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UNDAD I.

EL MUNDO CLÁSICO

ADA 2. Política, sociedad y economía en la Roma clásica

2.1. Roma clásica

Roma: la gran legisladora del mundo occidental


Roma dejó una importante huella en la historia de la humanidad. Creó el más
importante imperio en la historia antigua e hizo aportaciones decisivas a la civilización
occidental. Su máxima contribución es el Derecho Romano. Roma se encuentra en
Italia, es una de las penínsulas que junto con Grecia y España forman parte del
Mediterráneo.

Orígenes: los etruscos y los latinos.


La leyenda cuenta que los fundadores de Roma fueron los hermanos Rómulo y Remo
quienes fueron abandonados en el rio

Tiber y subsistieron amamantados por


una loba y educados por un pastor
llamado Faustulo. Como emblema romano podemos encontrar a la loba capitolina
que representa a dicho animal amamantando a dos niños

Fundada hacia el año 753 a. C., Roma fue ampliando su territorio inicial hasta
convertirse en la capital del imperio más extenso de la antigüedad. Los principales
grupos humanos de Italia se localizaban hacia el sur, es decir, los griegos y al centro
los latinos, formados por los etruscos y otros pueblos. Los etruscos vivían en
ciudades independientes, sin formar una unidad política, dedicados a la guerra y a la
navegación, los historiadores establecen que ellos fundaron Roma. Tenían a un rey
como primer funcionario pero los reyes eran elegidos por la nobleza, misma que
formaba un senado y sus integrantes se sentaban en unos asientos llamados “curules”
de oro y marfil.

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Hoy en día se usa el mismo nombre para señalar los asientos instalados en el
Congreso de la Unión aquí en México, ya sean ocupados por los Senadores o
Diputados. El legado de Roma al occidente es el Derecho Romano, de gran influencia
en la actualidad, debido a que sistematizó una serie de normas en la llamada Ley de
las doce tablas, preocupándose luego de su instrucción(en la actualidad existen
algunos de sus elementos).

Gran parte de las instituciones y de la cultura etrusca como la organización del


ejército, la planeación de las ciudades y el culto familiar, fueron determinantes en la
formación de la civilización de Roma. Los griegos desde el sur, se infiltraron poco a
poco en las costumbres de Roma y fueron de gran ayuda para formar el espíritu
romano por aportar su filosofía, literatura, religión y su sentido universal. Esta fusión de
culturas se traduce en los rasgos característicos del actual mundo occidental.

Roma en Tres periodos


La historia romana puede dividirse en tres períodos: la Monarquía, la República y el
Imperio.

1. Monarquía
En ella surge el Estado Romano. Los relatos de acontecimientos históricos
ordenados cronológicamente de la historia romana que han llegado hasta el
presente gracias a los autores clásicos como Tito Livio, Plutarco, Virgilio y otros,
cuentan que en los primeros siglos de la vida de Roma hubo una continuación de
siete reyes.

Estos reyes, excepto Rómulo, por haber sido el


fundador de la ciudad, fueron elegidos por los romanos
para gobernar de forma vitalicia y ninguno de ellos usó
la fuerza militar para acceder al trono.
Los 7 reyes de Roma fueron:

1. Rómulo, fundador de Roma. A su muerte se convirtió en dios,


lo cuál nos da la idea de cómo los griegos y romanos
convirtieron a sus gobernantes en dioses.
2. Numa Pompilio, creador de la religión romana y reformador
del calendario.
3. Tulio Hostilio, rey guerrero que logró someter a algunas
ciudades bajo el dominio de Roma.
4. Anco Marcio, fundó el puerto de Ostia, promovió el comercio y tuvo que luchar contra la
influencia etrusca.
5. Tarquino el Antiguo, bajo su régimen se construyó la cloaca máxima, el circo máximo, el
foro y la curia.
6. Servio Tulio, estableció las clases sociales y rodeó a Roma con la muralla serviana.
7. Tarquino el Soberbio, último rey, quien fue desterrado por dos nobles que proclamaron la
República.

Durante la Monarquía se fundan cuatro clases sociales:

a) Patricios: descendientes de los fundadores de Roma (aristocracia), tenían


derechos civiles y políticos. Se dedicaron a la agricultura, al sacerdocio y a la vida
militar, así como a las funciones públicas.
b) Plebeyos: no tenían derechos políticos ni civiles. Se dedicaban al comercio y a
la industria. Eran el soporte económico del país, así como la clase mayoritaria.

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c) Clientes: eran los extranjeros. Se dedicaban a los negocios y a la guerra.
d) Esclavos: eran adquiridos por medio de las guerras y no podían votar.

2. República

La República Romana fue un periodo de la civilización romana antigua


caracterizado por un régimen de gobierno republicano. Se inició con el
derrocamiento de la Monarquía Romana, 509 a. C., y duró más de 450 años, hasta
los conflictos por el poder, a través de una serie de guerras civiles, hasta
desembocar en un forma de gobierno imperial.

La República Romana se rige por una constitución compleja, que se centró en los
principios de una separación de poderes, controles gubernamentales, equilibrios
de poder. La evolución de la República Romana fue fuertemente influenciada por
la lucha entre la aristocracia, patricios, Y los romanos con riquezas, pero que no
eran de familias nobles, que eran apoyados por los plebeyos por pertenecer a esta
clase social.

La palabra República viene de las voces latina Res: Cosa; Pública: Pueblo.
Corresponde así, del año 509 al 29 a.c., periodo en el cual Roma alcanza su
mayor esplendor y poderío con el afianzamiento de sus instituciones de gobierno y
de justicia, así como de la administración del bien público y del anhelo de
superación de las cuestiones sociales.

En esta Época el ejército romano impone su autoridad y dominio en una extensa


zona del mundo conocido, que incluye tierras de Europa meridional, Asia Menor y
África septentrional. En este proceso de expansión impone el sello de su cultura,
pero al mismo tiempo asimila el complejo cultural de los pueblos conquistados y
Roma se convierte, de este modo, en la heredera y depositaría de la cultura de la
Antigüedad. Sin embargo, si estos son los signos distintivos de este gran momento
de su historia, también debemos anotar que la ambición por el poder y la riqueza
se hizo presente en numerosos caudillos, que solo habrían de culminar ya con el
establecimiento de un régimen imperial.

Durante la República en Roma muchos funcionarios e instituciones propias del


régimen monárquico, desaparecieron, pero otras se adaptaron para servir mejor al
gobierno del pueblo. De este modo los organismos de gobierno fueron:

1. Los Cónsules: Fueron en número de dos, elegidos anualmente por la asamblea


popular. Ejercieron casi los mismos poderes que le habían correspondido al Rey
durante la Monarquía Romana, o sea la dirección suprema en paz y guerra, la consulta
de los dioses, la convocatoria del Senado y de la Asamblea Popular, así como la
administración de justicia. Los cónsules se controlaban mutuamente, siendo, por ello,
difícil que uno usurpase el poder y se convirtiese en Tirano. Al abandonar el cargo de
Cónsules debían dar cuenta de su gobierno ante la Asamblea.
2. El Senado: que ya había funcionado en la Monarquía Romana, ahora, durante la
República, no solo mantuvo su serie de atribuciones, sino que se afianzo
definitivamente como un organismo consultivo que oriento y aconsejo el gobierno de

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Roma, dirigiendo el ordenamiento interior y la actuación en el exterior de la política
romana.
3. Las Asambleas: reciben también el nombre de comicios y fueron de tres clases:

-Asamblea Curial: Reunión de patricios que comprendían 30 curias, en cada una de las cuales
se votaba por cabeza para obtener, así, la opinión de la mayoría. Constituyó la asamblea más
antigua.
-Asamblea Centurial: Reunión de ciudadanos bajo sistema militar y agrupados de cien en cien,
teniendo cada agrupación un voto. Se reunían en el Campo Marte bajo la presidencia de los
cónsules; dictaban leyes y tenían a su cargo la elección de los mismos cónsules.

-Asamblea Tribal: Era la reunión de la plebe, pero agrupaba en tribus. Sus acuerdos tenían
fuerza de ley y se llamaban Plebiscitos. Además, dentro de sus atribuciones durante la
República, se contaba la de nombrar a los Tribunos de la Plebe.

Otras magistraturas de la República de Roma

- Censores: cuya misión era la de llevar la relación de ciudadanos y sus bienes.


Nombraban a los senadores, al mismo tiempo que velaban por el mantenimiento de la

moral.
- Cuestores: recaudaban impuestos y administraban el tesoro público
- Pretores: eran los encargados de la administración de Justicia
- Ediles: encargados del aseo, ornato y conservación de la ciudad. Debían velar
también, por el normal abastecimiento de alimentos a la ciudad.

Guerras púnicas

En el siglo III comienza la expansión del Estado Romano por el Mediterráneo. Aquí
surgen las Guerras Púnicas, una serie de tres conflictos que enfrentaron a las dos
principales potencias del Mediterráneo de la época: Roma y Cartago entre los años
264 y 146 a. C. Estos conflictos terminaron con la victoria romana. Reciben su nombre
del grupo étnico “Punici”, nombre usado por los romanos para los cartagineses y sus
ancestros fenicios. Por su parte los cartagineses llamaron a estos conflictos “guerras
romanas”. Tras la muerte de centenares de miles de soldados en ambos bandos,
Roma conquistó todas las posesiones cartaginesas y arrasó la ciudad de Cartago, con

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lo que desapareció de la historia. Así, la victoriosa Roma emergió como el estado más
poderoso del Mediterráneo occidental.

Tras un periodo de guerras civiles, Julio César intentó restaurar el orden con la formación de un
triunvirato formado por él mismo, así como Pompeyo y Craso. Luego, quiso establecer un
gobierno personal pero fue asesinado por personas que no lo querían en el poder. Su error
radicó en autonombrarse dictador de por vida.

Esta situación provocó otros 14 años de guerra civil entre Augusto, el heredero nombrado por
César, y Marco Antonio, el sustituto de César. Cuando Augusto derrotó a Antonio en Actium en
el año 31 antes de Cristo, ganó el poder absoluto sobre Roma. Augusto no eligió ser un
dictador como César, prefirió formar el Principado que le otorgó el poder real vitalicio, mientras
parecía darle al Senado un rol mucho mayor al que realmente tenía. La República, que se
había mantenido durante casi cinco siglos, pronto iba a ser sustituida por un nuevo sistema
político: el Imperio.

3. Imperio.
Al caer la República romana, el gobierno de Roma y todos sus dominios se
encontraron nuevamente en las manos de una única persona, que no toma el título de
rey, sino que gobierna bajo la apariencia de las instituciones republicanas: el
emperador Augusto.

El Imperio daba a Roma beneficios económicos enormes aumentando su riqueza e


imponiendo impuestos a los granos procedentes de las provincias. Esto financiaba las
obras públicas en Roma.

La enorme propagación del Imperio significó que la influencia romana fuera difundida.
Su idioma, arquitectura, cultura, ingeniería y comida han dejado su marca hasta la
actualidad. Podemos agradecer a los romanos por las calles, el repollo, los baños, el
concreto y los faros, sólo por nombrar algunas cosas.

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Su principal competidora en aquella época fue la ciudad de Cartago, primera gran
víctima de la República, que ya estaba decidida a hegemonizar la cuenca del
Mediterráneo a ambos lados de la península Itálica. Al mismo tiempo, las Guerras
Púnicas, en cuyo transcurso Roma aniquiló a Cartago, obligaron a Roma a salir de
sus fronteras naturales.

En este proceso, Roma adquirió nuevos dominios, sus posesiones se hicieron tan
extensas, que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de
moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército
creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas, de cara
a obtener beneficios políticos. Así, fue como surgieron políticos ambiciosos, cuyo
objetivo principal fue el poder. Éste fue el caso de Julio César, caudillo romano que no
sólo conquistó el territorio de la Galia y amplió los dominios de Roma, sino que desafió
por primera vez la autoridad del Senado.

El ascenso al poder de Julio César y, tras su muerte, su hijo adoptivo Cayo Octavio
(César Augusto), significó una vuelta a la centralización del poder, esta vez al servicio
de un vastísimo imperio. Julio César fue elegido "pontifex maximus" y "dictator"
vitalicio, lo que de hecho le asignaba mayores poderes que los usufructuados por los
antiguos reyes. En el marco de una conjura organizada por el Senado, Julio César fue
asesinado en el año 44 a.C., los senadores, representantes tradicionales de lo más
granado de la nobleza patricia, temían que el nuevo modelo se asentase sobre
concesiones a los plebeyos, lo que de hecho era inevitable y finalmente se dio. Para
expandirse hacia afuera, Roma debía desactivar las tensiones internas. Entre el 28 y
el 12 a.C., César Augusto obtuvo los poderes tribunicios, junto a los cargos de
"pontifex maximus" y "princeps senatus", convirtiéndose en un monarca de facto.
Aunque las instituciones de la República continuaron existiendo, fue sólo una
existencia nominal.

César Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad
política y cultural centrada en los países de la cuenca del Mediterráneo, que, como un
título de propiedad, era el "Mare Nostrum". Esta situación se mantuvo vigente hasta la
llegada del emperador Diocleciano (244-311), quien trató de salvar un imperio que, por
ser tan vasto, escapaba de los marcos de control habituales. Fue Diocleciano quien,
por primera vez, dividió el imperio para facilitar su gestión.

Finalmente, una serie de desplazamientos poblacionales en Asia Central


empujaron a otros pueblos sobre Europa y poco a poco su presión contra el
Imperio Romano se hizo sentir, no bastaron las legiones para contenerlas. Eran los
“barbaros” en una oleada tan imbatible que para el año 476 uno de ellos, el hérulo
Odoacro depuso a Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente.

El Senado envió las insignias de Roma a Constantinopla, la capital del Imperio


Romano de Oriente, simbolizando la capitulación del Imperio Romano de
Occidente. El imperio oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de
Imperio Bizantino, hasta que, en 1453, Constantinopla cayó en manos otomanas.

La impronta dejada por la civilización romana fue tan decisiva y profunda, que los
intentos de restaurar el viejo imperio se sucedieron durante siglos. Entre otros
intentos, sobresale el de Justiniano I, uno de los más notables gobernantes del
Imperio Bizantino. Bajo su reinado, Bizancio se expandió militarmente hacia

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Occidente, distinguiéndose el general Belisario, uno de los grandes estrategas de
la Antigüedad.
Todo este inmenso esfuerzo fue hecho por Justiniano en función de la llamada
"Renovatio imperii romanorum", “la restauración del Imperio Romano”. Aunque es
recordado como "el último emperador romano", Justiniano no advirtió que
Occidente entraba en una nueva etapa de su historia: en Europa occidental, la
Edad Antigua daría paso a la Edad Media.

2.2. Roma clásica. Características económicas, políticas,


sociales y culturales.

Del nacimiento a la vida adulta


Al nacer, el niño, o la niña, eran colocados a los pies del padre. Si éste lo levantaba y
lo cogía a sus brazos, manifestaba que lo reconocía como hijo y se comprometía a su
crianza y educación. Pero si el padre consideraba que ya tenía demasiados hijos o
que carecía de medios para criarlo, era libre de exponerlo.
Como se ve, la familia romana no se parecía mucho al modelo de familia de nuestro
tiempo. En primer lugar, los padres no tenían la obligación, ni moral ni jurídica, de
aceptar todos los hijos nacidos del matrimonio. La exposición de los niños recién
nacidos, es decir, su abandono público para que fueran adoptados por otras familias,
constituía una práctica habitual y legal, tanto en las familias pobres como en las ricas,
patricias o plebeyas. El abandono de niños legítimos estaba motivado por la miseria,
en el caso de unos, y por la política patrimonial, en el caso de otros; era una manera
de evitar la excesiva parcelación de las herencias.
En Roma, delante del templo de la Pietas, estaba la llamada columna lactaria; a su pie
eran depositados los bebés abandonados, que habitualmente eran recogidos (si lo
eran) por personas cuyo único fin era explotarlos como esclavos, mendigos o
prostitutas si eran niñas. Los niños deformes o inútiles, o los simplemente débiles,
eran eliminados. El propio Cicerón, en uno de sus escritos dice: «Sea muerto en
seguida el niño deforme, según disponen las XII Tablas.»
El adoptado tomaba el apellido del nuevo padre. El infanticidio del hijo de una esclava
también era admitido como normal y la decisión de aceptarlo o no corresponde al amo
de la esclava.
La educación y la escuela
El recién nacido recibía el nombre a partir del día octavo, si era niño, y del noveno, si
era niña. Primero tomaba el praenomen(nombre de pila), luego el nomen(el de la
familia) y por último el cognomen (el de la gens). Desde el primer día se le ponían
amuletos. Los primeros juguetes eran los sonajeros (crepitacula) a los que seguían
otros de índole muy variada. La lactancia y los cuidados primeros eran confiados a una
nodriza (nodrix), que solía convertirse en su segunda madre. Hasta la pubertad, los
niños eran confiados a un pedagogo, llamado también nutritor o tropheus.
El niño se dirigía al padre, llamándole domine, pero se relacionaba más con los
domésticos, la nodriza y el pedagogo, que con sus propios padres. La nodriza le
enseñaba a hablar (en las familias ricas solía ser griega) y el pedagogo a leer.

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La escuela (schola) era una institución reconocida. El calendario religioso marcaba los
días de descanso. Las clases se daban por las mañanas y a ellas acudían niños y
niñas; a los doce años, se separaban. Sólo los niños, si eran de familia rica,
continuaban estudiando. Un grammaticus les
enseñaba los autores clásicos y la mitología;
algunas niñas tenían un preceptor que les
enseñaba los clásicos. Sin embargo, a los
catorce años la niña era considerada ya una
adulta (domina, kyria).
Los niños aprendían fundamentalmente retórica.
En la parte griega del imperio, la escuela
constituía un sector de la vida pública.

Tenía por marco la palaestra o el gymnasium. El


currículo estaba compuesto por
Lengua Materna (griego), Homero, Retórica,
Filosofía, Música y Deporte. Los griegos no
aprendían latín, mientras que los romanos de la
mitad occidental del Imperio aprendían latín y griego y concedían menor importancia al
Deporte y la Música.

Sin embargo, y dado que la escuela era una institución sufragada por el dinero de los
ciudadanos que enviaban allí a sus hijos, una parte muy numerosa de la población
infantil estaba privada de ella. Los textos clásicos ofrecen muchos ejemplos de niños
que trabajaban a edades muy tempranas en oficios muy diversos y nada hace suponer
que asistieran a la escuela, a partir de los 12 años.

A los dieciséis o diecisiete años los niños «ricos» abandonaban la escuela y optaban
por la carrera pública (cursus honorum) o el ejército.

El matrimonio

El matrimonio en Roma era un acto privado que ningún poder público sancionaba.
No se precisaba intervención de ninguna autoridad civil o religiosa. En caso de litigio
por una herencia, el juez decidía, por indicios, si un hombre y una mujer estaban
casados en «justas bodas».

La ceremonia no dejaba, necesariamente, documento escrito. Sin embargo las


llamadas «justas bodas» tenían indudables efectos jurídicos:
los hijos engendrados eran legítimos, tomaban el nombre del
padre, continuaban la línea de descendencia y eran los
herederos del patrimonio. Sin embargo, aunque la ceremonia
no era necesaria para la constitución del vínculo jurídico
entre los esposos, la tradición y el carácter sagrado que
conllevaba, la convertían en un acontecimiento importante.

Se elegía cuidadosamente la fecha, evitando los días y los


meses de malos augurios, La noche antes, la esposa
consagraba a una divinidad los juguetes de su infancia. Iba
vestida con el traje nupcial (túnica recta), que se ceñía con
un cinturón (cingulum) anudado de forma típica y que era desatado por el novio la
noche de la boda, y con un velo rojizo (flammeum).
Se adornaban las habitaciones de la casa del novio y de la novia con flores,
guirnaldas, tapices, etc. La ceremonia se iniciaba con los auspicios, para conocer la

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voluntad de los dioses. Después, en ciertas casas, se procedía a la firma de los
tabulae nuptialeso contrato, donde se estipulaba la dote.

A continuación la prónuba, una matrona que hacía las veces de madrina, unía las
manos derechas de los cónyuges, poniendo una sobre otra. Cumplidos estos
requisitos, se celebraba la cena nupcial en casa de la novia. Tras el banquete, hacia el
anochecer, comenzaba la ceremonia del acompañamiento de la esposa a casa del
esposo, la deductio, que era una reproducción ritual del rapto de las Sabinas.

La novia se echaba en los brazos protectores de su madre y el novio la arrancaba de


ellos violentamente. Se fingían lágrimas y lamentos. Enseguida se disponía el cortejo
hacia la casa del novio, que se adelantaba para recibir a la novia a la puerta; esta
avanzaba llevando el huso y la rueca, símbolos de su futura actividad e iba
acompañada de tres jóvenes que tuviesen vivos a su padre y a su madre. Seguía una
muchedumbre emitiendo un grito nupcial, el talasse.

El divorcio, dada la escasa institucionalización del matrimonio, era fácil y cómodo,


desde el punto de vista jurídico, tanto para la mujer como para el marido: bastaba que
uno de ellos abandonase el hogar con la intención de divorciarse. La esposa,
divorciada por mutuo consentimiento, o repudiada, abandonaba el domicilio conyugal
llevándose su dote. Parece que los hijos permanecían siempre con el padre.

Sin embargo, la poca institucionalización del matrimonio o «justas bodas», la relativa


facilidad de disolución del vínculo (incluso no era necesario prevenir al cónyuge, hasta
el punto de que un esclavo, portador de un billete, en el que figuraba una fórmula
habitual: «coge lo tuyo y vete», servía de mensajero del repudio entre los esposos), no
debe hacernos pensar que los romanos concedían poca importancia a la institución
familiar, o que veían con buenos ojos los divorcios. Socialmente, la mujer con un solo
marido (Univira) era mejor considerada que aquella que había compartido varios
esposos.

Libertos, esclavos y clientes

La casa romana estaba compuesta por el pater-familias, la mujer casada en «justas


bodas», dos o tres hijos e hijas, los esclavos domésticos, los libertos —antiguos
esclavos manumitidos o emancipados— y algunas decenas de hombres libres, los
fieles o clientes, que cada madrugada desfilaban ante la antecámara de su protector o
patrón, para hacerle una rápida visita de homenaje (salutatio).

El fenómeno sociológico de los libertos y de los emancipados era una de las


peculiaridades más interesantes de la familia y de la sociedad romana.
Primero, cabe preguntarse por qué un amo liberaba a sus esclavos. Había tres
situaciones favorables para ello:

1. Cuando el esclavo moría para que tuviese sepultura de hombre libre.


2. A la muerte de su amo, que en el testamento liberaba a muchos de sus esclavos
domésticos como prueba de su generosidad;
3. también los esclavos eran capaces de rescatar su libertad comprándola, ya que
después de haber pasado años haciendo de intermediarios del amo en sus negocios
habían acumulado algunos beneficios.

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Normalmente, cuando eran liberados por testamento, se les dejaba alguna propiedad
o patrimonio económico. Muchos emancipados permanecían en la casa haciendo las
mismas funciones, aunque con mayor dignidad. Esta capacidad de emancipar y de
rescatar la libertad daba lugar a gran variedad de situaciones complejas: padres
esclavos, comprados por sus hijos libertos; hijos esclavos, comprados por sus padres
libres; bastardos, manumitidos por sus amos, que a su vez son sus padres, etcétera.

La misma situación de agradecimiento, de obsequiosidad, tenían los clientes con


respecto a sus patrones. Pero, ¿qué era un cliente? Era un hombre libre que rendía
homenaje al padre de familia. Podía ser rico o pobre, a veces incluso más rico que su
patrón. Se podían distinguir cuatro clases:
1. Los que querían hacer una carrera pública y contaban con el apoyo del patrón;
2. Los hombres de negocios, que estaban favorecidos por la influencia política del
patrón;
3. Los intelectuales (poetas, filósofos).
4. y aquellos que aspiraban a heredar, aunque perteneciesen a una capa social similar
a la del patrón.

En las ciudades los libertos eran comerciantes, artesanos o tenían a su cargo


negocios, a veces prósperos. Un sector de ellos también hizo carrera en el
funcionariado, desempeñando tareas más o menos especializadas al servicio de la
poderosa maquinaria del Estado romano. Algunos de ellos llegaron a tener
importantes fortunas, a veces superiores a las de los clientes de su mismo patrón.

Sin embargo, su origen esclavo era un estigma que les perseguía para siempre,
extendiéndose su influencia a la vida de sus propios hijos. Sufrían, también, la envidia
de muchos hombres libres porque disfrutaban de un nivel de vida superior al de ellos.

Sus costumbres eran a veces propias de su antigua condición de esclavos: por


ejemplo, era normal que vivieran en concubinato, aunque podían contraer matrimonio
en «justas bodas». Probablemente este fenómeno se debía a que frecuentemente
habían tenido los hijos cuando el liberto o su mujer eran aún esclavos; por ello, los
hijos pertenecían al patrón. Pero el verdadero tormento de los libertos era la
incertidumbre sobre su verdadero lugar en la sociedad.

Si atendemos al lujo de sus vestidos, de sus casas o al número de esclavos que


tenían, no cabe duda de que algunos de ellos llevaban un tren de vida de «nuevos
ricos», pero no conseguían llegar a superar el estatus de «ciudadanos de prestado».
Amos y esclavos

Si la esclavitud fue la base de la economía en la época de más auge, no es extraño


que muchos amos viesen en los esclavos el secreto de su riqueza. El esclavo era
propiedad absoluta de su dueño y estaba totalmente sujeto a él. Carecía de
personalidad jurídica, de propiedad y hasta de familia, porque su matrimonio, aún con
permiso del amo, era considerado un simple concubinato, y los hijos eran propiedad
de su dueño.

Pero la suerte de los esclavos no siempre era miserable. Los que estaban al servicio
directo de sus amos, los esclavos domésticos, recibían un trato de favor y cuando
entraban por primera vez en la casa se celebraba una ceremonia de acogida. El recién
llegado se colocaba delante de las divinidades familiares, que a partir de es e
momento serían también las suyas, y el dueño le echaba agua sobre la cabeza en
señal de purificación.

Los esclavos de nacimiento, es decir, aquellos hijos de esclavos que pertenecían por
derecho a un amo, habían nacido en su casa y en ella habían sido educados,
disfrutaban de mayor confianza e independencia que los demás y formaban una clase
privilegiada ante la servidumbre. El dueño era el primer interesado en mantener sanos
y fuertes a sus siervos. Los había adquirido como instrumentos de trabajo y como tales
debía cuidarlos para sacarles el máximo rendimiento. El valor de un esclavo para su
amo, excepciones aparte, era el de su precio de compra.

No obstante, hubo esclavos en Roma que recibieron el mismo trato que los hombres
libres, ya fuese por la humanidad de sus amos o por el trabajo de intelectual que
desarrollaban.

Este era el caso frecuente de los esclavos instruidos y de educación refinada,


procedentes de regiones, generalmente de Grecia, con una civilización que, en cierto
modo, el amo consideraba superior a la suya. A tales hombres confiaron algunos amos
la educación de sus hijos y de ellos se sirvieron como secretarios y administradores.

Instaurado el imperio en Roma y acabadas las grandes conquistas, a lo largo de los


tres primeros siglos de nuestra era, las anteriores masas de esclavos fueron
reduciéndose y el valor y condición de los que subsistieron mejoró.

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