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Octavio aseguró la obediencia de los territorios sublevados por sus opositores y regresó
a Roma. Comprendió que Roma y su extenso imperio no podían seguir siendo
gobernados como en tiempos de la República. Sin embargo, rechazó el título de rey
porque la monarquía ya había sido rechazada por los romanos. Entonces, aplicó una
fórmula que perdurará en el tiempo: mantuvo la apariencia republicana, es decir, dejó
subsistir las antiguas instituciones, pero estas perdieron su poder, porque él las
controlaba o elegía a sus miembros. Por ello se dice que el Principado es una
monarquía encubierta.
Fue nombrado cónsul vitalicio y era él quien redactaba todas las leyes, los edictos,
que se aplicaban en el imperio. También fue designado gran pontífice o pontífice
máximo, convirtiéndose en la primera autoridad religiosa. Fue nombrado princeps
(primer ciudadano romano), imperator lo cual significa que era el jefe de todo el ejército
y obtuvo el título de Augusto, que significa que es una persona consagrada por los
dioses. Los magistrados actuaban como representantes personales del emperador y el
Senado se formó según la voluntad de Augusto, con hombres pertenecientes al orden
ecuestre, mientras que las asambleas perdieron su tradicional función legislativa. Roma
dejo de ser una república urbana para pasar a ser la capital de un imperio.
Durante dos siglos y medio, el Imperio gozó de paz y estabilidad en su territorio gracias
a las decisiones tomadas que se mencionaron previamente: sin conflictos ni guerras
civiles. Para desactivar las tensiones sociales, se implementó una política que se
resume en la expresión “Pan y Circo”: el Estado distribuía trigo en forma gratuita entre la
población necesitada y ofrecía espectáculos para entretener a la gente. Las peleas de
gladiadores eran uno de los entretenimientos más populares del Imperio. Además,
había carreras de cuadrigas y obras de teatro, sobre todo comedias.
La principal división administrativa de Roma para sus territorios extranjeros fueron las
provincias. El sistema provisional romano se estableció sobre los territorios
conquistados para mantener a paz y recaudar tributos. En las provincias, las ciudades
gozaban de bastante autonomía. Era habitual que eligieran a sus propios magistrados,
administraran justicia, mantuvieran el orden público y la ley, cobraran impuestos y
dirigieran las finanzas locales. Roma sólo ejercía una especie de tutela y actuaba en
forma más directa cuando había dificultades o era necesario mediar entre dos ciudades.
Augusto dividió según el tipo de gobierno que tenían y el rango de los gobernadores
destinados a ellas. Las provincias romanas podían ser senatoriales o públicas, e
imperiales.
En las ciudades había talleres artesanales en los que hombres libres y esclavos
realizaban manufacturas. A los mercados de Roma llegaban mercancías de todo el
imperio, productos agrícolas, animales y esclavos. La civitas, o ciudad estaba formada
por la integración, en una unidad administrativa con dos espacios diferenciados: el
núcleo urbano y el territorio. En el primero se concentraba el artesanado, el comercio y
los servicios públicos; el segundo era el espacio rural que circundaba la ciudad y
proporcionaba los productos agrícolas para el consumo urbano.
Esclavitud en la economía
Algunos historiadores afirman que la sociedad romana fue esclavista. Argumentan que
los grupos dominantes obtenían sus riquezas principalmente de los latifundios
trabajados por esclavos.
Otros cuestionan esa interpretación. Sostienen que, fuera de Italia y otras provincias de
Europa occidental (como la Galia, actual Francia), los terratenientes alquilaban las
tierras a los campesinos a cambio de una renta.
Romanización
A medida que Roma se expandía por el Mediterráneo, fue dominando pueblos con
culturas diferentes. Con estas conquistas, se produjo la difusión de la cultura romana.
Este proceso se denomina romanización. La difusión de su cultura fue una herramienta
de dominación muy importante: la homogeneidad cultural favorecía la aceptación del
dominio romano.