ENTRE LÍNEAS
GOAT
MARIA DOLORS GAJA I JAUMEANDREU, MN (dolors.gaja@natzaret.org)
Ú ltimamente, he visto ya varios
artículos o referencias a GOAT.
El primer día, por supuesto, tuve
que buscar qué quería decir eso
de GOAT y aprendí qué significa
«Greatest of all time», algo así co­
mo «El mejor de la historia», «El más
grande de todos los tiempos» y
otras variaciones. Claro que la pa-
labrita en cuestión también signifi-
ca «cabra». A veces el léxico tiene
la bondad de indicarnos lo que es
obvio y que no sabemos ver: que
hay que estar como una cabra para
creerse el mayor de toda la historia.
El caso es que desde que apren­
dí estas siglas he visto a gente que
hacía sus listas: los GOAT del fút-
bol, los de literatura, arte, política,
cocina, actores y actrices, cantan-
tes... En fin, hay listas para todos
los gustos y, salvo en los clásicos,
pocas coincidencias: en literatura,
Shakespeare y Cervantes, depende
del país; en política, Napoleón y
Carlomagno, depende de no sé qué.
En fútbol a Messi han comenzado
a llamarlo GOAT y tiene alguna fo-
to publicada en su perfil con rostro
de cabra o con una cabra en bra-
zos. Pero otros han llamado GOAT
a Ronaldo, que también tiene sus
fotos.
Bien, pues por más que busqué
nadie puso en su lista (y había pe-
riodistas muy serios) a Jesús de Na­
zaret. Así que no me queda más
que felicitarlo (a Él, no a los que
hacen listas) porque se pasó la vida
cantando el valor de lo pequeño, de
lo sencillo... y digo yo que le hu-
biera fastidiado estar en una lis­ta
GOAT.
Santa Teresita de Lisieux, de
quien se celebra el 150.o aniver­
sario de su nacimiento, y a quien
el papa Francisco ha dedicado
una ex­hortación apostólica titula-
da «C’est la confiance», tiene una
imagen que me fascina; ella se
considera un alma pequeña, sabe
que nada puede por sus propias
fuerzas, que todo le viene dado por
Dios y se ve a sí misma como una
niña que, al caminar por el campo,
encuentra una valla que le impide
seguir adelante. Pero entonces des­
cubre que, como es pequeña, si
se agacha puede pasar por deba-
jo, algo que los tiparrones no pue-
den hacer. Ella no necesita pedir
con Una­muno:
Agranda la puerta, padre,
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Teresita, por el contrario, escri-
be: «A pesar de mi pequeñez, puedo
aspirar a la santidad. Agrandarme
es imposible; tendré que soportar-
me tal cual soy, con todas mis im-
perfecciones. Pero quiero buscar la
forma de ir al cielo por un camini-
to muy recto y muy corto, por un
caminito totalmente nuevo». Y pa­
ra describirlo, usa la imagen del
ascensor: «¡El ascensor que ha de
elevarme hasta el cielo son tus bra­
zos, Jesús! Y para eso, no necesito
crecer; al contrario, tengo que se-
guir siendo pequeña, tengo que em­
pequeñecerme más y más». El as-
censor acababa de ser inventado
y Teresita lee «entre líneas» una
nueva parábola de Dios que le ha-
bla al corazón. ¿Sabemos nosotros
leer entre líneas?
La puerta del Reino es como la
puerta de la Basílica de la Natividad
de Belén: pequeña. Hay que humi-
llarse, hay que abajarse para entrar.
Jesús fue el primero en abajarse,
en renunciar a grandezas. No es­
cogió nacer en Roma ni hablar el
idioma del imperio. No hay nada
más irrelevante que Nazaret, que
ni siquiera tenía murallas porque no
había nada que robar. Y allí, Jesús
aprendió el valor de lo pequeño y
lo convirtió en la gran Palabra de
Dios. El Evangelio está lleno de co­
sas cotidianas y pequeñas: la semi­
lla de mostaza, la monedita de la
viuda, la cizaña, el grano de trigo,
las zarzas y espinos, los higos y las
uvas, los pájaros y sus nidos, los li­
rios del campo, la hierba, la brizna
que se mete en el ojo, los cardos,
las raíces, las hortalizas... Y los
pequeños, las personas marginadas,
son objeto de atención, cariño y va­
loración máxima por parte de Je-
sús: los niños, los ciegos, las pros-
titutas, los leprosos, las viudas, los
publicanos y pecadores, los asala-
riados, el ladrón de la cruz...
Si en algo fue GOAT Jesús fue
en volver el mundo del revés; o me­
jor dicho, en ponerlo del derecho...
porque estaba del revés. A sus ojos,
son grandes los pequeños y solo si
me hago pequeño, si me siento y
vivo siempre como hijo que depo­
sita su total confianza en su Padre,
estaré en el camino del Evangelio.
Por suerte, san José Manyanet
nos indicó el camino: vivir en Na-
zaret. Allí aprendemos que José y
María fueron irrelevantes para el
imperio romano... pero salvaron
el mundo al acoger el plan de Dios.
José y María nos enseñan que los
planes de Dios no se entienden nun­
ca (¡nosotros lo haríamos tan dis-
tinto todo!) pero Dios es un tipo en
el que se puede confiar al 100 %.
Sus vecinos no notaron que esa pa­
reja fuera GOAT... pero lo fue.
Tengo para mí que si es que en
el cielo hacen listas de GOAT se-
NOVIEMBRE-DICIEMBRE
rán de este tipo: cedió un asiento,
sonrió a una persona antipática,
escuchó largo rato a un pesado, co­
laboró con un vecino, cuidó a una
vecina enferma, tuvo tiempo pa-
ra un desconocido, acompañó en la
N.o 1489
calle a una persona desorientada,
perdonó malas palabras...
7
Animémonos, que el ascensor
lo pone Dios.