En la República, obra fundamental de Platón, se tratan los temas de la
política y la educación, en concreto en el Libro VII, Capítulos IV y V. En esta obra el ateniense expone de manera completa y sistemática su pensamiento filosófico. Cabe atender a determinadas cuestiones a fin de arrojar sobre su propuesta política y educativa. ¿Cuál es el fin que debe perseguir la política?, ¿cómo seleccionar a los dirigentes políticos que han de gobernar para lograr el bien del Estado?, ¿es la democracia un buen sistema de gobierno?, ¿debe acceder a la política el que quiera o sólo los mejores individuos?, ¿es posible formar a los gobernantes para el buen gobierno del Estado? y ¿qué formación habrían de recibir? La política de la Atenas en la que nació y vivió Platón le llevó a rechazar la democracia como forma de gobierno, ya que su juventud coincidió con una época de gran inestabilidad política, llena de revueltas y cambios constantes de gobierno, de luchas por el poder, etc. Además, fue bajo el régimen democrático que Platón asistió a la muerte de su maestro Sócrates, al que consideraba el más justo de los hombres. Descontento tanto con la democracia como con la oligarquía, Platón llega a la conclusión de que todos los Estados de su tiempo estaban “enfermos” y de que su enfermedad consistía en que estaban mal gobernados. Así, decide dedicarse por entero a la filosofía para hallar en ella el remedio a los males políticos de su tiempo. En primer lugar, cabe destacar que la propuesta política que Platón formula es la teoría del filósofo gobernante, que consiste en formar, mediante la filosofía, a los futuros gobernantes, o bien, en que los verdaderos filósofos asuman la dirección del gobierno. Esta propuesta consiste en un gobierno de sabios o filósofos, una especie de “meritocracia” o aristocracia (gobierno de los mejores) del saber y de la virtud. Más, ¿por qué un gobierno de filósofos? Para responder a esta pregunta es fundamental tener en cuenta la influencia del intelectualismo moral de su maestro Sócrates, pues la propuesta política de Platón resulta de aplicar en el terreno de la política la doctrina ética de su maestro. En efecto, Platón está convencido de que para gobernar con sabiduría y justicia el Estado, los gobernantes deben acceder primero al conocimiento de la verdad sobre lo justo, lo bello y lo bueno. Además, como expone en el símil del navío, del mismo modo que no aceptaríamos viajar en un navío en el que una tripulación inexperta se ha amotinado contra su capitán y, sin tener ni idea del arte de la navegación, bebiendo y entregándose a la juerga, dirige el timón del barco, así tampoco deberíamos aceptar un régimen político como la democracia, en el que el ‘’timón’’ del Estado está en manos de la masa ignorante y manipulada, o de dirigentes inexpertos o ambiciosos elegidos por el pueblo ignorante o por sorteo. De esta manera, sólo la filosofía puede proporcionarnos un conocimiento objetivo sobre lo justo y lo bueno; de ahí su propuesta de un gobierno de filósofos. Así, la ciencia política que el gobernante necesita conocer es la filosofía. Sólo los filósofos pueden ser los gobernantes perfectos, pues la filosofía es el único saber que proporciona el conocimiento de las esencias de la Justicia y del Bien, conocimiento indispensable para conducirse rectamente a uno mismo y a la sociedad. El conocimiento de la Justicia en sí y del Bien en sí es un conocimiento globalizador de la realidad total, un conocimiento global de la armonía y el orden del cosmos inteligibles. Por lo tanto, la base de la propuesta política de Platón consiste en educar a los gobernantes hasta que alcancen la visión de las Ideas. Con este fin, Platón diseñó un programa educativo que debía seleccionar a las mejores naturalezas para irlas educando en el conocimiento de la Verdad y del Bien. Las principales materias que compondrían este programa serían las cinco disciplinas matemáticas (aritmética, geometría, astronomía y física). Pero la materia fundamental y última etapa en la educación de los gobernantes será la dialéctica, esto es, la ciencia suprema para Platón, la ciencia de las Ideas y de sus relaciones, y particularmente de la relación de cada Idea con la Idea de Bien. Así, se identifica la dialéctica con la filosofía. Pero insiste Platón en que no es posible comenzar la educación del filósofo gobernante con la dialéctica. La razón de esto es que el alma, prisionera del cuerpo, de los sentidos y de los apetitos materiales, y acostumbrada tan sólo a contemplar las cosas del mundo sensible, antes de iniciarse en la dialéctica, debe de familiarizarse poco a poco con el razonamiento abstracto y con esa esfera de las realidades inteligibles, invisibles y eternas. Para ello resulta imprescindible y muy útil comenzar con el estudio de las matemáticas. Gracias a la dialéctica el filósofo irá ascendiendo hasta contemplar las Ideas de Justicia, de Belleza y de Bien, las cuales deberá luego tomar como modelo y guía para gobernar tanto su propia vida como la polis. En el mito de la caverna esto está representado por el descenso del prisionero liberado al interior de la caverna, y tras haber contemplado las cosas del mundo de arriba y el sol (Ideas), deberá volver al mundo de las sombras para gobernar y discutir sobre las sombras del Bien y de lo Justo a la luz del nuevo conocimiento que ha hallado. De este modo, el buen gobierno que se formará si un filósofo lidera la polis dará como resultado un Estado Ideal, que Platón entiende como una comunidad natural de individuos que cooperan y se coordinan para vivir, beneficiándose todos de la contribución de todos. Por eso el buen gobierno debe anteponer siempre el bien común al bien particular del individuo o de un grupo de individuos. Para Platón el Estado es semejante a ‘’un individuo en grande’’. En el Estado encontramos tres grupos humanos naturales: productores, aquellos individuos en los que mandan los apetitos y deseos materiales de la parte apetitiva; los guardianes, aquellos en quienes dominan las pasiones de la parte irascible; y los gobernantes-filósofos que son aquellos en cuya naturaleza predomina la parte racional. En definitiva, el Estado justo, al igual que el alma justa debe ser un fiel reflejo del orden y la armonía eternos del Mundo de las Ideas. La tarea de la filosofía reside en lograr la comprensión del orden eterno de lo real, y luego esforzarse para que el orden del alma y el orden político se asemejen en lo posible. Para concluir, destacar que, el descontento de Platón con la política de su época le conduce a proponer como forma ideal de gobierno el gobierno de los mejores en conocimiento y en virtud, esto es, un gobierno de filósofos. Así es que sólo la filosofía puede proporcionar al gobernante el conocimiento necesario sobre lo eternamente Justo, Bello y Bueno para dirigir su propia vida y el Estado con sabiduría y rectitud. Para combatir el relativismo de los sofistas, Platón necesita suponer la existencia de un ámbito de realidades eternas, perfectas e inmutables, de las que sí es posible obtener conocimiento gracias a la filosofía. Por ello, el gobernante, deberá conocer el orden y la armonía del mundo de las Ideas, y las Ideas de Belleza, Justicia y Bien, para tomarlas como modelo y guía en su vida privada y cuando llegue el momento de gobernar, para lograr así que el Estado y la sociedad se asemejen en la mayor medida posible, aunque todavía de manera imperfecta, a la armonía y el orden eternos del Mundo de las Ideas.