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3) Cuando dejar de ser pobres puede afectarnos

Bien, lo prometido es deuda, dicen; así que empezaré por el ejercicio que
supongo habrás hecho. Yo he tomado un relato breve con el que obtuve mi
segundo premio en un concurso ―el primero de relato, porque el anterior
había sido de novela; pero eso es otra historia― y, si el Alzheimer no me lleva a
engaño, creo que andábamos por 1988; qué horror. Como recompensa recibí
un cuadro de poco gusto que cuelga en mi baño… Sí, en el baño; los escritores
somos así. ¿O tú no lo eres?
El relato ―Laura, lo titulé― tiene mil treinta y dos palabras y cuatro páginas…
como ves, he optado por algo más largo que una sola página y, la verdad, creo
que debería haberte dicho a ti que hicieras lo mismo, buscar entre al menos
mil palabras de tus escritos.
Bueno, el recuento ha arrojado tres repeticiones del verbo hacer, nueve del
ser, tres del estar, una del tener y dos del haber, y en este último caso,
aunque no te lo dije, no cuenta cuando es verbo auxiliar ―¿entiendes por qué?
― Además, como me quedaban ganas de más, y aunque ya había sumado
«estar» a la lista, he incluido el sustantivo «cosa» y ha sido sencillo; no está ni
una sola vez.
¿Te parece que son pocas repeticiones, pocas apariciones de esos verbos
multiuso? ¿O ya me has condenado por las nueve veces que he escrito el verbo
«ser»?
Pues voy a analizar el texto ―tú debes hacer lo mismo con el tuyo sea cual sea
el resultado que has obtenido―. De entrada, me queda claro que podría
cambiar un «vivía» por uno de los «había»; y también que podría sustituir «no
había error, era aquel piso y no otro» por «no se equivocaba, era aquel piso y
no otro». ¿Ganaría el texto con ello? Pues creo que no, que perdería fuerza,
incluso precisión y eso que en la frase ya tengo uno de los usos del verbo «ser».
Con el verbo «hacer», me encuentro con «un mes hacía que duraba» y «hacía
frío, el viento le abofeteó la cara y le hizo dudar un momento». No veo un
motivo por el que cambiar esto por algo que lo mejore.
Con los «estar» me pasa algo parecido «estaba convencido», «estaba desierta»,
«estaba a punto de». No son una gran aportación a la literatura universal, pero
cumplen bien su función.
Y he dejado para lo último los «ser», sobre todo porque son ni más ni menos
que nueve, aunque es cierto que pocos verbos usamos más y con mayor
necesidad que ese.
Empiezo con «las ojeras eran dos grandes surcos bajo los ojos» y con solo
oírme entenderás que en una descripción es casi imposible escapar a su uso y
qué decir si entramos en la imaginería… pues eso, lo que ves.
La siguiente frase a tener en cuenta es «a la luz mortecina que las farolas
proyectaban por la ventana de la escalera, las paredes se extendían sin
esquinas y el pasamos era una línea oscura sin contornos». Precioso, ¿verdad?
Podría hacer que el pasamanos dibujara una línea oscura, en lugar de serla;
pero no sé si ya me pasaría de poético.
Pero ahora llegamos a los pecados mortales, el primero apenas en la segunda
línea del relato: «estudió ensimismado los pliegues que se fueron formando en
el suelo hasta completar un amasijo escarlata». ¿Qué me dices? ¿Te gusta la
imagen? ¿No es un derroche antológico de refinamiento? Pues no, debería
haber bastado para que no me dieran el premio y, si yo era el mejor, para
haberlo dejado desierto… Ya lo sé, exagero y, si digo lo que digo, es porque el
premio ya cuelga de mi baño ―¿recuerdas?―, y nadie me lo va a quitar. Pero
¿en verdad esa combinación del verbo ser más gerundio era la única o la mejor
alternativa?
Pues si aún te preguntas si el anterior uso era discutible, ya te digo yo que en
el que va ahora no hay nada que discutir; merece un pelotón de fusilamiento.
«Un rayo de luz se filtró por la abertura que fue dejando la hoja al girar sobre
los goznes con un leve chirrido». ¡Si con un simple «dejó» habría eliminado la
detestable suma de «ser» más «gerundio»!
Creo que por hoy ya es suficiente y, como lo más útil es que vuelvas sobre lo
que hiciste ayer, no te diré que hagas otra cosa… no vaya a ser que se te
quiten las ganas de regresar.
Solo te dejaré que pienses en el título de este Podcast y luego analices tus
textos y los de otros, que revuelvas en internet por blogs literarios, en las
páginas de Facebook de escritores ―muchos nos presentamos bajo ese
calificativo sin pudor― y mañana te confirmaré que sí, que tienes razón y que
de la pobreza a la afectación solo hay una línea tan fina como la que nos hace
pasar con extrema facilidad de sobrios burgueses a insoportables y pomposos
nuevos ricos.

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