Está en la página 1de 165

Unidad de Género

Secretaría del Trabajo, Previsión Social y Productividad

Schirani Yetlanezy Capetillo Montero


Compiladora

Mujeres
Valientes
historias que deben contarse
GOBIERNO DEL ESTADO DE VERACRUZ
DE IGNACIO DE LA LLAVE

Cuitláhuac García Jiménez


Gobernador del Estado

Eric Cisneros Burgos


Secretario de Gobierno

Zoila Cruz del Valle


Directora General de la Editora de Gobierno

Dorheny García Cayetano


Secretaría del Trabajo, Previsión Social y Productividad

Primera edición: 2022


ISBN: 978-607-8841-28-8
©Editora de Gobierno del Estado de Veracruz
Km 16.5 de la carretera federal Xalapa-Veracruz
C.P. 91639, Emiliano Zapata, Veracruz, México
Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Hostigamiento laboral. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Creaciones, sueños y anhelos que atraviesan muros . . . 19
Esta es mi historia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Ella se sentía incómoda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Un elefante en la habitación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
La oferta peligrosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Romper el silencio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51
La cafetería. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Once upon a time. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
Érase una vez... La princesa Lola y su palacio. . . . . . . . . . 71
El nuevo empleo de María. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77
A ti, mujer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
No soy una niñita pendeja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Alba: testimonio de violencia laboral
en estado de embarazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Princesa y abogada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Como el ave fénix. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
Endémica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Feminicidio en la familia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
Solo la cuchara conoce el fondo de la olla. . . . . . . . . . . . . 121
El listón morado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
A ellas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Papá, mamá, mi hermana y yo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
La oveja que brincó las trancas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
Una mujer no decide ser valiente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
Todo comenzó con una amistad en el trabajo. . . . . . . . . 159
PRESENTACIÓN

En la actualidad, hemos sido testigos de innumerables


cambios sociales, cambios que promueven una sociedad
más justa e igualitaria. Sin embargo, en la historia de la
humanidad, muchos han sido los obstáculos que hemos
experimentado en la búsqueda de un trato igualitario
entre hombres y mujeres; desde roles impuestos donde
se dicta la forma en que cada quien, dependiendo de su
sexo, debe comportarse, hasta la forma de relacionarnos
entre géneros donde el femenino está en una posición
de subordinación, ocasionando un desequilibrio cuyas
consecuencias han sido más visibles y palpables para las
mujeres.
Estas consecuencias han sido la justificación
perfecta para agredirlas, intentando ajustarlas a ciertos
parámetros de comportamiento y reduciéndolas a simples
objetos mecanizados, cuya función ya está determinada
por alguien más. En nuestra sociedad, el compromiso que
todos debemos asumir, es el de promover una vida libre
de violencia para todas las mujeres.
Es por ello que el Gobernador del Estado el
Ingeniero Cuitláhuac García Jiménez ha instruido acciones
a las diferentes dependencias de la Administración
Pública Estatal, para contribuir de manera efectiva a la
eliminación de las brechas de desigualdad existentes en
la sociedad; además de que lo anterior permite alinear
las actividades del Estado a los Objetivos de Desarrollo
Sustentable que se encuentran contemplados en la agenda

7
20-30 y que forman parte de los ordenamientos que se
deben de cumplir a nivel nacional e internacional.
Sumando a lo anterior, la Secretaría del Trabajo,
Previsión Social y Productividad, dirigida por Dorheny
Cayetano, ha demostrado un compromiso con las mujeres,
generando canales que permitan escuchar sus necesidades
e inquietudes, en pro de la creación de lugares de trabajo
más seguros, donde los derechos sean respetados y
aplicados en contra de las discriminaciones. La única
forma en que se puede continuar con la eliminación de
estas acciones es conociendo los devastadores efectos que
han traído a innumerables mujeres, víctimas de violencia.
Escuchar sus historias y cómo se han sobrepuesto
a ellas es el inicio para saber qué conductas debemos
erradicar y cambiar siempre en nuestra sociedad.
Hablar de este tema requiere de mucho valor y un
gran amor por las demás mujeres que se encuentran en
estas circunstancias, diciéndoles: “NO están solas y pueden
salir de esto como yo lo he hecho”.
Esta compilación de 26 historias permite una
visión clara de las necesidades que las mujeres tienen
dentro de los entornos laborales y personales que afectan
su pleno desarrollo; y cada relato nos enseña lo que
debemos erradicar, así como la gran fuerza que tiene la
empatía para mejorar la vida de todas y todos.

8
Yo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Me casé por todas las leyes y el consentimiento de mis


padres aun siendo menor de edad, cuando todavía
estudiaba en la secundaria; recién cumplía mis catorce
años y él era funcionario de la escuela. Me instaló en una
casa de dos pisos, muy grande para nosotros. Confieso
que no sabía hacer gran cosa de los quehaceres de la casa.
Fui hija única de una familia muy pequeña.
Nunca había estado con alguien y para mí
todo fue novedad. Desde el trato hasta las nuevas
responsabilidades. A los pocos días me di cuenta que
teníamos muchas diferencias. A pesar de eso, al principio,
parecía solo cosa de adaptación; sin embargo, tomaba
mucho y comenzó a llegar muy tarde por las noches. Su
trato ya no era el mismo; más hosco, más de verdad, y
comenzó por controlar mi ropa y el cabello.
Un día de Semana Santa, mi mamá me llevó un
vestido color de rosa y tan pronto ella se fue, le descosió
el dobladillo para que me quedara más largo y me obligó
a salir así, sin plancharlo o quitarle las hilachas. Cuando
me regañaba y yo lloraba, me mandaba a comprar algo
con unos lentes oscuros, aunque fuera de noche, para que
la gente no me viera los ojos llorosos. Regularmente si

11
alguna ropa me quedaba bien, de inmediato la quemaba
en el boiler frente a mis ojos, aunque estuviera nueva.
Cierto, no había golpes físicos, pero sí represión,
dominación, control. Llegadas en la madrugada jalándome
los cabellos, ofensivo y grosero.
En verdad que me fue creciendo el miedo. Cuando
lo escuchaba en la puerta el cuerpo me comenzaba a
temblar. Primero me controlaba con la mirada; con el paso
del tiempo fue con el dinero, no me lo daba y tampoco
me permitía salir a trabajar. En ese periodo pensé que la
muerte era la única solución. En mis noches solitarias,
decía en mi corazón: «ojalá y le suceda un accidente
con el carro». Luego, creí que, si yo mataba a mis hijos,
resolvería el problema. No podía hablar con nadie, no
me permitía amigas; el portón debía estar cerrado y yo,
adentro siempre. Me volví solitaria y callada.

Cuando me encontraba jugando con mis hijos, nos


regañaba parejo:

—¿Cuándo te darás a respetar? Cuando ellos crezcan, te


van a poner la pata en el pescuezo, ¿qué no entiendes?

12
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Al final, comprendí que yo era el problema. Harta,


hostigada, deprimida, enflaquecida, vomitando a cada rato,
enferma de algo que ningún doctor podía explicarme… Yo
estaba de más en esa casa, y decidí tomarme un frasco
completo de veneno. No me importó nada. Hijos, familia,
¡nada!
Sobreviví al veneno. Cuando le pedí el divorcio, me
golpeó en la cara y me encerró en el cuarto de los trebejos:
clavó tablas por fuera de la puerta y ahí me quedé dos días.
Mi hijo el más pequeño me pasaba tortillas con frijoles,
por los huecos y a escondidas, cuando él no estaba.
Fue el momento de emprender el vuelo y recuperar
mi vida. Lo demás, ya era historia.

13
Hostigamiento laboral
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Cuento con una antigüedad de seis años dentro de una


firma de abogados y actualmente me desempeño en
el departamento de Despacho de Pagos. Presento una
acusación contra el jefe en el área de Gestión de Personal
quien ha mostrado una actitud nada grata hacia mi
persona; en reiteradas ocasiones me he manifestado por
tal situación, pero el señor solo se justifica y alega que me
hago la víctima de actitudes y dejos; está manipulando
a parte del personal y dañando mi integridad y espacio
individual.
En el corto tiempo que lleva laborando en el
departamento donde estoy asignada, ha mostrado
comportamientos inapropiados de una relación laboral.
He tomado valor para que este asunto ya no se me salga de
las manos. Me parece inaceptable que en pleno siglo XXI
siga existiendo este tipo de situaciones. Por ello seguimos
luchando día con día para que se nos respete, no solo
somos una cara bonita o un cuerpo. Tenemos mente para
pensar, corazón para sentir y voz para defendernos, así
que por mí y por las mujeres que hoy en día están en mi
mismo caso quiero que seamos valientes y luchemos por
nuestros derechos, para no dejar que nadie nos humille

17
ni se sienta dueño de nuestra persona, y mucho menos
traspasar la barrera de confianza.
De cualquier manera, pido anonimato para mi
escrito, solo espero motivar a las personas, tanto hombres
como mujeres, a luchar por sus derechos y a demostrar
que tenemos la libertad de expresarnos.

18
Creaciones, sueños y anhelos
que atraviesan muros
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Pasillos, muros, torres de control, vigilancia excesiva las


veinticuatro horas del día, adentro y afuera.
Una constante que permea la vida de cada mujer en
prisión. Maternidades interrumpidas, sueños diluidos en
espacios cerrados que no permiten el contacto humano.
Mientras me dirijo a impartir el taller de teatro
al reclusorio de Veracruz, pienso de qué manera servir
a través de las artes escénicas a personas privadas de
su libertad a quienes la sociedad no les ha otorgado una
segunda oportunidad por el simple hecho de estar en
la hora y el lugar equivocados. Por supuesto que no se
justifica un delito, pero sí es necesario que entendamos
el contexto y el por qué lo hicieron. Ciertamente todos
vivimos circunstancias muy adversas, pero lo que sucede
en los centros penitenciarios es el reflejo de lo que es
nuestra sociedad.
Nuestra sociedad se rige por el castigo y
cumplimiento de la pena, por las dicotomías del adentro y
el afuera, de lo bueno y de lo malo, de lo justo y lo injusto.

¿De qué manera erradicar un pensamiento dicotómico y


hacerlo complejo?

21
¿Cómo comprender el paradigma transdisciplinario desde
lo escénico?
¿Por qué transitar por una verticalidad desde las artes
escénicas?

Estas son algunas preguntas que me planteo antes de


disponerme a conocer al grupo de mujeres con el que
compartiré vivencias y experiencias desde el encierro.
Rebeca una integrante del taller me aborda minutos
antes de iniciar, se presenta, me cuenta su historia y el
por qué está ahí… Sin preguntarle nada ni hacer un juicio
sobre su historia, me dispongo a escucharla:

Soy Rebeca. Llevo once años privada de mi libertad. Antes


de entrar aquí tenía una familia, y digo tenía porque al poco
tiempo de que ingresé mi esposo dejó de visitarme. Aquí casi
no vienen los hombres; eso sí, vienen varias mujeres a ver a
los internos, pero a nosotras casi nadie nos visita.
Nos las arreglamos como podemos para cuidar de
nuestros hijos, atenderlos, ver por ellos, y claro, hacer una
que otra labor social para que nuestras autoridades nos
respeten.

22
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Cuando nuestros hijos cumplen los tres años nos los


quitan y se los dan a nuestras familias. Después de los tres
años solo podemos verlos cada día de visita, y crecen sin la
figura materna.
Aquí se convive con hombres todos los días. En este
espacio el machismo se encuentra marcado por códigos
establecidos entre los internos. El lenguaje, las acciones y
las miradas nos persiguen e intimidan, pero es algo a lo que
ya nos acostumbramos.
El día a día en este lugar se vuelve rutina y algunas
consiguen sobrellevar el encierro participando en talleres,
practicando ejercicio o incluso se animan a estudiar. De
alguna manera tienes que dejar de pensar en el pasado
para intentar llevar tu presente. Aquí todo es rutinario y
nuestra voz casi nunca es escuchada.
Quiero confesarle que hay días que logro escaparme
del encierro cuando cierro mis ojos y comienzo a cantar,
me gusta hacerlo para no pensar en mi delito, cantar me
libera el alma, el espíritu y mi corazón. Cantar me permite
expandirme y hacer de esta celda mi escenario.
Hay ocasiones que me escapo escribiendo, me dejo
llevar por las historias y puedo crear espacios mágicos con
la escritura. Describo personajes que solo están en mi mente,

23
pero no están tan alejados de la realidad. Les comparto mis
escritos a mis compañeras, algunas se burlan de mí, a otras
les parece interesante y me animan a que publique mis
escritos. A mí la verdad me da miedo porque no sé si llegue
a haber represalias por decir lo que pienso.
Pero hay algo que me libera por completo, es tan
mágico que involucra todo mi ser. Es el arte de la actuación.
El teatro me permite despertar mis sentidos de una forma
extraordinaria, desde que piso el escenario una sensación
extraña invade mi cuerpo y mis emociones. Interpretar
personajes y crear nuevos espacios lo consigo solo a través
de la actuación.

Así es como inicia mi primer día en el reclusorio,


trato de escuchar, observar e indagar todo lo que mis
sentidos me permiten. Estar en el aquí y el ahora. Esa
es una regla en el teatro y esa condición es la que nos da
nuestra identidad como comunidad.

24
Esta es mi historia
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Tengo varios recuerdos de diferentes sucesos que viví


siendo una estudiante, y hasta el día de hoy cuando ya
soy una persona adulta me doy cuenta que la edad —a
pesar de los años que tenga— no tiene nada que ver. Con
el solo hecho de ser mujeres estamos expuestas a muchas
situaciones que nos hacen vulnerables.
Esta es mi historia, basada en tres sucesos que
marcaron mi vida. Hoy decido platicarla de manera
anónima, esperando de todo corazón que sirva para
muchas mujeres, ayudándolas a no quedarse calladas y
contar su versión.

En mi etapa de la preparatoria
Recuerdo cuando estudiaba en la preparatoria. Esta se
localizaba cerca de una plaza comercial y también de la
terminal del tren; yo estaba en segundo semestre y entre
cada materia había un descanso de diez minutos en lo
que llegaba el siguiente maestro. Al lado de mi salón se
encontraba un espacio para sentarse y poder tomar el
receso, a mis compañeras de salón y a mí nos gustaba salir
y platicar en ese lugar. Un día escuchamos a una persona
dar un silbido, al percatarnos, como pasaban cerca las
vías del tren, observamos a un hombre que nos mostraba

27
su miembro y se tocaba, al ver esto regresamos a nuestro
salón y les contamos a los demás compañeros, se rieron
de nosotras y lo tomaron a broma.
Por un tiempo decidimos no ir a ahí para evitar ver
esas escenas. Tiempo después retornamos a nuestro lugar
pensando que ya no iba estar el sujeto; sin embargo, fue
todo lo contrario, el tipo seguía apareciendo en el mismo
sitio y haciendo lo mismo. En seguida acudimos a reportar
los hechos a la Dirección de la escuela. Contamos que
había un hombre por las vías del tren, que se paraba justo
donde estaba nuestro salón de clases y se masturbaba
delante de nosotras. Había dos maestros escuchando la
versión de lo que sucedía y uno de ellos nos dijo:
—Por favor, ya no acudan a ese lugar y eviten así
provocar a esa persona.
Recuerdo que cuando dijo estas palabras no podía
creer lo que escuchaba, y empecé a sentirme culpable
pensando que tal vez estábamos provocando el mal
comportamiento de este hombre. Me acuerdo que llegué
a casa y no dejaba de sentirme sucia, pero también
indefensa, pues lejos de tener el apoyo y protección de las
autoridades fue todo lo contrario.

28
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Al final dejamos de tomar nuestros recesos en


aquel lugar; y de parte del personal de la Dirección de
la escuela solo notificaron que ya habían puesto a una
persona a vigilar por esa zona, pero que no habían visto a
ningún hombre cerca del lugar.

La experiencia en mi primer trabajo


Cuando yo comencé a trabajar fue en el área de Recursos
Humanos en un hotel, como asistente de la Gerencia, y
una de mis actividades en esa área consistía en realizar
las altas y bajas del personal ante el IMSS. En aquellos
días estos trámites se realizaban de manera presencial
y yo elaboraba los formatos que se conocían como hoja
rosada para llevarlos hasta las oficinas del IMSS.
Para llegar al lugar generalmente me iba caminando
ya que se encontraba cerca de mi trabajo. Un día decidí
ir vestida con una falda negra ajustada, una blusa formal
de manga larga color azul claro y mis zapatillas negras,
recuerdo tan clara la manera como me vestí pues marcó
mi vida con esta mala experiencia.
Cuando venía de regreso a la oficina, eran como
las once de la mañana, estaba caminando sobre una
avenida y de repente sentí por mi espalda que tocaron

29
mi hombro, y me jalaron hacia atrás, al momento de
querer girar me inmovilizó un hombre y de repente metió
su mano sobre la parte trasera de mi falda tocando mis
partes íntimas; en seguida grite y el tipo me soltó, se fue
caminando tranquilamente, mirándome y burlándose de
mí. Recuerdo que le grité. De pronto mi cuerpo empezó
a temblar, no podía contenerme, caminaba pero sentía
que me caía, no hubo una persona que pasara en ese
momento. Poco tiempo después llegué a mi trabajo, pues
estaba cerca, y al querer expresar lo que había sucedido
no podía pronunciar palabra; cuando entré a la oficina
para hablar con mi jefa solo me puse a llorar y hasta que
me calmé pude contarle lo que me había pasado.
Este episodio me hizo sentir más vulnerable,
indefensa, pero a la vez también me sentí culpable por
vestirme, según yo, provocativa, pues llevaba la falda
ajustada. Hasta el día de hoy no me siento a gusto cuando
uso algún vestido, falda, short, etc.

El acosador obsesionado
Este suceso es el más reciente. Todo inició cuando yo
estaba con unas amigas en un café y hablábamos sobre la
experiencia que habíamos tenido en un curso en el cual

30
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

habíamos participado y que trataba de ser una persona


líder, eliminar miedos, inseguridades, etc. En ese momento
una señora se acercó a nosotras y nos dijo que escuchó
nuestra conversación y que se atrevía a ir a vernos pues
tenía un hijo con un grave problema de autoestima. Nos
comentó que su hijo era una persona con discapacidad en
un oído, escuchaba muy poco así que utilizaba aparatos
auditivos, eso le provocaba inseguridad y además tener
pocos amigos, de modo que le gustaría que su hijo
estuviera en los cursos. Al escucharla le ofrecí llevarlo.
A partir de ese día el contacto con esta persona
fue a través de mensajes por WhatsApp; desde ahí yo
noté que su escritura era rara y poco entendible como
consecuencia del problema físico que tenía en su oído. Se
llegó el momento para iniciar el curso, fue la primera vez
que nos vimos personalmente; me di cuenta que leía los
labios, que sí escuchaba un poco y podía hablar, y aunque
tartamudeaba, sí se daba a entender. Estos cursos van
por niveles y el primero duraba cuatro días, durante ese
tiempo estuve pendiente de lo que necesitaba, pues los
que diseñan estos cursos piden que te hagas cargo de la
persona que está en proceso.

31
La persona se me hacía muy tranquila, pero
con mucha falta de atención y de amor propio, era muy
inseguro. Empecé a llevarme con él y cuando tenía algún
evento lo invitaba, pero me daba cuenta que cada vez que
lo veía le tomaba fotos a mis amigos y a veces me tomaba
fotos con él. Poco tiempo después recibí invitación de
amistad de su página de Facebook, la acepté y observé que
publicaba las fotos con mis amigos y conmigo, y bueno
hasta ahí todo lo miraba de manera normal. Con el paso
del tiempo me platicaba su vida y hubo coincidencias de
amigos en común.
Un día me encontraba en mi trabajo y un amigo que
teníamos en común me envió un mensaje preguntándome
si esta persona era mi novio; respondí que no y le dije que
por qué me hacía esa pregunta, mi amigo respondió:
—Lo que pasa es que acabo de ver en su página de
Facebook, en unas de las fotos que publicó, que tú y él eran
novios.
Se me hizo raro puesto que yo lo tenía agregado y
no había visto una publicación de él mencionando lo que
me decía. En seguida entré a ver su página, pero yo no veía
nada, entonces mi amigo me envió una captura de pantalla
y vi que era cierto, pero a mí me tenía restringida en
ciertas publicaciones. Sinceramente me molesté mucho.

32
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Decidí enviarle la captura a esta persona y le dije que por


favor eliminara esa información falsa, que no entendía por
qué estaba diciendo algo que no era verdad y si le estaba
ofreciendo mi amistad era para apoyarlo. Me respondió
que lo iba a eliminar. Yo decidí en ese momento alejarme
de él y bloquearlo en Facebook.
Después de haberlo bloqueado, mi amigo me llama
para decirme que esta persona se dio cuenta que él me
contó lo que había publicado y creó una cuenta falsa
donde agregó a todos sus amigos en común. Ellos notaron
que se trataba de esta persona pues su escritura era rara,
así como solía escribir. Cuando me enteré y lo vi con mis
propios ojos, me alejé aún más de él.
Aún no lo había bloqueado de mi celular cuando
recibí un mensaje por WhatsApp diciéndome que había
soñado conmigo, que me había visto pasar cerca de mi
trabajo, le dije que ya no me enviara mensajes ni nada,
que por favor siguiera su vida y en ese momento anulé
toda comunicación con él. Sin embargo, cada vez que
registraba alguna cuenta en otra red social me enviaba
solicitud en seguida, pero yo lo rechazaba.
El día de mi cumpleaños recibí flores en mi trabajo
y unos regalos que envió por estafeta a mi casa; mi

33
familia se empezó a preocupar ya que no le había dado
la dirección de mi casa. Así mismo, empezó a enviar
invitaciones en Facebook a todos mis amigos, familia y
compañeros de trabajo. Fue así como algunos de los que
aceptaron me comentaron que seguía publicando que era
su novia, subiendo fotos y videos que yo publicaba en otras
redes sociales, las manipulaba para que pareciera que él
estaba ahí mismo y la ubicación de cada publicación hacía
referencia cerca de mi casa.
Fue entonces cuando publiqué en mi página de
Facebook una denuncia ante mis amigos y familia para
que no aceptaran su invitación, contando en breve reseña
lo que estaba viviendo en ese momento, expresando que
estaba siendo acosada por este señor. Me enviaron una
captura de la foto de su perfil para que lo identificara. Al
poco tiempo de la publicación recibí mensajes de apoyo de
varios amigos; y otros me dieron asesoría para proceder
de manera legal contra esta persona. Debo confesar que
en ese momento sentí una liberación y a la vez me sentí
protegida, con el solo hecho de haber publicado lo que
estaba viviendo y parar con este acoso que me estaba
quitando mi paz y mi seguridad.

34
Ella se sentía incómoda
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Este cuento narra lo incómoda que se sentía una joven al


sentirse acosada, atosigada por su superior, un supervisor
de la empresa donde trabajaba. Dicha empresa no tomó
medidas pertinentes para acabar con ese acoso hacia
ella y sus demás compañeras, por el contrario fueron
exhibidas ante el propio supervisor, ya que éste se enteró
de las personas que fueron citadas y de lo que fueron a
hablar.
Había una vez una joven llamada Teresita. Vivía en
la ciudad de Xalapa, Veracruz, tenía veinticuatro años de
edad y trabajaba para una empresa de abarrotes. Era la
encargada de una sucursal, ahí realizaba varias actividades
y llevaba también lo referente a valores (dinero). Tenía
varios jefes de diferentes áreas, pues se trataba de una
empresa grande con muchas sucursales dentro y fuera de
la ciudad.
Un día Teresita estaba trabajando normal, como
todos los días, realizando sus actividades correspondientes
y llegó un supervisor que ella no conocía. De una manera
déspota y arrogante se presentó con el nombre de Bryan.
En ese momento Teresita se dirigió al área de atrás
para proporcionarle al supervisor el efectivo con el que
trabajaban, cuando de repente el supervisor se le acercó

37
e intento darle un beso. Ella se sintió muy incómoda y se
retiró del lugar para reunirse con sus demás compañeros
sin decir nada de lo sucedido, el supervisor realizó su
trabajo y se retiró sin mencionarle nada.
Pasaron aproximadamente quince días, Bryan
regresó a la sucursal y se dirigió con Teresita para que
le mostrara el efectivo que ya él sabía dónde estaba
resguardado, los dos se encaminaron al fondo de la
sucursal.
Volvió a intentar besarla y ella le dijo que qué le
pasaba, que no hiciera eso, pero él contestó:
—Es que me gustas, te invito a salir.
Quería tocarla y le hacía comentarios aclarando
que era soltero, y si se casaban ella no estaría trabajando
allí, e insistía en invitarla a salir, diciendo que le gustaba
mucho; al mismo tiempo la observaba de pies a cabeza
incomodándola.
Ella ya no sabía qué hacer, pero a nadie le contó
lo sucedido. Cada que Bryan iba a supervisar Teresita se
ponía muy mal, mas no decía nada por miedo a que la
despidieran, pues pensaba que como él era supervisor y
ella una encargada, nadie le creería.

38
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Un día platicando con varias compañeras tocaron el


tema del supervisor y en confianza entre ellas, empezaron
a contar que a todas les hacía lo mismo. Se armaron de
valor y pusieron una queja señalando todo tipo de acoso.
En las oficinas centrales de la empresa fueron citadas
todas y cada una de las afectadas y las interrogaron
sobre el tema, pidiéndoles que contaran todo, pues sería
anónimo; sin embargo Teresita observó que la estaban
grabando con un teléfono.
Y en efecto, Teresita narró todo, pero nada fue
anónimo. Bryan llegó a su sucursal y les dijo que él no
les había hecho nada, que eran unas mentirosas y que no
habían logrado su objetivo pues no lo despidieron. Todas
se sintieron atemorizadas y temían que el supervisor
tomara represalias hacia ellas.

39
Un elefante en la habitación
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Nunca ha sido un refugio si no una amenaza, muchas cosas


sin resolver de las que nadie habla en esa casa.
El padre que golpea porque ha sido golpeado, con
sus botellas de alcohol se siente curado.
La madre que se hunde en la tristeza porque sus
sueños han sido frustrados, aumentando su rabia que es
la que tiene a todos controlados.
Los hermanos que calman la ansiedad en la comida
o en las drogas.
Días en los que no convive la armonía, solo la histeria,
gritos en donde sea, insoportable e incomprensible para
los demás, en donde cada quien se ahoga en su propia
miseria.
Una ruleta rusa en donde todos pueden caer en
cualquier momento y no se sabe quién será el primero
que se atreva a terminar con ese tormento.

43
La oferta peligrosa
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Todo surgió cuando me dispuse a buscar empleo en bolsas


de trabajo de grupos de Facebook. Recuerdo que todas
para las que postulé parecían fantasiosas. Seguí buscando.
Encontré uno como fotógrafa de un señor que se
dedicaba a hacer paquetes de graduaciones. Me presenté
en la dirección (iba acompañada de una conocida), al
llegar al negocio noté que se veía raro, pero no quise
prestar atención a esos pequeños detalles pues era más
grande mi necesidad de encontrar trabajo. La chica que
estaba ahí me dijo que le iba a hablar a su jefe, ya que no se
encontraba en el local —se me hizo raro, pero otra vez no
quise prestar atención a los detalles—; repentinamente,
me indicó que donde me entrevistarían era en un edificio
casi en ruinas. Todo me siguió pareciendo raro.
Cuando me entrevistó el supuesto jefe, me llevó a
un cuarto en la parte de arriba del edificio, era un lugar
súper cerrado, nada más estábamos él y yo. Me hizo
preguntas de rutina: mi nombre, qué había estudiado,
todo normal. Inesperadamente la entrevista tomó otro
rumbo, las preguntas eran cada vez más personales y más
incómodas.
En ese momento me marcó mi conocida
preguntando si todo estaba bien y le respondí que sí (otro

47
error). Después el tipo se me quedaba viendo por cómo
iba vestida; ya muy incómoda, educadamente afirmé:
—Bueno, entonces quedamos pendientes. Sin embargo,
me dijo que si aceptaba me invitaba a ir a Orizaba, me
pagaría todo, el hotel y la comida, pero que tenía que estar
todo el tiempo con él. Visiblemente incómoda le dije que
no. Esto me dio miedo ya que en el lugar donde estábamos
nadie escucharía mis gritos pidiendo ayuda.
Me puse de pie y me preguntó: —¿Ya te vas?
Respondí que sí. A este punto yo tenía mucho miedo de
que me hiciera algo, pero eran más mis ganas de salir al
precio que fuera. Me levanté de forma decidida y le dije:
—Me tengo que ir, me están esperando. Me preguntó
quién, y contesté: —Mi novio. El señor se paró y me indicó:
—Ven acompañarme. Yo tenía mucho miedo, pero no había
vuelta atrás. Le objeté: —No, abajo me está esperando mi
novio. De manera cortante insistió: —Ven acompáñame.
Y pensé: bajo las escaleras y me escapo, para mala suerte
iba detrás de mí en todo momento. Me señaló un cuarto y
me indicó: —Aquí vas a estar y vas a trabajar. Yo me negué:
—No, ya me voy, no me voy a quedar, por favor ya déjeme
ir. Se detuvo en la entrada y le dije que mi novio me estaba
marcando por teléfono, así se tuvo que hacer a un lado. Yo

48
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

estaba a punto de gritar para que me dejara salir. Cuando


me vio, solo me dijo: —OK, te puedes ir.
Salí llorando. Mi conocida me preguntó si todo
estaba bien, yo contesté: —No, el tipo no me dejaba salir.
Se enojó y me dijo: —Ven vamos a llamar a la policía para
que vengan por ese pervertido. Hablamos a la policía y
nos dijeron que no tenían patrullas disponibles, «ahorita
todas están ocupadas o lejos». Después de eso ella volvió
a insistir y una patrulla llegó muy rápido, me pidió que les
contara lo sucedido y así lo hice. Fuimos hasta el edificio
acompañadas por los policías buscando al sujeto, pero
jamás salió.
Entonces mi conocida comentó que habíamos
levantado un acta, pero un policía nos dijo que no
procedía. Enojada, protestó: —¿Tiene que salir en una
bolsa y en pedazos para que proceda? ¿O tiene que haber
sido violada para que proceda? El policía solo respondió:
—Tenemos que entrar cuando esté pasando. Finalmente,
ella solo expresó: —Por eso estamos como estamos.
Yo logré salir de ahí, pero después de eso nunca
nada volvió a ser lo mismo.

49
Romper el silencio
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Cuando seas testigo de violencia contra las mujeres no te


quedes de brazos cruzados. Actúa.
Lo que se llama una mujer empoderada, no
corresponde precisamente a la descripción de la
protagonista de este relato. Sin duda, su historia sí debe
ser contada, es la vivencia de un bullying laboral, que sufrió
dentro de una estructura institucional que aparentemente
procura justicia. Es la constancia de que pese a los esfuerzos
del Estado por desterrar comportamientos machistas y
discriminatorios, aún permean en las oficinas, conductas
aberrantes que trasgreden la salud emocional de miles de
madres trabajadoras que diariamente luchan contra esas
veinticuatros horas en las que hay que cubrir los delicados
roles de madres de familia, esposas y empleadas.
Este relato simboliza el pago de una deuda de
amistad, por el olvido, la omisión, la falta de sororidad
entre trabajadoras, y de este modo ir desterrando cada
día las viejas prácticas señaladas que tanto daño nos
hacen en el entorno laboral.
A pesar de que en las calles, las redes sociales y
los medios de comunicación han acuñado frases contra la
violencia laboral, algunas nos han acompañado durante
décadas; sin embargo, hemos permanecido indolentes y

53
poco solidarias aun cuando en nuestro entorno, a menudo
observamos eventos de maltrato laboral. Esas frases
deben usarse con la fuerza de su contenido y así asumirlas
en el día a día para evitar que historias como las de Lupita
no se repitan nunca.
No puedo precisar cuándo conocí a Lupita, quizá
fue en esas aburridas reuniones de trabajo, en las que
el jefe investido del poder concedido por el Estado, a
menudo nos convocaba para denostar el trabajo de todos.
Porque nadie tenía conocimientos de derecho, solo él
era depositario de la verdad absoluta; por lo tanto, todos
los errores los asumíamos los subalternos, y los asuntos
que culminaban en éxitos eran precisamente por su
intervención. Además de escuchar sus chistes malos
cargados de un humor entre ácido y negro.
Recuerdo que Lupita venía de un municipio
distante de la capital. Ella ya me conocía por reuniones
anteriores y yo sabía de ella por una amiga en común. En
esa ocasión nos sentamos una al lado de la otra, de forma
inmediata simpatizamos, me atrapó su forma tan clara de
hablar, la sentí auténtica, genuina, sin poses ni maquillaje,
algo muy raro de encontrar en nuestro centro laboral.

54
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Esa tarde después de la reunión fuimos a comer


juntas en compañía de otras compañeras, no tenía donde
quedarse y le ofrecí alojamiento en mi domicilio, fue el
inicio de una gran amistad. Coincidíamos en nuestra
pasión por el trabajo, ella era Agente del Ministerio
Público especializada en Delitos contra las mujeres. Tenía
una gran sensibilidad y empatía por su labor, amaba a la
institución porque transitó en ella cuando apenas tenía
estudios de preparatoria y continuó estudiando ya siendo
empleada hasta alcanzar la Licenciatura en Derecho.
Dentro de la anterior Procuraduría General
de Justicia del Estado, se desempeñó como Auxiliar
Administrativo, Oficial Secretario, Agente del Ministerio
Público Municipal y posteriormente llegó a ser Agente
del Ministerio Público Especializada, que es cuando
tengo la oportunidad de conocerla. Disfruté mucho de
sus conversaciones, anécdotas frescas y chuscas; siempre
tenía la facilidad para hacerme olvidar un día cansado y
lleno de estrés.
Cuando la conocí, Lupita ya había sufrido un revés
dentro de la institución. Después de tener veinticuatro
años de servicio y estando como Agente del Ministerio
Público Municipal en Paso del Macho Veracruz, fue

55
citada de manera urgente a las oficinas centrales de la
anterior Procuraduría, específicamente en la oficinas del
entonces Oficial Mayor, y obligada a firmar su renuncia.
Ella platicaba ese evento como algo traumático, decía que
ignoraba el motivo por el cual estaba siendo requerida
por dicho funcionario; contaba que ya estaba listo el
documento de su renuncia y el oficial mayor se lo manejó
como «órdenes superiores».
Me decía que sufrió un bloqueo cerebral, que le
impidió ver los alcances de haber firmado ese documento,
cuando reaccionó y quiso preguntar los motivos, todas las
puertas se cerraron a su paso.
Tres años después logra incorporarse de nuevo
en la institución con una forma de contratación, donde le
pagaba cada mes sin derecho a ninguna prestación.
Un evento desafortunado que no deseo compartir,
causa su cambio de adscripción y es nombrada Agente
del Ministerio Público Dictaminador, en la Dirección
General de Investigaciones Ministeriales en las oficinas
centrales de la institución. Ahí fue víctima de maltrato
psicológico, por parte del titular, personaje conocido por
sus conductas groseras y misóginas, pues aun cuando
su nombramiento y funciones eran iguales a los demás

56
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

compañeros, a ella le asignó tareas administrativas como


contestar la correspondencia. El titular de esa Dirección
tenía la costumbre de desayunar con todo su personal y a
ella la excluía, su secretaria particular pasaba invitando a
reuniones de trabajo y ella no era convocada, pero asistía
porque consideraba que debía estar presente por ser
Agente del Ministerio Público; sin embargo, le pedía que
se retirara para empezar la reunión.
En el año dos mil diecisiete cambia la administración
y cambian al titular del área. Llega una mujer con muchos
años en la institución, que al sentirse empoderada
continúa con las mismas prácticas discriminatorias de su
antecesor en contra de nuestra protagonista; todo ello,
ante el silencio y la complicidad de todos los que de forma
continua éramos testigos del constante maltrato que
sufría Lupita.
Todo esto empezó a minar su salud y obligada por
estas circunstancias renunció. Olvidé mencionar que su
situación familiar era un poco complicada porque sus
hijas vivían en Estados Unidos; al renunciar se fue con
ellas con sus documentos en regla, pero atravesó por un
proceso de depresión que la obligó a permanecer en ese
país más tiempo de los seis meses que permitía su visa.

57
Después de siete meses vuelve al país y al
pretender regresar a Estados Unidos, para pasar con sus
hijas la navidad, es detenida en el aeropuerto de Houston
y sometida a prisión, que culminó con su deportación al
país.
Lupita es deportada a México el veinticinco de
abril de dos mil diecinueve. Todo el maltrato institucional
y laboral sufrido ya había minado su organismo con un
cáncer de estómago, que fue el motivo de su muerte el
nueve de mayo del mismo año, y sepultada el día siguiente.
Historias como esta nos mueven a la reflexión.
Parecería como si las normas que estudiamos en
las aulas no son suficientes para defender nuestros
derechos laborales; permanecemos inertes e impasibles
cuando somos testigos de historias de abusos, acoso y
hostigamiento laboral.
Tampoco los jefes han entendido que la forma de
ejercer autoridad, no es humillando ni sobajando a un
subalterno, amenazándolo con mandarlo a los lugares de
castigo como se considera el distrito de Huayacocotla o La
Chinantla; que la procuración de justicia no es un trabajo
de hombres; que las mujeres estamos capacitadas y, por
mucho, somos más honestas y sensitivas para abordar los

58
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

problemas sociales con mayor empatía. Que el hecho de


estar al frente de una oficina no nos hace todopoderosos
y que alguien que en el ámbito laboral es jerárquicamente
menor no lo hace menos. Que las trabajadoras rendimos
mejor cuando estamos en un entorno de respeto y
armonía.
Que la corona del recuerdo sea un símbolo de
sororidad y empatía que nos unifique como trabajadoras
en una sola voz; nos pronunciemos para desterrar de
estos espacios las prácticas de maltrato laboral que dañan
las Instituciones.
Pensemos en ella como un compromiso, como un
llamado a nuestra conciencia. Tengamos presente que su
tumba no es solo un frío mármol y adorno de un panteón
público, y digamos con el corazón en la mano, quizá tu
rígido cuerpo no ha alcanzado la paz augusta que ganaste
bien, pero nadie podrá arrancar tu recuerdo de todas las
mujeres que en poca o mucha proporción también somos
víctimas de discriminación, por razones de la edad, de
religión o de ideologías contrarias a prácticas arcaicas,
que corroen el buen desarrollo laboral de las instituciones.

59
La cafetería
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Yo laboraba en un Juzgado como Auxiliar de Proyectista,


tenía un compañero que acudía a preguntarme sobre
diversos acuerdos, era un señor mayor y al principio se
dirigía a mí con mucho respeto.
Pasaron varias semanas. Cierto día me lo encontré
en la cafetería y me saludó de beso y me tomó de la cintura,
yo me sentí muy incómoda, pero lo dejé pasar.
La semana siguiente entré a la cafetería y ahí estaba;
se levantó de su asiento y caminó hacia mí, me dijo que me
invitaría la comida pero respondí que no, que le agradecía
mucho; acto seguido me tomó de la mano, volví a decir no,
y me retiré del lugar pues me sentía muy incómoda.
Al llegar al cubículo le conté a mi jefe lo que pasaba
con mi compañero, que me estaba acosando, pues así
de la nada me tocaba las manos y me daba besos en la
mejilla, todo esto sin mi consentimiento. Me respondió
que hablaría con él.
Y por último, sucedió que una tarde me tomó de la
cintura mientras estaba de espaldas, me di la vuelta muy
asustada y al darme cuenta quien era le hice cara de fuchi
y me fui corriendo a mi cubículo. Sentí pánico, asco; fue
una sensación horrible y ganas de vomitar.
Finalmente renuncié al juzgado y afortunadamente
no lo volví a ver.

63
Once upon a time
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Once upon a time… en una tarde nublada de Xalapa, Barbie,


una chica bonita y joven, inició su sueño de trabajar en un
lugar donde se imparte justicia, Wonderland México.
Barbie se llevaba bien con sus compañeros de
trabajo, incluso era querida por todos, siempre fue
inteligente y le gustaba su trabajo. Diariamente aprendía
cosas nuevas, y su jefe, una persona mayor a quien le
tenía mucho respeto y cariño, además la encaminaba a ser
mejor cada día para cumplir su meta.
Al pasar los meses, por instrucciones de suyas,
Barbie comenzó a apoyar a un «pelafustán», quien en su
momento fue director de una de las áreas. Los primeros
días, todo parecía estar bien, hasta que un miércoles por
la mañana, ella llegó saludando a todos sus compañeros
(en ese tiempo, aún no existía el COVID, por lo que no
había restricciones sobre el contacto físico). Al dirigirse
al «pelafustán», éste hizo algo que nunca imaginó, la tomó
de la cintura, la jaló contra él y le dio un beso en la mejilla,
pero no fue un sutil beso afectuoso, como el que le da un
padre a su hija o un amigo a una amiga, fue distinto, como
si el roce de su asquerosa boca con la piel de su mejilla le
provocara placer.

67
En ese instante Barbie quedó conmocionada, nunca
había dado motivos para que actuara de esa manera.
Como en otras historias, no habló al instante; en
lo subsecuente ocurrieron más incidencias por parte
del «pelafustán», comentarios e indirectas denigrantes
dirigidas hacia ella o la hacía sentir incómoda con
miradas lascivas. No es necesario destacar que ella no iba
vestida de manera provocativa, no obstante ningún tipo
de vestimenta es motivo de invitación a faltar al respeto
a las mujeres.
Finalmente, llegó el día en que Barbie decidió poner
fin a las acciones del «pelafustán»; no sabía por dónde
empezar, pero consideró que tal vez, si se lo contaba a
alguien encontraría el apoyo que necesitaba.
Por extraño que parezca, la persona en quien
confió era literal un ángel; la incitó a denunciar, incluso,
la acompañó con el jefe, quien al enterarse de la situación,
tomó cartas en el asunto de inmediato.
Supo que le llamaron la atención y le prohibieron
acercarse a ella. El «pelafustán» nunca más volvió a
propasarse y las miradas cesaron.
Aunque Barbie recibió ayuda, debe haber muchas
otras que no han sido escuchadas; además, siempre pensó

68
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

que las medidas que su jefe tomó al respecto, no fueron


suficientes; seguramente, elegiría otra víctima que con
suerte para él no diría nada.

69
Érase una vez...
La princesa Lola y su palacio
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Érase una vez, hace mucho tiempo, en una pequeña pero


hermosa ciudad, cuando la princesa Lola comenzó a
trabajar en un palacio muy bonito, lleno de cosas nuevas,
y ella a su vez llena de ilusiones, esperanzas y mucho que
dar, porque recién concluía sus estudios.
En aras del destino le tocó estar bajo el mando
de un rey muy importante y muy poderoso, quien al ver
a la princesa Lola llamó su atención y decidió mandar a
traerla para comentarle ciertas cosas, entre ellas que era
muy bonita y joven, y que por esos mismos motivos no
tenía que padecer o sufrir.
La princesa Lola no entendió de inmediato y
reaccionó con cara de intriga y sospecha. Pasados unos
minutos el rey al mando, y siguiendo con sus temas «raros»
—al menos para ella—, le explica abiertamente que no
tiene por qué ir al palacio y pide le diga qué necesita para
ser su «novia», por llamarlo de alguna forma «normal».
Se queda sin palabras que emanar de su boca y con sus
ojos llenos de asombro e incertidumbre, pues con apenas
veintidós años de edad le resultaba difícil comprender
por qué tendría que romper con aquel sueño de trabajar
y triunfar en ello.

73
La princesa Lola expresó minutos después que no
entendía. En seguida, el rey mandó a traer a una persona
para indicarle lo siguiente: —Ve con la princesa, cómprale
el carro que quiera, avisa que no vendrá a trabajar y
auméntale el sueldo. Inmediatamente comprendió de qué
se trataba la «propuesta», entonces se levantó y se retiró
del salón, no sin antes escuchar a lo lejos decir al rey:
—Piénsalo, puede ser la oportunidad de tu vida, y
esas no se repiten, mañana me dirás cuál es tú decisión.
A la mañana siguiente, y sin poder conciliar el
sueño, llegó la princesa Lola al palacio y unas horas
después fue requerida en el salón privado del rey.
Ella sabía ya qué contestar, lo que no sabía era cómo
expresarlo pues tenía miedo e incertidumbre de perder
su empleo, mismo que, cabe mencionar, le había costado
trabajo conseguir. Al entrar al privado, el rey le pide que
se siente y le diga cuál es su decisión. Nerviosa y con la
voz entrecortada, le responde tajantemente: —No acepto,
pero se lo agradezco. Sin más, el rey advierte: —OK, solo
que estás congelada, y no me vuelvas a pedir ninguna
clase de apoyo.
La princesa Lola se levantó y fue a su lugar,
pensando en todo lo sucedido y con miedo de ser

74
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

despedida, cosa que no sucedió. Sin embargo, en efecto


estuvo «congelada» en puesto y sueldo durante el periodo
que permaneció en aquel hermoso palacio, es decir, unos
tres años.
Tiempo después, por circunstancias ajenas a ese
incidente, la corrieron del hermoso palacio, dejando
muchos recuerdos buenos ahí, aprendizajes, amigos y
sobre todo muchas lecciones de vida. Lecciones que te
marcan para bien o para mal, depende de cómo se vea el
vaso, medio lleno o medio vacío.
La princesa Lola al final de cuentas siguió con su
vida, tranquila y feliz como era, y con la certidumbre de
que en su momento tomó la mejor de las decisiones, que
si bien podría haber cambiado su futuro aparentemente
para bien, ella pensó y piensa que sería mayor el mal que
el bien que iba a recibir.
Sin arrepentimientos y con la frente en alto, la
princesa Lola tomó la mejor decisión de su vida.

75
El nuevo empleo de María
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Una tarde soleada de agosto María estaba acostada viendo


Netflix, pensando que ya tenía meses desempleada y nadie
quería darle una oportunidad. Hacía cinco años que había
salido de la universidad y no sentía avance en sus metas.
De pronto recibió una llamada respecto a una
vacante de trabajo a la que había aplicado.
Se presentó a la entrevista al día siguiente. Al hablar
con Héctor, la persona que sería su jefe inmediato, se dio
cuenta que le faltaba un documento para poder ingresar
a la empresa, pero le dijo que hablarían con alguien más
para ayudarla a obtener el puesto.
Héctor realizó diversas llamadas a Tomás, el asesor
de la gerente de la empresa, y les dio la cita para acudir a
verlo.
Entraron a la oficina, se presentaron y María le
explicó lo que la llevó a acudir a él; asimismo, Héctor
comentó que si se quedaba, ella se comprometería a
llevar la documentación restante en un plazo no mayor a
tres días. Tomás aceptó la propuesta y le dijo que estaba
depositando una gran confianza en ella.
María comenzó a trabajar en la empresa. Su
espacio de trabajo era un cubículo con tres hombres
mayores quienes con el paso del tiempo empezaron a

79
tener confianza y soltaban chistes y frases; por ejemplo,
un día llevaba un pantalón slim y un compañero dijo: «No
deberías vestirte así porque no sabes lo que provocas»;
otro comentario fue: «Tenía una amiga que me ayudaba
a tener relaciones sexuales cuando no podía tener una
erección»; y de ese tipo, muchos que a ella no le gustaban
y la incomodaban.
María pidió el cambio de cubículo varias veces, pero
Héctor normalizaba esos comentarios revictimizándola.
Pasó el tiempo, cada vez se sentía más incómoda con esos
comentarios, así que decidió abandonar la empresa y
comenzar de nuevo.
Al pasar los días Tomás comenzó a escribirle,
proponiéndole salir a cenar para hablar de su situación,
pues tal vez podría darle trabajo en otro departamento.
Acudió a la cita, pero al paso de los minutos, se sintió muy
incómoda por la forma en que él se expresaba y la miraba.
Decidió terminar la charla y se dirigió a su casa.
Al final se alejó de esa empresa y resolvió buscar
un nuevo empleo. En este nuevo empleo le dieron pláticas
sobre temas referentes al hostigamiento y acoso sexual,
así supo que todo lo que había pasado en la empresa a
la que había renunciado estaba mal, que no era su culpa.
También ahora sabría qué hacer en una situación similar.

80
A ti, mujer
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Mujer, eres arte, belleza, valentía


si se trata de describirte
una página no bastaría para hacerlo
tus cualidades, valores y virtudes
son todo lo que yo anhelo.

Eres tú, quien demuestra que lo imposible es posible


eres tú, que día a día enseña cómo luchar por sí misma
eres tú, la que sale día a día a enfrentarse a la vida
eres tú, quien tiene el corazón más grande y puro.

Mujer, tu huella siempre va a estar marcada en mí


sin ti no sabría amarme, ni cómo luchar por mí
en la historia queda tu manera de soñar, pelear y vivir
en mí se encuentra todo lo que has hecho.

83
No soy una niñita pendeja
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

En este ejercicio catártico narro un lúgubre suceso en mi


vida profesional, que sin darme cuenta, transcendió a la
personal, pues por un tiempo, trastocó mi autoestima
y confianza. Un «hombre» con poder de decisión en un
organismo autónomo del Estado, desdeñó mi capacidad
intelectual todos los días que estuve subordinada a él
hasta que dimití.
Con los años, he aprendido a superar las heridas
que ese evento me dejó, pero para ello fue necesario pasar
por un proceso retrospectivo y admitir que cometí un gran
error. Ese sujeto, logró su cometido, deshacerse de mí.
Renuncié y esa fue mi equivocación. Debí ser
valiente, alzar la voz y denunciar. Tal vez, esto hubiera
evitado que otras mujeres enfrentaran lo mismo que
yo. Pero ya no callaré más, en estas líneas pretendo
desnudarlo, pero no en el sentido que él deseaba, sino
exponer, sin nombrarlo, su infame proceder; pues hoy
estoy convencida que para ser escuchadas tenemos que
hablar.
Espero que estas líneas sirvan de timón y vela
para quienes están a punto de naufragar en una tormenta
similar a la que me envolvió a mí.

87
Era el año dos mil quince, después de un paso por
una institución federal, incursioné en el símil local, que en
ese entonces, estaba conformado, casualmente, por tres
«varones». Mi jefe inmediato no rebasaba los cuarenta
y cinco años, se jactaba de ser un hombre inteligente y
educado, percepción que aún permea en la sociedad
veracruzana; en realidad, es un tipo mal hablado,
intelectualmente limitado, que solía dirigirse a nosotras
como: «niña», «m’ija» o «mamita».
Desde que ingresé me indicó que lo acompañaría a
las reuniones que sostenía con sus homólogos, en las que
mi actividad estaba limitada a servirles cual mesera (sin
que se entienda que denosto tan dignísima labor).
«Más agua, más café, limpia la mesa, trae una
servilleta», eran las importantes instrucciones que ese
sujeto me daba. Frecuentemente me cuestioné, por qué
nuestros impuestos pagan exorbitantes sueldos a quienes
solo van a consumir alimentos a sus oficinas. Aunque
nunca estuve conforme, la necesidad del trabajo me hacía
soportar estas silenciosas pero dolorosas humillaciones.
Los «hombres» como él, se vuelven aún más
primitivos cuando tienen poder y están en manada. No
hubo sesión en la que no me hablaran con doble sentido

88
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

o hicieran comentarios sobre mi cuerpo, pero lo peor,


eran esas tres miradas, tan cargadas de lujuria, que me
provocaban un ardor intenso en la piel y después me
hacían sentir tan sucia, tan inferior.
Ya no quería asistir, me sentía muy frustrada, hasta
que un día una noticia iluminó mi rostro como el sol de la
mañana; había una vacante y el criterio para hacerse con
ella era un examen, así lo había indicado el jefe. Por fin
tendría la posibilidad de demostrar que era útil para algo
más que servir café.
Como lo pensaba, obtuve el mejor puntaje y al
«señor», no le quedó más remedio que darme el puesto.
Cuando llegó la quincena pensé que lo tolerado había
valido la pena. No podía estar más equivocada, dos meses
después me dio la noticia:
—Ya no vas a ganar eso, vuelves a tu sueldo normal
porque para ese puesto tengo otro compromiso.
No podía creerlo, demostré que era la más
competente para ese puesto y así sin más decidió que
yo debía seguir sirviéndole el café, y lo que yo me había
ganado se lo dio a uno de sus congéneres que recién se
había incorporado. Su compromiso, era con otro hombre.

89
La necesidad nuevamente me obligó a callar hasta
que, sin ningún motivo, me notificaron que cambiaba de
adscripción. No pude más y por primera vez enfrenté a quien
durante casi un año mitigó mi voluntad. Externé la lástima
que me daba que en un encargo de tal magnitud, estuviera
un ser de su calaña. El togado se limitó a balbucear:
—Deja de estarme chingando, a mí ninguna niñita
pendeja me va a decir qué hacer.
Fue tan cobarde que pidió al guardia de seguridad
que me «invitara» a abandonar su oficina, no fue necesario
que aquel gorila acatara la orden del otro simio, di media
vuelta y salí.
Ingenuamente pedí audiencia con sus compañeros
para explicarles la situación, esperando encontrar apoyo en
ellos. El primero, se limitó a decirme que él era respetuoso
de las decisiones de sus colegas y que no le gustaba
entrometerse en asuntos que no eran de su incumbencia;
el segundo, dijo prácticamente lo mismo pero con otras
palabras. Su indiferencia me lastimó casi al mismo grado.
Decidí que no podía seguir trabajando en un lugar
comandado por cerdos que no soportan la existencia de
mujeres capaces y abandoné para siempre ese «recinto de
justicia».

90
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Los primeros meses fueron sumamente duros, sin


trabajo, sin dinero y con compromisos. La desesperación
me hizo pensar que tal vez había hecho mal; debí guardar
silencio, someterme, tolerar, y un día tomarían en cuenta
mi resistencia y me ascenderían.
Por fortuna, el tiempo pone todo en su lugar y
con esto no quiero decir que ahora yo tenga un gran
puesto o un salario como el de mi verdugo. Cuento con
un trabajo normal, percibo un sueldo promedio, pero lo
extraordinario de mi labor actual radica en la posibilidad
de ayudar a otras mujeres que están en una situación
similar a la que yo enfrenté.
Cada que tengo oportunidad, a ellas les digo:
«no renuncies, no te calles, no te rindas»; tal vez, esas
palabras de aliento me hubieran incitado a romper el
círculo de violencia en el que me encontraba y denunciar
al protagonista de este breve texto.
A él, con la frente en alto, le digo que no me
doblegó. Y aunque siga en su mismo pedestal, mi espíritu
de mujer es mucho, pero mucho más grande que él. Y cada
día existen más herramientas como esta, que semejante
a su lasciva mirada, desnuda a quienes visten una falsa
pulcritud.

91
Alba: testimonio de violencia
laboral en estado de embarazo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Treinta y siete años habían pasado desde aquel primer


día que Alba vio la luz del sol por primera vez. Los lustros
se acumulaban, tenía muchas satisfacciones en su vida,
era mujer independiente, con estudios, productiva y
dedicada a servir a personas en estado de vulnerabilidad.
No obstante, algo faltaba, su vientre no había concebido;
ella con la esperanza de cumplir su sueño, esperaba tan
anhelado momento.
Una tarde de octubre, después de varios años de
tratamiento médico, por fin lo logró, ¡iba a ser madre! Fue
diagnosticada como madre añosa con producto valioso,
su matriz contaba con dos embriones, dos futuras vidas,
que ella esperaba. Sin embargo, el diagnóstico inicial
dio muestras de su existencia, el peso que provocaba
la presencia de dos productos gestantes y los años
de la madre, provocaron insuficiencia cervicouterina
—también conocida como cuello del útero corto—,
este puede comenzar a abrirse demasiado pronto y en
consecuencia provocar un aborto, por ello el embarazo
se encontraba en alto riesgo y debía estar en reposo
absoluto. Fue así que esta mujer, acostumbrada a atender
y apoyar a personas desprotegidas, se encontraba inerme

95
ante su situación de salud en la que involucraba el buen
término de la gestación tan esperada.
Confiada plenamente en la institución en la que
laboraba, la cual brindaba apoyo a los más necesitados,
no dudó en que recibiría el apoyo que como trabajadora
requería. Acudió al Instituto Mexicano del Seguro Social
—en silla de ruedas para evitar movimientos—, institución
que la respaldó y emitió las respectivas licencias laborales
por riesgo de embarazo. Presentó puntualmente las
constancias de incapacidad; se comunicó con sus
superiores jerárquicos que eran mujeres; actuó como la
trabajadora responsable que era. Nunca tuvo respuesta
de su Directora, Subdirectora o del Jefe del Departamento
de Recursos Humanos de la institución.
Llegado el quince de diciembre, no recibió su pago
quincenal, mucho menos su aguinaldo, se comunicó con
sus jefes pero no contestaron su llamada. Tuvo que acudir
a Palacio de Gobierno, pese a su estado, pues necesitaba
el trabajo para poder hacer frente al embarazo tan
complicado que estaba viviendo; no podía quedarse sin
servicio médico; no podía quedarse sin un sueldo con el
que atender su maternidad.

96
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

En la Secretaría de Gobierno, de donde dependía


la institución en la que trabajaba, le informaron que
había sido dada de baja por abandono de empleo, que así
constaba en las actas que habían levantado los directivos
de su dependencia. Y no se había informado de licencia
laboral alguna.
Retornó a su casa, agobiada, decepcionada, no
podía entender que el instituto que ayudaba a tanta gente
necesitada, la tratara a ella de esa manera; cómo entender
que los directivos hubiesen ocultado sus justificantes
médicos para atribuirle un abandono de trabajo. Respiró
profundo, necesitó un momento de silencio, de reflexión,
en el que sus pulmones se expandieran para oxigenar
su sangre y esta diera vida a su cuerpo y a los dos seres
que en ella se formaban. No debía claudicar, ahora más
que nunca debía encontrar la fortaleza para defender
sus derechos. Recordó a la entrañable Citlalmina, mujer
mexica: fuerte, dedicada, resiliente. Y comenzó el camino
a la defensa.
Presentó un escrito ante la Secretaría de Gobierno,
donde anexaba los justificantes médicos que ostentaban
el sello de recibido del instituto, todo tendiente a
demostrar que se encontraba en una situación muy seria

97
de salud y su ausencia era justificada. La Secretaría dio
entrada al escrito, corroboró la emisión y recepción de los
justificantes médicos presentados, y después la reinstaló
en su cargo.
La violencia laboral es triste, dolorosa, pero vale la
pena compartirla. Es deber de quien la vive, reconocerla
y dar cuenta de su experiencia para que esta ayude a las
personas que actualmente la sufren. Y tengan en cuenta
que no es el sistema, sino quienes lo operan que en
ocasiones fallan, y en estos casos, el propio sistema cuenta
con mecanismos de defensa.
No se debe tolerar, no se debe convalidar. Siempre
habrá una solución, acudiendo a los protocolos contra la
violencia laboral. Alba lo logró, actualmente es una madre
feliz, con dos hermosas niñas de ocho años. Sigue sirviendo
en la misma institución y apoyando a toda esa gente
que lo necesita. Sabe lo que es estar en una situación de
vulnerabilidad, esa experiencia le da fortaleza y empatía
para prestar mejor su servicio cada día. Sufrió violencia
laboral, pero encontró el mecanismo para enfrentarla y
superarla.

¡Si Alba pudo, todas y todos podemos!

98
Princesa y abogada
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Érase una vez… Es como comienzan todos los cuentos,


y este no será la excepción, porque a veces las princesas
no usan pomposos vestidos y tiaras gigantes, sino que
pueden usar overoles, jeans, trajes, vestidos, sacos,
pantalones; y unos tenis, botas o bellos tacones, con bolso
en mano… Esas son las princesas del mundo actual y entre
ellas existen ingenieras, doctoras, políticas, licenciadas,
periodistas, comunicólogas, psicólogas y muchas más.
Estas líneas cuentan la historia de una pequeña princesa
abogada que lucha con grandes lobos y villanos dentro de
su ámbito profesional.
Un día la pequeña abogada quiso abrirse paso en el
mundo laboral dentro de un gran reino; feliz por ayudar
a todo aquel que tuviera un problema legal. Para ella fue
la parte fundamental, pero olvidó la palabra experiencia.
Y cabe mencionar que también se le pasó algo que no
debía ser problema en la era donde se ubicaba, pero ser
mujer dentro del mundo de la abogacía a veces es muy
complicado, ya que para muchos, en plena actualidad, las
mujeres no pueden destacar en un bufete de abogados.
Y es así como miles de CV dejó, hasta que llegó al
lugar que de castillo a prisión en segundos se volvió.

101
Ese castillo fue el único en aceptarla, porque ellos
con la «igualdad de género» estaban, y ahí al firmar su
contrato por un mes de prueba, no sabía que estaba por
llegar al holocausto. Pasaron tres días de pura miel para
convertirse en hiel, discriminación y explotación. Un ogro
grosero y que humillaba a todas aquellas mujeres que
trabajaban, su jefe se volvió; no participaba en ningún
asunto, solo copias sacaba; y el colmo fue el día treinta del
suplicio cuando su salario menor que al de los hombres
de su categoría resultó.
Ese día la princesa abogada, con valor desde el
fondo de su alma, exigió sus derechos y ser respetada. Al
ogro eso no le gustó, porque su voz resonó tanto que se
le armó una revolución con las demás princesas que ahí
trabajaban. El ogro se convirtió en gallina y corriendo salió.
Las mujeres renunciaron y el prestigiado castillo llamado
bufete de abogados, en ruinas terminó. La abogada, con
esa experiencia, hoy en día ayuda a princesas que pasan
por esta situación.

102
Como el ave fénix
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Tengo cuarenta y nueve años de edad, soy madre de dos


hijos, y con muchos años de trabajo en la Administración
Pública. Desde pequeña he vivido la violencia en varias
de sus facetas. Comencé sufriendo violencia sexual de
los cinco a los once años por parte de dos tíos. En mi
ignorancia no sabía lo que había estado viviendo, hasta
que supe lo que era y lo que significaba en mi vida, pero
sobre todo comprendí por qué me sentía tan vacía. En
casa, mi padre al que quiero tanto, golpeaba mucho a mi
mamá; ella optó por irse y dejarnos a mis hermanos y a mí
con los abuelos y tíos, ahí sucedió mi primera violación.
Con el paso de los años intenté cambiar nuestro estatus
de vida, nos mudamos a otra ciudad para «comenzar» de
nuevo; debo decir que económicamente nos empezó a ir
mejor, pero llegamos a vivir con otros tíos. Ahí ocurrió mi
segunda historia, tocamientos todas las noches.

Mi historia

Me refugié en la escuela, por alguna razón siempre fui


sobresaliente. Mi mamá no quería que estudiara porque
necesitaba que la ayudara a trabajar en el comedor
que tenía; sin embargo, pude salir adelante y sacar mi

105
primaria, secundaria y preparatoria, siempre con buenos
resultados. Posterior a ello tocaba la universidad, debo
decir que más que ganas de estudiar era mi impetuoso
deseo de escapar de mi pasado, pues olvidé contarles
que a los trece años intenté estúpidamente salir por la
puerta falsa, pero no lo conseguí, alguien quiso que no
me fuera aún y hoy tengo la oportunidad de contarlo. Y sí,
presenté mi examen para la universidad y gracias a Dios
logré ingresar. El siguiente paso, mudarme a una ciudad
que no conocía, a estudiar una carrera que no comprendía
y escogí por eliminación. No fue fácil, me costó mucho
trabajo salir adelante porque estaba frente una mayoría
de personas que tenía conocimientos previos y yo llegué
en pañales; sin embargo, lo logré y pude graduarme con
mi generación.
Después tocaba hacer el servicio social. Tuve la
oportunidad de hacerlo en un órgano estatal, me pagaba
una beca, solo que mi jefe tenía conductas inapropiadas
conmigo y no estaba a gusto; sin embargo, lo terminé
y posterior a ello me dieron un contrato. El sueldo era
bajo, la plaza era ahí mismo donde hacía mi servicio y
como cedía a sus peticiones me dejaban trabajando toda
la noche, solo tenía la oportunidad de ir a cambiarme y

106
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

regresar. En verdad era muy cansado y el sueldo poco, así


que me di el lujo de renunciar. En casa tampoco estaban
contentos con mis horarios, así que me ofrecieron seguir
estudiando con tal de que dejara ese trabajo.
Y lo hice, comencé a estudiar una maestría que no
concluí porque no pude acreditar una materia; y bueno,
las cosas se comenzaron a complicar. Así que siguiendo la
idea de un amigo acudí al área de becas de Gobierno del
Estado, y para mi sorpresa en vez de beca me ofrecieron
trabajo, y solo fue eso, trabajo, no hubo pagos sexuales
ni cosas por el estilo. Hasta ahí todo iba bien. Me di de
alta, pero los meses pasaban y mi pago no llegaba. Así
que, después de seis meses de no recibir pago, opté por
irme a buscar trabajo de lo que fuera y comencé a vender
celulares; hasta que un día me hablaron de la oficina para
decirme que mi cheque había llegado retroactivo por seis
meses. No lo pensé y regresé a cobrar, solo que mi jefe me
pidió la mitad, y accedí; me dijo que era por única vez, y
que de ahí en adelante ya todo sería mío, y me quedé.
Pasaron dos años, mi jefe se fue, y quien llegó,
no solo me pidió mi renuncia, se dio el lujo de hacerla
para que la firmara. Alguien me aconsejó «no firmes», y
fui a Recursos Humanos. Me entrevisté con el jefe de la

107
Unidad Administrativa y me dijo que no había ninguna
instrucción, que no firmara y me quedara ahí. Estuve muy
a gusto, el trato era bueno; estando en la otra área había
logrado tener una jefatura y mi sueldo ya era un poco más
alto. Hubo la necesidad de pagarles a unas personas que
no podían entrar a la nómina y me propuso aumentarme
el sueldo para que yo les diera una parte; siendo una
persona agradecida acepté, y entregaba directamente un
recurso a quien me indicó. Cuando le tocó irse me dijo:
—Me voy, ya no tienes compromiso de entregar
nada, te dejo así por si el que llegue quiere quitarte algo
seguirás arriba como llegaste.
Se lo agradecí. Solo que quien sabía de ese
movimiento puso en antecedente al nuevo jefe y mes con
mes entregaba una cantidad, cuando me cansé pedí que
me modificaran mi sueldo a como inicialmente lo tenía.
Hasta ahí todo bien, pero como todo ciclo, este también
se cerró. Llegó otro nuevo jefe con el que me llevaba muy
bien, pero nuevamente sufrí acoso sexual y lo externé.
Derivado de mi acusación directa empecé a quedarme
sin actividades y decidí pedir mi cambio. Fui frontal, dije
por qué y a dónde quería irme. Una vez que me marché
comenzaron a salir periodicazos donde todo parecía

108
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

indicar que era yo la promovente. Mandaron a un propio


a amenazarme. Acto seguido la reducción considerable
de mi sueldo, no pude hacer nada para recuperarlo y así
me quedé. Pero Dios es grande y con el paso de los años
obtuve mi plaza, me seguí superando.
Concluyo diciendo que he aprendido mucho en la
administración pública y de ella vivo. Después de veintiún
años de egresar de la facultad, concluí una maestría con
un promedio de diez punto cero. Sigo trabajando, me
gusta mi trabajo.
Esta es mi historia y la de muchas mujeres. Decidí
contarla porque es necesario terminar con simulaciones.
No aspiro a ganar un premio, deseo que sean empáticos y
que de verdad se generen políticas públicas funcionales
que permitan erradicar la violencia en cualquiera de sus
tipos. Intentaron destrozarme de muchas maneras, pero
siempre he dicho que quien amenaza no cumple, y hoy
yo sigo de pie. Mis tíos, ambos fallecidos, no les lloré. Con
la frente en alto digo que no le debo nada a nadie, cada
peso que he cobrado ha sido producto de mi trabajo y así
seguirá siendo.

109
Endémica
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Soy la mujer que se gestó en el vientre de la tierra


pequeña semilla desconocida
la arrojada al mundo y de la que nadie habla.

De mí,
de mí nadie festejó mi llegada
y seguramente tampoco llorarán mi partida.

Soy, silvestre orquídea de la que el chupamirto bebe,


ave, noche, noche y ave
trepada sobre los arbustos de la sierra.

Soy la mujer que creció


compartiendo el mismo bosque
con el temazate, la maraña y la chicharra.

Mi canto se eleva con la lengua


cuatrocientas veces
cuatrocientas voces
en la libertad de las montañas.

113
Soy la misma a la que una vez
le cortaron las alas con dolo y con saña
y aun así siguió surcando entre la mañana.

Vieja mata de café entre la niebla,


maíz,
leña,
lana,
soy, Mujer valiente de las altas montañas.

114
Feminicidio en la familia
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

En una familia numerosa como es característico de nuestro


pueblo mexicano, Margarita espera la llegada de su primer
nieto; ella es descrita por sus familiares como una mujer
enérgica, de carácter fuerte y mandona. Al conocer a su
nieto de inmediato se convierte inevitablemente en su
adoración, le compra todo tipo de cosas que pudiera o no
necesitar, y siempre está al pendiente de sus cuidados y
educación como una abuela ejemplar.
El pequeño Miguel crece y empieza a ir a la escuela
primaria por las mañanas; por las tardes es un niño un
tanto solitario que prefiere estar jugando en casa que
afuera en las calles, como los demás vecinos. Después
asiste a la secundaria, comienza a salir a fiestas en casa
de amigos y a pasear por las tardes y noches. Como todo
adolescente empieza a comportarse a veces un tanto
rebelde al desobedecer a su abuela y a su madre, es con
ellas con quien habita. Pocas veces respeta los horarios
de llegada a la casa, comenzando así algunos problemas
de límites de autoridad, por lo cual le restringen el dinero
y permisos de salidas; tal parece que esto es peor porque
Miguel empieza a ser más desobediente que nunca,
diciendo más groserías, negándose a asistir a las clases e
incluso escapándose de casa.

117
Cuando Miguel cumple catorce años comenta a su
familia sobre sus preferencias sexuales. Miguel asegura
que ha descubierto que le gustan los hombres y mantiene
relaciones con ellos, lo cual sorprende a la familia. Algunas
tías lo aceptan, algunas no; su mamá no sabe cómo
reaccionar; pero su abuela sí muestra una clara reacción,
se enfurece al escuchar tal confesión y le dice:
—¡No puede ser!, debes estar confundido.
Los conflictos con Miguel continúan y aumentan,
porque se enteran que ha reprobado cuatro materias y
ya no hay forma de recuperar el tiempo; tiene que hacer
otro año de secundaria y posteriormente el bachillerato. La
familia lo apoya y entre todos pagan su prepa particular,
pero únicamente la cursa el sábado por las mañanas porque
eso de despertar temprano todos los días no se le da.
Un día descubren que Miguel ni siquiera va a
la escuela porque se escapa y va a fiestas, ya no solo de
noche sino de día; esto intensifica las discusiones porque
esas reuniones las empieza a organizar en su propia casa:
—Pues si no me dejan salir, que mis amigos vengan
acá —piensa.
Ocasiona desorden en la casa y se percatan que él
y sus amistades hacen mezclas de algunas sustancias para
poder drogarse.

118
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Miguel se prepara para una fiesta pero no advierte


que está siendo vigilado por su mamá; ella se da cuenta
que pretende escaparse. Al espiarlo por la ventana, ve que
se está maquillando y midiendo ropa de mujer, situación
de asombro que le ocasiona un infarto y fallece. En la casa
se quedan solos la abuela Margarita y Miguel.
Al interior de esa casa, los conflictos aumentan,
sumado al dolor del duelo por la pérdida de su familiar.
Y cada que Miguel consume alcohol o algún otro tipo de
droga, comienza a agredir a su abuela, primero con gritos,
insultos, después con algunos empujones.
Un jueves por la mañana Miguel despierta al medio
día, como ya era costumbre, rodeado de latas, ropa sucia.
La abuela Margarita sube a la recámara de Miguel, ve el
desorden y le enoja mucho, lo despierta a gritos. El joven
le pide las llaves para salir de la casa y como se las niega,
discuten. Es entonces cuando Miguel se sale por completo
de control y comienza a golpearla como nunca, la persigue
por toda la casa; finalmente la enfrenta a golpes en la
cocina, y la lastima con un cuchillo, hasta quitarle la vida.
Unas vecinas logran escuchar los gritos de sufrimiento de
Margarita pidiendo auxilio, y entonces deciden llamar a
la policía.

119
Solo la cuchara conoce
el fondo de la olla
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Doce de abril de dos mil diez, licenciada en derecho por


la Universidad Veracruzana, aún veintiséis años de edad
y, al menos, cuatro de experiencia laboral. Ingresé como
abogada en el jurídico del entonces Instituto Electoral
Veracruzano. Fui asignada a un equipo de gente muy joven,
quienes revisábamos todas las incidencias y mecanismos
de defensa, en ese proceso electoral 2010.
En el organigrama —sin que sea exacta mi
referencia— había una Coordinadora en lo general, y
jerárquicamente abajo, dos masculinos, uno de ellos, era
quien trabajaba de manera directa con las y los abogados.
El horario era complejo, debíamos permanecer hasta
altas horas de la madrugada, con o sin pendientes para
entregar; pero los ánimos no decaían, había mucho trabajo
y temas para estudiar. Al poco tiempo me involucré en la
materia, así como en el trabajo en equipo; conocí a Lucero
y a Gus, quienes me fortalecieron tanto en lo laboral como
en lo personal (y hasta la fecha).
Fue época de muchas vicisitudes con la salud de
mi madre, por ello, decidí renunciar al juzgado federal,
en León, Guanajuato, a fin de poder apoyarla de cerca.
En cuanto llegué a Xalapa, ya tenía la oferta de trabajo
en la citada institución pública; el sueldo era bastante

123
decoroso, $12,000.00 mensuales más otros pesos en
vales de despensa: qué más podía pedir para una familia
de cuatro integrantes. Decidir entre llenar el corazón o el
bolsillo, no es tarea fácil.
En mayo, ya recibía instrucciones directas de
mi jefe inmediato —ese hombre moreno, de mediana
estatura, con treinta y ocho años aproximadamente—
quien a menudo me pedía buscara criterios de la Corte
en su computadora, bajo la presunción de que su internet
era mejor o más rápido, para luego, con ese material,
decirme que elaborara los recursos ahí mismo, lo que
evidentemente me llevaría horas. A veces, me indicaba
que acomodara los estantes, o bajara los expedientes que
estaban en la parte más alta, entonces yo debía estar de
espaldas a él, en un radio no mayor a metro y medio.
De manera descriptiva, apunto que esas oficinas
estaban en un segundo piso de un viejo edificio en la calle
Juárez. Como casona rústica, con techo de vigas enormes y
pesadísimas, las puertas eran amplias y comunicaban los
extremos de cada área; así, el escritorio del «jefe», estaba
al otro extremo del lugar que ocupábamos los abogados,
pero muy a la vista de cualquiera que caminara hasta el

124
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

final de ese largo pasillo. Después de toda una tarde ahí, o


varias en la semana, yo volvía a mi lugar.
Y la instrucción se repetía una y otra vez. Lo que
desencadenó abiertamente con una justificación:
—Eres un trofeo y por eso me gusta tenerte aquí…—
más o menos esas eran sus palabras.
Y efectivamente, le enorgullecía usar su chiquitito
poder para retenerme ahí, porque al paso de las semanas,
las acotaciones de mis compañeros empezaron a tomar
sentido, me hacían insinuaciones sobre ser «la amiga
cercana del jefe», «la consentida», «su acompañante»,
etcétera.
Como muchas veces ocurre, la propia víctima no se
da cuenta que es violentada, yo ni siquiera sabía qué era
violencia de género, pero las actitudes de este hombre me
volcaban a un constante conflicto.
Los comentarios fueron en aumento, los que ningún
honorable dirigente o buen amigo te haría, propuestas
inconducentes, palabras mal intencionadas disfrazadas
de halagos. Luego de pasadas las elecciones (julio) el
trabajo incrementó al triple, prácticamente había que
vivir ahí, teníamos contacto todos los días a todas horas.
Tanta actividad no me permitía detenerme a discutirle

125
o cuestionarle sus acercamientos u órdenes. Además,
su «segunda de abordo» era una mujer de muchos años
en la institución (morena, delgada, larga cabellera), que
le operaba los temas jurídicos y no sé si los personales,
pero de manera poco sororal, evidentemente percatada
de lo que ocurría conmigo, no solo no intervenía, sino
lo divulgaba, lo normalizaba, como suele hacerse en una
sociedad abstraída.
Con la normal ingenuidad en esa etapa de vida, todo
lo que veía y vivía se desbordaba de mi entendimiento,
desde los turbios manejos de los paquetes electorales
hasta las convivencias con el grupo de trabajo, cada vez
más sórdidas. Todo lo minimicé, lo dejé pasar. No externé
cómo me hacía sentir ser cosificada, reducida a centro de
mesa, o que me insinuaran cosas que yo no quería, o peor,
ni comprendía.
Llegó agosto, todo seguía igual, lo que he narrado
se volvió de difusión cotidiana; mi objetivo el mismo,
mantener un sueldo estable, pues las cosas en mi casa eran
complicadas y algo carentes. Después de mucho pensar,
decidí contarle todo a mi tío Silvio —lo que ocurría y lo
que yo pensaba al respecto— quien tan apaciguadamente
me contestó:

126
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

—Renuncia, necesitas mucho el trabajo, pero a


cambio de tu dignidad, no.
Como siempre, y como toda mi familia, sus palabras
y sus actos me respaldaron. Algo encontraría qué hacer.
Cada día de mi vida, desde antes de eso, me he preparado
para ganar todas mis batallas. Con una «tonelada menos
cargando», un día, llegué a trabajar al IEV y le dije al
susodicho que renunciaría, a lo que me replicó que no.
No quería que me fuera, pretendía prolongar mi agonía lo
que estirara la liga. Me ofreció que me tomara unos días,
y pagarme una quincena más, para que pensara bien las
cosas. No cambié mi opinión.
No pasaron muchos días, cuando Lucero —quien
literalmente como su nombre, lo fue y ha sido en mi vida—
me invitó a dar clases y de a poco terminé el semestre
llena de materias y nuevas oportunidades.
Pasó el tiempo, fui de aquí para allá, buscando
mejores oportunidades de empleo, me esforcé en cada
una. En dos mil dieciocho retorné a Xalapa; a la fecha,
me dedico a la actividad jurisdiccional. Y resulta que un
día, entro al jurídico de mi institución, y me topo con
ese hombre, su mirada indigna de saludarme, corroboró
que era él. Casi once años después volví a verlo, sentí un

127
congelamiento total, mucha tristeza, indignación. Lloré
largo rato, tuve un inexplicable desasosiego.
Hoy con otros ojos, otra madurez y condición de
vida, puedo enfrentar que lo que me pasó, me volvió
estadística, una más, entre cientos de mujeres que son
sometidas y silenciadas, maniatadas, amenazadas quizá;
mi caso no es el más cruento de todos, yo tuve opciones,
salí avante, pero ¿qué pasa con las que no?
La narrativa pareciera liviana. Sin embargo, aquel
encuentro me confrontó con lo que viví y hoy tengo claro
que fui violentada. Esa persona y su falta de probidad,
me orillaron a abandonar un trabajo que en verdad
necesitaba, con una madre enferma y mis dos menores
hermanas estudiantes activas, ese salario por mucho,
representaba la estabilidad de una familia completa con
perro incluido.
Alguien más decidió por mí, y mientras, yo con
imperiosa necesidad de abrirme paso en el campo laboral,
aunado a los requerimientos económicos de casa; pocas
puertas abiertas y muchos compromisos por afrontar; me
vi en la pena de salir de la ciudad donde radicaba, y en mi
mejor escenario, tanta búsqueda me propulsó. Él se quedó
en el mismo lugar durante muchos años, desconozco

128
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

si continuó con sus prácticas, de lo que estoy segura es


que no es sensible al torbellino que provocó en la vida de
alguien más.
Yo nací mujer, inteligente y hermosa, con todas mis
capacidades potenciadas. Mi familia forjó mi criterio y mi
temple. Mis trabajos estimularon todos los conocimientos
adquiridos. Mis amigos fueron soporte.
Yo elegí todo camino andado, nadie puede saber
si padecí o cuánto me costó cada logro. Y solo en este
aspecto de mi vida, irónicamente, no pugno por justicia,
pero sí lucho por abrir toda posibilidad para que las
mujeres seamos tratadas con dignidad. Para que todas las
personas reconozcan nuestro nombre, y dejemos de ser
«la flor resignada que decora un despacho elegante».

129
El listón morado
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Una mañana de verano en una pequeña localidad


nació Ana, en una familia de, hasta ese momento, tres
integrantes: su mamá, su hermana y Tacho, un perrito
mestizo que su mamá había adoptado años atrás.
La infancia de Ana transcurrió entre juegos, risas
y el amor de su mamá. Tenía especial interés por Tacho
y todo lo que hacía; le gustaba jugar y platicar con él,
aunque siempre fuera un poco frío con ella. Con los años
Tacho fue creciendo y su interés por pasar tiempo con
Ana cambió. Un día cuando salía de la escuela, camino a
su casa, observó a la distancia a Tacho con una perrita.
Sintió en lo más profundo de su corazón un pesar que
jamás había experimentado, así que comenzó a correr lo
más rápido que pudo. Cuando Tacho se dio cuenta corrió
detrás de ella, persiguiéndola por muchas aceras; acera
tras acera Tacho se ponía cada vez más agresivo y Ana
no entendía muy bien lo que pasaba. Ella solo corrió tan
rápido como pudo para encontrar refugio en los brazos
de su madre.
Tiempo después cuando Ana aún no procesaba la
pérdida de Tacho, su hermana mayor decidió que era hora
de abandonar el nido y formar su propia familia. Una vez
más el golpe fue muy duro. Lloró por muchos días, hasta

133
que una mañana algo dentro de ella se encendió y tuvo
una gran idea: —De ahora en adelante no perderé a nadie
más— se dijo—; así que tendré que atar un listón de la
mano de mis amigos a mi cuello para no perderlos nunca.
—Qué gran idea — pensó.
Y así lo hizo, cuando conocía a un nuevo amigo le
ataba un listón de la mano a su cuello; y se fue llenando
de listones. Cuando algún amigo comenzaba a alejarse y
el listón no podía más y se rompía, Ana pensaba: —No
importa aún tengo más listones. Cuando observó que sus
amigos tenían la necesidad de seguir con sus vidas y los
listones se iban reduciendo en número, decidió poner
toda su atención en un solo listón, buscó un material más
resistente que los anteriores, más elástico y de un color
morado brillante para que a su amigo le gustara tenerlo
atado a su mano todo el tiempo.
Ana dejó de hacer nuevos amigos, no se preocupaba
por su vida ni sus pasatiempos, pues su único interés era
cuidar de su valioso listón morado.
Un día, su amigo comenzó a alejarse, pues sus
juegos ya no eran tan divertidos, así que cada día empezó
a caminar más lejos de ella. Con el paso del tiempo el
listón presionó su cuello, pero ella no le dio importancia:

134
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

—Mientras siga teniendo mi listón, estoy bien— pensó.


Pero el listón la fue ahogando hasta que un día sintió que
le faltaba el aire, cuando estaba a punto de desmayarse
decidió cortarlo; su amigo siguió su camino mientras que
ella muy triste lloraba de pesar por haber cortado ese
último listón que tanto había cuidado.
Pasó algún tiempo antes de que se diera cuenta que
no podía atar a las personas para que se quedaran con
ella, pues tarde o temprano todos seguirían su camino; sin
embargo, debía ser feliz y disfrutar a sus amigos mientras
estuvieran en su compañía, y al mismo tiempo saber que
sería igual de feliz cuando se fueran.
Ahora Ana es feliz porque sabe que puede correr
y jugar sin preocuparse de tener que cuidar un precioso
listón morado.

135
A ellas
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Ella, una de las rosas


de este jardín
llamado sociedad
mi amiga la he de nominar

a quien cubierta aun del


manto de la fe pública
la violencia laboral
llegó a vulnerar

vestidos de autoridad
la quisieron doblegar
en temple ella sujeta
de la mano de la diosa Temis

dejando a un lado
el miedo y la opresión
de alzar su voz, con Justicia
sus aberraciones los haría pagar.

139
Papá, mamá, mi hermana y yo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

No quiero ver a mi papá, me da ansiedad incluso el


momento previo a su visita. No quiero pasear con él todo
el día por las calles; me gustaría que tuviésemos un hogar
para poder comer juntos. No quiero comer fuera de casa
hasta que llegue la noche; quisiera sentarme y descansar
en mi cama o en la sala de la casa donde vivo con mamá.
¿Por qué mamá no viene con nosotros?
Me da miedo cuando mi papá toca la puerta; me
da miedo cuando coincide con mamá y no se hablan, o
discuten. Quisiera que papá no viniera por nosotras nunca
más, pero lo extraño.
Papá hace preguntas difíciles; no me gustan sus
preguntas. Él tiene pensamientos complicados que los
niños no entendemos; ofende a mamá, pero mamá da su
vida por nosotras; no quiero escucharlo y prefiero ir a
jugar, prefiero que nos lleve a casa de regreso.
Quisiera que papá regresara a vivir a su ciudad y no
viniera nunca más de visita. Él es bueno pero diferente, no
sabe qué es un hogar y no sabe qué es amar a una familia.
Mamá nos ama. Mamá se despierta antes que
nosotras y nos levanta a cada una con besos y abrazos,
nos lleva a la escuela y revisa nuestras notas. Mamá hace
las listas de la comida de la semana, prepara nuestros

143
uniformes y nos recoge de la escuela en la noche, al salir
de trabajar. Mamá nos habla de Dios y de la bondad de las
personas.
La familia de mamá es nuestra familia, la que nos
protege del mundo.

144
La oveja que brincó las trancas
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Una institución educativa formadora de profesionistas


debería ser ejemplo de respeto a la equidad de género y
los derechos humanos; sin embargo, en su interior hay
reglas no escritas que tienen que ver con el ejercicio del
poder y el control sobre las y los académicos.
Esta institución hace mucho tiempo que dejó de
ser de vanguardia en la generación de conocimiento, pero
también de organización magisterial; y esto tiene que ver
con la forma en la cual se ha ejercido el liderazgo emanado
de la Dirección, y el control a través del único sindicato de
los maestros.
Para quienes creían que el hecho de tener una
mujer en la Dirección haría la diferencia y sería un
parteaguas en cuanto a la forma de ejercer el poder,
promoviendo la equidad y la igualdad entre la comunidad
universitaria, la realidad demostró que este hecho no
hizo ninguna diferencia. Por el contrario, la alianza con
el liderazgo caciquil del sindicato, y su líder vitalicio, le
permitió varios años de tranquila jefatura, aceitada con el
intercambio de favores que se da entre quienes ejercen el
poder para su beneficio personal.
Ingresé a una institución educativa en mil
novecientos noventa y seis. En el dos mil trece cumplí

147
diecisiete años de laborar como maestra de trabajo social,
siendo académica por horas. Durante ese tiempo me
capacité con mis propios recursos, estudié una maestría y
participé activamente en todas las acciones encaminadas a
mejorar el programa educativo de la institución. Yo, como
todos los académicos que ingresan, aspiraba a una Plaza
de Tiempo Completo (PTC). La única forma de lograrlo
era a través de un concurso, por lo que me preparé para
ello; sin embargo, el Delegado Sindical tenía otros planes
sobre para quien debería ser la plaza, y no era yo.
En el dos mil trece salió la convocatoria para la
PTC y concursé; también participó un compañero que era
el candidato del Delegado Regional para quedarse con
la plaza. Desde ahí empezaron los ataques del delegado
con acoso y hostigamiento para que me retirara y no
concursara, porque sabía que en todo tenía ventaja para
ganar.
Y gané la plaza, esto fue un golpe al autoritarismo,
al ego y al machismo del líder regional y al del estatal. Pues,
¿cómo me atreví a retar su autoridad y su poder? ¿Cómo
quedaron ellos ante las bases por no poder controlarme y
dominarme? ¿Cómo iban a tolerar mi desobediencia?

148
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Tenían que darme una lección que sirviera de


ejemplo a otras mujeres que se atrevieran a desafiar la
autoridad y el poder del sindicato. Así que hicieron uso
de ese poder con la complicidad de las autoridades y
funcionarios, incluida la directora, invalidando mi triunfo
por parte de la Dirección. Me quitaron la PTC, y se la dieron
al otro compañero. Ante esa injusticia pedí audiencia con
la Directora pero nunca me recibió; así que en uno de sus
informes me fui a manifestar y con cartel en mano dije
que ella no me representaba ni como autoridad ni como
mujer solidaria ante la injusticia y el acoso laboral que
estaba viviendo.
Pero yo seguía dentro de la institución educativa
y si salía otra plaza volvería a concursar, así que la tarea
del Delegado Sindical consistió en armar todo un plan
de ataque para sacarme de allí. Echó mano de maestros,
funcionarios académicos a nivel estatal y regional como
la Directora de Recursos Humanos, la Encargada de
Laborales, la Directora de la Institución, el Director del Área
de Humanidades, para levantarme actas circunstanciadas
y manchar mi expediente laboral y así poder correrme;
y por supuesto el sindicato no me iba a defender, porque
eran ellos quienes estaban pidiendo mi salida.

149
Llegaron al grado de fincarme responsabilidad
por el extravío de equipo de oficina por $400,000.00,
sin poder fundamentarlo legalmente, pero sí a través de
las complicidades de la Directora de Recursos Humanos
y Laborales me exigían que yo pagara. El acoso radicó,
por un lado, en cobrarme esa cantidad por parte de la
Dirección de la Institución, y por el otro, negarme todo
tipo de recurso para que yo pudiera cubrir los requisitos,
en caso de que quisiera concursar nuevamente por una
PTC: me vetaron comisiones, asesorías de tesis, tutorías,
hicieron campaña de desprestigio con los alumnos para
que no tomaran materias conmigo y cerraran los grupos.
Esta situación la viví del dos mil trece al dos mil
diecinueve. Fueron seis años de resistencia, de poner en
juego mi futuro laboral, mis recursos económicos; perdí
bienes porque tuve que vender mi carro; empeñar todo
lo se pudiera para pagar pasajes de mis viajes a Xalapa,
abogado para responder y proteger mi trabajo; también
mi salud física y mental se vieron comprometidas, sufrí
crisis de ansiedad, depresión, colitis, hipertensión, pero
sobre todo la sensación de desolación y de impotencia
que sentía cómo me oprimía el pecho cada vez con más
frecuencia.

150
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

¿Por qué hasta el dos mil diecinueve? Porque si bien


se dieron otras plazas donde no me dejaron concursar,
en el dos mil diecinueve ya tenía más elementos en mi
currículum: hice trabajo fuera de la institución educativa,
proyectos de investigación y de intervención, publicación
de artículos, ponencias. No me podían negar mi derecho a
concursar por la PTC, así que concursé y gané.
Aun así, y a pesar de tener los documentos y haber
hecho una presentación excelente, el Delegado Sindical
tenía entre las maestras de la institución aliadas que le
hicieron el trabajo sucio. Dos de ellas enviaron un oficio a
la Directora solicitándole nuevamente, como ya lo habían
hecho en el dos mil trece, que como la máxima autoridad
no me diera la PTC. Por supuesto que ella tenía el poder
para anular la plaza; sin embargo, y afortunadamente,
también tuve aliadas que me apoyaron y seguramente le
hicieron ver que no estaba sola como la primera vez.
Y bueno, aquí estoy ya como Académica PTC. La
institución cambió de directora, sigue el mismo líder
vitalicio en el sindicato, al igual que el delegado regional;
ellos representan el liderazgo sindical más misógino y
machista. Mi resistencia ante los embates del poderoso
sindicato fue una pequeña fisura en el techo de cristal que

151
nos han puesto a las académicas y funcionarias dentro
de esta institución educativa, de modo que la igualdad
y la equidad de género es un camino que se tiene que ir
construyendo, la mayoría de las veces, peleando.

152
Una mujer no decide
ser valiente
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Durante toda mi vida he luchado por los ideales con que


fui criada, una carrera profesional, un hogar propio y
un matrimonio para iniciar una familia como máximas
aspiraciones para ser una mujer exitosa. Sin embargo,
en cuanto hice públicas las intenciones de comenzar
con mi familia la noticia de mi embarazo provocó
comportamientos violentos por parte de mis empleadores,
diariamente se me hacía saber que, en mi calidad de
mujer embarazada, mi trabajo era menos valioso, ya que
no podría estar a disposición para presentarme en una
oficina las veinticuatro horas del día, los días que fueran
necesarios. Incluso en múltiples ocasiones tuve que
sobrellevar los comentarios misóginos hacia mí, los cuales
hacían alusión a que mi lugar ahora era mi casa cuidando
a mi hija y que por lo tanto mi carrera profesional era
menos importante que la de un hombre.
Sin embargo, ser madre es sinónimo de ser valiente;
nunca tuve que enfrentarme tanto a mis empleadores
hasta que me convertí en madre. Mi única aspiración como
mujer, madre y trabajadora era sencilla: tener acceso a un
horario justo en el cual pudiera amamantar y criar a mi
hija recién nacida.

155
Desde ese momento no he dejado de luchar en
contra de los «no sirves para este trabajo», —trabajo en
horario corrido de diez de la mañana a ocho de la noche—.
«No tienes el perfil necesario», «¿tú, qué has hecho?»,
—antes de que un hombre se dispusiera a recitar
su currículo pretendiendo minimizar el mío. «Firma
tu renuncia en este momento…» «A mí también me
corrieron con hijos pequeños…» «Ya no vamos a renovar
tu contrato…» «Ellos no te quieren en esa área y por eso
te enviaron aquí…» «Por ahora no podemos recibirte».
Todas y cada una de esas frases fueron interpretadas por
hombres desde su posición de superiores.
Es natural sentir temor a perder la fuente de tus
ingresos, el sustento de tu familia. A partir de ese momento,
nunca más permití este tipo de comportamientos en
contra de mi persona. Todas esas situaciones fueron la
razón para darle el valor que se merece a cada uno de los
papeles que he desempeñado en mi vida: madre de familia,
profesionista y trabajadora. Me di cuenta de que tenía que
creer en mí, en mis habilidades, fortaleza y capacidades
más allá de las laborales, porque tengo una deuda con
las otras madres que pasan por la misma situación y no
quiero que ellas se sientan solas.

156
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Es por eso que tomé la decisión de iniciar una


Asociación Civil, la cual tiene como principal objetivo, la
creación de una comunidad de mujeres profesionistas
y emprendedoras para que seamos nosotras mismas
quienes impulsemos nuestros campos de empleo, para
acompañarnos en la maternidad, pero sobre todo, para
hacer valer nuestros derechos y los de nuestros hijos,
concientizando y visibilizando todo tipo de violencia de la
que podemos ser víctimas, para darles a todas las mujeres
que así lo necesiten, las herramientas y los medios en cada
materia profesional para superar estos obstáculos.
Este es el momento en el cual vivo mi propio valor,
haciéndole saber a todas las mujeres que son violentadas
que el abuso es pasajero, que su voz hoy más que nunca es
escuchada, que trabajaremos desinteresadamente por su
bienestar. Les tenderemos la mano para ayudarles a sanar,
pero sobre todo para exigir para ellas una vida digna y
libre de violencia.

157
Todo comenzó con una
amistad en el trabajo
MUJERES VALIENTES: Historias que deben contarse

Todo comenzó con una amistad en el trabajo, que luego


se convirtió en relación. Por cuestiones del destino
terminamos, pero eso tú no lo entendiste; seguiste
buscándome y chantajeándome, me presionabas para
regresar. Te bloqueé de todo lo que era comunicación y
contacto contigo, pero me seguías buscando por falsos
números telefónicos y perfiles en redes. Cambié mi
número de teléfono, cambié rutas, cambié horarios,
cambié lugares porque robaste mi paz y mi tranquilidad
de estar sola.
«¿Por qué era yo quien tenía que cambiar mi vida?»
Una mezcla de odio y miedo hay dentro de mí. La
impotencia de no poder ponerte un alto; porque, en estos
seis años, tu diminuto entendimiento no te ayuda a captar
la realidad de que tú y yo no somos ¡NADA!
Hoy no solo me has amenazado a mí, sino a mi
familia, por lo que has pasado la línea. Es momento de
ponerte un alto, de liberarme de esta loza que me he
cargado por temor, y de pensar que un día llegarías a
dejarme en paz por tu propia cuenta.
Mi voz fue escuchada y la justicia ha tomado lugar
en esta situación. Un poco de tranquilidad ha regresado a
mi vida laboral y social. Y tu alto fue marcado.

161
Mujeres valientes: historias que deben contarse, compiladora
Schirani Yetlanezy Capetillo Montero, se publicó en enero
de 2023 en la Editora de Gobierno del Estado de Veracruz,
siendo Gobernador del Estado, Cuitláhuac García Jiménez y
Directora General de la Editora de Gobierno, Zoila Cruz del Valle.
Coordinación y edición: Víctor Manuel Marín González. Cuidado
de la edición: Adriana Patricia Córdoba Cabral. Ilustraciones:
Karla Nostroza Arcos y Evelin Marian Hernández Sánchez.
Formación: Dalila Islas Ladrón de Guevara. Diseño de Portada:
Karla Nostroza Arcos. Publicación digital.

También podría gustarte