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La resiliencia comunitaria
En América latina, tanto por su geografía como por sus condiciones sociales, es un continente
proclive a sufrir grandes catástrofes naturales y sociales: inundaciones, hambrunas, etc.
Los pilares de la resiliencia comunitaria:
Autoestima colectiva: satisfacción por la pertenencia a la propia comunidad.
Identidad cultural: costumbres, valores, etc., que proporcionan la sensación de pertenencia.
Humor social: capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para poder superarla.
Honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los vínculos sociales.
Solidaridad entre los integrantes de la comunidad, como fruto de los lazos afectivos.
Los antipilares de la resiliencia son: fatalismo, autoritarismo y corrupción. La asimilación de los
valores de otra cultura que expande su hegemonía configura una actitud que representa lo
opuesto a los valores de la identidad cultural y de la autoestima colectiva. Esto lleva a una
comunidad a la anulación de sus recursos potenciales, ecológicos y culturales.
Otro factor negativo es el fatalismo, entendido como una actitud pasiva, de inermidad frente a la
desgracia. La religiosidad es un factor protector tanto en lo individual como en lo colectivo,
pero cuando su exageración lleva al fanatismo, se transforma en un factor negativo o de riesgo.
Hacia una mayor comprensión de los problemas actuales en el campo de la salud mental. El
caso de Rosario
La familia, la escuela y el trabajo se presentan como instituciones fundantes de la subjetividad y
productoras de relaciones sociales. Las transformaciones que ellas están atravesando ubican a
estas instituciones como el escenario donde el sufrimiento se hace presente.
Factores protectores
En la base de la resiliencia, existen ciertos procesos moderadores del estrés que contrarrestan el
riesgo. Operarían como factores protectores: a) rasgos de personalidad tales como autonomía,
autoestima y orientación social positiva; b) cohesión familiar y ausencia de graves conflictos; c)
disponibilidad de sistemas de apoyo externo que refuercen y alienten los esfuerzos de
enfrentamiento del niño.
Factores personales:
Características temperamentales:
- Mayor C.I. verbal y matemático;
- Mayor tendencia al acercamiento;
- Humor más positivo;
Factores socioculturales:
- Sistema de creencias y valores;
- Sistema de relaciones sociales;
- Sistema político-económico;
- Sistema educativo.
Galende plantea las incertidumbres del futuro de la salud mental. Para la comprensión de la
misma propone un recorrido por:
a) Las señales de la subjetividad presentes en nuestra cultura actual,
b) El análisis del impacto que las transformaciones de lo público y lo privado provocan en las
subjetividades singulares,
c) Las características globales de los acontecimientos que están determinando los rumbos
actuales del sector Salud y Salud Mental.
La salud es un fenómeno que no debemos comprender como lo “particular” de la clínica
singular con un paciente y lo “general” de la cultura y la sociedad, sino de un campo de
fenómenos cuyas tensiones y conflictos tienen siempre como lugar de expresión a los
individuos, sus subjetividades singulares, sus modos de vida real, requiriendo un abordaje
conjunto. Plantea la constitución del campo de la salud mental desde una perspectiva crítica e
histórica.
Desde sus orígenes en los años sesenta, las consignas de Salud Mental se apoyaron básicamente
en los principios de lo que se llamó Estado Benefactor, y se dirigían prioritariamente a una
reformulación amplia de los criterios que hasta allí sustentaba la atención psiquiatrita. Esta
reformulación implicó un cambio en la teorías sobre las enfermedades mentales, abriéndose a
comprensiones aportadas desde la sociología, el psicoanálisis, la antropología, el trabajo social,
etc.; se amplio el espectro de profesionales que podían intervenir en los cuidados de la salud
mental; la critica a las institución manicomial dio lugar a la creación de otras modalidades de
instituciones para la atención, y de un planteo de las fuerzas instituyentes del sujeto de la
atención; obviamente las prácticas terapéuticas se ampliaron, sobre todo en la irrupción de las
psicoterapias y el psicoanálisis. Todo esto fue posible porque se contaba con un Estado que
asumía su función prioritaria
En la atención pública de la salud, a la vez que generaba políticas de protección social, que
dieron lugar a lo que llamamos “seguridad social”, a través de la cobertura solidaria de los
riesgos prioritarios de la existencia: vejez, incapacidad, desamparo, etc.
Desde hace unos años, por vía de la llamada transformación del Estado que llevan adelante las
políticas neoconservadoras, éste abandona sus funciones de garante de la solidaridad social,
tendiendo a retirarse tanto de la atención pública en salud como de la protección social. En el
sector de la atención pública, ésta se limita a una cobertura de lo imprescindible, dirigida hacia
los sectores más empobrecido de la población. Los programas comunitarios en Salud Mental, la
Atención Primaria y las prestaciones en sus servicios periféricos se dirigen progresivamente a
paliar los efectos de la exclusión social (desempleo, marginalidad, migraciones, etc.) y a la
contención y apaciguamiento social de estos sectores. Las problemáticas que debe enfrentar los
profesionales en este sector son las de la violencia (familiar, juvenil, maltrato a los niños, pero
también a una presencia creciente de la violencia en los comportamientos individuales), Las
adiciones a drogas, depresiones y desamparos extremos. Pero también se retira de su papel de
garante de la solidaridad, y a través de la privatización de los riesgos promueve el avance de las
empresas médicas y los seguros privados de enfermedad. Todo el proceso de privatización está
dirigido a hacer entrar a la salud en los criterios económicos del mercado (cada uno tendrá la
salud que pueda pagar), generando un avance del sector privado. Estos comienzan a ocupar un
lugar importante en el dictado de las Políticas en Salud, siendo ya un generador de criterios para
la atención médica. El Estado no sólo está restringiendo su aporte económico para la atención
médica sino que también está resignando su papel en el dictado de las políticas en salud y de un
modo especial en las de Salud Mental.
Este nuevo contexto, no sólo han cambiado ciertos parámetros de la psicopatología dando lugar
a nuevas problemáticas mentales, los profesionales han visto modificada en poco tiempo su
situación. En su desempeño en la atención pública, habiendo recibido una formación dirigida a
la a la atención de las problemáticas clásicas (neurosis, psicosis, depresiones, etc.) debe
enfrentarse con problemáticas nuevas para las cuales no tienen respuestas en sus teorías ni en
sus métodos terapéuticos: violencia familiar o social, adicciones a droga, trastornos somáticos,
desamparos, intervención en la comunidad sobre situaciones cuya carga social rodea toda
dimensión subjetiva, etc. Además con la privatización se promueve el avance de las empresas
médicas y los seguros privados, los profesionales del campo “psi”, aceptando sus criterios sobre
la retribución económica, pero también sobre las modalidades de atención que perturban,
subvierten y violentan sus propios métodos terapéuticos ya que se trata de reducir la salud a su
valor de consumo, y por lo tanto a los valores del mercado, los criterios económicos son
aquellos que imponen las empresas para la duración de los tratamientos, su frecuencia y aun en
aspectos en aspecto del método, con independencia de los tiempos singulares del paciente, su
patología o la percepción por el profesional de los aspectos prioritarios sobre los que debe
dirigirse el tratamiento.
Esta situación está llevando a un reordenamiento de los valores de las diversas teorías y
prácticas que se desempeñan en salud mental. Mientras el psicoanálisis no se acopla fácilmente
a estas exigencias y se disfuncionaliza con los valores existentes, dados sus basamentos críticos,
existe un conjunto de terapeutas que se han ido adaptando con facilidad a las nuevas
condiciones. Se intenta explicar la naturaleza de las enfermedades mentales por ideales surgido
de un imaginario social nuevo, que se acopla con facilidad a la ilusión de una respuesta sobre el
sufrimiento mental que pongan sus causas fuera de la responsabilidad y los avatares de la
historia de cada uno. Igualmente avanzan diversas prácticas curativas, en general basadas en la
sugestión, que son funcionales con los valores dominantes en la cultura. A su lado, la oferta de
grupo de autoayuda alimentan la ilusión de que, ya que vivimos en una sociedad que nos
abandona y se desliga de los valores de la integración social, sólo los que padecen una situación
igual a la nuestra podrán comprendernos, dicha actitud no es más que desesperados esfuerzos de
adaptarse a las coordenadas de una nueva situación social y cultural, que empuja fuertemente a
todos, pero especialmente a los más fragilizados por su situación existencial, hacia la exclusión
y la marginación.