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FUENTES DE LA OBLIGACIÓN

El concepto de fuente o causa fuente alude al origen o antecedente de la obligación. El CCyC


dispone que no hay obligación sin causa (art. 726). Podemos definir a las fuentes como
aquellos hechos, actos o relaciones jurídicas que sirven como fundamento de una obligación y
a los que el ordenamiento jurídico dota de virtualidad suficiente para establecer un vínculo
entre acreedor y deudor.

Toda obligación supone una restricción para el deudor, por ello su existencia no se presume y
la interpretación sobre su extensión tiene carácter restrictivo. Probada la obligación, se
presume que ésta nace de una fuente legítima, salvo prueba en contrario (art. 727).

El CCyC reconoce las siguientes fuentes:

CONTRATOS

Acto jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear,
regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales (art. 957).

Los contratos se rigen por el principio de libertad de las partes, el cual estipula que éstas
tienen la facultad de configurar el contenido del contrato dentro de los límites de la ley, el
orden público, la moral y las buenas costumbres (art. 958). Así, las normas legales son
supletorias de la voluntad a menos que sean indisponibles (protegen orden público) (art. 962).

Además, tienen un efecto vinculante: de ser válidamente celebrado, es obligatorio para las
partes. El contrato sólo puede ser modificado o extinguido conforme a su contenido, por
acuerdo entre los contratantes o en los supuestos previstos por la ley (art. 959). No pueden los
jueces modificar sus estipulaciones, a menos que lo requiera alguna de las partes y la ley lo
autorice, o bien lo exijan razones de orden público (art. 960).

Por último los contratos, al igual que el resto del derecho, deben regirse por el principio de
buena fe, por lo que obligan no solamente a aquello que esté formalmente expresado, sino a
todas las consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en
que razonablemente se habría obligado un contratante cuidadoso y previsor (art. 961). Incluye
buena fe objetiva (exigencia de comportamiento leal) como subjetiva (protege a quienes obran
en confianza a un derecho aparente).

DELITOS

Se entiende al delito como el hecho ilícito ejecutado con intención de dañar la persona o los
derechos de otro. Esta figura supone un acto voluntario de parte del agente, es decir, realizado
con discernimiento, intención y libertad, y una conducta dolosa.

En el CCyC encontramos una referencia a esta fuente al hablar del dolo en el art. 1724: “El dolo
se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia
por los intereses ajenos”.

ILÍCITO CULPOSO

Se refiere a actos voluntarios ilícitos, realizados sin intención de dañar, pero que ocasionan un
perjuicio a otro en su persona o bienes, por haberse actuado con negligencia, impericia o
imprudencia. Se trata de una figura que se caracteriza por dos cualidades igualmente
negativas: no se quiere dañar, pero tampoco se actúa con el cuidado que las circunstancias
exigen.
En el CCyC encontramos una referencia a esta fuente al hablar de la culpa: "...La culpa consiste
en la omisión de la diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de
las personas, el tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el
arte o profesión" (art. 1724)

LA LEY

Existe discusión doctrinaria sobre si debe considerarse a la ley como fuente autónoma de
obligaciones. Algunos autores sostienen que son los hechos humanos o naturales los
presupuestos indispensables para el nacimiento de una obligación; otros que la ley es fuente
mediata de todas las obligaciones; y otros que la ley es fuente residual, por lo que comprende
a las relaciones jurídicas no incluidas en otras fuentes descriptas.

LA GESTIÓN DE NEGOCIOS

El art. 1781 CCyC regula autónomamente esta figura y brinda una definición a su respecto,
fijando sus alcances de manera precisa al establecer que "Hay gestión de negocios cuando una
persona asume oficiosamente la gestión de un negocio ajeno por un motivo razonable, sin
intención de hacer una liberalidad y sin estar autorizada ni obligada, convencional o
legalmente".

La gestión tiende a evitar un perjuicio al gestionado, en situaciones de ausencia, enfermedad o


bien imposibilidad de actuación oportuna, no a reemplazar su voluntad con relación al rumbo
que deben tomar sus negocios.

De acuerdo al art. 1790, las normas del mandato le resultan aplicables en las siguientes
circunstancias: en forma supletoria, cuando no hubiere una norma específica de derecho para
regular una situación de hecho que involucra a esta figura; cuando el dueño del negocio
ratifica la gestión (se producen los efectos del mandato entre las partes y frente a terceros
desde que la gestión se inició).

Para que una actividad pueda encuadrar bajo esta figura, deben cumplirse ciertos requisitos:

a. Realización útil de un negocio lícito ajeno: el gestor debe realizar actos útiles para el
gestionado. Pueden ser simples actos materiales lícitos o actos jurídicos. Esta figura
exige intención de realizar tal negocio ajeno.
b. Ausencia de una liberalidad: el gestor debe buscar, como mínimo, el reintegro de los
gastos.
c. Falta de mandato: no existe acuerdo entre las partes, sino que la actividad se realiza a
instancias del gestor.
d. Motivación razonable: la utilidad del negocio debe responder a un criterio de
razonabilidad, o bien debe el negocio fundarse en razones de equidad o justicia.
e. Falta de prohibición del gestionado: ante la prohibición del dueño de seguir adelante,
la gestión concluye. El art. 1783 establece que puede el gestor continuarla, bajo su
responsabilidad, en la medida que haga a un interés propio (ej. Arreglar la medianera).

El gestor debe actuar de buena fe y con diligencia, cumpliendo ciertos deberes (art. 1782):

a. Avisar sin demora al dueño del negocio que asumió la gestión, y aguardar su
respuesta, siempre que esperarla no resulte perjudicial.
b. Actuar conforme a la conveniencia y a la intención, real o presunta, del dueño del
negocio: en la medida en que se trata de realizar un negocio en el mejor interés de
otro, debe respetarse la voluntad y procurarse el provecho de ese otro.
c. Continuar la gestión hasta que el dueño del negocio tenga posibilidad de asumirla por
sí mismo o, en su caso, hasta concluirla: se tienen en cuenta situaciones en las cuales
el abandono de las tareas puede ocasionar un daño mayor al que podría esperarse en
el caso de no haberse iniciado éstas.
d. Proporcionar al dueño del negocio información adecuada respecto de la gestión.
e. Una vez concluida la gestión, rendir cuentas al dueño del negocio. El gestor permanece
obligado hasta que haya descripto los antecedentes, hechos y resultados económicos
del negocio, y el dueño los apruebe.

Toda vez que se cumpla útilmente la gestión, el gestionado le debe al gestor (art. 1785):

a. El valor de los gastos necesarios y útiles, con los intereses legales desde el día en que
fueron hechos.
b. La liberación por las obligaciones personales que haya contraído a causa de la gestión.
c. La reparación de los daños que, por causas ajenas a su responsabilidad, haya sufrido
en el ejercicio de la gestión.
d. La remuneración si la gestión corresponde al ejercicio de su actividad profesional, o si
es equitativo en las circunstancias del caso.

El gestor asume distinto tipo de responsabilidades en virtud de su desempeño:

a. Frente al gestionado: el gestor responde por los daños causados por su culpa, teniendo
en consideración si se trata de una gestión urgente, si procura librar al gestionado de
un perjuicio, y si actúa por amistad o afección (art. 1786). Además, el gestor responde
por los daños resultantes por caso fortuito, excepto que la gestión le haya sido útil al
dueño, si: actúa contra la voluntad expresa del gestionado; realiza actividades
arriesgadas no habituales a las del gestionado; prioriza el interés propio; o si no tiene
las aptitudes necesarias o su actuación impide la de un tercero más idóneo.
b. Frente a terceros: el gestor queda personalmente obligado frente a terceros. Sólo se
libera si el dueño del negocio ratifica su gestión, o asume sus obligaciones; y siempre
que ello no afecte a terceros de buena fe (art. 1784).

El dueño del negocio queda obligado frente a los terceros por los actos cumplidos en su
nombre, si ratifica la gestión, si asume las obligaciones del gestor o si la gestión es útilmente
conducida (art. 1789)

Finalmente, en el caso de pluralidad de gestores, éstos son solidariamente responsables (se le


puede exigir el cumplimiento total a cualquiera de ellos) por los daños causados, sea frente al
gestionado o frente a terceros. En cambio, cuando fueren varios los dueños del negocio, la ley
dispone su responsabilidad solidaria sólo frente al gestor (art. 1788).

La gestión de negocios concluye cuando (art. 1783):

a. El dueño prohíbe al gestor continuar actuando. Aunque el gestor puede continuar por
interés propio, bajo su responsabilidad.
b. Cuando el negocio concluye: extinguida la obligación involucrada, termina también la
gestión de negocios.
EMPLEO ÚTIL

El CCyC en el art. 1791, expresa que “quien, sin ser gestor de negocios ni mandatario, realiza
un gasto, en interés total o parcialmente ajeno, tiene derecho a que le sea reembolsado su
valor, en cuanto haya resultado de utilidad, aunque después ésta llegue a cesar. El reembolso
incluye los intereses, desde la fecha en que el gasto se efectúa”.

Así, lo que diferencia a la gestión de negocios del empleo útil es la “intención” de realizar un
negocio ajeno, requisito que no encontramos en esta última figura.

El acreedor puede reclamar el reembolso a quien recibe la utilidad, a los herederos del difunto
(en caso de gastos funerarios) o al tercero adquirente a título gratuito del bien que recibe la
utilidad, pero sólo hasta el valor de ella al tiempo de la adquisición (art. 1793).

ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA

El CCyC dispone, en su art. 1794 que "Toda persona que sin una causa lícita se enriquezca a
expensas de otro, está obligada, en la medida de su beneficio, a resarcir el detrimento
patrimonial del empobrecido. Si el enriquecimiento consiste en la incorporación a su
patrimonio de un bien determinado, debe restituirlo si subsiste en su poder al tiempo de la
demanda".

Desde la doctrina francesa se sostiene que el deber de restituir del enriquecido constituye una
obligación, y el enriquecimiento sin causa que se produce sería la fuente de tal obligación.

Típicamente en estos casos se ejerce la actio in rem verso (volver las cosas al estado anterior).
Pueden interponerla el empobrecido, sus sucesores y los acreedores vía acción subrogatoria.

Los requisitos para su ejercicio son: enriquecimiento del demandado; empobrecimiento del
actor; relación causal entre el enriquecimiento y el empobrecimiento; ausencia de justa causa;
e inexistencia de otra acción más justa (art. 1795).

PAGO DE LO INDEBIDO

Si el pago efectuado carece de fundamentos, éste no produce efectos extintivos pues no existe
obligación antecedente a cumplir. A su vez, quien efectuó el desembolso tiene derecho al
recupero y nace la obligación de restituir, a cargo de quien recibió la prestación.

El pago resulta repetible si se paga por una causa inexistente o no subsistente; cuando paga
quien no está obligado o lo recibe quien no es acreedor; cuando se paga una causa ilícita o
inmoral; y cuando el pago es obtenido por medios ilícitos.

La repetición obliga a restituir lo recibido, conforme a las reglas de las obligaciones de dar para
restituir (arts. 1798 y 759 a 761). Sin embargo, la ley prevé las excepciones en el art. 1799.

DECLARACIÓN UNILATERAL DE LA VOLUNTAD

En esta figura es el deudor quien se crea obligaciones cuyo incumplimiento dará lugar a la
responsabilidad civil. Y la aceptación por parte del beneficiario de la promesa unilateral, dará
nacimiento al derecho de crédito, con efecto retroactivo al día del compromiso o según se
pacte.

De acuerdo al CCyC, la declaración unilateral de voluntad causa una obligación jurídicamente


exigible en los casos previstos por la ley o por los usos y costumbres, y se aplican a ella
subsidiariamente las normas relativas a los contratos (art. 1800).
Expresamente se regulan las figuras de promesa pública de recompensa (art. 1803) y concurso
público (arts. 1807-1809).

En este primer supuesto, alguien se obliga a ejecutar una prestación a favor de quien realice
ciertos actos o posea condiciones determinadas, haciendo al efecto una promesa de carácter
público, y quedando obligado desde el momento en que esa promesa llega a conocimiento del
público (art. 1803).

La segunda figura, por su parte, se trata de una promesa dirigida a quienes reúnen
determinadas condiciones, y que realizan trabajos artísticos, científicos, industriales, literarios,
etc. Les permite acceder a becas de estudio, bienes, cargos, obras, etc.

Dentro de las declaraciones unilaterales de voluntad encontramos también a las garantías


unilaterales: se trata de garantías abstractas que no se subordinan a la obligación principal, y
que obligan al garante a cumplir ante el primer reclamo del acreedor, impidiéndole oponer las
defensas o excepciones que asisten al deudor del contrato-base, aunque mantenga el derecho
de repetición contra el beneficiario, el ordenante o ambos (art. 1810). Estas garantías buscan
contribuir a la efectivización de los negocios.

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