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¿Qué es Evangelización?
La palabra “evangelio” viene del griego “evangelion” y quiere decir “buenas nuevas” o “buenas
noticias”. Evangelista, del griego “evangelos”, es el “portador de buenas noticias”. Podemos
decir que evangelización es la proclamación de las buenas nuevas del evangelio, con el fin de
atraer a todas las personas a Cristo y a su Iglesia. Es presentar el mensaje de salvación a la
humanidad. Es tener en el corazón un anhelo y una pasión por ganar a las almas perdidas, para
que encuentren al Señor y Salvador Cristo Jesús, y se reconcilien con Dios (2 Corintios 5:14,20).
Para evangelizar hay que vivir el evangelio. Esto es posible por la obra del Espíritu Santo en
nosotros, quien nos recuerda siempre el compromiso que tenemos con el mandato del Señor.
Todo discípulo de Cristo debe ser un evangelizador.
La tarea de evangelizar es una labor permanente, y puede ser realizada de manera personal
por cada creyente, o de forma comunitaria junto con toda la iglesia.
La evangelización no es una simple actividad que puede ser preparada en algún momento del
año en el calendario de la iglesia; la evangelización es la razón de ser de la iglesia misma.
Jesucristo nos ha comisionado para hacer tres tareas relacionadas con el evangelismo:
2. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; Mateo 28:19.
3. Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:20.
Por este motivo, los cristianos tenemos muchas y muy buenas razones para predicar el
evangelio de Jesucristo:
b. Porque es una de las formas de responder al amor de Dios, demostrado en Cristo (Mateo
10:8, 2ª los Corintios 5:14,15).
c. En Romanos 1:14-17, Pablo dice que después de haber sido ya salvados, somos deudores
frente a todos los demás, de la salvación de ellos.
d. Porque Dios nos ha bautizado con el Espíritu Santo, con el fin de capacitarnos para que
ayudemos en la predicación del evangelio (Hechos 1:8).
e. Porque tenemos la responsabilidad de ser voceros de Dios para advertir a los que se pierden
del peligro en que se encuentran (Ezequiel 3:16-21).
f. Porque Jesucristo nos dice que “la cosecha está lista”, que es urgente anunciar el mensaje, y
que son muchos los que están
esperando a que nosotros les llevemos las buenas noticias para ser salvos (Lucas 10:2; Juan
4:35).
g. Porque es un gran privilegio y nos va a llenar de mucho de gozo llevar las buenas nuevas de
salvación a personas que no tenían un propósito en sus vidas, y que iban camino a la perdición
(Salmo 126:5,6).
¿Cómo se Evangeliza?
Sin embargo, en otra iglesia con poca preparación formal en evangelismo, podrá llevarse a
cabo la obra si hay un alto grado de motivación y deseo en el corazón de los creyentes.
También puede contarse con un método muy bueno, pero si no existe un buen testimonio, una
vida de oración y una actitud de comunión con Dios en la persona que presenta el evangelio a
la gente, difícilmente tendrá un impacto positivo. Esto nos hace entender que el evangelismo
no es solo un programa, sino que la unción del Espíritu Santo juega un papel determinante en
esto. No depende del método, sino de la condición y la motivación del corazón del evangelista,
es decir, de la persona que presenta el evangelio.
El que hace la labor de evangelismo reconoce la soberanía de Dios y muestra sumisión a ella.
Primeramente, lo reconoce en cuanto a la obediencia, pues entiende que evangelizar es un
mandato de Dios a Su pueblo. Como fieles servidores del Señor, estamos obligados a
obedecerlo, no es opcional (Mt.28:19,20).
Segundo, reconocemos también que somos simples portadores del mensaje de salvación, y
que cuando alguien se convierte, es Dios quien ha salvado, no nosotros. Él es el único que
puede salvar (Hechos 4:12).
La motivación es la misma que tuvo Jesús, cuando se conmovió al ver al pueblo perdido y
hambriento (Mateo 15:32).
El evangelismo verdadero respeta la santidad de Dios. Como Él es santo, así deben ser sus
mensajeros. El testimonio de la persona que evangeliza debe tener correspondencia con el
mensaje que lleva (1 Pedro 1:15,16).
El apóstol Pablo dice que “somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Corintios 5:20).
Como dijimos anteriormente, el carácter de la persona que evangeliza es más importante que
el método que usa para evangelizar. Esta es una cualidad determinante en la persona que
presenta el evangelio. El ser un cristiano de buen testimonio es aún más importante que
cualquier labor que la persona realice para la iglesia.
Esto se puede ver fácilmente en el fruto del Espíritu que mostramos, porque tiene que ver con
lo que somos.
El fruto del Espíritu tiene que venir antes que los dones, porque no se pueden practicar los
dones sin mostrar el fruto, como nos dice 1 Corintios 13. Cualquiera de nosotros puede
presentar el evangelio, pero no tendrá los mismos resultados que uno que ha desarrollado el
fruto del Espíritu en su vida. El carácter del evangelista tiene que reflejar el fruto del Espíritu.
Veamos cómo se aplica en el evangelista cada característica del fruto que aparece en Gálatas
5:22,23:
Paciencia: No trata de forzar decisiones, sino espera la obra del Espíritu Santo.
Benignidad: Buena voluntad para con la gente, lleva el mensaje con una sonrisa.
Bondad: Responde a las necesidades y muestra genuino interés por las personas.
Templanza: Tiene dominio propio, cumple bien con todo y muestra buen testimonio.
Hay personas dotadas con el don de evangelismo. El mensaje del evangelio fluye de su interior
como “ríos de agua viva”. Al verdadero evangelista nadie tiene que llamarlo ni motivarlo para
evangelizar, lo hace como parte de su vida. Es un llamado especial que se cumple por un
impulso interno, motivado por el Espíritu Santo. Pero, aunque no todos tenemos el don de
evangelismo, todos hemos sido llamados a evangelizar. Por eso la Biblia continuamente nos
exhorta y nos prepara para el evangelismo; y nos recuerda el compromiso que tenemos con la
Gran Comisión. Es asunto de obediencia, de entender y acatar la soberanía de Dios sobre
nuestras vidas. Los que tienen el don de evangelismo lo deben ejercitar; los que no lo tienen,
pueden hacer su mejor esfuerzo y aprender a comunicar el evangelio; pero todos debemos
ponernos bajo la guía del Espíritu Santo para realizar esta misión.