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Universidad de Buenos Aires


Facultad de Psicología

~ Tesis de Grado ~
Licenciatura en Psicología

“Bioética: Autonomía Progresiva y Consentimiento.


Acompañamiento Respetuoso a Infancias Transgénero
Desde Una Perspectiva Psi.”

Tutora: M. Paula Paragis


D.N.I.: 35.426.886
Alumna: Camila A. Deforel
D.N.I.: 36.753.145
mail: camiladeforel19@gmail.com
Teléfono: +54 9 11 3332 7103

Primer Cuatrimestre 2023


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Índice

Resumen 3
Abstract 4
Introducción 5
A la Hora de Pensar el Tema... 6
Estado del Arte 6
Marco Teórico 12
Marco Normativo 20
Ley de Identidad de Género 20
Ley Nacional de Salud Mental 21
Declaración de UNESCO 22
Pregunta de Investigación 23
Hipótesis 23
Objetivos 23
Objetivo General 23
Objetivos Específicos 23
Metodología 24
Desarrollo 25
“¿Qué Es lo que le Pasa?” 25
“Yo Nena, Yo Princesa” 26
“Deben Corregirlo... Tiene Pene, Es Varón” 29
Método Correctivo: “(Quiero) Un Auto Rojo” 33
“No le Cortes Nunca Más el Pelo” 36
“Dejarla Ser” 38
“¡Porque Soy Una Nena y Me Llamo Luana!” 41
Conclusiones 44
Referencias 48
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Resumen
En la presente Tesis de Grado se aborda, desde una mirada bioética, el rol de lx
psicólogx en relación al respeto por la autonomía progresiva y el consentimiento
informado de la persona en el acompañamiento de procesos de transición de
infancias transgénero. Para ello, se parte de la película Yo nena, yo princesa
(Palazzo, 2021), acerca del proceso de transición de Luana, una niña transgénero y
se indaga cómo puede pensarse el rol de lx psicólogx desde una mirada bioética en
los procesos de acompañamiento a infancias transgénero durante sus proceso de
transición de género. Se hipotetiza que en casos como el mencionado es
fundamental el respeto de los principios bioéticos señalados así como la formación
con perspectiva de género y diversidades y el conocimiento de las normativas
vigentes que enmarcan dichos procesos para un ejercicio profesional respetuoso. La
metodología utilizada es la bioética narrativa como herramienta aplicada desde un
enfoque cualitativo enmarcado en el área clínica. Concluyendo, se afirma que tanto
el respeto de la autonomía como del consentimiento informado es menester tal
como el conocimiento de la Ley Nacional de Salud Mental (2010), la Ley de
Identidad de Género (2012) y la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos
Humanos (2005) para que el acompañamiento a infancias transgénero en sus
transiciones sea respetuoso y empático, promoviendo el bienestar, la salud integral,
de lx acompañadx.
Palabras clave: infancia transgénero, rol de lx psicólogx, autonomía, bioética,
consentimiento informado.
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Abstract
In the current Thesis the role of a psychologist regarding the respect for progressive
autonomy and informed consent of the patient in the counseling of the transitional
processes of transgender childhoods is approached from a bioethical point of view.
To that end, the movie Yo nena, yo princesa (Palazzo, 2021), which talks about
Luana’s – a transgender girl – transition, is taken. The topic to be questioned is how
the psychologist’s role can be thought about from a bioethical point of view in the
process of counseling transgender childhood throughout their gender transition
process. The hypothesis is that in cases like the one above, the respect of the
bioethical principles mentioned, as well as an education with a gender and diversities
perspective and the knowledgement of the current normatives which frames those
processes for a respectful, professional practice, is primary. The method used is
bioethic’s narrative as a tool applied from a qualitative frame focus in the clinic area.
In conclusión, it is stated that both the autonomy’s respect and the informed consent
are as imperative as the knowlegement of the argentinian’s National Mental Health’s
Law (2010) (Ley Nacional de Salud Mental), the Gender Identity Law (2012) (Ley de
Identidad de Género) and the Universal Declaration on Bioethics and Humans
Rights (2005) (Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos) for the
counseling of transgender childhoods to be respectful and empathetic, promoting the
wellbeing and unified health of the patient.
Key words: transgender childhood, role of a psychologist, autonomy,
bioethics, informed consent.
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Introducción
La presente Tesis de Grado aborda, desde una mirada bioética, el rol de lx
psicólogx en relación con el respeto por la autonomía progresiva y el consentimiento
de la persona en el acompañamiento de procesos de transición de género de
infancias transgénero. Para ello, se toma como recurso disparador a la película Yo
nena, yo princesa (Palazzo, 2021), acerca del proceso de transición de Luana, una
niña transgénero. En dicho largometraje se muestran, de la mano de dos
psicólogas, dos maneras distintas de ejercicio profesional. Basándonos en los
principios establecidos en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos
Humanos publicada por UNESCO (2015) que dictaminan el respeto a la autonomía
de la persona y el consentimiento informado, se puede ver cómo una de las
profesionales acata los principios declarados a lo largo de su acompañamiento
prestado a Luana durante el proceso de transición de la niña, mientras que, en
contrapunto, la otra profesional, no lo hace. A lo largo de esta tesis se establece la
incidencia que tiene el respeto de los principios mencionados (autonomía progresiva
y consentimiento informado) puestos en juego en el ejercicio de las psicólogas en
dicho caso, así como también se puntualiza los aportes de la formación en género y
diversidades en el ejercicio profesional de lxs psicólogxs que acompañan el proceso
de transición de las infancias transgénero y se da cuenta de los efectos en las
niñeces que son respetadas, mediante el consentimiento informado, por lxs
psicólogxs que las acompañan y escuchan como sujetos padecientes del binarismo
impuesto socialmente, y no solo como sujetos de derecho.
En concordancia con el respeto que la presente Tesis promueve hacia las
diversidades sexuales y de género, el lenguaje utilizado a lo largo de la misma será
inclusivo en tanto busca promover un trato equitativo que no sea estereotipado
acerca de las personas a las que refiere (Universidad Nacional de Mar del Plata,
s.f.). Pautado esto, cuando se esté hablando de personas de las que no se conoce
el género autopercibido o de un grupo de dos o más personas de diversas
identidades genéricas, se utilizará la ‘x’ con el objetivo de incluir a todas ellas en el
discurso, en lugar de utilizar el masculino genérico que deja por fuera toda identidad
diversa a este.
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A la Hora de Pensar el Tema...


He aprendido, leyendo y escuchando a gente del colectivo trans (como de
muchos otros colectivos) que las personas que no pertenecemos a dichos colectivos
y que, por lo tanto, no sufrimos, no debemos atravesar las negativas, los obstáculos
en uno o varios ámbitos de su vida que atraviesan quienes sí pertenecen, no
debemos apropiarnos de la causa, hablar del sufrimiento ajeno como propio,
divulgar información de pesares ajenos como si entendiéramos lo que viven, a pesar
de nunca haberlo vivido desde nuestro lugar “privilegiado”, o al menos, de derechos
no vulnerados en relación a las temáticas propias de cada uno de esos colectivos.
Esto me generó dudas a la hora de comenzar a escribir mi Tesis de Grado. Si bien
el tema era de mi interés y no fue pensado desde un lugar irrespetuoso, muchas
veces no estamos respetando, a pesar de no tener malas intenciones, o de, por el
contrario, querer hacerlo desde la empatía y la solidaridad. Me cuestioné si al
escribir acerca de este tema no estaba haciendo aquello que tantas veces escuché
(o leí) decir a tantas personas que no estaba bueno, que por favor no lo hagamos,
que era ofensivo, irrespetuoso y dañino. Pero entonces, me di cuenta de que desde
el lugar desde el que yo pensaba y escribía sí me compete. Porque hablo desde el
lugar de (futura) profesional de la salud mental, desde el lugar de ser una agente
que en un futuro (ojalá no tan lejano) puede encontrarse con una persona que
precise de acompañamiento en su proceso de transición y requiera estar capacitada
e informada para hacer de la experiencia un acompañamiento respetuoso,
empático, profesional.
También me pareció destacable la importancia de que estos temas empiecen
a entrar cada vez más en escena, que se debata alrededor de esto, que esté
vigente la información que circula, actualizada. Que sean experiencias que
promuevan el involucramiento profesional de lxs psicólogxs, que sea posible el
tratamiento, las intervenciones con un respeto verdadero, informado y responsable.

Estado del Arte


Varixs autorxs han escrito acerca de las infancias trans y sus transiciones
hacia el género autopercibido. Entre ellxs, se encuentran González & Núñez (2022),
quienes afirman que “todo el personal de salud (enfermería, médicos/as,
psicólogos/as, trabajador/a social, incluyendo al personal administrativo) deberá
estar capacitado y sensibilizado para acompañar niños, niñas o adolescentes en su
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transición” (p. 4) y concluyen que resulta fundamental el rol del acompañamiento por
parte de lxs agentes de salud como quienes garantizan los derechos de lxs niñxs
trans, promoviendo su autonomía. De esta investigación se destaca que menciona a
lxs psicólogxs como agentes determinantes en los procesos de acompañamiento a
las transiciones. Otra autora que habla, entre otras cosas, acerca del rol de lxs
profesionales de salud mental es Gabaldón (2020), quien señala cómo debe ser el
trato y atención de estxs durante el acompañamiento a pacientes menores,
indicando que deben otorgar información, ayuda y orientación a lxs familiares que
acompañan a las niñeces. Asimismo, de Celis Sierra (2018) comenta las tres líneas
de intervención psicológica que plantea la APA (Asociación Americana de
Psicología) en su guía de recomendaciones para la práctica psicológica con
personas trans (2015): la línea que procura llevar adelante el tratamiento de las
conductas asociadas a la transexualidad, el modelo holandés y el enfoque
afirmativo. La primera mencionada es la seguida por lxs psicólogxs que consideran
a toda conducta asociada a la disforia de género un síntoma, por lo que precisa de
un tratamiento que tenga en cuenta las psicodinámicas familiares, tomadas como
posibles desencadenantes o mantenedoras de la misma. El tratamiento implicaría
limitar las conductas de disforia y, simultáneamente, incentivar las genéricas
correspondientes al sexo de nacimiento (según lo pautado socioculturalmente),
buscando el cese de identificación transgenérica. En caso de estar consolidada
determinada identificación de género, entonces consideran que la transición en la
adolescencia y la adultez es necesaria. El segundo modelo no considera necesario
tratar la disforia de género como algo patológico, sino que lleva adelante el
tratamiento psicológico de los problemas emocionales y comportamentales que lxs
menores y sus familias pueden presentar que pueden estar interviniendo en la no
conformidad con el género. Lo que busca es un equilibrio entre el apoyo y
aceptación de lxs xadres hacia lo que la infancia manifiesta, y su protección de la
posible hostilidad que el entorno puede presentar. No tiene expectativas a cumplir o
resultados puntuales esperados. Sostiene que la transición social no es adecuada
durante la infancia, pero defiende el bloqueo hormonal puberal para ganar tiempo al
llegar a la adolescencia, debido a que a los 16 años ya puede iniciarse el
tratamiento hormonal cruzado y a los 18, la reasignación quirúrgica. Este modelo fue
exportado internacionalmente y validado por la Asociación Mundial para la Salud
Transgénero (WPATH) y otras sociedades. La tercera y última línea, el enfoque
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afirmativo, es la seguida por lxs profesionales que ponen en práctica la afirmación y


aceptación de la identidad de género que la infancia expresa, apoyando y
acompañando todos los procesos que eso implique, basándose en que, hasta la
fecha, lxs menores que han recibido apoyo y acompañamiento por parte de su red
afectiva presentan menos síntomas psicopatológicos que los encontrados en
adolescentes transgénero que en vez de contar con dicho apoyo, reciben rechazo
acerca de su identidad y la expresión de esta por parte de sus allegadxs.
Hurtado-Murillo (2015) propone una guía práctica clínica para alcanzar el
diagnóstico correcto ante la disforia de género (diferencial de otras condiciones) y
brindar así un tratamiento de acompañamiento adecuado a las infancias en proceso
de transición. Dicho diagnóstico refiere al malestar psicológico que presenta una
persona por razones relacionadas a su género, como puede ser el malestar que
siente una persona transgénero. Con respecto al proceso transexualizador,
reconoce a la fase psicológica como fase inicial y de gran importancia a lo largo de
todo el proceso, seguida por la fase hormonal y, finalmente, la quirúrgica, quedando
así conformada la tríada terapéutica que conforma este proceso (Hurtado-Murillo,
2015). Por otro lado, Bugatti, Gonçalves Amâncio, Moreira Borges Araujo & Moreira
Borges Araujo (2023) señalan la importancia de la intervención psicoterapéutica en
el acompañamiento en los procesos de transición de las infancias transgénero y su
influencia en la mejora en la vida de lx paciente y su familia durante dicha transición.
Por su parte, Greco (2022) toma el caso de Luana a partir del libro Yo nena,
yo princesa. Luana, la niña que eligió su propio nombre (Mansilla, 2014) y del
documental Yo nena, yo princesa. Experiencia trans de una niña de 5 años
(Aramburu & Paván, 2014) acerca del mismo caso para desarrollar su Tesis de
Grado de Licenciatura en Psicología. En ella da cuenta de la importancia que tiene
la formación en género y diversidades para la práctica profesional de lxs psicólogxs,
así como el conocimiento integral de la Ley de Salud Mental y la Ley de Identidad de
Género. La considera fundamental para llevar adelante el acompañamiento a
infancias trans de manera ética y procurando preservar los derechos y el bienestar
de las niñeces que están atravesando su proceso de transición. Además, infiere
cómo el tratamiento basado en un modelo correctivo y de conversión, en
contraposición con el enfoque afirmativo aplicado, potenció el malestar subjetivo, el
padecimiento tanto de Luana como de su familia.
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Si bien hay otras investigaciones que hablan de la transexualidad o lo


transgénero en infancias, lo hacen desde una perspectiva distinta a la de la
psicología. Hay resultados en relación con el tratamiento de la salud física y las
posiciones institucionales en educación que amparan infancias trans (Cánepa,
2018), intervenciones en enfermería (Gracia Gómez, 2019), herramientas para un
acompañamiento propicio a infancias trans desde una perspectiva endocrinológica
(Bengolea et al., 2020). También se indica al juego como un derecho de las
infancias al mismo tiempo que un dispositivo que permite a estas expresar su
identidad (Litardo, 2011) desde una mirada jurídica social. En este texto, a partir de
un relato, una mujer transgénero adulta expresa:
Yo no creo que me haya descubierto como mujer a través del juego.
Creo que al revés. He manifestado a través del juego o de otras
expresiones quien yo era. No es que pude construir una identidad a
través del juego sino que el juego mostraba, manifestaba quién yo era
y por supuesto que eran aquellos juegos que me permitían ser
libremente. (Litardo, 2011, p. 15)
Continuando, desde la musicoterapia comunitaria, Salgado Montiel (2019)
aporta lo suyo en relación con los procesos de transición de género de las infancias.
Carpio, Peña Loaiza & Criollo Armijos (2020) comentan las exclusiones sociales que
experimenta en varios ámbitos el colectivo transgénero (escolar, laboral, familiar y
salud). Un libro (Malpas & Panziera, 2022) propone recomendaciones y
herramientas para un acompañamiento integral de las niñeces trans, no binarias y
de género fluido desde diversas perspectivas: políticas públicas, derecho, salud,
intervenciones desde el enfoque afirmativo, y, en cuanto a la salud mental, se refiere
a ella conceptualizándola. Referente a las políticas públicas, Paulón (Malpas &
Panziera, 2022) menciona el avance, la evolución (aunque insuficiente), del papel
del Estado como interventor y ente regularizador, pasando de invisibilizar y negar la
legitimidad del colectivo LGBTIQ+ (con relación a la diversidad de expresiones
eróticas o afectivas e identidades trans y no binarias), hasta presentarse proactivo
con avances en materia legislativa, ejecutiva y social, procurando el respeto y la
inclusión de dicho colectivo, dirigiéndose a la no discriminación y la igualdad. Por
ejemplo: la Ley de Identidad de Género (2012) promulgó el reconocer la identidad
de género autopercibida en personas trans, no binarias y de género variable (de
todo rango etario); medidas o proyectos de distintos entes gubernamentales de
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diversas provincias (resoluciones de los Ministerios de Salud de CABA, o el de


Educación de la misma ciudad, de una subsecretaría de Santa Fe, una dirección
provincial de Neuquén) que tienen en cuenta el acceso a salud y educación de las
personas pertenecientes a las minorías de diversidad sexual, proclamando el
respeto por sus identidades y el acceso igualitario a estos servicios, además de
procurar el trabajo integral y acompañamiento tanto a dichas personas como a sus
familias. En materia de derecho, Covacevich (Malpas & Panziera, 2022) destaca las
normativas vigentes en el ámbito educativo (como la Convención de los Derechos
del Niño de 1989; la Ley Nacional 26.061 de Protección Integral de los Derechos de
las Niñas, Niños y Adolescentes, 2005; la Ley de Educación Nacional N° 26.206 de
2006; la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral de 2006, entre otras) en relación
con la inclusión de infancias trans, no binarixs y de género fluido, y la importancia de
la Educación Sexual Integral (ESI) para trabajar desde perspectivas no punitivas y
apelar a visibilizar y deconstruir micromachismos, discriminación y situaciones de
vulneración de derechos, habilitando el trabajo desde la escucha, el respeto y
acompañamiento, finalizando con recomendaciones para prácticas educativas
igualitarias. Por lo que toca a la salud, Malpas (Malpas & Panziera, 2022) habla
acerca de los cuestionamientos, dudas, que le surgen a lxs xadres y familiares más
cercanxs de niñxs trans cuando estxs comienzan a manifestar, expresar, su
identidad de género, o la incomodidad con el género impuesto (asignado al nacer) y
aquellxs no saben cómo acompañar, ayudar, no poseen información. Señala la
evidencia (en crecimiento, resultante de diversas investigaciones y estudios) acerca
de que el acompañamiento y apoyo de las familias a las infancias trans reducen las
conductas autolesivas, depresión, ansiedad, consumo de alcohol y otras sustancias,
además de generar la posibilidad de que manifiesten ser felices al llegar a la
adultez. Panziera (Malpas & Panziera, 2022) señala que con respecto a las
intervenciones desde el enfoque afirmativo se propone y sostiene que la postura
afirmativa es de afirmación en tanto sostener que algo es verdadero con convicción,
la cual postula que no hay una construcción identitaria que sea más válida que otra,
así como tampoco existe una edad de mínima para respetar a una persona o para
que pueda ejercer su derecho a ser escuchada y tenida en cuenta. La perspectiva
integral en cualquierx profesional que acompañe a una infancia trans no actúa
prescribiendo o determinando lo más adecuado, sino que se centra en acompañar el
proceso de exploración de la identidad de género según cómo lo experimente la
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persona. El parámetro principal a seguir para evaluar el mejor curso de acción es


aquel que brinde mayores oportunidades a las niñeces y juventudes de vivenciar su
propio género de acuerdo al modo en que lo sientan más real, auténtico y en
comodidad, además de que pueda expresarse con libertad y libre de amenazas,
violencias, discriminación o rechazo. A pesar de todo esto, sigue habiendo mucha
desinformación, o falta de información, de formación y conocimientos, tanto en el
ámbito de salud como en el de educación. Por último, acerca de la salud mental,
Martínez Núnez (Malpas & Panziera, 2022) plantea que, siguiendo a la Ley Nacional
26.657 de Salud Mental (2010), la construcción identitaria de cada persona es un
proceso dinámico asociado al cumplimiento de los Derechos Humanos y Sociales
de queda determinado por elementos de distinta índole (biológicos, psicológicos,
sociales, históricos, culturales y socioeconómicos). Dicha construcción habilita el
respeto a la identidad autopercibida que cada persona adopta, la vivencia interna de
esta, el derecho a ser tratada dignamente y al libre desarrollo personal,
especialmente cuando de infancias y adolescencias se trata. Señala que la salud
integral (estado de bienestar que implica un equilibrio entre factores físicos,
emocionales, biológicos y sociales) es un derecho básico inalienable y debe ser
garantizado por los Estados, además de construido y defendido de manera
colectiva, lo cual implica que debe ser tomado en cuenta a la hora de estructurar la
economía, la división del trabajo y las relaciones sociales de producción e
intercambio de una sociedad, debido a que a partir de ello se encuadran las
relaciones de los sujetos y grupos con su entorno, determinando las formas de vivir,
curarse y enfermarse. Entonces, la salud mental no puede ser tomada sólo a nivel
psicológico o biológico.
Un artículo científico de Viola da Silva (2020) habla de intervenciones de
psicología en la clínica con infancias trans, pero lo hace desde una perspectiva
psicoanalítica, la cual no es compatible con nuestra tesis dado que los dispositivos
de análisis que se aplican en la misma no alcanzan para poder analizar de manera
pertinente lo plasmado en ese texto. Sin embargo, señala que a la hora de pensar la
clínica que acompaña a infancias trans se debe tener en cuenta que la identidad se
construye de manera progresiva, y siempre hay que ser cuidadosx y respetuosx
acompañando ese proceso (Viola da Silva, 2020).
Por otro lado, existen escritos que indagan transexualidad/transgénero en la
etapa evolutiva de la adultez mencionando secuelas psicológicas, padecimientos
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que presentan las personas de este colectivo (Bahamondes Correa et al., 2019;
Rodríguez, García, & Limiñana Gras, 2019; Prieto Piédrola, 2020).
Es preciso aclarar que si bien todas las referencias fueron a infancias trans,
los textos de donde fue recolectada la información no siempre hablan
exclusivamente de infancias, muchos de ellos hablan de infancias y adolescencias.
Pero, a los fines de seguir el objetivo de la presente investigación, se menciona
únicamente a las infancias.
Es aquí donde despierta, entonces, la necesidad de revisar el ejercicio
profesional en el ámbito de la salud mental dado que puede llegar a ser el primer
ámbito profesional al que se consulta cuando hay alguna incomodidad o malestar en
la persona a raíz de algún aspecto relacionado a su
sexualidad/identidad/subjetividad, o al que se acude después de haber consultado
otros y no obtener respuesta (puede suceder que se acuda en última instancia por la
desinformación sobre el tema y la salud mental).

Marco Teórico
Para comenzar, se tomará a la Bioética como encuadre, ya que es el gran
lente a través del cual se observará todo lo desarrollado en la presente
investigación. Se considera a esta disciplina “la ciencia de la vida y la enseñanza de
la moral” (Jahr, 1926, citado en Cambra Badii & Lima, 2013, p. 293). Siendo que la
bioética “debe aceptar y reconocer los principios éticos universales consagrados en
los derechos humanos (...) intransferibles, no negociables, absolutos y
universalizables” (Tealdi, 2008, pp. 155-156, citado en Lima, 2012, p. 143), se
establecieron cuatro principios rectores para reglamentar la práctica clínica de
manera ética, manteniendo el respeto de dichos derechos. Estos principios son:
autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia, los cuales buscan el
empoderamiento subjetivo de las personas, permitiéndoles ejercer su autonomía, a
través de, por ejemplo, el consentimiento informado (Lima, 2012). Son estos últimos
dos artículos establecidos en la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos
Humanos (UNESCO, 2005) a partir de los cuales se pensará el rol de las psicólogas
en su ejercicio profesional en el acompañamiento a Luana durante su proceso de
transición de género. El primero, plasmado en el artículo 5, Autonomía y
responsabilidad individual (UNESCO, 2005) indica respetar la autonomía de la
persona, es decir, respetar sus facultades de toma de decisiones y su
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responsabilidad, al tiempo que esta respeta la autonomía de los demás. En caso de


no poder ejercer dicha autonomía, deben tomarse medidas que protejan sus
intereses y derechos. Consideramos relevante desarrollar un poco más acerca de la
autonomía. Para esto, se anticipa que esta noción atraviesa diversas cuestiones
como la identidad personal, la subjetividad, la opresión, la libertad, la
responsabilidad y la acción (Belli & Suárez Tomé, 2021). Históricamente, la noción
de autonomía tomó fuerza debido a la necesidad que surgió de poner en
cuestionamiento el modo de aplicación de las prácticas de salud desde la mirada
paternalista, a partir de la cual lxs profesionales de la salud emitían juicios,
indicaban, lo que lxs pacientes debían hacer, cómo debían actuar, generando
presión para que se comporten según lo que consideraba mejor lx profesional,
según su criterio. Esto limitaba la autonomía de lxs pacientes, ya que se les
arrebataba la capacidad de poder decidir acorde a lo que consideraban mejor para
ellxs mismxs según la concepción personal de qué es bueno para unx mismx, es
decir, se les arrebataba la capacidad de ejercer su autonomía (Savulescu, 1995,
citado en Belli & Suárez Tomé, 2021). Esta última refiere, entonces, a la práctica de
una persona que decide y actúa conforme a su propio criterio conforme a sus
deseos, valores, creencias, sin la interferencia del criterio ajeno individual o
estructural (Belli & Suárez Tomé, 2021). El derecho de cada persona a ejercer
autonomía sobre su propia salud está ligado, en el campo de la bioética, al
consentimiento informado, que a su vez, protege dicho derecho. Esto nos lleva al
artículo 6, el cual dictamina que toda intervención médica (ya sea esta preventiva,
diagnóstica y/o terapéutica) debe contar con el consentimiento informado y libre de
la persona que recibirá la atención. Dicho consentimiento debe ser conciso, claro,
expreso, adecuado y puede ser revocado por la persona sin expresar motivo alguno,
en el momento que así lo desee, sin que esto la perjudique de ningún modo
(UNESCO, 2005).
En el caso de Luana, se habla de una autonomía progresiva, dado que la
niña es menor de edad. El artículo 26 del Código Civil y Comercial (Ley 26.994,
2014) plantea que son lxs representantes legales de lxs menores quienes ejercen
sus derechos, aunque si el grado de madurez es suficiente pueden ejercer por sí los
actos a los que el ordenamiento jurídico lxs habilita. Además, en todo proceso
judicial, la persona menor de edad tiene el derecho de ser oída y participar en las
decisiones que la incumban. Es importante destacar que:
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La capacidad de ejercicio no se adquiere de un día para el otro al


cumplir 18 años. Es un proceso gradual por el cual las personas
menores de edad pueden ir ejerciendo derechos por sí mismas de
acuerdo con su edad y grado de madurez. Por eso se llama capacidad
o autonomía progresiva. (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos,
s.f.).
A continuación, resulta indispensable desarrollar algunos conceptos que se
utilizarán a lo largo del desarrollo de la presente tesis. En primer lugar, es necesario
conceptualizar género, el cual es una construcción socio-cultural, en palabras de
Connel (1997) es una práctica social que hace referencia a los cuerpos y lo que
estos hacen, pero no es una práctica que se reduce exclusivamente al cuerpo, lo
social determina el género, no la biología. Ciccia (2018) plasma numerosas
investigaciones acerca del cerebro humano y sus (no)diferencias entre sexos,
géneros, prácticas de género, etc., y concluye que entre los distintos géneros
existen diferencias que son aprendidas, transmitidas cultural y generacionalmente,
que modulan nuestros cerebros y vidas, pero no hay indicios de que existan
diferencias concretas, exclusivas, que determinen nuestro comportamiento o modos
de resolver conflictos, modos cognitivos de accionar según el sexo biológico con el
que se nace. Al nacer todas las personas somos designadas según un sexo. Esta
atribución se da de manera binaria hombre/mujer en la gran mayoría de los casos a
partir del órgano reproductor externo con el que la persona nazca, siendo
excepciones cuando a una persona la identifican como intersexual (Holmes,
Hutchison & Lowe, 2022) debido a que sus cromosomas y órgano genital no
coinciden anatómicamente con los patrones sexuales establecidos para varón y
mujer (Secretaría de Derechos Humanos, 2017). Entonces, cuando la persona nace
con vulva se establece que es mujer, cuando nace con pene y escroto, hombre, y
cuando su órgano no está bien definido, es intersexual. Acerca de esto, Sol
Despeinada (2022) explica que hay cinco factores que la ciencia considera para
determinar el sexo de una persona (genitales, gónadas, hormonas, cromosomas y
genes), y los cinco deben coincidir con los parámetros que determinan lo que es una
mujer o un varón. Si hay tal coincidencia, estamos ante una persona endosexual, es
decir, cisgénero, mientras que cuando uno de los factores no coincide, es
intersexual. Entonces:
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Ese es el ejemplo vivo (...) de que no existen solamente dos géneros,


hay una prueba viva de eso. No es una teoría, hay gente caminando
por la calle que no es ni de un sexo ni del otro, es intersexual. (Sol
Despeinada, 2022)
El problema radica en que esta designación que se da al nacer “confunde”1
sexo (ligado al órgano reproductor biológico externo) con género, dejando de lado el
hecho de que el género, como bien se dijo antes, es una construcción progresiva,
no algo determinado por la “naturaleza”, algo inmodificable, fijo.
Lo hasta aquí desarrollado se engloba en el sistema del que forma(mos)
parte, toda nuestra sociedad está inserta en este sistema: es el sistema
cisheteropatriarcal. Para eso, diseccionaremos por partes este concepto, para poder
comprenderlo apropiadamente.
En primera instancia, Fontanela (2008) conceptualiza al patriarcado, o
sistema patriarcal, como un modelo de sistema, una forma de organización social
que, en sus comienzos, anteponía al “padre” de una familia, al hombre (cisgénero y
heterosexual, aunque no se aclare, no contempla otra posibilidad, además de
acaudalado y blanco, caucásico, ario) como la ley, el dueño del patrimonio, el que
manda, decide, domina, la autoridad. Según Lerner (1986, citado en Fontanela,
2008) es el dominio masculino sobre mujeres y niñxs de la familia manifestado e
institucionalizado, que ampliado alcanza a las mujeres y disidencias de la sociedad
en general. Esto nos permite conceptualizar al sistema patriarcal vigente en la
actualidad en todo el mundo, en el que más allá de la situación familiar individual
privada de cada persona, el hombre (cisgénero, blanco, heterosexual y rico) es el
que predomina, no a nivel cardinal, sino a nivel poder. Es la autoridad, ejerce la
represión de mujeres y disidencias, de todx aquellx que no entre en esa categoría
excluyente. Escenificando esto, cuenta Despentes (en Preciado, 2019) que Preciado
siempre le hablaba acerca de la extrañeza que sentía por haberse “convertido” en
hombre y aún conservar, intacto, el recuerdo de la opresión. Entonces, es un
sistema de relaciones sociales y políticas donde los varones, hombres cisgénero,
tanto como grupo social, como de manera individual y colectiva, oprimen a las
mujeres y disidencias, generando, resultando en una situación de desigualdad

1
Utilizamos las comillas para señalar que más que una confusión es algo que no se discute, no se
indaga, no se cuestiona. Es algo ya establecido social y culturalmente, pero también legislativamente,
cotidianamente. Es algo arraigado en nuestra sociedad.
16

estructural que se basa en pertenecer a determinado sexo biológico (CEAR, s.f.).


Debido a esto último, el orden impuesto es concebido como natural, dejando de lado
el carácter artificial, en tanto construcción social, que en realidad presenta,
ocasionando la fijeza del mismo y de sus estructuras (como, por ejemplo, de los
roles de cada actor perteneciente a la sociedad, de las normas que lo rigen, las
características de los géneros tal como se mencionó al desarrollar ese término, etc.)
(CEAR, s.f.). Dentro de este sistema de relaciones, hay una solidaridad interclase e
intragénero instaurada por estos varones (Fontanela, 2008). Es a través de las
costumbres y hábitos, todo lo cotidiano, las ideas y prejuicios, además de las
instituciones y leyes sociales, políticas y religiosas que este sistema se perpetúa, se
mantiene, demarcando los roles que permitirán el control sobre los cuerpos de todxs
lxs oprimidxs (CEAR, s.f.).
Este patriarcado allana el terreno para dar lugar a la heteronormatividad, la
heteronorma, la impone. La misma es el régimen social, político y económico que se
sostiene tanto en el ámbito privado como en el público y que sentencia que la
heterosexualidad es el único modismo aceptable ya sea de expresión, de deseos
sexoafectivos, de identidad (CEAR, s.f.). Por lo tanto, coloca a lo “masculino”
enlazado necesariamente a lo “femenino”, dejando por fuera todo lo que no respete
esta ecuación, todo lo que se corra del binomio femenino/masculino, en tanto
varón/mujer. Al ser este régimen vigente inevitable, todas las personas que están
incluídas deben cumplir con lo que dicta, limitando el comportamiento de todas las
personas, independientemente de sus elecciones e identidad.
A partir de esto, podemos diferenciar, teóricamente, a las personas
trangénero de las personas cisgénero. Pero para ello, primero es preciso
conceptualizar identidad de género, la cual es una percepción subjetiva, psicológica
(Equipo Editorial Etecé, 2022), que consiste en la vivencia propia, íntima, interna,
individual, que tiene una persona acerca del género e incluye la vivencia personal
del cuerpo, lo que puede involucrar modificaciones corporales (tanto funcionales
como de apariencia: biológicas con intervenciones de diferente índole, como
quirúrgicas, farmacológicas, etc., o de expresión, como vestimenta, modo de
comunicarse, modales, etc.) (Ley 26.743, 2012). Hay múltiples textos que señalan
que la identidad de género comienza a forjarse en los primeros primeros años de
vida (Chávez Baqueiro et al., 2020; Equipo Editorial Etecé, 2022; Planned
Parenthood, s.f.). Como una persona se identifica, su identidad de género, puede
17

coincidir o no con el sexo que le fue asignado al nacer (Malpas & Panziera, 2022).
Manejándonos dentro del binomio varón/mujer, cuando hay coincidencia, estamos
ante una persona cisgénero, quien se siente identificada con su sexo anatómico,
según la Real Academia Española (s.f., definición 1). Cuando no hay tal
coincidencia, estamos ante una persona transgénero (Malpas & Panziera, 2022).
Corriéndonos un poco de estos polos del binomio, o mejor dicho manteniéndonos
entre ellos pero teniendo en cuenta el espacio intermedio, puede suceder que una
persona no se identifique con el género masculino o el femenino completamente,
quizás se identifica con alguna categoría intermedia. En este caso, las personas son
no binarias (Equipo Editorial Etecé, 2022), ya que su identidad se conforma con una
lógica que escapa al binomio ya mencionado en tanto categorías opuestas y
excluyentes (Malpas & Panziera, 2022). También están las personas cuya identidad
de género fluctúa, no se mantiene fija, estática, sino que puede variar en tiempo y
forma según como lo sienta la persona. Estas son las personas de género fluido
(también llamado género variable, intergénero), quienes pueden identificarse en un
momento con alguno de los géneros del binomio hombre/mujer, o puede
identificarse con otra categoría distinta, siempre variando el tiempo por el que
sienten, autoperciben, su identificación (Marcela, 2022). En relación a esto, Preciado
(2008, citado en Arévalo Gallego, 2020) dice: “No hay dos sexos, sino una
multiplicidad de configuraciones genéticas, hormonales, cromosómicas, genitales,
sexuales y sensuales. No hay verdad del género, de lo masculino y de lo femenino,
fuera de un conjunto de ficciones culturales normativas” (p. 19).2
Considerando los conceptos desarrollados hasta ahora tenemos, entonces,
que el sistema cisheteropatriarcal es el sistema sociopolítico en el cual el hombre, el
varón, ejerce su fuerza de poder por sobre el resto de las personas, pero este
hombre no es cualquier hombre, sino que es el hombre cisgénero, heterosexual,
blanco, adinerado, quien tiene supremacía por sobre todos los otros géneros y
orientaciones sexuales, además de que cuanto más alto su status social, también
mayor preponderancia (Arévalo Gallego, 2020). La alineación a los roles
convencionales, que serían los que cumplen con estas normas: cisnorma y
heteronorma, es lo “natural”, lo “normal” y lo deseable para la sociedad, mientras

2
Si bien estos últimos dos conceptos no competen específicamente al tema de estudio de la
presente investigación, han sido desarrollados para una mayor comprensión en la lectura de los
aportes que se utilizan tanto en el Estado del Arte como en el Marco Teórico, que luego serán
retomados en el Desarrollo.
18

que lo que es excepcional a las mismas, lo “antinatural”, debe ser ocultado, negado,
suprimido. Este sistema nos atraviesa a todas las personas, todxs, en mayor o
menor grado, ejercemos, practicamos, seguimos las normas que el mismo impone.
Está grabado en nuestra ideología, se vivencia como natural. Nuestro actuar y
nuestra identidad se dirigen hacia esas direcciones (Márquez, 2021). En cuanto a la
opresión que el sistema cisheteropatriarcal ejerce sobre las personas pertenecientes
al colectivo LGBTTTIQ+ (colectivo conformado por todas las identidades no
cisgénero heterosexuales; la sigla señala: Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis,
Transgénero, Transexuales [aunque, generalmente, se abrevia utilizando una sola
‘T’], Intersexual, Queer y el + para incluir a toda identidad no nombrada con las
letras), Despentes escribe y describe en su prólogo (Preciado, 2019):
Es como si tuviéramos petróleo y como si todos los regímenes
poderosos quisieran acceder a él y para ello nos privaran de la gestión
de nuestras tierras. Es como si fuéramos ricos en una materia prima
indefinible. Si le interesamos a tanta gente, debe de ser porque
tenemos una rara y preciosa esencia. De lo contrario, ¿cómo explicar
que todos los movimientos liberticidas estén tan interesados en
nuestras identidades, en nuestras vidas, en nuestros cuerpos y en lo
que hacemos en nuestras camas? (pp. 13-14).
También Sol Despeinada (2022) se pronuncia respecto a esto y refiere que el
movimiento LGBTIQ+ busca entender y hacer entender que todas las personas son
libres de tomar sus propias decisiones y acciones acerca de su sexualidad,
genitalidad, deseos, y que la sexualidad fue y es utilizada por el sistema como una
herramienta de opresión que señala y adjudica a cada persona su rol en la sociedad
en base a su identidad de género y sexual, incluso, la ideología de género reinante
en la sociedad, “nos dice cómo tenemos que morir según nuestra identidad sexual”.
Es conveniente aclarar que en estos conceptos, muchas fuentes mencionan
solo mujeres en vez de mujeres y disidencias, justamente por el efecto que el
sistema tiene sobre todas las personas. Pero en consonancia con lo desarrollado a
lo largo de toda esta tesis, es apropiado mencionar aquellas entidades, los seres
que son invisibilizados por el mismo efecto, y no continuar perpetuando esta
invisibilización. Las disidencias, las identidades disidentes son, según Arévalo
Gallego (2020), aquellas “no alienadas con la normatividad cishéteropatriarcal
capacitista y colonialista imperante” (p. 9).
19

Maffia (2007) plantea que la vida social en nuestra cultura está planteada de
manera dicotómica en relación con los estereotipos de lo femenino y lo masculino.
Estas dos formas que se presentan en nuestra sociedad dejan por fuera todo
aquello que no encaje, que no entre en dichas categorías tal y como se las delimita.
La autora indica al feminismo crítico de los ’90 como el feminismo Zque discute
todo, entre esas cosas, que los pares mencionados (femenino-masculino) no son los
dos únicos polos existentes posibles, que no se es de determinada manera, con
determinadas cualidades por ser mujer u hombre.
Por otro lado, sostiene que es la mirada de unx otrx la que nos constituye
como sujetos, estructura nuestra subjetividad, brindándonos un punto de vista (el de
lx otrx) que no podemos tener, otorgando nuevas formas de ver a cualquier sujeto
del mundo, lo que da lugar a una constitución intersubjetiva e influye en lo que cada
unx considerará verdad, por lo que lo verdadero queda legitimado por la pluralidad
de miradas siendo evaluado y re-evaluado (Maffia, 2007). Es a partir de lo expuesto
que se señala la importancia, relevancia, el peso de la mirada ajena como
determinante para la subjetividad de las personas, y más siendo una persona menor
de edad, como es el caso de Luana, quien por la naturaleza de sus necesidades
ligadas a su edad precisa de esxs otrxs que la vean como quien es.
Luana es una niña transgénero. En relación al proceso de transición que
atraviesa a lo largo del film, el mismo implica atravesar las modificaciones que una
persona decide pasar para asumir su identidad, vivir su vida tal como se
autopercibe. Estas modificaciones incluyen aspectos bio-psico-sociales de la
persona (no necesariamente estos aspectos tienen que ser modificados, puede ser
tantos y tanto como la persona elija). Dentro del proceso de transición de género
puede haber transición/proceso social y/o transición/proceso médico/físico. La
primera son las medidas, acciones, que la persona transgénero lleva a cabo para
que su expresión de género “concuerde”, “coincida”, esté “en consonancia” con su
construcción identitaria (Malpas & Panziera, 2022), basándose en los estereotipos
sociales y culturales adjudicados a cada género. Entonces, teniendo en cuenta esto
último, la expresión de género está conformada por el conjunto de manifestaciones
específicas, concretas, acorde al género, que la persona practica, realiza, como por
ejemplo, la ropa que usa, cómo habla, cómo se relaciona con unx otrx, etc. Por lo
que la transición social puede implicar que la persona elija y modifique el nombre
con el que quiere que se dirijan a ella, su pronombre personal, comunicar a sus
20

allegadxs el género con el que se siente identificada, cambiar su vestimenta, su


aspecto estético, entre otras cosas (Castillo, 2022; Planned Parenthood, s.f.). En
cuanto a la transición médica, es la adecuación del cuerpo, desde lo biológico, al
género autopercibido (nuevamente, según los parámetros culturales que indican
cómo se ve determinado género). Son las intervenciones y terapias médicas, todos
los procesos médicos que las personas transgénero llevan adelante sobre su
cuerpo, modificándolo para que sus características corporales correspondan con su
identidad de género (Malpas & Panziera, 2022). Estas modificaciones pueden ser,
entre otras, quirúrgicas, hormonales. Este proceso de transición es conocido como
reasignación de género (Winter et al., 2016 en Castillo, 2022). Las personas
transexuales son las personas transgénero que desean y/o deciden llevar adelante
la transición física (Malpas & Panziera, 2022).

Marco Normativo
Consideramos pertinente referenciar, de manera condensada y centrándonos
en lo que compete al desarrollo de esta tesis, algunas normativas convenientes que
se relacionan de algún modo con la temática abordada.

Ley de Identidad de Género


La Ley Nacional de Identidad de Género (Nro. 26.743, 2012) dictamina que
toda persona tiene derecho a ser reconocida según su identidad de género,
desarrollar su persona acorde a esta, y ser tratada e identificada a partir de la
misma en todos los instrumentos que acrediten su identidad (respetando sus
pronombres personales, imagen, sexo y nombres de pila con los que se identifique).
A partir de la definición de identidad de género que postula (ya desarrollada
anteriormente), señala la posibilidad de que toda persona solicite la rectificación
registral del sexo, acompañado de la modificación de su nombre de pila e imagen, si
estos no coinciden con la identidad de género autopercibida. Para ello la persona
debe tener 18 años de edad y puede adquirir dicha rectificación sin ningún requisito
extra más que manifestarlo y presentar una solicitud ante el Registro Nacional de
Personas. Las personas menores de 18 años también pueden hacerlo (como es el
caso de Luana, la niña protagonista de la película analizada), siempre y cuando se
presente su consentimiento expreso y la solicitud sea ejecutada por sus
representantes legales. Se tiene en cuenta la capacidad progresiva e interés
21

superior de lxs menores de edad, como se encuentra desarrollado en la Convención


sobre los Derechos del Niño de 1989 y en la Ley Nacional 26.061 de Protección
Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes de 2005 (Ley 26.743,
2012, art. 5º). Una vez cumplidos los requisitos mencionados, para los cuales no se
precisa la intervención de unx gestorx ni abogadx, la rectificación de sexo y el
cambio de nombre de pila deben ser notificados al Registro Civil de la jurisdicción
correspondiente y emitir la nueva partida de nacimiento, la cual debe presentar las
modificaciones efectuadas, y su nuevo Documento Nacional de Identidad. Otro
apuntamiento que expresa esta ley es el derecho de las personas al trato digno, el
cual incluye el deber de respetar la identidad de género que la persona adopta, aun
cuando su nombre de pila adoptado no coincida con el registrado en su documento
de identidad (aquí se subraya la importancia de mantener este respeto hacia
infancias y adolescencias). La persona debe ser nombrada según su elección en
toda circunstancia pública, aunque, cuando así lo amerite una gestión por su
naturaleza, se utilizará un sistema “que combine las iniciales del nombre, el apellido
completo, día y año de nacimiento y número de documento y se agregará el nombre
de pila elegido” (Ley 26.743, 2012, art. 12). No existe ninguna otra normativa de
ninguna índole que pueda restringir, limitar, suprimir o excluir el ejercicio del derecho
a la identidad de género expresado en esta ley, “debiendo interpretarse y aplicarse
las normas siempre a favor del acceso al mismo” (Ley 26.743, 2012, art. 13).

Ley Nacional de Salud Mental


La Ley 26.657 (2010), Ley Nacional de Salud Mental, rige para todas las
personas ubicadas en el territorio nacional argentino y, en resumen, asegura la
protección de su salud mental así como el goce de los derechos humanos de
quienes presentan padecimiento mental. Define:
Se reconoce a la salud mental como un proceso determinado por
componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y
psicológicos, cuya preservación y mejoramiento implica una dinámica
de construcción social vinculada a la concreción de los derechos
humanos y sociales de toda persona. (Art. 3º)
Asimismo, señala que nunca se debe diagnosticar basándose en
características de la vida de la persona según su entorno, la comunidad donde vive,
según sus posibilidades y estilo de vida (social, económico, religioso, etc.), por
22

haber tenido tratamientos/internaciones previas, ni por su elección o identidad


sexual. Lo decretado en dicha ley debe ser aplicado por todos los servicios y
efectores de salud públicos y privados, y asegura el acceso al servicio de atención,
tratamiento adecuado, el más conveniente, y todo lo que la persona precise en pos
de su salud mental, incluyendo el derecho a conocer y preservar su identidad, a
recibir el tratamiento propicio que menos restrinja sus derechos y libertades, a ser
informada lx usuarix de forma comprensible y adecuada acerca de todo lo inherente
a su salud y tratamiento según lo normado por el consentimiento informado, derecho
a poder decidir acerca de lo que le compete, a recibir tratamiento en un ambiente
que resguarde su identidad, lx reconozca como sujeto de derecho, respete su vida
privada y libertad de expresión.

Declaración de UNESCO
Aquí se detallará el alcance de la Declaración Universal sobre Bioética y
Derechos Humanos (UNESCO, 2005) a partir de los artículos pertinentes para el
caso trabajado no mencionados anteriormente (siendo que los artículos 5 y 6 fueron
los citados más arriba).
En primera instancia, la Declaración procura, entre otras cosas, el respeto de
la vida de los seres humanos y sus libertades fundamentales, dictaminando su
dignidad y derechos de manera plena. Cuando se trata de individuos vulnerables,
esto debe ser tenido en cuenta en pos de brindar protección adecuada que
garantice el respeto de la integridad personal de dichos individuos. Todas las
personas son iguales en materia de derechos, ante la dignidad y el respeto que
deben recibir y percibir, por lo cual el trato hacia todas debe ser justo y equitativo,
independientemente de las características individuales de cada una; ninguna
persona debe ser discriminada ni estigmatizada. También indica que la promoción
de la salud y el desarrollo social de lxs ciudadanxs debe ser central para los
objetivos de los gobiernos, los Estados, así como el “goce del grado máximo de
salud que se pueda lograr” (art. 14) es uno de los derechos fundamentales de todas
las personas, sin excepciones. Es por esto que debe asegurarse, entre otras cosas,
el acceso a atención médica de calidad y la supresión de la discriminación
(marginación y exclusión) de las personas, justificada con cualquier motivo. La
declaración señala que, buscando la promoción de los principios plasmados en la
23

misma, los Estados deben fomentar la formación en bioética y divulgación de


información acerca de esta.

Pregunta de Investigación
A partir del caso Luana, presentado en la película Yo nena, yo princesa
(Palazzo, 2021), ¿cómo se puede pensar el rol de lx psicólogx desde una mirada
bioética en los procesos de acompañamiento a infancias transgénero durante sus
procesos de transición de género?

Hipótesis
En el acompañamiento en el proceso de transición de infancias transgénero,
como el caso de Luana, resulta fundamental la consideración del respeto por los
principios bioéticos de autonomía progresiva y consentimiento que emanan de la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos (UNESCO, 2005), así
como también es necesaria la formación con perspectiva de género y diversidades
para un ejercicio profesional de lxs psicólogxs que sea respetuoso con sus
pacientes, además del conocimiento de las normativas vigentes necesarias y que
enmarcan dicho proceso (como la Ley de Identidad de Género de 2012, la Ley
Nacional de Salud Mental de 2010, la Declaración de UNESCO de 2005, entre
otras).

Objetivos

Objetivo General
➢ Dar cuenta de la importancia de la bioética y la aplicación de sus principios
en el ejercicio profesional de lxs psicólogxs durante un proceso de
acompañamiento de transición de género a niñxs transgénero.

Objetivos Específicos
➔ Analizar cómo se ponen en juego el respeto por la autonomía progresiva y el
consentimiento en el desarrollo del rol de lx psicólogx en el caso Luana.
➔ Puntualizar los aportes de la formación en género y diversidades en el
ejercicio profesional de lxs psicólogxs en el acompañamiento de procesos de
transición en las niñeces.
24

➔ Dar cuenta de la incidencia que tiene el rol de lxs psicólogxs con respecto al
consentimiento de las niñeces y los efectos de ser escuchadas no solo como
sujetos de derecho sino también en su carácter de sujetos padecientes del
binarismo impuesto en lo social.

Metodología
Se puede ubicar al actual trabajo de investigación en el área clínica, ya que
se desarrolla tomando un caso como puntapié inicial para pensar y abordar las
temáticas desarrolladas en relación al ejercicio profesional en la práctica clínica. El
trabajo de investigación se realizará desde un enfoque cualitativo haciendo uso de
la bioética narrativa como herramienta metodológica.
El enfoque cualitativo implica una manera particular de acercarse a lo que se
está investigando, no de manera generalizable, sino que prioriza la profundización
en lo indagado, valora captar más detalles y poder comunicar de manera más
“cercana”, “auténtica” lo que se está investigando, a través de la exploración y
descripción de los fenómenos (Vasilachis de Gialdino, 2006). Con respecto a la
bioética narrativa, la misma considera a las narraciones (películas, novelas,
canciones, etc.) como “la fuente más importante del conocimiento de la vida, de la
cultura y de la moral” (Gracia y Muñoz, 2006, citado en Cambra Badii & Lima, 2013,
p. 294). La bioética narrativa suma a las normas y principios de la bioética, la
emocionalidad de la narrativa. Lima (2012) propone a la bioética narrativa como vía
metodológica para poder abordar ciertas situaciones que se presentan con
determinada complejidad, requiriendo de unas “vueltas de tuerca”, un rodeo que
permita plantear nuevos elementos para desentramar algo de esas situaciones.
Además, propone a las ficciones y creaciones artísticas (reemplazando la tradicional
exposición casuística) como puntapié para dar cuenta de la situación y sus múltiples
significaciones, que requieren ser analizadas y revisadas.
El caso considerado en nuestra investigación es el de Luana, presentado en
la película Yo nena, yo princesa (Palazzo, 2021), basada en un libro con el mismo
título escrito por Gabriela Mansilla, quien es la madre de Luana, la niña de 6 años
(al fin de la historia) protagonista. Se trata de un recurso ficcional, pero basado en
hechos de la vida real. A lo largo de la película, en dos momentos diferentes, se
muestra a dos psicólogas que acompañan a la infancia protagonista y su familia
(principalmente a sus xadres, quienes se presentan en la primera entrevista con
25

ambas profesionales) ante la situación que ella atraviesa en ese momento. Luana
nació con el nombre de pila Manuel, un niño según lo establecido en su Documento
Nacional de Identidad a partir de sus órgano reproductor externo, el pene, y el resto
de características que indican que es un varón según los estereotipos y normas de
lo que implica serlo en el sistema cisheteropatriarcal y fue criado como tal, siguiendo
dichos estereotipos. A pesar de esta imposición desde antes de su nacimiento, la
infancia no se identificaba con su género asignado como tampoco con su nombre.
Autorreferencialmente, se siente, es una nena mujer, y adopta su nombre de pila
Luana. Es una niña transgénero. En el film se plasman dos posturas diversas, dos
modos distintos de ejercicio profesional de las psicólogas mencionadas que
acompañan en lo que sería la transición de género de la niña.

Desarrollo3

“¿Qué Es lo que le Pasa?”


Una terraza. Una infancia que baila con un lampazo en la cabeza. Y un
vestido. Un vestido rosa con un corazón rojo en el centro. Baila, gira, sonríe,
disfruta.
El jardín de infantes, la salita, la mesa y la sillita. Una infancia sentada sola,
un marcador rosa en su mano. Dibuja. Una princesa, dibuja. Sonríe.
Una persona adulta, embarazada, en una habitación con dos cunas. Lija,
pinta... Todo es blanco.
Esas son las primeras tres escenas que muestra la película. A continuación,
algunos factores de estas escenas se suman y modifican los escenarios: las
paredes de la habitación comienzan a ser celestes; la infancia que dibujaba abraza
una muñeca, pero es interrumpida por una docente, que le quita la muñeca al
tiempo que le dice “Manu, ¿qué hacés acá solito, mi amor? Anda a jugar con los
chicos a la pelota, dale” y coloca una pelota azul en sus manos, ya no sonríe.
Transcurren estas escenas, y los sentimientos de calma y alegría que se
viven al verlas en un comienzo, pasan a ser incomodidad e incertidumbre. Como la

3
Se considera conveniente señalar que en el presente apartado cuando algunx personaje se refiere
a ‘Manu/Manuel’ lo hace respecto a la misma infancia que llamamos ‘Luana’, ya que son los nombres
de pila con los que se identificó la infancia protagonista en distintas etapas a lo largo de su historia
contada en la película.
26

de Luana4, la niña transgénero, quien desde bebé manifiesta su incomodidad. A


continuación en la película, se relata el malestar que Luana presentaba, siendo
bebé lloraba día y noche, todos los días y todas las noches. Gabriela, la mamá de la
infancia, y Guillermo, su papá, acuden a diversxs médicxs de distintas
especialidades en busca de los motivos que hacen que no pare de llorar, buscando
un porqué a su malestar, procurando saber qué le sucede. Indagan, consultan, una
y otra vez, y no obtienen un respuesta más que los resultados de los estudios
arrojan valores correctos, que no hay ninguna anomalía o algo que llame la atención
de lxs profesionales. Es alguien “sano”, sin ningún síntoma físico detectable que
pueda justificar dicho comportamiento. Sin embargo, Gabriela insiste en que algo le
sucede, sabe que hay algo que le afecta a la protagonista, que no le permite estar
bien. Así, Gabriela nos proporciona un ejemplo común, corriente, del padecimiento
psicológico y cómo este repercute en la vida toda de una persona, en todos los
aspectos, tal como fue definido por Malpas & Panziera (2022), quienes
conceptualizan a la salud como el estado de bienestar en tanto equilibrio entre lo
emocional, lo físico, lo biológico y lo social de la vida de la persona, estado que
Luana no alcanza.

“Yo Nena, Yo Princesa”


Ahora, la escena muestra a la infancia con su familia en una consulta con un
médico, escena que lleva a otra acontecida unos días antes: el cumpleaños de “lxs
melli”. Luana tiene un hermano mellizo: Elías. Era el día del cumpleaños de lxs
hermanxs. Estaban ambxs con toda su familia (xadres, abuelxs, tíxs) en su casa
festejando sus 2 años. Cuando llega el momento de la torta, a Elías se lo ve
contento, sonriente, sopla su velita, mientras que Luana se muestra seria, tensa, no
sopla su velita (Gabriela lo hace en su lugar). Acto seguido, reciben sus regalos: un
auto rojo para Elías y un camión rojo para Luana. El primero de lxs hermanxs está
más alegre aún, pero la otra comienza a golpear la torta que tiene frente a sí con el
camión de juguete que acaban de regalarle y se va corriendo. A continuación, se ve
4
A pesar de que cronológicamente, a lo largo de la película, la niña protagonista no siempre es
identificada como Luana, en el transcurso de toda la presente tesis la nombraremos así, siendo que
ese es su nombre escogido y el que usa en la actualidad, desde el momento en el que ella misma lo
elige. Dead-name (cuya traducción es “nombre muerto”) es el término que se usa para el nombre que
le fue asignado al nacer, con el que se identificaba previamente a su proceso de transición, en este
caso ‘Manuel’. El dead-name de una persona trans o no binarix no debe utilizarse, siendo que si se
usara, no se estaría respetando la identidad de la persona (Martínez, 2021), tal como lo señala la Ley
de Identidad de Género (2012).
27

a Gabriela en su habitación buscándola hasta que la encuentra dentro de su


placard. La menor está parada dentro vistiendo por sobre su ropa una remera de su
mamá que a ella le queda largo como un vestido. Es el vestido rosa con un corazón
rojo que ya vimos en la primera escena de la película. Gabriela mira sorprendida,
asombrada, asustada (como refiere ella) y luego le pregunta si le gusta su vestido,
le cuenta cómo lo consiguió. En respuesta, asiente con la cabeza y dice “mío”.
Gabriela asiente, le dice que está bien y la invita a volver al living de la casa, donde
las esperaba el resto de la familia. Su hija la mira y le dice “mami, yo nena, yo
princesa”, hablando en femenino de manera autorreferencial por primera vez,
dejándonos ver algo de qué es lo que la incomodaba, qué es lo que le pasaba, con
qué tenía que ver su malestar. Gabriela no responde nada, la mira fijo, se queda
tiesa.
Es a partir de los conceptos que fuimos desarrollando que se puede
identificar este momento como uno revelador acerca del padecimiento de la niña y
esto es debido a que, como mencionamos, la identidad de género de una persona
comienza a forjarse en los primeros años de vida (Chávez Baqueiro et al., 2020;
Equipo Editorial Etecé, 2022; Planned Parenthood, s.f.), además de que es un
proceso que tiene que ver con la percepción propia psicológica de sí misma (Equipo
Editorial Etecé, 2022) que tenga esa persona en relación a cómo se siente respecto
a su género y cuerpo (Ley 26.743, 2012). Lo que la infancia señala con sus propias
palabras es que no se siente conforme con su identidad de género, no quiere recibir
camiones de regalo, ni jugar con pelotas, quiere usar vestidos, tener el pelo largo,
bailar, abrazar muñecas, tener su marcador rosa (como se muestra a lo largo de
toda la película), ser una nena y dibujar una princesa, como ella. Es a partir de aquí
que lo sabemos: Luana es una niña, una niña transgénero.
La cuestión es que con los conceptos desarrollados hasta ahora en la
presente tesis se puede dar cuenta de esto, de qué le sucedía a Luana, pero sus
xadres y el resto de su familia no tenían, en ese entonces, la información adecuada.
Aún seguían sin saber, sin comprender, qué le pasaba a la pequeña5. No sabían
cómo ayudarla, qué podían hacer, cuáles herramientas tenían a su alcance para
reducir su malestar. Estas son las dudas a las que refiere el libro de Malpas &

5
Incluso, es importante tener en cuenta que todos los personajes de la película a esta altura aún se
refieren a la infancia protagonista en masculino, con el pronombre ‘él’ (el), siendo nombrada Luana
(ella/la) únicamente por quienes escriben, debido a lo mencionado anteriormente.
28

Panziera (2022) respecto de lo que sucede, lo que surge en las familias de las
infancias que comienzan a expresar, manifestar, algo de esa incomodidad, de su
identidad de género que difiere de lo pautado hasta ese momento (según el sexo
que le asignaron al nacer, en este caso: varón). Dichas manifestaciones pueden ser
más pequeñas o más grandes, más notorias o pasar desapercibidas. Tienen que
ver, en el caso de Luana, por ser una persona en su etapa infante, con
modificaciones que realiza o apunta que quiere modificar en cuanto a su expresión
de género, su apariencia, su discurso (Malpas & Panziera, 2022). Indica que el
proceso de transición social de género está en marcha. Es a través de sus
elecciones y modismos que la niña nos muestra esto (Castillo, 2022; Planned
Parenthood, s.f.). Siguiendo a Litardo (2011), quien señala que el juego es un
dispositivo que permite expresar su identidad a las infancias (además de ser un
derecho), a través del juego y/u otras expresiones en la infancia las personas
pueden expresar libremente quiénes son, tal como sucede con Luana en todas sus
conductas relacionadas al juego tanto en su casa, como en la institución escolar, en
sus sesiones terapéuticas, entre otras. Ejemplos de esto son: a la hora de jugar,
deja ver que no le gusta la pelota que tanto intentan imponerle (no quiere jugar con
ella en el jardín, tampoco en su casa cuando Elías, su hermano, le pide que juegue
con él a la pelota); tampoco está contenta al recibir un camión de juguete de regalo
de cumpleaños; expresa “quiero mi vestido rosa” durante una consulta médica,
luego de ver una foto de una niña con vestido rosa de bailarina en el escritorio de la
doctora; una noche, Gabriela está poniéndole el pijama, a lo que la niña objeta
diciendo que quiere ponerse un vestido y que “no quiero [el pijama de pantalón y
remera], quiero bombacha”; juega a girar y bailar con un mantel usándolo como una
falda. Entonces, a partir de todo ello, se aprecia cómo la protagonista pretende que
su expresión genérica esté en consonancia (según los estereotipos socioculturales
que el sistema cisheteropatriarcal señala) con su construcción identitaria a través de
la ropa que desea usar, con sus prácticas lúdicas, actividades recreativas, etc. Más
adelante en la película se mostrarán nuevas formas de expresión de esto: empezará
a asistir a clases de patín; se cambiará de la fila de “nenes” a la de “nenas” en la
formación del jardín; usará pulseras que le prestan en el jardín; jugará con su tía
colocándose hebillas en el pelo y maquillándose sus rostros; etc.
29

“Deben Corregirlo... Tiene Pene, Es Varón”


Todas estas situaciones en las que la infancia expone su identidad generan
malestar y desconcierto en la familia, ya que no saben cómo proseguir, cómo
enfrentar dichas situaciones. A partir de esto, muestran en la película que un día, la
mamá de Gabriela (abuela de la protagonista), le comenta a su hija que debido a la
falta de respuestas de todxs lxs médicxs a lxs que consultaron, quienes “no
encontraron nada”, tiene algo que darle: le entrega un papel, ofreciéndole una
alternativa para lograr llegar a una solución para el malestar que manifiesta todos
los días la niña. En ese papel está escrito el número telefónico de una psicóloga.
Seguidamente, aparece por primera vez en escena la psicóloga (‘P1’ de aquí
en adelante) de la que Gabriela recibió el número, quien está dándole indicaciones a
Guillermo y Gabriela, quienes fueron a consultarle solicitando ayuda para saber
cómo proceder con Luana6. La profesional enfoca en la necesidad de aplicar un
“método correctivo”, como lo llama ella. Apunta que la manera de accionar ante la
criatura es diciéndole ‘no’, mostrándose firmes y segurxs, con convicción. Recalca la
importancia de los límites que hay que emplear. En un momento, dirigiéndose a
Guillermo, lo indaga: “Guillermo, usted es el padre, ¿usted sabe lo que es la ley del
padre?”, enseñándonos su postura, su forma de comprender el sistema (patriarcal),
de reproducirlo, perpetuando la figura paterna como la fuerte, la que decide, la que
puede y debe marcar los límites (Fontanela, 2008). Subraya que la infancia es un
niño y que necesita límites que pueden ser alcanzados a través del método
correctivo. Hace hincapié en esto trazando un paralelo entre ella y lxs adolescentes
que presentan un consumo problemático de drogas, refiriendo que en ambos casos
el factor común es la falta de límites. Convencida, asegura que la aplicación del
método sugerido por ella generaría que haya “menos delincuencia, menos droga y
menos desviación sexual”. Además, informa que están en juego tanto la salud
mental como la física de la menor. Finalmente, les señala a lxs xadres que le quiten
todo lo que tenga “de nena” a su alcance, que no se comporten como personas
débiles, cerrando con: “no es Manuel el que decide si es nena o varón. Nació varón,
tiene pene, es varón. Es él el que está equivocado y ustedes como padres tienen la

6
Aquí no debe olvidarse que, si bien en el presente desarrollo se utiliza el nombre Luana además del
pronombre femenino ‘ella’ (y el artículo la) para referirse a la infancia protagonista, su familia aún se
refiere a ella como un niño, Manuel/Manu, utilizando el pronombre ‘él’, al igual que P1.
30

obligación de corregirlo”. Con respecto a estos últimos dichos de P1, y en relación a


su práctica profesional general en el caso de Luana, hay varios puntos a destacar.
Para comenzar, se deja ver la falta de conocimientos y formación que tiene la
mujer acerca de disidencia sexual y de género, ignorando la existencia de
diversidades, de todas aquellas personas que, en base a su identidad de género y/u
orientación sexual (sus elecciones), se ubican por fuera de la cisheteronormatividad,
es decir, ignora la existencia de toda persona que no sea mujer cisgénero
heterosexual o varón cisgénero heterosexual (Maffia, 2007). Anula a todas estas
identidades, dejando muy en claro su punto de vista (ignorante): “tiene pene, es
varón”, eliminando así toda posibilidad de una existencia alternativa a esta.
Asimismo, lo confirma señalando cómo su consultante está “equivocado”. Lo
apuntado en el presente párrafo permite dar cuenta de la falta de conocimiento y
entendimiento de la psicóloga sobre la Ley de Identidad de Género (Ley 26.743 de
2012). Esta falta de conocimiento no es únicamente acerca de la teoría conceptual
acerca de las disidencias, sino que lo es también en cuanto a la normativa y
derechos que esa ley dictamina para todas las personas del territorio argentino,
como sucede con el derecho de cualquier persona a ser reconocida según su
identidad de género (la que, ya sabemos, es individual e íntima y está determinada
por lo que la persona sienta) y conforme a ella, desarrollar su persona.
La Ley de Identidad de Género (2012) no es la única que ignora P1. De igual
forma actúa con la Ley Nacional de Salud Mental (Ley 26.657 de 2010), la cual
identifica a la salud mental desde una mirada bio-psico-social, asegura su
protección para todas las personas que se encuentren en Argentina y dictamina que
todos los agentes pertenecientes a este campo (el de la salud) deben respetar lo
decretado, lo que incluye a la psicóloga mencionada. Si la profesional siguiera lo
sentenciado por la Ley Nacional de Salud Mental, debería cerciorarse de que Luana
reciba el tratamiento más adecuado para preservar su salud mental, que menos
restrinja sus derechos y libertades, además de informar tanto a su paciente como a
sus xadres (que son en este caso quienes van a conocerla y plantearle el conflicto
que les causa malestar) de las opciones que tienen, recomendar la más apropiada y
dejarlxs decidir la que consideren idónea. Otro derecho no menor que tiene (y
debería ser respetado) la menor es a que P1 reconozca y preserve su identidad
(Ley Nacional de Salud Mental, 2010). Con sus conductas, es evidente que esta
última no cumple lo legislado. A Gabriela y Guillermo no les brinda información
31

acerca de nada de lo que les menciona e indica hacer. A pesar de que más de una
vez le consultan acerca de esto, ella responde repitiendo las acciones que deben
llevar a cabo ellxs como adultxs responsables de manera redundante. Un ejemplo
de esto es cuando se da el diálogo a continuación: “Discúlpeme doctora, ¿qué
vendría a ser un método correctivo?”, pregunta Gabriela. A lo que P1 responde:
“Exactamente eso. Le dicen todas las veces que sea necesario ‘Manuel, no
corresponde que hagas esto o esto otro porque sos varón, porque sos nene’”. En
ningún momento que se muestra en la película la psicóloga desarrolla una
explicación precisa o justificación de porqué indica lo que indica, porqué considera
que eso es lo mejor, porqué no tiene en cuenta lo que Gabriela le cuenta acerca de
su hija, porqué “está mal” lo que sucede con Luana, lo que hace, etc. Otro
desacierto de la profesional es no preservar la salud mental de la infancia (Ley
Nacional de Salud Mental, 2010): cuando Gabriela le informa que Luana llora, se
angustia, se pone triste, P1 responde que deben ponerle límites y que todxs lxs
niñxs lloran y luego paran, le quita importancia. Además, no procura un tratamiento
que sea la alternativa, la opción, que menos restrinja las libertades y derechos de
Luana, como la ley promulga. Todo lo contrario, además de dictar que “no es Manuel
el que decide”, les señala a Gabriela y Guillermo que le saquen todo lo que tenga
que sea catalogado “de nena”, coartando su derecho a jugar, su derecho a
expresarse, su derecho a decidir, su derecho a vivir tal como quiere y siente.
Inherente a lo desarrollado a partir de las dos leyes mencionadas, se trasluce
el no respeto de P1 acerca de lo referente a los principios plasmados en la
Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de UNESCO (2005).
Entre otras cosas, discrimina y estigmatiza a Luana (comparando su conducta con
la de personas mayores con consumo problemático), así como no busca otorgarle a
su paciente el máximo grado de salud que pueda lograrse, como ya se mencionó,
dejando de lado su malestar, no tomándolo en consideración.
Con la mira en los objetivos que competen a esta tesis, nos centraremos en
los principios de autonomía y responsabilidad individual (UNESCO, 2005, art. 5)
(teniendo en cuenta que en el caso de Luana, la autonomía es progresiva tal como
señala el artículo 26 del Código Civil y Comercial [2014] debido a que se trata de
una infancia, una persona menor de edad) y de consentimiento informado
(UNESCO, 2005, art. 6). La falta de cumplimiento de estos dos principios por parte
de la profesional de salud mental queda a la vista. No respetando lo que la criatura
32

quiere, desea, expresa, no respetando sus sentimientos ni sus actitudes, su


conducta, sus decisiones y elecciones (como de sus juegos, la ropa que manifiesta
querer usar, su manera de comportarse respecto a lo pautado social, cultural y
cisheteronormativamente, su identidad de género puesta en palabras por la niña),
es como desestima, evita y obstaculiza la autonomía de la pequeña, además de
estar ejerciendo de manera contraria a como debería hacerlo en tanto profesional de
la salud mental. Ejemplos que ya se mencionaron, pero que representan lo
mencionado: recomendar no tomar en cuenta la tristeza y llantos de la niña, no
permitirle usar los objetos (por ser “femeninos”) que anhela, restringir toda su
expresión tanto verbal como de identidad mediante su apariencia, entre otros. P1 le
arrebata a Luana su capacidad de decidir, se la limita, imponiendo su propio criterio
sobre cómo debe comportarse, cómo debe ser, incluso sobre quién es. No la deja
conducirse según sus propios valores, criterios y deseos. Adjunto a este derecho (tal
como se expuso en el apartado Marco Teórico) se encuentra el consentimiento
informado, el cual, nuevamente, está de manera clara desobedecido. Acorde a lo
que muestran en la película, incluso antes de conocer a la infancia, P1 ya toma
medidas para que la nena sea coercionada. No informa acerca de su metodología ni
su marco teórico ni a Gabriela y Guillermo, ni a la niña. No cumple con las pautas
que debe seguir: ser expreso, a la vez que conciso, claro, adecuado (UNESCO,
2005). En este caso, la psicóloga no hace alusión al mismo en ningún momento a lo
largo del encuentro, de ningún modo, llevando a cabo el incumplimiento en su
totalidad de este principio.
Con respecto al modo de proceder de P1, también puede pensarse en su
adherencia en algún grado a una de las tres líneas planteadas por la APA en su
guía de recomendaciones de intervenciones psicológicas para la práctica con
personas trans. Esta línea sería, como expone de Celis Sierra (2018), la que siguen
todxs lxs psicólogxs que consideran que las conductas que se asocian a la disforia
de género son síntomas que deben ser tratados. Aquí es el punto en el que, tal vez,
no coincide P1, ya que por lo que manifiesta, no parece considerar a los síntomas
de malestar de la menor como síntomas de algún padecer, sino que los considera
“un capricho”, que “los está probando”, como expresa. Cabe destacar que estas
intervenciones están propuestas en una guía para el tratamiento con personas trans
y dicha profesional (según lo mostrado en la película en el caso de Luana) no
legitima la existencia de lo trans, no da entidad a Luana como persona transgénero.
33

No obstante, sí se evidencia que, de acuerdo con dicha línea, la psicóloga hace foco
en la familia y sus dinámicas, señalando que lo que sucede con la niña, su malestar,
tiene que ver con lo que acontece dentro de su casa, con su crianza, el modo de
crianza recibida, sin límites, sin seguridad, con falta de rigidez (de Celis Sierra,
2018). Otra cercanía, coincidencia, con esta línea es el tratamiento que recomienda,
el cual consiste en limitar las conductas transgenéricas e incentivar y perpetuarlas
acorde a su sexo asignado al nacer (de Celis Sierra, 2018).

Método Correctivo: “(Quiero) Un Auto Rojo”


Al finalizar la escena con la psicóloga, se muestran fragmentos de la
cotidianidad de Luana en la que recibe los “límites” que le imponen sus xadres
(principalmente su padre), y cómo se acentúan las conductas de la niña
consistentes en esconderse, esconder su marcador rosa, simular sus preferencias,
autolimitarse por miedo al castigo y al rechazo. Para ilustrar, cuando está jugando
con su tía a que se maquillan y llegan sus xadres, la niña es sometida a una
situación violenta donde el papá le dice que se saque las hebillas que tenía en la
cabeza y que se saque el vestido, ante lo que se niega, y el padre comienza a
sacárselo por la fuerza. Otro caso en el que se puede ver esto, cómo afecta a Luana
el “método correctivo” y la imposición de “límites” que P1 les recomendó, es cuando
están sentadxs en la mesa con Elías pintando y la protagonista le pide a su
hermano “Elías, mi marcador rosa”, Elías le da el marcador rosa, lo recibe y se lo
esconde dentro de la manga de su remera, al tiempo que mira hacia sus lados
cerciorándose de que ningunx de sus xadres esté viéndola. Al instante, Gabriela y
Guillermo se acercan a la mesa y se sientan a cenar lxs cuatro. Son los días previos
a navidad, lo que trae el tema de conversación a la mesa: ¿qué quieren lxs nenxs
de regalo? Se propone un juego: que Elías arriesgue qué quiere su hermana de
regalo con la intención de adivinar y viceversa. Luana comienza diciendo que Elías
quiere un auto azul, y cuando llega el turno de su hermano, este dice que a su
hermana le gustaría recibir “una muñeca rosa”, a lo que inmediatamente Guillermo
responde tajante “no, eso es de nena” y mira a la pequeña e indaga si quiere una
muñeca rosa. Sin dudar, le contesta que no y refiere que quiere un auto rojo. Elías la
mira desorientado, sin comprender porqué dijo eso. Gabriela y Guillermo esbozan
una sonrisa ante la respuesta de la niña. Luana está seria, no sonríe. Miente, miente
acerca del regalo que quiere recibir para no decepcionar a sus xadres, para que no
34

se enojen con ella y no la reten. A Gabriela no se la ve cómoda con la situación, el


contexto que se genera al hacer lo que les marcó P1. Esto es notorio cuando le
cuenta a una de sus hermanas lo que deben hacer ante las actitudes y conductas
de Luana cuando se autorreferencia como nena, al igual que cuando se lo señala a
su mamá. Repite lo que dijo la psicóloga, las informa, pero se puede ver su tristeza
y dolor al hacerlo, como cuando está trabajando y llora mientras va en su bicicleta a
hacer una entrega de sus productos... Ella sabe que no está bien porque le hace
mal a su hija, le genera mayor malestar y padecimiento. Esto se observa cuando
están Luana y su mamá en su casa discutiendo porque Gabriela le dice a la niña
que se saque las pulseras que tiene puestas que le prestó una compañerita del
jardín y esta se niega, grita, se enoja, lo que deriva en que su mamá llore,
recibiendo como consuelo la mirada de la infancia preocupada, que se acerca, le
dice que se calme y “no llores mami, soy nene”, reprimiendo y ocultando una vez
más su identidad de género, por las consecuencias que trae su manifestación. Acá
podemos pensar que si P1 tuviera información acerca de lo que le acontece a su
consultante, sobre los diversos géneros que existen, lo que es la autopercepción de
una persona, el género con el que se identifica (si ya tiene los conocimientos,
entonces, si los aplicara), si tuviera, además, respeto por las diversidades, empatía,
escucha activa, formación y responsabilidad, entonces Gabriela no sufriría por hacer
lo que P1 le indicó, cada vez que lo hace. No se sentiría triste, con culpa, que está
obrando de manera incorrecta, cada vez que debe limitar a su hija, prohibirle cosas
que la niña quiere y elige e imponerle otras que no quiere, obligarla a respetar esas
imposiciones. Se muestra que Gabriela no está conforme con el método propuesto
por la psicóloga.
Ante todas estas situaciones de estrés, malestar, tristeza, impotencia,
incomodidad que debe enfrentar Luana y a raíz de una escena en la que Guillermo
le quita un marcador rosa de sus manos y lo rompe, nos preguntamos: ¿qué pasaría
si hubiera menos rigidez en los estereotipos de cada género?, ¿si no hubiera
objetos, colores, maneras de ser, de pensar, de vincularse, que estén relacionadas
directamente con determinado género dentro del binomio hombre/mujer, de manera
excluyente? Como expone Sol Despeinada (2022):
Todo eso que se armó y se armó, desde la vestimenta que usamos, los
colores que elegimos, hasta los olores, le han puesto género hasta a
los olores: hay perfumes de hombre y perfumes de mujer, y son olores.
35

Digo, si eso no es una verdadera ideología de género que lleva años


gestándose en la historia de la humanidad, entonces no sé lo que es
una ideología de género.
Si no hubiera obligatoriedad de que determinada cosa sea para uso exclusivo
de un género, como ser hombre, y que sea prohibido para el otro género, como
mujer (al cual se lo ubica como contrario), así como sucede con los elementos que
enumera Guillermo, haciendo alusión a todos objetos de uso exclusivo para “nenas”:
“muñecas, vestidos, hebillas, pulseras, zapatitos con tacos altos”. Entonces, ese
marcador rosa no indicaría nada. Que una persona tenga en su mano o escoja para
pintar un marcador rosa no tendría significado alguno (excepto, quizás, que le gusta
o tiene ganas de tomarlo en ese preciso momento), no implicaría ni informaría nada
acerca del género de la persona, acerca de quién es la persona, cómo es, cómo se
comporta, qué debe y no debe hacer, cuáles tienen que ser sus preferencias y qué
no puede agradarle. Si nada de esto sucediera, ¿cuánto sufrimiento podría
ahorrarse? ¿Cuán distinto podría haber sido para la infancia su primer día de clases
en el jardín si no hubieran existido dos filas, una “correcta” y otra “incorrecta” en la
que pararse, de la que formar parte? ¿Cuán distinto hubiera sido si no la hubieran
corrido reiteradas veces, delante de todxs sus compañerxs, docentes, familia y
familias de sus pares, marcando y remarcando su “error”, que está mal que elija una
fila porque no pertenece ahí, porque tiene órganos, hormonas y genes
determinados, entonces debe ir a la otra fila? El conocimiento acerca de las
disidencias y diversidades es necesario, porque hay personas que sufren todos los
días de su vida, en pocos, muchos o todos los ámbitos a causa de la desinformación
que hay con respecto a estos temas, lo que acarrea consigo falta de empatía, de
respeto, tolerancia e inclusión. Sumado a esto, puede verse a Luana, una pequeña
niña transgénero que está buscando cumplir con toda la normativa sociocultural que
señala cómo es una mujer, cómo se viste, qué hace, cómo lo hace, qué le gusta,
qué quiere, etc. Incluso al ser una diversidad del sistema cisheteronormado, se basa
en las reglas, las normas que definen al y que son definidas por ese mismo sistema.
Posteriormente, una escena enseña una discusión entre Gabriela y
Guillermo. Gabriela está diciendo que no quiere seguir con el “método correctivo”
que les dijo la psicóloga, que le hace mal a Luana, que no está de acuerdo con
continuar con eso, y en oposición, Guillermo le dice que está de acuerdo con el
método, que no quiere cesar de aplicarlo, dice: “mi hijo va a hacer lo que yo le diga”,
36

a lo que Gabriela responde: “tu hijo va a hacer lo que quiera, lo que sienta, lo que
pueda y lo único que debería importarnos a nosotros es que sea feliz. Feliz, nada
más”, dejando ver con estas últimas palabras cómo repercute en la infancia las
intervenciones de P1, las cuales falta al respeto de los derechos de Luana ya
mencionados, así como determinan una práctica profesional carente de formación e
información, que perjudica a su paciente (y su familia).

“No le Cortes Nunca Más el Pelo”


Más adelante, una nueva escena de la película nos muestra un nuevo
panorama: una de las hermanas de Gabriela está viendo la televisión en su trabajo y
está sintonizado un documental en el cual se explica qué significa que las infancias
sean transgénero y cuenta historias de vida de algunas infancias transgénero con su
testimonio y también de familiares de ellas. Su hermana llama de manera urgente a
Gabriela, le dice que sintonice en ese mismo instante el canal y vea y escuche lo
que el documental exhibe. Gabriela prende la televisión y ve y escucha lo que está
ante sí. Llora, se emociona. Finalmente, conoce un posible motivo para entender
porqué su hija7 siente el malestar que manifiesta desde que es bebé, después de
tantos años, por primera vez, tiene una posible respuesta. Se va corriendo a
buscarla, mientras la llama. Llega a la terraza y ve a su hija bailando, con el
lampazo de piso en la cabeza y su vestido rosa con un corazón. La ve sonriendo,
feliz. La observa en silencio hasta que la pequeña la ve. Luana se pone seria, la
observa. Espera. Se miran así por un momento, y entonces la niña asiente y su
mamá también lo hace. Gabriela ve a Luana, quizás por primera vez, ve a su hija.
Luana corre hacia los brazos de Gabriela y la abraza, otra vez está sonriendo.
Gabriela responde a su abrazo, lo mantiene, no la suelta. Llora. Están felices
ambas, aliviadas, abrazadas. Seguidamente, hay un diálogo entre Gabriela y
Guillermo, mientras observan dormir a sus hijxs desde la puerta de la habitación. La
mujer se ve entusiasmada, esperanzada, le comenta a su marido que su hermana
les alcanzará diversos artículos para que lean acerca de personas transgénero y se
informen, que puedan entender a qué se enfrentan. Guillermo está devastado y le
dice “no quiero un hijo maricón”, y ella sentencia “yo quiero un hijo feliz”. Después
de unos segundos, el hombre le dice “no le cortes nunca más el pelo” y se retira. A

7
Aún, su familia, sigue refiriéndose a Luana como niño, ya que todavía no conocen lo que acontece.
37

continuación, Gabriela se acerca a su hija, que continúa durmiendo, y emocionada


susurra “perdoname, tantos meses luchando...” y le promete “nunca más te voy a
dejar sola. Perdoname, por favor. Yo te prometo que te voy a acompañar. Yo te
prometo que vas a ser la princesa más linda del mundo”, cerrando: “ya está, ya
entendí, mi amor, ahora sí, ya entendí”.
En la siguiente escena, Gabriela está en el consultorio de P1, quien observa
todos los papers y documentos que le facilitó Gabriela con información acerca de
infancias transgénero. La psicóloga, luego de un intercambio de parecer con
Gabriela, señala que lo más conveniente sería dar por finalizado ese tratamiento y
que consulten con otrx profesional. Prosiguen con el intercambio, en el que se
puede apreciar cómo Gabriela fue comprendiendo con la información que no había
recibido antes (hasta que su hermana le dijo acerca del documental) lo
contraproducente que fue el método aplicado hasta ese momento para la vida y
bienestar de su hija. También demuestra que puede notar e identificar todas las
conductas de Luana que llevan a la niña a reprimir su sentir y su identidad por estar
condicionada por lxs adultxs con lxs que trata y sus normas, en concreto, como
cuando va a sesión, donde según la psicóloga, “Manuel se comporta como un niño,
un varón”, y Gabriela le refuta que eso es así porque sabe que ahí debe reprimirse.
La profesional alude reiteradas veces a la educación que la infancia recibe en su
casa, responsabilizando a quienes la crían por su padecimiento. Con respecto al
malestar de su hija, Gabriela le dice a P1: “usted es parte de lo que le pasa a
Manuel, él es inteligente y él sabe lo que usted prefiere”. Aquí, se evidencia otra
falta de la profesional: no dañar, axioma fundamental de la actividad médica (Malpas
& Panziera, 2022), ya que como Gabriela misma refiere, con el modelo de
tratamiento seguido y aplicado, lx paciente, Luana en este caso, sufrió daños, hubo
un empeoramiento en su salud, se incrementó su sufrimiento. Ante la respuesta de
la psicóloga, señalando que tiene treinta años de experiencia trabajando con niñxs,
Gabriela le contesta que entonces sabe el sufrimiento que le causa a las infancias
cuando se les impone lo que deben ser. Ante esto, la psicóloga da por terminada la
sesión y el tratamiento, informando que enviará un mail que ratifique su diagnóstico
y el tratamiento que recomienda, diagnóstico que alcanzó sin haber respetado lo
que postula la Ley Nacional de Salud mental (2010) con respecto a nunca
diagnosticar basándose en características de la vida de una persona y su entorno,
estilo de vida, ni por su elección o identidad sexual.
38

Con los nuevos conocimientos adquiridos, empieza a haber algunos cambios


en las posturas y comportamientos de la familia de Luana (en algunos casos es algo
más notorio, definitivo y tangible, en otros es esporádico, con más dudas). Como
muestra de esto, una noche, luego de escuchar una conversación entre Luana y una
compañerita de su jardín, Guillermo se retira y regresa más tarde con un regalo para
cada unx de sus hijxs. A Elías le da un auto y Luana recibe una peluca, de cabello
largo, como ella quería tener. También, una de las hermanas de Gabriela, quien
antes se mostraba reacia a todo lo que sucedía con la pequeña y sus
autorreferencias en femenino, se ofrece por iniciativa propia a coserle un traje de
bailarina para su “sobrina”, llamándola con el pronombre ‘ella’ por primera vez.
Dicho traje de bailarina surge a raíz de un acto que habrá en el jardín donde todos
los nenes (cisgénero) deben disfrazarse de monitos y todas las nenas (cisgénero)
de bailarinas. Ante el deseo de Luana de ser bailarina, pero la negativa por parte de
la escuela, la familia negocia con Luana que actuará de monito en el jardín y luego
tendrá un acto en su casa, siendo bailarina con su hermano, que será monito. Así,
van reduciéndose algunas limitaciones y prohibiciones que tenía antes la niña. Los
juegos con Elías también pasaron de ser una insistencia de Elías para jugar con la
pelota, a ser un juego de caracterización de “La Bella y la Bestia” entre ambxs.
Además, Luana recuerda que es una nena en todas las situaciones, con una
frecuencia mucho mayor, y tanto Gabriela como su mamá y sus hermanxs se
refieren y mencionan a Luana como una nena.

“Dejarla Ser”
Se ve a toda la familia reunida y Luana8 y Elías actuando de bailarina y de
monito, respectivamente. Termina el acto, y una de las hermanas de Gabriela (quien
le había indicado el documental), le cuenta a su hermana que estuvo haciendo
averiguaciones para ayudar a su sobrina en el proceso que está atravesando, entre
ellas, obtuvo el teléfono de una psicóloga perteneciente a la CHA, la Comunidad
Homosexual Argentina, a quien ya le informó por medio de un mail acerca del caso
y le dice a Gabriela que se comunique con ella.

8
Con el fin de evitar confusiones, vale aclarar que si bien ahora su familia (a excepción de Guillermo)
se refiere a la protagonista en femenino, como una niña de pronombre ‘ella’, su nombre aún, en esta
etapa fílmica, es Manu.
39

Más adelante, Gabriela y Guillermo van a conocer a Valeria, la psicóloga de


la CHA. En el diálogo entre lxs tres adultxs, Valeria remarca que “de eso se trata,
¿no? (...) tener una vida digna”. Ahí ya comienza a proponerles una modalidad de
trabajo, de tratamiento muy diferente a la experiencia vivida con la primera psicóloga
a la que consultaron. La primera sugerencia de Valeria es que lxs tres se pongan de
acuerdo para saber cómo actuar ante todas las situaciones que vayan surgiendo de
ahí en adelante. Aclara que es ponerse de acuerdo, no acatar sus sugerencias
como órdenes. Indica que lo mejor para acompañar a la niña y lograr su bienestar
es hacer todo lo que esté a su alcance para satisfacer todas sus necesidades y que
sea feliz, para lo que precisan “cambiar la mirada: dejar de mirar con sus ojos y
empezar a mirar con los ojos de Manuel”, haciendo referencia a que escuchen lo
que su hija manifiesta, que le den entidad a lo que les enseña. A lo largo de la
entrevista, Valeria deja ver su postura ante la falta de formación e información
acerca de estas temáticas, lo dañino que puede resultar: “la ignorancia siempre es
oscura y provoca injusticias”. Asimismo, expresa que cree que Luana9 quizás sea
una nena transgénero, explica lo que esto significa, la diferencia con ser transexual,
refiere a la identidad como una construcción y a la autopercepción, “lo que uno sabe
que es”. Al final de la entrevista, le preguntan qué hacer con la infancia hasta el
encuentro de la semana próxima, qué hacer ante sus actitudes y comportamientos
cada vez más “femeninos”, a lo que Valeria responde: “cuando una persona
manifiesta quién es hay un solo camino: dejarla ser”.
Con la sesión relatada, ya se puede ver la ética laboral de Valeria. Demuestra
tener grandes conocimientos acerca de la Ley de Identidad de Género (2012), sus
descripciones y conceptualizaciones son acordes a lo que la ley dictamina. Además,
pretende alcanzar el bienestar de Luana según lo que informa la Ley Nacional de
Salud Mental (2010), lo que incluye todos los aspectos de su vida (social, biológico,
físico y emocional). Su manera de aplicación de su labor, su manera de ejercicio
profesional está en consonancia con lo que sentencia la Declaración de UNESCO
(2005): respeta a Luana y su autonomía dando entidad a sus palabras, sus dibujos,
sus deseos, sus conductas y actitudes, informa a sus xadres (con quienes tiene la
primera entrevista) acerca de su posible “diagnóstico” (como hipótesis, no de
manera patologizante), lo que sospecha que acontece, porqué acontece, les brinda

9
Desde el primer momento en el que escucha acerca de la protagonista, Valeria se refiere a ella con
pronombre femenino. En este momento, todavía su nombre de pila es Manu/Manuel.
40

información acerca de cómo proceder, porqué hacerlo así, mientras que remarca
que el tratamiento se va decidiendo entre todxs lxs involucradxs, que está para
acompañar tanto a la niña como a ellxs, que será un proceso largo y complejo, pero
que siempre actuarán acorde a lo que determinen en conjunto.
La película avanza y llega el día en que nuestra protagonista va acompañada
por su mamá a conocer a Valeria. Lo primero que acontece es que Valeria le dice a
Luana que estaba muy contenta de conocerla, que tenía muchas ganas, y le
pregunta si ella también estaba contenta. Luego, le propone a Gabriela que puede
irse o quedarse, que el objetivo es hacer que todxs estén cómodxs, y a la niña
primero le pregunta si quiere pasar, entrar al consultorio y la invita al “todo que sí”,
buscando que la niña se sienta cómoda y libre. Todo el tiempo, desde sus primeras
palabras a las propuestas que le expresa a Luana, todo su desarrollo profesional
está ligado a procurar el consentimiento de Luana, y así respetar su autonomía
consultándole e informándola. Aquí hay una clara diferencia con la primera
psicóloga, quien acentuaba y remarcaba con gran ímpetu la importancia de la
negación, de dejarle en claro a la infancia el ‘no’, en las antípodas a esta afirmación
ante todo, ese ‘sí’ habilitante. Gabriela se retira. Avanza la sesión y comparten todo
tipo de juegos y actividades juntas, la menor vestida de princesa y con la peluca que
le había regalado Guillermo durante el tiempo que dura el encuentro (se colocó esta
ropa en el baño del consultorio, al llegar y se la quita antes de retirarse). Aunque de
manera breve, se puede ver en la película cómo la psicóloga trabaja con Luana a
partir del juego, la interpretación de diferentes roles, la identificación con
determinados juguetes que socialmente, desde la heteronorma, ya están
preestablecidos para niños (cisgénero) o niñas (cisgénero), sin grises ni
posibilidades de intercambio. Valeria busca generar un vínculo de confianza, con el
consentimiento de Luana, busca establecer una relación entre ellas con la que su
consultante se sienta cómoda, a gusto, que sea un espacio donde poder expresarse
cómo, cuánto y acerca de lo que quiera. Al finalizar le da una muñeca a la nena, a lo
que esta pregunta si es para ella, y la psicóloga le responde que sí. Luana,
entonces, abraza a Valeria y luego a su muñeca. Se la ve feliz y en paz.
Al terminar la sesión, Valeria hace una grabación de voz resumiendo sus
impresiones y conclusiones del encuentro. En la misma alude a su desarrollo físico,
a su identidad de género, la autopercepción de Luana que se identifica como nena,
sus conductas notablemente “femeninas” (aquí, una vez más, en relación a los
41

estereotipos socioculturales determinados), también al conocimiento de Luana sobre


dónde y cuándo expresarse/no expresarse. Todo el tiempo adjetiva a su paciente
usando el femenino. Cuando Gabriela llega para retirar a su hija, Valeria le dice que
no reten a la niña, que la dejen jugar con lo que ella elija, entendiendo que mediante
el juego las infancias expresan su mundo interno de forma activa, como muchas
veces expresó la protagonista su conflicto con la cisheteronormatividad. Como
devolución, refiere que la nena es una persona muy valiente por haber podido
imponer lo que siente siendo tan pequeña. Otra diferencia con el señalamiento a la
debilidad que hacía la primera psicóloga en referencia a los límites que no le
imponían a la infancia. Valeria respeta la autonomía de la protagonista en todo
momento, además de fomentarla y potenciarla, señalando la claridad que tiene en
relación con su identidad, la autopercepción de su persona. Al tiempo que destaca
cómo se desenvuelve en su vida mencionando sus características, cualidades,
aptitudes.

“¡Porque Soy Una Nena y Me Llamo Luana!”


A partir de la reunión con Valeria, continúan asentándose nuevos cambios en
la vida de la protagonista y su familia. Gabriela lleva a Luana a comprarse por
primera vez ropa “de nena”: una pollera con la promesa de una próxima compra:
una bombacha, y se refiere a su hija, frente a ella y en su ausencia, como a una
nena. Otra novedad surge cuando una noche Guillermo ve a la niña jugando con la
muñeca que le había regalado Valeria, lo que lleva a que ambxs discuten porque
Luana quería tener la muñeca y Guillermo quería que deje de usarla y no esté más
en su casa. En la discusión, Guillermo le quita la muñeca, Gabriela objeta que se la
devuelva y Guillermo le dice que no, que ella sabe perfectamente porqué su hija
quiere tener la muñeca, en referencia a los caprichos y la falta de límites que había
señalado P1, y entonces sucede: Luana le grita “¡porque soy una nena y me llamo
Luana!”. Con respecto a la elección del nombre, se puede hipotetizar que Luana se
identificó con su compañerita de jardín también llamada Luana, su primera amiga,
quien le compartió sus pulseras. Fue quien la aceptó de algún modo, permitiéndole
que se expresara y sea quien quería: una nena que usa pulseras. Se piensa esto a
partir de una afirmación que hace una mujer transgénero sobre que veía a las
referentes mujeres de su familia y le gustaba lo que veía, lo que hacían, se sentía
identificada (Chávez Baqueiro et al., 2020).
42

Volviendo unas escenas hacia atrás, cuando está transcurriendo el acto de


monitos y bailarinas en el jardín y llega el momento en el que Luana debe actuar,
mira a todxs lxs xadres y docentes presentes, detenida y atentamente y hace el
gesto de mono como debía. Una vez más, actuó conteniendo y contrariando su
sentir y su deseo pero acorde a lo que la sociedad esperaba de ella, procurando no
decepcionar a ninguna de las personas que la rodeaban, cumpliendo las
expectativas socioculturales que se le imponen. Al igual que cuando le dijo a su
papá que quería un auto y no una muñeca, o tal como cuando le dice a su mamá
que no llore, que es un nene (en la escena que está jugando con las pulseras
prestadas). Esto es lo que pudo ser modificado al comenzar el tratamiento con
Valeria, aquí está el punto en el que se puede dar cuenta del efecto que tiene en la
consultante el rol de Valeria como profesional que la escucha como sujeto
padeciente del binarismo impuesto desde el sistema cisheteropatriarcal que
habitamos. Al ser escuchada así por la figura de la psicóloga, la niña obtiene
herramientas que le permiten defenderse de esa imposición e imponerse por sobre
ella, ganando la lucha contra el “deber ser” para poder “ser”, nada más, para poder
vivir, habitar su cuerpo e identidad. Que Valeria dé entidad a lo que le pasa y a quién
es, le permite a Luana sostener eso, le brinda la fuerza y seguridad que precisaba
para no ceder ante los mandatos y dejar de ocultar o fingir ser alguien que no es. Se
puede ver de manera clara la importancia de la información y formación en género y
diversidades que deben tener lxs agentes de salud mental en específico (y de todos
los ámbitos de profesionales que interactúan con personas, especialmente con
infancias) para poder brindar un acompañamiento que alivie, ayude a lx consultante
con su padecimiento, en vez de potenciarlo y perjudicar a la persona.
Es un nuevo día y Gabriela se quedó dormida para llevar a sus hijxs al jardín.
Lxs niñxs entran a la habitación a despertar a su mamá y cuando esta lxs manda a
vestirse rápidamente nombrando a Elías primero, y a “Manu” en segundo lugar, esta
última le advierte: “si no me decís Luana, no te hago caso”, “a cambiarse Luana, ya”.
Y Luana se retira.
Luana ya se viste siempre con ropa “de niña”, usa hebillas en su cabello, que
está más largo, sus juegos son siempre los que ella decide. Pero su DNI sigue
diciendo que es un varón y se llama Manuel, por lo que los conflictos comienzan a
aparecer. Luana ya no quiere responder cuando se refieren a ella como
Manu/Manuel, o cuando la tratan con pronombre y/o artículo masculino, pero en
43

varios ámbitos (como en el jardín al que asisten lxs mellizxs hasta ese momento, o
en las consultas médicas) continúan haciéndolo ya que se rigen por lo que dice su
documento, y no por lo que tanto la pequeña como su mamá manifiestan, a pesar
de que la Ley de Identidad de Género (2012) indica lo contrario. Valeria, en una de
las sesiones, guía a Gabriela acerca de este tema. Le dice que así como se
preocupan y ocupan de lo emocional de la vida de Luana, también deben hacerlo
con lo legal, es decir, con la rectificación de género y nombre de pila en el Registro
Nacional de Personas (Ley de Identidad de Género, 2012). Le explica el porqué de
la importancia de este trámite, cómo puede ayudar en su cotidianidad a Luana. Es
una profesional formada y actualizada en lo que compete y es necesario para poder
acompañar a una persona como Luana que está en su proceso de transición de
género, y a su familia.
La transición avanza, sigue encaminada. Luana comienza clases de patín
con un grupo de nenas de todas las edades y ya no se viste “de nene” para salir a la
calle y usa su ropa “de nena” solo en lugares privados cerrados, sino que ahora, con
el incentivo, apoyo y compañía de su madre, usa su ropa todo el tiempo, incluso en
el barrio, donde todxs la conocen desde hace años. Posteriormente, en una consulta
con Valeria, Gabriela expresa no saber qué responder a las preguntas que Luana le
hace. Ante esto, la psicóloga le indica: “La verdad, siempre (...) la verdad es una
herramienta de sanación, Gabriela (...) como el DNI”, a la vez que le informa que
CHA se va a encargar de acompañarlas para que la nena obtenga su DNI que le
corresponde como dictamina la Ley de Identidad de Género (2012), facilitándoles el
abogado que precisan y todo lo que se necesite, al tiempo que le otorga toda la
información que precisa para poner en marcha el trámite y lograr que se concrete la
rectificación del documento.
Varias escenas pasan y se puede ver cómo la psicóloga no solo las asesora
con lo concerniente al DNI sino que también se involucra cuando va al nuevo
colegio de lxs mellizxs. El jardín anterior al que asistían no quiso renovar la
matrícula de lxs pequeñxs consecuencia de que Luana haya asistido un día a clases
con la pollera del uniforme en lugar del pantalón. Gabriela va con urgencia a buscar
vacante para sus hijxs en otra escuela, donde al saber el motivo por el que tuvieron
que dejar la anterior, a pesar de estar con los cupos llenos, lxs aceptan al instante,
tal como promueve la Ley de Identidad de Género (2012). Más tarde, el colegio se
comunica con Valeria para conocerla y formalizar un encuentro con el objetivo de
44

que la profesional asesore a la institución sobre cómo actuar ante Luana en pos de
su bienestar. Se concreta la reunión y le preguntan acerca de la fila en la que
formará la menor, cuál de los baños diferenciados binariamente (mujer/varón)
utilizará, entre otras cosas. Todas las intervenciones que lleva a cabo Valeria son
para promover la identidad de género de Luana, respetando y defendiendo, como
agente de salud, la autonomía de su consultante. Y esto lo logra gracias al
conocimiento que tiene acerca de las normativas vigentes que competen al caso.
Final y resumidamente, Luana, después de numerosas acciones que lleva
adelante Gabriela con la ayuda de su familia, de Valeria y la CHA, recibe su DNI que
dice la verdad: esa infancia es una nena y se llama Luana.

Conclusiones
A partir de lo desarrollado, podemos arribar a ciertas conclusiones.
Basándonos en los objetivos planteados, se entiende que tanto la autonomía
(progresiva en este caso por tratarse de una infancia) como el consentimiento
informado cumplen un rol fundamental en los tratamientos de los que participa
Luana y, por lo tanto, en el rol de lx psicólogx en tanto figura que propone el
tratamiento, el proceso terapéutico, lo guía, brinda la información, las herramientas,
explora metodologías de aplicación, entre otras cosas, al tiempo que otorga
acompañamiento, apoyo y un espacio de libertad y seguridad para su consultante.
La prevalencia de la autonomía habilita un canal por donde circule el respeto entre
paciente y psicólogx. La existencia, la presencia, de ese respeto preparará el
terreno, el contexto, el espacio donde se pueda desarrollar el tratamiento con
eficacia en pos de la mejoría de la vida de la persona que consulta, el alivianamiento
o cese de su padecimiento, en pos de su bienestar. Eficacia que implica que el
tratamiento fluya, que sea posible de acontecer, lo que implicaría ajustes,
modificaciones, cambios en las respuestas de la persona tanto a nivel conductual
como cognitivo, emocional y fisiológico con el fin de que se modifique algún aspecto
de su vida, causando una mejoría en su salud, en su bienestar, como ya se dijo. Es
por eso que el respeto de este derecho, el respeto por la autonomía, es
indispensable en el ejercicio profesional de lxs psicólogxs, especialmente en
infancias, quienes son más permeables al contexto por poseer esquemas mentales
más básicos, distintos por estar aún en desarrollo, que reciben la información del
45

entorno con menos herramientas que permitan el análisis y tramitación de dicha


información. Por lo que pueden ser más manipulables y vulnerables que personas
de otro rango etario, y sabiendo que la autonomía es la capacidad de las personas
de decidir y actuar, respetarla es la manera de que la infancia pueda ejercerla. Si no
se respeta su autonomía, además de vulnerarse sus derechos, trae consecuencias
negativas en la salud mental de la persona. Así sucedió con Luana, quien tuvo
tristezas, angustia, culpa, vergüenza, conductas de enojo, desregulación emocional,
cuando P1 no respetó su autonomía, no la escuchó, no tuvo en cuenta sus
síntomas, su padecimiento, lo que la niña estaba vivenciando. Esto la llevó a
reprimirse y “mentirle” (no por elección propia, sino por efecto de la coacción que
sintió por ver vulnerada su autonomía), quedando completamente obstaculizado el
objetivo de consulta, el motivo por el que Gabriela y Guillermo se acercaron a
consultar con P1 y llevaron a su hija a que realice un tratamiento: que Luana no esté
más angustiada y, además, querían saber la causa de su malestar, qué poder hacer
ante ello, cómo comportarse, cómo acompañarla. E inherente a este respeto por la
autonomía, se encuentra el respeto, el cumplimiento, del consentimiento informado,
el cual tampoco existió en el tratamiento con P1, quien les indicó a lxs xadres de
Luana qué hacer en carácter de orden a cumplir, sin brindar ningún tipo de
información acerca del porqué la elección del método, ni cómo ayudaría a la
pequeña, ni siquiera escuchó lo que Guillermo y Gabriela le contaban, como cuando
esta última le llevó información acerca de infancias transgénero informando que eso
era lo que le sucedía a su hija y lo desestimó al punto de decir que no existía tal
cosa. El contraste con la manera de ejercer su rol Valeria es notorio. Escuchó a
Luana tanto como a su familia, lxs asesoró, lxs guió, acompañó a Gabriela en todos
los pasos a realizar y medidas que tuvo que tomar para acompañar a su hija en su
transición de género y, principalmente, hizo todo lo que hizo, todas sus acciones
estuvieron enfocadas, direccionadas a alcanzar el bienestar de la niña, basándose
en lo que esta manifestaba, en lo que señalaba que quería, en cómo se sentía. Un
ambiente de confianza fue posible por el accionar de la psicóloga, confianza que
logró en Luana, habilitando que esta pueda expresarse, mostrarse, dejarse ser,
manifestando sus necesidades y que esté disponible, abierta, para recibir el
tratamiento y acompañamiento que precisaba.
Pero todo lo mencionado no fueron los únicos factores que enmarcaron los
procesos terapéuticos que atravesó Luana. También estuvo presente el factor del
46

conocimiento (o aplicación del mismo) acerca de algunas de las normativas


principales que competen al acompañamiento de infancias transgénero en sus
procesos de transición: la Ley de Identidad de género (2012), la Ley Nacional de
Salud Mental (2010) y la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos
(2005). Para un acompañamiento apropiado, empático, informado, responsable y
efectivo en las ocasiones, situaciones señaladas, es elemental el conocimiento y
adhesión a esas normativas, ya que los procesos de transición, más allá de la
diversidad subjetiva de cada proceso, precisan sin excepción del encuadre que les
proporcionan las mismas. Para poder fomentar la autonomía de la persona, es
necesario conocer sus derechos, hasta donde llegan y cuáles se deben cumplir. Es
necesaria la información para dar entidad a esas personas.
Esto conlleva a que, de cumplirse lo mencionado, el efecto en la persona, en
este caso Luana, es un éxito siguiendo el objetivo inicial por el que la nena con sus
xadres se acercan a buscar ayuda psicológica. Si su autonomía y el consentimiento
informado son respetados por la psicóloga, como hizo Valeria, el efecto en la niña,
su paciente, es la mejoría de su salud mental. Tanto la información que recibió,
como los procesos burocráticos y prácticos que atravesó, como la compañía y el
apoyo que tuvo, el sentirse escuchada y respetada, todo lo mencionado fue posible
a partir del conocimiento sobre las normativas y los principios bioéticos de Valeria y
la aplicación de estos. Luana, quien se acercó con sensación de malestar, de
angustia, de vacío, de incomodidad, de tristeza, pudo encontrarse y conectar con
quien era sin temor a expresarlo y mostrarlo, alcanzando a saber que estaba bien
quién era, que podía ser quien realmente se sentía, a pesar de que la sociedad le
decía lo contrario, a pesar de que en todos los ámbitos y escenarios de su vida le
decían lo contrario, conoció a Valeria y su vida cambió. Luana logró pasar, en
palabras de su madre, de “los ojos, los ojos tristes que tiene” y “cada día está peor,
está sufriendo” a ser “una persona insertada plenamente en la sociedad”.
Llegada esta instancia, estamos en condiciones de confirmar que ante la
pregunta acerca de cómo pensar el rol de lxs psicólogxs en relación al respeto por la
autonomía progresiva y el consentimiento de la persona en los procesos de
acompañamiento a infancias transgénero durante sus procesos de transición, se
verifica nuestra hipótesis que postula que en estos casos resulta fundamental la
consideración del respeto por dichos principios, así como la formación en género y
diversidades y el conocimiento y respeto de las normativas que enmarcan dicho
47

proceso (elementos necesarios para que el respeto de los dos principios


mencionados al comienzo sea pleno) para que el ejercicio profesional de lxs
psicólogxs sea respetuoso.
Para finalizar, esta Tesis es, quizás (deseo), o pretende ser, un granito de
arena para que no se necesite valentía para ser “diferente”, por no encajar en la
(cishétero)norma. Mi fuerte y profundo anhelo, que todxs puedan sentir, vivenciar
que: “hay un lugar donde es posible ser algo completamente distinto de lo que hasta
ahora le habían permitido imaginar” (Preciado, 2019, p. 15).
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