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El samsara es un concepto que proviene de las religiones nacidas en la

India y refiere a una forma de existencia cíclica ligada a la muerte, el


renacimiento y el sufrimiento. El término puede traducirse como
"vagar" o "dar vueltas" y es considerado como lo que define a la
existencia compuesta en el budismo, a diferencia del nirvana, por
ejemplo, que está libre de condiciones. El Buda explicó en su primera
noble verdad que el mundo es sufrimiento; más precisamente, el
samsara es sufrimiento, ya que existe un modo de existencia basado en
la sabiduría que trasciende el sufrimiento. El origen del samsara y su
perpetuación, tanto en el hinduismo y en el jainismo como en el
budismo, es la ignorancia o el no reconocer la realidad. Así que el
samsara es un laberinto que es a la vez también una casa de espejos o
un castillo de ilusiones. Y es aquello de lo cual debemos despertar.

El British Museum, como parte de su exposición Living with the Gods,


ha realizado una hermosa animación de uno de los mandalas más
conocidos, llamado "rueda de la vida" o también "bhavachakra", una
imagen didáctica que es utilizada por el budismo tibetano. El mandala
muestra el mundo cíclico o samsara y sus seis tipos de existencias: los
seres infernales, los fantasmas hambrientos, los animales, los hombres,
los dioses celosos (asuras) y los dioses. Todos porfiando en su
existencia, la cual está siendo devorada como si fuera un pastel por un
demonio, que a veces se interpreta que es Mara o a veces Yama (la
Muerte); de cualquier manera, este demonio o monstruo significa la
impermanencia, que es la ley que domina el samsara y que al no ser
comprendida produce fatuos esfuerzos y sufrimiento debido al apego.

En el centro del mandala, lo que mantiene corriendo el samsara,


aparecen tres animales que representan los tres venenos de la mente.
El cerdo simboliza la ignorancia, el gallo o ave la ambición y la
serpiente el enojo. Son estas emociones y sus derivados -creando
también una cadena de interdependencia o "nidana" que se muestra en
las capas exteriores- lo que nos mantiene corriendo en círculos, de
encarnación en encarnación, en un desolador laberinto que puede durar
infinitamente si no madura la sabiduría en nosotros.
El budismo enseña que la posición intermedia del hombre es en
realidad privilegiada. Los dioses viven absortos en dimensiones de
placer puro sin motivación para practicar el dharma y realmente salir
de la ilusión; en los reinos inferiores, el dolor consume sin descanso la
mente. El ser humano existe entre la justa mezcla de dolor y placer,
con las capacidades para notar que a menos de que haga algo -de que
practique dharma- seguirá atrapado en el bucle del samsara. El Buda
yace fuera de este juego, habiendo él mismo encontrado la salida del
laberinto en el despertar de la conciencia -en una región inefable,
apuntando a la luna de la iluminación-.

Transcripción del video:

“¿En qué me estoy equivocando?”

Esa tal vez sea tu primera reacción cuando algo ocurre con tus
amigos, la familia o el trabajo. Pero es probable que el problema
no seas tú, sino el mundo en el que naciste, un mundo cuyos
términos y condiciones nunca firmaste.

Pero ya que estás aquí, mejor que tengas un mapa del terreno y
sepas cómo escapar de éste. Y eso es exactamente este mandala
del budismo tibetano, concebido para enseñarte la ‘rueda de la
vida’.

Mirar esta imagen es mirarse al espejo. Mirarte a ti mismo y


mirar cómo y por qué sufres de cierta manera.

Es lo mismo para todos.

Entendemos menos de lo que nos gusta admitir. Somos cerdos


ignorantes si dejamos de ser compasivos.

Nuestra ira y nuestro miedo crecen tan rápido que nos toman por
sorpresa, deslizándose sigilosamente como una serpiente.
Y como un gallo, nos volvemos orgullos de la gente y las cosas
del mundo, a las cuales nos apegamos desesperadamente.

Cada uno de estos hábitos alimenta al otro, como tres animales


mordiéndose el rabo entre sí.

Malas noticias por todos lados, parece.

Pero de hecho… no.

Este mandala nos enseña que vivimos en el mejor de todos los


mundos posibles.

En los reinos superiores, los dioses están distraídos con los


placeres. Y aquellos en los reinos inferiores están agobiados por
el dolor.

Nuestras vidas contienen el balance justo de ambos, para


ayudarnos así a mirar el cuadro completo.

Que todo esto: el placer y el dolor; el ciclo del nacimiento,


muerte y reencarnación; todo siempre está cambiando y
repitiéndose, y que el escape es posible.

El Buda lo logró. Él se liberó del ciclo.

Y con sus enseñanzas nos mostró cómo lograrlo nosotros.

Es una verdad y un destino para los que no hay palabras.

A cambio, el mandala representa ambos como una luna remota


hacia la cual señala el Buda.

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