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Unidad 2

Sobre la necesidad de especificar un nuevo pilar de la resiliencia (Melillo)

Una crítica a ciertos aspectos conceptuales de la resiliencia


La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad y salir fortalecidos de esa prueba.
Zukerfeld la define como adaptación la capacidad del aparato psíquico para tener en cuenta: 1)
la existencia de una realidad ajena al propio funcionamiento mental; 2) la posibilidad de realizar
acciones para transformar aquellas realidades. La persona, en su convivencia social, debe tener
la capacidad de hacer una apreciación crítica de esa realidad y también de accionar para su
transformación. Se habla de sobreadaptación cuando se produce una adecuación exagerada a la
realidad que la vida social impone. Se designa como paraadaptación el caso de las personas que,
por determinadas carencias o por excesos traumáticos, tienden a la descarga sin tener en cuenta
la realidad externa y/o creando neorrealidades.

La resiliencia comunitaria
En América latina, tanto por su geografía como por sus condiciones sociales, es un continente
proclive a sufrir grandes catástrofes naturales y sociales: inundaciones, hambrunas, etc.
Los pilares de la resiliencia comunitaria:
Autoestima colectiva: satisfacción por la pertenencia a la propia comunidad.
Identidad cultural: costumbres, valores, etc., que proporcionan la sensación de pertenencia.
Humor social: capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para poder superarla.
Honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los vínculos sociales.
Solidaridad entre los integrantes de la comunidad, como fruto de los lazos afectivos.
Los antipilares de la resiliencia son: fatalismo, autoritarismo y corrupción. La asimilación de los
valores de otra cultura que expande su hegemonía configura una actitud que representa lo
opuesto a los valores de la identidad cultural y de la autoestima colectiva. Esto lleva a una
comunidad a la anulación de sus recursos potenciales, ecológicos y culturales.
Otro factor negativo es el fatalismo, entendido como una actitud pasiva, de inermidad frente a la
desgracia. La religiosidad es un factor protector tanto en lo individual como en lo colectivo,
pero cuando su exageración lleva al fanatismo, se transforma en un factor negativo o de riesgo.

La sociedad fragmentada. Sus identidades


La fragmentación de la sociedad moderna se configura en función de identidades diversas que
construyen sentido para diferentes grupos o comunidades con culturas propias, y que
diferencian un nosotros de un ellos.
Se pueden distinguir tres tipos de identidades:
Identidad hegemónica, introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender
su dominación frente a los actores sociales, con consenso democrático o sin él.
Identidad de resistencia, produce lazos comunitarios, trazando fronteras con la dominante: por
ejemplo, las comunidades étnicas, de homosexuales, etc.
Identidad proyecto, en la que los actores sociales, construyen una nueva identidad que redefine
su posición en la sociedad. Por ejemplo, las feministas.

La capacidad de pensamiento crítico: otro pilar de la resiliencia


La moralidad es un pilar de la resiliencia y la definimos como la voluntad de extender el deseo
personal de bienestar a todos los otros y la capacidad de comprometerse con valores.
El pensamiento crítico trata de indagar un existente social a través de cierta práctica social-
crítica, analizando sus componentes más allá del consenso público primario: no acepta el statu
quo social como un destino inexorable.

La resiliencia de los inadaptados. Dos ejemplos de identidades de resiliencia


Las acciones de las Madres contribuyó a la revelación del horror de la dictadura militar y a su
desgaste, pero también significó un sostén para ellas mismas, enfrentadas al dolor de la pérdida
de sus hijos o familiares. Esta resiliencia fue producto de la capacidad de afirmarse en un
pensamiento crítico, de no adaptarse a la propuesta de silencio y sometimiento que les
proponían una sociedad tiranizada.
Otro ejemplo es el de los piqueteros que se han erigido en las protestas contra la exclusión
social y la pobreza.

De la epidemiología psiquiátrica a la epidemiología en salud mental (Augsburger)


La OMS, dice que los trastornos mentales se encuentran entre los más graves de todas las clases
de enfermedades debido a su alta prevalencia, a su cronicidad, a la prematurez de su aparición
en la vida de las personas, y a la severidad de las incapacidades que producen.

La clasificación de los problemas de salud mental


La categoría central que organiza el proceso clasificatorio es la de trastorno mental. Su
definición alude a un síndrome psicológico de significación clínica que aparece asociado a un
malestar, a una discapacidad o a un riesgo de sufrir dolor. Debe considerarse como la
manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica.
Las dificultades para enamorarse, los infortunios de la vida en pareja, el fracaso en el trabajo,
etc., configuran un conjunto de nuevos problemas subjetivos.
Freud, en el Malestar en la cultura, sostiene que el sufrimiento amenaza a los hombres desde
tres sitios diferentes: desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior y desde los vínculos con
otros seres humanos.

Hacia una mayor comprensión de los problemas actuales en el campo de la salud mental. El
caso de Rosario
La familia, la escuela y el trabajo se presentan como instituciones fundantes de la subjetividad y
productoras de relaciones sociales. Las transformaciones que ellas están atravesando ubican a
estas instituciones como el escenario donde el sufrimiento se hace presente.

La familia, una institución que cambia


La familia como espacio de cuidado, socialización y protección de los seres humanos, ofrece un
ámbito de sostén social.
Si por un lado la crisis de la familia tradicional ha democratizado la familia patriarcal tendiendo
hacia formas y relaciones que permiten una mayor libertad de las mujeres a partir de una
redistribución del poder y de las funciones; por otro, se produce una fragilización de los
vínculos. Las formas tradicionales tienden a alterarse describiendo situaciones de ausencia de
uno de los padres, de hijos repartidos en dos hogares, o conviviendo con nuevos cónyuges de
sus padres y la mujer asumiendo una doble ocupación, dentro y fuera del hogar. Estas
situaciones estarían contribuyendo a fragilizar los lazos sociales que se establecen en su interior.

La incertidumbre en el espacio del trabajo


El trabajo cumple una función central en las posibilidades de producción y de reproducción
social. Tanto la constitución de la identidad como también la construcción de significados sobre
la existencia singular y social, están dadas por medio del trabajo.
La última década ha estado marcada en nuestro país por una transformación del mercado de
trabajo. Como consecuencia de ello una cantidad mayor de la población queda excluida de la
distribución de la riqueza.

La crisis de la institución educativa y los problemas en la infancia


Ella ha sido y continúa siéndolo, un agente de socialización. Indica esa dinámica mediante la
cual la realidad se internaliza en los sujetos, se vuelve realidad subjetiva.
Las funciones de la escuela son instrucción y educación. La primera tiene que ver con la
adquisición de conocimientos e información, la segunda se refiere al proceso de transmisión de
valores y actitudes vinculadas a la formación de los individuos.
El fracaso escolar se presenta como un conjunto de problemas diferenciados: ingreso tardío,
repitencia, deserción, bajo rendimiento escolar, egreso tardío y problemas de aprendizaje.
Deconstruyendo el objeto de la epidemiología en salud mental
El DSM sostiene que el término trastorno mental carece de una definición operacional que
englobe todas las posibilidades. Los trastornos mentales son definidos mediante una gran
variedad de conceptos: malestar, descontrol, incapacidad, etc.
La calidad de vida, el grado de autonomía, la percepción subjetiva de sufrimiento, la existencia
de necesidades subjetivas, las vicisitudes y experiencias de vida son algunos de los
componentes que pueden contribuir a precisar una nueva propuesta en salud mental.
El concepto de sufrimiento permite incorporar la dimensión subjetiva del sufriente, dimensión
que está ausente en la perspectiva nosográfica clásica.
La epidemiología debe desarrollar nuevas lógicas clasificatorias que se apropien de los avances
conceptuales sobre la salud mental. Un nuevo paradigma epidemiológico para la salud mental
debe tender a introducir medidas de salud positivas de las poblaciones así como ampliar la
comprensión del papel central de los factores culturales, sociales e institucionales en la
producción de la salud mental.

La pobreza desde la mirada de la resiliencia (Kotliarenco)


Salud mental y pobreza
Los niños pobres y sus familias están expuestos a menudo, a condiciones precarias que atentan
contra la salud mental y física. Se observan situaciones que pueden afectar el bienestar de las
familias, tales como una menos disponibilidad de los servicios básicos como agua potable y gas.
El aumento de la posibilidad de sufrir la muerte prematura de un hijo o de la pareja, hace que la
experiencia del dolor y del duelo sea más frecuente en estos sectores de la población.

Resiliencia: una nueva perspectiva


El enfoque de la resiliencia parte de la premisa que nacer en la pobreza, así como vivir en un
ambiente psicológicamente insano, son condiciones de alto riesgo para la salud física y mental
de las personas. Más que centrarse en los circuitos que mantienen esta situación, la resiliencia se
preocupa de observar aquellas condiciones que posibilitan el abrirse a un desarrollo más sano y
positivo.
Michael Rutter ha caracterizado a la resiliencia como un conjunto de procesos sociales e
intrapsíquico que posibilitan tener una vida sana viviendo en un medio insano. Los niños
resilientes tienden a percibir sus experiencias de manera constructiva, aun cuando estas hayan
causado dolor y sufrimiento.

Factores protectores
En la base de la resiliencia, existen ciertos procesos moderadores del estrés que contrarrestan el
riesgo. Operarían como factores protectores: a) rasgos de personalidad tales como autonomía,
autoestima y orientación social positiva; b) cohesión familiar y ausencia de graves conflictos; c)
disponibilidad de sistemas de apoyo externo que refuercen y alienten los esfuerzos de
enfrentamiento del niño.

Factores personales:
Características temperamentales:
- Mayor C.I. verbal y matemático;
- Mayor tendencia al acercamiento;
- Humor más positivo;

Características cognitivas y afectivas:


- Mayor empatía;
- Mayor autoestima;
- Mayor motivación al logro;
- Mayor autonomía e independencia;
- Habilidades de enfrentamiento caracterizadas por: mayor actividad dirigida a la
resolución de problemas, menor tendencia a la evitación de los problemas.
Factores psicosociales de la familia:
- Ambiente cálido;
- Existencia de madres o sustitutas;
- Comunicación abierta al interior de la familia;
- Estructura familiar sin disfuncionalidades;
- Padres estimuladores;
- Buenas relaciones con los pares;
- Pautas de crianza.

Factores socioculturales:
- Sistema de creencias y valores;
- Sistema de relaciones sociales;
- Sistema político-económico;
- Sistema educativo.

Subjetividad y cultura: el malestar de la individuación (Galende)


1. La individualidad actual
La primera forma de reconocimiento de la individualidad, de la separación del hombre respecto
del grupo, está ligada a la institución social de la propiedad, y a partir de ésta, la constitución de
una esfera de lo privado. Se trata de relaciones sociales que sólo se sostienen con referencia a
otros: tener lo que otro no tiene, etc.
Los individuos sólo pueden representarse lo propio y lo privado por referencia a la comunidad,
lo público. Se trata de dos esferas de competencia: el crecimiento de la individualidad
(propiedad, privacidad, autonomía, libertad) amenaza con la eliminación del desarrollo de lo
público (la solidaridad, obligaciones con el conjunto, etc.).
El desarrollo del individualismo acompañado por la valoración del consumo fue llevando a que
lo público perdiera rasgos de solidaridad y cooperación. Lo público se significa por la pobreza,
la necesidad, la violencia e incapacidad.
La vida comunitaria de las sociedades (el barrio en la ciudad) descansaba sobre vínculos
organizados sobre alguna tarea solidaria. En cambio, el individuo de la gran ciudad actual
mantiene distancia con el grupo social.

2. De la nueva cultura del amor


En la búsqueda de felicidad, Freud señala el amor sexual: permite la satisfacción del instinto y
del deseo a la vez que genera una dependencia del objeto de amor.
La sexualidad se hace adictiva pero separada del amor. El amor tierno empobrece la sexualidad.
Pero ocurre que se trata a la vez de un modelo de sensibilidad que constantemente se promueve
desde el cine y la televisión.
La existencia de determinadas técnicas fertilizantes han posibilitado la reproducción humana
por fuera del amor y el sexo, y hasta en varios países existe la posibilidad de tener un hijo
prescindiendo de la presencia del padre, hecho que en otros tiempos hubiera sido imposible.

3. Ser empresario de sí mismo


El empresario, se ha recubierto de los imaginarios de la eficacia, el éxito social, modelo de
realización personal. La política, la salud, la jubilación, la escuela y la universidad, adquieren
los rasgos de la empresa y se cree ahora que la eficacia de sus funciones y el éxito de sus
objetivos dependen de que sean administrados con criterios empresariales.
Se construyen un estilo de vida que pasa por la asunción de los riesgos personales, facilitado por
una cultura que invita a cada uno de sus ciudadanos a devenir único responsable de sí mismo.
La asunción personal de los riesgos (sobre todo salud, vejez, incapacidad, desempleo)
transforma al empresario en modelo social. Es el héroe moderno que erige el triunfo de sus
valores: eficacia, inteligencia, ambición de triunfo, etc. El ser empresario de sí mismo es entrar
en la competencia: el éxito es ahora el ser competitivo.
4. La subjetividad de la competencia generalizada
Pero no sólo en la vida económica se impuso la competencia. En poco tiempo, nuevos héroes se
ofrecen a la identificación social: modelos, conductores televisivos y deportistas. Son éstos
últimos quienes muestran mayor éxito para la identificación porque su profesión es competencia
pura y muestra una cara aceptable dado que el triunfo siempre es merecido, la competencia
resulta sana porque estimula el desarrollo y la estética misma del deporte. En poco tiempo,
niños y grandes pasaron a vestirse con ropas deportivas, marcas deportivas accesibles al público
masivo. Deportes que eran exclusivos de sus practicantes, como el tenis o el golf, se han
transformado en un gran espectáculo televisivo.

5. Consumo y realización personal


El capitalismo industrial, a la vez que producía diversos objetos para la satisfacción de
necesidades de los individuos, produjo también en los hombres la necesidad de consumirlos.
La creencia de los individuos es que satisfacer estas necesidades consiste en un acto de libertad
personal y de diferenciación social.
El vector del consumo produce masificación no sólo por la uniformidad que genera sino
también por este apoderamiento que efectúa sobre los individuos igualándolos en sus
necesidades, gustos estéticos, hábitos culturales, valores y jerarquías sociales.

6. La nueva nerviosidad moderna


La competencia en que ha devenido la vida, junto a la desprotección institucional de los menos
aptos (pobres, viejos, discapacitados) ha generado nuevos sufrimientos subjetivos englobados
en la idea de la depresión, crisis, pánico o inseguridad. Esto puede observarse que en la sociedad
se manifiesta como violencia.
La nerviosidad actual, la violencia en la sociedad y la depresión generalizada nos están
mostrando la otra cara del mercado. La prensa ha comenzado a alertar sobre el consumo masivo
de psicodrogas, tranquilizantes, hipnóticos, psicoestimulantes o antidepresivos. En este sentido
han tenido responsabilidad los psiquiatras: su papel se había limitado al diagnóstico de
enfermedades mentales que no podían curar.

7. El nuevo terror a la exclusión social


El dirigente sindical de la primera mitad del siglo representaba los intereses corporativos,
dedicaba su tiempo, a la defensa de los intereses de los miembros de su corporación. El
dirigente corporativo actual se vuelca sobre sus propias necesidades e intereses, económicos,
políticos, de poder o ascensión social, a los que trata de satisfacer.
Las ideas de Nación, Pueblo, han ido cediendo paso a una sociabilidad basada más en
determinados rasgos particulares (de origen, de raza, de género, pero ahora también de otros
rasgos novedosos, como ex alcohólicos, punks, villeros, etc.).
Estos nuevos colectivos sociales son la expresión más clara del abandono social de los valores
de la igualdad y la solidaridad. Se trata en muchos casos de neocumunidades, o comunidades
construidas artificialmente, reactivas o defensivas, dominadas por el terror de la exclusión
social.
El individuo sólo es ciudadano si forma parte de la vida social de la ciudad, con sus derechos y
obligaciones. Los que no poseían derechos ciudadanos vivían al margen de las sociedad,
habitaban la periferia de la ciudad, las murallas de la ciudad medieval o las villas miserias de las
sociedades modernas.

8. Todos somos jóvenes: el borramiento de las diferencias


La cultura actual exige “estar en forma”, y esta exigencia ha provocado un estallido de las
identidades personales. Las nuevas identidades se soportan sobre rasgos más banales de la
cultura (competencia, éxito personal, capacidad de consumo, etc.) haciendo que la ilusión de
una singularidad desemboque en modelos publicitarios que promueven íconos del éxito (TV,
deporte, revistas).
La infancia actual parece acortarse, los niños en período de lactancia y los púberes toman
modos y costumbres de jóvenes a los que tienen como modelos de identificación. La
adolescencia comienza así más temprano respecto de la edad cronológica que se le asignaba.
Esta adolescencia resulta más prolongada, algunos hasta los 30 años conservan hábitos de
adolescentes, favorecidos por ser aún mantenidos por sus padres. Los que ya han pasado los 30
realizan esfuerzos para mantenerse jóvenes: gimnasio, dietas, y vestimentas.
El ideal que se promueve desde los medios es el del joven, sobre todo porque condensa
exitosamente el borramiento de las tres oposiciones (clase, género y generación): de clase; ya
que los jóvenes se parecen entre sí; de generación; ya que se pasó a una idealización del joven
por sus cualidades físicas; y de género; ya que se evita la diferencia que va poniendo la edad al
cuerpo sexuado.

9. Un nuevo espacio para una nueva sociabilidad


Los criterios estéticos se impusieron en todos los niveles: desde la ropa, los utensillos de la
mesa y la cocina, los autos o aviones. Todos son ahora verdaderos objetos estéticos, en ellos se
vuelcan los esfuerzos de creación e innovación constantes.
Los modos de organización del espacio actual (shoppings, avenidas, hoteles, etc.) forman parte
de una modalidad de encuentro acotado y pasajero, funcionalizado para la experiencia parcial y
anónima que allí se realiza. Estos lugares se muestran funcionando como verdaderas ciudades
artificiales dado que se trata de espacios anónimos que provee el consumo, tienden a borrar o
ignorar las identidades sociales de clase, pobreza, origen, raza, etc.

10. Las vicisitudes de la identidad


Las nuevas identidades son frágiles, la fragmentación es su carácter dominante. Las identidades
que se producen en esta nueva cultura reniegan de la pérdida y del apego, se referencian en
objetos del consumo, en su posesión y renovación constante. La identidad que estas posesiones
pueden proveer tiene la fragilidad y la duración de esos objetos de consumo. Al perderse, no
dejan nada al individuo, sólo lo devuelven a un vacío que debe llenar nuevamente. Esto que se
llama mercado nos obliga a todos a una redefinición de lo social mismo. La subjetividad que ha
producido y lo sostiene es la de la competencia. Todos los individuos se preparan en todas las
dimensiones de su vida para mantenerse competitivos, como modo de inserción social.

Galende plantea las incertidumbres del futuro de la salud mental. Para la comprensión de la
misma propone un recorrido por:
a) Las señales de la subjetividad presentes en nuestra cultura actual,
b) El análisis del impacto que las transformaciones de lo público y lo privado provocan en las
subjetividades singulares,
c) Las características globales de los acontecimientos que están determinando los rumbos
actuales del sector Salud y Salud Mental.
La salud es un fenómeno que no debemos comprender como lo “particular” de la clínica
singular con un paciente y lo “general” de la cultura y la sociedad, sino de un campo de
fenómenos cuyas tensiones y conflictos tienen siempre como lugar de expresión a los
individuos, sus subjetividades singulares, sus modos de vida real, requiriendo un abordaje
conjunto. Plantea la constitución del campo de la salud mental desde una perspectiva crítica e
histórica.
Desde sus orígenes en los años sesenta, las consignas de Salud Mental se apoyaron básicamente
en los principios de lo que se llamó Estado Benefactor, y se dirigían prioritariamente a una
reformulación amplia de los criterios que hasta allí sustentaba la atención psiquiatrita. Esta
reformulación implicó un cambio en la teorías sobre las enfermedades mentales, abriéndose a
comprensiones aportadas desde la sociología, el psicoanálisis, la antropología, el trabajo social,
etc.; se amplio el espectro de profesionales que podían intervenir en los cuidados de la salud
mental; la critica a las institución manicomial dio lugar a la creación de otras modalidades de
instituciones para la atención, y de un planteo de las fuerzas instituyentes del sujeto de la
atención; obviamente las prácticas terapéuticas se ampliaron, sobre todo en la irrupción de las
psicoterapias y el psicoanálisis. Todo esto fue posible porque se contaba con un Estado que
asumía su función prioritaria
En la atención pública de la salud, a la vez que generaba políticas de protección social, que
dieron lugar a lo que llamamos “seguridad social”, a través de la cobertura solidaria de los
riesgos prioritarios de la existencia: vejez, incapacidad, desamparo, etc.
Desde hace unos años, por vía de la llamada transformación del Estado que llevan adelante las
políticas neoconservadoras, éste abandona sus funciones de garante de la solidaridad social,
tendiendo a retirarse tanto de la atención pública en salud como de la protección social. En el
sector de la atención pública, ésta se limita a una cobertura de lo imprescindible, dirigida hacia
los sectores más empobrecido de la población. Los programas comunitarios en Salud Mental, la
Atención Primaria y las prestaciones en sus servicios periféricos se dirigen progresivamente a
paliar los efectos de la exclusión social (desempleo, marginalidad, migraciones, etc.) y a la
contención y apaciguamiento social de estos sectores. Las problemáticas que debe enfrentar los
profesionales en este sector son las de la violencia (familiar, juvenil, maltrato a los niños, pero
también a una presencia creciente de la violencia en los comportamientos individuales), Las
adiciones a drogas, depresiones y desamparos extremos. Pero también se retira de su papel de
garante de la solidaridad, y a través de la privatización de los riesgos promueve el avance de las
empresas médicas y los seguros privados de enfermedad. Todo el proceso de privatización está
dirigido a hacer entrar a la salud en los criterios económicos del mercado (cada uno tendrá la
salud que pueda pagar), generando un avance del sector privado. Estos comienzan a ocupar un
lugar importante en el dictado de las Políticas en Salud, siendo ya un generador de criterios para
la atención médica. El Estado no sólo está restringiendo su aporte económico para la atención
médica sino que también está resignando su papel en el dictado de las políticas en salud y de un
modo especial en las de Salud Mental.
Este nuevo contexto, no sólo han cambiado ciertos parámetros de la psicopatología dando lugar
a nuevas problemáticas mentales, los profesionales han visto modificada en poco tiempo su
situación. En su desempeño en la atención pública, habiendo recibido una formación dirigida a
la a la atención de las problemáticas clásicas (neurosis, psicosis, depresiones, etc.) debe
enfrentarse con problemáticas nuevas para las cuales no tienen respuestas en sus teorías ni en
sus métodos terapéuticos: violencia familiar o social, adicciones a droga, trastornos somáticos,
desamparos, intervención en la comunidad sobre situaciones cuya carga social rodea toda
dimensión subjetiva, etc. Además con la privatización se promueve el avance de las empresas
médicas y los seguros privados, los profesionales del campo “psi”, aceptando sus criterios sobre
la retribución económica, pero también sobre las modalidades de atención que perturban,
subvierten y violentan sus propios métodos terapéuticos ya que se trata de reducir la salud a su
valor de consumo, y por lo tanto a los valores del mercado, los criterios económicos son
aquellos que imponen las empresas para la duración de los tratamientos, su frecuencia y aun en
aspectos en aspecto del método, con independencia de los tiempos singulares del paciente, su
patología o la percepción por el profesional de los aspectos prioritarios sobre los que debe
dirigirse el tratamiento.
Esta situación está llevando a un reordenamiento de los valores de las diversas teorías y
prácticas que se desempeñan en salud mental. Mientras el psicoanálisis no se acopla fácilmente
a estas exigencias y se disfuncionaliza con los valores existentes, dados sus basamentos críticos,
existe un conjunto de terapeutas que se han ido adaptando con facilidad a las nuevas
condiciones. Se intenta explicar la naturaleza de las enfermedades mentales por ideales surgido
de un imaginario social nuevo, que se acopla con facilidad a la ilusión de una respuesta sobre el
sufrimiento mental que pongan sus causas fuera de la responsabilidad y los avatares de la
historia de cada uno. Igualmente avanzan diversas prácticas curativas, en general basadas en la
sugestión, que son funcionales con los valores dominantes en la cultura. A su lado, la oferta de
grupo de autoayuda alimentan la ilusión de que, ya que vivimos en una sociedad que nos
abandona y se desliga de los valores de la integración social, sólo los que padecen una situación
igual a la nuestra podrán comprendernos, dicha actitud no es más que desesperados esfuerzos de
adaptarse a las coordenadas de una nueva situación social y cultural, que empuja fuertemente a
todos, pero especialmente a los más fragilizados por su situación existencial, hacia la exclusión
y la marginación.

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