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Guillaume Sibertin-Blanc
l. Deleuze, Gilles, 1925-1995 - Pensamiento político 2. Guattari, Pierre Félix, 1930-1992 - Pen-
samiento político 3. Estado 4. Filosofía política 5. Materialismo histórico l. Arciniegas, Alejandro 11.
Universidad de los Andes (Colombia) 111.Tít.
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1. INTRODUCCION
13. Capítulo 1
Mater ialism o histórico y esqui zo-an álisis
de la forma-Estado
41. Capítu lo 2
La captura: por un concepto de acumulación
originaria de la potencia de Estado
[ VII J
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
89. Capítulo 3
Nomadología: hacia la Hipótesis de máquina
de guerra
95. El nomadismo y su "máquina":
nomos de la tierra y territorialización
de Estado
108. El nomos nomádico: ¿tesis antihegeliana
o hipótesis neoschmittiana?
131. Procesos maquínicos y lógicas esp aci ale s
143. Capítulo 4
La Fórmula y la Hipót<:sis: apropiación estatal
y genealogía de la potencia de guerra
145. Cla use wi tz o la Fórmula: historia
y presupuestos de la racionalidad
instrumental de la guerra
153. Exposición sis tem áti ca de la Hip óte sis
166. Situación actual e ilimitación de la violencia:
inversión de la Hip óte sis o reversión
de la Fórmula
CONTENIDO
197. Capít1Jlo 5
La axiomática del capital: Estados
y acumL1lación a escala mundial
301. CONCLUSION:
'
LA MICROPOLITICA NO HA TENIDO LlJGAR
'
Introducción
[11
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
'
géncia histórica de las formas nacionales y su recombinación de
“conceptos como pueblo, minoría, autonomía y soberanía-, las rela¬
ciones entre los procesos económicos y las estructuras del poder
social y estatal; la cuestión de la guerra, las intrincaciones entre
geopolítica y geoeconomía, etc. Semejante obliteración es común
a muchos estudios filosóficos que se obstinan en desconocer la
trayectoria teórica, política e institucional de Félix Guattari, y
sus efectos sobre el trabajo de Deleuze1. Pero esa inadvertencia
no se explica únicamente por las fronteras disciplinarias ni por
sus estrategias de reconocimiento desigual entre los dos autores,
tanto en el medio universitario como, por lo demás, en el campo
psicoanalítico. Se trata, en un sentido más profundo —es, al me-
nos, el ángulo que aquí adöptamos, privilegiando una lectura de
—
los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia2 , de explorar
la forma como esa omisión fue redoblada por otra, no menos
tenaz: el olvido de los campos problemáticos donde se definían
teórica y prácticamente las posiciones políticas del momento, es
decir, los mismos en que fue precisó intervenir con los medios
específicos del trabajo conceptual' /Nos guste o no, la mayoría
de los problemas que Deleuze y Guattari aprontaron sobre el te¬
rreno del pensamiento político, y sobre los cuales propusieron
reelaboraciones, diversamente críticas e inventivas, pertenecía
a formaciones discursivas bien determinadas, a la cabeza, de las
3 -
I. Garó, Foucault, Deleuze, Althusser Marx La politique dans la philo¬
sophie, Paris, Demopolis, 2011, cap. 1, y, sobre Deleuze, cap. 3.
4 Véase, por ejemplo, S. Legrand, Les Normes chez Foucault, París, puf,
2007; y A. Cavazzini, Crise du marxisme et critique de l’État. Le dernier
combat d’Althusser, Reims, Le Clou dans le Fer, 2009.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
—
abiertas nuevas interpretaciones contrastadas de esos textos, de
las ambivalencias de su significación coyuntural, de las divergen¬
cias entre sus apropiaciones posteriores y sus eventuales reacti¬
vaciones alternativas hoy posibles— y un espacio, por tanto, de
encuentro y discusión, al que las páginas que siguen esperan a su
vez contribuir. Para identificar una divergencia que atañe a nues¬
tro hilo conductor, basta con pensar en el sentido de esta “lectura
en coyuntura”. Resituar la coproducción de Deleuze y GuattariJ
en el contexto histórico, social, político e intelectual que la hizo
posible, para aclarar las formas y objetivos de su intervención,
supone procurarse los medios de explorar su operatividad, esl.
decir, los analizadores hipotéticos que hemos heredado de una
coyuntura en que las continuidades y rupturas, las identificacio-
nes y desidentificaciones, no son siempre fáciles de discernir.
Sin embargo, aquí retendremos el periodo específico que separa
los dos volúmenes de Capitalismo y esquizofrenia, para interrogan
aquello que, a partir de um fusión de diversas coyunturas, se di-[
fracta y deshace la secuencia de una periodización cronológica
unívoca, así como las circunstancias que complican al presente^/
su lectura7. Esta dificultad se puede formular en los términosj
de un quiasmo. De hecho, ambos libros pueden ser leídos como
signos de una transición histórica, que las diferencias entre uno
y otro nos permiten todavía elucidar, mediante una serie de des¬
plazamientos que será preciso establecer. No deja de ser extraño
que se haya querido ver en estos una interpretación filosófica del
capitalismo, que habría tomado el periodo fordista por la solu¬
ción definitiva de sus contradicciones, renunciando al programa
de una crítica de la economía política e idealizando, a favor del
9 Véase aquí el cap. $, con referencia al /LE, pp. 229-270; y MP, pp,
458-476.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
10 Véase el capítulo 2.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[13 ]
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARi
[ 14 ]
—
princeps del esquizo-análisis entra en su determinación obje¬
tiva, no menos que su positividad social o estructural^ ¿Asisti¬
mos a un prolongamiento de las Formas anteriores a la producción
capitalista de Marx, o bien a una variación en torno de Moisés y
la religión monoteísta de Freudf ¿A una reescritura de El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado de Engels, o a otra
version de Tótem y tabú? Que la superposición de palimpses¬
tos, la multiplicación de fuentes e interlocutores, el estilo argu¬
mentativo rico en hipotiposis vuelvan estas alternativas por lo
pronto indecidibles debe aclararnos al menos dos objetivos que
la hipótesis del Urstaat y el análisis de su devenir en la historia
de las formaciones sociales se proponen: no separar de la objeti¬
vidad histórica, como oponiéndolo, ningún plano “subjetivo” o
“psíquico” distinto, y remplazar las dinámicas de interiorización
o proyección, que presuponen la exterioridad recíproca de los
términos, por una relación de co-constitución, coproducción de
lo real histórico, entre las formaciones sociales y las formaciones
deseantes. Esta hipótesis inaugura una teoría de la forma-Estado
que busca elucidar los modos simultáneos de efectividad y efi-
cacidad, tanto en la producción social como en la producción
inconsciente. Para hacerlo, combina un aparato de poder y una
posición transindividual de deseo, un sistema institucional com¬
plejo, y un sistema de subjetivación colectiva.
Todo el problema estriba en comprender la interferencia que
permite articular ambos aspectos, entre un enfoque antropológi¬
co e histórico del Estado (el devenir material de las sociedades)
y un enfoque esquizo-analítico del Urstaat como fantasma de
grupo2: “modelo ideal de lo que todo Estado quiere ser y de¬
sea”, pero también deseo de los sujetos del Estado, subjetivación
Sería inexacto ver en esto una renuncia a los requisitos del ma
terialismo histórico. Esta aporía de la imposible asimilación de
la forma-Estado a la materialidad de sus aparatos explica, por el
contrario, el lugar central que ocupan las categorías de "modo
de producción asiático" y "Estado asiático" en la teoría guatta
ro-deleuziana del Estado -y esto, precisamente en razón de las
dificultades que siguen oponiendo al marxismo, y que nuestros
autores pretenden superar/ sin esquivarlas, pero confiriéndoles
una extensión inédita, mientras transforman su significación
conceptual-. También nos equivocaríamos si tuviéramos por
irónica, aun cuando 110 esté desprovista de humor, la referencia
a Hegel (una de las pocas referencias positivas que Deleuze le
concede en forma explícita) que en 1980 integrará la descripción
de los aparatos de Estado como aparatos de captura. La lógica he
geliana de la reflexión que determin'a el movimiento objetivo del
concepto como negación de las condiciones simplemente dadas
y como posición de sus propias presuposiciones ofrece la más riguro
sa exposición de la estructura de "presuposición de sí mismo" o
"autopresuposición" de la forma-Estado13 • En ese mismo senti
do, Mil mesetas define el Estado por una "forma de interioridad"
12 MP, p. 436.
13 Este punto ha sido puesto perfectamente de relieve por V. Milisavl
jevic, "Une violence qui se présuppose : la question de la violence de
Benjamina Deleuze et Guattari", Actuel Marx, n.º '52, op. cit., pp. 78-91.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
19 AE, p. 225.
20 AA, pp. 145-146, 159-i60.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
21 AE, p. 205 ..
22 AE, p. 227.
23 Véase J.-P. Vernant, Los orígenes del pensamiento griego, Barcelona, Paidós,
1992, pp. 47-48, sobre la caída del sistema palatino micénico.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 32 J imperio, que fundan como "el destino, sin motivo, razón, consi
deración, pretexto" 26, imponiendo su nueva configuración como
"una fatalidad ineluctable que excluyera el combate", marca,
precisamente, ese doble bloqueo aporético del origen del Esta
do ( o, en otras palabras, de su génesis a partir de las sociedades
sin Estado) y el problema de su materialidad (o de la asimila
ción de la forma-Estado a sus aparatos). Qg,e esta figura, cuyo
giro casi alucinatorio no podemos desconocer, sobrevenga como
una interrupción de la enunciación histórica es un hecho de gran
importancia: como si eso que el pensamiento del Estado no
pudiera alcanzar más que en los límites de los Estados histó
ricos y de su propia discursividad le llegara desde un "afuera"
o le sobreviniera, como en una visión transida, desde una ex
terioridad radical que inten¡unipiera la percepción teórica del
fenómeno estatal. Necesitarrios interrogar los efectos paradóji
cos de inteligibilidad que (en nuestra comprensión del Estado
puede producir esa torsión, mediante la cual Deleuze y Guattari
se esfuerzan por hacerle sitio en su discurso a semejante corte
ateórico. Anunciemos, previamente, el programa positivo que
despliega la cadena aporética observada hasta aquí. Programa de
profundización conceptual (para el pensamiento de la forma
Estado), no menos que epistemológico (para el análisis concreto
de las formaciones estatales en la historia), de cuyos objetivos
los desplazamientos entre El Anti Edipo y Mil mesetas pronto nos
permitirán enseñorearnos.
NI CONCEPTO NI APARATO: [ 33 J
LA FORMA-ESTADO COMO FANTASMA
ORIGINARIO Y COMO DELIRIO DE LA IDEA
29 Caps. 5 y 6.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
30 Véase AE, pp. 198-206 sqq., en referencia a I(. Marx, Principios de una
crítica de la econon1ía política; y a E. Canetti, Masa y poder, Barcelona,
Muchnicl<, 1981. Recordemos que la idea de "presupuesto natural o
divino", introducida por Marx para analizar las formas precapitalistas
de apropiación de la producción social, deviene en Deleuze y Guattari
(más allá del ctierpo del déspota, que no es sino t1na instanciación
simbólico-imaginaria entre otras) una instancia común "a todos los
tipos de sociedad como constante de la reproducción social" (AE, p. 20)
-el análisis de sus figuras y lugares variables en las relaciones sociales
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
,
prolonga las i11dicaciones de E. Balibar en favor de una 11ueva teori-
zación estructural del fetichismo, 1nás allá del caso particular del feti-
chismo de la n1ercancía privilegiado por la tradición marxista: véase
E. Balibar "Acerca de los conceptos fu11dame11tales del materialismo
histórico", en L. Altht1sser et al., Para leer El capital (1965), Bue11os
Aires, Siglo xxr, 1969, pp. 238-245; G. Sibertin-Bla11c, Deleuze y El
Antiedipo, op. cit., pp. 44-47.
31 f. Derrida, Fuerza de ley, Madrid, Tecnos, 2008; E. Balibar, Violence et
civilité, París, Galilée, 2010.
32 Ibn Battuta, Voyages, t. 11, De La Mecque aux steppes russes (1858), París,
Maspero, 1982.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
[ 41]
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
1 MM, p. 367.
2 Conforme al sentido específico atribuido a la noció11 de descodificación:
aquello que escapa a los códigos extraeconómicos que regula11 la repro-
ducció11 de u11a estructura social y, aú11 más, aquello que contraría o
incluso destruye esos ódigos.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
8 Véase MM, 13.ª meseta, proposiciones XIII y XIV (más adelante, cap. 5).
9 Véase MM, p. 477, nota 12 ("[ ... ] la guerra primitiva continúa subor-
dinada a los mecanismos de co11juración, y no se auto11omiza en una
máqui11a, i11cluso cuando i1nplica un cuerpo especializado"), y p. 438.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
12 J.-P. Vernant, Los orígenes del pensa111iento griego, op. cit., p. 36.
13 F. Braudel, La di11á111icadel capitalis1110, op. cit., pp. 14-15.
14 F. Braudel, Civilización material, econo111íay capitalis1no, t. 1, op. cit., p. 446.
Véase F. Fourquet y L. Murard, Les équipe111ents du pouvoir, París, U. G. E.,
1973, pp. 79-106.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
18 MM p. 453.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
19 MM, p. 439.
20 AE, p. 201-202: "La 1nuerte del sistema primitivo siempre llega del
exterior, la historia de las co11tingencias y la de los e11cuentros [... ]. Pero
esta muerte que viene de f11era es ta1nbién la que subía de dentro [... ].
No siempre resulta fácil saber si u11a co1nunidad primitiva reprime
tina tendencia endógena o la encuentra mal que bien después de una
terrible aventura exógena". Resulta de nuevo in1posible una relación
de evolución entre las categorías "Salvajes" y "Bárbaros" en la historia
universal de El Anti Edipo.
21 L. de Heuscl1, "L'inversion de la dette (propos sur les royautés sacrées
africai11es)", en M. Abe11sour (dir.), I!esprít des lois sauvages, París, Seuil,
1987, p. 41.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
24 MM, p. 419.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
[ 60] les impone de fuera (en general, con el cálculo que se supone les
permitiría "tratarlo" 26) . Tam1Joco basta co11decir que las socieda-
des sin Estado limitan la explotación de los territorios (con res-
pecto a una 1nedida del rendin1iento de los suelos supuestamente
dada); que limitan el trabajo (con respecto a una productividad,
como medida de las fuerzas de trabajo y del tien1po empleados e11
las actividades de producció11, supuesta1nente dada); o que limi-
tan los intercambios (co11 respecto a una medida cuantitativa de
los bienes acumulados supuestamente dada). Hay que decir que
conjura11 la posibilidad misma de esta triple medida, en una rela-
ció11, sin embargo, determinable con ésta. Aquello que conjuran
es la posibili dad mis1na de tener que vérselas con el límite, co1no
con u11 hecl10 o problema. La actividad pri1nitiva no se limita
simpleme11te para evitar prod1.1¡cir 111ásde lo requerido por las 11e-
cesidades del grupo o i11terca1nbiar ntás bienes que los prescritos
por la circulació11 de las deudas de alianza; se limita para evitar
que esta diferenciación encuentre la posibilidad de establecerse .
. E11 todo rigor, tambié11 diremos que no se limita (sino desde un
punto de vista exterior, el pensador de Estado que presupone ya
lo que se cuestiona): sólo evalúa de manera anticipada el límite
en fu11ció11del c11alpuede reproducirse el agenciamiento antes de
que el límite sea ocupado y se vuela p1;oblemático.
De al1í la idea de que en los procesos de anticipació11-conju-
ración el límite no determina un pri1zcipio de difere1zciació1z (entre
las tierras y sus re11dimientos, entre productividades, entre tra-
bajo "necesario" y: sobretrabajo, etc.), pero funciona e11sí mismo
como una relació1z difere1zcial ("lími te"/ "umbral"). El modelo
técnico de semejante concepción diferencial del límite se e11-
cuentra en u11areinterpretación de la lógica marginalista (hacien-
do a un lado, señalan los autores, la flaqueza del marginalismo
[ 62 J 11uevo sistema. Para ser exactos, l1ace falta que, más allá del lími-
te, el u1r1bral sea ocu1Jado, y que adopte un nuevo sentido, 1nien-
tras el límite adopta, sin1ultá11ea111ente, u11anueva funció11. Des-
de u11 punto de vista descriptivo, resumen Deleuze y Guattari,
l1ace falta que "la fuerza ele iteració11 serial [sea] sustituida por
una pote11cia de simetría, de reflexión y de comparació 11 global"
que someta todas las cosas a una homoge11eidad formal que las
vuelva. conme11surables, y directamente comparables e11tre sí.
Precisa111ente, el límite deviene operador de esa comparación
directa, y sun1í11istra un pri11cipio de difere11ciació11 de lo ne-
cesario y lo excedentario stockable: "ya 110desig11a el final de 11n
1novi1nicnto que se acaba en sí mismo, sino el centro de sin1etría
para dos 1novin1ie11tos, uno de los cuales dis1ninuye y el otro au-
menta". Una tarea esencial con'' siste, e11to11ces, en determinar el
un1bra.l del 11uevo conjunto. Ya no lo e11contraremos en el borde
exterior del sistema, "después" del límite que orde11aba las series
prácticas; se l1a i11teriorizado e11 el sistema y co11stituye su base,
el principio de un co11ju11to ca1·di11al c11yo gra do cero define. El
n1odelo abstracto de la re11ta difere11cial es ya un ejen1plo: "La
peor tierra (o la peor explotació11) 110 itnplica renta, pero hace
que las otras la i1npliquen, la 'produzca11' co111parativamente" 27 •
Pero el umbral no sólo es característico de u11aparte del sistetna
(el tcrre110 menos fértil); es más bie el n1omento paradigmáti-
co de l101noge11eizació11 del conjunte, de la nueva superficie de
i11scripció11 por u11a descalificación .previa de las territorialida-
des primitivas que hace posible su aprehensión y apropiació 11
global. Es co1110ui1a tab11la 1·asa previa: ta11to da decir que todos
los territorios so11equivalentes, o que la tierra e11sí no vale nada
(la tie1·ra es una idea de la ciudad); pero un conjunto de valo-
rr s será "prod11cido" por comparación de los ter1·itorios e11tre sí
(renta difere11cial), y bajo la suposición de 1111¡>unto de apr opia ció 11
27 MM, p. 447.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
[ 64] [.,.] no l1ay trabajo que no pase por el sobretrabajo" -del cual se
deduce y el cual presupone, así como la comparación directa de
las actividades presupone la apropiación mo11opolística de esas
actividades: "Sólo a ese nivel puede hablarse de u11valor-trabajo
y de u11a evaluación basada en la cantidad de trabajo social"' 9- ,
La captura estatal de las actividades está incluida, analíticamente,
e11la idea de trabajo abstracto.
¿Puede l1allarse un esquema lógico a11álogo para el tercer
requisito de la fortna-stock: el elemento del intercambio y el
comercior' Más allá del lí1nite que mantiene los intercambios
"primitivos" en u11al1eterogeneidad cualitativa, en virtud de un
principio de no conmensurabilidad que integra las prestaciones
a los códigos de alianza, 110 en términos de igualación y compa-
ración de valores de cambio 3º , ,sino en términos de don y deuda,
¿cómo determinar el un1b1·al en función del cual el interca1nbio
deja de expresar directame te relacio11es sociales de alianza y
deviene una función derivada de la acumulación, una práctica
condicio11ada por la utilización y reco11stitución de u11 stock 3 ' r'
La determinación de ese umbral tiene que ver, para Deleuze y
Guattari, con la captura fiscal: el impuesto como aparato de cap-
tura, por cua11to co11diciona materialme11te el mantenimiento de
una burocracia, un cuer¡Jo de funcionarios, oficios especializa-
33 MM, pp. 449-45'0, nota 30, y ya e11 el AE, pp. 203-204, con referencia a
É. Balazs, J(orinthiaka: recherches sur l'histoire et la civilisation de Corinthe
des origines auxguerres 111édiquesParís,
, de Boccard, 195'5', p. 470 sqq.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
34 MM, p. 437.
3) AE, p. 203, con referencia al estudio Étienne Balazs sobre el rol del
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
37 MM, p. 452.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
39 MM, pp. 435 y 464-465 ("hay u11 único momento, e11 el sentido de
acoplamie11to de las fuerzas, y ese momento de Estado es captura, lazo,
vi11culo, nexu111, captura mágica. ¿Habría que hablar de segundo polo,
que operaría más bien por pacto o contrato? ¿No es esa más bien la
otra fuerza, de tal forma que la captura forma el único momento de la
pareja?").
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
40 Sea, por ejen1plo, el caso analizado por Clastres ("La desgracia del
guerrero salvaje", e11 Investigaciones en antropología política, México,
Gedisa, 1987, cap. 12) de una dinámica cruzada e11tre dos ascensiones
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
41 MM, p. 456.
42 MM, p. 434.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
,
43 P. Noailles, Fas et jus. Etudes de droit ro111ai11,París, Belles Lettres, 1948,
pp. 100-101, 114 sqq.; G. Du1nézil, Mitra-Varuna. Essai sur deux repré-
se11tatio11s indo-européennes de la souveraineté, París, Gallimard, 1948,
pp. 118-124; y L. Ger11et, Droit et pré-droit en Grece ancienne, París,
Garnier-Flammario11, 1976 pp. 105, 115 y sobre todo 141-142. Deleuze
y Guattari hacen alusión a estos debates en MM, pp. 436-437.
44 MM, pp. 433-435.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
45' Véase L. Gernet, Droit et pré-droit en Crece archai'que, cit., pp. 132-133
et 141-142.
46 Dumézil subraya este punto en Mitra-Varuna, op. cit., pp. 113-114,
15'0-151 et 202-203: Urano "no con1bate, no lleva armas; no l1ay men-
ción de ninguna resistencia a su violericia y, sin en1bargo, algunas de
s11s víctimas son dichas 'i11s11perables en grandeza y f11erza:'; se con-
cl11ye, entonces, q11e la resistencia a Urano es se11cillamente inconce-
bible [... ]; cuando to1na la iniciativa, 'él liga', y eso es todo".
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
violencia instaura (u11a paz social que nos representamos bajo la [ 79]
forma necesaria de una paz absoluta, puesto que toda violencia
l1a sido allí privada "una vez por todas" de toda significación
social 47) y donde no posee, sin embargo, ni Da1·stellung ni apari-
ción objetiva. Así, de esta violencia hay que afirmar que siempre
ha tenido ya lugar y que nunca tiene "l11gar": sie1npre presup11es-
ta, pero como «c1orc1u1'd a" -no pue d e tener 1ugar " ad entro " -.
La pacificación estatal del campo social co11oce necesariamente
una violencia primera, pero que se borra, por así decir, en su
efecto, y que sólo aparece de manera 1nitológica, retroyectada en
la figura de u11a violencia origi11aria que, e11último término, no se
ha producido 11u11ca(de ahí el recu1·so a Dumézil).
Se aclara así, como escribe11 Deleuze y Guattari, la relación
estructural (y no de evolución) entre los dos polos de la sobe-
ranía. Cuando se "pasa" del primero al segundo, lo eser1cial no
radica en 11na progresió11, pacificación o civilizació11 de la vio-
lencia, si110 en la economía singular de una violencia que se de-
termina en la relación circular e11tre ambos polos, como estruc-
tura de co11ju11tode la sobera11ía de Estado: violencia que no deja
de oscilar e11tre dos supresiones de la percepción social. Por un
lado, la violencia mágica del Soberano q11elía, imposible de re-
sistir, violencia i11vencible l1echa de un golpe ---y, en últimas, una
no violencia, porque aniquila toda respuesta o contraviolencia
posibles-. Por otro lado, el polo del Soberano jurista y pacifi-
cador, cuyo giro tambié11 la vuelve imposible: incorporando la
violencia e11las reglas de la ci11dad, proporciona11do su ejercicio
48 l(, Marx, El capital, libro 1, tr, esp. W, Roces, México, Fondo de Cul-
tura Eco11ó1nica, 1974, pp. 638-639,
49 " [el capitalista] 110 sólo 'sustrae' o 'roba', sino que arranca la produc-
ción de la plusvalía, es decir que comienza por ayudar a crear lo que ha
de sustraer [.. ,] en el valor, no 'co11stituido' por el trabajo del capita-
lista, hay una parte que éste puede apropiarse 'legalmente', es decir,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 89]
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
R. Grousset, L'B111pire des steppes, París, Payot, 1965, pp. 17-28, y cap. r;
sobre Ge11gis l(l1a11, pp. 243-316 (El i1nperio de las estepas, tr. esp.,
Madrid, EDAF, 1991).
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
del nomadismo expuestas más arriba, excesivas, si las hay: st1 pro- [ 99 ]
yección alucinatoria por el pensamie11to sedentario; la especu-
lación exhaustiva del pensamiento bla11chotea110 del afuera. En
lugar de oponerlas, el co11cepto de nomadismo e11Mi l mesetas fun-
ciona co1no un operador que hace jugar esas dos percepciones
u11aen otra, mejor que una contra otra. No despiden sus autores
pura y simplemente los valores fantasmáticos o imaginarios del
nomadismo. Por el contrario, trabajan en estos, al menos en par-
te'º. La nomadología es, desde este ángulo, un proceso esquizo-
analítico: es, por las i11versiones de perspectiva que nos impone,
un a11alizador de las estructuras imaginarias y fantasmáticas del
pensamiento sedentario y, en última instancia, del funciona-
miento de la forma-Estado, que sobredetermina la sedentariza-
ción implícita de nuestras pragmáticas intelectuales. Pero, gracias
a esto, la nomadología se mueve también sobre un plano espe-
culativo, desplazando la oposición a11tropológica estándar entre
nomadismo y sede11tarismo. Deleuze y Guattari no opone11 el
nómada al sedentario, sino al Estado -qu e no se define por la
sedentaridad si110 por su forma de i11terioridad o concepto, en el
sentido l1egeliano; es decir, su estructt1ra de autopresuposición
y los tratamientos específicos del espacio-tiempo que de ésta se
derivan: métodos de captura de la territorialidad donde el Estado
se aparece, 11ecesariamente, como el ú11ico "sujeto" 1 1:
17 MM, p. 421.
18 Véase Rig Veda, VI,47, citado en G. Dumézil, El destino del guerrero.
Aspectos de la función guerrera en los indoeuropeos, tr. esp. J. Almela,
México, Siglo XXI, 2008.
19 MM, pp. 367-368.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
20 MM, p. 367.
21 G. Deleuze, Pourparlers, París, Minuit, 1990, p. 233 (Conversaciones, tr.
esp. J. L. Pardo, Vale11cia, Pre-Textos, 1995).
22 MM, pp. 421-422. La in1portancia prototípica de la civilización gengis-
lchanida en la "1101nadología" guattaro-deleuzia11a ilustra el carácter
siempre polívoco o sobredeterminado de los ejemplos escogidos. Por
qué, en efecto, la "dramatización" del concepto filosófico de 11omadis1no
privilegia dos secuencias históricas ( dos secuencias solidarias, por lo
de1nás, en ciertos aspectos, al menos e11sus efectos) -por un lado, las
Cruzadas y, por otro, la secuencia que se extiende desde las invasiones
gengislchanidas hasta la caída de la civilización mong ola- si no porque
ambas participan directamente en los debates sobre la econo1nía-
mundo y sobre el· europeo-ce11trismo del primado que desde Smith
y Marx se concede a los descubri1nientos de América y la ruta de las
Indias Orie11tales, para explicar el crecimiento de una burguesía capi-
talista e11 detrimento de los "sistemas-mundo" que dominaban antes
del siglo xvr, desde la decadencia de la potencia chi11a y la frag1nen-
tación de la red comercial sino-árabe tras el "derrumbamie11to de los
Mongoles", hasta la emergencia de nuevas conexiones mercantiles entre
Europa y Levante (sobre todo y, precisamente, a través de las "tomas"
chinois, París,
de las Cruzadas).' Véase, por ejemplo, J. Gernet, Le 111011de
Arma11d Colin, 1972, pp. 305-306 sqq. (El mundo chino, tr. esp. D. Folch,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
27 Véase C. Schmitt, El No1110sde la tierra, op. cit., pp. 49-5'0, sobre la i11ter-
pretación aristotélica de Soló11, la distribución de tierras y la abolició11
de las pequefias deuclas. Cf. J. Ra11ciere, Aux bords du politiquc, París, La
Fabriq11e, 1998, pp. 26-36.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
28 MM, p. 411.
29 Precisamente, u110 de los sentidos arcaicos de "na1nos" e11 las culturas
nómadas, segú11 Larocl1e: "apacentar", e11 se11tido activo -"que hace
apace11tar, nómada"- o de 1nedio -"que apacienta, erra11te"- (E.
Laroche, Histoire de la racine NEM, op. cit., p. 121). Larocl1e 1narca la
oposición de dos valores sen1ánticos: "repartición" y "distribució11". El
segundo, conserva el telas i11tcrno de "1101110sde la tierra" scl1mittiano.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
generales del espacio, sino más bien en los modos de ocupación y [ 119 J
producción de regímenes de espacialización y territorialización.
Al1í do11de Scl1mitt destaca hasta qué punto, salvo en las "talaso-
cracias", incluso en las conmociones geopolíticas ocasionadas
por esa, excelente entre todas, que fue a sus ojos el imperio el
británico 39, el mar ha presentado siempre un elemento de ilimi-
tación y desmesura, que zapa los pri11cipios telúricos de un jue-
go circunscrito de potencias políticas, escapando a la toma y sus
delimita.ciones espaciales, frustrando las determinaciones de una
coexistencia unívoca y, por tanto, susceptible de ser formalizada
jurídican1e11te, Deleuze y Guattari destacan hasta qué punto el
mar (quizá el primero) siempre ha estado sometido a fuerzas de
estriaje, n1ientras que la tierra siempre ha sido ocupada "maríti-
mame11te" -lo que no quiere decir de ma11era "vaga", segú11 un
buen sentido detnasiado terre110 4º - . Si el nomos nomádico guarda
una afinidad objetiva con el desierto, se debe a que el desierto
es un n1ar terrestre o se presta, al menos, a un tipo de ocupa-
ción que hace de éste un "conjunto no métrico". De una forma
n1ás ge11eral, la tierra constituye un filum marítimo cada vez que
dbe emos " tenerl"a , en 1ugar d"e tomarl"a ; ocupa da y no captura-
da, movilizada sin ser medida (como peces en el agua ... ). No es,
pues, una cuestión de espacios "elementales" o de dimensiones
substa11ciales del espacio -seg ún esa serie a la que Schmitt da en
43 MM, p. 390.
44 MM, p. 506 ("Cómo el espacio no deja de ser estriado bajo la presión
de fuerzas que se ejerce11 sobre él; pero cómo también desarrolla otras
fuerzas y segrega nuevos espacios lisos a través del estriaje [... )").
45 De la guerrilla, véase en particular MM, p. 391, 416-417, 421-422. Pero
este tetna se presenta, también, de manera difusa en muchos otros
contextos, incluso inesperados (así, el problema del movimiento turbu-
lento en la historia de la hidráulica: MM, pp. 496-497). Véase también
el magnífico texto sobre los Siete pilares de la sabiduría, "La vergüenza
y la gloria" en Crítica y clínica, tr. esp., T. l(auf, Barcelona, Anagrama,
1996, pp. 160-175. Atento al contexto histórico de las reflexiones de
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
52 Hasta esa ironía, que el ejército israelí "utilizaría" los análisis de De-
leuze y Guattari o de los situacionistas, para redefinir sus métodos de
interve11ción en los territorios ocupados: véase la pequeña y cautiva-
dora obra de E. Weizma11 A través de los muros. Cónzo el ejército israelí
se apropió de la teoría crítica postmoderna y reinventó la guerra urbana,
Madrid, Errata. Naturae, 2012.
53 Recordemos que el espacio liso será u11a propiedad mayor de las "so-
ciedades de control", descritas por Deleuze a finales de 1980, e11un
texto bastante comentado ( Conversaciones, op. cit.).
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 126] a las "teo rías del mism o elem ento " 54 y, de manera simé trica , pero
no men os sign ifica tiva , a los con flict os que dttrante la resistencia
popular pue de su.scitar la inte grac ión de fuerz;ts irre gula res a un
ejér cito regu lar 55 • Es, sin duda, otra vez en la obra de Law renc e
don de Del euze y Gua ttar i encue11tran una form ulac ión tan sim ,-
ple com o adn1irable de la polí tica imp licad a en el espacio liso:
Migración -+
Itinerancia +- +-
Trasl1uma11cia -+ -+
6'i Ide111.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
68 Ide111.
69 Véase G. Deleuze, Crítica y clínica, op. cit., p. 89.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
que las itinerancias de flujo a los circuitos de rotación ("de tln [ 139 J
flujo sólo sigue lo que entra en el circuito"). A semeja11te obje-
tivación de una superficie de inscripción inrriovilizada Deleuze
y Guattari la llaman estriaje del espacio, l)Or cuanto hace de éste
una extensión homogénea, delimitable, repartible en segmentos
identificables, controlable según marcas constantes, que permi-
ten apreciar en todo ptinto la variación de posiciones y movi-
mientos relativos de las cosas, hombres y signos, pero también
distribt1i1· el espacio, "asignando a cado tino su parte y regulando
la comunicación entre las partes" 7º. ¿Por qué, sin embargo, opo-
ner el espacio liso al estriaje del espacio por el Estado? ¿Por qué
oponer el principio territorial nomádico a una territorialidad
específicamente estatal, y no a una sedentaridad ge11éricar Sin
duda concebimos una cantidad de técnicas de estriaje del espacio,
de orde11amientos semióticos, sociales, incluso mentales, como
otros tantos territorios estriados. Pero la pregt1nta de Deleuze y
Guattari es otra: ¿qué hace de ese estriaje del espacio un principio,
es decir, un tratamiento del espacio llamado a valer t1niversal-
mente, de derecho pa1·a todos los casos, para todos los movimientos
o todas las afecciones del espacio? Ahora, el Estado "es insepara-
ble, allí donde puede, de un proceso de captura de flujos de todo
tipo, de poblaciones, de mercancías o de comercio, de dinero o
de capitales, etc. Pero se necesitan trayectos fijos, de direcciones
bien determinadas, que limiten la velocidad, que regulen las cir-
culaciones, que relativicen el movimiento, que midan, detallada-
mente los movimientos relativos de los sujetos y objetos" 7 1• De lo
anterior, extraigamos tres o cuatro corolarios:
(a) Primero, así como el principio territorial nomádico no
establece una correlación bi-t1nívoca entre espacio liso y movi-
miento nomádico, sino una correlación estructural entre espacio
70 MM, p. 385.
71 MM, p. 389.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 143]
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
6 Ibíd., libro I, pp. 34-46; libro VIII, cap. 6A-B, pp. 665-674.
7 Ibíd., libro 1, p. 18.
8 Ibíd., libro VIII, p. 639.
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
9 MM, p. 362.
10 C. von Clausewitz, De la guerra, op. cit., libro I, cap. 1; libro VIII, cap.
2, pp. 637-639, y cap. 6B, pp. 668-674; ver, igualmente, el cap. 16 del
libro III, dedicado a la estrategia.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
del Estado y las relaciones e11tre Estados. Existe allí un síntoma: [ 151 J
que u11 pe11sador de la guerra como i11strumento político sólo
"presienta" esta determinación ideal, es decir, que permanezca
inevitablemente i1nplícita y que no pueda revelarse más que en
las fallas o vacilaciones de un texto que l1ace de la guerra abso-
luta, ya una exacerbación política del proceso de la guerra, ya la
"tende11cia inherente" de una máqt1ina de guerra que se abstrae
de toda relación política 11• Oscilaciones que en la teoría indica11 lo
mismo que esa teoría se resiste a pensa r.¿ impide, e11tonces,
llevar esa exterioridad de la potencia de guerra, que la Fórmula
recubre y disimula más que expresa, a la tematización explícita?
"La exterioridad de la máquina de guerra respecto al aparato
de Estado aparece en todas partes, pero sigue siendo difícil de
pensar", mientras que "el aparato de Estado constituye la for-
ma de interioridad que l1abitualmente tomamos como modelo,
o según la cual pe11samos habitualmente" 12 • Lo insatisfactorio
en Clausewitz no es la brecl1a propuesta entre un concepto puro
de la pote11cia de guerra, como absoluto o Idea incondiciona-
da, y las guerras reales condicionadas por su inscripción en los
medios históricos, socioinstitucio11ales y morales do11de reciben
ipso facto una significación política. El problema es que no haya
sido pensada en su plena radicalidad, como brecl1a interior de la
forma-Estado. En Difere11cia y repetición, al definir su programa
de un "empirismo trascende11tal", Deleuze le reprochaba a l(ant
el haber conservado demasiados presupuestos empíricos en su
criticismo, que comprometían la exploración de las "verdaderas
estructuras de lo trascendental", y desfiguraban el alcance crítico
del empirismo 13• E11 un sentido análogo, a Clausewitz se le re-
procl1a el l1aber puesto aún demasiados presupuestos estatales en
11 MM, pp. 4 2 0 - 4 2 1 .
12 MM, p. 362.
13 G. Deleuze, Diferencia y repetición, op. cit., pp. 208-210, 235-238.
•
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
14 C. von Clausewitz, De la guerra, op. cit., libro r, p. 18.; libro rv, p. 199.
15 Ibíd., libro r, cap. 1, §§ 3-4.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
16 MM, p. 419.
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
Serie problemática I
(división conceptual Máquina de guerra/ Aparato de Estado).
así como los nuevos usos de la defensiva en las guerras de resisten- [ 155J
cía hacían más complejas las formas y apt1esta.s estratégicas de la
batalla. Sin ernbargo, reservaba al combate un privilegio. "Centro
de toda la guerra o campaña", la batalla sigue siendo el único me-
dio gt1errero que se pueda deducir de su concepto: "La derrota del
enemigo, y en co11secue11cia la aniquilación de su fuerza armada,
es el objetivo principal de todo el acto bélico [... ] el único medio
del que se sirve el acto bélico es el combate" 18 • Así, este primer
problema sitúa el análisis en el terre110 polemológico concreto de
la táctica, de la estrategia y de sus relaciones, al que responde una
reevalt1ación de las formas de afrontamiento no subordinadas al
paradigma de la acción militar. Pero notemos que esta primera
tesis -"la batalla y la no-batalla son el doble objeto de la guerra",
sin exclt1sividad de ningt1na sobre la otra 19- no rest1elve el pro-
blema correspondiente. Más bien lo hace indecidible, hasta tanto
se hayan considerado los datos tácticos y las implicaciones de los
modos de territorialización de la máquina de guerra.
22 MM, p. 418.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
23 Idem.
24 MM, p. 417.
2 1 R. Gro11sset, L'empire
des steppes, op. cit., pp. 495-496 (El imperio de las
estepas, rr. esp., Madrid, EDAF, 1991).
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
31 C. von Clausewitz, De la guerra, op. cit., libro VIII, cap. 3B, pp. 651-654.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
33 MM, p. 419.
34 MM, p. 374. Cf. M. Foucault, Vigilar y castigar, op. cit., pp. 130-137,
150-157, 182.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
35 MM, p. 421.
36 E. vo11 Lude11dorff, La guerra total, Buenos Aires, Pleamar, 1961.
37 Recordemos que Lague1·ra total se presenta como un conjunto de con-
sideraciones a manera de advertencias sobre un conflicto por venir,
tanto como un análisis crítico de la estrategia política 1nilitar adoptada
por las autoridades alemanas durante la Primera Guerra Mundial.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
44 MM, p. 420.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
absoluto difuso, sino -lo que es muy dife ren te- insostenible
(para empezar, por parte de quienes lo movilizan, estrategas y
pensadores de Estado) teórica y políticamente. Se trata de un con-
cepto que sólo cobra sentido en función de un Estado supuesto,
y que se totaliza mientras la guerra deviene total ( de ahí, la indis-
cernibilidad tendencia! entre el Estado y una máquina de guerra
52 MM, p. 421.
53 MM, p. 471.
POLÍTICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
56 l(. Marx, El capital, libro III, s. 3, cap. xv, p. 243., cf. AE, p. 237 sqq.; y
MP, pp. 467-468.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
58 MM, p. 349.
'i9 MM, p. 470.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
184 J militar de la guerra total en acto no era, como desde lo alto del
cielo, a la manera del ntoral bo1nbi11g de Arthur Ha1·ris, más que
el aperitivo.
(d) Por fuerza, te11emos que volver sobre las guerras. La "paz"
del orden de la seguridad m11ndial no implica ninguna pacifica-
ción política, ninguna disminució11 cuantitativa de las guerras;
éstas pueden incluso conservar ciertas funciones que poseían
e11la época del imperialismo, en función de nuevas polaridades
geopolíticas y relacio11es de intercambio desigual entre Norte y
Sur 61• Pero siempre se corre el riesgo de que esas continuidades
parciales encubra11 lo esencial. Porqtte, otra vez, la realización de
la guerra depende de las relaciones variables de apropiación en-
tre Estado y Máquina de guerra. Al1ora bien: cuando la máqui-
na de guerra deja de ser un medio de las guerras de Estado para
devenir guerra 1naterializada, inseguridad organizada, potencia
de destrucció11 de territorios sociales, co11cretizada en el orden
"normal" de una economía-mundo que, como escribe P. Viri-
lio, tiende a descalificar el "conjunto total del l1ábitat planetario,
despojando a los pueblos de su calidad de l1abita11tes" 62 , entonces
las guerras tienden a adoptar nuevas formas objetivas. De nue-
vo, la co11vergencia coú C. Scl1mitt salta a los ojos. En primer
lugar, observan Deleuze y Guattari, las guerras está11 cada vez
más emparentadas con intervenciones policiales, con operacio11es
de policía interior de la "sociedad" del mercado mundial, que
subordinan relativamente los resortes propiamente políticos y
diplomáticos de los Estados. Un indicio de esto puede verse e11
la crecie11te transferencia de funciones públicas de los Estados
a la máquina de guerra -e, inversamente, en la adaptación de
tecnologías militares al do1ninio del gobier110 civil, para control
63 Idem.
64 Ibíd. (Virilio se apoya aquí en las prospectivas del general Fran ois
Ma11rin, "Perenité et necessité de la défense", Revue de la défense 1111tio-
1111le, n.º 7, juillet 1973).
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 186 J la calificación del ene1nigo tie11de a ser cada vez me110s política,
para deve11ir judicial, eco11ó1nica, moral, religiosa ... Es todavía
"enemigo total", pero ese carácter total ya no es sobrecodificado
por una l1ostilidad exclusiva que le haría corresponder una figura
unívoca; debe, además, contradictoriamente, tender a molecula-
rizarse en una multiplicidad in11umerable de figuras equívocas
posibles 6' . De al1í el interés por la noción oficial de "enemigo
cualquiera", perfectamente adect1ada al contin110 de seguridad de
un espacio liso producido por la 11ueva máquina de guerra mun-
dial 66. Cuando Guy Brossollet se muestra partida1·io fervie11te de
u11a i11tegración de las téc11icas contrai11surreccionales e11las es-
trategias de Defensa, lo l1ace, según explica, para precaverse no
sólo de las agresio11es exteriores potenciales, sino sobre todo de
ene mil amenazas n1ucl10 más ilocalizables, "de orden económico,
subversivo, político, moral, etc.": "El adversario es 1nultiforme,
mañoso y 01nnipresente. Las amenazas fre11te a las cuales Francia
busca ento11ces protegerse, pueden manifestarse en todos los azi-
muts y afectar sectores muy diversos del potencial 11acio11al.He-
cl10 inquietante, y que implica concebir u11a defensa en fu11ció11
de la diversidad y ubicuidad de tales ame11azas" 67• En resume11, al
tiempo que la guerra cobra una forma objetiva policivo-judicial,
69 Véase, sobre esta cuestión: (a) G. Deleuze, F. Guattari, "L a peor manera
de construir Europa", Dos regí111enes de locos, op. cit., pp. 141-143, frente
al aff air e I(laus Croissant y "toda la perspectiva de Europa está impli-
cada e11este tipo de co11trol que recla1na Alema11ia" y el "modelo judi-
cial, policial e 'informativo"' puesto en marcha co11las leyes de excep-
ción en 11ombre de la lucha contra el terroris1no (ibíd., p. 142); (b) G.
Deleuze, Ci11e 2. La i111agen-tie111po, pp. 351-3 52, sobre las transforma-
ciones del poder "informativo" o mediático, del "Mabuse" de Lang a S.
Lumet o R. Altma11; (c) "Post-scriptum a las sociedades de co11trol",
Conversaciones, op. cit., p. 277.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
las lucl1as de mi11orías, mejor que e11las lucl1as de clase (es decir,
un poco e11su lugar, apela11do a recuperacio11es y desplazamien-
tos y "continuá11dolas por otros medios", en lugar de permu-
tar sus términos en abstracto), los recursos de esas n1áquinas de
guerra alter11ativass' ¿Según qué vínculos con la articulación de
los procesos maquínicos de anticipación-conjuración, polariza-
ción, englobamiento, captura y máquina de guerras' ¿Según qué
análisis de coyunturas' Tales son los problemas que será preciso
abordar en nuestra última parte, comenzando por reexaminar la
forma de potencia del capitalismo mundial, es decir, su proceso
maquínico específico.
76 MM, p. 476.
TERCERA PARTE
ENDOVIOLENCIA: LA AXIOMÁTICA CAPITALISTA
...
Capítulo 5
La axiomática del capital:
Estados y acumulación a escala mundial
[ 197]
,
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
8 Véase AE, pp. 224-225, 229-230, con especial referencia a I(. Marx,
Respuesta a Mikhailovski (1877 ); y de nuevo en 1980, MM, .p. 458: "[ ... ]
pues la presión de los flujos esboza en el vacío el capitalismo, pero
para realizarlo hace falta toda una integral de los flujos descodificados,
toda una conjugación generalizada que desborda y destruye los aparatos
precedentes [... ] una axiomática general de los flujos descodificados".
9 AE, p. 230.
10 AE, p. 252: "La civilización se define por la descodificación y la deste-
rritorialización de los flujos en la producció11 capitalista. Todos los
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
,
14 AE, pp. 255-256; con refere11cia a E. Balibar, "Acerca de los co11ceptos
fL111da1nc11talesdel materialis1no l1istórico", op. cit., pp. 237-245. Pero
Dele11ze y Guattari i11te11tan articular, aquí, e11una misma formula-
ció11, dos casos de figura diferentes: u110 sugerido por Marx e11 las
"Formas anteriores a la producción capitalista" (respecto a los "asenta-
mientos pri1nitivos", pero tambié11 a la producció11 "asiática") e11 que
las co11diciones de explotación del sobretrabajo hace11 que el producto
sea "inn1ediata1nente" apropiado a u11ainstancia otra ( de donde, cotno
vimos al final del cap. 1, la idea de una re-proble1natizació11 estruc-
tural flel feticl1ismo cotno "presup11esto natural o divino" subyace11te
de la producció11 social, de acuerdo co11 la serie conceptual cuerpo de
la tierra/ cuerpo del déspota/ cuerpo del capital); y el caso evocado
por Marx e11El capital, libro rrr, 6, cap. XLVII, a propósito de la ser-
viclumbre feudal en q11e la difere11cia cualitativa y temporal entre
trabajo y sobretrabajo impo11e las co11dicio11es en que "sólo la coacción
extraeco11ómica, cualquiera que sea la forma que revista, puede arrancar
a estos productores el trabajo sobrante para el terrate11ie11te nomi11al"
(El capital, op. cit., p. 732).
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
212J Puede afir1narse que, en 1980, los dos últimos aspectos pasan
al ce11tro del análisis, 1nientras que el modo de producción capi-
talista, considerado e11su pura fisonomía interna, es relegado al
segu11do lJlano, co1no u11punto de partida de1nasiado abstracto.
Este desplazamie11to atestigua, a 1ni entender, la nueva perspec-
tiva del materialismo l1istórico-maquínico 22 Una perspectiva que
•
23 Para una retoma de esos debates qt1e aclara luego st1s apuestas, véase el
dossier de Sociologie et société, vol. X X I I I 1, avril 1990, consagrado a las
"teorías de la transición" y al diálogo resultante entre Gunder Franlc
y Wallerstein ( G. Franlc, "De quelles transitions et de quels modes de
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
25 MM, p. 442.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
26 MM, p. 443.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
dad de una 11t1eva fuerza y de u11 nuevo derecl10 de los Estados [ 223 J
para efectuarse, tanto a 11ivel del flujo de trabajo puro como a
nivel del flujo de capital inde pend iente " 31• Si la l1ipótesis de la
axiomática capitalista desemboca en un co11cepto de la política
capitalista, no extrae aquélla, sin embargo, ning ún prestigio de
univocidad lógica ni de rigor deductivo de esta analogía, sino,
por el contrario, los factores de equivocidad, continge11cia e in-
decisión, decisión e incertitud, que trabajan los procedimientos
de toda axiomatización lógica. Así como "la polít ica no es cier-
tan1ente una ciencia apodíctica. Procede por experimentación,
tanteo, i11yección, retirada, avances, retrocesos". Así, también, el
método axiomático:
O sea, la hipó tesis de la axiom ática capit alista no tiene por obje-
tivo una teorí a mode lizant e, sino, por el cont rario , un dispo sitivo
conc eptu al q11e perm ita deco nstru ir la repre senta ción unív oca
ambiguas, que los países del "socialismo real" o los gobiernos [ 229 J
socialistas del Tercer Mundo continúan oponiendo al engloba-
miento ecuménico del capital; (c) las nuevas formas de integra-
ción forzada de los países periféricos al sistema de acumulación
a escala mundial, más allá de las relaciones de dependencia he-
redadas de la sujeción colonial. Tal es el conjt1nto coyuntt1ral
qt1e sostiene la tipología "meta-económica" de los Estados con-
temporáneos, o las tres grandes tendencias que se registran en
las potencias e impotencias de la captura estatal, en las distribu-
ciones variables de los dos polos ele soberanía y las modalidades
correspondientes de la violencia de Estado, en los indecidibles
con que tropieza el poder de Estado, cediendo la iniciativa. En
la Proposición XIV, éstas son objeto de una "descripción sumaria
de 'elementos'" que busca, cuando menos, cartografiar la multi-
plicidad de puntos críticos o bifurcaciones posibles, puesto que
"nada está decidido de antemano" 35.
ISOMORFISMO Y HETEROGENEIDAD
DE LOS ESTADOS CAPITALISTAS -
LA OFENSIVA NEOLIBERAL A ESCALA MUNDIAL
37 MM, p. 443.
38 MM, p. 460.
39 MM, p. 458. Véase I(. Marx, El ca[Jital, op. cit. libro I, s. VII, cap. XXIV,
p. 638 ("Gé11esis del capitalista i11dustrial"): "El régimen feudal en el
campo, y c11 la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitali-
zado en la usura y e11 el comercio convertirse en capital industrial. Estas
barreras desaparecieron con el licenciamie11to de las huestes feudales
y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina
[... )".
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
40 MM, p. 461.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
las secuencias históricas que han servido para ilustrar esa tenden- [ 233 J
cia socialdemócrata a la adjunción de axiomas son sig11ificativas:
"Después de la guerra del 14-18, la influencia conjtigada de la
crisis mundial y de la revolución rusa forzaron al capitalismo
a multiplicar los axiomas, a inventar otros nuevos, que concer-
nían a la clase obrera, al empleo, a la organización sindical a las
instituciones sociales, al papel del Estado, al mercado exterior y
al mercado interior. La economía de I(eynes, el New Deal, fue-
ron laboratorios de axiomas. Ejemplos de ntievas creaciones de
axiomas después de la segunda guerra mundial: el plan Marshall,
las formas de ayudas y préstamos, las transformaciones del sis-
tema monetario" 42• Por otro lado, un segundo polo define una
tendencia contraria, a recortar axiomas, desregular los flt1jos po-
blacionales, territoriales y monetarios, en beneficio de algunos
axiomas exclt1sivos dirigidos a los flujos dominantes; los otros
flujos -sobrepoblaciones relativas, equipamientos no rentables
o territorios "desocupados" - reciben un "estatuto derivado de
consecuencia" o "[quedan] en estado salvaje" fuera del sistema43•
Promoción exclusiva del sector externo e industrias volcadas so-
bre la exportación de materias primas o alimentarias; atraer capi-
tales extranjeros y sobreendetidamiento del Estado, aplastar el
mercado interior; compresión de los salarios y restricción de las
medidas fiscales de repartición indirecta del ingreso: se recono-
cen, entre otros, ciertos métodos a p1into de ser impuestos siste-
máticamente vía los programas de "ajuste estructt1ral" del FMI,
por parte de los Estados occidentales bajo la hegemonía del capi-
tal estadounidense, a los "países en vías de desarrollo". Se desta-
cará, con mayor fuerza, que la formulación guattaro-deleuziana
deja voluntariamente abierta la posibilidad de un redespliegue de
esa tendencia en el centro histórico de la acumulación capitalista,
42 MM, p. 466.
43 MM, pp. 466-467.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
47 MM, p. 461.
48 De donde, sin1ultáneamente, la distinción del Estado capitalista totali-
tario, corno pudo experimentarse en los laboratorios neoliberales de las
dictaduras latinoamericanas, y el Estado "fascista" nacional-socialista:
MM, p. 467.
49 MM, p. 467.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
cios de salud, educación, etc.); por otro lado, entre la st1stracción [ 237]
de axiomas y las técnicas de la acumulación originaria (afronta-
miento de los límites de acumulación, tendencia decreciente de
la tasa de ganancia y crisis de sobreacumulación), en que se in-
trican los métodos de absorción improductiva o destrucción del
capital existente y depreciación del valor de la ft1erza de trabajo,
desregulación de la condición salarial, desinstitucionalización
de la "sobrepoblación relativa", y las técnicas de "acumulación
por expoliación", expropiación y desterritorialización forzada,
privatización, etc. Pero, desde ahora, a esta doble correlación se
st1perpone una tercera, que atañe a la economía de la violencia
soberana y su bipolaridad propia, como la hemos despejado ya en
la primera parte, haciendo resurgir su articulación con la distin-
ción acumulación originaria/ acumulación ampliada''. De mane-
ra general, la "desregulación" consiste menos en simples supre-
siones de normas y dispositivos institucionales restrictivos que
en su desplazamiento sobre algunos flujos, previa exclusión de
otros qt1e reciben sólo un tratamiento derivado o que son expul-
sados del sistema -lo que no descarta, como recuerdan Deleuze
y Guattari, su represión violenta, todo lo contrario: la supresión
de axioma potencializa el régimen "soberano-paranoico", aneco-
nómico de la violencia de Estado, ahí donde una tendencia a la
adjunción de axiomas la orie11taría hacia su economía "cívica", o
sea, no sólo limitada jurídicamente, sino dirigida de manera dis-
tributiva, en cuanto a los flujos seleccionados y diferencialmen-
te integrados ("inclt1so una socialdemocracia adaptada al Tercer
Mundo no se propone realmente integrar toda tina población
miserable a un mercado interior, sino más bien llevar a cabo la
rt1ptura de clase que seleccionará los elementos integrables'' 53) - .
POLIMORFISMO, NEOIMPERIALISMO
Y COLONIZACION INTERIOR
56 MM,
, p. 469. ,
57 E. Balibar, "¿De la lucha de clases a la lucl1a sin clases?", en E. Balibar,
I. Wallerstein, Raza, Nación y Clase, Madrid, Iepala, 1991, p. 273
("Co11trariamente a las ilusiones del desarrollo, según las cuales las
desigualdades representan solamente un retraso destinado a reabsor-
berse poco a poco, la valorización del capital en la economía-m11ndo
implica que prácticamente todas las for111as de explotación históricas se
utilicen si111ultá11ea1ne11te[... ]").
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
60 Ide111.
61 AE, p. 239.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
64 MM, p. 471.
65 MM, p. 470.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
66 Idem.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
70 É. Balibar, Violence et civilité, op. cit., p. 135 sqq.: "( ... ] cuando el capi-
talismo ha terminado de conc1uistar, repartir y colonizar el mundo
geográfico (capitalismo 'planetario'), comienza a recolonizarlo o a co-
lonizar su propio 'centro' [... ]". Véase también É. Balibar, "lléflexions
sur la crise européenne en cours", URL: www.gauchemip.org/spip.
php?article13620 (sin paginación); y P. Sauvetre, "Minoriser l'Europe
pour sortir du postcolonialisme intérieur", en Lignes, n.º 34, février
2011, pp. 145-160, que retoma esa "hipótesis colonial generalizada" y
muestra su actualidad para el caso de los ROM en Europa, cruzando los
análisis de Balibar y Deleuze-Guattari.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
71 MM, p. 472. Véase, ya e11 1972, AB, pp. 274-z75. Para un caso emble-
mático de períferización interior, véase el análisis de la sobreexplo-
tación de los trabajadores inmigra11tes en Europa, elaborado por E.
Terray e11términos de "deslocalización in situ", que tiene mucho de
gestió11 de la ilegalidad combi11ada, según convenga, con las rupturas
de clase operadas por los axiomas sociodemócratas: "Le travail des
étrangers en situatio11 irréguliere ou la délocalisation sur place", en
E. Terray et al., Sa11s-papiers : l'archais111e fatal, París, La Découverte,
1999, pp. 9-34. Retomando el análisis de Terray, A. Fran ois muestra
que la exposición de la axiomática co11testa, desde la 13.ª meseta, el
orde11 neoliberal que habrá de sistematizarse durante las dos décadas
siguientes ("Capitalisme et sans-papiers", en A. Piclcels et al., A la
lu111iere des sans-papiers, Brtiselas, Complexe, 2001, pp. 109-1z5).
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 249]
, -
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 250 J estatuto de minoría como el eslabón débil que condensa las prin-
cipales tensiones que atraviesan los Estados-nación contempo-
ráneos, su institución de la ciudadanía y las luchas permanentes
por mantener sus derechos, sus mecanisrnos de regt1lación de los
conflictos sociales y de reprodt1cció11 de las desigualdades econó-
micas, culturales, sexuales y raciales. De este modo, se ha podido
observar, recientemente, que n1uchos de los trabajos actuales ha-
cíar1 de las luchas de minorías por la realización de condiciones
de igualdad y libertad civil y política uno de los lugares decisi-
vos, si no el lugar donde se juega la institución de la ciudadanía
como tal. "Portador típico de la reivindicación de derechos en
la cité, símbolo de su oscilación entre exclusión e inclt1siór1, en-
tre defensa de intereses adquiridos y universalidad potencial",
las minorías concentrarían "la dialéctica de inclusión y exclusión
en el 'juego' de la ciudadanía, y la posibilidad de concebirla no
tanto como un estatuto dado (del que tales o cuales 'actores' se
beneficiarían o no), sino más bien como la dinámica misma de
ese juego, el envite de las estrategias que éste induce a través del
espacio de la sociedad"'. Por un singular vuelco, en suma, las mi-
norías habrían venido a dar al sujeto mayor del espacio político
moderno, el Pueblo, su nuevo nombre y a constituir, "pueblo del
pueblo" o nueva "clase universal", el agente real de la "invención
de la democracia" como conquista infinita de la aeq11a libertas.
Una impulsión teórica serr1ejante, que tiende a identificar en
ciertas luchas de minoría (incluso en las luchas minoritarias indis-
tintamente, -at1nque el término "minoría" desprendido de su uso
propiamente "nacionalitario" se haya convertido en tln significan-
te flotante, el problema sería más bien, entonces, cómo compren-
der esa "flotación") el lugar de una subjetivación política no sólo
4 MM, p. 473.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
7 MM, p. 295: "La l1istoria sólo la l1ace11 los q11ese opone11 a ella (y no
los que se integran en ella, o incluso la modifican) [... ]. Todo vuelve
siempre a la Historia, pero nunca ha surgido de ella".
8 Véase G. Deleuze, F. Guattari, ¿QE,é es la filosofía?, op. cit., pp. 113-114.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
11 MM, p. 292.
12 MM, p. 474.
13 MM, p. 473.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
19 G. Deleuze, F. Guattari, J(afka. Por una literatura menor, op. cit., p. 33.
20 Véase el prefacio de Deleuze a L'Apres-Midi des Faunes de Guy Hoc-
quenghem: La isla desierta y otros textos, op. cit., pp. 359-363.
GU!LLAUME SIBERTIN-BLANC
No que las mujeres, los judios, los negros, .. tengan que devenir
"lo que ellos / ellas son", todo lo contrario: el problema de una
"micropolitica" es crear muchos puntos de alteridad incluidos
en el sujeto y ct1ya asunci6n bajo el modo st1i-referencial (noso-
tros en tanto que mujeres, judios, homosexuales) es, no obstante,
imposible; o sea, construir tantas series de puntos de vista (ne-
cesariamen te singulares, pero no "individuales) que no puedan
ser ocupados sin que el sujeto que se ensefiorea de ellos y los
deshace no transfiera y no desplace las construcciones identi-
tarias en las que esta, sin embargo, determinado a reconocerse
(esa "extrafiificaci6n", esa distanciaci6n o disyunci6n interna,
que Deleuze llamara mas tarde una "fabt1laci6n" de identidades
o, refiriendose a l(lossowslci, su sim11laci6n).
Al pasar de una formulaci6n del devenir-minoritario a otra,
sin forzar una tematizaci6n unitaria -e nt re el devenir-mino-
ritario como tendencia impuesta por la configuraci6n actual de
24 MM, p. 291 .
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
MINORIZACION Y PROLETARIZACION EN LA
, ,
AXIOMATICA CAPITALISTA CONTEMPORANEA:
LA GUBERNAMENTALIDAD SOCIAL-LIBERAL
27 MM, p. 474.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
en esa epoca, sin embargo, todas las implicaciones del "punto de [ 273 J
vista de clase": "Todo ocurre como si el proletariado no tuviera,
en cuanto tal, nada que ver con la funci6n positiva que la fuer-
za de trabajo explotada ocupa en la esfera de la producci6n, en
tanto que 'fuerza productiva' por excelencia; como si no tuviera
nada que ver con la formaci6n del valor, la transformaci6n del
sobretrabajo en plusvalia, la metamorfosis del 'trabajo vivo' en
'capital'; como si, finalmente, ese termi110 mismo no connotara
ya otra cosa que 'el caracter tra11sicional de la clase obrera', es
decir, la manera como se inscribe en la condici6n obrera, estado
i11estable con respecto a la existencia social 'normal', el caracter
hist6ricamente insostenible de la acumulaci6n capitalista, prepa-
rando ya las condiciones materiales de 'otra transici6n que anu-
lara la precedente'" 29- . Pues bien, de una forma bastante similar,
la noci6n guattaro-deleuziana de minoria parece no tener signifi-
cado como no sea problematico, y no indicar mas que un vector
transicional fundamentalmente inestable del substrato social y,
en ultimas, imposible de asignar ("devenir-minoritario" de todo
el mundo"). No resultara de esto, sin embargo, ninguna supre-
si6n de su significado, sino, por el contrario, su proliferaci6n en
todos los niveles del analisis entre 1975 y 1980 -proliferaci6n
que desafia toda tentaci6n de reagrupar sus casos y ocurrencias
bajo una for1na subjetiva, organizacional o estrategica unitaria.
En fin, las mi11orias no so11 otra cosa que masas proletariza-
das, pero e11 tanto que i11n1ediatamente formadas en las estructuras
institucionales, sociales, juridicas e ideol6gicas de los Estados na-
cionales. Apartandose de una determinaci6n econ6mica del pro-
letariado, como de una determinaci611 estrictamente sociol6gica
de la clase obrera, el concepto de mi11or{a registra el proceso de
socializaci6n del Estado, o de incorporaci6n del poder de Estado
,
29 E. Balibar, La Crainte des 1nasses, Paris, Galilee, 1997, p. 223.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
30 MM, p. 466.
31 MM, pp. 467-468.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
32 AE, 265-266.
33 B. Ogilvie, El honzbre desechable. Ensayo sobre las for111as de exterminación
y la violencia extrema, Bue11os Aires, Nt1eva Visión, 2013.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
34 MM, p. 475.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
39 MM,p.475.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 282 J real del capital, que tiende a excluir toda otra relación social: de
suerte que poblacio11es "relativamente" excluidas de esa relación
o que 110 presentan suficientes conexio11es co11 la axiomática
p ara ser explotadas, tienden a alcanzar también u11a exclusión
absoluta (no ya "el ejército industr ial de reserva", sino "el lJeso
muerto de su reserva"). Si u11a tendencia a la saturación es ca
racterística de la acu1nulación a1npli ada, diríase que la acumu
lació11 origi11aria tie11de a u11 vacia1nie11to4º, cuyos equivale11tes
sólo existen e11 las e1npresas coloniales, que antes de explotar
las poblaciones autóctonas crearon el vacío donde más tarde ex
plotaro11 a las pobl aciones que l1ubieron de in1portar41• O, con
n1ayor arreglo a las exigencias de una axiomática: tendencia a
dejar que el vacío se haga, como sin1ple consecuencia "n atural" de
los axiomas rete11idos (l1a1nbre, catástrofe climática o epidemio
lógica). Cuando al fin la periferizació11 interior tie11de a rehacer
del Occidente capitalista u11 esp acio de acumulación originaria,
el capital 110 recoloniza su antiguo centro si11 cobrar el aspecto
40 I(. Marx, El capital, libro I, op. cit., p. 571 sqq., ¡). 588: "El constante
éxodo a las ciudades, la constante 'sobra de brazos en el ca111po', provocada
por la concentración de arrie11dos, por la transfor111ación de las tierras de
labor en pastos, por la maquinaria, etc., y la constante ex¡1ulsión de la pobla
ción ca111pesina por la destrucción de cottages, todo coi11cide y conduce
al mismo fi 1 1 [ ...). La densidad de las vidas l1un1a11as ap e loto11adas e11
unas cuantas aldel1uclas y villorrios dise1ni 1 1adas es el reverso de la
mo11struosa ausc11cia de hombres c11 la faz del campo".
41 Fue el caso de los indígenas de Norte América, caso a11álogo al de
Palesti11 a. o propuesto como tal por Elias Sa11bar: véase G. Deleuze,
"Gra11deza de Yasser Arafat", en Dos regín1enes de locos, op. cit., p. 220; y
G. Deleuze, E. Sa11bar, "Los i11dios de la Palesti11a", op. cit., p. 182: "[E.
S.) El movi1niento sionista 110 l1 a 1novilizado a la con1u11idad judía de
Palestina en tor110 a la idea de que los palestinos iban a 1narcl1 arse en
algú111non1ento, si110 en tor110 a la idea de que el país estaba 'vacío'[ ... ]
para que esa desaparició11 pudiera llevarse a cabo, l1 abía que fu 11cionar
desde el principio como si ya hubiera ocurrido, es decir ' 110 vie11do'
11unca la existe11cia de los otros, que si11 e1nbargo estaba11 tnás que
pre se11tcs. Para te11er éxito, el vaciamie11to del territorio debía partir
de una aniquilació11 'del otro' e11 la propia mente de los colonos".
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
AUTONOMÍA Y UNIVERSALIDAD
EN LAS LUCHAS MINORITARIAS: BLOQUES
DE ALIANZA Y DEVENIRES-REVOLUCIONARIOS
48 MM, p. 474·
49 Véase MM, 468; y G. Deleuze, C. Parnet, Diálogos, op. cit., pp. 164-165.
POLITICA Y ESTADO EN DELEUZE Y GUATTARI
[ 290 ] Deleuze y Guattari añaden un factor prínceps sin el cual los pre
cedentes no ejercerían semejante pr esión: la renuncia, desde 1981, a
la inserción de la movilización e iniciativa p opular en la transfor
mación social, justo cuando hubiera sido preciso que "la so ciedad
sea capaz de formar agenciamientos colectivo s correspondientes
a la nueva subjetividad, de tal manera que desee su mutación", y
en ause11cia de los. cuales toda "verdadera 'reconversión'" se veía
de antemano sofo cada. Es precisamente a nivel de esta creatividad
institucional y organizacional que la movilización popular implica
("defender lo Particular co mo forma innovadora) donde se juega
-engendra, desplaza, objetiva o remodela- la diferencial entre
espontaneísmo y organización que los debates internos de la III
Internacional habían fijado en una alternativa binaria, y que pue
de aún ser afrontado de manera práctica el problema de las rema
nencias y fijaciones que comprometen la transformación r evolu
cionaria, en los mismos agenciamientos colectivos que pretenden
orientarla 54 • El "no lugar " de mayo del 68, diagnosticado en 1984,
no suscribe el fracaso de sus efectos, sino, por el contrario, el de no
inscribir esos efectos en trazas prácticas, discursivas, teóricas y or
ganizacionales, rr1ediante procesos de institucionalización capaces
de soportar los reagenciamiento s de la subjetividad p olítica que
reclamaba el acontecimiento . Ese no lugar acompaña la forclusión
de un problema subjetivo-institucional que no dejaba otra alter
nativa; o bien, por un lado , el fantasma de una tecno cracia o mni
potente "que operaría desde lo alto las rec onversiones ec onómicas
necesarias" o , por otr o, sujetos vulnerados, relegados a "'situacio
nes de abandono ' controladas" y sin más remedio que librarse a las
pro po siciones de un "capitalismo salvaje al estilo arnericano " -o
aferrarse a las viejas soluciones exangües de la Familia, la Religión
y la Nación, donde abrevan los delirios reaccionarios del Orden y
la histeria de las Identidades5 5•
[ 292 J base u "operación de una subjetivación colectiva" 57- que las mi
norías interiorizan, más o menos, en condiciones necesariamente
conflictuales: (a) un corte nacional! extranacional, con tendencia a
hacer de las minorías (sobre todo las inmigradas, pero en poten
cia toda minoría, sin importar los criterios de su segregación)
extranjeros del interior, incluso "enemigos interiores" (tendencia
que, según el análisis guattaro-deleuziano de las mutaciones del
capitalismo del "centro", podría verse acentuada por los facto
res de "tercermundialización" o de periferización interior; (b)
un corte individz1al!colectivo, que inscribe en la estructura de la
subjetividad nacional "mayor" una división privado-público, tan
problemática en las posiciones subjetivas de las minorías como
simétrica de los métodos de neutralización del espacio público,
que serán analizados en "Post�scriptum sobre las sociedades de
control", a finales de los años 1980 58 • De este doble corte proce
den el aislamiento y la "comunitarización" de las luchas minori
tarias, como estrategia estatal de integración diferencial en la co
munidad e identidad nacionales. Dos cortes que permiten, bien
confinar a la esfera privada sus reivindicaciones como problemas
57 MM, p. 461.
58 Lo minoritario, anotan Deleuze y Guattari en J(ajka, se destaca preci
samente por la imposibilidad de interiorizar esas reparticiones, como
no sea en condiciones particularmente difíciles y contradictorias. Así
va del corte individual/ colectivo: justamente porque se encuentra en
un estado inestable, marginal o precario, respecto a las condiciones de
vida y los derechos de los sujetos "mayores", todo lo cual concierne al
"problema individual (familiar, conyugal, etc.) [que] tiende a unirse
con otros problemas no menos individ11ales, dejando el medio social
como una especie de ambiente o de trasfondo", cobra para lo minori
tario un alcance inmediatamente colectivo, social y político (I(afka. Por
una literatura menor, op. cit., pp. 29-31). Desde 1974, en su Prefacio a
L'Apres-Midi des Faunes de Guy Hocquenghem: La isla desierta y otros
textos, op. cit., pp. 359-363, Deleuze realzaba un problema análogo. Los
dos análisis ponen a funcionar el concepto de "paralogismo de proyec
ción" [rabattement], forjado en El Anti Edipo, pp. 27 0 -274 sqq; véase G.
Sibertin-Blanc, Deleuze y El antiedipo, op. cit., pp. 8 0 -85.
GUILLAUME SIBERTIN-BLANC
60 MM, p. 476.
61 Véase, por ejemplo, la manera cón10 C. Mohanty y J. Butler l1an replan
teado la cuestión de las "condiciones de posibilidad para una coalición
feminista internacional", manteniendo a distancia la "concepción fal
same11te homogénea" de las condiciones de opresión y de las reivin
dicaciones producidas por las feministas occidentales. Butler señala la
inestabilidad que afecta el planteamiento n1ismo del problema: "[ ... ]
podernos no coincidir sobre el estatus y las características de la moder
nidad, y estar unidos en la afirmación y la clefensa del derecho de las
mujeres indíger1as a contar con cuidado médico, tecnología reprod11c
tiva, salarios decentes, derechos culturales, libertad de reunión". Esas
reivindicaciones "universales" no dejarían de difractarse, puesto que
"una coalició11 internacional de activistas y pensadores feministas [ ... ]
tendrá que aceptar el abanico de creencias epistemológicas y políticas
�l�se compuso en caracteres NIINIONPRO, ESPINOSA NOVA YWHITNEY HTF. ABRIL DEL 2017 .
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