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Mujeres
Valientes
historias que deben contarse
GOBIERNO DEL ESTADO DE VERACRUZ
DE IGNACIO DE LA LLAVE
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Hostigamiento laboral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Creaciones, sueños y anhelos que atraviesan muros . . . 19
Esta es mi historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Ella se sentía incómoda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Un elefante en la habitación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
La oferta peligrosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Romper el silencio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
La cafetería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Once upon a time. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Érase una vez... La princesa Lola y su palacio. . . . . . . . . . 71
El nuevo empleo de María. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
A ti, mujer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
No soy una niñita pendeja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Alba: testimonio de violencia laboral
en estado de embarazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Princesa y abogada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Como el ave fénix. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Endémica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Feminicidio en la familia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Solo la cuchara conoce el fondo de la olla. . . . . . . . . . . . . 121
El listón morado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
A ellas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Papá, mamá, mi hermana y yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
La oveja que brincó las trancas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Una mujer no decide ser valiente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Todo comenzó con una amistad en el trabajo. . . . . . . . . 159
PRESENTACIÓN
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20-30 y que forman parte de los ordenamientos que se
deben de cumplir a nivel nacional e internacional.
Sumando a lo anterior, la Secretaría del Trabajo,
Previsión Social y Productividad, dirigida por Dorheny
Cayetano, ha demostrado un compromiso con las mujeres,
generando canales que permitan escuchar sus necesidades
e inquietudes, en pro de la creación de lugares de trabajo
más seguros, donde los derechos sean respetados y
aplicados en contra de las discriminaciones. La única
forma en que se puede continuar con la eliminación de
estas acciones es conociendo los devastadores efectos que
han traído a innumerables mujeres, víctimas de violencia.
Escuchar sus historias y cómo se han sobrepuesto
a ellas es el inicio para saber qué conductas debemos
erradicar y cambiar siempre en nuestra sociedad.
Hablar de este tema requiere de mucho valor y un
gran amor por las demás mujeres que se encuentran en
estas circunstancias, diciéndoles: “NO están solas y pueden
salir de esto como yo lo he hecho”.
Esta compilación de 26 historias permite una
visión clara de las necesidades que las mujeres tienen
dentro de los entornos laborales y personales que afectan
su pleno desarrollo; y cada relato nos enseña lo que
debemos erradicar, así como la gran fuerza que tiene la
empatía para mejorar la vida de todas y todos.
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Yo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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alguna ropa me quedaba bien, de inmediato la quemaba
en el boiler frente a mis ojos, aunque estuviera nueva.
Cierto, no había golpes físicos, pero sí represión,
dominación, control. Llegadas en la madrugada jalándome
los cabellos, ofensivo y grosero.
En verdad que me fue creciendo el miedo. Cuando
lo escuchaba en la puerta el cuerpo me comenzaba a
temblar. Primero me controlaba con la mirada; con el paso
del tiempo fue con el dinero, no me lo daba y tampoco
me permitía salir a trabajar. En ese periodo pensé que la
muerte era la única solución. En mis noches solitarias,
decía en mi corazón: «ojalá y le suceda un accidente
con el carro». Luego, creí que, si yo mataba a mis hijos,
resolvería el problema. No podía hablar con nadie, no
me permitía amigas; el portón debía estar cerrado y yo,
adentro siempre. Me volví solitaria y callada.
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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Hostigamiento laboral
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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ni se sienta dueño de nuestra persona, y mucho menos
traspasar la barrera de confianza.
De cualquier manera, pido anonimato para mi
escrito, solo espero motivar a las personas, tanto hombres
como mujeres, a luchar por sus derechos y a demostrar
que tenemos la libertad de expresarnos.
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Creaciones, sueños y anhelos
que atraviesan muros
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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¿Cómo comprender el paradigma transdisciplinario desde
lo escénico?
¿Por qué transitar por una verticalidad desde las artes
escénicas?
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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pero no están tan alejados de la realidad. Les comparto mis
escritos a mis compañeras, algunas se burlan de mí, a otras
les parece interesante y me animan a que publique mis
escritos. A mí la verdad me da miedo porque no sé si llegue
a haber represalias por decir lo que pienso.
Pero hay algo que me libera por completo, es tan
mágico que involucra todo mi ser. Es el arte de la actuación.
El teatro me permite despertar mis sentidos de una forma
extraordinaria, desde que piso el escenario una sensación
extraña invade mi cuerpo y mis emociones. Interpretar
personajes y crear nuevos espacios lo consigo solo a través
de la actuación.
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Esta es mi historia
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
En mi etapa de la preparatoria
Recuerdo cuando estudiaba en la preparatoria. Esta se
localizaba cerca de una plaza comercial y también de la
terminal del tren; yo estaba en segundo semestre y entre
cada materia había un descanso de diez minutos en lo
que llegaba el siguiente maestro. Al lado de mi salón se
encontraba un espacio para sentarse y poder tomar el
receso, a mis compañeras de salón y a mí nos gustaba salir
y platicar en ese lugar. Un día escuchamos a una persona
dar un silbido, al percatarnos, como pasaban cerca las
vías del tren, observamos a un hombre que nos mostraba
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su miembro y se tocaba, al ver esto regresamos a nuestro
salón y les contamos a los demás compañeros, se rieron
de nosotras y lo tomaron a broma.
Por un tiempo decidimos no ir a ahí para evitar ver
esas escenas. Tiempo después retornamos a nuestro lugar
pensando que ya no iba estar el sujeto; sin embargo, fue
todo lo contrario, el tipo seguía apareciendo en el mismo
sitio y haciendo lo mismo. En seguida acudimos a reportar
los hechos a la Dirección de la escuela. Contamos que
había un hombre por las vías del tren, que se paraba justo
donde estaba nuestro salón de clases y se masturbaba
delante de nosotras. Había dos maestros escuchando la
versión de lo que sucedía y uno de ellos nos dijo:
—Por favor, ya no acudan a ese lugar y eviten así
provocar a esa persona.
Recuerdo que cuando dijo estas palabras no podía
creer lo que escuchaba, y empecé a sentirme culpable
pensando que tal vez estábamos provocando el mal
comportamiento de este hombre. Me acuerdo que llegué
a casa y no dejaba de sentirme sucia, pero también
indefensa, pues lejos de tener el apoyo y protección de las
autoridades fue todo lo contrario.
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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mi hombro, y me jalaron hacia atrás, al momento de
querer girar me inmovilizó un hombre y de repente metió
su mano sobre la parte trasera de mi falda tocando mis
partes íntimas; en seguida grite y el tipo me soltó, se fue
caminando tranquilamente, mirándome y burlándose de
mí. Recuerdo que le grité. De pronto mi cuerpo empezó
a temblar, no podía contenerme, caminaba pero sentía
que me caía, no hubo una persona que pasara en ese
momento. Poco tiempo después llegué a mi trabajo, pues
estaba cerca, y al querer expresar lo que había sucedido
no podía pronunciar palabra; cuando entré a la oficina
para hablar con mi jefa solo me puse a llorar y hasta que
me calmé pude contarle lo que me había pasado.
Este episodio me hizo sentir más vulnerable,
indefensa, pero a la vez también me sentí culpable por
vestirme, según yo, provocativa, pues llevaba la falda
ajustada. Hasta el día de hoy no me siento a gusto cuando
uso algún vestido, falda, short, etc.
El acosador obsesionado
Este suceso es el más reciente. Todo inició cuando yo
estaba con unas amigas en un café y hablábamos sobre la
experiencia que habíamos tenido en un curso en el cual
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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La persona se me hacía muy tranquila, pero
con mucha falta de atención y de amor propio, era muy
inseguro. Empecé a llevarme con él y cuando tenía algún
evento lo invitaba, pero me daba cuenta que cada vez que
lo veía le tomaba fotos a mis amigos y a veces me tomaba
fotos con él. Poco tiempo después recibí invitación de
amistad de su página de Facebook, la acepté y observé que
publicaba las fotos con mis amigos y conmigo, y bueno
hasta ahí todo lo miraba de manera normal. Con el paso
del tiempo me platicaba su vida y hubo coincidencias de
amigos en común.
Un día me encontraba en mi trabajo y un amigo que
teníamos en común me envió un mensaje preguntándome
si esta persona era mi novio; respondí que no y le dije que
por qué me hacía esa pregunta, mi amigo respondió:
—Lo que pasa es que acabo de ver en su página de
Facebook, en unas de las fotos que publicó, que tú y él eran
novios.
Se me hizo raro puesto que yo lo tenía agregado y
no había visto una publicación de él mencionando lo que
me decía. En seguida entré a ver su página, pero yo no veía
nada, entonces mi amigo me envió una captura de pantalla
y vi que era cierto, pero a mí me tenía restringida en
ciertas publicaciones. Sinceramente me molesté mucho.
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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familia se empezó a preocupar ya que no le había dado
la dirección de mi casa. Así mismo, empezó a enviar
invitaciones en Facebook a todos mis amigos, familia y
compañeros de trabajo. Fue así como algunos de los que
aceptaron me comentaron que seguía publicando que era
su novia, subiendo fotos y videos que yo publicaba en otras
redes sociales, las manipulaba para que pareciera que él
estaba ahí mismo y la ubicación de cada publicación hacía
referencia cerca de mi casa.
Fue entonces cuando publiqué en mi página de
Facebook una denuncia ante mis amigos y familia para
que no aceptaran su invitación, contando en breve reseña
lo que estaba viviendo en ese momento, expresando que
estaba siendo acosada por este señor. Me enviaron una
captura de la foto de su perfil para que lo identificara. Al
poco tiempo de la publicación recibí mensajes de apoyo de
varios amigos; y otros me dieron asesoría para proceder
de manera legal contra esta persona. Debo confesar que
en ese momento sentí una liberación y a la vez me sentí
protegida, con el solo hecho de haber publicado lo que
estaba viviendo y parar con este acoso que me estaba
quitando mi paz y mi seguridad.
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Ella se sentía incómoda
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e intento darle un beso. Ella se sintió muy incómoda y se
retiró del lugar para reunirse con sus demás compañeros
sin decir nada de lo sucedido, el supervisor realizó su
trabajo y se retiró sin mencionarle nada.
Pasaron aproximadamente quince días, Bryan
regresó a la sucursal y se dirigió con Teresita para que
le mostrara el efectivo que ya él sabía dónde estaba
resguardado, los dos se encaminaron al fondo de la
sucursal.
Volvió a intentar besarla y ella le dijo que qué le
pasaba, que no hiciera eso, pero él contestó:
—Es que me gustas, te invito a salir.
Quería tocarla y le hacía comentarios aclarando
que era soltero, y si se casaban ella no estaría trabajando
allí, e insistía en invitarla a salir, diciendo que le gustaba
mucho; al mismo tiempo la observaba de pies a cabeza
incomodándola.
Ella ya no sabía qué hacer, pero a nadie le contó
lo sucedido. Cada que Bryan iba a supervisar Teresita se
ponía muy mal, mas no decía nada por miedo a que la
despidieran, pues pensaba que como él era supervisor y
ella una encargada, nadie le creería.
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Un elefante en la habitación
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La oferta peligrosa
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error). Después el tipo se me quedaba viendo por cómo
iba vestida; ya muy incómoda, educadamente afirmé:
—Bueno, entonces quedamos pendientes. Sin embargo,
me dijo que si aceptaba me invitaba a ir a Orizaba, me
pagaría todo, el hotel y la comida, pero que tenía que estar
todo el tiempo con él. Visiblemente incómoda le dije que
no. Esto me dio miedo ya que en el lugar donde estábamos
nadie escucharía mis gritos pidiendo ayuda.
Me puse de pie y me preguntó: —¿Ya te vas?
Respondí que sí. A este punto yo tenía mucho miedo de
que me hiciera algo, pero eran más mis ganas de salir al
precio que fuera. Me levanté de forma decidida y le dije:
—Me tengo que ir, me están esperando. Me preguntó
quién, y contesté: —Mi novio. El señor se paró y me indicó:
—Ven acompañarme. Yo tenía mucho miedo, pero no había
vuelta atrás. Le objeté: —No, abajo me está esperando mi
novio. De manera cortante insistió: —Ven acompáñame.
Y pensé: bajo las escaleras y me escapo, para mala suerte
iba detrás de mí en todo momento. Me señaló un cuarto y
me indicó: —Aquí vas a estar y vas a trabajar. Yo me negué:
—No, ya me voy, no me voy a quedar, por favor ya déjeme
ir. Se detuvo en la entrada y le dije que mi novio me estaba
marcando por teléfono, así se tuvo que hacer a un lado. Yo
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Romper el silencio
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poco solidarias aun cuando en nuestro entorno, a menudo
observamos eventos de maltrato laboral. Esas frases
deben usarse con la fuerza de su contenido y así asumirlas
en el día a día para evitar que historias como las de Lupita
no se repitan nunca.
No puedo precisar cuándo conocí a Lupita, quizá
fue en esas aburridas reuniones de trabajo, en las que
el jefe investido del poder concedido por el Estado, a
menudo nos convocaba para denostar el trabajo de todos.
Porque nadie tenía conocimientos de derecho, solo él
era depositario de la verdad absoluta; por lo tanto, todos
los errores los asumíamos los subalternos, y los asuntos
que culminaban en éxitos eran precisamente por su
intervención. Además de escuchar sus chistes malos
cargados de un humor entre ácido y negro.
Recuerdo que Lupita venía de un municipio
distante de la capital. Ella ya me conocía por reuniones
anteriores y yo sabía de ella por una amiga en común. En
esa ocasión nos sentamos una al lado de la otra, de forma
inmediata simpatizamos, me atrapó su forma tan clara de
hablar, la sentí auténtica, genuina, sin poses ni maquillaje,
algo muy raro de encontrar en nuestro centro laboral.
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citada de manera urgente a las oficinas centrales de la
anterior Procuraduría, específicamente en la oficinas del
entonces Oficial Mayor, y obligada a firmar su renuncia.
Ella platicaba ese evento como algo traumático, decía que
ignoraba el motivo por el cual estaba siendo requerida
por dicho funcionario; contaba que ya estaba listo el
documento de su renuncia y el oficial mayor se lo manejó
como «órdenes superiores».
Me decía que sufrió un bloqueo cerebral, que le
impidió ver los alcances de haber firmado ese documento,
cuando reaccionó y quiso preguntar los motivos, todas las
puertas se cerraron a su paso.
Tres años después logra incorporarse de nuevo
en la institución con una forma de contratación, donde le
pagaba cada mes sin derecho a ninguna prestación.
Un evento desafortunado que no deseo compartir,
causa su cambio de adscripción y es nombrada Agente
del Ministerio Público Dictaminador, en la Dirección
General de Investigaciones Ministeriales en las oficinas
centrales de la institución. Ahí fue víctima de maltrato
psicológico, por parte del titular, personaje conocido por
sus conductas groseras y misóginas, pues aun cuando
su nombramiento y funciones eran iguales a los demás
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Después de siete meses vuelve al país y al
pretender regresar a Estados Unidos, para pasar con sus
hijas la navidad, es detenida en el aeropuerto de Houston
y sometida a prisión, que culminó con su deportación al
país.
Lupita es deportada a México el veinticinco de
abril de dos mil diecinueve. Todo el maltrato institucional
y laboral sufrido ya había minado su organismo con un
cáncer de estómago, que fue el motivo de su muerte el
nueve de mayo del mismo año, y sepultada el día siguiente.
Historias como esta nos mueven a la reflexión.
Parecería como si las normas que estudiamos en
las aulas no son suficientes para defender nuestros
derechos laborales; permanecemos inertes e impasibles
cuando somos testigos de historias de abusos, acoso y
hostigamiento laboral.
Tampoco los jefes han entendido que la forma de
ejercer autoridad, no es humillando ni sobajando a un
subalterno, amenazándolo con mandarlo a los lugares de
castigo como se considera el distrito de Huayacocotla o La
Chinantla; que la procuración de justicia no es un trabajo
de hombres; que las mujeres estamos capacitadas y, por
mucho, somos más honestas y sensitivas para abordar los
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La cafetería
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Once upon a time
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En ese instante Barbie quedó conmocionada, nunca
había dado motivos para que actuara de esa manera.
Como en otras historias, no habló al instante; en
lo subsecuente ocurrieron más incidencias por parte
del «pelafustán», comentarios e indirectas denigrantes
dirigidas hacia ella o la hacía sentir incómoda con
miradas lascivas. No es necesario destacar que ella no iba
vestida de manera provocativa, no obstante ningún tipo
de vestimenta es motivo de invitación a faltar al respeto
a las mujeres.
Finalmente, llegó el día en que Barbie decidió poner
fin a las acciones del «pelafustán»; no sabía por dónde
empezar, pero consideró que tal vez, si se lo contaba a
alguien encontraría el apoyo que necesitaba.
Por extraño que parezca, la persona en quien
confió era literal un ángel; la incitó a denunciar, incluso,
la acompañó con el jefe, quien al enterarse de la situación,
tomó cartas en el asunto de inmediato.
Supo que le llamaron la atención y le prohibieron
acercarse a ella. El «pelafustán» nunca más volvió a
propasarse y las miradas cesaron.
Aunque Barbie recibió ayuda, debe haber muchas
otras que no han sido escuchadas; además, siempre pensó
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Érase una vez...
La princesa Lola y su palacio
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La princesa Lola expresó minutos después que no
entendía. En seguida, el rey mandó a traer a una persona
para indicarle lo siguiente: —Ve con la princesa, cómprale
el carro que quiera, avisa que no vendrá a trabajar y
auméntale el sueldo. Inmediatamente comprendió de qué
se trataba la «propuesta», entonces se levantó y se retiró
del salón, no sin antes escuchar a lo lejos decir al rey:
—Piénsalo, puede ser la oportunidad de tu vida, y
esas no se repiten, mañana me dirás cuál es tú decisión.
A la mañana siguiente, y sin poder conciliar el
sueño, llegó la princesa Lola al palacio y unas horas
después fue requerida en el salón privado del rey.
Ella sabía ya qué contestar, lo que no sabía era cómo
expresarlo pues tenía miedo e incertidumbre de perder
su empleo, mismo que, cabe mencionar, le había costado
trabajo conseguir. Al entrar al privado, el rey le pide que
se siente y le diga cuál es su decisión. Nerviosa y con la
voz entrecortada, le responde tajantemente: —No acepto,
pero se lo agradezco. Sin más, el rey advierte: —OK, solo
que estás congelada, y no me vuelvas a pedir ninguna
clase de apoyo.
La princesa Lola se levantó y fue a su lugar,
pensando en todo lo sucedido y con miedo de ser
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El nuevo empleo de María
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tener confianza y soltaban chistes y frases; por ejemplo,
un día llevaba un pantalón slim y un compañero dijo: «No
deberías vestirte así porque no sabes lo que provocas»;
otro comentario fue: «Tenía una amiga que me ayudaba
a tener relaciones sexuales cuando no podía tener una
erección»; y de ese tipo, muchos que a ella no le gustaban
y la incomodaban.
María pidió el cambio de cubículo varias veces, pero
Héctor normalizaba esos comentarios revictimizándola.
Pasó el tiempo, cada vez se sentía más incómoda con esos
comentarios, así que decidió abandonar la empresa y
comenzar de nuevo.
Al pasar los días Tomás comenzó a escribirle,
proponiéndole salir a cenar para hablar de su situación,
pues tal vez podría darle trabajo en otro departamento.
Acudió a la cita, pero al paso de los minutos, se sintió muy
incómoda por la forma en que él se expresaba y la miraba.
Decidió terminar la charla y se dirigió a su casa.
Al final se alejó de esa empresa y resolvió buscar
un nuevo empleo. En este nuevo empleo le dieron pláticas
sobre temas referentes al hostigamiento y acoso sexual,
así supo que todo lo que había pasado en la empresa a
la que había renunciado estaba mal, que no era su culpa.
También ahora sabría qué hacer en una situación similar.
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A ti, mujer
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No soy una niñita pendeja
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Era el año dos mil quince, después de un paso por
una institución federal, incursioné en el símil local, que en
ese entonces, estaba conformado, casualmente, por tres
«varones». Mi jefe inmediato no rebasaba los cuarenta
y cinco años, se jactaba de ser un hombre inteligente y
educado, percepción que aún permea en la sociedad
veracruzana; en realidad, es un tipo mal hablado,
intelectualmente limitado, que solía dirigirse a nosotras
como: «niña», «m’ija» o «mamita».
Desde que ingresé me indicó que lo acompañaría a
las reuniones que sostenía con sus homólogos, en las que
mi actividad estaba limitada a servirles cual mesera (sin
que se entienda que denosto tan dignísima labor).
«Más agua, más café, limpia la mesa, trae una
servilleta», eran las importantes instrucciones que ese
sujeto me daba. Frecuentemente me cuestioné, por qué
nuestros impuestos pagan exorbitantes sueldos a quienes
solo van a consumir alimentos a sus oficinas. Aunque
nunca estuve conforme, la necesidad del trabajo me hacía
soportar estas silenciosas pero dolorosas humillaciones.
Los «hombres» como él, se vuelven aún más
primitivos cuando tienen poder y están en manada. No
hubo sesión en la que no me hablaran con doble sentido
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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La necesidad nuevamente me obligó a callar hasta
que, sin ningún motivo, me notificaron que cambiaba de
adscripción. No pude más y por primera vez enfrenté a quien
durante casi un año mitigó mi voluntad. Externé la lástima
que me daba que en un encargo de tal magnitud, estuviera
un ser de su calaña. El togado se limitó a balbucear:
—Deja de estarme chingando, a mí ninguna niñita
pendeja me va a decir qué hacer.
Fue tan cobarde que pidió al guardia de seguridad
que me «invitara» a abandonar su oficina, no fue necesario
que aquel gorila acatara la orden del otro simio, di media
vuelta y salí.
Ingenuamente pedí audiencia con sus compañeros
para explicarles la situación, esperando encontrar apoyo en
ellos. El primero, se limitó a decirme que él era respetuoso
de las decisiones de sus colegas y que no le gustaba
entrometerse en asuntos que no eran de su incumbencia;
el segundo, dijo prácticamente lo mismo pero con otras
palabras. Su indiferencia me lastimó casi al mismo grado.
Decidí que no podía seguir trabajando en un lugar
comandado por cerdos que no soportan la existencia de
mujeres capaces y abandoné para siempre ese «recinto de
justicia».
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Alba: testimonio de violencia
laboral en estado de embarazo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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ante su situación de salud en la que involucraba el buen
término de la gestación tan esperada.
Confiada plenamente en la institución en la que
laboraba, la cual brindaba apoyo a los más necesitados,
no dudó en que recibiría el apoyo que como trabajadora
requería. Acudió al Instituto Mexicano del Seguro Social
—en silla de ruedas para evitar movimientos—, institución
que la respaldó y emitió las respectivas licencias laborales
por riesgo de embarazo. Presentó puntualmente las
constancias de incapacidad; se comunicó con sus
superiores jerárquicos que eran mujeres; actuó como la
trabajadora responsable que era. Nunca tuvo respuesta
de su Directora, Subdirectora o del Jefe del Departamento
de Recursos Humanos de la institución.
Llegado el quince de diciembre, no recibió su pago
quincenal, mucho menos su aguinaldo, se comunicó con
sus jefes pero no contestaron su llamada. Tuvo que acudir
a Palacio de Gobierno, pese a su estado, pues necesitaba
el trabajo para poder hacer frente al embarazo tan
complicado que estaba viviendo; no podía quedarse sin
servicio médico; no podía quedarse sin un sueldo con el
que atender su maternidad.
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MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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de salud y su ausencia era justificada. La Secretaría dio
entrada al escrito, corroboró la emisión y recepción de los
justificantes médicos presentados, y después la reinstaló
en su cargo.
La violencia laboral es triste, dolorosa, pero vale la
pena compartirla. Es deber de quien la vive, reconocerla
y dar cuenta de su experiencia para que esta ayude a las
personas que actualmente la sufren. Y tengan en cuenta
que no es el sistema, sino quienes lo operan que en
ocasiones fallan, y en estos casos, el propio sistema cuenta
con mecanismos de defensa.
No se debe tolerar, no se debe convalidar. Siempre
habrá una solución, acudiendo a los protocolos contra la
violencia laboral. Alba lo logró, actualmente es una madre
feliz, con dos hermosas niñas de ocho años. Sigue sirviendo
en la misma institución y apoyando a toda esa gente
que lo necesita. Sabe lo que es estar en una situación de
vulnerabilidad, esa experiencia le da fortaleza y empatía
para prestar mejor su servicio cada día. Sufrió violencia
laboral, pero encontró el mecanismo para enfrentarla y
superarla.
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Princesa y abogada
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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Ese castillo fue el único en aceptarla, porque ellos
con la «igualdad de género» estaban, y ahí al firmar su
contrato por un mes de prueba, no sabía que estaba por
llegar al holocausto. Pasaron tres días de pura miel para
convertirse en hiel, discriminación y explotación. Un ogro
grosero y que humillaba a todas aquellas mujeres que
trabajaban, su jefe se volvió; no participaba en ningún
asunto, solo copias sacaba; y el colmo fue el día treinta del
suplicio cuando su salario menor que al de los hombres
de su categoría resultó.
Ese día la princesa abogada, con valor desde el
fondo de su alma, exigió sus derechos y ser respetada. Al
ogro eso no le gustó, porque su voz resonó tanto que se
le armó una revolución con las demás princesas que ahí
trabajaban. El ogro se convirtió en gallina y corriendo salió.
Las mujeres renunciaron y el prestigiado castillo llamado
bufete de abogados, en ruinas terminó. La abogada, con
esa experiencia, hoy en día ayuda a princesas que pasan
por esta situación.
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Como el ave fénix
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
Mi historia
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primaria, secundaria y preparatoria, siempre con buenos
resultados. Posterior a ello tocaba la universidad, debo
decir que más que ganas de estudiar era mi impetuoso
deseo de escapar de mi pasado, pues olvidé contarles
que a los trece años intenté estúpidamente salir por la
puerta falsa, pero no lo conseguí, alguien quiso que no
me fuera aún y hoy tengo la oportunidad de contarlo. Y sí,
presenté mi examen para la universidad y gracias a Dios
logré ingresar. El siguiente paso, mudarme a una ciudad
que no conocía, a estudiar una carrera que no comprendía
y escogí por eliminación. No fue fácil, me costó mucho
trabajo salir adelante porque estaba frente una mayoría
de personas que tenía conocimientos previos y yo llegué
en pañales; sin embargo, lo logré y pude graduarme con
mi generación.
Después tocaba hacer el servicio social. Tuve la
oportunidad de hacerlo en un órgano estatal, me pagaba
una beca, solo que mi jefe tenía conductas inapropiadas
conmigo y no estaba a gusto; sin embargo, lo terminé
y posterior a ello me dieron un contrato. El sueldo era
bajo, la plaza era ahí mismo donde hacía mi servicio y
como cedía a sus peticiones me dejaban trabajando toda
la noche, solo tenía la oportunidad de ir a cambiarme y
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Unidad Administrativa y me dijo que no había ninguna
instrucción, que no firmara y me quedara ahí. Estuve muy
a gusto, el trato era bueno; estando en la otra área había
logrado tener una jefatura y mi sueldo ya era un poco más
alto. Hubo la necesidad de pagarles a unas personas que
no podían entrar a la nómina y me propuso aumentarme
el sueldo para que yo les diera una parte; siendo una
persona agradecida acepté, y entregaba directamente un
recurso a quien me indicó. Cuando le tocó irse me dijo:
—Me voy, ya no tienes compromiso de entregar
nada, te dejo así por si el que llegue quiere quitarte algo
seguirás arriba como llegaste.
Se lo agradecí. Solo que quien sabía de ese
movimiento puso en antecedente al nuevo jefe y mes con
mes entregaba una cantidad, cuando me cansé pedí que
me modificaran mi sueldo a como inicialmente lo tenía.
Hasta ahí todo bien, pero como todo ciclo, este también
se cerró. Llegó otro nuevo jefe con el que me llevaba muy
bien, pero nuevamente sufrí acoso sexual y lo externé.
Derivado de mi acusación directa empecé a quedarme
sin actividades y decidí pedir mi cambio. Fui frontal, dije
por qué y a dónde quería irme. Una vez que me marché
comenzaron a salir periodicazos donde todo parecía
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Endémica
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
De mí,
de mí nadie festejó mi llegada
y seguramente tampoco llorarán mi partida.
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Soy la misma a la que una vez
le cortaron las alas con dolo y con saña
y aun así siguió surcando entre la mañana.
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Feminicidio en la familia
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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Cuando Miguel cumple catorce años comenta a su
familia sobre sus preferencias sexuales. Miguel asegura
que ha descubierto que le gustan los hombres y mantiene
relaciones con ellos, lo cual sorprende a la familia. Algunas
tías lo aceptan, algunas no; su mamá no sabe cómo
reaccionar; pero su abuela sí muestra una clara reacción,
se enfurece al escuchar tal confesión y le dice:
—¡No puede ser!, debes estar confundido.
Los conflictos con Miguel continúan y aumentan,
porque se enteran que ha reprobado cuatro materias y
ya no hay forma de recuperar el tiempo; tiene que hacer
otro año de secundaria y posteriormente el bachillerato. La
familia lo apoya y entre todos pagan su prepa particular,
pero únicamente la cursa el sábado por las mañanas porque
eso de despertar temprano todos los días no se le da.
Un día descubren que Miguel ni siquiera va a
la escuela porque se escapa y va a fiestas, ya no solo de
noche sino de día; esto intensifica las discusiones porque
esas reuniones las empieza a organizar en su propia casa:
—Pues si no me dejan salir, que mis amigos vengan
acá —piensa.
Ocasiona desorden en la casa y se percatan que él
y sus amistades hacen mezclas de algunas sustancias para
poder drogarse.
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Solo la cuchara conoce
el fondo de la olla
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse
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decoroso, $12,000.00 mensuales más otros pesos en
vales de despensa: qué más podía pedir para una familia
de cuatro integrantes. Decidir entre llenar el corazón o el
bolsillo, no es tarea fácil.
En mayo, ya recibía instrucciones directas de
mi jefe inmediato —ese hombre moreno, de mediana
estatura, con treinta y ocho años aproximadamente—
quien a menudo me pedía buscara criterios de la Corte
en su computadora, bajo la presunción de que su internet
era mejor o más rápido, para luego, con ese material,
decirme que elaborara los recursos ahí mismo, lo que
evidentemente me llevaría horas. A veces, me indicaba
que acomodara los estantes, o bajara los expedientes que
estaban en la parte más alta, entonces yo debía estar de
espaldas a él, en un radio no mayor a metro y medio.
De manera descriptiva, apunto que esas oficinas
estaban en un segundo piso de un viejo edificio en la calle
Juárez. Como casona rústica, con techo de vigas enormes y
pesadísimas, las puertas eran amplias y comunicaban los
extremos de cada área; así, el escritorio del «jefe», estaba
al otro extremo del lugar que ocupábamos los abogados,
pero muy a la vista de cualquiera que caminara hasta el
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o cuestionarle sus acercamientos u órdenes. Además,
su «segunda de abordo» era una mujer de muchos años
en la institución (morena, delgada, larga cabellera), que
le operaba los temas jurídicos y no sé si los personales,
pero de manera poco sororal, evidentemente percatada
de lo que ocurría conmigo, no solo no intervenía, sino
lo divulgaba, lo normalizaba, como suele hacerse en una
sociedad abstraída.
Con la normal ingenuidad en esa etapa de vida, todo
lo que veía y vivía se desbordaba de mi entendimiento,
desde los turbios manejos de los paquetes electorales
hasta las convivencias con el grupo de trabajo, cada vez
más sórdidas. Todo lo minimicé, lo dejé pasar. No externé
cómo me hacía sentir ser cosificada, reducida a centro de
mesa, o que me insinuaran cosas que yo no quería, o peor,
ni comprendía.
Llegó agosto, todo seguía igual, lo que he narrado
se volvió de difusión cotidiana; mi objetivo el mismo,
mantener un sueldo estable, pues las cosas en mi casa eran
complicadas y algo carentes. Después de mucho pensar,
decidí contarle todo a mi tío Silvio —lo que ocurría y lo
que yo pensaba al respecto— quien tan apaciguadamente
me contestó:
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congelamiento total, mucha tristeza, indignación. Lloré
largo rato, tuve un inexplicable desasosiego.
Hoy con otros ojos, otra madurez y condición de
vida, puedo enfrentar que lo que me pasó, me volvió
estadística, una más, entre cientos de mujeres que son
sometidas y silenciadas, maniatadas, amenazadas quizá;
mi caso no es el más cruento de todos, yo tuve opciones,
salí avante, pero ¿qué pasa con las que no?
La narrativa pareciera liviana. Sin embargo, aquel
encuentro me confrontó con lo que viví y hoy tengo claro
que fui violentada. Esa persona y su falta de probidad,
me orillaron a abandonar un trabajo que en verdad
necesitaba, con una madre enferma y mis dos menores
hermanas estudiantes activas, ese salario por mucho,
representaba la estabilidad de una familia completa con
perro incluido.
Alguien más decidió por mí, y mientras, yo con
imperiosa necesidad de abrirme paso en el campo laboral,
aunado a los requerimientos económicos de casa; pocas
puertas abiertas y muchos compromisos por afrontar; me
vi en la pena de salir de la ciudad donde radicaba, y en mi
mejor escenario, tanta búsqueda me propulsó. Él se quedó
en el mismo lugar durante muchos años, desconozco
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El listón morado
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que una mañana algo dentro de ella se encendió y tuvo
una gran idea: —De ahora en adelante no perderé a nadie
más— se dijo—; así que tendré que atar un listón de la
mano de mis amigos a mi cuello para no perderlos nunca.
—Qué gran idea — pensó.
Y así lo hizo, cuando conocía a un nuevo amigo le
ataba un listón de la mano a su cuello; y se fue llenando
de listones. Cuando algún amigo comenzaba a alejarse y
el listón no podía más y se rompía, Ana pensaba: —No
importa aún tengo más listones. Cuando observó que sus
amigos tenían la necesidad de seguir con sus vidas y los
listones se iban reduciendo en número, decidió poner
toda su atención en un solo listón, buscó un material más
resistente que los anteriores, más elástico y de un color
morado brillante para que a su amigo le gustara tenerlo
atado a su mano todo el tiempo.
Ana dejó de hacer nuevos amigos, no se preocupaba
por su vida ni sus pasatiempos, pues su único interés era
cuidar de su valioso listón morado.
Un día, su amigo comenzó a alejarse, pues sus
juegos ya no eran tan divertidos, así que cada día empezó
a caminar más lejos de ella. Con el paso del tiempo el
listón presionó su cuello, pero ella no le dio importancia:
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A ellas
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vestidos de autoridad
la quisieron doblegar
en temple ella sujeta
de la mano de la diosa Temis
dejando a un lado
el miedo y la opresión
de alzar su voz, con Justicia
sus aberraciones los haría pagar.
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Papá, mamá, mi hermana y yo
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uniformes y nos recoge de la escuela en la noche, al salir
de trabajar. Mamá nos habla de Dios y de la bondad de las
personas.
La familia de mamá es nuestra familia, la que nos
protege del mundo.
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La oveja que brincó las trancas
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diecisiete años de laborar como maestra de trabajo social,
siendo académica por horas. Durante ese tiempo me
capacité con mis propios recursos, estudié una maestría y
participé activamente en todas las acciones encaminadas a
mejorar el programa educativo de la institución. Yo, como
todos los académicos que ingresan, aspiraba a una Plaza
de Tiempo Completo (PTC). La única forma de lograrlo
era a través de un concurso, por lo que me preparé para
ello; sin embargo, el Delegado Sindical tenía otros planes
sobre para quien debería ser la plaza, y no era yo.
En el dos mil trece salió la convocatoria para la
PTC y concursé; también participó un compañero que era
el candidato del Delegado Regional para quedarse con
la plaza. Desde ahí empezaron los ataques del delegado
con acoso y hostigamiento para que me retirara y no
concursara, porque sabía que en todo tenía ventaja para
ganar.
Y gané la plaza, esto fue un golpe al autoritarismo,
al ego y al machismo del líder regional y al del estatal. Pues,
¿cómo me atreví a retar su autoridad y su poder? ¿Cómo
quedaron ellos ante las bases por no poder controlarme y
dominarme? ¿Cómo iban a tolerar mi desobediencia?
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Llegaron al grado de fincarme responsabilidad
por el extravío de equipo de oficina por $400,000.00,
sin poder fundamentarlo legalmente, pero sí a través de
las complicidades de la Directora de Recursos Humanos
y Laborales me exigían que yo pagara. El acoso radicó,
por un lado, en cobrarme esa cantidad por parte de la
Dirección de la Institución, y por el otro, negarme todo
tipo de recurso para que yo pudiera cubrir los requisitos,
en caso de que quisiera concursar nuevamente por una
PTC: me vetaron comisiones, asesorías de tesis, tutorías,
hicieron campaña de desprestigio con los alumnos para
que no tomaran materias conmigo y cerraran los grupos.
Esta situación la viví del dos mil trece al dos mil
diecinueve. Fueron seis años de resistencia, de poner en
juego mi futuro laboral, mis recursos económicos; perdí
bienes porque tuve que vender mi carro; empeñar todo
lo se pudiera para pagar pasajes de mis viajes a Xalapa,
abogado para responder y proteger mi trabajo; también
mi salud física y mental se vieron comprometidas, sufrí
crisis de ansiedad, depresión, colitis, hipertensión, pero
sobre todo la sensación de desolación y de impotencia
que sentía cómo me oprimía el pecho cada vez con más
frecuencia.
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nos han puesto a las académicas y funcionarias dentro
de esta institución educativa, de modo que la igualdad
y la equidad de género es un camino que se tiene que ir
construyendo, la mayoría de las veces, peleando.
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Una mujer no decide
ser valiente
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Desde ese momento no he dejado de luchar en
contra de los «no sirves para este trabajo», —trabajo en
horario corrido de diez de la mañana a ocho de la noche—.
«No tienes el perfil necesario», «¿tú, qué has hecho?»,
—antes de que un hombre se dispusiera a recitar
su currículo pretendiendo minimizar el mío. «Firma
tu renuncia en este momento…» «A mí también me
corrieron con hijos pequeños…» «Ya no vamos a renovar
tu contrato…» «Ellos no te quieren en esa área y por eso
te enviaron aquí…» «Por ahora no podemos recibirte».
Todas y cada una de esas frases fueron interpretadas por
hombres desde su posición de superiores.
Es natural sentir temor a perder la fuente de tus
ingresos, el sustento de tu familia. A partir de ese momento,
nunca más permití este tipo de comportamientos en
contra de mi persona. Todas esas situaciones fueron la
razón para darle el valor que se merece a cada uno de los
papeles que he desempeñado en mi vida: madre de familia,
profesionista y trabajadora. Me di cuenta de que tenía que
creer en mí, en mis habilidades, fortaleza y capacidades
más allá de las laborales, porque tengo una deuda con
las otras madres que pasan por la misma situación y no
quiero que ellas se sientan solas.
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Todo comenzó con una
amistad en el trabajo
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Mujeres valientes: historias que deben contarse, compiladora
Schirani Yetlanezy Capetillo Montero, se publicó en enero
de 2023 en la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz,
siendo Gobernador del Estado, Cuitláhuac García Jiménez y
Directora General de la Editora de Gobierno, Zoila Cruz del Valle.
Coordinación y edición: Víctor Manuel Marín González. Cuidado
de la edición: Adriana Patricia Córdoba Cabral. Ilustraciones:
Karla Nostroza Arcos y Evelin Marian Hernández Sánchez.
Formación: Dalila Islas Ladrón de Guevara. Diseño de Portada:
Karla Nostroza Arcos. Publicación digital.