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NEIMAN 2002.II.4.a-b CG
Su amiga Julieta propone que la deje meter las manos “en el crimen
2 moral, el crimen que uno comete al escribir”. La mayoría de los
críticos han rebuscado a lo largo de las 1190 páginas de Julieta para
elegir esta frase como medular: Sade estaba claramente hablando por
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su cuenta. Y aunque no debe haber ejecutado muchas de sus otras
fantasías, seguramente en ésta tuvo buen éxito. Sus escritos son
criminales. No fue accidente ni mojigatería lo que llevo a la gente a
prohibirlos. Excitan y repugnan de maneras en que uno no debería ser
excitado ni movido a la repulsión. Apelan a los deseos peores y más
perversos: ya sea que uno reaccione con disgusto o con aburrimiento,
uno está implicado como voyeur de actos que no deberían ver la luz
del día. Saber si realmente provocan que alguien los imite es una
cuestión que vale más la pena dejar para otra forma de investigación.
Pero si uno en verdad recorre los diez volúmenes de Julieta, quedará
con una serie de imágenes suficientemente nauseabundas como para
desear haberse detenido a la mitad. Justina, más breve y, en
comparación, más reprimida, es más legible, aunque aún más
deprimente. Pues aunque uno esté habituado a pensar en Job y en sus
descendientes, el espectáculo de tanta inocencia torturada puede
resultar agobiante. Digamos que Sade exagera: que esto es caricatura,
parodia, baratos cuentos de hadas a la inversa. Olvidemos la delirante
impugnación de Horkheimer y Adorno: únicamente lo exagerado es
verdad. Después de terminar una de las novelas de Sade, uno puede
sentir que la imaginación misma es una acusación. Si todo eso puede
ser inventado, hay algo en el alma humana tan vil que es fácil
compartir la forma en que Sade expresa la más vigorosa respuesta al
problema que, como veremos, el siglo XVIII plantea con frecuencia:
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T Brush Script MT en 17 puntos Brush Script MT en 17 puntos
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G
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Tal vez el dolor que causa la obra de Sade sea tan grande que exige
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la represión. En todo caso, la represión domina gran parte de su obra.
los criminales actuaban con mayor desenfreno. Paulhan hace ver que
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ascienden no a unos cuantos cientos, sino a millones. Blanchot nos
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Allí, por tales muestras los podréis reconocer, esos monstruos que
abundaron en el ancien regime y lo personificaron. No hemos
ofrecido presentarlos como unas bellezas, sino como son;
cumpliremos nuestra palabra (Sade 2,234).
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el autor de un libro donde todos los filósofos son unos villanos, cuando
escritor que juega con todas las categorías del engaño. Y verlo como
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industria de Sade entre los intelectuales alemanes con la misma
FICHA BIBLIOGRÁFICA