pequeñas diferencias.

S<J Acta Constitutiva de la Federación. Crónicas, 1974. La recopilación e introducción es de José


Barragán, aunque no se le da crédito. Es de lamentar que no cuente con un índice que facilite su
consulta.
40 Barragán afirma que el federalismo radical, identificado como la expresión más apegada
a las tradiciones políticas del país, fracasó desde la elaboración del Acta y sin mayor sustento se in­
clina por afirmar que se malogró el federalismo en México. Esta consideración olvida la composi­
ción de las diferentes fuerzas políticas existentes y la diversidad de tradiciones, y que la elabora­
ción de una constitución fue el fruto del debate y la negociación, actividades inherentes a la vida
política y no solamente la expresión de ideas en abstracto. Acta Constitutiva de la Federación. Cróni­
cas, 1974, pp. i-xxxi. Otros argumentan que el federalismo fue el que se impuso. Rodríguez, 2001,
pp. 285-320.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 59

El Acta se empezó a discutir el 3 de diciembre. Primero se aprobó en lo ge­


neral y después se debatió artículo por artículo. En las sesiones dedicadas a dis­
cutir el conjunto del proyecto destacó la intervención de Miguel Ramos Arizpe,
uno de los redactores de la propuesta. Precisó que la comisión: “[...] había pro­
curado en lo posible separarse de teorías, y presentar un proyecto practicable”.
El comentario es importante; algunos han insistido en la determinante influen­
cia norteamericana, que es innegable, pero que olvida el constitucionalismo es­
pañol, su tamiz francés y el reconocimiento de la realidad política novohispa­
na, impregnada de prácticas e instituciones anteriores a Cádiz. Lo anterior se
confirma cuando Arizpe hace referencia a teorías en plural y a la necesidad de
contar con instrumentos políticos prácúcos, sin importar su origen.
Otra intervención a favor del sistema federal argumentaba que era el más
adecuado por la vastedad del territorio, única forma de atender a los gober­
nados. El 7 de diciembre, en sesión extraordinaria, se aprobó en lo general el
proyecto: 44 diputados votaron a favor y 27 en contra. Rodríguez identifica a
los grupos: uno confederalista, dos federalistas y uno centralista. No obstan­
te, los matices se mitigaron y se aprobó; fueron derrotados los que se inclina­
ban por un gobierno fuerte o, como decía Servando Teresa de Mier, una re­
pública centralista.41
Aprobada el Acta, en la misma sesión se debatió el arüculo lo. dedicado al
territorio, que incorporaba literalmente el texto de la Consútución de 1812. El
territorio de la nación comprendía las provincias del virreinato de la Nueva Es­
paña, la capitanía general de Yucatán y las comandancias generales de Orien­
te y Occidente. Ramos Arizpe señaló que por nación se entendía al territorio
y sus habitantes, y que Chiapas no estaba incluido por su voluntad de separar­
se. Explicó que “[...] para la demarcación del territorio, se ha arreglado a los
términos más cómodos y [...] separadamente a Yucatán y las provincias inter­
nas”, por la separación que tenían antes del virreinato. Mier mencionó un
asunto importante referente a la frontera norte y ligado estrechamente a la
cuestión territorial: guardar silencio en cuanto a los límites con los Estados
Unidos. La frase es reveladora, pero la crónica no registró su argumentación,
lo que es una lástima. Sin embargo, la cuestión era delicada dada la incerti­
dumbre sobre una clara frontera con el vecino del norte. El artículo fue apro­
bado sin ningún cambio, tal como lo habían decidido los legisladores en Cádiz.
El artículo 5o., uno de los más relevantes referente a la adopción de la for­
ma de gobierno como república representativa, popular y federal, suscitó, co­
mo es de suponer, debates encontrados. Mier adoptó una de las posiciones
más sugerentes, al señalar que la concepción que se tenía de la federación es­
taba excesivamente calcada de la norteamericana y preguntarse por otros mo­
delos de federalismo, como el alemán, el suizo y el holandés. Proponía un fe­
deralismo que llamaba compacto, acorde con las circunstancias que se vivían.

41 Rodríguez, 2001, p. 310.


60 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Insistió en que el federalismo radical de algunos grupos que se beneficiaban


de enarbolarla. A diferencia del modelo norteamericano, donde provincias in­
dependientes se habían federado, las nuestras estaban unidas y la forma en
que se pretendía incorporarlas a una federación terminaría por dividirlas. Cri­
ticaba acerbamente a los que se llamaban representantes de la voluntad gene­
ral. Consciente de ser minoritario, señaló que no había que hacer el mal para
halagar a las multitudes. Confesaba su preocupación por la carencia de una
clase política para los puestos de la administración del sistema federal, que es­
tuviera a la altura de los requerimientos, tanto por su formación como por su
número. Se inclinaba por “[...] una federación razonable y moderada, una fe­
deración conveniente a nuestra poca ilustración y a las circunstancias de una
guerra inminente, que debe hallarnos muy unidos”. A pesar de la oposición,
el artículo fue aprobado en su totalidad.
Una de las negociaciones más difíciles fue el reconocimiento de la sobera­
nía de las provincias (artículo 6o.). Se logró obtener un compromiso al recono­
cer una doble soberanía, de la nación y de los estados, que serían considerados
independientes, libres y soberanos en lo referente a su administración y gobier­
no interior. Al respecto, Mier aludió a la presión de las provincias más radica­
les por atemorizar al Congreso y su total desacuerdo con la soberanía estatal, a
la que denominaba parcial, una imposición de las mayorías numéricas, que for­
maría una liga de potencias de la federación. Preveía, con razón, que como la
soberanía interior era una noción vaga e inconmensurable, provocaría que
cada uno de los estados formará aduanas, controlara los recursos naturales, así
como los impuestos y la milicia. Mier se inclinaba por congresos provinciales
no soberanos, acordes con la práctica del constitucionalismo gaditano. Vatici­
nó constantes enfrentamientos entre los estados y se preocupó por la dispari­
dad entre éstos, en especial su poblamiento. Se trataba de provincias con mi­
llón y medio de habitantes, con otras de no más de tres mil, por lo que opinaba:
“[...] y ya se sabe que el peje grande, siempre se ha tragado al chico”.
El resultado de la votación del artículo hacía patente las divisiones existen­
tes en el Congreso. La habilidad parlamentaria de varios diputados contribu­
yó a lograr a un arreglo que permitió avanzar en cuestión tan delicada. En la
comisión de puntos constitucionales, algunos hicieron gala de sus años en las
Cortes. Gracias a su experiencia en el debate parlamentario y en la forma de
abordar asuntos complejos, sacaron adelante la discusión. Discutido el asun­
to en lo general, se acordó dividir la aprobación del artículo en dos partes. La
primera abarcaba hasta el enunciado de estados libres e independientes, en la
que casi todos podían coincidir. El resultado fue de 72 votos a favor y siete en
contra. En cambio, la palabra soberanos causó mayor oposición: 41 votos a
favor y 28 en contra. Los estados comprendidos en el artículo 7o. fueron:
Chiapas, Guanajuato, Interno de Occidente, formado por las provincias de
Sonora, Sinaloa y ambas Californias, el Interno del Norte compuesto por Chi­
huahua, Durango y Nuevo México, el Interno de Oriente con Coahuila, Nue­
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 61

vo León, Tejas y Nuevo Santander, el de México, Michoacán, Oaxaca, Puebla,


Tlaxcala, Querétaro, San Luis Potosí, Tabasco, Veracruz, Jalisco, Yucatán y Za­
catecas.42
Abierta la discusión, una de las primeras propuestas fue que Chiapas que­
dará pendiente ante la incertidumbre sobre su incorporación o separación.
Después se consideró estado por estado. El primero fue Guanajuato y se esgri­
mió que contaba con población suficiente e ilustrada, una agricultura y mine­
ría prósperas, además de reconocer sus servicios en favor de la independencia.
Le siguieron México y Michoacán sin mayores objeciones. Se insistió en man­
tener la provincia del Istmo creada en 1823, que separaba a Tehuantepec de
Oaxaca, pero sin éxito, por lo que se aprobó tal y como estaba antes. Una dis­
cusión acalorada fue la que se refirió a Puebla y Tlaxcala. Una proponía que
Tlaxcala fuera un estado tal y como estaba en el proyecto del Acta. La otra se
inclinaba por integrarla a Puebla. La primera argumentaba los derechos histó­
ricos de Tlaxcala, expresados antes al separarse de la intendencia de Puebla.
Los opositores se basaban en que lo reducido de su territorio, su escasa pobla­
ción y sus pocas luces le impedían ser un estado. De cualquier modo se apro­
bó la propuesta que lo consideraba como estado.
En seguida se sancionaron Veracruz y San Luis Potosí, y quedó pendiente
Colima, así como Lagos en cuanto a su pertenencia ajalisco. Sobre el resto de
los estados, desconozco los debates y la aprobación del artículo. La franqueza
de Mier en la intervención ya mencionada, con sus consideraciones respecto a
las delimitaciones territoriales, nos da un indicio interesante sobre los comen­
tarios y ocurrencias, adelantándose a la discusión del artículo 7o., al mencionar
que cualquier intento de modificación del territorio de los estados, para igua­
larlos y tener una verdadera federación, chocaría con una oposición ‘Testigos
los cañones de Guadalajara contra Zapotlán, y sus quejas sobre Colima, aunque
según sus principios, tanto derecho tienen estos partidos para separarse de su
anterior capital, como Jalisco para haberse constituido independiente de su an­
tigua metrópoli. Provincias pequeñas, aunque no en ambición, también rehú­
san unirse a otras grandes. Aquí se ha leído la representación de Tlaxcala con­
tra su unión a Puebla [...] sea por la ambición de los capataces de cada una, o
sea por antiguas rivalidades locales”. La opinión de Mier descubre el ambiente
político, donde los intereses parapetados en las provincias se habían converti­
do en fuerzas políticas beligerantes, imposibles de disuadir, que habían aco­
tado su poder en los territorios delimitados, fortalecidos por las intendencias y
las diputaciones. Esta situación de fado era prácticamente imposible de alterar.
La refrendaban las diputaciones que, sin autorización del Congreso constitu­
yente, se habían convertido en congresos, entre ellas Yucatán, Jalisco, Oaxaca

42 Por ejemplo, en el caso de Querétaro, anterior corregimiento, el Congreso decidió la


Comprensión del territorio de la provincia de Querétaro (22 de agosto de 1822), 1876, para la división de
la provincia cuyo territorio estaría formado por los partidos de Cadereita y San Juan del Río.
62 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

y Zacatecas. Por su parte Guanajuato, Michoacán, Puebla, Querétaro, San Luis


Potosí y Veracruz, menos radicales, esperaron su anuencia.43
La reflexión de Mier, acerca de la disparidad en las dimensiones de las
provincias y la imposibilidad de alterar sus límites a riesgo de provocar conflic­
tos, tiene mucho fondo. Muestra que intereses escudados en los territorios
provinciales eran prácticamente inamovibles y que las divisiones territoriales
implantadas durante la dominación española les habían beneficiado. Por tan­
to, fue imposible plantear una reforma territorial y en la práctica se modificó
poco, por lo que la mayoría de las diputaciones provinciales se convirtió en es­
tados; cualquier otro intento estaba condenado al fracaso.
Un caso semejante se había planteado después de la Revolución fran­
cesa, cuando se presentaron dos posiciones: una radical que pretendía ho-
mogeneizar en unidades semejantes al conjunto del territorio; la otra, que
podríamos llamar realista, optaba por respetar los intereses locales y las tra­
diciones existentes. Ésta fue la que se impuso, de lo que resultó un mapa di­
verso y disparejo.44
Finalmente, el 31 de enero de 1824 se aprobó el Acta Constitutiva de la Fe­
deración. El artículo 7o. consideró estados a Guanajuato, el Interno de Occi­
dente (Sonora y Sinaloa), el Interno de Oriente (Coahuila, Nuevo León y Te­
jas), el Interno del Norte (Chihuahua, Durango y Nuevo México), Estado de
México, Michoacán, Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Querétaro, San Luis Potosí, Ta-
maulipas (antes Nuevo Santander), Tabasco, Veracruz, Jalisco, Yucatán y Zaca­
tecas. En realidad, las provincias sólo cambiaban de nombre al pasar al ser esta­
dos. Se apreciaba así una reducción a 17 del número de unidades territoriales,
al integrarse varias en los estados internos de Occidente, Oriente y del Norte.
En 1823 se habían establecido 23 diputaciones provinciales pero, aun haciendo
caso omiso de los agrupamientos, contados individualmente, serían 22.
Además de los estados, en el mismo artículo se mencionaron como compo­
nentes de la Federación las Californias, como territorios bajo la autoridad de la
misma y el partido de Colima sin el pueblo de Tonda, como parte de Jalisco. Asi­
mismo, los partidos y pueblos que componían la provincia del Istmo de Coatza-
coalcos volvían a formar parte de la provincia a la que habían pertenecido, y la
Laguna de Términos, al estado de Yucatán. La inclusión de estas unidades ad­
ministrativas como territorios era una innovación. Todo parece indicar que su
origen proviene de la integración territorial de los Estados Unidos, cuya Orde­
nanza del Noroeste (1787) especificaba las consideraciones que se debían to­
mar en cuenta para formar un territorio y su carácter subordinado al Congre­

43 Ley para establecer las legislaturas particulares en las provincias que han sido declaradas estados de
la federación mexicana y que no las tienen establecidas (8 de enero de 1824), 1876. Ley para establecer las
legislaturas de las estados internos de Occidente, interno del norte e interno de. oriente. (4 de febrero de
1824), 1876.
44 Petitet, 1998, pp. 62-76.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 63

so. En la intención de los constituyentes mexicanos de considerar determinadas


partes de la Federación que no reunieran los requisitos para convertirse en es­
tados, adquiría sentido y utilidad el empleo de esa categoría de territorio.45
Por otra parte, la mención a unidades menores del territorio, partidos y
pueblos resulta significativo porque encierra conflictos e intereses no resuel­
tos. Tal es el caso del partido Colima, disputado por lo menos desde el estable­
cimiento de las intendencias. El caso de la provincia de Coatzacoalcos era dis­
tinto. Un decreto del Congreso (1823) creaba la provincia del Istmo, formada
por las jurisdicciones de Acayucan y Tehuantepec, que en el régimen de inten­
dencias pertenecían a las de Veracruz y Oaxaca. La intención al formar la nue­
va provincia era “[...] aprovechar la navegación al golfo mexicano por el río
Coatzacoalcos y el traslado cómodo por caminos carreteros al puerto más in­
mediato al mar del sur”. Aunque su existencia fue efímera, es interesante men­
cionar que se había creado bajo el esquema de una intendencia, con un jefe
político superior como intendente y una diputación provincial. En el Acta, los
partidos se reincorporaban a su condición anterior. En el caso de la Laguna de.
Términos, ya formaba parte de la intendencia de Yucatán.46
El Acta dejó abierto el camino para establecer nuevos estados y modificar
los existentes, según conviniera “a la felicidad de los pueblos”, lo que insinua­
ba que todavía se podía negociar nuevos acuerdos. Esta decisión permitió rec­
tificar, mediante el voto de los diputados, la creación de nuevos estados duran­
te el debate de la Constitución.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA TERRITORIAL


Y LA CONSTITUCIÓN DE 1824

Lamentamos no contar con la versión completa de los debates constituciona­


les, pues en las existentes falta buena parte de lo discutido en el Congreso. Co­
mo las recopilaciones son excesivamente escuetas, es difícil analizar todos sus
elementos. En vista de lo anterior, hasta la fecha se especula sobre la suerte de
las actas. Con base en el material localizado, describiré y analizaré las opiniones
y discusiones acerca de los contenidos de los artículos 2o., 5o. y las fracciones
4 a la 7 del 50o., correspondientes a las atribuciones del poder legislativo en la
Constitución, estrechamente relacionados con el asunto que analizo.47
Hay que recalcar que a lo largo de los debates se presentaron numerosas
comunicaciones de pueblos, militares, clérigos, ayuntamientos y administrado-

45 Ordenanza del Noroeste (13 de julio de 1787), 1988, p. 255.


46 Formación de la provincia del Istmo (14 de octubre de 1823), 1876.
47 Mateos, 1997a, vol. II, t. 2. El apéndice del tomo II contiene los debates sobre la Constitu­
ción en forma más extensa, aunque no completos. Las referencias incluidas en el texto correspon­
den al anexo mencionado.
64 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Fuente: Edmundo O’Gorman, Historia de las divisiones territoriales de México. México: Porrúa, 1968.

res de minerales, puertos, aduanas, consulados, correos y tabacos, además de


contadores, abogados, autoridades educativas y escribanos, que hacían paten­
te la adhesión de las fuerzas vivas al pacto político recién establecido por los
legisladores y donde daban a conocer que habían jurado el Acta Constitutiva.
Corporaciones, cuerpos e instituciones expresaron su apoyo en diversos actos
públicos y simbólicos, tal como se había practicado anteriormente con la
Constitución de 1812 en el caso de la fidelidad al monarca y a las autoridades
constituidas.48
La aprobación del Acta acotaba el margen de maniobra de los legisla­
dores, circunscrito en cuanto a la organización territorial en la introducción

48 Mateos, Ibid. “Sesión del 12 de abril de 1824”, pp. 93-94. Uno de tantos ejemplos se rese­
ña de la siguiente forma: “[...] la primera Secretaría de Estado acompañado de varias actas en
donde se acredita haber prestado juramento al Acta Constitutiva de los pueblos y corporaciones
entre otros: Tecpan, el Mineral de San Lorenzo, San Juan de Acapetlahuaya, Tulancingo, Hueju-
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 65

de pequeños cambios a la definición del conjunto del territorio de la Federa­


ción, la ampliación del número de estados, la reconsideración del caso de
Tlaxcala, la revisión de los términos para la creación de nuevas entidades y los
acuerdos de límites entre los estados. El proyecto de Constitución se puso a
discusión el 1 de abril de 1824. A su vez, el artículo lo. del Acta referente al te­
rritorio, convertido en 2o. de la Constitución, se sometió a debate. Su análisis
tomó varias sesiones. He mencionado algunas de las intervenciones, cuyo pun­
to de partida fue la definición territorial utilizada en la Constitución de 1812
que, por su parte, recogía criterios anteriores a Cádiz. También es necesario re­
cordar que se reservaba para más adelante la formulación de una ley de orga­
nización territorial. Los legisladores del II Congreso Constituyente poco le
añadieron, y en sus discusiones fue patente la importancia que tenía la ante­
rior organización y lo incierto de las fronteras de la Federación.
En cuanto a la definición del conjunto del territorio, algunas intervencio­
nes permiten conocer las diversas opiniones y argumentaciones de los legisla­
dores. No existía gran precisión en torno a lo que comprendía el territorio.
Los criterios eran variables. Valentín Gómez Farías, diputado por Zacatecas, pi­
dió precisiones porque la versión del proyecto le parecía inexacta. Así, aludió
a la distinción de capitanía general de Yucatán y provincias internas con la
Nueva España, hecha por Hernán Cortes, y después extendida a todo el impe­
rio de Moctezuma. Sugería recurrir a Clavijero para precisar qué constituía la
Nueva España; ésta comprendería Oaxaca, Puebla, Veracruz, México y Vallado-
lid, pero no Guadalajara ni Zacatecas. Por eso, en las Cortes Constituyentes es­
pañolas se había distinguido a Nueva Galicia de Nueva España. Añadía que, de
entender Nueva España como el territorio gobernado por los virreyes, tampo­
co aclaraba, ya que se extendía en cierto modo hasta Guatemala, las Provincias
Internas y las Californias. Por tanto, bajo ningún concepto el artículo de refe­
rencia le parecía exacto.
De acuerdo con Gómez Farías, José Ignacio Cañedo, diputado de Jalisco,
argumentaba que, si se retrocedía hasta la Conquista, el territorio era Nueva
España y que, al ser conquistados otros reinos independientes, se les pusieron
otros nombres, como en el caso de Nueva Galicia y Nueva Vizcaya. Por tanto,
la discusión le parecía poco significativa y, en realidad, coincidía con la redac­
ción del artículo, puesto que la Constitución no era un tratado de geografía.
Consideraba correcto no incluir a Guatemala, por tener un gobierno indepen­
diente; en cambio aprobaba incluir ambas Californias. Mier suscribió esta po­

da, Pachuca, Sinacantepec, San Nicolás Actopan, Toluca.Jilotepec, Santa Cruz Tlaxcala, Orizaba,
Jalapa, Córdova, San Cristóbal de Alvarado, Veracruz, Tacubaya, Apan, Zimapan, Ixtlahuaca, Tlal-
nepantla, Otumba, Ixmiquilpan. El convento de San Agustín de esta ciudad, la oficina de propios
y arbitrios de la misma, la dirección general de aduanas, el colegio de escribanos, el consulado
de Veracruz, la administración de correos y de tabacos de Oaxaca, la de rentas de Tulancingo, el
rector del colegio de abogados, el párroco y demás eclesiásticos de Tulancingo, el colegio de San
Ildefonso.
66 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sición en cuanto a la delimitación de la Nueva España, pero incluyendo Chia­


pas. La discusión continuó en los días posteriores. Crecencio Rejón, diputado
de Yucatán, mencionó la conveniencia de añadir la palabra virreinato a Nue­
va España en el texto que, sin duda, comprendía a Nueva Galicia. Mencionó
que al elaborar el Acta no se sabía qué iba a ocurrir con Chiapas y otras partes
de Centroamérica, por lo que por ahora “[...] debemos concretarnos con de­
signar el territorio que ahora conocemos por nuestro”.
José María de la Llave, diputado de Puebla, añadió que si se hablaba del vi­
rreinato de Nueva España comprendía Guatemala, pero como se había decla­
rado independiente, se debían evitar futuras reclamaciones. No obstante, ha­
bía dos audiencias, la de México, además capitanía general “como un centro
de unión y como un principio de autoridad al que hacía aquí, las veces de rey de
España”. Él mismo se refirió a los límites y señaló que le parecía adecuado ha­
cer alguna mención respecto al norte y marcar en el futuro una línea divisoria
para evitar conflictos como los de otras naciones. Propuso que el territorio fue­
ra el comprendido entre los dos mares, de Guatemala hasta Norteamérica,
pero su propuesta fue rechazada y se mandó nuevamente a comisión.
Por su parte, José Agustín Paz, diputado de México, expresó la necesi­
dad de delimitar exactamente el territorio; así, usó el caso de Sonora para
ejemplificar que, a medida que se avanzaba más hacia el norte, no se fijaban
correctamente los límites, lo que podría causar algún reclamo extranjero. A
su vez, Rejón urgía a que se hiciera una declaración expresa en cuanto a las
Californias, para que no quedara duda de que pertenecían al país, en vista
de los intereses rusos sobre la zona. Juan Bautista Morales, diputado de Gua­
najuato, apuntó que los límites de la República deberían ser los naturales y
no los convencionales; es decir, tal como había quedado en el proyecto: Nue­
va España, Yucatán y las Provincias Internas, teniendo como fronteras por un
lado Guatemala y por otro Estados Unidos, aunque “[...] ambas ofrecen al­
guna dificultad, aquélla por las Chiapas y ésta por sus pretensiones sobre
nuestro territorio”. En cuanto al norte, continuaba siendo válido el tratado
firmado con España, que había fijado como límite el Mississipi. Proponía
que se hiciera algo semejante sobre Guatemala, por lo que pedía que el ar­
tículo lo reformara la comisión.
El artículo lo. del Acta, convertido en 2o. de la Constitución sufrió, a pe­
sar del debate, pocos cambios y se mantuvo la descripción de 1812. Se añadie­
ron las Californias con los nombres de Alta y Baja, y las islas de ambos mares.
No se hizo ninguna referencia a los límites del país salvo para especificar que,
en el futuro, cuando los tiempos lo permitieran, una ley constitucional los
precisaría. Llama la atención que no se modificara la definición del territorio,
pero adoptar la de Cádiz resultó la solución más sencilla y conocida. La inde­
finición sobre los límites la dificultaba y mostraba cierta incertidumbre sobre
una cuestión de gran importancia: la unidad y las dimensiones del territorio
de la Federación.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 67

En el debate del artículo 7o. del Acta, que pasó a ser 5o. constitucional,
una parte importante de la discusión se encaminó a aumentar el número de
estados. Amén de los argumentos de los legisladores, los pronunciamientos de
los grupos interesados, enviados al Congreso y dados a conocer por otros con­
ductos, estuvieron presentes. Según parece, la estrategia fue dividir los estados
internos, convirtiendo las provincias que los formaban en estados indepen­
dientes. El resultado fue exitoso, aunque es imposible afirmar que las aspira­
ciones de los diferentes grupos provinciales se unieran para lograrlo. Más
bien, coincidieron en la meta de contar con un territorio soberano como el es­
tablecido en el Acta y sancionado en la Constitución. Un ejemplo lo señaló
Mier al sentar que una serie de ayuntamientos de Nuevo León se manifestaba
porque la provincia se convirtiera en estado. Un debate importante surgió al
elegir la ciudad que sería la capital de las Provincias Internas de Oriente. A su
vez, la Diputación Provincial de Coahuila, protestó porque la de Nuevo León
quería formar un solo estado con Tejas. Al diputado Florentino Martínez, de
Durango, le preocupaban los límites entre Durango y Chihuahua, por lo que
solicitó que se respetaran los señalados por el Congreso anterior. Peticiones
de diversa índole manifestaron los intereses de las provincias por delimitar su
área de influencia territorial.
El camino se fue abriendo con la discusión de varios dictámenes. Uno se
refería a que Nuevo León fuera estado de la Federación, otro a que Coahuila
y Tejas formaran otro, mientras este último estuviera en posibilidades de cons­
tituir un estado. Uno más a favor de que Chihuahua fuera estado. A favor de
que Nuevo León se convirtíera en estado, se recogen diversos argumentos uti­
lizados que apoyaban los de Mier en su primera participación, en la que soste­
nía que las provincias de Nuevo León y Coahuila deseaban formar un solo es­
tado, ya que sus habitantes estaban emparentados y habían vivido bajo un
mismo gobierno y una misma Diputación Provincial. Si bien el Congreso había
determinado que Tamaulipas'fuera un Estado separado, Nuevo León, unido
con Coahuila y Tejas, formaba otro distinto. Explicaban el gran dolor y senti­
miento causado por tal decisión, puesto que Nuevo León tenía más población
que Tamaulipas, además de contar con colegios, conventos, comercio y rique­
zas, razones de más peso para formar un estado. Mier se había referido a las es­
tadísticas preparadas para las Cortes españolas en la década de 1820 confirma­
das por el cabildo eclesiástico, en las que se constaba que Nuevo León tenía
más de 70 mil habitantes, Tamaulipas 51 y Coahuila 45 mil, aunque le daban
igual número de representantes que a Coahuila, con casi el doble de pobla­
ción, y a esta úlúma se le agregaba Tejas por ser limítrofe. Tales diferencias de
trato les parecían inexplicables a los habitantes de Nuevo León. Aunque no
podía compararse con la de México, Monterrey presumía de ser una bonita
ciudad y no tenía rival entre cuatro provincias.
Rejón argumentó que en Nuevo León, a diferencia de Tlaxcala, no había
oposición de la población a que se convirtiera en estado, además de contar con
68 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

instituciones educativas, con lo que contaba de luces suficientes para poderse go­
bernar medianamente. Añadió que su agricultura era próspera, como lo mostra­
ba el aumento de los diezmos cobrados, y era “necesario advertir también, que
de ninguna manera convenía la reunión de Tejas y Coahuila con Nuevo León,
por las rivalidades que tienen sus habitantes entre sí, y nunca podrían ser felices,
con esa especie de guerra civil que se va aumentando más cada día”. Sobre el dic­
tamen de Coahuila y Tejas, Lorenzo de Zavala, diputado yucateco, preguntó por
la distancia entre ambas, a lo que Ramos Arizpe contestó que eran inmediatas,
aunque si se refería a los principales lugares donde serían las elecciones, reque­
riría considerar el territorio en toda su extensión, “comenzando por la parte de
Coahuila, hacia el Oeste o límites de Durango, hasta los Estados Unidos [y es]
una extensión bastante considerable de cuatrocientas y tantas leguas. Pero si se
examina la extensión que tiene Tejas, se ve la población cargada sobre Coahui­
la al mediodía de su territorio: de suerte que mi provincia extiende el suyo has­
ta el río Medina. La capital de Tejas, dista del Saltillo 200 lenguas de excelentes
y buenos caminos. La población de mi provincia se acerca a 8 o 9 leguas por el
citado río [...] No me parece que es suma la extensión: mayor la tienen entre sí
Sonora y Sinaloa, y desde Nuevo México a Chihuahua, es mayor ciertamente
que de Tejas a Saltillo. No nos hemos de olvidar de la facilidad con que nuestros
paisanos se montan a caballo y andan ciento y tantas leguas”.
Los argumentos fueron convincentes para que el Congreso decidiera a ha­
cer de Nuevo León un estado de la Federación y otro, de Coahuila y Tejas. El
dictamen indicaba que Tejas podría ser un estado y, cuando lo considerara per­
tinente, podía solicitarlo al Congreso general que tomaría la decisión.49
Otro caso del que se dispone información es el de Chihuahua, Durango y
Nuevo México. Durante el debate del dictamen de la comisión de Constitu­
ción sobre el Estado Interno del Norte, se mencionó que el ayuntamiento de
la ciudad de Durango, la Diputación de la provincia y los diputados en el Con­
greso habían solicitado que en caso de que Durango no fuera la capital, la pro­
vincia formara un estado libre e independiente. La argumentación considera­
ba que parecía muy grave que la cabeza del Estado del Norte fuera Chihuahua,
por las ventajas que Durango tenía sobre aquélla, con lo que Chihuahua, junto
con Nuevo México, tendría seis votos y Durango solamente cinco, lo que le
permitiría imponerse siempre. De ser Chihuahua la capital, para los de Duran­
go sería más gravoso que ir a México, por lo que, si no se les declaraba estado,
solicitaban se les convirtiera en territorio. Añadían que Durango reunía los re­
quisitos para convertirse en estado: un territorio grande, fértil en frutos, rico
en metales, una población de 150 000 almas, personas industriosas en las artes
y varones capaces por su ilustración y prudencia para gobernar. La comisión,
a su vez, señaló que Chihuahua había presentado argumentos sólidos para que

49 Se declaran estados de la federación a Nuevo león y a Coahuila con Tejas (7 de mayo de 1824).
1876, p. 706.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 69

las tres provincias formaran el Estado del Norte con capital en Chihuahua. Ar­
gumentaba que Chihuahua tenía 112 000 habitantes y que su capital podría es­
tar en el Valle de San Bartolomé, propuesta que parecía repugnante para los
diputados de Durango, que señalaban que dicho acuerdo no favorecía a
los 40 000 pobladores de Nuevo México. Ante tal situación, los de Chihuahua
se inclinaron por convertirse en estado. Según el relato, la comisión meditó el
asunto y visto los trastornos que podían crearse con una unión forzada y que
Nuevo México era territorio fronterizo y lejano, consideró de gran necesidad
tenerlo “cerca de sí y en su mismo seno”, y decidió convertir a Durango y Chi­
huahua en estados y a Nuevo México en territorio. Quedó la duda del p< rqué
de tal decisión aparentemente salomónica.
Los debates y negociaciones que sostuvieron los legisladores sobre los te­
rritorios se llevaron seguramente a cabo tras bambalinas y los desconocemos;
pero aun así aumentó el número de territorios del Acta Constitutiva. Se aña­
dió Nuevo México y luego Tlaxcala. Éste fue el caso más sonado por pasar de
estado a territorio por decisión del Congreso. Los argumentos esgrimidos re­
pitieron los expresados en los debates del Acta, pero más polarizados y virulen­
tos. Llama la atención el interés que suscitó la cuestión, tanto que fue una de
las controversias reseñadas con mayor detalle. Uno de los alegatos más cono­
cidos fue la oposición abierta de poblaciones como Huamantla a que Tlaxca­
la se convirtiera en estado. La comisión se preocupaba por conocer la volun­
tad de los pueblos y la capacidad económica de Tlaxcala para sostener una
administración estatal. La gravedad que alcanzó el debate llevó a buscar suje­
tos neutrales para resolver la disputa. Se mencionó a los electores secundarios
como los más adecuados, pero otros preferían a los miembros del Congreso lo­
cal o a los ayuntamientos. Se discutió también si el voto debería ser del conjun­
to de los interesados y si éste tendría que ser secreto y en sobre cerrado.
Se acordó dejar en suspenso la cuestión Tlaxcala, por el enfrentamiento
provocado entre las fuerzas locales. La diputación apoyaba que Tlaxcala fuera
estado. Por otro lado, varios pueblos y grupos de hacendados se oponían o
apoyaban que se integrara a Puebla. Abundaron las acusaciones de apoyos fic­
ticios u obligados, y de negativas de asumir los costos de sostener un aparato
administrativo. Lo que se puede afirmar es que las élites no pudieron ponerse
de acuerdo, a diferencia de las que lograron la aprobación del Congreso y que,
apoyadas en el acuerdo del Acta, aprovecharon que se había dejado abierta la
posibilidad de formar otros estados. Por tanto, el artículo 7o. del Acta, 5o. de
la Constitución, incluyó como estados: las Chiapas, Chihuahua, Coahuila y Te­
jas, Durango, Guanajuato, el Estado de México, Michoacán, Nuevo León, Oa­
xaca, Puebla de los Angeles, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora y Sinaloa, Ta­
basco, las Tamaulipas, Veracruz, Jalisco, Yucatán y las Zacatecas y los territorios
de la Alta California, la Baja California, Colima, y Santa Fe de Nuevo México.
Se advirtió que una ley constitucional fijaría el carácter de Tlaxcala que, como
ya se mencionó, se convirtió en territorio en noviembre de 1824. La Constitu­
70 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ción incluyó finalmente 19 estados y cinco territorios, dos estados más que en
el Acta Constitutiva. En total 24 unidades territoriales, a las cuales se les aña­
dió el Distrito Federal, caso analizado en el siguiente apartado.50

LA CONFIRMACIÓN DE UNA TRADICIÓN


Y UNA NOVEDAD TERRITORIAL: EL DISTRITO FEDERAL

Un debate muy importante en el II Congreso Constituyente fue decidir qué


ciudad albergaría la capital del país y determinar el territorio que quedaría
bajo jurisdicción federal para crear un Distrito Federal. Un antecedente de las
discusiones fue la decisión del Congreso del 18 de junio de 1824, que aprobó
como una de las facultades del poder legislativo elegir el lugar que serviría de
residencia a los poderes de la Federación y que ejercería en su distrito las atri­
buciones del poder legislativo de un estado. El asunto tomó varias sesiones de
arduas discusiones, en las que se perfilaron dos posiciones: la que favorecía a
la ciudad de México como sede de los poderes, y otra, que insistía en un lugar
distinto para la capital. En los debates del 22 y el 23 de julio de 1824, se discu­
tió un dictamen preparado por un grupo de diputados favorable al cambio de
lugar que, en lo esencial, se pronunciaba por que la capital fuera Querétaro.
Las razones eran geográficas y demográficas: una ciudad situada en la porción
central, con población suficiente, clima benigno e instalaciones adecuadas
para albergar y atender a los habitantes de una ciudad capital, los cuales acep­
taban que, en caso de ser Querétaro residencia de los supremos poderes de la
federación, ésta perdería su soberanía.
Los diputados opuestos a que la capital cambiara de sede contaron con el
apoyo de varios ministros, como Lucas Alamán de Relaciones, Pablo de la Lla­
ve, de Justicia, y Francisco de Arrillaga, de Hacienda. Las razones esgrimidas,
también en años posteriores, se apoyaban en especial en el alto costo del trasla­
do de la capital y los problemas de seguridad que acarrearía, ya que al dejar de
ser la capital provocaría serios desequilibrios en el equilibrio de fuerzas del país.
La ciudad, además, albergaba a los principales propietarios y comerciantes, cu­
yas fortunas eran fundamentales para la marcha de las finanzas públicas, por la
frecuencia que se recurría a ellos para obtener préstamos. Se señalaba también
que la ciudad era el principal centro de comunicaciones internas y externas del
país, por lo que resultaba un despropósito trasladar la capital a un lugar donde
se perdería esa situación privilegiada, en especial porque las aduanas marítimas
eran la mayor fuente de ingresos del gobierno y la mudanza dificultaría la cap­
tación fácil de dichos recursos fiscales. Se argumentó también que Querétaro

5U En 1825 se elaboró un mapa que contiene el conjunto de estados y territorios. Sin duda,
se preparó aprovechando los conocimientos de la geografía del país y los recursos técnicos desa­
rrollados en la segunda mitad del siglo xvm. Bueno, 1990 (Mapa de la República mexicana) (1825).
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 71

carecía de instalaciones adecuadas para recibir al número de personas que in­


tegraban el poder público (ministros, diputados y empleados públicos) y de edi­
ficios públicos suficientes y cómodos. Y los diputados del Estado de México, fa­
vorables al dictamen, querían que la ciudad de México se confirmara como
capital dado que se encontraba en su territorio, pero en los debates empezó a
vislumbrarse la necesidad de contar con una extensión que fuera federal ex pro­
feso, para lo cual dicho estado tendría que ceder una parte de su territorio.
Los opuestos al dictamen acusaban a sus defensores de padecer “nortema-
nía” y de imitar al Distrito Columbia de los Estados Unidos. En su descargo, los
más cosmopolitas alegaban que si se comparaba la majestuosidad de la ciudad
de México con cualquier ciudad norteamericana, el contraste favorecía evi­
dentemente a la primera. En una de las sesiones, un reconocido e influyente
ministro utilizó una imagen que sintetizaba la cuestión. Aludió ai sistema pla­
netario, en el cual el sol —equivalente a la ciudad de México— era el centro
de atracción por su masa y que cualquier variación que no considerara un pla­
neta de la dimensión adecuada, podría destruir al sistema; por tanto, concluía
que las masas pequeñas continuarían invariablemente atraídas por la de mayor
masa y girarían a su alrededor.51
La discpsión se reanudó hasta después de promulgada la Constitución del
4 de octubre de 1824. En la sesión del 26 de octubre, se retomó el asunto. Se­
gún la Constitución recién puesta en vigor (artículo 50, fracción 28), se debía
elegir un lugar como residencia de los poderes de la Federación y ejercer en
ese distrito las atribuciones del poder legislativo de un estado. Al día siguien­
te, se ventiló la exposición de los diputados del Estado de México, opuestos a
que la ciudad de México fuera la capital y respaldados por varios diputados
que coincidían que significaría un despojo para ese estado.
El clima se caldeó y se trató en sesión secreta de la que no queda constan­
cia. Lo que está claro es que se intentó aplazar la discusión hasta la renovación
del Congreso, con el argumento de que el que estaba en funciones se excedía
en sus facultades por haber sido convocado únicamente para elaborar una Cons­
titución. El 22 de octubre se dio a conocer una representación del Ayuntamien­
to de México, que se oponía a que la ciudad fuera la capital de la Federación. El
Congreso señaló que se tomaría en cuenta su opinión así como la del Congreso
del Estado de México al abordar la cuestión, pero poco después el ayuntamien­
to hizo un cambio brusco de parecer y apoyó que se convirtiera en capital.
El problema se tornó delicado. Las dos posiciones persistían y las sesiones
del 29 y 30 de octubre continuaron el debate. En la primera se leyó un dicta­
men favorable a que la ciudad de México fuera la residencia de los supremos
poderes. Al día siguiente, se volvieron a esgrimir argumentos ya expresados

51 “Diario de las sesiones del Congreso Constituyente de la federación mexicana. Sesiones


del mes de junio yjulio de 1824", Acias constitucionales mexicanas... (23 de julio de 1824), t. x, 1981,
pp. 31-32.
12 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

desde julio, como la localización estratégica de la ciudad de México. Hubo


varias intervenciones de los opositores al nuevo dictamen, que hacían un lla­
mado a los que lo favorecían para que se apegaran al espíritu del Congreso,
absteniéndose de extralimitarse en sus funciones. Expresaron también la preo­
cupación de que disminuyeran los derechos políticos de que debían gozar los
ciudadanos del Distrito Federal. Cuando se consideró suficiente, la discusión
se sometió a votación. Por mayoría de 49 a favor y 32 en contra se aprobó que
la ciudad de México fuera la sede de los poderes federales.
En la sesión del 2 de noviembre se trató la extensión territorial del Distri­
to Federal. Primero se propuso que fuera un círculo cuyo centro fuera la pla­
za mayor de la ciudad con un radio de dos leguas; después se discutieron pro­
posiciones que lo reducían a una legua, a las parroquias o al territorio del
Ayuntamiento. Finalmente se aprobó la primera propuesta y quedó estableci­
do tanto el lugar que serviría de residencia a los poderes de la federación
como el territorio que comprendería. Estas decisiones se formalizaron en el
decreto del 18 de noviembre de 1824.
Muestra reveladora de la novedad del asunto y de la falta de antecedentes
fue determinar que la dimensión territorial del recién creado Distrito, que era
prerrogativa del Congreso y fue que, se formaría, a partir de un círculo cuyo
centro fuera la plaza mayor de la ciudad con un radio de dos leguas. La figu­
ra geométrica no respondía a los criterios históricos, pues era una decisión
política. El mismo decreto señaló que lajurisdicción del gobierno político y
económico del Distrito Federal era responsabilidad exclusiva del gobierno ge­
neral y, en la medida en que no se contaba con las disposiciones que reglamen­
taran su funcionamiento, se seguirían las dispuestas en la ley del 23 de junio
de 1813, salvo las derogadas. Así, en el caso deljefe político, encargado de ejer­
cer la autoridad política y económica, sería remplazado ahora por un gober­
nador sustituto.

LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL EN LAS CONSTITUCIONES


DE LOS ESTADOS

El Acta Constitutiva otorgó soberanía a los estados en lo correspondiente a su


administración y gobierno interior, lo que a su vez permitió a las legislaturas
estatales organizar provisionalmente su gobierno. La Constitución de 1824 ra­
tificó la prerrogativa de que los congresos de cada estado organizaran su terri­
torio. En el debate sobre la soberanía de los estados, se manifestaron opinio­
nes que esclarecen la idea que la sustentaba. Una de las más interesantes fue
la de Rejón que, al discutir acerca de la capacidad estatal de legislar sobre la
educación, señalaba que, como parte del régimen interior, era facultad de
cada uno hacerlo, abundaba en que los pueblos que los conformaban eran dis­
tintos en usos, preocupaciones, hábitos y climas, y por tonto, sus leyes debían
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 73

ser distintas. “¿Por qué no ha de ser idéntica la resolución? ¿Qué fundamento


tuvo el Congreso para reservar a los estados la organización de su gobierno in­
terior? La respuesta es muy palmaria: la diversidad de circunstancias que impe­
día una legislación uniforme”.
En lo referente a la organización del territorio, el conjunto de'las diferen­
tes constituciones de los 19 estados, se puede generalizar que uno de los crite­
rios fue la necesidad de organizar el territorio estatal, aunque ocurrió en dis­
tintos momentos y con diferentes características. En algunos casos, de manera
precisa, en otros como un asunto pospuesto para más adelante. En todos los
documentos constitucionales se manifiesta el interés por ordenarlo. Guanajua­
to, Querétaro, San Luis, Jalisco y otros definen los límites de la entidad y sus
principales componentes, ya sean ciudades, cabeceras o partidos. Guanajuato,
por ejemplo, se define formado por Acámbaro, Apaseo, Celaya, Dolores Hidal­
go, San Felipe, Guanajuato, Irapuato, León, San Luis de la Paz, San Miguel el
Grande, Pénjamo, San Pedro Piedragorda, Salvatierra, Salamanca, Silao, Valle
de Santiago y Yuririapúndaro. Otros, en cambio, señalaron el contorno que
delimita su territorio, correspondiente a la antigua intendencia. Otros más, te­
nían que fijar aún su línea divisoria, al haberse dividido el orden administrati­
vo territorial anterior, como en el caso de Yucatán al formarse Tabasco.52
En la nueva organización territorial de los estados varias constituciones ad­
vierten que se seguiría utilizando la anterior, correspondiente a los partidos.
En otras se redefinen los partidos o se crean, además de partidos, distritos o
departamentos o cantones. Cada una de las diferentes categorías incluye a los
pueblos. De este modo se creó una estructura jerárquica del territorio: el par­
tido comprende un número determinado de pueblos y por tanto de ayunta­
mientos o varios partidos que forman un distrito, departamento o cantón. Así,
los ayuntamientos de los pueblos ocupan la dimensión menor, con lo que se
crean tres niveles de gobierno desde la perspectiva territorial. El primero es de
distritos, departamentos o cantones; el segundo, de partidos y, el último, de ayun­
tamientos; por tanto, se mantenía la administración territorial a partir de una
cadena de mando jerarquizado, implantado con las intendencias. Esta jerar-
quización territorial de los estados cumplía un propósito político, además de
fiscal, judicial y electoral: mantener el control. Se evitó gobernar un conjunto
de ayuntamientos sin concierto, por lo que se impuso que éstos se circunscri­
bieran a un orden administrativo superior. La forma en que se organizó y su­

52 Un caso interesante es el de Chihuahua por la notoria falta de una delimitación precisa


del territorio que comprendía el estado. En julio de 1824 se señala: “El territorio de la provincia
de Chihuahua lo compondrá todo lo comprendido entre las líneas rectas tiradas de Oriente a Po­
niente del punto o pueblo llamado Paso del Norte por una parte con la jurisdicción que siempre
ha tenido y la hacienda de Río Florido por el lado de Durango, con su respectiva pertenencia”.
“Demarcación del territorio de la provincia de Chihuahua” (27 de julio de 1824). “Constitución
del estado de Chihuahua" (7 de diciembre de 1825), Colección de constituciones de los Estados Unidos
Mexicanos, 1.1, 1988, p. 157.
74 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

peditó a los ayuntamientos respondió a los lincamientos gaditanos. Se estruc­


turó así una serie de controles a los que se sujetarían los ayuntamientos que,
como en la Constitución de 1812, eran ejercidos por las diputaciones provin­
ciales. En lo esencial se mantenía la misma fórmula: delimitación territorial y
autoridad jerarquizada, cuyo escalón inferior era el ayuntamiento.
Un ejemplo representativo del cariz político otorgado al asunto lo precisa
el preámbulo a la Constitución del Estado de México. Este indica con detalle
que la división política del territorio pretendía terminar con la “monstruosa
heterogeneidad que hacía tan difícil y complicada la administración de los di­
versos ramos”. Y añadía: “La división política ha sido la base de todas las demás.
Las autoridades, tribunales y oficinas superiores tienen su asiento en el lugar
de la residencia de los supremos poderes del estado: en cada cabecera de dis­
trito existe un jefe político con la denominación de prefecto, un administrador
de rentas y un tribunal de apelación, que ejercen sus funciones precisamente
en el mismo territorio: otro tanto sucede en los partidos con los subprefectos,
jueces de primera instancia y administradores subalternos, y en las municipali­
dades con los ayuntamientos y receptorías”. De ese modo se imponía un mo­
delo de arquitectura territorial que permitía su control, conservando la matriz
desarrollada bajo otras formas en un pasado no tan reciente.53

CONCLUSIONES

Durante mucho tiempo se consideró novedosa la organización territorial de la


Federación establecida en la Constitución de 1824. Esta había abierto el cami­
no a una concepción distinta del territorio y los estados, sus pilares fundamen­
tales, habían sido las unidades territoriales creadas paralelamente a la elabora­
ción del texto constitucional. Esta convicción se explica por una visión apegada
exclusivamente a una cronología política y jurídica limitada a los años de 1823
y 1824, y que ignora un largo proceso en el ámbito político, administrativo y ju­
risdiccional novohispano, que contribuyó a edificar la organización de la Fede­
ración. Por eso es indispensable establecer un marco temporal más amplio que
permita dar cuenta cabal de la conformación política del territorio.
Durante el siglo xvm, la Corona española había impulsado una serie de re­
formas que modificaron la estructura administrativa del territorio de la Nueva
España al implantar las intendencias. Interesada en recuperar y hacer más efi­
ciente el control fiscal para tener tanto una hacienda eficaz como un gobierno
más competente, acorde con una concepción racional del territorio. Como
punto de partida, se delimitaron unidades territoriales que, en términos for­
males, pudieran ser administradas en forma similar. Aunque su éxito no fue

53 “Constitución del Estado de México” (26 de febrero de 1827), Colección de constituciones de


los Estados Unidos Mexicanos, 1.1, 1988, p. 412.
DE LA NUEVA ESPAÑA A LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL, 1786-1827 75

completo, se logró un adelanto en el campo de la fiscalidad; en cambio, en su


eficiencia política y administrativa dejó bastante que desear.
Para explicar las dificultades políticas y administrativas del sistema de in­
tendencias, se esgrimen razones diversas, entre ellas las fricciones constantes
con los administradores de diversa jerarquía, incluidos los virreyes, que las
consideraban una amenaza a su poder e intereses. Hubo desplazados, como
los alcaldes mayores que fueron sustituidos por nuevos funcionarios y, por otra
parte, dificultades para implantar las intendencias en territorios excesivamen­
te grandes en superficie, que eran a la vez los más despoblados. Lo anterior
provocó que la disparidad entre las intendencias fuera notoria, a pesar de los
esfuerzos hechos para reformar su tamaño y establecer unidades administrati­
vas relativamente similares.
A pesar de que’la complejidad del funcionamiento del sistema de inten­
dencias supuso serios problemas, la intención y algunos de sus logros lo con­
virtieron en el esfuerzo más sistemático realizado por la metrópoli para llevar
a cabo un ordenamiento territorial, que iba a contribuir a la construcción del
futuro Estado mexicano. Esta herencia tan importante no fue puesta en duda,
sino que fue la pauta que sirvió de basamento para la organización federal del
territorio.-Por eso la concepción unitaria yjerarquizada trajo frutos, y la con­
solidación de la jurisdicción de varias intendencias propició que éstas se con­
virtieran de hecho en estados en términos territoriales. La práctica administra­
tiva cotidiana con una delimitación territorial específica benefició y convenció
a las élites provinciales y, en particular, a las de origen urbano, radicadas en las
ciudades capitales. No obstante, no se trató de una repetición exacta del mo­
delo de las intendencias en los nuevos estados, pues requirió de diversas ade­
cuaciones y nuevos ingredientes que enriquecerían la concepción y funciona­
miento del espacio de la nueva nación.
La influencia más importante y renovadora para el reordenamiento iba a
ser la del constitucionalismo expresado en la Constitución de 1812. Es impor­
tante resaltar que la organización territorial gestada en los debates de las Cor­
tes nació de la decisión de los representantes de las diversas provincias y reinos
que formaban la monarquía, a diferencia de divisiones anteriores decidida por
la administración metropolitana, con la aprobación del Rey y convalidada por
la autoridad novohispana.
El texto constitucional abrió un camino para la representación de los in­
tereses de los ciudadanos a partir del territorio. Los representantes electos con
el voto de los habitantes que poseían este derecho se harían a partir de dos je­
rarquías territoriales: las provincias y los municipios. De esta forma, el territo­
rio se convirtió en piedra angular del sistema político. A la connotación admi­
nistrativa y fiscal de las intendencias, se añadió la dimensión política, que
ahora dependía de un contingente de la población que ejercía sus derechos de
representación para elegir diputados a Cortes, a las diputaciones provinciales
y a los ayuntamientos.
76 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En la Nueva España, la elección de representantes para las Cortes, las di­


putaciones y los ayuntamientos contó con un gran interés de las élites más ac­
tivas. Por lo anterior, la división territorial se convirtió en un asunto de vital im­
portancia y las provincias y los municipios cobraron nueva vida. Así, en las 12
intendencias, tres provincias internas y tres territorios que agrupaban a varias
provincias cada una, se establecieron 23 diputaciones provinciales. Estas fue­
ron las semillas en proceso de germinación de la mayoría de los estados de la
futura federación. El paso se había dado para una división territorial donde las
provincias ocupaban un lugar predominante, como lo demostrara Benson ha­
ce ya cinco décadas.
Con todo la formación de la nueva nación no fue sencilla, y si la adminis­
tración anterior logró, no sin dificultades, instaurar una organización territo­
rial con distintas divisiones bajo una sola autoridad política, también desenca­
denó fuerzas e intereses distintos que pudieron haber disgregado a la antigua
Nueva España. Para mantener la unidad territorial, fue necesario un pacto, re­
sultado de la negociación política, pero esgrimiendo una imprescindible ame­
naza y concurriendo al uso de la fuerza militar.
Las provincias reconocidas en el Acta Constitutiva y posteriormente en la
Constitución de 1824 como estados, con algunas variantes, tuvo que aumentar
el número de estados pero a partir de las jurisdicciones ya existentes, y sin gran­
des dificultades. Por eso no debe sorprender la aparente facilidad con que se
constituyeron los estados, sin que se pusieran en duda las dimensiones territo­
riales de cada una en el II Congreso Constituyente, conservándose la defini­
ción unitaria del territorio establecida en Cádiz, que permaneció prácticamen­
te sin variantes. Los estados se organizaron como las partes de una Federación.
Eran segmentos políticamente iguales en cuanto a derechos y prerrogativas.
Los unía el reconocimiento expreso a un régimen y a un conjunto de disposi­
ciones semejantes para el conjunto, pero con la facultad de organizar cada uno
su jurisdicción territorial de acuerdo con la decisión de cada congreso local.
De esta manera, desde décadas antes de la Independencia de la Nueva Es­
paña se habían dado pasos importantes para la conformación del Estado, al
concebir el territorio como una unidad formada por partes, bajo una noción je­
rárquica y racional que facilitara su gobierno, y que iba a funcionar en distintos
niveles territoriales: desde el local o municipal, al provincial o estatal y al cen­
tral o general. El mecanismo había sido implantado en el siglo xvm en términos
administrativos y, por la vía constitucional, adquirió su dimensión política.
Cada vez es más claro que entre las viejas provincias, las intendencias, las
diputaciones y los estados, hay mayores continuidades de las que se han acep­
tado y que, por otra parte, predominó el gradualismo más que el cambio radi­
cal. Ante ello es indispensable seguir investigando, para dilucidar el sinnúme­
ro de problemas aún irresueltos en la organización del territorio nacional.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE
EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821

Manuel Chust Calero


Universidad Jaume I, Castellón (España)

INTENDENCIAS, REFORMAS Y MONARQUÍA EN NUEVA ESPAÑA

El virreinato de Nueva España durante el siglo xvn se caracterizaba por una


gran heterogeneidad en su división territorial y administrativa,1 la cual se sus­
tituyó corregida en el siglo xvm por una más homogénea, compuesta por ca­
torce entidades administrativas.2 No obstante, se mantuvieron la división mili­
tar y otra-jurídica, que complicó el entramado territorial al haber dos
audiencias: la de México y la de Guadalajara. Esta compleja división de compe­
tencias que se entrecruzaban y superponían territorialmente iba a ser restruc-
turada a partir del Decreto de Reforma de las Intendencias de 1786. La finali­
dad era diversa, pero tenía la prioridad de reforzar el Estado monárquico
desde un control más completo de los territorios en aspectos hacendísticos,
militares, de seguridad pública y judiciales. Los borbones, conscientes de una
necesidad de reformas ilustradas, establecerían una superestructura adminis­
trativa que pretendía homogeneizar el espacio territorial. Se estableció así la
concepción francesa de las intendencias con cuatro funciones y competencias:
justicia, policía, hacienda y guerra, como una medida para unificar jerárquica­
mente el territorio, la soberanía, la legitimidad y el poder. Es decir, el ejército,
la justicia, la economía y la explotación de los recursos y su seguridad, desde

1 La nomenclatura de su división es extensa: provincia, provincia mayor, provincia menor, rei­


no, colonia, partido, gobernación, capitanía general, alcaldía mayor, corregimiento. Tampoco hay
en esta división una correspondencia en cuanto a las dimensiones del territorio o la cantidad de po­
blación; se aprecia, además, una superposición de entidades administrativas y jurídicas. Con todo,
se localiza una división del virreinato novohispano compuesta de distritos de audiencias, goberna­
ciones, alcaldías mayores, corregimientos y distritos municipales, tanto de españoles como de indios.
2 Reino de la Nueva España, Reino de la Nueva Galicia (Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas)
Reino de la Nueva Vizcaya (Durango, Chihuahua), Provincia de Yucatán (Yucatán, Quintana Roo,
Campeche y Tabasco), Nuevo Reino de León (Nuevo León), Colonia del Nuevo Santander (Ta­
maulipas), Provincia de Coahuila (Coahuila), Provincia de Sinaloa (Sinaloa), Provincia de Sonó­
la (Sonora), Provincia de Texas (Texas), Provincia de Nayarit (Nayarit), Provincia de la Vieja Ca­
lifornia (Baja California), Provincia de la Nueva California (California), Reino de Nuevo México
(Nuevo México-Arizona).

77
78 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

una concepción de la propiedad que se aproximaba a la liberal de la propie­


dad privada. Con ello, Nueva España quedó dividida en 12 intendencias: Mé­
xico, Puebla, Oaxaca, Mérida, Veracruz, San Luis Potosí, Guanajuato, Vallado-
lid de Michoacán, Guadalajara, Zacatecas, Durango y Arizpe.
Es entonces cuando aparece en Nueva España, de forma mucho más uni­
forme, el concepto de “provincia”, pues las intendencias se circunscriben a las
provincias, es decir, a un territorio determinado. Término crucial, como vere­
mos más adelante, no sólo para definir los límites territoriales del virreinato,
sino sobre todo para construir, desde una división político-administrativa, las
reivindicaciones autonomistas de los diputados novohispanos en las Cortes de
Cádiz. Esto no quiere decir que en las anteriores entidades no se estuviera fra­
guando, desde hacía décadas, un sentimiento de pertenencia a una determi­
nada colectividad de intereses económicos, culturales, sociales y políticos. Lo
importante es que esta construcción político-administrativa acabaría por con­
formarlo y sistematizarlo.
En esta reforma unificadora del absolutismo, cada intendencia estuvo
compuesta por diferentes distritos: gobernadores, alcaldías y corregimientos.
Este era el objetivo del Plan del Contador General de Tributos de José Mangi-
no y de Pedro Núñez de Villavicencio, superintendente de la Casa de la Mone­
da, en 1770. Las razones de la aplicación del sistema de intendencias fueron la
subordinación de los intereses financieros a los económicos, la maximización
en la obtención de los recursos económicos, un afán de conocer mejor el me­
dio con el fin de obtener económica e impositivamente más recursos, la centra­
lización del poder en funcionarios reales y la homogenización del territorio, la
administración y la ley. No obstante, para esta división no se consideraron cues­
tiones demográficas ni cuestiones territoriales, ya que las intendencias no regis­
traron parámetros similares en ambas premisas.
Cabe destacar un aspecto, trascendental en las reivindicaciones autono­
mistas de los novohispanos en las Cortes en Cádiz y en Madrid. Los lugares más
importantes en las intendencias, es decir, gobernaciones, alcaldías mayores y
corregimientos, se denominaron “partidos”. Horst Pietschman3 mantiene que
las intendencias de Nueva España estaban divididas en los siguientes partidos,
alcaldías y corregimientos:

3 El número de partidos corresponde al estudio de Pietschmann, mientras que el desglose


de los mismo se puede consultar en Commons. Es de notar que no coincidan las cifras de Pietsch­
mann y la suma de las diferentes nomenclaturas de Commons.
FEDERALISMO AVANTLA LETTKE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 79

Intendencia Partidos Alcaldías Corregimientos Gobiernos Provincia Colonia


México 42 36 3 1
Puebla 23 17 1 1
Oaxaca 20 16 1
Yucatán 8 2
Veracruz 11 9
San Luis Potosí 7 4 1 1
Guanajuato 8 18 1
Valladolid
de Michoacán 29 10
Guadalajara 29 18 8
Zacatecas 4
5
Durango 40 2 1
Arizpe (Sonora) ' 21 5

Consideremos que el total de partidos era de 237, a falta de los datos de


Zacatecas. Retengamos el dato para su evaluación más adelante, cuando trate­
mos el tema de la representación en Cortes de los diputados novohispanos.
Por lo.que respecta a las facultades de los intendentes en sus competencias
de policía, tenían la misión de elaborar mapas topográficos, establecer la cali­
dad de las tierras y los límites de la provincia, elaborar un informe de la pro­
ducción, estimular el comercio, vigilar los montes, prados, valles y dehesas, se­
ñalar los que pudieran servir de navegación, establecer los caminos mejorables
y las acequias propicias para la construcción, erradicar a los vagabundos, su­
pervisar el cultivo de la grana, la cochinilla, el cáñamo y el lino, vigilar la ad­
ministración de las tierras de baldíos y realengos, sin que ello supusiera perjui­
cio de los comunales o ejidos, fomentar la agricultura, asegurar que hubiera
ventas y mesones en los principales caminos con suficiente capacidad, velar
por la seguridad de los caminos, asegurar que los dueños repararan sus casas,
vigilar la proliferación de calles, que su trazado fuera recto, que las capitales es­
tuvieran cercadas para facilitar la seguridad y que hubiera alhóndigas.
Las facultades de justicia comprendían la responsabilidad de la adminis­
tración de justicia y del “buen gobierno”, mantener la paz en los pueblos de su
jurisdicción, visitar las provincias, aumentar la producción, distribuir las tierras
de propios y arbitrios de lós comunes de las villas de los españoles, así como los
bienes comunales de los indios.
En cuanto a Hacienda, los intendentes tenían competencia sobre la direc­
ción de las rentas reales; eran jueces privativos de las dependencias y causas en
sus distritos de ventas y composiciones de las tierras de realengos, tenían la
obligación de mandar los caudales de la Real Hacienda a la tesorería de la pro-

4 Pietschmann no da cifras sobre Zacatecas.


5 No hay referencias en la división que hace Commons.
80 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

vincia y de vigilar el cobro de todas las rentas reales, impuestos, tributos, estan­
cos y diezmos. Por último, como responsable del ramo de Guerra, era el encar­
gado de la subsistencia, economía y policía de las tropas, así como de suminis­
trar a ésta sus haberes en dinero y su manutención en víveres.
En esta unificación administrativa y de competencias, decididamente de
preeminencia monárquica, se abolieron las alcaldías mayores y los corregi­
mientos, a excepción del de Querétaro.
Esta división en cuatro grandes competencias de gobierno interior sería
asumida por la Diputación provincial creada por la Constitución de Cádiz. Es
por ello que tanto la demarcación de las intendencias en cuanto al territorio
y población —aunque con alguna variación, pero sobre todo en la consolida­
ción de un sistema cada vez más autónomo de competencias administrativas
y políticas en que subyacían los intereses económicos— se legará a una es­
tructura provincial. La diferencia angular será de legitimidad, soberanía y re­
presentación. La intendencia sentó las bases referenciales en el Estado abso­
luto en Nueva España; las Cortes fijarían las bases liberales del Estado
nacional hispano en Cádiz, con un eje fundamental en la provincia. Pero ha­
gamos notar que mientras que en la primera la legitimidad era sólo Real, la
representación era estamental y la soberanía le correspondía al Rey; respec­
to a la segunda, la legitimidad seguiría siendo monárquica, aunque compar­
tida con la Constitución, la representación popular y la soberanía nacional.
Como se ve se trata de cambios notables y revolucionarios. Y por último, en
la República mexicana de 1824, si las intendencias legaron su base adminis­
trativa a la provincia, ésta se la trasladará al Estado y, si bien con los paráme­
tros de legitimidad que ahora recaerán en un Estado republicano, la repre­
sentación seguirá siendo popular mientras que la soberanía será compartida
entre el Estado federal y los estados: otro cambio.
Con esta estructura político-administrativa tomada de la Monarquía es­
pañola, la Regencia convocó elecciones a Cortes tras el decreto del 14 de fe­
brero de 1810 en la “Instrucción para las elecciones de América y Asia”. El
decreto instruía que todos los ayuntamientos de partido de la capital tenían
derecho a elegir un diputado. Recordemos que para el caso novohispano
eran ¡238! Las elecciones se celebraron mediante juntas electorales de parro­
quia, de partido y luego provinciales, que finalizaron con la elección de un
diputado por cada 50 000 habitantes. Esa representación se completó con los
diputados de las juntas provinciales y de las ciudades con voto, todas los cua­
les formarán la totalidad de los representantes propietarios en Cádiz. Lo
cierto es que este decreto tuvo dos consecuencias esenciales: en primer lu­
gar, los diputados se sentían representantes de la entidad de poder que les
había elegido, es decir, en la mayor parte, del ayuntamiento. De ahí que mu­
chos tuvieran una concepción territorial y legitimista local, provincial más
que nacional. Por lo anterior, el sentido y la idea global de la construcción
del Estado se fraguaría en las propias Cortes y por tanto no deben extrañar
FEDERALISMO AVANT IA LLTTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 81

las continuas propuestas provincialistas de estos diputados. En segundo lu­


gar, el término partido iba a ocasionar un gran debate y continuas reivindica­
ciones por parte de los diputados americanos, porque los diputados electos
no lo serán por cada partido, sino por “provincias” que se identificarán en
gran medida con la división de intendencias. No obstante, el decreto convo­
có a los ayuntamientos para representantes en Cortes en México, Puebla,
Tlaxcala, Querétaro, Villahermosa (Tabasco), Guanajuato, Valladolid de Mi­
choacán, Zacatecas, Guadalajara, Veracruz, Mérida, San Luis Potosí, Oaxaca,
Monterrey y Nuevo Santander.
El decreto se publicó en mayo en Nueva España, y el comandante gene­
ral de las Provincias Internas señaló las capitales de las provincias que debían
elegir diputados: Coahuila, Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Durango, Nuevo Mé­
xico y Texas. Sin embargo, este principio de representación no se tradujo en
una división territorial. El artículo 10 de la Constitución dividirá Nueva Espa­
ña en seis provincias: Nueva España, Nueva Galicia, Yucatán, Provincias Inter­
nas de Oriente, Provincias Internas de Occidente y Guatemala. Aunque no
hubo un consenso, como refleja el artículo 11, al que haremos referencia más
adelante, fue importante porque será la base constitucional para la división
administrativa en diputaciones provinciales. Nueva España obtuvo seis dipu­
taciones provinciales: México (Querétaro, Tlaxcala, México, Veracruz, Pue­
bla, Oaxaca, Michoacán); San Luis Potosí (San Luis y Guanajuato); Guadala­
jara (Nueva Galicia y Zacatecas); Mérida (Yucatán, Tabasco y Campeche);
Monterrey (Provincias Internas del Oriente: Nuevo León, Coahuila, Nuevo
Santander y Texas) y Durango (Provincias Internas de Occidente: Chihuahua,
Sonora, Sinaloa y California).
Es interesante comprobar y, sobre todo, señalar que muchas de las facul­
tades de las intendencias y de los intendentes se van a transmitir a las dipu­
taciones provinciales y al jefe político. Las diputaciones provinciales queda­
rían encargadas de vigilar y aprobar la distribución de las contribuciones;
velar por la buena inversión de los fondos públicos y examinar sus provin­
cias; cuidar que se establecieran ayuntamientos donde correspondía y crear­
los en las poblaciones que tuvieran 1 000 almas; proponer al gobierno los
arbitrios más convenientes para la ejecución de las nuevas obras de la pro­
vincia o reparación de las antiguas; promover la educación de la juventud,
y fomentar la agricultura, la industria y el comercio, protegiendo a los in­
ventores; dar parte al gobierno de los abusos de los fondos públicos; levan­
tar el censo y realizar las estadísticas; cuidar de las instituciones de benefi­
cencia y reglamentos para la corrección de todo abuso; dar parte a las
Cortes de todas las infracciones de la Constitución en las provincias de ultra­
mar, y velar por la economía, el orden y el progreso de las misiones en la
conversión de los indios.
82 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LA REPRESENTACIÓN NOVOHISPANA EN LAS CORTES DE CÁDIZ

Tras las elecciones a diputados, la representación a Cortes por Nueva España


en la legislatura de 1810 a 1813 estuvo formada por 21 diputados: Antonio Jo­
sé Pérez (Puebla), Salvador Sanmartín, suplente6 (Guadalajara),José Cayeta­
no Foncerrada y Ulibarri (Valladolid), Juan José Guereña (Durango), José
María Couto, suplente (Guadalajara), Octaviano Obregón, suplente (Guana­
juato), José María Gutiérrez de Terán, suplente (ciudad de México), Pedro
Bautista Pino (Nuevo México), Miguel González Lastiri (Yucatán), José Igna­
cio Beye de Cisneros (ciudad de México),José Eduardo de Cárdenas y Breña
(Tabasco), José María Gordoa y Barrios (Zacatecas), José Miguel Guridi y Al­
cocer (Tlaxcala), José Miguel Ramos Arizpe (Coahuila), José Simeón Uría
(Guadalajara), Joaquín Maniau y Torquemada (Veracruz), Mariano Mendio-
la (Querétaro), Andrés Savariego, suplente, Máximo Maldonado, suplente
(Guadalajara), suplente y Francisco Fernández Munilla, suplente (ciudad de
México).
En la segunda legislatura, desde octubre de 1813 hasta el golpe de Estado
de mayo de 1814, los diputados novohispanos que llegaron a las Cortes fueron:
José Miguel Quijano, Ángel Alonso Pantiga, José Martínez de la Pedrera, J. Ne-
pomuceno Cárdenas, Juan Rivas y Vertiz, Miguel García Paredes y Domingo
Sánchez Resas. Quedaron como suplentes Couto, Fernández Munilla, Gutié­
rrez de Terán, Obregón, Sanmartín, Savariego, Pérez, Mendiola, Foncerrada,
Maniau, Gordoa y Ramos Arizpe.
La mayor parte de los diputados novohispanos llegaron a Cádiz entre ene­
ro y marzo de 1811. Las Cortes se encontraban discutiendo una de las cuestio­
nes más importantes: la representación nacional. Agustín Argüelles, líder de
los liberales peninsulares intervino:

No viendo yo en este Congreso más que Diputados españoles, aspiraría á ser teni­
do por liberal si no quisiera acabar para siempre con el federalismo, y ser tenido en
este momento por conciliador de intereses al parecer opuestos. Se trata actual­
mente de uno de ¡os puntos más esenciales.7

6 Este sistema de suplencia ocasionó algunos inconvenientes, ya que los electores apenas eran
177. Este reducido número de electores, el método utilizado para su elección y los inconvenientes
que ocasionaba el decreto para la elección de españoles peninsulares en América provocará que
los diputados americanos, e incluso las propias Cortes en su conjunto, sean acusados de ser poco
representativos. Y no sólo entre los insurgentes americanos, sino también por ciertos diputados es­
pañoles. Como veremos más adelante, el Consulado de México, desde parámetros coloniales, en
la Representación que hizo a las Cortes el 17 de abril de 1811, manifestaba su inconformidad en
cuanto a la elección de estos diputados, a los que no reconocía su potestad. De la misma opinión,
si bien desde una perspectiva insurgente, era Fray Teresa Servando de Mier. C/ Mier, 1813.
7 Diario de sesiones de Cortes, 9 de enero de 1811, p. 329. En adelante nsc.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 83

Era el 9 de enero de 1811. Arguelles respondía, con contundencia, a la


primera propuesta sobre igualdad de representación proporcional y equitati­
va en las Cortes, que formaba parte del conjunto de once propuestas que los
diputados americanos presentaron a la Cámara el 16 de diciembre.8 Ninguno
de los representantes americanos había mencionado la palabra federaly mu­
cho menos, algún peninsular. ¿Qué pasaba? Es común para la historiografía
española que el tema del federalismo sea una problemática histórica plantea­
da a fines de los años cuarenta, y desarrollada entre los cincuenta y sesenta del
siglo xix español. Así lo trata la historiografía española, la tradicional, la libe­
ral y la coetánea,9 pero... estamos en ¡1811! Y la problemática federal, revela­
da sorprendentemente por el líder del liberalismo peninsular, no se refería a
una cuestión interna de la península, pues la suscitaba el problema que pre­
sentaba un incipiente nacionalismo americano en cuanto a la igualdad de re­
presentación. Nacionalismo americano que en Cádiz se presentaba como au­
tonomista y global. Los diputados americanos presentaron todo un pliego
que inclupia once reivindicaciones autonomistas, tanto económicas como po­
líticas.10
El debate comenzó el 9 de enero, demoró hasta el 7 de febrero y fue una
de las grandes cuestiones en los orígenes del liberalismo hispano.11 La prime­
ra proposición fue materia de un formidable debate: la representación propor­
cional al número de habitantes en las Cortes vigentes.111 Un decreto emitido
por éstas el 15 de octubre de 1810 estableció la igualdad de representación y
de derechos entre americanos y peninsulares; un mes después, los americanos
plantearon su cumplimiento dada la desproporción en el número de diputa­
dos españoles y americanos. Por ello, la problemática de la representatividad
jurídica y política se trasladó a una igualdad territorial y de población que era
la base en que se sustentaba la ley electoral.
Vecinos y territorio. Los americanos entendieron el anterior decreto desde
esta perspectiva autonomista; los peninsulares también, pero desde paráme­
tros centralistas. Esto permite entender las palabras de Argüelles. Los princi­
pios de igualdad de representación trascendían a los de integración territo­
rial. Y ésta, en los orígenes del estado liberal hispano, significó transformar el
Imperio en un estado con provincias autónomas... bajo parámetros monár-

B Chust, 1999.
9 Bias, 1997.
10 Proposiciones r/ue hacen al Congreso Nacional tos diputados de América y Asia, Imprenta de Fran­
cisco de Paula Peris, Madrid, 1811. Es de hacer notar que en la Colección del Diario de Sesiones de Cor­
tes, reimpreso en 1870, no se encuentren registradas tales proposiciones.
Es de observar que estas reclamaciones autonomistas coincidieran con el conocimiento en
Cádiz de la insurgencia de Miguel Hidalgo. Véase también las once proposiciones en Perez Guil-
hou, 1981.
11 Chust, 1999.
12 dsc, 9 de enero de 1811, p. 327.
84 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

quicos. Pero obsérvese cómo este hecho trascendental, revolucionario e iné­


dito en la historia contemporánea universal, tuvo también consecuencias sin
precedentes para América y para México, en particular. En primer lugar, Amé­
rica dejaba de formar parte —por derecho de conquista, como Patrimonio
Real, como inmenso realengo— de la Corona para integrarse dentro del Es­
tado nacional hispano. A partir de aquí, las consecuencias resultan numero­
sas. Una de ellas implicaba toda una reformulación político-administrativa de
la organización del nuevo Estado liberal que, además, devenía un Estado cons­
titucional.
Ahí empezaban los problemas para el liberalismo peninsular y para los au­
tonomistas novohispanos. Los primeros abordaban la que creían su cuestión
nacional, la peninsular, aunque la sancionada igualdad de derechos y de liber­
tades suponía una igualdad de representación que implicaba asimismo una
igualdad en todos los territorios americanos de índole político-administrativa.
Es decir, la formación de un Estado con parámetros transoceánicos. Los libe­
rales peninsulares se habían visto obligados admitir —por la táctica francesa de
las Cortes y de la Constitución de Bayona, y por las propuestas insurgentes—
un Estado nacional cuyas dimensiones territoriales no sólo no coincidían con
las peninsulares, sino que las desbordaban. Así se enfrentaron a una doble pro­
blemática: trasformar la diversidad feudal en la península en una unidad cen­
tralista nacional y al mismo tiempo hacer lo propio desde la diversidad colo­
nial. El problema fue cómo conjugar todos estos territorios con el poder, la
soberanía y la representación, todo ello justificando e inventando una nueva
soberanía, la nacional, desde una misma legitimidad: la Real. Es aquí donde
aparecen las grandes contradicciones de esta propuesta autonomista novohis­
pana. Problemática de soberanía y legitimidad. Y ambas estaban interrelacio­
nadas.
Un día después de instaladas las Cortes, el 25 de septiembre de 1810, los
diputados dejaban constancia al mundo de su soberana representación al de­
clararse representantes de la nación. Si la soberanía correspondía a la nación,
los territorios formaban parte de ella o, por el contrario, la explicaban. Es más,
en la nación, según las Cortes, recaía en “ausencia del soberano” la legitimidad
en cuanto a la unidad de territorios y ciudadanos. Yjunto a la problemática de
la soberanía, la de la representación. Aquí radica en buena parte la importan­
cia hispana de esta Constitución, omitida y olvidada por la mayor parte de la
historiografía española. Afortunadamente, no ocurrió lo mismo con la histo­
riografía mexicana, que recupera una parte de su historia para explicar su pri­
mer federalismo.
En doceañismo hispano se encuentran los orígenes del Estado nacional
mexicano, si bien después se reinterpretará o seguirá otros criterios. A causa de
estas medidas revolucionarias, el Monarca perdía América como parte del Pa­
trimonio Real, los virreyes su poder omnímodo y su jurisdicción territorial pa­
ra convertirse en un jefe político de la diputación como señaló, magistralmen-
FEDERALISMO AVANTLA I£TTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 85

te, Nettie Lee Benson. Es aquí donde la revolución hispana adquiere su total
dimensión transoceánica y, por tanto, una explicación más completa.
Fueron los diputados novohispanos quienes tomaron la iniciativa en el de­
bate sobre la cuestión nacional americana, al constituir la mejor representa­
ción del continente. Plantearon claramente la unión administrativa de Améri­
ca a la Monarquía española como provincias, lo cual equivalía a mantener
niveles de administración autónomos, en los aspectos políticos, administrativos
económicos —libertad de comercio, de cultivo, de industria, etc.—. Si bien la
propuesta tenía precedentes —los planes del conde de Aranda entre otros—,
en esta ocasión la diferencia era cualitativa. No era una reformulación del Es­
tado absolutista en política colonial lo que se dilucidaba ahora, sino la revolu­
ción liberal. Lo importante, insistimos, es que esta revolución nació con di­
mensiones, parámetros y problemática hispanos. Era la mayor parte del Estado
hispano lo que se pretendía reformar y, sobre todo, revolucionar. Otra cosa se­
rán su resultado, sus contradicciones, su desenlace. Por eso, al intervenir Gu­
ridi y Alcocer, un diputado por Tlaxcala, reclamaba molesto, de los peninsula­
res la asunción de esta integración:

Es pues preciso calmar con ella los ánimos y abstenernos de aquellas expresiones
que pueden zaherirlos y que leerán en nuestros Diarios. Tal es decir fue ignoran­
cia crasísima de lajunta central declarar á las Américas partes integrantes de la Mo­
narquía, no pudiendo ser la parte mayor que el todo. La providencia fue sapientí­
sima en lo político, y ningún error tiene en lo físico, pues no son partes de la
Península, sino de la Monarquía, que se compone de ésta y de aquélla.13

Resuba la pregunU: ¿Si América era una parte, España era otra, cómo se
organizaría el Esudo, quién tendría la soberanía, la represenUción? La legiti­
midad en general no se cuestionó, era la del Rey. Pero Fernando VII, Rey, hi­
jo, nieto de reyes absolutos, ¿acepuría esU igualdad que suponía la pérdida de
América como parte de su Patrimonio Real? Parecía difícil.14
18 de enero. El año, 1811. Se realizó la voución de esU primera propues-
u de los americanos. CincuenU y seis dipuudos vouron a favor, 64 en contra.
Más de 20 peninsulares eran partidarios de la proposición americana y prosi­
guió el debate. La cuestión nacional americana apenas había empezado. Los
novohispanos tuvieron una sensación de fracaso, los peninsulares de incerti­
dumbre. Agustín Argüelles se sinceraba en la Cámara:

La América, considerada hasta aquí como colonia de España, ha sido declarada su

13 Ibid., 25 de enero de 1811, p. 435.


14 Recordemos los importantes artículos lo., 2o. y 3o. de la Constitución. Importancia y sig­
nificación hispana que ignora gran parte de la historiografía española. Cf. Artoia, 1996, tomo iv,
voz Constitución de 1812, pp. 336-338.
86 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

parte integrante, sancionándose la igualdad de derechos entre todos los súbditos


de V.M. que habitan en ambos mundos. Esta mutación maravillosa no ha bastado
á calmar los ánimos é inquietudes de los señores americanos; V.M. ha sido excesi­
vamente liberal, con una especie de emancipación tan generosa que ninguna otra
Nación de Europa ofrece ejemplo semejante.15

1812: LLEGA LA CONSTITUCIÓN

El 25 de agosto de 1811 se iniciaban los debates constitucionales bajo la presi­


dencia de Juan José Guereña, diputado por Durango, Nueva España.
En su primer artículo,16 la Cámara hispana se prestaba a definir la nación
española, premisa fundamental de cualquier constitución liberal. Sin embar­
go, la presente conllevaba una singularidad propia. Lo que para los america­
nos suponía el Estado nacional, entiéndase en el lenguaje de la época nación,
se configuraba desde parámetros que no eran peninsulares ni americanos, si­
no ambos a la vez: hispanos. Es difícil escapar de la emocionada lectura de es­
te primer artículo doceañista: “La Nación española es la reunión de todos los
españoles de ambos hemisferios”.
¿Era esta redacción mera táctica política contra la insurgencia por parte
de los peninsulares? ¿Formaba parte de la tradición hispana de la Monarquía
englobar a todos sus territorios? Es más, lo era por ¿oportunismo político y bé­
lico a partir de la asunción de representantes americanos en la Carta de Bayo­
na? Lo cierto es que privaba reunión antes que soberanía.
El artículo suscitó un gran debate. Los “serviles” peninsulares se opusieron
desde su realismo absolutista. Les molestaba el tratamiento constitucional que
se otorgaba al Rey. Los americanos casi no intervinieron. Fue José Miguel Gu-
ridi y Alcocer quien osó subir a la tribuna. Sus palabras pusieron en un brete a
la fracción liberal, tanto peninsular como americana, dado que el artículo ha­
bía sido consensuado por ambas. Guridi no entró en aquel pacto ni en aque­
lla dinámica de alianzas de ambas fracciones del liberalismo peninsular y ame­
ricano. De momento se limitó a expresar su discrepancia, lo cual no era poco.
Con planteamientos filosóficos, manifestó su oposición al concepto reunión.
Guridi y Alcocer proponía “colección” de individuos en vez del concepto reu­
nión, con lo cual se inscribía en la propuesta de los teóricos del individualis­
mo. Pero también incluirá en sus planteamientos un pensamiento organicista
al intentar sistematizar y definir a los “cuerpos políticos”, basándose en las teo­
rías de Bodino y Althusius. Lo importante es que Guridi sí tuvo presente el te­
rritorio. La definición varió radicalmente. Y ésta fue su propuesta:

15 Ibid., 23 de enero de 1811, p. 422.


16 Artola, 1996.
FEDERALISMO AVANT LA IITTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 87

La colección de vecinos de la Península y demás territorios de la Monarquía uni­


dos en un Gobierno ó sujetos á una autoridad soberana.17

La redacción de Guridi era una discusión en el más alto nivel teórico... y


práctico. No era una definición de nación, como la presentada por la comisión de
Constitución. El diputado por Tlaxcala proponía una definición de Estado-nación:
colección de vecinos. Por tanto, libres para unirse en un Estado que también man­
tendría su vínculo de unión en “la autoridad soberana”. Obsérvese que Guridi no
definió a esta autoridad como la Monarquía. ¿Rehusaba otra forma de gobierno?
¿Se anticipaba a la otra forma de Estado que apoyará en la década de 1820?
Aunque no pertenecía a la comisión de Constitución, Guridi y Alcocer ha­
bía leído el proyecto, al menos las dos terceras partes que la comisión había en­
tregado. Se suponía, que los diputados también habían hecho lo mismo, pero
no era así.18 El novohispano se oponía a esta definición, entre otras razones,
porque con ella los peninsulares podían excluir del censo a las castas, ya que
su “origen africano” —como indicarán los artículos 22 y 29— les excluía de los
derechos políticos. Desde esta concepción metafísica sólo dependía situar his­
tóricamente cuándo se había fraguado la "reunión” ideal: ¿antes de su consti­
tución o después? Nos encontramos así con el problema federal. Nada de reu­
nión sino colección, propone Guridi, donde las voluntades propias y de
residencia —colección de vecinos— primarían sobre las del nacimiento. Así
los americanos podrían salvaguardar los derechos políticos de las castas, el ma­
yor porcentaje de la representación americana. Es más, el principio de sobera­
nía, en cuanto a poder, recaería en el Ejecutivo, que por omisión no era el Mo­
narca. En nada eran gratuitos sus argumentos, muy al contrario:

La unión del Estado consiste en el Gobierno ó en sujeción á una autoridad sobe­


rana, y no requiere otra unidad. Es compatible con la diversidad de religiones, co­
mo se ve en Alemania, Inglaterra, y otros países; con la de territorios, como en los
nuestros, separados por un inmenso Océano; con la de idiomas y colores, como
entre nosotros mismos, y aun con la de naciones distintas, como lo son los españo­
les, indios y negros. ¿Por qué, pues, no se ha de expresar en medio de tantas diver­
sidades en lo que consiste nuestra unión, que es en el Gobierno?19

Sin mencionarlo, pero sí definiéndolo, Guridi y Alcocer proponía la orga­


nización de un Estado federal para la Monarquía hispana. La “diversidad” de

17 Ibid., p. 1688.
18 Existen múltiples pruebas de que la mayor parte de los diputados no conocían el texto
constitucional no sólo porque la Comisión de Constitución avanzó solamente dos terceras partes
de la totalidad, sino porque muchos diputados sólo preparaban sus intervenciones a partir de los
artículos que se debatían. La excepción, clara, fueron Ramos Arizpe y Guridi y Alcocer. Ello que­
da demostrado en las discusión de los artículos 22 y 29.
19 Ibid., p. 1688.
88 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

naciones sólo tenía un nexo de “unión”: el Gobierno. A diferencia de otros di­


putados americanos, Guridi no proponía a la Monarquía como vínculo de le­
gitimación de las distintas partes que formaban el Esudo, era simplemente el
poder ejecutivo, que no necesariamente coincidía con el Monarca. ¿Dejaba el
camino expedito para formular otras formas de Esudo? Su propuesu, omiti­
da, apelaba a un estado republicano.
Pero observemos que la propuesu federal no era particularmente novo-
hispana, sino americana por extensión. La sugestiva y pionera propuesu de
Guridi, autonomisU y federalisu, se formulaba sin un claro nacionalismo no­
vohispano —léase mexicano— ...al menos de momento. Pero quizás era lo
lógico. Ante la vía revolucionaria autonomisU iniciada en las Cortes hispanas,
se enfrenuban dos nacionalismos: el americano y el español. Había america­
nos que primero se sentían españoles, que ahora empezaban a sentirse ame­
ricanos y que después reivindicarán una nacionalidad más concreu, singular
y excluyente: la de sus territorios originarios. Sólo hasu más Urde se cons­
truirá la nación mexicana. Recordemos los primeros textos de Hidalgo, de
Quinuna Roo, etc. ¿Quién construye la nación? ¿El Estado o las volunta­
des?20 Desde esU perspectiva de la soberanía y del Estado-nación, es conse­
cuente que a Guridi le incomodara el concepto “españoles”. En palabras del
propio Guridi y Alcocer:

Me desagrada también que entre en la definición la palabra española, siendo ella


misma apelativo del definido; pues no parece lo más claro y exacto explicar la Na­
ción española con los españoles, pudiéndose usar de otra voz que signifique lo mismo.

¿En qué nacionalidad esuba pensando y no se atrevió a formular? Tal vez


“la hispana”, capaz de enunciar una propuesu global. Lo cierto es que desde
el primer artículo, Guridi y Alcocer representó la voz americana discordante
en uno de los aspectos más trascendentes, como era la definición de la nación,
interpreuda como Esudo-nacional. En desacuerdo con el concepto nación, lo
esuba también con su nacionalidad. Y de la definición de nación pasó a otra de
las cuestiones trascendenules en esus Cortes, la de la soberanía. Se leyó en la
Cámara el artículo 3o. de la Constitución:

La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo le pertenece ex­


clusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales, y de adoptar la for­
ma de gobierno que más le convenga.21

El dipuudo por Tlaxcala intervino por segunda vez en soliurio. ¿A quién


representaba en esos insuntes? Los demás americanos no apoyaron sus valien-

20 Cf. Gellner, 1983. Hobsbawm, 1991. Recalde, 1982. Zippeuus, 1998.


21 dsc, 28 de agosto de 1811, p. 1707.
FEDERALISMO AVANT L\ l/TTEE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 89

tes planteamientos, como lo hemos estudiado en otros trabajos.22 El diputado


por Tlaxcala propuso una redacción alternativa más comprometida, esto es,
que la soberanía pasara a residir radicalmente en la nación. Esta propuesta de­
finía a Guridi y Alcocer como uno de los diputados más radicales y crítico con
las veleidades del Monarca para con el Estado liberal.
Cabe destacar dos aspectos. En su defensa del artículo, Guridi y Alcocer
utiliza razonamientos en que mezcla justificaciones teóricas de varios autores.
En su discurso vemos las señas de identidad de Rousseau, del escolasticismo de
Vitoria, de Suárez, etc. Al parecer, no era la justificación teórica lo que le im­
portaba, sino la reafirmación del principio de autoridad legitimado por el con­
junto de voluntades personales. ¿También en la suma de voluntades individua­
les, municipales, provinciales o estatales? Lo importante es destacar que en la
elaboración constitucional del Estado liberal hispano, además de las propues­
tas hegemónicas y que finalmente triunfarán, existió el germen de otras pro­
posiciones que se plantearon desde la minoría. Quizás, incluso, adelantándo­
se a su época.
El segundo aspecto se relaciona con esta idea. Guridi y Alcocer, tenaz, per­
sistente, reformulará estos mismos planteamientos en 1823. La coyuntura era
otra. Los seis años de absolutismo, de vuelta a la realidad colonial, supuso no
sólo el regreso de la política absolutista sino la certidumbre de que la propues­
ta autonomista gaditana no era viable desde un Estado monárquico que asu­
mía su condición metropolitana. Se iniciaban así vertientes diferentes e inde­
pendientes. En la discusión del Acta Constitucional de la República Federal,
Guridi y Alcocer y Ramos Arizpe van a cumplir un importante protagonismo
al incluir en su texto el concepto “radicalmente”. El 10 de diciembre de 1823
intervino en el Congreso mexicano:

El Sr. Guridi y Alcocer dijo: que desde que fue individuo de la comisión de consti­
tución en las cortes de España propuso se dijese que la soberanía reside radical­
mente en la nación, para esplicar no sólo que la soberanía es inagenable e impres­
criptible, sino el modo con que se halla en la nación, pues que esta conserva la raíz
de la soberanía, sin tener su ejercicio.23

Por ello, el artículo 3o. del Acta Constitucional de la República Mexicana


presenta una redacción que nos es familiar:

La soberanía reside radical y esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertene­


ce exclusivamente a ésta el derecho de adoptar y establecer por medio de sus re­
presentantes la forma de gobierno y demás leyes fundamentales que le parezcan

22 Cf. Chust, 1995, pp. 159-187.


23 La comisión adoptó el adverbio propuesto por Guridi y Alcocer. Acta Constitutiva de la Fe­
deración, 1824. p. 269.
90 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

más convenientes para su conservación y mayor prosperidad, modificándola o va­


riándola, según crea conveniente.

ESTADO, NACIÓN Y PROVINCIAS

Tras los debates sobre las cuestiones de soberanía y nacionalidad, la Cámara


pasó a debatir la nomenclatura en la que se iba a dividir el futuro Estado-na­
cional. A la problemática, ya aludida, de incluir en un Estado-nación a los te­
rritorios coloniales americanos, se unió la división de aquellos que iban a com­
poner el territorio peninsular. Se presentó así una nueva estructura: liberal,
unificada, homogénea. Aspecto trascendental e inherente a la formación de
cualquier Estado-nacional, y con él otra vez la problemática nacional hispana:
¿Qué territorios se consideraban en la categoría de provincias? ¿Cuáles eran
las razones explicadas? La redacción del artículo 10 señaló:

El territorio español comprende en la península, con sus terrenos é islas adyacentes,


Aragón, Astúrias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadu­
ra, Galicia, Granada, Jaén, León, Múrcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y
Valencia, las islas Baleares y las Canarias. En la América septentrional Nueva España,
con la Nueva Galicia, Goatemala, provincias internas del Oriente, provincias internas
del Occidente, isla de Cuba, con las dos Floridas, la parte española de la isla de San­
to Domingo, y la isla de Puerto Rico, con las demás adyacentes á estas y al continen­
te en uno y otro mar. En la América meridional la Nueva Granada, Venezuela, el Pe­
rú, Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico
y en el Atlántico. En Asia las islas Filipinas y las que dependen de su gobierno.24

El problema nacional en la Constitución volvió a plantearse. Esta vez des­


de una doble vertiente. Los diputados absolutistas, como Roa y Fabián, protes­
taron por la desaparición en el glosario de localismos relativos a territorios pri­
vilegiados como el señorío de Molina. Una vez más, americanos y peninsulares
liberales volvieron a aliarse frente a las pretensiones absolutistas. Curiosamen­
te, la justificación de los liberales peninsulares para rechazar este tipo de pro­
puestas se basó en la complejidad que presentaban los territorios americanos
para inscribirse dentro de esta nomenclatura y, consecuentemente, por las ul­
teriores reclamaciones que los representantes americanos podrían plantear
para incorporarlos a esta división, ya de por sí compleja.25 No obstante, en se­
gundo lugar, una vez declarada la igualdad de territorios y de derechos de sus
habitantes, los americanos se dispusieron a ejercerlos en la Cámara, en el mis­
mo debate constitucional, lo que alarmó a los peninsulares.

24 Ibid., p. 1742.
25 Ibid., p. 1743.
FEDERALISMO AVANTLA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 91

Nueva España quedó dividida en cuatro grandes territorios: Nueva Galicia,


Guatemala, las Provincias Internas del Oriente y del Occidente. ¿Era posible
gobernar un Estado con esta división administrativa? Parecía que no. La estra­
tegia liberal se había concretado. Una división territorial de esta envergadura
buscaba consenso, pero no lo encontró. Los liberales peninsulares pensaban
que así no cabrían reclamaciones que dieran lugar a propuestas federales. Ade­
más de optar por el centralismo y por grandes divisiones territoriales en Amé­
rica, en especial para que las reivindicaciones de la burguesía americana local
y provincial quedaran supeditadas a las instituciones de aquellos territorios y no
trascendieran a las Cortes nacionales. Las contradicciones y los antagonismos
entre las distintas aspiraciones económicas sociales y políticas de estas oligar­
quías mantendrían una lucha interna en las futuras diputaciones y municipios
americanos, pero no en unas Cortes que ostentaban el rango de ser nacionales
y que excluían cualquier otro tipo de representación, como la provincial. A par­
te de la problemática de la representación y soberanía —nacional, exclusiva­
mente— divisiones provinciales tan grandes reducían el número de diputacio­
nes provinciales y con ello el peligro no sólo de su federación sino también de
su separación. Así, el Estado ¿español? nacía constitucionalmente condiciona­
do por América.
La mayoría peninsular, que iba a mediatizar primero el artículo 10 y des­
pués el 11, enfrentó un problema de gran envergadura. Pidió la palabra José
González Lastiri, diputado por Mérida, quien se había distinguido por su silen­
cio. Lo rompió, sintomáticamente, a la hora de reivindicar la inclusión de Yu­
catán en la división provincial, una constante entre bastantes diputados. Inves­
tidos y legitimados por sus cabildos, audiencias o juntas, sus reclamaciones y
reivindicaciones, lejos de mantener una visión nacional, descendían al terreno
particular, al espacio provincial. ¿Dónde estaba la reiterada representación na­
cional? ¿Los diputados se sentían representantes de la nación o de sus provin­
cias? ¿Se sentían representantes de aquellos intereses políticos, económicos y
sociales por donde habían sido elegidos, llámense provincia, reino, capitanía
general, etc.? González Lastiri era un ejemplo del razonamiento anterior. Su
intervención era la primera en la Cámara y también sería la última. Hasta el
día de su salida de las Cortes —30 de marzo de 1812—, por enfermedad no
volvería a intervenir en otro tema. Las Cortes aprobaron su propuesta, lo que
crearía un precedente para nuevas reclamaciones territoriales. De esta forma,
el chileno Fernández de Leiva, miembro de la comisión de Constitución, pro­
puso la inclusión de las provincias de Cuzco y de Quito, hecho que condicio­
nó la votación de la Cámara, pues hasta el momento todas las adiciones que
presentaban los miembros liberales de la comisión se habían aprobado y no se
hizo una excepción en la de De Leiva.
Esta problemática y la discusión sobre las instituciones municipales y pro­
vinciales se reflejó en el artículo siguiente, el 11: “Se hará una división más con­
veniente del territorio español por una ley constitucional, luego que las cir-
92 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cunstancias políticas de la Nación lo permitan”. La comisión, la Cámara y los


diputados peninsulares liberales reconocían con este artículo la inconvenien­
cia política de tratar este peliagudo tema cuando la victoria en la Península era
más una quimera que una posibilidad, mientras la insurgencia en América se
extendía por la mayor parte de sus provincias. No obstante, había una más, la
incapacidad para organizar “las Españas” por provincias. Y sobre todo, queda­
ban pendientes su estructura gubernativa, los centros de poder municipal y el
papel de las diputaciones provinciales.
El tema se retomaría después de la aprobación de la Constitución. El 23 de
junio de 1813 se decretaba una Instrucción para el gobierno económico y político de
las provincias, que ampliaba en seis provincias más las propuestas en la Consti­
tución, tres por cada hemisferio americano: Cuzco, Charcas y Quito, por el me­
ridional, y San Luis Potosí, León de Nicaragua y Santiago de Cuba, en el Nor­
te. De esta forma, Nueva España ampliaba a cinco sus provincias en 1813 con
San Luis Potosí.

CLAVES PARA UN ESTADO NACIONAL HISPANO

La cuestión autonomista prosiguió en la discusión constitucional del Título VI


“Del gobierno interior de las provincias y de los pueblos”, cuyo capítulo I se re­
fería a los ayuntamientos. Del artículo 309 al 323, el texto constitucional sis­
tematizaba los derechos, las competencias y los límites del poder municipal.
Este aspecto se revelaba trascendental y revolucionario. Mientras que los libe­
rales querían abolir el poder jurisdiccional de la nobleza peninsular, los ame­
ricanos, en especial los novohispanos, pretendían asumir las competencias au­
tonomistas que el control del poder local les podía garantizar. Pero desde la
teoría de la representación y de la soberanía, la estrategia de algunos iba más
allá, dado que trascendía la soberanía a los representantes municipales y a los
diputados provinciales. Yjunto al municipio, en segundo lugar, será la dipu­
tación la institución de poder que utilizará el autonomismo americano para
asumir competencias autónomas. Los americanos plantearán esta institución
provincial como un órgano de poder político depositario de la soberanía, da­
do que sus diputados provinciales, argumentaban, lo eran mediante votacio­
nes populares.
Estas reivindicaciones chocaron frontalmente con una configuración del
Estado liberal monárquico. De esta forma habrá que explicar también las pro­
puestas centralistas de los liberales españoles, las cuales vendrán determinadas
no sólo por su necesidad de unificar la dispersión señorial del Antiguo Régi­
men, sino por los planteamientos autonomistas de los americanos. Iniciada la
discusión, se presentó la primera división, relativa a los artículos 309 y 326. La
supervisión deljefe político en el ámbito municipal y en el provincial de las
corporaciones locales y provinciales fue interpretada por los americanos como
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 93

un control centralizador. Representatividad local y provincial que pugnaba


junto a la soberanía de la nación. Perdida la batalla descentralizadora en el le­
gislativo, incluso en el Ejecutivo, se planteaba la autonomía en los ámbitos mu­
nicipal y provincial. Castillo definió claramente el problema: “Si las Cortes re­
presentan á la Nación, si los cabildos representan un pueblo determinado”,26
se preguntaba el diputado costarricense:

[...] con que si se teme que el Rey ó sus Ministros influyan en las Cortes, siendo
éste un cuerpo tan numeroso, y cuyos individuos debemos suponer que están do­
tados de grandes virtudes, ¡con cuánta más razón es de temer que los jefes de las
provincias, que representan parte del poder ejecutivo, hayan de influir poderosa­
mente en los ayuntamientos!27

La respuesta peninsular no se hizo esperar. El conde de Toreno presentó


la problemática federal con claridad. Sus propuestas centralistas se hicieron
más notorias debido a las reclamaciones americanas:

El señor preopinante ha fundado todo su discurso en un principio á mi parecer


equivocado, cuando ha manifestado que los ayuntamientos eran representantes de
aquellos pueblos por quienes eran nombrados. Este es un error: en la Nación no
hay más representación que la del Congreso nacional. Si fuera según se ha dicho,
tendríamos que los ayuntamientos, siendo una representación, y existiendo consi­
guientemente como cuerpos separados, formarían una nación federada, en vez de cons­
tituir una sola é indivisible nación.2^

Con firmeza, el conde de Toreno ni siquiera intentó ocultar la función su-


pervisora del Jefe político de los ayuntamientos, aunque la destacaba como ne­
cesaria contra el federalismo. Tampoco desaprovechó la ocasión para reiterar
las aspiraciones unificadoras nacionales de la revolución española que trascen­
día a la hispana:

[...] los ayuntamientos son esencialmente subalternos del Poder ejecutivo: de ma­
nera, que solo son un instrumento de éste [...] pero al mismo tiempo, para alejar
el que no se deslicen y propendan insensiblemente alfederalismo, como es su natural tenden­
cia, se hace necesario ponerles el freno del jefe político, que, nombrado inmediatamente
por el Rey, los tenga á raya y conserve la unidad de acción en las medidas del go­
bierno. Este es el remedio que la Constitución, pienso, intenta establecer para apartar elfe­
deralismo, puesto que no hemos tratado deformar sino una Nación sola y única.'29

26 dsc 10 de enero de 1812, p. 2590.


27 Idem.
28 Idem. Las cursivas son mías.
29 Ibid., p. 2591. Las cursivas son mías.
94 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Los poderes locales que conformaban el Estado hispano reclamaban una


organización federada, quizá la administración estatal más adecuada para ges­
tionar el inmenso Estado-nación que surgía desde las Cortes de Cádiz. Nueva­
mente, diputados novohispanos plantearon el problema. Queda una de las
grandes cuestiones: ¿Era posible una Monarquía hispana federal? Los liberales
españoles no eran gratuitamente centralistas, lo eran por la contradicción que
suponía incorporar las provincias de América al momento mismo de la crea­
ción del Estado nacional en igualdad de derechos y porque, además, el fede­
ralismo presuponía una forma republicana de Estado que profundizaba los as­
pectos democráticos de la revolución.
El artículo 31030 estableció que se formarían municipios por cada 1 000 al­
mas; este artículo provocaría la creación de una multitud de ayuntamientos en
la península, pero especialmente en América. Era trascendental no sólo para
la historia de la España contemporánea, sino también para la de América en
general y de México en particular. Pero observemos como, y a pesar de que pa­
se inadvertido para la historiografía española, el autor de este proyecto, asumi­
do por la comisión de Constitución, fue Miguel Ramos Arizpe.31 Con ello, por
su multiplicación y por la consiguiente atomización del poder, se pretendía
desplazar del control municipal a los peninsulares.
Mas no todo fueron conquistas, pues la normativa electoral dejó fuera de
los derechos políticos, al igual que en las Cortes nacionales, a las castas. Las re­
clamaciones de los americanos recordaron los artículos 22 y 29, y Ramos Arizpe
señaló la contradicción que suponía, desde el derecho civil, gravar a los mula­
tos con impuestos y dejarlos fuera del derecho de representación en sus muni­
cipios. A su vez, Mariano Mendiola recordó razones anteriormente aludidas pa­
ra incluir a las castas y los problemas que podía tener la Constitución para que
esta población la acatara si se le excluía de los derechos de representación:

[...] y yo no veo cómo podrá esperarse que se admita con más, ni menos que se
defienda con energía una Constitución que, respecto de semejantes artículos, es
odiosísima, envidiosa de la justa igualdad que deben conservar las leyes, para
que todos, á proporción de su capacidad y de su mérito, aspiren á mejorar su
suerte.32

Aunque hubo otras intervenciones en el mismo sentido, el artículo fue


aprobado con la redacción que había presentado la Comisión, sin que se ad­
mitieran nuevas adiciones.

3U Sesión del 11 de octubre de 1811 sobre la creación de ayuntamientos en las Provincias In­
ternas Orientales. En la discusión del proyecto constitucional, la comisión lo presentó con el nú­
mero 308.
31 dsc, 11 de octubre de 1811, p. 2048.
32 Ibid., p. 2596.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 95

Por último, hay que resaltar una propuesta, más que interesante, de Ra­
mos Arizpe: la venta de tierras baldías y realengos por parte de los munici­
pios.33 El objetivo de su enajenación era la conversión de estas tierras en pro­
piedad privada pero, como en otras ocasiones importantes, la comisión de
Constitución dictaminó con el silencio.
El 12 de enero de 1812 se comenzó a discutir otro aspecto trascendental.
Al igual que los municipios, los americanos pretendieron utilizar las diputa­
ciones provinciales para poner en marcha su autonomismo. Éstas se configu­
raban como auténticas plataformas representativas y soberanas, con compe­
tencias económicas, militares, sociales y educativas, capaces de desarrollar los
deseos y las aspiraciones del criollismo autonomista. El debate discurrió en
términos parecidos al de los artículos sobre los ayuntamientos. Ramos Arizpe
ya había presentado su “Memoria” sobre la organización de las Provincias
Orientales. Ésta serviría como base a la comisión de Constitución para redac­
tar los puntos básicos de los artículos sobre la diputación provincial. Mas la di­
ferencia entre la interpretación de los peninsulares y los americanos respec­
to a la diputación era cualitativa. Mientras Ramos Arizpe y muchos de sus
compañeros americanos la reivindicaban con competencias autonomistas, los
peninsulares la proyectaban como instrumento administrativo centralizador
para controlar las veleidades autonomistas e incluso federalizantes de los mu­
nicipios.
A nuestro modo de ver, la mayor parte de las interpretaciones de la histo­
riografía española sobre el carácter centralista de la Constitución doceañista
y del liberalismo peninsular no explican satisfactoriamente el problema. Y si
lo mencionan, lo hacen desde una inmanente tendencia del liberalismo espa­
ñol hacia el centralismo per se. El liberalismo peninsular fue marcadamente
centralista en los orígenes del Estado nacional debido a la oposición antagó­
nica contra la dispersión de la organización administrativa de la Monarquía
absoluta, pero también por. la presión del autonomismo federalizante de los
novohispanos en unas Cortes que no eran peninsulares ni americanas, sino
hispanas.
Resumiremos los aspectos más trascendentes del tema que hemos tratado
en otro estudio.34 Al igual que los municipios, para las diputaciones se preveía
tjue el Jefe político, un funcionario de designación Real, fuera su presidente.
Éste fue el primer punto de disputa entre americanos y españoles. Benson35 ya
argumentó que el nombramiento de un Jefe político al frente de cada diputa­
ción supuso que las competencias del virrey quedaran reducidas territorial­
mente a una provincia y constreñidas políticamente por la diputación. Ramos
Arizpe emprendió un encendido discurso contra la competencia de supervi-

ss Ibid., p. 2601.
34 Chust, 1995.
35 Benson, 1955, p. 20.
96 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sor del Jefe Superior y del intendente en la institución provincial pues consi­
deraba a la diputación como el poder legislativo y soberano legítimo capaz de
respetar los intereses provinciales frente a los nacionales. Así, el diputado por
Coahuila interpretaba esta figura real como un control por parte del gobier­
no central en cada una de las provincias del Estado y, aún más, como un con­
trol del propio Monarca. Por eso provocó soberanamente a los liberales penin­
sulares. Sus recelos hacia estos dos funcionarios, especialmente hacia el
primero, eran fundados y no ocultó su malestar:

Ahora bien: apliquemos estos tan liberales principios. ¿Podrá la prosperidad inte­
rior de las provincias dejar de depender del impulso del Gobierno, teniendo éste
en la Diputación dos agentes inmediatos de grande influjo con voz y voto? Seria de­
lito el pensarlo. ¿Dejará de tener ocasión el Gobierno por estos dos sus agentes de
subrogarse equivocadamente en lugar del interés personal? ¿Se hallará inmediato
interés que solo cabe en los vecinos de las provincias? Formándose esos cuerpos de
esos dos jefes con voto, ¿podrán llamarse formados por la elección libre de las pro­
vincias, ó que en el fondo se merecerán la confianza que los demás individuos, y
tendrán esos conocimientos locales que se proclaman como necesarios para la
prosperidad interior?36

Al estructurarse el virreinato de Nueva España en seis diputaciones —Mé­


xico, Durango, Guadalajara, Mérida, San Luis de Potosí y Monterrey—, el vi­
rrey vio atomizado su poder al quedar como Jefe Político de la diputación de
México. Benson estableció aquí los precedentes del federalismo en México. Es­
tos se prolongarán y crecerán durante la década de 1820 cuando, tras la nue­
va proclamación de la Constitución del Doce, no sólo se restablecerán las di­
putaciones sino que crecerán en número. En 1822, la cifra de diputaciones se
sitúa en 22 y aumenta a 23 al año siguiente.
Fueron los representantes por Nueva España los que plantearon, casi en
su totalidad, las reivindicaciones autonomistas de los americanos que concomi­
taban con el federalismo; en especial, el guatemalteco Larrazábal, el costarri­
cense Castillo, Ramos Arizpe, Mendiola y Guridi y Alcocer.
La problemática esgrimida por los novohispanos contra los peninsulares
era conocida. Su querella hacía referencia al número insuficiente de diputa­
ciones, la cifra, asimismo insuficiente, de diputados y, en especial, el carácter
cualitativo de su representación. En el primer aspecto sólo se tomaron en
cuenta 15 diputaciones para toda América, si bien en el decreto de 23 de ma­
yo de 1812, sobre el “Establecimiento de Diputaciones provinciales”, los ame­
ricanos consiguieron aumentar cinco: Cuzco en Perú, Quito en Nueva Grana­
da, Charcas en Buenos Aires, San Luis de Potosí en Nueva España, León de
Nicaragua en Guatemala, que incluía la provincia de Costa Rica, y Santiago de

dsc, 12 de enero de 1812, p. 2608.


FEDERALISMO AVANTLA LETTRE EN LASCORTES HISPANAS, 1810-1821 97

Cuba. Con todo, era ostensible la diferencia respecto a la península, que con­
taba con 31.87
Pero la problemática no era sólo cuantitativa sino también cualitativa. Gu­
ridi y Alcocer insistía, como ya lo había hecho en la cuestión municipal, en el
carácter soberano que la elección popular confería a los diputados provinciales:

Yo tengo á los diputados provinciales como representantes del pueblo de su pro­


vincia, cuando hasta los regidores de los ayuntamientos se han visto como tales aun
antes de ahora. Unos hombres que ha de elegir el pueblo, y cuyas facultades les
han de venir del pueblo ó de las Cortes, que son la representación nacional, y no
del Poder ejecutivo, son representantes del pueblo.57
58

En esta ocasión no estuvo solo. Leiva, que pasaba por defensor del centra­
lismo y que manifestaba su oposición al “provincialismo”, confiaba en que las
diputaciones fueran las instituciones capaces de profundizar en el autonomis-
mo americano, sin necesidad de llegar a un federalismo.
La cuestión federal estaba planteada, una vez más, por los novohispanos.
Las reacciones de los liberales españoles bordearon en la violencia verbal. Así
volvió a surgir la imbricación que antes veíamos entre planteamientos federa­
les y sentimientos antimonárquicos. La respuesta a las objeciones de los repre­
sentantes americanos la hicieron los líderes del liberalismo español. El conde
de Toreno no ocultaba sus temores a que una descentralización, con base en
las diputaciones provinciales, condujera inevitablemente al federalismo prime­
ro, y luego a la independencia:

Prescindo de si para una Monarquía tan extensa es el más adecuado; [el sistema
constitucional que se esta aprobando] ésta no es la cuestión, ni mi objeto el tratar
de ella. La comisión no ha intentado formar un federalismo, y siguiendo este rum­
bo, en caso de dar facultades a las Cortes ordinarias, no deberían ser para aumen­
tar su número, según quieren algunos señores, sino solamente para disminuirlo si
lo tuvieren por conveniente. Esto prescriben los principios, de los cuales es conve­
niente no nos apartemos.59

Los americanos se vieron en la obligación de contestar estas graves acusa­


ciones de aspiraciones federales. Leiva, Mendiola y el propio Guridi y Alcocer
se esforzaron en la tribuna por intentar separar sus propuestas con la consecu­

57 Las provincias establecidas en la península tras el decreto de 23 de mayo de 1812 sobre di­
putaciones eran las siguientes: Aragón, Asturias, Avila, Burgos, Cataluña, Córdoba, Cuenca, Extre­
madura, Galicia, Granada, Guadalajara con Molina, Jaén, León, Madrid, La Mancha, Murcia, Na­
varra, Palencia, las tres provincias vascas, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Valencia,
Valladolid, Zamora, las islas Baleares y las islas Canarias.
58 dsc, 13 de enero de 1812, p. 2618.
59 Ibid., 12 de enero de 1812, p. 2608. Las cursivas son nuestras.
98 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ción de un Estado federal. Mendiola intentó, asimismo, desvanecer los fantas­


mas federales:

Ni se diga que el federalismo posible de estas Diputaciones será funesto á la ma­


dre Patria. No hay federalismo sino entre potencias iguales ó de un mismo orden,
[...] Estas Diputaciones están subordinadas al Gobierno como los consulados, co­
mo las cofradías, como la misma Audiencia respecto de cada uno de sus individuos
y como lo han estado siempre los ayuntamientos; que todos, todos han estado y es­
tán tan remotos de estas temidas federaciones, como subordinados siempre é in­
tervenidos constantemente por la superior representación del Gobierno. En estas
juntas de la Península habría, es verdad, la federación que arguye el Sr. Arguelles,
porque conforme á nuestra respuesta eran iguales en poder y aspiraban sin subal­
ternación á representar á la Magestad ausente; y como todos caminaban á un fin,
fue consiguiente, necesario é inevitable la provechosa federación que por tan di­
versos principios no es de imputar á las Diputaciones.

Guridi y Alcocer, máximo defensor de la potestad representativa de los di­


putados provinciales, premisa principal por la cual los liberales españoles acu­
saban de federales las propuestas americanas —aunque ciertamente lo eran—,
intentaba también desmarcarse de semejante acusación:

Lo que me llama la atención es el que se vea como provincialismo y federalismo.


No es ni uno ni otro. Provincialismo es la adhesión á una provincia con perjuicio
del bien general de la Nación; pero cuando este no se pierde de vista y se le da la
preferencia debida, el afecto á la propia provincia y el promover sus intereses, le­
jos de ser provincialismo, es una obligación que dicta la naturaleza y que exigen la
hombría de bien, el honor y la conciencia misma. Procurar, pues, que la Diputa­
ción provincial desempeñe lo mejor que sea posible la confianza que de ella se ha­
ce, como yo creo que sucederá en el plan que promuevo, no es fomentar el provin­
cialismo; porque el mismo conato de cada Diputación por el bien peculiar de su
respectiva provincia, cede en el general de la Nación que resulta del agregado de
todas ellas.
La tendencia que se supone en semejantes corporaciones al federalismo, de
nada debe retraernos. Si no se teme en el número de siete, de que habla el artícu­
lo, tampoco debe temerse por cuatro ó cinco individuos que se añadan: y tanto no
debe temerse, que el mismo artículo deja el campo abierto á las Cortes futuras pa­
ra la adición que les parezca, y no se les había de dejar si se temiese aquella tenden­
cia. Carece, pues, de peso este argumento, mayormente cuando las facultades de
una Diputación provincial son limitadas y puramente económicas. Yo querría que
ni se hubiese insinuado, porque sobre no concluir, se presenta á la malicia para
aplicarlo contra cualquiera otra corporación.40

40 Ibid., p. 2618.
FEDERALISMO AVANT LA IETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 99

Ramos Arizpe se opuso al artículo desde otra perspectiva, puesto que la co­
misión del proyecto lo había redactado de tal forma que dejaba a un contingen­
te de ciudadanos fuera de la posibilidad de ser diputados provinciales al exigir
que sus rentas provinieran de “bienes raíces”, de la industria o del comercio. Es­
tos ciudadanos eran los intelectuales orgánicos de la burguesía, encuadrados
sociológicamente dentro de las denominadas profesiones liberales. Ramos Ariz­
pe pedía la eliminación de esa exigencia, ya que era una de las vías de acceso
político de abogados, médicos, letrados, profesores, etcétera.
El número de sesiones que celebrarían las diputaciones provinciales tam­
bién fue motivo de discusión pues quedaron establecidas en noventa al año co­
mo máximo. Ramos Arizpe lo cuestionó y puso en duda la viabilidad de todo
el proyecto de diputaciones si no se reformaba, ya que la consideraba una tra­
ba de la comisión encaminada a impedir un desarrollo completo de la institu­
ción provincial.41 El diputado por Coahuila presentó sus propuestas por escri­
to; en ellas reclamaba que las sesiones se prolongaran al menos durante seis
meses, y en ello fue apoyado por Castillo, un aliado secular. No obstante, no
prosperó su propuesta.
Tras intensos y prolongados debates, la Constitución se sancionó en la pe­
nínsula el 19 de marzo de 1812 y se juró en Nueva España el 30 de septiembre
del mismo año. Las celebraciones duraron más de una semana. Sin embargo,
el virrey Venegas bloqueó su aplicación en suelo novohispano, pues reducía su
poder a Jefe político de la provincia de México, con lo que su campo de acción
político-militar quedaba muy constreñido. Venegas suspendió la libertad de
prensa y anuló las elecciones municipales de noviembre de 1812, aduciendo
irregularidades cometidas. Además, encarceló a presuntos colaboradores de la
insurgencia, como el oidor Jacobo de Villaurrutia y el escritor y periodista Jo­
sé Joaquín Fernández de Lizardi. Temeroso, Carlos María Bustamante, se refu­
gió en las filas de la insurgencia. Ello no impidió que en las restantes provin­
cias novohispanas se realizaran las elecciones. Venegas fue sustituido el 4 de
marzo de 1813 por el general Calleja, quien remprendió el proceso electoral
donde había quedado suspendido.

NUEVAS ELECCIONES, NUEVOS DIPUTADOS

La segunda legislatura se vio condicionada por la frustración ante las medidas


reformistas que intentaron aprobar los novohispanos y por la propuesta insur­

41 Ramos Arizpe explicó así su oposición a la Cámara: “El plan es bueno y sabio; pero estas
trabas y limitaciones que se ponen á la Diputación de que no tenga más que 90 sesiones, echa por
tierra el proyecto. Las gentes sensatas dirán que no hay talento en las Cortes para calcular y pro­
curar el bien de la Nación en grande".
Ibid., 14 de enero de 1812, p. 2623.
100 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

gente de Morelos. Finalmente, el decreto de 4 de mayo de 1814 para disolver


las Cortes acabó por frustrar la esperanza autonomista novohispana. La mayor
parte de los liberales novohispanos no regresaría a la península y dio por des­
cartada una opción autonomista en la segunda situación revolucionaria de
1820. No obstante, todos sacaron, en mayor o menor medida una fructífera ex­
periencia parlamentaria, que aplicarían en el México de la década de 1820 e,
incluso, de 1830.

UN REY ABSOLUTO, UN ESTADO ABSOLUTISTA

Tras el tratado de Valenfay, Napoleón reconoció, el 11 de diciembre de 1813,


a Fernando VII como Rey. A partir de esa fecha el monarca sólo pensó en de­
rrocar el régimen constitucional, tanto por la vía política como por la militar,
lo que lograría el 4 de mayo de 1814 con el triunfo de un golpe militar en Va­
lencia.
El Rey derogó el régimen constitucional y restauró el absolutismo con el
sistema de los consejos, las capitanías generales —que sustituyeron a los jefes
políticos en las provincias—, las audiencias y la chancillería. Los intendentes
volvieron a encargarse de la administración hacendística y los subdelegados de
las rentas, mientras que en la administración local los alcaldes constituciona­
les fueron obligados a dimitir y sustituidos por corregidores y alcaldes mayores,
quienes recuperaron sus atribuciones anteriores a 1808.
El triunfo del absolutismo truncó las pretensiones autonomistas america­
nas. La represión fue efectiva tanto en la península como en Nueva España.
Brillantes políticos e intelectuales fueron desterrados a Mahón, como el caso
de Gutiérrez de Terán; otros fueron confinados, como Maniau, aunque salió
en 1815, y otros, como Ramos Arizpe, fueron encarcelados durante los seis
años de absolutismo. El diputado por Coahuila fue sometido a un riguroso jui­
cio en la cárcel de la Inquisición, acusado de traición al Rey. Después de más
de un año de prisión en Madrid, se le trasladó al monasterio de Porta-Coeli, en
Bétera, a 20 kilómetros de Valencia, donde lo pusieron en libertad los revolu­
cionarios valencianos en 1820, tras la proclamación de la Constitución.
La vivencia de estos hombres, su experiencia en la cárcel, la represión y
el desmoronamiento de la construcción autonomista americana que se esta­
ba edificando en Cádiz influyó sobremanera en los diputados —presentes o
no en Cádiz—, de las legislaturas del Trienio Liberal. Estos aspectos, sumados
a los acontecimientos americanos en que la insurgencia no sólo asentaba sus
Estados independientes, sino que ganaba terreno, tanto político como espa­
cial, son casi decisivos para explicar su actuación durante el Trienio Constitu­
cional.
El Estado absoluto enfrentó el persistente problema de la crisis de la Ha­
cienda Real, casi en bancarrota, con créditos bloqueados y con el problema
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 101

americano agravado por las guerras de independencia, que acrecentaba el pre­


supuesto militar y bloqueaba los ingresos.
El contexto europeo favoreció el absolutismo fernandino dado que los tra­
tados de París y Viena de 1814 y 1815 fraguaron la alianza de las monarquías
moderadas y absolutistas de Gran Bretaña, Prusia, Austria y Rusia. En este con­
texto, la Monarquía española, preocupada por controlar los pronunciamien­
tos liberales en el interior y, sobre todo, por recuperar los territorios america­
nos que se habían independizado, ingresó en 1817 en la Santa Alianza,
organización creada para intervenir militarmente contra cualquier régimen li­
beral, incluidos los americanos.

LA LLEGADA DEL CONSTITUCIONALISMO

El pronunciamiento liberal del teniente coronel Rafael del Riego, en Cabezas


de San Juan, el 1 de enero de 1820, culminó en marzo con la proclamación de
la Constitución de 1812 por numerosas ciudades peninsulares, lo que obligó a
Fernando VII a jurarla por vez primera. Se reiniciaba un periodo de libertades
políticas con la abolición de la Inquisición, la libertad de los presos políticos,
la libertad de imprenta, la vuelta de los exilados, la reposición de los ayunta­
mientos constitucionales, de las diputaciones, etc., y la creación de una Junta
provisional consultiva, que el 22 de marzo de 1820 convocó a elecciones a Cor­
tes. Instalado por la propia Junta, el Rey nombró a un nuevo gabinete ministe­
rial con Antonio Porcel como secretario de ultramar.
Las nuevas Cortes, inauguradas el 9 de julio de 1820, se prolongaron has­
ta el 9 de noviembre de ese mismo año. La imprevista convocatoria provocó
que Nueva España tuviera sólo siete representantes: José Miguel Ramos Arizpe,
Francisco Fagoaga.José María Montoya.José María Couto, José Mariano Mi-
chelena, Juan de Dios Cañedo y Manuel Cortázar. Los 30 diputados america­
nos en esta primera legislatura ostentaban la condición de suplentes, ya que
los diputados electos en las provincias americanas no habían tenido tiempo de
llegar a la península tras su elección.
En 1821 comenzaron a llegar 52 diputados americanos que, junto a los su­
plentes, completarían una representación americana de 77, ya que los penin­
sulares no admitieron la integración de todos los diputados suplentes, lo cual
provocó un intenso enfrentamiento entre peninsulares y americanos.
Por lo que respecta a Nueva España, entre propietarios y suplentes alcan­
zaron un total de 47. La representación por provincias fue la siguiente: Guana­
juato, Lucas Alamán y Ventura Obregón; Zacatecas, el Conde de Alcaraz; Gua­
dalajara, Bernardino Amati, Francisco Arroyo, José Jiménez de Castro, José
Miguel Ramírez y Tomás de Vargas; Veracruz, Pedro La Llave y Joaquín Ma­
mau; San Luis de Potosí, Matías Martín Aguirre; Estado de México, Marqués
del Apartado, José Joaquín Ayestarán.Juan de Dios Cañedo, Manuel Cortázar,
102 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

José María Couto, José Antonio Cristo, Francisco Fagoaga, Manuel Gómez Pe­
draza, José Francisco Guerra, José María Gutiérrez de Terán, José María Her­
nández Rico, Francisco Molinos del Campo, Tomás Murphi, Andrés del Río,
Andrés Sabariegos y Eusebio Sánchez Reras; Valladolid de Michoacán, Antonio
María Fraga, Juan Nepomuceno Gómez Navarrete, José Mariano Michelena y
Antonio María Uraga; Nuevo Reino de León, Juan Bautista Valdés; Yucatán,
García Moreno, Manuel García Sosa, Juan López Constante y Lorenzo Zavala;
Chiapas, Fernando Antonio Dávila; Sonoray Sinaloa, Francisco Delgado y José
María Quirós y Millán; Oaxaca, Patricio López y José María Murguía; Puebla,
Ignacio Mora, José María Puchet y Félix Quío y Tehuanhuey; Tlaxcala, José Ma­
riano Moreno; Nueva España, José María Montoyayjosé Miguel Ramos Arizpe.
Por lo que respecta a la problemática americana, las Cortes de 1820 comen­
zaron con una propuesta similar a las de 1810. Los cubanos Benítez y Zayas
plantearon el 15 de julio de 1820 la desigual representación entre peninsulares
y americanos, ya que éstos sólo tenían 30 escaños, un tercio de la representación
que les correspondería. Pedían que se admitieran como diputados a aquellos
que lo habían sido en la legislatura de 1814 y que estuvieran en la península,
que no se sancionaran los decretos relativos a América mientras no estuvieran
al menos dos terceras partes de los diputados americanos y que se elaborara una
ley para proceder al nombramiento de suplentes. Otra vez se abordaba el tema
de la representación nacional. El escrito era categórico pues en su preámbulo
afirmaba que “las Cortes generales y ordinarias de la Nación no pueden decir­
se legalmente constituidas faltando la representación de la América, que es par­
te integrante y la mayor de la misma Nación”.42 La lectura de las propuestas
enervó los ánimos de los liberales peninsulares. Como en 1810 y 1811, los ame­
ricanos pedían una igualdad de representación nacional, volviendo a la cues­
tión nacional americana en las Cortes. Un mes después se oyeron en la Cámara
los mismos argumentos, de los liberales peninsulares, de la década anterior. In­
tervino Miguel Cortés, diputado por Aragón:

Dice la proposición que las provincias de América no tienen la suficiente represen­


tación en el Congreso con el número de 30 suplentes; y digo yo: pues qué, ¿las
Américas están representadas solamente por los 30 suplentes de Ultramar? ¿No es­
tán representadas también por todos los demás Diputados que estamos en el Con­
greso? ¿No somos todos representantes de la Nación española? Yla Nación españo­
la, ¿no es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios?43

Otra vez la misma problemática de la representación. ¿Por qué tanta opo­


sición y tanta virulencia verbal? Los liberales peninsulares seguían abogando
por una sola soberanía, la de los representantes de la nación, sin resquicio pa-

42 dsc, 15 de julio de 1820, p. 194.


43 Ibid., 15 de agosto de 1820, p. 526.
FEDERALISMO AVANT Iá IKITRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 103

ra otras soberanías.44 ¿Quiénes eran los representantes de la nación? ¿En cuán­


tas soberanías se dividía? Benítez retiró la segunda propuesta ante el aluvión
de críticas, mientras que la primera y la tercera no fueron aprobadas para su
discusión.
Pero América, México, requería medidas urgentes si la Cámara quería evi­
tar su independencia definitiva. La comisión de ultramar propuso una amnis­
tía a los encausados en procesos independentistas, al igual que las Cortes de
Cádiz tras el decreto de 15 de octubre de 1810.
Ramos Arizpe intervino. El contenido del decreto era muy similar al de
1810, aunque las circunstancias, tras diez años, habían variado. Ramos Arizpe
marcó una línea política que nunca abandonaría en sus días como diputado:
la crítica sistemática al bloqueo incesante de las autoridades peninsulares, an­
teriormente coloniales, a los ahora decretos liberales de las Cortes. Ramos
Arizpe:

La situación política de Méjico reclama la atención del Congreso, [...] Los esfuer­
zos de los pueblos de América son iguales á los de la Península por su adhesión á la
Constitución; pero no sé si los esfuerzos de las autoridades entorpecerán los de los
pueblos hasta el punto de excitar una revolución donde no la hay ni la quieren.45

Dos reflexiones. Ramos Arizpe, con toda la razón, no confiaba en las actua­
les autoridades peninsulares, todas ellas nombradas por un monarca que le ha­
bía encarcelado durante seis años, había derogado su obra constitucional y ha­
bía devuelto a Nueva España a su condición colonial. Esto no invalidaba, como
veremos, la confianza en la legislación y la Constitución redactada desde 1810.
Al contrario, era la que él y sus compañeros de diputación liberal, peninsula­
res y americanos, habían logrado construir. Sin embargo, en estas primeras se­
manas de legislatura, ¿estaría pensando ya en una propuesta autonomista más
allá de la planteada en 1810-1814? Durante los seis años de cárcel había teni­
do tiempo para pensarlo.
Como segundo punto, hay que hacer hincapié en la nomenclatura em­
pleada por este diputado. Para el Ramos Arizpe de 1820, Nueva España había
pasado a ser “Méjico”. Conociéndolo, no podía ser un desliz lingüístico; al con­
trario, era una precisión conceptual. Se estaba fraguando un autonomismo di­
ferente y un nacionalismo particular que ya no era el americano, que se singu­
larizaba, cada vez más, con el mexicano. El término Nueva España hacía
referencia a tiempos coloniales, absolutistas y antiliberales. México reclamaba

44 Al respecto, Giraldo manifestaba que “siendo los individuos de que se compone el Con­
greso todos Diputados de la Nación española indistintamente, y no de las respectivas provincias,
poco importaba que el Sr. Robira asistiese ya como Diputado de Valencia, ya como Diputado de
Cádiz, pues el hacer semejantes distinciones inducía en cierto modo al federalismo”, dsc, 5 de ju­
lio de 1820, p. 9.
45 Ibid., 8 de septiembre de 1820, p. 893.
104 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

su lugar en la historia liberal, autónoma e independiente desde la tradición


doceañista. Nada que ver, o poco, con el planteamiento independentista de
Hidalgo y Morelos.
Y tras las cuestiones generales americanas, las particulares mexicanas. Mi-
chelena y Ramos Arizpe propusieron el 13 de octubre de 1820 la creación de
una diputación provincial en Arizpe, capital de las intendencias de Sonora y Si­
naloa, con lo que quedaron integradas la Baja y la Alta California a los territo­
rios de esta gran provincia. También se instituyó una Segunda diputación en
Valladolid de Michoacán, que estaría integrada por los territorios de las inten­
dencias de Michoacán y Guanajuato. Se decidió, por último, que a la diputa­
ción de San Luis se le agregara la intendencia de Zacatecas y que se establecie­
ran dos casas de moneda, una en Guadalajara y otra en Zacatecas.
Previamente a la discusión, la diputación americana consiguió que se pa­
sara un expediente a las comisiones de ultramar y de Hacienda, remitido por
el secretario de Despacho y con el visto bueno del Gobierno, el Consejo de Es­
tado y las Contadurías Generales de Indias, reclamando que en “los países de
ultramar” se separaran las intendencias de los mandos militares”.46 Era la pri­
mera medida de una compleja, pero hábil estrategia de los americanos, co­
mandada por la diputación mexicana. Con ello se deslindaba de las intenden­
cias, la administración político-económica de la militar. Las reminiscencias de
la administración absolutista y colonial tenían que desmontarse, al tiempo que
se ponían las bases para el nuevo Estado nacional. Restaba saber si sería el me­
xicano o el hispano y si se configuraría desde el federalismo de las provincias
o desde el centralismo estatal.
El 19 de octubre se aprobó la propuesta. Ramos Arizpe aprovechó y com­
pletó su estrategia. Propuso que, tal y como había ocurrido en la secretaría de
Hacienda al subdividir los asuntos de ultramar, que se hiciera lo mismo con las
secretarías de Guerra, Marina y Gracia y Justicia. Aunque se logró la separa­
ción de los diferentes sectores del legislativo con respecto a la península y
América, restaba separar también al Ejecutivo. Ramos Arizpe lo justificaba así:

Esta medida, á mi juicio, que halla un apoyo en el modelo que le ofrece el depar­
tamento de Hacienda, mejora y facilita en extremo la dirección y el pronto y buen
despacho de los negocios de Ultramar, evitando su complicación con los de la Pe­
nínsula, y además los retrasos perjudiciales que nacen de no estar presentes ó in­
mediatos los interesados de aquellas remotas provincias y estarlos los de estas.47

La comisión de ultramar aprobó sin reparos la creación de la diputación


en Valladolid, la integración de la intendencia de Zacatecas en la diputación
de San Luis y la fundación de casas de monedas en Zacatecas y Guadalajara.

46 Ibid., 5 de octubre de 1820, p. 1415.


47 Ibid., 19 de octubre de 1820, p. 1767.
FEDERALISMO AVANT LA LE7TKE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 105

No obstante, la comisión pidió aclaraciones sobre la creación de la Diputación


de Arizpe y la integración de las dos Californias a ella. Ramos Arizpe ilustró a
la Cámara sobre estos territorios e hizo un retrato, a veces un tanto bucólico,
de Sinaloa, que —decía— “se puede llamar el Chile de la América española
del Norte, y compararse á las tierras que los israelitas, cuando venían de Egip­
to, dijeron que fluían miel y leche en la Palestina”.48 Pero respecto a las Cali­
fornias, cambió su estrategia para convencer a la Cámara, pues eran razones
“de Estado” las que lo llevaban a proponer semejante propuesta:

El Gobierno sabe, desde hace tiempo, que los rusos han fijado un establecimiento
marítimo, fortificado quizá con 100 cañones, en el puerto de Bodega, á 25 leguas
de distancia de San Francisco, última población de la Alta California. Este suceso
debe llamar demasiado la atención de las Cortes, si es que quieren conservar aque­
llos países unidos á España.49 50

No estuvo sólo Ramos Arizpe. El liberal valenciano José Rovira lo apoyó


haciendo hincapié en la posible amenaza de otro Estado:

En lo antiguo solo podíamos temer los débiles ataques de algunas tribus de indios
vecinos; pero en el día, en que naciones civilizadas, emprendedoras y fuertes, y que
además están en su juventud, las rodean, debe mirarse esto con más considera-
• * 50
cion.

Recibió, incluso, el apoyo del secretario de Despacho de la Gobernación


de ultramar:

Por lo mismo debe llamarse mucho la atención de las Cortes el fomentar la pobla­
ción cuanto sea posible hacia la línea de demarcación de los Estados-Unidos, por­
que ella debe ser el antemural de Méjico.51

Pero el secretario de Hacienda hizo una petición. Arizpe debería tener, pa­
ra ser capital de la diputación, un jefe político y un intendente “para que ten­
ga [la diputación] todos sus elementos”. Recordemos que la capital de estos te­
rritorios era Chihuahua, donde residía el mando político, económico y
también... militar. Hábil, muy hábil, Ramos Arizpe. “El pleito está ganado por
mi parte”, dijo éste, e inició su discurso. De prepotente podríamos considerar­
lo. De ninguna manera, hacía tres días que se había aprobado la propuesta de
separación del mando militar de las intendencias que lo tenían vinculado, por

48 ibid., 2 de noviembre de 1820, p. 2038.


49 Idem.
50 Idem.
51 nsc; Ibid., p. 2039.
106 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

razones de seguridad, a la administración político-económica. Era el caso de


Arizpe. Para su propósito autonomista, Ramos Arizpe había conseguido sol­
ventar los problemas que provocaba que la jurisdicción militar estuviera unida
a las intendencias. Las propuestas fueron aprobadas, con lo que se obtuvieron
dos diputaciones más en México.
El mismo día, sin descanso, Ramos Arizpe, Michelena, Couto, Cortázar y
Fagoaga lanzaron a la Cámara 14 propuestas que complementaban toda la es­
trategia pergeñada sobre las competencias de las diputaciones. Esta vez le co­
rrespondía el turno a las funciones económicas. Los diputados plantearon
crear en México el cargo de superintendente general responsable de todos los
intendentes y directores de rentas de la América septentrional y con compe­
tencia para recaudar, administrar e invertir las rentas; una reforma de la con­
taduría general; proveer un intendente, un contador y un tesorero en cada
provincia con la finalidad de recaudar las contribuciones y rentas, excluido el
crédito público, que las mandará a la Contaduría General de México que, a su
vez, tendría que trasladarlas a la de la nación. Además, proponían una organi­
zación del presupuesto, pormenorizado, de gastos: la tercera parte de la dota­
ción de la Casa Real, de la secretaría de la Gobernación de ultramar y de las de­
más secretarías, así como del sueldo de los consejeros de Estado. La lista era
extensa y proseguía: las dietas y viajes de los diputados, los haberes de las tro­
pas y los gastos de los presidios, de los apostaderos, escuelas náuticas y arsena­
les, los gastos de justicia, incluidos los de losjefes políticos, sus secretarías y las
diputaciones provinciales, los sueldos de los empleados en rentas, los gastos de
universidades y escuelas de primeras letras, los gastos de “población y protec­
ción de agricultura é industria” y los montepíos, garantizando la competencia
exclusiva de las Cortes para incrementar estas partidas. La forma de sufragar­
lo sería una contribución directa entre todas las provincias proporcional a su
riqueza. Para ello se formaría una junta repartidora compuesta por un diputa­
do de cada provincia —obsérvese la composición propia de un federalismo—.
Una vez adjudicado el reparto, correspondería a las diputaciones provinciales
establecer su recaudación en las cajas de provincia. Por último, el proyecto se­
ñalaba las rentas que pertenecían al Estado: la parte de las rentas decimales
que señalaran las Cortes, las rentas de correos, las de aduanas de puertos y
fronteras, las casas de moneda y apartado, y la contribución directa.
Deslindado el poder militar del político-económico y propuesta la crea­
ción de dos nuevas diputaciones, los mexicanos presentaban todo un gran pro­
yecto para administrar la hacienda de México desde las competencias provin­
ciales. Era otro paso más de un autonomismo diferente al gaditano, sobre
bases pragmáticas y objetivas. El paso era importante, la estrategia de los me­
xicanos se adivinaba. En su aspecto económico, intentaba tranquilizar con sus
medidas varios estamentos del Estado. En especial al Rey, por lo que respecta
a la recaudación y el pago —la tercera parte proponían— de la dotación de la
casa real. Pero no acabó ahí la estrategia autonomista mexicana. Una pieza cía-
FEDERALISMO AVANTU LÍTTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 107

ve era sustituir al virrey Apodaca por un hombre que participara de los planes
autonomistas. Este no fue otro que Juan O’Donojú. Su nombramiento en fe­
brero de 1821 fue otra de las piezas clave de la estrategia como encargado de
llevar a la practica todas las reformas que se estaban aprobando. Ramos Ariz­
pe y los demás compañeros de diputación mexicanos sabían muy bien la im­
portancia de tener en México autoridades de su confianza y conformes a sus
principios liberales y autonomistas. Por ello, Ramos Arizpe, cansado del entor­
pecimiento que tanto en América como en la península se ponía al proyecto
autonomista americano, hastiado de ver cómo, reiteradamente, se frenaba la
aplicación de los decretos en América, estalló en la Cámara con toda una de­
claración de intenciones:

[...] hay la fatalidad horrorosa, principio de nuestra división y desgracia, de creer


que las leyes dadas por el Congreso, y que son para todas las provincias sin excep­
ción alguna, toda la vez que no expresa que son extensivas á la América, no las
comprenden; á lo menos así lo aparentan los gobernantes de aquellos países, y no
las ejecutan.
Tratándose de Méjico de si se pondría diputación provincial, han salido difi­
cultades que no son hijas de la ley, sino de la malignidad de los gobernantes, y esa
misma malignidad puede arrastrar á la lucha inás sangrienta en el mismo acto en
que debía estrecharse el lazo de la fraternidad entre todos los españoles. Mas aho­
ra observo que no es solo en Méjico donde se suscitan estas dudas, sino que quien
las promueve es la covachuela de Madrid, y la Secretaría del Despacho. [...] Ya es­
tamos aburridos los representantes de América; hemos dicho varias veces que la ley
ha de comprender á los españoles de allá y de acá [...] Es preciso que se fijen es­
tas ideas de lo contrario no habrá Américas.52

Es más, el 10 de marzo de 1821 intervino otra vez en las Cortes, en esta


ocasión con el motivo del retraso injustificado del viaje de O’Donojú hacia Mé­
xico. Los representantes mexicanos, aunque no conocían los acontecimientos
del Plan de Iguala, consideraban imprescindible para llevar a cabo todo el pro­
yecto autonomista, sustituir a Apodaca por un hombre de su confianza que es­
tuviera de acuerdo en convertir México en una entidad autónoma dentro de
la Monarquía española. Ramos Arizpe y sus compañeros habían diseñado toda
una estrategia que empezaba por dotar de autonomía y administración terri­
torial a las provincias mexicanas, para después lograr la autonomía legislativa,
económica y administrativa de México dentro de la Monarquía española.
El siguiente paso de la estrategia mexicana fue proponer que en cada in­
tendencia hubiera una diputación provincial, en el caso de que no estuviera es­
tablecida. Firmaron la propuesta, entre otros americanos, los mexicanos Ra­
mos Arizpe, Zavala, Maniau, Fagoaga, Couto y Michelena. Estos aprovecharon

52 Ibid., 5 de noviembre de 1820, p. 2090.


108 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

una representación del ayuntamiento de Puebla de los Ángeles que reclama­


ba que, en función de los artículos 325 y 326 de la Constitución, se establecie­
ra una diputación en cada una de las provincias integradas a la de México, pa­
ra proponer la extensión de la medida a todas las intendencias de México. El
17 de marzo de 1821 los mexicanos hicieron extensiva la petición para toda
América porque es “indudable que cada intendencia de Ultramar tiene el ca­
rácter y es de hecho una verdadera provincia”.53
El 21 de marzo Ramos Arizpe defendió ante la Cámara la proposición. Y
lo hizo desde un planteamiento general americano, que deslizó rápidamente
hacia el particular mexicano, argumentando criterios de población, territorio,
distancia entre las provincias, malas comunicaciones y dispersión, y esgrimien­
do razones históricas de la anterior división en intendencias y las justas recla­
maciones a que habían dado lugar en las provincias. La discusión se demoró
hasta el 30 de abril. Ramos Arizpe presionó a la Cámara con denuedo. Leyó las
Exposiciones de lajunta electoral de Puebla, reivindicó la creación de diputa­
ciones en Oaxaca, Guanajuato, Veracruz y, por fin, descubrió su estrategia.
O’Donojú iba a partir hacia México y era trascendental para el éxito del pro­
yecto autonomista que llevara consigo el decreto aprobado por las Cortes. Las
noticias del Plan de Iguala ya eran más que sabidas entre los autonomistas me­
xicanos. Eran otros planteamientos los que se estaban gestando en el propio
México que incluso, de no llegar O’Donojú a tiempo, podrían poner en peli­
gro la obra autonomista que desde hacía décadas y ahora meses tejían los me­
xicanos en la península.
En apoyo de Ramos Arizpe intervinieron Montoya y Hermosilla,54 así como
Milla por Guatemala y Pablo La Llave por Cuba. Esta ocasión no se oyeron vo­
ces peninsulares acusando a los mexicanos de federales. Es más, intervino Mo­
reno Guerra, representante de la comisión, para apoyar los argumentos de los
americanos. Calificó de contradicción la elección de diputados a Cortes por ca­
da una de las circunscripciones electorales y que éstas no tuvieran diputación:

Así que el no haber estas Diputaciones provinciales, es una infracción de la Cons­


titución; es no estar la Constitución planteada en América, y yo no quiero que la
América tenga nunca ninguna razón para decir que se separa porque no la aten­
demos, porque no le hacemos justicia, porque le ofrecemos Constitución é igual­
dad y libertad, y nada le damos. Estos son mis principios. Si la América se va, que5

5S Ibid., 17 de marzo de 1821, p. 522.


M Hermosilla fue el único diputado que aludió a un pretendido ataque de los peninsulares
que le preveniendo que le acusaran de federal. En esta ocasión utilizó la palabra “provincialismo”.
“Señor, será reparable que la primera vez que pido la palabra sea para hablar de cosas de mi
país: quizás se dirá que es espíritu de provincialismo; pero yo sé que cada Diputado de los que asis­
ten al Congreso está puesto por su provincia respectiva para representar sus derechos, manifestar
su estado y hacer todas las proposiciones que estime más convenientes para su prosperidad y me­
jor estar”. Ibid., 30 de abril de 1821, p. 1359.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 109

tengamos el derecho de decir que es por ingratitud; pero que no pueda alegar nin­
gún pretesto contra nosotros, y mas bien podamos nosotros llamar á los america­
nos ingratos, que ellos á nosotros apellidarnos injustos.55

Finalmente, el dictamen se aprobó en todas sus partes y se publicó como de­


creto el 8 de mayo de 1821. En la misma sesión, Moreno, diputado por Tlaxca­
la, aprovechó la discusión para reclamar también una diputación por “los servi­
cios que Tlascala en el tiempo de su mayor felicidad hizo a España, ya los atrasos
en que se halla, ya el sagrado Código que nos gobierna, parece que exigen de
la beneficencia del Congreso se le conceda su Diputación provincial”.56 La pro­
puesta quedó sometida a discusión, lo cual provocó que el diputado San Juan,
por Costa Rica,, presentara su reivindicación para que en Cartago se creara otra.

PLANES, CORTES E INDEPENDENCIA

Y en eso... llegaron las noticias del Plan de Iguala a las Cortes el 4 de junio de
1821. Se suspendió la discusión prevista para ese día, para leer en la Cámara el
informe‘del virrey sobre los planes de Iturbide, derivados de los informes de
los comandantes de Puebla y Querétaro Ciríaco de Llano y Domingo Luaces,
respectivamente. El virrey dio a conocer el Plan y los hechos, demandó medi­
das concretas y no escatimó calificativos peyorativos contra el ahora “traidor”
de la Monarquía:

Pero este jefe pérfido é ingrato, olvidado de sus deberes, y abusando del modo más
inaudito de la confianza que deposité en él, ha levantado las banderas de una nue­
va revolución bajo de especiosos pretestos, divulgando unos planes quiméricos é
inconciliables con la dignidad, decoro é intereses de la Nación y del Rey.57

Michelena intervino. En un extenso discurso explicó, sin reparo, que los


diputados mexicanos conocían la posibilidad de una “revolución” en México,
por lo que desde hacía tiempo trabajaba en una serie de medidas urgentes pa­
ra solucionar los problemas, sobre todo de representación y de ejecución de
los decretos, que tenían las provincias americanas con el sistema constitucio­
nal. Así había comunicado a la diputación de Valladolid las medidas que tenía
pensadas para solucionar esta problemática. Esperó a comunicarlas a la Cáma­
ra hasta la llegada de los diputados americanos para que “nos ilustrasen con
sus luces y mejores conocimientos”. Anunció la urgencia de aplicar medidas en
América de doble índole: las “ejecutivas” y las “radicales”. El discurso de Miche-

55 Ibid., 30 de abril 1821, p. 1361.


56 Ibid., 30 de abril de 1821, p. 1364.
57 Ibid., 4 de junio de 1821, p. 2045.
110 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lena fue muy clarificador y categórico. Sin embargo, aunque admitió el triun­
fo de las propuestas americanas en cuanto a la parte legislativa, resultó decep­
cionante la puesta en práctica de los decretos y de la propia Constitución:

Nosotros trabajamos con bastante fruto en la parte legislativa; pero en la ejecutiva,


nuestras insinuaciones, tanto por escrito como de palabra, no tuvieron todo el éxi­
to que era de desear, á nosotros no tocaba otra cosa que anunciar el mal é indicar
el camino por donde podía evitarse; lo demás no estaba en nuestras manos.58

Por ello, abogaba por decretar medidas “radicales” como única solución a
los problemas que tenía el desarrollo de la Constitución, la elección de los di­
putados en América, el sistema de suplencias y la representación nacional y
provincial. Esta “debía consistir en una medida que estableciese las bases de
una unión indisoluble y combinase intereses al parecer muy disímiles”.59
Pedía preparar un buque que llevara a México las medidas urgentes que
estudiaba una comisión del Congreso. Navarrete apoyó a Michelena. Evocan­
do su trato personal con Iturbide, relató pormenorizadamente las causas de la
sublevación. La estrategia estaba definida: conseguir medidas “radicales” ante
una situación extrema y comunicarlas urgentemente a México para, con ello,
pacificarlo. Al decir de Navarrete:

Y yo aseguro que con solo que se les diga esto suspenderán sus procedimientos,
que no llevan por objeto la independencia absoluta, ni son efecto de un espíritu
de orgullo ni de venganza de lo pasado; no, Señor: lo que quieren es lo que los es­
pañoles han querido, que es su felicidad. ¿Qué es lo que quisieron los españoles?
¿Qué es lo que se propuso el Sr. Quiroga? Dijo: el Rey, mal aconsejado, nos ha des­
truido el sistema constitucional, y con el nos ha quitado nuestra libertad y nuestra
felicidad; pues vamos a recobrarle. Esto mismo dicen los americanos; pero es ne­
cesario que se observe y ponga en planta la Constitución, porque si no, los Dipu­
tados no vendrán, y se disolverá, y acabará todo.60

Concluyente también Navarrete. Fagoaga también intervino. Presentó una


proposición pidiendo que el ministro de ultramar, dadas las circunstancias de
los sucesos de Nueva España, propusiera las medidas que creyera oportunas al
tiempo que las Cortes tomaban otras “radicales” para la “pacificación”. Lo an­
terior se aprobó sin discusión. Con todo, se echó en falta la intervención de Ra­
mos Arizpe. ¿Qué significaba su silencio? Hombre tremendamente activo para
conseguir las diputaciones provinciales para México, su opinión desapareció en
esos momentos trascendentales.

58 Idem.
59 Idem.
60 dsc, 4 de junio de 1821, p. 2048.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1810-1821 111

El 24 de junio, el conde de Toreno presentó el dictamen de la comisión es­


pecial, en la cual participaban Lorenzo de Zavala, Lucas Alamán, Francisco Fa­
goaga, Bernardino Amati y Fermín Paul ésta se había constituido para propo­
ner a las Cortes las medidas convenientes para “la pacificación” de América.
De defraudante lo consideraron los americanos. La comisión acordó no pro­
poner ninguna medida a las Cortes y trasladar el problema al gobierno. Fer­
nando VII había bloqueado cualquier iniciativa de la comisión. Los america­
nos pensaron que habían pasado varias semanas para nada. Su respuesta fue
concluyente. Al día siguiente presentaron 15 propuestas y toda una pormeno­
rizada explicación de sus razones. Aun cuando las propuestas estaban firmadas
por 49 diputados americanos, la redacción final la presentaron Michelena y
Alamán. En un extenso, pero clarificador preámbulo, los americanos insistían
en la problemática que enfrentaban las provincias americanas para tener una
representación en las Cortes, al tiempo que éstas se reunían dada la distancia,
la amplitud del territorio y otros pormenores accidentales. En segundo lugar,
denunciaban una vez más las dificultades que ponían las autoridades en Amé­
rica a la aplicación de los decretos y de la Constitución, en especial la libertad
política de derechos y de representación, así como la división de poderes, la li­
bertad de* imprenta, etc. Denunciaban que los jefes políticos se atribuían de­
masiadas competencias y los virreyes una manifiesta autoridad “donde no hay
cosa que pueda equilibrar ó templar este poder terrible”. Esgrimían asimismo
los problemas de la Hacienda ya que “no se ha dado un solo paso para [su]
arreglo” y finalmente el poder judicial que para resolver las dudas se mandan
los pleitos a las Cortes. Pero la crítica de fondo era, una vez más, de represen­
tación. Los americanos, sin decirlo pero argumentándolo, cuestionaban la ca­
lidad de la representación nacional. Seguían abogando por una representa­
ción provincial que contribuyera a crear la nacional y no al revés:

¿Cómo pueden los diputados de Nueva España, por ejemplo, dar leyes á provincias
que no conocen ni han visto, ni saben sus costumbres, sus virtudes, sus vicios, sus
usos, sus preocupaciones, su situación, las relaciones que tienen ó pueden tener,
ni el carácter de sus habitantes?61

Pero quedaba la última carga de profundidad, y que quizás constituía una


de las claves de este periodo y de la cuestión americana en el trienio. Los ame­
ricanos, Michelena y Alamán al frente, reconocían que el sistema constitucio­
nal, liberal, para América y para México, era el que ellos habían contribuido a
crear, a elaborar, por el que habían sido encarcelados y perseguidos. La dife­
rencia es que seguían creyendo en su validez legislativa, pero descentralizando
los tres poderes de Madrid: unas Cortes propias, un gobierno propio, un po­
der judicial propio, y claro está, una hacienda propia porque sin recursos eco­

61 Idem., 24 de junio de 1821, p. 2473.


112 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nómicos, sabían, no habría mucho porvenir. Quedaba el vínculo de unión, el


símbolo omnipresente, la Monarquía como forma de gobierno, que no de Es­
tado. Permanecía la Monarquía para la mayoría de diputados pero, como ve­
remos, no para Ramos Arizpe y Couto, que se desmarcaron. ¿Estaban propo­
niendo los mexicanos, una Commonweallh para los territorios hispanos? Era la
lógica puesta en práctica de los artículos constitucionales: desarrollar, al tiem­
po que se solventaba la problemática, un Estado-nación hispano fundado y
que ahora empezaba a crecer.

¿pueden los americanos apetecer un sistema de gobierno mas liberal, mas bien
constituido, mas económico, mas análogo á las ideas del siglo y al genio america­
no? Parece que no se puede perfeccionar mas una monarquía moderada.62

Y proseguía el discurso centrado en la problemática mexicana. Atrás que­


daban las generalizaciones para el resto de América:

Por el hecho de arreglarse Nueva España bajo el plan que deseamos, queda en ap­
titud para desplegar todos sus recursos sin el menor embarazo, y para caminar al
alto grado de prosperidad de que es susceptible; no queda expuesta á las convul­
siones de una república, y aparece precavida por todos los medios imaginables de
los avances de un poder ejecutivo, que teniendo sobre sí la censura del rey y en ca­
so preciso también de las Cortes, no puede durar sino en tanto que sea bueno.63

E, incluso, la inevitable comparación con Canadá y con los Estados Uni­


dos. Es de señalar la valentía de los diputados americanos para mencionar a
estos Estados. En la legislatura gaditana fueron continuos los reproches de los
liberales peninsulares a los americanos, a los que acusaban de federales utili­
zando estos ejemplos.

Por estas razones, pues, debe creerse que los americanos tendrán un interés por
conservar esta clase de gobierno: no es esta una mera teoría: á la vista del congre­
so está el ejemplar del Canadá, que teniendo en su mano ligarse con los Estados
Unidos, no lo ha intentado, porque ha juzgado mejor el gobierno de que ahora
tratamos, aunque no lo posee en tanta perfección como aquí se propone: los mis­
mos Estados Unidos no se hubieran separado de la metrópoli, si esta no los hubie­
ra atacado injustamente en los derechos que aquí se aseguran á las Américas.64

La propuesta constituía toda una proclama, bien estudiada y estructurada,


de federación. Los mexicanos, a la cabeza de la diputación americana, propo­

62 Ibid,., 24 de junio de 1821, p. 2475.


63 ¡bidtm.
64 Ibtdem.
FEDERALISMO AVANT LA LETTRE EN LAS CORTES HISPANAS, 1S10-1821 113

nían que hubiera tres secciones de las Cortes en América, una en Nueva Espa­
ña, incluidas las provincias internas y Guatemala, una segunda en el reino de
Nueva Granada y las provincias de Tierra Firme y una tercera en Perú, Buenos
Aires y Chile. Las capitales donde se reunirían serían México, Santa Fe y Lima,
tendrían las mismas competencias que las Cortes generales y sus diputados las
mismas competencias y las mismas facultades que las generales en su territorio,
a excepción de la política exterior. Yjunto al poder Legislativo, la propuesta
consideraba la creación de un poder Ejecutivo que actuara por delegación del
Rey en “un sugeto nombrado libremente por S.M. Entre los más distinguidos
por sus cualidades, sin que se excluyan las personas de la familia real”, se es­
tablecerán cuatro ministerios —gobernación, hacienda, gracia y justicia, y
guerra y marina—, un tribunal supremo de justicia y un consejo de Estado en
cada una de las secciones. Por lo que hace a los aspectos económicos, se esta­
blecían las reglas para que el comercio entre la península y América se consi­
derara interior entre provincias de toda la monarquía, teniendo los mismos de­
rechos los americanos que los peninsulares para ocupar los cargos públicos. La
Nueva España se comprometería a entregar en seis años 200 millones de rea­
les para contribuir a pagar la deuda exterior, a contribuir con los gastos de la
Marina con 40 millones de reales anuales y a pagar toda la deuda pública con­
traída en su territorio. Para dicho pago, el plan establecía que las rentas del Es­
tado y las fincas de su territorio quedaran como hipoteca. Por lo que respecta
a las otras secciones, quedaba para un futuro próximo ponerse de acuerdo pa­
ra el pago de las cantidades. Lo anterior prueba que el Plan estaba diseñado y
pensado por Michelena y los mexicanos, y que se extendió por pura estrategia
a los demás territorios americanos. Entre los mexicanos se encontraban Mi­
chelena, Gómez Pedraza, Quirós y Millán, Uraga, Cortázar, Fagoaga, Zavala,
Gómez de Navarrete, Alamán, Quio Tecuanhuey y Ramos Arizpe. Sin embar­
go, éste la retiró en el último momento.
Cuando apareció Ramos Arizpe en la cuestión, subió a la tribuna para pro­
poner el 26 de junio un pliego de propuestas que, en síntesis, coincidían con
las presentadas por Michelena el día anterior, con algunas particularidades y
modificaciones. En primer lugar, y creemos importante el hecho, las 16 pro­
puestas iban referidas exclusivamente a México. Es decir, Ramos Arizpe no las
vinculaba a un plan global para toda la América sino sólo al territorio mexica­
no, llamándolo por este apelativo, en contraste con el anterior documento en
el que se mantenía Nueva España. No era la única diferencia de nomenclatu­
ra. A Fernando VII le atribuyó el calificativo de “Rey de las Españas”. Desde Cá­
diz, no se había vuelto a distinguir con ese título que hacía referencia a las di­
versas particularidades dentro de la Monarquía. Una segunda diferencia, más
notoria, es que en el artículo 5o., Ramos Arizpe proponía que entre la delega­
ción que asumiera el poder Ejecutivo se excluyera a los familiares de Fernan­
do VII. Como se ve, éste no había olvidado los seis años de cárcel. Pero no só­
lo era un resentimiento pretendido. Era una provocación. Ramos Arizpe sabía
114 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

muy bien que, en caso de aceptar el plan de Michelena, cosa hipotética, el Rey
nunca aceptaría un plan en que sus herederos no controlaran una América
constitucional. Ramos Arizpe planteaba ya los límites de la separación. ¿Traba­
jaba ya en pos de una República federal mexicana? Estamos aún en 1821, pue­
de ser que fuera así. Ramos Arizpe lo explicaba así:

Unido siempre en principios y en Fines con nuestros compañeros, lo estamos tam­


bién sustancialmente en los medios que se proponen para ver cumplido en nues­
tra Patria el grande principio que comprende el art. 13 de la citada Constitución.
Mas la importancia de este grave negocio, y el deseo vivo y sincero de acertar aun
en el modo de presentar los medios, y en la aplicación de estos mismos con más ó
menos extensión, nos ha obligado á diferir accidentalmente algún tanto en el mo­
do y extensión de las proposiciones que se han leído.
Sensible nos es aun esta pequeña y accidental divergencia, y prescindiríamos
de expresarla, si concibiésemos que de ello podía venir el menor perjuicio á la cau­
sa de nuestra Patria; mas convencidos, después de serias meditaciones, de que la
extensión exacta de nuestras ideas en el modo, y con la extensión que las concebi­
mos, no es otra cosa que una consecuencia del proceder francamente libre que he­
mos usado por tantos años como hombres públicos, hemos resuelto presentarlas
bajo un proyecto de ley que sujetamos á la deliberación sabia y prudente de las
Cortes.65

Ni las reivindicaciones de Michelena y Alamán, firmadas por la mayor par­


te de la diputación americana, ni las de Ramos Arizpe y Couto fueron acepta­
das por las Cortes, que el 30 de junio cerraron sesiones. No se volvieron a abrir
sino hasta el 22 de septiembre de 1821. Un mes antes se habían firmado los
Tratados de Córdoba, y el 28 de sepúembre se firmaba la declaración de Inde­
pendencia de México. Al llegar las noticias de la firma del Tratado de Córdo­
ba a las Cortes, se rechazó el acuerdo. Así finalizó la trayectoria autonomista
mexicana en las Cortes de Madrid. Otro proyecto empezaba a triunfar. Un pro­
yecto conocido y dirigido por los mexicanos autonomistas, un proyecto nacio­
nal mexicano. Un proyecto gaditano monárquico. Un proyecto que sentaría
las bases del primer federalismo mexicano. Se trataba de solventar la proble­
mática monárquica.

65 Ibid., 26 de junio de 1821, p. 2496.


EL CONGRESO NACIONAL:
DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS
AL COMPROMISO FEDERAL

Reynaldo Sordo Cedeño


Instituto Tecnológico Autónomo de México

El 7 de marzo de 1823 se reunieron en el salón de sesiones del Congreso 54 di­


putados, llamados para reinstalar el Poder Legislativo a petición del gobierno.
Según el reglamento, se necesitaban 92 diputados para validar el acto. Diversas
opiniones se expresaron en contra de la reunión del Congreso, pero se impu­
sieron la sensatez y el prestigio de Miguel Guridi y Alcocer, quien dijo que,
cuando la patria peligraba, todas las leyes debían callar, y que para la reposi­
ción del Congreso no se necesitaba mayor número del que había en ese mo­
mento.1 Reunido el Congreso, a las doce del día, acompañado del príncipe im­
perial, del consejo de Estado y de los secretarios, el emperador leyó un discurso
poco convincente. En él, Iturbide expresaba que ése era un día de reconcilia­
ción nacional, pues el Congreso era repuesto según el voto de los pueblos y se­
sionaría con plena libertad como lo había indicado el Plan de Casa Mata.2
Muchos acontecimientos habían sucedido desde el 24 de febrero de 1822
cuando el Congreso abrió sus sesiones con grandes esperanzas: nombramien­
to y coronación de Iturbide como emperador; conflictos constantes entre los
poderes Ejecutivo y Legislativo; conspiración y encarcelamiento de varios dipu­
tados; sesiones extraordinarias para enfrentar la situación; levantamiento de
Felipe de la Garza; disolución del Congreso; formación de lajunta Nacional
Instituyen te; plan de Veracruz del 2 de diciembre de 1822 del general Santa
Anna, al que se adhirieron Nicolás Bravo y Vicente Guerrero; Acta de Casa Ma­
ta del 1 de febrero de 1823, levantada por el ejército enviado por el empera­
dor para reprimir la rebeldía de Santa Anna, al mando de José Antonio de
Echávarri; acuerdos en la ciudad de Puebla entre los comisionados del Con­
greso y el Ejército Libertador; adhesiones de la mayoría de las provincias al
Plan de Casa Mata y reinstalación del Congreso, por decreto de Iturbide, el 4
de marzo de 1823.3

1 Congreso. Sesión del 7 de marzo de 1823, /tetas Constitucionales, 1980, v, pp. 3-8.
2 Ibidem, pp. 4-7.
3 Existen muchas obras sobre este periodo. Una buena síntesis y análisis del Imperio de Itur-
bide se puede encontrar en: anna, 1990.

115
116 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El movimiento se justificaba por el abuso de autoridad de Iturbide al clau­


surar el Congreso y formar una Junta Legislativa a su gusto. El artículo 14 del
Plan de Veracruz exigía la reunión del Soberano Congreso, “que es el órgano
de la verdadera voz de la nación y el que sostenido únicamente podrá salvar­
nos del actual naufragio”.4 El Plan de Casa Mata, sin embargo, difería y pedía
algo diferente: la instalación del Congreso, la convocatoria de un nuevo Con­
greso según las bases de la primera convocatoria y la posibilidad de que las pro­
vincias reeligieran o no a los diputados del Primer Congreso.5
Estas divergencias crearon confusiones sobre lo que se debería hacer: ¿Se
desconocía o no al emperador? ¿El Primer Congreso constituiría a la nación o
sólo convocaría a uno nuevo? ¿Los diputados del primero podrían pertenecer
al segundo? ¿Se usaría la misma convocatoria o se redactaría una nueva? Con el
avance del movimiento, las ideas desembocaron en dos principios: la nulidad
del Imperio por haber sido obra de la fuerza; y la falta de confianza en el Primer
Constituyente, lo cual obligaba a convocar a un nuevo Congreso para que cons­
tituyera a la nación, porque ésta había regresado a su estado de naturaleza.
Primero los líderes del ejército, y después los de las provincias, adujeron
que un buen número de diputados (aproximadamente 50) había formado
parte de la Junta Nacional Instituyeme. Aunque se argumentó que este Con­
greso había resistido las presiones de Iturbide y muchos de los diputados ha­
bían sufrido prisión, se pedía una nueva convocatoria. Más adelante se añadi­
rían nuevas críticas: lo vicioso de la primera convocatoria, desdeñada por las
provincias, y la presencia en el Congreso de la facción borbonista.
La convocatoria expedida el 17 de noviembre de 1821 por la Junta Provi­
sional Gubernativa ha recibido fuertes críticas, tanto por autores de la época
como por historiadores contemporáneos.6 Como híbrido entre las ideas de
Iturbide, la Junta Gubernativa y la Constitución de Cádiz, resultó un sistema
donde los ayuntamientos hacían las veces de electores, se elegía, por una par­
te, de acuerdo con los estamentos privilegiados y, por otra, se podía elegir a
cualquier persona. Por lo anterior, la elección quedó determinada no por la
población, sino por los partidos. En general, era una innovación importante
con respecto al sistema electoral de Cádiz.7
Es interésame señalar que el principal reclamo contra este Congreso no se
encontraba en el elitismo implícito en la elección, por estamentos privilegiados,
de la milicia, el clero, la judicatura y las actividades empresariales. El principal de­
fecto de la Convocatoria radicaba en la desproporción en la representación, pues
Durango tenía 22 diputados y Querétaro, con la misma población, apenas uno.

4 Plan de Veracruz, 2 de diciembre de 1822, en Bustamante, 1846,1.1, vol. 1, pp. 64-67.


5 Acta de Casa Mata, 1 de febrero de 1823, en Vázquez, 1987, pp. 143-144.
6 Cfr. Gómez Farías, 1823; anna, 1990.
7 Decreto del 17 de noviembre de 1821.- Sobre Convocatoria a Cortes, Dublán y Lozano,
1876,1, pp. 561-563.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 117

Cuadro 1. Número de diputados


Primer Congreso Constituyente Segundo Congreso Constituyente
Provincia 24-Feb-22 29-Mar-23 31-Ene-24 4-Oct-24

México 29 19 20 21
Jalisco 10 7 8 7
Puebla 13 9 15 17
Michoacán 13 8 5 5
Oaxaca 10 7 9 9
Yucatán - 7 3 6
Guanajuato 6 3 8 7
San Luis Potosí 1 2 3 3
Veracruz 6 5 3 3
Zacatecas . 3 4 4 4
Querétaro 1 1 3 2
Nueva Vizcaya 5 10 - -
Durango - - 2 2
Chihuahua - - 2 2
Tamaulipas 1 1 1 1
Tlaxcala 1 1 1 1
Colima - - 1 1
Nuevo México - - 1 1
Baja California - 1 - 1
Alta California - 1 1 -
Coahuila - 1 1 -
Texas - 1 1 -
Coahuila y Texas - - - 2
Sonora y Sinaloa - 3 - 4
Sonora - - 1 -
Sinaloa - - 1 —
Nuevo León - 1 1 1
El Sur - - 1 -
Tabasco - - 1 -
Chiapas - 3 - -
Guatemala - 10 - -
Totales 99 105 97 100
Fuente: Actas Constitucionales Mexicanas (1821-1824).

En el cuadro 1 podemos apreciar que Durango (o la Nueva Vizcaya), aun­


que por la convocatoria le tocaban 22 diputados, sólo llegaron entre 5 y 10 per­
sonas por esta provincia al Congreso. En la primera columna, al instalarse el
Congreso, notamos la ausencia de los diputados de las provincias más alejadas,
lo cuál resulta lógico en términos de tiempo y esfuerzo económico de los dipu­
tados para desplazarse de regiones muy alejadas de la ciudad de México; para
finales de marzo de 1823, cuando se reinstaló el Congreso, aparecen diputados
118 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de estas regiones. Especialmente importante sería la diputación de Guatema­


la, con una participación relevante en la segunda etapa del Congreso. Tam­
bién es notable la presencia de 29 diputados de la provincia de México en 1822
y su disminución a 19 para marzo de 1823. Este elevado número de diputados
de la provincia de México concuerda con la manifestación de Bocanegra sobre
una división entre diputados foráneos y capitalinos al iniciarse las tareas del
Poder Legislativo.
Para las provincias más pobladas e importantes —-Jalisco, Puebla, Mi­
choacán, Oaxaca, Yucatán y Guanajuato— encontramos en el Primer Con­
greso porcentajes de representación muy similares a los del Segundo, lo que
nos permite afirmar que la elección por partidos no produjo desequilibrios
notables con respecto a la elección por población. Sólo para el caso de la
provincia de México, en la primera etapa del primer Congreso había un de­
sequilibrio pues representaba casi la tercera parte del total. Para la segunda
etapa, esta proporción descendió a la quinta parte, cantidad muy semejante
a la del Segundo Constituyente. Excepto para la Nueva Vizcaya, las provin­
cias periféricas tendrían escasa representación bajo los dos sistemas de elec­
ciones.
Más importante que el supuesto desequilibrio regional del Congreso fue
el faccionalismo externo e interno. Todos los autores de este drama coinciden
en este hecho.8 Las interpretaciones difieren, pero en esencia coinciden en la
existencia de un partido borbonista, otro popular (republicano o de las pro­
vincias) y uno iturbidista. Bocanegra reconoce: “Preciso es confesar que los di­
putados de las provincias fuimos víctimas de nuestra inexperiencia y falta de
conocimiento en la táctica de asambleas; de nuestra buena fe, y por otra par­
te, de la combinación parcial y meditada de los que componían el partido lla­
mado borbonista’’.9 Zavala señala la preponderancia del partido borbonista,
convertido en partido de oposición a Iturbide y de la logia escocesa, instru­
mento de españoles y borbonistas para derribarlo. El partido republicano
también hacía oposición, aprovechando los ataques de los borbonistas para
sus fines. El tercer partido, el de los partidarios del libertador, dispuestos a de­
fenderlo, se fue definiendo en el primer periodo por la coronación del caudi­
llo.10 El faccionalismo fue fatal para el país y para Iturbide. El Congreso se
convirtió en el principal elemento de oposición al libertador. La proclama­
ción de Iturbide como emperador, el 19 de mayo de 1822, definió los partidos
y las alineaciones partidistas, al unir a borbonistas y republicanos para preci­
pitar la caída del emperador.11

8 Bustamante, 1846 y 1981; Bocanegra, 1892; Zavala, 1845; Aiamán, 1852.


9 Bocanegra, 1892, i, pp. 38-39.
10 Zavala, 1845, i, p. 99 y ss.
11 Algunas de las personas más notables en el Congreso de los tres partidos serían;
Borbonistas; José María Fagoaga, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Hipólito Odoardo, Pa
blo Obregón y Rafael Mangino.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 119

Por otra parte, la política de Iturbide fue desacertada. Al perseguir a bor­


bonistas y a republicanos minó su capital político y canceló la simpatía de mu­
chos republicanos que no tenían claro su proyecto político. Diputados como
Gómez Farías y Bocanegra habían apoyado su coronación. Finalmente, ante la
prisión de varios diputados y la disolución del Congreso, el 31 de octubre de
1822, los indecisos terminaron por convertirse en republicanos y engrosaron"
el número de diputados contrarios al emperador.
Además del faccionalismo y la oposición que declaró el Congreso a todos
los proyectos de Iturbide, los dos poderes no podían conciliar sus intereses de­
bido a las diferentes interpretaciones que tenían de la soberanía nacional. Itur-
bide creía que él representaba la voluntad de la nación expresada en el apoyo
popular unánime para consumar la independencia de acuerdo con el Plan de
Iguala y los Tratados de Córdoba. El Congreso, desde este punto de vista, no
era más que el resultado del acto fundador llevado a cabo por Iturbide. El Con­
greso, por el contrario, aprobó el primer día de sus trabajos dos proposiciones,
en sentido contrario a las ideas de Iturbide: “La soberanía nacional reside en
este Congreso Constituyente. [...] “Aunque en este Congreso Constituyente
reside la soberanía, no conviniendo que estén reunidos los tres poderes, se re­
serva el ejercicio del legislativo en toda su extensión, delegando interinamente
el poder ejecutivo en las personas que componen la actual regencia y el judi-
ciario en los tribunales que actualmente existen [,..]”.12
El faccionalismo y la crisis continua producida por los conflictos entre los
dos poderes desprestigiaron tanto al emperador como al Congreso. Este últi­
mo se había convertido en un obstáculo para cualquier iniciativa del gobierno.
Al tiempo de su disolución, no había escrito una sola línea de la constitución,
no había dictado alguna ley importante de hacienda, de guerra o de organiza­
ción judicial, y el tiempo había transcurrido en discusiones estériles de poca
importancia. Con esto quiero decir que, a pesar de su supuesto heroísmo fren­
te al emperador, la desconfianza de las provincias sobre este Congreso era más
que fundada. Zavala emitió el juicio más severo sobre este Congreso:

En su cuna se manifestó desde luego el espíritu de que estaban animados los parti­
dos. Se nombró presidente a D. Hipólito Odoardo, uno de losjefes de la oposición,
y de los más obstinados enemigos de Iturbide. Odoardo era ministro de la audien­
cia, de algunos conocimientos en jurisprudencia, y con pretensiones de hombre de
profundo saber en política; [...] Aquello era ya mucho para el congreso, cuya ma­
yor parte se componía de abogados medianos, de estudiantes sin carrera, de mili-

Iturbidistas: Toribio González, Martínez de los Ríos, Miguel Guridi y Alcocer, Manuel Gutié­
rrez y Pedro Celis.
Republicanos: Servando Teresa de Mier, Carlos María de Bustamante, Valentín Gómez Fa­
rías, Prisciliano Sánchez, Francisco García, Lorenzo de Zavala e Ignacio Godoy.
12 Instalación del Congreso, 24 de febrero de 1822, Actas Constitucionales, 1980, II, pp. 8-9. Las
cursivas son mías.
120 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tares sin muchas luces, y de clérigos canonistas y teólogos. Muy pocos eran los que
podían decir con exactitud que poseían conocimientos en algún ramo.

Termina el diputado yucateco afirmando que los americanos no habían te­


nido una escuela práctica para gobernar y, por lo tanto, los congresistas se ha­
bían perdido en el caos de las teorías.13 Inexperiencia, partidismo y teoriza­
ción habían sido el menú diario del Primer Congreso Constituyente mexicano,
en su primera etapa. Al reabrir sus sesiones el 7 de marzo de 1823, el Congre­
so esperaba cambiar su imagen y convertirse en el centro que le diera direc­
ción al movimiento revolucionario.

VACÍO DE PODER

El Congreso comenzó a funcionar el 7 de marzo de 1823, aunque legalmente


se pudo constituir hasta el 29 de ese mismo mes. En este periodo existió un va­
cío de poder que sin duda facilitó el desarrollo de los movimientos autonomis­
tas en las provincias. Iturbide dejó la ciudad de México y se fue a Tacubaya el
11 de marzo. Simultáneamente, convergieron en Puebla los principales jefes
del movimiento de Casa Mata.
Las discusiones en esos días versaron sobre si había o no Congreso; si éste
tenía libertad para deliberar y cuál era la posición del Ejército y las provincias
respecto de él. Una comisión presentó un dictamen para examinar los docu­
mentos de la revolución de Casa Mata y las adhesiones de las provincias. Este
constaba de cuatro puntos: el primero decía que todos querían un gobierno
representativo, pero no se ponían de acuerdo en cómo debía reunirse, si por
el antiguo Congreso o por uno nuevo; el segundo sostenía que la revolución
no negaba la legitimidad del Congreso, pero a pesar de esto muchos querían
un nuevo Congreso; el tercero afirmaba que sólo al Congreso le tocaría resol­
ver la cuestión, de lo contrario se caería en la anarquía; y el cuarto pedía en­
viar dos comisionados a lajunta de Puebla para que informaran que el Con­
greso actuaba con plena seguridad y libertad.14 El Congreso acordó que no era
necesario en ese momento hacer una declaración sobre los tres primeros pun­
tos y decidió sólo nombrar a Rafael Mangino y Francisco Manuel Sánchez de
Tagle como comisionados para ir a Puebla. En las instrucciones a los comisio­
nados, el Congreso subrayó que su misión era persuadir y convencerá. lajunta de
Puebla de que el Congreso se hallaba con plena libertad para deliberar y no
para contratar con los militares y miembros de lajunta de Puebla.15

15 Zavala, 1845, i, pp. 106-107.


14 Congreso. Sesión extraordinaria del 13 de marzo de 1823, en Actas Constitucionales, 1980,
v, pp. 44-53.
15 ¡bidem.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 121

Los diputados Mangino y Tagle sostuvieron varias reuniones con lajunta


de Puebla formada por los principales jefes militares del Ejército Libertador y
la Diputación Provincial de Puebla. En lajunta, los diputados expresaron que
el Congreso se había reunido desde el 7 de marzo, que no iban a Puebla para
que los reconociesen el Ejército y la provincia de Puebla, porque su legitimi­
dad era incuestionable y no querían entrar en transacciones, sino que desea­
ban que la opinión se centrara en el Congreso, único medio legítimo para sal­
var a la patria de la anarquía. Lajunta poblana, en contraparte, temía que el
Congreso no actuara con libertad, mientras no se retirara Iturbide. También
sugería que el Congreso se trasladara a otro lugar de la República. Finalmen­
te, lajunta acordó: “El Ejército Libertador y esta Junta reconocen como legíti­
mo al antiguo Congreso, disuelto ilegalmente, y subsistente en derecho; si se
reúne en el número preciso para dar ley; y le obedecerán tan luego como se le
vea obrar en absoluta libertad”.16
El Congreso había salvado el primer escollo: ser reconocido por los líde­
res de la revolución. Iturbide conoció este resultado y el 20 de marzo abdicó a
la corona y todos sus derechos inherentes. En el documento de abdicación, el
ex emperador expresaba en el primer punto:

Que una vez hecho el reconocimiento del expresado cuerpo, como en el que resi­
de la representación nacional, por lajunta de Puebla y tropas adheridas a la Acta
de Casa Mata, cesó el motivo de la división que por desgracia experimentamos por
algunos días, y la razón también porque S.M.I. conservó a su inmediación y fuera
de la corte las tropas que quisieron seguirle; ya la persona del Emperador, ni la in­
vestidura que la nación le concedió no deben ser un obstáculo ni un pretexto pa­
ra realizar los planes que se crean más convenientes a la felicidad de la patria y a
sus mayores progresos.17

Los días siguientes a la abdicación de Iturbide fueron de incertidumbre.


El Ejército Libertador esuba a las puerus de la ciudad de México y se temía
una colisión con las tropas fíeles a Iturbide. El Congreso había sido reconoci­
do por el Ejército Libertador y por Iturbide como el único órgano legal en la
crisis, pero no había tenido número suficiente de dipuudos para insularse le­
galmente, como lo había pedido lajunu de Puebla. El Ejército Liberudor en­
traba a la ciudad de México el día 27 y el Congreso tenía número el 29.18
El Congreso decretó el mismo día y los siguientes que había sido insula-
do con 103 dipuudos; que había cesado el Poder Ejecutivo nombrado el 19 de

16 “Firmeza de los poblanos con la Comisión de México”, México, marzo 21 de 1823, en Bus­
tamante, 1981,1.1, vol. 1, pp. 196-199. La resolución fue firmada por el Marqués de Vivanco, en pri­
mer término. Negrete y Echávarri no firmaron so pretexto de que iban a alcanzar a sus divisiones.
17 Secretaría de Relaciones.- Excmos. Sres diputados del Soberano Congreso, México 20 de
marzo de 1823, en Bocanegra, 1982, i, pp. 194-195.
IR Congreso. Sesión del 29 de marzo de 1823, Actas Constitucionales, 1980, V, pp. 84-92.
122 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

mayo de 1822; que delegaba el Poder Ejecutivo en tres personas que se alter­
narían en el poder cada mes según el orden de su nombramiento; y que el 31
nombraría a los generales Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro Celesti­
no Negrete miembros del Supremo Poder Ejecutivo; el 1 de abril nombró su­
plentes para este poder a Mariano Michelena y Miguel Domínguez.19
Una vez nombrado el gobierno, tocaba al Congreso tomar en considera­
ción la abdicación de Iturbide del 20 de marzo. Para tal efecto, el Congreso
nombró una comisión para abrir dictamen, formada por Becerra, Osores, Es­
pinosa, Horbegoso, Zavala, Múzquiz, Castro y Herrera. La comisión presentó
su dictamen de ocho artículos el 7 de abril. Por los tres primeros se declaraba
la coronación de Iturbide como obra de violencia y de la fuerza, y de derecho
nula; de consiguiente declaraba ilegales todos los actos emanados del empera­
dor, y sujetos a confirmación del Congreso; en consecuencia, no se podría dis­
cutir sobre la abdicación. Por los cuatro artículos siguientes se determinaba la
salida de Iturbide, bajo qué condiciones y tratamiento hacia su persona; el ar­
tículo 8o., declaraba que no podía ligarse a la nación mexicana a ninguna ley
o tratado y en consecuencia consideraba no subsistentes el Plan de Iguala y los
Tratados de Córdoba, quedando la nación en absoluta libertad para constituir­
se en la forma de gobierno que quisiera.20
La discusión dio lugar a dos decretos: uno sobre la nulidad de la corona­
ción de Iturbide y otro sobre la insubsistencia del Plan de Iguala y los Tratados
de Córdoba. Al primer decreto se agregó que también se declaraban nulos la
sucesión hereditaria y los títulos emanados de la coronación. En el segundo se
especificaba que no subsistirían el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba ni
el decreto del 24 de febrero de 1822, en lo que se refería a la forma de gobier­
no que establecían ni en los llamamientos a la corona; por un segundo artícu­
lo quedaban vigentes las tres garantías y demás disposiciones de los tres docu­
mentos anteriores, que no se opusieran a la libertad de la nación para
constituirse como lo deseara.21
Los dos decretos del 8 de abril de 1823 fueron un triunfo para el partido
republicano. Los borbonistas fueron rebasados con la insubsistencia del Plan
de Iguala, los Tratados de Córdoba y el decreto del 24 de febrero de 1822, obli­
gándolos a recomponer su situación política bajo los principios republicanos.
Los iturbidistas permanecerían realineados con los republicanos federalistas,
ligados al movimiento por la autonomía de las provincias, que además del im­
pulso propio contarían con un nuevo apoyo arrollador.

19 Congreso. Decretos del 29 de marzo, 31 de marzo y 1 de abril de 1823, Colección Lafra-


gua (CL) 425.
20 Congreso. Dictamen de la comisión sobre abdicación del Sr. Iturbide. Sesión del 7 de abril
de 1823, en Actas Constitucionales, 1980, V, pp. 157-166.
21 Decreto. Nulidad de la coronación de Iturbide, México, 8 de abril de 1823. Decreto. Se de­
claran insubsistentes el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el decreto del 24 de febrero de
1822, sobre la forma de gobierno. México, 8 de abril de 1823, en Bocanegra, 1892,1, pp. 248-249.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 123

SOBERANÍA Y PODERES

La caída de Iturbide no significó para el Congreso una autocrítica al ejercicio


del Poder Legislativo y a las atribuciones que se había autoarrogado bajo un
concepto de soberanía, que a su vez había imposibilitado la armonía con el Po­
der Ejecutivo. Por el contrario, ahora constituía directamente al Poder Ejecu­
tivo y más adelante también al Judicial.
Este concepto de soberanía era contrario al expresado en la Constitución
española vigente hasta la redacción de otra nueva. El artículo 3o. decía expre­
samente: “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo
pertenece a ésta, exclusivamente, el derecho de establecer sus leyes funda­
mentales”.
Sin embargo, las circunstancias permitían al Congreso apropiarse de la
soberanía de la nación al quedar como única autoridad reconocida. En diver­
sas discusiones entre finales de marzo y principios de abril, el Congreso vol­
vió al principio decretado arbitrariamente el 24 de febrero de 1822. De esta
suerte, en su segunda época, el Congreso, siendo congruente con los princi­
pios manifestados en la primera, delegó el gobierno en el Supremo Poder
Ejecutivo y las atribuciones judiciales en un Tribunal que formaría posterior­
mente. Esta concentración arbitraria de poderes contradecía el orden consti­
tucional y cualquier sistema de organización liberal fundado en la división de
poderes.
En la formación del Supremo Poder Ejecutivo, nadie cuestionó que el Eje­
cutivo fuera consecuencia de una delegación de funciones del Congreso y que,
en consecuencia, tuviera que rendirle cuentas. Al formar el Supremo Poder
Ejecutivo, tampoco se cuestionó que estuviera formado por tres personas, se­
guramente para evitar excesos parecidos a los de Iturbide. Al debatir el nom­
bre de este poder, el Congreso desechó los de junta, directorio, protector y go­
bernador, y finalmente aceptó la sugerencia de Tagle, de Supremo Poder
Ejecutivo.22 Este nació débil y dependiente del Congreso, pero la presencia de
Lucas Alamán le dio estabilidad y continuidad al gobierno al actuar siempre
en estrecha colaboración con el Poder Legislativo.
El gobierno, incapaz de mantener el orden con las leyes ordinarias, reci­
bió en este periodo diversas autorizaciones del Congreso para enfrentar los
problemas políticos: para restablecer la tranquilidad pública en Guadalajara,
el 21 de mayo; restringir la libertad de imprenta, el 31 de mayo; arrestar por el
motivo de la fama pública, el 28 de agosto; detener a las personas, sin formali­
dades ni distinción de fueros, el 2 de octubre. Por si esto fuera poco, el Con­
greso decretó, el 27 de septiembre, una ley para juzgar militarmente a los sal­
teadores de caminos y ladrones en cuadrilla si fuesen apresados por el Ejército
o la milicia cívica, que según José Antonio Aguilar venía a suplir los poderes de

22 Congreso. Sesión del 30 de marzo de 1823, en Actas Constitucionales, 1980, V, pp. 101-105.
124 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

emergencia y estaba pensada principalmente en contra de los enemigos políticos.23 El


Congreso encontró justificaciones para limitar las garantías individuales, apo­
yado en el peligro que corría la patria, o en verdaderos o supuestos movimien­
tos subversivos en contra del orden establecido. Iturbide nunca tuvo tal con­
centración de atribuciones y poderes discrecionales, como los ejercidos por el
Congreso entre abril y octubre de 1823.
De acuerdo con su teoría sobre la soberanía, el Congreso mandó el 23 de
junio formar un Supremo Tribunal Provisional de Justicia, con las atribuciones
que le señalaban la Constitución y las leyes vigentes. Siguiendo la idea de ser
los depositarios de la soberanía nacional, los diputados volvían a entrar en con­
tradicción con la Constitución vigente de Cádiz. En el artículo 9o. del decreto
de formación del Supremo Tribunal de Justicia señalaba: “El nombramiento
de dichos magistrados se hará exclusivamente por el Congreso”.24 El artículo 171
de la Constitución de Cádiz otorgaba al rey como prerrogativa cuarta: “nom­
brar los magistrados de todos los tribunales civiles y criminales, a propuesta del
Consejo de Estado”.25 Con esta medida, los congresistas completaban su obra
de reunir los tres poderes en el Congreso.

LA VOLUNTAD DE LOS PUEBLOS

Josefina Zoraida Vázquez señala dos aspectos de tensión entre las provincias
y el centro, expresadas en el Plan de Casa Mata: el intento de Iturbide por
establecer impuestos directos e imponer préstamos forzosos, y el carácter
corporativo que habían adquirido las elecciones, lo que hacía temer a las
provincias la tiranía del centro. Según la autora, el Plan de Casa Mata resol­
vía el problema de la soberanía al declarar que: “reside esencialmente en la
nación”.26 (Copia literal de la primera parte del artículo 3o. de la Constitu­
ción gaditana).
El artículo 9o. del Plan abría la puerta al decir que: “En el ínterin contes­
ta el Supremo Gobierno de lo acordado por el Ejército, la Diputación provin­
cial de esta Provincia, será la que delibere en la parte administrativa si aquella
resolución fuese de acuerdo con la opinión”.27 La respuesta del gobierno al

25 Decreto sobre Convocatoria, México 21 de mayo de 1823; Decreto sobre impresos alar­
mantes, México, 31 de mayo de 1823; Decreto sobre arrestos por fama pública, México, 28 de
agosto de 1823; Decreto sobre facidtades extraordinarias, México, 2 de octubre de 1823; Ley.
Sobre Salteadores de caminos, México, 27 de septiembre de 1823. CL 425. Aguilar, 2000, pp.
78-94.
24 Decreto. Núm. 94. Formación del Supremo Tribunal Provisional de Justicia, México, 23 de
junio de 1823. CL 425. Las cursivas son mías.
25 Constitución de Cádiz. Artículo 171, en Tena Ramírez, 1981, p. 80.
26 Vázquez, 1993, pp. 18-19.
27 Acta de Casa Mata, en Bustamante, 1981,1.1, vol. 1, pp. 135-136. Existen diversas versiones
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 125

movimiento de Casa Mata fue muy débil y creó un vacío de poder entre febre­
ro y abril de 1823, que fue ocupado por las diputaciones provinciales. El mis­
mo enunciado de soberanía sugería que, a la falta de un gobierno central, el
poder regresaba a la sociedad, a sus órganos legítimos de representación: los
ayuntamientos y las diputaciones provinciales.28
Como señala Timothy Anna, el Plan de Casa Mata no fue un plan en con­
tra de Iturbide ni del imperio. Como no era un plan contra el orden estable­
cido, se propagó con gran rapidez. Ni los firmantes del Plan ni Iturbide capta­
ron el impacto destructivo del artículo 9o.: “En febrero, fue aceptado por las
ciudades de Veracruz (el día primero), Oaxaca (el 8), Puebla (el 11), Toluca
(el 18), Querétaro y Guanajuato (el 23), y Guadalajara y la ciudad de México
(el 26). En Marzo lo aceptaron Zacatecas (el día primero), San Luis (el 2), Va­
lladolid (el 3), las provincias de Yucatán y Campeche (el 4), Durango (el 5),
Saltillo (el 9), y la provincia de Nuevo Santander (el 10). La mayoría de las pro­
vincias abolieron de inmediato los préstamos forzados de Iturbide, impuestos
especiales y papel moneda”.29
El Plan contenía una ambigüedad. El artículo primero daba a entender la
pronta reinstalación del Primer Constituyente, mientras que los artículos se­
gundo y“tercero expresaban claramente la convocatoria y formación de uno
nuevo. Así el Congreso, al reunirse desde el 7 de marzo, enfrentaría el movi­
miento de autonomía de las provincias y decidiría si finalmente constituía a la
nación o convocaba a un nuevo Congreso.
Una junta formada en Puebla por representantes del Ejército Libertador,
nombre adoptado por el ejército de Casa Mata, y autoridades locales descono­
ció al Congreso el 7 de marzo y pidió a las provincias que enviaran represen­
tantes a Puebla con el objeto de determinar la mejor manera de restablecer la
representación nacional. Dos días después, la misma junta haría una manifes­
tación expresa de este desconocimiento.30
Esto obligó al Congreso a enviar comisionados, como hemos visto ante­
riormente, para convencer al Ejército y a los poblanos de que el Congreso es­
taba constituido y actuaba con plena libertad. El resultado fue que la Junta de
Puebla aceptó reconocer al Congreso.31
Instalado legalmente el Congreso, el 2 de abril de 1823, nombró una comi­
sión compuesta por Carlos María de Bustamante, Javier Bustamante, Mariano

del Plan de Casa Mata. En algunas, el artículo 9o. aparece como el 10o. y hay cambios notables co­
mo en la versión de los Planes en la Nación Mexicana, donde en lugar de que la soberanía reside
esencialmente en la nación dice exclusivamente.
28 Vázquez, 1993, pp. 19 y ss.
29 anna, 1990, pp. 193-194.
30 Benson, 1980, pp. 118-119.
51 Vid. supra. La doctora Benson explica en su obra que existe confusión con respecto a las
tres juntas. Lo que queda claro es que no asistieron representantes de las provincias, aunque no
precisa si los miembros de las dos primeras son los mismos de la tercera.
126 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Herrera, Francisco Manuel Sánchez de Tagle, Toribio González, Tomás Beltra-


nena y Valentín Gómez Farías, para examinar una iniciativa de este último y dé
Melchor Múzquiz relativa a elaborar una convocatoria de un nuevo congreso.32
El dictamen se leyó por primera vez en la sesión del 14 de abril y concluía
con tres proposiciones: “1. Por ahora y para constituir a la nación no se debe
convocar nuevo congreso. 2. El actual, Ínterin la comisión de constitución va
trabajando en el proyecto de ella, se ocupará exclusivamente en la organiza­
ción de la hacienda, del ejército, de la administración de justicia, etc., para que
haya nación que constituir. 3. Concluido el proyecto de constitución y al co­
menzar a discutirlo, se tratará y resolverá por primera cuestión, si se dejará la
sanción al futuro congreso”.33 Sólo Herrera, Tagle y los dos Bustamantes firma­
ron el dictamen; Beltranena y González lo suscribieron con la salvedad de que
en el artículo 3o. se estableciera que la sanción de la constitución correspon­
diera al próximo congreso; Gómez Farías redactó un Voto particular, contrario
al dictamen.34
Con respecto a este asunto trascendental, el Congreso estaba nuevamente
dividido: los antiguos borbonistas y republicanos, que se inclinaban por una
autonomía limitada para las provincias, apoyarían el punto de vista del dicta­
men; los antiguos iturbidistas y los republicanos federalistas estarían en contra
del dictamen y a favor de la convocatoria; los primeros quizás sólo por oposi­
ción al partido que había provocado la caída del libertador y los segundos, con­
vencidos de que para constituir a la nación, lo mejor sería el sistema federab
El 18 de abril, los comisionados de las provincias presentaron una repre­
sentación al Congreso para convocar a uno nuevo. Basaban sus razones en la
falta de libertad para elegir al actual Congreso por clases y en que la represen­
tación por partidos no fue adecuada, los diputados habían sido escogidos sólo
para formar una monarquía, muchos diputados eran indignos y no se les tenía
confianza, el Plan de Casa Mata así lo exigía y la voluntad de la nación expre­
sada en el Plan no debía desatenderse.35
Valentín Gómez Farías leyó su Voto particular en la sesión del 19 de abril.
Este reproducía las críticas del documento anterior acerca de los vicios de la
primera convocatoria. Según Gómez Farías, el Congreso estaba desprestigiado
y los pueblos esperaban una forma de mejorar la representación nacional.
Afirmaba que no era la aristocracia provinciana la que pedía la convocatoria, sino los
ayuntamientos y diputaciones provinciales.
El Congreso dejó dormir el asunto, seguramente por falta de consenso so­
bre él y en espera de que se fijase mejor la opinión pública. El pronunciamien-

y 32 Co greso. Sesión del 2 de abril de 1823, Actas Constitucionales..., 1980, v: 133-139.


53 Congreso. Dictamen de la Comisión especial de Convocatoria para un nuevo Congreso, México, 12
de abril de 1823, en Bustamante, 1981,1.1, vol. 1, pp. 309-317.
í' 34 ¡bidem.
35 “Representación de los comisionados de las Provincias al Soberano Congreso”, México, 18
de abril de 1823, en Bustamante, 1981,1.i, vol. 1, pp. 321-323,
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 127

to de Guadalajara de los días 9 y 12 de mayo reactivó el asunto. Las autorida­


des de Guadalajara sólo reconocían al Congreso en calidad de convocante, y
suspendían el cumplimiento de los decretos y actos del Congreso y el Poder
Ejecutivo. La diputación provincial sería la primera autoridad de la provincia
y se llamaba a las demás provincias a establecer una federación.36
Para contener el movimiento de las provincias, el Congreso comenzó a dis­
cutir un nuevo dictamen de convocatoria, entre los días 12 y 21 de mayo, con
proposiciones contrarias al primer dictamen. La discusión del nuevo dictamen
de convocatoria terminó el 21 de mayo. Las actas no recogen los discursos, pe­
ro La Aguila Mexicana publicó varios discursos del diputado Manuel Mier y Te­
rán. El estaba en contra de la convocatoria. Mier y Terán decía: “La nueva Con­
vocatoria es la general divisa de todas las facciones combinadas; serviles,
liberales, republicános, imperiales, todos se reúnen a esta contraseña, gritan,
vocean, y aun amenazan con otro 19 de mayo [...] El Congreso está destituido
de todo apoyo, no cuenta con más armas que las de la razón y la justicia, ni con
más amigos que los hombres razonables y pacíficos, y todo esto es insuficiente
para prevalecer en los motines [...]”.37
El artículo lo. del proyecto de convocatoria quedó aprobado en estos tér­
minos pór 71 votos contra 33: “Artículo lo.: que se dé desde luego la convo­
catoria para el nuevo Congreso”. Tres artículos más se aprobaron. Por el 2o.,
el Congreso se ocuparía de la organización de la Hacienda, el Ejército y la Ad­
ministración de Justicia; por el 3o. se mandaba a imprimir y circular el proyec­
to de Constitución; y, por el 4o., se otorgaban facultades al Poder Ejecutivo
para que por medio de la persuasión se restableciera la tranquilidad pública
en Guadalajara.38
La resolución del Congreso no tranquilizó los ánimos. Las provincias siguie­
ron el ejemplo de Guadalajara, y se buscó organizar reuniones para apoyarse
mutuamente. Entre mayo yjulio de 1823, todas las provincias fueron afectadas
por el movimiento autonomista, pero cuatro se destacaron especialmente: ade­
más de Guadalajara, Oaxaca, Zacatecas y Yucatán. Lo interesante de estos pro­
nunciamientos es que no había un rompimiento total con el gobierno nacional,
sino sólo una serie de condicionamientos para obedecer al centro, referidos a
la aceptación de la autonomía regional.39
Al mismo tiempo que se sucedían los pronunciamientos, el Congreso co­
menzó a discutir la ley de convocatoria, el 10 de junio de 1823. El diputado Jo­
sé Valle, miembro de la comisión, explicó que se había tomado en cuenta to­
do lo escrito sobre la materia para formar el proyecto de elecciones, pero

sfi Bustamante, 1846, p. 164.


57 “Discurso del Sr. Terán diputado por la provincia de Chiapas, pronunciado en la sesión
del 21 del presente mayo, La Águila Mexicana, 25 de mayo de 1823.
58 Congreso. Sesión del 21 de mayo de 1823, en Historia Parlamentaria, 1983, pp. 19-20.
M En dos obras se pueden seguir con detalle estos pronunciamientos: Benson, 1980; Barra­
can, 1978.
128 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

habían seguido principalmente la Constitución Española, e incluso se habían


copiado literalmente algunos artículos.40 Esta ley tan importante fue discutida
durante una semana, sancionada y publicada por el gobierno el 17 de junio de
1823.41
El Congreso había cumplido su obra siguiendo la voluntad de los pueblos.
La ley era muy liberal, incluía pocas restricciones y fue muy apreciada por los
federalistas entre 1823 y 1846. La ley fue el modelo del sistema electoral en la
Primera República Federalista, dio origen al Congreso liberal de 1842 y tam­
bién formó el Congreso Constituyente de 1846. En los momentos de crisis, la
ley del 17 de junio fue invocada como tabla de salvación por los liberales. Fue,
sin duda, uno de los instrumentos políticos más duraderos de la primera mi­
tad del siglo xix.
La Convocatoria no apaciguó los ánimos autonomistas. El 16 y 21 de junio,
la Diputación Provincial de Guadalajara declaró estado libre a la provincia de
Jalisco, redactó un Plan de gobierno e invitó a las demás provincias a confederar­
se. En sus conclusiones, el estado libre de Jalisco determinaba tres condiciones
sobre los diputados al nuevo congreso general: constituir a la nación como Re­
pública Federada, formar las bases constitucionales para la Federación, y que
éstas no se publicaran sino hasta ser ratificadas por los congresos provinciales
de los estados.42
A principios de julio de 1823, el Congreso aprobó dos resoluciones para
contener la disolución provocada por la persistencia de Jalisco, extendida a
otras provincias. Por la primera, los generales Nicolás Bravo y Pedro Celestino
Negrete salieron de México con un ejército para llegar a un acuerdo razona­
ble, sin violencia, con el recién creado estado de Jalisco. Por la segunda, am­
plió las facultades de las diputaciones provinciales. En sus primeros dos artícu­
los, el Congreso decretaba que las diputaciones provinciales manejaran los
caudales públicos de su provincia, pudiendo remover a los empleados del ra­
mo de Hacienda; por el artículo 2o., podrían presentar al Supremo Poder Eje­
cutivo ternas para todos los empleos de su provincia del orden político, hacen­
darlo y judicial, excepto los puestos de las audiencias, jefe político y las
secretarías de los mismos.43
Afortunadamente, Bravo y Negrete no tuvieron que tomar Guadalajara.
En Lagos, llegaron a un acuerdo con las autoridades de Jalisco y Zacatecas.
Los representantes de las provincias convinieron en aceptar la Convocatoria
y reconocer al gobierno y Congreso nacionales. Los diputados del Segundo

40 Congreso. Sesión del 10 de junio de 1823, en Historia Parlamentaria, 1983, pp. 79-83.
41 Congreso. Sesión del 17 de junio de 1823, op. cit., pp. 135-138. Decreto. Bases para las elec­
ciones del nuevo congreso, México, 17 de junio de 1823. CL 425.
42 “Exposición de la diputación provincial de Guadalajara a los habitantes del nuevo Estado
de Jalisco, y plan de gobierno provisional del mismo Estado”, en Bocanecra, 1892, i, pp. 260-267.
43 Decreto. Ampliación de atribuciones a las Diputaciones provinciales, México, 11 de julio
de 1823. CL 425.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 129

Constituyente no podrían constituir a la nación más que en República Fede­


ral y las bases de ésta deberían ser ratificadas por los congresos de las pro­
vincias.44
Los últimos meses no fueron más tranquilos para el Congreso. Este vivía
en la zozobra de supuestas o verdaderas conspiraciones iturbidistas. También
en septiembre, el Congreso enfrentó la agresión del general Lemaur, coman­
dante del castillo de San Juan de Ulúa, quien mandó ocupar la isla de Sacrifi­
cios y bombardear la ciudad de Veracruz.
El 23 de septiembre hubo una sesión tormentosa. Varios diputados culpa­
ron al gobierno de negligencia sobre los sucesos de San Juan de Ulúa. El minis­
tro de Justicia dijo que no se había descuidado el problema, pero lo más impor­
tante que tenía que hacer el gobierno era conservar la unidad de la nación.
Con las provincias unidas, el general Lemaur y toda Europa, dijo el ministro,
no podrían con México.45 El 25 del mismo mes Lemaur bombardeó Veracruz.
Esta ciudad estaba indefensa y no contaba con medios adecuados para repeler
la agresión. El 17 de octubre, el Congreso respaldó la conducta del Poder Eje­
cutivo en su declaración de continuar la guerra con la nación española.46 La ac­
titud de Uemaur tuvo dos consecuencias en el interior del país: la desaparición
total del partido borbonista y el crecimiento de una corriente antiespañola que
comenzó a manifestarse por esos días.
Las elecciones se celebraron el 3 y 17 de agosto y el 6 de septiembre en un
clima de crisis. Bocanegra: “[...] se aumentó la agitación con motivo de las
elecciones para el nuevo congreso y de los pronunciamientos de federación
que se generalizaron por las provincias. Dos elementos a la verdad muy pro­
pios para conmover hasta los cimientos del edificio social, despertando ideas,
intereses y opiniones”.47 No obstante las circunstancias, no hubo sorpresas, y
las elecciones fueron ganadas de manera contundente por el partido federa­
lista, aunque dando cabida ál partido opositor.
El Primer Congreso Constituyente mexicano cumplió su destino: obede­
cer la voluntad de los pueblos y desaparecer. En esta primera experiencia par­
lamentaria del México independiente, estarían todos los ingredientes que se
repetirían en los congresos de la primera mitad del siglo xix: faccionalismo,
convencimiento de ser los auténticos representantes de la nación y los únicos
con derecho para hablar por el pueblo, y la búsqueda de teorías para aplicar­
las a la realidad mexicana. El 30 de octubre de 1823, el Primer Constituyente
mexicano se reunió por última vez. El diputado Tagle, como presidente del
Congreso, anunció en voz alta al público que quedaban cerradas las sesiones.48

44 “Convenios de Lagos", en Bustamante, 1981,1.1, vol. 2, pp. 156-157.


45 Congreso. Sesión del 23 de septiembre de 1823, Historia Parlamentaria, 1983, i, pp. 501-509.
44 Congreso. Sesión del 17 de octubre de 1823, Ibidem, pp. 589-590.
47 Bocanegra, 1892, i, p. 221.
48 Congreso. Sesión del 30 de octubre de 1823, Historia Parlamentaria, 1982a, pp. 570-571.
130 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

FEDERACIÓN O DISOLUCIÓN

El Segundo Congreso Constituyente comenzaría a reunirse en los primeros


días de noviembre de 1823. Después de varias juntas preparatorias, quedaría
instalado el 7 de ese mismo mes. No había sorpresas en las elecciones: el par­
tido federalista las había dominado ampliamente. Aparecían Miguel Ramos
Arizpe, Juan de Dios Cañedo, Tomás Vargas, Valentín Gómez Farías, Francis­
co García y Juan Rodríguez, entre otros.49 Más tarde llegarían Manuel Cres-
cencio Rejón, Lorenzo de Zavala y Juan Cayetano Portugal. Servando Teresa
de Mier, Carlos María de Bustamante, Rafael Mangino, Cayetano Ibarra, José
María Becerra y Miguel Guridi y Alcocer serían los diputados más importantes
de la oposición. Esta era reducida y, aunque no tenía número suficiente para
revocar las propuestas de los federalistas, sirvió de contrapeso a las posiciones
más radicales.50
Por la ley de convocatoria, el Congreso tendría 140 congresistas. El Acta
Constitutiva fue firmada por 94 diputados y la Constitución por 100. La partici­
pación real fluctuó entre 75 y 85 asistentes. Se puede apreciar también una
permanencia importante de 90% de los congresistas a lo largo de los 14 meses
de vida de este constituyente.51 El Congreso estaba formado por hombres que
promediaban los 40 años de edad, en su mayoría abogados (39.1%), clérigos
(29.8%) y militares (16.9%). David Quinlan ha realizado un estudio estadísti­
co de los 77 diputados más participativos. Para este grupo, la influencia de los
abogados crece (50.1%) y disminuye la de los eclesiásticos (26%) y militares
(9%).52 La mayoría de los diputados (67.2%) tenía alguna experiencia políti­
ca previa en las cortes españolas, en las diputaciones provinciales o en los ayun­
tamientos constitucionales.53
El Segundo Constituyente estaría formado por una sola cámara, siguiendo
el ejemplo de las cortes españolas. Esta situación propiciaba un desequilibrio
regional muy fuerte en la composición del mismo. De 100 diputados que fir­
maron la constitución, los estados de México y Puebla aportaron 38% del to­
tal; los estados y territorios del norte —Alta y Baja California, Nuevo México,
Sonora y Sinaloa, Chihuahua, Coahuila y Texas, Nuevo León y Tamaulipas, que
representaban aproximadamente 70% del territorio nacional— sólo tenían
una escasa representación de 12%.54 La representación basada solamente en la
población introducía en el sistema representativo este dilema irresoluble.
Los estados de Jalisco, Zacatecas, Oaxaca y Yucatán, líderes en el movi­
miento autonomista de 1823, tuvieron una representación importante en el

49 Congreso. Sesión del 30 de octubre de 1823, Historia Parlamentaria, 1983,1, p. 221.


50 Barracan, 1978, p. 20; Zavala, 1845, i, pp. 197-198; Bocanegra, 1892, o, p. 285.
51 Cálculos realizados con las actas de las sesiones.
52 Quinlan, 1994.
55 Ibidem, pp. 198-199.
54 “Constitución de 1824", en Tena Ramírez, 1981, pp. 194-195.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 131

Congreso de 26%. Sin embargo, 70% del Congreso Constituyente votó a fa­
vor del federalismo y, según Quinlan, al menos 50% de los diputados de ca­
da región lo apoyaron. Esto explicaría por qué, no obstante el peso de los
estados de México y Puebla, el Congreso, en su mayoría, estuviera por el fe­
deralismo.55
Los diputados reunidos en el Segundo Congreso Constituyente pertene­
cían a la generación de hombres nacidos a finales del siglo xvm. De súbditos
del rey de España se habían convertido en ciudadanos mexicanos. Conocían
una amplia gama de autores y teorías políticas, que iban desde la filosofía po­
lítica española tradicional hasta los planteamientos más novedosos del consti­
tucionalismo liberal.56 La revisión minuciosa de las discusiones de este Congre­
so despierta una fuerte impresión contra lo que frecuentemente se dice, pues
la principal obra de los constituyentes fue construir una nueva organización
política, sin romper con el pasado.
Al abrirse las sesiones del Segundo Congreso Constituyente, la situación
del país era alarmante. Los estados actuaban con plena autonomía. Algunos
habían organizado un gobierno interno, sin esperar la reunión del Congreso
y la Constitución correspondientes. Asimismo, el Poder Ejecutivo se había for­
talecido, pero las ausencias de los propietarios causaban inestabilidad. Miche­
lena gobernaba y Domínguez servía de comparsa. El partido iturbidista no es­
taba muerto y sus principales agentes se refugiaban en Guadalajara al amparo
de Luis Quintanar y Anastasio Bustamante, lo que daba mayor impulso a las
pretensiones autonomistas de esta provincia. El único aspecto positivo en esta
borrasca era el pronunciamiento generalizado en la opinión pública, desde los
meses anteriores, en favor del sistema federal, como único medio capaz de
constituir a la nación y evitar el naufragio.57
En una situación tan conflictiva, el Congreso no podía cometer el mismo
error de su antecesor. La Comisión de Constitución formada por Ramos Ariz­
pe, Arguelles, Mangino, Vargas y Huerta presentó el proyecto de Acto Consti­
tutiva, en la sesión del 20 de noviembre de 1823.58 Este documento presenta­
ba las bases o principios generales para constituir a la nación. La idea era que
rápidamente se pudiera contar con los principios para formar el nuevo siste­
ma, sin tener que esperar a la discusión y sanción de toda la constitución. De
esta forma, la constitución podría discutirse con más calma, una vez que que­
dara constituida la nación. Por lo tanto, algunos de los debates más importan­
tes sobre el federalismo se dieron cuando el Congreso revisó el proyecto del
Acta Constitutiva, entre el 20 de noviembre de 1823 y el 31 de enero de 1824.59

55 Quinlan, 1994, p. 199.


56 Cf. Rodríguez, 1991, pp. 507-530; Ferrer yLuna, 1996; Carrillo, 1981.
57 Bocanegra, 1892, i, pp. 283-284; Zavaia, 1845, i, pp. 195-196; Ajaman, 1852, v, pp. 176-179.
58 Congreso. Sesión del 20 de noviembre de 1823, Acta Constitutiva, 1974, pp. 93-112.
59 Cf. las sesiones de esos días, en ibidem.
132 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El proyecto original constaba de 40 artículos, que en la discusión fueron


reducidos a 36. El Acta constituía a la nación mexicana como una república
representativa popular federal, libre, soberana e independiente de cualquier
otra. Definía a las partes integrantes de la federación como estados libres, so­
beranos e independientes en su régimen interior. Declaraba la intolerancia
religiosa y la división de poderes, y definía a cada uno de ellos con sus atribu­
ciones y restricciones. Finalmente, normaba el gobierno particular de los es­
tados.60
El proyecto atribuido a Ramos Arizpe presentaba una posición de compro­
miso. Por principio de cuentas, definía a la nación mexicana en términos de la
Constitución de Cádiz, con lo que se regresaba a la división española del terri­
torio. Con esto se afirmaba que la nación era anterior a la formación de los es­
tados. En el Acta definitiva, los artículos expresaban esta idea siguiendo un im­
pecable orden lógico: lo. Definición de la nación mexicana, 2o. la libertad e
independencia de cualquier nación, 3o. la soberanía reside radical y esencial­
mente en la nación, 4o. la religión católica como única y perpetua, 5o. la for­
ma de gobierno de república representativa popular federal, 6o. la soberanía
de los estados exclusivamente en su gobierno interno, 7o. la enumeración de
los estados y territorios que integrarían la federación y 8o. la facultad del Con­
greso para aumentar o modificar los estados.61 Los debates fueron acalorados,
las posiciones encontradas, pero el resultado final fue un federalismo en que
prevaleció la noción de unidad sobre la de confederación o pacto entre iguales.
La discusión estuvo centrada en la idea de que una voluntad general se
había expresado por el federalismo. A favor se argumentó que era evidente la
expresión de esa voluntad general: el sistema federal era el mejor dentro de
los conocidos y el más conveniente para México. Bastaba ver el ejemplo de los
Estados Unidos. En contra se dijo que la voluntad general no debía seguirse
necesariamente y muchas veces era un principio desorganizador y peligroso.
México no estaba preparado para el sistema federal y podía recurrirse al ejem­
plo de Colombia. El 7 de diciembre hubo lugar a votar por 44 contra 27 dipu­
tados.62 *
Los artículos lo., 2o. y 3o. del proyecto se aprobaron sin muchos proble­
mas, convirtiéndose en el lo. 2o. y 4o. del Acta definitiva. Los artículos más de­
batidos fueron el 4o., 5o. y 6o. El artículo 4o. confería el poder soberano a la
nación, como se había proclamado en el artículo 3o. de la Constitución de Cá­
diz; sin embargo, los constituyentes mexicanos introdujeron un matiz impor­
tante: la distinción entre nación y sus iepresentantes, que también quedó ex­

60 “Acta Constitutiva Presentada al Soberano Congreso Constituyente por su Comisión el día


20 de noviembre de 1823”, en Bustamante, 1981,1.1, vol. 2, pp. 193-198.
61 “Acta Constitutiva de la Federación", en Tena Ramírf.z, 1981, pp. 154-155.
62 Congreso. Sesiones del 3, 4, 5, 6 y 7 de diciembre de 1823, en Acta Constitutiva, 1974, pp.
154-155 y 198-238.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 133

presada en el preámbulo de la Constitución.63 En la discusión, el diputado Gu­


ridi y Alcocer dijo: “Que desde que fue individuo de la comisión de constitu­
ción en las cortes de España propuso se dijese que la soberanía reside radical­
mente en la nación, para explicar no sólo que la soberanía es inenajenable e
imprescriptible, sino el modo en que se halla en la nación, pues que ésta con­
serva la raíz de la soberanía, sin tener su ejercicio”.64 La adición de Guridi se
aprobó y quedó en el texto definitivo de este artículo.
La discusión sobre la soberanía de la nación, y posteriormente la de los es­
tados, permitió ver que no todos los federalistas tenían la misma idea sobre el
federalismo. Al respecto, Barragán ha encontrado tres posiciones diferentes:
una consideraba que la soberanía residía radical y esencialmente en la nación
mexicana y no en los estados; un segundo grupo pensaba, al contrario, que la
soberanía era una e indivisible, pero correspondía de modo exclusivo a cada
uno de los estados; a mitad de camino, algunos diputados planteaban la com­
patibilidad entre las dos soberanías, porque la de los estados sólo se refería ex­
clusivamente al régimen interior.65 La primera posición la defendieron centra­
listas como Carlos María de Bustamante y Luciano Becerra, y federalistas que
privilegiaban la unidad nacional sobre otros criterios, como Servando Teresa
de Mier.>La segunda posición extrema sería la del confederalismo y estaría
apoyada por Juan de Dios Cañedo, Santos Vélez, Juan José Romero, Valentín
Gómez Farías y Juan Cayetano Portugal. A su vez, la posición de compromiso
fue respaldada por Miguel Ramos Arizpe, Tomás Vargas, Manuel Crescencio
Rejón y Lorenzo de Zavala, entre otros.
Los artículos 4o. y 6o. del proyecto fueron aprobados por la unión de los
grupos primero y tercero. Quienes estaban a favor de la confederación decían
que era mejor no hablar de soberanía. Vélez, Romero y Gómez Farías afirma­
ban: “Que es un equívoco decir que la soberanía de los estados no les viene de
ellos mismos sino de la constitución general, pues que ésta no será más que el
pacto en que todos los estados soberanos expresan por medio de sus represen­
tantes los derechos que ceden a la confederación para el bien de ella, y los que
cada uno se reserva”. El artículo 4o. se aprobó en la sesión del 9 de diciembre
y el 6o., con una votación apretada de 38 contra 28 votos, el 19 de diciembre
de 1823.66
En la sesión del 10 de diciembre, el Congreso comenzó la discusión del ar­
tículo 5o. del proyecto de Acta Constitucional que determinaba la adopción de
una forma de gobierno federal. El debate fue de los más intensos de este Con­
greso, aunque la oposición al federalismo era minoría. La discusión dio lugar

65 FerreryLuna, 1996, p. 81.


64 Congreso. Sesión del 10 de diciembre de 1823, en Acta Constitutiva, 1974, p. 269.
65 Barragán, 1978, pp. 196-197. Otros autores como Rodríguez o Quinlan, con criterios dife­
rentes, coinciden básicamente con Barragán.
66 Congreso. Sesiones del 9,10, 17, 18 y 19 de diciembre de 1823. Acta Constitutiva, 1974, pp.
270-273 y 347-369.
134 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

a extensos votos y discursos, a favor y en contra, entre los que destacan el céle­
bre del padre Mier, conocido posteriormente como la Profecía de la Federación.
A favor se dijo que la voluntad general estaba expresada por el federalis­
mo, el cual traería ilustración al pueblo, según el ejemplo de los Estados Uni­
dos. Al adoptar este sistema, las provincias remotas serían mejor atendidas y
desaparecerían todos los males del gobierno español centralizado, hasta llegar
a los grados más altos de la libertad. En contra, los diputados argumentaron
que no se podía pasar desde la opresión más ominosa hasta el grado más alto
de libertad. El federalismo iba a tener un efecto contrario al de los Estados
Unidos, los empleos aumentarían y el ejemplo de Colombia era muy ilustrati­
vo de lo que podía pasar. Los mexicanos no tenían costumbres políticas para
un sistema tan perfecto y lo que estaba unido se iba a separar. Volvió a aflorar
el conflicto entre confederalistas y unionistas. Gómez Farías pidió: “que se con­
siderase a las provincias como que están separadas y van a unirse, y no al con­
trario, porque ciertamente no hay tal unión, falta un pacto fundamental”. Ca­
yetano Ibarra contestó al primero: “que no se hallaba la nación en un estado
natural, como se había sostenido, porque existía el derecho de propiedad y
otros muchos, y todas las relaciones sociales que no pueden subsisitir en aquel
estado”. El 16 de diciembre se dio la votación: los términos república representa­
tiva popular fueron aprobados por unanimidad; la palabra federal, con la oposi­
ción de 10 diputados.67
Los artículos 7o. y 8o. estaban relacionados. Por el primero se enumera­
ban los estados que integraban la federación y por el segundo se otorgaba al
Congreso facultad para formar nuevos estados. El problema territorial era bá­
sico para definir con propiedad el sistema federal. En la discusión del artículo
7o. surgió un problema teórico importante: la comisión sólo proponía estados
de la federación, no consideraba los territorios. Si se admitía la figura jurídico-
política del territorio, el pacto federal no sería el resultado de la voluntad de
los estados para federarse o confederarse. En otras palabras, la existencia de
los territorios afirmaba la posición de quienes creían que la nación era ante­
rior y prexistente a la federación. Sólo así podían existir entes políticos no so­
beranos dentro de un sistema federal. Los confederalistas percibieron con cla­
ridad esta situación, y tanto en esta discusión como en la de la Constitución se
opusieron a que hubiera muchos territorios. Según ellos, eso iba en perjuicio
del sistema federal y favorecía la centralización del poder.68
El problema teórico sobre los territorios volvió a aparecer cuando se dis­
cutió en la Constitución cómo iban a estar representados en el Congreso Ge­
neral. La comisión propuso que cada territorio nombrara para la Cámara de
Diputados un delegado que tuviera voz, pero no voto. El diputado Rejón dijo
que sólo los estados soberanos podían tener diputados, porque aquéllos eran

67 Congreso. Sesiones del 11, 13 y 16 de diciembre de 1823, ibidem, pp. 301-325.


68 Congreso. Sesiones del 7 y 8 de julio de 1824. Constitución Federal, 1974, pp. 509-516.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 135

los que formaban la federación. Gómez Farías invocó el ejemplo de los Estados
Unidos para apoyar el dictamen, porque no se trataba de los derechos que se
debían a cada individuo en la sociedad, sino de los que correspondían a las
personas morales de que se componía la federación. En contra se dijo que los
territorios no merecían menor consideración sólo por haber cedido a la socie­
dad una mayor suma de derechos que los estados. El diputado Ortiz de la To­
rre, de Baja California, dijo: “que la razón de que los estados por serlo tienen
el derecho de elección, no es suficiente, pues en tiempo del gobierno español
y aun después de hecha la independencia, las provincias elegían sus diputados,
sin hallarse todavía en el rango de estado”.69 Los días siguientes continuó la
discusión. Cañedo afirmó que la unión federal era de estados y no de territo­
rios y por tanto estos últimos no deberían tener diputados; insistió en la nece­
sidad de seguir la pauta de los Estados Unidos y no meterse a compositores
cuando apenas sabían los signos de la música. El punto de vista contrario lo de­
fendió el diputado Solórzano: “que residiendo la soberanía en toda la nación,
y siendo parte de ella los territorios, no se les debería negar el derecho de ejer­
cer esa soberanía en la elección de sus representantes”.70 Triunfó la corriente
por la soberanía nacional. El Congreso aprobó dos nuevos artículos que susti­
tuyeron al anterior. Se desechó el término de delegado y se aprobó que los te­
rritorios con más de 40 000 habitantes nombraran un diputado con voz y voto
en la formación de las leyes y decretos y, si el territorio no alcanzaba esa pobla­
ción, nombraría un diputado que tendría voz en todas las materias.71
El artículo 8o. permitió al Congreso modificar la división territorial del
país. El Constituyente hizo lo que pudo siguiendo los reclamos de las provin­
cias para convertirse en nuevos estados o territorios. El 18 de noviembre de
1824, el Congreso sancionó el decreto sobre el Distrito Federal. Bustamante es­
cribe sobre el particular: “En cuanto a la división de estados, se pulsaron tam­
bién muchas dificultades, porque no teníamos la correspondiente estadística
de cada uno de ellos: así es_, que ignorábamos su población, sus rentas y recur­
sos”.72 En el Anexo presento el proceso de formación de los estados y territo­
rios entre noviembre de 1823 y diciembre de 1824.
¿Por qué Ramos Arizpe y la comisión llegaron a esta situación de com­
promiso, que también se reflejará en la Constitución? En primer lugar, los es­
tados autonomistas belicosos no habían sido todos, sino principalmente cua­
tro: Jalisco, Zacatecas, Oaxaca y Yucatán; segundo, sus fines autonomistas
nunca llegaron a considerar un separatismo o la idea de la secesión; tercero,
el Segundo Congreso Constituyente había sido convocado bajo la fórmula de
Cádiz, única practicada en México, y que apuntaba a la unidad; cuarto, en el

69 Congreso. Sesión del 7 de julio de 1824, ibidem, pp. 503-505.


70 Congreso. Sesión del 9 de julio de 1824, ibidem, pp. 511-515.
71 “Constitución de 1824. Arts. 14 y 15", en Tena, 1981, p. 169.
72 Bustamante, 1846, p. 271.
136 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Congreso los confederalistas eran sólo 26% del total y un buen número de fe­
deralistas concebían el federalismo en términos más moderados; quinto, la
comisión tomó en cuenta las observaciones del gobierno, como explícita­
mente lo manifiesta el preámbulo del Acta, y el gobierno estaba a favor de un
sistema unitario: Michelena y Bravo, que dominaron el Poder Ejecutivo, y los
ministros Lucas Alamán y Manuel Mier y Terán coincidían en sus puntos de
vista en favor del centralismo o de un federalismo moderado. Finalmente,
México no había sido reconocido como nación independiente, la amenaza
de España y la Santa Alianza eran reales y los iturbidistas no habían desapa­
recido de la escena política.73
Este espíritu de conciliación entre la unidad nacional y la soberanía esta­
tal se puede apreciar en un acontecimiento muy significativo. La Comisión ha­
bía propuesto, en el artículo 15 del proyecto, la formación de un senado cons­
tituyente, integrado por dos senadores de cada estado, para que revisara y
sancionara la Constitución.74 En la sesión del 2 de enero, “a propuesta de la
comisión se suspendió tratar del artículo 15 por haber manifestado que le era
preciso redactarlo y presentarlo de otro modo, y se pasó a la discusión del ar­
tículo 16”.75 Nunca volvió a aparecer este artículo en la discusión. La idea de­
trás de este senado constituyente sería seguramente la de dar más peso a los
estados en la sanción de la constitución, dado que en el Senado habría una re­
presentación igual por cada estado, mientras que en el Congreso, muchos es­
tados quedaban subrepresentados por su escasa población. Este artículo 15 se­
ría un equivalente del séptimo de la Constitución estadunidense: “Bastará la
ratificación de las convenciones de nueve estados para que esta Constitución
quede establecida entre los que la ratifiquen”.76 Prevaleció la idea de la uni­
dad gaditana y la sanción quedó reservada al mismo Segundo Congreso Cons­
tituyente.
Diciembre y enero, los dos meses de discusión del Acta Constitutiva, fueron
de continuos sobresaltos para el gobierno y el Congreso. El 12 de diciembre
hubo una asonada en Querétaro; el 22, Echávarri en Puebla organizó un mo­
vimiento para declarar estado a la provincia. El gobierno movilizó tropas al
mando de Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero para meter al orden a
los poblanos.77 También hubo una revolución en Cuernavaca en contra de los
españoles. El gobierno movilizó a Vicente Guerrero, nuevamente, para pacifi­
car la zona. Finalmente, el 23 de enero hubo un levantamiento del general Jo­
sé María Lobato, que conmocionó a la ciudad de México y a las autoridades.

7S Alamán, 1852, v, pp. 811-812; “Proyecto del Acta Constitutiva", en Bustamante, 1981, 1.1,
vol. 2, p. 193.
74 “Proyecto del Acta Constitutiva, art. 15”, en ibidem, p. 196.
75 Congreso. Sesión del 2 de enero de 1824. Acta Constitutiva, 1974, p. 436.
76 “Constitución de los Estados Unidos”, en Morris, 1986, p. 99.
77 “General Echávarri en Puebla. Acta de Federación del Estado libre de Puebla de los Án­
geles", en Bocanegra, 1892, l, pp. 131-137.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 137

El Plan de Lobato pedía la remoción del Poder Ejecutivo y la de los españoles


de sus empleos.78
Anteriormente el Congreso, en vista del movimiento de Puebla, comenzó
a discutir el 5 de enero una ley para formar las legislaturas en los estados que
no las tenían. El artículo lo. decía: “Los estados de Guanajuato, México, Mi­
choacán, Puebla de los Angeles, Querétaro, San Luis Potosí y Veracruz proce­
derán a establecer sus respectivas legislaturas que se compondrán, por esta vez,
al menos de once individuos, y a lo más de 21 en la clase de propietarios, y en
la de suplentes no serán menos de cuatro y más de siete”.79 La elección se ha­
cía con la ley del 17 de junio de 1823, con electores primarios y secundarios.
No aparecían en la ley más que los estados plenamente aceptados sin disputas
de territorio. Tampoco aparecían los estados que ya habían establecido sus le­
gislaturas: Jalisco, Oaxaca, Yucatán y Zacatecas. A lo largo de 1824, el Congre­
so iría formando nuevos estados que se tendrían que apegar a esta ley para es­
tablecer sus legislaturas. (Anexo).
El movimiento de Lobato fracasó por la acción enérgica y decidida tanto
del gobierno como del Congreso, que se mantuvo en sesión secreta permanen­
te, trasladándose al edificio del Palacio Nacional.80 El Congreso otorgó facul­
tades extraordinarias al gobierno para tomar las medidas necesarias para res­
tablecer la paz.81 La asonada no tuvo respaldo de militares de influencia y el
Congreso dio una amnistía amplia a los sublevados que se entregaran al go­
bierno. El Supremo Poder Ejecutivo fortaleció su posición y llamó a los titula­
res a ejercer el mando, porque algunas personas aseguraban que Michelena es­
taba implicado en la asonada de Lobato.82
Dentro de esta situación política delicada, el Acta Constitutiva fue sancio­
nada el 31 de enero. Los artículos 24 y 34 de la versión definitiva ponían orden
en el proceso de echar a andar el federalismo, con esta idea de conciliación en­
tre la unidad nacional y la soberanía estatal: “Art. 24. Las Constituciones de los
estados no podrán oponerse a esta acta ni a lo que establezca la Constitución
general: por tanto, no podrán sancionarse hasta la publicación de esta última;
Art. 34. La Constitución general y esta acta garantizan a los estados de la fede­
ración la forma de gobierno adoptada en la presente ley; y cada estado queda
también comprometido a sostener a toda costa la unión federal”.83

78 Pronunciamiento del General Lobato”, en ibidem, i, pp. 337-343.


79 Congreso. Sesiones de los días 5, 6, 7 y 8 de enero de 1824, en Mateos, 1878, II, pp. 637-642.
80 Congreso. Sesión extraordinaria permanente del 24 y 25 de enero de 1824, Historia Par­
lamentaria Mexicana, 1982, pp. 175-179.
81 Decreto del Congreso Constituyente. Se conceden facultades extraordinarias al gobierno.
26 de enero de 1824. Colección Lafragua (263).
82 Bustamante, 1846, i, p. 201.
85 “Acta Constitutiva de la Federación”, en Tena Ramírez, 1981, p. 159.
138 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LA SOMBRA DEL LIBERTADOR

Una de las principales presiones que sufrió el Constituyente fue, sin duda, la
amenaza latente de Iturbide. En la sesión del 15 de marzo, la comisión de le­
gislación puso a discusión un dictamen en el que se pedía al gobierno averi­
guar las causas y el objeto de Iturbide para viajar a Londres; también sugería
la suspensión del pago de la asignación económica decretada por el Congreso
anterior a favor de Iturbide.84 En la sesión del 17, el Congreso siguió discutien­
do el decreto sobre suspender la pensión al héroe de Iguala. La discusión fue
intensa y es interesante observar que los principales defensores del libertador
fueron dos de los federalistas más radicales, ambos de Jalisco: Cañedo y Portu­
gal. Este último dijo: “[...] no manchemos nuestra reputación republicana, ne­
gando a D. Agustín de Iturbide, aunque haya dejado la Italia, esa ruindad, que
debemos ver como el único recurso que tiene para vivir y como una recompen­
sa señalada a sus servicios”. Sin embargo el decreto fue aprobado por 36 votos
contra 33.85
El 3 de abril, la comisión integrada por Marín, Guerra, Vélez, Jiménez y
Rodríguez presentó al Congreso un nuevo dictamen sobre Iturbide, reducido
a dos artículos: “lo. Se declara traidor a D. Agustín de Iturbide siempre que se
presente en cualquiera punto de nuestro territorio; 2o. Igualmente se decla­
ran traidores a la federación a cuantos cooperen directa o indirectamente por
escritos encomiásticos, o de cualquier otro modo a favorecer su regreso a la re­
pública mexicana”.86 Los debates fueron vehementes. La oratoria ardiente de
Bustamante fue combustible propicio para desatar las pasiones: “Dormimos:
pero comenzamos a desperezar y a levantar la garra. Para que venga D. Agus­
tín de Iturbide a restablecer su trono, pasará por muchas cabezas, y primero
por la mía”.87 Ese mismo día se votó el artículo lo. y así desaparecieron los de­
fensores de Iturbide. Sólo Guridi y Alcocer y Martínez de Vea votaron en con­
tra. Terminada la votación, los diputados Barbabosa y Paz propusieron que
después de la palabra traidor se añadiese y fuera de la ley. Zavala pidió que se ex­
plicase el sentido de la adición. Barbabosa contestó que el estar fuera de la ley
significaba que no era necesario usar las fórmulas legales para aplicar la pena
al que se halla en aquel caso. El Congreso aprobó la adición.88 El artículo 2o.
fue modificado y el decreto fue sancionado por el Congreso hasta el 23 de
abril.89

84 Congreso. Sesión del 15 de marzo de 1824, Historia Parlamentaria Mexicana, 1983a, pp.
154-158.
85
Congreso. Sesión del 17 de marzo de 1824, en ibidem, pp. 162-167.
86
Congreso. Sesión del 3 de abril de 1824. Actas Constitucionales, 1980, vu: 38-39.
87 Idem.
88 Idem.
89
Decreto del 23 de abril de 1824. Proscripción de D. Agustín de Iturbie, Dubián y Lozano,
1876, i: p. 705.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 139

Sin embargo, al Congreso y al gobierno les preocupaban, tanto o más que


el regreso de Iturbide, las actividades de los iturbidistas, principalmente en la
ciudad de Guadalajara. De esta ciudad salían escritos que pedían el regreso
del libertador y se decía que el gobernador Luis Quintanar y el comandante
general Anastasio Bustamante patrocinaban a los partidarios de Iturbide. To­
do hace suponer que, aun cuando los indicios eran débiles, el gobierno esta­
ba decidido a actuar en contra de Jalisco pretextando el proiturbidismo de las
autoridades de ese estado.90
El gobierno formó un ejército considerable. El general Bravo salió para
Guadalajara el 12 de mayo. El día siguiente fue descubierta una conspiración
en la calle de Celaya. El gobierno aseguraba que estaba en combinación con
las autoridades de Guadalajara. La salida de Bravo, antes de ser descubierta la
conspiración de la calle de Celaya, indicaba que el gobierno trataba de justifi­
car su actitud con cualquier tipo de indicios, cuando ya tenía decidido enviar
un ejército contra Jalisco.
En la sesión del 28 de mayo, la diputación de Jalisco reclamó la presencia
del gobierno en el Congreso para que explicara la expedición de Bravo, que
era contraria al sistema federal.91 El gobierno compareció hasta la sesión del
8 de junio. Los ministros de Relaciones y Guerra presentaron una relación de
documentos para probar la culpabilidad de Quintanar y Bustamante, quienes,
según esto, tenían un plan para fortificar Jalisco, atraer a otros estados a su cau­
sa y dar un golpe fuerte a la forma de gobierno, proclamando el imperio de
Iturbide”.92 La documentación presentada por los ministros no era muy con­
vincente. El dipuudo Cañedo pidió la formación de una comisión para exami­
nar los documentos presentados por el gobierno.93
Los hechos se impusieron. El general Bravo llegó a un convenio con las au­
toridades de Jalisco y entró a la ciudad de Guadalajara el 11 de junio, sin de­
rramar sangre. Por el convenio, las autoridades locales quedaban obligadas al
sostenimiento del sistema federal, se concedía una amnistía amplia y QuinU-
nar y Busumante fueron destituidos y desterrados a las costas.94 Bravo perma­
neció en Guadalajara hasu enero de 1825. Los acontecimientos relacionados
con Jalisco muestran umbién hasu qué punto se había forulecido un gobier­
no que había nacido débil. Brian Hamnett, con gran agudeza, considera que
el éxito de la intervención del ejército en apoyo del gobierno nacional fue un
factor decisivo para llegar al federalismo moderado expresado en el Acta Cons-
titutivayla Constitución de 1824: “Evidentemente, el fenómeno más impresio­
nante de todo este análisis de la política mexicana desde la caída del Imperio

99 Bocanegra, 1892,1, pp. 304-306.


91 Congreso. Sesión del 28 de mayo de 1824, Actas Constitucionales, 1980, ix, pp. 672-675.
92 Congreso. Sesión del 8 de junio de 1824. Actas Constitucionales, 1980, xx, p. 12.
93 llndem.
94 “Gaceta extraordinaria del Gobierno Supremo de la federación mexicana, 21 de junio de
1824”, en Bustamante, 1981, t. it, pp. 194-197.
140 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

hasta el acceso al poder de Victoria, es la recuperación del poder central”.95


Con este suceso, el partido iturbidista quedó completamente aniquilado. El fi­
nal todos lo conocemos: el regreso del libertador y su fusilamiento, el 19 de ju­
lio en la villa de Padilla, cumpliéndose cabalmente el ominoso decreto del 23
de abril. El Constituyente podía estar tranquilo a partir de este momento: la
sombra de Iturbide había desaparecido para siempre.

EL COMPROMISO FEDERAL

La Constitución fue discutida entre el 1 de abril y el 30 de septiembre. El pro­


yecto no fue presentado en su conjunto, sino sección por sección. Al ser apro­
bada cada sección, ésta entraba en vigor. Gracias a este procedimiento fueron
posibles las elecciones de los tres poderes de la federación, a fin de que no se
viera interrumpido el proceso político.
La Constitución no trajo sorpresas. Fue un fiel reflejo del Acta Constituti­
va. La Constitución de 1824 estableció la división de poderes. El título III lo de­
dicó al Poder Legislativo, del artículo 7o. al 73. El título IV al Poder Ejecutivo,
del artículo 74 al 122. El título V al Poder Judicial, del artículo 123 al 156. El
título VI se reservó a los estados de la Federación, del artículo 157 al 162. El tí­
tulo VII y último trata sobre la observancia, interpretación y reforma de la
Constitución y el Acta Constitutiva, del artículo 163 al 171.96
La Constitución siguió los lincamientos del Acta Constitutiva de un federa­
lismo moderado o federalismo a secas. En las relaciones entre los poderes fe­
derales otorgó más peso al Poder Legislativo, definió un Ejecutivo débil y con
restricciones, y un Poder Judicial con poco juego político. En las relaciones en­
tre cada uno de los poderes generales y los estados soberanos, la Constitución
mantuvo el equilibrio, pero siempre desde una perspectiva de preminencia de
aquéllos sobre éstos.
El título III comenzó a discutirse en la sesión del 4 de abril. El Poder Le­
gislativo quedaba depositado en un Congreso, dividido en dos cámaras, una de
diputados y otra de senadores. La primera estaba formada por diputados ele­
gidos con base en la población. Por cada 80 000 habitantes se elegiría un dipu­
tado, o por una fracción que excediera de 40 000. La elección sería indirecta
por el sistema de Cádiz. Para ser diputado, se requerían condiciones mínimas:
25 años, vecindad o nacimiento en el estado que elige. Los no nacidos en Mé­
xico necesitaban ocho años de residencia y 8 000 pesos de propiedad o ingre­
sos. La Cámara de Ciputados sería renovada en su totalidad cada dos años. El
Senado lo formarían dos senadores de cada estado, elegidos a mayoría absolu­
ta de votos por sus legislaturas y renovados por mitad de dos en dos años. Pa-

95 Hamnett, 1984, p. 316.


96 “Constitución de 1824", en Tena Ramírez, 1981, pp. 167-195.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 141

ra ser senador se necesitaban los mismos requisitos de los diputados, más 30


años de edad.97 En las dos cámaras se podían iniciar leyes, pero sólo en la de
diputados se iniciarían las de hacienda.98
La Constitución dispuso que las leyes y decretos del Congreso General ten­
drían cuatro finalidades, tres de ellas referidas a los estados: conservar la unión
federal de los estados, y la paz y el orden público en lo interior de la federa­
ción; mantener la independencia de los estados entre sí en lo respectivo a su
gobierno interior; y sostener la igualdad proporcional de obligaciones y dere­
chos que los estados tenían ante la ley.99
El artículo 50 otorgaba 31 facultades exclusivas al Congreso General. En­
tre ellas, cuatro se referían exclusivamente a los estados: admitir nuevos esta­
dos o territorios a la unión federal; arreglar definitivamente los límites de los
estados; erigir los territorios en estados, o agregarlos a los existentes; y unir dos
o más estados a petición de las legislaturas para que formaren uno solo, o eri­
gir uno nuevo dentro de los límites de los ya existentes. Para esta última facul­
tad, el Congreso necesitaría la aprobación de las tres cuartas partes de los con­
gresistas presentes de ambas cámaras y la ratificación de igual número de las
legislaturas de los estados.100 Volvemos a encontrar la búsqueda del equilibrio.
En las tres primeras facultades, el Congreso actuaría libremente; para la cuar­
ta, los constituyentes impusieron fuertes restricciones.
La Constitución concedió también al Congreso, en la facultad XIX, la ca­
pacidad de formar reglamentos para organizar, armar y disciplinar la milicia
local de los estados, aunque se reservaba a ellos el nombramiento de losjefes
y la instrucción conforme a la disciplina prescrita por dichos reglamentos.101
El gran número de facultades otorgadas al Poder Legislativo, además de las
mencionadas, lo hacían participar en los principales asuntos de la vida políti­
ca y económica y lo convertían en un poder preponderante. Los constituyen­
tes fueron fieles al liberalismo francés y gaditano, y, con la experiencia de Itur-
bide, reforzaron su idea de ser los verdaderos representantes de la nación.
La discusión sobre el Poder Ejecutivo comenzó el 3 de julio. El Acta había
dejado sin decidir si este poder recaería en una o en varias personas. La discu­
sión fue menos intensa e interesante que cuando se discutió el Acta. Los plan­
teamientos fueron similares. A favor de la unidad se decía que los publicistas
estaban por ella; el Poder Ejecutivo necesitaba actuar con rapidez y decisión,
y el ejemplo de los Estados Unidos era incuestionable. En contra, los diputados
temían el abuso de poder, tan manifiesto en el gobierno de Iturbide. No se de­
bía copiar a los Estados Unidos en todo y México no tenía una persona con el

97 Ibidem, pp. 168-170.


98 Ibidem, pp. 176.
99 Artículo 49. Ibidem, pp. 173-174.
100 Artículo 50. En adelante sólo citaré el artículo relacionado con la misma fuente de Tena
Ramírez.
101 Artículo 50, frac. xix.
142 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

prestigio del general Washington, a quien se debía el éxito del ejecutivo unita­
rio. Finalmente se aprobó el Ejecutivo depositado en una persona, pero con
fuertes restricciones.102
La Constitución depositó el Poder Ejecutivo en el presidente de los Estados
Unidos Mexicanos. También habría un vicepresidente para suplirlo. La elec­
ción de ambos la realizarían las legislaturas de los estados a mayoría absoluta de
votos, y las calificaría la Cámara de Diputados. Si no alcanzaban la mayoría ab­
soluta de votos, la elección la realizaría el Congreso votando por diputaciones.
Para ser presidente, se requería ser ciudadano mexicano por nacimiento, tener
35 años de edad y residir en el país. El presidente no podía reelegirse para el
periodo inmediato. Ambos durarían cuatro años en su cargo. El presidente po­
día hacer propuestas de ley al Congreso y tenía el derecho de suspender la pu­
blicación para hacer observaciones dentro de diez días hábiles, pero el Congre­
so podía pasar sobre esta prerrogativa.103
La Constitución otorgó 21 atribuciones al presidente. La décima le permi­
tía disponer de la fuerza armada y de la milicia activa para la seguridad interior
y la defensa del exterior. La undécima establecía la capacidad de disponer de
la milicia local para la seguridad interior y la defensa exterior de la Federación.
Sin embargo, el constituyente impuso la restricción de que, para recurrir a ella
fuera de sus respectivos estados o territorios, necesitaba el consentimiento del
Congreso General, el cual calificaría la fuerza que se utilizaría.104
La décima atribución fue atacada por los diputados confederalistas. Rejón
pidió que el Congreso aprobara previamente esta atribución. Juan Cayetano
Portugal opinó que hacía peligrar el sistema federal y los estados podían per­
der su soberanía. Portugal expresó: “[...] debemos limitar la extensión de es­
te terrible artículo, haciendo del congreso general un poder intermediario en­
tre los estados y el presidente de la república, investido de la facultad de
disponer del ejército para la seguridad interior de la federación”. Bustamante,
dijo en contra que faltaría el secreto y habría demora cuando se necesitaba ac­
tuar con prontitud.105 Los confederalistas perdieron la partida, pues los cons­
tituyentes no admitieron la intervención del Congreso para este asunto.106
La Constitución señaló cinco restricciones a las facultades del presidente:
lo, mandar en persona al ejército, sin previo consentimiento del Congreso o
el Consejo en sus recesos, por el voto de las dos terceras partes de sus indivi­
duos presentes y, cuando esto sucediera, el vicepresidente se haría cargo del
gobierno. 2o. Privar a ninguno de su libertad ni imponer pena alguna, pero
por la seguridad de la Federación podía efectuar arrestos, pero poniendo en

102 Acta Constitutiva, 1974, pp. 534-541.


103 Artículos 74 al 109.
104 Artículo 110, fracs. X y XI.
105 Congreso. Sesión del 6 de agosto de 1824. Constitución Federal, 1974, pp. 627-634.
106 Congreso. Sesión del 7 de agosto de 1824, ibidem, pp. 634-638.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 143

48 horas a los arrestados a disposición del tribunal o juez competente. 3o. Ocu­
par la propiedad de ningún particular o corporación, y si fuera necesario por
el bien público, con la autorización del Senado, indemnizando debidamente
a los afectados. 4o. Impedir las elecciones. 5o. Salir de la República en su en­
cargo y un año después.107
La acción del presidente se vería aún más reducida por la formación de un
Consejo de gobierno, vigente durante el receso del Congreso General y com­
puesto por la mitad de los senadores, uno por cada estado. Una de las princi­
pales funciones del Consejo sería hacer observaciones al presidente para el
mejor cumplimiento de la Constitución.108
El Congreso establecería el número de secretarios para el despacho de los
negocios del gobierno. El presidente nombraría libremente a los encargados.
Pero los artículos' 118 y 119 ponían nuevas restricciones al encargado del Eje­
cutivo: todas las leyes y todos los decretos deberían firmarlos los encargados
del ramo correspondiente, sin lo cual no serían obedecidos, y los secretarios
eran responsables de los actos del presidente que autorizaran con su firma.109
El proyecto del Poder Judicial comenzaría a discutirse el 9 de agosto. El
debate no introduciría cambios esenciales en el documento que se convertiría
en el título V de la Constitución. El Poder Judicial residiría en una Suprema
Corte de Justicia, en los tribunales de circuito y en los juzgados de distrito. A
su vez, la Corte Suprema la integrarían once ministros distribuidos en tres sa­
las y en un fiscal. Para ser ministro se necesitaba estar instruido en la ciencia
del derecho, tener 35 años, ser ciudadano mexicano por nacimiento o nacido
en cualquier parte de la América española con una vecindad de cinco años. La
Constitución disponía que las legislaturas de los estados eligieran a los indivi­
duos de la Suprema Corte a mayoría absoluta de votos. El cargo era a perpe­
tuidad y sólo podrían ser removidos de acuerdo con las leyes.110
En la discusión, varios diputados estuvieron en contra de la perpetuidad de
los ministros, de la edad requerida, que en el proyecto pedía 40 años, y de la
condición de ser abogados, como también lo disponía el proyecto. Otros con­
gresistas estuvieron a favor de la elección de los ministros por parte del Poder
Ejecutivo. El Congreso aprobó la perpetuidad, pero con la posibilidad de re­
mover del cargo a los ministros de acuerdo con las leyes. La edad causó contro­
versia, pues el Constituyente desechó los 40 años y otra propuesta de 30 años,
quedándose con la edad de 35. Sobre ser abogados, unos diputados afirmaban
que era indispensable para el mejor acierto en las decisiones. Los confederalis­
tas pensaban que el requisito no era necesario y bastaba ser versados en la cien­
cia jurídica, ajuicio de las legislaturas. En el último punto, algunos diputados

107 Artículo 112, fracs. 1 a V.


10fl Artículos 113 a 116.
109 Artículos 118 y 119.
110 Artículos 123 a 127.
144 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

se extrañaron de que no se hubiera seguido el ejemplo de los Estados Unidos.


Rejón y Guerra explicaron que, al elegir las legislaturas a los magistrados, el Po­
der Judicial sería independiente del Congreso y del presidente.111 Linda Ar-
nold dice que esta manera de elegir a los magistrados fue una solución pragmá­
tica que reconocía el poder político de los estados, al mismo tiempo de
depositar mayor responsabilidad en las instituciones más cercanas al pueblo.112
Las atribuciones de la Suprema Corte de Justicia quedaron establecidas en
la sección tercera del título V: conocer las diferencias entre estados, o entre es­
tados y particulares de otro estado, o en problemas de tierras por concesiones
de diversos estados; dirimir las diferencias entre los tribunales de la Federa­
ción, y entre éstos y los de los estados, o entre diferentes estados; conocer de
diversas causas promovidas contra el presidente, vicepresidente, causas crimi­
nales contra diputados y senadores, gobernadores, secretarios del despacho,
de acuerdo con la misma Constitución, de los negocios civiles y criminales de
los empleados diplomáticos y cónsules de la República; de las causas de almi­
rantazgo, presas de mar y tierra, contrabandos; crímenes en alta mar, ofensas
contra la nación, empleados de justicia y hacienda de la federación, infraccio­
nes a la Constitución y leyes generales, según lo determinara la ley.113
La sección séptima del título V estableció reglas generales para la adminis­
tración de justicia, a las cuales deberían sujetarse todos los estados y territorios.
Con esto se buscaba la uniformidad en los procedimientos jurídicos. El artícu­
lo 145 prescribía que cada estado daría fe y crédito a los actos, registros y pro­
cedimientos de los jueces y demás autoridades de otro estado. El artículo 147
eliminaba la pena de confiscación de bienes. El artículo 148 prohibía los jui­
cios por comisión y la retroactividad de la ley. El artículo 149 suprimía los tor­
mentos. Los artículos 150 y 151 señalaban reglas claras sobre los detenidos por
indicios. El artículo 152 prohibía a cualquier autoridad registrar los hogares,
papeles y efectos de los habitantes. El artículo 153 prescribía que nadie podía
declarar contra sí mismo en materias criminales. El artículo 154 mantenía los
fueros militar y eclesiástico.114José Barragán interpreta esta Sección Séptima
más como principios rectores que como limitaciones al Poder Judicial de los
estados”.115 Sin querer minimizar la interpretación de Barragán, otra forma de
apreciar la Sección Séptima del título V es desde el punto de vista de la unidad
nacional. Un habitante de cualquier parte de la nación mexicana podía llegar
al Poder Judicial en busca de justicia, bajo reglas claras y uniformes.
El título VI de la Constitución establecía lincamientos muy generales sobre
el gobierno particular de los estados. El artículo 161 determinaba las obligacio-

111 Congreso. Sesiones de los días 9, 10, 11, 12, 16 y 18 de agosto de 1824; Constitución Fe­
deral, 1974, pp. 644-666.
1,2 Arnoi.d, 1996, p. 26.
113 Artículos 137 y 138.
114 Artículos 145 y 147 a 154.
115 Barragán, 1978, p. 279.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 145

nes de los estados. Dos de ellas eran importantes para su relación con el gobier­
no federal: organizar el gobierno y administración interior, sin oponerse a la
Constitución y Acta Constitutiva; y, guardar y hacer guardar la Constitución y
leyes generales de la unión y los tratados con las potencias extranjeras.116
El título VII determinaba la forma en que se debería observar, interpretar
y reformar la Constitución; el artículo 171 establecía que jamás se podían re­
formar los artículos referentes a la libertad, independencia, religión, forma de
gobierno, libertad de imprenta y división de los poderes de la Federación y de
los estados.117
La Constitución de 1824 fue un documento de compromiso. Incorpora­
ba la idea del federalismo norteamericano, en algunos aspectos, pero dentro
de una matriz de fuerte sabor gaditano. Había sido un producto neto de la si­
tuación política de 1823 y 1824. Los gobiernos de los estados tendrían amplias
facultades en su organización interna y un juego político importante en la
elección de los poderes de la unión. El confederalismo no triunfó en el Cons­
tituyente. Se impuso una mayoría en favor de un federalismo apoyado en la
unidad de la nación. La tradición de Cádiz hizo su trabajo. Finalmente, para
que no hubiera malos entendidos, el artículo 165 dispuso: “Sólo el congreso
general podrá resolver las dudas que ocurran sobre inteligencia de los artícu­
los de la Constitución y del Acta Constitutiva”.118

COLONIZACIÓN

El Congreso comenzó a discutir, en lo general, un proyecto de ley de coloniza­


ción, el 30 de julio de 1824.119 Este recogía las ideas debatidas en el Primer
Constituyente y lajunta Nacional Instituyeme, pero con mayor generalidad,
debido a la adopción del sistema federal. El gobierno nacional sólo podía dar
bases generales para la colonización, porque las leyes y la reglamentación que­
daban en manos de los congresos de los estados, como lo disponía el artículo
tercero.120
En la discusión del proyecto de ley, el ministro de Relaciones, Lucas Ala­
mán, sostuvo la posición del gobierno contraria al dictamen. Alamán dijo que
el punto central a debatir era si los terrenos baldíos, antes llamados realengos,
y que se hallaban en los estados, pertenecían a éstos o a la nación. El gobierno
pensaba que como eran de la Corona, y todo lo de la Corona había pasado a
la nación, así había de ser con ellos. Ramos Arizpe defendió la posición fede­

116 Artículo 161, fracs. I y III.


117 Artículo 163-171.
118 Artículo 165.
119 Congreso. Sesión del 30 de julio de 1824, Constitución Federal, 1974, pp. 602-604.
120 Ley. Decreto del 18 de agosto de 1824, sobre colonización, en Dublán y Lozano, 1876,1,
pp. 712-713.
146 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ralista. Según él, la pacificación y el poblamiento de las provincias posibles de


colonizar habían sido fruto de los sacrificios de los abuelos de los actuales ha­
bitantes de los estados, sin ayuda de la Corona española, y por tanto pertene­
cían a los estados.121
Alamán perdió la batalla en este punto, pero logró la modificación del ar­
tículo octavo. En el proyecto se establecía que un empresario podía introducir
en un estado hasta 2 000 familias. Lucas Alamán dijo que era peligroso admi­
tir tanta gente sin el conocimiento del gobierno nacional. El artículo se dese­
chó y en su lugar se estableció una disposición general.122 En este asunto tan
delicado, los confederalistas ganaron la batalla. La colonización quedó en ma­
nos de los estados. Los años posteriores le darían la razón a Alamán, sobre to­
do por lo sucedido en Texas.

IGLESIA Y ESTADO

Al consumarse la independencia, el conflicto entre la Iglesia y el Estado esta­


ría centrado en el tema del patronato. Servando Teresa de Mier definía el pa­
tronato de la siguiente manera: “Patronato se llama el derecho que adquiere
un lego, sea rey o particular, por haber fundado una iglesia para presentar a
sus beneficios y proteger, mejor diría, oprimir a la Iglesia porque en eso vienen
a parar las protecciones en la Iglesia con el Estado”.123
El problema se plantearía en estos términos: ¿tenía México como nación
independiente el derecho de patronato de la Corona española? Varias posicio­
nes se daban en los primeros años de nuestra independencia sobre este asun­
to, que se manifestarían en las labores legislativas: 1. los secularizantes que esta­
ban a favor de la separación entre el orden temporal y el espiritual; 2. los
ultramontanos, quienes afirmaban que el patronato había cesado porque era só­
lo una concesión al rey de España; y, 3. los regalistas, que defendían el derecho
del Estado mexicano al patronato.124
El tema se embrollaba más porque los regalistas defendían este derecho
desde diversas posiciones: “a) como implícito en la soberanía del Estado; b) co­
mo consecuencia de los derechos del Estado como fundador o dotador de igle­
sias; c) por ser el Estado mexicano continuador del rey de España y en virtud
de tener éste el patronato de Indias como una regalía”.125 Por si esto fuera po­
co, los regalistas se dividían entre quienes pensaban que era necesario un Con­

121 Congreso. Sesión del 30 de julio de 1824, Constitución Federal, 1974, pp. 602-603.
122 Congreso. Sesión del 5 de agosto de 1824, Ibidem, pp. 624-625. Ley. Decreto del 18 de
agosto de 1824, sobre colonización, Dubián y Lozano, 1876, i, pp. 712-713.
125 Congreso. Sesión del 17 de abril de 1823, Mateos, 1878, ii, p. 271.
124 Para un estudio detallado sobre el patronato puede consultarse: Reyes Heroles, 1974, i,
pp. 275-318; Pérez Memen, 1977, pp. 209-270.
125 Reyes Heroles, 1974,1: 278.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 147

cordato con la Santa Sede para obtener o confirmar el patronato, y quienes no


creían necesario el Concordato.126
La Iglesia, consumada la independencia, vio la oportunidad de librarse de
la tutela del Estado. La alta jerarquía convocó a una junta diocesana. Esta se
reunió en la ciudad de México el 4 de marzo de 1822, con la asistencia de re­
presentantes de los principales obispados del país. La junta diocesana fue un
éxito para las autoridades eclesiásticas y la corriente ultramontana, al suspen­
derse el patronato.127
Con estos antecedentes, podemos comprender por qué en el Primer y Se­
gundo Congresos Constituyentes no avanzó mucho el tema del patronato. Los
debates fueron acalorados, las pasiones se encendían y, ante la diversidad de
puntos de vista, nunca se llegaba a resultados concretos. La Comisión de Patro­
nato del Segundo Constituyente presentó al Congreso un dictamen con el Vo­
to Particular de José Miguel Ramírez, en la sesión del 8 de marzo de 1824.128
El dictamen proponía acelerar la marcha de un enviado a Roma para nego­
ciar un Concordato con la Santa Sede; mientras se otorgaba éste, el arzobispo y
los obispos procederían a la provisión de los beneficios menores; para tal efec­
to, pasarían ternas para las dignidades, canongías y prebendas de gracia a los go­
biernos de los estados, para que éstos eligieran al que les pareciese mejor. En lo
gubernativo general sobre patronato, entendería el Supremo Poder Ejecutivo de
la Federación, así como en lo particular, cada uno de los estados soberanos.129
El dictamen contradecía lo acordado por lajunta diocesana de 1822, porque se­
ñalaba el derecho de patronato como un derecho vigente. Otra circunstancia
aparecía en el dictamen y en la mente de un buen número de legisladores: la or­
ganización del sistema federal llevaba como consecuencia dos niveles en el ejer­
cicio del patronato, el general y el particular. Nuevamente, la complicación era
tremenda: ¿en dónde se trazaba la línea entre los dos ámbitos? Dadas estas com­
plicaciones y el sinnúmero de asuntos revisados por el Congreso en el mes de
marzo de 1824, el patronato fue archivado para mejor ocasión.
La Constitución de 1824 no resolvió el tema del patronato. El artículo 3o.
estableció la religión católica como única, sin tolerancia del ejercicio de otra,
perpetua y protegida por leyes sabias y justas. El artículo 154 conservó el fuero
eclesiástico. La fracción XII del artículo 50 dispuso como facultad exclusiva del
Congreso General dar instrucciones para celebrar concordatos con la Silla
Apostólica, aprobarlos para su ratificación y arreglar el ejercicio del patronato
en toda la Federación. La fracción XIII del artículo 110 declaraba como atribu­
ción del presidente el celebrar concordatos con la Silla Apostólica en los térmi­
nos que designaba la facultad XII del artículo 50. La fracción XXI del mismo

126 Ibidem, p. 281.


127 Pérez. Memen, 1977, pp. 216-217.
128 Dictamen sobre provisión de beneficio, 1824; Voto particular que sobre el punto de Patronato, 1824.
129 Ibidem.
148 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

artículo 110 señalaba como atribución del presidente, en contradicción con las
dos disposiciones anteriores: “Conceder el pase o retener los decretos concilia­
res, bulas pontificias, breves y rescriptos, con consentimiento del congreso ge­
neral, si contienen disposiciones generales; oyendo al senado, y en sus recesos
al consejo de gobierno, si se versaren sobre negocios particulares o gubernati­
vos; y a la Corte Suprema de Justicia, si se hubieran expedido sobre asuntos
contenciosos”. La fracción III del artículo 137 prescribía como atribución de la
Suprema Corte de Justicia consultar sobre pasar o retener las bulas pontificias,
breves y rescriptos expedidos en asuntos contenciosos.130
El Congreso actuó con mucha prudencia al abordar el tema del patrona­
to. Prueba de ello es que el proyecto sobre el Poder Legislativo, comenzado a
discutir el 1 de abril de 1824, no consideraba la fracción XII del artículo 50.
Fue hasta la sesión del 23 de septiembre, pocos días antes de sancionar la
Constitución, cuando se introdujo la adición de un buen número de artículos.
En consecuencia, dada la premura del tiempo, esta atribución del Congreso
en materia de patronato fue aprobada sin discusión.131
Pese a la tibieza del Congreso en esta materia, la Constitución expresaba
con claridad que el único autorizado para arreglar el patronato en todo el país
era el Congreso nacional y, de esta manera, los estados no debían intervenir en
los asuntos concernientes al patronato. Nuevamente, en lo formal, se había im­
puesto la visión federalista basada en la unidad nacional, sobre el punto de vis­
ta confederalista.
Sin embargo, una cosa era la ley y otra la realidad. Jalisco reclamaría el de­
recho de ejercer el patronato en su territorio durante los últimos meses de
existencia del Congreso Constituyente. Otros estados seguirían los pasos de
Jalisco en los años posteriores. El artículo 7o. de la Constitución de Jalisco
otorgaba al gobierno del estado la facultad de dotar el culto. Esto trajo como
consecuencia un conflicto muy serio con las autoridades eclesiásticas que se
negaron a jurar la Constitución del estado, pidiendo al Congreso la deroga­
ción del artículo 7o., aduciendo, entre otros argumentos, que era contrario al
Acta Constitutiva y a la Constitución Federal. La respuesta del Constituyente
fue de compromiso. El Congreso sancionó, en la sesión secreta extraordina­
ria del 1 de diciembre de 1824, el siguiente decreto: “El artículo 7 de la Cons­
titución del Estado de Jalisco debe entenderse sin perjuicio de la facultad 12a.
Del artículo 50 de la Constitución General de los Estados Unidos Mejicanos,
en cuyo sentido, sin protesta alguna aquel Venerable Cabildo prestará el jura­
mento a dicha Constitución".132

130 Constitución de 1824, Artículos So., 154, 50 fracción XII, 110 fracciones XIII y XXI, 137
fracción III, en Tena Ramírez 1981, pp. 161-195.
131 Congreso. Sesiones del 1 de abril y 23 de septiembre de 1824, Actas Constitucionales,
1980, VIH, pp. 1-11; Constitución Federal de 1824. Crónicas, 1974, p. 783.
132 Congreso. Sesión secreta extraordinaria del 1 de diciembre de 1824, en Historia Parlamen­
taria, 1982, p. 270.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 149

El Cabildo de Guadalajara no quedó satisfecho con el decreto del Congre­


so General. Los eclesiásticos vieron con nitidez que, al no haber sido derogado
el artículo 7o., cabía la posibilidad de que el gobierno de Jalisco interviniera en
los asuntos eclesiásticos, principalmente en sus rentas. Así, pidieron al Congre­
so General una providencia protectora.133 El Congreso sancionó en la sesión se­
creta extraordinaria, el 18 de diciembre, un decreto por el cual se prohibía que
en los estados se hiciera variación en las rentas eclesiásticas, hasta que el Con­
greso General no dictara las leyes pertinentes para el arreglo del patronato.134
El asunto del patronato dejaba ver qué frágil era el compromiso federal
logrado en el Acta Constitutiva y la Constitución Federal. Las interpretaciones
podían ser variadas. La línea trazada con claridad entre lo general y lo estatal
podía ser traspasada con facilidad en uno u otro sentido. El triunfo del com­
promiso federal era pírrico, pues en varios estados habían arraigado las ideas
confederalistas.
El 1 de octubre de 1824, el Congreso examinó e hizo el cómputo de los
votos de las legislaturas para la elección de presidente y vicepresidente de la
República. Guadalupe Victoria reunió la mayoría absoluta de los votos para la
presidencia. El Congreso eligiría a Nicolás Bravo para la vicepresidencia, al
no haber alcanzado esa mayoría absoluta de votos. El día siguiente, el gobier­
no publicó el decreto correspondiente.135 El 4 de octubre se firmó y sancio­
nó la Constitución. Bocanegra escribiría sobre este suceso: “El 4 de octubre
fue sancionada la constitución federal y publicada bajo los más lisonjeros aus­
picios y en medio del regocijo de todas las clases de la sociedad; pues puede
decirse que el sistema federal era el que pedía la mayoría de la nación y san­
cionaba el voto público”.136 Carlos María de Bustamante, con gran pesimis­
mo, opinaba lo contrario, anotando en su diario, para el lunes 4 de octubre:
“[...] Tendremos almanaque para un Año. Así se explica el Padre Mier con su
candor, y yo creo lo mismo: será un fenómeno en política lo contrario. Nota:
duró doce años”.137

EL DISTRITO FEDERAL... Y ALGO MÁS

El Congreso seguiría sesionando durante los meses de octubre, noviembre y


diciembre. En ese tiempo trabajó intensamente en varios asuntos: el arreglo
del Poder Judicial, la organización de las oficinas de Hacienda, la elaboración

133 pjRFZ Memen, 1977, p. 251.


134 Congreso. Sesión secreta extraordinaria del 18 de diciembre de 1824, en Historia Parla­
mentaria, 1982, p. 278.
135 Decreto del 2 de octubre de 1824. Declaración de presidente y vicepresidente de los Es­
tados Unidos Mexicanos, Dubián y Lozano, 1876,i, p. 719.
136 Bocanegra, 1892, i, pp. 328-329.
137 Bustamante, 1981, t. ii, p. 140.
150 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de un reglamento interno para el Congreso y la solución de cuestiones terri­


toriales pendientes.
Con respecto al primer tema, el Congreso determinó que todos los aboga­
dos de la República y los habilitados por cualquier estado pudieran litigar en
los tribunales de la Federación. También determinó que la Suprema Corte de
Justicia tendría un presidente y un vicepresidente, elegidos de entre sus minis­
tros por el Congreso y renovados cada dos años. El Constituyente determinó
el sueldo de los ministros en 4 000 pesos, y el 23 de diciembre calificó las elec­
ciones para ministros de la'Corte de las legislaturas y eligió a quienes no ha­
bían obtenido la mayoría absoluta de los votos. Con estas medidas, la Suprema
Corte de Justicia quedaba plenamente constituida.138
En esta primera elección, el Congreso había elegido al vicepresidente Ni­
colás Bravo y a ocho de los once ministros de la Suprema Corte de Justicia. Se
mostraba con evidencia el gran poder que ejercería el Legislativo sobre los
otros poderes y la preminencia del orden federal sobre el estatal. Aunque la
Constitución otorgaba el poder de elegir al Ejecutivo yjudicial federales a las
legislaturas estatales, en la práctica, la condición de la mayoría absoluta de los
votos transfería este poder al Legislativo Federal. Bustamante comenta que la
elección de ministros fue amafiada, y salieron los ministros que estaban en una
lista de Ramos Arizpe, Rejón y Gómez Farías. “¿Quisisteis federación? Pues co­
menzad ya a soportar el yugo que echásteis sobre vuestros cuellos. Un Vélez,
un asesor del General Cruz es preferido a D. Jacobo Villa Urrutia [...]”.139
El Congreso, en estos meses, también organizó la administración de la Ha­
cienda Pública Federal y dio un reglamento para el funcionamiento del Con­
greso. Hasta este momento, los dos congresos constituyentes mexicanos ha­
bían funcionado con el reglamento de las Cortes de Cádiz, adaptado a las
condiciones mexicanas. Este reglamento no serviría en adelante, porque el si­
guiente Congreso, primero constitucional, estaría dividido en dos cámaras. De
ahí la importancia de este documento, que estaría vigente por muchos años.140
La Constitución prescribía entre las facultades exclusivas del Congreso Ge­
neral elegir un lugar que sirviera de residencia a los Supremos Poderes de la
Federación y variar esta residencia cuando lo juzgara necesario.141 En conse-

138 Decretos del 1, 4 y 23 de diciembre de 1824, Dublán y Lozano, 1876, i, pp. 746-763. Los
primeros ministros fueron: presidente, Miguel Domínguez, vicepresidente, Juan Ignacio Godoy y
por orden de antigüedad José Isidro Yáñez, Manuel de la Peña y Peña, Juan José Flores Alatorre,
Pedro Vélez, Juan Gómez Navarrete, Francisco Antonio Tarazo, José Joaquín Avilés, Antonio Me-
néndez, Juan Raz. Sólo Domínguez, Yáñez y Peña y Peña obtuvieron la mayoría absoluta de votos
de las legislaturas.
139 Bustamante, 1981, t. n p. 70.
140 Decreto del 16 de noviembre de 1824. Arreglo de la administración de la Hacienda Pú­
blica. Decreto del 23 de diciembre de 1824. Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso
General, Dublán y Lozano, 1876, i, pp. 740-743 y 749-762.
141 Artículo 50, fracs. XVIII y XIX.
EL CONGRESO NACIONAL: DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 151

cuencia, desde el mes de julio, el Congreso había tratado el tema. En esa oca­
sión, todo comenzó con un ofrecimiento del gobierno de Querétaro para que
los poderes federales se instalaran en la ciudad del mismo nombre. Pocos
asuntos fueron debatidos con tanta pasión.
El 22 de julio, la comisión especial encargada para designar el lugar don­
de debían residir los poderes federales presentó su dictamen. Este proponía
que el estado de Querétaro se convirtiera en el asiento de los poderes federa­
les. El argumento básico del dictamen, admitiendo que no contaban con da­
tos estadísticos, era proponer a Querétaro por ser el centro de la población del
país.142
El gobierno dio una opinión contraria por tres razones: carencia de dine­
ro, que aunque lo hubiera había necesidades más urgentes por atender; Que­
rétaro no era un lugar conveniente por no estar bien comunicado con el ex­
terior; sería muy peligroso trasladar los poderes, cuando todavía se vivía en
crisis e inestabilidad. Por otra parte, los ejemplos de Francia e Inglaterra de­
mostraban que no era necesaria la centralidad geográfica o poblacional.143 El
secretario de Hacienda expresó al Congreso que los archivos se perderían, que
México era el centro de los capitalistas a los cuales podía recurrir el gobierno
para una emergencia. También explicó que el principal recurso del gobierno
federal serían las aduanas marítimas, y desde Querétaro sería muy difícil con­
trolarlas.144
Los confederalistas apoyaron el traslado. El diputado Vélez dijo que no se
necesitaba mucho dinero para el traslado, que la existencia de los capitalistas
y aristócratas que todo lo corrompen con el dinero era una razón en favor del
traslado. Vélez pensaba que habría más atención a la frontera norte, a las tri­
bus bárbaras, a Texas y a los Estados Unidos. Querétaro, al decir de Vélez, com­
binaba la centralidad entre población y territorio. La voluntad general estaba
expresada: Jalisco, Zacatecas lo querían, y el Estado de México deseaba que la
capital saliera de la ciudad de México. El diputado Vélez condimentó su dis­
curso con las diatribas comunes hacia la ciudad de México: influjo funesto pa­
ra la libertad, lugar de las intrigas y las facciones políticas y hábitos y costum­
bres perniciosas de sus habitantes. O expresiones más fuertes como las que
recogió en un discurso vindicativo de la ciudad de México González Caralmu-
ro: “Babilonia de confusión, Sodoma que se consume en el fuego de sus pasio­
nes".145
El discurso más interesante fue el del padre Mier. Él hizo una apología de
la ciudad de México. Criticó la nortemanía de los diputados. La ciudad de Mé­
xico tenía el prestigio de 600 años de historia. Habló de sus recursos, atracti­

142 Congreso. Sesión del 22 de julio de 1824, Actas Constitucionales, 1980, X, pp. 4-7.
143 Ibidem, pp. 8-16.
144 Ibidem, pp. 17-20.
145 Ibidem, pp. 20-35.
152 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

vos, belleza, establecimientos educativos y ocupaciones honestas. Mier dijo que


la ciudad de México había sufrido antes que nadie el despotismo de los virre­
yes. La rivalidad entre las provincias y la ciudad no debería existir porque es­
taba demostrado, por el anterior Congreso, que de los empleados ni la cuarta
parte eran originarios del lugar.146 Los confederalistas perdieron el combate.
No hubo lugar a votar el dictamen ni a que volviese a la comisión. Es decir, el
Congreso cerró la posibilidad de un traslado de los poderes generales.147
El tema resurgió en octubre. Lorenzo de Zavala propuso la formación del
Distrito Federal. El día 27 comenzó el debate, nuevamente con intervenciones
acaloradas. Los confederalistas apoyaron la propuesta, con la misma pasión
con que habían promovido anteriormente el traslado a Querétaro. Sus argu­
mentos principales fueron dos: la ciudad de México con su riqueza era obra
del trabajo de todas las regiones y pertenecía a todas ellas desde la época colo­
nial; la Federación se afirmaría contando con esta ciudad capital. Los diputa­
dos del estado de México estuvieron terminantemente en contra de la forma­
ción del Distrito Federal: la ciudad de México era propiedad del Estado de
México y quitársela sería un atentado contra el sistema federal; los habitantes
de la ciudad quedarían sin derechos políticos y en total dependencia del go­
bierno nacional; un asunto de tanta importancia debería meditarse más dete­
nidamente y dejarlo al próximo Congreso. La votación fue apretada, y en lo ge­
neral se aprobó por 50 contra 33 votos.148 El decreto fue aprobado el 18 de
noviembre de 1824, y sus dos primeros artículos disponían, “lo. El lugar que
servirá de residencia a los supremos poderes de la federación [...] será la ciu­
dad de México. 2o. Su distrito será comprendido en un círculo cuyo centro sea
la plaza mayor de esta ciudad y su radio de dos leguas”.149 Los confederalistas
pensaban como Zavala, que la formación del Distrito Federal garantizaba la
existencia del sistema federal. Ellos temían la preponderancia del Estado de
México, como lo expresa claramente Zavala: “Además, la riqueza comercial y
la posesión de innumerables fincas rústicas y urbanas que se habían estableci­
do en la capital sólo por ese título, no debían pasar a ser la propiedad exclusi­
va de un estado, que por esta circunstancia, además de la de ser el más pobla­
do, resultaba una poderosa república, mayor que seis o siete estados
pequeños”.150 Síp embargo, formar el Distrito Federal en la ciudad de México
no fortalecía el pacto federal, como lo concebían los confederalistas, sino que
lo debilitaba. El gobierno general se fortalecía: tendría control directo de la
ciudad más poblada e importante del país; y, sobre todo, podría disponer de
la riqueza de esta ciudad. El gobierno nombraría al gobernador del Distrito

146 Congreso. Sesión del 23 de julio de 1824, Actas Constitucionales, 1980, x, p. 15.
147 Ibidem, pp. 34-37.
148 Congreso. Sesión del 30 de octubre de 1824, Historia Parlamentaria, 1982a, p. 313.
149 Decreto del 18 de noviembre de 1824. Se señala México con el distrito que se expresa pa
ra la residencia de los supremos poderes, Dublán y Lozano, 1876, i, p. 743.
150 Zavala, 1845, l, p. 237.
EL CONGRESO NACIONAL DE LA AUTONOMÍA DE LAS PROVINCIAS AL COMPROMISO FEDERAL 153

Federal y una ley posterior dispondría que las rentas del Distrito Federal per­
tenecían a la Federación.151 Los confederalistas perdieron la lid cuando el
Congreso rechazó el traslado de los poderes. Sin darse cuenta, los diputados
del Estado de México cavaron su tumba cuando votaron en contra del trasla­
do, pues seguramente no imaginaban que iban a perder a la codiciada ciudad.
El Congreso cerraría las sesiones el 24 de diciembre de 1824. El presiden­
te del mismo, en una alocución dijo: “El congreso ha cumplido su importante
y sublime misión. Todo está consumado 152 Visiones contrarias de la épo­
ca nos han quedado sobre este Constituyente: Bustamante anotó en su Diario:
“Viernes 24 de diciembre de 1824 (Buen Tiempo). Yo no hallo voces con que
mostrar mi júbilo al ver disuelta una corporación plagada de más de 30 hom­
bres anarquistas, intrigantes, bajos, ignorantes y fanáticos [,..]”.153 Por el con­
trario, el mejor comentario que podía recibir este Congreso lo dejó escrito Lu­
cas Alamán: ‘Justo es decir, en elogio del constituyente, que de cuantos
congresos ha tenido la nación, no solo fue el único que hizo mucho en poco
tiempo, sino también que supuesta la base de federación que se vio obligado
a admitir, es el que ha obrado con más tino que el que han mostrado el que lo
precedió y los que le han seguido”.154

151 Decreto que declara que las rentas del Distrito Federal pertenecen a la Federación, Ro­
mero,1870, p. 86.
152 Congreso. Sesión del 24 de diciembre de 1824, Historia Parlamentaria, 1982a, p. 474.
155 Bustamante, 1981, t. ii, p. 172.
154 Aiamán, 1852, v, p. 815.
154 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Anexo. Declaración de los estados y territorios


Estados Fecha de declaración
1. Chiapas 4 de octubre de 1824
2. Chihuahua 6 de julio de 1824
3. Coahuila y Texas 7 de mayo de 1824
4. Durango 22 de mayo de 1824
5. Guanajuato 20 de diciembre de 1823
6. México 20 de diciembre de 1823
7. Michoacán 20 de diciembre de 1823
8. Nuevo León 7 de mayo de 1824
9. Oaxaca 1 de junio de 1823* y 21 de diciembre de 1823
10. Puebla 21 de diciembre de 1823
11. Querétaro 23 de diciembre de 1823
12. San Luis Potosí 22 de diciembre de 1823
13. Sonora y Sinaloa 10 de enero de 1824
14. Tabasco 29 de enero de 1824
15. Tamaulipas 29 de enero de 1824
16. Veracruz 22 de diciembre de 1823
17. Jalisco 16 de junio de 1823* y 23 de diciembre de 1823
18. Yucatán 20 de agosto de 1823* y 23 de diciembre de 1823
19. Zacatecas 17 de junio de 1823* y 23 de diciembre de 1823
Territorios
1. Alta California 31 de enero dé 1824
2. Baja California 31 de enero de 1824
3. Colima 30 de enero de 1824
4. Nuevo México 6 de julio de 1824
5. Tlaxcala 24 de noviembre de 1824

Distrito Federal 18 de noviembre de 1824


* Declaración por el estado.
RAÍCES Y RAZONES
DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825

María Cecilia Zuleta*


Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa

Este trabajo reseña los acontecimientos políticos que tuvieron lugar en Yuca­
tán entre la proclamación de la independencia en septiembre de 1821 y la san­
ción de la primera constitución estatal en abril de 1825. Durante estos casi
cuatro años, en medio de dificultades y conflictos, se fijaron las bases que fun­
daron el Estado Libre y Soberano de Yucatán como parte de la naciente Repú­
blica Federal Mexicana.1 ¿Cuáles fueron los principales momentos de este
proceso? ¿Qué implicaciones tuvieron en la península la aceptación del Plan
de Casa Mata y del sistema republicano y federalista entre 1823 y 1825? ¿Cuá­
les fueron las características específicas del modelo de unión federal que pro­
pició Yucatán al momento de constituirse la federación?
La adopción del Plan de Casa Mata y el reconocimiento del Acta Constitu­
tiva de la federación enfrentaron obstáculos en la península. El nacimiento del
estado yucateco y su integración a la federación estuvieron marcados por una
dimensión conflictiva, pese a que Yucatán fue una de las primeras provincias
del Imperio mexicano en declarar su adhesión al Plan, y en promover el fede­
ralismo.2 Por ejemplo, desconoció la declaración de guerra a España de fines
de 1823, y objetó el Acta Constitutiva de 1824, convirtiéndose desde entonces
en un problema para las autoridades y para la representación política nacio­
nal, por lo que su posición fue calificada por un contemporáneo como “cri­
men de lesa federación”. Las raíces y razones de estos “crímenes” son la mate­
ria de estas notas para analizar el modelo de federalismo que propiciaba el
gobierno de la península entre 1823 y 1825.
* Agradezco a los responsables del Proyecto de Rescate de Fuentes, Actas de Diputaciones
Provinciales, que se desarrolla en el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, y a la Direc­
ción y coordinación de investigaciones de esa institución haberme facilitado el acceso a la consul­
ta de las Actas de la Diputación de Yucatán, 1813-1821.
1 Historiadores regionales han estudiado ampliamente este periodo, pero desde otras pers­
pectivas. Véase García Quíntamela, 1986. También la completa investigación de Campos García,
1999. Agradezco a Alicia Tecanhuey y a sus colegas de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla haberme facilitado este documento.
2 Véanse Barraián y Barracan, 1978 y 1984; Benson, 1980, Vázquez, 1993. Se considera aquí que
el principio político que fundamenta el modelo confederacionalista es “la subordinación del órgano
central al poder de los estados”, según Lucio Levi, “Confederación”, en Bobrio, 1983, i; pp. 290-293.

155
156 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Los complejos procesos de reorganización de las jerarquías territoriales y


administrativas que experimentó la provincia desde la época borbónica están
en la raíz de las formas y modalidades por las cuales ésta adoptó el sistema re­
publicano y se incorporó conflictivamente a la federación en 1824. Al mo­
mento de la crisis de la metrópoli española, las élites yucatecas se propusieron
reasumirla soberanía, mientras en la península se producía una profunda dis­
persión de la misma, favorecida por la implantación de la Constitución de Cá­
diz en 1812 y en 1820. Un archipiélago de nuevos ayuntamientos en la penín­
sula reclamaba su soberanía frente a las ciudades de Mérida y Campeche, las
cuales por su parte se disputaban la hegemonía del espacio político-adminis­
trativo del territorio peninsular. A estas tensiones políticas se sumaron los de­
sacuerdos entre ambos ayuntamientos y la Diputación Provincial creada por
la Constitución. Así, estas transformaciones y conflictos de las dos primeras
décadas del siglo xix peninsular fueron el tamiz por el cual las élites de estas
dos ciudades principales procesaron la gestación de la primera república fe­
deral. La conílictividad interna se tradujo en una complicada integración a la
federación en gestación: la pugna política interna condujo a las élites penin­
sulares a desarrollar una diferente percepción y estrategia para realizar la
unión con la federación.
No obstante, la ambigüedad y dualidad de las posiciones de las élites pe­
ninsulares con respecto al pacto federal se trasmutó en homogeneidad duran­
te la segunda mitad de 1824. En el transcurso de 1824 asistimos, mediando
hostilidades militares entre las autoridades estatales residentes en Mérida y el
Ayuntamiento de Campeche, a la consolidación de una cultura política homo­
génea y coherente ante la federación, justificada por la tradición histórica te­
rritorial, y que perduraría hasta mediados del siglo xix. La base de esta cultu­
ra política fue el principio “defensivo” hacia el exterior: la pugna por la
defensa de privilegios que se consideraban “derechos históricos”, “inmanen­
tes” e “irrenunciables”. Pero justamente durante 1823 y 1824 se gestó esta con­
vergencia de las élites en torno a la conveniencia de una integración a una fe­
deración que garantizara esos “derechos” territoriales. Esta unidad requirió un
compromiso interno logrado precariamente a fines de 1824. Sólo así, los yuca­
tecos lograron construir una especie de baluarte político y discursivo frente a
la representación nacional y al Ejecutivo Federal, perfilando un rasgo distinti­
vo del modo de hacer política del estado en el ámbito nacional: una cultura
política compacta “hacia fuera”, quizás como estrategia de resolución de los
conflictos “hacia adentro”.3
¿Qué federalismo propició y defendió Yucatán? Después de la caída del
Imperio mexicano, su gobierno propugnó una unión de tipo confederal, en la
que los estados fueran repúblicas independientes confederadas, y el poder fe­
deral tuviera funciones mínimas de regulación general de la unión, de defen-5

5 Al respecto, véase Bellingeri, 1998.


RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 157

sa y de diplomacia exterior. Las raíces de esta posición de 1823-1824, conside­


rada por algunos autores como “federalismo radical”, se encuentran en el pe­
riodo colonial: los reclamos del gobierno peninsular ante el gobierno de la na­
ción entre 1822 y 1824 son semejantes a las demandas de la provincia ante las
Cortes de Cádiz, y ante el gobierno metropolitano desde fines del siglo xvm.4 5
El trabajo se ha estructurado siguiendo un orden cronológico, partiendo
de una breve caracterización de su situación en el siglo xvm. Como se trabaja­
ron fundamentalmente fuentes de naturaleza política,5 mis conclusiones se cir­
cunscriben fundamentalmente a la dimensión política y administrativa.

LA HERENCIA BORBÓNICA EN LA PENÍNSULA

Para la primera década del siglo xix, Yucatán se encontraba, como otros espa­
cios de los reinos de España en América, en pleno proceso de cambio político,
económico y social. Las reformas borbónicas habían generado modificaciones
en la organización y la jerarquía administrativas, así como en las estructuras so­
ciales y económicas, lo que agudizó los conflictos al interior de la provincia y
profundizó la apertura mercantil de la provincia.
Aunque la península gozaba de una situación privilegiada y estratégica,
también era vulnerable por sus costas abiertas al Caribe, su cercanía a Cuba, las
Antillas británicas y la península de la Florida,6 lo que la converü'a en zona fron­
teriza y bastión frente a los ingleses introducidos temporalmente en Laguna de
Términos y Walix, razón de las funciones defensivas de Campeche y Bacalar.7
La gobernación de Yucatán se había convertido en 1786 en la Intendencia
de Mérida de Yucatán, dividida en tres provincias: Mérida, Campeche y Tabas­
co.8 Tabasco contó con un gobernador propio, de manera que el intendente
gobernaba sólo de hecho Mérida y Campeche.9 Yucatán era además el núcleo
del Obispado de Yucatán, que abarcaba la provincia de Tabasco, y la del Petén-
Itzá.10 La intendencia, “con su población española amontonada en escasos
centros urbanos”, se dividió en quince partidos, y en 1789 contaba con 364 621
habitantes y, para 1806, con 388 752.11 Los más poblados eran: Mérida, Sierra

4 Véanse Barragán y Barragán, 1978, pp. 136, 202 y ss., y la crítica de Vázquez, 1993; p. 27.
5 Entre ellas: diarios de debates, acuerdos y actas de la Diputación provincial, de la legislatu­
ra local y del Congreso nacional, correspondencia del gobierno peninsular, y de la secretaría de
relaciones interiores y exteriores del gobierno nacional, colecciones de leyes, folletos y panfletos.
6 Esta situación vulnerable fue advertida por los visitadores que envió José de Calvez en 1766.
Véase su informe en: Documentos para la historia de Yucatán, 1938, xl-xlv, pp. 27-29. Véase también
García Quintanilla, 1986, p. 166.
7 Klein, 1994, cuadro 4.11, pp. 124-125.
8 Tanck, 1998.
9 Pérez Mallaina-Bueno, 1978; pp. 5-6.
10 El Obispado de Yucatán, 1895, il, p. 957.
. 11 Farriss, 1992; p. 541. Según Campos García, 1999, p. 18.
158 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Alta (Tekax y Ticul), Sierra Baja, Valladolid, Beneficios Altos y Beneficios Ba­
jos, Camino Real Bajo y Camino Alto, Costa, y Tabasco.12 Entre 1680 y 1720,
Mérida había sido la única tesorería real en el área; después se crearon las de
Campeche y Tabasco y, en la década de 1770, la Del Carmen. La de Campeche
incrementó notablemente sus ingresos entre 1760 y 1809 (casi 50% respecto
de la de Acapulco).13
La ordenanza de intendentes confirmó como cabeza de la intendencia a
Mérida14 y asignó al gobernador-intendente la autoridad militar y política pro­
vincial, debido a la situación militar estratégica de la península; también esta­
bleció subdelegaciones con jurisdicción de hacienda, policía, guerra y justicia.
Esto, sumado a la creación de un Teniente de Rey en la ciudad de Campeche
en 1744, despojó a los alcaldes de los cabildos de Campeche, Mérida y Vallado-
lid de sus jurisdicciones de policía, justicia y defensa militar sobre la población
externa de las comarcas circundantes, ahora bajo control de los subdelegados,
y fraccionó el territorio que habían administrado.15
Esta nueva división administrativa no sólo tuvo un fuerte impacto en las ju­
risdicciones de los cabildos mencionados y su control sobre la población indí­
gena rural, sino también en las jerarquías y el funcionamiento de las repúbli­
cas indígenas. La creación de las subdelegaciones significó que sus oficiales
—caciques o Batabs— responsables del gobierno indígena, por primera vez de­
jaban de depender en México de un lejano virrey, pasando a rendir cuentas
ante agentes de la Corona que residían en sus propios pueblos y que les arre­
bataban su jurisdicción judicial.16 Las jerarquías indígenas se deterioraron aún
más por causa de la competencia, entre las élites de los cabildos, los subdele­
gados y el intendente, por el control jurisdiccional.17
Desde la segunda mitad del siglo xvm, estas reformas a la organización ad­
ministrativa fueron de la mano de nuevas disposiciones sobre el comercio. En
1770 se extendió la libertad de comercio de 1765 a la península y en 1778
Campeche alcanzó categoría de “puerto menor”. En 1811, las Cortes abrieron

12 Para el primer dato, véase Pérez Malí aína Bueno, 1978; p. 22; para el segundo, Farriss,
1992, apéndice 1, pp. 594-596, basado en censos y padrones parroquiales. Las elecciones para las
Cortes de Cádiz, por otra parte, se realizaron sobre la base de una población de medio millón; sie­
te diputados, uno por cada 70 000 habitantes. Pérez Mallaina Bueno, 1978; p. 23.
13 Klein, 1994, cuadro 4.1; pp. 90-91.
14 En octubre de 1777 se había otorgado a Campeche la categoría de ciudad. Sierra, 1998;
p. 58.
15 La creación del cargo de Teniente de Rey, que suplantaba al intendente en casos de vacan­
cia, despojó al Ayuntamiento de Campeche de sus jurisdicciones de administración y justicia, pe­
se a que éste solicitó que el nuevo cargo se entendiera sólo en lo militar. El gobierno municipal
de Campeche se restableció apenas en 1812, después de haberse jurado la constitución de Cádiz.
Véase Historia del Ayuntamiento, 1991, pp. 16-17.
16 Farriss, 1992, p. 542.
17 Patch, 1994, describe este proceso como la “competencia por las subdelegaciones". Véase
también Campos García, 1999, pp. 4-38, y Rugelev, s/f.
RAÍCES y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 59

a Sisal como puerto menor, lo que originó conflictos con Campeche, que ve­
nía siendo “la cabeza económica" de la península.
En el orden hacendario, los borbones dispusieron el envío de un situado
que desde México entregaba anualmente 150 000 pesos a la península para
que sufragara los gastos militares.18 Este situado llegó a la península entre 1793
y 1808, pero las autoridades locales continuaron reclamándolo como una ne­
cesidad imperiosa todavía durante los inicios del periodo independiente, co­
mo se verá.
Las reformas del periodo borbónico propiciaron la consolidación de las
élites mercantiles de la península, y el surgimiento de tendencias autonomis­
tas en lo mercantil, que perduraron durante la primera mitad del siglo xix.19
Desde fines de la última década del siglo xvm, los comerciantes peninsulares
comenzaron a solicitar un consulado de comercio independiente del de Vera-
cruz, con sede en Mérida o en Campeche, reflejo de sus tendencias a la auto­
nomía mercantil.20 Esta demanda fue una constante entre 1799 y 1818. Otros
ejemplos de autonomismo mercantil y político fueron las peticiones a Cortes
del diputado Miguel González Lastiri (8 de agosto de 1811) y el “Reglamento
de los derechos bajo los cuales debe hacerse el comercio libre de esta provin­
cia de Yucatán con las potencias amigas y neutrales, adoptado por la Excma.
Diputación de ella y mandado a observar por el Sr. Intendente Jefe Superior
Político en decreto de 5 de abril de 1814, en el entretanto determina el gobier­
no de la Nación”, ratificado en la metrópoli en 1817. Ambos documentos son
importantes, porque formulan planteamientos que las autoridades de la pe­
nínsula presentarían unos años después como demandas ante las autoridades
de la naciente federación.
Lastiri presentó como diputado a Cortes un conjunto de peticiones que
permanecerían después de la independencia en la agenda de reclamos del go­
bierno peninsular.21 Fueron notables sus peticiones contra los estancos, y a fa­
vor del comercio libre y la apertura a la importación de productos, que poste­
riormente en 1814 se concretarían en el mencionado “Reglamento por la libre
importación...”, documento que por sus disposiciones librecambistas sobre el

18 Baranda, s/f; pp. 230 y ss.


19 Zanolij Fabiia, 1989.
20 Por ejemplo, en 1799 una comisión de comerciantes campechanos solicitó que en ese
puerto se instalara una diputación consular dependiente de Veracruz. Sobre los proyectos presen­
tados para fundar un consulado en la península, véase Pérez Mallaina Bueno, 1978; pp. 156 y ss.
21 Solicitó la separación entre la autoridad política y la militar en toda la península (para
eliminar la figura del gobernador intendente todopoderoso), y la creación de una real audien­
cia para la provincia. Propuso que se estableciesen ayuntamientos en Bacalar y El Carmen, y que
se suprimiesen los subdelegados. También pidió libertad de comercio, eliminación de impuestos
al comercio exterior e independencia respecto de los comerciantes de México y Veracruz, junto
con educación, trabajo y libertad para los indígenas. Véanse las 22 peticiones en Pérez Mai.iaina
Bueno, 1978; pp. 229-237. Después de la independencia, estas demandas prosiguieron, véase más
adelante.
160 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

comercio de importación y de rexportación fue luego fundamento de la opo­


sición del gobierno del estado a la reglamentación mercantil y arancelaria del
Imperio y de la primera República federal.22
Las demandas de autonomía mercantil deben ser consideradas en el con­
texto económico que las originó. A comienzos del siglo xix se estaban produ­
ciendo transformaciones en la economía peninsular. La debacle de la monar­
quía puso la península al borde de la crisis hacendaría, al suprimirse entre
1808 y 1813 el tributo y el situado, ambos importantes aportaciones al erario
provincial. Decaía la producción textil en la zona central (Valladolid), y se in­
crementaban el cultivo de caña de azúcar y de henequén, así como la ganade­
ría, cuya producción podía exportarse. Asimismo, a causa de las guerras y de
la amenaza de corsarios, el comercio de Campeche había crecido más lenta­
mente, al contrario de sus necesidades defensivas, en contraste con el incre­
mento comercial en Sisal y El Carmen.23 Sin embargo, Campeche continuó
siendo el puerto más importante de la región, dotado con la más fuerte guar­
nición militar de la península.
A comienzos de 1821 se dio un nuevo episodio del debate por el libre comer­
cio: frente al bloqueo de las principales rutas mercantiles y a la suspensión por la
Corona de la libre importación de géneros de algodón, autorizada por el regla­
mento de comercio de 1814, los diputados yucatecos a Cortes solicitaron la con­
tinuidad del libre comercio y del reglamento mercantil de 1814, o bien que el vi­
rreinato enviase un subsidio anual a la península de por lo menos 150 000 pesos
(lo que implicaba restablecer el situado) ,24 La Diputación provincial y los distin­
tos cuerpos de comerciantes de Mérida y de Campeche discutieron sobre esta
nueva prohibición, que impedía el comercio legal de textiles y tejidos proceden-

22 Este reglamento de 1814 autorizó la libre importación de harina de maíz y de trigo sin pa­
go de derechos en barcos españoles cualquiera fuese su origen (lo que beneficiaba a la marina
campechana y a la cubana) y de harinas no españolas con un bajo derecho de introducción, y la li­
bre importación de artículos extranjeros españolizados vía La Habana. Fijaba la libre exportación
de palo de tinte, que podría concurrir directamente a puertos británicos desde Yucatán. Según
García Quintanilla, 1986; pp. 175-176, además el reglamento fijó un impuesto diferencial de sali­
da del palo para navios españoles y extranjeros, lo que satisfizo las presiones de la administración
real en Mérida, al mismo tiempo que a los comerciantes campechanos. Después de la independen­
cia, estas demandas prosiguieron; por ejemplo: continuó pidiendo la excepción del estanco del ta­
baco y, además, en julio de 1822 la diputación consiguió se le permitiera a Yucatán la libre impor­
tación de harinas por el lapso de dos años. Decreto de 11 de julio de 1822, Congreso nacional, LAF.
425. También University of Texas at Auslin-Yúcatecan Documents (en adelante uta-yd), Rollo 7, Co­
lonial Diputaciones Provinciales, volumen i, exp. 15, 9 de noviembre de 1820, “Exposición que ha­
ce la diputación provincial sobre los inconvenientes de reponer el abolido estanco del Tabaco”.
23 Afrmímrtj de estadística... gobierno de Yucatán, 1827; Ibarra, 1998; pp. 350-365. Véase Patch,
1985, especialmente el cuadro, p. 38, donde muestra cómo en Campeche predominó la agricul­
tura del maíz, arroz y caña de azúcar, mientras en los partidos cercanos a Mérida se expandió la
hacienda ganadera, cuyo principal motor era la demanda externa, principalmente de Cuba. Tam­
bién Gúemez Pineda, 1991 y 1994.
24 Campos García, 1999, i, p. 83^
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 61

tes en su mayoría de Jamaica.25 Los debates sobre este asunto ilustran la diferen­
te percepción que tenían los comerciantes de Mérida y de Campeche sobre los
intereses mercantiles de la economía peninsular pero, además, esta discusión so­
bre el comercio de telas adquiere una significación notable si se mira desde una
perspectiva política.26 Primero, la Diputación discutió la posibilidad de suspen­
der la aplicación de la orden real mientras las Cortes no dispusieran otra cosa, ac­
tuando así como un filtro de las decisiones reales, para atender las necesidades y
conveniencias de la península.27 Segundo, resaltan los aspectos de continuidad
entre estas demandas de autonomía mercantil con las mantenidas durante 1823
y 1824: las demandas por las “libertades territoriales” se fueron convirtiendo en
el sustrato de una cultura política articulada en torno a la defensa de la sobera­
nía territorial y de la autonomía política, administrativa, fiscal y militar.28

CÁDIZ Y LOS VIENTOS DE RENOVACIÓN:


DIPUTACIÓN Y MUNICIPALIZACIÓN EN LA PENÍNSULA

La publicación de la Constitución de Cádiz en la península en octubre de 1812


impuso una renovación profunda en la organización de la administración pro­
vincial, y en el ordenamiento de las jerarquías sociales y políticas. Se abolieron
el tributo y las obvenciones eclesiásticas, se estableció la Jefatura Política, se crea­
ron los ayuntamientos constitucionales en poblaciones de más de 1 000 almas y
se fundó la Diputación Provincial con sede en Mérida (15 de marzo de 1813). Se
instalaron la primera imprenta y el primer periódico en la península, y se con­
formó una Junta de Censura de la libertad de imprenta.29 Todos estos cambios
afianzaron los antagonismos entre las élites urbanas de la provincia, que la histo­
riografía regional ha caracterizado como las luchas entre rutineros (opositores a

25 “Ley prohibitiva de tejidos de algodón”, Centro de Apoyo a la Investigación Histórica de


Yucatán (en adelante caihy), Manuscritos, Caja xil, 025-1821.
26 “Ley prohibitiva de tejidos...”, Documento de los Diputados del Comercio de Mérida, ma­
yo 1821, f. 1-6, y Exposiciones del Comercio de Campeche, y de El Ayuntamiento de Campeche,
abril, mayo y junio de 1821, f. 13-35. Los comerciantes de Mérida responsabilizaban al comercio
libre de la crisis de la manufactura textil, pero aspiraban a vender fuera de ella sus producciones,
mientras que los campechanos por el contrario creían que este comercio había evitado la ruina
económica después de la supresión del situado en 1808, y que era conveniente su continuación.
Según García Quintanilla, 1986; p. 174, la posición de los de Mérida se explicaría porque sus in­
tereses eran más burocráticos que mercantiles, y pretendían altos impuestos a las importaciones
para engrosar la Hacienda Pública, savia de la administración territorial que controlaban. Por el
contrario, los campechanos propiciaban un liberalismo más librecambista.
27 Acias de la Excma. Diputación..., 1813-1821, Sesión 19, 4/5/1821; f. 100.
28 Bellingeri, 1995; pp. 228 y 252.
29 Lajunta de Censura estaba integrada mayoritariamente por liberales. Surgieron varios pe­
riódicos en pocos años: Aristarco, El Misceláneo, El Redactor Meridano, El Sabatino, Clamores de la fide­
lidad americana contra la opresión o fragmentos para la historia futura, entre otros. Véase Rubio Mané,
1971; p. 148.
162 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

la constitución y conservadores) y sanjuanistas (liberales y constitucionalistas), an­


tes de 1822, y entre camarillistas y ligados, a partir de esa fecha.30 El conflicto más
candente —que no se agotó en 1813, sino que persistiría décadas después, y que
enfrentó al gobernador, al Ayuntamiento de Mérida controlado por el grupo li­
beral, y luego a la Diputación, en manos de los rutineros— fue el causado por la
eliminación de obvenciones e impuestos eclesiásticos que pagaban los indios, a
partir del decreto de las Cortes que suprimía los servicios personales indígenas
(del 9 de noviembre de 1812, aplicado en la península en febrero de 1813) ,31
La Constitución de Cádiz impuso el reordenamiento político administra­
tivo del territorio provincial. Para 1814, las dos ciudades, las dos villas y los 200
pueblos que conformaban la provincia habían dado lugar a la instalación de
156 ayuntamientos nuevos, sujetos a la supervisión de la Diputación provincial.
Según recientes investigaciones, en 1814 el porcentaje de poblaciones con
ayuntamiento constitucional alcanzaba cerca de 70%, y durante la restaura­
ción de la Constitución en 1820 llegó incluso a 73%.32 La creación de ayunta­
mientos tuvo varias implicaciones: no sólo promovió la participación política
de la población indígena y no indígena de los pueblos “sujetos”, sino que ade­
más minó el régimen de repúblicas indígenas, y posibilitó el acceso de nuevos
grupos de criollos y mestizos a la administración colectiva.33 El mapa político
de la península quedó marcado así por una fuerte dispersión de la soberanía.
La Constitución creó la Diputación provincial, instalada en abril de 1813,
con jurisdicción sobre Yucatán (cinco diputados), Campeche (uno) y Tabasco
(uno).34 Según algunos autores, hubo preminencia del clero entre sus miem­
bros, y su perfil fue conservador (predominio del partido rutinero, monarquis­
ta y contrario a las Cortes). La segunda Diputación, instalada a mediados de
1820, representó a los intereses mercantiles, y al partido cercano a las ideas li­
berales, los sanjuanistas.35

50 Sobre las facciones y agrupamientos de la élite, véase Campos García, 2001.


51 Rubio Mané, 1971, donde puede seguirse el conflicto de las obvenciones.
32 Gúemf.z Pineda, 2001; Tablas rv a vi. Sobre el tema, véase la excelente investigación de Güe-
mez Pineda, 2001; pp. 170 y ss. Agradezco a José Antonio Serrano Ortega haberme facilitado este
material.
33 Hubo que formar nuevos ayuntamientos, y realizar elecciones para renovar, de acuerdo
con la nueva normativa, los ayuntamientos ya existentes; las de Mérida quedaron en manos del
grupo más liberal (“sanjuanistas”) después de la elección de noviembre de 1812. Este ayuntamien­
to se enfrentó luego al Intendente y a la Diputación.
34 Esta diputación fue la primera de toda la Nueva España. Estuvo integrada por Juan José
Duarte (Mérida), Ignacio Ruz (Izamal), Diego de Hore (Valladolid), José María Ruz (Tekax), Ma­
nuel Pacheco (Tihosuco), Francisco de Paula Villegas (Calkiní), Andrés de Ibarra (Campeche),
tres de los cuales eran párrocos y dos comerciantes, por lo cual se ha señalado su orientación con­
servadora en lo social. Ibarra, el diputado por Campeche, tenía negocios en el ramo de los astille­
ros y la construcción de embarcaciones. Benson, 1980; pp. 25-26 y 43; Pérez Mai.iaina Bueno, 1978;
p. 223; Rubio Mané, 1971.
35 Benson, 1980; p. 47; Zanolli Fabha, 1989; i y ii.
164 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ranía al nivel de la representación, y nombrar subjefes políticos en cada parti­


do para centralizar la dispersión del poder en los ayuntamientos constituciona­
les.41 42
Más allá de los debates, 1821 encontró a una élite campechana enfrenta­
da con el Jefe político y la Diputación por causa del derecho a un diputado
permanente. 49
En suma, los cambios gaditanos conformaron y definieron, entre 1813 y
1821, el mapa de conflictos internos con los cuales la península enfrentó la co­
yuntura de la independencia, el Imperio y la gestación de la primera Repúbli­
ca federal.

LOS HECHOS: DE PROVINCIA A ESTADO DE LA FEDERACIÓN

LA INDEPENDENCIA EN LA PENÍNSULA

El 1 de enero de 1821 se instaló en la intendencia, como Capitán General y Je­


fe Superior Político, Juan María Echéverri, quien al implementar la supresión
de los conventos de eclesiásticos desató las pasiones políticas de la capital.43
A mediados de 1821, desde Tabasco y La Habana llegaron noticias que agi­
taron más la situación política, mientras se agudizaba la incomunicación de la
península.44 En septiembre, el gobernador militar de Tabasco le informó a
Echéverri del ingreso de las fuerzas militares de Iturbide a esa provincia. Cam­
peche recibió primero las noticias, y se puso en alerta ante el peligro de inva­
sión.45 La Diputación exhortó a la calma a la población,46 mientras en Campe­
che el teniente de rey covocaba a una junta de notables y proclamaba la
independencia política de la provincia.47 Pero el Jefe Superior Político convo­
có, por su parte, el 15 de septiembre de 1821, a una reunión para discutir las

41 El elector de Campeche solicitó a la Diputación el 23 de agosto de 1820 el nombramien­


to de jefes políticos subalternos, uta-yd, Rollo 7, Colonial, Ramo Diputaciones Provinciales, vol. 1,
expediente 13, Archivo General del Estado de Yucatán (en adelante agey), Colonial, Diputación
provincial, Oficios 1820, Correspondencia del Ayuntamiento de Campeche con la Excma. Dipu­
tación Provincial, de enero 13 a diciembre 14 de 1820, 4 f. Sobre el asunto, véanse las sugerencias
de Gúemez Pineda, 2001; p. 208.
42 Actas de la Excma Diputación..., 1813-1821, Sesión 11, 8/3/1821, f. 73.
45 El Obispado de Yucatán..., 1895, ii, pp. 966-968; Periódico Constitucional de Mérida, Yucatán,
11/8/1821; pp. 2-4; ibid., 7/8/1821; pp. 2-4; ibid., 5/7/1821; pp. 2-3.
44 En agosto, la Diputación provincial propuso como medida transitoria ante la incomunica­
ción de la península con México que los asuntos de justicia y hacienda de la intendencia se trami­
taran ante la Real Audiencia de Guatemala y lajunta Superior de Guatemala. Actas de la Excma. Di­
putación Provincial..., 1813-1821, Sesión 36, 9/8/1821, f. 168-169.
45 agey, Colonial, Gobernación, 1, exp. 22,13/9/1821; 2 f.
46 Cahiy, Manuscritos, 103. Correspondencia de la provincia. 1813-1823, “Proclama de S.E
los D.V. a los habitantes de Yucatán, 10 de septiembre de 1821”, f. 143-144.
47 La independencia se proclamó el 13 de septiembre en Campeche, uta-yd, Rollo 20, agey,
Colonial, Varios, vol. 1, exp. 35, 13/9/1821.
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 65

últimas noticias con la Diputación provincial, el Ayuntamiento de Mérida, el


Obispo y los principales párrocos de esa ciudad.48 Lajunta proclamó la inde­
pendencia “bajo el supuesto que el nuevo sistema no se hallase en contradic­
ción con la libertad civil”, envió una comisión a Tabasco, y dos emisarios ante
las nuevas autoridades en México. Asimismo, lajunta dispuso, pese a la oposi­
ción de Campeche, que continuaran en funciones las autoridades peninsula­
res, por lo que la Diputación rechazó la renuncia deljefe Superior político,49
resolución que generó conflictos políticos.
El Ayuntamiento de Campeche decidió desconocer entonces las decisiones
de la Diputación, así como a las autoridades políticas que nombró ésta.50 Mien­
tras se llevaban a cabo las elecciones para diputados al Primer Congreso Cons­
tituyente, Campeche pretendió negarse a participar.51 Finalmente, el conflicto
fue superado cuando el gobierno provisional nacional designó a Melchor Alva-
rez como Gobernador y Capitán General de la península, quien asumió el car­
go el 8 de marzo de 1822, e incorporó Yucatán al Imperio Mexicano, después
de informar a la Regencia que se encontraba “en una perfecta anarquía”.52
Alvarez implantó la discutida abolición del tributo indígena53 y afianzó la
posición de los iturbidistas que se enfrentaban a los liberales más radicales.
Además, afrontó los fuertes descontentos suscitados por el Arancel General de
Aduanas (21 de noviembre de 1821), que prohibía la importación de harinas
y gravaba al alza las importaciones. La Diputación expuso los perjuicios que es­
te arancel provocaba al comercio de la península, y suspendió su cumplimien­
to a mediados de 1822.54

18 El Obispado de Yucatán..., 1895, ll; p. 968.


49 Acereto, 1907, pp. 44-46.
50 El Ayuntamiento de Campeche pretendió imponer como nuevo Jefe Político al teniente
de Reyjuan José de León, lo que condujo a Echéverri a renovar su renuncia el 8 de noviembre, la
cual fue aceptada por la Diputación. Después desconoció a Pedro Bolio y Torrecillas, nombrado
Jefe Político por la Diputación, y procedió a enviar a México a un comisionado, José Mariano Ci­
cero, para conseguir apoyo contra la Diputación. Luego proclamó a León como autoridad de la
península, el 22 de octubre de 1821. Enciclopedia Yucatanense..., 1947, lll, p. 175; Lanz, 1905; pp.
128-129; El Obispado de Yucatán..., 1895, II, p. 970.
51 Las fuentes no me han permitido confirmar, sin embargo, la información que registra
Lanz, en torno al hecho de que Campeche no habría realizado elecciones para los diputados a es­
te primer Congreso. Lanz, 1905; p. 148. Los diputados que resultaron electos para el Primer Con­
greso que debía reunirse en febrero de 1822 fueron: Joaquín Castellanos, Francisco Antonio Tarra-
zo, Tomás Aznar, Juan Rivas Vértiz, D. Manuel Crescendo Rejón y Lorenzo de Zavala. Enciclopedia
Yucatanense..., 1947, m, p. 173.
62 Enciclopedia Yucatanense..., 1947, m; p. 176. agn, Gobernación, 4, 6, l-5v; idem, 17, exp. 19,
f. 50-59.
53 Esta medida fue solicitada ante el Primer Congreso por los diputados yucatecos Valle, Re­
jón, Sánchez, Tarrazo, Zavala, y Castellanos, en sesión del 10 de mayo del822. Actas Constituciona­
les Mexicanas, 1981; i, pp. 198-199, 2da. foliatura. La circular que abolió el tributo fue emitida por
Álvarez el 3 de julio de 1822. Ancona, 1879, m; p. 261.
54 Ancona, 1879, ni; p. 263.
166 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

De esta agitada sucesión de acontecimientos de 1821, resalta el hecho de


que fuese la Diputación Provincial la que asumiese la función de ratificar y
nombrar las autoridades locales mientras se esperaban noticias de la ciudad de
México. También destaca el patrón de resolución de lo que se ha llamado “el
primer cisma administrativo del Yucatán independiente”, el conflicto entre
Campeche y la Diputación Provincial, que sólo se superó por la intervención
de decisiones tomadas en la ciudad de México, prefigurando una mecánica de
resolución de los conflictos internos que se repetiría una y otra vez durante la
primera mitad del siglo xix.

LOS PRIMEROS PASOS DE YUCATÁN ANTE EL PLAN DE CASA MATA

En abril de 1822, Lorenzo de Zavala, diputado al Primer Congreso, solicitó a los


ayuntamientos de la península su opinión sobre la forma de gobierno y reformas
políticas que consideraban más aceptables.55 56Por entonces se enfrentaban iturbi­
distas y liberales en Mérida y Campeche, particularmente en esta última, donde
los primeros controlaban el ayuntamiento. En octubre de 1822 llegaron noticias
a Mérida de que en Tabasco había fuerzas que conspiraban “para establecer el
republicanismo inasequible”,36 y para fines de diciembre sobre la disolución del
Congreso en la ciudad de México, noticia que inquietó a la población urbana.
Al conocerse en Campeche la proclamación del Plan de Casa Mata, el ca­
pitán general gobernador de la provincia, Melchor Álvarez, convocó a una jun­
ta de jefes militares en el pueblo de Becal, la cual llamó a una sesión extraordi­
naria a la Diputación provincial.57 Así, el 4 de marzo de 1823 la Diputación
declaró su adhesión al Plan de Casa Mata y comenzó a discutir los pasos a se­
guir en la península para organizar su gobierno sin esperar instrucciones de la
ciudad de México, mientras corrían rumores sobre la situación política del res­
to de las provincias. Ese mismo día, asumió funciones administrativas, legislati­
vas y militares, pese a que el artículo 10o. del Plan de Casa Mata le autorizaba
ejercer sólo la parte administrativa del gobierno.58 La decisión fue polémica,

55 agn, Gobernación, S/S, 40/6, 52, f. 1-3.


56 agn, Gobernación S/S, 59/5, 40, 1.
57 La diputación estaba integrada por: Pablo Moreno, Pedro Manuel de Regil, José Joaquín
Torres, Juan Echanove, Juan Francisco Severo, Sebastián Hernández, Pablo Lanzy Manuel Jimé­
nez Solís, y los suplentes Pedro Cicero, Pedro José Guzmán y Pedro Almeida. Según Zanolli Fábi-
la, 1989, ii, más de la mitad de los miembros de esta diputación eran comerciantes. Existe aquí dis­
crepancia en las fuentes. Según Lanz, 1905, p. 154, durante 1822 la Diputación finalmente accedió
a la solicitud de Campeche de contar con un diputado permanente. En virtud de ello, habría si­
do elegido Pedro Manuel de Regil, como afirma Zanolli, pero según aquel autor éste no habría
aceptado. Finalmente, la representación de Campeche en la Diputación habría recaído en Miguel
Duque de Estrada y Crespi (p. 154).
58 Según Benson, la Diputación daba los pasos para transformar la provincia en estado fede­
ral. Benson, 1980, pp. 156 y ss.
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 167

por lo que se creó una comisión para estudiar “la extensión que se daría a esta
facultad administrativa”.59
Para el 25 de abril, la Diputación acordó condiciones para reconocer al go­
bierno provisional: que se convocara a un nuevo congreso constituyente y que
no se nombrara ningún empleado federal antes de la sanción de una constitu­
ción. Además, declaró a Yucatán en “estado de naturaleza”, lo que implicaba
una afirmación de soberanía. Estas resoluciones revivieron los conflictos con
el Ayuntamiento de Campeche, a la sazón conformado por grupos iturbidistas,
el cual cuestionó las amplias funciones que se había adjudicado la Diputación,
así como sus críticas contra el Congreso nacional.60
El 29 de mayo de 1823, en reunión conjunta extraordinaria de notables lo­
cales, cuerpos mercantiles, eclesiásticos y militares de Mérida, la Diputación y
el Ayuntamiento de esa ciudad analizaron la propuesta de la Comisión de es­
tablecer un cuerpo colegiado ejecutivo, elegido popularmente bajo las dispo­
siciones de Cádiz, que convocara un congreso provincial constituyente y ejer­
ciera interinamente el gobierno. El diputado por Campeche, Miguel Duque
de Estrada y Crespi, se opuso amparado por el Plan de Casa Mata, y se retiró.61
Sin representación de Campeche, se nombró una Junta Provisional Guberna­
tiva integrada por Tiburcio López, Pablo Lanz, Francisco Fació, Simón Ortega
y Raimundo Pérez, quienes juraron “sostener la república federada de esta
provincia, sin permitir en ella otra forma de gobierno”.62 Así, la reunión de 29
de mayo acabó fundando un estado independiente.63 No hubo entonces ma­
yor discusión sobre el significado de tales declaraciones. Campeche mantuvo
su oposición a lajunta y a las condiciones fijadas para reconocer al gobierno
en México, con lo que se sentaron las bases para un nuevo cisma administrati­
vo en la península.64
Lajunta Provisional fue investida ese mismo 29 de mayo con funciones ad­
ministrativas, y obligada a convocar a elecciones para un congreso constituyen­

59 Ancona, 1879, m; pp. 266-267. Esta comisión estuvo integrada por Pedro Almeida, Pablo
Moreno, Manuel Carvajal, Manuel García Sosa y Juan de Dios Cosgaya. Véase Actas Constituciona-
les Mexicanas, 1981, vill. Introducción de Juan Barragán, p. xxxi.
60 agn, Gobernación, S/S, 5974, 41, f. 90 y 92, “Acta del Ayuntamiento de Campeche, 5 de
mayo de 1823”. Sobre la desafección de los campechanos a la República, véase nota 104.
01 agn, Gobernación S/S,'43, 9, f. 134-141, “Viva la República federada de Yucatán. Acta de
lajunta General de las corporaciones, autoridades, Jefes y Electores de Partido, 29-30 de mayo de
1823”; Gobernación, S/S, 44, 22, f. 1.
62 Ancona, 1879, iii, p. 279.
63 Ibid., p. 269. El dictamen se fundamentó así: “Yucatán se había adherido al Imperio por un
acto espontáneo de su voluntad, tenía entonces el indisputable derecho de apartarse de él, cuan­
do se disolvía [...] era conveniente que la provincia tuviera un gobierno emanado del sufragio po­
pular, que pudiese ejercer los derechos de soberanía en las circunstancias difíciles que atravesaba
el país”.
M agn, Gobernación S/S, 59/4, 41, f. 88-91v, “El Ayuntamiento de Campeche se pronuncia
sobre las disposiciones de la diputación provincial en Mérida de 27 de abril", 5/5/1823.
168 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

te sobre la base de un diputado por cada 25 000 habitantes.65 Reunido el Con­


greso, lajunta se disolvería. La reunión también estableció las bases de una po­
sición republicana y confederalista: la nueva constitución debía organizar al esta­
do como “República federativa, representativa y democrática”,66 parte de un
gobierno nacional “liberal y representativo”. La unión exigía condiciones:

1. “Que la unión de Yucatán será la de una república federada y no en otra forma,


y por consiguiente tendrá derecho para formar su constitución particular y estable­
cer las leyes que juzgue convenientes a su felicidad”; 2. “Que al Supremo Gobier­
no pertenece la formación de los tratados de alianza y comercio, las declaraciones
de guerra y demás asuntos generales de la Nación, teniendo en consideración las cir­
cunstancias particulares de esta provincia, y en lo que fuera posible oír al senado yu­
cateco”. [Cursivas mías.]

Se aclaraba, además, que Yucatán se reservaba el derecho de nombrar sus


autoridades y de enviar a la tesorería de la nación el cupo que le correspondie­
ra de los gastos generales.67 El 14 de junio, lajunta Provisional Gubernativa co­
municó a México que Yucatán se constituía en república federada y autónoma,
ya que Casa Mata había devuelto a cada provincia “a su estado natural”, una vez
roto el pacto que las unía con el Imperio.68 Lajunta afirmó “que cada provin­
cia debe tener leyes diferentes, así como tiene diversos intereses [...]”, y que la
provincia había resuelto constituirse como república en uso “del más natural
e inalienable de sus derechos”, sin intención de “separarse de la unidad con el
estado Mejicano, sino de confederarse con las demás provincias si ellas adop­
tan el sistema republicano”, y criticó al Congreso reunido en México.69
De este modo, vemos cómo con dinamismo, y en el marco de una fuerte
efervescencia política, en el lapso de cuatro meses la Diputación yucateca ha­
bía reasumido la soberanía vacante a la caída del Imperio, decidido la forma­
ción de un gobierno provisional, y declarado su voluntad de unirse a las demás
provincias de la Nueva España, fijando sus condiciones: una unión republica­
na y “confederal”, que atendiera la situación especial de la península. Como
conclusión, Yucatán se declaró “Estado Libre y Soberano”, mientras cuestiona­
ba simultáneamente al Congreso general.

65 Actas constitucionales mexicanas, 1981, vm, p. xxxi. Según este autor, lajunta habría sido el
30 de mayo y no el 29.
66 “Informe del Presidente de lajunta electoral de provincia, 28 de julio de 1823”. En: Ma­
nifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 3; pp. 8-10.
67 “Acta de la sesión Extraordinaria de la Excma. Diputación Provincial, 29 de mayo de
1823". En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo 2; p. 1; “Viva la República Federada de Yucatán. Ac­
ta de lajunta General de las Corporaciones, Autoridades, Jefes y Electores de partido, 29 de ma­
yo de 1823, Mérida”, agn, Gobernación, 43, 9.
68 Manifiesto... Yucatán, 1824, A. núm. 2; p. 6 (cursivas mías).
69 agn, Gobernación, 43, 9, f. 6-7.
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 69

EL NACIMIENTO DEL ESTADO Y LA PUGNA DE LAS SOBERANÍAS

El 20 de agosto de 1823 se reunió el primer Congreso del estado. Pese a lo dis­


puesto en mayo, confirmó a lajunta Gubernativa para el ejercicio temporal de
las funciones ejecutivas, aunque con tres miembros, en lugar de cinco.70 Tam­
bién declaró provisoriamente vigente la Constitución española.71 El 27 de
agosto de 1823, el Congreso local estableció sus “bases federativas”:

1. Que el Estado de Yucatán es soberano e independiente de cualquier otro.


2. Que la soberanía, resultado de todos los derechos individuales, residiendo
esencial y colectivamente en los pueblos que componen el Estado, a aquéllos toca
exclusivamente el derecho de formar su régimen interior [...].
3. Que para proveer más eficazmente a su defensa exterior, así como para es­
trechar más los vínculos de fraternidad, es su voluntad confederarse sobre bases de
relativa equidad y con pactos de absoluta justicia con los demás Estados independientes
que componen la nación mejicana. [Cursivas mías.]
4. Que el ejercicio del Poder Supremo del Estado se conservará dividido, pa­
ra jamás reunirse, en ejecutivo, legislativo yjudicial.
5. Que el gobierno de este Estado es popular, representativo y federal.72

¿Qué significaba esta demanda de “pactos de absoluta justicia con los de­
más estados independientes? ¿Qué implicaba “confederarse” para el Congre­
so yucateco? ¿En qué consistía la defensa de la soberanía del estado de Yuca­
tán? ¿Cómo la afectaba la pugna de las soberanías dispersas en ese territorio?
Para entender estas posiciones, es necesario explorar los primeros pasos del
gobierno estatal, revisar la coyuntura en que se planteó el cisma entre Campe­
che y Mérida durante 1824, y acercarse a las polémicas entre las autoridades
yucatecas y el Congreso nacional.

70 Los diputados de este Primer Congreso estatal fueron: Francisco Genaro de Cicero, José
Felipe de Estrada, Perfecto Sáinz de Baranda, Pedro Manuel de Regil, Agustín López de Llergo,
Miguel de Errazquín y Joaquín García Rejón, Miguel Duque de Estrada (según la fuente, “todos
ellos de Campeche”), y los emeritensesjosé Tiburcio López Constante, Eusebio Antonio Villamil,
Pedrojosé Guzmán, José Ignacio Cervera, Manuel José Milanés, Pablo Moreno, Juan de Dios Cos-
gaya, Manuel Jiménez Solís, José Ignacio Cáceres, Pedro Almeida, Pedro de Souza, Juan Nepomu-
ceno Rivas, Manuel Rodríguez de León, Juan Evangelista de Echánove y Rocha, José Antonio Gar­
cía, José María Quiñones, Pablo Oropeza y José Francisco de Cicero. De Cicero y Oropeza
aparecen en un informe de 1823 como suplentes, junto con José Felipe Capetillo, Benito Aznar,
Nicolás Caravallo, Joaquín Ruiz de León, yjuan Pablo Talavera. Véanse El Congreso del Estado...",
1990, p, 2, e “Informe del C. Presidente de lajunta electoral de provincia y de los electores de par­
tido”, 28 de julio de 1823. En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo 3.
71 El Congreso del Estado..., 1991; p. 5, Lanz, 1905; p. 168. En febrero 19 se suprimió la jefatu­
ra política, y el 5 de marzo, la Diputación. Sin embargo, no se ha logrado encontrar información
sobre las actividades de la diputación durante los seis meses que coexistió con la legislatura. Enci­
clopedia Yucatanense..., 1947, tu; p. 439.
72 Manifiesto... FucaZán, 1824, Anexo núm. 2, 27/8/1823.
170 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

EL CONFLICTO ENTRE CAMPECHE Y LA LEGISLATURA ESTATAL

En febrero de 1824 se inició un conflicto muy grave entre las autoridades del
recién creado estado en Mérida y el Ayuntamiento de Campeche, que afectó
no sólo el orden y la estabilidad internos, sino también las relaciones con el go­
bierno provisional y el Congreso nacional. Los detonantes fueron la declara­
ción de guerra a España, que afectaba de forma diferencial a las élites de Mé­
rida y Campeche (8 de octubre de 1823), y la publicación del Acta Constitutiva
(31 de enero de 1824), la cual fijaba las bases para la conformación de una
unión federal y subordinaba la aprobación de las constituciones estatales a la
proclamación y sanción de una constitución nacional.73 A partir de mediados
de febrero de 1824, el cisma administrativo alcanzó incluso el enfrentamiento
militar. No sólo era un asunto interno, pues la política interna y las relaciones
con el gobierno nacional eran dos polos del conflicto que se retroalimenta-
ban: estaban enjuego las soberanías dispersas en el territorio provincial, así co­
mo la articulación entre las esferas del poder estatal y federal.74
Las noticias sobre la declaración de guerra intranquilizaron a la población
de Campeche, cuyo comercio con Veracruz era importante, y el nerviosismo se
agravó cuando la rechazaron las autoridades en Mérida.75 La llegada del Acta
Constitutiva atizó el conflicto ya abierto. Mientras el Ayuntamiento y losjefes
de los batallones destacados en la plaza de Campeche exigían su publicación
inmediata, la legislatura estatal, a pesar de esa oposición, suspendió su publi­
cación y nombró una comisión para revisarla. Sólo publicó el artículo 5o., que
adoptaba como sistema de gobierno de la nación la “república representativa
popular federal”. Este acto implicaba desconocer las decisiones del Congreso
nacional, e impugnar las bases que establecía el Acta Constitutiva (impugna­
ción sintetizada en un dictamen especial de la legislatura, véase sección iv de
este trabajo).76
La élite campechana, alentada por el movimiento de Lobato en México, y
por los perjuicios mercantiles y peligros defensivos de la presencia española en
San Juan de Ulúa, pretendía proclamar la “unión general con México” y apro­
bar el Acta Constitutiva. Pero la legislatura peninsular había declarado a fines
de 1823 que Yucatán “no debe cerrar sus puertos a España ni a ninguna otra
potencia que no ataque su emancipación” y manifestado al Congreso constitu­

73 Esta declaración de guerra se debió al reinicio de hostilidades por parte de los españoles
que se mantenían ocupando San Juan de Ulúa, Veracruz.
74 Para una interpretación diferente de las causas y etapas de este conflicto, véase el sugeren-
te trabajo de Campos García, 2001.
75 Las autoridades en Mérida se escudaron en que, si bien no habían declarado la guerra a
España, habían creado una contribución extraordinaria, “una contribución de guerra en que los
contribuyentes resultan asegurados en sus derechos y libres de una dominación extranjera", el 12
de diciembre de 1823. En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 19.
7,1 Sobre este punto véase más adelante.
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 71

yente en México (enero 1824) que la península requería del comercio con La
Habana si el gobierno federal no contribuía con aportaciones a la hacienda es­
tatal, como se había solicitado a las Cortes en 1821.77
Mientras en Mérida se posponía el asunto, los campechanos decidieron
desobedecer a las autoridades provinciales. El 15 de febrero de 1824, el Ayun­
tamiento de Campeche convocó a una junta “extraordinaria” de los cuerpos
de la ciudad, la ciudadanía y la milicia, que declaró la “unión general de bases
con México”, la guerra a España y la destitución de españoles de los puestos
públicos.78 Como consideraron que las decisiones de la legislatura beneficia­
ban a unos cuantos comerciantes interesados en el intercambio con Cuba, y
que los emeritenses buscaban reforzar su control sobre las autoridades de la
provincia, los campechanos intentaron conseguir apoyos en un comunicado
dirigido a “Todos los partidos del estado yucateco”,79 lo que sugiere que en el
fondo del conflicto se desarrollaba una pugna entre las dos principales élites
del estado por el control político de los pueblos. En respuesta, el 18 de febre­
ro el Congreso en Mérida garantizó a “todos los pueblos” el orden contra cons­
piraciones y la seguridad de los españoles avecindados, al tiempo que invistió
a lajunta provisional con facultades extraordinarias.80 El 23 de marzo envió al
comandante José Segundo Carvajal a restablecer el orden, pero estalló un mo­
tín.81 En ese confuso contexto, las acciones del Congreso y del Ejecutivo pare­
cen haber buscado la continuación del comercio con Cuba y el control políti­
co y administrativo del territorio.
Pese a todo, la rebeldía campechana amenazaba extenderse por todo el es­
tado, y el 1 de marzo lo secundaba el ayuntamiento de Calkini, pueblo que
unos días antes había sido declarado villa.82 *Después
* * * * de enviar un oficio para

77 Sesión secreta ordinaria del 9 de agosto de 1824. Historia parlamentaria mexicana; 1982, p. 222.
78 "Acta celebrada por el R. Ayuntamiento, autoridades yjefes de Campeche, el 15 de febre­
ro de 1824, y que fuera convocada por el Alcalde lo. y el Presidente del Ayuntamiento Don Anto­
nio Estrada’’. En: Manifiesto del (iongreso..., Anexo 22; “Manifiesto de las ocurrencias en Campeche
el domingo 15 de febrero’’, en: ibidem, Anexos 23, 25 y 35; “Artículo comunicado, firmado en Cam­
peche con fecha de febrero de 1824”, en ibidem, Anexos 26 y 27. Los europeos fueron destituidos
por ser sospechosos de mantener vínculos de espionaje con La Habana. Véase también la reunión
de jefes militares en “Junta de los jefes y oficiales de la guarnición de Campeche, 21/2/1824. En:
Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 24.
79 “Comunicado Campeche”, febrero de 1824, Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo 27.
80 En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 28; Peón, 1896, l, “Decreto para consolidar la
garantía de la unión y restablecer la confianza y seguridad públicas”, 18/2/1824.
81 uta-yd, Rollo 36, Congreso; Sesiones Secretas, volumen 1, sesión del 23/2/1824.
82 Desde Mérida salió una columna militar que destituyó al Ayuntamiento de Calkiní en re­
presalia, cuyo jefe preguntó desde allí: “sobre las funciones que tendría la guarnición allí reuni­
da, ya que si es para la defensa de la soberanía de la nación frente a cualquier ataque externo su
adhesión al gobierno sería sin condiciones, pero si [...) tiene como fin reprimir la decisión que
tomó el poblado de unirse a Méjico en los términos que prescribe el acta constitutiva, entonces de­
fenderé con fuerza esta decisión”. “Oficio del ciudadano Comandante de la división que dice ha­
llarse en la villa de Calkiní”, 6/3/1824, en: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 32.
172 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

restablecer el orden en Campeche, las autoridades en Mérida ordenaron la


marcha de una tropa, “la Columna Volante de la Unión”, hasta las murallas de
ese puerto.83 Las autoridades de Campeche decidieron suspender las relacio­
nes oficiales con la capital del estado hasta que se retiraran las fuerzas. El avan­
ce de esta “columna” mostró el escaso consenso de la causa de la capital entre
los pueblos. Sin embargo, tampoco los campechanos consiguieron apoyo? en
su supuesta lucha por la federación.
Todas las negociaciones resultaron infructuosas. Sólo se logró que se reti­
rara la columna volante en abril de 1824, al asumir el poder como primer go­
bernador del estado Antonio Francisco Tarrazo, y llegar a la península, como
Comandante General, Antonio López de Santa Anna, con el cometido de pa­
cificar la península y lograr la declaración de guerra.84 Una vez en Yucatán,
Santa Anna declaró que la fuerza armada era una garantía para las ideas libe­
rales.85 Fue reconocido por sus autoridades aunque no se presentó protocola­
riamente y pese a que la legislatura estatal había resuelto no reconocer a fun­
cionarios federales mientras no se sancionara una nueva constitución.86 Sin
embargo, la declaración de guerra a España se pospuso una y otra vez. Mien­
tras, el general Santa Anna se enfrentó con el gobernador por cuestiones ha­
cendarías. Como desenlace, Tarrazo renunció, y el Congreso nombró gober­
nador a Santa Anna el 20 de julio de 1824, infringiendo las disposiciones que
impedían la reunión de los mandos militar y político en una misma persona.87
Hasta entonces, la legislatura peninsular se resistía a declarar la guerra, y
pretendía que la federación “reparase” económicamente a la península de los
costes que le implicaba la guerra dada su situación "especial”.88 Así, se condi-

88 “Oficio sobre las medidas tomadas para restablecer el orden en la plaza de Campeche".
En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 33. Según decreto aprobado en sesión secreta de la le­
gislatura, 8/3/1824, en uta-vd, Rollo 36, sesiones secretas, 1. El documento afirmó que la guerra
estaba declarada de derecho, pero que se había tolerado “de hecho, y sólo por el tiempo necesa­
rio para hacerla con ventaja, la comunicación con sus puertos, que cesará con la mayor brevedad”.
84 Fue nombrado por el Congreso después de la renuncia de tres de los miembros de lajun­
ta Provisional Gubernativa.
85 “El Comandante General del estado Libre de Yucatán a sus habitantes", 29/5/1824; agn,
Gobernación, 71, 8, lf.
8,1 El gobernador Francisco Antonio Tarrazo solicitó que se dictara una ley federal “que arre­
gle la conducta que deben observar los comandantes de armas con los gobiernos de los Estados
Soberanos", agn, gobernación S/S, 76, 1; f. 1-8; junio de 1824. El reclamo del gobernador provo­
có una moción del diputado Rejón ante el Congreso nacional el 23 de julio de 1824 sobre la ne­
cesidad de normar el problema de los comandantes militares. Véase Actas Constitucionales mexica­
nas, 1981, x; pp. 1-3.
87 Compendio, 1825; p. 35.
88 “Para romper Yucatán su comercio con Cuba, la federación cuyos demás estados no se ha­
llan en situación tan precaria, debe sostener a éste y asegurando en él su socorro, sin el cual que­
daría expuesto a perecer sin recurso, podrá sin comprometer su existencia concurrir más abierta­
mente que ahora a la guerra [...]” Peón, 1896, i, “Orden sobre la suprema resolución de declarar
y publicar la guerra”, 26 de junio 1824.
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 73

cionaba el cumplimiento de las disposiciones de la federación al interés mer­


cantil y hacendario del estado peninsular. En julio, la legislatura suspendió
disposiciones del Congreso federal relativas a la importación de productos, y
declaró, planteando la integración a la federación bajo una lógica de “coste-
beneficio”, más que de “derechos-obligaciones”, que:

Seguiría prestando ayuda para la guerra pero continuaría la comunicación mer­


cantil con La Habana [...], medida que [...] debería entenderse como necesaria
para la conservación de la cultura e industria de Yucatán, que ya de por sí poseía
un menesteroso erario. Por escandalosa que pudiere parecer esta situación al go­
bierno central, los yucatecos no tienen otra alternativa [...] Jamás los hombres,
adictos por instinto a la independencia, entran en sociedad para ser más infelices,
ni los pueblos libres en federación para ser más desgraciados [...].89

Pero: ¿Era tan relevante el comercio de la península con Cuba? ¿Cuál era
la importancia del comercio campechano con Veracruz, frente a otros puer­
tos, como los de Estados Unidos y Gran Bretaña? Los datos disponibles son
muy incompletos por ahora para formular una ponderación y sólo permiten
afirmar que el comercio de Campeche era más diversificado y voluminoso
con los puertos del golfo, Estados Unidos y Europa, que el desarrollado por
Sisal.90
¿Cómo se superó el conflicto interno entre las dos ciudades? El 16 de no­
viembre de 1824, el Congreso del estado publicó, finalmente, la declaración
de guerra a España, el 17 juró la constitución federal, y el 6 de abril de 1825
hizo lo mismo con la primera constitución del estado, en presencia del gober­
nador Santa Anna, quien renunció días después. Así parecía cerrarse un ciclo.
Santa Anna, por otra parte, desarrolló sus propios proyectos durante su
estancia en la península.91 En octubre de 1824 intentó intervenir militarmen­
te en un conflicto en Tabasco. Luego planeó una intervención militar en Cu­
ba para “liberarla” del poderío español, lo que alarmó a las autoridades fede­

89 Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 21, pp. 34-36.


90 Para 1825, el tonelaje del comercio marítimo de Sisal alcanzó apenas 20% del de Cam­
peche, según Herrera Canales, 1980, cuadros 214, 215, 251 y 252. Zanolli Fabila, 1989, sostie­
ne que debe revisarse la visión de un antagonismo mercantil entre Mérida y Campeche, por­
que el comercio entre estos dos puestos era importante y vinculaba a las élites de ambas
ciudades. Sin embargo, no presenta pruebas muy sólidas sobre el mismo, aunque muestra la
vinculación familiar entre los comerciante^ de ambas ciudades. Gúemez Pineda, 1994, conside­
ra que los antagonismos entre las dos ciudades —y también los conflictos entre el gobierno
del estado y la federación— se explicarían por la existencia de un proyecto de desarrollo agro-
ganadero-exportador entre la élite de Mérida, enfrentado a un proyecto mercantil campecha­
no. Sin embargo, sería necesario analizar en detall el comercio peninsular para confrontar es­
tas hipótesis.
91 Hace falta una investigación específica sobre las actividades de Santa Anna en la penínsu­
la, labor que excede los alcances de este trabajo.
174 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

rales, que mandaron un subcomandante a Campeche, Pedro de Landero.92


El Congreso nacional discutió el comportamiento del comandante, quien no
sólo incumplió misiones precisas, sino que dispuso otras por su cuenta.93 En
diciembre, Santa Anna anuló las elecciones del Ayuntamiento de Campeche,
mientras corrían rumores de un movimiento separatista en la península,
alentados por los informes del mencionado subcomandante de Campeche.94
Santa Anna aprendió a Landero y a sus subordinados, y los deportó a Vera-
cruz, para después despachar como gobernador desde Campeche.95 96 Una in­
vestigación especial comprobó que los rumores separatistas no estaban bien
fundados.95 Finalmente, el 25 de abril de 1825 Santa Anna renunció y regre­
só a México. La documentación consultada no aclara los motivos de su abrup­
to retiro.97
Aún así, en Yucatán, los acontecimientos siguieron su curso. El 3 de mayo se
convocaron las primeras elecciones populares para elegir gobernador constitu­
cional, y fue electo gobernadorJosé Tiburcio López.98 Las elecciones abrieron un
nuevo ciclo en la vida política del estado, pues también se reunía la segunda le­
gislatura y el primer senado, al concluir la primera legislatura, unicameral, el 31
de mayo de 1825, después de sancionar la Constitución estatal.

LA FUNDACIÓN DEL GOBIERNO ESTATAL

Desde que se estableció el gobierno de la junta Provisional Gubernativa, a fi­


nes de mayo de 1823 se atendieron las labores de policía, hacienda, defensa y
milicias, justicia y administración territorial. Una de las primeras actividades de
estas autoridades estatales, que por un tiempo funcionaron conjuntamente
con la Diputación provincial, fue administrar las resistencias a la independen­

92 Zavaia, 1985; 1.1; p. 297. Menciona que Sania Anna habría reunido unos 500 hombres, y
que un grupo independentista de cubanos presentó el asunto al Congreso, a favor del “ejército
protector de la libertad cubana". Véanse también Bustamante, 1985, vi; p. 231, y especialmente
Chávez Orozco, 1930; pp. 4-12. La expedición comenzó a planearse desde mediados de 1824. Pa­
ra comienzos de 1825, ya había en Campeche una flota de embarcaciones preparándose para ese
destino a instancias de Santa Anna. Véanse los discursos de Santa Anna en agn, Gobernación,
164/40, f. 1-27.
M Menéndez, 1935, pp. 153-157, 164-167, intenta mostrar que el gobierno federal estuvo in­
formado por Santa Anna, y que lo dejó obrar para que no se hiciera publicidad sobre los proble­
mas que causaban los comandantes en las zonas alejadas, y porque preveía su fracaso. Chávez
Orozco, 1830, p. 9, presenta pruebas de que el gobierno cuestionó a Santa Anna pero que lo de­
jó hacer, por ese mismo motivo, para luego despojarlo de sus funciones como comandante.
94 Menéndez, 1935, 98 y ss.
95 Lanz, 1905, p. 173.
96 Menéndez, 1935, Apéndice.
97 Véase una interpretación sobre su gestión en Campos García, 2001; pp. 69 y ss.
98 Ancona, 1879, ni, p. 310. Según Sotelo Regil, 1963, i, pp. 287-292, el caso de Santa Anna
se discutió en el Congreso en abril de 1825.
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 75

cia y a la proclamación del sistema federal. Se puede suponer que el iturbidis-


mo había cundido en la península." Las fuentes registran estas resistencias, es­
pecialmente en las zonas más aisladas, pero también fueron importantes en
bastiones defensivos, como Bacalar y El Carmen.99 100 La administración asumió
la lógica de la “extirpación”: impuso remociones, suspensión de funciones y de
sueldos y, en última instancia, envió tropas para inducir el avenimiento.
La legislatura empezó por establecer el marco normativo del gobierno
mientras no se sancionara una constitución: declaró transitoriamente vigente
la Constitución de Cádiz (20 de agosto de 1823). Mientras, el Ejecutivo quedó
subordinado al Congreso, considerado depositario de la soberanía estatal. El
23 de agosto, lajunta provisional se convirtió en un Triunvirato, conformado
por Raymundo Pérez, Francisco Fació y Pablo de Lanz.
Enseguida, el Ejecutivo provisional y la Diputación iniciaron un proceso
de delimitación territorial a partir de los límites de la vieja provincia de Yuca­
tán, tarea pendiente desde 1820.101 La cuestión del territorio era urgente,
puesto que en México el Congreso discutía sobre la separación de Tabasco y
Yucatán, y sobre Isla del Carmen.102 Luego, la primera legislatura estatal prosi­
guió con la reorganización político-administrativa territorial y procedió a mo­
dificar las jerarquías políticas de las poblaciones del estado. Concedió el títu­
lo de Villa a Izamal, y el de ciudad a Tekax y Valladolid. A Bacalar se le otorgó
el título de puerto, y al pueblo de Calkiní, el de villa.103 *Esta
105reorganización pa­
rece haber cumplido una función en el conflicto entre Campeche y Mérida.

99Algunos párrocos y ayuntamientos se mostraron renuentes a jurar la república, y hubo


robo y destrucción de símbolos políticos de corte liberal (como la lápida de la constitución), y
hubo también comandantes militares, guarniciones y batallones que se resistieron a jurar el sis­
tema republicano federativo. La correspondencia de lajunta Provisional Gubernativa muestra
que se opuso resistencia en Bacalar, la zona circundante a Campeche y la Isla del Carmen. Tam­
bién sobre tendencias opositoras a la República en Campeche véase AGN, Gobernación S/S,
73/4, 52 f.
10° uta-yd, Rollo 20, Sección B Congreso, Acuerdos, 1823-1824, Expediente 1, Libro de acuer­
dos de la Junta Provisional Gubernativa, tlesf/achos del 30 de mayo de 1823 a 1824, meses junio-septiembre.
1U1 El 23 de agosto el Congreso constituyente encargó a la Diputación provincial proceder “a
una más exacta división de partidos en el estado en razón compuesta del territorio”, uta-yd, Rollo
20, sección Congreso, Acuerdos, vol. 2, exp. 1, sesión del 23 de agosto.
102 Sierra, 1998; p. 67; Sotelo Rec.il, 1963, i; p. 321; uta-yd, Rollo 7, De la diputación provin­
cial, 1820, vol. 2, exp. 16: correspondencia del Ayuntamiento de Villahermosa, Tabasco. Mientras
Tabasco quedó pronto fuera de lajurisdicción yucateca en la práctica, lo contrario sucedió con la
Isla del Carmen, que durante el periodo iturbidista había caído bajo jurisdicción de Puebla. El par­
tido de El Carmen (Laguna de Términos) fue territorio en disputa entre Tabasco y Yucatán de ju­
nio de 1823 a agosto de 1824, puesto que Casa Mata lo había integrado a Tabasco. En septiembre
de 1823, el primer congreso constituyente separó Laguna de Términos de Yucatán, y lo anexó a
Tabasco. El segundo congreso constituyente, al sancionar el Acta Constitutiva de la federación lo
reintegró al territorio del estado yucateco.
105 Peón, 1896; i, decretos de octubre de 1823 a enero de 1824. Salvo mención, en lo sucesivo
las referencias a decretos y disposiciones de la primera legislatura estatal proceden de esta fuente.
176 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Una preocupación especial de la legislatura estatal fue la situación de la


hacienda pública, desorganizada por causa de la supresión del tributo, de las
obvenciones eclesiásticas, de las repúblicas indígenas y por la nueva reglamen­
tación arancelaria. En octubre de 1823 se dictaron aranceles al comercio y es­
tímulos a la producción; entre ellos, de protección al cultivo de la caña, au­
mento de derechos al aguardiente extranjero, prohibición de introducción de
hilados de algodón puro (13 de octubre), y de importación de cacao (24 de oc­
tubre). La política hacendaria retrocedió al periodo anterior al gaditano en
materia de contribuciones eclesiásticas: resolvió que subsistieran las contribu­
ciones eclesiásticas mientras no se remplazaran (24 de noviembre); comple­
mentariamente restituyó a los pueblos los productos de las haciendas y bienes
de comunidad y cofradías que habían sido vendidos, y declaró subsistentes las
cofradías o hermandades con fines piadosos (19 de diciembre de 1823).104 A
fines de diciembre de 1823 se establecieron administradores subalternos de
rentas en las cabeceras de partido.
Los rumores sobre posibles agresiones a la península requirieron asegurar
el abastecimiento de las tropas en Campeche, la imposición de una contribu­
ción extraordinaria (12 de diciembre de 1823) y la movilización de la milicia
activa. El 14 de diciembre de 1823 la legislatura restringió la libertad de opi­
nión y de imprenta, y en enero de 1824 estableció en Tizimín un batallón de
milicia activa, con la misma categoría que el de Campeche.
A partir de febrero de 1824, las disposiciones del joven gobierno estatal se
concentraron en atender el asunto de Campeche. Se multiplicaron las medidas
que atentaban contra las garantías civiles, pero también se determinó una amnis­
tía para los seguidores de Campeche.105 Para evitar que el conflicto se extendie­
ra, el Congreso dictó medidas favorables a las élites locales como, por ejemplo,
la supresión de derechos de importación y exportación. También se dictaron
medidas de policía y el “Reglamento para el manejo de hacendados, labradores
y jornaleros”, destinado a promover el apoyo de hacendados y ganaderos. Ade­
más, para presionar al Congreso nacional, se decretaron aranceles sobre impor­
taciones, particularmente las de Cuba, en 28 de septiembre de 1824.106 104 105
Cuando asumió su mandato el gobernador Francisco Antonio Tarrazo
(abril 1824), la fractura política de la península aún no se había superado. Al
parecer, los ayuntamientos todavía subsistían, lo que explica la pugna políti­

104 En las Actas de la Excma. Diputación, 1813-1821, años 1820-1821, se puede ver cómo el se­
guimiento de la venta de los bienes de comunidad y cofradías fue una de las principales activida­
des de la Diputación provincial durante esos años.
105 En marzo se autorizó al Ejecutivo a allanar propiedades y arrestar personas, y en mayo se
prohibieron las reuniones públicas. Peón, 1896; t.
106 Se dispuso que “en consideración a las particulares circunstancias en que se hallan los in­
tereses públicos de este Estado, y con el fin de precaver los irreparables perjuicios que experimen­
taría" [...] que se siguiera admitiendo en la península azúcar, café y aguardiente de Cuba, a la es­
pera de que resolviese el Congreso sobre las peticiones de Viicatán.
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 177

ca frente a la dispersión de la soberanía, que el Congreso trató de contro­


lar.107 De este modo, desde julio de 1824 la legislatura emprendió una polí­
tica orientada a dominar la dispersión de la soberanía, lo que significaba
abrir una nueva etapa en la organización de las jerarquías territoriales, par­
tiendo del principio de la centralización. Es sugerente que esta política se
adoptara justamente en el momento en que se habían restablecido relacio­
nes entre Mérida y Campeche, justo cuando se estaba superando el cisma po­
lítico administrativo entre ambas. ¿Qué relación tuvieron las disposiciones
“centralizadoras” de la legislatura estatal en el acuerdo con Campeche? Ten­
go la impresión de que lo reforzaban o consolidaban.
En esta lógica, el 26 de julio se restablecieron interinamente las repúblicas
indígenas.108 Estas tendrían las funciones establecidas en el viejo reglamento
de intendentes, y además, en consonancia con sus tradicionales funciones re­
caudadoras, la obligación de recaudar la recién creada contribución directa,
que pagarían todos los varones (vecinos e indígenas) entre 16 y 60 años.109 Co­
mo corolario, en septiembre de 1824 se abolieron los ayuntamientos constitu­
cionales de los pueblos y se dispuso que fuesen remplazados por juntas muni­
cipales, a excepción de los de ciudades, villas y cabeceras de partido. Entre
enero y octubre de 1825 se organizó la hacienda estatal, y se dispuso que sub­
sistieran los subdelegados con funciones puramente fiscales y de justicia de pri­
mera instancia.110 Estas medidas, que restauraban la autonomía de los segmen­
tos blanco e indio, y legitimaban las jerarquías étnicas, intentaban coartar la
dispersión de la soberanía tanto en el plano político como hacendario.
El 17 noviembre de 1824 se juró la Constitución federal, y el 19 de ese mes
se dictó un decreto “Sobre el gobierno interior de los pueblos y ayuntamientos”,
que reformaba el poder municipal, y reducía el número de alcaldes y regidores.
Poblaciones con menos de 20 000 almas podrían elegir sólo dos alcaldes, lo que
afectaba a Campeche. La medida causó conflictos, agravados por los problemas
electorales entre facciones, que terminaron con la anulación de las elecciones
de esa ciudad por Santa Anna. Al año siguiente, el Congreso asignó al ayunta­
miento del puerto la misma jurisdicción e idéntico número de miembros que al
de Mérida: tres alcaldes, 12 regidores, dos síndicos y un secretario.111

107 Güemez Pineda, 2001, pp. 197 y ss.


108 “En el orden, forma y objeto que previenen los artículos 13 y 14 de la ordenanza de in­
tendentes, restituyéndose en consecuencia las que cesaron en el año de 1820”, Manifiesto... Yuca­
tán, 1824, Anexo núm. 21, Manifiesto de los diputados de julio 6 de 1824-, Peón, 1876, i; “Decreto so­
bre república de indígenas”, 26/7/1824. Este restablecimiento respondía también a necesidades
fiscales: la recaudación en manos de los propios indígenas era más previsible para el fisco.
109 La contribución directa fue establecida por decreto el 30 de abril de 1824. Peón, 1896,1.
Sobre la recaudación, uta-yd, Rollo 36, Sesiones Secretas, vol. 4; exp. 1, Sesiones del Congreso,
11/2/1832.
110 Decreto de 8/1/1825, “Organizando el sistema administrativo de las rentas del Estado”,
en Peón, ii, 1896; Campos García, 1999, i; p. 148; Güemez Pineda, 2001; p. 207.
111 Álvarez, 1912, i; pp. 176 y ss.
178 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Así, después de la independencia, en los inicios de la primera República fe­


deral, se fue encauzando en Yucatán el proceso de reordenamiento de la orga­
nización político-administrativa iniciado con los borbones. El gobierno penin­
sular iba concentrando una soberanía esencialmente dispersa en el interior del espacio
estatal. Sin embargo, el proceso fue lento: ni siquiera la Constitución estatal de
abril de 1825 modificó el espacio político administrativo.112
La Constitución del estado se discutió desde febrero de 1824, sobre la ba­
se de un proyecto elaborado por una comisión especial.113 Según fuentes dis­
ponibles, los debates sobre la soberanía fueron acalorados. ¿Residía ésta en los
individuos o en los pueblos? La polémica se resolvió cuando la Constitución
declaró que se atribuía “esencialmente” a los individuos que componen el Es­
tado. Otro debate candente lo provocaron los derechos civiles de los ciudada­
nos: ¿debían definirse en la Constitución estatal? Finalmente, su capítulo iv
enumeró diez garantías civiles, muestra de la influencia del liberalismo jusna-
turalista. Con respecto a los fueros, el artículo 145 del capítulo xvm estableció
un solo fuero en el orden civil y criminal, para toda la población, pero el si­
guiente articulo aseguró el de militares y eclesiásticos, de acuerdo con lo dis­
puesto por el artículo 154 de la Constitución general.
Con respecto a la organización de los poderes, se discutieron también la
conformación y atribuciones del Ejecutivo, pues algunos diputados lo prefe­
rían colegiado.114 Al final, los artículos 102 y 103 (capítulo xv) determinaron
que serían electos un gobernador y un.vicegobernador, que contarían con una
renta permanente. Se establecieron también un congreso con funciones legis­
lativas y un senado con funciones consultivas.115

112 En su capítulo it, “Del territorio de Yucatán”, art. 7, dispuso: “de este territorio [el de la
antigua intendencia con exclusión de Tabasco] se hará oportunamente una división más igual y
más favorable a sus pueblos respectivos que la de los actuales partidos". Todavía cinco años des­
pués de que la Diputación se había abocado a ello, estaba pendiente una delimitación y reorgani­
zación territorial.
118 La comisión estuvo integrada por José Tiburcio López Constante, Pedro Almeida, Pedro
de Souza, Pablo Moreno, Miguel de Errazquin y Eusebio Antonio Villamil, diputados que respon­
dían a los intereses de Mérida, a excepción de Errazquin, Enciclopedia Yucatanense, 1947, iii; p. 442.
Lamentablemente, r.o disponemos de los debates del constituyente estatal, sino sólo de los acuer­
dos, por lo cual no se han podido identificar las distintas posiciones sobre los puntos clave de la
Constitución. Según el sugerente trabajo de Campos García, 2001, se elaboró una primera consti­
tución que estuvo lista en julio de 1824, antes de la sanción de la federal, que desafortunadamen­
te no hemos localizado aún. Un aspecto clave de la misma habrían sido sus disposiciones tendien­
tes a reducir la injerencia política de la corporación militar en la península, y la eliminación del
fuero militar. Sin embargo, estas disposiciones se eliminaron de la constitución finalmente apro­
bada en abril de 1825.
114 Enciclopedia Yucatanense, 1947, m; p. 443.
115 El artículo 137 del capítulo xvi, decretó que el Senado seria integrado por el vicegober­
nador, el tesorero y cuatro senadores electos por voto popular, con la función principal de “dar su
voto consultivo" sobre los “asuntos arduos”, a petición del gobernador. El artículo 137 del capítu­
lo xvi, decretó que el Senado sería integrado por el vicegobernador, el tesorero y cuatro senado-
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 79

Hubo intensas discusiones sobre el gobierno interior de los pueblos.116 El


diputado por Campeche, Regil, propuso restringir los ayuntamientos a pobla­
ciones con más de 3 000 habitantes, y juntas municipales electas para los de­
más (cap. xx, “del gobierno interior de los pueblos”). Los ayuntamientos que­
daron subordinados “a la inspección del Gobierno” (art. 210) en todas sus
funciones de policía, salubridad, recaudación y gasto de propios y arbitrios, be­
neficencia y educación, y promoción de la actividad productiva en su comar­
ca. Esto debe relacionarse con el debate continuo sobre la soberanía entre
1823 y 1825, ante la interrogante de quién la detentaba. ¿Los pueblos, los ciu­
dadanos, los estados, el Congreso estatal constituyente, el Congreso nacional?
Desde la caída del Imperio, los pueblos de la península reclamaban su so­
beranía como cuerpos políticos, lo que afectaba las pretensiones de las élites
de Mérida y Campeche, aunque en mayor medida a la porteña, dada su impor­
tancia comercial y escasez demográfica. Cuando el Congreso estatal discutió el
carácter de lajunta Provisional Gubernativa, juzgó a ésta como un simple ór­
gano delegado del Congreso, lo que permite suponer que se consideraba que
la soberanía residía en el Legislativo. Pero en agosto de 1823, las bases federa­
tivas afirmaron que la soberanía residía “esencial y colectivamente en los pue­
blos que gomponen el Estado”. Finalmente, el artículo 3o. del capítulo i de la
Constitución estableció: “la soberanía del Estado reside esencialmente en los
individuos que lo componen,“ lo que muestra que la polémica se condujo en
última instancia dentro del liberalismo jusnaturalista.
La reinstalación de las repúblicas y la abolición de los ayuntamientos cons­
titucionales durante 1824 modificó sustancialmente la geografía y los espacios
de poder abiertos en 1820. A comienzos de 1825, la Constitución respondió a
la demanda de las élites: restringir la participación política del estamento in­
dígena, integrando a la población indígena (más de 75% de la población to­
tal) en el terreno fiscal.117 La Constitución estableció el sufragio popular (sin
distinción de riqueza o educación en el primer nivel, la elección parroquial),
pero para contrarrestarlo se identificó la ciudadanía con vecindad y “modo co­
nocido de vivir” (capítulo vm). Así vemos cómo, para 1825, en las leyes yucate-
cas ya no eran los pueblos los que detentaban la soberanía, sino los individuos.
Este recorrido tomó los primeros dos años de vida republicana en Yucatán.

res electos por voto popular, con la función principal de “dar su voto consultivo" sobre los "asun­
tos arduos", a petición del gobernador, Constitución... Yucatán, 1825; 79 páginas. Años después,
cuando en enero de 1832 se discutió una reforma de la constitución estatal, se dispuso que este
cuerpo se denominara “Consejo de Gobierno” ya no “senado”. UTA-YD, Rollo 36, sesiones Secretas,
vol. 4, exp. 1, enero 1832.
116 Enciclopedia yucatmse, 1947, p. 445.
117 Los pueblos del interior de la provincia, privados de sus ayuntamientos constitucionales,
tendrían, entre 1824 y 1841, la obligación de contribuir como cuerpos en proporción a su riqueza
o población, por mediación de sus jerarquías étnicas. Constitución... Yucatán, 1825, Capítulo xxi,
“De las contribuciones”, art. 218, p. 72.
180 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

DESAFÍOS PENINSULARES AL CONGRESO NACIONAL

Durante el periodo de gestación y nacimiento de la República federal, Yucatán


planteó numerosas cuestiones polémicas ante el Congreso general, desde su
reinstalación en marzo de 1823. El gobierno establecido en Mérida pretendió
que el Congreso reconociese la singularidad del caso yucateco, y defendió a ul­
tranza la soberanía plena del estado de Yucatán, la cual creía prexistente de he­
cho y de derecho al pacto de unión.
Los conflictos que planteó Yucatán en el Congreso pueden agruparse en
varios temas. En primer lugar, el carácter y las competencias de la representa­
ción nacional frente a los poderes estatales, y los poderes y las atribuciones de
los diputados. En segundo lugar, el cuestionamiento al Acta Constitutiva (véa­
se más adelante). En tercer lugar, la declaración de guerra a España. En cuar­
to lugar, la demanda de concesión de “excepciones” mercantiles, arancelarias
y hacendarías. Ypor último, las desviaciones de la Constitución estatal de abril
de 1825, respecto de la Constitución federal de 1824. El fundamento de estas
disputas era la percepción de las autoridades en Mérida respecto a la forma
que debía adoptar la relación entre los estados y el gobierno de la unión: una
unión que respetara la soberanía plena de cada estado frente a la federación,
en los terrenos militar, judicial, hacendario, y que atendiera exigencias de tra­
tos especiales en el orden mercantil.
Desde mayo de 1823, la Diputación provincial y lajunta Provisional de Yu­
catán cuestionaron y condicionaron a la representación nacional. Primero des­
calificaron la representatividad del Congreso (al afirmar que “los diputados
eran sacrificados por la mayoría”), y después proclamaron que la “República
federada y autónoma” de Yucatán reconocería al Supremo Poder Ejecutivo só­
lo si se establecía una República federal. El gobierno provisional en México
juzgó estos hechos como signos de anarquía, separatismo e insubordinación,
y aclaró que la unión federal no podía justificar que los estados se considera­
ran virtualmente repúblicas autónomas.118 Cuando se instaló la primera legis­
latura estatal, ésta replicó que no retrocedería en la defensa de su autonomía
ni tampoco en la defensa de la independencia “no como una potencia aliada,
sino como parte integrante de la nación”.119 Pero pronto reinició el debate:
primero, dispuso que las dietas de los diputados peninsulares fuesen abonadas
por el Congreso General.120 Como paso siguiente, condicionó el debate del

118 “El Soberano Congreso a la provincia de Yucatán, expone los principios que han Gober­
nado al Congreso respecto de las demás provincias que han dado el mismo paso", 1/8/1823. agn,
Gobernación, 43, 9, f-2-4.
119 “Réplica al Congreso”, 10 de septiembre de 1823. En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo
núm. 6, pp. 15-17; uta-yd, Rollo 20, sección B, Congreso, 1823-1824, Acuerdos, vol. 2, exp. 1: Libro
de Acuerdos del Augusto Congreso Constituyente, expedidos en los meses de agosto y septiembre de 1823, Se­
sión del 10 de septiembre.
129 UTA-YD, rollo 20, sección B, Congreso, 1823-1824, Acuerdos, I, Libro de acuerdos de la Junta
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 181

Congreso: entregó un pliego de instrucciones a los diputados en que se esta­


blecía que debían rechazar cualquier sistema de gobierno que no fuese el re­
publicano, federativo y representativo,121 y dispuso que la sanción de la cons­
titución federal debía ser precedida por la ratificación de los estados.122 Esto
demuestra que, para el gobierno de Yucatán, los diputados al Congreso eran
sólo apoderados de los estados, no representantes de la nación.123 En respues­
ta, algunos diputados se negaron a aceptar el pliego de poderes de la diputa­
ción yucateca, pues pretendía imponer una ley superior al propio Congreso.124
El conflicto se agravó con el controvertido asunto de la guerra con Espa­
ña y el cisma administrativo peninsular. Así se nombró una comisión especial
para el caso, que propuso inducir pacíficamente al gobierno estatal a la obe­
diencia.125 Otra comisión especial revisó la conducta del estado durante la pre­
sencia de Santa Anna, formada por Farías, Romero, Castillero, Zavala y Solór-
zano.126 El Congreso llegó a considerar que los asuntos de Yucatán afectaban
la práctica del federalismo. Para algunos diputados, la conducta del gobierno
en Mérida era un crimen contra la base misma de la federación, la defensa de

Provisional Gubernativa, despachos de 30 de mayo de 1823 al 7 de julio de 1824, Sesión del 5 de junio,
“Decreto de Convocatoria...”. Esta solicitud se repetiría en febrero de 1824, cuando fueron envia­
dos los diputados Crescencio Rejón, Pedro Tarrazo, José María Sánchez, Lorenzo de Zavala, Joa­
quín Casares y Armas y Fernando Valle al Congreso Constituyente en México: agn, Legajos Gober­
nación, 44, 29, f., l-4v.
121 El poder se consideró como “las cláusulas esenciales que deberán observar como bases
firmes e inalterables en desempeño de su augusta función”..., Actas constitucionales mexicanas, 1981,
vni, introducción de Juan Barragán; p. lxvii.
122 Declaró que “la constitución federativa que acuerden y formen con los demás Diputados
en Congreso Constituyente, no tendrá fuerza de ley en la Nación hasta que los Estados Federados
por una mayoría que deberá determinarse [...] no presten su espontánea ratificación". “Decreto
de 11 de septiembre de 1823, Mérida", en Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo núm. 7; Peón, 1896,
l; septiembre de 1823.
123 Sobre este punto, véase Guerra, 1999, pp. 37-38, quien muestra las diferencias entre la
concepción unitaria de la soberanía, que conduce más fácilmente a considerar la nación como
una entidad abstracta y a los diputados sólo como sus representantes, frente a la visión plural, que
considera a los diputados como “procuradores de los pueblos” y sujetos a mandatos imperativos.
124 Historia Parlamentaria mexicana, 1982a, sesión del 6/2/1824; pp. 21-22.
125 Historia parlamentaria mexicana, 1982, p. 160. Sobre el dictamen de la comisión: agn, Go­
bernación S/S, 71, 13, f. 1-3: “Dictamen de la comisión especial, nombrada para examinar las ocu­
rrencias de Yucatán con motivo de la declaración hecha por el Supremo Gobierno de la Federa­
ción, para continuar la guerra con España, que se imprime de orden del Soberano Congreso, por
Antonio Gama, Lorenzo de Zavala, José Ignacio Espinosa y Teresa de Mier". Consideró que no
existía duda de que la cuestión de paz y guerra pertenecía exclusivamente a la federación, y no a
los estados, y propuso que el Ejecutivo tomase las providencias del caso. Historia parlamentaria me­
xicana-, 1983, sesión del 10 de febrero de 1824; p. 37.
126 La comisión propuso dos mociones, que fueron debatidas sin resolverse en sesión secre­
ta el 30 de septiembre de 1824: que el ejecutivo estatal hiciera efectiva la declaración de guerra en
la península, y que el tesoro federal cubriera el deficiente de la hacienda peninsular, con consen­
timiento del Congreso nacional. Historia parlamentaria mexicana, 1982, sesión del 30/9/1824, p.
252, e Historia parlamentaria mexicana, 1982a, sesión del 23/10/1824; pp. 277-280.
182 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

su soberanía hacia el exterior, así como a las competencias de la federación pa­


ra reglamentar el comercio exterior. Esta percepción fue confirmada cuando
se recibió la noticia de que la legislatura estatal se había atribuido la facultad
de suspender las leyes y los decretos del Congreso general. El mismo Rejón re­
clamó dureza y rapidez en las medidas.127 Los rumores sobre la existencia de
una facción separatista dentro del gobierno de la península aumentaron, y lle­
garon a involucrar a Santa Anna.128 Un agravante de la situación fue la pro­
puesta del diputado campechano, Joaquín Casares y Armas, de convertir al
partido de Campeche en un estado libre (septiembre de 1824).129
Lo cierto es que la controversia sobre la declaración de guerra planteaba
además dos problemas constitucionales: ¿Tenían las legislaturas estatales dere­
cho y facultades para suspender las leyes y decretos del legislativo general?130
¿Era necesaria la intervención del Ejecutivo federal para evitar una catástrofe
política en la península? Según David Quinlan, las noticias recibidas por el Eje­
cutivo nacional sobre el conflicto Campeche-Mérida, las maniobras de Santa
Anna en esas ciudades, y los rumores sobre una intervención extranjera vía
Cuba, hicieron que éste solicitara al Congreso el 23 de diciembre de 1824 fa­
cultades extraordinarias.131 Días antes, el Congreso había resuelto, atendiendo
a la situación estratégica de la península, fijar dos batallones de milicia activa
sobre los cuatro ya existentes en la península, hasta entonces controlados por
el gobierno local.132 Ante la petición del Ejecutivo federal, la Cámara sesionó
en forma secreta sobre la petición que apoyaban Ramos Arizpe, Gómez Farías,
José Ignacio Godoy, la diputación yucateca y el ministro de Justicia, Pablo de
la Llave.133 Finalmente, se dictó una “Ley de Poderes especiales”, otorgando

127 “La legislatura no pierde ocasión de usurpar las facultades del congreso de la unión [esto]
se opone a la constitución en la que sólo se da al presidente de la república la facultad de suspen­
der las leyes y decretos [...]”, Sesión del 23/10/1824, Historia parlamentaria mexicana, 1983, p. 278.
128 Menéndez, 1935, Apéndice.
129 Sotelo Regil, 1963, i; pp. 292-297 (este autor inserta la propuesta completa, publicada en
El Sol, septiembre 2 y 6 de 1824); Betancourt Pérez-Sierra Vii.iarreai., 1989; p. 110. El fundamen­
to de Joaquín Casares y Armas era que, al establecerse dos gobiernos independientes que respon­
dían a dos culturas políticas diferentes en Mérida y Campeche, se evitaría la secesión de Mérida y
su unión con Cuba, se pacificaría la región y se afianzaría la unión con México. La propuesta fue
rechazada sin discusión especial por 43 votos contra 24. Representación dirigida al Soberano Congreso
Constituyente por el diputado Joaquín Casares y Armas, 1824.
130 “Vindicación de los ex diputados Tarrazo, Rejón y Casares, 29 de diciembre de 1824”. En:
Menéndez, 1935; p. 231.
131 Quinlan, 1994; pp. 183-185. Sin embargo, el autor afirma que la situación en Yucatán es­
taba lejos de ser grave.
132 Sesión del 2/12/1824. Historia Parlamentaria Mexicana-, 1982a, pp. 427-430.
133 En el Congreso en México, en sesión secreta del 23 de diciembre, el diputado Rejón so­
licitó a la Comisión sobre Yucatán “que consultase las medidas que debían tomarse para evitar la
escisión respecto de la federación que algunos individuos del estado de Yucatán planean, para
unirse a la isla de Cuba”, Historia parlamentaria mexicana, 1982, sesión del 23/12/1824, pp. 285-287.
Véase sobre este punto también Aguiiar Rivera, 2001; pp. 127-130.
RAÍCES Y RAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 83

esas facultades al Ejecutivo, y se formó otra comisión para analizar el asunto yu­
cateco.134
No fueron éstas las únicas polémicas suscitadas por Yucatán. Su solicitud
de “excepciones” provocó debates sobre el federalismo fiscal y mercantil: ¿Có­
mo compatibilizar intereses tan diversos en la legislación? ¿Tenían validez
constitucional las “excepciones” o eran en realidad privilegios? Los diputados
yucatecos expusieron la situación especial del comercio peninsular, y su depen­
dencia de la importación de alimentos, que les llevaba a demandar que las ren­
tas del comercio quedaran bajo jurisdicción estatal. Cuando se elaboró el “Dic­
tamen de la Comisión de Hacienda sobre clasificación de rentas generales de
la federación y particulares de los estados”, en marzo de 1824, se tomó en
cuenta esa situación. Así, el artículo 13 de la propuesta estableció: “En la penín­
sula de Yucatán no se comprenderán en las rentas generales los derechos de
exportación impuestos a los efectos del país”.135 Pero esto afectaba indirecta­
mente a otros estados que no dispondrían de esos “privilegios”.136 Rejón, dipu­
tado por Yucatán, afirmó que el Acta Constitutiva no establecía el principio de
la igualdad absoluta entre los estados, sino la proporcional, y apoyó el artículo
13 por la “triste y particular situación de Yucatán”. Finalmente, éste se aprobó,
pero se resolvió que en el caso de los productos importados por puertos yuca­
tecos se cobrase 25% el ingreso a otros puertos del país.
Un nuevo episodio de dudas en torno a Yucatán lo suscitó la primera Cons­
titución estatal, pues algunos de sus artículos chocaban con la Constitución fede­
ral. Por ejemplo, la competencia del congreso estatal para otorgar cartas de ciu­
dadanía a extranjeros (capítulo iii, art. 8o., inciso 2o.) , y el juramento obligado
para los funcionarios y representantes (capítulo x, artículo 65), que no se atenía
al establecido en la carta federal. También resultaba conflictiva la aclaración de
que no se perseguiría por causas de religión, junto con la declaración de la reli­
gión católica como religión de Estado (capítulo vi, artículos 11 y 12) y, asimismo,
que el gobernador fuera investido con el ejercicio del patronato en el estado, ar­
tículos que traspasaban competencias de la federación a lajurisdicción estatal.137

154 Integrada por Vélez, Demetrio Castillo, Gómez Farías, Francisco García y Víctor Márquez,
Quinlan, 1994; p. 184. Sobre el tema de las facultades extraordinarias y poderes de emergencia,
véase el inteligente trabajo de Aguilar Rivera, 2001,
185 agn, Hacienda Public^, Folletería, 31, 3, Dictamen de la Comisión de sistema de hacienda sobre
clasificación de rentas generales de la federación y particulares de los estados, leído en Sesión pública del Sobe­
rano Congreso, quien lo mandó a imprimir. México, 1824; pp. 9 y 12.
136 Actas constitucionales mexicanas, 1980, ix; Sesión del 6 de mayo de 1824, pp. 405 y ss.; to­
mo x, sesión del 10 de junio de 1824, pp. 2 y ss. Un problema lo planteó el comercio de rexpor-
tación desde puertos yucatecos a puertos del golfo. Hubo diputados que plantearon que se deja­
ba así abierta la puerta al fraude, a la injusticia con los demás estados. Otros se centraron sobre
el privilegio que establecía el artículo 13, solicitando que se extendiera a Texas y a Puebla.
137 “Esto atenta, o cuando menos previene, a la facultad reservada al Congreso general que
es la duodécima, artículo 90 de la Constitución Federal, para [...] arreglar el ejercicio del Patro­
nato en toda la Federación", ac.n, Gobernación, 85-5, 12, f. lv, agosto 1825.
184 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El mismo capítulo y artículo, inciso 2o., le daba al gobernador la obligación de


remitir al Congreso dos ejemplares de las leyes y decretos que le comunicara
el Presidente de la República, “sin ordenarle allí, ni en ninguna otra parte, que
cumpla y haga cumplir las órdenes superiores, como es de su obligación”.138 El
informe consideró que era urgente solicitar aclaraciones al gobierno del esta­
do, pero omitió considerar otro artículo cuestionable, que evidencia la cohe­
rencia del estado en la defensa de la soberanía estatal frente a la federal: “Pe­
dir motivadamente al Congreso general la derogación, suspensión o modificación
de las leyes generales de la unión, que por circunstancias peculiares ofendan los derechos
inmanentes del Estado" (capítulo xi, artículo 76).139 Pero la defensa de esa sobe­
ranía mediante la demanda de “excepciones”: ¿no era acaso otra cosa que una
pugna por conservar privilegios territoriales?

REFLEXIONES GENERALES:
EL FEDERALISMO SEGÚN YUCATÁN

Durante la génesis y el nacimiento de la primera República Federal, las auto­


ridades del recién fundado estado de Yucatán propusieron una unión de tipo
confederal para reunir políticamente los territorios que habían conformado el
virreinato de la Nueva España, y en que la administración central gozara de
competencias mínimas frente a unos estados autónomos y soberanos.
El punto de partida y de llegada del discurso de las autoridades yucate­
cas fue la defensa de la soberanía estatal; sin embargo, pretendieron que la
federación “indemnizase” al estado por los supuestos perjuicios que le cau­
saba su integración a la federación. Mientras hacia adentro el gobierno pe­
ninsular luchaba contra las fuerzas de la dispersión, en la política nacional
propiciaba justamente esas tendencias centrífugas, lo que constituye una pa­
radoja del federalismo peninsular, o quizás, una de sus características más es­
pecíficas.
Estas tendencias centrífugas se aprecian claramente en el “Dictamen de la
Comisión del Augusto Congreso [del estado libre de Yucatán], nombrada pa­
ra presentar las observaciones convenientes sobre los artículos de la Acta Cons­
titutiva del Soberano Congreso Mejicano, presentado el 29 de marzo y aproba­
do en sesión de 2 de abril del año corriente”. Redactado por una comisión
especial creada por la legislatura estatal cuando se debatió el Acta Constituti­
va de la Federación, este dictamen sintetizaba los principios que la legislatura
peninsular consideraba como bases del pacto federativo, y proponía la crea­
ción de un vínculo laxo entre los estados y la federación: una unión confede-

158 agn, Gobernación, 85-5, 12, f. 2.


159 “BasesFederativas”. En: Manifiesto... Yucatán, 1824, Anexo4; p. 10; Constitución... Yucatán,
1825; p. 29. Sobre este punto, véase Bellingeri, 1995; p. 278.
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 85

ralista, en la que estados soberanos y autónomos confederados concedían juris-


dicciones mínimas al poder federal, el cual se subordinaba a aquéllos.140
No obstante, habría que matizar esta idea de “modelo de federalismo" yu-
cateco. Debe recordarse que este dictamen sólo fue firmado por tres diputados
por Mérida, por oposición de los de Campeche.141 Tampoco debe perderse de
vista que el texto fue elaborado en el marco del conflicto entre Mérida y Cam­
peche, por lo que posiblemente representara el esfuerzo de una de las faccio­
nes por radicalizar las posiciones en su pugna política interna.
El texto comenzaba con una definición de la organización y de las facul­
tades (competencias) de los poderes estatal y federal, dentro de un modelo de
distribución de la soberanía centrado en la esfera estatal, que fundaba el po­
der federal sólo por delegación de algunas competencias.142 Los estados crea­
ban la federación: el artículo 9o. fundamentaba que los estados tenían “el de­
recho de sancionar la Constitución nacional”, pues como “un pacto entre los
estados, a ellos corresponde su sanción”. Proponía que las facultades del Con­
greso federal para dictar leyes de orden y paz pública al interior de la federa­
ción no debían interferir con el gobierno de los estados. También proponía
restringir la intervención de los poderes federales en los conflictos entre los
estados. .
El dictamen impugnaba la distribución de competencias entre federación
y estados que fijaba el Acta Constitutiva con respecto a la justicia, el comercio
exterior, la hacienda pública y la defensa. En el orden judicial proponía que los
estados controlaran todas las instancias de decisión y resolución de las causas
judiciales. En el orden mercantil sostenía que éstos tenían derecho de regular el
comercio internacional sobre sus costas y habilitar sus propios puertos sin in­
jerencia del Congreso nacional. Aunque reconocía la facultad federal de regla­
mentar y disponer el comercio exterior, no aceptaba la aplicación de una ley
general a todos los estados: se requerían “excepciones”. En materia de organi­

140 Belungerj, 1998; p. 105, afirma que la diferencia entre confederación y federación reside
en que “la primera asociación se formaría con un pacto de delegación temporánea de soberanías
preexistentes y por lo tanto inherentes a los sujetos confederados, mientras que en la segunda las
dos esferas de la soberanía —aquélla de los estados y aquélla de la federación— se constituirían
contractualmente al mismo tiempo, volviendo ilegítimo el procedimiento de la secesión".
141 El “Dictamen de la Comisión del Augusto Congreso...” fue firmada por diputados que re­
presentaban los intereses de Mérida: Pablo Moreno, Juan de Dios Cosgaya, Manuel Jiménez yjo-
sé Antonio García.
142 Como principio general, afirmaba que “los Estados que le componen, como conservan
su soberanía e independencia en lo interior, no deben dar a las autoridades supremas de la nación
más poder que el necesario para conservar la unión entre los Estados, y defender su independen­
cia y libertad política” (art. 3). “Dictamen de la Comisión del Augusto Congreso, nombrada para
presentar las observaciones convenientes sobre los artículos de la Acta constitutiva del Soberano
Congreso Mejicano, presentado el 29 de marzo y aprobado en sesión de 2 de abril de año corrien­
te, s.p.i”. Las citas textuales que se incluyen a continuación corresponden a esta misma fuente, sal­
vo aclaración.
186 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

zación hacendaría, se proponía la autonomía y soberanía completa de la esfera


estatal frente a la federal, aunque se aceptaba la obligación de pagar un con­
tingente a ésta, proporcional a la riqueza.143 Con respecto a la organización de­
fensiva el dictamen proponía que cada estado, respetando las leyes de la unión,
formara, regulara y administrara las fuerzas acantonadas en su territorio, sin
que la federación enviara jefes ni comandantes militares.144
En suma, vemos cómo el disenso se centraba en la concepción de la sobe­
ranía y del pacto federativo. A comienzos de 1824, la legislatura yucateca no
aceptaba la coexistencia de dos soberanías plenas o una compartida, sino sólo
la existencia de una única soberanía plena, la estatal, que por el mecanismo de
la “cesión” o “delegación” fundaba la soberanía de la nación.
Sin embargo, es importante señalar que el debate y la pugna por la sobe­
ranía se dio en dos niveles entre 1823 y 1824: hacia adentro y hacia fuera. La
declaración de guerra a España y la cuestión del Acta Constitutiva radicaliza­
ron la lucha por la soberanía tanto hacia fuera como hacia adentro. Aunque
la afectación del comercio marítimo perjudicaba las ya exhaustas finanzas del
erario público provincial, creo que el conflicto que se suscitó entre Campeche
y Mérida no fue sólo una contienda entre intereses mercantiles contrapuestos,
como se ha afirmado frecuentemente,145 sino una forma extrema de resolver
el conflicto estructural por la reorganización de las jerarquías políticas y admi­
nistrativas territoriales, que obligó a trasladar hacia fuera el conflicto interior.
El círculo de conflictos se cerró, amainando las tormentas, sólo cuando simul­
táneamente se construyó un compromiso para reordenar la situación interna
de la península, que se tradujo en la Constitución estatal, y la reglamentación
sobre repúblicas indígenas y ayuntamientos.
El debate sobre la soberanía al interior del estado fue de la mano de la de­
fensa de la soberanía hacia fuera. Pero ¿qué significó en la práctica la defensa
de la soberanía por parte de las autoridades de la península? Hemos visto que
la legislatura peninsular interpretó la soberanía como derecho a disponer de
“libertades” y “privilegios” territoriales —considerados como patrimonio histó­
ricamente adquirido— para organizar la administración y el gobierno político,

143 El dictamen impugnaba las facultades del Congreso para establecer contribuciones como
“opuestas al sistema federal”, así como las del Ejecutivo federal para nombrar funcionarios de ha­
cienda en los estados. Para información sobre el problema del contingente, y la conducta de Yu­
catán sobre este impuesto, véase el valioso trabajo de Castañeda Zavala, 2001.
144 La legislatura percibía que el Acta dejaba fuera de la órbita del gobierno estatal la orga­
nización de la milicia activa y de las fuerzas del ejército, al contrario de lo que estaba intentando
el gobierno peninsular. Campos García, 1999, i; pp. 124 y ss., refiere cómo éste se hallaba discutien­
do un proyecto de reorganización militar provincial, que redistribuía el territorio en cuatro co­
mandancias: Mérida, Campeche, Bacalar y El Carmen, con jurisdicciones sobre la milicia activa y
la milicia cívica, entre noviembre de 1823 y enero de 1824. Esto puede seguirse en Peón, 1896, i;
noviembre 1823, enero de 1824.
14j En la mayor parte de la historiografía regional tradicional. Véase una versión más “refor­
mada" y sugerente de esta tesis en García Qlintaniua, 1986.
RAÍCES YRAZONES DEL FEDERALISMO PENINSULAR, 1821-1825 1 87

hacendario y militar del territorio, incluso desconociendo las normas creadas


para el conjunto de la federación. Una soberanía plena que se ratificaba en la
consecución de “excepciones” dentro del contexto de la federación. ¿Cuáles
eran los atributos de esta soberanía, según lo muestran las fuentes?
• Autonomía plena para el gobierno interno, y control estatal sobre la or­
ganización militar y defensiva.
• Control estatal sobre las rentas, incluidos los gravámenes al comercio ex­
terior. Autonomía del régimen hacendario estatal, incluido el arreglo de su
propio arancel de aduanas. Privilegios hacendarios: subsidio de la federación
para asegurar la defensa de la península, y para paliar el déficit de su hacien­
da, una especie de “situado” republicano. Exención de la renta del tabaco.
• Libertad para regular las rutas mercantiles (Cuba, los puertos mexica­
nos, europeos y los-norteamericanos). Privilegios mercantiles y arancelarios,
en virtud de la situación “especial “de la península: libertad para arreglar las
importaciones (harinas) y el comercio de rexportación.
Para el gobierno de la península, la defensa de la soberanía implicaba, en
definitiva, el derecho al gobierno autónomo frente al gobierno federal, junto
con el derecho a privilegios que respondieran a su “especial situación” geográ­
fica, económica y social, tal y como había sido otorgado por la Corona españo­
la. Debe subrayarse que estas demandas y condiciones de Yucatán no eran nue­
vas: algunas de ellas figuraban ya en la agenda política yucateca desde el siglo
xvm, lo que dice mucho sobre las raíces del federalismo peninsular. Es notable
que los peninsulares no las consideraran privilegios o “ventajas territoriales”,
sino “derechos” que hacían justicia a su realidad histórica.
El federalismo yucateco de 1823-1825 miró primordialmente hacia la esfe­
ra estatal, y reducía la esfera del poder federal al mínimo. Fue un federalismo
“confederalista” y defensivo. Sin embargo, queda en pie una pregunta muy sig­
nificativa. ¿Se puede hablar de un modelo de federalismo yucateco? ¿O quizás,
a pesar de la existencia de instituciones representativas como la legislatura, po­
dría plantearse ¡a existencia de dos modelos, el de Mérida, y el de Campeche?
Sin duda, se requiere profundizar más sobre las demandas e intereses de
Campeche, tanto en lo que respecta a la política interior del estado como en
su relación con la federación. Por ahora sólo podemos señalar que el Ayunta­
miento de Campeche y la élite de esa ciudad fueron consistentes en defender
la necesidad de centralizar la soberanía que el liberalismo gaditano había dis­
persado al interior de la península, como un mecanismo para disputar la he­
gemonía política en el territorio. A futuro, entonces, deberá abordarse un es­
tudio detenido de los intereses campechanos, económicos, políticos y
constitucionales, para lograr una mejor comprensión de la posición del estado
de Yucatán ante el establecimiento de la República federal.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO
FEDERALISTA DE GUADALAJARA

Jaime Olveda
El Colegio deJalisco

LA NUEVA CULTURA POLÍTICA Y LA TRADICIÓN AUTONOMISTA

La invasión napoleónica a España en 1808 y la consecuente crisis de ilegitimi­


dad que se desató en la América española impulsaron a los criollos ilustrados
a exponer sus agravios y a replantear sus viejas demandas. Apoyados en los
conceptos modernos de soberanía, igualdad jurídica, representatividad ciuda­
dana, elecciones, división de poderes, etc., cuestionaron la legitimidad de las
autoridades coloniales y reclamaron el derecho que tenían de gobernar el
suelo donde habían nacido. Los golpes recibidos por el absolutismo en Espa­
ña y en otras partes de Europa, las repercusiones que tuvieron las reformas
borbónicas y la difusión de la nueva cultura política modificaron la idea que
tenían acerca de sus vínculos con la monarquía. En las ciudades más impor­
tantes de la Nueva España, es decir, las que contaban con una sólida infraes­
tructura institucional y con una élite ilustrada, aparecieron otras fuerzas polí­
ticas que, además de abrazar con entusiasmo los nuevos valores, discutieron
asuntos relacionados con la presencia de los franceses en la península y el cau­
tiverio de Fernando VII. En Guadalajara, por ejemplo, se registró una gran
movilidad política en cuanto se recibieron las primeras noticias de la invasión
napoleónica. Casi de inmediato se organizaron juntas de vecinos notables en
las que se alcanzaron acuerdos concretos para proteger la intendencia y la re­
ligión.1
Así se abrieron nuevos espacios políticos para discutir y analizar los acon­
tecimientos, lo que aumentó el interés de los criollos ilustrados. Igual entusias­
mo despertó en ellos la convocatoria para elegir representantes a las Cortes de
Cádiz, pues se trataba de la primera oportunidad de participar en asuntos par­
lamentarios. Aunque la Constitución de 1812 había pretendido reforzar el cen­
tralismo de la metrópoli, a pesar de la oposición de los americanos, los cambios
introducidos modificaron la vieja estructura político-administrativa de los rei­

1 Olveda, 2000, pp. 95-96.

189
190 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nos americanos. Las diputaciones provinciales fueron una de las grandes refor­
mas de la Constitución gaditana que iba transformar las relaciones de poder.
En la provincia de Guadalajara, la diputación se instaló el 20 de septiem­
bre de 1813 y de inmediato pidió al virrey el envío de todos los asuntos pen­
dientes de la provincia para darles solución. Aunque su existencia fue muy irre­
gular, por la vigencia misma de la Constitución, la diputación logró reforzar
tanto la conciencia regional como el sentido de pertenencia. Un testimonio fe­
haciente del profundo espíritu provincialista nacido durante la Colonia y for­
talecido por la diputación fue el Memorial Petitorio enviado por el ayuntamien­
to y el cabildo eclesiástico de Guadalajara al Rey, en 1817, para pedir que esta
ciudad se convirtiera en capital de una capitanía general y en sede de un arzo­
bispado con el propósito de nivelar su condición con la ciudad de México, sin
que se entendiera que la provincia pretendía separarse de la Nueva España.2
En su segundo periodo (1820-1823), la diputación de Guadalajara realizó
un intenso trabajo en beneficio de la provincia: aprobó los gastos de varios pue­
blos, promovió la construcción de obras públicas e instaló ayuntamientos en los
lugares que tenían un mínimo de mil habitantes. Cuando los promotores del
Plan de Iguala buscaron el apoyo de las élites regionales, la diputación privile­
gió los asuntos concernientes a la independencia de la provincia y su relación
con el nuevo centro político. En ese momento, los grupos de poder vieron en la
figura de Agustín de Iturbide el lazo que podía volver a unir las partes integran­
tes de la Nueva España. El libertador, por.su parte, procuró que las provincias se
reconocieran como parte de una nueva unidad. La aceptación casi general del
Plan de Iguala y el optimismo que generó la consumación de la independencia
lograron que las provincias lo admitieran sin mayores cuestionamientos.
La confusa relación que se dio entre las regiones y el emperador, el ejerci­
cio de la soberanía y la representación fueron temas que volvieron a debatirse
cuando se reunió el primer congreso constituyente. A causa del faccionalismo,
en la discusión de estos puntos clave afloró una diversidad de ideas y criterios
que produjo enfrentamientos y retraso en los acuerdos.3 Entre los representan­
tes de Guadalajara, por ejemplo, había iturbidistas (Andrade, Farías, Moreno),
borbonistas (Mendiola, Castañeda) y republicanos (Valdés, Covarrubias, Sán­
chez). Además, unos eran militares (Andrade, Anaya y Castañeda), religiosos
(González y Portugal), hacendados (Cañedo y Moreno) y otros pertenecían a
la nueva clase que irrumpió en el escenario político (Valdés, Farías, Covarru­
bias y Sánchez). Al decir de José María Bocanegra, en este congreso se generó
la idea de arrebatarle “a la capital de México el poder absoluto que ejerció so-

2 López, 1979.
s Los representantes de la provincia de Guadalajara fueron Toribio González, José Antonio
Andrade, Mariano Mendiola, Juan Martiarena, Bernardo J. Benítez, José Ignacio Cañedo, Antonio
J. Valdés, Juan Pablo Anaya, José María Ramos Palomera, Santiago Alcocer, José María Portugal,
Valentín Gómez Farías, Diego Moreno, Joaquín Castañeda, Lino Fregoso, José María Covarrubias
y Prisciliano Sánchez. Pérez Verdía, 1910, p. 192.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 191

bre las provincias”.4 5Los diputados borbonistas y republicanos, que a toda cos­
ta pretendían acabar con el gobierno imperial, extendieron sus inquietudes a
sus respectivas regiones, donde encontraron apoyo.
Al derrumbarse el Imperio, se rompió la endeble alianza suscrita por los
grupos de poder al consumarse la independencia, por lo que volvió a cuestio­
narse en quién recaía la soberanía y a plantearse la imperiosa necesidad de es­
tablecer un nuevo pacto.3 La diputación expresó que el reconocimiento a
Iturbide y la incorporación de la provincia al Imperio habían sido actos de ne­
cesidad y prudencia, “mas nunca de pacto y de expresa voluntad”.6 Como en
ese momento afloraron el regionalismo, los intereses económicos, las particu­
laridades geográficas y las diferentes identidades, fue muy difícil que se llega­
ra a un consenso pacífico e inmediato.7 A 8 partir de entonces, la diputación de
Guadalajara se declaró independiente de cualquier autoridad y asumió la re­
presentación de la provincia. Su fuerza no pudo ser disputada por ninguna
otra instancia, ni siquiera por la Audiencia.
Durante los primeros meses de 1823 aparecieron dos proyectos que pro­
ponían formas asociativas acordes con los criterios modernos. Francisco Seve­
ro Maldonado presentó el Contrato de asociación para la república de los estados
unidos de'Anáhuac? modelo que combinaba elementos tanto de la república
central como de la federal, y Prisciliano Sánchez, su Pacto federal de Anáhuac, el
cual se ajustaba a los principios federalistas. Ambos autores, inspirados en el
pensamiento ilustrado de Rousseau, Locke y Montesquieu, subrayaban la sobe­
ranía popular y los derechos del hombre, repudiaban el despotismo y promo­
vían el ideal de una sociedad contractual e igualitaria, formada por ciudadanos
libremente asociados. Para crear la nueva unidad, insistían en la necesidad de
que las provincias suscribieran un pacto, ya que éste era “la base de toda obe­
diencia justa entre los hombres”.9 Al mismo tiempo que defendían un localis­
mo radical, Maldonado y Sánchez difundieron el discurso integrador que bus­
caba fundar la nación.10

4 Bocanegra, 1985, p. 51.


5 El Plan de Iguala y la proclamación de Iturbide como emperador fueron considerados
como “actos nacionales producidos por el concurso de todas las voluntades”. Idea de la, 1822
pp. 4-5.
6 “Manifiesto”, 1823.
7 Desde el siglo xvi hubo serias fricciones entre la Audiencia de México y la de la Nueva Ga­
licia por cuestiones jurisdiccionales; las hubo asimismo, entre los comerciantes de Guadalajara con
los del eje México-Veracruz.
8 Publicado por primera vez en la imprenta de José Fructo Romero en 1823, y la segunda en
los talleres de Et Caetera en 1973. Maldonado también fue autor de Nueva pacto social propuesto a
la noción española, impreso en 1823 en la imprenta de Petra Manjarrez.
9 “Manifiesto”, 1823.
10 Con anterioridad a ellos, Juan Antonio Montenegro, catedrático del Colegio de San Juan,
había propuesto en 1794 la creación de una república dividida en 12 provincias con una capital
que debería establecerse en medio del territorio. Machorro Narváez, 1938, pp. 28-29.
192 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En todas las capitales provinciales aparecieron líderes que aglutinaron a


los notables para defender el espacio, los circuitos mercantiles, la soberanía re­
gional, los impuestos y el derecho de decidir. Se trataba de exponentes de lo
que Justo Sierra llamaría el “espíritu localista”,11 sentimiento que expresaba el
provincialismo, la territorialidad y el sentido de pertenencia desarrollado a lo
largo del periodo colonial, pero también la nueva cultura política. El grupo de
Guadalajara estuvo integrado por algunos funcionarios españoles que desde la
época borbónica habían promovido el ejercicio de una mayor autonomía, y
por individuos ilustrados que aspiraban a ejercer el poder regional. Según Car-
magnani, en la búsqueda de la unidad política surgieron dos tendencias: una
policéntrica, orientada hacia las capitales provinciales, y otra centrista, encau­
zada hacia la ciudad de México.12
La ciudadanía, limitada por la Constitución de Cádiz y extendida en el
Plan de Iguala, daba fundamento a los reclamos autonomistas. Los ciudadanos
se veían a sí mismos como hombres libres, con derechos, obligaciones y con fa­
cultades para construir una sociedad en la que todos sus componentes gozaran
de los mismos principios de justicia. Ciertamente, el espíritu integracionista
del Plan de Iguala había evitado la fragmentación, pero al desmoronarse el Im­
perio las regiones consideraron rota esa alianza y reclamaron el ejercicio de su
soberanía, condicionando su asociación a que ninguna de las partes se atribu­
yera la supremacía.
Para ese momento, las provincias, además de tener sus propios problemas,
habían alcanzado distintos niveles de articulación espacial y de estructuración
del poder. Por ello había visibles diferencias entre ellas y en las posturas que
asumían cada uno de sus grupos representativos. Por ejemplo, el de Guadala­
jara, con un desarrollo económico superior a los demás, demandó con mayor
insistencia márgenes más amplios de autonomía. Consciente de su fuerza, asu­
mió la defensa de la provincia, para entonces bien delimitada, e impidió que
otros intereses tuvieran injerencia; pero, al mismo tiempo, reconoció la conve­
niencia de crear una nueva unidad basada en la igualdad política.
De hecho, el republicanismo se había expresado ya durante el Imperio.
Así, José Manuel Herrera, secretario de Estado y del Despacho de Relaciones,
dio a conocer el 27 de agosto de 1822 una conspiración fraguada en la ciu­
dad de México en contra del emperador y en favor de la república que había
despertado simpatía en algunas provincias.13 Es posible que esta conjura hu­
biera encontrado eco en Guadalajara porque a fines de ese año, Luis Quin­
tanar, jefe superior y comandante militar,14 informaba a Herrera que en esta
capital circulaban ideas subversivas de índole liberal que atacaban la monar­

11 Sierra, 1977, p. 184.


12 Carmagnani, 1984, p. 289.
13 agn. Gobernación. Sin sección, caja 24, exps. 16 y 17. Idea, 1822.
14 Por disposición de Iturbide, Quintanar asumió dichos cargos el 16 de noviembre de 1822.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 193

quía y encomiaban la república. Quintanar advertía a Herrera que esos “per­


versos republicanos” podían ocasionar serios problemas si no se les detenía
a tiempo.15
Tras la abdicación de Iturbide, en las capitales provinciales surgieron aca­
lorados debates sobre la soberanía, la organización del poder público y la cons­
trucción de la nación. Los grupos representativos de Guadalajara, Zacatecas,
Oaxaca y Yucatán mostraron su inclinación por un modelo que otorgara ple­
na autonomía a las provincias, puesto que a éstas les correspondía el ejercicio
de la soberanía. La diputación, el ayuntamiento y el consulado de Guadalaja­
ra enarbolaron la defensa de esta propuesta. Por medio de numerosos impre­
sos, estas instituciones sostuvieron que las provincias se hallaban en estado na­
tural y, por tanto, en plena libertad para constituirse conforme a sus intereses.
También defendieron las libertades individuales, la independencia y la auto­
nomía, e insistieron en que el poder dimanaba del pueblo que tenía el dere­
cho de modificar la forma de gobierno cuando lo considerara conveniente.
Los impresos condenaban, asimismo, la propuesta de establecer una repúbli­
ca unitaria que restringiera la autonomía de las provincias, porque este mode­
lo desconocía la pluralidad.
La abúndancia de pasquines, hojas sueltas y otros impresos con títulos alar­
mantes, injuriosos y subversivos, que circularon con profusión por casi todas las
provincias, obligó al ministro de Relaciones a prohibir su publicación el 31 de
mayo de 1823.16 Gracias a este material la nueva cultura política llegó a la po­
blación analfabeta, pues los impresos se leían o se discutían en lugares públi­
cos o privados. En las capitales provinciales que habían alcanzado mayor desa­
rrollo urbano y económico, las élites expresaron que no estaban dispuestas a
aceptar acuerdos que diluyeran las diferencias regionales. La posición que asu­
mió cada una de estas cabeceras políticas dependió de la fuerza que habían
concentrado los grupos de poder, de la afirmación territorial, de su base polí­
tica, del sentido de pertenencia, de la función que desempeñaba cada ciudad
y de la articulación que habían alcanzado los mercados regionales.
Los primeros pasos para construir el Estado nacional partieron de una rea­
lidad histórica poco favorable, caracterizada por la existencia de regiones con
particularidades propias y no dispuestas a perder el control de sus respectivos
espacios. Las propuestas que se hicieron acerca de cómo integrar la nación
surgieron en medio de dos fuerzas contrarias: una, de asimilación, que pugna­
ba por la construcción de un Estado-nación con una sola identidad; la otra,
también aspiraba a la unidad, pero tomando en cuenta la diversidad cultural
y geográfica. Como la consumación de la independencia no había aclarado
cuál era la condición jurídico-política de las provincias, se discutieron cuestio­
nes como ¿las provincias eran partes de un Estado prexistente?, ¿cuáles eran

agn. Gobernación. Sin sección, caja 25, exp. 35.


agn. Gobernación, Sin sección, leg. 1437, exp. 7; La confianza, 1823.
194 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sus derechos?, ¿podía el Estado imponerles su voluntad sin haber suscrito un


nuevo pacto?
La lucha por el control territorial puso frente a frente a grupos económi­
cos que operaban en espacios diferentes y que defendían los derechos adqui­
ridos. Las élites regionales, apoyadas en una territorialidad y en un concepto
de autonomía que derivaba de la tradición medieval castellana, se resistieron
a perder sus antiguos fueros y privilegios. Estos grupos insistieron en que el po­
der político debía apoyarse en los principios de la soberanía popular y en la re­
presentación moderna.17 En estas circunstancias, la representatividad cobró
mucha importancia porque de ella dependería la relación entre la autoridad
y los nuevos ciudadanos. Como se manejaron dos distintos conceptos de sobe­
ranía, el problema básicamente consistió en ajustar y definir el campo de las
competencias. En Guadalajara, las fuerzas representativas expresaron por me­
dio de los impresos que, para eludir confrontaciones y llegar a establecer un
nuevo pacto, era necesario que el poder se distribuyera de manera equitativa.
Según su punto de vista, sólo así se podía evitar la superioridad entre los dos
niveles de gobierno, el general y el regional. Una de las tesis fundamentales
sostenidas por los líderes locales consistía en que el equilibrio entre ambas es­
feras no dependía únicamente de la distribución de las responsabilidades, si­
no también del traspaso o la transferencia de las competencias. Al Congreso
General correspondió resolver el complejo problema de la soberanía. Una
buena parte de los diputados defendió la idea de que, en un Estado moderno,
la soberanía residía en la nación y que, por tanto, no podía redistribuirse en­
tre cada una de las provincias.

LAS TESIS FEDERALISTAS

La disolución del Congreso ordenada por Iturbide produjo “efectos sensibles


y contrarios a la voluntad general”, y sirvió de pretexto a Antonio López de
Santa Anna para pronunciarse a favor de su inmediata reinstalación. Guadalu­
pe Victoria, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero se adhirieron a esa causa y se le­
vantaron en armas.18 Aunque más tarde el emperador lo restableció, no desa­
pareció la inconformidad en las provincias.19 Una muestra de esa contrariedad
fue la proclamación del Plan de Casa Mata, el 1 de febrero de 1823, el cual au­
mentó la agitación política. El Plan no se declaraba en contra de Iturbide, pe­
ro exigía la convocatoria de un nuevo congreso, en vista de la falta de equidad
en la representación del elegido en 1822 y la abrogación de los impuestos es­
peciales decretados durante el Imperio. Timothy Anna sostiene que fueron es­

17 Sakato, 1999, p. 13.


18 Los males, 1823.
19 El emperador, 1823.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 195

tos dos puntos los que captaron la simpatía de los grupos locales.20 Habrá que
agregar que la gran adhesión que alcanzó el pronunciamiento se debió a que
los generales promotores habían reconocido la representatividad de las dipu­
taciones y la de los ayuntamientos de las capitales provinciales. Los oficiales del
ejército destacado en Guadalajara, hasta entonces fieles a Iturbide, reunidos
en el Hospicio el 26 de febrero, declararon su adhesión al Plan de Casa Mata.21
Por conducto de un impreso, José Antonio Andrade, comandante en jefe del
Ejército de Guadalajara, trató inútilmente de explicar que el movimiento care­
cía de una base social; para calmar los ánimos, aseguró que la rebelión no ten­
dría mayores alcances porque el emperador había enviado comisionados a ne­
gociar con los sublevados, pero reconoció que habían surgido “disidencias
sensibles en algunos pueblos” de la provincia.22
La diputación provincial de Guadalajara,23 convencida de que al apoyar el
Plan de Casa Mata defendía la autonomía y apresuraba la convocatoria para in­
tegrar el nuevo congreso, respondió a la invitación del Ejército Libertador, pa­
ra lo cual envió a Prisciliano Sánchez y a Juan Cayetano Portugal como represen­
tantes ante lajunta que formaron los generales y las autoridades de Puebla.24
La diputación y el ayuntamiento se mantuvieron firmes en la exigencia de
la convocatoria de un nuevo congreso, al igual que otras provincias.25 El 9 y 12
de mayo de 1823, la diputación dio un paso decisivo en este sentido al hacer
pública su decisión de suspender la aplicación de los decretos y las órdenes
emitidas por el Congreso General y el Supremo Poder Ejecutivo, mientras no
se convocaran a nuevas elecciones. Además, se erigió en la primera autoridad
de la provincia e instó a las demás a conformar una confederación.26 El dipu­
tado Antonio J. Valdés, representante de Jalisco ante el congreso reinstalado,
advirtió que el movimiento republicano de Guadalajara podía cundir a otros
lugares si se retardaba la convocatoria, y votó porque los comicios se efectua­
ran lo antes posible.27 Estos acuerdos preocuparon sobremanera a los miem­
bros del Supremo Poder Ejecutivo, quienes en lugar de afirmar que con esta
decisión las autoridades de Guadalajara se apartaban de la obediencia del go­
bierno general, la interpretaron como un intento de separación del territorio
nacional para constituirse en una unidad política independiente.

20 Anna, 1990, pp. 193-194.


21 Bando, 1823.
22 Aviso, 1823.
2S Integrada por Antonio Gutiérrez y Ulloa, Juan Cayetano Portugal, José Chiafino, José Ca­
sal, José de Jesús Huerta, José María Gil, Urbano Sanromán y Domingo González Maxemín. Pérez
VerdÍa, 1910, p. 208. De acuerdo con esta lista puede observarse que estaban presentes los secto­
res más representativos de la sociedad: el ejército, el clero, los hacendados, los comerciantes y los
grupos nuevos.
24 acej. Legajo 1823.
25 Calderón, 1823.
26 Resolución, 1823.
27 Discurso pronunciado, 1823.
196 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

A partir de la proclamación del Plan de Casa Mata, las diputaciones provin­


ciales se convirtieron en portavoces de sus respectivas jurisdicciones y asumie­
ron el control administrativo de las mismas.28 En la bibliografía política de esta
época se aprecia con claridad la idea que tenía la de Guadalajara acerca de su
espacio, al que proyectó como un territorio específico, articulado y autónomo.
La imagen que se difundió de esta provincia fue la de una región bien integra­
da y estructurada, cuya capital representaba a la región. Apoyada en esa territo­
rialidad y en el constitucionalismo gaditano, la diputación insistió en que se
convocara a elecciones para integrar un nuevo congreso, cuyos diputados serían
electos de acuerdo con la población y no con el número de partidos, como el
anterior. La diputación y el comandante Luis Quintanar promovieron una coa­
lición con las provincias de Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas
para presionar a que la convocatoria se lanzara cuanto antes.29 El ayuntamien­
to, los grandes propietarios y los comerciantes de Guadalajara apoyaron las ini­
ciativas de la diputación, pues compartían una larga tradición autonomista.
Al asumir la defensa del territorio, la poderosa élite de Guadalajara se ne­
gó a reconocer la vieja relación que las provincias habían mantenido con el po­
der central. Esto ponía de manifiesto que desde antes de la independencia, las
regiones de la Nueva España actuaban con cierta autonomía. Las complejas re­
laciones de dependencia, de autonomía y de complementariedad maduradas
durante el periodo colonial afloraron en ese momento como fuerzas antagó­
nicas. El enfrentamiento entre los grupos locales y el Supremo Poder Ejecuti­
vo anunciaba el resquebrajamiento de una vieja unidad político-territorial, la
disolución de los vínculos con el poder central tradicional y el tránsito a un
nuevo ordenamiento político y social.
Los jefes y oficiales de la guarnición de Guadalajara, junto con Luis Quin­
tanar, se adhirieron al Plan de Casa Mata.30 Quintanar había recibido grandes
favores del emperador que lo había nombrado capitán general interino de la
provincia de México, lo había hecho Caballero Gran Cruz de la Orden Impe­
rial de Guadalupe31 y apoyado para ser diputado por Querétaro, cargo al que
renunció a mediados de 1822 para trasladarse a Guadalajara a ocupar el pues­
to de jefe superior y capitán general de la provincia de Guadalajara.32 Quinta­
nar se convirtió en auténtico caudillo local y, a partir de febrero de 1823, des­
plegó una intensa campaña en toda la provincia para que sus habitantes se
inclinaran por el federalismo. Al igual que la diputación, reiteró que la alian­
za anterior se había disuelto con la abdicación de Iturbide y, por tanto, las pro­
vincias recuperaban el derecho de constituirse como quisieran. Quintanar en­

28 Benson, 1994, pp. 151-167 y 190.


29 Di Telia, 1994, p. 163.
50 ahdn. XI/481.3/269.
81 Gran Orden, 1822.
82 agn. Gobernación. Sin sección, caja 20, exp. 4.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 197

contró receptividad entre los habitantes de la provincia respecto de las bonda­


des del federalismo, dada la arraigada tradición autonomista que se había for­
talecido con la creación de las diputaciones provinciales.33 Además de contar
con el respaldo de una poderosa élite que había visto con agrado el despren­
dimiento de Guadalajara de la órbita de la ciudad de México con la fundación
del Consulado, Quintanar recibió el apoyó de la milicia encargada de defen­
der la región de posibles ataques externos, cuya plana mayor la integraban los
hijos de las familias prominentes de Guadalajara.34
En la discusión del problema constitutivo, la élite local, representada en la
diputación y en el ayuntamiento de Guadalajara,35 manifestó tener una idea cla­
ra de su territorialidad, la cual dio vigor y emotividad a los discursos de líderes
regionales como Quintanar y Prisciliano Sánchez. A partir de marzo de 1823,
Quintanar publicó numerosos bandos y manifiestos para dar a conocer en qué
consistía el federalismo y por qué convenía su adopción. En un impreso que vio
la luz pública el 13 de mayo de ese año, destacaba que dentro de este sistema

las provincias dictan sus leyes particulares o económicas, promueven por sí mismas
todas las fuentes de la abundancia, crian [sic] sus fondos de las contribuciones, que
con conocimiento y equidad consideran necesarios; se escusan [sic] de ocurrir a
largas distancias en reclamación [...].36

La postura asumida por el grupo de Guadalajara se interpretó de dos for­


mas. En lo interno, las maniobras se consideraron como justas porque las
provincias tenían el derecho de disfrutar de su autonomía y, por tanto, de la
facultad de cobrar y retener los impuestos; desde el centro, esa posición se
consideró como un obstáculo para formar el Estado nacional. Así las cosas, la
autonomía proclamada por la diputación provincial y por Quintanar se apre­
ciaba como una fuerza disgregadora, contraria a la unidad, por más que éste
último afirmara que no era así. En repetidas ocasiones, la diputación sostuvo
que no pretendía “la separación violenta de Jalisco de sus demás hermanas,
menos dejar de reconocer un centro de unión”, y acusó a quienes opinaban
lo contrario de tergiversar la realidad.37 Molesta por tantos rumores que se di­

33 En las postrimerías del siglo xvih, los espacios económicos ya se encontraban bien delimi­
tados y controlados por las élites locales.
34 Connaughton, 1992, p. 68. Véase también ahdn. Xl/481.3/49. “Decreto relativo a la orga­
nización de las Milicias nacionales, 8 de julio de 1821”.
35 En 1823, el ayuntamiento estaba integrado, fundamentalmente, por miembros de las fa­
milias pertenecientes a la élite de origen colonial: Pedro Nazario de Zea, José Miguel Pacheco, Jo­
sé María Foncerrada, Manuel de la Canal Castillo Negrete, José María Echauri, José Cayetano Bo-
badilla, José María Vizcarra, José Crispín Velarde, etc.
36 Proclama, 1823.
37 ahdn. XI/481.3/593. En un oficio que envió el comandante de Jalisco, Joaquín Parres, al
ministro de Guerra y Marina el 14 de 1829, le decía que desde 1823 existía en el estado el deseo
de separarlo de la federación.
198 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

fundían en este sentido, declaró que “el Estado de Jalisco se gloria de corres­
ponder a la grande Nación Mexicana, y está dispuesto a sacrificarse todo por
la felicidad de esta Patria común, por consolidar su independencia y verdade­
ra libertad, y por evitar que vuelva a ser oprimida por algún ambicioso, ora
sea estranjero [sic], ora sea alguno de sus hijos”.38
Ambas declaraciones revelan, por un lado, la presencia de una idea funda­
dora de Estado, la voluntad de crearlo y la existencia de un sentido de perte­
nencia a una nación en ciernes pero, por otro, que Guadalajara era un centro
de poder con la fuerza y la experiencia suficientes para autogobernarse. La
coexistencia de factores aglutinantes y disolventes contribuyó para que las dis­
cusiones fueran muy complejas, tensas y desgastantes. Puede apreciarse que si
bien las autoridades de Guadalajara defendieron a ultranza la autonomía, al
mismo tiempo reconocieron formar parte de México, lo que permite pensar
que se trataba de un sentimiento nacional embrionario mezclado con otro de
carácter regional. El análisis del discurso sugiere que las dos ideas estuvieron
presentes; ambas afloraron al mismo tiempo y se mezclaron, pero poco a po­
co se generalizó la idea de que la soberanía debía recaer en la nación y, como
ésta era indivisible, no podía distribuirse entre los componentes.
Las tesis de los federalistas de Guadalajara indican, entre otras cosas, que
la idea acerca de los vínculos que debían mantener las provincias con el cen­
tro político se había modificado de acuerdo con las nuevas ideas políticas. La
influencia de la Constitución de Cádiz y las ventajas de un autogobierno incli­
naron a las élites locales a favor del federalismo. Prisciliano Sánchez, uno de
los defensores de la autonomía, subrayó en una parte del Pacto Federal que las
provincias querían convertirse en estados soberanos para gobernarse a sí mis­
mas, “sin subordinación a otra autoridad". Pero al mismo tiempo aclaró que es­
ta condición de las nuevas entidades en nada debilitaba la fuerza nacional,
porque en el federalismo “rueda siempre un sólo eje y se mueve por un resor­
te central y común”.39
Llama la atención que las propuestas políticas del grupo de Guadalajara
tendían más bien a un modelo de confederación, ya que desde un principio as­
piraban a convertir a la provincia en una entidad libre y soberana, dispuesta a
delegar al gobierno general sólo “ciertos atributos de la soberanía”; es decir,
los relacionados con la represenUción externa y las que tuvieran que ver con
la protección del territorio confederado.40 Una confederación se forma con
entidades libres y soberanas que, por conveniencia común, sólo delegan una
parte mínima de su soberanía al centro de unión. En este modelo, los estados
integrantes se unen y el órgano que los integra sólo se atribuye la defensa del
exterior, en Unto que en una federación se esublece un compromiso prescri-

38 Contestaciones, 1823.
39 Sánchez, 1974, pp. 55 y 57.
40 Carmagnani, 1993, p. 400; “Manifiesto”, 1823.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 199

to en una constitución entre las entidades soberanas, las cuales quedan inte­
gradas a un gobierno común. Tal como lo ha señalado Josefina Zoraida Váz­
quez, el federalismo mexicano resultó más radical que el norteamericano.41
En el discurso político, ambos términos se usaron de manera indistinta.
Esto puede apreciarse en los proyectos propuestos por Francisco Severo Mal-
donado y Prisciliano Sánchez, y en los numerosos manifiestos publicados por
la diputación provincial y por Luis Quintanar. En el impreso que distribuyó es­
ta corporación para hacer público su pronunciamiento por el federalismo, es­
pecificó que “el Estado de Xalisco es libre, independiente y soberano de sí
mismo, y no conocerá otras relaciones con los demás estados o provincias que
los de fraternidad y confederación”.42 En las actas de adhesión al federalismo,
algunos ayuntamientos hicieron uso del término confederación, como en los
casos de Compostela y Lagos.43 Cuando el congreso local explicó al vicegober­
nador el significado de la segunda parte del artículo 7o. constitucional, seña­
ló que, “declarada la soberanía de los estados de la confederación mexicana,
es indudable que ellos deben ejercer respecto de la disciplina exterior de la
Iglesia la misma autoridad que tienen todos los estados soberanos del orbe ca­
tólico [.,.]”.44
En el'discurso federalista, la ciudad de México fue presentada como una
metrópoli tirana, apabullante e insensible a las demandas de las provincias
que, por encontrarse en estado natural, tenían el derecho de constituirse
conforme a sus propios intereses. “Es el yunque en el que se forjan las cade­
nas de nuestra esclavitud”, llegó a afirmar un militar de Guadalajara.45 A par­
tir de febrero de 1823, los habitantes de esta ciudad dejaron de ver a la de Mé­
xico como centro de poder, sólo le reconocieron una jerarquía igual a las de
las demás capitales provinciales, apreciación que preocupó mucho a quienes
se interesaban en construir las bases del Estado nacional. Los líderes tapatíos
reiteraron hasta el cansancio que lo que querían el Congreso General y el Su­
premo Poder Ejecutivo era reducir a todas las regiones a la obediencia abso­
luta del centro.
En estos puntos de vista se basó el Supremo Poder Ejecutivo para acusar a
algunos líderes regionales de instigar y manipular a los habitantes. Varios im­
presos de la ciudad de México pusieron de relieve las diferentes “artimañas” a
las que recurrían los grupos de poder local para manejar la voluntad popular.
Un autor anónimo sostenía que las diputaciones provinciales se estaban exce­
diendo en sus facultades, al haberse convertido en las máximas autoridades de
sus respectivas jurisdicciones y al presionar a todos los sectores de la población

41 Vázquez 1993, pp. 24-25.


42 Colección, 1874, p. 40.
43 Voto, 1973, pp. 43 y 76.
44 El Iris deJalisco, 17 de noviembre de 1824.
45 El ciudadano, 1824.
200 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

para que se pronunciaran a favor del federalismo.46 Cuatro diputados de una


comisión nombrada el 2 de abril de 182347 por el congreso reinstalado a fin de
analizar las bases de la convocatoria para un nuevo congreso sostuvieron que
cuando se decía que una provincia deseaba determinada forma de gobierno,
los formulantes de tal demanda eran únicamente los representantes de la “aris­
tocracia" de dicha región, que eran los que finalmente decidían.48 Y en efec­
to, porque en las discusiones relacionadas con el establecimiento de las bases
del Estado nacional, sólo participaron las élites.
De la imprenta de Guadalajara salieron numerosos impresos en los que
tanto la diputación provincial como el jefe político se esforzaron por conven­
cer a los nuevos ciudadanos de las múltiples ventajas que ofrecía el federalis­
mo. Esta propaganda fue distribuida por todo el país y hasta llegó a reimpri­
mirse en la ciudad de México y en Puebla. En uno de los impresos se afirmaba
que la federación o la alianza del hombre era tan antigua como su existencia,
y que lo atractivo de esta forma de gobierno era que las provincias podían dis­
poner de un congreso local y del derecho de ejercer el gobierno económico.49
El control de los impuestos era la base en la que se apoyó la demanda federa­
lista. En Guadalajara, por haber sido el principal centro abastecedor de la ex­
tensa región noroccidental y recaudador de ingresos muy cuantiosos, hubo un
interés especial por defender la facultad de administrar las rentas públicas. La
primera prueba de ello se presentó cuando, al declararse la independencia de
la provincia, las autoridades locales expulsaron de su territorio al funcionario
fiscal de la Corona española.50
Resulta claro que en la autonomía política estaba implícita la fiscal y que
ambas eran parte del mismo ideal de las élites locales. La diputación provincial
expresó claramente que Guadalajara quería ser “dueña de sus rentas públicas,
para conocerlas, arreglar su administración y aligerarlas; quiere disponer de
todos sus empleos sin excepción, en favor de sus hijos que los merezcan por
sus virtudes y talentos, y por último, Guadalajara quiere encargarse de promo­
ver su felicidad de todo género”.51 En otra exposición, la diputación recordó
a los habitantes de la provincia de Guadalajara que ya era “tiempo de que os
gobernéis por vosotros mismos en todo lo interior del estado, para evitar ma­
les que os han acarreado los anteriores gobiernos”.52 Éstas expresiones del

46 Conciudadanos, 1823. En su primer informe de gobierno, Prisciliano Sánchez señaló que,


a partir de la aparición del Plan de Casa Mata, las diputaciones habían asumido “un carácter dis­
tinto de aquél con que se hallaba investido”. Memoria, 1974, p. 60.
47 Integrada por Carlos María Bustamante, Javier Bustamante, Mariano Herrera, Francisco
Manuel Sánchez de Tagle, Toribio González, Tomás Beltranena y Valentín Gómez Farías.
48 Véase el trabajo de Reynaldo Sordo.
49 República federada, 1823.
50 Di Telia, 1994, p. 169.
51 Colección, 1874, pp. 5-11.
52 Ibid., pp. 33-39.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 201

profundo provincialismo existente se combinaban con elementos que tendían


a constituir un Estado nacional.
Los reclamos de autonomía fueron, como ya se dijo, mal interpretados. El
rumor de las pretensiones separatistas de la provincia no dejó de causar alar­
ma. A principios de abril, circuló en otras capitales provinciales un impreso
anónimo con el título de Manifiesto de los liberales de Guadalajara a sus conciu­
dadanos, el cual volvió a inquietar los ánimos porque anunciaba el estableci­
miento inminente de un congreso provincial encargado de arreglar el gobier­
no local.53

LA ADOPCIÓN DEL FEDERALISMO

Durante la campaña en favor del federalismo, las milicias cívicas cumplieron un


papel importantísimo. Dirigidas por Luis Quintanar, apoyaron la defensa de la
autonomía y los intereses regionales. Aunque con este respaldo se sintió seguro*
Quintanar trató de evitar cualquier enfrentamiento con el Supremo Poder Eje­
cutivo. En una carta enviada el 12 de mayo de 1823 a Lucas Alamán, le decía que
así como fel gobierno de México no había hostilizado a Guatemala cuando ésta
había optado por constituirse en una república independiente, de la misma for­
ma debía respetar la decisión de Guadalajara de convertirse en un estado sobe­
rano, porque tenía “el derecho para constituirse como mejor le parezca”.54
Al difundirse el rumor de que el Supremo Poder Ejecutivo estaba fraguan­
do una expedición militar a Guadalajara para controlar la situación,55 Quinta­
nar ordenó el traslado de una parte de la guarnición a Lagos para resguardar
el territorio. Al mismo tiempo, buscó el apoyo moral y militar de Zacatecas y de
otras provincias.56 El 2 de junio, el ayuntamiento de Guadalajara organizó su
propia milicia y la equipó para cualquier contingencia. Estos preparativos fue­
ron la causa por la que el gobierno general decidió separar a Quintanar del
mando político y dejarle sólo el militar. José Joaquín de Herrera fue el hombre
escogido para sustituirlo, pero Manuel Fernández Aguado, al frente de un des­
tacamento, impidió que asumiera tal responsabilidad. La diputación provincial,
por su parte, informó al Supremo Poder Ejecutivo que, como el nombramien­
to de autoridades competía exclusivamente a los habitantes de la provincia, no
admitía la designación de Herrera, porque además tenía noticias de que traía
“comisiones secretas” y la consigna de sembrar la discordia.57

53 Acta de la sesión del 16 de abril de 1823 de la diputación de Zacatecas. Mecanoescrito.


54 “[Carta de Quintanar]”, 1823.
55 Desde el 23 de mayo, Anastasio Bustamante advirtió a su tropa que el Supremo Poder Eje­
cutivo preparaba una expedición militar contra Guadalajara. El Iris deJalisco, 31 de mayo de 1824.
50 El gobernador poblano contestó a Quintanar que Jalisco debía considerar a Puebla como
un aliado natural. Carta del gobernador, 1823.
57 Contestaciones, 1823.
202 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Desde mayo, Quintanar, siguiendo la misma táctica que empleó en tiem­


pos del Imperio, cuando pidió la adhesión de los ayuntamientos a Iturbide,38
les solicitó ahora que enviaran sus testimonios de apoyo al federalismo.59 De
esta manera, reunió 139 actas remitidas por los ayuntamientos y algunas cor­
poraciones, como el consulado, en las que patentizaban su preferencia por es­
ta forma de gobierno.60 La diputación provincial, el ayuntamiento de Guada­
lajara y el jefe político superior Luis Quintanar celebraron prolongadas
reuniones los días 9, 12, 28 y 30 de mayo, así como el 5 y 16 de junio de 1823,
para discutir el problema y llegar a un acuerdo definitivo. En lajunta del 16
de junio, los miembros de la diputación, sin esperar la determinación del
Congreso General, firmaron un acta en la que expresaron que como la volun­
tad de todos los habitantes era constituirse en un gobierno representativo fe­
deral, erigían la provincia en un estado libre y soberano con el nombre de Xa­
lisco, y su disposición de respetar la decisión que tomaran las demás
provincias.61 El Manifiesto, publicado por la diputación el día 21, tiene gran
importancia por la exposición de motivos del pronunciamiento federalista.
En este interesante documento, salta a la vista el deseo de destacar que la re­
solución se apoyaba en la libre voluntad, en el derecho y en la justicia. En se­
gundo término, la idea ya generalizada de que, al romperse los lazos que ha­
bían unido a la provincia con España y después con el Imperio de Iturbide,
ésta había recobrado su libertad e independencia. En tercer lugar, la mención
de los enormes beneficios que obtendrían todas las provincias con la adop­
ción del federalismo.62 Este Manifiesto apareció acompañado de otro firmado
por Quintanar, en el que expresaba ideas similares.63
Los dirigentes tapados juzgaron que sus manifestaciones en favor del fede­
ralismo no eran violentas, inoportunas, inmaduras, impolíticas ni atrevidas, co­
mo se decía en la capital mexicana, sino oportunas, legales y fundadas en la
justicia y en el Derecho de Gentes, una de las fuentes en la que habían abreva-

El 15 de febrero de 1823, Quintanar envió un paquete de 22 actas que remitieron igual


número de ayuntamientos, agn. Gobernación, Sin sección, caja 43, exp. 2.
59 En este sentido pareciera que Antonio López de Santa Anna retomó la idea de que las pro­
vincias se pronunciaran a favor del federalismo por medio del “voto general de los pueblos”, en el
artículo 4o. del plan que proclamó en San Luis Potosí el 5 de junio de 1823.
1,0 Son conocidas como Voto general de los ¡metilos de la provincia libre de Xalisco denominada has-
la ahora de Guadalajara sobre constituir su forma de gobierno en república federada. Este documento fue
reimpreso en 1973 por el gobierno de jalisco.
61 Colección, 1874, pp. 32-39.
02 Ibid., pp. 5-22. La diputación explicó que “los Estados se forman enlazándose los pueblos
de una manera particular, que la conservación de los unos depende de la conservación de los
otros, a fin de que se vean en la necesidad de socorrerse mutuamente, y puedan por esta unión
de fuerzas e intereses, contener a los que quieran desviarse de lo recto, trabajar con eficacia en su
común utilidad, y rechazar los insultos de que no pudiera garantirse cada uno en particular”. “Ma­
nifiesto”, 1823.
65 Colección, 1874, pp. 22-32.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 203

do los primeros federalistas.64 Victoriano Roa, uno de los hombres ilustrados


de Guadalajara y autor de un folleto donde se impugnaba a los detractores del
movimiento, sostenía que el pronunciamiento federalista no era obra exclusi­
va de un grupúsculo coludido con Quintanar, sino de “la opinión de la provin­
cia, explicada libre y espontáneamente por el órgano de sus ayuntamientos res­
pectivos”.65 Más tarde, Anastasio Bustamante afirmaría que la inclinación por
esta forma de gobierno estuvo de acuerdo con el espíritu de libertad. Sin du­
da, fueron los líderes locales, los promotores de esta forma de gobierno, los
que lanzaron la consigna de “República federada o muerte”, y los que se sin­
tieron orgullosos de que Jalisco hubiera sido la cuna del federalismo,66 y Gua­
dalajara la escuela donde se aprendió a ser federalista.67
La declaración federalista de la provincia de Guadalajara provocó distintas
reacciones. Ante todo fue considerada como muy radical por no haber espera­
do la decisión del Congreso constituyente. En algunas capitales provinciales, el
pronunciamiento de Guadalajara fue visto como “un paso violento” que podía
provocar la fragmentación del territorio nacional.68 En realidad, estas versiones
eran exageradas, pues ninguna autoridad pensaba en una separación de Méxi­
co. De cualquier manera, esta postura contrastaba con algunas provincias como
la de Puebla, por ejemplo, que con moderación estaba más dispuesta a conciliar
su interés particular con el general de la nación. La diputación provincial de Mé-
xicó, siempre opuesta a las aspiraciones autonómicas de Zacatecas, Oaxaca, Yu­
catán y Guadalajara, denunció, por su parte, que a raíz de este pronunciamien­
to los españoles acuartelados en San Juan de Ulúa habían reiniciado los
bombardeos sobre Veracruz, y que era el origen de todos los males que estaba
padeciendo la nación.69 La diputación provincial de Guanajuato tuvo una apre­
ciación similar al considerar que propiciaría la desintegración. Para Lucas Ala­
mán, Secretario de Relaciones, los pronunciamientos federalistas de Guadalaja­
ra y Zacatecas eran prematuros por anteceder a la instalación del Congreso

1,4 El Iris deJalisco del 21 de julio de 1824 publicó algunos de los artículos que formaban par­
te del Derecho de Gentes. En los que se apoyaron los federalistas fueron: lo. Los pueblos se ha­
llan unos respecto de otros en el estado de naturaleza; y tienen por vínculos la moral universal. 2o.
Los pueblos son respectivamente independientes y soberanos, cualquiera que sea el número de los
individuos que los compongan, y la extensión del territorio que ocupen. Esta soberanía no puede
enajenarse. 5o. Cada pueblo tiene derecho para organizar las formas de su gobierno. 6o. Un pue­
blo no tiene derecho para mezclarse en el gobierno de otro pueblo. 15o. Un pueblo puede em­
prender la guerra por defender su soberanía, su libertad y su propiedad.
65 Al atrevido e impolítico, 1823.
66 “El General”, 1824.
67 “El ciudadano", 1824. José María Bocanegra también afirmó que Guadalajara fue “el cen­
tro de los federalistas”. Op. cit., p. 221.
68 Para evitar que la anarquía se desatara, se llevó a cabo una junta en Celaya, a partir del 1
de julio de 1823, a la que asistieron representantes de Valladolid, Querétaro, San Luis Potosí y
Guanajuato.
89 Colección, 1826, p. 14.
204 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

constituyente, que era el que debía constituir al país. Según Alamán, reconocer
la erección de estas dos provincias en estados libres y soberanos, “sin pactar an­
tes las condiciones de la unión”, era tanto como precipitar el país a la anarquía.70
Aunque Oaxaca fue la primera provincia que se erigió en estado y se ma­
nifestó a favor del federalismo, el pronunciamiento de Guadalajara sirvió de
modelo a otras provincias como Zacatecas, Durango, Saltillo y Querétaro. La
claridad de sus planteamientos, las bases en las que justificó su declaración y
las ideas políticas difundidas por el grupo ilustrado convencieron a otras élites
regionales para adoptar el federalismo antes de que lo hiciera el Congreso. La
diputación y Luis Quintanar remitieron a las demás capitales provinciales co­
pias de las exposiciones, los bandos, los acuerdos y otros documentos en los
que justificaban el derecho de sus ciudadanos de constituirse como quisieran.
La difusión de estos impresos fue muy amplia; por ejemplo, varios ejemplares
del Voto general de los pueblos llegaron hasta Guatemala y al Nuevo Santander
(Tamaulipas). Resulta evidente el activo intercambio de documentación, pues
otras provincias también remitieron sus resoluciones conforme a los argumen­
tos tapatíos.71 Los vínculos de los federalistas de Guadalajara con otros grupos,
para obtener su apoyo, remite a las relaciones existentes desde la Colonia y a
las redes comerciales.
Sobre todas las provincias, Guadalajara encontró una aliada natural en la de
Zacatecas. Desde la proclamación del Plan de Casa Mata, las dos acordaron brin­
darse “todo género de auxilios y obrar de total conformidad”. Las dos diputacio­
nes sostuvieron que sólo el respeto a la autonomía estatal podía garantizar la
unidad nacional, y expresaron estar dispuestas, incluso, a desobedecer las órde­
nes generales cuando éstas fueran contrarias al sistema que habían adoptado.72
El pronunciamiento de Guadalajara, considerado como prematuro, gene­
ró una nutrida correspondencia entre el Supremo Poder Ejecutivo y las auto­
ridades locales, en la que el primero exigía explicaciones al respecto. En sus
respuestas, la diputación y Quintanar aclararon que no pretendían “provocar
el rompimiento de la patria ni disolver los vínculos que unen a todas las pro­
vincias”.73 Los acuerdos alcanzados el 5 de junio diluyeron cualquier duda re­
lacionada con el argumento que manejaba el Supremo Poder Ejecutivo, en el
sentido de que el grupo federalista pretendía separar a Guadalajara del terri­
torio mexicano. Las autoridades provinciales declararon que mientras se for­
maba el nuevo congreso, reconocerían como centro de unión a la ciudad de
México, así como al Supremo Poder y al congreso en funciones, pero sólo en
su carácter de convocante.74

70 De Vega, 1997, p. 277.


71 Libro de actas, 1975, pp. 13-14 y 104.
78 De Vega, 1997, pp. 276-286.
75 Contestaciones, 1823.
74 Colección, 1874, p. 42.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 205

El 21 de junio, la diputación publicó el Plan de Gobierno Provisional, con­


forme al cual el territorio de Xalisco quedaba dividido en 28 partidos. Otros
puntos importantes del Plan consagraban los derechos de libertad, seguridad,
igualdad y propiedad de los habitantes, así como el de votar en las elecciones
para elegir representantes y autoridades. En cuanto al gobierno popular repre­
sentativo, quedó estipulado que la diputación provincial ejercería las funcio­
nes correspondientes al Poder Legislativo mientras se instalaba el congreso
constituyente; el Ejecutivo se depositaría provisionalmente en manos del jefe
político, Luis Quintanar, y el Judicial en las personas que lo venían desempe­
ñando. Se especificó que la Constitución de Cádiz y demás leyes vigentes con­
tinuarían en vigor mientras se aprobaba la Constitución local, siempre y cuan­
do no entraran en contradicción con el Plan de Gobierno.75
La erección del estado y la formación de los poderes locales fueron verda­
deros actos de soberanía no compartida. La misma postura fue sostenida por
los diputados de Guadalajara ante el congreso general constituyente. Priscilia­
no Sánchez, Juan de Dios Cañedo y Pedro Vélez votaron, junto con Ramos
Arizpe y Manuel Crescencio Rejón, porque los estados fueran soberanos. A es­
ta propuesta se opusieron fray Servando Teresa de Mier y Lorenzo de Zavala,
entre otros, al pronunciarse porque las entidades federativas sólo fueran libres
e independientes.76
Aunque Quintanar remitió a la ciudad de México las actas de adhesión en­
viadas por los ayuntamientos para disipar cualquier duda sobre la preferencia
de los jaliscienses por el federalismo, el Supremo Poder Ejecutivo envió a Ni­
colás Bravo y a Pedro Celestino Negrete al frente de un ejército para frenar el
movimiento. Para evitar que las tropas llegaran a Guadalajara, Quintanar,
acompañado por Pedro Vélez y Juan Cayetano Portugal, se trasladó a Lagos a
principios de agosto para conferenciar con los dos generales. Como el espíri­
tu era conciliador, se firmaron unos convenios en los que los gobernantes de
Guadalajara y Zacatecas se comprometieron a reconocer y a obedecer las dis­
posiciones emanadas del gobierno general y a contribuir para el sostenimien­
to de sus gastos, siempre y cuando se reconociera el sistema por el que se ha­
bían pronunciado estas dos provincias. La presencia del ejército tuvo otras
repercusiones: Pedro Celestino Negrete, de acuerdo con Anastasio Brizuela, el
hombre fuerte de Colima, separó esta jurisdicción del territorio del estado de
Jalisco para menguar su fuerza.77

75 Ibid., pp. 39-42.


76 Véase el trabajo de Reynaldo Sordo en este mismo libro.
77 En los números correspondientes al 11, 19, 20 y 23 de febrero, y 10 de marzo de 1824, El
Iris de Jalisco comentó la separación de Colima del territorio de Jalisco. El día 11 explicó que “el
departamento de Colima unido por naturaleza e intereses a Jalisco, habría gozado de la misma
dulce libertad e independencia que este estado; pero constituido en territorio, viene a quedar en
dependencia inmediata del gobierno general; de consiguiente, tendrá que recibir los gobernan­
tes que le mande [...]”.
206 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

De alguna manera, el furor federalista y el despliegue propagandístico de


Guadalajara fueron frenados, en primer lugar, por lajunta de Celaya, en la que
los representantes de las provincias de Valladolid, Querétaro, San Luis Potosí
y Guanajuato reconocieron al Supremo Poder Ejecutivo como el centro de
unidad, y declararon estar a favor del establecimiento de una república fede­
ral “en los términos que el futuro congreso determinare" y en contra de los
pronunciamientos anticipados, como el de Guadalajara, porque éstos condu­
cían a la anarquía; en segundo término, por la invasión de Bravo y Negrete, y
los consecuentes convenios de Lagos que, aunque desaprobados por el Supre­
mo Poder,78 hicieron comprender a los federalistas de Jalisco el peligro que
podrían correr si rebasaban ciertos límites.
A partir del 21 de junio —día en que se promulgó el Plan de Gobierno—,
Luis Quintanar, convertido en gobernador provisional, afianzó su poder y se
perfiló como la figura principal del estado. A él correspondió supervisar las
primeras elecciones locales y la instalación del Congreso Constituyente el 14
de septiembre de 182379 y, más tarde, dar a conocer y hacer jurar el Acta Cons­
titutiva que establecía las bases generales sobre las que se constituía la nación
mexicana. Un mes después de haberse instalado el constituyente local, se for­
mó una Junta Auxiliar de Gobierno con cinco individuos para auxiliar al go­
bernador en la aplicación de las leyes y en la promoción del desarrollo econó­
mico de la provincia.80
Pero para el Supremo Poder Ejecutivo, Quintanar resultaba incómodo,
porque además del amplio respaldo con que contaba y del control que ejercía
sobre los ayuntamientos, era el menos dispuesto a ceder la soberanía del esta­
do. Para muchos, más que un republicano de convicción, era un hábil “seduc­
tor político” que podía arrastrar a los pueblos a sostener el federalismo por
medio de las armas. Desde principios 1824, seguramente para desprestigiarlo,
se hizo correr el rumor de que no era un sincero federalista y que sus acciones
políticas estaban encaminadas a promover el regreso de Iturbide. Quintanar
publicó dos bandos (23 y 28 de abril) para aclarar las cosas y ratificar su prefe­
rencia por la república federal. Para diluir cualquier duda, volvió a poner en
vigor el decreto general del 16 de abril de 1822, que declaraba traidor a quien
reconociera a Iturbide como emperador, y ordenó borrar los letreros que ha­
bía en la ciudad en honor del héroe de Iguala.81 El Congreso Constituyente,
por su parte, recomendó a los ayuntamientos leer en público en los días de
mayor concurrencia cuantos impresos recibieran con el proposito de que los

78 Bocanegra, 1985, p. 230.


79 Estuvo integrado por Pedro Vélez, Esteban Huerta, José María Esteban Gil, Vicente Ríos,
Prisciliano Sánchez, José María Gil y Bravo, Juan N. Cumplido, José María Castillo Portugal, Anas­
tasio Bustamante, José Antonio Méndez, Diego Aranda, José Manuel Cervantes, Urbano Sanro-
mán, Santiago Guzmán, Ignacio Navarrete y Miguel Gordoa.
80 Colección, 1826, pp. 11-13.
81 Olveda, 1976, p. 37.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 207

ciudadanos se mantuvieran bien informados sobre las versiones que se estaban


difundiendo.82
El Supremo Poder Ejecutivo aseguró haber recibido algunos informes so­
bre la anarquía que prevalecía en Jalisco, visto por muchos como el principal
baluarte iturbidista. Para evitar que la perturbación se propagara a otras par­
tes, envió otra expedición al mando de Nicolás Bravo y Pedro Celestino Negre­
te a fin de restablecer el orden y extinguir el supuesto partido iturbidista. Tam­
bién ordenó que el cuarto y el undécimo regimientos militares, acuartelados
en Guadalajara, salieran de la ciudad y se unieran a Bravo, disposición a la que
se opusieron rotundamente las autoridades locales. Esta segunda expedición
alarmó más que la primera, y fue considerada represiva.
Desde su llegada a Zamora, Bravo sostuvo una nutrida correspondencia
con el Congreso de Jalisco para explicar el motivo de la incursión militar. En
distintas cartas aclaró a los diputados que su única finalidad era consolidar el
sistema de gobierno. La legislatura, por su parte, insistió en la incorrecta inter­
pretación de las intenciones de Jalisco y en la falsedad de que su gobernador
pugnara por el regreso de Iturbide.83 La situación se volvió más tensa cuando
Luis Quintanar y Anastasio Bustamante, el comandante militar interino,84 fue­
ron identificados como iturbidistas por Lucas Alamán, ministro de Relaciones,
y por Manuel Mier y Terán, ministro de Guerra, durante su presentación en el
Congreso General el 8 de junio a solicitud de los diputados jaliscienses para
que explicaran el motivo de la nueva expedición punitiva de Bravo. Ambos
presentaron varios documentos sobre las maniobras militares que llevaban a
cabo las autoridades de este estado para restablecer el imperio; entre otras, las
forüficaciones de Chapala y del puerto de San Blas.85 *Alamán afirmó, incluso,
que Vicente Gómez, el guerrillero que operaba en los llanos de Apan, actuaba
conforme a las instrucciones que recibía del gobernador de Jalisco.88 Tanto
Quintanar como Bustamante negaron en diferentes momentos esa filiación y
aseguraron que era obra de los borbonistas. Este último, preocupado por el ru­
mor, publicó un manifiesto el 29 de abril, en el que afirmaba ser víctima de la
intriga y de apreciaciones infundadas.87
La aproximación de Bravo a Guadalajara causó una alarma general, sobre
todo entre los comerciantes. Es probable que éstos hayan convencido al go­

82 Colección, 1874, p. 208. Desde 1808, los ayuntamientos comenzaron a recibir información
sobre los acontecimientos políticos. Remitir impresos fue un medio al que recurrieron las autori­
dades para politizar a la sociedad.
83 El Iris deJalisco, 17, 19, 21, 23 y 25 de junio de 1824.
84 Bustamante había recibido este nombramiento de parte de Quintanar el 4 de marzo, con
el acuerdo del Congreso Constituyente. Colección, 1874, p. 155.
85 Olveda, 1976, pp. 41-42. Los discursos fueron reproducidos en El Ins deJalisco, el 25, 28 y
30 de junio; el 2, 5, 9, 12, 14 y 16 de julio.
8I> El Iris deJalisco, 14 de julio de 1824.
87 Ibid., 3 de mayo de 1824.
208 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

bernador provisional para que llegara a un acuerdo con el ejército a fin de evi­
tar un enfrentamiento que a nadie beneficiaba. El 11 de junio, Quintanar se
reunió con Bravo en la hacienda del Cuatro, cercana a esta ciudad, y firmó un
convenio mediante el cual Jalisco se comprometió a obedecer el Acta Consti­
tutiva, las leyes generales y el sistema representativo federal; Bravo, a su vez, a
no tomar represalia alguna contra las autoridades jaliscienses.88 En vista de
que el Congreso General no reconoció este arreglo, Bravo aprehendió a Quin­
tanar y a Bustamante, los separó de sus cargos y los envió presos a Acapulco.
Para asegurarse de que la captura de estos dos militares no ocasionara una
reacción entre los miembros de la élite local, Bravo permaneció en Guadala­
jara hasta los primeros días de 1825.
La expedición militar y la presencia de Bravo en la ciudad ayudaron pa­
ra que el Supremo Poder Ejecutivo recuperara el poder y para que disminu­
yera en Guadalajara la pasión federalista. Entre el 17 de junio de 1824 y el 24
de enero de 1825, y mientras se convocaban a elecciones para elegir al primer
gobernador constitucional, el Poder Ejecutivo fue cubierto provisionalmen­
te por federalistas moderados: José María Castañeda, Rafael Dávila y Juan Ne­
pomuceno Cumplido.
El federalismo fue adoptado, tal y como lo han señalado varios autores,
por la presión que ejercieron las provincias, algunas de ellas ya transformadas
en estados libres desde antes de que se redactara el Acta Constitutiva. Por eso,
no es del todo exacto sostener, como lo aclara José Barragán, que el Acta y la
Constitución de 1824 hayan creado a los estados para que a su vez éstos dieran
lugar a la federación mexicana.89
El federalismo prescrito tanto en el Acta Constitutiva como en la Consti­
tución General de 1824 no fue el que propusieron la diputación, el jefe polí­
tico y el ayuntamiento de Guadalajara, el cual tenía tantos confederalistas. Es­
te federalismo procuró conciliar la unidad nacional con la autonomía de los
estados y trató más bien de crear jurisdicciones que poderes políticos. No
obstante, los miembros del Congreso Constituyente local consideraron que,
con esta forma de gobierno, los estados sacudían “el polvo de su antiguo en­
vilecimiento” y recobraban “la majestuosa actitud que le es propia”.90 Entre
octubre y noviembre de ese año, meses en los que se juró la observancia de
la Constitución General, así como la particular, el federalismo fue presenta­
do en el discurso político como una panacea, como la llave mágica que podía
abrir la puerta que conduciría al progreso. El 18 de este último mes, día en
que se firmó la Constitución local, el presidente del Congreso vaticinó muy
emocionado:

88 Ibid., 16 de junio de 1824.


89 Barragán, 1994, p. 148.
99 Libros de actas, 1975, p. 84.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 209

Desde este día queda fijada para siempre la suerte de Jalisco, y se van a consolidar
los cimientos y las bases más duraderas del edificio de su independencia, de su li­
bertad y de su felicidad. Jalisco no volverá a ser colonia de la España, ni estará su­
jeto al capricho y despotismo del tirano de aquella desgraciada nación y de sus
mandarines de Méjico [sic].91

Prisciliano Sánchez, presidente de la comisión que tuvo a su cargo la re­


dacción de la Constitución particular, no fue menos optimista. Afirmó que una
vez elaborada, no quedaba otra cosa que “comenzar a volar con rapidez a la
cumbre de la felicidad”.92 A partir de la promulgación del Acta Constitutiva y
de la Constitución de 1824, disminuyó la tensión entre los estados y el centro,
y los procesos económico, político y social comenzaron a tener una orienta­
ción nacional.

LA DISTRIBUCIÓN INTERNA DEL PODER

El 18 de noviembre de 1824 se promulgó la Constitución de Jalisco. Con sus


656 830 habitantes, el estado retenía su libertad y soberanía en todo lo relacio­
nado con su administración y gobierno internos.93 El texto precisaba que en
los negocios relativos a la federación mexicana delegaba sus facultades y dere­
chos al Congreso General. Su territorio quedó dividido en ocho cantones, los
que a su vez se subdividieron en 28 departamentos, dentro de los cuales había
133 ayuntamientos.94 (Véase mapa). Declaró jaliscienses a todos los nacidos en
su territorio y en otras partes de la federación, siempre y cuando estos últimos
estuvieran avecindados en el estado; a los “extranjeros vecinos sean de la na­
ción que fueren” también les extendió la ciudadanía, aunque en el futuro la li­
mitaría a los que tuvieran carta de naturalización.

91 El Iris deJalisco, 24 de noviembre de 1824.


92 Ibid.
93 Al comenzar la redacción del proyecto de la Constitución particular de 1824, se elabora­
ron 25 artículos con el nombre de disposiciones generales; el primero de ellos establecía: “El es­
tado de Jalisco es libre e independiente de los demás estados unidos de México, y de cualquier otra
nación”. Libro de actas, 1975, p. 249.
94 Primer cantón, Guadalajara (Cuquío, Guadalajara, Tlajomulco, Zapotlanejo, Tonalá y Za-
popan); segundo cantón, Lagos (Lagos, San Juan y Teocaltiche); tercer cantón, La Barca (La Bar­
ca, Atotonilco el Alto, Chapala y Tepatitlán); cuarto cantón, Sayula (Sayula, Tuxcacuesco, Zacóal-
co y Zapotlán el Grande); quinto cantón, Etzatlán (Etzatlán, Cocula y Tequila); sexto cantón,
Autlán de la Grana (Autlán y Mascota); séptimo cantón, Tepic (Tepic, Acaponeta, Ahuacatlán,
Sentispac y Compostela); octavo cantón, Colotlán (Colotlán). Roa, 1981.
210 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Su gobierno —representativo, popular y federal— quedó distribuido en los


Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El Legislativo, representado por el
Congreso, estuvo formado por 30 legisladores propietarios y otros tantos su­
plentes.95 Para elegir diputados —uno por cada 25 mil almas—, se dispuso la
instalación de juntas electorales en cada uno de los municipios, conforme al nú­
mero de habitantes, las cuales debían permanecer durante tres días para que
los ciudadanos acudieran a nombrar los electores de departamento. En las ju­
risdicciones en las que sólo debía elegirse un diputado, se nombraron 15 elec­
tores y, en las que se tuvieran que escoger dos o más representantes, se designa­
ron a 31 electores, lo que indica que en el Congreso local los cantones tampoco
tuvieron igual representatividad. Concluida esta primera etapa, se tenían que
integrar las juntas electorales de departamento en las capitales respectivas, en
las que los electores debían elegir a los diputados propietarios y suplentes.96 Al

95 El artículo 31 de la Constitución particular de 1824 admitió la reelección de los diputados.


96 Colecáón, 1874, pp. 320-325.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 211

día siguiente de haberse nombrado a los legisladores, los mismos electores otor­
garían su voto a favor de un individuo para ocupar el cargo de gobernador, en
el año en que se presentara el caso. El Ejecutivo se depositó en un gobernador
que cubriría un periodo de cuatro años. Para aspirar a este cargo, se necesita­
ba ser mayor de 30 años, haber nacido en cualquier entidad federativa y tener
una vecindad en el estado de cuando menos cinco años. Podían votar en ambas
elecciones los ciudadanos jaliscienses mayores de 21 años que tuvieran un em­
pleo o un modo honesto de vivir, y estuvieran al corriente en el pago de las con­
tribuciones. La ciudadanía se perdería cuando no se cumplieran estos requisi­
tos, se cometiera un delito, se sufriera una sentencia o se admitiera algún
empleo o condecoración de un gobierno extranjero.97
El Poder Judicial quedó a cargo de los tribunales estatales que ejecutaron
la ley sin interpretarla ni suspenderla. De acuerdo con la Constitución y el Re­
glamento para la administración de la justicia, en todo caso juzgado no podría
haber más de tres instancias, y se fijaba la forma en que debían tratarse los ca­
sos civiles y criminales.
El gobierno político de cada cantón recayó en un jefe de policía —nom­
brado por el gobernador conforme a la terna propuesta por el senado—, cu­
yo periodo era de cuatro años.98 Cada cantón dispuso también de unajunta de
policía encargada de vigilar la observancia de la Constitución, la inversión de
los fondos municipales, los permisos a los ayuntamientos para hacer gastos ex­
traordinarios y la promoción del desarrollo económico.99
Los ayuntamientos se instalaron en todos los pueblos que tuvieran más de
mil habitantes. Estas corporaciones se establecieron en 133 poblaciones, de las
cuales 30 correspondieron al cuarto cantón (Sayula), que fue el que contó con
el mayor número.100 Los cabildos estuvieron integrados por alcaldes, regidores
y síndicos, electos cada año por las juntas electorales municipales.101 En los lu­
gares con menos de un millar de habitantes, se nombró a un comisario de po­
licía y a un síndico procurador. Llama la atención que se haya facultado a los
ayuntamientos para crear su respectivo fondo municipal y para formar sus pro­

97 El artículo 20 de la Constitución particular previno que a partir de 1840 perderían la ciu­


dadanía quienes no supieran leer y escribir. Ibid., pp. 316-317.
98 El senado estuvo formado por cinco vocales (José Ignacio Cañedo, José Justo Corro,
José Antonio Joya, Ignacio Cambero y Vicente Ríos) y dos suplentes (José María Echauri yjo-
sé Esteban Aréchiga). Eran sus atribuciones, asesorar o aconsejar al gobernador, velar por el
cumplimiento de la Constitución y las leyes, promover los ramos de la economía, proponer ter­
nas para la provisión de empleos y glosar las cuentas de todos los caudales públicos. Ibid., pp.
338-339.
99 Ibid., pp. 343-345.
100 Roa, 1981.
101 En los pueblos que tuvieran entre mil y tres mil habitantes, el ayuntamiento se formó con
un alcalde, cuatro regidores y un síndico; los que tenían entre tres y seis mil, un alcalde, seis regi­
dores y un síndico; de seis mil en adelante, dos alcaldes, ocho regidores y dos síndicos. Colección,
1.1, pp. 424-429.
212 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

pias ordenanzas, conforme a las disposiciones marcadas por el senado, las cua­
les debían ser aprobadas por el Congreso.102
La hacienda pública, formada por las contribuciones que debían cubrir
los habitantes de Jalisco, serviría sólo para que el estado cumpliera con la par­
te que le correspondía “de los gastos generales” y para cubrir los particula­
res.103 La elaboración del presupuesto estatal quedó a cargo del Congreso, cu­
yos diputados calcularon anualmente la carga fiscal necesaria. Por el momento
se mantuvieron las alcabalas, ante la imposibilidad de establecer contribucio­
nes directas.104 Finalmente, como los otros estados, Jalisco también institucio­
nalizó las milicias cívicas, o sea, la fuerza militar encargada de la defensa de la
autonomía y del federalismo.105
Conforme al régimen federal y a la Constitución particular de 1824, a fi­
nales de ese año se celebraron las elecciones para elegir gobernador y a los di­
putados que integrarían el primer congreso constitucional, comicios en los
que pudo observarse la presencia del faccionalismo. Prisciliano Sánchez fue el
candidato del nuevo grupo que irrumpió en el escenario político tras la con­
sumación de la independencia, mientras que Rafael Dávila fue postulado por
los tradicionalistas. Las elecciones fueron muy reñidas, tanto que los dos con­
tendientes obtuvieron igual número de votos, por lo que el congreso consti­
tuyente tuvo que tomar la decisión. Finalmente, los diputados declararon a
Sánchez gobernador constitucional, quien tomó posesión el 24 de enero de
1825.106 Cuatro días más tarde, quedó legítimamente constituido el primer
congreso constitucional, en el que predominaron diputados con poca expe­
riencia política y parlamentaria, a excepción de Juan José Romero, Urbano
Sanromán, José María Castillo Portugal, Antonio Pacheco Leal y Pedro Ta-
més.107
Prisciliano Sánchez defendió con vigor el federalismo prescrito en la Cons­
titución de 1824. Reconoció que la novedad de esta forma de gobierno plan­
teaba muchos problemas, por lo que exhortó a los jaliscienses a respetar las le­
yes y los reglamentos para bien de las instituciones republicanas. Por medio de
circulares se dirigió a los ayuntamientos para explicarles cómo deberían inter­
pretar la Constitución y otras disposiciones.
Por último, hay que señalar que la Constitución particular de Jalisco fue
de las pocas que se adjudicó el derecho de administrar todo lo relacionado
con la Iglesia. El artículo 7o. de la Constitución estatal reconoció, de acuerdo

102 Ibid., p. 428.


103 La cuota se llamó contingente y el monto estuvo en relación con la población y la rique­
za de cada entidad federativa. Jalisco ocupó el segundo lugar, después del Estado de México; en
1829, la cantidad que tenía que cubrir era de 30 468.60. Olvida, 1998, p. 129.
104 Colecáón, 1874, pp. 355-356.
105 Ibid., p. 356.
108 Pérez Verdía, 1910, pp. 235-236; Olveda, 1976, p. 64.
107 Colecáón, 1874, pp. 455-456.
JALISCO: EL PRONUNCIAMIENTO FEDERALISTA DE GUADALAJARA 213

con la general, a la católica como religión de Estado, pero decretó que éste fi­
jaría y costearía “todos los gastos necesarios para conservación del culto”, a pe­
sar de que el artículo 50 de la Constitución general reservaba al Congreso de
la federación, “arreglar el ejercicio del Patronato en toda la federación”. La va­
guedad de la ley y las protestas del Cabildo Eclesiástico de Guadalajara provo­
caron una de las primeras tensiones del sistema federal. El presidente Guada­
lupe Victoria logró que las autoridades pospusieran la vigencia del artículo
7o.,108 en tanto el Congreso General expedía un decreto el 18 de diciembre de
1824 en el que dispuso no hacer variación alguna en lo relativo a rentas ecle­
siásticas, mientras no se arreglara el ejercicio del Patronato en toda la federa­
ción.109
El pacto federal suscrito en 1824 no resultó suficientemente sólido para
dar nacimiento a un Estado nacional fuerte y tampoco pudo evitar las tensio­
nes entre las entidades y el gobierno federal, pero salvó la integridad de la na­
ción. Asimismo, las entidades federativas no cumplieron con el contingente
asignado para el sostenimiento del gobierno general, o no lo enviaron comple­
to ni con puntualidad,110 lo que incidió en la debilidad del gobierno federal.
Por último, algunos estados también se negaron a aplicar ciertas leyes genera­
les por considerar que afectaban su autonomía. Todo esto limitó el funciona­
miento del federalismo, y a partir de 1829 entraría en la crisis que terminaría
con su vigencia en 1835.

108 Los miembros del cabildo eclesiástico sostuvieron que las pretensiones del gobierno civil
estaban inspiradas en la doctrina del padre Laborde y en la del concilio de Pistoya, ambas conde­
nadas por los papas Benedicto XIV y Pío VI. Colecáón, 1874, pp. 359-363.
109 El diputado jalisciense, Juan Cayetano Portugal, sostuvo en el Congreso General que no
había equidad en la asignación del contingente. Véase el trabajo de Reynaldo Sordo.
110 Colecáón, 1874, pp. 155-156.
SOBERANÍAS EN PUGNA:
DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL.
ZACATECAS, 1821-1825

Mercedes de Vega
Secretaría de Relaciones Exteriores

La forma de gobierno federal establecida en México en 1824 se incubó en las


condiciones económicas, político-administrativas e institucionales, así como en
la legislación gaditana y las prácticas políticas de las últimas décadas del virrei­
nato. No fue, como algunos han sostenido, una copia del federalismo estadu­
nidense. El federalismo se adaptó al país, no a la inversa.1 El caso de Zacatecas
permite corroborar este argumento.
La monarquía española fue una especie de federación de reinos super­
puestos que propició el fortalecimiento de los intereses locales representados
por los ayuntamientos de las capitales de provincia, por lo que las prácticas po­
líticas novohispanas no se caracterizaron por la centralización. Además, preva­
lecían la ambigüedad administrativa, las fronteras provinciales laberínticas, los
traslapes jurisdiccionales, la ausencia de un orden escalonado de competen­
cias y facultades, y la heterogeneidad derivada de privilegios que favorecieron
la fragmentación territorial, con la consecuente consolidación de las corpora­
ciones municipales, auténticos núcleos de poder local.
Primero el proyecto borbónico y luego el constitucionalismo gaditano for­
talecieron aún más el regionalismo y el municipalismo, antecedentes esenciales
del federalismo mexicano. La división del territorio en intendencias —contra­
partida del intento borbónico para concentrar el poder— modificó la organi­
zación y relación entre los poderes políticos de la Nueva España; propició la de­
sarticulación de la vida económica, política y administrativa, y preservó a los
cabildos como órganos de representación y control de localidades y regiones.
La Constitución de la Monarquía Española de 1812 creó dos instituciones
cuya base era la representación ciudadana, ineludibles en la explicación del fe­
deralismo mexicano: los ayuntamientos constitucionales y las diputaciones pro­
vinciales. Así se estableció una “red municipal” que obedecía a dos criterios: in­

1 Según Octavio Hernández, “en Estados Unidos, el dilema entre Confederación y Estado
Federal fue un problema jurídico de organización política. En México, en cambio, el conflicto en­
tre federalismo y centralismo, tuvo raíces sociales y su solución se convirtió en bandera de parti­
do". Hernández, 1974, p. xviii.

215
216 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

dependencia municipal y representación legal de cada municipio por medio


de su ayuntamiento, que se convertiría en el canal de participación del ciuda­
dano en el gobierno. Las diputaciones provinciales fueron un germen de des­
centralización política, base del futuro sistema federal, que diversificaron la re­
lativa unidad del régimen colonial.2 Así, la Constitución logró algo más que
definir la estructura político-administrativa de la España decimonónica: definió
también la de las naciones que se independizarían de ella. En México, el reor­
denamiento del territorio repercutiría en el establecimiento del federalismo.
Para 1808, las regiones ya eran actores políticos clave.3 Las Cortes gadita­
nas legitimarían su papel y, aunque no les dio autonomía plena, sentó las ba­
ses para su futura consecución. Más tarde, en la Constitución federal de 1824,
su fuerza quedaría legalmente representada, por lo que los años que van de
1808 hasta la promulgación de esta Carta forman un ciclo histórico inserto en
otro más amplio, que se inicia con las reformas borbónicas y concluye con la
República Restaurada, es decir, que abarca el largo proceso de transición de la
Nueva España a México, en el cual la nación se debatió entre un régimen cen­
tral y uno descentralizado.
La guerra de independencia acentuó el regionalismo que, sumado a la
nueva representación política liberal de los ayuntamientos, provocó una revo­
lución territorial en tanto estas instituciones electivas practicaban el autogo­
bierno. Esta revolución, cuyo eje fueron los ayuntamientos, obliga a plantear­
se si el federalismo mexicano fue estatalista o municipalista.
La implantación del sistema federal al interior de la provincia de Zacate­
cas, y en sus vínculos externos con otras entidades y el gobierno nacional, pon­
dría al descubierto la existencia de tres instancias en pugna que se adjudicaban
el ejercicio de la soberanía: los ayuntamientos, los poderes estatales —funda­
mentalmente la legislatura— y los poderes generales, cuyo vínculo ya había si­
do puesto en el tablero de la discusión en las Cortes de Cádiz con extraordina­
ria nitidez.4 Las dificultades que presentó la organización federal se explican
en parte por esta pugna, misma que permitirá ver que, en el caso zacatecano,
su origen fue tanto municipalista como estatalista.

2 De Castro, 1979, pp. 61 y 62; y Hernández, 1974, p. xvii.


La historiografía del fenómeno que analizamos, desde el trabajo clásico dejóse Miranda
hasta los estudios más recientes de Vázquez, Pietschmann, Hamnett, Annino y Chust, entre otros,
ha demostrado que, durante las postrimerías del virreinato y las primeras décadas de independen­
cia, las regiones fueron actores decisivos en la lenta y accidentada construcción del Estado nacio­
nal. Miranda, 1978; Hamnett, 1984, 1986 y 1992; Vázquez, 1993 y 1999; Pietschmann, 1992 y 1996;
Carmacnani, 1994; Annino (coord.), 1995; Chust, 1999.
El diputado limeño, quien planteaba la cuestión nacional desde propuestas federales”, se­
gún Chust, argumentaba: De la suma de soberanías de los pueblos, nace la soberanía de la pro­
vincia que componen, entendida esta soberanía en el mismo sentido; y la suma de soberanías de
las provincias constituye la soberanía de la Nación". En Chust, 1999, p, 64.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 217

REDES DE ALCANCE NACIONAL

La historia política y social de Zacatecas está estrechamente vinculada con la


minería, su principal actividad económica. La posición autonomista y la defen­
sa del federalismo se explican, en gran medida, por una economía próspera
sostenida en la producción minera. Luego del descenso experimentado en el
quinquenio 1810-1815, provocado por la situación de guerra, la minería co­
menzó a repuntar y, a partir de 1821, la recuperación de los niveles de produc­
ción sería lenta pero constante, hasta lograr un notorio ascenso desde 1824,
para llegar, en 1835, a uno de los niveles más altos del siglo xix. Las minas za-
catecanas fueron casi las únicas que no dejaron de operar durante la guerra,
gracias a la protección que recibieron de los grupos contendientes.5
Durante el Virreinato, la riqueza minera hizo de Zacatecas una región nu­
clear con resonancia en el contexto nacional por la extensa red de intereses
económicos que partían o confluían en ella, carácter que heredó después de
la Independencia. El poder económico de los grandes mineros empresarios
capitalistas —como Fermín de Apezechea y Nicolás de Rétegui— no se cir­
cunscribió a la provincia, sino que traspasó sus límites para lograr una fuerte
presencia en la ciudad de México y otras regiones. El hecho apunta a la exis­
tencia de una élite con carácter nacional, aunque con intereses anclados en
Zacatecas y otras provincias. Este es un punto nodal para entender dos cues­
tiones: los vínculos entre la provincia y el centro, así como las redes de intere­
ses económicos y políticos que favorecieron la articulación del territorio nacio­
nal en tres sentidos: intrarregional, interregional y entre la región y la capital.
Al fuerte municipalismo se oponía una red nacional de intereses que, aún de
manera incipiente, logró articular parte importante del territorio. Este hecho,
que seguramente se registra en otras regiones, permite asimismo explicar por
qué no se desmembró el país y las fuerzas centrípetas predominaron sobre las
centrífugas.
Los grandes mineros empresarios capitalistas que residían en Zacatecas im­
primieron a la actividad productiva una nueva mentalidad basada en dos prin­
cipios: el espíritu de empresa y la racionalidad económica, que englobaban la
complementariedad e integración entre las empresas mineras, las haciendas
agrícolas y ganaderas, y las actividades mercantil y financiera. Sus intereses ra­
dicaban dentro y fuera de la provincia, al igual que sus vínculos familiares y so­
ciales.6 Pero también ocurría lo contrario; familias como la Fagoaga, la de An­
tonio Bassoco y la del marqués de Vivanco que no residían en Zacatecas sino
en la capital, tenían grandes inversiones en Vetagrande. Unos y otros poseían
amplias relaciones y capacidad de intervención en el Tribunal de Minería y el
Consulado de Comerciantes, instituciones con impacto nacional.

5 Pérez Toledo, capítulo vi, en prensa.


6 Langue, 1999, p. 15.
218 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Junto a estas redes de alcance nacional había otras instancias de poder re­
gional y local, como las diputaciones de minería, que con frecuencia se enfren­
taban al Tribunal. Aunque su función era económica, se convirtieron en gru­
pos de presión política que defendían intereses provinciales y estrictamente
locales, pues las hubo en Zacatecas, Sombrerete, Pinos, Fresnillo y Asientos de
Ibarra. En esta institución se ventilaban y defendían asuntos con carácter local
pero que, por su naturaleza, invadían el terreno nacional a través del Tribunal
de Minería. De nuevo nos encontramos en un punto de cruce de los ámbitos
nacional y local, que en el orden económico propició la vinculación de las par­
tes a un todo con límites aún difusos.

LA PROVINCIA AL MOMENTO DE LA INDEPENDENCIA

Zacatecas era una provincia poco poblada. En 1810 tenía alrededor de 140 mil
habitantes y, para 1826, en la ciudad capital vivían 15 800. El componente mes­
tizo de la población zacatecana representaba alrededor de 85%.7 La sociedad
era profundamente desigual y estratificada. Los medios de producción estaban
concentrados en un reducido grupo. En las capas superiores estaban los gran­
des mineros empresarios capitalistas, muchas veces emparentados con hacen­
dados latifundistas. Luego seguían los ipineros, hacendados y comerciantes
medios que carecían del dinamismo económico de las capas superiores; de es­
te grupo saldrían numerosos miembros de las instituciones políticas del perio­
do independiente temprano.8 Como contraparte de la élite estaban, por un la­
do, los pequeños propietarios, comerciantes menores, profesionistas liberales,
administradores, capataces, burócratas segundones y artesanos; por otro, la in­
mensa mayoría de la población diferenciada por sus actividades pero igualada
por la pobreza.9
La guerra de independencia dejó prácticamente ileso el aparato producti­
vo de Zacatecas. La casa de moneda mantuvo sus operaciones y la acuñación
sostendría el crecimiento en el nivel nacional entre 1822 y 1838.10 La transfe­

7 Pérez Toledo, en prensa, “La población”; Pérez Toledo y Klein, 1992; Garner, 1970, pp. 90-
92. En orden de importancia, integraban la población productiva de los distritos mineros los ope­
rarios de las minas, artesanos, comerciantes, prestadores de servicios, agricultores y profesionistas.
En las zonas agrícolas que se concentraban al sur de la provincia predominaban quienes se dedi­
caban a tal actividad.
8 Los grandes empresarios capitalistas acapararon los cargos públicos del periodo virreinal
tardío, con excepción del ayuntamiento capitalino del bienio 1808-1809 y del de 1820, el cual de­
mostraría la intensa movilidad social que estaba ocurriendo en la sociedad zacatecana a raíz de la
salida de algunos de los peninsulares más poderosos, como Apezechea, cuyas propiedades pasaron
a nuevas manos, en algunos casos a las de sus mismos administradores.
9 Las categorías de la élite zacatecana de finales del virreinato vigentes en el momento de la
independencia han sido tomadas de Langue, 1999, pp. 330-346.
10 Velasco Áviia, 1988, pp. 39-40 y 44; Cross, 1976, pp. 17 y 22.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL L'NIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 219

rencia de propiedades de los peninsulares a otros inversionistas impidió la pa­


ralización de las empresas. Este hecho favoreció la economía regional y propi­
ció la cohesión de la élite, la cual reajustó su actividad; muchos de los empre­
sarios de viejo cuño, quienes a la actividad económica habían sumado la
política, abandonaron los cargos en el ayuntamiento capitalino para concen­
trarse en las diputaciones de comercio y minería, mientras cedían ese espacio
a un nuevo grupo de dirigentes. Cabe destacar que lo anterior no significó la
fractura de la alianza entre el poder político y el económico. A esto se sumó
otro hecho crucial: losjefes militares que consumaron la independencia en Za­
catecas no se consolidaron como sus principales dirigentes, pese a la presencia
de un coto militar en Aguascalientes.11
La provincia también enfrentó dificultades. Prevalecía la injusticia social,
la concentración de la propiedad y las tensiones sociales provocadas por la po­
breza.12 No obstante, los dirigentes zacatecanos apagaron los escasos brotes de
rebelión. Para ellos, los frentes de lucha estaban en el escenario del poder.

. REPERCUSIONES GADITANAS: UNA VARIABLE ESENCIAL

La Constitución de Cádiz se promulgó en Zacatecas a mediados de 1813 y mo­


dificó los nexos entre el ayuntamiento de Zacatecas y los cabildos de los pueblos
que en adelante gozarían de voz propia, legítimamente reconocida. En la pri­
mera fase constitucionalista, a los cinco ayuntamientos que existían (Zacatecas,
Fresnillo, Jerez, Pinos y Sombrerete) se sumaron seis (Aguascalientes, Juchipi-
la, Nieves, Mazapil, Colotlán y Bolaños, y Tlaltenango).13 Esta multiplicación de
actores alteró el equilibrio entre el ayuntamiento de Zacatecas y los del interior,
los cuales ganaron espacios de participación para la toma de decisiones.
La segunda fase constitucionalista amplió la participación política. En
1820 se establecieron diez nuevos ayuntamientos,14 y los actores políticos con
derecho legítimo a intervenir en los asuntos públicos tuvieron un aumento sin
precedente. El ayuntamiento de Zacatecas adquirió una composición novedo­
sa y heterogénea, y dio muestras de una intensa movilidad social.
En vísperas de la independencia, la Carta gaditana había delimitado dos
territorios con sus correspondientes formas de representación política: los
ayuntamientos de los pueblos de más de mil habitantes, y la provincia misma

11 De Vega, 1997, pp. 228 y 229.


12 Garnf.r, 1972, pp. 87 y 109; Di Telia, 1979, pp. 86 y 95.
13 De Vega, 1997, p. 198, n. 63.
14 Real de San Juan Bautista de Pánuco, Congregación del Rincón de Romos, Real de Asien­
tos de Ibarra, Jalpa, San Juan Bautista del Mezquital, Pánuco, Guadalupe, San José de la Isla y Mon­
te Escobedo. agn, Ayuntamientos, vol. 120, exp. 2, “Lista de los ayuntamientos constitucionales es­
tablecidos en este Reyno como consta en las actas de su instalación recibidas hasta el día de la
fecha que van adjuntas [30 de noviembre de 1820]’’, 1820.
220 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

con su jefatura superior e intendencia y diputación provincial, aunque Zacate­


cas estaba representada entonces en la de San Luis Potosí. Si bien la intenden­
cia afectó la autonomía de los ayuntamientos, el intendente José de Gayangos
(1816-1820) dejó un sólido antecedente de ejercicio legítimo de autonomía.
La opción por el federalismo estaría condicionada por las formas de articula­
ción de los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y las intendencias.
Zacatecas llegó a la independencia con una fuerte impronta liberal, cuyo
origen era el ayuntamiento capitalino del bienio 1809-1810, que desde enton­
ces propuso la reforma del Estado y la representación política, así como la divi­
sión y el equilibrio entre los poderes.13 Según Guerra, sólo Zacatecas propuso
muy temprano reformas políticas precisas para el conjunto de la monarquía.16
Estos hechos tienen un antecedente: los colegios y la Universidad de Guadala­
jara —ciudad donde la élite zacatecana realizaba estudios mayores— contribu­
yeron a crear un sustrato cultural e ideológico en un área de influencia muy
amplia que abarcaba la región central, la centronorteña y la norteña, particu­
larmente palpable en Zacatecas.17 La propagación de la educación desde Jalis­
co favoreció la cohesión ideológica y contribuyó a consolidar una nueva cultu­
ra política, cuyo principio medular era la representación: el consentimiento de
los gobernados sería la única fuente de legitimidad política,18 el cual se afian­
zaría con el establecimiento del federalismo.

LAS POSICIONES SE DEFINEN

El México independiente adoptó como primera forma de gobierno la monar­


quía moderada constitucional, que fracasaría rápidamente debido, por un la­
do, a su incapacidad para armonizar las facciones que dominaban el escenario
político: borbonistas, iturbidistas y republicanos;19 y, por otro, al resurgimien­
to de las provincias como centros de poder que reclamaban representación. La
caída de Iturbide obligó a redefinir el pacto para la gobernabilidad de un te­
rritorio cuyos contornos, además de ser difusos, mostraban en su interior la de­
sarticulación en regiones y localidades. El acuerdo republicano federal de5 * * * 9 *

5 agn, Historia, vol. 417, f. 352-358, “Instrucciones del Ayuntamiento de Zacatecas a Miguel
de Lardizábal y Uribe, Diputado por la Nueva España ante la Supremajunta Gubernativa de Es­
paña e Indias", Zacatecas, 13 de marzo de 1810.
16 Guerra, 1993, p. 212. La propuesta zacatecana se formuló con motivo de la entrega de ins­
trucciones a Miguel de Lardizábal y Uribe, representante de la Nueva España ante lajunta Guber­
nativa de España e Indias que gobernaría en nombre de Fernando VII.
17 Castañeda, 1984, p. 147 y De Vega, 2001.
18 Aguilar, 2000, p. 31.
9 Q- Sordo, en este volumen. Es probable que estas facciones hayan estado presentes en mu­
chas otras provincias, pues el Congreso nacional reflejaba lo que ocurría en ellas. Las tres faccio­
nes tuvieron presencia en Zacatecas.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 221

1823-1824 sería el segundo ensayo para constituir a la nación; aunque existían


las condiciones para su implantación, éstas no garantizaban el éxito. Las si­
guientes páginas tienen por objeto analizar cómo se logró en Zacatecas dicho
acuerdo.
El ayuntamiento capitalino contaba con una sólida experiencia de autogo­
bierno y con la larga experiencia de algunos funcionarios, como Domingo Ve-
lázquez y Peón Valdés. Fue escenario de la lucha por el poder y el principal
protagonista político, mientras no se instaló la diputación provincial. Durante
1822 y principios de 1823, la cohesión que había prevalecido en el ayunta­
miento se extinguió por la renuencia de José Monter, el intendente jefe polí­
tico, a autorizar la instalación de la diputación provincial, cuyo principal pro­
motor era el mismo ayuntamiento aliado con los diputados por Zacatecas al
Congreso nacional, y por el enfrentamiento de las tres facciones ya menciona­
das. Durante la primera vigencia del régimen gaditano, Zacatecas quedó bajo
lajurisdicción de la diputación provincial de Guadalajara; así permanecería
durante la segunda vigencia, pero a finales de 1820 fue incorporada a la de San
Luis Potosí. El ayuntamiento decidió exigir una diputación propia.
Monter fue incapaz de impedir que el ayuntamiento ganara mayor auto­
nomía, se aliara a la milicia nacional y al batallón provincial en su contra, y ob­
tuviera de las autoridades nacionales el permiso para que Zacatecas instalara
una diputación provincial, luego de una efectiva negociación de sus apodera­
dos en la ciudad de México.20 El cabildo mostró una capacidad de autogestión
que heredaría a la diputación provincial. Esta, al ser instalada el 24 de marzo
de 1822, asaltó la jefatura política para evitar la injerencia del gobierno nacio­
nal en la provincia. El ayuntamiento había establecido una triple alianza al
contar con los diputados zacatecanos al Congreso Nacional y con la Diputa­
ción Provincial. Pero fuera de esta alianza había desacuerdo con otros actores.
De origen peninsular, los borbonistas habían creado una red de espiona­
je para conspirar, pero fueron neutralizados. En agosto de 1822 hubo un
brote republicano encabezado por Antonio Castrillón, oficial de la milicia
nacional, en el que participaron empleados de gobierno, incluidos algunos
miembros del ayuntamiento, y se mantuvo en la clandestinidad. Los iturbi­
distas, defensores de la monarquía constitucional, dirigidos por el coman­
dante Manuel González Laris y Domingo Velázquez, se incorporarían al ban­
do republicano cuando se esparció por todo el país.21 Pese a esta división, la

20 agn, Gobernación, caja 13, exp. 7, f. 1-3, el intendente jefe político de Zacatecas sobre nuli­
dad de elecciones de algunos individuos del ayuntamiento, Zacatecas, 1822; fs. 53-55, poder del
ayuntamiento de Zacatecas a Vicente Barraza y Manuel de Aranda, Zacatecas, 21 de marzo de
1822; caja 40, exp. 4, de José Monter a la Regencia, Zacatecas, 2 de marzo de 1822.
21 Biac, Archivo de Hernández y Dávalos, 15-5.1895, de Manuel González Laris al ministro de Re­
laciones José Manuel de Herrera, Zacatecas, 8 de octubre de 1822; agn, Gobernación, sin sección, ca­
ja 40, exp. 4, representación de jóse Monter a la Regencia, Zacatecas, 2 de marzo de 1822; caja 36,
exp. 9, f. 48-57, de Domingo Velázquez a Manuel González Laris, Zacatecas, 11 de octubre de 1822.
222 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

dirigencia política no sufrió una fractura que provocara inestabilidad e im­


posibilitara el consenso.
La convocatoria al primer Congreso constituyente dio mayor fuerza a los
ayuntamientos pues serían los electores de los diputados de cada provincia. La
elección se haría por estamentos pero también se podría elegir a cualquier
persona, y estaría determinada no por la población, sino por el número de
partidos.22 Zacatecas no se plegó a este último criterio, pues fueron los ayun­
tamientos más poderosos, el de la capital y el de Aguascalientes,23 los que con­
trolaron la elección. Durante la guerra de independencia, Aguascalientes se
convirtió en el centro de las operaciones militares de Zacatecas, lo cual forta­
leció a la villa. Consumada aquélla, se transformaría en un coto militar iturbi­
dista. Los hechos tuvieron el siguiente significado: los ayuntamientos más po­
derosos intentarían imponerse sobre los más débiles, o bien, se enfrentarían
entre ellos, como de hecho ocurrió entre Zacatecas y Aguascalientes. Débiles
o fuertes, defenderían el derecho a la representación y la autonomía, y se re­
sistirían a subordinarse a otro ayuntamiento y al gobierno provincial.
Los ayuntamientos de Zacatecas y Aguascalientes acapararon las curules
del primer Congreso consütuyente. Así, emergían los dos polos que se dispu­
tarían el poder en los siguientes años. Correspondería al ayuntamiento de Za­
catecas elaborar las instrucciones para los diputados, en tanto representante
de toda la provincia. Por el estamento militar fue electo Valentín Gómez Fa­
rías; por los letrados José María Bocanegra —ambos estrechamente vinculados
con Aguascalientes—; por el eclesiástico Agustín de Iriarte, y, por sus antece­
dentes como procurador síndico y conocimientos sobre minería, Francisco
García Salinas.24 Las instrucciones se elaboraron a dos meses del estableci­
miento de la monarquía y antes de la proclamación de Iturbide como empe­
rador en mayo de 1822. Aunque se adherían al régimen monárquico, deman­
daban constituir a la nación según la opinión más generalizada para evitar una
guerra civil y, de no existir consenso, los diputados debían lograrlo.25 Los di­
putados aún no eran auténticos representantes de la nación, sino voceros de
su provincia y, más concretamente, del estamento al que pertenecían.
Gómez Farías, Bocanegra e Iriarte apoyaron la proclamación de Iturbide
como emperador, mientras que García Salinas se abstuvo de pronunciarse en fa­
vor de alguna corriente, aunque es probable que ya se hubiera sumado al repu­
blicanismo. La fractura de la diputación era similar a la del Congreso, donde el
divisionismo impedía legislar. Luego de la aprehensión de varios diputados
constituyentes y de la disolución del Congreso, Gómez Farías, Bocanegra y Gar­
cía Salinas acusaron a Iturbide de violar la Constitución de Cádiz y exigieron

22 Cf. el ensayo de Sordo, en este volumen.


23 De Vega, 1997, pp. 233-235.
24 El Ayuntamiento de Zacatecas,s.f.
25 Bocanegra, t. 1, 1986, pp. 19 y 65. Las instrucciones tenían fecha del 16 de abril de 1822.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UN1ONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 23

fortalecer al poder legislativo. Al ser reinstalado, los diputados por Zacatecas,


con excepción de Bocanegra, votaron a favor de que el Congreso se limitara al
papel de convocante, posición congruente con la Diputación Provincial. Por su
postura, Bocanegra no fue reelecto al segundo Congreso constituyente.26

PROLEGÓMENOS DEL ACUERDO REPUBLICANO

Las elecciones para el segundo Congreso constituyente fueron diferentes a las


celebradas para el primero. En esa ocasión se integró unajunta electoral en la
que sí tuvieron representación todos los partidos, lo que para el ayuntamien­
to de Zacatecas significaba la pérdida de liderazgo ante la participación gene­
ralizada de los cabildos cabecera de partido.
Entre los diputados por Zacatecas elegidos para el segundo Congreso cons­
tituyente, convocado en mayo de 1823, ya no hubo discrepancias sobre la forma
de gobierno que debía adoptar la nación. Gómez Farías, quien fue reelecto, ha­
bía abandonado el monarquismo y se declaraba republicano al igual que el res­
to de sus compañeros: García Salinas, José Miguel Gordoa —antiguo diputado
a las Cortes españolas—, Santos Vélez y el suplente Manuel González Cosío.
Mientras tanto, la diputación provincial desplazaba al ayuntamiento capi­
talino como representante de los intereses provinciales, se convertía en el cen­
tro del poder regional y se debatía entre la monarquía y la república. No obs­
tante, optó rápidamente por la república federal, lo cual se explica por los
antecedentes mencionados y por el alto grado de autonomía que Zacatecas
disfrutó en vísperas de la independencia.
En la Diputación Provincial estuvieron presentes sólo los partidos más im­
portantes —Zacatecas, Aguascalientes yjerez—, pues la Constitución de Cádiz
no había recogido el sentir de los diputados americanos para que todos estu­
vieran representados en ella, lo cual obstaculizaría la organización federal.27
No obstante, la Diputación inició prácticas de representación limitadas e inci­
pientes en toda la provincia y favoreció la movilidad de los cuadros políticos;
un grupo nuevo de civiles y eclesiásticos, con predominio de los primeros, se
incorporaba a ella como vocales. Aliada al ayuntamiento capitalino y a la co­
mandancia, manejó los asuntos internos de manera autónoma, marcó distan­
cia frente al gobierno nacional y fue el eje de la toma de decisiones al despla­
zar al primero como protagonista del escenario político local. Antes de la
independencia, Domingo Velázquez fue una pieza clave del ayuntamiento y, al
ser electo vocal de la Diputación, conservó el papel central, hecho que marca
una línea de continuidad entre los dirigentes políticos.

26 Bocanegra, t. 1, 1986, pp. 60-62, 65 y 66; Actas constitucionales, t. 2, vol. 1, pp. 159-167, 284
y 285, y t. 4, vol. 3, 1980, pp. xviii y ss.
27 Chust, 1999, pp. 222-225.
224 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En la provincia, la aprehensión de los diputados al primer Congreso consti­


tuyente, la disolución de éste y el pronunciamiento de Casa Mata desencadena­
ron los sucesos que culminarían en la adopción del federalismo. La Diputación
Provincial, el ayuntamiento capitalino y la comandancia militar mantuvieron el
reconocimiento a Iturbide incluso después de la proclamación del Plan de Ve­
racruz de diciembre de 1822 —al que la Diputación negó apoyo—, el cual de­
claraba nula la proclamación del emperador y que la nación quedaba en liber­
tad para constituirse a partir del voto de las provincias.28
A finales de febrero de 1823, la guarnición militar de Zacatecas se adhi­
rió al Acta de Casa Mata, la cual no desconocía a Iturbide y reiteraba que la
soberanía residía esencialmente en la nación. En este sentido, la cuestión so­
bre el depositario legítimo de la soberanía era crucial. Iturbide alegaba que
era él por voluntad de la nación, el Congreso argumentaba que le correspon­
día asumirla, mientras algunos diputados sostenían que residía exclusivamen­
te en la nación. Algunas diputaciones provinciales, entre ellas Jalisco y Zaca­
tecas, reclamaron para sí el ejercicio de la soberanía en su territorio, de modo
que esta cuestión detonaba nuevas posiciones; la zacatecana procuró evitar el
divisionismo.
El Acta desencadenó una rápida adhesión al federalismo porque concedió
a las diputaciones provinciales el control en cuestiones administrativas y, como
señala Vázquez, aunque sólo exigía la elección de “nuevas Cortes”, varias pro­
vincias aprovecharon para declararse estados libres y soberanos.29
Para asegurar la estabilidad y evitar la violencia, las autoridades civiles y
eclesiásticas, junto con el comandante González Laris, procuraron controlar la
guarnición militar pero ésta exigió la rápida adhesión al Acta, obligando a la
Diputación Provincial a analizarla. En su sesión del 1 de marzo de 1823, el vo­
cal Mariano de Iriarte y otros individuos se sumaron al pronunciamiento; se
desató así un agitado alegato con la guarnición militar, hasta que la Diputación
acordó apoyar el Acta si se proclamaba en todo el Imperio, y sólo después de
conocer el resultado de las negociaciones entre los comisionados de Iturbide
y los generales sublevados. Uno de los firmantes del Acta de esta sesión fue
García Salinas.30
Sin embargo, el apoyo de Guadalajara al pronunciamiento de Casa Mata
desató el de Zacatecas, dirigido por la Diputación Provincial, la cual había re­
suelto defender el derecho de autodeterminación de las provincias pero sin
exigir la abolición de la monarquía. Durante estos meses se enfrentaron las
fuerzas centrífugas, representadas por las autoridades provinciales y las élites

28 agn, Gobernación, sin sección, caja 46, exp. 18, de Domingo Velázquez ajosé Manuel de He­
rrera, Zacatecas, 17 de enero de 1823.
29 Vázquez, 1999, p. 13.
30 Altz, Fondo legislativo, Congreso 1822, f. 57-61, sesión de la diputación provincial del 1 de
marzo de 1823.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 25

regionales renuentes a claudicar el derecho al autogobierno, y las fuerzas cen­


trípetas, representadas por la ciudad de México.31
A esto se sumó el fracaso de Iturbide, quien, impotente ante la fuerza de las
provincias y los conflictos generados por la reinstalación del Congreso disuel­
to por él mismo, propició un vacío de poder32 —particularmente fuerte entre
febrero y marzo de 1823— entre el gobierno nacional y los provinciales, y en
Zacatecas, entre el gobierno provincial y los ayuntamientos. Esta situación in­
tensificó la autodeterminación y autonomía de las provincias, y dentro de éstas,
las de los ayuntamientos que se fortalecían por la inexistencia de una estructu­
ra político-administrativa que definiera el estatuto y los vínculos de todas las en­
tidades de gobierno, tanto nacionales como provinciales y locales. El ejercicio
del poder no sólo se regionalizó, sino que se fragmentó dentro de las provin­
cias, pues ni las diputaciones provinciales con su corta vida ni los ayuntamien­
tos de las capitales habían asumido el control pleno, además de que prevale­
cían las prácticas de autogobierno de los cabildos. De este modo, se afianzaron
las condiciones para una rápida adopción de la república federal, y al mismo
tiempo, en Zacatecas quedaban sentadas las condiciones para el futuro desafío
de los ayuntamientos al gobierno estatal, al que rehusarían subordinarse.
Como vimos, en la Diputación Provincial zacatecana sólo tuvieron repre­
sentación los ayuntamientos más poderosos y los vocales se enfrascarían en la
discusión sobre la adopción del federalismo, concentrándose en el vínculo de
la provincia al gobierno nacional y descuidando la articulación política del te­
rritorio provincial. Los ayuntamientos del interior siguieron caminando por su
cuenta, bajo el esquema autogestivo gaditano, lo que en numerosos casos re­
presentaría un obstáculo a la integración de la provincia.
El Plan de Veracruz y el Acta de Casa Mata redefinieron las corrientes po­
líticas. Los republicanos se dividieron en federalistas y centralistas, y ambas fac­
ciones se opusieron a los iturbidistas y borbonistas. Para las provincias, el Acta
significaba asumir el control interno y aseguraba su representación en los po­
deres generales mediante la convocatoria a un nuevo Congreso, con lo cual se
abría el camino hacia la adopción del federalismo, proceso que todavía toma­
ría varios meses. Ante el movimiento generado por el Acta, la Diputación Pro­
vincial de Zacatecas declaró que “reasumía la provincia las facultades propias
de la soberanía respecto a la provincia y entretanto se reinstalaba el congre­
so”.33 La declaración entraña varias lecturas. La soberanía aparece como eje de
la cuestión en debate. Afirmar que la Diputación reasumía facultades soberanas
significaba que no tenía que conquistarlas, ya las poseía, y sólo recuperaba su
ejercicio. Al admitir la reinstalación del Congreso, reconocía un centro de uni-

81 Carmagnani, 1983 y 1984, p. 309.


82 De Veca, 1991, p. 249; y 1997, p. 269.
88 ahz, Fondo legislativo, Congreso 1822, f. 83 y 84, sesión de la diputación provincial, Zaca­
tecas, 3 de abril de 1823.
226 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

dad, por lo que su posición no equivalía a una declaratoria de independencia


ni desconocía a Iturbide. Finalmente, hablaba de una soberanía que se ejerce­
ría dentro de la provincia; mientras el Congreso reinstalado no definiera los
vínculos y la distribución de competencias entre las entidades políticas de la
nación, Zacatecas asumía, en su territorio, el dominio sobre sus asuntos inter­
nos. La Diputación había optado ya por el federalismo.
Iturbide perdió autoridad y prestigio. A su caída, las decisiones del Supre­
mo Poder Ejecutivo quedaron expuestas a la inestabilidad y el repudio. Por
otra parte, las provincias habían iniciado la práctica de emitir comunicados
conjuntos previa deliberación y acuerdo de sus comisionados, lo que fortalecía
su posición ante las instituciones nacionales. Siete provincias, entre ellas Jalis­
co y Zacatecas, calificaron de ilegítimo al Congreso reinstalado por Iturbide
porque la población no estaba proporcionalmente representada; le negaron el
derecho para constituir a la nación, pues sus diputados habían sido electos pa­
ra establecer una monarquía; y sólo le reconocieron facultades para convocar
a un nuevo Congreso.34

CONSERVAR UN “CENTRO DE UNIDAD”

La monarquía quedó proscrita como forma de gobierno y en las provincias co­


menzó a discutirse abiertamente la adopción del federalismo. En Zacatecas, la
discusión fue encabezada por la Diputación Provincial, dirigida por Domingo
Velázquez, el ayuntamiento capitalino y las autoridades eclesiásticas y militares,
entre finales de mayo y principios de junio de 1823; al mismo tiempo, recha­
zaron las acciones del Congreso porque no se había limitado a ser convocan­
te.35 Guadalajara adoptó una actitud radical pues resolvió suspender el cumpli­
miento de las órdenes de México, mientras que Zacatecas abogó por la unidad
de las provincias y por conservar un “centro de unidad” que conciliara “el in­
terés particular de las provincias con el general de la Nación”.36 Congruente
con ello, la Diputación Provincial zacatecana, autonombrada primera autori­
dad de la provincia en tanto órgano representativo, reconoció al Supremo Po­
der Ejecutivo y al Congreso —a éste sólo como convocante y centro de uni-

M “Representación de los comisionados de las provincias de Guadalajara, Valladolid, Oaxa­


ca, Zacatecas, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí, al Soberano Congreso, para la convocación
de un nuevo congreso”, 18 de abril de 1823, en Águila Mexicana, México, 4 y 6 de mayo de 1823.
35 ahz, Fondo Legislativo, Congreso 1822, f. 1 lOv. y 111, sesión de la diputación provincial, Za­
catecas, 23 de mayo de 1823.
56 Los miembros de la diputación provincial que hicieron este pronunciamiento en las sesio­
nes del 12, 13 y 16 de junio de 1823 fueron Domingo Velázquez, Manuel de Oribe y Novales, Ma­
riano de Iriarte, Juan José Román, José María Elias, José Francisco de Arrieta y Santos Vélez; y los
del ayuntamiento capitalino, Mariano Fernández Moreno y Mariano del Castillo, agn, Gobernación,
sin sección, caja 48, exp. 12, legajo 37.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 27

dad—, y se opuso a que organizaran a la nación antes de que se definiera la


forma de gobierno. Las órdenes de los poderes generales se acatarían como
“providencias” y, si no se instalaba un nuevo Congreso, Zacatecas se federaría
con Jalisco y otras provincias. Ante el radicalismo jalisciense, las autoridades za-
catecanas abrieron espacios de negociación con los poderes generales.37 Des­
pués de que Guadalajara, Oaxaca y Yucatán se declararon estados libres, el 17
de junio de 1823 la Diputación Provincial proclamó a Zacatecas “Estado libre
y federado con los demás que componen la grande Nación Mexicana”, y como
único sistema de gobierno reconocido al “Popular Representativo Federa­
do”.38 Aunque la Diputación se autonombraba órgano representativo de la
provincia, lo cierto es que no consultó a los ayuntamientos para hacer esta de­
claración y, al conocer los acuerdos, Aguascalientes exigió respeto a su opi­
nión. Se desconoce la reacción del resto de los ayuntamientos al pronuncia­
miento federalista de la diputación, pero la de Aguascalientes permite suponer
que pudieron rechazar sus procedimientos por no ser tomados en cuenta, pe­
se a que gozaban de un peso político específico. El hecho anunció las dificul­
tades para enlazar las autonomías territoriales representadas por los ayunta­
mientos acostumbrados al autogobierno, subordinarlas a los poderes estatales
e integrar un estado federal articulado a la vez con el todo nacional. Asimismo,
presagiaba futuras discordias entre los poderes estatales y los ayuntamientos,
sobre todo los más poderosos, como Aguascalientes y Sombrerete.
El gobierno nacional rechazó el pronunciamiento federalista zacatecano
por conducto del Secretario de Relaciones Lucas Alamán, quien desempeña­
ría un papel decisivo como negociador con las provincias que se habían decla­
rado estados soberanos. Respaldó al Congreso reinstalado para que emitiera
resoluciones que facilitaran a los poderes nacionales, en tanto punto de reu­
nión imprescindible, mantener el control del país y evitar su desmembramien­
to. Alamán sostenía que antes de admitir la forma de gobierno proclamada, se
debían establecer las leyes fundamentales de la nación, las que vincularían
unas provincias con otras y a éstas con la federación.39 No obstante, la Diputa­
ción Provincial no cedió y nombró a unajunta Provisional Gobernadora —in­
tegrada por el jefe político Domingo Velázquez, el comandante general Pedro
de Iriarte y el comandante de la plaza de Zacatecas Juan Peredo, quien ocupa­
ría el cargo de gobernador— como depositaría del Poder Ejecutivo, convocó
al Congreso constituyente del estado a principios de julio de 1823 y elaboró un
reglamento de gobierno provisional.40

37 Vázquez, 1999, p. 321.


38 ahz, Fondo Legislativo, Congreso 1822, f. 117v.-120 y 126 y 127, sesiones de la diputación
provincial, Zacatecas, 17 y 20 de junio y 17 de julio de 1823.
39 ahsre, Colección de Circulares 1821-1824, f. 276, Alamán protesta contra las autoridades
municipales y oficiales de la guarnición de Oaxaca, México, 11 de junio de 1823.
40 ahz, Fondo legislativo, Congreso 1822, f. 123v. y 124, sesión de la diputación provincial, Za­
catecas, 10 de julio de 1823.
228 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La Diputación Provincial encabezó el pronunciamiento federalista en Za­


catecas. Del cabildo capitalino había heredado no sólo las prácticas autonomis­
tas, sino también el carácter de vocera de la provincia, carácter que no garan­
tizaba que fuese intérprete fiel de la opinión de otros actores políticos.
Durante el primer semestre de 1823, sus resoluciones se caracterizaron por la
moderación y la búsqueda de la unidad, la disposición a pactar con el gobier­
no nacional y la defensa de la unión de las provincias entre sí y de éstas con los
poderes generales, al tiempo que buscaba armonizar el interés particular de
cada una con el de la nación para impedir la anarquía.

JALISCO Y ZACATECAS ENCABEZAN LA DISENSIÓN

El unionismo zacatecano evolucionó hacia un radicalismo moderado cuando


en la provincia se supo que el gobierno nacional organizaba una ofensiva mi­
litar en su contra, fraguada por Alamán e instrumentada por Nicolás Bravo.
Zacatecas y Jalisco fortalecieron su alianza y se erigieron en portavoces de las
provincias que se habían declarado a favor del federalismo; más aún, ambas
fungirían como gobierno central si no se establecía tal sistema.41
Alamán se oponía a que Jalisco y Zacatecas se proclamaran estados federa­
les antes de la instalación del Congreso nacional, el cual debía definir prime­
ro las bases de la unión. Defendía la existencia de un centro de unión fuerte,
capaz de impedir la disgregación, la anarquía y el acecho extranjero. No sope­
só la demanda de las provincias para establecer las instituciones federales en
sus territorios sin oponerse a la celebración del Congreso general ni descono­
cer un centro de unidad; tampoco el autonomismo provincial que, en el caso
de Jalisco, era mucho más fuerte que el de Zacatecas pues había sido el Reino
de la Nueva Galicia y sede de la Audiencia de Guadalajara, lo que explica su
mayor radicalismo.
No se escucharon los reclamos de Jalisco y Zacatecas para negociar con el
gobierno nacional, expuestos a través de sus diputaciones provinciales y dipu­
tados al Congreso —Prisciliano Sánchez, García Salinas y Gómez Farías—, y la
amenaza militar enardeció los ánimos que finalmente se calmaron luego de las
tensas negociaciones que condujeron a la firma de los Tratados de Lagos. En
ellas se definieron las posiciones de las partes y el ejercicio de la soberanía apa­
reció como eje de la discusión.
El Poder Ejecutivo sostenía que el Congreso nacional debía nombrar los
congresos provinciales; primero se cimentarían las condiciones de la unión pa­
ra luego definir las competencias de las provincias, y, para ello, debía promul­

41 Águila Mexicana, 31 de julio de 1823, de la diputación provincial a Negrete y Bravo y “Ofi­


cio dirigido a la Exma. Diputación Provincial del Estado de Xalisco por la de Zacatecas”, 31 de ju­
lio de 1823; El Sol, 5 de julio de 1823.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 29

garse la Constitución general, lo cual implicaba un proceso que iba del todo a
las partes, de la unidad nacional al vínculo de las partes entre sí.42 La sobera­
nía nacional estaba por encima de las soberanías provinciales.
Para Jalisco y Zacatecas, la garantía de la unión era el proceso inverso: só­
lo la “autonomía estatal” aseguraría la unidad de la nación; sólo el reconoci­
miento de las soberanías estatales, no renunciables en aras de la nación, per­
mitiría la subordinación de los estados a los intereses generales, por lo que se
organizarían internamente según el sistema federal sin vulnerar a la nación; y
desobedecerían las órdenes de México si eran opuestas a él o a los fines parti­
culares de los estados. Argumentaron que la instalación de sus congresos pro­
vinciales era “un acto indispensable de su soberanía”, con lo que estas sobera­
nías particulares entraban en pugna con la soberanía nacional, la cual estaba
a su vez, para el Ejecutivo, por encima de las primeras pues le correspondía
constituir a la nación, definir y distribuir las competencias de los poderes ge­
nerales y luego las de los estados, en ese preciso orden.43
Luego de limar las diferencias, Bravo firmó en Lagos, con los comisiona­
dos de las diputaciones provinciales de Zacatecas yjalisco, los Tratados que lle­
van ese nombre. El ejercicio de la soberanía era la esencia de los acuerdos: las
provincias no renunciarían a ella pero aceptaron compartirla con la nación; la
instalación de los congresos provinciales no excluiría al Congreso nacional, de­
positario de la soberanía nacional, ni significaba desobediencia a los poderes
generales, pero éstos debían organizar el gobierno popular representativo fe­
deral; asimismo, se sujetarían a las bases de la federación y a la Constitución ge­
neral de los estados federados.44 Admitieron la cesión de soberanía a condi­
ción de que se estableciera el federalismo, exigencia que finalmente habían
aceptado los voceros del gobierno nacional.
Los Tratados se firmaron en Lagos el 15 de agosto de 1823 con la interven­
ción de Luis Quintanar, gobernador de Jalisco, los comisionados de la Diputa­
ción Provincial de esta provincia, los de la de Zacatecas y los de Bravo.45 Zaca­
tecas yjalisco procederían a elegir sus congresos, elaborar la constitución

42 agn, Gobernación, sin sección, caja 43, exp. 9, leg. 43, Correspondencia de Nicolás Bravo
con Luis Quintanar, jefe político y capitán general de Jalisco, en la que se tratan los asuntos de la
proclamación de la república federal en Jalisco y Zacatecas, julio-septiembre, 1823 [en adelante,
Correspondencia de Bravo coh Quintanar], de Bravo a Quintanar, 8 de agosto de 1823.
4S ac.n, Gobernación, sin sección, caja 43, exp. 9, Correspondencia de Bravo con Quintanar,
Juan Domínguez, José Domínguez y Mariano Villaurrutia a Bravo, 14 de agosto de 1823.
44 agn, Gobernación, sin sección, caja 43, exp. 9, Correspondencia de Bravo con Quintanar, ac­
ta suscrita por los comisionados de Bravo y de las diputaciones de Jalisco y Zacatecas, Lagos, 15 de
agosto de 1823.
45 Los comisionados de la diputación jalisciense fueron Pedro Vélez y Juan Cayetano Portu­
gal; los de la diputación zacatecana, Juan José Román y Santos Vélez, antiguo diputado al primer
Congreso constituyente; los comisionados de Bravo, Juan Domínguez, José Domínguez y Mariano
Villaurrutia. agn, Gobernación, sin sección, caja 43, exp. 9, Correspondencia de Bravo con Quinta­
nar, Lagos, 15 de agosto de 1823.
230 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

estatal y organizar el gobierno interior sin desatender el bien general y ape­


gándose a las bases de la federación y a la constitución general. Parecía que la
firma de este documento acabaría con las hostilidades. Sin embargo, el gobier­
no nacional no los ratificó pues Alamán reiteró los argumentos que esgrimió
desde un principio; además, el Congreso nacional le había ordenado evitar el
establecimiento de gobiernos estatales. Jalisco se rebeló y perdió Colima.46 Por
el contrario, la diputación provincial de Zacatecas se replegó y se concentró en
los asuntos internos de la provincia.
Los Tratados no eliminaron las diferencias entre las partes involucradas.
Pese a todo, tanto las dos provincias como el gobierno nacional habían logra­
do cumplir en parte sus objetivos. El establecimiento de la república federal,
demanda irrenunciable de las primeras, era un hecho; al mismo tiempo, la ha­
bilidad de Alamán sumada a otros factores, sobre todo la disposición de las
provincias para pactar, había impedido el desmembramiento del país. Las ne­
gociaciones de Lagos tenían este significado.

EL FEDERALISMO EN MARCHA

En la línea de continuidad que hubo entre el ayuntamiento de Zacatecas, la Di­


putación Provincial y el Congreso estatal, en Unto máximos órganos de repre-
senución, se puede encontrar el origen unto municipalisU como regionalisu
o estaulisu del federalismo mexicano. Los cabildos defendían el autogobier­
no en su jurisdicción y los derechos de los pueblos, mientras el ayuntamiento
capiulino, origen de la Dipuución Provincial, defendía la autonomía regional.
Los principales postulados políticos de la Diputación Provincial,y más urde de
la legislatura esuul, eran una reformulación de los del ayuntamiento de Zaca­
tecas: la defensa de los derechos de los pueblos, la autonomía, la represenu-
ción y la división de poderes; es decir, el ideario liberal que, en esencia, ya ha­
bía sostenido el cabildo del bienio 1809-1810 en sus instrucciones a Miguel de
Lardizábal. La continuidad umbién se identifica en los miembros de esUs ins­
tituciones, cuyo mejor exponente fue Domingo Velázquez, quien participó en
el ayunumiento desde 1813, presidió luego la Dipuución Provincial y más ade­
lante sería electo dipuudo al Congreso constituyente del estado. Además, nu­
merosos miembros de las nuevas instituciones políticas se habían forjado en los
ayunumientos de sus lugares de origen y, sobre todo, en el de la capiul.
Mientras los comisionados de Zacatecas negociaban en Lagos, la Dipuu­
ción Provincial diseñaba la implantación del federalismo con el reglamento
provisional de gobierno, el cual esubleció las bases del sistema federal, el prin­
cipio de represenUción y los derechos de los ciudadanos y, como preocupa­
ción consUnte, los vínculos del estado con la federación, lo que le daba un ses­

46 Vázquez, 1993, p. 26.


SOBERANÍAS EN PUGNA; DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 231

go unionista. Zacatecas se declaró “soberano de sí mismo”, independiente de


cualquier otro estado pero comprometido con el bien general; afirmó el dere­
cho de elaborar la Constitución estatal; a los habitantes les otorgó los derechos
de seguridad, libertad, igualdad y propiedad; definió el ámbito de sus compe­
tencias y jurisdicción ante Jalisco y la ciudad de México, e instaló una junta
provisional gobernadora que haría las veces de un Ejecutivo provisional.47 Di­
cha junta estaba integrada por el jefe político Domingo Velázquez, el coman­
dante general Pedro de Iriarte y el comandante de la plaza Juan Peredo.
La Diputación Provincial actuó como un naciente poder legislativo y con­
vocó a elecciones para el Congreso constituyente, el cual quedó instalado el 19
de octubre de 1823 con 11 diputados propietarios, y nombró gobernador al
coronel Juan Peredo, quien moriría unos meses después.48 Aunque su objeti­
vo principal era elaborar la Constitución estatal, dedicó tiempo a delimitar el
ámbito de competencias de los poderes del estado frente al gobierno nacional,
la Audiencia de Guadalajara, el Consulado de Comercio con sede en esa ciu­
dad y el Tribunal de Minería. En torno a estos temas, poco a poco abandona­
ría el unionismo del reglamento de gobierno y surgiría una tendencia progre­
siva hacia un federalismo radical. Suprimió la antigua subordinación a Jalisco
en materia de justicia, diezmos y comercio, y decidió no enviar representante
al Tribunal de Minería de la ciudad de México. La posición de la legislatura an­
te Guadalajara fue, paradójicamente, mucho más fuerte que ante México.49
En sus primeras sesiones, la legislatura recurrió a los acuerdos del Congre­
so nacional constituyente, expresión de voluntad para lograr congruencia. Ve­
lázquez defendió la subordinación del clero a las autoridades civiles y rechazó
la pretensión de unos vecinos de Aguascalientes para crear una Junta Faculta­
tivo-Militar que atendería los asuntos de esta índole, lo cual demuestra la pre­
sencia de un coto militar en esa villa.50 En Aguascalientes, el clero y los milita­
res se opusieron a los acuerdos del Congreso estatal y dieron un sesgo
conservador a ese partido, lo cual provocaría fuertes fricciones que se suma­
ron a la renuencia de la villa a quedar bajo lajurisdicción de Zacatecas. En
Aguascalientes la fuerza municipalista, fincada en la presencia militar y un gru­

47 acn, Gobernación, caja 2, leg. 25, exp. 47, “Reglamento para el gobierno provisional del es­
tado de Zacatecas", 12 de julio de 1823.
48 Los diputados propietarios al primer congreso del estado fueron los licenciados Ignacio
Gutiérrez de Velasco, José Miguel Díaz de León, Miguel Laureano Tovar y Domingo Velázquez, el
doctor Juan José Román, Pedro Ramírez, Juan Bautista de la Torre, Juan Bautista Martínez, Fran­
cisco Arrieta, José María Herrera y el presbítero Mariano Fuertes de Sierra. Los suplentes fueron
Domingo del Castillo, Eusebio Gutiérrez, el licenciado José María García Rojas y Eugenio Antonio
Gordoa. Aguila Mexicana, 8 de noviembre de 1823.
49 AHZ, Congreso del Estado, Comisión de Gobierno, Zacatecas, 10 de noviembre-20 de noviem­

bre, 19 de noviembre y 22 de octubre-24 de diciembre y 26 de noviembre de 1823.


50 ahz, Congreso del Estado, Comisión de Constitución, el Congreso rechaza la petición de los
militares de la sección de Aguascalientes para crear una junta militar, Zacatecas, 3 de noviembre
de 1823.
232 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

po económico poderoso, fue particularmente palpable y constituyó uno de los


principales obstáculos para articular el territorio estatal.51
La división y las atribuciones de los poderes del estado fueron temas cru­
ciales de discusión y en torno a ellos surgió un federalismo radical que contras­
taba con los reiterados deseos de conservar la unidad nacional. El Ejecutivo
cuidaría la “seguridad exterior”, las “relaciones exteriores” y dirigiría las “rela­
ciones diplomáticas” y comerciales con otros estados, aunque de acuerdo con
las disposiciones del Congreso general para conservar la “confederación”.52
El radicalismo del federalismo zacatecano estribaba en la convicción de la
legislatura de que los estados se asociaban conservando absoluta independen­
cia, aunque reconocía algunos órganos políticos comunes para alcanzar fines
compartidos. Estaba más cerca de una organización confederal, la cual, desde
un enfoque simplista, es la unión de Estados independientes en la que los ór­
ganos centrales de gobierno no tienen facultades para crear derecho interno,
punto con el que no convenía la legislatura, pues admitía la supremacía de los
poderes generales. Por ello, se ubicaba a medio camino entre un sistema con­
federal y uno federal. En éste, se acepta el vínculo de los estados a un sistema
político global que respeta su integridad, distribuye el poder y las competen­
cias entre el gobierno general y los gobiernos estatales, y protege la autoridad
de todas las instancias.
Otros temas que acapararon la atención de la legislatura fueron las atribu­
ciones del Poder Ejecutivo; la organización de la hacienda pública y el control
y conservación de los ingresos fiscales generados en el territorio del estado,
por lo que se instruyó a los ayuntamientos no acatar ninguna orden del gobier­
no nacional sobre esta materia; la reticencia de los ayuntamientos a rendir
cuentas y remitir sus ingresos a la tesorería del estado, así como las bondades
y peijuicios del proteccionismo y el libre cambio.53
Las discusiones sobre la fiscalidad denotan las dificultades que había para
articular a los ayuntamientos y subordinarlos a los poderes estatales, así como
la resistencia de la legislatura a cumplir sus obligaciones con el erario nacional.
Ninguna instancia colaboraba, por lo que la consolidación de los gobiernos lo­
cales y la del nacional estuvo llena de tropiezos. Un conflicto ocurrido en Som­
brerete por el abasto de carne mostró esta desarticulación: varios diputados
manifestaron desconfianza hacia el ayuntamiento porque protegía los intere­
ses de un puñado de hacendados, quienes mediante el acaparamiento, impe­
dían vincular económicamente la localidad al territorio estatal.54 El trasfondo
del conflicto era la conservación de los viejos privilegios de los hacendados ga­

51 Rojas, 1994, p. 102; De Vega, 1997, pp. 301 y 302.


52 ahz, Congreso del Estado, actas de las sesiones del Congreso de Zacatecas, 23 de febrero de
1824.
Congreso del Estado, actas de las sesiones del Congreso de Zacatecas, 1823-1824.
5S AHZ,

Congreso del Estado, Libro de actas de sesiones extraordinarias del Congreso constitu­
ahz,
yente, noviembre de 1823-abril de 1825, Zacatecas, 30 de diciembre de 1823.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 33

naderos, a quienes no convenía renunciar a la autonomía del ayuntamiento en


favor de una administración estatal consolidada.
Aunque el Congreso tuvo que respetar la autonomía de Sombrerete, el ca­
so mostró la disociación entre los ayuntamientos y la administración central es­
tatal, asunto que estaría presente en las discusiones de las subsiguientes legis­
laturas. La subordinación de los poderes locales a los poderes del estado
tomaría muchos años; el territorio del país padecía una doble desarticulación:
la del interior de las regiones y la que había entre éstas y el gobierno nacio­
nal.55 Tres instancias en pugna se adjudicaban el ejercicio de la soberanía.

EL TRIUNFO DEL RADICALISMO

A la Constitución Política del Estado de Zacatecas, sancionada en enero de


1825 durante la gubernatura de Pedro José López de Nava, le antecedió un
Proyecto de Constitución56 presentado en marzo del año previo, que tomó los
principios políticos esenciales del Acta Constitutiva de la Federación, pero con
la que tendría diferencias en torno al estatuto del estado frente a la nación. El
radicalismo del Congreso constituyente sería elevado al rango de ley funda­
mental en la Constitución estatal.
En el Proyecto estuvieron presentes postulados tradicionales, ilustrados, li­
berales y federales. Su elaboración exigió el examen de “las constituciones más
celebradas”. Concedió gran atención a los ayuntamientos pues eran las institu­
ciones políticas más cercanas al pueblo; por ello, serían convocados a formar
y sancionar las leyes, así como a colaborar con los poderes estatales. Se debe
destacar el hecho de que Zacatecas haya sido el único estado que otorgó a los
ayuntamientos el carácter de electores del gobernador.57 El artículo 99 de la
Constitución zacatecana estableció que del nombramiento del Ejecutivo se en­
cargaría el Congreso mediante la reunión de todos los ayuntamientos del es­
tado, los cuales presentarían ternas para la elección.58
Los diputados constituyentes se refirieron a uno de los temas centrales que
hemos planteado: el aislamiento de los ayuntamientos, la desarticulación del
territorio estatal y la inexistencia de redes que favorecieran una adecuada dis­
tribución de competencias entre las instancias de gobierno, en el ámbito regio­
nal y en el nacional. Esto provocaría pugnas entre los niveles de autoridad y
una “unidad nacional" sumamente frágil. Los diputados reconocieron el pro­
blema pero fracasaron en su intento por integrar a los ayuntamientos (cuyo es­

55 La desarticulación del territorio estatal también se manifestó en los conflictos jurisdiccio­


nales que hubo entre Zacatecas y otros estados. Durango intentó anexarse Sombrerete y Río Gran­
de, mientras que San Luis pretendió apoderarse de Pinos.
56 Proyecto de Constitución Política del Estado de Zacatecas, 1824.
57 Vázquez, 1995b, pp. 15 y 16.
58 Constitución política del estado libre de Zacatecas, 1825, arts. 99 y 101.
234 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tablecimiento en los pueblos exigía una población de tres mil habitantes). En


este sentido, la Constitución fue letra muerta.
El Código definió el territorio del estado;09 la forma de gobierno como re­
publicana representativa popular y federada —con la consecuente división de
poderes, si bien el Legislativo predominó sobre el Ejecutivo y el Judicial—; los
procesos electorales; estableció la intolerancia religiosa, y los derechos y debe­
res de sus habitantes. También se consagraron los derechos de la libertad, la
igualdad, la propiedad y la seguridad, principios esenciales del liberalismo po­
lítico, producto del triunfo del individualismo que se oponía a la organización
corporativa de la sociedad, e indispensables para la expansión de las nuevas
fuerzas económicas. El derecho a la ciudadanía quedó reducido prácticamen­
te a los propietarios, únicos capaces de cumplir las condiciones exigidas por la
Constitución para ejercerlo;5960 la política era un asunto de pequeños grupos de
propietarios o profesionistas.61
La idea de federalismo de los diputados al primer Congreso constituyen­
te de Zacatecas contrastó con la de los diputados al segundo Congreso nacio­
nal constituyente. Mientras estos últimos dejaron plasmada en el Acta Consti­
tutiva de la Federación una postura unionista opuesta al separatismo pero
respetuosa de la soberanía de los estados, Zacatecas junto con Jalisco y las pro­
vincias que se pronunciaron estados federales en 1823, se opusieron a ceder
sus competencias en favor de la unidad de la nación. El Proyecto de Constitu­
ción sólo aceptó delegar las facultades y derechos de Zacatecas al Congreso
General para establecer y mantener las relaciones de ios estados con la unión
federada, posición que retomaría la Carta estatal al hablar de estados que man­
tienen lazos confederales, conservando cada uno su libertad, soberanía e inde­
pendencia. En contraste, el Acta señaló que la soberanía residiría radical y
esencialmente en la nación, pero la compartiría con los estados en lo concer­
niente a su administración y gobierno interior.
La Constitución federal de 1824 intentó poner límites, aunque insuficien­
tes, a un ejercicio desmedido de la soberanía por parte de los estados que pu­
siera en riesgo la unidad.62 La discusión en el Congreso General acerca de si
los estados debían declararse soberanos había provocado gran división: 41 vo­
tos a favor y 21 en contra. Entre los primeros se contaban los votos de los cua­
tro diputados por Zacatecas: Francisco García, Santos Vélez, Valentín Gómez

59 Los siguientes partidos integraron el territorio estatal: Zacatecas, Fresnillo, Sombrerete,


Aguascalientes, Juchipila, Nieves, Mazapil, Pinos, Jerez, Tlaltenango y Villanueva.
60 El ejercicio de la ciudadanía se suspendía, entre otras razones, por el estado de deudor
quebrado o deudor de la hacienda pública por fraude o malversación; por no tener empleo, ofi­
cio o modo de vivir conocido, y por hallarse procesado criminalmente. Constitución política del es­
tado libre de Zacatecas, 1825, pp. 11 y 12.
61 Vázquez, 1993, p. 16.
62 Acta Constitutiva de la Federación [1824] y Constitución federal de los Estados Unidos Mexicanos
[ 1824], en Tena Ramírez, 1991.
SOBERANÍAS EN PUGNA: DEL UNIONISMO AL FEDERALISMO RADICAL. ZACATECAS, 1821-1825 2 35

Farías y José Miguel Gordoa, quienes actuaban en consonancia con el sentir


del Congreso constituyente del estado.63
Desde una perspectiva teórica, es posible distinguir los conceptos de con­
federación y federación,64 pero en la Constitución zacatecana se usaron de ma­
nera indistinta. No obstante, de la postura que sostuvieron los cuatro diputa­
dos zacatecanos mencionados en torno a la soberanía (ésta debía adjudicarse
de manera plena a los estados, por lo que no admitían que residiera exclusiva­
mente en la nación ni que pudiera ser compartida entre ésta y los estados), se
puede concluir que estaban mucho más cerca de una noción confederal que
de una federación.
La Constitución declaró al estado absolutamente libre y soberano. No de­
finió cómo debían organizarse las relaciones intergubernamentales ni cómo se
vincularía a la nación, y sólo en dos ocasiones mencionó la unión de Zacatecas
con el resto de los estados; una, en las “Disposiciones preliminares” y otra al
obligar a los diputados locales a jurar obediencia al Código estatal y a la Cons­
titución General para salvaguardar la unión confederada. Facultó al Congreso
local para protestar ante el general cuando sus decretos afectaran los intereses
zacatecanos y ratificó la facultad del gobernador para vigilar la “seguridad ex­
terior”, lo que suponía el predominio de la seguridad local sobre la nacional,
así como para conducir las “relaciones políticas y comerciales” con el resto de
los estados, como si se tratase de un agente diplomático, aunque en este pun­
to debía conducirse de acuerdo con las disposiciones del Congreso General.
Con base en las atribuciones constitucionales señaladas, las autoridades za-
catecanas pusieron por encima de los intereses nacionales los propios y cede­
rían sólo parte de la soberanía estatal para el funcionamiento de la unión con­
federal. El radicalismo se había impuesto al unionismo. Las soberanías locales,
así como la estatal y la nacional, se mantendrían en pugna a lo largo de varias
décadas, lo que impediría la articulación política del territorio mexicano.

6S Barragán, 1978, p. 191.


64 En una confederación existen órganos políticos comunes para la consecución de fines
compartidos, pero los estados se asocian conservando plena independencia. 1.a federación une. a
un pueblo mediante la distribución del poder político entre las unidades constitutivas de la nación;
los estados son partes del todo nacional y buscan el desarrollo de un centro de unidad fuerte.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO
EN OAXACA, 1823-1825

Carlos Sánchez Silva


Instituto de Investigaciones en Humanidades,
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca

Todas las locuras tienen sus épocas,


estamos en la de la federación.
Carlos María de Bustamante (Diario Histórico de México).

I. EL PASADO SIEMPRE FUE MEJOR

Oaxaca, Jalisco, Zacatecas y Yucatán fueron las provincias que comandaron el


movimiento que logró el establecimiento del federalismo en México, una vez
consumada la independencia de España. En este sentido, el presente ensayo
tiene como objetivo central indagar cuáles fueron las condiciones que permi­
tieron que Oaxaca, un bastión predominantemente realista durante la guerra
de independencia, participara de manera preponderante en este proceso. La
respuesta, no cabe duda, la debemos buscar en los últimos años de la era no­
vohispana y de manera particular en tres fenómenos estrechamente relaciona­
dos: el efecto de las reformas borbónicas, el impacto de que en los inicios de
la guerra de independencia Morelos gobernara la provincia y, finalmente, las
consecuencias de la política iturbidista sobre los grupos de interés local.
A finales del siglo xviii, la intendencia sureña de Oaxaca ocupaba una po­
sición en la economía de la Nueva España. En primer lugar, era la Intenden­
cia más importante desde el punto de vista comercial en el sureste;1 en segun­
do, su población se componía mayoritariamente de indígenas: en 1820, de los
441 689 habitantes, 88% eran indígenas y el restante 12% se repartía entre
blancos, negros y castas;2 en tercer lugar, era el camino obligado que unía a la
capital del virreinato con la Capitanía de Guatemala; en cuarto, además de su

1 “La Provincia de Oaxaca, rinde al Rey seguramente más de un millón de pesos anuales en
los diversos ramos de que se compone en ella el Real Erario. Por esto y por otros títulos merece
consideración [...]". Véase “Instrucción del Ayuntamiento de Oaxaca", en Archivo General de la
Nación (en adelante agn), Historia vol. 417, 18 de octubre de 1809.
2 Véase Sánchez Silva, 1998, pp. 46-48.

237
238 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

importante producción de mantas de algodón, tenía el monopolio de la pro­


ducción de la grana cochinilla, segundo producto en valor exportable de la
Nueva España.3 Estas características económicas crearon grupos de intereses,
basados en el desarrollo de un sofisticado sistema de explotación del trabajo
indígena, conocido como “sistema de repartimiento forzoso de mercancías”.4
La prohibición del sistema con la Ordenanza de Intendencias de 1786 generó
numerosas quejas de los comerciantes oaxaqueños. Algunos adujeron que era
necesario compeler a los indígenas a producir grana, cuya falta podría sumir
al Imperio en una grave crisis. En otros casos, se argumentó que estas políticas,
ideadas en Madrid y supervisadas en la capital novohispana, afectaban la vida
normal de la intendencia.5 Esto no era gratuito pues, al final de la etapa colo­
nial, los comerciantes de Oaxaca tenían más relaciones económicas con sus si­
milares de Veracruz y Guatemala que con los de la ciudad de México.6
Los intereses regionales fueron tan importantes que para fines del siglo
xvni varias provincias lograron tener sus propios consulados. El cabildo de la
ciudad aduce en su instrucción de 1809 la necesidad de “la erección de un
Consulado en Oaxaca con lo que el comercio también progresaría, como ha su­
cedido en otras provincias, del Reyno, y Guatemala”.7 Posteriormente, en 1818
Oaxaca trató de establecer una feria comercial en el pueblo de Tonalá, Chia­
pas, con el objeto de consolidar intereses económicos en una vasta región, que
abarcaba a Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, la península de Yucatán, la Ca­
pitanía de Guatemala y hasta el Caribe.8 No obstante que este último proyecto
fracasó, el intento muestra el grado de autonomía regional frente al control co­
mercial y fiscal de la ciudad de México.9 Las mismas reformas borbónicas tra­
taron de arrebatar el peso que tenía el consulado de la ciudad de México.
Los grupos de poder local, además, se mostraban renuentes hacia la inje­
rencia de la nueva burocracia en asuntos que antes eran de su particular incum­
bencia; debido a ello esperaron el momento de hacer sentir su descontento an­
te el reformismo borbónico. La coyuntura se presentó con la crisis imperial de
1808 provocada por la invasión francesa a España y la deposición del rey Fer­
nando VII. Al igual que sus similares de la capital novohispana, la élite oaxaque-
ña armó todo un tinglado para culpar a la alta burocracia, encabezada por el

5 Véanse Hamnett, 1976; Tavlor, 1976; Pastor, 1987 y Sánchez Silva, 1998.
4 Sobre el repartimiento, véanse Pastor, 1985 y Sánchez Silva, 1993.
5 Sobre el Repartimiento en la Intendencia de Oaxaca, consúltese agn, Industria y Comer­
cio, exp. 20.
6 Hamnf.tt, 1976, p. 155 y “Apéndice 8”, pp. 247-252 y Sánchez Silva, 1992.
7 “Instrucción del Ayuntamiento de Oaxaca”, en ac.n, Historia vol. 417, 18 de octubre de 1809.
8 agn, Industria y Comercio, vol. 6, exp. 10, 1818.
9 El cabildo de la ciudad apuntaba que “sería conveniente, que el medio real de Hospital,
que pagan todos los Indios Tributarios quedase a beneficio del de esta Ciudad, supuesto que á él
viene a Medicinarse todo el que quiere, sin que en lo sucesivo se remita á las Caxas Generales de
México, á donde por la dilatada distancia ninguno ocurre". Véase “Instrucción del Ayuntamiento
de Oaxaca”, en agn, Historia vol. 417, 18 de octubre de 1809.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 239

Intendente Antonio Izquierdo, de deslealtad al rey pero, en el fondo, su obje­


tivo era asegurarse el control político en Oaxaca. Al final, y después de varios
forcejeos, consiguieron que se nombrara en junio de 1809 como nuevo Inten­
dente al criollo Joseph Maria Lasso, personaje partidario de la reinstauración
del sistema de repartimiento. De hecho, lo más importante es que fue a partir
de esta coyuntura que las élites, ante los profundos cambios que se estaban sus­
citando, decidieron participar de manera activa en la vida política. Inicialmen­
te, lo hicieron a fin de volver al periodo previo a la cancelación del sistema de
repartimiento de mercancías; después, cuando se sucedieron los cambios libe­
rales en la metrópoli y el inicio de la guerra de independencia canceló esa po­
sibilidad, se sumaron a los nuevos tiempos para no perder sus posiciones de po­
der y privilegio.
La primera prueba de fuego para los grupos de poder local fue la presen­
cia del jefe insurgente, José María Morelos y Pavón, como gobernante de la
provincia entre 1812 y 1813. De hecho, el mismo Morelos le dio gran valor al
hecho de tomar posesión “[...] de una provincia que vale un reino, custodia­
da de mares por Oriente a Poniente y por montañas por el Sur en la raya de
Guatemala y por el Norte de las Mixtecas”.10 Tiempo después, don Lucas Ala­
mán, al analizar el periodo de la guerra de Independencia coincidió con esta
percepción al apuntar: “La ocupación de Oaxaca y de su rica provincia cambia­
ba enteramente el aspecto de la revolución”.11
Pero si esta era la percepción general, cuál fue en realidad el efecto inme­
diato que tuvo para los grupos locales de poder la presencia de Morelos. Aun­
que corría el rumor popular de que su llegada significaba la presencia del mis­
mo diablo e incluso algunos importantes hombres de negocios huyeron de la
provincia, lo cierto es que la élite, compuesta de peninsulares y criollos, supo
adaptarse a las nuevas circunstancias y convivir con las huestes insurgentes.
Es más, se puede apuntar, como bien señala Jaime Rodríguez, que la pre­
sencia de Morelos “perturbó” la aplicación de las medidas codificadas en la
carta magna gaditana respecto a los procesos electorales: en su afán antiespa­
ñol, el jefe insurgente puso todo su empeño para que los puestos más impor­
tantes de la provincia fueran ocupados por criollos en lugar de los peninsula­
res. Así, lo que pudo ser la primera elección en Oaxaca bajo la Constitución de
Cádiz, en la práctica se convirtió en un proceso discrecional en manos del mis­
mo Morelos.12
De cualquier modo, cuando el caudillo insurgente salió de Oaxaca y la
provincia quedó en manos de sus correligionarios, comenzó la contraofensiva
de los grupos de poder local para virar hacia el realismo. El 25 de marzo de
1814, tres días antes de que el coronel realista Melchor Alvarez recuperara la

10 Carta fechada en Oaxaca el 31 de enero de 1813.


11 Aiamán, 1938, p. 156.
12 Véanse Rodríguez, 1999, p. 10, y Hensel, 1999, p. 226.
240 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ciudad de Oaxaca para la causa del Rey, los cabildos civil y eclesiástico le hicie­
ron llegar un comunicado en que le manifestaban su completa adhesión al
monarca hispano y consideraban la entrada las tropas realistas a la ciudad co­
mo su salvación, ante “el terror que el insurgente le ha causado”.13 Pero más
allá de estas actitudes “gatopardescas” de la élite local, la presencia de Morelos
en tierras oaxaqueñas fue otro de los elementos que los hizo reflexionar sobre
la necesidad de participar en los nuevos tiempos si querían seguir controlan­
do la intendencia.
Un tercer momento clave se presentó con los efectos de la política iturbi­
dista. Al igual que en el resto del país, Agustín de Iturbide gozó de un gran
prestigio en Oaxaca. Sin embargo, poco a poco su popularidad se fue deterio­
rando hasta llegar a ser insostenible y tener como corolario su deposición y,
poco tiempo después, su trágica ejecución.
En el nivel local, el iturbidismo ofrece algunos rasgos sintomáticos que
permiten observar cómo los grupos de poder transitaron paulatinamente de
la adulación a su total rechazo y su posicionamiento como una de las provin­
cias que encabezaron el movimiento para establecer el sistema republicano fe­
deral. Así, en un principio la élite local aceptó que desde 1822 Iturbide nom­
brara como gobernante de la provincia a su mismo ahijado, don Manuel Iruela
Zamora; al poco tiempo, y cuando el iturbidismo endureció sus actos de go­
bierno con préstamos, impuestos y papel moneda dictados de manera forzosa,
ellos cayeron en la cuenta de que no había mucha diferencia entre las medi­
das centralizadoras borbónicas de finales del siglo xvm y el gobierno imperial
comandado por Iturbide I.14 Sintomáticamente, a la par de la caída de Iturbi-
de, su ahijado fue depuesto en Oaxaca.
Los hechos mismos favorecieron la consolidación del regionalismo: la au­
sencia del rey en 1808 y sus consecuencias, la iniciación de la guerra de inde­
pendencia y la revolución española, que culminó con la Constitución de Cádiz
de 1812 en la extensión de las libertades y la ciudadanía de amplios sectores de
la población, y la concesión de formas de representatividad municipal y pro­
vincial, los efectos del gobierno de Morelos en la provincia, la restitución de la
constitución gaditana en 1820 y, finalmente, el desencanto de las élites provin­
ciales con la política iturbidista. Todos estos procesos se concatenaron con el
fin del dominio español, para que los grupos de poder regional esgrimieran
que era necesario establecer nuevas reglas para “refundar la nación”. Así las co­
sas, los vemos, junto con nuevos actores políticos, descollar en el estableci­
miento del federalismo, los procesos electorales y la promulgación de la Cons­
titución Política local en 1825.

ls “Comunicación que al comandante de las fuerzas realistas, D. Melchor Álvarez, dirigieron,


á nombre de los dos Cabildos, las personas que la suscriben”, Oaxaca, 25 de marzo de 1814, inclui­
do como Apéndice tercero en Gay, 1978, pp. 549-550.
14 Hensel, 1999, p. 231.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 182S-1825 241

II. EL MOVIMIENTO SOBERANISTA DE 1823


Y EL FEDERALISMO “A LA OAJAQUEÑA"

El movimiento soberanista oaxaqueño de 1823 ofrece, al igual que lo sucedido


en Jalisco, Zacatecas y Yucatán, elementos que tienen en realidad un doble trasr
fondo: por un lado, sus raíces más profundas, como bien lo ha apuntado Ham­
nett, están ancladas en factores regionales geográficos, culturales y económicos
para reaccionar ante los intentos centralistas borbónicos e iturbidista;15 por
otro, en su origen inmediato en la redefínición de un nuevo pacto de goberna­
bilidad. Para ellas, la soberanía residía en las partes componentes de la nación,
y consecuentemente habría que tomar en cuenta su parecer en la definición de
una nueva nación. Según un anónimo que apareció en la ciudad de Oaxaca el
25 de mayo de 1823, el proceso se dividía en dos partes: la primera era la “in­
dependencia” de España; la segunda, que ni México ni el Soberano Congreso
quieren la felicidad del “todo”, ya que a pesar de estar “[...] todas las provin­
cias por el sistema de República federada, nada se ha hecho, porque la Corte
resiste; ni se practicará cosa alguna mientras se le oiga, siéndole tan dolorosa
nuestra separación, como a la Península, la independencia que logramos”.16
En esta lógica del deseo de las provincias a favor del sistema federal, la frase de
Antonio de León en su declaración de Oaxaca como “Estado libre y soberano”:
“Ningún pueblo es superior a otro”,17 resume esta actitud de las provincias: res­
peto para que ellas puedan autogobernarse en su régimen interior y ser toma­
das en igualdad de circunstancias todas las provincias, incluyendo a México, pa­
ra ser representadas en el nuevo congreso nacional y “refundar” la nación.
Pero el caso de Oaxaca ofrece, además, algunas singularidades dignas de
mencionar en el establecimiento del sistema federal. Para empezar, fue la prime­
ra provincia en el país que creo un órgano local de gobierno llamado Junta Pro­
visional Gubernativa el 24 de febrero de 1823. Esta estaba compuesta por 19
miembros de la Diputación Provincial, del ayuntamiento, del clero y del ejérci­
to. Se trataba, en suma, de acotar el poder de la diputación y meter al juego a las
diversas fuerzas de poder real: desde el 22 de ese mismo mes apareció un mani­
fiesto anónimo que justificaba la existencia de este nuevo órgano de gobierno y
criticaba a la Diputación Provincial como una institución fallida. Anotaba, ade­
más, que al tener miembros de varias instituciones, lajunta estaba más capacita­
da para defender los intereses de Oaxaca.18 Este proceso fue imitado por Yuca­
tán que formó en abril de este mismo año su Junta Provisional Administrativa.19

15 Hamnett, 1984, p. 305, y 1990, p. 54; Hensel, 1999, p. 231.


16 Sánchez Silva y Ruiz Cervantes, 1998, p. 20.
17 Precisamente es de donde Jaime Rodríguez lo toma para titular su artículo: “Ningún pue­
blo es superior a otro: Oaxaca y el federalismo mexicano”, 1999. Este pasaje también es citado por
Hensel, 1999, p. 234.
18 Rodríguez, 1999, pp. 23-24.
19 Ibiri.,pp. 24 y 25.
242 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En segundo lugar, a diferencia de lo que sucedió en otras partes donde la


diputación provincial cumplió un papel determinante en el establecimiento
del federalismo, en Oaxaca hubo un enfrentamiento muy álgido y fue el cabil­
do de la ciudad el que llevó la voz cantante, haciendo valer la vieja prerrogati­
va del derecho español, que para la Nueva España se remonta al siglo xvi, de
ser la depositaría de la representación provincial. Una razón de está situación
es que la diputación provincial en Oaxaca apenas se había creado en enero de
1822.20 Por ello, cuando las cosas se definieron el 1 de junio de 1823, la insti­
tución que armó todo el tinglado para la declaración de la soberanía fue el
ayuntamiento capitalino.21
La pregunta obligada es a qué se debía esta política tan enredada o, para
usar una expresión popular local “tan quesillesca”.22 La respuesta la da el libe­
ralismo español, plasmado en la Constitución de Cádiz, que había abierto los
parámetros de representación política. En Oaxaca, los procesos electorales de
1814, 1820 y 1820-1822 crearon toda una efervescencia participativa y la élite
tradicional vio entrar a otros personajes en lo que antes eran sus cotos de po­
der.23 Lo mismo sucedió con el hecho de que a partir de la Constitución de Cá­
diz los puestos ya no serían perpetuos en los ayuntamientos sino que “se nom­
brarán por elección [...]”.24 En la ciudad de Oaxaca, varios personajes, que se
vieron desplazados al reinstaurarse la Constitución gaditana en 1820, elevaron
airadas protestas. La respuesta oficial a los agraviados era que se debían cum­
plir las leyes españolas vigentes.25 Si a todo ello agregamos los excesos iturbi­
distas que en Oaxaca no sólo fueron un conjunto de impuestos gravosos, sino
que el Emperador mandó a gobernarla, como ya se dijo, a su ahijado, don Ma­

20 Impreso del 31 de enero de 1822 que da noticia de que el día 29 fue instalada la Excelen­
tísima diputación de la provincia de Oaxaca en Archivo Histórico Municipal de San Andrés Zau-
tía, Etla, Oaxaca, Expediente 2, varios impresos de 1822; Rodríguez, 1999, p. 18.
21 Inicialmente, el autor que desde 1932 destacó el papel preponderante del cabildo capita­
lino fue Jorge Fernando Iturribarría. Recientemente, tanto Hensel como Rodríguez han destaca­
do lo mismo pero añadiendo otros elementos que complementan la interpretación: Señalan que
Nettie Lee Benson se equivocó al suponer que en Oaxaca había sido la diputación provincial la
que comandó el proceso. Véanse Rodríguez, 1999, pp. 56 y 57, notas 87 y 108, respectivamente;
Hensel, 1999, pp. 230-231, y Benson 1994, pp. 178-179, e Iturribarría, 1982.
22 En Oaxaca, una expresión popular dice que “los oaxaqueños todo lo enredan, incluso el
queso", al cual se llama quesillo.
2S Debido a la apertura gaditana y su restitución en 1820, hubo efervescencia en diversas par­
tes de la provincia: Huajuapam, la Costa, el Istmo de Tehuantepec, entre los más importantes. Pa­
ra Huajuapam, véase Martínez, 1999, pp. 24-62; la información de los otros lugares en agn, Ayun­
tamientos, Oaxaca, 1820; sobre los procesos electorales puede consultarse Guardino, 2000.
24 “Art. 312. Los alcaldes, regidores y procuradores síndicos se nombrarán por elección en
los pueblos, cesando los regidores y demás que sirvan oficios perpetuos en los ayuntamientos, cual­
quiera que sea su título y denominación”. Véase Constitución, 1812, p. 94.
25 Sobre este aspecto, las discusiones que se dieron entre julio y agosto de 1820 resultan ilus­
trativas. Véase Archivo Histórico Municipal de la Ciudad de Oaxaca (en adelante ahmco), Libro de
Actas de Cabildo, 1824.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 2 43

nuel Iruela Zamora, comprenderemos el ambiente de rechazo existente hacia


el gobierno de la ciudad de México en varios sectores sociales oaxaqueños.
Estas premisas generales establecen el modo en que se sucedieron los he­
chos para la declaración de la soberanía el 1 de junio de 1823. Diversos auto­
res han llamado la atención respecto a la velocidad con que se difundieron las
ideas a finales del periodo colonial y en los primeros años del México indepen­
diente.26 Por ello, el Plan de Veracruz (diciembre de 1822), y el que lo sustitu­
yó, el Plan de Casa Mata (febrero de 1822) tuvieron gran difusión, y Oaxaca
fue la tercera provincia en sumarse al movimiento el 7 de febrero. El favor a la
causa soberanista se incrementó cuando el general Nicolás Bravo, que había si­
do derrotado por las fuerzas iturbidistas, se alió con don Antonio de León,
quien lo iba a combatir. Ambos entraron en la ciudad de Oaxaca el 9 de febre­
ro de 1823. Oaxaca se adhirió al Plan de Casa Mata y al mes siguiente mandó
su representación a la reunión convocada por lajunta militar de Puebla. En es­
ta reunión destacaría Vicente Mañero Embides, miembro sobresaliente de la
élite local y partidario del “separatismo oaxaqueño”.
Las provincias de Jalisco, Yucatán y Zacatecas comandaban la disidencia fe­
deralista. En Oaxaca, el terreno estaba preparado y, pese a que desde fines de
mayo se supo que la representación nacional había tomado la decisión de con­
vocar a un nuevo congreso, se acordó formar el estado libre y soberano de Oa­
xaca. El 1 de junio de 1823, el cabildo le pedía al mismo de León explicar si las
manifestaciones populares en la plaza central a favor del federalismo debían
interpretarse como asonada o como actitudes dignas de un pueblo libre. De
León afirmó que se trataba de un movimiento legítimo, por lo que, ante la in­
decisión de lajunta de Gobierno y también de la Diputación Provincial, el ca­
bildo encabezó las consultas a las corporaciones y le pidió a De León que hicie­
ra lo propio con las fuerzas armadas.27 Reunida en su casa, lajunta de Guerra
manifestó: “[...] que mucha parte del pueblo proclamó en la plaza principal su
separación de la Capital de México, deseando constituirse en Federación Re­
publicana [...]”. Lajunta afirmó que “se unen a los patrióticos sentimientos
del M.I.A. Constitucional, y heroico pueblo que conociendo sus derechos ha
sabido en este día memorable hacer un noble uso de su natural e indispensa­
ble Soberanía [,..]”.28 Una vez que el cabildo actuó como vocero del “sentir fe­

26 Guerra, 1992, y Rodríguez, 1999, pp. 2-3.


27 Según Jaime Rodríguez, desde fines de mayo y principios de junio se supo en Oaxaca que el
21 de mayo se había aprobado la convocatoria al nuevo congreso. En su informe del 4 de junio de
1823, el jefe político, Antonio de León, señala que había en la ciudad y en toda la región una gran
predisposición popular hacia la autonomía de la provincia. Los grupos medios y populares estaban
particularmente interesados en que Oaxaca se separara de la capital y formara una república federal.
El obispo Manuel Isidoro Pérez Suárez temía que la “plebe” que había participado en las elecciones
del cabildo de 1822 fuera la misma que llevara la voz cantante. Véase Rodríguez, 1999, pp. 28-29.
28 “Testimonio del Acta de lajunta de Guerra”, celebrada el 1 de junio de 1823, reproduci­
da in extenso en Iturribarría, 1982, pp. 18-20.
244 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

deralista popular” y con la anuencia de las fuerzas armadas, la Excelentísima


Junta Provisional acordó que: “Si a virtud de que el M.I.A. ha pronunciado su
opinión de separación absoluta del Gobierno de Méjico en los términos indi­
cados, conviene esta Exma. Junta en aquellas mismas ideas [..,]”.29
No todos estuvieron de acuerdo con la decisión soberana encabezada por
el cabildo de la ciudad de Oaxaca. Teotitlán del Camino, Jamiltepec, Tehuan-
tepec y otras áreas manifestaron su respaldo al gobierno nacional. En Tehuan-
tepec, un motín tomó preso al comandante militar y formó un gobierno pro­
visional que estableció comunicación directa con su contraparte nacional y
privó al gobierno soberano de los ingresos fiscales de esta región.30
La Iglesia, pese a que algunos de sus miembros como don Florencio del
Castillo, chantre de la Catedral, y el subdiácono Ignacio Ordoño fueron parti­
darios del movimiento, como institución señaló “que no se suscribe al sistema
de República, porque no se han dado las bases para una cosa tan grande, ni
contado verdaderamente con el pueblo”.31 Jaime Rodríguez ha señalado cómo
la Iglesia utilizó la terminología liberal moderna para oponerse al movimien­
to federalista oaxaqueño.
Don Ramón Ramírez de Aguilar, a la sazón miembro de lajunta Provisio­
nal Gubernativa, expresó en la reunión de esta institución el mismo 1 de junio
que se pidiese la opinión “a todas las clases del Estado”. Todos estuvieron de
acuerdo, pero la moción fue desechada cuando otro miembro de lajunta, Vi­
cente Mañero Embides, señaló que las consultas pertinentes estaban hechas y
presionó para que Oaxaca se declarara por la “República Federada”. Aunque
la decisión fue diferida hasta que se pronunciase en sesión secreta el Cabido
citadino, a petición del mismo Mañero Embides, lo importante es que ya se
empezaban a notar ciertas fisuras dentro del mismo bloque soberanista.32
De junio a septiembre de 1823, las acciones demostraban la fragilidad del
frente soberano. El gobierno del centro insistía que desde mayo se había escu­
chado a las provincias, accediendo a convocar elecciones para un nuevo congre­
so constituyente. Pero Oaxaca se negaba a dar marcha atrás a su decisión “sepa­
ratista”. Por tanto, el Supremo Poder Ejecutivo decidió mandar tropas a los
estados federalistas y destinó a Oaxaca al general Manuel Rincón en agosto de
1823. Al interior de Oaxaca empezaron las fisuras: los mandos civiles afirmaban
que el “centro” les había dejado formar su propio gobierno y, además, se había
convocado a un nuevo congreso, lo que requería mutuo respeto. Las fuerzas ar­
madas, comandadas por De León, se manifestaron por dar la batalla y, con una
fuerza de cerca de mil hombres, se trasladaron a la región de La Cañada.

29 Impreso de la Excelentísima Junta Provisional Gubernativa", reproducido in extenso en


Iturribarría, 1982, pp. 21-23.
30 Ibid., p. 27 y Rodríguez, 1999, p. 38.
51 Citado en Iturribarría, 1982, p. 20.
Impreso de la Excelentísima Junta Provisional Gubernativa", reproducido in extenso en
ibid., pp. 21-22.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 245

Lo sucedido ha sido objeto de opiniones contradictorias. Don Carlos Ma­


ría de Bustamante, en su peculiar estilo, señalaba que había múltiples deser­
ciones en el frente soberano, incluido el propio Florencio del Castillo, presi­
dente del Congreso Provisional de Oaxaca, quien renunció a fines de julio.
Rodríguez señala que, además de Castillo, otros cinco miembros lo hicieron
por las mismas fechas; de los 14 que conformaban el Congreso, sólo seis per­
manecían en su puesto a principios de agosto. El 4 de ese mes, el cabildo en
pleno renunció debido a las arbitrariedades que venía cometiendo De León y,
en el fondo, para manifestarse en contra de llegar a las armas con las tropas en­
viadas desde la ciudad de México.33
De todas formas, el criterio militar se impuso y triunfó como causa común
en Oaxaca. El mismo Del Castillo bendijo a las tropas con esta arenga: “¡Pue­
blo libre y soberano! Vais a la campaña a rechazar la fuerza con la fuerza, a sos­
tener con ésta los derechos que la naturaleza nos dio y a defender la integridad
de nuestro territorio. Nuestros adversarios quieren matar nuestras ideas con
las armas y las ideas no se destruyen sino con otras ideas [.,.]”.34
Con unas tropas “protegidas por Dios” pero con mínima experiencia, es­
casos pertrechos militares, una deserción galopante y una élite no muy conven­
cida, De León se lanzó a la campaña. No hubo enfrentamiento, sino negocia­
ción y el 22 de septiembre de 1823 se firmaron los acuerdos de El Carrizal.35
Hay que anotar que al más puro estilo oaxaqueño se insistía en que Oaxa­
ca había accedido a negociar la “soberanía compartida”, ya que el “centro” ha­
bía reconocido que la razón estaba de su lado. Cuando el gobierno central en­
vió tropas a los límites con Oaxaca, el Congreso provisional local decidió
enviarle el 1 de agosto de 1823 una enérgica protesta por la movilización del
ejército, donde precisaba que “[...] el Soberano Congreso y Supremo Gobier­
no, desoyendo la voluntad general de los pueblos, tratan de subyugarnos bajo
un horroroso centralismo, sin recordar que estas mismas autoridades concita­
ron a la Federación en que nos hemos constituido”.36
La misma tónica se mantiene cuando Oaxaca restablece el 25 de agosto re­
laciones con el gobierno nacional. Según el Decreto IV donde se acepta la con­
vocatoria a elecciones para formar el nuevo congreso general constituyente,
precisa “que la opinión de la nación se ha manifestado ya de un modo inequí­
voco por el benéfico sistema de república federal, y este Estado lo ha proclama­
do solemnemente, hallándose constituido del modo más análogo á su situa-

” Véanse Iturribarría, 1982, pp. 27-28, y Rodríguez, 1999, pp. 39-40.


M Arenga reproducida in extenso en Iturribarría, 1982, p. 28.
ss Rodríguez dice que el acuerdo se consumó el 1 de septiembre de 1823. De hecho, los
acuerdos se firmaron el día 22 y fueron ratificados por el Congreso Local el 24 de este mes y año.
Cf. Rodríguez, 1999, p. 41, y “Decreto V. Aprobación de los tratados celebrados en el sitio llamado
el Carrizal”, en Colecáón, 1851, Apéndice, pp. 3-7.
36 “Comunicación del Congreso Provisional de Oaxaca al Soberano Congreso”, 1 de agosto
de 1823, reproducido in extenso en Iturribarría, 1982, pp. 26-27.
244 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

deralista popular” y con la anuencia de las fuerzas armadas, la Excelentísima


Junta Provisional acordó que: “Si a virtud de que el M.I.A. ha pronunciado su
opinión de separación absoluta del Gobierno de Méjico en los términos indi­
cados, conviene esta Exma. Junta en aquellas mismas ideas [...]”.29
No todos estuvieron de acuerdo con la decisión soberana encabezada por
el cabildo de la ciudad de Oaxaca. Teotitlán del Camino, Jamiltepec, Tehuan­
tepec y otras áreas manifestaron su respaldo al gobierno nacional. En Tehuan­
tepec, un motín tomó preso al comandante militar y formó un gobierno pro­
visional que estableció comunicación directa con su contraparte nacional y
privó al gobierno soberano de los ingresos fiscales de esta región.30
La Iglesia, pese a que algunos de sus miembros como don Florencio del
Castillo, chantre de la Catedral, y el subdiácono Ignacio Ordoño fueron parti­
darios del movimiento, como institución señaló “que no se suscribe al sistema
de República, porque no se han dado las bases para una cosa tan grande, ni
contado verdaderamente con el pueblo”.31 Jaime Rodríguez ha señalado cómo
la Iglesia utilizó la terminología liberal moderna para oponerse al movimien­
to federalista oaxaqueño.
Don Ramón Ramírez de Aguilar, a la sazón miembro de lajunta Provisio­
nal Gubernativa, expresó en la reunión de esta institución el mismo 1 de junio
que se pidiese la opinión “a todas las clases del Estado”. Todos estuvieron de
acuerdo, pero la moción fue desechada cuando otro miembro de lajunta, Vi­
cente Mañero Embides, señaló que las consultas pertinentes estaban hechas y
presionó para que Oaxaca se declarara por la “República Federada”. Aunque
la decisión fue diferida hasta que se pronunciase en sesión secreta el Cabido
citadino, a petición del mismo Mañero Embides, lo importante es que ya se
empezaban a notar ciertas fisuras dentro del mismo bloque soberanista.32
De junio a septiembre de 1823, las acciones demostraban la fragilidad del
frente soberano. El gobierno del centro insistía que desde mayo se había escu­
chado a las provincias, accediendo a convocar elecciones para un nuevo congre­
so constituyente. Pero Oaxaca se negaba a dar marcha atrás a su decisión “sepa­
ratista”. Por tanto, el Supremo Poder Ejecutivo decidió mandar tropas a los
estados federalistas y destinó a Oaxaca al general Manuel Rincón en agosto de
1823. Al interior de Oaxaca empezaron las fisuras: los mandos civiles afirmaban
que el “centro” les había dejado formar su propio gobierno y, además, se había
convocado a un nuevo congreso, lo que requería mutuo respeto. Las fuerzas ar­
madas, comandadas por De León, se manifestaron por dar la batalla y, con una
fuerza de cerca de mil hombres, se trasladaron a la región de La Cañada.

29 “Impreso de la Excelentísima Junta Provisional Gubernativa”, reproducido in extenso en


Iturribarría, 1982, pp. 21-23.
30 Ibid., p. 27 y Rodríguez, 1999, p. 38.
31 Citado en Iturribarría, 1982, p. 20.
32 “Impreso de la Excelentísima Junta Provisional Gubernativa”, reproducido in extenso en
ibid., pp. 21-22.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 2 45

Lo sucedido ha sido objeto de opiniones contradictorias. Don Carlos Ma­


ría de Bustamante, en su peculiar estilo, señalaba que había múltiples deser­
ciones en el frente soberano, incluido el propio Florencio del Castillo, presi­
dente del Congreso Provisional de Oaxaca, quien renunció a fines de julio.
Rodríguez señala que, además de Castillo, otros cinco miembros lo hicieron
por las mismas fechas; de los 14 que conformaban el Congreso, sólo seis per­
manecían en su puesto a principios de agosto. El 4 de ese mes, el cabildo en
pleno renunció debido a las arbitrariedades que venía cometiendo De León y,
en el fondo, para manifestarse en contra de llegar a las armas con las tropas en­
viadas desde la ciudad de México.33
De todas formas, el criterio militar se impuso y triunfó como causa común
en Oaxaca. El mismo Del Castillo bendijo a las tropas con esta arenga: “¡Pue­
blo libre y soberano! Vais a la campaña a rechazar la fuerza con la fuerza, a sos­
tener con ésta los derechos que la naturaleza nos dio y a defender la integridad
de nuestro territorio. Nuestros adversarios quieren matar nuestras ideas con
las armas y las ideas no se destruyen sino con otras ideas [...]”.S4
Con unas tropas “protegidas por Dios” pero con mínima experiencia, es­
casos pertrechos militares, una deserción galopante y una élite no muy conven­
cida, De León se lanzó a la campaña. No hubo enfrentamiento, sino negocia­
ción y el 22 de septiembre de 1823 se firmaron los acuerdos de El Carrizal.35
Hay que anotar que al más puro estilo oaxaqueño se insistía en que Oaxa­
ca había accedido a negociar la “soberanía compartida”, ya que el “centro” ha­
bía reconocido que la razón estaba de su lado. Cuando el gobierno central en­
vió tropas a los límites con Oaxaca, el Congreso provisional local decidió
enviarle el 1 de agosto de 1823 una enérgica protesta por la movilización del
ejército, donde precisaba que el Soberano Congreso y Supremo Gobier­
no, desoyendo la voluntad general de los pueblos, tratan de subyugarnos bajo
un horroroso centralismo, sin recordar que estas mismas autoridades concita­
ron a la Federación en que nos hemos constituido”.36
La misma tónica se mantiene cuando Oaxaca restablece el 25 de agosto re­
laciones con el gobierno nacional. Según el Decreto IV donde se acepta la con­
vocatoria a elecciones para formar el nuevo congreso general constituyente,
precisa “que la opinión de la nación se ha manifestado ya de un modo inequí­
voco por el benéfico sistema de república federal, y este Estado lo ha proclama­
do solemnemente, hallándose constituido del modo más análogo á su situa-

” Véanse Iturribarría, 1982, pp. 27-28, y Rodríguez, 1999, pp. 39-40.


34 Arenga reproducida in extenso en Iturribarría, 1982, p. 28.
85 Rodríguez dice que el acuerdo se consumó el 1 de septiembre de 1823. De hecho, los
acuerdos se firmaron el día 22 y fueron ratificados por el Congreso Local el 24 de este mes y año.
Cf. Rodríguez, 1999, p. 41, y “Decreto V. Aprobación de los tratados celebrados en el sitio llamado
el Carrizal”, en Colecáón, 1851, Apéndice, pp. 3-7.
36 “Comunicación del Congreso Provisional de Oaxaca al Soberano Congreso”, 1 de agosto
de 1823, reproducido in extenso en Iturribarría, 1982, pp. 26-27.
246 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ción, y más á propósito al sistema referido, los poderes que se confieran á los
representantes por este Estado, se reducirán á obrar de conformidad con la
opinión general y expresado pronunciamiento de los pueblos que van a repre­
sentar [,..]”.37
Los acuerdos finales de El Carrizal fueron la piedra de toque de esta ma­
nera de ver las cosas. En la parte expositiva se anota que ambos contendientes
“han sabido formar unos convenios que conciban las circunstancias de la Na­
ción, con el pronunciamiento de Oaxaca”. Para concluir que “la citada conci­
liación de los intereses generales, á que con el más cordial afecto y decidido
empeño ha propendido este Estado, por considerar en él verdadero triunfo de
la gran Nación mexicana”.38
¿Cómo debemos caracterizar el movimiento soberanista oaxaqueño de
1823? Todo indica que, con la excepción de las ideas de “separatismo radical”
esbozadas en el anónimo del 25 de mayo, el discurso mantuvo el tono de bus­
car un nuevo pacto de gobernabilidad, en donde se “refundara” la nación con
la igualdad de todas las provincias, incluida la de México como una más, y se
reconociera a las provincias el derecho a autogobernarse en su régimen inte­
rior. Rodríguez la interpreta como una actitud conciliatoria de don Florencio
del Castillo, al escribir el 8 de agosto de 1823 al gobierno nacional sobre la ins­
talación del Congreso provisional y pedirle la “unidad nacional”; pero esta for­
ma de actuar es más bien la constante que la excepción en Oaxaca. En suma,
creo que del Castillo resumía el sentir del movimiento soberano federalista
“oajaqueño”: “Este Congreso se halla íntimamente convencido de que no de­
be de dejar de existir ni un solo día, un Gobierno central, así para que haya
unidad y sistema en las provincias que miran el bien general de la Nación co­
mo para evitar la anarquía y disolución de todos los Estados asociados”.39

III. GRUPOS DE PODER, INSTITUCIONES


Y DEFINICIÓN DE ESPACIOS POLÍTICOS

Recientemente, el movimiento soberanista de 1823 ha sido reinterpretado por


Hensel y Rodríguez. Ambos señalan que, a diferencia de lo que sucedió en al­
gunas provincias, la especificidad del movimiento oaxaqueño es que no fue la
diputación provincial, como había generalizado Nettie Lee Benson, la que co­
mandó este movimiento. En el caso particular de Oaxaca, la voz dirigente la

57 “Decreto TV. En que se da pase en el Estado á la convocatoria expedida por el Congreso


de México, y se prescribe el modo con que deben verificarse las elecciones de Diputados al Sobe­
rano Congreso general constituyente de los Estados Unidos Mexicanos”, 25 de agosto de 1823, en
Colecáón, 1851 Apéndice, pp. 1-2.
58 “Decreto V”, en Colecáón, 1851 Apéndice, p. 4.
89 “Instalación del Congreso de Oaxaca", 8 de julio de 1823, reproducido in extenso en Itu-
rribarría, 1982, pp. 23-24.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 2 47

llevó el cabildo de la ciudad capital, controlado desde 1808 por el poderoso


grupo de comerciantes que habían peleado desde ese año por volver a las po­
líticas previas a 1786. En la coyuntura de 1823, el cabildo enarboló como suya
una vieja prerrogativa del derecho español de poseer el monopolio de la re­
presentación de la provincia que se remontaba al siglo xvi. Pero ambos auto­
res precisan que el cabildo no fue el único participante, sino que se vio obliga­
do, por la presencia de nuevos actores políticos a raíz de la apertura gaditana,
a entrar en un largo estira y afloja para seguir dirigiendo el proceso.
Ante estas nuevas aportaciones, se mantiene la vieja tesis de Brian Ham­
nett respecto a que las viejas familias coloniales y sus herederos criollos fue­
ron las que comandaron el establecimiento del federalismo en Oaxaca en
1823.40 Aunque Hensel es la que más la cuestiona, sin embargo, su mismo ar­
gumento resulta contradictorio. En sus palabras: “A partir de 1824, con la
nueva constitución, [los profesionales y el bajo clero] ganaron influencia.
Por tanto, los miembros de estos grupos sociales debieron su ascenso a la éli­
te política de Oaxaca al sistema federal”.41 La pregunta obligada es saber
quiénes conformaban entonces la élite a la que ingresaron. Considero que,
como ella misma argumenta, el problema es más complejo: lo que tenemos
es que con la apertura liberal iniciada con la crisis de 1808, codificada en Cá­
diz y restituida en 1820, la misma élite tradicional oaxaqueña se vio obligada
a mostrar mayor apertura política y económica. Además, no debemos perder
de vista que cuando los insurgentes de Morelos gobernaron Oaxaca entre
1812yl814, una de sus medidas más sonadas en el ámbito local fue su insis­
tencia en nombrar únicamente criollos para los puestos públicos de impor­
tancia.42 En este orden de ideas, aunque Hamnett ha insinuado el tema sin
desarrollarlo, en el contexto local el recambio generacional de peninsulares
a criollos era naturalmente imposible de detener. Fueron estos herederos
criollos quienes comandaron el proceso para el establecimiento del federalis­
mo en Oaxaca.
Pero como parte de este proceso de grandes transformaciones, estos mis­
mos cambios también influyeron en las actitudes político-ideológicas de tales
actores sociales. Así, la élite contó en su interior con toda una gama de posicio­
nes políticas: José López Ortigoza como moderado y Ramón Ramírez de Agui­
lar, heredero de uno de los pocos mayorazgos del Valle de Oaxaca, como un li­
beral radical.43 Lo más curioso es que ambos fueron, además de Antonio de
León, los padrinos políticos de don Benito Juárez. Ycomo ha dicho Hamnett,

40 Las principales familias de Oaxaca eran los López Ortigoza, los Murguía y Galardi, los Itu-
rribarría, los Esperón, los Mañero Embides, los Ramírez de Aguilar, los Mantecón y los Goytia.
Véase Hamnett, 1990, pp. 51-52 y 56-65.
41 Hensel, 1999, p. 236.
42 Rodríguez, 1999, p. 10.
49 Sobre los López Orügoza y el mayorazgo de la familia Ramírez de Aguilar desde el siglo
xvi, consúltese Taylor, 1972, en particular el capítulo IV.
248 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

si algo distinguió a la élite oaxaqueña fue “[...] su capacidad de variar sus po­
siciones políticas según las cuesüones del día y con el paso del tiempo”.44
Más que los individuos como tales, el análisis se debe centrar en la pugna
por el control de las instituciones políticas y la definición por cuál de ellas de­
bería ser la hegemónica. En Oaxaca, en los años de 1823 a 1825 hubo miem­
bros de la “élite tradicional” tanto en el cabildo de la ciudad como en la dipu­
tación provincial y luego en el Congreso Provisional, y viceversa. También en
ambas instituciones aparecieron los nuevos actores, muchos de ellos profesio­
nistas, clero y miembros de las fuerzas armadas. Esta circunstancia hace que
sea importante estudiar las pugnas entre instituciones.
Entre 1822 y 1824 he encontrado diez momentos de confrontación entre
las instituciones del “antiguo régimen” y las “nuevas”: entre el cabildo de la ciu­
dad y la diputación provincial; entre ésta y lajunta Provisional de Gobierno;45
entre el cabildo de la ciudad y el cabildo eclesiástico; entre el congreso local y
el cabildo de la ciudad; entre el jefe de las operaciones militares y varias insti­
tuciones (cabildo de la ciudad, congreso y gobernador del estado) Para ilus­
trar el punto, veamos algunos ejemplos.
El 24 de abril de 1822, la Regencia señalaba que recibió carta de la diputa­
ción provincial de Oaxaca, en la cual se queja “con mucho disgusto de las desa­
venencias y odiosas contestaciones que han mediado entre ustedes y esa Exma.
corporación [cabildo de la ciudad] [...]”. La Regencia les pedía resolver sus
pugnas y “que se arreglen escrupulosamente á sus atribuciones bien detalladas
en la Constitución Española que aún rige: en el reglamento de Ayuntamientos
y Diputaciones y en otros decretos posteriores bien conocidos en todos [... ] ”.46
En 1824, las pugnas entre el Congreso local y el cabildo citadino fueron
más frecuentes. Con fecha 20 de noviembre de 1824, el gobernador del esta­
do, José Ignacio de Morales, transcribe correspondencia del Congreso del es­
tado para pedirle que se relacionen los varios ramos que con el nombre de mu­
nicipales cobra anualmente el Ayuntamiento, con el objetivo de que esta
institución tuviera con que cubrir sus necesidades, “sin apuros y escaceses, que
en el día lamenta; el H.C. quiere, que efectivamente se le pase una Nota de los
ingresos, que en la actualidad disfruta el Ayuntamiento: otra de sus gastos fijos;
y un cálculo prudencial de los extraordinarios anuales lo que de orden de su
Soberano decimos á V.E. con los fines indicados”.47 Todo indica que el objeti-

44 Hamnett, 1990, p. 64.


45 En mayo de 1823, el enfrentamiento entre la diputación provincial y la junta Provisional
Gubernativa llegó a tal extremo que, en el Congreso Nacional, la comisión de gobernación noti­
fica haber recibido quejas de excesos mutuos entre los miembros de ambas instituciones. Véase
Mateos, s.f., p. 371.
46 Correspondencia de la Regencia al Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca del 24 de abril
de 1822", en ahmco, Libros de la Tesorería Municipal, 1764-1829, f. 123-123v.
47 Correspondencia del gobernador del Estado, José Ignacio de Morales, al Ilustre Ayunta­
miento de esta Capital”, en ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 20 de noviembre de 1824, f. 161.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1825-1825 249

vo de la Cámara era demostrar al Ayuntamiento quién mandaba a partir de


esos momentos.
El Congreso local tenía, además, la impresión de que el Ayuntamiento ha­
cía gastos superfluos en una época que requería austeridad. El siguiente en­
frentamiento sucedió al momento de organizar la jura de la Constitución Fe­
deral a fines de 1824. La organización del festejo se dejó en manos del cabildo
de la ciudad, pero cuando éste presentó el presupuesto, el Congreso local lo
redujo a la mitad. Los integrantes del cabildo protestaron airadamente, y en­
tre dimes y diretes la ceremonia se pospuso en varias ocasiones. El enfrenta­
miento llegó a tal grado que varios integrantes del cabildo amenazaron con
no asistir a la ceremonia. El gobernador Morales tuvo que precisar al cabildo,
la “necesidad de su personal asistencia á la Jura de la Constitución [...]”.48 Por
cierto que en esta disputa hizo su. aparición el cabildo eclesiástico para protes­
tar por no haber sido invitado a la jura, precisando que en semejantes actos
celebrados en el pasado reciente siempre eran “invitados de honor”. La solu­
ción a estos “malos entendidos” concluyó con la decisión del Congreso “Para
que en lo sucesivo no haya motivo de duda sobre el lugar que en las funciones
publicas deben ocupar las Autoridades, y corporaciones de esta Capital, el
H.C. ha tenido a bien resolver [...]” cuales son las fiestas de tabla y la forma
en que deben entrar, sentarse y proceder las diferentes autoridades y corpo­
raciones.49
En la víspera de la aprobación de la constitución local, el último enfren­
tamiento entre estas dos instituciones se presentó cuando el congreso dio a
conocer su decreto de fecha 10 de diciembre de 1824 “para que se suspendan
las elecciones de nuestros Ayuntamientos hasta la publicación de la constitu­
ción del mismo, que será en principios del año entrante [...] continuando en­
tre tanto los actuales Ayuntamientos y Autoridades locales de los pueblos”. El
cabildo de la ciudad contestó el 14 de diciembre que, como los puestos en es­
ta corporación eran de carácter concejil y por los cuales no recibían algún pa­
go y les quitaba casi todo el día, descuidando sus asuntos personales, “[...] se
sirva tener la bondad de mandar como se lo suplicamos, discutir con prefe­
rencia la parte de la Ley Constitucional respectiva á los Ayuntamientos para
que dándola por un decreto especial se logre el hacer la remoción a su debi­
do tiempo”.50

48 “Correspondencia del gobernador del Estado, José Ignacio de Morales, al Muy Ilustre Se­
ñor Justicia y Regimiento de esta Capital”, en ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 3 de diciembre
de 1824, ff. 190-190v.
49 “Correspondencia del gobernador del Estado, José Ignacio de Morales, al Muy Ilustre Se­
ñor Justicia y Regimiento de esta Capital" ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 7 de diciembre de
1824, fs. 200-201.
M “Correspondencia del gobernador del Estado, José Ignacio de Morales, al Ilustre Ayunta­
miento de esta Capital” y “Respuesta del Ayuntamiento al gobernador del Estado” en ahmco, Li­
bro de Actas de Sesiones, 10 y 14 de diciembre y de 1824, respectivamente, ff. 204-205 y 214-215v.
250 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Otro grupo de enfrentamientos surgió entre el jefe militar Antonio de


León y diversas instituciones políticas. En el caso de este personaje, la situación
se vuelve más compleja, ya que debido a su importancia como jefe de operacio­
nes militares había convertido su base de apoyo en una verdadera fuerza polí­
tica. Aunque el establecimiento del federalismo y la inestabilidad que siguió
no pueden reducirse al papel de la dirigencia militar surgida de la guerra de
independencia, tampoco se puede negar que en algunos casos cumplieron un
papel destacado.51 *De León era el consumador de la independencia y, según
Hamnett, uno de los principales artífices del movimiento soberano de 1823.a2
Los enfrentamientos que tuvo De León con varias instituciones gubernamen­
tales entre abril y septiembre de 1824 abarcan varias dimensiones: la del papel
de las fuerzas militares y el ascenso-descenso momentáneo de un poderoso je­
fe militar provincial; la disputa local por definir la correlación de fuerzas; la co­
yuntura nacional de 1824 y su expresión local.
De hecho, el ajuste de cuentas para reducir el poder que había adquirido
De León se dio al momento de pactar los acuerdos de El Carrizal entre el go­
bierno nacional y Oaxaca en septiembre de 1823, al relevarlo del mando civil
y reducirlo a la esfera militar.53 En abril de 1824, el cabildo en sesión secreta
acusa que “las voces vulgares que corrían respectivas, á que el pueblo y tropa
el día de la jura de la acta [Constitutiva de la Federación] quería proclamar go­
bernador al Sr. León [...]”. Se pedía, por tanto, que la tropa no marchara en
su conjunto detrás de los miembros del cabildo. Pese a los rumores, la manio­
bra no prosperó.54
Dos meses después, el 24 de junio de 1824, De León presentó al Congre­
so local su plan antiespañol para su aprobación y, como fue rechazado, optó
por la fuerza;55 en julio sale de la capital y se sitúa en Eüa. Exige al gobierno
local la cantidad de 25 000 pesos para la manutención de sus tropas. Ante las
exigencias y amenazas de tomar la ciudad de Oaxaca de no cumplirse su de­
manda, sigue las estrategias que las diferentes instancias de poder local utilizan
para fijar su papel hegemónico. El gobernador Murguía y Galardi en su corres­
pondencia hace referencia a la prepotencia con que se conduce: “[...] por la

51 Una crítica severa a la tesis caudillista en Hensel, 1999, p. 217.


62 Sobre el papel de De León en la consumación de la independencia en Oaxaca y su parti­
cipación en el movimiento soberano, véanse, respectivamente, Sánchez Silva, 2000, pp. 44 y 53-54,
y Hamnett, 1990, pp. 55-56.
53 “Unido por el anterior gobierno el mando político al militar, se ha tratado de separarlo,
conforme á lo prevenido en la Constitución, y se ha verificado así en muchas provincias [...]”. Es­
ta fue, sin lugar a dudas, una de las principales medidas de don Lucas Alamán como Secretario de
Relaciones Exteriores e Interiores con el objeto de controlar mejor el papel preponderante de
muchos jefes políticos en las provincias. Véase Ammán, 1823, p. 16.
44 “Sesión secreta y extraordinaria”,, en ahmco, Libro de Actas de Sesiones. 14 de abril de
1824, ff. 252v.
55 “Correspondencia del gobernador del Estado, José María Murguía y Galardi, al Muy Ilus­
tre Ayuntamiento de esta Ciudad" en ahmco, Actas de Sesiones, 24 de julio de 1824, ff. 374-374v.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 251

dureza con que el señor coronel D. Antonio de León me escribe, sin prestarse
a recibir cantidades parciales hasta el complemento del total”.56
Después de unajunta de las “fuerzas vivas”, Murguía y Galardi consigue el
dinero, y lo entrega a De León. Pero entre la solicitud y la entrega, los hechos
reflejan la lucha por el control político local: ante la amenaza de invasión, tan­
to el gobernador como la mayoría de los miembros del Congreso local huyen
de la ciudad de Oaxaca. Por cinco días, el Congreso suspende sus sesiones; el
gobernador por dos, situación que el cabildo de la ciudad aprovecha para re­
tomar la bandera y ser la única institución que hace frente a la crisis. El hecho
acarreó diversas reacciones: el gobierno nacional pidió aclarar la “desapari­
ción de facto” de los poderes constituidos, a lo que algunos miembros del Con­
greso precisaron que no había sucedido tal “[...] procurando desde el lugar
donde residía mantener el orden y evitar que las tropas del sedicioso León to­
mara por la fuerza el dinero que solicito [y] que en medio de las circunstan­
cias mas apuradas [la Asamblea] había sabido resistir á las injusticias del anar­
quista León defendiendo los principios de la justicia y formando la opinión
publica,..”, ya que tanto ellos como el mismo gobernador gozaban del dere­
cho de ejercer su mando en cualquier lugar donde radicaran.57 Además, varios
legisladores y prominentes integrantes de la élite, encabezados por el secreta­
rio del congreso, José María López Ortigoza, y por José Esperón y Manuel En-
cisó, criticaron severamente que el cabildo citadino se hubiera abrogado dere­
chos que no le correspondían al querer hacerse pasar por depositario de la
representación del estado.58
Ante la gravedad de la crisis, el gobierno nacional volvió a enviar tropas al
mando del general Guadalupe Victoria. Al igual que en 1823, se llegó a un
acuerdo a fines de agosto.59 Después de recibir el dinero, las tropas de De
León salieron de Etla para Huajuapam, población en la que pasaron por las ar­
mas al receptor de alcabalas, el español Cayetano Machado. Como resultado
de estos excesos, al capitular De León ante Victoria, los culpables materiales
fueron fusilados. Como en su confesión afirmaron haber recibido órdenes de
los hermanos De León, ambos fueron encarcelados. Antonio de León saldría
indultado hasta 1826, lo que allanó el camino para que otros actores, de orien­
tación civilista, discutieran y aprobaran la primera constitución política oaxa-
queña.

56 “Correspondencia del Coronel Antonio de León al Gobernador del Estado”, en ahmco,


Actas de Sesiones, 27 de julio de 1824, ff. 391-391v.
57 “Petición del Congreso local turnada por el gobernador del Estado al Ilustre Ayuntamien­
to de la Ciudad de Oaxaca”, en ahmco, Actas de Cabildo, 24 de agosto de 1824, ff. 456-457.
58 “Sesión extraordinaria", en ahmco, Actas de Sesiones, 26 de julio de 1824, ff. 379-382v.
59 Iturribarría, apoyado en Olavarría y Ferrari, señala que este movimiento fue más bien un
acuerdo entre De León y Victoria, ya que sin disparar una sola bala éste último subió sus bonos en
su campaña por obtener la presidencia del país en 1824. Don Guadalupe resultó “victorioso” y don
Lucas Alamán no se cansó de recriminarle el error a Nicolás Bravo. Véase Iturribarría, 1982 p. 51.
252 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

IV. EL IMPERIO DE LAS LEYES

En Oaxaca, al igual que en el resto del país, la influencia gaditana de subor­


dinar el papel del poder ejecutivo al legislativo fue una constante. Las ba­
ses provisionales de julio de 1823, la Primera parte de la Ley Orgánica pa­
ra el Gobierno del Estado del mayo de 1824 y la Constitución Política de
enero de 1825 pusieron en orden de preminencia la división de poderes: le­
gislativo, ejecutivo yjudicial, y precisaban que los dos últimos “serán res­
ponsables al Congreso en el ejercicio de sus funciones [...]”.6° Sobre la ba­
se de estas continuidades, considero que una etapa fundamental en la
historia del derecho constitucional mexicano fue el periodo “provisional”,
que en el caso particular de Oaxaca va de julio de 1823 a enero de 1825, es
decir, de la instalación del primer Congreso local a la promulgación de la
primera carta magna local. Por esta circunstancia, en este apartado se im­
pone dedicarle, en primer lugar, una sección especial a esta labor que he­
mos denominado “legislación provisional”; y, en segundo, un breve análisis
de las características más importantes de la primera Constitución Política
oaxaqueña.

LA LEGISLACIÓN PROVISIONAL

Pocos autores han reparado en la importancia de la labor legislativa provisional,


a pesar de que entre 1823 y 1825 se definen muchas cuestiones que después co­
difica la Constitución Política de enero de 1825. En este lapso de tiempo, el
Congreso local dictó 36 decretos y siete órdenes, que sentaron precedentes im­
portantes.
Las más importantes disposiciones pueden agruparse en dos grandes blo­
ques. El primero define la organización interna del estado en cuanto a su for­
ma de gobierno, división de poderes, religión, territorio, requisitos de ciuda­
danía y el pacto federal. Así, las bases provisionales destacan en julio de 1823
que Oaxaca “[...] sólo reconocerá con los demás de la Nación Mexicana, las
relaciones de fraternidad, amistad y confederación que determine la Constitu­
ción general"; mientras se conformaba el congreso general sólo “se reconoce
por centro de unión de todos ellos la Capital de México”, y finalmente: "Se re­
conoce asimismo el actual Congreso y Supremo Poder Ejecutivo de México,
entendiéndose que el Congreso no tiene más carácter que el de convocante”.
Con algunas variantes de redacción, la Primera Ley Orgánica estatal de mayo
de 1824 repite estos mismos principios pero agrega lo que ha sido calificado

60 En ambos casos se habla en plural, debido a que en las “Bases” se trata tanto del goberna­
dor como del Secretario del Despacho; en la , del gobernador y del vicegobernador. Véase Colec­
áón, 1851, pp. 25 y 78-79.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 253

por otros autores61 como la “soberanía compartida” al apuntar que Oaxaca


“[...] es soberano, libre ó independiente, en todo lo que toca á su administra­
ción y Gobierno interior”.62 Adecuación local de lo establecido en el artículo
6o. del Acta Constitucional, presentada al Soberano Congreso Constituyente
el 20 de noviembre de 1823.63
A menudo, el gobierno estatal entabló querellas contra la injerencia del
“centro” en asuntos que calificaba exclusivos de su “soberanía”. En julio de
1824, el congreso local hace interesantes reflexiones sobre la relación del es­
tado con la federación en temas relevantes. El primero se refiere a la justicia,
en particular sobre la facultad del Congreso para indultar a los delincuentes
del estado por delitos que no sean contra la federación. Según el gobierno fe­
deral, la prerrogativa de conceder indultos le corresponde a él, pero para los
legisladores oaxaqueños era un atributo del congreso local. En otro pasaje se
hacen anotaciones relevantes sobre la autoridad que debe ejercer el derecho
al indulto en Oaxaca: se precisa que no corresponde al juez sino al que es su­
perior al juez y a la ley, es decir, al Soberano. “Más claro: el derecho de hacer
gracia pertenece al Soberano, la soberanía pertenece al Estado; pues el dere­
cho de hacer gracia pertenece al Estado. [... ] El Congreso no habla de una so­
beranía en abstracto sino de la que está declarada y reconocida á los estados,
es decir, en todo lo que toca a su administración interior: [...] Si por el contra­
rio el derecho de hacer gracia perteneciera a los poderes de la federación, la
justicia no sería administrada completamente por los estados, y la independen­
cia de estos vendrá por tierra”.64
Vázquez afirma que uno de los puntos centrales del Plan de Casa Mata en
1823 fue retomar la disputa entre Iturbide y el Congreso nacional sobre la titu­
laridad de la soberanía; por ello el artículo lo. del Plan reitera que “la sobera­
nía reside esencialmente en la nación”. José Barragán concluye que en la cons­
titución de 1824 se solucionó con la “soberanía compartida”. En este sentido,
la Carta Magna de 1824 no fue una copia de la constitución norteamericana si­
no un texto más radical, resultado del regionalismo colonial y cuyo punto cen­
tral estriba en haberle quitado al Congreso nacional las facultades fiscales.65

61 Vázquez plantea que la aceptación de la “soberanía compartida" salvó la integridad del


país. Vázquez, 2000, p. 532.
62 Las citas de las “Bases” y de la “Ley orgánica", en Colección, 1851, pp. 7 y 18, respectiva­
mente. La constitución política de 1825 repite en su primer artículo textualmente lo asentado en
la “Ley orgánica”, pero agrega que la soberanía reside originaria y exclusivamente en los indivi­
duos que la componen, quienes la delegan a sus representantes para poder hacer la misma cons­
titución local como las leyes para gobernarse. Véase “Constitución Política del Estado Libre de Oa­
xaca” en Colección, 1851, p. 49.
6S Véase Acta Constitucional, 1823, p. 1. Artículo ratificado con el mismo número en el Acta
Constitutiva de la Federación, 1824, pp. 2-3.
64 Véase “Impreso de la Secretaria del Congreso del Estado Libre de Oajaca, dirigido a don
Lucas Alamán, Secretario de Relaciones” en ahmco, Actas de Sesiones, 13 de julio de 1824.
65 Vázquez, 1992, pp. 24-25.
254 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El segundo bloque de leyes de este periodo provisional en Oaxaca se refie­


re, en primer lugar, a la formación de los cuerpos de defensa armada, es decir,
el ejército nacional; y, en segundo lugar, al tema de la físcalidad con el objeto
de agenciarse recursos para sostener las instituciones gubernamentales. Si bien
el reclutamiento de hombres para la formación del ejército nacional es consus­
tancial a la formación de todo Estado, en el caso de México las amenazas ex­
ternas hicieron que el tema del “contingente de sangre” se convirtiera en un
tema crucial en los albores republicanos. Al respecto, el gobernador del esta­
do, Murguía y Galardi, señalaba que Oaxaca tenía la obligación de contribuir
al ejército nacional para defender la independencia recién lograda de España,
ya que México no “[...] sucumbirá vil y vergonzosamente á numero alguno de
aventureros [españoles] que osasen atrevidamente pisar sus playas”.66
Como Oaxaca era una sociedad predominantemente indígena, el gobier­
no tuvo que fijar reglas específicas para el reclutamiento en los pueblos.67 El
reclutamiento recayó en los pueblos y alteró sobremanera la vida cotidiana. En
la práctica provocó el ocultamiento de posibles candidatos. En Oaxaca misma
se acusó a los militares encargados del proceso de reclutamiento de expedir
“licencias absolutas” a varios indios para que no fueran enrolados en el servi­
cio militar.68 Este proceso de reclutamiento fue uno de los más conflictivos y
acarreó problemas entre militares y gobernadores, además de que se convirtió
en fuente permanente de descontento al interior de los pueblos.
La leva para el ejército también acarreó problemas. En 1824, el goberna­
dor del estado, Murguía y Galardi, al dirigirse a lajunta y Regimiento de la ciu­
dad acusa al coronel Antonio de León, Jefe de las Armas en el Estado, por no
prestar auxilio para que fueran trasladados los reos de leva de la cárcel, con
destino a Perote, Veracruz. Después narra cómo tuvo que dividir la remesa en
cuatro partes; en la primera dice textualmente: “Primera los que el mismo Sor.
León autoritariamente se llevó”.69 Lo que refleja, en otro contexto, que los en­
frentamientos entre las diversas instancias de poder local se sucedían día a día.
Dentro de la gama de posibilidades para agenciarse recursos, ninguna tan
importante como las contribuciones directas. Sabemos que desde fines del si­
glo xvm la principal fuente de ingresos era el impuesto conocido como tribu­
to indígena. Los gobiernos republicanos se preocuparon desde un principio
por legislar sobre la materia. Desde 1822, la diputación provincial estableció la
capitación. Dos años después fue cambiada por el nombre de “contribución

66 Decreto del gobernador Murguía y Galardi sobre la cuota que toca al estado para el ejér­
cito permanente en ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 20 de septiembre de 1824, ff. 577-579.
67 Véase ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 15 de septiembre de 1824, ff. 580-581. Decreto
XXIV. 25 de septiembre de 1824. Reglamenta el modo en que deberán cubrir los pueblos del es­
tado el cupo de reemplazos para el ejército permanente.
68 ahmco, Libro de Actas de Sesiones, Sesión del 28 de febrero de 1824, ff. 145-146v.
09 “Correspondencia del gobernador Murguía y Galardi a la Ilustre Junta y Regimiento de es­
ta Ciudad", en ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 7 de octubre de 1824, ff. 596-596v.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 2 55

personal”.70 La misma diputación provincial estableció un nuevo impuesto lla­


mado precisamente de “contribución directa” de un real mensual por cada in­
dividuo. Ratificado por el Congreso local, los fondos fueron destinados para el
pago de salarios de los “ciudadanos que han de salvar y constituir la patria”. En
1824, el cabildo de la ciudad hizo una petición al gobernador Murguía y Ga­
lardi en el sentido de que era preferible optar por un sistema de “contribucio­
nes indirectas” en lugar de las “directas”.71
Cabe precisar que si bien hubo algunas permanencias, también se sucedie­
ron algunos matices dignos de resaltar entre fines del periodo colonial y los ini­
cios republicanos. La contribución personal estuvo por encima del impuesto
de alcabala, entre 1790 y 1835, como la principal fuente de ingresos en Oaxa­
ca. A diferencia de la era novohispana, los gobiernos republicanos desde el pri­
mer reglamento de 1824 señalaron que la contribución se hacía extensiva a to­
da la población masculina de la entidad entre los 16 y 60 años. Sin embargo,
no debemos perder de vista que este matiz de querer “desaparecer el aspecto
étnico” quedó soslayado por un hecho: en una sociedad abrumadoramente in­
dígena —cerca de 90% de la población total—, los verdaderos garantes del na­
ciente estado eran los pueblos indios; dos, y quizás sea una de las principales
novedades en el terreno de las contribuciones, desde un principio, que Oaxa­
ca fijara una tasación diferencial de acuerdo con la riqueza de cada uno de los
habitantes. En contraste con el tributo colonial, durante el primer liberalismo
la población iba a pagar una contribución directa de acuerdo con la riqueza
que poseía.72
La ampliación de contribuyentes trajo serios problemas de recaudación:
los adeudos de tributo indígena, que en 1799 eran de 90 pesos, aumentaron a
239 457 pesos para 1834. En el primer año, y debido a que la población blan­
ca no pagaba el impuesto, el adeudo era indio; en 1834 lo debían blancos, mes­
tizos y otros grupos raciales. El gobernador del estado explica el adeudo en su
Memoria administrativa de 1834, al advertir que la ciudad de Oaxaca y su co­
rregimiento era el área más morosa para pagar la contribución personal, gra­
ve injusticia, pues mientras en otros lugares del estado se exigía el pago puntual
a “la clase más infeliz”, léase indígena, “los principales capitalistas y propieta­
rios” del estado daban el mal ejemplo de no pagar, el cual se estaba difundien­
do a los pueblos del Valle. Quizás esta morosidad en el pago deba explicarse co­
mo una reacción de la población no india ante lo que ellos consideraban como
una afrenta a su posición social. El gobernador, al resumir los adeudos por dis­
tritos políticos, refleja cómo, cuanto menos población india tenían, el adeudo

70 “Correspondencia del gobernador Murguía y Galardi al Ilustre Ayuntamiento", en ahmco,


Libro de Actas de Sesiones, 1824, ff. 528-529.
71 “Sesión ordinaria donde se incluye la representación del Cabildo de la ciudad sobre con­
tribuciones directas", en ahmco, Libro de Actas de Sesiones, 9 de febrero de 1824, ff. 71 y 71 v.-72.
72 Véase ahmco, Libro de Actas de Cabildo, 20 de agosto de 1824, ff. 548-549v.
256 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

era mayor y viceversa: el centro y sus pueblos debían 66.17%; Ejutla, 13.88%;
Tehuantepec, 7.52%; Zachila, 5.23%; Jamiltepec, 1.85%; Teposcolula, 1.58%;
Huajuapan, 0.34% y Teotitlán también 0.34%.73
Una nueva ley sería decretada hasta el 28 de septiembre de 1826, y así se
mantenía vigente la contribución directa decretada el 20 de agosto de 1824
por el Soberano Congreso constituyente, con algunas precisiones. Entre las
más importantes destaca la consignada en el artículo 19 que tenía la preten­
sión de que los declarantes evitaran ocultar sus propiedades o salarios, ya que
a la letra decía: “A los habitantes del Estado, no se garantizan más haberes que
los que declaren tener ante las juntas de clasificación”.74
Estas continuidades y matices inspiran un tema que debería ser investiga­
do: evaluar con cifras precisas cuál fue la participación fiscal para saber la par­
ticipación de los pueblos en contraste con las zonas urbanas. Este análisis nos
daría mayores elementos para entender las penurias financieras de los prime­
ros gobiernos republicanos en Oaxaca.

LA CONSTITUCIÓN LOCAL DE 1825

La primera constitución política oaxaqueña fue objeto de severas críticas, tan­


to en los años en que estuvo vigente entre 1825 y 1857 como por parte de his­
toriadores del siglo xx. Así, en 1851, el periódico local La Cucarda señalaba que
era más bien un texto para gobernar una “provincia colonial” que a una enti­
dad de una federación. En suma, este periódico concluía que Oaxaca necesi­
taba “urgentemente” una nueva carta magna.75 El historiador Iturribarría, por
su parte, señaló en 1932 que el primer texto constitucional oaxaqueño era una
mezcla de “teorías exóticas” para el contexto local.76
Estas críticas despiertan la interrogante de indagar hasta qué punto la
constitución de 1825 fue una mezcla entre ideas viejas y nuevas. A la luz de
nuevas investigaciones sabemos que el constitucionalismo gaditano, a pesar de
sus deudas con la constitución francesa de 1791, tuvo su propio desarrollo y re­
presentó la influencia ideológica más importante en nuestro país.77 Charles A.
Hale había subrayado la importancia de que para comprender el liberalismo
mexicano es necesario conocer la evolución del liberalismo en España,78 abre-

73 Memoria administrativa de 1835, Oaxaca, pp. 34-35.


74 “Ley que reglamenta la contribución personal del Estado", en Colección, 1851, apéndice,
pp. 57 y 61, respectivamente.
75 1m Cucarda, periódico político y literario, Oaxaca, 1.1, núm. 23, domingo 19 de enero de
1851.
76 Iturribarría, 1982, pp. 56-57.
77 Rodríguez, 1999, p. 42.
78 Hale, 1984; al respecto, también se pueden ver los trabajos de Dealey, 1900 y Miranda,
1959.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 25 7

vado gran parte de la corriente a través del liberalismo español.79 Lo anterior


exige que las primeras ideas constitucionalistas hispanoamericanas se estudien
no sólo en el contexto de las ideas liberales de países como Francia, Inglaterra
y Estados Unidos, sino del constitucionalismo español.80
Antonio Annino ha insistido en que uno de los temas innovadores del
constitucionalismo gaditano estuvo en el renglón de los ayuntamientos consti­
tucionales: “En este sentido, es correcto afirmar que la ciudadanía liberal se di­
funde y se consolida antes de la república liberal”.81 Este aspecto influye para
que surja una transición de cabildos indígenas a ayuntamientos constituciona­
les con matices particulares en el caso de Oaxaca, en el que se mezclan sus usos
y costumbres y las directrices marcadas por la carta gaditana y la local. Así, en
tierras oaxaqueñas la Constitución local de 1825 reconoció una forma de go­
bierno por debajo del ayuntamiento: el de república, que establecida en pobla­
ciones que por no tener el número de habitantes requeridos para tener un
ayuntamiento constitucional,82 se aceptaba su autonomía con un propio go­
bierno,83 herencia sincrética que resolvió de manera original el problema que
planteaban la institución de los ayuntamientos constitucionales al anular cabil­
dos indígenas en pueblos de menos de 1 000 habitantes. Quizás en el recono­
cimiento de esta autonomía política en el nivel primario de los núcleos de po­
blación se encuentre una de las claves para entender la diferente evolución de
Oaxaca con el vecino estado de Chiapas y también con Yucatán.
Pasemos, ahora al análisis particular de la constitución de 1825. De entrada,
debemos tomar en cuenta que el proceso de formación de México como país in­
dependiente, y de Oaxaca como una parte integrante del mismo, debe entender­
se en un doble contexto: uno, el de los profundos cambios acaecidos en Europa
y Norteamérica, que impusieron las nuevas concepciones políticas imbuidas del
pensamiento liberal, constitucional y la definición del ciudadano moderno a fi­
nes del siglo xviii y a lo largo del xix; y, dos, que los “primeros tropiezos” hacia la
modernidad en nuestro país se dieron después de una larga guerra de indepen­
dencia contra España que marcó, indeleblemente en muchos aspectos, la forma
y el contenido del liberalismo constitucionalista mexicano.84

79 Véase al respecto Peset, 2000, pp. 30-31.


80 Sobre este tema pueden verse Serrano, 1999, y Chust, 1999.
81 Annino, 1997, pp. 62-63.
82 La Constitución local establecía: “Los pueblos cuya población llegue a tres mil almas con
su comarca, tendrán ayuntamientos que se compondrán de alcaldes, regidores y síndicos”. Artícu­
lo 159 de la Constitución particular, en Colección, 1851, p. 85.
83 “En los demás pueblos que no tenga lugar el establecimiento de ayuntamientos, habrá una
municipalidad que se llamará con el nombre conocido de república, la cual tendrá por lo menos
un alcalde y un regidor. La ley determinará el número de alcaldes y regidores de que deberán
componerse, con proporción al vecindario”. En suma, los funcionarios de las repúblicas tenían las
mismas funciones que eran atribuidas a los ayuntamientos pero dentro de sus áreas de influencia.
Véase Artículo 161 de la Constitución particular, en Colección, 1851, p. 86.
84 Sobre el tema puede consultarse Lamperiere, 1999, pp. 35-56.
258 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

A la luz de este doble proceso deben entenderse las ideas que se utilizaron
en el contexto oaxaqueño al redactarse la primera constitución política local.
De entrada, todas las constituciones de los estados de la república y la federal
misma tuvieron como base la de Cádiz de 1812, con mínimas ideas del consti­
tucionalismo norteamericano. Así, todas reconocieron el catolicismo como re­
ligión de Estado; todas aceptaron sus procedimientos para llevar a cabo las
elecciones políticas y, en algunas, como la oaxaqueña, se incluía entre los re­
quisitos para ser elector de parroquia o elector primario, “saber leer y escribir,
pero este requisito no se observará sino desde el año de mil ochocientos cua­
renta”,85 que modificaba el artículo 25 de la constitución de Cádiz, el cual pun­
tualizaba que, para no perder los derechos de ciudadanía, “desde el año de mil
ochocientos treinta deberán saber leer y escribir los que de nuevo entren en el
ejercicio de los derechos de ciudadano”.86
Era natural que se reflejara una mezcla de las teorías existentes, y el mis­
mo fenómeno se dio en todas las nuevas naciones hispanoamericanas. En este
sentido, para el caso de Oaxaca existe un texto titulado “El Congreso Consti­
tuyente a los habitantes del Estado”, que es la parte de motivos precedente a
la constitución misma, una pieza clave en este orden de ideas.87 La primera
sección de la constitución local se refiere a “quiénes son los miembros del es­
tado y de los deberes que deben gozar”; como parte central y de acuerdo con
la tradición gaditana define a la religión católica como “religión de estado” y
precisa que no se aceptaría la práctica de ninguna otra.88 Este hecho, que a los
ojos del liberalismo radical resulta un contrasentido, era, además de un ele­
mento de unidad nacional y estatal, una necesaria transacción entre el “Anti­
guo Régimen” y el asentamiento del liberalismo en su expresión más pura con
el correr de los años.89 También se fijan los principios republicanos básicos, te­

85 Artículo 47 de la “Constitución particular del Estado de Oaxaca". La misma constitución


en su artículo 30 establecía que: “Desde el año de mil ochocientos cuarenta deberán saber leer y
escribir los que de nuevo entren en el ejercicio de los derechos de ciudadano”. Ambas referencias
en Colección, 1851, pp. 60 y 57, respectivamente.
86 Constitución, 1812, pp. 11-12.
87 En las discusiones que se sucedieron para adoptar el primer constitucionalismo en Oaxa­
ca cumplió un papel relevante el costarricense don Florencio del Castillo, personaje que ya se ha­
bía destacado como representante centroamericano desde las Cortes de Cádiz en 1812, quien pos­
teriormente llegó a tierras oaxaqueñas y participó activamente en la vida política y cultural. Sobre
sus actividades en general véase Fernández Guardia, 1971; sobre su papel en las cortes españolas,
consúltese Chust, 1999.
88 La Constitución oaxaqueña de 1825 apunta en su artículo 3o. “La religión de este Estado
es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana. El Estado la protege por leyes sabias y jus­
tas, y prohíbe en su territorio el ejercicio de cualquiera otra”. La de Cádiz en su artículo 12 seña­
la: “La religión de la nación es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verda­
dera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el exercicio de qualquiera otra”.
“Constitución particular”, en Colección, 1851, p. 49 y Constitución, 1812, p. 8.
89 Sobre la necesidad de mezcla entre lo “viejo” y lo “nuevo” en el nacimiento de la repúbli­
ca liberal mexicana, confróntese Lamperiere, 1999, p. 36, y Brioso y Candiani, 1941, pp. 20-24.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 259

ma del debate nacional en el establecimiento del federalismo y que quedaron


plasmados en la constitución de 1824: las libertades públicas e individuales y la
independencia y soberanía para la administración interior del estado, aceptan­
do la subordinación al pacto federal.
Al igual que sus similares de otros estados, los derechos civiles quedaron ga­
rantizados: igualdad ante la ley; libertad civil, seguridad de las personas y la pro­
piedad privada. Los derechos políticos y la definición del ciudadano siguieron
los lincamientos gaditanos. Para ser ciudadano sólo se necesitaba ser “oaxaque­
ño” y tener 21 o 18 años, siendo casado para gozar de la categoría de “ciudada­
no en ejercicio”, que daba derecho a poder ser admitido en todo tipo de em­
pleo “[...] y aun a las primeras magistraturas del estado por sólo nuestros
méritos, talentos y virtudes; libres para obrar, pensar y escribir, sin estar sujetos
más que a la ley [...]”.90 Este tipo de rupturas-continuidades con el pasado co­
lonial permitieron que una figura como Benito Juárez se abriera paso en el
contexto local y llegará a ocupar la primera magistratura nacional.
La segunda sección se refiere a la organización del gobierno. Con el obje­
to de romper el pasado monárquico virreinal y del malogrado imperio de Itur-
bide I,91 se fijó una división estricta de los poderes legislativo, ejecutivo yjudi-
cial, de'manera que jamás se reúnan en unas mismas manos “[...] porque
luego que estén reunidos o confundidos desaparece la libertad, y no hay más
que despotismo”.92 A la par de la división, se imponía también un límite a los
tres poderes, con el objeto de que cada uno de ellos mantuviera su autonomía
e independencia y evitar que alguno de ellos fuera subordinado por los otros.
También se fijaron algunos límites con el objeto de impedir “alguna pre­
cipitación legislativa”. Así se determinó que un congreso bicamaral sería un di­
que “[...] según la experiencia de los pueblos sabios y amantes de la libertad
es la institución de dos cámaras”.93 Esta decisión se inscribía de acuerdo con
“nuestros vecinos del norte, que nos han precedido y dado lecciones en la ca­
rrera de la libertad”.94 Para evitar “el hábito embriagante del poder” de los le­
gisladores, se estableció que la cámara de diputados fuera renovada en su to­
talidad cada dos años y la de senadores en la mitad de sus miembros en ese
mismo lapso de tiempo.
El judicial fue el tercer poder en ser reorganizado por los constituyentes.
El legislativo y el ejecutivo se encargaban de la buena organización de las li­
bertades públicas, y el judicial, de garantizar la libertad civil y los derechos in­
dividuales. Pese a que en lo general en el terreno de lajusticia se refrendaron
muchas de las medidas coloniales, la constitución de 1825 tomó la decisión

«o -g| Congreso Constituyente a los habitantes del Estado", en Constitución Política del Estado
Libre, de Oaxaca, 1825, p. iv.
91 Véase Hamnett, 1984, pp. 309-310.
92 “El Congreso...”, p. v.
9S ¡bid.., pp. vi-vii.
94 Ibid., pp. vii-viii.
260 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de formar los códigos civil, criminal y de procedimientos. Así, el código civil


oaxaqueño de 1828 es reconocido como el primero que se hizo en la mate­
ria en América Latina.
En la práctica, como Oaxaca era una sociedad campesina e indígena, fue
el orden judicial el que presentó mayores problemas. La Constitución local es­
tableció que el poder judicial lo ejercerían el Tribunal de la Corte de Justicia,
los jueces de primera instancia de los partidos y los alcaldes de los pueblos en
sus respectivos casos. Muchos problemas se originaron por la práctica colonial
de que los pueblos se encargaran de administrar la justicia en el ámbito local,
y en la que habían desarrollado larga experiencia.95 Con la constitución gadi­
tana de 1812, los municipios constitucionales se transformaron en un poder
jurisdiccional autónomo, proporcionando así a los pueblos el derecho al auto­
gobierno local.96 La Constitución federal de 1824 y la estatal de 1825 genera­
ron disputas en la administración de justicia a lo largo y ancho del territorio es­
tatal. En más de una ocasión, las autoridades de los pueblos se quejaron de que
los jueces de primera instancia y los gobernadores de los departamentos se en­
trometían en su ámbito de justicia; en otras, eran estos funcionarios y la mis­
ma Corte de Justicia los que acusaban a las autoridades de los pueblos de im­
pedir la aplicación expedita de la misma.
Para volver a nuestro cuestionamiento original: ¿era la Constitución de
1825 “exótica" para Oaxaca? Lo cierto es que en los años en que fue promul­
gada y haciendo un balance de otras experiencias constitucionales en Europa
y en Iberoamérica, la mezcla entre lo “viejo” y lo “nuevo” fue una constante.
Como quiera que sea, si bien los gobiernos que fungieron entre 1825 y 1857,
fecha en que se promulgó la nueva constitución estatal, tuvieron que enfren­
tar infinidad de problemas, una inestabilidad crónica y múltiples rebeliones
campesinas e indígenas para establecer el “liberalismo práctico”, nadie puede
negar que con su ejercicio del poder y sus acciones legales e ilegales quizás no
construyeron una “santa fraternidad” entre tehuantepecanos, mixtéeos, coste­
ños y serranos, como la deseaban los primeros constituyentes, pero sentaron
las bases iniciales para un nuevo pacto de gobernabilidad en Oaxaca.

V. EPÍLOGO. “PIDE AL TIEMPO QUE VUELVA”

A fines del siglo xix, el padre José Antonio Gay se preguntaba inteligentemen­
te, ¿por qué cuando más control tenían los realistas del territorio oaxaqueño
y los insurgentes estaban reducidos a cero, se consumó la independencia en es­
ta provincia el 31 de julio de 1821? Una pregunta similar puede plantearse pa­
ra el establecimiento del federalismo en Oaxaca entre 1823 y 1825: ¿por qué

95 Tanck, 1999, p. 35.


96 Annino, 1997, pp. 71-72; Tanck, 1999, p. 48.
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN OAXACA, 1823-1825 261

los grupos tradicionales de poder, encabezados por la élite mercantil, que con­
trolaban el cabildo de la ciudad capital, institución que dirigió el proceso, op­
taron por el sistema federalista republicano? Aunque la respuesta tiene varias
aristas, concluiré con las que considero más relevantes.
Oaxaca, como integrante del imperio español, se vio afectada por el largo
proceso de transición del “Antiguo Régimen” al estado moderno que se verifi­
có en el mundo occidental. Así, las élites tradicionales locales, que en un prin­
cipio se opusieron a las reformas borbónicas e incluso lucharon por que el sis­
tema español retomara su forma previa a 1786, poco a poco cayeron en la
cuenta de que tenían que ponerse al día si es que deseaban seguir comandan­
do la provincia. De entrada, debido a la extensión de la ciudadanía a amplios
sectores sociales y a las nuevas formas de representación municipal y provincial
tuvieron que aceptar la presencia de nuevos actores e instituciones políticas.
Sin embargo, optar por el sistema federal se convirtió, parafraseando a Brian
Hamnnett, en el mejor camino para poder dirimir sin “perturbaciones exter­
nas” sus cuestiones domésticas.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA,
MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA:
GUANAJUATO, 1820-1826

José Antonio Serrano Ortega*


El Colegio de Michoacán

El sentido de la frase “muchos méxicos” se hace evidente cuando se estudian el


establecimiento y el desempeño del sistema federal entre 1823 y 1826. Si bien en
1823 las élites regionales mexicanas coincidían en agravios y rechazos comunes
(la disolución del congreso constituyente y los préstamos extraordinarios, por
ejemplo), apoyaron el Plan de Casa Mata por muy distintas razones. En el caso
de la provincia-estado de Guanajuato, tres fueron las circunstancias que en esos
años condicionaron las reacciones de las élites políticas locales: el pánico a la
“anarquía” (el miedo a que estallara una guerra civil); su búsqueda por una ma­
yor autonomía (un gobierno local con amplias facultades políticas, militares y so­
bre todo, fiscales), y la fuerza del municipalismo en Guanajuato (la multiplica­
ción de los ayuntamientos después del restablecimiento de la Constitución de
Cádiz, en 1820). Estas tres circunstancias explican las reacciones de los grupos
políticos de Guanajuato ante los acontecimientos que definieron la primera
configuración del sistema federal mexicano: la proclamación del Plan de Casa
Mata, la organización de la coalición de provincias convocada por la diputación
de Michoacán, la reunión del nuevo congreso constituyente, la jura del Acta
constitutiva y los debates que desembocarían en la Constitución de 1824.

“GOBIERNO SUPREMO DE LA PROVINCIA”:


EL PLAN DE CASA MATA EN GUANAJUATO

A partir de 1820, las élites políticas de Guanajuato demandaron a las autorida­


des novohispanas establecer una diputación provincial en la ciudad de Guana­
juato la que, junto con el jefe político, se encargaría de gobernar “esta parte
del imperio”. La nueva institución permitiría que la provincia no dependiera
de la diputación de San Luis Potosí, como pretendían las autoridades virreina­
les que el 11 de agosto habían ordenado que la provincia de Guanajuato nom­

* Agradezco al doctor Jaime Rodríguez los comentarios hechos a una versión anterior de es­
te artículo.

263
264 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

brara a cuatro diputados y un suplente ante dicha diputación.1 “Por la premu­


ra del tiempo”, las autoridades novohispanas autorizaron a los síndicos y regi­
dores del ayuntamiento de Guanajuato designar los representantes de la pro­
vincia ante el órgano representativo que se reuniría en San Luis Potosí. En la
segunda semana de septiembre de 1820 fueron elegidos como diputados pro­
pietarios José Mariano Sardaneta, marqués de Rayas, diputado de minería y
principal parcionero de la mina de Rayas; Mariano Marmolejo, hacendado de
León; José María Septién, diputado de minería y síndico y regidor de León en
diversas ocasiones, y José María Nuez de la Torre, originario de San Miguel e
integrante del cabildo de esta ciudad.2 Sin embargo, el cabildo de la capital de
la provincia, como recordaban en enero de 1821 los síndicos y regidores, de­
signó bajo protesta a los representantes de Guanajuato ante la diputación de
San Luis, impelidos por el deber de no entorpecer el funcionamiento de la
Constitución y para obedecer los mandatos superiores.3 Pero de inmediato
añadieron que lo más apropiado era establecer una diputación en Guanajua­
to, independiente de la de San Luis.
Las élites políticas de Guanajuato instruyeron a sus representantes ante las
Cortes reunidas en Madrid que promovieran cuanta medida estuviera en sus
manos con el fin de satisfacer su demanda de un órgano representativo pro­
pio, conforme al artículo 325 de la Constitución.4 Este artículo, que fue citado
por los representantes de Guanajuato y también por los de Michoacán, Puebla,
Yucatán y Oaxaca, señalaba que: “En cada provincia habrá una diputación lla­
mada provincial, para promover su prosperidad, presidida por el jefe supe­
rior”. Manuel de Cortázar, diputado a cortes por la provincia de Guanajuato,
fue uno de los representantes novohispanos más activos a favor de que se cum­
pliera el artículo 325 de la carta gaditana. El 17 de marzo, Cortázar, junto con
Ramos Arizpe, Michelena y Zavala, entre otros representantes americanos, fir­
mó una proposición a favor de que se estableciera una diputación en cada una
de las provincias que no la tuvieran.5
Con el apoyo de los diputados americanos y de gran parte de los peninsu­
lares, el 9 de mayo de 1821 las Cortes publicaron el decreto que autorizaba ins­
talar diputaciones en todas las provincias ultramarinas en las que no funciona­
ran estos cuerpos. Este decreto fue difundido en una convulsionada Nueva
España. Meses antes, en marzo de 1821, Agustín de Iturbide había proclama­
do el Plan de Iguala, que rápidamente fue respaldado por gran parte de los
ayuntamientos de las provincias, como fue el caso de los cabildos de la provin­
cia de Guanajuato. A sabiendas de que la instauración de las diputaciones era

1 Benson, 1955, pp. 58-59.


2 Noticias Generales, 27 de septiembre de 1820.
* ahug, Actas de Cabildo, Guanajuato, 21 de enero de 1821.
4 llni., 15 de marzo de 1821.
s Citado en Benson, 1994, p. 57.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 65

una de las demandas con mayor arraigo en las provincias, Iturbide, junto con
el resto de los integrantes de lajunta Provisional Gubernativa, determinó el 8
de noviembre de 1821 crear nueve diputaciones provinciales, entre las cuales
estaba la de Guanajuato, y que se convocara a elecciones de diputados para
enero del siguiente año.
En diciembre de 1821, se llevaron a cabo en las distintas poblaciones gua-
najuatenses las elecciones para elegir a los integrantes del cuerpo representa­
tivo provincial. Finalmente, en marzo de 1822 la diputación se instaló y comen­
zó a sesionar. Vale la pena destacar que, a lo largo de 1822, los diputados de
Guanajuato se ciñeron a las atribuciones que la constitución de Cádiz confería
a las diputaciones provinciales y cumplieron a la letra con lo dispuesto por el
artículo 335 de la carta gaditana. Enviaron al jefe político sus dictámenes sobre
la solicitudes de varias poblaciones que demandaban erigir su propio ayunta­
miento. Dieron parte sobre las anomalías que habían registrado en el manejo
de los propios y arbitrios de los cabildos. Recomendaron al jefe político cobrar
nuevos impuestos para fomentar la educación entre la población local, y pro­
pusieron que se mejorara la recaudación de las alcabalas y de la pensión rústi­
ca. Así, entre febrero de 1822, en que se instaló, hasta febrero de 1823, fecha
en que se adhirió al Pian de Casa Mata, la Diputación informó, propuso, reco­
mendó, consultó y sugirió al jefe político lo que consideraba importante para
mejorar el buen gobierno de la provincia de Guanajuato. En ese lapso de tiem­
po, este órgano representativo local dependió del ‘jefe superior de la provin­
cia”. El jefe político, en efecto, fue el encargado de administrar y gobernar
Guanajuato durante esos meses. Primero Fernando Pérez Marañón, y después
Domingo Chico, dos funcionarios muy relacionados con Iturbide y con los
grupos políticos y económicos provinciales, fueron los responsables de ejecu­
tar, organizar y vigilar la buena marcha de los diversos aspectos relacionados
con la administración pública de Guanajuato. También correspondió al jefe
político ser “el gozne” entre Guanajuato y el gobierno imperial, como señaló
Chico. La “autoridad superior de la provincia” llevó a cabo lo ordenado por los
ministerios de Hacienda, Guerra y Relaciones Interiores, además de que infor­
mó continuamente al Emperador sobre las actividades de los grupos políticos
guanajuatenses.6
Sin embargo, el Plan de Casa Mata vino a trastocar, entre otras cosas, esta
relación de dependencia entre el jefe político y la Diputación Provincial a tal
punto que esta institución local se convirtió, a partir de marzo de 1823, en el
“gobierno supremo de esta provincia”. El 23 de febrero de 1823, los diputados
y el jefe político se adhirieron al Plan de Casa Mata, a los pocos días de que és­
te había sido proclamado. Varias circunstancias facilitaron que la Diputación
de Guanajuato respaldara tan rápido a los militares. Seguramente, Luis de Cor­

6 blag-aai, correspondencia de diversas autoridades con Iturbide en distintos meses del año
de 1822.
266 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tázar, latifundista de Celaya y uno de los militares que encabezaba el Plan de


Casa Mata, buscó y logró previamente el respaldo de las élites políticas de las
poblaciones de Guanajuato, como había sucedido en 1821, cuando el propio
Cortázar los convenció de que se sumaran al Plan de Iguala.7 Sin duda, dos fac­
tores más pesaron sobremanera en el ánimo de los diputados provinciales. Por
una parte, la disolución del Congreso Constituyente, y el que se hubiera arres­
tado a Joaquín de Obregón, uno de los diputados de la Provincial ante ese
cuerpo legislativo nacional.8 Por otra, las medidas emprendidas por el Minis­
tro de Hacienda del Imperio, quien exigió préstamos extraordinarios y propu­
so administrar directamente la captación, los impuestos mineros y el estanco
del tabaco.9 Estas providencias fueron calificadas de “insostenible centralismo”
por los grupos políticos y económicos regionales de Guanajuato, al igual que
los de otras regiones de México.
El Plan de Casa Mata concedió a las élites provinciales un mayor control
sobre el “gobierno político" de sus respectivas localidades, en particular sobre
la gestión de las contribuciones y sobre la estructura militar, por lo menos así
lo interpretaron los diputados de la provincia de Guanajuato. El 7 de marzo,
los representantes de Guanajuato señalaron al jefe político Domingo Chico
que se habían sumado al plan “regenerador” porque éste confería a la “Dipu­
tación Provincial todas las facultades propias de un gobierno supremo, cual
debe ejercer en las actuales circunstancias”.10 Por consiguiente, su primera
obligación era velar por la “buena marcha” de la hacienda pública, y después
organizar la defensa militar de la provincia para precaver cualquier amenaza
“externa”, sobre todo del comandante general de San Luis Potosí.11
Para asentarse como “supremo gobierno”, la Diputación Provincial impul­
só tres medidas. En primer lugar, desplazó al jefe político como “suprema au­
toridad”. El 7 de marzo los diputados informaron a Domingo Chico que la pro­
vincia “reasumía su soberanía”, por lo que su autoridad estaba mermada. Es
muy probable que Chico intentara conservar su preminencia, en particular
que promoviera varias medidas para evitar que la Diputación asumiera el con­
trol de la hacienda pública y de las milicias nacionales. La Diputación ordenó
arrestarlo y lo envió a la ciudad de Querétaro,12 y en su lugar designó a Manuel
de Cortázar, emparentado con los patricios de las ciudades de Guanajuato y
Celaya. En segundo lugar, los diputados exigieron al coronel Pedro Otero, co­
mandante militar de la provincia, acatar sólo sus órdenes y no las del gobier­
no de la ciudad de México. Otero aceptó respaldar sus decisiones y auxiliar a

7 Serrano, 1993.
8 Anna, 1992, p. 114.
9 Anna, 1992, y Tenenbaum, 1989.
10 ahgto, Artas de la diputación provincial, 7 de marzo de 1823.
11 Ibid., 8 de marzo de 1823.
12 agn, Gobernación, sin sección, 49, exp. 14, Diputación al Ministro de Relaciones, Guana­
juato, 18 de abril de 1823.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMIA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 67

las autoridades locales en caso de que Iturbide movilizara tropas contra Gua­
najuato.13 Por último, los diputados guanajuatenses ordenaron a los emplea­
dos de la hacienda imperial no enviar a la ciudad de México ninguna cantidad
recaudada por el gobierno imperial en Guanajuato; en particular, las ganan­
cias del estanco del tabaco y del impuesto minero se destinarían a pagar los
destacamentos militares que se levantarían en unos días más.14José María Fer­
nández logró que la diputación aprobara una enmienda que fijaba que “la Na­
ción”, esto es, Guanajuato, vigilaría la recaudación de los impuestos y graváme­
nes de la provincia.15
Así, entre febrero y abril de 1823, la diputación se convirtió, al interior de
Guanajuato, en “supremo gobierno”: desplazó al jefe político, fue reconocida
por Otero como la encargada de organizar las tropas provinciales y también
del ejército, y se transformó en la instancia fiscalizadora de la hacienda públi­
ca. Al exterior, la Diputación también fue la responsable de fijar la postura de
Guanajuato ante los acontecimientos y las negociaciones que se sucedieron
después de marzo de 1823. En particular, designó a Ignacio Obregón como re­
presentante de la provincia ante lajunta de Puebla, a quien se le instruyó pa­
ra que abogara porque se llamara a elecciones de un nuevo congreso, y por
consiguiente, que no se reconociera a lajunta nacional constituyente, ya que
“es un órgano extraño al sistema constitucional".16 Desde mediados de marzo,
los diputados de Guanajuato defendieron la reunión de un nuevo congreso
constituyente y que se eligiera con distintas bases electorales a los diputados
nacionales.

“EVITAR LA ANARQUÍA”: LA DIPUTACIÓN Y LAJUNTA DE CELAYA

Pero si los diputados de Guanajuato demandaron una nueva ley electoral y la


reunión de un nuevo congreso, al mismo tiempo rechazaron las providencias
impulsadas por las diputaciones de Guadalajara y Zacatecas. Las consideraron
“anárquicas” y una seria amenaza a la unidad de México. A principios de ma­
yo, la Diputación de Guadalajara informó al gobierno de la ciudad de México
que sólo reconocía al antiguo congreso como convocante, que en la provincia
no se acatarían los decretos y providencias del congreso y del Supremo Poder
Ejecutivo, que declaraba la independencia absoluta del resto del país en cuan­
to a sus asuntos provinciales se refería y convocaba a las otras provincias a es­
tablecer la federación.17

” ahgto, Actas de la diputación provincial, 11 de marzo de 1823.


14 Ibid.., 18 de marzo de 1823, y agn, Minería, 211, exp. 193, Antonio Paredes ajosé María
Anaya, Guanajuato, 24 de abril de 1823.
15 ahgto, Actas de la diputación provincial, 8 de abril de 1823.
10 Ibid., 9 y 10 de marzo de 1823.
17 Benson, 1994, p. 169.
268 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Unos días después de la declaración de Guadalajara, el cabildo de la ciu­


dad de Guanajuato dirigió una representación al antiguo congreso nacional
para demandar que se expidiera de inmediato una nueva ley electoral y se reu­
niera una nueva corporación constituyente.18 Los síndicos y regidores de la
ciudad de Guanajuato consideraban que los diputados de Guadalajara obra­
ban acertadamente, pero consideraban muy peligroso que la diputación “se
haya substraído de la obediencia aun del Supremo Poder Ejecutivo” y que hu­
biera “invitado a las demás provincias a que la imitasen”. Si se seguía el ejem­
plo de la Guadalajara, el país se desmembraría, y la anarquía no podría conte­
nerse. El comandante general Pedro Otero coincidía con el cabildo de
Guanajuato en que era reprensible que Guadalajara hubiera “dado un paso
violento”, que podría provocar la guerra civil y la “división”.19 Lo importante
era “moderar las pasiones”, esto es, esperar a que se expidiera la convocatoria
a elecciones, dejar que el nuevo congreso constituyera libremente a la nación
y reconocer al Supremo Poder Ejecutivo como el “centro de unión” de todo
México.
Dos acontecimientos más influyeron para que las autoridades de la provin­
cia de Guanajuato buscaran “moderar las pasiones” y, con ello, evitar la “anar­
quía”. El 15 de junio, el brigadier Gaspar López se pronunció en Silao a favor
del restablecimiento de la república, y también por expulsar del país a todos
los españoles.20 Para los diputados provinciales, el pronunciamiento de López
era muestra palpable de que el país estaba sobre un polvorín, que era necesa­
rio no alentar las discordias y las divisiones, sino contener las “pasiones”.
La “reunión de Cortázar con los de Querétaro” fue el otro acontecimien­
to que perturbó a los diputados de Guanajuato. El 11 de junio, la Diputación,
el ayuntamiento y el comandante general de Querétaro, general Luis de Cor­
tázar, se habían reunido para opinar sobre los “acontecimientos del día”, en
particular sobre el “funestísimo” plan que había proclamado Santa Anna en
San Luis Potosí, y acerca de las proclamas de los “pueblos a favor de la federa­
ción”.21 Después de deliberar, los “militares y los ciudadanos libres” firmaron
un acta en la que acusaban al congreso nacional de causar “tantos males” por
su renuencia a expedir la convocatoria, aprobaban los planes proclamados en
San Miguel y Celaya a favor de la república federal y, al igual que en Guadala­
jara, sólo reconocían al congreso como convocante. Por último, el general Luis
de Cortázar y las autoridades civiles acordaron reconocer al general Miguel Ba­
rragán como jefe de las tropas reunidas de Guanajuato, Valladolid, Querétaro

18 ahuc, documento 473, Ayuntamiento de Guanajuato al congreso nacional, 24 de mayo de


1823.
19 ahl, 1823-1, leg. 3, Pedro Otero al comandante militar de León, Guanajuato, 23 de mayo
de 1823.
20 ahgto, Guerra, caja 1, exp. 16, José María Obregón al jefe de policía, León, 20 de junio de
1823, y Bustamante, 1985, pp. 168-169.
21 Acta de Querétaro, 11 de junio de 1823, El Sol, 19 de junio de 1823.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 69

y San Luis Potosí. La máxima autoridad militar de las provincias no sería el po­
der ejecutivo, ni tampoco el Ministerio de la Guerra, sino Barragán.
Cortázar se había excedido en Querétaro. Así fue como la Diputación de
Guanajuato calificó el plan de Querétaro, cuando se reunió el 16 de junio pa­
ra evaluar “el estado de confusión provocado por las movilizaciones a favor de
la república federal popular”. Los diputados provinciales consideraban que se
habían cometido excesos en muchas partes del país, y por muchas institucio­
nes. Si bien coincidían con la corporación de Guadalajara en la necesidad de
convocar al nuevo congreso, no eran del mismo sentir sobre las medidas que
tendían a enfrentar a las provincias con el poder ejecutivo.22 Los diputados
guanajuatenses temían que los “excesos” provocaran una guerra civil y, en par­
ticular, “la caída de la ciudad de México”, es decir, el que las provincias y los
militares no reconocieran más al gobierno nacional como centro de unión
del país.
Para prevenir la “anarquía”, la Diputación Provincial de Guanajuato acep­
tó la invitación hecha por la Diputación de Valladolid para que en la ciudad de
Celaya se reunieran los representantes de esas dos provincias, más los de San
Luis Potosí y Querétaro. El mismo 26 de junio, la Diputación guanajuatense
designó a Benigno Bustamante como su representante. El principal objetivo
del comisionado ante lajunta de Celaya sería “uniformar la opinión de esas
cuatro provincias y dirigirla hacia un centro común para evitar los horrores de
la anarquía”. Seguramente se consideraba como el centro común al congreso
constituyente, ya que se ordenaba a Bustamante trabajar a favor de que se re­
conocieran las “órdenes que el actual (congreso nacional) dictare [...] serán
obedecidas por los casos ejecutivos y del momento". En este sentido, el comi­
sionado también debía abogar para que las provincias “no se anticipen a for­
mar sus [constituciones] particulares, sino que aguardarán a que el futuro con­
greso como constituyente-de la nación expida según corresponda”. Así, para la
Diputación de Guanajuato las prioridades eran, primero, reconocer al congre­
so nacional actuante como la autoridad legítima; segundo, esperar la reunión
del congreso constituyente, y dejarlo en libertad para establecer la forma de
gobierno más conveniente al país, y por último, que las provincias elaboraran
sus propias constituciones sin entrar en contradicción con la constitución ge­
neral. Bustamante podría reconocer a Miguel Barragán como jefe de las tropas
de las cuatro provincias, pero con la única encomienda de mantener la tran­
quilidad pública y supeditarse a lajunta de Celaya.
Luis de Cortázar no vio con buenos ojos la postura de la Diputación de
Guanajuato en contra del predominio de los militares dentro de la unión de
las cuatros provincias. Maniobró para que los oficiales de las milicias organiza­
das en las poblaciones guanajuatenses se adhirieran al Acta de Querétaro. Co­
mo lo reconoció Mariano Villaurrutia, oficial de la milicias de San Miguel, el

22 ahgto, Actas de la diputación provincial, 16 de junio de 1823.


270 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

comandante general de Querétaro le había ordenado pronunciarse a favor de


la federación y de la organización de un ejército encabezado por Barragán.23
Por su parte, el ministro de Relaciones Interiores, el guanajuatense Lucas Ala­
mán, intentó que la provincia de Guanajuato no alentara la reunión de los re­
presentantes de las provincias de Valladolid, Querétaro y San Luis Potosí. Ala­
mán escribió a la Diputación guanajuatense que era inútil y peligroso seguir
empeñados en convocar lajunta de Celaya,24 la que no favorecía la pacifica­
ción del país y empujaría a la “patria a la anarquía y a la guerra civil”.
Sin embargo, las presiones de Alamán y de Cortázar no surtieron efecto.
La Diputación de Guanajuato continuó insistiendo en que era necesaria lajun­
ta de Celaya. El 10 y el 11 de julio se reunieron en Celaya los cuatro delegados
de las provincias de Michoacán (Martín García de Carraquedo), de Querétaro
(Joaquín de Oteyza y Vicente Lino Soto), de San Luis Potosí (Tomás Vargas) y
de Guanajuato.25 En el primer día, los delegados acordaron informar al gobier­
no nacional que la provincia de Valladolid había propuesto la reunión de las
provincias con el fin de mejorar la deplorable situación de la hacienda públi­
ca y organizar la milicia nacional. Reconocían que también se había conside­
rado la necesidad de presionar al congreso para que expidiera la convocatoria
y asegurar que en las próximas elecciones “se nombrasen sujetos notoriamen­
te adictos a la libertad interior y exterior de la Nación”. Pero nunca había sido
el objetivo de las diputaciones provinciales “substraerse a la autoridad del Go­
bierno”, por lo que era errónea definir a lajunta de Celaya como una ‘junta
gubernativa”, como acusaban sus enemigos. Por el contrario, las diputaciones
de las cuatro provincias habían propuesto reunirse para detener los pronuncia­
mientos militares de las “guarniciones de algunos pueblos de Guanajuato”, que
pretendían substraerse de la obediencia al supremo poder ejecutivo. La reu­
nión de las cuatro provincias, muy al contrario de atentar contra la unión del
país, tenía el propósito de beneficiar al gobierno nacional, uniformar la opi­
nión de las demás provincias y contener a los comandantes generales de las
cuatro provincias.
Estos objetivos se plasmaron en el acuerdo final de lajunta de Celaya. Los
comisionados resolvieron reconocer al Supremo Poder Ejecutivo como “único
punto de unidad”. También coincidían en que la opinión de Michoacán, Va­
lladolid, San Luis y Guanajuato estaba a favor del establecimiento de una repú­
blica federa] “en los términos que el futuro congreso determinare”. Por últi­
mo, agradecían a Miguel Barragán por su “patriótico celo”. De inmediato se
disolvió lajunta, “para satisfacer el pedido del supremo gobierno”.

25 Guerra, caja 1, exp. 25, Vilaurrutia al jefe político, San Miguel, 22 de junio de 1823.
ahgto,
24 AHGTO,libros correspondencia del jefe político, 1823, Alamán a Manuel de Cortázar, 27 de
junio de 1823 y agn, Gobernación, sin clasificar, caja 1822, caja 6, Manuel de Cortázar a Lucas Ala­
mán, Guanajuato, 30 de junio de 1823.
25 acn, Gobernación, sin clasificar, legajo 67, exp. 1, Acta de lajunta de Celaya, 10 y 11 de julio.
FEDERALISMO YANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 271

Fueron inmediatas las repercusiones del acuerdo de lajunta de Celaya. El 12


de julio, Luis de Cortázar escribió a Nicolás Bravo que si bien los militares esta­
ban a favor de la república federal, también sabrían esperar y respetar las reso­
luciones tomadas por el actual congreso.26 Por su parte, Pedro Otero reafirmó
su lealtad a la “soberanía” de la diputación de Guanajuato. Otros factores fueron
igual de importantes para contener a los militares: la movilización de tropas al
mando de los generales Gabriel Armijo y Nicolás Bravo, y la rendición de Santa
Anna en San Luis Potosí. Lajunta de Celaya también benefició de forma inme­
diata al gobierno nacional: se apagaba un foco rojo que preocupaba sobremane­
ra a Lucas Alamán.27 Apaciguado el Bajío, el Supremo Poder Ejecutivo tuvo ma­
yores posibilidades de “negociar” con las armas en la mano con Guadalajara.

REFORZAR LA AUTONOMÍA FISCAL

Si bien la Diputación de Guanajuato siguió como estrategia fortalecer al poder


ejecutivo nacional y “contener los ánimos” de las provincias, no quitó el dedo
del renglón de que las autoridades de la provincia deberían recaudar y admi­
nistrar las contribuciones locales y organizar las milicias nacionales. A pocos
días de la disolución de lajunta de Celaya, la Diputación de Guanajuato orde­
nó a todos los empleados de la hacienda pública, tanto provinciales como na­
cionales, velar por el buen manejo de los caudales públicos y los amenazó con
suspenderlos en caso de que no acataran sus órdenes.28 Se reafirmaba el dere­
cho de Guanajuato a beneficiarse de los impuestos que se generaban en su te­
rritorio.
Las élites políticas de Guanajuato trasladaron su defensa de la autonomía
fiscal de la provincia a los órganos legislativos y administrativos, sobre todo al
Congreso Nacional Constituyente, el que abrió sus sesiones el 4 noviembre de
1823 y que tenía como encomienda, primero, redactar el Acta constitutiva de
la federación, y después, la Constitución. En este órgano legislativo nacional,
la fracción parlamentaria de Guanajuato estuvo a favor del federalismo, e in­
cluso, como señala Quinlan, tendieron al confederalismo.29 Los legisladores
guanajuatenses, siguiendo muy de cerca los poderes que les había ordenado
acatar la Diputación de su estado,30 votaron a favor de la república federal y de

26 ahdn, Cancelados, expediente Luis de Cortázar, Cortázar a Bravo, Querétaro, 12 de julio


de 1823.
27 Rodríguez, 1992, pp. 15 y 17.
28 ahgto, Guerra, caja 4, exp. 13, Vicente Sotomayor al jefe político, Salvatierra, 22 de julio
de 1823.
29 Quinlan, 1994.
50 Rodríguez, 1993, p. 521. En el congreso constituyente, la fracción parlamentaria de Gua­
najuato estaba formada por José María Anaya, Juan Bautista Morales, Juan Ignacio Godoy, José Mi­
guel Llórente, José María Uribe yjosé Felipe Vázquez.
272 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

que se reconociera a los estados libres e independientes y salvo Anaya, también


soberanos.31
Desde los órganos de gobierno del estado de Guanajuato, las élites políti­
cas locales también buscaron asegurar la autonomía fiscal del estado, sobre to­
do a través del congreso constituyente del estado de Guanajuato, el cual abrió
por primera vez sus sesiones el 25 de marzo de 1824. Desde su instalación, la
organización de la hacienda pública fue el tema recurrente en debates parla­
mentarios. Y no es de extrañar esta preponderancia, ya que se consideraba que
una hacienda pública bien organizada y con amplios recursos era el principal
camino para que funcionara el sistema federal. Los diputados guanajuatenses
impulsaron dos providencias muy relacionadas para lograr que funcionara el
federalismo fiscal: por una parte, exigieron que los “estados hermanos” de
Querétaro y Valladolid no afectaran la autonomía fiscal de Guanajuato, y por
otra, respaldaron la ley de agosto de 1824, que establecía un sistema fiscal muy
favorable a las haciendas estatales.
Es bien sabido que las élites regionales vieron en el federalismo un medio
institucional privilegiado para beneficiarse de los impuestos recaudados en sus
respectivos estados.32 Pero lo que no se ha resaltado lo suficiente es que las éli­
tes regionales no sólo tuvieron que enfrentar al gobierno nacional en la “reba­
tinga de los impuestos”, como la calificó Carlos María de Bustamante; también
se enfrentaron entre sí los gobiernos particulares, las autoridades de los esta­
dos. Así sucedió entre Guanajuato y Valladolid por el usufructo de los diezmos
antes recaudados por la mitra vallisoletana. En 1824, las élites políticas guana­
juatenses exigieron que las finanzas públicas de “su” estado administraran el
impuesto agrícola recaudado en las pingües tierras abajeñas. El 8 de abril de
1824, el diputado Incapié propuso “invitar” al gobierno del estado de Michoa­
cán a llevar por separado las cuentas de los diezmos correspondientes a ese es­
tado y al de Guanajuato, ya que éste “era soberano e independiente de cual­
quier autoridad”.33 Después de aprobar el dictamen, los diputados acordaron
ordenar a los recaudadores de los pueblos limítrofes con Michoacán no enviar
a la caja de la mitra de Valladolid ningún ingreso de la renta eclesiástica. Esta
resolución del congreso fue tomada como respuesta a la solicitud hecha por la
diputación de Valladolid de que “se reunieran ambos estados”. En efecto, a fi­
nales de marzo, el licenciado Juan Francisco Azcárate propuso, a nombre de
las autoridades de Valladolid, que ambos estados formaron una sola entidad
política, con una capital común y una hacienda pública compartida. Muchas
razones se adujeron en el congreso de Guanajuato para rechazar la proposi­
ción, pero la que más pesó fue la que expuso en tribuna el diputado José Inca-
pié: “se opuso a la solicitud de Valladolid diciendo que Guanajuato era Estado

81 Barragán, 1994, pp. 200 y 204.


82 Tenenbaum, 1998, Carmagnani, 1998, Serrano, 1998,Jáuregui, 1999, Serrano, 2001.
38 ahcd, Diario, 8 de abril de 1824.
FEDERALISMO V ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 273

codiciado por lo cuantioso de sus diezmos”.34 Las otras razones fueron que Va­
lladolid atentaba contra el derecho público “que enseña que en un sistema fe­
derado todos los Estados deben ser iguales, y que Valladolid aspira a ser mayor
que Querétaro y que otros muchos otros”. Además, Guanajuato no necesitaba
unirse a otros estados: “su agricultura y sus minas apenas tienen semejanza en
la federación”. Por el contrario, unirse a Valladolid implicaría que continuara
la extracción de recursos de Guanajuato. Con el sistema federal, los legislado­
res guanajuatenses estaban seguros de que “sus” recursos fiscales sólo benefi­
ciarían a “su” estado.
La otra providencia que impulsaron las élites políticas de Guanajuato pa­
ra que funcionara el sistema federal, fue ordenar a sus representantes ante el
congreso constituyente nacional apoyar medidas que aseguraran que no resur­
giría un poderoso gobierno nacional que les disputara la autonomía y las “li­
bertades” ganadas a la caída de Iturbide.35 Entre estas medidas vale la pena
destacar en este momento la publicación de la ley del 24 de agosto de 1824
que deslindaba las rentas que correspondían recaudar y administrar a los esta­
dos y al gobierno federal. En la ley se estipulaba que el gobierno federal per­
cibiría el contingente fiscal de los estados, los derechos de exportación e im­
portación, la acuñación de monedas, el monopolio de la sal, el derecho sobre
los bienes nacionales y la producción, venta y distribución del tabaco en rama.
Cada estado, por su parte, cobraría las alcabalas, los derechos sobre el oro y la
plata, las contribuciones individuales, los impuestos sobre el pulque y las pe­
leas de gallos, dos novenas partes de los diezmos y la manufactura de tabaco,
así como la venta de cigarros y puros.
La puesta en marcha de la ley de agosto de 1824, y la consiguiente división
de las rentas nacionales entre el gobierno federal y el estatal, fue un proceso di­
fícil en Guanajuato. En particular, el contingente, a lo largo de la primera repú­
blica federal, fue un tema-candente de las relaciones entre el gobierno nacio­
nal y las autoridades del estado de Guanajuato.36 En julio de 1824, el congreso
nacional constituyente asignó a Guanajuato un monto de 218 750 pesos como
contribución federal. El congreso de Guanajuato, en octubre de 1824, no acep­
tó el monto asignado como contingente, ya que la tesorería estatal había reci­
bido como rentas públicas “un cadáver con la obligación de darle vida en muy
pocos días”.37 Los cortos y “rateros” ingresos estatales impedían cumplir sus
obligaciones y en estas circunstancias sólo quedaba suspender los sueldos de la
burocracia estatal, endeudarse con la tesorería nacional y “no se podrá poner
en sistema su hacienda, y sin fondos, sin recursos y sin gobierno, verá con do­

34 ahcd, Diario, 3 de abril de 1824.


35 Otras dos medidas fueron sancionar la soberanía de los estados en el acta constitutiva de
1823 y en la constitución federal de 1824, y fortalecer las milicias de los estados en detrimento del
ejército bajo las órdenes del gobierno federal. Rodríguez, 1991, 1992 y 1993b, y Vázquez, 1992.
36 Serrano, 2001.
37 ahgto, Secretaría, 10, exp. 2, congreso, 8 de octubre de 1824.
274 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lor el congreso que sus comitentes perecen en una disolución acaso inevitable”.
Para evitar esta catastrófica situación, los diputados estatales propusieron sus­
pender el contingente hasta que se organizaran las rentas del estado y se recu­
perara la minería, esa “Diosa de la abundancia que se vino a sentar entre noso­
tros”, y que con el impulso del capital extranjero aumentaría su producción. Si
se concedía esa suspensión, Guantyuato podría pagar sus rentas y sus deberes
con la federación. Las presiones de los diputados de Guanajuato y de los otros
estados surtieron efecto en corto tiempo. A principios de 1825, el gobierno fe­
deral redujo durante un semestre la tercera parte del contingente.
El control sobre el estanco también generó un duro enfrentamiento entre
los diputados del congreso guanajuatense y el gobierno federal.38 La ley de di­
visión de rentas de agosto de 1824 estipulaba que el Ministerio de Hacienda
vendería a los gobiernos locales tabaco en rama cultivado en las villas de Vera-
cruz, y a los estados que no contaran con fábricas tabacaleras les remitiría ci­
garros y puros de la factoría de la ciudad de México. Sin embargo, en octubre
de ese año los diputados García de León y Palacios se quejaban de que el go­
bierno federal no había cumplido su responsabilidad. Hacía un año que Gua­
najuato no recibía ni un solo cajón de tabaco, con lo que los ingresos estatales
eran insuficientes para pagar la administración pública. Los diputados propu­
sieron dos soluciones. Primero, contratar directamente con las villas producto­
ras del tabaco en rama, aun cuando se lesionaran los derechos del gobierno fe­
deral.39 Y segundo, que el estado pagara únicamente la tercera parte de su
contingente fiscal. El diputado Incapié justificó estas medidas acusando a Fran­
cisco Arrillaga, ministro de Hacienda, de “evitar [que] los estados cuenten con
recursos bastantes para que no puedan cumplir con el cupo señalado ni sus
gastos, y para que su forma de gobierno llegue a ser central”.40 Este argumen­
to anticentralista determinó la votación, y todos los diputados aprobaron remi­
tir al presidente de la república una enérgica protesta contra “las aviesas" in­
tenciones del ministro de Hacienda.
A los pocos meses, el gobierno federal envió a Guanajuato una gran can­
tidad de libras de tabaco en rama y cajas de cigarrillos y puros. Esta medida in­
dica el grado de éxito con que las élites políticas de Guanajuato impusieron al
gobierno federal los términos de negociación sobre el estanco; amenazando
con no pagar el cupo fiscal, una de las principales entradas de la hacienda na­
cional, el congreso de Guanajuato consiguió la entrega del tabaco.
Hasta aquí he resaltado que la Diputación de Guanajuato respaldó el esta­
blecimiento del federalismo con el fin de afianzar su control sobre las contri­
buciones recaudadas en la provincia de Guanajuato. Entre 1823 y 1824, las éli­
tes guanajuatenses identificaron el federalismo con la autonomía fiscal. Para

58 Para mayores detalles sobre este tema, véase Serrano, 1998.


59 Actas, 1826, 14 de mayo de 1824.
40 Ibid., 20 de agosto de 1825.
FEDERALISMO YANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA GUANAJUATO, 1820-1826 275

lograr esta autonomía, por igual se enfrentaron al gobierno nacional que a las
autoridades civiles y eclesiásticas de Valladolid. Otros factores vinculados con
la estructura de poder al interior de Guanajuato determinaron también el es­
tablecimiento del federalismo en esta provincia-estado. A continuación me
concentraré en destacar y en explicar cómo se vincularon la multiplicación de
los ayuntamientos, la organización de las milicias cívicas y las pugnas entre los
vecinos principales y los patricios urbanos con el establecimiento del federalis­
mo en Guanajuato.

MUNICIPALISMO Y FEDERALISMO

A finales del siglo xvm, en Guanajuato funcionaba una estructura fiscal dirigi­
da y organizada por los funcionarios reales desde la ciudad capital de la pro­
vincia. En cada uno de los suelos impositivos en que se dividía esta parte del
Imperio, se ubicaban funcionarios de la real hacienda que recaudaban las con­
tribuciones que gravaban el comercio, la agricultura, las “industrias” y, sobre
todo, la minería. Los recursos eran concentrados en las cajas de la intenden­
cia, desde donde se pagaban los gastos del gobierno provincial, y también des­
de donde se enviaban recursos a las autoridades novohispanas. La guerra de
independencia anuló este centralizado sistema fiscal. En primer lugar, la gue­
rra ocasionó una gran desorganización de la burocracia de la real hacienda.41
Los funcionarios tuvieron que huir acosados por los insurgentes. Se concentra­
ron en las ciudades de Celaya, Guanajuato y Querétaro, y muy lentamente pu­
dieron regresar a las poblaciones guanajuatenses para cobrar los impuestos
acumulados y los que estaban por venir. Pero lo que más afectó a la estructura
impositiva fue que la guerra contrainsurgente obligó a los funcionarios virrei­
nales a incentivar la activa participación de las autoridades de las ciudades, de
las villas y de los pueblos en la distribución, recaudación y administración de
los recursos destinados a pagar a los militares y a la burocracia real. A partir de
1811, se ordenó a grupos políticos y económicos de estas poblaciones organi­
zar las llamadas juntas de arbitrios, que tenían como principal objetivo asumir
parte de las labores de la burocracia regia: recaudar las gabelas; evitar la eva­
sión, el contrabando y la demora en el pago de las contribuciones de los súb­
ditos; vigilar el buen funcionamiento de las cajas foráneas; graduar la riqueza
de los habitantes de la provincia; levantar las listas de contribuyentes, distribuir
las cuotas, y administrar los recursos recibidos y enviarlos a las tesorerías res­
pectivas. En 1819, el intendente informó al virrey que la capital ya no recibía
dinero de las poblaciones de la provincia.42 Así, para 1820, a consecuencia del
financiamiento de la guerra, las juntas de arbitrio de las ciudades, villas y pue­

41 Jáuregui, 1999, y Serrano, 2001.


42 agn, Operaciones de Guerra, 679, s.f., Pérez Marañón, Guanajuato, 25 de junio de 1819.
276 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

blos gozaban de una gran influencia en la estructura fiscal de la provincia y de


una gran autonomía fiscal frente a la burocracia de la real hacienda y frente a
los funcionarios de la intendencia.
El restablecimiento de la constitución de Cádiz ahondó este proceso de
descentralización fiscal. Entre 1820 y 1821 se crearon 22 nuevos ayuntamien­
tos en igual número de villas y pueblos. De inmediato, estos ayuntamientos
asumieron las atribuciones antes detentadas por las juntas de arbitrios. Pero las
juntas fueron una parte de las atribuciones fiscales que asumieron y ejercieron
los nuevos concejos civiles. Otra cuota mayor la proporcionó la propia legisla­
ción gaditana, al dotar y reconocer a los cabildos de las poblaciones de una am­
plia jurisdicción fiscal. En este sentido, los ayuntamientos de las poblaciones
nacieron con un considerable dominio sobre gran parte de las contribuciones
generadas en sus territorios, además de que se convirtieron en los mediadores
entre el gobierno del estado y los contribuyentes.43
Por consiguiente, a partir de 1821 la tesorería de Guanajuato dependía en
gran parte de las corporaciones municipales para gravar la riqueza privada. A
falta de una numerosa burocracia estatal que cubriera los suelos impositivos, los
ayuntamientos se convirtieron en piezas fundamentales de la maquinaria impo­
sitiva estatal. Sin embargo, como se quejaban el gobernador Montes de Oca, el
director de rentas y los administradores de rentas de los distintos suelos impo­
sitivos, los síndicos y regidores de las poblaciones no cumplían con su “sagrada”
misión de cobrar los impuestos y remitirlos a las cajas públicas del estado. Los
dineros de los contribuyentes no ingresaban a la tesorería: no se cobraban los
impuestos con el rigor de la ley, y se liberaba a los morosos y a los remisos. Con
los recursos públicos se pagaban los servicios y bienes municipales que no con­
taban previamente con la autorización de la tesorería. O peor aún: los ingresos
fiscales iban a parar a los bolsillos de los grupos políticos que controlaban los
cabildos.44 Además, los munícipes de las poblaciones habían impulsado varias
medidas para reforzar y expandir el control que habían adquirido sobre algu­
nos ramos de la real hacienda durante la guerra contrainsurgente gracias a las
juntas de arbitrios y también gracias al nuevo marco institucional del liberalis­
mo gaditano. Tal era el caso de la pensión a la matanza y al comercio de carnes
y las exacciones a las fincas rústicas.45
¿Cómo influyeron en el establecimiento del federalismo en Guanajuato la
“morosidad”, la apropiación de rentas, la oposición a pagar contribuciones y el

45 Serrano, 2001, cap. 5.


44 ahgto, Secretaría, Libro de correspondencia del gobernador con el congreso, 26 de mar­
zo de 1824; ahgto, Hacienda, 17, exp. 4, Administrador de rentas al gobernador, Guanajuato, 24
de noviembre de 1825.
45 ahgto, Hacienda 9, exp. 20, Salvatierra, 17 de noviembre de 1824; ahc.to, Hacienda, 21,
exp. 7, Salamanca, 25 de septiembre de 1826; ahgto, Secretaría, 13, exp. 1, Silao, 12 de julio de
1824; ahgto, Secretaría, 54, exp. 1, consejo, Guanajuato, 4 de junio de 1828, y ahgto, Secretaría,
31, exp. 1, José María Bezanilla al congreso, 22 de agosto de 1826.
FEDERALISMO YANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 277

contrabando de los grupos políticos y económicos que controlaban los cabil­


dos? La falta de recursos de la hacienda estatal, en gran parte provocada por
los ayuntamientos de las villas y poblaciones, impedía que el gobierno de Gua­
najuato pudiera cubrir con soltura el contingente fiscal. Así lo reconoció Car­
los Montes de Oca, gobernador de Guanajuato, en su “Manifiesto a las Muni­
cipalidades” del 24 de diciembre de 1824. Montes de Oca se quejaba de que la
soberanía del estado peligraba por la falta de recursos.46 “El estado para soste­
ner su soberanía necesita de fondos muy crecidos [para evitar] caer en el yu­
go de un déspota o de un tirano. Sin recursos, el gobierno no podía componer
los caminos, establecer escuelas ni organizar las rentas o impartir justicia”. Pe­
ro lo más preocupante a corto plazo era que el gobierno nacional exigía que
se pagara el contingente, y el estado no contaba “ni con la mitad” de lo nece­
sario. Guanajuato tiene que contribuir al gobierno general de la federación
con el enorme cupo de 218 750 pesos anuales, y los fondos con que cuenta pa­
ra estos pagos y lo de sus empleados no podrán jamás alcanzar ni la mitad”.
Eran varias las causas de los números negros de la tesorería estatal que impe­
dían pagar el contingente: el “inventerado” rechazo a pagar impuestos, la di­
lapidación de los recursos públicos, la corrupción, el contrabando del tabaco,
pero sobre todo porque los ayuntamientos no daban ejemplo de responsabili­
dad y miraban con “abandono” el cobro de las contribuciones: dejaban sin co­
brar la pensión directa, se resistían a entregar las cuentas de sus propios y ar­
bitrios y, en lugar de contener el contrabando, “se enriquecían diez, quince,
treinta, ciento con el contrabando”.
En su manifiesto de diciembre de 1824, el gobernador Montes de Oca se­
ñalaba que la solución a las penurias de la hacienda estatal era elevar el “es­
píritu público” de las municipalidades. Pero en una carta reservada al congre­
so, Montes de Oca fue mucho más especifico: la solución era abolir la gran
mayoría de los ayuntamientos que se habían creado al cobijo de la carta gadi­
tana y también disminuir su protagonismo en la recaudación de contribucio­
nes. Para contar con finanzas con números negros era imprescindible rever­
tir la “herencia de las pasadas guerras y del liberalismo”.47 O por lo menos,
como señaló en 1827 el consejo de gobierno, era necesario establecer una bu­
rocracia leal a la tesorería del estado que “intervenga en todas las rentas cuya
recaudación ha estado.al cargo de las municipalidades”.48 Los “muy desalen­
tadores y preocupantes resultados” de la recaudación y el control de las ren­
tas en manos de los cabildos de las villas y de los pueblos eran pruebas más
que suficientes de que el erario público se debía controlar por completo des­

46 ahgto, Secretaría, 29, exp. 7. Folleto “El gobernador del estado de Guanajuato a las mu­
nicipalidades del mismo", diciembre de 1824.
47 ahgto, Archivo, Libro de correspondencia entre el gobernador y el congreso, agosto de
1824.
48 ahug, Libro de Acus de lajunta de hacienda, 24 de febrero de 1827.
278 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de la ciudad de Guanajuato; de lo contrario, la tesorería enfrentaría graves


problemas.
Así, la presencia protagónica de los cabildos en el sistema fiscal de Guana­
juato no favoreció la recaudación de impuestos. A falta de recursos, el gobier­
no estatal emprendió rispidas negociaciones con el Ministerio de Hacienda so­
bre el monto del contingente y los plazos para entregarlo. Como vimos, en
octubre de 1824 los diputados del congreso estatal lograron que el Ministerio
de Hacienda rebajara el contingente fiscal que debería pagar Guanajuato. Sin
embargo, al término de nueva cuenta surgieron problemas. A finales de 1825,
Alonso Pérez Marañón, administrador general de las rentas de Guanajuato, se
negó a pagar el cupo reiterando el argumento de que el gobierno nacional se
beneficiaba de los ramos más ricos del país y que las rentas en manos de los
ayuntamientos no aportaban grandes cantidades.
Las municipalidades también se vieron envueltas en otro conflicto que
marcó el establecimiento del federalismo en Guanajuato: la disputa entre el
gobierno del estado y el comandante general. El punto de tensión estuvo loca­
lizado en el fortalecimiento de las milicias cívicas controladas por los cabildos
y, en contraparte, la desmovilización de las llamadas compañías auxiliares di­
rigidas por el comandante general. Para explicar el enfrentamiento que se sus­
citó entre las auxiliares y las cívicas, es oportuno referirnos brevemente a sus
respectivas organizaciones y mandos.
l as milicias nacionales fueron una de las principales instituciones creadas
por las Cortes de Cádiz.49 El congreso mexicano, siguiendo muy de cerca la le­
gislación gaditana de 1820, publicó el 23 de marzo de 1823 el Reglamento para
la milicia nacional,50 en el que se facultaba a los ayuntamientos para organizar
y dirigir las milicias nacionales, comprar armas, servir de conducto por el cual
las autoridades superiores requerirían de los servicios de estos destacamentos
y también para dar el visto bueno a la elección de los oficiales nombrados por
los soldados. En Guanajuato, los síndicos y regidores de los ayuntamientos de
las ciudades, villas y pueblos recibieron con “beneplácito” tanto el reglamento
provisional de 1820 de las Cortes españolas como el de abril de 1823 del con­
greso mexicano. Después de la publicación del reglamento provisional de
1820, las autoridades municipales informaron que sin ningún problema, y
“con el beneplácito del vecindario”, habían organizado las milicias cívicas.51 El
gobernador del estado también respaldó la organización de los batallones y re­
gimientos cívicos. Entre 1824 y 1826, Montes de Oca ordenó que se establecie­
ran las milicias a lo largo y ancho del estado de Guanajuato, que se reclutara a

49 Blanco, 1988, Chust, 1987, Orto, 1991, Serrano, 1993, y Serrano, 2001.
50 Reglamento para la Milicia Nocional. Puebla, Imprenta Nacional, 1823.
51 ahgto, Guerra, caja 3, exp. 10, ayuntamiento de León al gobernador, 23 de agosto de
1824; ahgto, Guerra, caja 14, exp. 1, ayuntamiento de Silao al gobernador, 5 de marzo de 1827, y
ahgto, Guerra, caja 19, exp. 18, Luis Gonzaga de la Canal al gobernador, San Miguel de Allende,
24 de febrero de 1827.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 79

los varones de entre 18 y 40 años, que se eligiera a la plana mayor de los bata­
llones y regimientos cívicos e incluso que se dotara de armas a los distintos des­
tacamentos milicianos. Estas medidas, como señalaba Antonio Viveros, secre­
tario del poder ejecutivo, habían rendido frutos: en julio de 1826, las tropas
cívicas estaban establecidas y funcionando en todas las municipalidades de
Guanajuato, tanto en las ciudades como en las villas y los pueblos.52 Había “so­
bre las armas” 6 453 soldados y 1 530 oficiales de infantería, así como 916 dra­
gones y 162 capitanes de caballería.
Por su parte, las “Compañías Auxiliares del Ejército de las Tres Garantías”
fueron convocadas por Iturbide en abril de 1821 en momentos en que era ne­
cesario movilizar a la mayor parte de la población para defender al estratégico
Bajío y conservar, la seguridad de los campos y de las ciudades.53 Como se esta­
blecía en su reglamento, los auxiliares se encargarían de la seguridad interior
de las poblaciones guanajuatenses, vigilarían los caminos y los campos, eligi­
rían a sus propios oficiales, gozarían de fuero militar y dependerían directa­
mente del comandante general del ejército. Como es evidente, estos cuerpos
militares cumplían similares funciones que las milicias, con la salvedad de que
no estaban supeditados a los ayuntamientos, sino a la comandancia general,
autoridad militar que dependía del Ministerio de la Guerra. Fue notable la
fuerza militar que alcanzaron los auxiliares, gracias a que Iturbide nombró co­
mo su jefe superior a Gaspar López, quien contaba con un amplio conocimien­
to de las provincias de Michoacán y de Guanajuato, donde había sido un acti­
vo comandante de las guerrillas contrainsurgentes.
A partir de 1823, y sobre todo después de la promulgación de la Constitu­
ción federal, los ayuntamientos de las poblaciones guanajuatenses reaccionaron
violentamente ante el funcionamiento de los auxiliares, y exigieron continua­
mente su abolición. Los integrantes de los cabildos acusaron a los regimientos
auxiliares de ser cuerpos separados de la sociedad y perniciosos al equilibrio so­
cial al regirse por sus propias leyes, de ser “una clase absolutamente privilegia­
da y que forman una sociedad aparte” y, sobre todo, de perjudicar el “buen or­
den, pues con el pretexto del fuero cometen miles de yerros, y con él mismo se
escudan para hacer lo que se les antoja”.54 Pero en especial, a partir de la pro­
mulgación de la Constitución de 1824, los síndicos y regidores añadieron un
nuevo argumento para exigir la abolición de los “despreciables tenientecillos”:
la Constitución de la república estipulaba que sólo dos instituciones militares
deberían funcionar en el país, la cívica y la permanente, por lo que era inadmi­

52 acn, Gobernación, sin sección, caja 87, “Estado general que manifiesta la fuerza de mili­
cia cívica de infantería y caballería que hay en el Estado”, Antonio Viveros, Guanajuato, 21 de ju­
lio de 1826.
53 ahdn, Histórico, exp. 20, f. 155, Reglamento para las Compañías Auxiliares del Ejército de
las Tres Garantías”, Silao, 21 de abril de 1821.
54 ahgto, Guerra, 2, exp. 21, José María Reynoso al gobernador, Silao, 16 de agosto de 1824
y ahgto, Guerra, caja 5, exp. 12, ayuntamiento de Salvatierra al gobernador, 19 de enero de 1825.
280 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sible “una tercera especie de tropas que no tiene lugar en la nueva estructura
de milicias”.55 El gobernador Carlos Montes de Oca respaldó las demandas de
los cabildos con los mismos argumentos. En repetidas ocasiones exigió al Mi­
nisterio de Relaciones Interiores que se cumpliera la Constitución federal, la
que sólo reconocía dos fuerzas militares en la república, y sostuvo que los des­
tacamentos auxiliares entorpecían las funciones propias de los cabildos, ya que
por gozar de fuero militar no podían ser juzgados por los jueces de letras.56
Además, informó que para 1826 ya estaba organizada la milicia cívica, única
corporación con atribuciones para vigilar la paz pública, por lo que eran inne­
cesarios los auxiliares.57
Los comandantes generales de Guanajuato reaccionaron con igual vehe­
mencia a favor de los auxiliares. Soldados de la patria. Fundadores del México
independiente. Beneméritos de la federación. Los generales Pedro Otero y
Francisco Moctezuma, que ocuparon el cargo en distintos momentos entre
1823 y 1827, utilizaron los mismos calificativos a favor de los auxiliares. Inclu­
so Otero, que se había mostrado tan cooperativo con el Congreso de Guana­
juato, se mostró inflexible en este punto. Ambos generales coincidieron tam­
bién en las razones que justificaban la existencia de estos cuerpos militares. En
1823, el gobierno nacional necesitaba a los auxiliares en un momento en que
era indispensable que tuviera a la mano todas las fuerzas militares para enfren­
tar a las provincias autónomas, como la de Jalisco. En mayo de 1824 se unieron
a las fuerzas militares enviadas por el gobierno nacional en contra del estado
de Jalisco. Pero los auxiliares no sólo eran útiles para mantener unida a la re­
pública, también eran necesarios para conservar la paz pública al interior de
Guanajuato. Otero y Moctezuma resaltaban que era bien sabido que la guerra
de independencia había heredado un clima muy poco propicio para la estabi­
lidad social del estado: pululaban los ladrones, varias comunidades indígenas
de Celaya amenazaban con sublevarse, se pedía la expulsión de los españoles.
En una palabra, “durante la guerra se [habían] corrompido todas las clases”.58
En estas condiciones, los soldados auxiliares eran muy necesarios para preser­
var la paz social y colaborar con las autoridades civiles para frenar las “pasio­
nes”.59 El Ministerio de la Guerra respaldó a los comandantes generales de
Guanajuato. En su breve Memoria correspondiente a 1824, el general Manuel
de Mier y Terán habló extensamente sobre los auxiliares del ejército. “Existe
en varios estados, pero con mayor fuerza en el de Guanajuato, una clase de mi­
licia, recomendable por los servicios que ha prestado y la aptitud que se mira
para proseguirlos”.60 El gobierno nacional apreciaba sobremanera el servicio

55 ahgto, Guerra, 1, exp. 23, ayuntamiento de San Felipe, 25 de agosto de 1825.


56 Ibid., 4, exp. 3, Otero al gobernador, Guanajuato, agosto de 1824.
57 Guanajuato. Memoria, 1827.
58 Ibid., 3, exp. 1, Moctezuma al gobernador, 28 de febrero de 1826.
59 Ibid., 4, exp. 3, Pedro Otero al gobernador, Guanajuato, agosto de 1824.
60 Ministerio de Guerra, 1825.
FEDERALISMO YANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 281

que prestaban estos “hombres aguerridos”, quienes eran fundamentales para


conservar la paz social en Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Valladolid y San Luis
Potosí”. Ellos eran los responsables de que en el Bajío, “al contrario de otros
estados”, se disfrutara del “mejor orden”, sin salteadores y ladrones. El general
Mier y Terán recomendaba al Congreso que se mantuviera esta fuerza militar,
que recibía el fuero “como única recompensa a sus esfuerzos”.
Si bien el Ministerio de la Guerra y los comandantes Moctezuma y Otero
respaldaron a las compañías auxiliares, el gobierno de Guanajuato logró que
se redujera drásticamente su fuerza militar: en su Memoria correspondiente a
1826, el gobernador Montes de Oca informó al Congreso local que los auxilia­
res “estaban en los mismos términos", es decir, con el fuero, pero sin prestar
servicio alguno y sin armas. Lo que esperaba el gobierno era que estos solda­
dos se incorporaran a los cívicos.
Sin los auxiliares, el Ministerio de la Guerra se vio privado de un estratégi­
co contingente militar. Los auxiliares participaron en varios sucesos militares
que sucedieron en México entre 1821 y 1824. Así, el Ministerio de la Guerra
contaba con la colaboración de los auxiliares para sostener la autoridad mili­
tar del gobierno federal tanto dentro de Guanajuato, como en los estados limí­
trofes a éste. En este sentido, los auxiliares eran una fuerza militar que ayuda­
ba al gobierno federal a vigilar y controlar a los estados del centro del país.
Con la “inercia” de las auxiliares, por obra de las presiones del gobernador y
de los ayuntamientos de Guanajuato, el Ministerio de la Guerra se quedó sin
un importante apoyo en esta parte de la república.

PATRICIOS, VECINOS PRINCIPALES Y FEDERALISMO

El establecimiento del federalismo en Guanajuato estuvo determinado por


otro factor relacionado con la estructura de poder local: el enfrentamiento po­
lítico por el control del Congreso estatal entre los patricios de las ciudades de
Guanajuato, León, Celaya y San Miguel, y los vecinos principales de las villas y
de los pueblos.61 Si bien ambos grupos integraban a las élites políticas de Gua­
najuato, a partir de 1824 comenzaron a sostener posturas enfrentadas sobre las
facultades y atribuciones que debería ejercer el Congreso local, tema que está
relacionado con el federalismo en Guanajuato. Antes de abordar este tema es
oportuno primero describir brevemente la estructura de poder político insti­
tucional anterior a la creación de la Diputación Provincial de Guanajuato, an­
tecedente del congreso de 1824.
A finales del siglo xvm, las ciudades de Guanajuato, León, Celaya y San Mi­
guel dominaban la jerarquía territorial de la provincia de Guanajuato. Estas

61 Para una caracterización socioeconómica y política de los patricios y de los vecinos prin­
cipales, véase Serrano, 2001.
282 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cuatro urbes eran las capitales de sus villas, poblaciones y congregaciones “va­
sallas, agregadas y sujetas”. Este dominio se materializaba en distintos aspectos
del gobierno de la provincia.62 Aquí vale la pena destacar que los patricios que
controlaban los ayuntamientos de esas cuatros ciudades tenían el “privilegio,
la exención y el derecho particular” de elegir procuradores que representaran
a toda la provincia, es decir, a las ciudades y a sus poblaciones “agregadas” an­
te las autoridades virreinales y metropolitanas. Eran los “voceros de las provin­
cias”. Las autoridades virreinales e imperiales reconocieron en repetidas oca­
siones la preminencia de los patricios de esos cuatro cabildos sobre el “cuerpo
político” de la intendencia, como sucedió en 1809 cuando se eligieron los di­
putados que representarían a la Nueva España ante lajunta superior de la mo­
narquía.63 El 18 de abril de 1809, la corporación municipal de Guanajuato,
junto con el intendente Riaño y los representantes de los cabildos de Celaya,
León y San Miguel, se reunió en unajunta de cabildo para cumplir con la con­
vocatoria a elecciones de lajunta suprema.64 En el cabildo de Guanajuato se
eligió a tres procuradores de la provincia ampliamente vinculados con los pa­
tricios de la capital, de Celaya, de San Miguel y de León: el intendente Juan
Antonio de Riaño, el secretario de la intendencia, Fernando Pérez Marañón,
y el licenciado José María de Septién y Montero, regidor perpetuo de Guana­
juato, diputado de minería y dueño de haciendas en León y en Celaya.65 Los
munícipes de la ciudad de Guanajuato se reunieron de nueva cuenta en di­
ciembre de 1809 para elaborar las instrucciones que el diputado Miguel de
Lardizábal y Uribe, procurador de la Nueva España, llevaría ante lajunta Cen­
tral.66 Las redactaban “por sí, en representación de los demás Cabildos sufra­
gáneos de las Ciudades, Villas y lugares comprendidos en su demarcación”.
Esta preminencia de los ayuntamientos de Guanajuato, Celaya, León y San
Miguel comenzó a cambiar a raíz del restablecimiento de la Constitución de
Cádiz en 1820. A partir de ese año, las Cortes españolas establecieron que to­
dos los ciudadanos de las parroquias y de los partidos serían los encargados de
elegir a los diputados provinciales y a Cortes. En el caso de la provincia de Gua­
najuato, la legislación gaditana se tradujo en que los patricios urbanos, que a
finales del periodo novohispano habían designado a los procuradores de la
provincia ante las autoridades superiores, compartieron la prerrogativa de ele­
gir a los diputados con los vecinos principales de las villas y de los pueblos. Esas
cuatro ciudades dejaron de ser las únicas "voceras” de la provincia. Ahora se
sumaron las villas y las poblaciones. En las elecciones de diciembre de 1820,

62 Para mayores detalles sobre la jerarquía territorial de Guanajuato a finales del siglo xvm y
en la primera década del siglo xix, véase Serrano, 2001.
63 agn, Historia, 418, f. 14, Junta Suprema, 22 de enero de 1809 y Guerra, 1993, pp. 190-191.
M Ibid., ff. 73v, Acta del ayuntamiento de Guanajuato, 18 de abril de 1818.
65 Ibid., s.f, Relación de los sujetos electos por las provincias del virreinato para el sorteo de
diputados a la Supremajunta Central, septiembre de 1809.
“ Ibid., 417, exp. 2, ff. 295, Instrucciones de Guanajuato, 12 de diciembre de 1809.
FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO YAUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 83

para designar a los diputados a Cortes, y de diciembre de 1821, para elegir a


los diputados a la recién establecida Diputación Provincial de Guanajuato, los
vecinos principales y los patricios eligieron a sus electores de partidos, quienes
se reunieron en la ciudad de Guanajuato para elegir “en igualdad de condicio­
nes” a los diputados de Guanajuato.67 Los “ungidos por el voto de los electo­
res” eran originarios tanto de las ciudades como de las villas y de los pueblos.
El sistema electoral establecido en junio de 1823 por el Congreso nacional
avaló la incorporación de los vecinos principales al proceso electoral para de­
signar a los diputados nacionales y estatales de Guanajuato. Con apego a las
Bases electorales de 1823, el jefe político Manuel de Cortázar convocó a las
juntas de partido a dirigir las elecciones que se realizarían en diciembre de ese
mismo año para nombrar a los diputados al primer Congreso constituyente del
estado de Guanajuato. En diciembre de 1823 se llevaron a cabo las elecciones
parroquiales y de partido, y para el 20 de febrero de 1824 se congregaron en
la capital del estado los 36 representantes de los partidos para elegir “en igual­
dad” a los once diputados estatales y dos suplentes, quienes finalmente eligie­
ron como diputados a Francisco Argandar, originario de Silao; a José María
Septiéi\, Francisco Palacios, Mariano García de León yjosé Mariano Sardane-
ta, marqués de Rayas, oriundos de Guanajuato; de León, Pablo Obregón; Ra­
món Guerra de Celaya; de San Miguel, Antonio Murillo y Vicente Untarán; el
comandante José María Esquivel y Salvago de Irapuato, y Manuel Galván de
San Luis de la Paz.
A lo largo de 1824, como subrayé en párrafos anteriores, los legisladores
del Congreso constituyente del estado elegidos por los vecinos principales y
por los patricios urbanos mostraron una “uniformidad de pareceres”, un con­
senso sobre los temas clave que se discutieron en esos meses. Sin embargo, a
partir de marzo de 1825, los diputados que representaban a los patricios cho­
caron con los que se identificaban con los vecinos principales. El motivo del
enfrentamiento se suscitó por el control y usufructo de la casa de moneda. A
finales de febrero de 1825, Eduardo Williamson, a nombre de la compañía An-
glo Mexicana de Minas, propuso arrendar la ceca del real de minas de Guana­
juato. La propuesta dividió en dos bandos a los diputados del Congreso cons­
tituyente; la gran mayoría de los legisladores con estrechos vínculos políticos y
económicos con los patricios de la ciudad de Guanajuato contra los diputados
con lazos con los patricios de Celaya y de San Miguel y con los vecinos princi­
pales de las villas y pueblos de Irapuato y de San Luis de la Paz. Fue tan enco­
nada la disputa, que el diputado Joaquín Parrés, diputado por la ciudad de
Guanajuato, demandó la disolución del Congreso constituyente.
Aquí, lo que vale la pena destacar es que, en los debates sobre la contrata,
se expresaron dos conceptos distintos de la soberanía que el estado de Guana­
juato tenía derecho a ejercer. Los diputados Parrés, Incapié y Mariano García

67
Serrano, 2001.
284 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de León, representantes de los intereses mineros, argumentaron que el estado


de Guanajuato “todo lo puede por derecho de soberanía”. Estos legisladores
resaltaban que el estado podía hacer lo que mejor consideraran de acuerdo
con su soberanía. Estos diputados se adherían a este concepto de soberanía
con el fin de negar validez a las ordenanzas de minería, que prohibían que los
extranjeros fueran dueños de los reales mineros. Si bien los diputados recono­
cían que el Congreso nacional había declarado vigentes las ordenanzas, de in­
mediato señalaban que el estado soberano de Guanajuato podía modificar la
legislación general. Como señalaba Parrés, “los estados pueden hacer lo mejor
que consideren de acuerdo a su soberanía, sin embarazarse con temores de
que corresponde al gobierno general”.68 Así, en marzo de 1825, los diputados
representantes de los patricios del real de minas se adscribían a un concepto
radical de la soberanía o, mejor dicho, confederalista: el estado de Guanajua­
to era libre y soberano al interior, lo que permitía sostener que las leyes gene­
rales vigentes podían ser rechazadas o modificadas por el congreso del estado.
En cambio, Esquivel y Salvago, vecino principal de Silao, abogó por una so­
beranía limitada, supeditada a las leyes generales. En el caso específico de las
ordenanzas de minería, el gobierno estatal debería respetar su vigencia, y por
consiguiente prohibir que los extranjeros invirtieran en las minas. “Que la so­
beranía [estatal] aunque sea propietaria de las minas, no puede disponer de
ellas absolutamente porque ha sujetado a la federación una parte de ellas, en
aquello que mira al interés general de la Nación. Las ordenanzas de minería
son de la Nación, por lo que el estado no puede derogarlas”. Así, Esquivel se
adscribía a un concepto de soberanía estatal acotada, limitada por las leyes co­
loniales declaradas vigentes por el Acta constitutiva y por la Constitución fede­
ral. Guanajuato estaba supeditado a un orden jurídico mayor, en este caso las le­
yes generales de la república. El Congreso estatal debía adaptarse a las leyes
generales. El régimen jurídico interior del estado no podía estar en contrapo­
sición a las leyes de la nación. Finalmente, la contrata fue aprobada por un es­
trecho margen. Fue una victoria muy apretada. Los diputados representantes
del real de minas tuvieron que recurrir a diversas medidas (amenazas, albazos.
parlamentarios y suspensión de sesiones) para que el Congreso aprobara la con­
trata inglesa. Les resultó muy difícil imponer sus puntos de vista. La decisión no
estaba en sus manos, pues eran una minoría parlamentaria, sino en las de los re­
presentantes de San Miguel, Celaya, Irapuato, San Luis de la Paz y León.
Los distintos conceptos de soberanía se manifestaron de nuevo en enero
de 1826 cuando se comenzó a discutir el proyecto de constitución, en particu­
lar el artículo primero en el que se definía la soberanía estatal como: “El Esta­
do es la reunión de todos sus habitantes, es libre e independiente de todo otro
estado, y de toda otra Nación, y es soberano en lo que exclusivamente perte­
nezca a su administración y gobierno interior”. Los diputados Incapié y García

ahcd, Diario, 9 de marzo de 1825.


FEDERALISMO Y ANARQUÍA, MUNICIPALISMO YAUTONOMÍA: GUANAJUATO, 1820-1826 2 85

de León sostuvieron ahora, en enero de 1826, que la soberanía estaba acotada


por las leyes generales: “siempre se debe de entender bajo las leyes dadas por
la nación, y el Estado no puede dar leyes generales”.69 Todos los diputados, sal­
vo Esquivel, aprobaron el artículo primero de la constitución tal y como lo pre­
sentó la comisión.
En enero de 1826, García de León e Incapié, diputados muy relacionados
con los patricios de la ciudad de Guanajuato, defendían un concepto muy dis­
tinto de soberanía al que habían sostenido en marzo de 1825. ¿Por qué en
unos meses esos diputados habían cambiado tan radicalmente su concepto de
soberanía? La explicación que encuentro es que tales diputados sabían que la
soberanía confederal otorgaba atribuciones ilimitadas al Congreso del estado.
O como esos mismos diputados decían en 1825: el estado todo lo puede, y en
consecuencia, el Congreso tenía todas las facultades para modificar las leyes
generales. Después de que casi pierden la votación a favor de la contrata, los
representantes del real de minas comprendieron que era mejor limitar las atri­
buciones de un Congreso que no controlaban por completo. En 1825, por pri­
mera vez se dieron cuenta los patricios de la ciudad de Guanajuato, y pronto
lo seguirían sus pares de San Miguel, Celaya y León, de que las reformas elec­
torales gaditanas y de 1823 les eran adversas: si a final del siglo xvm ellos eran
los que ocupaban la cima de la jerarquía político-territorial de la provincial de
Guanajuato, y en consecuencia, gozaban del “privilegio” de designar a los pro­
curadores de toda la provincia, a partir de 1820 compartieron con los vecinos
principales de sus antiguos pueblos “vasallos” el derecho a elegir a los diputa­
dos estatales. A partir de 1820, los patricios de las cuatro ciudades dejaron de
ser los únicos “voceros” de Guanajuato. El temor a que un Congreso adverso y
con ilimitadas facultades pudiera dañar sus intereses, como había sucedido
con la casa de moneda, provocó que los diputados González de León, Leal y
Araujo e Incapié abandonaran su confederalismo. Este cambio en la concep- >
ción influyó de forma notable en las relaciones fiscales, militares y políticas en­
tre el gobierno nacional y el Congreso de Guanajuato, y con ello en el funcio­
namiento del sistema fiscal entre 1827 y 1835. Pero esto es ya otra historia. Y
seguramente la contaremos.
El pánico a la anarquía, la búsqueda por la autonomía, sobre todo fiscal, y
la fuerza del municipalismo llegaron para quedarse en la historia del Guana­
juato decimonónico. Esos factores no sólo marcaron el establecimiento del sis­
tema federal en Guanajuato; fueron una presencia constante y notable en la
sociedad, en la economía y en la política guanajuatense por lo menos hasta el
porfiriato. La permanencia de esos factores se explica en gran parte porque al­
gunos de ellos se habían manifestado con gran fuerza desde finales del siglo
xvm, y otros empezaban a despuntar. El temor de las élites guanajuatenses a la
anarquía es muy fácil de explicar: en las tierras de la provincia comenzó la gue­

69
ahcd, Diario, 1826, 16 de enero de 1826.
286 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

rra de independencia, y esta región fue una de las últimas en ser “pacificadas”
por las tropas realistas. En 1823, las élites políticas de Guanajuato tenían muy
frescos sus recuerdos sobre las “huestes” de Hidalgo. Todavía consideraban
que en ese año seguían montadas sobre un polvorín. Desde esta sensación de
pánico se juzgaron los movimientos de los militares encabezados por Barra­
gán, y sobre todo, el pronunciamiento antigachupín de Gaspar López. La
guerra civil de nueva cuenta estaba a la vuelta de la esquina, y las élites gua­
najuatenses trataron de evitar que se derrumbara el gobierno de la ciudad de
México, colaboraron para contener a los militares y rechazaron el secesionis­
mo de Guadalajara. Todo por evitar la anarquía.
Es muy probable que el sentimiento autonomista haya surgido durante la
guerra de independencia. No encuentro similitudes entre Guanajuato y otras
regiones de Nueva España, como sería el caso de la intendencia de Guadalaja­
ra, en donde los sentimientos autonomistas eran muy claros por lo menos des­
de finales del siglo xviii. En cambio, la provincia de Guanajuato estaba muy vin­
culada a la ciudad de México: primero, por la economía minera, y después,
por las fértiles tierras abajeñas. Sin embargo, la guerra de independencia des­
pertó las pasiones autonomistas. Entre 1810 y 1820, las élites gunajuatenses se
sintieron acosadas por el gobierno de la capital del virreinato, ya que éste les
exigió continuamente entregar “su” dinero para sostener la “buena causa”. Du­
rante esos años, los mineros, los labradores y los comerciantes locales se que­
jaron continuamente de que el gobierno de la ciudad de México “sangraba in­
terminablemente” sus capitales. En este sentido, no es extraño que las élites
políticas guanajuatenses identificaran federalismo con autonomismo fiscal. Si­
go pensando que las élites guanajuatenses apoyaron al federalismo como un
medio para evadir lo que el diputado Incapié calificó en 1824 como las plagas
de la Colonia: los préstamos extraordinarios y los gravámenes directos a sus ri­
quezas recaudados durante la guerra de independencia. Por consiguiente, las
élites de Guanajuato, entre otros motivos, respaldaron la independencia de
México y la caída del Imperio de Iturbide para evitar que el costo del gobier­
no colonial e imperial continuara gravitando sobre su riqueza a través de prés­
tamos extraordinarios e impuestos directos. Las élites vieron en el sistema fe­
deral un medio muy oportuno para liberarse de sus altas obligaciones fiscales
y para evitar las demandas de recursos del gobierno nacional, ya que en este
sistema se delimitaban con rigor las esferas de jurisdicción fiscal del gobierno
nacional y las rentas de donde obtendrían sus ingresos.70
El municipalismo fue el factor que más tarde llegó a la historia de Guana­
juato. La multiplicación de los cabildos al cobijo del restablecimiento de la
Constitución de Cádiz en 1820 favoreció que estas instituciones se convirtieran
en actores centrales en el orden político postindependiente. Quedó en sus ma­
nos la organización de las milicias cívicas y la distribución, recaudación y, en

70 Serrano, 2001.
FEDERALISMO YANARQUÍA, MUNICIPALISMO Y AUTONOMÍA; GUANAJUATO, 1820-1826 2 87

muchos casos, la administración de las rentas propias del estado. Además, los
diputados del Congreso fueron elegidos por todos los ayuntamientos. Milicias,
fiscalidad y representación política. No es extraño, entonces, que los cabildos
marcaran la estructura y el funcionamiento en Guanajuato del sistema federal
en una doble vertiente: por una parte, influyeron notablemente en las múlti­
ples relaciones entre el gobierno nacional y los poderes ejecutivo y legislativo
de Guanajuato; y por otra, determinaron el área de influencia, por lo menos
fiscal y militar, de la federación al interior del estado.
MICHOACAN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA
A ESTADO LIBRE Y SOBERANO
DE LA FEDERACIÓN MEXICANA, 1820-1825

Jaime Hernández Díaz


Instituto Michoacano de Cultura,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Los estudios recientes generalmente explican mejor los factores históricos y po­
líticos que propiciaron la caída del imperio de Iturbide e inclinaron la balanza
a favor de la adopción del federalismo en México.1 Empero, aún hay mucho
que esclarecer sobre las circunstancias y el papel que cumplieron las provincias
mexicanas en este proceso. Este trabajo está destinado a describir y analizar la
participación de la provincia de Valladolid de Michoacán en los acontecimien­
tos que culminaron con la adopción del federalismo, dilucidando la actuación
de los órganos de gobierno de la provincia, sus actores políticos, y mostrando
las características sobresalientes de las instituciones establecidas, como parte de
las adecuaciones que exigía el sistema adoptado.

GESTACIÓN DE IDEAS Y PROYECTOS AUTONÓMICOS EN LA PROVINCIA

En 1820, al entrar nuevamente en vigencia la Constitución Política gaditana,


en las ideas políticas de los grupos de poder de la provincia prevalecía clara­
mente la tendencia autonómica, esto es, la aspiración de contar con un gobier­
no propio con amplias facultades administrativas y jurisdiccionales. En su ges­
tación influyeron principalmente tres cuestiones: 1. La idea de pertenencia al
territorio de la provincia; 2. La existencia de una élite poderosa con aspiracio­
nes de poder político regional; 3. La divulgación del pensamiento político mo­
derno a raíz del movimiento de ilustración y, sobre todo, las lecturas que cir­
cularon con motivo del proceso de independencia.
La formación de la intendencia a fines del siglo xvm configuró práctica­
mente el espacio territorial que desde entonces identifica lo que hoy es Mi­
choacán, pues desarrolló en la región una red de relaciones administrativas y
económicas que estimularon la idea de una identidad regional.2

1 Barragán, 1978; Vázquez (coord.), 1995; Carmagnani (coord.), 1996; Ferrer Muñoz, 1995.
2 Véase mapa 1; Vázquez, 1995, p. 52.

289
290
EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

M ap a 1. Nom br es de las su bd ele ga cio ne s de la In te nde nci a de Va lladolid en 1803.


MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE YSOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 291

Esta visión de pertenencia al espacio territorial fue adoptada e impulsada


por una fuerte élite, integrada por familias españolas asentadas en la región
que, a partir de las actividades agrícolas y comerciales, habían logrado una pre­
sencia económica la cual intentaron traducir al terreno político en los anti­
guos cabildos, mediante la compra de cargos públicos o como alcaldes o regi­
dores de estos cuerpos. Sobresalían familias como los Huarte, Iturbide, García
Obeso, Michelena, Martínez de Lejarza y Foncerrada, todas ellas propietarias
de importantes haciendas y ranchos en la provincia, y de giros comerciales en
Valladolid.3 Destacaban igualmente propietarios de otras regiones, como los
Rayón en Tlalpujahua,4 y en poblaciones con gran tradición como Pátzcuaro.5
Por otra parte, Valladolid fue el escenario de un movimiento ilustrado signifi­
cativo, que influyó en los planteles educativos más importantes, como el Cole­
gio de San Nicolás y el Seminario Tridentino, instituciones en las que se forma­
ron personajes que cumplirían un papel protagónico en la vida política de la
región.6 Además, a raíz del movimiento independentista se ampliaron signifi­
cativamente las lecturas políticas de autores como Montesquieu, Bentham, Fi-
langeri y Constant.
Un antecedente importante de los intentos autonomistas de la región se
ubica en la Conspiración de Valladolid de 1809, que involucró a prominentes
criollos vallisoletanos, como Mariano Michelena, José María de Obeso, Manuel
Ruiz de Chávez, así como a los licenciados Manuel Solórzano yjosé María Iza-
zaga, de Pátzcuaro y Uruapan, respectivamente, así como al cura de Santa Cla­
ra, Manuel de la Torre Lloreda. De los testimonios que se conocen de este mo­
vimiento se desprende un plan político, que planteaba la formación de un
gobierno provisional del reino en nombre de Fernando VII y proponía la crea­
ción de un gobierno local en la provincia, lo que mostraba las aspiraciones de
la élite por alcanzar un autogobierno.7
No obstante el fracaso de este movimiento, la corriente autonomista enca­
bezada por criollos, hijos de españoles de la élite provincial, lucharía en los
años siguientes por formar una estructura de gobierno local con amplias facul­
tades administrativas y jurisdiccionales. Si bien es cierto que algunos se incor­
poraron a los ejércitos insurgentes,8 la mayoría cifró sus esfuerzos en la idea de

5 Juárez Nieto, 1994; VegaJuaninos, 1986.


4 Rayón, 1985.
5 Reyes Monroy, 1999.
6 Jaramili.o Magaña, 1989; Carüoso Galve, 1973.
7 Juárez Nieto, 1994, pp. 281-285.
8 Al movimiento encabezado por Miguel Hidalgo, se incorporaron varios curas de la región
y algunos miembros de las familias que formaban parte de la élite regional; por ejemplo, José Ma­
ría Anzorena, que fue nombrado Intendente. Destaca la incorporación del licenciado Ignacio Ló­
pez Rayón, originario de Tlalpujahua, que fue posteriormente promotor de lajunta de Zitácua-
ro. En Valladolid se unieron a Hidalgo el regimiento provincial y el de dragones de Pátzcuaro.
Véase Guzmán Pérez, 1996, 1994.
292 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

obtener espacios de poder local que fortalecieran su proyecto autonomista,


aun en el limitado marco que ofrecía la monarquía española. Así, el licencia­
do José Cayetano de Foncerrada, diputado a Cortes españolas por Valladolid,
propuso en 1812 la creación de una audiencia con sede en esa ciudad,9 que
consideraba la instauración de un poder local en materia de administración de
justicia, con una significativa proyección en la vida política de la región.
Los acontecimientos de la conspiración de Valladolid y la actuación poste­
rior de la élite vallisoletana confirman la idea de Jaime E. Rodríguez de que el
f movimiento urbano surgido a raíz de 1808 se escindió en dos facciones: “la de
la élite original que aspiraba a la autonomía —es decir, a la autonomía para to­
do el virreinato, con sede del gobierno en la ciudad de México—y un elemen­
to provinciano promotor del autogobierno, esto es, de una autonomía local
respecto a la ciudad de México”.10
Las ideas autonomistas de la élite regional encontraron un escenario na­
tural para su desarrollo con el constitucionalismo gaditano y la creación de las
diputaciones provinciales. La efímera vigencia del texto constitucional en su
primer periodo no permite apreciar en toda su magnitud el impacto político
generado en el interior de la provincia, pero al recuperar su vigencia en 1820
desató las aspiraciones autonómicas y un reacomodo de los grupos de poder.
La Constitución Política de la Monarquía Española fue jurada solemnemente
el 6 de junio de 1820 a las 10:30 de la mañana, en la plaza mayor de Valladolid
por las autoridades y el vecindario asistente.11 Al poco tiempo se eligió el cabil­
do constitucional de Valladolid, que inició una serie de representaciones y pro­
testas que expresaban las ideas autonómicas de la élite local. El establecimien­
to de la Dipuución Provincial de la Nueva España sin la represenUción de un
dipuudo por Valladolid originó una enérgica protesu del cabildo vallisoleu-
no, dirigida al Virrey el 9 de agosto de 1820. En ella se refleja el arraigo a la
provincia y el anhelo de represenUción y autonomía de la élite; ignorar a la
provincia para integrar la Dipuución Provincial novohispana se consideró co­
mo una auténtica injuria y una medida perjudicial: “se le injuria, porque se le
despoja del derecho más sagrado de represenUción en el cuerpo de mayor
dignidad que hay en el reino; y se le perjudica porque no tiene quien promue­
va su felicidad o se oponga a lo que pueda dañarla”.12 *
En la protesu se encuentran elementos que reflejaban la aspiración de
conur con espacios propios a través de los órganos de gobierno, así como el
significado que le otorgaban a la represenUción política en los marcos del
nuevo esquema constitucional: “La Dipuución debe componerse de siete in­

9 Juárez Nieto, 1994, p. 307.


10 Rodríguez, 1997, pp. 33-69.
11 ahmm, caja 16, exp. 14.
11 ahmm, Representación al Gobierno quejándose de no hallarse representada esta provincia en la Di­
putación Provincial que se instaló en México, caja 7, exp. 29.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE YSOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 2 93

dividuos pero éstos no han de ser arbitrariamente nombrados, ni de un modo


en que se prive a alguna provincia de su representación, porque esto se opone
a la igualdad de derechos tan recomendada y tan sólidamente establecida en
nuestra sabia constitución: se opone a la felicidad pública a que dirige todos
sus conatos [sic] y se opone a los principios de unidad, equidad y justicia, que *
son los únicos que pueden destruir la arbitrariedad y el despotismo de que has­
ta ahora hemos sido desgraciadas víctimas”.13
Fue este cabildo constitucional de Valladolid de 1820 el que delineó con
mayor claridad un proyecto para dotar a la provincia de órganos de poder con
amplias facultades, con un sentido claramente autonomista. El Ayuntamiento
encomendó a dos de sus miembros, el alcalde de primer voto, licenciado José
María Izquierdo, y al regidor, Juan José Martínez de Lejarza,14 la elaboración de
una instrucción para “uso y gobierno de los señores Diputados de la provincia”;
en ella destaca la idea de contar con un gobierno propio. Instruían a los dipu­
tados a Cortes para que impulsaran una nueva organización administrativa y,
argumentando razones geográficas, proponían que se dotara a Valladolid “[...]
de preferencia con una Capitanía General, una audiencia, el nombramiento de
un jefe político con las facultades y uso del Real Patronato y una Diputación
Provincial”. Asimismo, ordenaban a los diputados que el punto central de su ac­
cionar político fuera precisamente la creación de la Diputación Provincial.15
La elaboración de un proyecto integral para la transformación de la pro­
vincia sólo era imaginable en los espacios que ofrecían las Cortes. Esta instruc­
ción está estrechamente vinculada a la actuación del diputado vallisoletano a
Cortes, Mariano Michelena, representante de una de las familias más ricas,
quien, junto con Ramos Arizpe, propusiera la creación de varias diputaciones
provinciales. Entre ellas estaba una con capital en Valladolid y con jurisdicción
en las intendencias de Michoacán y Guanajuato, que fue aprobada el 6 de no­
viembre de 1820.16 Era claro que la creación de una Diputación Provincial ve­
nía a satisfacer las aspiraciones de un gobierno local, así fuera con las funcio­
nes administrativas que otorgaba la Constitución de Cádiz.
La aprobación de una diputación provincial para Michoacán fue recibida
en Valladolid con gran beneplácito por la élite local; el cabildo vallisoletano se

15 ahmm, Representación, al gobierno quejándose...


14 Juan José Martínez de Lejarza nació en Valladolid el 14 de diciembre de 1785. Hijo de uno
de los españoles prominentes de la provincia, después de estudiar poco tiempo en el Colegio de
San Nicolás pasó a la capital del virreinato al Colegio de Minería; fue subteniente de bandera del
regimiento provincial de Valladolid. Al regresar a Valladolid, participó activamente en la vida po­
lítica; en junio de 1813 fue electo para el Ayuntamiento Constitucional. En 1818, siendo regidor
electivo del cabildo, libró una lucha frontal contra la hegemonía de la familia Huarte en el Ayun­
tamiento Vallisoletano. En 1820 fue electo regidor en el cabildo constitucional, formó parte de la
Diputación Provincial y fue diputado del Congreso Constituyente de Michoacán 1824-1825. Véa­
se Tavera Aiíaro, 1982, pp. 159-181.
15 ahmm, caja 7, exp. núm. 12, 1820.
16 Benson, 1994, p. 62.
294 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

apresuró a realizar gestiones ante el virrey Apodaca para su pronto estableci­


miento, proponiendo que fuera votada en las elecciones previstas para marzo
de 1821. Había recibido noticia de la aprobación de este cuerpo político a tra­
vés de la Gaceta del Gobierno de Madrid. La autoridad virreinal mostró gran cau­
tela ante la petición, pues al enviar el asunto el virrey Apodaca a la Diputación
Provincial de la Nueva España, el 10 de marzo de 1821, ésta opinó que no se
podía proceder a su establecimiento, porque no se contaba aún con ningún
decreto o instrucción oficial.17 A pesar de la negativa oficial, el 12 de marzo de
1821 se eligió en Valladolid su Diputación Provincial, pero sus integrantes nun­
ca tomaron posesión, pues el decreto oficial no llegó sino hasta después de la
independencia mexicana en septiembre de 1821.18

LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE MICHOACÁN

El triunfo político del movimiento emancipador, encabezado por el vallisole­


tano Agustín de Iturbide, hizo realidad el anhelo autonomista de la élite local
y la colocó en inmejorable posición política en el gobierno nacional.19 El go­
bierno de la provincia lo encabezaba, desde mayo de 1821, Ramón Huarte co­
mo Jefe Político, ratificado por el Consejo de Regencia. Poco tiempo después,
por orden expresa del gobierno con arreglo a la Constitución gaditana, el 1 de
febrero de 1822 se eligió en Valladolid la Diputación Provincial.
El establecimiento de la Diputación significaba un paso importante en la
concreción de un gobierno autónomo; en aquélla se encontraban representa­
dos, al viejo estilo político, los diferentes estamentos sociales: Iglesia, propieta­
rios, comerciantes, ejército y profesionistas emergentes, como los abogados.
Los criollos, herederos de comerciantes y hacendados de la región, hacían ma­
yoría en este cuerpo. Formaban parte de la diputación el licenciado José Ma-
* ría Izquierdo yjuan José Martínez de Lejarza, quienes habían iniciado su acti­
vidad política en los ayuntamientos constitucionales, en 1813 y 1820. Fueron
miembros de la misma José de Michelena, el capitán Francisco Camarillo, el
sargento mayor Pedro Villaseñor y el licenciado Manuel Diego Solórzano. El
único español de este cuerpo de gobierno fue José Díaz de Ortega, maestre­
escuela y gobernador de la Sagrada Mitra de Valladolid.20
La Constitución de Cádiz, en sus artículos 324-337, facultaba a las Dipu­
taciones para fomentar la educación, la agricultura y el comercio; formar cen­
so y estadística de la provincia; cuidar del establecimiento de instituciones de
beneficencia pública. También otorgaba facultades para vigilar la inversión

17 Benson, 1994, p. 62.


18 Actas de la diputación, 1976, pp. 10,11.
19 Anna, 1991, p. 49.
20 Actas de la diputación, 1976, pp. 10,11.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 2 95

de fondos públicos, distribuir las contribuciones en los pueblos y establecer


los ayuntamientos previstos en el propio texto gaditano.21 Estas funciones
permitían a la élite local incidir directamente en el desarrollo general de la
provincia.
La provincia de Michoacán iniciaba la vida independiente en medio de
una efervescente actividad política con grandes ilusiones de progreso, lo que
contrastaba con la precaria situación económica, derivada de los estragos cau­
sados por la independencia. Se conoce el impacto de la guerra en la región a
través de la descripción de Lejarza de pueblos y haciendas destruidas y semi-
abandonadas.22 Esta visión parece confirmarla la opinión de Pedro Villaseñor
que, al proyectar las contribuciones que deberían establecerse, afirmaba que
“la provincia en que se piensan imponer algunas contribuciones, no es más
que un esqueleto, que carece de artes, de industria y de comercio, que el úni­
co ramo de su subsistencia es la agricultura, sin consumo y que de lo poco que
produce se lleva gran parte a otros países, el comercio ruinoso de efectos ex­
tranjeros que consiste en vender caro y lucrar mucho”.23 En esas condiciones
ruinosas de su economía, la provincia contaba en 1822 con una población de
365 080 habitantes, distribuida en 21 partidos, 265 pueblos, 333 haciendas,
tres ciudades, tres villas y 91 ayuntamientos constitucionales.24
De las actas de la diputación se desprende que entre 1822 y 1823 sus acti­
vidades se encaminaron a promover la organización de los cabildos constitu­
cionales, para lo cual se solicitaba a éstos el informe sobre sus propios y arbi­
trios, situación que no debió resultar nada fácil, pues constantemente se
informaba de la confusión entre bienes de propiedad comunal y propios de
los ayuntamientos. La diputación discutió otros problemas, como la sede va­
cante del obispado y varias medidas tendientes a lograr la prosperidad de la
provincia. Las graves dificultades de las finanzas públicas, más las preocupacio­
nes y confusiones en la aplicación de lajusticia, derivadas de la nueva organi­
zación considerada en el texto constitucional, acompañaron su aplicación.25
La Diputación abrió la presencia de la élite local en un órgano de gobier­
no, con un ámbito de competencia que abarcaba el conjunto de la provincia,
y enfrentó el desarrollo espectacular de otra institución no menos importante
al interior del territorio, esto es, los ayuntamientos, que de acuerdo con Lejar­
za llegaban a 91 en el año de 1822. La propia Diputación tuvo que resolver el «
nacimiento de ayuntamientos en lugares en los que no se había considerado
su formación, como se concluye de la comunicación del Ayuntamiento de los
Reyes, en que informa haberse establecido en los pueblos de Tingüindín y Pe-

21 Tena Ramírez, 1998, pp. 97-99.


22 Martínez de Lejarza, 1974.
2S aucm, caja 1.
24 Martínez de Lejarza, 1974, cuadro núm. 1.
25 Actas de ia diputación, 1976; Juárez Nieto, 1992.
296 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ribán, que no estaban comprendidos en una lista que al parecer había girado
el Jefe Político.26 Las Actas de la Diputación Provincial reflejan una relación di­
fícil con los ayuntamientos, y ésta es quizá el asunto que más ocupó la atención
de este organismo.27 A tal grado de desesperación se llegó, que la Diputación
acordó dirigirse al Congreso General para exponer “los inconvenientes que en
concepto de la Diputación se siguen de la multitud de Ayuntamientos”.28

LA PROVINCIA ANTE EL PLAN DE CASA MATA

El quehacer organizativo de la Diputación Provincial se realizaba en medio de


un contexto político controvertido, pues no obstante el origen vallisoletano de
Iturbide y los solemnes actos desarrollados, promovidos por el jefe político en
mayo de 1822, y aceptados por la Diputación, con motivo de su exaltación al
trono, pronto aparecieron sospechas de sedición en contra del Emperador. En
agosto, corría el rumor en la ciudad de actos conspirativos y se esparcían las vo­
ces ofensivas en contra del mismo. Las sospechas apuntaban hacia los contin­
gentes del ejército establecido en la capital y hacia la mismísima Diputación.
Esta situación obligó a Iturbide a solicitar información ex profeso de la conduc­
ta del brigadier Joaquín Parrés. La acusación fue negada rotundamente por la
Diputación, con constancia al implicado de su lealtad al Emperador y al “ac­
tual sistema de Gobierno”.29 Conviene recordar que en ese mes fue descubier­
ta una conspiración en contra de Iturbide.30
Resulta evidente que la conducta de algunos miembros de la Diputación
no era del total agrado del Emperador ni del Jefe Político de la provincia, lo
que explica que no sólo se dudara de la lealtad de Parrés, sino también de
otros sectores de la provincia. Esta situación obligó a la Diputación a enviar un
documento para desmentir las imputaciones: “[...] que siendo constante que
tanto en México como en Toluca, y entre los mismos individuos que venían en
la División del Sr. Calvo, se han esparcido algunas voces ofensivas al honor de
la provincia, creyéndola comprendida en una sedición, se representa a S.M.I.
lo sensible que ha sido a la Diputación, que haya podido formarse este odioso
concepto y dudarse de la acreditada lealtad de esta provincia, por cuyo moti­
vo se suplique a S.M.I., se sirva publicar que en nada ha delinquido, para su sa­
tisfacción y público desengaño”.31
Es probable que los opositores a la familia Huarte recibieran con beneplá­
cito las noticias de la sublevación de Santa Anna y, más tarde, la firma del acta

16 ahcm, varios, caja 1, exp. 24.


27 Actas de la diputación, 1976, p. 23.
28 /Aú/., p. 47.
29 /tod., pp. 90-91.
50 Anna, 1991, pp. 113,114.
” Actas de la diputación, 1976, pp. 90-91.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 29 7

de Casa Mata, pero no el jefe político que, al iniciar el mes de enero de 1823,
enviaba una circular a las distintas corporaciones para ordenar que “[...] se cui­
de muy particularmente de recoger todos los papeles que se dirijan a alterar la
tranquilidad de los pueblos, con motivo de los acontecimientos de Santa Anna
o que contengan expresiones indecorosas contra la sagrada persona de S.M.I”.32
El 7 de enero de 1823, el Cabildo de Valladolid recibió el oficio deljefe po­
lítico, en el que se recomendaba vigilar los papeles que difundía Santa Anna
para incitar a la rebelión, ordenar recogerlos en caso de tener conocimiento
de los mismos, y enviarlos al gobierno.33 Es probable que el Plan de Veracruz
circulara entre el vecindario y sobre todo entre los contingentes del ejército,
sin embargo sólo hasta el mes siguiente se localizan referencias al plan. El 18
de febrero de ese año, el Ayuntamiento de la capital recibió formalmente el
Plan de Veracruz; en el acta de la sesión se consigno que, para cumplir con la
orden deljefe político “[...] se abrió un pliego cerrado que vino por el correo
con el sello de la Villa de Córdova y se encontró ser un plan formado por el
brigadier Santa Anna y don Guadalupe Victoria y, con arreglo a lo que esta
mandado, se encargue el señor presidente alcalde de la la. elección de pasar
dicho impreso con el oficio correspondiente al señor intendente jefe políti­
co".34 El acta de Cabildo muestra que el Ayuntamiento de la ciudad capital no
prestó mayor atención al citado plan.
El acta de Casa Mata se firmó el 1 de febrero de 1823, y al parecer se divul­
gó en la provincia con rapidez. Todo parece indicar que en un principio los
cuerpos políticos de la capital no manifestaron una postura clara frente a él; a
pesar de no ir claramente en contra del Emperador, es de suponer que alentó
los viejos conflictos entre los enemigos de los Huarte y, por ende, de Iturbide
y sus opositores políticos. En la documentación municipal encontramos que la
Diputación celebró sesión extraordinaria el 24 de febrero para examinar la si­
tuación, “considerando que la medida más prudente es oír el voto y opinión
de las corporaciones, prelados, diputados y jefes militares y de oficina de esta
ciudad”.35 Se demuestra así que la Diputación no quiso por sí sola adoptar una
postura, sino que buscó consensos con los estamentos tradicionales, al viejo es­
tilo del quehacer político. En función de este acuerdo, José María Ortiz Iz­
quierdo, Secretario de la Diputación, se dirigió al Ayuntamiento para invitar a
esta corporación a asistir a una reunión. El Cabildo designó en su representa­
ción al alcalde Isidro García de Carrasquedo, al regidor Mariano Ruiz de Chá­
vez y al procurador general Benigno Antonio de Ugarte; además, la corpora­
ción felicitó a la Diputación por invitarla a la reunión, considerando que tal
decisión “era un acierto y una muestra de prudencia y circunspección con la

52 Actas de la diputación, 1976, pp. 90-91.


M ahmm, Libro de Actas de Cabildo, núm. 121, Acta del 7 de enero de 1823.
M Ibid., Acta del 18 de febrero de 1823.
55 Ibid., Acta del 24 de febrero de 1823.
298 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

que se conducía frente al asunto”.36 La felicitación en buena medida obedecía


a la oportunidad que le brindaba de seguir participando con el peso político
que tradicionalmente había tenido el Ayuntamiento.
Al parecer, la amplia reunión de corporaciones yjefes militares no logró
los consensos para adherirse a Casa Mata, sin duda por nexos con la familia del
Emperador y con éste en lo particular. De las actas de Cabildo se desprende
que fue el ejército destacado en Valladolid, el que dio el paso definitivo en se­
sión del 1 de marzo. El Ayuntamiento, en cabildo del 2 de marzo, examinó el
oficio que le dirigiera al 1 de marzo el brigadier Miguel de Torres, comandan­
te general de la provincia, en el que manifestaba que: “los jefes y oficiales de la
provincia resolvieron adherirse al convenio celebrado por la comandancia ge­
neral del ejército de Casa Mata el 1 de febrero y que para no quedar sin un go­
bierno administrativo que rija la provincia en circunstancias a que esta se halla se­
parada de México, reconoce en la excelentísima Diputación Provincial la
Suprema autoridad en ella y se compromete a sostenerla [... ] ”.37
En el Cabildo de Valladolid extrañamente no hay comunicación alguna de
la adhesión de la Diputación al acta de Casa Mata. Se puede afirmar que el mis­
mo 1 de marzo la Diputación se pronunció a favor de Casa Mata, y así lo comu­
nicó al Cabildo catedralicio: haciéndole saber su calidad de autoridad suprema
en la provincia. Esta decisión la corrobora el manifiesto impreso por la Diputa­
ción, leído en el Congreso Nacional por el diputado de Valladolid Francisco Ar-
gandar, el 4 de marzo.38 Desconozco el manifiesto de la Diputación de Michoa­
cán, en el cual se exponen las causas y razones que motivaron su adhesión al Acta
de Casa Mata; sin embargo, de la respuesta del Cabildo de Valladolid al Coman­
dante estacionado en la localidad, y el poder otorgado por la Diputación a los re­
presentantes de la provincia para acudir a las reuniones de Puebla, podemos co­
legir los criterios sustentados por Michoacán. En la documentación enviada por
el ejército al Cabildo, se encuentra la decisión de separar la provincia respecto de
México y conformar un gobierno local depositado en la Diputación. El Cabildo
expresó su beneplácito a tal decisión, considerando la medida conforme con las
opiniones profesadas por el cuerpo municipal, y agregó una afirmación muy im­
portante para comprender la idea política de tal decisión: “[...] por encontrar
en ella el medio seguro de reintegrar a la nación en los dueños propios de toda
sociedad, dándole al mismo tiempo gracias por su heroica resolución”.39
Con esta expresión, los miembros del Cabildo de la capital no sólo com­
partían la autonomía de la provincia, separada de la de México, sino manifies-
taban una idea que recuerda las antiguas tesis pactistas, asumiendo que el po­
der político procede de la colectividad del pueblo, en esencia dueño propio de

36 Ibid., Acta del 25 de febrero tle 1823.


3,7 Ibid., Acta del 2 de marzo de 1823.
38 Citado por Benson, 1994, p. 127.
39 ahmm, Libro de Actas de Cabildo, núm. 121, Acta del 2 de marzo de 1823.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 299

la sociedad; es decir, el tomar tal decisión lo fundan en un acto soberano de los


integrantes de la provincia representados por sus gobiernos inmediatos, el Ca­
bildo y la Diputación Provincial.
Durante estos meses, la conducta política de los órganos de poder local se
desenvuelve con procedimientos y mecanismos del antiguo régimen, otorgan­
do poderes precisos a sus representantes, como bien señala Guerra, “cuando
por circunstancias excepcionales —negociaciones con autoridades superiores
y, especialmente con el rey— hay que designar representantes, los diputados
escogidos son delegados con poderes limitados e instrucciones que indican de
la manera más precisa posible el alcance de esta diputación y la obligación de
consultar a sus comitentes en caso de que aborden materias no previstas en las
instituciones”.40 La idea separatista de la provincia se expresa de una manera
clara en el poder otorgado por la Diputación a sus representantes, el 17 de
marzo de 1823:

[...] que habiendo aceptado en todas sus partes la Acta de Casa Mata por los jus­
tos y sólidos fundamentos que son bien notorios y se ha manifestado al público,
quedaron separados desde entonces del Gobierno de México, tomando a su cargo el de esta pro­
vincia por el voto y reconocimiento espontáneo de sus habitantes y por ser conforme a los prin­
cipios de derecho público y a lo que han practicado las otras provincias [...].41

Con base en los razonamientos anteriores nombraron representantes de la


provincia a Mariano Michelena y a Martín García Carrasquedo,42 para asistir
con un poder amplio a las reuniones que fueran necesarias con las demás pro­
vincias del país. Se les facultaba “[...] para que a nombre y representación de
esta provincia de Valladolid de Michoacán, puedan acordar y resolver todo lo
que entendieren que es conducente al bien general de ella, especialmente en
orden a la pronta reunión del Soberano Congreso Constituyente, modo y for­
ma de su convocación, plenitud de facultades y establecimiento de un Supre­
mo Gobierno provisional si fuere necesario para evitar la anarquía [...]”.43
En documentos del ejército, Cabildo y Diputación Provincial se encuentra
la idea de la separación de la provincia, su carácter autónomo de manera pro­
visional y la necesidad de constituir un gobierno nacional. Por ello, en el po­
der otorgado se afirma que, para evitar los grandes daños que causa la anar­
quía, decidió “apresurar todo lo posible la convocación del soberano Congreso

40 Guerra y Lemperiere, 1998, pp. 121-122.


41 anm, vol. 229, años 1823-1824, f. 42.
42 Era originario de Valladolid, estudió en el Seminario Tridentino de Valladolid y ocupó di­
versos cargos eclesiásticos; en 1800 fue denunciado ante la Inquisición. Estuvo en España por más
de seis años, y a su regreso fue nombrado presbítero de la Catedral de Valladolid, tomando pose­
sión del cargo en 1812. Participó activamente en la vida política michoacana en los primeros años
de la vida independiente. Puede consultarseJuÁREZ Nieto, 1999, pp. 39-50.
43 anm, vol. 229, años 1823-1824, f. 42.
300 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Constituyente de un modo conforme al voto general, acordaron inmediata­


mente excitar a las otras Exmas. Diputaciones para la reunión de un Gobierno
central a cuyo fin despacharon un comisionado de confianza con las corres­
pondientes instrucciones”.44
El lenguaje del poder parece confirmar la idea de que al adherirse a Casa
• Mata lo hacían pensando en la convocatoria a un nuevo Congreso, y que en ese
momento no estaba definida la postura por el sistema de gobierno federal, que
no era el problema central. Tomada esta resolución, la Diputación recibió co­
municación sobre las reuniones convocadas en Puebla, a las que decidió enviar
a sus representantes. Los acontecimientos políticos derivados de Casa Mata re­
presentaban una prueba difícil para la Diputación y su papel de organismo di­
rigente en la provincia, frente al tradicional liderazgo del Cabildo, sobre todo
si se toma en cuenta la importante presencia de Iturbide y su familia política
en la provincia, así como el poder que habían alcanzado en el Cabildo de la ca­
pital y la jefatura política de la provincia. En abril, el jefe político comunicó al
Ayuntamiento de Valladolid el nombramiento de los integrantes del Poder Eje­
cutivo (Bravo, Victoria y Negrete) y el nombramiento de Lucas Alamán como
secretario de Relaciones, al parecer recibidos con beneplácito.
Entre abril y mayo, la Diputación desarrolló una intensa actividad política;
además del manifiesto dado a conocer en marzo, emitió otra proclama públi­
ca el 7 de abril, recibida en el Cabildo de Valladolid el 15.45 En ella expresa su
beneplácito por la conformación de un gobierno que era digno de toda su
confianza y por el restablecimiento del Soberano Congreso Constituyente. El
Sol, 27 de abril de 1823. No obstante, esta postura vacilante cambió poco des­
pués, exigía la emisión de la convocatoria para reunir un nuevo Congreso Na­
cional Constituyente y reconocía al reinstalado sólo en calidad de convocante.
La exigencia de un nuevo Congreso “dotado de plenos poderes para constituir
a la nación” la ratificó la Diputación en mayo.46
Para mayo y junio, la situación política nacional empezó a cambiar; el de­
bate no era ya sólo la convocatoria a un nuevo congreso, sino la definición de
una nueva forma de gobierno de carácter federal. Los dos órganos principales
de la provincia exigieron un nuevo Congreso, pero no tenían en cambio la
misma postura en cuanto a la adopción del federalismo. El Cabildo y la Dipu­
tación estaban muy al pendiente de los acontecimientos de la ciudad de Méxi­
co y de la discusión sobre la convocatoria al congreso. En el acta de cabildo va­
llisoletano del 28 de mayo, la Diputación estableció el plazo de un mes para
esperar la emisión de la misma y su puesta en práctica, o “[...] en caso contra­
rio determinar a nombre de esta provincia lo que sea más útil y conveniente”.47

44 anm, vol. 229, años 1823-1824, f. 42.


45 ahmm, Libro de Actas de Cabildo, núm. 121, Acta del 15 de abril de 1823.
46 Benson, 1994, pp. 159-160.
47 AHMM, Libro de Actas de Cabildo, núm. 121, Acta del 28 de mayo de 1823.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 301

Ante el retraso de la publicación de la convocatoria, la Diputación decidió


retomar la postura expresada en el poder otorgado a sus diputados en marzo,
asumirse independiente e invitar a las provincias de San Luis Potosí, Guanajua­
to y Querétaro a celebrar una conferencia para “elaborar un programa unifor­
me que pudieran seguir las cuatro provincias para su protección mutua contra
los peligros que se temían debido a las actitudes dilatorias del Congreso”.48 A
su vez, el 13 de junio, Miguel Barragán, comandante general de la provincia,
que tenía igualmente el mando político de la misma, informaba al Cabildo que
marchaba a una reunión militar a celebrarse en Celaya.49
Estas reuniones preocuparon mucho al gobierno central que, a través del
ministro Lucas Alamán, se dirigió al jefe político de la provincia el 4 de junio
para expresar su desconfianza hacia la reunión de las provincias, pues conside­
raba que ésta “prepararía por otra parte males de mucha trascendencia y gra­
vedad”, y le pedía se dirigiera a la Diputación para hacerle entender que “[...]
trate de circunscribirse a sus deberes detallados por la Constitución”,50 lo que
hizo saber a ese órgano el 18 de junio. Con fecha 21 de junio, Alamán le diri­
gió al brigadier Barragán un escrito para disuadirlo de asistir a la reunión de
Celaya, e informarle que el Soberano Congreso caminaba por la senda liberal
y adherido a la forma federal que buscaban las provincias; no obstante, seña­
laba que “la política y lajusticia exigen que esta declaración se haga por la re­
presentación nacional; a ella toca sentar las bases de las contribuciones, distin­
guir los derechos y deberes de cada Provincia con respecto a las demás, y dictar
las leyes fundamentales y constitutivas del Estado, combinando en procomunal
con el parcial de cada una, cuya ardua y difícil operación no podrá jamás de­
sempeñarse sin estar uniformes en sentimientos, si no concurren por medio
de sus representantes y si no se preparan los trabajos en la calma y sosiego”.51
El 5 de julio de 1823, Alamán envió un nuevo oficio al jefe político Ramón
Huarte, en el que insistía en que las provincias habían logrado sus objetivos y,
refiriéndose una vez más al sistema federal, “los pueblos tienen ya cuanto ape­
tecen: la renovación del Congreso va a hacerse sin tener que sufrir otra demo­
ra que la indispensable para evacuar las elecciones de sus representantes, en
que procederán con absoluta libertad; y si se insinuaron y adaptaron con ge­
neralidad el sistema de federación, también el Soberano Congreso, procedien­
do én perfecta consonancia, lo tiene sancionado y el Supremo Poder Ejecuti­
vo, que no podía desviarse un punto de las resoluciones soberanas y de la
voluntad de la Nación, que siempre fue el norte de sus operaciones, lo sostie­
ne y se protege decididamente [...] ”.52 La reunión de las provincias en Celaya

48 Benson, 1994, pp. 162.


49 ahmm, Libro de Actas de Cabildo, núm. 121, Acta del 13 de junio de 1823.
59 ahcm, caja 1, varios años, exp. 10y 11, f. 15v.
51 ahcm, caja 1, varios años, exp. 10y 11, f. 17v y 18.
82 ahcm, caja 1, varios años, exp. 10 y11, f. 23v y 24.
302 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

asumió claros fines confederacionistas y así lo entendió Alamán en su comuni­


cación: “[...] esta visto a toda luz que esa junta de Celaya no tiene un fin de­
terminado y necesario, pues aunque se pretendiera que sus funciones fuesen
únicamente estrechar los intereses de las cuatro provincias para un Estado de
la República; estas materias que unirán directamente a su constitución deben
sin duda reservarse para cuando las prescriba la ley sobre unas bases sólidas y
no pudiendo ser ésta como se dice muy bien en las instrucciones de Queréta­
ro, sino el órgano de voluntad general, tampoco puede esperarse una confe­
deración uniforme y arreglada, más que por el Congreso de los representan­
tes de la Nación”.53
A pesar de las presiones del gobierno central, la reunión de las provin­
cias se realizó el 1 de julio de 1823, pero para mejorar su relación aclaraban
que “su propósito no era la unión de las cuatro provincias, ni su separación
del gobierno nacional, sino por el contrario, la reunión de sus fuerzas y re­
cursos para el bienestar”. La reunión adoptó siete resoluciones: “1. El reco­
nocimiento del Supremo Poder Ejecutivo; 2. La aprobación del estableci­
miento de una República Federal; 3. La adhesión al decreto por el cual se
había convocado un nuevo congreso; 4. La revalidación de los artículos apro­
bados en la reunión de los generales el 1 de julio en Celaya; 5. El reconoci­
miento de Barragán como comandante general de las cuatro provincias, su­
jeto al gobierno central, 6. El reconocimiento del celo patriótico de Barragán
y 7. La suspensión de las medidas dictadas para la pacificación de San Luis
Potosí a fin de evitar interferencias con las órdenes expedidas por el gobier­
no central”.54 Mientras que otras provincias radicalizaban su posición frente
al gobierno nacional, estas fuerzas políticas equilibradas obligaron a la Dipu­
tación Provincial a asumir posturas más prudentes y así se concentró ésta en
la lucha política electoral.
La convocatoria a un nuevo Congreso nacional la habían ganado las pro­
vincias. En consecuencia algunos sectores de la élite se apresuraban a impulsar
la forma federal; ahora lo importante consistía en la integración de la repre­
sentación nacional. Por ello los grupos políticos de la élite local se abocaban a
ganar la elección de los diputados michoacanos al Congreso nacional. Las jun­
tas electorales, cuya función en realidad se reducía a la elección de los electo­
res respectivos, se atribuyeron la facultad de determinar la postura de los dipu­
udos electos. Así, lajunu electoral del partido de Valladolid, encargada sólo
de elegir electores, acordó instruir a los dipuudos cuatro puntos específicos
para asegurar la posición de los mismos a favor del federalismo: 1. La provin­
cia se pronuncia a favor del federalismo; 2. Se hará a la mayor brevedad ul de­
claratoria, 3. Se le declara a la provincia independiente, con los linderos que
tenía en esos momentos; 4. La constitución política mexicana se elaborará a se­

53 ahcm, caja 1, varios años, exp. 10 y 11, f. 23v y 24.


54 Benson, 1994, p. 210.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE YSOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 30 3

mejanza a la de EE.UU. o a las bases propuestas por el diputado jalisciense Pris­


ciliano Sánchez.55
Al final, la instrucción recomendaba a los electores vigilar para que el man­
dato se cumpliera y expresaba una idea que indica cómo algunos sectores polí­
ticos de la región concebían la provincia con independencia y soberanía, al se­
ñalar que se tuviera por “[...] regla general que esta provincia en la federación
no quiere desprenderse de mayor parte de su libertad y demás derechos, que
aquella muy necesaria para asegurar la otra parte con que se queda”.56 Los cua­
tro puntos de lajunta electoral de Valladolid representaban claramente un pro­
nunciamiento a favor del federalismo, pero no necesariamente expresaban la
opinión general de la provincia, pues en el nuevo juego político estaban presen­
tes sectores que no se reducían a la capital misma. De tal forma, lajunta electo­
ral de la provincia se llevó a cabo hasta el día 7 de septiembre y parece que los
ánimos no estaban del todo definidos por el federalismo, como lo había mani­
festado la reunión de Valladolid. Los electores secundarios reunidos en la sala
general del Colegio Seminario eligieron como diputados propietarios al licen­
ciado Manuel Diego Solórzano, al licenciado Ignacio Rayón, al presbítero To­
más Vargas, a José María Cabrera y al licenciado José María Izazaga y en calidad
de suplentes al licenciado José María Sánchez de Arreóla y a Tomás Arroyo.57
La elección de estos diputados refleja el triunfo de posiciones menos radi-»
cales a las expresadas originalmente por la Diputación y por la propia junta
electoral de Valladolid. Lajunta había optado por colocar representantes de
los principales partidos: del interior, Solórzano por Pátzcuaro, Cabrera por Va­
lladolid, Rayón por Tlalpujahua, Izazaga por Uruapan; la presencia de Rayón,
Solórzano e Izazaga manifestaba el triunfo de las posiciones más moderadas en
torno al federalismo. Esta composición más limitada se aprecia con claridad en
los alcances del poder otorgado a los diputados electos, mismo que contrasta­
ba con los acuerdos de la junta electoral de Valladolid. Desde luego, los elec­
tores secundarios otorgaron a los diputados michoacanos poder “amplísimo
para que constituyan a la Nación Mexicana”,58 al modo que entiendan ser más
conforme a la felicidad general, afirmando que las bases de la Religión, Inde­
pendencia y Unión deben ser inalterables.59 Este poder para nada se pronun­
ciaba por la forma federal.
La participación de los diputados michoacanos en los debates del Congre­
so Constituyente, parece confirmar el carácter moderado de la junta electoral
secundaria de la provincia; no todos se pronunciaron a favor del federalismo
y algunos se opusieron a la idea de que los estados se dotaran de una sobera­

55 Barragán, 1978, pp. 164-165.


“ Ibid., pp. 164, 165.
57 anm, Protocolo 1822-1823, vol. 236, fs. 172, 173v.
58 vol. 236, fs. 172, 173v.
59 Ibid., vol. 236, fs. 172, 173v.
304 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nía absoluta. El diputado Cabrera sostuvo la unidad, universalidad e indivisibi­


lidad de la soberanía, y defendió que la misma se depositara en la nación y no
se declarara a los estados con el carácter de soberanos.60
Así, de los acontecimientos políticos suscitados de marzo a septiembre de
1823, se concluye que la Diputación Provincial se adhirió al Plan de Casa Ma­
ta, asumiéndose como un órgano de gobierno interino de una provincia inde­
pendiente y libre. Sin embargo, no encontró los consensos suficientes en las
élites de la provincia para dar pasos más radicales de carácter separatista e ins­
talar una legislatura propia; a pesar de ello, influyó en la inclinación de la ba­
lanza política nacional a favor del federalismo.

EL CONGRESO CONSTITUYENTE: DEBATES Y ORGANIZACIÓN


DEL ESTADO LIBRE Y FEDERADO DE MICHOACÁN

La aprobación del Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, al iniciar el


año de 1824, marcó el fin de la antigua organización política de la provincia y
el nacimiento formal del Estado de Michoacán como una entidad más de la fe­
deración, independiente, libre y soberano.61 El debate nacional había defini­
do que las entidades organizarían libremente todo lo correspondiente a su ré­
gimen interior, para lo que conformarían su Congreso Constituyente,
responsable de elaborar su constitución local.
El Congreso Nacional Soberano Constituyente decretó la instalación de le­
gislaturas particulares en las provincias declaradas estados de la federación y
que carecían de ellas; por tanto, el primer paso para la provincia era integrar
su Congreso Constituyente. El jefe político interino de la provincia, de acuer­
do con sus funciones, dispuso que las elecciones primarias se realizarían el 15
de febrero, las secundarias el 22 del mismo mes y, finalmente, las de provincia
el 14 de marzo en la ciudad de Valladolid. Reunidos 32 electores de los diver­
sos partidos en que se dividía la provincia, en el Aula General del Colegio Se­
minario, procedieron a nombrar a 11 diputados propietarios y seis suplentes.
Resultaron electos propietarios el bachiller don José María Rayón, don Juan

60 Barragán, 1978, p. 201.


61 Al resolver a quien correspondía la titularidad de la soberanía, el constituyente mexicano
adoptó el esquema de la Constitución de Cádiz y del constitucionalismo francés, que había elabo­
rado la idea de la soberanía popular depositada en la nación como entidad abstracta que está ín­
timamente ligada al sistema representativo, pues esta persona moral no puede ejercer por sí mis­
ma el poder, por lo que necesita delegar su ejercicio en sus representantes. Así resolvió que “la
soberanía residía radical y esencialmente en la nación” y pertenecía “exclusivamente a ésta el de­
recho de adoptar y establecer por medio de sus representantes la forma de gobierno y demás le­
yes fundamentales”. De tal forma, en el Acta Constitutiva de la Nación Mexicana, las provincias en
tanto encarnación de la sociedad, acuden como tales, sin más agregado jurídico a formar la na­
ción mexicana, y ésta, una vez constituida como depositaría de la soberanía a través de sus repre­
sentantes, define su forma de gobierno, la cual se decidió que fuera republicana y federal.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 305

José Martínez de Lejarza, el licenciado Isidro Huarte, el brigadier Pastor Mo­


rales, el licenciado José Antonio Macías, donjuán Foncerrada y Soravilla, don
Pedro Villaseñor, el licenciado José María Jiménez, Manuel González Pimen-
tel, C. José María Paulin y don José Trinidad Salgado, y como suplentes los se­
ñores bachilleres don Manuel de la Torre Lloreda, don Mariano Menéndez,
don Agustín Aguilar, el teniente Coronel don Mariano Quevedo, donjuán Gó­
mez Puente y don Manuel Ruiz de Chávez.62
La composición del Congreso reflejaba la presencia de la élite que venía
actuando en la vida política de la entidad; la influencia de la familia Huarte se
hizo sentir al colocar al licenciado Isidro Huarte. Algunos integrantes de la Di­
putación lograron escaños en la primera Asamblea Constituyente michoacana,
como Juan José Martínez de Lejarza y el coronel Pedro Villaseñor; incorporó
también a conspiradores de 1809, como Manuel de la Torre Lloreda y Manuel
Ruiz de Chávez. Participaron representantes de las élites del interior, como Jo­
sé María Rayón, miembro de una familia acomodada de Tlalpujahua y uno de
los promotores de la llamada Junta de Zitácuaro en el oriente del Estado, y Jo­
sé Trinidad Salgado, antiguo insurgente y propietario de tierras en la región
de la Tierra Caliente y en su natal Los Reyes.
La mayoría de los diputados se había educado en colegios vallisoletanos,
como el de San Nicolás o el Seminario Tridentino; varios habían realizado en
la ciudad de México sus estudios de abogacía. Eran personas instruidas, cono­
cedoras de autores con influencias doctrinarias significativas, como Filangeri,
Constant y Bentham,63 mismos que fueron citados en varias ocasiones para
fundamentar propuestas legislativas, o autores españoles de la talla de Jovella-
nos, utilizado para justificar ideas tendientes a la distribución individual de los
bienes comunales de los indígenas.
Las tareas y discusiones de la primera asamblea legislativa se inscriben en
una cultura jurídica que se había formado universalmente desde el siglo xviii,
consistente en una gran confianza en el derecho como instrumento para resol­
ver los problemas y alcanzar la felicidad de la sociedad, asociada a la idea de sis­
tematizar y ordenar el derecho a través de reglas claras y sencillas, producto to­
do esto de una fe constitucional.64
El Congreso quedó instalado el 6 de abril de 1824 con la encomienda fun­
damental de elaborar la Constitución Política del Estado. Tenía que establecer
las bases de un nuevo sistema político, basado en la división del poder, la sobe­
ranía estatal, el sistema electoral representativo, la igualdad jurídica y la orga­

62 Actas y Decretos, 1985,1.1, pp. 1-2.


63 En las bibliotecas antiguas de Morelia, existen diversas publicaciones de estos autores. Es
probable que los constituyentes locales pusieran especial atención en el Tratado de Legislación Ci­
vil y Penal, de Jeremías Bentham, en la traducción realizada por el español Ramón Salas y editada
en París en 1823. Se divulgó igualmente la Ciencia de la Legislación, del italiano Cayetano Filangie-
ri: a través de la edición madrileña de 1823, en traducción al castellano de Jaime Rubio.
64 Hazard, 1985, pp. 144; Tarello, 1995.
306 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nización de la hacienda pública, todo ello dentro del marco de un sistema ju­
rídico federal. Tuvo que resolver sobre la marcha peticiones y cuestiones diver­
sas, entre las que destacaban la organización de los ayuntamientos, la nueva
conformación de los órganos de justicia, las relaciones del Estado con la Igle­
sia Católica y el cobro del diezmo, los bienes de las comunidades indígenas, el
carácter federado del Estado y la cuestión de la soberanía. Esta diversidad de
asuntos explica su intensa actividad legislativa entre abril de 1824 y julio de
1825, periodo en el que se elaboraron leyes constitucionales reglamentarias pa­
ra estructurar aspectos básicos de la nueva situación política: el poder judicial,
la hacienda pública, los ayuntamientos y la organización territorial del Estado.
Una de sus primeras medidas fue la creación de un organismo encargado
de la justicia, que era una necesidad derivada del sistema adoptado en Cádiz y
en el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana: la división del poder. Este
principio impedía que las autoridades político-administrativas desahogaran los
asuntos jurídicos como antiguamente lo hacían; ya la Diputación Provincial se
había declarado incompetente para atenderlos y gestionaba una Audiencia.65
Con la adopción del federalismo, la cuestión exigía medidas urgentes, al desa­
parecer la relación con la Audiencia de México como órgano de apelación, en­
cargado de revisar los asuntos que se le presentaran en revisión. Aunado a ello,
la inseguridad pública y el aumento considerable de ladrones y bandidos su­
brayaba la urgencia. Frente a voces como la de José María Jiménez, que propo­
nían como solución al bandolerismo la aprehensión de los delincuentes sin
ninguna formalidad legal y la aplicación de la pena de muerte a través de un
juicio sumario y breve, la mayoría de los congresistas, con una clara idea cons­
titucional y legal que les imponía la división del poder, optaron por crear el 29
de mayo de 1824 el Superior Tribunal de Justicia de Michoacán.66 Esta deci­
sión marcó una definición jurídico-política de gran importancia en el contex­
to del nuevo orden constitucional. De tal forma, el cuerpo legislativo recono­
cía que la impartición de justicia no era una facultad de su competencia y la
depositaba en un órgano judicial específico, que por otro lado había sido una
aspiración de la élite vallisoletana.
Un aspecto delicado de la relación entre la federación y estados miembros
de la misma era el relativo a la distribución de recursos fiscales, cuestión que a
lo largo de los primeros años del federalismo generó controversias, discusiones
y no pocos problemas. Los criterios bajo los cuales se estableció la asignación
a las partes los estableció el Congreso general el 4 de agosto de 1824.67 Ante la
urgente necesidad de recursos para el funcionamiento del aparato republica­
no, el Congreso Constituyente local declaró en diciembre de 1824 como ren­
tas del Estado: 1. el tabaco, 2. el papel sellado; 3. la alcabala; 4, la contribución

65 Actas de la diputación, 1976, p. 38.


66 Actas y Decretos, 1985, t. II, pp. 424425.
67 Colección, 1829, t. III, pp. 60-61.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 3 07

directa; 5. la parte que le correspondiese del diezmo. Además dejó abierta la


posibilidad de establecer otras contribuciones, siempre y cuando no estuviesen
reservadas a la federación.68
El legislativo pasó a organizar la captación de estos ingresos fiscales o ren­
tas, estableciendo en la entidad diez administraciones de rentas unidas, a car­
go de un responsable. Las cabeceras se ubicaron en las poblaciones de Pátzcua-
ro, Zamora, Jiquilpan, La Piedad, Ario, Puruándiro, Maravatío, Zitácuaro,
Huetamo y Apatzingán. Para efecto del control de los recursos, se creó una Te­
sorería General encargada de recibirlos y distribuirlos; se estableció igualmen­
te una administración general de alcabalas y otra dedicada al manejo de la ren­
ta del tabaco.69 En el esquema organizativo de la Hacienda Pública Local, tuvo
lugar especial la Fábrica de Puros y Cigarros.
La cabeza de esta organización administrativa estaba en la Tesorería Gene­
ral, y el nombramiento de su titular lo hacía el Congreso del Estado, lo que ha­
ce suponer que se salía del control del Ejecutivo. El Tesorero General era el
responsable de llevar cuentas escrupulosas de la entrada y salida de los recur­
sos. La oficina llevaba el control de la contribución directa, los derechos de he­
rrar, el asiento de gallos y las anualidades eclesiásticas.70
Uno de los aspectos de mayor atención por el Congreso Constituyente fue
el tema de los ayuntamientos. Su crecimiento ya había llamado la atención de
la Diputación, al grado tal de haber acordado dirigirse al Congreso Nacional
para solicitar su disminución. Por eso, desde la sesión del 20 de mayo de 1824,
casi al inicio de sus actividades, los diputados abordaron esa cuestión. Lejarza
propuso la renovación de los ayuntamientos bajo reglas y condiciones diferen­
tes a las estipuladas en la Constitución de Cádiz. Lamentablemente, el conte­
nido resumido de las actas no permite aclarar las ideas de Lejarza en torno a
los ayuntamientos. Su postura debe haber sido crítica, pues en una sesión pos­
terior Lejarza intervino para “desvanecer la siniestra interpretación que se ha­
bía dado a sus ideas”.71 El Congreso no modificó los requisitos para la integra­
ción de las características de los cuerpos municipales y difirió su estructura
hasta la aprobación de la Constitución Política.
El tema de los ayuntamientos volvió a tocarse hasta el mes de diciembre.
Al discutirse la renovación de los mismos y el contenido de la materia munici­
pal en lo que sería el texto constitucional, la postura de la élite fue de gran des­
confianza hacia los cabildos. Sus portavoces más representativos fueron en es­
ta ocasión Manuel de la Torre Lloreda y Pastor Morales. El primero partía de
la idea muy extendida de que había un exceso en la entidad, razón por lo cual
se inclinaba por su reducción; sostenía que la experiencia derivada de Cádiz

68 Actas y Decretos, 1985, t. II, pp. 439-443.


69 Actas y Decretos, 1985, t. II, p. 443.
70 Actas y Decretos, 1985, t. II, pp. 443-446.
71 Actas y Decretos, 1985,1.1, p. 87.
308 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

había sido perjudicial para los pueblos en general y sus habitantes en particu­
lar. El diputado Pastor completaba esta visión crítica al acusar a los ayunta­
mientos de “excesos y arbitrariedades”, por lo que era partidario de su refor­
ma. Lloreda proponía reducir al mínimo el número de Ayuntamientos,
limitando igualmente la cantidad de alcaldes y regidores, para lo cual propo­
nía se considerara para su establecimiento únicamente las cabeceras de parti­
do en que estaba dividido el Estado, creando en los pueblos estructuras subal­
ternas que él llamaba secciones.72 Como una muestra del consenso de la élite
en la reducción de ayuntamientos, se puede señalar que en las actas de sesión
no se consigna ninguna intervención de algún diputado a favor de mantener
la integración de los ayuntamientos con los requisitos provenientes de Cádiz.73
Las Actas no consignan intervenciones a favor de conservar la conformación
de acuerdo con el texto gaditano.74
¿Por qué esta actitud respecto a la disminución de los ayuntamientos? Era
cierto que en la mayoría de los pueblos había escasez de individuos capaces y
suficientes para ocupar los cargos, lo que impedía su adecuado funcionamien­
to, pero parece translucirse un temor hacia el comportamiento y la participa­
ción política de los pueblos, muy deficientes para llevar la administración públi­
ca municipal y en el manejo de los negociosjudiciales, pero para sus habitantes
representaban un espacio de poder peligroso para mantener la hegemonía de
ciertos círculos de la élite política.
El Congreso aprobó el 24 de enero de 1825 una ley para el establecimiento
de ayuntamientos, que estipulaba su integración en aquellos pueblos que tuvie­
ran, por sí solos o en la comarca, 4 000 habitantes. Estableció requisitos diferen- »
ciados para ejercer el derecho a sufragar para poder integrar los cabildos muni­
cipales. Para el segundo aspecto se estableció ser ciudadano en el ejercicio de
sus derechos, mayor de 25 años o 18 siendo casado, vecino del distrito del ayun­
tamiento, con residencia de un año, ánimo de permanecer en él y contar con
un capital o industria de qué subsistir. Los impedimentos parecían ir más allá de
los criterios gaditanos, pues no podía formar parte del Ayuntamiento quien es­
tuviese a sueldo o jornal de alguna persona. El Congreso aprobó el mismo día
un reglamento para el establecimiento y la organización de los ayuntamientos.75
Amén de reducirlos, la élite procedió a establecer como mecanismo de control
autoridades intermedias. Así se dividió el estado en departamentos, a cargo de
un prefecto para el gobierno político-económico de los mismos, el único con­
ducto entre el gobernador y el Ayuntamiento. La Prefectura tendría las funcio­
nes de vigilancia de los ayuntamientos y proveer su fomento económico.76

72 Actas y Decretos, 1985,1.1, pp. 448, 449.


75 Actas y Decretos, 1985,1.1, p. 448.
74 Actas y Decretos, 1985, t. II, pp. 447455.
75 Actas y Decretos, 1985, l. II, pp. 457-461.
76 Memorias, 1827.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE YSOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 309

Estas medidas legislativas del Congreso significaron una disminución de


por lo menos 25 ayuntamientos ya constituidos que venían funcionando con la
aceptación deljefe Político Interino y de la Diputación Provincial; es probable
que otros más no hubieran sido reconocidos legalmente. Por esta razón, de 90
cuerpos municipales que había en 1822, en las memorias de gobierno de 1827
se consignan únicamente 69, ya que el resto se constituyó en tenencias o sec­
ciones municipales.77
El Congreso Constituyente, además de dotar de nuevos organismos al esta­
do, abordó otras cuestiones centrales en la vida política local; por ejemplo, la re­
lación del Estado con la Iglesia y la situación de la propiedad indígena. Para al­
gunos diputados michoacanos, la nueva situación político-organizativa no
significaba ningún cambio en la relación Iglesia-Estado; simplemente, las auto­
ridades civiles eran herederas y depositarías de las potestades y prerrogativas
que habían ejercido en el pasado colonial las autoridades civiles sobre la Iglesia.
Para estos legisladores, las prerrogativas ejercidas por el rey, en calidad de sobe­
rano, conducían a continuar o profundizar la línea regalista y de predominio
del Estado sobre la Iglesia. Para otros diputados, en cambio, todo lo relaciona­
do con la Iglesia estaba sujeto a reconsideración; opinaban que varias de las pre­
rrogativas ejercidas por el poder civil español no provenían de la calidad de so­
berano por parte del rey, sino de bulas papales o de concordatos entre España
y El Vaticano. En consecuencia, llamaban con cautela para que los acuerdos fue­
ran de mutuo consentimiento y, en ocasiones, se manifestaron abiertamente de­
fendiendo el derecho de la Iglesia a no apegarse a las decisiones del Estado.
En realidad, todas las discusiones suscitadas al seno del Congreso Michoa-
cano relativas a la intolerancia religiosa, el diezmo y las prerrogativas del go­
bernador en la materia confluían en el debate sobre el ejercicio del regio pa­
tronato. No obstante la existencia de opiniones encontradas, al final se impuso
la idea de que el tema era competencia de la Federación y sólo debían regular
cuestiones económicas relacionadas con el diezmo. Situación que con la adop­
ción del sistema federal representaba además conflictos entre la organización
administrativa de la Iglesia y los estados miembros de la Federación, y Michoa­
cán tendría que disputar el diezmo con Guanajuato y San Luis Potosí.
Otra de las cuestiones fue la relativa a la situación de la propiedad indíge­
na. En ella influyeron dos factores: primero, el pensamiento liberal que consi­
deraba que el sistema corporativo de las comunidades indígenas y la propiedad
comunal de la tierra debían ser disueltos en beneficio de los propios indios. Se­
gundo, ante la escasez de recursos económicos por parte de los nuevos ayunta­
mientos, se pensó que los beneficios de las propiedades indígenas debían pasar
a formar parte del patrimonio de éstos o podía utilizarlos el propio gobierno.
Este asunto derivó directamente de las resoluciones gaditanas incorpora­
das a la Constitución y a la legislación reglamentaria. Desde mayo de 1810, al

77 Lira, 1983, pp. 25, 52, 53.


310 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tiempo de liberar a los indígenas del tributo, la regencia acordó “la distribu­
ción de las tierras entre los indios para que éstos tuvieran un patrimonio per­
sonal y salieran del estado de abatimiento y miseria al que los había sujetado
la falta de propiedad individual”.78 Después de aprobada la Constitución, las
Cortes resolvieron en diversas ocasiones la dotación de propiedad individual a
los indígenas. El 9 de octubre de 1812 establecieron expresamente criterios ge­
nerales para ese repartimiento, dejando en facultad a las diputaciones provin­
ciales para intervenir en dicho reparto.79 Por su importante población indíge­
na era difícil que Michoacán, que tenía cantidades significativas de tierra, se
sustrajera a estas tendencias. El Congreso abordó en diversas ocasiones el tema
a propuesta de ayuntamientos que deseaban utilizar los productos de los mis­
mos. En general prevaleció la opinión sostenida por Lloreda, en el sentido de
“que estos bienes eran una verdadera propiedad de los naturales, oponiéndo­
se por lo mismo a que al gobierno se le diese una orden absoluta para que de­
terminara de ellos".80
El 10 de junio de 1825, la Comisión de Gobernación propuso, la extin­
ción de la administración del ramo de Bienes de Comunidad. El Congreso
acordó el 11 de junio de 1825: “que los bienes conocidos con el nombre de
comunidad son exclusivamente de los indios; y de ningún modo pertenecien­
tes a los fondos municipales”, y se aprobó que “el gobierno de acuerdo con
el Consejo dicte las providencias convenientes para que conforme a las leyes
se haga el repartimiento de todos los expresados bienes, en dominio particu­
lar entre los indios de los pueblos”.81 Las disposiciones reglamentarias de tal
acuerdo fueron elaboradas por el primer y segundo congresos constituciona­
les del estado.
Para los fines del presente trabajo, conviene subrayar la discusión que se
dio sobre el carácter del estado y los alcances de su soberanía en el texto cons­
titucional. El tema de la naturaleza jurídica de la entidad fue abordado en el
seno del Congreso Constituyente, motivo de discusión al proponerse el enca­
bezado de la Ley Fundamental del Estado como “Constitución Política del Es­
tado Libre y Federado de Michoacán” y al analizarse el proyecto del artículo
primero, que estipulaba que el “Estado de Michoacán es libre, soberano e in­
dependiente en todo lo que toca a su gobierno y administración interior”.82 La

78 Lira, 1983, pp. 52, 53.


79 Actas y Decretos, 1985,1.1, pp. 190, 191.
80 Ibid., t. II, pp. 310, 311.
81 Ibid., t. II, p. 250.
82 Hoy día la teoría del Estado rechaza la existencia de una doble soberanía en el Estado Fe­
deral. No obstante, esta resolución fue aceptada en el siglo xix por aquellos que estudiaron el sis­
tema federal norteamericano, como fue el caso de Alexis de Tocqueville, que en diversas ocasio­
nes se refirió a la existencia de una doble soberanía, aunque con frecuencia hace alusión a ella
identificando federación con confederación. Tocqueville, 1995, pp. 152-159; Jellinek, 1997; Bo-
denheimer, 1988, pp. 79-91; Duverger, 1970, pp, 53-54.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 311

discusión sobre la naturaleza jurídica de los estados y su carácter de soberanos


se inscribe desde luego en el contexto de la situación histórica concreta de Mé­
xico y los alcances que le daban al federalismo las provincias, y no podía sepa­
rarse de los problemas que al igual presentaba a cuestiones como la propia so­
beranía, hoy resueltos por la teoría constitucional, pero entonces en situación
prácticamente inédita.83
La discusión que se dio al seno del Congreso Constituyente refleja posicio­
nes encontradas entre los diputados, predominando la idea de un federalismo
que no consideraba la soberanía absoluta de las provincias. El diputado Huar­
te expresó su preocupación de que la redacción del encabezado de la Consti­
tución quedara de tal forma que indujera a confusión en la población sobre
los alcances del carácter federado y soberano de la entidad. La mayoría de los
diputados asumía la idea de que la soberanía del estado no debía ir más allá de
la establecida en el ámbito nacional. Por ejemplo, el diputado Lloreda defen­
día la redacción del proyecto del artículo primero de la Constitución, justa­
mente para hacer énfasis en que la libertad del estado no era absoluta, pues es­
taba limitada por su carácter de miembro de la federación. El diputado Rayón
defendía la redacción, subrayando que con ello se reconocía qué, aun antes de
dictarse la Constitución de Michoacán, éste ya era libre y soberano, y al mismo
tiempo federado, para enfatizar con ello que el Congreso michoacano legisla­
ba “como soberano y dueño de sí mismo”.84
Aunque los diputados entendían los límites de la soberanía, no dejaron
de subrayar que su labor legislativa derivaba del “pueblo soberano” que les
había conferido dicha facultad. Lloreda lo dijo claramente: “esta autoridad le
es conferida por el pueblo soberano para cerrar en cierta manera la puerta
del centralismo”.85 El encabezado de la Constitución se conservó y las carac­
terísticas de estado libre, soberano e independiente se desarrollaron en los
artículos 2o., 3o. y 4o., utilizando el concepto de confederación para referir­
se al tipo de relaciones con el resto de los estados integrantes de la federación
mexicana. En este debate, el Congreso, no obstante su carácter más bien mo­
derado, parece reconocer una doble soberanía, entendiendo que no era in­
compatible la soberanía nacional con la de los estados, limitada esta última a
su régimen interior.
Otro tema que abordó el Constituyente y que dibuja el pensamiento libe­
ral-oligárquico de los diputados, es el referente a los derechos humanos, idea
central de la democracia individualista y liberal. Los constituyentes que re­
dactaron originalmente el proyecto, siguiendo la Constitución de Cádiz y el
Acta Constitutiva de la Federación, redactaron la propuesta de lo que sería el
Artículo 3o., estableciendo que: “El Estado protege por leyes sabias y justas

83 Actas y Decretos, 1985, t. II, p. 250.


84 Ibid., t. II, p. 251.
85 Ibid., t. II, p. 106.
312 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

los derechos imprescriptibles de libertad, igualdad, seguridad y propiedad y


los demás derechos legítimos de sus habitantes”.86
El proyecto contenía una clara idea iusnaturalista, se reconocían los dere-
•» chos del hombre y sólo otorgaba al Estado la obligación de protegerlos con le­
yes sabias yjustas. Lloreda expresó su desacuerdo por referirse de una manera
genérica a los derechos legítimos de los habitantes sin precisar cuáles; manifes­
taba preocupación por la forma de definir la igualdad y proponía que “se ex­
plicara en este artículo que la igualdad se entiende ante la ley, para que el pue­
blo no confunda como sucede la inteligencia de este derecho”. La oposición
tenaz de Lloreda obligó a regresar el artículo a comisiones. En la redacción, los
derechos se consideraron comunes a todos los hombres, y se plantearon con
elementos taxativos; se reconoce la igualdad pero se establece que es “para ser
regidos y juzgados por una misma ley, sin más distinciones que las que ella mis­
ma establece”.87
El temor acerca de la igualdad y las libertades propias del liberalismo se ex­
presó quizás de manera nítida al discutir la abolición de la esclavitud, que venía
discutiéndose en la región por lo menos desde el decreto de Hidalgo en 1810.
Huarte consideró que la orden de Hidalgo nunca tuvo carácter de ley por care­
cer de la sanción correspondiente. La comisión del proyecto de Constitución, a
través de Lloreda, quién había expresado su reserva sobre la igualdad, proponía
que “por artículo constitucional sea prohibida para siempre la esclavitud en el
Estado”. A la propuesta se opuso Huarte, favorable al artículo siempre y cuando
se autorizara la indemnización a los dueños de los esclavos, apelando al respeto
al derecho de propiedad, para él más sagrado que el de libertad. Su interven­
ción quedó consignada en actas así: “que sin embargo de que desea sinceramen­
te y ama la libertad de sus semejantes, como por otra parte se toque un derecho
imprescriptible, sagrado y fundamental del sistema republicano cual es el de
propiedad, que era que como tal debe sostener. No puede admitir el artículo sin
que antes no se provea a la indemnización de los dueños”.88
El Congreso abordó el análisis del sistema electoral y los derechos políti­
cos de los ciudadanos. La historiografía actual discute ampliamente el concep­
to de ciudadanía y el carácter de las elecciones en los orígenes de las socieda­
des latinoamericanas89 y, en buena medida, de la inexistencia de ciudadanos se
hace depender el fracaso del modelo político adoptado. De las actas del Con­
greso no se desprende que haya habido una discusión importante sobre el te­
ma, al resultar satisfactorio el modelo de Cádiz, donde se identificó ciudadanía
con vecindad.90 Las restricciones al derecho del voto resultaron muy naturales,

86 Ibid., t. II, p. 107.


87 Ibid., 1985, t. II, p. 223.
88 Sabato (coord.), 1999; Annino (coord.), 1995.
89 Castro, 1979.
90 Actas y Decretos, 1985, t. II, p. 141.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO UBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1829-1825 31 3

pues todo aquel que no tuviera oficio conocido o teniéndolo no lo ejercía,


quedaba excluido de la sociedad, con el calificativo de “vago”, persona non gra­
ta, a quien hubiera sido imposible considerar con derechos políticos. Tampo­
co hubo un gran debate sobre el sistema indirecto de elección. Sin embargo,
en las discusiones del Congreso Constituyente varios artículos abordaron cues­
tiones nodales al respecto. Al discutirse la elección de los diputados al Congre­
so, se dio una interesante discusión sobre la participación de la población. La
comisión propuso que se dijera que los diputados serían electos de manera in­
directa por el pueblo. Rayón se opuso a la redacción que aludía al pueblo co­
mo elector, pues consideraba que los representantes populares al órgano legis­
lativo, en realidad deberían ser “nombrados por los ciudadanos del Estado”,
pues al no precisarlo la Constitución y las leyes “se creerá cualquier individuo
autorizado para elegir, aunque no esté en el ejercicio del derecho del ciudada­
no, porque alegará que él pertenece al pueblo y que el pueblo es el que ha de
hacer la elección”.91 González incorporó el concepto de soberanía para defen­
der la redacción del artículo, “debe decirse que los diputados serán elegidos
por el pueblo, porque en el pueblo reside la soberanía y éste es el único acto
en queja ejerce inmediatamente”; y agregaba que al incorporar la expresión
ciudadano, “parecería que acaso se le defraudaba al pueblo sus prerrogati­
vas”.92 Esta posición resultó mayoritaria y el artículo 19 de la Constitución es­
tableció: “El Poder Legislativo del Estado se deposita en un Congreso, com­
puesto de diputados elegidos de un modo indirecto por el pueblo”.93

LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DEL ESTADO LIBRE


Y FEDERADO DE MICHOACÁN: 1825

La idea de que existe una ley suprema especial y de que el poder debía some­
terse a ciertas reglas viene de muy antiguo. En el caso español, esta concep­
ción había tenido un momento relevante en el pensamiento de la escuela de
Salamanca, y un exponente brillante en Francisco Suárez.94 Este proceso cul­
minaría en el pensamiento del siglo xvii, al asumir que una constitución escri­
ta debe fijar los límites jurídico-políticos al ejercicio del poder, garantizar los
derechos y libertades, y finalmente, estructurar el Estado, configurando insti­
tuciones a través de la Supremacía de la Constitución.95
La concepción de la Constitución escrita como fenómeno jurídico y polí­
tico está asociada al pensamiento que concibe que la garantía de los derechos

91 Ibid., t. II, p. 141.


9Z Ibid., t. II, pp. 141, 142.
95 Carrillo Prieto, 1997, pp. 57-72.
94 Colomar Viadel, 1994.
95 Blanco Valdéz, 1994, pp. 23-32.
314 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de los individuos está determinada por la separación de poderes. Por ello, en


el siglo xvm el planteamiento doctrinario del concepto de constitución apare­
ce asociado a la afirmación de la separación de los poderes del Estado.96
Estas influencias doctrinarias estuvieron presentes en Valladolid de Mi­
choacán; las que provenían del pensamiento español se conocieron a través de
la vida académica, y en general se dominaban en los círculos intelectuales.97 El
influjo del pensamiento y modelos constitucionales en la región fue intenso
así lo como muestran los proyectos constituciona­
desde fines del siglo xvm;98 99
les de la insurgencia en Michoacán: los elementos constitucionales de Ignacio
López Rayón y la Constitución Política promulgada en Apatzingán."
La elaboración de la Constitución Política de Michoacán se inscribe en
el proceso del constitucionalismo que inundó todo el espectro político lati­
noamericano a raíz de la independencia, y recibe la influencia no sólo de
teóricos del momento, sino de modelos adoptados.100 Por otra parte, el sis­
tema federal adoptado hacía necesario que el Constituyente michoacano, pa­
ra elaborar la Constitución local, tuviera presente tanto el Acta Constitutiva
de la Federación Mexicana y la Constitución Política Mexicana de 1824 co­
mo quedó consignado en el artículo 3o. de la Constitución del estado de Mi­
choacán.
Los trabajos del Congreso Constituyente michoacano culminaron con la
aprobación de la Constitución Política del Estado, en el mes de julio de 1825.
Constaba de 223 artículos divididos en nueve títulos y una sección, llamada de
artículos preliminares. Era el primer ordenamiento jurídico de esa jerarquía
en el estado. De conformidad con la Constitución Federal de 1824, adoptaba
el sistema de división de poderes. Destaca el reconocimiento expreso que ha­
ce a la organización municipal en la entidad y su gobierno político constitui­
do por ayuntamientos. Administrativamente, el estado se dividió en cuatro De­
partamentos y 22 partidos.101
Los artículos preliminares especificaban el nombre del nuevo estado,
aceptaban la religión católica como única y señalaban los derechos fundamen­
tales del hombre: libertad de hablar, escribir, igualdad jurídica; garantizaba el
derecho de propiedad y la seguridad para todos los ciudadanos, y concedía el
derecho a los michoacanos para participar en la elección de sus representan­
tes en los diversos órganos de poder existentes.
El Título Primero se dedicó al poder legislativo, depositado en un Congre­
so compuesto de diputados electos de acuerdo con el número de habitantes.
El artículo 20 estableció nombrar un diputado “por cada 25 000 almas, o por

96 Herrejón Peredo, 1987.


97 Guzmán Pérez, 1994, p. 55.
98 De ia Torre Villar, García Laguarwa, 1976, pp. 19-50; De la Torre Villar, 1994, pp. 213-256.
99 Aguilar Rivera, 2000, pp. 15-56.
100 Tena Ramírez, 1968, p. 27.
101 Ibid., p. 29.
M ap a 2. División territo ria l de l Esta do de Mi cho acá n en 1825-18 28.
316 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

una fracción que exceda de la mitad de esta base, la que sólo podrá variarse en
caso que ella no diere el número de quince, que será el ínfimo de que deberá
constar el Congreso. Por cada dos propietarios se nombrará un suplente; si hu­
biere fracción, no se tomará en consideración”.102
El poder ejecutivo se depositó en un individuo con la denominación de
gobernador, con un vicegobernador; ambos durarían cuatro años en sus car­
gos. Su elección recaía en el Congreso, de una terna elaborada por lajunta
Electoral del estado al día siguiente de haber hecho el nombramiento de dipu­
tados. El presidente remitía la terna con la documentación respectiva a la di­
putación permanente del Congreso o directamente a éste, en caso de que es­
tuviese reunido. La Constitución estableció un Consejo de Gobierno como
órgano de consulta del poder ejecutivo, “compuesto de cuatro consejeros elec­
tos por el pueblo, y el vicegobernador, que será su presidente con voto en to­
das sus deliberaciones”.103 En sentido estricto, era un organismo de vigilancia
del gobernador, pues entre sus atribuciones destacaba la de velar por el cum­
plimiento de la Constitución y las leyes. Este Consejo de Gobierno se renova­
ría cada dos años por mitad de sus miembros, y era electo por la misma Junta
Electoral que elegía el Gobernador.
El gobierno de los departamentos recaía en un prefecto, dependiente di­
rectamente del gobernador, quien tenía la facultad de nombrarlos de acuerdo
con el Consejo de Gobierno. Las atribuciones de los prefectos serían regla­
mentadas por una ley, pero la ley fundamental dejaba claramente asentado
que deberían ser “el conducto de comunicación de las órdenes del gobierno,
pasándolas a los subprefectos y éstos a los Ayuntamientos o tenientes y por la
misma serie inversa volverán las contestaciones sin que sea lícito variarla, si no
es caso de queja contra alguna de las referidas autoridades; entonces podrán
ocurrir por el orden prescrito a la más inmediata hasta el gobernador”.104
Los ayuntamientos, considerados en el artículo 103 que establecía que ha­
bría “ayuntamientos compuestos de alcaldes, regidores y síndicos a cuyo cargo
estará el gobierno y régimen interior de los pueblos,105 deberían formarse en
localidades con un mínimo de 4 000 habitantes, bien fuera por sí solas o con­
tando a los pobladores de su respectiva comarca. Eran obligatorios en las cabe­
ceras de partido, aun cuando no contaran con los 4 000 habitantes. La Consti­
tución remitía los detalles a una ley reglamentaria pero especificaba que los
alcaldes serían renovados anualmente, en tanto que los regidores y los síndicos
lo harían por mitad cada año, con excepción de aquellos lugares en donde
existiese uno, el que sería renovado cada año.106

102 Ibid., p. 14.


105 Ibid., p. 37.
1M Ibid., p. 29.
105 Ibid., p. 30.
106 Ibid.,p. 31.
MICHOACÁN: DE PROVINCIA NOVOHISPANA A ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LA FEDERACIÓN, 1820-1825 1
3 7

El capítulo IV del Título Cuarto iba a regular la administración de justicia


criminal. Con clara influencia de la Constitución de Cádiz de 1812, la Consti­
tución de 1825 estableció un procedimiento criminal para proteger la libertad
individual y en contra de cualquier acto de arbitrariedad en las personas, ba­
sado en prácticas y costumbres judiciales del régimen colonial adaptadas al es­
píritu liberal. La primera Constitución Michoacana, colocada en la línea libe­
ral y humanista, prohibió el castigo de azotes y canceló igualmente las penas
afrentosas “de exponer a los delincuentes al escarnio público”.107 Reconocía la
pena de prisión como la más importante, limitada a un plazo máximo de ocho
años, prohibiendo la detención de carácter perpetuo y precisando que las cár­
celes “deberían servir sólo para seguridad y no para mortificación de los reos”,
por lo cual prohibía “la incomunicación de los mismos y su confinamiento en
departamentos especiales por separado”.108
Aprobada y promulgaba la Constitución Política del Estado, los grupos
políticos procedieron a ocupar los espacios de poder previstos en ella. El gru­
po criollo se apoderó de la gubernatura por conducto de Antonio de Castro,
controló los órganos de justicia superiores y tuvo a su favor la mayoría de los
congresistas, casi todos de tendencias liberales moderadas, interesadas en ir
construyendo un modelo político parecido al proyecto gaditano, sin un rom­
pimiento tajante con el pasado colonial. Pero en torno a la figura del vicego­
bernador, José Trinidad Salgado, se conformó un grupo radical, con una
participación importante de antiguos insurgentes, interesados en minar la
influencia de los españoles en la vida política del joven estado.
Ambos grupos no tardarían en organizarse en las logias masónicas que ac­
tuaban en la entidad. Los criollos se ubicaron en la logia de rito escocés; los ra­
dicales pasaron a engrosar las filas de la logia del rito de York. En 1825 se presen­
taba una correlación de fuerzas que sería determinante en los acontecimientos
políticos por venir. El grupo criollo oligárquico ligados al rito escocés tenía el
control de los organismos públicos formalmente establecidos, a saber, el Ejecu­
tivo, el Congreso y el Superior Tribunal de Justicia; mientras que los yorquinos
mantenían influencia en las incipientes milicias cívicas locales.

CONCLUSIÓN

El establecimiento del federalismo en México contó con la simpatía de secto­


res mayoritarios de los grupos dirigentes en la antigua provincia de Michoa­
cán, conducidos por la Diputación Provincial y el Cabildo de Valladolid. Los
acontecimientos políticos desencadenados en 1808 y el desarrollo del consti­
tucionalismo hicieron posible ese gobierno autónomo, primero a través, de la

107 Ibid., p. 38.


108 Idem.
318 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Diputación Provincial y más tarde en forma plena en el sistema federal. La


adopción de este sistema exigió un conjunto de cambios profundos, que se es­
tablecieron paulatinamente, en la forma de organización política para configu­
rar un sistema constitucional basado en la división del poder y el sistema repre­
sentativo. El federalismo y la adopción de las instituciones liberales trastocaron
la hegemonía política de la élite vallisoletana, haciendo posible la participa­
ción política de grupos del interior de la provincia, a través de los espacios ge­
nerados principalmente en los ayuntamientos y el congreso Local. Los esfuer­
zos de estos grupos dirigentes se orientaron inicialmente a configurar y
estructurar los organismos de gobierno que permitirían consolidar a Michoa­
cán como un estado libre y soberano.
El esquema constitucional adoptado cambió radicalmente la imagen de la
entidad. La adopción del sistema representativo trastocaba todo el antiguo en­
tramado político, creando un espacio de representación en el Congreso del es­
tado, mismo que se disputan todos los grupos políticos. El cargo de goberna­
dor obedeció a otra lógica política pues, rota la dependencia centralista, su
elección debía responder a los intereses locales, lo que no era una simple sus­
titución del antiguojefe Político. Contar con un Tribunal Superior de Justicia
significaba dirimir en los tribunales locales los asuntos más importantes en ma­
teria civil y criminal, atendidos por un cuerpo de profesionales del derecho de­
dicados exclusivamente a la impartición de justicia, lo que representaba un
cambio radical sobre la forma de administrar justicia en el antiguo régimen.
Hacia el interior del estado, y a pesar del temor de la élite gobernante res­
pecto a los ayuntamientos y su sensible disminución, estos cuerpos de gobier­
no garantizaron un espacio de poder de los pueblos. El nuevo esquema fede­
ral planteaba algunas dificultades en la tradicional relación con la Iglesia.
Todo ello no operó un cambio formal, sino real, en el funcionamiento de las
instituciones creadas, y en el reagrupamiento de fuerzas políticas, en el que
perdió la hegemonía la élite vallisoletana, aunque conservó espacios muy im­
portantes en el Congreso y los Tribunales de Justicia.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN:
SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL

María Isabel Monroy Castillo y Tomás Calvillo Unna


El Colegio de San Luis

¿Cuál deberá ser la conducta de la Provincia de San Luis Potosí?


Desear, como dice un sabio, una sola cosa, querer una sola cosa,
promover una sola cosa y todo hacerlo, todo sacrificarlo por
conseguir una sola cosa, que es nuestra mutua y fraternal unión.
Diputación Provincial, 8 de agosto de 18231

INTRODUCCIÓN

Los cambios políticos en el Imperio español durante la segunda mitad del siglo
xviii y los primeros años del siglo xix significaron una verdadera revolución po­
lítica y no pueden mirarse desvinculados del propio proceso metropolitano. La
tradición de los ayuntamientos y las redefiniciones de autoridad y demarcacio­
nes que produjo el establecimiento del sistema de intendencias derivaron en la
concepción de la igualdad territorial, y repercutieron en los movimientos de in­
dependencia en América y en la creación de sistemas de gobierno republicanos.
El reconocimiento que hizo lajunta Central Suprema y Gubernativa del
Reino en la península en enero de 1809, de que las Indias no eran colonias si­
no parte integrante de la monarquía española, por lo que convocaba a los re­
presentantes americanos,2 señaló el inicio de una rica experiencia política tan­
to para los españoles como para los americanos que acudieron a España. La
convocatoria a Cortes de febrero de 1810 coincidió con la efervescencia polí­
tica en América, y desembocó en el proceso de independencia.
El legado de los representantes americanos que estuvieron presentes en
las Cortes hispanas influyó decididamente en el rumbo de las nacientes nacio­
nes. La práctica política de Cádiz fue trasladada a la América hispana.3

1 Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, en adelante aheslp, fondo Secretaría Ge­
neral de Gobierno, en adelante scc, 1823. 13, 2 f. Es importante hacer notar que este fondo do­
cumental está en proceso de reorganización, por lo que es probable que haya cambiado la locali­
zación de los documentos que se citan en el presente trabajo.
2 Benson, 1994, p. 15. Chust, 1999, pp. 32-35.
’ Chust, 1999, pp. 46-59.

319
320 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Para la historia de México, el verano de 1823 fue crucial. En esos meses


se definió la integración del país. Las provincias decidieron mantener la co­
hesión de la nación a pesar de las dudas, la desconfianza, los intereses encon­
trados, las diferencias regionales y la incertidumbre política, que amenazaban
el sentido de constituirse una nación independiente. En San Luis Potosí se vi­
vieron con particular intensidad esos agitados días. La élite política potosina
(miembros del clero ilustrado que habían estudiado en las ciudades de Gua­
dalajara, México y Valladolid, hacendados, militares, abogados, comerciantes
y mineros) que había apoyado en su mayoría a Félix María Calleja y destaca­
do en sus operaciones militares contra las fuerzas insurgentes, más tarde iba
a participar decididamente al lado de Agustín de Iturbide. El vendaval de los
cambios suscitado a partir de los Tratados de Córdoba y el Plan de Iguala obli­
gó a esos políticos y militares a definir una estrategia regional que les permi­
tiera sobrevivir como grupo político dominante en un territorio donde el co­
mercio, la minería, la agricultura, la ganadería y una incipiente industria
tejían las redes de sus intereses.4
Asentados los poderes políticos en la ciudad de San Luis Potosí, la capital
potosina buscó ser el eje de la integración de una provincia cuyos polos econó­
micos se encontraban en la zona minera del altiplano (Real de Catorce, Mate-
huala, Guadalcázar, Charcas) y la ciudad de Rioverde y Valle del Maíz lugares
de intermediación económica y política con la región de la Huasteca potosina,
donde comenzaba a despuntar la población de la Villa de Valles, ligada al puer­
to de Tampico.
Los políticos ilustrados potosinos tuvieron que aplicarse con destreza fren­
te a las rupturas del orden general que implicó el mismo establecimiento de la
nación independiente. Su rica oratoria se entrelazaba con sus propiedades y
describía un orden fundado en la religión católica, en la representación de los
ayuntamientos y la diputación provincial, y en el establecimiento de un centro
de unión separado ya de España.
Desde los albores de 1808, 10 y 12 que desembocaron en la constitución
de Cádiz, la provincia de San Luis Potosí fue una bisagra entre las Provincias
Internas de Oriente, la provincia de Guadalajara, la ciudad de México y las
provincias centrales aliadas (Guanajuato, Valladolid y Querétaro). Ese papel
estratégico se vio sometido a una difícil prueba en 1823.
La tensión principal durante el surgimiento de la República federal en
México se iba a dar entre la construcción y el fortalecimiento de una institucio-
nalidad política representada por los ayuntamientos, las diputaciones provin­
ciales y el Congreso General, y las opciones militares de los ejércitos y sus jefes
que buscaban definir los procesos políticos. En San Luis Potosí, estos conflic­
tos se expresaron con particular agudeza y permitieron mostrar a su clase po­

4 La industria en San Luis Potosí en el primer cuarto del siglo xix fue principalmente textil,
de curtiduría, vinícola y minera. Monroy, 1991, p. 20.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 321

lítica su papel de mediación con las provincias circundantes y los poderes ge­
nerales asentados en la ciudad de México.

UNA LARGA CONTINUIDAD

El movimiento de independencia en San Luis Potosí se caracterizó por la pre­


sencia de Félix María Calleja y el respaldo encontrado entre los principales
propietarios de la región, que le otorgaron importantes recursos materiales y
humanos. Los militares y políticos potosinos que estuvieron bajo sus órdenes
fueron decisivos para la conformación de las nuevas representaciones políticas
que, a partir de la Constitución Política de la Monarquía Española, se impusie­
ron en el territorio de la Nueva España. Entre ellos destacaron Diego de Bear
y Mier, Antonio de Frontaura y Sesma, Matías Martín de Aguirre, Miguel Ba­
rragán, José Esteban Moctezuma, Manuel Gómez Pedraza, José Gabriel de Ar-
mijo, Anastasio Bustamante, Joaquín José y Paulo María Verástegui y Juan José
Zenón Fernández. Esos políticos y militares, que combatieron a los insurgen­
tes bajo las órdenes de Calleja, apoyaron a Agustín de Iturbide tanto en su mo­
vimiento de consumación de la independencia como en la formación del Im­
perio mexicano, y finalmente contribuyeron a la institución de un sistema
federal de gobierno.
La Constitución de 1812 que estableció seis diputaciones provinciales en
la Nueva España le otorgó una a San Luis Potosí. Esta diputación provincial es­
tuvo conformada por la provincia de San Luis Potosí, con tres diputados y un
suplente, y la provincia de Guanajuato, con cuatro diputados y dos suplentes.
Las diputaciones provinciales intervenían y aprobaban el repartimiento
hecho a los pueblos de las contribuciones correspondientes a cada provincia;
velaban por la buena inversión de los fondos públicos de los pueblos y exami­
naban sus cuentas; cuidaban de que se observaran las leyes y los reglamentos,
así como de establecer ayuntamientos donde correspondiese que los hubiese
y en cada comunidad con más de mil habitantes; proponían al gobierno los
arbitrios convenientes para la ejecución de obras nuevas de utilidad común a
la provincia, o reparación de las ya existentes; promovían la educación de la
juventud y fomentaban la agricultura, la industria y el comercio con protec­
ción a los inventores de nuevos descubrimientos en estos ramos; daban parte
al gobierno de los abusos en la administración de las rentas públicas; forma­
ban el censo y la estadística de las provincias; cuidaban de que los estableci­
mientos piadosos y de beneficencia cumplieran su objetivo; y daban parte a
las Cortes de las infracciones de la constitución en la provincia. Las diputacio­
nes de provincias de ultramar tenían que velar por la economía, el orden y el
progreso de las misiones para conversión de indios infieles.5 Estas diputacio­

5 Constitución Política de la Monarquía Española. 1812. Art. 335. En: Mateos, 1997,1, p. 35.
322 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

nes provinciales, junto con los ayuntamientos constitucionales, fueron orga­


nismos descentralizadores e impulsores de las reformas constitucionales en
América.6
El ejercicio de las diputaciones se vio interrumpido en 1814 por el retor­
no del absolutismo en España, y tuvo que esperar poco más de un lustro pa­
ra su restablecimiento. Una vez vuelta a conocer, el 18 de septiembre de
1820 se eligían los diputados para la Diputación Provincial de San Luis Po­
tosí, que se instaló el 17 de noviembre de 1820 y que representaría a las pro­
vincias de San Luis Potosí y Guanajuato, con sede en la ciudad de San Luis
Potosí. Guanajuato eligió a la Diputación de San Luis Potosí al marqués de
San Juan de Rayas, a Mariano Marmolejo, al licenciado José María Septién y
a José María Núñez de Torre y, como suplentes ajosé María Fernández He­
rrera y al licenciado Víctor Rafael Márquez. Por parte de San Luis Potosí fue­
ron elegidos Juan Vicente Arce, el doctor José María Semper y el teniente co­
ronel Manuel Fernando Ortiz de Zárate, propietarios, y como suplente,
Andrés Pérez Soto. Como Diputado a Cortes, la provincia de San Luis Poto­
sí eligió para el periodo correspondiente a 1820-1821 a Matías Martín de
Aguirre, destacado militar en la lucha contra los insurgentes.7 La Diputación
Provincial de Nueva España aprobó los recursos para su viaje y las dietas co­
rrespondientes, así como para los diputados nombrados por la provincia de
Guanajuato, Lucas Alamán, José Hernández Chico yjosé Manuel Bermúdez
Zozaya, en virtud de que la Diputación Provincial de San Luis Potosí, aunque
electa, aún no se había instalado.8 El Ayuntamiento de Valladolid pidió a la
Diputación de Nueva España que excusara al coronel Aguirre del cargo de
Diputado a Cortes por la provincia de San Luis Potosí por lo necesaria que
se consideraba su presencia para la pacificación de aquella región; la Dipu­
tación de Nueva España pidió al virrey responder al citado ayuntamiento
que no estaba dentro de sus facultades “[...] dispensarlo de la asistencia al
congreso nacional a que lo llama la patria [...]”.9 Matías Martín de Aguirre
partió a España en los primeros meses de 1821. En su estancia en el puerto
de Veracruz participó, con otros diputados a las Cortes, en una reunión de

6 Chust, 1999, pp. 205-231.


7 aheslp, sgg, 1824. 22. Libro segundo... ff. 87-89. Alamán, 1849-1852. V, p. 34. Aguirre se en­
contraba como comandante militar de la provincia de Valladolid cuando fue notificado de su elec­
ción como Diputado a Cortes por la provincia de San Luis Potosí.
8 Sesión 30, 27 de octubre de 1820; Sesión 38, 25 de noviembre de 1820. Actas de la Diputa-
ción Provincial de Nueva España, 1820-1821, 1985, pp. 104 y 128, Lucas Alamán refiere que finalmen­
te el licenciado Bermúdez Zozaya no se embarcó por que “se hizo pasar por enfermo”. Aiamán,
1849-1852. V, p. 89. Cuando Bermúdez Zozaya lo notificó a la Diputación Provincial de Nueva Es­
paña, ésta le pidió que presentara a la Diputación Provincial de San Luis Potosí la comprobación
de sus gastos. Sesión 63, 26 de febrero de 1821. Actas de la Diputación Provincial de Nueva España,
1820-1821, 1985, pp. 231-232.
9 Sesión 37, 21 de noviembre de 1820. Actas de la Diputación Provincial de Nueva España, 1820-
1821, 1985, p. 126.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 323

generales que conspiraba a favor de Agustín de Iturbide por la independen­


cia de México.10
La Diputación Provincial de San Luis Potosí cumplió con las tareas corres­
pondientes asentadas en la Constitución de Cádiz. Así se encargó de establecer
los nuevos Ayuntamientos, principalmente en la provincia de Guanajuato,11
autorizar el uso de los recursos para las obras públicas,12 formar el censo y la
estadística de las dos provincias,13 cuidar de la conservación de las misiones de
indígenas14 y canalizar los asuntos a las instancias correspondientes.15 También
atendió los asuntos relativos a la introducción de extranjeros, así como a la im­
portación y el comercio de productos fabricados en otros países, principal­
mente el que practicaban los angloamericanos;16 se dedicó también a instruir
a la juventud y a velar por las “buenas costumbres de la sociedad”.17
La Diputación provincial fue sensible al interés de la provincia de Guana­
juato por separarse. Los diputados potosinos conocían los esfuerzos de Guana­
juato por establecer su propia representación. En todos los asuntos relativos a
la provincia de Guanajuato se pedía el parecer de su intendente.18

10 Alamán, 1849-1852, V, p. 108.


11 Se atendió a la solicitud para la formación de los siguientes ayuntamientos en la provin­
cia de Guanajuato: San Luis de la Paz, San José Casas Viejas, Xichú de indios, Xichú de españoles,
Reales de Pozos; en los pueblos de la jurisdicción de Celaya y San Francisco del Coecillo; en San
Luis Potosí: San Felipe de Jesús de Gamotes, Alaquines, aheslp, sgg, 1824. 22. Libro segundo... pas­
sim. El Intendente de Guanajuato había presentado la solicitud de formación de ayuntamientos en
19 pueblos de la jurisdicción de Celaya a la Diputación Provincial de Nueva España a fines de no­
viembre de 1820; esta Diputación resolvió devolverle el expediente enviado para que ocurriera a
la Diputación Provincial que le correspondía. Sesión 39, 28 de noviembre de 1820. Actas de la Di­
putaron Provináal de Nueva España, 1820-1821, 1985, pp. 133-134.
12 En San Luis Potosí, al ayuntamiento de Salinas para la capilla del campo santo y una pie­
za para escuela, al ayuntamiento del Valle de San Francisco sobre reedificación de sus casas con­
sistoriales y compostura de la c%ja del río, al ayuntamiento de Cedral para reedificar la cárcel y so­
bre la compostura del camino real de la ciudad de San Luis Potosí a Rioverde y haciendas de esa
jurisdicción. En Guanajuato, al ayuntamiento de Salvatierra para obras de beneficio público; al
ayuntamiento de la congregación de Silao, para poner un dique en el río que se derramaba; al
ayuntamiento de la Villa de León, sobre la reparación de las casas consistoriales, aheslp, sgg, 1824.
22. Libro segundo... passim.
ls aheslp, sgg, 1824. 22. Libro segundo... passitn.
14 El teniente coronel Roberto Antonio Ortiz de Zarate fue nombrado protector de los in­
dios pames neófitos de la Misión de San José del Valle del Maíz, aheslp, sgg, 1824. 22. Libro segun­
do... Sesión 3a., febrero 5, 1821, f. 15 fte.-20 vta., sesión 16a., marzo 13, 1821, f. 163 fte-164 fte.
15 En abril de 1821, se presentaron a la Diputación Provincial de San Luis Potosí las cuentas
de rentas de propios del ayuntamiento de la ciudad de Monterrey y de la Villa de San Juan Bautis­
ta de Cadereyta, correspondientes a 1818. La Diputación Provincial de San Luis Potosí dispuso
que se enviaran a la Diputación Provincial del Nuevo Reyno de León, por pertenecer a dicho te­
rritorio. aheslp, sgg, 1824. 22. Libro 3... Sesión 25, abril 7, 1821.
16 aheslp, sgg, 1823. 10. Libro 7o. de sesiones de la Exma. Diputación Provincial... passim.
17 Ibid.
18 aheslp, sgg, 1824. 22. Libro segundo... Sesión 18a., marzo 18, 1821. f. 180 vta.-189 fte.
324 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

EL CONGRESO CONSTITUYENTE DE 1822


Y LAS EXPECTATIVAS DE LOS AYUNTAMIENTOS

La representación de la soberanía de la recién independizada nación no tar­


dó en entrar en disputa con el general Agustín de Iturbide. El Plan de Iguala
y los Tratados de Córdoba, puntos de partida para establecer las alianzas polí­
ticas y militares que habían permitido la consumación de la independencia,
pronto se erosionaron.
De todas formas, Iturbide cumplió su promesa de una monarquía mode­
rada, y la Regencia instituida convocó a elecciones para las Cortes que redac­
tarían la Constitución del nuevo Imperio mexicano. La irrupción de las provin­
cias y sus múltiples electores condicionaron el propio plan de independencia
al inicio de su ejercicio constitutivo. El desconocimiento por parte de las auto­
ridades españolas del Tratado firmado por Juan O’Donojú iba a afectar las po­
siciones al interior del Congreso y su relación con Iturbide. Este último, ante
la amenaza creciente al interior de ese órgano legislativo que cuestionaba su
autoridad, aprovechó el desconocimiento español a los Tratados de Córdoba
y la ocupación de San Juan de Ulúa para reunificar en torno suyo a las fuerzas
del país, principalmente a los militares, y le declaró la guerra a la antigua me­
trópoli. Los compromisos oscilantes de los diputados y de los mismos militares
en ese año de 1822 y principios de 1823 expresaron los cambios de fondo que
conllevó la independencia y la construcción de los nuevos espacios para la re­
presentación nacional. En San Luis Potosí, el jefe político Juan María de Azcá-
rate expresó su lealtad y adhesión al proyecto monárquico, afirmando que di­
cha provincia apoyaba el gobierno monárquico constitucional, siempre que
Iturbide fuese el emperador, “pues de ningún modo conviene que venga de Es­
paña”.19 En enero de 1822, los ayuntamientos potosinos recibieron la petición
de Azcárate para que dirigieran las instrucciones que creyeran convenientes
con el fin de que los diputados desempeñaran mejor su comisión en el Congre­
so Constituyente.20
Las instrucciones enviadas por los ayuntamientos son un testimonio polí­
tico social que permite apreciar lo que se esperaba del nuevo orden constitu­

19 Emilio del Castillo Negrete, México en el siglo xix. 1875-1891, XV, 45 en: Calvillo, 1974,1,
p. 218.
20 aheslp, sgg, 1822, febrero. Copia del acta del Ayuntamiento de la Hedionda. Pueblo de
la Hedionda. Febrero 4, 1822. 1 f. La provincia de San Luis Potosí tenía 145 557 habitantes, dis­
tribuidos aproximadamente en 50 ayuntamientos, de acuerdo con el cálculo que hizo la Dipu­
tación Provincial para la elección de diputados al Congreso Constituyente, aheslp, sgg, 1823, ma­
yo (6), 1 f. Instrucción que la Diputación Provincial de San Luis Potosí dirige a los partidos y
demás pueblos que comprende la provincia, a efecto de facilitar las próximas elecciones de di­
putados para el Soberano Congreso que ha de constituir a la Nación. Borrador. Tan sólo los re­
sidentes en lajurisdicción del ayuntamiento de San Luis Potosí ascendían a 12 416 personas.
aheslp, sgg, 1823, mayo (6), 1 f. José Ildefonso Díaz de León a los conciudadanos. San Luis Po­
tosí, julio 31, 1823.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 325

cional. Cada localidad expresaba sus más urgentes demandas. Ayuntamientos


como el del pueblo de Tlaxcalilla planteaban la necesidad de medidas legales
para contener la avaricia de los propietarios y hacían mención del despojo que
los hacendados habían hecho de sus tierras, mismas que provenían de “[...]
las que el rey mercedó a los indios cuando la fundación de los pueblos de la
Provincia”.21 El ayuntamiento de Tlaxcalilla señalaba así su origen indígena y,
al igual que la mayoría de los demás ayuntamientos, esperaba que el nuevo or­
den se abocara a resolver los añejos problemas de la tenencia de la tierra. Así,
el ayuntamiento de Cedral afirmaba que, a pesar de que su suelo era fecundo
por naturaleza, su vecindario era pobre y miserable, pues el pueblo no tenía
ejidos y cada uno pagaba el rédito del valor del pedazo que ocupa a los dueños
de la tierra.22
A su vez, el ayuntamiento del Real y Minas de Santa María de Ramos adver­
tía que los hacendados dueños de grandes posesiones harían un gran servicio
si cedieran a favor de la nación, “los predios de tierra que demanda la locali­
dad del pueblo”; esta donación no les sería gravosa y en cambio podría contri­
buir al bien general, que a su vez sería en su beneficio pues no se verían desier­
tas estas grandes extensiones de tierra.23
La .demanda por dotar a los pueblos de ejidos fue una de las principales
instrucciones que dieron los ayuntamientos a los diputados a ese primer con­
greso de 1822. La regulación y disminución de los derechos eclesiásticos fue
otro aspecto en el que hicieron hincapié numerosos ayuntamientos.24 A esta
demanda se agregó la petición de una mejor distribución del servicio religio­
so en las comunidades, así como el establecimiento del obispado de San Luis
Potosí.25

21 aheslp, scc, 1822, febrero. “Asuntos ó indicaciones que hace el Ayuntamiento Constitucio­
nal del Pueblo de Tlaxcalilla para gobierno de los señores diputados a cortes por esta provincia de
San Luis Potosí". Tlaxcalilla, febrero 25, 1822, 2 f.
22 aheslp, scc, 1822, febrero. “El Ayuntamiento de Cedral [...] hace a sus diputados los si­
guientes encargos [...]”. Congregación de Santa María del Cedral, febrero 26, 1822, 2 f.
25 aheslp, scc, 1822, febrero. “Instrucción que el presidente del ayuntamiento del Real y Mi­
nas de Santa María de Ramos dirige [...] al señor capitán Don Hernando Zerratón, diputado
nombrado [...]”. Real de Santa María de los Ramos, febrero 14, 1822, 2 f.
24 aheslp, scc, 1822, febrero. “Instrucción que el Ayuntamiento de Guadalcázar dirige al se­
ñor jefe político superior de esta provincia y comandante de armas de él, para inteligencia de los
señores diputados al Congreso Constituyente”. Guadalcázar, febrero 22, 1822. 2 f. El Ayuntamien­
to consideraba que los habitantes de esa demarcación pagaban sumas muy elevadas por ello: vein­
te pesos por un casamiento, diecisiete pesos, cuatro reales por entierro de adulto...
25 aheslp, scc, 1822, febrero. “El Ayuntamiento de Santa María del Río al teniente coronel
Juan María de Azcárate. Comandante general y jefe superior político de la Provincia”. Santa Ma­
ría del Río, febrero 9, 1822, 2 f. “El Ayuntamiento del Valle de San Francisco a los diputados a cor­
les de la Provincia de San Luis Potosí”. Valle de San Francisco, febrero 9,1822.2 f. “El Ayuntamien­
to del Valle de Matehuala al Comandante general, Jefe Político Superior”. Matehuala, 13 de
febrero, 1822, 4 f. “El Ayuntamiento de Rioverde a los diputados". Rioverde, febrero 14, 1822, 4f.
“El Ayuntamiento de Santiago del Río a los diputados a cortes para la Provincia de San Luis Poto-
326 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ce
CM
CQ
r-H
<N
CM
00

O
Qm
.a

-3
C
<Z>

'O
.2
’u
C

o
Elaboró : Anto nio Almazán Caden a.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL 32 7

Un reclamo general en el que destacó la representación del ayuntamien­


to de Rioverde fue el relativo al uso de bosques, pastos y aguas, pues anterior­
mente los dueños de las haciendas no cobraban a los vecinos de los pueblos
por la madera que cortaban en sus montes, ni por el zacate de las ciénegas, uti­
lizado para tejer las techumbres de las casas. Algunas haciendas tenían gran
cantidad de agua que no necesitaban, pero tampoco permitían que las apro­
vecharan otros labradores, pues con intención las desviaban hacia los ríos sub­
terráneos.26
Las instrucciones de los ayuntamientos nos muestran su representatividad
y los estrechos vínculos con la población, con sus necesidades y urgencias. In­
teresa subrayar la convicción de que el nuevo gobierno podía influir decidida­
mente en dar respuesta a esos reclamos. Esas instrucciones también especifica­
ban el contenido sustancial de la representación de las diputaciones. De esta
manera, las élites políticas tendían un vínculo directo a través de este orden
institucional con la población. Así, las elecciones, más que un formalismo,
eran la práctica que daba legitimidad a esa representatividad. Para los ayunta­
mientos, el Congreso representaba la posibilidad de que sus voces fueran to­
madas en cuenta a través de sus representantes. En sus demandas, las múltiples
localidades tejían el espectro de la nación al ejercitar las prácticas de una re­
presentación política, misma que tenía un fuerte contenido social.
En la región de la Huasteca, los ayuntamientos tuvieron papeles contras­
tantes. Reflejaron una experiencia histórica diferente a la experimentada en el
Altiplano y la Región Media de San Luis Potosí. La discriminación de la pobla­
ción indígena estaba presente en la conformación de dichos cuerpos políticos.
A diferencia de los tlaxcaltecas cuya alianza histórica con los conquistadores les
permitió participar en un profundo proceso de aculturación, los pueblos in­
dios de la Huasteca se refugiaron en territorios de difícil acceso y marcaron
una distancia cultural que emergió con claridad en los años de la independen­
cia del país.

sí”. Santiago del Río, febrero 15, 1822, 1 f. “Instrucción que el Ayuntamiento de Guadalcázar diri­
ge al señor Jefe político [...] para inteligencia de los señores diputados al Congreso Constituyen­
te”. Guadalcázar, febrero 12, 1822, 2 f. “Asuntos ó indicaciones que hace el Ayuntamiento Consti­
tucional del Pueblo de Tlaxcalilla para gobierno de los señores diputados a corles por esta
Provincia de San Luis Potosí”. Tlaxcalilla, febrero 15, 1822, 2 f. “El Ayuntamiento de Cedral [...]
hace a sus diputados los siguientes encargos [...]". Congregación de Santa María del Cedral, fe­
brero 26, 1822, 2 f. “El Ayuntamiento del pueblo de Tancanhuitz [...] a los diputados a las cortes
constituyentes del Imperio Mexicano Tancanhuitz, febrero 28, 1822, 4 f. sgg, 1822, marzo-
abril. “Instrucción que el pueblo de San Agustín de Xilitla [...] remitió al señor [efe Superior con
las noticias correspondientes para el gobierno de los señores diputados a cortes". Xilitla, abril 16,
1822, 2 f. “Instrucción que el pueblo de San Miguel del partido de la capital de San Luis Potosí
[...] y dirige por conducto del Señor jefe Superior Político de esta Provincia don Juan María de
Azcárate a los señores diputados de ella". Pueblo de San Miguelito, abril 25, 1822.
26 AHESLP, sgg, 1822, febrero. "El Ayuntamiento de Rioverde a los diputados". Rioverde, febre­

ro 14, 1822, 4 f.
328 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El Ayuntamiento del pueblo de Tancanhuitz, donde residía el subdelega­


do del partido de Valles, manifestó a los señores diputados a las Cortes consti­
tuyentes del Imperio mexicano que la primera necesidad era la “civilización de
los indios” sumidos en la ignorancia y cuyos males se agravaban debido a vivir
dispersos en los montes y cerros.27
La población indígena era concebida como una mano de obra potencial
que requería ser educada para poder explotar el añil, la caña, el tabaco, el al­
godón y las maderas. No , los propios grupos indígenas encontraron en los
cambios políticos la oportunidad de defender sus intereses y organizarse para
intentar formar nuevos ayuntamientos.28 Todo ello hace del proceso de forma­
ción de nuevos ayuntamientos uno de los cambios políticos más importantes
de la Constitución de Cádiz.29
A pesar de las demandas de los ayuntamientos, los diputados al Congreso
General de 1822 dejaron de lado las propuestas de sus representados y se en­
frascaron en la fuerte pugna por definir los nuevos espacios de autoridad, que
no tardaron en llevarlos al enfrentamiento con Iturbide.
Los diputados potosinos que asistieron al Congreso Constituyente Mexicano
instalado el 24 de febrero de 1822 fueron seis: el conde de Peñasco, Pascual de
Aranda, Ramón Esteban Martínez de los Ríos, Juan de Dios Rodríguez, Alejan­

27 aheslp, sgg, 1822, febrero. “El Ayuntamiento del pueblo de Tancanhuitz [...) presenta a los
señores diputados a las Cortes Constituyentes del.Imperio Mexicano, de las cosas que deben refor­
marse para el mayor fomento y utilidad de la nación". Tancanhuitz, febrero 28, 1822, 4 f. Esta re­
presentación del ayuntamiento de Tancanhuitz fue constante al menos durante la década 1820-
1830. Libro 3 de las sesiones de la Excelentísima Diputación Provincial... Sesión 23, abril 3, 1821.
aheslp, sgg, 1822, 24. Carta de José Velarde, alcalde constitucional de Tancanhuitz, al gobernador
José Ildefonso Díaz de León. Tancanhuitz, noviembre 12, 1825. aheslp, sgg ,1825, enero (5), 2 f.
28 Para principios de 1823, los pobladores de Tamapache y Tanjoso solicitaron se les separa­
ra de la misión de Aquismón pues querían erigirse en ayuntamiento, para lo que contaban con las
familias necesarias y con los terrenos de cultivo suficientes. Los pobladores de estas comunidades
se quejaban de los maltratos que recibían de las autoridades de Aquismón que les mandaban ha­
cer muebles, tablones, sillas o bateas, sin pagar el justo precio por ellos; asimismo, los obligaban a
contribuir con medio real para la escuela, y sus hijos e hijas no podían disfrutar de ese beneficio.
aheslp, sgg, 1823, 2. “Sobre separar de la misión de Aquismón las de Tamapache y Tanjoso y que
éstas creen su Ayuntamiento”. Tamapache, marzo 12 de 1823, 7 f. Otros grupos en la Huasteca co­
rrieron con mejor suerte; tal es el caso de los que lograron establecer el ayuntamiento de Tampa-
cán. aheslp, sgg, 1824. Borrador de Ojiaos del Gefe Superior Político de San Luis Potosí. Año de 1824, 41
f. “Al Ayuntamiento de San Martín”, enero 26, f. 8v.-9f.
29 Hacia 1823, la provincia de San Luis Potosí contaba con 52 ayuntamientos: San Luis Po­
tosí, Santiago del Río, Tlaxcalilla, San Miguel, Tequisquiapan, San Juan de Guadalupe, San Sebas­
tián, San Cristóbal, Soledad de los Ranchos, Cerro de San Pedro, Pozos, Guadalcázar, Rioverde,
Armadillo, Valle de San Francisco, Santa María del Río, Salinas, Mexquitic, Tierranueva, Venado,
Hedionda, Matehuala, Cedral, Catorce, Charcas, Villa de Valles, Tamuín, Cuayalab, Tanlajás, San
Antonio, Tampamolón, San Martín, Tancanhuitz, Xilitla, Coxcatlán, Huehuedán, Axtla, Tamazun-
chale, Valle del Maíz, Alaquines, La Palma, Ojo Caliente, Ramos, San José de los Montes Alaqui-
nes, San Nicolás Tolentino, Villa de Santa Elena, Gamotes, Pastora, Pinihuán, Lagunillas y San Ni­
colás de los Montes, aheslp, sgg, 1823.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 329

dro Serratón yjosé Joaquín Gárate.30 De ellos destacó por su participación en los
debates del primer Congreso, Ramón Esteban Martínez de los Ríos, quien con
frecuencia apoyó las iniciativas presentadas por Valentín Gómez Farías, diputado
por Zacatecas, y de Prisciliano Sánchez, diputado por Guadalajara.31 Fue coautor
con Toribio González y Antonio J. Valdés del proyecto de Reglamento Político de
Gobierno del Imperio Mexicano que se presentó a la ya reducida representa­
ción, llamada Junta Nacional Instituyente, el 31 de diciembre de 1822, estableci­
da por el Emperador después de la disolución del Congreso.32 El debate sobre
este proyecto, que era en realidad el proyecto de Constitución de la que carecía
el “Imperio Mexicano”, no fructificó porque el día asignado para aprobarlo, el 6
de febrero de 1823, se recibieron en la ciudad de México las noticias de la pro­
clamación del Plan de Casa Mata del primero de ese mismo mes. En el mes de
febrero, Martínez de los Ríos participó junto con el general Pedro Celestino Ne­
grete, el canónigo Mariano Nicolás Robles, Juan José Espinosa de los Monteros
y el jefe político de Puebla, Carlos García, en la comisión del maltrecho gobier­
no de Iturbide para buscar un acuerdo con los militares que habían firmado el
acta de Casa Mata. Martínez de los Ríos había sido diputado de lajunta Institu­
yeme.33

LA OPCIÓN POR EL FEDERALISMO

La Diputación Provincial, el Ayuntamiento de la ciudad de San Luis Potosí y la


guarnición de San Luis Potosí se pronunciaron a favor del Plan de Casa Mata en
los primeros días de marzo de 1823 y destituyeron a Juan José Zenón Fernández,
comandante general de San Luis Potosí, quien se oponía al movimiento. Las Di­
putaciones provinciales se fueron adhiriendo al Plan de Casa Mata a lo largo de
febrero y marzo de 1823. Suscribían la exigencia de una elección a un nuevo Con­
greso Constituyente que representaba de forma proporcional a las provincias.
A pesar de que Iturbide contaba con simpatía popular, la alianza de mili­
tares y Diputaciones selló el fracaso del Imperio en marzo de 1823, pero no
que el proceso condujera a un republicanismo federal, que en parte expresa­

30 Mateos, 1997, I, pp. 228-231, 258, 289, 312, 323, 325, 340, 346, 418, 553, 555, 575. En la
Convocatoria se le asignaron siete diputados a la provincia de San Luis Potosí, en razón de contar
con diez partidos; en éstos se incluyó a las villas de Parras y el Saltillo, que en realidad correspon­
dían a la provincia de Coahuila. El jefe político y la Diputación Provincial de San Luis Potosí con­
sultaron al Congreso sobre la conveniencia de suspender la asistencia de los diputados electos Ale­
jandro Serratón y Carlos Flores, en virtud de que la provincia de San Luis Potosí sólo tenía ocho
partidos; sin embargo, como el primero había presentado ya sus credenciales se le admitió en el
seno del Congreso; el diputado Flores no se presentó y pidió licencia por estar enfermo. Sesiones
del 11, 12, 14 y 21 de junio de 1822, en: Mateos, 1997,1, pp. 552-575.
51 Actas del Congreso Constituyente Mexicano, 1822, en: Mateos, 1997,1.
52 Calvillo, 1974,1, p. 301; Barragán, 1994, pp. 102-113.
w Calvillo, 1974,1, p. 329.
330 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ba el viejo regionalismo colonial. En San Luis Potosí, el proceso hacia el fede­


ralismo iba a responder a la aparición del brigadier veracruzano Antonio Ló­
pez de Santa Anna en la capital de la provincia. Ayuntamientos y Diputación
Provincial34 tuvieron que asumir la presencia de Santa Anna en mayo y junio
de 1823, y responder a las convocatorias de otras provincias, pero además tu­
vieron que participar en lajunta de Celaya.35
Desde Altamira, Santa Anna comunicó en abril de 1823 al comandante mi­
litar de San Luis Potosí, Francisco Arce, que se dirigía hacia el territorio potosi-
no “[...] con el objeto de consumar la grandiosa obra de nuestra regeneración
política [,..]”.36 Arce hizo saber a la Diputación Provincial las intenciones de
Santa Anna y se pronunció a favor de las mismas: “[...] lo que transcribo a VE a
fin de que tome conocimiento en la venida de este benemérito Gefe, y que si fue­
re de su agrado: uniformes, salgamos a recibir a este importante General como
el primero que pronunció tan dulce voz de Libertad”.37 Cautelosa, la Diputación
respondió al comandante interrogándole sobre las condiciones. La presencia:

No sabiendo esta Diputación Provincial cuál es la investidura con que viene a esta
Provincia el Señor Brigadier Don Antonio López de Santa Ana, ni tampoco si lo ha­
ce con acuerdo del Gobierno que nos rige; pues el oficio que VS inserta en el suyo del
día 19 deja en duda de los medios con que se propone consumar la grandiosa obra
de nuestra regeneración, que es el principal objeto del Soberano Congreso [...].38

La respuesta de Arce tranquilizó parcialmente a la Diputación al hacerle sa­


ber que el general Guadalupe Victoria conocía los movimientos de Santa Anna.39
Mientras tanto, al interior de la provincia de San Luis se habían hecho pro­
nunciamientos a favor del Plan de Casa Mata; el ayuntamiento del Valle de San
Francisco, relevante por concentrar en su jurisdicción algunas de las principa­

34 Los integrantes de la Diputación Provincial de San Luis Potosí desde 1822 y hasta 1824, en
que se estableció el primer Congreso Constituyente del estado, de San Luis Potosí fueron: José Il­
defonso Díaz de León, Francisco Justo García, José Eufrasio Ramos, Juan José Domínguez, Apoli-
nario Azpeitia, Rafael Delgado, José Pulgar, José María Guillén, Luis Barragán, José Antonio Be­
cerra, Francisco Reyes, Ignacio Lozano, Macario Guerrero, Marcelino Martínez, Juan García
Diego, Lorenzo Obiegón y Manuel Ortiz de Zarate. Benson, 1994, pp. 236-252. aheslp, sgg, 1823,
septiembre. Acta que se levantó el 1 de septiembre de 1823 por la Exma. Diputación...
35 La adopción del federalismo tiene múltiples facetas. No sólo es a partir de las diputacio­
nes provinciales como señala Benson, o del Plan de Casa Mata como indica Barragán. Los matices
regionales que revelan los ayuntamientos muestran una realidad más compleja.
3,1 aheslp, sgg, 1822, 11. Libro 9o. de Sesiones ríe la Exma. Difmtaáón Provincial. 2o. del Año de
1823, f. 4142.
37 Id. Carta de Francisco Arce a la Diputación Provincial. San Luis Potosí, 19 de abril de 1823,
f. 41-42.
38 Ibid. Carta de la Diputación Provincial al comandante Francisco Arce. San Luis Potosí, 21
de abril de 1823, f. 43.
39 Arce indicó a la Diputación que Santa Anna salió con su guarnición de Veracruz con el ob­
jeto de recuperar “los reales" que llevaba el ministro Herrera a los Estados Unidos, id., f. 74.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 331

les haciendas de abastecimiento de la propia ciudad de San Luis Potosí se ma­


nifestó favorablemente a la convocatoria para el nuevo Congreso, “bajo toda la
extensión del sistema liberal [...]”.40
La ruptura favoreció una intensa comunicación entre las diputaciones
provinciales al informar de los sucesos que tenían lugar en su interior y las in­
terpretaciones que hacían de los acontecimientos nacionales. La Diputación
Provincial de San Luis mantuvo una intensa correspondencia con las diputa­
ciones de Querétaro, Valladolid, Durango, Zacatecas, Nuevo Santander y la del
Nuevo Reyno de León, Coahuila y Texas, asentada en Monterrey, la cual reco­
nocía el vínculo: “Esa Exma. Diputación tiene títulos singularmente obligato­
rios hacia ésta por sus interesantes y francas comunicaciones [,..]”.41 Esta co­
rrespondencia revela un interés por crear consensos y acuerdos regionales en
beneficio de la unidad de la nación.42 43 *
Muestra también la percepción de la de­
sigualdad política de las provincias frente a la de México; la importancia de la
representación nacional; el interés de que los diputados fueran electos por los
ciudadanos de cada provincia y se dividieran en dos cámaras; la promoción de
una “buena economía política”; la adopción de una nueva diplomacia y el es­
tablecimiento de vínculos con naciones extranjeras; el deseo de formar un so­
lo cuerpo político con todas las naciones del continente americano; la necesi­
dad de declarar la libertad de imprenta y la capacidad de la nación de dirigirse
por sí misma sin necesidad de “mandarines extranjeros”.
La Diputación Provincial asentada en Monterrey, encargada del gobierno
de las tres provincias, pidió el apoyo de la de San Luis ante la negativa de la
Provincia de Texas de reconocer el Plan de Casa Mata:

[...] se ve en el duro caso de dirigirse a VE en un punto de interés nacional, confiada


de que VE que tanto le ha favorecido en las últimas ocurrencias para uniformar la opi­
nión, no podrá dejar de hacerlo para conservar la unidad nacional que peligra [. ..].4S

En Nuevo León se temía que el gobernador de Texas solicitara un refuer­


zo de tropas y dinero al “Norte de América”, ofreciendo parte de los terrenos

40 aheslp, sgg, 1823 (3), 2 f. Copia del Acta original que obra en el Libro de Acuerdos del
Ayuntamiento del Valle de San Francisco, 31 mayo de 1823.
41 AHESi.p, sgg, 1824, 22. Libro 9o... Carta de la Diputación Provincial del Nuevo Reyno de León,

Coahuila y Texas a la Diputación Provincial de San Luis Potosí. Monterrey, abril 4 de 1823, f. 47v.
42 La Diputación Provincial del Nuevo Reyno de León, Coahuila y Texas envió a la de San
Luis Potosí copia de las resoluciones más significativas para ella. Un ejemplo de esto son las ins­
trucciones que elaboraron, a principios de abril de 1823, Juan Nepomuceno de la Peña yjosé Ma­
ría Paras y Ballesteros por encargo de la Diputación, para los comisionados a lajunta de Puebla
(Servando Teresa de Mier y Noriega y Melchor Eca y Míizquiz). Las instrucciones contienen 27
puntos; el primero de ellos es la negativa a la reposición del Congreso extinguido en el mes de oc­
tubre de 1822, aheslp, sgg, 1824, 22. Libro 9o... f. 49-56.
43 Ibid., Carta de la Diputación Provincial del Nuevo Reyno de León, Coahuila y Texas a la
Diputación Provincial de San Luis Potosí, Monterrey, 18 de abril de 1823, f. 95.
332 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de la provincia y que Iturbide, al saber que la provincia de Texas continuaba


reconociéndolo como legítima autoridad, la desmembrara de la “Nación Ana-
huacense” y la entregara a la potencia limítrofe.44 Su temor por la posibilidad
de la separación de Texas se vio confirmada años más tarde.
La Diputación de San Luis Potosí escribió de inmediato al Ministerio de
Guerra y Marina. El ministro José Ignacio García Illueca envió al brigadier Fe­
lipe de la Garza, comandante general de las Provincias de Oriente, a someter
a la provincia rebelde y dispuso que los brigadieres Mariano Laris, comandan­
te de Zacatecas, y Antonio López de Santa Anna, auxiliasen a De la Garza.45 Sin
embargo, la provincia de Texas reconoció días después el Plan de Casa Mata,46
con lo que Santa Anna no tuvo que salir de San Luis Potosí.
Ante la precipitación de los acontecimientos, las diversas autoridades de
San Luis Potosí se manifestaron a favor de llevar a cabo la convocatoria para un
nuevo congreso. La presencia de Santa Anna en la ciudad de San Luis Potosí
provocó ciertas resistencias y produjo serios conflictos, en especial ante las exi­
gencias de su fuerza armada. Los enfrentamientos no significaron oposición al
proyecto federalista, sino una discrepancia de las autoridades y los habitantes
de San Luis en torno a la forma de alcanzar el régimen federal.47
La relación entre el jefe político que presidía la Diputación Provincial,
José Ildefonso Díaz de León, y el brigadier Antonio López de Santa Anna se
fue modificando a lo largo de las semanas. En un principio, Díaz de León le
prestó ayuda al jefe militar, y solicitó alos distintos ayuntamientos que lo apo­
yaran.48 Al paso de los días, el comportamiento de Santa Anna rompió con
todas las normas. En San Luis Potosí se le reconocía como mayor general de
la división de Veracruz, pero Santa Anna empezó a comportarse como un po­
der autónomo que merecía el apoyo de todas las autoridades locales, y asu­
mió que su condición de sublevado federalista le daba una legitimidad que
las frágiles formas institucionales no le otorgaban: “Esté Usted seguro que
mientras esté en esta provincia, no permitiré que nadie propase los límites
del deber”.49

44 Ibid.
45 aheslp, sgg, 1322, 11. Libro 9o... Carta dejóse Ignacio García Illueca a la Diputación Pro­
vincial de San Luis Potosí. México, 28 de abril de 1823, f. 119.
46 aheslp, scc, 1822, 11. Libro 10 de.Sesiones de la Exma. Diputación Provincial. 3o. del año de 1823,
f. 155-159.
47 Barragán, 1994. Advierte las distintas posturas de las provincias para alcanzar este régimen
federal, aunque no incluye el caso de San Luis Potosí, pp. 135-163.
48 “Se necesitan 200 muías de carga y 80 bagages de silla, en cuya virtud hará V.S. recoger en
ese pueblo y las haciendas de su territorio, todas las que de una y otra clase se encuentren y entre­
garlas inmediatamente al Señor oficial que conduce éste”, aheslp, sgg, 1823 (11). Libro Borrador de
Oficios deljefe Político. 131 f. Comunicaciones a los ayuntamientos de Guadalcázar, Rioverde, Arma­
dillo, Valle de San Francisco, Santa María del Río, San Luis Potosí, abril 22-30, 1823, f. 20f.-21f.
49 aheslp, scc, 1823, 3. Carta de Antonio López de Santa Anna a Ildefonso Díaz de León. San
Luis Potosí, 30 de mayo de 1823.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 333

La prudencia de Díaz de León evitó una ruptura a pesar de que Santa An­
na permaneció en San Luis Potosí de abril a julio de 1823. La capital potosina
era un sitio estratégico desde el cual podía acechar a las autoridades estableci­
das en la ciudad de México, aprovechando la incertidumbre y el descontento
de las provincias que se iban inclinando por el federalismo. La ubicación geo­
gráfica de la ciudad de San Luis Potosí y sobre todo ese almacén de alimentos
y de tren militar en sus zonas aledañas explican su estancia, así como la cerca­
nía a Zacatecas, Guadalajara y las Provincias Internas de Oriente. La posibili­
dad de una salida militar ante la indecisión del Congreso General estaba laten­
te, y Santa Anna esperaba encabezarla y representar esa opción.
La política asumida por las autoridades locales hacia el jefe militar vera­
cruzano se fue desgastando al paso del tiempo. Para evitar una fractura mayor,
la Diputación Provincial se trasladó a la cercana población de Mexquitic sin
que el jefe político, Díaz de León, dejara de atender las demandas de Santa
Anna. La aceptación final del primer Congreso Constituyente de convocar
nuevas elecciones, ofreció un alivio.
El jefe político Díaz de León mandó publicar el decreto del Soberano
Congreso que ordenaba convocar las elecciones para una nueva representa­
ción nacional y desanimar a los que tuvieran deseos de imitar la postura ra­
dical de Guadalajara. Santa Anna organizó unajunta popular en la que ofre­
ció su fuerza para apoyar cualquier determinación y ésta fue la misma de la
diputación provincial, es decir, representar ante el Soberano Congreso las
razones que había para la nueva convocatoria. Los vecinos que concurrieron
a dicha junta exhortaron “a la obediencia de los supremos poderes para te­
ner un centro de unión en las peligrosas circunstancias en que nos halla­
mos”.50
La correspondencia entre el jefe político Díaz de León y el Ministro de Re­
laciones, Lucas Alamán, fue continua y abundante en los meses de mayo, junio
yjulio de 1823. Las autoridades de San Luis favorecían el establecimiento de
una república federal, pero por la vía política, no militar; por ello manifesta­
ron su apoyo al Supremo Poder Ejecutivo. Alamán dio a conocer a Díaz de
León el respaldo del Supremo Poder Ejecutivo por su conducta.51 También la
Junta Nacional Instituyeme reconoció los aciertos del jefe político y la Diputa­
ción Provincial de San Luis Potosí.52
En junio, Díaz de León le hizo saber a Santa Anna los problemas que pro­
vocaba su presencia en la provincia. El jefe político potosino le reprodujo la
opinión manifestada por el ex comandante de Monterrey, Pedro Lemus, y el
vocal de la Diputación Provincial, Antonio Becerra, para que la oficialidad de

50 Ibid., San Luis Potosí, mayo 28 de 1823, f. 32v.


51 aheslp, sgg, 1823 (4). Carta de Lucas Alamán a José Ildefonso Díaz de León, Jefe Político
de San Luis Potosí, México, 14 de junio de 1823, 2f.
52 Sesiones del 1 julio y 5, 9 y 11 agosto, 1823. Mateos, 1997, II, pp. 428, 465, 470-472.
334 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

la ciudad de San Luis Potosí se manifestara por la república. Convencido de


que el sistema de gobierno republicano era el más conveniente para la nación,
el Congreso ya había emitido la convocatoria para elegir una nueva represen­
tación, por lo que no consideraba necesaria la proclamación de la república tal
y como sugería Santa Anna.53 A su vez, el Congreso general también reprobó
el plan de Santa Anna en San Luis Potosí.54
El gobierno de Díaz de León presionó para una pronta definición fede­
ralista. Sin amenazar, se preparó para enfrentar circunstancias extraordina­
rias que obligaran a buscar otro centro de unión. A la presión que significa­
ba la presencia de Santa Anna en San Luis se sumaban las inquietudes
políticas en las provincias circunvecinas, por lo que Díaz de León le advir­
tió al Secretario Lucas Alamán de las tensiones a las que estaba sometida la
provincia de San Luis Potosí por las definiciones políticas de Guadalajara,55
Querétaro,56 Guanajuato y el Saltillo,57 y a las cuales no tenía la certeza de
poderlas resistir por mucho tiempo?8
Las advertencias de Díaz de León pretendían justificar la decisión que ha­
bían tomado las autoridades de San Luis. Era un hecho que más allá de la ex-

5J AHESLP, SGG, 1823. Libro Borrador de Oficios delJefe Político. Carta de Díaz de León a Santa An­

na, San Luis Potosí, junio 2 de 1823, f. 39.


54 Sesión del 14 de junio de 1823, Mateos, 1997, II, p. 404.
55 aheslp, scc, 1822, 11. Libro 10... f. 256-265.
56 El 12 de junio de 1823, el comandante general de Querétaro, Luis de Cortázar, invitó a
la Diputación Provincial de San Luis Potosí a adherirse al plan que formó con la Diputación Pro­
vincial de Querétaro y el Ayuntamiento de la ciudad a fin de tomar una decisión prudente fren­
te a la moratoria del Congreso Convocante, para nombrar nuevos representantes al Plan procla­
mado por Santa Anna en San Luis Potosí y el pronunciamiento de Guadalajara. El plan con nueve
artículos hacía saber al Soberano Congreso, por medio del gobierno de México, que su morosi­
dad en expedir la convocatoria había provocado los males en que estaba envuelta la nación, obli­
gando a las provincias a tomar medidas enérgicas para prevenir agresiones y evitar la anarquía.
Asimismo aprobó el nombramiento del brigadier Cortázar como primer jefe de las guarniciones
de Celaya y San Miguel el Grande, pronunciadas por el gobierno republicano federado; sólo re­
conocía al Soberano Congreso con el carácter de convocante, aunque obedeciendo las órdenes
que emanen de él y del Supremo Poder Ejecutivo, cuando ajuicio de la Provincia resulten en su
felicidad. La Diputación de Querétaro invitó a unirse a las de Guanajuato y Valladolid, ofrecién­
doles conservar su tranquilidad con el Ejército que encabezaría el general Barragán y sería soste­
nido por las tres provincias; si las Diputaciones de Valladolid y Guanajuato no se unían, el plan
no tendría ningún efecto. La Diputación Provincial de San Luis Potosí respondió a la de Queré­
taro que se uniría a la invitación que le había hecho la de Valladolid para afianzar la tranquilidad
de las provincias, aheslp, sgg, 1822, 11. Libro 10... f. 273-278.
57 El ayuntamiento de Saltillo envió a la Diputación Provincial de San Luis Potosí el pronun­
ciamiento que hizo el 26 de mayo de 1823 a favor de adoptar como forma de gobierno la Repú­
blica Federada, así como su deseo de que las cuatro Provincias de Oriente formaran un estado que
“haga parte de la gran Federación Mexicana”. Le pedía que “con su superior ilustración nos co­
municase sus importantes luces", aheslp, sgg, 1822, 11. Libro 10... f. 243-246, 266-270.
58 Ibid. Carta de José Ildefonso Díaz de León a Lucas Alamán. San Luis Potosí, junio 17 de
1823, f. 47.
US APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 335

posición de motivos que le hacía saber a Alamán, desconfiaba de las posibili­


dades reales de que el Congreso Constituyente estableciera la federación. Las
pugnas entre los militares y los diversos grupos que se atribuían el proyecto fe­
deral provocaron una incertidumbre generalizada. La actitud de San Luis evi­
denció la cohesión de un cuerpo político local al asumir su propio proyecto y,
aunque contemporizó con otros, no se subordinó y buscó establecer las formas
institucionales que le permitieran expresar sus propios intereses, compartien­
do un mismo proyecto de nación.
La opción política elegida frente a la militar tuvo una doble vía; por un la­
do ratificó el apoyo a las autoridades establecidas en la ciudad de México y, por
otro, se implemento un proyecto alterno. La Diputación Provincial de Vallado-
lid invitó a la de San Luis a nombrar uno o dos comisionados a fin de ponerse
de acuerdo entre las provincias sobre la forma de gobierno conveniente, con­
tando ya con la aceptación de la Diputación Provincial de Querétaro59 San
Luis nombró como comisionados a lajunta de Celaya al doctor Tomás Vargas
y al secretario de la Diputación Provincial, Juan José Domínguez. El general
Miguel Barragán, presidente de la Diputación Provincial de Valladolid, invitó
también a lajunta al brigadier Antonio López de Santa Anna y al brigadier Jo­
sé Gabriel de Armijo. El 17 de junio de 1823, la Diputación Provincial de San
Luis Potosí dio a conocer el Proyecto de Instrucciones para los Comisionados
a lajunta de las Cuatro Provincias que formarían una federación especial: Va­
lladolid, Querétaro, Guanajuato y San Luis.60

Art. lo. Que sobre asegurarse la unión estrecha entre las cuatro provincias dichas se
procure la de las limítrofes invitándolas a que manden sus comisionados a lajunta.
2o. Que el punto donde esta Junta se instale sea el céntrico de las federadas,
sino es que haya algún inconveniente que ajuicio de la mayoría sea grave, o al es­
tablecerse en otra parte produzca conocidas ventajas.
3o. Que para la garantía de esta federación se forme un ejército de todas las
provincias unidas de las tropas que las circunstancias hagan considerar necesarias
acordándolo con los jefes militares, quienes determinarán los puntos que sus sec­
ciones deban ocupar para ocurrir pronto a salvar la parte amenazada.
4o. Que este ejército será sostenido con proporción a la.parte con que deba
cooperar cada Provincia con respecto a sus circunstancias.

59 aheslp, sgg, 1822, 11. Libro 10... f. 276-278, 289.


60 El 6 de junio de 1823 la Diputación Provincial de Querétaro envió a la de San Luis las ins­
trucciones que dio a sus comisionados para asistir a lajunta convocada por la Diputación Provin­
cial de Valladolid. Las instrucciones tienen 14 puntos y varían sustancialmente de las de San Luis
Potosí. La Diputación Provincial de Michoacán envió a la de San Luis Potosí el 17 de junio de 1823
las instrucciones que dio a su comisionado a lajunta promovida “para uniformar la opinión de las
Provincias Centrales de la América Septentrional”; estas instrucciones constan de nueve puntos y
tienen poco en común con las de Querétaro y San Luis Potosí, aheslp, scc, 1822, 11. Libro 10... f.
300-302, 308-309.
336 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

5o. Que a consecuencia no se reconozca el Congreso actual mexicano sino co­


mo convocante, ni al Supremo Orden Ejecutivo mas que como centro de la unidad
de la Nación.
6o. Que los decretos de uno y otro de los mencionados no se cumplan sino en
cuanto no pugnen con el plan que acuerde lajunta, y en los casos que no se opon­
gan a los intereses particulares de una o demás de las Provincias.
7o. Que la voluntad general de la Provincia es constituirse en república fede­
rada gobernándose por sí en lo económico y bajo la principal base de la observan­
cia de la Religión Católica, Apostólica Romana con intolerancia de otra alguna.61

Dicho proyecto presionaba a las autoridades establecidas en la ciudad de


México en torno al rumbo a seguir y establecía una defensa político-militar. Es­
ta búsqueda de alianzas regionales respondía también a la presencia del poder
militar de los generales Santa Anna y Armijo, que en esos días dominaban con­
frontados el escenario potosino.62 La amenaza de un enfrentamiento entre am­
bos militares hizo a los comisionados de las cuatro provincias hacer algunas adi­
ciones a los artículos del proyecto, apuntando a formar un ejército propio.63

61 aheslp, sgg 1823 (13). Proyecto de Instrucciones para los Comisionados a lajunta de las
cuatro Provincias que van a formar una federación especial... San Luis Potosí, junio 17, 1823, 2 f.
seo, 1822, 11. Libro 10... f. 281.
62 Armijo fue nombrado a fines de mayo de 1823 por el Supremo Poder Ejecutivo como co­
mandante general de la Provincia de San Luis Potosí.
6S “Al lo. En atención a que mientras no calmen las desavenencias que se han suscitado en­
tre los brigadieres Armijo y Santana no estará bien asegurada la unión entre las cuatro provincias
actualmente federadas, los comisionados llevarán copias de actas y oficios y tendrán presentes
cuantos más documentos sean necesarios para la ilustración de la materia en un asunto que tiene
en tanta agitación a esta Provincia, y expuesta a males de tal tamaño y que pueden trascender a las
vecinas y hermanas para que aquella junta tome los acuerdos correspondientes al común bien y
tranquilidad. Y que se examine el plan del Sr. Santana en especial su artículo 13.
Al 3o. Que los comisionados lleven facultades bastantes para confirmar o elegir en caso ne­
cesario losjefes primeros del ejército garante de las cuatro Provincias o de las demás que quieran
unirse sin olvidarse que para elegir a otros que no sean hijos de algunas de las Provincias confede­
radas es necesario que su pericia, su probidad, su liberalismo y demás virtudes sobresalgan mucho
a las de los patricios.
Al 4o. Que para el sostenimiento de este ejército persuadidos de que las rentas establecidas
bien manejadas son bastantes para cubrir el presupuesto respectivo, después de reducidas a su de­
ber unas tropas que en injustas desavenencias están robando los caudales que consumen con da­
ño de la Patria misma que los mantiene; puedan tomar las medidas que juzguen más a propósito
para que las rentas se manejen sin fraude y no sirvan en adelante de recursos para fomentar los
vicios y excesos de los manipulantes.
Al 5o. Que discutan sobre la convocatoria ya decretada y decidan su cumplimiento con las
adiciones que parezcan necesarias en atención a que muy poco huelen sus artículos a bases de re­
pública federada según la voluntad general y así lo que promete el decreto de 21 de mayo en con­
sideración a que las instrucciones de las sobredichas provincias convienen sustancialmente con las
que estaban ya aprobadas y las adiciones anteriores a excepción del número de comisionados que
no va más de uno de aquéllas y de su calidad que los de ellas son individuos vocales de sus Dipu-
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL 337

La respuesta del Supremo Gobierno no se hizo esperar. Alamán les infor­


mó las disposiciones del Ministro de Guerra, de acuerdo con el Supremo Poder
Ejecutivo, para disuadir la formación de esa junta. Con un lenguaje respetuo­
so hacia las Diputaciones Provinciales involucradas, les hacía ver que ponían en
peligro el centro de unión y por ende el proyecto republicano federalista. Les
reconocía a todos como aliados y no como enemigos, pero les pedía desistir de
su proyecto.64 El Supremo Poder Ejecutivo altamente comprometido a sostener
el sistema de república federada no podía aprobar la subsistencia de unajun­
ta Central, porque era necesario reconocer un centro de unidad indispensable
para mantener el orden y las relaciones interiores y exteriores.
El 4 de julio de 1823, la Diputación Provincial de San Luis Potosí, que se
había trasladado a Mexquitic, confirmó su decisión de participar en lajunta de
Celaya, ya que el objeto de lajunta era “el de uniformar la opinión” a favor del
gobierno y

[...] hallándose esta Provincia en el lance de ser aniquilada y el Supremo Gobier­


no sin poderla auxiliar por que sus recursos los retienen o los niegan las Provincias
donde están repartidos, era de necesidad proporcionárselos por medio de la cita-
dajunta [...].65

En esos primeros días de julio de 1823, Santa Anna abandonó San Luis Po­
tosí y comunicó a la Diputación Provincial que ya no tenían motivo sus opera­
ciones militares, en virtud de haber cesado las hostilidades de Guadalajara, y
el Congreso, de acuerdo con la voluntad de las Provincias, estaba decidido a
trabajar las “Bases de República Federada”.66

raciones Provinciales habiendo ya electo dos está conforme a la primera invitación de Valladolid
y siendo ambos de igual confianza de esta Corporación cuando aquéllas no convengan en elegir
otro podrán acordar los dos de San Luis entre sí cuál se retire.
Últimamente, así de lo que resuelvan en esta materia como de cualquier otro asunto que de­
mande pronto conocimiento de esta Corporación, podrán usar de correos extraordinarios cuan­
do la espera de los ordinarios entorpezca de algún modo la marcha de negocios tan interesantes.
aheslp, sgg, 1823 (13) San Luis Potosí, 25 de junio de 1823, 2 f.
64 aheslp, sgg, 1823 (4). Carta de Alamán a Díaz de León. México 27 de junio de 1823, 2 f.
65 aheslp, sgg, 1822, 11. Litro 10... Sesión Extraordinaria, San Miguel Mexquitic a 4 de julio
1823, f. 25-31.
66 Id. Carta de Santa Anna a la Diputación Provincial. San Luis Potosí, 4 de julio de 1823, f.
36-37. Meses más tarde, el jefe militar veracruzano expuso su propia interpretación de esos acon­
tecimientos en una carta personal dirigida a Díaz de León, motivada por la exposición al Sobera­
no Congreso de la Diputación Provincial que publicó el periódico El Aguila Mexicana el 9 de sep­
tiembre de 1823. Santa Anna, con profundo enfado, expresó que no era la valiente, generosa y
liberal provincia de San Luis la que lo denigraba, sino la Diputación provincial, acreedora al des­
precio público por su conducta, por haberse conducido “groseramente contra un ciudadano, cu­
yos sacrificios innegables en todas épocas, están grabados con su sangre en el suelo que lo vió na­
cer [...]”. La acusaba de haber deseado solamente: “Monumentos de buen gusto y que sus
nombres se escribieran con letras de oro”, como alusión a la felicitación dirigida por el cuerpo le-
338 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El Supremo Gobierno mantuvo su preocupación por lajunta de Celaya


que comprometía el proyecto federalista. Alamán volvió a insistir a las Diputa­
ciones Provinciales de Valladolid, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí pa­
ra suspender esa liga política, advirtiendo que las causas que la habían provo­
cado ya no existían al haberse convocado a elección del nuevo Congreso, el
único que podía determinar la naturaleza de la federación. Lo cierto es que,
además de la incertidumbre sobre el establecimiento de una federación, tam­
bién se estaban redefiniendo los intereses y expectativas, incluso territoriales de
las provincias. El Supremo Gobierno lo advertía cuando Alamán señalaba que,
aunque lajunta de Celaya pretendiera estrechar los intereses de las cuatro pro­
vincias para formar un estado en República, la cuestión debía reservarse para
establecerla legalmente sobre bases sólidas.67 La interpretación de Alamán
coincidió con lo que la Diputación Provincial de Valladolid manifestaba el 23
de junio a la de San Luis Potosí, señalando que el único objeto debía ser ya pro­
curar la estrecha unión de estas provincias para constituir un estado en el siste­
ma federal, y que todas se arreglaran a estos principios, mediante instrucciones
a sus respectivos diputados. La Diputación de Valladolid también dada la con­
vocatoria para el nuevo Congreso, el sentido de la reunión era otro.68
El 10 de julio se reunieron en Celaya los representantes de las diputacio­
nes de las cuatro provincias. Ante la promulgación del decreto de convocato­
ria los comisionados aprobaron siete puntos:

gislativo. Se felicita por que sus disposiciones militares nunca contaron con el apoyo de dicha cor­
poración a la que nunca necesitó para nada. Sin embargo, se duele de los insultos, ahora que ha
sido despreciado por el Gobierno, en el que lo califican como criminal por haber atentado con­
tra la soberanía nacional, por haber desobedecido al Supremo Poder Ejecutivo, por haberse eri­
gido en legislador de la nación, por haber afligido con agresiones a los pueblos de la provincia
cuando trabajaba en generalizar la opinión a favor de un gobierno popular representativo. Alar­
deaba de tener tropa brillante, numerosa, contenta y decidida al apoyo de las provincias pronun­
ciadas por el sistema federativo, por lo que no temía ni a la Diputación provincial, ni al general Ar­
mijo ‘cuyos recursos miserables no eran otros que calumniarme en sus escritos y mandar esparcir
el terror hacia mi persona entre las sencillas familias de los ranchos, contándoseles que Santa Ana
era judío, que no estaba bautizado, que iba robando y forzando mujeres, que sus tropas eran de
gachupines, francmasones, y herejes, y que como a tales huyeran de ellos sin prestarles atención
ni auxilios'. Desistía de su empresa por que el Congreso expidida la convocatoria, lo que daba
prueba de y subordinación a las primeras autoridades. Pedía que la Diputación señale ‘los males
que recibieron esos pueblos de mi malhadado plan (como ellos dicen) y dijeran cuales fueron las
decantadas agresiones que hice en mis marchas sobre ellos'. Finalmente pedía a Díaz de León re­
nunciar a las 'rivalidades odiosas que desacreditan a esa loable y benemérita provincia, al paso que
denigran a V.S. que como miembro principal de esa Junta debía ser el modelo de la justicia, de la
moderación y la política’. Esta carta es una interesante pieza retórica, pues muestra la habilidad
de Santa Anna para defender sus puntos de vista y acciones, haciendo parecer al jefe político y a
la Diputación de San Luis Potosí faltos de entendimiento y cortos de luces para apreciar el verda­
dero sentido y alcance de sus propuestas, aheslp, sgg, 1823 (15). Carta de Santa Anna a Díaz de
León, México, noviembre 19 de 1823, 5 f.
67 aheslp, sgg, 1823 (4). Carta de Alamán a Díaz de León. México a 5 de julio de 1823, 3 f.
68 Calvillo, 1974,1, p. 430.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 339

1. Se reconoce como punto de unidad el Supremo Poder Ejecutivo.


2. La opinión de las cuatro provincias es que se les constituya en Repúbli­
ca federada, en los términos que el futuro Congreso determine.
3. Aunque se podrían hacer observaciones a algunos artículos de la convo­
catoria, se admite ésta para evitar mayores males.
4. Se aprueba que tengan efecto los artículos del acta de los generales de
1 de julio.69
5. Se reconoce como general en jefe de las provincias al general Miguel
Barragán, salvas siempre las disposiciones del gobierno.70
Lajunta efectuó tres sesiones y entregó las actas correspondientes a la Di­
putación Provincial.71
La preocupación de Alamán era que la vinculación de estas cuatro provin­
cias generara un nuevo centro de unión que precipitara la fragmentación del
país. Con el general Armijo establecido ya en San Luis Potosí y su entendimien­
to con las autoridades locales, la Diputación Provincial representó una vez más
esa posición política de “bisagra” entre las autoridades asentadas en la ciudad
de México y los movimientos más radicales de algunas provincias. La Diputa­
ción señaló al Supremo Gobierno los peligros de una política represiva contra
los pronunciamientos de la provincia de Guadalajara, advirtiendo su preocupa­
ción porque las acciones militares se salieran del control de las propias autori­
dades, precisándole que el uso militar ponía en peligro a la nación y no había
razón para sojuzgar a ninguna provincia por el hecho de haberse separado.72
El malestar se sentía en algunos lugares, lo que se tradujo en resistencia a todo
préstamo, donativo o contribución, así como en desconfianza pública.73
Los acontecimientos respondían también a un reacomodo geopolítico de
las autoridades de San Luis Potosí para fortalecerse aliadas a Querétaro, Gua-

69 El 1 de julio se reunieron en Celaya los generales Pedro de Otero, Luis de Cortázar, Mi­
guel Barragán, quien además tenía la representación del general Armijo yjosé María Toro como
representante de Santa Anna y el coronel José María Márquez. Los artículos aprobados fueron: lo.
Para evitar la anarquía, se reconoce como punto central de unión al Supremo Poder Ejecutivo,
mereciendo sus individuos la confianza de la nación, sin que se haya pensado nunca sustraerse a
su obediencia. 2o. Las tropas de dichos jefes reunidos se obligan a sostener a toda costa, la opinión
de las provincias en que se hallan, explicadas por sus comisionados nombrados ya al efecto. 3o. La
resolución se comunicará a dichos comisionados de Valladolid, Querétaro, Guanajuato y San Luis
Potosí para que reunidos a la mayor brevedad manifiesten con toda libertad cuál sea la opinión de
sus comitentes. 4o. Se reconoce en lajunta como general en jefe de las tropas residentes en las ci­
tadas cuatro provincias al ciudadano brigadier Miguel Barragán. El Aguila Mexicana, 2 de agosto
de 1823; El Sol, 12 de julio de 1823, en: Calvillo, 1974,1, pp. 429-430.
70 El Águila Mexicana, 2 de agosto de 1823; El Sol, 12 de julio de 1823 en: Calvillo, 1974, I,
p. 431.
71 aheslp, sgg, 1823. 13, Copia del acta de la sesión de la Diputación Provincial correspon­
diente al 21 de julio de 1823, 1 f.
72 aheslp, sgg 1823. 13, Carta de Francisco García a Lucas Alamán. San Luis Potosí a 8 de
agosto de 1823, 2 f.
73 Ibid.
340 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

najuato y Valladolid, frente a las posiciones más radicales de Zacatecas y Gua­


dalajara. Las fricciones y diferencias entre las propias provincias jugaron a fa­
vor de la política seguida por el ministro Alamán.
Las autoridades de San Luis eran sensibles a la animadversión creciente
hacia el Supremo Gobierno. En los primeros días de septiembre, el coronel Jo­
sé Márquez, jefe del escuadrón número tres de caballería —quien había apo­
yado a Iturbide en 1821—, encarnó los temores de la Diputación Provincial.
Márquez se pronunció con sus tropas y con un plan federalista enviado a todos
los ayuntamientos de la provincia. En él subrayaba la preminencia del Ejérci­
to como “el órgano fiel de la Nación”, como lo demostraban el Plan de Iguala
y los Tratados de Casa Mata. Márquez advirtió del desorden reinante en el país
y los enormes riesgos que ello implicaba para la independencia de México. Se
pronunciaba por el establecimiento de la república federal y afirmaba que “la
provincia de San Luis Potosí es Soberana de sí misma, Libre e Independiente
de toda otra, sin estar ligada con forma alguna de gobierno por falta de pac­
to”. Convocaba a suprimir lajunta Provincial, reconocer al Congreso como
convocante y aceptar al Supremo Poder Ejecutivo como Centro de Unión. Pro­
ponía que el poder ejecutivo de la Provincia de San Luis Potosí quedara a car­
go de Armijo, Zenón Fernández y Marianójosé de Noriega, todos militares.74
Márquez contaba con el apoyo de las autoridades de Zacatecas, según se lo
habían manifestado su Comandante General y el Jefe Político.75 Díaz de León
respondió rápidamente al pronunciamiento de Márquez con una circular a los
alcaldes de las cabeceras de partido, exponiéndoles las equivocaciones del pro­
nunciamiento y la oposición de las autoridades de la provincia. A la vez, Díaz
de León informó a Alamán sobre el suceso y reiteraba el deseo de la provincia
de formar parte de una república federada, constituida por el nuevo Congre­
so Constituyente, único conducto que podía legitimarla.76
El jefe político mantuvo su tono conciliador y expuso su plan frente a la
asonada; reunió a las autoridades y a los electores de los partidos, empleados
y vecinos de la ciudad.77 En lajunta expresó el consenso de los habitantes de
San Luis a los que recurría el Jefe Político para resolver en forma pacífica el
conflicto. La voluntad colectiva se manifestó así en un proceso de negociación
política que evitó un derramamiento de sangre, a la vez que reafirmó la voca­
ción de la provincia por el nuevo orden federal. El mismo Díaz de León le co­
municó al coronel Márquez, atrincherado en el Santuario de Nuestra Señora
de Guadalupe a extramuros de la ciudad, el resultado de lajunta general con­
vocada, con la asistencia de la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, prela­

74 aheslp, sco (Imp.), 1823-2, 1 f.


75 Ibid. El Comandante militar, el Jefe Político y la Diputación Provincial de Zacatecas le ofre­
cieron su respaldo y refugio si fuere necesario. Asimismo le aseguraban el apoyo de Jalisco.
76 aheslp, scc, 1823 (11) Libro Borrador de Oficios... Carta de José Ildefonso Díaz de León a Lu­
cas Alamán. San Luis Potosí, septiembre 10 de 1823, f. 78v.-79v.
77 Ibid.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 341

dos de las comunidades religiosas, electores de todos los partidos, el cuerpo de


oficiales de la guarnición, empleados de las oficinas de la hacienda pública,
“vecinos de distinción de esta ciudad y un numeroso concurso de todas clases”.
Le comunicó los argumentos para rechazar sus propuestas, principalmente la
oposición a desconocer a las autoridades legítimamente constituidas.

[...] no porque en ellos se proclama el sistema de gobierno federativo, que es el


que quiere y desea esta Provincia, sino por la falta de legitimidad con que se pre­
tende darla y principalmente porque en dichos planes se atacan los más sanos prin­
cipios del derecho público y de las autoridades legítimamente constituidas.78

Lajunta convocada acordó nombrar una comisión de negociación enca­


bezada por Tomás Vargas, el brigadier Zenón Fernández (mismo que el pro­
pio Márquez proponía como nueva autoridad) y el coronel Matías Martín de
Aguirre. Esta comisión propuso a Márquez ceder en sus pretensiones y some­
terse a las órdenes del Comandante General.79 Márquez se reunió con el gene­
ral Armijo y decidió retirarse con su tropa al Valle de San Francisco. Sin desis­
tir del todo de su empresa, buscó adeptos en Salinas del Peñón Blanco y en
Rioverde, obligando a las autoridades de San Luis a enviar fuerzas militares a
dichas poblaciones, pero su asonada se diluyó.
En ese mismo mes de septiembre se eligió como diputados por la Provin­
cia de San Luis ante el Congreso Constituyente, a Tomás Vargas, Luis Gonza-
ga Gordoa, José Guadalupe de los Reyes, con Miguel Barragán como suplen­
te. Representaban a militares, eclesiásticos y letrados con fuerte arraigo en la
Provincia de San Luis y estrechamente vinculados a la de Valladolid.80
A fines de diciembre de 1823, Díaz de León, Jefe Superior Político de San
Luis Potosí, recibió una noticia que de alguna manera coronaba sus esfuerzos
y los de la Diputación Provincial: el diputado Gordoa le informabas que el Su­
premo Congreso Mexicano había dado a esa provincia el rango de estado in­
dependiente libre y soberano en lo que exclusivamente toque a su administra­
ción y gobierno interior.81

78 Ibid. Carta de Díaz de León ajosé Márquez. San Luis Potosí a 10 de septiembre de 1823, f. 80.
79 Se le decía: “[...] Reconocer un yerro de opinión es propio de almas grandes. A V.S. no
hacen falta prendas para hacer una declaración de tal naturaleza. Hágala pues y con ella dé un tes­
timonio de la rectitud de intención que asegura, y un día de placer a los buenos ciudadanos, a los
amantes del orden, a sus compañeros de armas, a sus amigos y a su digna familia cuya suerte ex­
pone si como no es de creerse insiste en llevar adelante su plan". Ibid. Es pertinente hacer notar
la autoridad de estos tres personajes. Todos participaron en la guerra de Independencia y Agui­
rre además fue electo diputado a las Cortes de Cádiz en 1820. Muro, 1973, I, p. 174. Tomás Var­
gas además fue diputado por San Luis Potosí al Segundo Congreso Constituyente.
80 Una porción importante del territorio de la provincia de San Luis Potosí estuvo bajo laju­
risdicción del obispado de Michoacán hasta la erección de la propia diócesis potosina en 1854.
81 aheslp, scc, 1823. 11. Carta de Luis Gonzaga Gordoa ajosé Ildefonso Díaz de León, Méxi­
co, diciembre 24 de 1823, 1 f.
342 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LA HUASTECA, ¿UNA SOLA PROVINCIA?

Desde mediados de 1823, la Diputación Provincial de San Luis Potosí enfren­


tó un grave desafío. El alcalde de Huejutla, Cristóbal Andrade, convocó, el 10
de junio, a los demás ayuntamientos de la Huasteca, tanto de San Luis Poto­
sí como de México, Nuevo Santander, Puebla y Veracruz, con el objeto de
unificar a los diversos pueblos de la región para formar una nueva provin­
cia.82 *Su propuesta tuvo una pronta y favorable acogida, y suscitó una reac­
ción negativa de las autoridades de la Diputación Provincial de San Luis. El
21 de julio de 1823, el teniente coronel del Ejército Libertador, Antonio Cor­
tés, síndico procurador del Ayuntamiento y cabecera de Huejutla, manifestó
al Jefe Político Díaz de León los propósitos para integrar esta nueva provin­
cia de mayoría indígena: “[...] ha mandado a individuos que ha comisiona­
do seducir a los comarcanos sin atender a que los habitantes de las poblacio­
nes de que se corresponde la demarcación que quiere reunir son los más
indios infelices [...]”.8S
La actitud discriminatoria hacia la población indígena de la Huasteca que
muestra el documento de Cortés era común entre losjefes militares y las auto­
ridades políticas. Los alcaldes de Tamuín, Cuayalab, Tanlajás, San Antonio,
San Martín y Tampamolón respondieron positivamente a la invitación del
Ayuntamiento de Huejutla, considerando la propuesta como una salida para
que sus pueblos, “que yacen sepultados en la ignorancia y miseria”, se elevarán
al estado de hombres libres. Los vecinos principales de estos pueblos, convo­
cados por sus autoridades municipales a junta general y enterados de la pro­
puesta, acordaron que “no sólo es conveniente, sino de necesidad y justicia la
formación de la provincia con separación a las demás y en los mismos térmi­
nos que indica el expresado y bien meditado Manifiesto [... ] ”.84 Andrade con­
tó con el apoyo de los administradores de la renta del tabaco, Francisco Núñez,
y de alcabalas, Juan Nemesio López, que aportaron las rentas nacionales a su
cargo para apoyar la propuesta.85
El jefe político Díaz de León solicitó al alcalde de Villa de Valles que ini­
ciara una investigación sobre los acontecimientos de Huejutla; le pidió noticias
pormenorizadas de “los agentes principales de la revolución y del ambiente en
los pueblos de la región”. Le pidió que exigiera a todos los ayuntamientos in­
formación sobre sus respuestas al Manifiesto de Huejutla, al tiempo que le ha­
cía saber que partía una división militar de San Luis para auxiliar a las autori­

82 Escobar, 1998a, p. 119.


85 aheslp, scc, 1823. 15, Copia de la carta que dirigió Antonio Cortés al Ministerio de Gue­
rra y Marina. México, julio 21 de 1823, 1 f.
84 aheslp, sgg, 1823. 15. Copia de la carta que envió el ayuntamiento de San Martín Chalchi­
cuautla al de Huejutla. San Martín Chalchicuautla, 17 de septiembre de 1823, 1 f.
aheslp, sgg, 1823, agosto. Carta de Antonio Cortés a Díaz de León, Huejutla, julio 24,
1823, 2 f.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 343

dades. Junto con estas indicaciones, el jefe político enviaba un ejemplar del
proyecto de bases para la Constitución publicado por el Congreso y un “cua-
dernito en que se halla la Constitución de los Estados Unidos de Norteaméri­
ca que, con el mismo fin y el de que se ilustren los pueblos en sus verdaderos
intereses, ha publicado el Supremo Poder Ejecutivo”. La comunicación de
Díaz de León buscaba mantener informadas a las autoridades de la Huasteca,
invitándolas a sumarse a la perspectiva del nuevo orden federal.
El ayuntamiento de la Villa de Valles del 14 de julio de 1823 respondió a
diferencia de los demás, advirtiendo de los riesgos que implicaba llevar a la
práctica la formación de la Provincia de Huasteca. Convenía porque la pro­
puesta podría sacar a la Huasteca del abatimiento, el desprecio y la miseria, y
señalaba que tal vez “la nota que V.S. nos acompaña por demarcación de la
Huasteca, ya está en la mente de nuestros representantes”, pero encontraba
obstáculos que no podrían vencerlo ni tener los auxilios necesarios para lo­
grarlo. Al considerar que en la demarcación de la Provincia Huasteca queda­
ban comprendidos dos puertos marítimos, percibía las ventajas y peligros que
entrañaba, principalmente por no tener “reconocida y garantizada nuestra in­
dependencia por las potencias de Europa”, ya que no contaría con los recur­
sos humanos y económicos para defenderlos. Pedía esperar la instalación del
nuevo Congreso, el resultado de la adopción del sistema republicano federa­
do, y que el gobierno estableciera las correspondientes relaciones exteriores,
y entonces “nos decidimos desde ahora al voto solicitado por V.S. cuando lle­
gue esta época tan feliz tan deseada”.86 La carta de la Villa de Valles expresaba
los límites políticos de la propuesta del Ayuntamiento de Huejuda al propio in­
terior de la región huasteca, y parte de las preocupaciones nacionales funda­
mentales: recursos, orden y defensa.87
La clase gobernante de la provincia de San Luis Potosí no podía aceptar
la separación de la región huasteca. Las grandes propiedades,88 el control del
comercio proveniente de Pánuco y Tampico y la producción de tabaco, que
era uno de los ingresos más apreciados por las autoridades, representaban im­
portantes intereses económicos. El estanco del tabaco y la producción minera
del altiplano eran vitales para las exiguas arcas del naciente estado.
La importancia de la renta del tabaco provocaría una disputa por sus ingre­
sos entre el gobierno de la federación y los estados, pues se acordó cobrar a los
estados los tabacos que éste les remitiría a ocho reales por cada libra neta, pu­
diéndoles revender éstos a once reales la libra neta de tabaco y quedándose con
la diferencia.89 La importancia de ese ingreso iba a repercutir en los mismos

86 “ aheslp, scc, 1823 (15). Copia de la carta que envió el ayuntamiento de Villa de Valles al
de Huejutla. Villa de Valles, agosto 20 de 1823, 2 f.
87 Vázquez, 1996, p. 17.
88 Márquez, 1986.
89 Mateos, 1997, II, p. 651. Sesión del 15 de enero de 1824.
344 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ayuntamientos y en sus dificultades económicas. Así, el alcalde de Cedral pedía


que el fiel de tabacos de ese punto “[...] extraiga un cigarro a cada cajilla para
cubrir los gastos del maestro de escuela y secretario de aquel ayuntamiento”.90

EL PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE DE SAN LUIS POTOSÍ

En enero de 1824. Díaz de León mandó publicar la ley de convocatoria a las elec­
ciones de la primera legislatura de San Luis Potosí que debería renovarse cada
dos años.91 Esta convocatoria señalaba las fechas para la realización de las juntas
primarias o municipales, las secundarias o de partido, y para la elección de los Di­
putados del Congreso del Estado, que estaría compuesto de 13 diputados propie­
tarios y cinco suplentes. Los diputados propietarios electos fueron: el doctor Pe­
dro de Ocampo, cura de la Hedionda (elector por el pueblo de Venado); el
presbítero José María Guillén (elector por Guadalcázar); el presbítero José Ra­
fael Pérez Maldonado (elector por San Luis Potosí); Manuel Ortiz de Zárate
(elector por la Villa de Valles);92 el licenciado José Sotero de la Hoyuela (elector
por Charcas); José Miguel Barragán (elector por la Villa de Valles); Mariano Es-
candón (elector por Rioverde); José María Núñez de la Torre; José Ignacio Soria
(elector por San Luis Potosí); el licenciado Antonio Frontaura y Sesma (elector
por San Luis Potosí); Francisco Miguel de Aguirre; el doctor Manuel María de
Gorriño y Arduengo (elector por San Luis Potosí), y José Pulgar (elector por San
Luis Potosí). Los suplentes: Francisco Antonio de los Reyes (elector por Santa
María del Río); el presbítero Diego de Bear y Mier, cura del Armadillo; el capi­
tán Alejandro Zerratón; José Ignacio López Portillo, yjosé Eufrasio Ramos (elec­
tor por San Luis Potosí) 93 Entre éstos, podemos reconocer cinco sacerdotes, dos
abogados, dos militares, y al menos un propietario. Varios de ellos tenían ya ex­
periencia política: Núñez de la Torre había representado a la provincia de Gua­
najuato en la Diputación Provincial de San Luis Potosí instalada el 17 de noviem­
bre de 1820.94 Pulgar, Ramos y Guillén habían formado parte de la Diputación

90 “El alcalde constitucional de Cedral pide que el fiel de tabacos de ese punto extraiga un
cigarro a cada cajilla para cubrir los gastos del maestro de escuela y del secretario de aquel ayun­
tamiento”. No se autorizó, aheslp, sgg, 1825 (4). Carta del tesorero Juan Guajardo al gobernador
Díaz de León. San Luis Potosí, julio 11, 1825, 1 f.
91 aheslp, sgg, 1824, enero. Expediente relativo al acta levantada por la Diputación Provin­
cial ó convocatoria para elecciones de las Legislaturas Constituyentes de este estado. Enero de
1824, 10 f.
92 Manuel Ortiz de Zárate yjosé Miguel Barragán fueron vecinos de la Villa del Maíz y miem­
bros de la oligarquía local, y su elección como representantes del partido de Villa de Valles mues­
tra la estrecha relación de este grupo político de la región media (Valle del Maíz-Rioverde), con
los intereses de la huasteca potosina, particularmente con los de Villa de Valles.
95 aheslp, sgg, 1824, febrero. Expediente relativo a elecciones para diputados... 243 f., f.
214-218.
94 Benson, 1994, p. 236.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ YLA REPÚBLICA FEDERAL 345

Provincial de San Luis Potosí en 1822-1823.95 En la Diputación Provincial electa


en septiembre de 1823 estuvieron Ramos, Guillén, Escandón y Ortiz de Zarate.96
El Congreso fue instalado el 21 de abril de 1824 y a raíz de ello se disolvió
la Diputación Provincial. En julio de 1824, el Congreso nombró a José Ildefon­
so Díaz de León, hasta entonces jefe político, como gobernador del estado y
en septiembre el Congreso hizo dos designaciones importantes: la primera fue
el nombramiento para senadores ante el Congreso nacional de los ciudadanos
Luis Mendizábal y Sixto Verduzco.97 La segunda fue el establecimiento del
Consejo de Gobierno, formado por cinco personas electas por el Congreso. Es­
te Consejo debía velar por la observancia de la Constitución federal, del Acta
Constitutiva y todos los decretos y disposiciones emanados del Congreso; ser­
viría también como consultor del gobierno y propondría ternas al gobernador
para la provisión de empleos.98 El primer Consejo de Gobierno estuvo integra­
do por el bachiller Ignacio Lozano, cura de Mexquitic;99 el capitán retirado Ig­
nacio Astegui; el coronel Juan José Codallos, el ciudadano Vicente Romero100
y el ciudadano Antonio Nieto.101 Esta fórmula del Consejo de Gobierno era de
alguna manera un equivalente al bicameralismo de algunos congresos locales,
como los de Veracruz y Durango. Yucatán estableció, con el nombre de sena­
do, un cuerpo consultivo del gobernador.102
En el mes de octubre de 1824 se recibió la Constitución Política de los Es­
tados Unidos Mexicanos que, junto con la de Cádiz de 1812, se convirtió en
modelo para las constituciones de los estados.
Los legisladores potosinos se abocaron a realizar un diagnóstico del esta­
do que sirviera como punto de partida para su obra legislativa:

La situación topográfica de su capital y partidos ofrecen un centro para repartir to­


dos los artículos comerciables de las especulaciones mercantiles. Desde su capital

95 Ibid, p. 242.
96 Ibid, p. 252. Aguilar, 2000, pp. 155-156.
97 aheslp, sgg, 1824, septiembre. Carta de los diputados José Miguel Barragán y Francisco Mi­
guel Aguirre ajosé Ildefonso Díaz de León, gobernador del estado de San Luis Potosí. San Luis
Potosí, septiembre 6, 1824. 1 f.
98 aheslp, sgg, Imp. 1824-1. Circular núm. 9. San Luis Potosí, septiembre 22, 1824. 1 f. sgg.
Imp. 1824-2. Circular núm. 14. San Luis Potosí, noviembre 11, 1824. 2 f.
99 Quien también había sido miembro de la Diputación Provincial de San Luis Potosí en
1823. Benson, 1994, p. 252.
190 Originario de Jalisco, se le identifica en San Luis Potosí al menos desde 1819. Nombrado
por Iturbide en noviembre de 1822 como secretario del gobierno político de la provincia de San
Luis y destituido por la Diputación Provincial por haberse ausentado de la ciudad de San Luis
cuando ésta se pronunció por el Plan de Casa Mata, aheslp, sgg, enero de 1823. Borrador de Ofi­
cios del Jefe Político, 1823, 131 f. Carta de José Ildefonso Díaz de León a Lucas Alamán, Ministro
de Relaciones, junio 10, 1823, f. 44.
101 aheslp. sgg. Imp. 1824-1. Circular de José Ildefonso Díaz de León. San Luís Potosí, sep­
tiembre 29, 1824, 1 f.
102 Motilia, 1990, pp. 30-31.
346 EL ESTABLECIMIENTO DEL ÍEDERALISMO EN MÉXICO

Elabor ó: Ant onio Almazán Cadena .


LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL 347

tiene casi a igual distancia el estado de Monterrey, por el oriente y poniente los de
Tamaulipas y Jalisco, por los del sur está en contacto con los de Guanajuato, Que­
rétaro y Michoacán [,..].103

Si bien los diputados lograron en su estudio de las condiciones del estado


precisar los temas más relevantes, otra fue la suerte que corrió la redacción de
la Constitución del Estado de San Luis Potosí. Durante dos años discutieron va­
rios proyectos de constitución. El primero fue redactado por la comisión nom­
brada con tal propósito por el Congreso, integrada por los diputados Guillén,
Barragán y Ocampo.104 Conocemos el publicado por el diputado y doctor Ma­
nuel María de Gorriño y Arduengo, denominado Ensayo de una Constitución Po­
lítica que ofrece a todos los habitantes del Estado Libre de la Luisiana Potosiense o sea
de San Luis Potosí unido a la Federación Mexicana.105 En ella propone que las
constituciones de los estados sigan el tenor del espíritu y aun la misma letra de
las “bases legales de la legislación del Anáhuac”.106 En partes fundamentales
proponía: autonomía estatal, pacto federal, religión única, soberanía en la ad­
ministración y gobierno, garantías individuales (libertad, igualdad y propie­
dad), división de poderes, representación popular, bicameralismo, fuero para
los diputados, una comisión permanente, la constitución federal como ley su­
prema, existencia de un vicegobernador, un cuerpo consultivo auxiliar, ins­
trucción pública, enseñanza universitaria y educación a indígenas.107 108
La propuesta de Gorriño y Arduengo en varios de sus artículos es similar
a la Constitución aprobada en 1826, aunque en esta última no se incorporó el
bicamerismo ni el cuerpo consultivo auxiliar y dependiente del gobernador. El
retardo de la redacción de la Constitución provocó la publicación de un bre­
ve texto anónimo titulado Clamores del Estado de San Luis Potosí por su Constitu­
ción,10* criticando acremente a los diputados por su demora “[...] más de ho­
ra y media se gastó en aprobar hasta la palabra fraude después de mil debates
[...]”. Los acusaba de trabajar poco y gastar mucho, de discutir nimiedades y
de perder el tiempo afectando el buen gobierno de la provincia. En vista de lo
cual preguntaba ¿habrá quien se escandalice de oír que puede pasar el año de
827 sin que tengamos la Constitución? Atribuía la indecisión a la “repugnan­
cia y hastío que naturalmente se tiene al trabajo cuando la necesidad no estre-

105 Cañedo, 2000, p. 35.


104 Ibid., p. 43.
105 Impreso en México en la oficina de D. Mariano Ontiveros en 1825, 72 p. Jesús Motilla
Martínez preparó la edición facsimilar con una presentación, comentarios y notas, que apareció
bajo el título: El Doctor Gorriño y Arduengo. Su proyecto para la primera Constitución Potosina, 1825, pu­
blicado en 1990.
106 Gorrino yArduengo, 1825, p. 7.
107 Jesús Motilla en su valioso trabajo hace una comparación detallada de la propuesta constitu­
cional de Gorriño yArduengo y la primera Constitución potosina de 1826. Motilla, 1990, pp. 46-54.
108 Clamores, 1826, 10 p.
348 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cha al hombre Señalaba al Congreso como un poder al cual nadie po­


día exigirle cuentas ni demandarle responsabilidad. Los ayuntamientos, adver­
tía, le temen, sus críticas se interpretan “como una amenaza a la autonomía”.
Tenía argumentos valiosos sobre los límites y las responsabilidades del Congre­
so de San Luis Potosí para entender las dificultades del nuevo orden de que
surgía: “El interés general de la federación resulta del particular de cada Esta­
do, de manera que si alguno de estos no está constituido, no puede decirse
con propiedad que lo está la Nación”. La consecuencia de su argumento era
un llamado al Congreso general para que interviniera.
Lo cierto es que los proyectos de constitución fueron discutidos y recibie­
ron las opiniones, comentarios y críticas tanto de ciudadanos como de los
ayuntamientos potosinos, e incluso de autoridades de otros estados. Finalmen­
te, el 16 de octubre de 1826 se juró la primera Constitución Política del Esta­
do Libre de San Luis Potosí, que consta de 273 artículos.
La Constitución reconocía en su arü'culo segundo que el estado de San
Luis Potosí era parte integrante de la confederación mexicana, libre, indepen­
diente y soberano en todo lo que privativamente toca a su gobierno interior.
El artículo quinto señalaba que en relación con su administración particular y
régimen interior, el estado ejerce su soberanía por medio de sus poderes par­
ticulares. En lo que respecta a su unión con los demás de la nación mexicana,
orden y relaciones comunes, el estado la ejerce por medio de los poderes ge­
nerales de la federación.
La Constitución de San Luis Potosí estuvo influida decididamente por la
Constitución Política de la Monarquía Española promulgada en Cádiz en mar­
zo de 1812, y acató el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana de enero de
1824 y la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de ese mismo
año. Una de sus cualidades se encuentra en los artículos 265 y 266:

[...] que se refieren a la preservación o reparación de los derechos individuales


cuando han sido vulnerados por cualquier autoridad. Estas dos disposiciones cons­
titucionales de la carta política potosina son un interesante y valioso antecedente
del juicio de amparo [...]”.109

La Constitución señalaba que el gobierno del estado se divide para su ejer­


cicio en los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, sin que puedan reunirse
dos o más de ellos en una sola corporación o persona, ni el primero depositar­
se en un solo individuo. El poder legislativo se depositaba en un congreso de

109 Pedraza, 1975, p. 60. Art. 265. “Todo potosinense tiene derecho a representar al Congre­
so, o al Gobierno del Estado, para reclamar la observación de la Constitución; así como también
tiene la obligación más estrecha de observarla religiosamente en todas sus partes". Art. 266. “Cual­
quier infracción de Constitución hace responsable personalmente al que la cometa; y el Congre­
so, de preferencia, deberá tomar en consideración las que le representen. Las leyes prescribirán
el modo de hacer efectiva la responsabilidad de estos infractores”. Ibid., p. 61.
LAS APUESTAS DE UNA REGIÓN: SAN LUIS POTOSÍ Y LA REPÚBLICA FEDERAL 349

diputados, electo por los ciudadanos del estado, y al que corresponde formar
la ley, revocarla o reformarla. El poder ejecutivo estaría depositado en un go­
bernador designado por las elecciones, y el poder judicial, en un tribunal su­
premo de justicia y en los demás que establezca la constitución y al que corres­
ponde la aplicación de las leyes civiles y criminales.110
La Constitución de San Luis Potosí fortalecía la hacienda pública del es­
tado al asignar al Congreso su competencia para dictar las contribuciones ne­
cesarias, así como examinar, aprobar o reprobar y anotar las cuentas de los
caudales públicos del estado. Le correspondía variar y reformar el método
de la administración y recaudación de las rentas particulares del estado,
crear nuevos empleos en los ramos de hacienda o suprimir algunas plazas. La
hacienda pública del estado la constituían las contribuciones establecidas
por ley y exigidas conforme al reglamento de sus respectivos ramos. Prohibía
establecer contribuciones que, después de cubrir el presupuesto de gastos or­
dinarios del estado, produzcan un exceso de un tercio anual del mismo pre­
supuesto, para el contingente asignado para los gastos de la confederación,
y de los que el Estado necesita para cubrir los suyos. La imposición de las
contribuciones así como su derogación son competencia del Congreso del
estado.111
Uno de los conceptos más relevantes fue el de la ciudadanía. En su primer
artículo, la Constitución establece que el estado de San Luis Potosí es la reu­
nión de los habitantes nacidos o avecindados en su territorio con las calidades
que exija su constitución. Distingue entre potosinense y ciudadano potosinen-
se. Los primeros son todos los nacidos en el territorio del estado, o en cual­
quiera de los demás de la República Mexicana, radicados en él. Los españoles,
y cualesquiera otros extranjeros residentes en el estado antes del pronuncia­
miento de Iguala, o los que avecindados entonces en otro de la República y se
hallaren establecidos en éste al tiempo de publicarse la presente constitución,
que hayan jurado la independencia de la nación, y su constitución general. To­
dos los demás que hayan obtenido carta de naturaleza del congreso del estado,
o que se avecindasen en alguno de sus pueblos, después de obtenerla del con­
greso general, o de alguno de los particulares de la federación. Los esclavos de
potosinenses que no hubiesen nacido en el territorio del estado o los redimi­
dos por potosinenses, luego que unos y otros adquieran su libertad: y los ex­
tranjeros que además de la manumisión tuviesen las calidades y el tiempo de
residencia que la ley exija para su naturalización.
Los ciudadanos potosinenses son aquellos que reúnen todas las caracterís­
ticas mencionadas anteriormente y se encuentran casados o con más de 21
años cumplidos. Sólo éstos pueden elegir o ser elegidos para los empleos del
estado.

110 Ibid., arts. 4, 24, 27, 28, 147, 154, 182, 212 y 219.
111 Constitución... San Luis Potosí, 1826, arts. 114, x-xiii; 250-259.
350 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La Constitución establecía la formación de los cuerpos de milicia cívica


formados con los habitantes del estado. El servicio no sería continuo, a menos
de que las circunstancias lo demandaran, y el Congreso señalaría el orden con
que deberían alternarse estos cuerpos. La jefatura de la milicia local del esta­
do y el cuidado de su disciplina, conforme a la sancionada por el Congreso de
la Unión, estaba entre las atribuciones del gobernador del estado, pero no se
le permitiría mandar en persona esta milicia ni usar la de un partido, sin per­
miso del Congreso.112
El ejercicio de discusión pública que significó la elaboración de esta pri­
mera Constitución promulgada exigió una recomposición de las fuerzas polí­
ticas al interior del estado que ahondaban la fractura con el antiguo régimen.
La presencia del nuevo mandato constitucional provocaría disputas inéditas y
abriría también las posibilidades de diseñar un orden propio y las de cuestio­
narlo e incluso suprimirlo.
La importancia de esta Constitución, como las de los otros estados fue la
de impulsar el tránsito hacia un orden federal. Dichos textos fueron los refe­
rentes políticos que facilitaron renovar una tradición que organizaba las diver­
sas representaciones regionales y articulaban un lenguaje común para la na­
ción.

“Sobre todo, el Congreso mira como el principal apoyo


de su felicidad y del acierto en sus determinaciones, estrechar
y mantener la unión más íntima en los pueblos de la demarcación
de este estado, con los demás que forman el cuerpo de la federación
como miembros unidos al Congreso General [...]”.113

112 Ibid., arts. 152, xii; 153, xv; 260-262.


113 aheslp, sgg, Imp. 1824-1, Manifiesto del Congreso Constituyente del Estado Libre y Sobe­
rano de San Luis Potosí a los pueblos de su distrito. San Luis Potosí, mayo 29, 1824, 15 f.
NUEVO LEÓN, 1823-1825. DEL PLAN DE CASA MATA
A LA PROMULGACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN ESTATAL

Luis Jáuregui
Instituto de Investigaciones DoctorJosé María Luis Mora

I. ANTECEDENTES

En el establecimiento del federalismo en la provincia del Nuevo Reino de León


es importante destacar varios acontecimientos ocurridos en la región durante
los últimos años del periodo colonial y los primeros meses de la etapa indepen­
diente. La provincia adquiere status especial cuando Bernardo de Gálvez (1785-
1786), al someter a su autoridad la del Comandante General de las Provincias
Internas, incluyó en este régimen al Nuevo Reino de León, para acercar a la zo­
na de guerra a las más antiguas poblaciones norteñas.1 Con este “sometimien­
to”, todas las decisiones, excepto la militar, provenían del centro virreinal.
En 1787, el virrey Flórez dividió en dos a la Comandancia de las Provincias
Internas, con lo cual se configuró el funcionamiento administrativo de la re­
gión. Éste y el cambio, de menores dimensiones, que se dio en 1810, dan cuen­
ta de que en lo fiscal, así como en asuntos militares yjudiciales, las Provincias
Internas de Oriente respondían a distintos centros de poder en el virreinato
de Nueva España. Hacia el interior de las provincias, empero, distintas zonas
respondían a instancias superiores diversas; así, por ejemplo, en lo militar, Coa-
huila-Texas dependía de la comandancia general con asiento en Chihuahua,
mientras que el Nuevo Reino de León y el Nuevo Santander respondían a la
propia comandancia militar de las cuatro Provincias Internas de Oriente, que
a su vez obedecían las disposiciones del virrey.2
A pesar de su relativa cercanía (en contraste con Nuevo México o las Cali­
fornias) , el acceso a las Provincias Internas de Oriente era sumamente difícil.
Las noticias tardaban semanas en llegar y la única forma de comunicación no
oficial era la Feria de Saltillo, celebrada en el mes de septiembre. Por su rela­
tivo aislamiento, en los primeros meses de 1811 la insurgencia llegó con fuer­
za a las provincias orientales.3 La adhesión del gobernador del Nuevo Reino de

1 Velázquez, 1997, p. 183.


2 Ramos Arizpe, 1992, pp. 13-17 (puntos 8 al 11).
s Al respecto, véase Santoscoy et aL, 2000, pp. 137-138. Herrera Pérez muestra las razones eco­
nómicas y políticas de la insurgencia en las provincias nororientales. Herrera Pérez, 1992, pp. 52-56.

351
352 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

León al movimiento, después del incidente en las Norias de Baján, llevó a que
se designara un gobernador provisional, que murió a los pocos días. En abril
de 1811, Francisco Antonio Farías, síndico procurador de Monterrey, presen­
tó al ayuntamiento un plan para hacer frente a esta situación. De acuerdo con
éste, se formó una junta provisional gubernativa que fue reconocida por el vi­
rrey Venegas y gobernó hasta marzo de 1813, cuando Fernando de Uribe (al­
calde mayor de Monterrey) asumió el cargo de gobernador.4
Desde 1814, las Provincias Internas de Oriente formaron su propia dipu­
tación provincial. Este cuerpo, y el que se eligió en 1820, sesionó en Monte­
rrey, aunque nunca fue reconocido por su presidente, Joaquín Arredondo, co­
mandante general de aquella región desde 1813.5 En vista de que, al menos en
la forma, la diputación pretendía restarle autoridad, éste nunca asistió a las se­
siones, aunque había establecido su cuartel general en la ciudad de Monte­
rrey.6 Apenas se enteró de que la abrogación de la Constitución de 1812 disol­
vió lajunta7 y, a partir de entonces, Arredondo gobernó las Provincias Internas
de Oriente “en un estado casi de independencia del virreinato”.8
No resulta trivial asentar que Arredondo estableció el cuartel en Monte­
rrey pues, pocas semanas después, el decreto del 23 de junio de 1813 determi­
naría que “el jefe político tendrá su residencia ordinaria en la capital de la pro­
vincia [...] en los días señalados por la Constitución [...] a cuyas sesiones
deberá asistir como individuo presidente”.9 Esto da la idea de que, desde el es­
tablecimiento de las diputaciones provinciales, la ciudad de Monterrey se per­
filaba como capital. Tenía derecho por ser sede diocesana y del Seminario Con­
ciliar, y tenía bajo su “influencia” a un mayor número de ayuntamientos que
Saltillo, su contrincante en la pugna que a partir de entonces se iniciaría por el
asiento de la diputación provincial. Saltillo también tenía derechos a ser capi­
tal, ya que su fundación era unos años más antigua, es posible que contara con
mayor población y tenía una mayor jerarquía que Monterrey en cuestiones de
tesorería de Real Hacienda, administración de tabacos, alcabalas y correos.10
La segunda diputación de las Provincias Internas de Oriente se eligió en
octubre de 1820 y quedó instalada, igualmente en Monterrey, el 20 de noviem­
bre siguiente.11 Aunque sí quedó instalada, esta segunda diputación no cele­

4 Benson, 1997, p. 38; Alamán, v. II, p. 248.


5 Aiamán, 1985, v. 3, p. 494.
6 Idem.
7 Benson, 1997, p. 40.
8 Alamán, 1985, v. 4, p. 472. De hecho, en 1815 Arredondo inició las gestiones para la sepa­
ración del virreinato de la comandancia de Provincias Internas de Oriente. Esta pretensión resul­
taba de que desde 1812 se le había otorgado amplia autoridad en todo lo relacionado con la cau­
sa de guerra. Herrera Pérez, 1992, pp. 68-70.
9 “Instrucción para los ayuntamientos”, 1985, p. 578.
10 Cuello, 1988, pp. 303, 311.
11 Gaspar López a Agustín de Iturbide, Monterrey, 11 de agosto de 1821, ahdn, exp.
XI/481.3/109, ff. 142-145.
NUEVOLEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASAMATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 353

bró sesión formal alguna, quizá por la oposición de Arredondo, quien la disol­
vió definitivamente en los primeros días de julio de 1821. Es probable que es­
ta última diputación fuera sólo “de transición”, toda vez que, como lo estipula
el artículo 80 de la Constitución de Cádiz, el segundo domingo de marzo de
1821, Arredondo celebró junta electoral de provincia que eligió a la que aquí
llamaremos “tercera diputación provincial”.12 En los últimos meses que Arre­
dondo ocupó la jefatura política, intentó desplazar a los oficiales y caudales de
la tesorería nacional establecida en Saltillo desde 1817,13 acto que sugiere que
efectivamente deseaba que la cabecera de la diputación provincial estuviera en
Monterrey, más que nada para debilitar la posición de Saltillo y sus pretensio­
nes, muy cercanas a concretarse, de establecer allí una intendencia.14
La tesorería nunca se desplazó a Monterrey, y cuando Arredondo dejó la
comandancia en manos de Gaspar López en agosto de 1821, éste situó el man­
do en Saltillo, lo que presagiaba que, como comandante militar y, por lo tan­
to, jefe político, la diputación provincial se trasladaría a esta ciudad. En los úl­
timos días de 1821, la tercera diputación nororiental terminó su gestión: en el
acto de clausura, entregó a Gaspar López los archivos de la diputación.15
La cuarta diputación de las Provincias Internas de Oriente debió quedar
instalada a inicios de marzo de 1822. Su gestión duraría ese año y el siguiente.
Sin embargo, tanto Saltillo como Monterrey emprendieron una sorda lucha
durante 1822 por el asiento de la diputación ante el primer congreso constitu­

12 Tena Ramírez, 1987, p. 69; Gaspar López a Agustín de Iturbide, Monterrey, 11 de agosto de
1821, ahdn, exp. XI/481.3/109, ff. 142-145.
15 Alamán, 1985, v. 5, pp. 238-239.
14 El intento de establecer una intendencia en la porción nororiental del virreinato novohis­
pano, con asiento en Saltillo, resultaba de la propuesta que hiciera Ramos Arizpe en 1811 y 1812
y de su consecuente orden por parte de las Cortes en septiembre de 1813. La petición de Ramos
Arizpe respondía a una necesidad geopolítica resultante de las discusiones que mantenía España
con Estados Unidos sobre el destino de la península de la Florida. En 1815, Calleja suspendió la
orden de creación de la intendencia. Sin embargo, dado el gran poder que Arredondo tenía en
la región, la propuesta no fue resucitada sino hasta 1817 por Apodaca y el intendente de San Luis
Potosí. Para cuando el asunto se resolvió dos años después, habían muerto los dos posibles inten­
dentes. Durante el segundo periodo constitucional, se reforzó en 1820 la necesidad de establecer
la intendencia, lo que motivó al decreto de abril de 1821 y el nombramiento como intendente en
Saltillo del recaudador de alcabalas de Guadalajara. La promulgación del Plan de Iguala y la ad­
hesión a éste por parte de las Provincias Internas de Oriente fueron en parte la causa de que se
suspendiera de manera definitiva el proyecto de la intendencia nororiental con asiento en Salti­
llo. Hamnett, 1978, pp. 209-210.
15 La profesora Benson afirma que, “muy a disgusto de los regiomontanos", Gaspar López es­
tableció su cuartel en la ciudad de Saltillo. Esto significó que los archivos de la diputación fueron
trasladados a esa ciudad. Benson, 1997, p. 106. Sin embargo, eventos futuros indican que de hecho
permanecieron en Monterrey. Al respecto, véase Francisco de Mier y Noriega a los diputados del
congreso del estado, Monterrey, 5 de agosto de 1824, acnl, caja 1, correspondiente a 1824, “Do­
cumentos varios del Primer Congreso Constituyente". Por otro lado, el padre Mier afirma, en car­
ta de agosto de 1822, que lo que López se llevó a Saltillo fue el parque y la imprenta “uno y otras
muy míos pues me costó la expedición de Mina ciento veinte mil pesos". Diez Cartas, 1940, p. 36.
354 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

yente. Lo único que resultó de esta pugna fue que Nuevo Santander aprove­
chara para solicitar su separación de las Provincias Internas, y que Gaspar Ló­
pez no instalara la diputación ya elegida.16 La discusión sobre el establecimien­
to de la diputación provincial en Nuevo Santander, que se había formado a
fines de enero, y del Nuevo Reino de León, Coahuila y Texas culminó los días
20 y 21 de junio. Fue entonces cuando se determinó que los representantes de
Nuevo Santander pasaran a Monterrey a formar parte de la diputación provin­
cial nororiental, aunque sin afectar la formación de la diputación en el ahora
estado de Tamaulipas.17 La sugerencia de que estos representantes pasaran
(provisionalmente) a Monterrey respondió, según Mier, a la necesidad de de­
terminar y distribuir las dietas de los diputados.18
En julio y en agosto, se volvió a discutir en el congreso constituyente la ne­
cesidad de establecer en Monterrey una diputación provincial nororiental. El
resultado fue siempre el mismo: todas las propuestas eran remitidas al “opio de
la comisión”.19 El 7 de octubre de 1822, el Primer Congreso Constituyente
emitió dos leyes: la que establecía la diputación de Nuevo Santander y la que
determinaba que la sede de la diputación de Nuevo León, Coahuila y Texas
fuera la ciudad de Monterrey.20 En esta última decisión pesaron varios elemen­
tos de importancia. Por una parte, se había determinado que el pago de las
dietas de los diputados al constituyente lo harían las diputaciones; de ahí que
el apoyo a la sede regiomontana llegara tanto de los diputados neoleoneses
(Servando Teresa de Mier yjuan Bautista de Arizpe) como de uno de los dipu­
tados coahuilenses (Antonio Elozúa de Monclova) y del diputado por Texas
(Refugio de la Garza).21 Por otro lado, se trataba de evitar que Gaspar López
continuara ejerciendo el poder como lo había hecho Arredondo.22 El decreto
se publicó el 25 de febrero de 1823, unos cuantos días después de promulga­
do el Plan de Casa Mata. La razón de la tardanza la sugirió meses antes el pro­

16 Benson, 1997, p. 107; Acias Constitucionales, 1980, v. 3, p. 83,90.


17 El 20 de junio se leyó un dictamen de la comisión de gobernación que proponía “que los
dos vocales para la diputación de Monterrey, nombrados por el Nuevo Santander, pasen a servir
su cargo". Esto, señalaba Bocanegra, miembro de la comisión de gobernación, “sin perjuicio de
conceder al Nuevo Santander [...] la diputación provincial que había pedido”. Al día siguiente se
apoyó la propuesta de Juan Bautista de Arizpe, diputado por Nuevo León, sobre la urgencia de es­
tablecer la diputación provincial en Monterrey. Actas Constitucionales, 1980, pp. 83, 89.
18 Diez Cartas, 1940, pp. 30, 32-33.
19 Ibid., p. 34.
20 El decreto también señalaba que las vacantes que dejaban los diputados neosantanderinos
fueran completadas por las otras provincias. Benson, 1997, p. 109.
21 Aunque Nuevo Santander no se opuso a que el asiento de la diputación provincial estu­
viera en Monterrey (de hecho, el ayuntamiento de San Carlos consideraba inapropiado el estable­
cimiento de la diputación en Saltillo, pues aquélla “está más a lo interno de dichas provincias”),
no tenía mucho que ver en las dietas de los diputados de la ciudad de México, pues como decía
el padre Mier: “nada le falta porque le envía dinero D. Felipe de la Garza". Diez Cartas, 1940, p. 34.
22 Sobre la arbitrariedad de López y sus allegados, véase Benson, 1997, p. 109, y Dirz Cartas,
1940, p. 36.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 355

pió Mier, y ésta era que en la región había una “reunión monstruosa del bas­
tón y la espada en un mando”.23

II. NUEVO LEÓN YEL PLAN DE CASA MATA I:


LAJUNTA PROVISIONAL GUBERNATIVA INSTALADA EN MONTERREY

El Plan de Casa Mata, proclamado el 1 de febrero de 1823, llegó a Monterrey


a fines de mes. De inmediato, Miguel Ramos Arizpe y Rafael del Llano reunie­
ron al ayuntamiento y a las fuerzas vivas de la ciudad para votar la adhesión al
plan. A falta de diputación provincial, establecieron una junta provisional gu­
bernativa para “reasumir facultades vastas y amplísimas [...] sustrayéndose [a]
la obediencia del gobierno [...por no haber] un centro de unión nacional,
[por lo que] era preciso obrar con independencia absoluta mientras llegaba el
caso de que se instalase un gobierno provisional”.24 En otras palabras, lajunta
continuaría en funciones hasta que el congreso reclamado por el Plan se ins­
talase y dictase las normas para el gobierno de esas provincias.25 En este senti­
do, lajunta regiomontana agregó dos artículos al plan original.26
De acuerdo con el artículo 2o. del Plan de Casa Mata, el primer punto
abría la posibilidad de que se convocara a un nuevo congreso bajo las reglas de
noviembre de 1821, lo que significaba que el congreso restaurado sólo actuaría
como convocante. Ésta fue precisamente la petición a lajunta de Puebla pre­
sentada por los comisionados de San Luis Potosí, Querétaro, Jalisco, Zacatecas,
Guanajuato y Oaxaca.27 El segundo artículo agregado al plan señalaba que el
congreso electo debía hacerse cargo inmediatamente de la representación na­
cional. A mi parecer, este punto buscaba definir, de forma implícita, que los
miembros del congreso emanado de Casa Mata fueran representantes de la na­
ción. Así, Barragán señala que el congreso emanado de la convocatoria de ju­
nio de 1823 sería una “reunión de la representación nacional, en la que si bien
los diputados son elegidos en base a la población, en realidad vienen represen­
tando no a sus distritos o provincias que los eligen sino a la nación entera”.28
Lajunta de Monterrey de marzo de 1823 no fue la única instalada en la re­
gión. Parece que todo ayuntamiento formó su junta (o se erigió en junta) pa­
ra adherirse al Plan de Casa Mata y a otra corporación similar, pero con miras

23 Día Cartas, 1940, p. 33.


24 La diputación provincial en Monterrey a García ¡llueca, Monterrey, 25 de abril de 1823,
agn, Gobernación: sin sección, caja 43, ff. 196-198.
25 Benson, 1997, p. 110.
26 Los artículos se encuentran al calce del Acta del cabildo de Saltillo y otros individuos, Sal­
tillo, 7 de marzo de 1823, agenl, Adhesión de las Provincias de Oriente al Plan de Casa Mata (en ade­
lante, apopm), 1823, caja 1, exp. 15 y 16.
27 Al respecto, véase Barragán, 1994, pp. 124-125.
28 Barragán, 1994, p, 176.
356 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

más amplias. De todas las ‘juntas” que se formaron en el noreste de México en


el mes de marzo de 1823, la de Monterrey fue la que tuvo un mayor peso. Ra­
mos Arizpe, al mando de la junta regiomontana, solicitó apoyo a todos los
ayuntamientos de la provincia del Nuevo Reino de León y a los cabildos norte­
ños de la de Nuevo Santander. Los cuerpos neoleoneses se adhirieron e inclu­
so, en la medida de sus posibilidades, ofrecieron hombres, armas y dinero.29
También se adhirieron algunos cabildos neosantanderinos;30 sin embargo, a la
Villa de Aguayo había llegado el otro decreto publicado el 25 de febrero ante­
rior (que autorizaba la creación de la diputación provincial de Nuevo Santan­
der). Esto significó un revés a la aspiración de Ramos Arizpe, e hizo difícil la
unión de las cuatro provincias orientales en una sola jurisdicción.
Al igual que en Monterrey, en los primeros días de marzo Gaspar López
había reunido al cabildo de Saltillo y a los vecinos y militares para decidir so­
bre el Plan de Casa Mata, que López —como iturbidista— no apoyaba. La reu­
nión siguió el ejemplo de Monterrey; es decir, se adhirió al plan, con los dos ar­
tículos que la junta de esta ciudad le agregara. López decidió abandonar la
provincia, no sin notificar a Monterrey la adhesión del ayuntamiento, tropa,
oficialidad, etc., de Saltillo al Plan de Casa Mata.31 Sin embargo, indicaba que
esta “adhesión” no significaba que lajunta de Saltillo dejara de existir para in­
tegrarse a la de Monterrey; al menos hasta que discutieran los términos de tal
“unión”.32 Por otro lado, en Monclova Antonio Crespo presentó, ante el ayun­
tamiento de esa localidad, el plan de Monterrey. En esta sesión se acordó la ad­
hesión a dicho plan y se creó unajunta autodenominada “general gubernati­
va”; con el primer adjetivo, lajunta monclovense prácticamente se erigía como
la de mayor peso político de la provincia de Coahuila.

29 Al respecto, véanse las adhesiones de 13 ayuntamientos de la provincia del Nuevo Reino


de León, con fechas comprendidas entre el 7 y el 16 de marzo de 1823, en acenl, apopm, 1823, ca­
ja 1, exp. 57.
50 Véase Antonio Domínguez a lajunta Provisional en Monterrey, Reynosa, 11 de marzo de
1822; Ayuntamiento de Refugio a lajunta en Monterrey, Refugio, 16 de marzo de 1823. Ambos en
acenl, apopm, caja 1, exp. 57.
51 La “salida” de López de la provincia no fue tan dócil. En vista de que la opinión general
era en favor de Casa Mata, el comandante comenzó a reunir tropas con el fin de sostener el régi­
men. Lajunta en Monterrey, ya con sus adhesiones, ordenó a Pedro Lemus que marchara sobre
Saltillo; éste se emplazó en las goteras de la ciudad. Pedro Lemus a lajunta Provisional en Monte­
rrey, Rinconada. 9 de marzo de 1823, acenl, apopm, 1823, caja 1, exp. 6 (véase también el expedien­
te 14). La “renuncia” de Gaspar López se debió a que no tenía el apoyo de la totalidad de las tro­
pas de la provincia. Quizá valiera agregar que por el día 11 de marzo López recibió una
comunicación de Juan Echandia en la que le indicaba que él no iba a permitir que la provincia de
Nuevo Santander decidiera su destino sin antes presentar su renuncia al gobierno. Juan Echandia
a Gaspar López, Aguayo, 11 de marzo de 1823, ac.n, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9 ff. 82-
83. La posición de Echandia responde al artículo 6o. del Plan de Casa Mata que prácticamente exi­
gía que aquel militar que no se adhiriera al plan debía renunciar a su mando. Planes, 1987, p. 144.
52 Gaspar López a lajunta Provisional en Monterrey, Saltillo, 8 de marzo de 1823, acenl,
apopm, 1823, caja 1, exp. 1.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 357

III. NUEVO LEÓN Y EL PLAN DE CASA MATA II:


LA TERCERA DIPUTACIÓN PROVINCIAL
(NUEVO LEÓN, COAHUILA Y TEXAS) INSTALADA EN MONTERREY

Con todo y los condicionamientos de Saltillo, una diputación provincial quedó


formalmente instalada en Monterrey el 31 de marzo de 1823. En la ceremonia
de su erección, se leyó el oficio de su homologa de San Luis Potosí, que conte­
nía otro de la de Querétaro, en el que proponía la urgencia de establecer un
gobierno general. La diputación regiomontana decidió que no era urgente res­
ponder a San Luis y se pospuso la discusión de su propuesta; esto refleja la prio­
ridad que daba a establecer primero su gobierno provincial y después decidir
respecto al nacional. En el mismo acto se comunicó la adhesión del ayunta­
miento de Saltillo al Plan de Casa Mata y se discutió que hacer con los afectos
al régimen de Iturbide (los “serviles”) y sobre la situación general del país.
La comunicación proveniente de San Luis Potosí, que llevaba también la
invitación a una reunión de varias diputaciones en Querétaro, pretendía ser
previa a la de Puebla, convocada por su diputación el 4 de marzo anterior.33 Al
evitar la discusión, la diputación regiomontana implícitamente decidía no en­
viar a nadie a Querétaro. En cambio, al aceptar acudir a la reunión de Puebla,
la nueva diputación se pronunciaba por la organización de “unajunta Central
compuesta de dos individuos nombrados por cada diputación provincial, la
cual deberá ocuparse principalmente de arreglar una convocatoria liberal, ba­
jo la cual se formará el futuro congreso nacional”.34 En otras palabras, la dipu­
tación regiomontana se instaló para resolver el asunto de la convocatoria del
nuevo congreso y no para decidir sobre el gobierno general.35
La diputación provincial instalada en Monterrey fue en parte resultado del
decreto del 14 de octubre de 1822, publicado el 25 de febrero del año siguien­
te. Resalto en parte, porque al parecer no se aplicó del todo la letra de la ley. En
primer término, en su instalación sólo contó con cinco de los siete individuos
que legalmente debían conformarla: por cierto, la ausencia más notoria fue la
de Ramos Arizpe, quien sería su presidente y quien con seguridad había em­
prendido una labor de convencimiento en la región para que todas las juntas

33 La propuesta de Querétaro llevaba implícita la idea de una reunión en esta ciudad de re­
presentantes provinciales. Por una parte, el objeto era “que [se] adoptaran las medidas conducen­
tes al restablecimiento de un gobierno nacional". Por otra, esta reunión, propuesta por Michele­
na, debía decidir si las provincias allí representadas irían a Puebla a lajunta propuesta por esta
diputación el 4 de marzo anterior. La negativa de la diputación regiomontana a discutir el oficio
de San Luis Potosí fue, en parte, la razón de que la reunión de Querétaro no se llevara a cabo. Ben­
son, 1997, pp. 138-139.
34 Acta de lajunta Provisional Gubernativa (que pudiera considerarse “acta de instalación de
la diputación provincial de Nuevo León, Coahuila y Texas”), Monterrey, 31 de marzo de 1823, agn,
Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 3, ff. 182-185.
35 El poder ejecutivo votado por el congreso restaurado el 28 de marzo de 1823 era provisio­
nal “mientras se arregla el gobierno que ha de permanecer en la nación”. Diez cartas, 1940, p. 5.
358 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

optaran por unirse en una gran junta gubernativa de las tres provincias.36 En se­
gundo lugar, los documentos indican que la diputación provincial que quedó
instalada el 31 de marzo estuvo formada por los mismos miembros de lajunta
provisional gubernativa establecida el 6 de marzo anterior.37 Por esta última ra­
zón, en la sesión de instalación, el ayuntamiento de Monterrey propuso que la
nueva corporación considerara la posibilidad de convocar a una ‘junta general
de las provincias”, a lo que la nueva diputación respondió que lo discutiría am­
pliamente. Por el mismo motivo, el ayuntamiento solicitó a Servando de Mier
(diputado por Nuevo León en el congreso restaurado) que propusiera ante el
congreso nacional que lajunta regiomontana fuese disuelta. Por tanto, Mier so­
licitó ante el congreso “que [se reinstale] la diputación provincial de las tres
provincias [... ] con los individuos que de antemano estaban nombrados [... ] cesando
luego las actuales juntas gubernativas de aquellas provincias”.38 La solicitud pa­
só a la comisión de gobernación, que resolvió el entuerto señalando que el de­
creto del 14 de octubre había declarado “que se instale una diputación en Mon­
terrey compuesta de los que se nombren".39 Aquí queda clara la posición del padre
Mier y del ayuntamiento de Monterrey, e incluso de los comisionados de lajun­
ta general de Monclova.40 Es decir, que la nueva diputación no sea “nombrada”
(si así convenía) como estipulaba el Plan de Casa Mata en su artículo tercero, si­
no que se restableciera la que ya había sido elegida. Esto denota la posición ra­
dical de quien la había formado —Ramos Arizpe—, contra la moderación al
cambio que proponían el padre Mier y la comisión de gobernación, que respon­
día a cuestiones prácticas, pues era necesario disolver cuanto antes las juntas for­
madas a la sombra del Plan de Casa Mata y la única manera de hacerlo era reins­
talando las diputaciones provinciales electas para el periodo 1822-1823.

56 Puede ser que Miguel Ramos Arizpe abandonara la nueva diputación porque no podía ser
presidente de ella, en vista de que la ley estipulaba que el jefe político no podía ser eclesiástico. Al
respecto, véase el dictamen de la Comisión de Gobernación del Congreso restaurado del 9 de abril
de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 11, ff. 1-7.
37 Compárese “Acta de lajunta provisional", Monterrey, 31 de marzo de 1823, agn, Goberna­
ción: sin sección, caja 43, exp. 3, ff. 182-185, y La diputación provincial del Nuevo Reino de León,
Coahuila y Texas a García Illueca, Monterrey, 16 de abril de 1823. agn, Gobernación: sin sección, ca­
ja 43, exp. 9, ff. 180-182.
58 Servando Teresa de Mier al congreso restaurado, México, 2 de abril de 1823, agn, Goberna­
ción: sin sección, caja 45, exp. 11, [sin cursivas en el original]. La frase subrayada es la clave de la pe­
tición del ayuntamiento de Monterrey, pues lo que esta corporación deseaba era que se reinstalara
el cuerpo provincial que ya había sido electo en 1822 (y que ejercería sus funciones en 1822 y 1823).
59 Dictamen de la Comisión de Gobernación, México, 9 de abril de 1823, agn, Gobernación:
sin sección, caja 43, exp. 11.
40 A lajunta Provincial Gubernativa de Monterrey fueron enviados dos comisionados de la
“junta de Coahuila"; es decir, lajunta establecida en Monclova. Esta junta era considerada, tanto
por lajunta como por la diputación establecida en Monterrey, como la capital de la provincia de
Coahuila. Al respecto, véase Representación de Víctor Blanco yjosé Francisco Madero, comisio­
nados por la Junta de Monclova ante la de Monterrey, 26 de marzo de 1823, agenl, apopm, 1823, ca­
ja 1, exp. 57.
NUEVOLEÓN, 1823-1825:DELPLANDECASAMATAALACONSTITUCIÓNESTATAL 359

Una vez instalada la diputación, se enviaron invitaciones para que los vo­
cales de las otras provincias ocuparan sus asientos en esta junta. A Monterrey
llegaron los diputados de Texas (uno) y de Coahuila (también uno, por el par­
tido de Monclova). Sin embargo, de acuerdo con el decreto del 14 de octubre
de 1822 (reinterpretado por la comisión de gobernación el 9 de abril de 1823)
a la provincia de Coahuila le correspondían dos asientos adicionales en la di­
putación instalada en Monterrey.41
Los vocales faltantes de Coahuila correspondían a la ciudad de Saltillo y a
la villa de Parras, que no reconocían la autoridad de la corporación. Agustín
Viesca, quien marchaba de Parras a Monterrey para ocupar su cargo en la dipu­
tación, suspendió su viaje precisamente porque aquella villa se había adherido
políticamente al ayuntamiento de Saltillo,42 hostil a la diputación regiomonta­
na, porque esta junta “se dirige a reconocer una autoridad que no tiene”. Inclu­
so impugnó el decreto, base de su fundación, “por prevenirse en el mismo la
nueva elección de individuos y no la reunión de los que se habían nombrado”.
En todo caso, señalaba el ayuntamiento de Saltillo, si las provincias se habían se­
parado de la autoridad del gobierno nacional, ¿por qué obedecer un decreto
expedido en tiempos del gobierno anterior? El caso de Saltillo ilustra muy bien
cómo los ayuntamientos reasumieron el gobierno después de la caída del régi­
men de Iturbide; prueba de ello fue la orden que se dio al jefe político de que
toda la correspondencia dirigida (que necesariamente pasaba por Saltillo) de­
bía entregarse al cabildo civil.43 De forma similar, prohibió al tesorero de las ca­
jas nacionales que franqueara dinero fuera del territorio del partido.44
Entretanto, en la zona sur de la provincia de Coahuila, Ramos Arizpe conti­
nuaba su labor para la integración de las cuatro provincias en una gran junta ge­
neral. En esta labor, debe señalarse que Miguel Ramos Arizpe contemporizó en
mucho con la posición de lajunta regiomontana y sus aliados monclovenses.45

41 La diputación provincial en Monterrey a García Illueca, Monterrey, 16 de abril de 1823,


acn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 180-182.
42 Agustín Viesca a la diputación regiomontana, Parras, 5 de abril de 1823, agn, Gobernación:
sin sección, caja 43, exp. 3, f. 188.
48 Jesús María de la Garza, administrador de correos de Saltillo, a la diputación provincial en
Monterrey, Saltillo, 5 de abril de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, s.f. Las atribuciones que
se arrogaba el ayuntamiento en “Instrucción para los ayuntamientos”, 1985, p. 579.
44 Manuel Antonio de Mújica a la diputación de Monterrey, Saltillo, 7 de abril de 1823, agn,
Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 3, ff. 192. La oposición de Saltillo a formar parte del go­
bierno establecido en Monterrey y la comunicación a éste de que el 28 de marzo se había desig­
nado en la ciudad de México un poder ejecutivo provisional fueron la oportunidad para que la di­
putación regiomontana solicitara la intervención del gobierno general “como único medio de
cortar de raíz las diferencias ocurridas en el partido del Saltillo que por miras puramente locales
ha entorpecido el giro majestuoso de estas tranquilas provincias”. La diputación en Monterrey a
García Illueca, Monterrey, 16 de abril de 1823, ac.n, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 180-
182. Por supuesto, el poder ejecutivo no intervino en el conflicto entre Monterrey y Saltillo.
45 Sobre este asunto, véase el trabajo de Cecilia Sheridan en este mismo volumen.
360 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En la transigencia de Saltillo con respecto al asunto de lajunta general de


las tres provincias, el padre Mier participó de forma quizá inconsciente. Y es
que a Mier se debió que la diputación provincial instalada en Monterrey se
conformara de los miembros electos en enero de 1822. De hecho, el domini­
co logró que el decreto del 22 de abril decidiera: “que se reinstale en Monterrey
la diputación provincial compuesta de las tres provincias del Nuevo Reino de
León, Coahuila y Texas [...] sus individuos serán los que anteriormente esta­
ban elegidos [...] en lugar de los propietarios que faltan por la provincia de
Santander, entrarán los dos suplentes nombrados”.46 El padre Mier apresuró la
“legalización de la diputación provincial porque, según le había sugerido el
ayuntamiento de Monterrey, se corría el peligro de que Ramos Arizpe estable­
ciera su junta general de las tres provincias en la ciudad de Saltillo.47 No conoz­
co la solicitud que en este sentido hiciera Mier al ayuntamiento regiomontano,
pero en otra carta afirma: “he visto una carta particular de Monterrey en que
avisan que medio amotinados sus vecinos disolvieron lajunta [la que se esta­
bleció el 31 de marzo] porque conocieron que el señor Ramos Arizpe, ciego
como siempre por su Saltillo, quería llevarse allá el gobierno”. Aunque Mier le
tenía respeto por sus ideas políticas, no bajaba a Ramos Arizpe de “intransigen­
te”. Y aunque es cierto que nunca dice por qué en concreto, este caso sugiere
que el coahuilense instaló en Monterrey lajunta provisional y luego la diputa­
ción provincial con la idea de formar allí lajunta General de Provincias Orien­
tales. Sin embargo, ante la oposición del ayuntamiento regiomontano, Ramos
Arizpe se “llevó” su idea a Saltillo en donde halló terreno fértil por la oposi­
ción de su ayuntamiento a lajunta regiomontana. Por otro lado, en un inicio
Mier había apoyado la formación de lajunta general de las cuatro provincias
y en abril de 1823 sólo deseaba que se cancelaran todas las juntas provisiona­
les.48 En lo que Mier nunca estuvo de acuerdo, empero, era en que el asiento
de gobierno de la gran provincia nororiental estuviera en Saltillo; de hecho,
según sus propias palabras, había influido para que el ministro Alamán orde­
nara que todo se trasladara a Monterrey, incluso la tesorería. Asimismo, Mier
influyó para que el ministro de guerra encargara a Felipe de la Garza la co­
mandancia y jefatura política y se llevara la imprenta y el armamento a Monte­
rrey 49 Por otro lado, detrás de la discusión sobre si la junta general de las cua­
tro provincias debía estar en Monterrey o en Saltillo, no se hallaban las leyes
ni factores políticos, sino los intereses de las dos oligarquías: los comerciantes
agricultores terratenientes de Saltillo y los agricultores militares de Monterrey.

46 Decreto del Soberano Congreso Constituyente, México, 22 de abril de 1823, acn, Goberna­
ción: sin sección, caja 53, exp. 7 [sin cursivas en el original],
47 Diez cartas, 1940, pp. 9-10.
48 Diez cartas, 1940, pp. 9-10.
49 Cossío, 1925, p. 43.
NUEVOLEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 361

IV. FELIPE DE LA GARZA, LOS MOTIVOS SALTILLENSES


Y LOS PRONUNCIAMIENTOS FEDERALISTAS

De la Garza fue nombrado jefe político y militar de la zona nororiental de Mé­


xico por su relación familiar con el padre Mier, por ser originario de aquellas
provincias y por tener amplios conocimientos de su territorio y población.50 Su
ascenso político y militar conllevó la caída de otros militares de la región, co­
mo la de Gaspar López, quien después de un poder casi omnipotente debió
abandonar la provincia por exigencia unánime de lajunta de Monterrey y el
cabildo de Saltillo. Lo mismo sucedió con Pedro Lemus quien, al tratar de so­
meter al gobernador Trespalacios de Texas, buscó hacerse de recursos y hom­
bres a costa de la autoridad de la diputación instalada en Monterrey.51 Casos
como el de Juan Echandia y Antonio Crespo, jefes políticos de Nuevo Santan­
der y la zona de Monclova respectivamente, al parecer lograron integrarse a las
juntas que se formaron a partir de marzo de 1823.52
El poder de Felipe de la Garza vino a resolver el conflicto entre Monterrey
y Saltillo, pues fue investido de una autoridad muy similar a la que habían teni­
do Arredondo y López. Como era comandante de las cuatro Provincias Internas
de Oriente, mantenía una estrecha relación con las autoridades generales a tra­
vés del ministerio de guerra, “relación” importante en la primavera de 1823, ya
que estas provincias no contaban con agentes de ningún otro ministerio, ni si­
quiera del de hacienda. Además, el poder de De la Garza era mayor, al menos
en lo formal, que el de Gaspar López, pues el triunvirato del Supremo Poder
Ejecutivo había eliminado las capitanías generales establecidas por Iturbide.53
En el ámbito político, De la Garza llegó a poner orden en la provincia. El
9 de mayo el ayuntamiento de Monterrey le solicitó que apresurara su llega­

50 Cossío, 1925, p. 38. Sobre la conjunción del mando político y militar en la persona de Fe­
lipe de la Garza, véase García' Illueca a Felipe de la Garza, México, 5 y 8 de abril de 1823, agenl,
Fondo colonial. Ramo: Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores, caja 1. El ayuntamiento de Monte­
rrey a Lucas Alamán, Monterrey, 9 de mayo de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9,
ff. 268-270. Además, señala Lorenzo de Zavala, De la Garza era “uno de los vecinos más ricos y de
mayor influencia en las Provincias Internas de Oriente”, Zavala, 1985, libro 1, p. 143.
51 El ayuntamiento de Monterrey a Lucas Alamán, Monterrey, 9 de mayo de 1823, agn, Go­
bernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 268-270. El cubano Pedro Lemus era protegido de Ramos
Arizpe. A pesar de las recomendaciones de este último, fray Servando no lo había considerado pa­
ra que comandara la provincia porque “¿Quién es ese forastero para compararse con Felipe [de
la Garza]?”. Cossío, 1925, pp. 37, 85.
52 Para el caso de Echandia, véase Benson, 1997, p. 132n. Para el caso de Crespo, véase Acta
del ayuntamiento de Monclova, Monclova, 9 de marzo de 1823, agec, Siglo xix, c. 3, f. 6, e. 1.
5S De éstas, la de las Provincias Internas de Oriente y de Occidente la ocupaba Anastasio Bus­
tamante, quien desde abril de 1823 pasó a la comandancia general de Jalisco. Alamán, 1985, v. 5,
p. 760. Además, si ya no había capitanías generales y nunca se había establecido la intendencia sal-
tillense, queda claro que la única autoridad de la región era De la Garza, más aún cuando losje­
fes políticos particulares habían visto muy disminuida su autoridad por el establecimiento de las
'juntas provisionales” en diversos puntos de la provincia.
362 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

da porque, ante la renuencia de Texas a adherirse al Plan de Casa Mata, Le­


mus, en contubernio con Ramos Arizpe, había organizado una asonada en
Monterrey para “separar” a estas provincias de México.54 55 El alcalde mayor de
Monterrey, con la ayuda de la milicia cívica, puso a Lemus en prisión. Ramos
Arizpe continuó liderando “los resabios que aún quedan de desunión y ha­
biéndoseles frustrado la combinación con el comandante militar Pedro Le­
mus han formado nuevamente unajunta provisional para llevar adelante sus
_miras
• **55
.
El testimonio del ayuntamiento de Monterrey al parecer es cierto, y surtió
su efecto, pues De la Garza aceleró su salida de México hacia aquella ciudad.56
El gobierno general lo apresuró, “persuadido de que la llegada de VS a ellas
[las Provincias Internas de Oriente], su prudencia y el justo ascendente que
tiene en todas son sobrados motivos para que en ellas se restablezca el orden
y se uniforme la opinión, cesen las rivalidades que embarazan su felicidad y
bienestar y les impiden recibir los bienes que deben prometerse de una admi­
nistración franca y liberal”.57 Con su llegada a Monterrey el 20 de mayo, Texas
se subordinó al nuevo régimen, aunque, según la diputación provincial, Salti­
llo aún no cedía en su obediencia a esa corporación.
Una vez solucionado el problema texano, de la Garza procedió a investi­
gar las causas de la disidencia de Saltillo. El ayuntamiento le comunicó sus ra­
zones; primeramente, Saltillo consideraba a la diputación instalada en Monte­
rrey como menos que lajunta provisional formada el 6 de marzo. Al principio,
al ser invitado a formar unajunta general, el ayuntamiento y el vecindario de
todo este partido habían esudo totalmente de acuerdo con las propuesus sa­
lidas de Monterrey.58 El problema surgió cuando lajunu regiomontana insta-
ló la dipuUción con base en el decreto del 14 de octubre anterior,59 a pesar de

54 Cabe señalar que “separar” aquí significa la posición federalista que defendía Ramos
Arizpe.
55 El ayuntamiento de Monterrey a Lucas Alamán, Monterrey, 9 de mayo de 1823, agn, Go­
bernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 268-270. Lajunta a la que se refiere el cabildo civil regio-
montano es la que se formó en Saltillo el 24 de abril de 1823. Al respecto, véase el trabajo de Ce­
cilia Sheridan en este volumen.
56 Felipe de la Garza a García Illueca, Soto la Marina, 10 de mayo de 1823, agn, Gobernación:
sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 71-72. Al igual que su aliado Alamán, el padre Mier estaba convenci­
do de que De la Garza “lo remediará todo y no sucumbirá a las seducciones de los saltilleros”. Cos-
slo, 1925, p. 34.
57 Lucas Alamán a Felipe de la Garza, México, 14 de mayo de 1823, acn, Gobernación: sin sec­
ción, caja 43, exp. 9, f. 84.
58 Esto y lo que sigue de: El ayuntamiento de Saltillo a Felipe de la Garza, Saltillo, 1 de junio
de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff. 255-262.
59 El argumento saltillense se basa en que el decreto del 14 de octubre de 1822 había surgi­
do de las discusiones del Primer Constituyente de 20 y 21 de junio. Éstas, y el decreto, se habían
decidido en la ciudad de México sin pedir opinión a las Provincias Internas de Oriente. Más aún,
se había utilizado el decreto para que los habitantes de esta región retiraran su apoyo a De la Gar­
za cuando éste se rebeló en agosto de ese año.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 363

que todos habían acordado que, al adoptar el Plan de Casa Mata, se corta­
ba toda relación con el gobierno imperial y se “reasumían] [...] todos sus
derechos para depositar el ejercicio de su respectiva soberanía en quien le
pareciese más conveniente”. Por tanto, Saltillo se sintió con derecho a deci­
dir si obedecía o no a la diputación de Monterrey, decisión fundamentada
en elementos ampliamente expuestos por el ayuntamiento salúdense. Pri­
mero, la diputación provincial instalada en Monterrey se había arrogado
más atribuciones de las que le otorgaba la Consútución, en especial atribuir­
se, como cuerpo, toda la autoridad del jefe superior políúco. En segundo lu­
gar, el decreto del 25 de febrero (que repetía el decreto del 14 de octubre
de 1822) venía firmado por Valle, que era unto ministro como diputado, lo
que, de acuerdo con la constitución, era ilegal, y, por tanto, los decretos por
él firmados. La tercera razón, fue que si la ley estipulaba que las provincias
nombraran nuevos diputados, ¿por qué Monterrey llamó a los diputados elec­
tos en enero de 1822?60 Este argumento del ayuntamiento salúdense no lo
colocaba en una de las dos opciones, sino que reclamaba que la diputación
regiomontana interpretaba las leyes cuando, constitucionalmente, eso era
competencia del poder legislativo.
Por Unto, Saltillo no se unió a la dipuución provincial instalada en Mon­
terrey por ser producto de la arbitrariedad y no ser consuluda sobre si desea­
ba obedecer a esa corporación. Peor aún, cuando en aquella ciudad se inten­
tó esublecer la junu conciliatoria,61 con el concierto de los pueblos de la
mayor parte de la provincia, la dipuución regiomonuna le negó su apoyo e in­
cluso la obstaculizó para evitar que funcionara. No obsunte, el ayunumiento
de Saltillo comunicó a De la Garza su adhesión a la legalidad emanada del
Plan de Casa MaU, misma que le daba derecho a denunciar que, desde la ciu­
dad de México, se buscaba dominar a las provincias nororienules mediante la
división y atribuyendo anarquía a la región, y sólo porque no había sujeción
servil hacia la capital del país. La acusación de Salúllo tenía fundamento. En
la correspondencia del padre Mier con Bernardino Cantú, de la dipuución
provincial, y con el ayunumiento de Monterrey se observan varias consisten­
cias. El dominico no deseaba la unión de Monterrey y Salúllo y que, en el ca­
so de no separarse, esu úlúma no prevaleciera sobre aquélla. Mier comunica
además las reacciones del congreso general a la posición política de Salúllo y
de Ramos Arizpe “que no obedece al congreso”, reacción provocada por él, se­
gún sus propias palabras: “Ramos Arizpe escribe a sus amigos que yo he pedi­

60 El “llamado” al que se refiere el ayuntamiento de Saltillo es la “solicitud” que el mes ante­


rior hiciera Mier ante el congreso de que se designaran los diputados ya electos. Esta “solicitud”
respondía al deseo del dominico y del congreso restaurado de que se disolvieran todas las juntas
que dieran visos de ser demasiado independientes y que en tal “independencia" nombraran motu
proprio a sus diputados.
61 Se refiere a la “junta provisional representativa de Saltillo”. Al respecto, véase el trabajo de
Cecilia Sheridan en este mismo volumen.
364 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

do en sesión secreta se le eche de allí [Saltillo], y no ha habido tal cosa. Lo que


he hecho en sesión secreta es dar cuenta necesaria de sus intrigas, a lo cual no
podía faltar en calidad de diputado, que está obligado a conservar la paz,
unión y obediencia necesarias”.62
La acusación de “servil” que sugiere Saltillo le toca a Monterrey, cuyas cor­
poraciones sólo obedecían a Mier. El cabildo llama “serviles” a los grupos que
pugnan por un federalismo moderado, mientras que en la región sur de Coa­
huila el grupo de Ramos Arizpe, al cual Mier llama “ultraliberal”, buscaba un
federalismo al estilo del de los Estados Unidos.63
Además de adherirse a la legalidad propuesta por Casa Mata, el ayunta­
miento de Saltillo comunicó a De la Garza la resolución del 27 de mayo ante­
rior de pronunciarse por la república federal,64 misma que éste transmitió al
ministro Alamán, sólo después de proponerla formalmente a las fuerzas vivas
de la ciudad de Monterrey. El 5 de junio, éstas decidieron adherirse y recono­
cer al congreso restaurado “con sólo la autoridad para convocar a otro nuevo,
y las demás cuestiones que el mismo se ha dado por el artículo 2o. del decreto
del 21 de mayo último, con tal de que las providencias que dicte no se opongan
al sistema de federación”.65 Lajunta del 5 de junio decidió sujetarse y recono­
cer al Supremo Poder Ejecutivo como gobierno provisional de la nación,66 y en
los días siguientes se adhirieron los ayuntamientos y vecindarios de Linares (11
de junio) y Pilón (8 de junio) ,67 El acta de la diputación provincial del 5 de ju­
nio se envió a la ciudad de México. El Supremo Poder Ejecutivo la remitió al
congreso que la recibió con beneplácito “por su comedimiento y circunspec­
ción al contenerse dentro de los términos que le eran lícitos”. El acta de Salti­
llo fue rechazada al grado de no leerse en el congreso.68
Con la llegada de Felipe de la Garza y los pronunciamientos federalistas en
las provincias nororientales, se comunicó a la ciudad México la disolución de

62 Cossio, 1925, p. 53.


65 La forma de federalismo que defienden estos “ultraliberales" es la que Mier denomina “el
de soberanías parciales". Cossio, 1925, p. 61.
64 Los puntos de esta resolución en Benson, 1997, pp. 194-195. Varios días después, Ramos
Arizpe le hizo adiciones. (Véase anexo a este trabajo, en donde se muestran las posiciones “radi­
cal" y “moderada” de Saltillo y Monterrey, respectivamente).
5 De la Garza a Lucas Alamán, Monterrey, 6 de junio de 1823, acn, Gobernación: sin sección,
caja 43, exp. 9, ff. 276-277. El artículo 2o. de decreto del 21 de mayo de 1823 señalaba que el con­
greso restaurado se haría cargo también de las cuestiones de hacienda y guerra. Barragán, 1994,
pp. 134-135.
66 De la Garza a Lucas Alamán, Monterrey, 6 de junio de 1823, agn, Gobernación: sin sección,
caja 43, exp. 9, ff. 276-277.
67 La reunión de Linares se pronuncia expresamente por la república federada, pero cam­
biaría de opinión si esa fuera la voluntad de la totalidad del país. Por las fechas se concluye que la
resolución de Pilón respondió a la propuesta saltillense. Ambos documentos en acenl, Fondo colo­
nial: ramo militar, caja 4.
68 Cossio, 1925, pp. 88-89.
NUEVOLEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASAMATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 365

lajunta conciliatoria de Saltillo y la disminución de las tensiones que había en­


tre el ayuntamiento de esta ciudad y la diputación provincial, “que queda ya re­
conocida y obedecida por aquella corporación y por todo el partido”.69

V. JUNIO YJULIO DE 1823. LA AMENAZA DE INESTABILIDAD.


EL INTENTO DE DIVIDIR LAS PROVINCIAS.
LEGISLATURAS Y CONVOCATORIA

Los meses de junio yjulio de 1823 fueron de inestabilidad en diversas partes


del país. A inicios de junio, algunas provincias empezaron a inquietarse por­
que el congreso no ponía en práctica el primer artículo del decreto del 21 de
mayo: la convocatoria a elecciones del nuevo constituyente. En las Provincias
Internas de Oriente algunas juntas (al parecer Texas y Monclova) no se habían
disuelto del todo y amenazaban con desconocer la autoridad de la representa­
ción nacional, auspiciadas por el comandante De la Garza y Ramos Arizpe,
quien continuaba su lucha por una gran provincia nororiental.70 En un apun­
te escrito a fines de junio, al parecer de Alamán y al margen de una carta diri­
gida a‘De la Garza, se consigna: “el gobierno no puede reconocer tales corpo­
raciones que la constitución no conoce, que las circunstancias pudieron hacer
necesarias pero que han mandado cesar la autoridad de la representación na­
cional. Que no puede autorizar tampoco otra convocatoria del congreso que
la acordada por el actual”.71
Prueba ulterior de inestabilidad en las provincias nororientales, que De la
Garza no había reportado al ministerio de Relaciones, está en la circular que
la diputación provincial en Monterrey envió a Mier. Esta “circular” (de fines de
junio) desmentía el acta del 5 de junio e invitaba a las tres provincias a un con­
greso general “para constituirse en estado soberano conforme a la federación
de los Estados Unidos”. Esto significaba, según palabras de Mier, “retener la so­
beranía para dictar leyes, dejando al congreso general dictar solamente las de
interés general”.72 *

69 De la Garza a Lucas Alamán, Monterrey, 6 de junio de 1823, agn, Gobernación: sin sección,
caja 43, exp. 9, f. 276.
70 No conozco las razones concretas de Ramos Arizpe para desear una gran provincia, pero
era su aspiración desde tiempos de las Cortes de Cádiz. Una zona muy despoblada requería de
unión para sostenerse económicamente. Quizá pensaba en un esquema similar al de la diputación
provincial pero en un régimen federal; es decir, un jefe político superior en Monterrey yjefes po­
líticos subalternos en Saltillo, Monclova, Béjar, Aguayo, etc. Podría pensarse que el argumento de
Ramos Arizpe fuera similar, en el nivel de las cuatro provincias nororientales, al que, en el nivel
nacional, tenía el padre Mier.
71 De la Garza a Lucas Alamán, Monterrey, 27 de junio de 1823, agn, Gobernación: sin sección,
caja 43, f. 217.
72 De hecho, se hablaba de un proyecto de constitución para estas provincias que se había
escrito en Topo de los Ayala. Cossío, 1925, pp. 39 y 89.
366 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La “circular” alarmó al congreso restaurado, pues en esos días, según el di­


putado por Nuevo León, una facción militar dividía al país: Quintanar en Gua­
dalajara, Cortázar en Querétaro, León en Oaxaca, Santa Anna en San Luis y
De la Garza en Monterrey. La base de esta división era el plan de Guadalajara,
del 21 de junio, que pugnaba por la soberanía de los estados y por un federa­
lismo de tipo confederado.
Esta inestabilidad nororiental fue la causa de que el padre Mier, sospecho­
so del poder de Ramos Arizpe sobre De la Garza,73 propusiera en el congreso
a mediados de junio que se crearan tres diputaciones provinciales para Texas,
Coahuila y Tamaulipas.74 Incluso, ante la fuerte división del país, el congreso
amplió las facultades a las diputaciones provinciales. Según fray Servando, si
esto no apaciguaba los ánimos, no quedaba más remedio que enviar al ejérci­
to para restaurar el orden.75
De la Garza, conocedor del ascendiente que tenía fray Servando sobre el
ayuntamiento de Monterrey y sin duda influenciado por Ramos Arizpe, le co­
municó a esta corporación que no apoyara la idea de la separación, toda vez
que, unidas las cuatro provincias podían sostenerse y defenderse con mayor fa­
cilidad.76 El ayuntamiento reinero respondió al jefe político con un pronuncia­
miento que, en parte, ratificaba su adhesión al congreso general y al Supremo
Poder Ejecutivo. Aclaraba que quienes promueven la separación de las Provin­
cias Internas de Oriente son Nuevo Santander y Coahuila, y señalaba que era
un tanto anticipado el proyecto de división, dado que los nuevos decretos del
congreso general cambiaban la situación. En todo caso, proponía una junta ge­
neral, con asiento en Monterrey, que aguarde a que el congreso general “haga
la división del territorio y señale las capitales de los estados respectivos con au­
diencia e instrucción topográfica”.77 Esta supuesta junta era apoyada por De la
Garza y así lo hizo saber a la diputación. Mientras unto, para fines de junio
Nuevo Sanunder había formalizado un gobierno interior, al igual que Mon­
clova.78 Ésu había expresado su deseo de unirse a Santander y a Nuevo León
para formar un “congreso provincial”; que, según el jefe político, sería para to­
do efecto práctico, el que decidiría los destinos de la provincia.79 El pretexto

75 Al respecto, véase Benson, 1997, p. 197, n. 16.


74 Benson, 1997, pp. 198-199.
75 De hecho, según el dominico, por esos días de fines de junio e inicios de julio de 1823, el
poder ejecutivo estaba remplazando al ejército con 10 mil hombres más. Cossío, 1925, pp. 44-45.
76 Coahuila apoyaba fuertemente la idea sobre todo Monclova. Nuevo Santander no la apo­
yaba, “pero de ninguna manera lo pugna”. “Pronunciamiento del ayuntamiento de Monterrey”,
Monterrey, 30 de junio de 1823, agn, Gobemaáón: sin secáón, caja 43, exp. 9, ff. 279-281.
77 Sin tanto detalle, la petición del ayuntamiento de Monterrey ya había sido concedida por
el congreso restaurado. “Pronunciamiento del ayuntamiento de Monterrey", Monterrey, 30 de ju­
nio de 1823, agn, Gobemaáón: sin secáón, caja 43, exp. 9, ff. 279-281; Cossío, 1925, p. 44.
78 A lajunta de Monclova, Mier la llama “tan disparatada como la del Saltillo y oída [en el
congreso] con el mismo desprecio”. Cossío, 1925, p. 46.
79 “Conforme a la voluntad de esta última provincia [Monclova] propone que se unirá con és-
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 367

de esta virtual independencia a las disposiciones del congreso general y del Su­
premo Poder Ejecutivo era, según De la Garza, la amenaza que representaba
Santa Anna “tan próximo a estas provincias”. La diputación provincial asenta­
da en Monterrey aceptó la propuesta del jefe político.80
De la Garza dio varias razones para formar esta junta general regiomonta­
na. En realidad, el país se desmoronaba y prueba de ello era que, además de
lajunta nororiental, las tropas de Santa Anna en San Luis Potosí representa­
ban una amenaza, a lo que se sumaba la virtual “unión” de Michoacán, Queré­
taro, Guanajuato y San Luis Potosí ante la actitud dilatoria del congreso para
convocar a uno nuevo, y la casi total separación de las provincias de Yucatán,
Oaxaca, Jalisco y Zacatecas.81 El congreso general favoreció este desorden. Por
una parte, la idea de fray Servando de separar las tres provincias para arreglar
sus problemas Sólo radicalizó su posición con respecto al centro, sobre todo
porque Ramos Arizpe continuaba en la región y se había aliado a De la Garza
para mantenerlas unidas. Por otra, el 12 de junio el congreso emitió un de­
creto para urgir que se establecieran las legislaturas provinciales; aunque no
tengo testimonio de que en las Provincias Internas de Oriente se intentara
instalar dicho cuerpo, Benson hace mención de que, con este propósito, se re­
dactaron las bases de una constitución.82 Este decreto, poco analizado, toda
vez que llama más la atención que en esa fecha el congreso votara a favor de la
república federal,88 es parte de una estrategia del gobierno general para dismi­
nuir el descontento o reducir las posibilidades de que se establecieran “proce­
dimientos aislados de las provincias”, como los llamaba el ministro Alamán.84
Por último, cualquier error cometido por el congreso desde su reinstalación
quedaba sin solución, pues con el decreto de convocatoria del 17 de junio ese
parlamento quedaba totalmente neutralizado.85
>
ta [Nuevo León] y Nuevo Santander para formar un estado soberano bajo el concepto de que
cuando alguna de ellas crea tener los elementos necesarios para poder formar por sí sola el con­
greso provincial de todas ellas, se lo concederá sin otro trámite". Aquí valdría citar lo que varias sema­
nas después publicara la diputación de Veracruz: “nadie niega el derecho de las provincias a deci­
dir qué forma de gobierno contribuirá mejor a su prosperidad; amparándose en tal derecho, todas
han manifestado públicamente su aceptación a la forma federal de gobierno; pero sólo algunas, de­
safortunadamente, se habían apresurado demasiado a establecer gobiernos federados sin consul­
tar primero con el gobierno nacional ni esperar a que éste actuara”. Citado en Benson, 1997, p. 211.
80 “Esta corporación adopta como urgente y necesaria la medida del gobierno interior de las
provincias bajo un gobierno que las comprenda a todas”. La diputación provincial en Monterrey
a Lucas Alamán, Monterrey, 30 de junio de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9, ff.
246-247.
81 Benson, 1997, pp. 200-201, 204-205. Oaxaca incluso regresó al congreso general el decreto
de convocatoria del 17 de junio, Bustamante, 1981, t. 1, v. 2, p. 10 (asiento del 8 de julio de 1823).
82 Benson, 1997, pp. 197-198.
83 Barracán, 1994, pp. 171-172.
84 Véase nota 90 arriba.
85 Se trata de una idea de Mier quien señala; “En el hecho de dar la convocatoria nos despo­
jamos de la capacidad de constituir". Diez cartas, 1940, p. 14.
368 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Ante esta situación, al gobierno general sólo le quedaban los llamados a


la razón, la división y la fuerza. De ahí que el Supremo Poder Ejecutivo disol­
viera lajunta de Celaya el 11 de julio, separara Colima/Tepic/San Blas de la
provincia de Guadalajara y enviara tropas a esta última para regresarla al or­
den. En cuanto a las Provincias Internas de Oriente, la única manera de con­
trolarlas era mediante un llamado a la razón y la división. Así, en junio fray
Servando comunicaba al ayuntamiento de Monterrey (y a la diputación pues
al parecer recibían misivas similares86) el disgusto que provocaba en el Supre­
mo Poder Ejecutivo y en el congreso general que Ramos Arizpe y De la Garza
fomentaran las juntas. Como fray Servando decía: “el gobierno tiene manda­
do y remandado a Garza y también el congreso que deshaga esas juntas, espe­
cialmente la general que había convocado y si no obedeciere será depuesto y
marchará sobre él el ejército nacional”.87 En cuanto a la división, desde inicios
de junio fray Servando le escribía a su amigo Cantú sobre los planes del con­
greso de separar el mando político del militar. Pocas semanas después, el mis­
mo diputado propuso la creación de congresos provinciales con amplias facul­
tades: uno en Coahuila y otro en Nuevo León, con Texas unido a este último.
Ambas propuestas, aceptadas por el congreso, al parecer surtieron efecto en
contra del poder de De la Garza, puesto que pretendía imponer al jefe políti­
co de Nuevo León, cuando en realidad, y en contra de los designios del pro­
pio fray Servando, la diputación provincial había nombrado ajosé Antonio
Rodríguez. Así, en lo formal, para inicios de agosto el gobierno general había
logrado separar los mandos político y militar de la provincia.88 Adicionalmen­
te, para debilitar el poder de Ramos Arizpe, a finales de ese mes fray Servan­
do le comunicaba que lo estaba apoyando para que saliera electo para diputa­
do al segundo constituyente.89
Entretanto, a fines de junio o inicios de julio de 1823, el cuerpo provincial
con asiento en Monterrey inició la organización de las elecciones para diputa­
dos al congreso general constituyente. Aunque la preparación de estos comi­
cios dio origen a ciertos conflictos entre el ayuntamiento de Monterrey y la di­
putación, a fin de cuentas se realizaron las elecciones tal y como lo estipulaba
la ley electoral sancionada por las Cortes de Cádiz; es decir, de forma indirec­

86 Diez cartas, 1940, p. 17.


87 Idem., El “llamado a la razón” oficial se encuentra en: Lucas Alamán a Felipe de la Garza
(con copia para las juntas de Monclova y Monterrey), México, 12 de julio de 1823. agn, Goberna­
ción: sin sección, caja 43, exp. 9, ff, 219-220. La respuesta de la diputación asentada en Monterrey
se encuentra en: La diputación provincial en Monterrey a Lucas Alamán, Monterrey, 18 de julio
de 1823, agn, Gobernación: sin sección, caja 43, exp. 9, f. 244.
88 Cossío, 1925, pp. 36, 41.
89 “[••■] deseando que usted venga a mi socorro contra los borbonistas, he escrito a la dipu­
tación que sea elegido diputado, porque no pueden hallar sujeto de más patriotismo, luces, talen­
to y crédito y, aunque algo intrigantillo, eso mismo se necesita por acá con los Fagoagas y Tagles,
que actualmente están haciendo juego para ser reelegidos". Cossío, 1925, p. 86.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 369

ta y en tres etapas. El resultado fue que cada una de las tres provincias tendría
un diputado propietario y otro suplente en el congreso constituyente. Los di­
putados al segundo congreso fueron fray Servando Teresa de Mier, por la pro­
vincia de Nuevo León, Miguel Ramos Arizpe, por la de Coahuila, Erasmo Se-
guín, por Texas, y Pedro Paredes, por Tamaulipas.90

VI. LA VUELTA A LA “NORMALIDAD”.


LAS PROVINCIAS INTERNAS DE ORIENTE A FINAI FS DE 1823

A mediados de agosto, la situación en las Provincias Internas de Oriente volvió


a una relativa tranquilidad. De la Garza comunicó a Alamán que se hallaba en
marcha la disolución de las juntas de Texas y Monclova, y que se habían sus­
pendido todas las acciones para tener un gobierno propio de aquellas provin­
cias; agregaba que se tenía absoluta confianza en que el nuevo congreso resol­
vería la formación de los estados de la confederación.91
La disolución de la tercera diputación provincial se dio a inicios de sep­
tiembre.92 En su lugar quedó instalada la cuarta diputación provincial, electa
según ía ley del 17 de junio anterior.93 También para el mes de septiembre de
1823 se había solucionado, al menos en parte, el problema de las autoridades
ejecutivas de las provincias orientales. En el caso del Nuevo Reino de León,
tanto la diputación provincial asentada en Monterrey como el ayuntamiento
de esta ciudad habían solicitado a su diputado en el congreso restaurado (fray
Servando) que se aplicara la ley en estas provincias conforme a la Constitu­
ción de Cádiz. Es decir, que en materia de autoridades se separara el poder mi­
litar del poder político, tal y como sucedía en el resto del país. En vista de que
eran fuertes las amenazas de separatismo, el gobierno estuvo de acuerdo con
la solicitud neoleonesa. Sin embargo, si se aplicaba el código gaditano, era jus­
to que tal aplicación fuera completa. Por tanto, el gobierno general solicitó a
la diputación regiomontana que hiciera una propuesta de posibles ocupantes
del mando político en la provincia de Nuevo León. La diputación hizo caso
omiso de esta solicitud y nombró a su propio “candidato” a la jefatura política
subalterna de Nuevo León, cuando en realidad la designación la debía reali­

90 Moreno Valle, 1975, pp, 896-897. Para la composición de la “cuarta” diputación provincial
establecida en Monterrey, véase el anexo 1.
91 De la Garza a Lucas Alamán, San Carlos, 16 de agosto de 1823, ac.n, Gobemaáón: sin secáón,
caja 43, exp. 8, ff. 214-215.
92 En general, las elecciones se celebraron ordenadamente. José Antonio Rodríguez a Lucas
Alamán, Monterrey, 29 de agosto de 1823, agn, Gobemaáón, sin secáón, caja 43, exp. 8, ff. 223-224.
93 Las elecciones primarias se celebraron el 8 de agosto; las secundarías el 14. Alessio Robles,
1940-1946, v. 1, p. 153. Las elecciones provinciales se realizaron después de la primera semana de
septiembre. Felipe de la Garza ajosé Antonio Rodríguez, s.c., 6 de septiembre de 1823, agn, Go­
bemaáón, sin secáón, caja 43, exp. 8, f. 229.
370 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

zar el gobierno general.94 Tal violación a la ley no la podían tolerar en esos


momentos las autoridades de México, pero estaban atadas de manos y no era
fácil designar a una persona en un lapso corto. Por esta razón no se aceptó la
renuncia que de ambos mandos hiciera De la Garza a finales de julio. La de­
sobediencia de la diputación llevó a mantener en su posición a De la Garza
pues, como afirmaba fray Servando, “a veces conviene hacer del ladrón fiel,
no sea que vaya a formar algún alboroto mientras el ejército está ocupado en
Guadalajara”. También se mantuvo la posición de De la Garza por darle la
oportunidad de que obedeciera la orden de desmantelar lajunta general de
las provincias.95
Por una indiscreción de Echandia, el gobierno general no lo nombró jefe
político, sino solamente militar.96 La jefatura principal fue otorgada a Francis­
co de Mier y Noriega, sobrino carnal de fray Servando. La jefatura subalterna
militar de Nuevo León correspondió a Manuel Rosales. Según Echandia, la
provincia no tenía atenciones militares que exigieran un fuerte mando cas­
trense, pues en esos momentos la provincia se hallaba suficientemente res­
guardada con el destacamento del ejército en Punta de Lampazos.97
La llegada de Echandia y Mier y Noriega significó la pérdida definitiva del
poder de De la Garza y el incremento de la influencia del gobierno nacional
sobre esta región. Después de su fallida renuncia, De la Garza, mantenía la co­
mandancia general de las Provincias Internas de Oriente, pero con limitado

94 Como ya señale anteriormente, las Provincias Internas de Oriente se gobernaban bajo un


régimen de excepción. Tal y como lo estipulaba el decreto de junio de 1813, el comandante de ar­
mas era también el jefe político. Lo que exigía la diputación regiomontana era la separación de
ambos mandos y la posibilidad de contar con un jefe político y otro militar; este último encarga­
do de la provincia reinera. El jefe político que motu proprio nombrara la diputación fue José Anto­
nio Rodríguez, lo que ciertamente violaba la ley toda vez que no era el vocal más antiguo del cuer­
po provincial, aunque al parecer la intención era que la jefatura política fuera ocupada por turnos.
Cossio, 1925, p. 50. El jefe político que nombrara el supremo gobierno fuejuan Echandia. Lucas
Alamán al vocal primero de la diputación provincial en Monterrey, México, 26 de junio de 1823,
acenl, Fondo Colonial, Ramo: Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores, caja 1.
95 Cossio, 1925, pp. 36, 41.
96 Cossio, 1925, pp. 51-52,59. El argumento que de la Garza adujo para su renuncia fue que
había ayudado a construir el orden en las provincias y no estaba dispuesto a que el nuevo congre­
so impusiera un sistema unánime. En realidad, dice el padre Mier, la renuncia de Felipe de la Gar­
za resultó de una indiscreción de Juan Echandia quien, envalentonado, le había comunicado su
designación como candidato militar de Nuevo León. Por cierto, esta indiscreción le costó a
Echandia el cargo de jefe político y hacia inicios de noviembre el Supremo Poder Ejecutivo otor­
gó la jefatura política a Francisco de Mier y Noriega, sobrino de fray Servando. Por supuesto, el
“chisme” de Echandia fue sólo un pretexto, pues desde finales de mayo el padre Mier deseaba que
su pariente ocupara el mando político del Nuevo Reino de León. Diez cartas, 1940, pp. 23, 25
(cartas 7 y 8).
97 El nombramiento de Rosales lo hizo Echandia, José Joaquín de Herrera ajuan Echandia,
México, 24 de octubre de 1823, agenl, Correspondencia: Ministerio de Guerra y Marina, caja 1. Juan
Echandia ajosé Joaquín de Herrera, Monterrey, 26 de septiembre de 1823, agenl, Correspondencia:
Ministerio de Guerra y Marina, caja 1.
NUEVOLEÓN, 1825-1825: DELPLANDE CASAMATA ALA CONSTITUCIÓN ESTATAL 371

poder. Echandia llevaba instrucciones precisas de limitarlo para que no se le


ocurriera turbar el orden público, es decir, no permitirle tener sus propios re­
cursos, obligándolo a depender de los que le transfiriera la comandancia de
San Luis Potosí. El padre Mier incluso llegó al grado de ordenar al ayunta­
miento de Monterrey que no se le proporcionaran ni fusiles ni imprenta: “no
le den V.S. nada. Echandia está autorizado para resistirle. No tengan miedo
que no seguirá mandando las provincias”.98 Estas órdenes eran compatibles
con las leyes del momento, ya que aún para los últimos meses de 1823, las di­
putaciones provinciales no tenían atribuciones fiscales ni legislativas. El caso
del administrador de tabacos de Monterrey es quizá ilustrativo de esta situa­
ción. La diputación provincial juzgó conveniente suspenderlo de su cargo;
fray Servando protestó por no estar dentro de sus atribuciones, pues sólo lo
podían hacer ante un caso de malversación. Es probable que la diputación ac­
tuara por ignorancia, como da a entender la correspondencia de Mier; sin
embargo, puede ser también un signo de que las Provincias Internas de
Oriente desearan un mayor grado de autodeterminación ante el embate del
gobierno general.99

* * *

A finales de agosto de 1823, Mier logró que el congreso decretara la formación


de diputaciones provinciales en Nuevo León, Coahuila y Texas.100 Esto se hu­
biera logrado, e incluso se hubieran formado durante las elecciones provincia­
les de septiembre, de no estar Ramos Arizpe en el congreso nacional. Su pre­
sencia le facilitaba apoyar su proyecto de unión definitiva de las Provincias
Internas de Oriente. Electo diputado por Coahuila, Ramos Arizpe llegó a Mé­
xico el 10 de octubre de 1823. Dos meses después se discutió el artículo sépti­
mo del acta constitutiva, que se dice él elaboró,101 que determinaba que las cua­
tro Provincias Internas de Oriente quedarían unidas en una sola. La capital de
esta gran provincia se situaría en el centro geográfico: Punta de Lampazos o la
Villa de Mier. Por supuesto, fray Servando se opuso a esta propuesta y solicitó
que tanto la dipuución como el ayuntamiento de Monterrey representaran al
congreso y que le enviaran cuanto antes una copia del acu de fundación de la
ciudad. Mier logró que el artículo pasara a comisiones para su discusión.

98 Diez cartas, 1940, pp. 23-24.


99 Cossío, 1925, p. 61.
1<xl Diez cartas, 1940, p. 20.
101 Mier, que no siempre es muy objetivo, señala que el Acta Constitutiva fue aprobada en lo
general por el Segundo Congreso Constituyente porque Ramos Arizpe logró que fueran admiti­
dos en la votación los representantes que sólo hicieron presencia como delegados (específicamen­
te los de Jalisco, Querétaro y Oaxaca) y algunos diputados disidentes de Yucatán. Mier incluso se­
ñala que los mismos delegados fueron incluidos en la votación para determinar si debían estar en
el congreso. Cossío, 1925, p. 62.
372 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Fuente: Peter Gerhard, The North Fronlier of New Spain, Princenton University Press, New Jersey,
1982, p. 347. Digitalizado y corregido en el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica,
Coordinación de Servicios de Cómputo, El Colegio de México.

Mapa 1. Nuevo León, 1823-1824.


NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 373

En su correspondencia, Mier señala que, ante la separación de Nuevo San­


tander (con la cual Ramos Arizpe había estado de acuerdo), Nuevo León haría
lo mismo “pues Coahuila y Texas no le sirven para nada”, y defendió a ultran­
za a Monterrey como capital “en donde estuvo la diputación general y donde
había recursos y era la metrópoli”. Ramos Arizpe acusó a Mier de mentiroso al
señalar que a Monterrey, en su acta de fundación, sólo se le habían otorgado
quince leguas en redondo.102 Según el coahuilense, Monterrey estaba domina­
da por canónigos, era una ciudad corrompidísima y levantisca.103 Mier replicó
que el coahuilense hablaba por despecho, lo que “encendió una gritería tre­
menda”, en la que la mayoría de los diputados exclamó, “he aquí el federalis­
mo en pequeño”. No se concluyó nada porque Ramos Arizpe, que contaba con
el apoyo político del diputado neosantanderino, no pudo hacer nada pues es­
te último requirió instrucciones de su provincia para adoptar una decisión,
El resultado del acta constitutiva favoreció a Ramos Arizpe. Pero como las
legislaturas de Zacatecas, Yucatán, Jalisco y Oaxaca fueron declaradas legales y
pasaron a ser estados, Nuevo Santander exigió lo mismo. En abril, la comisión
de constitución dictaminó hacer un solo estado de las Provincias Internas de
Oriente. En junio, aun después de haber declarado estado a la provincia del
Nuevo Reino de León, se volvió a discutir la posibilidad de una sola entidad
nororiental, ante la representación recibida de las villas de “Mier, Camargo y
Refugio pidiendo la supresión del estado de las Tamaulipas o agregación de
ellas al estado de Oriente”. Pero el resultado fueron tres grandes estados. ¿Por
qué razón se separó una provincia que pudo funcionar unida? Es muy proba­
ble que, como indica su correspondencia, Mier contara con mucha influencia
entre las autoridades del gobierno general.104 Como consecuencia, Ramos
Arizpe decidió aceptarlo para evitar lo que llamó un “maridaje forzado”.105

102 A esto, Mier —refiriéndose a Ramos Arizpe— le dice a su amigo Cantú: “¡Grandísimo ig­
norante! Esa es lajurisdicción que se señala al ayuntamiento de una ciudad, la cual es mayor que
la de una villa y en eso se distingue, [así como] en el mayor número de regidores. De otra suerte,
se seguiría así que ni Monterrey era la capital de Nuevo León, ni México [la] del virreinato”. Cos­
sío, 1925, p. 65.
108 Ramos Arizpe califica a Monterrey de “levantisca" porque, cuando Francisco de Mier y
Noriega fue designado jefe político, en contra de Echandia, se levantó un tumulto que se dijo que
fue simulado por Bernardino Cantú. Mier afirma que en realidad fue armado por los que no de­
seaban obedecer al gobierno. Cossío, 1925, pp. 65-66.
104 Fray Servando con frecuencia apuntaba que nada se hacía en el congreso sin que se le
consultara. Afirma que él designó a Miguel Domínguez para el Supremo Poder Ejecutivo, e inclu­
so llega a decir que Alamán fue hechura de él. Esto puede o no ser cierto, lo que sí es indiscuti­
ble, y muestra el poder del diputado neoleonés, es que el influyente ministro de guerra, Manuel
Mier y Terán, era uno más de sus sobrinos. Cossío, 1925.
105 Miguel Ramos Arizpe a la diputación del estado de Coahuila, México, 8 de mayo de 1824,
agec, Siglo xix, caja 4, f. 2. e. 4.
374 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

VII. LOS TRABAJOS DEL PRIMER CONGRESO ESTATAL:


NUEVO LEÓN, 1824-1825

Al inicio de 1824, la última diputación provincial organizaba las elecciones al


congreso estatal de Nuevo León, convocadas el 8 de enero. De acuerdo con los
decretos del 17 de junio de 1823 y 8 de enero de 1824, el estado podía elegir
el número de diputados que le conviniera (entre 11 y 21), y en la fecha que
más se acomodara a sus tiempos políticos; entretanto, “las autoridades que hoy
rigen serán obedecidas hasta que se instalen las legislaturas”.106
El 7 de mayo de 1824, el Congreso decretaba que Nuevo León fuera un es­
tado de la federación mexicana. El 20 y 27 de junio siguientes se celebraron las
juntas primarias y de provincia y, el congreso constituyente y constitucional es­
tatal quedó instalado el 1 de agosto de 1824. Después de rendir juramento, se
dispuso la entrega de archivos de la diputación provincial, se recibieron felici­
taciones, se designó al gobernador y se rindieron los honores por parte de la
milicia permanente.107 También se discutió cómo sería reconocido por el res­
to del país, basándose como en otros casos en la experiencia de otros esta­
dos.108 Una vez que los diputados se pusieron de acuerdo, se envió al resto de
la República la noticia de la instalación del congreso. Las felicitaciones recibi­
das durante agosto y septiembre muestran que con la información y la con­
ciencia de formar parte de un todo se fue construyendo la idea de la federa­
ción. La conformación de esta idea la muestran cartas de otros estados, que
comunicaban las dificultades que enfrentaban, como la de Oaxaca y la rebe­
lión de Antonio de León, y las de felicitación de Yucatán, recibida por el con­
greso neoleonés a mediados de septiembre.109
La primera preocupación del nuevo legislativo fue decidir la elección pa­
ra senado, presidente y vicepresidente de la república,110 con la votación del 1

106 Véase decreto del Congreso General Constituyente, México, 17 de junio de 1823 y 8 de
enero de 1824, agn, Gobernación: sin sección, caja 52, exp. 12.
107 En el ceremonial de instalación destacan varios aspectos. Por una parte, se entregó el ar­
chivo de la diputación, que tantos dolores de cabeza diera en marzo y abril del año anterior. Por
otra, el gobernador fue designado y no electo, porque las elecciones para gobernador se realiza­
rían conjuntamente con las de presidente de la república y congreso de la unión. Por último, a pe­
sar del conato de conflicto que se dio entre la milicia cívica y la permanente, esta última fue la en­
cargada de cuidar la soberanía y legalidad de la nueva corporación, como lo estipulaba la ley.
Sesión del 1 de agosto de 1824, acnl, caja 1, correspondiente a 1824, “Borradores de las actas de
sesiones públicas del primer congreso constituyente del estado de Nuevo León".
108 Véase, por ejemplo, “Encargo a la comisión para la elaboración del decreto número 3",
Monterrey, 3 de agosto de 1824, acnl, caja 1 correspondiente a 1824: “Documentos varios del pri­
mer congreso constituyente".
109 Agustín López de Llergo yjosé Francisco Cicero a los diputados secretarios del H. Congre­
so del Estado de Nuevo León, Mérida, 24 de septiembre de 1824, acnl, caja 1,1824: “documentos”.
110 Al respecto, véase Francisco de Mier y Noriega, jefe político de la extinguida diputación
provincial, a los secretarios del congreso recién instalado, Monterrey, primeros días de agosto,
acnl, caja 1, 1824: “documentos”.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATAA LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 375

de septiembre de 1824. El sufragio se realizó mediante escrutinio secreto y el


resultado fue de nueve votos para Nicolás Bravo y dos para Guadalupe Victo­
ria. Para vicepresidente, los once votos fueron para Guadalupe Victoria. Para
senador, Simón de la Garza fue declarado legítimamente electo.111
En los primeros días de octubre, lajunta electoral eligió a los representan­
tes del estado en el congreso general, y resultaron electos Eusebio Gutiérrez y,
para suplente, Manuel María Canales, cura de Punta de Lampazos.112 El 1 de
noviembre se realizó un escrutinio similar al del caso del presidente y senado­
res para elegir a los 12 individuos que debían conformar la Suprema Corte de
Justicia.
En el ámbito de la legislación interna, la preocupación más apremiante
del congreso fue establecer la administración de justicia en primera instancia.
Al respecto vale señalar que la administración de justicia carecía de leyes apli­
cables al sistema federal. Además, una parte importante de las atenciones pe­
cuniarias (no obstante reducidas) del nuevo estado dependía de un sistema ju­
dicial funcional, porque múltiples litigios habían quedado pendientes desde
tiempos de la guerra. El 25 de agosto de 1824 se aprobó el proyecto sobre arre­
glo de los tribunales de primera instancia.113 Por la urgencia, la ley resultó in­
completa y meses más tarde hubo la necesidad de arreglar la totalidad del sis­
tema judicial del estado, acudiendo para ello al estudio de leyes de otros
estados. El congreso analizó los reglamentos sobre tribunales de primera, se­
gunda y tercera instancias expedidas en Veracruz, que le sirvieron de base a la
comisión de constitución para el arreglo de los tribunales de Nuevo León.114
Otra urgencia del gobierno era la situación fiscal. La discusión más amplia
durante agosto y septiembre versaría sobre la renta del tabaco, ya que la tar­
danza de su arreglo propiciaría su libre siembra y mayores dificultades para la
reordenación. Se decretó que el gobierno del estado recogería de los particu­
lares todo el producto que tuvieran; a cambio, y cuando se realizara la venta,
pagaría el mismo precio de adquisición y, si lo habían sembrado, el de produc­
ción. A partir de entonces, el gobierno reclasificaría el producto de acuerdo
con su calidad y lo vendería; los particulares se abstendrían de sembrarlo bajo
pena de contrabando.115

111 Sesión del 1 de septiembre, acnl, caja 1, 1824: “Borradores”.


112 Sesión del 7 de octubre de 1824, acnl, caja 1, 1824: “Borradores”.
lls La disminución de atribuciones de los alcaldes no fue ocurrencia del congreso de Nue­
vo León, pues el decreto explícitamente señala que es el resultado de la ley del 5 de octubre de
1812. El congreso del estado ajosé Antonio Rodríguez, Monterrey, 25 de agosto de 1824, acn, Go­
bernaron: sin sección, caja 64, exp. 3, [decreto núm. 7],
114 Véanse las sesiones del 14 y 16 de octubre, 6 de noviembre y 4 de diciembre de 1824,
acnl, caja 1, 1824: “Borradores”. En las primeras dos sesiones se hace referencia a los decretos ex­
pedidos por el congreso de Jalapa; en las últimas dos sólo se menciona que continuaron las discu­
siones sobre este asunto.
115 El congreso del estado ajosé Antonio Rodríguez, Monterrey, 24 y 27 de septiembre de
1824, agn, Gobernación, sin sección, caja 64, exp. 3, [decretos núms. 8 y 9],
376 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En el ámbito administrativo, se discutió sobre cómo transferir lo que co­


rrespondía a Nuevo León de lo que cobraba la tesorería de Saltillo y cómo apli­
car, lo más pronto posible, el decreto de clasificación de rentas del 24 de agos­
to de 1824.116

VIII. LA CONSTITUCIÓN DE MARZO DE 1825

Aunque previamente se había comentado sobre un “trozo de bosquejo de


constitución”,117 el proyecto de ésta se comenzó a discutir hacia inicios de di­
ciembre de 1824.118 El proyecto se fundó en las discusiones del congreso de
Guanajuato, la ley orgánica de Oaxaca, la constitución federal y el proyecto de
Vucatán.119 De entre los artículos discutidos destacan los puntos 17, 20, 27 y 35,
referentes a cuestiones electorales, y el artículo quinto, que trata del objeto del
gobierno en la sociedad. La discusión de este artículo fue muy amplia y se vo­
tó de forma nominal, sin que todos estuvieran de acuerdo.120 La constitución
estatal fue promulgada por José Antonio Rodríguez el 5 de marzo de 1825.
La principal característica del código fundamental neoleonés es que bus­
ca el bienestar de la persona, así como la conservación de la propiedad indi­
vidual. Aunque no especifica los “derechos de los individuos” a través de sus
274 artículos, divididos en 21 secciones o títulos, contiene frases como: “al
proveer, como debe, el estado a la más completa seguridad y bienestar del in­
dividuo, procurará que sea esto a costa de los sacrificios menores posibles del
individuo mismo” (artículo 231). Analizaremos a continuación sus aspectos
sobresalientes.

116 Sesiones del 16 y agosto y 23 de septiembre de 1824, acnl, caja 1, 1824: “Borradores”.
117 La comisión de constitución no estaba segura si había realizado bien su trabajo; por lo
que sugirió que este primer “bosquejo de proyecto” se imprimiera para que "los sabios hicieran las
correspondientes reflexiones para su complemento y reflexión”. La comisión solicitó al pleno del
congreso se votara para que se enviara a la ciudad de México y que se distribuyera por conducto
de Simón de la Garza, senador por Nuevo León. Sesión del 14 de octubre de 1824, acnl, caja i,
1824, “Borradores”.
119 Sesión del 23 de octubre de 1824, acnl, caja 1, 1824: “Borradores”.
119 Sesiones del 11 y 18 de octubre y 17 de diciembre de 1824, acnl, caja 1, 1824: “Borrado­
res”. Para la elaboración de la constitución del estado de Nuevo León, los diputados del primer
congreso recurrieron a leyes y reglamentos de otros estados. Estos eran colocados en la mesa del
salón de sesiones para que fueran consultados por los diputados. Con cierta frecuencia, el cuader­
no de borradores de las actas del primer congreso neoleonés refiere a estas fuentes provenientes
de Oaxaca, Yucatán, Estado de México, Veracruz, Jalisco, el congreso general y el periódico El Sol
de la ciudad de México.
120 El artículo correspondiente en la constitución fue: “Art. 5. Puesto que el fin de toda so­
ciedad política, no es más que el bienestar de los individuos que la componen, el objetivo del go­
bierno es procurar a los individuos de mayor suma posible de goces y alivios, a costa de la menos
suma posible de padecimientos y sacrificios”. Colección de constituciones, 1988, p. 68.
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 377

Elecciones. Basadas en la población, cada 1 000 almas, o fracción mayor de


500, representaban un voto. Para poder votar y ser votado (lo que se llama “voz
activa” y “voz pasiva”), se requería estar en ejercicio de los derechos de ciuda­
dano, pagar una determinada cantidad de la contribución directa, decretada
en junio de 1823 y asignada al estado de Nuevo León por el decreto de clasifi­
cación de rentas del 24 de agosto de 1824. Las elecciones serían indirectas, es
decir, juntas primarias o de distrito municipal elegirían electores de las juntas
secundarias o de partido, mismas que, a su vez, seleccionarían a los electores de
las juntas de estado (antes provinciales), las que designarían a los diputados del
congreso local y ante la Unión.
Las juntas primarias se reunían una vez al año, hubiera o no elecciones.
Para ser elector primario se requería ser ciudadano en ejercicio de sus faculta­
des.121 Los electores primarios eran elegidos mediante voto escrito, mas no se­
creto; los dos que obtuvieran el mayor número de menciones en las listas for­
marían parte de la junta secundaria. Los electores primarios designados se
reunían en las cabeceras de partido para conformar las juntas secundarias. En
estas reuniones, los electores ocupaban sus asientos sin preferencias y emitían
su escrutinio mediante voto secreto.
Las juntas de estado funcionaban de forma similar a las secundarias y se
encargaban de votar, también de forma secreta, a los once diputados del con­
greso estatal y de la Unión, y a 21 “hombres íntegros y de bien”, conocidos co­
mo “censores” de los altos funcionarios.
Tanto el gobernador como el vicegobernador del estado eran electos me­
diante listas de cinco ciudadanos idóneos que enviaban los ayuntamientos El
congreso las abría y la mención con la mayoría absoluta designaba al goberna­
dor; la segunda mención determinaba al vicegobernador. Los requisitos para es­
tos cargos eran haber nacido en territorio mexicano o ser hijo de padres mexi­
canos, tener 30 años de edad y cinco de vecindad en el estado, no ser militar en •
ejercicio, eclesiástico, empleado federal o de hacienda pública del estado. De
igual forma eran electos los tres miembros de la audiencia estatal y el asesor ge­
neral ordinario. Ante la escasez de letrados seculares, la elección de estos cargos
se haría después de algunos años de promulgada la constitución. Presidente, se­
nadores y magistrados de la Suprema Corte de Justicia eran electos por el congre­
so estatal, de acuerdo con lo estipulado por la Constitución Federal de 1824.122

121 Para ser ciudadano era necesario: haber nacido en el estado; estar avecindado; ser mili­
tar avecindado o militar insurgente; ser americano español con tres años en un pueblo del esta­
do, con familia, bienes raíces o industria útil. La ciudadanía se perdía por rendir lealtad a otra na­
ción o por sentencia de pena corporal. La ciudadanía se suspendía por incapacidad física o moral;
por ser deudor quebrado; por ser deudor del erario público; por no tener modo conocido de vi­
vir; por estar involucrado en un proceso criminal; por no tener 21 años, excepto los casados, que
lo eran a los 18, y por no saber leer ni escribir a partir de 1840 (artículos 15, 17 y 19). Colección de
constituciones, 1988.
122 Véanse artículos 25 y 79 de la Constitución Federal, en Tena Ramírez, 1987, pp. 171, 179.
378 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La legislación constitucional muestra que Nuevo León adoptó el modelo


gaditano. Por una parte, una elección indirecta de tres grados para la designa­
ción del congreso estatal, aspecto que dice Annino, revela la concepción “arti­
ficial” de este cuerpo, toda vez que no es esencial a la nación y con fundamen­
to en “pactos” políticos legítimamente escindióles. Aunque la constitución
neoleonesa era un tanto ambigua sobre la manera de elegir cabildos,123 es muy
probable que la elección fuera “indirecta de primer grado”, siguiendo la tradi­
ción de los cabildos del antiguo régimen. Esto muestra que el modelo presen­
tado por Annino, en lo que respecta a los “cuerpos políticos naturales”, parte
de la nación preestatal que no es fruto de acuerdos o pactos entre entidades
soberanas.124
En cuanto a la “democracia” electoral neoleonesa, la constitución parece
ser más incluyente que el modelo que Annino presentó para la etapa liberal
gaditana. La constitución es explícita en destacar que el orden en el que se
sentaran los electores en las juntas secundarias y de estado será “sin preferen­
cia”, lo que contrasta con las elecciones de la ciudad de México en 1812 cuan­
do “el asiento' [fue] ordenado con tres escaños para el curato [...] una banca
a la derecha para otros tres eclesiásticos y algunos nobles [...]”.125 En ambos
casos, empero, y no obstante la “concesión” a analfabetas hasta 1840, se trata
de procesos poco democráticos. Annino comenta un aspecto aplicable al Nue­
vo León de mediados de la década de 1820: “Los criollos aceptaron el proyec­
to de elecciones indirectas de primer grado porque también ellos, como los li­
berales españoles, eran antidemócratas, esto es, antijacobinos”.126

El poder judicial. El sistema judicial neoleonés se aborda con la conciencia de


que el estado carece de abogados; por eso algunos artículos de los capítulos
once al trece contemplan la forma de suplirlos. El resto del articulado estable­
ce la forma cómo funcionara la judicatura del estado a través de tribunales y la
manera de impartir justicia civil y criminal.
La Constitución creaba tres instancias judiciales, no “hacía novedad” en
cuestión de fuero clerical o militar, y consideraba la pena de muerte, sujeta a
revisión. En aspectos más específicos, el código de Nuevo León asignaba a los
alcaldes constitucionales (también llamados ‘jueces inferiores’) lo que llama
“facultades correccionales, conciliatorias y judiciales que les otorga la ley del 9
de octubre de 1812”. Esta disposición, que reglamentaba los artículos 271 y
273 de la Constitución de Cádiz, marcaba diferencia entre jueces de primera
instancia y alcaldes constitucionales, pues éstos sólo serían conciliadores en

123 El artículo 227 de la Constitución señalaba: “Se nombrará cada año popularmente en el do­
mingo segundo de diciembre, según la forma prescrita por la ley, todo el ayuntamiento”. [Sin cursi­
vas en el original]. Colección de constituciones, 1988, p. 133.
124 Annino, 1995a, pp. 32-33.
125 Ibid., p. 48.
126 Ibid., p. 32.
NUEVOLEÓN, 182S-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 379

causas civiles de poca monta monetaria, encargados de las primeras diligencias


en delitos perseguidos de oficio, excepto en el caso de residir en la misma lo­
calidad que los jueces letrados.127 En esta situación, serían los jueces los que
conocerían de los delitos menores. En caso de infracciones que involucraran
gran cantidad de dinero o un crimen, el juez tendría jurisdicción en todas las
localidades de su partido.128
En cuanto a la administración de la justicia criminal, la Constitución seña­
la que los delitos “ligeros” serían castigados por providencia de la policía gu­
bernativa y sin proceso. Si el delito ameritaba “pena corporal”, el delincuente
sería encarcelado, a pesar de tener sumaria, prueba plena o semiplena. Para
el caso de delitos que no ameritaran pena corporal, se consideraba la fianza de
carcelería; se procedía al embargo sólo en caso de delitos de responsabilidad
pecuniaria; las causas criminales serían públicas y mediante la formación de
un jurado; se prohibían los tormentos, y el indulto era facultad del congreso
estatal.
A pesar de que ciertos lincamientos protegían al individuo y a la propie­
dad privada (lo que parece tomado de la legislación angloamericana), la admi­
nistración de justicia seguía la legislación gaditana y en esos momentos tam­
bién estaba en formación la legislación federal.

La administración municipal. Nuevo León estaba dividido en cinco partidos:


Monterrey, Cadereyta Jiménez, Montemorelos, Linares y Villa Aldama, pero la
constitución señalaba que la división en partidos no era legal, y sólo tenía efec­
to para facilitar elecciones y la circulación de órdenes. La verdadera división
era de 24 “distritos”. Según la Constitución, todo distrito con mil almas podía
pedir al congreso estatal formar un ayuntamiento. Las autoridades municipa­
les eran elegibles y reelegibles “popularmente”. En municipios con más de
3 000 almas había dos alcaldes, en cuyo caso el juzgado de primera instancia
no le tocaba al alcalde primero, siguiendo el principio de que el poder ejecu­
tivo y el judicial no podían ser ocupados por una misma persona.129
Las múltiples tareas municipales eran de carácter fiscal, electoral, y de “po­
licía”:

127 Arreglo de tribunales, 1813.


128 La fracción novena del artículo lo., capítulo II del decreto del 9 de octubre de 1812 se­
ñala: “De las demandas civiles que no pasen de cien pesos fuertes, y de lo criminal sobre palabras
y faltas livianas que no merezcan otra pena que alguna advertencia, no conocerán los jueces de
partido sino por lo respectivo al pueblo de su residencia, y a prevención de los alcaldes del mismo.
Unos como otros determinarán los negocios en juicio verbal. Todos los demás casos serán oídos
por el juez de primera instancia del partido [...]”. Colecáón de los decretos, 1813, pp. 105-125.
129 Según la Constitución estatal, los municipios tendrían las siguientes autoridades:
Con menos de 3 000 habitantes: un alcalde, dos regidores y un procurador síndico. •
Entre 3 000 y 5 000 habitantes: dos alcaldes, tres regidores y un procurador síndico.
Entre 5 000 y 7 000 habitantes: dos alcaldes, cuatro regidores y un procurador síndico.
Con más de 7 000 habitantes: tres alcaldes, seis regidores y dos procuradores síndicos.
380 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

• repartir contribuciones directas para gastos de la federación y del estado;


• proponer arbitrios ordinarios para la construcción de escuelas, manteni­
miento de la cárcel, y demás gastos comunes; también debía proponer arbi­
trios extraordinarios para “objetos importantes al bienestar de los individuos
que componen el distrito”;
• cuidar el gasto de los dineros públicos;
• cuidar que no se invada la seguridad de las personas y de sus propieda­
des;
• cuidar la educación y promover la economía;
• sufragar para la elección de gobernador;
• cooperar en las eventuales adiciones y enmiendas a la constitución;
• formar ordenanzas municipales que no invadan “en lo más mínimo la se­
guridad de las personas, propiedades y derechos de los individuos”.
La Constitución estatal promulgada en marzo de 1825 aborda también la
administración hacendaría, educativa y militar, y la forma de exigir responsabi­
lidad a funcionarios mayores, caso para el que se elegía popularmente un gru­
po de “censores”, encargados de enjuiciar a los “altos funcionarios”,130 en caso
de traición, cohecho, peculado, prevaricación, etc. Un resultado desfavorable
al funcionario sólo revocaba los poderes públicos; en el caso de una acusación
falsa, se destruía todo el proceso para cuidar la reputación del acusado.
De acuerdo con los análisis sobre el primer federalismo mexicano, el esta­
do de Nuevo León defendía una forma de gobierno federalista moderada,131
es decir, pugnaba por su independencia del centro y del resto del país al decla­
rarse soberano, libre e independiente, y de no ser patrimonio de nadie. La
unión, indicada en los artículos 2o. y 3o., lo colocaba como partícipe con otros
estados de la federación en la defensa, las relaciones exteriores, la unión, la
paz y lajusticia, de acuerdo con el Acu de la Federación y la Constitución fe­
deral, reservándose para sí la capacidad de reglamenurse en todo lo que no
prohibiera el código fundamental de la federación los que sigue debe ser con­
frontado, en nota de pie de página, con Cayton, Andrew R.L., ‘The Early Na­
tional Period”, en Mary Kupiec Clayton, et al. (editores), Encyclopedia ofAmeri­
can Social History, 3 vols., New York, Simón & Schuster, 1993, pp. 87-104.
Quizá al igual que otras constituciones esutales, la de Nuevo León tenía
un fuerte elemento popular/republicano. Además de prohibir la esclavitud,
propiciaba la publicación de publicaciones periódicas (como la Gaceta Consti­
tucional, 1826) para poner los debates del congreso esUUl a la visu de los ha-
biuntes. El empeño por contar con un sistema de administración judicial
muestra no sólo la división de poderes, sino el deseo de salvaguardar los dere­
chos de la propiedad privada y los arreglos contractuales, por encima de las

lso Altos funcionarios eran los diputados del congreso, el gobernador, el secretario de go­
bierno, los individuos de lajunta consultiva y magistrados de la audiencia.
131 Vázquez, 1993, p. 27.
NUEVOLEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA ALA CONSTITUCIÓN ESTATAL 381

costumbres comunitarias. A diferencia de otros estados en donde predomina­


ban la minería y/o la agricultura, Nuevo León debía diversificar sus actividades
económicas para sobrevivir como integrante de la federación. Y el hecho de
que, por cuestiones geográficas, su mercado no se conectara con el resto del
país, marcó su destino económico por el lapso de las siguientes seis décadas.

IX. CONCLUSIÓN

Sin desdeñar la herencia colonial, los meses transcurridos desde el Plan de Ca­
sa Mata hasta la promulgación de la constitución estatal definieron la existen­
cia de los estados que anteriormente habían formado las Provincias Internas
de Oriente. Aquella gran extensión de territorio tenía muchas razones para
permanecer unida, siendo las principales su despoblamiento, el problema co­
mún de las incursiones bárbaras, la necesidad de sostenerse económicamente
para hacer frente a las existencias de una federación y las amenazas del expan­
sionismo norteamericano.
La aspiración de una sola provincia era de Ramos Arizpe, en su deseo de
que sé implantara en México el sistema federal. En un principio, en la prima­
vera de 1823, los políticos en la ciudad de México no estaban convencidos de
que lo mejor para el nuevo país fuera el federalismo, y mucho menos apoya­
ban la idea de que en la región noroeste (geopolíticamente importante desde
las postrimerías de la Colonia) se formara una gran provincia. Por otro lado,
las oligarquías locales de Monterrey y Saltillo —apoyadas por el padre Mier y
Miguel Ramos Arizpe, respectivamente— se enfrascaron en una sorda lucha
por lograr el asiento de la capital provincial/estatal; una lucha en la que cada
grupo se apoyó en la legalidad o ilegalidad de lajunta regiomontana estable­
cida el 31 de marzo de J823.
La exposición que se hizo en este trabajo de la pugna entre ambas ciuda­
des permitió analizar el proceso mediante el cual se adoptó el sistema federal
en aquella región. A final de cuentas, pareciera como si dicho sistema hubie­
se resultado de una componenda entre dos posiciones. Ramos Arizpe defendía
un federalismo radical: el padre Mier deseaba un sistema más moderado e in­
cluso el centralismo: el resultado final favoreció la posición del coahuilense. El
padre Mier deseaba que las Provincias Internas de Oriente se dividieran en
tres estados; Ramos Arizpe aspiraba a formar una sola gran provincia: en este
caso el primero salió triunfante.
¿Acaso perdió el dominico, toda vez que su “triunfo” sólo fue de alcances
“provinciales”? Considero que no fue así; ciertamente en los últimos días de
mayo y el mes de junio de 1823 el gobierno general debió “ceder” a lo que exi­
gían las provincias (y que era más de lo que exigía el Plan de Casa Mata). En
el caso de las Provincias Internas de Oriente, ya pronunciadas por el sistema fe­
deral, la “cesión” del gobierno no fue suficiente pues —instigadas por Ramos
382 EL ESTABLECIMIENTO DEL ÍEDERALISMO EN MÉXICO

Arizpe/De la Garza— continuaban buscando la formación de una sola enti­


dad. El problema no era que los cuatro territorios se unieran para formar una
gran provincia (las razones de ello eran evidentes para todos, además de que
dicha división territorial ya existía desde tiempos coloniales), sino que lo ha­
cían independientemente de la opinión del congreso. Más aún: quizá ni si­
quiera tenían que pedirla pues el congreso se había erigido en mero convo­
cante. Lo que sí era inconcebible, y aquí sí tenía razón el padre Mier, era que
motu propio se definieran la provincias sin considerar que aún no se constituía
la nación. De permitir esto, todo perdía sentido pues, ¿para qué convocar a un
constituyente que promulgara una ley general si cada una de las partes ya se
había definido? No era trivial el peligro de que se hiciera la voluntad de Ramos
Arizpe en los meses del verano de 1823, y esto lo entendía muy bien Lucas Ala­
mán. En alguna carta al ayuntamiento de Monterrey, el ministro había hecho
hincapié sobre la necesidad de no formar tal junta general de provincia pues
se podía caer en una anarquía similar a la que hacía unos años había vivido Ar­
gentina. Este país, antes de que tuviera una constitución, se había seccionado
en diversas entidades, una de las cuales —Córdoba— convocó a un congreso
constituyente que fracasó porque no asistió la rica provincia de Buenos Aires.
El temor de Lucas Alamán no era que en las provincias nororientales se con­
vocara a un congreso (no tenían, con mucho, la estatura económica de la pro­
vincia cordobesa del sur), sino que cundiera el ejemplo en el resto del país y
que provincias con riqueza y poder como Jalisco o, peor aún, un grupo de pro­
vincias convocara a otro congreso, paralelo al que desde mediados de junio se
había convocado en la ciudad de México. De ahí también el temor del gobier­
no general a juntas como la de Celaya del 1 de julio, que además amenazaban
con debilitar el único poder —el ejército— con que contaba la ciudad de Mé­
xico. El “temor” del gobierno general a la formación de juntas provinciales
aglutinadoras también explica que se concediera tempranamente la cateogría
de estado a provincias “rebeldes” como Yucatán, Oaxaca, Jalisco y Zacatecas, ya
que no constituían una amenaza de unión en contra de la ciudad de México
por no estas aledañas entre sí.
Y fue precisamente gracias a la amenaza de utilizar el poder miliar que, no
obstante los reiterados intentos de Ramos Arizpe, en las Provincias Internas de
Oriente finalmente se disolvió el proyecto de una gran provincia general y se
inició la conformación de los tres estados de la nueva república. De los mis­
mos, parece que Nuevo León fue el que más posibilidades tuvo de sostenerse
como una entidad propia, aunque para probar esto cabría hacer un análisis de
su economía. Lo que sí es cierto es que Nuevo León no se hallaba tan dividido
como Coahuila, en su pugna con Monclova por la capital estatal, ni tan disper­
so en sus intereses, políticos y económicos, como Tamaulipas. Así, quizá gracias
a su posición moderada en su relación con la ciudad de México, misma que se
observa en la elección presidencial de 1824 que en el nuevo estado favoreció
al escocés Nicolás Bravo, Nuevo León, emprendió con relativa facilidad la for-
NUEVO LEÓN, 1823-1825: DEL PLAN DE CASA MATA A LA CONSTITUCIÓN ESTATAL 383

marión de su constitución y de sus leyes con base en la normatividad de otros


estados y del gobierno general. En este sentido, la constitución del nuevo es­
tado no presenta contradicciones con el código federal, aunque sí ciertas pe­
culiaridades que indudablemente surgen de que se estaba legislando en tierra
fronteriza en donde era importante considerar al individuo, más que a la co­
munidad, en el entendido de que la suma de las felicidades individuales trae­
ría el bienestar colectivo.
La delimitación institucional del estado de Nuevo León tardó aún muchos
años, lo que en parte explica su poca importancia relativa en aquella primera
federación. Sin embargo, fue en los acontecimientos de los meses de 1823 y
1824 que, para este estado como para muchos otros, se definió el curso de su
identidad.
384 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Anexo. Resoluciones de las juntas del ayuntamiento de Saltillo


y la diputación provincial en Monterrey, mayo y junio de 1823
Saltillo Saltillo Monterrey
27/V/1823_______________ 4/VI/1823 5/VI/1823
1. El jefe del Supremo Poder 1. Todos los habitantes de Salti­ Los provincias internas de oriente
Ejecutivo de la nación no po­ llo y San Esteban de Tlaxcala
drá ejercer su cargo de por vidason partidarios de la unión de 1. Adoptaban la forma federal
ni ser sucedido por ninguno de todas las provincias mexicanas de gobierno, bajo la cual forma­
sus herederos; por el contrario,
y reconocen al Supremo Poder rían uno o más estados libres,
el cargo deberá ser de duración Ejecutivo y al restaurado con­ soberanos e independientes, tal
limitada y su provisión se reali­
greso como un cuerpo destina­ como ellas lo decidieran, e inte­
zará mediante elecciones na­ do a expedir la convocatoria de grarían con las demás provincias
cionales. la nueva asamblea deliberante la nación mexicana de acuerdo
que se encargará de preparar la
2. El jefe del ejecutivo será res­ con la Constitución federal que
ponsable de sus actos ante el Constitución General del país. estaba en preparación.
país. 2. Se reconoce a todas las auto­ 2. Reconocen al congreso en
3. El gobierno de la nación se ridades legalmente establecidas funciones tan sólo en su calidad
ejercerá bajo la forma de una en las cuatro provincias, mis­ de cuerpo destinado a convocar
república federada, siendo in­ mas que deberán continuar en a otro nuevo y a desempeñar
dependiente cada provincia en sus cargos de acuerdo con las únicamente aquellas funciones
todo aquello que se relacione leyes. que no se encontraran en oposi­
con gobierno y economía inte­ 3. Deberá concederse que estas ción con el sistema federal.
riores. cuatro provincias posean un 3. Reconocen al Supremo Po­
4. Las cuatro Provincias Inter­gobierno interno, indepen­ der Ejecutivo, bajo las mismas
nas de Oriente formarán un so­ diente de las demás en todos condiciones, como el gobierno
lo estado en la nación mexica­ los asuntos económicos y terri­ provisional de la nación.
na. toriales, pero unido al de ellas 4. Determinan que, puesto que
en lo referente a asuntos gene­
5. Estas proposiciones se envia­ el bienestar de las cuatro pro­
rán a los demás ayuntamientos rales y relaciones exteriores. vincias exigía medidas prontas
4. Felipe de la Garza encabeza­
y al jefe político para que las co­ y eficaces, su gobierno se dedi­
munique a las demás Provin­ rá el gobierno de la provincia. caría por ahora exclusivamente
cias Internas de Oriente. 5. Ejercerá el poder ejecutivo a tal objeto.
con el título de gobernador ge­
6. Se espera que el jefe político
haga circular este manifiesto neral de las cuatro provincias
por todos los ayuntamientos de hasta la reunión del Congreso
las demás Provincias Internas Provincial.
de Oriente. 6. Se autoriza al mismo De la
7. Esta acta deberá considerar­ Garza para convocar sin pérdida
se expresión de la voluntad del de tiempo a un congreso com­
pueblo de Saltillo y deberá ser puesto por diputados de las cua­
enviada a la junta Provincial detro Provincias Internas de Orien­
Coahuila, a Parras y a ios demáste con el encargo de preparar
lugares de la provincia. una constitución para un solo es­
tado formado por la reunión de
todas ellas.
7. La adopción de estas propo­
siciones deberá comunicarse a
De la Garza, en su calidad de je­
fe político de las provincias y de
la Junta Gubernativa de Coa­
huila, de la cual se espera que
cooperará activa y eficazmente
para lograr su pronto cumpli­
miento.
Fuente: Benson, 1994, pp. 195-198.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA

Cecilia Sheridan Prieto


Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Noreste

INTRODUCCIÓN

En el corto tiempo que duró el trayecto entre la reforma política de la Consti­


tución gaditana y la declaración de Independencia, es posible rastrear cambios
radicales en la vida política y social de México. El establecimiento de ayunta­
mientos constitucionales que brotaron como uvas en temporada y el sufragio
como nueva expresión de libertad política, son claros ejemplos. Esta “revolu­
ción silenciosa” es la evidencia más clara del poder que ejerció la emergencia
de una constitución y, con ella, del reconocimiento de un poder político civil.1
Guardar la Constitución Política de la Monarquía Española, observar las leyes
y ser fieles al Rey fueron los principios políticos que abrieron un nuevo espa­
cio de participación a “todos los individuos de los ayuntamientos y de las dipu­
taciones de provincia, al entrar en el ejercicio de sus funciones”, según el Tí­
tulo VI de la Constitución de Cádiz.2
Las noticias de los sucesos de 1808 llegaron a las provincias más alejadas de
la Nueva España, y el 3 de febrero de 1809 se leía en Monclova la noticia de la
instalación de lajunta Central Suprema Gubernativa de los Reinos de España.
Dos meses más tarde, circulaba un bando que prohibía la entrada de extranje­
ros, especialmente de países dominados por Napoleón; en septiembre de ese
año, se publicaba en la provincia de Coahuila el Real Decreto de lajunta Su­
prema Gubernativa del Reino que convocaba a Cortes. Todo ello en medio de
un fervor de lealtad en que todos contribuían con donativos para la liberación
de España de la invasión francesa. Para abril de 1810, llegaba a la capital de la
provincia, por comunicado del gobernador de San Luis Potosí, la orden del vi­
rrey de aprehender a Francisco Belmont y a Manuel José de Aranza, emisarios

1 Annino, 1995 p. 177, afirma al respecto que “la primera experiencia electoral desencade­
nó un incontenible y masivo proceso de transferencia de poderes del Estado a las comunidades lo­
cales, en particular a los pueblos, llevando así a su extremo la desintegración del espacio político
virreinal”. Costeloe, 1996 pp. 27-28, plantea una visión totalmente opuesta al sostener que antes
de la Constitución de 1824, y especialmente entre 1821 y 1824, la “apatía popular" era una cons­
tante del ambiente político.
2 Hernández y Dávalos, 1985, p. 572.

385
386 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

del intruso José Napoleón,3 y un mes más tarde, la Compañía de Voluntarios


de Monclova exhibía a su comandante, armas, monturas y calidades, listos pa­
ra detener la entrada de los emisarios de Napoleón.4
El 29 de agosto estaba lista la terna para la elección a diputados a Cortes
por Saltillo: José Domingo de Letona, Miguel Ramos Arizpe y Francisco Anto­
nio Gutiérrez. Los vecinos aportaron más donativos, ahora para solventar el
viaje del doctor Ramos Arizpe, el electo.5 Entretanto, pueblos y villas informa­
ban al gobernador don Antonio Cordero y Bustamante que no habían llegado
a sus partidos brotes de la insurrección de Dolores y que estaban prestos a de­
fender los derechos de Fernando VII.6
A la instalación de Cortes y los agasajos ofrecidos como festejo, siguió la
amenaza de horca a vecinos que protegieran a los emisarios franceses o propa­
gadores de la insurrección. Los decretos reales cambiaban la vida cotidiana,
entre ellos la prohibición de vejar a los indios primitivos de la América, que en
las Provincias Internas se consideraban enemigos de guerra.7 Al establecerse
los ayuntamientos constitucionales, los alcaldes elegidos organizaron la vida de
sus pueblos, cuya jurisdicción ordinaria respetó el gobernador del estado.8
Aunque Fernando VII desconoció la Constitución de 1812, los alcaldes siguie­
ron reconociéndose como constitucionales en sus comunicados al gobernador.
Sin duda, con los nuevos ayuntamientos el poder civil había sufrido cam­
bios importantes. Losjefes políticos tomaron la delantera al apropiarse de atri­
buciones antes limitadas a lajurisdicción del gobernador, así como al poder de
los capitanes.9 Con ello, emergieron grupos políticos locales en la provincia de
Coahuila y el resto de las Provincias Internas, los que fueron consolidando
condiciones políticas de la creación de un estado independiente. Es por eso
que, para comprender el complejo proceso por el que pasó la instauración del
federalismo en Coahuila, es pertinente partir de las condiciones que dieron
pie a la propuesta para formar un Estado Interno de Oriente, iniciativa que re­
vela la intensa pugna por el poder regional desatada entre los grupos políticos
de cada una de las provincias involucradas: Coahuila, Texas, Nuevo León y
Nueva Santander.
La influencia de Ramos Arizpe en el sur de Coahuila y su enfrentamiento
político e ideológico con Servando Teresa de Mier, influyente entre los grupos
políticos de Monterrey, colocó al partido del Saltillo en el centro de la vorági­

5 agec, pc, c25, e23, 3f., Monclova, 4 de abril de 1820.


4 agec, fc, c25, e29, 3f., Monclova, mayo de 1810.
5 Sobre el papel de los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, véase a Chust, 1999.
6agec, fc, c25, e85, lf., San Buenaventura, octubre de 1810.
7agec, fc, c26, e33, 4f., Monclova, julio de 1811.
8agec, fc, c28, e43, 2f., Presidio de Río Grande, octubre de 1814.
9 Bajo el régimen constitucional, la organización de las milicias pasó al poder de los ayunta­
mientos, es decir, “el manejo de las fuerzas locales ya no dependió de la voluntad de una persona
sino de la decisión de un cuerpo político”, véase Ortiz, 1997a, p. 118.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 387

ne regional. La contienda se inició con el restablecimiento de la Constitución


de 1812. En la construcción de una nueva geografía política, la competencia
por el poder se convirtió en la manzana de la discordia.
Las Provincias Internas de Oriente intentaron fortalecerse frente al Con­
greso Constituyente convocado en 1821, buscando una alianza temporal en
tanto lograran reforzarse cada una como estado independiente. Pero la acu­
mulación de desacuerdos llevó la iniciativa al fracaso. La geografía política re­
gional no correspondía a la realidad de un pasado de luchas por el poder po­
lítico y militar encarnado en la Comandancia General. En la dimensión
interna Coahuila entraba al juego de la competencia regional con una enorme
desventaja: la división en grupos políticos generados desde fines de la década
de 1780, en que la provincia recibió en su jurisdicción a los partidos de Parras
y Saltillo como Consecuencia de las reformas borbónicas.
El boceto para la conformación del Estado Interno de Oriente se explica­
ría entonces a partir de alianzas entre grupos de poder regional con dos prio­
ridades sustantivas: por un lado, formar parte de la nueva federación con una
representación suficiente para planear el destino de las cuatro provincias, en
su condición de provincias fronterizas; por otro, crear y sostener instancias po­
líticas regionales que asegurasen la primacía del poder en esta sección del sep­
tentrión, además de su independencia definitiva frente al resto de las provin­
cias internas. Si partimos del supuesto de que las cuatro provincias de Oriente
compartían un pasado común y, por tanto, formaban una unidad regional en
términos político-administrativos, supeditada en el último medio siglo a una
autoridad militar, estaríamos obligados a demostrar que esta región existía co­
mo colonia de la Nueva España. Asimismo, tendríamos que explicar la presen­
cia de los grupos políticos de cada provincia en el periodo independiente, co­
mo resultado “natural” del propio proceso independiente. Sin embargo, en el
contexto del proceso que nos interesa, ésta no existía como una región en sí
misma. Primero, porque la autoridad militar centralizada en un comandante
militar experimentó variaciones importantes por el cuestionamiento perma­
nente de autoridades civiles y vecindarios; segundo, porque la presencia de in­
dígenas guerreros y la escasa población de un territorio tan vasto hicieron de
la defensa un problema de sobrevivencia entre sus pobladores; tercero, porque
la colonización del espacio se constituyó en un problema prioritario que de­
pendía de las decisiones políticas de ultramar.
Cabe destacar que la propuesta de un gobierno militar uniforme para las
provincias del norte en general nace de la necesidad de conformar una región in­
dependiente del virreinato de Nueva España,10 y que se recrea con la reorganiza­
ción de la frontera en dos comandancias dependientes del gobierno virreinal. Es­

10 Joaquín de Arredondo, nombrado comandante general en 1810, gobernó las provincias


internas de Oriente “en un estado casi de independencia del virreinato", según lo describe Ala­
mán, 1985, vol. 4, p. 472.
388 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ta organización tuvo un fuerte impacto en la vida económica y social al perderse


de facto los privilegios que les había concedido la Corona ante su situación de ex­
cepción por ser fronterizas. Específicamente la exención de cargas fiscales.11
Los antecedentes inmediatos al tratamiento de las cuatro Provincias Inter­
nas de Oriente, como una región susceptible de sufrir o enmendar situaciones
políticas añejas en el contexto político general, provocó importantes diferen­
cias internas, no sólo entre provincias, sino entre grupos locales. Tal es el caso
de la pérdida de autonomía del cabildo tlaxcalteca de San Esteban o de la pug­
na entre Monclova-Río Grande (centro-norte de la provincia de Coahuila) y
Saltillo (sur de la provincia de Coahuila) por el centro del poder provincial. Co­
mo contraparte, a nivel del poder de las cuatro provincias, el mismo partido de
Saltillo se enfrentó a la fuerza político-militar de la provincia del Nuevo Reino
de León en el afán por instalar la sede del poder político del Estado Interno de
Oriente en Saltillo. En este segundo nivel de pugna, Monclova buscó aliarse
con Monterrey ante la incuestionable fuerza de Saltillo; mientras que Texas y
Nuevo Santander, sobre todo la primera, cumplían un papel distinto en la de­
finición de las fuerzas políticas regionales.12 En un primer momento, ante el
cambio político del país con la jura del Plan de Iguala, Texas optó por mante­
nerse al margen de la euforia del resto de las Provincias Internas de Oriente,
oponiéndose al plan. Es posible que Texas buscara medir sus fuerzas frente al
resto de las provincias, sobre todo frente al poder político-militar de la Coman­
dancia. El territorio texano era una especie de tierra de nadie, despoblado y ais­
lado de las autoridades político militares de la Nueva España. Con la firma del
tratado de Adams-Onís (1819), Texas se convirtió en terreno de colonización
que daría paso a nuevos pobladores que reclamarían también una tajada de po­
der. En términos semejantes, la colonia de la Nueva Santander se hizo a un la­
do de la pugna regional para jugar el peligroso intento de mantenerse como
provincia autónoma y crear su propia Diputación Provincial en 1822.
El papel de Ramos Arizpe en las Cortes españolas y después en México, es
fundamental para entender el entramado de pugnas y alianzas entre grupos
políticos de las cuadro provincias y la creación de tres entidades políticas inde­
pendientes en el nuevo federalismo mexicano: Coahuila-Texas, Nuevo León y
Tamaulipas. Este resultado da cuenta de la fractura del poder colonial apoya­
do en una organización político-militar cuya fuerza se sustentaba en una red de
alianzas entre las élites de las cuatro provincias, que inicia su derrumbe a par­
tir del Plan de Iguala y el consecuente establecimiento de nuevas alianzas diri­

11 Respecto a la reorganización y atribuciones de la Comandancia General de las Provincias


Internas, véase “Ordenes del virrey para dividir la Comandancia General...”, 1787-1788, agn, P.I.,
vol. 160, exp. 5, p. 78.
12 Este conflicto es una muestra clara de lo que Annino, 1995, p. 224, define como el “dile­
ma liberal”, es decir, el “liberalismo pueblerino”, que tuvieron que enfrentar los liberales, que aun
cuando mantenía sus raíces en los derechos antiguos, “tenía una legitimidad constitucional indis­
cutible".
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 389

gidas a la centralización del poder político regional en Saltillo. Es conveniente,


por tanto, seguir las propuestas de Ramos Arizpe desde su actuación en las Cor­
tes y su afán por organizar las cuatro Provincias Internas de Oriente en una en­
tidad político-administrativa. En primer lugar acorde con la Constitución Espa­
ñola, restringiendo el poder militar y, en segundo lugar, creando una entidad
federativa fuerte cuyo centro de poder debería ser la ciudad de Saltillo.

RAMOS ARIZPE Y LAS PROVINCIAS INTERNAS


DE ORIENTE EN LAS CORTES

Ramos Arizpe se presentó en las Cortes españolas el 1 de septiembre de 1810


como representante de la Provincia de Coahuila; José Vivero lo hacía como re­
presentante de Monterrey, en tantó que por las provincias de Texas y la Nue­
va Santander no hubo diputados.
El 1 de noviembre de 1811, Ramos Arizpe hablaba por todas las Provincias
Internas de Oriente e, independientemente del exacerbado localismo de sus
reflexiones, hacia énfasis en la situación política de las provincias nororienta­
les en el contexto general, lo que le ganó el reconocimiento de los diputados
liberales. Entre los muchos problemas de las provincias, el diputado conside­
raba que el aislamiento geográfico causaba abuso y malos manejos de los mili­
tares. Coahuila, Texas y la Nueva Santander eran gobernadas por un capitán
general, subordinado a un comandante general que residía en la lejana Chi­
huahua.13 La distancia entre las capitales provinciales y la Comandancia Gene­
ral era la misma que había entre éstas y la capital del virreinato. Aunada a la le­
janía, la presencia de indios enemigos en el “despoblado” bolsón de Mapimí,
hacía intransitable el trayecto.
Por otro lado, los ayuntamientos eran casi inexistentes: Coahuila, con 14
pueblos de españoles sólo contaba con el cabildo de Saltillo; de las 17 villas del
Nuevo Reino de León, sólo tres contaban con ayuntamiento (Linares, Monte­
rrey y Cadereyta); Texas, tenía el de Béjar y en la colonia de Nueva Santander
no existía ninguno en sus 21 pueblos. La ausencia de un gobierno civil estimu­
laba el excesivo poder de los militares y los abusos aplicados a los pobladores,
obligados a presentar armas y caballos para defender los poblados de las agre­
siones indias. Ramos Arizpe buscaba derribar los obstáculos impuestos por el
gobierno borbón al desarrollo de esa lejana región y mostrar la necesidad de
“un gobierno superior y común" que conjuntara un espacio jurídico de apela­
ciones y, sobre todo, un gobierno no militar.
La experiencia acumulada por Ramos Arizpe, en las Cortes la aplicaría pa­
ra situar en la ciudad de Saltillo la silla del poder regional. ¿Por qué en Salti-

ls Respecto a lajurisdicción militar de los gobernadores de provincias, véase Pietschmann,


1996, p. 93.
390 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lio? La pequeña región saltillera acumulaba anualmente los principales ingre­


sos del erario y era la población más populosa de Coahuila pero, sobre todo,
porque el diputado consideraba que de ella emanaban las ideas liberales que
podrían sostener y consolidar la nueva constitución. Ramos Arizpe calificaba
de despotismo militar a los gobiernos de Monclova y Monterrey que, al acapa­
rar la administración de gobierno y justicia, estrangulaban la libertad de sus
“ultrajados habitantes”.14 José Cuello corrobora esa visión pues “los goberna­
dores tiranizaban tanto a los pocos ayuntamientos existentes, que en más de
una ocasión sus miembros habían sido obligados a huir al monte”.15
En el nivel judicial, las apelaciones a los excesos de las autoridades mili­
tares se dirimían en las audiencias de Guadalajara o de México, por lo que las
Provincias Internas de Oriente parecían una colonia dentro de otra colonia,
haciéndolas vulnerables, no sólo por su situación fronteriza y la amenaza del
expansionismo de Estados Unidos16 y los constantes ataques nativos, sino en
la misma medida, por las fuertes tensiones entre la sociedad civil y las autori­
dades militares.
Para Ramos Arizpe era urgente terminar con el despotismo militar y reor­
ganizar el gobierno general de las cuatro provincias. Para ello era indispensable
establecer unajunta Superior que fungiera como cabeza de las mismas, confor­
mada por dos representantes de cada provincia, y establecer un tribunal supre­
mo. Insistía en la necesidad de una transición efectiva al poder constitucional,
proponiendo legislaturas provinciales y ayuntamientos en cada pueblo, para
que los territorios se reordenaran con base en la representación política ciuda­
dana.17 Preocupado por la situación fronteriza, propuso la creación de una Co­
mandancia General de Oriente cuya dirección recayera en un ciudadano de la
región, de preferencia propuesto por la población civil y cuyas atribuciones fue­
ran exclusivamente militares. Esta debería ubicarse en Texas por su cercanía
con los Estados Unidos y por ser lugar de refugio de apaches y comanches.
Ramos Arizpe logró que se estableciera la Diputación Provincial que re­
presentaría a las cuatros provincias con sus siete diputados, dos por cada pro­
vincia y uno por Texas, por su escasez de habitantes. La Diputación se instaló
en Monterrey el 21 de marzo de 1814, a pesar de las trabas interpuestas por el
brigadier Arredondo, quien desde 1813 era Comandante General y Jefe Supe­
rior y Político de las provincias y se negaba a aceptar la presencia de ciertos di­
putados que ponían en peligro su autoridad.18

14 Archivo Municipal de Saltillo, 1998, “Memoria presentada a las Cortes por D. Miguel Ra­
mos Anzpe, diputado por Coahuila, sobre la situación de las Provincias Internas del Oriente, en
la sesión del día 7 de noviembre de 1811”.
15 Cuello, 1990 p. 182.
16 Respecto a la amenaza de Estados Unidos de América, véase Alessio Robles, 1979 p. 54, y
Cuello, 1990, p. 183.
17 Al respecto, véase De Gortari, 1994.
18 Benson, 1980, pp. 29-30; Alessio Robles, 1979, p. 67.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 391

Con el restablecimiento del absolutismo en 1814, Ramos Arizpe fue encar­


celado en España, bajo el cargo de ser en Europa el jefe de las insurrecciones
de América.19 Mientras tanto se habían establecido ayuntamientos constitucio­
nales, experiencia política que abrió espacio a la consolidación de los grupos
políticos de civiles con intereses locales muy claros. Comerciantes y agriculto­
res interesados en detener las exacciones del gobierno militar para la defensa
de la frontera generaron alianzas y posiciones defensivas en torno a su debili­
tada economía.
Al restablecerse la Constitución gaditana en 1820, Ramos Arizpe fue libe­
rado, y en Madrid se integró a las Cortes. A fines de ese año, se reinstaló la Di­
putación Provincial en Monterrey y se eligió a Felipe de la Garza para repre­
sentar a las Provincias Internas de Oriente en las Cortes españolas.
En el ínterin, en 1817, los productores más ricos de Saltillo se habían re­
belado ante la imposición del comandante general para obtener préstamos
forzosos para el mantenimiento de sus fuerzas armadas. El subdelegado de la
tesorería, Miguel Lobo Guerrero, rico hacendado y comerciante de Saltillo
que reclamaba sueldos atrasados, se negó a cooperar, argumentando que ya
había otorgado 58 000 pesos al comandante y que parte de su producción da­
ba mantenimiento a las tropas de la comandancia. Otros miembros de la élite
se quejaban de la obligación impuesta de mantener hasta 45 soldados penin­
sulares y entregar 300 cabezas de ganado para el mantenimiento de la tropa.
Entre los afectados —algunos enemigos declarados de los insurgentes en
1811— surgieron adhesiones al grupo rebelde de ganaderos locales que pro­
clamaron la independencia en Saltillo.20 A pesar de la división entre realistas
e independientistas, grupos de criollos prominentes estaban dispuestos a de­
fender su bienes y propiedades.
En marzo de 1821, el comandante Arredondo, en una proclama a los habi­
tantes, se refería al “anticonstitucional proyecto” de Agustín de Iturbide de pro­
clamar la independencia de América, ante el juramento hecho de mantenerse
fieles a la Constitución y leales a “tan desgraciado como virtuoso Monarca”. Tres
meses más tarde, ante las noticias de la proclamación del plan por todas las pro­
vincias, Arredondo concentró sus fuerzas en el Cuartel General de Monterrey.21
Los saltillenses juraron la independencia el 1 de julio, junto con las tropas de
Arredondo, quien temeroso de perder el poder, con autoridades y algunos ve­
cinos de Monterrey también y se unió, dictando órdenes a losjefes políticos pa­
ra que en sus provincias se hiciera lo mismo. Pero sus esfuerzos fracasaron; el
batallón del “Fijo de Veracruz”, ubicado en Saltillo, desconoció su autoridad y

19 Vilo Alessio Robles, 1979, p. 90.


20 Cuello, 1990, p. 157; Santoscoy, 1997, p. 13.
21 La tesorería se había instalado en Saltillo en 1817 como resultado de las gestiones de Ra­
mos Arizpe para crear una intendencia; fue recuperada por Arredondo, quien la trasladó a Mon­
terrey; véase Alamán, 1985, vol. 5, pp. 238-239.
392 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

se declaró a las órdenes de lajunta provisional gubernativa de Saltillo, formada


tras la jura de la independencia. Militares y miembros de lajunta recomenda­
ron a Arredondo dejar su puesto por haber solicitado refuerzos de San Luis y
Río Verde. Apoyado por algunos miembros de la Diputación Provincial en Mon­
terrey, Arredondo siguió ejerciendo su autoridad hasta agosto de 1821, en que
el coronel Antonio Gaspar López, enviado desde San Luis Potosí, se presentó
en Saltillo y asumió el cargo de Comandante General de las Provincias Internas
de Oriente y el gobierno civil, pese a las propuestas de Ramos Arizpe.22
Unos meses más tarde, en diciembre de 1821, el ayuntamiento de Monte­
rrey advirtió a lajunta Superior Gubernativa de los excesos que estaban come­
tiendo los comisionados de Saltillo empeñados en declararse capital de las Pro­
vincias Internas de Oriente. El ayuntamiento presentó a lajunta las ventajas de
Monterrey para la instalación de los tribunales superiores de audiencia, la se­
de episcopal, la diputación provincial, la comandancia y la tesorería, y advirtió
que Ramos Arizpe era “conocidamente apasionado por su patria, la villa de Sal­
tillo”.23
Ramos Arizpe regresó a Saltillo en enero de 1822, luego de 11 años de au­
sencia. Al enterarse de que se había celebrado la elección de diputados para el
primer Congreso Constituyente, intentó que el ayuntamiento de Saltillo anu­
lara la de diputado suplente hecha por el ayuntamiento de Monclova, pero el
Congreso lo rechazó. Por tanto, después de asistir a la apertura del primer
Congreso, volvió a Saltillo desde donde desató una campaña contra Iturbide al
disolverse el Congreso.
El “ideal” saltillero de Ramos Arizpe no estuvo exento de concesiones a la
sociedad tradicional, católica y corporativa, lo que permite comparar la cons­
trucción de una nueva forma de libertad. La fuerza político-militar generada
por el comandante general de las Provincias Internas de Oriente, coronel Gas­
par López, había convertido a la ciudad de Monterrey, donde se hallaba la Di­
putación Provincial, “en la capital de toda la región mexicana del nordeste”.24
La irrestricta alianza entre el comandante general y los grupos políticos de
Monterrey limitaba cada vez más la actuación de los gobernadores. Antonio
Elozúa, gobernador de Coahuila, cumplía el papel de intermediario entre Gas­
par López y los ayuntamientos de la provincia.

EL ESTADO INTERNO DE ORIENTE

La primera Diputación Provincial de las Provincias Internas de Oriente, insta­


lada en Monterrey en marzo de 1814, debía ser presidida por el comandante

22 Alessio Robles, 1979, pp. 68-73.


23 Ibid., 1979, p. 119.
24 Ibid., 1979, p. 117.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 393

Arredondo, como jefe político, según la Constitución; sin embargo, nunca


asistió a las sesiones y, tras la abrogación de la Constitución gaditana, procedió
a disolverla. Obligado a restaurar el gobierno constitucional, Fernando VII res­
tableció las seis diputaciones provinciales. En noviembre de 1820 se restable­
ció la de Monterrey, pero en julio de 1821 volvió a quedar en el aire, ya que
Arredondo estaba convencido de que las ideas liberales ponían en peligro la
integridad de la colonia.
Para 1822 existían ya 17 diputaciones en el territorio novohispano, entre
ellas la de Monterrey, que empezó a sesionar en marzo, disputándose con Sal­
tillo el lugar “idóneo” para su asiento. Nueva Santander reclamó su calidad de
provincia, de acuerdo con la Constitución española, y estableció su diputación
autónoma del resto de las provincias de Oriente, tratando de evadir los dimes
y diretes entre Saltillo y Monterrey. La separación de la colonia santanderina
puso en tela de juicio la organización de las cuatro provincias. De hecho, la dis­
posición de la Constitución de 1812 para establecerlas, como señala Hira de
Gortari, contribuyó de manera decisiva a que la representación de las diputa­
ciones diera cohesión a los intereses regionales y locales.25
Entre la petición de Ramos Arizpe y el establecimiento de la diputación en
Saltillo, Gaspar López fortaleció su poder a partir de negociaciones entre los
representantes del ala monclovense y los reineros de Monterrey. En febrero de
1822, Melchor Múzquiz había sido nombrado diputado a Cortes constituyen­
tes y, como suplente, el gobernador Elozúa. Los ayuntamientos aliados con Sal­
tillo (Parras, Valle de Capellanía, El Álamo y Pueblo de San Esteban) contra
Monterrey y Monclova, que en número de pobladores componían una terce­
ra parte más que Monclova y Río Grande juntos, rechazaron a Elozúa como su­
plente —de acuerdo con el artículo 94 de la Constitución Española— por in­
cumplir con el úempo de vecindad, y nombraron diputado ál congreso ajosé
Miguel Ramos Arizpe.26
Entretanto, el ayuntamiento de Béjar informaba la de elección del bachi­
ller don Refugio de la Garza como diputado al congreso constituyente y notifi­
caba "que para diputado provincial para el presente año, se había propuesto al
chantre José Vivero, por lo que este ayuntamiento no ha tratado de hacer otra
elección, solicitándole resolución a esta propuesta”.27 Unas semanas más tarde,
López le informaba al gobernador de Coahuila, Antonio Elozúa, el nombra­
miento del teniente coronel Antonio Crespo como nuevo gobernador de Coa­
huila, “con la finalidad de que Melchor Múzquiz pueda trasladarse a la corte
del imperio a desempeñarse como diputado”.28 La Diputación Provincial no
pudo entrar en funciones pues el ayuntamiento de Saltillo no permitió el tras­

25 De Gortari, 1994.
26 acec, F S.XIX, c2, e5.
27 agec, F. S.XIX, c2, fl.ell.
28 agec, F. S.XIX, c2, el7.
394 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lado de sus representantes a la ciudad de Monterrey hasta que se definiera la


propuesta relativa a la ubicación de la diputación. López advertía a los ayunta­
mientos que, debido a la negativa de Saltillo, se corría el riesgo de que Coahui­
la quedara sin representación en el congreso.29 El 26 de mayo, López transcribió
al gobernador de Coahuila la disposición del Soberano Congreso Constituyen­
te Mexicano “para que las diputaciones provinciales que no se hayan instalado,
lo hagan en el momento que reciban la orden de losjefes políticos, debiendo in­
formar a la regencia del imperio”. López pretendía obligar a Saltillo a participar
en la Diputación, a partir de la confrontación entre ayuntamientos apoyado en
una disposición oficial; pero, sus esfuerzos fueron vanos.30
Las elecciones de los ayuntamientos locales provocaron confusión que, au­
nada a la decisión de López para sustituir a Elozúa del gobierno, enfrentó más
la postura saltillera frente al resto de los municipios. Los de Río Grande, alia­
dos al partido de Monclova, consideraron ilegal la votación del ayuntamiento
de Saltillo por Ramos Arizpe como representante al Congreso Constituyente,
“pues aunque este benemérito sujeto es el idóneo, su elección se considera
clandestina y contra todas las formalidades prevenidas para este ministerio; en
tal concepto y de conformidad con el ayuntamiento de esa capital, consideran
legítima la elección de Melchor Múzquiz para representante en Cortes por
Coahuila”, y al gobernador Elozúa como suplente.31 Ayuntamientos como Cua-
trociénegas, Nava, Sanbuenaventura, Río Grande y Santa Rosa, se manifestaron
como San Fernando y Monclova y con el propio comandante, ante la pretendi­
da imposición de Ramos Arizpe.
Al tiempo de esta contienda, fue significativa la intentona del grupo de
Chihuahua para acabar con el “sistema actual” o “sistema de independencia”,
mientras los ayuntamientos de Coahuila y Texas pedían a gritos que López evi­
tara la “desunión y la anarquía”, y el intento de los levantados por “oprimir la
libertad”,32 pese a que era evidente que en la misma provincia se había inicia­
do un proceso de negociaciones y enfrentamientos que ponía en entredicho
la supuesta unión. Esto ilustra la idea de “libertad” como libertad de enfrenta­
miento y como ejercicio necesario para la definición de los poderes regionales.
Un mes antes de la declaración conjunta de Coahuila y Texas, Antonio
Crespo, Comandante de las Provincias Internas de Oriente, había convocado
al pleno de los ayuntamientos de Coahuila y Nuevo León para organizar una
campaña militar en Texas por haberse declarado en contra del “Plan de Liber­
tad”. López circuló también la proclama que proponía “una suscripción patrió­
tica por vía de préstamo y donativo voluntario” para comprar armamento y for­

29 AGEC, F. S.XIX, c2, F7, el5.


30 agec, F. S.XIX, c3, tt, elO.
31 agec, F. S.XIX, c3, fl, el9.
32 agec, F. S.XIX, c4, fl, e5, Parras, mayo de 1822; agec, F.SXIX, c4, fl, el6, Monterrey, ma­
yo de 1822.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 395

mar tropas “en obsequio de la libertad que se ve amenazada por los enemigos
de la emancipación”.33
Una proclama de Anastasio Bustamante, del 19 de mayo de 1822 a los “Ha­
bitantes de las Provincias Internas de Oriente y Occidente”, puso fin a los te­
mores por la rebelión de Chihuahua. La coronación de Agustín I, “padre de
la Patria” que ahora enarbolaba el “cetro de plumas del águila de Anáhuac” y
asegura paz y concordia. El comandante general de las Provincias Internas,
con fuerte apoyo en Bustamante y del propio gobierno general, manifestó no
tolerar sedición alguna en contra de la “libertad nacional”, y repudió el levan­
tamiento de Santa Anna, convencido de que las fuerzas militares regionales es­
tarían a disposición del Emperador ante cualquier desobediencia. Crespo re­
cibió la noticia con mesura, pero circuló a todos los ayuntamientos la noticia
de la proclamación del Plan de Casa Mata.
El cobro de contribuciones directas para mantener las fuerzas militares na­
cionales se convirtió en grave problema y, a causa de la sequía de los meses an­
teriores, los ayuntamientos se resistían a pagarlas. La formación de las milicias
nacionales quedó pendiente por falta de armas, sillas y caballos suficientes.
Crespo negoció con el gobierno general el envío de armas y logró obtener 300
fusiles, distribuidos entre Saltillo, Monclova y Río Grande, pero los pobladores
antepusieron el trabajo del campo a la organización militar.
La Diputación quedó en suspenso hasta febrero de 1823, en que se publi­
có el decreto del Congreso del 14 de octubre de 1822, que ordenaba su ins­
talación en la ciudad de Monterrey.34 Con la abdicación de Iturbide, Gaspar
López fue materialmente arrojado del territorio de su mando y sustituido por
el brigadier Felipe de la Garza y, para fines de abril, se derogaban los acuer­
dos tomados para establecer una intendencia y una Audiencia en Saltillo,
manteniéndose la Diputación en Monterrey.35 El decreto de febrero suavizó
las diferencias políticas.entre Saltillo y Monterrey ante la necesidad de resta­
blecer la Diputación, y el 6 de marzo de 1823, la necesaria alianza para man­
tener su representatividad las llevó a jurar el Plan de Casa Mata y crear una
Junta Provisional de gobierno. Días después, Crespo se presentó ante el Ayun­
tamiento de Monclova para discutir el “Plan de Monterrey”, que lo proponía
como presidente, y logró su adhesión. Otros ayuntamientos consideraron la
instalación de lajunta demasiado “repentina”.36 En las negociaciones surgió
de nuevo la necesidad de unión de las cuatro provincias, “cuanto es notorio
el choque de los intereses de aquella provincia [Monterrey] respecto a ésta
[Coahuila] y de su capital con este lugar [Saltillo] ”, y consideraron priorita-

” AGEC, F. S.XIX, c3, f3, el3.


M Benson, 1980, pp. 78-80.
55 Alessio Robles, 1979, pp. 150-151.
56 agec, F.S.XIX, c3, f6, e22, 17 de marzo de 1823; agec, F.S.XIX, c3, f7, e6, 21 de marzo de
1823.
396 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

rio definir la forma de gobierno para una “verdadera conciliación”.37 La de­


claración de los vecinos de Béjar contra el Plan de Casa Mata38 hizo que Te­
xas quedara fuera del plan de unificación, pero después solicitaron atribula­
dos que lajunta Provisional Gubernativa reconsiderara su situación, pues “en
esta provincia nunca ha sido su mente separarse de sus inmediatas a las que
por derecho natural debe estar unida para contribuir al bien general de to­
dos sus moradores”.39 El 3 de mayo, el ayuntamiento de Saltillo recibía la co­
municación del de Béjar aclarando por qué se había pronunciado en contra
del Plan de Casa Mata. Para contrarrestar la visión pintada por periódicos y
documentos oficiales, explicaron que no había sido sino hasta que recibieron
un comunicado de la Diputación de Puebla que lograron aclarar “el verdade­
ro estado de todas las cosas”.40
Monclova, por su parte, jugaba su propio juego. El mismo día en que se
‘juró” el Plan de Monterrey, se instaló unajunta General Gubernativa para ha­
cerse cargo del gobierno y la seguridad pública de todas las provincias hasta la
instalación del Congreso. Saltillo vio con buenos ojos esta iniciativa, como una
alternativa más manejable que lajunta Provisional instalada en Monterrey, pe­
ro exigió anuencia antes de la instalación definitiva y consideró indispensable
que lajunta fuera “provisional”, pues no se podía exigir a “este Ayuntamiento
y demás corporaciones del lugar, una sumisión y dependencia desconocida en
el sistema actual de verdadera libertad y opuesta a la disolución general que se
ha efectuado ya de los vínculos que nos unían con el gobierno de México”. Pe­
día también reconsiderar la residencia de dicha junta.41
Ante la intransigencia de Monclova y el poder de Monterrey, el 14 de abril
se instaló en Saltillo unajunta Provisional Representativa del Distrito de Salti­
llo, previa convocatoria de elecciones lanzada por el ayuntamiento. Lajunta se
compondría de representantes seleccionados por cada uno de los ayuntamien­
tos del distrito; el de Capellanía propuso como presidente a Ramos Arizpe.42
Entre los representantes se nombró a Agustín Viesca (miembro de la Diputa­
ción de Monterrey en 1822), a Jesús Ramos, a Rafael Efa y a Múzquiz, jefe po­
lítico de Saltillo.43 Lajunta trataría de unificar las opiniones del distrito con las
de Monclova y Monterrey para que tuvieran una representación real los dele­
gados de Coahuila que se presentaran a la Diputación.
El Congreso Constituyente emitió un decreto el 21 de abril de 1823 sobre
la reinstalación de la Diputación en Monterrey, considerada como de Nuevo
León, Coahuila y Texas. Como Nueva Santander quedaba fuera, sus diputados

57 AMS, pm, c68/l, e24, marzo de 1823.


58 ams, pm, c68, el6, marzo de 1823.
59 ams, pm, c68, el3, abril de 1823.
40 ams, pm, mayo 3 de 1823.
41 ams, pm, c68/l, e.24, marzo de 1823.
42 ams, pm, c68, el5, abril de 1823.
43 ams, pm, c69, e9, abril de 1823.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 397

debían suplirse.44 De inmediato, el ayuntamiento de Saltillo ordenó a sus dipu­


tados, José Ignacio Sánchez Navarro45 y Agustín Viesca, no presentarse a la Di­
putación antes del arreglo de las diferencias con Monterrey sobre la represen­
tatividad de Coahuila y las condiciones de la unión de las tres provincias. Los
cabildos aliados a Saltillo apoyaron la decisión. Un enérgico comunicado del
Valle de Capellanía aseguró su apoyo: “El ayuntamiento y vecindario de este va­
lle, jamás podrá ver con indiferencia las medidas inútiles que Monterrey o
cualquier otro lugar, proyectarse contra nuestros carísimos hermanos los salti­
lleros”; sin conocer bien la situación, estaban dispuestos a apoyarlos con las ar­
mas.46 La intención de Ramos Arizpe y del ayuntamiento de Saltillo por frenar
la instalación de la Diputación estaba orientada a concentrar fuerzas para dar­
le a Saltillo la primacía del poder regional.
La respuesta de Teresa de Mier no se hizo esperar y el 23 de abril dirigía
una carta al ayuntamiento de Monterrey. Declaraba su disposición de apoyar
todas sus resoluciones, aun las orientadas a apoyar la propuesta federalista de
Ramos Arizpe, con tal de entorpecer las intenciones de los saltilleros. Aunque
deseaba “central la República”, presentó al Congreso la propuesta de unión de
las cuatro provincias como “Estado Soberano Confederado de la República”,
misma que fue recibida con elogios:

Por eso expuse al Congreso que ya no era menester otra cosa sino la orden que in­
cluyo de reinstalar la Diputación de las tres provincias [...] Posteriormente he vis­
to una carta particular de Monterrey, en que avisan que, medio amotinados, sus ve­
cinos disolvieron la Junta, porque conocieron que el señor Ramos Arizpe, ciego
como siempre de su Saltillo, quería llevarse allá el Gobierno y reinstalaron la Dipu­
tación Provincial que tomó luego el mando político. Que el Saltillo no quiso enviar
sus miembros ni quiere reconocer a Monterrey ni a Monclova [...] No reinará el
Saltillo, ¡vive Dios!, antes será comprendido en el Nuevo Reino de León.47

El 1 de mayo, lajunta Provisional del Distrito de Saltillo envió a lajunta de


Monclova su propuesta para definir las bases del gobierno de la unión de Sal­
tillo y Monclova, reiterando la necesidad de consolidar la “íntima y cordial
unión” de Saltillo con la provincia de Coahuila, nunca haber pensado usar la
“vía de hecho” para adoptar las medidas que definieran el Gobierno General
de las Provincias y, por la “vía de derecho”, unirlas en “independencia y liber­
tad”. El documento era una declaración de adhesión a lajunta General de

44 “Decreto del Congreso Nacional Constituyente”, México, abril 21 de 1823, ams, pm, c68,
el3.
45 José Ignacio Sánchez Navarro era cura de Saltillo y primo de José Melchor Sánchez Nava­
rro, propietario de un latifundio en el área de Monclova; José Miguel Ramos Arizpe y Domingo
de Letona formaban parte de la misma familia.
46 ams, pm, c68, el3, abril, 1823.
47 Día Cartas, 1940, pp. 9-12.
398 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Monclova, pidiéndole acatar la autoridad establecida deljefe militar de las Pro­


vincias Orientales, por un lado, y de lajunta Provisional de Monterrey, por
otro, “sin perjuicio de los derechos de esta Villa y Provincia”.48
Lajunta de Monclova respondió aceptando el documento con algunas
enmiendas. Aceptaba las atribuciones de la Junta, pero no su localización
“porque según el conocimiento geográfico de toda la provincia, su ubicación
debe ser en la capital como punto céntrico”. Estaba de acuerdo en aceptar la
subordinación del presidente de lajunta a la comandancia militar y a lajun­
ta Provisional de Monterrey, “hasta que esas provincias establezcan un gobier­
no independiente del de México”, pero desconocía la división de poderes que
otorgaba a Saltillo a la representación de dos miembros de lajunta Provisio­
nal de dicho distrito. En un tono menos ponderado, lajunta de Saltillo recla­
mó a Monclova negarse a negociar la residencia de lajunta, desconociendo la
autoridad política de Felipe de la Garza. Saltillo argumentaba no tener “una
mira localista”, sino pensar en el mejor lugar para la instalación de lajunta,
decisión que debería tomar el pleno y no los dos vocales que enviaría Saltillo.
Defendían la instalación de Felipe de la Garza por la necesidad de separar el
poder político del militar y afianzar la hermandad en términos políticos úni­
camente.
El 19 de mayo, Ramos Arizpe, como presidente de lajunta de Saltillo, se
dirigía al secretario de Relaciones Interiores y Exteriores en calidad de “encar­
gado por los ayuntamientos y habitantes de este partido del Saltillo”, para pre­
sentar los pormenores de la “consolidada” unión de la provincia de Coahuila
y manifestar su preocupación de que el supremo gobierno viese los aconteci­
mientos “desfigurados”. Adjuntaba “acta de unión fraternal entre este partido
y el de Monclova y Río Grande”, para dar una “idea justa de la conducta de es­
te partido del Saltillo”.49
Mientras tanto, lajunta Gubernativa Provisional de Monterrey enviaba el
24 de mayo un comunicado a Sánchez Navarro y a Viesca para que se presen­
taran a “instituir” la Diputación Provincial de acuerdo con el decreto del 14 de
octubre de 1822.50 La presencia de los vocales de Coahuila en Monterrey res­
pondió a dos acuerdos logrados antes de su instalación: la creación de una co­
misión encabezada por Ramos Arizpe que iría a Monterrey a evaluar el estable­
cimiento de un gobierno general para las tres provincias, para informar a la
Junta Provisional del Distrito de Saltillo,51 y la anuencia de Monclova para que
lajunta Provisional del Distrito de Saltillo estableciera las bases del funciona­
miento de lajunta Provisional en los términos siguientes:

48 ams, pm, c68/l, e23, mayo de 1823.


49 agec, F. S.XIX, c4,13, el2.
50 ams, pm, c68/1, e23, mayo de 1823.
51 ams, pm, c68, el5.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 399

como esa villa [Saltillo] no ha ido de conformidad con el voto de los pueblos de la
Provincia y aún se han suscitado puntos y desavenencias que aunque no pasa de
asuntos de familia, serían desagradables sus consecuencias; prescindiendo de todo,
quiere y desea esta Junta conservar la más estrecha unión con sus hermanos de la
Villa del Saltillo y al intento asegura a V.S. que está pronta a dejar los pasos corres­
pondientes a una verdadera reconciliación, dejando a la discreción de V.S. propo­
ner los medios que conozca más a propósito para verificarlo.52

Lajunta prolongó sus sesiones hasta el 23 de mayo de 1823. Una semana


antes de concluidas, Stephen Austin expresó por segunda vez su convicción de
que las Provincias Internas estaban a favor de una república confederada, por
lo que las diferencias entre Saltillo y Monterrey eran “de menor importancia”.53
El 26 de mayo, el ayuntamiento de Saltillo convocó a una reunión para es­
cuchar a los vecinos sobre la forma de gobierno, y todos los asistentes se mani­
festaron por la república federal. Pero como estuvo ausente el ayuntamiento
del pueblo de San Esteban de Tlaxcala, además de algunos religiosos y funcio­
narios públicos, se convocó a una segunda reunión. En ella, José Lobo Guerre­
ro, vecino de Saltillo, señaló la contradicción entre la declaración federalista y
la ausencia de un diputado por Coahuila ante el Congreso que hablaría por la
provincia. Se acordó convocar a elecciones y se aprobaron siete resoluciones
dirigidas al Congreso nacional que, en resumen, señalaban la necesidad de
una clara normatividad en torno a la elección y duración en el cargo del jefe
del ejecutivo supremo de la nación y sus responsabilidades, y que los cuatro es­
tados internos de oriente se unieran en un solo estado independiente. Decla­
raron que los acuerdos, como “expresión de la voluntad del pueblo de Saltillo”,
deberían enviarse al resto de los ayuntamientos de las Provincias de Oriente y
a la Junta Gubernativa de Coahuila.54
Como señala Benson, en su adhesión a Casa Mata muchas de las provin­
cias se consideraban estados independientes, pero “deseaban” un gobierno
central: “creían poseer el derecho inalienable de unirse a él o, si no se ajusta­
ba a sus deseos y necesidades, de mantenerse alejadas”.55 Los ayuntamientos
de la provincia consideraron esa adhesión como “centro de unidad a la na­
ción” para evitar “la horrorosa anarquía”. Por ello, fuera de los ayuntamien­
tos de Saltillo y sus aliados, la unión al interior de la provincia estaba en ma­
nos de lajunta Gubernativa de Monclova, y no cuestionaban sus iniciativas.56
Lajunta de Monclova se declaró por el sistema federal en un comunicado al
ayuntamiento de Saltillo, en que congratulaba a sus vecinos y al pueblo de San

52 Firma como presidente de lajunta, Antonio Crespo: ams, pm, c68/1, el9.
55 Benson, 1980, p. 170.
54 Ibid., p. 171.
56 Ibid., p. 166.
56 agec, F. S.XIX, c3, f.4, e.6; agec, F. S.XIX, c3, f.7, el9; agec, F. S.XIX, c3, f.8, e9.
400 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Esteban “por tan felices acontecimientos, y estajunta en los mismos términos,


sólo aspira el mejor bien y buena armonía de todos los habitantes de la pro­
vincia”.57
Saltillo y sus aliados tenían una tónica distinta. El 4 de junio, Ramos Ariz­
pe convocó de nuevo a los ayuntamientos de Saltillo y de San Esteban para que
hicieran una declaración más contundente, porque el Congreso había olvida­
do “la razón por la que se le toleraba” y se ocupaba de asuntos que concernían
a los congresos provinciales, por lo que era necesario que cada provincia “esta­
bleciera su propio gobierno de manera permanente”. En otros siete acuerdos
reconocieron al Supremo Poder Ejecutivo y al Congreso, que debía convocar
a elecciones para el nuevo congreso constituyente, que elaboraría la Constitu­
ción general. Establecieron las limitaciones que tendría un estado único de
oriente, pues cada una de las cuatro provincias debía contar con un gobierno
interno independiente en todos los asuntos económicos y territoriales. La
unión, representada por Felipe de la Garza como gobernador general, se limi­
taría a asuntos generales y relaciones exteriores. Se acordó que éste debía con­
vocar “sin pérdida de tiempo” a un congreso con diputados representantes de
las cuatro provincias, encargado de redactar la Constitución que regiría dicha
unión. Aparentemente, los acuerdos fueron aprobados por Coahuila y Nueva
Santander y los ayuntamientos de Pilón y Cerralvo en Nuevo León.58
El 9 de junio, en sesión extraordinaria, el ayuntamiento de Saltillo discu­
tió la proclama de la Diputación de Guadalajara y su “ninguna conformidad
que tienen en el actual Soberano Congreso”, reconocido únicamente como
convocante. El ayuntamiento y vecindario repudiaron la “representación tan
mezquina” concedida a las cuatro Provincias de Oriente; declararon “iguales
sentimientos que Guadalajara, en orden al modo con que debe constituirse la
Nación”, el sistema federal como único que podría oponerse a los “tiranos de
Europa”, que querían imponerse sobre México. El pleno reconoció que era un
asunto delicado, pero se situaba en alianza con el resto de las provincias y el re­
conocimiento de su “soberanía y libertad natural para constituirse del modo
más conveniente a su dignidad e intereses”.59
Como lajunta de Monterrey apoyaba a Felipe de la Garza como autoridad
política, parecía haber logrado la unión. El “ideal” de Ramos Arizpe parecía
ser parte de la realidad política regional, no sólo con la unión, sino con el
nombramiento del “saltillero” Rafael Efa y Múzquiz como gobernador de la
unión de provincias. Sin embargo, Sánchez Navarro, diputado por Coahuila,
informó al ayuntamiento de Saltillo la impugnación del “pueblo” al nombra­
miento por haber formado parte de lajunta Provisional de Saltillo.60

57 ams, pm, junio 2, 1823.


58 Benson, 1980, p. 172.
59 ams, pm, San Carlos, 9 de junio de 1823.
60 AMS, pm, c68/l, e.19.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 401

El 5 de julio, lajunta de Monclova circuló un documento que plantea­


ba un federalismo más bien moderado. Sentaba las bases de la convocatoria
para formar “una junta de individuos de las cuatro provincias”, destinada a
“resolver la unión de ellas en un solo Estado”; cada una mantendría su carác­
ter político de provincia, y podría “separarse libremente el día que se consi­
dere capaz de sostener su rango”. Lajunta gobernaría el nuevo estado has­
ta la instalación del Congreso que regiría la unión, “con reconocimiento y
dependencia necesaria del gobierno nacional”.61 Mier no hizo esperar su de­
claración contundente. El 20 de julio se dirigió al ayuntamiento de Monte­
rrey para reconocer que el Congreso convocante había aplaudido la mode­
ración de esa provincia al declararse por la república federal, y en cambio
había reprobado la conducta de Saltillo y Monclova por convocar a una Jun­
ta General Suprema Gubernativa de las cuatro provincias, excluida la de
Santander, “[que] no se ha dignado dar cuenta al Gobierno de su ridicula
soberanía”, puesto que el Congreso Constituyente no había definido las ba­
ses para uniformar el sistema.
El gobierno nacional había ordenado al brigadier De la Garza “ impedir o
deshacer esa junta de que es el verdadero autor, prefiriendo las ideas del señor
Ramoá [Arizpe] a las de aquel a quien debe su puesto". Mier propuso al Con­
greso la separación de los mandos político y militar, y que se formara una di­
putación provincial en cada una de las cuatro provincias, “así quedaremos li­
bres de saltilleros, que optarán a los empleos de su patria y nada más”.62
El 18 de agosto de 1823, el Congreso General expidió el decreto para que
se establecieran las diputaciones en Nuevo León, Coahuila y Texas, depen­
dientes de la suprema que se instalaría en Monterrey, titulada la Diputación
del Estado Interno de Oriente.63 En el ínterin, las juntas gubernativas se disol­
verían, gobernando los alcaldes más antiguos del ayuntamiento de la capital
de cada provincia. El 27.de agosto, lajunta Gubernativa entregó el mando a
Pedro Valdés, alcalde decano del ayuntamiento de Monclova.
El 8 de septiembre se convocó a elecciones para la Diputación Provincial
de Coahuila y el Congreso Constituyente. Ramos Arizpe fue electo Diputado
propietario y Domingo Letona, suplente, con Rafael Ef a y Múzquiz, y Francis­
co Fuentes, cura de Capellanía, Juan Vicente Campos, el capitán Félix Malo,
Melchor Sánchez Navarro, Agustín de la Garza yjosé María Viesca. como vo­
cales, pero no se presentaron en Monclova como muestra de su vieja intención
de instalar la Diputación en Saltillo. Por eso, la Diputación se instaló hasta di­
ciembre, “allanadas las dificultades que se pulsaban para la reunión del sufi­
ciente número de vocales”.64 Para zanjar esas dificultades, el ayuntamiento de

61 ams, pm, c68, el5.


62 Diez Cartas, 1940, p. 14.
M Alessio Robles, 1979, p. 152.
64 ams, pm, c68, el5.
402 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Monclova interpuso su inconformidad por las elecciones de septiembre y lan­


zó un ultimátum a Saltillo:

Los electores secundarios se excedieron en el nombramiento de cinco individuos


propietarios y un suplente por el partido del Saltillo. De este exceso resultó una de­
sigualdad muy desproporcionada, al grado de que por este partido [Monclova] hu­
bo dos propietarios y un suplente, y ninguno de los primeros por Río Grande, cu­
ya monstruosa idea conduce a los males que se anuncian y que, prevalidos de la
mayoría de votos tratan los de Saltillo de impedir que la Excelentísima Diputación
Provincial se establezca en Monclova, privando así de las prerrogativas y privilegios
que le han correspondido a esta ciudad desde tiempo inmemorable. Esta rivalidad
tan injusta que se ha declarado en estos últimos tiempos, hace temer a esta corpo­
ración funestos resultados para el porvenir, sin otra culpa en nuestro modo de pen­
sar, que la triste y decadente situación de estos dos partidos de Monclova y Río
Grande, sin tener en cuenta que la principal causa de ello proviene de haber sos­
tenido por dos años consecutivos una terrible guerra con los salvajes, [...] Por to­
dos estos motivos y otros más poderosos que se reserva este Ayuntamiento, a nom­
bre de todos los habitantes de Monclova, protestamos enérgicamente contra semejante
despojo y que siempre que permanezca con residencia en ésta la Excelentísima Di­
putación, sería reconocida y acatada con toda plenitud; pero que si cambiase de re­
sidencia, cualquiera que fuese el motivo, no será obedecida en modo alguno, suce­
diendo lo mismo con el vocal que ejerza las atribuciones de Jefe Político, siempre
que trate de residir en otra parte y no en Monclova, de donde no se le permitirá
en ningún caso extraer el Archivo del Gobierno de esta Provincia.65

El 3 de diciembre se instaló la Diputación Provincial en Monclova. Rafael


E^a y Múzquiz, como primer vocal, asumió la función de Jefe Político, en sus­
titución de Pedro Valdés.
Tras el decreto de agosto para formar las diputaciones, Mier, en un tono
triunfante, se dirigió a Ramos Arizpe, su “carísimo Chato”. Le reiteraba su re­
conocimiento por su intento de conformar un estado con “fin patriótico”,
“pero yo, aunque quería federación, ni la quería tan amplia como la de los Es­
tados Unidos, ni juzgaba oportuno el pacto de cada provincia”. Como pal­
meando la espalda de Ramos Arizpe le decía, “nada ha perdido usted de su
crédito por eso, mi señor ultraliberal [...] ya tiene usted la ley de Diputación
Provincial en cada una de esas provincias, la tiene usted en Coahuila y aún en
Texas. Haga usted ahí una cosa de provecho; pues ahora una diputación es
una cosa muy grave e importante”.66

65 Ramón, 1990, p. 464.


66 Documentos, marzo-abril, 1979, pp. 52-53.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 403

LA CONSTITUCIÓN Y EL PODER REGIONAL

El 17 de febrero de 1824, la Diputación Provincial de Coahuila informó al


Ayuntamiento de Monclova la ley general del día 4, para establecer las legisla­
turas constituyentes en los estados internos de Oriente, Norte y Occidente, y
los plazos para verificar las juntas de elección de diputados al Congreso del Es­
tado Interno de Oriente, pero el 7 de marzo, el Congreso Constituyente decre­
tó un estado con las provincias de Nuevo León, Coahuila y Texas. Este estado,
dice Benson, “hubiera podido subsistir si Tamaulipas no hubiese demandado
y obtenido igual categoría administrativa y política, pues tan pronto se produ­
jo el hecho, Nuevo León empezó a exigir la paridad”.67 La posición intransi­
gente de Saltillo exacerbó las rivalidades y, a instancias de Mier, el Congreso
discutió el 4 de mayo la necesidad de formar como estados independientes a
Nuevo León y Coahuila-Texas. Fue Ramos Arizpe el que defendió el 8 de ma­
yo la unión de Coahuila y Texas y la instalación del Congreso Constituyente en
Saltillo, arguyendo que Saltillo y Parras tenían mayor población, riqueza, “ma­
yores luces y comodidades”, y sobre ellos recaía la carga de las contribuciones,
además de contar con mejor clima Saltillo que Monclova; también poseía “más
libros y papeles intructivos”.68 Monclova respondió que el ayuntamiento no
consentiría ‘jamás que los poderes del Estado residan en un lugar que se ha­
lla en su extremidad; y que si por hoy se conforma con semejante determina­
ción, es por la libertad en que se debe quedar el Soberano Congreso Local pa­
ra variar su residencia, cuando lo crea más conveniente”.69
Texas solicitó al Congreso la condición de territorio, pero Ramos Arizpe
logró que quedara como hijo impedido del nuevo estado. Apenas poblado por
unos cuantos habitantes,70 a pesar de la reciente colonización, veía con recelo
el poder adquirido por Saltillo con la conformación del estado de Coahuila-Te­
xas. Ramos Arizpe, preocupado por Texas, por la independencia de Tamauli­
pas y por la debilidad de su terruño frente a la unión Monclova-Monterrey, de­
nunció el 8 de mayo de 1824 la inminente “desunión” de las cuatro provincias,
alimentada desde el Congreso general al establecer diputaciones provinciales,
que “puso en movimiento las pasiones de sus habitantes hasta hacer, no sólo
que se dividiesen, sino que se chocasen entre sí". Monterrey había aceptado la
unión, pero no el asiento de la capital. Separado Tamaulipas, y negándose
Nuevo León a formar un solo estado con Coahuila, Ramos Arizpe consideraba
necesaria la unión de Coahuila y Texas, con capital en Saltillo, y Monclova y Bé-
jar como cabeceras de departamento con un jefe político.71

67 Benson, 1980, p. 204.


68 Ramón, 1990, pp. 484491.
69 Ibid., p. 472.
70 Un censo oficial de la colonia de Texas levantado en el otoño de 1825 arrojó un total de
1 800 individuos, de los cuales 443 eran esclavos: Alessio Robles, 1979, p. 182.
71 acec, F. S.XIX, c4, f2, 8f„ 8 de mayo de 1823.
404 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Ramos Arizpe había considerado el peligro de que Coahuila se convirtie­


ra en territorio y perdiera su soberanía,72 y aseguró a la Diputación que había
pensado negociar la unión con Durango, Zacatecas o San Luis Potosí, pero lo
había desechado por la lejanía con Monclova y Río Grande. La “degradación”
de la provincia a la “dependencia pueril de Territorio de la Federación” era
inadmisible para “una provincia que ha figurado con honor por once años en
los diversos Congresos de España, teniendo una parte activa en su Constitu­
ción y en sus leyes liberales”.73
En respuesta al decreto del Congreso general del 7 de mayo de 1823, el 15
de agosto se instaló el Congreso Constituyente en Saltillo como sede extraor­
dinaria “sin perjuicio de que el mismo Congreso, en la Constitución del Esta­
do, o antes por una ley, varíe su residencia”.74 Bajo la presencia de Manuel Ca­
rrillo. Como representante por Texas se aceptó al barón Bastrop, uno de los
conspiradores contrainsurgentes, junto ajosé Melchor Sánchez Navarro.75 Iró­
nicamente, ese día llegaba a Saltillo una real orden de España, que disponía
que "la Nueva España" se acogiera a “sus paternales consejos”.76
El radicalismo del año anterior había dado paso a una etapa moderada
para poner en práctica el ejercicio de la soberanía provincial y concentrar los
esfuerzos en elaborar una constitución. En la instalación misma se aprobó el
decreto para el arreglo y organización provisional del gobierno interior del
estado de Coahuila y Texas, “libre, independiente y soberano” en su adminis­
tración y gobierno interior, comprometido a “obedecer y sostener a toda cos­
ta los Supremos Poderes de la Federación" y su unión federal con los demás
estados. El Congreso depositaría “provisionalmente” el poder ejecutivo, nom­
brando para ello un gobernador y un consejo, compuesto por un “Vice” y cua­
tro personas. El poder judicial quedaría “por ahora” en manos de las autori­
dades que “actualmente lo ejercen”, administrando justicia de acuerdo con
las leyes vigentes que no se opusieran al sistema de gobierno adoptado. Por
unanimidad, Rafael González, comandante general interino, fue designado
gobernador del nuevo estado.77
La nueva experiencia al “interior gobierno” coahuiltexano estaba carga­
da de añejos conflictos que no remedió la jura de la Constitución general. La
dependencia ancestral de un poder central que decidía la vida política y mi­
litar de las provincias no se aniquilaba de un solo golpe. Era evidente el di­
fícil tránsito de una autoridad superior lejana a la autoridad de la provincia,

72 Edmundo O’Gorman señala “que la fijación de límites precisos es indispensable puesto


que las entidades integrantes de territorios son personas jurídicas con derecho de soberanía sobre
la extensión de su territorio”; citado por De Gortari, 1994.
7S AGEC, F. S.XIX, c4, f2, 8f., 8 de mayo de 1823.
74 Alessio Robles, 1979, p. 189.
75 Harris, 1990, p. 320.
76 ams, pm, c69, e31.
77 Alessio Robles, 1979, pp. 190-195.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 405

en un ejercicio de libertad desconocida. La nueva legislatura de Coahuila-


Texas le dio prioridad a la expedición de leyes para normar la relación de
Texas con la autoridad del Estado, y el 1 de febrero de 1825 nombró un jefe
del departamento de Texas, dependiente del gobernador. En abril se deter­
minó que fuera José Antonio Saucedo, hasta entonces jefe político de la pro­
vincia de Texas,78 con residencia en Béjar, quien presidiría el ayuntamiento.
Dado el despoblamiento de Texas, la colonización fue tarea prioritaria. Esa
razón había llevado a Arredondo a aprobar la solicitud de Moses Austin de
una concesión para colonizarlo con 300 familias de Luisiana, y al Imperio y
después al Congreso general (en abril de 1823) a ratificarla; por la ley esta­
tal de colonización del Estado de Coahuila y Texas del 24 de marzo de 1825,
prácticamente se regalaba la tierra por un cargo mínimo, lo que impidió ha­
cer realidad el sueño de Ramos Arizpe de que su venta proporcionara recur­
sos al erario estatal.
La única restricción para los colonos fue la prohibición de introducir es­
clavos.79 Pero en mayo, Austin solicitaba al gobierno de Coahuila-Texas permi­
so para introducir esclavos en los nuevos asentamientos “bajo ciertas reglas”,80
como única forma de atraer colonos. En noviembre, la secretaría del “supremo
gobierno del estado de Coahuila-Texas” concedía diez sitios de tierra en la co­
lonia de Austin a Roberto Lewis y F. Byrum, para establecerse con cien escla­
vos negros.81
Se otorgaron concesiones a distintas naciones de indios a condición de
que “observen la Constitución y leyes de la Nación y que no formen cuer­
pos de Nación, con autoridades suyas, sino que obedezcan a las del Esta­
do”.82 *Otras concesiones fueron denegadas por el gobierno federal, por en­
contrarse en frontera con Estados Unidos, como la de Benjamín M. Milán,
invitándolo a solicitar tierras al interior del estado.88 Austin controlaba las
solicitudes enviadas a la capital para que las evaluara el secretario de Rela­
ciones, Lucas Alamán. Como juez de lajurisdicción de San Felipe de Aus­
tin, a petición de José Antonio Saucedo, Austin enjuició a Green de Witt
“por malversación de caudales” y del juicio, participó en el interrogatorio.84
Como se acusó a algunos empresarios de organizar a los indios para atacar
a los colonizadores, tuvo que intervenir Manuel Gómez Pedraza, secretario
de Guerra.

78 AGEC, FJPB, el, el7, 1F.

79 agec, F.JPB, el, el5, 2F. Ai.essio Robles, 1979,1, pp. 200-206. El trabajo de Vázquez, 1993a,
trata ampliamente el problema de la esclavitud en la leyes de colonización, así como aspectos de
difícil resolución en cuanto a los nuevos pobladores texanos.
80 agec, F.JPB, el, e.27, 2F.
81 agec, F. SXIX, c4, f3, e8, 5f, 24 de noviembre de 1825.
82 acec, F. S.XIX, c2, f3, e6, 2F, 16 de abril de 1825.
85 agec, F. S.XIX, c2, f9, e7,2f, 11 de junio de 1825.
84 agec, F. S.XIX, c2, 02, elO, 9f, 14 de julio de 1825.
406 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Los colonizadores provocaron también problemas políticos internaciona­


les, y en octubre de 1824, José Antonio Saucedo, secretario del gobierno del es­
tado, recibió ajames W. McGoffin, cónsul de Estados Unidos en Saltillo, inter­
mediario entre colonos y autoridades.85
La legislatura de Coahuila y Texas se dedicó a expedir decretos, sin redac­
tar la Constitución del estado en 18 meses. Esta lentitud hizo que el ayunta­
miento de Saltillo organizara otros ayuntamientos del estado y lo degradaran
a la calidad de convocante. El 12 de febrero de 1826, una representación de los
vecinos de Saltillo y del Valle de Capellanía demandaba al Congreso con ur­
gencia una Constitución, “que señalara al Estado el modo o términos en que
debía ejercer su soberanía y demarcada con el mejor acierto y más firme esta­
bilidad la facultad con que deben hallarse revestidos los supremos poderes le­
gislativo, ejecutivo y judicial”. Partidarios de retirar los poderes a sus represen­
tantes y convocar a un nuevo congreso constituyente. El documento acusaba al
consejero Miguel Alcocer de la “felonía” de retirar del documento original la
última foja con 27 firmas de las 177 recabadas entre los pueblos.86 En el fondo
estaba la vieja pugna por la residencia de los poderes estatales. En la represen­
tación, se asentaba que el ayuntamiento de Saltillo debería recibir el poder del
Congreso para nombrar un gobernador y un secretario “ínterin, lo puede ha­
cer el futuro Congreso”. Una semana más tarde, el ayuntamiento convocó a
unajunta extraordinaria para dar lectura a otras representaciones de descon­
tento, una de los vecinos de Nadadores y Cuatrociénegas, y otra, por “unos ve­
cinos de Monclova”.87
Por iniciativa del gobernador de Coahuila, Rafael González, el Congreso
Constituyente emitió un decreto el día 20 de febrero, que le otorgó facultades
extraordinarias, y calificó de sediciosos a los firmantes por “trastornar el sistema
de gobierno establecido”.88 Se facultó al gobernador ante “los males de la anar­
quía que sobrevendrían a la disolución de estos supremos poderes”, para dete­
ner o expulsar de la provincia a cualquier persona sospechosa de sedición o de
alteración de la paz. Tanto el ayuntamiento de Saltillo como Vicente Valdés y
Victoriano Cárdenas se opusieron a la publicación del bando, pero el goberna­
dor hizo detener a los legisladores y los sometió ajuicio. El juezjosé Antonio del
Bosque, presidente del ayuntamiento, quedó a cargo de las investigaciones y de
determinar su condena. Letrados de Monterrey lo asesoraron y uno de ellos fue
nombrado fiscal. José María de Letona argumentó que los detenidos habían in­
juriado a las supremas autoridades del estado, ganándose la expulsión de Salti­
llo. Los detenidos se defendieron denunciando las irregularidades de procedi-

85 AGEC, F. S.X1X, c3, fio, e8, 2F, 29 de octubre de 1825. agec, F. S.XIX, c3, fll, e5, 2f, 31 de
octubre de 1825.
86 ams, pm, c71, e22.
87 ams, pm, c71, e22.
88 A partir de aquí, las citas sobre el proceso contra sediciosos refieren al documento del ams,
pm, c71, e22.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 407

mientos “inusitados en una legislatura franca y liberal como la nuestra”, infrin­


giendo dos artículos de la Constitución Española, “vigente en esta parte”. Pero
el fiscal consideró que el monarca español había señalado que “siempre que
dictasen algún decreto o providencia que se diese en perjuicio de tercero, se
obedeciese y no se cumpliese". Después del careo con los testigos, el 19 de ma­
yo, un letrado de Monterrey, Pedro Agustín de Ballesteros, argumentó que la
negativa de publicar el bando respondía a una “exaltación de patriotismo”, y
dictaminó que era cuestión de orden político y “que únicamente han delinqui­
do en opinar sobre un asunto, que si no es del todo justo, a lo menos está en
completa duda para los que juzgan con imparcialidad, lo que basta para que
más bien se les ampare y absuelva”.
El gobernador González renunció y el Congreso derogó el decreto. El
nuevo gobernador, Ignacio de Arizpe, emitió una amnistía al Congreso y a los
legisladores acusados de desacato. De todas formas, en las elecciones para di­
putados al nuevo Congreso, sus nombres aparecieron entre los candidatos.89

LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO DE COAHUILA Y TEXAS

Finalmente, el 11 de marzo de 1827 se promulgó la Constitución del Estado de


Coahuila y Texas, y la juraron al día siguiente el Congreso y el gobernador in­
terino, José Ignacio de Arizpe. Su primer artículo establecía que “el estado de
Coahuila y Texas es la reunión de todos los coahuiltexanos”, en quienes resi­
día “originaria y esencialmente” la soberanía. Esto difería de la definición de
nación de Ramos Arizpe, constituida por territorio y habitantes.90 El artículo
6o., declaraba territorio del estado, “mismo que comprendía las provincias co­
nocidas antes como con el nombre de Coahuila y Texas”. Previendo posibles
variaciones en la división del territorio, la Constitución la estableció en tres de­
partamentos: Béjar, cuyájurisdicción para todo territorio de la antigua provin­
cia de Texas; Monclova constituida por ese partido, y el de Río Grande y Salti­
llo, que incluiría a Parras.
Los artículos 11 y 13 se referían a la esclavitud, una de las razones por la
dilación de la Constitución. Saucedo tanto que, jefe político de Texas, lo ha­
bía mencionado a Austin, como uno de los inconvenientes de la unión con
Coahuila, aconsejándole organizar una protesta.91 El proyecto de la comisión,
artículo 13, prohibía la esclavitud “en forma absoluta y para siempre en su te­
rritorio, y los esclavos que se hallen en él serán libres desde el día que la Cons­
titución se promulgue en esta capital”. Pero los colonos amenazaron con reti­
rarse del departamento, y Bastrop acusó a la legislatura de ser “una enemiga

89 ams, pm, c70, e37; ams, pm, c71/1, e.36.


90 Vázquez, 1993, pp. 15-47.
91 Alessio Robles, 1979, p. 233.
408 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tan grande para Texas”. Esto permitió que se conservaran los esclavos de los
primeros 300 colonos introducidos por Austin, a condición de que fueran li­
berados al cumplir 16 años (Austin pretendía que fuera a los 25). Al final, el
artículo 13 optó por la libertad de vientre: que nadie nacía esclavo a partir de
la publicación de la Constitución y seis meses después no se permitiría la in­
troducción de esclavos al territorio. El primer Congreso Constitucional de
Coahuila tuvo que expedir una ley el 15 de septiembre de 1827 para aclarar las
dudas que surgieron con respecto a la situación de los esclavos en Texas.
La Constitución distinguió entre coahuiltexanos y ciudadanos coahuilte-
xanos. Para ser ciudadano se requería, además de la residencia, si eran extran­
jeros, una carta de naturalización expedida por el Congreso. La calidad de
ciudadano podía perderse por admitir empleo de gobierno extranjero, ser
sentenciado, vender el voto o comprar el ajeno, ya fuera en las asambleas po­
pulares o en cualesquiera otras, por residir cinco años fuera de la federación
sin permiso del gobierno o por no saber leer y escribir, a partir de 1850.
De acuerdo con la Constitutución federal, el gobierno se dividió en tres po­
deres, con supremacía del legislativo. Este se integró con 12 diputados propie­
tarios y seis suplentes, uno por cada 7 000 habitantes. En marzo se publicó la
convocatoria para elegir a los que constituirían el Congreso que debía inaugu­
rarse el 1 de julio de 1827, para concluir sus trabajos en 1832. Los partidos de
Saltillo, Parras y Monclova tendrían una representación de tres diputados cada
uno, dos Texas y Río Grande; Saltillo eligiría dos diputados suplentes y el resto
uno. Se mantuvieron las elecciones indirectas establecidas por las Cortes de Cá­
diz. La votación se realizó por escrutinio secreto, mediante cédulas “que echa­
rá cada elector en una urna colocada sobre una mesa al pie de un crucifijo”.
Al día siguiente de la elección de diputados, las juntas electorales de cada
partido nombrarían un gobernador y un vicegobernador, tres consejeros pro­
pietarios y dos suplentes, en los mismos términos en que se eligían los diputa­
dos. Con base en la Convocatoria del 23 de marzo de 1827, el 28 de mayo se
eligió al gobernador y al vicegobernador. Saltillo, Parras y Río Grande votaron
a favor de José María Viesca para gobernador y Víctor Blanco para vicegober­
nador. Monclova, por su parte, eligió ajosé María Letona como gobernador y
al mismo Víctor Blanco como vicegobernador. El partido de Texas sufrió el
contratiempo de que los electores Miguel Lobo y Román de Letona se nega­
ron a firmar el acta, por insuficiencia de cualidades de uno de los elegidos. Fi­
nalmente, seis días más tarde, los votos favorecieron a Viesca y a Blanco.92
El artículo 156 mantuvo el requisto gaditano de mil almas para establecer
un ayuntamiento. En el decreto número 27, el Congreso definía la forma de
elección y el número de alcaldes y representantes para los nuevos ayuntamien­
tos de acuerdo con el número de habitantes. Los pueblos de 1 000 a 3 000 ha­
bitantes elegirían un alcalde, dos regidores y un síndico; los de 3 000 a 6 000

92 agec, CE “Prontuario Legislativo”, mayo-junio, 1827.


EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 409

habitantes, un alcalde, cuatro regidores y un síndico; de 6 000 a 14 000 habi­


tantes, dos alcaldes, seis regidores y dos síndicos; y las comarcas con más de
14 000 habitantes podrían elegir tres alcaldes, ocho regidores y dos síndicos.93
El artículo 158 preveía que poblaciones que no podían unir a otro por la dis­
tancia, lajunta electoral a la que pertenecieren, podía nombrar un comisario
de policía y un síndico procurador.
El artículo 168 señalaba que la administración de justicia correspondía
“exclusivamente” a los tribunales y juzgados, y el 169 advertía que “ni el Con­
greso ni el gobernador pueden avocarse las causas pendientes”. Aunque en su
decreto número 3 de septiembre de 1824, el Congreso señalaba que la expe­
dición y publicación de los decretos debería usar la fórmula: “Congreso Cons­
tituyente del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila y Tejas”,
tras la publicación de la Constitución del estado se utilizó simplemente, “Con­
greso del Estado Libre de Coahuila y Texas”. El arü'culo 3o., limitaba la perma­
nencia de comerciantes o “transeúntes” de origen español a sólo tres días,
mientras España no reconociera la independencia de América. Los residentes
en el estado debían presentarse a las autoridades el primero de cada mes a so­
licitar al alcalde un pase “filiado” para poder moverse al interior y la autoriza­
ción del gobernador si tenían que ausentarse del estado.
La Constitución no señaló el asiento de la capital pero se mantuvo en Sal­
tillo por el momento. Instalado el primer Congreso Constitucional del estado
de Coahuila y Texas en agosto, se declaró gobernador ajosé María Viesca. El
5 de noviembre, el Congreso le decretó la calidad de ciudad a Saltillo con la
denominación de Leona Vicario, lo que no garantizaba ser capital, pues otro
decreto del 25 de septiembre de 1828 lo trasladó a Monclova. Esto se basó en
el artículo 78 de la Constitución que permitía que “cuando [el Congreso] ha­
lle conveniente trasladarse a otro lugar, podrá hacerlo, siempre y cuando las
dos terceras partes de los diputados así lo determinen”,94 el gobierno deberá >
de dar las facilidades necesarias para el traslado.

A MANERA DE CONCLUSIÓN:
CONSTITUCIONES DE LOS NUEVOS ESTADOS DE ORIENTE

El Estado Interno de Oriente se frustró cuando Tamaulipas estableció su Dipu­


tación Provincial, lo que despertó la aspiración de Nuevo León y Coahuila de
convertirse también en entidades autónomas. Nuevo León y Tamaulipas pro­
mulgaron sus constituciones en 1825. La de Coahuila y Texas se retrasó hasta
1827 por los problemas provocados por la esclavitud de los colonos. No obstan­
te, las tres constituciones muestran coincidencias, predecibles tanto por seguir9

9S agec, CE “Prontuario Legislativo”, abril 6, 1827.


94 Cuéllar Valdés, 1975, p. 115.
410 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

los lincamientos del Acta Constitutiva y la Constitución Federal de 1824.95 No


obstante, muestran ciertas singularidades que reivindican el regionalismo.

La República Federada ha sido y debió ser el fruto de sus discusiones, solamente


la tiranía calculada de los mandarines españoles podía hacer gobernar tan inmen­
so territorio por unas mismas leyes [...] La inocencia y candor de las poblaciones
interiores ¿qué necesidad tiene de tantas leyes criminales sobre delitos e intrigas
que no han conocido? Los tamaulipas y coahuileños reducirán sus códigos a cien
artículos, mientras los mexicanos y jalicienses se nivelarán a los pueblos grandes
que se han avanzado en la carrera del orden social. He aquí las ventajas del siste­
ma de federación. Darse cada pueblo a sí mismo leyes análogas a sus costum­
96
bres...95

Coahuila y Tamaulipas se definen constituidos por la reunión de todos sus


habitantes, a diferencia de Nuevo León que lo hace en términos geográfico-
políticos. Esta diferencia se repite en cuanto a la residencia de la soberanía:
Nuevo León la deposita en las “personas morales”, con el objetivo de su ejerci­
cio “en todo lo concerniente a la común conservación”. Coahuila hace refe­
rencia a ser estado libre e independiente y un ejercicio de soberanía para su
“gobierno interior”, que reside en “la masa general de los individuos que los
componen”. En cuanto a la división política, Nuevo León organizó 23 distritos
municipales, mientras Coahuila y Tamaulipas lo hicieron en departamentos y
partidos, y mantuvieron conceptos del antiguo régimen. Nuevo León mantu­
vo los ayuntamientos constitucionales que Antonio Anino relaciona con la “ru-
ralización del espacio político”,97 Tamaulipas y Coahuila refrendan la centra­
lización del poder en las poblaciones urbanas.
Los derechos individuales dispersos en la carta de 1824 se hicieron explí­
citos en las constituciones estatales. Tanto en Coahuila como en Nuevo León
se hacen manifiestas las obligaciones y los derechos de los ciudadanos pero
Coahuila; como la mayoría de las Constituciones estatales, establecen la dife­
rencia entre “ciudadanos” y “coahuiltejanos”. En Coahuila y en Tamaulipas se
elegiría un diputado por cada “siete mil almas”, pero en Coahuila sin señalar
un total de diputados, mientras que Nuevo León y Tamaulipas lo limitaban a
11. Nuevo León definió el proceso electoral como ‘juntas populares” prima­
rias, secundarias y generales, correspondientes a su división política.
Coahuila atribuye al Congreso la reglamentación del servicio o remplazo
de las milicias presidial y activa, y “decretar lo conveniente para el alistamien­
to e instrucción de la milicia cívica”, es decir, le da el control de parte de las

95 En el cuadro anexo se enumeran aspectos puntuales de cada una de las constituciones de


los Estados de Oriente.
96 Mateos, 1878, 2:1074.
97 Citado por Vázquez, 1999, p. 8.
EL PRIMER FEDERALISMO EN COAHUILA 411

fuerzas militares. La Constitución de Nuevo León es la única que especifica el


papel del Congreso estatal para defender los intereses del estado “y de los in­
dividuos”, y de participar en la elección de presidente y vicepresidente, y de
magistrados y fiscales de la Suprema Corte de Justicia de la federación.
Las constituciones de Coahuila y Tamaulipas, y en especial la primera, de­
finen atribuciones y limitaciones en el poder del gobernador, el cuidado de la
administración de justicia y la provisión de empleos a funcionarios, a la admi­
nistración de las rentas públicas. Nuevo León prevé que el gobernador fiscali­
ce los fondos públicos del estado y municipales, poniendo a consideración del
Congreso lo concerniente a la inversión de caudales. A cargo del ejecutivo
queda la milicia cívica, pero Coahuila la limita a la autorización del Congreso.
La elección y las funciones del vicegobernador están claramente definidas en
las Constituciones de Coahuila y Texas, no así en la de Nuevo León.
La conformación y el funcionamiento de los ayuntamientos se definen en
las constituciones de Coahuila y Nuevo León, mientras que Tamaulipas prevé
una ley general y señala que habrá ayuntamientos en pueblos con dos mil al­
mas, mientras las dos primeras consideran mil. Unicamente Nuevo León omi­
te mencionar entre sus atribuciones la de las milicias cívicas, pero sí consigna
el cobro de contribuciones directas, propios y arbitrios, obras públicas, censo
y ordenanzas. Este estado es el que otorga mayor poder a las comunidades ru­
rales, al menos en cuanto al ejercicio administrativo y político.
COA HUI LA NUEVO LE ON TAMA ULIPA S
Tema 11/0 3/1 827 5 /0 3 /1 8 2 5 6/0 5/1 825
D is posi ci ones pr eli minar es: Con ju nt o de ind ivi du os: re un ión Di vis ión ge og rá fic o- po lít ica. Con ju nt o de ind ivi du os: re un ió n
el es ta do ____________________ de to do s los co ah uilte jano s. ______________________________________________ ____________ de to do s sus ha bit an tes . _________
El es ta do es Lib re e in dep en die nte . Lib re, so be ra no e in dep en die nte . So be ra no , lib re e in dep en die nte .

x
•o
X
1)
q

•8

5b
q £
W .2

rt c

o S
•c 7
«i
2 o
1 8
í

Z o-

X X
C g
2 S

be O.
S S q X c
■q trj
o
u
CM

5
c
o

'8
CU
X) -rt
s/3

’O rt
O

Q. ü
g £

£ Q-

O
cC
i

U
X
o

'
$
I

ir
&•
ü O
c 7

2 *

§
§
í 3
§

Cl
.b
S

T3 ’O
1I
n
•ls-
c
ü
3

o
q

X
o
5
x

’O
c
I
o,

be
g
C

x
3
£
(J

u.
q
S

x
C

u
t/3
cC

W
§
S
w



Tj CC

E
w u

t/3

2
1 i

X
2
O 1/33
£ a

K E
’O

q
.S--3

3
*

t/3
E

q
11

’O
O
"O
O-

a.

~• £
3
8
73
3

q
Xi

o
r
3
5
•—

.2
cr 'Eb x
o
o
*-

*3
£

t/3


U.
3
O
o
5
a
'5-

CU
c/3
q

( .
cu 3
x 2
x

XI X)
s *c

o q
°

c

o ’2
O
q

3
x

%
41

3
.g
a

'K '5.
■3 >.

£
2
£

£
3
■3 L 2
£

q
q

ss
o
x
8


a
*o
2

.o
o
£
X
2
x
3
S

x
•3 3
x 2
£
CU t/3
q
s.

3
2 ’o C
-3 u 2
2 o 2
o
■o

c ■« 2
o T3
- o
o. 3

I- 3 =
« ’S

3 o
§ 8
o
o SS
3

$p
““ o
o .a
§ rt

I 1
o ¿
E 2¿
a. -k

a .3

I E
Ü o.

fe -O .
flj
e

s a
S '§ .2 ~
Q- ?

cJ
s

X>
w
’-
•-

T3
X)
§ S
E ~

,0
c
O
X)

*-i
bO

1
i
□ 2
*0 —
EZP
o
o
•C .

c u
U C

3 <J
M
H
O

¿J
3
u

§
3

•!
¿7

'S 5 M
o g o o

U a. w tj
§ = 1 gj
h_^
2 0
Sob re vagos. .. cu id ar q u e se ej er ci te
______________________________________________ _______________________________ la polí ti ca . ______________
Fu nc io na rios Pr ov eer to do s lo s em ple os de l estado . No mb rar al je fe de ha cie nd a. No mbr ar al se cr etar io de de sp ac ho
No mbr ar al se cr etar io, de l de sp ac ho de l go bi er no ,
de l go bie rn o que no pued e ser
un ec lesiá sti co .
COAH UILA NUE VO LE ON TAM AUL IPAS
Tema_______________________ 11/0 3/1 827 _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ 5 1 8 2 5 ________________________________ 6/0 5/1 825 ______________________
Milic ias N o pued e ma nda r en pe rs on a la milic ia Jefe na to de la m ilicia cív ica . Co man da r en je fe la m ilicia del es tado
cívi ca sin co ns en tim ie nt o de l co ng re so . y di sp on er d e el la para el gob ie rn o
______________________________________________________________ in te rior y exter ior . ____________________

o
c
3

Ü
ra

3
c

Z
3
O
s

’C
.0
C
C
I

Q.

£X|
3

C
33
V)

s fe
O
O
X)
'1
-5?
3 fc

33
o 3
Vi At

►s

33
O
u
O

15
D
E
&
o

S-s'
'O

¿,3 W 3
js '5. a :§

U 5 Hj q.
Je fe s de de pa rt am en to El go be rn ad or no m br a a lo s je fe s ........ El go ber nad or no m br a a lo s je fe s
y de pa rt id o de de pa rt am en to de ac ue rd o co n la tern a de de pa rt am en to de ac uer do co n la ter na
_____________________________ pr op ue sta po r el co ns ej o de go bie rn o. ________________________________________________ pr op ue sta po r el co ns ej o de gob ie rn o.
2 2
c E 3
8 '2 c
1 i g-í ti
3 2
O2 .2(J o a § ’S
c c
»! u I '2 c
o . O O 3 II o
O ’O T3 cr ü
£ c ’S 3 2 s
« :2 § c 3 :?
§ g —X) — 3 2 2
'« E .2« 5 £
’O £ O ’C bo g>
C
P" I* □ —
CL ’S g ¡3
—o uS 6 £

w Já « X A o ’O
S X u E S

2 .2

'C
3
’O
3
c
o
U

8 -3
g «
o .£
3 E ■3
*c fi
T K ’S
8g O ftj
_2¿ *
Ó 3« SoA
.u X

r «
S o. o
1P
8 6Í
.§0-0
ll'S

Sh

(
rt
tí0)
AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA
EN EL PROCESO DE CREACIÓN
DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO DE LAS TAMAULIPAS

Octavio Herrera Pérez


Universidad Autónoma de Tamaulipas

La colonia del Nuevo Santander se fundó al mediar el siglo xvm por necesida­
des estratégicas de la corona española, pues había que impedir que Nueva Es­
paña fuera vulnerada por Francia o Inglaterra, cuando los conflictos europeos
amenazaban la correlación geopolítica en América. En tal virtud, la creación
de esta provincia recayó en un peninsular novohispanizado, José de Escandón,
quien más al estilo de los conquistadores de la era de los Habsburgo, mantuvo
desde su origen y por veinte años un gobierno de carácter patriarcal.1 Las nue­
vas villas quedaron al mando de capitanes, allegados al favor de Escandón, que
actuaban como justicias mayores.
Este modelo de gobierno terminó en 1766, al ser relevado Escandón, cu­
ya presencia iba en contra de las nuevas tendencias reformistas de los Borbo­
nes. A partir de entonces, el gobierno recayó en burócratas militares, de carác­
ter rotativo y profesionalizados en su oficio, sin intereses o aspiraciones
locales. Para fines del siglo xviii y con el objeto de cumplir con la obligación
de contribuir al sostenimiento del estado español, la provincia dejó de gozar
de la excepción en el cobro de alcabalas y otros impuestos, y se formalizaron
sus obligaciones militares hacia la nueva comandancia de las Provincias Inter­
nas de Oriente. Esta institución militar se había creado para reforzar la segu­
ridad del septentrión frente a enemigos posibles o incursiones de indios de las
praderas, recrudecidas en esta época. Al militarizarse la injerencia militar, se
suprimió la escasa representación de los vecindarios en los llamados “medios
cabildos”. Como observaría Miguel Ramos Arizpe, al formar las milicias del
Nuevo Santander, Félix Calleja había creado una compañía en cada villa, y
“queriendo o sin querer afianzar el despotismo militar sobre aquellos desgra­
ciados pueblos [...] quedó plantado un nuevo sistema de justicia y gobierno,
por el que se hace juez perpetuo en cada lugar al capitán de las milicias, regi­
dores externos, al teniente y subteniente, y procurador perdurable al primer
sargento”.2
Este esquema de gobierno prevaleció hasta la guerra de independencia,

1 Zorrilla, 1989.
2 Ramos Arizpe, 1942, p. 17.

417
con el gobernador en turno investido con “absolutas facultades”.3 La adminis­
tración de la provincia dependía en el caso de la hacienda pública de la inten­
dencia de San Luis Potosí, mientras que las pocas apelaciones a lajusticia se ca­
nalizaban a la Audiencia de México.
La guerra de independencia generó profundos cambios en el esquema de
gobierno en Nuevo Santander. Como en todas las Provincias Internas de
Oriente, en las milicias hizo eco el grito de Dolores difundido por sus emisa­
rios. Descabezado el gobierno en los primeros meses de 1811, para el mes de
abril el dominio realista había vuelto a imperar al derrumbarse los insurrectos.
Pero esta vez el mando de la provincia quedó delegado directamente al poder
militar, particularmente al brigadier Joaquín de Arredondo, quien en 1813 asu­
mió el mando de la comandancia de las Provincias Internas de Oriente, ejer­
ciendo su poder a todo el conjunto regional del noreste de la Nueva España.4
No obstante el férreo control de Arredondo, hacia 1812-1813 una coyun­
tura equilibró su poder casi omnímodo, al crearse la Diputación Provincial de
las Provincias Internas de Oriente, como consecuencia directa de la participa­
ción del doctor Miguel Ramos Arizpe en las Cortes de Cádiz. Oriundo de Coa­
huila, había fungido como párroco de Aguayo y Real de Borbón en el Nuevo
Santander, al ser marginado por las autoridades del obispado de Linares. Ra­
mos Arizpe expuso en las Cortes en una extensa Memoria una visión integral de
los problemas de estas provincias, propuso soluciones y logró que las Cortes
erigieran una diputación para las Provincias Internas de Oriente, establecida
en Monterrey; ésta era una de las seis de Nueva España, promulgada la Cons­
titución de 1812 por el virrey Venegas el 30 de septiembre de 1812. La Diputa­
ción se integró por representación proporcional al número de sus habitantes.
Así, Coahuila, el Nuevo Reino de León y el Nuevo Santander tuvieron dos di­
putados y Texas sólo uno. Por el Nuevo Santander acudieron Hilarión Gutié­
rrez y Pedro Paredes y Serna, dos rancheros prominentes, el primero de la vi­
lla de Escandón y el segundo de las villas de Presas del Rey y Altamira. A pesar
de haber sido decretada su erección y nombrados sus diputados, la Diputación
se instaló hasta el 21 de marzo de 1814, por la resistencia que ofreció el briga­
dier Joaquín de Arredondo, para quien algunos de los diputados le eran odio­
sos y no estando dispuesto tampoco a ver restringida su autoridad.5
La vida institucional de la Diputación Provincial fue muy breve ya que, a su
retorno, Fernando VII restableció el absolutismo, pero fue un legado importan­
te para las élites emergentes de las provincias, pues habrían ensayado por vez
primera el juego político de un cuerpo de representación popular gestado del
consenso y voluntad de las localidades, una experiencia inédita. Además, el es­
tablecimiento de ayuntamientos constitucionales con una composición eminen-

’ Ibid., p. 16.
4 Herrera Pérez, 1992, pp. 43-78.
5 Benson, 1980, pp. 28-30.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN IA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 419

temente civil hizo que los vecindarios de las villas accedieran a tomar decisiones
más allá de la administración de justicia y de la defensa. Esto fue muy palpable
en Nuevo Santander, que había crecido en los últimos años en población y ri­
queza, tanto que para fines del siglo xvm en las villas del norte de esta provincia
se recaudaban más diezmos que en otras regiones de las Provincias Internas de
Oriente. Esta prosperidad parece haberse originado en Nuevo Santander en
una distribución más equitativa del valioso activo de que se disponía en esta par­
te del septentrión: la tierra. Esto es importante, pues en el Nuevo Reino de León
la tierra estaba acaparada desde mediados del siglo xvn por propietarios ausen­
tistas y en Coahuila por una sola familia, mientras que en Texas su remota ubi­
cación y el peligro de los indios de las praderas dificultaban su poblamiento.
Por otra parte, en el Nuevo Santander había la posibilidad de vincularse
con el mundo exterior a través de la navegación marítima, cuestión que ha­
bían vislumbrado personajes como Félix Calleja y el segundo conde de Revilla­
gigedo, quienes habían sugerido la apertura de un puerto de altura en el lito­
ral de las Provincias Internas de Oriente. En plena guerra de independencia,
Arredondo pedía habilitar un puerto en la bahía de Brazos de Santiago, tal co­
mo ocurría en la barra de Tampico,6 donde se había movilizado el comercio
marítimo, con ganancias para los comerciantes de Altamira de 11 millones de
pesos en oro en sólo tres años de operación.7 El ayuntamiento de la congrega­
ción del Refugio, en cuya vecindad se localizaba la bahía de Brazos de Santia­
go, propuso formalmente en 1814 a la Diputación Provincial que se le permi­
tiera la navegación marítima de altura en este lugar.8
En términos políticos, el epílogo colonial para el conjunto de la Nueva Es­
paña, por la rebelión liberal de Riego en 1820, obligó a Fernando VII a reim­
plantar las Cortes. Esto se tradujo en una ya experimentada movilización polí­
tica, que chocó nuevamente con la resistencia de Arredondo, quien intentó
impedir el restablecimiento de la Diputación. No obstante, para noviembre de
1820 se eligieron diputados; representó al Nuevo Santander el doctor Eusta­
quio Fernández, quien ocupó la secretaría, y el coronel Felipe de la Garza, di­
putado de las Provincias Internas de Oriente ante las Cortes españolas.
Los hechos se precipitaron cuando el jefe realista Agustín de Iturbide defec­
cionó a favor de la independencia y que logró incorporar en su esquema a los
insurgentes, logrando pactar la unión con Vicente Guerrero, el jefe más repre­
sentativo de este grupo. Así, el Plan de Iguala, proclamado en febrero de 1821,
se extendió como reguero de pólvora por todo el virreinato. En Nuevo Santan-

6 Navarro García, 1965, pp. 86-87.


7 Operaciones de Guerra, vol. 23, acn.
8 “Estado e instrucción de los terrenos, laboríos y demás ramos destinados a este fondo y sus
productos que presenta el ayuntamiento del Refugio a S.E. la Diputación Provincial de Monterrey
según exige con fecha 12 del próximo pasado mayo autorizado de su secretario el Sr. Br.Juan Bau­
tista de Arizpe”, Congregación del Refugio, agosto 15 de 1814, 2Q266, vol. II, pp. 132-135, Mata­
moros Archives, EBTHC-UTx.
420 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

der, para el mes de abril funcionaba en Aguayo una conspiración en la casa de


Joaquín Honorato de la Garza, aprovechando la situación estratégica de esta vi­
lla, localizada en el nudo comunicante al que llegaban de primera mano las no­
ticias desde el interior del virreinato. Arredondo mismo había situado aquí la ca­
becera de la provincia en Aguayo en 1811, y en ella permaneció un tiempo, con
lo que aumentó el interés de su vecindario en el acontecer político.
Fernando VII nombró gobernador ajosé María Echeagaray, para arreba­
tarle a Arredondo la facultad de designar a los gobernadores de esta provincia.
Echeagaray, desvinculado del acontecer local, despachaba en la villa de San
Carlos que, aunque era la capital, había perdido sus funciones de centralidad,
al quedar fuera de la circulación de los principales caminos de la provincia. Es­
to hizo que el gobernador se enterara de la conspiración de Aguayo cuando és­
ta había ganado ya adeptos, tanto que el comisionado teniente Juan Guerra
nada hizo contra los implicados, y la noticia de que el capitán realista Zenón
Fernández se había pronunciado por el Plan de Iguala llegó a Aguayo antes
que a San Carlos. Enterados los conspiradores de que Fernández invitaba a
Echeagaray a seguir la misma causa, y seguros del rechazo del gobernador;
convocaron a unajunta de vecinos presidida por el alcalde, José Antonio Fer­
nández, a la que lo hicieron acudir, conminándolo a secundarlos si no quería
ser despojado de su investidura. El gobernador intentó inútilmente armar a
sus pocos adeptos y hacer fuerte con la escasa tropa que le acompañaba pero,
incapaz de controlar la situación, Echegaray juró el Plan de Iguala el 7 de ju­
lio de 1821.9 Se iniciaba así la vida independiente en el Nuevo Santander.

EXPECTATIVAS POR LA AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA

Con poco más de 67 mil habitantes y apenas 70 años de vida, Nuevo Santander
era una provincia completamente integrada y bien diferenciada del Nuevo
Reino de León y Coahuila, las más antiguas de las Provincias de Oriente, a las
que casi igualaba en densidad demográfica e importancia económica, hecho,
evidente para los propios observadores como el agudo analista Ramos Arizpe:

Esta opulenta provincia casi no existía hasta medio siglo último pasado, tiene en el
día más de sesenta mil habitantes en haciendas de agricultura, [e] innumerables
estancias de cría de ganados.10

Pero la guerra de independencia había dislocado severamente la econo­


mía de las Provincias Internas de Oriente. Las irregularidades en el pago de
los situados militares y el deterioro del sistema defensivo de los presidios, ex­

9 Torre, 1986, pp. 103-107.


10 Ramos Arizpe, 1942, p. 16.
AUTONOMÍA YDEC1S1ÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 421

pusieron a los ranchos y haciendas a crecientes ataques de los indios de las pra­
deras.11 La inseguridad había deprimido la productividad de las provincias
que perdieron durante la década de la guerra alrededor de un millón y medio
de pesos por concepto de ganado. La agricultura también se afectó, tanto que
en el Nuevo Reino de León los cien pesos que costaba un día de agua de rie­
go antes de la perturbación se elevaron a mil.12 Esto causó un desabasto y un
incremento de precios y de impuestos, como bien se palpó en Saltillo.13 Tam­
bién escaseó la moneda “mexicana”, por lo que las monedas provisionales acu­
ñadas en Monclova, Chihuahua y Zacatecas circularon ampliamente en el no­
reste, con el consecuente efecto inflacionario al descontarse un porcentaje de
su valor en transacciones comerciales.14 Y es que a fin de cuentas, la guerra de
independencia había trastocado el sistema comercial de las provincias, sujeto
a la feria de Saltillo, puesto que la apertura real al comercio de la barra de
Tampico planteó nuevas realidades y la presencia de un tal Marcos Ibargoitia,
administrador de las aduanas del Nuevo Santander a contrapelo de la adminis­
tración alcabalatoria de la Nueva España, lo que produjo un escándalo con
acusaciones de contrabando y dilapidación de recursos de la Corona, sin que
nada pudieran hacer las autoridades del virreinato por “tan larga distancia
[paraj remediar el trastorno y desarreglo en que se halla toda aquella exten­
sa administración”,15 a pesar de algunas medidas del virrey Venegas intentan­
do regularizar la situación.16
Roto el vínculo colonial y luego de una década de crisis económica y de
contingencias de guerra, las Provincias Internas de Oriente, y en particular
Nuevo Santander, visualizaban el libre comercio exterior como efecto tangible
de la nueva libertad política. Así, de manera pragmática, los intereses de la
provincia se volcaron a promover la apertura comercial y su autodefinición po­
lítica, sin enfrascarse en la disputa por el dominio político, como Monterrey y
Saltillo.
Para ello se aprovecharon dos coyunturas favorables: el bloqueo español
sobre el puerto de Veracruz y la vigencia del decreto expedido por las Cortes en
1820, que aprobaba la apertura de varios puertos en el litoral de las Provincias
Internas de Oriente. Pronto comenzaron a funcionar los puertos del Refugio,
Soto la Marina y Tampico (en un principio a través de Altamira), aun antes de
que las nuevas autoridades mexicanas reglamentaran su funcionamiento. La

11 VizcayaCanai.es, 1976.
12 Berlandier, 1850, p. 241.
15 Para el caso de Saltillo, los impuestos se incrementaron desde finales del siglo xvm y muy
sensiblemente con la guerra de independencia, Cuello, 1989, pp. 137-169.
14 “Orden del gobierno de Santander para que se acepten las monedas provisionales de Chi­
huahua, Monclova y Zacatecas, Protocolo de órdenes hecho por D. Antonio de Montemayor, año
de 1823, Alejandro Prieto Colletion, wallet 2, NLB-LAL-UTx.
15 Jáuregui, 2000, pp. 6-7.
16 Instrucción y reglamento, 1817.
422 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

apertura de los puertos creó dos activos ejes de comercio entre el litoral del
Nuevo Santander y el interior del país, particularmente articulados en las ciu­
dades de Monterrey y San Luis Potosí.
En efecto, la súbita dinámica mercantil del litoral del Nuevo Santander fue
más rápida que las reacciones del gobierno nacional. No obstante, la regencia
y el ministerio de hacienda adelantaron una primera instrumentación del co­
bro de derechos a la extracción de plata por la aduana de Pueblo Viejo y Tam­
pico (ambos en Veracruz),17 sobre todo al documentarse su contrabando, co­
mo ocurrió en febrero de 1823 con una conducta de plata en Zacatecas,
destinada a embarcarse por El Refugio o Tampico.18 Además, desde abril de
1822 había fondeado frente a la barra de Tampico la corbeta británica Jay, con
26 cañones y 130 hombres de tripulación, para “abrir el registro de platas” en
este punto del golfo de México.19
Ante tales evidencias, el diputado del Nuevo Santander ante el congreso
nacional —nombrado extraoficialmente—, José Antonio Gutiérrez de Lara,
planteó que los barcos que entraran a la “barra común” de Tampico (Pueblo
Viejo, Veracruz) y Altamira (Nuevo Santander) fueran “libres a desembarcar
en uno u otro puerto”, según sus intereses y consignaciones. Pedía establecer
una aduana en Altamira y fabricar en Pueblo Viejo los almacenes necesarios y
habitaciones para empleados del resguardo, autorizándose al ayuntamiento
del primer punto sufragar esos gastos tomando el dinero con un recargo de
5%. Y que, una vez pagada la alcabala en puerto, no cobrara más en ninguna
otra parte de la provincia, dando curso corriente a la moneda acuñada en Za­
catecas y a otras, de igual peso y ley;20 esto para evitar los serios peijuicios a la
economía con la circulación de hasta once tipos de monedas.21
El fin del autoritarismo realista permitió establecer de facto un intercam­
bio mercantil terrestre con los Estados Unidos, a donde se conducía ganado
caballar. Esta movilidad comercial, identificada como rasgo esencial del libe­
ralismo en boga, estimuló también los deseos de autonomía política y de
adopción de nuevos modelos de gobierno, a la vista por la vecindad geográfi­
ca del norte. En tal virtud, en 1821 el doctor Eustaquio Fernández planteó
una solicitud al Congreso general de libre comercio de muías con los Estados

17 Notificación de un oficio del Ministerio de Hacienda al Congreso general, sesión de di­


ciembre 28 de 1821, Mateos, 1877, p. 160.
18 “El jefe político de Zacatecas sobre haberse descubierto la extracción clandestina de
ochenta y dos mil pesos para embarcar por Tampico o el Refugio”, Gobernación, fondo sin clasi­
ficación, caja 56, exp. 18, acn.
19 Informe al Congreso general de Alejandro Álvarez de Guitia, comandante militar de la
Primera División del Norte con sede en Pueblo Viejo, sesión de abril 23 de 1822, Mateos, 1877,
p. 376.
20 Proposición del diputado José Antonio Gutiérrez de Lara al Congreso general, sesión de
abril 22 de 1822, Mateos, 1877, p. 375.
21 Instancia del doctor Eustaquio Fernández al Congreso general, sesión de diciembre 22 de
1821, Mateos, 1877, p. 156.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 423

Unidos. Se afirmó en el congreso que la vieja prohibición no tenía fundamen­


tos, señalándose que no existía aduana alguna y que tampoco era prudente su
instalación, por el costo que implicaría su mantenimiento, aunque no debería
impedirse que se cobraran derechos municipales. En esos términos se aprobó
la propuesta.22
La colonización fue otra expectativa de los habitantes del Nuevo Santan­
der, ya que existían inmensos espacios incultos, como el caso de la fértil fran­
ja situada entre los ríos Bravo y Nueves. Por tal razón, el diputado Gutiérrez de
Lara se erigió en paladín de la colonización en el seno del primer Congreso
nacional, abogando por la exención de alcabalas e impuestos a los habitantes
de las fronteras de las Provincias Internas de Oriente, hostilizados por los in­
dios; solicitó en materia militar que se encargara la defensa de la frontera a
cincuenta “naturales escogidos de aquellos países”, bien equipados y socorri­
dos, al mando del “insigne militar” Miguel Eca Múzquiz, vecino de Santa Ro­
sa, Coahuila y apoyado por la milicia nacional. Como compensación a esta
tropa, luego de cinco años de servicio, se les otorgaría en Texas un sitio de ga­
nado mayor por soldado, fundando una ciudad en honor a Miguel Hidalgo.
Las naciones indias que dieran la paz y se decidieran por integrarse a la “reli­
gión y.civilización”, tendrían igual derecho de asentarse. También contempló
la posibilidad del arribo de familias colonizadoras extranjeras, “no habiéndo­
las en el país”, pero católicas, dedicadas a algún oficio.23
En el plano político, la ruptura del vínculo colonial orilló a los emergen­
tes actores políticos del Nuevo Santander a experimentar sus primeras con­
tiendas. En Aguayo se integró una junta gubernativa a fin de formalizar un
nuevo gobierno, con lo que emanó por vez primera de una decisión local.
Por su actuación en promover el Plan de Iguala, fue nombrado para la je­
fatura política de la provincia Antonio Fernández de Córdova, personaje que
carecía de peso político propio, por lo que se vio obligado a declinar el man­
do a favor del teniente coronel Felipe de la Garza. Este episodio gestó la semi­
lla de un conflicto entre dos grupos locales, y marcó el tono del acontecer po­
lítico en los años por venir ya que, disuelto el poder colonial y ante la ausencia
de instituciones políticas, fue a través de conglomerados familiares como se
accedía y controlaba el poder. Un observador de la época describió este cho­
que: “He aquí el Departamento (léase provincia) entregado a dos facciones
desde su más tierna infancia, y que con el tiempo le ha causado desagradables
pesadumbres por la rivalidad de las dos familias que nunca pudieron reconci­
liarse”.24

22 Dictamen de la comisión de Hacienda al Congreso general, sesión de diciembre SI de


1821, Mateos, 1877, p. 162.
29 Petición del diputado José Antonio Gutiérrez de Lara al Congreso general, sesión de abril
15 de 1822, Mateos, 1877, p. 350.
24 Torre, 1986, p. 107.
424 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En efecto, tras la desaparición de Arredondo y del último de los goberna­


dores coloniales, De la Garza quedó como único hombre fuerte de la provin­
cia, al no alcanzar a embarcarse a la península a ocupar su cargo como diputa­
do ante las Cortes. Como soldado profesional, foijado a la vera de Arredondo,
a De la Garza se le reconoció su rango en el ejército, por lo que ejerció tanto
el mando militar como político del Nuevo Santander. Como poseía intereses y
propiedades en el litoral, fijó su residencia en la villa de Soto la Marina, a don­
de trasladó el gobierno local e intentó habilitar al comercio exterior la barra
marítima del mismo nombre, lo que le permitiría adquirir sustento económi­
co para consolidar su poder.

EL NUEVO SANTANDER YLA FRAGMENTACIÓN


DE LAS PROVINCIAS INTERNAS DE ORIENTE

Al consumarse la independencia, Nuevo Santander mantuvo su calidad como


provincia con gobierno propio, aunque formando parte de la Diputación de
las Provincias Internas de Oriente, con sede en Monterrey. Sin embargo, esta
institución sufrió un descalabro al desaparecer la autoridad colonial tras aflo­
rar antagonismos entre las provincias que la componían. El general Gaspar Ló­
pez, sucesor de Arredondo, aplazó su restablecimiento ante la disputa entre
Monterrey y Saltillo por convertirse en la cabecera de lo que en apariencia se­
ría la máxima autoridad de las Provincias Internas de Oriente.
Conscientes de vivir momentos de cambios, las élites emergentes del Nue­
vo Santander decidieron que esta provincia disponía de elementos suficientes
para su propia conducción política, tanto en lo interno como en el nivel de re­
presentación en el Congreso nacional establecido después de la regencia. Por
tanto, eligieron su propia Diputación el 29 de enero de 1822, integrada por
siete diputados propietarios y tres suplentes, electos sobre la base de la divi­
sión territorial de la provincia en seis partidos y sus 67 434 habitantes (cuadro
1). Electos los diputados, sesionaron en la villa de San Carlos, y después eleva­
ron al nuevo Congreso una petición para que sus actos fueran plenamente re­
conocidos.
Los argumentos de lajunta electoral para establecer la diputación provin­
cial fueron:
1. Su gran extensión territorial —7 000 leguas cuadradas—, “separada por
naturaleza de las del Reino de León, Coahuila y Texas”, y más vinculada con el
golfo de México, con un litoral de 150 leguas con puertos naturales en Tampi­
co, Soto la Marina, Río Bravo del Norte, Santiago y Corpus Christi, y por su cer­
canía a la "Corte” de México, de sólo 100 leguas, mientras que al pasar por
Monterrey la correspondencia oficial hacía un largo rodeo de 270 leguas.
2. Que en el término de dos años la Diputación no había resuelto nada de
interés por las distintas pugnas que “no pueden concillarse”.
Cuadro 1. División de partidos, sus cabeceras y número
de electores primarios y secundarios de la provincia del Nuevo Santander,
1822

Villas Electores Secun- Villas Electores Secun­


del Norte Habitantes primarios darios del Sur Habitantes primarios darios
S. Carlos 2 235 4 Altamira 3 066 6
Hoyos 2 580 5 Presas 1 923 4
Cerro 3 123 6 1 Horcasitas 2 252 5 1
S. Nicolás 803 2 Escandón 2 063 4
Burgos 1 409 3 Bal tazar 1 200 2
lü 150 20 10 504 21

Santander 1 516 3 Aguayo 4 008 8


Padilla 996 2 Gúemez 1 240 2
Croix 1 017 2 Palmillas 1 952 4 1
Marina 1 323 3 1 Jaumabe 3 243 6
Santillana 758 2 Llera 1 532 3
Cruillas 940 2 11 975 23
S. Fernando 1 635 3
8 185 17 Tula 7 039 14
Santa Barbara 4 650 9 1
Mier 2 228 5 ' Infantes 975 2
Refugio 2 461 5 12 664 25
Reynosa 3 201 6
Camargo 2 996 6 1
Revilla 1 693 3
Laredo 1 417 3
13 996 ' 28
Resumen de habitantes
(b)
Cabecera Electores Secun-
de partido Habitantes primarios darioss
S. Carlos 10 150 20 1
Santander 8 185 17 1
Mier 13 956 28 1
Altamira 10 504 21 1
Aguayo 11 975 23 1
Tula 12 664 25 1
76 434 134 6
Fuente: Informe de la comisión de la diputación provincial del Nuevo Santander sobre la distribución
de partidos, Prieto Collection; NLB-LALrVTx.
426 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

3. La poca atención que recibía la provincia para enfrentar las incursiones


de los lipanes y comanches en las villas del norte, por “el deterioro en sus cría
de ganados” y el abandono de sus minas. Lajunta especificó que, de no acep­
tarse su solicitud, elegiría a los diputados que la representarían en la Diputa­
ción establecida en Monterrey.25
El deseo de autonomía del Nuevo Santander se confirmó al conocerse la
intención de Saltillo de erigirse como cabecera indiscutible, no sólo para la Di­
putación Provincial, sino también para la silla episcopal del Nuevo Reino de
León. Saltillo exigía además la instalación de una audiencia y aun la creación
de una intendencia, que abarcarían como jurisdicción al conjunto del norte
oriental del nuevo país.26
Ante estas pretensiones, el ayuntamiento de San Carlos elevó una repre­
sentación al gobierno general declarándose contrario al establecimiento de la
audiencia en Saltillo —“cuya excentricidad es evidente”, que acarrearía gran­
des trastornos a los habitantes del Nuevo Santander y Texas, obligados a tras­
ladarse a tramitar sus negocios judiciales; se pronunciaba —para evitar males
mayores—, por que su establecimiento fuera en Monterrey —“que está más a
lo interno [de dichas las provincias] ”•—. No se mostró contrario a la formación
de una intendencia, pero sí a una sola diputación provincial, dada la gran di­
versidad de asuntos de cada una de las provincias, dando como ejemplo que
en la propia Coahuila, su verdadera capital, Monclova, reclamaba la erección
en ese lugar de una diputación.27
Para adelantarse a los hechos, la diputación no oficial del Nuevo Santan­
der había dispuesto que sus dos representantes se presentaran en el Congre­
so a gestionar de manera directa, pero sólo acudió el padre José Antonio
Gutiérrez de Lara. Éste era miembro de una de las familias más destacadas
de las villas del norte, comprometido con la independencia; su hermano Jo­
sé Bernardo, embajador del movimiento de Dolores en Estados Unidos, que
había insurreccionado la provincia de Texas y proclamado la independencia
“mexicana” el 6 de abril de 1813, tuvo que refugiarse más tarde en aquel
país por disensiones internas en su movimiento, y fue finalmente aplastado
por Arredondo. José Antonio, por su parte, había sido un distinguido miem­
bro de la élite eclesiástica de las Provincias Internas, como rector del semi­
nario de Monterrey. Por abrazar la independencia tuvo que huir a las mon­

25 Extracto del expediente en que tres de las Provincias Internas de Oriente piden Diputa­
ciones Provinciales, Gobernación, legajo 25, exp. 12, 1823, acn.
26 Exposición de la comisión de Justicia al Congreso general, sesión de enero 2 de 1822, pp.
165-166; oficio del ministerio de Relaciones Interiores al Congreso general, sesión de enero 10 de
1822, p. 182; informe de las comisiones de convocatoria al Congreso general, sesión de febrero 12
de 1822, p. 230; solicitud de la villa del Saltillo al Congreso general, sesión de febrero 9 de 1822,
p. 221; todos en Mateos, 1877.
27 Representación del Ayuntamiento de San Carlos al Presidente y Regente del Imperio, San
Carlos, marzo 30 de 1822, iih-uat.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 427

tañas, donde permaneció como ermitaño hasta que recibió una amnistía.28
AI recibir el nombramiento como diputado del Nuevo Santander, Gutiérrez
de Lara se abocó a gestionar el reconocimiento de la diputación provincial.
El 20 de marzo de 1822 firmó al Congreso, una solicitud a la comisión de
Constitución, a fin de que se declarase “bien instalada” la diputación de San­
tander.29
Analizado el documento, el 22 de abril se dio lectura en el Congreso al dic­
tamen para la instalación de una diputación provincial para el Nuevo Santan­
der, con independencia de la que funcionaba en Monterrey, acordándose que
quedara en la mesa para la instrucción de los diputados.30 Ello provocó que el
diputado de Nuevo León, Juan Bautista de Arizpe, se pronunciara en el Con­
greso a favor de formar una diputación para su provincia de origen y otra más
para Coahuila y Texas. Pero después dio marcha atrás y se pronunció por la di­
putación que ya funcionaba en Monterrey, como representante de todas las
Provincias de Oriente.31
El asunto avanzó, y el 20 de junio de 1822 la comisión de poderes leyó una
representación de las villas de Parras y Saltillo para que se les completara su re­
presentación, porque equivocadamente se habían atribuido sus partidos a la
provincia de San Luis Potosí, dictaminándose que se volviera a reunir lajunta
electoral de Coahuila, para nombrar un diputado propietario y otro suplente.
Ante esta resolución, el diputado Arizpe aseguró no oponerse a ese dictamen,
puesto que en las Provincias Internas de Oriente se tomaba como base para la
elección el número de habitantes o el número de partidos, debía concedérse­
les doble representación; pues para las Cortes de España se les habían desig­
nado dos diputados a las cuatro provincias, con lo que se excluía una tercera
parte de su población, en razón de la exclusión de las castas, a las que ahora se
debería tomar en cuenta. Además recalcó que si el Congreso aprobaba el dic­
tamen, se revocaría el decreto que había asignado un diputado a cada una de
dichas provincias, debiendo hacerse extensivo al Nuevo Reino de León y al
Nuevo Santander, porque si por la sola consideración de tener Coahuila tres
partidos se le concedía doble representación, en igual caso se hallaba el Nue­
vo Santander, aun por encima de su propia provincia, por estar dividido en
cuatro partidos.32
Ante la contrariedad de posturas, el vicepresidente del Congreso opinó
que debería tenerse presente la moción de Arizpe para cuando las provincias
aludidas reclamasen por sí mismas. Mas las cosas se precipitaron con la lectu­
ra de un dictamen de la comisión de gobernación, el cual proponía conceder

28 Saldívar, 1943.
29 Solicitud al Congreso general, sesión de marzo 20 de 1822, Mateos, 1877, p. 312.
50 Dictamen sobre la solicitud de la provincia del Nuevo Santander al Congreso nacional, se­
sión de abril 22 de 1822, Mateos, 1877, p. 372.
81 Benson, 1980, pp. 78-79.
52 Sesión de junio 20 de 1822, Mateos, 1877, p.,572.
428 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

diputaciones individualizadas a cada una de las Provincias Internas de Orien­


te, como había pedido el diputado Arizpe, y que los dos vocales nombrados
por la provincia del Nuevo Santander pasaran a servir a la Diputación de Mon­
terrey. Sin embargo, el diputado Bocanegra, miembro de la comisión, asegu­
ró que el acuerdo no debería entenderse como una negativa absoluta para
conceder la diputación solicitada por el Nuevo Santander, dejando la puerta
abierta para su futura aprobación.33
Con tales elementos, el Congreso aprobó el dictamen al día siguiente.
El diputado Arizpe quiso justificarse diciendo que su ánimo no era el opo­
nerse al establecimiento de una diputación en el Nuevo Santander sin que,
por lo pronto, convenía que funcionara la de Monterrey, a fin de tratar los
intereses de todas ellas, y que después se fueran instalando las demás. Lo an­
terior lo reforzó al reseñar las necesidades y los males que se experimenta­
ban en el Nuevo Reino de León, a lo que se agregaría un notable atraso en
las otras provincias de crearse la diputación del Nuevo Santander. Lo inte­
resante es que, a pesar de este acuerdo, la diputación del Nuevo Santander
no dejó de funcionar aunque fuera extraoficialmente y el Congreso tampo­
co cerró el caso, al turnar el expediente nuevamente a la comisión de gober­
nación.34
Al final, el 7 de octubre de 1822, las comisiones de constitución y gober­
nación recomendaron reconocer definitivamente a la diputación del Nuevo
Santander, aunque el año terminó sin que se llevara a efecto.35

LA REBELIÓN DE FELIPE DE LA GARZA

Mientras discurría el engorroso asunto del reconocimiento de la Diputación,


en Nuevo Santander, el jefe político y comandante militar De la Garza dio
muestras de oposición al gobierno de Iturbide. A los pocos días de instaurado
el Imperio, en una comunicación al congreso, De la Garza manifestó que con
este hecho se había violado el sentido de los Tratados de Córdoba, y sugirió
que en el futuro se estableciera un sistema de gobierno republicano. Incluso,
llegó a ofrecer al Congreso su brazo militar en caso necesario. Naturalmente,
la postura de este jefe norteño causó el recelo de las autoridades imperiales,
pero sin procedieran a su remoción para evitar un conflicto mayor.
Cabe plantear por las razones que tenía De la Garza para mostrar tan evi­
dentes signos de autonomía y tendencias republicanas. Hipotéticamente, se
podría decir que en buena medida este jefe intentaba encarnar la figura del
hombre fuerte que había sido Arredondo para las Provincias de Oriente, sin-

” Ibidem.
M Sesión de junio 21 de 1822, Mateos, 1877, p. 576.
55 Benson, 1980, pp. 79-80.
AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 429

tiéndose agredido ante los intentos del gobierno imperial de poner un coto a
su creciente poder en el Nuevo Santander. Y es que no fue una mera causali­
dad que De la Garza trasladara el gobierno de la provincia a la villa de Soto la
Marina, su solar natal, pero también el punto de acceso al mundo exterior a
través de la barra de Santander, donde comenzaron a arribar navios mercantes
extranjeros, cuyo comercio pretendía controlar y como base de poder econó­
mico. A este pequeño puerto, como en el de Refugio, los comerciantes nortea­
mericanos eran los principales interesados para sus mercancías, entre las que
se contaron algunos ejemplares de literatura política de la época, como la pro­
pia Constitución de los Estados Unidos.
Sujeto a presiones para acotar su mando, De la Garza aprovechó la disolu­
ción del Congreso por Iturbide para manifestar su encono contra el Imperio,
mediante una representación suscrita en Soto la Marina el 26 de septiembre
de 1822, apoyada por la Diputación Provincial, los electores provinciales, ofi­
cialidad, tropa y vecinos prominentes.36 El documento exigía la liberación de
los diputados presos y garantías para la reinstalación del Congreso y entera li­
bertad para sus labores. Por su directa responsabilidad en esta crisis, también
se picjió se diera de baja al cuerpo ministerial y juzgado conforme a la ley, su­
primiendo los tribunales militares y de seguridad pública y liberándose a todos
aquéllos condenados por la circular del 27 de agosto. Y finalmente se planteó
en esta representación que el gobierno imperial respetara las leyes fundamen­
tales adoptadas provisionalmente.37
La infidencia de Felipe de la Garza, si bien exoneró a Iturbide de una
responsabilidad directa, proyectó una sombra amenazadora contra la debili­
tada monarquía. Las autoridades imperiales intentaron una negociación. Pa­
ra tal efecto acudió al Nuevo Santander el presbítero Miguel Ramos Arizpe,
quien como también se oponía a la monarquía, acabó por apoyar al jefe re­
belde, y llegándose a decir que él había sido el inspirador de este levanta­
miento.38 Declarado fuera de la ley, Garza fue encarado militarmente por el
gobierno a través de Anastasio Bustamante, a la sazón comandante de las

36 Para el diputado por el Nuevo Santander ante el congreso general, José Antonio Gutiérrez
de Lara, quien era proclive a Iturbide, la rebelión en el Nuevo Santander no tenía razón de ser, ya
que, por el contrario, la provincia había recibido importantes concesiones del gobierno imperial,
al decir: “no, no se diga en la historia que Santander fue la cuna de la ingratitud. Disponéos a re­
cibir los beneficios de un gobierno paternal y muy interesado en vuestro bien. Ya el soberano Con­
greso os ha concedido la Diputación Provincial. El augusto gobierno imperial dentro de poco os
mandará el decreto y os concederá también la apertura de vuestros puertos, para que turnéis con
las naciones cultas en comercio, artes, ciencias y uséis incontestablemente vuestros sagrados dere­
chos”; la última idea, precisamente, destaca la aspiración latente en la provincia en hacer desapa­
recer las trabas al comercio exterior, identificando esta acción como una acto de necesaria liber­
tad, Proclama del Diputado de Santander ante el Congreso Nacional, México, octubre 22 de 1822,
Bachiller José Antonio Gutiérrez de Lara, ahg.
57 Riva Palacio, 1963, pp. 83-84.
38 Ramos Arizpe, 1942, p.xliii.
430 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

provincias internas.39 De la Garza debió deponer su actitud y salir de la pro­


vincia, asumiendo la jefatura política el general Pedro Lanuza. La rebelión
de De la Garza no pasó a mayores e Iturbide sustituyó al Congreso por una
Junta Nacional Instituyeme.40

IMPACTO DEL PLAN DE CASA MATA


Y ESTABLECIMIENTO DE LA DIPUTACIÓN DE SANTANDER

A inicios de 1823, el Imperio fue sacudido por un nuevo levantamiento surgi­


do en Veracruz, que esta vez selló su destino. El Plan de Casa Mata, un texto si­
milar al expuesto por De la Garza meses atrás, ahora logró profundas repercu­
siones en todo el país. En las Provincias Internas de Oriente fue secundado
por Ramos Arizpe, quien se atrajo la voluntad de las autoridades del Nuevo
Reino de León e intentó granjearse la adhesión de Gaspar López, el Coman­
dante General, quien, al carecer de apoyo, abandonó el escenario. Ramos Ariz­
pe logró la adhesión de las villas del norte del Nuevo Santander.41
Por su parte, Antonio López de Santa Anna, que se había pronunciado
en diciembre, transitó por el sur del Nuevo Santander y, aprovechando las
simpatías de esta provincia al Plan de Casa Mata, de paso autorizó al ayunta­
miento de Altamira la fundación de la ciudad y puerto de Tampico, una de
las mayores expectativas económicas de la provincia desde las postrimerías
coloniales. El movimiento coincidió con una fuerte efervescencia política en
el Nuevo Santander, al recibirse por entonces el decreto del 25 de febrero
de 1823, por medio del cual Iturbide daba vigencia a los acuerdos del 20 y
21 de junio del año anterior del Congreso nacional, en los que se permitía
la creación de una Diputación Provincial en la villa de San Carlos con el
nombre de Nuevo Santander,42 avalada el 22 de abril, por el Congreso como
separada de la diputación que se reconoció para ser establecida en Nuevo
León y Coahuila-Tejas.43 Naturalmente, esta medida no varió las lealtades de
esta provincia, la que consideraba tener pleno derecho a su autonomía. Así
las cosas, desde febrero, la villa de Tula se adhirió al Plan de Casa Mata,

M Proclama del Anastasio Bustamante, comandante de las Provincias Internas, México,


1822, caja 67, esp. 11, ahs.
40 Vázquez, 2000, p. 530.
41 Jáuregui, 2000, p. 3.
42 Decreto de febrero 25 de 1823, Primera Secretaría de Estado, Sección de Gobierno, Mé­
xico, José del Valle, en Diputaciones Provinciales, en Decreto del Congreso Constituyente decla­
rando vigentes los acuerdos de 20 y 21 de junio último para la instalación de las Diputaciones de
Provincias en las Internas de Oriente, Gobernación, legajo 21, caja 2, exp. 21, 1823, acn.
45 Decreto de abril 22 de 1823, Primera Secretaría de Estado, Sección de Gobierno, en Di­
putaciones Provinciales. Decreto del Congreso sobre reinstalación de la Diputación Provincial de
Nuevo León y Coahuila y Tejas componiéndola los individuos que estaban elegidos, Gobernación,
legajo 21, exp. 9, 1823, agn.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 431

mientras que en Aguayo y otras poblaciones de la provincia lo hicieron ha­


cia el 10 de marzo.44
La nueva Diputación no se estableció en San Carlos sino en Aguayo, el 9 de
abril de 1823, con lo que se atizaron las rivalidades entre ambas poblaciones.
Sólo que ahora la Diputación se arrogó el título de ‘junta suprema de gobier­
no”, en tanto no se reuniera nuevamente el Congreso nacional, para subrayar
sus aspiraciones autonomistas. Formaron parte de esta diputación José Anto­
nio Gutiérrez de Lara, quien regresaba del Congreso nacional y poseía el car­
go de cura de Linares; Pedro Paredes y Serna, un hacendado del sur de la pro­
vincia interesado en la habilitación portuaria de la barra de Tampico; José
Manuel de Zozaya, un prominente hacendado del centro de la provincia; y
Juan Francisco. Gutiérrez, vecino de Tula, Ignacio Peña, vecino de Mier, Juan
Bautista de la Garza, vecino de Cruillas, y Lucas de la Garza, vecino de San Car­
los. Como diputados suplentes fungieron José Antonio Guzmán, vecino de
Cruillas, yjoaquín Benítez, vecino de Cerro de Santiago, con antecedentes de
insurgente en 1811.
Aparte de los enconos localistas, el funcionamiento de la nueva Diputa­
ción Provincial estuvo inmerso en fuertes tensiones y conflictos, producto de
que por vez primera los actores locales dirimían de manera oficial sus diferen­
cias y las presiones deljefe Político y comandante militar local, quien presidía
las reuniones, ejerciendo tal influencia y poder que, según un contemporáneo,
era “tan pleno y absoluto como el que tuvieron los papas sobre los monarcas
cristianos hacia la Edad Media”.45 Por tal motivo, la Diputación apenas desem­
peñó “un simulacro legislativo [...] con bien pocas o ningunas prerrogativas
respecto a su soberanía”.46
Como se ha dicho, la primera Diputación Provincial fue manejada a vo­
luntad por Felipe de la Garza y después sometida al escrutinio de Pedrojo­
sé de Lanuza, quien tras pacificar la provincia transmitió la jefatura política
y militar al coronel Juan de Echeandía, dejando éste el mando en abril de
1823 en manos del teniente coronel José Antonio Flores, un breve lapso,
pues para mayo se dejaba sentir nuevamente la influencia de Felipe de la
Garza, quien como Comandante de las Provincias Internas de Oriente, pudo
influir para que la jefatura política de la provincia la asumiera José Manuel
Zozaya.47
Esta etapa se caracterizó por el hecho grave de interrumpirse la apelación
judicial con la antigua Audiencia de México, al asumir la misma Diputación la

44 SaldIvar, 1945, p. 155.


45 Esta cita procede de Toribio de la Torre y coautores, quienes, por ser contemporáneos a
esta época, hicieron esta importante anotación sobre el funcionamiento de la diputación provin­
cial con el inconveniente de que es lamentablemente demasiado difusa (aquí es necesario recor­
dar que no contamos con el archivo de la diputación).
46 Torre, 1986, p. 111.
47 Saldívar, 1945, pp. 302-303; Zorrilla, 1979, p. 17.
432 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

responsabilidad judicial respecto a los asuntos de toda la provincia, juzgando


en primera y segunda instancia y emitiendo sentencias definitivas. Esto provo­
có “un semillero de discordias y frecuentes e insípidas reconvenciones a los
funcionarios de los pueblos, que todos los negocios tenían que elevarlos en
consulta a la corporación legislativa”.48
Por si no fueran suficientes los problemas, apenas instalada la Diputación
en Aguayo, una parte de sus representantes se trasladó a San Carlos, la antigua
capital, y exigió se le reconociera su jerarquía. Los diputados proclives a la per­
manencia de la diputación en Aguayo recriminaron la conducta de la otra fac­
ción, acusándola de retrasar la organización del nuevo estado, acorde a la fran­
ca tendencia federalista que imperaba en todo el país.49

CONFLICTOS POR LA DEFINICIÓN INSTITUCIONAL

A la par de los problemas orgánicos en el funcionamiento de la Diputación


Provincial del Nuevo Santander, la profundización de la pugna entre San Car­
los y Aguayo mantuvo un ambiente de inestabilidad. Los pueblos de la provin­
cia tomaron parte en la contienda y apoyaron a una u otra, además de que sus
ayuntamientos se disputaron el poder con la diputación, lo cual provocó que
ésta fuera frecuentemente “insultada ya de oficio o en representaciones, efec­
to sin duda de una sociedad poco adelantada en la carrera de la civilización”.50
Incluso, algunas de las villas del norte de la provincia amenazaron que, de no
resolverse el conflicto, se sumarían al estado de Nuevo León. En efecto, la cru­
deza en el quehacer político pareció invadir a la mayoría de los actores en esta
etapa de formación de la entidad, en buena medida por la ausencia de mayo­
res niveles de educación y cultura entre sus habitantes, miembros de una socie­
dad rural con escasa experiencia política, pero con aspiraciones de autonomía;
según otro contemporáneo:

48 Torre, 1986, pp. 111-112; el problema de la administración de lajusticia que se experi­


mentaba en las Provincias Internas de Oriente fue ventilado en el congreso general en la sesión
del 4 de junio de 1822 por el señor Arizpe, diputado del Nuevo Reino de León, al sugerir que se
les proveyera “cuanto antes” de letrados y juzgados de primera instancia, para evitar demoras y de­
saciertos en la administración de lajusticia. Sesión del 4 de junio de 1822, Mateos, 1877, p. 536.
49 En la parte sustancial de su recriminación, los diputados situados en Aguayo aseveraron:
"caminábamos con paso acelerado a nuestra felicidad [... ] y al nombrarse la legislatura del estado
aparece una facción que haciéndonos aparecer ridículos nos degrada. Rota la unión y armonía sus­
pende el paso majestuoso con que hasta entonces imperturbable caminaba el estado a ponerse en
el rango de otros. Por una coalición premeditada se turba el orden. Empeñados tenazmente en su­
jetar el estado a su capricho y en que constituya conforme a sus ideas y particulares miras no pier­
de ocasión de excitar discordias y retardar así nuestra constitución”; fragmento de la proclama de
los diputados situados en Aguayo, citada por García García, 1997, pp. 134-135.
50 Torre, 1986, p. 111.
AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 433

Yo convengo de luego en que las luces no hicieron aquí [el Nuevo Santander] los pro­
gresos que en otros Estados. Abrumados con el peso de la tiranía, los habitantes de
este Estado apenas cuidaron de su conservación. Sin relaciones, sin establecimientos,
no ya científicos sino aun de las primeras letras, no pudieron adquirir ilustración [... ]
[sin embargo], apenas se promulgó el año de 20 la Constitución española, cuando el
aldeano más inculto citaba con oportunidad los textos que favorecen a la libertad y
seguridad individual. A cada paso se observó desde entonces en los juzgados que ya
no se dejan conducir a antojo ajeno. Reflexionan, dudan, comparan, instan, y es pre­
ciso el convencimiento para que cedan. De esto se concluye que los tamaulipenses sa­
ben las relaciones que han de tener las leyes y los objetos de estas relaciones.51

Y mientras esto ocurría en el Nuevo Santander, el ambiente político de las


tres restantes Provincias Internas de Oriente también estaba inmerso en un in­
tenso juego de fuerzas políticas, con la diferencia de que sobre ellas incidían
las poderosas influencias del padre Ramos Arizpe y de fray Servando Teresa de
Mier, dos personajes que desplegaban una intensa actividad en el Congreso na­
cional. Para Ramos Arizpe no existía duda de que Saltillo debería predominar
como la cabecera política y administrativa de las Provincias Internas de Orien­
te. Teresa de Mier, a fin de contrarrestar los propósitos del impetuoso coahui­
lense, recomendó el nombramiento de Felipe de la Garza —ya reivindicado—
como comandante de dichas provincias, pero que al llegar ésste a cumplir sus
funciones, se sumaría a Ramos Arizpe, lo que acabó por acelerar el proceso de
fragmentación del noreste en entidades autónomas.
Desde su posición, De la Garza intervino en mayo de 1823 para que el go­
bierno del Nuevo Santander recayera, como se ha señalado, en Zozaya, lo que
significó el apoyo al grupo opuesto a sus enemigos y quien hizo trasladar la Di­
putación Provincial de Aguayo a San Carlos. Los acontecimientos se acelera­
ron cuando del ayuntamiento de San Carlos recibió el 7 de junio sendos plie­
gos de la Diputación Provincial de Guadalajara y del ayuntamiento de Saltillo,
en los que se le convocaba a sumarse a presionar la elección de un nuevo con­
greso, para que se estableciera una república federal. El ayuntamiento se adhi­
rió a la propuesta, como también lo hizo la Diputación Provincial tan pronto
fue notificada,52 sin agregar ninguna otra consideración.
Por el contrario, con el ánimo de insistir en la preminencia de la villa de
Aguayo, el 16 de junio su ayuntamiento y vecindario se reunieron para fijar su
propia posición; tenían a la vista la copia de la proclamación de Monterrey a
favor del sistema federal, así como la comunicación del general Santa Anna

51 Derecho, 1824, pp. 2 y 5.


52 Aceptación del sistema federal de gobierno aclamada por las autoridades, clero y vecinda­
rio de San Carlos, Tamaulipas, el día 7 de junio de 1823, Zorrilla, 1978, pp. 29-33; copias origina­
les de la notificación de este suceso y del acta correspondiente se localizan en la caja 67, exp. 13 y
la caja 60, exp. 19 del ahs.
434 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

desde San Luis Potosí, en la que se manifestaba igualmente por la federación.


Por tanto, se resolvió “sin violencia y con toda espontaneidad por el gobierno
republicano federativo, “como el de los Estados Unidos, salvo los artículos de
religión”. Sin embargo, lajunta de Aguayo no se limitó a manifestar su apoyo
a este modelo político, sino que insistió en reafirmar la autonomía política de
la provincia y exponer su interpretación del sistema federal:

1. Que la provincia de Santander o de Las Tamaulipas, a que dicho Aguayo perte­


nece, jamás sea dependiente de otra alguna provincia.
2. Que en consecuencia, todo el gobierno de Las Tamaulipas esté reconcen­
trado en toda esta provincia, sin recurso ni apelación fuera.
3. Que por lo mismo haya en ella un gobierno supremo en lo político, guber­
nativo, económico yjudicial, y que ninguno de sus gobernantes exista fuera de ella
con ejercicio de su jurisdicción.
4. Que en todo se guarden las leyes naturales de la sociedad y derecho de gen­
tes en la libertad e igualdad civil y defensa y protección de toda propiedad.
5. Que reconoce por centro de reunión al actual supremo gobierno Ejecuti­
vo de la nación, Ínterin el futuro Congreso sanciona el que debe existir e igual­
mente reconoce para la convocatoria del futuro Congreso al actual mexicano, en
el meollo y forma que le reconocen en su mayoría las provincias de esta América
Septentrional.
6. Que unajunta compuesta de tantos diputados cuantos lugares tiene la pro­
vincia con ayuntamiento, eligiendo éstos un individuo de su seno o fuera de él, pe­
ro vecino o nativo de aquél lugar, resuelva de pronto cuanto sea concerniente a sis­
temar un gobierno interior legítimamente autorizado, Ínterin el futuro Congreso
nacional se convoca, se reúna y legisla.
7. Que dicha junta o asamblea general convocada o reunida a la mayor breve­
dad no se disuelva sin dejar cimentado dicho gobierno interior, elegidos y posesio­
nados los que hayan de gobernar interinamente.
8. Por último, que jamás se reúnan los poderes legislativo, ejecutivo yjudicial,
ni los tres ni dos de ellos, mucho menos en el Ejecutivo el político-económico-gu­
bernativo con el militar, ni éste con el judicial.53

Como es evidente, los acuerdos tomados en Aguayo planteaban el meca­


nismo para la organización local de la futura entidad federativa, así como el di­
seño de una estrategia para que esta villa recuperara la centralidad política.
Además, denotaba cómo se organizaba políticamente el conglomerado fami­
liar de los Fernández, el principal grupo protagónico de esta localidad, entre
los que destacaban José Indalecio Fernández, presidente del ayuntamiento, y
el párroco y doctor en teología José Eustaquio Fernández, personaje recono­

53 Acuerdos del ayuntamiento, vecindario y cura párroco de la villa de Aguayo, junio 16 de


1823, Imprenta de Estrada en San Luis Potosí, LA.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 435

cido “por su virtud y conocimientos, [quien] sostuvo una lucha obstinada con­
tra el partido de la oposición [San Carlos], [logrando] con su elocuencia con­
servar la soberanía del departamento [provincia] en paralelo con los demás es­
tados que compusieron la Confederación Mexicana”.54
En los acuerdos de Aguayo se planteó igualmente y por vez primera la per­
muta del nombre de la provincia del Nuevo Santander por el de Las Tamauli­
pas, en honor a las dos sierras costeras del centro de la entidad. El cambio en­
trañaba algo más que una referencia geográfica, tenía que ver con la creación
de un nuevo símbolo de identidad local, cuya nomenclatura remitía a los orí­
genes precolombinos y se contraponía deliberadamente al nombre de la pro­
vincia de clara filiación hispánica, es decir, se pretendía mexicanizarlo y mar­
car su impronta de identificación, para dar mayor seguridad a sus habitantes
ante el proceso de diferenciación política en el que se encontraba inmersa la
entidad dentro del contexto regional del noreste, ya que aún estaban latentes
las tendencias para que permaneciera íntegra la antigua unidad colonial de las
Provincias Internas de Oriente.55
Como preparativos para formalizar la estructura federal, la Diputación
Provincial formó una comisión para diseñar el número de partidos y por tanto
el numero de electores primarios y secundarios que deberían de tener, según
los lincamientos de la Constitución de Cádiz en materia electoral. Seis fueron
los partidos (San Carlos, Santander, Mier, Altamira, Aguayo y Tula) con 67 434
habitantes, y todos ellos con una población más o menos proporcional que
rondaba los diez mil habitantes cada uno. A esa base poblacional le correspon­
día un elector primario por cada 500 personas, de tal forma que el número de
electores primarios era casi el mismo para cada uno de los partidos (alrededor
de 20), los que al final alcanzaban un elector secundario en lo individual, esto
es, seis en total.56
Y en cuanto a las directrices políticas por seguir, dada la convocatoria pa­
ra elegir al congreso constituyente nacional, el nuevo jefe político de la pro­

54 Torre, 1986, p. 112.


55 En lo personal no me queda la menor duda de que el promotor del cambio de nombre
de la provincia fue Eustaquio Fernández, hombre ilustrado y conocedor de la historia, quien evi­
dentemente tenía clara conciencia del valor simbólico y político de esta permuta. Esto se confir­
ma en la anotación que hicieron Toribio de la Torre y coautores al decir que “el doctor José Eus­
taquio Fernández aseguró que uno de los religiosos franciscanos que fue encargado de predicar
el evangelio a las tribus de departamento hacia la época de la conquista de México se internó por
la costa hasta la Florida (Estados Unidos), donde encontró pueblos llamados Olivas, de los que ca­
tequizados trajo una colonia que estableció al fin de la Baja-Tamaulipa”, p. 234. Naturalmente que
las investigaciones históricas, etnohistóricas y arqueológicas recientes han acabado por precisar es­
ta información que sólo tiene imprecisiones de contexto, al haber sido tomadas de la obra de
Agustín Vetancourt, Teatro Americano, escrita a fines del siglo xvn.
56 Informe de la comisión sobre la distribución de partidos en la provincia del Nuevo San­
tander, villa capital de San Carlos, julio 18 de 1823, Juan Bautista de la Garza, José Ignacio Peña,
Prieto Collection, NLB-LAL-Utx.
436 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

vincia, Juan Francisco Gutiérrez, lanzó una convocatoria a los ayuntamientos


y vecindarios de los pueblos el 6 de octubre de 1823 para que expresaran su
“voluntad sobre la forma de gobierno que quieran”, nombrando enseguida a
un apoderado “a pluralidad de votos”, procurándose que fuera un individuo
“afecto a la independencia y de sentimientos liberales”, quien representaría a
su pueblo en la firma de una “acta constitucional” a realizarse en el marco de
una “junta general de la provincia”, el 1 de enero de 1824.57 Aunque el docu­
mento no expresaba claramente el tipo de gobierno, sus términos indican
que se trató de un referéndum, instrumentado para aprobar la adhesión al sis­
tema federal.58
El nombramiento de Gutiérrez significó un nuevo giro a favor de la villa
de Aguayo como cabecera política de la entidad, pues lajunu general de la
provincia debería haberse insulado en San Carlos.59 El ayuntamiento de San
Carlos intentó retener la capitalidad, al nombrar como jefe político, con el
apoyo de Felipe de la Garza, a José Lino Perea, vocal segundo de la DipuU­
ción.60 La pugna significó la preminencia de la mayoría de los miembros de la
DipuUción, al desconocer a Perea y ponerle un alto a De la Garza, quien ha­
bía regresado de Monterrey al dejar la comandancia de las Provincias Internas
de Oriente. Gutiérrez tuvo que retornar al frente de la jefatura política para
eviur disturbios en la DipuUción.
En la esfera nacional, tras el derrocamiento de Iturbide, el Congreso reins-
Ulado fue dominado por el debate para establecer un sistema de gobierno re­
publicano, represenutivo y federal. Así, para el 7 de noviembre de 1823 que­
dó conformado un Congreso Constituyente, que en enero 29 de 1824, con la
represenUción de las provincias reconocidas como nuevas entidades federati­
vas, firmó el Acu Constitutiva de la Federación Mexicana. Por el Nuevo San­
tander la firmó el dipuudo Pedro Paredes y Serna, reconociéndose oficial­
mente a “Las Tamaulipas” como nombre oficial que adquiría la entidad. El
paso siguiente fue la aprobación de las instrucciones relativas al nombramien­
to de su legislatura constituyente, girada el 7 de febrero de 1824. Tres días des­
pués, la provincia fue declarada Esudo Libre y Soberano de Las Tamaulipas,
borrándose el nombre de Nuevo SanUnder, “para que ni los nombres conser­
varan el recuerdo de los males de nuestra servidumbre”, según un contempo­
ráneo,61 lo que confirmaba el empeño de construir un nuevo referente cívico
de identidad.
La culminación positiva de! proceso de autonomía del Nuevo SanUnder-
Las Tamaulipas originó acalorados debates en el Congreso, ya que la Dipuu-

67 Convocatoria del Gobierno Político de SanUnder, s.l„ octubre 6 de 1823, Zorrilla, 1978,
pp. 37-39.
58 Opinión del jurisculto e historiador Juan Fidel Zorrilla, ibid., p. 35.
59 Torre, 1986, p. 112.
60 Saldívar, 1945, p. 304.
61 Torre, 1986, p. 112.
AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 437

ción Provincial radicada en Monterrey aún apelaba a que se respetaran las ju­
risdicciones administrativas coloniales como la base legítima para erigir una
nueva entidad federativa, que en todo caso debería ser “Estado Interno de
Oriente”. Sin embargo, ya para entonces la propia praxis política, que se había
seguido al interior de las distintas provincias del noreste para resolver sus pro­
pios asuntos, volvió obsoletos estos propósitos. La consecuencia fue que la an­
tigua unidad colonial acabó por fracturarse completamente, al ser reconocido
Nuevo León en lo individual como estado de la federación el 7 de mayo y po­
co después Coahuila-Tejas.

ESTABLECIMIENTO DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS

La instalación de la legislatura constituyente no estuvo exenta de un nuevo


enfrentamiento entre San Carlos y Aguayo para que en alguna de ellas se ins­
talara este órgano de gobierno. El hecho de que se hubiera decidido la elec­
ción de una tercera población para evitar males mayores nos habla de la cre­
ciente escalada de este conflicto. En efecto, fue en la villa de Padilla, situada
en medio y equidistante de aquellas dos, donde se reunieron los representan­
tes. Ya instalados allí, el 7 de julio de 1824, el jefe político, Juan Francisco Gu­
tiérrez, expidió un decreto para declarar que cesaban las funciones de la Di­
putación Provincial y se iniciaban los trabajos del congreso constituyente del
estado de Las Tamaulipas (o simplemente Tamaulipas, como por uso común
después se le llamó), cuya misión sería redactar la Constitución política local
y la organización del nuevo gobierno de la entidad.
Los diputados titulares de la legislatura fueron José Antonio Gutiérrez de
Lara, José Eustaquio Fernández, Juan Echeandía, Miguel de la Garza, José An­
tonio Barón y Raga, José Ignacio Gil, José Feliciano Ortiz, Juan Nepomuceno de
la Barrera, Francisco María de la Garza, Rafael Benavides y Venustiano Guerra.
Como suplentes fungieron Felipe de Lagos, José Vicente Pérez, Juan Bautista de
la Garza yjosé Antonio Gutiérrez de Lara. La presencia del doctor Fernández
y de José Indalecio Fernández, quien ocuparía la presidencia del tribunal suple­
torio de justicia, nos indica que el grupo político afín al conglomerado familiar
de los Fernández tomó una firme posición en esta etapa clave de la formación
del estado. Por el contrario, De la Garza no logró incorporar a sus partidarios,
aunque conservó la comandancia militar de la entidad; así lo indica, cuando al
conducir a Agustín de Iturbide a Padilla se refirió al Congreso local como “la
Honorable Asamblea, compuesta en su mayoría de enemigos míos”.62 *Un se­
gundo grupo familiar presente en el gobierno inicial de Tamaulipas fue el re­
presentado por los hermanos Gutiérrez de Lara.

62 Felipe de la Garza al ministro de Guerra, Soto la Marina, agosto 13 de 1824, Riva Palacio,
1984, pp. 107-109.
438 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Un episodio de gran importancia para poner a prueba la definición insti­


tucional del naciente estado de Tamaulipas ocurrió a doce días de instalada la
legislatura, al tener que tomar una decisión ante la inesperada presencia del
ex emperador.63 Iturbide había permanecido exilado en Italia hasta que deci­
dió retornar al país en la primavera de 1824, vía Inglaterra. Sin embargo, en
México se había satanizado su actuación y hasta se le atribuyeron ligas con la
Santa Alianza para restaurar el dominio español, siendo declarado fuera de la
ley y condenado a morir sumariamente al tocar territorio nacional.64 Por en­
contrarse en camino, Iturbide desconocía el decreto de proscripción que pe­
saba sobre él, lo que indica que su retorno se había basado en cálculos erró­
neos sobre la situación política del país, al querer ofrecer su esfuerzo para
consolidar la independencia nacional. La elección de desembarcar en la barra
de Santander el 15 de julio fue otro grave error, a pesar de su justificación pos­
terior de haber “querido venir a esta provincia porque era justamente la que
menos le quería, deseando evitar que un grito de cualquier zángano compro­
metiese la quietud y su existencia”.65 En este sitio residía precisamente Felipe
de la Garza, el primer opositor al Imperio en 1822, quien lo hizo prisionero y
en un primer momento se inclinó por aplicarle sin mayor trámite el decreto de
proscripción. Después de meditar las posibles consecuencias de cargar con to­
da la responsabilidad, acabó por transmitir ese compromiso a la legislatura
que ya sesionaba en Padilla, engañando a Iturbide con delegarle el mando de
la tropa, con lo que el jefe tamaulipeco quería ganar tiempo, ya que en reali­
dad estaba empeñado en cumplir los designios del Congreso general.
la noticia de que Iturbide ingresaría a Padilla como comandante militar
de Tamaulipas cimbró a la legislatura, que estuvo a punto de disolverse. Sin
embargo, pronto quedó clara la estratagema de De la Garza, al reaprehender
al ex emperador e ingresar con él a la capital. Así, y contando con su apoyo, la
legislatura procedió a deliberar, haciendo el quorum con dos de los diputados
sustitutos, uno de ellos José Bernardo Gutiérrez de Lara, quien había sido
nombrado gobernador del estado, pero aún no ocupaba su cargo. Los nueve
diputados del congreso de Tamaulipas realizaron cuatro sesiones extraordina­
rias en las que se consideró que la ley federal del 28 de abril del año en curso,
declarando a Iturbide fuera de la ley, no permitía una interpretación alterna
y por tanto debería cumplirse. Sólo dos diputados estuvieron en contra, uno
de ellos el presidente de la legislatura, el presbítero José Antonio Gutiérrez de
Lara, quien actuó como confesor de Iturbide. Enseguida, De la Garza cumplió

65 Sin duda, un libro de indispensable consulta para conocer cada uno de los pormenores
de este dramático suceso histórico es el de Zorrilla, 1969.
64 Extracto de las sesiones del Congreso General en que se declaró a D. Agustín de Iturbide
fuera de la ley, Riva Palacio, 1984, p. 106; véase además el capítulo “Satanización y muerte”, Anna,
1991, pp. 231-254.
65 Felipe de la Garza al Ministro de Guerra, Soto la Marina, agosto 13 de 1824, Riva Paiacio,
1963, pp. 107-109.
AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 439

el acuerdo, a pesar de no haberse realizado una “declaración y otros requisi­


tos, porque la ternura general podía aventurar el castigo si se demoraba”, se­
gún afirmó este comandante.66 Finalmente, y tras haber sido notificado para
prepararse a morir ese mismo día, Iturbide fue fusilado la tarde del 19 de ju­
lio del 824.67
Superado este tremendo escollo, comenzó la marcha formal del gobierno
estatal y el segundo semestre de 1824 se caracterizó por una sorda lucha por
el poder, en la que paulatina pero inexorablemente el gobernador fue per­
diendo terreno frente a sus opositores, bajo el liderazgo de José Eustaquio
Fernández. En contra de Gutiérrez de Lara se acumuló el hecho de que, al re­
correr las villas del norte, permitió que sus émulos se apoderaran del congre­
so, que se trabó en un conflicto con las autoridades del Refugio por aplicar la
pena de muerte a Dolores Quiroz, un bandido de mala reputación, pero so­
bre todo por cumplir las disposiciones del gobierno nacional para separar de
la aduana marítima a su administrador, Joaquín Durán. Además se utilizó con­
tra el gobernador el haber recibido en noviembre de 1824 el nombramiento
de coronel veterano de la milicia activa de Tamaulipas, lo que sirvió para de­
cir que no podía desempeñar dos cargos incompatibles. Fernández hizo pu­
blicar un libelo en la ciudad de México, que tituló Levantamiento de un general
en Las Tamaulipas contra la República o muerto que se le aparece al gobierno en aquél
Estado, en el que lo denostaba duramente con “su acostumbrado magisterio”
doctoral, describiendo al gobernador como “bárbaro que pretendiendo fun­
gir de militar, de legislador y de magistrado, carece a un propio tiempo de las
virtudes anexas a tales caracteres”, y de que se trataba de un “político sin prin­
cipios, juez sin literatura, militar sin subordinación y cruel por esencia”.68 Na­
turalmente, estas afirmaciones minaron la postura de Gutiérrez de Lara, im­

66 Felipe de la Garza al ministro de Guerra, Padilla, julio 19 de 1824, Zorrilla, 1969, p. 131. ,
67 Extracto de las sesiones del Congreso del estado de Tamaulipas, reunido en la villa de Pa­
dilla, relativas a la ejecución de D. Agustín de Iturbide, Alamán, 1885, pp. 802-811. Para los acto­
res directos de este drama en Tamaulipas no existió el menor remordimiento por la aplicación de
la sentencia, a la que inscribieron en un acto político que favorecía la consolidación de la repúbli­
ca federal. Así lo demostraron las actitudes de Felipe de la Garza y la mayoría de los congresistas
locales; incluso, para un contemporáneo, la posición de De la Garza y los diputados no daba lugar
a dudas; “antes de entrar en sesión [la legislatura] se formó un conciliábulo dirigido por Garza en
que se fijó definitivamente la suerte del mártir de la patria; de manera, que ya cuando se entró en
el acuerdo, no fue más que a confirmar el crimen maliciosamente meditado por la Garza", Torre,
1986, p. 123. Para el gobernador Gutiérrez de Lara tampoco hubo nada que lamentar, como lo de­
mostró al decir: “comencé con efecto a ejercer las funciones peculiares del empleo y en su mismo
principio me estrené con el gravísimo y notable acaecimiento del ex emperador Yturbide, a quien
hice morir cristiana y militarmente con puntual arreglo a la Ley de la materia y a la sentencia de­
finitiva del honorable Congreso que lo condenó a sufrir esta pena. Los movimientos y trastornos
desastrosos de la tranquilidad pública en toda la nación que se precavieron con la ejecución de es­
ta medida son tan naturales y obvios, que estaría por demás especificarlos y encarecerlos", Breve
apología, 1827, p. 22.
68 Breve apología, 1827.
440 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

posibilitado para revertir la animadversión política de la legislatura, que aca­


bó por orillarlo a renunciar, al ser evidente al trasladarse la sede de los pode­
res estatales a Aguayo.
Con la renuncia de Gutiérrez de Lara, ocupó el cargo del ejecutivo el vi­
cegobernador, Enrique Camilo Suárez. En la propia legislatura se produjo una
fuerte sacudida, al dejar sus escaños los diputados Francisco María de la Gar­
za Leal, Venustiano Barragán, Antonio Barón y Raga y el presbítero José Anto­
nio Gutiérrez de Lara. También dejaron sus cargos Juan de Villatoro y Alexo
de Ruvalcaba, ministros del tribunal supletorio de justicia, así como Joaquín
Bosques, fiscal del mismo tribunal. Fue así que prácticamente quedó desman­
telado el grupo político que sustentaba al ex insurgente, quedando la vía libre
para que las principales posiciones del poder local las ocupara el grupo enca­
bezado por el conglomerado familiar de los Fernández y su clientela política,
cuyo eje giraba en torno a la villa de Aguayo.
Los trabajos del congreso constituyente del estado se dieron por termina­
dos en Padilla el 29 de enero de 1825, para reanudarse en Aguayo el 11 de fe­
brero siguiente. Enseguida, y a fin de proporcionar mayor categoría política a
esta población, se decretó el nombramiento de un segundo alcalde, amplián­
dose el ayuntamiento. Yacto seguido, para coronar con éxito la disputa por la
centralidad política de la entidad, se decretó formalmente, el 20 de abril de
ese año, la elevación de la villa a la categoría de ciudad, a la vez que se decidía
la permuta de su nombre, llamándose Victoria, en honor al primer presiden­
te de la república federal mexicana.

LA LABOR INSTITUCIONAL DEL CONGRESO

El quehacer legislativo del Congreso Constituyente de Tamaulipas se prolon­


gó hasta el 27 de agosto de 1825, y su intensa actividad se reflejó en los 39 de­
cretos expedidos y en la redacción de la Constitución política del estado, pro­
mulgada el 6 de mayo de 1825 por el vicegobernador Enrique Camilo Suárez.
La Constitución especificó que el estado se componía del espacio que había
pertenecido a la provincia del Nuevo Santander; señalado como miembro de
la “Confederación Mexicana” que el estado retendría para sí su “libertad y de­
rechos en lo que toca a su administración y gobierno interior”; esto denotaba
una concepción de confederalismo radical semejante en cierta forma al de Yu­
catán, según lo ha expuesto Josefina Zoraida Vázquez.69 El texto también rati­
ficó la adopción del sistema federal y la división estructural tripartita de los po­
deres del estado, así como los derechos y garantías individuales. En Tina
explícita normatividad declaró el respeto al libre tránsito, seguridad personal,
propiedad e igualdad de los individuos y, de manera muy especial, la libertad

69 Vázquez, 2000, p. 533.


AUTONOMÍA YDECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 441

de imprenta y por tanto la libre expresión de las ideas. En contraste con estos
amplios conceptos de libertad, la Constitución ratificó a la católica como reli­
gión tolerada en su territorio.70
La sistematización del poder judicial mereció largos debates del Congre­
so Constituyente. En principio se dispuso la formación de un tribunal suple­
torio de justicia, que haría las veces de máximo órgano en la materia en tanto
no se estableciera la Corte Suprema; con ello se daba por finalizado el anti­
guo sistema que canalizaba la apelación de los asuntos judiciales a la Audien­
cia de México. Se prohibió la interpretación sesgada de las leyes penales y se
nombraron funcionarios judiciales, especificando sus funciones.71 En la Cons­
titución se suprimió el tribunal provisional supletorio al crearse la Corte Su­
prema de Justicia y se determinó que, dado el ejercicio de la soberanía, todos
los negocios judiciales deberían decidirse dentro del estado hasta su último
recurso y en ningún caso podría haber más de tres sentencias definitivas. El
poder judicial se estructuró depositando su nivel primario en los alcaldes de
los pueblos, que actuarían como jueces conciliadores; pero en problemas de
índole judicial y civil era necesaria la participación de jueces calificados de
primera instancia. Para ello, en las cabeceras de los departamentos, se insta­
larían a partir de 1828 juzgados de primera instancia, autorizándose su com-
plementación con ‘jueces de hecho” —tipo jurado popular—, para determi­
nar si un reo era o no autor del delito que se le imputaba. Igualmente se
contempló la asistencia en cada cabecera de departamento de un “asesor le­
trado”, mismo que apoyaría, con base en el estudio de los casos y las leyes, las
decisiones del juez de primera instancia. En el tercer nivel, la Corte Suprema
quedó dividida en tres salas, las dos primeras compuestas por un magistrado
y dos colegas y la tercera por tres magistrados, con funcionamiento colegiado.
Según este sistema, las dos primeras salas veían casos de segunda y tercera ins­
tancia de apelación en materia penal y civil, así como casos de índole fiscal,
mientras que a la tercera le correspondía atender recursos de fuerza de los tri­
bunales eclesiásticos, problemas de competencia de los jueces de primera ins­
tancia, consultas por deudas, nulidad de sentencias ejecutorias y revisión de
asuntos de todos los juzgados.
La Constitución de 1825 determinó que en materia de tributación fiscal se
creara un modelo de recaudación basado en el principio proporcional “a los
haberes de los contribuyentes”, con la existencia de una sola contribución di­
recta. El texto aludió a la instrucción pública sistematizada en toda la entidad
a través de escuelas de primeras letras. También se elevó al rango constitucio­
nal la formación de las milicias del estado. Cabe señalar que al parecer el mo­
delo de inspiración de este texto fue la Constitución del estado de Jalisco, ex-

70 Constitución... Tamaulipas, 1825.


71 Decretos de agosto 18 y 20, septiembre 14 y 30 y octubre 1 de 1824, lbidtm, pp. 18-20,
23-25.
442 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

pedida en noviembre de 1824, siendo además una de las primeras siete que se
promulgaron en el país.72
A través de su obra legislativa, el Congreso para consolidar las institucio­
nes, se autoreglamentó,73 creó la secretaría del despacho como órgano de asis­
tencia directa del ejecutivo del estado, cuya firma autorizaba las resoluciones
de éste.74 Desde luego, los municipios merecieron especial atención median­
te una ley que especificaba las características de su composición, funciones y
los mecanismos electorales para su integración.75 Por la Constitución de 1825,
los ayuntamientos serían creados en pueblos en cuya comarca hubiese 2 000
habitantes, mientras que en los que tuvieran menor cantidad tendrían un me­
dio cabildo compuesto por un alcalde o más y un síndico procurador.
La mecánica electoral ocupó la atención del Congreso Constituyente, tra­
tando de establecer normas para los procesos de elección de representación
popular en todos los niveles de gobierno que, en gran medida, reproducían el
sistema establecido en la Constitución de Cádiz, es decir, con base en los elec­
tores primarios y secundarios de partidos. Para ello, la circunscripción territo­
rial aumentó de seis a 11 los partidos a partir de 182476 (véase cuadro 2).

72 Zorrilla, 1978, pp 19-20. La adaptación de un modelo externo y su adecuación al caso


particular de Tamaulipas ya había sido considerado de antemano por los actores de esta etapa de
la integración y definición política de la provincia, como bien lo asegura un autor anónimo pero
íntimamente involucrado en este proceso: "Pero se me dirá que aunque las Tamaulipas tengan al­
guna ilustración, no es la necesaria para formar leyes. Yo sin entrar en la cuestión lo permito y pre­
gunto ¿Cuántos hombre capaces de legislar contamos en la nación? ¿Cuántos hay que posean es­
ta ciencia difícil? Pues si en toda la nación apenas se encontrarán algunos ¿Qué mucho que aquí
se escaseen? Y esta falta de hombres de tanta ilustración será un obstáculo para constituirse el Es­
tado? Antes de responder pregunto ¿Hay ciudadanos virtuosos, honrados, amantes de su Patria,
sensibles a la humanidad, desinteresados y de discernimiento? Pues esto hasta Roma en su funda­
ción pidió leyes a la Grecia y después las dio a todo el mundo. Bien podría este Estado sin degra­
darse, imitando a otros, entresacar de las demás Constituciones lo que más acomode al genio y cos­
tumbres, de sus habitantes, a la localidad, extensión y demás del territorio. Pídase, si es preciso, a
otros la formación de las leyes, que aquí no faltan ciudadanos que las apliquen, ejecuten y refor­
men. Habrá errores, ¿Pero hay una legislación que haya estado exenta de ellos? Solo una legisla­
ción dictada por la sabiduría infinita sería perfecta y cabal. Las hechas por los hombres han de lle­
var desaciertos, que se van corrigiendo al paso que se van observando”, Derecho y necesidad de que
Las Tamaulipas, 1824, pp. 2-3. Para el jurista e historiador contemporáneo Juan Fidel Zorrilla, de
proclive tendencia liberal, el texto tuvo la virtud de que “considerando el tiempo de su promulga­
ción y la desorientación existente en materia de derechos públicos al independizarse el país, esti­
mando las influencias de los distintos sistemas de organización política imperantes en la época y
teniendo en cuenta la inexperiencia de los hombres de Estado en la práctica del federalismo,
nuestra primera Constitución merece ser evaluada como una obra de especial calidad jurídica y
de notable sentido humano y político”, Zorrilla, 1980, p. 28.
73 Reglamento para el gobierno interior del Congreso Constitucional del propio Estado, en
Colección... Tamaulipas, 1860, pp. 54-80.
74 Decreto de octubre 29 de 1824, respectivamente, ibid., pp. 27-28.
75 Decreto de diciembre 4 de 1824, ibid., pp. 30-38.
76 Decretos de agosto 13 y 14 y noviembre 7 de 1824, y mayo 25 de 1825, ibid., pp. 10-18, 29-
30 y 47.
AUTONOMÍA Y DECISIÓN FEDERALISTA EN LA CREACIÓN DEL ESTADO DE LAS TAMAULIPAS 443

Cuadro 2. División de partidos, sus cabeceras


y número de electores del Estado de Tamaulipas, 1825
Núm. de electores Núm. de electores
Cabeceras que toca Cabeceras que toca
de partido Pueblos a cada pueblo de partido Pueblos a cada pueblo

C. Victoria f C. Victoria 8 San Carlos 4


l Gúemez 2 San Nicolás 1
Cruillas Burgos 2
Altamira 3 Cruillas 1
Altamira Tampico 3 San Fernando 3
Presas 3
Camargo 6
' Orcasitas 5 Revilla Mier 2
Escandón Escandón 4 Revilla 4
• Llera 3 . Laredo 3

Sta. Bárbara Sta. Bárbara 9 Refugio Refugio 8


. Bal tazar 3 Reynosa 7

Tula Tula 13 Soto la Marina 2


Santillana 1
Jaumave 5 Santander Santander 4
Palmillas Palmillas 1 Padilla 1
Infantes 2 Croix 1
Hoyos Hoyos 7
Cerro
de Santiago 4
Fuente: Circular núm. 31 del Congreso del Estado, mayo 25 de 1825. IIH-UAT.

El Congreso Constituyente de Tamaulipas también decretó dos resolucio­


nes de carácter económico-fiscal, la creación de una administración a las sali­
nas que de manera común explotaban las villas del norte del estado, y el cobro
de un impuesto de 3% a los efectos extranjeros consumidos en la entidad; es­
to estaba destinado a obtener algún provecho al intenso comercio exterior en
los puertos de Tampico y El Refugio, donde el gobierno federal había estable­
cido en esos años aduanas marítimas para recaudar los impuestos federales de
importación y exportación,77
Antes de dar por concluidas sus funciones, el 27 de agosto de 1825, el Con­
greso Constituyente convocó a elecciones generales en el mes de julio. Éstas se
llevaron a cabo con serias dificultades, pues fueron anulados los comicios por
diversas razones en las poblaciones de Santander, Refugio, Cruillas, Ciudad
Victoria, Tula, Santa Bárbara, Escandón, Revilla, Reynosa y Palmillas, y tuvie­
ron que ser repetidas. No obstante, para el 21 de diciembre de ese año, el nue­
vo Congreso procedió a calificar las elecciones para gobernador, sin que nin­

77 Decretos de febrero 27 y junio 3 de 1825, ibid., pp. 41-42 y 49.


444 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

guno de los candidatos reuniera la mayoría requerida por la Constitución. De


esa manera, el Congreso votó a favor de Lucas Fernández como gobernador y
de José Manuel Zozaya como vicegobernador. Esto puso de manifiesto que la
vigencia cotidiana del federalismo en el nivel local no iba ser cosa sencilla;tan-
to por el protagonismo de la legislatura como por la influencia de los grupos
familiares dominantes y los personajes ligados al ejército.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO.
ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827

María del Carmen Salinas Sandoval


El Colegio Mexiquense

El Estado de México era uno de los más importantes dentro de los 19 estados
que formaban la federación en 1824. Su extenso territorio (120 800 km12) con­
servaba los límites de la antigua Intendencia de México: al norte, San Luis Po­
tosí, al sur, el océano Pacífico, al este, Veracruz, Puebla y Oaxaca, y al oeste
Querétaro y Michoacán. Era la entidad federativa más poblada del país, con
1 300 000 habitantes, 21% de la población total, y contaba con una mayoría in­
dígena (77%).' Disfrutaba de la tercera parte de la riqueza nacional, con sus
haciendas productivas y una minería que había sido próspera, reducida en for­
ma drástica por la guerra de independencia.
Los once años de la guerra afectaron profundamente a la Provincia de Mé­
xico, particularmente a la zona sur y la circundante a la ciudad de México. Fo­
ro de batallas y de lucha de guerrillas hasta 1821, en que el Ejército Trigaran-
te, desde Texcoco, exhortó a los habitantes de la capital a aceptar el Plan de las
Tres Garantías para conservar la emancipación mexicana.2 Aunque no sufrió
combates, su capital, la ciudad de México, simpatizó con el movimiento insur­
gente a través de grupos como los Guadalupes, que aspiraban a la autonomía'
que venía pidiendo su ayuntamiento. Ése fue un triunfo moral de los insurgen­
tes, sin enfrentamiento abierto con el orden colonial.3 Para octubre de 1821,
las ciudades y los pueblos con ayuntamientojuraron el Plan de Iguala y los Tra­
tados de Córdoba, que fundaban el nuevo estado soberano.4
Terminada la guerra, fue evidente la ruptura de la estructura política vi­
rreinal y de sus redes económicas. En la Provincia de México se conjuntaron

1 Además de los indígenas, le seguían en importancia los mestizos (10%), españoles (8.1%)
y mulatos (4.9%). A finales del siglo xvm, su población constituía seis ciudades, una villa, 1 228
pueblos, 824 haciendas, 871 ranchos y 31 reales de minas. “Conformación del Estado de México
de Gerardo Fuentes”, en Baranda, 1987, vol. I, p. 124. Jarquín y Herrejón, 1995, p. 87. Miño Gri-
jalva, 1987, p. 173.
2 Baranda, 1987, vol. I, pp. 43-84.
3 Guedea, 1992, pp. 127-171.
4 “Proclamación de la Independencia en la provincia de México de Javier Romero Quiroz”,
en Baranda, 1987, vol. I, pp. 81-84.

15
446 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

la inseguridad y el abandono de los caminos con la disminución en la produc­


ción agrícola y minera, y la decadencia del comercio.5 Las carencias del erario
y la obstrucción de los canales de recaudación obstaculizaron el funciona­
miento de la administración y la físcalidad.6 La desorganización convirtió la
búsqueda de un nuevo sistema de gobierno, meta de las provincias en general,
en un objetivo secundario para la provincia, que ante todo aspiraba a lograr la
paz pública. Después de la experiencia del efímero Imperio de Iturbide, arri­
bó cautelosamente a la vía republicana federal por los cambios a su situación
privilegiada durante la Colonia.
Para historiar el proceso del federalismo en la Provincia de México, este
capítulo abordará su situación a la caída de Iturbide, la organización de los po­
deres estatales, los obstáculos del primer gobierno, las confrontaciones entre
los poderes estatales y federales, la situación financiera y la organización mu­
nicipal, con un interrogante común: ¿Cómo se construyó legal y administrati­
vamente una entidad federativa que se había visto orillada a adoptar el sistema
federal, como una solución indispensable para lograr la unidad nacional?

I. LA PROVINCIA DE MÉXICO A LA CAÍDA DE ITURBIDE

En 1812, el Imperio español se convirtió en una monarquía constitucional al


promulgarse la Constitución de Cádiz. De acuerdo con sus dictados, en julio
de 1814 quedó constituida la Diputación Provincial de Nueva España para
las intendencias de México, Oaxaca, Michoacán, Veracruz y Puebla, y los te­
rritorios de Querétaro y Tlaxcala.7 La nueva institución representativa ape­
nas pudo funcionar pues, un mes más tarde, Fernando VII abolía la Consti­
tución. El restablecimiento de su vigencia en marzo de 1820 permitió que la
Diputación se reinstalara en julio de ese año, con los mismos diputados, en
su mayoría.8

5 Rosenzweic, 1987, p. 213.


6 Marichal, 1994, vol. I, pp. 106-107.
7 En julio de 1814, la Diputación Provincial de Nueva España debía contar con siete diputa­
dos propietarios, tres suplentes, el jefe político superior, que era el virrey Félix María Calleja y el
intendente Ramón Gutiérrez del Mazo. De ellos concurrieron: José Ángel Gazano por México, Pe­
dro Acevedo y Calderón por Querétaro, José Daza y Artazo por Tlaxacala, Juan Bautista Lobo por
México pero provisionalmente por Oaxaca, Ignacio García Illueca suplente por México, el Virrey
y el Intendente. Herrejón, 1988, pp. 195-196.
8 El 18 de septiembre de 1820 se eligieron los integrantes de la Diputación Provincial de
Nueva España. Permanecieron el virrey Apodaca y el intendente Gutiérrez del Mazo; a ellos se
agregaron Miguel Guridi y Alcocer por Tlaxcala, José María Fagoaga por México, Juan Wenceslao
Barquera por Querétaro, reingresabajuan Bautista Lobo pero ahora por Veracruz. Después ingre­
saron Francisco Ignacio Mimiaga por Oaxaca, Patricio Furlong por Puebla, Juan Pastor Morales
por Valladolid. Por enfermedad de Patricio Furlong, lo suplió José Ignacio García Illuca. Herre­
jón, 1988, pp. 197-198.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 447

En su ejercicio de 102 sesiones hasta la consumación de la independencia


(septiembre de 1821), la Diputación atendió 1 250 asuntos, entre los que des­
tacaron los referentes a los ayuntamientos (32%), la organización interna de la
Diputación (9.6%), la tributación (7%) y los problemas por tierras de los pue­
blos (6.4%).9 Intentó observar los principios liberales, de igualdad y ciudada­
nía ante la ley, el castigo al abuso de poder de los funcionarios y la libertad de
imprenta. A pesar de que se debilitaron los lazos de la Nueva España con la me­
trópoli por la lucha independentista, permaneció la huella profunda que había
producido la aplicación de la Constitución de 1812. En la provincia provocó el
rompimiento definitivo entre el virrey Apodaca y la Diputación Provincial en
mayo de 1821, al acusarlo de violar la Constitución al suspender la libertad de
imprenta e impedir el avance del Ejército Trigarante. Al llegar el capitán gene­
ral yjefe político de Nueva España, Juan O’Donojú, la Diputación entabló con
él relaciones cordiales, y en septiembre pudo recibir a Agustín de Iturbide en
el Palacio Virreinal, en el que fue su último acto político, pues la Regencia es­
tablecería diputaciones en las provincias que había representado la Diputación
Provincial de Nueva España. Entre ellas se establecería la Diputación de Méxi­
co, para ocuparse del espacio que después integraría el Estado de México y de
cuyo‘funcionamiento derivaría su cultura política, inspirada de los principios
del liberalismo gaditano.10
Durante 1821 parecieron suspenderse momentáneamente las diferencias
de los mexicanos, ante la finalidad unificadora de la consumación de la inde­
pendencia. El Imperio mexicano representó (de junio de 1822 a marzo de
1823) una transición entre una situación colonial y la verdadera independen­
cia. La monarquía constitucional moderada de acuerdo con el Plan de Iguala
y los Tratados de Córdoba parecía responder a su herencia histórica. Para or­
ganizar el nuevo estado, Agustín de Iturbide nombró una Soberana Junta Pro­
visional Gubernativa con 31 miembros11 y ésta eligió a los cinco individuos que '
integraron la Regencia del Imperio, bajo la presidencia de Iturbide.
Durante el Imperio se perfilaron tres grupos políticos: los antiguos insur­
gentes, en su mayoría republicanos y descontentos ante la marginación que
sufrieron; los borbonistas, que favorecían el gobierno de la familia real, y los
iturbidistas. La mayoría de las autoridades de la Provincia de México se incli­
nó por la monarquía, a excepción del sur donde predominaba la tendencia
republicana.
La Regencia amplió la promesa de convocar a la elección del Congreso,
pero ésta se hizo por estamentos, con lo que resultó una representación des-

9 Herrejón, 1998, pp. 199-205.


10 Herrejón, 1988, pp. 195-218.
11 Cuatro miembros de la Diputación Provincial de Nueva España formaron parte, el 29 de
septiembre de 1821, de lajunta Provisional Gubernativa. Estos cuatro integrantes fueron: José Mi­
guel Guridi y Alcocer, José María Fagoaga, Juan Bautista Lobo e Ignacio García Illuca; Benson,
1994, p. 93; Anna, 1991, pp. 4&60.
448 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

proporcionada a la población de las provincias. Representaron a la Provincia


de México 29 diputados, es decir, la mayoría de la representación nacional
(29.2% de 99 diputados).12 El Congreso Constituyente se inauguró el 24 de fe­
brero de 1822 con una mayoría liberal, que no tardó en enfrentarse a Iturbi-
de por la residencia de la soberanía y su insistencia en limitar la autoridad del
Libertador. La inexperiencia llevó al Congreso a desgastarse en formalismos
sin cumplir con la tarea urgente de elaborar la Constitución y proveer las leyes
que ordenarían la administración, el ejército y la hacienda pública.
Aunque Iturbide fue nombrado Emperador, las limitaciones que le impu­
so el Congreso llegaron a imposibilitar el funcionamiento del Imperio. Ade­
más de combatirlo, algunos diputados conspiraron en su contra y terminaron
en prisión. Iturbide terminó por disolver el Congreso el 31 de octubre de
1822, y constituyó con algunos de sus miembros unajunta Nacional Instituyen-
te. Por la Provincia de México quedaron Joaquín Ramón yjosé Mariano Zar-
daneta. Algunos de los decretos destinados a fortalecer y estabilizar la hacien­
da pública afectaron a la provincia. Dado que el presupuesto para 1823 tenía
un déficit de seis millones de pesos, se dictó un impuesto especial de cuatro
reales al año a toda persona entre 14 y 70 años, con lo que México y Queréta­
ro pagarían 1.8 millones. También se impuso 40% sobre el valor de la propie­
dad, y se emitieron cuatro millones de pesos en papel moneda, que circularían
en 1823. Estas últimas medidas provocaron malestar, principalmente entre los
comerciantes de la ciudad de México.13
La disolución del Congreso serviría para que estallara el malestar acumu­
lado por la situación precaria del Imperio, y fue el pretexto para que, el 2 de
diciembre de 1822, Antonio López de Santa Anna desconociera al gobierno
de Iturbide y exigiera la restauración del Congreso, pronunciándose por la re­
pública,14 aunque el republicanismo se le atribuyó al ministro plenipotencia-

12 Condumex, fondo CCLXXV, carpeta 24, legajo 1173, docs. 8172-8176. Macune, 1978, p.
186, Anexo A. Los diputados electos por la Provincia de México al primer Congreso Constituyen­
te, que legislaron del 24 de febrero al 31 de octubre de 1822 y del 7 de marzo al 30 de octubre-de
1823, fueron: Propietarios: Juan José de Acha, José Mariano Aranda, Francisco Barrera Carragal,
Nicolás Campero, Vicente Carbajal, Manuel Carrasco, Manuel Cotero, oidor José María Fagoaga,
Antonio Eduardo Galicia, José Gorostieta, Cayetano Ibarra, Martín Inclán, Francisco Lombardo,
Miguel Muñoz, Melchor Múzquiz, José Ignacio Nájera, Joaquín Obregón, oidor Hipólito Oduar-
do, brigadier Juan Orbegoso, Francisco Ortega, Agustín Paz, Marqués de San Juan de Rayas (José
Mariano Zardaneta), Juan Antonio Rivas, doctor y maestro Joaquín Román, Francisco Manuel
Sánchez de Tagle, Juan de la Serna Echarte y Manuel Tejeda; suplentes: licenciadoJosé Ignacio Es­
pinosa, licenciado José María Iturralde y capitán Pablo Obregón. Véase el capítulo de Reynaldo
Sordo Cedeño en esta publicación.
15 Anna, 1991, pp. 121-122, 147-149. Gaceta del Gobierno Imperial de México, 31 de agosto de
1822, pp. 686-687.
14 Gaceta del Gobierno Imperial de México, 14 de diciembre de 1822, “Una carta de un oficial de
la división del brigadier Lobato a un amigo de la capital”. Se expuso en la carta: “Acabamos de re­
cibir una iniciativa donde Santa Anna asegura que todos los jefes y personas sensatas están de
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 449

rio de Colombia, Miguel Santa María. Los insurgentes del sur de la provincia
se inclinaban por la república, proclamada ya por algunos oficiales del Ejérci­
to detenidos en dos fragatas, en Acapulco.15 El gobierno imperial desestimó
la fuerza del movimiento, calificándolo como una simple “búsqueda de la
anarquía”.16
Vicente Guerrero, capitán general de las provincias del sur, y Nicolás Bra­
vo no se unieron al movimiento el 13 de enero de 1823; al decir de éste último:
“Ni pretendemos República, ni queremos designar la forma de gobierno que
nos adapta; somos conformes con cualquiera y aun con el mismo establecido,
siempre que sea legitimado por la Nación”.17 En varios puntos de la Provincia
de México tropas imperiales se fueron adhiriendo bajo el lema ¡Viva la libertad!
Al Mariscal José Antonio Echávarri, capitán general de las provincias de
Veracruz y Puebla, se le había ordenado someter a Santa Anna, pero su lenti­
tud permitió que las logias masónicas determinaran un nuevo acuerdo subver­
sivo firmado en Casa Mata el 1 de febrero de 1823. El nuevo plan exigía la elec­
ción de un nuevo Congreso de acuerdo con el sentir de las provincias. Aunque
el plan era obra de oficiales realistas, logró el apoyo de antiguos insurgentes re­
sidentes en diversas localidades de la Provincia de México (Cuautla, Chalco,
Yautepec, Mexcala, Amecameca y Toluca), por lo que Anastasio Bustamante
atribuyó el movimiento a la desorganización del Ejército, sugiriendo un au­
mento de la caballería para contener los pelotones de rebeldes que proclama­
ban el republicanismo.18
El Plan de Casa Mata respondía al anticentralismo provincial. Puesto que
las Diputaciones Provinciales pretendían su autonomía, hubo un amplio apo­
yo a su artículo décimo, que precisaba que cada una mantendría el control ad­
ministrativo de su respectiva provincia. La Diputación Provincial de México,
residente en la capital del Imperio, lamentó la desestabilización de la monar­
quía, pero el 26 de febrero se adhirió al plan puesto que mostraba hostilidad
hacia el Emperador y su gobierno. Deseosa de evitar una guerra civil, lo exhor­
tó el 1 de marzo de 1823 a reinstalar el Congreso como única solución. El po-

acuerdo con él, y que en ambas costas y en las sierras de Jalacingo y Tesiutlán, al mando del coro­
nel D, Francisco Gómez se ha proclamado el republicanismo, que cuenta con un pie de ejército
bien armado y mandado [... ] A mi jefe el Sr. Lobato le dice que proclame el republicanismo aquí,
como lo han hecho otros jefes o marche a unirse con él a Veracruz”.
15 agn, Gobernación, s/s, caja 48, exp. 11, docs. 10-11, “Oficio de Francisco Borgoa al Minis­
tro de Guerra para informarle sobre la conspiración de algunos oficiales, 28 de septiembre de
1822. Contestación del Ministro de Relaciones Interiores, 3 de diciembre de 1822”.
16 Condumex, Fondo CCLXXV, Carpeta 25, Leg. 1201, doc. 8271-8273, “Carta de Manuel
del Carmen de Ortega a Iturbide, 21 de diciembre de 1822”.
17 Condumex, Fondo CCLXXV, Folios 265-702, 1820-1824, caja II, carpeta 24, leg. 1153,
doc. 8083, “Carta de Nicolás Bravo al brigadier Antonio Berdejo, 13 de enero de 1823”.
18 Condumex, fondo CCLXXV, carpeta 26, legajos 1278-1279, docs. 8572 y 8575. Condumex,
fondo CCLXXV, carpeta 25, legajo 11221, doc. 8366, “Cartas diversas para informarle a Iturbide
sobre los movimientos militares que se realizan para contrarrestar la oposición”.
450 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

der del Emperador se reducía a la ciudad de México, gracias a los esfuerzos del
ayuntamiento por guardar el orden, resguardar los escasos recursos económi­
cos y atender los servicios públicos.19
Las razones para adherirse al plan fueron múltiples. Cada provincia tenía
la propia, pero todas respondían a una aspiración de autogobierno; según An­
na, “el meollo del asunto no era sólo la devolución del poder a las regiones, si­
no también la creación de un congreso que de manera más directa e inmedia­
ta reflejara las demandas e intereses de las regiones”.20 Como se adhirieron al
plan el Marqués de Vivanco en Puebla, la mayoría de las Diputaciones Provin­
ciales y el general Pedro Celestino Negrete, Decano del Consejo del Estado,
enviado por Iturbide para mediar con los sublevados, convenció al Emperador
de restablecer el Congreso el 4 de marzo. No obstante, como no se normalizó
la situación, abdicó la corona el 19 de marzo de 1823.21 El desconocimiento de
los Tratados de Córdoba por las Cortes españolas, la bancarrota, la inexperien­
cia política, la división de proyectos políticos y el resentimiento insurgente ha­
bían derrotado al Imperio.
El Plan de Casa Mata no mencionó un cambio en la forma de gobierno, y
fue lajunta Nacional Instituyente la que interpretó que en su intención esta­
ba sustituir el Imperio por la república. De todas maneras, como dice José Ba­
rragán, el federalismo mexicano se inició en el Acta de Casa Mata, que era la
“negación y anulación del propio Iturbide y su Imperio”. Cuatro hechos deri­
varon de ella: la reinstalación del Congreso, la convocatoria para elegir un
nuevo Congreso Constituyente, las proclamas de soberanía e independencia
de varias provincias, y la limitación de poderes impuesta a algunos diputados
del segundo Constituyente.22
El Congreso reinstalado se negó a ser convocante, y a fines de abril nombró
un triunvirato para ejercer el Supremo Poder Ejecutivo después se ocupó de la
renuncia de Iturbide, que calificó de innecesaria puesto que había sido ilegal la
existencia misma del Imperio. Derogados el Plan de Iguala y los Tratados de

19 Benson, 1994, pp. 133s-137. Macune, 1978, pp. 15 y 193-194. Los integrantes de la Diputación
Provincial de México entre el 9 de octubre de 1821 y el 4 de marzo de 1822 fueron: el mariscal de campo
Manuel Soto Riva como Jefe político Superior, Ramón Gutiérrez del Mazo como Intendente, co­
ronel Pedro Acevedo, licenciado José María Arteaga, licenciado Juan Wenceslao Barquera, licen­
ciado José Ignacio Espinosa, licenciado Francisco Ignacio Mimiaga, licenciado Mariano Primo de
Rivera y el capitán Pedro Pablo Vélez. Los integrantes de la Diputación Provincial de México entre el 5
de mano de 1822 y el 3 de agosto de 1823 fueron: el mariscal de campo Anastasio Bustamante como
Jefe Político Superior, Ramón Gutiérrez del Mazo como Intendente, Marqués de San Miguel de
Aguayo, licenciado Florentino Conejo, licenciado Benito José Guerra, Francisco Javier de Heras,
Manuel de Heras Soto Conde de Casa de Heras, doctor José María Luis Mora y mariscal de cam­
po Luis Quintanar. Lira, 1974, pp. 17-20.
20 Anna, 1991, p. 195.
21 Gaceta del Gobierno Imperial de México, 15 de marzo de 1823, pp. 135-138; 4 de marzo de
1823, pp. 111-112. Cuevas, 1947, pp. 381-385.
22 Barragán, 1978, p. 113.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 451

Córdoba, la nación quedaba libre para organizarse según le conviniera. Ante la


presión del Ejército reunido en Puebla, y de algunas provincias beligerantes, los
diputados tuvieron que emitir la convocatoria para un congreso constituyente,
única forma de controlar las manifestaciones autonomistas de algunas diputa­
ciones provinciales. El Congreso percibió que la convocatoria era “la general di­
visa” de las facciones combinadas: serviles, liberales, republicanos e imperiales.23
La acefalía temporal incidió en que varias provincias se autogobernaran.
La de México, empeñada en mantener su vieja posición de provincia dominan­
te, reconoció la autoridad del Congreso y del Triunvirato ejecutivo. Los inte­
grantes de la Diputación pertenecían al grupo borbonista de José María Fagoa­
ga, diputado de la Provincia de México en el primer Congreso Constituyente,
un liberal gaditano interesado en el mejoramiento de la educación, la adminis­
tración y la construcción de una moderna infraestructura en la ciudad de Mé­
xico.24 La Diputación Provincial no se constituyó como cuerpo legislativo inde­
pendiente, ni su jefe político interino, Melchor Múzquiz (nombrado para ese
cargo el 8 de diciembre de 1823 en sustitución de Francisco Molinos del Cam-
po), se convirtió en su Ejecutivo, como en otras provincias.25
El Congreso restablecido estaba integrado por 105 diputados, 19 de los
cuales eran de la Provincia de México, con lo que mantenía la representación
más numerosa. En la discusión de la convocatoria para un nuevo congreso
constituyente, en su mayoría apoyaron que permaneciera hasta redactar la
Constitución; así lo manifestó Francisco Manuel Sánchez de Tagle, miembro
de la “Comisión de Convocatoria del Congreso”. Pero por votación general, el
21 de mayo de 1823, se aprobó convocar la elección de un nuevo congreso por
71 votos contra 33, entre ellos, 13 diputados de México. En la votación gene­
ral para publicar y circular los lincamientos que sugerían la república federal,
de 18 votos de oposición, siete fueron de México.26
Las diputaciones de Guadalajara, Zacatecas, Oaxaca y Yucatán habían pro^
movido el federalismo, con la oposición decidida de la Provincia de México. F.1
jefe político y la Diputación Provincial de Guadalajara invitaron a las autorida­
des de México a adherirse a su propuesta federal, mismas que la rechazaron.27

25 Historia parlamentaria mexicana, 1983, p. 21, discurso del señor Terán, diputado por la pro­
vincia de Chiapas, pronunciado en la sesión del 21 del presente mayo [1823],
24 Hale, 1985, pp. 8435.
25 Benson, 1994, pp. 148-149. “Circular del Gobierno Político Superior a los Ayuntamientos
de su Provincia, 10 de diciembre de 1823", en Colín, 1976, p. 3.
26 Macune, 1978, p. 17.
27 bcem, Actas de sesiones de la Diputación Provincial de México, tomo IV, 1822-1823, oficio del
2 de mayo de 1823. bcem, Actas de sesiones de la Diputación Provincial de México, tomo IV, 1822-
1823, Impresos de Guadalajara, 23 de mayo de 1823. Macune, 1978, pp. 193-194, Los integrantes de la
Diputación Provincial de México entre el 4 de agosto y el 22 de septiembre de 1823 fueron: Francisco Molinos
del Campo como Jefe Político Superior, José Alejo Alegría como Intendente, Marqués de Apartado,
licenciado Florentino Conejo, brigadier Manuel Gómez Pedraza, licenciado Benito José Guerra, Fran­
cisco Javier de Heras, doctor José María Luis Mora yjacobo de Villaurrutia. Los integrantes de la Dipu-
452 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Todavía en julio de 1823, José María Luis Mora, miembro de la Diputación


Provincial de México, se oponía al “provincialismo desintegrador”, convenci­
do de que las provincias se habían excedido en sus facultades, lamentando que
el “egoísmo provincial” rompiera el vínculo unifícador.28
En ese ambiente agitado, el ayuntamiento de la ciudad de México ponde­
ró al gobierno municipal como base del orden necesario para mantener la re­
pública federal, ganando legitimidad. Su inclinación a la buena administra­
ción y la conservación de la paz se convirtió en su defensa al ataque de las
provincias, que acusaban a la ciudad de ser centro de corrupción y fabrica de
tumultos para “decidir la suerte de la República”.29
Convocada la elección de un nuevo congreso, en septiembre de 1823, la
Provincia de México eligió 21 diputados propietarios y siete suplentes.30 Los
propietarios eran representantes de todas las tendencias políticas; cinco eran
activistas independentistas, cinco realistas, seis iturbidistas y dos republicanos;
de tres se desconoce su inclinación. La mayoría había ocupado puestos impor­
tantes durante el Imperio (diputado, juez, cura, oficial). Más de la mitad de los
diputados eran abogados: 11 civiles y tres religiosos. La mayoría era criolla, pe­
ro incluía a dos indígenas. Como producto de una época de transición, en el
Congreso convivían viejas y nuevas tendencias; así junto al general realista Ig­
nacio Mora y Villamil, estaban el licenciado republicano Bernardo González
Pérez de Angulo, el liberal centralista Carlos María de Bustamante y el contro­
vertido presbítero Epigmenio de la Piedra.31
El Congreso Constituyente, instalado el 7 de noviembre de 1823, recibió la
felicitación de la Diputación de México, como “un bien para toda la nación”.32
Unos días después, Miguel Ramos Arizpe presentó el proyecto de Acta Consti­
tutiva, que garantizaba el establecimiento de una república federal que, des-

tación Provincial de México entre el 23 de septiembre y el 31 de diciembre de 1823 fueron: Francisco Molinos
del Campo como Jefe Político Superior, José Alejo Alegría como Intendente, José Ignacio Alvarez, ma­
yor de ingenieros Ignacio Echandia, licenciado Benito José Guerra, doctor José Francisco Guerra, li­
cenciado Pedro Martínez de Castro, Antonio Velasco de la Torre y licenciado Pedro Verdugo.
28 Hale, 1985, p. 85.
29 Lira, 19/4, pp. 30-31.
50 “Diputados electos por la Provincia de México el 7 de septiembre de 1823 al segundo Con­
greso Constituyente que funcionó del 7 de noviembre de 1823 a finales de diciembre de 1824. Pro­
pietarios: Lie. Juan Manuel Asorrey, Lie. Francisco Barreda, Lie. Carlos María Bustamante, Tte.
Cnel..José María Bustamante, Lie. Luciano Costorena, Br. Luis Cortázar, Lie. José Ignacio Espino­
sa, Lie. Antonio Gama, Cirilo López Anaya, Lie. Bernardo González Angulo, Br. Ignacio González
Caralmuro, Lie. Basilio Guerra, José María Hernández Chico, Cayetano Ibarra, Francisco Lombar­
do, Tte. Cnel. Ignacio Mora, Lie. Francisco Patino, José Agustín Paz, Br. Epigmenio de la Piedra,
Juan Rodríguez, Lie. Felipe Sierra. Suplentes: Lie. Ignacio Alva, Francisco Arce, José Castelazo, Ca-
nónigojuan Manuel Irizarri, Lie. José María Iturralde, Dr. Casimiro Liceaga y Manuel Ochoa”. Ma-
cune, 1978, pp. 19-20, 186-187, Apéndice A.
81 Velázquez, 1977, pp. 13-72.
82 bcem, Secretaría de la Diputación Provincial, exp. 210, tomo 14,1823, “Felicitación al Con­
greso de la nación por su instalación".
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 453

pués de ser debatida, fue promulgada el 31 de enero de 1824, con el desacuer­


do de varios diputados de la Provincia de México. Carlos María de Bustaman­
te había insistido en fortalecer la autoridad del gobierno general para evitar la
fragmentación territorial, hacer cumplir la ley y alcanzar el orden. Cinco de los
diputados se opusieron a la declaración de estados libres e independientes
(aprobada por 63), y 12 de los 28 diputados que votaron contra la soberanía de
los estados eran también de la Provincia de México. Aunque los diputados del
Estado de México tenían la mayor representación del país, 70% del Congreso
votó por el federalismo, pero la Diputación se inclinó por apoyar la Constitu­
ción Federal como única forma de mantener la unidad del país.33
La Diputación Provincial de México y el jefe político respondieron al li­
beralismo constitucional y a la trayectoria de su antecesora para organizar y
administrar los asuntos internos. Durante 1823, la Diputación atendió 234
asuntos alrededor de cuatro rubros principales: ayuntamientos (29% sobre es­
tablecimiento, abusos a los pueblos indios, dudas por la forma de gobierno e
incremento de sus precarios ingresos), empleados (21% sueldos, recomenda­
ciones y solicitudes laborales), hacienda pública (6% tesorería, alcabalas, or­
denanzas y testamentos) e Iglesia (5% curas, servicios personales, fiestas).
Asuntos menores fueron los impresos que alteraban al orden público, las
aduanas, las elecciones de diputados al Congreso Constituyente, la formación
de milicias cívicas, el establecimiento de escuelas, los problemas sobre tenen­
cia de la tierra y los pronunciamientos nacionales a favor del federalismo. La
mitad de sus actividades giró alrededor de la atención de los ayuntamientos,
la ordenación de la planta de empleados administrativos y el fortalecimiento
de su ámbito de gobierno, mismas que mantendrían su atención durante los
dos primeros meses de 1824 (de un total de 54 expedientes, 43% fue de ha­
cienda municipal y 20% de puestos administrativos) ,34 La Diputación adminis­
tró los asuntos de la provincia al igual que las otras, pero sin declarar su auto
nomía. No se mostró opuesta a la regionalización, pero objetaba la declaración
de soberanía hecha por algunas provincias, por considerar que ponía en ries­
go la unidad de la nación.35 La Provincia de México cumplió con los requisi­
tos para ingresar al nuevo sistema como una entidad federativa; así, realizó las
elecciones correspondientes, respetó las libertades y garantías civiles, y comba­
tió los pronunciamientos opuestos al federalismo.36

33 Benson, 1994; p. 221. Barragán, 1978, p. 204. Vóftse el capítulo de Reynaldo Sordo Cede-
ño en esta publicación.
34 bcem, Secretaria de la Dipuución Provincial, año 1823, tomo 11 (exps. 1 a 70), tomo 12
(exps. 71 a 133), tomo 13 (exps. 134 a 189) y tomo 14 (exps. 191 a 234). Secretaría de la Diputa­
ción Provincial, año 1824, tomo 15 (exps. 1 a 54).
35 Hale, 1985, pp. 85-86.
36 “Melchor Múzquiz promulga el decreto expedido por el Supremo Poder Ejecutivo nom­
brado provisionalmente por el Soberano Congreso Constituyente de México, 10 de enero de
1824”, en Colín, 1976, pp. 4-5.
454 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La Constitución Federal de 1824, como resultado de un pacto político en­


tre los representantes de las provincias, dio lugar a un estado federado unita­
rio como respuesta a la amenaza de desintegración producida a la caída del
Imperio y la fuerza del regionalismo heredado de la experiencia colonial. La
Provincia de México se comprometió con el pacto federal pero sin la total con­
vicción de que fuera la mejor opción. Aunque al principio no pareció intere­
sarse en la autonomía estatal, el curso de los acontecimientos llevaría al esta­
do a modificar esa actitud.
Si bien el federalismo respondía al regionalismo colonial, el sistema era
nuevo y enfrentaba a los políticos en el poder a lo desconocido, pues carecían
de experiencia para gobernar una nación independiente, tanto que Lorenzo
de Zavala llegaría a afirmar que no tenían idea precisa de la forma de gobier­
no que habían adoptado.37
Al adherirse la Provincia de México al sistema federal, lo hizo tratando de
mantener su posición hegemónica como sede de los poderes civiles y eclesiás­
ticos, al tiempo que podía autogobernarse, asumiéndola a medida que el Con­
greso Constituyente formalizaba el sistema federal. Al aprobarse el artículo 7o.
del Acta Constitutiva de la Federación (20 de diciembre de 1823), la Provincia
de México fue elevada a la categoría de estado, entre las provincias que forma­
rían la federación, y para el 8 de enero de 1824 una ley que autorizaba el esta­
blecimiento de las Legislaturas Constituyentes los estados. El Acta Constituti­
va sentó las bases del federalismo mexicano y con ellas las de la conformación
del Estado de México. La elección de diputados para integrar el Congreso es­
tatal tuvo lugar entre el 25 de enero y el 15 de febrero, quedando instalado el
2 de marzo, con 21 diputados propietarios y siete suplentes.38

II. CONSTITUCIÓN DE LOS PODERES ESTATALES

El Congreso Constituyente del Estado de México, formado en su mayoría por


centralistas, había esbozado su breve plan para la organización provisional del
estado para marzo.39 Varios diputados del grupo de José María Fagoaga, como

37 Zavala, 1918, pp. 200-201.


38 Benson, 1994, pp. 221-227. Después del Estado de México, instalaron su congreso (en or­
den cronológico): Puebla, Guanajuato, Michoacán, San Luis Potosí, Tabasco, Tamaulipas, Vera-
cruz, Nuevo León, Coahuila y Texas, Chihuahua, Durango, Estado Interno de Occidente y Chia­
pas. ahem, Gobernación II, Elecciones, V. 1, exp. 1, 1824-1843, “Bando del Jefe Superior Político
de la Provincia de México, Melchor Múzquiz, 23 de enero de 1824”.
39 Los integrantes del Primer Congreso Constituyente reunido primero en la ciudad de Mé­
xico y después en Texcoco fueron: como propietarios: doctor Mariano Casela, Manuel Cotero, Ma­
nuel de Cortazar, licenciado José Alonso Fernández, brigadier José Figueroa, doctor Manuel Gó­
mez Marín, licenciado Benito José Guerra, Francisco José Guerra, licenciado José María de
Jáuregui, José Domingo Lazo de la Vega, licenciado Pedro Martínez de Castro, coronel Francisco
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 455

ex miembros de la Diputación Provincial de México (Mora, Velasco de la To­


rre, Benito José Guerra, José Francisco Guerra y Martínez de Castro) contaban
con esa experiencia. El Congreso reconoció como forma de gobierno la “repu­
blicana representativa popular”, dividida en tres poderes. El Legislativo era el
poder preponderante, residente en un Congreso, que nombraría al Ejecutivo
(Gobernador y Consejo) y al Judicial. Este último iba a funcionar con los mis­
mos tribunales autorizados por las Cortes, pues los ministros del Supremo Tri­
bunal de Justicia nombrados en septiembre no empezaron a desempeñar su la­
bor sino hasta marzo de 1825.40 El Congreso confirmó los ayuntamientos y
demás corporaciones civiles y eclesiásticas existentes.41
Al hacerse la elección del gobernador interino el 2 de marzo de 1824, el
cargo recayó en el coronel Melchor Múzquiz, quien pasó de Jefe Político Su­
perior de la Provincia a gobernador del Estado de México, como producto de
los lazos existentes entre la experiencia colonial y el nuevo sistema. Dos días
después, los legisladores eligieron al brigadier Manuel Gómez Pedraza como
gobernador permanente, pero éste declinó porque había sido comisionado
para la gubernatura del estado de Puebla, por lo que Múzquiz, nombrado te­
niente gobernador, volvió a la gobernatura, y fue ratificado en el puesto en
septiembre, ocupando el ejecutivo hasta el 7 de marzo de 1827, en que presen­
tó su renuncia.
La tarea prioritaria del Congreso estatal fue la redacción de la ley funda­
mental provisional para el gobierno interior. El 15 de piarzo de 1824, el Comi­
té Constitucional sometió a consideración del pleno la “Ley Orgánica Provisio­
nal del Estado de México”, que completaba el plan de gobierno presentado
unos días antes y con una influencia sensible del liberalismo gaditano. Los le­
gisladores, encabezados por José María Luis Mora, trabajaron en su redacción
hasta el 6 de agosto, en que fue aprobada.42
Una vez definidas las atribuciones del gobernador y las facultades del Con­
greso, se puso en vigor la legislación judicial española, creándose el Tribunal

Moctezuma, Ignacio Mendoza, doctor José María Luis Mora, José Ignacio de Nájera, Baltasar Pé­
rez, coronel Francisco de las Piedras, Pedro Valdovinos, Antonio Velasco de la Torre, Joaquín Vi­
lla y doctor Manuel Villaverde; y como suplentes: coronel Antonio de Castro, doctor José Antonio
Magos, licenciado José Nicolás de Oláez, José Pérez Valdovinos, licenciado Mariano Velázquez de
León Tamariz, Manuel yjosé Calixto Vidal. Macune, 1978, p. 195, Apéndice E.
40 El 9 de septiembre de 1824 se nombró para ministros del Tribunal Superior de Justicia a
Jacobo Villaurrutia, Manuel de Campo Rivas, Juan José Flores Alatorre, José Domingo Rus, José
Francisco Nava e Ignacio Alva, y como fiscal al licenciado Tomás Salgado, que renunció el 15 de
febrero de 1825 y fue sustituido por Ignacio María Olloqui. Gaxiola, 1975, p. IX.
41 Colección de Decretos y Ordenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 5-6, “Sobre la organización
provisional del gobierno interior del Estado de México, compuesto de los partidos que compren­
día la provincia de este nombre, 2 de marzo de 1824”.
42 La comisión redactora del proyecto de la ley provisional para el gobierno interior estuvo
integrada por: José María Luis Mora, Alonso Fernández, José MaríaJáuregui.José Ignacio Nájera,
Pedro Martínez de Castro y Mariano Caseta. Baranda, 1987, vol. I, p. 122.
456 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Superior y los tribunales de letras para dirimir las competencias de jurisdic­


ción, conocer de los procesos contra los funcionarios públicos y del recurso ex­
traordinario de nulidad. Se especificó la división político-territorial del estado
en ocho distritos (gobernados por prefectos), subdivididos en partidos (con
subprefectos) y éstos en municipalidades (con ayuntamientos). Se estableció la
tesorería general y la contaduría de glosa. Estaba pues organizada la adminis­
tración pública.43
La Ley Orgánica, que buscaba responder a las necesidades administrativas
del estado, funcionó como Ley Fundamental hasta el 14 de febrero de 1827,
fecha en que se promulgó la Constitución del Estado de México, una de las úl­
timas de la federación. Antes de esta promulgación, los diputados considera­
ron imprescindible legislar sobre otros asuntos para el buen funcionamiento
del estado: Decreto para La organización de ayuntamientos del estado, Decreto sobre
organización de los partidos del estado, Reglamento del Supremo Tribunal de Justicia,
Decreto sobre establecimiento de la Casa de Moneda, Decreto sobre arreglo de la Secreta­
ría del Congreso, Decreto sobre arreglo de la Hacienda, Decretos sobre elecciones [de di­
putados al Congreso general y al estatal], Decreto mandando se trasladen a la ciu­
dad de Texcoco los supremos poderes del estado, Decreto sobre alcaldes conciliadores y
Decreto sobre minería.44 Esta legislación proporcionó las bases para la Constitu­
ción estatal, su división político territorial, organización municipal, proceso
electoral, sistema hacendario y funcionamiento interno de los poderes judi­
cial y legislativo.
El 9 de diciembre de 1825, los diputados José María Luis Mora, Joaquín Vi­
lla yjosé MaríaJáuregui asumieron la Comisión de Constitución, que redacta­
ría el proyecto, presentado el 11 de abril de 1826 y puesto a discusión el 5 de
junio de ese año. Mora manifestó que era un proyecto incompleto ante el obs­
táculo que provocaron las manipulaciones de las logias yorquinas para elegir di­
putados y senadores al Congreso federal, pues impidieron a la comisión incor­
porar las reflexiones de los otros poderes.45 Algunas disposiciones del proyecto
se retiraron, entre ellas los “derechos imprescindibles del hombre”: libertad,
igualdad, seguridad y propiedad privada que no aparecieron en la Constitución
federal, así como la prohibición de establecer nuevas órdenes religiosas.46
La Constitución se dividió en siete títulos. El primero reunió las disposicio­
nes que precisaban al gobierno del estado, definiéndolo como parte integran­
te de la federación mexicana, “libre, independiente y soberano” en su adminis­

45 Colección de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 19-30, “Sobre el juramen­
to y publicación de la Ley Orgánica Provisional, 6 de agosto de 1824”. Gaxiola, 1975, p. VIH.
44 Colección de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 30-130.
46 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1826, tomo II, p. 423, “Sesión de 5
de junio de 1826”.
46 Colección de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 105-138, “Constitución Po­
lítica del Estado Libre de México, 14 de febrero de 1827". bcem, tomo 22, exp. 18, año 1825, “Le­
gado el caso de que se forme la Constitución del Estado, 9 de diciembre de 1825”.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1825-1827 457

tración y gobierno interno, pero sujeto a los poderes federales. Como gobier­
no republicano, representativo y popular estaría dividido para su ejercicio en
los tres poderes electos por los ciudadanos o sus representantes. Algunas nor­
mas generales no se habían considerado en la Constitución federal, como la
condena de la esclavitud, la valoración del trabajo honesto, la supresión de los
títulos nobiliarios y empleos o privilegios hereditarios. El estado asumió la pro­
piedad de muebles e inmuebles vacantes en su territorio y de bienes intestados
sin herederos. No reconoció autoridades nombradas por poderes externos al
estado y, lo más notable (aunque procedente desde los borbones), suprimió en
“lo sucesivo las adquisiciones de bienes raíces por manos muertas”.47 Esta cláu­
sula tan preciada por Mora, fue justificada como una de las causas más impor­
tantes de la pobreza y un obstáculo para la prosperidad, al concentrar bienes
urbanos y rurales en manos de regulares y clero secular. El mismo título espe­
cificó los requisitos para que los vecinos se convirtieran en ciudadanos: los na­
turales o naturalizados que gozaran de la categoría de vecino, sin haber sido
procesados criminales, ni deudores a los caudales públicos o vagos, sirvientes
domésticos, analfabetos, menores y eclesiásticos.
El segundo título se dedicó al Poder Legislativo investido en una sola cá­
mara; integrada por 21 diputados elegidos indirectamente en tercer grado. És­
ta se repondría de manera parcial cada dos años, uno por cada 50 000 perso­
nas. El tercer título correspondiente al Poder Ejecutivo; dividida en dos partes,
la primera correspondía al “Gobierno del Estado”, confiado a un gobernador
y un consejo (teniente gobernador y cuatro consejeros) elegidos por el Con­
greso, funcionarios encargados de hacer cumplir las leyes estatales y federales,
cuidar de la tranquilidad y orden públicos y velar por el buen funcionamien­
to de la milicia local. La segunda parte del título se dedicó al “Gobierno polí­
tico y la administración de los pueblos”, encargado a prefectos, subprefectos y
ayuntamientos.
El título cuarto legisló el poder judicial encargado a un Tribunal Superior
de Justicia (seis magistrados y un fiscal), elegido por el Congreso, y a jueces le­
trados y conciliadores. El título quinto reglamentó la hacienda pública. Las
contribuciones dictaminadas por el Congreso se concentrarían en la Tesorería
General; una contaduría general glosaría las cuentas de los caudales públicos
y el Congreso decidiría el presupuesto anual de gobierno. El título sexto se re­
firió a la instrucción pública, en manos del Instituto Literario, y por lo menos
una escuela de primeras letras en cada municipalidad. Estableció también es­
te título la obligatoriedad de observar la Constitución, ya que no podría ser
modificada antes de 1830.48 La Constitución del estado no precisó en quién re­

47 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1826,p.435, “Sesión del 6 de junio
de 1826".
48 Colecáón de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 105-130, “Constitución Po­
lítica del Estado Libre de México”, 14 de febrero de 1827.
458 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sidía la soberanía pero, como lo incluía la Constitución federal, los diputados


asumieron que residía en el “pueblo”, como lo había expresado Mora.49
Este precisó que “el estado en lo interior de su gobierno es central”, aun­
que distritos, partidos y ayuntamientos no eran soberanos, sólo los poderes es­
tatales. Como el estado era miembro integrante de la federación, su soberanía
estaba subordinada en ciertos puntos a la Constitución federal;50 por eso en el
Congreso declaraba la pertenencia del estado a la federación y definía estric­
tamente su labor legislativa, sin que fuera incompatible que al interior centra­
lizara el poder.
Los diputados se propusieron dar forma legal a una sociedad dispersa y
mantener la integridad de su territorio, sistematizar la administración pública
y la hacienda pública, reglamentar lajusticia y organizar las municipalidades.
Hicieron hincapié en repartir el poder político entre los tres poderes, señalan­
do forma de elección, atribuciones y restricciones; pero de acuerdo con la ten­
dencia general, el poder legislativo asumió el predominio.
Como lo expresaría Mora, la ciudadanía y la vecindad iban a ser el funda­
mento constitucional; el derecho de elegir y ser elegido no podía ser otorga­
do a personas por su ignorancia y pobreza, pues no conocían ni podían apre­
ciar su importancia.51 La ciudadanía, el derecho para intervenir en la vida
pública, debía restringirse a propietarios, ya que sólo los individuos con bienes
o profesión ofrecían garantías a la sociedad. Dentro de esta tónica, los vecinos
eran la base productiva y económica que garantizaba una nueva sociedad libe­
ral y progresista. De acuerdo con la Constitución, vecino era el que tenía un
año de residencia en el estado con “algún arte, industria o profesión”, o el due­
ño de alguna propiedad raíz en el estado, con un valor mínimo de $6 000.
Con la Constitución, el Estado de México adquirió la forma legal que le
permitía relacionarse con los estados que integraban la federación. Puso los
cimientos para construir la entidad federativa, pero no legisló sobre su rela­
ción con la federación, y se restringió a lo estipulado en la Constitución fede­
ral. La posibilidad de establecer acuerdos o alianzas con otros estados estaba
limitada por el artículo 162 a contar con la aprobación del Congreso federal.
Los diputados eran federalistas cuando se trataba de defender los derechos de
autodeterminación de su entidad en asuntos internos, ya que les permitían la
centralización de sus instituciones. El diputado Joaquín Villa expuso que la in­
dependencia y soberanía de los estados consistía en proceder en su adminis­
tración interior, sin reconocer otro poder superior.52

49 Mora, 1963, p. 465, “Discurso sobre la independencia del imperio mexicano”.


50 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1826, tomo VII, pp. 498-499, sesión
del 19 de junio de 1826.
51 Mora, 1963, “Discurso sobre la libertad civil del ciudadano", pp. 505-510.
52 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1829, tomo IX, p. 213, “Sesión ex­
traordinaria del 7 de diciembre de 1826”.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 459

III. OBSTÁCULOS DEL PRIMER GOBIERNO

Liberales, tanto federalistas como centralistas, no formaban todavía verdade­


ros partidos. Los grupos políticos pronto se ligaron a las logias masónicas, ya
fuera del viejo rito escocés, introducido por los militares peninsulares, o del
nuevo rito yorquino, reconocido por sus pares norteamericanos. Entre los es­
coceses predominó una tendencia centralista, por sus convicciones gaditanas,
mientras que los yorquinos eran federalistas radicales. Para abril de 1828 lle­
garon a funcionar en el país 102 logias, con preponderancia de las yorqui­
nas.53 Tanto las logias esocesas como yorquinas actuaron como procuradoras
de puestos públicos y garantes de candidaturas políticas, lo que desencadenó
la paralización de la administración y de las legislaturas, tanto general como
estatales.
José María Bocanegra consideró que el Estado de México tenía una situa­
ción privilegiada por su geografía, economía y habitantes distinguidos, lo que
atrajo a grupos masones que aspiraban a controlar el país.54 Como en otros
estados, en el de México, entre 1824 y 1826, los escoceses mantuvieron el pre­
dominio, por estar representados por el gobernador Melchor Múzquiz y la
mayoría legislativa. Múzquiz se esforzó en ordenar el nuevo gobierno basado
en una autonomía interna y enfrentado a un panorama difícil: construir los
cimientos del gobierno estatal, sin datos estadísticos ni recursos económicos,
con una división irregular del territorio, una población diseminada y con los
alcaldes municipales, en su mayoría, desconocedores de sus atribuciones.55
Su principal objetivo de cuidar de la hacienda pública lo llevó a cesar a la te­
sorería de la Diputación Provincial, que dependía del Congreso, y asumió la
jefatura suprema de Hacienda. En el primer año fiscal logró un ingreso bru­
to de $1 990 115, egresando $1 712 408, con lo que quedó un remanente de
$277 707, poniéndose las bases de la administración fiscal.56 Después de co­
brar las rentas en octubre de 1824, al año siguiente ya contaba con una ley pa­
ra arreglar el ramo.
Múzquiz tuvo que enfrentar entre 1825 y 1826 importantes problemas con
las prefecturas de Taxco y Tula, por desobediencia de las autoridades, y en los
minerales de Pachuca por la conducta “insolente” de los trabajadores. Tuvo
que organizar la milicia cívica, hacer que los ayuntamientos compraran arma­
mento, nombrar oficiales y hacer el reclutamiento de individuos para prestar
el servicio, sin causar más daños a la agricultura. El gobernador no logró reac­
tivar la minería, que sólo tenía una actividad de 25% (198 minas de oro y pla-

M Zalce y Rodríguez, 1950, pp. 39-70.


54 Bocanegra, 1892, vol. 2, p. 17.
55 El Poder Ejecutivo ante el Legislativo del Estado, 1991, "Memoria en que el Congreso del Esta­
do Libre de México da cuenta de los ramos, 1825”.
56 Gaxiola, 1975, p. ix.
460 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ta de un total de 777). Como en otras entidades, normalizar el ramo de justi­


cia con el cambio de sistema resultó complicado. Se retrasó la resolución de
procesos al incrementarse la confusión por la pluralidad de leyes de origen co­
lonial y las nuevas leyes decretadas por el Congreso estatal.57
Las elecciones de agosto de 1826 para elegir diputados estatales y federa­
les también alteraron el funcionamiento del primer gobierno. La logia yorqui-
na que funcionaba en Toluca se organizó para obtener votos y, encabezada por
el licenciado José María Azoños, se organizó para obtener votos recorriendo
ciudades y pueblos. Su labor política federalista radical despertó el disgusto de
los escoceses que, al ser derrotados, trataron de impulsar a uno de sus repre­
sentantes en el Senado y eligieron a Agustín Paz, un ilustre escocés, para acom­
pañar a Francisco Molinos del Campo, senador en funciones.58
La victoria yorquina llevó al Congreso local, con acuerdo del Goberna­
dor, a decretar la anulación electoral y alegando fraudes, en especial por no
reunir el requisito de vecindad. Uno de los casos fue el de Lorenzo de Zavala
que no pudo comprobar ser propietario en San Agustín de las Cuevas. El
asunto llegó a manos del Senado de la República, que declaró ilegal el decre­
to estatal de nulidad, es decir, respaldando a los diputados elegidos. Aunque
constitucionalmente las dos cámaras del Poder Legislativo general tenían fa­
cultades para actuar como jurado contra decretos y leyes estatales “contrarias
a la misma Constitución” federal, los escoceses argumentaron que se había
violado el derecho de autonomía estatal con la “interferencia dudosa” del go­
bierno federal. El enfrentamiento contribuyó a unificar a la representación
local que exigía la autonomía estatal. Mientras el Congreso estatal acusaba a
los poderes generales de convertir en “una república central a la federación
de los Estados Unidos Mexicanos”, el gobernador Múzquiz renunció a su car­
go después de presentar la Constitución estatal en marzo de 1827, exponien­
do que las circunstancias políticas en que se encontraba el estado eran incom­
patibles con el buen desempeño de su gobierno. Con el triunfo yorquino
aseguró el Ejecutivo estatal para uno de sus distinguidos miembros, Lorenzo
de Zavala.59 Éste hizo que ese año quedara desplazado el grupo escocés, pero
ya había dado forma y organización al estado, con una constitución que favo­
recía la centralización interna como forma de alcanzar el respeto exterior y la
unidad estatal.

5 bcem, Primera Legislatura, tomo 37, exp. 267, año 1827, “Memoria del Gobernador del es­
tado presentada al Congreso Constitucional”, bcem, Primera Legislatura, tomo 47, exp. 325, año
1828, “Memoria del Gobernador del estado sobre los ramos de su administración”.
M Costeloe, 1975, pp. 79-80, 463; Gaxiola, 1975, p, xiv.
59 bcem, Primera Legislatura, tomo 38, exp. 313, 1827, “"Renuncia al cargo de Gobernador
el C. Melchor Múzquiz, 7 de marzo de 1827”. bcf.m, Congreso Constituyente, tomo 26, exp. 20, “So­
bre la nulidad de las elecciones celebradas en Toluca, 1 y 2 de octubre de 1826".
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 461

IV. CONFRONTACIÓN CON LA FEDERACIÓN

Las relaciones conflictivas entre el Estado de México y el gobierno federal se


fueron intensificando. El esfuerzo por defenderse en asuntos fiscales, elección
de diputados, ingresos eclesiásticos y la creación del Distrito Federal fortalecie­
ron a las autoridades estatales. La Legislatura estatal precisó el límite de aplica­
ción de leyes y decretos federales circunscritos al sostenimiento de la indepen­
dencia y la seguridad nacionales, la conservación de la unión de los estados y la
paz pública al interior de la federación, el respeto de la soberanía de los estados
respecto a su gobierno interior, y a sostener la igualdad proporcional de obliga­
ciones y derechos de los estados ante la ley. El congreso estatal consideró que
todo lo que rebasara esos objetivos alteraba el pacto federal, en especial al de­
cretar el Congreso de la Unión el establecimiento del Distrito Federal en la ciu­
dad de México, a pesar de las protestas del estado para conservar su capital.60
La lucha por conservar la ciudad estuvo perdida desde un principio, por
el peso de una tradición de centro político, la acumulación de recursos y la or­
ganización de las vías de comunicación. La discusión tomó varios meses, desde
el 27 de marzo hasta el 18 de noviembre de 1824. Una comisión especial encar­
gada‘de designar el lugar en que debían residir los poderes de la federación
aprobó una propuesta.61 Fijó su atención en diversas poblaciones (Celaya, San
Miguel, Villa Hidalgo y Salamanca), pero al final aceptó el ofrecimiento del
Congreso de Querétaro, de que esa ciudad podría albergar a los poderes fede­
rales. El dictamen se presentó el 31 de mayo y se empezó a discutir el 22 de ju­
lio, rechazándose por la carencia de comunicaciones y de recursos de la ciudad
de Querétaro por los costos económicos y políticos de su traslado. Debido a
ello, progresó la proposición del diputado fray Servando Teresa de Mier de
convertir a México en capital federal.62 Los diputados Lorenzo de Zavala, Joa­
quín Cáseres y Armas yjosé María Covarrubias, representantes de Yucatán yja-
lisco, retomaron la idea de Mier el 18 de octubre de 1824 para que el Distrito
Federal se estableciera en la ciudad de México. Zavala argumentó que en sus
300 años la ciudad había acumulado importantes edificios públicos y capitales
provenientes de todas las provincias, no podía ser propiedad exclusiva del es­
tado más poblado y que contaba con una extensión territorial mayor a seis o
siete estados pequeños, por lo que era una garantía de la existencia del sistema
federal otorgarle a la ciudad de México la categoría de Distrito Federal.63
El Congreso del Estado de México repudió la propuesta, considerando
que la ciudad de México era “propiedad” suya y que sus habitantes perderían

60 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1825, tomo V. p. 546, sesión del 29
de octubre de 1825.
61 Lira, 1974, p. 43.
62 Ibid., pp. 4849.
63 Huitrón, 1976, p. 38, cita a Lorenzo de Zavala. Véase el capítulo de Reynaldo Sordo Ce-
deño en esta publicación, en su apartado sobre “El Distrito Federal”.
462 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

sus derechos políticos al quedar subordinados al gobierno federal. En último


caso pedía una indemnización previa por la pérdida que sufriría el estado de
aprobarse el dictamen. El Congreso informó a los prefectos y ayuntamientos
sobre los trámites opositores emprendidos desde el 19 de octubre de 1824.64
El Ayuntamiento de la ciudad de México también se dirigió al Congreso
general para manifestar su oposición a la propuesta, un atropello a las institu­
ciones federales, recientemente adoptadas, que negaban garantías a sus ciuda­
danos: el ayuntamiento, convencido de la opinión de los habitantes de
esta capital, a su nombre protesta a Vuestra Soberanía que por su parte jamás
consentirá la desmembración del territorio del Estado de México, y que está
resuelto a sostener sus derechos”.65 Defendió la integridad territorial del Esta­
do de México y de los derechos ciudadanos, sin opinar sobre la conveniencia
o desventaja de convertirse en el centro político de la federación.
Las representaciones del Congreso estatal y del Ayuntamiento no impidie­
ron que el Congreso general aprobara el 18 de noviembre que la ciudad de
México fuera la residencia de los poderes federales, lo que significaba la pér­
dida de su capital. Los legisladores locales se opusieron con tenacidad; de los
21 diputados que representaban al estado en el Congreso federal, 10 (de un
total de 27 opositores) votaron en contra de la creación del Distrito Federal;
los demás apoyaron la medida, quizá porque la mayoría no eran originarios
del Estado de México.66 El decreto definió una superficie de 17 kilómetros
cuadrados (dos leguas a partir del zócalo de la ciudad) como territorio del Dis­
trito Federal, e instó al estado a buscar otra capital. Esta se estableció primero
en Texcoco, enseguida en Tlalpan y finalmente en Toluca. El cambio alteró el
sistema hacendario, la administración y las comunicaciones entre las regiones
circundantes. Es importante destacar que el enfrentamiento con el gobierno
federal agudizó la conciencia de autonomía de los representantes del estado.
A partir del orden territorial decretado el 18 de noviembre de 1824, se ini­
ció el “proceso de legalización del espacio” del Distrito Federal, donde los ám­
bitos municipal y distrital fueron absorbidos por el nacional. La legislación fe­
deral dejó abiertas sus puertas a las leyes emanadas del régimen colonial, para
gobernar el lugar de residencia de los máximos poderes federales.67 No obs­
tante el decreto federal de noviembre, el Estado de México continuó la lucha
durante 1825 por la restitución de su capital y del territorio anexo que se ha­
bía destinado al Distrito Federal. Ante el Senado, propuso que se escuchara el
voto de las legislaturas estatales y se arreglara el ejercicio de los derechos polí­

64 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1825, tomo V, p. 531, sesión del 26
de octubre de 1825. ahem, C.048.29,1825, C. 117, G.6, “Manifestación escrita sobre la creación del
Distrito Federal, 21 de mayo de 1825”.
65 Lira, 1974, pp. 62-63, “Exposición del Ayuntamiento Constitucional de México al Congre­
so General, octubre 27 de 1824”.
66 De Gortari, 1988, vol. I, pp. 110-113.
67 Lira, 1999, pp. 340-350.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 182S-1827 463

ticos de los habitantes afectados. Aunque el asunto no se pasó a las legislaturas


estatales, recibió el apoyo de las de Veracruz y de Michoacán, Esta última pe­
día reformar la determinación del Congreso para ser examinada por las dos
cámaras federales y ratificada por las tres cuartas partes de los estados, según
estipulaban la Constitución Federal y el Reglamento interior del Congreso.68
Finalmente, en abril de 1826 se llevó a cabo la separación territorial, polí­
tica y económica del Distrito Federal, lo que redujo notablemente las finanzas
estatales y su población a 982 418 habitantes. La ciudad de México, como resi­
dencia de los poderes federales, quedó bajo su jurisdicción, y sus localidades y
sus rentas pasaron a la Federación. Mientras se expedía la legislación propia,
su gobierno político y económico se arreglaría de acuerdo con la ley del 23 de
junio de 1813 (Instrucciones para el gobierno económico-político de las provincias) en
todo lo que no hubiera sido derogada; en lugar de jefe político se nombraría
a un gobernador y éste designaría a los prefectos que presidirían a los ayunta­
mientos. Se dispuso que el Distrito Federal tuviera representantes en la Cáma­
ra de Diputados, elegidos en juntas electorales. Como compensación por la
pérdida de su capital, el Estado de México fue liberado del pago del contin­
gente a la federación, lo que no compensó el perder las tres cuartas partes de
sus ingresos anuales.69
El Congreso Constituyente estatal consideró violado el pacto federal y se
sintió humillado al trasladar en 1827 la sede de los poderes estatales a Texco­
co, que quedó asentada como capital en la Constitución. Los diputados Mora,
Jáuregui y Oláez dataron el origen de sus males a enero de 1825, fecha en que
se habían empeñado en recuperar la ciudad de México, pues el proceso había
sacrificado la tranquilidad política y el reposo económico.70
Mora pensaba que el pacto federal había partido del “estado natural” en
que habían quedado las provincias ante el fracaso del Imperio de Iturbide. Ni
los estados ni la federación podían haber exigido al Estado de México ceder su,
capital. De haberlo previsto, el estado se habría resistido a entrar en un pacto
en que iba a perder tanto. Insistió en el despojo de los derechos políticos a una
parte de su población, la más instruida y la más rica, explicando que con el
pretexto de convivencia pública se destruía la base del sistema representati­
vo.71 Para Gerald McGowan, el Estado de México perdió su capital como par­
te del proceso de transformación político-territorial congruente con el federa­

68 ahem, C.003.2, 1825, Co. 20, “Exposición que el Congreso del Estado de México ha dirigi­
do a la Cámara del Senado, haciendo las proposiciones que sobre el asunto de Distrito Federal ha­
bía hecho a la Cámara de representantes, mayo 19 de 1825”.
69 Colín, 1976, 99. 71-72, “ Decreto del Congreso de la Unión, 14 de abril de 1826”.
70 Ibid., p. 91, “Proclama a los habitantes del Estado de México, su Congreso Constituyente,
14 de febrero de 1827”.
71 De Gortari, 1988, vol. I, p. 116, “Sesión extraordinaria del Congreso Constituyente del Es­
tado Libre de México, 17 de mayo de 1825”; ColIn, 1976, p. 91, “Proclama a los habitantes del Es­
tado de México, su Congreso Constituyente, 14 de febrero de 1827".
464 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lismo mexicano, encaminado a crear entidades similares en sus condiciones


geográficas, económicas y demográficas para lograr un equilibrio entre los
miembros de la federación y en su administración interior, aunque fuera a cos­
ta de una violación de los principios básicos de libertad y soberanía estatal.72
Pero el establecimiento del Distrito Federal no fue el único conflicto con
la Federación; los asuntos que afectaban a la Iglesia también fueron fuente de
discordia. Cada uno de los niveles gubernamentales reclamó parte de los diez­
mos eclesiásticos, el producto de la confiscación de las temporalidades y de bie­
nes de comunidades religiosas, así como el privilegio de rechazar o aprobar los
candidatos para los cargos de la Iglesia, que formaban parte del privilegio del
Real Patronato. El estado intentó intervenir en la firma de un Concordato con
el Vaticano, asunto que la Constitución federal reservaba a la Federación. El go­
bierno federal inició la negociación del reconocimiento del Estado mexicano
por la Santa Sede, considerándose el heredero de los poderes del patronato
que la monarquía española había ejercido con autorización del Papa. La Igle­
sia no aceptaba esa interpretación, pues había sido concedida a la Corona y te­
nía que ser ratificada mediante un concordato.73
El problema era complejo. El mismo Iturbide había pretendido ejercer el
Real Patronato. Pero como la constitución de 1824 no definió exactamente las
facultades del gobierno federal en ese tema, permitió que los estados intenta­
ran ampliar sus facultades, a pesar de que al Congreso general se le dio auto­
ridad para “arreglar el ejercicio del Patronato en toda la federación” (art. 50)
y al Ejecutivo federal le correspondió “celebrar concordatos con la silla apos­
tólica” (art. 110). Los apuros económicos estatales y el retraso del reconoci­
miento llevaron a varios estados a asumir facultades que violaban el orden fe­
deral.74
Aunque en las postrimerías coloniales los borbones habían sometido a la
Iglesia al poder real, ésta tenía amplias funciones en educación, asistencia pú­
blica, registros vitales y capacitación espiritual. Ejercía gran poder en las rela­
ciones sociales que le permitían participar en la política y en el crédito gracias
a sus bienes materiales. El liberalismo inspiró en los políticos la aspiración de
delimitar los alcances y modalidades de los poderes corporativos, en especial
los de la Iglesia. Ésta aprovechó la independencia para liberarse de la subordi­
nación al Estado y recuperar la autonomía que había gozado durante el reina­
do de los Habsburgó.75
La división territorial de las diócesis de Nueva España, delineada por los
monarcas españoles entre 1519 y 1779, se alteró al constituirse los límites de las

72 McGowan, 1999, pp. 103-127. En el proceso político territorial del federalismo, sitúa las
constantes “desmembraciones” territoriales, que sufrió el Estado de México, desde 1821 a 1871.
78 Macune, 1999, pp. 141-147.
74 Vázquez, 1998, pp. 113-126.
75 Casillas, 1993, pp. 93-99; Marroquín, 1993, pp. 103-110. Véase el capítulo de Reynaldo
Sordo Cedeño en esta publicación, en la parte de “Iglesia y Estado”.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1825-1827 465

entidades federativas, fragmentándose la división eclesiástica en varios estados.


El Estado de México, como algunos otros, quedó repartido entre las diócesis
de Puebla, Michoacán y el Arzobispado de México. La falta de coincidencia en­
tre los límites territoriales del poder civil y del eclesiástico complicó el ejerci­
cio de los acuerdos para repartir los diezmos, ejercer el derecho de investidu­
ra y decidir el destino de las propiedades de corporaciones religiosas.76
El Congreso estatal decretó, en septiembre de 1824, que era facultad del
gobierno la aprobación o rechazo de candidatos propuestos por la Iglesia pa­
ra ocupar los altos cargos eclesiásticos. Esta medida era cuestionable, pues era
facultad del Congreso de la Unión.77 Dado que era general la escasez de reli­
giosos para el servicio de los fieles, y en particular, conocedores de las diversas
lenguas indígenas, el gobernador Múzquiz planteó como solución establecer
un colegio para preparar religiosos que cumplieran ese requisito.78
Pero fue la distribución de los diezmos lo que desencadenó una disputa
con el gobierno general. La ley federal de agosto de 1824 cedió una parte de
los diezmos a los estados. La federación conservó, a manera de depósito, el sa­
lario anual del arzobispo Pedro de Fon te (proveniente del diezmo), por haber­
se exiliado a España en 1822. El Estado de México reclamó ese derecho, por
considerar que la arquidiócesis se extendía casi por completo en su territorio.
Aunque en 1827 se llegó a un compromiso para dividir el depósito, las tensio­
nes continuaron por las medidas radicales de Lorenzo de Zavala, quien auto­
rizó la confiscación de las temporalidades de diversas organizaciones religiosas.

V. SITUACIÓN FINANCIERA

Las reformas fiscales republicanas de 1824 conllevaron cambios en las estruc­


turas fiscales coloniales. El sistema federal de ingresos fue definido en agosto
de 1824. Aunque no dejaron de persistir algunas costumbres coloniales en
ciertos impuestos, como beneficio a los estados, este sistema les ofreció la opor­
tunidad de administrar su propia vida económica. Era natural que el cambio
de un régimen fiscal a otro fuera un proceso complejo y que provocara tensio­
nes entre la federación y los estados, entre ellos el de México. En una de sus
primeras sesiones, los diputados locales acordaron que todos los salarios y las
dietas debían depender de la tesorería del estado, porque “conviene que las

76 Staples , 1976, p. 92.


77 Colín, 1976, pp. 34-35, “Decreto del Congreso del Estado de México, 14 de septiembre de
1824”; Tena Ramírez, 1957, “Artículo 50, fracción XII y artículo 110, fracción XIII de la “Constitu­
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
78 bc.em, Primera Legislatura, tomo 37, exp. 267, año 1827, “Memoria del Gobernador del es­
tado presentada al Congreso Constitucional", bcem, Primera Legislatura, tomo 47, exp. 325, año
1828, “Memoria del Gobernador del estado sobre los ramos de su administración”; Colín, 1976,
pp. 34-35, “Decreto del Congreso del Estado de México, 16 de septiembre de 1824”.
466 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

principales autoridades del estado mantengan una total independencia res­


pecto de los supremos poderes”.79
La hacienda pública estatal ejercería ahora algunos ingresos derivados del
sistema de antiguo régimen: de las aduanas (alcabalas permanentes, ocasiona­
les y de viento), 2% de acuñación de moneda, desagüe, impuesto para las mi­
licias, utilidades del tabaco, del papel sellado, la contribución directa o perso­
nal, pensión de carnes, derechos al oro y a la plata en pasta, fondos de rescate
minero, gallos, multas, emolumentos de oficinas, montepío, cancillería, me­
dia anata secular, ramos eclesiásticos (diezmos), peajes, parcialidades, tempo­
ralidades (los bienes de las extinguidas comunidades hospitalarias), “ramos
dudosos”. Las alcabalas recaían especialmente sobre el comercio de productos
agrícolas y pulques de los llanos de Apan, azúcar y aguardiente de Cuernava­
ca y Cuautla, y granos del valle de Toluca, las tres zonas del estado con mayor
grado de mercantilización local. Los principales ingresos en el año fiscal 1825-
1826 procedieron de las alcabalas y el tabaco; en el primer año, con una rela­
ción de 52% y 34%, respectivamente, y en el segundo, de 31% y 42% aumen­
tado la importancia del tabaco.80
En cuanto a los egresos hubo continuidad, al destinarse a sueldos de los
funcionarios y a las transferencias al ejército y al gobierno federal. Las inversio­
nes en obras públicas, instrucción y salud, propias de un patrón fiscal moder­
no, fueron mínimas, concretándose a la compostura y construcción de algunas
cárceles y caminos, y al canal en Huehuetoca. Según Carlos Marichal, la com­
pleja y lenta evolución del sistema fiscal de antiguo régimen a uno de tipo mo­
derno va de la mano de la transformación de las bases económicas sobre las
que descansa ese sistema. La economía del Estado de México se apoyaba en la
producción agrícola y minera, que pasaba por etapas de graves dificultades
con breves momentos de recuperación.81
En 1826, ante la falta de liquidez del gobierno federal, el Congreso gene­
ral aprobó la nacionalización de los ingresos fiscales de la Aduana de México,
que había sido la oficina fiscal más importante de la Intendencia de México y
después del Estado de México. Con ello cayeron los ingresos totales del estado
en 51% en el año fiscal 1825-1826, y en el de 1826-1827, el descenso por alca­
balas fue de 80%. Los ingresos del año fiscal 1824-1825 fueron de $1 990 115,
en el siguiente año de $1 817 126 y en 1826-1827, de $891 130.82 Esto provocó
un complejo proceso de negociaciones entre el Congreso estatal y el gobierno
federal. Mora propuso suspender el pago del “contingente”, que era la cuota

79 bcem, tomo 16, exp. 80, “año de 1824, “Sobre que se piense en el sistema de Hacienda, lo
económico, gubernativo y contencioso”.
80 bcem, Primera Legislatura, tomo 37, exp. 267, año 1827, “Memoria del Gobernador del es­
tado presentada al Congreso Constitucional”; bcem, Primera Legislatura, tomo 47, exp. 325, año
1828, Memoria del Gobernador del estado sobre los ramos de su administración”.
81 Marichal, 1994, pp. 101-105.
82 Ibid.,pp. 109-110, 150 y 160.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1825-1827 467

con que cada estado colaboraba para sostener a la federación, aprobado por
el Congreso Constituyente en mayo de 1824. Al Estado de México le corres­
pondía cubrir anualmente $975 000 (casi la tercera parte del total de sus per­
cepciones), que fueron cubiertos desde finales de 1824 hasta abril de 1826, en
que se declaró exento de tal contribución por la pérdida de ingresos alcabala-
torios de la ciudad de México. Retomó la obligación al restablecerse el federa­
lismo, en 1846.83
La recaudación alcabalatoria se recuperó, entre 1829 y 1834, en que alcan­
zó en promedio $400 000 anuales, representando entre 40 y 60% de los ingre­
sos líquidos recaudados por la hacienda pública estatal. Esta recuperación no
disminuyó el distanciamiento entre el Estado de México y la federación por
cuestiones financieras.

VI. LA ORGANIZACIÓN MUNICIPAL

En noviembre de 1823, Lucas Alamán lamentaba la apatía de los ayuntamien­


tos, que obstruía “la marcha del sistema político, por el entorpecimiento de
una de las principales ruedas de la máquina”.84 Sin duda, para el cumplimien­
to de los postulados del federalismo, las municipalidades eran parte imprescin­
dible del sistema. Con esta misma lógica, la labor legislativa del Congreso
Constituyente estatal buscó frenar el poder que tendiera “al absolutismo y a la
arbitrariedad” en los niveles estatal y municipal. Era necesario continuar la la­
bor de la Diputación Provincial para alcanzar un orden jurídico, político y ad­
ministrativo que integrara y limitara las diversas células de gobierno local, con­
trolándolo desde los poderes del estado.
La práctica de las disposiciones gaditanas sobre ayuntamientos provocó
profundas transformaciones en los pueblos de indios de la Provincia de Méxi­
co. Lugares con mil habitantes eligieron ayuntamientos, pero se suprimieron
las repúblicas de indios. También se abolió el tributo para sustituirlo por una
administración fiscal y se propuso el reparto de tierras de comunidad para re­
ducirlas a dominio particular. Al suprimirse las repúblicas, los indios perdieron
el privilegio de elegir a sus gobernantes, a lo que se opusieron, ya que rompía
el reconocimiento legal que la Corona les otorgaba a esas instituciones como
parte del sistema administrativo, legal y económico del virreinato.85 En la In-

89 Ibid., pp. 110-114.


84 Memorias de los Ministros del Interior y del Exterior, 1987, p. 43, “Memoria que el Secretario de
Estado y del Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores presenta al Soberano Congreso Cons­
tituyente, 8 de noviembre de 1823”.
85 Tanck, 1999, pp. 31-33, 216. En 1803, de los 4 188 pueblos de indios que había en Nueva
España en las 12 intendencias, correspondían a la Intendencia de México 1 245 pueblos indios
(29.72%). En 1810, la de México tenía 1 008 879 indios, de un total de 3 401 317 indios en las 12
intendencias.
468 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tendencia de México, en 1803 había 1 245 pueblos de indios con su respecti­


vo gobierno y 45 alcaldías mayores (en 1767); para 1821, únicamente había
202 ayuntamientos constitucionales, habiéndose perdido un gran número de
gobiernos indígenas. En aras de la igualdadjurídicay la modernidad, se mer­
maron los privilegios tradicionales de las corporaciones de indios. El mundo
indígena colectivo de las Repúblicas de Indios se fusionó con los ayuntamien­
tos criollo-mestizos.86
Con ayuntamientos inspirados en la Constitución de Cádiz, el Estado de
México implantó el sistema federal. La vigencia gaditana en el nuevo sistema
de gobierno fue de 14 meses. Se había empezado con la restricción de la auto­
nomía municipal, entendida como la capacidad de autoridades y habitantes
para decidir sobre sus contribuciones, recursos naturales y demás asunto del
gobierno municipal. Por la Ley Orgánica Provisional de agosto de 1824, se res­
ponsabilizó a los prefectos y suprefectos del buen gobierno de los ayuntamien­
tos, como representantes del Poder Ejecutivo. A partir de esa fecha, su injeren­
cia en el gobierno municipal fue determinante y se fue acrecentando.
En noviembre de 1824, la legislatura redactó un proyecto de ley para la or­
ganización de ayuntamientos, justificándolo por el gran número existente, con
consecuencias negativas en el orden administrativo.87 El proyecto proponía
elegir indirectamente un ayuntamiento en pueblos con 2 000 habitantes, cui­
dando que sus integrantes supieran leer y escribir, y que fueran propietarios de
alguna finca, capital o ramo de industria. El proyecto sufrió algunas modifica­
ciones y se aprobó el 9 de febrero del siguiente año, como la ley más importan­
te sobre la organización de ayuntamientos durante la primera República Fede­
ral. La ley resultó más radical que el proyecto, al reducir el número de
ayuntamientos a una cuarta parte. El decreto fijó las siguientes reglas:

a) un ayuntamiento por cada 4 000 habitantes;


b) los ayuntamientos se integrarán por alcaldes, síndicos y regidores, que eran
ciudadanos, con capital o ramo de industria que bastaba para mantenerlos, no po­
dían ser los jornaleros, militares, clero, ni empleados públicos; los alcaldes debían
saber leer y escribir;
c) la elección del ayuntamiento se haría anualmente de forma indirecta en
dos juntas electorales, en la primera se elegía un elector por cada 500 habitantes y
en la segunda los electores elegían al ayuntamiento;
d) los ayuntamientos cuidaban de la salubridad, paz pública, policía, obras pú-.
blicas, cementerios, beneficencia, fondos municipales, escuelas y diversiones, con­
vocaban a los ciudadanos a elecciones, y fomentaban la economía;

86 Tanck, 1999, pp. 545-579; Romero Quiroz, 1984, pp. 18-19.


87 bcem, Congreso del Gobierno de Estado de México, 1824, exp. 218, t. 19, “ Proposición del
señor Guerra sobre que se proponga un proyecto de ley que arregle el establecimiento de ayun­
tamientos".
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1825-1827 469

e) el alcalde tenía responsabilidades del poder judicial (juez conciliador), ade­


más de las funciones administrativas y gubernamentales.88

Estas disposiciones restrictivas se reiteraron en la Constitución estatal de


1829 y permanecieron vigentes hasta la promulgación de la Constitución cen­
tralista de 1836. La estructura de poder municipal no incluía su soberanía,
puesto que restringía el autogobierno, para mantener la paz y alcanzar la anhe­
lada unión política del estado. No obstante, las municipalidades mantuvieron
algunos espacios de autonomía en sus funciones administrativas y financieras.
Los diputados buscaron crear un equilibrio entre las autoridades elegidas
por los ciudadanos (los ayuntamientos) y las autoridades nombradas por el go­
bernador (prefectos y subprefectos). Las primeras quedaban sometidas a las
segundas, porque según Mora los ayuntamientos tendían a la independencia
que había que frenar para una adecuada administración. Prefectos y subpre­
fectos sujetos al gobernador debían dar cumplimiento de las leyes, cuidar la
tranquilidad pública, la seguridad de las personas y de sus bienes. El subprefec­
to, con la aprobación del prefecto, nombraba un teniente auxiliar en pueblos
sin ayuntamiento para sigilar y transmitir las órdenes del ayuntamiento al que
pertenecían.89
El Congreso estatal continuó con la tradición de la Diputación Provincial
de atender preferentemente los asuntos municipales. En 1824 (marzo-diciem­
bre), los diputados atendieron 50 expedientes sobre ayuntamientos (16%) de
un total de 308; en 1825, revisaron 27 (13%), de 211; y en 1826 sólo 18 (8%),
de 226. A partir de que la aplicación de la ley de febrero de 1825 se fue gene­
ralizando disminuyeron los asuntos municipales tratados.90
El Congreso percibió la importancia del nivel municipal para el fortaleci­
miento del estado.91 Su pretensión infructuosa de una mejor administración lo
hacía considerar a los ayuntamientos como un mal necesario y les achacaba ig­
norancia administrativa y abuso de poder. Para evitarlo, impuso requisitos pa­
ra acceder a los puestos municipales y precisó sus funciones y obligaciones.92 93 *
En 1826, después de la reducción de ayuntamientos, el gobernador dio
noticia de 182 ayuntamientos.98 El Congreso recibió peticiones de prefectos

88 Colección de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente, 1991, pp. 44-53, decreto 36, “Para la
organización de los ayuntamientos del estado", 9 de febrero de 1825.
89 Actas del Congreso Constituyente del Estarlo Libre de México, 1826, tomo IX, p. 434, sesión del
23 de enero de 1827.
90 bcem, Congreso Constituyente, tomos 16 a 21, exps. 55 al 362, año de 1824; tomos 22 al 25,
exps. 1 al 211, año de 1825; tomos 26 al 30, exp. 1 al 226; año de 1826.
91 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1826, tomo Vil, p. 457, sesión del
9 de junio de 1826.
92 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, 1826, tomo VII, pp. 459-460, Sesión
del 8 de junio de 1826.
93 Memoria en que el gobierno del Estado libre de México..., 1826. Véase mapa “División territorial
del Estado de México, 1826”.
Fuente: Memoria en que el Gobierno del Estado Libre de México..., 1826, anexos 1, 2 y 20; Me Gowan,
1990, pp. 62-64 y 72-76. Digitalizado y corregido en el Laboratorio de Sistemas de Información
Geográfica, Coordinación de Servicios de Cómputo, El Colegio de México.

División territorial del Estado de México, 1826.


DIVISIÓN TERRITORIAL DEL ESTADO

Fuente: Memoria en que el Gobierno del Estado Libre de México, 1826.


Anexos 1, 2 y 20, Me Gowan, 1990, pp. 62-64 y 72-77
Digitalizado y corregido en el Laboratorio de Sistemas de Información Geográfica,
Coordinación de Servicios de Cómputo, El Colegio de México.
Partidos
De Acapulco II Huejutla De Taxco De Tula
I Tixtla III Yahualica I Temascaltepec I Zimapán
II Chilepa II Tejupilco II Huichapan
III Tecpan De México III Ixmiquilpan
III Sultepec
IV Acapulco I Cuautitlán
IV Zacualpan IV Actopan
II Zumpango V Jilotepec
De Cuemavaca V Ajuchitlán
III Teotihuacan VI Tula
I Cuernavaca VI Taxco
IV Tlalnepantla
II Cuautla V Texcoco De Toluca De Tulancingo
III Jonacatepec VI San Agustín I Ixtlahuaca I Tulancingo
de las Cuevas II Toluca II Pachuca
De Huejutla
VII Chalco III Tenango del Valle III Apan
1 Zacualtipan
IV Tenancingo

Municipalidades (límites aproximados)


1. San Lorenzo 48. Tepeji del Río 94. Temascalapa 140. Ocuituco
2. Chapulhuacán 49. Atotonilco el Grande 95. Ajapusco 141. Zacualpan
3. Chichicaxtle 50. Huascasaloya 96. Ecatepec 142. Ayacapizüa
4. Tepehuacan 51. Tenango de Doria 97. Teotihuacan 143. Jonacatepec
5. Lolotla 52. Ajochitlán 98. Otumba 144. Jantetelco
6. San Felipe Orizatlán 53. Tulancingo 99. Azcapuzaltongo 145. Tepalcingo
7. Tlanchinol 54. Tututepec 100. Jilotzingo 146. Huaztepec
8. Molango 55. Pachuca 101. Tlanepantla 147. San Francisco
9. Tlahuelompa 56. Mineral del Monte 102. Naucalpan del Valle
10. Zozoquipa 57. Zempoala 103. Huixquilucan Temascaltepec
11. Metztitlón 58. Tizayuca 104. Tultítlán 148. San Martín Ozoloapan
12. Zacualtipan 59. Tepeapulco 105. Atengo 149. Mineral
13. Tianguistengo 60. Apan 106. Acolman de Temascaltepec
14. Mezquititlán 61. Temascalcingo 107. Texcoco 150. Acatitlán
15. Jaltocán 62. Atlacomulco 108. Calpulapan 151. Cuentla
16. Huejutla 63. Jocotitlán 109. San Vicente Chicolapan 152. San Lucas
17. San Pedro 64. San Felipe del Obraje 110. Papalotla 153. Cuentla
18. Ixcatlán 65. Ixtlahuaca 111. Chiautla 154. Ocotepec
19. Huazalingo 66. Jiquipilco 112. San Ángel 155. Ixtapan
67. Temoaya 113. Coyoacán 156. Teloloapan
20. Calnali
21. Xochicoatlán 68. San José Malacatepec 114. Toyahualco 157. Coatepec
22. Yahualica 69. Asunción Malacatepec 115. San Agustín de las Harinas
23. Huautla 70. Almoloya de las Cuevas 158. Zacualpan
24. Santa Catarina 71. San Jerónimo Amanalco 116. Xochimilco 159. Ixtapan de la Sal
25. Jacala 72. Zinacantepec 117. Milpa Alta 160. Ixcateopan
26. Zimapán 73. Toluca 118. Tláhuac 161. Amatepec
27. Tecozautla 74. Metepec 119. Chalco 162. Sultepec
28. Tasquillo 75. San Bartolomé 120. Ixtapaluca 163. Cutzamala
29. Huichapán Otzolotepec 121. Tenango 164. Tetela del Río
30. Alfajayucan 76 Lerma 122. Tlalmanalco 165. Ajuchitlán
31. Nopala 77. San Martín Ocoyoacac 123. Tlayacapa 166. Iguala
32. Ixmiquilpan 78. Santiago Tianguistengo 124. Amecameca 167. Taxco
33. Cardonal 79. Calimaya 125. Juch¡ 168. Huitzuco
34. Yolotepec 80. Tenango del Valle 126. Ozumba 169. Tepecoacuilco
35. Actopan 81. Tecualoya 127. Totolapa 170. Zumpango del Río
36. El Arenal 82. Tenancingo 128. Ayozingo 171. Apango
37. San Salvador 83. Joquicingo 129. Tepoztlán 172. Chilpancingo
38. Ixquincuitlapilco 84. Malinalco 150. Cuernavaca 173. Tixtla
39. Mixquihuala 85. Huehuetoca 151. Jiutepec 174. Atenango del Río
40. Acúleo 86. Tepozotlán 132. Yautepec 175. Zitlala
41. Jilotepec 87. Teoloyuca 133. Miacatlán 176. Ahuacuancingo
42. Chapa de Mota 88. Cuautitlán 134. Xochitepec 177. Chilapa
43. Villa de Carbón 89. Tequisquiac 135. Tlaltizapán 178. Quechultenango
44. San Pedro Tlaxcoapan 90. Hueypoxda 136. Tetecala 179. Zacatula
45. Tula 91. Zumpango 137. Ixtla 180. Tecpan
46. Tetepango 92. Nextlalpan 138. Tlalquitenango 181. Acapulco
47. Atitalaquia 93. Tecámac 139. Cuautla 182. San Marcos
472 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

para formar municipalidades en pueblos de 2 000 habitantes, necesarias para


aminorar los efectos de la distancia entre los pueblos, la difícil situación de los
caminos, la carencia de personas capaces para ocupar los cargos y, en especial,
para llenar la aspiración de los pueblos de contar con su propio ayuntamien­
to y gobernarse con independencia de acuerdo con sus tradiciones. El Congre­
so hizo concesiones de acuerdo con las condiciones geográficas y sociales.94
Un punto problemático de la administración municipal fue el manejo de
sus fondos, integrados por propios y arbitrios. Estos estaban constituidos por
los pesos y medidas, las pensiones sobre plazas y puestos de venta públicos, per­
misos para diversiones y juegos públicos, multas a los infractores de los regla­
mentos de policía y todas las contribuciones locales que aprobara el Congreso
estatal. Los propios estaban constituidos por los bienes raíces propiedad de las
municipalidades, edificios construidos con fondos públicos y las tierras del co­
mún de los pueblos.
Los pueblos conservaron el control de sus bienes comunales reconoci­
dos en el marco jurídico liberal del estado. Ayuntamientos y pueblos actua­
ron conjuntamente para tomar decisiones sobre la administración de los pro­
pios de los pueblos. El arrendamiento fue una solución conciliadora entre
dos posiciones antagónicas, atender las leyes contra privilegios y a favor de la
propiedad individual, o cubrir las necesidades colectivas mediante el control
de la tierra.95 Los ayuntamientos podían ejercer su libertad en la formación
del presupuesto municipal, pero requerían aprobación del Congreso. Esta
práctica se fue perdiendo a lo largo del siglo, para quedar en manos de las
autoridades estatales. La escasez de recursos y la corrupción dominaron en
el ámbito municipal; por ello, el Congreso estatal dictó normas para estable­
cer el equilibrio hacendario, ordenando los ingresos y dejando mayor liber­
tad en los egresos. La fiscalidad municipal no alcanzó los objetivos deseados
por la diversidad municipal y las tensiones entre el antiguo sistema y las me­
didas liberales.96
Los pueblos mostraron tanto actitudes de aceptación como de rechazo al
orden municipal. Les molestaron las infracciones a sus derechos: la falta de in­
dígenas en los cargos concejiles, la pérdida de ayuntamientos, las penas corpo­
rales (azotes), los atropellos a los ayuntamientos por tierras, las altas contribu­
ciones (como la de instrucción pública), la indiferencia ante las epidemias, las
injusticias electorales, los abusos de poder de autoridades y el maltrato a los in­
dígenas. Ante ello, algunos pueblos pidieron al Congreso su asignación a otra
municipalidad o integrar una nueva; encausando su inconformidad por la vía

94 bcem, Primera Legislatura, 1827, exp. 170, t. 34, “Expediente instruido por el ayuntamien­
to de Tecpan sobre reducción de sus terrenos por ser muy basto el que hoy ocupa". Hicieron pe­
ticiones el prefecto de Acapulco, el subprefecto de Zacatula, el prefecto de Taxco y el prefecto de
México.
95 Birrichaca, 1999, pp. 313-328.
96 Pacheco Chávez, 1999, pp. 245-262.
DEL IMPERIO AL FEDERALISMO. ESTADO DE MÉXICO, 1823-1827 4 73

legal.97 Cuando estaban sujetos a otro, consideraban que reunían los requisi­
tos para tener su propio ayuntamiento y algunos se quejaron de desatención
de sus ramos administrativos.98 Entre las irregularidades electorales que altera­
ron a muchos pueblos y ayuntamientos, destacaron la injerencia de militares y
curas en las votaciones y la elección de personas analfabetas, por lo que solici­
taron la anulación de las elecciones.
Las normas liberales dictadas para los gobiernos de los ayuntamientos en
el Estado de México continuaron con la tarea, iniciada en Cádiz: delimitar las
funciones y obligaciones de los ayuntamientos, y precisar los límites territoria­
les. Parcialmente, los diputados lograron sus propósitos, y la organización mu­
nicipal contribuyó, junto con la conformación de los poderes estatales, a esta­
blecer los pilares de la maquinaria política estatal.

CONSIDERACIONES FINALES

El primer federalismo en el país, proceso histórico iniciado con la coyuntura


del Plan de Casa Mata, fue un acto fundador de la República. El pacto políti­
co se propuso constituir al Estado mexicano, manteniendo la unidad nacional.
Los representantes de las provincias determinaron que la unión mediante el
sistema federal era la mejor elección; una minoría, en la que se encontraba la
Provincia de México, se sumó al pacto federal para pertenecer a la nación me­
xicana. Si al principio los representantes de esta provincia no se adhirieron a
las manifestaciones federalistas, entre 1823-1824 se convirtieron paulatina­
mente en defensores de la autonomía estatal.
El establecimiento del federalismo en el Estado de México, más que una
forma de gobierno, significó el aprendizaje de una nueva cultura política, que
se nutrió de las expectativas regionales. Las experiencias gaditanas dieron for­
ma a instituciones liberales que provocaron los enfrentamientos políticos por
las competencias de poder entre federación y estados. Los obstáculos por ven­
cer para alcanzar la unidad política fueron inmensos: problemas con la fede­
ración, víctima de las pugnas entre las logias masónicas, escasez financiera y

97 ahem, C.171.22, 1813, v. 19, exp. 10, "Pueblo de San PedroTultepec al gobernador del Es­
tado de México”, 1 de octubre de 1833. ahem, C.075.1, 1831, v. 149, exp. 9, “Oficio del prefecto de
Tulancingo al alcalde de Acaxochitlán”, 23 de agosto de 1831.
98 bcem, Primera Legislatura, 1827, exp. 291, t. 37, “El prefecto de Tulancingo manifestando
la nulidad del ayuntamiento de Huehueda”. También pidieron anulación de elecciones los habi­
tantes de Tulancingo y de San Bartolo Huehueda. bcem, Piimera Legislatura, 1827, exp. 292, t. 37,
“Los vecinos del pueblo de Ecatzingo sobre establecer ayuntamiento separándose de Ozumba”.
Lechuga Barrios, 1999, pp. 299-311. Enfrentamiento entre el ayuntamiento y el pueblo de Jilote-
pee, los habitantes pidieron ser considerados como personas capaces de decidir en asuntos polí­
ticos, poder formar parte del ayuntamiento, pagar contribuciones justas y acatar el reglamento de
Guardia Nacional.
474 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

atomización del poder municipal. Para establecer el federalismo, el Estado de


México tuvo que hacer adaptaciones a su antigua situación privilegiada, corre­
gir su posición renuente al federalismo e instituir un centralismo en el gobier­
no interior, pero sin violar el esquema legal acordado y aprobado por el Con­
greso Constituyente en 1824.
La Constitución del Estado de México promulgada, en febrero de 1827
con un abierto liberalismo, promovió el republicanismo y la distribución de los
poderes estatales y municipales. Los diputados estaban convencidos de que el
centralismo interior integraría una entidad federativa capaz de actuar como
bloque soberano y no como un conjunto de células de poder.
El establecimiento del federalismo posibilitó a las autoridades del estado
para participar como una entidad en la federación mexicana. Los diputados
precisaron los principios de su política interna: difundir facultades y limitacio­
nes de los tres poderes estatales, reorganizar la hacienda pública, restructurar
la división político-territorial, considerar a los ayuntamientos como parte del
poder Ejecutivo, mantener el proceso electoral indirecto, restringir la partici­
pación ciudadana y fomentar la milicia cívica.
La esencia de esta época está en las huellas políticas que dejó, unas en el
nivel nacional y muchas en cada entidad federativa. En el Estado de México se
pusieron los cimientos de una política interior interesada en crear institucio­
nes liberales y fundamentadas en un marco legal y en incrementar su autono­
mía respecto a los poderes federales y de las demás entidades federativas. En
los tres primeros años del federalismo estatal (1824-1827), no se generalizó
una cultura política federal, pero quedó latente la fuerza estatal interna, que
alimentaron autoridades y habitantes, en defensa de su identidad y de sus in­
tereses locales.
TRAS LAS TRINCHERAS DEL FEDERALISMO.
INTERESES Y FUERZAS REGIONALES EN PUEBLA,
1823-1825

Alicia Tecuanhuey Sandoval


Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades,
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

El primer federalismo mexicano quedó marcado por los problemas derivados


de sus orígenes, de la manera como se llevó a cabo su transacción y de la mo­
dalidad que le imprimieron los actores para salvaguardar la unidad. En tanto
fue un federalismo de compromiso que gobernó a estados y no a ciudadanos,
la comprensión de su proceso requiere explicar la conducta de las fuerzas y
actores políticos en el nivel estatal. De 1823 a 1825 fueron años de cambian­
tes correlaciones de fuerza en los que el papel y peso de nuevos y viejos acto­
res, instituciones, vocabulario y acontecimientos confluyeron para conformar
una realidad política que enfrentó, entre otros, el reto de mantener unidos a
los mexicanos, conviviendo con múltiples y a veces plásticas visiones acerca del
ejercicio de la soberanía.1
Durante esos años, la provincia de Puebla evolucionó a estado federado,
que la constitución estatal concluyó su nacimiento. En enero de 1824, su pobla­
ción se calculaba aproximadamente en 600 mil almas aglutinadas, en cinco ciu­
dades, una villa, 606 pueblos, 138 parroquias y en cientos de haciendas y ran­
chos, bajo una organización político administrativa que incluía los partidos de
Puebla, Totimehuacan, Amozoc, Cholula, Huejotzingo, Atlixco, Tochimilco,
Izúcar, Chietla, Chautla de Sal, Acatlan, Tepeji de la Seda, Tecali, Tepeaca, Te-
huacan, San Juan de los Llanos, Teziutlan, Tetela de Xonatla, Zacatlán, Huau-
chinango, Huedacotla, Higualapa y Tlapa.2 La transformación de provincia a
estado fue producto de la directa y, en ocasiones, decisiva participación provin­
cial en el juego de fuerzas que definió el rumbo general a favor de la adopción
de la república federal. ¿Cómo predominaron los federalistas entre las fuerzas
locales?, ¿cuál de sus facciones fue la preminente? y ¿bajo qué proyectos? son las
preguntas que abordamos en este trabajo.

1 Para la caracterización y problemas del periodo, véanse Barragán, 1984; Vázquez, 1993;
Vázquez, 1994; Vázquez, 1999; Guerra, s.f.
2 bn, Fondo Lafragua, t. 315, “Estado general de la Puebla según el censo formado en el año
de 1794”, Puebla, enero 1 de 1824.

475
476 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

I. LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL, EL JEFE POLÍTICO DE PUEBLA


Y EL PLAN DE CASA MATA

En marzo de 1820 volvió a entrar en vigor el decreto de 23 de mayo de 1812.


Este retorno que ordenó la reunión de las provincias de México, Veracruz, Va­
lladolid, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y Querétaro en una sola Diputación de la
Nueva España,3 inició el movimiento en favor de la recuperación de un gobier­
no autónomo. El intendente y el ayuntamiento de la capital provincial rechaza­
ron dicha orden por el menoscabo de los derechos de su provincia al gobierno
propio, el ahogo de su felicidad y la enervación del gobierno económico y po­
lítico de los pueblos que reunía. Basadas en el número de partidos, magnitud
de la población y extensión territorial, las autoridades anunciaban el desquicia­
miento administrativo. Una y otra vez volvieron a la idea de la degradación del
carácter independiente de la provincia y la investidura de sus autoridades, de­
bido a que prácticamente se reducía a la orgullosa intendencia a condición de
partido. El decreto que contravenía el artículo 325 de la constitución gaditana
debía ser derogado y ser establecida la propia diputación.4
Bajo el impulso de esa declaración, los representantes de los 21 partidos
de la provincia, reunidos el 18 de septiembre de 1820 en junta electoral para
la elección de diputados a Cortes, ratificaron razones y previeron el nacimien­
to de un mando despótico. La provincia, apuntaron, aspiraba a su Diputación
Provincial “porque sólo de este modo podrá ocurrir a su ruina, [y] reparar los
gravísimos males que causaron las convulsiones políticas del último decenio y
la nulidad, estupidez y opresión del gobierno de treinta decenios”.5
Todas las voces representativas comulgaban con este anhelo y participaban
de una creciente politización. Menor respaldo tuvo la decisión mayoritaria de
elevar su petición a las Cortes por intermedio de José Miguel Ramos Arizpe, re­
cién nombrado chantre de la catedral angelopolitana. En la reunión de 18 de
septiembre surgió una opinión más terminante, encabezada por José María
Troncoso quien, en su carácter de asesor, propuso no esperar la resolución me­
tropolitana e instalar la diputación provincial de inmediato.6 Era la voz mino­
ritaria pero influyente de la corriente de tinte autonómico y liberal en la pro-

s Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, “Proclama que hacen reim­
primir algunos patriotas de Puebla a beneficio de sus conciudadanos para el acierto en su próxi­
ma elección", 1812.
4 agap, Leyes y Decretos, t. 2,1820-1821, ff. 21-24, “Representación que hace á SM las Cortes
el Ayuntamiento de la Puebla de los Ángeles para que en esta ciudad, cabeza de provincia, se es­
tablezca Diputación provincial, como la dispone la constitución", 13 de julio de 1820.
5 Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, “Representación que hace
al Soberano Congreso de Cortes lajunta Electoral de la Provincia de la Puebla de los Ángeles en
VE para que en ella se establezca la Diputación Provincial conforme al artículo 325 de la Consti­
tución Política", Puebla, 18 de septiembre de 1820, impreso el 23 de septiembre.
6 Gómez Haro, 1910, p. 139; Castro Morales, 1987, p. 33.
INTERESES Y FUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1 825 4 77

vincia, activa a través del periódico La Abeja Poblana, que defendía la libertad de
imprenta y los derechos declarados en la Constitución de 1812 y que rápida­
mente evolucionó a favor del independentismo? Voz derrotada por la mode­
ración que en buena medida impuso el jefe político y comandante militar, Ci­
ríaco del Llano, al acuartelar las fuerzas a su mando, con el pretexto de cuidar
la quietud y tranquilidad durante la elección de los diputados de la provincia.7 8
Sin embargo, la obediencia y moderación imperaban con dificultades. Des­
pués de nombrar ajoaquín de Haro y Portillo diputado por Puebla a la Diputa­
ción Provincial de la Nueva España, para no dejar espacios vacíos, la inquietud
fue creciendo. Cuando el ideal independentista se plasmó en el Plan de Iguala,
las autoridades municipales exhortaron a la población a guardar “constante el
orden, la unión y fraternidad con que hasta aquí os habéis conducido”.9 Ya en
agosto, el ayuntamiento poblano volcó su simpatía hacia la causa de Iturbide. El
cambio se originó esencialmente en la acumulación de tensiones e inconformis­
mos surgidos por las resoluciones liberales en la península, la alarmante deser­
ción de cuerpos del ejército realista en la provincia ante las fuerzas insurgentes
comandadas por Nicolás Bravo yjosé Joaquín Herrera desde abril, y las garan­
tías ofrecidas por ellos para mantener la unión de los españoles y americanos.10
La variación fue impulsada también porque se prometió concretar de inmedia­
to las aspiraciones locales. El 2 de agosto de 1821 ingresaron a Puebla las fuer­
zas de Iturbide para jurar el Plan de Iguala, después de capitular la ciudad. Así,
el ayuntamiento, único nivel de gobierno que se mantuvo en pie después de la
capitulación, recibió de Iturbide la autorización de instalar la diputación pro­
vincial y establecer provisionalmente el consulado “a reserva del gobierno”.11

7 El periódico publicó en marzo de 1821 comunicados a favor de la causa de Iturbide. Por


ese motivo, lajunta Provincial de Censura de la Capital de México mandó recoger el número 19,
que difundía el Acta de Iguala y el juramento de Iturbide del 2 de marzo, hjnt-bl-buaf, Colección
Periódicos poblanos del siglo xix, microfilm, rollo 297, La Abeja Poblana, t. 1, núm. 17, 22 de maf-
zo de 1821; t. 1, núm. 24, 10 de mayo de 1821; Verges, 1985, pp. 291-293; Cordero yTorres, 1947.
8 Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, “Satisfacción al Aviso que
publicó el 26 de septiembre el Excelentísimo señor Gefe Político, Comandante Militar de esa pro­
vincia Don Ciriaco del Llano", Puebla, Oficina del Gobierno, 3 de octubre de 1820. “El Liberal,
Impugnación del Aviso del Excmo. Sr. D. Ciriaco del Llano”, septiembre 28 de 1820.
9 agap, Leyes y Decretos, t. 2, 1820-1821, f. 102, Lajunta de Provincia de la Puebla de los Án­
geles, 8 de marzo de 1821; Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, “El Ayuntamiento
de Puebla a los habitantes de su comarca", 7 de marzo de 1821.
10 Acerca del descontento en Puebla por la reforma eclesiástica en la península, la orden de
castigo a los firmantes persas y la nueva expulsión de los jesuítas, véanse Aiamán, 1985, t. V, pp. 254-
258; Gómez Álvarez, 1997, pp. 199-202. Sobre garantías a los españoles europeos, véase hjnt-bi.-
buap, Colección Periódicos poblanos del siglo xtx, microfilm, rollo 297, suplemento al número 28
de La Abeja Poblana, 7 de junio de 1821, en particular comunicados de Nicolás Bravo yjosé Joaquín
Herrera, 17 de abril de 1821.
" Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, “El licenciado Don Carlos
García, Alcalde primero constitucional de esta ciudad, Gefe Político e Intendente interino de su
Provincia”, 13 de agosto de 1821.
478 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La reconquista del anhelado gobierno provincial propio fue un triunfo


que el ayuntamiento angelopolitano pretendió capitalizar para afirmar su opi­
nión, ya influyente de por sí debido al carácter de “ciudad absorbente” que le
era propio a la capital provincial.12 Por esporádicos momentos pareció lograr
tal preminencia, pero a la larga resultó que la figura del jefe político y capitán
general de la provincia se le sobrepuso. Este fenómeno no era nuevo; la subor­
dinación había sido patente en las dos primeras décadas del siglo, en las que
la autoridad e independencia del cuerpo municipal quedaron disminuidas an­
te Manuel de Flon y de Ciríaco del Llano.13 A principios de la década de 1820,
dicha subordinación se agravó por los inconvenientes para sesionar y funcio­
nar con regularidad. La debilidad del ayuntamiento se observó sobre todo en
su creciente incapacidad para captar las recaudaciones desde 1809; en 1824, la
recaudación padeció una drástica caída.14
La jefatura política, en cambio, se fortaleció debido a que de ella se hicie­
ron cargo militares que, como capitanes generales, atendían las operaciones
de la provincia de Puebla, Veracruz, Oaxaca y Tabasco. Ese rasgo fue, a la vez,
fuente de debilidad para su poder regional ya que su titular fue constantemen­
te removido por decisión del centro. Después de que Carlos García se hizo car­
go de la jefatura política, entre agosto y diciembre de 1821, fue remplazado
por el mariscal de campo Domingo Estanislao de Luaces, el 2 de enero de
1822; en octubre fue sucedido por José Antonio de Echávarri, quién en di­
ciembre atendió exclusivamente la cuestión militar obligado por la rebelión de
Santa Anna en Veracruz, por lo que fue designado José María Morán, Marqués
de Vivanco.
A lo largo de 1821 y 1822, losjefes políticos dedicarían buena parte de su
gestión a combatir desórdenes, conspiraciones republicanas y la amenaza de
reconquista española. En los últimos días de 1821, las amenazas de conspira­
ciones movilizaron a las fuerzas leales. Más tarde, en abril yjulio de 1822, fue­
ron detenidos algunos republicanos, como José Antonio Pérez Martínez, José
María Bustamante, Francisco, José María y Miguel Osorno,Juan Nepomuceno
Troncoso, Miguel Lozano y Antógenes Rojano, acusados de infidencia en las
causas giradas por la Comandancia Militar de Puebla.15 El ambiente de intran­
quilidad era alentado por la hostilidad de los españoles asentados en San Juan

12 Moreno Toscano, 1974, pp. 97-110.


15 Liehr, 1976, t. II, cap. IV.
14 agap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 23 y 232, Acta, 4 de enero y 5 de marzo de 1823; Téllez
Guerrero, 1989, p. 31.
15 Condumex, Colección Puebla, 1648-1855, microfilm, rollo 46, “Proclama de José Joaquín
Herrera”, Puebla, Imprenta Liberal de Moreno Hermanos, 1821; Castro Morales, 1987, pp. 45-50;
ac.n, Gobernación, sin sección, 1823, c. 48, E13, exp. 28, f. 24, “Informe de Gregorio de Arana a
nombre del comandante de la Provincia José María Calderón al Sr. Ministro de Relaciones Inte­
riores y Exteriores”, 22 de julio de 1822; c. 48 Eli, exp. 1, f. 9, “Informe del estado que guardan
los presos por conspiración republicana”, 3 de diciembre de 1822.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBU, 1823-1825 4 79

de Ulúa. De ahí que la importancia político-militar de Puebla se fuera reafir­


mada con actos de lealtad al emperador, organizados por las autoridades civi­
les provinciales, para apoyar sus decisiones políticas y convalidar la versión
construida por la Primera Secretaría de Estado, según la cual las conspiracio­
nes de San Juan de Ulúa y la republicana eran una misma.16
Pero al estallar la rebelión de Santa Anna se constató que tenían funda­
mento los rumores de que eran muchos los adeptos en la ciudad y aún más los
de Nicolás Bravo y Vicente Guerrero dispuestos a restaurar el congreso. Bus­
tamante anotaba en su Diario que, “la provincia de Puebla arde por muchas
partes y que [...] el fuego es inextinguible”.17 En las poblaciones sureñas de
Chietla, Amilpas, Jolalpan y Chautla, partidas de centenares de hombres orga­
nizados por Manuel Valente Gómez y Pablo de la Rosa, adherentes a Guerre­
ro y Bravo, intensificaron su acción. El comandante militar de Izúcar evaluaba
que su persecución era bastante difícil debido al número de seguidores y a su
arraigo; los pueblos protegían sus movimientos con el envío de continuos in­
formes, dejando “sin recurso de poderles dar un albazo, motivo a que toda es­
ta jente es adicta a su sistema y al más leve movimiento que haga la tropa, lo
saben”.18 Además, las fuerzas de combate eran pocas y carecían de municiones
y de suministros para enfrentarlos.
Es difícil suponer que en semejante clima la diputación provincial pudie­
ra desarrollar sistemáticamente sus limitadas atribuciones. La carencia de los
papeles de la diputación provincial impide saberlo. Al menos se ocupó de las
contribuciones y del convencimiento a la población de la necesidad de nuevas
exacciones, como la de “algos y pilones”, para que los habitantes no concluye­
ran “que por esto no sois libres, que por esto no hay diferencia del gobierno
antiguo al actual”.19 Mas desde su establecimiento se le exigió escapar de la tu­
tela de los grupos dominantes en la capital provincial. Tal fue el deseo del
Ayuntamiento de San Juan de los Llanos que, al felicitar la instalación de la di­
putación, le pidió erigirse en máxima autoridad de la provincia y representar
los intereses de toda la jurisdicción, comprometiéndose, a cambio, a “el más
puntual cumplimiento de sus determinaciones”.20 La presión surtió efecto. La

16 agap, Leyes y Decretos, t. 3, 1823, ff. 104-105, “Disposiciones para evitar la conspiración con
la mira de establecer el republicanismo o la entrega del Trono a un extranjero”; “Manifiesto de la
Primera Secretaría de Estado, Sección de Gobierno”, 27 de agosto de 1822; Anna, 1991, p. 166.
17 Bustamante, 1981, t. 1, vol. 1, p. 119.
18 ahdn, exp. XI/481.3/255, Movimiento de tropas de la Capitanía General de la Provincia
de Puebla, f. 8, Juan Fonseca al Sr. Coronel Don José Rafael Muñiz, comandante militar de Izúcar,
31 de enero de 1823; ff. 17-20, correspondencia del Marqués de Vivanco con el Ministro de Gue­
rra y con los comandantes de Atlixco e Izúcar entre el 30 de enero y 4 de febrero de 1823.
19 Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 8, folleto 2, “Manifiesto dirigido por la Exce­
lentísima Diputación Provincial de la Puebla a los pueblos de su comprensión”, 6 de julio de 1822.
20 hjnt-bl-buap, Colección Periódicos Poblanos del siglo xix, microfilm, rollo 297, La Abeja Po­
blana, t. 1, núm. 48, 25 de octubre de 1821, “Felicitación que hace el Ayuntamiento constitucional
de S.Juan de los Llanos a la Excma. Diputación provincial de esta ciudad", 19 de octubre de 1821.
480 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

diputación se conformó de seis individuos procedentes de diversos puntos de


la provincia, manteniendo sólo a un oriundo de la ciudad, Joaquín de Haro y
Portillo.21 Pero ese criterio se abandonó en las siguientes elecciones de dipu­
tados provinciales, en las que aumentó el número de vecinos de la capital. Asu­
mieron cuatro miembros de familias pudientes de la ciudad (Furlong, Tissier,
Marín y Olaguibel), y dos religiosos del cabildo catedralicio, Antonio Vázquez
y Pedro Piñeiro.22 Se desplazó a los miembros del bajo clero, más proclives al
radicalismo, de entre los que se distinguió Juan Nepomuceno Troncoso.
A pesar de estos cambios, las declaraciones de la diputación provincial dan
cuenta de que tenía muy claro que representaba intereses provinciales. En la
representación que dirigió a lajunta Provisional Gubernativa, apuraba la for­
mación de Cortes para obtener el reconocimiento de las potencias extranjeras
porque ello permitiría celebrar tratados comerciales y activar el comercio pa­
ralizado, “cuyo menoscabo refluye sobre la agricultura e industria”.23 Durante
la discusión de la ley electoral de 7 de noviembre de 1821, que formó el Primer
Congreso Constituyente, la diputación defendió inútilmente su peso como
provincia densamente poblada, con la propuesta de formar la representación
con el criterio de población y el rechazo a la idea de división del congreso
constitutivo en dos cámaras. Además, consideraba peligrosa la elección por es­
tamentos o clase, porque originaría “[...] la división de intereses y de ánimos”,
y porque “poco tardaría el espíritu de partido en sofocar el espíritu nacio­
nal”.24 Activar el comercio, reconocer las diferencias entre provincias y soste­
ner el orden eran las expresiones del espíritu regionalista.
En el marco de un ambiente politizado que dividió a las familias y con ins­
tituciones políticas precariamente sostenidas, se produjo la proclamación del
Plan de Casa Mata el 1 de febrero de 1823. El Plan tensó la vida pública local
y absorbió meses de prolongadas disputas por la conducción, en las que en
principio el jefe político se situó como centro de las iniciativas. En efecto, Jo­
sé María Morán, Marqués de Vivanco, encabezó el traslado de la lealtad políti­
ca en favor de aquel plan. Amparado en la obediencia militar, el 8 de febrero
giró un comunicado confidencial a los diferentes cuerpos militares bajo su ju­
risdicción, en que ordenó a cada comandante difundir el Plan de Casa Mata y
“lo haga entender al H. Ayuntamiento de ese lugar para que no se extravíe la

21 El resto eran José María Oller, cura de Tlacotepec; Juan Nepomuceno Troncoso, cura de
Molcajac; Juan Wenceslao Gasea, de Tochtepec; José María Lobato, vecino de Cuyoaco, José Ma­
riano de Santa Cruz, cura de Chila yjosé Vicente Robles, vecino de Huamuxtitlán. Im Abeja Pobla­
na, 1.1, núms. 39 y 42, 23 de agosto y 6 de septiembre de 1821, citado por Castro Morales, 1987,
pp. 34-35.
22 Paleta, 1990; Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 8, folleto 101, “Lista de los se­
ñores diputados”, 1822.
25 agap, Leyes y Decretos, t. 2, 1820-1821, ff. 112-114, Diputación Provincial de Puebla, 16 de
noviembre de 1821.
24 Anna, 1991, especialmente pp. 63-67.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 481

opinión por la ignorancia de los sucesos presentes”.25 Paralelamente, empren­


dió gestiones similares ante la corporación municipal de la capital provincial,
que en su sesión del 12 de febrero otorgó su apoyo. Ninguna de las iniciativas
estuvo exenta de cierta presión. Quizá a eso se debió el anuncio anticipado del
respaldo que ofreció el ayuntamiento;26 también influyó la orden de jurar de
inmediato el plan, pues de lo contrario el rebelde debería salir del territorio
de la provincia en el término de doce horas.
Al plegarse a las determinaciones de Vivanco, sin embargo, la municipali­
dad angelopolitana precisó que su adhesión a Casa Mata no significaba repu­
dio a Iturbide o a la forma monárquica de gobierno. Se trataba de darle cons-
titucionalidad a la monarquía, porque el ayuntamiento "no quiere ni queremos
atentar contra la persona del Emperador constitucional; y no puede serlo [... ] sin el
congreso de representantes que [...] dicte las leyes conducentes á vuestro bien
estar y que promulgue una constitución que sea la más segura prenda de nues­
tras libertades”.27 Esa franca posición obligó a Morán a librarse de cualquier
compromiso, por lo que estableció que el destino de Iturbide dependía de la
“razón yjusticia" del propio emperador.28
En contraste, el Marqués de Vivanco contó con el pleno respaldo de la di­
putación provincial. Ésta, decidida, suspendió el 15 de febrero las comunica­
ciones con el gobierno de México, separó al intendente de su cargo, resolvió
que la provincia fuera gobernada de manera independiente y estableció que
en adelante residieran las funciones del ejecutivo en el jefe político y las del
poder legislativo en la diputación provincial.29 Con tales resoluciones, el mo­
vimiento militar logró afianzarse dentro de la estructura del poder civil y, pa­
ra simbolizarlo, trasladó su residencia a Puebla para esperar las noticias del go­
bierno de México.
A su llegada, el 2 de marzo, el Ejército Libertador conoció la proclama de
la diputación provincial dirigida al resto de las provincias para alcanzar con1
senso y resolver las “confusiones” del Plan de Casa Mata. Se indicó que el mo­
vimiento de las provincias tenía por objeto elegir un nuevo congreso represen­
tativo de la nación y crear una nueva organización del Estado mexicano con
base en una definición distinta de la representación política y de la estructura

25 ahdn, exp. XI/481.3/255, f. 56, El Comandante de Izúcar al Ministro de Guerra y Marina,


10 de febrero de 1823.
26 agap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 152,158-159, Acta, 12 y 15 de febrero de 1823; el 11 de febre­
ro Vivanco publicaba un manifiesto en que anunciaba el acuerdo de la diputación y el ayuntamiento
de adherir la provincia al plan del ejercito de Echávarri. Condumex, Colección Puebla, microfilm, ro­
llo 46,1648-1855, “Habitantes de esta provincia”, El Marqués de Vivanco, 11 de febrero de 1823.
27 AGAP, Impresos Varios, t. 1822-1823, sección negra, f. 142, “El Ayuntamiento de Puebla a
sus habitantes”, 21 de febrero de 1823. Las cursivas son nuestras.
28 ahdn, exp. XI/481.3/255, f. 63, “Conciudadanos", El Marqués de Vivanco, Puebla, Impre­
sos del Gobierno Imperial, s./f.
29 agap, Impresos Varios, 1.1823-1824, f. 141. “José María Morán, Marqués de Vivanco, infor­
ma al Público", 15 de febrero de 1823.
482 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de las autoridades que instauraba el poder de las provincias. Según este escri­
to, el Congreso Nacional debía formarse por diputados provinciales elegidos
en demarcaciones de 70 000 almas o fracción de 35 000, electos por sistema in­
directo en tres niveles. El Ayuntamiento, lajunta de Partido y lajunta Superior
de Provincia, además de ser las instancias de elección, se constituían en nive­
les jerarquizados de la nueva estructura gubernativa. Fue particularmente im­
portante que la propuesta poblana despojara a los diputados nacionales de la
representación libre; éstos podían ser relevados si, ajuicio de Junta Superior,
actuaban en contra de los intereses provinciales. La condición de delegados de
los diputados se reforzó con otro artículo provincialista: ningún acuerdo cons­
titucional o contributivo sería ley si no era aprobado por las dos terceras par­
tes de las autoridades provinciales.30
La propuesta provincialista de los poblanos, fuertemente influida por la
convocatoria a Cortes de 1810, no fructificó.31 Las adhesiones de algunas dipu­
taciones mostraron que éstas se reconocían como máxima autoridad en sus
respectivas jurisdicciones y que respondían con una idea distinta al desconoci­
miento del centro. Unos sólo desconocían a Iturbide, unidos por sus coman­
dantes yjefes políticos en tanto se reinstalaba el congreso disuelto en 1822;
otros querían un nuevo congreso.32 No sabemos cuántos coincidían con Bus­
tamante en considerar la propuesta poblana desatinada y alentadora de rivali­
dad entre las diputaciones, “queriendo hacer la de Puebla, de legisladora”.33
La orden de Iturbide de reinstalar al congreso para negociar con los cuerpos
insubordinados fue determinante.
En ese escenario, José María Morán, designado general en jefe del Ejér­
cito Libertador a su llegada a Puebla,34 buscó pronunciar los rasgos civilistas
de la insurrección militar. Con el apoyo de la diputación provincial convocó
al ayuntamiento a designar representantes para discutir la orden de reinsta­
lación del Congreso; más tarde, extendió su invitación al cabildo catedrali­
cio y a los párrocos de la ciudad, con la consideración de que era urgente la
ampliación de la diputación provincial de Puebla, porque “gobernaba en cir­
cunstancias delicadas”.35 Las sesiones de la diputación ampliada comenza-

80 Idem, t. 1822-1823, sección negra, ff. 143-144, "Indicaciones de la Excelentísima Diputa­


ción de esta Provincia, para la pronta instalación del Congreso representante de la Nación”, 1 de
marzo de 1823.
51 Berry, 1985, pp. 18-27.
82 ahdn, exp. Xl/481.3/261, ff. 39 y 43, Coronel Francisco de Arce al Secretario de Despacho
de la Guerra, 9 de marzo de 1823; Comandante Principal de las Provincias Internas al Excelentí­
simo Señor Secretario de Estado y del despacho de Guerra y Marina, 12 de marzo de 1823; Ben­
son, 1994, pp. 169-190; Mateos, 1822-1824, t. II, Sesión extraordinaria, 13 de marzo de 1824.
88 Bustamante, 1981, t. 1, vol. 1, p. 178.
84 La designación fue hecha en Junta de Generales constituida por Vivanco, Lobato y Echá­
varri. Bustamante, 1981, t. 1, vol. 1, p. 144.
85 acap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 217 y 218, Acta, 2 y 3 de marzo de 1823; accp, Libro Capi­
tular, 1822-1824, vol. 60, ff. 192-193, Acta, 12 de marzo de 1823.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 483

ron el 9 de marzo, congregándose en junta, salvo los delegados del cabildo


catedralicio, con los oficiales del Ejército Libertador y los representantes de
algunas diputaciones.36 Negaron su reconocimiento al congreso por descon­
fiar en las promesas de Iturbide, por no lograr el congreso reunir a la mayo­
ría de sus miembros, por carecer de libertad y “porque abunda en diputados
a quienes la Nación ha proscrito para ese cargo”. Antes que declinar, resol­
vieron que el ejército se aproximara a la ciudad de México para evacuar al
gobierno iturbidista.37
Por su parte, el congreso general comisionó a Rafael Mangino y Francisco
Manuel Sánchez de Tagle para persuadir a la diputación provincial de some­
terse a la obediencia del congreso, ya que éste sesionaba en absoluta libertad
y continuaba siendo el centro de reunión de las voluntades. La respuesta fue
intransigente. La diputación provincial pidió que el congreso diera pruebas de
su libertad, desconociera a Iturbide como emperador, formara una regencia,
trasladara la residencia del mismo Congreso y que el Ejército Libertador ocu­
para la ciudad de México. Además, condicionaron la obediencia al Congreso
“si se reúne en el número preciso para dar ley".38
En esos términos, los comisionados retornaron a la ciudad de México
con la convicción de que la solución final debía considerar que parte del Ejér­
cito Libertador, al mando de Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo, Miguel
Barragán, José Gabriel de Armijo, Luis Cortázar yjosé Joaquín del Calvo, con­
tinuara su marcha. El congreso general nombró entonces a Cayetano Ibarra
yjosé Joaquín de Herrera para reunirse con los generales en Mexicalzingo y
acordar los términos de la salida de Iturbide. Además, invitó a Morán, gene­
ral en jefe del Ejército Libertador, a ponerse al mando de la fuerza residente
en la capital.39 La crisis concluyó con la negociación directa con losjefes del
Ejército, despojando a la diputación poblana de su condición de principal in­
terlocutor. El desplazamiento fue definitivo cuando el Marqués de Vivanco sa­
lió de Puebla con parte del ejército rebelde, para hacerse del cargo militar en
la ciudad de México y, desde ahí, proclamar que la tarea era ahora conservar
la libertad, practicar la moderación y la prudencia “para consolidar la liber-

56 Entre los asistentes militares y políticos se encontraban Pedro Celestino Negrete, Maria­
no Paredes y Arrillaga, Juan José Miñón, Manuel Crescencio Rejón, Manuel de Mier y Terán, Joa­
quín de la Sota, José Antonio de Echávarri, José María Ponce y Rincón, Santiago Moreno y Vica­
rio, José Ignacio Iberri, José María Malo, José María González Arévalo, Gregorio de Arana,
Domingo Noriega, José Vicente Orantes, José María de la Llave, Ignacio Zaldívar y Tomás Perey-
ra. Castro Morales, 1987, pp. 81-87.
57 agap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 254-255 y 260, Acta, 7 y 10 de marzo de 1823; accp, Libro
Capitular, 1822-1824, vol. 60, ff. 192-193, Acta, 12 de marzo de 1823; Castro Morales, 1987, p. 81.
58 agap, Impresos Varios, t. 1822-1823, sección negra, ff. 166-168, “Acta impresa de Cabildo”,
15 de marzo de 1823; Bustamante, 1980, 1.1, vol. I, pp. 196-198; bn, Fondo Lafragua, f 395, “Fir­
meza de los Poblanos con la comisión de México”, 17 de marzo de 1823.
59 Mateos, 1977, t. II, pp. 154-155, 159-160, sesión extraordinaria de 25 de marzo de 1823;
Bustamante, 1981, t. 1, vol. 1, pp. 199-206.
484 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tad de los pueblos. [...] Está muy bien que no depongamos las armas hasta
que obre tan sólo la razón, pero que mientras tanto, en todos los pueblos de
esta basta Nación no se oiga mas que una voz, la voz armoniosa y dulce del
Congreso”.40
Sin embargo, la rebeldía de las autoridades provinciales se hizo valer.
Recibieron notificaciones del funcionamiento del congreso y de su resolu­
ción de cesar al emperador.41 Después, en ulterior consulta sobre las facul­
tades del congreso, la diputación defendió la idea de que el congreso resti­
tuido tenía por única tarea convocar a otro. Sus argumentos fueron los de
1821. El número de diputados por partido era arbitrario, a la vez que era la
base de su ilegitimidad y fundamento de una representación desmesurada
de las provincias, “que con menos habitantes neutralizaron el voto de las que
tienen más”.42 El principio debía ser el de población. La diputación agregó
en su extensa representación que el congreso venía obrando por “actos de
usurpación”, ya que había fallado en su tarea de acordar un pacto entre las
provincias, “pronunciado después de una madura deliberación y claro con­
vencimiento de la conveniencia y utilidad general que debía traer á todas las
partes estipulantes”; con Casa Mata, indicaba el documento, se renovaba la
oportunidad para que la nación suscribiera dicho pacto y no ignorase a las
diputaciones provinciales, órganos con derechos propios e irrenunciables
para revisar y examinar la constitución, vigilar a sus diputados para que no
abandonen los intereses de sus comitentes y para removerlos cuando así lo
exigiera el bien público. Demandaban, por tanto, la convocatoria para ele­
gir un nuevo congreso.
La ratificación poblana mostraba que en la diputación maduraban con­
vicciones confederalistas republicanas, alejadas cada vez más de las inclina­
ciones monárquicas del ayuntamiento, que paulatinamente enmudeció
frente a los acontecimientos. La subsistencia de puntos de vista tan encon­
trados daría de nueva cuenta al jefe político y comandante general una fuer­
za que de otra manera no hubiera tenido. En los siguientes meses, los pode­
res civiles quedaron a expensas del titular de la jefatura política y de una
incómoda presencia de los restos del ejército rebelde. No hubo otro perio­
do en el que la debilidad de las autoridades civiles se hiciera más patente
que en ése.

40 agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 152, “Proclama del Marqués de Vivanco", 29 de marzo de


1823.
41 Idem, ff. 145, 148-150, “Circular del Supremo Poder Ejecutivo”, 31 de marzo de 1823; “In­
formes de la Secretaría de Justicia y Negocios Eclesiásticos”, 2 de abril de 1823.
42 agap, Impresos Varios, t. 1823-1824, fs. 78-84, “Representación que la Diputación Provin­
cial de Puebla dirige al soberano congreso pidiéndole se sirba expedir nueva convocatoria”, 23 de
abril de 1823.
INTERESES Y FUERZAS REGIONALES EN PUEBIA, 1823-1825 485

II. LOS DIFÍCILES MESES DE MAYO A DICIEMBRE DE 1823:


LA APROBACIÓN DEL ACTA CONSTITUTIVA

Entre abril y agosto de 1823 estallaron dos querellas en las que se enfrentaron
el ayuntamiento, la diputación provincial y el jefe político. La primera tuvo lu­
gar en abril por el cobro de la contribución extraordinaria aprobada el 18 de
febrero de 1823 para sostener a la tropa movilizada, que permanecía en Pue­
bla, a fin de que la patria “recuperase el uso libre de su soberanía”. Al princi­
pio, la respuesta de los vecinos fue favorable al pago del gravamen,43 pero la
actitud cambió cuando se derogaron los artículos referentes a la forma de go­
bierno suscrita bajo el Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba y el decreto del
24 de febrero de 1822. De ello, la diputación provincial hizo responsable al
ayuntamiento, pues éste justificaba que la población no lo proveyera con el ar­
gumento de que la manutención del ejército era una obligación de todos los
mexicanos. El Soberano Congreso, al ser consultado, ordenó a la diputación
mantener la contribución en tanto se estudiaba el caso de que se generalizara
a todas las provincias.44
El Congreso General y del Supremo Poder Ejecutivo continuaron emi­
tiendo disposiciones al respecto debido a que el ayuntamiento mantuvo su
posición en un debate que duró unos meses más. Por tanto, en mayo el gene­
ral Echávarri se trasladó a Puebla con el décimo regimiento de caballería pa­
ra poner orden y asumir plenos poderes. Investido de estas facultades, el ge­
neral requirió del ayuntamiento un listado de los vecinos que se negaban a
contribuir, “para que dicte las providencias que me parezcan justas”.45 Parale­
lamente, procedió a reorganizar las fuerzas armadas locales y a desarticular
uno de los pilares en que podía sostenerse cualquier rebeldía del ayuntamien­
to: los cuerpos de provinciales organizados a principios de 1823 para sostener
el imperio de Iturbide, Esta disposición fue el segundo motivo de conflicto.
Echávarri convocó a formar los cuerpos de milicia para ejecutar el Reglamen­
to de Milicia Nacional. Pero el ayuntamiento se mostró reticente a colaborar
en el alistamiento voluntario y se apoyó en que algunos solicitantes cumplían
funciones públicas que no debían descuidar. También se negó a equiparlos
con los fusiles empleados por el Segundo Regimiento de Provinciales, solici­
tados por el capitán general, con el argumento de que no habían sido adqui­

43 agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 138, “José María Morán, Marqués de Vivanco a nombre de
la Diputación Provincial informa al Público”, 18 de febrero de 1823; Libro de Cabildos 92-1, f. 230,
Acta, 4 de marzo de 1823; accp, Libro Capitular, 1822-1824, vol. 60, f. 188, Acta, 22 de febrero de
1823. La contribución fue apoyada por los miembros de la Iglesia.
44 Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, José María Calderón al
Ayuntamiento de Tepango, transcribiendo misiva del Excmo. Sr. Ministro José Ignacio García
Illueca, 18 de abril de 1823.
45 agap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 317,347, 369, 442 y 468, Acta, 3, 10 y 19 de abril, de 7 y 13
de mayo de 1823.
486 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ridos con fondos públicos, por lo que no podía disponer de ellos por ningún
motivo.46
El secretario de Estado de Guerra y Marina replicó al ayuntamiento orde­
nándole proveer interinamente al coronel Juan José Codallos las armas y car­
tucheras que debían existir de los regimientos provinciales, en tanto llegaba al
gobierno el armamento comprado, para formar y armar al Octavo Regimien­
to de Infantería. Pero el ayuntamiento no abandonó su actitud y acordó

se conteste á su señoría que la citada orden se obedece, pero que no se cumple, por cuan­
to fue expedida sin conocimiento de este Ayuntamiento y ser diametralmente
opuesta á las ordenes con que se halla de armar sus Milicias Nacionales para las
cuales dió precisamente el publico, y el Ayuntamiento para los fusiles que sirvieron
á los Provinciales, y que sobre todo vá el Ayuntamiento á representar á S.A.S.47 48

El apoyo legal de las acciones del ayuntamiento era suficiente para desafiar
al gobierno nacional; tenía la férrea voluntad de afirmar su autoridad y digni­
dad en su jurisdicción, y no perdía oportunidad en hacerlo. En la toma de po­
sesión de Antonio Flon, heredero del Conde de la Cadena, como jefe político,
el gobierno municipal le hizo jurar defender la independencia nacional repre­
sentada en el soberano congreso mexicano, obedecer las leyes por éste emiti­
das y “[...] cumplir exactamente con las obligaciones de su empleo: gobernar
la Provincia según las leyes y guardar á este Eximo. Ayuntamiento sus fueros".
Semejante tono contribuyó a que los intercambios se tornaran enérgicos.
El secretario de Guerra y Marina respaldó al capitán general para exigir la en­
trega del listado de los contribuyentes morosos y disolver nuevos cuerpos de
provinciales, por el conocimiento que se tenía “de la organización de conspi­
raciones y movimientos efectuados por los enemigos de la libertad en la ciu­
dad”.49 La resistencia del ayuntamiento sólo se doblegó una vez que la tropa
de la guarnición exigió el pago del adeudo de sus haberes con las armas en
la mano. En agosto, la indisciplina de la tropa fue tan alarmante que la pro­
pia diputación provincial denunció ante el congreso que el comandante ge­
neral y algunos oficiales habían creado un clima de persecución, faccionalis­
mo y enfrentamiento “propios de las tiranías”. Los militares se ampararon en
una supuesta acusación: en Puebla se fomentaban anárquicas ideas y de ahí,
“[...] suponen al estado y la ciudad en desgobierno y dominada por los mo­
narquistas”.50

46Ibid., ff. 511. 519 vta. y 559, Acta, 13 y 28 de mayo de 1823 y 19 de junio de 1823.
47Ibid., f. 547, Acta, 5 de junio de 1823.
48Ibid., f. 529, Acta, 2 de junio de 1823. Las cursivas son nuestras.
49Ibid., ff. 519, 547, 605, 607 y 622, Acta, 28 de mayo, 5, 14, 23 y 26 de junio de 1823.
50 agap, Libro de Cabildos, ff. 658 y 618, Acta, 12 y 18 de junio de 1823; Impresos Varios, t.
1823-1824, sección negra, ff. 21-28, “Representación que la Diputación Provincial de Puebla hizo
al Soberano Congreso”, 12 de agosto de 1823.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 487

La imputación de afiliación monárquica tenía presente los pronuncia­


mientos de febrero con motivo de Casa Mata, por los que la mayoría de los
cuerpos de armas y el ayuntamiento se habían adherido para mantener la
unidad y autoridad del primer congreso constituyente, sin atentar o variar
la forma de gobierno. El Batallón Imperial de Comercio de Puebla había
delimitado ese apoyo, jurando obediencia al congreso de manera condicio­
nada:

[...] y sólo se mostraría en opinión contraria a otro Plan cuando se tratase de ins­
talar república, pues la divisa de estos individuos es y será religión, independencia,
unión y obediencia al soberano congreso, que esperan ver restituido, de que depende la
exaltación de nuestra fe y la libertad americana.51

Fundadas en estas posiciones, la continua intervención del centro y la vi­


gilancia militar de mayo a agosto contribuyeron a cancelar las expectativas mo­
nárquicas, a la vez de lograr acallar toda insubordinación del ayuntamiento an­
gelopolitano. El golpe de gracia a esa opción lo daría la creciente tensión en
San Juan de Ulúa por la beligerancia del general Lemaur al bombardear el
puerto el 25 de septiembre.
Después de estas batallas, la ciudad retornó entre septiembre y diciembre
a una relativa tranquilidad. Durante ese lapso se formó la “Primera Compañía
de Nacionales”, que acogió a los “principales y mejor conocidos sujetos” de la
ciudad, equipada con el armamento de los veteranos disueltos.52 Las relacio­
nes con el gobierno central mejoraron tanto que éste solicitó apoyo para la
campaña en contra del pronunciamiento federalista en Oaxaca.53 Así, las elec­
ciones de diputados al segundo congreso constituyente se celebraron en cal­
ma. Del suceso sólo tenemos noticia de la detención de dos presbíteros que vo­
taron en contra de las orientaciones del gobernador De la Mitra54 y de los'
resultados de la votación.
Fueron electos 16 diputados, entre quienes destacaron José Rafael Be­
rruecos y Bernardo Copea, ambos miembros del Consulado de Puebla desde
1821, Miguel Wenceslao Gasea yjosé Vicente Robles, diputados provinciales
en 1821, y los reelectos José Maríajiménez, José María de la Llave, Rafael Man­
gino yjosé Mariano Marín. Puede decirse que Mangino, Marín yjosé Maria­

51 ahdn, exp. XI/481.3/258, ff. 57-58, El Batallón Imperial de Comercio de Puebla a Vivan­
co, 12 de febrero de 1823. Las cursivas aparecen en el documento.
52 agap, Libro de Cabildos 92-1, ff. 633-635, 645, Acta, 26 y 30 de junio de 1823; Impresos Va­
rios, 1823-1824, f. 36, “Pasos dados para activar la Milicia Nacional. Informe de la comisión", 2 de
septiembre de 1823.
58 agn, Gobernación, sin sección, 1823, c. 48, E. 12, exp. 39, tranquilidad pública, ff. 105-109,
Diputación Provincial al Serenísimo Señor Ministro, Puebla, 31 de agosto de 1823.
54 bn, Fondo Lafragua, t. 127, “Aviso al público”, Puebla, Liberal de Moreno Hermanos, 19
de septiembre 1823.
488 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

no de San Martín fueron las figuras más reconocidas. El primero era miembro
de una prominente familia de funcionarios reales en el ramo de Hacienda y
del obispado de Puebla que continuaba gozando de gran prestigio. Marín,
abogado, asesor del Consulado y diputado provincial en 1813, 1821 y 1823, se
distinguiría por conocer de cerca la evolución de las demandas provinciales.
Por último, habría que subrayar también la elección del lectoral del cabildo
de Oaxaca, José Mariano de San Martín, distinguido por su pasado insurgen­
te, sus reflexiones sobre las relaciones Estado-Iglesia y el papel de los curas en
la insurgencia.55
Todos ellos participaban de las corrientes en el congreso que discutían el
Acta Constitutiva. Los diputados poblanos eran mayoritariamente federalistas,
salvo Carpió que votó en contra y Mangino cuyo voto no fue registrado, pero
que era abierto enemigo de la independencia de los estados. Entre los federa­
listas aparecen siete diputados encabezados por Jiménez y Casullero, que vota­
ron en contra de la soberanía de los estados, oponiéndose a los cinco diputados
que la favorecieron: Marín, De la Llave, Barbosa, Gasea y Copea. La propuesta
de adición formulada por De la Llave nos hace inferir que sus posiciones eran
más cercanas al federalismo del compromiso que al confederalismo.56
Las deliberaciones del Segundo Congreso Constituyente renovaron la dis­
cusión en Puebla. La diputación provincial retomó los artículos 5o. y 6o. del
Acta Constitutiva de la Federación, así como el acuerdo del 8 de diciembre
que denegó a los “congresos provinciales” mandato imperativo sobre los dipu­
tados, y con base en ellos se dispusieron a no esperar más los tiempos del con­
greso general y defender sus intereses provinciales. Como en marzo anterior,
la Diputación convocó al cabildo eclesiástico, al ayuntamiento, al consulado,
a lajunta de Revisión, a los alcaldes ordinarios, a los párrocos de la ciudad, al
gobernador de la Mitra y a los oficiales representantes de todos los cuerpos de
armas para formar el estado federado y republicano, nombrar nuevo gobier­
no provisional y redactar las Bases Constitucionales del futuro estado de Pue­
bla.57 José María Morón y el cura José María Troncoso entraban a escena en
un pronunciamiento de corte confederalista y se erigieron cabeza del movi­
miento, según denuncia de Manuel Gómez Pedraza —interesado en remover
al segundo del Sagrario para remitirlo a la ciudad de México— y de varios mi­

55 El resto de los diputados fueron Mariano Barbosa, Alejandro Carpió, José Mariano Casti­
llero, Mariano Tirado Gutiérrez, Juan de Dios Moreno, José María Pérez Dunslaguer e Ignacio Zal-
dívar. Mateos, 1877, t. II, sesión extraordinaria, 29 de octubre de 1823; Condumex, Miscelánea Va­
rios Autores, núm. 8, folleto 101, “Junta Electoral de la Provincia, Lista de los señores diputados,
1822; Moreno Valle, 1975, p. 895; Benson, 1994, pp. 73, 242 y 253; Ibarra, 2001.
56 Mateos, 1877, t. II, sesiones extraordinarias, 16 y 17 de diciembre de 1823; Benson, 1994,
pp. 223-224; Quinlan, 1994.
57 ahdn, 1823-824, exp. XI/481.3/283, fs. 87-89, “Sesiones de los días 24 y 25 de diciembre
de 1823”; “Acta de Federación del Estado Libre de la Puebla de los Ángeles”, 23 de diciembre de
1823 citado en Castro Morales, 1987, pp. 129-131.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 489

litares.58 No fue errada la apreciación de que Troncoso era uno de los curas
más influyentes y capacitados para redactar, con José María Montoya, Juan Ne­
pomuceno Estévez Rayadillo y Manuel Posada, las Bases Constitucionales.59
Pero esta vez los confederalistas se enfrentaron a la resistencia del cabildo
eclesiástico que, en abierta oposición, se abstuvo de participar en las reuniones
por no explorar la voluntad de la provincia. Este fue el primer pronunciamien­
to sobre asuntos políticos emitido por el cabildo catedralicio después del Plan
de Casa Mata, con el que intentó abandonar la prescindencia política autoim-
puesta. El ayuntamiento se sumó a la protesta, precisando que aceptaba el go­
bierno popular, representativo y federado, pero que juzgaba necesaria la con­
sulta de la voluntad general de todos los partidos.60
Las resistencias no fueron obstáculo para avanzar. Los confederalistas con­
taron con amplio respaldo de los artesanos afectados por la noticia de la llega­
da de la legación inglesa y el rumor de la inminente firma de un tratado de co­
miso, que suponían iba a amparar la introducción de efectos extranjeros.61 Era
creciente el temor a la cercana ruina de las fábricas de ropa de la ciudad que
amenazaba a la provincia y a su economía, deteriorada desde principios del si­
glo como había informado Manuel de Flon, Conde de la Cadena.62 Los estudio­
sos de la historia económica local confirman que la economía poblana padecía
de un lento crecimiento por el peso de las deudas de los productores, la falta de
mano de obra, el agotamiento de los suelos, el cierre definitivo de algunos cir­
cuitos mercantiles, la apertura de nuevas ferias comerciales, la competencia nor­
teamericana en la venta de las harinas en el Caribe y la excentricidad de los cir­
cuitos mercantiles abiertos por el auge minero del siglo xviii. Estas dificultades
se tornaron críticas con la guerra de independencia, que lesionó al único sec­
tor no afectado por la prolongada crisis, la industria poblana, ya que paralizó la
región algodonera de la costa del Pacífico, que la nutría de materia prima.63 * 65

58 agn, Justicia Eclesiástica, t. 35, Legajo 18/1824, f. 356. "El Ministro de Justicia al Reveren­
do Obispo de Puebla”, 19 de enero de 1824; ahdn, 1823-1824, exp. XI/481.3/284, ff. 73-76, Decla­
ración de Juan Miangolarra, 19 de febrero de 1824.
59 ahdn, 1823-1824, exp. XI/481.3/283, ff. 87-89, “Sesiones de los.días 24 y 25 de diciembre
de 1823”, Puebla, Imprenta Nacional y de Gobierno.
60 agn, Justicia Eclesiástica, t. 35, leg. 10/1824, f. 369. “Declaración del Cabildo Catedralicio",
29 de diciembre de 1824; agap, Impresos Varios, t. 1822-1823, sección negra, ff. 122-123. “Compor­
tación que tubo la comisión del Excmo. Ayuntamiento del año anterior, en las sesiones que cele­
bró la Diputación Provincial desde 22 al 25 de diciembre dirijidas a poner en práctica y en toda su
plenitud el artículo quinto de la acta constitutiva del Soberano Congreso”, 25 de diciembre de
1823; Castro Morales, 1987, pp. 129-131; Tecuanhuey, 2001.
61 ahdn, 1823-1824, exp. XI/481.3/283, f. 49, Echávarri al Ministro de Guerra y Marina, 25
de diciembre de 1823; exp. XI/481.3/283, ff. 39-40, 'Testimonio del coronel Estremera, del II Ba­
tallón de México", s/f.
82 Flon, 1804, p. 39.
65 Garavac.lia y Grosso, 1987, pp. 73-124; Cetes Bello, 1999, pp. 107-133; Hamnett, 1990, pp.
170-171.
490 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

También influyeron los informes alarmantes de Tomás Bustamante a Ma­


nuel Priede, que acusaban al gobierno y a otras fuerzas de empeñarse en en­
torpecer la instalación del federalismo.64 De tener éxito estos empeños, los
poblanos advertían que quedarían despojados de las armas para defender los
intereses regionales. No era interés de los confederalistas locales romper el
vínculo con el gobierno de México como centro de unión y para ello mantu­
vieron la fuerza permanente del estado al marido del gobierno central. Pre­
sionaban para que Puebla se mantuviera libre, independiente, soberana y re­
publicana en caso de no ser aprobados los artículos 5o. y 6o. por el resto de
las provincias. De esta manera, lanzaron su propia acta local para sumarse a
las fuerzas que impulsaban el federalismo en Jalisco, Yucatán y Oaxaca.65 El
juego de los actores contribuyó a mantener el movimiento dentro de los pa­
rámetros del federalismo de compromiso.
El conflicto concluyó felizmente debido a que la causa federalisu triunfó
en el país, a pesar de la capitulación local ante las fuerzas del ejército de Vicen­
te Guerrero y Manuel Gómez Pedraza. Así, el Acu Constitutiva de la Federa­
ción Mexicana fue el primer documento del federalismo; el 8 de enero de
1824, el congreso otorgó a Puebla su condición de esudo, al igual que a Mi­
choacán, México, QueréUro, San Luis Potosí y Veracruz, y le autorizó esuble-
cer su legislatura esuul. En esos términos se esuba ya en condiciones de obe­
decer sin interpreUción al Soberano Congreso Constituyente y al Supremo
Gobierno. Las autoridades locales dicurían posteriormente decretos para
atender las inconformidades de los artesanos.
El movimiento umbién tuvo su saldo en la correlación de fuerzas local. Du­
rante los decisivos meses de mayo a diciembre de 1823, se consolidaron las fuer­
zas republicanas y federalisus. Pero el triunfo lo capitalizó un grupo modera­
do alineado en la posición de compromiso, dominante en el congreso general.
Los extremos políticos habían sido desplazados; la fracción monarquisU lo fue
a lo largo de las confronuciones entre el ayunumiento y la Comandancia Mi-
liur, y la confederalisu, adueñada de la dipuUción provincial, fue vencida por
la contención que impuso en la baUlla de diciembre el comandante miliur.
Fuerzas más moderadas se ocuparon de la construcción de la legislación que
regiría el esudo federado.

M ahdn, exp. XI/481.3/282, ff. 2-4, Carta anónima, s/f.; Bustamante, 1981,1.1, vol. 2, p. 142.
65 Ibid., 1823-1824, exp. XI/481.3/284, ff. 94-97, “Proyecto de Bases constitucionales del Es­
tado Libre, Independiente y Soberano de Puebla”, 24 y 25 de diciembre de 1823, en particular
artículo VIII; Manifiesto de los ministros del Poder Ejecutivo del Estado de Puebla”, Antonio
Vázquez Aldana yjosé María Calderón", 27 de diciembre de 1823, citado en Castro Morales,
1987, p. 137.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 491

III. ORDEN, FISCO Y EXPANSIÓN ECONÓMICA


PARA REORGANIZAR EL ESTADO

Al concluir la asonada federalista, el general Manuel Gómez Pedraza quedó a car­


go del poder ejecutivo del estado; convocó a jurar el Acta Constitutiva de la Fede­
ración Mexicana y a celebrar elecciones de legislatura estatal, que sesionó hasta
el último día de 1825. Fueron electos catorce diputados propietarios y cinco su­
plentes,66 ninguno de los cuales tuvo participación directa en el movimiento an­
terior. En las discusiones destacaron varios eclesiásticos (Vázquez, Oller y De la
Rosa), y ex funcionarios provinciales (Carlos García y Antonio Díaz Guzmán), nú­
cleo fundamental por su carácter propositivo y por su permanencia en el cargo.67
Encargado de velar por la seguridad e independencia del naciente estado,
el congreso estatal se instaló el 19 de marzo de 1824 para formular la constitu­
ción, organizar el gobierno interior, la hacienda pública y la administración de
justicia. Sus primeras iniciativas fueron establecer los partidos que conforma­
ban el estado, instalar un consejo de consulta del gobernador, los tribunales de
segunda y tercera instancia, y ordenar a las autoridades judiciales permanecer
en funciones.68 Más tarde, asentó el gobierno en el principio de división de po­
deres y fijó las primeras facultades del poder ejecutivo: cuidar de la seguridad
y tranquilidad públicas y hacer observar las leyes que regían.69 De inmediato se
cayó en la cuenta de que el ejecutivo requería más facultades; los diputados, le
asignaron entonces vigilar la recta administración de justicia, proponer leyes,
ser comandante en jefe de la milicia cívica y único jefe superior de la hacienda
del estado, así como reunir las facultades compatibles en lo económico y gu­
bernativo, dadas por las leyes y ordenanzas de las intendencias, direcciones ge­
nerales y Tribunales de Cuentas.70
Con tan amplios poderes otorgados al ejecutivo para asegurar la marcha
de la administración del estado, el congreso se concentró en legislar, tarea que
significaba dar contenidos precisos a la soberanía estatal. Los acuerdos dieron
forma a la constitución, pero antes de aprobarla los diputados también dicta­

66 Diputados propietarios: general José María Calderón, coronel Patricio Furlong, coronel
José Velázquez de la Cadena, teniente coronel José María Añorve, maestrescuelas Francisco Pablo
Vázquez, prebendado José Manuel Couto, José María Oller y Luis Mendizábal, licenciados Juan
Nepomuceno Castillo Quintero, José María Montoya y Carlos García, ex intendente de la provin­
cia. Así también Antonio Díaz Guzmán, Félix Necoaechea y Manuel Estopier. Suplentes: capitán
Rafael Adorno y los presbíteros Antonio María de la Rosa, Mariano Paz y Sánchez, Mariano Gar-
nelo y el señor Manuel Ríos Castropol.
67 Renunciaron: Montoya, Mendizábal, Vázquez, Del Castillo Quintero, Estopier, Velásquez
de la Cadena, Añorve y Paz y Sánchez. Colección... Puebla, 1827, pp. 6-8, 15, 44, 45, 50, 52, 55, 62;
El Caduceo de Puebla, t. II, núm. 70, 8 de septiembre de 1824.
68 agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 236, Decreto, 22 de marzo de 1824.
w El Caduceo, t. 1, núm. 1, 1 de abril de 1824, citado en Castro Morales, 1987, p. 160.
70 Colección de los Decretos y Órdenes..., “Facultades del Gobernador”, 25 de septiembre de
1824; agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 281, Decreto, 2 de octubre de 1824.
492 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ron otras disposiciones urgentes: restablecer el orden, combatir a los facciosos,


trazar el plan de gobierno y organizar la hacienda pública y la administración
de justicia, condiciones que permitirían “fijar en la constitución por bases los
principios liberales que afianzaran la libertad, propiedad y seguridad de los
ciudadanos”.71 Por sus resoluciones, puede apreciarse que el congreso estatal
sostuvo en algunas ocasiones la soberanía absoluta y en otras la soberanía com­
partida con la federación.
En estricto apego a tales prioridades, el congreso promulgó la “Ley que
prescribe el modo de proceder contra Asesinos y Ladrones”, que debía atacar
la secuela de los constantes brotes de rebeldía en las zonas rurales del estado.72
La ley establecía que los infractores, homicidas, salteadores de caminos y la­
drones debían ser enjuiciados por un jurado de vecinos de partido, que selec­
cionaba anualmente el ayuntamiento. Los diputados consideraron que este
sistema era el más eficaz, puesto que comprometía a los buenos ciudadanos,
movidos por sus virtudes “y por el justo deseo de conservar sus propiedades”,
a preservar la tranquilidad y seguridad pública, devolviendo así “la alta potes­
tad de vida y muerte á la fuente de donde la recibió”.73
Otras iniciativas buscaban, además de combatir y castigar a criminales y se­
diciosos, poner fin a la impunidad, sobre todo de oficiales de armas. Con la Ley
sobre erección de la Audiencia Superior del Estado Libre de la Puebla de los
Ángeles, la legislatura concedió a los jueces civiles poder para intervenir en jui­
cios contra militares, previo aval del congreso estatal o de la diputación perma­
nente.74 Dicha ley incluyó el recurso de injusticia notoria para proteger la pro­
piedad. Una disposición más completaba los esfuerzos para imponer el orden
en el estado. Ésta fue la creación de una fuerza de policía, orden y seguridad,
sostenida por los propios partidos y encargada de perseguir a los malhechores
con cuerpos montados.75 Su pronta promulgación da cuenta de la prioridad
que se dio a este problema.
Un segundo tema de inaplazable atención fue el de la hacienda pública;
el congreso local buscó fortalecer el tesoro para evitar conflictos con el centro.
De hecho, los diputados consideraban que esta posibilidad estaba allanada al
adoptarse el sistema “federal popular”, que reconocía la soberanía estatal com­
partida. Así, en un manifiesto en que se preguntaban “¿cuál era el sistema de
regir que nos asegurase mayor número de goces con menos gravámenes?”, res­
pondían que el federal popular porque

71 El Caduceo, t. VIII, núm. 27, 27 de enero de 1826, “Palabras del presidente del Congreso y
del gobernador del Estado en la última sesión del primer congreso".
72 Colección de los Decretos y Órdenes..., “Ley que prescribe el modo de proceder contra asesi­
nos y ladrones”, 9 de julio de 1824; Castro Morales, 1987, pp. 175-192.
7S El Caduceo de Puebla, t. II, núm. 40, “Manifiesto del Congreso Constituyente del Estado Li­
bre y Soberano de la Puebla de los Ángeles a los habitantes de su distrito”, 9 de agosto de 1824.
74 agap, Leyes y Decretos, t. 3, ff. 241-254, Decreto, 14 de julio de 1824.
75 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 57, 26 de noviembre de 1824.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 493

Por un ingenioso artificio, las secciones del territorio, llamadas estados, concentraron en
un solo punto cierta cantidad de fuerza, cierta porción de su soberanía que una en su raíz
y en su fuente es, sin embargo, divisible y de hecho se divide para el ejercicio de los di­
versos poderes que la componen: el cúmulo de fuerzas parciales formando una
masa respetable y poderosa, aseguró la subsistencia de los estados contra toda tentati­
va extraña y doméstica.76

La división de la soberanía permitiría al congreso estatal atender la esca­


sez de recursos públicos en el estado,77 patente en noviembre de 1824, pues no
había fondo suficiente para el pago de los sueldos en la Audiencia o las dietas
de los propios diputados.78 Tal escasez se delató también en las peticiones de
préstamo solicitadas continuamente a la Iglesia poblana, que las condicionó
hasta aclarar las partidas del reglamento de rentas públicas que las garantiza­
ran.79 Era opinión de los diputados que la escasez del tesoro formado con “la
suma del sacrificio de millares de ciudadanos”, se debía a “la plaga de ladro­
nes” en los caminos, el menoscabo del comercio y las consecuencias amargas
“de una guerra que duró demasiado”.80
Para regularizar esta situación, el congreso puso en marcha la contribu­
ción directa a todo individuo con ingreso personal e independiente del sexo,
edad o clase, equivalente a tres días de trabajo al año.81 Después, en octubre,
aprobó el reglamento de rentas del estado en el que multiplicaba las fuentes
de ingresos. Además de las partidas estipuladas por el decreto nacional (alca­
balas del interior de los efectos del país, el pulque, derechos de plata y oro,
diezmos y gallos), se fijó la parte estatal al tabaco (“tres reales que quedan en
cada libra”), el noveno extraordinario y nacional, vacantes mayores y menores,
medias anatas, mesadas y anualidades eclesiásticas, canonjía supresa y limosnas
de cepos de iglesias, papel sellado, bienes de comunidad, y derechos de ensa­
ye, trucos y billares, media anata seglar, bienes mostrencos, oficios vendible^,
desagüe y fábrica de palacio o licencia para matanzas.82 *Como se ve, los rubros

76 El Caduceo de Puebla, t. II, núm. 33, “Manifiesto del Congreso Constituyente del Estado Li­
bre y Soberano de la Puebla de los Ángeles a los habitantes de su distrito”, 2 de agosto de 1824.
Las cursivas son nuestras.
77 agn, Gobernación, sin sección, 1823, c. 48, E. 12, exp. 39, tranquilidad pública, ff. 105-109,
Diputación Provincial al Supremo Poder Ejecutivo, 31 de agosto de 1823.
78 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 43, 12 de noviembre de 1824; t. III, núm. 60, 29 de noviem­
bre de 1824.
79 accp, Libro Capitular, 1824-1826, v. 61, ff. 62, 66, 90, 92 y 93, Acta, 14 de junio, y 6, 9 y 11
de septiembre de 1824.
80 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 63, “Discurso de Patricio Furlong durante la discusión del
art. 8o. del Reglamento provisional del Consejo”, 1 de septiembre de 1824.
81 agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 259, Decreto del Congreso del estado por el que se impone
una contribución directa, 12 de agosto de 1824.
82 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 15, 15 de octubre de 1824, “Reglamento para el gobierno
y administración de rentas del Estado, 9 de octubre de 1824”.
494 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

estatales gravaban el producto del trabajo, las actividades eclesiásticas relacio­


nadas con el mantenimiento de la jerarquía y la institución religiosa, los bienes
de comunidades y las diversiones (tabaco y juegos).
El cobro de gravámenes que recaía sobre los eclesiásticos enfrentó dificul­
tades. Debido a que era una fuente importante de recursos, en reunión secre­
ta el congreso ordenó al cabildo catedralicio suspender a partir de octubre de
1824 la entrega a la federación del importe de los novenos, medias anatas y de­
más contribuciones tradicionales a la Tesorería Nacional, reclamándolas para el
erario estatal. Dicha orden no podía ser obedecida porque en ese año se había
distribuido el diezmo de 1821; además, porque se apegaba a la resolución del
Supremo Gobierno para pagar a la federación los novenos atrasados de 1821 y
años sucesivos. No obstante, la iglesia ordenó a sus colectores llevar cuenta
exacta y separada de las fincas pertenecientes a cada estado de los frutos que re­
colectasen en 1825 y que pertenecieren a 1824. A ello debía sumarse la deuda
de $85 008, dos reales y nueve granos que tenía la federación reconocida.83
Sin estos recursos, el erario estatal no se fortaleció como se esperaba. Tal
parece que los propios legisladores aprobaron resoluciones atentatorias de la
eficacia de la recaudación. La contribución directa produjo remordimientos
morales en algunos diputados porque advertían que las “personas miserables”
y las mujeres de “clase ínfima” quedarían en suma pobreza. Barajaron la idea
de la exención y suspensión de cobros atrasados, pero la desecharon porque
“los ricos se valdrían del argumento” para no pagar. Pero sí orillaron al congre­
so a ser flexible; los colectores debían pedir “paulatinamente el pago de las con­
tribuciones atrasadas a la gente jornalera y miserable”.84 La mengua de los re­
cursos también se debía a las constantes peticiones de los ayuntamientos para
hacer uso de las contribuciones reunidas. La solicitud del pueblo de Tlaxca-
lancingo suscitó la reflexión de que la concesión dada a tantos pueblos, para
reparar templos y realizar otras obras de uso colectivo, haría infructuosa la re­
caudación de la contribución directa.85 No obstante, los diputados continua­
ron respondiendo positivamente a las demandas. El informe de la gestión de
gobierno hacía ver en 1826 que eran pocos los ayuntamientos con fondos “pa­
ra llenar sus atenciones” y su administración estaba “mal sistemada”, al punto
de que no se podían obtener datos de los propios y arbitrios de cada pueblo,
“ni sistemar como es debido su ordenado y fiel manejo”. Lo mismo sucedía
con los bienes comunes.86 En esta situación debió de influir la carencia de un
aparato burocrático recaudatorio consolidado, que en enero de 1825 apenas
expandía sus redes por el estado, seleccionaba a los funcionarios que perma­

8S accp, Libro Capitular, 1824-1826, vol. 61, f. 105, Acu, 19 de octubre de 1824; f. 137, Acta,
25 de enero de 1825.
84 agap, Leyes y Decretos, 1823-1824, t. 3, f. 259, Decreto, 12 de agosto de 1824”; El Caduceo
de Puebla, t. II, número 35, 4 de agosto de 1824.
85 El Caduceo de Puebla, t. VIH, núm. 41, 10 de febrero de 1826.
86 agap, Impresos Varios, 1849-1850, ff. 246-282. Memona... Puebla, 1826.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 4 95

necerían por su experiencia y establecía sus sueldos y compensaciones por di­


ferenciación de responsabilidades.87
Sin embargo, los diputados consideraron que las mayores trabas para lo­
grar éxito en la ejecución de las normas sobre ingresos surgieron de la separa­
ción de rentas con la federación,88 motivo no sólo de tensión, sino de desaca­
to a otras disposiciones federales. Hacia noviembre de 1824, el disgusto que
experimentaban el gobernador y la comisión de Hacienda del congreso por la
dilación en la devolución de los recursos que les pertenecían, en particular de
las contribuciones directas, y el saber que “el estado no ha de percibir nada de
novenos hasta el año 1827”, propició una política de rebaja unilateral y provi­
sional del pago de contingente. El congreso avaló la decisión del gobernador,
recomendándole ministrara “lo que más pueda”; y comunicó al comisario que
el estado le “acudiría con todo el contingente, [...] luego que se entreguen al
estado los ramos noveno y contribución directa”.89
No era la primera ocasión en que las penurias del estado sirvieron para
quejarse del pago de contingente. En septiembre de 1824, un diputado exhor­
taba al principio de economía y moderación en otros gastos públicos para pa­
gar su obligación con la federación sin grandes fatigas.90 También existía la
preocupación de pagarlo con puntualidad. Carlos García dijo, en enero de
1825, que el gobierno y el congreso practicaban constantes diligencias extraor­
dinarias para cumplir su compromiso, negando que Puebla estuviese entre los
estados que no querían pagar el contingente, versión de los centralistas para
demostrar la inviabilidad del sistema. Acusaba también al comisario de no re­
cibir en data las cantidades que las aduanas foráneas le ministraban, en parti­
cular las de Zacatlán y Tehuacan, con las que había convenido que de sus pre­
supuestos pagaran a las tropas por cuenta del contingente.91
A pesar de todo, se tiene noticia de que el estado cubría la cuota estatal a
la federación. En noviembre de 1825, un miembro del consejo de gobierno in­
formaba al congreso que había entregado ya al comisario $20 700, aunque la
cuenta general de la tesorería establecía que sólo se pagaron $17 071 con sie­
te reales y nueve granos. Además, se informó al congreso que se suspendía la
resolución unilateral de reducir el contingente,92 porque el gobierno nacional
lo había aprobado luego de atender favorablemente la razón de que el estado

87 Colecáón de los Decretos y Órdenes..., “Arreglo de las Administraciones y receptorías de alca­


balas”, enero de 1825; “Se reforma la Aduana de esta capital", 2 de marzo de 1825; “No son cesan­
tes del estado los de la aduana y contadurías del mismo”, 20 de abril de 1825.
88 El Caduceo de Puebla, t. VIII, núm. 71, 9 de septiembre de 1826.
89 Ibid., t. III, núm. 49, 18 de noviembre de 1824.
90 Ibid., t. II, núm. 63, 1 de septiembre de 1824.
91 Ibid., t. IV, núm. 26, 26 de enero de 1825.
92 Ibid., t. III, núm. 6, 6 de enero de 1826, “Noticia en extracto del estado que en unión de
la cuenta general de esta secretaria del año 1825 se presentó hoy al Excmo. Sr. Gobernador para
el corte de caja que ejecutó SE por los ingresos-egresos de diciembre”.
496 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

no percibía el ramo decimal. Estos datos sugieren que el congreso velaba por
no desacreditar el sistema de gobierno que había respaldado, a la vez que bus­
caba compensar las pérdidas que resultaron por la inoperancia inmediata de
algunos rubros cuyos caudales seguían fluyendo hacia el centro. En este tema,
el ejercicio de la soberanía absoluta por el estado fue provisional, y resultó ser
un medio eficaz para la negociación entre ambas instancias.
En otro tema financiero de importancia, la renta del tabaco, se buscó el
acuerdo y la coordinación entre intereses. Para ello, en diciembre de 1824, se
estableció una división de responsabilidades entre el estado y la federación. El
estado no se haría cargo de la existencia del inventario, la federación debía en­
tregar tabaco labrado en buen estado y el gobernador debía celebrar un con­
venio especial con la federación para establecer los términos de pago por el ta­
baco recibido. Como después del convenio se establecerían normas de venta,
no se modificó de inmediato el sistema de renta. Hacia mayo de 1825, el con­
greso estableció las facultades de vigilancia y organización del expendio y los
procedimientos de transición de la administración federal a manos estatales.93
Estos arreglos no provocaron conflictos abiertos con la federación, pero sí
tensión por la competencia desigual que iba enfrentar la fábrica del tabaco de
Puebla. La producción procedente de la ciudad de México pondría en desven­
taja y afectaría los intereses de las mujeres dedicadas a torcerlo. Además, Anto­
nio de la Rosa recordaba que el viejo sistema de procesamiento tropezaba con
el “roce de diversas clases de mujeres, propensas al desorden”; pero había que
sostenerlo, porque si “ese producto debía quedar para México, quedase más
bien para el estado”. Ese argumento localista llevó al estado a limitar sus pedidos
a tabaco en rama,94 y, dados los problemas en la fabricación local del tabaco, el
congreso acordó observar el reglamento por seis meses o un año, “[en los que]
ya se verá si puede continuarse esa negociación, y si no, los pueblos se conven­
cerán de que hechas las tentativas todas, que en el caso se podían hacer, el gobier­
no se ve prensado a abandonarla".95 La inclinación de los legisladores a conceder
el estanco a particulares, cuestión que aprobaron hacia 1830,96 se cimentó des­
de 1825. Era inconveniente sostener el estanco porque la renta causaba deudas:
se adeudaban $47 586 por tabacos recibidos de la federación, que no se habían
vendido por estar podridos, por lo que las utilidades habían sido “cortísimas”.97
Las dificultades en el cobro de algunos impuestos estatales y el compromi­
so de los diputados de sostener el sistema federal dejaron claro que la mejora
del tesoro público dependería directamente de reactivar la economía. La pará­

93 Ibid., t. III, núm. 91, 30 de diciembre de 1824; acap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 320, Decreto
sobre renta del tabaco, 29 de abril de 1825.
94 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 91, 30 de diciembre de 1824; Colección de los Decretos y Ór­
denes..., 1827, “Arreglo de las rentas del Tabaco en el Estado”, 13 de abril de 1825.
95 El Caduceo de Puebla, t. IV, núms. 83 y 84, 21 y 24 de marzo de 1825.
96 Serrano, 1998, p. 215.
97 Memoria... Puebla, 1826.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 497

lisis comercial se encaró con la reparación y apertura de los caminos de las ru­
tas comerciales más importantes.98 En este renglón, los diputados poblanos fue­
ron más agresivos; intentaron que el congreso general habilitara dos puertos en
territorio estatal (Tuxpan y Ayuda), para tener acceso directo al mar, cuya im­
portancia era para ellos capital “porque ¿quién desconoce el soplo de vida que
se comunicará a nuestra agricultura y comercio, si á la Puebla se llega a conce­
der los puertos?”.99 La ruptura de la dependencia con Veracruz, que se avizo­
raba, revivió rivalidades. Los veracruzanos reaccionaron de inmediato; en se­
sión del 7 de sepúembre, el congreso de aquel estado dijo haber recibido las
representaciones de los ayuntamientos poblanos de Tuxpan, Tepezinda, Ta-
miahua, Tamapacha, Tihuatlan y Amadan, en las que exponían su deseo de se­
pararse de Puebla para anexarse a Veracruz. El congreso poblano pidió enton­
ces no dar curso a las peticiones hasta ser escuchado.100 Es decir, hasta negociar.
La petición de los ayuntamientos segregacionistas complicó otra iniciativa
que el congreso poblano defendía entonces ante el congreso general, relativa
a la ampliación de las fronteras estatales. Era intención de los diputados am­
pliar el territorio estatal absorbiendo Tlaxcala, cuya condición jurídica se re­
solvió prácticamente a fines de 1824. Pero ésta tenía similares ambiciones; el
año anterior, al instalar su diputación, Tlaxcala había gestionado la incorpora­
ción de algunos partidos de las provincias de México y de Puebla (Huejotzin­
go, Huauchinango y Zacadán), que le permitieran alcanzar estatura de estado.
Fracasado este proyecto, el congreso poblano buscó anexarse Tlaxcala con el
apoyo del ayuntamiento de Apizaco. El interés por la anexión radicaba en la
supresión de obstáculos jurisdiccionales para los contactos entre la capital del
estado y Xicontepec, Zacatlán y Huauchinango, y de esa manera agilizar sus
circuitos mercantiles y monopolizar las rutas que comunicaban con la ciudad
de México. Los diputados explicaban que “formando un solo estado en Puebla
[los tlaxcaltecas] participarán de todos los beneficios que deben resultar de la
unidad de gobierno y en sus providencias de todo género”.101
Pero las pretensiones de expansión de Puebla fueron amenazadas en octu­
bre, al ingresar al congreso general la propuesta que modificaba el camino de
México a Veracruz, para cruzar por los llanos de Apan, excluyendo a la ciudad
de Puebla.102 *Ello puso a los poblanos a la defensiva. Puebla, decían los dipu­
tados, era el “único lugar”, el “centro natural” de provisión de recursos y auxi­
lios, cuya eliminación de la ruta tendría por consecuencia aumentar leguas de

98 Colección de los Decretos y Órdenes..., 1827, p. 14, Decreto, 27 de junio de 1824.


99 El Caduceo de Puebla, t. II, núm. 65, 3 de septiembre de 1824, “Comunicado del Amigo de
lajusticia”.
100 Ibid., t. II, núm. 89, 23 de septiembre de 1824; t. III, núm. 3, 3 de octubre de 1824.
101 O’Gorman, 1985, p. 67; Flores Hernández et al., 1998, pp. 121-139; El Caduceo dePuebla, t.
II, núms. 14 y 51, 14 de julio y 20 de agosto de 1824.
102 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 9,9 de octubre de 1824; para los antecedentes de las ru­
tas comerciales, véase Del Valle Pavón, 1992.
498 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

distancia y llevar la entidad al empobrecimiento hasta no poder “física y moral­


mente acudir con su contingente de 328 125 pesos anuales al gobierno de la
federación”.103 A través de la representación de los ayuntamientos de Huejot-
zingo y Cholula, pudo mostrar que la ciudad no era la única afectada con la
modificación del viejo camino.104
La derrota de las proposiciones de expansión territorial y de la infraestruc­
tura, resultado de la reacción de otras jurisdicciones en defensa de sus intereses,
obligó a los diputados a buscar otras alternativas. Fue una afanosa búsqueda,
porque en ellos se depositó toda la responsabilidad de defender los intereses
económicos regionales al desaparecer el Consulado de Comerciantes de Pue­
bla. Hacia noviembre de 1824 expiró dicho consulado en acatamiento de la or­
den nacional de extinción de consulados.105 Este organismo, creado por orden
de Iturbide el 13 de agosto de 1821 durante las gestiones del ayuntamiento an­
gelopolitano para instalar la Diputación Provincial, respondía a los intereses de
los comerciantes de la ciudad de dar “realce” a los principales ramos de la rique­
za pública provincial —la agricultura y el comercio—, y de rechazar la “degra­
dante” tutela del Consulado de México, al que enriquecían con la exacción de
2.5%. La creación del consulado representó la maduración de aspiraciones re­
gionales consideradas legítimas porque era acorde con la “tendencia irresistible
a consumir en su propio suelo los fondos públicos procedentes de sus afanes, de
sus trabajos y de su economía”.106 Siendo uno de los emblemas del regionalis­
mo poblano, el consulado fue objeto de los ataques de los liberales, opuestos a
mantener con vida independiente cuerpos privilegiados. Bustamante y el dipu­
tado Carlos García sostenían que, "[...] El sistema de gobierno adoptado por la
nación, exige la verdadera igualdad republicana, [y la] uniformidad de los jui­
cios á que se opone la manera privilegiada de juzgar asuntos de comercio”.107
De forma que, al desaparecer este organismo por la lógica de los cambios,108 el
congreso haría la defensa de la economía poblana.
Las necesidades eran múltiples. Se requería dinero fresco para apoyar a
los artesanos y labradores del estado, y el gobierno general concedió 140 mil
pesos.109 Asimismo, los diputados combatieron la falta de mano de obra, una

105 Colecáón de los Decretos y Órdenes.... 1827, Decreto, 6 de octubre de 1824; El Caduceo de Pue­
bla, t. III, núm. 13,13 de octubre de 1824, “Opiniones de los miembros de lajunu”.
104 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 72, 11 de diciembre de 1824.
105 bn, Fondo Lafragua, t. 859, Decreto del Congreso General Constituyente, 16 de octubre
de 1824.
106 Condumex, Colección Puebla, microfilm, rollo 46, 1648-1855, “Manifiesto del nuevo
Consulado de Puebla a los habitantes de su Provincia con inserción de los oficios que han prece­
dido a su instalación”, Imprenu Liberal de Moreno Hermanos, 7 de septiembre de 1821.
107 El Caduceo de Puebla, t. II, núm. 25, 25 de julio de 1824; agap, Leyes y Decretos, 1823-1824, t.
3, f. 285, Decreto, 9 de noviembre de 1824.
108 Thompson, 1989, pp. 196-197; Smith, 1976, pp. 54-63.
109 Desconocemos cómo se distribuyeron los recursos y cuándo fueron recibidos. El Caduceo
de Puebla, t. II, núms. 5 y 10, 5 y 11 de julio de 1824.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, I82S-1825 499

de las causas de crisis del sector agrícola, con la orden a los ayuntamientos de
apoyar la contratación, suprimir los días de carnaval como feriados y cumplir
con el decreto para que los vagos, malentretenidos y sin oficio se destinaran a
las haciendas de labor y a los obrajes.110 Paralelamente discutieron un decreto
de “Repartición de ejidos de la ciudad”, que ordenaba la distribución de aque­
llos inmediatos al pueblo, en venta o censo perpetuo, en terrenos no mayores
al que basten para la siembra de cinco fanegas de maíz, dando preferencia a
los introductores o inventores de máquina o industria útil.111
Otras resoluciones buscaban impulsar la tecnificación y el proteccionismo.
El afán de tecnificación de las actividades productivas en el estado se inició en
el sector minero, generalizándose a todos los ramos de la economía. Como era
de esperarse, los diputados promovieron la protección de la producción arte­
sanal local mediante un impuesto de 3% sobre los aforos hechos en las adua­
nas al tiempo de la introducción de efectos extranjeros.112 Aunque todos eran
partidarios de fomentar la capitalización, en los primeros años hubo opiniones
que favorecían dar prioridad a los empresarios mexicanos sobre los extranje­
ros, por la desconfianza que despertaron las condiciones del empréstito inglés
de 16 millones, pues “la usura que se exigirá por los caudales nacionales, jamás
llegaría al exceso de la que se fija por los extranjeros”.113
Las disposiciones del congreso estatal denotaban el empeño por asumir
plenas facultades para establecer un gobierno fuerte, imponer la tranquilidad
y convertirse en el núcleo que velara por los intereses y soberanía del estado.
Asimismo, revelan su disposición para expandirse hasta donde lo permitieran
otros actores. Aun cuando recurrió provisionalmente a la revisión unilateral de
normas federales, en casos posteriores se apoyó en la soberanía absoluta para
fortalecer un gobierno estatal centralizado.

• IV. LOS PILARES DEL ESTADO:


FUERZAS MILITARES Y CONSTITUCIÓN POLÍTICA

A la par del bandidaje, la creciente hostilidad contra los españoles despertó in­
tranquilidad. Este asunto era vital en Puebla no sólo porque en la provincia ra­
dicaba el segundo grupo en importancia de españoles, sino por la publicación
de hojas volantes que exigían su separación de cargos públicos y, más tarde, su

110 Ibid., t. III, núm. 2, 1 de octubre de 1824; t. IV, núm. 47, 29 de enero de 1825; agap, Leyes
y Decretos, t. 3, f. 299, Decreto, 5 de febrero de 1825.
111 El Caduceo de Puebla, t. IV, núm. 53, 22 de febrero de 1825.
112 AGAP, Leyes y Decretos, t. 3, f. 344, Decreto, 28 de diciembre de 1825; El Caduceo de Pue­

bla, t. VIII, núms. 29, 30 y 31, 28-31 de enero de 1826. Las acciones incluyeron la formación de cua­
dros técnicos en el extranjero; Colección de los Decretos y Órdenes..., 1827, “Se gravan los efectos ex-
trangeros", 12 de enero de 1825.
1,5 El Caduceo de Puebla, t. IV, núm. 79, 20 de marzo de 1825.
500 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

expulsión. Los antiespañoles juzgaban que no era temerario hacer esa petición
en tanto España abandonara su hostilidad hacia la independencia; se trataba
de un asunto de justicia evitar que los españoles “sepan los secretos de nuestro
gabinete y manden nuestras armas”.114 La circulación de estos escritos fue pa­
ralela a acciones rebeldes como la de José María Lobato y sus réplicas en
Chiautla, Izúcar, Cuautla de Amilpas, Jonacatepec, Tehuacan y en la región
central Puebla-Tlaxcala a lo largo de 1824 y 1825.115
Este tema afectó la formación de cuerpos armados. A pesar de que la ta­
rea de alistamiento no fue fácil, pues los informes de 1823 y 1824 indican que
la milicia padecía “mucho atrazo” por “el desafecto y desaire público”, los es­
fuerzos no cejaron. Desde mediados de 1824 se intensificaron las exhortacio­
nes primero del gobernador y, después, de la comisión de milicia cívica del
ayuntamiento dirigidas a la población para formar “la Nación Armada”.116 Des­
pués de un intenso trabajo, el estado ya contaba en 1826 con un total de 5 714
milicianos, entre oficiales, sargentos, pitos y tambores, cabos y soldados. El go­
bierno dedicó “sus mejores esfuerzos” al arreglo del fondo de exentos de va­
rios pueblos y a reunir las armas existentes, pero cuidando excluir a los jorna­
leros, porque “con infracción de la ley y en perjuicio de la agricultura estaban
en la milicia”.117
El interés de los jornaleros de participar en los cuerpos armados llevó a
los diputados a afirmar el control sobre los mandos. Se concedió al goberna­
dor la facultad de nombrar a los oficiales, después de considerar la terna
propuesta por los ayuntamientos y de recibir la aprobación del congreso.
Descartaron que los milicianos participaran en la elección, contraviniendo
el reglamento nacional que establecía el nombramiento “de modo popular”.
Para soslayar cualquier crítica, encontraron en la intervención del congreso
estatal la fórmula para hacer prevalecer el espíritu de la norma: se impedía
la elección de “los menos aptos” e inmorales, y “populariza en todo lo posi­
ble [la designación], porque el Congreso tiene la representación popu­
lar”.118 Igual cuidado fue puesto al formar los cuerpos de activos. Puebla de­
bía contar con dos batallones de infantería y ocho regimientos de caballería
para cubrir la cuota de 930 elementos, elegidos por sorteo de entre todos los

1,4 bn, Fondo Lafragua, t. 127, Pablo de Villavicencio, “Ligeras preguntas del Payo del Rosa­
rio al que quiera responderlas”, Puebla, Liberal Moreno Hermanos, 1824.
115 Castro Morales, 1987, pp. 175-186.
116 acap, Impresos Varios, 1823-1824, fs. 91-92, “Manifiesto que el excelentísimo Ayuntamien­
to de Puebla de los Angeles hace del informe presentado por la comisión en Cabildo Extraordi­
nario, que para oírla celebró el 1 de febrero", 5 de febrero de 1824; Leyes y Decretos, t. 3, f. 238,
“Manuel Gómez Pedraza á sus habitantes", 31 de marzo de 1824; Impresos Varios, 1820-1860, f. 15,
“Conciudadanos”, Ignacio Fuentes yjosé Antonio Villarreal, 7 de abril de 1824.
117 Memoria... Puebla, 1826.
118 acap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 318, Decreto, 21 de mayo de 1825; El Caduceo de Puebla, t.
IV, núms. 60 y 63. 1 y 4 de marzo de 1825.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1823-1825 501

partidos.119 Interpretando el reglamento federal, los diputados entendieron que


se debía reclutar a “hombres honrados”y “ciudadanos útiles”,120 de entre los par­
tidos del estado, excluyendo a los partidos levantiscos de Ometepec, Tlapa,
Huauchinango, Xicontepec, Zacapoaxtla, Teziutlan, Tuxpan y Zacatlan. El con­
greso también determinó que el gobernador propondría a la federación los ofi­
ciales de esta milicia entre vecinos patriotas, honrados y acomodados de cada
partido.121 De esta manera, el gobernador concentró las funciones propias de los
ayuntamientos y reguló las áreas militarizadas, con lo que se evitó fortalecer la au­
tonomía municipal, como sucedió durante la insurgencia y contrainsurgencia.122
Las disposiciones venían gestando la centralización del poder en el régi­
men de gobierno interior que se consagró en la constitución estatal, aprobada
el 25 de diciembre de 1824. En ella, el ayuntamiento sólo era el cuerpo admi­
nistrativo de los pueblos; el procedimiento de elección, número, organización
y atribuciones se especificarían en ley particular.123 Esta ley no fue promulgada
durante el periodo analizado, pero desde diciembre de 1824 se argüían razones
para someter a los ayuntamientos al control del poder estatal e impedir su mul­
tiplicación, considerando que eran órganos manipulables. Por tanto, redujeron
su número, y se exigió que los munícipes fueran ciudadanos que tuvieran ase­
gurada regular subsistencia en alguna finca, capital o ramo de industria.124 El
control fue apuntalado con la creación de los departamentos y prefectos para
vigilarlos.125 La ley de gobierno político del 20 de abril de 1826 concluiría esta
tarea de subordinación de ayuntamientos al prefecto y al gobernador. A cargo
del primero quedó hacer cumplir las obligaciones y decidir sobre los conflictos
electorales; el gobernador los relevaría cuando “deban de ser suspendidos”. En
manos del ayuntamiento sólo quedaron la policía de salubridad, comodidad y
ornato, y el orden y la seguridad.126
Con la centralización al interior del estado, los legisladores buscaban “no
[...] tanto la perfección como la estabilidad", ya que las leyes “se dirigen a
hombres y no a ángeles y que por consiguiente, se deben estrechar las facultades ál
circulo menor posible",127 Por tanto, la constitución estatal concedió al Supremo

119 agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 301, “El Gobernador resuelve que los aportes para milicia
activa sean los siguientes”, 18 de febrero de 1825.
120 Intervención del diputado García, El Caduceo de Puebla, t. IV, núm. 62,3 de marzo de 1825.
121 Colección de los Decretos y Órdenes..., 1827, “Providencias para la formación de la Milicia Ac­
tiva del Estado”, 4 de febrero de 1825, arts. 12 y 14.
122 Ortiz, 1997; Annino, 1995.
123 Colección de los Decretos y Ordenes..., 1827, “Constitución Política del Estado Libre y Sobe­
rano de Puebla"; 7 de diciembre de 1825, arts. 132 y 133.
124 El Caduceo, t. III, núm. 55, 24 de noviembre de 1824; Memoria presentada al Congreso...
125 Serrano, 1998a.
126 agap, Impresos Varios, 1849-1850, ff. 132-168, Ley Provisional del Gobierno Político, 20 de
abril de 1826.
127 El Caduceo de Puebla, t. III, núm. 62, 1 de diciembre de 1824; t. IV, núm. 46, febrero de
1825. Las cursivas son nuestras.
502 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Poder Ejecutivo del Estado (electo por el congreso) poderes muy amplios para
el funcionamiento de la administración estatal, con facultades ya otorgadas du­
rante la época inmediata anterior: proponer proyectos de ley, ser el jefe de ha­
cienda pública estatal, disponer de la milicia cívica y fuerza de policía, vigilar el
funcionamiento de la justicia y nombrar, suspender y remover empleados. No
obstante, los legisladores no contradijeron la constitución general en el tema
de la supremacía del congreso, único depositario de la voluntad popular. Ade­
más .aplicaron la tradición pactista en el derecho de “acción popular" contra el
gobernador, para los actos de traición a la independencia, forma de gobierno,
cohecho, soborno, obstrucción a las elecciones de diputados o a su reunión.128
Se trataba, entonces, de un centralismo liberal al interior del estado, que
consagraba en la Constitución a los ciudadanos los derechos de libertad, igual­
dad, propiedad y seguridad, aunque limitaba la libertad al disfrute pacífico y
la independencia privada. La libertad de opinión quedó garantizada sólo a los
diputados y miembros del consejo de gobierno en el desempeño de su cargo
o en las discusiones y observaciones que hicieren a las leyes, en su carácter de
oradores; es decir, la ejercida en los ámbitos estatales y por funcionarios o re­
presentantes en tanto tales. De esta manera, en materia política los derechos
se reducían al voto, conformando una comunidad política de restringida “par­
ticipación política sin actitudes cívicas”.129 La extensión de la igualdad ante la
ley quedó restringida por los fueros del clero y el ejército, pero comprendió el
nacer libre, prohibir la introducción de esclavos al estado y cancelar los títulos
y distintivos de nobleza. Se asignó a los tribunales ser autoridades únicas para
aplicar la ley, y los litigios sobre la propiedad, bien precioso que proteger, fue­
ron rodeados de disposiciones que evitaran los abusos de autoridad.130
Entre septiembre de 1824 y marzo de 1825, al interior del congreso impe­
raba la opinión de que el gobernador debía ejercer el Real Patronato e inter­
venir en el nombramiento del obispo, la provisión de piezas eclesiásticas (go­
bierno de la Mitra, provisorato, juzgado de capellanías y obras pías, vicarías
foráneas, curatos, vicarías de pie fijo, coadjuntorias y juzgados eclesiásticos), y
excluir a aquellos individuos “que puedan perturbar la tranquilidad pública
cuya vigilancia le está especialmente encomendada”.131 Trataban de poner en
ejercicio la exclusiva, aduciendo la costumbre practicada por los reyes de Espa­
ña, el derecho natural y la razón de Estado:

siendo casi general la creencia de que el clero tiene el mayor influjo, no hay más
remedio que concederle al gobierno la facultad de excluir al individuo de él, que

128 “Constitución Política...”, arts. 106, 109 y 110; Barragán, 1978.


129 “Constitución Política...” arts. 56 y 128. agap, Leyes y Decretos, t. 3, f. 303, Reglamento de la
Guardia de Poliáa de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, 12 de marzo de 1825; Aguilar Rivera, 2000, p. 30.
150 Constitución Política..., arts. 8, 12, 14, 108, 134, 137-139 y 143.
131 El Caduceo, t. II, núm. 69, 7 de septiembre de 1824.
INTERESES YFUERZAS REGIONALES EN PUEBLA, 1825-1825 5 03

pueda ser perjudicial á la independencia y libertad de la patria, ó al buen orden


del Estado”.132

Los términos de la resolución y la negativa del congreso a darle oportunidad


al obispo de hacer observaciones a la ley dan cuenta de que los diputados actua­
ban con decisión en defensa del rumbo adoptado, en términos de independen­
cia nacional, sistema de gobierno y prerrogativas del estado. En estas determina­
ciones, las prioridades estatales tuvieron preminencia sobre la federación y la alta
jerarquía eclesiástica en Puebla que, como la del país en su conjunto, mantenía
su condición subordinada y a la defensiva respecto de los poderes públicos.133

A MANERA DE CONCLUSIÓN

El cambio de condición jurídica de provincia a estado libre independiente y so­


berano fue una sacudida de gran envergadura. Llegar a ese punto significó re­
montar las afiliaciones monarquistas, atemperar los excesos y expectativas repu­
blicanas y regionalistas, así como fracturar el predominio monopólico de grupos
y organismos tradicionales, es decir, movilizar nuevos actores de la sociedad, ba­
jo una dirección que finalmente recayó en manos de los federalistas moderados.
En sus resoluciones, éstos se movieron haciendo uso de los vacíos dejados por la
constitución nacional, es decir, ejerciendo el amplio margen que la soberanía
compartida había dado a los estados. No titubearon en expresar disposiciones
regionalistas cuando lo requería la gravedad del problema; en otros términos,
cuando los intereses regionales estaban comprometidos. Estos intereses consis­
tieron básicamente en el urgente restablecimiento del orden y de las condicio­
nes materiales e instrumentales para reactivar la economía estatal.
En el momento en que los autores del proyecto presentaron el fruto de su
trabajo, expresaron los dos objetivos que persiguieron: Uno, facultar a los pode­
res de modo que la administración obrara con energía necesaria, pero “sin
aventurar la felicidad y sosiego de pueblos estimables”, ensayando “teorías peli­
grosas”. Dos, mostrar que “la comisión abunda en sentimientos liberales con
que procuró garantizar la seguridad individual de sus representados contra el
funesto ensanche a que son tan propensos los poderes”.134 No hay duda de que
así operaron. La Constitución fue elaborada sobre los criterios liberales impe­
rantes en la época, que aseguraban en el régimen interior el funcionamiento de
una administración centralizada con un mínimo de participación ciudadana.

132 Ibid., t. IV, núm. 74, 15 de marzo de 1825.


1SS Ibid., t. IV, núm. 79, 20 de marzo de 1825; Vázquez, 1998.
134 bn, Fondo Lafragua, 1.1378 “Proyecto de Constitución del Estado de Puebla, Oller, Mon-
toya y Rosa”, Puebla, Imprenta Liberal, Moreno Hermanos, julio 22 de 1825.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826

Juan Ortiz Escamilla


Universidad Veracruzana

El restablecimiento de la Constitución de 1812 en Nueva España, en el año de


1820, dio inicio al proceso que culminó con la independencia definitiva de Es­
paña y con la creación de la República de los Estados Unidos Mexicanos en
1824. Si bien dicha Constitución sirvió de marco de referencia, requirió definir
los límites y normas para la organización del espacio territorial, las estructuras
político-administrativas y económicas, y los derechos y obligaciones de los habi­
tantes. Sabemos por estudios de Nettie Lee Benson, Franfois Xavier Guerra, An­
tonio Annino, Manuel Chust, Antonio Escobar y Michael Ducey sobre la popu­
laridad del liberalismo gaditano entre los habitantes de la provincia de Veracruz,
hay que tomar en cuenta que su aplicación en un ambiente de desorden, los pre­
ceptos liberales tuvieron que adecuarse a las realidades locales, base fundamen­
tal del sistema federal, que partía del principio de que cada pueblo se diera a “sí
mismo leyes análogas a sus costumbres, localidad y demás circunstancias”.1
Entre los elementos y circunstancias que debemos considerar al referirnos
a la conformación del Estado de Veracruz destacan, en primer lugar, la pree­
xistencia de una sociedad jerarquizada, estamental y centrista que no desapa­
reció con la guerra civil ni con independencia del país. Por otro lado, su exten­
so territorio accidentado y con infinidad de ríos, casi todos poco aptos para la
navegación, tampoco favorecieron el fortalecimiento de redes políticas y eco­
nómicas (como en el centro de México), que facilitaran la integración de sus
regiones en el Estado de Veracruz. Más bien, confluyeron en una atomización
del poder político, que restringió la economía al ámbito local y, en consecuen­
cia, limitó la recaudación fiscal.
Un segundo elemento fue que el estado de guerra se extendió después de
la consumación de la independencia, tanto que la Constitución Política de Ve­
racruz se elaboró yjuró al tiempo que los españoles destruían la ciudad y puer­
to más importante de la provincia y del país. En tercer lugar, la apertura al li­
bre comercio y el arribo de compañías y agencias comerciales extranjeras
aceleraron la abolición del Consulado de Comerciantes de Veracruz. Durante

1 Tena Ramírez, 1997, p. 164.

505
506 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

este proceso, varios de sus miembros fusionaron sus capitales con las nuevas in­
versiones o bien optaron por comenzar a retirarlos, enviándolos al castillo de
San Juan de Ulúa y de allí a Cuba y a la península.2
En cuarto lugar, la inexistencia de un líder local que pudiera encabezar la
dirección de la provincia, pues José Joaquín de Herrera sólo tenía cierta in­
fluencia en las villas, Santa Anna en las costas del Sotavento, Manuel Rincón en
el puerto de Veracruz, Guadalupe Victoria entre los pueblos de indios y mesti­
zos del centro de la provincia y Miguel Barragán en la región de Tuxpan. Pa­
ra 1823, la sociedad veracruzana se encontraba dividida en las regiones que
existían, con grupos sociales diversos y con unos líderes políticos cargados de
la vieja cultura colonial. En este contexto, los ayuntamientos y la Diputación
Provincial (después el Congreso) eran las únicas instituciones que de alguna
manera podían representar intereses tan diversos.
En quinto lugar, al ubicarse en la provincia el principal puerto marítimo y
comercial, y el monopolio federal de la producción del tabaco, la comunica­
ción entre los gobiernos general y estatal obligaba a mantener una estrecha re­
lación de colaboración. Tanto el comercio con el exterior como el tabaco apor­
taban la mayor parte de los ingresos de la hacienda pública. Por otra parte, la
verdadera defensa militar de la nación la hacían los propios habitantes de las
poblaciones costeras, y no otras fuerzas. En consecuencia, quien gobernara la
república necesitaba del apoyo del gobierno de Veracruz, pero no sucedió así.
Los grupos de poder locales aceptaron de manera tibia a Iturbide y después, el
primer gobierno constitucional se mostraría también antagónico al presiden­
te de la república, Guadalupe Victoria, tanto que el gobernador Barragán par­
ticipó en 1827 en el “pronunciamiento de Montano” para derrocarlo.

I. LA REVOLUCIÓN GADITANA

Para 1820, el intendente y comandante general de la provincia de Veracruz


controlaba apenas los principales centros urbanos (el puerto, Xalapa, Orizaba,
Córdoba, Alvarado, Tlacotalpan y Perote). Los caminos militares habían logra­
do mantener la comunicación con las ciudades de Puebla, Oaxaca y México,
lo que no necesariamente garantizaba la tranquilidad en el territorio.3 En par­
tidos como Papantla, Pánuco, Tlapacoyan o Misantla, su influencia era limita­
da ya que dependían de las comandancia militares de Huejutla o de Teziutlán.
Hacia el sur, por Acayucan y Huimanguillo, la tranquilidad requería otro siste­
ma de cantones militares. Aun cuando la mayor parte de los pueblos insurgen­
tes se indultaron entre 1816 y 1819, las guerrillas no desaparecieron del todo;

2 Cf. Souto, 1996.


3 ashmm, caja 93, del Conde del Venadito al Secretario de Estado y del Despacho Universal
de la Guerra, México, 30 de septiembre de 1819.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 507

sobrevivieron en enclaves de difícil acceso donde las tropas realistas llegaban


con mucha dificultad y poco éxito.4
El restablecimiento de la Constitución de 1812 fue el pretexto para que los
veracruzanos expresaran su posición sobre el futuro político de la provincia divi­
didas en tres grupos: los absolutistas, los constitucionalistas y los independentis­
tas. Los dos primeros se manifestaron principalmente en los centros urbanos; a
favor de la Constitución también se pronunciaron las repúblicas de indios, mien­
tras que los mestizos y castas de la tierra caliente, conocidos como ‘jarochos”, ba­
jo el mando de Guadalupe Victoria, rechazaron las dos propuestas hispánicas y
defendieron la independencia política de México. Su lema era: “viva la indepen­
dencia Y MUERAN LOS SERVILES QUE SE OPONGAN A FIJA”.5
El pronunciamiento militar de Agustín de Iturbide modificó la correlación
de fuerzas y atrajo en primer lugar a los partidarios de la Constitución y a las
milicias provinciales y cívicas; en poco tiempo, la mayor parte de las poblacio­
nes se decidieron por el Plan de Iguala, a excepción del puerto de Veracruz,
que permaneció leal a España y las poblaciones de la tierra caliente, favorables
a Guadalupe Victoria.6 Éstas, aun cuando defendían la independencia, no re­
conocieron a Iturbide ni al gobierno emanado del Plan de Iguala, que dejaba
abierta la posibilidad de mantener el sistema monárquico. Su proyecto se incli­
naba más hacia el republicanismo clásico.
De 1821 a 1823, los habitantes de la provincia se movieron de un bando a
otro, y en este proceso Antonio López de Santa Anna fue la pieza clave porque
tenía relación con todos los grupos, hasta que se dio la ruptura con Iturbide y
luego con los españoles.7 De cualquier manera, la independencia política se
logró gracias a la alianza entre el insurgente Victoria y el realista Santa Anna.
Las tropas de ambos fueron liberando poblaciones hasta cerrar el cerco sobre
la ciudad y lograr (26 de octubre de 1821) que el gobernadorJosé Dávila aban­
donara sus posiciones y se refugiara en el castillo de Ulúa.8 Curiosamente, en­

4 asiimm, caja 93, del Conde del Venadito al Secretario de Estado y del Despacho Universal
de la Guerra, México, 30 de septiembre de 1819.
s ashmm, caja 92, de Pedro Rebolledo al Comandante Militar del Puente del Rey, Paso de
Ovejas, 31 de diciembre de 1820; ashmm, caja 92, de Rafael Borja al Comandante militar de Xala-
pa, 31 de diciembre de 1820; ashmm, caja 92, de Francisco de Arrillaga a Rafael Borja, Paso de Ove­
jas, 1 de enero de 1821; ashmm, caja 92, dejuan Orbegoso al virrey Conde del Venadito, Xalapa, 2
de enero de 1821; dejuan Orbegoso al Conde del Venadito, 4 de enero de 1821; caja 92, Manifies­
to de Guadalupe Victoria, enero de 1821. Cf. Escobar Ohmstede, 1998; Ducey, 1999.
6 acdn, exp. III/1-33, hoja de servicio de José Joaquín de Herrera; Alamán, t. 5, 1985, pp. 172-
177; ahdn, exp. 174, ff. 9-10, de Santa Anna a Iturbide, Alvarado, 25 de abril de 1821; exp. 109, f.
200, Capitulación celebrada entre Juan de Orbegoso y Antonio López de Santa Anna, Xalapa, 29
de mayo de 1821; exp. 174, f. 25, Circular de Antonio López de Santa Anna, Xalapa, 1 de junio de
1821; exp. 174, f. 18, Certificado de la averiguación realizada por Ignacio Menocal y Luis Fernán­
dez del Campo, Xalapa, 1 de junio de 1821.
7 Cf. Fowler, Ortiz Escamilla, 2000.
8 Según Dávila, salió de la plaza para evitar trastornos al vecindario y pensaba permanecer
508 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tre los evacuados estaban las tropas del general por Francisco Novella que sa­
lían rumbo a La Habana.9
Aunque Iturbide mantuvo al inicio de su gobierno comunicación con je­
fes militares como Santa Anna, Manuel Rincón yjoaquín Leño, y le apoyaron
grupos sociales de Orizaba, Córdoba y Xalapa, no significa que tuviera el ple­
no control de la provincia, pues carecía de acceso a las rentas nacionales, a los
más importantes rubros comerciales y al principal sistema de defensa. Tampo­
co pudo colocar a sus generales en los principales puestos administrativos.
Después del triunfo del Plan de Iguala, por medio de las elecciones muni­
cipales se expresaron los distintos grupos políticos. Los cabildos se renovaron en
un ambiente de mucha tensión, sobre todo en los centros urbanos donde resi­
dían personas desafectas a Iturbide. En el puerto de Veracruz hubo ‘juntas pri­
vadas para tratar de elecciones de electores de partido contrarias a la Constitu­
ción”. Santa Annajuzgó que el proceso había estado viciado “por haberse hecho
dueños de las elecciones populares unos cuantos individuos que se congregaron
en casa de un tendero apellidado Rosas, donde se hicieron las listas, y son un pa­
dre Gil, el presbítero Merino, don Jorge Ojeda, don Rafael Velad y otros”, quie­
nes se encargaron de que los electores nombraran un ayuntamiento “desprecia­
ble y risible al público”. Por tanto, las elecciones eran anticonstitucionales y los
elegidos eran desafectos a la independencia, todos partidarios de Victoria.10
En Córdoba, el ayuntamiento se declaró leal a Iturbide y enemigo acérri­
mo de Guadalupe Victoria, habiendo procedido a la quema pública del “Plan
de gobierno republicano”.11 Las desavenencias se expresaron también en
1823. En Orizaba, la elección del ayuntamiento obligó a Manuel Alvarez y Ra­
fael Argüelles a rendir declaración “por las escandalosas expresiones que ha­
bían vertido públicamente contra la persona de Su Majestad y principalmente
acerca de su elevación al trono”.12 En Xalapa, el gobierno consideró que los

en el castillo hasta que hubiera una resolución del rey. Entre sus deberes estaba “sostener a toda
costa los derechos nacionales y en la de serme indispensable proveer a la subsistencia de todos los
leales individuos que con el perseguido pabellón español se alberguen en esta fortaleza", ahdn,
exp. 206, ff. 42-43, de José Dávila a Manuel Rincón, Castillo de San Juan de Ulúa, 10 de noviem­
bre de 1821; exp. 13772, ff. 1-5, de Antonio López de Santa Anna a Iturbide, Xalapa, 18 de junio
de 1821; exp. 206, ff. 29-30, de Manuel Rincón a Iturbide, Veracruz, 27 de octubre de 1821; exp.
206, f. 38, de Iturbide a Manuel Rincón, México, 2 de noviembre de 1821; exp. 215, f. 16, de Echá­
varri al Ministro de Guerra y Marina, cuartel sobre Veracruz, 18 de enero de 1822; exp. 208, de An­
tonio Medina, “Indice de los documentos relativos al estado de las negociaciones de San Juan de
Ulúa". México, 12 de marzo de 1822.
9 ashmm, caja. 100, de Francisco Novella al Ministro de la Guerra, La Habana, 17 de noviem­
bre de 1821.
10 Blac, hd, 15-1.1537, de Santa Anna a Iturbide, Xalapa, 9 de febrero de 1822.
11 aiimc, Acta de Cabildo, 4 de enero de 1823.
12 acn, Gobernación, s/s, caja 38, exp. 12, de Francisco Manuel Hidalgo al Ministro Manuel
Herrera, Córdoba, 15 de enero de 1823; Gobernación, leg. 1936-2, del Ayuntamiento de Veracruz
al Supremo Poder Ejecutivo, Veracruz, 18 de agosto de 1823.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 5 09

miembros del ayuntamiento, que en 1812 habían formado parte de la conspi­


ración de la ‘Junta de Xalapa, Juan Francisco Cardeña, Rafael Velad y Antonio
Domínguez, debían ‘justificar ante un juez competente su conducta, sin lo
cual no deben volver a ocupar sus antiguos puestos, porque sus ideas políticas
y sus opiniones son de republicanos [y] no es justo ni debido que la corpora­
ción tenga en su seno unos hombres tan perniciosos como perjudiciales al
bien y felicidad pública”.13
¿Quién gobernó Veracruz durante el tiempo de transición entre el go­
bierno colonial y el independiente? En primera instancia, los ayuntamientos
constitucionales recién creados,14 como la base de la organización política y,
en segundo lugar, los jefes militares apostados en los principales centros urba­
nos, como Veracruz, Xalapa, Córdoba, Orizaba, Tlacotalpan, Acayucan y Pa­
pantla. En cada partido, las autoridades civiles y militares actuaban por cuen­
ta propia.
En el terreno económico, la situación era más que evidente. Buena parte
de los conflictos políticos en la provincia los ocasionaban las disputas entre los
viejos y nuevos comerciantes y empresarios, expresadas en todos los niveles y
de distinta manera. Cualquier decisión tomada por alguna autoridad del puer­
to tenía forzosamente repercusiones económicas, no sólo en el nivel local o re­
gional sino nacional.15 Como corporación, los comerciantes de Veracruz pre­
sionaron al gobierno general para que les diera en exclusiva la exportación de
plata, redujera los derechos de importación y exportación de mercancías y de
la tasa de alcabalas, y para que se comprometiera a no imponer préstamos for­
zosos. Lejos de llegar a un acuerdo, una parte de los comerciantes españoles
de Veracruz se declaró abiertamente en contra de las políticas económicas de
Iturbide, que “sin simpatizar con Santa Anna, terminó por apoyarle con el fin
de frenar las exacciones” del Emperador.16
Los desajustes también se reflejaban en la disputa por el control de la
aduana marítima entre el gobernador español y el gobernador americano.
Inmediatamente después de que el general Dávila abandonara la ciudad,
desde Ulúa trató de imponer medidas proteccionistas para controlar el tráfi­
co de mercancías y los americanos no lo permitieron al abrir sus puertas al
libre comercio. Al no conseguirlo, Dávila propuso dividir por mitad el total

13 acn. Gobernación, leg. 1936-2, exp. 7, de jóse Govantes al Secretario de Estado, Xalapa, 5
de febrero de 1823.
14 Cf. Herrejón Peredo, 1985.
15 “La coexistencia de Veracruz de dos formas de intercambio, una sujeta al reglamento de
1778 —en algunos años vulnerada por la guerra casi hasta la parálisis— y otra irregular —que cre­
ció espectacularmente gracias a la propia guerra y que permitió que algunos veracruzanos alcan­
zaran un éxito mercantil sorprendente—, se desarrolló dentro de un ámbito en el que fue muy di­
fusa la frontera entre lo legal y lo clandestino, lo que generó naturalmente una política
ambivalente”. Souto, 1999, p. 80.
16 Ludlow, 1998, pp. 85, 105.
510 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de los ingresos por concepto de aduanas y también fue rechazada la propues­


ta.17 Entonces ofreció ceder “todos los derechos y productos que rinda el co­
mercio marítimo, la correspondencia pública, y toda otra cosa que no sea la
capitanía del puerto”, a cambio de la entrega de un situado mensual de
16 000 pesos para el sostenimiento de sus tropas.18 Rincón también la recha­
zó y en cambio quiso hacer efectivo el decreto emitido por Iturbide e impo­
ner a los productos españoles impuestos aduanales que oscilaban entre 35 y
40%, pero Dávila se negó a pagarlos y sacó a relucir el sistema de aranceles
de 1778 por el cual los efectos españoles pagaban sólo 3% y los contribuyen­
tes 6%.19 Ante la gran cantidad de propuestas y contrapropuestas que mutua­
mente se hicieron, finalmente acordaron establecer cada cual su respectiva
aduana y cobrar sus propios impuestos. Para los barcos españoles se fijó una
aduana en el castillo de Ulúa y otra en la isla de Sacrificios para los buques
nacionales y extranjeros.20 Al final, todas las mercancías entraban a la ciudad
por el mismo muelle.
De octubre de 1821 a septiembre de 1823, los comerciantes españoles de­
sempeñaron un doble papel en el conflicto al dividir “algunos millones en di­
nero y efectos en depósito dentro del castillo” y otro tanto en la ciudad. Se
creía que ellos, “llegando el caso de un rompimiento, serían los primeros en
influir eficazmente para evitarlo con conocidas ventajas del imperio” mexica­
no.21 Por su parte, desde antes de la independencia, las compañías inglesas y
norteamericanas ya se habían establecido en Veracruz, por donde introducían
sus mercancías tierra adentro.22

II. LA PRIMERA DIPUTACIÓN PROVINCIAL

La instalación de la Diputación Provincial de Veracruz fue tardía, derivada de


las negociaciones hechas por los diputados americanos en las Cortes, que lo­
graron que el 9 de mayo de 1821 se autorizara una diputación provincial en ca­
da una de las “capitales de intendencia, con jurisdicción sobre todo el territo-

17 ahdn, exp. 206, f. 21, de Manuel Rincón ajosé Dávila, Veracruz, 7 de noviembre de 1821;
exp. 206, f. 31, de José Dávila a Manuel Rincón, Castillo de San Juan de Ulúa, 7 de noviembre de
1821; exp. 206, f. 27, de José Dávila a Manuel Rincón, Castillo de San Juan de Ulúa, 7 de noviem­
bre de 1821. exp. 206, f. 32, de Rincón a Dávila, Veracruz, 8 de noviembre de 1821; exp. 206, ff.
40-41, de Rincón a Dávila, 8 de noviembre de 1821. Finalmente, la correspondencia y bienes trans­
portados por “El Voluntario" se recibieron en la casa de Colmeneros y Cosío.
18 ahdn, exp. 206, ff. 42-43, de Dávila a Rincón, Castillo de San Juan de Ulúa, 10 de noviem­
bre de 1821.
19 ahdn, exp. 208, ff. 45-47, de José María Migoni a Iturbide, Veracruz, 13 de octubre de 1822.
20 ahdn, exp. 206, ff. 49-50, de Rincón a Dávila, Veracruz, 13 de noviembre de 1821.
21 ahdn, exp. 208, ff. 45-47, dejosé María Migoni a Iturbide, Veracruz, 13 de octubre de 1822.
22 Cf. Souto, 1996; también “El perfil de un grupo privilegiado: los comerciantes de Veracruz
y sus negocios con los Estados Unidos en la última etapa colonial".
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 511

río que comprendiera”.23 Esta noticia no tardó mucho tiempo en llegar a Ve­
racruz, pero los desajustes políticos y sociales causados por el Plan de Iguala y
sus consecuencias aplazaron la creación de la diputación hasta marzo de 1822.
Antes de esta fecha, la provincia había formado parte de la Diputación de Nue­
va España.24
La Diputación Provincial de Veracruz sesionó a lo largo de nueve meses,
del 2 de marzo al 11 de diciembre de 1822, tiempo en el que atendió asuntos
relacionados con la erección de ayuntamientos de la provincia, contribucio­
nes, arbitrios, cuentas de ingresos y egresos, problemas de tierras, pensiones,
asistencia social, elecciones y censos de población, entre otros.
Los viejos ayuntamientos, a excepción de Veracruz, fueron respetuosos con
la Diputación; pero se vieron imposibilitados a acatar lo dispuesto en cuestio­
nes financieras, ante la renuencia de los nuevos ayuntamientos para cubrir las
cuotas asignadas. Por ejemplo, en agosto de 1822, el tesorero de Córdoba no
sabía cómo lograr que los pueblos del partido hicieran la entrega completa de
la contribución señalada por la Diputación. En tales circunstancias, el cabildo
acordó enviar a los diputados “una lista de los pueblos deudores y sus cantida­
des, para que diga en qué términos se han de compeler a las entregas o que es­
ta cabecera dará lo que le pertenezca y que vuestra excelencia se entienda con
los pueblos”.25 Otro ejemplo es el caso del Ayuntamiento de Chocamán, que
mostró desacuerdo con que el mayordomo Francisco López, de la hacienda de
Monte Blanco, cobrara la renta de los arrendatarios, en tanto no hubiera un
pronunciamiento del Supremo Gobierno sobre la pertenencia de dichas ren­
tas: si lo eran del de Córdoba o del recién formado de Chocamán. La Diputa­
ción resolvió que lo recaudado se depositara en un juzgado hasta que se defi­
niera la situación. El trasfondo de la negativa era el deslinde de tierras.26
La Diputación también atendió la petición de los cosecheros de tabaco de
Córdoba para que el Estado interviniera ante la “insubordinación de los mo­
renos que tienen en sus labores” que, aun pagándoles el jornal acostumbrado,'
no estaban dispuestos a trabajar. En este caso, la Diputación dispuso que fue­
ra el Ayuntamiento el encargado de “proteger con eficacia a los hacendados
para el adelanto de la agricultura de la que depende en mucha parte la felici­
dad y riqueza del imperio”.27
Si bien el Ayuntamiento de Veracruz había sido uno de los principales
promotores de la Constitución Gaditana, no aceptó la injerencia de la Diputa­

23 Benson, 1994, pp. 67-69.


24 Cf. Herrejón Peredo, 1985.
25 aiimc, Actas de Cabildo, 17 de agosto de 1822.
26 aiimc, vol. 69, estante 1, de la Diputación Provincial al Ayuntamiento de Córdoba, Vera-
cruz, 26 de junio de 1822; de la Diputación Provincial al Ayuntamiento de Córdoba, Veracruz, 7
de noviembre de 1822.
27 aiimc, vol. 67, f. 306, de la Diputación Provincial al Ayuntamiento de Córdoba, Veracruz,
3 de julio de 1822.
512 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ción Provincial en los asuntos internos del partido. Se trataba de un enfrenta­


miento entre la institución más antigua del virreinato y la nueva figura políti­
ca provincial. Y es que, apesar de ser un ayuntamiento constitucional, la com­
posición de sus miembros no había cambiado. La Diputación se quejó de “la
falta de consideración y decoro con que desde su instalación la ha tratado es­
te Ayuntamiento, guiado de un indiscreto celo de su propia autoridad, eva­
diéndose de reconocer la superior que por las leyes reside en la primera cor­
poración de la provincia”. La queja se relacionaba con la negativa del cabildo
a entregar las noticias estadísticas, con el argumento de que se trataba de una
competencia del gobierno interior de los pueblos. También la privó de fondos
para el pago de su secretaría, muebles y utensilios, “diciendo que se hallaba en
la absoluta imposibilidad de subvención a las necesidades de la diputación”,
que si quería le podría hacer algún préstamo en calidad de reintegro. Final­
mente, el Ayuntamiento se negó a entregar las cuentas de propios correspon­
diente al periodo 1821-1822, “por eludir el examen calificador y autoridad de
esta corporación”.28 A pesar de la competencia de funciones y las expresiones
del Ayuntamiento de simpatía hacia los españoles de San Juan de Ulúa,29 la
corporación finalmente cubrió parte de los gastos de la Diputación, que ascen­
dían a 28 000 pesos anuales. De esta cantidad, a Veracruz correspondió una
cuota de 5 400 pesos.30
Para el Ayuntamiento, “ridiculas razones” agudizaron los conflictos entre
ambas corporaciones. Así, la Diputación Provincial se negó a contestar un ofi­
cio del gobernador español José Dávila, “a fin de evitar que tomase el asunto
un aspecto más empeñoso y arriesgado, dándose lugar a que se deprimiese
mucho más el honor de ambas corporaciones”.31 En la reunión del 18 de oc­
tubre de 1822, como el jefe político y el intendente (Santa Anna y Govantes)
estaban enfermos y no se presentaron, el Ayuntamiento determinó que fuera
el alcalde quien presidiera la reunión, lo que fue interpretado como una ofen­
sa por los diputados.32 Como no hubo consenso sobre el asunto, debieron vo­

28 agn, Gobernación, leg. 1936, exp. 5, Representación de la Diputación Provincial, Vera-


cruz, 20 de mayo de 1823.
29 agn, Gobernación, leg. 1936, exp. 5, Representación de la Diputación Provincial, Vera-
cruz, 20 de mayo de 1823.
80 ac.n, Gobernación, leg. 1936-2, del Ayuntamiento al Supremo Poder Ejecutivo, Veracruz,
18 de agosto de 1823.
81 agn, Gobernación, leg. 1936-2, Acta de Cabildo, Veracruz, 4 de octubre de 1822; leg. 1936-
2, de la Diputación Provincial al Ayuntamiento, Veracruz, 23 de octubre de 1823. El 4 de octubre
de 1822, Dávila envió al Ayuntamiento un oficio en el que afirmaba tener en su poder “500 onzas
de oro, una bandera imperial y varias cintas que le fueron entregadas por un marinero junto con
varias proclamas, de las que incluye un ejemplar, a quien confiaron en esta plaza la empresa de se­
ducir a esta guarnición, ofrece devolverlo sólo porque se le dé el destino, que se apliquen al hos­
pital de San Sebastián, como asilo de la humanidad, por la que son internados todos los hombres
en general”.
82 agn, Gobernación, leg. 1936-2, Acta celebrada en la ciudad de Veracruz, 18 de octubre
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 513

tar y ganaron los partidarios de Dávila en el ayuntamiento.33 Más tarde, la Di­


putación descalificó la votación bajo el argumento de fraude. La Diputación,
“que siendo una corporación enteramente distinta del Excelentísimo Ayunta­
miento de esta ciudad, en los cabildos a que ha concurrido este cuerpo se ha
contado promiscuamente el voto de sus vocales con los de los individuos del
propio cabildo”.34
La posición de los diputados de no negociar nada con Lemaur abortó “el
armisticio pactado” entre Lemaur, Echávarri y el ayuntamiento de Veracruz.
En este caso también influyó la negativa de Iturbide a reconocer los acuerdos
pactados sin su consentimiento.35 Según Lemaur, ello se debía en parte a la
“emulación y odio que siempre tuvieron contra los veracruzanos los de Méxi­
co que miraron con indiferencia y aun con satisfacción la ruina de esta plaza”.
De allí que el mejor aliado de Lemaur fueran los veracruzanos con propieda­
des en la ciudad.36

de 1822; de la Diputación Provincial al Ayuntamiento, 23 de octubre de 1823. Ante el fracaso de


las negociaciones, el 27 de octubre de 1822, el nuevo jefe español Francisco Lemaur interpretó
como un acto de hostilidad el pretender seducir con dinero a la guarnición del Castillo, y envió
una expedición de 300 hombres para apoderarse de los baluartes de La Concepción y Santiago.
La estrecha relación existente entre el castillo y la ciudad, y la indiscreción de los españoles die­
ron al traste con el asalto, pues las tropas mexicanas encabezadas por Echávarri y Santa Anna ya
los esperaban. Según los oficiales mexicanos, los agresores perdieron una tercera parte de su
tropa entre muertos, heridos, ahogados y prisioneros. Según el informe de Lemaur, murieron
ocho, entre ellos dos coroneles, 17 fueron heridos y 38 fueron capturados quedando en calidad
de prisioneros. Por su parte, los nacionales tuvieron 36 bajas, entre las que se encontraba el ca­
pitán Antonio Arguelles, aiidn, exp. 208, f. 61, de Echávarri al Ministro de Guerra, Veracruz, 27
de octubre de 1822; ashmm, caja 100, de Francisco Lemaur al Ministro de Estado, 28 de octubre
de 1822.
53 Los representantes de la Diputación Provincial eran Manuel López de Sobreviñas, José
María Quiroz,José Antonio Sastre yjosé Xavier de Olazábal. El ayuntamiento lo conformaban
los alcaldes Manuel Posada e Ignacio de la Puente; los regidores Manuel José de Elguero, José
María Serrano, José Antonio Cevallos, Manuel María Pérez, Manuel Serapio Calvo, Diego Gon­
zález de Castilla, Miguel de Lizardi, y los síndicos Teodoro Antuñano y Martín Urdapilleta. Los
que votaron a favor fueron Del Paso y Troncoso, Posada, Sastre, Puente, Elguero, Serrano, Ce­
vallos, Pérez, Castro y Urdapilleta; en cambio, se opusieron López de Sobreviñas, Quiroz, Ola­
zábal, Castilla, Lizardi, y Antuñano. agn, Gobernación, leg. 1936-2, Acta celebrada en la ciudad
de Veracruz, 18 de octubre de 1822; de la Diputación Provincial al Ayuntamiento, 23 de octubre
de 1823.
34 agn, Gobernación, leg. 1936-2, Acta celebrada en la ciudad de Veracruz, 18 de octubre de
1822.
35 ashmm, caja 100 de Francisco Lemaur al Secretario de Estado, Castillo de San Juan de
Ulúa, 27 de noviembre de 1822.
36 ashmm, caja 100, de Francisco Lemaur al Secretario de Estado, Castillo de San Juan de
Ulúa, 6 de noviembre de 1822.
514 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

III. DEL PLAN DE VERACRUZ AL PLAN DE CASA MATA

El pronunciamiento militar de Santa Anna, del 2 de diciembre de 1822, signi­


ficó una manifestación de los problemas existentes entre las distintas compe­
tencias de gobierno y grupos de poder con residencia en el puerto de Vera-
cruz. No se trató sólo de la ambición de Santa Anna y su odio hacia Iturbide,
o de las diferencias ideológicas de éste con Guadalupe Victoria; en las razones
de peso que causaron la rebelión, también tuvieron su parte el ayuntamiento
local, la Diputación Provincial, el capitán general José Antonio de Echávarri,
los comerciantes y el gobernador español Francisco Lemaur. Todos, sin excep­
ción, hacían política en busca de alianzas para asegurar posiciones.
Como se recordará, antes del 2 de diciembre, el Ayuntamiento, Lemaur y
Echávarri ya habían pactado un armisticio que no fue aceptado por la Diputa­
ción Provincial.37 Después de esta fecha, la ciudad de Veracruz se convirtió en
el botín de tres fuerzas militares que anhelaban su control: las de Santa Anna,
que estaban dentro de sus muros, las españolas del castillo de San Juan de Ulúa,
que estaban en la isla de enfrente, y las imperiales encabezadas por Echávarri,
que la asediaban desde las villas.38 La historiografía ha centrado su atención en
las diferencias entre Santa Anna e Iturbide y en los argumentos utilizados por
ambos para desprestigiarse mutuamente; sin embargo, poco se conoce la ver­
sión española de los acontecimientos, que es realmente reveladora. El general
Lemaur informó haber sido el promotor principal de la enemistad de Santa
Anna con Echávarri,

de donde a más de librarse por ahora esta fortaleza del bombardeo y sitio que la
amenazaba, he logrado preservar a Veracruz de su ruina, y que desde aquella ciu­
dad se hayan extraído para esta fortaleza, o embarcado en las dos fragatas Fama y
Veloz Mariana en plata, alhajas, frutos y otros efectos por el valor de cerca de un mi­
llón de pesos; en una palabra cuanto había de algún precio en aquella ciudad que
de otra manera habría sido perdido en virtud de las providencias de Iturbide.39

En el contexto de las alianzas, el pronunciamiento aceleró el reposiciona-


miento de las partes involucradas: Santa Anna, Guadalupe Victoria, la Diputa­
ción Provincial, el Ayuntamiento de Veracruz y las guarniciones de Alvarado y
La Antigua se manifestaron por la república. Contra el plan militar se expre­
saron Echávarri y la mayor parte de los ayuntamientos y milicias de la provin­
cia. El gobernador Lemaur se mantuvo neutral, tal y como lo había previsto.

57 ahdn, exp. 208, ff. 107-108, de Echávarri al Ministro de Guerra, Veracruz, 24 de noviem­
bre de 1822.
38 Cf. Fowler y Ortiz Escamilla, 2000.
39 ashmm, caja 100, de Francisco Lemaur al Secretario de Estado, Castillo de San Juan de
Ulúa, 22 de diciembre de 1822.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 5 15

Una vez logrado el enfrentamiento entre Santa Anna y Echávarri, Lemaur se


dio a la tarea de “hacer recaer toda la odiosidad sobre Iturbide” y de buscar un
acercamiento con Echávarri para separarlo de los intereses del emperador.

En resolución procuraré extender mi oficio dirigido a Echávarri a modo de un ma­


nifiesto en que se refutasen las imputaciones que con el objeto de avivar el odio de
estos naturales contra la España, nos hace de continuo el gobierno de México, y en
que, por el contrario, resaltase su conducta cruel, injusta y falta de fe hacia los es­
pañoles para que en medio de las convulsiones que ya desde hoy han de envolver
a este país apareciesen vivamente los agravios que se les hacen, y así se mueva el in­
terés de todos a sentirlos, el cual, si no alcanza a repararlos, valga a lo menos para
precaverlos en lo futuro.40

Para el 10 de diciembre de 1822, Lemaur ya había alcanzado este objetivo.


Echávarri le manifestó detestar “las maquinaciones degradantes, y jamás he sa­
bido echar mano de viles arterias, y aunque es evidente que he contribuido a la
libertad de este suelo, también es cierto que nunca me he separado de aspirar a
la conveniencia de la patria, a que debo el ser”.41 También arremetió contra San­
ta Anna al acusarlo de haber propiciado los sucesos del 27 de octubre sin que él
hubiese tenido tiempo de frenarlo. Lo que sí pudo evitar fue el hundimientos de
los buques existentes en la bahía, “a cuyo efecto había dado ya la orden al oficial
de artillería; éste consultó a Echávarri, quien al momento hizo suspender su eje­
cución”. Finalmente le expuso que su interés era procurar la “unión y la armo­
nía con la España según se había prometido en el Plan de Iguala”.42
Una vez pronunciado, Santa Anna también buscó el acercamiento con los
españoles de Ulúa, y en un acto de buena voluntad liberó a los prisioneros he­
ridos y enfermos, permitió la exportación de caudales y efectos y prometió tra­
tados de reciprocidad. Pero “Lemaur se negó a establecer convenios formales
con los republicanos-y ha preferido hacerlo con el gobierno”, encabezado to­
davía por Iturbide. Además, ya se había anunciado la llegada de los comisiona­
dos de las Cortes. Para los españoles, el pronunciamiento de Santa Anna sig­
nificaba un acto contrarrevolucionario.43

40 ashmm, caja 100, de Francisco Lemaur al Secretario de Estado, Castillo de San Juan de
Ulúa, 22 de diciembre de 1822.
41 ashmm, caja 100, dejóse Antonio de Echávarri a Francisco Lemaur, Xalapa, 10 de diciem­
bre de 1822.
42 ashmm, caía 100, de Antonio Fraga a Francisco Lemaur, San luán de Ulúa, 14 de diciem­
bre de 1822.
45 ashmm, caja 94, de Francisco Lemaur a Santa Anna, Castillo de San Juan de Ulúa, 3 de di­
ciembre de 1822; ahmv, caja 138, vol. 183, “Actas de Cabildo. 1822”, Actas de Cabildo de 4 de di­
ciembre de 1822, pp. 187-188; Condumex, de Alejo García Conde ajuan Cruz Cabañas, México,
1 de enero de 1823; ashmm, caja 94, de Francisco Lemaur al Secretario de Estado y del Despacho
de la Guerra, Veracruz, 12 de diciembre de 1822.
516 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En el puerto, el pronunciamiento cogió por sorpresa a los habitantes. El


ayuntamiento y la Diputación se adhirieron, presionados por Santa Anna, en
la creencia de que habría manifestaciones de apoyo en todas las provincias, y
como no fue así, más bien se volcaron contra el plan. Acto seguido, la Diputa­
ción se disolvió.44
Durante ese mes y el siguiente, en vez de enfrentamientos militares las
partes negociaron hasta conseguir los acuerdos plasmados en el Plan de Casa
Mata. Lo interesante de este proceso fue que Echávarri no negoció con Santa
Anna el fin de las hostilidades, sino con los dos miembros de la Diputación
Provincial (José Manuel Serrano y Manuel López de Sobreviñas) y con el
ayuntamiento porteño. Los acuerdos decidieron la suspensión del sitio, la des­
titución de Santa Anna del cargo de comandante general y el apoyo al plan de
todas las corporaciones de la provincia. En ningún momento se propuso hos­
tilizar a los españoles de Ulúa.45 Con la firma de dicho Plan, la Diputación co­
bró importancia al ser elevada por los militares al rango máximo de autoridad
en la provincia e incluso hicieron los honores.46 Mientras tanto, el ayunta­
miento de Veracruz se declaró abiertamente liberal y facilitó a los militares la
cantidad de diez mil pesos con cargo a los derechos de aduana.47 Sin Santa
Anna de por medio, y bajo la bandera del liberalismo, se concretó una alian­
za entre las autoridades locales y el gobierno militar nacional en contraposi­
ción a los situados en el castillo de Ulúa, que se habían declarado abiertamen­
te monarquistas.

44 Blac, hd, 2017, de Govantes a un amigo, Xalapa 8 de diciembre de 1822.


45 Condumex, M. C. LXXII-2, carpeta 3.144, Diario Redactor de México, 4 de enero de 1823;
de Alejo García Conde ajuan Cruz Cabañas, México, 1 de enero de 1823; ahmv, caja 144, v. 189,
ff. 186-187, de Echávarri al Ayuntamiento de Veracruz, Campo sobre Veracruz, 9 de enero de
1823. Echávarri prometió “evitar la efusión de sangre”, lo que “debe ser obra de la razón, me
contenté con aproximar mis fuerzas a esa plaza no dudando que Santa Anna adoptaría el par­
tido que dictan la prudencia y los sentimientos filantrópicos, de que tanto blasona, pero he vis­
to con dolor que, empeñado en sostener su capricho, todo lo pospone, sin tomar en cuenta los
males que va a ocasionar"; ahmv, caja 144, v. 189, f. 189, del Ayuntamiento a Echávarri, Vera-
cruz, 1 de febrero de 1823; f. 200, del Comandante de Alvarado José de Aldana a Echávarri, Al­
varado, 3 de febrero de 1823; ff. 202-203, de Gregorio de Arana al Regimiento de la plaza, Al­
varado, 3 de febrero de 1823; ff. 206-210, del comandante de Orizaba y Córdoba a Echávarri,
3 de febrero de 1823; f. 213, de José María Calderón a Echávarri, Puente Nacional, 6 de febre­
ro de 1823.
46 Benson, 1994, p. 125. En el artículo número 10 “se disponía que la Diputación de Veracruz
manejara los asuntos administrativos, en el sentido de que, a medida que cada provincia fuese
aceptando el Plan, su respectiva diputación provincial recobraría lajurisdicción sobre sus asuntos
administrativos”. En abril de 1823, ya con plenos poderes, la Diputación Provincial de Veracruz ce­
lebró con júbilo el establecimiento del nuevo Congreso Constituyente, ofreció todo su apoyo al go­
bierno nacional, se pronunció por el establecimiento del sistema federal y reprobó las acciones
emprendidas por Santa Anna en San Luis Potosí. Benson, 1994, pp. 210-211.
47 ahmx, Actas de Cabildo de 1823, ff. 25-26, Xalapa, 17 de febrero de 1823; ahmv, caja 144,
v. 189, f. 292, Acuerdo del Ayuntamiento, Veracruz, 12 de julio de 1823.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 517

Después del pronunciamiento por el Plan de Casa Mata, las negociaciones


continuaron entre losjefes allí reunidos. Si bien todos estaban de acuerdo en
la desaparición de la monarquía mexicana, Echávarri, Cortázar y otros oficia­
les seguían leales a Iturbide, pero al final dominaron los republicanos encabe­
zados por Guadalupe Victoria.48 Según Lemaur, este jefe se había convertido
en toda una leyenda:

baste decir que en su robusta juventud, al estallar por primera vez la guerra de la
independencia se hallaba estudiando en un colegio de la capital de donde deser­
tó, y haciendo primero ensayo de su persona para endurecerla en los trabajos de
la guerra, la siguió después con la mayor constancia, y al dejar las armas en el tiem­
po que apareció todo pacificado, más bien que acogerse a un indulto se redujo a
vivir escondido por más de dos años en una cueva, alimentándose solo de plantas
silvestres. Sencillo en su porte, y sin aparente ambición y de entendimiento algo
cultivado parece que le anima solo el delirio de ver el gobierno de su país indepen­
diente del de España; y habiendo llevado este solo objeto en su antiguo alzamien­
to, trató siempre bien a sus prisioneros, aunque no se daba cuartel en la guerra
que entonces se hacía. Su constancia nada común entre sus paisanos, la firmeza en
sus principios y la opinión de valiente le adquirieron un crédito sobre todo en es­
ta provincia del que necesitaba Santa Anna para su partido y fue lo que le hizo ce­
der a Victoria el mando superior. Tuvo este el particular del Puente del Rey duran­
te la guerra con Echávarri y se defendió con brío en cuantos asaltos le dieron,
sufriendo con ellos no pequeña mortandad de imperiales. Así que todos se pacifi­
caron, Victoria por su carácter superior vino a residir a Veracruz donde llegó el 17,
y apenas recibidos los aplausos y festejos que le hicieron, y de que se da noticia en
los diarios de esta ciudad, procuró manifestarme la deuda de su reconocimiento,
escribiéndome de su puño la carta confidencial que copio en número 1 y a que del
propio modo de contestación.49

De Casa Mata, Echávarri, Lobato y Cortázar se trasladaron a Xalapa, des­


de donde establecieron una línea de comunicación con el comandante de la
plaza de Puebla, el Marqués de Vivanco. El 22 de marzo, por disposición de
Echávarri, fueron suspendidos de sus cargos todos los funcionarios que no hu­

48 ashmm, caja 101, de Francisco Lemaur al Secretario del Despacho, Castillo de San Juan de
Ulúa, 8 de marzo de 1823. Según Lemaur, a Iturbide “siempre se le resistiría en esta provincia do­
minando en ella Guadalupe Victoria y Santa Anna personalmente enemigo irreconciliable el últi­
mo de Iturbide y el primero del emperador y de su gobierno, siéndole por ahora intolerable la
idea de cualquiera que no sea el republicano. Así que no extendía mis agencias de mediador más
que hasta conseguir que estas se quedasen con sus tropas mandando en la provincia, y por Vera-
cruz se socorriese a las de Echávarri con dinero como se ha hecho, subsistiendo en lo demás el
uno y los otros en sus peculiares profesiones políticas".
49 ashmm, caja 101, de Francisco Lemaur al Secretario del Despacho, Castillo de San Juan de
Ulúa, 8 de marzo de 1823.
518 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

biesen jurado defender el Plan de Casa Mata.50 Uno de ellos fue el jefe supe­
rior político e intendente de la provinciajosé Govantes, quien prefirió renun­
ciar al cargo. A Echávarri se le hizo fácil cubrir las vacantes con dos de sus alle­
gados: como intendente, Antonio Carvajal y, como jefe político, el coronel
Juan Codallos. Pero la Diputación Provincial le recordó que la decisión viola­
ba el Artículo lo. del Plan de Casa Mata,51 52 por lo que Echávarri, después de
haber “meditado que para evitar competencias éra más conveniente a la feli­
cidad de la patria que estuviera reunido el gobierno político en esa Excelen­
tísima Diputación, como previene el Artículo lo. de la acta en la parte admi-
nistrativa .
Según Lemaur, al perder Echávarri y su grupo el liderazgo del movimien­
to de Casa Mata, pensaron en modificarlo y formar unajunta militar que des­
de Puebla dirigiera y ordenara las operaciones militares. Para ello, en Xalapa
trataron de seducir a las tropas, “algo progresaron en su intento, pues varios
soldados llegaron a gritar vivas al emperador y otros que componían la misma
guardia de Echávarri desertaron un día; mas habiendo sido detenidos en Hua-
mantla por el paisanaje y restituidos al ejército, produjo este suceso un cambio
favorable en los ánimos, convencidos los soldados de serle contraria al llama­
do emperador la opinión pública”. Después de este suceso, los instigadores de­
sistieron de sus propósitos.53
Se suponía que Echávarri marcharía a Puebla, que era la sede de la capi­
tanía general de las provincias de Puebla, Veracruz y Oaxaca, donde cedería el
mando al marqués de Vivanco, por ser criollo y para evitar las imputaciones de
Iturbide. Enseguida convocarían a “los antiguos diputados a Cortes en Tehua­
can para que en sus primeras sesiones declarasen rebelde a Iturbide, y de este
modo acabar de perderlo en la opinión pública”. Su plan tampoco fructificó
por la reacción de los “léperos contra los españoles que en la noche temieron
ser asaltados en sus propias casas”.54 Así, la opinión pública se fue inclinando
hacia la independencia definitiva y hacia el sistema republicano como forma
de gobierno.
A pesar de los cambios en la correlación de fuerzas, las diferencias en­
tre la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Veracruz no cesaron. En
mayo de 1823, Guadalupe Victoria trató de reconciliarlos antes de abando­
nar la provincia para ocupar su cargo en el Supremo Poder Ejecutivo; para
ello convocó a una reunión entre los miembros de ambas corporaciones. El

50 ahmx, Acta de Cabildo de 22 de febrero de 1823.


51 ahmv, caja 144, v. 189, f. 234, del Ayuntamiento a Echávarri, Veracruz, 19 de febrero de 1823.
52 ahmx, Actas de Cabildo 1823, ff. 148-149, de Echávarri a Dionisio Camacho, Xalapa, 24 de
febrero de 1823; Acta de Cabildo de 25 de febrero de 1823.
5S ashmm, caja 101, de Francisco Lemaur al Secretario del Despacho, Castillo de San Juan de
Ulúa, 8 de marzo de 1823.
54 ashmm, caja 101, de Francisco Lemaur al Secretario del Despacho, Castillo de San Juan de
Ulúa, 8 de marzo de 1823.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 519

problema afloró cuando hubo que definir el sitio que debían ocupar éstos
en lajunta:

Si los Señores de la Diputación Provincial tienen idea de la dignidad que ha sido


y será en todos tiempos inherentes a los ayuntamientos, como únicos y verdade­
ros representantes de los pueblos, si recuerdan el modo en que les está encarga­
da la conservación de sus fueros, y si fijan la atención en que siendo un alcalde
juez de hecho, parece que está en el orden de política preceda a un diputado de
provincia en sesión de ambos cuerpos, no creemos que les deba quedar margen
a dudas en una materia tan obvia, sabiendo que cuando las corporaciones concu­
rren en público, el jefe político preside la Diputación y uno de los alcaldes al
Ayuntamiento, ocupando cada cuerpo el lugar que les corresponde en la iglesia,
como ha sido siempre costumbre en esta ciudad, sin que el Ayuntamiento haya
hecho en esto oposición, ni menos se haya metido a disputar su sitio de la Dipu­
tación.55

Además de las diferencias entre las dos corporaciones, “el mortífero clima
de Veracruz” también influyó para que la Diputación Provincial cambiara de
residencia, de lo contrario la provincia iba a quedar sin representación, pues
sería necesario elegir a “todos los diputados veracruzanos, o exponer a mu­
chos individuos beneméritos a ser víctimas de aquel temperamento”. Ya desde
enero de 1823, Iturbide había favorecido Xalapa como sede y, finalmente, el
Congreso general se inclinó por esta villa.56 Una vez instalada, la Diputación
reformó el sistema de aranceles y los derechos marítimos, y estableció la con­
tribución personal. También solicitó a los ayuntamientos noticias estadísticas
sobre población.57
Casa Mata también dio pie al inicio de las negociaciones entre los gobier­
nos español y mexicano.58 Desde el 13 de febrero de 1822, las Cortes habían
acordado se nombrasen

55 agn, Gobernación, leg. 1936-2, del Ayuntamiento al Supremo Poder Ejecutivo, Veracruz,
18 de agosto de 1823. Los miembros del ayuntamiento en esta fecha eran Ramón de Garay (co­
merciante), José de la Lama (comerciante), Manuel José de Elguero (comerciante), Fausto Ace­
do, José Antonio de Cevallos (comerciante), Manuel María Pérez, Manuel de Villa, Feliciano José
Morán, Pedrojosé Echeverría (comerciante), Antonio Gutiérrez, Jaime Sesena, Teodoro de An-
tuñano (comerciante) y Jorge de la Serna (comerciante).
56 ahmx, Actas de Cabildo, Xalapa, 7 de enero de 1823; Acta de Cabildo, Xalapa, 20 de febre­
ro de 1824; ahmc, vol. 1, estante 7, del Ayuntamiento de Xalapa al de Córdoba, 27 de julio de 1823;
del Ayuntamiento de Córdoba al de Xalapa, 2 de agosto de 1823; de Eulogio de Villaurrutia al
Ayuntamiento, Veracruz, 29 de julio de 1823.
57 Rivera, 1869, tomo II, p. 306.
58 ahsre, v. 1-F 2183, de Juan Ramón Osés a Guadalupe Victoria, Castillo de San Juan de
Ulúa, 20 de abril de 1823.
520 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

comisionados a propósito para presentarse a los diferentes gobiernos que se hallan


establecidos en las dos américas españolas, y oír y recibir las proposiciones que se
les hicieren para transmitirlas a la Metrópoli exceptuando aquellas que quitasen o
limitasen de cualquier modo a los españoles europeos y americanos la libertad de
trasladar y disponer de sus personas, familias y propiedades como mejor les con-
venga.

En enero de 1823 llegaron los comisionados de las Cortes para negociar


con el gobierno de México. En este momento, las fuerzas políticas y militares
se debatían sobre la pertinencia de continuar o no con el apoyo a Iturbide y so­
bre la adopción de otra forma de gobierno. La delegación española la compo­
nían Juan Ramón de Osés, antiguo Magistrado de la Audiencia de México, el
brigadier Santiago Irrisarri y como secretario Blas Osés, hijo del primero. Los
comisionados permanecieron en el Castillo de San Juan de Ulúa hasta la caí­
da del gobierno de Iturbide y el restablecimiento del Congreso, que nombró
como sus representantes al general Guadalupe Victoria y al diputado provin­
cial por Veracruz José María Serrano.5960
El 20 de abril, los comisionados españoles establecieron comunicación
con el general Guadalupe Victoria, a quien le manifestaron que los “deseos de
las Cortes y del Gobierno español son terminar las disensiones entre Nueva Es­
paña y la Antigua España de un modo ventajoso a los dos países, y los nuestros
corresponden dignamente a la confianza que de nosotros se ha hecho”.61 Por
su parte, Victoria le expresó su coincidencia de sus sentimientos “en el orden
de entablar relaciones de estrecha amistad y recíproca conveniencia entre el
gobierno de Su Majestad, las Cortes y la Nación Mexicana”.62 El 28 de mayo de
1823, se llevó a cabo la primera reunión entre las dos delegaciones. En ella
acordaron “tratar de combinar los intereses de ambos gobiernos y consolidar
por este medio las muy estrechas relaciones de paz, cofraternidad e íntima
alianza a que la naturaleza mutuamente los invita”.63 Estas buenas intenciones
no pudieron concretarse ante la restauración del absolutismo en España y el
reinicio del bombardeo sobre Veracruz.

59 ahsre, v. 1-F 2183, Decreto de las Cortes, 13 de febrero de 1822.


60 ahsre, v. 1-F 2183, acuerdos entre los comisionados Guadalupe Victoria yjuan Ramón
Osés, Xalapa, junio de 1823; Alamán, 1985, t. V, pp. 703, 774. En las instrucciones dadas a los co­
misionados las Cortes, les instruyeron sobre lo que debían contestar “sobre las quejas del mal por­
te de los jefes y empleados enviados a América, especialmente en los últimos seis años, desde 1814
a 1820, se puede contestar que los mismos perjuicios ha sufrido la península y que éstos están ya
prevenidos con la responsabilidad establecida en la Constitución". Archivo Histórico Diplomático,
1986, p. 78. ahsre, v.l-F 2183, de Juan Ramón Osés a Guadalupe Victoria, Castillo de San Juan de
Ulúa, 20 de abril de 1823.
61 ahsre, v. 1-F 2183, de Juan Ramón Osés a Guadalupe Victoria, Castillo de San Juan de
Ulúa, 20 de abril de 1823.
62 ahsre,v. 1-F2183, de Guadalupe Victoria ajuan Ramón Osés, Veracruz, 21 de abril de 1823.
6S ahsre, Acta de la primera sesión, Xalapa, 28 de mayo de 1823.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 5 21

Casa Mata también fue determinante en la pérdida de influencia y po­


der del grupo de comerciantes españoles en la provincia, y en una mayor
presencia del gobierno nacional y en el inicio de las hostilidades contra el
castillo de Ulúa. El pretexto fue la disputa por el control de la isla de Sacri­
ficios que hasta entonces había permanecido en calidad de “territorio neu­
tral”, aun y cuando en ella se ubicaba la aduana americana. Los del castillo
tenían interés en asegurarla para así “proteger el desembarco en la costa de
los muchos efectos ahí almacenados”, propiedad de comerciantes españoles
que ya habían paralizado su aduana.64 Para los americanos, Sacrificios era
importante desde el punto de vista militar porque desde allí neutralizaban
las acciones de los españoles.65 Además, en ella fondeaban los buques de
guerra y mercantes nacionales y extranjeros. La fortificación de Sacrificios
fue interpretada por Lemaur como un acto contra posiciones españolas.
Por su parte, los americanos insistían en que dicha isla era parte del territo­
rio nacional.66
Sin los viejos alcaldes y regidores en el ayuntamiento, el gobierno nacional
y la Diputación hicieron lo que autoridades anteriores no habían logrado o no
habían querido hacer: “cerrar las puertas de la mar” y no permitir el embarque
de.“ningún vecino, ni menos sus intereses como tienen de costumbre, debien­
do correr todos una misma suerte, pues esta medida contendrá sin duda en
gran parte al jefe de aquella plaza”. Los españoles más ricos se embarcaron de
inmediato hacia el castillo en busca de protección.67
El 25 de septiembre de 1823, mientras en Xalapa los comisionados se­
guían con las negociaciones de un “tratado comercial”, el general Lemaur ini­
ciaba el bombardeo sobre la ciudad y exigía se “franqueasen las puerus del
muelle y se demoliesen las baterías fronterizas”, que controlaban desde Mo-
cambo el fondeadero de la isla de Sacrificios. Las casas comerciales de inme­
diato enviaron sus mercancías a Xalapa, Orizaba y Córdoba.68 Si bien el esta-

fi'f ahdn, exp. 209, ff. 2-10, correspondencia del gobernador Eulogio Villa Urrutia con el Mi­
nistro de Guerra, agosto de 1823.
65 ahdn, exp. 206, ff. 95-96, de Rincón a Iturbide, Veracruz, 15 de diciembre de 1821.
60 ahdn, exp. 209, ff. 38-39 correspondencia entre Eulogio de Villa Urrutia y Lemaur, Vera-
cruz, 14 de septiembre de 1823. Los americanos también fortificaron la punta de Mocambo con
cuatro piezas de artillería y 100 hombres encabezados por el coronel José María del Toro. En cam­
bio, la ciudad estaba resguardada apenas por 446 soldados del ejército y 311 milicianos.
67 ahdn, exp. 209, f. 28, de Victoria al Gobierno de Veracruz, Xalapa, 10 de septiembre de
1823; exp. 210, f. 11, de Victoria al Ministro de Guerra, Veracruz, 15 y 22 de octubre de 1823. En­
tre éstos se encontraban Manuel Grijalva (diputado electo para el siguiente Congreso), Cayeta­
no Canaleta, Ignacio Candaya, José Guilbert, Francisco Emparán con su familia, Pedro Carazo,
Manuel Martínez Sampeiro, Vicente Uriarte con su familia, Joaquín Tajonar, Joaquín Gómez,
Francisco Uriarte, Manuel Larumbe e hijos, Pedro Campos y Francisco Fonteche. La mayoría de
ellos se embarcaron con rumbo a La Habana. A todos ellos se les incautaron sus propiedades en
México.
68
ahdn, exp. 209, f. 67, de Victoria al Ministro de Guerra, Xalapa, 26 de septiembre de 1823;
522 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

do de guerra trasladó hacia Alvarado el principal puerto comercial y, por tan­


to, la aduana, las oficinas y el departamento de Marina, a la isla de Sacrificios
continuaron llegando buques menores que de alguna manera tenían asuntos
que tratar en la ciudad de Veracruz.69
El tránsito del régimen virreinal al independiente en lo político fue com­
plicado, y el sistema tributario no fue la excepción. Según Carlos Marichal,
después de la independencia, “las autoridades imperiales intentaron desde un
principio echar mano de la mayoría de las viejas fuentes de ingresos colonia­
les, pero desde un principio enfrentaron graves problemas de recaudación”.70
La situación se agravó con la revocación de algunos impuestos forzosos decre­
tados por el Imperio.

IV. SE CONSTITUYE EL ESTADO DE VERACRUZ

En 1825, los veracruzanos se definieron a sí mismos como “parte integrante de


la federación mexicana”, pero libres, independientes y soberanos en lo relacio­
nado con la administración y el gobierno interiores.71 No cuestionaron el prin­
cipio de subordinación a los poderes nacionales, aunque sí se mostraron muy
celosos de su integridad cada vez que el gobierno general trató de aplicar al­
guna disposición en la provincia. Así, los comisionados (militares, políticos y
empleados de hacienda) se toparon generalmente con una nula colaboración
de las autoridades locales, aunque ante la declaración de soberanía de Jalisco,
los veracruzanos la calificaron como un

paso inmaturo y degradante substraerse de la obediencia a las Supremas Autorida­


des, quebrantando el solemne juramento que ha prestado, y usurpando a la na­
ción, no menos que al augusto cuerpo que la representa, las facultades que se ha­
llan reasumidas en él privativamente para constituirla en aquel sistema de gobierno
más conveniente a su común felicidad, y según la libre voluntad y voto uniforme de
todos los pueblos.72

ff. 89-90, de Eulogio de Villa Urrutia al Ministro de Guerra, Veracruz, 27 de septiembre de 1823;
exp. 210, ff. 135-146, “Diario de las ocurrencias entre la plaza y el Castillo de San Juan de Ulúa”,
Veracruz, 1 de noviembre de 1823; exp. 209, ff. 87-88, de Victoria ajosé Joaquín de Herrera, Ve­
racruz, 30 de septiembre de 1823.
69 bdn, Memoria de Marina, Ministro José Joaquín de Herrera, México, 7 de noviembre de
1823.
70 Marichal, 1998, p. 178.
71 Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Veracruz, Xalapa, 3 de junio de
1825.
72 agn, Gobernación, s/s, Contestación de la Diputación Provincial de Veracruz a la Excelen­
tísima de Guadalajara, Veracruz, 16 de agosto de 1823.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 523

Por tanto, la Diputación de Veracruz consideraba que era necesario es­


perar a que el Congreso nacional discutiera y sancionara “nuestra regenera­
ción política, de manera que asegure la independencia y libertad de estos
países”.73
Entre el triunfo de Casa Mata y la instalación del Congreso Constituyente
de Veracruz, el gobierno de transición estuvo a cargo de la Diputación Provin­
cial, del jefe político, del comandante general Guadalupe Victoria y de los
ayuntamientos constitucionales. Publicada el “Acta Constitutiva de la Federa­
ción Mexicana”, que fue sancionada por el Soberano Congreso Constituyente
el 31 de enero de 1824, la reorganización político-administrativa de la provin­
cia siguió el Artículo 7o. que le otorgaba la facultad de erigirse en un estado
más de la república federal.74
De acuerdo con la “voluntad nacional”, en junio de 1823 había circulado
por todas las provincias la convocatoria para elegir a los diputados al Segundo
Congreso Constituyente y para la renovación de las diputaciones provinciales.
El 22 de junio, la Diputación designó a San Antonio Huatusco sede de las elec­
ciones secundarias por ser el “punto más central y sano” de la provincia. Las
elecciones se desarrollaron el 8 de septiembre, siendo nombrados diputados
al segundo Congreso Constituyente nacional Manuel Argüelles por Orizaba,
José Luciando por Xalapa y el coronel Manuel Juille y Moreno por Veracruz,
en sustitución de Manuel de Villa y Cosío. También se eligió la segunda Dipu­
tación Provincial, que quedó integrada por Pedro del Paso y Troncoso, Manuel
López de Sobrevidas, Sebastián Camacho, José María Serrano, Pedro José de
Echeverría y Migoni, Manuel José de Elguero y el subdiácono José Joaquín de
Oropeza, como propietarios, y Serapio Calvo, Luis Galinié y Rafael de Argüe­
lles, como suplentes.75
A esta segunda Diputación le correspondió aplicar la “Ley para establecer
las legislaturas constituyentes particulares en las provincias que han sido decla7
radas estados de la fedéración mexicana” de 9 de enero de 1824, por la cual Ve­
racruz podía elegir 15 diputados propietarios y 6 suplentes. El 20 de marzo fue
publicada la lista:

7S agn, Gobernación, s/s, Contestación de la Diputación Provincial de Veracruz a la Excelen­


tísima de Guadalajara, Veracruz, 16 de agosto de 1823.
74 Tena Ramírez, 1997, p. 154.
75 Guidi-Blázquez, 1992, pp. 18-19.
524 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Nombre Representa a Ocupación


Propietarios

Sebastián Camacho Veracruz Licenciado


Francisco Hernández Veracruz Coronel
Pedro José Echeverría Veracruz Comerciante
José María Fuentes y C. Xalapa Empleado
Tomás Illanes Xalapa Coronel
Antonio Martínez Xalapa Rector (clérigo)
Francisco Quintero Córdoba Licenciado
Manuel Royo Córdoba Comerciante
Francisco G. Cantarines Córdoba Doctor (clérigo)
Rafael Argüelles Orizaba Licenciado
Francisco Cueto Orizaba Comerciante
Diego María Alcalde Xalacingo Teniente coronel
Luis Ruiz Acayucan Hacendado y coronel
Andrés Jáuregui Tampico Comerciante y ten. corl.
Miguel M. de Esquina Cosamaloapan Hacendado
Suplentes
Manuel Gutiérrez Orizaba Labrador
Juan Francisco Bárcena Xalapa Comerciante
José Miguel Arias Xalapa Hacendado
J. M. Sánchez Oropeza Perote Cura párroco
Manuel María Pérez Veracruz Comerciante
Bernardo Herrera Córdoba No indica
Emilio Guidi Villareal y Carmen Blázquez, 1992, pp. 20-21.

El primer Constituyente de Veracruz sesionó del 9 de mayo de 1824 al 13 de


junio de 1825. Apenas constituido, decretó la creación del Estado de Veracruz
compuesto por “todos los partidos que corresponden a la provincia de este
nombre, y que antiguamente formaban los límites de su intendencia”. Luego
que definió sus propias atribuciones, dispuso que el jefe político desempeñara
las funciones de gobernador del estado, y las autoridades judiciales, ayunta­
mientos y demás corporaciones civiles continuaran ejerciendo sus respectivos
cargos. El 20 de mayo de 1824, el Congreso nombró gobernador del estado al
general Miguel Barragán y teniente gobernador al general Manuel Rincón.76
Previo a la promulgación de la Constitución política del estado, el Congreso
también se ocupó de asuntos relacionados con la seguridad, el buen gobierno,
las contribuciones, el ayuntamiento, las tierras, el agua, las milicias, lajusticia cár­
celes, la sanidad, y el tabaco, entre otros. El problema más grave que enfrentaba
era el de la seguridad pública, alterada desde la revuelta santanista de diciembre

76 Decretos número 1 de 9 de marzo de 1824; número 5 de 11 de mayo de 1824 y número 9


de 20 de mayo de 1824, citados en Biázqvf.z-Corzo, 1997, tomo 1, pp. 32, 35.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 5 25

de 1822. Los operativos militares eran burlados con mucha facilidad por los ban­
doleros, que tenían a su favor un pleno conocimiento del terreno; por tanto, el
bando de policía y buen gobierno del 30 de mayo de 1824 incorporó a los ayun­
tamientos en el proceso de vigilancia, obligados a informar sobre la tranquilidad
y seguridad de sus poblaciones y del movimiento de personas. Los dueños de po­
sadas debían registrar la procedencia y los destinos de los huéspedes, y notificar
a la autoridad. Las tiendas y bodegas tenían que cerrar a las 9 de la noche y, una
hora después, nadie podía caminar por la calle o portar armas prohibidas; a los
herreros se les impidió fabricar y vender armas. En los centros urbanos se esta­
bleció una policía de barrios y se levantó un padrón de población.77
Un año después, el Congreso Constituyente dictó una nueva ley para el
arreglo de las policías urbana y rural, y estableció el sistema de pasaportes. Ca­
da cabeza de familia debía tener “una boleta de seguridad, firmada por el al­
calde del pueblo”. Los centros urbanos quedaron divididos en cuarteles y és­
tos en manzanas. Los alcaldes expidieron pasaportes sólo a personas conocidas
por su modo honesto de vivir. Los habitantes del campo podían aspirar a un
pasaporte siempre y cuando demostraran poseer una propiedad con un valor
superior a 100 pesos. Como sin pasaporte no se podía transitar de un lugar a
otror hacerlo resultaba en ser procesado como vago y remitido al batallón de
Tres Villas. Para guardar la seguridad en el campo, se organizó una “policía ru­
ral”, dependiente de los hacendados o administradores.78
Para cubrir el contingente de sangre del batallón de Tres Villas, se recurrió
a las levas, que fueron ampliamente impugnadas por los habitantes. Indígenas
y no indígenas elevaron por igual peticiones al Congreso para ser eximidos del
alistamiento. Pero como los pueblos tenían que cumplir con el mandato, en­
viaron a indeseables, y no a vagos entendidos como aquéllos sin “modo de vi­
vir conocido; pero de ninguna manera criminales ni hombres perniciosos”.79
Esta inestabilidad explica la medida tomada por el Congreso veracruzano
de circunscribir los cuerpos de milicia cívica sólo a las cuatro capitales de los
departamentos y bajo las órdenes de la autoridad superior. El gobierno prefi­
rió consolidar la milicia activa (un ejército de reserva) bajo el mando del go­
bernador y comandante militar en turno.80
El 26 de mayo de 1825, días antes de promulgarse la Constitución, el

77 ac.ev, Colección de decretos, bando de 30 de mayo de 1824.


78 agev, Colección de decretos, 25 de mayo de 1825.
79 agev, Colección de decretos, órdenes de 20 de septiembre y 30 de noviembre de 1824, 18
de enero y 29 de abril de 1825.
80 Los batallones se formaron en Tampico, con 500 plazas; en Papantla y Misantla (que que­
daban unidos al de Tuxpan) con 500 hombres; en Acayucan y Huimanguillo con 500; en Cosama-
loapan, Tuxtla, Alvarado y Tlacotalpan con 500, más el escuadrón de Alvarado que contaba con
300 milicianos, y el de Veracruz, con 300. Los alcaldes de los cantones hacían la distribución de los
reclutas que cada pueblo debía aportar, cogiendo siempre a los individuos que no tuviesen un mo­
do conocido de vivir, ac.fv, Colección de decretos, 14 de abril de 1825.
526 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Constituyente promulgó la “Ley para la organización, policía y gobierno in­


terior del Estado”, en la que ya se enunciaba la división del territorio en do­
ce cantones sujetos a cuatro departamentos iguales en rango y autónomos
entre sí; se creaban ayuntamientos y se delimitaban las atribuciones de losje­
fes departamentales, de los de cantón y de los nuevos cabildos. Se designaron
como capitales Veracruz, Xalapa, Orizaba y Acayucan. Los cantones mantu­
vieron la vieja demarcación de los antiguos partidos: Misantla, Papanüa y
Tampico, con adscripción al primero; Xalacingo, al de Xalapa; Córdoba y Co-
samaloapan, al de Orizaba, y Tuxtla y Huimanguillo, al de Acayucan.81 De los
ayuntamientos, sólo sobrevivieron 51 y en el resto se formaron secciones mu­
nicipales.82
Para el arreglo de los ayuntamientos se tomaron como referencia la Cons­
titución de 1812 y la Ley de 23 de junio de 1813;83 se fijó como requisito una
población de 2 000 almas para su establecimiento y que se contara con un fun­
do legal. De esta manera, poblaciones como Maltrata, Aculcingo, Necoxtla, So­
ledad, Santa María Ixtazoquiüán, Paso de Ovejas, Sanapa, Tecominuacán, Me-
tepec y San Juan Bautista Nogales, que habían contado con su ayuntamiento,
lo perdieron.84
Finalmente, el 8 de junio de 1825 se promulgó la Constitución Política del
Estado Libre y Soberano de Veracruz, un documento escueto que definía el te­
rritorio, la religión, los derechos de los veracruzanos, las funciones de los tres
poderes (legislativo, ejecutivo, con su consejo de gobierno, y judicial).85
La organización del territorio siguió los mismos elementos enunciados en
la Ley del 26 de mayo. En cuanto a los habitantes, se declaró a todos veracru­
zanos y ciudadanos. El decreto mantuvo la esclavitud y dictó la suspensión de
derechos ciudadanos por incapacidad física o moral, por declaración de deu­
da fraudulenta o de caudales públicos, por “conducta notoriamente viciada”,
como carecer de “modo de vivir conocido”, por ser sirviente doméstico o en­
frentar un proceso judicial. Para ocupar cargos de representación, el artículo
18 de la Constitución establecía que los ciudadanos debían “tener una propie­
dad territorial, o ejercer alguna ciencia, arte o industria”.86 La ley electoral de
13 de agosto de 1824 había sido más específica al establecer una jerarquización
de las distintas ciudadanías; condicionaba a los votantes y electores a poseer

81 “Ley para la organización, policía y gobierno interior del Estado, citada en Blázquez-Cor-
zo, 1997,1.1, pp. 280-291.
82 “Estadísticas del Estado Libre y Soberano de Veracruz de 1831”, citado en Blázquez, 1986,
tomo 1.
83 agev, Colección de decretos (número 13), Xalapa, 12 de julio de 1824.
84 ahmo, f. 1, GOB. 1814, de José A. Quevedo al Ayuntamiento de Orizaba, Veracruz, marzo
de 1814; agev, Colección de Decretos, 4 de febrero de 1825.
85 Constitución política del estado de Veracruz de 1825, en Rivera, 1985, tomo III, pp. 339-340.
86 Constitución política del estado de Veracruz de 1825, en Rivera, 1985, tomo III, pp.
339-340.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 52 7

bienes cuyo valor fuera acorde con el rango que iban a ocupar en las juntas
electorales. En busca de una representación territorial y por un proceso elec­
toral indirecto, los ayuntamientos reunían lajunta primaria, a la que seguía la
de cantón, para terminar con lajunta final en la ciudad de Xalapa.87 De todo
este proceso resultaba una especie de junta de notables de 12 personas (un re­
presentante por cada cantón), encargada de elegir a los representantes para el
Congreso General y del estado. A este último le correspondía elegir al gober­
nador, al vicegobernador y al presidente del Tribunal de Justicia, y valorar pa­
ra presidente y vicepresidente de la república.
Este complejo sistema electoral limitaba la posibilidad de representación
a las clases populares. Para que una municipalidad tuviera representación en
lajunta final, debía elegir a los propietarios de mayor ingreso, los cuales com­
petían con los otros propietarios del cantón. De tal manera, a lajunta final de
Xalapa llegaban los representantes de las oligarquías regionales de cada can­
tón, quienes elegían a los miembros del poder legislativo, máximo órgano de
gobierno. La ley electoral ponía gran énfasis en el perfil que debían tener los
electores de los representantes y no de los representantes mismos.
Entre las facultades otorgadas a los jefes de departamento, y que la Cons­
titución de 1812 había delegado a las diputaciones provinciales y a los ayunta­
mientos, están el repartimiento de tierras en los pueblos y la reubicación en
poblados de los habitantes dispersos en el campo, así como otorgar títulos a
“maestros y maestras de primeras letras, boticarios, sangradores, albéitares y
parteras”.
Por lo que se refiere a la fiscalidad, los legisladores dictaron las leyes que
consideraron pertinentes para resolver problemas inmediatos. A partir del de­
creto de clasificación de rentas nacionales elaborado, por el Congreso Consti­
tuyente Mexicano el 4 de agosto e 1824,88 el estado debía pagar un contingen­
te a la federación, pero se adjudicó dos novenos de los productos decimales
que antes pertenecían a la Corona; el noveno y medio destinado a los hospita­
les, la mesada eclesiástica de todos los curatos y las partes vacantes mayores y
menores y la media anata de los beneficios de los diezmos.89 De acuerdo con
la ley de agosto de 1824, el estado de Veracruz conservó el monopolio del pa­
pel sellado y la contribución directa y provincial que ya había sido impuesta

87 agev, Colección de decretos, 13 de agosto de 1824. El ciudadano activo debía tener una
propiedad raíz de un valor de 100 pesos o en su defecto un empleo, profesión o industria; el elec­
tor primario una de por lo menos 200 pesos, o en su defecto tener un empleo, profesión u oficio
que le redituara 120 pesos anuales, o bien profesar alguna ciencia o tener un grado científico, y
los montos para el elector secundario aumentaban a 500 y 300 pesos respectivamente. El proceso
electoral concluía con lajunta final en la ciudad de Xalapa, que era presidida por el gobernador.
A ella correspondía elegir a diputados a pluralidad de votos. Por cada 12 000 personas, se elegía
un diputado. Con la elección del congreso local terminaba el proceso electoral.
88 Cf. Marichal, 1998; Serrano Ortega, 1998, y Jáuregui, 1998.
89 Vázquez, 1994, p. 15, agev, Colección de decretos (número 14), 12 de julio de 1824.
528 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

por la Diputación Provincial;90 el impuesto de fábrica de 12% al aguardiente


de caña producido en el estado, sobre el precio de aforo de las tres cuartas
partes de la cantidad máxima de barriles fabricados, y 8% por derecho muni­
cipal en los lugares de consumo.91 En cambio se suprimieron el cobro de alca­
balas al maíz cosechado en el estado y el impuesto a las maderas ordinarias y
de leña; sólo se gravaron las maderas finas.92 El Congreso resolvió no aplicar
el impuesto de 3% autorizado a los derechos de consumo de efectos extranje­
ros.93 En cambio impuso la contribución de 2.5% a las “vendutas públicas”. De
éste, 2% pasaba a las rentas del estado y el restante 0.5% iba a los fondos mu­
nicipales del lugar.94 Finalmente, el estado se hizo de recursos por medio del
cobro de cuatro pesos por patente de los buques mercantes que entraban al
puerto y por un impuesto de 6% a los importadores de harinas. La contribu­
ción directa provincial cobrada por los ayuntamientos resultó ser la más impo­
pular entre los habitantes. El Congreso juzgaba que el problema radicaba en
la incapacidad o mala fe de los ayuntamientos para conformar los padrones de
población.95
El Gobierno de Veracruz no permitió la libre explotación de “frutos nova­
les”, como café, cacao, viñas, olivos y seda, que requerían certificados o permi­
sos especiales a los cultivadores,96 expedidos por los ayuntamientos de cantón.
Dado que Veracruz era uno de los principales productores de tabaco, que ade­
más producía buenos ingresos, “se convirtió en una manzana de la discordia
entre el gobierno nacional y los gobiernos estatales, ya que ambos lo conside­
raban como una fuente de riqueza que podría recuperar su antiguo esplendor
a través de oportunas medidas de fomento”.97 El estanco operaba desde 1764,
y el “monopolio del cultivo, la manufactura y la distribución del tabaco en ra­
ma y labrado” estaba reservado exclusivamente a las villas de Orizaba y Córdo­
ba. El monopolio había sufrido severos daños con la guerra de independencia,
debido a la “quema de cosechas, al auge del contrabando, a la desarticulación
de las redes comerciales y a la enorme deuda que contrajo el gobierno virrei-

90 En Papantla, el Ayuntamiento pensaba hacer uso de la fuerza para obligar a la gente a pa­
garlo. ac.ev, Colección de decretos, orden de 25 de mayo de 1824. Al Ayuntamiento de San Andrés
se le hizo un descuento de 50% de la cuota que debía pagar, es decir, 40 pesos, ac.ev, Colección de
decretos, orden de 29 de julio de 1824.
91 agev, Colección de decretos (número 34), Xalapa, 11 de enero de 1825.
92 ac.ev, Colección de decretos (núm. 35), Xalapa, 11 de enero de 1825.
9S agev, Colección de decretos, orden de 26 de enero de 1825.
94 agev, Colección de decretos, núm. 40, Xalapa, 4 de febrero de 1825.
95 agev, Colección de decretos, órdenes de 25 de mayo y 29 de octubre de 1824; 14 de ene­
ro, 4 de febrero y 17 de junio de 1825. Al pueblo de San Andrés Tuxtla se le tuvo que hacer un des­
cuento de 50%, por lo que tuvo que pagar tan sólo 40 pesos. En Papantla, el Ayuntamiento fue im­
potente para cobrarla y el Congreso ordenó obrar “según las facultades que la ley atribuye en el
caso”. Lo mismo ocurrió en Ixtaczoquitlan, Zongolica, Acayucan, Cosoleacaque y Huimanguillo.
96 agev, Colección de decretos, orden de 22 de julio de 1824.
97 Serrano Ortega, 1998, p. 205.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 5 29

nal con los cosecheros”.98 Por estas razones, durante la guerra el gobierno vi­
rreinal había autorizado la siembra de este cultivo al partido de Xalapa.99
La desastrosa administración del estanco del tabaco la ilustra un cuento
de febrero de 1823. El comandante general de la provincia Echávarri había
intentado colocar en la plaza de Veracruz parte del tabaco almacenado en
Orizaba y Córdoba. Sin ningún reparo, el Ayuntamiento porteño rechazó la
orden con el argumento de que de nada serviría hacerlo pues “el mayor con­
sumo de tabaco en esta plaza es del de La Habana: por lo mismo suplico a
Vuestra Excelencia le mande dar otro destino en otras provincias donde cier­
tamente se proporcionará su consumo y salida sin el obstáculo que se presen­
ta en ésta”.100
En 1824, el gobierno federal amplió las zonas de cultivo de tabaco a Chia­
pas, Yucatán y Tabasco, y concedió a todos los estados el derecho de establecer
fábricas propias para procesar el tabaco en rama.101 Por su parte, el gobierno
de Veracruz conservó las plantaciones de Xalapa y Coatepec, lo que fue inter­
pretado como una violación al pacto federal. La Legislatura local argüyó, sin
embargo, que la Ley general del 9 de febrero de 1824 establecía claramente
que Tas siembras de este fruto permanezcan según se hallaba establecido an­
tes dé nuestra feliz emancipación”, por lo que consideraba no haber motivo
para que la Federación excluyera a los antiguos cosecheros de labores tan be­
néficas.102
El rubro más renuble cedido por el Congreso nacional al gobierno de Ve­
racruz fue el derecho sobre el “palo del tinte”, que represenuba más de 50%
del total de las recaudaciones. Por desgracia, por decreto de 10 de mayo de
1826, pasó a manos de la federación, sin que se redujera el pago del contingen­
te que ascendía a la cantidad de 97 875 pesos.103 Esta situación se reflejó en los
informes de los gobernadores.

Años Ingresos Egresos Sobrantes Déficit


Oct. 1824-1825 $419 319 218 228 201 091
1826 $315 358 211 919 93 338
1827 $246 654 373 875 127 221
Fuente: Memoria relativa a la situación del erario público del Estado de Veracruz, remitida al H. Congreso
por su gobernador, citado en Biázquez, 1886, p. 13.

98 Serrano Ortega, 1998, pp. 204-205.


99 agev, Colección de decretos, orden de 15 de junio de 1826.
100 ahmv, caja 144, v. 189, fs. 225-226, del ayuntamiento ajosé Antonio de Echávarri, Vera-
cruz, 24 de febrero de 1823.
101 Serrano Ortega, 1998, pp. 208-209.
102 agev, Colección de decretos, orden de 15 de junio de 1826.
103 Del gobernador Sebastián Camacho al Ministro de Hacienda, 28 de abril de 1830.
530 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En cuanto los diversos temas referentes a la Iglesia, Patronato Real, admi­


nistración de los bienes eclesiásticos, cobro de diezmos, obvenciones parro­
quiales y situación jurídica de los clérigos en la nueva organización del estado,
el Congreso de Veracruz se abstuvo de legislar en tanto el Congreso General
no emitiera una ley al respecto. Pero, sin consentimiento del Congreso Fede­
ral, el Congreso Constituyente de Veracruz concedió al gobernador la facultad
de ejercer el patronato,104 es decir, la “exclusiva en la provisión de todos los cu­
ratos, vicarías fijas llamadas antes regalías de los obispos, coadjutorías, interi­
natos, juzgados eclesiásticos y permuta de estos beneficios”. Por tanto, los obis­
pos de México, Puebla y Oaxaca, antes de hacer cualquier nombramiento,
debían enviar “secretamente al gobernador una lista circunstanciada de todos
los individuos en quienes piensan proveerlos con expresión del beneficio o
empleo a que intentan destinarlo”. El gobierno tenía especial interés en no
permitir la entrada al territorio de clérigos “peligrosos a la tranquilidad públi­
ca del Estado”, por tanto, los candidatos debían ser leales a la independencia
y al gobierno republicano federal, y respetar la Constitución Política de los Es­
tados Unidos Mexicanos.105 Los clérigos terminaron siendo asalariados del go­
bierno estatal, y los encargados de cubrir las mensualidades fueron los propios
ayuntamientos.
El Congreso Constituyente de Veracruz rechazó la intervención del obis­
po de Puebla en el cobro de diezmos a los cosecheros de tabaco de Zongolica,
pero dispuso la creación de una “Contaduría de Diezmos de la Mitra de Pue­
bla”, a la que pertenecía la mayor parte del territorio, con el fin de intervenir
en la designación de la gruesa decimal y demás rentas eclesiásticas que corres­
pondían a Veracruz. También determinó que con los obispados de México y
Oaxaca se celebrara un convenio con el contador de diezmos, para determinar
la parte proporcional correspondiente al estado.106
En lo referente al régimen de propiedad de la tierra, la política estatal
centró su atención en eliminar toda traba legal que impidiera la explotación
de los campos. La primera disposición permitió la venta de las tierras reparti­
das a los “antiguos indígenas de Orizaba” (y los que se encontraran en la mis­
ma situación), entregadas en propiedad por el decreto de 4 de enero de
1813.107 Después, el Ayuntamiento de Córdoba logró que el Congreso le per­

104 Vázquez, 1998, p. 100.


105 agev, Colección de decretos, núm. 27, Xalapa, 16 de noviembre de 1824.
106 agev, Colección de decretos, orden de 4 de mayo de 1825; número 61, de 21 de abril de
1827. Sobre la distribución de diezmos entre el gobierno federal y el estatal, dice Josefina Zoraida
Vázquez: “Durante la Colonia, el diezmo se había dividido en cinco partes; 25% para el obispo,
25% para el cabildo, 11.1% para la Corona, 16.6% para construcción y mantenimiento de hospita­
les y 22.2% para el pago de sacerdotes. Al final se decidió que 50% continuara destinado al obispo
y al cabildo; el resto se subdividió: 11.1% se destinó al erario federal, 8.6% al estatal, 6.4% a man­
tenimiento de templos, 6.4% al de los hospitales y 17.3 para las prebendas". Vázquez, 1998, p. 103.
107 agev, Colección de decretos, núm. 39, 1 de febrero de 1825.
EL FEDERALISMO VERACRUZANO, 1820-1826 531

mitiera arrendar las tierras comunales bajo el argumento de que no había ley
que prohibiera a los miembros de los cabildos municipales arrendar tierras
del común.108 A petición del Ayuntamiento de Tlalixcoyan, el Congreso resol­
vió que, a todas las personas poseedoras de solares de comunidad que duran­
te dos años no los hubiesen cultivado, se les suprimieran sus derechos sobre
la tierra, la que sería entregada a otra persona.109 En Tlapacoyan surgieron
problemas por el uso de terrenos entre los llamados naturales y los de ra­
zón.110 En poblaciones de mestizos, éstos se hicieron pasar por indígenas pa­
ra lograr el beneficio del reparto agrario. Tal fue el caso del Ayuntamiento de
Paso de Ovejas, que solicitó al Congreso la donación de un fondo legal para
el pueblo y resultó que “ni su población era de indios, ni los terrenos que pre­
tenden son realengos o nacionales”.111 Las iniciativas para liberar los campos
también afectaron a los extranjeros propietarios de fincas urbanas y rústicas,
a quienes se les exigió que en el plazo de un año pusieran a trabajar sus tie­
rras pues, de no hacerlo, el gobierno quedaba autorizado para rematar la pro­
piedad.112
El objetivo gubernamental de hacer desaparecer el régimen de propie­
dad comunal afectó también a las costumbres, tradiciones y valores de las
cqmunidades. En Orizaba, el Ayuntamiento negó a los naturales la licencia
para realizar “una danza en la fiesta del patrono San Miguel; y consideran­
do este cuerpo que tan ridicula pretensión es originada de los deseos que
aun tienen muchos indígenas para continuar con las distinciones que fue­
ron en tiempos anteriores el signo del envilecimiento en que estuvieron su­
mergidos, y que tan abiertamente pugnan con la recta razón y actual siste­
ma republicano”.113 El servicio personal se consideraba como un mal social
que fomentaba la “holganza y vicios consiguientes”, por lo que fue suprimi­
do. Y como también había que terminar con la vagancia, se mandaba apre­
hender a “vagos, ociosos y malhechores”, y ocuparlos en los trabajos de obra
pública.114
La impartición de justicia trataba a los indígenas, todavía en 1826, como
“menores de edad” y sus causas se juzgaban conforme a las leyes coloniales.
Esta medida era totalmente opuesta a los designios del Congreso que, a toda
costa, deseaba “dar resolución conveniente que impida estas odiosas distin­
ciones”.115

108 agev, Colección de leyes, orden de 24 de julio de 1824.


109 agev, Colección de decretos, orden de 26 de noviembre de 1824.
1,0 agev, Colección de decretos, orden de 30 de mayo de 1826.
111 agev, Colección de decretos, orden de 18 de octubre de 1824.
112 agev, Colección de decretos, núm. 48, Xalapa, 28 de mayo de 1825.
115 agev, Colección de decretos, orden de 14 de diciembre de 1824.
114 agev, Colección de decretos, orden de 14 de agosto de 1824; orden de 7 de diciembre de
1824.
115 agev, Colección de decretos, 20 de julio de 1826.
532 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Como mostraría la experiencia del primer federalismo, su establecimien­


to no resolvió las contradicciones vigentes en la sociedad veracruzana ni logró
crear un gobierno fuerte capaz de garantizar la seguridad interna, establecer
un sistema fiscal eficiente, promover el desarrollo económico y dar credibili­
dad a los procesos electorales, que constantemente fueron impugnados. Pare­
cía que las prácticas propias del antiguo régimen, impregnadas de liberalis­
mo, resultaban más fuertes que los intentos modernizado res del Estado
mexicano.
UNA HISTORIA PARTICULAR:
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO
DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL

Raymond Buve
Universidad de lAden (Países Bajos)

El proceso del establecimiento de la primera república federal reflejó conflictos


ideológicos del liberalismo mexicano, pero más aún las ambiciones autonomis­
tas de las provincias. Estas ambiciones ya habían sido motivadas, en parte, por
la experiencia histórica y las instituciones creadas por la reforma gaditana: el
ayuntamiento constitucional y la diputación provincial. Pero el derrumbe del
imperio en 1823 generó el espacio político adecuado para realizar lo que en
1812 no se había logrado por la resistencia española: una soberanía dividida. Es­
te* afán de ampliar lo conquistado en Cádiz iba de la mano de la reivindicación
de antiguos privilegios que se pretendía mantener bajo contenidos distintos.1
El proceso, no obstante el éxito del gobierno en reprimir la rebeldía regio-
nalista, mostró trayectorias muy diferentes entre 1820 y 1824. En Tlaxcala se
dio una de estas trayectorias especiales.2 La provincia podía ufanarse de impor­
tantes privilegios que le había concedido el Rey de España en el siglo xvi, de
haber resisüdo con éxito su incorporación al sistema de intendencias, de apa­
recer como provincia y, finalmente, de haber sido reconocida como estado en
el Acta Constitutiva. Mas a pesar de estos antecedentes, a fines de 1824 el Con­
greso decretó a Tlaxcala como territorio de la federación; veamos por qué.
La Constitución de Cádiz provocó en Tlaxcala una verdadera revolución
política. La abolición de un cabildo exclusivamente indígena y centralista fran­
queó las puertas a una amplia gama de cabeceras de segundo y tercer orden
que se declararon independientes de la capital tlaxcalteca. Sus élites locales se
apoderaron de las instituciones gaditanas para defender sus intereses, a veces
contradictorios entre sí. El experimento gaditano iba a provocar un fracciona­
miento agudo y a desatar una serie de conflictos, ya latentes local e interpro-
vincialmente. Es por ello que debemos comenzar por hacer una radiografía de
Tlaxcala y un análisis de los antecedentes prehispánicos, así como de la actua­
ción de los representantes tlaxcaltecas en Cádiz, que defendieron la autono­
mía de su provincia en los debates constitucionales. Después analizaremos la

1 Chust, 1999, p. 148.


2 O’Gorman, 1986, p. 24.

533
534 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

verdadera revolución que provocaron en Tlaxcala los ayuntamientos constitu­


cionales y, posteriormente, la diputación provincial. Su instalación le propor­
cionó a los vecinos principales un espacio e instrumento legal de expresión y
movilización. En la primera parte de este trabajo analizaremos en este contex­
to el conflicto que se dio sobre el futuro de la provincia. Como el primer Con­
greso Constituyente dejó en gran parte pendiente la definición del nuevo Es­
tado-nación, el debate sobre el carácter de la provincia de Tlaxcala tuvo que
esperar hasta el segundo Congreso Constituyente. En la segunda parte anali­
zaremos las perspectivas que se presentaron a futuro de Tlaxcala, entre no­
viembre de 1823 y noviembre de 1824, en el profundamente dividido segundo
Congreso Constituyente; y la forma en que Tlaxcala se vio precisada a defen­
der su soberanía, en contra de confederalistas y antifederalistas, y ante la som­
bra amenazante del iturbidismo y la reconquista española.
¿Qué tenía que ver todo este proceso local, tan sui generis, con el estableci­
miento del federalismo en México? Mucho, en el sentido de que las facciones
tlaxcaltecas estaban en favor de cualquier sistema que creara, ampliara y garan­
tizara su espacio autónomo. Pero, igual que en otras provincias, en Tlaxcala la
resonancia de conceptos liberales como nación, soberanía y ciudadanía fue
mínima entre el 90% de la población, predominantemente indígena, con una
visión pueblerina del mundo. Sus mayores preocupaciones tenían que ver con
la defensa del hogar y de sus recursos. Desde esa perspectiva, vieron con rece­
lo las cabeceras, las contribuciones y la milicia. Además, una minoría con ho­
rizontes más amplios, que ocupaba curules de diputados o ediles de cabeceras
urbanas, se encontraban firmemente anclada en una sociedad regida por los
objetivos que reclamaban las lealtades poco individuales a la tierra, la sangre y
el patrón. Interpretaban los conceptos liberales desde esta perspectiva colonial
corporativa, imbuidos de un discurso histórico indigenista y con estereotipos
étnicos con los cuales reconstruían sus versiones de la historia tlaxcalteca. Pe­
ro hay que señalar que, mientras en otras partes de México se consideró oca­
sionalmente a Tlaxcala como repositorio de legitimidad política indígena, en
la provincia, los portavoces del debate no eran indígenas.3

BREVE RADIOGRAFÍA DE TLAXCALA

A fines del siglo xvm, el gobierno de Tlaxcala era administrado por un Ca­
bildo de Naturales y un gobernador político y militar español.4 Su territorio
tenía aproximadamente 3 000 km cuadrados y una población de 60 000 ha­
bitantes.5 Comparado con las intendencias de Puebla (740 000 habitantes)

s Van Young, 2001, pp. 454-5, 462-3.


4 Rendón, 1996, p. 42; Rendón, 1996, cap. 2.
5 Pietschmann, 1989, pp. 72-80.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 535

y México (1 300 000 habitantes) era, en relación con su territorio, parecido


a Luxemburgo. Disponía de muy reducidos recursos naturales para una po­
blación relativamente densa. La economía tlaxcalteca era pobre e insegura.
La escasez de agua y su irregular distribución, junto con frecuentes graniza­
das y heladas, arruinaban una tercera parte de las cosechas. Los únicos va­
lles relativamente fértiles eran el de Huamantla, la cabecera más rica de
Tlaxcala, con su maíz y cebada de temporal, y la cuenca del Atoyac, zona de
riego. En ambas zonas, gran parte de la tierra estaba en manos de labrado­
res mayores que trabajaban sus tierras con mano de obra indígena local o de
los pueblos del centro de Tlaxcala.
De la población de Tlaxcala, 70% era indígena, 20% pertenecía a las castas y
sólo 10% era española.6 Los indígenas vivían en la multitud de pueblos pequeños
del centro de la provincia, en los partidos de Tlaxcala, Chiautempan y Nativitas.
En gran parte eran gañanes, aparceros y, junto con las castas, también artesanos,
arrieros y tenderos. La élite española la constituían hacendados, administradores,
obrajeros y comerciantes, a menudo vinculados con intereses familiares y comer­
ciales de Puebla o de la ciudad de México. Ellos dominaron sobre todo los parti­
dos de la cuenca del Atoyac: Huamantla, Tlaxco e Ixtacuixtla. Pero la gran mayo­
ría española la formaban artesanos, sirvientes de haciendas, arrieros, empleados
de comercio y el aparato municipal. Este grupo, más bien urbano, y en parte con
lazos familiares con la nobleza indígena, vivía en la ciudad de Tlaxcala y en las ca­
beceras del mayoritariamente indígena centro tlaxcalteca.
La división política del Tlaxcala tard'ocolonial consistía de siete partidos.
El más importante comprendía la ciudad de Tlaxcala y sus pueblos circunveci­
nos, una cabecera de primera categoría con más de 5 000 habitantes, de los
cuales unos mil eran españoles y criollos. Las otras seis cabeceras de partido
eran de segundo orden. Las de tercer orden eran las cabeceras puramente in­
dígenas. Este sistema, con la capital, las seis cabeceras de segunda y dieciocho
de tercera, formarían la base del sistema municipal gaditano en Tlaxcala.7 •

LOS ANTECEDENTES

Entre los antecedentes que influyeron mucho en la lucha en pro o en contra


de la autonomía provincial y estatal, destacan dos hechos históricos, que ha­
bían sido mitificados. El primero fue la resistencia de la alianza de los señoríos
tlaxcaltecas frente a la amenaza de incorporación al imperio mexica a finales
del siglo xv. Esa coyuntura había obligado a los cacicazgos tlaxcaltecas a supe­
rar sus diferencias internas para defenderse. Más urde, la derrouda alianza
aceptó colaborar con Cortés en la conquista. Pero el indigenismo histórico a

6 Españoles en el sentido de la Constitución de Cádiz, es decir peninsulares y criollos juntos.


7 Rendón, 1996, cap. 2.
536 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

la vuelta del siglo xix, resultó una espada de doble filo para Tlaxcala. Por un
lado, la resistencia tlaxcalteca al poder imperial mexica serviría de ejemplo a
las provincias mexicanas que intentaron desafiar a un gobierno central emer­
gente en la década de 1820; por otro, el papel daxcalteca en la conquista, le
confirió el calificativo de “traidor”.
Una segunda influencia derivó de una considerable autonomía que la Co­
rona concedió a las cuatro casas señoriales de la alianza. Los pueblos y señoríos
de la antigua Tlaxcala, y algunos más, constituyeron una entidad político-admi­
nistrativa, gobernada por un cabildo indígena que consistía exclusivamente de
miembros de los linajes caciquiles de los cuatro señoríos. El sistema adminis­
trativo del Cabildo tenía una estructura española, pero incorporaba a los prin­
cipales en sus cargos de control sobre tierra, trabajo y hombres. Esta conside­
rable autonomía quedó plasmada en las ordenanzas de su gobernación, justicia
y regimiento (1545), posteriormente elevadas al rango de ley en la Recopilación
de leyes de los Reynos de Indias (1681).8
Sin embargo, a lo largo de los siglos xvi y xvii, el monopolio de la nobleza in­
dígena sobre las tierras y puestos gubernamentales no pudo mantenerse frente
al interés de españoles, indios macehuales y mestizos. En el siglo xviii, casi la ter­
cera parte de la población no era indígena, y controlaba la economía; la nobleza
indígena tlaxcalteca se había empobrecido y su gobernador indígena había sido
degradado a agente fiscal del gobierno virreinal e instrumento del gobernador
español. El aparato administrativo del Cabildo pasó a manos de españoles y mes­
tizos. Fue natural que las cabeceras de segunda categoría, dominadas en parte
por españoles, quisieran independizarse de un cabildo ya desprestigiado.
Sin embargo, el cabildo de Tlaxcala logró contrarrestar tanto los intentos
secesionistas como el decreto de 1787, que incorporó a Tlaxcala en la Intenden­
cia de Puebla. El gobernador español de Tlaxcala y el cabildo nunca aceptaron
el nuevo carácter de subdelegación de Puebla y lograron que el rey reafirmase,
entre 1790 y 1793, por una serie de ordenanzas, la autonomía tlaxcalteca, sus
prerrogativas de elegir sus propias autoridades y su dependencia directa de la
autoridad virreinal. Este éxito se debió al carácter de Ley de Indias de los privi­
legios concedidos, y a la intención del virrey Revillagigedo de subordinar las in­
tendencias y provincias a un gobierno virreinal más centralizado. En mi opi­
nión, hay que destacar que la pequeña élite (no indígena) capitalina tenía un
fuerte interés en continuar en su papel administrativo-fiscal y comercial de su
ciudad y, por tanto, consideraba necesario defender los privilegios capitulares,
sobre todo frente a la intendencia de Puebla.9
La actitud del cabildo frente a la insurgencia no ha sido investigada a fon­
do hasta ahora. Era de esperar que tanto el Cabildo de Naturales de Tlaxcala

8 Rendón, 1996, pp. 35-40.


9 Martínez Baracs y Assadourian, 1991, pp. 176-197, 280, 288-289; Martínez Baracs, 1990, pp-
41-49.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 537

como la élite capitalina —vinculada entre sí e identificada con los privilegios


reales— optaran firmemente por el bando realista. La ciudad de Tlaxcala, con­
vertida en cuartel realista por Ciríaco de Llano, fue base de expediciones ha­
cia los Llanos de Apan, Tlaxco y Huamantla, donde hicieron sus correrías las
tropas del insurgente Osorno, quien encontró seguidores en Huamantla y
Tlaxco, partidos frustrados anteriormente en sus intentos de separarse de
Tlaxcala. Para 1816, la fuerza insurgente estaba mermada y la política de indul­
to del virrey Apodaca casi terminó con este movimiento en los llanos del nor­
te tlaxcalteca.10

REPRESENTANTES TLAXCALTECAS
Y LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN ESPAÑA

Los conflictos que surgieron desde 1808 en lajunta Central, la Regencia


(1810) y las Cortes Constituyentes (1810-1814), los podemos observar también
en las actitudes de los tlaxcaltecas presentes en ellas. Miguel de Lardizábal,
eclesiástico criollo oriundo de Ixtacuixtla, Tlaxcala, representante de la Nue­
va España en lajunta Central y posteriormente en la Regencia, nunca aceptó
el principio de soberanía popular y terminó en exilio en Inglaterra. Como
miembro de lajunta Central, tuvo que ver con la convocatoria a elección de
diputados a Cortes y logró —contra la voluntad de Puebla— que se reconocie­
se a Tlaxcala como provincia integrante del Imperio, con derecho de elegir un
diputado a Cortes. El tlaxcalteca electo fue José Miguel Guridi y Alcocer, un
clérigo criollo ilustrado, campeón de la soberanía popular garantizada por
una fuerte autonomía local en Cádiz.11
Precisamente ahí, el diputado Guridi propuso —en palabras de Chust—:
“Que la Constitución contemplara la monarquía española como un estado plurinacio-
nal, como un estado hispánico y no sólo español". En otras palabras, un Estado-na­
ción hispano federado. La soberanía residía, según Guridi, en esta nación
plural. Se quería, aunque Guridi no lo era, una soberanía fraccionada que ga­
rantizara la autonomía de los intereses locales novohispanos a través de la di­
putación provincial y el ayuntamiento constitucional, instituciones que, en
ojos de Guridi, no deberían ser agentes del gobierno, sino más bien instru­
mentos de la autonomía local. Este federalismo avant la feííre era, a los ojos de
los liberales españoles, incompatible con la monarquía constitucional y recha­
zado con el apoyo de diputados “serviles” americanos.12

10 Guedea, 1996, pp. 41, 60-62; Hamnett, 1986, cap. 6; Reyes, s.f.
11 Véase Brading, 1991, pp. 574-5, Rendón, 1996, pp. 67-68; García Verástegui y Pérez Salas
(comps.), 1990, vol. 11, pp. 104-105; Benson, 1994, pp. 44-46; Chust, 1999, pp. 32-34, 42-13 y ff.;
Costeloe, 1989, pp. 31-38; p. 32; Chust, 1999, pp. 32-42.
12 Chust, 1999, pp. 63, 133-134, 205-206, 218-234, cit. p. 227.
538 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Pero ¿hasta dónde podía ir un proceso de división de la soberanía? Guridi


optó por un compromiso que refleja fielmente el posterior dilema en los deba­
tes constituyentes mexicanos: “provincialismo es la adhesión a una provincia
con perjuicio del bien general de la nación; pero cuando esto no se pierde de
la vista y se le da la preferencia debida, el afecto a la provincia y el promover sus
intereses, lejos de ser provincialismo, es una obligación que dicta la naturaleza
y que exige la hombría de bien, el honor y la conciencia misma”.13 La segunda
parte de esta cita nos explica la indignación que Guridi sintió contra los traido­
res tlaxcaltecas que, en los años decisivos para la formación del Estado mexica­
no (1821-1824), hicieron campaña para incorporar Tlaxcala al estado de Pue­
bla. Pero el provincialismo tenía, en el caso de Tlaxcala, raíces forales a causa
de los privilegios concedidos por el Rey, y que ahora se iban a enfrentar con
una constitución liberal. Al igual que los diputados aragoneses y levantinos, es
probable que Guridi quisiera reivindicar estos privilegios, a fin de legitimar su
esencia autonómica, bajo la nueva forma de provincia.

“CADIZ” EN TLAXCALA: UNA VERDADERA REVOLUCIÓN


(1812-1814/1820-1824)

LOS AYUNTAMIENTOS CONSTITUCIONALES

La vigencia de la Constitución de Cádiz provocó, en palabras de Annino, una


revolución local en la cual los pueblos buscaban separarse de sus cabeceras y
los ayuntamientos lograron apropiarse del poder fiscal yjudicial del aparato es­
tatal y, a la vez, proteger sus prácticas de autogobierno. En realidad, lo que
ocurrió al Cabildo de Tlaxcala también sucedió a otros cabildos coloniales que
ya no representaban la voz de su provincia.14 Pero en el caso de la provincia de
Tlaxcala, al ser eliminada una élite indígena puramente funcional, pero con
un poder exclusivo, se dio paso al fraccionamiento de la provincia en decenas
de ayuntamientos, así como al intento de los partidos por separarse y unirse a
la provincia de Puebla. En suma, se trata de una revolución que cambió las re­
laciones de poder local a tal punto que llegó a afectar seriamente la goberna­
bilidad de la provincia. Tal situación parece haber sido un argumento decisi­
vo en el Constituyente de 1823-1824 para declarar territorio a Tlaxcala. La
historiografía local tlaxcalteca hasta ahora culpa sobre todo a fuerzas ajenas,
pero el problema principal era interno, en el nivel de los ayuntamientos.15 La
revolución local desató una lucha tripartita por el poder entre el abolido Cabil­
do de Naturales de Tlaxcala, el nuevo ayuntamiento constitucional de Tlaxca-

■’ Chust, 1999, pp. 35-7.


14 Serrano, 1998b, pp. 165-236; Annino, 1995, pp. 177-226.
15 Annino, 1995, pp. 209-210, 224.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 539

la, y los nuevos ayuntamientos que quisieron establecer cabeceras de segunda


y tercera categorías.
Veamos primero la lucha entre el Cabildo y el ayuntamiento de la ciudad
de Tlaxcala. Los caciques no podían aceptar la transformación legal de su ca­
rácter, por medio de elecciones, porque su privilegio exclusivo al poder local
iba directamente en contra de principios básicos de la Constitución. Reclama­
ron su exclusividad, refiriéndose a los argumentos presentados al Rey en 1787,
es decir, privilegios incorporados en las Leyes de Indias, y que el Rey había con­
cedido los privilegios a los naturales y no a los españoles.16 El primer ayunta­
miento constitucional capitalino desconoció este privilegio de los caciques na­
turales, alegando que los caciques “ya no teniendo empleo alguno carecen de
facultad para hacer acción común en un asunto en que tienen tanta represen­
tación como cualesquiera hombres libres declarados españoles por la Consti­
tución pues ésta no hace distinción de Caciques”.17
Y fue una verdadera revolución, que daba acceso al poder local a repre­
sentantes de familias que no estaban en el registro de los linajes nobiliarios
con acceso exclusivo al Cabildo. En el ayuntamiento constitucional de 1813,
sólo quedaron dos miembros del Cabildo indígena de 1812; los dos eran ade­
más funcionarios españoles: el gobernador político y militar, González del
Campillo, y el abogado de la Audiencia Real, José Daza y Artazo. Los demás
miembros del primer ayuntamiento constitucional provenían, en gran medi­
da, de la pequeña élite capitalina de comerciantes, tenderos, artesanos, pro­
fesionistas, hasta ese momento excluida del poder (los Avalos, Crespo, He­
rrerías, Sandoval, etc). El ayuntamiento inició de inmediato la lucha por el
control de las tierras y puso en tela de juicio la posesión de éstas en manos de
varios caciques. Es posible que, en 1813, los caciques se negaran a formar
parte del ayuntamiento para preservar sus derechos, pero en 1814, con el
cambio de ayuntamiento, treá caciques del linaje, Lira y los caciques De la
Luz Sánchez y Altamirano, este último gobernador de naturales en el Cabil­
do de 1812, formaron parte del nuevo ayuntamiento.18
¿Por qué razón entraron estos caciques al ayuntamiento? Tal vez reconocie­
ron, a regañadientes, lo inevitable, aunque también es posible que, como señala
Annino: “el modelo de representación gaditana tuvo que respetar la regla colo­
nial de que cada cabildo tenía regidores de cada pueblo del territorio”,19 pero el
problema aún no se ha investigado. Cumplir con esta regla daría al ayuntamien­
to capitalino, además de legitimidad, la oportunidad de frenar la ola de cabece­
ras que exigían separarse de la ciudad de Tlaxcala. Pero todas las iniciativas fra­

16 Robins, 1996, pp. 87-112, esp. 98-100; Lista de integrantes del cabildo de Tlaxcala de 1808
a 1822, Flores Hernández, 1998, pp. 123-137.
17 Robins, 1996, pp. 87-109.
1H Robins, 1996, pp. 102-106; Lista de integrantes del cabildo..., pp. 128-129.
19 Annino, 1995, p. 219.
540 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

casaron ante el decreto del virrey Félix María Calleja de fines de 1814, que resta­
bleció el sistema antiguo. El cabildo indígena se impuso de nuevo y probablemen­
te con cierta rigidez. Pero con el decreto de marzo 1820, “que se proceda en to­
dos los pueblos de la Monarquía a la elección de los alcaldías y de ayuntamientos
constitucionales”,20 resultó, según Annino, en 42 ayuntamientos tlaxcaltecas. Es­
to parece poco factible, porque el censo de la Diputación Provincial de febrero
de 1824 consigna 24 ayuntamientos con sus respectivos nombres. Son en realidad
todas las cabeceras reconocidas de primer, segundo y tercer orden de los siete
partidos de la provincia. Pero es probable que hubiera una serie de iniciativas más
que fracasara por no responder a las condiciones constitucionales mínimas.21
La élite no indígena capitalina de 1813 regresó ahora al poder municipal
e intentó a lo largo del periodo 1821-1824 consolidar su autoridad en el nivel
provincial, haciendo suyas las preocupaciones del antiguo Cabildo, es decir, la
misión de guardar la integridad territorial y la autonomía política-administra­
tiva de la entidad, temas estrechamente vinculados con sus intereses capitali­
nos. Como veremos en adelante, el ayuntamiento de Tlaxcala acaparaba las
iniciativas para contraestar las ambiciones de Puebla de sujetar la provincia, un
papel lógico, porque Tlaxcala, aún sin diputación propia en 1820-1821, sólo
tuvo un diputado (Guridi) en la Diputación provincial de la Nueva España. El
ayuntamiento logró que el virrey garantizara la costumbre de que el goberna­
dor político y militar formara parte del cabildo indígena; ahora el alcalde pri­
mero sería el jefe político de la provincia en ausencia del gobernador. Con la
independencia, el gobernador español González del Campillo dejó el mando
de la provincia en manos del primer alcalde del ayuntamiento José María Ava-
los. Los tres jefes políticos que había tenido Tlaxcala entre la Independencia
y 1824 fueron simultánea (2) o anteriormente (1) miembros del ayuntamien­
to de la ciudad y se identificaban plenamente, con el grupo que deseaba pre­
servar a todo trance la autonomía de la provincia.22

UN AYUNTAMIENTO GADITANO Y FEDERAL: SAN PABLO APETATITLÁN

(1822-1824)

¿Cuál fue la actitud de los ayuntamientos tlaxcaltecas recién establecidos frente


a “Cádiz” y la diputación provincial? Annino ha observado que la Constitución
“no podía ser percibida por los pueblos mas que como una nueva etapa de la tradición con-
tractualista, un nuevo marco para los antiguos derechos sobre el territorio No hay duda,

20 Annino, 1995, p. 210.


21 Gracia, 1990, p. 29 habla de 22 ayuntamientos; Robins, 1996, pp. 102-106; Censo: aget Fon­
do XIX, caja 10, exp. 5. Condiciones mínimas: ‘...de que hubiera al menos treinta vecinos propie­
tarios “ó que tenga oficio ó alguna industria útil con que subsistir honradamente’. (Chust, 1999,
p.211).
22 Robins, 1996, pp. 101-102; Gracia, 1990, pp. 27-28.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 541

según creo, de que éste fuera el caso de Tlaxcala, como ejemplifica el proceso ga­
ditano en San Pablo Apetatidán. Originalmente, San Pablo era sujeto de un pue­
blo de indios, pero obtuvo su independencia en 1776, y alrededor de 1800 ya era
pueblo cabecera de tercer orden, con aproximadamente 1 300 habitantes y una
base económica fundada en el comercio, el transporte y la artesanía; un pueblo
con una cabecera marcadamente mesüza y tres pueblos “sujetos” indígenas.
En diciembre de 1822, de acuerdo con la convocatoria expedida por la
Junta Provisional Gubernativa del 17 de noviembre de 1821,23 los habitantes de
San Pablo eligieron por primera vez su colegio electoral y más adelante su pri­
mer ayuntamiento constitucional. En 1823 y 1824 repitieron este procedimien­
to. Del total de unos 325 habitantes con derecho a voto, sólo votó un promedio
de 39, equivalente a 12%. Los electos, un alcalde, un procurador síndico y seis
regidores formaban parte de un reducido grupo de vecinos principales que se
repartieron, por negociación y consenso, los cargos ediles, incluyendo los de re­
presentación de los pueblos sujetos. La sociedad tardocolonial apetatitlaca in­
terpretaba la Constitución liberal siguiendo las pautas corporativas-familiares
de antaño, esto es, de tierra, sangre y patrón. El alcalde, sucesor del goberna­
dor de indios retuvo, por tanto, una amplia escala de facultades ahora extrale­
gales constitucionalmente, y quedaba como el primer responsable para resol­
ver toda clase de conflictos y problemas. En enero de 1824, el conflicto entre
unionistas y autonomistas —como se verá más adelante— involucraba también
a San Pablo. Cuando el ayuntamiento de Huamantla solicitó el apoyo del de
Apetatidán, el comerciante más poderoso del lugar, Faustino Zamudio, apoyó
a Huamantla, pero el ayuntamiento no quiso compartir las críticas huamantla-
cas a la Diputación. Mientras tanto, el Acta Constitutiva, sancionada el 31 de ene­
ro de 1824, declaraba a Tlaxcala estado soberano, razón de sobra para jurarla
con festejos y pompa. Pero en los meses posteriores, el alcalde mostró sus cre­
cientes reservas frente a las intervenciones de esa Diputación en cuanto a la mi­
licia, y dudas en cuanto a las consecuencias financieras de una Tlaxcala sobera­
na, por lo que se dirigió independientemente de la Diputación al Congreso.24

LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL

Guridi y Alcocer, firmante de la Constitución de Cádiz (1812), no fue reelecto


para las Cortes de 1813-1814,25 y salió de España con su visión federalista recha­
zada en Cádiz. Por tanto, no era de sorprender que fuera acusado en 1813,

2S Castro, 1985, vol. 1; Sordo, 2001. Contribución a este libro; Benson, 1994, pp. 95-96.
24 Nelen, 1998, Cap. 60-102, 158-160; Sordo, 2001; El Águila Mexicana. .. domingo 5 de sep­
tiembre 1824, cit. en Flores Hernández, 1998, p. 112.
25 Por Tlaxcala fue electo el eclesiástico Agustín Roxano y Mudarra, pero nunca pudo salir
hacia España por falta de fondos y la abolición de la Constitución. Véase Berry, 1985.
542 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

siendo diputado electo por la provincia de México a la Diputación de la Nueva


España, de tener vínculos con los Guadalupes, organización secreta simpatizan­
te de los insurgentes. Aunque fue absuelto, apenas se había constituido la Di­
putación de la Nueva España cuando Fernando VII abolió la Constitución.26
Tras la reinstalación de la Constitución de Cádiz (1820), un decreto real
restableció las mismas divisiones electorales de la Nueva España de 1812-1813.
En consecuencia, Tlaxcala pudo elegir nuevaménte un diputado para la reins­
talada Diputación de la Nueva España, y otro a Cortes. El diputado electo a Cor­
tes, José Mariano Moreno, llegó a Madrid junto con Miguel Ramos Arizpe,
quien había tenido una actuación exitosa para erigir diputaciones en todas las
provincias de ultramar. Como el decreto final de las Cortes sólo aceptó estable­
cer diputaciones en las capitales de las intendencias, Tlaxcala solicitó en segui­
da una diputación, con el argumento principal de que hasta ese momento ha­
bía sido considerada provincia, con derecho a elegir diputado a Cortes y a la
diputación provincial.27 Las Cortes jamás concedieron tal solicitud y lajunta
preparatoria electoral en la Nueva España no dio a Tlaxcala el derecho de esta­
blecer su propia diputación. Pero el movimiento independentista capitaneado
por Agustín de Iturbide cambió la dinámica provincial que en pocos meses de­
jó de depender de las Cortes españolas. Cuando Iturbide otorgó a la provincia
de Puebla su dipuución —antes de que llegara el decreto español, el derecho
de Tlaxcala, según Benson, “no fue puesto en tela de juicio, de ul suerte que la
ciuda provincia tuvo su dipuución al mismo tiempo que las demás intenden­
cias de México”. El historiador tlaxcalteca, Reyes, sugiere que algunos miem­
bros desucados del ayunumiento constitucional se lo pidieron a Iturbide, algo
muy probable por la estrecha amisUd entre Iturbide y Guridi y Alcocer.28
El papel de esu Diputación en el proceso independen tisú de 1821 ha si­
do subrayado por Benson. Guridi fue uno de los dipuudos con un papel clave
en la transferencia pacífica del poder y figuró en lajunta Provisional Guberna­
tiva. Sin duda, en ese cargo tuvo que ver con el decreto electoral promulgado
en noviembre de 1821 para la elección de dipuudos al primer Congreso Cons­
tituyente, dipuuciones provinciales y ayunumientos. Este decreto electoral da­
ba a las élites municipales un papel preponderante pues, por el número de
ayunumientos y partidos que controlaron, los intereses autonomisUs domina­
ron la Dipuución provincial. Guridi y Alcocer salió electo dipuudo por Tlax­
cala al Congreso.
No sabemos exacumente cuándo entró en funciones la Dipuución pro­
vincial tlaxcalteca (1821-1823) porque las fuentes se contradicen. La primera

26 Benson, 1994, pp. 40-48.


27 No sabemos quién hizo la solicitud, pero parece probable que fuera el diputado por Tlax­
cala a Cortes, José Mariano Moreno. En caso de ser una solicitud desde la provincia sería proba­
blemente el alcalde primero del ayuntamiento de Tlaxcala ciudad.
28 Benson, 1994, p. 97; Reyes, s.f., pp. 127-8.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 543

y la segunda diputaciones provinciales de Tlaxcala (1822-1823 y 1823-1824, res­


pectivamente) , integradas por un diputado por cada uno de los siete partidos,
eran exclusivamente representantes de las élites no indígenas comercial-obra-
jeras, profesionistas, eclesiásticos y grandes labradores. Algunos habían sido
asesores del Cabildo de Naturales o sus representantes frente al gobierno vi­
rreinal o a la Corte; otros, eran electores o miembros de ayuntamientos cons­
titucionales. Se trataba de los mismos que, en su calidad de vecinos principales,
habían celebrado en junio de 1820 la restauración de la Constitución y apro­
vecharon los espacios políticos creados por el proceso independentista de 1821
y la revolución de Casa Mata (1823). Pero simultáneamente reivindicaron ob­
jetivos muy conflictivos, que provocarían un serio grado de ingobernabilidad
al favorecer ayuntamientos rebeldes y una diputación profundamente dividida.
En suma, con la abolición del antiguo sistema centralista y exclusivo del Cabil­
do de Naturales, el papel preponderante de las autoridades municipales en las
elecciones abrió una caja de Pandora que ni la Diputación provincial ni el se­
gundo Congreso Constituyente pudieron cerrar en 1823-1824.29

AUTONOMISTAS Y UNIONISTAS

A lo largo del proceso de definición del Estado mexicano, la preocupación del


grupo autonomista fue sobre todo evitar la pérdida de autonomía provincial y
del papel dirigente de su ciudad-capital. Profesionistas, que habían servido al
Cabildo, se preocuparon por sus trabajos y por los ingresos fiscales de la capi­
tal del territorio. Muchos compartían esta postura: medianos y pequeños co­
merciantes e intermediarios capitalinos, vinculados por sangre y clientelismo
de los pueblos aledaños exclusivos de “indios”. Los autonomistas estaban fuer­
temente representados en el ayuntamiento de la ciudad, pero en la Diputación
provincial contaban sólo con cuatro de los siete diputados. Otros tres diputa­
dos, representantes de labradores, ganaderos y comerciantes de los partidos de
Huamantla, Tlaxco e Ixtacuixtla, parcialmente vinculados con familias e inte­
reses poblanos, quisieron deshacerse del control del “miserahle pueblo de
Tiaxcala [...] antiguo y odiado punto céntrico”.30 Pero este movimiento sece­
sionista no reclutaba sólo gente de la élite. Artesanos y comerciantes pequeños
odiaban igualmente el control fiscal y burocrático del antiguo sistema centra­
lista cabildeño. A lo largo del debate sobre el futuro de la provincia, esta fac­

29 Sordo, 2001, acerca del decreto electoral; de los catorce diputados juntos de las dos dipu­
taciones 5 eran labradores fuertes, 4 eclesiásticos, varios comerciantes. Benson, 1994, pp. 143,154;
Lira y Ortega, 1965, p. 33; en Flores Hernández, 1998, se dice que estaba integrada la diputación
en febrero de 1822 y que solo pudo trabajar de mayo hasta fines de octubre de aquel año, pero las
fuentes mencionadas no dan este dato.
50 Cit. en representación Gobierno político de Huamantla al Mió. de Guerra y Marina, el 27
de diciembre de 1857 asdn XI/481.3 exp. 3802, f. 179.
544 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ción encontró cada vez más apoyo entre obrajeros, comerciantes y eclesiásticos
de los ayuntamientos del centro de Tlaxcala. Los primeros temieron, sobre to­
do, que se impusieran contribuciones pesadas para poder sustentar un estado
soberano. Algunos clérigos temieron además que una Tlaxcala soberana se se­
parara de la mitra de Puebla, y todos resintieron los intentos claros de imposi­
ción por parte de la mayoría autonomista en la Diputación.31

CONGRESO, DIPUTACIÓN Y AYUNTAMIENTOS: PERSPECTIVAS


DIFERENTES EN NOMBRE DEL LIBERALISMO (1822-1824)

No es de sorprender que el diputado provincial Guridi y Alcocer, a pesar de su


federalismo y sus posibles vínculos con los insurgentes, desempeñara un papel
importante en el movimiento iturbidista. Guridi quiso, como menciona Ala­
mán, “la monarquía a toda trance”. Cuando designar un monarca español resul­
tó imposible, aceptó a Iturbide, pero, insistió en la legalidad y se distanció del
centralismo autoritario del Emperador. Con la abdicación de Iturbide (1823),
aceptó, seguramente a regañadientes, la opción inevitable de la república.
En el segundo Congreso Constituyente (1823-24), mantuvo su concepto
de que la soberanía residía en la nación, pero adujo que no residía en los es­
tados. En otras palabras, Guridi se manifestaba en México más centralista que
en Cádiz y por ello perteneció, tañto en Cádiz como en México, a la oposición
minoritaria. En Cádiz por su federalismo y en México por su creciente centra­
lismo, basado en su temor al confederalismo y sus reservas frente a las propues­
tas federalistas. Ya en Cádiz, y aún más en el segundo Congreso Constituyente
mexicano, su postura reflejaba el dilema clásico del liberalismo mexicano de
su época. ¿Cómo reconciliar un gobierno central sólido con las ambiciones
provinciales? Parece que aceptaba el compromiso de una soberanía local con
la condición de no oponerse a la Constitución y al Acta Constitutiva. Ahora le
quedaba, como diputado por Tlaxcala, sacar adelante el reconocimiento de
aquella soberanía estatal para su provincia.32
En 1823, Guridi fue uno de los 28 diputados del primer Congreso Consti­
tuyente que fueron reelegidos. En el caso de Guridi, es probable que cumplie­
ran un papel la urgencia de defender a Tlaxcala frente a las ambiciones pobla­
nas y el prestigio del diputado, conocido como defensor de Tlaxcala en Cádiz
y México. A la facción autonomista no le importaba que Guridi se mostrara fir­
me amigo de Iturbide hasta la ejecución de este último, ni que en el debate
constitucional se alineara con los antifederalistas.33 Los autonomistas tlaxcalte­
cas, parafraseando a Sordo, no eran traidores al federalismo mexicano, simple-

51 Lira Y Ortega, 1965; Gracia, 1990, vol. 11, pp. 135-139.


M Chust, 1999, pp. 73, 80,94, 102, 114; Sordo, 2001; Alamán, 1942, vol. V, pp. 308-09, 373-74.
33 Sordo, 2001; Quinlan, 1994, pp. 177-207.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 545

mente veían las cosas desde otra perspectiva.34 Creían que un estado liberal fe­
deral tal vez garantizaría mejor sus intereses, pero el tema abrumador para
ellos no era el de un México federal o su grado de federalización, sino el futu­
ro de “su” Tlaxcala en la nación que estaba por definirse. El prestigio de Guri­
di en 1822 y 1823 se igualaba al de importantes iturbidistas como el obispo Joa­
quín Pérez Martínez de Puebla y el educado eclesiástico Miguel Valentín, cura
de Huamantla, diputado suplente por Puebla y portavoz de los tlaxcaltecas que
querían unirse a Puebla.35 La defensa de la autonomía de Tlaxcala parecía es­
tar garantizada en manos del prestigioso y experto Guridi y Alcocer, ex dipu­
tado gaditano y novohispano, y ex presidente del Congreso Constituyente.36
Guridi, al igual que la diputación provincial con su jefe político Joaquín de las
Piedras y el ayuntamiento constitucional de Tlaxcala, eran conscientes de las
fuerzas unionistas, encabezadas por Huamantla. Vinculadas a intereses pobla­
nos, constituirían una amenaza seria para un Tlaxcala soberano en los años del
debate sobre la definición del Estado-nación mexicano.
Ya en el verano de 1821 —momento clave en el que Guridi ejerció en la
Diputación provincial de la Nueva España un papel en la transferencia del po­
der—, el ayuntamiento constitucional de Tlaxcala dirigió una representación a
esta Diputación para solicitar “que esta provincia no esté sujeta á la de Puebla”.
En 1822 y 1823 aparecieron varias iniciativas poblanas que pedían la unión de
Puebla y Tlaxcala, y que exponían argumentos históricos y estadísticos parajus-
tificarlas. El más conocido fue un Bosquejo de Tlaxcala en el periódico tradicio­
nal de la élite criolla, El Sol, que fue ampliamente distribuido en el mismo Con­
greso Constituyente, cuando la Comisión de Constitución había presentado, el
20 de noviembre de 1823, su propuesta de Acta Constitutiva. En ésta, Ramos
Arizpe seguía la línea de las Cortes españolas de 1820 y proponía la incorpora­
ción de Tlaxcala a Puebla ante su falta de recursos y territorio, argumento pro­
cedente del informe del Intendente Manuel de Flon (1804), que iba a ser re­
petido ad nauseara a lo largo de 1823 y 1824 por los partidarios de la unión.37
La mayoría autonomista de la Diputación provincial de Tlaxcala respon­
dió el 25 de noviembre con una representación al Congreso para pedir que, en
vez de agregar Tlaxcala a Puebla, se ampliara el territorio para adecuar sus re­
cursos y territorio. La mayoría autonomista en la Diputación provincial susti­

34 Sordo, 2001; Sordo, 1993 p. 181.


55 Pérez fue co-constituyente de Guridi en Cádiz, posteriormente era enemigo político de
Guridi, primero por su absolutismo cuando, reelecto 1813 en las Cortes españolas, pactó con Fer­
nando Vil en 1814. Segundo por su apoyo a la anexión de Tlaxcala a Puebla. Al igual que Guridi,
Pérez era un importante iturbidista, pero cambiaba de fila en 1823. Pérez fue uno de los impulso­
res del movimiento por adelantar al Acta Constitutiva y establecer un gobierno estatal autónomo
en diciembre de 1823. Véase Sordo, 2001; Df. Gortari, 1994, pp. 209-222.
36 Véase Brading, 1991, pp. 574-5; Nava, 1966, pp. 126-9; Rendón, 1996, pp. 67-8; Rodríguez,
1994, pp. 97-132.
37 Bosquejo, 1823; Flon, 1993, vol. 1, pp. 102-103; Benson, 1994, pp. 220-223.
546 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tuyo de inmediato a los tres diputados separatistas que se negaron a aparecer


y firmar,38 y dirigió el 29 de noviembre otra representación al Congreso. Simul­
táneamente, intentó movilizar a los ayuntamientos, y fue apoyado por repre­
sentaciones de los ayuntamientos de Tlaxcala y cinco más del centro de Tlax­
cala. La respuesta inmediata fue el citado Bosquejo a principios de diciembre,
probablemente patrocinado por Miguel Valentín y los tres diputados separatis­
tas de Tlaxcala. El Bosquejo proponía la unión con Puebla, o al menos una va­
riante de la propuesta de los autonomistas: integrar Tlaxcala en un nuevo es­
tado más amplio y con una capital, que no fuera la ciudad de Tlaxcala. Cuando
se inició el debate sobre el artículo 7o. del Acta Constitutiva (designación de los
estados), el diputado Guridi hizo una acalorada defensa de los derechos de
Tlaxcala a la soberanía estatal, que llevó al congreso a devolver el asunto a la
Comisión de la Constitución. El 31 de diciembre, los tres diputados separatis­
tas lanzaron un folleto para justificar su conducta antiestatal y, quince días des­
pués, el ayuntamiento de Huamanda dirigió una representación al Congreso
en pro de la unión con Puebla, apoyado por cinco ayuntamientos más. La hon­
da división interna tlaxcalteca ya estaba clara. El conflicto se había desplazado
al Congreso, porque los contendientes movilizaron a “sus” ayuntamientos, cu­
ras y vecinos principales para inundar el Congreso con representaciones. El 31
de enero de 1824, la diputación de Tlaxcala se quejaba ante el Congreso del
líder de los ayuntamientos inconformes, el de Huamantla, acusándole de “po­
ner a la provincia en una verdadera insubordinación”. Enviaba sus severas crí­
ticas en un manifiesto a todos los ayuntamientos, curas y vecinos principales y,
en marzo, dirigió una serie de nuevas exposiciones al Congreso.39 Pero lo mis­
mo hicieron sus adversarios.40
¿Coincidían diputados en pro y en contra de la soberanía de Tlaxcala con
las divisiones partidistas en el Congreso Constituyente? Parece que no. Sabe­
mos que, de unos cinco diputados que ventilaron claramente su opinión en
contra de una Tlaxcala soberana, dos eran confederalistas, uno federalista y

58 Representaciones de la Dip. Prov. de Tlaxcala al Soberano Congreso, del 25 y del 29 de


noviembre dt 1823 cit. en Lira y Ortega, 1965, pp. 35-41. Según Lira y Ortega, 1965, p. 43, nun­
ca asistieron los diputados inconformes a las asambleas de la diputación, fueron notificadas de
que renunciaran a sus puestos y posteriormente sustituidos. En sus representaciones al Congre­
so dijeron que fueron constantemente amenazados. Vea su representación mencionada en la
nota 11.
M Diputación provincial de Tlaxcala al Soberano Congreso, 31 de enero de 1824; Diputa­
ción Provincial de Tlaxcala al Ayuntamiento de Huamantla, 3 de febrero de 1824 y Manifiesto a
todos los Habitantes de la Provincia, el 17 de febrero de 1824 (enviado a los ayuntamientos); Di­
putación provincial de Tlaxcala al Soberano Congreso, 1 de marzo, 20 de marzo, 24 de marzo, 27
de marzo de 1824, etc., todos en Lira y Ortega, 1965, pp. 46-66.
40 Benson, 1994, p. 228; Díaz Várela, 1824a; una representación por los diputados sustitui­
dos: Díaz Varela, 1824b. Todos cit. en “De provincia a territorio....”. El resumen de peticiones
y proposiciones mencionadas por Benson, 1994, p. 228 nota 111 da una idea de la ola de repre­
sentaciones.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 547

dos centralistas. Lo mismo podemos decir de algunos diputados que estaban a


favor: un antifederalista, un centralista, un federalista y un confederalista. En
otras palabras, el hierro candente de Tlaxcala no seguía líneas partidistas.41

OPCIONES CONSTITUCIONALES Y ARGUMENTOS


DE LAS FACCIONES LOCALES

Para las facciones locales, sólo existían tres opciones en el debate constitucio­
nal a fines de 1823: solicitar el rango de estado soberano de la federación,
unirse al de Puebla o formar parte de un estado más grande y recién creado,
que incluyera, además de Tlaxcala, partidos de Puebla y de México. La prime­
ra opción la sostuvieron los autonomistas y la segunda, los unionistas, pero la
tercera la abrazaron al principio las dos facciones. Para los unionistas, un
nuevo estado más amplio y con una capital fuera del actual Tlaxcala resulta­
ría en la tan ansiada degradación de la ciudad y el centro indígena de Tlax­
cala. Los autonomistas veían esta opción desde otra perspectiva, no como la
creación de un nuevo estado, sino como la ampliación del Tlaxcala actual y
coa la misma capital. Ambas facciones tuvieron que abandonar esta opción
cuando quedó claro que ni la Comisión de Constitución ni el Congreso Sobe­
rano la concederían. Restaba la opción de luchar por un estado soberano o
unirse a Puebla. Lógicamente, ni los unos ni los otros pensaban a fines de
1823 en un territorio, porque el Acta Constitutiva original no contemplaba
los territorios.42
Los argumentos en contra de la soberanía tlaxcalteca estaban en su origen
basados en los de De Flon (1804), que fueron ampliados con argumentos
constitucionales gaditanos y esterotipos corrientes acerca de los indios, en par­
te incorporados al indigenismo histórico de la época. Los privilegios de Tlax­
cala no podrían subsistir ya por la insuficiencia de recursos naturales y huma­
nos para sostener un estado soberano. Así, se mencionaban su pobreza, su falta
de comunicación con las grandes rutas comerciales, su falta de ilustración y de
disciplina, la lamentable situación de su gobierno durante siglos, y el que los
actuales gobernantes no pudieran reclamar los privilegios abolidos por la
Constitución de 1812. Estos argumentos fueron presentados, primero en el ya
citado Bosquejo, y después en representaciones de los tres diputados provincia­
les unionistas y de los ayuntamientos de Huamantla y de Tlaxco al Soberano
Congreso.43 Según los unionistas, la Diputación provincial nunca había infor­

41 Comparar Quinlan, 1994, p. 206-07 con Gracia, 1990, vol. 11, pp. 135-139.
42 Más de la tercera parte de los diputados presentes eran de los estados de Puebla y Méxi­
co. Sordo, 2001.
45 Bosquejo, 1823; Díaz Varela, 1824b; Díaz Vareia, 1824a, el 17 de marzo de 1824; Nepomu­
ceno, 1824.
548 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

mado a los ayuntamientos acerca de su intento de “separar Tlaxcala de Pue­


bla”, sino que los había manipulado y multiplicado su número deliberadamen­
te, con el fin de aumentar sus ingresos para poder sostenerse como estado.44
Pero lo más desastroso de el Bosquejo—y folletos unionistas posteriores—
fue que Tlaxcala, aparte de ser calificada de “traidora” por sus servicios a la
monarquía española, siguió siendo el símbolo abyecto, por excelencia, de un po­
der indígena poco ilustrado en la nueva República y una posible amenaza al
orden público: Tlaxcala ciudad “[...] ya no debe ser capital, ciudad ni pueblo,
ni menos consentirse que abrigue en sus miserables guaridas la plebe más in­
solente, viciosa, holgazana e inmoral del mundo, los delincuentes más escan­
dalosos que de todas partes allí se refugian para robar impunemente y asolar
los caminos, ni las arbitrariedades más insufribles que se conocen [...] Sobre
los escombros de tan infame pueblo, debe levantarse un monumento que di­
ga: aquí fue la traidora Tlaxcala que vendió su patria al extranjero y que ya no
existe, para que no vuelva a cometer semejante parricidio”.45
Estos argumentos fueron convincentes para muchos, no tanto por la po­
breza, falta de ilustración, las divisiones internas en diputación y ayuntamien­
tos o el problema del orden público —condiciones que imperaban en la joven
República Mexicana—, sino porque rescataban dos construcciones históricas
míticas, la de la “traición” tlaxcalteca al glorioso imperio azteca y la de sus des­
cendientes, ahora miserables, adictos a los vicios, degenerados, por tres siglos
de régimen colonial. Como lo formulaba Lira y Ortega, liberal tlaxcalteca de
mediados del siglo xix y, según su propio parecer, descendiente del linaje de
Maxiscatzin, “Algunos liberales cedían de buena fé, horrorizado su fanatismo
político en la supuesta traición de los tlaxcaltecas, consintiendo en la muerte
prematura de un Estado como justo castigo de tan horrendo crimen”. Peor
aún, el uso que hicieron confederalistas jaliscienses de la resistencia tlaxcalte­
ca como un ejemplo de resistencia a un poder central debió de ser in tragable
para el antifederalista Guridi y varios otros. También el diputado centralistaJo­
sé María Luciano Becerra, refiriéndose a la amenaza confederalista jalisciense,
señaló: “no sería extraño que tuviéramos algunas Tlaxcalas que cooperaran
con todo» sus esfuerzos a la nueva esclavitud del Anáhuac” 46
Entre diciembre de 1823 y marzo de 1824, los autonomisUs, cuyos intere­
ses se identificaban con la integridad de un territorio autónomo, encabezado
por la ciudad de Tlaxcala, tuvieron que lanzar sus defensas. Al igual que los
unionisUs, hicieron uso á la carte del indigenismo histórico y del liberalismo
gadiuno para elaborar una hábil reconstrucción del pasado de una Tlaxcala
pobre y pequeña, de ninguna manera amenazante, que pedía la oportunidad

44 Aquí probablemente quieren referirse al elevando número de pequeños ayuntamientos


indígenas, cabeceras de tercer orden, en el centro de la provincia.
45 Bosquejo, 1823, cit.
46 Actas Constitucionales mexicanas, cit. en Flores Hernández, 1998, p. 110-111; Gracia, 1990, p. 135.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 549

para poderse regenerar. Esto lo presentaron ante un Congreso liberal, profun­


damente dividido, pero temeroso de las provincias que intentaban desafiar su
soberanía, Puebla entre ellas.
El movimiento tlaxcalteca por la soberanía estatal hizo un intento por re­
formular el papel de Tlaxcala en la historia de México. La alianza prehispáni­
ca fue idealizada a la republicana, su antiguo gobierno era ahora percibido co­
mo un Senado, la Antigua República, resultaba ser mucho más antigua que la de
Washington. ‘Tlaxcala, aquella República cuyas virtudes y buen gobierno la pu­
sieron en otro tiempo en estado de no ceder a los embates de todo el imperio
de Moctezuma”.47 Los autonomistas se distanciaron inmediatamente del anti­
guo Cabildo y de los privilegios concedidos por los servicios a España. El gran
cacique Maxiscatzin, quien, una vez derrotadas sus fuerzas, había aceptado en
1519 la oferta de Cortés, pasó a ser de héroe a “menguado y miserable”; los
ameritados caciques nobles del Cabildo se convirtieron en “tiranos domésti­
cos”, servidores del opresor, ‘juguetes del gobierno español”. Subrayaron que
a los daxcaltecas no les había quedado otra opción que pelear al servicio de los
españoles, y que lo hicieron de mala gana. En cambio, pusieron de relieve la ac­
titud heroica de Xicoténcaü, el único que se había rebelado en contra de Cor­
tés, “la encarnación perfecta del patriotismo”; y señalaron que gracias a la
Constitución gaditana y a la consiguiente desaparición de los caciques, “la li­
bertad ya dirigía sus resplandores sobre el pueblo de Tlaxcala”. Concluyeron
que con su pronta adhesión al movimiento de Iturbide (abril de 1820), “en na­
da se ha desmerecido Tlaxcala en su conducta política desde el grito de Aya-
la”.48 Guridi presentó hábilmente esta reconstrucción en el Soberano Congre­
so, ignorando los privilegios de los caciques, pero subrayando a la vez el hecho
de que Tlaxcala había gozado siempre de un carácter político separado y autó­
nomo, reconocido además en las reformas constitucionales de Cádiz.
En cuanto al territorio de la provincia, los autonomistas reconocían, igual
que sus adversarios, su tamaño reducido, señalando que ya Humboldt había
señalado la desigualdad de tamaño y población de las entidades administrati­
vas novohispanas. Insistían en la necesidad de aumentar su extensión, “recor­
tando a las dos [entidades] demasiado grandes con quiénes colinda, para no
dar motivos a quejas y disgustos”. Pero, como hemos dicho, la ampliación, al
igual que la creación de un nuevo estado, resultaba inadmisible para la Comi­
sión de la Constitución.49

47 Representación Dip. Prov. Tlax. al Soberano Congreso 1 de marzo de 1824 en Lira y Or­
tega,1965, p. 53; una idea compartida por William Prescott, “A feudal mountaneous republic,
whose hardypeasants were more free than other peoples of Anahuac” cit. en Brading, 1991, p. 632.
48 Citas Lira y Ortega, 1965, pp. 30-31; Representación Diputación Provincial de Tlaxcala al
Soberano Congreso 25 de noviembre de 1823 cit. en Lira y Ortega, 1965, pp. 35-36.
49 Sordo, 2001, cuadro 1; Lira y Ortega, 1965, pp. 32-34. Querían anexar los partidos de
Apam, Calpulalpam y Hueyacocotla de México, Huejotzingo, Huauchinango, Teleta y Zacatlán,
Nopalucan y Ixtacamaxtiüán de Puebla.
550 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Por tanto, quedaba convencer al Congreso de que Tlaxcala podría soste­


nerse sola y que una unión con Puebla sería fatal para la provincia. Tenían, en
consecuencia, que refutar puntos importantes, como la insuficiencia de recur­
sos para sostener un presupuesto estatal, que sus adversarios calculaban en
200 000 pesos anuales, y la supuesta falta de ilustración, condición esencial
para armar un gobierno. Los autonomistas insistieron en que Tlaxcala tenía
tierras fértiles, aunque se referían a los partidos que intentaban unirse a Pue­
bla, es decir, Huamantla y Tlaxco productores de las semillas, pulque y gana­
do. Según la Diputación, la exportación de los pueblos de Tlaxcala llegaba a
un millón de pesos al año y el ingreso de diezmos llegaba a unos 100 000 pe­
sos anuales, suficiente para sostener el aparato público de un pequeño esta­
do. Comentaban que Tamaulipas, con la mitad de la población de Tlaxcala,
aparecía en la lista de estados de la Federación y Tlaxcala no.50 En cuanto a
la ilustración, los autonomistas reconocieron el “letargo político” y el “desa­
rreglo” que había demostrado la Tlaxcala colonial por largo tiempo, pero di­
jeron creer en una “regeneración” para “ponerse al nivel de otros Estados
abundantes y felices”. Pusieron el ejemplo de la historia de la Atenas clásica
que, antes de Solón, “presentaba un cuadro más funesto que en la actualidad
Tlaxcala”, y pidieron se les diera la oportunidad regenerar a Tlaxcala. “Hasta
qué grado” —se preguntaron— “debemos suponer esta ilustración para que
sea capaz de producir un buen gobierno [...]?”. Pregunta que difícilmente
podían contestar los diputados.51
Sobre la unión con Puebla, Guridi y la Diputación recordaron al Congre­
so la imagen que, según los autonomistas, se tenía de Puebla en Tlaxcala, y ad­
virtieron que “reuniones a la fuerza no tienen buenas consecuencias”, tal y co­
mo la había tenido la unión de Portugal a España. Alertaron sobre el peligro
de crear un estado demasiado poderoso con el ejemplo de Roma: “llegó a no
temer a sus vecinos, se les fue tragando poco a poco [...] Qué extraño es que
el Estado de Puebla, llegado el caso de no temer a los de la federación Mexi­
cana, dé la misma respuesta a cualquier reclamo que se le haga que la que los
romanos dieron a los embajadores de aquéllos: Decid a vuestros dueños que es
peligroso cometer a aquellos cuyo vecindad es formidable”.52 Aquellas pala­
bras aún sonaban en el recinto cuando, semanas después, Puebla decidió, en
medio del debate sobre el Acta Constitutiva, adelantarse a las decisiones del
Congreso para instalar su congreso estatal. La irritación que provocó el desa­
fío poblano en el Congreso y la habilidad del presidente y diputado Guridi fa­
vorecieron que los autonomistas pudieran contrarrestar el daño provocado

50 Representaciones de la Dip. Prov. de Tlaxcala al Soberano Congreso del 17 de febrero, 1


de marzo, 18 de marzo, 20 y 27 de marzo de 1824. Cit. en Lira y Ortega, 1965, pp. 48-65.
51 Representación de la Dip. Prov. 1 de marzo cit.
62 Quinlan, 1994, p. 178; Representación Dip. Prov. de Tlaxcala al Soberano Congreso, no­
viembre 29 de 1823. Cit. en Lira y Ortega, 1965, pp. 36-41; Castro Morales, 1993, vol. III, pp.
232-239.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 551

por el Bosquejo y la representación del ayuntamiento de Huamantla.53 Des­


pués de un largo debate en el Congreso, Tlaxcala fue declarado estado el 20
de enero de 1824, y el 7 de febrero el Congreso aprobó las instrucciones para
realizar las elecciones de la legislatura constituyente estatal del nuevo estado.54
En la segunda fase del debate sobre Tlaxcala, entre febrero y octubre de
1824, ya no se presentaron propuestas de ampliación ni creación de un nuevo
estado. Aunque quedaba la opción de consolidar un estado soberano o unirlo
a Puebla, surgió la posibilidad de convertirlo en territorio, algo que, para em­
pezar, ninguna de las facciones quería. Pero las contradicciones se agudizaron,
al entablar autonomistas y unionistas una larga e intensa campaña de movili­
zación de ayuntamientos, rogándoles —recuérdese Apetatidán— que apoya­
ran a sus representaciones al Soberano Congreso.55 Es difícil saber el número
exacto de ayuntamientos en favor de cada grupo. Lo cierto es que las cabece­
ras de parddo, Huamantla y Tlaxco, reclutaron, aunque fuese por razones di­
ferentes, a casi la mitad. Entre ellos figuraban no solamente los cinco ayunta­
mientos de sus partídos, sino también unos seis de los partidos céntricos de la
provincia.56 Parecía cumplirse el temor que Guridi había ventilado en Cádiz al
establecerse los ayuntamientos constitucionales: la urgencia de proteger a los
indios de la manipulación electoral por los criollos. Entonces, Guridi temía
cfue la extensión de la insurgencia amenazara a Tlaxcala; ahora veía el peligro
en que una élite no indígena, en buena parte criolla, manipulara ayuntamien­
tos mayoritariamente indígenas para unir Tlaxcala a Puebla.57
Encontramos ese temor en las representaciones, presentadas en la prima­
vera de 1824. Cada vez se hizo más urgente obtener los recursos necesarios pa-

59 El Águila Mexicana, cotidiano político y literario, México, año 2, núm. 251, 21 de diciembre
1823 y una reacción por los separatistas en El Sol, diciembre 31 de 1823.
M Benson, 1994, pp. 220-225; Robins, 1996, p. 102; Castro Morales, 1993, vol. III, pp. 232-
233; Bosquejo, 1823 cit.: El autor nunca ha sido identificado, pero los autonomistas tlaxcaltecas su­
pusieron que fueran los tres diputados separatistas y el cura de Huamantla, Miguel Valentín; Re­
presentaciones de la Dip. Prov. de Tlaxcala al Soberano Congreso, del 25 y del 29 de noviembre
de 1823 cit. en Lira, 1965, pp. 35-41. Varias fechas en Lira parecen equivocadas y me conformé con
los de Benson; Representación del Ayuntamiento Constitucional de Huamantla al Soberano Congreso Cons­
tituyente, de 15 de enero de 1824. México, Editorial el Águila 1824; los diputados separatistas fue­
ron el pbro. Manuel Bernal de Ixtacuixtla, el hacendado de Huamantla Gabriel Illescas y el de
Tlaxco, Antonio Díaz Varela.
s5 Carta del ayuntamiento de Huamantla dirigido al de Apetatitlán del 2 de febrero de 1824
en Archivo Municipal de San Pablo Apetatidán cit. en Nelen, 1998, pp. 159-60.
56 Dip. Prov. de Tlaxcala al ayuntamiento de Huamantla, 3 de febrero 1824. Los ayuntamien­
tos que apoyaron por fin a los unionistas eran Cuapiaxtla, Ixtenco, Zitlatepec, Huamanda, Tlax­
co, Apetatitlán, Yauquemehcan, Tzompantepec, Teda, Ixtacuixtla, Santa Cruz Tlaxcala y, por un
üempo, Teolocholco. Lira y Ortega, 1965, pp. 38-68 no menciona todos estos ayuntamientos, pe­
ro el diputado Díaz Varela de Tlaxco si, Díaz Varela, 1824a, cit. Pero hay que avisar que Lira era
un liberal de la época de la Reforma y odiaba a los hacendados (conservadores) y el clero de los
partidos de Tlaxco y Huamanda que habían apoyado al Plan de Tacubaya (1857).
57 Chust, 1999, p. 73.
552 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ra sostener un estado soberano. Los unionistas aparentemente tuvieron cierto


éxito en convencer a los ayuntamientos que temían contribuciones pesadas.
Los autonomistas de la Diputación, junto con el ayuntamiento capitalino, in­
vitaron al Congreso a hacer una investigación sobre los recursos “conque cuen­
ta y puede contar en lo sucesivo”, y sondear la opinión de sus habitantes;
“Pruébese la existencia absoluta de estos dos obstáculos y asunto concluido”.
Ahí estaba el problema porque, como ha señalado Benson, el Congreso no dis­
ponía de datos sobre muchos estados y tuvo que pedir a la Comisión de Cons­
titución (en la cual no estaba Guridi) auscultar la voluntad de los pueblos de
Tlaxcala y examinar los recursos de la provincia.
¿Pero quiénes serían los encargados de sondear la opinión en Tlaxcala?
Algunos diputados del Congreso pensaban que correspondía al congreso lo­
cal, pero había sido anulada la elección del congreso local constituyente. En
marzo de 1824, ante la crisis tlaxcalteca y el riesgo de violencia, el Congreso
aprobó que los electores secundarios de los partidos fuesen las personas ca­
paces de explorar la opinión de los pueblos. La Diputación, es decir, los au­
tonomistas, se quejaron del posible partidismo de los electores o vecinos
principales, porque muchos de ellos eran comerciantes o grandes labrado­
res con interés en la unión a Puebla. Finalmente, el Congreso amplió el nú­
mero de comisionados, aumentando los miembros de los partidos más po­
blados, es decir, los del centro de la provincia. No obstante, parece que el
informe final de los comisionados (con cuatro firmas faltantes) concluyó
que Tlaxcala debería agregarse a Puebla, pues es lo que pidió la Comisión
de Constitución al Congreso en agosto de 1824. Es probable que Ramos
Arizpe, presidente de la Comisión, insistiera en continuar con los argumen­
tos expuestos en las Cortes españolas de 1820 y en la primera presentación
del Acta Constitutiva. Guridi, al ver derrumbarse su sueño, votó por conver­
tir a Tlaxcala en territorio. Fue una decisión salomónica, que no satisfacía a
los unionistas ni a los autonomistas y, lo más importante, tampoco al pode­
roso estado de Puebla. La Diputación provincial y el ayuntamiento de Tlax­
cala expresaron su inconformidad ante esta opción a través de nuevas repre­
sentaciones, seguidas por las de otros ayuntamientos. El Congreso se mostró
indeciso y terminó por dejar el asunto pendiente en una frase del artículo
5o. de la Constitución, que aclaraba que una ley constitucional fijaría el ca­
rácter político de Tlaxcala. En efecto, la ley del 24 de noviembre de 1824 de­
claró territorio a Tlaxcala.58

58 Representación Dip. Prov... 17 de febrero de 1824; 'Tlaxcala de provincia a territorio...’,


pp. 109-112. Los ayuntamientos que mandaron representaciones fueron, entre otros, Tlaxcala,
Huamantla, Tlaxco, Tepeyanco, Yauhquemehcan, Tetlalauhca y Santa Cruz Tlaxcala. El Águila Me­
xicana, junio hasta septiembre cit. en 'Tlaxcala de provincia a territorio...’.
TLAXCALA EN EL PROCESO DEL ESTABLECIMIENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA FEDERAL 553

CONCLUSIÓN

Sordo observa en su estudio que el Congreso hizo lo que pudo para responder
a los reclamos de las provincias para convertirse en estados o territorios.59 Pe­
ro en el caso de Tlaxcala, éstos eran profundamente contradictorios y podían
amenazar intereses de sus poderosos vecinos. El proceso constitucional que
degradó a Tlaxcala a la categoría de territorio fue producto neto de la situa­
ción política de 1824,60 es decir, un irresoluble nudo gordiano de conflictos lo­
cales e interprovinciales presentados al segundo Congreso Constituyente, mis­
mo que se mostraba temeroso ante las pretensiones y soberanías de estados
ambiciosos. Es factible que, ante lo intratable del caso y el poder de Puebla, el
Congreso decidiera finalmente no aceptar la propuesta de la Comisión de
Constitución presidida por Ramos Arizpe, el chantre de la catedral de Puebla,
que aconsejaba incorporar a Tlaxcala a ese poderoso estado y decidió conver­
tirla en territorio administrado desde la ciudad de México, ahora Distrito Fe­
deral, e independiente del igualmente poderoso Estado de México.
Frente a esta opción, aparentemente se dividieron los caminos del dipu­
tado Guridi y la Diputación. Guridi reconoció que a Tlaxcala le faltaban, por
ahora, condiciones para adquirir la categoría de estado. Su superficie era la
de'una prefectura, sus recursos de todos modos reducidos y la división inter­
na irreconciliable, representada por los ayuntamientos que parecían mostrar
la necesidad de una administración ajena. Es posible que en la decisión inter­
vinieran también los sentimientos antitlaxcaltecas. ¿Estuvo el Congreso pre­
sionado por la “traición” o por el ejemplo que su supuesta resistencia prehis­
pánica pudiera ofrecer a Jalisco? ¿Se irritó ante la avalancha de perspectivas
irreconciliables en las representaciones de la Diputación, de los ayuntamien­
tos y los vecinos principales?
Apoyado por la facción autonomista en la Diputación provincial, el ayunta­
miento de la ciudad de Tlaxcala se siguió considerando heredero del privilegio
de autonomía que había tenido su provincia e intentó defenderlo a todo trance,
porque la pérdida afectaría sus intereses capitalinos. El control de los ayunta­
mientos era clave para ambas facciones. No hay ni la menor duda acerca de la es­
trategia autoritaria de la facción autonomista en la Diputación: eliminar a los di­
putados inconformes y “convencer” a los ayuntamientos, acusando al rebelde de
Huamanda de “insubordinación”. Los vocales inconformes, desprovistos de su
base institucional, encabezaron el movimiento unionista desde el ayuntamiento
de Huamanda, tuvieron su representante al Congreso en el diputado poblano y
cura de Huamantla y lograron manipular a la mitad de los ayuntamientos, teme­
rosos de contribuciones pesadas e irritados por una diputación, más reciente
que ellos, y que se perfilaba tan intervencionista como el anüguo cabildo.

59 Sordo, 2001.
60 Sordo, 2001.
554 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Subrayar y reformular una herencia indígena para legitimar la prolonga­


ción de la autonomía provincial fue una preocupación de las élites capitalinas
no indígenas. Por lo que sabemos a través de las representaciones, no parece
que cumplieran un papel en las consideraciones de ayuntamientos en munici­
pios mayoritariamente indígenas. En cambio, la Diputación, ahora territorial,
iba a mantener su sueño soberano y a sus jefes políticos, procedentes de las
mismas familias “autonomistas” hasta el fin de la primera república federal,
quienes resurgirían a fines de la década de 1840. El sueño finalmente se reali­
zó en el Constituyente de 1856.61
En sus representaciones, los portavoces tlaxcaltecas tomaron todo lo que
les convenía del liberalismo gaditano, del federalismo norteamericano y del
indigenismo histórico criollo o de la tradición corporativista colonial. A Tlax­
cala le tocó, al igual que a Iturbide, el papel de héroe y traidor, de modelo
prehispánico de República y de símbolo abyecto del antiguo régimen. Todos
reconocían el triste estado político y social de esta provincia indígena, pero
mientras unos la creían descalificada por la Constitución de “Cádiz” e incapaz
de autogobernarse, otros, veían una humilde provincia de ciudadanos que,
reclamando sus derechos, pedía la oportunidad de regenerarse como entidad
soberana. El Congreso se decidió finalmente por la única opción que no que­
rían unos ni otros.

61 Buve, 1997.
LAS PROVINCIAS DE SONORA Y SINALOA, 1821-1825:
EL CAMINO HACIA EL FEDERALISMO

Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva


Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco

Ya han venido las listas de elecciones de Guadalajara y están


tan malas como eran de esperar. La audacia de aquellas gen­
tes ha llegado al extremo de nombrar diputados para [su]
Congreso Provincial [...] Con decir que es vocal de éste el
general Anastasio Bustamante todo está dicho. Aquellas gen­
tes han abusado de nuestra paciencia y moderación hasta lo
sumo. Han además seducido a la Sonora a que se les federe y
esta empresa se ha ejecutado por medio de un fraile apóstata
de San Agustín, llamado N. Chirlín. ¿En qué gran negocio
no hay metido un fraile? Y si es malo, mucho más.

Carlos María de Bustamante (Diario Histórico de México).

A la caída del emperador Agustín de Iturbide en marzo de 1823, los grupos


sociales que participaron en el movimiento iniciaron la reconstrucción insti­
tucional de la recién creada nación mexicana bajo nuevos fundamentos. La
opción federalista fue la triunfadora, después de un proceso no exento de lu­
chas, conflictos políticos y hasta enfrentamientos militares. De manera que el
bienio 1823-1824 fue uno de los momentos políticos más álgidos de nuestra
historia nacional inicial.
Se han buscado las razones del establecimiento del federalismo en causas
y antecedentes novohispanos (régimen de intendencias, diputaciones provin­
ciales),1 al grado de parecer “natural” la erección de ese sistema político. Sin
menoscabar la importancia de estas realidades históricas, las siguientes páginas
intentarán abordar el establecimiento del sistema como el producto de la pug­
na de fuerzas sociales existentes, las cuales fueron representadas en la arena
política por medio de sus diputados, cuerpos político-administrativos, escrito­
res y fuerzas militares, que aprovecharon cualquier tribuna para difundir e im­
poner su propuesta de nación.

1 Por ejemplo, Benson, 1980. Para la referencia completa de los textos utilizados, véase la bi­
bliografía general de este libro.

555
556 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La lucha por el poder desarrollada durante la primera década de vida in­


dependiente, además del triunfo del federalismo, conllevó el reconocimiento
de un campo político dentro del cual se pugnaba por el control y ejercicio de
los poderes sobre la sociedad. Se iba a definir la política como espacio de lu­
cha en el que se confrontarían las diversas fuerzas sociales y en el que se deci­
diría el destino de la nueva nación. Todo movimiento que tuviera lugar fuera
de las nuevas reglas establecidas carecería de legalidad, y si alguno llegaba a
triunfar, trataría inmediatamente de legitimarse dentro del campo de poder al
que buscaba pertenecer.
Las recompensas y posiciones logradas en el concierto político iban a co­
rresponder a la fuerza y representatividad que tenían dentro del mismo. De
aquí el importante papel que cobrarían en la vida nacional políticos, escrito­
res y administradores, todos integrantes del cuerpo burocrático que afianzó la
consolidación del campo político y del Estado.
El estudio de los procesos históricos en las provincias de Sonora y Sinaloa
durante los primeros 25 años del siglo xix, así como el establecimiento del sis­
tema federal, ejemplifican estas ideas. La historia de sus grupos sociales se
combinó con la práctica política desarrollada por sus representantes en los tres
niveles de gobierno, resultando en la erección de una entidad federativa que
dejó satisfechos a pocos. La creación del Estado Libre o Interno de Occiden­
te, que se integró a las dos provincias, no fue consecuencia del desconocimien­
to de la realidad del noroeste pór parte del Congreso Constituyente nacional,
sino de la correlación y las pugnas de fuerzas prevalecientes en el campo polí­
tico mexicano durante el bienio 1823-1824, y de la frágil posición que ocupa­
ban dentro de él los grupos políticos del noroeste.

1. EL SEFrENTRIÓN YEL ESTABLECIMIENTO


DE LA NUEVA NACIÓN

Desde los primeros años de vida independiente, el proceso de conformación


política y territorial de México enfrentó una serie de problemas derivados de
los intereses particulares de los grupos sociales que apoyaron o se vieron afec­
tados por la emancipación y sus consecuencias. En la mayor parte del territo­
rio nacional, para bien o para mal, las élites regionales vieron afectados sus es­
pacios de poder. Algunos de estos cambios se vieron reflejados en las novedosas
demarcaciones político-administrativas del naciente país.2
El diseño de las demarcaciones de las nuevas entidades del septentrión
se convirtió en un reto para el segundo Congreso Constituyente, así como
un laboratorio en el cual se experimentaron y establecieron las dos figuras
político-administrativas del primer federalismo mexicano: estados y territo­

2 En este trabajo se retoman algunas ideas y partes del capítulo V de Hernández Silva, 1995.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 55 7

rios. Por lo que se refiere a las Provincias Internas de Occidente, también


conocidas como la Intendencia de Arizpe o las Provincias de Sonora y Sina­
loa, aunque durante el efímero Imperio, sus representantes buscaron divi­
dirla y crear dos nuevas entidades, a la caída del emperador modificaron su
objetivo para conservarla como un todo. La decisión disgustó a varios gru­
pos regionales, aunque se aceptó y todos trabajaron para establecer los fun­
damentos de la nueva entidad, labor que se concretó en la promulgación de
su carta constitucional en 1825. Si bien el federalismo fue la opción políti­
ca que apoyaron los grupos del noroeste, los procesos históricos posteriores
vinieron a demostrar que el Estado de Occidente había sido un error políti­
co del Congreso nacional sancionado por los diputados de aquellas provin­
cias, evidente en la política errada de los primeros gobiernos respecto al
septentrión mexicano, así como en la carencia de tablas y de fuerza por par­
te de los diputados generales de Sonora y Sinaloa, que les impidió tener una
buena lectura de la coyuntura política prevaleciente para beneficiarse de la
misma.
A estas circunstancias se vino a sumar otra peculiaridad, producto de su
misma conformación histórica: la poca cohesión que tenían internamente y
entre sí las entidades del norte. Esto derivaba del reciente desarrollo de la so­
ciedad colonial en dichas tierras, al tiempo que aparecían y se expandían sus
grupos regionales. Lo anterior resultaba del desarrollo general del Imperio en
el siglo xvm. La confrontación de los imperios coloniales durante ese siglo ha­
bía obligado a la Corona española a resguardar sus fronteras, sobre todo las del
norte novohispano colindantes con territorios controlados por los otros impe­
rios (ruso, inglés y francés), y con tierras poco exploradas que requerían con­
trolarse; para ello se desarrolló una nueva empresa de expansión por las cos­
tas del Pacífico, creando gobiernos militares con base en el establecimiento de
presidios y de comandancias generales que controlaban la política y adminis­
tración de las provincias, en comunicación directa con la metrópoli, sin iriter-
mediación del virreinato novohispano. Esta autonomía político-administrativa
(pero no económica) le dio una serie de rasgos particulares tanto a sus espa­
cios como a los grupos sociales que los ocupaban.
Sociedad de frontera en estado de guerra permanente, dominada por los
grandes propietarios de tierras y de minas, que eran a su vez comerciantes y ad­
ministradores, vivía su momento de afianzamiento cuando estalló la crisis po­
lítica peninsular a partir de 1808, seguida de los movimientos insurgentes que
intentarían cambiar el orden de las cosas en Nueva España desde 1810. La lu­
cha independentista amenazó con encenderse en los territorios septentriona­
les, pero la presteza de sus comandantes militares y el apoyo de los propietarios
regionales impidieron que se propagara, lo que permitió que estos grupos
continuaran consolidando su poder.
558 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LOS GRUPOS REGIONALES Y LA CAIDA DE ITURBIDE

El 27 de septiembre de 1821, Agustín de Iturbide entró a la ciudad de México,


con lo que terminó de manera exitosa la lucha por la independencia de los te­
rritorios septentrionales del imperio español en América. En la mayor parte de
los grupos sociales novohispanos se desató una euforia desbordada. El futuro
de la otrora colonia más rica del imperio español parecía promisorio. Félix Ma­
ria Calleja parecía tener razón al afirmar en 1814 que “seis millones de habi­
tantes, decididos a la independencia, no tienen necesidad de acordarse ni con­
venirse; obra cada uno en favor del proyecto universal, según sus posibilidades
y arbitrios”.3 Esto había permitido a Iturbide llevar a buen término su empre­
sa al lograr foijar una alianza temporal entre diversas fuerzas políticas y socia­
les, a pesar de algunas divergencias, en torno a su programa independentista.4
Dentro de esas divergencias había un acuerdo: la inevitabilidad de la inde­
pendencia. De las tres garantías, la de religión no presentaba problemas; la de
unión entre españoles y mexicanos sería la más conflictiva; la de independencia,
sin duda, era la más atrayente. Hacendados, rancheros comerciantes, empresa­
rios, mineros, soldados, indios, profesionistas, eclesiásticos, ansiosos de libertad,
le dieron el sí a la independencia mexicana. Si bien el proyecto iturbidista había
girado al principio hacia una autonomía dentro del Imperio español, circuns­
tancias y tendencias históricas radicalizaron a el movimiento. La negativa del go­
bierno español por reconocer los Tratados de Córdoba hizo que los grupos po­
líticos mexicanos se inclinaran por salir “de la opresión en que habían vivido por
trescientos años”, en que no habían tenido voluntad propia, “ni libre el uso de
la voz”.5 Los ahora mexicanos se aprestaban a administrar por sí y para sí mismos
los caudales que por siglos habían partido hacia las arcas de la Corona hispana.
Los cambios al primer proyecto emancipador afectaron a los políticos pro­
vinciales, que en una primera instancia habían aceptado el liderazgo de Iturbide
y luego al Imperio iturbidista. Los acontecimientos históricos se agolpaban en un
periodo corto de tiempo, haciendo que se radicalizaran en algunos casos, y del
proyecto autonomista pasaron al federalismo republicano, y en casos extremos,
a la proposición de confederación, como en el caso de Guadalajara y Yucatán.
El tránsito resuelto y tajante a la posición federalista se explica por un
complejo de causas: la desarticulación económica y política provocada por la
crisis del orden colonial, la formación de nuevos circuitos comerciales autóno­
mos al control ejercido por los almaceneros de la ciudad de México y Veracruz,
el débil control ejercido por las autoridades virreinales y las comandancias ge­

3 Félix María Calleja al ministro de la Guerra, México, agosto 18 de 1814, citado en Alamán,
1985, t.IV, p. 475.
4 Anna, 1991, pp. 69-70.
5 “Acta de independencia del imperio mexicano. México, septiembre 28 de 1821”, en Lemoi-
ne, 1987, p. 333.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 559

nerales sobre las provincias, el poder militar que se iba extendiendo por todos
los confines novohispanos y el fortalecimiento de las élites regionales como
grupo social hegemónico.
La medicina monárquica y del hombre fuerte y necesario tuvo efectos con­
trarios. Los grupos provinciales se levantaron en contra del Imperio iturbidis­
ta apoyados por los sectores militares y eclesiásticos afectados. A escasos meses
de haberse proclamado emperador, los grupos provinciales y amplios sectores
del ejército se levantaron en contra del Imperio; la amplia y sorprendente coa­
lición que había logrado reunir Iturbide en 1821, para fines de 1822 se había
tornado en su contra.
Las élites regionales habían iniciado la lucha por el control político de sus
provincias. Esta opinión fue la que prevaleció en la mayoría de los grupos re­
gionales y en el sentir de un gran sector del nuevo congreso constituyente, for­
mado en su mayoría por individuos con esta tendencia. Iturbide tuvo que ab­
dicar en marzo de 1823 al no contar con el suficiente apoyo para sostenerse.
El ejército y los grupos regionales que lo habían apoyado habían triunfado. El
siguiente paso fue cambiar los fundamentos con los que se había iniciado la
nación. Se requería un proyecto que hiciera realidad las aspiraciones de los
grupos provinciales para alcanzar el control de sus espacios de poder. Así na­
ció el federalismo y por ello cayó el efímero Imperio de Iturbide.

LA PROVINCIA DE SONORA Y EL PROYECTO AUTONOMISTA

Al igual que en los otros grupos novohispanos, el trayecto político-ideológico


de las élites sonorenses hacia la solución federalista fue un largo y sinuoso ca­
mino. El sentir autonomista entre los notables de Sonora significó, desde un
principio, la demanda de autogobierno. Por encima de los preceptos ideoló­
gicos y coyunturales de los diversos planes y constituciones, deseaban tener in­
jerencia directa en los asuntos propios de gobierno; ésa era la parte principal
de sus reivindicaciones programáticas.
El éxito económico alcanzado, el poder social que ostentaban dentro de
sus espacios regionales, la presencia política y capacidad de maniobra que ob­
tuvieron gracias a la instalación de ayuntamientos en los principales poblados
de la provincia eran realidades que deseaban mantener y desarrollar, funda­
mento de su apoyo a la instauración del federalismo, sistema político que les
daba el control sobre sus espacios de poder.
El sendero recorrido por las élites sonorenses de 1810 a 1823 incluyó di­
versas posiciones y espectros de los sistemas que se propusieron, en el nivel ge­
neral, para constituir a la nación mexicana y a ellas mismas en una entidad
bien definida.
La postura autonomista tradicional estuvo presente en la Instrucción que la
ciudad de Arizpe remitió en 1810 a Miguel de Lardizabal para que represen­
560 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tara “las acciones y derechos de estas provincias, del mismo modo que lo ha­
rían los vocales que componen este cabildo secular o ayuntamiento”, y pro­
moviera “todo cuanto fuere útil, favorable y conveniente a estas enunciadas
provincias y capital según y conforme se propone y solicita”.6 La Instrucción
presentaba, de manera somera, la situación económica política y social de la
Intendencia dentro de una concepción política tradicional.
Según los conceptos de Antiguo Régimen, Arizpe, ciudad-capital de la inten­
dencia, se arrogaba personalidad y derechos propios ante las autoridades del Im­
perio, para tratar de representar no sólo a su distrito, sino autonombrarse vocera
de las provincias de Sonora y Sinaloa en negocios que les incumbían.7 Sus pro­
puestas se dirigían a obtener una mayor autonomía al interior de la estructura de
la América septentrional (audiencia propia, obispado para cada provincia, aper­
tura de Guaymas como puerto libre para realizar comercio, instalación de un co­
legio seminario, establecimiento de una oficina de quinto y ensaye), y obtener
concesiones por parte de la Corona para desarrollar y promover su economía (fo­
mento a la minería, exención del pago de derechos sobre mercancías en Guay­
mas, dotación de tierras a todo aquel que deseara cultivar algodón, etcétera).
Los conceptos y la acción política derivaban del pensamiento tradicional.8 *
La autonomía defendida por Arizpe no rebasaba los límites e intereses de las
élites de los poblados representados. La Instrucción era un ejemplo al hablar
por toda la intendencia, aunque en realidad planteara los problemas y necesi­
dades que afectaban a su entorno. La idea de considerarse como parte diferen­
ciada de un todo con personalidad y derechos propios estaba presente. Este
reclamo de autonomía de los ayuntamientos sonorenses también se hizo evi­
dente en las constantes pugnas que tuvieron con el intendente, subdelegados
y entre sí. Los conflictos principales surgieron entre la esfera del gobierno lo­
cal (representada por los ayuntamientos) y la del gobierno general (represen­
tada por las autoridades de Ja intendencia).10 Se trataba de un conflicto entre

6 "Poder que otorgan Jas Provincias de Sonora y Sinaloa y su capital Arizpe a Miguel de Lar-
dízabal y Uribe. Arizpe, marzo 12 de 1810", en acn, Historia, 417, ff. 197-200.
7 Miranda, 1978, pp. 324-325.
8 Guerra, 1993, pp. 177-225; Pérez-Mauaina, 1978, pp. 227-240, destaca como las peticiones
del ayuntamiento de Mérida en las Cortes de Cádiz iban dirigidas a tener una mayor autonomía
respecto al control que las autoridades virreinales ejercían sobre esa intendencia.
0 “Instrucción que la Ciudad de Arizpe, capital de las Provincias de Sonora y Sinaloa, remite
al Exmo. Sr. Don Miguel de Lardizaval y Urive, vocal de la América Septentrional, cerca de la Su­
prema Junta Gubernativa de España e Indias. Arizpe, 1810”, en ac.n, Historia, 417, ff. 201-222, rep-
tida en ff. 236-255. En Hernández Suva, 1991, se dio a conocer la existencia de este documento en
el agn y su importancia como el primer documento político de una de las élites sonorenses. En el
capítulo 4 de este trabajo hemos analizado estos pedimentos. Una síntesis de la Instrucción en Vl-
dargas del Moral, 1993, pp. 135-148, lo mismo que en Guerra, 1993, pp. 217-219, quien en la p. 214
afirma que el documento de Arizpe, junto con los de Oaxacay San Luis Potosí fueron los informes
más detallados sobre las provincias y con instrucciones precisas de lo que deseaban obtener.
10 Carmagnani, 1993, p. 409.
LAS PROVINCIAS DE SONORA V SINALOA, 1821-1825 561

poderes políticos provinciales que no ponían en entredicho la dominación im­


perial y que se puede equiparar al significado de la frase vindicatoria ¡Viva el
rey, muera el mal gobierno!
Los ayuntamientos defendían su personalidad y autonomía respecto al po­
der superior pero también ante sus iguales. La idea de representar y ser apode­
rados de un espacio municipal definido por el poder y control económico y so­
cial de los notables que integraban o apoyaban al ayuntamiento provocó el
enfrentamiento de intereses entre los grupos económicos consolidados en di­
versos polos de poder y generó la pugna política dentro de la misma esfera del
poder local. El ascenso y la consolidación de las élites regionales tuvo su encar­
nación política en la instalación de ayuntamientos en los centros de desarrollo.
Los poblados que antes estaban bajo el perímetro de influencia de los
grandes centros tradicionales sonorenses, con el desarrollo y prosperidad eco­
nómica alcanzada por sus notables, se autonomizaron y fundaron su propio
gobierno local. Con ello se inició un proceso de fragmentación política que or­
denó, en el plano administrativo, la nueva articulación provincial surgida de
las transformaciones efectuadas en los circuitos mercantiles durante las dos
primeras décadas del siglo xix. Los cambios político-administrativos eran una
adecuación a los procesos económicos (nuevas redes mercantiles) y político-
sociales (ascenso de las élites regionales).11
La élite de Arizpe, afectada por estos cambios, quiso hacer valer su posi­
ción de ciudad-capital y tratar como subordinadas a las de los otros poblados de
Sonora. Al mantenerse en funcionamiento el sistema administrativo anterior,
Arizpe continuó detentando oficialmente su privilegio como ciudad-capital, no
sin tener pugnas con otras poblaciones que reclamaban trato igual para todas.
En 1813, la élite de Arizpe impidió el establecimiento del ayuntamiento de
Ures e inventó uno bajo su influjo, que representaba a una ficticia demarcación
llamada Valle de Sonora. Pero en 1820, la élite de Ures formó su propio ayunta­
miento y el peso político se empezó a desplazar hacia el espacio de mayor impul­
so económico, la región del Pitic. Tan fue así que algunos de los notables arizpe-
ños cambiaron su residencia a Pitic, como en el caso de la familia Escalante.
El conflicto de estas poblaciones pujantes con Arizpe no llegó al extremo
de la fragmentación provincial, como fue el caso de Río de la Plata.12 La lucha

11 Al vincular estos cambios políticos con el ascenso de las élites regionales y los cambios eco­
nómicos sufridos por Sonora en los inicios del siglo xix, se cambia esa imagen de desarticulación
que Chiaramonte, 1993, p. 108, observa para el virreinato de Río de la Plata, o la de desintegración
que Tutino, 1990, p. 188 y ss., plantea para el México independiente.
12 Chiaramonte, 1993, p. 109. El peligro de que sucediera esto era evidente entre los legisla­
dores de aquel entonces. Lorenzo de Zavala, en una intervención parlamentaria de 1823, lo puso
de relieve: “Nada enjuicio de la comisión es más temible en el día, que esa separación simultánea
de las provincias, queriendo formar cada una estado separado de la metrópoli [...] se reduciría la
nación al triste estado de las provincias de Buenos Aires, entregadas al capricho de la aristocracia”
(citado en Reyes Heroles, 1982,1.1, pp. 371-372). Nótese la vinculación que hace De Zavala entre
disgregación provincial y lo que llama aristocracia.
560 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tara “las acciones y derechos de estas provincias, del mismo modo que lo ha­
rían los vocales que componen este cabildo secular o ayuntamiento”, y pro­
moviera “todo cuanto fuere útil, favorable y conveniente a estas enunciadas
provincias y capital según y conforme se propone y solicita”.6 La Instrucción
presentaba, de manera somera, la situación económica política y social de la
Intendencia dentro de una concepción política tradicional.
Según los conceptos de Antiguo Régimen, Arizpe, ciudad-capital de la inten­
dencia, se arrogaba personalidad y derechos propios ante las autoridades del Im­
perio, para tratar de representar no sólo a su distrito, sino autonombrarse vocera
de las provincias de Sonora y Sinaloa en negocios que les incumbían.7 Sus pro­
puestas se dirigían a obtener una mayor autonomía al interior de la estructura de
la América septentrional (audiencia propia, obispado para cada provincia, aper­
tura de Guaymas como puerto libre para realizar comercio, instalación de un co­
legio seminario, establecimiento de una oficina de quinto y ensaye), y obtener
concesiones por parte de la Corona para desarrollar y promover su economía (fo­
mento a la minería, exención del pago de derechos sobre mercancías en Guay­
mas, dotación de tierras a todo aquel que deseara cultivar algodón, etcétera).
Los conceptos y la acción política derivaban del pensamiento tradicional.8
La autonomía defendida por Arizpe no rebasaba los límites e intereses de las
élites de los poblados representados. La Instrucción era un ejemplo al hablar
por toda la intendencia, aunque en realidad planteara los problemas y necesi­
dades que afectaban a su entorno. La idea de considerarse como parte diferen­
ciada de un todo con personalidad y derechos propios estaba presente.9 Este
reclamo de autonomía de los ayuntamientos sonorenses también se hizo evi­
dente en las constantes pugnas que tuvieron con el intendente, subdelegados
y entre sí. Los conflictos principales surgieron entre la esfera del gobierno lo­
cal (representada por los ayuntamientos) y la del gobierno general (represen­
tada por las autoridades de la intendencia).10 Se trataba de un conflicto entre

6 “Poder que otorgan las Provincias de Sonora y Sinaloa y su capital Arizpe a Miguel de Lar­
dizabal y Uribe. Arizpe, marzo 12 de 1810", en ac.n, Historia, 417, ff. 197-200.
7 Miranda, 1978, pp. 324-325.
K Guerra, 1993, pp. 177-225; Pérez-Mallaina, 1978, pp. 227-240, destaca como las peticiones
del ayuntamiento de Mérida en las Cortes de Cádiz iban dirigidas a tener una mayor autonomía
respecto al control que las autoridades virreinales ejercían sobre esa intendencia.
9 “Instrucción que la Ciudad de Arizpe, capital de las Provincias de Sonoray Sinaloa, remite
al Exmo. Sr. Don Miguel de Lardizaval y Urive, vocal de la América Septentrional, cerca de la Su-
prema Junta Gubernativa de España e Indias. Arizpe, 1810”, en agn, Historia, 417, ff. 201-222, rep-
tida en ff. 236-255. En Hernández Silva, 1991, se dio a conocer ta existencia de este documento en
el agn y su importancia como el primer documento político de una de las élites sonorenses. En el
capítulo 4 de este trabajo hemos analizado estos pedimentos. Una síntesis de la Instrucción en Vl-
dargas del Moral, 1993, pp. 135-148, lo mismo que en Guerra, 1993, pp. 217-219, quien en la p. 214
afirma que el documento de Anzpe, junto con los de Oaxaca y San Luis Potosí fueron los informes
más detallados sobre las provincias y con instrucciones precisas de lo que deseaban obtener.
19 Carmagnani, 1993, p. 409.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 561

poderes políticos provinciales que no ponían en entredicho la dominación im­


perial y que se puede equiparar al significado de la frase vindicatoria ¡Viva el
rey, muera el mal gobierno!
Los ayuntamientos defendían su personalidad y autonomía respecto al po­
der superior pero también ante sus iguales. La idea de representar y ser apode­
rados de un espacio municipal definido por el poder y control económico y so­
cial de los notables que integraban o apoyaban al ayuntamiento provocó el
enfrentamiento de intereses entre los grupos económicos consolidados en di­
versos polos de poder y generó la pugna política dentro de la misma esfera del
poder local. El ascenso y la consolidación de las élites regionales tuvo su encar­
nación política en la instalación de ayuntamientos en los centros de desarrollo.
Los poblados que antes estaban bajo el perímetro de influencia de los
grandes centros tradicionales sonorenses, con el desarrollo y prosperidad eco­
nómica alcanzada por sus notables, se autonomizaron y fundaron su propio
gobierno local. Con ello se inició un proceso de fragmentación política que or­
denó, en el plano administrativo, la nueva articulación provincial surgida de
las transformaciones efectuadas en los circuitos mercantiles durante las dos
primeras décadas del siglo xix. Los cambios político-administrativos eran una
adecuación a los procesos económicos (nuevas redes mercantiles) y político-
sociales (ascenso de las élites regionales).11
La élite de Arizpe, afectada por estos cambios, quiso hacer valer su posi­
ción de ciudad-capital y tratar como subordinadas a las de los otros poblados de
Sonora. Al mantenerse en funcionamiento el sistema administrativo anterior,
Arizpe continuó detentando oficialmente su privilegio como ciudad-capital, no
sin tener pugnas con otras poblaciones que reclamaban trato igual para todas.
En 1813, la élite de Arizpe impidió el establecimiento del ayuntamiento de
Ures e inventó uno bajo su influjo, que representaba a una ficticia demarcación
llamada Valle de Sonora. Pero en 1820, la élite de Ures formó su propio ayunta­
miento y el peso político se empezó a desplazar hacia el espacio de mayor impul­
so económico, la región del Pitic. Tan fue así que algunos de los notables arizpe-
ños cambiaron su residencia a Pitic, como en el caso de la familia Escalante.
El conflicto de estas poblaciones pujantes con Arizpe no llegó al extremo
de la fragmentación provincial, como fue el caso de Río de la Plata.12 La lucha

11 Al vincular estos cambios políticos con el ascenso de las élites regionales y los cambios eco­
nómicos sufridos por Sonora en los inicios del siglo xix, se cambia esa imagen de desarticulación
que Chiaramonte, 1993, p. 108, observa para el virreinato de Río de la Plata, o la de desintegración
que Tutino, 1990, p. 188 y ss., plantea para el México independiente.
12 Chiaramonte, 1993, p. 109. El peligro de que sucediera esto era evidente entre los legisla­
dores de aquel entonces. Lorenzo de Zavala, en una intervención parlamentaria de 1823, lo puso
de relieve: “Nada enjuicio de la comisión es más temible en el día, que esa separación simultánea
de las provincias, queriendo formar cada una estado separado de la metrópoli [...] se reduciría la
nación al triste estado de las provincias de Buenos Aires, entregadas al capricho de la aristocracia”
(citado en Reyes Heroles, 1982,1.1, pp. 371-372). Nótese la vinculación que hace De Zavala entre
disgregación provincial y lo que llama aristocracia.
562 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

entre las élites sonorenses se dirigió hacia la expansión de sus distritos y a la


erección de la sede capital, sin la intención de disgregar a la provincia. Por el
contrario, la intención era aumentarla, como era el caso con los territorios de
la otrora provincia de Ostimuri.13
El control del gobierno local continuó siendo la principal preocupación
de los grupos regionales , ya que les daba la posibilidad de maniobrar la elec­
ción de los miembros de los otros cuerpos políticos provinciales y tener presen­
cia en ellos. La noción autonomista persistió como corriente mayoritaria en el
pensamiento de los notables sonorenses hasta 1823. Fue hasta entonces cuan­
do los sucesos nacionales y provinciales rompieron con la idea de esta estruc­
tura organizativa y se impuso la idea de considerarse como entidad soberana
e independiente.

II. EL CAMINO HACIA EL FEDERALISMO

La conexión entre autonomismo y federalismo hace difícil distinguir los lími­


tes entre los dos conceptos y el tránsito hacia la decisión federalista. Esto deri­
va de que, en ese primer federalismo, nociones del Antiguo Régimen seguían
presentes en las mentes de los políticos y la misma idea de federalismo conlle­
vaba la de autonomismo.
El paso se dio en el cambio de un régimen imperial al de la constitución
de una nación republicana. Rotos los vínculos con el pasado, se tuvo que in­
ventar y conformar una nueva entidad histórica. El primer problema que ha­
bía que resolver y que marcó la pauta de la evolución doctrinaria posterior fue
dirimir en quién recaía la soberanía.
La erección del Imperio iturbidista había creado una pugna entre el go­
bierno general y las élites regionales. La estructura centralizadora y militariza­
da que lo fundamentó, no permitió el acceso de los grupos de notables al go­
bierno provincial y mucho menos el control del mismo. El congreso trató de
frenar los excesos del caudillo, pero éste terminó por disolverlo e iniciar un
corto periodo de gobierno absolutista. La respuesta no se hizo esperar y el 2 de
diciembre de 1822, Antonio López de Santa Anna, en Veracruz, aprovechaba15

15 El caso de la desaparición de Ostimuri como provincia es un enigma en el que no parece


mediar decreto alguno. El reglamento de intendencias no la consideró al erigir la intendencia de
Anzpe en 1786. De manera indistinta esta entidad fue conocida como de Arizpe o de Sonora y Si­
naloa. En el informe que Alejo García Conde hizo al comandante Bernardo Bonavia sobre la In­
tendencia de Anzpe en 1813, aunque habló de dos provincias, Sonoray Sinaloa, no dejó de men­
cionar que la primera incluía al “partido de Ostimuri”. El caos se hace presente cuando en el
apéndice 1 que acompaña a dicho escrito escribió “Provincia de Sonora y Ostimuri” (García Con­
de, 1951, p. 164). Sobre la erección y repartición final de los territorios de Ostimuri, véase Alma-
da, 1990, p. 478, y el apartado posterior de este capítulo sobre la incorporación de Álamos y su de­
marcación a la provincia de Sonora.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 5 63

la ocasión para pronunciarse contra el régimen monárquico, aunque sería el


Plan de Casa Mata el que desencadenaría la caída del Imperio. Los grupos pro­
vinciales participaban de dos metas en común: fundamentar constitucional­
mente el control sobre sus espacios de poder y evitar que un gobierno general
volviera a ostentar un poder centralizador. Por ello exigió la elección de un
nuevo congreso constituyente, cuya tarea principal sería dar a estos propósitos
un formato legal.
Anticipándose a la decisión del próximo congreso constituyente general,
los grupos provinciales decidieron presionar y obligarlo a pronunciarse por la
república federada. Hubo grupos que llegaron al extremo de declararse inde­
pendientes y darse su propia constitución para gobernarse autónomamente y
tener sólo un pacto de confederación con las demás. La élite de Guadalajara,
seguida por Yucatán, Zacatecas, Oaxaca y las Provincias Internas de Oriente.
¿Iniciaron el movimiento, seguidas por otras provincias que amenazaban con
seguir los pasos de éstas (Querétaro, Valladolid, Guanajuato y San Luis Poto­
sí). En el Real del Rosario, las Provincias de Occidente se habían pronunciado
por seguir el ejemplo de Guadalajara.14 15
Varios de los diputados del segundo Congreso Constituyente llegaron con
instrucciones precisas de apoyar el sistema de gobierno que garantizara su au­
togobierno.15 Los diputados seguían siendo representantes de los territorios
que los habían elegido y no de la nación. Obedecían al mandato imperativo de
sus provincias y no al mandato representativo de un todo nacional todavía en
ciernes.16
El proyecto federalista había ganado desde el principio la partida. Algu­
nos centralistas hacían esfuerzos por obtener libertad para que el nuevo con­
greso decidiera el sistema de gobierno que se debería instaurar. Todo estaba
perdido. Ganada la batalla por los grupos provinciales, lo que importaba de­
cidir eran los términos en que funcionaría el federalismo, delimitando las atri­
buciones del gobierno general. Los extremistas pedían que la soberanía estu­
viera en manos de cada uno de los estados para establecer una confederación
de estados libres y soberanos. El otro polo reclamaba la soberanía para la na­
ción, lo que podría llevar a la dependencia e insubordinación de los estados
hacia el gobierno general.
La cuestión de la soberanía fue el centro de un gran debate. El espectro de
propuestas iba más allá de la simple contienda entre centralistas y federalis­

14 Reyes Heroi.es, 1982, t. 1, p. 383.


15 Barracan, 1978, pp. 163-169.
16 Fray Servando se mofaba de esta concepción de Antiguo Régimen, aún presente en los
congresistas en su “discurso de las profesías políticas”, sin dejar de mostrar sus predilecciones ma-
ximalistas: “Al pueblo se le ha de conducir, no obedecer. Sus diputados no son los mandaderos que
hemos venido aquí a tanta costa y de tan largas distancias para presentar el billete de nuestros
amos. Para tan bajo encargo sobraban lacayos en las provincias o procuradores o corredores en
México” (Alessio Robles, 1974, p. 128).
564 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tas.17 La discusión sobre la soberanía pareció no tener fin y sólo a fines de 1823
se resolvió con la declaración de que la soberanía residía “radical y esencial­
mente en la nación”, pero que los estados ostentaban una soberanía “en lo que
exclusivamente toque a su administración y gobierno interior”. La próxima
Constitución debía definir las órbitas de competencia de cada una de estas es­
feras de poder.18 Con ello se había resuelto el conflicto jurídico, pero no la po­
sibilidad real del establecimiento del confederacionismo. Para enfrentar la po­
sición radical de los grupos políticos de Xalisco, que se había diseminado por
diversas provincias, el gobierno general movilizó al ejército. En junio de 1823
fracasó un primer intento conciliatorio ante la persistencia de la rebeldía tapa-
tía, que parecía conjugarse con una conspiración monarquista. El gobierno ge­
neral decidió terminar con el problema por medio de las armas y las autorida­
des de Xalisco fueron sometidas en junio de 1824; un mes más tarde, Iturbide
era aprehendido y fusilado.
El pacto que legitimaba de nueva cuenta a la nación mexicana había surgi­
do de un enfrentamiento. Resultó de un acuerdo fundamentado en la derrota
de uno de los contendientes. La correlación de fuerzas sancionó una soberanía
en la que cada una de las partes contrayentes retenía para sí lo que anhelaba;
una, la representatividad nacional; la otra, el control político de su entidad.
Aunque se ha puesto poco énfasis en el desenlace de estos acontecimien­
tos, el asedio militar a Xalisco terminó con el intento restaurador y también
con la posibilidad confederacionista. Con ello se pudo dar paso a la constitu­
ción de la nación mexicana en una república federada.

SONORA Y EL FEDERALISMO

En los primeros años del proceso formativo de la nueva nación, los notables oc­
cidentales fueron a la zaga de los acontecimientos generales; lo mismo sucedió
en su evolución política e ideológica. Desde el inicio del proceso de consuma­
ción de la independencia, las élites sonorenses se mantuvieron a la expectati­
va. Caminaban conforme se movía el péndulo de las predilecciones políticas.
Las propuestas de los políticos de las provincias occidentales se ajustaron siem­
pre al sentir de las corrientes predominantes. No fueron de los representantes

17 Dentro de esta polémica, fray Servando Teresa de Mier lanzó el llamado “discurso de las
profecías políticas”, por el cual se le ha tildado de centralista. Lo que pedía el padre Mier era un
federalismo atemperado que lograra mantener la unión de los estados en un todo que contuvie­
ra las fuerzas centrífugas que amenazaban con disgregar a las provincias (Alessio Robus, 1974, pp.
121-144). Para la discusión en el congreso sobre soberanía, véase Reyes Heroles, 1982,1.1, pp. 392-
427. Barragán, 1978, pp. 149-163, trata el problema de la reasunción de los atributos de la sobera­
nía provocados por el movimiento federalista de Guadalajara.
18 “Acta constitutiva de la federación” [1824], facsímil del original y versión paleográfica en
Lemoine, 1987, pp. 379-380.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 565

provinciales que movían los acontecimientos, sino que se dejaban “conducir”


por éstos y por las otras provincias.19 No daban un paso más allá de lo que los
otros hacían o evolucionaban.
En plena lucha contra el régimen monárquico, su propuesta no había cam­
biado a la propuesta en 1822.20 Sus peticiones estaban encajonadas aún dentro
de los moldes del sistema anterior: erección de una audiencia, nombramiento
de jefes políticos, elección de diputaciones provinciales, división del obispado
y formación de juntas de fomento. Sus peticiones seguían siendo casi las mis­
mas de 1810 y 1813.21 En sonorenses y sinaloenses predominaban las concep­
ciones tradicionales. Pero más allá de las formas, lo fundamental era su insisten­
cia en lograr el autogobierno. La reiteración sobre las demandas autonomistas,
presentes desde 1810, los condujo hacia la senda federalista.
Los cambios trascendentales se apuntaron ya en la Exposición de 1823 fir­
mada por los diputados constituyentes de Sonora y Sinaloa, Manuel Escalante,
Simón Elias González, Juan Miguel Riesgo, Manuel Jiménez de Bailo y Antonio
de Iriarte, muy probablemente escrita después de la caída de Iturbide.22 Se
mostraba lo benéfico de instituir un gobierno elegido por ellos mismos, com­
puesto por individuos de la provincia, que buscaría más el provecho y desarro­
llo de las provincias, que uno enviado de otra mano. Jefe político, empleados
y diputados provinciales deberían ser oriundos de aquellos territorios. Se pi­
dieron modificaciones significativas en las facultades de la diputación provin­
cial, para darle un carácter distinto al otorgado por el liberalismo español. Pa­
ra los políticos occidentales, las diputaciones provinciales padecían el control
del jefe político, sin poder dar paso sin sú aprobación y dependiendo de las de­
cisiones del supremo gobierno. Había que transformarlos en organismos con
voz propia y amplias facultades para intervenir y decidir sobre las cuestiones
importantes que afectaban a las provincias. Exigían que las diputaciones se
convirtieran en cuerpos con poderes legislativos para sus provincias.23 Este re­

19 Reves Herol.es, 1982,1.1, p. 373.


20 Riesgo, 1822.
21 Espinoza de los Monteros, 1823. Los documentos de 1810 y 1813 son “Instrucción que la
Ciudad de Arizpe, capital de las Provincias de Sonora y Sinaloa, remite al Exmo. Sr. Don Miguel
de Lardizaval y Urive, vocal de la América Septentrional, cerca de la Supremajunta Gubernativa
de España e Indias. Arizpe, 1810”, en agn, Historia, 417, ff. 201-222, repetida en ff. 236-255; y el
“Informe del intendente Alejo García Conde sobre las proporciones naturales y políticas de los te­
rritorios de la gobernación de su cargo y providencias que le parecen oportunas para promover
la felicidad de sus habitantes. Arizpe, agosto 14 de 1813" (García Conde, 1951).
22 Escalante, 1823. Este texto fue escrito por sus autores en contra del redactado por Carlos
Espinoza de los Monteros. Síntesis de este documento, en Nakayama, 1992, pp. 70-72, y en Mimla-
ga, 1990, p. 249.
23 “Quedando [del modo anterior], quedamos en el mismo sistema colonial en que hemos
vivido, atados a la corte y sujetos a la voluntad de un individuo, que cuando no sea un sátrapa ba­
bilónico, ciertamente no ha de vernos con aquel cariño que los nuestros": Escalante, 1823, citado
en Nakayama, 1992, p. 71. Sobre la transformación de las diputaciones provinciales en cuerpos le­
gislativos, véase Benson, 1980.
566 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

clamo se extendía a todas partes y ejerció presión sobre el congreso, tanto que
apareció como peligro de desmembración en esos momentos. El primer cons­
tituyente, para calmar los ánimos, amplió las facultades de las diputaciones en
la inspección de rentas públicas, el nombramiento de funcionarios provincia­
les y la presentación de propuestas para la terna de losjefes políticos.24
Al decir de Lucas Alamán, las diputaciones provinciales eran máquinas po­
derosas que orquestaban el movimiento federalista, aunque esto merece una
acotación. Nettie Lee Benson ha subrayado la importancia de las diputaciones
en el establecimiento del federalismo, lo que fue cierto en Guadalajara, Zacate­
cas, Yucatán, Oaxaca y San Luis Potosí, donde una élite regional predominaba
sobre el todo provincial. En estos casos, las diputaciones fueron el caballo de
Troya que echó abajo al régimen anterior.25 Pero en Sonora y Sinaloa, las élites
representaban únicamente a las regiones o localidades que controlaban. No ha­
bía una que al tiempo de la consumación independenústa fuera hegemónica y
dominara a las demás. Por esa carencia se estableció una sola diputación para
Sonora y Sinaloa, agravando la representaúvidad de la región. La disgregación
regional característica de la estructura provincial y la falta de un centro o cen­
tros rectores preponderantes en su interior ocasionó que las representaciones,
que iban más allá de lo local, no pudieran encarnar los intereses, algunas veces
contradictorios, de todas las regiones. Por ello, la diputación provincial de Sono­
ra y Sinaloa no ostentó ese encargo tan decisivo en el concierto occidental. Fue­
ron otros los elementos que empujaron a estas provincias hacia el federalismo.

EL PAPEL DETERMINANTE DE LOS AYUNTAMIENTOS

La contribución de los ayuntamientos en la formación de la nación mexicana


es un tema poco estudiado. A pesar de la tradición representativa con la que
estaban investidos, de ser el bastión políúco y portavoz de los intereses de los
grupos regionales y de haberse convertido en el fundamento institucional del
sistema electoral mexicano, la historia políúca del ayuntamiento nacional, en
sus orígenes, se ha trabajado poco.26
Desde comienzos del siglo xix, los ayuntamientos fueron elementos de pri­
mera importancia en el proceso histórico, y en 1808 alzaron la bandera auto­

24 Aiamán, 1985, t.V, pp.764-765. No conozco el decreto de ampliación de facultades para las
diputaciones provinciales. Nakayama, 1992, p. 81, dice que el decreto daba “amplio control y vigi­
lancia sobre el manejo y administración de los caudales públicos de sus respectivas provincias, in­
clusive la de suspender a los empleados de hacienda cuando éstos abusaran o no cumplieran con
sus deberes. Otra facultad [...] era la de presentar en terna los nombramientos de los empleados
de orden público, de hacienda y de la judicatura, exceptuándose solamente los de los miembros
de las audiencias, los de losjefes políticos y los de los secretarios de éstos”.
25 Benson, 1980,‘p. 85 en adelante.
26 Vázquez, 1993, p. 15.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 567

nomista. En 1810, los ayuntamientos novohispanos se negaron a apoyar la re­


volución encabezada por Hidalgo y dado que eran la representación política
de los grupos regionales, esto fue un golpe decisivo para la derrota de la cau­
sa insurgente en su primer momento. En cambio, en 1821, estos cuerpos no
dudaron en brindar su apoyo al movimiento militar encabezado por Agustín
de Iturbide. La consumación de la independencia no hizo perder su influen­
cia a los cuerpos municipales, a pesar de la existencia de otras instituciones
con mayor rango y radio de acción, como las diputaciones provinciales y los
congresos estatales. Este fue el caso en las provincias de Sonora y Sinaloa.
A mediados de 1823, los buenos resultados de la conminación de las pro­
vincias sobre el congreso constituyente hizo que los principales de Sonora y Si­
naloa enarbolaran de nueva cuenta sus peticiones de autogobierno y se adhi­
rieran al proyecto federalista. El ayuntamiento fue la institución política
utilizada por los notables para unirse a las voces federalistas y el fundamento
que usaron losjefes militares y eclesiásticos que lo proclamaron.
La disgregación regional de las provincias explica la actuación trascenden­
tal de los ayuntamientos. Ellos eran los únicos portavoces seguros del sentir de
las élites. Como ya se mencionó, con el ejemplo de Arizpe se mostró el control
y presencia que tenían los notables sobre estos cuerpos.
La importancia de los ayuntamientos se puso de relieve con los sucesos
acaecidos en el Real del Rosario el 12 de julio de 1823. En este centro minero,
el principal de Sinaloa y ligado económicamente con Durango, en Cosalá, en
el puerto de Mazatlán, en Tepic y en Guadalajara se hicieron los primeros pro­
nunciamientos en estas provincias a favor del federalismo.
Real del Rosario se había significado como zona de concentración y refu­
gio de las últimas fuerzas insurgentes de aquellos territorios. En 1821, fue allí
donde se juraron por primera vez, en esas comarcas, las tres garantías de Igua­
la. Aunque este acontecimiento no tuvo repercusiones en Sinaloa, importa res­
catar la mecánica de su proclamación. El pronunciamiento lo inició la tropa
que resguardaba al mineral el 16 de julio de 1821, día en que se realizaba una
procesión de la imagen de la virgen del Rosario, santa patrona del poblado. El
coronel Fermín Tarbe, comandante de la guarnición, pidió el apoyo del cura
del lugar Agustín José Chirlín, conocido por sus ideas independentistas. Más
versado en el conocimiento de la realidad política provincial y de los tropiezos
insurgentes, el párroco puso como condición que el ayuntamiento y vecinos
principales dieran su voto aprobatorio.27 Chirlín sabía lo importante que era
contar con el apoyo los notables. Sin su avenencia era difícil conseguir el pro­
pósito.

27 “Jura de! Plan de Iguala [en Rosario] ”, en Nakayama, 1982, pp. 32-36. Chirlín “hizo ver la
falta [al coronel Tarbe] de no haber acordado con las autoridades y que para impedir que el or­
den público padeciese alguna alteración y todo quedase asegurado, pasase los oficios correspon­
dientes” al ayuntamiento del lugar (p. 33).
568 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

El apoyo al Plan de Casa Mata confirmó esta percepción. En marzo de


1823, el mismo coronel Tarbe invitó a la población a jurar el plan de los mili­
tares conjurados contra Iturbide. El golpe militarista no logró persuadir, en un
primer momento, a las autoridades municipales. Pero al conocerse el apoyo
de las diputaciones provinciales de otros lugares al movimiento, el ayunta­
miento de Rosario se adhirió a él.28 Para adherirse al federalismo en julio de
1823, el mecanismo cambió. Ahora el ayuntamiento tomó la iniciativa y traba­
jó en concordancia con el comandante general yjefe político de las provincias,
Mariano de Urrea. Al pasar éste por el Rosario rumbo a la capital provincial,
se convocó a una reunión en que participó el cuerpo municipal, empleados,
de la hacienda pública, las autoridades eclesiásticas y los vecinos principales
con objeto de dar a conocer un documento formulado por el síndico procu­
rador, Demetrio Sotomayor. En él se exponía lo conveniente y necesario de
adoptar el federalismo bajo las bases formuladas por Guadalajara. Para lograr
el feliz desenlace del propósito, había que aprovechar la presencia de Urrea
en el poblado.29
Sin duda, el coronel Urrea conocía las maquinaciones del ayuntamiento,
lo que no significa que éste haya sido manipulado, alentado o presionado por
el militar. Los munícipes y principales del Rosario tenían una fama bien gana­
da de liberales. Lo más seguro es que las inclinaciones políticas de aquellos no­
tables empataran con las ambiciones personales de Mariano Urrea.30
Nacido en Altar, Sonora, y miembro de una de las familias acudaladas de
Alamos, Urrea conocía la importancia de tener el apoyo de los notables por me­
dio de los ayuntamientos. Tan fue así que el Plan resultante de este movimien­
to tomó como estructura político-administrativa fundamental a la organización
municipal (los partidos) y a la militar (los presidios fronterizos). Se hizo hinca­
pié en que los ayuntamientos continuaran desempeñando las funciones que les
estaban encomendadas, dejando el gobierno de la nueva entidad en el jefe del
ejecutivo (que, por supuesto, era el mismo Urrea), mientras se instalaba el con­
greso constituyente. A la diputación provincial ni se le tomó en cuenta. De un
plumazo se le borró del esquema político de Sonora y Sinaloa. Sin duda había
sido un fantasma desde el principio de su existencia y de la misma forma desa­
parecía.31

28 “Serie de los sucesos notables relativos a los diferentes sistemas de gobierno que han rei­
nado desde el primer grito de independencia en el pueblo de Dolores, acaecidos en el territorio
del mineral del Rosario. Rosario, noviembre 11 de 1826”, en Nakayama, 1982, pp. 30-31.
29 “Testimonio del Acta de la reunión convocada el 12de julio de 1823 y documentos que la
provocaron. Rosario, julio 16 de 1823”, en Nakayama, 1982, pp. 37-44.
30 Es conocida la visión tradicional sobre este periodo histórico de México, en que se da des­
medida importancia a la actuación del ejército. Esta óptica parece estar presente, sobre este acon­
tecimiento, en Vidargas df.l Moral, 1993, p. 429, y Nakayama, 1992, p. 75.
51 Este movimiento federalista no tuvo éxito. En los mismos días en que se fraguaba el mo­
vimiento en Rosario, el congreso general expidió un decreto por medio del cual las dos provincias
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 5 69

¿CONFEDERACIÓN O FEDERACIÓN?

El 21 de junio de 1823 se publicaron las bases adoptadas por el Estado Libre de


Xalisco, por las que se declaró soberano, independiente y libre para adoptar su
propia constitución y gobernarse con entera separación de los demás, con las
que sólo deseaba tener vínculos confederales. El ejemplo de Xalisco cundió por
diversas provincias, entre ellas, Sonora y Sinaloa. El Plan de gobierno provisional
del nuevo Estado, proclamado en Rosario, tomó como fundamento dichas bases.
El movimiento repercutió. Yucatán, Oaxaca, Zacatecas, las Provincias In­
ternas de Oriente, Querétaro, Valladolid, Guanajuato, San Luis Potosí, Sono­
ra y Sinaloa siguieron sus pasos. La fragmentación era un hecho y ahora había
amenaza de separatismo. Las provincias rebeldes pusieron como condición,
para conservar la unidad, la adopción de un sistema que garantizara su sobe­
ranía y autogobierno. La posición extrema fue la propuesta confederacionista
de Guadalajara. La presión militar sobre Xalisco (con el desmembramiento de
Colima) y las posiciones más templadas de la mayoría provincial dieron al tras­
te con este proyecto. La posibilidad de constituirse en una nación resurgió y las
partes pactaron con el gobierno general. Tanto la confederación como la fe­
deración significan la asociación entre varios estados y la formación de un ór­
gano político que representa dicha liga. La diferencia entre ellas radica en las
atribuciones que se le delegan a este gobierno general.32 Una confederación
sólo tiene atribuciones de representación hacia el exterior (diplomática, mili­
tar y económica) para tomar decisiones de interés común. Los estados asocia­
dos mantienen su independencia, soberanía y el poder de decidir separarse en
cualquier momento del pacto de vinculación. El gobierno general carece de
autoridad propia, está subordinado al de los estados, condenado a sufrir los
avatares de éstos, sin poderlos controlar, con prevalencia de los impulsos cen­
trífugos. Por ello es un sistema inestable y sus decisiones para convertirse en le­
yes tienen que ser aprobadas por unanimidad. La conveniencia de cada uno
de los estados es el elemento fundamental para formar parte de ella.
La federación, por su parte, es una asociación de estados que garantiza su
cohesión, cediendo una parte de su soberanía al gobierno general, al que con­
vierte en un órgano superior al estatal y con decisión política sobre sectores ex­
teriores y algunos interiores que conlleven al orden, unión y progreso de los
estados federados. La consolidación de la unión entre los estados, preservan­
do la autonomía de éstos, es el elemento fundamental de esta asociación.

quedaron separadas y con derecho a elegir a su diputación provincial. Es muy posible que la me­
dida haya tratado de contrarrestar la creación de otra entidad independiente, como había sucedi­
do con Xalisco, Yucatán y Zacatecas. Al conocerse la noticia, Urrea trató de salvar su pellejo polí­
tico y obligó a los firmantes del "Plan de gobierno provisional” a que se retractaran. Todos lo
hicieron menos el padre Chirlín (Nakayama, 1992, p. 81).
52 Para las definiciones de confederación y federación que desarrollo, tomo como apoyo el
artículo de Lucio Levi sobre confederación (Levi, 1981, pp. 349-353).
570 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

En el caso de México existía un precedente histórico de unión entre todas


las provincias: el virreinato novohispano, órgano político administrativo con
mayor o menor injerencia en la Audiencia de Nueva Galicia, en la comandan­
cia general y las provincias internas del norte, y en la capitanía de Yucatán. Ha­
bía también el antecedente de un centro rector definido: la ciudad de México.
Pero existían referencias históricas muy cercanas de unión entre éstas: la con­
sumación de la independencia, la decisión primera de seguir formando un to­
do y el Imperio mexicano de Iturbide. Sin la existencia de estos acontecimien­
tos, muy posiblemente las provincias novohispanas se hubieran desintegrado
como en otros virreinatos de América.
El todo existía y las partes decidieron mantenerse unidas por sentirse par­
te de él. Esto era un hecho evidente. Sin embargo, como entidades históricas,
las provincias habían sufrido transformaciones y sus grupos dominantes se ha­
bían consolidado. Al romperse el compromiso monárquico, tuvieron la opor­
tunidad de pactar nuevas condiciones para hacer realidad sus deseos de auto­
gobierno y de progreso material, y para impedir el absolutismo del gobierno
general. El pacto federal garantizaba estas exigencias; su observancia fue la
condición de las provincias para renovar la unión. Algunas de ellas amenaza­
ron con separarse, aunque nunca retiraron a sus representantes del congreso
general. Tan sólo les dictaron limitaciones e instrucciones para su actuación
dentro de él.
Controlado el furor confederacionista de Xalisco, las partes se sentaron a
negociar con el gobierno general. Así se llegó a la fórmula de dividir la sobe­
ranía entre las dos esferas de poder. Las provincias, para conservar la unión en­
tre ellas, aceptaron ceder parte de su soberanía en el gobierno general, con­
servando la de su gobierno interior.
La negociación de 1823-1824 entre las provincias y el gobierno general tu­
vo dos consecuencias importantes: Se regeneró la idea de formar parte de un
todo con la novedad de que las partes se federaban para conseguir su autogo­
bierno e impulsar su progreso material. Y se constituyó un gobierno general,
con poderes ejecutivos, legislativos y judiciales independientes de los intereses
de cada uno de los estados. Definió su esfera de acción, desde este momento,
por encima de la de los estados.
El gobierno general que emanó del Acta Constitutiva y de la Constitución
Federal de los Estados Unidos Mexicanos tenía más atribuciones que las con­
cedidas a un órgano central confederacionista. Las prerrogativas constitucio­
nales que tenía, en completa contradicción con lo estipulado en el artículo
sexto de la misma constitución (que daba a los estados soberanía sobre su go­
bierno interior), invadían la esfera de dominio concedida a los estados: tenía
facultad de legislar y no recomendar; sus decretos tendrían fuerza de ley; po­
día intervenir para conservar la paz y el orden entre los estados y en el interior
de ellos; promover la ilustración y el desarrollo tecnológico en toda la nación;
fomentar las obras de infraestructura y controlar los medios de transporte y
LAS PROVINCIAS DE SONORA V SINALOA, 1821-1825 571

comunicación; admitir nuevos estados y territorios; dirimir problemas de lími­


tes entre ellos; formar nuevos estados con unión o separación de los existen­
tes; contraer deudas; establecer contribuciones; arreglar el comercio exterior
entre los estados y con las tribus de indios; habilitar puertos, establecer adua­
nas, designar su ubicación y jerarquía; arreglar el ejercicio del patronato; de­
terminar moneda y sistemas de pesos y medidas; establecer reglas generales de
naturalización; hacer guardar y ejecutar las leyes; tener ejército permanente y
disponer de él para la seguridad interior y defensa exterior; tener injerencia
hacendaría y presenciajudicial en todos los estados. En suma, un gobierno ge­
neral que intervenía en muchas de las actividades que parecían pertenecer al
gobierno interior de los estados. Todo esto se justificaba por la preservación
de la unión y por la promoción del progreso material de sus componentes.33
El gobierno general estaba por encima de los estados y se convirtió en el
garante de la unión. En ningún momento se estipuló el derecho de los estados
para separarse del todo. Es más, en el Título VI, dedicado a los estados de la fe­
deración, en toda la sección primera se vuelve a quebrantar la soberanía inte­
rior de los estados marcada en el artículo sexto, mientras que en la segunda y
tercera secciones sólo se habla de obligaciones y restricciones, y nunca de fa­
cultades o derechos.34

LA FORMACIÓN DE LOS ESTADOS FEDERADOS

Más que una asociación entre estados definidos, el pacto federal de 1823-1824
parece ser una reorganización estructural de provincias que para lograr el con­
trol sobre su gobierno interior y lograr su progreso económico decidieron fe­
derarse en entidades definidas por el todo.
No fueron representantes de estados libres y soberanos los que constituye­
ron la república representativa popular federal mexicana. Fueron las provin­
cias las que decidieron asociarse y convertirse en estados federados. En las ba­
ses para elegir a los miembros del segundo congreso constituyente, aunque
mañosamente se llamó a los diputados representantes de la nación elegidos
por los ciudadanos de la misma, queriendo con ello quitar el mandato de re­
presentatividad y delegación que hicieron las entidades convocadas en ellos, se
tomó a las provincias como base territorial para contar la población y el núme­
ro de diputados correspondientes y no a los estados, que estaban descontentos

ss “Constitución federal de los Estados Unidos Mexicanos", en Tena Ramírez, 1987, pp. 167-
195. Para las facultades del congreso general, véase la sección quinta del Título III {pp. 173-176);
para las atribuciones del presidente, véase sección cuarta del Título IV (pp. 182-184); para las atri­
buciones de la Suprema Corte de Justicia, véase la sección tercera del Título V (pp. 188-189), y so­
bre las reglas generales a las que se sujetaran todos los estados y territorios en administración de
justicia, véase la sección séptima de este mismo título (p. 190).
34 Ibid,, pp. 191-192.
572 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

y amenazaban con confederarse o que sencillamente no existían. Es por ello


que Sonora y Sinaloa, cada una por sí, pudo elegir diputados.35
No fue la asociación de varias entidades para formar un todo. Fue el con­
senso de todas las provincias para formar un congreso general constituyente
que iba a formar un todo, mismo que definiría a sus partes y los límites entre
éstas. Es decir, el todo se adjudicó el derecho a formar y decidir qué entidades
lo compondrían.
La introducción al proyecto de Acta Constitutiva presentado por la comi­
sión encargada de formar el proyecto de constitución es clara en este sentido.
El propósito general era “dar un punto cierto de unión a la provincias [y] de
dar vida y salvar de una vez la nación cuasi disuelta”.36 Uno de los primeros
problemas fue definir y fijar el número de estados que compondrían a la fede­
ración:

se fijó un principio general, a saber, que ni fuesen tan pocos que por su extensión
y riqueza pudiesen en breves años aspirar a constituirse en Naciones independien­
tes, rompiendo el lazo federal, ni tantos, que por falta de hombres y recursos vinie­
se a ser impracticable el sistema.37

Ya en el Acta Constitutiva, en el artículo séptimo, aparecían ennumerados


los estados y territorios de la federación mexicana, su composición provincial
y límites impuestos.38 La dificultad de definir a las nuevas entidades se hizo ex­
presa y la comisión se curó en salud admitiendo la posibilidad de errores en la
conformación y delimitación de los estados:

Duda mucho [esta comisión] de haberse aproximado al acierto; pero sí está resuel­
ta a oír en la discusión con respeto y deferencia a los Señores Diputados, y aun pa­
ra evacuar todo error, ha dejado la puerta abierta para que la Constitución gene­
ral, con mejores datos y luces más claras, sea donde se fije definitivamente este
punto.39

En efecto. En la redacción final del Acta Constitutiva se dejó esta posibili­


dad abierta en el artículo octavo:

En la Constitución se podrá aumentar el número de los estados comprendidos en


el artículo anterior, y modificarlos según se conozca ser más conforme a la felici­
dad de los pueblos.40

35 Barragán, 1978, p. 176.


36 Acta constitucional, 1823, p. ii.
37 Ibid., p. iv.
38 “Acta constitutiva", en Lemoine, 1987, pp. 380-381.
39 Acta constitucional, 1823, p. iv.
40 “Acta constitutiva", en Lemoine, 1987, pp. 381-382.
LAS PROVINCIAS DE SONORA VSINALOA, 1821-1825 5 73

En 1824, el congreso dio un veredicto definitivo en la constitución federal


sobre cuáles eran los estados que le formaban. Sonora y Sinaloa pasaron a for­
mar el Estado Interno de Occidente, también llamado Estado de Sonora y Si­
naloa o Estado Libre de Occidente. Los notables de estas dos provincias se vie­
ron sujetos a una delimitación político-administrativa incompatible con los
procesos históricos regionales recientes. Aunque los apartados V, VI y VII del
artículo 50 de la sección de facultades del congreso general le daba autoriza­
ción para arreglar límites y diferencias entre los estados, erigir territorios en es­
tados o agregarlos a los existentes y unir dos o más estados en uno o erigir
otros dentro de los límites de los existentes, por el artículo 166 del Título so­
bre la observancia, interpretación y reformas a los artículos señalaba el año de
1830 como fecha inicial para tomar en consideración las observaciones y mo­
dificaciones a la Carta Magna.

III. UNA FICCIÓN LLAMADA ESTADO DE OCCIDENTE

Varios elementos intervinieron en la creación de esta entidad, desde las nuevas


concepciones ideológicas, las pugnas centro-periferia, las hegemonías interpro­
vinciales, la miopía del congreso constituyente sobre los desarrollos regionales,
lo mismo que las expectativas coyunturales de los representantes provinciales.
La concepción liberal fundamentó la división territorial en las exigencias polí­
tico-administrativas del Estado, tanto del gobierno general como de los poderes
hegemónicos provinciales, sin atender las condiciones de los pueblos y realida­
des de los mismos. Racionalidad administrativa y mejor control y distribución
de ingresos se combinaron con las preponderancias provinciales y las urgencias
del gobierno general para mantener bajo su mando a las partes.
El sistema de intendencias se había establecido para lograr un control po­
lítico directo sobre los dominios de la Corona, como una mejor canalización
de las riquezas novohispanas a las arcas reales. El interés del Estado español es­
tuvo por encima de todo. La erección de la intendencia de Arizpe y nombra­
miento de su capital fueron un ejemplo de ello. La provincia de Sinaloa fue
obligada a quedar ligada a una provincia que estaba en proceso de consolida­
ción y con muchas dificultades para resolver el problema indígena. José de
Gálvez consideró a Sonora como zona de guerra y centro de expansión hacia
territorios septentrionales. Estas razones militares explican porqué señaló al
poblado de Arizpe como capital de la intendencia. La nueva expansión y con­
solidación del dominio español en el norte novohispano iban a ser financiados
(según las cuentas del visitador) por las riquezas de Alamos y Rosario, princi­
pales reales de Sinaloa.
En 1823-1824, las razones de Estado volvieron a prevalecer, sólo que ahora
acompañadas por las presiones de los poderes provinciales. Lógica administra­
tiva e influencia provincial se combinaron para crear las nuevas entidades. En al­
574 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

gunos casos las delimitaciones de las nuevas entidades satisficieron a los pode­
res provinciales. En otros, los parámetros chocaron con las realidades regiona­
les engendradas por los procesos económicos y sociales, lo que originó luchas
entre grupos de notables. Estos espacios históricos se vieron envueltos en una lu­
cha desgastante para apropiarse del poder provincial de unas entidades creadas
bajo pautas organizativas extrañas a las que se habían fraguado y estructurado.

LOS PODERES REGIONALES

Los grupos provinciales impusieron el federalismo, pero entre ellos existían je­
rarquías fundadas en su poderío económico y hegemonía provincial. A esto se
sumó, en algunas ocasiones, la buena representación que lograron de sus in­
tereses en la tribuna parlamentaria al elegir individuos versados en las cuestio­
nes jurídicas y políticas. Todos estos factores resultaron cruciales en la delimi­
tación de fronteras.
La presión de los grupos provinciales y su fuerza y debilidad determinaron
el ajuste de fronteras y conformación de entidades federativas. En el primer ca­
so, la hegemonía provincial, la presencia alcanzada en las pugnas contra el go­
bierno general y el influjo de sus representantes se combinaron para obtener
buenos resultados. Esta faceta de la historia constitutiva de México no ha sido
estudiada con detenimiento. Por éjemplo, Coahuila (representada por Miguel
Ramos Arizpe) retuvo para sí la provincia de los Tejas, acontecimiento de gra­
ves consecuencias para el futuro cercano de la bisoña nación; las élites de Mé­
rida (representadas por Manuel Cresencio Rejón) matuvieron su hegemonía
y control sobre los grupos económicos de Campeche; Zacatecas (representada
por Valentín Gómez Farías y Francisco García Salinas) continuó ejerciendo
predominio sobre los grupos de Aguascalientes; la oligarquía de Guadalajara
(representada por Juan de Dios Cañedo yjuan Cayetano Portugal), que tantos
dolores de cabeza había dado al gobierno general, aunque perdió Colima,41
conservó el dominio sobre los prósperos grupos de Tepic y San Blas; Puebla
(con 17 diputados, entre ellos Rafael Mangino) consiguió detener la resolu­
ción final del carácter político administrativo de Tlaxcala.
El otro lado de la moneda lo representaron los grupos regionales que, al
no tener la prestancia de los anteriores, tuvieron que conformarse con lo deci­
dido por el congreso constituyente. El nulo dominio de su entorno provincial,

41 Al constituirse el Estado libre y soberano de Xalisco en 1823 incluyó entre sus partidos a
Colima. Por la división de intendencias en 1786, la provincia de Colima pasó a pertenecer a la de
Valladolid. Antes de esto, Colima estaba sujeta a lajurisdicción de la audiencia de Nueva Galicia.
La pugna por Colima se dirimió haciéndola territorio. En 1828, Xalisco volvió hacer el intento pa­
ra recuperarla sin conseguirlo. En 1836, con la división centralista, pasó a formar parte de Michoa­
cán; en 1847 volvió a ser territorio y fue hasta 1857 en que se le concedió la dignidad de estado
(“Colima”, en Enciclopedia de México, 1978, t. 2, pp. 577-579).
LAS PROVINCIAS DE SONORA Y SINALOA, 1821-1825 5 75

su languidez respecto a las demás élites del concierto nacional, y su escasa ex­
periencia en tribunas parlamentarias fueron las razones de los que desfavore­
cieron y tuvieran que asumir sus consecuencias. Éste fue el caso de Tlaxcala,
Tepic y Tehuantepec, y de Sonora y Sinaloa.

LOS MOTIVOS DEL CENTRO

Otro elemento presente en la conformación de las entidades fue la tendencia


del Congreso general a asegurar su preminencia nacional y evitar que alguna
entidad se alzara sobre las demás para dominarlas o para separarse y dar una
trastada a la unión federal. De ahí su interés por evitar la creación de entida­
des tan grandes “que por su extensión y riqueza” quisieran predominar. Pero
no todo era maquiavelismo. También hubo preocupación porque las entida­
des tuvieran lo suficiente para desarrollarse y precaver que “por falta de hom­
bres y recursos viniese a ser impracticable el sistema”.42 Es muy posible que és­
te fuera el pensamiento principal del Congreso general y los representantes de
las provincias occidentales para realizar la unión de Sonora y Sinaloa.
. Otro interés del Congreso general fue resguardar las fronteras septentrio­
nales. Las Californias y Nuevo México fueron señalados como territorios bajo
la dependencia directa del gobierno general. Sólo Tejas quedó bajo la férula
de Coahuila. Lajurisdicción territorial también sirvió para contener los apeti­
tos voraces de los grupos provinciales poderosos. Éste fue caso de Colima res­
pecto de Xalisco y el de Tlaxcala respecto de Puebla.
Para el caso expreso de Sonora y Sinaloa no ha quedado clara la razón de
su unión y el papel del gobierno general en esta decisión. Se puede especular
que, atendiendo al punto en que debía de procurarse un ingreso suficiente pa­
ra el desarrollo de la entidad, se ligó a Sonora con Sinaloa, para que ésta le su­
ministrara lo necesario para su sostén y progreso.
Otro argumento pudo haber sido el desconocimiento del gobierno gene­
ral sobre las transformaciones regionales en Sonora y Sinaloa. Sin embargo, la
ignorancia de los legisladores no fue un factor determinante en la erección del
Estado de Occidente. Por el contrario, el trazado “arbitrario” de la entidad oc­
cidental obedecía a razones de poder político. El diseño político-administrati­
vo atendió a los intereses de los poderes provinciales y del gobierno general.
El que no coincidieran las entidades con las diferenciaciones regionales que
habían creado espacios histérico-económicos nuevos no tenía nada de absur­
do. Se infringían y cercenaban las fronteras de las regiones y provincias para
resquebrajar a poderes tradicionales o rivales. De lo que se trataba era de con­
trolar a los grupos sociales adversos.43

42 Acta constitucional, 1823, p. iv.


49 Sobre este problema, véase Ciaval, 1982, p. 28.
576 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

LOS REPRESENTANTES Y LA COYUNTURA POLÍTICA

Para las élites regionales de Sonora y Sinaloa estaba claro, desde antes de la in­
dependencia, que las dos provincias deberían formar entidades independien­
tes entre sí. Sus mismos representantes ante el primer congreso constituyente
estaban por la división. Tanto la Memoria de 1822 firmada por Juan Miguel
Riesgo, Salvador Porras, José Francisco Velasco y Manuel José de Zuloaga, co­
mo la Exposición de 1823, de Carlos Espinoza de los Monteros, apoyaban tal re­
solución.44
Sin embargo, para mediados de 1823, los representantes de Sonora y Si­
naloa optaron por sostener el establecimiento de una sola entidad. En la Ex­
posición firmada por Simón Elias González, Juan Bautista Escalante y uno de
los Iriarte para apoyar el sistema federalista, manifestaron la necesidad de que
las dos provincias hicieran un solo cuerpo tanto por su identificación como
porque la unión les garantizaba ventajas materiales y espirituales.45 El cambio
de opinión sólo puede explicarse por la lectura que hicieron los representan­
tes de los acontecimientos en que se vieron envueltos en el año de 1823, tan
decisivos para el futuro mexicano. La mayoría de las provincias se habían mo­
vilizado a favor del federalismo y algunas se habían declarado estados libres y
soberanos, con lo que pudieron presionar más al gobierno general. Ante ese
panorama, los representantes juzgaron conveniente que esas dos provincias
presentaran un frente común y respetable ante el concierto nacional, además
de que la reunión de los caudales de las dos garantizaba un futuro promisorio.
En el escrito aludido se argumentó que más valía una corporación autorizada
que cincuenta sin este atributo y que la división reduciría los recursos y provo­
caría anarquía administrativa.46
Como se puede observar, fueron varios los elementos que llevaron al esta­
blecimiento del Estado de Occidente. Las circunstancias inmediatas prevale­
cieron sobre las razones históricas. No se atendió a la dinámica regional que
en su desarrollo había formado nuevos espacios históricos que reclamaban un
reconocimiento y una nueva delimitación político-administrativa. Los repre­
sentantes de las dos provincias se dejaron arrastrar por los sucesos de momen­
to y no guardaron una posición previsora y atenta a las expectativas de sus éli­
tes regionales.47

44 Riesgo, 1822; Espinoza de los Monteros, 1823.


45 Escalante, 1823.
4Ü Ibid., citado en Nakayama, 1992, p. 71.
47 Voss, 1982, p. 34, calificó al periodo 1810-1831 como de “tiempo prestado", porque los
acontecimientos trascendentales de la época (revolución de independencia y establecimiento del
federalismo) habían sido acontecimientos externos que sólo habían provocado trastornos a las
provincias occidentales, subrayando que la vida postindependiente no era creación de ellos sino
impuesta. La actuación o silencio de los representantes de Sonora y Sinaloa en el segundo congre­
so constituyente merece un estudio más profundo.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 577

Lo que no pudieron hacer los diputados representantes lo tuvieron que


hacer los notables, apoyándose en el poder de los ayuntamientos.

IV. EL PRIMER CONGRESO CONSTITUYENTE YLA REDACCIÓN


DE LA CONSTITUCIÓN DEL ESTADO DE OCCIDENTE

La permanencia de la unión y el cambio de la capital causaron sorpresa y de­


sencanto entre los principales de Sonora. Su provincia había sido sede de los
gobiernos de las dos provincias durante los 80 últimos años de dominación es­
pañola. La élite de Arizpe se había beneficiado de esta circunstancia para su en­
cumbramiento regional. Ignacio Bustamante, Antonio Narbona, Mariano
Urrea y Simón Elias González, todos ligados o pertenecientes a los grupos re­
gionales sonorenses, habían sido los primeros jefes políticos y militares de las
provincias después de consumada la independencia. Ahora, no sólo veían esfu­
marse sus deseos de independencia, sino que contemplaban como los poderes
estatales pasaban a situarse en Sinaloa, provincia que había permanecido libre
de la vigilancia cercana de las autoridades coloniales.48
* Al conocerse la decisión del Congreso general constituyente, les llegó el si­
guiente baldazo de agua fría. La ley para el establecimiento de la legislatura
constituyente del Estado Interno de Occidente señaló que Sinaloa, por tener
mayor población reconocida, tuviera seis diputados y Sonora sólo cinco, con
derecho a dos suplentes cada una de ellas.49
Los trabajos para la constitución jurídica se complicaron desde el princi­
pio, Unto por el malesur de los grupos sonorenses por el encumbramiento de
Sinaloa como provincia hegemónica como por las presiones de los jefes mili-
Ures, en especial de Mariano Urrea, que se negó a entregar la jefatura políti­
ca y la comandancia general. El gobierno general tuvo que enviar a un comi­
sionado, Manuel José de Zuloaga, oriundo de Alamos y cercano a las redes
familiares de los Urrea, quien logró hacer entrar en razón al militar.
La elección de diputados constituyentes tampoco estuvo exenu de pro­
blemas. Las disputas entre familias y grupos regionales estuvieron presentes.
El obispo fray Bernardo del Espíritu Santo hizo valer su jerarquía eclesiástica
para favorecer a sus allegados, los Espinoza de los Monteros, en detrimento
de la otra poderosa familia patricia de Culiacán, los Fernández Rojo. Nadie
desconocía que el obispo añoraba los tiempos regalisus, de manera que lo
aprovecharon sus adversarios políticos, por lo que recibió una llamada de

48 El intendente García Conde decía en 1813 que Ta de Sinaloa se halla enteramente aban­
donada y muy retirada de la vista de los jefes". García Conde, 1951, p. 146.
49 “Ley para establecer las legislaturas constituyentes de los Estados Internos de Occiden­
te, Interno del Norte e Interno de Oriente. México, febrero 4 de 1824”, citada en Nakayama,
1992, p. 82. Esto es otra prueba de la injerencia y el poder del gobierno general sobre algunas
de las entidades que le iban a constituir.
578 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

atención del ministerio de Estado y Negocios Eclesiástico. El prelado fue in­


volucrado como principal sospechoso, como autor intelectual, en el posible
asesinato político de Manuel Gómez de la Herrán, ligado al grupo de los Fer­
nández Rojo.
A pesar de los esfuerzos del grupo comandado por el obispo Espíritu San­
to para boicotear la elección de diputados y evitar la instalación del Congre­
so, la presión deljefe político de Sinaloa, Francisco de Iriarte, y del mismo go­
bierno general, lo hicieron acceder a que sus enemigos tomaran posesión de
sus cargos legislativos; éstos eran los religiosos José Francisco de Orrantia y An­
tonio Fernández Rojo, representantes de Sinaloa. Los otros cuatro diputados
por esa provincia fueron Antonio de Iriarte, Manuel María Alvarez de la Ban­
dera, Carlos Espinoza de los Monteros y Luis Martínez de Vea. Por Sonora se
eligió a Tomás Escalante, José Francisco Velasco, José de Jesús Almada, Ma­
nuel Escalante y Arvizu y Fernando Domínguez Escobosa, todos pertenecien­
tes o ligados a las grandes familias que conformaban a las élites regionales de
las dos provincias.
Por la posición geográfica media en el territorio de la intendencia de Ariz­
pe, la Villa de El Fuerte fue elegida para fungir como sede de los trabajos cons­
tituyentes. El 12 de septiembre de 1824 quedó instalado el congreso y promul­
gó sus dos primeros decretos: en el primero se establecía la forma de gobierno
representativa, popular y federada, dividida en tres poderes; el segundo nom­
braba a Juan Miguel Riesgo gobernador interino de la entidad,50 cesando por
ello de sus funciones políticas los señores Mariano Urrea y Francisco de Iriar­
te. Este Congreso cesó sus funciones el 31 de octubre de 1825, día en que se
firmó la Constitución, la cual mandó a imprimir el encargado del ejecutivo el
2 de noviembre.
Si bien debía acatar, como todas las constituciones estatales, los principios
generales de la Constitución general, la Constitución de Occidente hizo uso de
la prerrogativa marcada por la Carta Magna en su artículo 161, fracción I,51 y
de acuerdo con sus peculiaridades estableció una serie de garantías individua­
les protegidas por el Estado en su artículo 4o., que, según Héctor R. Olea,52 se
inspiraban en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, re­
dactado en Apatzingán en 1814:

Es obligación del Estado proteger por leyes sabias y justas la igualdad, libertad,
propiedad y seguridad de todos sus habitantes, aunque sean extranjeros o tran­
seúntes. Por tanto se prohíbe absolutamente la esclavitud en todo su territorio, así
como el comercio o venta de indios de las naciones bárbaras; quedando libres co­

50 Colecáón de los decretos. Agradezco al maestro José Marcos Medina Bustos haberme facilita­
do fotocopia de este impreso.
51 “Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos”, en Tena Ramírez, 1987, p. 191.
52 “Instituciones político-jurídicas en Sinaloa”, artículo citado en Nakayama, 1992, p. 131.
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 5 79

mo los esclavos, los que actualmente existen en servidumbre, a resultas de aquel


injusto tráfico.5S

En la Sección Tercera, en sus artículos 13 al 24, establecía los derechos y


las obligaciones de los ciudadanos. En lo que respecta a las cuestiones políti­
co-administrativas, la carta constitucional del estado no resultó del agrado de
los grupos regionales. En la Sección Décimo Tercera, dedicada al gobierno in­
terior de los pueblos, se dispuso que sólo habría ayuntamientos en las cabece­
ras de partido y en aquellas poblaciones que tuvieran 3 000 habitantes.54 Los
demás pueblos únicamente aspiraban a tener un alcalde de policía y un síndi­
co procurador.55 Esta disminución de ayuntamientos no afectó a los principa­
les grupos regionales de Sonora, ya que Arizpe, Horcasitas y Pitic eran cabece­
ra de partido, y Ures y Guaymas tenían más de 3 000 pobladores. Lo que sí
afectó, fue la determinación de nombrar por encima de la autoridad munici­
pal a un funcionario estatal, el jefe de policía, en quien se depositó el gobier­
no político y económico de los departamentos. Con ello quedaron constreñi­
dos los cuerpos municipales.56
La respuesta no se hizo esperar. Para mayo de 1826, a escasos seis meses
de.haberse promulgado la Constitución de Occidente, ya se pedía la división
del estado en dos. De esa forma, el constitucionalismo mexicano de 1823-
1824, en una primera instancia, había sido incapaz de racionalizar los conflic­
tos internos entre las élites regionales de Sonora y Sinaloa, y tenía que resar­
cir su error.

PUGNAS ENTRE LOS PODERES INTERNOS

De septiembre de 1824 a octubre de 1825, el primer Congreso Constituyente


del Estado de Occidente fue el verdadero gobernante de las dos provincias. Su
actividad no se limitó a redactar el código constitucional, sino que también le­
gisló sobre los problemas que enfrentaban las dos provincias en el contexto del
México independiente. De los 42 decretos que promulgaron, 50% de ellos se
refería al arreglo de las cuestiones hacendarías, al gobierno municipal y a las
esferas de poder del Legislativo estatal.57

5Í “Constitución política del Estado Libre de Occidente”, en Colección de Constituciones, 1988,


t. III, p. 5. Véase el capítulo V de la Constitución de Apatzingán en Tena Ramírez, 1987, pp. 34-36.
54 “Constitución política del Estado Libre de Occidente”, en Colecáón de Constituáones, 1988,
t. III, p. 63.
55 Vidargas del Moral, 1993, p. 434.
56 Sobre losjefes de policía de los departamentos, véase "Constitución política del Estado Li­
bre de Occidente”, en Colecáón de Constituáones, 1988, t. III, p. 73-76.
57 AlmadaBay y Medina Bustos, 2001, pp. 109-113. En la página 110, los autores muestran una
gráfica de las actividades de este primer cuerpo legislativo.
580 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La actividad legislativa del Estado de Occidente se caracterizó constante­


mente por pugnas entre los diputados, tanto que llegaron a suspender sus la­
bores, a trasladar intempestivamente la sede de los poderes y a conducir a la
dimisión al gobernador de la entidad. Las diferencias estaban tan exacerba­
das que hubo la necesidad de que el gobierno general interviniera y enviara
comisionados especiales, políticos y militares para tratar de dirimir las dife­
rencias.
Aparte de las disimilitudes entre los grupos de Sonora y Sinaloa, la hege­
monía que trataron de imponer los notables sinaloenses en el concierto esta­
tal agravó el problema. Instalados los poderes estatales dentro de su territorio,
los grupos de Culiacán, Cosalá y Alamos lucharon por hacerse del aparato es­
tatal y usarlo en su propio beneficio.58
La pugna entre las élites regionales de Sinaloa llevó al Estado de Occiden­
te a una dinámica que peijudicó el desarrollo de la provincia sonorense. Los no­
tables de esta provincia se vieron envueltos en un problema que no les compe­
tía. Las diferencias entre las familias de Culiacán (Martínez de Vea, Fernández
Rojo y Espinoza de los Monteros) y los enfrentamientos entre los grupos de Co­
salá y Rosario contra los de Culiacán provocaron una crisis de representatividad
en los poderes estatales, que peijudicó el buen desarrollo de la entidad.
A esto se sumaron las intromisiones de poderes tradicionales y nuevos en
el funcionamiento político-administrativo de las autoridades del estado. Desde
las elecciones para el congreso constituyente estatal, el obispo fray Bernardo
del Espíritu Santo, apoyado por la familia Espinoza de los Monteros, se convir­
tió en un factor de inestabilidad. Además del evidente apoyo a uno de los gru­
pos de Culiacán, se movió para evitar que miembros del grupo contrario llega­
ran a la legislatura.59 No sólo intervino en el juego político interior, como fue
el caso de la discusión sobre los aranceles de jurisdicción eclesiástica, sino que
también provocó una polémica nacional al publicar sus ideas políticas.60 La
muerte del prelado, el 23 de julio de 1825 en el pueblo de San Sebastián, dio
fin al problema.

58 Sobre las pugnas de las élites de Sinaloa, véanse Voss, 1982, pp. 45-47, y 1990, p. 138; Na­
kayama ,1983, pp. 177-181, y 1992, pp. 85-131. En este trabajo no se atiende esta pugna; sólo trata
de lo que concierne al proceso histórico sonorense.
59 El obispo pidió la suspensión como diputados de José Francisco de Orrantía y Antonio
Fernández Rojo, eclesiásticos ambos. El asunto llegó hasta el gobierno general (Nakayama, 1992,
pp. 85-90).
60 A fines de 1824, el obispo escribió una carta pastoral titulada Defensa de la soberanía del
Altísimo (Espíritu Santo, 1824), en donde fundamentaba que la soberanía estaba en Dios y no en
los pueblos. El escrito levantó ámpula en el estado (por ejemplo, Quiroz, 1825) y en la ciudad
de México. El Aguila Mexicana, enero 30 de 1825, comentó el documento; Fernández de Lizardi,
1925, fustigó al obispo; el Payo del Rosario se lanzó no sólo contra la pastoral sino contra el obis­
po, como lo había hecho en otras ocasiones (Villavicencio, 1825 [a, b y c]). También hubo de­
fensores del punto de vista de fray Bernardo, como el anónimo aparecido en la capital del país
titulado Aiótanme en la plaza y no quiero que lo sepan en mi casa (Anónimo, 1825). Sobre este asun-
LAS PROVINCIAS DE SONORA YSINALOA, 1821-1825 581

Durante la primera mitad del siglo xix, la Iglesia no fue un factor político
determinante en Sonora.61 No fue así con el poder militar. Aún está por ha­
cerse un estudio sobre el ejército como elemento político del México inde­
pendiente, pues el papel de la corporación castrense en la organización polí­
tica mexicana no ha quedado definido. Antonio Annino esbozó la hipótesis
de que la estructura militar tuvo como función en este periodo formalizar las
jerarquías sociales y que los pronunciamientos eran fuentes que racionaliza­
ban su actuación política, regulando el conflicto y garantizando los pactos en­
tre los grupos en disputa. Según esta interpretación, el ejército era una espe­
cie de protector por encima de las élites en pugna.62
El ejército como cuerpo garante y concertador del orden interior del país
era un mandato constitucional;63 sin embargo, parece ser que la práctica real
del ejército iba mucho más allá de esto. Un estudio sobre la actuación de los
comandantes militares en los estados podría ayudar a deslindar la cuestión.
Los comandantes militares, nombrados por el gobierno general, provocaron,
desde los primeros años de vida independiente, conflictos en las provincias de
Sonora y Sinaloa. Mariano Urrea se negó a entregar su mando, desde 1823
hasta finales de 1824, a pesar de que, por tres ocasiones, el gobierno general
había nombrado a otros jefes. Estos hechos pusieron en peligro el desarrollo
constitucional de la nueva entidad.64 El gobierno general tuvo que enviar, a so­
licitud del diputado del congreso constituyente Martínez Vea, un comisionado
para dirimir la situación.63
Los intereses personales de los jefes militares no fueron el único impedi­
mento para que el ejército funcionara como mecanismo regulador. La ambi­
ción individual estaba acompañada de la circunstancia de que los comandantes
militares forjaron alianzas con alguna de las élites regionales o, como el caso es­
pecífico de Sonora, formaban parte de una de ellas. Estos dirigentes castrenses

to, véanse Nakayama, 1992, pp. 110-122; Nakayama, 1983, p. 178; Nakayama, 1980; Olea, 1946;
Olea, 1987, pp. 59-60.
61 Vázquez, 1989, pp. 205-210, principalmente, lanzó la hipótesis de que la Iglesia quedó anu­
lada como factor político de peso durante las primeras décadas del México independiente.
62 Annino, 1984, pp. 13 y 14.
63 El presidente podía disponer de la fuerza armada para la seguridad interior de la federa­
ción. Véase atribución X de la Sección cuarta del Título IV en “Constitución Federal de los Esta­
dos Unidos Mexicanos”, en Tena Ramírez, 1987, p. 183.
64 En 1823 se negó a entregar el mando a don Antonio Narbona; en febrero de 1824 hizo lo
mismo con Simón Elias González. El 9 de abril de 1824 llegó una solicitud de Urrea al congreso
general para que se le conservara en su destino o se le diera retiro (Aríai constitucionales mexicanas,
1980, t. VIII, p. 95). Afines del mismo año, no sólo rehusó a dar el puesto a [osé Figueroasino que
se levantó en armas. El nuevo comandante Figueroa pudo sofocar el pronunciamiento. En junio
de 1825 fue aprehendido Urrea y se le acusó de haberse nombrado “rey de Sonora” y de preten­
der separar a esta parte de toda la nación (Almada, 1990, p. 713).
65 El asunto se ventiló en sesión secreta (Muro, 1982, p. 195). Sobre este tema, véase Naka­
yama, 1992, pp. 83-85.
582 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

no actuaban únicamente sostenidos por su destacamento. El éxito de sus em­


presas estaba en el apoyo de los notables. Es más, se pronunciaban en contuber­
nio con algún grupo de principales.66
La actividad de los comandantes llegó a poner en entredicho la autoridad
de los poderes estatales, como fue el caso de José Figueroa con el gobernador
Elias González. En la rebelión yaqui de 1825, el gobernador había encabeza­
do las fuerzas pacificadoras y llegado a un acuerdo con losjefes yaquis. Al lle­
gar Figueroa de una expedición contra los apaches, apoyado por la élite de
Alamos, se negó a reconocer los convenios y emprendió una nueva campaña
contra los indígenas, que terminó con un baño de sangre, lo que avivó el en­
cono de éstos.67
Esta sería la tónica en la que viviría el Estado de Occidente durante su cor­
ta existencia: la lucha por el poder entre las élites regionales y por la expansión
de sus intereses económicos y políticos; las pugnas entre los actores políticos,
tanto individuales como colectivos; la rebelión de los pueblos indios. Estos fue­
ron los escenarios en donde se dirimiría el nacimiento, existencia y fin prema­
turo de una entidad nacida de un error de apreciación histórica, tanto del
Congreso general como de los representantes de Sonora y Sinaloa, que en es­
te Congreso Constituyente no supieron leer las diferencias y desarrollos incu­
bados en la Intendencia durante las dos primeras décadas del siglo xix, o bien
no supieron defender, por falta de experiencia o de talento, los intereses de las
élites regionales que representaban.

66 Mariano Urrea era miembro de una de las familias prominentes de Álamos. Antonio Nar-
bona y Simón Elias González pertenecían a la élite de Arizpe. En una carta del obispo de Sonora
se hace evidente que la insubordinación de Urrea estaba apoyada en los intereses de grupos regio­
nales: “no me mueve fin particular, ni esta carta lleva otro objeto que hacer ver a usted el errado
concepto en que acaso fundan sus planes aquellos sujetos que por desgracia lo rodean" (“Fray Ber­
nardo del Espíritu Santo al Mariano Urrea. [Culiacán], marzo 18 de 1824, citado en Nakayama,
1992, p. 83). Esta característica facciosa y parcial de los comandantes militares en Sonora se acer­
ca más a la actividad que presenta Vázquez, 1989, pp. 210-213, para la actuación del ejército en es­
ta época. En esta misma parcialidad se movieron comandantes venidos de fuera como José Figue­
roa y Mariano Paredes y Arrillaga.
67 Sobre José Figueroa, véase Alamada, 1990, p. 247. Llegó a ser tal el influjo de este militar
que, por decreto del 5 de septiembre de 1828, la Legislatura de Occidente cambió el nombre del
pueblo de Altar por el de Villa Figueroa (ibid., p. 43). Sobre la rebelión yaqui, véase Hernández Sil­
va, 1991a.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMERICA
YMÉXICO, 1821-1826

Mario Vázquez Olivera


Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos,
Universidad Nacional Autónoma de México

En el establecimiento de la Federación Méxicana, el caso de Chiapas constituyó


sin duda un expediente singular, muy diferente al de las otras provincias que to­
maron parte en la fundación de la república. Hasta 1821, Chiapas había sido una
provincia del Reino de Guatemala; su incorporación al Imperio mexicano fue
consecuencia del desmembramiento que sufrió aquella entidad en la coyuntu­
ra de la independencia. En abril de 1823, tras la caída de Iturbide, las autorida­
des chiapanecas proclamaron la libertad de la provincia y reclamaron el derecho
a decidir por sí mismas mantenerse unidas a México o bien sumarse a la nacien­
te república centroamericana. Como tal disyuntiva no se resolvió sino hasta sep­
tiembre de 1824, Chiapas gozó casi año y medio de plena autonomía. Debido a
ello, los chiapanecos no participaron en los debates en torno a la organización
de la república que tuvieron lugar dentro y fuera del Congreso Mexicano duran­
te aquellos meses decisivos; de hecho, cuando finalmente acordaron unirse a la
federación mexicana, ya la representación nacional había estipulado los funda­
mentos políticos del nuevo régimen. En otro sentido, sin embargo, el tema de
Chiapas atrajo poderosamente el interés de los dirigentes mexicanos; la prensa
de la capital lo reseñó extensamente y fue asimismo motivo de importantes dis­
cusiones y determinaciones del Poder Ejecutivo y del Congreso Constituyente.
El que la cuestión chiapaneca diera lugar a serias diferencias con el gobierno
centroamericano no sólo le confirió publicidad e importancia como materia de
“alta política”, sino que también determinó otro de sus rasgos excepcionales: el
hecho de que los conflictos internos de aquella provincia cobraran de pronto re­
levancia geopolítica y se vieran insertos en una inesperada controversia territo­
rial entre nuestro país y la república de Centroamérica, disputa que en 1825 es­
tuvo a punto de desembocar en una guerra por la posesión del Soconusco.
Valga esta apretada relación para ejemplificar la dificultad que entraña
precisar el papel de Chiapas y de los chiapanecos en el establecimiento y pues­
ta en marcha del sistema federal mexicano. Es un hecho, sin embargo, que
desde agosto de 1821 el devenir político de Chiapas estuvo articulado estrecha­
mente por la dinámica mexicana: primero, el triunfo de Iturbide facilitó la

583
584 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ruptura de las autoridades chiapanecas con el gobierno de Guatemala e hizo


posible el establecimiento de un gobierno local con alto grado de autonomía;
posteriormente, ese largo periodo de autogobierno, vacilaciones y conflictos
internos por el que atravesó la provincia entre 1823 y 1824 no fue sólo conse­
cuencia sino de hecho parte misma de aquella rebelión de las provincias, que
marcó el fin del Imperio y condujo al establecimiento de la república federal;
y finalmente, tanto la unión de Chiapas a la República Mexicana como la con­
siguiente reorganización del estado según los principios constitutivos de la fe­
deración mexicana, al igual que ciertos aspectos peculiares de su interacción
con el gobierno federal a partir de entonces, fueron resultado de los pactos es­
tablecidos entre la dirigencia chiapaneca y el naciente estado mexicano en
aquel momento decisivo de la fundación de la república.
Por razones obvias, el desenlace de dicha coyuntura constituyó un partea-
guas fundamental en la historia de Chiapas y a la vez determinó aspectos de su­
ma importancia para el Estado mexicano, como la propia adquisición del te­
rritorio chiapaneco y la subsecuente configuración de su frontera meridional.
Aun así, como sucede con muchos otros temas del pasado chiapaneco, lo que
sabemos al respecto es bastante poco. Más allá de ciertas narraciones sobre los
acontecimientos de la provincia entre 1821 y 1824, no existen suficientes tra­
bajos acerca de la sociedad, la política y la economía chiapanecas durante los
últimos tiempos del periodo colonial, que serían indispensables para una com­
prensión más cabal tanto de aquellos sucesos como del desarrollo político de
Chiapas en los años posteriores a la unión a México. En consecuencia, no es de
extrañar que a las antiguas preguntas de cómo y por qué aquella antigua pro­
vincia del Reino de Guatemala llegó a convertirse en un estado más de la fede­
ración mexicana se sigan ofreciendo las mismas respuestas que formularon ha­
ce más de cien años venerables autores como Manuel Larráinzar y Matías
Romero.1 En cuanto concierne al presente ensayo, esta lamentable laguna his-
toriográfica representa un contratiempo de consideración, determina su ca­
rácter y acota sus pretensiones. Deberán llenarse previamente muchos de esos
vacíos para ofrecer respuestas nuevas y sobre todo convincentes a aquellas vie­
jas interrogantes. Aquí simplemente se esbozan algunos elementos por consi­
derar en una futura reinterpretación general del caso chiapaneco.

AUTONOMÍA Y SEPARATISMO

La proclamación de la independencia por los ayuntamientos de Chiapas, en­


tre agosto y septiembre de 1821, señaló la irrupción de tres factores que ha-
1 Larráinzar, 1843 y 1996; Romero, 1877. Ejemplos de esta continuidad historiográfica son las
obras de Trens, 1942, Mostoso, 1974, Zorrilla, 1984 y Aquino y Corzo, 1994. Como aproximacio­
nes críticas pueden mencionarse los artículos de De Vos, 1988, y Martínez Baracs, 1993. Para un
amplio recuento historiográfico del tema, véase Gutiérrez Cruz, 1998.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 5 85

brian de dominar el escenario político local durante los años subsiguientes; el


primero, un exacerbado autonomismo que se expresó en la decisión unánime
de las élites por sacudirse la tutela guatemalteca y asumir en sus manos el con­
trol de la provincia; junto con ello, el interés de la jefatura trigarante en incor­
porar las provincias guatemaltecas al proyectado Imperio de Septentrión, lo
cual permitió apuntalar dicha ruptura a partir de una alianza directa entre las
autoridades provinciales y el gobierno mexicano; y, por último, el papel prota-
gónico de los ayuntamientos, en particular los de ciertas cabeceras de partido,
como instrumento de expresión y acción política de los distintos intereses re­
gionales y grupos de poder al interior de la provincia.
La conjunción de estos tres factores no fue privativa del caso chiapaneco;
la misma pauta siguieron otras provincias como Nicaragua, Honduras y Quezal-
tenango. De hecho, la rebelión generalizada contra la capital guatemalteca, la
mayor de las veces al amparo del Plan de Iguala, constituyó un fenómeno carac­
terístico de la independencia centroamericana. Este fervor autonomista puede
explicarse como resultado del prolongado proceso de afirmación territorial y
consolidación política de las élites provincianas durante los últimos tiempos del
dominio español, mismo que fue potenciado por el sistema de intendencias y
que encontró un amplio marco institucional en la Constitución de Cádiz. Acen­
tuaron esta diferenciación las peculiares características topográficas del istmo,
su‘desigual distribución demográfica y sus pésimas comunicaciones internas,
así como la ausencia de una fuerza económica o políüca que le diera cohesión.
Hacia principios del siglo xix, el principal factor de unión entre las provincias
guatemaltecas no era otro que la Corona española. Los acaudalados comercian­
tes guatemaltecos, aunque controlaban los principales circuitos mercantiles y
crediticios del Reino, no habían logrado traducir su predominio económico en
verdadero liderazgo. Por el contrario, sus proverbiales abusos, en combinación
con su manifiesta incapacidad para establecer alianzas sólidas con otras élites
regionales, propiciaron el surgimiento de un fuerte sentimiento antiguatemal­
teco en ciertas provincias, mismo que ante el advenimiento de la independen­
cia se tradujo en abierta hostilidad y actitudes separatistas.2
Aunque con respecto a Chiapas falta aclarar y documentar debidamente
ciertos aspectos específicos del despertar autonomista, pueden señalarse como
sus componentes centrales la restructuración política y administrativa del espa­
cio chiapaneco durante las tres últimas décadas del periodo colonial, así como
el subsecuente fortalecimiento de la élite coleta, es decir, de Ciudad Real, como
grupo hegemónico, y su paulatino distanciamiento de las autoridades de la au­
diencia. Al parecer, esto tuvo como puntos de partida la restitución del ayun­
tamiento coleto hacia 1782, casi 40 años después de haber sido suprimido a raíz
de un conflicto con el alcalde mayor, y sobre todo la fundación de la intenden­
cia en 1787, con lo cual las alcaldías mayores de Tuxtla y Ciudad Real, separa­

2 Taracena, 1992-93; Wortman, 1976; Floto, 1961.


586 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

das desde 1762, volvieron a unirse, y la gobernación del Soconusco quedó tam­
bién incorporada a su jurisdicción. Gracias a la centralización administrativa
del territorio chiapaneco, a la creación, de hecho, de una nueva entidad, la in­
tendencia de las Chiapas, Ciudad Real recuperó y sobrepasó su anterior jerar­
quía. Desde el siglo xvi había sido el centro político de la provincia; desde en­
tonces era también cabeza de obispado, y sus vecinos principales se preciaban
de su rancio abolengo de encomenderos y conquistadores. Ahora contaba
nuevamente con su propio ayuntamiento, y era sede de un gobierno con ma­
yores facultades judiciales y administrativas. Puesto que en Chiapas existía so­
lamente una república de españoles, el recién restablecido ayuntamiento se
convirtió en el principal espacio de actividad política, no sólo de la élite coleta
sino también de sectores cuyos intereses estaban afincados en otras regiones o
cabeceras de partido de creciente importancia económica, como Tuxda y Co-
mitán. Incluso cuando se estableció un ayuntamiento en esta última pobla­
ción, la segunda en importancia de Chiapas, éste quedó supeditado directa­
mente al de la cabecera; y como los ayuntamientos constitucionales no fueron
instalados sino hasta finales de 1820, y la diputación provincial sólo se institu­
yó después de proclamada la independencia, el ayuntamiento de Ciudad Real
disfrutó largo tiempo de una posición privilegiada como representante exclu­
siva de los intereses provinciales, así como también tuvo enorme injerencia en
el manejo de los recursos fiscales generados localmente.3
Los recientes estudios de Alma Margarita Carvalho y Michael Polushin4
han subrayado el importante papel que desempeñaron en la configuración po­
lítico-territorial de la intendencia de Chiapas el ayuntamiento coleto, el cabildo
eclesiástico y la provincia dominica, así como la burocracia que vino a sustituir
el antiguo aparato de los alcaldes mayores, a la cual se incorporaron con pres­
teza numerosos elementos de la élite coleta. Ciertamente, su interacción no
siempre fue armoniosa ni estuvo exenta de contratiempos o conflictos, pero si
algo caracterizó en general la vida política chiapaneca en este periodo que
comprende, entre otras cosas, la crisis española de 1808 y la guerra civil en el
vecino virreinato novohispano, fue el alto grado de cohesión de la élite local.
En esto influyeron, sin duda, ciertas características particulares de la sociedad
chiapaneca; por ejemplo, el reducido número de la población española, lo cual
hacía indispensable su unidad frente a una abrumadora mayoría de población
indígena, o el que debido a su propia condición marginal dentro del Reino de
Guatemala, Chiapas no atrajera demasiado el interés de funcionarios ni inmi­
grantes de origen europeo. De hecho, hacia principios del siglo xix la mayor
parte de los funcionarios, empleados de la tesorería, subdelegados, jefes mili­
tares, frailes, curas y miembros del cabildo eclesiástico eran chiapanecos, o bien
novohispanos como el obispo Sanmartín (1818-1821), o guatemaltecos como el5

5 De Vos, 1988, pp. 35-37; Carvalho, 1994, pp. 135-175.


4 Carvalho, 1994; Polushin, 1999.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA YMÉXICO, 1821-1826 587

último intendente,Juan Nepomuceno Batres Montúfar (1814-1821). Tal vez es­


ta situación determinó que entre americanos y peninsulares no se suscitaran
conflictos de importancia. Por el contrario, tanto empleados como particulares
de origen europeo se asimilaron con relativa facilidad al estamento criollo. Am­
bos sectores desarrollaron una estrecha colaboración tanto en el propio ayun­
tamiento como en la administración provincial y las corporaciones religiosas, y
también, a partir de 1819, en otro importante espacio de confluencia social de
la cabecera chiapaneca, la Sociedad Económica de Amigos del País.
En contraste con la gradual centralización del territorio chiapaneco y la
cohesión política de la élite local, el establecimiento de la intendencia no favo­
reció una mayor integración de la provincia a los circuitos productivos y mer­
cantiles de la audiencia de Guatemala, y en cambio parece haber facilitado que
se estrecharan los vínculos económicos con el sureste novohispano. Un ejem­
plo por excelencia de este creciente divorcio de intereses entre chiapanecos y
chapines\o constituye el empeño de los dominicos chiapanecos por sustraer sus
conventos y sus lucrativas propiedades agrícolas al control de Guatemala, mis­
mo que fue respaldado por las autoridades eclesiásticas y civiles de la intenden­
cia y que culminó con la creación de la provincia dominica de San José de
Chiapas en 1807. Faltaría mucho tiempo, sin embargo, para que ese distancia-
miento con respecto a Guatemala diera lugar a un rompimiento político. En
1809, luego de un largo conflicto por cuestiones particulares, el ayuntamiento
depuso y encarceló al intendente interino Mariano Valero bajo el cargo de es­
tar afrancesado. De este modo estableció en los hechos un derecho de veto so­
bre funcionarios incómodos, que ciertamente ejerció en ocasiones posteriores,
pero ello no supuso una ruptura con las autoridades de la audiencia. Todo lo
contrario, ante la crisis de la monarquía española los chiapanecos cerraron fi­
las en torno al capitán general, organizaron cuerpos de voluntarios y contribu­
yeron de manera generosa al donativo patriótico. Incluso en 1813 las milicias
provinciales se enfrentaron a las tropas del insurgente Mariano Matamoros en
Tehuantepec y Tonalá, con un saldo, por cierto, bastante desastroso. Cabe
mencionar que salvo este choque en la raya fronteriza y algunos conatos aisla­
dos en San Salvador y Granada, en realidad durante todos esos años no se re­
gistraron mayores trastornos en el Reino de Guatemala. En general, las élites
centroamericanas guardaron lealtad a la Corona española y participaron de
manera entusiasta en el experimento constitucional.5
Resulta significativo que el primer diputado electo en Chiapas haya sido
Sebastián Esponda, el alcalde que encabezara la aprehensión del intendente
Valero en 1809. Habiendo muerto en el camino, lo sustituyó el canónigo Ma­
riano Robles, quien a nombre del ayuntamiento presentó ante las Cortes espa­
ñolas un esbozo histórico de la provincia, apología de Ciudad Real que cons-6

6 Taracena, 1999, pp. 42, 74; Carvalho, 1994, pp. 142-143; Polushin, 1999, pp. 117-125; Ro­
dríguez,1984.
588 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tituye una de las más tempranas elaboraciones discursivas de “lo chiapaneco”,


así como una serie de solicitudes muy puntuales, que iban desde establecer
una diputación provincial, elevar de categoría varias poblaciones y fundar una
universidad, hasu habilitar dos puertos en la cosu del Pacífico, abrir caminos
y ruUs fluviales en dirección a Tabasco y emprender la construcción de un pa­
so interoceánico a través del istmo de Tehuantepec. El sucesor de Robles, Fer­
nando Antonio Dávila, tenía instrucciones de complemenur esus demandas
con otras relativas a estrechar el control sobre la población indígena, a cuya in­
dolencia se solía atribuir la decadencia económica de la provincia. Poco obtu­
vieron, sin embargo, los represenUntes chiapanecos: algunas cátedras para su
seminario, becas para alumnos indios, la habiliUción de Tapachula y Tonalá
como puertos de cabotaje, el título de ciudad para Comitán y el de villa para
otros cuatro pueblos de la provincia. Sin embargo, en cuanto a conUr con su
propia diputación provincial, las Cortes estipularon que Chiapas estuviera re­
presentada, al igual que Honduras y San Salvador, en la dipuUción de Guate­
mala, la cual por cierto cesó sus funciones a poco de esublecida, tras ser supri­
mida la Constitución.6
Es probable que en el disunciamiento con respecto a Guatemala hayan
pesado los magros resuludos obtenidos por Chiapas en aquella primera parti­
cipación en las Cortes españolas. Las representaciones de Robles y Dávila qui­
zá no constituyeran plauformas autonomisus propiamente dichas, pero sin
duda plasmaban las inquietudes centrales de las élites chiapanecas en relación
con las necesidades más urgentes de la provincia; por ejemplo, reactivar la pro­
ducción de ciertos rubros lucrativos, como la grana cochinilla, cuya decaden­
cia achacaban al relajamiento de la disciplina laboral de los pueblos indios que
había propiciado la abolición del sistema de los alcaldes mayores; Umbién, in­
corporar sectores de la población y territorios marginales a los circuitos pro­
ductivos de la provincia; y en particular incremenur el intercambio mercantil
con Tabasco y Veracruz, como una alternativa al monopolio guatemalteco. Es­
tas mismas preocupaciones serían reiteradas en 1819 por la Sociedad Econó­
mica de Amigos del País,67 e influyeron sin duda en 1821, al sopesar la conve­
niencia de romper con Guatemala. A diferencia de Honduras o San Salvador,
donde el separatismo fue claramente una respuesta ante la abrumadora pre­
sencia de los intereses chapines, una medida extrema para recuperar el control
sobre determinados recursos que se consideraban usurpados, como la plau de
Tegucigalpa, los puertos del Caribe, la producción ahiléra de San Salvador, en
Chiapas, por el contrario, el rompimiento con la capiul guatemalteca parece
haber tenido como base el esudo de “abandono” en que se hallaba la provin­
cia y la certeza de los dirigentes chiapanecos de que ni las autoridades de la au­

6 Carvaliio, 1994, p. 172; Robl.es, 1813; Representación de Fernando Antonio Dávila, Ma­
drid, 8 de julio de 1814, en bahd, v. V, núm. 1-2, 1994.
7 Informe.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA YMÉXICO, 1821-1826 5 89

diencia ni mucho menos los comerciantes chapines estaban interesados en su


prosperidad.8
Hacia mediados de 1821, el avance exitoso de la sublevación de Iturbide
permitió a los chiapanecos vislumbrar una posible alternativa a las limitaciones
que encontraban en su tradicional adscripción a la audiencia de Guatemala.
Conociendo el interés del jefe mexicano en incorporar las provincias guate­
maltecas al Imperio de Septentrión, y teniendo a la mano esos nuevos mecanis­
mos de representación política que recientemente se habían instituido, los
ayuntamientos constitucionales no dudaron en buscar, mediante un mismo
movimiento, el establecimiento de un gobierno local que obedeciera directa­
mente a sus intereses y a la vez una alianza estratégica con la dirigencia mexi­
cana, pacto del que esperaban obtener el respaldo político y los recursos nece­
sarios para impulsar el rescate de su maltrecha economía.
Tras la ocupación de Oaxaca, a principios de agosto, lajefatura trigarante
presionó insistentemente a las autoridades de Chiapas y Guatemala a secundar
la independencia.9 Sin dinero, tropa o voluntad suficientes para intentar resis­
tir, el gobierno de la audiencia tenía los días contados. Aun así, y aunque el
movimiento de Iturbide contaba con amplias simpatías entre la élite chapina,
la desconfianza inicial de las autoridades peninsulares impidió que la capital
guatemalteca encabezara la adhesión al Plan de Iguala. Por contraste, la res­
puesta chiapaneca a las exhortaciones mexicanas fue pronta y contundente. El
28 de agosto, pretextando la proximidad del Ejército Trigarante, el ayunta­
miento de Comitán convocó a los representantes de los demás ayuntamientos
de su partido, empleados del gobierno, eclesiásticos, militares y vecindario en
general para discutir públicamente la proclamación de la independencia. Por
aclamación se acordó suscribir el Plan de Iguala y colocar “la ciudad y sus con­
tornos” bajo la protección del Imperio mexicano.10 El tres de septiembre tuvo
lugar una reunión semejante en Ciudad Real, cabecera de la provincia, la cual
fue encabezada por el propio intendente, y al día siguiente hubo otra más en
la villa de Tuxtla. Posteriormente, a instancias de los ayuntamientos de aque­
llas tres poblaciones, las demás cabeceras de partido proclamaron también su
adhesión al Imperio.11

8 Un testimonio significativo al respecto son las Instrucciones del ayuntamiento de Ciudad


Real al comisionado Pedro Solórzano, 29 de octubre de 1821, en Romero, 1877, pp. 59-61.
9 Manuel de Iruela a la Audiencia Territorial de Guatemala, Oaxaca, 11 de septiembre de
1821, acca, B, leg. 6932; Celso de Iruela a Manuel Herrera, Oaxaca, 27 de octubre de 1821, agn,
Gobernación s/s c. 9. En agosto, el capitán del Ejército Trigarante Pedro Lanuza fue enviado co­
mo agente encubierto para promover la adhesión de Chiapas al Plan de Iguala, ahdn, Cancelados,
exp. D/III/4/3391.
10 Representación de los síndicos y actas del ayuntamiento de Comitán, 28 de agosto de
1821, en Romero, 1877, pp. 50-51.
11 Acta del ayuntamiento de Ciudad Real, 8 de septiembre de 1821, Romero, 1877, pp. 52-53.
Al parecer no existe copia alguna del acta de independencia del 3 de septiembre. Corresponden­
cia entre los ayuntamientos de Tuxtla, Tonalá e Ixtacomitán, acn, Gobernación s/s c. 16.
590 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

La noticia del pronunciamiento chiapaneco precipitó la declaración de in­


dependencia en la ciudad de Guatemala. Esta se produjo el 15 de septiembre,
pero ante las presiones de un activo núcleo de militantes republicanos se acor­
dó no suscribir de inmediato el Plan de Iguala, dejando dicho punto a la con­
sideración de un congreso que habría de reunirse seis meses más tarde; entre­
tanto quedó establecido un gobierno provisional en la capital guatemalteca. Al
conocerse lo anterior, una nueva asamblea de autoridades, corporaciones, fun­
cionarios, militares y vecinos distinguidos ratificó en Ciudad Real la adhesión
al Plan de Iguala.12
El ejemplo de Chiapas no tardó en ser seguido por las autoridades provin­
ciales de Honduras y Nicaragua, quienes hacia finales de mes, en el acto mis­
mo de declarar la independencia, proclamaron su incorporación al Imperio
mexicano. En noviembre, también el corregimiento de Quezaltenango rom­
pió con la capital guatemalteca y anunció su adhesión al Plan de Iguala; y, en
enero, las autoridades republicanas de San Salvador completaron el cuadro al
separarse de Guatemala y a la vez rechazar al gobierno de Iturbide. Previamen­
te se mencionaron algunos antecedentes de dicha oleada separatista. Cabe
agregar que todos estos pronunciamientos estuvieron encabezados por secto­
res provinciales que buscaban acotar la injerencia guatemalteca y fortalecer su
propio liderazgo en el nivel local. Pero a su vez, este mismo proceso de acomo­
do interno motivó que en las provincias disidentes surgieran contradicciones
entre ciudades, villas y pueblos rivales. En este contexto, la disyuntiva de secun­
dar los pronunciamientos separatistas o bien reconocer al gobierno guatemal­
teco fue resuelta por cada ayuntamiento en función de sus lazos particulares
con los intereses chapines y los acuerdos o disputas con sus respectivas cabece­
ras. En Honduras, por ejemplo, Tegucigalpa y otras cabeceras rompieron con
Comayagua; en Nicaragua, Granada y Masaya se enfrentaron a León; en la re­
gión de Los Altos, Totonicapán resistió las pretensiones hegemónicas de Que­
zaltenango; y en San Salvador, el gobierno provincial enfrentó la oposición de
San Miguel y Santa Ana.13
En este contexto, llama la atención que Chiapas haya sido la única de
aquellas provincias separatistas en que la decisión de romper con Guatemala
contara con el respaldo unánime de las cabeceras de partido. Ciertamente, los
ayuntamientos constitucionales de Tuxtla y Comitán, establecidos apenas unos
meses antes, aprovecharon la proclamación del Plan de Iguala para saltar a la
palestra política y mostrar la influencia que ejercían sobre vastas regiones de
la provincia. Pero si bien la irrupción de nuevos protagonistas en el escenario
chiapaneco cuestionaba por sí misma el tradicional monopolio político del
ayuntamiento coleto, no dio lugar en lo inmediato a un conflicto interno. De

12 Acta del ayuntamiento, Ciudad Real, 28 de octubre de 1821, en Romero, 1877, p. 56.
15 Acerca de la anexión de Centroamérica a México, véanse Wortman, 1976, Rodríguez, 1984
y Vázquez Olivera, 1997.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 591

hecho, mientras duró la anexión al Imperio, la hegemonía de Ciudad Real


nunca fue confrontada por estos otros actores emergentes; por un lado, ni Co­
mitán ni Tuxüa actuaban en combinación con los intereses guatemaltecos; por
otro, su irrupción pronto se vio compensada por una sólida alianza entre la ca­
becera chiapaneca y el gobierno imperial. Pero lo más importante en este sen­
tido fue que, a partir de los pronunciamientos sucesivos en favor del Plan de
Iguala por parte de dichos ayuntamientos, quedó establecido un nuevo acuer­
do político entre las élites chiapanecas, cuyo fundamento era el reconocimien­
to recíproco de los diferentes grupos regionales de poder y sus respectivos ám­
bitos de influencia, así como la común aceptación del liderazgo coleto.
Este pacto cristalizó el 15 de octubre cuando lajunta Provincial, que fun­
cionaba en Ciudad Real desde principios de septiembre, y que en realidad era
una especie de ayuntamiento ampliado, fue remplazada por una Diputación
Provincial, órgano en el cual los representantes de Tuxtla y Comitán compar­
tían asientos con cinco distinguidos coletos que ostentaban no solamente la re­
presentación de la cabecera sino también de otros partidos de la provincia.
Igual proporción habría de observarse en la elección de diputados al Congre­
so Constituyente. Un buen ejemplo de cómo habrían de funcionar las cosas de
allí en adelante fue el envío de un procurador a la capital mexicana para ges­
tionar personalmente ante Iturbide la incorporación de Chiapas al Imperio
Mexicano. La Diputación Provincial designó para ello a uno de sus miembros,
el presbítero Pedro Solórzano, miembro de una de las familias coletas con ma­
yor presencia en el ámbito político; pero aunque viajaba investido por el más
alto cuerpo del gobierno provincial se acordó que esperara a recibir poderes
e instrucciones específicos por parte de los distintos ayuntamientos.14 Como se
verá más adelante, la implantación de este tipo de mecanismos de equilibrio
interno habría de convertirse en una constante de la política chiapaneca entre
1821 y 1826, y desde luego fue un factor determinante en la incorporación de
la provincia a la República Mexicana.
El consenso de ayuntamientos, funcionarios, corporaciones civiles y ecle­
siásticas y jefes militares representó un importante factor de legitimidad para
el nuevo gobierno chiapaneco. A su vez, éste se vio particularmente favoreci­
do por la necesidad de Iturbide de contar con aliados confiables en las provin­
cias centroamericanas. Hacia mediados de octubre, como respuesta a la nega­
tiva guatemalteca a suscribir el Plan de Iguala, el jefe mexicano anunció que
aprobaba la secesión de Chiapas, así como de cualquier otra provincia que so­
licitara incorporarse al Imperio, y notificó el envío de un contingente militar
hacia aquellas regiones. Dichas tropas no llegarían a territorio chiapaneco si­
no hasta febrero de 1822. Antes, sin embargo, se apersonaron allí dos emisa­
rios imperiales, el coronel Manuel Mier y Terán y Tadeo Ortiz de Ayala. El pri­

14 Instrucciones y poderes otorgados por los ayuntamientos de Chiapas a Pedro Solórzano,


en Romero, 1877, pp. 56-62. Gutiérrez Cruz, 1997.
592 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

mero estableció una magnífica relación con los dirigentes coletos, misma que
iba a adquirir una especial relevancia en los años posteriores (por lo pronto lo
eligieron entre sus diputados al Congreso). En sus informes a Iturbide, el an­
tiguo insurgente enfatizó la necesidad de “redondear” el territorio mexicano,
incorporando para siempre esa provincia situada estratégicamente “á la espal­
da de Tabasco y Yucatán”, y que a la vez colindaba con el istmo de Tehuante­
pec, opinión coincidente con los criterios de la propia Junta Provisional Gu­
bernativa, y que sin duda influyó en las subsecuentes disposiciones del
gobierno imperial con respecto a Chiapas.15
El 16 de enero de 1822, en respuesta a las gestiones de Solórzano, la Re­
gencia decretó que esta provincia quedaba “incorporada para siempre” al
Imperio mexicano.16 No fue éste el caso de Honduras, Nicaragua o Quezalte-
nango, ni de la propia Guatemala, cuyas autoridades finalmente decidieron
anexarse al Imperio a principios de ese mismo mes, pues aunque se les otorgó
reconocimiento de fado como provincias del Imperio, su incorporación sólo
fue sancionada de manera formal seis meses más tarde, por medio de una re­
solución legislativa que abarcaba a toda la audiencia en su conjunto.17 Desde
luego, el Congreso consideró necesario ratificar la anexión de Chiapas. Sin
embargo, aquel primer decreto simbolizó mejor que nada el carácter del pac­
to bilateral establecido entre los ayuntamientos chiapanecos y la Regencia me­
xicana. A lo largo de 1822, este vínculo representó enormes ventajas para una
y otra parte. Chiapas fue la plataforma desde la cual el general Filisola organi­
zó su avance hacia el centro de Guatemala. Varios meses estuvo estacionado en
Ciudad Real, donde contó con el apoyo irrestricto de las autoridades provin­
ciales, que lo aprovisionaron y le proporcionaron hombres para engrosar su
contingente. Incluso tropas chiapanecas se sumaron a la campaña que lanzó
en febrero de 1823 contra los republicanos de San Salvador. Aparte de ciertos
gastos, la presencia militar mexicana no representó mayores contratiempos pa­
ra el gobierno local; por el contrario, contribuyó a consolidar la ruptura con
Guatemala pues evitó por completo cualquier posible represalia de su antigua
capital. Tampoco en materia administrativa la administración local la sujeción
al Imperio significó un menoscabo para la autonomía de la provincia. Desde
la proclamación de la independencia se habían suspendido las remisiones de
numerario a la Tesorería guatemalteca, pero no se reorientaron en dirección
a México. Igualmente fue respetada la Diputación Provincial y permanecieron
en sus cargos todos los empleados y los jefes militares. Ningún funcionario me­
xicano puso pie en la provincia durante aquellos meses. Para cubrir la vacan­
te que dejara la renuncia del intendente Batres hacia principios de 1822, Itur-

15 Mier y Terán a Vicente Filisola, Oaxaca, 3 de enero de 1822, en Valle, 1936, p. 110;Azca-
RATE, 1932.
16 Decreto de la Regencia, Romero, 1877, p. 63.
17 Artoí 1822, v. 2, p. 232.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA YMÉXICO, 1821-1826 593

bidé nombró sucesivamente como jefes políticos de Chiapas a Manuel José de


Rojas y Luis García, ambos funcionarios de la Tesorería local y distinguidos
miembros de la Sociedad Económica de Amigos del País.
Tal vez la conducta de ciertos diputados haya sido el único traspié en esta
relación casi idílica entre Chiapas e Iturbide. Mier y Terán pronto se ubicó en­
tre los críticos del emperador y desapareció de la capital mexicana para evitar
represalias. El tuxtleco Marcial Zebadúa fue encarcelado en agosto junto con
otros diputados centroamericanos, acusado de conspiración. Juan María Laza-
ga yjosé Anselmo de Lara regresaron a Ciudad Real por motivos personales.
Sólo Pedro Célis, de Comitán, Luciano Figueroa y Bonifacio Fernández forma­
ron parte de lajunta Nacional Instituyeme. De cualquier modo, en cuanto a
consolidar la alianza entre los dirigentes chiapanecos y el gobierno mexicano,
más importante que la participación de los representantes chiapanecos en la
malograda legislatura, fue sin duda la inclusión del canónigo Mariano Robles
en el Consejo de Estado. Muy probablemente aquel antiguo diputado en Cá­
diz, ideólogo del autonomismo chiapaneco y portavoz por excelencia de la éli­
te coleta, influyó en la determinación de Iturbide, hacia finales de 1822, de di­
vidir el territorio centroamericano en tres grandes comandancias generales,
una de las cuales, con cabecera en Ciudad Real, abarcaría no sólo Chiapas si­
no también Tabasco, Totonicapán y Quezaltenango, disposición que desde
luego fue recibida por las autoridades chiapanecas con enorme entusiasmo.18
Dicho proyecto, sin embargo, nunca llegó a concretarse. La crisis del Im­
perio, así como la propia complejidad de la situación centroamericana, impi­
dió a Iturbide consolidar la autoridad mexicana en la antigua audiencia de
Guatemala. En febrero de 1823, Filisola derrotó a los republicanos salvadore­
ños. A esas alturas, sin embargo, no solamente el Imperio agonizaba, sino que
incluso los más convencidos anexionistas guatemaltecos consideraban un fra­
caso la unión a México. Quizá movido por lealtad a Iturbide, Filisola se negó
a secundar el Plan de Casa Mata; en cambio, a solicitud de imperiales y repu­
blicanos chapines, invitó a las provincias centroamericanas, Chiapas entre
ellas, a celebrar un congreso para determinar de común acuerdo su futuro po­
lítico, lo cual a todas luces anticipaba la ruptura con México.

“¡CHIAPA LIBRE O LA MUERTE!"

Tanto el Plan de Casa Mata como la convocatoria de Filisola suscitaron en


Chiapas estupor y desconcierto. Hasta el último momento, la Diputación Pro­
vincial y el ayuntamiento coleto habían reiterado su obediencia a Iturbide; ob­
viamente, desconfiaban de quienes habían derrocado a su benefactor, pero

18 José Manuel Herrera a Filisola, México, 5 de noviembre de 1822, en Valle, 1936, p. 416;
La DP a Iturbide, Ciudad Real, 24 de noviembre de 1822, agn Gobernación s/s caja 28.
594 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

tampoco entraba en sus planes volver a depender del gobierno guatemalteco,


aun cuando lo encabezara un general iturbidista. Las cosas se complicaron
aún más cuando a principios de abril, tras conocerse la abdicación de Iturbi-
de, el ayuntamiento de Tuxtla demandó la instalación de unajunta guberna­
tiva como las de Puebla o Veracruz.19
Reunidos en una asamblea general de autoridades y vecinos encabezada
por la propia Diputación, los dirigentes coletos no pudieron negar que la pro­
vincia había quedado “en el caso de obrar por sí misma y tomar las medidas
[...] convenientes para su conservación e integridad, sin dependencia de nin­
guna otra autoridad”, pero rechazaron la solicitud tuxtleca por considerar que
anticipaba la separación de México; en cambio, tal vez con el afán de ganar al­
gún tiempo, propusieron que la situación de la provincia y, dado el caso, la for­
mación de unajunta, fueran discutidas en una reunión de representantes de
partido, cuya designación debía cumplir estrictamente el procedimiento esti­
pulado para nombrar electores de provincia.20 En efecto, dicha reunión demo­
ró casi dos meses en llevarse a cabo. En este lapso, gracias a las gestiones de
Mier y Terán y Bonifacio Fernández, se fue desvaneciendo la desconfianza de
los dirigentes coletos hacia las nuevas autoridades mexicanas; sin embargo, les
era imposible cancelar aquel encuentro. Por un lado, Ciudad Real carecía de
tropas suficientes para imponerse de manera arbitraria sobre las otras cabece­
ras, pero además el Congreso Mexicano había decretado la anulación del Plan
de Iguala y de todos los decretos emitidos por Iturbide. Y puesto que en 1821
el consenso entre los dirigentes chiapanecos había tenido como base la adhe­
sión a dicho Plan, y la anexión a México había sido un acuerdo bilateral con
la Regencia del Imperio, se hacía indispensable establecer un nuevo pacto en­
tre los ayuntamientos, so pena de provocar un conflicto interno de mayores
proporciones. Lo más que los coletos pudieron lograr fue que ciertos partidos
eligieran como representantes a personas identificadas con los intereses de
Ciudad Real.
La reunión de los representantes de partido, también llamados electores,
se instaló formalmente el 4 de junio. De acuerdo con sus instrucciones, el re­
presentante coleto, Carlos Castañón, reiteró el rechazo de Ciudad Real a es­
tablecer “la pretendida junta soberana”, y sostuvo la conveniencia de que
Chiapas continuara sujeta al gobierno mexicano, vínculo tal que, según ase­
guraba, en breve tiempo había proporcionado a la provincia un “rango y gra­
do de honor” que jamás podría alcanzar “bajo la cruda dominación y pesado
yugo de Guatemala”.21 Esta vez, sin embargo, a diferencia de 1821, la opinión

19 Trens, 1942, p. 230. De aquí en adelante, el recuento general de los acontecimientos en


Chiapas tiene como base esta obra, así como la de Aquino y Corzo, 1994.
20 Acta levantada en la sala capitular de Ciudad Real, 8 de abril de 1823, en Trens, 1942, p. 231.
21 Instrucciones del ayuntamiento a Carlos Castañón, Ciudad Real, 29 de abril de 1823, en
López Gutiérrez, 1942 v. 1, p. 245.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 595

de los ayuntamientos acerca de este punto se hallaba dividida. Tuxtla, Comi­


tán y otros partidos pidieron declarar insubsistente el pacto de unión a Mé­
xico. Cuando tras una larga discusión se procedió a votar el punto, cinco
electores respaldaron la posición de Castañón y otros cinco se manifestaron
en contra. Dos más, los electores de Ixtacomitán y Tapachula, que según to­
do indica que hubieran sufragado en este mismo sentido, no se presentaron
a tiempo en la ciudad y sus votos fueron descartados de antemano. En vista
de ello, aquel empate resultaba todo un triunfo para el sector mexicanista
mas, contrario a lo que había pretendido el ayuntamiento coleto, e incluso
bajo protesta de algunos electores, aquellos representantes no tuvieron otra
opción que asumir la autoridad de la provincia bajo el título de Junta Supre­
ma Provisional de Chiapas. Unos días más tarde quedaba disuelta la Diputa­
ción Provincial.
El desenlace de aquella jornada abrió un impasse que se prolongó hasta
septiembre de 1824 y cuya característica central fue el desacuerdo entre las
principales cabeceras chiapanecas con respecto a dos puntos fundamentales:
por un lado, la futura adscripción nacional de la provincia, y por otro, la adop­
ción de un mecanismo idóneo para resolver tal disyuntiva de manera autóno­
ma y legítima. Lamentablemente, muchos aspectos de este conflicto no han si­
do aclarados aún por la historiografía. En términos muy generales puede
decirse que se trató de una ruptura similar a la que sufrieron las demás provin­
cias centroamericanas en 1821, derivada en este caso de la naciente oposición
entre Ciudad Real como centro tradicional de autoridad política y administra­
tiva de la provincia, y una “fracción emergente” constituida por comerciantes
y hacendados de la región central, avecindados en cabeceras como Tuxtla y
Comitán.22 ¿Cómo explicar, sin embargo, que dicho rompimiento sólo se pro­
dujo tras la caída de Iturbide? ¿Por qué si hasta entonces Tuxtla y Comitán ha­
bían actuado en manifiesta concordancia con el ayuntamiento coleto, de pron­
to lo enfrentaban? ¿Por qué si en un inicio habían respaldado la secesión de
Guatemala, ahora parecían desdecirse?
Un elemento que al parecer no ha sido debidamente ponderado, y que
puede ayudar a explicar este problema, fue el impacto que tuvo la instalación
de ayuntamientos constitucionales en la provincia unos meses antes de ser pro­
clamada la independencia. Esto activó la vida política de cabeceras de partido
como Tonalá, Ixtacomitán y Tapachula, ajenas al ámbito inmediato de Ciudad
Real, y sobre todo la de Tuxtla y Comitán, las cuales no obstante su numerosa
población y creciente importancia económica habían tenido hasta entonces
escasa participación en la conducción política y administrativa de la provincia.
Tuxtla, que alguna vez había encabezado una alcaldía mayor y al formarse la
intendencia había visto mermar su posición regional, experimentó rápida­
mente un renacimiento político, extendiendo su influencia a Tonalá e Ixtaco-

22 Carvalho, 1994, p. 169. De Vos, 1988, p. 37, GarcIa de León, 1985, v. 1, pp. 142-144.
596 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

mitán, que junto con aquélla abarcaban todo el occidente de Chiapas. En


cuanto a Comitán, el establecimiento del nuevo cuerpo constitucional parece
haber dado lugar a otro tipo de acomodo político, resultado de la disputa en­
tre un sector de la dirigencia local, ligado estrechamente a la élite coleta, y una
facción rival que contaba con cierto respaldo de sectores populares, que apro­
vechó las elecciones de 1820 y 1822 para controlar el ayuntamiento. En el ca­
so de Tapachula, antigua cabecera de la gobernación de Soconusco, es de su­
brayar que sólo tras la instalación del ayuntamiento pudo contar con un
órgano de representación política después de 30 años de estar adscrita a la in­
tendencia de Chiapas.
Con la instalación de ayuntamientos constitucionales, la relación política
entre Ciudad Real y las principales cabeceras de partido se modificó notoria­
mente. Ello quedó de manifiesto en la actuación protagónica de Tuxtla y Co­
mitán durante la coyuntura de la independencia. Ciertamente, en 1821 el pac­
to entre los ayuntamientos había permitido a dichas cabeceras incidir de algún
modo en el gobierno de la provincia. Pero tal vez comitecos y tuxtlecos espe­
raban mucho más en cuanto a ello se refiere. Tras la unión al Imperio, los de
Ciudad Real continuaron acaparando los principales cargos políticos y admi­
nistrativos, además de estar sobrerrepresentados en la Diputación Provincial y
en el Congreso Mexicano. Aunque no se registraron mayores conflictos en la
provincia durante el tiempo que se mantuvo sujeta al gobierno imperial, era
evidente que la secesión de Guatemala, lejos de redundar en un mayor equili­
brio entre los grupos regionales de poder, había reforzado el predominio co­
leto. Al parecer, los descontentos aprovecharon la crisis del Imperio para in­
tentar recomponer las cosas.
Tras la caída de Iturbide, la correlación de fuerzas en la provincia varió
drásticamente. Sin el respaldo del emperador, y con el general Filisola mo­
mentáneamente aliado a las autoridades guatemaltecas, los dirigentes coletos
se encontraron de pronto en cierta orfandad. Las recientes elecciones para re­
novar el ayuntamiento de Comitán habían dado el triunfo a la facción antico­
leta que encabezaba el alcalde Matías Ruiz. La afinidad entre los nuevos edi­
les comitecos y el ayuntamiento de Tuxtla hizo posible la formación de una
alianza opositora que, además de incluir importantes poblaciones y cabeceras
de partido, y por ende controlar una vasta porción del territorio chiapaneco,
contaba también con un considerable contingente miliciano.23
Además de su condición marginal con respecto a la élite coleta, los diri­
gentes de esta alianza compartían cierta inclinación liberal que los aproxi­
maba ideológicamente a los republicanos de Centroamérica, y en efecto al­
gunos de ellos se manifestaron abiertamente por que Chiapas formara parte
de la república centroamericana, siempre y cuando en ella se adoptara el

25 Sobre la facción comiteca se conoce muy poco. Acerca de lino de sus dirigentes, el fraile
dominico Ignacio Barnoya, véase Barnova, 1970.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 597

principio federal.24 Sin embargo, es importante señalar que el agrupamien-


to como tal nunca tuvo abiertamente una orientación pro guatemalteca. A
diferencia de los dirigentes coletos que en todo momento subrayaron su
convicción pro mexicana, la inclinación centroamericanista de aquellos di­
sidentes fue siempre un tanto ambigua, quizá porque no la animaban inte­
reses económicos ni tampoco un sentimiento de identidad nacional, sino so­
bre todo el afán de contrarrestar las pretensiones hegemónicas de Ciudad
Real. En este sentido resulta significativo que, mientras los coletos cifraron
sus expectativas en recomponer la alianza estratégica con el gobierno mexi­
cano, la principal apuesta de sus adversarios no fue invocar la protección de
Guatemala, sino formar una instancia provisional que garantizara el dere­
cho de los ayuntamientos para decidir con entera libertad el destino de la
provincia.
El establecimiento en junio de lajunta Suprema fue un gran logro en es­
te sentido. A diferencia de la DipuUción Provincial, en el nuevo órgano parti­
cipaban vocales de los doce partidos, por lo que esuban represenudos de ma­
nera un Unto más equiutiva los diferentes grupos regionales de poder, aunque
cabe mencionar que al menos cinco de sus vocales, así como el jefe político de
la provincia, que permaneció en el cargo, formaban parte de la élite coleu. Es­
té equilibrio se vería reflejado a finales de julio, cuando la junu decretó la in­
dependencia temporal de la provincia. Imporuntes acontecimientos externos
enmarcaron dicha declaratoria. En Guatemala, el congreso convocado por Fi-
lisola decretó el 29 de junio la independencia absoluu de las provincias cen­
troamericanas y reiteró la invitación a Chiapas para integrarse a la nueva repú­
blica. Entreunto, por el rumbo del norte, una oleada de pronunciamientos
federalisus ponía en serios aprietos al Supremo Poder Ejecutivo y amenazaba
con fracturar el territorio mexicano.
Así las cosas, pretextando que la propia convocatoria a la formación del
nuevo Congreso Constituyente, emitida el 17 de junio, estipulaba el derecho
de las provincias centroamericanas a decidir por sí mismas si deseaban seguir
siendo parte de México, y sobre todo teniendo muy en cuenu los cercanos
ejemplos de Oaxaca y Yucatán, el sector anticoleto de lajunu forzó la emisión
del “decreto de Bases”, por medio del cual se proclamaba a la provincia “legí­
timamente reunida en sus representantes”, “libre e independiente de México
y cualquier otra autoridad, y en esudo de resolver lo que mejor le convenga”.
Se anunciaba asimismo que a partir de ese momento lajunu concentraría los
poderes ejecutivo, legislativo yjudicial, arrogándose la potesud de nombrar al
jefe político y establecer un tribunal de segunda insuncia. Todo ello, mientras
se determinaba el mejor momento para convocar a otra reunión de electores

24 Entre los dirigentes mal llamados “pro guatemaltecos” puede mencionarse a los hermanos
Manuel y Marcial Zebadúa, de Tuxtla, Matías Ruiz, de Comitán y al dominico español fray Igna­
cio Barnoya.
598 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

que habrían de resolver de manera definitiva el dilema chiapaneco, mismo


que el documento sintetizaba de la siguiente manera:
z
Si en trescientos años de dominación española, que corrió subordinada a Guate­
mala, [Chiapas] no experimentó por desgracia ningunos aumentos ó progresos en
los ramos principales de su riqueza territorial, y puede producírselas acaso la
unión á México, ó federación con las provincias limítrofes de Oaxaca, Tabasco y
Yucatán, dicta la política dejarla en condición de mejorar de condición y procurar
un resultado feliz [...] si por el contrario, con la nueva reincorporación de Guate­
mala, bajo principios liberales y de especial conveniencia ha de ser suceptible re­
dimirse de las vejaciones anteriores, tiene derecho á celebrar sus pactos como me­
jor le parezca.25

La reacción del gobierno mexicano ante los acontecimientos de Chiapas


fue impolítica y tardía. Cuando a principios de julio el secretario de Relacio­
nes, Lucas Alamán, se enteró del establecimiento de lajunta Suprema, no du­
dó en advertir a los chiapanecos que si bien el Congreso había otorgado liber­
tad “á los pueblos de Guatemala, para decidir de su suerte”, el Supremo Poder
Ejecutivo se hallaba sumamente preocupado por lo que estaba sucediendo en
Chiapas; “en esa Provincia existe un jefe político superior, una diputación pro­
vincial y otras autoridades [...] á quienes sin duda se les debe tener la mayor
consideración”, explicaba el secretario, “pues faltaría, de lo contrario, la esta­
bilidad, y á esto seria consiguiente el desorden que se introduce desde el mo­
mento en que los miembros de una nueva asociación se creen facultados para
alterar los pactos que la formaron”. Tres semanas después ordenaba al gene­
ral Filisola que al volver de Guatemala disolviera lajunta, restituyera a la ante­
rior Diputación Provincial e impusiera como jefe político al mexicanista Ma­
nuel José de Rojas, lo cual fue consumado el 4 de septiembre.26
Ciertamente, la intervención del secretario de Relaciones en los asuntos
de Chiapas se produjo en un contexto de fuertes fricciones entre autoridades
de distintas provincias y el Supremo Poder Ejecutivo. Pero aquellas disposicio­
nes tan drásticas contra una provincia, a la que el Congreso Mexicano había
autorizado a decidir libremente su pertenencia a la república, resultaban cier­
tamente un tanto exageradas. Sólo se explican si se toma en cuenta que Ala­
mán conocía las veleidades centroamericanistas de algunos vocales de la Jun­

25 Decreto de lajunta Suprema, Ciudad Real, 31 de julio de 1823, conocido como “decreto
de bases”, en Larráinzar, 1996 p. 88.
26 Alamán a lajunta de Chiapas, 9 de julio de 1823, ahsre, exp. 2-11-2669; Alamán a Filisola,
México, 30 de julio de 1823, en Romero 1877, p. 279. Esta instrucción era acorde con los esfuer­
zos realizados por el Supremo Poder Ejecutivo en aras de contener la oleada de pronunciamien­
tos federalistas que agitaba el país. Por esos mismos días partía hacia Jalisco un ejército al mando
de los generales Nicolás Bravo y Manuel Negrete para imponer obediencia a las autoridades de di­
cha provincia.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA YMÉXICO, 1821-1826 599

ta, y sobre todo porque el gobierno mexicano, y en particular el propio secre­


tario de Relaciones, estaban empeñados en conservar a toda costa la posesión
de Chiapas, Además de su conveniente ubicación a espaldas de Oaxaca y Yuca­
tán, el interés del nuevo gobierno mexicano en esta antigua provincia guate­
malteca parece haber respondido, como en tiempos del Imperio, a su vecin­
dad con Tabasco y Tehuantepec; en particular, el control del territorio
chiapaneco era de capital importancia en función del establecimiento de una
vía de comunicación interoceánica a través de aquel istmo, proyecto en el que
el propio Alamán se hallaba involucrado.27
En aras de perpetuar la unión de Chiapas a México, el secretario de Relacio­
nes buscó estrechar los lazos entre el Supremo Poder Ejecutivo y los mexicanis-
tas coletos; además, realizó un intenso cabildeo entre los legisladores, promovió
presiones diplomáticas hacia la naciente república centroamericana y desarrolló
una vasta campaña propagandística, en la cual participaron influyentes publicis­
tas y los principales periódicos de la capital mexicana. Sucesivas disposiciones del
Congreso respaldaron este esfuerzo de Lucas Alamán. Cuando el 1 de julio, al
votarse un dictamen relativo al retorno del general Filisola, los diputados guate­
maltecos que aún formaban parte de la legislatura solicitaron que se extendiera
un reconocimiento explícito de la independencia centroamericana, los legisla­
dores mexicanos optaron por la redacción que propuso el chiapaneco Bonifacio
Fernández, que restringía la posición del órgano legislativo a un mero enterado,
con el argumento de proteger a aquellas provincias que “no quisieran dejar de
pertenecer á México”. Posteriormente, hacia mediados de octubre, al votarse el
retorno de los diputados centroamericanos a sus lugares de origen, se acordó
por amplia mayoría no incluir entre ellos a los representantes de Chiapas “por
ser provincia de las que componen la Nación Mexicana”.28 En este último caso,
tanto la declaración en sí misma como el intenso debate que precedió su apro­
bación, así como la secuela que tuvo en los periódicos capitalinos, dejaron en
claro hasta qué punto la pertenencia de Chiapas se había establecido como' un
tema de interés nacional entre los legisladores y los grupos de presión de la na-

27 Cfr. Vázquez Ol ivera, 2000. Resulta significativo que tanto la incorporación de Chiapas co­
mo el proyecto de Tehuantepec fueron impulsados simultáneamente entre 1823 y 1824 por los
mismos dirigentes y operadores políticos dentro del gobierno y el Congreso mexicanos; entre
otros, Lucas Alamán, Manuel Mier y Terán, Tadeo Ortiz de Ayala, Carlos María de Bustamante, Lo­
renzo de Zavala yjavier Bustamante.
28 Águila Mexicana, 3dejuliode 1823; Águila Mexicanay El Sol, 20-22 de octubre de 1823. Ma­
teos, 1878 v. 2, p. 552. Desde el restablecimiento del Congreso, la noción de que independiente­
mente de lo que pasara con las demás provincias centroamericanas Chiapas podía seguir siendo
parte de México se había ido asentando de manera aparentemente casual, en resoluciones legis­
lativas de diversa índole. Por ejemplo, el 29 de marzo, una lista oficial de las provincias represen­
tadas en el Congreso contemplaba separadamente a “Chiapas’’ y a las “Provincias de Guatemala”,
y más claro aún, el 9 de mayo, cuando el Congreso decretó la sustitución de las capitanías por co­
mandancias generales y se hizo la enumeración respectiva, Chiapas figuraba en la lista. Diario 1823
v. 4, pp. 87 y 444.
600 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cíente república, no obstante que la opinión al respecto dentro de la propia pro­


vincia se inclinaba en realidad en sentido contrario.
En efecto, los ayuntamientos agraviados por la arbitrariedad mexicana no
tardaron en reaccionar de manera contundente. El 26 de octubre, aprove­
chando que el general Filisola había continuado su marcha hacia Oaxaca con
el grueso de sus tropas, fue promulgado en Comitán el Plan de Chiapa Libre,
cuya demanda central era el restablecimiento de lajunta Suprema. De inme­
diato, Ixtacomitán y Tuxda se sumaron al pronunciamiento, poniendo sus mi­
licias en pie de guerra. Ante esta situación, y obedeciendo recientes instruccio­
nes de Alamán en el sentido de evitar a toda costa cualquier enfrentamiento,
la guarnición mexicana abandonó la provincia sin oponer resistencia, gracias
a lo cual sólo cuatro días después de haber estallado el movimiento lajunta Su­
prema retornó a sus funciones. Dos semanas más tarde, al conocer aquel últi­
mo acuerdo del Congreso Mexicano, el comandante Joaquín Velasco y un cen­
tenar de sus hombres se acantonaron en el cerro de San Cristóbal bajo la
consigna de “muertos o Ciudad Real libre unido a México”. En respuesta, las
fuerzas de las “villas unidas”, Comitán, Ixtacomitán y Tuxtla, ocuparon la pla­
za y al grito de “Chiapa libre o la muerte” sometieron a los sublevados. De es­
te modo quedó sellado el triunfo del pronunciamiento autonomista.29
Lajunta Suprema gobernó la provincia hasta septiembre de 1824. Extra­
ñamente, los dirigentes de la alianza anticoleta se mostraron incapaces de
aprovechar la superioridad que tenían en el terreno militar para inclinar en su
favor la balanza política. Lejos de constituir una proclama centroamericanista,
el Plan de Chiapa Libre no iba más allá de exigir la reposición de lajunta, y en
este cuerpo los coletos lograron mantener una presencia significativa. Al pare­
cer, aunque las “villas unidas” tenían fuerza suficiente para poner en jaque a
Ciudad Real, no pudieron desplazarla como principal referente de autoridad
y poder en el interior de la provincia. En enero, debido a las presiones del
ayuntamiento coleto, lajunta decretó la salida de las tropas que tenían ocupa­
da Ciudad Real. En protesta, el comandante tuxtleco Manuel Zebadúa, que ha­
bía sido nombrado jefe político, renunció a dicho cargo. Ese mismo mes, las
elecciones para renovar el ayuntamiento de Comitán le dieron el triunfo a los
adversarios del alcalde Matías Ruiz, uno de los principales promotores del Plan
de Chiapa Libre. Los nuevos ediles restablecieron la anterior lealtad de la ciu­
dad al ayuntamiento coleto, despojaron a Ruiz del mando militar y se negaron
a seguir colaborando con Tuxtla. Posteriormente emprendieron la persecu­
ción de quienes dentro y fuera del ayuntamiento habían promovido la unión
a Centroamérica.30
La nueva alianza entre Comitán y Ciudad Real rompió el relativo equili­
brio que hasta entonces existía en el seno de lajunta. Así, mientras las “villas

29 Documentación relativa al “cantón del Cerro", en LAL-Chiapas, Manuscrípts Box 3.


50 C/r. Trens, 1942, pp. 267-269; Aquino y Corzo, 1994, pp. 203-214.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA YMÉXICO, 1821-1826 601

unidas” fallaban en consolidarse como fuerza política, los mexicanistas chiapa­


necos afianzaron sus posiciones en el gobierno provincial. De hecho, aquel
sorpresivo relevo en el ayuntamiento comiteco puede considerarse como uno
de los principales factores que determinaron la incorporación definitiva de
Chiapas a México. En diciembre, lajunta había convocado nuevamente a los
partidos a manifestarse por la unión a México o a la república centroamerica­
na. En marzo, aprovechando la ausencia de los representantes de Tuxtla e Ix-
tacomitán, se modificó la convocatoria. En lugar de asignarle un voto a cada
uno de los doce partidos, como la vez anterior, quedó establecido como crite­
rio del escrutinio el número de “votos” que correspondía a cada ayuntamien­
to, en función del número total de sus habitantes. Esto no sólo reducía el pa­
pel de dicho cuerpo, en principio depositario de la soberanía provincial, a sólo
calcular los “votos” que debían atribuirse a cada ayuntamiento, sino que asegu­
raba el triunfo de los mexicanistas, pues entrambas Ciudad Real y Comitán
controlaban las regiones más densamente pobladas de la provincia. Toda vez
que había perdido el respaldo comiteco, el ayuntamiento de Tuxtla no se atre­
vió a emplear la fuerza para revertir tal decisión. Sólo el ayuntamiento de Ta­
pachula manifestó su desacuerdo al solicitar de manera unilateral la incorpo­
ración del Soconusco a la república centroamericana.31
El acuerdo de lajunta Suprema motivó que el caso chiapaneco fuera dis­
cutido una vez más en el Congreso Mexicano. Aunque algunos legisladores,
como Lorenzo de Zavala y Carlos María de Bustamante, pidieron declarar de
manera terminante que Chiapas pertenecía a la república mexicana, la mayo­
ría se inclinó por permitir que la cuestión la decidieran los propios chiapane­
cos mediante el procedimiento estipulado por lajunta, pero fijando un plazo
máximo de tres meses.32 Cabe mencionar que ya a esas alturas la cuestión de
Chiapas se había convertido en un serio motivo de disputa entre los gobiernos
mexicano y centroamericano. En efecto, el atropello perpetrado contra lajun­
ta Suprema, la “apropiación” de la provincia decretada por el Congreso y la
inexplicable demora en reconocer oficialmente la independencia de Centroa­
mérica, motivaron las protestas del gobierno de Guatemala, que en principio
había manifestado la mejor disposición para con las autoridades mexicanas.
Ciertamente, ninguno de los dos gobiernos se mostró dispuesto a dirimir el
asunto por medio de las armas, pero ambos desarrollaron una intensa activi­
dad conspirativa con miras a lograr la incorporación de la provincia. Así como
el Supremo Poder Ejecutivo y el Congreso mexicanos manifestaron abierta­
mente su respaldo a los mexicanistas coletos, el gobierno centroamericano, y
en lo personal el minisuo de Relaciones, Marcial Zebadúa, hermano del co­
mandante de las tropas tuxtlecas, apoyaron la proclamación del Plan de Chia­
pa Libre. Sin embargo, tanto los desacuerdos entre los dirigentes de las “villas

31 Cfr. Aquino y Corzo, 1994, pp. 244-247.


32 Acias Consilucionalts, 1980, v. 9, pp. 567-663.
602 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

unidas” como la propia debilidad de dicho gobierno determinaron que sus es­
fuerzos resultaran fallidos; su encargado de negocios en México fracasó en ob­
tener el apoyo de los ministros británico y norteamericano, y por más que se
esforzó no pudo contrarrestar la propaganda de Alamán ni tampoco revertir
la opinión mayoritaria de los legisladores en favor de la incorporación de
Chiapas.33
Con el propósito de supervisar conjuntamente el escrutinio de lajunta Su­
prema, el secretario Alamán propuso a Centroamérica que ambas repúblicas
enviaran sendos comisionados y situara cada una un contingente militar en sus
linderos con Chiapas. Sin embargo, el gobierno de Guatemala se negó tajan­
temente a ello, tal vez porque prefería no tener injerencia alguna en dicho
proceso para más tarde poderlo impugnar por la vía diplomática; además, en
un gesto de franca hostilidad, la Asamblea Nacional centroamericana aprobó
de inmediato la incorporación del Soconusco. El gobierno mexicano dispuso
entonces ejecutar de manera unilateral su propia iniciativa, gesto que terminó
de consolidar la posición de sus partidarios en Chiapas. Si bien aquellas tropas
tardarían casi un año en aproximarse al territorio chiapaneco, el solo anuncio
de su envío, así como el arribo en agosto del general Javier Bustamante, comi­
sionado mexicano, contribuyeron a coartar cualquier posible reacción de los
ayuntamientos inconformes. El resultado del escrutinio se daba por desconta­
do. De haberse mantenido el criterio de un voto por partido, el triunfo habría
correspondido a los partidarios de Centroamérica, pero de acuerdo con el sis­
tema adoptado el resultado fue favorable a México por 96 829 “votos” contra
60 400. Sobre esta base, el 14 de septiembre de 1824 lajunta Suprema decre-

55 Cfr. Toussaint el al., 2001, cap. 1, y Vázquez Olivera, 2001. Las gestiones de Alamán estu­
vieron acompañadas por un esfuerzo sistemático de información y propaganda. Puntualmente, el
secretario enviaba al Congreso cuanta noticia recibía procedente de Chiapas y Guatemala, en par­
ticular los informes de Filisola, que también publicaba de manera regular en ElSoly El Águila Me­
xicana. A su vez, éstos abrieron sus páginas a cartas de lectores y remitidos anónimos, reales y su­
puestos, así como a una cantidad inusitada de noticias sobre Centroamérica. Muchas de estas
inserciones aludían a los problemas que perturbaban el escenario político centroamericano, lo
cual apuntaba a desacreditar a las autoridades de la república “rival” ante la opinión mexicana. To­
do esto constituyó un importante insumo para las discusiones y las resoluciones parlamentarias
con respecto a Chiapas. Los manejos de Alamán fueron tan obvios que llegó a recibir reproches
en el mismo Congreso. Véase, por ejemplo, el reclamo de Manuel Cresencio Rejón en la sesión
del 18 de octubre de 1823. Águila Mexicana núm. 190, 21 de octubre de 1823. Como ejemplo ex­
tremo de aquella campaña “periodística” puede mencionarse el esfuerzo por desacreditar la ca­
pacidad intelectual del representante centroamericano en México, Juan de Dios Mayorga, el mis­
mo día que se publicaba uno de sus vehementes alegatos contra la actitud asumida por el
gobierno mexicano. El Sol núm. 128, 20 de octubre de 1823. A su vez, dinero de por medio, Ma­
yorga también tuvo acceso a la prensa mexicana, lo cual aprovechó para desarrollar una tenaz
contracampaña, igualmente copiosa. De este modo, tanto El Sol como El Águila dedicaron un es­
pacio inusitado a las noticias sobre Chiapas y Centroamérica. De hecho, durante el segundo se­
mestre de 1823 y buena parte de 1824, ningún otro tema de interés nacional, excepto los debates
del Congreso, recibió semejante cobertura por parte de estos periódicos capitalinos.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 603

tó formalmente la incorporación del “estado libre” de Chiapas a la República


Mexicana.34

EL ESTADO 19 DE LA FEDERACIÓN

Durante el periodo inmediatamente posterior a la unión a México, Chiapas


experimentó un acelerado proceso de reorganización política. Éste giró en
torno a dos elementos fundamentales: por un lado, la consolidación de la éli­
te coleta como agrupamiento hegemónico; por otro, el fortalecimiento de su
alianza estratégica con el Estado mexicano. Desde luego, en Ciudad Real con­
vivían sectores, familias, corporaciones y grupos de poder cuyos intereses espe­
cíficos no siempre coincidieron, por más que algunos autores hayan insistido
recientemente en señalar la existencia de dos sectores antagónicos dentro la
élite coleta, “tradicionalistas” e “ilustrados” (los primeros conservadores e itur­
bidistas, los segundos, opuestos al Imperio y partidarios de la república fede­
ral),35 hay suficientes pruebas de que en la coyuntura de la independencia la
élite coleta se mantuvo cohesionada. Ciertamente, salvo contadas excepcio­
nes, los miembros del ayuntamiento y del cabildo eclesiástico, superiores de
las órdenes religiosas, funcionarios, comerciantes y hacendados, muchos de
ellos miembros activos de la ilustrada Sociedad Económica de Amigos del País,
respaldaron unánimemente la adhesión al Plan de Iguala; entre 1823 y 1824
fueron el alma de la facción mexicanista; y a partir de 1825 acapararon los más
altos cargos en el gobierno del estado, la mayoría de los escaños en el Congre­
so local, así como diputaciones y senadurías en el Legislativo Federal, instan­
cias desde las cuales los dirigentes coletos trazaron el rumbo político de Chia­
pas durante los años subsiguientes.36
Una vez consumada la incorporación a México, la principal preocupación
de las autoridades fue superar la caótica situación en que estaba la provincia
tras año y medio de conflictos e incertidumbre.37 En términos generales, la ins­
tauración del nuevo gobierno no enfrentó mayores contratiempos. Aunque el
ayuntamiento de Tuxda impugnó el escrutinio, decidió finalmente resignarse

S4 Aquino y Corzo, 1994, pp. 244-267. Se inclinaron por México, Ciudad Real, Llanos (Comi­
tán) , Huistán, San Andrés y Simojovel; por Centroamérica, Tuxtla, Tonalá, Ixtacomitán, Tapachu­
la, Palenque y Tila. Ocosingo se abstuvo. Las cifras del escritunio son exageradas pues el padrón
utilizado inflaba la población de la provincia en cerca de 30 por ciento.
85 Carvai.ho, 1994, pp. 177-178, 252, 273.
36 Esta conclusión se desprende de examinar la trayectoria política de más de cien persona­
jes chiapanecos entre 1808 y 1833. Base de datos elaborada por el autor.
37 Según señalaba a Anales de septiembre el general Bustamante, "los pueblos, y aun los in­
dividuos han quedado en estado de naturaleza. No hay organización ni autoridades [... ] todas las
contribuciones han cesado absolutamente y á los empleados en todos los ramos de la administra­
ción pública se les debe el sueldo de más de ocho meses”. Bustamante a Alamán, 23 de septiem­
bre de 1824, agn, Gobernación s/s 76/4.
604 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

al resultado.38 Incluso el desarme de las tropas tuxtlecas y el licénciamiento de


algunos oficiales reacios a aceptar la unión a México se resolvieron sin proble­
mas. En ello colaboraron activamente tanto Manuel Zebadúa, quien provisio­
nalmente siguió ocupando el cargo de comandante general, como Joaquín Mi­
guel Gutiérrez, ex vocal de lajunta. El 5 de enero de 1825 se instaló en Ciudad
Real el Congreso del estado que, al igual que lajunta Suprema, estaba integra­
do por un representante de cada partido, con excepción del Soconusco. Como
senadores, dicho cuerpo eligió a dos reputados mexicanistas, Fernando Coro­
na, ex vocal de lajunta, y Mariano Montes de Oca, ex diputado provincial; pa­
ra ocupar interinamente la gubernatura fue designado Manuel José de Rojas,
“el hombre que conviene más a los intereses de México”, a decir del propio ge­
neral Bustamante. Poco después, quien fuera representante de Ciudad Real
ante lajunta, Carlos Castañón, rebibió un importante nombramiento como
ministro de la audiencia; yjosé Mariano Coello, el alcalde de Comitán que en
1824 había restablecido la alianza con el ayuntamiento coleto, obtuvo el cargo
de asesor para asuntos de primera instancia.39
Durante 1825, el Congreso y el ejecutivo se dieron a la tarea de restructu-
rar o, mejor dicho, devolver a la vida los distintos ramos de la administración
estatal. Activar el cobro de la contribución directa, centralizar la recaudación,
establecer aduanas para fiscalizar el comercio con los pueblos de Guatemala,
y separar las rentas federales, fueron las medidas más urgentes en este sentido.
No obstante, la principal ocupación de los legisladores consistió en redactar la
Constitución estatal, la cual fue aprobada el 19 de noviembre. Por desgracia,
las actas legislativas correspondientes a dicho periodo se encuentran extravia­
das, de modo que es imposible hacer un seguimiento de las discusiones que
dieron origen a los distintos artículos de aquella carta. Según explicaban sus
autores al público chiapaneco, en todo momento se habían esforzado por con­
ciliar “las bellas luces que han esparcido los demas estados de la confedera­
ción” con “aquellos preceptos que imperiosamente reclamaban vuestras parti­
culares circunstancias”.40
En efecto, aunque su estructura y algunos de sus artículos en particular pa­
recen inspirados en las constituciones de otros estados, como Oaxaca, Jalisco
y Veracruz, no se puede señalar una influencia predominante. Entre las dispo­
siciones más notables de esta carta pueden mencionarse la disminución de do­
ce a nueve el número de los partidos en que se hallaba dividido el territorio
del estado, así como su encuadramiento en cuatro grandes departamentos, los
cuales por lo pronto no se especificaban. Asimismo, la concesión de amplias fa­
cultades al poder legislativo, integrado por una sola cámara debido a las limi­
taciones económicas del estado, en tanto que las atribuciones del poder ejecu-

58 Sobre esta protesta del ayuntamiento de Tuxtla, véase De Vos, 1988.


59 Bustamante a Alamán, 11 de enero y 11 de mayo de 1825, agn, Gobernación s/s 85/5.
40 Constitución del Estado de las Chiapas, en Colección, 1828, v. 1.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 605

tivo se hallaban repartidas entre el gobernador, el vicegobernador y unajunta


consultiva presidida por el segundo. Se instituían también los cargos de prefec­
tos y subprefectos, dependientes del gobernador, que tendrían a su mando la
jefatura política de departamentos y partidos, los cuales llegado el caso po­
drían ejercer como alcaldes de los pueblos, en vista de “la multitud de indíge­
nas que componen el estado, y que de otra suerte quedaría abandonada en las
manos de la indolencia, y espuesta á los vicios consiguientes”. En cambio, a di­
ferencia de otros estados que también contaban con una alta proporción de
población indígena, por ejemplo Oaxaca, se mantuvo como criterio para la
formación de ayuntamientos “el número de mil almas [...] ó aunque sea me­
nor su población, si asi lo exijen sus circunstancias”.41
La Constitución del Estado de las Chiapas no contravenía en ninguno de
sus artículos la Constitución Federal; no sólo sus redactores se habían cuidado
de ello, y en algunos puntos pidieron consejo al general Bustamante, sino que
el propio gobernador, que albergaba ciertas dudas al respecto, prefirió consul­
tar con el ejecutivo federal antes de aprobar su publicación, lo cual retrasó su
entrada en vigor hasta febrero de 1826.42
Situaciones como ésta, que para cualquier otro estado de la república pu­
dieran haber resultado inaceptables, las autoridades chiapanecas las asumie­
ron de buen grado. De algún modo era el costo de sus propias vacilaciones y
de haberse sumado a la Federación de manera tardía.43 Sin embargo, más allá
de obligarse a ciertos gestos de lealtad para con las autoridades de la repúbli­
ca, por su propia experiencia bajo el gobierno de Iturbide los dirigentes cole­
tos tenían bastante claro que la supervisión mexicana sobre sus disposiciones
legislativas no afectaría en lo más mínimo sus intereses fundamentales.44
Por parte del gobierno federal, el mecanismo más evidente de esta vigi­
lancia lo constituyó la permanencia en Ciudad Real del general Javier Busta­
mante, aun después de concluida su misión original, que era supervisar el es­
crutinio de lajunta Suprema. En efecto, la estancia en Chiapas de este militar
y antiguo diputado del primer Congreso se prolongó más de dos años, tiem­
po durante el cual ejerció no poca influencia en los asuntos políticos locales.

41 Varios años después, el gobierno estatal continuaba exhortando a la formación de ayun­


tamientos. Al parecer, dado que entre sus principales funciones se contaba la recaudación fiscal,
no era un asunto que apurara demasiado a los pueblos del estado.
42 Bustamante al secretario de Relaciones, 12 de enero de 1826, agn, Gobernación s/s 98/4.
Acerca de las labores de aquella primera legislatura estatal, véase Ruiz Abreu, 1994, v. 1, cap. 2.
43 Así lo subrayaba el propio Rojas en febrero de 1825 al agradecer a Alamán Tos hechos po­
sitivos de predilección, beneficios y favores que del gobierno mexicano hemos recibido, sin cuyos
poderosos auxilios imposible es que podamos subsistir”, agn, Gob. s/s 85/5.
44 Como un ejemplo de este tipo de gestos pueden mencionarse el nombramiento del gene­
ral mexicano Juan Pablo Anaya como presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País, si
bien dicho militar no se distinguía precisamente por su ilustración, así como la publicación en
1825 de una Representación del cabildo de Chiapas contra la Encíclica del Papa que condena la Independen­
cia mexicana. López Sánchez, 1960, v. 2, p. 978.
606 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Bajo su vigilante mirada se verificó la unión a México. Posteriormente super­


visó la instalación del Congreso estatal, las elecciones de gobernador interi­
no, senadores y diputados federales, así como el nombramiento de nuevos
funcionarios del gobierno y magistrados de la audiencia. Desde luego estuvo
muy pendiente de las discusiones del Congreso en torno a la redacción de la
constitución estatal. Según lo revelan sus propios informes, en todos estos
asuntos intervino de una u otra forma. Gracias a sus gestiones, Carlos Casta­
ñón yjosé Mariano Coello, por ejemplo, obtuvieron sus respectivos nombra­
mientos, mencionados previamente; asimismo a instancias suyas fue estable­
cida una aduana en Comitán para fiscalizar el comercio con Guatemala y se
acordó la construcción de un camino hacia Tabasco. Cabe subrayar que su
constante intromisión fue tolerada por el gobernador, aun cuando no en to­
dos los casos coincidían sus opiniones. Asimismo, contribuyó a consolidar la
estabilidad interna del estado, pues era lo que más convenía a los intereses
mexicanos, promoviendo medidas de conciliación entre los ensoberbecidos
mexicanistas, como el propio gobernador, y los antiguos “chiapalibres” de
Tuxtla y Comitán.43
En principio, Alamán había contemplado que Bustamante retornara a Mé­
xico una vez que el general Juan Pablo Anaya, designado comandante del es­
tado a principios de 1825, asumiera su cargo. Sin embargo, debido a las com­
plicaciones diplomáticas surgidas con el gobierno centroamericano por el
problema del Soconusco, que amenazaban desembocar en una confrontación
abierta, le fue ordenado prolongar su estadía por tiempo indefinido.46 De es­
te modo, Bustamante como agente político y Anaya como militar constituye­
ron una suerte de misión federal en el estado de Chiapas. Y si bien existían en­
tre los dos notorias diferencias políticas, ambos se empeñaron a su modo en
una misma labor: apuntalar la mexicanización de aquella antigua provincia del
Reino de Guatemala. En este sentido, el papel de Bustamante, hasta ahora ig­
norado por la historiografía, parece haber tenido una gran importancia. A di­
ferencia de Anaya, cuya actitud prepotente suscitó fuertes roces con las auto­
ridades locales, aquél estableció fuertes lazos políticos con la dirigencia coleta,
consolidando la labor de antecesores suyos como Manuel Mier y Terán y Vi­
cente Filisola. En 1826 intercedió en favor del primer gobernador constitucio­
nal del estado, José Diego Lara, cuando éste entró en conflicto con Anaya,
quien absurdamente lo acusó de conspirar en favor de la república centroame­
ricana. De manera significativa, un año después Bustamante fue nombrado re­
presentante por Chiapas ante el Senado de la república.47

45 AGN, Gob. s/s 76/4, 85/5.

46 Hacia finales de aquel año, luego que Alamán dejó la Secretaría de Relaciones, Bustaman­
te, hombre de su confianza, perdió casi por completo contacto con el ejecutivo federal, aunque
extrañamente el nuevo secretario se negó de manera reiterada a aceptar su renuncia.
47 agn, Gob. s/s 98/4, 98/6.
CHIAPAS, ENTRE CENTROAMÉRICA Y MÉXICO, 1821-1826 607

Con respecto al general Anaya, cabe mencionar que, no obstante haberse


visto enfrentado en diversas ocasiones con el gobierno local, su presencia en
Chiapas a la cabeza de un contingente veterano resultó fundamental para con­
solidar la incorporación a México; en 1825 disuadió a los antiguos chiapalibres
de intentar un nuevo pronunciamiento y obligó a las tropas guatemaltecas a
retirarse del Soconusco. Cabe subrayar que al menos hasta 1828 la presencia
militar mexicana no constituyó una carga para el erario del estado ni represen­
tó una fuente de inestabilidad. Desde el principio, el Ejecutivo federal consi­
deró los gastos que generaba la división de Anaya como un precio razonable a
cambio de consolidar los objetivos geopolíticos del Estado mexicano en aque­
llas regiones. Como subrayara Alamán, en el sostenimiento de esas tropas y en
su actitud hacia los chiapanecos estaban enjuego “el decoro de la nación y la
conservación de aquel estado”.48
A manera de colofón, cabe reiterar la idea de que la convergencia de inte­
reses entre los dirigentes coletos y el Ejecutivo mexicano, y sobre todo el hecho
de haber podido establecerse entre ambos una alianza eficaz y mutuamente
provechosa, caracterizaron tanto la incorporación de Chiapas a México como
los primeros pasos de aquél como el estado diecinueve de la Federación. El ha­
ber pertenecido largamente a la audiencia de Guatemala, y en consecuencia
mantenía antiguos lazos con determinadas regiones guatemaltecas, su lejanía
con respecto al centro del país, así como el hecho de que el diferendo por la
cuestión del Soconusco se prolongara muchos años, le confirieron un carácter
singular como entidad fronteriza.
Desde 1826, a instancias del general Anaya, quien fuera un antiguo insur­
gente, se comenzó a conmemorar cada 16 de septiembre el grito de Dolores;
poco después se acuñó el escudo que ostentan los documentos oficiales de
aquella época bajo el lema de “Gobierno Supremo del Estado Libre de Chia­
pas”, con el familiar motivo del nopal y el águila devorando una serpiente, ba­
jo un resplandeciente gorro frigio. Asimismo, el fervor mexicanista de los di­
rigentes coletos fue emulado pronto por los antiguos chiapalibres, quienes,
encabezados por Joaquín Miguel Gutiérrez, no tardaron en establecer fuertes
lazos con el partido yorquino y proclamarse defensores a ultranza del sistema
federal. Aun así, el mexicanismo chiapaneco, en sus distintas variantes, se ve­
ría contrastado por el hecho de que, más allá de la incorporación formal a la
república, expresión ante todo de una definición geopolítica, la integración de
Chiapas a la dinámica mexicana tenía un fundamento nacional bastante ende­
ble: el afán de las élites locales, la llamada “familia chiapaneca”, por establecer
un control irrestricto sobre los recursos locales.

48 Alamán a Anaya, 27 de mayo de 1825, acn, Gobernación s/s 85/5.


LA FEDERACION DESDE TABASCO

Carlos Martínez Assad


Instituto de Investigaciones Sociales,
Universidad Nacional Autónoma de México

LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA EN TABASCO

Todavía no se escuchaban los cañones que acompañaron el anuncio de la inde­


pendencia en Tabasco y ya empezaba a descollar la figura del padre José Eduar­
do de Cárdenas quien, debido a su prestigio, obtuvo el apoyo unánime para salir
del curato de Cunduacán y convertirse en uno de los 33 diputados que repre­
sentarían a América en las Cortes de Cádiz. Su contribución, después de pres­
tar juramento el 27 de febrero de 1811, fue su Memoria a favor de la Provincia de
Tabasco, en la que buscaba beneficios para su provincia. Cárdenas proponía se
le anexara la región de los Agualulcos para ampliar sus límites hasta el río To­
nalá y propugnaba por el establecimiento de la enseñanza pública y gratuita pa­
ra todas las clases sociales, incluidos los indios. Buscaba, además, la organización
de sociedades agrícola, arreglos para la hacienda local y libertad de comercio.
Su documento demandaba la creación de ayuntamientos mediante elecciones
populares y la división de los tres poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Le dio importancia al trabajo eclesiástico, mostrando desacuerdo con la
dependencia de Tabasco del obispado de Yucatán, que recibía 30 mil pesos
anuales del clero tabasqueño, y apenas lograba que se le dieran menos de
3 000 pesos como subvención para la indigencia. Desde antaño, se había inten­
tado la autonomía, y desde tiempos de Felipe II se había presentado el proble­
ma. Por lo demás, su descripción de la tierra “feracísima” de Tabasco ilustra
muy bien lo que era entonces su territorio:

[...] se verá girar por todas partes sus cacaos de excelente calidad, su café tan bue­
no como el de Moca, que es el más celebrado, su vaynilla, sus azúcares, su palo de
tinte incomparable, sus morales que surten un amarillo primoroso, su pita suavísi­
ma ó ixtle, apta para todo género de cordage, su algodón, su añil ó indigo, su achio­
te, que suple muy bien por el azafrán y lo excede en virtudes, su pimienta que es la
mejor que se conoce, sus maderas exquisitas, sus gomas; y con particularidad la elás­
tica nombrada por allá ule, sus plantas medicinales, como la cañafístola, zarza parri-

609
610 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

lia, xalapa, el güiro, y una especie de quina llamada copakhi de singulares propieda­
des, sus tintas finísimas que se extraen de varias plantas desconocidas por la Europa,
su xabon vegetable que por varias experiencias hechas a mi visita, no solo asea la ro­
pa, sino que la preserva de la polilla, su finísimo almidón extraido de la yuca nom­
brada mansa, pues no usan allá de la brava; y su aromático, suavísimo, y deleitoso ta­
baco, sembrado a hurto por prohibido; y en cuyo lugar se abastecen las tercenas del
pésimo de Yucatán, para que allí se convierta en basuras con no poco perjuicio del
erario, y con el del público á quien se le vende lo que no se le había ofrecido, y á un
precio exhorbitante; véanse sino las ordenanzas de su estanco: por fin se verán girar
su arroz y diversas clases de frexol ó judihuelo de un gusto suave y agradable. Y pre­
gunto ahora: todo este manantial inagotable de riquezas al paso de la redundaría en
bien de los Tabasqueños ¿no le rendirá a la Nación ventajosísimas utilidades?1

El documento tuvo tal impacto en Tabasco que, durante todo su periodo


de formación como estado, se le continuó citando y concibiendo como el pro­
ducto local más acabado. Pero ya en el momento en que se dio a conocer se
enfrentaba a otros argumentos sobre la situación en Tabasco. Menos optimis­
ta era el gobernador Andrés Girón, que el 21 de febrero del mismo año, infor­
maba de los problemas organizativos en toda la provincia, aunque esperaba
contar con una milicia de mil hombres de infantería y caballería, formada por
vecinos solteros. Al finalizar el año decía haber rehabilitado el batallón de mi­
licias, así como la compañía de voluntarios patriotas de Fernando VII. Seguía
así las disposiciones de lajunta de Gobierno Político Interino de Villahermo-
sa sobre el establecimiento de diez ayuntamientos constitucionales en Tabasco,
con sus respectivos alcaldes y síndicos capacitados para las cuestiones económi­
cas, como arreglo de las fiestas y cobro de contribuciones, así como para reu­
nir a niños y niñas que pudieran acudir a la iglesia para escuchar la explicación
de la doctrina cristiana.
De por entonces data la denominación de Plaza de la Constitución, que ce­
lebraba la publicación del documento gaditano en Villahermosa el 3 de no­
viembre 1813 y que, por cierto, se realizó de forma singular. “[...] Inflamado el
pueblo en el deseo de la publicación de la Constitución, suplicó se verificase el
mismo día al salir ya para su casa el Señor Diputado en Cortes Don José Eduar­
do de Cárdenas, ausente con licencia, quien viendo el ardor patriótico de los fi­
delísimos habitantes de esta capital, persuadió eficazmente al Señor Goberna­
dor Don Andrés Girón a que se procediese acto continuo a verificar lo que el
pueblo solicitaba”.2 Precedido por un discurso, el diputado leyó lo que se con­
sideró el “sagrado código” que después fue juramentado con salvas de fusilería
y de artillería, entre aclamaciones y “tiernas lágrimas” de los concurrentes.3

1 Cárdenas, 1979. En todo el texto se respeta la ortografía empleada en las fuentes originales.
2 Archivo General de la Nación (agn, en adelante) Grupo documental Ayuntamientos, vol. 183.
5 Ibid.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 611

Para entonces, nadie tenía la certeza de que el monarca Fernando VII hu­
biera sido restituido desde su forzado abandono del poder en 1808 a conse­
cuencia de la invasión napoleónica a España; mas su regreso al trono en 1814
restableció el absolutismo, canceló el régimen constitucional y sometió a los di­
putados y partidarios de las Cortes a prisión o a vivir vigilados y con grandes di­
ficultades. En Tabasco hubo varios movimientos de rebeldía en contra de Es­
paña, como el del desprestigiado Atanasio de la Cruz, que tomó Huimaguillo
el 12 de febrero de 1816. El movimiento tuvo pocos alcances ya que, habiendo
sido procesado y condenado junto con otros infidentes, fue absuelto por Real
Gracia el 25 de enero de 1817.4
José Eduardo de Cárdenas se había reincorporado a su iglesia en Cundua-
cán y desde allí alcanzó a ver el final del proceso de la independencia, antes de
morir en los últimos días de 1821. Los municipios de Cunduacán, Macuspana
y Huimanguillo se unieron con rapidez al Plan de Iguala. El llamado “Glorio­
so sistema independiente” se proclamó en Villahermosa el 5 de julio, hecho
que encontró a la provincia ya por entonces con una hacienda, un erario y un
tesoro en situación de penuria. Esa debilidad económica imposibilitaba la ad­
ministración de cualquier gobierno. Por las acuosas tierras de esa provincia lle­
gó Juan Nepomuceno Fernández Mantecón al mando de entre 300 y 400 vera­
cruzanos, enviados a proclamar la independencia por Antonio López de Santa
Anna, comandante de sureste, quien desde Córdoba les había hecho un llama­
do el 28 de julio de 1821:

¡Tabasqueñosl Apresuraos a inscribir buestros nombres en la lista de los heroes de


la patria. A yegado el tiempo de decidirse, las grandes cadenas se rompen a gran­
des martillazos, un paso atras sera el camino al sepulcro. Los opresores de tres si­
glos no perdonan [...] humea todavía la sangre de los Yncas y de los Moctezumas,
humea la de treinta millones de yndios sacrificados al furor y causa de los barba­
ros españoles./ A las armas Tabasqueños, morir o ser libres es nuestra voluntad.
Mis soldados solo tienen la sertidumbre, contad con ellas, contad con migo, os fe­
licito por vuestro honor a la religión, a la independencia y a la nación. Estas son
nuestras garantías, este es el plan del inmortal Yturbide.5

Los realistas lograron recuperar Villahermosa, pero finalmente la inde­


pendencia se impuso el 31 de agosto, al lograr que capitulara Ángel del Toro,
último gobernador colonial, presionado por las fuerzas del comandante Fer­
nández Mantecón; éste, al frente de 200 hombres de infantería y 100 de caba­
llería, hizo salir a Del Toro que se refugió en Campeche. El domingo 8 de sep­
tiembre de ese año fue jurada por fin la independencia, y el Plan de Iguala se
impuso en todo el suelo tabasqueño. Así lo reconocieron el mismo López de

4 Canudas, 1993. El autor hace un relato pormenorizado de esos años.


5 Archivo de la Secretaría de la Defensa y Marina (ahdn, en adelante), Exp. XI/481.3/109.
612 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Santa Anna y Agustín de Iturbide, primer Jefe del Ejército Imperial de las Tres
Garantías, que el 30 de septiembre se deshicieron en elogios sobre la actua­
ción de Fernández Mantecón.
En el mismo año, la Soberana Junta Suprema Provisional Gubernativa di­
vidió el territorio del naciente país en seis capitanías generales, y Tabasco que­
dó integrada a la que formaban Veracruz, Puebla y Oaxaca. De acuerdo con
la Constitución de Cádiz, se eligió el Ayuntamiento Constitucional de Villaher-
mosa, integrado por diez personas y un secretario, entre ellas Francisco Beian-
curt y Peralta, Marcelino Margalli, Ramón Albares y Atanasio de la Cruz Díaz.6
Establecido el Soberano Congreso Constituyente el 24 de febrero de 1822,
pronto tuvo un enfrentamiento con el regente Iturbide, que no obstante sería
declarado emperador después del motín popular del 18 de mayo y el voto ma-
yoritario del Congreso. Este movimiento capitalino no podía prever la reac­
ción de las provincias. En Tabasco, tocó a Manuel María Leyton proclamar
emperador a Agustín de Iturbide en una ceremonia realizada en la Plaza ma­
yor de Villahermosa el 10 de junio de 1822; José Rincón hizo el elogio al em­
perador:

Soldados: La América Septentrional es ya feliz, pues se ha reconocido por Empe­


rador a Generalísimo el Sr. D. Agustín de Iturbide: sedle siempre fieles á su au­
gusta persona, cual lo habéis acreditado, y vivid firmemente persuadidos que
vuestro Comandante general con la última gota de sangre que circule por su ve­
nas, está pronto a demostrar que es el único digno de ceñir la augusta Corona del
Septentrión [...] En seguida se iluminó por la noche toda la población, se ador­
naron los balcones, ventanas y puertas con lucidas colgaduras, y esta mañana se
cantó en la Iglesia parroquial una solemne misa y Te Deum en acción de gracias
del7 Todopoderoso, con asistencia de las autoridades y cuerpos civiles, eclesiásti­
cos y militares [...].7

Por desgracia, la rivalidad entre Iturbide y el Congreso se agudizó, lo que fi­


nalmente llevó a su disolución y a la creación de lajunta Nacional Instituyeme
el 2 de noviembre; ésta debía constituir a la nación a través de la convocatoria
de un nuevo congreso. Pero esto representó sólo “[...] un compás de espera an­
gustiosa de la reacción de la nación entera ante los últimos acontecimientos, así
como el postrer intento de Iturbide por consolidar su trono con la ayuda fun­
damentalmente de los diputados afectos a su persona y a sus planes”.8
Con cierto afán legalista, el Emperador dotó a lajunta de unas Bases Or­
gánicas que serían cuestionadas porque reforzaban su poder, y según Lorenzo

6agn, Gobernación, vol. 21, exp. 1, ff. 117-119.


7 El documento rescatado por Manuel Mestre Ghigliazza se puede consultar en Arias, el aL,
1985.
8 Barragán, 1978, p. 96.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 613

de Zavala, por carecer Iturbide de facultades legislativas por falta de represen­


tatividad. Las Bases Orgánicas debían preparar un proyecto de Constitución,
basada en el Plan de Iguala, preparar la convocatoria del nuevo Congreso, ha­
cer reformas fiscales y establecer el reglamento que garantizara la inviolabili­
dad de los diputados, pero además limitaban el libre ejercicio de sus funciones.
La discusión del proyecto fue importante porque puso a debate la Constitución
de 1812, aunque los legisladores consideraron que el ordenamiento gaditano
era un respaldo firme para hacer frente a los empeños despóticos de Iturbide.
Tabasco formaba parte de la jurisdicción de Yucatán y fue el diputado yu-
cateco Manuel Crecencio Rejón quien presentó la propuesta de creación de la
provincia, del nombramiento de un jefe político y del establecimiento de una
Diputación Provincial el 22 de agosto de 1822, una vez separado de Yucatán.
Entre sus argumentos, esgrimió el hecho de que Tabasco tuviera un comercio
más opulento que el de Yucatán, tal y como lo había expuesto el padre José
Eduardo de Cárdenas, así como que el intercambio marítimo había contribui­
do a su ilustración, por lo que contaba con hombres capaces de encabezar una
legislatura, aunque no había tenido representantes en el Congreso instalado
desde el 24 de febrero. La Diputación Provincial Tabasqueña asumió su tarea
^1 1 de enero de 1823, apenas terminado el periodo de diez meses del Impe­
rio de Iturbide (mayo de 1822 a marzo de 1823).
El Plan de Casa Mata fue proclamado el 1 de febrero de 1823 en Veracruz,
bajo el supuesto de aliviar las tensiones sociales y regionales. De acuerdo con
el mismo procedimiento de otras provincias, la abdicación de Iturbide después
de diez meses en el trono, por la oposición de los legisladores y la presión de
los generales sublevados, el coronel de ingenieros don José Antonio Rincón,
que tenía el mando político y militar en Tabasco, se pronunció el 9 de abril por
el Plan de Casa Mata, que había de abrir el camino a la federación en el país.9
El Congreso Constituyente fue reinstalado, pero no tardaría en ser forzado a
convocar un nuevo Congreso que, además, siguiendo los principios dé ese
plan, patrocinó las proclamas de autodeterminación independiente y sobera­
na de los estados. Las Diputaciones Provinciales asumieron más atribuciones
administrativas de las que concedía la Constitución Española, como lo decla­
raba el decreto número 104 del Soberano Congreso Mexicano el 11 de julio de
1823; entre ellas estaban la vigilancia sobre el manejo de los caudales públicos
de la provincia y la posibilidad de suspender a los empleados de Hacienda por
abusos.10 En este sentido coincidíaJosé Rincón, jefe político de Tabasco, quien
mantuvo correspondencia con el Ministro de Estado y del Despacho de Rela­

9 No deja de ser sintomático que apenas el 23 de enero de 1823, Rincón diera muestras de
su profunda adhesión al Imperio al denunciar a Atanacio Arochena quien, habiendo llegado de
Chiapas, era “un emisario de los republicanos, crueles enemigos de su propia patria” y aprovecha­
ba para reiterar su fidelidad al “magnánimo emperador Agustín lo. y Gobierno Monárquico mo­
derado adoptado por el memorable Plan de Iguala", agn, Gobernación, vol. 56, exps. 6, 1 y 2.
10 agn, Gobernación, vol. 44, exp. 17, ff. 1.
614 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

ciones, asumiendo también la necesidad de ampliar las funciones administra­


tivas de la Diputación Provincial; ésta y el Ayuntamiento abogaron por que
continuara en el cargo.11 Las diputaciones se inclinaron hacia la “devolución
del poder regional” (creando así un federalismo de ipso, incluso antes de que
fuera proclamado), más que a “una aceleración del republicanismo”.12
Las difíciles condiciones políticas hicieron imperioso el reconocimiento
de las provincias y su participación al llamado del gobierno que buscaba su fe­
licidad, sin contrariar su sentir. Según manifiesto del Supremo Poder Ejecuti­
vo a las provincias de la Nación Mexicana, una vez superada la transición de la
independencia y de haber conocido el despotismo, con Casa Mata desapareció
el gobierno imperial y “[...] las provincias, de hecho y de común acuerdo, con­
vinieron en el pacto celebrado sobre las murallas de Veracruz, reuniéndose vo­
luntariamente en torno de un Congreso, y de un Gobierno en igualdad per­
fecta, y en absoluta comunidad”.13 El federalismo que se prefiguraba partía del
respeto por un pacto que suponía un pleno entendimiento entre las regiones
y el gobierno, así como de un equilibrio de poderes. En tiempos calamitosos
de escasa recaudación y de antagonismos varios, otra cuestión era que la reor­
ganización de los antiguos dominadores dificultara el acceso a esa felicidad ga­
rantizada jurídicamente.

EL APRENDIZAJE REPUBLICANO

El segundo Soberano Congreso Constituyente inició sus labores el 7 de no­


viembre de 1823 con la consigna de no ceder a los intereses de las provincias
y con el fin de constituir el país sin más dilación; así se fueron imponiendo los
partidarios de la República, aun cuando en el proceso que se iniciaba había
hondas diferencias en sus filas.
La primera representación tabasqueña al Congreso fue la del diputado Jo­
sé María Ruiz de la Peña quien, cuando se discutió la integración de Tabasco co­
mo estado y su afiliación a la federación, mencionó que contaba con más de
60 000 habitantes, un terreno “feracícimo” y con condiciones agrícolas suficien­
tes para ser considerado como estado.14 Recurriendo de nuevo al escrito dejo-
sé Eduardo de Cárdenas, Ruiz de la Peña alegaba que su producción de cacao
era muy estimada en Europa y que contaba también con producción de azúcar,
pimienta, zarzaparrilla y café, consumido mucho en Estados Unidos. No obs­
tante, el señor Valle se opuso a que se le considerara estado y proponía se le

11 agn, Gobernación, vol. 56, exp. 5, ff. 1 y 2.


12 Anna, 1991, p. 194.
13 Dicho manifiesto apareció el 25 de agosto de 1823, firmado por Miguel Domínquez, Vi­
cente Guerrero y Mariano Michelena, Imprenta Nacional del Supremo Gobierno en Palacio, agn,
vol. 54, exp. 6, fs. 1 y 2.
14 Arias, et al., 1985, p. 135.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 615

mantuviera como territorio, ya que Tabasco no había tenido representación en


las Cortes de España —refiriéndose desde luego al hecho de haber formado
parte de la provincia de Yucatán— ni había contado con la diputación provin­
cial sino hasta 1823. Rejón le contestó que la comisión tenía como fin definir los
estados y no generar descontento en las provincias, pero él insistió en su argu­
mento de que Tabasco no contaba con hombres para formar su legislatura co­
mo en otras partes de la nación, por la falta de hombres con luces para dictar
leyes, y recordaba que el Soberano Congreso Constituyente había decretado
que cada legislatura estatal debía tener 11 integrantes. El señor Barbosa apoyó
lo expuesto por Rejón, insistiendo en que ‘Tabasco por su comercio marítimo
ha adquirido la ilustración suficiente, cuanta no tienen otros muchos pueblos
de la federación”. Así, el artículo 2o. declaró que ‘Tabasco formará otro estado
de la Federación”, fue aprobado en la sesión del 29 de enero de 1824.15
El acuerdo no contaba con amplio consenso, porque varios pasquines que
se oponían a la República habían aparecido en Tabasco durante el mes de ene­
ro en el ayuntamiento de Cunduacán, que se había definido como “[...] fiel
provincia, que declara la forma de Gobierno Republicano, Representativo, Po­
pular federal”. En el primero de los pasquines se leía:

O cantan o canto. Amemos felices tabasqueños la religión cristiana y no la religión


de Lutero, ni de los alcistas que entusiasmados de la República en sus gobiernos se
asolaron en los ríos de Corinto, como le sucedió a Mahoma los mandamientos es­
tampados en el evangelio le reducen a pagar diezmos y primicias y no negar lo que
es del César. En fin morirá el despotismo mexicano y la España con nosotros viva
y viva nuestro católico monarca D. Fernando Séptimo y la América Septentrional,
si no es traidora y si lo es muera a degüello, mueran los traidores. Que viva el Ayun­
tamiento con su gobierno español con el año de 1824 y yo con ellos amén.

El segundo pasquín tuvo una orientación más clara:

Noble Ayuntamiento compadécete de tu pueblo con la espotiques de esa alcabala


estafadores de nuestra minería representa por nosotros cuidado por el buen go­
bierno, no sea como el pasado que nos tenía abandonados pues en nosotros des­
cargamos nuestra confianza y celo al patriotismo de que esperamos saldrán garan­
tes junto con Fernando y que viva el gobierno español y las Españas y que vivan y
que mueran los independientes.

El tercero afirmaba:

Dichosa Habana, dichoso pueblo que los recordó el lucero del alba y han procla­
mado a nuestro enviado Fernando Séptimo por Rey. Alerta, alerta tabasqueños,

15 El Aguila mexicana, núm. 291, viernes 20 de enero de 1824.


616 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

alarma al todo poderoso que los rasgos y el esplendor de Fernando y la religión


cristiana floresca en esta América para que las sombras y el águila imperial que nos
tiene en obscuridad y que nos amenaza a frustrar la religión, los que nos han de­
jado sin plumas, no nos acobardemos, proclamemos a Fernando, a nuestra felici­
dad, a nuestro todo bien, y mueran los traidores los que fueron causa de nuestra
desdicha. Viva España, viva Fernando, viva el gobierno español y muera el gobier­
no mexicano. Soy americano.

Un cuarto pasquín expresaba:

La nube del imperio y sus proclamas nos tienen fiscalizados con las sangrías, con­
tribuciones de los pies a la cola nos han pelado. Se acabaron las minas, se acaba­
ron las contribuciones, se acabo la autoridad, ese Congreso quedará bajo el domi­
nio español, Viva Fernando, viva España, vivan los americanos, viva la religión,
vivan los sacerdotes con religión.16

José Antonio Rincón, Comandante General de la plaza y el encargado de


las operaciones militares en ese año,17 hizo confiscar los pasquines, porque,
efectivamente, como lo señalaba el mismo Ayuntamiento, se pronunciaban
“[...] contra el imprescriptible derecho de la Independencia Mexicana procla­
mando al conocido opresor de las Américas, Monarca despótico de España”.
Por tanto, el Ayuntamiento, solicitaba por medio de los alcaldes y del Coman­
dante de Armas que se hicieran las averiguaciones correspondientes para des­
cubrir al autor o autores de los “pasquines incendiarios” y castigarlos según la
ley, ante el interés explícito por frenar que “[...] cualquiera facción tramara,
que pudiera perturbar la paz y sosiego de que ha disfrutado Tabasco sin la me­
nor alteración, aún en tiempos aciagos [...]”.18
No obstante, los intereses de aquellos que se oponían a la independen­
cia de España y que esperarían todavía para pronunciar la última palabra en
los próximos años. Como en otras partes del país, en Tabasco los intereses
españoles continuaron manifestándose, insistiendo en sentimientos católi­
cos contrarios a la influencia de Lutero, lo que da pistas de que otras prédi­
cas religiosas probablemente habían comenzado a introducirse en Tabasco
(a mediados del siglo xix se sabe de la presencia de episcopales). Asimismo,
hay que mencionar la preocupación por el aumento de las diferentes con­
tribuciones en la nueva situación federativa, pero las menciones a la mine­
ría, un rubro de producción que no existía en esa región, permiten suponer
que los pasquines habían sido confeccionados en otra parte del naciente
país.

16 acn, Gobernación, leg. 12, exp. 1.


17 ahdn, exp. XI/481.3/32.
18 Ibid.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 617

Las sospechas recayeron sobre don José María Alpuche e Infante, cura de
Cunduacán, acusado de subversión y de querer separar la provincia de Tabas­
co del gobierno de México para agregarla al de Yucatán.19 Se le acusó de ha­
ber actuado junto con otros cuatro presbíteros, consultado con el Vicario in ca-
pite Prebendado don José Fulgencio Quiroga, si debería continuar las preces
en la colecta por el ex emperador: aparentemente, ese motivo hizo abrir cau­
sa contra el prelado. Don José Rincón, en su carácter de Jefe político, se encar­
gó de apresar y expatriar al acusado y separar al párroco de su jurisdicción,
apoyado en la resolución del juzgado eclesiástico (sin oír ni al promotor fiscal
de la Curia o al reo), aun cuando los legisladores no estuvieron de acuerdo, ya
que Rincón no contaba con atribuciones para ello, según expresaron al minis­
tro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, don Pablo de la Llave, el 24 de noviem­
bre de 1823.20 El asunto expresa la paradoja de legisladores que rechazaban la
herencia colonial pero conservaban los fueros eclesiásticos y militares.21
Se llegó a creer que la publicación de los pasquines podría estar vincula­
da al hecho de la voluntad de algunos tabasqueños de unirse a Yucatán, pues­
to que aceptaba la adhesión a México pero como república. En una reunión
realizada en el Ayuntamiento de Villahermosa, José Rincón preguntó a cada
vocal si sabía de la existencia de un movimiento de pueblos que desearan unir­
se al gobierno republicano de Yucatán. La respuesta fue de completa negativa,
pof haber jurado al Soberano Congreso Mexicano y al Supremo Poder Ejecu­
tivo, Mostraron también su lealtad a la Diputación Provincial y a los ayunta­
mientos, por lo que hicieron conocer tal postura.22
El 14 de enero de 1824, en Tabasco se declaró, por su forma de gobierno,
republicano, representativo, popular y federal en el marco del derecho im­
prescindible de la independencia. Significaba el éxito inmediato de la ten­
dencia que pugnaba por la existencia de estados libres y soberanos, inspirados
en la federación de Estados Unidos de América, en oposición a un gobierno
centralizado. Prevalecía también la orientación gaditana que hacía residir la
soberanía radical y esencialmente en el pueblo, que daba fundamento a la na­
ción, pero delegada en representantes, puesto que no podía autogobernarse
en masa. La federación planteaba problemas, de los cuales uno de los princi­
pales recaía en las dos soberanías, la de la nación y la de los estados. Por ello
es importante entender cómo triunfó la posición que garantizaba soberanía
a los estados, bajo la tesis de que éstos eran soberanos, por lo que la nación lo
participa y cede y “[...] así es como nace el pacto federal, de manera dialécti­
ca, de un forcejeo doctrinal, mejor dicho político, puesto que la inmensa ma­

19 Aunque no existen pruebas sólidas, se decía entonces que surgían opiniones de que Yuca­
tán y Chiapas debían formar un solo centro de gobierno separado de México. Gil. ySaknz, s.f., p. 184.
20 El Águila Mexicana, suplemento, núm. 263, 2 de enero de 1824.
21 Hamnett, 1994.
22 El acta del ayuntamiento fue rescatada por Manuel Mestre Gbigliazza y se puede consul­
tar en Arias, el al, 1985, pp. 129-130.
618 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

yoría tienen una misma noción acerca de la soberanía; precisamente por esta
razón se produce la oposición fundamental entre quienes la reservan a la na­
ción y quienes la quieren para los estados”.23
Sin embargo, el Congreso Constituyente hizo la declaratoria de la Federa­
ción el 7 de febrero, comunicada por José Antonio Rincón mediante una cir­
cular en la que expresaba a las corporaciones políticas del estado hasta el últi­
mo grado “[...] cuáles son los heroicos sentimientos de los Supremos Poderes
en favor de la Patria, único objeto que ha llamado siempre sus Paternales mi­
ras para hacer felices a los estados de la federación y elevarlos a su propio en­
grandecimiento”.24 Desde el 1 de febrero, el Supremo Poder Ejecutivo había
dado a conocer el protocolo dirigido a las autoridades y corporaciones para ju­
rar el Acta Constitutiva.25 El Jefe político de la Provincia de Tabasco también
dio a conocer la suprema disposición del 8 de enero para establecer las legis­
laturas de los estados y, por lo tanto la suya propia.26
El 21 de marzo de 1824 se hizo publica por todo el territorio tabasqueño
el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana.27 En Villahermosa se reunie­
ron, por la Diputación Provincial, los señores vocales Agustín Ruiz de la Peña,
Antonio Serra y Aulet y Rafael Álvarez, propietarios, y suplentes Francisco Díaz
del Castillo, Rafael Fernández y Pedro López, y el Comandante General, Jefe
Supremo Político, coronel José Rincón, y por el Ayuntamiento de la capiul,
Marcelino Margalli, Manuel Martí, José Valdéz, Juan Javier, José María Ruiz,
Marcelino Gil, José del Rosario Ortiz, Estevan Fernández y Andrés Joaquín Ló­
pez. También estuvieron el administrador general de Correos, Pedro José Fer­
nández, los empleados de Hacienda Nacional, Lorenzo Ortega y Santiago Sal­
dívar y el teniente vicario incápite Manuel Antonio Tello. Todos se dirigieron
a la Capilla auxiliar de Nuestra Señora de la Concepción, donde se celebró la
publicación del acu. Después de canUr un solemne Te Deum, hubo toque de
campanas y cuatro descargas de artillería. El Jefe político y el primer vocal de
la Excelentísima Dipuución Provincial juraron obedecer el AcU Constitutiva
de la Federación Mexicana. Después hicieron lo pertinente, el Ilustre Ayunta­
miento y demás autoridades presentes.28 Para formar el Congreso Constituyen­
te esuul, contribuyeron unto la Dipuución Provincial (formada apenas hacía
un año) como el Ayunumiento de Villahermosa.29 Los dipuudos fueron ele-

23 Barracan, 1978, p. 205.


24 Martínez Assad, 1996, pp. 51-53.
25 ac.n, Gobernación, sin sección, vol, 72, exp. 10, ff. 56.
26 agn, Gobernación, sin sección, vol 72, exp. 3, ff. 12.
22 agn, Gobernación, sin sección, vol.. 72, exp. 12, ff. 69.
28 agn, Gobernación, sin sección, vol. 9, 1824.
29 Benson, 1992. La autora afirma no haber localizado los nombres de los integrantes de la
diputación (p. 253). Sin embargo, los menciona (p. 101), aunque no todos coinciden con los del
acta: José Antonio Rincón, jefe político, Antonio Serra, Lorenzo Ortega, José Puich, Nicanor Her­
nández Bayona, Pedro López, José María Cabral e Ignacio Prado, diputados propietarios, y como
secretario, Juan Esteban Campos.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 619

gidos sin que sepamos la fecha exacta ni el procedimiento, pero instalado co­
mo Congreso, de acuerdo con la ley correspondiente y el Acta Constitutiva de
la Federación Mexicana. De acuerdo con el artículo lo., se declaró instalado
legítimamente y en plena actitud de ejercer sus funciones. Expidió la ley orgá­
nica y, entre otras cosas, decretó que don Pedro Pérez Medina, jefe político ce­
sante y primer vocal de la ex Diputación Provincial, continuara en sus funcio­
nes hasta que el mismo Congreso nombrara al Ejecutivo del estado.
Como diputado al Segundo Congreso Constituyente, Tabasco eligió al
presbítero José María Ruiz de la Peña, a quien correspondió solicitar la ratifi­
cación de la calidad de estado, propuesta que fue aceptada.30 El 8 de mayo de
1824, el Congreso estatal eligió a Ruiz de la Peña como gobernador. Dado que
el comandante don José Antonio Rincón se negó a prestar juramento de obe­
diencia al H- Congreso del Estado y, además, se colocó en lucha abierta contra
el gobernador, tanto que éste tuvo que trasladarse a Cunduacán, en el centro
de la región de La Chontalpa, el 26 de mayo. Después de un enfrentamiento,
Rincón fue capturado y encarcelado. Su fama como militar dejaba mucho que
desear, su “carácter agrio” y su “dureza” en el trato a los demás lo habían con­
vertido en un verdadero “tirano”. Las familias más distinguidas de Villahermo­
sa, cansadas de sus excesos, le tendieron la trampa. Con la noticia de que su pa­
dre había muerto, organizaron la emboscada que lo condujo a prisión. Pero su
hoja de servicios contradice estas aseveraciones, pues por entonces contaba
con 46 años de edad y se le reconocía su labor en el regimiento de infantería
de línea en Veracruz de 1816 a 1821; temprano se había adherido al Plan de
Iguala y el primer jefe del Ejército Trigarante le había encargado la organiza­
ción de la primera y segunda divisiones de la Costa Norte, desde esa fecha has­
ta el 14 de octubre de 1823, en que se le nombró al Cuerpo Nacional de Inge­
nieros y Estado Mayor General del Ejército; el 17 de septiembre de 1825 se le
otorgó el cargo como coronel efectivo del 6o. batallón permanente por despa­
cho del presidente de la República.31

LA ACTIVIDAD LEGISLATIVA EN EL ESTADO

El Congreso Constituyente del estado comenzó a emitir decretos a partir del


mes de mayo, una muestra de su aprendizaje en el funcionamiento republica­
no; éstos fueron firmados inicialmente por Juan Dionicio Marcín como presi­
dente, Nicanor Hernández Bayona, diputado secretario, y por Miguel Quiroga,
diputado secretario. En ocasiones firmaron otros diputados, por la alternancia

90 Aunque aparece ese representante haciendo la propuesta, no se logró encontrar alguna


otra participación en las actas del Congreso y murió demasiado pronto, tal como se comunicó al So­
berano Congreso el 1 de julio de 1824. El Aguila Mexicana, año 2, núm. 80, sábado 3 de julio de 1824.
31 Gil ySáenz, s.f., 478 pp. ahdn, exp. XI/III/2-619.
620 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

de cargos, entre ellos Santiago Duque de Estrada, Fernando María de los Toyos,
Juan Esteban Campos, Manuel José Hernández, Rudencio María Hernández y
Manuel Ayala. El primer decreto proclamó al Congreso constituyente del “Es­
tado libre independiente y soberano de Tabasco, elegido con arreglo a la ley de
su instalación y a la Acta constitutiva de la federación mexicana”, y establecía la
organización provincial del gobierno interior del Estado, compuesto por todos
los partidos que comprendía la provincia. Se instalaba legítimamente y con ca­
pacidad para ejercer sus funciones. Los diputados se consideraban inviolables
por sus opiniones y dictámenes. Se adoptó al mismo tiempo la forma de gobier­
no de una república representativa popular y federal, dividida en tres poderes;
legislativo, ejecutivo yjudicial, residiendo el primero en el Congreso. Entre sus
funciones más importantes estaba establecer el detalle provisional del gobierno
interior y la capacidad de sancionar la constitución particular del estado, luego
de que se sancionara y publicara la general de la nación. Asimismo, establece­
ría todo lo concerniente al sistema de su hacienda. Por el artículo 5o.; “El Con­
greso nombrará el Poder ejecutivo cuyo encargo se ejercerá por una sola per­
sona con el título de gobernador del Estado”. Sus funciones serán las ordinarias
que ejerce ese poder en toda la nación. El Congreso nombrará también un vi­
cegobernador que “[...] sólo entrará en funciones por ausencia, enfermedad
o muerte; y en tal caso, tendrá las mismas facultades que el gobernador del Es­
tado”. El artículo 9o. mencionaba que los ayuntamientos, así como las corpora­
ciones y autoridades tanto civiles como militares y eclesiásticas, continuarían en
las funciones que les estaban encargadas, con arreglo a las leyes que regían.32
Una serie de decretos inició la institucionalización del nuevo gobierno. El
decreto número tres trasformó la secretaría de la Diputación Provincial en Con­
greso del Estado33 y el número cinco determinó que a todos los decretos los
acompañaría la leyenda: “El gobernador del estado nombrado por el Congre­
so Constituyente a todos los que presenten vieren y entendieren sabed”.34 El
número siete acordó que el tratamiento que recibiría el gobernador del estado
será de “Excelencia”35 y el ocho fijó que todos los empleados, autoridades, cor­
poraciones propias del estado, civiles y militares debían presentar juramento de
obediencia al Congreso Constituyente, y la forma en que se cumpliría median­
te esta fórmula de juramento: “¿Reconocéis la soberanía e Independencia del
Estado de Tabasco en orden a su gobierno interior, representada por su congre­
so constituyente elegido con arreglo a la acta constitutiva y ley de convocatoria?
Si reconozco. ¿Juráis obedecer y observar las leyes y decretos que de él emanen?
Si juro. Si así lo hicieréis Dios os lo premie, y si no el Estado os la demande”.36

32 agn, Gobernación, leg., 43, exp. 17, veáse también: Colección... Tabasco, 1825.
33 agn, Gobernación, leg. 43, exp. 3.
34 agn, leg. 43, exp. 5.
35 agn, leg. 43, exp. 4.
36 agn, leg. 43, exp. 28.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 621

El decreto número diez resulta muy importante al referirse a la renovación


del ayuntamiento de la capital. Seguramente alguien propuso al señorjosé An­
tonio Rincón como uno de los electores, porque el ayuntamiento en su mayo­
ría recordó que cuando el estado “sufría la mayor opresión por el dicho ex co­
mandante hasta el caso de precipitarse y salir de la órbita de sus facultades; y
estando por esto comprendido en el artículo 2o. del decreto del Soberano
Congreso General del diez de enero del presente año, se declara suspenso de
sus funciones”. Por tanto, se propuso una nueva elección de electores antes de
llevar a cabo la del ayuntamiento, cuando se fijara el plazo por el Excelentísi­
mo Gobernador de este estado.37
El decreto número 12 también fue importante porque determinaba la for­
ma de organizar la fuerza de la milicia activa de toda arma de acuerdo con las
facultades que le concedía el artículo 25 del Acta Constitutiva. Se estableció la
formación de un batallón compuesto por nueve compañías de infantería y la
creación de dos compañías de caballería, al tiempo que establecía las reglas y
cargos para su funcionamiento.38
Un acuerdo del 29 de julio señaló las contribuciones o cuotas que debe­
rían imponerse para las ventas, amparos o repartimientos de tierras baldías, y
fijaba las licencias y costos por el corte de palo de tinte y pimienta en los mon­
tes y plantíos del común, fijado en cinco pesos. Se prohibió derribar árboles y
por cada uno que se derribase, debían pagarse cinco pesos de multa.39
El 5 de octubre de 1824 se proclamó la Constitución Federal de.los Estados
Unidos Mexicanos y fue declarado electo el general Guadalupe Victoria como
primer presidente de la República. En Tabasco, con solemnidad se procedió a
la publicación del Bando Nacional el domingo 20 de diciembre. El acto estu­
vo presidido por el alcalde y cuatro regidores. A las 9 de la mañana, el presi­
dente del Congreso prestó juramento al decreto constitutivo ante los secreta­
rios y diputados. El gobernador del estado protestó como tal en el salón del
Congreso, donde fue recibido por los empleados, corporaciones y autoridades,
tanto civiles como eclesiásticas, en el paraje designado por el secretario de go­
bierno. De acuerdo con el ritual tradicional, posteriormente el gobernador se
dirigió a la iglesia parroquial en donde se cantó un solemne Te Deum, con mi­
sa de acción de gracias. El eclesiástico de mayor jerarquía pronunció un discur­
so de tan alta dignidad como el solemne acto. Las calles fueron adornadas e
iluminadas por la noche, y hubo diversiones públicas y repiques generales. Se
ordenó, además, que en los pueblos los alcaldes prestaran juramento ante los
ayuntamientos, actos a los que debía convocarse al pueblo a participar.40

97 agn, leg. 43, exp. 10.


58 agn, Gobernación, leg. 43, exp. 12.
M agn, Gobernación, leg. 43, exp. 17.
40 Martínez Assad, 1996, p. 54 y agn, Gobernación, leg. 43, exp. 17, decreto del 15 de noviem­
bre de 1824.
622 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Redactada la Constitución política del estado libre de Tabasco, fue publi­


cada el 5 de febrero de 1825. Destaca la clara progresión en la naturaleza del
discurso político igual al que se dio en otros estados, junto a la influencia del
pensamiento del viejo mundo y la familiaridad con el pensamiento político
de la época.41 Era evidente la intención y el acuerdo de crear un sistema po­
lítico diferente, según puede desprenderse del énfasis que pusieron en su or­
ganización las nuevas élites que se conformaban y que unían la política con
el quehacer legislativo. El capítulo I estableció que “El estado de Tabasco es
libre e independiente de los demás estados de la federación y de cualquier
otra nación”, y declaraba que la soberanía residía en los “individuos” que lo
componen. El estado se obligaba a conservar y proteger con las leyes sabias y
justas la libertad, la igualdad la propiedad y seguridad de todos los indivi­
duos. Por lo mismo, se prohibía la introducción de esclavos y se declaraba li­
bres a los nacidos en su territorio.42 *Asimismo,
* se obligaba también a hacer
respetar la religión Católica, Apostólica, Romana, y prohibía el ejercicio de
cualquiera otra.
La Constitución establecía que el gobierno era representativo, popular y
republicano federal. Para su ejercicio, el poder supremo del estado se dividía
en legislativo, ejecutivo yjudicial. Como en los otros estados, se denominaba
inicialmente al Legislativo, lo que demostraba la importancia que se le conce­
día al Congreso con su potestad de hacer las leyes. El capítulo V dedicado a di­
cho poder tenía más artículos (39) que el VI, dedicado al Poder Ejecutivo
(uno menos), encargado de hacer ejecutar la leyes y el Poder Judicial, respon­
sable de aplicarlas en los tribunales establecidos.
Después de los capítulos dedicados a los tres poderes, el capítulo IV, con
35 artículos, se dedicaba a las juntas electorales. Este apartado requiere dete­
nimiento por el interés que en la naciente república se concedía a los proce­
dimientos electorales y lo que significaban para el aprendizaje ciudadano.
Aunque los derechos de los ciudadanos se contenían en dos secciones del ca­
pítulo III y sus 35 artículos declaraban iguales ante la ley a todos los tabasque­
ños, nacidos o avecindados por dos años, adquirían la condición de ciudada­
nos a los 21 años o a los 18, siendo casados, podían suspenderse los derechos
por “incapacidad física o moral”, “por estar procesado criminalmente”, o por
“no saber leer ni escribir”, a partir de 1841.

41 Rodríguez, 1993a.
42 El decreto respectivo es interesante por la claridad del discurso que lo justifica: “El Con­
greso Constituyente del Estado de Tabasco, consecuente en protejer los principios de una justa li­
bertad y de precaber los abusos introducidos por la antigua dominación, haciendo efecto comer­
ciable de la especie humana, ha tenido a bien sancionar lo siguiente como punto constitucional:
Art. 3o.: El Estado está obligado a conservar y protejer por leyes sabias yjustas la libertad, igualdad,
propiedad y seguridad de todos sus individuos; por lo mismo prohíbe la introducción de esclavos
en su territorio y declara libres a los hijos que nacieran de los que actualmente existen en él”. AGN,
Gobernación, leg. 43, exp. 18.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 623

Aunque las juntas municipales las elegían todos los ciudadanos en ejer­
cicio de sus derechos, para ser elector municipal la edad aumentaba a 25
años o a 21, en caso de ser casados. Las juntas electorales estarían compues­
tas por todos los electores municipales, uno por cada ayuntamiento, reuni­
dos en la capital. Los diputados al Congreso del estado serían uno por cada
ayuntamiento. Para ser electo gobernador o vicegobernador (que sólo entra­
ría en funciones en ausencia del titular), se requería reunir cuando menos
las dos terceras partes de los votos, y si ningún candidato reunía ese núme­
ro, los que hubieran reunido la mayor votación competirían en un segundo
escrutinio; en este se declararía electo aquel que obtuviera la mayoría. El pe­
riodo era de cuatro años y se permitía la reelección sólo después de transcu­
rrido un lapso igual.
El Congreso podía determinar que se realizara “nueva elección” en caso
de fallecimiento del gobernador y vicegobernador o por cualquiera otra cau­
sa que les imposibilitara continuar en sus funciones. Se encargarían de las elec­
ciones las juntas electorales compuestas por todos los electores municipales,
reunidos en la capital el cuarto domingo del mes de junio, que serían presidi­
das por el Jefe de policía, quien también ocuparía el cargo de vicegobernador.
Procedían a la elección de los diputados al Congreso del Estado, uno por ca­
da ayuntamiento de partido (11) y un suplente por cada tres. Para ser electo
diputado, se requería ser ciudadano en ejercicio de sus derechos, haber cum­
plido 25 años y haber nacido o tener residencia mínima de cinco años en cual­
quiera de los pueblos del estado.
Para ser gobernador o vicegobernador, se requería igualmente ser ciuda­
dano con todos los derechos, contar con 30 años de edad y haber nacido en el
estado o en cualquier otro, con ocho años de residencia. Los postulantes de­
bían reunir cuando menos las dos terceras partes de los votos. De no lograrse
este requisito en la primera votación, se iba a una segunda en la que los dos
que hubiesen obtenido el mayor número de votos se presentaban y quedaba
electo el que obtuviera la mayoría simple. De haber empate, se dejaba a la suer­
te y el segundo lugar era electo vicegobernador.43
Un punto de gran interés era el de la formación de los ayuntamientos
constitucionales que cuidarían la “policía, salubridad y gobierno interior” de
los pueblos. Se establecía que estarían compuestos “de uno hasta tres alcaldes,
de dos y hasta doce regidores, y de uno a tres procuradores síndicos, según el
número de ciudadanos en el ejercicio de sus derechos de que se componga el
pueblo y su comarca”. Cada ayuntamiento tendría un “secretario perpetuo ele­
gido por él mismo a pluralidad absoluta de votos y dotados de los fondos del
común”. Ordenaba, además, que tanto “las juntas como los ayuntamientos se­
rán elegidos popularmente por los ciudadanos” y que “las juntas de policía se­
rán renovadas en su totalidad cada año”. En todos los pueblos, se establecerían45

45 Pina, 1998.
624 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

cuerpos de milicia, formados sólo cuando así lo exigieran las circunstancias.


Todo tabasqueño entre 18 y 50 años formaría parte de la milicia, sin otro fue­
ro o privilegio que el de ser ciudadanos.44 45
Dentro del afán legislativo existente, apenas proclamada la constitución
local se habían redactado nuevos decretos, entre ellos las bases para la forma­
ción de ayuntamientos, el 9 de febrero del mismo año de 1825. Este decreto
precisaba con gran detalle la composición de acuerdo con el territorio y núme­
ro de habitantes. Sea cual fuere su censo, todas las cabeceras de partido ten­
drían ayuntamientos. Como trataban también de legislar a futuro, preveían el
número de alcaldes, regidores y síndicos que deberían tener los pueblos de
más de 2 000 almas, y hasta de 10 a 12 mil. Para el primer caso un alcalde, dos
regidores y un procurador síndico, y en los más numerosos tres alcaldes, diez
regidores y dos síndicos.45
Asimismo se estableció el último domingo del mes de diciembre para que
los ciudadanos de cada pueblo, villa o ciudad, previa convocatoria expedida
por las autoridades públicas, eligieran a los ayuntamientos. Tomarían posesión
de sus cargos el día primero de enero de cada año. Además, en el mismo de­
creto, se precisaron las atribuciones de los ayuntamientos. Se ampliaron para
que además de las de policía, salubridad, comodidad y ornato, se encargaran
de la administración e invención de los caudales propios y arbitrios, así como
de la recaudación de las contribuciones o impuestos municipales conforme a
las leyes y reglamentos. Tomarían a su cargo, también, el cuidado de las escue­
las de primeras letras y demás de educación pública que se paguen con los fon­
dos del común; la construcción y mantenimiento de las cárceles y otros edifi­
cios públicos, así como de los caminos, calzadas y puentes. Sus tareas incluirían
igualmente la promoción de la agricultura, la industria y el comercio, y el cui­
dado del "abastecimiento de víveres saludables y necesarios para el pueblo”.46
El mismo Congreso fijó inmediatamente los actos correspondientes a la
promulgación de la Constitución estatal, tanto en la capital como en cada uno
de los pueblos, el domingo inmediato a que sea recibida. Sus ayuntamientos
presentarían el debido juramento con la solemnidad que corresponda a las au­
toridades civiles y eclesiásticas, los empleados del estado yjuntas municipales.47
Era claro el afán constitucionalista que dejó tanta huella en lo jurídico, aunque
aveces haya pocos indicios de su aplicación.48

44 Constitución política del Estado Libre de Tabasco, formada por su Congreso Constituyente en febre­
ro de 1825, Impresa en Campeche por el ciudadano Carlos M. Florez, firmada en Villahermosa,
capital del Estado de tabasco, por Manuel Ayala y Domínguez, Presidente; Juan Dionicio Marcin,
Juan Esteban Campos, Juan Mariano de Sala, Rudencio María Hernández Bayona, Manuel José
Hernández, Santiago Duque de Estrada; Manuel Antonio Ballester y Agustín Mazó, secretarios.
45 agn, Gobernación, leg., exp. 19.
46 Ibid.
47 ac.n, Gobernación, leg. 43, exp. 22.
48 Vázquez, 1993, p. 16.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 625

LA VIDA POLÍTICA

No obstante toda la actividad legislativa, en el estado prevaleció el desorden. El


gobernador Agustín Ruiz de la Peña, en su carácter de interino desde el 8 de
mayo de 1824, había sido hecho prisionero en diciembre y conducido a la ciu­
dad de México. En julio había fallecido su hermano Manuel Ruiz de la Peña,
entonces diputado por Tabasco.
Enterado de la conflictiva situación en Tabasco, el presidente Guadalupe
Victoria envió al quinto batallón de línea, dirigido por el coronel Francisco
Hernández, quien asumió el mando como Comandante General del estado,
apoyado por 400 hombres del coronel Antonio Fació y del capitán Ricardo
Toscano, quienes derrotaron a los opositores. Ausente del estado, Rincón, lle­
gó a la barra principal de Tabasco el coronel Francisco Hernández como jefe
militar, e informaba el 31 de agosto de 1824 a los militares de ese estado, “el
Supremo Poder Ejecutivo de la nación me ha colocado a vuestro frente para
que en unión de vosotros y bajo la egide de esas armas gloriosas sean cumpli­
das las leyes, respetadas las autoridades y afianzados los derechos de los pue­
blos y los más preciosos de los ciudadanos: tales son los deberes a que estamos
constituidos como soldados y cuyo esacto cumplimiento nos proporcionará los
bienes más duraderos, que muy pronto elevarán a nuestra cara patria al primer
rango entre las naciones del universo [...]”.49
La decisión de enviar al coronel Hernández buscaba terminar con los con­
flictos provocados por los españoles que habían intentado volver a San Juan de
Ulúa.50 Un articulista que firmaba como “El Investigador Campechano” afir­
maba que “Tabasco estaba envuelto en las maquinaciones de los sarracenos
que ahí viven”, y responsabilizaba a los catalanes de las alteraciones sufridas
desde hacía un año. Acusaba al piloto Sierra y Aulet de acaudillar y de ser un
“enemigo declarado de nuestra independencia”, a pesar de haber fungido co­
mo diputado a lajunta Provincial. Consideraba inepto al gobernador Ruiz de
la Peña, al igual que a la legislatura, “compuesta de hombres sin luces, aunque
con muy buenas intenciones”. En el fondo del asunto estaba el haber hecho
“[...] valer las ideas de que no eran necesarios los militares en una forma de
gobierno como la que tenemos; y aun se dio decreto por la legislatura disol­
viendo las compañías que ahí ecsistían”. Todo esto tenía como fin sembrar el
desorden e impedir el hacer frente a las agresiones de los españoles “enemi-

<9 El Aguila Mexicana, núm. 164, 25 de septiembre de 1824.


50 Dicho coronel era representante al Congreso de Veracruz cuando fue separado para en­
cabezar la fuerza militar en Tabasco en una situación comprometida con las incursiones españo­
las por su cercanía con el puerto veracruzano. Debido a su condición como congresista, le permi­
tían expresarse como lo hacía: “haré los mejores sacrificios en unión de mis dignos compañeros"
y en “ese estado no deben considerarnos en otros sentido que el de unos hermanos suyos a quie­
nes identifiquen los mismos intereses, y que desean el momento de estrechar los vínculos que los
unen El Aguila Mexicana, núm. 165, 26 de septiembre de 1824.
626 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

gos”. Por eso consideraba urgente que “las autoridades deben fijar su atención
en todas sus operaciones, si es que aspiran a sostener a la independencia y la
república federada, y que finalmente es preciso se aleje, cuanto sea posible, y
se separe de los puestos de influencia a esos hombres que deben inspirarnos
justas desconfianzas. Así piensan y pensarán siempre los verdaderos indepen­
dientes”.51 El gobernador Ruiz fue despojado de su cargo yjuzgado en la ciu­
dad de México por órdenes del general Manuel Mier y Terán, secretario de
Guerra.52 *
Por ese motivo, la Constitución fue jurada por el vicegobernador Pedro
Pérez Medina el 27 de febrero de 1825,55 según las disposiciones del Congre­
so que no había olvidado ningún detalle. Se ordenó preparar papeletas de
convite a todas las corporaciones y empleados civiles, militares y eclesiásticos.
A las 3 de la tarde, en la sala constitucional prestarían juramento el Secretario
de gobierno, el Ayuntamiento de la capital, el vicario incápite, el administra­
dor principal de rentas y el comandante del batallón de la milicia local. Habría
después un solemne paseo del Palacio del Estado a la plaza principal, donde
“concluida la lectura se harán vítores, primero por el Soberano Congreso Ge­
neral, segundo por el Honorable Congreso del Estado, y tercero por la Cons­
titución General de la Federación y por la particular del estado. Y concluido
esto se retirarán los concurrentes al lugar destinado para continuar el regoci­
jo”; éste concluyó frente a “una mesa de refresco” preparada por el Ayunta­
miento.54
La de Tabasco fue la cuarta constitución promulgada en el país, precedi­
da por la de Jalisco que la proclamó el 18 de noviembre de 1824, y la de Oa­
xaca y de Zacatecas que lo hicieron el 10 y 17 de enero de 1825, respectiva­
mente. El Congreso del estado se concentró en reorganizar su territorio para
deslindarse del que correspondía a Veracruz, Chiapas y Yucatán. Para el 25
de marzo se habían estructurado los tres departamentos: el de la capital, con
su cabecera en Villahermosa con 21 pueblos y un total de 17 646 almas; el de
la Sierra, con cabecera en Teapa, con 13 pueblos y 20 412 habitantes; y el de
la Chontalpa con cabecera en Cunduacán, con 15 pueblos y 16 774 almas.
No obstante, el Congreso, a fin de prevenir cuestionamientos, propuso que
a cada pueblo se le otorgaran “por cada rumbo mil varas de tierra en circun­
ferencia”. También establecía que “El territorio de cada pueblo del partido,
será el mismo que ha reconocido; pero si hubiere alguno dudoso en esta de­
marcación por no haberla tenido, será su territorio la mitad de la distancia
que hay de uno a otro”. Dejaba la posibilidad de que en caso de inconformi­

51 Gaceta Diaria de México, núm. 125, 29 de septiembre de 1825.


52 Martínez Assad, 1996, p. 55.
6S Un dato curioso, supone Mestre Ghigliazza, que era español y se contaría entre los expul­
sados un par de años más tarde. En Arias, 1985, vol. 1„ p. 146.
54 acn, Gobernación, leg. 43, exp. 24.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 627

dad el ayuntamiento del partido nombrara una comisión en su seno para di­
rimir la discordia.55
El estado se extendía territorialmente a lo que había sido la provincia del
mismo nombre, compuesto por los pueblos cabecera que para entonces tenían
las siguientes características:

Departamentos Partidos Pueblos adyacentes Iglesias Familias


De la capital Villahermosa 5 8 2 103
Usumacinta 7 8 440

Nacajuca 10 11 1 354
De la Sierra Teapa 1 2 1 116
Tacotalpa 3 4 1 088
Jalapa 4 5 871
Macuspana 3 4 998
De la Chontalpa Cunduacán 6 11 . 2 252
JalPa 9 10 1 396

Los datos censales arrojaron los siguientes resultados:

Total de almas Hdas. ganaderas Hdas. agrícolas Sitios pequeños

Villahermosa 9 301 10 10 10
Usumacinta 2611 31 70 0
Nacajuca 5 674 20 70 10
Teapa 5 802 0 87 0
Tacotalpa 5 423 3 34 0
Jalapa 4 573 10 39 0
Macuspana 4614 16 131 16 ,
Cunduacán 9 987 14 42 422
Jalpa 6 787 12 7 103
Fuente: Manuel Mestre Ghigliazza, Documentos para la historia de Tabasco, México, Universidad Juá­
rez Autónoma de México, 1984, tomo I, pp. 292-294.

La actividad legislativa continuó de forma exhaustiva y se mantuvo du­


rante los años siguientes, en que se dieron a conocer cientos de decretos so­
bre toda la organización de la vida cívica. Destaca el del 27 de octubre de
1826, en que se cambia el nombre del pueblo de Villahermosa y se eleva al
rango de “ciudad de San Juan Bautista de Tabasco”. Se aprobaba también el
diseño del escudo de armas que presentó el Ayuntamiento, mismo que se

55 agn, Gobernación, leg. 43, exp. 32-33-34 y Martínez Assad, 1996, pp. 21-23. Santa Anna
arrebataría a Tabasco en 1854 casi todo el partido de Usumacinta y el territorio de la isla del Car­
men. En cambio, posteriormente se sumó Huimaguillo, que había pertenecido a Veracruz.
628 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

comprometió a mandar esculpir para tenerlo en su sala capitular abajo de su


docel.56
Se elaboró también un Reglamento para el Gobierno Interior del Honorable Con­
greso del Estado Libre de Tabasco, que fue aprobado el 11 de septiembre de 1828.
En él se detallaba, de manera pormenorizada, su instalación, apertura, las fun­
ciones del presidente y de los secretarios, las votaciones, los tiempos de las dis­
cusiones, la formación de comisiones y hasta el ceremonial: “Cuando el Go­
bernador se presente al Congreso al acto de abrirse sus Sesiones o por algún
acontecimiento extraordinario, saldrá a recibirlo hasta la puerta exterior del
salón una comisión de dos diputados y lo acompañará hasta su asiento, repi­
tiéndose lo mismo hasta su salida”.57
Es difícil, no obstante, conocer qué eficacia tuvieron todas estas disposicio­
nes proclamadas por los diputados. El Congreso estatal desarrolló tan intensa
actividad legislativa que puede dudarse de hasta qué punto fue posible poner­
la en vigor. Los tiempos políticos sólo coincidían parcialmente por la dificul­
tad de lograr equilibrio entre los grupos que se disputaban el poder. De todas
maneras, las disposiciones constitucionales todavía brindan la oportunidad de
conocer los objetivos que tuvieron esos primeros federalistas tabasqueños, así
como los paralelismos y divergencias con la madurez jurídica en los otros esta­
dos que formaron la nueva nación.

CONCLUSIÓN

En Tabasco, el proyecto federalista se articuló con la formación de una nueva


élite que fue capaz de sumarse a la dinámica del periodo que se iniciaba. Fue
el momento de un doble aprendizaje porque se tenía que ser independiente
para crear instituciones diferentes a las novohispanas, y formar parte de la uni­
dad de una república. El aprendizaje se había iniciado con la promulgación de
la Constitución de Cádiz, que había convertido a los súbditos en ciudadanos,
con iguales derechos. Esto supuso la coexistencia de patrones colectivos tradi­
cionales que iban a convivir con los valores modernos. La teoría del federalis­
mo en sus diferentes acepciones se fue imponiendo, sin que necesariamente se
asociara a la democracia que algunos autores le confieren, aunque cada vez se
le relaciona más. De cualquier forma, en México se iba desarrollando la idea
del voto como expresión de una representación conferida por la sociedad, aun
cuando las elecciones eran indirectas. Ése fue uno de los resultados más claros
de lo sucedido en Tabasco, donde el Congreso no sólo emitía las leyes, sino
que elegía a los gobernantes aun en las situaciones más complicadas. Pese a los

56 agn, Gobernación, leg. 43-A, exp. 1 y Colección... Tabasco, 1827, tomo III, p. 57.
57 Publicado por la Oficina del Estado dirigida por el C.C.M. Flores, agn, Gobernación, leg.
43-A, exp. 3.
LA FEDERACIÓN DESDE TABASCO 629

fuertes conflictos, las elecciones de diputados y de ayuntamientos no se sus­


pendieron en general.
En realidad, el federalismo resultaba muy adaptable a las condiciones na­
cionales, enfrentándose en algunos casos a un caudillismo de fuerte arraigo re­
gional, así como a los cacicazgos que tenían el control local. La ley, sin embar­
go, les fue imponiendo límites para alcanzar una representación donde los
ciudadanos estuvieron de acuerdo en articular sus respectivas entidades a un Es­
tado nacional. Se reconocieron como ciudadanos libres que vivían en estados
soberanos, fundadores de la República, y no se equivocaron porque el sistema
federalista, con todas sus variantes y facultades, se fue reforzando con el tiempo
y pudo prevalecer.
En Tabasco, probablemente como en otros estados, se sintió el eco de los
procesos en el ámbito nacional. En el plano legislativo, la actividad fue intensa
aunque no estuvo necesariamente relacionada con el ejercicio práctico de las
leyes. De todas formas logró organizar el territorio, encontrando su propia con­
figuración de acuerdo con los antecedentes espaciales dibujados en el periodo
prehispánico y colonial, y en relación con sus vínculos con Veracruz, Campeche
y Yucatán. Su geografía peculiar con su enorme caudal de agua influyó en el
trazo que obtuvo durante el siglo xix. Al tomar la legislación en cuenta todos
esos elementos pudo influir en la ubicación regional que ya entonces tenían los
grupos oligarcas locales que se iban formando internamente, en especial en La
Chontalpa y Los Ríos. De la misma forma se restructuraron sus ayuntamientos
los que, al igual que en otros estados, cobraron gran importancia en la nueva
organización política.
Las elecciones fueron rápidamente estatuidas para dar un marco institu­
cional a las contiendas entre los grupos locales y evitar los excesos voluntaris-
tas de los protagonistas más connotados. Su reglamentación fue constante y,
seguramente, evitó la formación de pequeños tiranuelos que, al amparo de la
ley, podrían haber hecho aún más irrestricto su poder. No se lograron evitar
del todo, pero si pesó la legislación para normar el dominio que pretendían.
El hecho mismo de que el Congreso pudiera convocar a elecciones, en ausen­
cia no justificada o para frenar algún exceso, resulta muy interesante.
No todo sobre lo que se legisló puede vislumbrarse en su aplicación, por­
que en ocasiones las preocupaciones inmediatas lo dificultaban; tal fue el ca­
so de la expulsión de españoles relacionada con la confirmación del espíritu
independiente que se afianzaba y que seguramente también tenía que ver con
sentimientos para preservar su autonomía como tabasqueños, el gentilicio que
comenzaba a conformarse. Con el enfrentamiento a un enemigo común, los
lazos constitutivos podían reforzarse, más si se le identificaba con el “extranje­
ro”. Eso es lo que puede explicar el alarde y los casi tres años para legislar y ha­
cer cumplir la ley a los españoles indeseables.
Pese a todo, los tabasqueños lograron crear su propio estado y reforzaron
sus identidades con el tiempo. No evitaron completamente los despotismos o
630 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

los enfrentamientos internos por el poder, ni lograron defenderse ante las


amenazas externas; pero, por ejemplo, ante las pérdidas de territorio, como
cuando en 1862 se les arrebata Isla del Carmen y Palizada, para crear el esta­
do de Campeche, se recuperan integrando Huimanguillo, que pertenecía a
Veracruz.
Quizás lo que más intriga sea la posibilidad de entender cómo la fuerza del
poder legislativo, a la que inicialmente se le dio más poder e importancia, se
supeditaría con el tiempo al ejecutivo que, como sucedió por todo el país, por
lo general se combinó la ley con la fuerza cuando coincidieron en una sola
persona. Algo semejante sucedería con el poder judicial al que se le otorgó
gran importancia, para después desdibujarse. Al fin y al cabo, lo importante en
esta etapa es la forma en que el federalismo se estableció en México.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS

ARCHIVOS

AAM Actas de Cabildo en el Archivo del Ayuntamiento de Monterrey


ACCP Archivo del Cabildo Catedralicio de Puebla
ACDN Archivo de Cancelados de la Defensa Nacional
ACEJ Archivo del Congreso del Estado de Jalisco
ACNL Archivo del Congreso del Estado de Nuevo León
AGAP Archivo General del Ayuntamiento de Puebla
AGCA Archivo General de Centroamérica, Guatemala
AGEC Archivo General del Estado de Coahuila
AGENL Archivo General del Estado de Nuevo León
AGEO Archivo General del Estado de Oaxaca
AGET Archivo General del Estado de Tlaxcala
AGEV Archivo General del Estado de Veracruz
AGEY Archivo General del Estado de Yucatán
AGI Archivo General de Indias, Sevilla, España
AGN Archivo General de la Nación
AHDN Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, México
AHEM Archivo Histórico del Estado de México
AHESLP Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí
AHG Archivo Histórico Municipal de Nueva Ciudad Guerrero, Tamaulipas
AHMC Archivo Histórico Municipal de Córdoba
AHMCO Archivo Histórico Municipal de la Ciudad de Oaxaca
AHMM Archivo Histórico Municipal de Morelia
AHMO Archivo Histórico Municipal de Orizaba
AHMV Archivo Histórico Municipal de Veracruz
AHMX Archivo Histórico Municipal de Xalapa
AHSRE Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México
AHUG Archivo Histórico de la Universidad de Guanajuato
AMS Archivo Municipal de Saltillo
ANM Archivo de Notarías de Morelia
ASHMM Archivo del Servicio Histórico Militar de Madrid
BCEM Biblioteca del Congreso del Estado de México

631
632 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

BDN Biblioteca de la Defensa Nacional, México


BPEJ Biblioteca Pública del Estado de Jalisco
Condumex Centro de Estudios de Historia de México, Condumex
EBTHC-Utx Eugene Barker Texas Historical Center, University of Texas at Austin
HJNT-BL-BUAP Hemeroteca Juan N. Troncoso, Biblioteca Lafragua, Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla
IIH-UAT Archivo Histórico del Instituto de Investigaciones Históricas de la
Universidad Autónoma de Tamaulipas
LA Laredo Archives, University of Saint Mary, San Antonio, Texas
LAL-Chiapas Chiapas Collection, Latín American Library, Tulane University
UTA-YD University of Texas at Arlington-Yucatecan Documents

FONDOS

BLAC Benson Latín American Collection


BLAC.AAI Benson Latin American Collection, Archivo Agustín de Iturbide
BLAC, HD Benson Latin American Collection, Colección Hernández y Dávalos
FMMG-BPEO Fondo Manuel Martínez Gracida/Biblioteca Pública del Estado de
Oaxaca
FRHN Fondo Reservado de la Hemeroteca Nacional

BOLETINES

BAGN Boletín del Archivo General de la Nación


BAHD Boletín del Archivo Histórico Diocesano, San Cristóbal de las Casas
BAHE Boletín del Archivo Histórico del Estado de Chiapas
BAHJ Boletín del Archivo Histórico deJalisco
BFHEM Boletín de fuentes para la historia económica de México
DSC Diario de Sesiones de Cortes

REVISTAS

Anuario del IEHS


Cahiers des Amériques Latines
Cuadernos de Historia Latinoamericana
Cuadernos del Sur
Eslabones
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México
Estudios de Historia Novohispana
Hispanic American Historical Review
FUENTES YBIBLIOtíRAFÍA 633

Historia Constitucional
Historia Mexicana
Historias
Ibero-Amerikanisches Archiv
Journal of Latín American Studies
Memorias de la Academia Mexicana de la Historia
Relaciones. Revista Americana de Ciencias Sociales
Revista Coahuilense de Historia
Revista Mexicana de Sociología
Siglo XIX. Revista de Historia
The Américas
Quarterly of the Texas State Historical Association

HEMEROGRAFÍA

La Abeja Poblana
El Águila Mexicana
El Caduceo de Puebla
Correo Americano del Sur
La Cucarda, Oaxaca, 1851
El Diario de Michoacán
El Diario de Yucatán
Diario Redactor de México
Gaceta del Gobierno Imperial de México
Gaceta Diaria de México
El Iris deJalisco, 1824-1825
La Oposición
Periódico Constitucional de Mérida Yucatán
El Sol. Diario Político y Literario
La Voz de la Verdad, Oaxaca, 1899
La Zona de Luz

FUENTES PRIMARIAS IMPRESAS

Acta Constitucional
1823 Acta Constitucional presentada al Soberano Congreso Constituyente. Por su
Comisión, el día 20 de noviembre de 1823. México: Imprenta del Su­
premo Gobierno.
Acta Constitutiva
1824 Acta Constitutiva de la Federación Mexicana. México: Imprenta del Su­
premo Gobierno.
634 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1824 Acta Constitutiva de la Federaáón, en Tena Ramírez, 1957, pp. 154-161.


1824 Acta Constitutiva de la Federación, original, reproducción facsimilar y
versión paleográfica, en Lemoine.
1876 Acta Constitutiva de la Federación (31 de enero de 1824), en Dublán y
Lozano, tomo I, pp. 693-697.
1974 Acta Constitutiva de la Federación. Crónicas. México: Cámara de Dipu­
tados.
1974a Acta Constitutiva de la Federación. Crónicas. México: Secretaría de Go­
bernación.
Acta de Instalación
1822 Acta de Instalación de laJunta Nacional Instituyente conforme al decreto im­
perial de 31 del último octubre. México: Imprenta Imperial de don Ale­
jandro Valdés, p. 8.
Actas
1826 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de Guanajuato. Guana­
juato: Imprenta del Supremo Gobierno, 3 tomos.
1985 Actas de la Diputación Provincial de Nueva España, 1820-1821. México:
Cámara de Diputados.
Actas del Congreso
1822 Actas del Congreso Constituyente Mexicano. México: Imprenta de D. Ale­
jandro Valdés, 4 vols.
Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México
1825 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, revisadas por
el mismo Congreso e impresas de su orden, s.l., Imprenta a cargo de Mar­
tín Rivera, tomo V.
1826 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, revisadas por
el mismo Congreso e impresas de su orden, s.l., Imprenta a cargo de Mar­
tín Rivera, tomo VII.
1829 Actas del Congreso Constituyente del Estado Libre de México, revisadas por
el mismo Congreso e impresas de su orden, s.l., Imprenta del Gobierno del
Estado a cargo del ciudadanojuan Matute y González, tomo IX.
Actas constitucionales
1980 Actas constitucionales mexicanas, 1821-1824. México: Instituto de Inves-
tigacionesjurídicas, unam, 9 vols.
Actas y decretos
1985 Actas y decretos del Congreso Constituyente del Estado de Michoacán. 1824-
1825. Introducción y notas de Xavier Tavera Alfaro, 2 vols.
Actas de la Diputación
1976 Actas de la Diputación Provincial de Michoacán (1822-1823). Introduc­
ción y notas de Xavier Tavera Alfaro. Morelia: Ediciones del Congre­
so del Estado de Michoacán.
FUENTES YSIBLIOGRAFÍA 635

Actas de la Excma.
1813-21 Actas de la Excma. Diputación Provincial de Yucatán. México: Instituto
Mora. Proyecto rescate de fuentes, Actas de las Diputaciones Provin­
ciales.
Archivo
1942 Archivo de la historia de Yucatán, Campeche y Tabasco. México: Impren­
ta Aldina, Robredo y Rosell, tomo I.
Archivo Histórico Diplomático
1986 Guadalupe Victoria: correspondencia diplomática. México: Secretaría de
Relaciones Exteriores.
Archivo Municipal de Saltillo
1998 El federalismo y otros temas. Saltillo: Gobierno del Estado de Coahuila
de Zaragoza.
Arreglo de Tribunales
1813 Decreto de las Cortes generales y extraordinarias del reino sobre arreglo de tri­
bunales y sus atribuciones. México: Manuel Antonio de Valdez [docu­
mento en Biblioteca Nacional, Colección Lafragua, vol. 1517, docu­
mento 8].
Ayuntamiento de Zacatecas
s.f. El Ayuntamiento de Zacatecas acompaña a su oficio del 29 de enero último
las listas de los individuos electos diputados a cortes y vocales para la Dipu­
tación Provincial. Por D. Alejandro Valdés, Impresor de Cámara del
Imperio.
Bando de Luis Quintanar
1823 Bando de Luis Quintanar, Condumex, Bandos Jalisco, núm. 1.
Bases
1876 “Bases para las elecciones del nuevo Congreso (17 de junio de 1823),
en Dublán y Lozano, tomo I, pp. 651-657.
Blázquez, Carmen .
1986 Estado de Veracruz. Informes de sus gobernadores, 1826-1986. México: Go­
bierno del Estado de Veracruz.
Bosquejo estadístico
1823 “Bosquejo estadístico de la célebre ciudad de Tlaxcala y su territo­
rio", en El Sol. Diario Político y Literario, núm. 177, 8 de diciembre de
1823.
Carta del gobernador de Puebla al deJalisco
1823 Carta del gobernador de Puebla al deJalisco. Puebla: Reimp. en la Of. de
Juan Cabrera. Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 9, doc.
60 bis.
Carta de Quintanar a Lucas Alamán
1823 Carta de Quintanar a Lucas Alamán, secretario de Relaciones Exteriores e
Interiores, en la que manifiesta su firme decisión de apoyar el federalismo.
acej, legajo 1823.
636 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Comprensión
1876 “Comprensión del territorio de la provincia de Querétaro” (22 de
agosto de 1822), en Dublán y Lozano, tomo I, p. 666.
Congreso
1823 Voto particular del señor Gómez Farías, como individuo de la comisión espe­
cial nombrada por el Soberano Congreso para examinar la cuestión de si se
debe o no convocar un nuevo congreso. México: Imprenta Nacional, en
Palacio.
1824 Dictamen sobre previsión de beneficios eclesiásticos y ejercicio del patronato Ín­
terin se arregla este punto con la Silla Apostólica. México: Imprenta del
Supremo Gobierno, en Palacio.
1825 Voto particular que sobre el punto del patronato eclesiástico presentó al Sobe­
rano Congreso Constituyente de la Federación Mexicana el Sr. Diputado José
Miguel Ramírez. México: Imprenta del Supremo Gobierno, en Pala­
cio.
Crónicas del Acta Constitutiva
1974 Crónicas del Acta Constitutiva. México: Cámara de Diputados.
Crónicas de la Constitución Federal
1979 Crónicas de la Constitución Federal de 1824. México: Secretaría de Go­
bernación, 2 vols.
Decreto Constitucional
1876 “Decreto constitucional para la libertad de la América mexicana,
sancionado en Apatzingán, 22 de octubre de 1814", en Dublán y Lo­
zano, tomo I, pp. 433-451.
Demarcación
1876 “Demarcación del territorio de la provincia de Chihuahua". Decre­
to del Congreso General del 27 de julio de 1824, en Dublán y Loza­
no, tomo I, p. 710.
Diario de sesiones
1823 Diario de sesiones del Congreso Constituyente de México. México: Oficina
de Alejandro Valdés.
Diario de las sesiones
1821 Diario de las Sesiones de la SoberanaJunta Provisional Gubernativa del Im­
perio Mexicano. México: Oficina de Alejandro Valdés.
1980 “Diario de las sesiones del Congreso Constituyente de la federación
mexicana. Sesiones del mes de junio y julio de 1824”, en Actas Cons­
titucionales.
Dictamen
1822 Dictamen de la Comisión de Hacienda, sobre una contribución predial. Mé­
xico: Imprenta Imperial.
1822a Dictamen de la Comisión Especial de Convocatoria para un nuevo Congreso.
México: Imprenta del Águila.
1823 Dictamen que sobre la renta del tabaco ha presentado al Soberano Congreso
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 637

la Comisión especial encargada de hacer le [íí'c] análisis de la memoria del


Ministro de Hacienda, leída en la sesión del 12 de noviembre. México: Im­
prenta del Supremo Gobierno, 12 pp.
Discurso
1823 Discurso pronunciado por el diputado Valdés en la sesión pública del día 21
de mayo. Guadalajara: Urbano Sanromán. agn, Gobernación. Sin sec­
ción, caja 19, exp. 8.
Documentos... Yucatán
1938 Documentos para la historia de Yucatán. Mérida: Compañía Tipográfica
Yucateca.
Formación
1876 “Formación de la provincia del Istmo”. Decreto del 14 de octubre de
1823, en Dublán y Lozano, tomo I, pp. 682-684.
Gran Orden Imperial de Guadalupe
1822 Gran Orden Imperial de Guadalupe, agn, Gobernación. Sin sección, ca­
ja 17(1), exp. 11. ■
Guanajuato
1827 Memoria. México: El Aguila.
Historia Parlamentaria Mexicana
1982 Historia Parlamentaria Mexicana. Sesiones secretas, 1821-1824. México:
Instituto de Investigaciones Legislativas, Cámara de Diputados
1982a Historia Parlamentaria Mexicana. Crónicas II, febrero-marzo, octubre-
diciembre de 1823. México: Instituto de Investigaciones Legislativas,
Cámara de Diputados.
1983 Historia Parlamentaria Mexicana. Crónicas I, mayo-octubre de 1823.
México: Instituto de Investigaciones Legislativas, Cámara de Diputa­
dos.
1983a Histeria Parlamentaria Mexicana. Crónicas II, febrero-marzo, octubre-
diciembre de 1824. México: Instituto de Investigaciones Legislativas,
Cámara de Diputados.
Informe
1955-56 "Informe rendido por la Sociedad Económica de Ciudad Real sobre
las ventajas y desventajas obtenidas con el implantamiento del siste­
ma de intendencias. Año de 1819", en Boletín del Archivo Histórico del
Estado de Chiapas, núm. 5 y 6 (julio-agosto) (enero-junio).
Instrucción
1817 Instrucción y reglamento para el gobierno de la aduana marítima estableci­
da en Tampico, con acuerdo de lajunta de Real Hacienda de orden superior.
México: Imprenta de D. Mariano de Zúñiga y Ontiveros.
Instrucción para los ayuntamientos
1985 “Instrucción para los ayuntamientos constitucionales, juntas provin­
ciales yjefes políticos superiores, promulgada por bando en 23 de ju­
lio de 1814”, en Hernández y Dávalos, vol. 5, pp. 572-586.
638 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Instrucción reservada
1831 Instrucción reservada que el conde de Revillagigedo dio a su sucesor en el
mando, Marqués de Branáforte, sobre el gobierno de este continente en el
tiempo que fue virrey. México: Imprenta a cargo del C. Agustín Guol.
Juicio... Arizpe
1986 Juicio político en España contra Miguel Ramos de Arizpe. México: Senado
de la República, 2 tomos.
Libro de Actas... Jalisco
1975 Libro de Actas del Honorable Congreso del Estado deJalisco. (1 deenero-31
de mayo de 1824), Guadalajara: Poderes de Jalisco.
Manifiesto... Xalisco
1823 “Manifiesto que hace la diputación provincial del estado libre de Xa­
lisco del derecho y conveniencia de su pronunciamiento en repúbli­
ca federada”, en Colecáón, 1874.
Manifiesto... Yucatán
1824 Manifiesto del Congreso del Estado Libre de Yucatán a los habitantes de los Es­
tados de la Gobernaáón mexicana. Mérida: Oficina Republicana del Sol.
Mateos, Juan A.
s.f. Historia parlamentaria. México: Partido Revolucionario Institucional,
tomo II.
1877 Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos, 1822-1824. Primera
Epoca. México: V.S. Reyes, tomo II.
1878 Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos. México: Imprenta de
J.E de Lara.
1997 Historia Parlamentaria de los Congresos Mexicanos. México: LVI Legisla­
tura. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión-Miguel An­
gel Porrúa, 13 vols.
1997a “Debates de la Constitución de 1824”, en Mateos, tomo II, pp. 5-498.
Memoria administrativa
1835 Memoria Administrativa de 1835. Oaxaca: Gobierno del Estado.
Memoria en que el gobierno del Estado Libre de México
1826 Memoria en que el gobierno del Estado Libre de México da cuenta de los ra-
mos de su administraáón al Congreso del mismo estado, a consecuenáa de su
decreto de 16 de diáembre de 1825. México: Imprenta a cargo de Rivera.
Memoria presentada al Congreso Primero Constituáonal de Puebla
1826 Memoria presentada al Congreso Primero Constituáonal de Puebla de los An­
geles por el secretario del despacho de gobierno sobre el estado de la administra­
áón pública. México: Imprenta a cargo del ciudadano Martín Rivera.
Memoria provisional
[1823] Memoria provisional, presentada al Soberano Congreso por el Ministerio de
Haáenda en 2 dejunio de 1823. México: Imprenta Nacional del Supre­
mo Gobierno, en Palacio, 16 pp. (firmada por Francisco de Arrilla­
ga el 31 de mayo de 1823).
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 639

Memoria que el Ministro de Hacienda


1822 Memoria que el Ministro de Hacienda presenta al Soberano Congreso sobre el
estado del erario. México: Oficina de don Alejandro Valdés, Impresor
de Cámara del Imperio, 22 pp. (firmada por Rafael Pérez Maldona­
do el 28 de febrero de 1822).
Memoria que el Secretario de Estado
1823 Memoria que el Secretario de Estado y despacho de Hacienda presentó al So­
berano Congreso Constituyente sobre los ramos del ministerio de su cargo, leí­
da en la sesión del día 12 de noviembre de 1823. México: Imprenta del
Supremo Gobierno, 30 pp.
Memoria que presenta el Secretario de Estado
1823 Memoria que el Secretario de Estado y Despacho de Relaciones Estertores e In­
teriores presenta al Soberano Congreso Constituyente. México: Imprenta
del Supremo Gobierno.
Memoria que el Secretario del Ejecutivo
1835 Memoria que el Secretario del Ejecutivo del estado Libre de México encargado
de las secciones de gobierno y guerra leyó al H. Congreso, en los días 26, 27
y 28 de abril de 1825. Toluca: Imprenta del Gobierno.
Memoria sobre el estado actual... deJalisco
1974 Memoria sobre el estado actual de la administración pública del estado deJa­
lisco, leída por el C. Gobernador del mismo, Prisciliano Sánchez, ante la H.
Asamblea Legislativa en la apertura de sus sesiones ordinarias el día 1! defe­
brero de 1826, seguida del Pacto Federal de Anáhuac. Guadalajara: Pode­
res de Jalisco.
Memoria sobre reformas
[1824] Memoria sobre reformas del arancel mercantil que presenta el Secretario de
Hacienda al Soberano Congreso Constituyente. Leída en sesión de 13 de ene­
ro de 1824; y mandada imprimir por su Soberanía. México: Imprenta del
Supremo Gobierno, 26 pp.
Memorias
1827 Congreso de Michoacán. Memoria del Gobierno. Mss.
Memorias de estadística... gobierno de Yucatán
1827 Memorias de estadística remitidas por el gobierno de Yucatán a la Cámara de
Senadores del Soberano Congreso General con arreglo al artículo 161 núme­
ro 8 de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos para el año
de 1827. Mérida.
Memorias de los Ministros del Interior y del Exterior
1987 Memorias de los Ministros del Interior y del Exterior. La primera República fe­
deral, 1823-1835. México: inehrm, Secretaría de Gobernación.
Ministerio de Guerra
1825 Memoria de la Secretaria de Estado y del despacho de la Guerra. México:
Imprenta del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos.
640 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Nepomuceno Velasco, Juan


1824 Representación del Ayuntamiento Constitucional de Huamantla al Soberano
Congreso Constituyente el 20 de mano de 1824. México: Editorial El Aguila.
Nuevas contestaciones
1823 Nuevas contestaciones del gobierno y de la diputación provincial de Guada­
lajara, sobre convocatoria para el congreso que debe constituir a la Nación, y
sobre el sistema de gobierno representativo federado. Puebla: Reimp. en la
Imprenta Nacional. Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 9,
doc. 31.
Poder Ejecutivo Ante el Legislativo del Estado
1991 El Poder Ejecutivo Ante la Legislatura del Estado. Memorias del Gobierno,
1825, 1827, 1829. Toluca: Gobierno del Estado de México, 1989-
1991 (edición facsimilar).
Proclama del Sr. Quintanar
1823 Proclama del Sr. Quintanar a los habitantes de Nueva Galicia sobre la separa­
ción del congreso mexicano. México: Reimp. en la Of. liberal del C. Juan
Cabrera. Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 9, doc. 13.
Proyecto de Constitución Política
1824 Proyecto de constitución política del estado de Zacatecas, formado y presenta­
do al Congreso Constituyente del mismo estado por su comisión de constitu­
ción. México: Imprenta a cargo de Rivera.
Proyecto del Plan de Hacienda
1822 Proyecto del Plan de Hacienda para el año económico de 1823, presentado
por su Comisión y leído en la sesión extraordinaria del 6 del presente mes.
México: Oficina del Sr. don Alejandro Valdés, 29 pp.
Representación
1811 Representación de la diputación americana a las Cortes de España en 1811.
(1 de agosto de 1811), en Correo Americano del Sur, núms. XXVIII-
XXX.
Se declaran estados
1876 “Se declaran estados de la federación a Nuevo León y a Coahuila con
Tejas”. Decreto del Congreso del 7 de mayo de 1824, en Dublán y Lo­
zano, tomo I, p. 706.
Sobre convocatoria
1876 “Sobre convocatoria a Cortes” (17 de noviembre de 1821), en Du­
blán y Lozano, tomo I, pp. 560-563.
Voto general
1973 Voto general de los pueblos de la provincia libre de Xalisco denominada has­
ta ahora de Guadalajara sobre constituir su forma de gobierno en república
federada. Guadalajara: Poderes de Jalisco.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 641

ESCRITOS DE LA ÉPOCA

Al atrevido
1823 Al atrevido e impolítico escritor que impugna la heroica resolución de Guada­
lajara en constituirse república federada. México: Imp. Liberal.
Aiamán, Lucas
1823 Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho de Relaciones Esteriores e
Interiores presenta al Soberano Congreso Constituyente. México: Imprenta
del Supremo Gobierno.
1849 Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Inde­
pendencia en el año de 1808 hasta la época presente. México: Imprenta de
J.M. de Lara, 5 vols.
1852 Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Inde­
pendencia en el año de 1808 hasta la época presente. México: Imprenta de
J.M. de Lara, 5 vols.
1885 Historia de México. Con una noticia preliminar del sistema de gobierno que
regía en 1808 y del estado en que se hallaba el país el mismo año. México:
Imprenta de Victoriano Agüeros y comp., Editores.
1938 Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Inde­
pendencia en el año de 1808 hasta la época actual. México: Publicaciones
Herrerías, 3 vols.
1942 Historia de México. México: Jus, 5 vols.
1946 “Examen imparcial de la administración del general vicepresiden­
te D. Anastasio Bustamante. Con observaciones generales sobre el
estado presente de la República y consecuencias que éste debe
producir", en Documentos diversos (inéditos y muy raros). México: Jus,
vol. III.
1985 Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Inde­
pendencia en el año de 1808 hasta la época presente. México: FCE-Instituto
Cultural Helénico, 5 vols. (facsímil de la edición de 1850).
Anónimo
1825 Azótanme en la plaza y no quiero que lo sepan en mi casa. México: s.e.
Aviso público
1823 Al aviso público. Guadalajara: s.e.
Baranda, Joaquín
s.f. Recordaciones históricas. México: La Europea, tomo I.
Bf.rlandier, Luis, y Rafael Chovel
1850 Diario de la Comisión de Límites que puso el Gobierno de la República bajo
la dirección delExmo. Sr. General de División D. Manuel Mier y Terán. Mé­
xico: Tipografía dejuan M. Navarro.
Bocanegra, José María
1892 Memorias para la historia de México independiente, 1822-1836. México:
Imprenta del Gobierno Federal, 2 vols.
642 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1985 Memorias para la historia de México independiente, 1822-1836. México:


inehrm, 2 vols.
1987 Memorias para la historia de México independiente, 1822-1846. México:
Instituto Cultural Helénico-iNEHRM-FCE, 3 vols.
Breve apología
1827 Breve apología que el coronel D. José Bernardo Gutiérrez de Lara hace de las
imposturas calumniosas que se articulan en un folleto intitulado “Levanta­
miento de un general en Las Tamaulipas contra la República o
muerto que se le parece al gobierno por aquel estado". Monterrey:
Imprenta del ciudadano Pedro González.
Bustamante, Carlos María de
1846 Continuación del Cuadro Histórico. Historia del emperador Agustín de Itur-
bidey establecimiento de la República Federal México: Ignacio Cumplido.
1961 Cuadro Histórico de la Revolución mexicana. México: inehrm.
1981 Diario Histórico de México. México: sep-inah, 3 vols.
1985 Cuadro Histórico de la Revolución mexicana. México: FCE-Instituto Cultu­
ral Helénico, 8 vols.
1985a Continuación del Cuadro Histórico. Historia del emperador D. Agustín de
Iturbide hasta su muerte y sus consecuencias y establecimiento de la Repúbli­
ca popularfederal. México: FCE-Instituto Cultural Helénico, 8 vols. (fac-
similar de la de 1846).
2001 Diario Histórico de México, 1822-1848. México: El Colegio de México-
CIESAS, CDI.
Calderón, José María
1823 Ya Puebla sigue los pasos de Guadalajara. México: Reimp. en la Imp. de
D. Mariano Ontiveros.
Carrillo Prieto, Ignacio
1981 La ideología jurídica en la constitución del Estado mexicano, 1812-1824.
México: unam.
1997 Cuestiones jurídico-políticas en Francisco Juárez. México: unam.
Clamores
1826 Clamores del Estado de San Luis Potosí por su Constitución.
Compendio
1825 Compendio histórico razonado, del origen, progresos y conducta de la facción
que existe en el estado de Yucatán desde el año de 1820 hasta fines de 1824,
y que en aquel país se conoce vulgarmente con el nombre de camarilla. Lo dan
a la luz varios yucatecos, para su conocimiento de los supremos poderes de la
república mexicana. México: Oficina de Mariano Ontiveros.
Conciudadanos
1823 Conciudadanos. Puebla: Of. Liberal de Moreno Hermanos.
Contestaríon«s
7823 Contestaciones del gobierno de México con el de esta ciudad de Guadalajara
y su diputación provincial sobre el acta de esta corporación de 5 del presente
FUENTES YBlBLIOGRAfÍA 643

mes dejunio, y nombramiento del Sr. Brigadier D. JoséJoaquín de Herrera par


ra jefe político de este estado de Jalisco. Guadalajara: Imp. Sanromán.
Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 9, doc. 66.
Cuevas, Mariano
1974 El libertador. Documentos selectos de D. Agustín de Iturbide. México: Edito­
rial Patria.
Derecho
1824 Derecho y necesidad de que Las Tamaulipas sean un Estado y vindicación de
la conducta que observó su Diputación Provincial hasta obtener el decreto so­
berano de su constitución. Aguayo: Imprenta del Gobierno.
Díaz Várela, José Antonio
1824a Representación elevada al Soberano Congreso por el apoderado de San Agus­
tín Tlaxco el 17 de marzo de 1824. México: Imprenta Valdés.
1824b Representación que hacen al Soberano Congreso los ciudadanos que esta sus­
criben, vocales de la Excelentísima Diputación Provincial de Tlaxcala. Pue­
bla: Imprenta nacional.
Diez cartas
1940 Diez cartas, hasta hoy inéditas, defray Servando Teresa de Mier. Se publican
por iniciativa del C. Alcalde Primero, profesor Manuel Flores. Monterrey:
s.p.i.
Documentos
1979 “Dos cartas de Fray Servando al Chantre”, en Revista Coahuilense de
Historia, marzo-abril, pp. 52-53.
El ciudadano
1824 “El ciudadano militar Miguel Borja a sus compañeros de armas”, en
El Iris deJalisco. Guadalajara, 7 de junio.
El emperador perece...
1823 El emperador perece si tira un solo balazo. México: reimp. en la Impren­
ta Nacional. Condumex, Miscelánea Varios Autores, núm. 9, dóc. 2.
El general Bustamante a sus compañeros de armas
1824 “El general Bustamante a sus compañeros de armas”, en El Iris deJa­
lisco. Guadalajara, 31 de mayo.
El Obispado
1895 El Obispado de Yucatán. Historia de su fundación y de sus obispos desde el
siglo xvi hasta el siglo xrx seguidas de las constituciones sinodales de la Dió­
cesis y otros documentos relativos por el Illmo. Sr. Don Crescendo Carrillo y
Ancona. Mérida: Imprenta y litografía “R. Caballero”, tomo II.
Escalante, Manuel, et aL
1823 Exposición hecha al Soberano Congreso Constituyente Mexicano sobre las pro-
vindas de Sonora y Sinaloa México: Imprenta Nacional, en Palacio.
Espinosa de los Monteros, Carlos
1823 Exposidón sobre las provindas de Sonora y Sinaloa. México: Imprenta de
don Mariano de Zúñiga y Ontiveros.
644 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Espíritu Santo, Fray Bernardo del


1824 Defensa de la Soberanía del Altísimo. Guadalajara: s.e.
Fernández de Lizardi, Joaquín
1925 Apologético defensorio y puntual manifiesto. Culiacán: uas.
García, Francisco
1823 Observaciones de un diputado sobre el dictamen de la comisión especial de
convocatoria. México: Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés.
Gómez Farías, Valentín
1823 Voto particular como individuo de la comisión especial nombrada por el So­
berano Congreso para examinar la cuestión, de si se debe o no convocar un
nuevo Congreso. México: Imprenta Nacional, en Palacio.
Gorrino y Arduengo, Manuel María de
1825 Ensayo de una Constitución Política que ofrece a todos los habitantes del Es­
tado Libre de la Lusiana Potosinense, o sea de San Luis Potosí, unido a la
Federación Mexicana. México: Imp. de Mariano Ontiveros.
Humboldt, Alejandro de
1985 Ensayo político sobre el reino de la Nueva España. México: Instituto Cul­
tural Helénico-Miguel Ángel Porrúa, 5 vols.
Idea... Arizpe
1822 Idea de la conducta general de Miguel Ramos Arizpe. México.
Idea de la conspiración
1822 Idea de la conspiración descubierta en la capital del Imperio Mexicano en 26
de agosto de este año. s.p.i.
La confianza del dormido
1823 La confianza del dormido hace traidor al despierto. Guadalajara: Urbano
Sanromán. Condumex, Miscelánea Estado Jalisco, núm. 10, doc. 3.
Larráinzar, Manuel
1843 Noticia histórica del Soconusco y su incorporación a la República Mexicana.
México: Imprenta de Lara.
1996 Chiapas y Soconusco. La cuestión de límites entre México y Guatemala. Mé­
xico: Conaculta (Biblioteca Básica del Sureste).
Los males del Imperio
1823 Los males del Imperio Mexicano y el medio de impedirlos. México: Imp. Im­
perial de Valdés. Condumex, Miscelánea Imperio Mexicano de Itur-
bide, núm. 1, doc. 6.
Maldonado, Francisco Severo
1823 Nueuo pacto social propuesto a la nación española. Guadalajara: Imp. de
Petra Manjares.
1823a Contrato de asociación para la república de los estados unidos de Anahuac.
México: Imp. dejosé Fructo Romero.
Mier, Fray Servando de
1813 Historia de la Revolución de Nueva España. Londres: G. Glindon, 2 to­
mos.
FUENTES YBIBUOGRAFÍA 645

Mora, José María Luis


1836 Méjico y sus revoluciones. París: Librería de la Rosa.
1963 Obras sueltas de... México: Editorial Porrúa.
1978 “Catecismo político de la federación mexicana", en Los derechos del
pueblo mexicano. México a través desús constituciones. México: Manuel
Porrúa, tomo I, pp. 307-351.
1986 México y sus revoluciones. México: fce.
Presencia... Cádiz
1988 Presencia de Ramos Arizpe en las Cortes de Cádiz. Presen tación de Eduar­
do Manríquez. Monterrey: Archivo General del Estado.
Quiroz, Miguel Antonio
1825 La soberanía del Altísimo defendida por el limo. Sr. D. fray Bernardo del Es­
píritu Santo, obispo de Sonora, acusado como reo a la superioridad, s.p.i.
Ramos Arizpe, Miguel
1812 Memoria que presenta a el augusto congreso, sobre el estado natural, político
y civil de su dicha provincia, y délas del Nuevo Reino de León, Nuevo San­
tander y los de Texas, con esposición de los defectos del sistema general, y par­
ticular de sus gobiernos, y de las reformas, y nuevos establecimientos que ne­
cesitan para su prosperidad. Cádiz.
1821 Carta escrita a un americano sobre la forma de gobierno que para hacerprac­
ticable la constitución y las leyes, conviene establecer en Nueva España aten­
dida su actual situación. Ideas sobre política y sociedad y alegato contra el
centralismo y Acta Constitutiva. Madrid.
1942 Discursos, memorias e informes. Notas biográficas y bibliográficas y aco­
taciones de Vito Alessio Robles. México: unam.
1992 Memoria de Miguel Ramos Arizpe presentada a las Cortes de Cádiz, 1811.
Querétaro: H. Cámara de Diputados, LV Legislatura.
Rayón (hijo), Ignacio, et aL
1985 L(i independencia según Ignacio Rayón. México: sep (Cien de México).
República federada
1823 Repúblicafederada claman todas las provincias. Puebla: Reimp. en la Of.
liberal de Moreno Hermanos. Condumex, Miscelánea Varios Auto­
res, núm. 9, doc. 29.
Resolución
1823 Resolución de la provincia de Guadalajara, y sucesos ocurridos en la misma.
México: Oficina de Mariano Ontiveros. Condumex, Miscelánea Va­
rios Autores, núm. 9, doc. 29.
Reyes, Candelario
s.f. “¿Por qué Tlaxcala no fue estado desde 1824?”, Mss. en colección
Candelario Reyes, aget, Apetatitlán.
Riesgo, Juan Miguel, et aL
1822 Memoria sobre las proporciones naturales de las provincias internas occiden­
tales... México: Imprenta dejosé María Ramos Palomera.
646 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Rivera, Manuel
1869 Historia antigua y moderna de Xalapa y délas evoluciones del Estado de Ve­
racruz. México: Imprenta de Ignacio Cumplido, 3 vols.
Robles, Mariano
1813 Memoria histórica de la provincia de Chiapa, una de las de Guatemala, pre­
sentada al Augusto Congreso por... Cádiz: Imprenta Tormentaria.
Rocafuerte, Vicente
1984 Bosquejo ligerísimo de la Revolución de Megico desde el grito de Iguala has­
ta la proclamación imperial de Iturbide, su autor Vicente Rocafuerte, un ver­
dadero americano. México: Luz María y Miguel Angel Porrúa (edición
facsimilar de la de 1822).
Romero, Matías
1870 Memoria de Hacienda y Crédito Público, correspondiente al cuadragésimo
año económico. México: Imprenta del Gobierno, en Palacio.
1877 Bosquejo histórico de la agregación a México de Chiapas y Soconusco Méxi­
co: Imprenta del Gobierno, en Palacio.
Sierra, Justo
1977 Evolución política del pueblo mexicano. México: unam.
Tocqueville, Alexis de
1956 La democracia en América. México: fce.
1995 La democracia en América. Madrid: Alianza (Libro de bolsillo, 788).
Villavicencio, Pablo [El Payo de Rosario]
1825 El gallo se anda durmiendo y los coyotes velando. México: Oficina de Ma­
riano Ontiveros.
1825a El loco de Tamaulipas y segunda parte del Coyote a perro inglés, voy al coyo­
te ocho a tres. México: Oficina liberal del C. Juan Cabrera.
1825b En Mixcalco y en mi casa he de hablar del mismo modo. O sean respuestas del
Payo del Rosario al Pensador Mexicano, sin miedo, sin adulación, ni respe­
tos humanos. México: Oficina liberal del C. Juan Cabrera.
Zamacois, Niceto de
1879 Historia de México, desde sus tiempos más remotos hasta nuestros dias. Bar­
celona: J.F. Parres y Compañía, tomo XI.
Zavala, Lorenzo
1845 Ensayo Histórico de las Revoluciones de México desde 1808 hasta 1830. Mé­
xico: Imprenta a cargo de Manuel N. de la Vega, 2 vols.
1918 Ensayo Histórico de las Revoluciones de México desde 1808 hasta 1830. Mé­
xico: Imprenta de Hacienda, vol. I.
1923 Idea del estado actual de la capital de Yucatán (folleto publicado por pri­
mera vez en La Habana por su autor en el mes de octubre de 1820).
Mérida: Talleres tipográficos “La Revista de Yucatán”.
1985 Ensayo Histórico de las Revoluciones de México desde 1808 hasta 1830. Mé­
xico: FCE-Instituto Cultural Helénico (facsímil de la edición de 1845).
FUENTES YBIBLIOGRAFÍA 647

LEGISLACIÓN

Álvarez, Francisco
1912 Anales legislativos de Campeche, 1812-1910. Mérida: Colegio de San Jo­
sé Artes y Oficios, vol. I.
Blázquez, Carmen, y Ricardo Corzo
1997 Colección de leyes y decretos de Veracruz, 1824-1919. México: Universidad
Veracruzana.
Colección
1829 Colecáón de Ordenes y Decretos de la Soberana Junta Provináal Gubernati­
va y Soberanos Congresos de la Naáón Mexicana. México: Imprenta de
Galván, tomo III.
Colecáón de constituáones
1828 Colecáón de constituáones de los Estados Unidos Mexicanos. México: Im­
prenta de Galván, 3 vols.
1988 Colecáón de constituáones de los Estados Unidos Mexicanos. Régimen Cons­
tituáonal. México: Miguel Ángel Porrúa, 3 vols. (facsímil de la edi­
ción de 1828).
Colecáón de los decretos
‘ 1813 Colecáón de los decretos y órdenes que han expedido las Cortes generales y ex­
traordinarias. Cádiz: Imprenta Nacional, 9 vols.
Colecáón... Jalisco
1874 Colecáón de los decretos, árculares y órdenes de los poderes legislativo y ejecu­
tivo del estado deJalisco. Guadalajara: Tip. de M. Pérez Lete, tomo I.
1826 Colecáón de los decretos y órdenes del honorable congreso constituyente del es­
tado libre deJalisco. Guadalajara: Urbano Sanromán.
Colecáón... México
1991 Colecáón de Decretos y Órdenes del Congreso Constituyente del Estado Libre
y Soberano de México (1990-1993). Toluca: LI Legislatura, tomo I (edi­
ción facsimilar).
Colecáón... Oaxaca
1851 Colecáón de Leyes y Decretos del Estado de Oaxaca, 1823-1851. Oaxaca:
Gobierno del Estado de Oaxaca.
Colecáón... Ocádente
s.f. Colecáón de los Decretos expedidos por el honorable Congreso Constituyente
del Estado Libre de Ocádente, desde el 12 de septiembre de 1824 en que se ins­
taló, hasta el 31 de octubre de 1825, en que cerró sus sesiones. México: Im­
prenta del gobierno del Estado de Occidente.
Colecáón... Puebla
1827 Colecáón de los Decretos y Órdenes más importantes que expidió el Congreso
Constituyente del Estado de Puebla en los años 1824 y 1825. Puebla: Im­
prenta del Gobierno, Calle del Hospicio.
648 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Colección... Tabasco
1825 Colección de los decretos del honorable constituyente del Estado libre de Tabas­
co, expedidos desde el 3 de mayo del año de 24, hasta 17 de diciembre del mis­
mo. México: Imprenta del Gobierno a cargo de C. José M. Corrales,
tomo I.
Colección... Tabasco
1827 Colección de las soberanas resoluciones y decretos, expedidos por el honorable
Congreso del Estado Libre de Tabasco, en el año de 1826. México: Imprenta
del Gobierno, a cargo del ciudadano Trinidad Flores, tomos III y IV.
Colecáón... Tamaulipas
1860 Colecáón de las leyes, decretos y árculares del estado de Tamaulipas dada por
orden del Gobierno del Estado. Tampico: Imprenta de J. Dufrat.
Constituáón
1876 “Constitución de los Estados Unidos Mexicanos”, en Dublán y Loza­
no, tomo I, pp. 719-737.
Constituáón... española
1812 Constituáón política de la Monarquía Española. Promulgada en Cádiz el 19
de marzo de 1812. Cádiz: Imprenta Real.
Constituáón... Estado de México
1988 “Constitución del Estado de México” (26 de febrero de 1827), en Co­
lecáón de constituáones.
Constitución Federal
1974 Constituáón Federal de 1824. Crónicas. México: Cámara de Diputados.
1997 Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos sanáonada por el
Congreso General Constituyente, 4 de octubre de 1824, en Villegas
(coord.).
Constituáón Federal de los Estados Unidos Mexicanos
1987 Constituáón Federal de los Estados Unidos Mexicanos, en Tena Ramírez,
pp. 167-195.
Constitución política
1876 “Constitución política de la monarquía española” (18 de marzo de
1812), en Dublán y Lozano, tomo I, pp. 349-379.
Constitución... Oaxaca
1825 Constituáón Política del Estado Libre de Oaxaca. México: Imprenta de El
Águila.
Constitución... Ocádente
1988 Constitución política del Estado Libre de Occidente en Colecáón de
Constituáones de los Estados Unidos Mexicanos. Régimen constituáonal
1824, edición facsimilar de la de 1828. México: Miguel Ángel Porrúa,
tomo III.
Constituáón... San Luis Potosí
1826 Constituáón del Estado Libre de San Luis Potosí. México: Imprenta de El
Águila.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 649

Constitución... Tabasco
1825 Constitución Política del Estado Libre de Tabasco, formada por su Congreso
Constituyente en febrero de 1825. México: Imprenta en Campeche.
Constitución... Tamaulipas
1825 Constitución política del Estado Libre de Las Tamaulipas sancionada por su
Congreso Constituyente en 6 de mayo de 1825. Ciudad Victoria: Impren­
ta del Congreso del Estado, a cargo del C. Contreras.
Constitución... Yucatán
1825 Constitución política del Estado Libre de Yucatán, sancionada por su Con­
greso constituyente en 6 de abril de 1825. Mérida: Impreso en la Oficina
del Sol.
Constitución... Zacatecas
1825 Constitución política del estado libre de Zacatecas. Sancionada por su Con­
greso Constituyente en 17 de enero de 1825. Guadalajara: Imprenta de la
viuda de Romero.
Dublán, Manuel, yjosé María Lozano
1876 Legislación Mexicana o colección de las disposiciones legislativas desde la in­
dependencia de la República. México: Imprenta del Comercio, a cargo
de Dublán y Lozano, hijos, 34 vols.
‘Ley... internos
1876 “Ley para establecer las legislaturas de los estados internos de Occi­
dente, interno del norte e interno de oriente” (4 de febrero de
1824), en Dublán y Lozano, tomo I, pp. 697-698.
Ley para establecer
1876 “Ley para establecer las legislaturas constituyentes particulares en las
provincias que han sido declaradas estados de la federación mexica­
na y que no las tienen establecidas" (8 de enero de 1824), en Dublán
y Lozano, tomo I, pp. 690-692.
Nava, Pedro R.
1958 Las más importantes leyes y decretos de la legislatura de Nuevo León. Mon­
terrey: s. p.i.
Ordenanza
1988 “Ordenanza del Noroeste”, en Moyano Pahissa y Velasco Márquez,
tomo I., pp. 255-257.
Peón, José María, e Isidro Gondra
1896 Colección de leyes, decretos y órdenes del Augusto Congreso del Estado Libre de
Yucatán. Mérida: Imprenta de Lorenzo Seguí, 2 tomos.
Real Ordenanza
1984 Real Ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes de ejér­
cito y provincia en el reino de la Nueva España. México: unam.
Rivera Galván, Mariano
1985 Colección de Constituciones de los Estados Unidos Mexicanos. México: Mi­
guel Angel Porrúa, 2 vols.
650 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Tena Ramírez, Felipe


[1957] Leyes fundamentales de México, 1808-1957. México: Porrúa.
1968 Michoacán y sus Constituciones. Morelia: Gobierno del Estado.
1981 Leyes fundamentales de México, 1808-1967. México: Porrúa.
1987 Leyes fundamentales de México, 1808-1987. México: Porrúa.
1991 Leyes fundamentales de México, 1808-1991. México: Porrúa
1992 Leyes fundamentales de México, 1808-1992. México: Porrúa.
1997 Leyes fundamentales de México, 1808-1997. México: Porrúa.
1998 Leyes fundamentales de México, 1808-1998. México: Porrúa

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Acereto, Albino
1907 Evolución histórica de las relaciones entre México y Yucatán. México: Mú-
11er.
Aguiiar Rivera, José Antonio
2000 En pos de la quimera. Reflexiones sobre el experimento constitucionalista
atlántico. México: fce-cide.
2001 Elmanto liberal. Los poderes de emergencia en México, 1821-1876. México:
UNAM.
Alcocer Bernes, José Manuel
1991 Historia del Ayuntamiento de Campeche. México: Ayuntamiento de Cam­
peche.
Alessio Robles, Vito
1940-1946 Coahuila y Texas desde la consumación de la independencia hasta el tratado
de paz de Guadalupe Hidalgo, s. p. i., 2 vols.
1974 Elpensamiento delpadreMier. México: Departamento del Distrito Federal.
1979 Coahuila y Texas desde la consumación de la independencia hasta el tratado
de paz de Guadalupe Hidalgo. México: Editorial Porrúa, tomo I.
Ai.isky, Marvin
1980 “The Relations of the State of Yucatán and the Federal Government
of México, 1823-1978”, en Moseley y Terry, pp. 245- 263.
Ai.mada, Francisco
1990 Diccionario de historia, geografía y biografía sonorense. Hermosillo: Go­
bierno del Estado de Sonora.
Almada Bay, Ignacio, yjosé Marcos Medina Bustos
2001 Historia panorámica del Congreso del Estado de Sonora, 1825-2000. Méxi­
co: Cal y Arena-Congreso del Estado de Sonora.
Ancona, Eligió
1879 Historia de Yucatán desde la época más remota hasta nuestros días. Mérida:
Imprenta de M. Heredia Argüelles, tomo III.
FUENTES YBIBUOGRAFÍA 651

Anna, Timothy E.
1981 La caída del gobierno español en la ciudad de México. México: fce.
1986 España y la independencia de América. México: fce.
1990 El imperio de Iturbide. México: Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes-Alianza Editorial.
1991 “La independencia de México y América Central”, en Bethell, pp.
41-74.
1992 El imperio de Iturbide. México: Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes-Grijalbo.
Annino, Antonio
1984 “El pacto y la norma. Los orígenes de la legalidad oligárquica en Mé­
xico", en Historias, no. 5, pp. 3-31.
1995 “Cádiz y la Revolución territorial de los pueblos mexicanos, 1812-
1821”, en Annino (coord.), pp. 177-226.
1995a “Prácticas criollas y liberalismo en la crisis del espacio urbano colo­
nial”, en Montalvo Ortega (coord.), pp. 17-63.
1997 “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en México. Los orí­
genes de un dilema”, en Sábato (coord.), pp. 62-93.
Annino, Antonio (coord.)
1995 Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo xix. México- Buenos Aires: fce.
Aquino, Jesús, y Arturo Corzo Gamboa
1994 La independencia de Chiapas y sus anexiones a México (1821-1824). Tux­
tla Gutiérrez: Universidad Autónoma de Chiapas.
Arias, María Eugenia, et al
1985 Tabasco. Textos de su historia. México: Instituto Mora-Gobierno del Es­
tado de Tabasco, vol. 1.
Arnold, Linda
1996 Política y justiáa. La Suprema Corte mexicana (1824-1855), trad. dejosé
Luis Soberanes y Julián Bunster. México: unam.
Artola, Miguel
1996 Enciclopedia de historia de España. Madrid: Alianza Editorial.
Assadourian, Carlos, et al
1991 Tlaxcala. Textos de su historia. Siglos xvii-xviij. México: Gobierno del Es­
tado de Tlaxcala-Conaculta, 8 vols.
Azcárate yLezama, Juan Francisco
1932 Un programa de política internacional México: Secretaría de Relaciones
Exteriores (Archivo Histórico Diplomático de México, ser. II, núm. 37).
Balmori, Diana, et aL
1990 Las alianzas de familias y la formación del país en América Latina. Méxi­
co: fce.
Baños Ramírez, Otón (comp.)
1995 Liberalismo, actores y política en Yucatán. Mérida: Tratados y Memorias
de Investigación, Universidad Autónoma de Yucatán.
652 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Baranda, Marta y Lía García (comps.)


[1987] Estado de México. Textos de su historia. México: Instituto Mora-Gobier­
no del Estado de México, 2 vols.
Barnoya Gálvez, Francisco
1970 Fray Ignacio Barnoya, procer ignorado. Guatemala: Ministerio de Educa­
ción.
Barragán Barragán, José
1978 Introducción alfederalismo (la formación de los poderes). México: unam.
1978a Temas del liberalismo gaditano. México: unam.
1984 Principios sobre el federalismo mexicano-. 1824. México: Departamento
del Distrito Federal.
1994 Introducción al federalismo. Guadalajara: Universidad de Guadalajara.
Bazant, Mílada (coord.)
1999 175 años de historia del estado de México y perspectivas para el tercer milenio,
Zinacantepec: El Colegio Mexiquense.
Bellingeri, Marco
1993 “De una constitución a otra: conflictos de jurisdicciones y dispersión
de poderes en Yucatán ( 1789-1831)”, en Cuadernos de Historia Lati­
noamericana, núm. 1. El Liberalismo en México, pp. 49-78.
1995a “Las ambigüedades del voto en Yucatán. Representación y gobierno
en una formación interétnica, 1812-1829”, en Annino (coord.), pp.
227-290.
1995b “Cabildos en Yucatán. La conformación de las instituciones libera­
les”, en Baños Ramírez (comp.), pp. 83-102.
1998 “Autonomismo, confederación e independentismo en Yucatán,
1821-1847”, en Kónig y Wiesenbron (coords.), pp. 103-110.
Benson, Nettie Lee
1950 Report that Dr. Miguel Ramos Arizpe, Priest of Borbon, and Deputy in the
Present General and Special Cortess of Spain for the Province of Coahuila,
One of the FourEastem Interior Provinces of the fangdom ofMéxico. Austin:
University of Texas.
1955 La diputación provincial y elfederalismo mexicano. México: El Colegio de
México.
1980 La diputación provincial y elfederalismo mexicano. México: LI Legislatu­
ra, Cámara de Diputados.
1984 “La elección de Ramos Arizpe a las Cortes de Cádiz en 1810”, en His­
toria Mexicana, XXXIII: 4 (132), octubre-diciembre, pp. 515-539.
1985 “Fray Servando Teresa de Mier, federalista”, en Relaciones, Revista Ame­
ricana de Ciencias Sociales, septiembre/diciembre, núm. 3, pp.158-168.
1994 La diputación provincial y elfederalismo mexicano. México: El Colegio de
México-UNAM.

1996 La diputación provincial y elfederalismo mexicano. México: El Colegio de


MéxÍCO-UNAM.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 653

Benson, Nettie Lee (coord.)


1985 México y las Cortes españolas, 1810-1812. México: Cámara de Diputa­
dos.
Berry, Charles
1985 “Elecciones para diputados a las Cortes españoles, 1810-1812", en
Benson (coord.), pp. 17-50.
Betancourt Pérez, Antonio, yjosé Luis Sierra Villarreal
1989 Yucatán, una historia compartida. México: Instituto Mora-Gobierno
del Estado de Yucatán.
Bethell, Leslie (ed.)
1991 Historia de América Latina. Barcelona: Cambridge University Press-
Editorial Crítica, vol. 5.
Birrjchaga Gardida, Diana
1999 “El arrendamiento de los propios de los pueblos en el Estado de Mé­
xico, 1824-1835”, en Iracheta Cenecorta (coord.), pp. 313-328.
Blanco Valdés, Roberto
1988 Rey, Cortes y fuerza armada en los orígenes de la España liberal, 1808-1823.
Madrid: Siglo XXI de España Editores.
, 1994 El valor de la Constitución, separación de poderes, supremacía de la ley y con­
trol de la constitucionalidad en los orígenes del Estado liberal Madrid:
Alianza Editorial.
Blas, Andrés de (dir.)
1997 Enciclopedia del Nacionalismo. Madrid: Tecnos.
Bobbio, Norberto, y Nicola Matteuci
1981 Diccionario de política. México: Siglo XXI Editores.
1997 Diccionario de política. México: Siglo XXI Editores.
Bobbio, Norberto
1987 Estado, gobierno, sociedad. Contribución a una teoría general de la política.
Barcelona: Plaza yjanés.
Bodenheimer, Edgar
1988 Teoría del Derecho. México: fce.
Borah, Woodrow (coord.)
1985 El gobierno provináal en la Nueva España, 1570-1787. México: unam.
Brading, David
1991 The First America. The Spanish Monarchy, Creóle Patriots, and the Liberal
State, 1492-1867. Cambridge: Cambridge University Press.
1994 Una iglesia asediada: el obispado de Michoacán, 1749-1810. México: fce.
Brannon, Jeffrey, y Joseph Gilbert (eds.)
1991 Labor, Land, and Capital in Modera Yucatán. Essays in Regional History
and Political Economy. Tuscaloosa: University of Alabama Press.
Bravo Ugarte, José
1953 Historia de México. Independenáa, caracterización política e integraáón so­
cial. México: Jus.
654 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Breña, Roberto
2002 ‘José María Blanco White y la independencia de América: ¿Una pos­
tura pro-americana?”, en Historia Constituáonal 3 (junio, 2002),
http: //he.rederis.es
Brioso y Candiani, Manuel
1941 La evoluáón del pueblo oaxaqueño. Desde la Independenáa hasta el Plan de
Ayutla, 1821-1855. México: Imprenta “A su orden".
Bueno, Miguel
1990 “Desarrollo histórico del levantamiento cartográfico, I”, en Atlas na-
áonal de México, México: unam, vol. 1.3.1
Buisson, Inge, et aL
1984 Problemas de laformaáón del Estado y de la naáón en Hispanoamérica. Co­
lonia: Bohlau Verlag.
Buve, Raymond
1997 Autonomía, religión y bandidaje. Tlaxcala en la antesala de la guerra de re­
forma, 1853-1857. México: cehm Condumex.
Calvillo, Manuel
1974 La República Federal mexicana: gestación y naámiento. México: Departa­
mento del Distrito Federal, 7 vols.
Campos García, Melchor
1995 “La influencia de la tradición jurídica española en el separatismo yu­
cateco”, en Baños Ramírez (comp.), pp. 23-56.
1999 “Autonomía y separatismo en Yucatán. Las opciones de una revolu­
ción incompleta, 1840-1848”. Tesis de doctorado en Historia. Pue­
bla: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades.
2001 “Faccionalismo y votaciones en Yucatán, 1824-1832”, en Historia Me­
xicana, 40:1, julio-septiembre, pp. 59-102.
Canudas Sandoval, Enrique
1993 El fin del dominio español. El caso de los infidentes tabasqueños. México:
Mss.
Cañedo Gamboa, Sergio, et aL
2000 Cien años de vida legislativa. El Congreso del estado de San Luis Potosí:
1824-1924. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis-H. Congreso del
Estado de San Luis Potosí, LV Legislatura.
Cárdenas, José Eduardo de
1979 Memoria a favor de la provináa de Tabasco. Ediáón facsimilar de la de Cá­
diz, año 1811. México: Consejo Editorial del Gobierno de Tabasco.
Cardoso Galué, Germán
1973 Michoacán en el Siglo de las Luces. México: El Colegio de México.
Carmagnani, Marcello
1983 “Finanzas y Estado en México, 1820-1880", en Ibero-Amerikanisches Ar­
chiv, vol. 9, núms. 3-4, pp. 299-317.
FUENTES YBIBLIOGRAFÍA 655

1984 “Territorialidad y federalismo en la formación del Estado mexica­


no", en Buisson, el aL, pp. 289-304.
1994 ‘Territorio, provincias y estados: las transformaciones de los espacios
políticos en México, 1750-1850”, en Vázquez (coord.), pp. 39-73.
1998a “Finanzas y Estado en México, 1820-1880“, en Jáuregui y Serrano
(coords.), pp. 131-177.
Carmagnani, Marcello (coord.)
1992 Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina. México: El Co­
legio de México-FCE.
1996 Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina México: El Co­
legio de México-FCE.
Carr, Raymond
■ 1966 Spain, 1808-1836. Oxford: Clarendon Press.
1968 España, 1808-1936. Barcelona: Ariel.
Carvallo, Alma Margarita
1994 La ilustración del despotismo en Chiapas, 1774-1821. México: Conaculta.
Casillas, Rodolfo
1993 “La discusión sobre el Patronato Eclesiástico”, en Puente Lutteroth
, (comp.), pp. 93-101.
Castañeda, Carmen
1984 La educación en Guadalajara durante la Colonia, 1552-1821. México: El
Colegio de México-El Colegio de Jalisco.
Castañeda Zavala, Jorge
2001 “El contingente fiscal en la nueva nación, 1824-1861”, en Marichal y
Marino (comps.), pp. 135-188.
Castro, Concepción de
1979 La Revolución liberal y los municipios españoles. Madrid: Alianza Edito­
rial (Alianza Universidad, 249)
Castro, Miguel Angel (coord.)
2001 Tipos y caracteres. La prensa en México de 1821 a 1855. México, unam,
Instituto de Investigaciones Bibliográficas.
Castro Morales, Efraín
1985 “Constitución política de la monarquía española”, en Los derechos del
pueblo mexicano. México a través de sus Constituciones. México: Cámara
de Diputados, 8 vols.
1987 El federalismo en Puebla, Puebla: Gobierno del Estado de Puebla, Bi­
blioteca Angelopolitana.
1993 “La lucha por la soberanía”, en Contreras Cruz et aL, vol. III, pp. 232-
240.
Cervantes Bello, Francisco Javier
1999 “Crisis agrícola y guerra de independencia en el entorno de Puebla.
El caso de San Martín y sus cercanías, 1800-1820”, en Estudios de His­
toria Novohispana, vol.XX, pp. 107-133.
656 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Chávez Orozco, Luis


1930 Un esfuerzo de México por la independencia de Cuba. México: Secretaría
de Relaciones Exteriores, Archivo Histórico Diplomático.
Chiaramonte, José Carlos
1992 “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo xix”, en Car­
magnani, pp. 81-134.
Chust, Manuel
1987 Ciudadanos en armas, 1834-1840. Valencia: Edicions Alfons El Magna-
nim.
1995 “La vía autonomista novohispana. Una propuesta federal en las Cor­
tes de Cádiz”, en Estudios de Historia Novohispana, núm. XV, pp. 159-
187.
1995a La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz. Alzira (Valencia)
y México: uned-iih, unam.
Clavai., Paul
1982 Espacio y poder. México: fce.
Colín, Mario
1976 Guía de documentos impresos del Estado de México (1824-1835). México:
Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, Tomo I.
Colomar Viadei., Antonio
1994 Estudios constitucionales. México: unam.
Commons, Aurea
1993 Las intendencias de la Nueva España. México :unam.
Connaughton, Brian
1992 Ideología y sociedad en Guadalajara (1788-1853). México: Conaculta.
1997 “¿Ruptura y continuidad? Federalismo, centralismo y cultura político-
religiosa, 1821-1854” , en Eslabones, núm. 13 (enero-junio), pp. 6-19.
Connaughton, Brian, et al. (coords.)
1999 Construcción de la legitimidad política en México. México: El Colegio de
Michoacán-UAM-UNAM-El Colegio de México.

Contreras, Carlos (comp.)


1989 Espacios y perfiles. Historia regional mexicana del siglo xix. Puebla: uap.
Contreras Cruz, Carlos, et al.
1993 Puebla. Textos de su historia. México: Instituto Mora-Gobierno del Es­
tado de Puebla-UAP, 5 vols.
Corbett, Bárbara
1998a “Soberanía, élite política y espacios regionales en San Luis Potosí
(1824-1828)”, en Jáuregui y Serrano (coords.), pp. 178-208.
Cordero y Torres, Enrique
1947 Historia del periodismo en Puebla (1820-1946). Puebla: Bohemia Pobla­
na, 2 vols.
Cossio, David A.
1925 Historia de Nuevo León. Monterrey: J. Cantú Leal, vol. 5.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 657

Costeloe, Michael P.
1975 La primera república federal de México (1824-1835). Un estudio de los par­
tidos políticos en el México independiente México: fce.
1989 La respuesta a la Independencia. La España imperial y las revoluciones his­
panoamericanas, 1810-1840. México: fce.
1996 La primera república federal de México. Un estudio de los partidos políticos
en el México independiente. México: fce.
Cross, Harry
1976 *The Mining Economy of Zacatecas, México, in the Nineteenth Cen-
tury”. Tesis de doctorado. Berkley: University of California.
Cuéllar Valdés, Pablo
1975 Historia de la ciudad de Saltillo. Saltillo: s.p.i.
Cuello, José
1988 “The Economic Impact of the Borbon Reforms and the late Colonial
Crisis of Empire at the local level: The Case of Saltillo, 1777-1817",
en The Américas, vol. 44:3, pp. 301-323.
1989 El norte, el noreste y Saltillo en la historia colonial de México. Saltillo: Ar­
chivo Histórico de Saltillo.
1990 El norte, el noreste y Saltillo en la historia colonial de México. Saltillo: Ar­
chivo Histórico de Saltillo.
Cuniff, Roger
1985 “Reforma electoral en el municipio”, en Benson (coord.), pp. 67-98.
Dealey, James Q.
1900 “The Spanish Sources of the Mexican Constitution of 1824", en
Quarterly of the Texas State Historical Association, III, 3.
De Castro, Concepción
1979 La Revolución liberal y los municipios españoles. Madrid: Alianza Edito­
rial-Alianza Universidad (núm. 249)
De Gortari Rabiela, Hira
1993 ‘Territorio y población de la Nueva España de fines del siglo xvn al
México independiente”, en El poblamiento de México. Una visión histó-
rico-demográfica. México en el siglo xix. México: Secretaría de Goberna­
ción-Consejo Nacional de Población.
1994 “El federalismo en la construcción de los estados", en Rodríguez O.,
pp. 209-222.
2001 “Los inicios del parlamentarismo. La Diputación provincial de Nue­
va España y México: 1820-1824 Régimen Interior”, en Guedea, 2001.
De Gortari Rabieia, Hira, y Regina Hernández Franyuti (comps.)
1988 Memoria y encuentros: La ciudad de México y el Distrito Federal (1824-
1928). México: Instituto Mora-Departamento del Distrito Federal,
vol. I.
Df. ia Torre Viliar, Ernesto
1994 Estudios de historia jurídica. México: unam.
658 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

De la Torre Villar, Ernesto, y Jorge Mario García Laguardia


1976 Desarrollo histórico del constitucionalismo hispanoamericano. México:
UNAM.
Del Valle Pavón, Guadalupe
1992 El camino México-PueblarVeracruz. Comercio poblano y pugnas entre merca­
deres a fines de la época colonial. México: Gobierno del Estado de Pue-
bla-AGN.
De Vega Armijo, Mercedes
1991 “La opción federalista en Zacatecas”, en Hernández Chávez y Miño
Grijalva (coords.), vol. 2, pp. 243-259.
1997 “Los dilemas de la organización autónoma. Zacatecas, 1808-1835”.
Tesis de doctorado en Historia. México: El Colegio de México.
2001 “Bibliografías básicas y cohesión cultural: la biblioteca del Colegio
de Guadalupe en Zacatecas”, en Guedea, pp. 409-428.
En prensa Glosa histórica de Zacatecas, t. III. De Nueva España a México: el duro
aprendizaje de la libertad, 1808-1867. México: Universidad de Colima-
La Fragua-El Trapecio Oscilante. (Disco compacto).
De Vos, Jan
1988 “El sentimiento chiapaneco: cuarteto para piano y cuerdas, opus
1821-1824", en icach, núm. 3 (julio-diciembre), pp. 30-50.
División
1997 División territorial del Estado de Yucatán. Aguascalientes: Instituto Na­
cional de Estadística, Geografía e Informática.
Di Tella, Torcuato S.
1979 ‘The Dangerous Classes in Early Nineteenth Century México”, en
Journal of Latín American Studies, 5, pp. 79-105.
1994 Política nacional y popular en México, 1820-184 7. México: fce.
Ducey, Michael
1999 “Village, Nation and Constitution: Insurgent Politics in Papantla, Vera-
cruz, 1810-1821”, en Hispanic American Historical Review, 79:3, pp. 1-31.
Duverger, Maurice
1970 Instituciones políticas y derecho constitucional Barcelona: Ariel.
El Congreso del Estado
1990 El Congreso del Estado. Historia del Poder Legislativo de Yucatán. Mérida:
LI Legislatura de Yucatán, Congreso del Estado.
El poblamiento
1993 El poblamiento de México. Una visión histárico-demográfica. México: Se­
cretaría de Gobernación, Conapo, tomo III.
Enciclopedia
1947 Enciclopedia yucatanense. México: Edición Oficial del Gobierno de Yu­
catán, 3 vols.
Enciclopedia de México
1978 Enciclopedia de México. México: Enciclopedia de México.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 659

Escobar, Antonio (coord.)


1993 Indio, nación y comunidad en el México del siglo xix. México ciesas-cemca.
Escobar Ohmstede, Antonio
1998 “El federalismo en las Huastecas durante la primera mitad del siglo
xix”, en Jáuregui y Serrano (coords.).
1998a Ciento cincuenta años de kistoria de la Huasteca. México: Consejo Na­
cional para la Cultura y las Artes-Gobierno del Estado de Veracruz-
Fondo Estatal para la Cultura y las Artes-Instituto Veracruzano de
Cultura.
Estado... Yucatán
1955 Estado de la industria, comercio y educación de la provincia de Yucatán en
1802y causas de la pobreza de Yucatán en 1821. Mérida: Ediciones Suárez.
Falcón, Romana, y Raymond Buve (coords.)
1999 Don Porfirio presidente... nunca omnipotente, hallazgos, reflexiones y deba­
tes, 1876-1911. México: Universidad Iberoamericana.
Farriss, Nancy
1992 La sociedad maya bajo el dominio colonial. La empresa colectiva de la super­
vivencia. Madrid: Alianza.
Ferias, Pedro
1975 Breve historia constitucional de España (seguido de los textos constituciona­
les desde la carta de Bayona a la Ley Orgánica). Madrid: Doncel.
Fernández Guardia, Ricardo
1971 D. Florencio del Castillo, 1778-1834. San José de Costa Rica: Comisión
Nacional del Sesquicentenario de la Independencia de Centroamé­
rica.
Ferrer Muñoz, Manuel
1995 La formación de un Estado nacional en México. El imperio y la república fe­
deral 1821-1835. México: unam.
Ferrer'Muñoz, Manuel, yjuan Roberto Luna
1996 Presencia de doctrinas constitucionales extranjeras en el primer liberalismo
mexicano. México: unam.
Fi on, Manuel de
1988 La intendencia de Puebla en 1804. Puebla: Gobierno del Estado de Pue­
bla.
1993 “Notas estadísticas de la intendencia de Puebla (1804)”, en Contre­
ras Cruz et al, vol. I, pp. 102-122.
Flores Hernández, Lorena, Rosalía García Pérez y Lehidy Roldán Morales
1998 “De provincia a territorio: Tlaxcala a finales de la colonia y primeras
décadas del siglo xix”. Tesis de licenciado en Historia. México: Uni­
versidad Autónoma de Tlaxcala, Departamento de Filosofía y Letras.
Flores Tapia, Óscar
1957 Miguel Ramos de Arizpe, consumador de la independencia de México. Salti­
llo: s.e.
660 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Floyd, Troy S.
1961 “The Guatemalan Merchants, the Government and the Provincia­
nos”, en Hispanic America Historical Review, n. 1, vol. 4 (febrero), pp.
103-125.
Fowler, Will, yjuan Ortiz Escamilla
2000 “La revuelta del 2 de diciembre de 1822: una perspectiva regional”,
en Historias, núm. 47, septiembre-diciembre, pp. 19-37.
Gamas Torruco, José
1975 El federalismo mexicano. México: sep (SepSetentas, 195)
Garavaglia, Juan Carlos, yjuan Carlos Grosso
1987 “La región Puebla-Tlaxcala y la economía novohispana, 1680-1810”, en
Puebla de la colonia a la revolución. Estudios de historia regional, pp. 73-124.
García Conde, Alejo
1951 “El gobernador intendente de Sonora informa sobre las proposicio­
nes naturales y políticas de los territorios de la gobernación de su
cargo y consulta las providencias que le parecen oportunas para pro­
mover la felicidad de sus habitantes”, en Revista Mexicana de la Histo­
ria, t. X, pp. 143-171.
García García, Raúl
1997 Tamaulipas: historia de un gran estado de la República mexicana. México:
Gernika.
García de León, Antonio
1985 Resistencia y utopía. México: Ediciones Era, 2 vols.
García Martínez, Bernardo
1985 Historia de México. México: Editorial Everest Mexicana.
García Quintanilla, Alejandra
1986 “En busca de la prosperidad y de la riqueza: Yucatán a la hora de la
Independencia”, en Siglo XIX. Revista de Historia. Monterrey: Facul­
tad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Nuevo León, I:
1, enero junio; pp. 165-188.
García Verástegui, Lía, y María Esther Pérez Salas (comps.)
1990 Tlaxcala, textos de su historia. México: Instituto Mora-Gobierno del Es­
tado de Tlaxcala, 11 vols.
Garner, Richard Lyle
1970 “Zacatecas 1750-1821. The Study of a Late Colonial City”. Tesis Doc­
toral. Ann Arbor: University of Michigan Press.
1972 “Problemes d’une ville miniére mexicaine a la fin de l’époque colo-
niale: prix et salaires á Zacatecas (1760-1821)”, en Cahiers des Améri-
ques Latines, núm. 6, julio-diciembre, pp. 75-111.
Gaxiola, Francisco Javier
1975 Gobernantes delEstado de México. Múzquiz-Zavala-Olaguíbel, edición fac­
similar de la de 1899 preparada por Mario Colín. México: Biblioteca
Enciclopédica del Estado de México.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 661

Gay, José Antonio


1978 Historia de Oaxaca. Oaxaca: Gobierno del Estado de Oaxaca.
Gellner, Ernest
1983 Naciones y nacionalismo. Madrid: Alianza Universidad.
Gerhard, Peter
1982 TheNorthFrontierofNew Spain. Princeton: Princeton University Press.
1986 Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821. México: unam.
1996 La frontera norte de la Nueva España. México: fce.
Gil v Sáenz, Manuel
s.f. Historia de Tabasco. Villahermosa: Dirección de Difusión Cultural.
Gómez Alvarez, Cristina
1997 El alto clero Poblano y la revolución de Independencia, 1808-1821. México:
Facultad de Filosofía y Letras, unam-uap.
Gómez Haro, Eduardo
1910 La ciudad de Puebla y la Guerra de Independencia. Historia de la participa­
ción que Puebla tomó en el movimiento bélico que emancipó a México de Es­
paña. Puebla: Imprenta El Arte Tipográfico.
González Salas, Carlos
1949 MiguelRamos de Arizpe. Cumbrey camino. México: Miguel Angel Porrúa.
Gracia, Ezequiel M.
1956 Tlaxcala en el primer centenario de su erección en estado de la república.
Tlaxcala: Partido Revolucionario Institucional.
1990 ‘Tlaxcala frente a las ambiciones anexionistas de Puebla”, en García
Verástegui y Pérez Salas (comps.)
Guardino, Peter
2000 ‘Toda la libertad para emitir sus votos. Plebeyos, campesinos y elec­
ciones en Oaxaca, 1808-1850”, en Cuadernos del Sur. Revista de Cien­
cias Sociales, año 6, núm. 15, junio.
Guedea, Virginia
1992 En busca de un gobierno alterno: los Guadalupes de México. México: unam.
1996 La insurgencia en el Departamento del Norte. Los llanos de Apam y la Sie­
rra de Puebla, 1810-1816. México: UNAM-Instituto Mora.
2001 La independencia de México y el proceso autonomista novohispano 1808-
1824. México: Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM-Instituto
Mora.
Gúemez Pineda, Arturo
1991 “Everyday Forms of Mayan Resistance: Cattle Rusting in Northwes­
tern Yucatán, 1821-1847”, en Brannon y Gilbert (eds.), pp. 18-50.
1994 Liberalismo en tierras del caminante. Yucatán, 1812-1840. México: El Co­
legio de Michoacán-Universidad Autónoma de Yucatán.
2001 “Los mayas ante la emergencia del municipio y la privatización terri­
torial. Yucatán 1812-1847". Tesis de doctorado en Ciencias Sociales.
Zamora: El Colegio de Michoacán.
662 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Guerra, Franfois-Xavier
1988 México del Antiguo Régimen a la Revolución. México: fce.
1992 “La difusión de la modernidad: alfabetización, imprenta y revolu­
ción en Nueva España”, en Guerra (coord.), pp. 275-318.
1999 “Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, en
Sábato (coord.), pp. 33-61.
s.f. “La ruptura de la monarquía hispánica. Vivencias y discursos ameri­
canos”, mimeo.
Guerra, Franfois-Xavier (coord.)
1992 Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispanas. Ma­
drid: Mapfre.
Guerra, Franfois-Xavier, Annick Lemperiére, et aL
1998 Los espacios públicos en Iberoamérica, ambigüedades y problemas. Siglos xviii-
xix. México: FCE-Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroame­
ricanos.
Guía de documentos...
1976 Guía de documentos impresos del Estado de México (1824-1835). México:
Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, tomo I.
Guidi, Emilio, y Carmen Blázquez
1992 El poder legislativo en Veracruz, 1824-1917. México: Gobierno del Esta­
do de Veracruz.
Gutiérrez Cruz, Sergio
1997 “La provincia chiapaneca ante la independencia mexicana", original
inédito.
1998 Encrucijada y destino de la provincia de las Chiapas (1821-1824). México:
Conaculta (Biblioteca Básica del Sureste).
Guzmán Pérez, Moisés
1994 LaJunta de Zitácuaro 1811-1813: hacia la institucionalización de la insur­
gencia. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,
Instituto de Investigaciones Históricas.
1996 Miguel Hidalgo y el gobierno insurgente en Valladolid. Morelia: Universi­
dad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Biblioteca de Nicolaítas
Notables.
Hale, Charles A.
1972 El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853. México: Siglo
XXI Editores.
1984 El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853. México: Siglo
XXI Editores.
1995 El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853. México: Siglo
XXI Editores.
Hamnett, Brian R.
1965 Roots of Insurgency. Mexican Regions, 1750-1824. Cambridge: Cambrid­
ge University Press.
FUENTES YBIBUOGRAFÍA 663

1976 Política y comercio en el sur de México, 1750-1821. México: imce.


1978 Revolución y contrarrevolución en México y el Perú. (Liberalismo, realeza y
separatismo, 1800-1824). México: fce.
1984 “Factores regionales en la desintegración del régimen colonial en la
Nueva España: el federalismo de 1823-1824”, en Buisson et al., pp.
305-317.
1986 Roots ofInsurgency. Mexican Regions, 1750-1824. Cambridge: Cambrid­
ge University Press.
1990 “Oaxaca: las principales familias y el federalismo de 1823", en Rome­
ro Frizzi (comp.), pp. 51-69.
1990a Raíces de la insurgencia en México. Historia regional, 1750-1824. México:
FCE.
1992 “Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colo­
nial tardío, 1760-1808”, en Vázquez (coord.), pp. 67-108.
1994 “Faccionalismo, constitución y poder personal en la política mexica­
na, 1821-1854: un ensayo interpretativo”, en Vázquez (coord.), pp.
75-110.
Harris, Charles
1990 El imperio de la familia Sánchez Navarro, 1765-1867. Monclova: Socie-
* dad Monclovense de Historia, A.C.
Hazard, Paul
1985 El pensamiento europeo en el siglo xvni. Madrid: Alianza Editorial.
Hensel, Silke
1999 “Los orígenes del federalismo en México. Una perspectiva desde la
provincia de Oaxaca a finales del siglo xvm a la primera república”,
en Ibero-Amerikanisches Archiv, Jahrgang 25, Heft 3-4.
Hernández, Octavio
1974 “El federalismo en México. Su autenticidad, realidad y permanen­
cia”, en Calvillo, vol. I, pp. xiii-xxxiv.
Hernández y Dávalos, Juan
1985 Colecnón de documentos para la Historia de la guerra de Independenáa de
México, de 1808 a 1821. México: inehrm, 6 vols. (facsímil de la edición
de 1878).
Hernández Chávez, Alicia
1993 La tradiáón republicana y el buen gobierno. México: El Colegio de Méxi-
CO-FCE.
Hernández Chávez, Alicia, y Manuel Miño Grijai.va (coords.)
1991 Cincuenta años de historia en México. México: El Colegio de México, 2
vols.
Hernández Elguezábal (ed.)
1978 Miguel Ramos de Arizpe y elfederalismo mexicano. México: Casa Coahuila.
Hernández Silva, Héctor Cuauhtémoc
1991 “Historiografía sobre los primeros ayuntamientos en Sonora”, en XV
664 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Simposio de Historia y Antropología de Sonora. Memoria. Hermosillo: Insti­


tuto de Investigaciones Históricas, Universidad de Sonora, tomo I.
1991a “La rebelión yaqui de 1824-1827”, en Historia regional comparada
1990. Actas del segundo congreso. México: Universidad Autónoma de
Ciudadjuárez, pp. 359-368.
1995 “Las élites regionales y la formación del Estado de Sonora, 1790-
1831 ”. Tesis de doctorado en Historia. México: El Colegio de México.
1996 Insurgencia y autonomía. Historia de los pueblos yaquis: 1821-1910. Méxi­
co: CIESAS-INI.
Herrejón Peredo, Carlos
1985 Actas de la Diputación Provináal de Nueva España, 1820-1821. México:
Instituto de Investigaciones Legislativas.
1988 “La Diputación Provincial de Nueva España”, en Jarquín Ortega
(coord.), 1988, pp. 195-218.
1987 Hidalgo: razones de la insurgenáa y biografía documental México: sep
(Cien de México).
Herrera Canales, Inés
1980 Estadística del comeráo exterior de México (1821-1875). México: sep-inah
(Colección Científica Fuentes, 87).
Herrera v Lasso, Manuel
1967 “Centralismo y federalismo (1814-1843)”, en Derechos del pueblo mexi­
cano. México a través de sus constituáones. México: Cámara de Diputa­
dos, Vol. I, pp. 583-637.
Herrera Pérez, Octavio
1992 “Joaquín de Arredondo y el predominio realista en las Provincias In­
ternas de Oriente, 1810-1821”, en Memorias de la Academia Mexicana
de la Historia, correspondiente a la de Madrid, tomo 35, pp. 43-78.
Historia del Ayuntamiento
1991 Historia del Ayuntamiento de Campeche, 1540-1991. México: H. Ayunta­
miento de Campeche, Colección San Francisco de Campeche.
Historia de las divisiones político-administrativas
1990 “Historia de las divisiones político-administrativas", “Divisiones terri­
toriales: 1810-1990”, “Divisiones territoriales: 1776-1821”, en Atlas na-
áonal de México, México: unam.
Hobsbawm, Eric
1991 Naáones y naáonalismo desde 1780. Barcelona: Crítica.
Huitrón, Antonio
1976 El Distrito Federal y la traslaáón de los poderes federales. Crónica histórico^
constituáonal del estado del Valle de México, con referenáa al Estado de Mé­
xico y al Distrito Federal. Toluca: Universidad Autónoma del Estado de
México.
Ibarra, Ana Carolina
2001 “Iglesia e insurgencia: contribución de San Martín al debate de la
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 665

época”, en Clérigos, políticos y política en Puebla. Las relaciones IglesiarEs-


tado en los siglos xixyxx. Puebla: ics-huap.
Ibarra Bellon, Araceli
1998 El comercio y el poder en México, 1821-1864. México: fce.
Iracheta Cenecorta, Pilar (coord.)
1999 A la sombra de la primera República federal, el caso del Estado de México,
1824-1835. Zinacantepec: El Colegio Mexiquense.
Iturribarría, Jorge Fernando
1982 Historia de Oaxaca, 1823-1856. Oaxaca: Gobierno del Estado de Oaxa­
ca.
Jaramillo Magaña, Juvenal
1989 La vida académica de Valladolid en la segunda mitad del siglo xvm. More­
lia: Universidad Michoacana de- San Nicolás Hidalgo-Centro de Estu­
dios sobre la Cultura Nicolaíta.
Jarquín Ortega, María Teresa (coord.)
1988 Temas de historia mexiquense, Toluca: H. Ayuntamiento Constitucional
de Toluca-El Colegio Mexiquense.
1998 Historia general del Estado de México. Zinacantepec: El Colegio Mexi­
quense, 4 vols.
Jarquín Ortega, María Teresa, y Carlos Herrejón Peredo
1995 Breve historia del Estado de México. México: FCE-Fideicomiso Historia de
las Américas-El Colegio de México.
Jáuregui, Luis
1998 “La primera organización de la Hacienda Pública Federal en Méxi­
co, 1824-1829”, en Serrano Ortega yjáuregui (coords.), pp. 227-264.
1999 La real hacienda de Nueva España. Su administración en la época de los in­
tendentes, 1786-1821. México: unam.
2000 “Nuevo León: 1823-1825. Del Plan de Casa Mata a la promulgación
de la Constitución”, inédito.
Jáuregui, Luis, yjosé Antonio Serrano (eds.)
1998 Hacienda y política, las finanzas públicas y los grupos de poder en la prime­
ra república federal mexicana. México: Instituto Mora-El Colegio de Mi­
choacán.
Jáuregui, Luis, yjosé Antonio Serrano (coords.)
1998 Historia y nación II: política y diplomaría en el siglo xix mexicano. México:
El Colegio de México.
1998a Las finanzas públicas en los siglos xvm y xrx. México: El Colegio de Mi-
choacán-UNAM-El Colegio de México-Instituto Mora.
Jellinek, Jorge
1997 Teoría general delEstado. México: Editorial Pedagógica Iberoamericana.
Jiménez Codinach, Guadalupe
1997 México, su tiempo de nacer 1750-1821. México: San Luis-Fomento Cul­
tural Banamex.
666 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Juárez Nieto, Carlos


1992 “La diputación provincial de Valladolid: 1822-1824”, en Anales del
Museo Michoacano, pp. 129-154.
1994 La oligarquía y el poder político en Valladolid de Michoacán 1785-1810.
Morelia: Instituto Nacional de Antropología e Historia-Instituto Mi­
choacano de Cultura-Congreso del Estado de Michoacán.
1999 “Martín García de Carrasquedo: un cura revolucionario en Vallado-
lid de Michoacán (1800-1821)”, en Movimientos sociales en Michoacán.
Siglo xixy xx. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hi­
dalgo, pp. 39-50.
Klein, Herbert
1994 Las finanzas americanas del imperio español, 1680-1809. México: Institu­
to Mora-Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa.
Kónig, HansJ., y Marianne Wiesenbron (coords.)
1998 Nation Building in Nineteenth Century Latín America. Leiden: School of
Asian, African and Amerindian Studies.
La España...
1999 “La España del Quijote (hacia 1600)”, en Breve atlas de historia de Es­
paña, Madrid: Alianza Atlas.
Lamperiere, Annick
1999 “Reflexiones sobre la terminología política del liberalismo", en Con­
naughton, et al (coords.), pp. 35-56.
Langue, Frédérique
1999 Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo xvm novohispa­
no. México: fce.
Lanz, Manuel
1905 Compendio de historia de Campeche. Campeche: Tipografía “El Fénix”.
Lemoine, Ernesto
1987 Insurgencia y República Federal, 1808-1824. México: Miguel Ángel Po­
rrúa.
Levi, Lucio
1981 “Confederación”, en Bobbio y Matteucci, pp. 349-353.
Liehr, Reinhard
1976 Ayuntamiento y oligarquía en Puebla, 1787-1810. México: SepSetentas,
2 vols.
Lira, Andrés
1974 “La creación del Distrito Federal”, en Calvillo, vol. VII, pp. 3-72.
1983 Comunidades indígenas frente a la ciudad de México. Zamora: El Colegio
de Michoacán-El Colegio de México.
1984 Espejo de discordias, Lorenzo de Zavala, José María Luis Mora, Lucas Alar
mán. México: Secretaría de Educación Pública.
1994 “Mier y la Constitución de México”, en Rodríguez O. (ed.), pp. 161-
176.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 667

1998 “Aspecto fiscal de Nueva España en la segunda mitad del siglo xviii”,
en Jáuregui y Serrano (coords.), pp. 27-65.
1999 “Legalización del espacio: la ciudad de México y el Distrito Federal,
1874-1884”, en Connaughton, et aL (coords.), pp. 323-350.
Lira, Andrés (selección y prólogo)
1997 Lucas Alamán. México: Ediciones Cal y Arena.
Lira y Ortega, Miguel
1965 Historia de la erección del Estado de Tlaxcala. México.
Lockhart, James, e Ida Altman (eds.)
1976 Pmnnces o/Early México. California: University of California Press.
López, Eucario
1979 “El Memorial Petitorio, 1817”, Boletín del Archivo Histórico de Jalisco,
vol. III, no. 3, septiembre-diciembre, pp. 5-11.
López Gutiérrez, Gustavo
1942 Chiapas y sus epopeyas libertarias. Historia general. Tuxtla Gutiérrez: s/e,
3 vols.
López Sánchez, Hermilo
1960 Apuntes históricos de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Méxi­
co: s/e, 2 vols.
Lovett, Gabriel H.
1965 Napoleón and the Birth of Modem Spain. I. The Challenge to the Oíd Order.
Nueva York: New York University Press.
Lotola, Rosy, y Carlos E. Ruiz Abreu
1999 Fuentes documentales coloniales para la historia de Nuevo León. San Nico­
lás de los Garza: Universidad Autónoma de Nuevo León-Gobierno
del Estado-AGN.

Ludlow, Leonor
1998 “Élites y finanzas públicas durante la gestión del Estado indepen­
diente, 1821-1824”, en Serrano yjáuregui (coords.), pp. 79-114.
MacuneJe, Charles
1978 El Estado de México y la Federación Mexicana. México: fce.
1998 “El federalismo”, en Historia General del Estado de México. Zinacante-
pec: El Colegio Mexiquense, vol. 4, pp. 137-162.
1999 “El impacto del federalismo en las relaciones entre Iglesia y el Esta­
do en México, 1824-1835. El caso del Estado de México”, en Irache­
ta Cenecorta (coord.), pp. 141-164.
Machorro Narváez, Paulino
1938 Don Francisco Severo Maldonado. Un pensador jalisciense del primer tercio
del siglo xix. México: Editorial Polis.
Marichal, Carlos
[ 1994] “La hacienda pública del Estado de México desde la Independencia
hasta la República Restaurada, 1824-1870”, en Marichal, Miño y Ri-
guzzi, vol. I, pp. 101-190.
668 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1998 “Las finanzas del Estado de México en la temprana república: fede­


ralismo y centralismo”, en Serrano yjáuregui (coords.), pp. 175-202.
2000 La bancarrota de la Nueva España. México: FCE.
Marichal, Carlos, y Daniela Marino (comps.)
2001 De colonia a nación. Impuestos y política en México, 1750-1860. México:
El Colegio de México.
Marichal, Carlos, Manuel Miño Grijalva y Paolo Rjguzzi
1994 El primer siglo de la hacienda pública delEstado de México, 1824-1925, His­
toria de la hacienda pública delEstado de México. Zinacantepec: El Cole­
gio Mexiquense.
1994a Historia de la hacienda pública del Estado de México. Zinacantepec: El
Colegio Mexiquense, 4 vols.
Márquez, Enrique
1986 “Tierra, clanes y política en la Huasteca potosina 81797-1843)”, en
Revista Mexicana de Sociología, XrVHI(l), enero-marzo, pp. 201-215.
Marroquín, Enrique
1993 “La génesis del Estado liberal (1824-1833)”, en Puente Lutteroth
(comp.), pp. 103-110.
Martínez, Luis de Guadalupe
1999 Los primeros ayuntamientos de Huajuapan, 1820-1823. México: Funda­
ción Héroes del 23 de julio, A.C.-Patronato Mureh.
Martínez Assad, Carlos
1996 Breve historia de Tabasco. México: El Colegio de México-FCE.
Martínez Báez, Antonio
1994 Obras, t. II. Obras político-constitucionales. México: unam.
Martínez Baracs, Andrea
1990 “Notas sobre el gobierno indio de Tlaxcala durante el siglo xvm”, en
Historia y sociedad en Tlaxcala. México-Tlaxcala: Gobierno del Estado-
uia, pp. 41-50.
1991 “Religión y política”, en Martínez Baracs y Sempat Assadourian
(comps.), vol 10. pp. 93-126.
1993 “Chiapas de 1821 a 1824: notas sobre la historia de su agregación a
México”, en cimech, vol. 3, núm. 1 (enero-junio), p. 99-135.
Martínez Baracs, Andrea, y Carlos Sempat Assadourian (comps.)
1991 Tlaxcala, una historia compartida, siglo xvn y XVM. México-Tlaxcala: Go­
bierno del Estado-CNCA, 10 vols.
Martínez de Lejarza, Juan José
1974 Análisis estadístico de la provincia de Michoacán en 1822. Morelia: Ed. Fi'
max.
Martiré, Eduardo
2000 La constitución de Bayona entre España y América. Madrid: Centro de Es­
tudios Políticos y Constitucionales.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 669

Matute, ÁJvaro
1981 México en el siglo xjx. Fuentes e interpretaciones. México: unam.
Me Gowan, Gerald
1996 “Las prefecturas: una historia para el futuro”, en Montes de Oca Na­
vas e Iracheta (coords.), pp. 115-135.
1999 “Cómo el Estado de México perdió su capital”, en Iracheta Cenecor-
ta (coord.), pp. 103-127.
Ménedez, Carlos
1935 La huella del general don Antonio de Santa Anna en Yucatán. Mérida: Ti­
pografía Yucateca.
Miño Grijalva, Manuel
1987 “La consolidación y el ocaso del sistema colonial”, en Rosenzweig, et
a¿, pp. 141-190.
1988 “Población, tensiones agrarias y luchas por la Independencia”, en
Jarquín Ortega (coord.), pp. 91-108.
Miquel i Vergés, José María
1985 La Independencia mexicana y la prensa insurgente. México: Comisión Na­
cional para la celebración del 175 Aniversario de la Independencia
• Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, inehrm.
Mimiaga, Ricardo
1990 “Fuentes primarias impresas sobre el Estado de Occidente (1824-
1831)”, en XTV Simposio de Historia y Antropología de Sonora. Hermosi-
11o: unisón, vol. I, pp. 245-268.
Miranda, José
1959 “El liberalismo mexicano y el liberalismo europeo”, en Historia Mexi­
cana, VIII:4 (32), pp. 512-523.
1978 Las ideas y las instituciones políticas mexicanas. Primera parte, 1521-1820.
México: unam.
Monroy, María Isabel
1991 Pueblos, misiones y presidios de la Intendencia de San Luis Potosí. 1819.
San Luis Potosí: Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí-Aca­
demia de Historia Potosina.
Montalvo Ortega, Enrique (coord.)
1995 El águila bifronte. Poder y liberalismo en México. México: Instituto Nacio­
nal de Antropología e Historia.
Montes de Oca Navas, Elvia, y Pilar Iracheta (coords.)
1996 Estado de México, tras la huella de su historia. Zinacantepec: El Colegio
Mexiquense-Ayuntamiento Constitucional de Toluca.
Moreno Espinosa, Roberto
1995 La administración territorial en México, antecedentes históricos. México:
Instituto de Administración Pública del Estado de México-Universi-
dad Autónoma del Estado de México.
670 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Moreno Toscano, Alejandra


1971 “El paisaje rural y las ciudades: dos perspectivas de la geografía his­
tórica”, en Historia Mexicana, XXI: 2 (82) oct.-nov., pp. 242-282.
1974 “Economía regional y urbanización: tres ejemplos de relación entre
ciudades y regiones en Nueva España a finales del siglo xviii”, en Ensa­
yos sobre el desarrollo urbano de México. México: SepSetentas, núm. 143.
Moreno Valle, Lucina
1975 Catálogo de la Colección Lafragua, 1821-1853, México: unam, Instituto
de Investigaciones Bibliográficas.
Morin, Claude
1979 Michoacán en la Nueva España del siglo xvm. México: fce.
Morris, Richard B.
1986 Documentos fundamentales de la historia de los Estados Unidos de América.
México: Limusa.
Moseley, Edward, y Edward Terry (eds.)
1980 Yucatán. A World Apart. Alabama: The University of Alabama Press.
Motilla Martínez, Jesús
1990 El doctor Gorrino y Arduengo. Su proyecto para la primera Constitución Po­
tosina, 1825. San Luis Potosí: Casa de la Cultura de San Luis Potosí-
Conaculta.
Moyano Pahissa, Ángela, y Jesús Velasco Márquez
1988 EUA. Documentos de su historia política. México: Instituto Mora.
Murlá, José María
1973 El federalismo en Jalisco (1823). México: Centro Regional inah.
Muro, Luis
1982 Historia parlamentaria mexicana, sesiones secretas. 1821-1824. México:
Instituto de Investigaciones Legislativas.
Muro, Manuel
1973 Historia de San Luis Potosí. San Luis Potosí: Sociedad Potosina de Es­
tudios Históricos, 3 vols.
Nakayama, Antonio
1980 Historia del obispado de Sonora. Culiacán: uas.
1982 Documentos para la historia de El Rosario, Sinaloa. Culiacán: uas.
1983 Sinaloa. Un bosquejo de su historia. Culiacán: uas.
1992 El Estado de Occidente. Espejismo yfracaso de una entidad. Culiacán: Cen­
tro de Estudios Históricos del Noroeste, A.C.
Nava, Luis
1966 Tlaxcala en la historia, Tlaxcala: s.e.
Nava Oteo, Guadalupe
1973 Cabildos de la Nueva España en 1808. México: sep (SepSetentas, 78).
Navarro García, Luis
1965 Las provincias internas en el siglo xix. Sevilla: Escuela de Estudios His-
pano-Americanos.
FUENTES YBIBLIOGRAFÍA 671

Naveda Chávez, Adrián


1987 Esclavos y negros en las haciendas azucareras de Córdoba, Veracruz, 1690-
1830. México: Universidad Veracruzana.
Nelen, Yvette
1998 De Illustere Heren van San Pablo. Lokaal bestuur in negentiende eeuws Mé­
xico/Tlaxcala, 1823-1880 (Los Señores Ilustres de San Pablo. Gobier­
no local en el México decimonónico/Tlaxcala 1823-1880), Leiden:
CNWS.
O’Gorman, Edmundo
1968 Historia de las divisiones territoriales de México. México: Porrúa.
1979 Historia de las divisiones territoriales de México. México: Porrúa.
1985 Historia de las divisiones territoriales de México. México: Porrúa.
1986 La supervivencia política novo-hispana. Monarquía o república. México:
Universidad Iberoamericana.
Olea, Héctor
1946 Infidencias deFr. Bemanrdo, obispo de Sonora [s.p.i.]
1987 Panfletografia de El Payo del Rosario (Semblanza de Pablo Villavicencio).
Culicán: uas.
Olveda, Jaime
1976 La política deJalisco durante la primera época federal. Guadalajara: Pode­
res de Jalisco.
1998 “La disputa por el control de los impuestos en los primeros años in­
dependientes”, en Serrano yjáuregui (coords)., pp. 115-132.
2000 Guadalajara. Abasto, religión y empresarios. Zapopan: El Colegio de Ja­
lisco-Ayuntamiento de Guadalajara.
Ortega Noriega, Sergio
1975 La antigua constitución española y elfederalismo en México. México: unam.
1985 “Hacia la regionalización de la historia de México”, en Estudios de his­
toria moderna y contemporánea de México, VIII, pp. 9-21.
Ortiz, ladeo
1996 Páginas sobre historia y geografía de México. México: unam.
Ortiz Escamii.la, Juan
1991 “Las fuerzas militares y el proyecto de estado en México, 1767-1835”,
en Hernández Chávez y Miño Grijalva (coords.), vol. II, pp. 261-282.
1997 “La guerra de Independencia y la autonomía de los pueblos”, en
Vázquez (coord.), pp. 177-207.
1997a Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México. España: Co­
lección Nueva América.
Pacheco Chávez, María Antonieta Ilhui
1999 “La hacienda pública de los ayuntamientos del Estado de México du­
rante la primera república federal, 1824-1835”, en Iracheta , pp. 245-
262.
672 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Paleta Vázquez, María del Pilar


1990 “Los pudientes poblanos: sus fortunas y sus familias, 1780-1830. Un
acercamiento a su larga historia de privilegios”. Tesis de licenciatura
en Historia. Puebla: buap, Escuela de Filosofía y Letras.
Pastor, Rodolfo
1985 “El repartimento de mercancías y los alcaldes mayores novohispa­
nos. Un sistema de explotación, de sus orígenes a la crisis de 1810”,
en Borah (coord.), pp. 201-236.
1987 Campesinos y reformas: la Mixteca, 1700-1856. México: El Colegio de
México.
Patch, Robert W.
1985 “Agrarian change in eigteenth-century”, en Hispanic American Histo­
rical Review, 65:1, pp. 21-49.
1994 “The Bourbon Reforms, city councils and the struggle for power in
Yucatán, 1770-1796”, en Rodríguez O. (ed.), pp. 57-70.
Pedraza, José Francisco
1975 Estudio Jurídico de la Primera Constitución Política del Estado de San Luis
Potosí (1826) y reproducción facsimilar de la misma. San Luis Potosí: Aca­
demia de Historia Potosina.
PENOT.Jacques
1975 Primeros contactos diplomáticos entre México y Francia, 1808-1838. Méxi­
co: Secretaría de Relaciones Exteriores.
Pérez Betancourt, Antonio, y Rodolfo Ruz Menéndez
1988 Yucatán: textos de su historia. México: SEP-Instituto Mora-Gobierno del
Estado de Yucatán, 2 vols.
Pérez Guilhou, Dardo
1981 La opinión pública española y las Cortes de Cádiz frente a la emancipación
americana, 1801-1814. Buenos Aires: Academia Nacional de la Histo­
ria.
Pérez Herrero, Pedro
1992 “El México borbónico: ¿un éxito fracasado?”, en Vázquez (coord.),
pp. 109-152.
Pérez-Maliaina Bueno, Pablo
1978 Comeráo y autonomía en la Intendenáa de Yucatán (1797-1814). Sevilla:
Escuela de Estudios Hispanoamericanos.
Pérez Memén, Fernando
1977 El Episcopado y la Independencia de México (1810-1836). México: Jus.
Pérez Toledo, Sonia
En prensa “La minería", en De Vega Armijo (coord.)
En prensa “La población”, en De Vega Armijo (coord.)
Pérez Toledo, Sonia, y Herbert Klein
1992 “La población de la ciudad de Zacatecas en 1857”, en Historia Mexi
cana, XLII:1 (165), julio-septiembre, pp. 77-102.
FUENTES YBIBLIOGRAFÍA 673

Pérez Verdía, Luis


1910 Historia particular deJalisco. Guadalajara: Tip. de la Escuela de Artes,
Oficios del Estado, tomo II.
Peset, Mariano
2000 “Libros y universidades”, en Exlibris universatatis. El Patrimonio de las
Bibliotecas Universitarias Españolas. Santiago de Compostela: crue-re-
biun-bsch-mecd/mct.
Petitet, Sylvain
1998 Historie des institutions urbaines. París: Presses Universitaires de France.
Pietschmann, Horst
1989 “La población de Tlaxcala a fines del siglo xvm”, en Historia y Socie­
dad en Tlaxcala. Memorias del 2° Simposio Internacional de investi­
gaciones socio-históricas sobre Tlaxcala. Tlaxcala: Gobierno del
Edo- uia-uat, pp. 72-80.
1992 “Protoliberalismo, reformas borbónicas y revolución: la Nueva Espa­
ña en el último tercio del siglo xvm", en Vázquez (coord.), pp. 27-65.
1996 Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nuevas España. Mé­
xico: FCE.
• 1998 “Actores locales y poder central. La herencia colonial y el caso de
México”, en Relaciones, XIX, pp. 51-93.
Pina Gutierre:/., Jesús Antonio
1998 “Evolución del constitucionalismo en Tabasco, 1824-1814”. Tesis de
doctorado en Derecho. México: unam, Facultad de Derecho.
Planes de la Nación Mexicana
1987 Planes de la Nación Mexicana. México: Senado de la República-El Co­
legio de México.
Polushin, Michael
1999 “Bureaucratic conquest, bureaucratic culture: Town and office in
Chiapas, 1780-1832”. Tesis de doctorado. EUA: Tulane University.
Puente Lutteroth, María Alicia (comp.)
1993 Hada una historia mínima de la Iglesia en México. México: Editorial Jus-
CEHILA.
Quinlan, David
1994 “Issues and Factions in theConstituentCongress, 1823-1824”, en Ro­
dríguez O. (ed.), pp.177-207.
Ramón, Regino
1990 Historia general del estado de Coahuila. Saltillo: Archivo Municipal de
Saltillo-Universidad Autónoma de Coahuila.
Ramos, Manuel
1998 Historia de la Iglesia en el siglo xix. México: El Colegio de México-El Co­
legio de Michoacán-Instituto Mora-Universidad Autónoma Metropo-
litana-Condumex.
674 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Recalde, José Ramón


1982 La construcción de las naciones. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
Reinhard, Wolfgang (coord.)
1996 “Introducción”, en Las élites delpodery las construcción delEstado. Mé­
xico: FCE.
Rendón Garcini, Ricardo
1996 Breve historia de Tlaxcala. México: El Colegio de México-FCE.
Reyes Heroles, Jesús
1974 El liberalismo mexicano. México: fce, 3 vols.
1982 El liberalismo mexicano. México: fce, 3 vols.
Reyes Monroy, Jaime
1999 “Los grupos de poder en Pátzcuaro 1786-1804". Tesis de licenciatu­
ra. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Es­
cuela de Historia.
Rico, Samuel
s.f. Iglesia y sociedad en Tabasco. Mss.
Riva Palacio, Vicente
1984 México a través de los siglos. México: Editora Nacional.
Roa, Victoriano
1981 Estadística del Estado Libre deJalisco. Guadalajara: uned.
Robins, Wayne
1996 “Cambio y continuidad en el ayuntamiento de la ciudad de Tlaxca­
la, 1810-1825”, en Historia y Grafía, 6, pp. 98-100.
Rodríguez, Jaime
1989 The Independence of México and the Creation of the New Nation. Los Ange­
les: University of California Press.
1991 “La Constitución de 1824 y la formación del Estado mexicano", en
Historia Mexicana, XL:3 (159), enero-marzo, pp. 503-535.
1992 “The struggle for the nation: The first Centralist-Federalist conflict
in México”, en The Américas, 44:1, pp. 1-22.
1993 “La transición de colonia a nación: Nueva España, 1820-1821”, en
Historia Mexicana, XLIII:2 (170), octubre-diciembre, pp. 265-322.
1993a “The Constitution of 1824 and the formation of Mexican State”, en
Rodríguez O. (ed.), pp. 71-90.
1993b “La independencia de la América Española”, en Historia Mexicana,
XLII: 3 (167), enero-marzo, pp. 571-620.
1997 “De súbditos de la corona a ciudadanos republicanos: el papel de los
autonomistas en la Independencia de México”, en Vázquez (coord ),
pp. 33-70.
2000 “Ningún pueblo es superior a otro: Oaxaca y el federalismo mexica­
no”, inédito.
2001 “Las Cortes mexicanas y el Congreso Constituyente “, en Guedea
(coord.), pp. 285-320.
FUENTES YBIBLIOGRAFÍA 675

Rodríguez O., Jaime (ed.)


1992 Pattems of Contentions in Mexican History. Wilmington, Delaware:
Scholary Resources Inc.
1993 The Evolution of the Mexican Political System. Wilmington, Delaware:
Scholarly Resources Inc.
1994 México in the Age of Democratic Revolution, 1750-1850. Boulder y Lon­
dres: Lynne Rienner Publishers.
Rodríguez, Mario
1984 El experimento de Cádiz en Centroamérica, 1808-1826. México: fce.
Rodríguez Venegas, Carlos
1998 “Un acercamiento a las propuestas de organización del sistema im­
positivo en México, 1821-1823", en Serrano yjáuregui (eds.), pp.
291-316.
Rojas, Beatriz
1994 “Aguascalientes y Zacatecas: 1821-1835 ¿Una política compartida?”,
en Rojas (coord.), pp. 93-119.
Rojas, Beatriz (coord.)
1994 El poder y el dinero. Grupos y regiones mexicanos en el siglo xix. México: Ins­
tituto Mora.
Romero Frizzi, María de los Angeles (comp.)
1990 Lecturas históricas de Oaxaca. México: iNAH-Gobierno del Estado de
Oaxaca, 4 vols.
Romero Quiroz, Javier
1984 El estado de México. Marcos históricos y geográficos. Toluca: Gobierno del
Estado de México.
Romo López, Rosa María (coord.)
1994 Historia general de Tabasco. Villahermosa: Gobierno del Estado de Ta­
basco, Educación, Cultura y Recreación.
Rosenzweig, Fernando
1987 “La formación y el desarrollo del Estado de México (1821-1940)”, en
Rosenzweig, et al, pp. 191-252.
Rosenzweig, Fernando, et aL
1987 Breve historia del Estado de México. Zinacantepec: El Colegio Mexiquen-
se-Gobierno del Estado de México.
Rubio Mané, Ignacio
1938 Documentos para la historia de Yucatán, II. Discurso sobre la constitución de
las Provincias de Yucatán y Campeche, 1766. Mérida: Compañía Tipo­
gráfica de Yucatán.
1938a La independencia nacional en Yucatán. México: Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística.
1938b “El concepto histórico de capitanía general”, en El Diario de Yucatán
sábado 19 y domingo 20 de marzo de 1938. Mérida: Compañía Tipo­
gráfica de Yucatán.
676 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1971 “Los sanjuanistas de Yucatán. Manuel Jiménez Solís, el padre Justis”.


México: Boletín del Archivo General de la Nación, VIII-IX-X.
Rugeley, Terry
1997 “Rural Political Violence and the origins of the Caste War”, mimeo.
s.f. ‘The Caste War: Rural insurgency in ninteenth-century Yucatán”, mi-
meo.
Ruiz Abreu, Carlos
1994 Historia del H. Congreso del estado de Chiapas. Tuxtla Gutiérrez: Congre­
so del Estado, 3 vols.
Sábato, Hilda (coord.)
1997 Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de
América Latina. México: fce-E1 Colegio de México.
1999 Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de
América Latina. México: fce-E1 Colegio de México.
Saldívar, Gabriel
1943 El primer diputado tamaulipeco al Congreso general, don José Antonio Gu­
tiérrez de Lara. México: Academia Nacional de Historia y Geografía.
1945 Historia compendiada de Tamaulipas. México: Academia Nacional de
Historia y Geografía.
Sánchez, Prisciliano
1974 “El pacto federal de Anáhuac”, en Memoria sobre el estado actual de la
administración-pública del estado de Jalisco leída por el C. Gobernador del
mismo Prisciliano Sánchez, seguida del pacto federal de Anáhuac. Guadala­
jara: Poderes de Jalisco.
Sánchez Silva, Carlos
1992 “Oaxaca y el comercio interprovincial a fines del periodo colonial:
fuentes y problemas”, en Boletín de fuentes para la historia económica de
México, núm., pp. 37-42.
1993 “Indios y repartimentos en Oaxaca a principios del siglo xix”, en Es­
cobar (coord.), pp. 105-118
1998 Indios, comerciantes y burocracia en la Oaxaca poscolonial, 1786-1860. Mé­
xico: UABJO-IOC-FOESCA.
2000 “La consumación de la independencia en Oaxaca", en Bernes, Alco­
cer et aL, La consumación de la independencia. México: agn, vol. 2, pp.
43-64.
Sánchez Silva, Carlos, y Francisco José Ruiz Cervantes
1998 Pensamiento político y social oaxaqueño. Oaxaca: IEF.PO-Proyecto editorial
Huaxyáca.
Santoscoy, María Elena, et al.
1997 La independencia y el problema de Texas. Dos eventos en Coahuila. Saltillo:
Archivo Municipal de Saltillo.
2000 Breve historia de Coahuila. México: FC.E-Fideicomiso de las Américas.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 677

Serrano, José Antonio


1993 “El ascenso de un caudillo en Guanajuato: Luis de Cortázar, 1827-
1832”, en Historia Mexicana, XLIII: 1 (169), julio-septiembre, pp. 49-
80.
1998 “El humo en discordia: los gobiernos estatales, el gobierno nacional
y el estanco del tabaco (1824-1836) ”, en Jáuregui y Serrano (coords.),
pp. 203-226.
1998a “Reforma municipal y elecciones en Guanajuato, 1820-1836”, en Jáu­
regui y Serrano (coords.), pp. 85-101.
1998b “Votos, contribuciones y milicias en Guanajuato, 1810-1836”. Tesis
de doctorado en Historia. México: El Colegio de México.
1999 “Liberalismo gaditano y milicias cívicas en Guanajuato, 1820-1836”,
en Connaughton, elaL, pp. 169-192.
2001 Jerarquía territorial y transición política: Guanajuato, 1786-1836. Méxi­
co: El Colegio de Michoacán.
Serrano Ortega, José Antonio, y Luis Jáuregui (coords.)
1998 Hacienda y política. Las finanzas públicas y los grupos de poder en la prime­
ra República Federal mexicana Zamora: El Colegio de Michoacán-Ins-
. tituto Mora.
Sierra, Carlos Justo
1970 Historia de la administración hacendaría en México, 1821-1970. México:
Secretaría de Hacienda y Crédito Público, vol I.
1998 Breve historia de Campeche. México: FCE-Fideicomiso Historia de las
Américas.
Smith, Roben
1976 Los consulados de comerciantes en Nueva España México: Instituto Me­
xicano de Comercio Exterior.
Solís Blanco, Rosa Elena
1993 “Federalismo w. Centralismo”, en Tesoros del Archivo. Mérida: Gobier­
no del Estado de Yúcatán-Archivo General del Estado, pp. 47-49.
Sordo Cedf.ño, Reynaldo
1993 El congreso en la primera república centralista. México: Colegio de Méxi-
co-lnstituto Tecnológico Autónomo de México.
Sotelo Regil, Luis
1963 Campeche en la historia. México: Imprenta Manuel León Sánchez, to­
mo I.
Souto Mantecón, Matilde
1996 “La política y el comercio de una corporación tardía: el consulado
de comerciantes de Veracruz (1784-1821)”. Tesis de doctorado en
Historia. México: El Colegio de México.
1998 “Perfil de un grupo privilegiado: los comerciantes de Veracruz y sus
negocios con los Estados Unidos en la última etapa colonial”, en Jáu­
regui y Serrano, pp. 324-334.
678 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1999 “La actitud corporativa y la idea de nación entre los comerciantes del
Consulado de Veracruz”, en Connaughton, et aL
Staples, Anne
1976 La Iglesia en la primera república federal mexicana (1824-1835), trad. de
Andrés Lira. México: sep (SepSetentas 237).
Tanck de Estrada, Dorothy
1997 Pueblos de indios y educación en el México colonial, 1750-1821. México: El
Colegio de México.
Taracena Arrióla, Arturo
1992-1993 “Reflexiones sobre la Federación Centroamericana, 1823-1840”, en
Revista de Historia, núm. 2, Instituto de Historia de Nicaragua, p. 4-12.
1999 Invención criolla, sueño ladino, pesadilla indígena. La región de Los Altos,
1740-1850. 2*. ed., Guatemala: Centro de Investigaciones Regionales
sobre Mesoamérica.
Tarello, Giovanni
1995 Cultura jurídica y política del derecho. México: fce.
Tavera Alfaro, Xavier
1982 'Juan José Martínez de Lejarza”, en Humanistas novohispanos de Mi­
choacán. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo,
Biblioteca de Nicolaítas Notables, núm. 15., pp. 159-181.
Taylor, William B.
1972 Landlord and Peasant in Colonial Oaxaca. Stanford: Stanford Univer­
sity Press.
1976 “Town and country in the Valley of Oaxaca, 1750-1812”, en Lockhart
y Altman (eds.), pp. 63-96.
Tecuanhuey, Alicia
2001 “Los miembros del clero en el diseño de las normas republicanas”,
en Clérigos, políticos y política en Puebla. Las relaciones Iglesia-Estado en los
siglos xix y xx. Puebla: ics-huap.
Téllez Guerrero, Francisco, y Elvia Brito Martínez
1989 “Las finanzas municipales. Ciudad de Puebla 1820-1890”, en Contre­
ras (comp.), pp. 29-48.
Tenenbaum, Barbara
1989 “Taxation and tyranny: Public finance during the Iturbide regime,
1821-1823”, en Rodríguez, pp. 201-214.
1998 “Sistema tributario y tiranía: las finanzas públicas durante el régimen
de Iturbide, 1821-1823”, en Jáuregui y Serrano (coords.), pp. 209-
226.
TEPASKE.John
1989 “The financial desintegration of the Royal Government of México”,
en Rodríguez, pp. 63-84.
1998 “La crisis financiera del virreinato de Nueva España a fines de la co­
lonia”, en Jáuregui y Serrano (coords.), pp. 90-109.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 679

Thompson, Guy P.C.


1989 Puebla de los Angeles, Industry and Society in a Mexican City, 1700-1850.
EUA: Westview Press.
1995 “Federalismo y cantonalismo en México, 1824-1892: soberanía y te­
rritorialidad”, en Anuario del 1EHS, Tandil, Argentina, pp. 73-99.
Toro, Alfonso
1925 Dos constituyentes del año 1824: biografía de Miguel Ramos de Arizpe y de
Lorenzo de Zavala. México: Museo Nacional de Arqueología.
Torre, Toribio de la, et aL
1986 Historia general de Tamaulipas. Ciudad Victoria: Instituto de Investiga­
ciones Históricas, uat.
Toussaint Ribot, Ménica, Guadalupe Rodríguez de Ita y Mario Vázquez Olivera
2001 Vecindad y diplomacia. Centroamérica en la política exterior mexicana,
1821-1988. México: Secretaría de Relaciones Exteriores.
Trens, Manuel B.
1942 Historia de Chiapas, desde los tiempos más remotos hasta el gobierno del ge­
neral Carlos A. Vidal (¿... 1927). México: La Impresora.
1948 Historia de Veracruz. México: Gobierno del Estado de Veracruz.
Tutino, John
1990 De la insurrección a la revolución en México. México: Era.
Valle, Rafael Heliodoro (comp.)
1936 La anexión de Centroamérica a México. Documentos y escritos. México: Se­
cretaría de Relaciones Exteriores, 3 vols. (Archivo Histórico Diplo­
mático Mexicano 40).
VanYoung, Eric
2001 The other Rebellion: Popular Violence, ideology and the Mexican Strugglefor
Independence, 1810-1821. Stanford: Stanford University Press.
Várela Suances-Carpegna, Joaquín
1983 La teoría del estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico (Las
Cortes de Cádiz). Madrid: Centro de Estudios Constitucionales.
Vázquez, Josefina Zoraida
1989 “Iglesia, ejército y centralismo”, en Historia Mexicana, XXXIX:1
(153),julio-sept., pp. 205-234.
1992 “Los pronunciamientos de 1832: aspirantismo político e ideología",
en Rodríguez O. (ed.), pp. 163-187.
1992a “El federalismo mexicano, 1823-1847”, en Carmagnani (coord.), pp.
15-50.
1993a “Colonización y pérdida de territorio, 1819-1857”, en El poblamiento,
pp. 114-133.
1994 “De la difícil construcción de un Estado: México, 1821-1854”, en Váz­
quez (coord.), pp. 9-38.
1996 “El federalismo mexicano, 1823-1847”, en Carmagnani (coord.), pp.
15-50.
680 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

1998 “Federalismo, reconocimiento e Iglesia”, en Ramos, pp. 113-126.


1998a “Milicia y ejército: punto de fricción entre el poder local y el poder
nacional”, en Kónig y Wiesenbron (coords.), pp. 299-314.
1999 “Continuidades en el debate federalismo centralismo", en Falcón y
Buve (coords.), pp. 313-334.
1999a “Regionalismo y fundación del Estado mexicano: el caso del Estado
de México", en Bazant (coord.), pp. 23-47.
2000 “Los primeros tropiezos”, en Historia general de México. México: El Co­
legio de México, pp. 525-582.
Vázquez, Josefina Zoraida (coord.)
1987 Planes de la Nación mexicana. México: Senado de la República-El Co­
legio de México.
1992 Interpretaciones del siglo xviu mexicano. El impacto de las Reformas Borbóni­
cas. México: Nueva Imagen.
1994 La fundación delEstado mexicano. México: Nueva Imagen.
1995 La fundación delEstado mexicano. México: Nueva Imagen.
1997 Interpretaciones de la Independencia de México. México: Nueva Imagen.
Vázquez Olivera, Mario
1997 “La división auxiliar del Reyno de Guatemala. Intereses mexicanos
en Centroamérica, 1821-1824”. Tesis de maestría. México: unam, Fa­
cultad de Filosofía y Letras.
2000 “Criterios de ‘alta política’. La anexión de Chiapas y el canal de Te­
huantepec”, en Tzintzun. Revista de estudios históricos, núm. 31
(enero-junio), p. 119-150.
2001 “La cuestión de Chiapas en la prensa mexicana, 1823-1824”, en Cas­
tro (coord.), pp. 111-117.
Vega Juanino, Josefa
1984 La institución militar en Michoacán en el último cuarto del siglo xviii. Za-
mora: El Colegio de Michoacán-Gobierno del Estado de Michoacán.
Velasco Ávila, Cuauhtémoc, et ai
1988 Estado y minería en México (1767-1910). México: FCE-Secretaría de
Energía, Minas e Industria Paraestatal.
Velázquez, Gustavo G.
1977 La diputación del Estado de México en el Supremo Congreso Constituyente de
1824. Notas bibliográficas. Toluca: Gobierno del Estado de México,
Serie Chimalphain, Colección de Divulgación Histórica.
1980 ‘José María González Arratia. El hombre a quien más debe Toluca”,
en Siglo y medio. Sumaria Tolucense. Toluca: H. Ayuntamiento de Tolu­
ca, pp. 249-261.
Velázquez, María del Carmen
1997 Establecimiento y pérdida del septentrión de Nueva España. México: El Co­
legio de México.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 681

Velázquez, Primo Feliciano


1982 Historia de San Luis Potosí. San Luis Potosí: Archivo Histórico del Es­
tado-Academia de Historia Potosina, 4 vols.
Vidargas del Moral, Juan Domingo
1985 “Sonora y Sinaloa como provincias independientes y como Estado
Interno de Occidente: 1821-1830”, en Historia general de Sonora. Her­
mosillo, t. II, pp. 320-335.
1992 “Elecciones constitucionales en la Sonora de 1814: Diputación de
alamos. Cabildo en Ures”, en XVII Simposio de Historia y Antropología
de Sonora. Memoria. Hermosillo: iih, Universidad de Sonora, vol. I, pp.
333-347.
1993 “El cabildo intermitente de Arizpe y sus pretensiones y proposicio­
nes en 1813 ”, en XVII Simposio de Historia y Antropología de Sonora. Me­
moria. Hermosillo: iih, Universidad de Sonora, vol. I, pp. 135-148.
Villegas, Gloria (coord.)
1997 De la crisis del modelo borbónico al establecimiento de la República Federal
México: iii.-Cámara de Diputados-M.A. Porrúa (Colección Enciclope­
dia Parlamentaria, serie III, vol. I, tomo I).
Vizcaya Canales, Isidro
1976 En los albores de la independencia. Las provincias internas de oriente duran­
te la insurrección de don Miguel Hidalgo y Costilla, 1810-1811. Monte­
rrey: Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Voss, Stuart
1982 On the Periphery of Nineteenth-Century México. Tucson: The University
of Arizona Press.
1990 “El noroeste de México”, en Balmori et al., pp. 109-179.
Weber, David
1988 La frontera norte de México, 1821-1846. México: fce.
Wortman, Miles
1976 “Legitimidad política y regionalismo. El imperio mexicano y Cen­
troamérica”, en Historia Mexicana XXVI: 2 (102), octubre-diciembre,
pp. 238-262.
Yáñez Ruiz, Manuel
1958-1961 El problema fiscal en las distintas etapas de nuestra organización política.
México: s.p.i,
Zalce y Rodríguez
1950 Apuntes para la historia de la masonería en México (de mis lecturas y mis re­
cuerdos), México, s.p.i.
Zanolli Fábila, Betty Luisa de María Auxiliadora
1989 “Liberalismo y monopolio. Orígenes del federalismo en las tierras
del Mayab”. Tesis de licenciatura en Historia. México: unam, 2 vols.
Zippelius, Reinhold
1998 Teoría general del Estado. México: unam.
682 EL ESTABLECIMIENTO DEL FEDERALISMO EN MÉXICO

Zorrilla, Juan Fidel


1969 Los últimos días de Iturbide. México: Librería de Manuel Porrúa.
1978 Origen del Gobierno federal en Tamaulipas. Ciudad Victoria: Instituto de
Investigaciones Históricas, uat.
1979 Gobernadores, obispos y rectores. Cronología y notas. Ciudad Victoria: Ins­
tituto de Investigaciones Históricas, uat.
1980 Estudio de la legislación en Tamaulipas. Ciudad Victoria: Instituto de In­
vestigaciones Históricas, uat.
1989 El poder colonial en Nuevo Santander. Ciudad Victoria: Instituto Tamau­
lipeco de Cultura.
Zorrilla, Luis G.
1984 Relaciones de México con la República de Centroamérica y con Guatemala,
México: Porrúa.
El establecimiento delfederalismo en México, 1821-1827
se terminó de imprimir en julio de 2003
en los talleres de Editorial Color, S.A. de C.V.,
Naranjo 96 bis, Col. Santa María la Ribera, 06400 México, D.E
Se imprimieron 1 000 ejemplares, más sobrantes para reposición.
Tipografía y formación a cargo de Patricia Zepeda, en Redacta, S.A. de C.V.
Revisión y corrección de textos: Mario Aranda.
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

El tema del federalismo resulta de gran actualidad. Por desgracia, se


desconoce que su adopción, en 1824, respondía a su geografía y pa­
sado, además de contribuir para que la Nueva España fuera el único
virreinato que no se fragmentara con la independencia. El grupo de
participantes en el libro desentraña los acontecimientos en las dife­
rentes provincias desde la crisis de 1823 hasta la promulgación de las
constituciones estatales.
La abdicación de Agustín I, la renuencia del Congreso electo en
1822 a asumirse convocante, como exigían las provincias y los gene­
rales rebeldes, condujo a que cuatro provincias se declararan estados
libres y soberanos y el territorio pareciera fragmentarse. En realidad
las provincias sólo desconocían la legitimidad de las autoridades na­
cionales y buscaban establecer un nuevo pacto.
El libro sigue los acontecimientos desde la capital y las provincias
y muestra la milagrosa recuperación de la autoridad del ejecutivo
provisional y la constitución del sistema federal. Pero es posible que
su mayor contribución sea mostrar como un trabajo interinstitucio­
nal permite llevar a cabo la ambiciosa tarea de conjugar la diversidad
de pasados que han conformado nuestra historia nacional.

EL COLEGIO DE MÉXICO

También podría gustarte