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“Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel

prevalecía; más cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec.


Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una
piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y
Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro
de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el
sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
(Éxodo 17:11-13).

En Éxodo 17 hay un relato muy revelador. Recordemos el


relato de la batalla de Refidim en la cual Josué derrotó a
Amalec. El nombre de Josué entró de forma permanente en
los anales de la historia militar como el general que obtuvo la
victoria en la batalla de Refidim.

Pero la Biblia nos relata el resto. En una conferencia


estratégica antes de la batalla se determinó que mientras Josué
dirigiría a las tropas en el campo de batalla, Moisés
intercedería por él sobre una colina cercana. En la misma,
Moisés pronto se percató de que mientras sus manos
permanecían levantadas, Josué ganaba, pero tan pronto
bajaban, Josué perdía. Moisés rápidamente se dio cuenta de
esto y decidió mantener sus manos levantadas.

Así que Aarón y Hur vinieron al rescate, sentaron a Moisés


sobre unas rocas e hicieron todo lo posible por mantener sus
manos en alto. Josué venció en la batalla como resultado de
este esfuerzo (Éxodo 17:8–13).

Este es un relato sencillo y tiene un principio muy importante


para todos nosotros. Josué lucha mientras Moisés ora. Josué
recibe el crédito por ganar lá batalla, pero sabemos quién
realmente obtuvo la victoria. Por supuesto, en última
instancia, fue el poder divino el que conquistó el triunfo, pero
el agente humano usado de manera más directa, como canal
del poder divino, fue Moisés, el intercesor, y no el general
Josué.

Al aplicar esto a nuestras vidas, vemos a Josué realizando «el


ministerio». Sucede que en ese momento la tarea asignada por
Dios era la de luchar. Me pregunto cuánto oró Josué durante
ese día en el valle de Refidim. Probablemente no oró mucho,
si es que acaso oró. Pero la batalla se ganó, en última instancia,
mediante la oración, las oraciones del intercesor. Esto no
implica que Josué no era importante. La batalla no pudo
ganarse sin ninguno de ellos.

Hoy en día muchos líderes cristianos son como Josué. Son


activistas en el ministerio. Son vencedores. Las personas los
perciben como exitosos siervos de Dios. Día tras día ven el
poder de Dios operando a través de ellos para bendición de
otros. Y, ¿de dónde procede ese poder? Se libera a través de
la intercesión.

¡Gran bendición tienen! los que batallan por una causa justa,
en especial en la extensión del reino de Dios y tienen uno o
varios intercesores a su favor, terminarán ganando la batalla.

Pastor Gonzalo Viniegra Villa


MENSAJE DOMINICAL 221023
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