Está en la página 1de 865

♡ PRÓLOGO ♡

Selene

—Estoy un poco ocupado, mi amor, no puedo llegar a casa a


almorzar contigo —me dice Víctor—. En la noche espérame
con esa pijama que tanto me gusta.

—De acuerdo, cielo —respondo con tranquilidad.

—Te amo.

—Yo más.

—Eso no es cierto —replica riéndose—. Te amo más.

No respondo nada, solo suelto una pequeña risa y cuelgo la


llamada. Él normalmente volvería a llamarme para preguntar
si estoy enojada, pero sé que eso no va a suceder porque tiene
algo muy importante que hacer, y eso es venir a la cita en
obstetricia con mi hermana.

Mi corazón alberga la esperanza de que mis sospechas no


sean ciertas, que lo que me dijo la mejor amiga de Serena sea
una mentira. El hombre que amo no puede ser el padre de mi
sobrina, me niego a creerlo, también a que mi hermanita a la
que tanto amo me traicione de semejante manera. No. Es
imposible. Debe haber una explicación.

Espero a que Víctor entre al hospital y entonces decido ir


detrás de él. A Serena le dije que hoy estaría ocupada, que no
podía acompañarla a su ecografía, a la última. Ella no puso
objeción, incluso parecía aliviada y me comentó que iría con
una amiga, precisamente con Rachel, la que me lo dijo todo.

«Que no sea cierto, por favor», imploro dentro de mi mente al


llegar cerca del área de obstetricia. Mi corazón late a toda
velocidad y mi cuerpo tiembla tanto que me castañean los
dientes y no sería capaz de articular palabra alguna si alguien
me hablara. Me cuesta mucho moverme debido a que tengo
las extremidades rígidas, pero consigo avanzar.

Y entonces me asomo.

Me llevo una mano a la boca cuando los veo a ambos tomados


de la mano y esperando a que los nombren. Desde este ángulo
solo puedo ver a mi hermana, quien se emociona y lo besa en
los labios. Víctor la aparta un poco, pero se vuelve a dejar
besar por ella. Todo lo que veo es demasiado obvio, pero
permanezco espiándolos hasta que los llaman.
—Oh, buenos días, señorita Dalton —me saluda la
recepcionista—. No pensé que fuese a venir.

—Mi hermana ya entró, ¿cierto? —pregunto—. ¿Puedo pasar?

—Eh… —Me sonríe de manera incómoda—. Conoce las reglas,


solo se puede un acompañante.

—¿Mi hermana vino con su cuñado?

—No, no, vino con el padre de la niña. ¿Usted está bien?


Parece…

—¿Puedes dejarle un mensaje a mi hermana y su pareja para


cuando salga? Llevo algo de prisa —le pido y ella asiente.

—Por supuesto, ¿qué…?

La cara le cambia cuando le digo lo que tengo que decirle a


ese par de traidores. La pobrecilla no sabe ni donde meterse
por la pena, pero al final comprende.

—Eso es todo, muchas gracias.


Me doy la media vuelta y salgo de aquella sala con el corazón
destruido, pero con una determinación de hacer una sola cosa.

Hoy mismo lanzaré por la puerta todas las cosas de Víctor.

♡ CAPÍTULO 1 ♡

Selene

Nadie te prepara nunca para el dolor que se puede sentir con


la traición por parte de las personas que más amas en la vida,
y lo que estoy sintiendo es la peor de todas, ya que viene de
los dos seres a los que creía mi todo: mi hermana y mi
prometido.

¿Cómo pudieron hacerme esto? ¿Cómo dejé que me vieran la


cara de esta manera? Ellos fingieron tan bien que ni siquiera
me los puedo imaginar burlándose de mí, tampoco puedo estar
más furiosa con ellos de lo que estoy conmigo misma por ser
tan estúpida e ingenua.

El anillo que me dio Víctor sigue adornando mi dedo. No me lo


pienso quitar hasta que lo tenga enfrente y se lo pueda lanzar
a la cara, ya que sus cosas ya las hice una montaña afuera del
departamento. Tengo todas las ganas del mundo de que esté
furioso, que me grite que soy una loca y que se largue con mi
hermana, para después poderme ir yo en paz. No quiero vivir
más en este lugar que él compró para los dos y en los que está
impregnada gran parte de nuestra historia de amor.

Como es de esperar, Víctor me llama como un loco cuando


calculo que la cita se terminó. Me habría encantado ver su cara
de espanto ante el hecho de ser descubierto por la «mujer que
más ama en el universo entero». Claro, nunca reparé en que
no dijo que soy la única; soy pésima para leer entre líneas, y
más cuando el amor me gana.

—Eres una tonta, tonta, tonta —sollozo mientras dejo que el


agua de la ducha se lleve mi dolor. Ni siquiera me he
molestado en quitarme la ropa, no tengo energías, todavía los
músculos me pesan una barbaridad—. ¿Cómo pudieron?
¿Cómo pudieron?

De pronto grito muy fuerte y doy varios golpes a la pared y,


aunque me hago daño, no paro hasta que escucho que alguien
abre la puerta del baño.

—Mi amor, tenemos que…


—¡Lárgate! —vocifero mientras trato de detener la puerta de
cristal de la ducha para que no la abra—. No quiero volver a
verte, malnacido hijo de puta.

—Mi amor, por favor, deja que te explique.

—¡¿Qué carajo me vas a explicar?! ¡¿Qué te enredaste con mi


hermana y que nunca me dirías que la niña es tuya?! Y no te
atrevas a negarlo, porque la recepcionista me lo contó todo.

Los ojos de Víctor se llenan de lágrimas y sigue luchando por


abrir la puerta.

—Perdóname —suplica—. Todo fue un accidente.

—Nadie le mete la maldita verga a una mujer por accidente —


le espeto. Sé que he sonado muy vulgar, pero ahora mismo no
puedo controlar mi lengua—. Sabías lo que hacías, infeliz.

—Yo te amo a ti —solloza—. No a ella. Solo fue una vez, mi


amor, y estaba ebrio, tienes que creerme. Ni siquiera recuerdo
lo que pasó.

Si no estuviese tan llena de odio como lo estoy ahora, creería


que es cierto, que de verdad está arrepentido y me ama, sin
embargo, ni con la cabeza fría podría tenerle piedad.
—No me interesa, no me interesa que me ames o que tan solo
fuera una vez. Tu amor es una porquería y no lo quiero —
respondo con la voz rota—. ¿Por qué, Víctor? Ni siquiera te
reclamo que hayas tenido sexo con ella, sino la mentira, que
me lo ocultaras.

—Porque tenía pánico de perderte —gimotea—. Porque te amo


más que a nada en el mundo.

—Eso no se le hace a quien amas. Y de todos modos ya me


perdiste, y de una peor manera.

Víctor logra abrir en ese momento la puerta y me acorrala


contra una esquina de la ducha. Su expresión de víctima pasa
a ser salvaje y dispara un calor insoportable dentro de mí; sigo
amándolo y lo deseo como a nadie, pero lo imagino entre los
brazos de mi hermana y me genera asco.

—Vete —le pido.

Él no me hace caso y me besa bajo el agua de la regadera, la


cual ya se ha enfriado por todo el tiempo en que he estado
aquí. Mis defensas en ese momento se debilitan y correspondo
a su beso lleno de ansiedad y locura, aunque aquel momento
de debilidad se acaba muy rápido y lo aparto de mí.
—No me vuelvas a tocar, desgraciado. Hazte cargo de la niña
y de mi hermana.

—Mi amor…

—No, Víctor. Esto se acabó para siempre.

●○—♡—○●

Correr al hombre que amo es lo más doloroso que he tenido


que hacer, en la vida, pero sé que hice lo correcto. Ahora lo
más difícil es enfrentar a mi hermana, que llega una hora
después de que Víctor se larga sin sus cosas, ya que no quiso
tomarlas.

—Lo siento, yo… me enamoré de él —me dice cuando nos


sentamos a hablar cara a cara en mi sala.

—¿Por qué? ¿Por qué no me lo dijiste? —le pregunto.

Quisiera darle las mismas bofetadas que le di a Víctor cuando


este se resistió a largarse, pero está embarazada y no lo
puedo hacer. Ya no sé qué es lo que siento por mi sobrina,
aunque soy consciente de que no tiene la culpa de nada y, por
tanto, no la dañaré.

—Porque no quería lastimarte.

—¿Y pensaban estar toda la vida engañándome?

Ella niega con la cabeza.

—Víctor me dijo que cancelaría la boda y que estaríamos


juntos, pero me pidió esperar —me cuenta mientras se
acaricia el vientre.

Trago saliva y noto cómo la boca del estómago se me cierra.


No soporto más esta situación, es muy cruel.
—Vete, Serena. Cómo comprenderás, no quiero volver a saber
de ti.

—Pero, hermana…

—Vete.
—Yo te quiero, hermanita. —Una lágrima se desliza por su
mejilla—. Perdóname, no pude controlar mis sentimientos. No
quiero que estés lejos de la vida de mi hija, tú has estado…

—La bebé no tiene culpa alguna, pero no quiero verla —


sentencio y ella abre mucho los ojos—. Y con respecto a tu
herencia, la dejaré toda en tus manos, no la pienso administrar
más.

—P-Pero…

—Haz como quieras, yo no pienso cumplir más la voluntad de


papá. —Me levantó del sofá y señalo la puerta—. Lárgate de
aquí. Cásate con Víctor, conmigo ya no cuentas.

—Eres muy cruel —solloza—. Yo contaba contigo para…

—No, jamás cuidaré de tu hija —la interrumpo—. No tengo idea


de si el amor que les tenía se fue, pero no quiero saber nada.
Los quiero fuera de mi vida a los tres.

—Selene…

—¡Lárgate! —La tomo del brazo con brusquedad y la arrastro


hasta la salida. Ella llora con fuerza, aunque eso no me
detiene—. Y recoge la maldita ropa del padre de tu hija.
—Estoy embarazada.

—No me importa.

Le azoto la puerta en la cara y ya no me puedo controlar más.


Profiero un grito fuerte y me llevo ambas manos a la cabeza
mientras mi espalda se desliza por la puerta. Cuando mi
trasero toca el piso, me abrazo a mis piernas y lloro.

—¡¿Por qué, Dios?! ¡¿Por qué?! —bramo y vuelvo a sollozar—.


¿Por qué me han hecho esto? Yo solo… Yo solo los amaba.

Mi llanto no para hasta que quedo agotada. Todavía sigo con la


ropa empapada y sin saber qué diablos procede después de
esto. Tengo muchas conocidas a las que les han puesto el
cuerno, sin embargo, todas volvieron con el traidor. Yo no
quiero eso. Amo a Víctor con todas mis fuerzas, pero me niego
ser del club, mucho menos cuando hay una hija de por medio
entre ellos.

Deseo con todas mis fuerzas dejar de sentir tanta impotencia


y poder ver las cosas con claridad, pero mi cabeza, lejos de
enfriarse, solo se calienta más y más, no me da tregua alguna.
No puedo parar de imaginarlos juntos, todas las veces en que
él me dijo que estaría ocupado y cómo me lo recompensaba
con exagerados detalles. No era amor, era remordimiento.
El teléfono de la casa suena y obligó a mi cuerpo a levantarse.
Todavía sigo enardecida por la rabia, pero mis músculos al
menos ya no se sienten calientes y pesados.

—Hija, hola —me saluda mamá—. ¿Estás bien? No me llamaste


para darme las buenas noches.

Miro hacia la ventana y me percato de que está amaneciendo.


Al parecer llevo demasiadas horas en la entrada del
departamento.

—Solo estoy —respondo con voz apagada—. Terminé con


Víctor, ya no voy a casarme.

—¿Qué? ¿Y eso por qué, mi amor? Los dos se aman.

—Me di cuenta de que no lo amo. —Suspiro—. Él tampoco, así


que decidimos terminar.

—Te oyes destruida, ¿segura de que no sucedió algo más? —


cuestiona.

Me llevo un dedo a la boca y lo muerdo para reprimir un


sollozo. Lo último que quiero es que mi madre se entere de
esta porquería. Ninguno de los dos se merece que guarde
silencio, mas no pienso dejar que ella sufra, porque sé que lo
hará, que se sentirá culpable toda su vida por no criarnos de
forma apropiada.

—Luego te cuento, mamá, pero no te preocupes —le aseguro—


. Todo está bien.

—De acuerdo, mi vida, confío en ti. Sabes que te amo, ¿cierto?

—Y yo a ti, mami. —Sonrío.

Una vez que termina la llamada, mi cabeza por fin consigue


enfriarse lo suficiente como para decidir que a partir de este
momento sacaré de mi corazón a estas dos personas. Me
costará muchas lágrimas, dolor y noches en vela, aunque al
final lo lograré. Bien decía mi padre que el dolor no puede
evitarse, pero que el sufrir es opcional y yo no voy a sufrir toda
la vida por esto.

A partir de hoy solo voy a pensar en mí.


♡ CAPÍTULO 2 ♡

Víctor

El dolor que tengo en el pecho no se puede comparar con nada


que haya sentido antes. Lo que le hice a la mujer de mi vida no
tiene perdón, no obstante, quiero que lo haga, que me perdone
y que me dé una oportunidad para explicarle que ni siquiera
recuerdo lo que sucedió esa noche y cómo fue que terminé
entre las piernas de Serena.

—Bueno, hijo, debiste ser franco con ella desde un principio —


me dice mi madre cuando le cuento lo que sucedió ayer—. No
puedo creerlo, no lo esperaba de ti. Puede que Selene y yo no
seamos cercanas, pero entiendo lo que hizo y lo apoyo.

—Mamá…

—No, Víctor, no me voy a poner de tu parte —gruñe—. Fuiste


un cobarde, un poco hombre. Incluso creo que Selene hizo
poco, otra te hubiera asesinado.

—¿Cómo puedes tener la sangre tan fría? —me quejo—. Cometí


un error, pero…
—No fue un error. Tú decidiste ser infiel —replica.

—No es verdad, estaba ebrio. Fue la celebración del doctorado


de Isaac.

—Entonces puede que esa niña no sea…

—Es mía —digo apesadumbrado y tomo otro trago del café que
mi madre me preparó—. Hicimos el ADN.

—Por Dios. —Niega con la cabeza—. Qué decepción siento y


qué vergüenza tengo con Selene. Esa muchacha realmente
estaba enamorada de ti, ¿cómo pudiste?

—No lo recuerdo, mamá —protesto—. Sí, admito que me excité,


que quise estar con ella y que nos fuimos a una sala privada,
pero pensé en Selene y traté de detenerme.

—El alcohol hace que nos olvidemos de lo que hacemos, hijo,


así que nada te justifica. —Se encoge de hombros—. Tendrás
que resignarte.

—No, mamá, no puedo —refuto, pegándole a la mesa—. Selene


se calmará y va a escucharme, yo lo sé.
—Yo no estaría tan segura —dice cabizbaja—. No se trata de
una infidelidad y ya, hay una niña de por medio y, según lo que
me dijiste, ella estaba muy involucrada y apoyaba a su
hermana.

—Sí —suspiro—. Soy un imbécil.

—Ni modo, hijo, tendrás que…

—No, jamás me voy a resignar a perderla, mamá, ni lo pienses.


Amo a Selene como a nadie.

—Hijo, si de verdad la amas, déjala ser libre. ¿Acaso la quieres


ver sufrir más? ¿Es en serio?

—No, mamá, pero no quiero que las cosas se queden así.

Alejo la taza y cruzo los brazos sobre la mesa para apoyar la


frente y sollozar. No paré de llorar por ella en toda la noche y
de nuevo me estoy rompiendo. No puedo soportar la idea de
renunciar a mi mujer, a la vida que tengo planeada junto a ella
y los hijos que quería tener a su lado.

Mi madre me acaricia la espalda y se queda allí hasta que mi


llanto se controla un poco. Maldigo la hora en que acepté la
invitación de mi hermano mayor. Sé que él no tiene la culpa de
nada, pero siempre termino metido en líos cuando de él se
trata, dado que este y sus amigos se descontrolan con
facilidad.

Esta vez las cosas llegaron demasiado lejos. Mi vida está


arruinada, tendré una hija que no deseo y no puedo querer y
estoy por perder a la mujer que amo.

Horas más tarde, estoy de regreso en el departamento.


Algunas de mis cosas siguen acumuladas en la entrada, pero
no hago intento de recogerlas, no me importa. Lo único que
necesito es saber si mi Selene está bien, si podemos hablar
del tema.

—Selene, aquí estoy de nuevo —digo al abrir la puerta. Ella no


cambió las cerraduras, cosa que es buena señal—. Mi amor,
hablemos.

No tardo en percatarme de que ella ya no está y que se llevó


todas sus cosas. Su aroma sigue impregnado en todo el
departamento, pero todo se siente frío, le falta ella.

Intentó llamarla y solo descubro que me tiene bloqueado por


todos lados, que me será imposible contactarla desde mi
celular. Es aquella situación la que me empuja a llamarle a mi
suegra, que me responde al tercer tono.
—Hola, Jessie, soy yo, Víctor —saludo.

—Oh, cariño, ¿cómo estás? —me pregunta con el mismo tono


amoroso de siempre, lo que me dice que Selene todavía no le
contó nada.

—Quisiera saber si Selene…

—Está en casa, y ya supe que terminaron —dice apenada—. No


me gusta meterme en lo que no me incumbe, pero ¿sucedió
algo? ¿Es cierto que dejaron de quererse?

—No —contesto al borde del llanto—. Los dos nos amamos,


solo que… hubo una discusión, pero quiero arreglarlo.

—¡Oh, lo sabía! —exclama—. Ustedes dos se aman, no pudieron


haber terminado solo porque sí.

—¿Podrías ponerla al teléfono? —le pido con desgana.

—No, cariño, me dijo que no le pasara ninguna llamada tuya.


Lo siento.

—Es importante —insisto—. Se fue del departamento, necesito


saber que está bien.
—Está bien, Víctor, pero dale tiempo. —Suspira—. Te prometo
tratar de hablar con ella para que hable otra vez contigo, ¿de
acuerdo?

—Está bien, Jess —respondo con resignación—. No olvides


que también te quiero a ti, que eres como una segunda madre.

—Oh, mi niño, igual tú. Te conozco de toda la vida y sé que eres


un buen hombre, que eres para mi hija y que esto se arreglará.

—Eso espero. De verdad amo a Selene, no hay otra para mí.

—Lo sé, eso se nota.

Las palabras de Jessie y el hecho de saber que Selene no dijo


nada me llena de fe. Tal vez solo necesite pensar, calmarse y
darse cuenta de que lo nuestro no se puede terminar por un
maldito embarazo. Yo me haré cargo de mi hija, pero nunca
estaré con Serena, la cual se hace películas en la cabeza de
que algún día seremos una familia.

—Te esperaré por siempre, mi amor —susurro al ver la foto de


Selene y mía en el portarretrato de la sala—. Lo nuestro no
puede acabarse, es para siempre.
♡ CAPÍTULO 3 ♡

Selene

El olor de las cosas de papá sigue intacto en su habitación, la


cual mamá dejó de utilizar para que su esencia no se perdiera.
Ella no lo dice, pero también es su refugio.

Conservar las cosas tal y como las dejó duele mucho, pero a
su vez es una manera que tenemos de afrontar los problemas,
nos hace imaginar que él sigue en esta tierra y que nos
acompaña siempre.

—¿Puedo pasar? —me pregunta mi madre, asomándose por la


puerta.

—Sí —respondo sin levantarme de la cama.

—Hija, llamó Víctor. Él quiere hablar contigo.

—No, mamá, por favor —suplico y ella se acerca y se sienta en


la cama. Una de sus manos se posa en mi pierna y me acaricia
de manera tierna—. Espero que no le hayas dicho que
hablaremos.
—No, cariño, le dije que te diera tiempo. ¿Cómo puedes pensar
que iré en contra de tus deseos?

—Lo sé, confío en ti, pero…

—Hija, sabes que no me gusta meterme, pero quiero saber qué


fue lo que pasó. No me gusta que estés mal, porque lo estás,
no puedes engañarme. Víctor desmintió lo que dijiste sobre
que ya no se querían.

—Está bien, mamá, te lo contaré, pero por favor no quiero


volver a hablar del tema.

Ella asiente ante mis palabras y me mira con atención. Me da


mucha vergüenza decirlo, aunque no tengo otra alternativa;
ella no va a descansar hasta que crea que puede hacer algo.

—Él me puso los cuernos —le digo tratando de estar calmada.


Mamá frunce el ceño y luego alza las dos cejas.

—¿Qué? ¿Cómo es posible? Él siempre ha sido…

—Parece que nuestra relación de años le aburrió, así que


decidió acostarse con otra.
—Lo siento mucho, mi amor.

Me incorporo más y voy hacia sus brazos abiertos para mí. Es


inevitable que las lágrimas se me escapen de nuevo, pero esta
vez no sollozo ni emito sonido alguno. Ya no quiero llorar de
manera desgarradora por él.

—Ahora entiendo todo —susurra—. Tú habrías luchado por tu


relación si tan solo fuesen problemas de rutina.

—Sí, mamá, amaba a Víctor con todo mi corazón —asiento—.


Cualquier cosa habríamos podido superarla, pero no puedo
con esto, me duele demasiado.

—¿Él ya te confirmó que todo pasó?

—Sí, mami, lo admitió y yo lo vi con mis propios ojos. No quiero


saber de él, mamá. No fue ni siquiera un desliz, me lo ocultó
durante meses.

—Dios mío, qué desgraciado —dice ella entre dientes, aunque


no deja de acariciar mi espalda—. Ya, ya, tesoro, tú vas a estar
mejor. Yo te apoyaré, solo no me apartes de ti.
—Nunca, mami. Eres lo único que tengo.

—No, mi vida, te tienes a ti también.

Alzo el rostro y ella limpia mis lágrimas mientras me mira con


mucha ternura y amor.

—Lo más importante es que te ames a ti misma y estés segura


de los pasos que vas a dar a partir de este momento —me
aconseja, y a pesar del dolor me siento afortunada de
escucharla—. Tanto si decides dejarlo o darle una
oportunidad…

—No, no, jamás —la interrumpo—. No tolero la deslealtad, las


mentiras de esa magnitud.

—Pues bien, entonces te apoyo en esto. Cortaré comunicación


con él.

—Pero lo quieres como…

—Sí, pero tú eres mi niña. Siempre estaré de tu lado, pero no


solo porque eres mi hija, sino porque sé que siempre tomas
las mejores decisiones, porque sé que eres una mujer íntegra
que no le hace daño a nadie.
—Te amo, mamá —sollozo—. Te amo.

—Y yo más —dice llorando—. Odio que te hayan roto el corazón


de esta manera, no te lo mereces.

—No, no lo merecía, mami, siempre le di lo mejor de mí, ¿por


qué? —gimoteo.

—No es tu culpa, Selene. Él no supo apreciar a la gran mujer


que tenía a su lado, y eso no depende de ti o de nadie, sino de
él. No te comas la cabeza pensando en lo que hiciste mal. Eso
no te lo permito.

—No lo haré, mamá, te juro que no lo haré —respondo


decidida—. Esto se va a pasar. Pronto me voy a olvidar de… él.

Ella no dice nada y sigue abrazándome. Toda mi situación es


una completa mierda, pero tenerla me hace ser más fuerte y
tener más decisión. Voy a salir de esto y ella verá una hija feliz,
realizada y soltera, porque de ninguna manera quiero volver a
confiar en otro hombre.

Ya no quiero entregar mi corazón nunca más.


●○—♡—○●

Haber terminado con Víctor hace que vea mi vida desde otra
perspectiva. Al llegar a mi oficina y saludar a todos me doy
cuenta de lo sola que estoy, que estaba tan perdida en mi amor
que jamás me percaté de que no soy del agrado del personal.
Todos son amables y me tienen respeto por ser la dueña de la
empresa, pero no les gusto, se les nota en las caras.

No los culpo por pensar así. Víctor y Serena siempre me


metieron en la cabeza que uno no puede ser amigo de sus
empleados, ya que luego se tomarían atribuciones que no les
corresponden. Y si bien es cierto que hay que mantener la
profesionalidad, ahora me arrepiento de haber sido tan
estricta, cerrada y celosa con mi intimidad. Si tan solo hubiese
abierto más mi corazón, quizás tendría algún hombro donde
llorar un poco.

Ahora mi oficina parece más grande y vacía. Afuera todo sigue


trascurriendo de una manera normal, el mundo sigue girando,
y yo me siento estancada, ansiosa por incorporarme a la
normalidad, pero me es difícil hacerlo. Mi aspecto es terrible
y no me atrevo a salir de nuevo con esta pinta, no quiero
reavivar los chismes de pasillo que sé que iniciaron al verme
llegar esta mañana.
—¿Cómo hago para olvidarte? —susurro antes de sacar la foto
de Víctor del portarretrato de mi escritorio—. ¿Cómo puede
dejar de dolerme lo que me hiciste?

Mientras rompo la foto en muchos pedazos, tengo una


revelación. No puedo sentirme mejor si luzco como un
espectro. Esta no soy yo, a mí me encanta la moda y vestirme
como la dama de sociedad que soy.

Me levanto de mi asiento y tomo mi bolso. No pienso trabajar


hoy; me rompieron el corazón y necesito ir de compras. Que
Víctor se pudra en el infierno.

—Cancela las reuniones de hoy —le pido a Adele, mi asistente.

—¿Cómo? —me pregunta con el ceño fruncido—. Eh… pero…

—Mira, mi cielo, haz lo que te pido, por favor —le digo sin que
me importe que todos en el piso me escuchen—. Nadie va a
morirse porque se retrasen un poco las publicidades. Y si
todos quieren saber qué me sucede, se los diré: me pusieron
el cuerno y me iré a relajar, no tengo ánimos de trabajar. Todos
van a recibir un bono a final de mes y las cosas van a cambiar.
Muchas gracias por su atención.
Todos los empleados se quedan estupefactos y en silencio. Yo
les sonrío a todos los que me voy encontrando en el camino
hacia el ascensor. Se ha sentido demasiado bien abrir mi alma
de esta forma y me echo a reír cuando las puertas se cierran
y comienzo a bajar.

—Soy libre —digo contenta.

Un gran peso se me quita de encima y de pronto veo el día más


soleado. Ya nadie me dirá qué es lo que puedo y no puedo
hacer, podré ponerme los vestidos que quiera y saldré a todos
los sitios que se me ocurran. Ahora soy dueña de mi propia
vida, no le rendiré cuentas a nadie.

Me duele hasta el alma, mi corazón sigue roto, pero soy libre


y estoy viva.

Al estar en mi auto prendo el estéreo a todo volumen y canto


como si fuese una loca. Las personas con las que me
encuentro en el semáforo me miran muy extrañadas, aunque
sonríen cuando les grito que estoy disfrutando de mi soltería.
En el fondo sé que no estoy del todo feliz y que mi despecho
me hace actuar de esta forma, sin embargo, necesito
expresarme así y lo hago sin reparo alguno.

Llego al centro comercial y no permito que la vergüenza se


apodere de mí. Entro a todas mis tiendas favoritas y me pruebo
las prendas más hermosas, incluso me compro lencería, una
más linda que la que utilizaba con Víctor. Todavía no tengo idea
de si me acostaré pronto con alguien más, pero más vale estar
prevenida y dar una excelente presentación.

Durante el resto de la tarde me olvido de todo y me dedico a


mí. Como lo que quiero, me corto el cabello, me arreglo las
uñas y reviento mis tarjetas, incluso compro otro celular para
que él no pueda llamarme por ningún sitio, y vaya que lo ha
intentado, tengo llamadas perdidas de varios números.

—Aquí ya no me encuentras, cariño —me burlo mientras uso


mi celular nuevo adentro del auto.

Es un gasto bastante innecesario, ya que el que tenía estaba


nuevo, pero es mejor comenzar de nuevo. Además, es rara la
ocasión en la que despilfarro el dinero en mí, siempre consentí
demasiado a la infeliz de mi hermana, la cual interpretó su
papel de víctima a la perfección y me hizo creer que el
desconocido padre de su hija nunca se quiso hacer cargo.

Ilusa de mí…

Cuando me canso de estar en el estacionamiento le llamo a mi


asistente para preguntar qué ha pasado. Por suerte, nadie se
molestó por aplazar un poco la fecha, dado que siempre se
ofrece un porcentaje de descuento en la contratación de
nuestros servicios.

—Todo está en orden, señorita Dalton.

—Muchas gracias —contesto—. De verdad que eres una


excelente empleada. Perdóname.

—Señorita Dalton, no tengo nada que perdonarle. Usted es una


buena persona —replica preocupada—. Perdón que diga esto,
pero lamento lo que le sucedió. No se lo merecía.

—Ni yo ni nadie —susurro—. Gracias por apoyarme hoy, linda,


no voy a olvidarlo. Nos vemos mañana.

—Descanse —me dice antes de que las dos colguemos.

Me cuesta un par de minutos poder encender el auto para


regresar a casa. Toda esa euforia se ha apaciguado un poco y
es hora de regresar a la realidad. De verdad me siento linda y
creo que tengo derecho a disfrutarlo, no obstante, sigue
doliendo el engaño, no me puedo mentir a mí misma.

Cuando llego a casa el pulso se me acelera al ver el auto de


Víctor estacionado en la entrada. Por un momento me planteo
no dar reversa y no regresar hasta que se marche, pero a mí
no me enseñaron a ser una cobarde, así que me bajo y saco
mis compras como si no pasara nada.

Víctor sale corriendo de la casa en ese momento y se queda


boquiabierto al verme. Su mirada ardiente me recorre de pies
a cabeza y hace que me sienta más fuerte y más decidida a
dejarlo.

—Mi amor, estás hermosa, ¿qué te hiciste? —pregunta con


evidente dolor en la voz.

—Nada, solo estoy disfrutando de mi soltería, querido —


respondo, levantando un poco mis bolsas—. ¿Se puede saber
qué haces aquí? Mi hermana no vive…

—Te vine a buscar a ti. —Víctor termina de bajar las escaleras


y se acerca a mí.

El asco que le tengo me pide retroceder, pero mi orgullo gana


y me quedo como una estatua, incluso se me escapa un
bostezo, lo que le da un toque genial a mi interpretación de
mujer inalcanzable.

—¿Para qué? ¿Para hablar? No quiero hablar.

—Tenemos que hacerlo, mi amor.


—Okey, ¿el embarazo de mi hermana es tuyo? —cuestiono.

—Sí, pero…

—Entonces no hay nada más de qué hablar, no me interesa. —


Me encojo de hombros—. Déjame en paz, no te quiero volver a
ver en toda mi vida.

—¡Eres una inmadura! —me grita y yo tengo que contenerme


para no golpearlo con mis bolsas—. ¿Crees que no sé qué te
has arreglado por despecho? Lo hiciste por mí.

—No me hagas reír. —Suelto una carcajada—. Y dices que yo


soy inmadura.

—Lo eres, Selene, claro que lo eres.

—Si yo soy una inmadura, tú eres una verga suelta, lo cual


considero un tipo de inmadurez, incluso de carácter más grave
que la mía, bebé.

—No creas que voy a resignarme, Selene, tú y yo nos amamos.


—Corrección: fui yo la que te amó, pero ya no más.

Víctor intenta besarme, pero le volteo la cara y él se aleja. La


manera en que me observa me causa pesadez en el pecho,
aunque no es suficiente para hacerme sentir mal.

—Nunca más, Víctor.

—Nunca digas nunca, mi cielo. Haré todo cuánto esté en mis


manos para recuperarte —me advierte.

—Y yo haré todo cuánto esté en mis manos para que te alejes


de mí —le espeto—. Te pondré una orden de restricción si no
me dejas en paz.

♡ CAPÍTULO 4 ♡

Víctor

—¿Qué querías? ¿Qué te recibiera con los brazos abiertos? —


resopla mi madre cuando llego a casa y le cuento lo que hice—
. Tú te lo has buscado.
—¿Cómo puedes ser tan insensible? —le recrimino—. Puede
que me haya equivocado, pero soy tu hijo.

—Eres mi hijo, mas no por ello aplaudiré cuando hagas


estupideces. Sabes que tú y tu hermano son lo que más amo
en mi vida, pero me conoces bien y sabes que no me ciego.

—Lo siento, mamá —suspiro—. Tienes razón, yo no lo estoy


haciendo bien.

Tampoco Selene está llevando bien esta ruptura. De verdad


lucía hermosa y espectacular con ese nuevo vestido y su corte
de cabello, pero conozco esos ojos marrones como la palma
de mi mano y sé que está herida. Aun así, me enloquezco de
celos al pensar en que rehaga su vida y que encuentre a
alguien más.

No. No puedo dejar que eso ocurra.

—Cariño, dale tiempo al menos —me aconseja con una voz y


mirada más dulces—. Es horrible lo que está sucediendo,
ponte en su lugar. ¿Qué hubieras hecho tú si de pronto
descubrieras que Selene está embarazada de Isaac?
Trago saliva ante esa idea. Sé muy bien lo que haría y me
avergüenza verbalizarlo, dado que es muy hipócrita de mi
parte.

—Los habría mandado a la mierda —murmuro—. A Isaac lo


habría matado.

—Sé que me odias, pero de ahí a que quieras matarme hay una
gran diferencia —bromea Isaac, quien va entrando a la casa y
se percata de nuestra seriedad—. ¿Qué ocurre? ¿Era en serio
lo de matarme? ¿Ahora qué hice?

—Nada, hermano —respondo con tono apagado—. Era solo un


decir.

—Lo estoy poniendo bajo la perspectiva de Selene —le explica


nuestra madre—. Tu hermano embarazó a Serena, su
hermana.

—No, no es cierto —dice mi hermano, abriendo los ojos de par


en par—. Esa mujer está por parir, ¿no es así? ¿Qué demonios?
Pensé que solo le hacías un favor al acompañarla al médico.

—Si ya lo sabe, Selene no tiene caso negarlo. —Suspiro—. Esa


niña es mía.
—No sé qué decirte, hermano —Isaac hace una mueca,
incómodo—. ¿Te harás cargo de la niña? ¿Hiciste el ADN?

—Claro que sí —farfullo—. Es mía, no hay dudas.

—Mierda, ¿y qué hizo tu novia? —pregunta consternado—. Lo


siento, si no me quieres contar…

—Me dejó, como es lógico —contesto—. Pero no dejaré que eso


sea para siempre. Ella me ama, lo va a entender.

Mi madre y hermano se quedan callados, aunque no hace falta


que lo expresen en palabras, de verdad piensan que no lo
lograré. Ellos no saben que el amor verdadero es capaz de
lograr muchas cosas, y el que yo le tengo a Selene es inmenso,
real. Es la única mujer que he amado en mi vida y que siempre
amaré.

—Víctor, ¿por qué no se lo dijiste desde el principio? —me


pregunta Isaac—. Lo más sensato…

—No quería perderla, Serena dijo que no diría nada y hasta el


momento cumplió con su palabra, no lo hizo.
—Pero debía nacer de ti el decírselo —dice mamá—. En fin,
hijo, solo quedar darle tiempo al tiempo. No presiones a
Selene, a ninguna mujer herida le gusta que la hostiguen.

—Yo soy malo para las cuestiones de mujeres, no podría darte


un consejo. —Mi hermano me da unos ligeros golpes en el
hombro—. Solo sé que todos cometemos errores.

—El mío fue el peor error de mi vida —susurro, pero ellos me


escuchan—. No sé qué hacer para lograr recuperarla.

—No conozco bien a Selene, pero supongo que debes dejar que
se calme, que lo procese y entre en razón para poder hablarlo
—me aconseja Isaac—. No es fácil enterarse de algo así, no
puedes esperar a que te perdone. Además, no solo te
acostaste con su hermana, ocultaste que la niña es tuya.

—Ya, lo sé, lo recuerdo todo —digo con angustia—. No me lo


tienes que recordar tú.

—Perdón. —Suspira—. De verdad odio verte así, ¿no quieres…?


De acuerdo, no, no me mires de esa forma —me pide al ver
que lo mato con la mirada.

—No tengo ánimos para salir. No soy como tú, que soportas la
resaca.
—Solo tienes treinta años y pareces anciano —se burla.

—Tú casi cuarenta y no maduras —bufa mamá, aunque


después sonríe.

—Tengo treinta y cinco, deja de agregarme años —gruñe—.


Bueno, estoy cansado, iré a darme una ducha y dormiré.

—¿Hoy no saldrás de fiesta? —inquiere nuestra madre.

—No, hoy no. —Isaac se encoge de hombros—. Es una broma,


tengo planes. Si quieres unirte, hermano, estás invitado.

—No —digo con severidad y él asiente.

—Bueno, tú sabrás.

Isaac se marcha en ese momento y sube a toda prisa por las


escaleras. De verdad no sé cómo hace para que no le importe
nada ni nadie aparte del trabajo y divertirse. Yo no podría pasar
mi vida de esa forma, sin preocuparte por mi preciosa Selene
y por cumplir todas nuestras metas.
—Hijo, creo que deberías hacer lo mismo que tu hermano —
dice mamá—. No, no lo de irte de fiesta, sino darte una ducha
y dormir.

—Si duermo soñaré con ella —respondo con tristeza—. Esto


me está matando.

Ella no sabe que responderme, así que decido que es el final


de la conversación. Me levanto del sofá, le doy un beso y me
marcho a mi habitación. Al pasar por el pasillo escucho a Isaac
peleándose con una de sus conquistas, a quien le dice que no
irá por ella, que tiene cosas más importantes que hacer.

—¿Otra obsesiva? — le pregunto, ya que tiene abierta la puerta


de su habitación.

—Demonios, sí —gruñe y lanza el celular a su cama—. Detesto


a las que no esperan a que les llame o que no se pierden
cuando les dejo claro que no quiero más.

— ¿Y esta te molesta mucho?

—Es la peor de todas. —Se quita la camisa—. ¿De verdad no


quieres salir? Te hará bien.
—No, gracias. No quiero protagonizar otro «¿Qué pasó ayer?».
Tú y tus amigos son demasiado dados a ello.

Isaac se echa a reír y sacude un poco la cabeza.

—No exageres, yo no pierdo la cabeza cuando estoy ebrio. A lo


mucho solo me duermo, y es por eso que te admiro, lo
mantuviste despierto. —Señala hacia abajo—. Quisiera ser
como tú.

—No, no quieres. —Niego con la cabeza y él tuerce la boca.

—Lo lamento. Yo no sé nada sobre esas cosas y no sé cómo...

—No te preocupes, hermano, esto fue enteramente mi culpa.


Ahora debo ver la manera de arreglarlo.

—Ánimo, Víctor.

—Gracias, eso intentaré tener —digo antes de irme.

Al estar en mi habitación me recuesto sobre la cama. Mis ojos


arden a causa de las lágrimas que se van acumulando a la par
que los recuerdos me llenan la mente.
¿Cómo pude perderlo todo en un instante? La hija que voy a
tener no merece sufrir, claro está, pero no consigo amarla,
preferiría que no estuviese en camino. Mi moral es lo único
que hace que siga haciéndome cargo, y ahora que Selene
descubrió todo, la aversión por Serena y nuestra hija ha
crecido.

Es egoísta, horrible, despiadado, pero solo desearía una cosa.

Desearía que ninguna de las dos existiera.

♡ CAPÍTULO 5 ♡

Selene

Jamás me hubiese imaginado que algún día tendría que correr


a alguien de mi casa, mucho menos que ese alguien sería el
amor de mi vida, porque eso sigue siendo Víctor para mí a
pesar de todo. Es muy difícil olvidar todos los momentos que
pasamos juntos, es inevitable que me duela lo ocurrido y que
quiera que sea una pesadilla, pero lamentablemente no lo es.
Víctor me engañó, no hay ninguna posibilidad de duda.
Mi madre intenta consolarme cuando lloro frente a ella. Me
gustaría no ser tan débil y poderme contener, sin embargo,
todo está demasiado reciente y es imposible evitarlo.

—¿Cuándo se me va a pasar? —sollozo mientras me abrazo a


ella con fuerza—. ¿Por qué estoy bien durante un tiempo y
luego…? Soy patética.

—No, eres una mujer de carne y hueso —me corrige mamá y


me alza el rostro—. Es lo lógico, mi vida, es el hombre que
amas, con quien creías que ibas a pasar toda tu vida.

—No quiero que me duela, ya no quiero. Hace un rato estaba


contenta, y ahora me siento terrible.

—Llora, mi cielo, llora todo lo que tengas que llorar y verás


que pasará muy pronto, ¿de acuerdo? Estoy contigo, siempre
lo estaré.

No puedo responder nada, el dolor me hunde cada vez más.


Es desesperante que esto duela tanto, no poder superar todo
esto de una sola vez. Ojalá pudiera tan solo olvidarme de que
ellos dos existen y seguir con mi vida, pero no es así de
sencillo.
Cuando vuelvo a ser consciente, estoy acostada en la cama de
mamá y todo está casi a oscuras. Ella está durmiendo al lado,
por lo que intuyo que lloré hasta caer rendida. Lo más lógico
sería levantarme e irme a mi propia cama, no obstante, me
quedo con la vista fija en el bello rostro de mamá y vuelvo a
dormir, esta vez toda la noche.

Por la mañana ya soy capaz de responderle a mi madre que


me siento mejor, aunque en el fondo tengo miedo de volver a
llorar y sentir que me ahogo, que el mundo se me cierra. Es
por ello que me planteo seriamente buscar ayuda psicológica.
Tal vez eso no resuelva del todo mi problema, pero al menos
podré hablar libremente sobre el tema. A mamá solo puedo
contarle una parte de lo que pasó y me está matando no poder
sacar todo lo que tengo guardado.

—¿Irás al trabajo? —me pregunta ella durante el desayuno.


Esta hermosa mujer me ha preparado los waffles que tanto
me gustan.

—Sí, mamá, no quiero dejar de hacer mis cosas.

—Haces bien, mi niña — dice con una sonrisa—. Oh, hola, cielo.

Todos mis músculos se ponen rígidos cuando veo a mi


hermana entrando al comedor.
— Hola, mami. Vengo por esos waffles deliciosos —contesta
ella mientras se acerca.

—Yo me voy ya. Se me hace tarde — respondo mientras me


levanto.

—Hija, pero apenas tocaste la comida — protesta mi madre.

—Se me quitó el hambre, pero no se preocupen, disfruten.

—Deberías comer algo, hermanita —dice Serena—. Sé el difícil


momento que pasas, pero...

—Ah, lo sabes. —Sonrío de manera irónica.

—Lo siento, mi vida, se lo dije —se disculpa mamá, a quien


miro con enojo.

—Eso pertenece a mi intimidad —le respondo de forma brusca


y ella alza ambas cejas, sorprendida de que tenga reservas
con Serena.

Ella no ha hecho mal, entre las tres no había ninguna clase de


secreto. Sin embargo, me siento muy furiosa.
—Perdóname, mi vida —se disculpa—. Pero yo creí que...

—Tranquila, mamá —digo con seriedad y ahora sí me levanto


de la silla—. No pasa nada, da igual. Todo el mundo ya debe
saber que el pusilánime de Víctor me engañó con una
asquerosa zorra.

Trato de no mirar fijo hacia mi hermana, cuyo cuerpo se tensa.


Con la mirada me suplica que no diga nada, que no la ponga
en evidencia, y me da rabia que ni siquiera se moleste por el
insulto, que solo le preocupe seguir siendo la hija buena y
santa que tan solo tuvo un error.

—Mi amor, tienes que comer —insiste mamá—. Sé que estás


enojada, pero no puedes dejar de comer por ello. Ni Víctor ni
esa mujer merecen que dejes de comer por ellos.

—Pues entonces me llevo mi comida.

Agarro uno de los waffles y me lo llevo a la boca. Doy media


vuelta y camino hacia la salida con paso rápido. Mamá no me
insiste, pero Serena sí viene detrás de mí.

—¡Selene, espera, por favor! —me pide cuando estoy a punto


de meterme al auto—. ¡Selene!
—¿Qué demonios quieres? —Me vuelvo hacia allá y aprieto el
borde de la puerta de mi auto—. ¿No te bastó con verme la cara
de estúpida y ahora quieres burlarte más?

—No, Selene, pero no puedo dejar de venir, quiero ver a mamá.

—Pues visítala cuando yo no esté. Al menos ten esa


consideración conmigo. No te quiero ver, no quiero... —miro su
vientre y luego vuelvo a su rostro— no quiero saber de tu hija.

—Hermana...

—No me llames de esa manera. Eres una extraña para mí —la


atajo—. Si no le dije nada a mamá no es por ti, sino por ella.

—De todas maneras, gracias. —Suspira—. Yo...

—Agradécelo viniendo a horas en que no esté. Te mandaré mis


horarios si no sabes cuáles son, aunque deberías saberlo,
debiste haberlos aprendido muy bien para cuadrar con mi
maldito exprometido.

Serena me observa con lágrimas en los ojos y me sigue


mirando suplicante. Por un momento mi corazón se ablanda,
pero no para otorgarle perdón, sino porque desearía que ella
de verdad fuera sincera, que todo fuera un sueño o
malentendido.

—Sé que lo que hice estuvo muy mal, te pido perdón. No podré
estar en paz hasta que...

—Tal vez algún día te perdone, pero no ahora, y tampoco


esperes que vuelva a verte como mi hermana —le respondo—
. Jamás en la vida volveremos a ser lo que éramos, ni siquiera
si esto deja de doler. Me conoces y sabes que puedo perdonar
muchas cosas, menos la traición.

—Por favor no se lo digas a mamá —me suplica—. Ella es lo


único que tengo, a ti ya te perdí.

—Y yo también. Por eso no pienso decirle nada, pero no me


llenes más los ovarios. Si me sigues hostigando o apareciendo
ante mi vista, te juro que a todo el mundo le diré lo que hiciste
—amenazo y ella asiente—. No te quiero ver más, no me
busques, Serena. No me busques, porque vas a encontrarme.

Ella retrocede dos pasos y se acaricia el vientre. Yo me meto


a mi auto y por la cabeza se me pasa la idea de atropellarla,
sin embargo, sacudo la cabeza y me deshago de esos
pensamientos tan horribles. No puedo hacerle daño a ningún
ser humano, mucho menos a una criatura por nacer.
Durante el camino es inevitable que vuelva a llorar, pero me
controlo mejor. Este proceso sin duda será largo y difícil, no
me quedará otra alternativa que llorar hasta que sea
necesario. No pienso quedarme con mis sentimientos
atorados, no quiero vivir envenenada, no me lo merezco.

Al llegar a la oficina noto que el ambiente es un poco distinto.


Ya no recibo ese desagrado mal disimulado, sino como una
especie de compasión. No me agrada demasiado, aunque
tampoco los puedo culpar, pues yo también haría lo mismo con
alguien que pase por lo mismo que yo.

—¿Se siente mejor, señorita Dalton? —me pregunta Adele con


amabilidad cuando paso por su escritorio—. Se ve muy bien.

—Sí, cariño, me siento algo mejor. ¿Podrías venir a mi oficina?


Necesito pedirte unas cosas.

—Claro.

Ella se levanta de su silla y me sigue, luego de tomar su


agenda. Espera paciente a que yo rodee mi escritorio y me
siente, así que yo le indico que también haga esto último.
—No es nada difícil lo que te pediré, pero sí importante. No
quiero que permitan la entrada a Víctor Ackerman, quien fuera
mi pareja sentimental, tampoco a Serena Dalton, mi hermana.

—Pero, señorita, su hermana...

—Mi padre dejó estipulado en su testamento que yo puedo


disponer de la empresa en su totalidad, y eso incluye a quién
dejo ingresar o no —le explico y ella asiente mientras anota—
. No es por capricho, tampoco estoy segura de que vayan a
venir a buscarme, es solo que quiero evitar conflictos y
hacerles pasar escenas desagradables a todos ustedes.

—Entiendo, señorita Dalton —dice apenada y dejando de


escribir—. Pero no tendría por qué suceder nada
desagradable.

—Oh, claro que sí, ¿acaso quieren ver cómo lo abofeteo a él?

Adele suelta una pequeña risita, pero luego carraspea.

—No, sí, ríe —le pido—. Verían el lado más primitivo de mí.

—No se preocupe, yo no puedo juzgarla. Hice algo muy malo


cuando mi novio me puso el cuerno.
—¿Se puede saber qué? —le pregunto ansiosa—. Por cierto, lo
lamento, no lo sabía.

—¿Jura no denunciarme?

—Lo juro.

—Bueno, pues arruiné la pintura de su auto, le quebré los


vidrios y vertí gelatina líquida en el motor.

—No puede ser. —Me echo a reír—. Oh, Dios mío.

Las dos nos reímos durante algunos minutos hasta que nos
duele el estómago. Sin duda, esto es lo que necesito.

—Te daría un premio de ser posible. Yo no puedo ser tan


creativa —admito mientras me limpio la lágrima que se me
escapó—. Gracias, Adele, me hacía falta esto.

—No hay de qué, señorita Dalton, me alegra haberla hecho reír


con mi experiencia. Casi voy a parar a prisión, pero por fortuna
él no presentó cargos.
—Menos mal.

—Regresando al tema de las visitas, está anotado todo.

—Sí, y recuérdame mis compromisos.

Ella asiente y vuelve a adoptar su postura de asistente. Aun


así, sigue siendo una chica simpática, una con la que me
gustaría entablar una amistad.

Mis pendientes para hoy son varias reuniones con diversos


clientes cuyas campañas vamos a iniciar pronto. Nuestra
agenda está llena, dado que marcas importantes eligieron
nuestra compañía para hacer sus comerciales. Todos ellos se
dieron cuenta de que los clientes no gozan con comerciales
demasiado elaborados, sino con aquellos con los que se
identifican o con los que les causan gracia, sobre todo lo
último.

Mi padre trajo un concepto novedoso a la publicidad y quiero


tratar de seguir su legado. Él no solo hacía estudios de
mercado, sino que hablaba con la gente, trataba de conocerla,
ver desde su perspectiva, también seguía tendencias. Yo no he
logrado del todo ser así, pero a partir de este día me lo
propongo y algunas de mis visitas lo notan durante las
reuniones, las cuales son seguidas y me dejan cansada.
—Dios, creo que voy a morir —digo satisfecha mientras me
dejo caer en mi silla.

—Señorita Dalton, ya hablé con los de seguridad, además,


tiene una llamada desde el celular de su madre —me avisa
Adele, que pasa a la oficina de forma apresurada.

—Ahora la llamo —respondo y agudizo la vista cuando algo me


llama la atención en sus lentes—. ¿Es cinta lo que veo ahí? ¿Se
rompieron?

—Sí —dice apretando los dientes y poniéndose roja.

—Compra otros —ordeno.

—B-Bueno, lo haré con la siguiente paga, ahora mismo...

—No, comprarás los lentes y me entregarás la factura. Te


reembolsaré el dinero —le aclaro para que no se asuste. Ella
abre los ojos de par en par.

—No, señorita, yo no...

—Linda, tus lentes son bonitos, pero están rotos. No siempre


podrás tenerlos con cinta, sé de lo que hablo, los usaba antes
de operarme la vista. —Sonrío—. Deja que haga esto por ti, tú
hoy hiciste algo lindo por mí.

—Yo solo quería que se sintiera mejor, no me gusta cobrar ese


tipo de cosas —responde con nerviosismo.

—No te estoy pagando, es algo que quiero hacer. Además, soy


tu jefa y necesito que trabajes lo mejor posible. Unos lentes
nuevos harán que trabajes mejor.

—Señorita Dalton...

—No acepto un no por respuesta. Es más, iremos ahora mismo


a comprarlos para que no puedas escapar. Deja que llame a
mi madre.

—Sí, señorita —dice antes de retirarse.

Saco mi celular de la bolsa y descubro que tengo varias


llamadas perdidas y mensajes.

—Hija, al fin llamas —me dice cuando me contesta.

—¿Estás bien? —le pregunto preocupada.


—Tu hermana está en trabajo de parto. La hemos traído al
hospital —me dice contenta y yo siento que se me desgarra el
pecho y se me acelera el corazón.

Saber que esa niña nacerá me deja sin aliento y con un


sentimiento de preocupación grande. Me causa pena que tenga
a esos dos por padres, es muy desafortunada.

—Vaya, genial —mascullo—. Luego me avisas qué tal va.

—¿Qué? ¿Cómo que luego te aviso? ¿No piensas aparecer?

—No, es un momento íntimo.

—Hablas como si no quisieras venir o como si ella no fuera tu


familia. ¿Qué sucede, hija?

—Nada, mamá, simplemente no puedo ir, estoy muy ocupada.


Adiós.

Cuelgo la llamada sin esperar a que me conteste. Las manos


me tiemblan y mi vista se empaña por las lágrimas mientras
intento guardar las cosas en mi bolsa para irme.
Una parte de mí quiere ir. Todo el embarazo estuve
involucrada con esa pequeñita y en el fondo me preocupa no
saber si nacerá con salud; mi otro lado, en cambio, siente otra
puñalada en el corazón y no quiere saber nada.

Al final decido no saber nada y por primera vez pienso en salir


a divertirme esta noche.

Tengo que olvidarme de ellos para siempre.

♡ CAPÍTULO 6 ♡

Víctor

—Acabo de entrar en trabajo de parto —me avisa Serena


cuando le contesto el teléfono.

—¿Qué? ¿Ya? —pregunto mientras miro hacia la sala de


juntas, donde mi hermano está explicando las gráficas a
nuestros nuevos inversionistas—. ¿En dónde estás?

—En el hospital, tuve que venir porque no aguanto los


dolores y el doctor dijo que debía quedarme.
—¿Por qué no me llamaste antes? ¿Estás sola? —le pregunto
con preocupación, aunque no por su salud, sino por la
posibilidad de encontrarme con Jessie.

No puedo dejar que se entere de esto y perder toda


oportunidad con ella. Si ella no se lo dijo, entonces yo
tampoco.

—No te llamé antes porque era urgente. Por favor, ven, ven.

—Estoy en una junta, te alcanzo más tarde —respondo—. Los


partos no son tan rápidos, puedes pedir la epidural.

—¡¿Qué demonios?! —me grita y luego se echa a llorar—. Se


trata de tu hija, Víctor. ¿Por qué eres tan insensible?

—No soy insensible. Me he hecho cargo y no estoy diciendo


que no iré, solamente...

—Víctor, sé que no deseabas esta hija, yo tampoco buscaba


hijos, solo pasó y debemos hacernos cargo de esto.

—Me haré cargo, pero en este momento no puedo ir al


hospital. Iré más tarde, avísame que tal todo.
Le cuelgo la llamada sin esperar a que diga algo más. Soy
muy consciente de que es una cobardía de mi parte evitar
esto, que no puedo sacarle la vuelta para siempre al tema de
mi hija, sin embargo, no lo puedo asimilar todavía, no cuando
la mujer que amo sufrirá cuando lo sepa.

«¿Por qué me tuve que acostar con ella?», me lamento por


milésima vez.

—Hermano, ¿te sientes bien? —me pregunta Isaac al


asomarse por la puerta—. Te necesito adentro ahora,
también quieren hablar contigo.

—Eh... Sí, ya voy —contesto mientras me guardo mi celular.

—Si tienes una urgencia, puedes...

—No, estoy bien —gruño—. Iré adentro.

Los dos entregamos a la sala de juntas y yo me disculpo con


aquellos hombres holandeses que vinieron a vernos y que
están interesados en importar nuestras bebidas
energizantes. Desde que Isaac es el C.E.O. más países
europeos nos buscan y hemos visto a grandes equipos de
fútbol —sobre todo de la Premier League, mi favorita—
consumiéndonos en partidos importantes. Vernos allí
siempre fue mi sueño desde que era un niño, e Isaac buscó
que se cumpliera.

La reunión termina saliendo bien y entonces le digo a mi


hermano que necesito acompañar a Serena a una revisión.
No le menciono nada del parto, dado que no quiero que se
presente al hospital junto con mi madre.

—Qué todo salga bien. —Me palmea el hombro—. Ánimo, no


es el fin del mundo, tal vez con el tiempo logres amar...

—No, Isaac, la única mujer a la que amo es Selene, no hay


otra, no quiero que haya otra —respondo gruñendo—. Algún
día te enamorarás de alguien y me vas a comprender.

—No, no, no, gracias. —Se ríe—. Que mis emociones


dependan de alguien más es asqueroso —bufa.

—Pues ojalá no te pase, porque sí, es asqueroso sentirse


fuera de realidad. Esta no debería ser mi realidad —repongo
con tristeza antes de marcharme.

De nuevo se me comprime el pecho mientras conduzco hacia


el hospital. Todo lo que quisiera hacer es simplemente
desviarme e ir a buscar a Selene. Me encantaría que pasara
un milagro y esa niña no fuera mía, que todo se tratara de un
espantoso error.

Estaciono en el hospital y me bajo de manera lenta,


esperando ilusamente que todo se desvanezca. Serena ya
sabe que vengo, ya que le envié un mensaje que no espero
que conteste, pero que sí lea.

Mi cuerpo no se siente como mío cuando ingreso por las


puertas del hospital, aunque sí que las ganas de dar media
vuelta y correr me pertenecen aún. No quiero ser papá, no
quiero serlo con Serena.

Si tan solo fuese la hija de Selene y mía sería el hombre más


feliz de esta tierra, no estaría dándole vueltas para acudir al
parto, por el contrario, le gritaría al mundo entero que seré
papá, no me separaría ni un solo segundo de ella.

¿Por qué? ¿Por qué las cosas tuvieron que ser así?

Al doblar a la esquina del pasillo que conduce a las


habitaciones, me quedo petrificado. Jessie está caminando
con Serena en el pasillo para ayudar a la dilatación, y ya no
hay manera de huir, dado que las dos me ven. Serena sonríe
como si la vida se le acabara de iluminar; Jessie, en cambio,
frunce el ceño por la preocupación.
—¿Qué haces aquí? Selene no vendrá —me espeta con tono
frío y que me duele aunque lo tengo merecido.

—Mamá, no lo trates así —me defiende Serena.

—No lo estoy tratando mal, simplemente le informo que no


tiene nada que hacer aquí —replica Jessie—. Vete, Víctor, por
favor.

—No, no se va —protesta Serena, lo que me deja en un


estado de pánico atroz—. Él...

—Yo me voy, vuelvo después. Muchas felicidades, Serena —le


digo con rapidez, pero ella me toma del brazo cuando intento
irme.

—No, tu hija nacerá.

—¿De qué estás hablando? —inquiere Jessie mirándonos a


los dos con incredulidad—. ¡¿Te metiste con el prometido de
tu hermana?!

—Fue un accidente —lloriquea ella—. No sabíamos quiénes


éramos cuando...
—No, no, no, no es posible. —Jessie se aleja de los dos y
niega con la cabeza. Nos observa como si fuésemos dos
seres desconocidos—. Dios mío, no, no lo creo.

—Jessie, te lo puedo explicar —le digo yo, aunque ella niega.

—No, no, no, ¿qué le hicieron a mi pobre niña? ¿Qué hicieron?

—Lo siento mucho, mamá. Siempre quise decirles la verdad,


pero Víctor no me dejó.

Me quedo callado, incapaz de negar lo que acaba de decir


Serena es en gran parte verdad, yo le prohibí que dijera lo
que estaba pasando cuando esta se negó a abortar. Mi miedo
a perder a Selene era tan grande que no pensé bien en las
consecuencias de arrastrar la mentira.

—Eres un desgraciado —masculla Jessie, que ahora me mira


con asco y odio—. Te diría que te largaras, pero es tu hija y es
tu obligación hacerte cargo. La que se va soy yo.

—No, mamá, por favor no te vayas, es tu nieta —le ruega


Serena—. Te necesito.
—Me quedaré a esperar al nacimiento de mi nieta, pero a
ustedes no los quiero ver —masculla Jessie antes de irse
con paso apresurado.

—Eres una arpía —le suelto con odio y Serena se encoge.

—No, es que ya era hora de decírselo —replica—. Mi amor,


seremos padres, por favor asúmelo.

—Todavía desearía que abortaras —gruño y ella se echa a


llorar—. Yo no quiero a esa niña que esperas. Ojalá...

—No, por favor no —me interrumpe—. Ella solo es una


inocente bebé, y estoy segura de que será igualita a Selene,
que la amarás en cuanto la veas. Ella y yo nos parecemos
mucho.

—No se parecen en nada, tal vez solo en lo físico. Ella es


buena, tú tienes el corazón podrido.

—No soy yo la que le desea la muerte a su propia hija —


contesta firme a pesar de estar llorando.

Miro su vientre, el cual se ve muy abultado por la bata que


lleva puesta, y la culpa comienza a invadirme el pecho. He de
admitir que Serena tiene razón, no puedo odiar a mi hija, no
la quiero, pero desearle la muerte es inhumano, injusto.

La niña no tiene la culpa del error que cometimos.

●○—♡—○●

Selene

Después de haber ayudado a Adele con el problema de sus


lentes, me siento un poco mejor. Yo no necesito, pero fue
divertido elegir armazones y terminé comprando unos para
mí sin graduación para lucir como una ejecutiva sexi.

—Vaya que estás ciega —digo mirando a través del cristal de


sus viejos lentes.

Ella me mira fijamente cuando los bajo y estoy por


disculparme, pero ella se echa a reír muy fuerte.

—Tiene toda la razón, señorita Dalton.

—No estamos en la oficina, solo dime Selene —le pido.


—Pero usted es...

—Sí, sí, te pago el salario, pero también soy una persona. —


Me encojo de hombros—. Ahora mismo solo quiero ser
Selene, a secas.

—Muy bien, Selene. —Sonríe—. P-Por cierto, hoy saldré con


unas amigas, y... Bueno, yo...

—¿Mañana llegarás con resaca a la oficina?

—Eh, no, yo...

—Entonces no quiero, ¿cuál es la gracia?

—Bueno, con una resaca disimulada.

—Entonces cuenta conmigo. —Le guiño el ojo.

Las dos nos sonreímos la una a la otra y acordamos quedar


en Queen, un club de dudosa calidad que está a las afueras
de la ciudad y cuyas luces se pueden ver desde el que fue mi
departamento cuando es de noche. Muchas veces quise ir,
pero a Víctor siempre le pareció demasiado vulgar para sus
refinados gustos. Claro, tiene tan refinados gustos que buscó
algo parecido a mí para engañarme.

A pesar de seguir herida y de encontrarme vestida para ir a


un lugar de mala muerte, no me puedo deshacer del
nerviosismo por esa niña que está por nacer o que ya nació.
Mi corazón siente que debería estar ahí, que la pequeña me
necesita, pero mi rencor hacia sus padres es tanta que
decido no hacerlo e incluso tengo apagado el celular para
que mi madre no me localice. Ella no ha regresado a casa,
por lo que creo que debe estar cuidando de ella.

Media hora más tarde, estoy arribando al lugar junto con


Adele y dos de sus amigas, con las cuales conecté de
inmediato. Ninguna de ellas sabe que yo soy la jefa de Adele;
ambas acordamos no decir nuestra relación laboral para que
nadie se sienta cohibida. Si la amistad avanza, entonces se
los diremos.

El ambiente en este sitio es bastante animado, aunque me


retumba un poco los oídos. Apenas nos ven, nos dejan pasar,
ni siquiera nos piden identificación, lo cual me ofende un
poco, aunque me siento mejor cuando el guapo guardia me
repasa de arriba a abajo.

—Uy, le gustaste —me susurra Adele.


—Tal vez me lo lleve —bromeo y ella se ríe.

Las cuatro vamos a una mesa un poco apartada y pedimos


nuestras bebidas. Ellas se decantan por una cerveza y yo
decido seguir la corriente y pedir lo mismo. Ya basta de
cócteles refinados y aceitunas que nunca me han gustado,
son asquerosas, pero a Víctor le fascinan.

Odio a Víctor y a las aceitunas, por fin puedo dejar de fingir.

—Me encanta el lugar —digo en voz alta al ver el buen


ambiente que hay en la pista de baile—. Nunca vine.

—¿Tu perro inmundo nunca te trajo? —me pregunta Sophie, la


pelirroja del grupo. Esa mujer tiene unas piernas que me dan
envidia. Casi escupo mi cerveza y me tengo que cubrir la
boca—. Perdón, esa cosa que es tu ex.

—No, le gustan las cosas «tranquilas y elegantes» —Todas se


echan a reír por mi pésima imitación de voz grave—. Ese
«verga suelta» es de lo peor, lo detesto. Hoy está naciendo su
hija, que es mi sobrina, me engañó con mi hermana.

—¡¿Qué?! —gritan todas y ahora soy yo quien se ríe.


—Sí, así es, ese idiota me engañó con mi hermana y no me lo
dijo hasta que la mujer casi se pone de parto —resoplo.

—Ay, Dios mío, ¿cómo es que es solo tu ex y no tu difunto ex?


—dice Cinthia, la rubia—. Yo lo hubiera matado, le habría
puesto dinamita en los malditos huevos.

—Es un malparido —masculla Adele, mirándome—. Ahora


entiendo muchas cosas.

Las dos sabemos que se refiere a esa prohibición, así que


asiento para confirmarle.

—Bah, qué se vayan al diablo. Mientras ellos cambian


pañales, yo estoy aquí. Duele, pero no dejaré de vivir mi vida
—les respondo.

—Salud, mi amor, así se habla —dice Sophie levantando su


tarro de cerveza para que brindemos.

Después de que la espumosa bebida pase por mi garganta,


las cosas se animan mucho más. La pista me hace ojos y,
aunque dudo un poco, decido salir a bailar. Sin embargo, al
querer entrar, choco contra un duro torso que se intuye
bastante musculoso a pesar de tener puesta una fina camisa
negra.
El olor que entra por mi nariz lo reconozco de inmediato y
me estremece, también hace palpitar mi centro como
aquellas contadas veces en que lo he visto.

—P-Perdón —murmuro sin levantar la cara para que no me


vea, pero él me detiene por un brazo y con su mano libre me
levanta el mentón.

A pesar de la luz oscura, distingo aquel par de salvajes ojos


verdes, los cuales me miran con algo de confusión. Él
siempre me ha parecido una clase de dios inalcanzable, un
hombre con el que nunca deberías meterte. Además, yo
amaba a Víctor y siempre mantuve a raya los instintos que
querían despertar ante la presencia de su hermano. Es triste
saber que no recibí lo mismo.

—Selene —pronuncia mi nombre con una voz grave que me


deja sin respiración—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a celebrar que estoy soltera —le digo sonriendo y


trato de apartarme de él, pero este pasa su brazo por mi
cintura y me lo impide.

—No es lugar para ti.


—¿A ti qué demonios te importa? —gruño.

—No, no me importa, pero sí a...

—No pronuncies ese maldito nombre. Adiós, Isaac. No fue un


gusto verte.

Esta vez él me suelta y giro sobre mis pies para irme lejos de
mi excuñado y bailar con el primer tipo que me encuentre. No
obstante, él no me deja avanzar ni dos pasos y mi espalda
choca contra su pecho.

—Vamos a un sitio más cómodo —me susurra al oído, lo que


me deja toda la piel erizada.

—Contigo no pienso ir a ningún lado.

—Entonces vete de aquí, porque de ninguna manera dejaré


que bailes para un imbécil.

—Descuida, no le debes nada a tu hermano —farfullo e


intento ignorar que el corazón está por salirse de mi pecho—.
Soy una mujer soltera.
—Mejor para mí, gatita lunar —responde y coloca una mano
sobre mi vientre para acercarme más a él—. Solo tienes dos
opciones: te vas a casa o te quedas conmigo, y no estoy
seguro de dejar que hagas lo primero.

♡ CAPÍTULO 7 ♡

Selene

Vuelvo a la mesa, en donde solo está Adele, que regresó para


tomar un poco más de cerveza. Al verme me sonríe como si
me hubiese ganado la lotería. Todavía puedo sentir la intensa
mirada de ese hombre sobre mí y no creo que se me pasen
tan pronto los efectos que nuestro encuentro causó en mi
cuerpo.

—Oye, ¿qué haces aquí y no con semejante...?

—Es el hermano de Víctor —le suelto y ella ahoga un grito—.


No puedo hacer eso.

—Tienes razón —asiente y trata de mirar hacia él, pero yo


niego con la cabeza.
—No, por favor ni lo mires. Ve a bailar o lo que sea, tal vez
tú...

—Oh, no, creo que la única que le interesa eres tú. Te mira de
una forma que... —se talla los brazos para calmar sus vellos
erizados—. Dios, es supersexi, no lo conocía.

«Demasiado», coincido por dentro.

—Supongo. —Me encojo de hombros—. Puedes ir a bailar, yo


estaré bien.

—Pero viniste a divertirte, ¿por qué no bailas?

Me muerdo la mejilla por dentro para no hablar de más. No


me atrevo a decirle que ese hombre acaba de prohibirme
usar la pista de baile como si fuera un novio celoso.

—Creo que todavía no estoy demasiado preparada para todo


esto —digo con tristeza.

En el fondo es verdad, tal vez no estoy lista para hacer todas


estas cosas. Mi corazón todavía le pertenece a Víctor, todavía
no deja de dolerme lo que hizo, pero mucho más me duele la
traición de mi hermana, con quien compartí demasiadas
cosas. La extraño mucho, y odio sentir eso.

—No, aquí me quedo, tomemos otra cerveza —me propone


Adele.

—No, cielo, aquí me quedo. Por favor, ve a bailar.

Ella duda bastante, pero al final logro convencerla de que


vaya. Aun así, se queda cerca de la mesa en la que estamos
para poder estar por si la necesito. Definitivamente, ella es
un amor de persona y me arrepiento de no haberme
acercado antes para entablar una amistad. Sé que la relación
laboral debe mantenerse, que no podemos llevarnos la
complicidad a la oficina, pero tengo el presentimiento de que
ella sabrá comportarse.

Isaac ya no se ve por ningún lado cuando me siento a seguir


tomando lo que queda de mi cerveza. Por un momento se me
pasa por la mente hacer caso omiso de lo que ese idiota dijo
y levantarme a bailar, pero al final las ganas de hacer pipí me
ganan, además, sigo demasiado nerviosa, no puedo dejar de
pensar en mi sobrina.

Me levanto con cuidado de la mesa y miro por todos lados


para asegurarme de que él no me vigile, también le hago un
gesto a Adele de que iré al baño y no me siga. Cuando
compruebo que todo marcha bien, me dirijo hacia el pasillo
en donde creo que están los baños y logro encontrar un sitio
para vaciar toda mi vejiga.

—Pediré otra, la noche es joven —murmuro mientras me lavo


las manos.

No sé qué pasó, pero de pronto me veo más sensual. No sé si


sean las luces del lugar, lo eufórica que estoy con la bebida o
ese encuentro con Isaac, pero estoy radiante. Algunas
mujeres también lo notan, ya que se me quedan viendo a
través del espejo.

Luego de arreglarme un poco el cabello, salgo con mucha


más confianza del baño. Ya no me importa lo que diga Isaac,
voy a meterme a la pista de baile y voy a menear mis caderas
hasta que termine embarazada de alguien.

Aquel pensamiento me hace reír. Es demasiado improbable


que yo quede embarazada a no ser que sea con un
tratamiento de reproducción asistida. Esto del despecho
causa que me olvidé de la triste realidad. Bueno, al menos
puedo tener sexo sin preocupaciones, el hombre que lograra
hacerme concebir tendría que ser un semental y,
evidentemente, mi exnovio no lo es. No es como que
hubiésemos intentado demasiado, pero jamás me quedé
embarazada en nuestros descuidos.
«Solo te sirve la maldita verga para embarazar a mi
hermana, imbécil», pienso con rencor mientras me dirijo a la
pista de baile, sin embargo, al doblar a la esquina, un chico
me toma por la cintura.

—Qué preciosidad acabo de encontrar —dice sonriendo.

—Suéltame —mascullo, pero él se aferra más—. Que me


sueltes, hijo de...

—Te doy tres segundos para que la sueltes —La voz de Isaac
nos deja paralizados al desconocido y a mí.

—Oh, vamos, Isaac, tranquilo, ella y yo nos estamos


divirtiendo —protesta el tipo—. Sé que ahora eres el dueño,
pero...

—La mujer es mía.

Esa simple frase hace que me suelte y se aleje asustado.


Antes de que pueda reaccionar, Isaac me pasa un brazo por
la cintura y me lleva con él.

—Fue suficiente, a casa —masculla—. Te dije que...


—No, me vas a soltar tú también. —Intento alejarme, pero su
brazo se aferra a mi cintura y no puedo moverme ni un
centímetro. Estar tan cerca me va a matar—. Déjame en paz,
estoy... Dios, solo quiero divertirme. ¿Por qué eres tan cruel?
¿Por qué le dijiste a ese amigo que soy tuya? Eres un...

Isaac me voltea a ver y esboza una sonrisa que de nuevo me


paraliza el corazón. Es un maldito engreído, seguro que
también un narcisista y es tan... Es demasiado sensual para
mi salud cardíaca.

—¿Querías terminar la noche a su lado? —Eleva una ceja—.


¿De verdad?

—Esa habría sido mi decisión —mascullo, pero luego sacudo


la cabeza—. Bien, no, gracias por salvarme, ahora solo
suéltame. Me quiero ir a bailar.

—Entonces bailemos.

—No, yo...

Mi excuñado hace caso omiso a mis protestas y me lleva con


él a las escaleras, las cuales subimos bastante rápido. Desde
las alturas puedo ver a dos de mis compañeras de rumba,
aunque ninguna se percata de que estoy aquí, ellas bailan
con sus respectivas parejas de baile.

—La pista está abajo —le digo y él me aprieta un poco más, lo


que eleva la temperatura de mi cuerpo.

Por un momento se me cruza por la cabeza vengarme de


Víctor acostándome con su hermano; sin embargo, la
descarto con rapidez. Yo no soy así, nunca podría rebajarme
a ser igual que él.

Después de unos minutos llegamos a una zona privada, en


donde hay una mesa para seis personas y un sofá en el
fondo.

—Este no es un sitio para bailar.

—Por supuesto que sí.

Isaac se pone delante de mí y me mira con tanta intensidad


que me mareo. Aquella imagen de nosotros enredados entre
las sábanas se me vuelve a pasar por la mente, y esta vez no
puedo dejar de pensarlo tan rápido.
—Mi hermano es un tremendo imbécil por dejarte ir —
murmura. Su mano sube a mi rostro y mi mejilla pronto
siente el agradable calor de su mano.

—Y tú eres un mal hermano, no deberías hacer esto —replico,


aunque soy incapaz de apartarme.

—¿Por qué debemos respetar a alguien que no lo merece?

Su pregunta me deja atónita y sin saber qué decir. Por un


lado, sí creo que tiene razón, pero me sigo negando a ser
igual que él, a pagar con la misma moneda. Siempre he
pensado que las venganzas solo te destruyen y te igualan a
quien te hizo daño.

—No es respeto hacia él, es respeto hacia mí misma —


contesto con firmeza a pesar de encontrarme tan afectada—.
No está bien que hablemos, no está bien que...

—Los dos somos libres, no le debemos nada a nadie —me


recuerda—. Hoy me siento un poco inquieto también,
podríamos hacernos compañía.

—No creo que sea prudente. Por cierto, está naciendo tu


sobrina. Tal vez esa sea la causa de nuestra incomodidad.
Aquella revelación hace que su expresión cambie y apriete la
mandíbula. Aun así, no deja de acariciar mi rostro.

—Lo siento —me dice.

—Y felicidades para ti —contesto.

Él niega con la cabeza y se aparta un poco, lo que enfría de


inmediato mi mejilla y mi cuerpo en general.

—No puedo alegrarme, fue muy inesperado.

—Dímelo a mí —resoplo.

Los dos nos quedamos en silencio hasta que me gana la risa.


Él también se ríe, aunque no de una manera tan efusiva como
yo.

—Ya no me queda otra cosa por hacer más que reírme de mi


desgracia. —Suelto un suspiro y me dirijo al sofá para
sentarme. Él me sigue y se sienta a poca distancia de mí—.
Soy patética, ¿no?

—No, eres hermosa.


Paso saliva de manera disimulada y volteo hacia otro lado. El
corazón me sigue latiendo a toda velocidad y se acelera más
al percatarme de que no quita los ojos de mí.

De pronto él hace una llamada y manda a pedir bebidas. Para


mi sorpresa me pide lo mismo que estaba bebiendo hace un
rato. Ni siquiera le pregunto cómo lo supo, su forma de
mirarme me lo dice: lleva todo este tiempo vigilándome.

Cuando el alcohol de nuevo entra en mi sistema me es más


fácil hablar con soltura y disfrutar de la compañía de Isaac,
que no parece en lo absoluto afectado por sus bebidas.

—Si hubieses sido mía, tal vez la que estaría dando a luz hoy
fueses tú —me dice en el calor del momento.

—Mmm... Buena suerte, no me puedo embarazar, o eso dijo el


médico —me burlo.

Isaac posa su mano en una de mis piernas y me doy cuenta


de lo grande que es. Mi ropa interior se humedece y esas
palpitaciones en mi vagina aumentan. No sé si es el efecto
del alcohol o que simplemente es mi despecho, pero quiero
que me vuelva suya, que me suba a una maldita mesa y me
dé lo que necesito.
—Podemos intentarlo —bromea y de pronto estoy subida en
su regazo, sentada a horcajadas. Mis zapatillas se caen al
suelo en ese ágil movimiento y tengo sus labios otra vez muy
cerca de los míos—. Veamos si tengo suerte.

—No lo creo.

Me muevo un poco y me encuentro con la dureza que hay


bajo sus pantalones. Entre nuestras bocas ya no hay ninguna
clase de distancia, pero no nos besamos de inmediato, nos
limitamos a rozarlas.

—Selene.

—Isaac.

Él ya no se contiene y me sujeta por la nuca para besarme de


forma ávida y que me arranca un gemido muy fuerte. Mis
caderas comienzan a moverse de arriba a abajo, buscando
aquella deliciosa fricción que me genera su miembro
endurecido. Su aliento es una explosión de sabor en mi boca
y no quiero separarme pese a que sé muy dentro de mí que
debo detenerme.
—Ven conmigo —me susurra al oído y yo me estremezco—.
Terminemos esto, llevamos demasiado tiempo deseándolo.

—¿De qué hablas? —pregunto temblando. Él me dedica una


sonrisa que interpreto como maliciosa y que me enciende
más la sangre.

—Sabes de lo que hablo, por eso me evitas.

—No, yo...

—Me deseas, Selene —me interrumpe—. Me deseas como yo


a ti.

♡ CAPÍTULO 8 ♡

Víctor

El nacimiento de mi hija es algo que siempre temí, pero a su


vez me esperanzaba poder verla y amarla más que a mi vida.
Sin embargo, lo único que sentí cuando la escuché llorar fue
que mi mundo se derrumbaba, que acababa de perder a
Selene para siempre
. No pude quedarme en la sala de partos para conocerla y
aquí estoy en el pasillo, llorando amargamente con la frente
recargada en una pared. Estoy siendo un miserable, un mal
padre con esa pobre niña que no tiene culpa alguna de mis
acciones, pero no puedo evitar este sentimiento que me está
matando por dentro.

Me odio a mí mismo, me odio por ser tan débil, por


emborracharme y echar a perder lo que tenía con el amor de
mi vida, con esa maravillosa mujer que tal vez nunca me
habría podido dar hijos, pero que me amaba de manera
incondicional, que confiaba en mí tanto como yo en ella.

—¿Cómo está mi hija y mi nieta? —me pregunta Jessie


llegando donde estoy.

Me duele verla con esa expresión tan fría hacia mí. En esta
situación no solo perdí a la mujer que amo, sino también la
hermosa familia que éramos.

—Nació bien, yo...

—No has podido quedarte —dice mientras entorna los ojos—.


¿No la quieres?
—Yo no quería que pasara esto —admito—. Pero mi hija no
tiene culpa alguna. Jessie, de verdad amo a Selene.

—No tanto como para poder controlarte.

—No me acuerdo de nada —protesto—. Y antes de que me


digas que eso no me justifica, es cierto, no, pero quisiera que
Selene hablara conmigo, que...

—Mi hija está muy herida y con justa razón. No me ha


contestado las llamadas.

—¿Qué? —pregunto angustiado—. ¿No la has visto en todo el


día?

—No, y el guardia de seguridad de la residencial me dijo que


todavía no llega a casa. Debió salir con alguien, eso espero.

—No, no, Selene no es así. —Niego con la cabeza—. No, no


me puede hacer tal cosa. Dame su nuevo número, sé que
debió haberlo cambiado.

—No te daré nada, Víctor —repone con dureza—. No te


corresponde llamarla.
—No me interesa, yo la amo y necesito saber que está bien.
—La tomo por los hombros y me aferro a ellos—. Jessie, por
favor, por favor dímelo.

—No, Selene ya no es tu asunto. Ahora lo que te corresponde


es cuidar de Serena y la bebé.

—A Serena no la amo.

—Tu relación con ella lo verás en su momento, pero acaba de


dar a luz a tu hija, así que te toca ver por ella, no voy a
permitir que evadas tu responsabilidad.

—No pretendo hacerlo, solo quiero saber de Selene.

—Ella está bien, la conozco y tal vez solo quiera su espacio


por esta noche.

—Señor Ackerman —me llama una enfermera.

—Oh, mi niña —dice Jessie cuando se asoma.

Me doy la media vuelta y entonces veo a la pequeña, la cual


solo está envuelta en una manta, aunque puedo distinguir
bien su cabellera oscura.
—La madre insistió en que la viera, señor. Sabemos que está
mareado, pero...

—Déjeme cargarla —pido con resignación y la enfermera me


la entrega.

Lo que siento al verla es confuso y me provoca un nudo en la


garganta. No puedo sentir un amor incondicional, pero sí
sonrío al ver que tiene rizos como Selene.

—Es como si mi hija hubiese vuelto a nacer — murmura


Jessie—. Es muy hermosa. Dios te bendiga, mi preciosa nieta.

—No puedo discutirlo —susurro.

La pequeña comienza a llorar de manera histérica en ese


momento y, asustado, se la entrego de regreso a la
enfermera.

—Necesita comer. La alimentaremos con leche de fórmula


por el momento.

—¿Por qué? —inquiero—. ¿Su madre se negó a darle?


—No, para nada, pero se encuentra muy agotada por el parto,
señor. Esta bebé pesa un poco más de nueve libras.

—Entiendo, así me sucedió con mi primera hija, ya que nació


bastante grande como esta princesa. Serena también lo fue,
pero el parto fue más rápido. —Suspira Jessie—. Los genes
de mi marido están presentes.

—En mi familia también hay bebés grandes — murmuro—.


Más tarde iré a ver a Serena. Yo... alimentaré mi hija.

Ambas mujeres se muestran de acuerdo con aquello y


termino en la sala privada de la habitación a solas con mi
hija, que parece estar muy hambrienta.

Mientras la observo comer no me saco de la mente a Selene.


A ella también le gusta comer y lo disfruta mucho, incluso su
gesto se parece al de ella.

—Desearía que fueras nuestra hija —le digo llorando y con la


angustia invadiéndome por saber desaparecida a Selene—.
Todo sería diferente, podría quererte sin ninguna culpa. ¿Por
qué no fuiste nuestra?
Después de unos minutos de observarla me doy cuenta de
que lo que hago no está bien. No puedo reprocharle a este
pequeño ser sobre su origen, pues el responsable fui yo.

—Debo amarte, ya estás aquí, pequeña sin nombre.

—Me gustaría ponerle Selene —dice Serena cuando desliza la


puerta que da a su habitación.

—¿Qué haces levantada? —le pregunto con el ceño fruncido—


. Y no, de ninguna manera la vas a llamar de esa forma, sería
una burla.

Ella hace caso omiso y se sienta a mi lado para acariciar a la


pequeña. La manera en que lo hace es muy delicada y con
mucho amor. Aun así, no me puedo conmover. Esta no es la
vida que quiero, no es ella la mujer que amo, con la que
quiero tener hijos.

No quiero que sea ella la madre de la hermosa bebé que


tengo en brazos.

—Quiero a mi bebé —contesta—. Necesito tenerla en mis


brazos.
—Bien, pero espera a que termine de comer — le pido—. ¿Vas
a darle el pecho?

—Por supuesto —asiente con entusiasmo—. Quiero darle lo


mejor a nuestra hija, aunque me da un poco de miedo el no
poder.

—Voy a tratar de ayudarte —prometo—. La leche materna es


lo mejor que puedes darle.

—Eso lo suele decir mi hermana —dice Serena con tristeza—.


La echo demasiado de menos, me duele que todo pasara de
esta forma.

—Fuimos unos irresponsables — musito, pero ella me


escucha.

—Debemos hacernos cargo de lo que hicimos, podemos


formar una familia y...

— No, Serena, tú y yo no podemos ser pareja.

—Pero, mi amor, intentémoslo por nuestra hija —insiste.


—No, Serena, no podemos. La única manera en que pude
estar contigo fue ebrio, no funcionamos. No es sano para
nuestra hija el que tú y yo...

—De acuerdo, no es momento para hablar de eso — me


interrumpe—. Centrémonos en ella, en Cyra.

—¿Qué? ¿Cómo que Cyra? Ese es...

—Sí, el nombre que tú y Selene acordaron ponerle a alguna


hija que tuviera, pero también me dijo que podía usarlo si mi
bebé era una niña. Ella no confía demasiado en poder quedar
embarazada.

Miro el rostro de mi hija y en ese momento me queda claro


que ese debe ser el nombre, ya que también significa luna,
solo que en idioma persa. Tal vez sea muy doloroso, pero
quiero aferrarme a cualquier cosa que haga que ame a esta
bebé.

Debo amar a mi bebé a toda costa.

●○—♡—○●

Selene
El sonido de algo cocinándose en el sartén y la luz que entra
por la ventana son lo que me despiertan. Al percatarme de
que las paredes no me son familiares, suelto un jadeo
bastante ruidoso y miro hacia todos lados

El olor que desprenden las sábanas negras en las que estoy


envuelta me hace darme cuenta de con quién me encuentro.

—Buenos días, gatita lunar —me saluda Isaac, quien entra a


la habitación sin camisa, solo con un pantalón de pijama. Si
quiere matarme lo va a conseguir—. ¿Estás bien?

—¿Qué estoy haciendo aquí? —pregunto atónita y miro mi


atuendo. Tengo una camisa de él puesta.

—No te iba a llevar a casa en ese estado —me explica


mientras se acerca—. Tranquila.

—¿Tú y yo hicimos...?

—No, pero me habría encantado. —Sonríe y siento que mis


mejillas arden—. Estuvo a punto de pasar, pero el alcohol te
hizo dormir en el auto.
—Oh.

—Eso sí, fui yo quien te puso esa camisa y dormimos juntos


—me confiesa sin ninguna clase de vergüenza.

—Eres de lo peor —me quejo y trato de levantarme, pero él


me lo impide pellizcando uno de mis pezones—. Isaac, no...

—¿Qué? —Con su pulgar traza círculos con mi pezón erecto y


no puedo evitar gemir despacio—. Dímelo, Selene, dime que
no deseas esto.

—¿Y me dejarás en paz?

—No, insistiré hasta que me digas la verdad —responde con


descaro.

De repente estoy sentada a horcajadas sobre él y me besa de


manera apasionada, casi succionando mis labios. Para mi
mala suerte esto se siente mejor sin los efectos del alcohol;
él sí que sabe demasiado sobre juegos previos y cómo
calentarme.

—Esto no está bien —gimoteo mientras dejo que me bese el


cuello y me froto contra su erección.
—No, no lo está, ¿y qué?

—Isaac, basta.

—No, basta tú —me ordena mientras me sujeta del mentón—.


Te mueves contra mí, ¿y me dices que no? Eres tan
contradictoria.

—Mejor me...

—Eso me encanta.

Su boca vuelve a buscar la mía y nos fundimos en otro beso


demandante y que me hace temblar todo el cuerpo. Lo que
estoy sintiendo es tan intenso que me duelen los pulmones y
el vientre, aunque no quiero hacer nada para calmarlo, me
agrada, me siento viva.

El sonido de mi celular hace que me aleje de golpe de él,


justo antes de decidir que iba a dejarme llevar. Él se pone de
pie y se me acerca despacio, como si le importara poco que
me llamen.
—Voy a contestar —murmuro—. Mi madre debe estar
preocupada, yo debo ir a trabajar.

—Te llevaré —responde muy serio—. No tienes tu auto, se


quedó en el club.

—Dios mío. —Me pego en la frente con la palma de la mano—.


Iré a recogerlo, no importa.

—Te lo haré llegar, pero calma.

—No, Isaac, no aceptaré nada de ti, será mejor que esto se


termine.

Isaac se queda callado y se hace a un lado para que pueda


revisar mi celular. Mando un mensaje rápido a mi madre y a
mi asistente y me percato de que debo cambiarme. Mi vestido
está encima de una silla junto a la ventana, perfectamente
extendido. Al lado de este hay una bolsa de cartón de una
marca que no conozco, pero parece costosa.

—Hay ropa para ti en esa bolsa —me dice con tono


socarrón—. No puedes irte con ese vestido.
—¿Ropa de alguna de tus amantes en turno? —pregunto
burlona y él mantiene la sonrisa—. Víctor dice que tienes
muchas mujeres.

—Puede ser, pero solo hay una a la que podría comprarle


ropa.

—No voy a responder a eso, ahora sal.

—Quiero verte.

—Isaac...

—No me voy.

«Este hombre es demasiado exasperante», pienso irritada.

—Necesito privacidad, no pienso desnudarme frente a ti, no


importa lo que haya sucedido ayer. Vete.

Mi excuñado me repasa con la mirada, lo que causa que me


queme por dentro. Si bien amé demasiado a Víctor y no
sabría definir quién de los dos me gusta más, es obvio que el
premio a la sensualidad se lo lleva Isaac.
—Bien, te daré un poco de espacio.

Finalmente, él sale de allí a grandes zancadas y me deja a


solas. En ese momento me apresuro a colocarme los jeans y
la blusa azul de tirantes que me dio. Por un momento me
asusto de pensar en que esto me queda demasiado bien,
incluyendo los tenis, pero después me digo a mí misma que
tal vez Víctor se lo mencionó para comprarme algún regalo.

Una vez que estoy lista, recojo mis cosas y salgo a toda prisa
de la habitación. Isaac está cocinando algo y aprovecho que
está de espaldas para poder correr hacia la puerta. Sin
embargo, no alcanzo a abrirla cuando ya lo tengo atrás de mí.

—¿A dónde vas, gatita? —ronronea—. Debes desayunar.

—No quiero nada de ti —mascullo—. Es la última vez que nos


veremos las caras.

—No lo creo —refuta—. Incluso aunque te deje ir ahora, sé


que volveremos a vernos.

—No te voy a buscar —farfullo. Mis ojos se cierran y


contengo el aliento. Estar así es demasiado peligroso.
—Pero yo sí, Selene — susurra en mi oído—. Y vamos a hacer
lo que no pudimos terminar. Por cierto, me he robado tu
número. Espero que no te moleste.

—No servirá de nada —me burlo y me hago hacia atrás para


abrir la puerta y largarme.

— Mi chófer te llevará a casa y no acepto negativas—. Te


espera en el estacionamiento.

—Cómo sea —mascullo.

No miro hacia atrás y salgo del departamento para meterme


al ascensor. Mientras voy bajando me preparo para
escaparme del chófer, lo cual logro sin problemas y tomo el
primer taxi que se me cruza en el camino. Durante los
primeros minutos me siento triunfante por lo que he hecho,
pero de repente recibo un mensaje de Isaac, el cual me
ruboriza.

Número desconocido

Cada acción tiene una consecuencia. Espero que disfrutes de


los azotes que le daré a tu firme trasero, gatita lunar. Admito
que te dejé escapar por ello.
Enfadada conmigo misma por sentir excitación ante esa idea,
bloqueo aquel número y decido que voy a cambiarlo. Pocos
segundos después, recibo una llamada de otro número
desconocido, al cual respondo con todas las intenciones de
amenazar con una orden de alejamiento.

—Mira, si vuelves a llamarme...

—Soy yo, Víctor — dice él con tono golpeado—. Y ahora


mismo vas a explicarme qué hacías saliendo del edificio de
Isaac.

♡ CAPÍTULO 9 ♡

Isaac

Cuando tocan a la puerta sé que no puede ser mi Selene, así


que camino con desgana. Una sonrisa enorme se me forma
al ver a Víctor al otro lado de la puerta.

—Oye, felicidades, supe que eres papá.

—¡¿Qué hacía Selene saliendo de aquí?! —me grita y no hago


el esfuerzo de hacerme el sorprendido—. ¿Y cómo putas
sabes que soy papá? No te llamé para contártelo, tampoco
mamá lo sabe.

—Pero la madre de Selene se lo dijo a ella. —Me encojo de


hombros—. Y si lo que quieres saber es si Selene estuvo
aquí, la respuesta es sí.

—¿Qué? —Me toma por el cuello de la camisa y me zarandea.


Tras varios segundos lo tomo por los brazos y lo empujo.

—Nos encontramos en el club y ya iba con unas copas


encima, ¿qué querías que hiciera? —resoplo—. ¿Que la dejara
sola? ¿Que se fuera con cualquier patán?

Las facciones de Víctor se desencajan un poco y disfruto


enormemente con ello. Ver cómo su vida se derrumba a
pedazos me causa una satisfacción que hace tiempo no
siento, quitando, desde luego, lo que mi preciosa gatita me
acaba de hacer sentir. Me habría fascinado que nos
encontrara juntos, restregarle en la cara que ella está tan
loca por mí como yo por ella.

—Dime que no pasó nada entre ustedes —me ruega—. No te


perdonaría que toques a mi mujer.
—No, no pasó nada —contesto, y él suspira con alivio—. Pero
es algo hipócrita de tu parte decirme eso cuando tú te tiraste
a su hermana.

—¿O sea que no te habría importado si Selene hubiera


querido? ¿Es eso lo que me tratas de decir?

—Estás demasiado paranoico —me rio, y él me observa


confundido—. ¿Quieres un café? Lo necesitas con urgencia.

—No, yo me voy a ir a buscar a mi mujer. Tengo que...

—¿Qué? ¿Para presumirle tu paternidad? No creía que fueras


tan cruel —bufo—. Creo que es mejor que la dejes en paz,
hermano, ya la has cagado demasiado. Siendo honesto, es
detestable que sigas refiriéndote a ella como tu mujer.

«Mujer que ahora es mía», añado dentro de mí. Me cuesta


demasiado no fracturarle de un puñetazo la maldita
mandíbula cada vez que dice su nombre o la nombra de
forma posesiva.

—Tú no lo entiendes, nunca te has enamorado —gruñe—. No


quiero perderla.
—Pues buena suerte intentando. —Suspiro—. No creo que
ella quiera volver contigo. Está muy desilusionada.

—¿Qué mierda te dijo, Isaac? Si me entero de que la tocaste...

—A ti ya debería darte igual, tienes familia.

—Serena no es mi familia, solo lo es Cyra.

Escuchar aquel nombre me genera una punzada en el pecho


a pesar de que me alegra que Selene tenga una excusa más
para enviarlo al infierno.

—¿Así se llama mi sobrina? —pregunto—. Qué bajo.

—Sí, era el nombre que yo y Selene... Espera, ¿cómo mierda


sabes eso?

—Lo mencionó Selene.

No es ninguna mentira. Selene pronunció demasiado ese


nombre mientras dormía. Desde luego, yo lo sé todo de ella y
supe que ese es el nombre que alguna vez quiso ponerle a su
posible hija.
—Tengo que verla, deséame suerte.

—Suerte, supongo.

Víctor no me dice nada más y sale de forma apresurada de


mi departamento, en el que no me suelo quedar a menudo,
solo cuando no iré a trabajar. Es una enorme lástima que
Selene no se rindiera a nuestros deseos y disfrutar de este
sitio los dos.

Una vez que cierro la puerta, camino hacia la habitación y


saco aquella pantaleta de mi bolsillo. El aroma íntimo de mi
mujer me invade y me estimula de pies a cabeza.

Tuve que hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para no


hacerle nada mientras la vestía. Lo único que hice fue
reemplazar sus pantaletas por otras y meter mi nariz entre
sus piernas durante un par de minutos.

Luego de saciarme un poco, voy a mi vestidor y a la puerta


que está detrás de este, donde mi hermano cree que solo
tengo dinero; en realidad tengo algo mejor que eso y me
maravillo cada vez que estoy aquí.
Las fotos de Selene rodean todo el lugar. Tengo capturados
muchos momentos y sonrisas que no eran para mí, pero que
ahora van a serlo.

—Pronto, pronto vamos a estar juntos, mi amor —susurro,


acariciando una de mis fotografías favoritas, una en donde
está desnuda, duchándose. Todavía me causa gracia recordar
la odisea que fue averiar esas tuberías de los departamentos
y poder entrar a instalar esa cámara, que nunca fue
descubierta—. Solo yo, Selene, solo yo podré tocarte.

●○—♡—○●

Selene

No me sorprende para nada ver a Víctor cuando llego a casa,


pero sí me molesta y también me avergüenza. No me sucede
por sentir que le debo algo, sino porque yo no quiero ser
igual que él. En el fondo también es porque lo amo, porque no
puedo dejar de hacerlo de la noche a la mañana. Estar con
otra persona todavía me sigue pareciendo imperdonable.

—¿Por qué me colgaste? —me pregunta mientras me bloquea


el paso para que no entre a mi casa.
—Porque no tengo nada de que hablar contigo —respondo,
esperando que no note que tengo bastante acelerado el
corazón.

No quiero que pueda leer en mi rostro lo que quise hacer con


su hermano, lo que todavía muy dentro de mí quiero hacer.
Haber llegado tan lejos con Isaac hace que no me lo pueda
sacar de la cabeza como antes.

—Estabas ebria, fuiste a parar a la casa de Isaac. Él es mi


hermano.

—¿Y? Tú tienes una hija con mi hermana, así que no me


vengas a reclamar —resoplo. El corazón se me está
quebrando de nuevo—. Eres un hipócrita.

—O tal vez lo eres tú.

Víctor me toma por la cintura y me acerca a él. Los dos


jadeamos nerviosos por la cercanía, y mis ojos no se
despegan de sus labios, los cuales tengo por costumbre
besar. Es demasiado difícil luchar contra ello. Mi cuerpo está
completamente amoldado al suyo, nos conocemos de pies a
cabeza y es muy difícil soltar.
—Quieres besarme, me amas, Selene, me amas como yo te
amo —dice nervioso. Sus ojos azules me observan de forma
suplicante.

—No lo voy a negar, todavía te amo, ¿cómo podría dejar de


hacerlo tan rápido? —susurro—. Pero eso no significa que te
quiera cerca, que vaya a perdonarte lo que pasó.

—Mi amor, habla conmigo, deja que te explique cómo pasaron


las cosas. No me castigues así, poniéndote en riesgo,
acabando en casa de quién sabe quién. Esta vez has tenido
suerte de que fuera Isaac, pero...

—No me interesan tus explicaciones —lo interrumpo,


sintiendo una fuerte punzada en el pecho por los recuerdos
de la noche anterior—. El resultado es lo único que importa:
tienes una hija con Serena, ¿crees que hace falta explicar
algo? ¿Crees que me hace falta escuchar? Si algún día me
amaste, deja ya de lastimarme, de restregármelo en la cara.

—Selene...

—¡LÁRGATE! —vocifero y lo tomo de la camisa para agitarlo—


. ¡¿DE QUÉ MANERA QUIERES QUE TE EXPLIQUE QUE NO
QUIERO NADA MÁS CONTIGO?
—Estoy arrepentido, mi amor, lo estoy —solloza—. Y odio que
todo esto suceda. Por favor, dime qué no hiciste nada con
Isaac, que ni siquiera estuvo cerca.

—A ti no te importa, déjame en paz. No tienes ningún derecho


a reclamar nada —contesto—. Y no, yo no soy igual a ti, tengo
cerebro. Adiós, Víctor, no me vuelvas a buscar nunca más.

—No me voy a rendir, Selene, tú eres el amor de mi vida, yo


soy el amor de tu vida.

—Lo eras, de verdad creí que lo eras, pero después de todo


esto, me quedó claro que no —respondo—. No intentes
reparar algo que está muerto.

—¿Qué dices?

—Que el amor que te tuve se está muriendo —digo con una


mano en el pecho, aunque no me esté creyendo ni un poco
mis palabras—. Podré perdonarte algún día, pero no voy a
volver a tu lado. Nunca podría perdonarme algo así a mí
misma.
♡ CAPÍTULO 10 ♡

Víctor

El dolor que me causan las palabras de Selene es tan fuerte


que no puedo reaccionar a tiempo para impedir que entre a
su casa y se encierre. Ni siquiera me molesto en tocar a la
puerta, pues sé que no me abrirá, que va a terminar
llamando a la policía.

Lo único bueno de todo esto es que he podido asegurarme de


que ha llegado a salvo a casa. Todavía me causa conflicto que
haya ido a parar a la casa de Isaac, pero no puedo ponerme
paranoico. Mi hermano es un problemático de primera en su
vida personal, sin embargo, me ha ayudado mucho en otras
cuestiones. Salvar a Selene es algo que debí agradecerle y
no reclamarle.

—Espero que puedas un día escucharme —susurro con la


mano pegada a la puerta. A través del cristal de esta puedo
ver la silueta de Selene, que está saltando de rabia.

Una sonrisa involuntaria se forma en mis labios al verla. No


me alegra que se sienta de esta forma, pero sí lo hace el
hecho de que le sigo importando, que todavía me ama. Sus
ojos siempre han sido el reflejo de lo que lleva adentro y
puedo verlo, me ama, aunque también es cierto que lo hace
menos que antes.

Yo me esforzaré para que no se acabe. Lo nuestro no se


puede terminar de un día para otro. Tengo que demostrarle a
Selene que este error no lo hubiese cometido en mis cinco
sentidos, que me haré cargo de mis responsabilidades sin
involucrarla. Todo lo que pasó fue solo una vez y nunca más
volví a tocar a Serena, pese a que muchas veces se me
insinuó.

«Una oportunidad», pienso de camino a mi auto. Necesito una


oportunidad para intentar reparar lo que hice. Sé que no me
lo merezco, que soy el peor de los hombres, pero no me
puedo resignar a perder lo más hermoso y valioso de mi
vida.

Me subo al auto y, en cuanto pongo el trasero en el asiento,


mi celular suena. Es Serena. Por un momento imagino que va
a gritarme, aunque resulta ser todo lo contrario.

—Mi amor, te fuiste. El doctor dijo que todo estaba excelente


y que podemos marcharnos a casa —me avisa—. ¿Dónde
estás? Dijiste que solo te darías un baño.

—Voy para allá, Serena —contesto con paciencia a pesar de


sentirme asfixiado—. Solo espera.
—De acuerdo.

Cuelgo la llamada y apoyo ambas manos sobre el volante


antes de encender el auto. No quiero pensar que mi vida será
un infierno a partir de ahora, aunque presiento que lo será.
Serena no es exactamente una mala persona, sin embargo,
quiere más de mí, quiere que seamos una familia.

Durante el camino al hospital, el dolor agudo en el estómago


se va haciendo más fuerte a causa de la ansiedad. Serena y
yo no tocamos demasiado el tema de donde se quedaría ella
con la niña y donde estaría yo, puesto que nunca
contemplamos la posibilidad de ser descubiertos. El plan
inicial fue que ella criaría al bebé como madre soltera y que
yo me haría cargo de manera monetaria, aunque no llevase
mi apellido y junto a Selene la trataríamos como una sobrina
consentida.

Mi yo egoísta habría preferido eso, lo habría preferido mil


veces. No habría sido nada justo para mi hija si Selene algún
día quedaba embarazada, pero todos habríamos sido felices,
yo habría podido ser un buen «tío».

—No, Víctor —sacudo la cabeza—, es mejor así.


Me duele mucho aceptarlo, la mayor parte de mí no quisiera
hacerlo, no obstante, mi moral me dicta que lo que pasó fue
lo mejor. Vivir en una mentira durante años habría sido fatal
para Selene. Tal vez ahora mismo estoy demasiado jodido
por mentirle durante unos meses, pero eso no puede
compararse a que lo descubriera años después, cuando ya
tuviésemos una vida hecha, con nuestros hijos, ya fuesen
adoptivos o biológicos.

Estaciono el auto cerca de la entrada del hospital y me bajo,


no sin antes asegurarme que la silla de mi hija esté bien
colocada. Verme de pronto con un accesorio así en mi auto
es perturbador, aunque también me siento un poco orgulloso
por no haber tenido muchas dificultades para lograr
instalarla, así como tampoco las tuve para armar la cuna,
que está ahora en casa de Jessie.

Cuando llego a la habitación de Serena, esta ya está vestida y


nuestra hija muy bien envuelta en una manta rosada. El
rostro de Cyra es simplemente perfecto, la clase de rostro
que me habría encantado que tuviera mi hija con Selene.

—Hola, pequeña glotona —la saludo al tomarla de la cuna—.


¿Comiste más?

—Acaba de tomar el pecho —me dice Serena, sonriendo—. Es


una dulzura, Víctor.
—Sí, lo es. —Suspiro sin dejar de mirar a Cyra, que hace un
adorable puchero—. ¿Dónde está tu madre?

—Ella se fue, es obvio que no va a ayudarme ahora que lo


sabe todo —responde con la voz temblorosa—. Su lealtad
está con ella.

—No creo que se trate de lealtad, sino de…

—Sí, sí, lo comprendo, pero duele, ¿sabes? —Una lágrima


resbala por su mejilla, la cual se limpia de inmediato. Yo no
me muevo de mi lugar, soy el menos indicado para
consolarla—. Creí que se quedaría, no que lo dejaría todo en
nuestras manos.

—Nosotros somos los padres, es lo justo —le recuerdo—. Tú


fuiste la que decidió confesarlo todo, no tenías por qué
hacerlo.

—¿Y vivir en una mentira? —bufa—. Sí, sé que le pedí a Selene


que no se lo dijera, pero ya no pude más, no era justo.

—Entonces tienes que asumir las consecuencias —repongo, y


centro mi atención de nuevo en mi bebé—. No podías esperar
a que reaccionara bien. Por cierto, la cuna…
—Ya la mandaré a traer cuando se pueda —contesta—.
Dormirá conmigo, en la cama. Te agradecería que te
quedaras conmigo.

—No, estás loca —niego con la cabeza—. ¿Cómo voy a


quedarme contigo?

—No tengo a nadie, Víctor.

Paso saliva al verla tan afectada y mi firmeza se empieza a


tambalear.

—Puedo contratar a una enfermera.

—No, no quiero manos ajenas cuidando de mi hija. O lo hago


sola o lo hago contigo.

—Pero…

—Por favor, Víctor, solo quédate unos días. No se lo diré a


nadie, solo…

—Discutamos el tema en otro momento —la corto—. No estoy


listo, definitivamente no lo estoy.
—Pero, Víctor…

—No, Serena, no podemos vivir juntos —vuelvo a


interrumpirla y la miro a los ojos—. No podemos jugar a la
familia feliz. Estaré allí cuando me necesites, le daré a mi
hija todo lo que se merece, pero no pienso vivir contigo. No
quiero que nuestra hija piense que estamos juntos.

—Pero…

—Es mi última palabra, Serena —digo con firmeza y muy


convencido—. Todavía tengo esperanzas de recuperar a
Selene.

●○—♡—○●

Selene

Todos los acontecimientos de los últimos días dan vueltas en


mi cabeza como molestos trompos, los cuales odio desde
que me lanzaron uno a la cabeza cuando era pequeña. Odio
sentirme tan revuelta, tan asqueada de mi propia vida y
querer salirme de mi piel para no sentir.
Eso es lo que estos dos hermanos y mi traicionera hermana
están haciendo conmigo: hacer que odie mi vida. Aquello no
me parece justo y me causa rabia, sin embargo, una vez que
termino de ducharme, decido que ahora sí tocará acudir a
terapia.

—No te vas a dejar amedrentar por este trío de retorcidos —


le digo a mi reflejo. En estos momentos me veo
ridículamente arrogante, pero no importa.

—Cariño, ¿estás ahí? —El toque de la puerta y la voz de mi


madre hace que me sobresalte y se me acelere el corazón.

—Eh... Sí, mami.

«¿Ahora qué puedo inventar?», me pregunto mientras me


cepillo el cabello mojado. Al tenerlo rizado sé que debería
tener más cuidado con él, pero estoy tan nerviosa que hago
lo posible por desenredarlo.

—Hija, arrancarte el cabello no hará que pienses en excusas


—dice con tono serio, el cual me alarma.

—¿De qué hablas, mamá? —inquiero cuando le abro la puerta


del baño. La tristeza que reflejan sus ojos me lo dice todo
antes de que me responda: lo sabe.
—Serena me lo dijo, mi amor, Víctor es el papá de su hija.

—Ah, te lo dijo —farfullo, sintiéndome furiosa con Serena por


herir así a mamá.

—¿Por qué te callaste esto? —me pregunta y se le llenan los


ojos de lágrimas—. Hija, yo...

—Precisamente por esto, mami —respondo mientras la tomo


por el rostro—. No quería que te sintieras así.

—¿Y lo que tú sientes? —replica enojada—. Mi amor, ¿por qué?


¿Serena te pidió esto?

—Sí, pero yo tampoco pensaba decírtelo. Te conozco bien y


sé que te sentirás culpable por amar a tu nieta, que la
tratarás con pinzas.

—B-Bueno, yo...

—Mamá, dale el amor que yo no podré darle —le pido—. No


me siento capaz de querer a mi sobrina, pero jamás podría
enojarme contigo si quieres verla.
—No quiero traicionarte —dice con voz aguda y baja la
mirada—. Me siento tan mal, no sé qué hice mal con...

—No, no te permito que digas eso, eres la mejor mamá del


mundo —gruño—. Por favor, no me hagas esto, no me hagas
sentir peor de lo que ya me siento.

—¿Te estoy haciendo sentir peor? —pregunta con angustia.

—Odio verte sufrir —susurro—. No soporto eso, es suficiente


con el dolor que ya siento como para cargar con esto
también.

—Hija...

—Suena cruel, pero es cierto, mamá. No sufras tú también,


ama a tu nieta, que no tiene la culpa de nada. Solo no me
hagas partícipe ni intentes que yo la quiera.

—Está bien, hija, está bien —asiente—. Ahora me queda todo


claro. Por eso debiste decírmelo.

—Lo siento, me daba mucha vergüenza —admito.


—Vergüenza es la que debieron tener ellos. —Mamá se
aparta de mí y me da la espalda. Por el leve temblor de sus
ojos sé que está rabiosa—. Sigo sin creerlo, mucho menos el
nombre que... Dios, no, perdóname.

—¿Qué nombre mamá? —inquiero sin pensarlo y ella niega


con la cabeza—. Mamá, ¿qué nombre le pusieron?

—Mi amor, no, no te dañes así. —Se vuelve para mirarme y


noto el arrepentimiento en todo su rostro.

—Dímelo —exijo en voz baja—. Por favor.

—Se llama Cyra, hija, tu hermana la llamó así.

—¿Y Víctor estuvo de acuerdo?

—No lo sé, cariño. Él no parece feliz, nada feliz. No estoy de


acuerdo con lo que hizo, pero tampoco me gustaría
envenenar tu mente con falsedades.

—Mamá, me arreglaré para ir a la oficina. No quiero estar


aquí, necesito aire —le digo. De nuevo aquellos
desagradables temblores me recorren el cuerpo.
—Selene...

—Mami, por favor —suplico y ella asiente, comprendiendo


que necesito asimilar esta nueva información.

Una vez que me quedo a solas, me dirijo a mi cama y me


siento en ella. Es inevitable que me lleve las manos al rostro
y comience a gritar mientras lloro desconsolada. Ni siquiera
eso pudo dejarme, aquel nombre que Víctor y yo elegimos
con amor y que tal vez pude haber usado al ser madre
soltera.

Serena me lo arrebató todo. Sé que es egoísta sentirme así,


pues yo misma le cedí aquel nombre, pero en estas
circunstancias esperaba que eligiera otro, que tuviera la
decencia de no lastimarme más. Qué ingenua y estúpida fui.

—Dios, por favor, ya no quiero que me duela esto —sollozo—.


¿Por qué? ¿Por qué lo hicieron?

Por más que lloro y me devano los sesos, no encuentro una


respuesta, solo que mi hermana es una mala persona y que
yo nunca me di cuenta. Ella siempre actuó como una
hermana amorosa, sin malicia, sin hipocresías y que parecía
ver la vida de la misma manera que yo. Serena jamás le hizo
mal a nadie, excepto a mí, a esa hermana que la amaba más
que a nada, que lo habría dado todo por ella.
Cuando estoy a punto de levantarme para hundirme en mi
cama y no salir, mi celular suena. Un número desconocido se
visualiza en la pantalla y me queda claro que es Isaac, el otro
de mis problemas.

Número desconocido:

No sirve de nada que me bloquees, gatita lunar, encontraré la


manera de comunicarme contigo.

Le contesto el mensaje de manera contundente, amenazando


con largarme del país con cualquier desconocido si no me
deja en paz, y bloqueo el número de inmediato. Por más que
me atraiga, este tipo ya empieza a darme miedo y no quiero
ni puedo lidiar con él. La familia Ackerman está muerta y
enterrada para mí a partir de este momento.

Una ligera risa brota de mis labios al imaginar la reacción de


Isaac. Víctor lo mataría si se entera de que me asedia y si lo
culpo por mi supuesto escape. ¿Será bueno decírselo? Tal
vez una pelea entre hermanos no les venga mal y así dejan
ambos de complicar mi existencia.

—Estoy loca —digo carcajeándome y me levanto para


vestirme.
Ya no pensaré en ellos nunca más.

Cambiar de número de nuevo es el primer paso.

♡ CAPÍTULO 11 ♡

Selene

Adele se muestra aliviada cuando me ve llegar. Le pido que


pase y que cierre la puerta, pues tengo cosas que contarle.

—Dios mío, señorita Dalton —jadea sorprendida—. Pasó la


noche con ese tipo.

—Selene —la corrijo—. Selene la idiota.

—No, no digas eso —me pide.

—¿Tus amigas están bien?

—Sí, todas están muy bien. De hecho, fue extraño porque


había un transporte preparado para nosotras al salir.
Desconfiamos mucho, pero entonces un chico del personal
nos dijo que el dueño había mandado eso.

—Oh, mierda —mascullo—. No me malinterpretes, agradezco


demasiado que hayan llegado sanas y salvas, pero...

—Lo sé —me interrumpe—. Sientes que le debes a ese


hombre.

—Mierda, sí —digo angustiada—. Casi me acuesto con él.

—Oh, vaya. —Se abanica con una mano. Es obvio que el saber
esta primicia de su jefa debe ser impactante—. ¿Entonces
nada...?

—No, gracias a Dios me quedé dormida, y por la mañana


pude huir. Por eso estoy aquí tan tarde. —Suspiro—. Mi
excuñado es ardiente, más ardiente que el infierno, y sí,
suena tan cliché, pero es cierto.

—Después de eso viene un «pero», ¿verdad? —Enarca una


ceja. Me agrada ver que su expresión no es la de una
persona ávida de información, sino de verdadero interés.

—Sí, exacto, pero es demasiado evidente, es mi excuñado. Me


niego a meterme con él.
—No tengo una postura objetiva al respecto —admite—. No te
podría juzgar si decidieras arriesgarte, pero desde luego es
algo que yo no haría.

—Yo tampoco. Meterme con él sería una abominación, hacer


lo mismo que hizo mi exnovio con...

—Por supuesto que no, no es lo mismo —refuta, negando con


la cabeza—. Tú eres soltera, supongamos que el hermano del
señor Ackerman también lo es, ustedes tendrían derecho a
tener algo.

—¿Qué dices?

—No te estoy diciendo que vayas a tirártelo, no, solo digo que
no es lo mismo porque no estás traicionando a nadie.

—Pero...

—¿Le debes respeto a tu ex? No, así que no te sientas mal. Si


decidiste que no debías hacer eso, excelente, pero si
hubieses caído tampoco eso te convierte en la peor persona
del mundo, tampoco en alguien igual a tu ex. A menos que,
por supuesto, quisieras estar con él en plan de venganza.
—No, la realidad es que me dejé llevar un poco —confieso—.
Todo es tan confuso, no sé qué pensar al respecto, lo único
que sí sé es que no quiero saber más de esos hermanos.

—Está bien, entiendo esa parte. No sería gracioso tener a los


mismos suegros.

Aprieto los labios al igual que Adele, pero ninguna de las dos
aguanta y estallamos en carcajadas.

—No, gracias, la señora es una buena persona, pero


preferiría no saber nada más de esa familia.

—Pues bien por eso, es mejor así —asiente—. No puedes


tirarte de cabeza en el mismo precipicio.

—Exactamente, tú lo sabes. —Sonrío.

Tras hablar unos minutos más sobre el tema, ella me hace


un repaso de todas las cosas que debo hacer hoy. Por suerte
solo tengo dos reuniones con viejos clientes y uno nuevo, que
ha pedido cita para conocer nuestro trabajo. Normalmente,
no aceptaría una reunión de última hora, y ya es muy extraño
que una persona particular venga buscando publicidad, sin
embargo, necesito más trabajo, así que no voy a huir.
Luego de pedirme el desayuno y recorrer las salas, me voy a
mi primera reunión. Aquella marca de jabón no me gusta
demasiado, pero siempre me ha gustado trabajar con los
representantes, puesto que son unas agradables personas.

—Muy pronto estará por todos lados su comercial —les digo


con entusiasmo—. Solo falta elegir la música.

La siguiente media hora se la lleva aquella conversación. Mi


equipo presenta algunas opciones, mas no hay nada que les
encante, hasta que Adele decide intervenir un poco y
presenta dos propuestas que Dimitri no quería presentar por
parecerle poco creativas. Al final eligen la que más les gusta,
una canción un poco tonta y que posiblemente no salga de mi
cabeza en unos cuantos días.

¡Gracias, Dios!

Necesito eso, necesito solo pensar en trabajo y borrar a


Víctor y a mi hermana de mi memoria, al menos la de corto
plazo. No creo poder vivir sumergida en él para siempre,
pero me está sirviendo por el momento.

La segunda reunión es más rápida y las personas son más


decididas, así que no toma más de quince minutos discutir
los pormenores antes de lanzar por fin el comercial.
Saliendo de aquello, me dirijo de nuevo a mi oficina y me dejo
caer desparramada en mi asiento. Las cortinas están
cerradas, así que nadie puede ver que su jefa también es un
ser humano al que le duele la espalda y que todavía no
supera la maldita infidelidad.

Antes de que pueda cerrar los ojos para descansar un poco,


Adele me toca a la puerta. Suelto un leve gruñido, pero
después me acomodo en mi silla y le digo que pase.

—¿Pasa algo? —inquiero al verla tan pálida y con los ojos


más abiertos de lo normal—. ¿Tus lentes están mal?

—N-No, no, son excelentes, es solo que...

—¿Qué pasa?

Adele trata de respirar tranquila y cierra con cuidado la


puerta. Luego de eso, corre en silencio hacia mi escritorio y
agita las manos.

—Me estás poniendo nerviosa, ¿qué sucede? —pregunto con


inquietud. Por un momento se me pasa por la cabeza que sea
Víctor el que me haya venido a buscar, pero la respuesta de
Adele me saca esa idea.
—El señor Ackerman, no tu ex, está esperándote en la sala
de juntas. Él es la persona que vino a hablar contigo.

—Oh —susurro para disimular que el corazón comienza a


irme a mil latidos por minuto—. T-Tal vez me quiera regresar
mi auto.

—No, él pidió específicamente una cita para...

—Pues no lo voy a atender. Bueno, sí, pero para exigirle mi


auto.

Me doy un rápido vistazo en mi espejo del escritorio, de lo


que me arrepiento al instante, ya que Adele suelta una risita.

—Creo que te gusta. Nunca usas el espejo para ir a ver a un


cliente.

—Por Dios, te bajaré el sueldo —gruño y ella intenta no reírse


más—. ¿Tanto se me nota?

—Un poquito nada más.

—Bueno, digamos que me gusta un poco, solo un poco. Es


muy sexi y eso, pero...
—Gracias por el cumplido, gatita lunar —dice Isaac abriendo
la puerta—. Tú también me pareces sexi, bastante.

Por un momento me quedo petrificada y siento que las


mejillas me arden. Isaac me sonríe con tanta confianza y
seguridad que tengo que contenerme para no morderme los
labios. Él ni siquiera tiene aspecto de haberse embriagado,
está fresco como una lechuga... ¡Y qué lechuga!

—¿Se puede saber qué haces en mi oficina? —le pregunto,


recuperando la compostura—. Aquí no atiendo a los posibles
clientes.

—Conmigo podrías hacer una excepción. —Se encoge de


hombros y entra a mi oficina—. Somos amigos, ¿o no?

—¡Ja! ¿Tu amiga? Eso quisieras —resoplo—. Si no vas a la


sala de juntas ahora mismo, entonces llamaré a seguri...

—Acompáñeme, señor Ackerman, los guardias pueden ser


muy violentos —le dice Adele, que parece estar mareada por
todo lo que está pasando.

—Yo puedo con ellos —replica Isaac—. Pero está bien, no


haremos enfurecer más a la dueña del lugar.
Si Adele está mareada, entonces yo estoy verde. La cabeza
me da vueltas por aquel delicioso y adictivo olor que él
desprende y que ha dejado flotando en el aire. No sé si lo que
se pone contiene feromonas, pero de pronto hace mucho
calor.

—Yo no necesito psicólogo, necesito cardiólogo —lloriqueo


cuando me quedo a solas. Miro al techo, pretendiendo ver a
Dios—. Deja de mandar idiotas a mi vida, te lo ruego. Y
también te pido un poco de fuerza para mandarlo con tu
enemigo.

Bajo la cabeza y respiro profundo antes de acomodarme la


ropa y salir en busca de ese descarado hombre, que está
contemplando la ciudad a través del ventanal. La camisa
blanca y costosa que lleva se le ciñe de una forma exquisita a
su ancha espalda. Y no quiero mirar más abajo, porque sé
que hay un trasero redondo y respingado ahí y que
posiblemente me voy a detener horas a verlo.

—¿Te gustan las vistas? —me pregunta él mientras se vuelve


hacia mí.

—No, para nada —bufo.


—Vaya, a mí, sí, la ciudad es hermosa —responde con una
sonrisa y yo pongo los ojos en blanco.

—Dime a qué viniste —le pido mientras rodeo la mesa para


acercarme a él. Sé lo peligroso que es hacerlo, pero tengo
que mostrarme segura, sin miedo a su encantadora y
perturbadora presencia.

Isaac siempre me ha parecido la clase de persona que es


enigmática a pesar de mostrarse al mundo como alguien
bromista y jovial. Me asusta mucho averiguarlo y no quiero
hacerlo, aunque a su vez me siento tentada. Qué ironía.

—Me gustaría trabajar contigo, que me anuncies —dice sin


rodeos y mirándome tan fijamente que me cuesta respirar—.
Siempre me ha gustado tu trabajo, pero a Víctor no le parecía
buena idea mezclar lo personal con negocios.

—Odio decir esto, pero Víctor tenía y tiene razón, esa no es


buena idea. —Me cruzo de brazos y apoyo mi peso en una
pierna. Aquel gesto no le pasa desapercibido a Isaac, que
sonríe.

—También vine por esto. —Saca la llave de mi auto. Me


cuesta mucho no lanzarme a por él, pero decido mantener mi
dignidad y no caer en ese juego tonto que les gusta a los
hombres altos.
—Pues bien, dámelas —le pido extendiendo la mano.

—Ven por ellas —me reta.

—No, tienes que ser tú el que...

Isaac hace exactamente eso: se acerca se un solo paso y me


toma por la cintura. La sonrisa que esboza y sus ojos
oscurecidos son una combinación letal que me hace lanzar
flujo de manera tan contundente que por un momento creo
haberme orinado encima.

—Tú no puedes irte del país con un desconocido —dice en voz


baja y siento que el corazón se me ha ido a los oídos, ya que
puedo escucharlo—. No lo permitiría, a menos que sea yo.

«Sí, me sirve más el cardiólogo ahora mismo», pienso con


angustia. Este hombre me da miedo y a su vez me tienta
como nada.

—¿Sabes a donde me encantaría viajar contigo ahora mismo?


—le digo en voz baja y él me observa atento—. A una clínica
psiquiátrica, estás loco.
Mi excuñado se echa a reír y me roba un beso en los labios,
lo que me deja con mil neuronas menos. A este paso todas
van a morir.

—Me encanta tu sentido del humor —expresa sonriente y me


entrega la llave.

—No era un chiste.

—Entonces enloquece conmigo —propone sin soltarme. A


estas alturas no entiendo por qué no le he dado una patada
en las bolas, pero sé que tendría que hacerlo—. Conozco un
par de clínicas paradisíacas.

—¿Por qué ya te han internado? —bufo.

—Tengo diversos negocios.

— No me interesa conocerlos, así que adiós, no pienso


trabajar para ti. Como empresario debes saber que estoy en
mi derecho de no hacer tratos contigo, mucho menos con tu
maldito hermano.

Por fin logro encontrar fuerzas para sacármelo de encima y


me alejo, sin embargo, su toque permanece en mi piel, como
si pudiera tocarme a la distancia.
—Este es el momento en que me dices que me voy a
arrepentir y me vas a hundir —farfullo antes de abrir la
puerta.

—No, soy yo el que se arrepiente —contesta con seriedad y


volteo a verlo.

Esta vez no me contengo de morder mis labios. Su estado de


seriedad es completamente seductor.

—¿De qué?

—De no haberme acercado primero.

—¿Qué?

—Y si alguien va a hundirse, seré yo en ti. —Me guiña el ojo y


vuelve a sonreír de forma socarrona.

—Ni en tus sueños.


—En mis sueños ya te hice de todo —responde de forma
descarada y de nuevo me asaltan aquellas palpitaciones
extrañas en mi sexo.

—Pues disfruta con esa Selene ficticia, porque la real no


quiere verte de nuevo.

No espero a que me responda y me voy de la oficina. Los


empleados me miran con curiosidad y me cuesta demasiado
trabajo no ponerme a la defensiva y gritarles que se metan
en lo suyo. Este hombre no hará que salga mi lado déspota,
no es tan importante, o no quiero que lo sea.

—Adele, adentro —le exijo a mi asistente, que todavía tiene


expresión del fin del mundo. Una vez que cierra la puerta, me
giro hacia ella—. Llama a seguridad y exige que él tampoco
entre.

—Pero...

—Es una orden.

—Sí, está bien —asiente—. ¿Algo más?

—No, Adele, nada más.


—Lo siento mucho, yo...

—Era necesario, así que no te preocupes. Al menos pude


conseguir mis llaves. —Suspiro—. Qué hombre tan
descarado.

—Es sensual, pero sí, es un desvergonzado —gruñe—. No


respeta su relación de hermanos.

—Así es.

—Bueno, ya iré a avisar que no vuelvan a dejarlo pasar.

—Gracias.

Adele se marcha de la oficina y menos mal que lo hace, ya


que echo chispas por la rabia. ¿Cómo me voy a olvidar de lo
que pasó si este hombre revolotea a mi alrededor? Tal vez,
después de todo, sí que me hace falta tomarme unas
vacaciones.

Mi salud mental corre peligro.


♡ CAPÍTULO 12 ♡

Isaac

—Llegas tarde —me dice Víctor cuando entro a mi oficina—.


¿Pasó algo?

—Pasé a entregar el auto de Selene —respondo sin más y me


siento en mi silla, listo para disfrutar del espectáculo.

Víctor se queda un poco boquiabierto y parpadea de forma


lenta, luego frunce el ceño y empieza a rabiar.

—¿Es en serio o te estás burlando de mí?

—No, no me estoy burlando de ti, podría, porque ahora


mismo luces como un perro con rabia, pero no, hermano. Fui
a entregarle su auto, lo dejé en el estacionamiento del lugar.

—Mira, Isaac, te agradezco que hayas ayudado a Selene, que


la pusieras a salvo de las estupideces que está haciendo por
despecho, pero te pido que te alejes, que no...
—¿No deberías estar cuidando de tu mujer y tu hija? Te dije
que podías tomarte una licencia de paternidad —lo
interrumpo, tratando de disimular mi molestia.

Odio que se sienta tan seguro de que Selene aún lo ama.


Puede que sea cierto, que ella todavía sienta cosas por él,
pero pronto dejará de ser así, pronto al que amará es a mí.
Ella no va a irse a ningún lado, la mantendré vigilada como
siempre, nada se me podrá escapar. Ahora podré escuchar
todo lo que ocurra dentro de su auto, así que le será
imposible escapar de mí.

—Serena se las apaña bien con la niña, yo... iré más tarde —
dice Víctor, nervioso—. Isaac, no quiero ver a Serena.

—¿Y mi sobrina tiene la culpa? —pregunto, y él pasa saliva—.


Hazte responsable de tus acciones, sé un hombre y ve a
cuidarla.

—Si tan solo fuera hija de Selene...

—No, no es hija de Selene, tú no tendrás hijos con ella —


respondo de manera cruda, tanto que él abre más los ojos.

—¿Qué mierda te pasa, Isaac? Eres mi hermano, deberías


entenderme.
—Te entiendo, pero ser tu hermano no me ciega, tampoco
dejaré de decirte que estás haciendo las cosas mal —replico.

—Pareciera que disfrutas de verme sufrir —me acusa.

«No sabes cuánto», pienso con satisfacción.

—No, Víctor, no es así —refuto—. Pero mostrarme


condescendiente contigo, no va a ayudarte. Tienes que
enfrentar tu realidad, así te duela.

—Duele demasiado, Isaac —confiesa al tiempo en que se le


enrojecen los ojos—. ¿Cómo pudo una noche arruinar mi
vida? ¿Por qué me tuviste que invitar a esa fiesta?

—Porque era mi celebración de doctorado y eres mi hermano


—gruño—. La responsabilidad de pasarte de copas fue tuya.
Te lo dije, te dije que no bebieras de más.

—¿En qué momento? —cuestiona—. No recuerdo nada.

—Estabas ebrio antes de que me diera cuenta —le recuerdo—


. ¿Cómo esperas acordarte?
—Sigo sin entender por qué me embriagué tanto —murmura.

—Sospecho que tal vez pusieron algo en tu bebida —sugiero


y él asiente.

—Sí, eso es lo que creo. Yo no soy así, yo no me embriagaría


por gusto hasta ese punto —concuerda—. Isaac, tienes que
ayudarme a demostrar mi inocencia, tengo que recuperar a
Selene.

—Podría, pero el caso es que, aunque te hicieran eso, te


acostaste con su hermana y no solo eso, ocultaste el
embarazo. ¿Cómo esperas que Selene te perdone eso?

—No me hundas más, tienes que ayudarme. —Golpea mi


escritorio con el dedo índice—. Isaac, te necesito, sácame de
esta.

—¿Qué? ¿Qué pretendes que haga? —bufo—. ¿Qué le diga a


Selene que todo fue un error? Eso no borra tu paternidad.

—No, yo...

—Hermano, yo te quiero mucho, pero debes aprender a


responsabilizarte por tus acciones —contesto, tomando una
de mis carpetas—. No hay manera de que salgas de esta,
solo pedir perdón, pero, si quieres mi opinión, creo que
deberías intentar rehacer tu vida. Piénsalo: Serena se parece
a...

—No, no se parecen en nada —me ataja mientras se pone de


pie—. Selene es la mujer más maravillosa del mundo.

—Sí, lo es, pero...

—¿Qué dices? —Entorna los ojos—. ¿Selene te...?

—Hey, hey, calma —lo interrumpo—. ¿Sabes qué? Mejor vete


a descansar, ve a cuidar de tu hija. No te quiero aquí si vas a
tener esa actitud de mierda. Aprende a ser hombre
hermanito, deja de culpar a los demás por tus errores.

—Dime lo que te pasa con Selene, porque de otra manera no


me explico que tú...

—Hablamos, mejor dicho, ella me hizo saber que no te quiere


más en su vida.

—Te pregunto yo a ti, ¿te resignarías a perder a la mujer que


amas? —me pregunta.
—Jamás —le aseguro—. Jamás le haría algo así a la mujer
que amo, ni siquiera saldría de casa por...

—Tú, ¿sin salir de casa por una mujer? —se burla—. Bueno,
no pudiste ayudar, pero sí mejoraste mi humor con tus
ironías.

—Cuando quieras, hermanito. —Me río.

—Me voy a mi oficina.

—Ve con tu hija, y dile también a mamá que ya nació. Es


injusto que la dejes fuera de eso.

—Bien —gruñe—. Iré a decírselo, tal vez quiera ir a verla.

—Te aseguro que lo querrá —asiento—. Yo después iré a


conocerla.

— Es hermosa, Isaac, pero me duele verla.

—¿Por qué? —inquiero con nerviosismo.


—Se parece mucho a Selene. Tiene hasta sus rizos. No sé
qué sentir.

Saber aquello enciende mi curiosidad por esa niña. Todo lo


que tenga que ver con mi preciosa Selene me interesa.

—Qué jodida situación —murmuro—. Bueno, luego me pasaré


para conocerla.

—Gracias.

Víctor se despide de mí, dejándome a solas con mis


pensamientos sobre Selene y esa niña que fue mi salvación.
Admito que nunca he tenido interés por ella, pero lo que
acaba de decir hace que necesite comprobarlo.

¿Será cierto o tan solo quiere ver en esa niña lo que no pudo
tener con Selene? Espero sea eso y no que esa niña se
parezca. No, ella no puede intervenir en mi vida perfecta, la
que tengo planeada junto a mi gatita. Me costó años
encontrar la oportunidad, pero finalmente tengo lo que
quiero: esa relación se terminó y ella está libre para mí.

—Debes hacer un buen trabajo, Serena —mascullo, mirando


hacia la nada—. Debes hacer un buen trabajo.
●○—♡—○●

Selene

Mi jornada laboral termina sin ninguna complicación llamada


Isaac Ackerman, tampoco llamadas de su querido hermano.
Aun así, mi cabeza no para de darle vueltas a ambos, aunque
no por temas amorosos, sino como un serio tema de análisis
psicológico. Los dos están locos, cada uno a su manera, y me
pregunto si Isaac sentirá alguna clase de culpa por haber
venido aquí a besarme y a decirme que en su mente ya me
hizo de todo. Lo peor de todo es que me pregunto cuáles son
esas cosas y no me desagrada demasiado la idea.

—Genial, la falta de sexo va a matarme. Estoy pensando en


estupideces —farfullo mientras entro a mi auto. En el volante
hay una nota pegada, la cual huele a él—. No, no puedes
hacerlo, no, Selene, no...

Pero la termino por llevar a mi nariz. El aroma no es tan


concentrado, pero me recorre el cuerpo y me estremezco
porque me han dado escalofríos, de esos deliciosos
escalofríos.

—Conduce con cuidado, gatita, o puedes llamarme para que


te recoja y te lleve a casa —leo. Su número se encuentra
anotado abajo, lo que me provoca una carcajada—. Estás
demente si crees que voy a llamarte.

Arrugo la pequeña nota y estoy por lanzarla, pero antes la


olfateo de nuevo. No sé qué diablos tiene su aroma, pero es
embriagador, adictivo, un gusto culposo.

Decido después de unos segundos tirarla y echar en reversa.


Mi cerebro no puede evitar imaginarse qué habría pasado si
le llamaba, y estoy segura de que no habrían sido cosas
buenas. Él me habría besado, las cosas habrían subido de
intensidad y...

El pitido de un auto hace que frene de golpe y vea pasar a


una motocicleta a toda velocidad. Estuve a punto de pasarme
un alto, un alto por estar distraída.

—Dios mío, ¿qué demonios me pasa? —pregunto asustada y


tocándome el cuello, ya que se me ha lastimado un poco.

En el espejo retrovisor veo a una policía de tránsito viniendo


hacia mí, lo que me hace soltar un gemido. Esta me pide que
me orille en algún lugar y lo hago, consciente de que tendré
que pagar una multa.

—Lo siento mucho —le digo a la oficial y ella frunce el ceño.


—¿Está usted ebria?

—No, claro que no —respondo—. Es solo que mi vida es una


mierda.

Y procedo a contarle todo lo que me pasó. Ella pasa de tener


una expresión dura a mirarme con entendimiento. No me
salvo de la multa, por supuesto, pero me puedo ir tranquila y
riéndome de forma histérica por hacerme la víctima, justo lo
que pensé que nunca haría si me pasaba algo así. Desde
luego que no puedo hacer esto de por vida, sin embargo, me
voy a desquitar hasta que me canse, propagar por todos
lados las basuras que fueron Víctor y Serena. No pienso ser
una mujer que sufra en silencio, ya no.

Si ya se enteró mi madre, que se entere el resto del planeta.


No me importa.

Cuando llego a casa ya me siento un poco mejor. No estoy


actuando de la mejor manera, lo tengo bien asumido, pero sé
que todo va a mejorar y en algún punto lo superaré y que ni
siquiera lo voy a recordar.

Me bajo de mi auto, todavía con la sonrisa en los labios, la


cual se borra cuando abro la puerta y escucho un llanto de
bebé. La trajo. Trajo a su hija.
Luchando contra mis ganas de huir, me armo de valor y paso
a la casa. Mi madre me observa apenada, dado que tiene a la
pequeña en brazos.

—Tu hermana la dejó a mi cuidado —se excusa.

—¿Qué? —espeto enfadada, tratando de no mirar a Cyra, que


está llorando, desconsolada. Aquello hace que me duela más
el corazón—. Dios mío, acaba de nacer ayer, ¿cómo diablos
se le ocurre...?

—Fue a una revisión médica porque no se sentía bien y no


tenía a nadie que la cuidara.

—¿Y su padre?

—No lo sé, no me lo explicó. Me iré arriba, perdóname, mi


amor, yo...

—Tráela aquí —pido con voz temblorosa e intento luchar


contra mi nudo en el estómago. Por alguna razón no soporto
escucharla así, me duele como si fuese ella—. Está llorando
mucho.
—Pero tú dijiste que...

Antes de que ella se acerque lo hago yo. Muchas veces me


dije a mí misma que no lo haría, que nunca vería a esta niña,
pero algo me empuja hacia ella, algo que no sé explicar.

Las lágrimas se me salen sin control cuando mi madre me la


entrega y la veo. Realmente es el ser más hermoso que he
visto en mi vida y no siento odio, todo lo contrario, la amo. Es
mi sobrina, después de todo, ¿cómo podría no hacerlo? Y
mucho más la amo cuando noto que se tranquiliza al estar
conmigo. La calidez que desprende es algo que no puedo
describir, algo que quiero tener conmigo siempre.

—Hola, bebé, soy yo, la loca que escuchabas en la barriga —


la saludo y mamá suelta una pequeña risa pese a que
también llora—. Tienes el cabello del abuelo, el cabello de...

En ese momento se la entrego a mi madre, incapaz de lidiar


con todos mis sentimientos. La bebé llora y mi alma se parte,
pero no puedo soportarlo. Ella sigue siendo hija de Víctor y
Serena, las personas en las que más confiaba y que me
vieron la cara de la manera más cruel.

Mi cuerpo me pide volver a Cyra, a sostenerla en mis brazos,


sin embargo, resisto esos impulsos. No puedo ser partícipe
de esto.
Ella sigue siendo hija del engaño.

♡ CAPÍTULO 13 ♡
Víctor

Mi madre sigue pensando que todo lo que hice estuvo mal,


pero hoy me dio su apoyo y se ha mostrado feliz cuando
conoció a su nieta. No hizo ningún reproche a Serena y la
trató de manera educada; Serena, por su parte, mostró su
lado más dulce. Ella suele ser dulce, incluso más que su
hermana, pero en Selene noto total honestidad y pureza. A
veces puede ser ruda, ocurrente, no callarse lo que piensa,
pero cuando tiene sus momentos cariñosos es entregada por
completo.

Selene es auténtica y hermosa. No creo que pueda dejar de


amarla, tampoco me voy a resignar a perderla. Todo lo hice
mal y sé que la estoy hiriendo, que estoy siendo egoísta, pero
la adoro tanto que no quiero soltarla. Con ella quiero toda mi
vida.
—Mi nieta es preciosa —dice mi madre mientras conduzco de
camino a nuestra casa—. Todavía no me da el parecido
contigo.

—Mmm... ¿Por qué dices eso? —inquiero con el ceño fruncido.

—Es que es una recién nacida, cariño, a esa edad todavía no


se nota a quién se parecerá, aunque, bueno, me dio la
impresión de ver una versión pequeña de Selene, pero
también su hermana se parece mucho a ella, así que...

—Mi suegro tenía genes muy dominantes —le recuerdo—.


Sus hijas se parecen a él.

—Tienes suerte de que David este muerto, te habría matado


—gruñe.

—Lo sé, pero tampoco habría permitido que Serena quisiera


algo conmigo.

—Eso sí. —Suspira—. En verdad esa mujer te ama, me dio


lástima. Hijo, ¿no puedes intentar...?

—No —la corto de manera tajante—. No siento nada por ella.


—Es la madre de tu hija.

—A quien amo es a Selene —reitero y ella asiente—. Me


equivoqué, mucho, me haré cargo de mis errores, pero no me
voy a obligar a amar a Serena, no voy a fingir algo que no
quiero ser.

—Tienes razón, hijo, discúlpame. Además, también está


Selene de por medio.

—No la voy a lastimar de esa forma.

—Pues lo harás, a la niña le has puesto ese nombre.

—Lo sé, sé que es egoísta, pero lo vi como la única manera


de crear un lazo con ella, para no volverme loco —confieso—.
Pero tal vez tienes razón, tal vez deba hablar con Serena con
respecto al nombre de la bebé. No podemos herir así a
Selene.

—Por fin, por fin te está funcionando el cerebro —celebra y


luego se ríe—. Hijo, te quiero, sé que al final saldrás de esto.
Perdón si he sido tan dura contigo, yo...
—Es que me lo merezco —la interrumpo—. Me merezco
sufrir así, pero no me voy a rendir. Selene algún día deberá
bajar la guardia conmigo y hablaremos.

—Bien, hijo, decidas lo que decidas, aquí estoy para ti.

Tomo la mano de mi madre y depósito un beso en ella.

—Gracias. Que estés conmigo es importante para mí.

—Siempre lo estaré, aunque no aplauda tus errores.

Todavía me duele que no haya nadie que esté conmigo sin


echarme en cara lo que hice mal; aun así, sé que ella va a
estar y por ahora no puedo pedir otra cosa. Me va a costar un
tiempo el que dejen de señalarme, pero tengo que soportarlo,
no recular.

Un rato más tarde, llegamos a casa. Lo que más quiero ahora


es volver a buscar a Selene, sin embargo, no puedo posponer
mi conversación con Serena.

—Hijo, sí que deberías considerar el quedarte con ella —me


aconseja mamá—. O tráela aquí. Me da preocupación que se
encuentre sola. Ella mencionó que no quiere una niñera o
enfermera.
—Tendrá que aceptarlo, no me pienso quedar y que luego
Selene se entere —gruño—. No, mamá, quedarme con Serena
es caer en el mismo error y ya no podría soportar otro
malentendido.

—Entonces tendré que ir yo, no puedo…

—Ya veremos, madre —la atajo y beso su frente—. Iré a


darme una ducha antes de salir.

—De acuerdo.

Me despido de ella y subo a mi habitación, a esa a la que


apenas me comienzo a adaptar de nuevo, aunque no quiera.
Lo que necesito es despertarme y amanecer al lado de mi
Selene, de verla sonreír mientras intenta besarme o que me
despierte a cosquillas como le gustaba. Yo fingía enojarme,
pero en realidad lo amo.

Mientras me ducho, mis lágrimas se mezclan con el agua que


cae sobre mi cuerpo, mas no puedo ocultar los sollozos. Me
hace falta, me hace falta Selene como el aire que respiro.
Los demás me piden que me rinda, pero ¿cómo hacerlo? La
he amado por años, no contemplo mi vida con nadie más que
no sea ella y no concibo como el maldito alcohol y cualquier
sustancia que me dieran me pudo arruinar así la existencia.
—Me odio, me odio, ¿cómo pude ser tan imbécil? —Le pego a
la pared con los puños una y otra vez hasta que siento que
me estoy haciendo daño. No he sangrado, aunque las tengo
inflamadas y enrojecidas como nunca.

Pero no es suficiente. El dolor físico no hace que


desaparezca el emocional ni un poco. El dolor en mis manos
no puede distraerme, así como ningún tranquilizante podría
hacer que me olvide de lo que ha pasado. ¿Será que acaso
este es mi castigo? ¿No poder olvidar ni por un segundo mi
dolor y el de ella? Porque sé que ella sufre, porque sé que
ella también llora porque me ama y porque la lastimé como
nadie la lastimó.

—Selene, mi Selene, perdóname.

La respuesta que me da mi mente es la misma que Selene


me ha reiterado en varias ocasiones: no lo hará. Así no
estuviera mi hija, ella no me habría perdonado la traición.
Maldita sea la hora en que me desperté tan confundido y no
le exigí a Serena que se tomara algo para evitar el embarazo,
solo me concentré en gritarle, en hundirme en mi culpa.

Al final no solo es la ducha la que necesito para poder


calmarme. Me cuesta algunas horas volver a casa e ignoro
los mensajes de Serena. En el fondo me preocupa mi hija,
pero el dolor es paralizante, me asfixia, no quiero esa vida,
odio esa idea. Aun así, encuentro la fuerza para vestirme e ir
hacia su departamento. Si voy a ayudarla durante el día para
que descanse, no puede considerarse que esté viviendo con
ella.

—Esa es la mejor solución, sí, después del trabajo puedo


estar con ella —susurro para darme ánimos.

Llego al edificio donde vive Serena y saco mi llave, la cual me


dio cuando la traje. No quiero molestarla, así que no me
preocupo por tocar.

—Serena, llegué —le digo al entrar, pero todo parece en


completa calma—. ¿Serena?

Cierro la puerta y saco mi celular mientras camino hacia la


habitación. En sus mensajes ella me dice que me necesita,
que está agotada, que si puedo ayudarla, pero después
cambia a mensajes en donde me dice que se va a buscar
ayuda.

—No, no, no —murmuro al abrir la puerta de la habitación.


Ella no está, tampoco nuestra hija—. Maldita sea, maldita sea.
Intento contactarla, pero no responde, así que le llamo a
Jessie para preguntárselo y, para mi alivio, me dice que mi
hija está con ella, que Serena se ha ido al hospital porque se
sentía mal.

—Voy para allá. Te pido una disculpa, yo...

—Deberías aprender a contestar el teléfono, Víctor —me dice


con dureza—. Sé que Serena no es la mujer que amas, pero
es la madre de tu hija.

—Lo sé, esto no va a pasar de nuevo.

—Eso espero, Víctor, no hagas que te deteste más. Te metiste


con las dos personas más importantes de mi vida y eso no te
lo pienso perdonar —responde antes de colgar.

Presiono mis labios y lucho contra el ardor de mis ojos.


Puedo entender que me odie, pero eso sigue calando dentro
de mí.

Guardo mi celular y me dispongo a ir a buscar a mi hija, pero


cuando estoy por salir, veo que Serena entra.

—¿En dónde estabas? — le pregunto—. Serena, ¿por qué no


recogiste a nuestra hija?
Serena jadea.

—¿Cómo? Pero si Selene me llamó molesta y me dijo que la


recogiste tú. Me pidió que no volviera a llevarla. No le
importó que yo estuviera en el hospital.

—No, no lo hice, apenas me enteré, Serena —mascullo—. Y no


creo que ella te haya llamado. No la imagino haciendo algo
así.

—Estaba en todo su derecho, Víctor, no debí pedirle a mamá


que la cuidara. No fue grosera ni nada, por eso yo confié. Ay,
no, Víctor, vamos por ella, tal vez me quiera quitar a mi hija.

—Selene nunca haría eso —la defiendo—. Serena, ¿qué te


ocurre?

—Sentí que sangraba mucho y me siento débil — responde—.


Ahora da lo mismo, necesitamos...

—No, tú quédate a descansar. Yo voy por...

—De ninguna manera —me interrumpe enojada—. Yo voy


contigo, y no me importa repetir todo esto en su cara.
♡ CAPÍTULO 14 ♡
Selene

Pensar que lo peor ya había pasado fue una ingenuidad


increíble. Justo cuando estaba por relajarme para escuchar
música que apartara mi mente de toda esta situación, mi
madre me toca a la puerta para decirme que Serena ha
venido por su hija.

—Bueno, menos mal —bufo—. Que se vaya con cuidado.

—Víctor y ella quieren hablar contigo —murmura


avergonzada.

—No, no, diles que me he muerto, que me dopé o algo, no los


quiero ver —gruño.

—Hija, ella dice que la llamaste desde el teléfono de la casa y


le dijiste que Víctor ya había recogido a la bebé. ¿Por qué
hiciste...?

—¿De verdad vas a dudar de mí? —le pregunto dolida y ella


niega con la cabeza.
—No, sé que no —sonríe—. Solo te quería hacer enojar para
que bajes. Serena no querrá irse hasta que bajes a aclarar el
asunto.

—Dios mío, no soporto esto —me quejo mientras me levanto


y me anudo el albornoz—. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo me
van a dejar en paz? Yo no les estoy poniendo impedimentos
para que sean felices con su hija.

—Calma, nena, no te alteres, no le demuestres importancia —


me aconseja.

—Es que eso trato, mamá —digo hastiada—. Trato por todos
los medios de olvidarlo, pero ahora vienen a inventar falacias
sobre mí. Ya no puedo, los voy a echar y no voy a ser amable.

—Bien, supongo que estás en tu derecho.

No le respondo nada y salgo apresurada de mi habitación. El


corazón me late muy rápido, aunque no por la idea de ver a
Víctor, sino por la rabia. Sé que no me veré muy autoritaria
en mi albornoz de ovejas, pero ya me da igual.

El dolor que me azota a verlos a ambos cerca y con aquella


hija en brazos es horrible y de nuevo quiero llorar, pero
comprimo mi corazón y mis sentimientos para poder
enfrentarlos.

—¿Ahora qué pasa? ¿Para qué me quieren? ¿Me pedirán ser


la madrina? —les suelto.

«Esa última fue buena», pienso al ver la expresión de dolor


de Víctor, que me mira como si fuera un premio dorado que
no puede tener.

—No, vine a reclamarte que me llamaras para decirme que


Víctor recogió a mi hija —me recrimina Serena. Su voz suena
tan tranquila que, si no supiera que miente, me lo creería—.
Hermana, sé que me odias, pero mi hija no tiene la culpa.

—Para odiarte tendrías que ser demasiado importante —


replico con una sonrisa—. No, creo que no los odio, me dan
lástima.

—Selene, basta —me pide Víctor, aunque su voz no es firme,


suena como un cariñoso regaño. Aun así, duele—. No vinimos
a pelear.

—Yo no quiero pelear, pero parece que Serena sí —refuto—.


Yo no la llamé para decirle algo así, ¿qué gano con eso?
—Selene, tú me llamaste para decirme eso, por eso me fui
directo a casa —dice Serena—. ¿No lo recuerdas?

—De verdad me asustas, ¿no te dejaron la placenta adentro y


ahora alucinas? —bufo—. Yo no te llamé.

—Tengo pruebas, la llamada que me hiciste y la duración de


esta.

Serena le da a Víctor a su bebé y saca el celular de su


bolsillo. Primero le muestra a él lo que dice y luego a mí. En
efecto, es una llamada de esta casa y de poca duración.

—No sé cómo hiciste eso, pero yo no hice esa llamada. —Me


cruzo de brazos. Pese a estar nerviosa me mantengo
tranquila, ya que tengo limpia mi conciencia.

—¿Me llamas mentirosa después de que...?

—Tal vez te llamaste a ti misma. —Me encojo de hombros—.


Tienes acceso a la casa.

—Pero yo estuve todo el tiempo abajo —dice mamá—.


¿Cómo...?
Serena asiente y sonríe un poco, ya que interpreta que mi
madre la está apoyando. Víctor la mira confundido, ya que
también le extraña.

—Bueno, es evidente que no confías en mí, genial —digo con


sarcasmo.

—Hija, no pongas palabras en mi boca que no he dicho —


gruñe ella—. Solo que esto no tiene pies ni cabeza.

—Yo no tengo necesidad de mentir —respondo—. Ustedes dos


fueron unas basuras, los peores traidores de la historia, y no
me da pena decirlo, pero lo único que quiero es vivir en paz.
Jamás haría algo en contra de mi sobrina, es una recién
nacida.

—Selene, ¿podemos hablar? —me pregunta Víctor, lo que


hace que Serena lo voltee a ver incrédula.

—No, no entiendo de qué —murmuro.

—Es importante —insiste él.

—No, no Víctor —protesta mi hermana—. ¿De qué hablarán?


Es mejor que nos vayamos. No tiene caso. No importa, ya
tenemos a Cyra.
—Vaya, te luciste con el nombre —digo con ironía—.
Felicidades.

—Tú me diste libertad de usarlo —me recuerda Serena.

—Sí, sí, como sea. —Ruedo los ojos.

—Hablaré con Selene, te guste o no —dice Víctor mientras le


entrega a Cyra a su madre—. Ahora vuelvo.

—¿Y quién dijo que yo accedí a hablar? —pregunto.

—Por favor, en la cocina —ordena—. No te molesto más.

—De acuerdo —refunfuño.

Serena se queda rabiando mientras mamá trata de calmarla,


pero no viene detrás de nosotros. La tensión entre Víctor y yo
es bastante fuerte y oro con todas mis fuerzas para no ceder
si se me acerca de más.

—¿Qué pasa?
—Te extraño, Selene —suspira—. Me estoy muriendo.

—Tú solo te pusiste la soga al cuello, ¿y ahora lloras? —


suelto un gruñido—. Acéptalo: no vamos a volver, menos
ahora que estás desconfiando...

—Yo te creo a ti —me interrumpe, lo que me deja callada. En


sus ojos puedo ver que es honesto—. Serena no está bien,
aunque quiera pretender que sí. ¿Cómo piensas que voy a
dudar de tu palabra después de tantos años de estar juntos?

—Años que te importaron una maldita mierda —digo con la


voz temblorosa—. Me hiciste perder el tiempo.

—Lo sé —responde apesadumbrado y baja la cabeza, ya que


quiere llorar—. Ya no te pediré perdón, sé que no lo tengo, no
ahora.

—No, no, te puedo llegar a perdonar, mas no volver contigo.

—No quiero que me perdones si no estás conmigo —replica,


volviéndome a mirar. Sus ojos están llenos de lágrimas, al
igual que los míos—. Quiero recuperarte.

Estoy a punto de protestar, pero él avanza hacia mí y me


besa. Intento que el amor que le tengo no me gane, pero es
imposible y correspondo al beso. Nuestras lágrimas se
mezclan en nuestras bocas, formando un sabor salado que
me perturba y me recuerda que esto no está nada bien.
Nuestra relación solo será eso, solo amargura, nada de
dulzura. Me conozco tan bien que sé que no podré seguir a su
lado sin recordar cada día lo que hizo, sin sentirme mal por
ello y por mi sobrina.

—No, no me beses más. —Pongo una mano sobre su pecho y


lo aparto—. Por favor, déjame seguir con mi vida.

—Yo no voy a estar con Serena.

—No me importa —digo mirándolo a los ojos—. Esto se


rompió, ya no es posible rescatar las piezas para unirlas. Me
traicionaste y no hay vuelta de eso.

—Pero...

—Vete, Víctor, por favor vete. No hay nada para justificar que
me hayas ocultado que embarazaste a Serena.

Víctor se aparta y me observa con tanta tristeza que se me


rompe más el corazón. Esa parte de mí que aún lo ama no
quiere soltarlo, me pide que vaya y averigüe si todavía queda
algo entre los dos que rescatar. Sin embargo, no quiero, me
niego a volver a un sitio en donde me traicionaron de esa
forma, y no solo por la infidelidad, sino por la mentira. Jamás
sabré si Víctor me dice la verdad o me oculta cosas para no
lastimarme; siempre tendrá una hija que simboliza su
engaño, su falta de lealtad y honestidad.

No. Este amor no ha muerto, pero está condenado a


acabarse.

Víctor se va y yo lloro de manera amarga en la cocina, solo


que en silencio. Ya no soporto tenerlos en mi vida, que
siempre tengan que fastidiarme la existencia. Seguro que
ahora van a vivir juntos, que van a ser un matrimonio y poco
a poco se enamorarán, mientras que yo tendré que recoger
lo que queda de mí y seguir adelante.

—Hija, perdóname —dice mamá al entrar a la cocina—. Yo no


quise dudar de ti.

—Lo hiciste, dudaste de mí —le recrimino mientras me


vuelvo hacia ella.

—Tú me conoces mejor que nadie y sabes que no haría eso.

—Pues...
—Perdóname, mi cielo —se disculpa—. Lo que sucede es que
odio que las dos estén enfrentadas, las amo por igual, yo...

—Lo entiendo, por supuesto. Dame unos días y me iré de


aquí.

—No, esta es tu casa —gruñe—. No seas infantil.

—No, no soy infantil, y no creas que me iré por lo que tú


dijiste, porque créeme que te entiendo, Serena tenía las
supuestas pruebas en mano y yo tengo teléfono en mi
habitación. Fácilmente pude hacer lo que dijo que hice.

—Selene...

—Me voy porque esa niña sigue siendo tu nieta y es inevitable


que siga viniendo.

—No acepté a Serena en esta casa por ti, hija, no dudes de


que te apoyo, de que estoy contigo en esta situación —replica
asustada. Odio verla así, por lo que dejo escapar un suspiro y
permito que me abrace—. No te vayas, no por esto, mi amor.
Te prometo que le pondré horarios, que te avisaré si vienen a
dejarme a la nena, pero por favor...
—Lo voy a pensar —digo entre lágrimas—. Pero lo más
probable es que me marche, ya no quiero sufrir.

—De acuerdo, piénsalo, respetaré tu decisión —contesta


mientras me limpia las mejillas—. No le permitiré a Víctor
que vuelva a entrar, no mientras sigas aquí.

—Gracias.

—Todo estará bien, esto pasará, te lo aseguro.

—Ojalá, mami —gimoteo y vuelvo a abrazarla—. Me duele


mucho.

Y más me duele el cuello y la cabeza por aquel incidente,


pero no hago caso de aquello y solo me tomo un analgésico
antes de dormir. Mi celular ha recibido más mensajes de
números desconocidos, sin embargo, los borro todos.
Mañana tendré que volver a cambiar el número.

Al día siguiente estoy un poco mejor, aunque no


anímicamente. Todavía sigo pensando en Víctor, en lo que
pasó, pero también Isaac está en mis pensamientos, pese a
no tener justificación alguna para eso. Espero que con el
tiempo me deje de gustar, no quiero nada más con esa
familia, con Serena ni con nadie involucrado en el asunto,
salvo mi madre. A ella no puedo ponerla entre la espada y la
pared, no sería justo, Serena también es su hija.

Mientras me arreglo para ir a la oficina, pienso en que hoy ya


no me propondré no llorar, ya que siempre termino haciendo
lo mismo. Hoy dejaré que pase lo que tenga que pasar.

La oficina durante los sábados está vacía, salvo por las


personas de seguridad, no obstante, de ahora en más vendré.
Es el único lugar en donde me siento con algo de poder.
Cuando recién murió papá tuve miedo de enfrentarme sola a
esto. Qué ironía que ahora sepa más cómo manejar una
empresa que mi propia vida.

Soy un chiste.

Antes de poder llegar a los ascensores, un guardia me


entrega un paquete.

—Enviaron esto para usted, señorita Dalton —me informa. Es


una caja negra y pequeña, por lo que no creo que sea una
bomba.

—Gracias —respondo mientras lo abro. Puede que no sea


una bomba, pero me causa inseguridad lo que pueda haber.
Al final resulta ser una crema para el dolor, una que hace
mucho no veo en el mercado y que buscaba como loca por
todas partes por lo buena que es.

—Oh, por Dios —jadeo.

¿Víctor sabrá sobre mi accidente? Él es el único que sabía


que esto lo buscaba como sediento en el desierto.

—El mensajero me pidió que le dijera que esto viene de parte


de una persona que vio su incidente —me dice el guardia—.
¿Está usted bien?

—Sí, sí, no fue nada, solo frené un poco fuerte —le aseguro—.
Gracias por la preocupación.

—Cuídese, señorita —me aconseja con preocupación.

—Descuida, Oliver, estoy bien. Muchas gracias.

Luego de despedirme de él, subo por el ascensor y me


apresuro a aplicarme un poco, sintiendo que necesito saber
quién es esa linda persona para agradecerle. Solo rezo para
que no sea Víctor, pues no será para nada bonito lo que tengo
para decirle de ser el caso.
Una vez que salgo del ascensor, veo que hay una pequeña
tarjeta dentro de la caja, por lo que me apresuro a llegar a mi
oficina para dejar mis cosas y revisarla. La tarjeta dice que
espera que la crema me sirva y que no dude en llamar al
número anotado si necesito algo.

Por un instante pienso en sacar mi celular y llamarlo, pero


entonces recuerdo que de camino compré un número nuevo
y también el particular aroma que desprende la tarjeta.

—Admito que eres astuto, Isaac —me río mientras huelo el


papel. Esta vez no se me da la gana disimularlo: él me vuelve
loca, su aroma me enciende más que cualquier otro—. Te
descubrí, no eres el único obsesionado.

Sacudo la cabeza, incrédula por haber dicho tal cosa. Tener


tantos altibajos emocionales está acabando con mi cordura.

Me dirijo hacia mi teléfono de la oficina y llamo a aquel


número. El número de esta compañía está disponible al
público, así que no me preocupa que se registre en el celular
de mi excuñado,

—Gatita lunar —saluda con tono alegre antes del segundo


tono—. ¿Cómo estás? ¿Ya me extrañas? Porque yo te extraño
a ti.
—No, la parte de mí que pudo haberlo hecho murió cuando mi
cabeza se acomodó en ese incidente —respondo con
sarcasmo y él se ríe un poco—. No me vuelvas a enviar nada.

—¿De qué hablas?

—Mira, no te voy a preguntar cómo sabes lo de esa crema o


sobre mi accidente, seguro que Víctor te lo dijo, pero no
puedes ocultar tu olor.

—Vaya, así que a mi gatita le gusta mi olor —se burla, aunque


aquella burla me moja. ¿Qué tiene su maldita voz?

—No, es muy desagradable —le espeto y él se queda


callado—. No me vuelvas a buscar, no me vuelvas a enviar
nada. Olvídate de que existo.

—Selene, me preocupé, ¿sí? Me preocupas y traté de


seguirte.

—Pues no lo vuelvas a hacer. No te odio, pero eres hermano


de Víctor y no tienes ningún papel en mi vida. Déjame en paz.

—Selene...
—Adiós, no volveré a aceptar nada que venga de ti.

Sin esperar su respuesta, le cuelgo la llamada. Algo dentro


de mí se quiebra por haber hecho eso, no obstante, me obligo
a no sentir culpa. Yo nunca le di motivos para que gustara de
mí. Lo que pasó en el club solo fueron los tragos que me
tomé y una pequeña atracción que tenía escondida, pero nada
más.

Isaac no significa nada para mí. No quiero que lo haga.

Él me vuelve a llamar, pero yo ya no atiendo y decido tirar


aquella crema, pese a que me sirve de mucho. No quiero
nada de él, no puedo aceptarlo. Tal vez estoy exagerando y
siendo muy grosera con Isaac, pero quiero priorizarme, y mi
salud mental no está tan estable como para meterme en
situaciones complicadas. Necesito ser yo, pensar solo en mí.
No tengo ni quiero tener cabeza para otra cosa.

●○—♡—○●

A partir de ese día me dedico a encontrar un buen terapeuta


para tratar mi problema, y es así como conozco a la doctora
Collins, quien es una profesional en todo el sentido de la
palabra. Ella no me aconseja, tampoco se enfoca en los
demás como yo al inicio esperaba que hiciera, sino en mí, en
mi conflicto interno. Todavía no llevo demasiadas sesiones,
pero poco a poco he ido mejorando y dejando atrás la
amargura.

Mi hermana sigue con esas visitas a mi madre y no se vuelve


a mencionar el tema de esa llamada. Serena se dio cuenta de
que no gana nada inventando cosas sobre mí, que ya lo tiene
todo. En conversaciones que me ha tocado escuchar de ellas
me he enterado de que la relación entre ella y Víctor está
siendo buena, que mi exsuegra la trata de maravilla y que se
han vuelto cercanas. Me duele, por supuesto, ya que yo con
mi suegra jamás tuve una relación tan cercana, sino más
bien cordial, pero decidí no sufrir por ello y no culparme.
Para bien o para mal, Serena le dio lo que quería y lo que
posiblemente yo no iba a poder: una nieta.

El tema de tener hijos me angustia un poco, pero no me


decido a visitar la clínica de fertilidad. Tengo claro que no
quiero ser madre soltera, al menos no en este momento de
mi vida. Sin embargo, y aunque no quiera, Cyra me despierta
el instinto maternal y me acerco a ella cuando mi madre no
mira y la deja en su cuna, aunque en este momento me
descubre.

—Hija —dice sorprendida al verme asomada. En sus manos


tiene el biberón que va a darle, el cual ya no tiene leche
materna como al inicio. Serena ya no quiso darle más.
—Eh, yo...

—Lo admito: sé que la miras cuando crees que no te veo. —


Sonríe y yo hago una mueca—. Te cuesta admitir que la
quieres, ¿cierto?

—No, no me cuesta admitir eso, la quiero —digo con firmeza


y vuelvo a mirarla.

Es hermosa y perfecta. Tal vez sea producto de un engaño,


pero mi corazón solo puede sentir amor y ternura por mi
sobrina. Aquel tema no me atrevo a tratarlo todavía con mi
terapeuta, aunque creo que ya va siendo hora de hacerlo, ya
que quiero saber si es normal no sentir nada desagradable
por Cyra. Víctor quiso cambiarle el nombre por consideración
a mí, pero mi hermana se lo dejó, se aferró.

Ahora me queda claro que me odia, pero lo que no sabe es


que ese nombre ya dejó de dolerme, que ahora lo asocio a la
sensación de paz que me embarga cuando, después del
trabajo, llego a casa y la veo. No tengo idea de por qué
Serena la deja todas las tardes aquí, aunque supongo que
consiguió un trabajo o va al gimnasio.

—No te quiero presionar, pero deberías tomarla en brazos —


me insta mi madre y yo me muerdo los labios.
—Es que...

—Anda, hija. No te lo pediría si no te hubiera visto durante


este último mes deseando tomarla.

Dudo durante unos instantes, sin apartar la vista a aquella


bebé hermosa y que parece observarme con esos ojos grises
que tiene. Sé que es imposible, pero me invita a cargarla.

Finalmente, decido sostenerla entre mis brazos. Ella suelta


un ligero y adorable quejido que me hace reír. Su olor
delicioso me invade las fosas nasales y no puedo evitar
pensar en que también me altera los sentidos, solo que de
una manera diferente a como lo hace el de Isaac, quien no ha
vuelto a aparecer en mi vida desde que rechacé su «detalle».

Todos mis objetivos he podido cumplirlos, excepto el de no


acercarme a Cyra, que se queda muy cómoda en mis brazos
mientras la alimento con el biberón que ha traído mi madre
para ella. Las ganas de llorar son inaguantables, dado que
me recorre un cosquilleo conmovedor por el cuerpo, el cual
se concentra en mis pechos. Por alguna razón quisiera
amamantarla, que sintiera mi calor materno, ese que Serena
sé que no le da.
—Dios, Serena se está tardando —masculla mi madre de
repente—. Le dije que tenía que llegar más temprano,
necesito ir con Hannah.

—Yo me puedo quedar —me ofrezco sin dejar de ver a mi


niña.

Mi niña, sí, lo es. Es irracional lo que me pasa con ella, pero


así la siento.

—No te quiero exponer a una mala situación, cariño —


contesta mamá—. Creo que no...

El sonido del celular nos hace suspirar a ambas. Seguro que


es Serena, quien va a decirle que ya viene de camino.

Pero resulta ser todo lo contrario. Dejo de mirar a Cyra en el


momento en que mamá comienza a gritar cosas como «no
pueden hacer esto», «piensen en ella» y «es su hija».

—¿Qué pasa, mamá? —inquiero angustiada mientras me


levanto del sofá. Mamá no puede ya ni hablar por sus
sollozos, así que libero una mano y le arrebato el teléfono
para hablar yo—. Soy yo, Selene, ¿qué diablos pasa?
—Lo siento, hermana —dice ella—. No puedo, no puedo volver
por Cyra, Víctor tampoco.

—¿Qué sucedió? —indago asustada, pensando en algún


percance, pero lo que me contesta me hiela la sangre y me
hace alcanzar el grado de desespero de mi madre.

—No queremos ser sus padres, nos vamos. Lo siento mucho,


lo siento.

—¡No, Serena, no, no, es tu hija! —le grito—. Mira, podemos


hablar, te juro que podemos hablar y solucionar esto sin
rencores, pensar en algo, pero no, no puedes hacerme esto,
no puedes hacerle esto a Cyra, no.

—Tú puedes cuidarla como nadie —solloza—. Confío en ti.

—No, no, no —niego con la cabeza mientras las lágrimas se


me escapan—. Quiero hablar con Víctor, seguro que él no...

—Víctor se ha ido, y yo voy a alcanzarlo. No podemos con


esto, ya no.

—Pero...
—Adiós, hermana.

—No me cuelgues —le exijo de forma autoritaria y tomando


una decisión en aquel momento—. No te vas a largar, no sin
antes dejar asentado esto. No me voy a meter en problemas
legales Serena, no.

—E-Está bien —tartamudeo—. Perdóname, Selene,


perdóname por todo.

—No tienes corazón —gimoteo, viendo a Cyra, que llora con


fuerza—. Tú y Víctor son unas basuras.

—No podemos, lo siento tanto —responde en medio del


llanto.

Y fue así como de pronto me convertí en algo para lo que no


estaba lista: ser madre. Pero no la madre de cualquier bebé,
sino de aquella que es producto de la traición más grande
que he recibido en mi vida.

Sin embargo, no me toma más de un minuto sacarle aquel


título de encima y comenzar a sentirla mía.

Cyra en ese momento se convierte en el centro de mi vida.


♡ CAPÍTULO 15 ♡
Víctor

—Nadie mejor que tú para que me representes —me dice


Isaac, luego de comentarme sobre aquel viaje—. A ti te
encanta todo eso.

—A ti también te gustaba —le recuerdo, sintiendo pena por


recordar lo que ocurrió.

—Hace años no me paro en un estadio, tampoco tengo ganas


de hacerlo ahora. —Se encoge de hombros—. Ya, hermano, te
hará bien irte. Es la Champions, tienes que ir.

—Pero tú eres la persona que...

—¿Te vas a perder los partidos en vivo solo porque me tienes


lástima? —Arquea una ceja—. Es solo un tiempo, además, son
negocios. No es como que sea un viaje de placer.

—No puedo irme, tengo a mi hija.

—Una hija a la que todavía no te adaptas, por lo que veo —


bufa.
—Quiero mucho a mi hija, solo estoy cansado. Serena no
puede darle el pecho y a veces me llama en las madrugadas
para que le ayude.

—¿Y por qué no te quedas con ella en lugar de estar en ese


hotel de quinta? —propone—. Sin ánimos de ofender, pareces
mayor que yo.

—No, no pienso vivir con Serena —niego con la cabeza—. En


estas semanas he aprendido a conocerla y sé que va a
inventarse cualquier cosa para lastimar a Selene.

La cara le cambia a Isaac cuando menciono a esta última.


Por momentos la duda de si pasó algo entre los dos me
carcome, pero ellos no se han vuelto a comunicar, así que
me siento culpable por pensar eso.

—¿Otra vez inventó algo? —pregunta.

—No, pero últimamente se la pasa diciendo que tal vez deba


decirle a su madre que eche a Selene para poder ir y
quedarse con su madre. Sé que está cansada, frustrada, pero
es aberrante escucharla decir eso.

—No sé qué decir —murmura Isaac—. Solo puedo ofrecerte


este viaje para que te despejes.
—Me da miedo irme y que Serena haga una estupidez.

—¿No cuida bien de mi sobrina? —inquiere con el ceño


fruncido.

—No, no, la cuida bien y es cariñosa con ella, pero le pasa


algo con Selene y no...

—Ese es el problema: que tú te encargas de recordarle de


manera constante que amas a Selene —me interrumpe—.
Deja de alterarte cuando la menciona, no hagas caso.

—¿Pero si le hace...?

—Te aseguro que no le hará daño —afirma muy seguro. Estoy


a punto de preguntarle cómo lo puede asegurar, pero él
prosigue—. Solo dice esas cosas para llamar tu atención,
pero estoy seguro de que en el fondo sigue queriendo a su
hermana. Solo está celosa, Víctor.

—El problema es ese —suspiro—, ella no debería estar


enamorada de mí. No le he dado motivos para que me siga
queriendo.
—El amor no tiene motivos para estar, solo está ahí —
murmura de forma distraída—. Cuando es la persona, lo
sabes y no puedes luchar contra eso. Bueno, una vez
escuché decir esas mierdas a una de mis chicas. La corrí,
desde luego, pero creo que aplica a tu situación.

—Ya iba a preguntarte de quién estás enamorado. —Me río—.


De verdad deberías escribir un libro romántico con tus
experiencias.

—Tal vez te tome la palabra —bromea—. Hermano, en serio,


creo que deberías ir. Todo va a estar bien, tal vez el saberte
lejos de Selene la haga controlarse.

—No quiero estar lejos de Selene —replico—. No puedo


pasarme varios meses en Europa mientras que ella hace su
vida. ¿Y si se enamora de alguien más?

—Hermano, ya suéltala, es hora de que lo hagas. Tal vez en


Europa te consigas a...

—No, Isaac, no lo haré —digo muy seguro y él resopla—. No


quiero a nadie que no sea Selene.

—Qué obstinado eres —masculla—. Mira, tal vez el saber que


no estás le aclare el panorama a tu exprometida. Así son las
mujeres: quieren lo que no pueden tener. Rogarle no te ha
funcionado, así que yéndote tal vez consigas que reaccione.

—Tienes razón —murmuro—. No se me había ocurrido. Me iré


a despedir.

—Dios, eso solo te pondrá en evidencia. —Se ríe—. Tú no


sabes nada de mujeres, y eso te pasa por tener una relación
de tantos años con una sola.

—Porque sé que es ella. Con ella tuve todas mis primeras


veces. —Sonrío—. Selene ha sido mi única pareja.

—No diré nada al respecto.

—No quiero escucharlo de todos modos. —Me levanto de la


silla y él también.

—¿Irás o no?

—Está bien, voy a ir —asiento—. Debo despejarme un poco,


quiero descansar de Serena unos meses. Me voy a volver
loco si sigo así. Solo hay una cosa que me tiene preocupado,
no he hecho el reconocimiento de paternidad. Lo he estado
posponiendo, pero creo...
—Víctor, ¿eres idiota o qué? —bufa Isaac—. Puedes irte
tranquilo. Dudo mucho que Serena le adjudique la paternidad
a otro. En todo caso, realiza otro ADN cuando regreses y
asunto arreglado.

—Sí, tienes razón —suspiro—. Gracias por todo, Isaac. Me


apena que no quieras ir, espero que un día puedas
perdonarme lo que...

—Eso es cosa del pasado. —Sonríe y me observa con


cariño—. Somos hermanos.

Me acerco a darle un abrazo a Isaac, quien me palmea la


espalda.

—Diviértete, no pienses en nada.

—En mi hija tengo que pensar.

—Sabes a qué me refiero.

—Selene siempre está en mis pensamientos, no podré


olvidarla.
Isaac rueda los ojos, pero no dice más al respecto. Antes
debo pasar a casa para ver a mi hija y hablar con Serene, que
temo que se ponga demasiado mal cuando le diga todo.

Sin embargo, ella está tranquila al terminar de escucharme.

—Si es importante para tu trabajo, entonces debes ir —me


alienta, cosa que me hace sentir bien.

—Vaya, no esperaba que...

—Víctor, sé que esto, —nos señala a los dos— tú y yo, no está


fluyendo. Tal vez darnos un tiempo haga que me extrañes.

—Serena, no puedo ofrecerte otra cosa más que ser tu


compañero de crianza —respondo—. Y esto es independiente
a lo que siento por tu hermana. No puedo...

El llanto de mi hija interrumpe mis palabras y trato de


mecerla un poco más fuerte. Sin duda cada día se pone más
hermosa, aunque me alivia la idea de no tener que cuidarla.
Esta niña es un poco demandante, no le gusta mucho estar
en su cuna.
—Okey, Víctor, prometí que no te molestaría más. —Suspira
Serena—. Pero quiero que sepas que te amo, que Cyra y yo
vamos a esperarte con paciencia.

—No creo que cambien mis sentimientos, y no quiero que lo


hagan —respondo de forma honesta—. No quiero lastimarte,
pero tampoco mentirte.

—Mejor no me digas nada más —dice al borde del llanto—.


Iré a dormir un rato.

—Sí, descuida, ve.

Serena se va muy rápido hacia su habitación. En verdad la


compadezco mucho, no es fácil quedarse el día entero al
cuidado de la bebé, con la cual sale a hacer cualquiera de sus
encargos. Ella no ha querido pedir mucha ayuda a su madre,
puesto que no quiere cargarle la mano.

Si bien es verdad que le he asignado un chófer, la admiro por


llevar a nuestra hija a todas partes.

Miro a Cyra y veo que sonríe un poco entre sueños. Cada vez
que la veo sonreír me quedo hechizado, imaginando que es
mi hija con Selene, algo que me encantaría que sucediera.
«Un milagro», pienso de manera inconsciente. Solo un
milagro haría que despertara y esta niña fuera nuestra.

—Te voy a extrañar, Cyra —susurro antes de besarle la


frente—. Espero que crezcas mucho cuando papá regrese.

●○—♡—○●

Selene

Si pensé que mi vida tras mi ruptura con Víctor había dado a


mi vida un giro de ciento ochenta grados, me equivocaba. Es
Cyra la que llegó a transformarlo todo. Una cosa es llorar por
los rincones por un amor perdido y tratar de volver a hacer
una vida, pero otra es que de pronto tengas un bebé en tus
brazos, sin ningún tipo de preparación.

Durante la primera noche, me aferro a ella y lloro todo lo que


tengo que llorar. Mi madre se sienta a mi lado y juntas nos
lamentamos no el tener que cuidar de Cyra, sino la poca
humanidad de sus padres. No les bastó con engañarme, con
mentirme, también tuvieron que abandonar a su hija y dejarla
en mis brazos.

Al contrario de lo que podría parecer, no me pesa y esto no


me duele por mí. Me duele ella, mi pequeñita. Ni siquiera yo,
que no soy su madre biológica, podría desprenderme de ella,
no tendría las entrañas para simplemente largarme y
abandonarla.

—¿Cómo te pudieron hacer eso, mi amor? —susurro cuando


me quedo a solas con ella. Cyra duerme tranquila en mis
brazos, sin saber que su madre y su padre no la aman—. Yo
te cuidaré, lo juro, solo dame tiempo, solo déjame aprender a
ser mamá.

¿Podré hacer esto? Es posible que no, que todo se me salga


de las manos y que quiera gritar todo el tiempo, no obstante,
el ver el rostro de Cyra me hace entender que quiero estar
aquí, que voy a hacer lo mejor que pueda con lo que tengo.
No es justo para ninguna de las dos estar en semejante
situación, pero vamos a salir adelante.

—Hija, si quieres puedo llevarla a mi habitación para que


descanses —dice mamá al entrar. Yo niego con la cabeza
mientras cambio de pañal a Cyra. En sus manos tiene lo que
supongo es el biberón de la noche.

—No, mamá, yo la voy a cuidar, yo puedo. —Sonrío pese a que


las lágrimas siguen bajando por mis mejillas.

—No te lastimes así. No estás en la obligación de adoptar a


Cyra.
—No creo que puedan lastimarme más de lo que ya lo
hicieron —resoplo—. Y no puedo permitir que ella se vaya a
un orfanato, jamás me lo perdonaría.

—Hija...

—Lo estoy decidiendo, mamá —digo convencida y ella me


observa sorprendida—. Elijo cuidar de Cyra. Ella será mi hija
y las dos nos vamos a olvidar de ese par de canallas.

—Mi amor, ¿estás segura?

—Completamente segura. —Devuelvo la vista a mi ahora hija,


que esboza una sonrisa—. Ella es mi hija a partir de ahora.

♡ CAPÍTULO 16 ♡
Selene

La primera noche con Cyra no fue tan caótica como lo


hubiera pensado, tampoco mi cabeza está en llamas a pesar
de haber pasado casi toda la noche pendiente de ella y
pensando en cómo pudieron abandonar un ser indefenso. La
dejaron en buenas manos, desde luego, y agradezco que no
la hayan dejado en un orfanato, pues eso me habría supuesto
un problema enorme. Tengo muy claro que habría luchado
por recuperarla, por tenerla a mi lado.

—Hoy necesito comprar cosas para ella, no tenemos las


suficientes —le digo a mi madre cuando esta entra en la
habitación con otro biberón. Hoy no pienso ir a trabajar,
necesito adaptarme a mi nueva vida.

—Serena envió sus cosas esta mañana, hija.

—Pues no las quiero —gruño—. No quiero nada de ella,


excepto a Cyra, pero ella ya no es suya.

—Se podría arrepentir y...

—No, no pienso permitirlo. —Abrazo con más fuerza a mi


pequeña, que está despierta y tranquila—. No, no me va a
quitar a la niña.

—Mi amor, ¿estás bien? —inquiere con preocupación—. Te


noto...

—No, no estoy bien. Tu hija no se cansa de herirme, de


complicar mi existencia, y no, no hablo de la bebé, sino de
sus intenciones, de todo lo que ha hecho. ¿Tan mala hermana
fui?

—No —mamá niega con la cabeza—. Fuiste la mejor, incluso


yo añoraba tener una relación de hermandad así. Serena lo
era todo para ti.

—Bien dicho, lo era. Tiempo pasado.

—Selene, no tienes que hacer esto, yo podría adoptar a la


bebé y así te...

—No, mamá, no —la interrumpo—. Tú menos que nadie


merece esto. Yo me haré cargo.

—Si yo no me lo merezco, tú menos —replica, y se acerca


para acariciar a Cyra—. A ti te engañaron, te vieron la cara.
No puedes aceptar esto.

—Ellos no me van a volver a herir, por eso tomaré acciones


legales y adoptaré a Cyra. Ella será mi hija.

—No creo que sea tan fácil que...


—No me importa lo que tenga que pagar. No me voy a
arriesgar a que Serena y Víctor regresen y quieran
llevársela.

—Pero tendrían el derecho y sería lo mejor para ti.

—Pero no para ella. —Miro a Cyra, que nos regala una más
de sus sonrisas hermosas y que derriten mi alma—. Ella no
puede quedar en manos de dos irresponsables, bipolares.
Cyra no es un juguete, mamá, es una bebé.

—En eso tienes toda la razón —asiente—. Pero no te puedes


sacrificar, ser mamá es lo mejor que me ha pasado en mi
vida, pero porque yo quise serlo, porque era consciente de
las cosas a las que renunciaría. Tú no esperabas esto, mi
amor.

—Haré lo que pueda, pero no la voy a abandonar —digo


convencida—. Si quieres apoyarme, genial, si no, iré
buscándome otro lugar, pero yo no voy a abandonarla.

—Lo único que quiero que tomes en cuenta es que un hijo es


para siempre, que de verdad es un compromiso. No
necesitas irte, mi cielo, yo te voy a ayudar. Tranquila.
Escuchar aquellas palabras de mi madre me hace sonreír
aliviada. Hacerlo sola en estos primeros días posiblemente
me mataría.

—Tengo que contactar a Serena lo antes posible. No me voy a


arriesgar a que me acuse de secuestro —gruño mientras
tomo el biberón para dárselo a Cyra.

—Te diría que te relajaras, que Serena no haría algo así, pero
me queda claro que su salud mental no es estable. Es mejor
que te protejas desde el principio.

—Exactamente.

—Tu padre conocía a algunos trabajadores sociales y


abogados, yo me encargaré de eso y tú solamente debes
estar tranquila, no vayas a alterarte.

—Descuida, ya no creo que pueda alterarme más —mascullo.

—Con tu hermana no se sabe, hija. Honestamente, esto me


está carcomiendo el corazón.

—Mami...
—Pero estoy contigo, mi cielo, y con este angelito. —Le
acaricia la cabeza a Cyra, que bebe su leche como si fuera el
fin del mundo—. No están solas. Amo a mi hija y me duele
muchísimo lo que le pasa, pero siempre he sido justa, estaré
contigo.

—Yo jamás te pediría que dejaras de quererla. —Suspiro—.


Solo quiero que me apoyes en esto, que no dejemos que esta
bebé termine en sus manos otra vez. Un hijo no se abandona
como si fuera un objeto.

—Estoy de acuerdo. Un hijo no se abandona.

—Puedes pensar que estoy loca, y sí, puede ser, pero quiero
hacerlo, quiero intentarlo.

—Hija, algún día superarás lo de Víctor y harás una familia.


Tienes que estar segura.

—No me pienso enamorar de nuevo —afirmo—. Y, de hacerlo,


tendrá que aceptarme con Cyra. Pero por el momento en lo
que menos pienso es en eso.

—Bien, bien. Me queda claro que has tomado una decisión y


no hay manera de que cambies de opinión. Eres como tu
padre, firme como una roca.
—Una roca a la que han pateado ya demasiado —murmuro—.
Pero todo estará bien, lo prometo. Esto no me derrumbará.

—Lo sé, mi amor —responde—. Esto solo te hará más fuerte,


hará que descubras el amor más puro, el de una madre.

Observo otra vez a Cyra, que parece dirigir la mirada hacia


mí. Me parece increíble y aterrador ser ahora la responsable
de su existencia de esta, pero a su vez estoy ansiosa por
hacerlo, por no fallarle.

Ella es el motivo para no hundirme.

○●—♡—●○

Pese a mi reticencia a vestir a Cyra con sus cosas de


siempre, al final decido que tengo que hacerlo, dado que ella
se mancha la ropa. Aun así, mis planes de comprarle cosas
nuevas están ahí. Algunas cosas yo se las compré, por
supuesto, pero no tengo ganas de revisar cuáles son, con
excepción del fular, ese que compré no precisamente para
Serena, sino para mí.

¿Quién lo iba a decir? Mi preparación para ser la mejor tía del


mundo resultó útil, pero para ser su mamá. Al principio de
todo esto me arrepentí en demasía, ahora me alegra, pues
aunque esto me tomó con la guardia baja, tampoco en cero.

—Yo también te llevaba así —dice mamá con nostalgia


cuando he logrado colgarme a Cyra, que está muy cómoda y
acurrucada contra mi pecho—. Es hermoso.

—Espero no asfixiarla —digo preocupada.

—No, para nada, ella está bien. Se moverá si está incómoda


—me asegura—. Por cierto, ¿estás segura de que no quieres
que te acompañe?

—Tengo que aprender a moverme por mí misma con Cyra —


respondo—. No canceles tus planes por mí.

—Pero...

—Estaré bien —contesto pese a no estar del todo segura—. Si


pasa algo te juro que te llamaré.

—De acuerdo, mi amor.

Luego de alistarme del todo, salgo de la casa y espero al


taxista, el cual llega casi de inmediato. Creo que tendré que
contratar otro chófer de ahora en más. Ya no volvimos a
disponer de uno cuando el último se retiró.

El camino hacia aquella tienda departamental es ameno. Cyra


se comporta muy bien e incluso se duerme.

«Eres una dulzura, mi amor», pienso enternecida.

Un rato después llegamos a la tienda y tengo un poco de


problemas para arreglármelas con mi bolso y la pañalera,
pero lo consigo. Algunas personas a mi alrededor me miran y
no me siento nada cómoda, no obstante, trato de ignorarlo y
me dirijo a la sección de bebés, aunque no sin antes
encontrarme con una estantería llena de las bebidas
deportivas Energy20, la maldita bebida de los Ackerman.

—Jamás volveré a tomar esta asquerosidad —mascullo


enojada. En realidad el sabor es muy bueno, pero no pienso
admitirlo más en voz alta.

—¿No te gusta?

La voz que escucho a mis espaldas me deja estática por unos


segundos y me acelera el corazón. ¿Qué demonios hace aquí?

—Me gustaría saber tu opinión para mejorar.


—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me giro hacia él.

Isaac está vestido de manera informal, pero aun así es


evidente su elegancia y presencia fuerte. Él posa sus ojos en
la pequeña y esboza una sonrisa triste. Lo sabe.

—Te estaba buscando —responde—. Sé lo que mi hermano y


Serena hicieron, y quería...

—¿Se fueron juntos? —pregunto.

—No lo sé, Selene —admite—. Yo también me pregunto cómo


se atrevió a hacer tal cosa o qué fue lo que pasó.

—Porque es un desgraciado, porque no tiene corazón, al


igual que Serena —digo enojada—. Por cierto, espero que no
pelees a Cyra, ella es mía ahora, no te voy a permitir que...

Isaac se acerca a mí y me toma de una de las manos. Aquel


gesto, a pesar de que no quiero, me pone nerviosa y me
emociona.

—Déjame estar cerca de ella, de ti —me pide.


—No es buena idea, Isaac —niego con la cabeza—. No es
buena idea cuando...

—¿Cuándo nos gustamos de esta forma? —Me suelta de la


mano y me acaricia la mejilla—. Porque yo no me puedo
olvidar de lo que pasó esa noche, gatita lunar.

—No me digas así, y no pasó nada.

—No necesité estar dentro de ti para sentir que nos unimos,


que te quiero para mí —susurra muy cerca de mis labios, lo
que hace que de pronto el fular me asfixie.

Su aroma, ese rostro enigmático y la cercanía están


nublando mi mente y no puedo pensar con calma. No
obstante, saco fuerza para romper la burbuja.

—Este no es buen momento para hablar de eso. Por favor,


entiéndelo.

—Comprendo. —Se aparta dos pasos y sonríe. Una parte de


mí teme haberlo ofendido, pero él no se va, sino que fija sus
ojos en Cyra—. ¿Podría verla?

—Sí, supongo.
Isaac se acerca y descubre un poco más el rostro de Cyra,
que está soltando leves quejidos, los cuales se calman
cuando él le coloca una mano en la espalda.

—Es preciosa —dice enternecido y con una dulce sonrisa.


Sus ojos brillan como nunca y por un segundo me temo que
le ha pasado lo mismo que a mí, que ha quedado enamorado.

Si eso es así, ¿cómo demonios lo voy a poder evitar? Por otro


lado, sigue siendo su familia y no puedo negar que la vea.

«No, no, no caigas». Trato de mirar hacia otro lado para no


verlo interactuar con la bebé, pero no sirve de nada, ya que
le habla de forma tan cariñosa que se me debilita el cuerpo
entero.

—Quiero hacer esto, Selene — me dice él cuando se aparta—.


Déjame estar cerca de nuestra sobrina.

—Pronto será mi hija —le informo.

—Haré lo que sea, Selene, haré lo que sea, pero déjame estar
a su lado —suplica—. No sé qué me sucede con ella, pero...
—No quiero que me la quites, no quiero que pelees por ella —
respondo con algo de agresividad—. Lo mejor sería que...

—Yo te ayudaré con todos los trámites —promete y yo lo


observo anonadada—. Mi madre aún no sabe lo que está
pasando, pero la conozco y sé que va a pelear por Cyra si se
entera de la situación.

—No, no, ella no puede...

—Déjame ayudarte, déjame estar en su vida.

—Bien, pero con dos condiciones. —Él asiente ante mis


palabras. Se le ve tan nervioso como yo lo estoy—. La
primera es que no vas a interferir en la adopción.

—Dalo por hecho.

—La segunda es que no intentes nada conmigo.

— Podría esforzarme, pero al final los dos vamos a caer,


¿qué caso tiene retrasar lo inevitable?

—Entonces adiós —gruño e intento irme. Isaac me detiene


por el brazo.
—Lo voy a intentar, pero estaré esperando a que tú te dejes
llevar.

—Eres un engreído —resoplo, aunque mi boca lucha por


reprimir la sonrisa que se me quiere formar.

—No, no soy un engreído, solo que soy consciente de lo que


sentimos ambos —contesta con tanta seguridad que me
recorre un escalofrío por la espalda—. Y al final, gatita lunar,
al final los dos vamos a caer.

♡ EXTRA ♡
Isaac

1 mes antes

—Señor, aquí tiene su perfume —me indica el señor de la


tienda.

Tomo la botella entre mis manos y huelo un poco. No me


convence, no como la colonia que suelo usar y es la única
que no me irrita, ya que solo está hecha para mí. Desde mi
perspectiva casi no tiene olor, pero para Selene es muy
notorio.

«Necesito superar la alergia», pienso con nerviosismo. He


probado los olores de otros perfumes, pero sospecho que me
causarán una mala reacción.

— Creo que debería traer otro. Este no me gusta demasiado.

—Es el más costoso que tenemos, señor —responde el


vendedor, que ya debe estar más frustrado que yo por no
conseguir el aroma indicado.

—Lo más costoso no siempre es lo más fino — replico—.


Quiero el mejor de todos.

—Me temo que este es el último, señor Ackerman. Tal vez


debería intentar probárselos en lugar de solo olerlos.

—Espero que sea hipoalergénico, mi piel no tolera cualquier


cosa.

—Es para piel sensible — me dice él.

«Espero que todo salga bien y esto te guste, Selene».


En el fondo sé que no puede detestar mi olor, pero todo lo
que ella me dice retumba en mi cabeza, me obsesiona y me
persigue, así como yo la persigo a ella. Dormir en mi auto
afuera de su casa me tiene con miles de contracturas, pero
solo así me siento cercano a ella desde que se fue del
departamento. En algún momento podré acercarme más, una
vez que Víctor esté fuera de mi camino específicamente. Al
volver solo se encontrará con el sufrimiento y el dolor de
haber perdido lo que un día él me arrebató.

—Mierda —mascullo cuando comienzo a sentir un ardor


insoportable en el brazo, justo donde me he probado el
perfume. La piel está enrojecida y comienza a faltarme un
poco el aire.

Tendré que inventarme un viaje de fin de semana. Nadie


puede enterarse de esta maldita ridiculez de ninguna
manera.

—¿Quiere una ambulancia, señor?

—No, yo me iré —digo con dificultad y alejo aquel frasco de


mí—. Tal vez vuelva para denunciarlos.

—P-Pero...
—Claro, si no me muero. De igual manera, mi abogado vendrá
si eso ocurre.

El hombre palidece y resisto las ganas de reír. No es su


culpa y no voy a denunciarlos, pero me divierte fastidiar a las
personas que me fastidian a mí.

Y Víctor es la persona que más me ha fastidiado la existencia.

♡ CAPÍTULO 17 ♡
Selene

Isaac y yo nos dirigimos a la zona de bebés y yo comienzo


con mi búsqueda de trajes a la medida de mi pequeña,
aunque algunos otros prefiero buscarlos con unos meses de
más, dado que esta niña crece a la velocidad de la luz. Ya no
es para nada el ser diminuto que cargué al siguiente día de
su nacimiento, ahora está más rellenita.

—¿Podrías elegir otro color además del rosa? —me pregunta


Isaac cuando ve que tiene los brazos llenos de ropa de ese
color.
—No, no quiero —respondo con brusquedad, aunque después
me echo a reír—. Está bien, tienes razón, me estoy
emocionando de más con el rosa. Busquemos cosas azules,
verdes, moradas...

—O rojas. —Alza un pequeño vestido rojo cereza.

—Dios, eso es lo más adorable que he visto —expreso


encantada—. ¿Dónde lo encontraste?

—Varias estanterías atrás —sonríe.

—Es precioso, cuélgalo de tu brazo, por favor.

—A la orden, señora.

—No soy señora.

—Ya eres madre. Técnicamente, eres una señora —se burla—


. Y podrías ser la mía si nos...

—Algo ahí, no me voy a casar contigo —lo interrumpo.


—Facilitaría la adopción.

Suelto una carcajada y él mantiene aquella sonrisa


socarrona que me irrita y que a su vez me gusta más de la
cuenta.

—No, gracias, yo puedo sola —respondo—. Además, los


hombres como tú no se casan.

—¿Los hombres como yo? ¿Qué clase de hombre crees que


soy? —De nuevo se me acerca de forma peligrosa y se me
borran por un instante las palabras de la mente.

—Mujeriegos —susurro—. A ti no te interesan las relaciones


formales.

—¿Cómo sabes eso? —inquiere.

—Bueno, cosas que he escuchado.

—Te informaron mal.

—Eso no me lo creo —me río—. No te juzgo, tú puedes hacer


lo que quieras. Eres soltero y...
—Me gustaría no serlo.

—Entonces consigue novia o algo —sugiero, aunque esa idea


me causa un desagrado extraño en el vientre.

—La chica que me encanta es una señora amargada que no


quiere aceptarme en su vida —replica, haciendo cara de
tristeza—. ¿Qué puedo hacer para conquistarla?

—No estás yendo por buen camino —digo burlona y me alejo


de él—. Mejor sigamos con esto.

—De acuerdo.

Me doy media vuelta para seguir buscando cosas, aunque


ahora lo hago más para distraer mi mente. Coquetear con él
solo es ponerme en riesgo.

Al final, Cyra comienza a inquietarse por tener hambre y


debo parar para sentarme en un pequeño sillón. Con mucho
cuidado la saco del fular y la pongo en mis brazos.

—Ya pronto, mi cielo, tranquila, tengo agua caliente. Mamá es


muy rápida.
Isaac no se ve por ningún lado en ese momento y comienzo a
preocuparme por las cosas, pero termino centrando toda mi
atención en Cyra, que me pide leche, la cual me las arreglo
para preparar, luego de desinfectarme las manos. Aun así,
trato de tocar lo menos posible el biberón.

«Ojalá pudiera amamantar, sería más fácil», pienso con un


poco de desesperación y miedo a que Cyra gire y se caiga de
mis piernas.

—Tranquila, cariño — le digo—. Ya casi lo consigo, ya casi.

Agito el biberón mientras sostengo con la otra mano a Cyra.


La gente a mi alrededor me observa, y no sé si es porque
estoy sensible, pero me siento juzgada, como si a ellos les
pareciera que estoy haciendo algo terrible.

Cuando por fin puedo darle el biberón me siento aliviada y


veo a Isaac salir de entre las estanterías con muchas bolsas.

—¿Pediste bolsas? —pregunto y él ríe—. Espera... ¿Pagaste


las cosas?

—Sí, es la única manera de que te las den. ¿Hace cuánto que


no visitas una tienda, Selene?
—No me tomes el pelo —refunfuño—. Bueno, dime cuanto ha
sido y...

—No, no dejaré que me pagues nada, ¿qué clase de tío sería?


—Deja las bolsas en el suelo.

—Cyra es mi responsabilidad ahora. No puedo dejar que


corras con los gastos.

—Es tan solo un regalo para ella. —Se acerca a nosotras y se


pone en cuclillas para ver a la niña, que está comiendo. Los
ojos vuelven a brillarle de emoción y a mí me embarga una
ternura extrema.

¿Cómo puedo dejarlo estar en su vida sin terminar


involucrada con él?

—Es tan hermosa como tú —murmura antes de darle un beso


en la frente.

La sonrisa que esbozo se me borra de la boca cuando él


aprovecha aquel momento para besarme en la mejilla, muy
cerca de la comisura de los labios.
— No hagas...

—Tú invitas el almuerzo si eso te hace sentir mejor —me


interrumpe.

—No voy a almorzar contigo —gruño—. Olvida eso.

—Quiero pasar tiempo de calidad con mi sobrina —resopla—.


Y necesitamos energías.

—Eres irritante. Muy irritante —le digo de mal humor.

—Dime algo que no sepa.

—Sacarle el aire a Cyra —respondo con tono malicioso.

—No sé cómo hacerlo, pero lo intentaré.

Isaac intenta cargar a Cyra y pone una cara de concentración


que me mata, aunque no sé de qué manera. Quiero reírme,
pero también suspirar. Nunca pensé que mi excuñado
pudiera verse tan lindo con una bebé en los brazos.
—Es muy frágil —murmura para sí mismo—. Siento que va a
romperse.

— No lo hará, pero debes tener cuidado.

—¿Me puedes ayudar? —pregunta temeroso—. A ponerla


sobre mi hombro.

—Sí, desde luego.

Mi corazón se acelera mucho más cuando lo ayudo a hacer


eso y él me mira fijamente. No tiene aquella expresión
petulante o seductora, sin embargo, me cautiva, me deja en
blanco.

—Gracias por darme la oportunidad — susurra—. Trataré de


no causarte dolores de cabeza.

—Espero que lo cumplas — le advierto mientras retrocede,


mas sigo notando aquella tensión extraña.

No es algo sexual, es muy diferente a lo que he venido


sintiendo, dado que también engloba a nuestra sobrina.
Simplemente, quisiera abrazarlos a ambos y no soltarlos,
aferrarme a que no se irán.
Isaac palmea suavemente la espalda de Cyra y sonríe, pero
no para mí, de verdad parece fascinado con lo que hace.

Claro, hasta que Cyra hace un ruido extraño y él cierra los


ojos. Le ha regurgitado encima.

—Ay, por Dios —susurro preocupada y también luchando por


no reír.

—Oficialmente bautizado —se ríe él—. Creo que me quiere.

—Al menos no fue con otra cosa, eso ya me tocó a mí —


respondo divertida y él arruga la nariz.

Saco una toallita de la pañalera y me acerco a Isaac para


limpiarlo. Trato de no ponerme nerviosa, pero no lo consigo
del todo.

—Gracias.

—Puedo sostener a Cyra mientras tú...

—No, no, me gustaría llevarla un poco más en brazos.


—Oh, no. Eres tú el que tiene que llevar las bolsas —me río—.
Son tus compras. Ella es mi bebé.

—Está bien —dice resignado antes de entregármela—. Pero


también quiero que sea mi bebé.

—No, no vamos a jugar a la familia. Olvídalo, Isaac.

—Mmm... Vaya que sí me gustaría jugar a la familia.

—No hay remedio contigo —niego con la cabeza—. Deja de


coquetear conmigo.

—No estoy coqueteando, solo soy honesto.

—Pues no me gusta tu honestidad —gruño—. Ahora vamos a


almorzar.

—Pero dijiste que... Okey, vamos a almorzar —se corrige


antes de que me arrepienta.

Esta vez ya no meto en el fular a Cyra porque ya está


despierta y quiero que se adapte al mundo. Sentirla en mis
brazos es algo maravilloso, algo que varias veces me
imaginé, aunque no en este contexto.

—De verdad te admiro, Selene —dice Isaac cuando me está


viendo comer. Él tiene en brazos a Cyra, que duerme como
un ángel en sus brazos—. Aceptar esta nueva
responsabilidad no es algo que cualquiera haría, menos
cuando, ya sabes, lo que sucedió. Perdón que te recuerde el
tema, pero...

—No, no, está bien. —Dejo mi hamburguesa sobre el papel y


le sonrío—. Creo que es necesario que hable esto contigo, ya
que también has sido afectado.

—No tanto como tú —replica—. Eres tú la que se está


llevando la carga de todo esto. Si yo estoy aquí es porque
quiero, no porque me sienta o esté en la obligación.

—Yo también quiero esto a pesar de tampoco estar obligada


—respondo—. No puedo permitir que Cyra esté en un
orfanato, me volvería loca de pensar en que unos extraños la
tengan.

—No, ni siquiera lo menciones. —Pasa saliva, nervioso—. Ella


no puede estar en mejores manos que en las tuyas.
—Isaac, de verdad no puede pasar nada entre nosotros —le
advierto y él se queda serio—. Debemos mantener la
distancia.

—Pero...

—Por favor —le suplico—. Víctor me hirió y no quiero saber


nada sobre relaciones sentimentales. Me voy a concentrar en
mí y en mi ahora hija.

—Pero en algún momento tienes que...

—Sí, pero no puede ser contigo —lo corto—. Eres su hermano


y no te puedo poner a elegir entre...

—Yo te elijo a ti —declara sin dudar—. Quiero a Víctor, es mi


hermano, pero lo que hizo no tiene nombre.

—No, Isaac, respeta mi decisión.

—Bien —asiente—. Voy a comportarme. El tiempo dirá lo que


pasará.

—¿No te vas a rendir? —resoplo y él observa a Cyra antes de


volver a posar sus ojos en los míos.
—No, Selene —dice con un tono que me deja paralizada por
la seguridad que transmite—. Las quiero y las necesito a
ambas en mi vida.

♡ CAPÍTULO 18 ♡
Isaac

Nunca pensé que otra persona además de Selene fuese a


captar mi atención, pero ha sucedido. La primera vez que
Víctor me mostró a Cyra y ver su parecido con Selene me
removió por dentro, así que no dudé ni un instante en mover
mis fichas para que todo se diera de la manera en que se
está dando ahora. No me importa la procedencia de esa niña,
no me importa que sea de Víctor y de Serena; con el hecho de
parecerse a la mujer que amo y que me obsesiona me basta
para quererla en mi vida.

—Isaac, quiero agradecerte por hoy, con excepción de tus


intentos de coqueteo, claro está. —Los dos nos reímos ante
esas palabras—. Creo que podemos ser buenos amigos.

«Tu amigo, tu esposo, el padre de todos tus hijos», pienso


mientras asiento. Aprovecho que ahora estamos en un
semáforo para poder mirarla y es perfecto. Mi auto no me
puede gustar más que cuando ella está aquí.

—Sí, supongo que sí —suspiro—. Voy a esforzarme por no


lanzarme encima de ti.

—Isaac...

—De acuerdo, mejor me callo —murmuro—. No tienes nada


de que agradecerme, gatita lunar. Quiero estar cerca de Cyra.
Soy yo quien te agradece a ti que me dejes acercarme a
pesar de todo.

Ella me sonríe y vuelve su vista hacia la bebé que duerme en


sus brazos.

—Es hermosa —comento—. Y tú eres más hermosa de mamá.

—Mamá —susurra—. Es una palabra tan fuerte, pero quiero


serlo para ella. Ojalá me salga bien.

—Lo harás genial, y yo voy a ayudarte.

—No necesito ayuda.


—No seas orgullosa. Puedes llamarme para lo que sea.

—Vacunas —dice con voz contenida.

—Te dan miedo los pinchazos —suelto sin pensar.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta asustada.

—Bueno, creo que Víctor lo mencionó alguna vez y es algo


muy común como para no adivinarlo.

— Tienes razón, creo que soy demasiado común —se ríe.

—No, no lo eres —murmuro—. Eres una anciana de noventa


en el cuerpo de...

—¡Oye! —se queja y me golpea en el hombro con su mano


libre, aunque luego se vuelve a reír.

—No cambiaría nada, si te soy honesto. Eres...

— Ni se te ocurra coquetear de nuevo conmigo — me


interrumpe.
—No, solo iba a decirte que eres genial.

Mi Selene se queda callada, pero con una leve sonrisa que


me encanta, que ahora es por mí. Cada una de sus sonrisas
ahora será mía.

—Perdóname por decirte que olías mal —se disculpa—. Creo


que me pasé.

Escuchar aquello me hace suspirar con alivio. Sé de sobra


que no huelo mal para ella; la he escuchado todo este tiempo
desde su oficina y auto. Pero que me lo diga de forma directa
me quita de encima esa última piedra.

—¿Entonces huelo bien?

—Mejor de lo que me gustaría —espeta y sus mejillas se


ponen coloradas, causando que tenga que moverme un poco
para que no se note el efecto que eso tiene en mí.

Está nuestra niña presente.

—Olvida eso —me pide—. Solo hueles muy bien y ya.


—No más que tú. Hueles increíble.

—Dejemos el tema.

—Como ordenes.

Ninguno vuelve a hablar durante el resto del camino, pero


me siento tan cómodo que no necesito hacerlo. Por fin mis
sueños se empiezan a cumplir, esto es lo más cerca que he
estado de lograrlo.

—No pensé en que mamá va a enloquecer si te ve aquí —dice


Selene, preocupada, cuando llegamos frente a su casa.

Necesito tener acceso, no me vendría nada mal saber todo lo


que dice y hace aquí. No me importa cuántas veces la haya
visto bañándose en diversos vídeos, quiero nuevos, por
supuesto, hasta que ella esté frente a mí en la ducha.

—No tiene por qué, no soy Víctor.

Por un segundo pienso que Selene va a despotricar por


mencionarlo, pero me sorprendo al ver que se ríe.
—¿En dónde conseguimos una escopeta? Nos vendría bien
por si se aparece —responde.

—Tengo amigos en el negocio, cuando quieras. —Le guiño el


ojo.

—Es tu hermano.

—No me importa. —Me encojo de hombros—. Bueno, vamos,


alguien debe meter las cosas.

—Está bien.

Me bajo con rapidez del auto y saludo con una mano al ver
que en la puerta está mi suegra. Sí, mi suegra, ya no la de
Víctor. ¿Acaso pueda haber algo mejor que esto?

Me apresuro a abrirle la puerta a Selene, que me agradece


por la ayuda mientras la sujeto de una mano.

—Hola, ¿qué está pasando aquí? ¿Isaac? —pregunta Jessie.

—Soy yo —respondo.
—Nos encontramos en la tienda, luego fuimos al centro
comercial —dice—. Él y yo pues...

—Mira, Isaac, seré clara contigo —me dice Jessie con


seriedad—. Nosotras vamos a luchar por tener a Cyra a
nuestro lado. Si vienes a quitárnoslas estás…

—No, no vengo a eso —la interrumpo y ella frunce el ceño.

—Ah, ¿no?

—Para nada, señora Dalton —niego con la cabeza—. Le


expliqué a Selene que quiero estar cerca de mi sobrina,
también de ella para lo que necesite. Es bastante obvio que
yo no podría cuidar de la pequeña como ustedes podrían
hacerlo.

—Vaya, ¿y al menos hablaste con tu hermano? ¿Víctor sabe


que...?

—No tengo idea de dónde está —le miento—. Y sí, quiero a mi


hermano, pero no me pondré de su parte.

—No está tomando partido por ninguna parte en particular,


solo quiere ver por su sobrina —secunda Selene, que me
mira fijamente antes de volver la vista a su madre—. Creo
que no podemos impedírselo.

—No, desde luego que no —concuerda Jessie—. Pero


comprenderás que no me siento cómoda con la situación.
Quieras o no, eres hermano de Víctor.

—Lo sé, pero me haré responsable de lo que él hizo, es lo


justo —replico.

Jessie me evalúa con la mirada y al final esboza una pequeña


sonrisa. No puedo decir que me la he ganado o que vaya a
hacerlo, pero al menos bajó la guardia.

Por supuesto, tengo que tratar de hacerlo, quiero


incrustarme tanto en la vida de Selene que ya no pueda
sacarme, que me quiera y necesite en ella.

Ya no puedo permitir que me quiten lo que es mío.

Ellas dos se adelantan a entrar a la casa y yo bajo las cosas,


que me parecen pocas a comparación de todo lo que me
gustaría comprarle. Una vez que termino, me inclino para
besar la cabeza de Cyra, cuyo olor me cautiva como cada vez
que me acerco, pero de una distinta forma a la manera en
que lo hace Selene. Cuando huelo a Cyra puedo verme
convertido en padre, con mi gatita a mi lado y siendo una
familia. No me importa criar a la hija de mi hermano, no
importa cuanto lo odie, Cyra no me despierta eso, menos
cuando Selene la quiere. Yo voy a darle todo para que sea
feliz... conmigo.

—Bueno, Isaac, nos vemos luego —Selene se despide de mí


en la puerta.

—Avísame cualquier cosa —le pido—. No lo dudes.

—Está bien, después podremos poner horarios de visita y


esas cosas.

—Me parece muy bien.

Alzo la mano para acariciar su mejilla y ella se queda quieta,


indiferente, aunque el rubor de su rostro y la dilatación de
sus pupilas la delatan: le atraigo. Lo que siente por mí no se
puede comparar con lo que yo siento, pues yo sería capaz de
adorar cada centímetro de su cuerpo, de dedicarle mi
existencia y deshacerme del que sea que se le acerque. Si no
lo hice con mi hermano es tan solo porque quiero que sufra,
que me vea adueñarme de lo que pensó suyo.

—Descansa, gatita lunar —susurro.


—Tú también —responde con tono contenido, como si le
faltara el aire. No se imagina que a mí me falta más.

Estoy desesperado por tenerla, por ya no ocultarme más bajo


la reputación que me creé para que nadie notara mi interés
en Selene. Espero lograrlo antes de que ese imbécil regrese,
si es que lo hace. Todavía no descarto hacer algo para
impedírselo.

Luego de despedirme de ella me voy a mi auto y arranco.


Creo que será hora de hablar por fin con mi madre, que lleva
todo el día preguntándose qué ha sido de Serena y la niña. A
Víctor no puede contactarlo, me las arreglé bastante bien
para que sus llamadas se desvíen a uno de mis números.
Mamá no sabe nada de tecnología, por tanto, no va a
sospecharlo en un buen tiempo.

—Hijo, al fin llegas, ¿en dónde estabas? —me pregunta


cuando entro a la casa.

—Con Selene —respondo sin dudar y ella me mira


confundida.

—¿Cómo que con Selene? P-Pero…


—Serena y Víctor se fueron de viaje sin la niña, así que la han
dejado con ella.

—¡¿Cómo?! —me grita con los ojos abiertos de par en par—.


¿Acaso la…?

—Sí, mamá —asiento—. La abandonaron.

♡ CAPÍTULO 19 ♡
Selene

—Hija, quiero que seas sincera conmigo, ¿pasa algo con ese
muchacho? —inquiere mi madre cuando regreso a la sala.

Ignoro el vuelco de mi corazón y le sonrío, aparentando


tranquilidad.

—No mamá, ¿por qué lo dices?

—No lo sé, la manera en que lo mirabas…


—Bueno, es atractivo —me río—. Además, estoy agradecida
con él por lo que hizo, me mostró su apoyo y se ofreció a
pagar las cosas de Cyra.

—¿De verdad? —Alza ambas cejas—. Sé que tiene los


recursos, pero…

—Es su sobrina, quería hacer esto por ella, y en parte


apoyarme a mí. Es una buena persona, tranquila —le digo.

No sé por qué lo estoy defendiendo, pero me nace. Quitando


aquello de sus constantes coqueteos y esa sensación
extraña que me da, creo que Isaac será un buen tío y que
realmente quiere a Cyra. Lo que dicen las miradas no puede
mentir; él quedó tan prendado como yo de ella.

—Entiendo esa parte, lo que no me explico es el cómo te mira


él —prosigue mi madre, y el nerviosismo se hace más grande
en mí.

—¿A qué te refieres?

—No lo sé, parece enamorado, más que eso. ¿Nunca hubo


tratos entre ustedes antes?
—Bueno, hoy y las veces en que nos hemos encontrado, que
no han sido muchas —explico—. ¿Qué pasa, mamá? ¿No te da
confianza?

—La verdad es que tengo mis reservas después de lo de


Víctor —suspira—. Pero no te alarmes, no estoy diciendo que
no lo puedas ver o que me voy a volver loca si comienzan
algo, solo te digo que vayas con cuidado.

—No, mamá, yo no tengo ni tendré nada con Isaac. Él es tan


solo el tío de Cyra y quiere estar en su vida, eso es todo —le
aseguro.

—De acuerdo, no comentaré nada más al respecto.

Mamá se acerca conmigo y me evalúa con la mirada, así que


me concentro en mi pequeña, que está un tanto molesta.

—Ven, mi amor, qué hermosa eres —susurro—. Vamos a


darte un baño.

—Te ayudo a preparar el baño.

—Muy bien. Ah, y también debemos poner una lavadora para


la nueva ropa de Cyra, compramos unas cosas de las que te
vas a enamorar.
—¿Isaac te ayudó? —Arquea una ceja y sonríe.

—¡Mamá! —exclamo riéndome—. No me molestes con el


tema, solo somos… amigos y tíos de Cyra.

—Está bien, está bien.

Algo en su tono de voz me hace no creer que dejará de


pensar cosas inapropiadas, pero decido dejarlo pasar.
Cuanto más trate de negarlo, más se le meterá en la cabeza
que tengo o tendré algo con el hermano de mi exprometido.
No lo pienso hacer, pretendo que las cosas que él me hace
sentir se me pasen con la convivencia, con la costumbre. No
me puedo permitir dejarme llevar por la tensión y química
que hay entre nosotros.

No me siento ya culpable por sentirme así, por extraño que


parezca. Soy muy consciente de que mi amor por Víctor no
ha muerto del todo, sin embargo, cada vez duele menos, y
ahora que ha pasado todo. Ya no tengo ganas de llorar por
los rincones o tampoco me la paso pensando en qué habría
sido de nuestra vida si nada de esto hubiese pasado. Por el
contrario, la idea de que Cyra no exista es lo que me hace
sentir inquieta.
No, mi bebé debió nacer. Solo con mirarla sé que todo pasó
por algo y que haré lo que esté en mis manos para velar por
su seguridad. No viviré con rencor de ahora en adelante, solo
enfocada en ella y en mis sueños por cumplir. Que no tenga
una pareja no quiere decir que no pueda ser feliz, que no
pueda realizarme. Soy madre como tanto he querido, de
forma poco ortodoxa, pero lo soy.

El momento de bañarla es un poco aterrador, no obstante,


entre mi madre y yo lo logramos. Cyra es una bebé muy
buena, que disfruta del agua tibia y que balbucea de una
forma muy tierna.

—¿Qué pasa, mi cielo? —le pregunto de forma cariñosa


cuando ella hace más ruiditos—. ¿Estás feliz? ¿Te gusta tu
baño?

—Dios mío, nunca te había visto tan embobada en la vida —se


ríe mamá—. Esta niña te tiene enamorada.

—Sí, es que es preciosa, y mira, tendrá mis rizos. Es una


belleza.

—Es igualita a ti cuando eras un bebé —me cuenta con una


sonrisa—. Y seguro que al crecer seguirá haciéndolo. Nadie
va a sospechar que son tía y sobrina.
—Ahora somos madre e hija. Haré todo lo que esté a mi
alcance para que así sea, para que esta niña sea mía —le
respondo sin dejar de mirar a Cyra.

—Te apoyo en tu decisión, no hay nada mejor que tener una


madre.

Las dos continuamos bañando a la pequeña con mucho


cuidado y la sacamos del agua. Cyra se queja un poco por el
frío, pero me apresuro a cubrirla con una toalla. Mamá es la
mejor asistente que pueda existir en el mundo, dado que
tiene listas todas las cosas que se necesitan.

Jamás pensé que bañar a un bebé fuese estresante y


relajante a la vez. Las sonrisas que Cyra me regala mientras
la visto hacen que se me olvide todo, me sumergen en un
mundo rosa en el que todo es dulzura y todo está bien. Sé
que esto es tan solo una burbuja, que allá afuera hay muchas
cosas negativas, malvadas, angustiantes, pero me siento lista
para enfrentarlas.

Aun así, admito que me inquieta un poco lo que vaya a pensar


mi terapeuta de todo esto. Mi consulta es este viernes, o sea,
dentro de dos días.

Luego de que mi niña está lista, le doy de comer de nuevo y


se queda dormida, momento que aprovecho para contactar
por chat a mi asistente y preguntarle qué tal todo. Ella me
confirma que me reprogramó dos reuniones para mañana,
por lo que mi horario se va a extender. Aquello no me gusta
demasiado, mas no digo nada, es mi responsabilidad cumplir
con mi agenda. Bien podría contratar a alguien que se hiciera
cargo, pero eso sería no seguir la filosofía de mi padre. No
quiero fallarle, le prometí trabajar de esa forma, cercana a
mis clientes, brindarles la importancia a todos ellos, no
importa con tantas personas más deban hablar durante el
proceso.

Mientras estoy en ello, me llegan mensajes del número de


Isaac que he agregado. Al principio ruedo los ojos, aunque a
los pocos segundos descubro que tengo una sonrisa de oreja
a oreja y le estoy enviando una foto de mí con Cyra sobre mi
hombro. Él no tarda en llamarme y, aunque sé que no le debo
contestar tan rápido, lo hago.

—Las estoy extrañando —me dice.

—Estás loco —me río—. ¿Cómo vas a extrañarnos si dejamos


de vernos hace menos de dos horas?

—Pues no lo sé, dímelo tú, ¿qué hicieron conmigo? —


pregunta de buen humor—. Gracias por la foto, es hermosa.
Te diría qué tipo de fotos me gustaría tener de ti, pero…
—Eres un cerdo —gruño y él suelta una carcajada.

—Me gustaría una foto donde sonrías, en donde no estés


amargada.

—No te soporto, Isaac, te voy a colgar —amenazo.

—No, no me cuelgues —pide—. Quiero seguir escuchando tu


voz.

Me muerdo los labios, y mi sonrisa se hace más amplia.


Quisiera de verdad no soportarlo, pero sigo sin colgar, yo
también quiero escucharlo.

—¿Qué es lo que tiene mi voz?

—Que es mi favorita.

—¿De verdad vas a seguir intentando…?

—No, te dije que no —gruñe—. ¿No aceptas cumplidos de


amigos?
—No de amigos como tú, que se ve que claramente me quiere
llevar a la cama —contesto.

—No lo voy a esconder: quiero llevarte a la cama. Pero no lo


haré, me has puesto tus límites.

—Vaya con tu sinceridad —digo irónica y resoplo. Isaac


vuelve a reírse y siento que me tiemblan las piernas pese a
estar recostada.

¿Qué es lo que tiene el sonido de su risa que quiero


escucharla todo el tiempo? Quiero alejarme y al mismo
tiempo no paro de pensarlo.

—¿Qué es lo que hace Cyra? —me pregunta para cambiar el


tema, aunque sí se le escucha interesado.

—Dormir como el bebé que es —respondo—. Lo que quisiera


hacer ahora mismo después de un día de compras.

—Hazlo, pero sueña conmigo, gatita lunar.

—No lo creo —le miento.


—Pronto, pronto soñarás conmigo —me asegura, y sus
palabras me causan un escalofrío delicioso y aterrador a la
vez. Esto va más allá del coqueteo, es como si estuviera
decidido a empeñarse a lograrlo.

Lo que no sabe es que no tiene necesidad; casi todas las


noches sueño con él. No quiero pensar demasiado en ello,
puesto que no quiero mentalizarme a que me gusta.

—Si hago eso, espero que sueñes conmigo, pero dándote un


rodillazo en donde más te duela —bufo—. Nos vemos
después.

Le cuelgo la llamada y me quedo atenta a la pantalla, pero no


recibo un mensaje.

—Dios, no puedo esperar mensajes —mascullo—. ¿Qué me


pasa?

En ese momento, llega uno.

Isaac:

Descansa, anciana amargada. Me encantas así, pero por hoy


te dejo en paz.
—Idiota, eso es lo que eres —susurro, pero luego me echo a
reír, lo que despierta a Cyra—. Lo siento, cariño.

La segunda noche al lado de Cyra es más tranquila, dado que


duermo a su lado. Pero no lo es la mañana, en la que la
realidad me golpea. ¿Podré estar lejos de ella para irme a
trabajar?

Al final, decido arriesgarme y llevarla.

Cyra debe estar conmigo día y noche.

♡ CAPÍTULO 20 ♡
Selene

Mi bebé le ha aportado una perspectiva nueva a mi trabajo.


Los días en la oficina son más llevaderos y no me sumerjo en
pensamientos profundos sobre mi persona, sino que todo
gira alrededor de ella. Adele está más que fascinada por
tenerla aquí, y el tercer día en que la traje me regaló una
suave manta para colocarle a la pequeña cuna que monté.
Ella se sentía un poco avergonzada por el regalo tan sencillo,
pero yo lo agradecí con toda mi alma, mucho más porque se
tomó el tiempo de bordar su nombre en ella.

¿Quién no agradecería un detalle así?

Mi hermana ha vuelto a comunicarse para poder tratar el


asunto de la adopción. Yo no tengo nada de ganas de verla,
pero al final decido hacerlo y todo resulta un proceso un
poco complicado, ya que debo esperar un tiempo antes de
poder solicitar la adopción. Serena ha aceptado de buena
voluntad darme la tutela, y gracias a toda la ayuda que recibo
tanto de Isaac como de mi madre, el juez pronto decide
otorgármela. Aun así, tengo demasiado miedo de que en el
proceso ella se arrepienta, así que cuando vuelvo del juzgado
decido llamarla.

—Más vale que no te arrepientas de lo que estás haciendo,


Serena, yo adoptaré a Cyra —le advierto.

—Selene, te he dicho mil veces que sí, que no puedo ser


madre, ¿hasta cuando lo vas a entender? —me pregunta—.
Déjame en paz.

—No, no te dejaré en paz hasta que hagas algo que agilice...


—No, no pienso internarme, morir o hacerme pasar por
muerta —bufa—. Tendrás que confiar en mi palabra.

—Ese es el problema, Serena: que yo ya no confío en tu


palabra. ¿Cómo sé que no me estás mintiendo?

—Bueno, el tiempo lo dirá —suspira—. Ni Víctor ni yo


queremos hacernos cargo. Por cierto, él me está esperando.

«Son un par de malnacidos», pienso con rabia, aunque me


quedo callada. No me conviene seguir estirando esta cuerda
por más furiosa y desesperada que esté.

Debo pensar en mi pequeña luna, que me necesita. Tal vez


me estoy tomando demasiado en serio mi papel de madre,
pero no me importa. No quiero que Cyra tenga un solo
sentimiento de abandono; ningún niño merece crecer sin
amor.

— De acuerdo. Nos veremos después para renovar la tutela


—mascullo antes de colgar la llamada.

—Hija, escuché todo —me dice mamá al entrar en mi


habitación—. No puedes comportarte de esa manera.
Recuerda que es capaz de descontrolarse y tergiversar tus
palabras.
—Lo sé, mamá, pero estoy agobiada. No creí que tendría que
esperar más de un año para tenerla.

—Las adopciones no son pan comido, mi amor —suspira—.


Pero vas por buen camino, Serena está dispuesta a seguir
con esto. No hagas que cambie de opinión.

— Tienes razón, mami — asiento antes de abrazarla—. De


verdad no sé qué haría sin tu ayuda.

—Yo no tengo todo el crédito. — Alza ambas cejas cuando la


suelto—. Isaac también ha sido...

—Isaac es como mi ángel guardián. — Me muerdo el labio


inferior—. Es tan lindo con Cyra.

Pensar en él siempre hace que mis entrañas se contraigan


de emoción. Todavía tengo la firme intención de que no pase
nada entre nosotros, pese a que mi terapeuta me haya dicho
que puedo abrirme a nuevas experiencias. Sinceramente, me
extrañó mucho que no me dijera que huyera de allí, aunque
tampoco me aconsejó saltar sobre mi «amigo».

No puedo definir todavía si lo nuestro es una amistad, pues


los dos morimos por liberarnos de la tensión sexual que se
forma cada vez que nos vemos. Parezco una maldita
adolescente hormonal cada vez que lo tengo cerca, cada vez
que lo huelo. No sé qué tiene su aroma, pero me podría pasar
horas con la nariz pegada a su pecho.

No es que lo haya hecho, desde luego, pero creo que sí, si tan
solo mi moral me lo permitiera.

—Ay, hija, te mientes a ti misma cuando dices que no te gusta


—niega con la cabeza—. Llevo cinco minutos parada aquí y
estás casi babeando.

—Dios mío, mamá, ¿qué cosas dices? —gruño—. Para nada.

—Sí, claro, y yo me chupo el dedo —se ríe al mismo tiempo


en que toma a Cyra entre sus brazos—. Para mí solo es
cuestión de tiempo para que ustedes dos...

—No, no, absolutamente, no —refuto—. No va a suceder nada.


Dejemos el tema por la paz.

—Está bien, pero yo te conozco como la palma de mi mano y


nunca te vi así, ni siquiera con Víctor.

Mamá se marcha de la habitación para ir a darle su paseo de


la tarde a mi bebé. Yo me quedo con aquellas palabras
azotándome la mente y comienzo a angustiarme. ¿Me estaré
enamorando de Isaac?

No, no puede ser, al menos no tan rápido.

—No, no, no, no voy a sentir más por él.

Me doy la vuelta y voy hacia mi celular. Tengo algunos


mensajes de Isaac, ya que nos da por mensajearnos por las
noches como si fuésemos un par de chicos de colegio.

—Oh, no, nos estamos enamorando —digo asustada al ver los


mensajes.

¿Cómo pude dejar que esto siga pasando?

Con todo el dolor de mi corazón, decido ignorar los mensajes


y bloquear mi celular.

A los pocos segundos, cuando intento ir al baño, el sonido de


llamada me hace dar un sobresalto y correr hacia el aparato,
cuya pantalla dice que Isaac me está llamando. Aquello me
acelera el corazón de una forma no muy agradable por el
miedo que siento. ¿Cómo se dio cuenta tan rápido de que lo
dejé en visto? ¿Acaso no tiene otras cosas que hacer?
Pese a que quiero escuchar su voz, no le respondo y apago el
celular. Luego voy a comunicarme con él y ver la manera de
decirle que no podemos ser amigos, que esto solo va a
terminar con que nos involucremos.

Respiro profundo varias veces hasta que controlo mi pulso,


aunque no consigo quitarme la sensación de que lo estoy
lastimando y sin explicarle por qué. Es muy inmaduro de mi
parte romper el contacto sin antes hablar.

«Mañana. Mañana pueden hablarlo», pienso para consolarme.

Tratando de olvidar que tengo aquel pendiente, bajo en


búsqueda de mamá y mi pequeña para acompañarlas a
caminar por el jardín. Mamá dice que ese es su momento a
solas con su nieta, pero yo a menudo voy porque me cuesta
mucho separarme de mi bebé.

—Hola, hija —me saluda—. ¿No era que ibas a trabajar un


poco?

—No, mamá, decidí mejor acompañarlas.

—Estás un tanto pálida, ¿estás bien? —inquiere preocupada.


—Sí, es que me quedé pensando en lo que me dijiste sobre
Isaac. Le diré que no seamos amigos.

—¿Por qué? Es buen muchacho y te ha ayudado demasiado a


que su propia madre no se descontrole con el tema de la
custodia.

—Mi exsuegra es una mujer racional. Sabe que no hay nadie


mejor que yo para cuidar a Cyra —respondo—. Pero sí,
reconozco que Isaac ha sido de mucha ayuda para que ella lo
entienda.

—¿Lo ves? Hija, estás en tu derecho de rehacer tu vida, de


tener amigos.

—Sí, pero Isaac no...

—¿Por qué no sales hoy con tus amigas? —me sugiere—. Yo


me encargo de la niña.

—No, mami, no podría dejar a mi bebé.

—No te estoy diciendo que te vayas a un club nocturno o algo


así. Puedes ir a tomarte un café, a despejarte. La maternidad
es cansada.
—Tal vez cuando Cyra sea más grande, pero por ahora no me
gustaría dejarla. Es muy pequeña.

—Hija, está bien que quieras estar día y noche a su lado, pero
como madre te lo digo: eso no es sano. Debes despejarte un
poco.

—¿Tú lo hacías? —le pregunto dudosa.

—Sí, mi vida y, antes de que me lo preguntes, no paraba de


pensar en ti o en Serena cada vez que me iba.

—¿Entonces por qué...?

—Irme me renovaba las energías y regresaba a casa para


cuidarlas con más fuerza —sonríe—. De verdad, Selene,
hazme caso, descansa un poco. Te juro que Cyra no
comenzará a andar o a hablar antes de que regreses.

—¿Y si es una niña superdotada y lo hace? —Hago un puchero


y ella se echa a reír.

—Te amo tanto, cielo. Me regresaste por un momento a la


Selene de cinco años.
—No te burles, mamá —me quejo—. Me da pesar no estar con
Cyra.

— No lo hagas hoy si no quieres, pero piénsalo y...

En ese momento escuchamos ambas el timbre de la casa,


pero no de una forma tranquila, lo tocan con insistencia.
Mamá y yo nos miramos alarmadas y ella me entrega a Cyra.

—Iré a ver quién es. Si tocan así es porque debe ser un


vecino que necesita algo.

Yo asiento, pero la sensación que tengo en el estómago me


hace saber de quién se trata antes de que este venga al
jardín. El miedo y la emoción se mezclan en mi ser al verlo
con una expresión aterrada, lo que logra que me sienta muy
perturbada. Quisiera lanzarme a sus brazos y al mismo
tiempo huir lejos de su obsesión.

—Selene —dice agitado antes de acercarse a paso rápido—.


Pensé que algo había pasado. ¿Estás bien? ¿Cyra está bien?

—¿Qué haces...?
—No respondiste mis mensajes, y luego has apagado el
celular. ¿He hecho algo que te molestara? —inquiere con tono
dolido.

Mi corazón se rompe al verlo tan preocupado y a su vez me


encuentro muy desconcertada. Ha llegado tan rápido que me
da la impresión de que ya venía para acá o estaba cerca.

—Creo que debemos hablar. Pensaba hacerlo mañana.

—¿Mañana? —gruñe mientras le acaricia el cabello a mi hija—


. ¿Me ibas a dejar con la preocupación hasta mañana?

—Isaac, no exage...

—Me preocupan —me interrumpe—. Me preocupan mucho.


De verdad me asusté.

—Calma, hijo, no pasó nada —interviene mi madre, que se


talla los brazos porque se le ha erizado la piel al igual que a
mí—. Tienes razón en algo. No está bien que Selene apague
el celular. Hija...

—Lo sé, mamá —suspiro—. Isaac, ¿podríamos ir a la sala a


hablar? Mamá, ¿podrías cuidar un poco de Cyra?
—Claro, cariño. —Mamá se acerca a mí, luego de que Isaac
besa la frente de Cyra.

—Mi pequeña luna —dice él, sonriendo—. Me alegra que esté


bien.

El corazón vuelve a rozar la taquicardia cuando Isaac me


toma de la mano y vamos juntos hacia el interior de la casa.

—¿Quieres tomar algo? —le ofrezco y él niega con la cabeza.


Me toma del brazo para hacerme girar.

—¿Por qué me colgaste, Selene? —me pregunta—. ¿Qué hice


mal?

—N-Nada —tartamudeo—. Es que yo...

—¿Te asusto? ¿Me tienes miedo? Porque lo veo en tus ojos.

—Me asusta esto, lo que pasa entre nosotros —confieso—.


Yo... Esto no está bien.
—Somos libres, Selene —musita. Se ha inclinado demasiado
para rozar mis labios.

Sé que debo alejarlo, pero me pierdo tanto en la intensidad


de aquellos ojos verdes que no puedo hacerlo.

—Por favor, basta —resuello—. No me hagas esto.

—No me hagas esto a mí —replica—. Ya no puedo vivir sin


estar en contacto contigo.

—¿Qué?

—Selene, quiero que seas mía, de nadie más.

—No, estás loco.

—Lo estoy, lo sé, pero soy un loco que daría su vida por ti,
por esa niña, quiero que sea nuestra.

—Pero...
Isaac me toma por la cintura y me arrastra hacia las
escaleras. Al no haber barandales, sino solo pared, es
imposible que mi madre nos vea.

—No me vuelvas a hacer eso —me advierte mientras una de


sus manos busca colarse bajo mi pantalón—. No apagues el
celular, no me ignores.

—No me to... Ah. —Mis piernas se debilitan al sentir sus


dedos encontrarse con mis pliegues y clítoris—. ¿Qué me
haces?

—Tocarte, tocarte, mi amor —gruñe.

Nuestras respiraciones frenéticas se entremezclan por lo


cerca que estamos el uno del otro. En este momento se me
olvida el peligro que corremos de que mamá nos atrape, solo
quiero que siga tocándome.

Me he tocado pensando en él, no lo voy a negar, pero de eso


a que él lo haga hay una enorme diferencia.

—Mi Selene —jadea mientras sigue moviendo sus expertos


dedos—. ¿Sabes lo que sentí cuando te vi en mi club?

—¿Qué?
—Me moría de celos de que alguien más te pudiera tener.

Me limito a tragar saliva. Las sensaciones de mi cuerpo son


infernalmente intensas y me marean. Isaac es fuego puro,
sexo, deseo y amor combinados.

—Selene, voltea a verme a mí, al hombre que es tuyo, que


solo tiene ojos para ti.

—Isaac —gimoteo despacio—. Me encanta, me encanta, no te


detengas.

Isaac aprovecha aquello para besarme con furia. Sus manos


no dejan de moverse mientras se apodera de mi boca con un
hambre voraz, que me hace perder la noción de la realidad.
Jamás en mi vida he sentido algo parecido.

Su olor, su aliento, su intensidad; todo eso me consume a


fuego lento, me va derritiendo de forma deliciosa. No quiero
parar, me niego a parar.

El beso se vuelve cada vez más sexual y de pronto descubro


que él me está penetrando con los dedos, y lo hace de una
forma tan extraña que siento que rozo el orgasmo y a su vez
que me haré encima.
—Isaac, voy a... voy a...

Él tiene que morderme el labio para reprimir mi grito cuando


tengo un orgasmo fuera de esta galaxia y que me hace
chorrear a más no poder. La vergüenza y el pudor los dejo de
lado cuando me dejo ir, y el orgasmo se prolonga porque sé
que Isaac goza con que le esté empapando la mano.

—¿Qué diablos me hiciste? —le pregunto incrédula al darme


cuenta de que incluso las escaleras están mojadas—. Esto es
un desastre.

—Tranquila, gatita lunar. Solo te has corrido.

—No, me he orinado encima.

—Te falta mucho por aprender —se ríe—. Me encantaría...

—No, no, esto no puede ser.

—Acéptalo: los dos morimos por estar juntos.

—No es correcto —me quejo, ya incapaz de negarlo.


—Tomate el tiempo para asimilarlo, pero al final solo te
queda un camino: ser mía.

— Estás mal de la cabeza —gruño—. Esto no puede...

—Seguirá pasando —dice muy seguro y se inclina para dar


una pequeña mordida sobre uno de mis pezones
endurecidos, lo que deja una marca húmeda en mi blusa—.
Las personas que se aman no pueden alejarse.

♡ CAPÍTULO 21 ♡
Isaac

Estuvo cerca. Muy cerca.

Mis arrebatos tal vez algún día me metan en problemas, lo sé


muy bien, pero odio cuando el contacto entre los dos se
rompe; odio que todavía el recuerdo de mi maldito hermano
siga presente en su cabeza y le impida ser feliz conmigo.
Cada día que pasa me siento más desesperado por poder
entrar de lleno a su vida, por estar en su cama y criar a
nuestra hija.
Porque es nuestra hija, yo la siento así. No tengo idea de qué
ha hecho mi pequeña luna conmigo, pero me derrite de un
modo en que no puedo pensar en otra cosa que no sea ella y
Selene cuando la tengo en brazos.

Mi mano se desliza por mi pene mientras escucho la


grabación de su auto, en donde hace unos días se tocó
pensando en mí. Solo me basta cerrar mis ojos para
imaginarla diciendo mi nombre mientras la embisto, mientras
la toco tanto que se vuelve a empapar. De no haber sido
porque corríamos el riesgo de que Jessie llegara, habría
lamido el suelo, sus piernas, todo su cuerpo; no habría
desperdiciado ni una sola gota de aquel elixir que quedó en
mis manos.

Me corro justo en el momento en que ella gime más fuerte y


dice mi nombre un par de veces, para luego reírse porque se
siente ridícula.

—No lo eres, mi amor —susurro—. Eres la mejor, me amas


como yo a ti.

Cada vez me convenzo más de que es así. Ella se está


enamorando de mí, me necesita. No es ninguna alucinación o
que mi amor me ciegue, ella quiere estar conmigo.
El sonido de mi celular interrumpe mi paz, por lo que me
apresuro a limpiarme y, enfurruñado, contesto la llamada de
Serena.

—¿Qué quieres? —espeto.

—Dile a Selene que me deje en paz —gruñe—. ¿No se cansan


los dos de hacerme la vida miserable?

—Yo no te hice nada —sonrío—. Tú tomaste tus propias


decisiones.

—Tú me aseguraste que tendría a Víctor, infeliz mentiroso.

—Tal vez confié de más en mi hermano —digo con cinismo—.


No es mi culpa que no respondiera como tú querías a su
paternidad.

—Lo diré todo —me amenaza—. Yo lo...

—Dilo —la insto—. Tú sabes lo que pasará si lo haces o si


grabas esta conversación. Si fuera tú, no me arriesgaría.
—Algún día me las vas a pagar, maldito bastardo. Mi
hermana es lista y lo sabrá, sabrá todo lo que hiciste para
separarla de Víctor.

—Vete al demonio, maldita loca.

Le cuelgo la llamada y borro el registro. Si fuese prudente


hacerlo, me desharía de ella, pero sé que mi Selene sufriría a
pesar de que eso le facilitaría la adopción. Además, Serena
me sirve más viva que muerta si quiero torturar a mi querido
hermano.

Por suerte, Serena no me vuelve a llamar, tampoco intenta


llamar a nadie. Tengo intervenido su celular, del cual sabe
que no puede deshacerse sin sufrir un castigo. Ella sigue
creyendo firmemente que mataré a Víctor si se vuelve contra
mí, y es muy divertido jugar con su miedo, con la idea de que
de verdad tengo la vida de mi hermano en mis manos, así
como él tuvo la mía y la arruinó sin más.

Otro ruido de mi celular me avisa que tengo un mensaje. Por


un momento pienso en ignorarlo, sin embargo, veo que es
Selene, en donde me dice que casi nos atrapan, que no
vuelva a hacer eso en su casa.

—¿Entonces en otro sitio? —inquiero cuando ella me


responde la llamada.
—No, no puedes —susurra—. Esto que pasó...

—Se tiene que repetir.

—Eso quisieras —se ríe—. No, Isaac, no se puede repetir.


Olvidémonos de que...

—No, no lo pienso olvidar, Selene, ¿cómo pretendes que lo


haga? —pregunto frustrado—. No dejo de pensar en eso.

—¿Es en serio? Tienes muchas mujeres que...

—No he salido con nadie —la interrumpo—. Solo tengo ojos


para ti, y ahora para Cyra.

—También me estoy enamorando de ti —admite, lo que


desata aún más mis ganas de ir a su casa de una buena vez—
. Pero me tengo que olvidar de eso, no pue...

—No dejaré que lo hagas. Esto... es grandioso.

—No, si te lo dije no fue para que te emociones más, sino


porque...
—Veámonos —le pido—. Ahora mismo.

—No, estás loco, estoy con Cyra —gruñe.

—Mañana me paso por tu oficina —propongo.

—Mañana debo llevar a Cyra a una cita médica, ahí podremos


vernos, aunque no creo que podamos hablar sobre nosotros
precisamente.

—Lo podremos hacer —digo contento—. Mañana te veo, mi


amor.

—No me digas así —me pide—. Por favor.

—¿Por qué? ¿Qué es lo que sientes? —pregunto con ansiedad


y ella se queda callada—. Sé sincera, Selene.

—Yo tampoco dejo de pensar en lo que pasó —jadea, y


aquello hace que vuelva a ponerme duro—. Nunca me pasó
algo así.

—Eres perfecta, no sabes cuánto me encantó.


—¿En serio?

—Sí, y quiero escuchar que a ti también.

—Sí, Isaac, me fascinó, me pongo caliente solo de recordarlo.

—Quiero verte —insisto.

—Y yo también, pero no, no podemos, por favor, déjame


pensar, te lo ruego. No es fácil.

Guardo silencio, conteniendo mi frustración. Debo darle


tiempo, tiene razón. Pero a cómo la escucho, solo es cuestión
de tiempo para que caiga por fin en mis manos.

—Mañana nos vemos, gatita lunar —digo con tono menos


cariñoso para que se calme—. Entiendo.

—Oye, pero...

—Tengo algo que hacer. Nos vemos mañana. Descansa —le


digo antes de colgar.
Me duele hacerle esto, pero no tengo otra manera de actuar
ante la situación. Me muero por mostrarle todo el amor que
mi corazón alberga por ella, sin embargo, todavía no es
tiempo, no hasta que Selene esté decidida a estar junto a mí.

Y quiero que ese día sea muy pronto.

○●—♡—●○

Selene

Lo primero que pienso cuando Isaac me cuelga es que es un


idiota; luego pienso que yo soy la idiota. No puedo
simplemente decirle que me estoy enamorando de él y
después cambiarle la jugada. Seguro que cree que soy una
inmadura, incluso hasta una bipolar.

Tengo unas enormes ganas de llamarle para disculparme,


pero las contengo. Hacer es como doblegarme ante él, darle
el mensaje equivocado de que voy a estar detrás de su
persona porque se muestra indiferente.

No, yo no funciono de esa forma. A mí no me van esos juegos


psicológicos.
—No haremos caso de tu tío Isaac —le digo a mi bebita
cuando la levanto de su cuna para ponerle el pijama—. No
podemos ser los dos tus padres, espero que lo entiendas.

Ella solo balbucea esos sonidos que ahora son mi música


predilecta y que me mejoran el humor al instante. Qué más
dan los hombres cuando la tengo a ella.

Al día siguiente, me levanto temprano para llevar a mi


pequeña al pediatra. Le mando un mensaje escueto a Isaac y
me preparo para ir, no obstante, él ya está en el piso de
abajo cuando ya voy a irme, así que ni siquiera creo que lo
haya leído.

—Buenos días, Selene, buenos días, pequeña luna —sonríe


mientras sus ojos se dirigen brevemente hacia la zona en
donde hicimos el «desastre».

Mi madre se quedó estupefacta de que se me cayera el agua


justo allí, pero no preguntó más al respecto.

—Buenos días, Isaac —saludo con tono normal, pese a que


todo mi cuerpo está en llamas por su presencia.

—No hay tío más dedicado que este muchacho —se ríe
mamá—. Ya verán que todo saldrá bien.
—Eso espero, solo quiero que mi niña esté sana —murmuro.

Isaac se acerca en ese momento y pide cargarla. Cada vez es


mejor en hacerlo y lo hace con tanta seguridad que parece su
padre.

—¿Cómo estás, mi amor? —le pregunta. Cyra solo lanza un


pequeño grito—. Y yo estoy mejor porque te veo. No voy a
dejar que esa pediatra tonta te lastime.

Mamá y yo nos sonreímos, encantadas por el trato que él le


da a Cyra.

—Cuídense —nos dice mi madre cuando nos estamos


dirigiendo a mi auto, pero de pronto Isaac señala el suyo.

—Yo las llevo.

—No, pero...

—Quiero mostrarte algo.


Intrigada, lo sigo hasta su auto, en donde abre la puerta
trasera y veo que ha montado una silla de auto.

—Ay, por Dios —susurro y luego me echo a reír.

—Mi auto ahora es suyo —contesta.

Paso por alto el hecho de que me causa una sensación


amarga el no ser mencionada en esa oración. A mí no
debería importarme el que intente olvidarse de todo lo que
está pasando entre nosotros; al final eso era lo que quería.

—Gracias, es un lindo detalle —le digo y él solo asiente.

—No es nada. Para mi sobrina lo que sea.

—Isaac, ¿pasa algo?

—No, para nada —niega con la cabeza mientras coloca con


mucho cuidado a Cyra en su silla—. Me lo dejaste todo claro
anoche.

— Sí, pero...
—Lo entiendo, no quieres tener nada conmigo. Es mejor que
lo comprenda de una vez.

Lo observo estupefacta, deseando decirle que nada de eso es


cierto, que quiero más cosas de las que son correctas, pero
me quedo en silencio y él no me mira con insistencia.

Esto es lo mejor.

—Bueno, gracias por entenderlo.

Él no me responde nada y cierra la puerta, para luego rodear


el auto y abrirme la otra, ya que sabe que me gusta ir con
Cyra.

Al pasar al lado de él para meterme, percibo esa tensión y el


cosquilleo que tengo cada vez que nos acercamos. Ver sus
labios y su mirada seria hacen que quiera hacer algo para
que ya no esté molesto conmigo, para verlo sonreír. No
obstante, me limito a subirme y a ponerme el cinturón
mientras él cierra la puerta. Esto es mejor así, no podemos
involucrarnos.

El camino hacia la clínica es silencioso. Isaac solo habla para


preguntarme si Cyra está cómoda o la ajustó bien, a lo que yo
respondo con un «sí».
Nunca pensé que me pudiera doler esto, pero estoy aquí, con
un nudo enorme en la garganta y ganas de presionar mi
frente contra una pared. Mi objetivo era no sentirme mal por
esto y ha sido todo lo contrario; no dejo de pensar en qué
hacer o qué decir para solucionar las cosas, para que él
vuelva a ser el mismo.

¿Por qué quiero que vuelva a ser el mismo? No lo sé, pero lo


quiero. No me gusta saber que estamos distanciados.

Al poco tiempo llegamos a la clínica, en donde nos reciben de


inmediato. Pero al entrar al consultorio me arrepiento un
poco de haber dejado que Isaac viniera conmigo, puesto que
la doctora luce bastante joven y atractiva.

Y también parece que Isaac le ha gustado, pues no deja de


dirigirse solo a él y olvida mi existencia; incluso él le sonríe
mucho y, aunque no es tan evidente que le está coqueteando,
le habla de forma encantadora.

—Bueno, pasemos a revisar a esta hermosa pequeña, señor


Ackerman, puede...

—No, yo lo haré —intervengo y ella asiente.


—Claro, pero podría ser él también, los padres...

—Yo soy la madre, él es... —detengo mis palabras, dado que


ella me mira con interés—. Él se pone más nervioso que yo
con nuestra hija.

—Eso es verdad —secunda Isaac, que parece divertido con


esto.

«Lo voy a patear, juro que lo voy a patear».

La pediatra revisa a mi pequeña con mucho cuidado y


dulzura, pero a mí ya no me agrada, así que la vigilo con ojo
clínico hasta que termina. Lo único que me pone feliz es que
mi hija está muy sana, que va creciendo como tiene que
hacerlo.

Mi idea de sugerir una lactancia inducida se va por el traste,


ya que eso sería explicarle a esta tipa que Cyra no es mi hija
biológica, pero lo voy a conseguir, o al menos intentar.

—¿Qué ha sido eso? —me pregunta Isaac al salir de la


clínica—. Pensé que no...

—Solo cállate —le espeto furiosa y él se me pone enfrente.


—Oh, no, no. Me vas a explicar por qué le dijiste a la doctora
que soy el padre.

—Pues regresa y desmiéntelo —lo reto—. Te gustó, ¿no es


así?

—No, tiene el cabello demasiado liso —dice con descaro.

—¿Qué?

—Vamos a dejarlas a tu oficina —responde serio—. No voy a


regresar a desmentir nada, quiero ser el padre de Cyra.

—Sí, claro —digo con sarcasmo.

—Es en serio, pero tú no lo quieres, así que no voy a insistir.


Vamos.

—Muy bien, vamos —gruño.

Los dos caminamos hacia su auto y de manera hábil mete a


la bebé, y una vez que cierra la puerta, no me da tiempo a
procesar lo que hace, solo de pronto estoy recargada contra
esta y con Isaac acorralándome.

—¿Qué es lo que quieres, Selene? —me pregunta mientras


acerca su rostro al mío.

—Te dije que me dejaras pensar —jadeo—. Es complicado.

—No, tú eres la que lo hace complicado. Yo tengo claro lo que


quiero, y eso eres tú.

—Yo también lo tengo claro, pero me asusta, me asusta


mucho lo que estoy sintiendo por ti.

—Mi gatita indecisa, me vuelves loco —murmura, acariciando


mi mejilla con dos de sus dedos. Aquel leve roce me causa
un estremecimiento y me humedece—. Está bien, seré
paciente contigo, pero para mí tú ya me perteneces.

—Isaac...

—Y yo a ti —susurra antes de besarme y hacerme olvidar que


estamos en un estacionamiento.
Sus labios se mueven agresivamente por los míos, sin rastro
alguno de indecisión. Él quiere que sea suya, y en ese
momento tengo la certeza de que yo también lo quiero,
aunque mi moral me grite mil veces que no puedo hacer esto.

—Te amo, Selene —murmura al bajar a mi cuello—. Te amo.

Aquellas palabras suenan demasiado aterradoras en sus


labios, pero lo ignoro por la pasión desenfrenada que se
dispersa en mi interior. También quiero estar a su lado,
quiero que me vuelva suya.

Un pequeño grito agudo dentro del auto hace que nos


separemos y nos riamos.

—Nuestra niña clama nuestra atención —dice Isaac—. Ahora


sí, Selene, vamos.

—Vamos.

♡ CAPÍTULO 22 ♡
Selene
Para cuando entro a mi oficina todavía estoy un poco
mareada por el beso con Isaac y por la sensación de que
acaba de iniciar algo entre nosotros. En el fondo me
cuestiono si no estoy yendo demasiado rápido, aunque la
emoción y el enamoramiento me nubla un poco la razón.

¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Es el momento? Acabo de salir


de una relación de muchos años para entrar en otra con un
futuro incierto. Isaac tiene un pasado lleno de muchas
mujeres y, aunque no me conste, es lógico que es verdad. Un
hombre con aquel atractivo no puede mantenerse en
celibato. Aun así, le creo cuando me dice que no ha visto a
nadie en estas últimas semanas, pues nunca me oculta
donde está o que está haciendo, incluso me da explicaciones
cuando nunca se las pido. Sí, puede que esté pecando de
ingenua, pero no tengo esa sensación extraña como cuando
sospechaba de Víctor. Incluso antes de que Rachel me lo
dijera, yo ya tenía un mal presentimiento.

—¿Cómo ha ido todo? —me pregunta Adele al entrar a la


oficina.

—Todo ha ido muy bien —le respondo—. Mi niña está muy


sana.

—Me alegra mucho escuchar eso —dice alegre—. Admito que


estaba un poco preocupada, es que Cyra es la alegría de este
lugar.
—Sí, de pronto todo brilla —digo con una sonrisa mientras la
recuesto en su cuna—. La pobrecita dentro de unas semanas
tendrá su vacuna, me siento nerviosa.

—Bueno, yo tengo sobrinos y te puedo asegurar que no es


para tanto, que tal vez solo llore un poco en el proceso, pero
se calmará.

—Es que no quiero que llore —digo angustiada—. Odio cuando


llora o está incómoda. Solo quiero que sea feliz.

—Piensa en que esto es por su salud —me tranquiliza—. Ya la


llenarás de mimos después.

—Adele, de verdad muchas gracias, eres un encanto. Tienes


razón, voy a pensar en que es por su salud.

Ella sonríe y le da una tierna caricia a Cyra. No lo admite en


voz alta, pero busca miles de pretextos para venir a verla, y
yo no me quejo, me encanta que lo haga. Desde que ella llegó
aquí trabaja con más entusiasmo para tener momentos
libres. En general he notado que el ambiente es más alegre
desde ese día y gracias al cielo ya nadie me mira con lástima,
incluso creo que les empiezo a caer bien.
Me hace mucha ilusión que mi pequeña luna crezca amando
este lugar. Desde luego que no pretendo obligarla a estar
mucho tiempo encerrada aquí, haré que los ambientes en los
que esté sean variados, aunque sí he de admitir que sonrío al
imaginarla corriendo algún día por los pasillos y que haga
pequeñas travesuras.

—Tienes trabajo pronto, hay dos proyectos finales.

—Muy bien —asiento.

—Yo me puedo quedar con esta hermosura —dice con tono


meloso mientras le acaricia la barriga a Cyra—. Disculpa, es
que…

—De acuerdo, confío en ti. Tengo todo listo en la pañalera y el


calentador está conectado.

—Genial.

—Bueno, voy a revisar los vídeos de una buena vez.

Luego de acomodar todo en mi escritorio, me dispongo a ver


los vídeos de las campañas publicitarias que están a punto
de ser lanzadas al aire. Mi bebé por suerte está tranquila y
puedo tomar apuntes sobre qué cosas tendremos que editar
para ajustarnos a lo que nos han pedido. Siempre sucede que
hay desperfectos, y esta no es la excepción. Los colores
están demasiado saturados.

—Iré a la sala de edición, no podemos mostrarle esto a los


clientes —le digo a Adele.

—Está bien.

Me levanto de la silla y tomo mi libreta, para luego revisara


mi pequeña, que duerme como un angelito.

—Llámame si se inquieta, por favor.

—Claro —responde Adele.

Con pasos cuidadosos salgo de la oficina y soy un rápido


vistazo a los cubículos de mis empleados para verificar que
todo esté en orden. Nada parece fuera de lugar; todos están
en lo suyo, atendiendo teléfonos, revisando campañas
impresas, respondiendo correos, entre otros. Ellos ya no se
inmutan demasiado cuando me ven pasar, solo me saludan
con el respeto y la cordialidad debida.

Creo que por fin les agrado.


Al entrar al ascensor recibo un mensaje de Isaac, en donde
me dice que ya nos extraña y que cuenta el tiempo para
poder hablar. Yo le respondo solo con un emoji de risa, a lo
que él contesta con uno triste.

Selene:

Yo también quiero verte, pero estoy trabajando. No me puedo


librar de eso.

Isaac:

Tampoco de mí y de lo que tenemos pendiente.

—Uf. —Me echo aire con una mano mientras guardo el


celular para continuar con mi día laboral.

Pedir a los editores que cambiemos los colores no supone


ningún problema, ya que ellos tienen la versión correcta, solo
que me enviaron la anterior. Después de un rato doy el visto
bueno y me voy con la tranquilidad y satisfacción de que
tengo todo listo.
Para cuando regreso a la oficina, mi niña está despierta y
toca darle el biberón, lo cual hago encantada. Me fascinan las
miradas que Cyra me regala con esos preciosos ojos que
todavía no tienen un color definido, siguen siendo grises.

—Mi pequeña luna —suspiro—. Eres tan bonita, sí, eres


preciosa. Mamá te ama.

Los momentos que tengo con Cyra se me pasan en tan solo


un suspiro, mientras que las juntas, pese a que siempre me
han gustado, me parecen eternas. No me parece correcto
estar con mi bebé en ellas, aunque en el fondo me gustaría.
El apego que siento por Cyra es demasiado, tal vez poco
normal.

—Hoy me han traído, así que voy a tomar un taxi —le aviso a
Adele cuando me estoy preparando para irme.

—Está bien, pero quería comentarte que el señor Ackerman


viene subiendo.

—Ay, por Dios, ¿en serio? —cuestiono nerviosa y ella asiente.

—Sí.
La sonrisa burlona de Adele hace que me dé cuenta de que
me estoy arreglando el cabello para que mis rizos se noten
más. Todavía no me saco de la cabeza que Isaac dijo que la
pediatra tenía el cabello muy liso, así que supongo que le
gustan los rizos.

Soy ridícula.

—No debí darle el pase —mascullo—. Lo dejan entrar a sus


anchas.

—Bueno, tú diste la orden. Mencionaste que por cualquier


emergencia era conveniente permitirle el acceso sin cita.

—Bueno, sí, pero...

—Buenas tardes —saluda Isaac al entrar a la oficina.

Mi corazón se acelera y se me contrae el estómago de tan


solo imaginar que quiere hablar conmigo sobre lo que ha
pasado. Mi falta de sexo me hace imaginar que en cualquier
momento esto va a estallar.

Mi excuñado se acerca a Adele y toma a Cyra en brazos para


darle besos y aspirar el aroma de su cuello. Si algo tenemos
en común al 100% es que nos encanta abrazarla y hundir la
nariz allí.

—Hola, pequeña luna. Te extrañaba como loco —suspira y


luego me observa—. Selene, quiero que hablemos antes de
irnos, ¿podría ser?

—Eh, pero...

—Me puedo quedar unos minutos —interviene Adele.

—Oh, no, Adele, ya es tu hora de salida —digo apenada.

—Te pagaré horas extras —bromea Isaac, aunque dentro de


mí sospecho que sí lo haría.

—Por Dios, cuidar de Cyra un momento no es ningún trabajo.


Es la niña más buena.

—Tienes razón —sonríe Isaac—. Nuestra niña es un ángel.

Mi corazón se vuelve de caramelo ante la palabra «nuestra».


Le ha salido natural, sin titubeos.
—Bueno, ahora venimos —le digo a mi amiga, que asiente y
carga a mi hija cuando Isaac se la entrega.

Este último me hace una seña para que pase primero, lo cual
hago, concentrándome en el repiqueteo de mis tacones para
no ponerme más nerviosa. Sin embargo, Isaac me alcanza al
salir de la oficina y toma mi mano.

Una vez que llegamos a la sala de juntas, las palabras


terminan sobrando. Isaac cierra la puerta y corre para
tomarme entre sus brazos y besarme de forma hambrienta y
confiada. Mi respiración se entrecorta al grado de que
necesito jadear para seguir teniendo oxígeno.

—Selene, quiero estar contigo. No he parado de pensar en


ello —murmura al bajar a mi cuello, lo que me hace gemir.

—Isaac, debemos hablar.

—Antes que nada, quiero probarte. No me basta con lo que


quedó en mis dedos.

—¿Qué? ¿Aquí? ¿Estás loco? —me río, aunque me siento muy


tentada ante esa idea.

—Mucho, pero tú eres la culpable, gatita lunar.


—Yo también quiero estar contigo, pero...

—Entonces ya no te resistas, Selene —me pide, dejando de


besarme para poder mirarme a los ojos—. Déjate llevar por
esto.

—¿Cómo sé que no vas a jugar conmigo? —le pregunto


dudosa—. No quiero que...

—Solo te amo a ti —me asegura—. Selene, ¿quieres que me


arrodille ante ti?

—Sí —bromeo y él lo hace de inmediato—. Oye, era...

Un gemido fuerte escapa de mis labios cuando él besa mi


sexo por encima de la ropa.

—Te adoraré por siempre —promete con vehemencia. Hay


algo en su tono que es escalofriante, pero que al mismo
tiempo me enloquece—. Si tú me pides que viva para ti, eso
haré. Ya lo hago, pero voy a demostrarlo.
Isaac termina por bajar mis pantalones y ropa interior. El
beso que da a mi sexo me estremece y acaba con mi
raciocinio.

Me bajo de mis tacones y me deshago del pantalón. Camino


hasta la silla central y me siento en la orilla de esta. Isaac
sigue de rodillas, observando como abro mis piernas con una
flexibilidad que no sabía que tenía hasta ahora.

—Selene —jadea y comienza a caminar de rodillas hacia mí—.


Mi Selene, mi vida entera.

—Isaac —gimoteo al sentir su lengua encontrarse con mi


clítoris, el cual palpita furioso.

Él no mueve la lengua de forma descontrolada, por el


contrario, lo hace lento, lo que ocasiona que yo lubrique de
una forma exagerada.

Isaac me abre más los labios con sus dedos y juega con la
punta de su lengua, con las succiones, con su propia saliva.

—No te detengas, Isaac, no te detengas —imploro.

—Dime que estás conmigo —murmura.


—Estás jugando sucio —acuso.

—Sucio por los fluidos que te causo —bromea y vuelve a dar


más lengüetazos—. Dilo, por favor, mi Selene, dime qué
estamos juntos.

—Estamos juntos —murmuro.

Mis manos se aferran a los apoyabrazos de la silla mientras


veo cómo aquel sensual hombre me adora con su boca. Él no
parece solo estarme dando sexo oral; lo que siento es más
profundo que eso, como un acto de adoración de su parte.

El clímax llega de forma lenta, pero no por ello menos


intensa, por el contrario, me deja fuera de cualquier base y
me hace gemir y retorcerme a más no poder.

Antes de que pueda reaccionar, él se pone de pie y me


muestra aquel apetecible miembro que tiene entre las
piernas, el cual está comenzando a eyacular. Sonriendo, abro
la boca en torno a él y dejo que aquel cálido líquido me llene.
Él me mira de forma intensa y gruñe por el placer de venirse
en mi boca.
—Es delicioso —digo entre lamidas. No quiero desperdiciar
nada, me encanta el sabor.

—Eres para mí, Selene —afirma—. La mujer que fue hecha


para mí. No puedes ser de nadie más.

—Isaac...

—Nadie más —me interrumpe—. Y el que intente arrebatarte


de mi lado va a sufrir las consecuencias.

♡ CAPÍTULO 23 ♡
Víctor

—Todo marcha bien, Víctor. Cyra tuvo su cita médica y fue


excelente —me cuenta Serena—. Está muy sana.

—Me alegra —sonrío, mirando distraídamente por la ventana


del hotel.

La emoción del partido todavía corre por mis venas, pero no


dejo de preocuparme por mi hija, que, a pesar de todo, sí
extraño. Aun así, no puedo arrepentirme de haber venido,
dado que el fútbol me mantiene con la mente en blanco,
alejada de los problemas.

El problema son las noches, en las que me martirizo


pensando en Selene, en que necesito estar de nuevo a su
lado. Incluso algo tan simple como estar acurrucados en la
cama es algo que extraño con locura. Ella me lo daba todo
con sus caricias, sus besos, sus sonrisas, con contarme todo
lo que hacía en el día.

Me está desquiciando el hecho de que todavía no busque


contactarse conmigo, pensar en la posibilidad de que no me
extrañe y que esté saliendo con alguien más. De verdad
espero que eso no sea así. A mí no me han faltado
oportunidades y propuestas; algunas mujeres se me han
acercado, pero lo he rechazado. Lo hago porque quiero
mantenerme limpio, porque quiero que un día Selene
recapacite y demostrarle que estoy arrepentido, que ella es
la única en mi vida.

—Bueno, Víctor, tengo que irme. Síguela pasando bien.

—Gracias, Serena. Cuídate y cuida a Cyra. Gracias por


mantenerme informado.
—No es nada —suspira—. Te amo, no sabes cuánto. Es un
sacrificio estar lejos de ti.

Me quedo en silencio, incómodo ante el hecho de que no


puedo corresponder a ese amor. No me arrepiento de no
hacerlo, puesto que sigo firmemente convencido de amar a
Selene, pero me causa lástima. Espero que algún día pueda
encontrar el hombre que se la merezca y que la ame. Yo
nunca podré hacerlo, estoy más que convencido de ello.

—De verdad, Serena, cuida a mi hija. Y tú, igual. Puede que no


me creas, pero quiero que estés bien —respondo.

—Claro que sí, mi vida —me asegura—. Descansa.

—Adiós.

Le cuelgo la llamada y suspiro. Tengo otra vez ese impulso


de llamar a la casa de Selene, pero sé que no van a
responderme o que Jessie no me querrá contactar con ella.
Además, creo que es más sano para los dos el mantenernos
alejados por estos meses.

¿Me extrañará tanto como yo a ella? ¿Qué pensará de mí por


dejar a mi hija? No dejo de enviar lo que le corresponde o de
preguntar por ella, pero al final no estoy allí, de cierto modo
abandoné a mi niña.

Ojalá que algún día me pueda perdonar por no estar listo


para ser su padre, y ojalá que también mi madre me perdone
por haberme ido sin decirle nada. He intentado llamarle, mas
no responde mis llamadas. Isaac es el único que me dice que
no quiere que la llame más, pues está molesta. No la culpo.
Ella no defiende mis comportamientos y nunca lo hará.

Cierro la cortina de la ventana y me dirijo hacia mi cama para


intentar dormir aunque sepa que será imposible hacerlo
rápido. No solo Selene invade mi mente, sino todo lo que dejé
atrás, incluso pienso en mi hermano, que sé que en el pasado
habría estado contento de ver esto. Él me ha dicho que
viniera, no obstante, no puedo evitar a veces sentir que otra
vez le estoy haciendo daño, que le estoy arrebatando lo que
es suyo, porque lo es. También soy dueño de la empresa,
pero él se esforzó más para llevar nuestra marca hasta
donde está. Si él no pudo estar aquí como jugador, al menos
su nombre suena con fuerza en este mundo; nadie ha parado
de preguntarme por él, por la razón de que no viniera a esto.
«Por mi culpa, por el odio y la envidia que le tuve alguna
vez», me gustaría responderles, aunque la cobardía me gana
e invento excusas.

No, no puedo decirles. Isaac me perdonó desde el fondo de


su corazón. Nunca supo que yo lo hice todo a propósito, pero,
aun así, lo quiero y respeto muchísimo por la bondad que
demostró. Desde entonces soy una mejor persona... o al
menos lo era hasta que ocurrió lo de Serena.

Paso las manos por mi rostro y trato de olvidarme de ello. No


tiene caso recordar esas cosas, solo hará que me sienta peor
y que no disfrute de lo que tanto me gusta. No puedo hacerlo
del todo porque me falta Selene, pero no la paso tan mal.
Poner la mente en blanco y centrarme en los partidos es algo
que me está ayudando a no perder la cordura.

Necesito mi cordura para pensar en algo que me traiga de


regreso a mi vida, a mi Selene.

○●—♡—●○

Selene

Isaac y yo nos arreglamos a toda prisa cuando escuchamos


el llanto de mi bebé. Él luce igual de preocupado que yo y
toda la lujuria desaparece de sus ojos, lo que me hace
quererlo aún más. Desde luego que eso es algo que dejo al
fondo de mi mente, ya que mi prioridad es Cyra, con quien
llegamos de manera apresurada.
—Tranquilos, es que se ha tirado unos gases y parece que
explotó —nos explica Adele cuando nos ve entrar y se
percata de que estamos angustiados.

—Oh, por Dios, qué susto —suspiro mientras me acerco—.


¿Fue muy fuerte?

—Un poco —se ríe ella—. Debemos cambiarla antes de que


su ropa quede manchada.

—Muchas gracias, Adele —le digo cuando me entrega a mi


niña, que sigue incómoda—. Ya, ya, mi amor, mami te va a
cambiar y estarás cómoda.

—Menos mal que está bien —murmura Isaac con alivio—.


Creí que le pasaba algo malo.

—Las chicas odiamos estar sucias —dice Adele al tiempo en


que coloca la manta pequeña que uso para no manchar la
cuna, la cual tiene la altura perfecta para cambiarla.

Isaac se acerca y no me quita la vista de encima mientras


cambio el pañal explosivo de Cyra. Aquello me pone muy
nerviosa, pero no paro con mi tarea hasta que ella queda
completamente limpia.
—Lo haces demasiado bien —dice con admiración—. Cyra
hizo un desastre.

— No le levantes falsos a mi niña — gruño, fingiendo


indignación—. Todo lo que ella hace es perfecto.

Isaac ríe de manera suave, casi musical, cosa que tiene


efecto en mi pecho.

—Tienes razón, incluso sus pañales sucios son perfectos.

—Okey, ya podemos decir que ya sufren del síndrome del hijo


—se burla Adele, que continúa cuando la volteamos a ver—.
Están tan enamorados que no pueden ver lo malo en el bebé.
Bueno, eso se lo inventó mi hermana, pero es cierto.

—Es que no hay nada malo en mi pequeña luna —repongo


con una sonrisa—. Es perfecta.

—Claro que lo es —secunda Isaac.

—Bueno, yo me retiro —avisa Adele—. A menos que


necesiten...
—No, puedes irte —le digo y ella mira por un instante a Isaac
y sonríe.

—Muy bien. Que tengan una excelente noche.

—Adiós, Adele —se despide Isaac sin voltear a verla, ya que


está cargando a Cyra—. Ve con cuidado.

—Gracias, señor Ackerman.

Mi amiga me guiña un ojo y sale rápidamente de la oficina.


Isaac parece bastante cómodo y muy feliz, mientras que yo
no sé ni qué decir.

—Me iré a lavar las manos —murmuro.

—De acuerdo, gatita lunar —responde sonriendo.

Llena de nervios, me dirijo al baño de mi oficina, y al estar


adentro dejo que mis sentimientos fluyan por mi cuerpo. Mi
reflejo muestra a una mujer muy nerviosa y sonrojada, pero
que sin duda luce preciosa. Hace demasiado tiempo que no
luzco así de radiante, y cuando digo mucho, me refiero a
años.
Cuando salgo del baño, luego de tirar el pañal sucio y
lavarme las manos, casi me muero de un infarto al ver que
Isaac está a pocos pasos de mí, como si me acechara.

—¡Por el amor de Dios! —me quejo—. No hagas eso.

—¿Te asusté? —Frunce el ceño—. Lo siento.

No parece realmente arrepentido, así que pongo los ojos en


blanco. Él se ríe y luego mira a Cyra, que ya parece mucho
más contenta. De hecho, luce demasiado contenta.

—Parece que le gustas mucho —comento con una sonrisa,


olvidando por completo el susto sufrido.

—Me alegro por eso, pues me tendrá que ver durante toda su
vida —responde él con alegría—. Igual que tú.

—¿En serio? —Alzo ambas cejas y él asiente.

—Me quedaré en sus vidas, estoy decidido a ello.

—Bueno, señor masoquista, vamos a creerle por el momento.


—Me río y él arquea una ceja.
—¿Por qué masoquista?

—Porque estás renunciando un poco a tu vida de soltería, a


tus fiestas y mujeres. —Me encojo de hombros—. Puede que
tal vez salgas un poco, pero...

—No, Selene, no he vuelto a hacerlo —me interrumpe con


una ferocidad que me deja desconcertada—. Si estoy aquí
diciéndote que quiero estar en su vida es porque quiero
hacerlo por completo, como si fuese su padre, tu esposo.

—Isaac, yo...

—No se hable más del tema —dice antes de inclinarse para


besar mis labios, gesto que recibo sin pensarlo—. Ahora son
mías.

—Mmm... No tan rápido, todavía tengo margen para asimilarlo


todo. No es fácil.

—Bien, pero me gustaría que se repitiera lo que acaba de


pasar.
—Yo también —espeto al pensarlo y él sonríe—. Pero ya
veremos.

—Claro que sucederá, gatita lunar —me asegura, tomándome


por la cintura con su mano libre—. Te volverás tan adicta
como yo.

♡ CAPÍTULO 24 ♡
Selene

Mamá no quiere reírse de mí, lo intenta con todas sus


fuerzas, pero termina por hacerlo. Por más que me asegura
que Cyra no tendrá rencor conmigo por llevarla a vacunar, yo
no le creo y sigo con temor a que le pase algo. Una ojeada
rápida a Google me hizo saber de varios terribles casos
aislados. El movimiento antivacunas está bastante fuerte en
el país y publican historias espantosas en contra de estas.

Y yo tengo hasta pesadillas.

No estoy en contra de las vacunas, claro está, pero atiborrar


mi mente de todas esas cosas hace que tenga miedo a que
alguno de esos casos horribles le toca a mi hija. Incluso,
cegada por el miedo, desperté a Isaac de madrugada y lo
atiborré a mensajes, los cuales me contestó casi de
inmediato al hacerme una llamada. Jamás ninguna persona
me ha contestado a tan altas horas de la noche, pero él lo
hizo y me tuvo paciencia, incluso se ofreció a venir.

Anoche me quedó claro que, por más que intente negarlo,


estoy enamorada de él. Solo fue escucharlo y sentir que todo
volvía a estar bien a pesar de la vergüenza de tener que
llamarlo e interrumpir su sueño. Ahora me consuela saber
que va a acompañarme y que no nos va a dejar solas en
ningún momento.

Todavía no hemos repetido lo que pasó aquella tarde en mi


oficina, pues parte de mí todavía se resiste. Lo quiero así,
desde luego, incluso sé que necesito sexo, pero sigo con
aquel debate moral dentro de mi mente sobre si aceptarlo o
no. Mi madre ya sospecha que Isaac y yo tenemos una
relación incipiente, que no somos simples amigos, pero mi
exsuegra no, no se le pasa por la cabeza, y sé que no debería
preocuparme demasiado, pero me preocupa.

—Hija, Isaac llegó —me avisa mamá y yo trato de ignorar mi


corazón acelerado, no solo porque vino, sino porque eso
significa que tenemos que ir ya al hospital—. Se hará tarde.

—Lo sé, mamá, pero no encuentro la crema para el culito —


me quejo mientras la busco con manos temblorosas en la
pañalera.
Cyra sonríe en la cama y mueve los pies, ajena a lo que le va
a pasar. Me siento como una vil traidora.

—Dios, hija, busca en la bolsa delantera —se ríe ella, lo que


hago a regañadientes—. ¿Lo ves? Ahí está. Aunque no sé para
qué la quieres si van a regresar pronto.

—Es muy importante, demasiado importante, así como las


toallitas, oh, no las toallitas.

—Deja de buscar excusas y vete ya —gruñe—. Por favor,


cariño, es solo una vacuna.

—Una vacuna en donde van a lastimar a mi bebé —digo con


angustia—. No puedo.

—¿Quieres que yo vaya? —resopla—. Puedo faltar a la boda


y...

—No, voy yo —suspiro—. Tengo que aprender.

—Entonces mueve el trasero y baja ya.


—Okey, okey, ya te escuché —gruño—. Dile a Isaac que bajo
ya.

—Yo llevo a Cyra, estás muy nerviosa.

—De acuerdo —suspiro—. Solo ten cuidado.

—Claro que lo tengo —resopla.

Mamá toma en brazos a Cyra, hablándole de manera


amorosa. Yo termino de acomodar las cosas que creo que
voy a necesitar y me dirijo al piso de abajo, en donde Isaac
está abrazando a su pequeña, que le dedica sonrisas
hermosas y gritos agudos. Desde que cumplió los dos meses,
mi bebé es una pequeña caja de alegría, sonríe todo el
tiempo, en especial con Isaac. Conmigo es cuando más se
queda dormida, como si mis brazos fuesen su cuna.

—Buenos días —saludo sonriente.

—Buenos días, Selene —me responde él, repasándome de


arriba a abajo—. Te ves hermosa.

—Bueno, yo me retiro, voy un poco tarde —interviene mamá—


. Detesto las bodas y recepciones en el día, pero qué se le va
a hacer.
—Ve con cuidado, Jessie —le dice Isaac y yo frunzo el ceño.

—Ah, le pedí que me tuteara. Eso de «señora Dalton» sigue


sin gustarme —me explica mamá—. Además, lo veo a diario.

Isaac se echa a reír.

—Lo siento por las molestias, pero no puedo dejar de ver a


mi pequeña luna —responde, volviendo su atención hacia la
bebé—. Cyra, mi preciosa.

—Está enamorado —susurra mamá.

—Por supuesto —suspira Isaac—. Aunque no solo de Cyra.

Mamá aprieta los labios y contiene una sonrisa. Yo me pongo


roja a más no poder.

—Okey, okey, creo que ya escuché a mi taxi, nos vemos


luego, chicos —dice ella antes de salir casi corriendo de la
casa.
Antes de que pueda reclamar algo, Isaac se me acerca y me
da un beso en los labios que me deja atontada.

—Debemos irnos, gatita lunar —me dice—. Todo saldrá bien.

—Isaac, deja de decir esas cosas frente a...

—Jessie ya debe sospechar y no está en contra. —Se encoge


de hombros—. Tranquila.

—Tú no tienes vergüenza —farfullo.

—No, no me da vergüenza amarte.

Aquellas palabras me hacen jadear y volver a besarlo, esta


vez de una manera profunda y rápida.

—Estamos locos —me río y él asiente—. Ahora sí, vámonos.


Entre más rápido pase esto, mejor.

—Tranquila.

—Ojalá pudiera estarlo. Se siente horrible, me siento como


una traidora.
—Lo haces por su salud —me recuerda—. Tienes que
calmarte.

—Okey.

El camino al hospital es algo difícil para mí y no me siento


capaz de hablar mucho, solo dejo que Isaac lo haga para
distraerme. No puedo dejar de mirar a mi sonriente niña y
pensar en que va a llorar. A ella le molestan hasta las
etiquetas de la ropa y si está sucia de alguna forma, el
pinchazo la hará llorar hasta que se canse.

Solo de imaginar eso, se me arruga el corazón.

La enfermera que nos recibe es una mujer mayor y nos


sonríe con simpatía, creyendo que somos los padres de Cyra,
información que no desmentimos, desde luego. Ya se me
volvió una costumbre dejar que la gente piense que Isaac y
yo somos los padres, pues así me evito preguntas incómodas
y también porque me siento más segura.

Tengo que contener las la respiración y las lágrimas cuando


la mujer se acerca para pincharla. Mi pobre nena no advierte
nada.
—Todo estará bien —me asegura ella.

Mi pequeña luna suelta un chillido y rompe a llorar cuando la


aguja atraviesa su piel, lo que hace que ya no me contenga y
llore con ella ante la mirada preocupada de Isaac, que
también tiene que aguantar esos ataques.

—Perdóname, perdóname, mi cielo —le pido mientras la


muevo para que se tranquilice—. Lo siento mucho, es por tu
bien, te juro que...

—Yo me encargo, mi amor —me dice Isaac, tomando a la


nena entre sus brazos.

Lo miro con desesperación, pero a su vez esperanzada de


que pueda calmarla, cosa que, para mi alivio, ocurre a los
pocos segundos.

—Ya está, todo está bien —sonríe—. No pasa nada, Selene.

—Menos mal —suspiro y me levanto—. Gracias, gracias.

—Lo que sea por ustedes —responde.


Los dos alzamos la vista de nuestra pequeña y nos miramos
a los ojos. El mundo se detiene para mí y también para él,
puesto que también se queda absorto en mi rostro. Sus
pupilas dilatadas demuestran lo mucho que le gusta lo que
ve, y yo sospecho que mis ojos se han vuelto negros, dado
que él me gusta mucho más.

Es demasiado peligroso sentirme de esa manera, no


obstante, dejo fluir estas emociones, el nacimiento de un
amor que se me antoja como algo fuerte y desmedido.
Entregar mi corazón de nuevo es algo estúpido e irracional,
lo sé, pero alejarme de él ya no es opción, nunca lo fue. Cyra
lo necesita tanto como a mí.

Y yo también...

Isaac no es solo el hombre que deseo, también es aquel que


me hace sentir segura de lo que hago con Cyra. Ninguno de
los dos tiene culpa de lo que ha sucedido con sus padres
biológicos, así que tal vez...

—Todo está listo —dice la enfermera, que tiene en las manos


el registro de la vacuna.

Su intervención hace que Isaac y yo rompamos el contacto


visual y que yo regrese un poco a la tierra. Él todavía está un
poco desconcertado, pero centra su atención en Cyra y no
menciona nada al respecto.

Es solo a la hora de que colocamos a la pequeña en su silla


que él me toma de las manos.

—Puedo quedarme este día con ustedes. Ya escuchaste a la


enfermera, podría tener alguna reacción.

—¿No tienes trabajo? —pregunto—. No me gustaría darte


mo...

—Te prohíbo terminar de decir esa palabra —gruñe—. No, no


lo tengo, reprogramé mis asuntos.

—Mmm... Bueno, entonces podemos ir a casa.

—Sí.

—Gracias por todo lo que haces, Isaac —le digo con


sinceridad—. De verdad te has vuelto un apoyo excepcional
para mí.

—Quiero ser más que eso —expresa al besarme las manos—.


Las amo a las dos, quiero dedicarles mi vida.
—¿Estás completamente seguro? No te lo tomes a mal, pero
estar...

—Completamente seguro —afirma—. No tengo dudas, y


sonará muy mal, pero quiero serte franco, yo ya he vivido lo
que tenía que vivir, quiero formar una familia.

—No, no suena mal, suena como algo que me deja tranquila


—sonrío—. Yo no quiero que el día de mañana...

—No me voy a arrepentir, por Dios —se ríe—. Selene, de


verdad te amo.

—Me encantas —le suelto mientras dejo que me pegue a su


cuerpo—. Mucho, ya no puedo más.

—Ni yo tampoco —musita—. No podemos resistir.

—No, debería, pero no.

—Claro que debes, gatita lunar —dice contra mis labios—.


¿Por qué no estar con la persona que te gusta?
—Mejor vayamos a casa. —Suelto una risita—. Por favor.

—De acuerdo. —Isaac besa mi frente, sin enojarse por mi


evasión.

Me encanta que esté siendo tan paciente conmigo. Eso, sin


lugar a dudas, lo hace ganar muchísimos puntos. Ha
entendido que no debe presionarme, que yo misma decidiré
cuando me sienta preparada.

Isaac conduce con cuidado para no inquietar a Cyra, que


sigue un poco sensible por aquello de las vacunas. Al llegar a
casa decido darle un baño, mientras que Isaac prepara algo
para merendar.

Cyra se queda dormida después de que la baño y la alimento.


Ni siquiera se da cuenta cuando la pongo en su cuna;
continúa durmiendo como un hermoso angelito.

—¿Se durmió? —inquiere Isaac al entrar a la habitación. Yo


asiento.

—Sí, se durmió.
—Parece un ángel —sonríe al acercarse a mirarla—. No
parece aquella personita gritona que... ¡Ouch! —se queja
cuando siente mi pellizco en el brazo.

—De nuestra bebé no hablarás mal —lo reprendo y


enseguida noto lo que he dicho—. Perdón, mi...

—No, nuestra —corrige—. Eso ha sonado hermoso.

—Sí, pero...

Isaac me toma por la cintura y me acerca a él para besarme


de forma apasionada y que hace palpitar mi sexo. La pasión
comienza a extenderse por mi flujo sanguíneo, pero sé que
no podemos dejarnos llevar.

—Quiero hacerte el amor —dice entre besos.

—No, no podemos —susurro.

—Vamos afuera —me propone—. Solo te tocaré un poco.

Miro a Cyra con algo de duda, pero ella está durmiendo


plácidamente, así que asiento y los dos nos vamos afuera a
seguir besándonos y a tocarnos de forma lasciva.
—Me encantas —murmura sin dejar mi cuello. Yo gimo
despacio, ya no soportando el calor que hace—. Te amo,
Selene.

Algo dentro de mí se desata y le digo a Isaac que vayamos a


la habitación de enfrente, la de invitados cuando dejó de ser
la de Serena.

Isaac se sienta sobre la orilla de la cama y yo a horcajadas


sobre él. Mis caderas se mueven mientras dejo que me quite
la blusa y el sostén para que vea mis pechos, esos que
ansían ser tocados por este hombre.

—Voy a comerlos —dice gruñendo antes de juntarlos y lamer


mis pezones.

—Oh, cielos —gimoteo—. Isaac, Isaac.

Los dos perdemos completamente el raciocinio y yo también


le quito la camisa y voy al ataque de sus hombros desnudos,
que saben a él, a ese delicioso aroma tan único.

—Oh, por... —me estremezco al sentir sus dedos moverse


sobre mi sexo. Sabía que llevar falda iba a ser peligroso,
pero de todos modos me la puse—. Ay, Isaac, sigue.
—Sí, pero con otra cosa.

—¿Qué?

Isaac se apresura a alzarme un poco y bajarse los


pantalones y bóxer.

—¿Qué estamos haciendo? —le pregunto cuando me acaricia


con la punta—. Isaac, esto...

Él no me pregunta, solo me observa con intensidad hasta


encontrar mi vagina y comenzar a entrar. Yo tengo que
reprimir un grito, pues es muy grueso y largo y siento que va
a destrozarme.

—Me estás penetrando —me quejo, pero ya no me siento


capaz de parar por lo exquisito que se siente.

—Sí, sí, mi Selene —jadea—. Por fin te tengo.

—P-Por favor...

—¿Qué cosa, mi amor?


—Nada, nada —digo cuando él empieza a moverse como me
encanta, mientras se recuesta para que yo lo monte.

—Mi amor, Selene —gime. Los dos nos movemos como locos
desesperados.

Tenerlo dentro es espectacular, delicioso. Mi vagina palpita


con más fuerza que nunca y solo quiero ahogarlo a él con
mis pechos, de los cuales se prende hasta que de manera
súbita hace que nos demos la vuelta.

—Mi Selene, mi Selene —dice al aumentar la velocidad—.


Estoy loco, ya me volviste loco, ¿qué haces conmigo, mi
amor?

—N-No lo sé —chillo—. Deberíamos parar.

—No lo haremos.

—No.

Isaac pone mis piernas a cada uno de sus hombros y me


embiste con más rapidez. Luego de eso, las pone de lado y
me da con más fuerzas, causando que casi no pueda
soportar.

Me mira de una forma tan intensa y obsesiva que por un


momento me imagino que hasta mataría por mí. Y pensarlo
no me asusta en ese momento, sino que solo me calienta
más y más.

—Mía, Selene —dice con una repentina angustia—. Mi amor,


no me puedes terminar.

—N-No...

—Voy a correrme dentro, vas a quedar embarazada de mí.

—Yo no puedo tener...

—Sí, podrás —me asegura—. Yo soy tu hombre, conmigo


podrás.

—Embarázame —le pido, cegada por la locura del momento—


. Sí, Isaac, por favor, déjame embarazada, lléname de...

Mis palabras son interrumpidas por la ola violenta de calor


que explota en mi sexo y que se expande como el Big Bang
por todo mi cuerpo. La sensación es tan espectacular que
grito con fuerza, y ese grito hace que él se descontrole y se
corra dentro de mí mientras presiona para lograr su objetivo.

—Selene —dice muy contento—. Mi amor, por fin.

—No juegues conmigo —le pido llorando. Ha sido tan intenso


que quiero llorar a mares—. Por favor, no soportaría...

—Nunca, nunca, nunca —declara antes de salir de mí y hacer


que me levante para darme un abrazo—. ¿Cómo podría
dejarte? Quiero más de ti, por favor dame más de ti, dime que
estamos juntos.

Estoy por responderle, pero el llanto de Cyra nos alarma.

—Parece que nuestra hija no quiere hermanos aún —se ríe


Isaac, y la corriente que siento en el pecho me distrae un
poco.

—Nuestra hija —murmuro—. ¿De verdad que quieres...?

—Sí —me interrumpe—. Quiero que sea nuestra.


♡ CAPÍTULO 25 ♡
Selene

Isaac no deja de besarme y abrazarme cuando regresamos a


ver a Cyra para atenderla, lo que me tiene con la mente
embotada y sin deseos de hacer otra cosa que no sea
besarlo. Ella ya se ha calmado y vuelve a dormir de forma
tranquila y nos deja oportunidad para los arrumacos post-
sexo.

—Y bien, ¿cuándo quieres casarte? —me pregunta cuando nos


sentamos en la cama.

—Vaya, qué formal eres —me río—. Isaac, creo que es muy
rápido para que...

—No, no lo es —niega con la cabeza—. No tengo dudas. Esto


que pasó me lo confirma.

—¿Tanto te gustó? —pregunto sonrojada.

—¿A ti no?
—No encuentro palabras para describirlo —susurro mientras
le echo los brazos al cuello y acerco mi rostro al suyo—. Soy
yo la que te pregunta lo que estás haciendo conmigo.

—No estoy haciendo nada en especial, solo quiero tratarte


como te mereces, vivir para ti —contesta y me da un beso en
los labios—. No hay otra mujer en el mundo que pueda
hacerme feliz.

—Tal vez luego te arrepientas —murmuro—. A mí me hirieron


y no me resulta fácil confiar.

—No tienes que dudar de mí, ¿qué quieres para que me


creas?

—Tus cuentas bancarias y tu celular —respondo con tono


juguetón y él asiente.

—Si eso quieres, lo tendrás.

—Es solo una broma, Isaac, por Dios. —Pongo los ojos en
blanco—. No soy esa clase de persona, no me gusta invadir la
privacidad de los demás.

—Para ti no tengo privacidad —sonríe—. Responde a la


pregunta, ¿cuál es el día en que...?
—Hija, ya lle... Oh —Mamá se queda callada cuando nos ve
así, por lo que me apresuro a levantarme.

—H-Hola, mamá, ¿cómo te fue? —inquiero con una risa


nerviosa. Isaac se pone de pie, sin una señal de estar
nervioso.

—Muy bien, aunque no creo que mejor que a ustedes —se


burla.

—No, yo solo le quitaba una pestaña, ¿ya viste que tiene las
pestañas largas? —le digo de forma atropellada.

—Sí, claro, por eso tú estás aquí parada frente a mí. También
me senté en las piernas de tu padre para quitarle una
pestaña.

Isaac suelta una leve carcajada, que trata de disimular con


una tos muy falsa.

— Mamá, estás un poco ebria, ¿cierto? —gruño—. Estás


diciendo cosas muy raras.
—¿Yo diciendo cosas raras? Son ustedes los que hacen cosas
raras —replica. Para mi mala suerte no parece ni un poquito
ebria.

Ella ya no suele tomar desde que quedó viuda. Mientras mi


padre vivió se permitía tomarse una o dos copas, pero ya no
más. No es que vaya a ser amarga a la fiesta, pero ya no se
siente segura. Y, ciertamente, la comprendo.

—Bueno, en vista de que Selene trata de negarlo todo lo que


puede, yo seré claro —dice Isaac, lo que desata mi pánico,
aunque tampoco hago nada por callarlo—: quiero estar con
ella, quiero estar a su lado en la crianza de Cyra.

—¿Estar de qué forma, hijo? —le pregunta mamá, frunciendo


el ceño—. De acuerdo, se nota que hay algo entre ustedes,
eso ninguno de los dos lo puedo negar. No me escandalizo,
desde luego, siempre he respetado las decisiones de mi
Selene, pero...

—Quiero una relación formal con ella —la interrumpe Isaac


para que los pensamientos de mi madre no vayan en una
dirección incorrecta—. No pretendo tener algo pasajero, de
verdad estoy enamorado de ella.

Mamá alterna la vista entre él y yo, lo que me causa una


incomodidad insoportable. Debería gritar que no, que no es
posible y que Isaac solo está haciendo una broma de mal
gusto, pero con lo que acaba de pasar ya no me quedan
energías para negar lo que es evidente: yo también me
enamoré y creo que lo hice de una manera más fuerte de lo
que soy capaz de imaginar. Me parece demasiado inverosímil
haberlo hecho después de que Víctor me rompiera el
corazón, pero es así.

—No sé qué decirte, Isaac —responde mi madre, incómoda


también—. No te lo tomes a mal, me agradas mucho, eres un
buen hombre, pero sabes la situación.

—Lo entiendo perfectamente, Jessie —asiente él—. Y me


avergüenza profundamente lo que mi hermano hizo, quiero
reparar de algún modo...

—No, definitivamente no —lo corto, indignada—. No quiero


que estés cerca de mí si tan solo sientes una responsabilidad
moral con nosotras.

—Sabes que no estoy cerca de ti por eso —replica él,


gruñendo—. Estoy aquí porque quiero hacerlo, pero es
verdad que no quiero que Cyra sienta la ausencia paterna. La
amo, la amo tanto que me niego a dejar que crezca sin una
figura de padre.
Mamá y yo nos quedamos calladas ante su argumento. No sé
lo que esté sintiendo ella, pero a mí se me comprime el
corazón.

—Y quiero estar contigo —añade Isaac—. No me importa


esperar, solo no me eches de tu vida.

—No, no lo haré —sonrío—. ¿Cómo podría hacerlo? Cyra te


adora y yo... Bueno, Dios, no voy a decirlo frente a mamá.

—Ay, por Dios. —Ella rueda los ojos—. Los dos se mueren el
uno por el otro. ¿Saben qué? Ya mejor vayan a casarse.

—¡Mamá! —la reprendo e Isaac sonríe de una manera


hermosa.

—Estoy de acuerdo, Jessie. Gracias por darnos la bendición.

—No nos dio ninguna bendición —gruño—. Se está burlando


de nosotros.

—Claro que les doy mi bendición, solo quería exponer mi


sentir. —Mamá se encoge de hombros—. Eso sí, Isaac, si le
rompes el corazón a mi hija...
—No, por Dios, yo la amo de verdad —dice él—. Si ella acepta
casarse conmigo, organizaremos la boda en menos de una
semana.

—Las bodas no se organizan en una semana —le recuerdo—.


Además, no, no me voy a casar contigo de manera
apresurada.

—Está bien, solo lo decía por si acaso —se ríe él y mamá se


le une. Esos dos son aliados y no me agradan en este
momento.

Cyra comienza a llorar en ese preciso instante y todos


corremos hacia ella. Por el ligero olor, noto que ha ensuciado
el pañal.

—Bueno, asunto de Selene —bromea mamá.

Isaac no interviene, pues sabe que mientras yo pueda


encargarme de los pañales lo voy a hacer. No es que tenga
desconfianza por los demás, pero prefiero ser yo quien se
encargue de su higiene, así como fue mamá quien se encargó
de mí en ese sentido mientras fui pequeña.

Mamá e Isaac salen de la habitación y me quedo a solas con


mi hija, que no parece nada afectada por la vacunación. Aun
así, no puedo evitar tocarla en busca de algún signo de fiebre
o algo que me indique que hay que vigilarla más de la cuenta.

Sigue siendo increíble para mí que un ser tan pequeño se


haya convertido en el centro de mi mundo y que no quiera
otra cosa, salvo lo que acaba de pasar con Isaac. Todavía me
parece que fue como una clase de sueño erótico del que me
voy a despertar, que no pudo haber ocurrido en serio.

¿Cómo pueden ser reales los orgasmos tan explosivos?


Aunque duela aceptarlo, no recuerdo un encuentro con Víctor
de tal magnitud. No es que él haya sido malo, todo lo
contrario, disfrutaba como nada el estar en sus brazos, pero
esa conexión, esas sensaciones tan intensas, peligrosas y
ardientes, no llegué a sentirlas.

Y eso me da miedo, demasiado. Tengo miedo de enamorarme


sin límites y que Isaac rompa mi corazón en tantos pedazos
que no sea nunca capaz de unirlos de nuevo. A su vez ese
sentimiento me alivia, pues quiere decir que todavía
conservo algo de cordura y un escudo ligero con el cual
protegerme si pasa algo así.

Cuando termino de cambiar a Cyra y me lavo las manos,


salgo de la habitación, y me sobresalto al ver a Isaac
recargado en la pared.
—Demonios, Isaac, deja de asustarme —le reclamo—. ¿Dices
querer algo conmigo y pretendes matarme de un infarto?

—No, mi amor, lo siento —se disculpa avergonzado—. Solo


quería esperarte.

—Te perdono, pero ya no lo hagas.

—¿Soy feo acaso? —pregunta con sorna mientras me besa.

—Horroroso —bromeo—. Así que no puedes enamorar a


otras mujeres.

—Este monstruo horroroso solo te ama a ti —responde—. No


lo dudes.

—Creo que es hora de que te vayas —murmuro, pero en el


fondo no deseo que lo haga.

—¿Segura? —me pregunta como si pudiera leer mis


pensamientos.

—Realmente no, pero...


—Quiero quedarme — me interrumpe—. Pero está bien, creo
que te daré tu espacio... por ahora.

—Gracias —suspiro—. Necesito procesarlo.

—Hazlo antes de que descubras el embarazo —sonríe y yo


siento un vuelco en el corazón.

—Isaac, no puedo tener hijos, no de manera natural —


respondo avergonzada.

—¿Por qué dices eso? —inquiere, aunque no parece


demasiado sorprendido. Tal vez Víctor se lo contó o este
tema ya no es tan anormal.

—Yo... Bueno, me hice muchos estudios y tengo baja reserva


ovárica, es muy difícil que me quede embarazada, incluso los
embriones que intentamos crear con Víctor no se
desarrollaron. Quiero que tomes todo esto en cuenta antes
de que...

Isaac me interrumpe con un beso. Su mirada es tan tierna y


comprensiva que de pronto tengo ganas de llorar.

—No me importa, Selene —afirma—. Solo te necesito a ti y a


esta pequeña.
—¿De verdad? —La voz se me quiebra.

—Eres lo que siempre he deseado, así que no te dejaría ir por


eso.

—Pero tal vez tú quieras...

—Esta niña lleva nuestra sangre —dice sonriendo y los dos


volteamos a verla. Cyra nos sonríe y da un chillido alegre que
nos hace reír—. Tal vez no la creamos nosotros, pero
estamos unidos a ella.

—Sí —contesto sintiendo una felicidad enorme—. Lo estamos.

♡ CAPÍTULO 26 ♡
Isaac

La sonrisa que tengo en el rostro no puedo disimularla por


más que me esfuerce. Todo mi cuerpo huele a ella, mi cabeza
no para de rememorar el momento, no dejo de olfatear mi
ropa, en donde se ha impregnado su olor tan adictivo.
Me cuesta mucho no dar reversa y regresar con ella, con
nuestra hija. Pronto lograré que Selene se case conmigo y
poder reconocer a Cyra como mía, pronto ella misma llevará
mi apellido y nadie nos va a poder separar. Víctor va a
odiarme por todo y por mentirle, aunque me da exactamente
igual, incluso a veces preferiría que no regresara; quiero
verlo sufrir, pero más quiero que todo salga bien con Selene.

Selene...

No puedo parar de pronunciar su hermoso nombre, de


desear ver su rostro de nuevo. Haberle hecho el amor fue
millones de veces mejor que imaginármelo y no me
arrepiento de cómo fue. Conozco tanto a Selene que sé que si
hubiese preparado todo con antelación se lo habría pensado
más. A Selene le excita, aunque no lo diga, lo inesperado, el
riesgo, cosa que nunca tuvo con Víctor. Por supuesto que
tengo muchas cosas planeadas para ella, puesto que se
merece que le ofrezca el mundo entero, pero lo mejor fue
haber hecho esto.

—Mi gatita lunar, te amo tanto —suspiro, casi sin poder


concentrarme en conducir—. Si yo hubiese sido él jamás te
habría hecho eso. Es un estúpido.
Lo sigo pensando a pesar de que su estupidez me benefició.
Habría que estar muy mal del cerebro para dejar ir a una
mujer como ella y ocultarle todo lo que le ocultó. Mi plan
inicial no era ese, desde luego, pero la paciencia que tuve
durante esos meses sirvió para tener a mi pequeña luna en
nuestra vida.

Valió la pena el sacrificio.

Cuando llego a casa, mamá está saliendo de ella y parece


molesta. Por un momento me imagino que todo se me vino
abajo, que Víctor encontró la manera de contactarse, pero en
cuanto me bajo y ella se me acerca me queda claro que no es
así.

—Hijo, te busqué en la empresa y me dijeron que no estabas


—me dice—. ¿Estabas con...?

—Sí, con Selene y Cyra —la interrumpo—. La llevamos a su


vacuna y también me he quedado con ellas.

Mamá me observa con desconcierto y abre la boca varias


veces para hablar, pero se arrepiente. Yo espero con
paciencia hasta que consigue hilar las palabras y
verbalizarlas.
—Tienes que decirme lo que está sucediendo, Isaac.

—Por supuesto, de eso quería hablarte —respondo con calma


y los dos entramos a la casa. No paramos hasta
acomodarnos en la sala.

—Bien, pues te escucho —dice con mucha seriedad—. Me


imagino por dónde va el asunto, pero quisiera escucharlo de
ti.

—¿Qué es lo que quieres escuchar? —inquiero con una


sonrisa y ella resopla.

—Pareces entusiasmado con Selene —responde sin rodeos—


. Mucho me temo que hasta estés enamorado.

—Pues sí, mamá, lo estoy —digo asintiendo—. Amo a Selene.

Ella se queda callada, lo que es un signo de que acaba de


quedar en shock. Es divertido verla así, a decir verdad; me da
muchísimo gusto que sepa que su hijo perdió ante mí.

—No, no, Isaac —niega con la cabeza—. No, no puedes, era la


prometida de tu...
—Sí, y él se metió con la hermana de su prometida, además
la embarazó. —Me encojo de hombros—. Ninguno de los dos
tiene la culpa.

—Hijo, eso no está bien —dice con la voz más dulcificada—.


Entiendo que confundas las cosas con Selene al estar tan
cerca, es una mujer hermosa y muy capaz, pero...

—Lo sé, Víctor fue un estúpido por serle infiel —gruño.

—Tú tampoco serás capaz de serle fiel —replica con


preocupación—. Tú no sabes mantener una relación formal.
¿Sabes? Ni siquiera estoy tan preocupada por ti, sino por ella
y Víctor.

—¿Por qué? —le espeto enojado y ella se muerde el labio con


nerviosismo—. ¿Por qué te preocupa Víctor?

—Por Selene porque tal vez salga lastimada cuando te


aburras, y por Víctor porque es tu hermano, porque
enfurecerá al saber que sientes algo por Selene —contesta.

—Él se largó, mamá —le recuerdo—. Mucho no le importa y


tampoco su hija.
—Pero volverá, estoy segura de eso. —Suspira—. Víctor solo
está abrumado, pero en cuanto se sienta mejor va a regresar
por su hija, y no le va a gustar...

—Se largó con Serena, no le importó dejar a Cyra en brazos


de Selene, ¿de verdad lo defiendes?

Tengo que recordarme a mí mismo que debo mantener la


calma, pero me es casi imposible, y no porque defienda a
Víctor, sino porque no puedo tolerar que se opongan a mi
relación con Selene. Ella ya es mía, le pese a quien le pese.
Me enterré en lo más profundo de ella, pude sentir que muy
pronto estará esperando un hijo mío a pesar de su
desafortunado diagnóstico. En cualquier momento voy a ser
capaz de lograrlo, me he informado mucho al respecto.

—No lo defiendo, es solo que me preocupa que la relación


entre ustedes...

—Yo no puedo tenerle respeto a Víctor después de lo que ha


hecho —sonrío de manera sardónica—. Nuestra relación se
rompió desde el momento en que se fue y dejó a Selene con
la responsabilidad de lo que hizo.

—Sí, lo sé, Isaac, pero de todos modos...


—Estoy enamorado de Selene, y Víctor, ni tú, ni nadie va a
impedir que estemos juntos.

—Hablas como si ella...

—Ella también siente algo por mí.

Mi madre agranda los ojos al escuchar mis palabras.


Seguramente no esperaba esto, pero poco me importa.

—Pues no, no la puedo aceptar como nuera de nuevo —dice


molesta—. Si tan poco le costó olvidarse de Víctor, eso
significa que...

—Eso significa que el daño que le hizo fue tan grande que su
amor se fracturó y es irreparable —la interrumpo—. No te
permito que juzgues a Selene o que te metas en lo nuestro, a
menos que...

—¿A menos que qué, Isaac? —Se levanta del sofá, muy
alterada—. Dime lo que ibas a decir.

«A menos que quieras acabar muerta», contesto en mi


cabeza.
—A menos que quieras que me aleje de tu vida —respondo,
un poco más controlado—. Porque lo haría.

Ella se echa a reír, estupefacta, y agita la cabeza.

—¿De qué hablas, hijo? ¿Estás perdiendo la razón? —me


cuestiona.

—No, estoy cuerdo —respondo con firmeza, disimulando que


me está haciendo sentir como un maldito crío incapaz de
tomar decisiones—. Estoy hablando en serio, no verás más a
Cyra si llegas a incomodar a Selene.

—No pretendo incomodarla, solo no quiero que sea mi nuera.


Nunca me gustó del todo para Víctor, y ahora menos me
gusta para ti.

—A ti lo que te sucede es que tal vez Serena te agradó más.

—Pues tal vez —admite—. Jamás vi a Selene mirar a Víctor


como Serena lo hace. No estoy para nada contenta con lo que
hicieron, son un par de irresponsables, pero no tengo dudas:
Serena ama a Víctor.
—Mira, no me importa si Serena te gusta más, pero vas a
respetar mi decisión —le advierto mientras me pongo de
pie—. No vas a hacer sentir incómoda a Selene.

—No te preocupes —gruñe—. Sabes bien que no soy esa


clase de persona. Pero a ti no te puedo mentir: no me parece
bien que estés con ella, independientemente de que me guste
o no, Víctor sigue siendo tu hermano.

—Sí, claro que lo sigue siendo, pero me da igual. No voy a


renunciar a Selene, a Cyra. Ellas son lo más importante que
tengo. Y, para que lo sepas, no he vuelto a estar con ninguna
mujer, la amo a ella, no tengo ojos para nadie más.

Sin agregar nada más, me dirijo a mi habitación. Me voy a


largar de una buena vez de aquí; no pienso seguir soportando
a esta mujer, que sé que en algún punto hará que Selene se
sienta mal por amarme.

Porque ella me ama. Todavía no lo dice, pero pude sentirlo


mientras la hacía mía. Ella está tan perdida como yo lo estoy,
y tengo la certeza de que pronto me dirá que sí, que aceptará
casarse conmigo.

No puedo esperar a que eso suceda.


Quiero darle por fin el anillo que lleva mucho tiempo
esperándola.

♡ CAPÍTULO 27 ♡
Selene

—No puede ser. —Adele se cubre la boca cuando la llamo a


la sala de juntas y le cuento lo que ha pasado.

No es mi estilo divulgar mi vida íntima, ni siquiera con mi


hermana lo llegué a hacer, pero hoy tengo necesidad de
contarlo porque me parece el acontecimiento del año (claro,
quitándole que abandonaron a una bebé y me la dejaron a
mí). Tengo una maraña de sentimientos en el pecho, que van
desde la incredulidad y emoción hasta el espanto y miedo. Lo
mío con Isaac se está dando tan rápido que apenas puedo
asimilarlo.

—Sí, me acosté con él, es algo que todavía no me creo —


confieso preocupada.

—Bueno, tampoco me sorprende mucho —se ríe mientras


mece a Cyra en sus brazos—. Es bastante obvio que ustedes
dos quieren comerse.
—Y sí, nos comimos. —Me muerdo el labio inferior.

Esta mañana tuve que tocarme mientras me duchaba. No


soporto todavía el calor que me recorre el cuerpo cuando me
acuerdo de lo que hicimos. No necesitó ser un evento
maratónico para ser memorable, sino la intensidad de
sentimientos y deseo, los cuales hacen que quiera repetirlo
para ver si de verdad está pasando todo esto entre nosotros
o solo fue producto de nuestra tensión sexual acumulada.

—Debió ser espectacular —dice Adele, emocionada—. Nunca


te vi así.

—No sé qué le diré a mi terapeuta —respondo nerviosa—. Me


va a decir que estoy loca, que...

—Tranquila, un terapeuta no está para juzgar —me


recuerda—. No creo que te diga algo malo, después de todo,
él no tuvo la culpa de... ya sabes.

—Pues no, pero es su hermano, y ha pasado muy poco


tiempo desde que Víctor y yo terminamos.

—Tal vez ya no lo querías tanto...


—Lo amaba con toda mi alma —repongo con amargura y mi
pecho se contrae, pues es cierto—. No me veía con nadie más
que no fuera él, incluso ahora, que estoy en otro asunto, me
es difícil ver que no estaré a su lado, es... raro.

—Eso es costumbre, no amor —dice sonriendo de manera


triste—. Estabas acostumbrada a Víctor, tenías un proyecto
de vida con él.

No respondo nada y me pierdo un poco en mis pensamientos.


Es demasiado triste pensar que si Rachel no me hubiese
dicho nada, yo habría vivido en una mentira. Tal vez pueda
sentirme muy extraña ante la idea de que ya no me casaré
con Víctor, pero lo prefiero así, me gusta mi nueva realidad,
independientemente de si hubiese sido feliz en la ignorancia.

—Selene, sé que estás cuidando de Cyra, pero me preguntaba


si... Bueno, no sé.

—¿Qué sucede, Adele? —le pregunto.

—Bueno, es que es cumpleaños de Sophie e iremos a


celebrarlo.

—Eh...
—No tienes que quedarte a tomar ni nada.

—Es que, ya sabes, no me quisiera separar de Cyra, yo...

—No hay problema, Selene —me sonríe, aunque noto que


está algo triste—. Sophie lo comprenderá.

—Bueno, veré qué puedo hacer. —Me encojo de hombros—.


Puedo ir un rato, tal vez. Voy a reprogramar mi cita con la
doctora Collins.

—¡Ay, sería genial! —exclama con entusiasmo—. Ya me


avisas.

—Claro.

Adele parece muy feliz cuando me entrega a Cyra y se


marcha para continuar con sus actividades. Yo regreso a mi
oficina y, mientras me dirijo hacia allá, pienso en avisarle a
Isaac para que no me busque este día, aunque luego me lo
pienso mejor y decido no hacerlo. Necesito una tarde de
chicas, las cuales me pueden ayudar a poner las cosas en
perspectiva. Mamá tiene razón cuando dice que de vez en
cuando necesito salir un poco del mundo de la maternidad
para volver a ser mujer, sobre todo cuando estoy en esa
línea delgada entre iniciar una relación o salir huyendo.
Estoy más cerca de lo primero, y eso me asusta aún.

Mamá responde a mi mensaje con un rotundo sí cuando le


pregunto si puede cuidar de Cyra. A los pocos minutos recibo
una llamada de Isaac, lo cual me acelera el corazón y me
hace dudar en contestarle, puesto que me da algo de miedo
decirle lo de la fiesta. Si soy honesta, es la primera vez que
tengo una sensación tan horrenda; esto con Víctor no me
sucedía, él confiaba en mí.

Con Isaac no sé qué esperar; él está todo el tiempo pendiente


de mí y de Cyra, y no le sienta muy bien cuando no puede
vernos.

—Hola —respondo lo más normal que puedo.

—Hola, gatita lunar —dice con un tono más serio de lo


normal—. ¿Cómo están? Las estoy extrañando.

—Estamos muy bien —le informo—. Nuestra bebé no ha


explotado hoy.

—Me encanta cuando dices «nuestra». —Suspira—. Quiero


verte, pasaré por ti a...
—Con respecto a eso... —Con mi mano libre me rasco la
cabeza. Cyra está en su cuna, viendo los colgantes que acabo
de ponerle—. Creo que hoy no nos podremos ver.

—¿Por qué? —inquiere, agravando su voz—. ¿Pasa algo?

—Bueno, saldré.

—¿A dónde?

—Creo que tu segunda profesión debería ser detective —me


río para disimular que tengo los nervios de punta y a su vez
me excita su reacción. No sé qué tan sano sea aquello, pero
me pasa—. Es cumpleaños de una amiga, me invitaron a una
fiesta.

—¿Y vas a dejar a Cyra? —gruñe.

—Mi madre la cuidará —digo molesta—. Llevo semanas sin ir


a ningún lado.

—¿En dónde será eso? Yo puedo acompañarte.

—Me temo que no —digo tajante—. Es para chicas.


—Selene, dime al menos en dónde estarás —suaviza el tono
de su voz al percibir que me está asustando—. Sabes cuánto
te amo, que quiero cuidarte.

—Lo entiendo, y te agradezco que me cuides, pero tampoco


exageres. Por cierto, tengo que dejarte, el trabajo me espera.
—Cuelgo la llamada.

Por suerte, no me vuelve a llamar. Es bastante probable que


esté molesto, pero no voy a dejar que controle mi vida.

A su vez, también me invade un sentimiento de tristeza por


pensar en estar mal. Sé que no debería, pues yo soy dueña
de mi tiempo y no le debo explicaciones, al menos mientras
no tengamos una relación formal.

A la salida del trabajo, tal y como sospechaba, Isaac me


recoge. Su expresión es bastante más seria de lo normal,
pero trato de ignorar aquello hasta que él me pide que
hablemos tras subir a Cyra al auto.

—Selene, ¿de verdad vas a ir? —me pregunta—. No lo digo


por Cyra, sé que tienes derecho a descansar, pero...
—Sí, Isaac, voy a ir —digo con firmeza—. Lamento si eso te
enoja, sin embargo, no tengo por qué privarme de salir si
dejo a Cyra en buenas manos.

—¿Habrá hombres? —me suelta y yo abro la boca de par en


par.

—¡Yo qué sé! —exclamo—. Isaac, te debe dar igual, yo...

—No, no me da igual —gruñe y me atrae hacia él—. Me


importa una mierda que te enfades, a mí me interesa saber
en dónde y con quién estás.

—Solo voy a estar con unas amigas, no es como que esté


buscando ligar —resoplo—. Esto que haces no está bien, es...
asfixiante.

Él no me responde con palabras, sino con un beso que me


termina asfixiando más por la intensidad con que me lo da.
Intento sacármelo de encima, pero a los pocos segundos me
rindo y le correspondo, dejando fluir todas las sensaciones
extrañas y morbosas que me invaden por su posesividad.

Creo que fue mala idea cancelar mi cita de hoy.


—Te amo, Selene, me angustia, me angustia dejarte —
murmura—. No quiero que nadie...

—Nadie, por el amor de Dios —gruño—. No estoy interesada


en nadie, solo en ti.

—Dime ya que sí —me ruega—. Dime que...

—Eso lo tendremos que hablar después. Llévame a casa.

—Está bien —masculla—. Solo piénsalo. Podríamos salir tú y


yo.

—No lo creo —sonrío, aunque secretamente me muero de


ganas.

Isaac me abre la puerta para dejarme entrar, y pronto vamos


de camino a casa. Él parece menos alterado, no obstante,
presiento que sigue en contra de que me vaya a la fiesta.

Pero mamá, sin saberlo, lo pone en su lugar, ya que se


muestra bastante contenta de que por fin voy a salir. Me
invade muchísimo la culpa, pues lo que más deseo es
quedarme con ella, pero no me puedo rendir; debo
demostrarle a Isaac que no me va a controlar.
—Isaac parecía molesto —me comenta ella cuando ve que me
arreglo y estoy tratando de pedir algo en mi joyería favorita,
la cual amo porque puedo enviar regalos a casa de la
persona.

Solo espero que a Sophie le guste el brazalete de oro con un


dije de su inicial. Para otra ocasión debo prepararme mejor,
aunque Adele insista en que no debo llevar absolutamente
nada.

—Mmm... No lo noté —le miento.

Luego de ponerme el pendiente, me vuelvo hacia mi niña, que


mueve sus piernas con entusiasmo.

—Cada día eres más hermosa, mi amor —le digo emocionada.

—Parece que tendrá los ojos verdes —se ríe ella y yo me


acerco más al rostro de Cyra para verla. En efecto, el gris
está comenzando a hacerse verde. Es muy poco notorio el
cambio, pero ahí está.

—Vaya —susurro—. Bueno, pero la genética es así de


caprichosa, tiene mis rizos también.
—Es la bebé más hermosa —suspira ella—. Tal vez me digas
exagerada, pero ya no concibo la vida sin ella.

—Ni yo, mamá —sonrío—. La amo, no puedo asociarla con lo


que ellos hicieron. Cyra llena mi vida de una forma que no
creí posible.

—Pero también eres una mujer joven, así que no dejaré que
uses de excusa ese amor para quedarte en casa —dice
mamá con tono burlón y yo resoplo.

—Está bien, está bien, me largo.

Después de casi comerme a besos a mi bebé y pedirle al


menos diez veces disculpas por salir, por fin consigo la
fuerza para poderme marchar, aunque varias veces me
detengo en las escaleras porque no me es nada fácil
separarme de ella. Aun así, logro terminar de bajarla e irme,
pero en la puerta está Isaac, que tiene un biberón en las
manos.

—Encontré esto en mi auto —me dice mientras me repasa de


arriba a abajo.

Los ojos de Isaac pasan de la seriedad a una ira que se


cocina a fuego rápido. No puedo leerle los pensamientos,
pero ya con esa mirada ardiente y que me está haciendo
temblar me lo dice: no le parece bien mi vestido.

—¿Te vas?

—Sí, voy de salida —asiento mientras tomo el biberón—.


Gracias por traerlo, pero no era necesario...

—En realidad venía a tratar de convencerte —admite,


siguiéndome a la cocina.

—Pues no lo lograrás —me burlo para disimular el miedo—.


Me voy a la fiesta.

—Selene, Selene, por favor —suplica al abrazarme por


detrás. El biberón resbala de mis manos y cae en el
fregadero.

Dejo escapar un pequeño gemido ante sus besos candentes,


que van desde mi cuello hasta mi brazo.

—Isaac...

—No vayas, mi amor —insiste—. Quédate conmigo.


—No, no puedo...

—Luces deliciosa —gruñe mientras trata de alzar mi


vestido—. ¿Acaso eres ingenua para creer que no vas a
captar miradas?

—No, no lo soy, pero...

—Tú eres mía, Selene —susurra, haciéndome estremecer y


sentir pinchazos en la piel de los brazos, ya que tengo
erizada al extremo la piel—. Ven conmigo.

—N-No...

Isaac mete una de sus manos entre mis piernas y solo le


basta con apretar un poco para terminar de doblegarme.

—Vamos a un sitio donde podamos estar solos.

—No, Isaac, yo...

—¿No? —cuestiona al ingresar un dedo en mí y moverlo de


forma deliciosa. Como siga así, haré un desastre en la cocina.
—Está bien —jadeo, ya no pudiendo más con la tensión
sexual—. Vamos.

♡ CAPÍTULO 28 ♡
Selene

No tengo intenciones de modificar mis planes, tan solo este


es un desvío... o eso es lo que pienso hasta que Isaac
aumenta la intensidad de sus besos cuando llegamos al hotel
de paso que propuse y al que siempre quise ir. Todo está casi
oscuras en la cochera en donde metemos al auto; la única
iluminación viene de unas luces neón que están puestas por
el suelo.

—Qué lugar tan cuestionable —me río entre besos, los cuales
nos damos cuando él me ayuda a bajar del auto.

—¿Quieres irte? —me pregunta.

—Solo para irme a la fiesta.


—Pues entonces no nos iremos —gruñe—. Te cogeré en este
lugar cuestionable.

—Es mi primera vez en un sitio como este —confieso.

Sus ojos parecen oscurecerse más, al igual que su sonrisa.


Esa mezcla entre lo turbio y lo sensual en sus expresiones
me revuelve todo por dentro.

—Ah, ¿sí?

—Sí, así que me guiarás, aunque no te permito pensar en otra


que no sea...

Isaac me interrumpe con un beso, en el cual su lengua y


succiones toman el control. Cuando me besa así me vuelve
loca y quiero hacer todas las porquerías habidas y por haber
en la cama.

Y fuera de la cama...

Los dos entramos torpemente a la habitación, que también


está a algo oscura y fría, pero no me importa. Todo el calor
que necesito me lo proporciona él con su cuerpo, con sus
sensuales caricias.
—Para mí no hay otra más que tú, Selene —musita al tiempo
en que desliza el cierre de mi vestido—. Créelo, mi amor.

—Mmm... Puede que te crea, te has vuelto loco por una fiesta
—me burlo.

—Más que eso.

El vestido termina de caerse a mis pies y él me alza en


brazos para sacarme de él.

—¿Pensabas ir sin sostén? —pregunta enojado y yo me río.

—Exacto.

—Estás loca, esto nunca...

—¿Qué?

—¿Lo has hecho antes? —farfulla.

—No —sonrío con descaro—. Es el primer vestido que me


pongo que no necesita sostén.
—Se va a la hoguera —asevera antes de llevarme a la cama,
en donde me lanza de una forma ardiente.

Mi sexo palpita con más fuerza al verlo quitarse la camisa.


No puedo ver a detalle su torso, pero no lo necesito para
morirme de deseo, para saber que tiene un cuerpo perfecto.

Isaac me quita la ropa interior y aspira con fuerza antes de


hacerla a un lado. Aquella acción no es tan higiénica, aunque
con él me termina prendiendo todavía más; me excita que le
encante mi olor, que lo vuelva tan loco como a mí el suyo.

Dejo escapar un fuerte grito y la espalda se me arquea


cuando él ataca sin piedad mi sexo. Su lengua se mueve de
una forma incluso más extraordinaria que cuando lo hizo por
primera vez y alzo la cabeza para verlo.

De pronto tengo las piernas subidas a sus hombros mientras


que él se deleita y me hace el amor con su boca. Todas las
sensaciones que me recorren el cuerpo son irreales, me
tienen al borde del delirio.

—Isaac, te adoro —expreso, casi llorando por el placer—. Me


haces sentir como nadie.
—Eso quiero, gatita lunar, hacer que solo pienses en mí —
contesta emocionado y vuelve con aquellos lengüetazos.

Más que placer sexual, puedo sentir el amor que dice


tenerme en cada succión y en cada gemido de placer que
suelta. Él me adora y eso me encanta, me fascina tener su
atención para mí sola.

—¿Cuánto me amas? —le pregunto y él se detiene.

—No podría responder —admite—. Cualquier cosa que


pudiera decir para compararlo sería muy pequeña, apenas un
punto.

—Isaac...

—Mi Selene, mi amor nunca se acabará, no importa qué pase


—me jura al mismo tiempo en que sube hacia mí para
colarse entre mis piernas y penetrarme.

—Me encantas —susurro cuando entra en mí.

—¿Sí? ¿Te encanto? —pregunta fascinado.

—Ten cuidado —gimo—. Eres grande.


—Y tú demasiado estrecha —replica—. Quiero llenarte de
nuevo.

—Hazlo, mi amor —le pido jadeando y moviendo un poco mis


caderas para instarlo a seguir—. Por favor.

—Encantado —dice con una enorme sonrisa.

Isaac se apodera de mis labios otra vez y comienza a


moverse de forma frenética, alocada. Yo también me muevo
con urgencia, disfrutando de la fricción entre nuestros
cuerpos desnudos, de su olor que me invade y del amor que
nos brota a los dos por el cuerpo.

Sí, lo amo. No sé cómo ni cuando ocurrió, pero lo amo. Quiero


que él sea mío para siempre, que nadie más disfrute de su
cuerpo como lo hago yo. Es vertiginosa la velocidad a la que
nos hemos enamorado, pero bien dicen que el tiempo no
importa demasiado, sino la persona.

E Isaac es esa persona.

En medio de nuestros rápidos movimientos, él sale de mí y


me hace girar para ponerme en cuatro, haciéndome gritar
cuando me vuelve a penetrar, ya que ha sido en una lenta e
intensa estocada.

—Eres indescriptible, gatita lunar —expresa sin dejar de


moverse—. ¿Cómo podría dejar de amar todo esto?

—Algún día...

—No me importa, mi amor, no me importa —gruñe—. Nos


divertiremos de otras maneras, pero nunca podría dejar de
desearte.

—Ni yo a ti —sollozo—. Lo quiero todo.

—¿En serio, mi amor? —cuestiona casi sin aliento.

—Sí, sí, quiero estar contigo —digo segura. A la mierda la


pedida de opinión.

—Entonces serás mi mujer ante todo el mundo —me


advierte—. Ningún maldito infeliz podrá acercarse a ti.

—Eres tan posesivo —gimoteo.


—Claro que sí, soy celoso con lo que me pertenece —
murmura.

Isaac detiene un poco la velocidad y vuelve a salir de mí.


Intrigada de lo que hará, permanezco quieta y estallo en un
delicioso y húmedo orgasmo cuando me mete los dedos y lo
mezcla con sexo oral.

Pero nuestro encuentro no termina ahí, ya que me lleva al


diván, en donde se sienta para que yo también lo haga y
pueda penetrarme.

—Creo que me voy a correr muy rápido otra vez. —Suelto una
risita nerviosa cuando vuelvo a tenerlo adentro.

—Qué más da. Para eso estamos aquí —responde.

Mi cuerpo se mueve de arriba a abajo y lo combinamos con


movimientos circulares que me están volviendo loca.
Además de eso, Isaac se encarga de mis pechos, los cuales
ansían ser tocados, succionados y adorados como lo hace él.
Este hombre parece saber todo lo que me excita y como lo
quiero; lo hace sin dudas, como si conociera cada punto de
placer, como si antes hubiésemos estado juntos.
No podemos parar de sonreírnos como dos idiotas, aunque
sospecho que la única que luce como idiota soy yo; él luce
demasiado sensual, exquisito.

De pronto subo mis pies y los apoyo en sus piernas, cerca de


sus caderas. Isaac me sostiene por la cintura y me ayuda a
seguir con la penetración, la cual me va a acalambrar, pero
sin duda vale la pena

—¡Maldita sea, qué bien sabes coger! —le grito extasiada—.


No te detengas, por favor, dame más.

—No, mi amor, tú eres la que coge como diosa —masculla—.


Nadie se te puede comparar.

—¿Nadie?

—Nadie —me asegura, y por alguna razón le creo.

Bajo de nuevo mis piernas y el ritmo se torna más lento,


aunque más regular y candente. Los dos nos abrazamos y
sonreímos, sin dejar de mirarnos a los ojos durante aquel
vaivén.

Toda la habitación es ahora calurosa, huele a sexo y nuestros


aromas combinados. Es mezcla más deliciosa de todas.
Isaac siente que me estoy corriendo, y entonces decide que
también lo hará. Sentir su semen mientras me vengo es algo
sublime, que me deja sin aliento. Esa chispa que tenemos los
dos es algo nuevo, que no sé describir.

—Mi Selene, me tienes obsesionado —murmura mientras


besa mis hombros—. No soporto dormir lejos de ti.

—Tenemos que esperar, no podemos...

—Lo sé, la boda se organiza primero —se ríe.

—¿De verdad te quieres casar conmigo? Ni siquiera hemos


tenido una cita —gruño.

—¿Y esto qué es? —Arquea una ceja.

—No cuenta, esto es un chantaje —le recuerdo.

—Es verdad —dice abrazándome—. Un extraordinario


chantaje.
—Eres un cínico —resoplo—. Y con cita me refiero a hacer
algo normal, como ir al cine, a cenar, a...

—Todo eso lo haremos, mi amor, podemos ir a cenar ahora.

—No, me llevarás a la fiesta —sonrío y él parpadea varias


veces sin entender.

—¿Disculpa?

—Que me vas a llevar a la fiesta ahora mismo, o tal vez tenga


que tomar un Uber, pero...

—Selene, ¿estás loca? —pregunta enojado, pero sin dejar de


abrazarme.

—Voy llena de ti, no tienes nada que temer. —Le guiño el


ojo—. Tengo que ir, confirmé que iría...

—Pero...

—No por haber venido iba a hacer cambio de planes —me


burlo—. Más vale que me lleves, Isaac, o si no...
—¿O si no qué? —pregunta desafiante y yo le doy un beso en
los labios.

—Si no, no te presentaré a nadie como mi pareja, incluso no


aceptaré serlo.

—A mí no vas a decirme eso —amenaza y por un momento


tengo miedo otra vez—. Está bien, Selene, pero yo te
acompañaré, al menos para presentarme.

—¿Qué? Pero si...

—Tú ya eres mi mujer, así que no debería haber problema.

—Pero...

—Shh... Iremos juntos, te guste o no —sonríe—. Todos en esa


fiesta deben saber que estamos juntos.

♡ CAPÍTULO 29 ♡
Selene
Para mi buena suerte, la fiesta está en su apogeo cuando
Isaac y yo llegamos, sin embargo, él observa con reticencia
la casa, dado que hay mucha gente.

—Me voy a quedar, Selene —me advierte.

—Pero...

—No desconfío de ti, pero sé cómo es este ambiente. Algo


malo va a pasar.

—Mmm...

—Hazme caso, por una vez, hazme caso —me pide con un
tono sombrío y yo resoplo, conteniendo mis celos por
imaginar qué tantas cosas ha hecho en este tipo de fiestas—.
No parece un ambiente seguro.

—Lo que pasa es que no me tienes confianza —gruño y él


niega con la cabeza.

—Claro que confío en ti, pero eres hermosa, no confío en que


te respeten, aun si digo que eres mía.
—No vayas por ahí diciéndolo de esa forma —me río—. Suena
muy raro.

—¿Señora Ackerman te parece? —sugiere con tono seductor.

—Todavía no nos casamos —murmuro.

—¿Eso significa que sí aceptarás?

—No dije eso. —Volteo hacia mi ventana y centro mi atención


en las luces de las ventanas.

La fiesta parece estar muy divertida.

—Vamos de una buena vez —gruñe antes de bajarse del auto


para venir a abrirme.

Durante los segundos que tarda en rodear el auto, reflexiono


sobre si estoy haciendo lo correcto en venir aquí mientras mi
bebé está en casa. La extraño una barbaridad, pero tampoco
quiero darle el gusto a mi «novio» de arrepentirme.

Es tan raro pensarlo de esa forma, ya que aquel término no


es lo suficientemente fuerte para definir lo que él significa
para mí, y tampoco es mi prometido, dado que no he
aceptado casarme con él. Eso es algo que debo pensar con
mucha seriedad, sin tenerlo dentro de mí de preferencia.

—Vamos, gatita lunar —me dice, extendiéndome la mano


para ayudarme a bajar.

—Gracias —susurro.

Isaac no me suelta de la cintura en ningún momento


mientras caminamos entre la gente que baila. No recuerdo
haber estado jamás en una fiesta tan escandalosa y no me
agrada demasiado, no obstante, tenerlo a mi lado hace que la
experiencia sea interesante.

También me siento más segura, lo admito.

Apenas entrar a la casa nos topamos con Adele y Sophie, que


tienen gorros de fiesta puestos y beben de un vaso rojo.

—¡Llegaste! —exclaman emocionadas, aunque no vienen a


abrazarme porque Isaac no me suelta. A él lo miran muy
sorprendidas y se sonrojan.

—Hola, chicas —saludo mientras rezo para que no noten que


tengo el cabello mojado, tampoco para que perciban el olor
al jabón de ese maldito motel.
—Sí, aquí estoy —me río.

—Gracias por el regalo, me encantó. —Sophie alza su brazo y


me muestra el brazalete—. Eres tan linda, no debiste...

—Ay, por Dios, eso no es nada —bufo—. El siguiente año será


algo mejor.

—¿Puedo casarme con ella? —bromea la cumpleañera.

—Lo siento, pero se casará conmigo —interviene Isaac con


tono alegre, lo que me hace sentir una deliciosa sensación en
el estómago.

—Uy, qué ardiente —ronronea Sophie. Adele, por su parte,


suelta una risita y enrojece más—. Pero me da igual que tan
sexi seas, ¿okey? Te vamos a linchar si lastimas a nuestra
amiga.

—Jamás lo haré —promete Isaac al tiempo en que me abraza


más para besarme en la mejilla.
La situación no es la más romántica del mundo, pero me
fascina sentirlo tan cerca, que no le interese que lo critiquen
por no darme mi espacio.

—Bueno, diviértanse, en el jardín hay comida y en la sala


bebidas. Vayan a bailar, par de tórtolos —dice Adele—. Los
alcanzamos en unos minutos.

—De acuerdo —sonrío.

Isaac y yo pasamos entre la gente sonriendo tontamente y


nos detenemos en la pared de la escalera para besarnos de
forma intensa. Ya nos hemos tomado un vaso de algo que no
sé qué era, pero me gusta el efecto.

—¿Te gusta estar aquí? —me pregunta.

—¿Quieres la verdad? Joder, sí —confieso y él me mira de


forma más intensa—. Si estuviera sola, no lo creo.

—Te dije que era buena idea venir conmigo —sonríe.

—¿Te puedo decir que te amo en este momento o prefieres


un momento más romántico? —pregunto entre risas—. Te
amo, te amo.
—Yo te amo más a ti —responde mientras me sube una
pierna para que le rodee la cintura—. No voy a admitir un no,
nos casamos mañana.

Suelto una carcajada estruendosa que lo hace sonreír.

—Mañana, mañana, okey, pero quiero el vestido más


hermoso. ¿Acaso eres mago?

—No, pero podemos tratar de conseguir...

—Oh, no, me vas a dar una boda en forma, si es que lo


acepto.

—Vas a aceptar. —Isaac me toma del mentón y me inmoviliza


la cabeza, lo cual desata un fuego insoportable en mis
venas—. Claro que vas a aceptar.

—Bailemos, amor, quiero bailar —le digo, echándole los


brazos al cuello—. ¿Vamos?

—Está bien, pero te harás responsable de lo que provoques


en mí.
—No te preocupes, si algo se me da mal es bailar —me
carcajeo—. Tu pene se encogerá.

Isaac rueda los ojos. Seguramente piensa que digo muchas


tonterías, pero no me importa; por alguna razón no me
importa decirle tonterías. No sé si sea el alcohol, la felicidad
que me recorre el cuerpo o saberme amada, pero me
encanta dejarme llevar.

Es en el jardín en donde la gente está bailando a más no


poder y hay poco espacio entre cuerpos. Al fondo está el DJ
que dirige la música y que pone ambiente a este evento.

Y a mi Isaac no le importa; no le importa nada más que no


sea yo. No me ha soltado durante ni un segundo y me hace
caer en su embrujo, me hace pensar que en medio de todo
estamos solos.

No sé en qué momento comienzo a bailar, pero cuando me


doy cuenta, muevo las caderas lentamente y siento cómo
reacciona a mí, como sus caricias y lugares en los que me
toca son más inadecuados. Pero a nadie le importa, todos
están en lo suyo, lo que permite continuar con este delicioso
momento, algo que es tan nuevo para mí.

—Tienes la obligación de encargarte de esto, mi amor —me


susurra al oído cuando pego ni espalda a él.
—Vamos a un baño —jadeo—. No aguanto más.

—¡Hola, Selene! —grita Cinthya cuando nos ve. Isaac suelta


un gruñido por lo bajo, pero no impide que la salude—.
Vamos con las chi... Oh, hola, ¿tú eres...?

—Soy su marido —se presenta Isaac con una sonrisa


encantadora, lo que deja perpleja a Cinthya.

—¿Cómo?

—Todavía no es mi marido. —Ruedo los ojos—. Pero ya te


invitaremos a la boda.

—¡Pido ser dama de honor! —exclama—. Bueno, vengo a


secuestrarte, queremos ya partir el pastel.

Volteo a ver a Isaac, que parece molesto, mas no se niega,


solo nos sigue para no perderme de vista. ¿Acaso podría ser
más perfecto? Lo dudo.

La partida del pastel resulta ser muy divertida, ya que


algunas personas pasan a decir algunas palabras, y Sophie
termina lanzando la cara al pastel y grita. Lo único que me
desconcierta es que Adele ya no parece tan feliz y de manera
constante me busca con la mirada.

—Algo le pasa a Adele —le digo a Isaac con preocupación—.


¿Me dejas hablar con ella?

—Pero Selene...

—Por favor, amor. —Me vuelvo hacia él y le doy un beso en


los labios—. No estaré a gusto hasta que sepa que le pase.

—De acuerdo, gatita lunar —suspira—. No te alejes mucho.

—No, entraremos a la casa.

—Está bien.

Me separo de Isaac y camino hacia mi amiga, que me pide


que vayamos al piso de arriba para que nadie pueda
escuchar nuestra conversación. Isaac se mantiene a una
distancia prudente de dónde estamos, pero no deja de
mantener su atención en mí.

—¿Qué pasa? —le pregunto cuando entramos a una de las


habitaciones.
—No quise decirte porque te ibas a preocupar —comienza, y
tengo que sostenerla de las manos para que controle el
temblor de su cuerpo—. Bueno, sabes que tengo un ex que
me engañó.

—Sí, ¿qué pasa con él?

—Él no es un buen hombre, es... Es malo.

—Define malo —le pido.

—Creo que está en malos pasos, yo qué sé. Nunca quiso


decirme mucho sobre él —dice alterada—. Bueno, me mandó
a la mierda porque creyó que yo lo engañaba, pero supongo
que descubrió la verdad y... Ay, Dios.

—¿Qué?

—Me está buscando por todos lados. No para de llamarme y


no quiero contestar —responde al borde de la histeria—. Yo
le advertí que se jodería cuando descubriera que nunca lo
traicioné.
Adele tiembla de pies a cabeza y no puedo hacer más que
abrazarla. A mí también se me han puesto los pelos de punta
ante lo que me está diciendo.

—Todo estará bien —la consuelo—. No dejaré que nada te


pase, que se joda.

—Espero que me deje en paz —solloza—. Lo odio, bueno, lo


amo también, pero lo odio.

—Ya, ya, no le respondas. Apaga el celular.

—¿Crees que sea buena...?

En ese momento, se escuchan disparos y gritos


aterrorizados. Las dos también dejamos escapar un grito,
pero yo más porque Isaac está afuera.

—Isaac —murmuro mientras corro hacia la puerta—. No, no,


no...

—Mi amor, tranquila —me dice él desde el otro lado e


impidiendo que la abra—. No salgas.
—¡Entra! —le grito con histeria—. ¡Entra, por favor! Mi amor
entra, por favor, por favor.

—Ackerman—dice una voz grave.

—Ellingsen —replica él en voz alta para que lo escuchemos.

Volteo a ver a Adele y ella está pálida. Es él.

—Es Alarik —musita con los ojos llorosos.

Llena de pánico, corro hacia ella y la abrazo.

—Tranquila —le digo pese a que yo también muero de miedo.


No sé cómo es que Isaac conoce a este tipo, pero no descarto
que le pueda hacer algo.

—Apártate, vengo por lo que es mío —dice el desconocido.

—Me temo que no hay nada aquí que puedas querer —replica
Isaac—. Estoy con alguien.

—Más vale que no sea...


—Te aseguro que no —resopla Isaac—. Lárgate de una buena
vez. No voy a dejarte pasar.

Una risa aterradora y que hace que el cuerpo de Adele se


sienta flojo hace eco en el pasillo.

—¿No? ¿No vas a dejarme entrar? Yo sé que ella está aquí.


Hazte a un lado.

—No, no lo voy a hacer.

Y es entonces que el hombre dispara.

♡ CAPÍTULO 30 ♡
Isaac

La bala termina pasando cerca de mí y yo solo pongo los ojos


en blanco. Los hombres de Alarik son demasiado impulsivos,
al igual que mi viejo amigo, que me mira como si quisiera
matarme. Todos en la fiesta están aterrorizados y ya
abandonaron la segunda planta, incluso parece que también
la casa.
—Deja ya los escándalos —le pido en voz baja, mientras me
acerco a él—. Sí, la persona que buscas está aquí, pero mi
mujer también, así que no vas a entrar y aterrorizarla.

—La persona que tengas ahí no me interesa, solo colabora,


querido amigo —me dice con sarcasmo.

—Podemos llegar a un acuerdo. Dudo mucho que ella deje ir


a su asistente —replico—. Déjame arreglar la situación.

—Sé bien de lo que eres capaz, Ackerman —se ríe—. No voy a


dejar que te las arregles para sacarla de aquí. A no ser, por
supuesto, que quieras que tu mujer sepa que eres mi mejor
cliente, que gracias a mí sabes sobre ella todo el tiempo.

Suelto un largo suspiro y niego con la cabeza.


Definitivamente, este hombre no razona cuando se trata de
esa mujer. No lo culpo, yo tampoco voy a ceder; voy a
proteger a Selene de la manera en que tenga que hacerlo,
incluso si eso implica meterme en problemas.

—Los dos tenemos mucho que perder —replico—. ¿Por qué


habría de hacer algo que no me conviene? A mí tampoco me
interesa tu mujer, pero resulta que las dos son amigas, ya
sabes, no puedes afectar a una sin que la otra se altere.
—Eso no me interesa, yo voy a llevarme a Adele.

—Déjame arreglar las cosas. La tendrás, te lo aseguro —


propongo y él entorna los ojos—. No te queda otra opción,
Ellingsen. ¿Qué diría su majestad si sabe que su hijo se
deshizo de alguien en otro país?

—No hay extradición —repone Alarik con una sonrisa


sombría, que luego se transforma en una línea dura—. Y la
inmunidad diplomática me acompaña.

—Voy a entrar, Alarik —me río y él solo asiente una vez.

No me doy la media vuelta y camino hacia atrás, pues aunque


sé que es poco probable que él dé la orden de dispararme, no
me confío del todo.

—Siempre tan astuto, Ackerman. Tal vez por eso sigues vivo.

—Tal vez.

Deslizo hacia abajo el picaporte y abro la puerta. Selene y


Adele están abrazadas, temblando, pero en cuanto la primera
me ve, corre para abrazarme y casi subirse encima de mí.
—Isaac, Isaac, amor, estás bien, estás bien —dice con histeria
y sin dejar de besarme.

No me gusta que se sienta preocupada, pero esa parte que


ama con todo su ser a Selene adora esto, disfruta con cada
beso, cada expresión de alivio.

—Estoy bien, gatita lunar, ¿piensas que te podría dejar?

—Dispararon, pensé que te habían hecho algo y no iba a


soportarlo.

—Me alegra que estés bien, Isaac —expresa Adele, llorando—


. Perdón, señor Ackerman...

—Isaac está bien —le digo—. ¿Te encuentras bien? Alarik


quiere hablar contigo.

Los ojos marrones de Adele se abren de par en par y Selene


se separa de mí.

—No, no, no, no, Isaac, tiene un arma —dice aterrada.


—Dile que hablaré con él, pero solo si los deja ir y se
deshace de esa porquería —interviene Adele.

—Adele, no, no podemos dejarte —se queja Selene.

—No le hará nada —le aseguro a mi gatita lunar—. Tienes mi


palabra, confía en mí.

—¿Cómo estás tan...?

—Digamos que lo conozco —le explico mientras echo su


cabello hacia atrás con mis caricias. Su rostro todavía refleja
un miedo profundo, lo que la hace ver tan tierna que quiero
acurrucarla contra mí para siempre—. Te aseguro que no
dejaré que le haga nada.

—Por favor, por favor haz eso por mí —me suplica Adele—.
No voy a admitir hablar con él si piensa amenazarme.

—De acuerdo —le aseguro.

—No me sentiré tranquila, yo...

—Nos vemos el lunes, Selene —se despide Adele—. Voy a


estar bien.
Nos cuesta algunos minutos convencer a Selene de que
venga conmigo, pero finalmente lo logramos y salimos, no
sin antes quitarme el saco y ponérselo para cubrirla. Sin
embargo, Alarik y sus dos guardias siguen ahí,
acechándonos.

—Adele hablará contigo solo si entras sin tu arma.

—Solo váyanse —advierte.

—Ellingsen, te aconsejo que lo hagas. Ella está aterrada —


gruño—. Está abierta al diálogo, pero sin amenazas.

—Qué complicadas son las mujeres —bufa mientras le


entrega la pistola al guardia que tiene a su derecha.

Abrazo con más fuerza a Selene, que está temblando y no se


atreve a decir nada. No puedo evitar sentirme satisfecho por
ser su protector, que se aferre a mí como si fuera lo único
que tiene en el mundo, aunque no me agrada para nada la
situación. Nunca debimos haber venido.

Para cuando bajamos no queda nadie en la propiedad, ni


siquiera la cumpleañera, así que nos vamos lo más rápido
que podemos y nos metemos al auto.
—¿Qué diablos fue eso? —me pregunta Selene con histeria—.
Isaac, ¿cómo es que lo conoces? ¿Te das cuenta de quién es?
¡Es el maldito príncipe de Dinamarca! ¡Es el príncipe
Frederick!

—Frédérick Alarik Henry —murmuro mientras enciendo el


auto—. Ni siquiera te voy a preguntar cómo es que lo
conoces, lo sé.

—Y yo no te voy a preguntar cómo sabes que lo sé —gruñe—.


En fin, ¿qué hace aquí? ¿Adele sabe que...? Sí, seguro sí, pero,
pero...

—No tengo la menor idea, Selene, pero calma. Él no le hará


nada, la ama. Tampoco puede arriesgarse, es príncipe
heredero.

—Claro, qué linda demostración de amor serle infiel y luego


venir a hacer un escándalo así —dice malhumorada—. ¿Qué
demonios está pasando? Es tan surrealista todo esto.

—Tranquila, Selene.

—No quiero que esté mal, ¿okey? Adele... Adele es la primera


amiga que tengo en años, supongo. Víctor, de alguna manera,
me alejó de todos —dice con tono triste, y aquello me causa
una sensación terrible en el pecho—. Perdóname, amor, no
quería hablar de él, era solo para...

—No lo menciones más —gruño—. Su maldito nombre no


merece salir de tus labios.

—Me alegra que estés bien, mi amor —suspira y me observa


con tanta intensidad que mi cuerpo vuelve a encenderse—.
Isaac, te amo a ti, creo... creo que siempre sentí algo por ti,
pero no quería aceptarlo.

—Y yo.

—¿Qué? —se ríe.

—Por eso la vida nos dio una oportunidad de estar juntos —


sonrío mientras hago que se me suba a horcajadas.

—Nos van a multar —se ríe cuando nota que me bajo el


pantalón.

—Qué más da.

Le hago a un lado la ropa interior y al notar que está


preparada, me hundo en ella. Selene suelta un gemido
exquisito y se apresura a besarme mientras se mueve de
arriba a abajo para complacerme.

Aunque no necesita hacer todo eso, su sola presencia es


demasiado para que mi vida sea feliz, para sentir que lo
tengo todo. He conseguido su amor, y es mejor de lo que me
esperaba, aunque mi felicidad es tan intensa que tengo que
contenerme para no reaccionar de más y asustarla.

—Debemos regresar a casa, pero, en cambio, me tienes así


—gime.

—Ya lo haremos, solo disfruta —susurro.

—Sí, oh, sí —responde, cerrando los ojos—. Isaac, yo...

Selene se mueve mucho más rápido y suelta un alarido muy


fuerte, que me hace no poder controlar la eyaculación. Ella
se ríe y se inclina para besarme, aunque yo de inmediato me
apodero de la situación y succiono sus labios.

—Siempre voy a cuidarte, Selene —le juro.

—Debemos volver, nuestra, digo, mi...


—Nuestra bebé —la corrijo—. Es nuestra, Selene, quiero que
lo sea.

—Está bien —sonríe mientras se baja de mí para volver a su


asiento—. Nuestra bebé. Volvamos con ella, necesito
abrazarla.

—Creo que yo también —suspiro—. Te dije que estas fiestas


no son nada bueno.

—Isaac...

—Siempre te acompañaré a ellas —la atajo.

—¿No te molesta que yo...? Ya sabes, que ellas sean mis


amigas

«En tanto no te aparten de mí...»

—No, gatita lunar —contesto—. Parece que te aprecian


mucho.

—Y yo a ellas. Gracias por responderme esa duda.


Selene acaricia mi mejilla y luego de recuesta en mi hombro,
no sin antes echarle un vistazo a la casa.

—¿Crees que Adele...?

—Lo estará —le aseguro—. Yo hablaré con Alarik, no te


preocupes.

—¿Qué relación tienes tú con él? ¿Cómo lo conociste?

—En unos cursos que tomé durante mi doctorado. —Me


encojo de hombros—. Por mi trabajo conozco a muchas
personas influyentes.

—Mmm... Doctor Ackerman —dice con tono coqueto—. Suena


muy bien.

—Tal vez no en medicina, pero podría ser tu doctor. —Le


acaricio una pierna y siento que mi cuerpo vuelve a
reaccionar.

—Vámonos —gruñe—. No nos podemos olvidar de Cyra.

—Okey. Tienes razón.


El auto está encendido, así que solo debo acelerar antes de
que mis pensamientos se nublen de nuevo. Selene se
acomoda más en mi brazo y a los pocos segundos se queda
dormida.

La confianza con la que descansa sobre mi hombro me hace


pensar que todo lo que he hecho ha valido la pena. Si tuviera
que hacerlo, lo haría otra vez. Tener a Selene es más de lo
que podría haber deseado antes.

«Tal vez deba deshacerme de él para que nunca regrese»,


pienso mientras conduzco.

Sí, será lo mejor, pero antes quiero que se entere de nuestra


boda, verlo revolcarse de dolor.

No tardo en llegar a la casa y tengo que mover un poco a


Selene para que despierte.

—Me quedé dormida —sonríe y yo la beso—. Lo siento.

—No lo sientas, mi gatita consentida —murmuro antes de


darme otro beso en la nariz—. Estás en casa.
—Gracias, gracias por cuidarme —dice con los ojos
brillantes.

—Nunca dejaré de hacerlo, mi amor —respondo—. Pase lo


que pase, no podremos dejarnos, nunca te dejaré a ti.

EXTRA
Adele

En cuanto Isaac y Selene salen por la puerta, yo miro por


todos lados hasta que encuentro las puertas del clóset. Es
absurdo de mi parte pretender que no me va a encontrar,
pero no quiero verlo, no podría ver sus ojos sin debilitarme.

Y tampoco lo puedo ver después de descubrir quién es. Me


siento como una verdadera imbécil por no saberlo, por nunca
haber investigado.

En mi defensa, no parece un príncipe, sino un maldito


desgraciado que hará tu vida añicos a pesar de ser tan
masculino y hermoso como nadie. Aun así, caí como una
idiota.
—Sé que estás ahí —dice él al entrar.

—Sí, aquí estoy, pero no te quiero ver —le respondo antes de


que venga a buscarme—. ¿Qué haces aquí, Alarik?

—Tú sabes lo que hago aquí, bebé.

No suena amoroso, sin embargo, mi cuerpo se estremece


ante ese apodo, pues me trae todos esos recuerdos en la
cama y muchos otros lugares.

—Sí, viniste a molestarme —resoplo, disimulando mi


nerviosismo, ya que está parado frente a las puertas—. Ya te
diste cuenta de que no mentía. ¿Y qué? Eso no arregla las...

—Si piensas que vine a implorarte perdón, te equivocas, yo


no pido perdón, no con palabrerías baratas —se ríe.

—Me da igual, no te perdonaría —replico.

—Sabes cómo hago las cosas, lo que voy a hacer si no sales


a hablar conmigo —responde con esa frialdad que tanto odio
y que me enciende a la vez—. Te dejaré que salgas por tu
propia voluntad, creo que es lo justo.
—No voy a salir —gruño—. Largo, no voy a volver contigo, y
no creo que quieras que lo haga, tú solo...

Alarik abre las puertas de manera brusca y por fin lo veo.


Aquellos ojos azul oscuro parecen encendidos de ira y me
asesinan. No tengo idea de cómo sigo viva con tantos latidos
por minuto, pero aquí sigo, sin poder deshacerme de su
presencia para librarme del infierno que me causa con tan
solo mirarme, con tan solo olerlo y sentir su respiración
cerca de mi cuerpo.

—Claro que vas a volver conmigo. No seas estúpida.

—El estúpido eres...

—Sí, es posible.

—No, es un hecho —rebato—. No voy a volver contigo,


príncipe de cuarta.

Alarik sonríe.

—Lo descubriste, vaya.

—No soy la única que hizo descubrimientos —me burlo.


—Le vas a gustar a mi padre —murmura—. Puede que no
seas alguien noble, pero...

—No, yo...

Suelto un quejido cuando Alarik me acerca de forma brusca a


su cuerpo y me pega al suyo.

—Deja de luchar, sabes que no podemos vivir el uno sin el


otro —gruñe—. Vine hasta aquí a admitirlo.

—No me basta, no te quiero...

Alarik me levanta con suma facilidad y casi me arranca los


labios cuando me besa. Yo quiero ser muy fuerte, de verdad
lo deseo, pero termino por consumirme en nuestro amor tan
oscuro y enfermizo. Cuando me besa así estoy perdida, peor
que perdida.

—Serás mi jodida consorte, no me importa que no quieras —


jadea cuando me penetra, luego de pegarme a una pared—.
¿Creíste que ibas a librarte de mí, bebé?

—D-Déjame, sal de mí —gimoteo—. Alarik, por fav...


—Aquí estoy, metiéndotela para que me perdones —se
burla—. Tú no sabes vivir sin mí.

—Maldito desgraciado —sollozo, pero sigo moviéndome al


ritmo que él marca—. Malnacido, basura, enfermo...

—Sí, sí, lo soy, ¿quién me enfermó? Tú lo hiciste.

—Ale... ¡Diablos! No te voy a perdonar.

♡ CAPÍTULO 31 ♡
Selene

Pese a que me divertí mucho en la fiesta —quitando la parte


del maldito susto—, ver a Cyra de nuevo es mi mayor
felicidad. En cuanto la tuve en mis brazos se acurrucó contra
mí y se durmió, lo que me permitió darme una ducha después
para sacarme todo el olor inapropiado de encima.
—¿Y? ¿Cómo te fue en la «fiesta»? —me pregunta mamá con
tono socarrón cuando salgo del baño.

—Sí fui a la fiesta —gruño.

—Te fuiste con Isaac, no creas que no me di cuenta —se ríe.

—Sí, pero él me acompañó.

—Mmm…

—Bueno, antes salimos por ahí —confieso y ella sonríe más—


. Mamá, tengo un poco de miedo, estoy…

—Estás enamorada de él. Los ojos te brillan más que nunca,


mi cielo.

—Espero que no me pase otra vez lo que…

—¿Quieres mi opinión sincera? Yo veo a este muchacho muy


comprometido con la relación y con Cyra —dice mirándola. Mi
pequeña ya es dueña de la cama y duerme con los brazos
extendidos—. No puedes pasar tu vida metida en una burbuja,
con temor a que te lastimen.
—Pero…

—Sé feliz, mi amor —me pide—. No dejes que lo que te hizo


Víctor arruine lo que estás consiguiendo hoy. No le niegues a
amar a ese corazón hermoso que tienes. Isaac sabe que
tiene que cuidarlo.

—Tienes razón. Él me hace feliz —sonrío—. Tengo que darle


una oportunidad y ver cómo van las cosas.

—Y bueno, ¿cómo estuvo la fiesta? —inquiere.

—Muy bien en un inicio, Isaac y yo bailamos mucho, la


estábamos pasando increíble.

—Ay, me alegra mucho —suspira—. Pero creo que hay algo


que no te gustó.

—Bueno, los disparos.

—¡¿Cómo?! —exclama alterada y se tapa la boca al darse


cuenta de que acaba de gritar. Cyra solo suelta un largo
suspiro y sigue dormida—. Explícame eso, Selene, ¿cómo que
disparos?
—Ay, mamá —digo angustiada—. Menos mal estás sentada.
¿Recuerdas que hace poco vimos un reportaje sobre la
realeza de Dinamarca?

—Sí, sí, los príncipes tan apuestos, pero ¿qué tiene que ver?

—No lo comentes con nadie, por favor —suplico—. Bueno, el


caso es que mi asistente parece que sale con el príncipe
heredero. Él fue a buscarla.

Mi madre aprieta los labios y después se echa a reír.

—Ay, mi amor, el alcohol estaba…

—No, no, no, mamá, no bebí demasiado, en verdad era él, el


príncipe. E Isaac lo conoce, lo calmó.

—Hija, creo que…

—Isaac me lo confirmó, era él.

—¿Y qué hace un príncipe disparando en una fiesta de un país


que no es el suyo? —pregunta impresionada.
—Ni yo me lo explico, Adele solo me había dicho que tenía un
ex al que le jodió el auto y hasta allí. Nunca… Oh, mi Dios,
espero que vuelva.

—No me digas que la dejaron con…

—Ella lo pidió y… Ay, no, la tengo que llamar —murmuro


angustiada—. Puede que ese idiota sea un príncipe, pero no
puedo dejarla sola.

—Solo ten cuidado, mi amor, no te metas en problemas.

—No, no, Isaac… Isaac supo lidiar con él.

Mamá no me dice nada más y yo le marco a Adele, quien no


me contesta, aunque casi al instante me manda un mensaje
para decirme que está a salvo, que no me preocupe y que ya
me lo contará todo.

—Bueno, me escribió —susurro—. Pero no me fío.

—Comunícate con ella mañana.


—Eso haré.

Mi madre se retira a su habitación luego de un rato de estar


conmigo, y entonces decido enviarle un mensaje de buenas
noches a Isaac, el cual me responde de inmediato con
muchos emojis de besos y diciéndome cuanto me ama. Es
demasiado cursi, pero me fascina; me encanta vivir un amor
nuevo, dulce, alocado y apasionado.

Una vez que dejo el celular al lado, contemplo a mi pequeña.


Estando con ella aquí me siento completa, aunque admito que
me gustaría demasiado que Isaac estuviera con nosotras,
cuidándonos.

—Me asusta un poco, Cyra —admito—. Me asusta lo que estoy


sintiendo por tu tío Isaac. ¿Será que él puede llegar a ser tu
padre?

Mi niña sigue durmiendo y esboza una leve sonrisa que no es


voluntaria, pero que mi corazón toma como una señal. Sí, tal
vez va a gustarle. Ella no tiene por qué saber lo que ha
pasado, solo recibir mucho amor de nuestra parte.

—Nosotros vamos a amarte, pequeña luna —musito mientras


paso el dedo por uno de sus rizos—. Tendrás la familia que
mereces y seremos muy felices.
Al momento de decirlo, una sonrisa se forma en mis labios y
la paz invade mi corazón.

Sí, Isaac es mi camino correcto.

○●—♡—●○

Ya es lunes por la mañana y todavía estoy ansiosa por lo que


va a pasar con Adele. Ayer pude hablar con ella, pero no
tanto y no me quiso contar a detalle lo que pasó, también me
hablaba en voz baja.

Era bastante obvio que estaba con él y que posiblemente le


tuviera controlada la comunicación. Isaac intenta hacer que
me sienta tranquila y me aseguró que habló con ese hombre
para pedirle que Adele pueda regresar sin problemas
conmigo, al menos para que podamos hablar al respecto y
tomar decisiones.

—¿Sigues nerviosa, mi amor? —me pregunta Isaac mientras


conduce—. Te dije que no te sientas mal, hicimos lo que
pudimos por ella.

No le respondo de inmediato y sigo jugueteando con Cyra,


que suelta un grito muy tierno y me sonríe, a la par que un
hilo de saliva se resbala por la comisura de su boca.
—¿Lo ves? Nuestra preciosa niña me apoya —dice él. Yo
sonrío mientras le paso un paño limpio a Cyra para limpiarla.

—Sí, puede ser, pero no deja de preocuparme, amor,


comprende. —Suelto un suspiro—. Adele es una buena chica.

—Te comprendo, gatita lunar. Por eso y más te amo. Siempre


te preocupas por los demás.

Aquellas palabras me hacen sonrojar y suelto una risita


estúpida que hace gritar más a Cyra. Toda angustia se
evapora de mi cuerpo al verla así, tan contenta y sana.

—No soy tan buena, pero gracias —respondo.

—Eres mejor que lo que acabo de decir, en todos los


aspectos.

—¡Isaac! —lo reprendo y él se ríe.

—¿Quieres ir a almorzar hoy? —me propone de pronto.

—¿Qué?
—Cyra, tú y yo —responde—. Por favor.

—Está bien, me encantaría —asiento—. No canceles, odio


que…

—Jamás —me interrumpe—. Así me apareciera el mejor


cliente del mundo, no te dejaría plantada. Estar contigo es lo
más importante para mí.

—Vas muy bien —digo con tono bromista mientras le doy


caricias en el cuello con una mano.

—Si no puedes salir, llevaré la comida —promete.

Aquella simple propuesta inunda mi corazón de una


agradable calidez y emoción. No necesita bajarme la luna y
las estrellas para conquistarme, lo está haciendo con su
presencia, con sus cuidados, con el hecho de que procura
estar siempre para mí. No sé qué tan sano sea que quiera
estar todo el tiempo a su lado, pero eso quiero.

—Te vamos a extrañar —le digo cuando nos bajamos y le doy


besos de despedida.
—Yo más, mis mujeres hermosas —murmura antes de mirar
a nuestra pequeña, a quien toma en sus brazos—. Quisiera
llevarte conmigo, pero mamá se pondría histérica. Soy capaz
de pelear contra un oso, pero no contra ella, da miedo.

—Exacto —gruño—. Te amo, Isaac.

—Te amo más, gatita lunar —susurra y me besa de forma


apasionada, aunque no podemos durar mucho tiempo, ya que
tengo que irme—. Nos vemos por la tarde.

—De verdad, no te voy a perdonar si no vienes. —Hago un


puchero.

—¿Sabes qué? Mejor no voy a trabajar, yo tampoco quiero


que llegue un maldito cliente y te robe.

—Okey, nos estamos pasando un poco —me río.

—Me encanta pasarme.

—A mí también —admito feliz y me muerdo el labio inferior.

Nos cuesta demasiado separarnos, pero al final lo


conseguimos y me dirijo al piso en donde trabajo, en donde
por fortuna está Adele, aunque no sin compañía, un guardia
extraño con uniforme está a su lado.

—Lo siento, tuve… Tuve que dejarlo entrar —se disculpa—.


Tiene un permiso legal.

—¿Cómo? —pregunto consternada y el hombre me muestra


aquel documento.

—Cosas de ese sujeto —bufa Adele.

—¿Podría hablar con ella? —le pregunto al hombre, quien


asiente.

—En tanto no salgan de las instalaciones.

—¿Y cómo por qué…?

—Órdenes de su alteza —murmura él para que nadie más lo


escuche.

—Bien, entonces hablaremos dentro de la oficina, sin que


usted escuche. Los asuntos que trato con ella son…
confidenciales.
—De acuerdo.

Aquella actitud relajada me extraña en ese tipo, pero de


todos modos entro con Adele a mi oficina, y al cerrar la
puerta comienzo a interrogarla.

—¿Cómo estás? ¿Qué te hizo? ¿Estás bien o vamos a


destruirle el auto de nuevo?

—No volví con él, le dije que seguiría aquí, pero no lo acepta,
quiere que regresemos —masculla enojada—. Maldita sea la
hora en que lo conocí.

—¿De verdad te engañó?

—Lo vi salir del cuarto de motel, mi padre me dejó entrar, es


recepcionista allí. Alarik sabía que yo iría, fue precisamente
ahí para que lo viera, para hacerme sufrir.

—¿Y fue ahí que le destrozaste el auto?

—Sí —se ríe—. Aunque ahora creo que ni siquiera le importó,


debió ser rentado.
—¿Tú sabes quién es…?

—Lo descubrí después de terminar. —Se encoge de


hombros—. Conocí a ese imbécil en un bar, nos enredamos,
parecía ser el amor de mi vida, pero, maldita sea, alguien le
dijo que durante su ausencia yo le puse los cuernos. No lo
hice.

—Te creo, Adele, tú no eres igual a ese canalla —resoplo—.


¿Qué harás ahora?

—Esperar a qué no se dé cuenta —suspira—. Y que se aburra


de mí, de mis negativas.

—¿De qué cosa, Adele?

—Creo que estoy embarazada. —Baja la cabeza y se le salen


las lágrimas—. No me llega el periodo desde hace dos
meses, pero como soy irregular ni siquiera lo noté.

—Ay, mi Dios, y has estado tomando —digo espantada.

—No me despidas, por favor —suplica—. No ahora, yo…


seguiré siendo útil. No te daré problema alguno.
—¿Por quién me tomas? —bufo—. Claro que no, cariño, ¿cómo
piensas que te despediré?

—Tengo que hacerle creer que estuve con alguien más, o


simplemente no tener al bebé.

—Te apoyo en lo que decidas —respondo y ella me observa


incrédula—. La situación es difícil, no es el hijo de cualquier
persona.

—Es por eso que estoy considerando todas las opciones. —


Hace una mueca—. Me duele tener que deshacerme de mi
bebé, pero tampoco quiero estar con un hombre tan dañino,
que se atrevió a lastimarme de esa manera. ¿Cómo puedo
tener al hijo ilegítimo de un príncipe? Es una completa locura.

—Tranquila, seguro que no estás embarazada —la tranquilizo


—. Yo también he sufrido atrasos por ser irregular y nunca
me he quedado embarazada.

—Por el bien de todos, espero que así sea —contesta


apesadumbrada, pero luego mira a Cyra y se le pasa un poco
el nerviosismo.
—Hoy iré a almorzar con Isaac y Cyra —le digo cuando ella ya
se siente mejor para trabajar—. Por favor que no llegue nadie
a esa hora, sabes que a veces…

—Tranquila, nadie vendrá. —Me guiña un ojo.

—Puedo comprarte la prueba si quieres.

—Te lo agradecería. No me la quiero hacer, pero cuanto antes


sepa…

Adele se recarga un poco en la cómoda para intentar tomar


aire, pero esta se tambalea un poco y se cae un
portarretrato.

—Ay, no, perdóname —de disculpa.

—Tranquila. Ese mueble viejo está endeble —le digo mientras


recuesto a Cyra en su cuna.

—¿Qué es esto? —inquiere al agacharse y recoger un objeto


pequeño y negro que está pegado a la parte trasera del
portarretrato.
—Es un micrófono, tal vez —murmuro espantada—. Ay, mi
Dios, ¿qué marca es esta…?

Por un momento se me pasa Isaac por la mente, dado que ha


venido a la oficina, pero olvido esa absurda idea cuando
alguien abre de forma brusca la puerta y entra aquel príncipe
malvado. Sus ojos fríos y distantes se encuentran primero
con los míos, pero brillan al ver a Adele.

—Tú pusiste esto aquí —lo acusa ella.

—Lo que importa es que escuché todo —sonríe él, cosa que
no soporto mirar. Su belleza física es algo impresionante,
pero tiene toda la pinta de ser una persona maligna, egoísta,
manipuladora.

La misma impresión que antes me daba Isaac y que, de vez


en cuando, me la sigue dando. El amor no me ciega
demasiado en ese sentido; ellos pueden dar mucho miedo
cuando se lo proponen.

—¿Qué escu…?

—Estás embarazada de mí, tendrás a mi heredero. Lo acabo


de confirmar con la muestra de orina que tomé de ti anoche
—responde él, lo que hace jadear a mi amiga—. Vamos a
irnos de una buena vez, futura reina.

♡ CAPÍTULO 32 ♡
Selene

Isaac viene de inmediato, en cuanto le llamó para contarle lo


que acaba de pasar. Cyra está un poco inquieta, lo que me
confirma nuevamente que los bebés pueden sentir el estado
de ánimo de la madre. Puede que tal vez yo no la haya dado a
luz, pero sí soy su madre, las dos ya tenemos una gran
conexión como si lo hubiese hecho.

—Ese idiota puso un micrófono con el que escuchó nuestra


conversación —digo temerosa y él frunce el ceño—. Tengo
miedo, Isaac, tengo miedo por Adele, por Cyra…

—No, no, tranquila, no les hará daño. Lo único que a él le


interesa es Adele, nadie más, mi amor —me asegura
mientras me abraza de forma protectora—. ¿Cómo puedes
pensar que yo dejaría que algo malo les pase?

—Entró a la empresa, Isaac, burló la seguridad —gruño,


aunque no me aparto de él.
—No te preocupes, gatita lunar, ese infeliz no va a volver a
pisar este edificio ni a volver a asustarte, lo juro.

—Pero ¿qué pasa con Adele? —pregunto angustiada y él


suspira. Su expresión de seriedad no me gusta nada.

—Me temo que hice lo posible, pero no está en mis manos los
asuntos que ellos tengan como pareja.

—Pero…

—Mi amor, deja que ellos lo resuelvan, ¿sí? No nos


entrometamos. Si Adele necesita ayuda ya la pedirá.

—No lo creo, seguro que ese tipo la tiene secuestrada.

—No le conviene hacer una cosa como esa —argumenta—.


No la va a secuestrar, solo… intenta recuperarla.

—No lo justifiques, Isaac, esas cosas no se hacen. Ese tipo


está enfermo, ¿cómo va a poner un micrófono?
Isaac suelta una pequeña risa que me hace sentir irritada.
Odio que no se lo tome en serio.

—¿Enfermo por querer saber lo que está pasando con la


mujer que ama? Sí, Alarik es un hombre impulsivo, obsesivo
y celoso, pero la quiere, se le nota.

—Eso no es amor, es obsesión. No es sano.

—Con riesgo de que me des un buen golpe, creo que yo haría


lo mismo —susurra. Aquella afirmación hace que me recorra
un escalofrío excitante por el cuerpo, pero también
aterrador—. No podría dejarte ir jamás, te vigilaría hasta el
hartazgo, o sea, para siempre.

—Te patearía las bolas si me estás espiando —mascullo y él


vuelve a reírse.

—Tranquila, Selene, ¿qué te parece si nos vamos por ahí con


esta preciosidad? —Mira a Cyra, a la cual carga con uno de
sus brazos.

—No, tengo… trabajo.

—¿No puedes cancelar? Estás muy nerviosa, salir te


distraerá.
—No puedo, Isaac, tengo reuniones importantes hoy. ¿Por
qué no eres mi asistente por este día? —propongo—. A
menos que quieras regresar a…

—No, aquí me quedo —me interrumpe—. Será una


experiencia interesante ser tu asistente por este día.

Su mano viaja de mi cintura hacia uno de mis muslos. Doy un


respingo y hago el amago de alejarme, pero luego me lo
pienso mejor y dejo que lo siga haciendo, pues me encanta.

—Los asistentes no acarician el trasero de sus jefes —


susurro y a él se le oscurecen los ojos.

—Y los jefes no se dejan tocar por sus asistentes. Estamos


rompiendo las reglas, mi amor —responde.

Sus labios tocan a los míos y comenzamos a besarnos, pero


el chillido de Cyra nos regresa a la realidad. Isaac se ríe de
esa manera dulce que tanto me encanta y me suelta para
sostener con los dos brazos a nuestra hija.

Nuestra hija…
No digo nada, pero me siento aturdida por la intensidad de
sentimientos que me invaden. Cuando estoy así con ellos,
todo el pasado se desvanece y solo puedo pensar en que
ellos dos son mi familia; son mi hija, mi esposo. No tengo
idea de si esta relación llegará al altar, aunque sí que tengo
por seguro que quisiera que pasara.

Con algo de temor, dejo a Isaac con Cyra en mi oficina para


encargarme de cumplir con la agenda que Adele me ha
dejado programada para este día. No sé que voy a hacer sin
ella, puesto que, incluso antes de ser amigas, ya estábamos
por completo amoldadas la una a la otra. Su manera de
trabajar es muy eficiente, pero no es una mujer cuadriculada.

Encontrar a otra persona como ella será imposible.

Para mi buena suerte, solo vienen personas mayores a


reunirse conmigo y no hay ningún problema en cuanto a
Isaac. No es muy común, aunque a veces sí que se presentan
hombres jóvenes y atractivos a hacer campañas. Más de uno
me ha coqueteado, no obstante, yo siempre impuse mis
distancias por respeto a mí misma, y sobre todo por respeto
a Víctor. Hice muy mal en no priorizarme, y sé que ahora que
estoy con Isaac no debo cometer los mismos errores; voy a
respetar lo que tenemos, desde luego, pero me respetaré
más a mí. No pienso responder a intentos de coqueteos de
otros hombres, solo del hombre que amo y que elijo.
Para cuando llego a la oficina, me asomo un poco por la
ventana y veo a Isaac arrullar a Cyra, quien duerme
plácidamente. No puedo ver del todo el cómo la mira, pero sé
que lo hace con dedicación, y en sus caricias se nota el gran
amor que le tiene.

Me llena el corazón saber que no solo la ama para estar bien


conmigo; él de verdad adora a nuestra pequeña luna.

—Sí, mi amor —musito, sintiéndome demasiado feliz a pesar


de haber tenido una mala mañana—. Eres el hombre
indicado.

Tras un par de minutos de quedarme allí, decido moverme y


entrar a la oficina. Isaac sonríe con alivio al verme entrar y
se levanta.

—Los dos te extrañamos, pero casi me quedo dormido yo


también —me dice.

—Gracias por cuidar de ella —respondo y él frunce el ceño.

—¿Por qué me agradeces? Es mi responsabilidad como padre


y también es un placer. Cyra es la chica más adorable del
mundo.
—Te lo tomas muy en serio, ¿eh? —me río suavemente
cuando llego a él para revisar a mi nena.

—Solo quiero ser lo que se merece —suspira—. ¿Cómo ha ido


todo?

—Perfectamente, mi amor —le contesto con entusiasmo—.


Podemos ir a almorzar, bueno, si no te surgió algo.

—Me podría llamar el mismísimo presidente y lo mandaría a


la...

—Bien, bien, entendí —gruño—. Espero que cuando tengamos


veinte años de casados no digas...

—Cuando tengamos veinte años de casados estaremos


renovando votos y viajando por el mundo por vigésima vez —
me corta—. O tal vez vigésima primera, ya que pienso
llevarte de luna de miel.

—Pero Cyra es...

—La llevaremos. —Me da un beso en los labios—. Y


posiblemente también a Jessie para que cuide de ella, porque
me encantaría hacerte el amor.
—Mmm... ¿Y tenemos que esperar a casarnos? —Hago un
puchero, pero aquel gesto lo hace mirarme de forma lasciva.

—No, lo haremos ahora mismo.

—¿Qué?

Isaac se separa de mí y se apresura a dejar a Cyra en su


cuna.

—¿Qué haces? —susurro, pero él no me responde y verifica


que todo esté bien con nuestra pequeña luna antes de venir
de nuevo hacia mí.

—No vamos a esperar hasta casarnos, por supuesto —


murmura al tomarme de la mano.

—P-Pero...

Isaac me conduce al baño, luego de cerrar con seguro la


puerta de la oficina. La adrenalina por esta situación me tiene
con el corazón muy acelerado y apenas y puedo respirar. Sé
muy bien lo que vamos a hacer, pero, aun así, le digo a Isaac
que está loco.
—Vamos, será muy rápido —dice al entrecerrar la puerta.

—Maldita sea, eres un pervertido —me quejo gimiendo y


mientras me alzo la falda.

Él sube más la falda mientras los dos nos comemos con la


boca. El ritmo que llevamos es tan rápido que me duelen los
labios por los pequeños mordiscos que me da. Podría
parecer un beso realmente malo, pero me encanta que
apenas y podamos besarnos bien por toda la excitación
acumulada.

—Estás empapada, gatita —jadea cuando mete la mano entre


mis piernas. El sonido de mi flujo y lo que siento cuando me
toca me están transportando a otro maldito mundo—. Me
encanta que sea así, que seas mía.

—Sí, soy tuya —declaro sin pensar en si es correcto o no.

Isaac me sube a la encimera y me termina de quitar la ropa


interior, la cual tiene por costumbre oler.

—Me vuelves loco con tu olor, Selene —declara con voz


ronca—. ¿Cómo esperas que no quiera estar todo el tiempo
contigo?
—Ya no me importa. Si quieres estar aquí todo el tiempo,
hazlo, hazlo —gimo al sentir su lengua moverse sobre mi
clítoris—. Quiero estar contigo.

—Yo más —contesta sin dejar de lamer.

Echo la cabeza hacia atrás y me entrego por completo al


placer. Isaac hace unos ruidos maravillosos y succiona con
fuerza, causándome un orgasmo en pocos segundos.

Pero no se detiene ahí. Su mirada perversa me indica que


tiene planes de hacer más cosas, aunque no como me las
espero, ya que me baja de manera brusca y me voltea para
que vea mi reflejo mientras me penetra. Mi cara es una
mueca deforme de placer, mientras que la suya muestra una
sexi arrogancia y satisfacción que no puedo dejar de mirar.

—Mírate a ti misma. Ve lo hermosa que eres cuando te cojo,


cuando te hago el amor —me ordena, y a mí se me escapa un
gemido un poco fuerte.

—Me veo muy fea —me río y él aprieta muy fuerte uno de mis
muslos—. Ay.
—Vuelve a decir una cosa así y lo haré más fuerte —me
amenaza. Debería ahora mismo romperle la cara, pero lo
cierto es que aquello solo aumenta mi excitación.

—Soy fea, muy fea... ¡Ah!

Lo que hace no es apretarme, sino darme más duro y


tomarme por el cuello. Por un momento creo que va a
ahorcarme, pero solo hace una leve y riquísima presión. Es
autoritario, sensual y dulce a la vez, combinación que me
está haciendo delirar.

—Eres perfecta, Selene, tan perfecta que nunca dejaría que


vuelvas a ser de otro. No más, no quiero sufrir más.

—¿Qué?

—Te amo desde hace mucho tiempo —me confiesa con los
ojos vidriosos y oscurecidos por la excitación.

—I-Isaac...

—Ahora eres mía y nunca te perderé —me asegura—. No te


puedo perder.
—No lo harás —digo conmovida y más enardecida—. Te amo,
Isaac, me tienes por completo.

—Y tú me tienes a mí, mi Selene. Eres mía, yo soy tuyo.

—Sí, lo somos, lo somos —gimoteo y cierro los ojos, pues el


orgasmo me azota de manera salvaje.

Isaac sigue moviéndose y también se deja ir en mi interior.


Los dos soltamos un último gemido al unísono y nos
empezamos a reír.

—Te amo, Selene —me dice mirándome a través del espejo—.


Nunca dejaré que nadie...

Las palabras de Isaac se ven interrumpidas por el llanto de


nuestra hija.

—Cyra no quiere que hagamos un hermanito para ella —


bromea él y yo ruedo los ojos.

—No tiene nada de que preocuparse —me río.

—Mmm... Pues no lo sé, mi amor, tal vez ocurra el milagro.


—Si lo hace, seré la mujer más feliz del mundo —respondo e
Isaac sonríe más

—¿De verdad?

—Sí, Isaac —asiento—. Tener muchos hijos contigo me haría


feliz.

♡ CAPÍTULO 33 ♡
Selene

No tengo demasiado con qué comparar, pero la felicidad que


me embarga en mi relación con Isaac es fuera de este
mundo. Puede que él sea un poco controlador, bastante
celoso y obsesivo conmigo y con Cyra, pero no se opone a
que trate con cercanía a mis empleados, muestra interés en
mi trabajo y es un padre excelente. No ha faltado a ninguna
cita médica de Cyra y siempre la trae a tiempo cuando dejo
que la lleve a ver a su madre.

Siendo honesta, no me siento tan preparada para volver a


convivir con ella, pero sí logré vencer mis miedos y confiar
en Isaac para que pudiera llevarla. Fue un tema que tuve que
tratar algunas veces con mi terapeuta, quien me recordó que
legalmente estoy a cargo de ella y que no tengo nada que
temer. Él también comprendió mis miedos y me tiene una
paciencia infinita, nunca me ha hecho sentir mal por mi
renuencia a soltar a Cyra, por el contrario, me comprende y
ha hecho todo lo posible para que confíe en él.

Por eso y más, lo amo con locura.

Nunca pensé enamorarme y amar de esta manera. Es algo


diferente, y aunque tenemos una rutina establecida, no siento
que mi vida sea monótona. Todos los días espero con ilusión
a que venga, a que los fines de semana lleguen para salir
solos y hacer el amor hasta cansarnos.

Lo único que empaña un poco mi felicidad es no saber mucho


sobre Adele. Ella se comunica de vez en cuando, pero es más
que obvio que no va a volver, al menos no como mi asistente.
Yo traté de seguir sola y programarlo todo, pero tras varios
días me sentí sobrepasada y he tenido que promover a
alguien del personal administrativo. Carol se esfuerza mucho
para hacer un buen trabajo, pero no es lo mismo y a menudo
se equivoca con el orden de las citas. Aun así, estoy siendo
paciente y Adele se ofreció a capacitarla por teléfono.

No me molesté en hacer entrevistas, dado que no quiero


contratar a nadie nuevo, al menos no por ahora. La
maternidad me tiene absorbida y no me siento en
condiciones de capacitar a gente que no tenga ni idea de
cómo funcionan las cosas aquí; además, me pareció una
buena oportunidad para congraciarme más con mis
empleados, que tomaron muy bien la noticia del ascenso de
Carol, que es muy querida por todos, dado que es veterana.

—Señorita Dalton —me dice Carol, entrando a la oficina. Yo


alzo la vista de la computadora y le presto atención—. Vienen
a buscarla.

—¿El señor Ackerman? —le pregunto y ella niega con la


cabeza.

—No, en realidad es la señora Ackerman —me aclara y yo


paso saliva.

Mal día para que Isaac tenga que estar muy ocupado con
miles de reuniones para una campaña nueva.

—¿Está aquí?

—Sí, la espera afuera, ¿la hago pasar?

—Sí, claro.
Carol asiente y sale de la oficina. Yo trato de acomodar mi
ropa y revisar que mi bebé se encuentre bien antes de que
Amelia llegue, lo cual hace casi de inmediato.

—Buenos días, Selene —me saluda de manera educada y yo


me pongo de pie.

—Buenos días —respondo—. ¿Cómo estás?

—Podría decirse que bien —sonríe de manera forzada—. ¿Y


tú?

—Yo estoy muy bien —respondo, disimulando que estoy


nerviosa, mientras cargo a mi hija—. ¿Has venido a ver a
Cyra?

—Sí, pero también vine a hablar contigo. Espero que no


tengas inconvenientes.

—No, claro que no, siéntate.

Algo dentro de mí me dice que esta conversación no va a un


buen puerto, ya que Amelia parece un poco incómoda. Aun
así, intento no adelantarme a los acontecimientos y me
siento con Cyra en mis brazos.

—Isaac posiblemente se moleste conmigo por lo que estoy


haciendo, pero qué más da. —Se encoge de hombros—. No
me puedo quedar callada.

—¿Te molesta mi relación con él? —le pregunto y ella frunce


el ceño—. Lo siento si soy tan directa, pero creo que es
importante dejar claras las cosas.

—No es que me moleste en sí, sino que me parece


inadecuado. Hasta hace menos de cuatro meses tú estabas
con Víctor —responde con mucha seriedad y yo siento que el
corazón se me detiene un poco.

—Sí, lo sé, pero fue tu hijo quien me engañó. No voy a culpar


a Isaac de lo que Víctor hizo.

—Isaac jamás ha tenido algo serio, deberías saberlo —


continúa—. Siempre fue un mujeriego.

—Sí, estoy al tanto de eso —respondo con recelo—. Pero él


es un buen hombre, no oculta nada y soy su prioridad al igual
que Cyra.
—Tan solo es la novedad, cariño —suspira. No tiene aires de
bruja malvada o de querer decirme estas cosas para
dañarme, pero de todos modos me encantaría darle una
bofetada—. Isaac está encandilado por la niña, por ti.

—¿Entonces viniste a tratar de convencerme de que deje mi


relación con él o qué es lo que pretendes con decirme eso?
—inquiero a la defensiva.

—No, por supuesto que no —niega con la cabeza—. Ustedes


dos son adultos y son responsables de sus propias
decisiones. Yo solo te doy mi opinión sincera, tú sabrás si
quieres seguir y arriesgarte a que él te dañe de una manera
peor que la que Víctor lo hizo.

—Dudo mucho que Isaac me dañe de una manera peor —


resoplo—. Que yo sepa, no tiene hijos regados por el mundo.
Víctor abandonó a su hija, una hija a la que Isaac está criando
y a la que diario le dedica su tiempo, su amor y cuidados.
¿Cómo puedes compararlos? ¿Cómo puedes decir que Isaac
es peor?

—Isaac lo hace porque no es su hija, cariño, pero una vez


pasada la novedad…

—¿A dónde quieres llegar? —la interrumpo—. Por favor, no te


cortes de decirme lo que piensas o lo que quieres.
Amelia me mira de manera incómoda y baja un poco la
mirada para pensar bien en lo que va a decir. En ese
momento estoy muy molesta y corro el riesgo de entrar en
crisis, pero aparento tranquilidad, pues no quiero
derrumbarme. El tema de Víctor no tiene por qué hacerme
sufrir más, es un capítulo cerrado en mi vida a pesar de lo
que él dejó en mis brazos.

—Quiero lo mejor para Cyra —dice finalmente—. No dudo que


seas una excelente tía, que tengas las mejores intenciones,
pero tú no estabas lista para ser madre.

No puedo responder de inmediato, ya que siento que el aire


se me escapa de los pulmones. La sensación de mareo que
tengo desde la mañana se ha intensificado al grado de que
debo sentarme otra vez.

—¿Cómo dices? ¿De qué hablas? —pregunto sin disimular mi


alteración.

—Selene, ¿estás bien? Te pusiste blanca.

—Estoy bien, dime qué demonios me estás insinuando —digo


furiosa y me enderezó. Cyra comienza a inquietarse por lo
que, ignorando mi mareo, la arrullo—. Continúa.
—No te ves bien.

—Eso no te incumbe —siseo—. Necesito saber lo que…

—Bien, pues eso: tú no estabas preparada para ser madre y


no creo que sea conveniente que la expongas —replica—.
Estoy tratando de localizar a Serena para que ella me deje
ser la tutora legal de Cyra, para darle un hogar estable.

—Tiene un hogar estable, el juez me consideró lo


suficientemente calificada para tener su tutela y
posteriormente adoptarla. ¿Qué rayos estoy haciendo mal?

—Estar con mi hijo. Cyra no merece inestabilidad.

—Isaac está asumiendo su rol como padre de…

—No es el padre, y tú tampoco eres la madre —me ataja, esta


vez enojada—. Selene, lo que te estoy diciendo te conviene.
No fue justo lo que Víctor y Serena te hicieron, tampoco Isaac
debe cargar con una hija que no es suya.
—Sí lo es, es nuestra —replico, aferrándome más a mi
pequeña luna—. Mejor vete, creo que fue un error dejar que
Isaac te la llevara.

—Es mi nieta, Selene.

—Y es mi hija, lo será legalmente algún día —respondo. No


quiero llorar, pero mis ojos están inundados de lágrimas—.
No me parece justo que vengas aquí a decirme todo esto,
¿sabes? He cuidado con mi vida a Cyra.

—Pues ya no tendrás que hacerlo —dice levantándose—. Y


estoy haciendo las cosas de frente, porque yo no soy una
persona que se esconda. Voy a luchar por tener a mi nieta
conmigo, para que Serena me dé la tutela a mí. No quiero
visitas a cuentagotas ni que ustedes jueguen a la familia feliz
y, cuando se aburran, lastimen el corazón de Cyra.

—Pues ya no tendrás ninguna visita —espeto y ella niega con


la cabeza—. Nadie está jugando a la familia feliz, somos una
familia feliz.

—Estás muy mal, hija, muy mal —dice decepcionada—. Creí


que serías más sensata.
—Parece que tenemos diferentes maneras de definir esa
palabra —gruño—. He asumido mi papel como madre de Cyra
desde que Serena me llamó para decirme que la dejaba a mi
cargo. Si me la dejó a mí fue por algo, ¿no lo crees?

—Mira, no sé por qué te la ha dejado a ti, pero…

—Vete —jadeo, pues siento que todo comienza a girar a mi


alrededor con más fuerza—. Ve-Ve ya.

—Selene, ¿qué te pasa? —pregunta, pero no puedo


responderle, me siento muy mal y quiero vomitar—. ¡Selene!

Por más que quiero abrir los ojos, no consigo hacerlo. Mi


niña se inquieta en mis brazos y solo logro apretarla contra
mi pecho. Sin embargo, a los pocos segundos dejo de sentirla
y me desconecto del mundo.

Y lo único que quiero es que Isaac venga a sacarme de esto.

♡ CAPÍTULO 34 ♡
Isaac
Mi trabajo nunca me pareció tan aburrido como hasta ahora.
Cada vez que entro a una junta, cuento el tiempo para poder
volver a espiar a mi gatita lunar o preguntarle directamente
si ella y nuestra pequeña luna están bien. No puedo evitarlo,
Selene es mi obsesión y mi amor más intenso; Cyra es mi
amor más puro y noble.

—No quiero que nadie me moleste ahora —le digo a mi


asistente cuando regreso a mi oficina.

—Señor, tiene algunas llamadas de su madre —me dice


Phoebe—. ¿Quiere que se la…?

—No, no, ya lo haré después. Solo quiero que nadie me


moleste, ¿está bien? —insisto con seriedad y ella asiente.

—De acuerdo, señor Ackerman.

No le digo más y paso a mi oficina, en donde de inmediato me


encierro para que nadie se dé cuenta de lo que voy a hacer.
Vigilarla desde aquí es un poco más complicado que hacerlo
desde de mi departamento. Entre mis planes está adquirir
otra propiedad para cuando mi gatita lunar y yo nos casemos,
pues estoy seguro de que me dirá que sí cuando se lo pida.
Ya está casi todo listo para pedírselo en ese viaje que quiero
hacer con ella y nuestra pequeña luna.
Una vez que me siento, saco de mi cajón aquel teléfono
desde donde escucho todo, y me extraña no detectar
movimiento alguno en la oficina de Selene. Nadie ha quitado
el nuevo micrófono que instalé sin que ella se diera cuenta,
se nota porque el sonido del aire acondicionado sigue
constante.

Espero un par de segundos más y no hay nada. No hay


llantos, sonido de teclas, tampoco sus suspiros o cualquier
cosa que me indique que estén allí. Yo me sé al derecho y al
revés lo que tiene agendado para hoy porque ya tengo acceso
a toda la información de su empresa. A mí no me interesa
para nada hacer algo con eso, pues lo que menos quiero es
perjudicarla, pero sí me interesa saber con quienes tiene
tratos.

Y hoy solo tiene reuniones con mujeres.

Miro mi reloj y frunzo el ceño. Todavía no es hora del


almuerzo.

—Voy a llamarla —murmuro preocupado.

Pero ella no responde y una oleada de pánico me atraviesa el


cuerpo mientras pienso en los peores escenarios.
¿Y si algo le pasó? ¿Y si el estúpido de Alarik se atrevió a
hacerle algo? Es poco probable, pero mi mente no para de
imaginar que Selene quiere escapar de mí, que se ha llevado
a Cyra, que se enteró de que hay otro micrófono en su
oficina.

Con las manos temblorosas y errantes verifico la grabación


de hace un tiempo. La desventaja de esto es que solo guarda
dos horas atrás, por lo que si Selene lleva más tiempo fuera
de la oficina estoy perdido.

Por suerte sí que alcanzo a escuchar, pero no algo que me


guste. Mis ojos se agrandan a medida que escucho lo que mi
madre le dijo y lo herida que se sentía Selene, pero el final es
lo que hace que salte de mi asiento y comience con llamadas
frenéticas a mi madre hasta que me contesta mientras cruzo
el estacionamiento.

—Hijo…

—¡¿Dónde está?! —vocifero—. ¡¿A dónde llevaste a Selene?!

—Hijo, ¿cómo es que…?

—Me llamaron de la empresa —le miento—. Me contaron lo


que pasó, ¿dónde demonios están?
—La traje al hospital, cariño —me contesta—. Lo siento
mucho, no pensé que se fuera a poner así, yo…

—¿Y dónde está mi hija?

—¿Te refieres a Cyra? Está conmigo, bueno, en brazos de


Jessie, pero…

—Si algo le pasa a Selene te va a pesar, te juro que te va a


pesar —le amenazo antes de azotar la puerta de mi auto,
luego de subirme.

Cuelgo la llamada y lanzo el celular al asiento del copiloto.


En el fondo sé que mi madre es perceptiva y querrá saber el
porqué de mi reacción, aunque poco me importa. No me
interesa darle explicaciones, solo quiero que mi Selene esté
bien, que no le suceda nada.

El hospital donde acude toda la familia no es un lugar que me


agrade frecuentar por ciertos recuerdos desagradables que
tengo, pero no pienso en ello mientras conduzco hacia él.
Todo lo que escuché en la grabación indica que Selene se
sentía mareada y se desmayó, por lo que mi mente repasa
las diferentes posibilidades hasta que concluyo que puede
ser alguna clase de anemia, cosa que ya ha sufrido antes.
O también puede estar embarazada.

No quiero ilusionarme ante esa idea, ya que realmente es


muy difícil que suceda y tampoco me siento en condiciones
de alegrarme por nada hasta no saber que ella está
consciente.

Al llegar al hospital, me bajo a toda prisa del auto y entro por


el área de urgencias, para luego exigir en recepción que me
den informes sobre mi mujer. La recepcionista está muy
sonrojada y tartamudea ante mis exigencias, pero tras un par
de minutos logra hacer carburar su cerebro y me indica que
Selene está en una de las habitaciones, dado que le harán
análisis.

Luego de recibir tal información me voy caminando a


grandes zancadas hasta ese piso; ni siquiera uso el
ascensor, sino las escaleras, dado que no tengo paciencia.

Al llegar al pasillo donde está la habitación a la que han


traído a Selene, veo a mi madre, la cual me detiene.

—Hijo, tenemos que hablar.


—¿Por qué? ¿Por qué la fuiste a ver sin consultarme? —le
recrimino.

—Tenía que hablar con ella —me responde—. Tenía que


decirle que no me parece la idea de que ustedes se hagan
cargo de algo de la que no tienen responsabilidad, o sea, de
Cyra

—¿Y acaso es la tuya? —le espeto—. Deja de meterte en lo


que no te importa, mamá, Selene ha sido...

—No es la madre y lo sabes —me corta, lo que hace que me


arda la mano por las ganas de abofetearla—. Ustedes
tampoco deberían estar juntos, era la prometida de tu
hermano, pero ese asunto no me compete.

—Estamos juntos, te guste o no, y Cyra será nuestra hija,


también te guste o no —contesto con rabia y ella me mira
temerosa.

—Hijo, no te reconozco, ¿qué te pasa?

—Es la mujer que amo, y no me importa que seas mi madre,


ella es mi prioridad —replico sin dejar de mirarla como lo
hago—. No te voy a perdonar si algo le pasa por lo que
hiciste.
—Hijo, pero...

—No me importan tus excusas, no tienes justificación para lo


que has hecho. No te voy a perdonar esto.

Sin dejarla hablar más, entro por fin a la habitación de


Selene, quien está sentada en la cama y me mira con
angustia. Su piel está muy pálida a causa del desmayo que
tuvo, y no me agrada nada que esté así.

—Isaac...

Termino de recorrer los pasos que nos separan y tomo su


rostro entre mis manos para besarla con desesperación.
Selene no corresponde a mi beso en un principio, pero
enseguida se relaja y lo hace.

—¿Cómo estás? —pregunto desesperado, inspeccionando su


rostro tras besarla.

—Mejor, mi amor —responde—. Solo... solo fue un mareo sin


importancia.
—Te desmayaste, Selene, claro que tiene importancia —le
gruño—. De ahora en adelante te vienes conmigo, o me
dejarás quedarme en tu casa. Voy a cuidarte. Tú no lo haces,
últimamente te saltas comidas.

—¿Qué? —jadea—. P-Pero...

—No me importa que te enfades, lo haré. Voy a cuidar de ti.

—Isaac, tu madre...

—Le dejé claro que tú eres mi prioridad —la interrumpo—. No


hagas caso de nada de lo que te haya dicho.

—Tú no sabes lo que...

—Hablé con ella allá afuera, por supuesto que lo sé ahora —


me apresuro a aclararle—. ¿Dónde está Cyra?

—Mamá la llevó a casa —suspira—. No quería irse, pero que


Cyra esté aquí no es adecuado.

—Tienes razón.
Selene en ese momento comienza a derramar lágrimas, las
cuales le limpio.

—Isaac, no quiero que ella me quite a Cyra —dice


desesperada—. Tal vez está tan enojada de que estemos
juntos que...

—No te la quitará, eres la tutora legal de Cyra, y yo jamás


permitiría que nadie la arranque de ti o de mí —prometo—.
Cyra es nuestra, ¿me escuchas?

Ella asiente, aunque todavía hace ese leve puchero que me


indica que sigue triste.

—Ni se te ocurra decirme que vamos a terminar por eso —


susurro—. No lo voy a permitir, no te dejaré irte.

—Yo...

—No, no, Selene, eres mía.

Los dos jadeamos cuando nuestras bocas vuelven a


encontrarse. El hecho de que esté bien ahora aplaca un poco
mis ansias asesinas que están dirigidas hacia mi madre, que
espero ya se haya largado.
—Buenas tardes.

Selene y yo dejamos de besarnos al escuchar la voz del


doctor, que tiene un expediente en las manos. No es un
hombre joven ni mucho menos, pero de todos modos no me
separo de Selene.

—Buenas tardes, doctor —saludo.

—Usted es...

—Es mi prometido —dice Selene, lo cual me hace sonreír. El


doctor entorna un poco los ojos, pero luego sacude la
cabeza.

—Bien, entonces es el padre —responde él, sonriendo.

—¿Cómo? —pregunto con el corazón acelerado. Selene abre


los ojos de par en par y los dos nos miramos.

—Bueno, primero que nada, la señorita Dalton presenta una


leve anemia, nada de importancia si se cuida y se alimenta
bien.
—Pero usted dijo que...

—A eso voy, señorita —se ríe el médico, interrumpiendo a


Selene—. Bueno, me agrada informarles que no tiene nada de
gravedad y que en unos meses van a ser padres.

—Oh, mi Dios —jadea mi gatita lunar—. ¿Estoy...?

—Sí, mi amor —digo abrazándola, emocionado a más no


poder.

—Sí, señorita Dalton —asiente él—. Usted está embarazada.

♡ CAPÍTULO 35 ♡
Selene

Isaac y yo no podemos parar de besarnos cuando el doctor


se va. Nunca me esperé quedar embarazada, menos después
de tener a Cyra, pero está aquí, tendremos un bebé.
—Vas a darme otro hijo —dice Isaac, feliz. La palabra «otro»,
me hace confirmar que realmente quiero estar a su lado—.
Te amo, te amo.

—Y yo a ti, mucho —respondo sin dejar de llorar. Él me sonríe


con dulzura y con sus labios absorbe mis lágrimas antes de
inclinarse para besar mi vientre—. No lo puedo creer, tal vez
sea...

—No, no, no es un error. Los falsos positivos son casi


imposibles.

—Bueno, sí, y ya no estoy medicada. Entonces es real.

—Te lo dije —presume él al enderezarse—. Te dije que


lograríamos el embarazo.

—Dios mío, ¿qué vamos a hacer ahora? —me río—. Tener dos
bebés...

—Los vamos a cuidar —me interrumpe y comienza a


acariciarme la cabeza con ambas manos, lo cual es muy
relajante.

—¿No estás asustado?


—Por el embarazo —admite—. Pero no por ser padre, esto es
lo que siempre he querido contigo.

—Es que es tan rápido...

—No se necesita demasiado tiempo para saber que una


persona es para ti —dice con intensidad y yo me estremezco
un poco—. Si este bebé viene es por algo. No habría ocurrido
si no fuese así, así como le has encontrado sentido al hecho
de que Cyra esté en tus brazos.

—De acuerdo, ya no digas más, me has convencido —


respondo riéndome—. Sí, tienes razón, esto está ocurriendo
por algo, aunque…

—¿Qué pasa? —inquiere al notar mi miedo.

—¿Y si lo pierdo? —balbuceo—. Tengo mucho miedo, nunca he


estado embarazada.

Isaac niega con la cabeza y me abraza con fuerza. Los latidos


de su corazón están acelerados, pero por alguna razón me
traen mucha calma. En ese momento mi corazón me dice que
eso no va a ocurrir, que este bebé ha llegado para quedarse.
—No lo vamos a perder, gatita lunar —susurra—. Te voy a
cuidar con mi vida para que eso no pase.

—¿Me cumplirás todos los antojos y me harás masaje en los


pies?

—En todo el cuerpo —dice con tono lascivo—. Me encanta que


estés embarazada, serás muy ardiente.

—¿Y no te molestará que me crezca el vientre o me salgan


estrías? —pregunto preocupada.

—No. Amaré cada libra que subas y cada marca que salga,
pues eso me recordará a que puse vida dentro de ti —
declara. Sus ojos se han oscurecido y provocan en mí una
rica palpitación en mi sexo que no sé si sea capaz de
aguantar a pesar del sitio en donde estamos—. Mi Selene, mi
Selene embarazada. Es maravilloso.

—Demasiado —digo ilusionada y miro mi vientre, el cual toco


con emoción, y más lágrimas se me vuelven a escapar—.
Estoy embarazada, estoy feliz.

—Yo lo estoy más.


Antes de que pueda replicar a eso, el doctor viene de nuevo
para informarnos que si quiero puedo marcharme a casa, no
sin antes darnos unas recomendaciones para el embarazo,
como programar citas prenatales, la primera ecografía y
comenzar con las vitaminas y ácido fólico. Escuchar aquello
me parece demasiado inverosímil, pese a que ya me he
sometido a tratamientos para la extracción de óvulos. Saber
que esta vez es para cuidar del bebé que ya llevo en mi
vientre es una locura.

—No sé cómo se lo diré a mamá —le digo a Isaac cuando


estamos en el auto, al cual prácticamente me ha traído
cargando para que no me maree de nuevo al caminar. Por
fortuna no nos hemos topado con mi suegra, ya que esta se
fue por órdenes de Isaac—. No me va a juzgar, lo sé, pero…

—Fácil: te pones detrás de mí y dejas que yo reciba los


golpes con su sartén —bromea él y yo me echo a reír.

—Eres un tonto, jamás dejaría que te pegara —gruño y me


acomodo en su brazo—. Pero gracias por pensar en
defenderme.

—Estoy seguro de que Jessie se lo tomará bien, que le dará


gusto.

—Sí, pero se preocupará.


—No te preocupes tú —me pide mientras echa en reversa—.
No estreses a nuestra hija.

—¿Hija?

—Seguro que es una niña —sonríe.

—¿Cómo lo sabes?

—Lo presiento. —Se encoge de hombros—. Y me encantaría


que eso fuera.

—¿Y no quieres tener un niño?

—Amaría lo que venga, mi amor —me asegura—. Pero


después de tener a Cyra en mis brazos, me hace ilusión que
ella tenga una hermana.

Me muerdo el labio inferior al pensar en ello. Sin duda sería


algo hermoso, fascinante. Serán las dos niñas más hermosas
del mundo.

—Bueno, se van a llevar muy poco, se querrán...


Mis palabras se cortan cuando mi mente me recuerda lo que
sucedió entre mi hermana y yo. Un latigazo de dolor cruza mi
pecho ante ese recuerdo y no lo puedo disimular ante Isaac,
que me mira preocupado.

—¿Qué pasa?

—No me pasa nada —le miento.

—Acabas de dejar de sonreír, ¿te sientes mal?

—No, no me siento mal, es que recordé a Serena.

Isaac se pone muy tenso y se queda callado durante unos


segundos, en los cuales yo me angustio de pensar que él
crea que Víctor me duele.

—No pienses mal, mi amor —le pido—. Me sigue doliendo mi


hermana, de lo que fue capaz, pero no por él, sino por
nosotras.

—¿Estás...?
—Sí, completamente segura. Que se fracturara mi relación
con Serena me dolió muchísimo más que lo que pudo
haberme dolido la infidelidad de Víctor —continúo—. Nosotras
éramos unidas, yo le di todo de mí, la apoyé siempre sin
cuestionar nada. No es que esperara que fuese recíproco del
todo, pero...

—Esperabas al menos lealtad de su parte, que no te


apuñalara por la espalda —dice él con tono amargo, como si
comprendiera muy bien de lo que hablo—. Darías la vida por
tu hermano, y entonces él o ella...

—Pareciera que conoces el sentimiento —susurro, y el hecho


de que Isaac no me voltee a ver me dice que pasa algo—.
¿Pasó algo entre tú y Víctor?

—No, no —niega con la cabeza, pero luego suspira—. Sí, pero


no creo que sea el momento. No me gusta hablar del tema,
ya lo perdoné y fue hace mucho tiempo.

—Dios mío, ¿qué ha pasa...?

—Selene, por favor no arruinemos nuestra felicidad hablando


de esos dos, no lo merecen —me pide—. Ahora lo único que
importa es que tendremos un bebé, otro bebé. Si es otra
chica me esperan muchos dolores de cabeza, ahora que lo
pienso.
—¿Serás un padre celoso? —inquiero divertida y tratando de
olvidar la tensión.

—Ya tengo un arsenal listo —sonríe—. Cualquiera que intente


tocar a mis hijas o que te mire a ti, bam. —Simula disparar
con su mano, la que controla el volante.

Isaac quiere sonar divertido, pero algo en su tono de voz me


causa un poco de miedo. Aun así, suelto una risita por lo bajo
y no le digo nada.

Después de un rato llegamos a casa, e Isaac se apresura a


ayudarme a bajar y luego a caminar. Él quiere cargarme,
pero yo me niego, argumentando que necesito estirar las
piernas.

—Bien, pero vamos con cuidado —dice con tono amoroso.

Al entrar a la casa, mamá se levanta de inmediato del sofá


con Cyra en brazos. Yo me alejo de Isaac y corro hacia ellas
para cargar a mi pequeña.

—Mi amor, dime por favor qué te dijeron —me pide


angustiada—. No quería regresar, solo por Cyra lo hice.
—No te preocupes, Jessie —le dice Isaac con una sonrisa que
no puede disimular—. Le han hecho estudios y vamos a
cuidarla mucho para que esté muy bien.

—Ay, Dios, eso suena a que está enferma —dice mi madre,


casi temblando por el miedo.

Yo aprieto los labios para no carcajearme, ya que su


expresión es bastante graciosa.

—¿Cuál es la gracia, Selene? —me reprende.

—Bueno, tengo una pequeña anemia, me debo alimentar


mejor —respondo.

—Pequeña anemia —murmura ella entornando los ojos—. Me


da la impresión de que pasa algo más.

—Bueno, pasará en ocho meses —le suelta Isaac—. Cuando


nazca nuestro bebé.

Mi madre y yo nos quedamos boquiabiertas. Ella por la


sorpresa, yo porque se lo ha dicho sin tapujos.
—¿Cómo? —La voz de mamá sale aguda, casi como si cantara
soprano—. ¿Estás embarazada? ¿Cómo es posible?

—Bueno, mamá, no creo que hagan falta los detalles. A la


clínica de fertilidad no fui.

Ella nos mira a ambos y jadea. Por un instante tengo miedo


de que diga que esto es muy apresurado, que no debimos
hacer esto, que Cyra es pequeña y un montón de cosas que
posiblemente yo y miles de madres en el mundo diríamos
ante una situación así. No obstante, ella se echa a llorar y me
abraza como si le hubiera dicho que ganó la lotería, y aquel
abrazo también me hace llorar a mí.

—Un bebé, vas a tener un bebé —solloza feliz. Isaac saca a


Cyra de entre nuestros cuerpos y nos mira con una sonrisa—
. Esto es una hermosa noticia, por Dios, otro nieto.

—Sí, mamá, yo también estoy muy feliz —digo entre lágrimas.


Mamá se separa un poco de mí y me limpia las mejillas—. Lo
siento si esto te parece sorpresivo, yo...

—No digas tonterías, siempre quise tener nietos y qué mejor


que ocurra ahora, cuando todavía tengo energía —se ríe—.
No te preocupes por nada, cariño, yo estaré para ti. Espero
que mi yerno igual.
—Me ofendes, Jessie —gruñe Isaac y ella lo voltea a ver—. Yo
soy el más feliz con esta noticia.

—Felicidades también a ti, hijo —le dice y le palmea el


brazo—. Sonará inadecuado, pero creo que cargas con un
buen equipo. Qué buen trabajo.

—¡Mamá! —la reprendo. Isaac se ríe por el comentario y


puedo notar el orgullo que le causa.

—Ay, ya, solo bromeo. —Mamá sacude ambas manos para


restarle importancia—. Ahora lo que tenemos que discutir
es...

—Selene y Cyra tienen que vivir conmigo —dice Isaac.

—Sí —suspira ella—. Creo que sí.

—¿No te enfadas? —le pregunto preocupada. Mamá niega con


la cabeza.

—No, me pondré triste, desde luego, pero entiendo que


ustedes formarán una familia, una hermosa familia.
—Quiero casarme lo antes posible —expresa Isaac,
caminando hacia mí y mirándome con tanto amor que todo
dentro de mí vuelve a arder—. No puedo esperar más para
formar un hogar con la mujer de mi vida y nuestros hijos.

♡ CAPÍTULO 36 ♡
Víctor

Por más que trato de mentirme a mí mismo y pensar que la


estoy pasando bien, ya no puedo más. Cada vez que voy a
disfrutar de un partido, el peso del tiempo que llevo sin ella
se hace más profundo, causando que mi corazón esté en una
melancolía permanente.

Las primeras semanas fueron llevaderas, incluso creía que


podía dejar de extrañar con tanta intensidad y que sanaría,
pero cada vez que veo parejas felices por la calle, cada vez
que una mujer se me acerca para coquetear y que pase algo
más, Selene se me viene a la mente y deseo estar con ella.

Lo que también contribuye a que mi desesperación aumente


es que las llamadas de Serena para informarme sobre
nuestra hija han disminuido a una sola vez por semana, e
incluso se inventa excusas para no enviarme fotografías de
su crecimiento. También le propuse volver para reconocer la
paternidad de Cyra, pero me dijo que me lo tomara con
calma, que esperaría con paciencia a que fuese la final y yo
regresara.

La final no es algo que me interese, dado que el Manchester


United fue eliminado por el Bayer Múnich hace un par de
semanas y los equipos que siguen ni siquiera son ya de mi
agrado pese a que la mayoría de la gente los apoya. Todo
pinta para una final Real Madrid-Liverpool, cosa que se ha
dado en años anteriores y, aunque no estaría tan mal
quedarme a verlo, no estoy emocionado, no comparto la
alegría de las personas que me rodean.

A estas alturas, ni siquiera llegar a ver al Manchester en la


final haría que quisiera quedarme. Lo que necesito es saber
qué pasa en Atlanta, con mi familia. Quiero que mi madre me
conteste las llamadas, que Isaac diga algo más que «todo
está bien, no te preocupes. Tu hija está sana y en las mejores
manos». Ya no lo soporto, ya no creo nada, pero también soy
tan cobarde que me aterra regresar y encontrarme con el
rechazo de Selene, peor aún, que esté saliendo con alguien
más. Sus redes sociales no indican actividad desde hace
varios meses, solo las de su empresa, y desde ahí es obvio
que no puedo obtener gran información. He intentado
escribirle correos, no obstante, la mente se me queda en
blanco al tratar de escribir cosas que no sean que la amo y
que cada día que pasa me muero sin ella.
—Ya no puedo más —susurro mientras me apoyo en el
barandal de la terraza y dejo que el aire me pegue de lleno
en el rostro—. Necesito saber qué pasa, por Dios, necesito
saber de Selene.

Las lágrimas comienzan a bajar sin que me dé cuenta, pero


no hago intento de limpiarlas. Me siento patético, asqueroso,
sin propósitos en la vida. Todo lo que he hecho en estas
semanas ha sido comer, ver fútbol y reunirme con jugadores
y directivos que, si bien me agradan, tampoco son amigos. No
tengo a nadie en el mundo, me siento solo.

—Cyra —murmuro, aunque no siento la misma desesperanza


que tengo cuando menciono a Selene. Cyra, pase lo que pase,
seguirá siendo mi hija, me esperará, pero mi preciosa mujer
no, ella seguro que está siguiendo su vida, olvidándose de mí.

Me duele demasiado que no haya hecho ningún esfuerzo para


ponerse en contacto conmigo. A estas alturas ya debe saber
que no estoy con Serena, que nunca podría tener algo con
ella y que tan solo nos une una hija.

—¿Por qué no me buscas, Selene? ¿Por qué no me extrañas


tanto como yo a ti? —sollozo, bajando la mirada. Mis lágrimas
caen al vacío y me quedo absorto contemplándolas, aunque
ya no las distinga.
Por mi mente se me pasa la idea de que a ella le ocurre lo
mismo que a mí, que no se siente capaz de escribirme, pero
es más fuerte la sensación de que no le importo en lo más
mínimo, que si no vuelvo pronto me va a olvidar.

El sonido de mi celular me hace fruncir el ceño, dado que es


de noche y nadie me llama a estas horas. Se me ocurre que
pueda ser Isaac para mencionarme algo sobre el partido de
mañana, así que me dirijo a él rápidamente para decirle que
no quiero seguir, que no puedo continuar fuera.

Sin embargo, el número es desconocido. ¿Acaso será…?

—¿Hola? —contesto.

—¡Hijo! —exclama mi madre, lo que me hace experimentar el


sabor amargo de la decepción, aunque también me alegra un
poco escucharla—. Por fin me respondes.

—¿Has intentado llamarme? —pregunto extrañado—. Creí que


no querrías hablar conmigo.

—¿De qué hablas? Eres tú el que evade mis llamadas —


gruñe—. No te hagas el desentendido, por meses has estado
ignorando mis llamadas.
—No, mamá, yo…

—Víctor, me da igual, sinceramente, solo quiero decirte que


hiciste lo peor de tu vida al abandonar a tu hija. Tú y Serena
son un par de inconscientes.

—¿De qué hablas, mamá? —pregunto muy alarmado—. ¿Le


pasó algo a Cyra? Contéstame.

—¿Ahora resulta que te importa? —resopla—. Lo siento, no


debí decir eso, soy yo la que te llama para que tomes
conciencia.

—Lo sé, mamá, sé que mi viaje no debió agradarte tanto, pero


voy a volver, estoy pendiente de mi hija.

—¿Qué? ¿Te estás comunicando con Selene acaso?

—¿Qué tiene que ver Selene con esto, mamá?

—¿Cómo que qué tiene que ver, Víctor? ¿Tienes amnesia? Hijo,
no te llamé para que me mientas o me niegues las cosas.
Solo te pido que Serena y tú se replanteen las cosas.
—Te escucho, ¿qué quieres que nos replanteemos? —le
pregunto fingiendo calma para que me lo diga y salir de esta
confusión que me tiene con el pulso disparado.

—Pues ya lo sabes: darme la tutela a mí.

—Darte la tutela.

—Selene ha cuidado muy bien de Cyra durante estos meses,


pero no considero adecuado que siga teniéndola, que Isaac y
ella la adopten cuando se casen.

—¡¿De qué mierda me estás hablando?! —exclamo sin poder


ocultar más mi conmoción—. ¿Selene tiene a mi hija? ¿Dónde
demonios está Serena? ¿Isaac y Selene casarse?

—Espera, ¿qué está pasando? Tú abandonaste a Cyra, te


fuiste con Serena hace meses.

—No, mamá, no es cierto. Yo he estado en Europa, viajando


para estar en los partidos a los que Isaac no quiso venir,
pero en junio estoy de regreso, ¿qué demonios pasa?

—Oh, mi Dios —jadea—. ¿Es en serio lo que me dices?


—Jamás abandonaría a Cyra para largarme con Serena,
mucho menos la dejaría en manos de Selene, pues ese sería
el colmo del cinismo, otra puñalada.

—P-Pero…

—¿Por qué dices que Selene e Isaac van a casarse? —indago


con voz temblorosa y al borde del llanto.

No. No pudieron haberse enamorado. Ellos casi nunca se


vieron, Isaac es un buen hermano y no me haría esto,
tampoco tendría las ganas de estar en una relación formal
con alguien. No, él no puede ir tras Selene, y ella… ella no
podría caer.

—Los dos se enamoraron, Víctor. Están juntos y van a


casarse. Han sido los padres de Cyra todo este tiempo.

—¡ME ESTÁS MINTIENDO! —bramo mientras camino por toda


la habitación de hotel.

Mi cuerpo se siente pesado, caliente y comienzo a ver


borroso por la rabia que siento. Quiero creer que es mentira,
que ninguno de los dos pudo haberme hecho aquello. No lo
entiendo de Isaac, mucho menos de Selene. Ella me ama, no
pudo dejar de hacerlo en tan poco tiempo.
—Hijo, ¿cómo podría mentir con algo así? —solloza—. Soy tu
madre.

—Y yo soy tu hijo —replico—. Y creíste lo peor de mí, que


abandoné a mi hija.

—Lo sé, mi amor, perdóname por eso —suplica—. Pero ni tú


ni Serena están aquí, ella le cedió la tutela a Selene desde
que tenía un mes de nacida.

—¿Cómo? —jadeo, cayendo de golpe en la cama—. Ella… Ella


me ha dicho…

—No sé qué está pasando, pero tenemos que averiguarlo, tu


hermano tiene las manos metidas en esto, estoy segura —
dice enojada—. Su mirada cuando me reclamó que fuera a
ver a Selene no fue normal.

—Ese infeliz me las va a pagar —juro—. Él no va a casarse


con Selene, tampoco criar a mi hija.

—Cariño, por favor cálmate.


—No, no me pidas que me calme, mamá. Isaac seguramente
se está vengando por lo que pasó hace años, pero fue un
accidente.

En realidad no lo fue, todo fue fríamente calculado por mí,


pero eso no lo sabe. El único que llegó a saberlo fue mi padre
y este guardó celosamente mi secreto porque no le convenía
que los dos viviésemos enfrentados, además, también lo
quería; ninguno de los dos quería ver a Isaac jugando como
uno de los grandes mientras que yo era un maldito jugador
de banca.

—No lo creo, hijo, Isaac simplemente se enamoró de Selene


con el trato.

—Él no puede enamorarse de ella. Selene es mi mujer,


mamá, y voy a recuperarla —le aseguro—. No me interesa
nada, voy a luchar por ella. Y más vale que no me detengas o
que le adviertas a Isaac sobre mi llegada.

—De acuerdo, hijo, solo no cometas una locura —implora—.


Hay una niña de por medio, tu hija, mi nieta.

—No lo haré, mamá —le miento—. Esta vez haré bien las
cosas.
♡ CAPÍTULO 37 ♡
Isaac

Días antes

La mudanza a mi departamento ha tardado algunos días más,


puesto que Selene quiere organizar todo para poder hacerlo
y asegurarse de que no nos va a faltar nada cuando estemos
allá, así sea solo por un tiempo, específicamente en lo que yo
consigo una propiedad que se ajuste a nuestras necesidades
como la familia de cuatro que seremos en unos meses.
Jessie aceptó de buena gana que me quedara en la casa,
cosa que nunca hizo con Víctor, con él tenía reglas más
estrictas, según lo que me cuenta Selene. Es posible que lo
hiciera debido a que eran más jóvenes cuando iniciaron la
relación, no obstante, noto que a mi suegra le agrado aún
más de lo que mi hermano pudo agradarle en todos esos
años en que estuvieron juntos, aunque dijera quererlo como
a un hijo.

Ese tiempo que mi gatita lunar pidió también sirvió para


guardar por completo todas las cosas que hay tras mi
vestidor. Me pesa un poco tener que guardar todo ese
exquisito material recreativo que me costó años armar, pero
es lo mejor; no puedo arriesgarme a que Selene lo descubra
y las cosas se arruinen entre nosotros. Si reaccionó
demasiado mal al micrófono que le atribuyó a Alarik, no
quiero ni imaginarme lo que pensará si un día descubre todo
lo que guardo sobre ella.

—Es hermosa, ¿crees que su hermano se parezca a ella? —


me pregunta Selene en voz baja mientras observamos a Cyra
dormir como el pequeño ángel que es.

Esa nena duerme en medio de los dos, pero no me importa.


Dormir con ambas es estar en el bendito paraíso.

—Seguro que sí. Lo único que quiero es que tenga esos rizos
hermosos que tienes tú y como los de ella —respondo.

—¿Y si tiene el cabello como tú? —me pregunta, haciendo un


puchero. Yo volteo a verla y deposito un beso en sus labios,
los cuales son cada vez más mi adicción.

—Lo amaré completamente. Lo amaré desde la punta del


pelo hasta la pequeña uña del pie —declaro y sus hermosos
ojos azules brillan ilusionados—. Y no me importa si es un
niño o una niña, es nuestro hijo.

En ese momento me arrodillo y comienzo a besar su vientre.


Selene suelta un suspiro fuerte y me mira con tanto amor
que no quepo en mí de la felicidad.
—A mí tampoco me importa —responde—. Este bebé es
nuestro milagro, igual que Cyra. No podría ser más feliz.

—Yo tampoco. —Sigo pasando mi rostro por el vientre de


Selene.

Saber que tiene un hijo mío en su vientre me vuelve loco, me


hace sentirla más mía. Esta es casi la cúspide de lo que
quiero, que es retenerla para siempre a mi lado. No me
importa qué deba hacer para lograrlo, pero ella va a ser mi
esposa por todas las de la ley. Ella no va a poderse librar de
mí, ni siquiera si descubre algún día todo lo que hice por
tenerla y me odie por eso. Sé que no debería pensar en esa
posibilidad y boicotear lo que tengo ahora, sin embargo, debo
hacerlo para estar un paso adelante.

Y es por eso que estoy listo para cuando mi madre le llame a


ese desgraciado de Víctor y ellos sepan lo que está pasando.
Sé todo lo que tengo que decir cuando él llegue y quiera
recuperar lo que considera que es suyo, pero que siempre
fue mío. Selene no va a creer en él, pues ya traicionó su
confianza, y yo estoy limpio, al menos ante sus ojos.

—Estoy muy nerviosa por la ecografía —me dice cuando me


pongo de pie para que nos vayamos a la cama.

—¿Por qué, mi amor?


—Temo que me digan que no está siguiendo adelante, que el
corazón se detuvo y todas esas cosas feas que pasan las
mujeres con infertilidad —responde.

—Nuestro bebé está sano, ¿o acaso te sientes mal? —


inquiero preocupado y ella niega con la cabeza.

—No, mi amor, me siento bien, bueno, con mareos —sonríe—.


Y poca hambre.

—Va a estar todo bien, no te preocupes. —La acaricio la


cabeza. Tengo muchas ganas de hacerle el amor ahora, pero
me temo que está demasiado cansada—. Tengo genes
fuertes, no es por presumir.

—Tengo fe de que así es —suspira—. Creo que he visto


demasiados vídeos de infertilidad.

«Lo sé. Nadie mejor que yo conoce tu sufrimiento», respondo


por dentro.

—Creo que deberías centrarte en ver cosas más positivas —


le sugiero—. Nuestro embarazo no tiene por qué salir mal.
Debes tenerle un poco de fe.
—Lo siento —se disculpa avergonzada—. Sabes lo que pasé
antes. Si bien esos bebés no se implantaron en mí, fue muy
doloroso que no lo lograran.

—Con el nuestro no tiene por qué suceder. Así como Cyra


pudo nacer, entonces...

—Sabes sobre el origen de Cyra —me recuerda con tono


amargo—. Soy yo la que no puede traer vida a este mundo.

—No digas eso, mi amor. —Limpio la lágrima que resbala por


su mejilla—. Todo saldrá muy bien, mejor que bien.

—¿Me lo prometes?

—Lo prometo.

Selene asiente y se va recostando poco a poco. Yo hago lo


mismo y me quedo con una mano extendida para acariciarle
la cabeza.

—Descansa, gatita lunar —susurro—. Nuestro bebé va a estar


bien. Cyra y yo vamos a estar contigo todo el tiempo.
—Lo sé —murmura al cerrar los ojos—. Ustedes son mi
hermosa familia.

○●—♡—●○

Selene

Cuando me despierto, doy un respingo al ver que Isaac no


está. Cyra se encuentra a mi lado, tan tranquila y feliz como
siempre, incluso suspira entre sueños y sonríe.

—Mi hermosa bebé —digo sonriendo. Estoy cada vez más


enamorada de mi niña, de lo feliz que me hace todos los días
al despertar—. ¿Dónde estará papi?

Como si me hubiese entendido, Cyra se estira y parpadea


varias veces. Por un momento hace un puchero y quiere
echarse a llorar, pero cuando sus ojos se encuentran con los
míos, se tranquiliza.

—Buenos días, mi amor —saludo mientras le acaricio los


rizos—. Yo tampoco sé dónde está papá, pero esperemos que
no se haya atrevido a irse sin nosotras.
—Para nada, no digas esas tonterías —dice Isaac entrando a
la habitación con una bandeja llena de comida deliciosa.

—Oh, mi Dios, ¿hiciste todo esto tú?

—Mmm... Hice un poco de trampa, Jessie me ayudó —admite


sonriendo—. Ella está abajo, nos va a esperar para ir a la cita
todos juntos.

—¿No te importa? —pregunto.

—¿Por qué me preguntas eso? Es la primera ecografía de su


segundo nieto, tiene que ir.

—Eres el mejor —digo emocionada—. Te amo.

—Te amo más. —Isaac se inclina para darme un beso y deja


la bandeja en mis piernas—. Espero que te guste.

—Todo lo que viene de ti me gusta —respondo con tono


coqueto y veo sus ojos oscurecerse.

—Te lo recordaré esta noche —me advierte antes de ir a


cargar a nuestra hija—. Buenos días, mi pequeña luna, para ti
me temo que solo hay un biberón, pero es de princesas.
—Ese biberón es su favorito porque tú se lo compraste —
resoplo mientras comienzo a comer—. Mmm... Está de
infarto. Mamá no hizo estas tortitas, son las tuyas.

—Me alegra que ya las reconozcas —sonríe Isaac, sin apartar


los ojos de Cyra, que está ansiosa por tomar su biberón
matutino.

Isaac ya se volvió mejor que yo para darle de comer a Cyra,


lo que a veces me genera envidia, pero también he de admitir
que es útil. Estar acompañada en mi maternidad ha hecho
que todo sea felicidad con mi pequeña luna, me hace sentir
que avanzo y que disfruto cada instante con ella. Desde luego
que no la amaría menos si me tocara hacerlo todo sola, pero
el hecho de tener una red de apoyo es invaluable para mí.

Gracias al cielo no tengo muchas náuseas, aunque pronto mi


estómago comienza a llenarse. Intento aguantar todo lo que
puedo, pero Isaac nota de inmediato que ya no quiero seguir.
En ese momento tomo conciencia de que él lleva un rato
mirándome de manera muy atenta, más de lo usual.

—No necesitas terminarlo —me dice con dulzura—. Bueno,


tal vez el yogur.
—Sí, tal vez —mascullo mientras lo alzo para tomarlo. No
obstante, frunzo el ceño al notar el poco peso que tiene—.
Viene vacío.

—¿En serio? —cuestiona con un tono misterioso y una


sonrisa llena de expectativa y que me contagia a mí.

—¿Qué es esto?

—Nosotros no sabemos nada —me miente y yo agito la caja,


la cual parece tener un pequeño objeto adentro.

Mi pulso se dispara al imaginar que es y al ver el brillo en la


mirada del hombre que amo.

—No me digas que esto...

—Tú solo ábrelo.

Con manos temblorosas quito la tapa de aquel yogur, y le doy


la vuelta para que el contenido caiga en la palma de mi mano,
el cual es un hermoso anillo, con un diamante en forma de
luna. De un momento a otro tengo a Isaac arrodillado al lado
de la cama, con una sonriente Cyra en sus brazos. La escena
es tan perfecta que quiero llorar.
—Me dijiste hace dos días que me matarías si te hacía una
propuesta enfrente de toda la gente, así que no lo hago,
aunque no tenga miedo de gritar a los cuatro vientos lo
mucho que te amo —voltea a ver a Cyra—, que las amo.

—Isaac...

—Por favor, Selene, acepta hacerme el hombre más dichoso


casándote conmigo. No quiero nada más, solo a ti, a nuestros
hijos. Te amo, por favor di que...

—Claro que sí —jadeo y aparto la bandeja para inclinarme


hacia él y besarlo de manera desesperada—. Claro que
quiero, mi amor, claro que sí. Te amo.

Cuando me separo un poco de él, veo que también tiene los


ojos inundados de lágrimas.

—Gracias, gracias, mi amor. No sabes lo feliz que me haces


—dice muy contento.

—No, tú eres el que me hace feliz cada día, el que me enseñó


que puedo volver a confiar, que me hace sentir plena.
—Tú me haces sentir completo. Eres lo mejor que me pasó
en la vida.

—Perdón por interrumpir este momento —se disculpa mamá,


que también está emocionada hasta las lágrimas.

Isaac se levanta para entregarle a Cyra. Yo aprovecho


aquello para ponerme de pie y observar con más
detenimiento el anillo que me acaban de dar.

—Permíteme —susurra Isaac, quitándome el anillo para


ponerlo en el dedo anular de mi temblorosa mano izquierda.

Mi corazón se acelera más al ver que también a él le tiembla


el cuerpo por la emoción, y más aún cuando me abraza y me
alza en brazos.

—Tal vez no sea la propuesta de tus sueños, pero ya no podía


esperar más.

—Es perfecta. Es la propuesta más maravillosa de este


mundo —le aseguro—. Te adoro.

—Yo te adoro, te amo, te venero para toda mi vida. Nunca


vamos a separarnos, Selene.
—Nunca —le aseguro—. No quiero hacerlo.

—Muchas felicidades, hijos —nos dice mamá—. Se merecen


toda la felicidad.

—Tal vez yo no, pero sí mi hermosa Selene —suspira Isaac—.


Y seré lo que ella espera.

—No tengo ninguna duda de eso —sonríe mamá—. Por cierto,


se nos hará tarde para la ecografía.

—Oh, por Dios —digo preocupada—. Me pone de los nervios


volver a mi clínica de fertilidad. ¿Qué nos dirá mi doctora?

—Que se alegra por nosotros —repone Isaac con una


sonrisa—. ¿Qué más va a pasar?

—Eso espero —suspiro—. Me imagino que podría decirme


que fue una imprudencia o algo así.

—Claro que no, hija —interviene mi madre—. La doctora


Reyes es muy buena persona, seguramente está muy
contenta por este embarazo natural.
—Ella no podrá llevar todo mi embarazo —murmuro con
preocupación.

—Encontraremos a alguien tan buena como ella —me


tranquiliza Isaac—. Ahora vamos a arreglarnos para ir a esa
cita.

—Yo me hago cargo de Cyra en lo que ustedes se arreglan —


dice mamá con un tono extraño antes de prácticamente salir
corriendo.

—Pero...

—Pequeño tiempo de celebración —murmura mi prometido


mientras me baja los tirantes del pijama.

—¿Crees que sea buena idea? —musito. Mi sexo comienza a


incendiarse ante aquellos besos húmedos que Isaac deja por
mis clavículas.

—Sí, mi amor. En realidad pospuse una hora más la consulta.


Espero que no te moleste.

—Te salvas solo porque tengo hambre de ti —ronroneo.


—Vamos a la ducha —propone.

Pese a sentirme nerviosa, asiento y dejo que él me lleve al


baño, en donde nos apresuramos a quitarnos todo de encima.
Me deja sin aliento cuando al estar en la ducha, él baja a
besar mis pies, para luego subir lentamente por mis piernas.

—¿Qué haces? —indago excitada y perturbada a la vez.

—Adorando a la mujer más importante de mi vida —dice con


fervor—. Quiero humillarme ante ti, ponerte en un altar en
donde nadie más pueda alcanzarte.

—Solo quiero que lo hagas tú —susurro—. No quiero que te


humilles, yo...

—Eso es lo me inspiras, mi Selene —contesta desesperado y


besa delicadamente mi ombligo—. Lo que siento por ti es
adoración, devoción. Eres lo que toda mi vida quise.

Paso saliva, asustada por la manera tan intensa en que dice


las cosas. Sin embargo, me encuentro muchísimo más
excitada. Es como si con él despertara una parte un poco
oscura y más lujuriosa de mí. Él me asusta y me seduce al
mismo tiempo, haciendo que me sea imposible dejar de
desear que él me adore de esta forma tan insana.
Cuando vuelve a levantarse, mi cuerpo se funde con el suyo.
Él no tiene que hacer demasiado esfuerzo para que ocurra,
yo también me muevo ansiosa mientras entra y sale de mí
bajo el agua de la regadera. No me importa la leve
incomodidad del agua, solo quiero sentirlo más contra mí.

Isaac deja de besarme y se dedica a mirarme de forma muy


intensa. Sus grandes manos se aferran con fuerza a mos
muslos, lo que me hace sospechar que me dejará marcas.

—Tú serás mía para siempre —afirma con ese tono


aterrador—. Por nada del mundo dejaré que te vayas de mi
lado.

—Jamás —gimo—. No me voy a separar de ti. Te amo como


nunca amé a nadie.

—Tú eres la única mujer a la que he amado.

Echo la cabeza hacia atrás y dejo que él siga besando mi


cuello de forma desesperada. Mi orgasmo no tardará nada en
venir como sigamos así, diciéndonos estas cosas.

Tras unos cuantos minutos y mientras nos sonreímos y


miramos como dos tontos enamorados, por fin nos
corremos. En ningún momento me siento capaz de apartar la
vista de aquellos ojos verdes que tanto me encienden y que
me debilitan.

—Para toda la vida, Selene —dice en voz baja y sin salir


todavía de mí—. Esto es para toda la vida.

♡ CAPÍTULO 38 ♡
Selene

Durante el camino a la clínica trato de disimular los nervios,


pero Isaac lo nota y procura apretar mi mano sin decirme
nada. Haber tenido ese pequeño momento de intimidad, ha
mejorado mucho mis ánimos, aunque no se ha llevado del
todo aquellos pensamientos pesimistas, esos que me
recuerdan que las cosas pueden salir mal y que no espere
salir de allí con una sonrisa.

No me gusta ser así, pero supongo que es una manera que


tiene mi cerebro de protegerme ante la desgracia. No va a
doler menos, sin embargo, al menos estaré preparada para
el impacto. Después de vivir todos esos fracasos anteriores y
sin la naturaleza de por medio, no me creo que esto esté
pasando en realidad.
—Bien, ya llegamos —dice Isaac cuando nos estacionamos
frente a la clínica.

Cierro los ojos y soplo con cuidado. Los pequeños gritos y


balbuceos que suelta mi pequeña me distraen un poco y
disminuyen mi ardor de estómago. Ni Isaac ni mi madre me
dicen nada, solo esperan a que poco a poco me tranquilice y
tome fuerzas para bajarme del auto.

—¿Estás bien, mi amor? —inquiere Isaac una vez que lo


volteo a ver—. No te voy a dejar en ningún momento sola, lo
juro.

—Gracias, gracias —suspiro—. Por favor, abrázame muy


fuerte si todo sale mal, promete que no me harás quedarme
allí, que tú...

—Sé que todo saldrá bien, pero tienes mi palabra —me dice
muy serio—. No te voy a soltar, pase lo que pase, aquí
seguiré.

—Y yo también, mi amor —interviene mamá. Isaac asiente,


estando de acuerdo—. Aquí vamos a estar, así pase lo más
terrible, cosa que no será el caso.
—Bien, bien, entonces no estoy sola —sonrío. Mi corazón
comienza a latir un poco más despacio porque me estoy
tranquilizando—. Creo que ya me siento preparada para ir.

—De acuerdo. Espera un poco, bajaré a Cyra —me avisa


Isaac.

—Está bien —asiento.

Una vez que todos estamos afuera del auto y el aire me azota
el rostro, tengo un poco más de claridad mental, lo cual
necesito para afrontar todo lo que se venga. No es igual que
pasen estas cosas y mi doctora quiere asegurarse de que
todo marche bien.

Al entrar a la clínica, la recepcionista me recibe con una gran


sonrisa, ya que me conoce, pero muestra un poco de
confusión al ver a Isaac, que intuye lo que esta mujer está
pensando y la mira con cara de pocos amigos. Yo intento no
parecer avergonzada y actuar con toda la naturalidad del
mundo, como si Víctor nunca hubiese venido a mi lado. Sé lo
terrible que me sentiría si la situación fuese al revés, así que
quiero asegurarme de darle su lugar a Isaac como mi pareja,
como el hombre que ahora está a mi lado.

Por suerte mi doctora no se muestra de esa manera, ya que


previamente le tuve que explicar que tuve relaciones con mi
nueva pareja. Isaac ya no luce tan incómodo y le habla a ella
de forma educada y encantadora, lo que me hace sentir
aliviada en cierta parte.

—¿Y esta preciosa niña? —nos pregunta al ver a Cyra en los


brazos de mi madre—. ¿Acaso este es un segundo embarazo,
Selene?

Isaac y yo nos miramos y hacemos una mueca antes de girar


la cabeza hacia la doctora.

—La han adoptado —responde mi madre.

Mi doctora alza ambas cejas.

—¿De verdad? Vaya, es que... se parece mucho a ambos.

—Sí, nos los han dicho mucho —le digo.

Ella parece advertir mi incomodidad y decide teclear algo en


su computadora.

—Bien, bien, dices que tuviste un último periodo hace unas


seis semanas, ¿cierto?
—Sí, me vino después de algunos meses —digo asintiendo—.
Supongo que eso va a complicar las fechas.

—Bueno, en la ecografía ya lo veremos, cariño. No te


angusties si todavía no podemos ver nada o tan solo un saco
sin embrión, sería completamente normal —comenta con una
sonrisa que me agrada mucho—. Si te soy sincera, me
sorprende mucho que quedaras embarazada, pero me alegra
mucho, esperaba de corazón que algo así ocurriera.

—Estoy nerviosa —le confieso—. Los embriones que...

—Bueno, linda, si llegaste a ver el positivo es una excelente


noticia —me consuela—. Pasa por favor a colocarte la bata,
te haremos un ultrasonido vaginal.

Isaac suelta un gruñido por lo bajo ante la mención de una


ecografía de ese tipo, pero se limita a acompañarme atrás de
la cortina. A la doctora eso le parece extraño, pero yo estoy
tan nerviosa que me cuesta mucho desvestirme, también
quiero llorar.

—Tengo miedo —musito cuando él está doblando mi ropa.


Interrumpe lo que está haciendo y me toma por las dos
manos.
—Mírame a los ojos, Selene.

Hago lo que me pide y me encuentro con una mirada llena de


preocupación, pero también de seguridad.

—Pase lo que pase, me tienes a mí. Si esto no resulta, lo


intentaremos de nuevo, pero va a funcionar. ¿Okey? Hazlo por
mí, no me gusta verte llena de miedo, no lo soporto.

—P-Perdón...

—No me malinterpretes —suspira con exasperación—. Me


refiero a que odio que te sientas aterrada, solo quiero verte
feliz. Te amo.

—Y yo a ti. Quiero que este bebé nazca, que se parezca a


Cyra, con mis rizos, con tus ojos.

—Así será —me asegura—. Tendremos un bebé sano y fuerte.

Isaac me rodea con sus brazos y me aprieta fuerte contra su


pecho. Yo cierro los ojos y dejo que su aroma y los latidos de
su corazón me calmen, que me hagan sentir que todo estará
bien. Me decepciono de mí misma de no poder afrontar esto
con más temple, así como he hecho en otros aspectos de mi
vida, pero de verdad odiaría que esta burbuja se rompa; ni
siquiera he sido capaz de acariciar otra vez mi vientre por
temor a amar algo inexistente.

¿Cómo es posible que ahora esté embarazada y de manera


natural? Tantos años de escuchar «No podrás ser madre sin
ayuda» me ha afectado demasiado, causa que no pueda
disfrutar de este triunfo. Incluso si no sale bien, haberme
quedado embarazada es un logro que no muchas pueden
presumir, tengo que pensar eso.

Tras unos cuantos minutos, Isaac y yo salimos para


encontrarnos con la doctora, que está preparando el equipo
para iniciar. Isaac me ayuda a acomodarme en la camilla y a
subir las piernas para que la doctora pueda revisarme. Mamá
está sentada en una esquina de la habitación alimentando a
Cyra, que ha pedido de comer hace poco.

—Estás nerviosa, ¿cierto? —inquiere la doctora al ver que


respiro agitada y que tomo con fuerza la mano de Isaac—.
Respira profundo, Selene, no pasa nada.

—No quiero ver.

—Bien, cierra los ojos un momento y yo te diré si puedes


abrirlos —me ofrece de forma empática.
Volteo a ver a Isaac, que me sonríe con ternura y me besa la
frente antes de que yo cierre los ojos. Aquel gesto me
tranquiliza mucho mientras siento que la doctora introduce la
sonda.

Durante los primeros segundos no se escucha nada, solo el


ultrasonido. La luz ha sido apagada, lo sé porque sentí el
cambio en la iluminación.

—Sí, definitivamente hay un embarazo aquí —anuncia la


doctora con mucha alegría y yo abro los ojos para ver en la
pantalla a ese pequeño saco, que adentro tiene a mi bebé
latiendo—. Hay latido y se ve muy bien, cariño.

—Oh, mi Dios —digo impresionada y a punto de echarme a


llorar.

La doctora mueve un poco más el aparato y todos soltamos


un jadeo.

—¿Eso es un reflejo del bebé? —balbuceo.

—No, no, cariño, es un embarazo gemelar —dice ella,


emocionada—. Este bebé también presenta latido.
—Mellizos —digo anonadada y miro a Isaac de nuevo, que se
abalanza sobre mí y me llena de besos por todo el rostro.

—Te amo, Selene —declara de forma intensa—. Vas a darme


dos hijos más, esto es hermoso.

—Dos hijos —sollozo—. Dos bebés, no puedo creerlo. ¿Cómo


es posible?

—Posiblemente, tuviste doble ovulación —me explica la


doctora—. A veces pasa en pacientes con tu diagnóstico. Lo
que me alegra es que ambos óvulos se fecundaron y son
estos dos hermosos bebés.

—Hija, no sabes lo feliz que estoy —dice mamá—. Dos


preciosidades más.

—Sí, mami —gimoteo—. Dos bebés.

—¿Podemos escuchar los latidos? —pregunta Isaac, que me


ha soltado un poco para limpiarse las lágrimas que está
derramando.

—Por supuesto, ahora mismo los vamos a escuchar —dice la


doctora, mirándolo con ternura.
La emoción que me embarga cuando escucho cada uno de
los fuertes latidos de mis hijos es tan grande que me echo a
llorar como una niña pequeña. Incluso al terminarse la
ecografía, la doctora y mamá nos dejan a solas a mí y a Isaac
para que este pueda calmarme. Estoy tan nerviosa, feliz y
estupefacta que me tiembla el cuerpo con más intensidad
que cuando apenas me preparaba.

—Estoy sin palabras —susurro.

—No las necesitas —sonríe él—. Solo seamos felices con


nuestros tres hijos.

—Te amo, Isaac, no quiero esperar a casarnos, yo...

Él me toma del rostro y me mira con tanto amor que se me


escapa todo el aliento. Sigo sin entender cómo es que no vi
antes que él es todo cuanto quiero, cuanto necesito.

—No vamos a esperar más, gatita lunar —me responde con


emoción—. Elige la fecha, vamos a casarnos.

—Lo más pronto que se pueda. No quiero una enorme fiesta,


solo quiero estar contigo.
—De acuerdo, mi amor.

Los dos nos sonreímos y volvemos a besarnos antes de


volver al consultorio, en donde la doctora está hablando con
mi madre.

—Antes de decirte los cuidados, Selene, me gustaría saber si


vas a hacer algo con los óvulos que aún quedan congelados
—me dice la doctora Reyes mientras revisa mi expediente.

—Tal vez sea mejor guardarlos para un futuro —sonrío.

—Estoy de acuerdo —dice Isaac, quien me aparta la silla para


que me siente.

—Ven acá, mi pequeña luna —le digo a Cyra mientras la paso


a mis brazos para llenarla de besos.

—Sí, es buena idea —sonríe la doctora—. Nos quedan diez, y


es muy probable que...

—No, no, eran once —la corrijo, aún sonriendo y mirando a


mi bebé.

—No, cariño, aquí en el expediente salen solo diez.


—No, son once, recuerdo el número perfectamente —insisto,
comenzando a preocuparme—. Tras el último embrión
perdido, pedí guardar esos once óvulos.

—Tal vez es un error en el reporte —me tranquiliza, pero en


mí ya se ha instalado un sentimiento de angustia.

—Necesito que se aclare esta situación —exijo con


nerviosismo.

—Hija, calma —me susurra mamá.

—No, no, no me voy a calmar —niego con la cabeza—. Esto no


debería pasar.

—Concuerdo —secunda la doctora—. No debería pasar.


¿Estás completamente segura, Selene?

—Sí, sí, demasiado segura, incluso tengo guardados todos los


documentos que lo comprueban.

—Bien, entonces vamos a investigar —responde ella con


mucha seriedad.
—¿Cómo puede perderse un óvulo? —pregunta Isaac con
indignación—. Pudo haberse usado en cualquier otra mujer
y...

—Sí, es una posibilidad —murmura la doctora—. Pero no nos


alarmemos antes de tiempo. Puede ser que tan solo sea un
error.

—Eso espero —farfullo—. No es posible que una clínica tan


prestigiosa cometa errores de ese tipo. No lo concibo.

—Tranquila. Vamos a llegar al fondo de esto —me asegura


ella—. Muy pronto sabremos qué pasó con tu óvulo.

♡ CAPÍTULO 39 ♡
Isaac

—¿Qué demonios hiciste, Serena? —murmuro mientras me


paseo por mi departamento, el cual ya está casi listo para
que mi Selene y Cyra vengan a vivir conmigo.

Mis ansias de llamarla o de tenerla enfrente son enormes,


pero sé que debo mantener la cabeza fría y que todo ocurra
de manera «sorpresiva» cuando llegue Víctor. Si enfrento a
Serena ahora, esta entrará en pánico y va a intentar escapar
o hacer algo para librarse de toda culpa. Además, no he
confirmado que sea del todo ciertas mis sospechas.

Primero tengo que tener el resultado del ADN.

Las muestras de cabello que les arranqué a ambas mientras


dormían ya están siendo analizadas. También he sucumbido a
la tentación de hacerla yo, por si esa maldita recurrió al plan
B, que era usar mi esperma en caso de que no quedase
embarazada de Víctor. Lo último que quiero en mi vida es
tener un hijo con esa loca, pero me tocó sacrificarme un poco
para lograr un embarazo lo más rápido que se pudiera. Sin
embargo, nunca me imaginé los alcances de esa
desequilibrada mental.

—Te voy a matar si esa hija es de Selene, si es mi hija —juro


mientras miro por el ventanal—. Voy a matarte, maldita loca.

Unos ruidos hacen que me tranquilice y voltee hacia la


puerta, la cual se está abriendo. De manera apresurada,
camino hacia la puerta, pero me detengo cuando veo a
Selene, que me mira con algo de culpabilidad al entrar y
cerrar. No sabe que estaba esperando ansioso, que la dejé
seguirme.
—Lo siento —se disculpa—. No resistí las ganas de venir
contigo.

—¿Me querías espiar? —bromeo y ella agranda los ojos—. Si


es así, me encanta.

—No, no, yo...

—Solo juego —murmuro mientras la tomo por la cintura para


pegarla a mí—. Quiero hacerte tres hijos más.

—Yo quiero desestresarme un poco, he estado agobiada


estos últimos días y creo que no es justo para ti que...

—No digas eso, mi amor —la interrumpo—. Yo también me


preocupo, pero ahora olvidemos un poco eso. ¿Dónde está
nuestra bebé?

—Mamá la cuida —sonríe—. Tenemos media hora.

—Bueno, suficiente para poder darte una terapia de


relajación.

—Sí —gruñe de forma sensual—. Lo necesito con urgencia,


mi amor. Quiero olvidar todo por ahora.
—Menos de que eres mía —susurro mientras la cargo.

Selene suelta una leve risa mientras nos besamos y vamos a


parar al sofá. Mis ganas de tenerla son tan grandes que no
puedo esperar a llevarla a la habitación, y al parecer ella
tampoco le toma importancia, ya que lucha por abrir los
botones de mi camisa, y cuando ve mi pecho desnudo se
abalanza sobre él para besarlo.

«Mi Selene, por cuánto tiempo esperé esto. Tus labios son mi
perdición», pienso extasiado.

Nunca me voy a cansar de tomar su cuerpo, incluso creo que


le faltan horas al día para disfrutarla como quiero. Cuando
estoy lejos de ella, así sea para lo más mínimo, me falta el
aire, me siento incompleto. Separarme de ella por las
estupideces de otros no es opción, no voy a permitirlo.

Selene deja de besar mi pecho cuando ve mis intenciones de


bajarle el pantalón y la ropa interior. Una vez que lo hago y
me acerco, su aroma femenino inunda mi nariz y me hace
entrar en un trance que disfruto demasiado. El sabor de sus
fluidos me fascina, lo bebería de por vida y no necesitaría
otra cosa más.
Selene arquea la espalda cuando siente mi lengua danzar de
arriba a abajo sobre su clítoris y mis dedos abriéndole más
los labios y a su vez imprimiendo caricias, pues sé que le
fascina que no solo me concentre en un solo punto, a ella le
encanta la presión por todos lados.

—Isaac —gimotea—. Me estás volviendo adicta a ti.

Sus caderas se mueven de arriba a abajo sin ningún ritmo,


solo se deja llevar por lo que quiere.

—Entra en mí, por favor —me ruega con voz aguda y los ojos
llorosos—. Necesito sentirte.

Sus palabras hacen que me separe de ella y me baje los


pantalones para lograr mi cometido, pero Selene me
sorprende al sentarse de manera súbita y tomar mi pene
entre sus manos. Eleva sus ojos hacia mí, pidiendo permiso
con mucha seriedad.

—Hazlo —le ordeno—. Pruébame.

Selene no dice nada más y suelta un gemido que suena a la


par que el mío antes de que me meta en su boca. Por un
momento cierro los ojos y se me tensa el cuerpo al sentir
sus deliciosos labios y el calor de su boca aprisionándome.
No puedo evitar comparar en ese momento la manera en que
tiene de darme sexo oral a mí con cómo lo hacía con mi
hermano. Con él era inocente, inexperta, pero ahora parece
que está comiendo alguna clase de chocolate que la envicia y
la pierde. Aquello me hace saber que me desea como a
ningún otro lo deseo, que antes reprimía esos impulsos, los
cuales está desatando por completo conmigo.

¿Me merezco ser tan afortunado? Tal vez no, pero no voy a
desaprovechar esta oportunidad. Nunca la dejaré ir, ni
siquiera aunque fuera por su bien. El amor que le tengo
sobrepasa cualquier sentimiento noble que yo pueda tener;
soy tan egoísta que prefiero morir antes que perderla.

—Eres el sentido de mi vida —declaro mientras hundo mis


dedos entre sus rizos—. No puedo estar sin ti.

Selene sigue gimiendo y pasando su lengua por toda la


longitud de mi pene, el cual está tan duro que creo que va a
reventar en su cara.

—Mi Selene, haces de mí un completo idiota —susurro—. Me


sometes, haría lo que sea que me pidieras.

—Isaac.
—Sigue, sigue por favor —suplico—. Déjame decirte cuanto te
adoro mientras me pruebas, mientras me vuelves más tuyo.

Mi futura esposa suelta otro fuerte gemido en respuesta. Sus


pequeñas manos se sostienen de mis piernas y se van
deslizando hasta mis muslos, los cuales dejo de tensar para
que pueda tocarme. Jamás he permitido que otra mujer
toque allí, solo a ella le concedo explorar cada parte de mí.

—Solo vivo para ti —continúo sin importarme que se asuste


por la intensidad de mis sentimientos.

¿Por qué contenerme? No estoy diciendo nada malo. Mi


devoción es algo que tendrá que aceptar, que tendrá que
gustarle, así como yo adoro cada muestra de amor que me
da.

Cuando estoy a punto de eyacular, hago que pare y la pongo


de pie. Selene me observa expectante y giro con ella en
brazos para sentarme y colocarla a horcajadas sobre mí. Ella
entiende a la perfección lo que quiere y apoya las manos en
mis hombros mientras baja para tenerme hasta el fondo de
ella.

—Te vas a casar conmigo, Selene —le digo mirándola a los


ojos mientras hago que suba y baje a un ritmo que a los dos
nos fascina—. Por nada del mundo alguien va a volver a
tocarte.

—No quiero que nadie me toque más que tú —responde


excitada—. Isaac, me asusta demasiado lo que me haces
sentir cuando me dices esto, pero...

—Yo también me asustó —admito y ella jadea—. Pero no


quiero hacer nada contra esto. Amarte lo es todo en mi vida.
Y ahora estás embarazada de mí.

—Sí, sí, porque nos amamos tanto —gimotea.

—Sí, solo las personas que se aman pueden hacer algo tan
perfecto —respondo, apretándola contra mí—. Esto prueba
que yo debo ser el único para ti.

—Sí, y yo la única para ti.

Hundo mi rostro en sus pechos y por suerte ella comienza a


correrse, dado que la concentración de su aroma en
combinación con lo mojada que ella está me causa tanto
placer que eyaculo sin control.
Selene grita de forma escandalosa y exquisita mientras se
retuerce y se abraza a mi cabeza para hundirme más en sus
pechos, los cuales me arrebatan placenteramente el aire.

Cuando me libera, no la suelto, voy a lamer sus pezones, lo


que la hace gemir.

—¿Crees que sobre tiempo para ir a la cama? —pregunta de


repente.

—Por supuesto —sonrío emocionado y me levanto con ella en


brazos sin salir aún de ella. Algo de fluidos caen a mis pies,
pero lo ignoro y me dirijo a la habitación en donde me
recuesto sobre su cuerpo al ponerla en la cama—. ¿Te gusta
esto, gatita lunar?

—Me encanta —responde, mordiéndose los labios—. No me


canso de hacer el amor contigo. Isaac, tal vez sea terrible
que diga esto, pero jamás he sentido tanto placer.

No puedo evitar ampliar mi sonrisa y que mi orgullo se


agrande más. Ella se sonroja y parece avergonzada de
habérmelo dicho, pero antes de que se arrepienta, salgo con
cuidado de su interior y comienzo a repartir besos por todo
su perfecto cuerpo, lo que causa que se me vuelva a parar a
los pocos minutos.
Amo su piel, cada lunar que tiene, sobre todo el que tiene en
el muslo derecho y el cual beso con adoración cuando la
volteo boca abajo. Selene suelta un suspiro largo y veo que
sus manos se aferran a las sábanas por el placer que estos
besos le generan y que me complace a mí.

Su placer me enloquece más que el mío, sin duda. Ver cuanto


disfruta bajo mis caricias cada vez que la toco es lo más
maravilloso que me puede suceder. Haber esperado tantos
años para esto valió la pena, haber muerto de celos y llorar
por no tenerla, también. Tengo que esforzarme demasiado
por borrar todas las caricias que él antes le dio, hacer que lo
olvide tanto que se cuestione si alguna vez ocurrió o
simplemente es un engaño de su mente.

Después de detenerme un largo rato en sus muslos, voy


bajando por sus piernas hasta llegar a las plantas de sus
pies. Selene no es como otras personas que se enfadarían o
tendrían cosquillas, solo deja que se los bese, que los pruebe
y disfrute su aroma. Me alegra saber que conmigo no le
causa vergüenza nada, que no tiene reparos en mostrarse
ante mí.

—Isaac, te amo —suspira.

—Te amo más, a un grado en que ya no me reconozco y no


me quiero reconocer —contesto mientras la volteo con
lentitud.
—Yo tampoco me reconozco y tampoco quiero —musita
cuando me posiciono entre sus piernas para volver a
penetrarla—. No quiero que esto se termine.

—Nunca se va a terminar —juro al terminar de hundirme en


ella—. Nunca dejaré de adorarte, mi amor.

—Ni yo a ti.

Mi boca se apodera de la suya en ese momento y nos


empezamos a mover de forma frenética, instintiva. El calor
de su cuerpo me seduce de todas las maneras posibles y no
hay manera de que esto me lo quiten. Ella se aferra a mí
también y se entrega como nunca, sin ninguna clase de
pudor.

Sus ojos se abren en algún momento y se conectan con los


míos. No nos sonreímos, pero nos observamos con tanta
intensidad que me queda más que claro que nacimos para
unirnos de esta forma, para estar juntos.

Tras unas cuantas estocadas, los dos nos restregamos el


uno contra el otro y nos vuelve a alcanzar otro orgasmo
simultáneo. La sensación me deja con la mente totalmente
en blanco y no puedo pensar en otra cosa que no sea en este
olor adictivo que ella desprende al ser mía.
—Lo necesitaba —se ríe—. ¿No te molesta que viniera, mi
amor? Tal vez tú necesitabas tu...

—No, por Dios —la interrumpo—. No quiero espacio, nunca


me canso de ti.

—¿De verdad?

—Jamás. Te extraño como un loco cada vez que no puedo


estar contigo, incluso haciendo algo tan simple como venir a
ordenar. Por cierto, ya está todo listo.

—Entonces mañana nos mudamos —sonríe—. Debemos lavar


estás sábanas llenas de lujuria.

—Me gusta como suena eso —murmuro.

Los dos nos quedamos en la misma posición y nos reímos.


Estos momentos después del sexo también son lo mejor.

—Te amo mucho —digo mientras reparto besos por sus


pechos—. Tú puedes venir a mí cuando quieras, pero no me
gusta mucho que andes sola por allí, me preocupas. Tienes a
dos de mis hijos en tu hermosa barriga
—Lo siento, mi amor —responde—. Ya no podía más con las
ganas de verte, así que decidí pasarme.

—Bien, gatita traviesa, quedas perdonada porque me diste


una hermosa sorpresa.

—Y tú quedas perdonado por dejarme por media hora.

—Odio hacer eso —refunfuño—. Odio no estar cerca de ti.

—Y yo, creo que me volviste una loca —se ríe—. No puedo


cansarme de estar contigo.

Lo que estoy a punto de decirle queda interrumpido por los


toques agresivos a mi puerta. Selene me mira asustada, pero
yo trato de tranquilizarla diciéndole que todo estará bien, y
me levanto para ir a la sala y ponerme la ropa.

Un puñetazo en el rostro es lo que me recibe cuando abro la


puerta. El sabor de la sangre es delicioso, me sabe a gloria.

—¡Infeliz, malnacido! —me grita Víctor con los ojos llenos de


ira—. Te voy a matar, haré lo que antes no pude, imbécil de
mierda.
A pesar de tener la boca llena de sangre, logro esquivar el
siguiente golpe y empujarlo.

—Lárgate de mi casa, Víctor —le pido, disimulando que me da


demasiado gusto verlo así—. Me imagino por qué me pegas,
pero...

—¡Eres un miserable! ¡¿Cómo mierda pudiste atreverte a


estar con Selene si sabes que ella es mía?! —vocifera y
voltea hacia el sofá, donde está su ropa—. Y para colmo
metes putas a tu casa. Esto le va a encan...

—No, no tiene ninguna puta aquí —dice mi Selene, saliendo


de la habitación con una de mis camisas puestas. Víctor
suelta un jadeo audible y sé que su mundo se está
desmoronando—. Él y yo estamos juntos y nos vamos a
casar.

♡ CAPÍTULO 40 ♡
Selene
Tal vez voy a complicar más las cosas con aparecerme y
haber dicho lo que dije, pero la sangre me hierve de rabia al
escuchar a Víctor decirle todo eso a Isaac y que para colmo
lo haya golpeado.

Mentiría si dijera que no me revuelve todo por dentro el ver


al hombre con el que alguna vez pensé casarme delante de
mí y enterándose de que rehice mi vida con Isaac, pero estoy
más convencida que nunca de que hice lo correcto, pues una
vez más confirmo que Víctor no conoce lo que es la
vergüenza.

Además, confirmo también que amo a Isaac, que no quiero


que nada ni nada lo lastime.

—No, no, no puede ser Selene —dice Víctor con los ojos
llenos de lágrimas y tratando de acercarse a mí, cosa que mi
prometido le impide.

—Mejor lárgate —le respondo—. No te me acerques, infeliz.


¿Cómo te atreves a venir aquí diciendo que soy tuya cuando
hiciste todo lo que hiciste? No solo me engañaste, tú y
Serena me dejaron con Cyra, sin darme más explicación. O sí,
al menos Serena tuvo la amabilidad de explicar algo, pero
¿tú?
—Yo no abandoné a Cyra, mi amor —insiste—. Yo solo fui de
viaje, los partidos, yo... ¡Isaac me dijo que viajara! —grita y yo
volteo a ver al aludido, que rueda los ojos.

—Sí, te sugerí que viajaras, no que abandonaras a Cyra y te


largaras con Serena —dice él con tanta calma que no me
queda dudas de que dice la verdad—. Deja de culpar a otros
por tus errores.

—¡Eres un desgraciado! —exclama Víctor—. Las cosas no


fueron así, tú...

—Será mejor que te vayas de aquí —lo interrumpo—. No


hagas que te odie más. Nada de lo que digas hará que te
crea.

—Selene, mi amor, por favor, deja que te explique, yo no dejé


a mi hija.

—Ahora es mía —digo tajante—. Cyra es mía, yo la he


cuidado, protegido y amado como tú no quisiste hacerlo.

—Es mi hija —responde Víctor, furioso—. Y ahora mismo voy


por ella, voy a reconocer mi paternidad y se acabó este
asunto.
—Tú no harás nada, imbécil —le dice Isaac, acercándose a
él—. A Cyra no la tocas, ¿me escuchaste?

—Es mía, tal vez fuera un error, pero es mía.

—¡Cyra no fue un error! —le grito, intentando ir hacia él para


darle una bofetada, pero Isaac corre hacia mí y me lo impide.

—No, no, mi amor, los bebés, tranquila.

Lo ha dicho en voz baja, pero Víctor lo escucha.

—Estás embarazada —dice horrorizado—. No, no, es


imposible, tú eres estéril.

—Pues no lo soy —me burlo—. Claro que estoy embarazada.

—Selene, basta —me pide Isaac—. Yo me encargo, vuelve a la


habitación a vestirte.

—No, no me pidas que te deje solo —le ruego preocupada.

En ese momento Isaac es jalado por Víctor, pero esta vez él


se gira rápido e impide el golpe empujándolo. Víctor parece
fuera de sí, tiene los ojos rojos por la irá y aprieta tanto los
dientes que parece que se romperá cara. Verlo así me aterra,
jamás ha mostrado este lado tan violento.

—Vete de mi casa, Víctor, no tienes nada que hacer aquí —le


dice Isaac con calma—. Estás asustando a mi mujer.

—Tu mujer —se ríe Víctor de manera sardónica—. Es mía, es


mi mujer. Tú eres patético si crees que en un par de meses
harás que Selene me olvide.

Me muerdo la lengua para no decirle que ni siquiera pasaron


demasiados días. No quiero echar más leña al fuego, además,
tampoco quiero restregarle nada en la cara, puesto que lo
mío con Isaac es real, nunca fue por despecho.

—No, sé que no te va a olvidar —dice mi prometido—. Pero


ella tiene derecho a seguir adelante conmigo.

—Eres un maldito traicionero, una basura —le increpa


Víctor—. Te pintaste como el mejor hermano y... Esto no va a
quedarse así, ¿me oyen? Voy a ir ahora mismo por mi hija.

—No, no, a Cyra no puedes quitármela, maldito —digo


desesperada, pero Isaac me detiene.
—No puede hacerlo, mi amor, no ha reconocido a Cyra.

—Pero lo voy a hacer —amenaza Víctor—. Voy a luchar por


mi hija, y también por ti, Selene, porque tú y yo no podemos
terminar. Vas a regresar conmigo, porque te amo, porque sé
que me sigues amando.

La intensidad de su mirada y la seguridad que tiene al


decírmelo hacen que me estremezca de miedo. Por un
momento un panorama aterrador pasa por un momento y me
hace querer gritar de impotencia. Él va a usar a mi pequeña
luna para que vuelva a su lado.

—No vamos a dejar que se salga con la suya —me promete


Isaac cuando su hermano sale del departamento—. No te
angusties, le hará daño a nuestros hijos.

—Si él me quita a mi niña yo me muero —digo aterrada y me


aferro a su camisa—. No permitas que lo haga, por favor, haz
lo que sea para impedirlo, incluso si no es legal, no me
importa, quiero a mi hija conmigo, es mía, nuestra.

—Tranquila, gatita lunar, ¿te he fallado alguna vez?


—No, no, y no lo hagas ahora —suplico—. Vamos por ella ya,
necesito sentirla, no quiero que ese idiota le ponga las
manos encima.

–Sí, mi amor, vamos por ella —asiente Isaac—. Vas a


matarme, pero tengo un recurso que tal vez nos sirva.

—¿Qué cosa? —inquiero con desespero.

—No puedo decírtelo ahora, por favor, no quiero ilusionarte


en vano.

—Pero Isaac...

—Hazme caso. No quiero que vivas impresiones fuertes sin


necesidad. Lo que más necesitas ahora es estar en calma, mi
amor, en calma para poder hacer las cosas bien por Cyra,
por nuestros otros hijos que vienen en camino.

—Tienes razón, Isaac, tenemos que hacer las cosas bien.

Los dos nos apresuramos a terminar de arreglarnos para


irnos y en el proceso yo le llamo a mi madre para que esté
preparada por cualquier cosa. Esta reacciona muy
preocupada, aunque también muy determinada a no dejar que
Víctor se lleve a Cyra.
Por fortuna no siento ninguna clase de molestia en el vientre
a pesar del susto que estoy pasando. Si algo le llega a pasar
a mis ansiados bebés nunca se lo voy a perdonar a ese
miserable. No le pienso permitir que me arruine más la vida,
no importa cuanto lo amé cuando estuvimos juntos.

Con tal de proteger a mis hijos soy capaz de todo, y no puedo


perdonar a nadie que los dañe.

Cuando llegamos a casa, no espero a que Isaac se baje a


ayudarme, corro directamente adentro y casi me estrello
contra mamá y Cyra, que está algo inquieta porque ha estado
un rato sin mí.

—Mi amor, mi amor, aquí está mamá —le digo con alivio y la
beso varias veces. Tenerla en mis brazos me hace sentir un
alivio inmenso y no me pienso separar ni un segundo de su
lado—. No dejaré que te arranquen de mí.

—Víctor no se ha presentado, pero supongo que no tardará


mucho en hacerlo —comenta mamá—. Dios mío, ¿qué es lo
que está pasando?

—Víctor alega que no abandonó nunca a Cyra —gruño—. Dijo


que tan solo se fue de viaje porque Isaac le dijo.
Mamá mira a Isaac y entorna los ojos.

—¿Acaso tú...?

—Le sugerí el viaje a Europa, para que representara nuestra


marca en los partidos de la Champions —contesta mi
prometido con calma—. Él aceptó, pero habíamos pactado
que se iría solo, aunque al final se ha ido con Serena a quién
sabe dónde y dejaron a nuestra niña.

—Ay, por Dios.

—Víctor es un completo demente —gruño—. Si lo que dice es


verdad, hubiese regresado antes. Lo hizo precisamente
cuando se enteró de que estoy con Isaac.

—Me temo que mi madre debió decírselo —murmura Isaac,


apenado—. Lo siento, lo siento mucho.

—No, no, hijo, no tienes por qué pedir disculpas en nombre de


otros —le dice mi madre—. Entiendo lo que es tener un ser
querido cuyo comportamiento te avergüence. Tristemente, es
mi caso con Serena.
—No tienes que sentirte avergonzada —respondo yo—. Tú
hiciste un buen trabajo como madre.

—Así es —secunda Isaac—. No debe culparse ni sentir


vergüenza.

—Me da igual, me apena que mi hija haya hecho lo que hizo,


me apena que su felicidad se empañe por culpa del egoísmo
de Víctor —dice mamá—. Debemos tener cuidado, localizar a
Serena y...

—Esperemos que no tenga que ser necesario —comenta


Isaac.

—Por favor explícame —le ruego—. No me dejes con esta


incertidumbre.

—¿De qué hablan? —inquiere mamá.

—Por favor, no me pregunten —pide él—. Solo confíen en mí.


Esto podría ser fuerte para Selene y lo último que quiero es
que viva con más incertidumbre.

—Cuando lo dices de ese modo solo me causas ansiedad —


me quejo—. ¿Por qué no quieres decirme?
—Porque llevas a nuestros hijos en el vientre —contesta él—.
Por favor, mi amor, hazme caso. No es mi intención dejarte
sin saber. Te juro que te lo diré todo hasta confirmarlo o
descartarlo, pero por ahora debes permanecer tranquila.

—Isaac tiene razón —me dice mi madre—. Creo que es mejor


que estés tranquila.

—Bien, bien —asiento.

Por dentro ardo en deseos de saber qué es aquello a lo que


Isaac se refiere. En mi cabeza hay miles de cosas que me
agobian, comenzando con aquel óvulo perdido, sobre el cual
no me informan nada todavía. La idea de tener un hijo
perdido por el mundo me aterra, aunque la idea sea muy
poco probable.

—Creo que necesito descansar —murmuro y me dirijo a las


escaleras.

Isaac me alcanza en menos de dos segundos y sube detrás


de mí.

—No te agobies, por favor —me pide—. Todo se resolverá,


tranquila.
—Eso espero, Isaac, de verdad eso espero —digo con mucha
seriedad—. Yo no voy a poder vivir sin Cyra.

—No digas...

—Es la verdad —contesto mientras me vuelvo hacia él—.


Haré lo que sea por estar cerca de ella.

♡ CAPÍTULO 41 ♡
Víctor

Mi madre, por primera vez en su vida, está completamente de


mi lado. Sigue sin defender mis errores, pero no justifica el
que Isaac me hubiese traicionado de tal manera, porque eso
fue lo que hizo, me traicionó de la peor manera. Pero es
probable que no sea lo de Isaac lo que más me duela, no, lo
que más me duele es Selene. ¿Por qué se está vengando de
mí de esta manera? Jamás habría admitido que estuviese con
otro hombre que no sea yo, mucho menos que sea con mi
hermano. Isaac es una basura, un infeliz que supo jugar bien
sus cartas, que supo fingir muy bien su perdón y su bondad.
Me arrepiento hasta el alma de haber creído que no se
vengaría de mí algún día, de no haber podido ver que tras sus
actos de bondad se escondían propósitos horribles, peores
que los míos en su día.

—Hijo, voy a apoyarte, pero es mejor que por hoy te calles y


no hagas nada —me aconseja al verme pasear por toda la
sala—. Piensa con cabeza fría y no hagas nada de lo que te
puedas arrepentir. Piensa en Cyra.

—Eso intento, mamá, pero no puedo con lo que ha hecho tu


maldito hijo, ¿cómo pudo mentir de esa forma? Lo que me
hizo es imperdonable.

—Sí, lo que ha hecho con Cyra sí, pero con respecto a...

—Todo lo que hizo —la interrumpo—. Todo lo que hizo es


imperdonable. Él sabía cuánto amo a Selene y aun así se
metió con ella, la embarazó.

Mamá traga saliva y se pone pálida. No sé interpretar esa


expresión como si lo sabía o no, pero no tengo ánimos de
preguntárselo, pues no hará diferencia alguna en lo que está
pasando.

—Creo que debes solo luchar por Cyra, Selene...


—Te equivocas si piensas que yo voy a renunciar a ella.
Selene no puede ser madre, terminará por perder ese
maldito embarazo.

—¡Víctor! —me grita—. No, no te permito...

—Y yo no te permito que defiendas esa aberración —digo


furioso—. Ese hijo que espera Selene no puede nacer.

—Tú no vas a hacer nada para que eso pase, ¿me oyes? —me
advierte, también enojada—. Selene no me agrada, estoy
furiosa con tu hermano, pero al final del día es mi nieto
también.

Me muerdo los labios para evitar verbalizar todo el torrente


de malos pensamientos que se me pasa por la mente. La
sangre me hierve, quiero romper todo lo que se me cruce,
pero sé que la prudencia debe caber en mí, incluso después
de lo que he hecho, o sea, asustar a Selene.

Los celos me asfixian y no soy capaz de permanecer más


tiempo en la sala, subo a mi cuarto para tratar de
tranquilizarme. Pero las paredes al poco tiempo comienzan a
hacerme sentir claustrofobia. ¿Qué mierda hago aquí
mientras Isaac está lavándoles el cerebro a Selene y a mi
exsuegra? Porque eso es lo que seguramente hará, así como
lo ha hecho conmigo todo este tiempo.
Tras pasar algunos cuantos minutos sentado en mi cama y
moviendo las piernas frenéticamente, decido llamar otra vez
a Serena, que no me responde. Desde que me enteré he
intentado localizarla, pero pareciera que la tierra se la tragó.
Aquello me hace pensar que está coludida con Isaac y,
rememorando todo lo que pasó ese día, tiene sentido que él
lo haya provocado. Yo jamás le habría sido infiel a Selene
estando en mis cinco sentidos, incluso ebrio. Muchas veces
me había embriagado y, aunque algunas mujeres me
coqueteaban, jamás sucumbí.

Para mi desgracia, ya ha pasado demasiado tiempo desde


aquello y no hay manera de comprobarlo. Además, el lugar al
que fuimos le pertenece a él, así que no puedo pedir
grabaciones, tampoco testimonios. Mi hermano planeó todo
con tanto cuidado que debo encontrar otra manera de
demostrar que él no es un santo, que es peor que yo.

Y de pronto se me ocurren las llamadas que hice todo el


tiempo con él. Tengo todos los registros, ninguno está
borrado y eso prueba que mantuve comunicación constante
con él, claro, menos en los últimos días, pero esto tiene que
bastar.

Una vez que consigo serenarme un poco, decido esperar a


que sea de noche. No me importa que las dos quieran
echarme, me aferraré a ver a mi hija y a hablar con Selene.
—Hijo, ¿a dónde vas? —me pregunta mi madre cuando me ve
bajar las escaleras.

—Creo que es mejor que no te lo mencione, porque para


variar no vas a apoyarme —resoplo.

—No hagas tonterías, hijo —me ruega—. Si yo te dije lo que


estaba pasando fue porque quiero que hagas bien las cosas,
no que armes pelea.

—No voy a armar pelea, voy a ver a mi hija —gruño—.


Seguiré tu consejo y no haré escándalos.

—De acuerdo —asiente—. Voy a confiar en ti.

Sin decirle nada más, salgo de la casa y me subo a mi auto.


Las ganas que tengo de partirle la cara a Isaac son tan
fuertes que aprieto el volante hasta casi arrancarlo mientras
conduzco a la casa de Selene.

La poca calma que conseguí acumular durante el viaje se va


a la mierda al ver el auto de Isaac estacionado allí. ¿Qué
demonios hace a esta hora aquí?
Me bajo del auto y lucho contra mí mismo para no azotar la
puerta y que piensen que vengo a atacar. En realidad sí que
quisiera atacar, pero por amor a Selene y a mi hija me voy a
contener. Por más que me sienta traicionado por Selene, no
puedo desear hacerle daño, pues la amo como un loco, la
quiero de vuelta. Estoy dispuesto a todo para que me
perdone, incluso aceptar a ese hijo que espera.

El cuerpo me tiembla de impaciencia cuando toco la puerta


de la casa. Las luces todavía no están apagadas, por lo que
sé que están despiertas.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta Jessie cuando me abre.

—Vengo a ver a mi hija —respondo—. Tengo derecho.

—No has reconocido a Cyra, y Selene tiene la tutela —dice


escuetamente—. Será mejor que regreses por donde has
venido.

—No me iré de aquí sin ver a mi hija —advierto—. Llama a


Selene, no pienso...

—Aquí estoy —dice la aludida, poniéndose al lado de su


madre. En sus brazos tiene a Cyra, que está más grande y
hermosa.
El parecido que tiene con Selene hace que me quede
embobado, con deseos de tomarla en mis brazos y nunca
más separarme de ella. ¿Cómo pude ser tan idiota de irme
sin ella y sin reconocerla?

—Necesito cargarla —balbuceo, pero Selene se aleja y niega


con la cabeza.

—No creo que...

—No voy a huir con ella, ¿qué clase de persona crees que
soy?

—No me obligues a decir qué clase de persona creo que eres


—gruñe Selene.

—¿Dónde está Isaac? —pregunto—. Su auto...

—Estoy aquí —dice él, saliendo de la cocina.

No puedo disimular en mi rostro la rabia que me invade al


verlo en pijama. ¿Cómo es posible que él esté viviendo aquí?
¿Por qué Jessie se lo permite?
—Por lo visto te estás...

—Hablemos, Víctor —me corta Selene—. Pero en la sala,


frente a...

—No, hablaremos a solas —la contradigo—. Con mi hija


presente.

—No la voy a dejar sola —dice Isaac mientras se acerca a


ella—. Lo que tengas que decirle...

—Lo que tengo que decirle no te incumbe —lo corto—.


Además, solo será un momento.

—Está bien —accede Selene, lo que indigna a Isaac.

—Selene, por favor...

—Hablaré con él, Isaac, es mi última palabra, pero tendré a


Cyra conmigo.

Le dedico una sonrisa de satisfacción a Isaac, quien tensa la


mandíbula. Al final él y Jessie nos dejan solos en la sala.
Jessie se va al piso de arriba e Isaac sale afuera para
caminar un poco.
Selene me deja cargar a mi hija, que está mucho más pesada
que antes. La culpa por haberme perdido todo esto me
carcome, pero intento mantenerme tranquilo. Es casi
imposible hacerlo, dado que estoy frente a Selene, pero me
sale bien.

—Tengo que reconocer a Cyra —comienzo.

—No.

La respuesta tajante de Selene me hace fruncir el ceño. En


sus ojos hay una ferocidad que solo se da en esas madres
que realmente aman a sus hijos.

—Debo hacerlo —repongo con tono lento, tranquilo, sin afán


de pelear—. Selene, mi amor, te mintieron, jamás abandoné
a mi hija.

—Claro que lo has hecho. Independientemente de que te


fueras con Serena o no, te largaste.

—Serena me mintió. Me hizo creer que...


—Víctor, por favor no me quites a Cyra —me suplica con
angustia y la mira de una manera ansiosa, extendiendo de
manera inconsciente sus manos hacia ella—. Ella...

—Suena horrible, pero es mi hija, la hija que yo tuve con...

—No me importa —dice con los ojos llorosos—. No me


importa, Cyra lo es todo para mí desde el segundo uno en
que Serena la dejó conmigo, mejor dicho, siempre lo fue...

—¿Por qué?

—Ella no tiene culpa de nada y la amo —responde con


vehemencia—. Víctor, te juro que no me importa, amo a Cyra,
nada le ha faltado, juro que no puedo pensar en lo que hiciste
cuando la miro.

Paso saliva y miro a Cyra. No soporto la intensidad con la


que Selene me está mirando ahora mismo, me pone
demasiado nervioso y está quebrantando mi fortaleza. Sus
ojos siempre han sido mi debilidad. Eso no ha cambiado para
nada.

—Perdóname por lo que hice.


—Lo hice, Víctor, ya no me importa —me dice ella, y
escucharlo duele sobremanera—. Por favor, lleguemos a un
acuerdo.

—Vuelve conmigo —le suelto y vuelvo a mirarla—. Si amas a


Cyra, si ya no te importa lo que hice...

—Eres un... —Selene se detiene y suelta un suspiro—. No, no,


no voy a insultarte. Entiendo que me pidas eso, pero no va a
pasar, lo que hubo entre tú y yo...

—No se puede terminar, Selene. Los dos estuvimos años


juntos, nos conocemos a fondo, nos amamos.

—No, tú me conocías, pero yo a ti no —me corrige.

—Estaba ebrio...

—Eso no me importa, sabes bien que la mentira fue lo que...

—Bien, pero entonces no solo me crucifiques a mí —


respondo mientras con cuidado saco mi celular. Cyra
comienza a ponerse inquieta, por lo que Selene la toma en
brazos—. Tengo todas las llamadas que hice con Isaac
durante este tiempo. Esto prueba que yo no te mentí. ¿Acaso
él te mencionó que tenía contacto conmigo?
—No, pero...

Rápidamente, encuentro el historial de llamadas y se lo


muestro a Selene, que pone una cara de preocupación que
me angustia y emociona a la vez. Lo va a mandar a la mierda,
eso es seguro, o al menos espero que sí.

—No, no puede ser. —Me quita el celular y comienza a


revisar—. Me estás mintiendo, Víctor, me mientes.

—Claro que no, ese es...

—Este no es el número de Isaac —dice furiosa y se levanta


del sofá.

—Claro que lo es, Selene, claro que lo es —digo extrañado.

—Voy a marcar—me dice y yo, con algo de nerviosismo, dejo


que lo haga.

Isaac no va a contestar, eso es obvio, sería un imbécil si lo


hiciera.
—¿Víctor? ¿Amor? —contesta Serena lo que nos hace abrir a
mí y a Selene los ojos de par en par—. Mi amor, ¿por qué te
fuiste? Te estoy buscando...

♡ CAPÍTULO 42 ♡
Selene

Víctor trata de justificar aquella mentira, pero no le creo


absolutamente nada. Si bien es cierto que la situación es muy
extraña, creo en Isaac, quien se mantiene tranquilo cuando lo
llamo para enfrentar esto. Víctor le grita alterado,
acusándolo de haber manipulado las llamadas.

—¿Y cómo podría haber hecho eso? —pregunta él sin


alterarse ante las acusaciones.

—Tienes dos teléfonos, estoy seguro —contesta Víctor,


enrojecido por la rabia—. No finjas, Isaac.

—Sí, claro que tengo dos teléfonos, uno personal y otro para
el trabajo, pero eso no es prueba de nada, Selene conoce
ambos —dice mi prometido—. Además, si fuese uno de mis
teléfonos, ¿por qué demonios Serena contestó?
—No lo sé, maldita sea, no lo sé, pero...

—Víctor, por favor, vete —le pido cuando Cyra comienza a


alterarse por sus gritos—. Es muy obvio que nos estás
mintiendo, que no...

—No te estoy mintiendo —me interrumpe Víctor, quien baja el


tono de voz. Verlo tan serio me hace pasar saliva; si algo sé
es que usa ese tono cuando dice la verdad—. No sé qué es lo
que está pasando, pero lo voy a descubrir.

—Pues adelante —suspira Isaac—. Arregla tus asuntos con


Serena.

Víctor voltea a verlo, y sus ojos comienzan a llenarse de odio.

—Tú estás detrás de todo esto, imbécil.

—No te permito que le faltes al respeto —digo furiosa—. Él no


tiene la culpa de tus equivocaciones, de que vengas aquí a
mentirme a la cara.
—Estás ciega, Selene —espeta con nerviosismo y yo siento
que el corazón se me comprime—. Yo pude mentirte durante
meses, Isaac...

—¡Lárgate! —le dice Isaac, furioso y ofendido—. Eres un


grandísimo...

—Mejor vete, Víctor —respondo con serenidad, tratando de


ignorar el dolor e incomodidad que esas palabras me causan.

Víctor definitivamente sabe darme en donde más me duele.


Tal vez no haya sido su propósito el lastimarme, pero ahora
mismo me siento vulnerable.

—Lo siento, mi amor —se disculpa él—. Yo no quería...

—Claro que lo querías —lo atajo—. Claro que querías una


reacción de mi parte.

—Selene, calma —me pide Isaac, preocupado—. Yo saco a


esta basura de aquí.

—No, yo me voy solo, pero me llevo entonces a mi hija —dice


Víctor—. No me puedo ir de aquí sin ella.
—Yo tengo la tutela, tú no eres su padre ante la ley —replico
de forma brusca y abrazando más a mi niña—. Vuelve aquí
cuando tengas algo que te dé el derecho.

—Pues eso haré, mañana mismo voy a reclamar la


paternidad de mi hija.

—Buena suerte intentando que Serena acepte eso —


mascullo.

—Haz lo que quieras —le dice Isaac, acercándose a mí para


abrazarme por los hombros—. Solo te advierto que yo no voy
a permitir que lo logres, al menos no tan fácilmente. Yo
quiero a Cyra, y Selene y yo vamos a luchar por ella.

—¡Eres un malnacido! —grita Víctor, avanzando un paso hacia


él para pegarle.

Antes de que Isaac pueda hacer algo, yo me pongo en medio


de los dos y le dedico una de mis peores miradas. Puede que
sea mucho más pequeña en tamaño que él, pero aquello
basta para que se detenga y sus ojos se llenen de lágrimas.

—¿Por qué, Selene? —me pregunta con los labios


temblorosos—. ¿Por qué Isaac?
—¿Por qué Serena? —replico.

Víctor frunce el ceño durante unos instantes. Sé que no


debería haber dicho eso, pero no he podido contenerme.

—¿Así que de eso se trata? —se ríe de manera seca.

—No, se trata de que tú no puedes reclamarme el estar con


Isaac cuando tú mismo...

—Yo nunca quise estar con Serena —responde molesto—. Mi


error fue mentirte, sí, pero jamás pensé en Serena como una
pareja. Tú estás embarazada de Isaac, pretendes quedarte
con mi hija.

—Es ahora mía —le digo mientras me alejo. Isaac coloca sus
manos sobre mis hombros en señal de apoyo—. Yo asumí mi
maternidad desde el segundo uno, y no voy a dejar que me la
quites, Víctor, no. No te permito que me arruines la vida.

—Es mi hija, te guste o no —dice con dureza—. Y la única


manera en que puedas estar a su lado ya la sabes. Tómalo o
déjalo.

Mis ganas de gritarle miles de insultos se quedan atascadas


en mi garganta mientras lo observo irse; lo único que puedo
hacer es llorar y abrazar a mi pequeña luna como si mis
brazos fuesen más fuertes que la misma ley. El amor que le
tengo por supuesto que lo es, pero muchas veces el más
fuerte no es el que gana, y es eso lo que me aterra; me
aterra perder a mi niña, que es lo que le da sentido a mi vida.
Ella no ha nacido de mí como lo harán mis mellizos, sin
embargo, la amo con la misma locura que si lo hubiera
hecho.

—Selene, mi amor...

La voz de Isaac me saca de mis pensamientos y me hace


sentir un vacío en el estómago. De nuevo las palabras de
Víctor suenan en mi mente y me incomodan de una manera
que me avergüenza admitir. Isaac no tiene culpa alguna, yo lo
sé, pero la inseguridad me asalta como un monstruo cruel.
Las terapias han ayudado a que recupere un poco de
confianza, aunque no he sanado por completo; la visita de
Víctor me ha quebrado.

¿Por qué tenía que regresar?

—Selene, dime por favor que no crees en lo que él dice —me


suplica él, parándose frente a mí. No tengo idea de cómo lo
miro, pero la angustia se refleja en sus ojos—. No, no, no me
hagas esto.
—Tengo miedo —susurro angustiada—. A veces siento que te
amo tanto que me rompería si tú...

—No, yo no voy a engañarte, no digas eso —me asegura—. No


pienses en estupideces, por favor.

—Creo que no son...

—Lo son —me ataja y me sujeta de los brazos para mirarme


de forma más fija—. Es una estupidez la posibilidad de que yo
pudiera hacer algo como lo que él hizo. Yo te amo, me
mataría antes que...

—No digas eso —imploro—. Por favor, no menciones algo tan


horrible como eso.

—Lo lamento —se disculpa y su mirada frenética pasa a ser


un poco más dócil—. Lo siento por angustiarte más, pero me
enferma la idea de separarnos, de que Víctor te haga dudar.

—Isaac, yo no...

—Dime que me amas a mí, solo a mí, no a él —me pide con


vehemencia, como si la idea de que no fuera así lo matara.
—Te amo solo a ti —afirmo convencida—. Claro que te amo
solo a ti.

Isaac deja escapar un jadeo antes de tomar mi rostro entre


sus manos y besarme. La manera en que lo hace es ansiosa
y me aterra tanto por lo que siente él como por lo que siento
yo. La idea de que Isaac pueda traicionarme me hace sentir
morir, no sabría ya vivir sin él.

—Puedes revisar todo de mí —dice entre besos—, puedes


estar cada segundo de todos los días conmigo, pero no dudes
de mí, no me dejes.

—Isaac...

—No me dejes —murmura angustiado—. No me dejes, las


amo, amo a los bebés que esperamos.

—No te voy a dejar —digo con voz aguda y derramando


muchas lágrimas—. No lo haré. Ya no podría hacerlo, Isaac.
Es solo que...

—Víctor es un idiota, pero no dejaré que vuelva a...

—Tendré que verlo, porque es definitivo que voy a luchar por


Cyra.
—Vamos —me corrige, mirando a Cyra para acariciarle la
cabeza—. Vamos a luchar por nuestra hija. Yo también la
amo, Selene, y me conoces bien, sabes que yo lucho por lo
que amo.

Suelto un fuerte suspiro y dejo que él nos abrace. Estar así


hace que recupere poco a poco la calma que necesito para
enfrentarme a todo esto con entereza.

—Todo saldrá bien, te lo prometo. Nadie nos va a quitar a


Cyra —susurra—. Es nuestra.

♡ CAPÍTULO 43 ♡
Isaac

Durante la noche me cuesta conciliar el sueño. No es que


tenga miedo de ser descubierto, pues sé que tengo cubierto
casi cualquier eventualidad. Pero que Selene empiece a
dudar sobre lo que siente por mí o que ponga en duda lo que
siento por ella me afecta demasiado. Honestamente, no me
esperaba que Víctor hiciera mención de sus errores para
resaltar los míos, cosa que considero estúpida, aunque
también desesperada.
Selene y Cyra duermen de manera tranquila, aferradas la
una a la otra, pero esta vez no es paz lo que encuentro al
mirarlas, sino ansiedad. Una sensación ardiente se apodera
de mi estómago y reconozco ese sentimiento como ansiedad;
me causa ansiedad la idea de perderlas, de que Selene
vuelva a aquella reticencia de estar conmigo, que no quiera
casarse, mudarse. Ella es una mujer fuerte, pero al mismo
tiempo es frágil.

¿Tal vez debí matar a Víctor? Sí, eso debí hacer. Ahora ya es
muy tarde para hacerlo, puesto que todas las sospechas irían
sobre mí si algo le pasara, además, Serena hablaría, no me
podría deshacer de ella sin crear más sospechas, y no solo
contra mí, sino contra Selene. A ella podrían llegar a
culparla, y eso es lo último que quisiera.

Fui un estúpido, un verdadero estúpido.

Cuando llego a la conclusión de que no voy a poder dormir,


me levanto con cuidado de la cama y bajo al primer piso para
buscar un poco de agua. Al llegar a la cocina, que está
apenas iluminada por unas cuantas velas, veo a Jessie, que
está recargada contra la isla y tiene una taza humeante en
sus manos. Al percatarse de mi entrada alza la vista y me
dedica una sonrisa triste.
—¿Tampoco puedes dormir? —me pregunta y yo asiento.

—No, no puedo. Me preocupa Selene, nuestra Cyra.

—A mí también —suspira—. Me preocupa mucho lo que Víctor


pueda hacer, las cosas que dice. Creo que tiene ya muy claro
que Selene haría cualquier cosa por ella.

—No, ella no volverá con Víctor, ella va a luchar de otra


manera por Cyra —le aseguro mientras recargo una de mis
manos en una esquina de la isla.

—Sí, sí, lo sé, pero me da miedo, Isaac, tengo miedo de que


mi hija termine destrozada otra vez. —Los ojos de Jessie se
van llenando de lágrimas—. Y me temo que esta vez sea peor.

—No voy a dejar que eso pase.

—Sé que tú harías lo que sea por ella, hijo, pero Selene ama
a Cyra como su hija, como si ella la hubiese dado a luz.
Serena miraba con ternura a su hija, claro, pero jamás con
tanto amor.

—Entiendo, claro que lo entiendo, Jessie, pero yo no dejaré


que Víctor se lleve a Cyra, no lo voy a permitir.
Mi suegra me observa con preocupación.

—Por favor no hagas locuras —me suplica—. No compliques


las cosas.

—Yo haría lo que sea para que Selene y nuestros hijos estén
bien —respondo sin titubeos, sin importar que ella piense
que estoy loco—. Haría cualquier locura para que nadie
pueda tocarlos, pero puedes estar tranquila, que no pienso
recurrir a esos extremos.

—¿Quieres que te sea franca? —Esboza una sonrisa leve—. A


veces me asusta la intensidad de tus sentimientos hacia mi
hija, pero también en el fondo sé que la amas de verdad, que
amas a mi nieta.

—No debes asustarte, Jessie —le digo, sonriendo también—.


Mi amor por ella es tal vez extremo, pero yo...

—Lo sé, lo sé, no me malentiendas. No estoy acostumbrada a


ver tanta devoción en una persona —me interrumpe—. Nunca
haría nada para separarlos, sabes que apoyo a Selene en
cada una de sus decisiones.

—Gracias por eso, Jessie —contesto con sinceridad.


—¿Quieres un té? —me pregunta—. Es bueno para conciliar el
sueño.

—No, yo...

—Anda, lo tengo listo —insiste, así que termino asintiendo.

Mientras Jessie se mueve por la cocina como si fuese de día,


me pierdo en mis pensamientos acerca de lo preocupante
que es que necesite un té para poder dormir. Es cierto que
cuando tienes riesgo de perder todo lo que tienes en tus
manos, el miedo te ataca como un monstruo cruel y
despiadado. Tengo millones de cosas a mi favor, pero
también soy consciente de que basta un solo pequeño error
para que todo esto que he logrado se esfume.

Odio la sensación de balancearme en una cuerda floja.


Necesito pisar tierra firme de nuevo, saber que Selene y Cyra
van a quedarse conmigo.

Jessie pone de pronto una taza azul frente a mí. El olor que
me llega a través del humo me tranquiliza un poco y me
despeja un poco la cabeza. No todo tendría que estar perdido,
debo pensar con más calma solamente. Por el momento no
hay manera de que descubran lo que he hecho; lo harán si yo
sigo poniéndome más nervioso de lo que se supone que debo
estar. Debo estar listo por si mis sospechas se confirman, y
entonces solo me tocará confiar en que el alboroto sea tan
grande que nadie se fije en mí.

Jessie y yo tomamos nuestros tés en silencio, disfrutando del


ambiente agradable y tranquilo de la noche. Ella parece
menos angustiada, por tanto, termino por sentirme un poco
más aliviado.

—¿Pasa algo? —pregunta Selene desde la puerta de la cocina


y la volteamos a ver.

Mi Selene tiene en sus brazos a nuestra hija, que parece


inquieta como cuando tiene hambre.

—No, no, cielo, no pasa nada —le dice Jessie y yo me acerco


a ella para darle un beso en los labios y sostener a mi
pequeña luna.

—No pueden dormir, ¿cierto? —dice mi mujer, preocupada—.


Creen que no...

—Estamos nerviosos, preocupados por ti —respondo—. Pero


no ha sucedido nada.

—¿De verdad? —cuestiona insegura—. Lo siento, es que...


—Vayan a dormir —nos dice mi suegra—. Pase lo que pase,
vamos a estar unidos. Confiemos en que Víctor entre en
razón.

—Creo que la que no quiere entrar en razón soy yo —dice


Selene con voz temblorosa—. No quiero dejar de ver a mi
niña, aunque él tenga derecho por ser su padre.

—Él abandonó a Cyra —le digo yo—. Ese es un punto


importante a tomar en cuenta. No creo que ningún juez le
entregue la custodia o permita que la tenga tan fácil.

—Tengo que rezar por eso —suspira—. Tengo que demostrar


que soy una buena madre, que yo puedo tenerla.

—Esto va a sonar muy impropio de mí, pero ¿por qué no


adelantan la boda? —sugiere mi suegra y yo evito con todas
mis fuerzas sonreír emocionado. La sugerencia me parece
magnífica—. Lo siento, yo solo...

—Sí, sí —dice Selene, asintiendo—. Así, Víctor no tendrá que


amenazarme, pero además quiero hacerlo, ser un hogar para
Cyra. Todo sería más fácil para la adopción si nos casamos
ya.
—¿Estás segura, mi amor? —le pregunto—. Yo mañana mismo
me caso contigo, pero quiero que tú...

—No tengo nada que pensar —me asegura ella con una
amplia sonrisa—. Quiero esto, lo he pensado toda la noche.

—Pero estabas dormida.

Esta vez sí me permito sonreír también. A los dos nos ha


invadido una emoción inesperada por esa idea, lo que me
dice que mi gatita lunar me ama a mí, que no le importa. Tal
vez en el fondo solo lo hace por Cyra, pero me consuela
saber que prefiere casarse precipitadamente conmigo a
volver con Víctor.

—Sí, pero entre sueños lo pensaba —admite y se muerde el


labio inferior—. Es lo mejor.

—Igual deben ser cautelosos con la boda, así no lo impiden —


murmura Jessie—. Luego podremos celebrarlo, pero...

—Sí, todo se hará en silencio, nadie lo puede saber, no quiero


que lo echen a perder —le contesta Selene—. No quiero que
nadie arruine ese día tan importante.

—Entonces, ¿cuándo es que nos casamos? —pregunto.


—Pon la fecha, Isaac, yo solo diré que sí —dice ilusionada—.
Quiero esto, no solo por las circunstancias. No quiero
posponer nada, no quiero que nuestra relación sea como lo
que tuve con él. Quiero vivir el aquí y el ahora, y estoy
convencida.

—Lo tendrás, mi amor, lo tendrás todo —le aseguro y le doy


un beso en la comisura de los labios, para luego alzar un
poco a mi pequeña luna y besar una de sus gordas y
adorables mejillas—. Nos vamos a casar lo más pronto
posible, sin nadie que nos lo impida.

●○—♡—○●

Mi hermano, como era de esperarse, ha iniciado a toda prisa


los trámites para reconocer legalmente la paternidad de
Cyra. Selene y yo hemos decidido que por el bien de nuestros
hijos sea yo quien esté al pendiente de todo lo que vaya
ocurriendo, que es bastante. Mi madre me pide
constantemente que entre en razón, también me he reunido
con el abogado de Víctor, que intenta llegar a acuerdos
conmigo, pero yo no cedo ni un ápice, tampoco permito que
vaya donde Selene para molestarla.

Es por eso por lo que todo se hará ante la corte. Tanto Víctor
como Serena tienen que hacerse una prueba de ADN para la
prueba de paternidad. Pero antes tengo que lograr
comprobar lo que sospecho. A pesar de que es demasiado
arriesgado y posiblemente yo esté implicado, las cosas han
de ser así.

Con respecto a la boda, ya está la fecha lista. Nos casaremos


el fin de semana entrante. No fue posible que fuese más
pronto, pero de todas maneras queda tiempo. Los resultados
del ADN que he mandado a hacer por mi cuenta ya están en
mis manos, aunque no me atrevo a abrirlos. No voy a poder
soportar que Selene y Víctor sean padres de Cyra; nunca
sería capaz de odiar a mi pequeña luna, pero saber que ella
es producto de ellos dos va a matarme.

Cuando por fin consigo reunir suficiente valentía, abro el


primer sobre, aquel que es la prueba con Selene. Respiro
agitado mientras desdoblo la hoja. Los latidos de mi corazón
son tan rápidos que quisiera detenerlos porque me molestan
y me asfixian.

Al ver el resultado, el impacto es más fuerte de lo que


imagino.

—Eres una hija de puta, una vil hija de puta —mascullo al ver
aquel positivo.
Me levanto de mi silla y comienzo a caminar por toda la
oficina, siendo presa de una ansiedad angustiante.

Cyra es hija de mi Selene. Saberlo hace que mi cerebro


quiera explotar y me imagine miles de posibilidades. Es por
eso que tomo un último trago de valentía y corro hacia el
escritorio para saber la paternidad de Cyra.

—Mía, tiene que ser mía —musito—. Mi hija tiene que ser mi
hija. Selene no puede tener una hija con otro, no.

Me detengo otra vez, temeroso a que Serena haya hecho algo


para que Víctor u otro hombre sea el padre. Siendo honesto,
no sé qué me dará más rabia, ya que el hecho de que sea mi
hija implica que esos dos desgraciados la tuvieron un mes
entre sus brazos, que yo no cuidé de mi pequeña, a mi hija
con Selene. Pero siendo hija de otro...

Por fin abro aquel último sobre, y me cuesta distinguir el


resultado porque mi visión se ha nublado por la emoción tan
fuerte que me embarga.

—Positivo —jadeo y me dejo caer en cuclillas cuando lo leo—.


Positivo.

Mi hija. Cyra es mi hija.


♡ CAPÍTULO 44 ♡
Isaac

Guardo el resultado de mi prueba y cierro el cajón con


seguro. Sé que amo a Cyra y a Selene sin importarme nada,
pero esto cambia todo, ahora menos que nunca voy a
renunciar a ellas. Mi hija, Cyra, mi hija, hija mía y de Selene.

«Tres hijos, tienes tres hijos míos, mi Selene», pienso de


manera obsesiva. Voy a hacer pagar a Serena por lo que
hizo, claro, pero eso no me quita la felicidad que me
embarga.

Hoy Selene no ha ido a trabajar; hemos estado ocupados con


la mudanza, la cual hemos hecho por las noches para hacerlo
todo con la mayor discreción. No hemos tenido tiempo casi de
nada, pero ahora estoy tan exaltado que lo primero que
quiero es hacer de todo con ella.

Cuando llego al edificio, me detengo un poco para pensar en


qué es lo que voy a hacer. Si bien esta noticia le cae como
anillo al dedo a Selene, también la puede alterar y enfurecer;
sé bien que va a culparse por no haber estado allí el día de
su nacimiento. No sé cómo demonios planteárselo, pero
tengo que hacerlo.
Sobre la paternidad, tendré que inventar algo. Ella no puede
saber que soy el padre, aunque me muera de ganas de que
lo sepa.

¿Y si compro al juez y ella nunca se entera? Esa posibilidad


también resuena en mi mente mientras subo por el ascensor.
Tengo mucho que planear antes de mi siguiente movimiento.
Me debato entre la táctica y mis deseos de ser una familia
con ella, y me asusta que mis ganas de gritarle al mundo que
tengo una hija con la mujer que amo sean más fuertes, que
me vuelvan un estúpido.

Cuando se abren las puertas del ascensor, dejo atrás esos


pensamientos y me concentro en mi emoción secreta. Por el
momento solo quiero verlas, sentirlas junto a mí, pero lo que
me encuentro cuando llego es a Selene, que me hace un
gesto para que guarde silencio, pues nuestra hija (sí,
nuestra), está durmiendo en su cuna portátil. Le hemos
comprado otra para que la use en la sala.

Al verlas a ambas, mi corazón se acelera todavía más y las


miro de forma ansiosa. Selene frunce el ceño y, con cuidado
de no hacer ruido, se pone de pie para preguntarme con la
expresión de su cara lo que ocurre.

«Todo, está pasando todo», le respondo en mi interior.


También teniendo cuidado de no hacer demasiado ruido, me
acercó a Selene con paso rápido y certero. Antes de que ella
pueda reaccionar, la tomo por la cintura y la beso como un
loco, poseído por esa feroz certeza de que es mía, de que
tenemos tres hijos que nos unen para siempre. Ella se
desconcierta un poco, pero no tarda en corresponder y dejar
que la tome entre mis brazos.

—Vamos a la habitación —susurro—. Necesito que seas mía.

—Sí, vamos —murmura–. Pero no cerremos del todo la


puerta.

—No, no lo hagamos.

Echo un vistazo a mi hija y vuelvo mi atención a Selene, que


me sonríe con emoción y deja que la desvista de forma
apresurada cuando entramos a nuestra habitación. Nuestra.
Todo es nuestro y me encanta. ¿Cómo pude tener otros
sueños antes de ella? No me cabe en la cabeza.

—Te amo, te amo, mi amor —le digo cuando la desvisto por


completo.

Como aquella vez en su baño, me arrodillo ante ella y


deposito besos devotos en su vientre, aquel donde crece
nuestro segundo y tercer hijo. Selene suelta un suspiro de
gusto y deja que me deleite con su aroma y su piel.

—Aquí llevas todo de mí —declaro entre besos—. Mi Selene,


te adoro, mi Selene.

—Y yo te adoro a ti, Isaac —responde enardecida, y gime


cuando mis dedos comienzan con su sexo.

—Mereces un bendito altar —susurro—. Te amo, te amo.

Selene empieza a bajar para quedar a mi altura. En un


principio quiero impedirlo, pero cuando sus pechos quedan a
mi vista me abalanzo sobre ellos. Ambos quedamos de
rodillas, gimiendo como dos locos.

De pronto, una de sus manos comienza a masturbarme y a


estimular su sexo con mi pene. Aquella exquisita sensación
me hace gruñir y me enloquece más.

«La madre de mis hijos, ella es mía por completo».

De tan solo pensar siento que va a salir una cantidad enorme


de semen. Me excita demasiado pensar que me pertenece,
que nadie tiene ese privilegio como yo, que sin pretenderlo
obtuve más de lo que deseaba.
—Selene, Selene, mi amor —murmuro mientras nos
acostamos en el suelo.

A ninguno de los dos le importa llegar a la cama; estamos


desesperados y hambrientos el uno del otro, en especial yo.
La incredulidad todavía retumba dentro de mi mente, y mi
pecho explota de amor por esta mujer. Todo esto es una
señal de que estamos hechos para estar juntos.

—Selene, mi Selene —mascullo mientras la embisto sin


piedad alguna. Por suerte el piso es alfombrado y no temo
que se vaya a resfriar—. No sabes cuánto te deseo, lo
importante que eres para mí.

—Isaac, mi amor —jadea—. Te extrañaba así.

—Y yo más, gatita lunar —contesto—. No podía más, me


tienes duro todo el maldito tiempo.

—No volvamos a... detenernos. —Selene cierra los ojos y


clava sus dientes en mi hombro.

Más excitado por esa mordida, aumento la velocidad de mis


estocadas. Selene está tan mojada y apretada que no creo
ser capaz de soportar mucho tiempo.
«La amo, la amo, es perfecta», pienso deslumbrado cuando
ella deja de morderme y me mira a los ojos.

Soy capaz de matar a quien sea por esos benditos ojos


azules. Selene me domina completamente con ellos, no
podría vivir sin ellos, sin toda ella.

—Te amo, Isaac —dice con firmeza—. Te amo y lo haré toda


mi vida.

Un beso asfixiante y doloroso por las pequeñas mordidas que


nos damos es lo que sella esa promesa. El mundo entero se
puede ir a la mierda mientras ella me ame.

—Eso es lo único que quiero —susurro en su oído, luego de


frenar el beso—. Quiero que me ames al menos una milésima
parte de lo que yo te amo.

—Mi amor es inmenso —responde, rodeando mis caderas


con sus largas piernas.

No respondo nada, pues el placer no hace más que aumentar


a cada momento. Selene mueve las caderas con más ímpetu,
se restriega y me clava las uñas en la espalda. Yo también
incremento la velocidad y entonces todo culmina con un
orgasmo que no puedo describir por la intensidad con la que
llega.
Selene gruñe a la par que yo y no detenemos nuestros
movimientos, incluso cuando todo se ha acabado. Seguimos
riéndonos y besándonos.

—Me encanta que me hagas el amor así, de forma


inesperada —se ríe—. Ya necesitaba esto.

—Yo necesitaba más, necesitaba vaciarme en ti.

—¿Vaciarte en general o en mí?

—En ti. No quiero vaciarme en otro lugar —gruño—. Eres lo


único que necesito para sentir placer, la única mujer que me
lo causa.

—Espero que eso sea siempre —sonrío.

—Sí, así será para siempre.

●○—♡—○●

Selene
Cuando volvemos a la sala, nuestra Cyra está estirándose
para despertar de su siesta. Isaac siempre es demasiado
cariñoso con ella, pero ahora mismo no quiere soltarla para
nada y la llena de besos. Verlo recostado en el sofá y con
nuestra pequeña en brazos es la imagen más hermosa del
mundo, sin duda.

—¿Pasa algo? —le pregunto sonriente, mientras me siento a


su lado—. ¿Estás feliz por algo?

—Soy feliz cuando estoy con ustedes dos, gatita lunar —


contesta—. ¿Cuándo se volvió más hermosa esta pequeña?

—Siempre ha sido hermosa —resoplo—. ¿Apenas lo notas?

—Cada día lo es más —suspira—. Y no, no es que apenas lo


note, es que me parece más hermosa todavía.

—Porque es tu niña.

—Porque es tuya —replica, dedicándome una mirada extraña


y que me causa una inquietud en el estómago.

En realidad, antes de todo esto ya estaba inquieta. Me estoy


muriendo de ansiedad.
—Sí, la siento así —sonrío—. La adoro.

—Selene, quiero que hablemos, pero debes prometerme que


no vas a alterarte.

Isaac me toma de la mano y a mí comienza a acelerárseme el


corazón. De nuevo pienso en la clínica de fertilidad, pues hoy
han dicho que, en efecto, uno de mis óvulos se perdió, que
eran once como yo decía y dicen mis documentos. He tratado
de mantener la cabeza fría, pero sin duda voy a proceder con
una demanda y que se siga investigando el destino de mi
posible bebé; no importa si está muerto o vivo, quiero saber la
maldita verdad.

—Hoy me llamaron de la clínica —balbuceo nerviosa.

—Me lo imaginaba —asiente—. Seguro que te dijeron que el


óvulo se perdió.

—¿Cómo lo sabes? —susurro agitada al ver que él tiene los


ojos enrojecidos—. Isaac, me estás asustando. ¿Qué pasó?

—Mi amor, no te enojes conmigo, ¿sí? Tuve una sospecha


cuando la doctora nos hizo saber todo.

—¿Qué cosa? —Me levanto del sofá y lo observo con


angustia.
—Selene, no estás calmada —dice él, molesto. También se
levanta del sofá y suspira—. Mi amor, es una buena noticia.
Dolerá, claro, pero es necesario.

—Mi amor, por favor, déjate de rodeos y dime lo que está


pasando.

—Bien, siempre me pareció extraño que Cyra se pareciera


tanto a ti, pero cuando la doctora mencionó los óvulos...

—¿Qué? —lo interrumpo, y puedo sentir cómo mi rostro y mi


cuerpo se tornan helados.

Mi mente lo procesa como un pensamiento suelto, pero sigo


atenta a que Isaac prosiga. No puede ser, es imposible.

—Mi amor, tranquila, yo...

—Sigue, sigue por favor —le insto—. Prometo... estar


tranquila.

—Mi amor, tengo los resultados del ADN que mandé a hacer
a un laboratorio —dice él—. En la corte te mandarán a repetir
las pruebas posiblemente, así que vas a poder confirmar lo
que aquí te diré.
—No, no, me estás diciendo que...

No puedo emitir palabra alguna, mis ojos se enfocan en Cyra,


que sonríe hacia mí como si mis expresiones le divirtieran.

—Sí, Selene —asiente Isaac—. Cyra es tu hija biológica.

♡ CAPÍTULO 45 ♡
Selene

—No, no —es lo único que atino a decir y me empiezo a reír


como una idiota, sin apartar los ojos de mi niña, que
claramente tiene rasgos que confirman lo que Isaac me está
diciendo—. Es una locura, Isaac, no, yo no puedo ser madre
biológica de Cyra, no, no...

A medida que hablo, más absurdas me parecen mis palabras


de negación, pero a su vez tienen sentido. ¿Cómo es posible
tal hecho?

—Entiendo, Selene, entiendo que te sientas así, pero...

—Mi hija. ¿Es mi hija?


Por fin soy capaz de acercarme y, con las manos
temblándome como nunca, sostengo en brazos a mi bebé.
Cuando sus ojos conectan con los míos se me escapa un
jadeo. Mi hija. Ella es mi hija. Todo el tiempo tuve a mi hija en
brazos.

—¿Cómo es posible esto? —gimoteo, sintiendo que el


corazón se me desgarra de una forma terrible por todo lo que
pudo haber sucedido de no haberla aceptado y si no hubiese
tenido ese instinto maternal por ella—. ¿Qué demonios pasó?
No puede ser, es mía, es mi niña.

—Sí, mi amor, lleva tu sangre, no eres su tía.

—Mi amor, mi Cyra, eres mi hija —le digo a ella, que sonríe
ante las caras que hago—. Mi amor, mi bebé.

Estrecho a Cyra contra mis brazos y me echo a llorar con


más fuerza. No me importa haberla tenido conmigo todo el
tiempo, no puedo perdonarme el no haberlo descubierto, el
no estar con ella en su nacimiento o haberme alejado la
primera vez que la vi. ¿Cómo pude pensar que era mi
sobrina? Este amor que siento por ella va más allá de lo que
puedo entender, es el amor más fuerte de toda mi vida.

Mi hija. Mi pequeña luna es mi hija.


—Mi amor, calma —me pide Isaac al ver que no paro de llorar
y de mecer y besar a mi hija—. Piensa en nuestros otros
bebés, te necesitan tranquila.

—N-No puedo, no puedo, estoy angustiada, Isaac. ¿Te


imaginas que hubiera pasado si tú y yo no hubiésemos
querido tener nada que ver con ella? Nuestra hija estaría en
manos de quién sabe quién.

Isaac pasa saliva. También le afecta esa posibilidad.

—Sí, también me aterra, pero por suerte la sangre te llamó y


la tenemos en nuestros brazos. Por favor, no te culpes por
nada.

—¿Qué demonios hizo Serena? —le pregunto enojada, sin


dejar de abrazar a mi bebé—. ¿Cómo demonios...?

—¿Ella estaba al tanto de tus tratamientos?

—Sí, incluso me acompañó a las extracciones que llegué a


hacerme, pero nada más.

—Mi amor, con eso bastaba. Puede que hiciera amistad o


comprara a alguien del personal.
—Son una clínica de renombre, es inaudito —mascullo.

—Pues eso pasó. De otro modo, no se puede explicar que


ella haya dado a luz a Cyra y que sea tu hija.

Isaac se voltea un poco y saca de su chaqueta un sobre de


un laboratorio. Cuando me muestra el resultado, me vuelvo a
echar a llorar. La conmoción en la que estoy sumergida es
demasiado angustiante, no sé qué sentir o qué pensar; lo
único de lo que sí estoy segura es que sigo de pie en mi
lucha para tener a mi hija. Pese a que todo esto no cambia
las cosas con respecto al amor desmedido que le tengo, sí
que puedo observarla de manera más especial, sintiéndome
segura de que no voy a perderla.

Aun así...

—Víctor —digo de repente, frunciendo el ceño—. ¿Mi hija es


de Víctor?

—No lo sé, solo quise corroborar tu maternidad de Cyra, mi


amor.

—Entonces él no puede ser el padre, tal vez ni siquiera se


acostó con Serena —gruño e Isaac palidece—. Mi amor, eso
no cambia nada entre tú y yo —le aseguro, asumiendo que es
por eso su miedo—. Solo estoy haciendo conjeturas, quiero
estar preparada para todo.

—Júralo, Selene, jura que...

—Lo juro, mi amor, la boda sigue en pie —le aseguro—. Nos


vamos a casar, seremos felices con nuestros tres hijos... o
hijas, también comienzo a creer que son niñas.

—Lo que sea que venga seremos felices —me sonríe él


mientras se acerca para abrazarnos a Cyra y a mí—. Son
mías.

—Tuyas —susurro—. Gracias por esto, mi amor, gracias por


decirme la verdad. Esto es grandioso, vamos a tener a Cyra.

—No hay de qué, mi amor —me responde, mirándome con


ternura—. Te amo más que a nada.

Isaac posa sus labios sobre los míos, y luego mira a nuestra
pequeña luna con una adoración que me hace desear que él
fuese el padre. Sé que es imposible, pero me doy permiso de
imaginarlo.

—Víctor es el padre —suspiro, apesadumbrada—. La prueba


de ADN dio positivo para...
—Tal vez Serena compró la prueba también —sugiere él.

—No, yo creo que debió robarse un embrión y no un óvulo, o


tal vez aún había esperma de Víctor. Sí, eso debió pasar.

Isaac suelta un gruñido, como si detestara la idea. No lo


culpo, puesto que yo también lo odio. Aun así, eso jamás
cambiaría mi amor por Cyra, a quien amo desde que venía en
camino.

—Mi Cyra, mi niña —susurro—. Eres mía, mi hija. Ahora


entiendo por qué la besabas tanto, Isaac.

—Lo siento por eso —se disculpa él—. Me emocioné mucho.

—Te entiendo, ahora menos que nunca quiero soltarla —


sonrío y vuelvo a besar sus mejillas—. Nuestra hija es
nuestra.

—Sí, gatita lunar, es nuestra —secunda Isaac—. Nunca nos


vamos a separar, es nuestra pequeña.

Durante el resto del día no paramos de estar atentos a ella.


Es quizás algo horrible, pero la examino como si la conociera
otra vez; no me puedo creer que este pedazo de cielo en la
tierra venga de mí.

—Espero que me perdone algún día —digo angustiada


mientras cenamos. Normalmente pongo a Cyra en su cuna
portátil, pero no soy capaz de soltarla; quiero reponerle todo
ese tiempo perdido, por más poco que fuera—. ¿Cómo pude
no estar cuando nació?

—Selene, por favor, no te culpes —me pide otra vez Isaac—.


No sabías nada.

—Todo esto es muy raro —murmuro—. Estoy tan confundida.

—No es para menos, pero por favor no lo pienses. —Isaac


me acaricia uno de los brazos—. Disfrutemos la noticia y no
pensemos en más.

—Está bien, trataré de no pensar en ello. —Suspiro—.


¿Sabes? Me gustaría poder entender a Serena. Esto que hizo
es enfermo, ilegal. ¿Sabes lo que va a pasar cuando se sepa
todo? Porque por supuesto que voy a pelear por mi hija con
todos los recursos que tengo.

—¿Te preocupa lo que le pase?


—A pesar de la rabia, sí, me preocupa —admito—. Ahora
puedo entender por qué se ha desprendido tan fácil de ella.
Dios mío, ¿por qué? ¿Todo esto lo hizo por tener a Víctor?

Isaac se queda callado, sin saber qué decirme. Yo me siento


avergonzada de externar mis pensamientos y compartirlos
con él, pues sé que tal vez tenga miedo de que yo vuelva al
lado de Víctor.

—Isaac...

—Perdóname, mi amor —se disculpa con tono dulce—. Me


muero de celos de pensar en qué, si descubres que Víctor no
te engañó, tú...

—No, nada de eso, Isaac —lo interrumpo—. Incluso aunque


tú no estuvieras en mi vida, no volvería a su lado, y es
simplemente porque fracturó mi confianza, porque me mintió
y jugó con mis sentimientos. Se quedó callado para todavía
poderme tener a pesar de su equivocación.

Mi prometido se queda en silencio, meditando mis palabras.


Por un momento tengo mucho miedo de que él también me
oculte algo. No lo podría soportar, no él, es el amor de mi
vida. Amar a otro hombre después de Isaac es algo que no
concibo, y también mi corazón lo sabe: no hay más, después
de Isaac Ackerman no hay más.
—Las mentiras, Isaac, las mentiras de ese calibre no las
tolero —reitero y él suspira.

—Lo sé, Selene —responde—. No pienso fallarte de ese


modo.

—De ninguna...

—Te fallo al no querer que muevas un solo dedo sin mí —


sonríe con descaro—. Te fallo cuando tengo tanto miedo de
perderte.

—Ya aprendí a lidiar con tu locura —me río—. Te amo


locamente también.

Los dos nos ponemos de pie y nos abrazamos. Nuestra hija


lanza pequeños gritos, lo que nos hace reír y voltear a verla.

—Estoy enamorado de todos ustedes, de todo esto —dice


Isaac—. Eres mi sueño, Selene, mi más grande sueño.
Eclipsas a todo lo que alguna vez pude desear. Y no voy a
fallarte, no pienso perderte.

—No lo hagas —susurro.

—No lo haré jamás —jura—. Tú eres mía para siempre.


♡ CAPÍTULO 46 ♡
Selene

Mientras mamá me arregla, me tiemblan las manos y creo


que también todo el cuerpo. La boda no va a contar con nadie
más que la presencia de nosotros dos, mi hija y la jueza que
nos casará, pero de todos modos estoy paranoica, temerosa
de que alguien impida la boda. La única que lo sabe fuera de
nuestro círculo es Adele, que me ha dicho muchas veces que
me tranquilice. Creo que tiene razón, por lo menos yo no soy
comidilla de la prensa danesa e internacional por el tórrido y
cuestionable romance con el príncipe. Por lo poco que sé, el
rey Christian no apoya demasiado el matrimonio, por tanto,
hay una especie de crisis en la familia real.

El pequeño grito de mi niña hace que volteé a verla. Ella está


en su alfombra, tratando de rodar mientras a mí me arreglan;
me pican las manos por cargarla, pero mamá no lo ha
permitido. ¿Qué va a decir ella cuando se lo diga ahora
mismo? El pulso se me acelera con fuerza cada vez que el
pensamiento viene a mí.

—Hija, trató de peinarte, quédate quieta —me pide mamá con


impaciencia.

—Perdón —me disculpo—. Mamá...

—¿Sí?
—Cyra es mi hija —espeto, incapaz de irme por las ramas.

Mamá sigue peinándome, acostumbrada a esa afirmación.

—Claro, es tu hija, te has ganado eso a pulso.

—Es mi hija —repito y ella asiente—. Mi hija biológica.

Ella detiene las manos y las baja, frunciendo el ceño. Se aleja


unos pasos de mí y me examina.

—Selene, amor, ¿te sientes bien? —cuestiona—. Creo que


estás muy nerviosa.

—Te estoy hablando en serio, mamá —contesto con firmeza


y a ella se le cae el cepillo para sujetarse el rostro—. Cyra es
mi hija, la prueba de ADN dio positivo.

—¿Cómo? —Su voz es aguda y sus ojos comienzan a


llenarse de lágrimas.

—¿Recuerdas el óvulo que perdió la clínica? —Ella asiente


ante mis palabras—. Pues es ella, Cyra, mi pequeñita.
Me levanto de la silla y camino hasta mi niña, que está feliz
en la alfombra. Aun así, la cargo y la aprieto contra mi pecho.
Mi madre nos observa incrédula, sin saber qué decir, por lo
que prosigo.

—Esto era lo que Isaac decía y que no quería contarnos


hasta tener certeza.

—P-Pero... ¿Cómo es eso posible? —tartamudea—. Serena


estuvo con Víctor esa noche, estuvo embarazada y...

—No lo sabemos con certeza, pero Isaac y yo creemos que


ella se alió con alguien del laboratorio y prestó su vientre.

—Entonces Serena cometió un delito —dice angustiada y


comienzo a arrepentirme de habérselo dicho en este
momento—. No puede ser... ¿Y Víctor es el padre? Tiene que
serlo, se parece a los Ackerman.

—En unos días lo sabremos. El juez decidió que Víctor se


sometiera a otra prueba de paternidad para esclarecer el
asunto, pues Isaac arregló una cita privada con él para
comentarle lo que pasó, así que repetimos la prueba en mí. El
día de la cita vamos a saber toda la verdad.

—Dios, esto es una locura. Entonces Cyra, mi Cyra es tu hija,


por eso se parece tanto a ti.
—Sí —gimoteo, incapaz de retener el llanto—. Es mía, por
eso lo sentía, mamá, Cyra también, por eso somos apegadas
la una a la otra.

—Ahora lo entiendo todo —solloza ella y se acerca—.


Siempre estuvo en el sitio correcto.

—Sí, mamá, está en buenas manos. Yo jamás dejaría que


nada le pase, es lo más importante de mi vida junto con mis
gemelos.

—Serena me angustia, ¿cómo pudo hacer esto?

—No lo sé —niego con la cabeza—. Y tampoco sé qué va a


pasar con ella, mamá, lamento si...

—Te mentiría si dijera que no me vuelve loca la idea de que


Serena termine presa, pero estoy consciente de que tiene
que enfrentar las consecuencias. Te robó a tu hija, Selene,
eso es algo sagrado.

—Mami...

—Haz lo que consideres pertinente. Es obvio que lloraré, que


no la pasaré bien, pero no puedes detenerte por mí.
—Todavía no sé lo que haré —suspiro.

—Lo que te diga tu corazón, cielo —me responde y acaricia la


cabeza de Cyra—. Tú solo puedes saber si perdonas a
Serena lo que ha hecho.

—Voy a pensarlo —le digo—. Lo voy a pensar. Me enoja, por


supuesto, pero trajo a mi hija al mundo.

—Bien, por ahora solo pensemos en la boda. Debemos


darnos prisa, si no, ese pobre muchacho se va a volver loco.

—No me digas eso —me río nerviosa—. ¿Me veo bien? Este
no es un vestido de novia, es azul, pero...

—Parece blanco —sonríe mamá—. Ya luego tendrán una


boda religiosa por todo lo alto.

Aquel pensamiento me consuela demasiado. Definitivamente,


quiero una fiesta por todo lo alto cuando me case con Isaac
por la iglesia; no es que desee despilfarrar el dinero o algo
así, pero quiero gritarle a todo el mundo lo mucho que amo a
ese hombre, que todos vean que es mío, que nada ni nadie
nos separará.
Las dos nos damos unos últimos retoques y bajamos para
encontrarnos con el chófer que nos llevará. Isaac no me deja
conducir por nada del mundo desde que estoy embarazada,
tampoco le hizo gracia que nos viésemos en las oficinas
donde vamos a casarnos, pero a mí me hace ilusión ese
encuentro, esas mariposas en el estómago por la expectativa.
Que tengamos una boda secreta no quiere decir que no
quiera todo eso.

Para nuestra mala suerte, al abrir la puerta nos encontramos


al motivo de todos mis problemas: Víctor. Mi corazón sufre
una punzada al notar cómo me mira.

—¿A dónde vas? —me pregunta angustiado—. Estás


hermosa.

—A un compromiso con Isaac —respondo con altivez—.


Vamos de salida.

—Quiero ver a...

—Tal vez más tarde, ahora...

—Me puedo llevar a mi hija durante un rato, así no te


preocupas por ella —masculla, pero su manera de
observarme lo delata: se muere de celos.
—No, Víctor. Si quieres ver a Cyra más tarde, está bien, pero
ahora no es buen momento, ella también debe ir.

—¿Cuál es el compromiso? —pregunta enojado—. ¿Qué


demonios harás?

—Es una reunión —le miente mamá, pero suena tan


convincente que Víctor hace una mueca.

—Vamos tarde, así que adiós —me despido.

Mentiría si dijera que no me siento mal mientras nos


alejamos. De forma inevitable, pienso en que esto no habría
pasado si tan solo nos hubiésemos casado en los miles de
oportunidades que tuvimos. Pero siempre hubo algo que
hacer, siempre esperamos, lo pospusimos. Lo que puedo
concluir de esto es que tal vez en el fondo ninguno lo quería,
o yo no lo quería.

Cuando vuelvo a pensar en Isaac, tras subirme al auto, todos


mis miedos se disipan. Esto no lo hago solo por Cyra,
también por mí, porque no quiero perderlo; no me quiero
pasar la vida poniendo excusas para no casarnos.

Y al volver a verlo esperándome frente a la jueza, lo confirmo.


Su rostro se ilumina tanto al verme que no puedo evitar correr
hacia él.
—De haber sabido que lucirías tan hermosa, no te habría
dejado venir sin mí —gruñe mientras me da cortos besos—.
Selene, te amo.

—Y yo a ti —respondo jadeante—. Quiero esto.

—Y yo lo quiero más. —Coloca ambas manos sobre mi


vientre—. Ustedes lo son todo.

Los dos volteamos a ver a mi madre y a Cyra. Nuestra hija


sonríe, mientras que mamá nos observa conmovida.

La ceremonia no es perfecta, no es larga, tampoco está todo


el mundo, sin embargo, me pierdo en la felicidad y en
aquellos ojos verdes del hombre que amo y que me mira
como nadie lo ha hecho. Mi autoestima jamás ha sido la más
alta de este mundo, pero durante esos instantes me siento la
más preciosa y valiosa de todas las mujeres. Y es hermoso
sentirse de esa manera, también sentir que me caso con el
mejor.

Una vez que nos declaran marido y mujer, le echo las dos
manos al cuello y dejo que él me levante. Antes de besarnos,
nos miramos con intensidad, sin poder creer lo que hemos
hecho.
—Completamente mía —susurra—. Ya no podemos
separarnos, Selene.

●○—♡—○●

Víctor

Encontrarme con ese maldito traidor todo el tiempo me está


desquiciado, pero lo hago, pues necesito hacerle saber que
estoy aquí, que no voy a irme. Por desgracia no tengo
permitido el acceso a la empresa de Selene, pero me las
arreglo para verla cuando voy a visitar a mi hija a casa de
Jessie o cuando nos reunimos con el juez.

Y ese día en que la vi con ese vestido para ir a un


compromiso con Isaac... En ese momento supe con más
certeza que debo tenerla.

Selene está empecinada en quedarse con Cyra, pero yo lo


estoy más en tenerlas a las dos conmigo. Porque sí, pese a lo
que dice mi madre, yo no puedo ni deseo renunciar a la mujer
que amo. Cada vez que la veo, mis deseos de poseerla me
enloquecen. Todas las noches me toco pensando en ella, en
su olor, su piel y los gemidos que me regalaba. No puedo
seguir permitiendo que Isaac siga disfrutando de todo eso,
debo sacarlo de la jugada, demostrar que él estuvo detrás de
todo esto.
—Tengo un mal presentimiento con respecto a esta reunión
—dice mi madre, mientras yo conduzco hacia el juzgado.

—No, todo va a salir bien —respondo con seguridad—. El


juez confirmará que Cyra es mi hija con esa prueba de ADN y
me dará la custodia.

—Eso espero, es lo mejor para todos, hijo. Y olvídate ya de


Selene cuando recuperes a mi nieta, por favor. Ella...

—No quiero hablar de ese asunto, no quiero que peleemos —


la corto.

—Eso significa que vas a insistir —gruñe—. Hijo...

—Selene es la única mujer que existe para mí.

—Está embarazada de Isaac.

—Puede que no sea así, tal vez hasta ese embarazo sea mío
y...

—No, eso ya es un delirio —me reprende—. Selene no tiene


mucho tiempo de embarazo, no se nota.
—Bien, puede que sea de Isaac, pero no hay nada escrito.
Selene tiene problemas hormonales, nuestros embriones
jamás prosperaron. Tal vez su embarazo no lo haga tampoco.

—Puede ser, pero de todos modos, hijo, deja que ellos


rehagan su vida y tú céntrate en lo importante.

—¿De verdad me pides que renuncie a lo que más amo?


Suena horrible, lo sé, pero yo no deseaba a Cyra, no puedo
amarla más de lo que amo a Selene. Si Isaac me la pidiera a
cambio...

—No, no, ni te atrevas a decir eso, porque dejaré de ayudarte


—amenaza mamá—. Estoy temiendo demasiado por tu salud
mental, hijo.

—Perdóname —murmuro—. Pero ya no puedo con todo esto,


no puedo con la idea de que Isaac se quede con mi mujer, mi
hija, con todo lo que me pertenece.

—La vida no es justa muchas veces, pero también debemos


aprender a vivir con las consecuencias de nuestros errores,
de nuestras mentiras.

—Sí, estoy de acuerdo, pero entonces Isaac también debe


pagar por las suyas. Él me envió a ese viaje, ha manipulado
todo para que Selene crea todas sus mentiras. Lo odio,
mamá.

—Sí, Isaac también ha mentido demasiado y ha engañado a


Selene de una manera vil, pero ahora la prioridad es tu hija.

—Mi prioridad es que se haga justicia, mamá —contesto—.


Necesito que se haga justicia.

Mi madre no vuelve a decir nada, pero refunfuña de vez en


cuando hasta que llegamos a las oficinas. Selene e Isaac ya
nos esperan, y ninguno de ellos tiene a Cyra en los brazos.

—¿Dónde está mi hija? —pregunto.

—Está con mi madre —me responde Selene con tono frío y


sin soltar la mano de Isaac, quien tiene una sonrisa extraña
en el rostro.

—Es mi nieta también —dice mamá—. Y voy a...

—Tranquila, ya el juez dirá.

Pero para cuando pasamos a la sala, el ambiente me parece


turbio, diferente a otras veces. Esto no es normal, algo va a
pasar, y lo confirmo por la forma en la que Isaac sonríe y el
cómo se pasa la mano por la cara para que note el anillo que
lleva puesto. Mis ojos de inmediato se van a la mano
izquierda de Selene, que también lleva un anillo de casada.

No. Esto lo están haciendo para engañarme. He estado todos


los días visitándolos, no pudieron haberse casado. Esto solo
quieren hacerlo para volverme loco de celos, para que diga
algo que me haga quedar como un inestable mental.

Tragándome mi rabia, fijo mi atención en el juez, que está


tras su escritorio. Él nos mira a todos, impasible, con la
seriedad que requiere el caso. Primero procede a hablar
sobre mi petición de paternidad, aunque de pronto y antes de
confirmar que es mi hija, menciona algo que me deja
paralizado.

—En estos últimos días se descubrió un hecho que tal vez


afecte su solicitud, señor Ackerman —dice mientras saca un
sobre de un laboratorio—. La señora Ackerman presume ser
la madre biológica de la menor tras el robo de uno de sus
óvulos en la clínica de fertilidad donde se sometía a
tratamiento.

—¿Qué? —suelto aturdido y miró a Selene, que no se está


riendo, sino que está sonrojada—. No, no, debe ser una
broma. ¿Su hija? ¿Señora Ackerman?
—Sí, ahora está casada —me explica el juez—. Hace unos
días se celebró el matrimonio.

A mi mente viene aquel día en donde ella salía y tenía


urgencia de salir de la casa. Ella tenía un compromiso, claro,
se casaría con mi hermano.

—No, no puede ser —susurro horrorizado—. No, es


imposible. Selene, no, dime qué no es cierto, maldita sea.

—Calmese, señor Ackerman —me ordena el juez cuando voy


a levantarme.

—¿Cómo pudiste? —le recrimino a mi Selene, sintiendo que


los ojos se le llenan de lágrimas—. ¿De verdad vas a joderme
con esto?

—No, no lo hice por joderte —dice, mirándome con tristeza—.


Lo hice porque quería.

—No, no es cierto —replico—. Si fuera así, no me mirarías de


esa forma.

—Te miró así porque me da tristeza en lo que hemos


acabado. —Suelta un suspiro—. No confundas las cosas.
Vuelvo mi mirada hacia el juez, que abre el sobre de aquel
laboratorio. En estos momentos lucho contra mí mismo para
no volverme loco y matar a mi hermano; no, debo ser más
listo que él aunque el dolor me consuma.

—Bien, la prueba ha dado positivo para la señora Ackerman.


Es la madre de la menor.

A mi madre y a mí se nos escapa el aire de golpe ante tal


noticia. Para ella debe ser algo terrible, para mí es algo
asombroso y me llena de esperanza. No sé qué diablos hizo
Serena, pero si Cyra es hija biológica de Selene eso significa
que tenemos una hija en común.

—Entonces Cyra es hija nuestra —me apresuro a decir—. La


prueba de ADN dio positivo para mí, y dará positivo para...

—Paciencia, señor Ackerman —me dice—. Paciencia, por


favor.

—Es mi hija, seguro que quedó algún embrión que no


conocíamos —murmuro.

Sin imaginar lo que se avecina, miro con intensidad a Selene,


que también me mira a los ojos. Si Cyra es nuestra, nada ni
nadie me va a detener. Tiene que serlo, debe serlo. Amo a
esta mujer con toda mi alma, no puedo perderla, no puedo
perder contra Isaac, que sonríe como el ser perverso que es,
sin que mi pobre Selene se dé cuenta.

—Negativo, señor Ackerman.

Rápidamente volteo a ver al juez y los ojos desorbitados. No,


no es posible.

—¿Cómo?

—Usted no es el padre biológico de la menor, señor


Ackerman —repite—. La prueba dio negativo.

♡ CAPÍTULO 47 ♡
Selene

Pese a sentir un enorme alivio por el hecho de que pronto


será un hecho que yo tengo la custodia total de mi hija, no
puedo evitar sentirme un poco mal por Víctor. Él se fue
bastante desmoralizado y su madre se fue corriendo detrás
de él para poder alcanzarlo. Estuvo a punto de írsele a los
golpes a Isaac, pero se contuvo, consciente de que tal vez el
juez ordenara su detención por alterar el orden. Víctor a
veces puede dar miedo por la manera en que trabaja su
mente cuando alguien lo daña. Va a intentar impugnar la
decisión del juez o hacer alguna jugada sucia para que yo
pueda tener a mi hija conmigo.

—Selene, no tengas miedo, esto puede hacerte daño —me


dice Isaac cuando volvemos al departamento, luego de haber
recogido a Cyra—. Él no puede hacer nada por más que lo
intente.

—¿Estás seguro? —pregunto asustada mientras recuesto a


Cyra en la cama, pues se ha quedado dormida en el camino.

—Seguro, tranquila.

—Ahora que lo pienso, ¿qué haré si aparece el padre


biológico? No había pensado en eso.

—No creo que pase nada, mi amor. Seguro es un donante


que Serena debió conseguir en la misma clínica o tal vez se
lo pidió a cualquiera.

—Ojalá así sea, Isaac —murmuro, sin dejar de mirar a


pequeña luna—. Me muero si algo así pasa. ¿Y si Víctor
busca al padre? Ay, no...

—Te estás haciendo ideas ridículas en la cabeza. —Mi


esposo me toma por la cintura y me aparta de la cama, para
luego voltearme hacia él—. Que una vez en la vida hayas
vivido algo tan loco como esto no quiere decir...

—Lo siento —sonrío—. Creo que toda esta situación me ha


enloquecido un poco.

—No, solo estás un poco paranoica y nerviosa —replica


mientras me masajea con suavidad los hombros—. Es
normal, claro, pero estoy preocupado, llevas a nuestros otros
bebés dentro.

—Sí, lo sé, y diario soy gracias a Dios por eso —digo


contenta—. No puedo ser más feliz de estar embarazada de
ti.

—De mí. —Se muerde el labio inferior y sus ojos brillan—.


Eso es lo mejor. Vas a darme dos hijos más.

—Isaac, espero que puedas querer a Cyra igual que...

—Selene, daría mi vida por Cyra —me interrumpe—. Es tuya,


por tanto, es mía. Tú no puedes tener hijos con nadie más.

—¿Te había dicho que te amo? —Subo mis brazos y me


cuelgo de su cuello.
—No —gruñe—. Llevas más de dos horas sin decírmelo.

—Pues te amo, te amo demasiado.

—Y yo a ti te amo, señora Ackerman. Fui feliz cuando ese


hombre lo dijo.

—Y yo igual, pero me siento rara.

—¿Quieres algo para que dejes de sentirte rara? —me


sugiere.

—Sí —jadeo.

Los dos nos apresuramos a rodear de almohadas a Cyra, que


duerme profundamente por la cantidad de leche que tomó. Es
posible que se despierte dentro de poco, pero Isaac y yo
somos expertos en darnos placer en poco tiempo y varias
veces al día.

Una vez que llegamos a la sala, me quito los pantalones y la


ropa interior para que me dé «besos».

—Bésame, mi amor —le pido mientras me abro de piernas


como a él gusta que haga.
Isaac me mira desde arriba, de manera ruda y dominante,
para después arrodillarse y volverse mi esclavo, aquel que
succiona con gusto cada parte de mí. Al principio me tortura
con la punta de su lengua, pero va abarcando más y más.

—Te amo como una loca, Isaac —declaro enardecida, sin


importarme ensuciar el sofá con mis fluidos—. Ahora eres
mío, te atrapé con... nuestros gemelos.

—Puedes atraparme con todos los gemelos que quieras —


dice al separar su boca un poco de mí—. Selene, eres mi
locura.

—Y tú eres la mía —gimo—. Te amo, te amo.

—Te amo más, gatita lunar. Eres tan caliente.

—Es tu culpa —gimoteo.

Cuando los dos no podemos aguantar, terminamos por


quitarnos todo. Que él se recueste en el sofá y yo montarlo es
una de mis actividades preferidas; a ninguno de los dos le
importa el poco espacio, solo darnos placer.
Las grandes manos de mi esposo se posan en mis muslos y
los mueve de arriba a abajo para obligarme a ir más rápido.
Mis pechos quedan colgando cerca de su rostro y él atrapa
uno en su boca, causando que me estremezca.

—Naciste para cogerme —gruño—. Isaac, amo como me


penetras, ¿qué carajo tienes?

—Mucho amor y deseo —responde—. Selene, me pones


durísimo.

—Dime que ninguna te ha puesto así —le exijo.

—Ni la mitad —ronronea—. Ninguna mujer podría lograr que


se me pare. No funciono si no eres tú, mi Selene.

—Eso, quiero que sea así —gimo. Sé bien que no es correcto


ser tan posesiva con él, pero en el sexo me vuelvo loca de
saber que es mío—. Isaac, ¿qué me haces?

—Te hago el amor, te adoro.

Isaac se incorpora y se acomoda para quedar sentado. En


ese momento aumenta la velocidad y se me arquea la
espalda. Es tan rápido, tan rudo, tan delicioso que me voy a
morir algún día a causa de esto. Jamás he disfrutado tanto
del sexo, nunca creí que fuese posible que mi cuerpo fuese
tan flexible.

El orgasmo que llega de pronto, no es el primero de los que él


me provoca. Mi esposo sigue moviéndose de forma frenética
y casi de inmediato me sobreviene otro. No sé cuantas veces
me corro, solo dejo de hacerlo cuando él ya no aguanta más
y eyacula.

—Bueno, creo que ya encontramos una explicación de por


qué estoy embarazada —bromeo mientras me enderezo.

Isaac está con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia


atrás, recargada contra el borde del sofá. Me muerdo los
labios y me acerco a su cuello para besarlo. En él puedo
sentir sus pulsaciones veloces y que me dicen que lo ha
disfrutado tanto como yo.

—¿Estás bien? —pregunto entre besos y él me aprieta más


contra su cuerpo.

—Creo que estoy muerto y llegué al paraíso —se ríe—. Dios


mío, Selene, te amo como un maldito loco.

—Es que estás loco —me burlo y él abre los ojos.

—Bastante, pero es tu culpa.


—Entonces yo soy caliente por tu culpa y tú estás loco por la
mía.

—Exacto.

—Sí, eso es así, no quiero dejar esta locura —susurro,


rozando mis labios con los suyos—. Te amo, me haces feliz.

—Tú me haces más feliz —replica, alzando la cabeza—.


Moriría si no pudiera tenerte.

Aquella afirmación me hace pasar saliva, pues veo que lo


dice en serio.

—No digas eso, nunca dejarás de tenerme.

—Lo sé —sonríe—. Yo me encargaré de nunca perderte, de


tenerte para siempre a mi lado y al de nuestros hijos.

—Eso es todo lo que quiero —respondo—. Quiero que todo


esté bien entre nosotros.

—Lo estará, gatita lunar —me promete—. No voy a dejar que


nadie, que absolutamente nadie nos separe.
♡ CAPÍTULO 48 ♡
Víctor

Desde aquel día en el juzgado he decidido jugar una técnica


silenciosa al igual que Isaac. He intentado por todos los
medios contactar a Serena, que seguramente se alió con
Isaac para arruinarnos la vida a mí y a Selene. Ella cree que
es feliz y plena, pero cuando sepa la clase de malnacido que
tiene a su lado no va a perdonarlo, porque lo que ha hecho es
algo peor que yo.

Mi madre está deshecha y casi no ha querido salir de la


habitación desde ese día; solo lo hace para salir a comer y
para tratar asuntos de la iglesia en la que hace caridad desde
que mi padre murió. Le deprime mucho pensar que ya no
tiene derecho a ver a Cyra, pues quedó demostrado que no
es su nieta.

Yo todavía no me resigno a ese hecho, menos a que Isaac


reconozca a esa hija como suya con tanta facilidad, que
admita de manera campal que Selene tiene una hija con otro
hombre que no sea él. La sospecha comienza a crecer en mí
como hiedra, aunque sin Serena no tengo la menor idea de
cómo haré para demostrarlo.

La paciencia no es una de mis mejores virtudes, pero la


tengo para seguir yendo a trabajar todos los días y tratar de
llevar una relación cordial con mi hermano ante los demás
socios, los cuales están bastante extrañados de que me
retirara antes de que el torneo terminara. Isaac salió en mi
defensa (como el maldito hipócrita que es) y les contestó que
había asuntos que tratar aquí y que ya no tenía caso que
estuviese allá si los equipos patrocinados ya estaban fuera
de la competición. Por supuesto, tuve que secundario en esa
idea para no levantar ninguna clase de sospecha ni en ellos
ni en él, que me trata como su hermano frente a todos y
como una escoria a sus espaldas, aunque el muy
desgraciado elige bastante bien sus palabras, por tanto, no
puedo jamás grabar una conversación incriminatoria. Él se
da el gusto de burlarse de mi desdicha sin necesidad de
acusarse a sí mismo.

Pero fallará, en algún momento tiene que fallar. En algún


momento tendré que encontrar un maldito punto débil, algo
que lo haga caer de una vez por todas.

—Víctor, ¿qué pasó con la niña? —me pregunta Jonathan


cuando nos sentamos a la mesa. No se puede decir que
somos amigos íntimos, pero nos llevamos bien y a veces
almorzamos juntos. Hoy me toca pagar a mí—. Me resistí
mucho a preguntártelo, espero que no te moleste que lo
haga.

—No es mi hija —le suelto y él alza las dos cejas.


—¿Cómo? Pero si el ADN...

—Mi cuñada mintió. —Me encojo de hombros—. Hizo una


jugarreta del demonio.

—Vaya —murmura—. ¿Estás bien? Es que escuché...

—¿Bien? —me río de manera irónica—. ¿Crees que puedo


estar bien cuando la mujer que amo está con la basura de mi
hermano?

—No —niega con la cabeza—. Lo siento, Víctor.

—Perdón por hablarte así —suspiro—. Me siento... Me siento


un estúpido.

—No puedo saber lo que sientes, pero te comprendo —


repone con tono condescendiente—. Jugó sucio.

—Lo peor es que no puedo demostrarlo. Jonathan, no


recuerdo del todo esa noche en la que estuve con esa mujer.
Si yo no soy el padre de la niña, entonces quiere decir que
jamás me metí con...
—Calma, Víctor —me pide al ver que estoy derramando un
poco de limonada—. Vas a hacer un desastre.

—No puedo más —me desahogo—. Mi vida es un infierno.

—Tienes que pensar con calma, tratar de olvi...

—No, eso no —lo interrumpo—. No me puedo resignar a


perder a mi mujer.

—Ya no es tuya. —Jonathan hace una mueca—. Mejor


olvídala, hay muchas mujeres que...

—Ella es el amor de mi vida, la única mujer con la que he


estado —digo con angustia—. Es la única en la que pienso al
despertarme y al acostarme. No puedo más.

—Sí, llevaban bastantes años juntos, pero no significa que


sea la única. Duele, pero puedes...

—No, no, no la voy a olvidar —lo atajo—. No puedo.

—Bien, no voy a insistir más —sonríe Jonathan—. Cuando


algo se te mete a la cabeza no paras.
—No, y Selene no va a salir de mí hasta que me muera, o tal
vez ni siquiera de esa forma.

—Pues es un amor muy profundo entonces.

—Sí, la amo de verdad. Y espero que todavía quede algo en


ella —murmuro sin mirar a ningún lado en concreto.

—Víctor...

Frunzo el ceño al reconocer la voz de Rachel, la amiga de


Serena. Alzo el rostro y, en efecto, es ella. Siendo honesto,
no recordaba que fuese tan atractiva, aunque rápidamente
me olvido de eso y le pregunto qué es lo que quiere.

—Que hablemos, es importante, por favor.

—Yo me retiro —dice Jonathan antes de levantarse.

Rachel se sienta en el lugar en donde estaba él y suelta un


suspiro.

—Es sobre Serena.


—¿En dónde está?

—Está en la ciudad, Víctor —dice en voz baja—. Pero Isaac, tu


hermano, la tiene amenazada.

—Lo sabía —sonrío—. ¿Has hablado con ella?

—Sí, y ella no me lo dijo directamente. Serena y yo siempre


nos hemos hablado en clave, y entre los mensajes logró
decirme que Isaac la tiene amenazada, que su celular está
intervenido.

—Maldito —farfullo—. Esto debe saberlo Selene.

—Sí, claro, pero no de manera precipitada porque no nos


creerá y, además, Isaac vigila a Selene constantemente. Él...
posiblemente tuviese cámaras en el departamento donde tú
vivías con Selene.

—¿Qué? —Siento que la sangre escapa de mi rostro—. ¿Qué


diablos dices?

—Son conjeturas que he hecho con base a todo lo que pasó.


Fui yo quien le dijo a Selene sobre lo que pasaba contigo y
Serena. Me dijeron en donde la encontraría para hablarle del
tema.

—Hija de puta. —Intento levantarme para ahorcarla, pero ella


hace una seña para que me calme y también las miradas de
reproche de los demás me detiene—. ¿Cómo me vienes a
decir...?

—Sí, lo sé, perdóname —dice apesadumbrada—. En ese


tiempo solo ayudaba a mi amiga.

—Necesito que Serena aclare todo. —Golpeo la mesa con mi


dedo índice—. Dile que aparezca, que no se puede ocultar
para siempre.

—Isaac no la dejaría, maldita sea, básicamente la tiene


vigilada y secuestrada. Tiene hombres rodeando la casa en la
que está. Ni siquiera yo me puedo acercar.

—¿Sabes quién es el padre de la niña al menos?

—No —niega con la cabeza—. Serena no me ha dicho nada,


pensé que de verdad eras tú.
Me quedo algunos minutos examinando la expresión de
Rachel en busca de algún signo de burla, pero no lo
encuentro.

—Todo esto...

—Tenemos que ayudar a Serena —me pide—. Tengo miedo


por ella.

—¿Cómo puedo ayudar a alguien a quien...?

—Te conviene. Ayudando a Serena, podemos saber hasta qué


punto Isaac está implicado —dice muy seria—. Conozco bien
a mi amiga y sé que tal vez ya ni siquiera le interese ir tras
de ti.

—No lo sé, Rachel, no sé si creerte todo lo que me estás


diciendo.

—Al menos piénsalo, Víctor. Isaac y Serena se aliaron para


separarte de Selene, pero Serena terminó siendo una víctima
de tu hermano.

—Bien, lo pensaré —prometo antes de darle mi tarjeta para


que se comunique conmigo.
Ella asiente y la guarda en su cartera.

—Gracias por escucharme, Víctor. Perdón por molestarte, es


solo que...

—Será mejor que me seas de ayuda y esto no sea una


trampa —le advierto y ella niega con la cabeza.

—No, lo que más quiero es que Serena sea libre otra vez,
libre de amenazas.

Ella no dice nada más y se marcha. Yo me quedo unos


minutos quieto, sin ser capaz de siquiera seguir almorzando
porque el hambre se me quitó.

Cuando estoy pidiendo la cuenta, mi hermano entra al


restaurante. No es nada común que venga, así que lo miro
fijamente mientras se sienta.

—Vaya, no te resignas, por lo visto —se burla.

—No, no lo haré.
—Acabo de ver a la amiga de Serena salir de aquí. Parece
que tenía cosas que decirte —comenta sin perder la sonrisa.

Lo sabe. Sabe que Rachel vino a advertirme.

—Me lo acabas de confirmar —me río—. Tienes amenazada a


Serena.

—¿Amenazada con qué, disculpa? Si ella no ha querido


aparecer es por su propia decisión. Cuando quieras puede
presentarse, aunque me temo que tal vez Selene la denuncie.

—Sí, claro —digo con sarcasmo—. Tú no sabes nada, todo te


sale perfecto... por ahora.

—Sí, mi vida es perfecta, tengo una esposa perfecta y tres


hijas perfectas, porque tendremos gemelas, lo dijo el examen
de sangre.

«Tres hijas perfectas. Cyra es suya», pienso, pero mantengo


mi expresión imperturbable. Comienzo a darme una idea de
lo que voy a hacer.

—Vaya, solo sabes hacer hijas.


—Sí, y estoy feliz, yo sí pude embarazarla. Tal vez arruinaras
mis piernas, pero te faltaron las bolas —dice con tono jocoso.

—Conque...

—Fue un gusto hablar contigo, hermanito —me interrumpe


mientras se levanta—. Ya hacía falta, aunque tú te empeñes
en llevarnos mal. Yo ya te perdoné, de verdad.

—Vete al infierno —le ladro—. Vas a caer, imbécil.

Isaac no me responde y se dirige a una mesera para ordenar


comida para Selene. Yo dejo la propina y me largo del
establecimiento, muriendo de rabia, pero también con una
nueva emoción vibrando dentro de mí.

Tengo que ver a Selene, tengo que liberar a Serena para que
lo diga todo, ya que de mí no creerá absolutamente nada. Lo
voy a lograr, eso es seguro.

Solo debo esperar como hizo él.

♡ CAPÍTULO 49 ♡
Selene

La primera carcajada de mi hija, para nuestra buena suerte,


ocurre mientras los dos estamos en la cama con ella.

—Se rio —dice Isaac, emocionado—. Yo la hice reír.

—No es cierto. —Hago un puchero—. Se rio de ti.

—Me da igual, pero me dedicó su primera risa —se burla y


besa la mejilla de Cyra, que agita sus piernas y sus brazos
mientras sonríe.

—No, no, eso no es justo, Cyra —gruñó antes de ir al ataque


de su otra mejilla.

Nuestra hija suelta un chillido y con sus pequeñas manos nos


jala del cabello a ambos.

—¡Ay, no! —me quejo entre risas cuando su mano se enreda


en mi cabello.

Isaac suelta una carcajada y se tarda unos segundos en


ayudarme.
—Eso te pasa por envidiosa. —Me saca la lengua.

—Tonto —farfullo y él me ayuda para liberar mi cabello—. No,


mi cielo, eso duele, a mamá le duele.

—La mamá más hermosa de este universo — dice Isaac,


dedicándome una de esas sonrisas que me matan de amor.

—Y tú eres un horrible papá que se burla de mí, pero te amo.

—Yo te amo más.

Uno de sus pies acaricia los míos y doy un respingo porque


me causa risa.

—¿Cómo te fue hoy? —le pregunto mientras jugueteo con la


mano de mi hija.

Isaac se pone serio.

—Bien, pero...

—¿Qué?
—No, no, no quiero hablarte de él —masculla.

—¿Víctor te hizo algo? —inquiero, comenzando a molestarme.

—No, pero lo encontré reunido con Rachel, la amiga de


Serena.

—Rachel —mascullo—. Ella fue la que me lo contó todo.

—Tal vez quiera unir a Víctor y a Serena —sugiere.

—Pues espero que lo logre. —Me encojo de hombros—. Si


eso pasa, Víctor por fin dejará de fastidiar nuestra existencia.

—Selene, ¿de verdad no te molesta? —inquiere Isaac,


mirándome asustado, lo cual me causa ternura.

—No, mi amor —le aseguro—. Tú eres mi esposo, el padre de


mis hijas, el hombre que amo. Literalmente no hay otro
hombre en mi corazón, bueno, sí, uno...

—¿Quién? —espeta enojado.


—Mi padre —me río y él resopla.

—Tontita.

—Tontito. —Le saco lengua.

Cyra vuelve a gritar, lo que causa que su padre y yo nos


riamos.

—Eso lo podemos traducir como «tontitos» —bromea Isaac y


yo asiento.

—Lo somos —digo divertida—. Pero qué más da, somos


felices.

—No hay persona más feliz que yo. Me gustaría que tú lo


fueras más, pero creo que es imposible.

—No creo que me ganes —replico, sonrojada por lo que ha


dicho.

—No, tú solo tienes a un fiel y devoto esposo, pero yo tengo a


una diosa. ¿Cómo puedes comparar eso?
—Eres muy cursi, mi amor —me burlo—. Amo eso de ti.

—Cyra te salva por estar despierta —gruñe, aunque luego su


mirada se vuelve tierna.

Los dos nos contemplamos como dos tontos enamorados y


también jugamos con nuestra niña, que cada día es más
enérgica, risueña y simpática. Cuando vamos al
supermercado o plazas siempre llama la atención de las
personas, ya que es preciosa.

Nunca pensé que algún día iba a agradecer la mentira de mi


hermana y Víctor, pues todo lo veía negro, sin embargo, trajo
a mí la familia más hermosa que pude haber formado, porque
no tengo dudas de que Isaac es el amor de mi vida, que él,
Cyra y nuestras gemelas son lo mejor que me pudo haber
sucedido.

—¿Por qué no salimos a cenar hoy? —me pregunta—. Jessie


se ha ofrecido a cuidar de Cyra varias veces.

—Mmm...

—No te preocupes, solo era una idea.


—No, está bien —sonrío—. Me gustaría, mi amor. Hace mucho
que no salimos a divertirnos.

—Entonces vamos, llámala.

Me volteo un poco para tomar mi celular, el cual reposa


sobre mi mesa de noche. Mi madre reacciona entusiasmada
ante la idea de quedarse con su nieta durante algunas horas.
Siendo honesta, odio separarme de mi hija, pero creo que
también es justo dedicarle un tiempo a mi hermoso marido,
quien se emociona mucho cuando cuelgo la llamada.

Los dos nos levantamos para turnarnos y arreglarnos, y


durante el proceso las caricias, los besos y miradas de
ansiedad no faltan. No sé en donde vamos a acabar, pero ya
me contagié de aquella emoción; estar a solas con Isaac es
algo muy excitante, que me encanta.

Cuando llega mi madre, esta casi nos echa a patadas del


departamento, lo cual nos hace reír.

—¿Te he dicho lo hermosa que te ves esta noche? —me


pregunta Isaac mientras me abre la puerta—. Si no fuera
porque estoy seguro del lugar al que te llevo, no habría
dejado que te pusieras ese vestido.
—Mmm... ¿De nuevo con tus celos? —lo reprendo, aunque en
realidad me fascinan en el fondo.

—Sí, mi amor, lo siento, pero eres el mejor regalo de mi vida.


Antes creía que todo estaba perdido, pero ahora tú le das
sentido a todo.

—Te amo, quiero seguir haciendo eso, porque tú también


eres lo que le da sentido a mi vida —digo emocionada—. Eres
el hombre de mi vida.

—¿Sí?

—Absolutamente sí.

Isaac se abalanza sobre mí y me besa de forma desesperada.


Yo pongo las manos sobre su pecho y me doy cuenta de lo
rápido que late su corazón, igual que el mío.

—Mi Selene, te necesito —murmura sin despegar los labios


de los míos—. Nunca te separes de mí, nunca me dejes.

—Jamás. ¿Por qué tienes tanto miedo, mi amor?


—Porque por culpa de mi hermano perdí algo que era
importante para mí, pero ahora tengo miedo de perderte a ti,
que eres toda mi vida.

—¿Qué fue lo que pasó?

—No, olvídalo, yo...

—Mi amor, cuéntame, por favor —le pido—. Tú lo sabes todo


de mí.

Isaac me mira con duda, y entonces me embarga la


compasión.

—No, está bien —suspiro—. Perdóname, yo no debo


presionarte.

—No, creo que ya es hora de que te hable de eso —me dice—.


Yo... Yo quería ser futbolista.

—Eso lo sé por Víctor, pero te lesionaste, ¿no es así?

—Sí, mi amor. Yo ya comenzaba a llamar la atención de


algunos clubes. Ya iba con algo de retraso, pues por alguna
razón y a pesar de ser realmente bueno, terminaban por
fichar a otros.

—¿Crees que alguien...?

—Luego descubrí que fue mi padre —suspira—. Víctor


también jugaba en aquel entonces, pero no era bueno, no
tanto.

—No —confirmo—. Mi amor, ¿él tuvo que ver? —le pregunto.

—Él fue uno de los que me derribaron y me ocasionaron la


lesión que me impidió seguir jugando.

—¿Qué? —jadeo.

—Pero ya lo perdoné, no tiene caso...

—Es algo que te afecta, mi vida.

—Sí, pero...
—Está bien. —Acaricio su rostro—. No te voy a presionar. Tú
has sido el más paciente conmigo, y yo también quiero serlo.
Cuando estés preparado, yo te escucharé.

—¿Sabes que eres la mejor mujer?

—No, pero soy una que te ama de manera infinita —


contesto—. Siempre me tendrás. Aunque...

—¿Qué, mi amor?

—¿Eres feliz? Me refiero a que perdiste tu sueño...

—Dios, Selene —se ríe—. Claro que soy feliz. Ese era mi
sueño, pero tú, Selene, tú eres mi fantasía, mi paraíso. Ni
miles de sueños se podrían comparar con el hecho de
tenerte.

—Mi amor...

—Soy completamente feliz —me interrumpe y alza mis


manos para besarnos—. Si tengo que partirme la otra pierna,
lo haré para volver a tenerte.
—No, no te partas la pierna —me río—. Mejor vamos a cenar
y demuéstrame todo ese amor.

Me giro hacia el auto, y suelto un gemido cuando él presiona


su erección contra mi trasero. La adrenalina fluye por mi
sangre, sobre todo cuando él besa mi cuello.

—A-Aquí —le pido.

—¿Qué?

Mis manos se deslizan hacia el borde de mi vestido.

—Selene —gruñe—. ¿Quieres esto?

—Sí —musito—. Mierda, Isaac, estoy...

—No me agrada la idea de que alguien pueda verte así —dice


con tono sombrío.

—No hay nadie.

—¿Cómo lo sabes?
—Pues entonces se darán cuenta de que tan feliz me haces.

Isaac vuelve a arremeter contra mí y yo siento que lubrico


más. De pronto tengo la urgencia de que ya me penetre, lo
cual él hace, luego de percatarse de que no hay nadie a la
vista.

—¿Te encanta tenerme dentro? —pregunta mientras


comienza a moverse.

—Me vuelve loca —gimo.

—Shhh... No grites —me reprende—. No quiero que te


escuchen.

—Isaac...

—No, Selene, tus gritos son míos —jadea.

—Te amo —susurro.

—Te amo más, más, Selene —masculla antes de apretarme


más las caderas.
Sus estocadas son certeras y rápidas, lo que me está
matando de placer. Reprimo con todas mis fuerzas los
gemidos que amenazan con hacer un escándalo por todo el
estacionamiento, pero cuando llega hasta el fondo de mí no
puedo evitar sisear.

—Silencio —dice autoritario—. Te dije que no grites. Quiero


cogerte, pero no que te escuchen.

—Eres cruel —digo con un hilo de voz—. Isaac...

Mi esposo me tapa la boca y arremete con más fuerza. Por


un momento me parece que está enojado, pero cuando me
susurra al oído lo mucho que me ama y desea, cierro los ojos
y me dejo llevar. Ya no me importa nada, solo sentirlo.

El clímax llega para ambos segundos después. Me cuesta


demasiado no gritar, pero lo logro y él me destapa la boca.

Luego de que sale de mí y nos acomodamos la ropa, nos


besamos durante un rato antes de podernos ir, pero aun en
el auto seguimos tocándonos y besándonos.

El restaurante al que me trae es uno de los más exclusivos


de la ciudad, y la mesa en la que estamos se encuentra en la
terraza y está decorada de una manera maravillosa. Al
principio no lo noto, pero luego me doy cuenta de que no hay
nadie más que nosotros.

—Feliz primer mes de casados, mi amor —me dice contento y


yo paso saliva.

—¿Qué? —jadeo y los ojos se me llenan de lágrimas. ¿En qué


mundo vivo?

—Sí, sé que no es común celebrar algo así.

—Oh, no, no lo recordaba, yo...

—Cerebro de embarazada —se burla.

—Sí, mi amor, además, soy tan feliz que no tengo conciencia


del tiempo —admito avergonzada.

Isaac amplía su sonrisa y se levanta de la mesa. Me extiende


la mano y yo me levanto para abrazarlo con fuerza.

—Te amo, Selene —me dice—. Te amo.


—Y yo a ti. —Alzo el rostro para mirarlo—. Nunca pensé que
pudiera amar así como te amo.

—¿Nunca has amado así? —Me sujeta el rostro con ambas


manos y yo niego con la cabeza.

—No, jamás. No tolero la idea de separarme de ti, no quiero.

—Eso no va a pasar, lo juro. Siempre me tendrás.

Mi esposo me da un suave beso en los labios y la música


comienza a sonar. Es una balada cuya letra nos queda
demasiado bien, así que ambos disfrutamos y reímos
mientras bailamos.

La cena, el baile, la compañía y el amor que desprendemos


me hace sentir dentro de una nube de la que no me quiero
bajar nunca. Además de todo eso, Isaac me tiene preparada
una sorpresa, y son fuegos artificiales rosas, de mi color
favorito.

—Son hermosos —digo muy emocionada—. Yo no te di nada,


perdóname.

—Me lo das todo simplemente con ser mi esposa —me


responde al tiempo en que me abraza por detrás—. Con
nuestra hija y —posa las manos en mi vientre— con estas
dos bebés hermosas que hicimos porque nos amamos.

—Sí, mi amor, ha sido por eso —asiento, sintiendo que toda la


piel se me eriza—. Y eso no va a dejar de ser así, siempre
vamos a amarnos.

—Sí, siempre te seré fiel, viviré para ti.

Me vuelvo hacia él y me estremezco al ver tanta adoración


en sus ojos, los cuales parecen más verdes que nunca. Es
una de esa clase de amor que puede asustar por su
intensidad, que sería capaz de hacerlo todo, pero que cada
vez me fascina más. Isaac ha desarrollado una parte
obsesiva de mí que no sabía que tenía y, aunque no voy a
dejar que llegue demasiado lejos, me gusta saber que está.
Amo sentirme amada de semejante forma, me embriaga y me
encanta amarlo con tanta intensidad y saber que estoy en un
sitio seguro, donde la fidelidad predomina. Isaac es mi
seguridad, mi estabilidad, mi todo. No quiero perderlo.

Después de un rato de disfrutar, decidimos volver a casa, ya


que ambos extrañamos mucho a nuestra pequeña. Durante el
camino acordamos que haremos esto mucho más seguido,
pues, aunque amamos estar todo el tiempo con Cyra, pasar
tiempo juntos a solas nos encanta y vuelve todo más
especial.
—Quiero volver a ir a ese motel de dudosa procedencia —le
confieso cuando él apaga el auto—. Nos faltaron más
posiciones en ese diván.

—Mmm... Iremos lo más pronto posible —ronronea—. Lo que


sea para mi gatita caliente.

—Ese apodo es muy grosero, pero me encanta —me echo a


reír.

—No encuentro lo grosero, es lo mejor del mundo. Me


encanta que lo quieras casi tanto como yo.

—¿Cómo que casi?

—A cada momento me imagino que estoy dentro de ti. —Su


mano se desliza por mi pierna y yo suelto un suspiro fuerte.

—Creo que debimos ir a ese lugar hoy —digo gimiendo—. No


se puede hablar de sexo contigo tranquilamente.

—¿Me deseas mucho?


—Sí —respondo de inmediato—. Pero ya es hora de ir a casa.

—Bien, vamos.

Pero los dos nos miramos y volvemos a besarnos como dos


locos. Cuando menos me doy cuenta, estoy sentada a
horcajadas sobre él, siendo suya sobre el asiento.

—Mi Selene —jadea—. Mi Selene, te adoro.

Isaac baja el cierre de mi vestido y se va sobre mis pechos


cuando decido mostrárselos. En ese momento comienzo a
rebotarle encima, temblando de placer y deseo.

—Isaac, mi amor —gimoteo—. Mi vida.

—Mi existencia, tú eres eso, Selene —declara él con fervor—.


Si no te tengo me moriría.

No puedo responderle nada, puesto que un agresivo orgasmo


llega para dejarme con la mente en blanco. En el fondo de mí
temo cuando dice esas cosas, pero me consuela saber que
nunca nos separaremos.
—Creo que me siento mareada como si me hubiera
embriagado —digo riéndome mientras subimos por el
ascensor—. Fue muy divertido.

—¿Estás bien, mi amor? —me pregunta alarmado y


sosteniéndome con más fuerza.

—Sí, estoy mejor que bien. Estás conmigo.

—Siempre.

Los dos nos damos un corto beso y las puertas del ascensor
se abren, así que salimos y nos dirigimos a nuestro
departamento, en el cual encontramos a mamá llena de
preocupación.

—¿Le pasó algo a Cyra? —inquiero angustiada.

—No, no, hija, tranquila, no es así.

—¿Entonces?

—Me llamó Serena —nos avisa, y puedo sentir como Isaac


tensa las manos sobre mi cintura—. Dice que quiere hablar.
—No, ella solo va a decir estupideces —bufa Isaac, lo que me
hace mirarlo extrañada.

—¿Cómo qué? —pregunto.

—Cosas que te hagan sentir mal —gruñe.

—Isaac, ella ya no puede decirme nada que me haga sentir


mal, a menos que me diga que quiere ahora estar contigo.

—Eso nunca pasaría. —Mi esposo rueda los ojos—. Pero...

—La veré, quiero saber qué demonios tiene que decir al


respecto —le digo a mamá.

—¿Segura, Selene? —cuestiona ella, tensándose.

—Sí, estoy segura —asiento—. Es hora de cerrar el capítulo


con ella también.
♡ CAPÍTULO 50 ♡
Selene

El día en el trabajo ha trascurrido de una manera normal,


pero yo no me siento así. No dejo de pensar en la llamada de
Serena, en que esta tarde vamos a vernos. No sé qué
esperar o como voy a reaccionar, pues una parte de mí está
furiosa con ella por todo lo que hizo, por hacerme vivir un
infierno y gestar a mi hija, pero, por otro lado, pienso en toda
la felicidad que Cyra y la situación han traído a mi vida y me
lleno de compasión. No es como que vaya a ir a agradecerle,
pues lo que hizo fue un delito, pero no me siento con ganas
de pelear.

Isaac ha estado un poco extraño, nervioso, como si algo de


esa visita lo irritara. No comprendo demasiado su actitud y
no quiero imaginar cosas horribles, pero no puedo evitarlo.
Desde luego, no se lo digo, no quiero herirlo y equivocarme;
tal vez es solo su preocupación por mí y nuestra hija, que
ella intente separarnos.

No lo va a lograr. Ella no puede conseguir que dude del amor


que me tiene Isaac, puesto que él nunca voltea a ver a
ninguna otra mujer, jamás he visto en él actitudes
sospechosas y siempre me mira con un amor que jamás he
visto en nadie, además, nos hemos casado sin dudarlo ni un
instante. Aun así, el miedo aparece como si fuese una piedra
en el zapato y no me permite estar cómoda. A pesar de la
terapia y de que yo soy feliz, lo que me hizo Víctor me ha
dejado algunas secuelas.

—¿Cómo se ha comportado? —le pregunto a mi asistente


cuando regreso a la oficina.

—Está muy bien, señora Ackerman —me sonríe Carol—. Eso


sí, pidió de comer, así que tuve que preparar un biberón. —
Señala el biberón vacío que está sobre la mesa.

—Eres una pequeña glotona —le digo a mi bebé, que agita las
piernas y se ríe al verme—. Te amo tanto, mi corazón.

La tomo entre mis brazos y todo lo malo que haya podido


pensar durante el día se va de mi sistema. ¿Cómo puede ir
algo mal si tengo a mi bebé a mi lado?

—Gracias, Carol, sé que esto no te corresponde, pero...

—No, lo hago con mucho amor y mucho gusto —replica—.


Además, sé que me está pagando extra.

—No es...

—No lo oculte —sonríe—. Aquí todo se sabe.


—Bien, pero es que considero que eso no es parte de tus
funciones. Espero que no me odies.

—¿Por dejarme a cargo de una hermosa princesa? —se ríe—.


Claro que no, es como revivir viejos tiempos, cuando mi hija
era muy pequeña.

—Oh, es una hermosura —digo enternecida—. Vas a traerla al


primer cumpleaños, ¿no?

—Por supuesto —asiente—. Estamos esperando con ansias


ver a la pequeña correr por todo el edificio.

—Lo que me espera. —Dejo escapar el aire, cosa que le


causa risa a mi niña—. Sí, mi amor. Mamá tendrá que
cambiar los tacones por los mejores zapatos deportivos que
existan.

Imaginarme eso es angustiante, pero a su vez es lo más


emocionante del mundo. Verla dar sus primeros pasos es
algo que anhelo, y mucho más pensar en que Isaac la ayude a
darlos.

Metas. Qué hermosas metas, y son tan cercanas que no me


lo puedo creer.
Una vez que me quedo a solas, decido revisar mi celular.
Tengo una llamada y varios mensajes de Isaac, que me
responde aliviado cuando le llamo.

—Te estaba esperando, mi amor. Estaba a punto de correr


para allá —gruñe.

—Lo siento —me río, ya acostumbrada a su obsesión y su


paranoia—. Terminó un poco tarde la reunión.

—Mmm... Igual me lo cobraré esta noche —dice con ese tono


tan malicioso que me encanta.

—Bien, tendré que pagar el precio, amado esposo —


respondo.

—¿Sigues con la idea de ver a Serena?

—Sí, sí, mi amor —suspiro—. Creo que es importante cerrar


este capítulo en mi vida, soltarlo todo.

—Bien —suspira—. Pero quiero estar cerca de ti, yo...


—De acuerdo, mi amor. Me dará seguridad que estés cerca.

—Te extraño, Selene —responde—. Lástima que me espera


otra reunión.

—¿Con quién, cielo?

—Con otro jodido agente publicitario. Está por comenzar otra


campaña, pero nada me gusta, tienen ideas poco frescas. Los
odio.

Esbozó una sonrisa. Por supuesto que nunca hemos


mezclado negocios con trabajo, pero la idea de verlo en mi
sala de juntas me encanta.

—Mmm... Ojalá tuvieras una linda mujer que te pudiera


ayudar —digo con tono juguetón.

—¿De verdad? —espeta con más entusiasmo de lo que me


espero—. ¿Eso lo puedo tomar como...?

—Oye, espera un poco —me echo a reír.

—No me ilusiones —gruñe—. Mierda, quiero eso, amaría eso.


—¿Lo tomarías como regalo del mes que no te di? —le
pregunto—. Una campaña sin costo, asesoría y...

—¿Qué? No, claro que no —gruñe—. Yo voy a pagar lo que


corresponde. Tu regalo es la posibilidad de que te hagas de la
vista gorda con eso de ser familia.

—Pero, amor, ¿tú no harías eso gratis por mí?

—No, te lo cobraría en la cama.

Suelto una risotada que hace que Cyra de un respingo.

—Hablo de dinero.

—Es diferente —gruñe—. Yo nunca podría cobrarte nada.

—Pues entonces yo no...

—No, Selene, voy a pagarlo —me corta—. Quiero invertir en


tu empresa, quiero verte crecer, porque después de esto voy
a recomendarte por todo el maldito mundo.
Paso saliva ante esas palabras. Mi corazón se está
acelerando ante la hermosa sensación que me causan sus
palabras.

—Estoy orgullo de ti, gatita lunar —responde—. Siempre lo he


estado.

—¿Cómo dices eso a una embarazada? —gimoteo—. Estoy


llorando.

—Voy para allá —dice preocupado—. Lo siento, mi amor.

—No es nece...

—Necesito verte. Necesito verte ya.

—Pero tu reunión.

—Los voy a cancelar, ahora eres tú quien se hará cargo, ¿no


es así? Ya tengo el día libre.

—Está bien, mi amor, ven por nosotras —digo feliz—. Tráeme


un poco de fresas con crema, tengo un antojo.
—Cómo ordene mi capitana. Te amo muchísimo, ya quiero
verte.

—Y yo a ti —suspiro.

Luego de colgar, miro a mi bebé, quien me observa fascinada


y con esa sonrisa que tanto me enamora. Sin embargo,
frunzo el ceño al verla tan parecida a Isaac; el gesto que
acaba de hacer es completamente igual. Además, sus ojos
grisáceos cada vez tienen más pinta de convertirse en
verdes.

—Creo que papá te ama tanto que te pareces a él —sonrío,


aunque me quedo con cierta incomodidad en el estómago.

«No, no es posible», pienso angustiada y trato de apartar esa


idea de mi mente. Yo daría lo que fuera para que Cyra fuese
hija suya, pero solo de una forma honesta, que pudiera
explicarse de forma racional. No, él no es capaz de
mentirme, tal vez el verdadero padre de Cyra es alguien
parecido a los Ackerman y ya, lo que tiene sentido si
recordamos que Serena estaba obsesionada con Víctor.

—El embarazo me tiene mal —me río.


En ese momento, Carol abre la puerta sin tocar y veo que
está algo nerviosa. Ella me hace señas para que no hable y
se acerca de manera precipitada a mí, para luego decirme
que busque algo para anotar.

Presa del miedo y sin entender su actuar, señalo mi bolígrafo


y mi agenda. Ella asiente y escribe rápidamente lo que me
quiere decir, cosa que me deja fría.

Su hermana la busca, pero no puede hablar, pues parece ser


que hay un micrófono en la oficina desde donde
supuestamente su esposo escucha todo. Autorice su ingreso
si quiere hablar con ella. Honestamente, no sé qué hacer,
pero le aconseje que tome el riesgo, ella se veía mal.

El corazón me late muy rápido y miro por toda la oficina en


busca de algo. Mientras tanto, sigo haciendo mimos a mi
bebé para aparentar normalidad.

Carol me pregunta con la mirada que es lo que debo hacer, y


yo señalo la puerta mientras asiento.

Sé muy bien que debo confiar en Isaac, pero el sentimiento


de angustia ha crecido mucho, sobre todo porque una vez
encontré un micrófono.
—Bueno, mi cielo, vamos a caminar un poco para esperar a
papá.

Mi celular comienza a sonar y veo que es Isaac. Pasó saliva y


pienso en miles de cosas antes de contestar.

—Mi amor —saludo—. ¿Pasa algo?

—Perdóname, surgió algo y debo resolverlo —se disculpa,


cosa que me hace sentir mareada—. Estos idiotas de los
publicistas no aceptan un no. Los voy a mandar a la mierda,
pero me tomará otro rato.

—Oh, mi amor —refunfuño—. Bueno, yo te espero, tranquilo.

—Gracias, gatita lunar —responde—. Te amo más que a mi


vida, siempre tenlo presente. Me vuelves loco.

—Y tú a mí —digo con dificultad—. Quiero ir al baño, mi vida,


te dejo.

—Ve, mi amor —se ríe—. En cuanto salga correré allá.

«No puede ser. Tiene que estarme diciendo la verdad. Él es


honesto, él es honesto».
Salgo a toda prisa de mi oficina, y entonces veo que las
puertas del ascensor se abren. Mi hermana entra vestida de
una forma extraña, como si fuese empleada doméstica.

—Yo cuido de Cyra —me dice Carol y yo se la entrego sin


dudar, ya que me causa pavor la mirada de Serena.

—Vamos, Selene —dice mientras me toma del brazo para ir


hacia los baños. A nuestro alrededor todos murmuran, pero
no hago nada por frenarlos.

—¿Qué te pasa? —le pregunto, sin embargo, ella no se


detiene hasta que llegamos y me encierra allí.

—¿Qué sucede?

—Vine a decírtelo todo, hermana. Tiraron mi celular a la


basura y muy lejos, pero pronto vas a tener la grabación, lo
juro.

—¿Qué grabación?

—Es posible que muera —sonríe—. Y ya no me importa, no


tengo nada que perder. Entendí que Víctor no es para mí,
pero lo amo, ¿me entiendes? Lo amo y quiero limpiar su
nombre.

—Sé que no te acostaste con él posiblemente. Era lógico, mi


hija no lleva su sangre.

—No, no lo hice. El medicamento que le pusimos a su bebida


habría hecho que se calentará incluso con el roce de
cualquier cosa, incluyendo algo tan horrible como un animal.

—¿Qué? —suelto un jadeo—. ¿Lo drogaste?

—Lo drogamos. Isaac fue mi cómplice todo el tiempo.

—No, no es cierto —digo furiosa y me le acerco para tomarla


del cuello de la camisa.

Serena no se inmuta, tiene esa expresión aterradoramente


calmada de alguien que ya no tiene nada que perder.

—Isaac no va a matar a Víctor como tantas veces dijo que


haría, tampoco puede hacerlo conmigo, ya que dejaré
asentado ante ti que si algo nos ocurre, él es el culpable.
—Estás loca —digo al borde de la histeria—. ¿Qué demonios
te pasa? ¿Qué mierda tienes?

—Soy la mierda que Isaac creó, que mi amor por Víctor creo.
Hermana, aunque no lo creas, yo te quiero, y no quiero que
termines con alguien así.

—Tú nunca me quisiste —rebato—. Tú me envidiabas.

—Sí, por supuesto que sí —dice llorando—. Pero nunca te


odié. Yo de verdad amaba a Víctor y quería tenerlo. Sabes que
no había manera limpia de jugar a esto.

—No, pero sí las había de no involucrar a un bebé inocente.

—Esa fue idea de Isaac —responde mientras se libera de mi


agarre—. ¿Qué mejor prueba del delito que un embarazo?

—No levantes falsos contra mi marido, no te lo permito,


Serena.

—Podria decirte muchas cosas, que me acosté con él, pero


no es así, Isaac nunca me interesó como hombre, pero nos
aliamos, compartimos muchos secretos, y yo sé de su
obsesión por ti, lo descubrí merodeando tu departamento,
sabía de aquella foto tuya que se robó de casa hace muchos
años.

—¿La que ya no estaba cuando volví del campamento? —


pregunto consternada. Ella asiente.

—Sí, sí, nuestros padres tenían negocios en común, Isaac


vino un día a casa y se la llevó.

—P-Pero él no me conocía.

—Eso crees tú. Él te vio, Selene, en esa fiesta de la familia


Ackerman.

—Pero él no estaba...

Mi mente hace una regresión hacia esos tiempos que no


tengo muy claros, puesto que bebí a escondidas de papá y
casi me caí de un árbol. Solo tenía quince años, estaba en
esa etapa en la que aún experimentaba entre jugar y actuar
como adulta.

—¿No recuerdas al tipo que te sujetó y besaste en la mejilla?


—Sí, pero no era... No recuerdo el beso en sí, pensé que solo
fue un sueño.

—Era Isaac —suspira—. En fin, eso ya no tiene importancia.


Lo que importa es que Isaac es un mentiroso, que me ayudó
a hacer todo esto para apartar a Víctor de ti.

—No, no, no puede ser. —Me sujeto la cabeza con ambas


manos y niego mientras retrocedo—. No, no puede ser.

—Si no me quieres creer, revisa tu auto y seguramente


encontrarás un micrófono. Él te tiene completamente
vigilada, Selene, es un enfermo y acosador. A mí me mantuvo
vigilada todos estos meses, pero ya no tengo miedo. Ya no
tengo miedo porque sé que su miedo es más grande, que es
tan listo que no podría hacerme nada sin que tú sospeches.

—Tú lo que quieres es que no sea feliz —la acuso mientras


me llevo una mano al vientre, pues siento incomodidad—. Eso
es lo único que quieres, destrozarme la vida.

—No es mi intención. Solo quiero abrirte los ojos. Víctor y tú


fueron las víctimas de todo esto, y yo lo amo tanto que no me
importaría que vuelva a ti, pero quiero que sea feliz.
—Claro, lo dices porque sabes que amo a Isaac, porque ya no
queda posibilidad alguna entre nosotros.

—No —Serena niega con la cabeza—. Da igual si es contigo o


con otra, quiero que él sea feliz. Y también deseo que tú lo
seas.

—¿Quién es el padre de Cyra? —pregunto—. ¿Qué demonios


hiciste?

—Isaac es el padre de Cyra —dice con tanta seguridad que se


me escapa el aire—. Usé el esperma que él me donó por si
todo salía mal con Víctor y sí, salió mal, él no reaccionó, se
desmayó al entrar al privado. Él te ama, Víctor te ama.

—Ya no te quiero escuchar —digo furiosa—. No, no puede ser.

—Perdóname, Selene —solloza—. Ya no podía más, y puedes


comprobar cada una de mis palabras haciendo un ADN a tu
hija y a Isaac, o incluso puedes buscar entre sus cosas, si
hizo el ADN contigo, lo hizo con él.

—Vete, Serena —exijo—. Vete de una buena vez.

—No vamos a volvernos a ver —dice con tono apagado—. Me


voy lo más lejos posible, y espero poder olvidar.
Serena se da media vuelta, dejándome a mí con la cabeza a
punto de estallar. Algo dentro de mí quiere detenerla, pero
me quedo paralizada, incapaz de salir de mi asombro. Todo
tiene sentido ahora, pero no quiero aceptarlo; no puedo
aceptar que el hombre que amo me haya mentido así, que
haya jugado tan sucio para tenerme, y lo que es peor, usó a
nuestra hija, porque en el fondo siempre lo supe: Cyra es
nuestra hija biológica.

Cuando puedo salir de mi asombro, salgo del baño y camino


hacia Carol, que está en medio del pasillo. Con todo el dolor
de mi alma, paso por su lado y voy hacia mi oficina, en donde
busco por todos lados minuciosamente y con ayuda del
personal de intendencia.

—Señora Ackerman, aquí —dice el señor Burckle, bajando las


escaleras, pues revisó por la zona del aire acondicionado—.
Es un micrófono.

Siento que las piernas me fallan y caigo de rodillas al suelo.


Es cierto, lo que dijo Serena es cierto.

—Señora, ¿está bien? —pregunta una de mis empleadas.

—No, me siento mal —digo temblando—. Me siento mal.


—¡Selene, mi amor! —exclama Isaac, corriendo hacia mí
cuando entra y me ve en este estado—. Mi vida...

—Es tu hija. —Alzo el rostro y lo veo a los ojos, los cuales


están llenos de alarma—. Cyra es tu hija.

Si algo no se puede ocultar es el miedo, y lo noto de


inmediato en su mirada, en el hecho de que deja de respirar.

—¿Qué?

—Que descubrí tus mentiras, Isaac —le explico—. Y no sabes


las ganas que tengo ahora mismo de divorciarme de ti.

♡ CAPÍTULO 51 ♡
Isaac

La rabia y el dolor que reflejan los ojos de Selene hacen que


me llene de pánico y me abrace a ella. No puedo dejar que
eso suceda, no. Ella es mía, no me va a dejar, nunca me va a
dejar.
«Debes pensar en algo, en algo que repare lo que hizo esa
infeliz».

—Selene, calma —le pido mientras ella se remueve en mis


brazos—. Mi vida, calma, por favor. Estás muy alterada.

—¡¿Y cómo quieres que esté?! —vocifera—. Me mentiste, me


mentiste.

—¿De qué me hablas? —pregunto y mis ojos comienzan a


arder por la desesperación que siento.

«No, no la vas a perder. Conserva la calma, Isaac, conserva


la calma», pienso desesperado. Dejarme llevar por la
angustia solo hará que ella se aleje, que desconfíe de mí. No
importa qué cosas le haya dicho Serena, no tiene pruebas. Y
las pruebas que tenga voy a destruirlas.

Todo va a estar bien. No voy a perder a mi mujer y a mis


hijas.

—Te aliaste con Serena —solloza y comienza a golpearme los


brazos.
—No, yo no...

—No lo niegues, por el amor a Dios, no lo niegues. Si me


amas tan siquiera un poco, no lo niegues. El micrófono está
ahí.

—Yo te amo, te amo demasiado, mi amor, no solo un poco y


yo...

—Júralo, jura por mi vida y la de nuestras hijas que no lo


hiciste, que no me mentiste y que Cyra no es tu hija —me
exige, observándome con rabia—. Júralo, Isaac y jura que me
dejarás hacer un ADN.

—Selene...

—Y voy a buscar a su padre biológico de salir negativo, ella


llevará el apellido que le corresponde y no el tuyo.

Selene me empuja de manera tan inesperada que termino


cayendo sentado. En ese momento se destruye en mí
cualquier deseo de seguir con esa mentira. Selene y mis
hijas son sagradas para mí y ella lo sabe, no podría jurar
nunca en su nombre.
Mucho menos dejaría que Selene busque a ese supuesto
padre biológico y que le dé otro apellido. Es mía, Cyra es mía.
Y Selene va a seguir siendo mía a pesar de haberme
descubierto, no importa que tenga que obligarla. No voy a
renunciar, no le voy a dar nunca el divorcio, así me odie.

—Selene, deja que te explique, por favor —le pido y me


levanto para mirar a todos—. Salgan todos, por favor.

—No me quiero quedar a solas contigo —dice Selene,


evadiendo mi toque cuando quiero ayudar a levantarse.
Aquello es como un maldito latigazo y no lo disimulo en mi
expresión—. No, no quiero.

—Selene, debemos hablar a solas. No podemos importunar a


los demás con nuestros problemas.

Volteo a ver a Carol, quien tiene en brazos a mi hija, hacia la


cual intento avanzar.

—¡No! —me grita Selene—. No la toques, no.

—Soy su padre.

—Eres un cínico. Es eso lo que eres.


—No, solo soy un hombre que siempre te ha amado. Por
favor, salgan todos.

—¿Qué hacemos? —le pregunta el hombre de mantenimiento.

Selene mira a todos con nerviosismo, como si se sintiera


acorralada, pero finalmente asiente.

—Bien, déjennos a solas.

—Estaremos afuera, señora Acker...

—Selene, solo Selene, Carol —le pide mi mujer—. No quiero...

—Ya basta, Selene —le pido y siento que una lágrima termina
deslizándose por mi mejilla.

Mi pecho arde de angustia, pero debo mantener la calma


antes de hacer una locura. Debo pensar en mi siguiente paso,
pues perderla no es opción. Tengo que vivir para ver crecer a
mis hijas, y eso solo voy a lograrlo si ella está conmigo; no
puedo permitir que me deje.
Una vez que se cierran las puertas, los dos nos
derrumbamos. Ya no puedo permanecer tranquilo, no cuando
ella me mira como algo abominable, como si no fuese el
hombre que respira por ella.

—Gatita, por favor...

—No me toques, no me toques —me pide, pero yo acorto la


distancia entre los dos y comienzo a besarla por todo el
rostro.

—Perdóname, perdóname, por favor —imploro con


desespero—. Perdóname.

—¿Por qué lo hiciste? —gimotea—. Yo confiaba en ti, te


amaba, te amo, yo...

—Porque te amo, porque habría hecho cualquier cosa para


que fueras mía.

—¡Maldito infeliz! —grita, pero su voz se quiebra y hunde el


rostro en mi pecho—. ¿Por qué? ¿Por qué todos me mienten?
¿Por qué juegan conmigo?

—Yo no juego contigo, jamás has sido...


—Lo soy, fui tu maldito juguete, dejaste que sufriera, dejaste
la vida de un ser inocente en manos de... ¡Te odio!

—Y yo te amo. —Tomo su rostro entre mis manos—. Selene,


yo te amo, te amo más que a nada en este mundo. Si tú me
dejas, mi vida no tiene sentido. No me puedes dejar, no
puedes divorciarte de mí, estás embarazada.

—Eso es lo peor, y lo sé, pero no quiero estar con un hombre


que se acercó a mí con mentiras, que hizo cosas tan
horribles. ¡Te aliaste con Serena! Ella me lastimó, destruyó
mi vida. Me viste sufrir, construir de nuevo mi confianza y te
burlaste de mí.

—Yo jamás me burlé de ti.

—¡SÍ LO HICISTE! —vocifera mientras me empuja—. Te


burlaste de la manera más cruel, la más despiadada. Le
destruiste la vida a Víctor, me usaste para vengarte de lo que
te hizo.

—Lo odio, esa es una verdad indiscutible — admito—. Pero tú,


mi amor, eras mi anhelo, la mujer que siempre he amado. No
podía seguir soportando verte con él.
—Claro, y por eso tienes cámaras y micrófonos.

Paso saliva. ¿Cómo demonios sabe todo eso?

—Eres un enfermo, acosador —espeta con rabia—. Aléjate de


mí, no me busques, no te quiero cerca. Eres un mentiroso.

—No me voy a alejar. No te voy a ocultar nada. Sí, Selene, te


vigilé durante años, pasé años esperando que se separaran y
tener mi bendita oportunidad.

—Lo que hiciste fue un delito.

—No me importa, no me importa. —Me vuelvo a acercar y la


tomo de los brazos. Ella me mira muy asustada, pero su
rápida respiración me dice que me sigue amando, que no
deja de ponerse nerviosa cuando la toco—. No me importa
hacer lo que sea por tenerte, Selene, mi amor. Selene, nadie
en este jodido mundo podría amarte como yo.

—Eres un imbécil.

—Sí, lo soy, pero sabes que es cierto, y cualquier hombre que


tenga tan solo un sentimiento por ti será apartado del
camino, porque tú, mi gatita lunar, tú eres mía.
—Me estás asustando. Suéltame. —Selene se remueve para
tratar de salir—. Isaac, por favor...

—Te amo, te amo tanto, no me dejes, por favor, no me mates


—sollozo y me pongo de rodillas, pero me apresuro a
abrazarme a ella para que no escape—. Sé que me
equivoqué, pero tú lo amabas y yo ya no podía, no quería una
vida sin ti.

—Tú eres el que me está matando —gimotea—. Sabes cuánto


odio las mentiras y decidiste acercarte a mí con ellas. No, así
no puedo continuar, lo siento, pero no. Me acabas de romper
el corazón, te aliaste con ella, seguro que ustedes dos...

—No, acostarme con ella habría sido un maldito sacrilegio —


digo asqueado—. Selene, soy tuyo, no he estado con nadie
desde que te vi hace tanto tiempo. Te soy fiel, siempre lo voy
a ser, porque no deseo a otra mujer.

—No me mientas.

—Eso lo puedo jurar por lo que quieras.


—Pues no me importa —dice con desprecio y agita las
piernas como si intentara deshacerse de la basura—. Me das
asco, Isaac, me das más asco que Víctor incluso.

—¿Qué?

Alzo el rostro, y en sus ojos puedo ver que lo que me dice es


cierto: me odia más. Aquella idea me vuelve loco y, sin
soltarla, me vuelvo a poner de pie e intento besarla. Al
principio lo logro, pero ella reacciona y me muerde los
labios, también me propina una patada entre las piernas que
casi me hace soltarla.

—Te juro que voy a gritar si no me sueltas —me amenaza—.


Me largaré del país con mis hijas.

—No te vas a ir —me río con histeria, ignorando el dolor—. Tú


jamás vas a escaparte de mí, ¿me oyes? Eres mi esposa,
siempre vas a ser mi esposa.

—¿Me vas a matar para que no deje de serlo? —resopla—.


Pues hazlo, hazlo, Isaac, termina de matarme.

—Selene, no, ¿qué demonios estás diciendo? —le recrimino


dolido—. ¿Me crees capaz de hacerte daño?
—Sí, sí lo creo, porque me lo hiciste, porque me lo estás
haciendo ahora —me contesta.

Su maquillaje se ha corrido de una forma en que ella se va a


escandalizar cuando se vea. Está sufriendo tanto que eso me
ocasiona un dolor insoportable. ¿Por qué no me deshice de
Serena cuando tuve oportunidad? ¿Por qué? Esa estúpida
mujer merece un destino terrible, peor que la muerte.

—Sé que tienes derecho a odiarme, Selene, pero no me


puedes dejar. No te vas a divorciar de mí ni ahora ni cuando
nazcan nuestras hijas.

—Eso ya lo veremos —murmura—. Ahora vete, no quiero


verte, Isaac, no quiero.

—No, no, mi amor, por favor...

—Vete —solloza—. Vete, no te quiero ver. Y ni siquiera trajiste


mi maldito antojo, lo que es peor, vete.

—Claro que lo traje —replico—. Lo dejé en el escritorio de


Carol. Yo siempre te escucho, quiero complacerte.

—Pues ya no quiero nada, llévatelo —me exige, aunque


después parece pensarlo mejor—. Bueno, no, pero tú vete.
—Selene, gatita...

—¡VETE! —vocifera y le da una patada al suelo, para después


sujetarse la barriga.

—¿Qué te pasa, mi amor? —pregunto horrorizado y me


acerco a ella.

—Estoy mareada —dice palideciendo y su cuerpo se afloja


cuando la sostengo.

—Selene, mi amor, Selene —la llamo lleno de angustia—. No,


mi vida, por favor, no.

Pero ella no reacciona, todo lo contrario, está desmayada, sin


fuerzas.

—No, Selene, por favor —imploro mientras la cargo para


llevarla a un hospital—. Tú no me puedes dejar, mi amor, ¿me
entiendes?

Ella abre un poco los ojos, y el dolor que veo en ellos me deja
paralizado.
—¿Por qué, Isaac? —susurra.

—Porque te amo —contesto con toda la honestidad de la que


soy capaz—. Porque te amo hasta volverme loco.

♡ CAPÍTULO 52 ♡
Selene

Para mi buena suerte, mis mellizas siguen en perfecto


estado cuando me revisan. El pequeño desmayo que tuve se
debió tan solo a los síntomas típicos y a todas las fuertes
emociones vividas; sin embargo, yo no me quedo tranquila y
decido que volveré donde mi madre. Tal vez lo ideal sería
comprar otra casa para mí y mi hija, pero me temo que el
tener una nueva dirección le facilite las cosas a Isaac, el cual
espera afuera del consultorio. Mi obstetra no ha preguntado
demasiado al respecto de esta decisión, pero se le ve
preocupada. Yo tampoco quiero explicárselo, pues no puedo
hablar del tema sin quebrarme.

Una vez que salgo, me enfrento a mi marido, que sigue con


un semblante pálido y donde es más que evidente la
angustia.
—Selene...

—Puedes irte, todo está bien con el embarazo —le informo.

—No me voy a ir, me tienes que escuchar —gruñe e intenta


tocarme, pero yo me aparto.

—No me toques —le pido mientras retrocedo—. No quiero


que me toques más.

Isaac pasa saliva y los ojos se le enrojecen de nuevo. Las


lágrimas asoman por los ojos de ambos, pero no lloramos,
nos contenemos, al menos de momento.

—No me puedes pedir eso —susurra—. Tienes que


escucharme, por favor.

—No te quiero escuchar. Me mentiste y eso es lo que importa


—le espeto—. Por favor, vete.

—No te voy a dejar volver sola a casa.

Isaac logra tomarme de la mano. Su toque me acelera el


corazón y me calienta de un modo incómodo. Me duele
amarlo de esta manera tan intensa y saber que, aunque me
rompiera el corazón, no soporto la idea de separarnos. Pero
va a pasar. Así como pude superar a Víctor, podré superar
esto. Me costará un millón de veces más y posiblemente
nunca vuelva a amar a otro hombre, pero voy a salir
adelante.

—No estaba al tanto de lo que Serena hizo —se excusa—. Si


lo hubiese sabido...

—Puede que no supieras que Cyra es nuestra hija, pero las


intenciones de tener un hijo con ella las tuviste, hiciste lo que
hiciste con Víctor y te hiciste pasar por el hombre bueno y
comprensivo para tenerme. No, Isaac, no intentes justificarte.

—No tengo justificación, solo no soportar que fueses suya.

—Había otras maneras.

—Tú dime cuáles, ¿ir de frente? Me habrías rechazado.

—Me duele pensar que no es así —digo con voz aguda—. Yo


siempre te evité porque en el fondo sentía algo por ti, porque
también sabía que sería capaz de caer.

—Selene, mi amor, no, no lo habrías hecho. Tú eres buena,


por eso es que te amo.
—Déjame, yo...

Isaac me toma por la cintura y me acerca a él. Sin darme


tiempo a pensar, me besa y me recarga contra una pared, lo
que causa que me sienta mareada de nuevo y mis piernas se
sientan muy débiles.

¿Por qué a pesar de este dolor lo quiero cerca de mí? ¿Tal vez
me afecte el hecho de que nunca tocó a otra o es por qué
creé una dependencia insana? Lo quiero lejos, pero a la vez
no puedo parar de besarlo, de desear fundirme con su
cuerpo y olvidarme de lo que hizo.

Lo amo, a pesar del dolor, lo amo para siempre.

—Te amo, mi gatita —susurra en mi oído antes de succionar


mi lóbulo—. No puedes dejarme, nos amamos.

Para cuando me vuelve a mirar, ahora él llora. Me mira con


tanto dolor que siento que mi corazón se detiene y se
comprime de una forma que me deja sin aire. Aun así, no
puedo perdonarlo, nunca podría ser feliz sabiendo todo lo
que hizo y el hecho de que pudo haber tenido un hijo con
Serena, que hizo lo mismo que Víctor: tener intenciones de
desconocer a un hijo solo porque no era conmigo.
—Te amo, pero no te perdono —respondo mientras lo
empujo—. Vete, vete, no te quiero cerca. Podrás darle tu
apellido a Cyra, verla, ser su padre, pero no quiero seguir
contigo, no. Me equivoqué, de nuevo me equivoqué.

—Bien, puedo vivir con el hecho de que no me perdones, que


me grites a la cara mil veces que me odias, pero no voy a
vivir sin ti, eso es algo de lo que te vas a olvidar —dice de
forma agresiva y acorralándome otra vez—. Eres mía,
Selene, mía. No te voy a dejar libre.

—Eres un egoísta, no me amas.

—Te amo, aunque no de la manera que tú quieres. Y ya no me


importa que lo sepas, ya no me importa mentir. Te amo de la
manera más sucia, retorcida y egoísta, pero solo puedo verte
a ti, solo puedo pensar en ti, no quiero vivir con nadie más
que no sea contigo.

—Pues no quiero que me ames de esa forma, así que no te


acepto, Isaac. Tú y yo —nos señalo a ambos—, todo esto se va
a terminar en cuanto nazcan nuestras hijas. Porque no, Isaac,
puede que mi amor sea lo más fuerte que haya sentido en mi
vida, pero no voy a dejar que pases por encima de mí.

—Selene...
—Es mi última palabra al respecto, Isaac —lo atajo con un
tono tan decidido que él se tensa y me mira asustado—. Tú y
yo no vamos a volver a estar juntos.

●○—♡—○●

Isaac trata de convencerme demasiado en que me vaya con


él, pero no cedo ni un poco y no me voy de la clínica hasta
que tomo un taxi. De no haber sido porque le pedí ayuda al
guardia de seguridad del lugar, no lo habría logrado, puesto
que Isaac quería llevarme con él a la fuerza. Al final tuvo que
relajarse para no asustarme más, y cuando llego a casa, él
ya está ahí.

—Deja ya esas estupideces —me dice enojado cuando me


bajo del auto—. Selene...

—Vete, Isaac, vete, no quiero hablar, solo quiero ver a mi hija.

—Nuestra —me corrige.

—Me estás ahogando —gimoteo—. Déjame ya, déjame.


Aquellas palabras parecen herirlo, ya que aprieta un poco
más los brazos, de los cuales me sostiene.

—Dejaré que lo pienses, mi amor —dice con tono dócil—.


Dejaré que te calmes, pero tenemos que hablar.

—Bien —le digo con tono cortante para que por fin me deje ir.
Él se acerca y me besa en la frente y suspira.

—Te amo.

No le respondo y él no espera que lo haga. La puerta de la


casa se abre y sale mi madre.

—¿Cómo está todo? —nos pregunta—. ¿Qué ha pasado con las


bebés?

—Están bien —le respondo mientras la miro.

—Mi vida, estás llorando.

—Todo está bien —mascullo de una forma un tanto agresiva.

—Pero...
—Isaac ya se iba.

Paso a la casa y, antes de que él pueda hablar, le cierro la


puerta. Mamá me observa muy desconcertada, ya que no
sabe para nada lo que descubrí.

—Mi cielo...

—No me preguntes, mamá, no —le ruego—. ¿Dónde está mi


hija?

—En la sala, pero...

Paso por su lado y me apresuro a ir hacia la sala, en donde


mi pequeña me recibe con una de esas hermosas sonrisas
que hacen que mi mundo se sienta completo, sin embargo,
esta vez me duele demasiado verla y saber lo que pudo
hacer sucedido, que las dos fuimos utilizadas de una forma u
otra por ese par de hermanos y por Serena.

—Perdóname, mi amor —digo destrozada mientras la tomo


en mis brazos—. Mamá siempre se equivoca, siempre.
—Hija, mi amor, ¿qué pasa? —indaga mamá—. ¿Isaac te hizo
algo?

—Me rompió el corazón, fui una estúpida —le respondo,


mirándola con una sonrisa falsa, lo que descompone el
rostro de ella.

—No me digas que él...

—Fue algo más grave, mucho más grave, pero no quiero


hablar, no me preguntes, no quiero hablar.

—Hija, pero...

—Cuida de Cyra —le pido mientras se la entrego—. Cuida de


ella, por favor, no me siento bien. No quiero que ella me
tenga de esta forma.

—Hija...

Por más que ella me llama, yo subo corriendo a mi


habitación, en donde me encierro a llorar de manera amarga
y a gritar contra mis almohadas. Esta vez no solo lloro por
toda esa traición y por sentirme estúpida, sino porque me
vuelvo loca de pensar en lo que será de mí sin él, sin esa vida
hermosa que tanto soñaba, sin vivir ese embarazo tan
deseado como dos personas que se aman con locura.

Y sí, nos amamos con locura, pero es una relación hecha de


mentiras, de engaños. Isaac solo fue un espejismo, un
hombre demasiado perfecto para ser real, que me habría
podido convencer de su inocencia si tan solo hubiese jurado
por mí.

—¿Por qué me hiciste esto, mi amor? —sollozo—. ¿Por qué?


Confiaba en ti. Confiaba en ti con mi vida, ¿por qué?

Poco a poco mis sollozos se convierten en temblores, los


cuales trato de controlar abrazándome a la almohada. Me
siento deshecha, sin rumbo. Cuando pasó lo de Víctor al
menos tenía el consuelo de ser libre, de tener miles de
posibilidades, pero ahora miles de cosas me atan a Isaac,
comenzando por este amor que siento por él y nuestro
matrimonio. Fue fácil odiar a Víctor, pero Isaac, ¿por qué no
puedo odiarlo? ¿Por qué me tiene esclavizada? Es tan injusto
y cruel que lo ame tanto que no sea capaz de contárselo todo
a mi madre. No solo es la vergüenza, es que en el fondo de
mi corazón tengo la esperanza de que esto tan solo sea una
mentira y volvamos a estar juntos.

—No es mentira —susurro—. No es ninguna mentira, no lo es,


él sí me mintió.
Después de decir eso, vuelvo a llorar. Por supuesto que me
importan los bebés que llevo en mi vientre y me encantaría
dejar de llorar, pero lo que estoy sintiendo no tiene nombre.
Me siento herida en lo más profundo de mi corazón, estoy tan
desilusionada que dudo que pueda volver a ser nunca
realmente feliz. ¿Por qué las personas que amo se burlan de
mí? ¿Por qué cuando entrego mi confianza por completo
descubro lo peor? ¿Qué hice para ser tan miserable?

—Isaac —musito—. Isaac, yo te amo, te amo, ¿por qué?

En ese momento mi celular suena y me levanto para ver la


pantalla. Es él y sé que no debo contestarle, que me va a
matar escuchar su voz, pero como soy una idiota, lo hago.
Tengo muchos mensajes suyos que no pienso leer jamás,
pero cuando me llama...

—Selene, no voy a poder —espeta—. No voy a poder estar sin


ti. Abre, por favor, abre.

—No. Y probablemente tampoco pueda estar sin ti, pero tengo


que intentarlo, lo voy a lograr.

—No, no, por favor, Selene, intenta entenderme, un poco


siquiera. ¿No harías lo que fuera por conseguir lo más
importante para ti?
—No pasando por encima de otros...

—¿Y si alguien intentara quitarte a Cyra? —me pregunta—.


¿No harías lo que sea para...?

—Eso es diferente —mascullo mientras me dirijo hacia la


ventana, pues está lloviendo. Afuera está él de pie, con el
teléfono en la oreja, mojándose a más no poder y mirándome
de forma agónica.

—Para mí no —responde—. Para mí eres esa persona por la


que haría todo. Tú y nuestras hijas son lo más importante
para mí, algo de lo que no me podría alejar ni estando
muerto. Y no me importa si tú no me quieres de la misma
forma, no me importa, jamás te pediría que pusieras a
nuestras hijas por encima de mí, tan solo ámame, con rencor,
con odio, pero ámame.

—Isaac, no, no hagas...

Pero se arrodilla y veo su cuerpo sacudirse de forma


violenta. Sus sollozos me dejan anonadada y crean un
conflicto horrible en mi corazón. No tolero verlo sufrir así,
humillarse de esa forma, pero tampoco puedo pasar por alto
lo que hizo y perdonarlo sin más.
—Nunca te dejaría de amar —le digo—. Pero no podemos
volver, no, no puedo estar contigo. Por favor, no hagas esto.

—No puedo, no puedo, Selene. Sé que te pido demasiado, sé


que te fallé de la peor manera, pero no puedo, lo cierto es
que soy débil.

—Vas a poder, tienes que aprender que el amor no lo puedes


comprar con mentiras, que todo en esta vida se sabe y que
debes enfrentar las consecuencias —replico en medio de mi
llanto—. Adiós, Isaac, no vuelvas a llamarme. A partir de
ahora vas a tratar cualquier cosa de Cyra con mi madre.

—Mi amor, por favor...

—No —lo corto—. Lo nuestro se acabó, Isaac. Los dos


debemos aceptarlo.

♡ CAPÍTULO 53 ♡
Isaac
Por más que suplico, Selene no me abre la puerta, tampoco
Jessie, aunque dudo que ella sepa que estoy aquí, y si lo
sabe, prefiere pasar de largo para no traicionar a su hija.

Puedo comprender el dolor que está sintiendo, que ella crea


que soy un monstruo, pero eso no calma en lo absoluto la
agonía que siento. Me falta el aire, no soy capaz de moverme
del sitio en donde me senté, bajo un árbol pequeño junto al
portón. Mi mirada está perdida en algún lugar, y mi mente
está sumida en recuerdos confusos de cómo mi hermano y
Serena echaron a perderlo todo. ¿De qué me sirve entregar
mi amor si al final van a hundirme? Porque eso fue lo que
hice con mi hermano, realmente lo quería, confiaba en él,
deseaba animarlo para ser mejor, ¿y qué conseguí? Que
truncara mi carrera a propósito. A Selene la he amado con
todo el corazón, me entregué como nunca me entregué a
nadie, para al final ser botado de su vida con facilidad.

A pesar de todo, no puedo odiarla, a ella no. Selene lo ha sido


todo, lo sigue siendo todo. Me dio una hermosa hija y me dará
otras dos más. ¿De verdad voy a perderlas? ¿Lo voy a
permitir?

«No, no puedo. No voy a renunciar a mi familia», pienso con


rabia y dolor. No puedo ser un pusilánime como mi hermano,
que nunca ha luchado de verdad por ella. Los dos somos
igual de sucios, yo lo soy más, pero en verdad la amo, no me
pienso alejar. Aunque ella me odie, no voy a darle ningún
espacio, al menos no como él hizo. Yo no haré que me
extrañe, haré que mi presencia sea tanta que no tenga más
remedio que acostumbrarse a ella.

—Te necesito, Selene, te necesito —susurro, mirando hacia


su casa como un desquiciado—. Sin ti yo no sé vivir, mucho
menos después de tenerte.

La lluvia sigue cayendo sobre mí, haciendo que tiemble de


frío, aunque termino por aceptar que no es el frío en sí lo que
me hace temblar, sino el miedo. Tengo miedo de todo lo que
está pasando. Tengo miedo de pasarme la vida sin volver a
besarla, sin poder hacerle el amor, sin ver a mi hija, a la cual
amo más que a mi propia vida. Quiero tenerla en mis brazos,
sentir su aroma a bebé, que me sonría, pasar mis manos por
esos rizos adorables. Solo han sido unas horas, pero me
vuelvo loco por lo mucho que la extraño. A esta hora ella
debería estar dormida sobre mi pecho o tal vez en medio de
Selene y yo.

«Mi niña, mi pequeña luna. No me odies tú también. Papá te


ama», le digo, mirando con desesperación hacia la ventana.

De pronto la puerta de la casa se abre y sale mi suegra, que


viene hacia mí, cubriéndose con un paraguas.
—Isaac, no sé qué le hiciste a mi hija, pero tampoco puedo
dejar que mueras de hipotermia aquí afuera. ¿Por qué no te
marchas?

—¿Usted cree que me puedo marchar sin ella? —le


respondo—. No puedo, no quiero.

—Selene no quiso decirme lo que pasó, pero debe ser algo


grave. ¿Le fuiste infiel con otra persona?

—No, Jessie, no, no, no, jamás haría semejante asquerosidad


—digo con desesperación y me acerco a ella—. Jessie, dile
por favor que me deje hablar.

—Vine por eso. Ella no está en condiciones de hablar contigo.


Isaac, Selene está embarazada, acaba de sufrir un desmayo,
¿crees que es buen momento?

—Sé que no —gimoteo, bajando la cabeza—. Sé que no es así,


pero no quiero perderla. Sé que le mentí, que la defraudé.

—Dios mío, Isaac, ¿qué pasó?

—Cyra es mi hija también —le suelto—. Sí, mi hija biológica.


Jessie me mira con los ojos abiertos de par en par, y a pesar
de la lluvia, puedo notar que palideció.

—¿Cómo?

—Yo tuve la culpa, sí, lo sé, pero no sabía que Serena haría
todas estas cosas.

Que Jessie sepa es cavar mi propia tumba, pero no


encuentro otra manera para castigarme, para demostrar mi
amor por Selene. Si ya no puedo tener una imagen intachable
para ella, ¿para qué tenerla para el resto del mundo?

—Eso que me estás contando es muy grave, Isaac —me dice


ella, alejándose—. ¿Cómo pudiste? ¿Qué hiciste?

—No tengo fuerzas para explicarlo todo ahora, solo sé que


quiero hablar con Selene.

—No, ella debe descansar —dice enojada—. Si realmente la


amas un poco, levántate y ve a casa. Selene no soportaría
que algo te suceda

—Pero...
—Ve a casa.

—Mi casa es donde ella está, así que no tengo lugar al que
volver —digo de manera obstinada—. Yo solo, yo solo...

Pero al ver la mirada de Jessie comprendo todo. No puedo


hacerle esto a Selene, menos a nuestras hijas.

Ella se aparta para que yo pueda levantarme. Los dos nos


observamos; ella lo hace con consternación y yo con
vergüenza. Es obvio que me pasaré la noche aquí, pero como
antes. No me importa, no puedo dejar de vigilar a mis
mujeres, menos a Selene. No creo que se marche para que
no la encuentre, la conozco bien, pero tener ese miedo es
inevitable.

—Por favor dile a Selene que le daré un tiempo —le pido—.


Pero no puede marcharse, no...

—Selene no haría eso. Está embarazada y tiene a mi nieta —


me responde ella con tono cortante muy mal fingido. Es obvio
que ella aún me aprecia, así como lo hago yo.

Siempre he pensado que la opinión de Selene es la única y


más importante en mi mundo, pero descubro que
decepcionar a mi suegra también duele. ¿Cómo no apreciar lo
que mi Selene aprecia? A esta mujer le debo demasiado,
tanto por cuidar de ella y nuestra hija como por recibirme a
pesar de todo lo que pasó con Víctor.

—Bien.

Jessie se da la vuelta y se apresura a volver a casa. En ese


momento un trueno muy fuerte resuena e ilumina
momentáneamente todo. Selene está asomada por la
ventana, con nuestra hija en brazos, pero parece que la
entrega a Cyra antes de apartarse. Me quedo quieto,
esperando con el corazón acelerado, pues no sé lo que va a
pasar.

«Mi amor, tienes que venir, tienes que...»

La puerta se abre y sale ella, mi esposa. Yo camino vacilante


hacia ella, temeroso de que se vaya, pero no lo hace, corre
hacia mí.

—¿Por qué haces todo esto? —me recrimina cuando la tomo


por la cintura—. Vete, vete, por Dios.

Mi respuesta es inclinarme rápidamente para besarla y


sintiendo un alivio que sé que será efímero. Selene se tensa,
pero me corresponde y permite que la alce en mis brazos.
La lluvia y el frío pasan a segundo plano, pues me invade un
calor por todo el cuerpo, ese que siempre experimento
cuando estoy con Selene. Pero esta vez me quema, va a
matarme, pues sé que no me va a perdonar, que después de
este beso tendré que volver a ese departamento lleno de sus
cosas que no querré darle.

—Te amo, te amo —susurro mientras la beso repetidas


veces.

—Y yo a ti, te amo —contesta—. Vete, vete.

—Por favor, Selene, yo...

—Hablaremos luego —dice agitada—. Sigue en pie nuestro


trato.

—¿Qué?

—La publicidad. Odio no cumplir mis compromisos. Yo...

—Sí, eso haremos.


—No vamos a volver. —Frunce el ceño—. Yo, tú... vete antes
de que pesques una pulmonía. Tienes tres hijas.

—Y una hermosa...

—Tienes tres hijas —me interrumpe antes de alejarse—. Si no


quieres que tengan otro padre, entonces lárgate y no te
quedes ahí.

Selene se da la vuelta y se mete corriendo a la casa. Yo me


quedo de pie aún, estupefacto pero esperanzado gracias al
sabor de sus labios. Ella me ama, no puede dejar de hacerlo.

Al entrar a mi auto, suelto un quejido. Recargar la espalda


contra el asiento es desagradable debido a lo empapado que
estoy. Mis uñas han adquirido un color morado preocupante y
me cuesta meter la llave en el contacto a causa del temblor.
Sí, estoy a punto de una maldita hipotermia. Pero qué más da,
Selene y yo trabajaremos juntos, ella no me quiere fuera de
su vida.

—Y no me voy a alejar jamás —digo riéndome, aunque por


dentro esté destrozado—. Mi Selene, mi hermosa Selene.
Eres solo mía, mi gatita, tienes tres hijas mías.
Debido a la lluvia me cuesta un poco volver a casa, pero lo
consigo sin tener un accidente. Solo necesito ducharme y
escuchar todo a través del micrófono que puse en la
habitación de Selene. Realmente pensaba que era estúpido
hacerlo, pero me alegro de haber tenido esa precaución.
Volver a verla desde las sombras es algo muy doloroso, pero
confío en que pronto se acabará todo esto, que ella va a
perdonarme.

Cuando subo a mi piso, veo a Víctor afuera de mi


departamento. Su sonrisa es burlona, como si supiera
exactamente qué está pasando. Sí, él tuvo que haberse aliado
con esa basura

—Tu vida se arruinó, ¿no es así? —pregunta para provocarme.

—Tú nunca me arruinaste la vida —Sonrío y él me mira


confundido—. Si crees que destrozarme la pierna, pagar al
médico para que la arruinara más y darme comida con
clembuterol con ayuda de papá me arruinó, te equivocas.

—¿De qué mierda...?

—¿Crees que no los escuché y que por eso me lo cobré? Los


escuché. Tú lloriqueando como el cobarde que eres y nuestro
padre solapándote. Admito que casi me hacen llorar por lo
sublime de su engaño. —Ahora quien se burla soy yo y me
rio—. Eres un imbécil, pero lo mejor que pudiste hacer fue
eso, porque ahora Selene me ama, me ama aunque le haya
mentido. Y no me importa que lleves encima una grabadora,
graba lo que quieras, yo ya no tengo que mantener ninguna
maldita fachada.

—Estás delirando, ¿acaso mojarte en la lluvia te volvió loco?

—Solo vete, Víctor, vete, vete lo más lejos posible de aquí. Ya


no me importas, si quieres ser feliz en otro lado, vete. Serena
tampoco me importa.

—Mi felicidad es Selene.

—Tiene tres hijas mías, tú nunca podrías ser...

—Claro que sí, la haré feliz, ahora es mi oportunidad de


recuperarla. Al fin sabe que nunca le fui infiel.

—Pero eso no borra tu mentira —replico mientras busco mis


llaves en el bolsillo para abrir la puerta. No lo voy a golpear,
no tengo energías. Me interesa mucho más espiar a mi
mujer—. Y antes de que lo digas, tampoco la mía, pero ¿sabes
qué? A mí ya me da igual ser inocente o no, lo único que sé
es que no me la vas a quitar.
—Ella se va a divorciar de ti, te dejará, y si no es conmigo,
estará con otro en menos de un mes y...

—Vaya, sí que vienes a buscar pelea.

Camino rápidamente hacia él para partirle la cara. Él ya está


preparado, por lo que me termina dando con el puño en el
rostro. El sabor a sangre me inunda la boca, pero me da la
energía para regresar el ataque tomándolo por el cuello de la
camisa para estrellarlo contra la pared. Víctor logra pegarme
en el abdomen, pero eso no me detiene de romperle la cara
hasta que veo que su nariz se ha salido de su lugar.

Soy consciente de que hay ruido a mi alrededor, pero lo único


que escucho es el sonido de mi propia voz cuando le digo que
va a arrepentirse por hablar así de Selene. No me importa si
me graban para mostrárselo. ¿Por qué me importaba ser
limpio para enamorarla? ¿Por qué no fui por ella? Selene
siempre fue mía, eso iba a pasar con o sin mentiras.

Detengo los golpes cuando siento que Víctor ya no responde


a mis agresiones. No está muerto, aunque sí muy malherido.
Como mínimo le rompí la nariz y su rostro se inflamará. Los
vecinos me gritan, mi madre, que sale de quien sabe dónde
(sospecho que lo siguó), me empuja y me reclama.
—Llévate tu basura —le digo con una sonrisa y ella me mira
horrorizada—. Porque eso es, una basura.

Me quito de encima a la madre de ese malnacido y me meto a


mi departamento. Sé que van a llamar a la policía, pero poco
me importa. Solo quiero que todos me dejen en paz.

Mi corazón se destroza al ver la cuna de mi hija en medio de


la sala, la manta que Selene deja en el sofá para
acurrucarnos al ver películas, su vela aromática. Todo mi
departamento está lleno de ella, de nuestra hija, incluso de
cosas para nuestras futuras hijas.

—Tienes que volver, mi gatita lunar —digo desesperado,


oliendo aquella manta—. Vuelve, por favor, tienes que volver.

Ir a la habitación es aún peor. Allí está su ropa, sus cremas,


accesorios y pijamas, incluso sus pantuflas están
acomodadas en el orden en el que siempre las deja,
causando que mi pecho se hunda más. No sé si esto es peor
que si las cosas no estuvieran, pero duele verlas. Ella hace
falta, hace falta su exquisito calor, faltan las risas de nuestra
hija y sentirlas contra mi cuerpo al dormir en esa cama que
ahora está vacía.
¿Cómo voy a soportar todo esto? ¿Cómo puedo no volverme
loco si a tan solo unas cuantas horas de no tenerlas siento
que me muero?

Camino lentamente hacia la cama y me siento frente a esta.


Apoyo la frente contra el borde y cierro los ojos. Un rostro
adulto y uno pequeño aparecen. Mis dos gatitas, las más
hermosas. Sí, mi bebé tiene unos hermosos ojos, cuyo color
tal vez algún día sea como el de los míos, pero cada vez que
la miro puedo encontrar a su madre. Ella es una creación
perfecta de los dos, lo más hermoso que hice en mi vida.

No me puedo alejar de ninguna, no lo voy a hacer.

Primero muerto.

♡ CAPÍTULO 54 ♡
Selene

Durante toda la noche estoy angustiada por la salud de Isaac,


por si logró llegar a casa para darse una ducha o si
permaneció así para enfermarse. Sigo furiosa con él, no lo
quiero cerca, pero porque sé que si lo estoy voy a terminar
cayendo en sus redes. Es como si muy en el fondo me
atrajera esa manera de amarme tan obsesiva y extrema y me
regocijara en el hecho de que solo tiene ojos para mí.

Definitivamente, debo aumentar las terapias; seguir amando


a un monstruo como él me hace delirar demasiado. ¿Cómo
puedo querer a un tipo que me espiaba y terminó formando
un malentendido con el hombre que yo amaba en ese
momento? Porque lo amaba, yo amaba a Víctor más que a mí
misma. Pero ahora poniendo las cartas sobre la mesa me
doy cuenta de que fue más sencillo soltar que en esta
ocasión. No se trata de mis hijas, se trata de lo que mi
corazón siente. Yo también amo a Isaac de una manera
enloquecida, que me va a costar demasiado superar. Una
prueba de ello es que acepté seguir tratando con él para
tener una excusa para verlo, para comprobar si me ama.

¿Qué rayos estoy haciendo? Debería retractarme, cancelar,


evitarlo a toda costa. Aun así, tampoco puedo evitar pensar
que debo hacerme inmune a su presencia, puesto que por
nuestras bebés tenemos que convivir.

Esta mañana sigo mi rutina habitual con mi bebé. Intento


sonreírle, pero incluso ella está un poco más desanimada y
llora más, de hecho, no me ha dedicado ni una sola sonrisa
deslumbrante. Ella también está resintiendo la ausencia de
su papá a pesar de ser tan pequeñita. Aquello solo le agrega
más dolor a la herida, sin embargo, tenemos que
acostumbrarnos. Debemos aceptar el hecho de que Isaac ya
no será más mi pareja.
—Menos mal, no te llevaste toda tu ropa —me dice mi madre
cuando me ve cambiada—. Y bueno, yo conservé un poco de
las cosas que antes...

—Gracias, mamá —le respondo. Estoy meciendo a Cyra para


tranquilizarla.

—Hija, lo siento mucho —me dice—. Yo... Yo debí...

—Tú no tienes la culpa —la interrumpo—. Fui yo quien decidió


estar con él, fui yo la estúpida que decidió confiar. Pero
bueno, esto ya no me vuelve a pasar. De ahora en más me
concentraré en mi trabajo y...

—No, Selene, no dejes que...

—No, no quiero volver a confiar en ningún maldito hombre —


digo tajante—. No me voy a volver a enamorar, casar o lo que
sea que...

—No diré nada, Selene, sé que ahora estás furiosa y lo


entiendo —responde mamá.

—Hablo en serio, no quiero conocer a nadie más.


—Amas a Isaac, por eso dices eso. Y bueno, realmente no sé
si se pueda superar un matrimonio. Qué te digo yo, todavía no
supero a tu papá.

—No, pero él no era un mentiroso.

—Tampoco un hombre perfecto. —Esboza una pequeña


sonrisa—. Con esto no quiero decir que te lances a perdonar
a Isaac, claro que no. Solo digo que te apoyaré, decidas lo
que decidas, incluso si ahora mismo decidieras regresar con
Víctor.

—¿Con Víctor? —Me echo a reír y ella arruga la nariz. Ya tomó


conciencia de que lo que dijo es una tontería—. ¿Tú quieres
que se arme la Tercera Guerra Mundial? Isaac quemaría la
ciudad y todo lo que se le atraviese.

Mamá arquea una ceja y me doy cuenta de lo que estoy


diciendo. ¿Estoy bromeando sobre los celos de Isaac y siento
satisfacción por eso? Maldita sea, lo extraño demasiado. El
hecho de que no me haya sido infiel, irónicamente, hace todo
más difícil.

«Seguro que lo fue. Si alguien tiene tantos secretos debe ser


un infiel», pienso para darme valor. Sí, tengo que pensar eso
para resistir.
—Sí, eso es verdad —dice mamá riéndose—. A pesar de todo,
creo que ese muchacho te adora. No sé qué fue lo que hizo,
pero...

—No quiero hablar de eso. —Suspiro—. Por favor, no me


hagas...

—Ya, ya, no me hagas caso. Por cierto, él está abajo


esperándote.

—¡¿Y me lo dices así como así?! —exclamo asustada y con el


corazón acelerado. Aquel arrebato hace que mi hija llore un
poco—. Ay, no, no, mi amor, perdóname.

—Lo siento. —Mamá se muerde el labio inferior—. Y sí, lo dejé


pasar, quiere ver a Cyra.

Muy a mi pesar, no puedo discutir aquello. Sé que también


quiere verme a mí, pero también que la quiere tener a ella en
sus brazos. Isaac ama con locura a Cyra y me lo demostró
desde el primer momento, incluso cuando no éramos pareja
y no sabía que era su bebé.

—Bien, puedes llevársela, yo no lo quiero ver.


—De acuerdo.

Mamá se acerca para tomar a Cyra en sus brazos y se la


lleva. Cuando me quedo a solas me entra una angustia
repentina de que él se la lleve y también porque en el fondo
tengo ganas de verlo. Dormir sin él fue una tortura, ya que lo
extrañaba y me preocupaba.

Para lograr distraerme, me arreglo más de lo usual. En estos


meses mi cabello ha crecido un poco y necesita más
atención, así que hago nota mental de visitar la estética.
Necesito verme mejor de lo que me veo ahora, aunque ya de
por sí luzco bien. Sé que solo me estoy comprando
problemas, pero no me importa, por mí Isaac se puede ir al
mismo diablo.

Miro la hora y gruño, ¿de verdad este tipo no se piensa ir? Si


lo hubiera hecho, estoy segura de que mamá me habría
gritado. Se me está haciendo tarde para llegar al trabajo.

Bueno, tendré que bajar.

Salgo de mi habitación y camino con paso lento. No es que


me vea muy sexi con la pañalera de mi bebé colgada del
hombro, pero me defiendo, y lo confirmo cuando bajo e Isaac
se apresura a levantarse del sofá para voltear a verme. En
sus brazos sostiene a nuestra Cyra y no puede hacer nada
para impedirme estar como lo estoy, sin embargo, su mirada
es furiosa. He reemplazado mi traje normal de oficina por un
vestido azul marino de tirantes gruesos, que tiene un
cinturón que hace notar mi cintura. Menos mal que el
embarazo todavía no se me nota, así que conseguí el efecto
deseado.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta él entre dientes, sin dejar


de mirarme.

—Yéndome al trabajo —respondo—. ¿Podrías darme a...?

—Me la llevo —dice con tono amenazante, con la vista fija en


mi vestido.

A pesar de que odio separarme de mi hija, asiento. Quiero


incordiarlo.

—Bien, adelante, llévala al trabajo. —Le dedico mi mejor


sonrisa.

—Uy. —Mamá alza ambas cejas.

—Tenemos que hablar, Selene —dice Isaac, acercándose—.


No puedes...
—¿De verdad me vas a hacer reclamos frente a mi madre? —
resoplo—. Te creí más listo.

—Y a ti te creía más racional —replica Isaac, herido en su


orgullo—. No le voy a ocultar lo que hice, yo...

—Cállate ya —lo atajo con furia y trato de quitarle a nuestra


hija—. No era en serio, me llevo yo a mi bebé.

—Nuestra —corrige.

—Bien, chicos, creo que deberían...

—No, mamá, no tengo nada de que hablar —la interrumpo—.


Isaac, nos vemos luego, puedes comunicarte con mi
asistente para programar una cita.

—Vine para llevarte.

—No hace falta. —Le sonrío.

Pero sí me hace falta. No he comprado un espejo para la silla


de auto.
—Claro que sí, ¿o pretendes llevarte a Cyra sin vigilancia? —
resopla.

Pongo los ojos en blanco y bufo. Tiene razón.

—Pues llamo a un Uber, lo que sea, pero te quiero lejos de...

—Se vienen conmigo y se acabó la discusión —dice Isaac,


tajante—. No tiene sentido todo esto.

El sonido del timbre interrumpe nuestra conversación. Mi


madre, para salvarse de la mala vibra que hay entre mi
marido y yo, corre hacia la puerta. Pero claro, la cosa solo
tiene que empeorar, pues es Víctor nuestro visitante.

Casi se me salen los ojos de las órbitas al verle la cara


inflamada y con una férula en la nariz.

—¿Qué diablos te pasó? —le pregunto alarmada, pero Isaac


me detiene por el brazo para que no me le acerque.

—Tu amado esposo lo hizo —responde muy serio y mirando a


Isaac de manera acusatoria—. ¿Podemos hablar?
—Lárgate de aquí —le dice Isaac—. Vete.

Miro a mi esposo y este también tiene algunas marcas en el


rostro, solo que mucho menos notables. Es demasiado obvio
que lo que Víctor dice es cierto.

—Le pegaste —afirmo e Isaac me mira.

—Sí, ¿y qué? —responde con brusquedad—. Fue a mi casa a


burlarse de mí.

—Fui a tu casa a reclamarte todo lo que hiciste —refuta


Víctor, que trata de mantenerse sereno. El hecho de estar tan
magullado no le resta belleza a su rostro, pero no quiero
mirar—. Y lo único que recibí fueron tus puños.

—Claro. —Se ríe mi esposo—. Contando las cosas a tu


conveniencia.

—No es tan diferente de ti —le digo con rencor y aparto el


brazo que él me sujeta. Isaac me mira dolido.

—Selene...

—Vete, Isaac, y tú también, Víctor.


—Selene, mi amor, nunca te fui infiel —dice Víctor—. Él me
tendió...

—Pero me mentiste. Isaac no te puso una pistola para ello.


¡Váyanse los dos! —exijo enojada.

—Yo no me voy hasta que él se largue —dice Isaac.

—Pues yo no me voy hasta que Selene hable conmigo —


replica Víctor y yo miro a mi madre.

—Mamá, cuida de Cyra por hoy —le pido—. Me voy sola.

—¡No! —gritan los dos hermanos.

—¿No? —Me echo a reír—. ¿Quiénes son para impedírselo?

—El hombre que te ama —espeta Víctor.

—Yo soy tu esposo —gruñe Isaac—. Y...

—Mi esposo, pero no mi dueño. Y tú, Víctor, tampoco tienes


derecho.
Camino hacia mamá y ella hacia mí para que yo le deje a
Cyra. Isaac viene detrás de mí y se interpone en el camino de
Víctor para que no me toque.

—De verdad, me voy. —Le doy un beso a mi hija, por quien


voy a regresar más tarde porque me niego a estar sin ella.

—No te vas, Selene. —Mi esposo se vuelve hacia mí—. No así.

—Claro que me voy así, y si no me dejas, te juro que voy a


encontrar la manera de ya divorciarnos. No me será difícil
coquetearle al abogado.

—No juegues con fuego —susurra.

—Bah, el fuego es divertido —replica mi madre—. Esta es mi


casa, así que les pediré el favor de salir de aquí si no quieren
que llame a la policía.

—¡Salgan! —les grito—. Váyanse, largo. Desde ahora ninguno


de ustedes tiene relevancia en mi vida.
♡ CAPÍTULO 55 ♡
Selene

Al final logro salir de la casa, no sin antes ser detenida y casi


arrastrada por mi esposo. Pero no sé de dónde he sacado las
fuerzas para hablarle con un tono tan autoritario que
retrocede. A Víctor le hablo de la misma manera y ambos
entienden que todo va a ir a peor si siguen insistiendo. No
quiero a ninguno cerca de mí, menos a Isaac, del cual estoy
más decepcionada. Esto es peor que lo que me hizo Víctor, si
me pongo a pensarlo de manera objetiva, puesto que él sabía
que me habían roto el corazón, le confesé mis miedos, me vio
vulnerable y, aun así, no le importo, lo único que deseaba era
tenerme para él. ¿Cómo se puede perdonar tal cosa? Víctor,
en cambio, creo que ya viví mi duelo, incluso siento un poco
de compasión por él. Quitando la mentira, él probablemente
jamás me hubiese sido infiel y seguiríamos juntos, planeando
nuestra boda.

Arrugo la nariz y se me contrae el estómago ante esa idea.


Pensar en que mi hija y mis gemelas no existan me asquea.
Me tocó sufrir y resbalar para tenerlas conmigo, pero valió la
pena. Desde luego que eso no significa que lo voy a olvidar
todo y perdonar a Isaac. Él tiene que atenerse a las
consecuencias de sus actos, y esas consecuencias son el
divorcio y el que me perdió para siempre. No pienso estar al
lado de un mitómano y egoísta.
Mientras conduzco, lo hago con miedo. Si dejé mi auto en
esta casa fue precisamente porque con Isaac no tenía
necesidad de hacerlo; él siempre me transporta a cualquier
lado que necesito y me cuida. A pesar del enojo y de saber
que yo puedo, voy a extrañar mucho el sentirme protegida.
No es que sea sexista y piense que las mujeres necesitamos
un hombre que nos cuide, pero es lindo. Isaac siempre está
atento a abrirme la puerta, a sujetarme para que no me
caiga, no le da vergüenza ser cariñoso conmigo en público y
siempre me mira orgulloso.

—¿Por qué me tuviste que fallar así? —susurro con los ojos
llenos de lágrimas—. Eras el hombre perfecto. ¿Por qué?

Intento que el llanto no me gane, pero termino haciéndolo. En


algún momento me detengo para poder llorar hasta que
recuerdo que posiblemente haya un maldito micrófono
instalado.

—Ni se te ocurra venir a verme, Isaac, porque te juro que


buscaré un policía y me besaré con él. ¿Me escuchaste? ¡Le
voy a mostrar los senos!

No sé dónde putas está ese micrófono, pero confirmo que


está porque mi celular suena de inmediato. Es él. No puedo
evitar soltar una carcajada aunque esté llorando.
—Haces eso y te juro yo que te encerraré en el departamento
y no te voy a dejar salir nunca —me amenaza. Su tono de voz
es tan grave que sé que se muere de celos—. Sí, tengo un
maldito micrófono en cada lugar al que vayas. Y si lo quitas,
encontraré la manera de saber lo que haces.

—Eres un enfermo.

—Sí, claro que lo estoy, Selene, tú me enfermas —responde.

—Vaya que sí, pero te vas a curar —gruño—. Te vas a curar


porque ya no me vas a tener, porque me perdiste, porque
eres un idiota al que no quiero ver.

Le cuelgo la llamada y él no me insiste, sin embargo, siento


su sufrimiento hasta aquí. No es que me guste que sufra,
pero se lo merece. Merece sufrir siquiera un poco, llevarse
una porción del pastel. Quizás sea muy inmaduro hacer todo
esto, pero no veo otra manera de lidiar con mi dolor.

Una vez que hago algunas respiraciones, me pongo en


marcha de nuevo para ir a la oficina. Al final decido que no
pasaré a recoger a Cyra, pues eso implica ir y venir y que en
el camino me encuentre con Isaac. Además, quiero un día
para mí, ver a las chicas para almorzar, tal vez. Las tres
estamos tristes desde que Adele se sumergió en todo este
escándalo que la ha mantenido alejada de nosotras. No nos
ha contado la gran cosa y se salió de nuestro chat grupal
(aunque después me confesó por correo que esto fue obra
del mismo Alarik luego de ver que nos decía que quería
largarse). Supuestamente, él está luchando para poder
casarse con ella, para que la familia la acepte, pero no hay
manera. El rey no la quiere, su esposa tampoco y los
hermanos la ven como una amenaza. Me extraña mucho, a
decir verdad, ya que el embarazo corre y Dinamarca no es
que sea un país chapado a la antigua.

Ojalá logren encontrar una solución.

Todos me miran con compasión cuando entro, pero yo actúo


normal, como si nada pasara. Aquello parece intimidarlos y
vuelven a sus ocupaciones para no meterse en problemas.
Son bastante listos, pues ahora sí que tengo ganas de
mandar a la mierda al que sea que me pregunte cómo es que
estoy.

—Por favor, mis compromisos —le digo a Carol cuando paso


a la oficina.

—Eh, señora...

—Solo dime Selene, por favor —la corto—. Estoy soltera de


nuevo.
Carol frunce el ceño. No me gusta nada hablar con
brusquedad, pero no me siento de humor.

—Eh... Sí, claro —asiente—. Hoy tienes programadas tres


reuniones.

—Bien. Una es para una editorial, ¿no es así?

—Sí, sí.

—Y no te olvides de programar una cita con los de Energy20.

Mi asistente parpadea muy rápido y yo casi me echo a reír.

—¿Acaso esa no es...?

—Sí, sí, la empresa de mi futuro exmarido —respondo


sonriente—. Hice una promesa y la cumpliré, le mostraremos
una propuesta con base a lo que nos indiquen.

—Perdón que me meta, pero...


—Sí, sé lo que vas a decirme: que debo respetar las políticas.
Pero no te preocupes, esa política no está especificada en el
reglamento, era tan solo una costumbre.

—No es por eso, es que es su marido.

—Ah, ¿por eso? —Suelto una risita que se escucha bastante


forzada—. No te preocupes, me importa poco.

—Bien, veré qué fecha tenemos disponibles entonces —


murmura antes de irse. Es evidente que no me cree nada.

Soy una patética con esta venganza, pero ya qué me queda.


No voy a poder librarme de él, así que al menos tengo que
hacerlo sufrir. No se lo voy a dejar tan fácil, encontraré una
manera de que se revuelque en el lodo. Mis hormonas ahora
que estoy embarazada son terribles y estas exigen sangre,
que Isaac llore lágrimas de esta.

—Por Dios, ¿en qué cosas retorcidas estoy pensando? —


gruño—. No seré igual que él, no, yo seguiré adelante con mi
vida. Esa es la peor venganza.

Tomo mi celular y bloqueo el número de Isaac, no sin antes


enviarle un mensaje de que cualquier cosa con respecto a
Cyra se lo comunique a mi madre. Por supuesto que después
tengo llamadas de otro número, pero no lo contesto y me
dedico a trabajar y a quedar con mis amigas en un
restaurante al que quiero invitarlas.

Mis dos primeras reuniones pasan casi en un suspiro, pese a


que intento alargarlas lo más posible. Por supuesto, cuando
estoy de camino a mi oficina, Carol me avisa que Isaac está
esperándome allí.

—Bien —asiento—. Déjalo ahí durante diez minutos, dile que


me espere. Yo me iré.

—¿Qué?

—Después de eso, dile que no me fue posible atenderle y


cuando se haya ido ordena que no lo dejen entrar a menos
que sea para su cita.

—Sí.

—Y toma mi celular. —Le entrego el aparato y ella se queda


boquiabierta—. Yo me compraré otro más tarde.

Carol no me dice nada y regresa a la oficina. Yo trato de


tranquilizar mi respiración acelerada. No importa qué falte
una hora para llegar a mi cita con mis amigas, me tengo que
ir.

Y lo hago saliendo por la puerta de emergencia que da hasta


el callejón en donde se saca la basura, pero no me importa,
me tengo que largar a como dé lugar. Esta vez no voy a usar
mi auto, un Uber ya me espera en la entrada del edificio, el
cual tengo que rodear. Me cuesta demasiado no vomitarme
por los olores, pero lo consigo.

Una vez que me subo al vehículo, veo por la ventana como


Isaac sale de este corriendo. Nuestros ojos se conectan
durante un segundo y me despido con la mano.

—¡Selene!

El conductor me mira extrañado cuando me empiezo a reír


como loca. Me siento demasiado mal, pero por alguna razón
disfruto molestar a mi mentiroso marido.

—Por favor, apresúrese, no quiero dejar que él nos siga.

Muy a mi pesar me he quitado los anillos por si estos


tuvieran localizador. Isaac es demasiado capaz de hacer
algo como esto y hoy no quiero interrupciones, quiero estar
lejos de él, desahogarme con mis amigas.
Para mi buena suerte, Isaac no consigue seguirnos y llego al
restaurante. Para mi mala suerte, Víctor está saliendo de allí
con un café, y a su lado está Rachel, la amiga de Serena.

—Selene, amor…

—Hola —saludo, mirándolos a ambos.

¿Desde cuándo son amigos? Esto me huele demasiado mal y


me da una punzada en el estómago al pensar que…

«No, no te ilusiones, Selene. Isaac admitió lo que hizo»,


pienso desilusionada.

—Rachel, nos vemos —se despide Víctor y ella asiente,


aunque se le ve incómoda.

—Eh… Sí, nos vemos. Hola, Selene —balbucea ella.

—Saluda de mi parte a Serena —le digo con una sonrisa


irónica—. Dile que gracias por abrirme los ojos, yo no pude
hacerlo.
Víctor esboza una sonrisa triunfante ante lo que digo, la cual
muere cuando lo vuelvo a mirar. Siendo honesta, me da
repelús ver las zonas amoratadas de su rostro a causa de la
fractura. Ese tipo de cosas las odio con toda el alma. Isaac es
un salvaje, un desgraciado al que no le importa nada.

—Se lo diré —murmura Rachel antes de marcharse.

—¿No te vas con Rachel? —le pregunto a Víctor—. Vienes con


ella.

—Solo nos encontramos —responde—. Has venido al


restaurante que nos gusta.

Mi vista se va hacia el letrero del lugar y suelto una


maldición entre dientes. Es verdad, incluso aquí tuvimos
nuestra primera cita. ¿Cómo diablos se me pudo olvidar?

—Bueno, tienen un buen pastel de fruta, ¿qué te digo? —Me


encojo de hombros—. Nos vemos…

Intento avanzar, pero Víctor me toma del brazo. Su mirada


llena de dolor me pone nerviosa y me hace sentir mal. A
pesar de su mentira, creo que lo que nos hicieron fue
sumamente injusto.
—Selene, hablemos —me pide—. Sé muy bien que te mentí,
que te oculté, pero yo…

—No perdono las mentiras de ese tipo, Isaac.

Víctor me suelta y retrocede. Yo me ruborizo y sacudo la


cabeza.

—¿Cómo demonios me dijiste?

—Lo siento —me disculpo—. He discutido demasiado con él y


lo tengo en la punta de la lengua.

Sí, esa es una buena excusa. No es que lo ame demasiado,


no, es mi maldito enfado.

Víctor parece relajarse ante esa explicación y se le suaviza la


mirada.

—Bien, es cierto —asiente—. Has estado bajo mucha presión,


y no quiero presionarte, solo quiero que hablemos
tranquilamente sobre lo que pasó. No puedes eludir esto
para siempre, Selene.
—Que hablemos no cambia las cosas —respondo—. ¿Para
qué hacerlo? Tú y yo no vamos a volver a estar juntos.

—Si es por las niñas, yo estoy dispuesto a criarlas como si


fueran mías. Quiero a Cyra, todavía en mi mente sigue siendo
mi hija.

—Pero no es tuya, e Isaac nunca va a permitir que…

Víctor se termina de acercar y me toma por los hombros. Yo


me quedo paralizada de espanto, temiendo que me bese o
algo peor.

—Vámonos lejos, Selene —me suplica—. Vámonos lejos y


empecemos de cero.

—Mis hijas o el irnos no es el problema —le digo con calma—


. Se trata de lo que yo siento, de lo mucho que me mintieron e
hirieron ambos.

—Pero cuando hay amor…

—Víctor, yo te amaba, te amé con locura y quería pasar mi


vida contigo —lo interrumpo—. Pero ya no, eso…
—Porque crees amarlo a él —gruñe—. Si tan solo me
escucharas, si tan solo supieras que solo tengo ojos para ti
volverías a amarme.

—No, Víctor —digo con firmeza.

—Hablemos, por favor hablemos —implora con los ojos


llenos de lágrimas—. Necesitamos hacerlo.

—Está bien —respondo—. Pasemos al restaurante.

Gran error.

♡ CAPÍTULO 56 ♡
Selene

—Bien, empieza a hablar —le digo a Víctor, que está sentado


frente a mí—. ¿Qué es todo eso que me tienes que decir?

—El día de la celebración del doctorado de Isaac...


—Sí, te pusieron algo en la bebida —lo interrumpo—. Lo
lamento, eso es horrible.

—Sí, Selene, me drogó, pero ya no puedo comprobarlo. Aun


así, estoy pensando en presentar cargos. Tengo pruebas que
lo incriminan.

—¿Qué? —suelto de golpe, aterrada ante la idea—. ¿Vas a...?

—Es lo que procede, ¿no lo crees? Me destruyó la vida,


aquello fue abuso.

—Lo sé, lo sé, pero...

—Serena está dispuesta a confesarlo todo, pero veré la


manera de ayudarla para que no vaya presa. Ella fue una
víctima más.

—¿Víctima? ¿Es en serio? —gruño—. Ella estuvo de acuerdo,


fue su cómplice. No digas estupideces.

—Está arrepentida.

—Isaac también, ¿y por eso voy a perdonarlo y hacer como


que nada pasó? O son los dos o ninguno.
—Pero...

—Víctor, sé que fue muy injusto, pero te pido que lo


consideres —le digo nerviosa—. Es algo que ya no puede
comprobarse y...

—No, lo de la droga tal vez no, pero sí de cómo se pusieron


de acuerdo para concebir a Cyra, la donación de semen. Eso
tiene que ayudar al caso.

—Donación de semen —digo asqueada.

—Sí, por si ella no lograba quedarse embarazada de mí.

Escuchar eso de los labios de Víctor hace que me sienta


todavía más perturbada, aunque no por él, sino por Isaac y
Serena. Víctor pudo haberse equivocado, tal vez lesionó a
Isaac alguna vez por despecho, pero aquello no es nada tan
perverso y calculador como lo que esos dos hicieron.

—Esto es... enfermizo —susurro.


—Lo es, Selene, y yo no te voy a proponer que vuelvas
conmigo para que no lo denuncie. Te aviso que lo haré
porque no quiero que se quede impune.

—Víctor...

—Me arruinó la vida —espeta con voz quebrada y los ojos se


le empiezan a llenar de lágrimas—. Me puso cosas en la
bebida, te espiaba, sabía toda nuestra intimidad y además
jugó con la vida de su hija, tu hija.

—Lo sé, sé bien lo que hizo —digo entre dientes—. Pero en


todo caso, tú también le arruinaste...

—Ah, te contó lo de la lesión —resopla—. Eso fue un


accidente.

—¿De verdad? —Arqueo una ceja—. No me lo parece, Víctor,


eso es algo que a Isaac le duele todavía y de lo que no puede
hablar con claridad.

—¿Lo vas a defender?

—No, solo estoy diciendo que los dos tienen conflictos y que
aquí no se trata de quien le hizo más daño a quien, se trata
de lo que me hicieron a mí y a mi hija por su estúpida
rivalidad.

—Yo no le hice nada a Cyra.

—¿Abandonarla te parece poco?

—Yo no la abandoné, fui engañado —protesta enojado—. Yo


solo viajé, pensando que estaba en buenas manos, pero
nunca dejé de preguntar por ella, incluso Serena me enviaba
fotografías, mira.

Víctor saca su celular y busca rápidamente fotografías. Mis


ojos se desorbitan al ver que son algunas de las que yo le
enviaba a Isaac. Están editadas, desde luego, pero las
reconozco perfectamente.

Mi corazón se comprime más y experimento una angustia


que me corta la respiración. Comprobar otra vez que mi
esposo armó todo esto me rompe, aunque no me pienso
derrumbar ante Víctor. No puedo darle la satisfacción de
verme desilusionada de Isaac.

—Bien, esto es un punto a tu favor. Aun así...


—De acuerdo, Selene. —Suelta un suspiro—. Voy a dejarlo
estar, tampoco tengo ganas de que me odies todavía más por
esto.

No le respondo de inmediato, pues percibo que esta es solo


una jugada para que vuelva a apreciarlo. No va a lograrlo,
pues sé que no lo hace de corazón.

—Haz lo que consideres pertinente, Víctor —digo al fin—.


Isaac sigue siendo el padre de mis hijas, lo van a necesitar,
por eso quisiera interceder por él.

—¿Y tú? ¿Tú lo necesitas?

—Sabes que lo mío con él se terminó.

Víctor me mira con intensidad a los ojos y busca tomar mi


mano, lo cual impido. Sin embargo, no se ofende por eso y
observa a su alrededor con nostalgia.

—¿Recuerdas todos los momentos aquí? Me planteé pedirte


matrimonio aquí, pero me pareció muy cursi.

—No sirvió de nada que me lo pidieras, no nos casamos —


digo con rencor—. Lamento lo que te pasó, lo que nos pasó,
pero no hay manera de que volvamos a ser lo mismo.
—Podemos ser algo mejor —propone ansioso—. Yo te amo,
Selene. Eres la mujer de mi vida, la única mujer con la que he
estado en todos los sentidos. ¿Recuerdas todas las cosas
disparatadas en nuestras primeras veces? Tú, mi amor, eres
mi primera vez en todo.

Pese a que ya no amo al hombre que está frente a mí, no


puedo evitar sentirme triste. Sí, tenemos miles de recuerdos
de esas locas pero apasionadas veces. Con Víctor aprendí a
conocer mi cuerpo, a gozar en la cama y a tener una
intimidad en todos los aspectos. Por eso lo amaba, porque no
solo éramos los dos descubriendo el mundo, sino porque nos
entendíamos. Sin embargo, entre esos recuerdos se cuela
Isaac, en lo que en poco tiempo ha hecho conmigo. Sin duda
no le di mis primeras veces, pero me he entregado como
nunca, cediendo a lo que por tantos años negué que sentía:
una atracción muchísimo más fuerte que yo.

—Sí, lo recuerdo todo —contesto—. Pero eso no es suficiente,


no traerá de vuelta lo que...

Mis palabras se entrecortan al escuchar el sonido de la


campana de la puerta y unos jadeos de unas señoras. Al
voltear a verlo, deseo no haberlo hecho, pues se trata de
Isaac, que nos mira a los dos con los ojos inyectados en
sangre y parece tener toda la intención de matar a Víctor.
—Ahora sí, me colmaste la paciencia, Selene —dice en voz
alta mientras camina hacia nuestra mesa.

Menos mal que mi cuerpo se pone en movimiento y atino a


ponerme de pie antes de que Isaac vaya a desfigurar a Víctor.

—Detente —le exijo mientras le pongo las dos manos al


pecho—. Isaac, por favor...

—Suéltame, Selene —me exige, tomándome por los hombros


para apartarme—. Querías esto, así que atente a las
consecuencias.

—Pues bien, que me rompas más la nariz no me importa —


dice Víctor detrás de mí.

—Cállate —mascullo sin voltear a verlo porque sigo con los


ojos fijos en Isaac—. Y tú, Isaac, lárgate de aquí, solo haces
el...

—No, le voy a partir la cara, porque eso es lo que buscas con


desesperación, porque buscas volverme loco, que demuestre
hasta donde puedo llegar por ti. —Mi esposo me mira a los
ojos y veo la locura total en los suyos. Está decidido y tengo
que hacer algo al respecto.
—No quiero esto, no quiero una maldita pelea —replico
enojada—. Solo me lo encontré, yo solo vine aquí con mis
amigas, maldita sea.

—Eso no quita que a él le das la oportunidad de hablar.

—Sabes bien en el fondo por qué —digo con voz


estrangulada. Los ojos de Isaac se entrecierran y se
oscurecen, a la par que pasa saliva.

—Señores, por favor, tienen que retirarse —nos dice un


mesero. En la entrada están Cinthia y Sophie, que están
boquiabiertas y no saben qué hacer.

—Vas a venir conmigo entonces. —Mi marido sonríe y me


toma del brazo—. Si lo has dejado hablar a él, me vas a dejar
hablar a mí. Hazlo, Selene, hazlo, o si no me va a importar
poco ir a prisión.

—No te vayas con él —me pide Víctor, nervioso—. Te va a


lavar el cerebro.

—¿La crees tan idiota como para que yo pueda lavarle el


cerebro? —Se ríe Isaac—. No la conoces.
—No quieras hacer como que crees en mi inteligencia —
gruño—. Tú te burlaste de mí.

—Hice las cosas tan bien que pude engañarte —admite


Isaac—. No había pruebas en mi contra, así que nunca
hubieses sospechado. No es tu falta de inteligencia, es que yo
mentí muy bien.

—Eres un cínico, un cerdo, un...

—Soy el hombre que te ama, al que no le importa mentir por


ti, pero al que tampoco le importa decir la verdad cuando se
ve descubierto —me interrumpe. A pesar de que ahora
mismo me da un miedo atroz, parte de mí también lo observa
con fascinación—. Este soy yo, Selene. Y vas a venir ahora
mismo conmigo, porque te juro que...

—Vámonos de aquí, solo me causas vergüenza —lo


reprendo—. Está bien, Isaac, también te voy a escuchar a ti.

♡ CAPÍTULO 57 ♡
Selene
Mi corazón nunca ha latido tan rápido como en este
momento, pero tampoco he sentido tanto miedo. Isaac no me
mira, pero sigo notando una locura espeluznante en sus ojos.
Está del todo decidido a mostrarse tal cual es.

Y no sé si eso me gusta o me mata de horror.

No me atrevo a decir palabra, tengo la garganta seca. Él


seguramente tampoco quiere que rompa este silencio
desquiciante pero tan necesario. No sé en qué va a terminar
esto; sin embargo, sí estoy consciente de que vamos a sufrir
de una manera enfermiza. Nos vamos a revolcar en nuestra
miseria.

Por fin estaciona en el edificio en donde hasta hace un par de


días vivíamos juntos. Venir aquí es lo peor que me puede
hacer, pues está lleno de recuerdos, de nosotros.

—Ven —me ordena cuando me abre la puerta.

—¿Por qué aquí? —le pregunto con la voz entrecortada.

—Porque así lo quiero —responde con tono sombrío—.


Porque este es el lugar en donde hemos sido tan felices y
quiero que lo recuerdes.
—No es...

—Es necesario —me interrumpe y me extiende una mano—.


Vamos, Selene.

Un nudo se me forma en la garganta al notar el tono en el


que dice mi nombre. Ahora lo hace de una forma dura, tan
diferente a la suavidad con la que antes lo pronunciaba.
Tampoco me ha dicho «gatita lunar», cosa que sería de lo
más inapropiado, pero duele.

Temerosa, lo tomo de la mano y vuelvo a sentir que se me


remueve todo por dentro. No es justo. No es justo lo que me
está haciendo.

—Esto es tuyo, Selene. —Saca algo de su bolsillo. Son mis


anillos, los cuales me pone de forma brusca—. No te los
quites, no estás divorciada de mí. Nunca lo estarás.

—Eso ya vamos a verlo —gruño, mas no me quito los anillos.


No quiero más problemas.

Isaac no responde a eso y pronto caminamos hasta el


ascensor, en donde me mantengo lo más alejada posible de
él. Gracias a Dios una señora mayor se mete también y habla
amablemente con Isaac, que le contesta con ese tono al que
estoy acostumbrada.

Qué perturbador.

Su actitud vuelve a cambiar cuando ella sale, un piso antes


de llegar al nuestro, mejor dicho, al suyo. Me niego a seguir
llamándolo mi departamento después de lo que pasó.

—Pasa —me dice al abrir la puerta.

Yo titubeo un poco, pero al ver su mirada severa, decido


entrar. Odio que me controle con esos ojos de asesino que
tiene y que ya no demuestran nada de dulzura. ¿Será que así
fue todo el tiempo? ¿Fingió amarme de esa manera
romántica? Solo de pensarlo se me resquebraja más el
corazón.

—Mira todo esto. —Isaac se coloca detrás de mí.

Mis ojos comienzan a picar al ver que todo está exactamente


como lo dejé. La única cosa fuera de su sitio es la manta,
pero porque se nota que él la tomó.

—Todo está igual. Esta casa se muere sin ti —me dice él—.
Igual que yo.
—¿Para esto me trajiste? ¿Para torturarme de manera
psicológica? —le recrimino—. Estoy embarazada, Isaac.

—Embarazada de mí —susurra en mi oído y no puedo evitar


estremecerme—. Estás embarazada de mí, recuérdalo.

—Claro que lo...

—Mi Selene, si te lo preguntas, sí, tengo mucho material tuyo.

Paso saliva. Este hombre raya ya en la locura y me quiero ir.


No obstante, siento la humedad aumentar entre mis piernas.

—Fotos, registros, grabaciones, tengo todo, mi amor, y te lo


puedo mostrar.

—¿Me vas a amenazar con publicarlo?

—No, yo jamás haría eso —dice ofendido y me voltea para


que lo mire. Él sonríe de una forma bastante siniestra—.
Jamás dejaría que vieran algo que es mío.

—Isaac...
—Te amo, Selene —declara con ese timbre de voz que
derrocha adoración. Por un momento me siento ante ese
Isaac al que tanto amo—. Déjame tocarte.

—No.

Isaac cierra los ojos y tensa la mandíbula. Se está


controlando para no enfurecer, lo cual no sea si sea buena o
mala señal.

—Víctor destruyó mi carrera, pero yo no estaba enojado, yo lo


quería —dice sin abrir los ojos—. No podía soportar que él se
sintiera tan culpable, pensaba que era injusto si tan solo fue
un accidente.

—Pero no lo fue —susurro, sintiendo que el corazón se me


encoge.

—No, no lo fue —niega con la cabeza y por fin me mira—. Lo


escuché todo, lo que hablaba con papá. Él no solo hizo que
me accidentara, le pagó al médico para arruinarme más o
para decirme que ya no podría jugar, jamás lo tuve claro,
pero de todos modos no iba a poder jugar, no cuando
encontraron que consumí clembuterol, algo que ayuda a la
resistencia. Víctor me había invitado a comer ese día carne,
la que más me gustaba, por mi cumpleaños. Por eso di
positivo, pero eso no le importó a nadie, me echaron de mi
club.

—No puede ser —susurro espantada.

—Pero bien, tal vez eso no se compara nada a lo que yo hice.


—Esboza una sonrisa desganada—. Sí, estaba dispuesto a
cederle a un hijo, todo por tenerte.

—Eso te convierte en...

—Lo sé, yo solo quiero hijos contigo, y no lo oculto. Yo no


sabía lo que era amar a un pequeño hasta que vi a Cyra.

—¿Tú la obligaste a abandonarla?

—Sí, lo hice, lo hice sin saber que era tuya, pero ya la amaba,
amaba a esa niña. Quería formar una familia contigo.

Me siento mareada y sin aliento. No sé si es mejor que


intente excusarse o que me diga la verdad de esta manera
tan cruda. ¿Por qué no intenta justificarse? ¿Por qué no
muestra cierta humanidad como lo hace Víctor? ¿Acaso
quiere perderme o está tan seguro de lo que siento por él
que sabe que no lo dejaría de amar? Porque eso es cierto, a
pesar de todo, sigo aquí, sigo temblando por tenerlo tan
cerca.

—Una familia no se forma a base de mentiras —digo entre


dientes, dejando que las lágrimas se me escapen.

Isaac me mira de la misma forma, pero sé que no llora por el


arrepentimiento, sino porque me cree perdida. No le falta
razón, me ha perdido, al menos como su esposa.

—Ya no hay más mentiras.

—La verdad llegó demasiado tarde —replico y él me aprieta


contra su cuerpo—. Tú y yo nos vamos a...

—No, eso jamás. Eres mía, resígnate de una maldita vez.

Isaac intenta besarme, pero yo me remuevo tanto que sus


labios terminan en mi cuello. Sin embargo, acabo por
rendirme y relajar el cuerpo.

—Te amo, te amo, Selene —declara.

Nuestros labios finalmente se unen y dejamos escapar un


suspiro fuerte. Él me alza en sus brazos y me lleva a la
habitación. Su manera de quitarme el vestido es muy
agresiva y rompe mi cierre, cosa que quiero reclamar, pero
con sus besos se me termina olvidando.

—Mía, Selene —dice—. No de él, mía.

—No soy de nadie —gruño—. No, no soy de...

Mi marido vuelve a besarme y me sube el vestido. Su mano


se cuela entre mis piernas y es inevitable que me abra para
él. No está siendo delicado como estoy acostumbrada, pero
por alguna razón esto me gusta demasiado, me gusta de una
manera enfermiza.

—Mi gatita lunar, no te puedes resistir —dice orgulloso


cuando frena el beso—. Así como yo no puedo.

—Déjame, no podemos.

—Claro que podemos y lo haremos. Porque aunque me grites


a la cara que no quieres saber de mí, sabes que no es cierto,
que me amas con locura.

—Sí —jadeo—. Te amo con locura, pero...


Su boca se vuelve a apoderar de la mía y, aunque lo muerdo,
sigue besándome. No le importa que le duela, él sigue
dominando la situación y a los pocos segundos termino por
rendirme. Pese a todo el placer que siento, comienzo a llorar
y él me observa aterrorizado.

—Tienes que ser mía, Selene —me dice—. No podemos estar


separados.

—Isaac, no, no, por favor...

Isaac se introduce en mí y cualquier protesta queda acallada.


No sé en qué momento se ha desvestido, pero estoy segura
de que yo contribuí a tal cosa. Estoy desesperada por sentirlo
dentro, por ser invadida por este amor tan retorcido y
demente que él me tiene. No estoy actuando con
racionalidad, lo sé muy bien, esto no es lo que debería estar
pasando y, aun así, lo necesito. Soy una masoquista, sin lugar
a dudas, también una idiota sin remedio.

—Te extraño, mi vida, te extraño mucho —me susurra al


oído—. Quiero tenerte conmigo.

No le contesto nada. Estoy demasiado perdida en el placer


como para protestar y demasiado ofendida como para
aceptar tal cosa. Dejar que me haga el amor no era parte de
mis planes, pero supongo que este es un cierre de círculo. Sí,
es una última vez.

—Quiero que regreses, te ruego que regreses.

Él hace nos giremos y quede montada en él. Suelto un


gemido cuando me vuelve a penetrar. No deja que me
enderece, me tiene bien sujeta para seguir besándome.

—Te amo, te amo tanto, Isaac —susurro, dejándome llevar


por el placer.

—Te amo, yo te amo más, mi gatita, mi esposa —contesta con


ese tono intenso que tanto me enloquece—. Vuelve a mí, por
favor, te necesito, carajo, te necesito. ¿Quieres matarme?

—No, quiero que vivas —susurro—. Debes sufrir lo que me


hiciste.

—Hazme lo que quieras, pero no me dejes sin ti —me ruega.


Tengo muchas respuestas, pero me las guardo, pues me ha
vuelto a besar el cuello y eso me embriaga—. Eres mi vida
entera, esa es la verdad.

—Isaac...
—Ah, Selene, mi Selene. Nadie más te puede tocar, ¿lo
entiendes? Ni sobre mi cadáver, ni sobre nada en el mundo.
No existe posibilidad alguna de librarte de mí, de mi amor, de
lo mucho que te adoro. Puedo renunciar a todo, menos a ti.

Aquellas palabras aterradoras son el detonante para que mi


orgasmo llegue. Isaac me sujeta por la espalda y se mueve
con más frenesí para prolongar esta exquisita sensación.
Nos amamos, no hay nada más cierto que eso en el mundo.
Más allá del dolor, de las mentiras o de todo lo que pasó,
siempre nos vamos a amar, y eso es lo que más me duele.

Me duele que este amor tan intenso no tenga solución


alguna.

—Selene —solloza—. Selene, por favor. No te puedo perder a


ti. Eres todo cuanto tengo en el mundo.

—No me chantajees.

—No es chantaje, es la puta realidad —dice furioso—. No me


será posible vivir en las sombras otra vez.
—Haz tu vida —respondo, pese a que esa idea me mata. No
soporto pensarlo con otra mujer, que deje de amarme para
amar a alguien más—. Así como yo...

—No, no, no digas esas estupideces —me corta y me aprieta


de los brazos, aunque sin lastimarme—. Te amo, te amo
egoístamente.

—Esta es la última vez que vuelvo aquí —le informo,


mirándolo a los ojos con mucha intensidad y decisión—. Tú ya
no vas a tocarme.

♡ CAPÍTULO 58 ♡
Víctor

—Esto no sirvió para nada —le digo a Serena, que está


empacando sus cosas—. ¿Estás segura de que le has dicho
toda la verdad?

—Sí, Víctor, lo hice —gruñe—. Más no puedo hacer. Es


decisión suya si quiere volver con Isaac a pesar de todo eso.

—No, no pueden volver. Nos arruinó la vida, Serena.


—Sí, y yo ya no quiero tener nada que ver —dice con voz
temblorosa y me mira entre lágrimas—. Víctor, por favor
vete, me haces daño. Ya... Yo quiero irme y vivir en paz.

Mi cuerpo se tensa y no soy capaz de decir nada durante


unos segundos, solo de pasear por la habitación. Serena me
causa un profundo odio, pero también lástima. Luce
demacrada, con los ojos hinchados de tanto llorar y tiene el
cabello revuelto. El hecho de que se parezca a Selene es lo
que hace que no la refunda en la maldita cárcel, lo admito. Si
no se pareciera, habría hecho hasta lo imposible por verla
tras las rejas, llorando lágrimas de sangre.

—Selene está fuera de sí —digo con desesperación—. Isaac le


lavó el cerebro.

—No, ella se enamoró, eso es todo. Las mujeres somos unas


idiotas cuando nos enamoramos —replica Serena sin
mirarme. Sus temblorosas manos empacan todo lo que
puede, pero llega un punto en que se rinde—. No tengo a
dónde ir, ¿qué estoy haciendo?

—¿Estás bien? —pregunto preocupado. No está bien, está


demasiado pálida y delgada.

—No, no lo estoy, yo… Vete, vete, Víctor, por favor.


—No, no te pienso dejar así.

Serena me voltea a ver y esboza una triste sonrisa. No queda


rastro del brillo que tenía en los ojos cada vez que me
observaba. Supongo que es normal que tras todo esto haya
dejado de amarme, pero por alguna razón no siento alivio,
sino rabia. No, no la amo, tampoco es que quiera su amor,
pero me sería útil seguirla teniendo de mi lado.

—¿Acaso te importo un poco? No me hagas reír. A ti te da


absolutamente igual si me muero o no, ¿y sabes qué? A mí
también ya me da igual que te dé igual. Vete de mi casa,
Víctor. Te amo, creo que te sigo amando y quise limpiar tu
nombre, pero ya no puedo más, esto va a matarme.

—Estás mal, ¿cómo puedo estar seguro de que no vas a


cometer una locura? —gruño—. Serena…

—¡Qué te vayas! —me grita desesperada y empieza a


empujarme—. Tú e Isaac son lo peor que me ocurrió, lo peor
que le pudo pasar a mi hermana. Los odio, sí, los odio, y ya
no voy a enviar ninguna grabación a Selene, ¿sabes por qué?
Porque seguro que Isaac ya se lo dijo todo.

—No, seguro que él sigue intentando…


—No lo creo, no lo creo. Él pudo haber seguido con la
mentira, inventar cualquier cosa, averiguar si lo registré
como donante de esperma, y sí, lo hice, necesitábamos
coartadas por si todo se iba a la mierda y él me amenazaba.

—Serena, cálmate, pensemos, pensemos en…

—No, no, conmigo no cuentas. Quiero pensar en mí, yo no


obtengo beneficio alguno. Tú eres el único que sigue
intentando algo que no va a suceder. Resígnate.

No puedo hacer nada para que me eche. Serena está más


que decidida a sacarme de una vez por todas de su vida e
irse lo mejor librada posible. Todo esto me hace sentir como
el maldito villano de mi propia historia. No lo soy. Yo le pedí
perdón a Isaac y él me engañó, se alió con Serena y me jodió
la vida al quitarme a Selene. ¿Yo cómo demonios iba a saber
que él la amaba? ¿Acaso se cree que Selene es un objeto que
es de tu propiedad si lo ves primero? Ella me conoció y me
eligió a mí, y ahora mismo estaríamos juntos, planeando
nuestra boda si tan solo Isaac no hubiese intervenido.

Me quedo parado frente a la puerta de Serena durante


algunos minutos, en los cuales la escucho llorar, gritar y
romper cosas. Pese a que le tengo lástima, también me
asquea que ahora se haga la víctima, que nadie acepte su
culpa, yo incluido. No puedo creer que la defendí ante su
hermana. ¿En qué demonios estaba pensando?

—Tengo que hacer algo, esto no se puede quedar así —


susurro con angustia.

Rachel ya no es una opción. Ella ha hecho hasta donde ha


podido y no la quiero involucrar más en esto. Sí, sé que ella
participó, pero cuando la miro simplemente no puedo tenerle
rencor. Es tierna y es la única que comprende el daño que
me hizo, que se equivocó.

Algo me dice que tendría que quedarme para ver a Serena,


así que, a pesar de mi negativa a involucrarla, termino por
llamarle a su amiga, quien me responde al segundo tono.

—Serena está mal —le explico—. Ella…

—Víctor, lo sé, sé cuan mal está. —Rachel suelta un suspiro—


. Creo que lo más prudente, como te dije en el restaurante, es
que la dejes por la paz. No quiero que termine por cometer
una locura.

—¿Y en dónde queda lo que me hizo?

Rachel no responde de inmediato, pero la espera.


—No sé qué decirte —dice apenada—. ¿Qué es lo que de
verdad quieres, Víctor?

«Recuperar a Selene», pienso de inmediato, mas no se lo


digo. Me resulta ya muy extraño hablar de Selene con ella, y
no comprendo por qué.

—Quiero que Isaac pague lo que me hizo.

—Serena ya hizo lo que pudo, yo también.

—Está bien. —Suspiro—. Gracias. Supongo que tengo que


resignarme a que estoy solo en esta tarea, que debo ser yo
quien la recupere sin ayuda.

—¿Y no te has planteado simplemente soltarla? —me suelta,


lo que me deja desconcertado.

—Yo…

—No, perdón, perdón, ¿okey? No me hagas caso, Víctor. Es tu


vida y yo no tengo por qué meterme.
Antes de que pueda decirle algo, me cuelga. Creo que la
razón por la que no me parece demasiado fácil hablar con
Rachel sobre Selene es porque siento que le gusto o que
comienzo a hacerlo. No tiene oportunidad conmigo, desde
luego, mi corazón le pertenece completamente a Selene,
pero algo se despierta dentro de mí por saberlo. Hace
demasiado tiempo que estoy solo, que no tengo sexo o que
alguien me abraza. Le he sido fiel a mi Selene, esperanzado
en que ella me siga amando y que vuelva a estar junto a mí.

No, no le voy a fallar. Aquí el único limpio debo ser yo. No


pienso dejar que una ligera atracción a causa de mi
abstinencia me gane. Selene es la mujer de mi vida, con la
que quiero casarme, tener hijos, formar una familia. Será
algo difícil, teniendo en cuenta que carga con dos hijas en su
vientre y tiene a Cyra. Pero a Cyra la quiero, sigo pensándola
como mi hija. Estuve en el embarazo de Serena, vi todas las
ecografías, me importaba su desarrollo, la sentí moverse
bajo mis manos cuando llegaba a tocar la barriga.

Cyra volverá a ser mi hija cuando Selene y yo volvamos. Ella


nunca sabrá de mis dudas; voy a amarla sin importarme de
que provenga de mi hermano. Con las gemelas tendré que
acostumbrarme, pero lo puedo lograr, o al menos fingir que
lo hago. Esas niñas no tienen culpa de nada, no puedo
odiarlas, son de Selene… y serán mías.

Isaac no va a salirse con la suya. Yo daré la pelea y voy a


ganarla.
Le volveré a arrebatar su vida.

♡ CAPÍTULO 59 ♡
Selene

Solo consigo que Isaac me deje ir cuando finjo calmarme y le


pido que me deje pensar. Por supuesto que no voy a pensar
absolutamente nada, porque si lo hago solo voy a concluir
que lo necesito en mi vida, que no lo puedo dejar de amar. No
es sano, un amor así no es sano y no voy a traicionar mis
principios ni pasar por encima de mí misma para intentar
entender el amor obsesivo que él siente por mí. Me duele lo
que Víctor le hizo y yo le creo. Me quedó bastante claro que
mi ex es una persona doble cara, lleno de envidia y de
maldad, pero no por eso puedo obviar lo que me hizo a mí,
mucho menos lo que ocurrió con Cyra.

Isaac me usó para su venganza. No importa cuanto me ame,


el obtenerme no solo lo hizo feliz, también aplacó su sed de
venganza. Por más que me duela, debo mantenerme alejada
de ambos y no abrir mi corazón para nadie más, al menos no
hasta que mi confianza se restablezca, cuando no me sienta
vulnerable y se me quite este estúpido miedo a ser
traicionada. Incluso he llegado a pensar que hasta mamá
podría hacerlo, aunque no me dé ninguna señal. Me siento
culpable por pensar así y de inmediato me doy bofetadas
mentales por pensar tal cosa de ella; es mi madre, la
persona que más me ama y me apoya en el mundo. Ni
siquiera su dolor por Serena la apartó de mí.

No me dirijo a la empresa después de estar con Isaac, sino


que llego a casa, con mi bebé. Mamá me observa muy
extrañada porque no llevo la misma ropa de antes, así que
tengo que explicarle, con mucha vergüenza que terminé en el
departamento de Isaac. No le doy detalles, pero es bastante
obvio que me acosté con él. Por suerte, ella no me juzga, me
prepara una infusión de manzanilla y se limita a abrazarme.

—Todo va a estar bien —me asegura—. No importa cuantos


golpes nos dé la vida, siempre se sale adelante. Esto no va a
durar para siempre.

—Sé que no, pero tengo tanto miedo de que sea peor y peor
—expreso angustiada. Mi bebé sigue durmiendo en su cuna,
ajena a todo mi sufrimiento y espero que así siga—. Esto es
más horrible, porque no solo es él quien falla, sino yo.

—¿Por qué tú? —inquiere extrañada.

—Porque lo sigo amando, porque algo dentro de mí todavía


se acelera cuando lo ve. No puedo amar a alguien así.
—Hija, no te tortures así, que lo ames es normal, es tu
esposo. Uno no deja de amar de la noche a la mañana.

—¿Y por qué con Víctor…?

—Porque tal vez no lo amabas como creías, tal vez solo era
la costumbre. —Sonríe mamá de manera un tanto triste.

—No, yo lo… —me quedo callada, pues ya no sé qué pensar.

—Bueno, pequeña, solo es una idea. No te obsesiones, ya no


estás con él de cualquier modo —me dice.

—Creo que voy a regresar a la oficina. Tengo una reunión


más que atender

—¿Te llevarás a Cyra? —La pregunta de mi madre hace que


mire a mi hija, a la que sin duda necesito conmigo.

Me siento una madre egoísta por arrastrarla a mis


problemas, por necesitarla de la manera en que lo hago. Ella
y mis mellizas son lo único bueno que puedo sacar de todo
esto, lo único por lo que vale la pena sufrir como lo estoy
haciendo ahora. Sin embargo, me deprime pensar en que
seré madre soltera, que, aunque Isaac se haga cargo, no las
veremos crecer juntos y no seremos una familia como la que
yo tuve, llena de amor y locuras dignas de recordar.

—Creo que la dejo, se ve cómoda —digo con pesar y mi


madre niega con la cabeza.

—Es tu hija, cielo, puedes tomarla. Ella también te necesita.


Ha llorado un poco más de lo usual.

—No me digas eso —digo angustiada y voy de inmediato a


levantarla.

Cyra comienza a estirarse y bosteza, para luego abrir sus


hermosos ojos, los cuales parecen reconocerme.

—Aquí estoy, mi amor. Siento como si hubiera pasado una


eternidad.

—No, estás siempre con ella —me consuela mamá—.


Tranquila.

Abrazo contra a mí a mi pequeñita y experimento aquella


carga de hormonas que necesito. No sé qué es lo que
provoca en mí, pero de pronto siento que todo va a estar
bien, que yo lo puedo todo si lo tengo a ella. Sí, con mis hijas
lo tengo todo. No necesito amar a ningún hombre para ser
feliz, no voy a dejar que ningún otro se vuelva a burlar de mí.

—Me voy, mami, esta pequeña y yo tenemos clientes que


atender.

—Esa es la actitud, mi amor —me felicita ella—. Tú puedes


con todo.

●○—♡—○●

Isaac

Desde mi computadora vigilo todo el trayecto que hace


Selene desde su casa, sin perderme ni un solo instante. Por
supuesto que su anillo tiene localizador y sé que ella lo sabe,
por eso se lo quitó para el almuerzo. El sabor de su boca y de
su piel siguen en mí, pero no con la misma calidez con la que
me gustaría. Me fascinó tenerla entre mis brazos y
comprobar que, a pesar de todo, me sigue amando, que no va
a dejar de ser así. Ella no me va a dejar de amar como hizo
con Víctor, no vendrá otro hombre a conquistarla. De todos
modos no pierdo el miedo a que haga locuras que me saquen
de quicio y que arruinen más esta situación. No puedo
soportar como cree que puede rehacer su vida sin mí.
Cuando me percato de que ha ido a la empresa, suspiro con
alivio, uno superficial. No me basta con solo haberla tenido
en la cama, quiero todo. Quiero poder salir de aquí y
dirigirme por ella, ir a nuestra casa y disfrutar del resto de
nuestro día. ¿Cómo pude perder en tan poco tiempo lo que
me costó años conseguir? Y de nuevo el culpable es Víctor,
ese miserable que siempre ha buscado joderme la vida.
Admito que esta vez tiene derecho a luchar, pero en esta
ocasión yo estoy menos dispuesto a perder. Que mi carrera
se fuera al demonio no es nada comparado con perder a mi
Selene, a quien voy a perseguir de por vida. Si yo no puedo
estar con ella, ella tampoco podrá estar con nadie. Así
seamos infelices por el resto de nuestras vidas, no la dejaré.
Me duele, pero mi egoísmo es grande, no quiero que sea de
nadie más, solo mía. Soy tan egoísta que quiero ser yo el
culpable de su felicidad.

—Señor Ackerman, su madre ha estado intentando


contactarlo —me avisa mi asistente cuando estoy regresando
de la sala de juntas—. La dejé pasar a la oficina.

—Sí, está bien —le digo sonriendo, pese a que lo último que
quiero es enfrentarme a esa mujer.

Al pasar a mi oficina, la veo a ella sentada con esa dignidad


que la caracteriza. Desde que murió mi padre se volvió más
sobria en su arreglo personal y trata de lucir como una
mujer buena, piadosa, humilde, pero no lo logra. Para mí no.
Quiere luchar contra lo que verdaderamente es: una maldita
víbora. Tal vez me equivoque en mi percepción; sin embargo,
no puedo evitar culparla también por todo, por preferir a
Víctor de una u otra forma.

—Vengo a pedirte que me dejes ver a mi nieta. Ya lo sé todo:


eres el padre biológico de Cyra —me dice sin rodeos.

—Sí, lo soy —digo con una sonrisa que la hace fruncir el


ceño—. Pero no se me da la gana que la veas, menos a
Selene.

—¿Esto es en serio? —resopla.

—Quisiste quitársela —le recuerdo.

—Sí, pero no sabía que era su hija. ¿En qué cabeza cabe?
Mejor dicho, ¿cómo pudiste hacer que...?

—No voy a perder mi tiempo explicándote que esa fue una


jugada de Serena. —Suelto un suspiro mientras camino para
rodear mi escritorio y sentarme en mi silla.

Mi madre se gira en su asiento para mirarme con


desaprobación. Esa manera que tiene de negar con la cabeza
es lo que la delata.
—¿Piensas que te voy a creer después de lo que hiciste?
¡Deberías ir preso!

—Víctor también —replico—. Él...

—Solo fue un accidente —lo defiende—. ¿De verdad destruiste


toda su vida por eso? Tú fuiste el que no quiso esforzarse
para salir adelante, te resignaste. No puedes culpar a Víctor.

—¿Y los análisis? Me corrieron del club —respondo con


tranquilidad, pues ya no es un tema que me preocupe
demasiado. Lo único que quiero es a mi familia—. Él lo hizo a
propósito.

—Él solo quería animarte, no tiene la culpa de que esa carne


haya salido dañada —prosigue—. Hijo, te amo, pero no me
ciego, tú eres el que cometió muchos más errores aquí. Le
arruinaste la vida a tu hermano, ¿cómo puedes dormir
siquiera por las noches? Le quitaste a la mujer que amaba, la
posibilidad de ser padre.

—¿Qué? ¿Fui a arrancarle el maldito pene? —Me echo a reír,


ignorando el malestar que me causa el hecho de que a ella
no le importe más que Víctor—. Él puede tener hijos con
quien quiera, pero no con mi Selene.
—No es tuya, tampoco de Víctor. Dejen a esa estúpida mujer
por la paz. No quiero que entre mis hijos se destruyan, por el
amor de Dios —dice desesperada, mientras se levanta.

—Vuelves a decir algo insultante hacia ella y te juro que haré


lo posible por dejarte en la maldita calle —la amenazo,
levantándome también—. Lárgate con tu hijo. Y no, no temas
que le haga daño, él ya poco me interesa, a no ser que se le
acerque de nuevo. Si lo hace...

—No serías capaz...

—Soy capaz de todo por Selene —la interrumpo, mirándola


de tal forma que ella palidece—. Vete, ya me quedó claro cual
es tu postura. Y no me importa, no pienses eso, pero no te
quiero en mi vida.

—Isaac, hijo, yo los amo por igual —insiste—. Esa mujer lo


único que hizo fue dividirlos.

—No, los únicos responsables de todo lo que pasó fuimos


nosotros dos. Selene y mi hija solo son víctimas.

—Quiero ver a mi nieta.


—Me temo que ahora lo deseo menos. Pídele a Víctor que
tenga un hijo, vas a quererlo mucho más.

—¡No se puede hablar contigo, eres un inmaduro! —me grita


furiosa—. ¿Sabes qué? Voy a pelear por esto, tal vez tú no
debas llevar el cargo de esta compañía.

—Bien, convoca una junta de accionistas. —Sonrío—. No me


preocupa que logres sacarme de aquí, no los necesito. Pon a
Víctor al frente, me encantaría ver cómo esto se va a la
mierda en menos de un mes.

Suelto una carcajada, divertido ante la idea.

—Eso voy a hacer —asiente ella—. Tú no mereces lo que tu


padre te dejó. Te has pasado la vida entera renegando lo que
hizo por ti.

—Solo vete —respondo, cansado de su actitud y de toda


ella—. Esperaré con ansias la reunión.

—Claro, estás tranquilo porque sabes que si hacen una


auditoría...

—Si la hacen, incluso el auditor saldría acusado —bromeo—.


Puedo estar completamente tranquilo de que jamás he dado
un mal manejo a esta compañía ni he estafado a nadie, yo no
soy papá. Él casi va preso por evasión de impuestos, ¿acaso
ya se te olvidó?

—Eso no es...

—Es la verdad. ¿Creíste que no sabía nada por desear ser


futbolista? Siempre fui consciente de mi realidad, de lo que
debía hacer a pesar de mi sueño. Pero a él se le dio la gana
destruirme, pues bien, yo tampoco me tenté el corazón para
destruir a su hijo, que ayudó con eso.

—Eres un monstruo, Isaac.

—Por supuesto que sí, ¿cómo podría no serlo si provengo de


una familia de monstruos? —Me vuelvo a reír—. Vete y no
regreses a mi oficina hasta que estés lista para sacarme del
mando. Hasta entonces, preferiría no verte.

Mi madre no dice nada más, solo se aleja. Está llorando, pero


sus lágrimas no me conmueven en lo absoluto. No tengo la
capacidad de querer a demasiadas personas, solo a mis
mujeres, también a mi suegra, que aunque tenga razones
para odiarme, no es una persona detestable, por el contrario.
Una vez que ella se va y azota la puerta, me masajeo las
sienes mientras muevo la silla de un lado a otro. Tiene un
talento natural para hacer que me duela la cabeza y sienta el
impulso de deshacerme de ella y su hijo protegido. Tengo
muchos recuerdos de la infancia en donde se notaba la
preferencia, pero jamás sentí rencor por mi hermano, yo lo
quería, era lo más importante para mí. Intenté muchas veces
animarlo, entrenarlo, quería verlo triunfar, que no desistiera,
¿y qué obtuve?

—Mi Selene, eso obtuve —susurro—. No te voy a perder


nunca, mi gatita lunar. Eres mía.

La foto que está en mi escritorio me observa y parece brillar.


No es la única, tengo la pared con muchas de sus fotos y de
nuestra hija, lo que hace que algunas personas que entren se
incomoden, pero no me importa. Ellas son mi obsesión, no
van a dejar de serlo. Las amo tanto que quiero verlas todo el
tiempo.

—Siempre vas a ser mi esposa. —Tomo el portarretrato y


beso su precioso rostro—. No importa cuánto te empeñes en
dejar de serlo.

♡ CAPÍTULO 60 ♡
Selene

Mis terapias de nuevo son algo que quiero retomar, pero he


decidido cambiar de profesional al sospechar que tal vez él
le hubiese pagado a la doctora que me atendía. Me di cuenta
tras la primera cita que la consulta se trató más sobre él que
de mí, así que ese pensamiento paranoico se instaló en mi
mente. Ahora, en el celular de mi madre, busco otro y por
suerte doy con uno: el doctor Rogers. No sé qué tan bueno
sea, pero vamos a intentarlo. Isaac va a morir de celos
cuando se dé cuenta de mi cambio, pues yo no le dije nada a
la doctora, simplemente dejé que la hora corriera, pagué y
me fui. Esto lo he comentado con mamá en voz baja, en
lugares donde sé que posiblemente Isaac no me esté
escuchando.

Admito que he desarrollado una obsesión un tanto extraña


por saber hasta qué punto me vigila y descubrí que puso una
cámara en la ducha. ¿Cómo lo hizo? No tengo la menor idea,
pero la dejo allí para que me vea y para que no sospeche
sobre mi nuevo lugar de terapias. No hago nada atrevido,
simplemente finjo no darme cuenta, pero sé que eso le
encanta.

—¿Cómo lo llevas? —me pregunta Sophie cuando nos


reunimos en mi casa—. Te veo más tranquila, pero...
—Mejor, supongo. —Sonrío con tristeza. Mi pequeña en ese
momento balbucea algo que causa que Sophie se emocione y
le dé un pellizco amoroso en las mejillas.

—Dios mío, esta niña solo hace que me den ganas de tener
un bebé.

—A mí también —refunfuña Cinthia, que se acerca al sofá


para tomar a mi hija en sus brazos—. Es mi turno, tú la tienes
todo el tiempo.

Suelto una pequeña risita. Ellas son de las pocas personas


con las que puedo contar en estos momentos. Han sido un
apoyo total para mí y no me abandonan, están para lo que
necesito.

—Entonces ya es oficial: Cyra lleva el apellido Ackerman —


dice Sophie y yo asiento.

—Sí, ya lo es. Al final ella tiene derechos y él obligaciones.

—Espero que las cumpla —dice Cinthia, que camina por toda
la sala.

—Sí, él no ha dejado de procurar a Cyra, la verdad todos los


días —respondo.
—¿Lo has visto tú?

—Sí, la semana pasada, pero solo para entregarle a Cyra y


que se la llevara al trabajo —contesto—. Procuro no tener
mucho contacto con él.

Cosa que me está matando. Todos los días y a todas horas


pienso en él. No importa que haya cambiado de celular y
tarjetas SIMS, sigue enviándome mensajes porque averigua
mis números, los cuales leo sin poder evitarlo.

Víctor también me escribe, pero no por el teléfono, sino por


correo electrónico y Facebook. Tampoco le respondo, ya que
no quiero saber nada de él. Si bien estoy más furiosa con
Isaac, considero que responderle es una clase de traición.
Siendo honesta, no sé cómo hacer que la intensa pelea entre
los dos se termine, pero alguna vez escuché que no todos los
problemas se pueden resolver, mucho menos cuando no son
tu responsabilidad, así que hay que soltar. Ellos son los que
han decidido pelearse a muerte por mí, pero yo no pienso ser
partícipe de esas tonterías.

—Los hombres son una mierda —resopló Sophie—. Lo único


que hacen es romperte el corazón, jugar contigo, pero
cuando una se decide a regresarles un poco de lo que se
merecen, no lo soportan.
—Tienes razón —coincido—. Pero yo no voy a volver a estar
con nadie, mejor me volveré…

—No, no, lesbiana no. —Cinthia se estremece—. Las mujeres


no tienen pene.

—Iba a decir asexual. —Me echo a reír—. Además, existen los


juguetes.

—No puedes descartar volver a enamorarte. —Ella alza


ambas cejas—. Solo que no lo hagas de alguien que se
apellide Ackerman.

Intento reírme, pero solo puedo sonreír un poco. Me siento


una ridícula por haber caído con ambos hermanos. ¿En qué
momento se me ocurrió que era buena idea? Sí, sí lo sé,
cuando lo tuve adentro de mí. Definitivamente debo aprender
a tomar decisiones sin que me estén penetrando; cuando
sucede pierdo la capacidad de pensar, sobre todo con mi aún
marido.

—No, no volveré a caer con nadie de apellido Ackerman ni


con nadie. No quiero nada, seré soltera. Los hombres son
una basura, y si vuelvo a tener algo con alguien, solo será
para irme a la cama. Pero, como dije, existen los juguetes.
—Los juguetes no me llenan, la carne de verdad me va mejor.
—Cinthia hace un puchero gracioso.

—Sí, pero se trata de animar a Selene, no de que quiera


correr donde su marido —la reprende Sophie, quien rueda
los ojos—. En fin, por ahora estás embarazada y no debes
preocuparte demasiado.

—Es justo lo que pienso hacer: enfocarme en mi embarazo —


les digo—. No quiero pensar en otra cosa que… Oh…

De pronto siento un movimiento en mi vientre, uno que jamás


he sentido. Es ligero, apenas perceptible, pero está ahí y por
alguna razón sé lo que es.

—¿Qué pasa? —preguntan mis amigas al mismo tiempo.

—Creo… Creo que se movieron las bebés —digo en voz baja y


se me empiezan a llenar los ojos de lágrimas.

Sophie y Cinthia comienzan a gritar emocionadas, pero sus


expresiones de sorpresa pasan a ser ruidos de fondo. Esto
me hace tan feliz, pero a su vez es tan doloroso. Isaac se lo
ha perdido, él siempre dijo que estaba ansioso por sentirlas,
que le hacía especial ilusión sentir aquellas primeras veces,
estar presente.

—Oh, no, está llorando —dice Sophie.

—Sí, sí, lo siento, es que estoy muy feliz —sollozo, pero al


mismo tiempo me trato de limpiar las lágrimas.

Me llevo las manos al vientre y sonrío en medio de mi llanto.


Tengo que estar feliz, no puedo seguir avanzando si no suelto
a Isaac. Debo aprender a disfrutar de mi embarazo sin él, a
dejar de desear que esté aquí. Él me mintió, no merezco
estar en una relación en donde siempre voy a dudar de lo que
me diga.

—Esto es hermoso, Selene —me dice Cinthia, que me


devuelve a una sonriente Cyra. Esta se ha emocionado con
las sonrisas de sus tías—. Tienes lo más hermoso en tus
manos y creciendo dentro de ti.

Aquellas palabras me hacen asentir y llorar un poco más.


Puede que duela mucho mi corazón todavía, pero ella tiene
razón. Solo necesito a mis hijas.
Me cuesta algunos minutos salir de mi conmoción, pero
finalmente lo hago y me dispongo a ir a la cocina a preparar
otro biberón para Cyra, sin embargo, tocan a la puerta.

—¿Esperas visitas? —me pregunta Sophie mientras le dejo a


Cyra.

—No, pero tal vez se adelantó un paquete que pidió mamá —


le respondo.

Mientras me dirijo hacia la puerta, mi corazón se empieza a


inquietar. Él no debería estar aquí, no, tenía una reunión por
lo que Isaac le contó a mamá.

—Buenas tar…

Isaac suelta un jadeo cuando le abro la puerta, y se arrodilla


ante mí para besar mi vientre. Por unos instantes me quedo
en shock.

—¿Qué haces? —pregunto asustada.

—Mis hijas se movieron, no pienso perderme este momento


—contesta desesperado y alza la vista para mirarme
suplicante—. Vuelvan ya conmigo.
Vuelvo a tener ganas de llorar, pues siento que mis niñas se
mueven otra vez.

—No quiero perderme esto, Selene, por favor —suplica y


vuelve a besar mi vientre—. No me…

—No, por favor, levántate, ¿cómo demonios supiste que…? —


me quedo callada. Debería sorprenderme mucho, pero no lo
hago.

Es un maldito demente.

Debería correrlo, sacarlo a patadas, pero lo único que me


provoca es abrazarlo y besarlo. Tengo tan acelerado el
corazón que me cuesta pensar con claridad. Lo extraño más
de lo que pienso.

—Lo sabes bien —murmura y sigue besando mi vientre—. Mis


niñas, papá las ama.

—Isaac, tengo visitas —mascullo.

—¡Nosotras ya nos íbamos! —dice Cinthia—. ¿Verdad que sí,


Sophie?
—Eh...

—No, no, no se pueden ir —digo asustada—. El que se va es...

—Selene, por favor, hablemos —dice él.

Yo estoy por negarme, pero mis amigas deciden que es


buena idea irse y dejar a Cyra en brazos de Isaac. Quiero
gritarle que son unas traidoras, pero son lo único que tengo
ahora y pelearme con ellas no es lo mejor.

—¿De qué quieres hablar? —le pregunto, dándome la media


vuelta. Doy unos pasos para alejarme de él, pero pronto lo
tengo detrás de mí, abrazándome por la cintura con la mano
con la que no carga a Cyra—. Isaac, suél...

—No quiero perderme todo esto —me interrumpe—. Me estoy


volviendo loco. Me ignoras, lo dejaste con esa doctora.

—Ah, ya lo sabes, le pagabas, ¿verdad?

—Sí, ¿y qué? Eres lo que más me importa y necesito saber de


ti.
—Infeliz, miserable, ¿y así quieres que regrese? —le
recrimino, pero no me alejo.

«Cielos, ¿por qué me gusta esto en el fondo? Esto es tan


enfermo», pienso nerviosa.

—Sí, quiero que sea así, quiero que me aceptes tal como soy:
obsesionado y enamorado de ti como un loco.

—¿Como uno? Tú ya estás loco, demente, eres...

—Sí, solo contigo, y no me importa cuánto te asuste eso.


Pienso en ti a cada momento, todo lo que hago es por ti, por
nuestras hijas.

Guardo silencio y siento cómo mi respiración se acelera más


y más.

—Nos amamos, Selene —insiste—. Tenemos tres hijas.

—Sí, pero...

—Sí, sé que soy un mentiroso, mejor dicho, que lo fui, porque


ahora mismo no sería capaz de decirte ni una sola mentira
más.
—Solo te condenas más.

—¿Entonces quieres que te mienta?

—No, Isaac, no. —Me volteo hacia él, y en el instante en que


lo hago me arrepiento. Luce hermoso con nuestra sonriente
bebé en brazos—. No voy a poder vivir en paz.

—Tampoco separada de mí. Me extrañas, lo sé.

—Sí —digo a punto de llorar—. Te extraño muchísimo.

—Y yo a ti, mi amor. —Isaac deja escapar dos lágrimas—. Te


necesito, te necesito.

Me pongo de puntillas y él se inclina para que nuestros labios


se encuentren. Los dos jadeamos ante la sensación tan
sublime que nos embarga. Duele demasiado, pero aprovecho
cada segundo de lo que dura.

—Las amo, las amo —dice agitado cuando deja de besarme—.


Selene, por favor.
—No lo sé, no lo sé, Isaac —gruño—. Me mentiste, carajo, no
puedo perdonarte eso. Sabías lo mucho que odio las
mentiras, te burlaste...

—No, jamás me burlé de ti.

Nuestra hija comienza a gritar y a darnos pequeños golpes,


cosa que aprovecho para alejarme.

—Mi pequeña celosa. —Se ríe Isaac y comienza a besarla—.


Mi pequeña luna, mamá no me quiere perdonar.

—No le digas eso —lo reprendo—. No la metas.

—La meto porque sé que me extraña, y yo extraño dormir


con ella.

—Tal vez cuando crezca un poco más...

—O podrías vivir conmigo.

—No. No voy a vivir contigo, Isaac, no...


—Piénsalo. Vas a necesitarme cuando nuestras otras
pequeñas lunas nazcan.

—Sí, pero...

Isaac se acerca a mí y me vuelve a dar otro beso en los


labios.

—Veámonos hoy en ese lugar cuestionable —sugiere—. Te


esperaré allí, mandaré a un chófer por ti.

—No voy a ir, Isaac —gruño—. No me esperes.

—Si no vas, entenderé que no quieres nada conmigo y ya no


tendrás que preocuparte —promete—. Vivirás en paz.

—¿Qué?

—Lo prometo, Selene —me dice muy serio—. Te esperaré, de


verdad espero que vengas.

♡ CAPÍTULO 61 ♡
Selene

Isaac se marcha un poco después de que llega mamá, quien


llegó por fin de la estética. Luce como nueva y se ve mucho
más joven, pero no puedo entusiasmarme demasiado con
ello porque sigo pensando en él, en mi Isaac. Lo más sensato
es no ir a ese motel, pues sé exactamente lo que va a pasar
entre nosotros. No importa que tan dolida, renuente y furiosa
esté, me terminaré entregando a él. Me conozco, lo conozco
a él y los dos nos deseamos de una manera enfermiza, que
va más allá de nosotros.

—Ese muchacho definitivamente no se rinde.

—No, mamá, no lo hace. —Suelto un suspiro y las dos vamos


a la cocina para poder preparar por fin el biberón a Cyra.

—Oye, ¿y a qué vino? —pregunta—. No era la hora.

—Ah, solo a fastidiar, supongo. —Me encojo de hombros. No


pienso decirle sobre el micrófono, tampoco yo lo buscaré—.
Él quiere que volvamos.

—¿Y tú...?
—No, mamá, no voy a volver con él —digo decidida—. Me está
doliendo en el alma, lo amo, pero no puedo estar con un
mentiroso. Tengo que ser congruente con mis actos, ¿no lo
crees?

—Sí, sí lo creo, pero también creo que estás sufriendo como


loca. Te mueres de ganas de volver con él.

—Bueno, también sufrí con lo que Víctor me hizo, pero lo


pude superar —me defiendo.

Ella niega con la cabeza mientras agita el biberón.

—No, mi amor, no es lo mismo. Con Víctor jamás pensaste en


regresar, no te lo planteaste a pesar de sufrir, pero veo como
miras a Isaac, lo anhelas, lo necesitas.

—Mamá...

—No te estoy diciendo que vuelvas con él, sabes que respeto
tus decisiones —me interrumpe—. Tan solo digo que es
diferente.

—No debo volver con él, mamá, no es correcto.


—¿No es correcto para quién? ¿Para ti o para la sociedad? —
me cuestiona.

—Ya, solo dime de una vez que él te agrada y que quieres que
regresemos —resoplo—. No lo haré, me mintió.

—No, no, no, no estoy diciendo eso, Selene —gruñe—. Solo


digo que, si un día vuelves con él, no te sientas culpable.

—No podría vivir con el peso de esa decisión, esa es la


verdad.

—Entiendo, ya no voy a insistir. Es doloroso ver como los dos


sufren tanto, pero juro que no voy a meterme más.

—Gracias por eso.

Mamá rueda los ojos y sigue agitando el biberón, para


después ponerlo a calentar un poco. Yo miro a mi hija, que se
está comiendo las manos porque tiene mucha hambre.

—Ya casi está, mi vida —le digo—. Tranquila.

Una vez que el biberón está listo, mi madre me lo entrega y


yo subo a mi habitación para dárselo. Tal vez no pueda
amamantarla, pero me gusta alimentarla a solas, es el
momento en que más nos unimos.

Mi bebé sonríe de vez en cuando mientras se alimenta, lo


cual me llena de dicha, pero a su vez se me comprime el
pecho de angustia. No sé qué es lo que debo hacer, qué es lo
mejor para nosotras. Mi corazón me pide a gritos darle otra
oportunidad, pero mi cerebro y mi dolor me frenan, me hacen
tener mucho más recelo. Es la segunda traición que recibo, y
esta vez duele de una peor forma.

—¿Qué debo hacer, mi amor? —susurro.

En ese momento recuerdo que Isaac tiene micrófonos, así


que decido callarme y seguir reflexionando en mi mente. Si
voy a pensar en ello, tiene que ser en total privacidad. No le
puedo dar a Isaac mi veredicto por adelantado, tampoco
formarle ideas de que iré a ese lugar.

Él me dijo antes de irse que no me vigilaría, que dejaría que


tomara mi decisión, pero no le creo nada.

¿De verdad cumplirá con su amenaza de dejarme en paz si no


voy? Pese a mi renuencia a volver a su lado, me da
muchísimo miedo que lo cumpla, que de verdad se olvide de
mí. Es idiota sentir eso, yo lo sé, pero no puedo evitarlo. Me
muero de celos solo de pensar en que él conozca a otra
mujer, que su amor se vuelque en ella.

«Eres tan tonta, es lo mejor que te podría pasar», me susurra


algún lado coherente de mi subconsciente. Aun así, me siento
angustiada ante la idea. Ni siquiera puedo imaginarlo cerca
de otra mujer porque me genera asco, un dolor terrible en la
boca del estómago. Sin duda esto es algo que debo tratar en
terapia y es de carácter prioritario. No puedo celar a alguien
con quien me niego a estar.

Mi bebé termina por fin su biberón y entonces me siento


culpable por no haberme desconectado para solo hacer caso
de ella. Amo a mi pequeña luna con toda mi alma, pero me
preocupa demasiado el hecho de que Isaac sea su padre, que
ella nos vea como algo roto. ¿Cómo puedo negarle lo que yo
tuve?

Mientras me paseo con Cyra para sacarle los gases (cosa


que tengo por costumbre hacer, aunque ya no sea necesario),
reflexiono acerca de las familias felices, sobre mi capacidad
de perdonar lo que él me hizo. Intento ver las cosas desde su
punto de vista y ponerme en sus zapatos. Lo logro, pero
después viene aquel sentimiento de sentirme usada para su
venganza. Es todo un ciclo doloroso que me hace llegar a una
conclusión: no puedo volver con él, pues hacer eso sería
perder mi dignidad.
Esta vez tengo el mismo sentimiento, solo que, a diferencia
de otras veces, me pongo en su lugar actual, en lo horrible
que debe ser que la persona que más amas en la vida te
rechace y que no considere todas las buenas acciones que
hiciste. Isaac, quitando lo que hizo, es un marido fiel y devoto,
un padre perfecto, un hombre que haría lo que fuera por mí y
por nuestras hijas, que daría la vida con tal de que lo
perdone. También sé que, si le doy una oportunidad, se
esforzará por redimirse

¿Y si llegamos a un punto medio? Reconstruir la confianza


poco a poco, sin regresar, pero sin estar alejados. Así tal vez
él deje de insistir en regresar y yo deje de sentirme tan mal.

Cuando me canso de pensar en todas esas cuestiones, me


pongo a juguetear con mi bebé. Ella está de mejor humor
desde que vio a su padre, lo que reafirma aquella idea de que
alejarnos tanto no es muy conveniente, además, estoy
embarazada, lo necesito por cualquier cosa.

Bien, está decidido: hablaré con él.

Tras llegar a esta resolución, me siento un poco más aliviada.


Voy a hablar con Isaac, llegaremos a un acuerdo y todo
seguirá su curso. Corro peligro de acostarme con él, por
supuesto, pero al menos vamos a hablar.
Para cuando me doy cuenta, ya pasó algo de tiempo desde la
hora en la que dijo Isaac que el chófer me recogería. Las
piernas me tiemblan mientras bajo las escaleras para pedirle
a mamá que cuide de Cyra. No me interesa cómo luzco, dudo
que a Isaac le importe.

Y no importa porque al final terminaré sin ropa.

—M-Mamá...

—Hola, Selene —me saluda Víctor desde la sala.

—¿Quién te dejó...?

—Entre mis cosas encontré una copia de las llaves —


responde muy serio y la sangre se me enfría.

Luce mucho mejor de aquellos golpes, pero de todos modos


me aterra. El que entre así es escalofriante, y más porque no
puede ser verdad que él tenga las llaves.

—Vete de aquí —le ordeno—. Devuélveme la llave, Víctor.


¿Dónde está mi madre?
—Ella salió. —Se encoge de hombros mientras se levanta. Yo
me abrazo a mi bebé—. Se fue hace media hora.

—Vete, Víctor, por el amor de Dios —le pido—. ¿Qué demonios


te pasa? ¿Cómo te atreves a entrar así?

—No vine a hacerte daño si es eso lo que piensas —gruñe—.


Tan solo quiero hablar.

●○—♡—○●

Isaac

No vendrá.

Intento hacerme a la idea, intento que no me duela y


comprender por qué no vino, pero lo único que consigo es
desgarrarme más. Al más mínimo ruido mi corazón se
acelera y espero a que ella cruce la puerta de nuestro lugar
cuestionable, del que ahora soy dueño. Sí, es tan poco
romántico, no es lo que nuestro amor merece, sin embargo,
sé que a ella le gusta.

«¿No vendrás, mi amor? ¿De verdad no vendrás?», me


pregunto mientras miro hacia la puerta. Llevo mucho tiempo
sentado, abrazándome a mis piernas, sin poder salir de este
estado de aturdimiento en el que me sumí. Confiaba en que
vendría, en que al menos lo haría para abofetearme.

—No, no, por favor, Selene, tienes que venir —susurro—. No


quiero dejarte, no quiero dejar a mis niñas.

Sé que lo que hago es lo más horrible, pero ya no puedo más.


Mi vida se derrumbó de verdad, ya no tiene caso vivir. Debo
por fin soltar a mi Selene y dejar que encuentre la felicidad
en otro sitio, pero yo soy demasiado egoísta y débil como
para quedarme a verlo, como para soportar ver que mis hijas
tengan otro padre.

Cierro los ojos y pienso en aquella canción que le he enviado


y que no se tomó la molestia de ver, o no que yo lo sepa. Dejé
de vigilarla por hoy, cumplí con mi palabra para que no se
sintiera presionada. Me arrepiento, me habría gustado
escuchar su voz.

Ya no podré, la sangre que me corre por las muñecas lo


demuestra. Vuelvo a sollozar de desesperación, de soledad,
de locura, mientras termino de cortar. Las heridas no me
duelen, me duele ella, me duele mi hija, mis mellizas.

—Selene, mi Selene, te amo —susurro—. Te amo, te amo.


Con las pocas energías que me quedan, empiezo a moverme
y me arrastro hasta mi celular. Me cuesta trabajo
desbloquearlo, pues la sangre lo mancha todo, pero lo
consigo manipular para poder poner el programa.

No se escucha nada.

Por la mente se me pasa utilizar de nuevo aquella cuchilla y


terminar rápidamente con todo, pero estoy muy débil. Selene
me volvió tan débil...

Cuando creo que todo terminó, escucho gritos extraños a mi


alrededor, pero en medio de todo escucho su voz. Mi gatita
lunar está aquí, angustiada. No me alegra, no quiero que vea
esto. ¿Quién carajo la dejó venir?

—¡¿Qué hiciste, por Dios?! —me grita Selene, tocándome el


rostro—. No, no, por favor, Isaac, mi vida, por favor, no, no.

—V-Vete —susurro, tratando de no ver su rostro, aunque


quiera hacerlo—. Vete.

—No, no, la ambulancia...

—No.
—Me importa poco, infeliz, egoísta, idiota —dice furiosa—. Vas
a seguir vivo, te guste o no. Si me retrasé mucho fue porque
el estúpido de tu hermano me retuvo.

No puedo responder porque no comprendo bien lo que dice.


¿Víctor? ¿Qué tiene que ver Víctor? ¿Por qué siempre él?

—Tú vas a vivir, Isaac, vas a vivir —jadea—. Vas a vivir, no te


vas, no te puedes ir. ¿Esta es tu maldita manera de intentar
recuperarme?

No sé qué diablos hacen conmigo, pero pronto dejo de verla y


me sumerjo por completo en la oscuridad. Aun así, no dejo de
horrorizarme por lo que hice. ¿De verdad iba a matarme para
que otro tenga lo que es mío? ¿Iba a dejar a mis hijas sin un
padre? Porque nunca podrían tener otro, ninguno podría
amarlas como yo lo hago.

Acabo de estropearlo más con mi Selene, acabo de perder la


oportunidad que había construido. Soy muy idiota.

Selene me vuelve tan idiota…


♡ CAPÍTULO 62 ♡
Selene

La canción que me dedicó Isaac se repite una y otra vez en


mi cabeza mientras espero noticias en la sala de espera del
hospital. Aquellas palabras son un reflejo exacto de lo que yo
siento cada vez que estamos juntos y nos tocamos: el cielo.
Ante mis ojos puedo ver el mismo universo; es eterno, es
aterrador, misterioso e inmenso. Me queda claro que es eso
lo que sentimos el uno por el otro, solo que él nunca tuvo
miedo de sentirlo y de enfrentarse a las consecuencias. Yo sí.

Todavía, mientras lloro por él y oro para que salven su vida,


sigo sintiendo miedo de lo que este amor es capaz de hacer.
Él ya no quería vivir, la única manera de dejarme libre era el
suicidio. No pensó en lo que iba a sentir, en la falta que les
haría a nuestras hijas; él simplemente no quería sufrir. Lo
condeno por ello, pero también lo amo más por eso. No
puedo imaginar el dolor tan terrible que debió haber pasado
para decidir ya no existir, para apartarse de mi camino.

—Él estará bien, hija —me dice mamá cuando me llama para
preguntar qué tal va todo. Me tranquiliza saber que está con
mi pequeña y ella no tiene que ver cómo van las cosas aquí—.
Verás que no pasará nada.
—¿Y si no? —le pregunto aterrada, pues tengo claro que yo
tampoco voy a poder vivir si él deja de existir. Tan solo me
quedaría a dar a luz a mis mellizas y, después de eso, no
habría nada—. Mamá, tengo mucho miedo, ¿por qué lo hizo?

—No me siento capaz de juzgar a alguien que llega a esos


extremos, cariño —dice en voz baja—. Él simplemente lo hizo,
no creo que quisiera llamar tu atención.

Mi respuesta es un sollozo. Esa idea es la que me parte más:


que haya decidido matarse al escuchar mi conversación con
Víctor, en donde anoche lo rechacé reiteradas veces y dije
que ninguno de los dos valía la pena. No me hizo daño, pero
sí que lloró y se me arrodilló para que regresáramos; me
habló también de las razones por las que deberíamos de
darnos otra oportunidad, y mi mente lo entendía, mas no mi
corazón. Jamás podría volver con Víctor, pues, por más
injusto que sea, lo dejé de amar. No hay nada del amor que le
tuve, ni siquiera rebuscando en los lugares más profundos de
mi corazón. Isaac llenó por completo todo y lo limpió de él,
voluntaria o involuntariamente, pero lo hizo.

—Mi amor, sé que te duele muchísimo, pero piensa en las


bebés. Ellas pueden sentirlo todo —me dice mamá,
preocupada.

—Ellas… están bien —le digo—. En urgencias me han hecho


otra ecografía.
—Sí, cariño, me lo imagino, pero por favor confía en que
llegaste a tiempo y que Isaac va a salir adelante.

—Eso espero, mamá, yo… no pude hacer más que reprocharle


—digo con culpa—. Dios mío.

—Pues seguro que es eso lo que lo mantiene vivo. —Suelta


una risa triste—. No creo que quiera irse contigo molesta.

—No se puede ir, no puede.

En ese momento veo al doctor salir por el pasillo y me


disculpo con mamá antes de colgar. Me levanto del incómodo
asiento negro en el que he estado muchas horas y corro
hacia él. Su cara no me dice nada, tan solo está muy serio.

—Doctor.

—Señora Ackerman —me saluda—. Vengo a informarle sobre


el estado de salud de su esposo.

—Dígame todo. ¿Cómo está?


—¿No hay más familiares aquí?

—No.

Lo último que habría querido Isaac es que avisara a su


madre. Tampoco quiero darle motivos a Víctor de que esto lo
use como pretexto para acercarse a mí, porque sé que lo
haría; al irse me advirtió, aunque estuviese presente mi
madre, que no dejaría de intentarlo, que siempre me amaría.
Además, no quiero lidiar con los reproches que sé que mi
suegra me haría. Será Isaac el que tenga que decidir si lo
dice o no, aunque no creo que pueda evitar que se entere por
la prensa. Hace unas horas, las enfermeras corrieron a
algunos reporteros.

—Bien, entonces le informo que el señor Ackerman se


encuentra estable. Perdió mucha sangre debido a que sí se
cortó de una manera correcta, pero logramos hacerle una
transfusión.

—Dios mío —jadeo—. ¿Ya está despierto?

—Despierta por momentos, y al hacerlo la menciona. Y sí,


ahora lo está.
Mis labios comienzan a temblar, así que los presiono para
que el doctor no lo vea. Otro nudo gigante se me empieza a
formar en el pecho.

—Me gustaría verlo —susurro.

—Puede pasar —me indica—. El paciente la espera, pero dice


que tan solo unos minutos. Quiere informarle algo.

Aquellas palabras se sienten como una sentencia, pero trato


de ignorar la sensación y camino detrás del médico para que
este me lleve al cuarto de Isaac. Por mi mente pasan las
ideas más raras, aunque no profundizo en ellas para no
dejarme llevar por el miedo. Mis mellizas se mueven de
manera desesperada, como respuesta a mis emociones
intensas.

Al estar frente a la puerta, mi cuerpo comienza a temblar. No


sé qué es lo que le quiero decir, tan solo sé que quiero llorar
de alivio, de rabia y de miedo. Son tantas emociones que no
tengo idea de cómo manejarlas, menos ahora que estoy
embarazada y con las hormonas a tope.

¿Esto lo cambia todo entre nosotros? ¿Debo volver con él por


el miedo que tuve a perderlo o tan solo hacerle ver que lo
que hizo estuvo demasiado mal? Me muero de ganas de estar
con él, mas no quiero ceder a esa manipulación. Isaac jugó
con lo más sagrado que podría tener, que es su propia vida;
una vida en donde no solo se daña a sí mismo, sino que me
lleva a mí entre las patas, también a nuestras hijas.

—Puede pasar —me dice el doctor antes de abrirme la


puerta.

De manera sorpresiva, el olor delicioso de Isaac está


presente, e incluso puedo decir que ahoga al del hospital. Eso
hace que todo sea más difícil y horrible, pero a su vez más
especial.

—Selene, mi gatita lunar —dice él con voz baja. Está pálido


como un muerto, pero sus ojos brillan de amor.

Está vivo. Mi hombre está vivo.

Todas mis reflexiones de la noche anterior se me terminan


olvidando y camino hacia él, más bien, corro. Él también deja
la dureza de su expresión y deja que nuestros labios se
encuentren en un beso que duele, pero que también sabe a
gloria. Pronto comienzo a sentir lo salado de nuestras
lágrimas, pero sigo besándolo, sigo a pesar de que el
corazón se me acelera tanto que me genera ardor.
Cuando frenamos el beso, los dos estamos agitados, no
podemos pronunciar palabra alguna. No puedo leerle la
mente, pero su mirada me lo dice todo: me ama más allá de
él.

—Perdóname por esto —susurra—. Yo…

—No puedo responder a eso —contesto. No puedo decirle


directamente que no puedo, no es momento—. Menos mal
que pude llegar a tiempo.

—¿Ibas a ir?

—Sí, Isaac, iba a ir. Tarde, pero iba a ir.

—Por eso te pido que me perdones.

—Mejor lucha por ponerte mejor, tienes tres hijas.

Isaac asiente de manera débil.

—Espero que ellas…


—Ni Cyra ni las mellizas lo sabrán nunca —lo interrumpo—.
Nunca, Isaac. No puedes volver a intentar en lo más mínimo
hacerte daño, por favor.

—No lo haré, Selene —promete—. Creo que es hora de


enfrentar las consecuencias de lo que hice, de las mentiras
que te dije.

—No lo haré, Selene —promete—. Creo que es hora de


enfrentar las consecuencias de lo que hice, de las mentiras
que te dije.

—Sí, tienes que hacerlo.

—No te voy a insistir más en regresar, Selene —responde y


vuelve a derramar más lágrimas—. No quiero que pienses de
ningún modo que esto fue para manipularte. Yo solo…

—¿No lo fue? —gruño, pero después me recuerdo que no


debo ser tan dura—. Tú…

—No, no lo fue —murmura—. Tan solo no podía más.

—Tienes que poder, Isaac —sollozo—. Por Dios, ¿cómo


pudiste? ¿Pensaste en lo que iba a sentir?
—No, Selene, no —gimotea—. Solo pensé en que estarías
mejor, en que…

—No, nunca podría estar mejor. A pesar de todo, te amo,


Isaac, te amo y nunca lo voy a dejar de hacer —declaro—. Me
habrías matado, me habría muerto contigo.

—No…

—Sí, claro que sí —lo atajo—. Eres un loco, un inconsciente,


un…

—Un hombre que te ama hasta perderse a sí mismo —dice


apesadumbrado—. Tampoco dejará de ser así.

—Si me amaras, si pensaras en mí…

—No digas eso —suplica—. No puedes decir que no te amo,


por favor. Insúltame, trátame de idiota, de egoísta, de lo que
sea, pero no me digas eso.

—Bien, no lo haré. —Suelto un suspiro.


Isaac cierra los ojos y yo acaricio su rostro, que no tiene paz
alguna, solo dolor. Yo también sufro porque sé que no
estamos listos para volver a estar juntos, que nos queda
mucho por sanar antes de poder intentarlo siquiera.

—Nunca más voy a dejarte —musita de pronto—. No importa


que no estemos juntos, seguiré vigilando tus pasos. No voy a
dejar que seas de alguien más.

—Bien, está volviendo el idiota que conozco —bromeo.

Isaac sonríe un poco.

—Sí, supongo que sí —dice en voz baja.

No puedo evitar voltear a ver sus muñecas. Una de ellas, la


que no tengo de mi lado, está en reposo, pero con la otra
intenta tocarme.

—Tienes puesto el anillo —susurro con preocupación—. No


deberías…

—Déjalo ahí —me exige y abre los ojos—. No te atrevas a


moverlo, y tú no te atrevas a quitarte los tuyos.
—Pero dijiste que…

—Que no te presione no quiere decir que vamos a dejar de


ser esposos —me interrumpe—. No te equivoques, Selene
Ackerman. Mejoraré, seré digno de merecerte, voy a esperar
cada día de mi vida por ti, pero no voy a permitir que dejes de
ser mía.

—Isaac…

—Tú eres mía, gatita lunar —dice con mucha intensidad y


convicción—. Ni siquiera la muerte nos puede separar.

♡ CAPÍTULO 63 ♡
Isaac

Nunca pensé que ver la foto de mi hija iba a causarme un mal


sentimiento o algo cercano a ello, pero me sucede. No soy
capaz de ver su foto sin que se me rompa el corazón y piense
en lo egoísta que fui por lo que hice. No me siento digno de
volver a cargarla o acercarme, mucho menos de darle mi
amor; uno que es tan egoísta y que no sabe vivir sin Selene.
Pero tengo que intentarlo, tengo que intentar tener paciencia
y recuperarla justo como ella lo quiere, como lo necesita. Ese
mismo egoísmo hace que también quiera intentar ser el
mejor padre para Cyra y para mis pequeñas lunas que vienen
en camino. No puedo volver a fallarles, mucho menos cuando
Selene se traga su rabia y cuida de mí con esmero. Muchas
veces le he pedido que se marche a descansar por las
noches y no quiere, así que mandé traer la cama más
cómoda que se pudiera en el hospital y que nunca le falte su
comida a tiempo.

Jessie también está demasiado enojada conmigo, aunque no


de la manera que me esperaba. A través de sus miradas
furiosas o de reproche puedo entrever la preocupación, el
cariño que siente por mí. De alguna manera, todavía me
aprecia, aunque me temo que eso se debe a que Selene me
ama tanto que no fue capaz de contárselo todo. Y yo tampoco
quiero hacerlo, pues no es la persona con la cual tenga que
abrirme por completo y porque no quiero que Selene sea
juzgada cuando regrese conmigo. Ella va a volver a mí,
tomará un tiempo, pero lo hará.

—¿A dónde vamos a llevarlo? Mañana lo dan de alta. —


Escucho a Selene preguntarle por el teléfono a su madre—.
Volver al departamento para mí es imposible, así que me
preguntaba… ¿En serio? ¿Si me apoyarás? Sigo muy enojada,
pero no lo puedo dejar solo.

Sigo con los ojos cerrados, fingiendo dormir. Tengo muchas


ganas de sonreír, pero las reprimo para que no se arruine
todo. Ella me ama, quiere cuidar de mí y no dejar de
vigilarme. Normalmente soy yo quien la vigilaría, pero
encuentro satisfacción en que ella no me quite los ojos de
encima. Podría vivir así el resto de mi vida y no me
importaría en lo absoluto, puesto que amo su atención y ya
no tengo absolutamente nada que ocultarle. Vivir en la
verdad me ha traído consecuencias, aunque también la
tranquilidad de saber que mi gatita lunar me ama a pesar de
esa verdad.

Ella dice unas cuantas cosas más y por fin cuelga. Escucho
sus pasos acercarse y, cuando llega conmigo, me acaricia la
frente.

—Tendrás que ver cómo salgo a citas con otros hombres —


dice con tono burlón y no puedo evitar gruñir—. Sí, ya sé que
estás despierto, tu respiración es diferente.

—Lo que acabas de decir es imposible —digo en voz baja—.


Tú no puedes salir con nadie más.

Abro los ojos y ella retrocede al verme levantarme para


poder sentarme.

—Isaac, recuéstate.

—Ven, Selene —le pido—. Por favor.


—No.

Su respuesta es negativa, pero termina por acercarse y


quedar cerca de mí. Las muñecas aún me duelen, pero me
las arreglo para alzar las manos y limpiar las lágrimas que
se le comienzan a escapar.

—Te amo —nos decimos al mismo tiempo y sonreímos.

Selene es, para mi más que grata sorpresa, la que se inclina


para besarme. Sin embargo, soy yo el que se apodera del
beso y me da la impresión de estarme devorando su precioso
rostro. Tengo hambre de ella, no soporto no poder besarla a
todas horas.

—Mi gatita lunar —le susurro al oído cuando ella comienza a


besar mi cuello—. Como sigas así, te haré mía en este
momento y no me importará nada.

—No, perdona —se disculpa y se separa.

—Demasiado tarde, cerremos la puerta.


—No, Isaac, ¿qué demonios...? Bien, bien, me debes esto, pero
solo esto y ya —jadea—. Estamos locos.

—Sí, me temo que sí. —Sonrío—. Pero no importa.

Mi esposa se muerde el labio inferior y corre a cerrar con


seguro la puerta de la habitación.

Si los doctores supieran lo que vamos a hacer, posiblemente


nos correrían del hospital. El pensamiento hace que me
ponga mucho más duro y que ya esté listo para cuando mi
gatita lunar regresa.

El lugar que elegimos para hacer el amor es la cama, en


donde me acuesto y me bajo los pantalones que me
permitieron usar al día siguiente de mi ingreso, ya que odio
las batas hospitalarias. Ella tan solo se quita los zapatos, los
pantalones y, con algo de mi ayuda, logra subirse.

—¿Qué demonios estamos haciendo? —susurra cuando me


estoy deslizando en su muy mojado interior.

—Selene, carajo, si no me morí con el corte, sí con esto —le


suelto y ella me mira furiosa.
—Estúpido, imbécil, ¿cómo dices eso? —me reclama y noto
que quiere quitarse.

—Ni se te ocurra retirarte, Selene —le advierto—. Si te


mueves, no me importará que mis heridas se abran, te voy a
retener. Vamos a hacer el amor hasta que los dos acabemos,
¿está claro?

—Idiota —contesta con brusquedad, pero veo que el fuego se


vuelve a encender en esos preciosos ojos azules.

—Pero este idiota sabe hacerte el amor como nadie.

—Solo he hecho el amor contigo —gime—. Nunca amé como


te amo a ti.

—Mi Selene, te amo —digo extasiado—. Te haré otro par de


gemelas.

—Mmm...

Ella se mueve con más ímpetu y pone aquella expresión que


hace cada vez que está rozando el orgasmo. Yo tampoco
podré aguantar demasiado, tengo mucho acumulado porque
su presencia me hace pensar todo el tiempo en esto, en
tenerla así.
—No me niego al otro par de gemelas, pero esto... no es una
reconciliación —me dice con voz entrecortada.

—Bien, que no lo sea —respondo jadeante—. Solo sexo.

—Sí, solo sexo.

—El mejor del mundo porque te amo —añado para


molestarla.

—Y yo a ti. Pero no, tendrás que... Oh, Isaac, no puede ser.

Su vista se pierde y se le abre la boca, pero yo no tengo la


dicha de ver mucho tiempo esa expresión porque se me
nubla la vista debido a la intensa eyaculación que estoy
teniendo. Selene se inclina para que nos besemos y yo lo
hago hasta que nos falta el aire.

—Esto va a ser muy difícil si seguimos así —dice preocupada,


luego de unos minutos—. Isaac...

—No pienses —le pido—. No lo pienses.


No me responde nada, solo se queda encima de mí.

—Te amo, nada en el mundo cambiará eso —prometo—. Nada


en el mundo podría hacer que me olvidara de ti.

♡ CAPÍTULO 64 ♡
Selene

La salida del hospital de Isaac tiene que ser muy temprano


por la mañana y por la puerta de atrás para que la prensa no
lo moleste. No es como que a Isaac lo persiga la prensa todo
el tiempo; sin embargo, en estas épocas en que el torneo ya
terminó y no están centrados en Víctor, están atentos a lo
que hace. Además de eso, hace poco se llevó a cabo la junta
de accionistas en donde Víctor y su madre lucharon para
destituir a Isaac. No lo lograron, por supuesto. Todos
coincidieron en que el mejor es Isaac, que nadie podría hacer
lo que él hace. Por eso y más, él debe cuidar sus acciones y
yo también.

Con respecto a una separación, no es conveniente que se


sepa. Si bien me va a costar muchísimo aceptar el hecho de
que Isaac me mintió, tampoco quiero perjudicarlo, no quiero
que nadie sepa que intentó acabar con su vida. Tuve que
sobornar al médico y personal que le atendió y el tema lo
arreglé con mi abogada. Se va a proceder legalmente contra
el hospital si alguien se atreve a filtrar información sobre
esto a la prensa. Tal vez no pueda comprar a los
paramédicos, pero el personal tiene que desmentir la idea de
un intento de suicidio si no quieren que me les vaya encima.

No me importa que tan molesta esté, voy a protegerlo con


todo lo que tenga. El amor es así, y yo lo amo con locura a
pesar de todo. Sería capaz de morir por él sin dudarlo, y sé
que él haría lo mismo por mí.

Lamentablemente, eso no quita la mentira y que yo no me


siento bien ante la idea de estar juntos de nuevo. Puede que
algún día lo esté, pero no ahora, y no quiero forzarme.

—Bueno, ya llegamos —le digo cuando le abro la puerta del


auto.

—Qué caballerosa —bromea y yo no puedo evitar sonreír.

«Sigues molesta con él, carajo, recuérdalo», pienso enojada


conmigo misma.

—Por supuesto, yo siempre lo soy. Siempre soy amable.


Cuando él se baja y queda frente a mí, me mira con seriedad,
pero de esa que me atrae como una maldita polilla a la luz.

—Te amo, Selene —susurra.

—Y yo a ti —contesto—. Donde vuelvas a hacer esto, te juro


que no lloraré, iré directamente a...

—Lo haces y te juro que me lo llevo a la tumba para


destruirlo —me amenaza.

—¿Y si es una mujer? Puede que por ahí esté mi camino.

—Tú de lesbiana tienes lo que yo de infiel. —Sonríe—. Y sí,


también me la llevaría.

¿Será normal que mi sexo palpite y le crea todo lo que me


está diciendo?

—No, no vas a llevarte a ninguna mujer contigo —gruño,


celosa ante la idea—. Dejemos el tema.

—Sí, mejor.
Me doy la media vuelta y dejo que él avance para cerrar la
puerta de mi auto. Isaac me espera y yo avanzo para
entrelazar mi brazo con el suyo. No necesita mi ayuda para
caminar, pero los dos buscamos cualquier pretexto para
sentirnos. Esto es muy dañino, no obstante, se terminará
cuando se vaya de nuevo.

—No sé cómo voy a hacer —dice Isaac cuando estamos en la


puerta.

—¿Cómo vas a hacer qué? —le pregunto.

—Ver a Cyra.

Reflexiono en silencio sobre qué decir. Yo tampoco podría ver


a la cara a mi bebé si hubiese hecho algo así, pero no puedo
decirle eso; esto se trata de animarlo, no de hundirlo más.

—Ella nunca lo va a saber —le juro—. Nunca.

—Pero yo sí lo sabré —dice con tristeza.

—Bueno, yo también cometí el error de no querer acercarme


cuando recién la conocí, pero he tratado de entregarme por
completo a ella después de eso. Cyra no va a saber nunca
todo esto, solo tiene que saber cuánto la amamos a pesar de
que nos equivocamos.

Isaac voltea a verme y me sonríe de una manera extraña.


Casi puedo saber lo que va a contestar y no quiero
escucharlo; aun así, dejo que lo diga.

—Espero que algún día tú también puedas entender cuánto te


amo a pesar de lo que hice. Nunca fue mi intención hacerte
daño.

—Sé cuánto me amas, pero los dos somos personas adultas


y...

—Lo sé, lo entiendo —me interrumpe asintiendo—. Vamos,


quiero ver a mi bebé, la extraño.

—De acuerdo.

Sin esperar a que mi madre venga, abro la puerta y


entramos.

—Oh, llegaron —dice ella en voz baja, ya que Cyra está


dormida en su cuna, en la cual ya casi no cabe. Cada vez que
pienso en eso, se me revuelve el estómago, pues no quiero
que se haga grande tan rápido—. Isaac, espero que pienses
mejor las cosas a partir de ahora —añade cuando llega a
nosotros—. Con la vida no se juega.

—Te pido perdón, Jessie —se disculpa él—. Y gracias por...

—No, no digas más, hijo. —Suspira ella—. Haz las cosas bien
simplemente. Selene, ¿por qué no vamos a arriba? Dejemos
que Isaac vea a la pequeña.

—Pero... Okey.

Mi marido no protesta ante la idea de que me vaya, así que


decido hacer lo que mamá me dice. Debo respetar su tiempo
a solas con Cyra.

Pero en medio de las escaleras me detengo y le hago una


seña a mamá para que vaya a esperarme arriba. No puedo
resistirme. Ella asiente y sigue subiendo, mientras que yo me
quedo pegada a la pared escuchando cómo Isaac se echa a
llorar.

—Perdóname, mi pequeña luna, por favor —suplica—.


Perdóname por ser débil, por querer tomar la vía fácil.
—Perdóname, mi pequeña luna, por favor —suplica—.
Perdóname por ser débil, por querer tomar la vía fácil. No te
merezco, no te merezco, pequeña.

Me tapo la boca y sollozo en silencio. Escucharlo así me


parte el alma. Él no está fingiendo, ese dolor tan grande no
se puede actuar.

—Pero no voy a rendirme, voy a volver a ser el papi que tú


mereces, voy a ser tan perfecto que no querrás a ningún otro
chico en tu vida.

A pesar de la broma, no me quiero reír. Ser testigo de esto es


demoledor. Solo quiero bajar y abrazarlo, pero sé que lo va a
malinterpretar y que las cosas van a hacerse confusas entre
nosotros.

—Así es, mi amor, ni tus hermanas ni tú pueden tener un


novio. Eso es inaceptable, olvídalo, porque tendré que caer
en una hipocresía horrible. Si alguien te hace daño o te hace
derramar una sola lágrima, tendré que comenzar a hacer una
colección de cuerpos de estúpidos. Perdón, no debo decirte
eso, solo tienes cinco meses, pero... Solo perdóname, mi vida.
Papi nunca más te dejará, tampoco a mamá. Mamá mucho
menos puede tener a otro, porque a ese...
—Isaac, basta —intervengo y él me voltea a ver asustado.
Está inclinado sobre la cuna de Cyra, quien suelta carcajadas
ante las cosas que dice—. No le digas esas cosas a nuestra
hija.

—¿Por qué escuchabas? —me recrimina mientras se limpia


las lágrimas con la manga del suéter que le compré—. ¿No te
han dicho que es de mala educación?

—¿Es en serio lo que me estás diciendo? —Entorno los ojos.

Tras unos cuantos segundos, nos reímos.

—Los dos somos unos maleducados. —Sonríe—. Era tan solo


una broma, mi amor, jamás me molestaría que me escuches.
No tengo nada que ocultarte. Ya no.

—Eso espero.

Me acerco a la cuna de Cyra y la tomo entre mis brazos. Ver


su sonrisa al verme y cómo patalea es lo mejor del mundo.

—Mi vida, papi ya está aquí. Ignora sus tonterías, claro que
tendrás novio.
—No, no lo tendrá, deja de meterle esas ideas a la cabeza —
farfulla él, furioso.

—Claro que sí lo hará.

—Pues tendrá que pasar por muy amplios interrogatorios y


tener una fortuna mínimamente tres veces la mía y la tuya.

—El dinero no...

—No, sé que no, pero tiene que consentirla más que yo para
ser digno de ella. Selene, esta niña es mi razón de ser, no es
cualquier cosa, es perfecta y solo...

—Lo es, es perfecta —lo interrumpo.

Los dos admiramos con amor a nuestra pequeña y esta nos


regala una enorme sonrisa. A pesar de ser tan pequeña nos
reconoce y le encanta vernos. No la he visto tan feliz desde
hace semanas.

—Ella nos necesita —susurro—. No le vamos a fallar.

—No, no lo haremos. —Isaac niega con la cabeza—. Siempre


estaremos a su lado.
—Exacto —digo sin dejar de mirar a mi niña—. Siempre
estaremos a su lado.

○●—♡—●○

Tener la primera cita con mi nuevo terapeuta es aterrador y


no puedo dejar de pensar en eso en todo el maldito día, sobre
todo porque Isaac vendrá con algunos de sus socios para la
campaña publicitaria. Víctor también tendría que venir, pero
sigo sin permitirle el acceso a la empresa y no voy a cambiar
esa decisión. No quiero que se me acerque por ningún
motivo, mucho menos desde que escuché rumores de que
está con otra mujer y que incluso los vieron salir de un hotel.
No pienso permitir que lastime a esa chica, que sospecho
que es Rachel. Si quieren hacer su vida, es genial y me
alegro por ellos, pero no quiero tener nada que ver en eso.

—Selene —me llama Carol, entrando a mi oficina—. Alguien


quiere verte. ¿Tienes tiempo?

—¿Te pasa algo? —le pregunto al ver su cara de


preocupación—. ¿Es... el señor Ackerman?

—No, no es él, es alguien a quien conocemos bien.


—¿Quién?

—Adele.

—¿Cómo? —Mis ojos se abren de par en par por la sorpresa—


. ¿Adele? ¿Es en serio?

—Sí.

—Hazla pasar y quita esa cara, ¿no te alegra verla?

—Es que ella era...

—Oh, por Dios, no te voy a echar o destituir. —Me río—. Eres


grandiosa, tranquila.

—¿De verdad? —pregunta emocionada.

—De verdad. Puede que sea exigente contigo, pero te aprecio


muchísimo y no te quitaría algo que te has ganado a pulso.
Así que quita esa cara y ve a tomarte algo o lo que sea, estás
pálida.
—Eres un ángel, Selene —responde y hace un puchero—.
Gracias.

—No, tú lo eres. Me has ayudado demasiado —replico—.


Ahora ve, haz pasar a Adele, por favor.

—Sí, sí, de acuerdo —asiente de forma enérgica.

—La tía Adele —digo con emoción a mi bebita, que está


mordiendo la tetilla del biberón, pues ya se tomó toda la
leche—. Eres una glotona, mi pequeña luna. No puedo
esperar a que comas sólidos, haremos un desastre.

Dejo el biberón en el escritorio y me levanto para recibir a mi


amiga, que entra de una forma tímida y luce una preciosa
barriga.

—Selene.

—¡Adele! —exclamo contenta y camino con rapidez hacia


ella—. Oh, viniste. ¿Por qué no me avisaste?

—Quería que fuera sorpresa —responde y mira a Cyra antes


de tomarla en brazos—. Mi niña, estás enorme. Quiero dar un
mordisco a esas piernas y a esos mofletes.
—Sí, está enorme —digo orgullosa—. ¿Cómo va ese pequeño?

—Tengo algunas cosas que contarte, empezando por qué


Alarik y yo terminamos.

—¿Qué?

—Bueno, yo terminé con él y este lo aceptó —dice con


tristeza—. No soporté la actitud de su familia. La gota que
derramó el vaso fue que me ofrecieron dinero por dejarlo,
por decir que mi hijo no es suyo y falsificar el ADN.

—Pero ¿no hablaste con él?

—Sí, lo hice. —Suelta un suspiro—. Y no me impidió regresar


al país. Me envió a un escolta, por supuesto, tendré a su hijo
y se hará cargo, pero lo nuestro no funcionó. Él se debe a su
país y yo no quiero ser un impedimento.

—Lo siento mucho —digo apenada—. ¿Estás bien?

—Trato de sobrellevarlo, pero supongo que estaré bien. No te


apures, cuéntame de ti.
—No me puedes tirar esta bomba y pedirme eso —le gruño
mientras vamos a sentarnos al sofá—. Me dejaste temblando.

—Lo siento —dice avergonzada—. No quería...

—Tranquila.

—Por favor, no quiero pensar en eso, solo cuéntame qué


pasa contigo.

—Estamos separados, sabes que me mintió. —Suelto un


suspiro.

—Sí, lo sé, pero pensé que tal vez...

—No, por ahora no —la atajo—. Y bueno, hoy vendrá, haremos


una campaña.

—Mmm... ¿Por qué esto me huele a próxima reconciliación?

—No, no, es que es algo que ya había prometido —respondo—


. Tengo que cumplir con mi palabra.
—Haré como que te creo. —Se echa a reír, aunque ya no
parece tan feliz como antes.

Es doloroso ver la tristeza en su mirada y las ojeras que


tiene. De pronto quiero patear a toda la maldita familia real
de Dinamarca por rechazar así a Adele. ¿Cómo se puede ser
tan estúpido? Nunca me imaginé que en ese país fuesen tan
retrógradas.

—Lo sigo amando, pero llevamos una relación cordial por


nuestra hija.

—Y por sus respectivos genitales —bromea—. A mí no me


engañas, sigues...

—Bueno, solo de vez en cuando, y hace un par de semanas


que no ocurre —resoplo—. Él se fue de la casa cuando se
recuperó y ambos hemos estado ocupados.

Razón por la cual quiero verlo. Se ha comportado demasiado


decente, no me ha insistido, y mucho me temo que sea
porque cambió de asistente. Los resultados de mi
investigación aún no llegan a mis manos, pero estoy segura
de que puede ser una mujer guapa. Yo no he preguntado al
respecto, y él tampoco me menciona nada, lo que me genera
una angustia que cada día disimulo menos.
Pero yo soy fuerte. Los celos no van a matarme..., harán que
mate.

Adele está por contestarme algo, pero tocan a la puerta.

—Selene, tu esposo ya está en la sala de juntas —me anuncia


y yo siento que el estómago se me revuelve de emoción,
aunque intento disimularlo.

—Sí, ya voy.

—Eh... Me pidió que llevara a la pequeña.

—¿Qué?

—Sí, quiere tener a su hija en la junta.

—Bueno, la llevaré —digo extrañada, pensando que tal vez


tenga alguna sorpresa para mí.

—Adele, te dejo por un rato. Quédate, te invito a almorzar.

—Muy bien —dice ella con una sonrisa—. Descansaré un rato,


la barriga ya comienza a pesar.
—Descansa, nena —asiento y tomo a mi hija entre mis
brazos—. Ven, cariño, verás a papá.

Sintiendo los nervios a flor de piel, camino hasta la sala de


juntas. Desde antes de entrar puedo percibir su aroma
delicioso, y me detengo un poco antes de abrir la puerta.

Al abrirla, lo primero que veo no es a mi esposo, sino a una


mujer rubia y que sonríe en dirección a mi bebé.

—¿Es ella? —le pregunta a Isaac y este le sonríe.

—Sí, es ella, mi hija.

«¡¡¡Y YO SOY SU ESPOSA!!!», añado dentro de mí.

Isaac me sonríe ahora a mí y veo ese amor en su mirada,


pero yo ya no entiendo de razones y le regreso una cargada
de severidad. La mujer rubia deja de sonreír, ya que también
la miro de una forma horrible.

—Selene, gracias por traerla —me dice al acercarse—. ¿Pasa


algo, mi amor?
—No, no pasa nada —le digo al entregarle a Cyra—. Y no me
digas así.

—Pero...

—Buenas tardes a todos —les digo a los demás y camino


hasta la cabecera de la mesa—. Les tengo ya algunas
propuestas.

♡ CAPÍTULO 65 ♡
Isaac

Selene nos presenta las ideas para el nuevo comercial y me


sorprendo al ver que es un spot simple, pero con tanta
fuerza que mis socios se quedan impresionados. Yo también
lo estoy, a decir verdad; no hemos optado por comerciales
tan cortos desde hace unos meses, pero creo que lo
haremos, se nota. A pesar de mi impresión, no dejo de estar
atento a que solo se centren en ella y no en cómo viene
vestida, que es con otro de esos vestidos que odio por lo
deliciosa que se ve su figura. El embarazo ya comienza a
notarse, pero no deja de lucir sensual, podría ser el fetiche
de cualquier hombre, empezando por mí, pues todo su
cuerpo me tiene como un idiota.
Ha sido demasiado difícil pretender que no quiero regresar,
complacer su deseo de comportarme bien y no pedirle estar
juntos. Incluso no he insistido en tocarla aunque me muera
de ganas. La primera complicación ha sido el trabajo y
cambio de asistente, pues la anterior renunció por su
embarazo. Yo no la corrí, ella quiso irse.

Y entonces llegó Leonor. Ella es muy eficiente y entiende lo


que quiero, así que hemos trabajado bastante bien.

La segunda complicación es la misma Selene. Ella no quiere


volver a pesar de todo, y yo comprendo que no quiera,
también sé que no lo merezco, que tal vez deba cumplir con
una penitencia. No es nada fácil verla a lo lejos otra vez,
aunque me consuela el hecho de que no ha salido con nadie.
No tengo intervenido su teléfono, confío en que no hará nada
malo porque me ama. Aunque, desde luego, a veces quiero
sucumbir y revisarlo todo. Tengo una necesidad enfermiza de
saber todo lo que hace, con quién habla, con quién tiene el
más mínimo contacto. Me está matando la incertidumbre, la
ansiedad y mi amor.

A pesar de lo profesional que es mi esposa, noto que está


enferma de celos y que no le agrada que Leonor le sonría a
nuestra bebé. No era mi intención esto, pero me encanta que
esté celosa, pues eso significa que me sigue creyendo suyo.
Si tan solo supiera que yo nunca podría interesarme en
Leonor...

La primera razón (y la más importante) es que no es ella.

La segunda razón es que es una mujer transgénero que


todavía no completa su transición y no me van los genitales
masculinos, mejor dicho, no me van otros genitales que no
sean los de mi esposa.

La tercera razón es que es mi prima.

Víctor y mi madre siempre la han rechazado por ello, ni


siquiera se atreven a nombrarla. A mí no podría importarme
menos lo que haga con su vida sexual, a mí solo me interesa
la mía.

—Los colores podrían ser un poco más brillantes —opina


Coulton, que trata de mantener la mirada en su carpeta, pues
me di cuenta de que ha estado mirando de más a Selene—.
Por lo demás, me parecen perfectas todas las propuestas
que nos ha presentado, señora Ackerman.

«Sí, imbécil, ella es mi señora», pienso satisfecho.


—Claro, señor, lo vamos a tomar muy en cuenta —dice mi
mujer con tono entusiasta.

Lo está mirando. Le está sonriendo. ¿Por qué mierda le


sonríe?

—Podemos reunirnos si gusta para establecer los...

—Soy yo el que va a elegir eso —intervengo.

Mi hija se ríe ante el golpe que le doy a la mesa, así que la


volteo a ver.

—Tú estás de acuerdo, ¿verdad, mi cielo? —le pregunto antes


de inclinarme para besarla en la mejilla.

—Es tan hermosa —dice Leonor, a quien le sonrío por puro


despecho—. Se parece a ti, Isaac, tiene tus ojos tan
hermosos.

—¿Perdón? —le dice Selene y Leonor la voltea a ver con


despreocupación—. ¿Acabas de tutear a mi marido y decirle
que sus ojos...?
—Sí, eso hice. ¿Tiene algo de malo? —inquiere mi prima,
batiendo las pestañas, gesto que siempre la ayuda a seducir.

—Que es mi marido.

—Ustedes están separados —replica Leonor, que luego me


mira a mí—. Eso me dijiste, Isaac, ¿no?

—No —digo molesto—. Yo no dije eso.

—Bien, creo que todos estamos conformes con el spot, solo


sería hacer retoques en los filtros y más detalles que voy a
necesitar —dice Selene, a quien se le ve bastante roja y eso
me angustia.

—Selene...

—Nos vemos después —se despide mientras se levanta—.


Necesito a mi hija.

—Por favor, salgan todos —pido—. Y, Leonor, también tú.

Mi prima resopla, pero se levanta, no sin antes pellizcar un


poco la mejilla de Cyra. Selene enrojece más al ver ese acto
y se acerca amenazante a Leonor cuando está quiere
dirigirse a la puerta.

—Tranquila, Selene —le digo al ponerme en medio para que


no le haga nada.

—Dame a mi hija. —Selene me quita de las manos a nuestra


hija—. Y vete con tu asistente, ya vi que ella...

—No, a mí no me vas a acusar de cualquier porquería que


esté maquinando tu mente —gruño—. Yo solo te amo a ti.

—Le sonríes, parece ser que la pasas bien con ella —dice con
desdén—. Eres un idiota, ¿y así es como quieres que...?
Olvídalo, no va a pasar. No vamos a volver.

—Bien, no volvamos, pero eso no significa que serás libre.


Sigues casada conmigo, lo seguirás estando toda tu vida, mi
amor.

—No lo creo, después de hoy, no lo creo —dice con voz


temblorosa.

—No, Selene, no digas esas cosas. —Sujeto su rostro y ella lo


voltea.
—Déjame, déjame —exige—. Vete con ella.

—Solo quiero irme contigo.

Intento besarla, pero ella retrocede. Sus ojos están llenos de


lágrimas y eso me revuelve el estómago por la culpa y la
ansiedad.

—Iré a almorzar con Adele —me avisa—. Después tengo


otras cosas que hacer, así que puedes ir a ver a Cyra, pero...

—¿A dónde demonios vas? —le pregunto furioso—. Selene...

—No te incumbe, Isaac. Yo... Los hombres son una porquería.


Dile a tu amigo, Alarik, que se vaya a la mierda.

—No hables sobre lo que no sabes —murmuro—. Él jamás


dejaría a Adele, pero...

—Ya la dejó, y están esperando un hijo —me interrumpe—. En


fin, me largo, hablamos luego.
—No estés celosa, Selene, sabes que te amo a ti. —De nuevo
vuelvo a bloquearle el paso y por fin consigo besarla—. Ella
no significa nada, no en el sentido que piensas.

—¿Y en cuál sentido sí?

—Que la aprecio mucho porque es mi prima.

—¿Cómo?

La cara de Selene se llena de perplejidad, una que disfruto


sobremanera. Fijo mi vista en Cyra, que se está riendo de una
manera hermosa, y me inclino para besarle la punta de la
nariz.

—Tu mami se ha puesto celosa de tía Leonor —le digo con


voz ridícula y ella se ríe de nuevo—. Ven acá, mi cielo.

—No, no...

No hago caso de Selene y tomo a mi hija en brazos.

—Quiero llevarla conmigo, así puedes estar con Adele.


—¿Seguro?

—Sí.

Seguro porque voy a vigilarla. No pienso dejar que nadie se


les acerque.

—Sí, quiero dedicarle la tarde. Padre e hija.

—No sé, Isaac... ¿De verdad ella es tu prima?

Me echo a reír y le doy un beso en los labios antes de que


pueda quitarse.

—Sí, lo es.

—Igual no quiero que le sonría tanto a Cyra —responde—.


Quería provocarme.

—Hablaré con ella —prometo—. Me gusta que estés celosa,


pero no te voy a perder por tonterías. Ahora sí, me voy.
Pásala bien, gatita lunar y te prohíbo que le metas ideas a
Adele.
—¿Qué clase de ideas? —Frunce el ceño.

—Ya debes imaginarlo. Ella no está sola, aunque lo parezca.

—Pero...

—Nos vemos.

Salgo de la sala de juntas con mi hija. Esta está sonriendo de


esa forma que me hace olvidarme de todo en el mundo,
excepto de su madre.

—Vamos, mi pequeña, hoy no te soltaré. Vas a pasar el día


con papi.

Carol sale y le pido que me traiga la bolsa de Cyra, ya que me


la llevaré. Ella asiente y entra de nuevo a la oficina para
sacarla. Selene no ha salido de la sala de juntas, por lo que
creo que se ha quedado recogiendo y reflexionando.

—Isaac —me dice Leonor, que está saliendo del baño—.


Perdón por lo de hace rato, pero creo que puede funcionar.

—No, no necesito que hagas eso —digo molesto—. Casi tengo


un problema con ella.
—Eso es lo que ella necesita, algo que la haga reaccionar.

—Sí, pero no voy a jugar con sus emociones, está


embarazada.

—Dios, qué poco inteligente, bueno, no, pero para esto sí. Las
mujeres funcionamos...

—No le haré tal cosa a Selene y sé por qué te lo digo —la


interrumpo—. No insistas, Leonor, si no, voy a molestarme
contigo.

—De acuerdo, perdóname.

—Ve a la empresa y cancela mis compromisos de hoy, que no


creo que sean muchos. Voy a pasar el día con mi hija.

—Okey.

Leonor se inclina hacia mi hija y le hace gestos para que se


ría. Luego de eso me toca el hombro.
—No te rindas. Haz lo que tengas que hacer para recuperarla
—me aconseja—. En el amor todo se vale.

—Regresa a la oficina —gruño.

Carol sale de la oficina de Selene y entorna los ojos al vernos


tan cerca a mí y a Leonor. Yo no me molesto en explicarle,
pues Selene ya lo sabe todo. Es demasiado tarde para
ponerla celosa.

Hacer que se ponga celosa, extrañamente, es la peor de las


estrategias. Tendría que funcionar si ella fuese como las
demás, pero no lo es; la mente de Selene actúa de extrañas
maneras y sé que, si me aparezco con otra mujer, se
terminará por alejar más. La única manera que tengo es
hacer que me extrañe. Por ahora no funciona mucho, pero
han pasado solo dos semanas. Tan solo dos semanas para
ella, una eternidad para mí.

—Gracias, Carol —le digo a la empleada de Selene antes de


irme.

Leonor me sigue, pero los dos nos separamos en el


estacionamiento. Yo subo a mi hija y coloco el espejo de la
mejor manera posible.
—Te compré algo que vas a poder morder y calmar esas
pequeñas encías —le digo al ver los pequeños puntos
blancos que comienzan a aparecer en sus encías—. Estás
creciendo demasiado rápido, para ya, no estoy preparado.

Acaricio el rostro de mi pequeña luna, y esta agita los brazos


y las piernas. Amo su risa, su cabello, lo mucho que se
parece a Selene y que también en ella puedo verme a mí por
compartir el color de ojos.

—No llores, mi vida, por favor, así llegamos más rápido a


casa.

Cuando dejo a mi bebé asegurada, tomo mi teléfono y le


marco a Lee, el guardaespaldas de Adele... y también de mi
esposa.

—No le saques la vista de encima, acaba con cualquier


hombre que intente acercarse —le advierto—. Si algo le pasa
a mi mujer es como si le pasara algo a la señora Ellingsen,
¿me entiendes?

—Sí, señor, entiendo. Nadie se les acercará y lo mantendré al


tanto.

—Bien, confío en ello.


Cuelgo la llamada, le doy un último vistazo a Cyra, y me meto
al auto para irme. Me gustaría mucho llevarla al parque, pero
no me apetece hacerlo sin Selene; la última vez que lo hice
me llené de madres que se creyeron que soy un padre
soltero. Fue aterrador.

En menos de veinte minutos ya me encuentro en casa. Como


ya tengo todo preparado para mi pequeña, solo voy a
sentarme en la alfombra de la sala. En vez de una mesa de
centro ahora hay muchos juguetes de bebé.

Cyra intenta girarse en cuanto su espalda toca la alfombra.


Es una niña demasiado lista y me asombra todo lo que hace,
hasta lo más mínimo.

—Sí, también eres mi dueña, pequeña traviesa —le digo


mientras le hago cosquillas.

Mi hija se ríe y se agita. Esto es verdadera felicidad para mí,


solo que me angustia no poder compartirla con Selene. Amo
los momentos con mi hija, pero odio que Selene se los
pierda. Deberíamos estar los tres aquí, almorzando, diciendo
tonterías y no separados. Cada vez se vuelve más absurda
esta situación.
Pero tengo que resistir. La penitencia será muy larga, tal vez
incluso de años.

—Ojalá pudieras hablar y decirle que quieres que estemos


juntos —le digo con tristeza—. En fin, te voy a entrenar, lo
siento, pero también te beneficia. Mamá debe estar con
nosotros.

Pese a sentirme todavía un miserable por cómo la hice


sentir, disfruto todo lo que puedo con mi niña. Juego con ella,
la alimento, le doy un baño y la duermo sobre la alfombra. Yo
también pienso en quedarme dormido a falta de novedades
de Lee, pero unos toques a mi puerta interrumpen mis
intenciones.

—Isaac, hijo —me dice mi madre cuando le abro.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunto—. ¿Por qué vienes?

—Vengo a verte, también a mi nieta. Sé que tuviste una


reunión con Selene y te seguí, pero no me atrevía a entrar.
Déjame verla, déjame ver cómo estás tú. La prensa dice que
enfermaste, pero yo sé que...
—No quiero ser grosero, pero es mejor que te vayas, mamá.
No te tengo rencor, incluso Víctor puede hacer con su vida lo
que quiera.

—Todos merecemos una segunda oportunidad, Isaac. Yo te


amo.

—Por ahora no me siento listo para tenerte en mi vida —le


digo con franqueza—. ¿Podrías respetar eso?

—Pero...

—¿De verdad esperas que te deje entrar en mi vida cuando


claramente prefieres a Víctor? No te culpo, es tu decisión,
pero yo no estoy obligado a sentir compasión por ti.

—Tú te equivocaste, yo solo te lo hice ver.

—No, no solo hiciste eso, pasaste por alto las cosas que
Víctor hizo, las minimizaste. Pero eso no me importa, lo que
hace que no te quiera en mi vida es el desprecio que sientes
por Selene.

—Ella arruinó tu vida.


—Ella me salvó la vida —la corrijo y ella jadea—. De no ser
por ella, estaría muerto ahora mismo.

—Entonces es cierto, te quisiste matar. Estás inestable.

—Como siempre, piensas lo peor. ¿Sabes qué? Mejor...

Mi teléfono suena y, sin importarme que ella siga aquí, cierro


la puerta y camino hasta la mesa en donde dejé mi celular.

—Lee, ¿qué informes me tienes? —pregunto de inmediato,


deseando que se trate sobre algo de Adele y no sobre mi
gatita. Prefiero tener problemas con Alarik que con mi
esposa—. ¿Pasa algo?

—Nada, señor, solo quería informarle que su mujer, después


del restaurante, ya no volvió a la empresa. Dejó a la señora
Ellingsen en su hotel y después ella se marchó.

—La seguiste, ¿verdad?

—Sí, señor, le entrego la dirección de la clínica.

—¿Clínica?
El hombre me da la dirección y siento que la sangre me
hierve. El doctor Rogers, él me daba terapias cuando pasé
por mi lesión. Él apenas me lleva unos cuantos años, no
puede tener más de cuarenta y cinco, es soltero y...

—No dejes que se vaya Selene de allí —le ordeno casi


gritando, olvidando por un momento que mi hija duerme—.
Voy de inmediato para allá.

♡ CAPÍTULO 66 ♡
Selene

La terapia con el doctor no ha sido mala, pero me he


incomodado al extremo, ya que es un hombre bastante
atractivo, profesional, pero atractivo. No hay nadie en el
mundo que me pueda gustar en este momento, solo tengo
ojos para mi marido, lo que me aterra es que me siento
culpable. Yo pensé que sería un hombre muy entrado en sus
años o mínimamente como mi padre.

Durante toda la cita no puedo dejar de pensar en lo mismo y


el hombre lo nota. Ha sido sumamente respetuoso, pero yo
estoy incómoda. Si Isaac no fuera como es, me daría
exactamente lo mismo, eso sí que lo tengo claro.

—Me parece que quieres decir algo más, Selene —me dice
con tono suspicaz.

—Eh... No —No puedo ni alzar la vista. Siento que si lo hago,


Isaac va a gritarme—. Todo está bien.

El doctor Rogers anota algo en su libreta y ya me puedo


imaginar que es: «Paciente evita el contacto visual». No soy
psicóloga ni psiquiatra, pero no hace falta serlo para saber
que el evitar la mirada es algo anormal.

—Bueno, no, no está bien. —Por primera vez alzo la vista—.


Tengo miedo porque usted es un hombre más joven de lo que
pensé.

—¿Disculpa? —Frunce el ceño.

Sí, supongo que es la primera vez que alguna paciente se lo


dice.

—Mi esposo, el causante de que venga aquí, es muy celoso.


El hombre se queda callado y entorna los ojos. No parece
que me esté juzgando, pero sí analizando.

—Comprendo, eso explica tu actitud. ¿Sufres maltrato por


su...?

—No, claro que no —niego con la cabeza—. Él nunca me


pondría una mano encima, pero quizás a usted sí, si lo viera.

—Entonces debo buscar protección. —Sonríe.

¿Qué demonios hace? ¿Es normal que sonría ante esa


amenaza? Este tipo está más loco que yo o está tan
estudiado que no le importan las personas agresivas.

—No, él no sabe que estoy aquí —le miento mientras acaricio


mi anillo de compromiso. Tal vez no debí traerlo, pero no me
siento capaz de romper la promesa de no quitármelo—.
Bueno, espero que no.

—Así que puede que te haya seguido.

—Es bastante capaz.


—Si ambos quieren retomar la relación en algún punto, sería
importante que ambos acudan a terapia, por separado y de
pareja. Ese comportamiento no es saludable.

—Sí, pero por ahora quiero centrarme en mí.

—Te has centrado la última hora en él —me recuerda y yo me


ruborizo—. Tranquila, estoy aquí para escucharte. Todo esto
es completamente normal por la situación que estás
viviendo.

—Sé que él no tiene la culpa de todo lo que me pasa. —Suelto


un suspiro—. Sé que lo amo, que nunca va a dejar de ser así.
Pero al pensar en regresar solo pienso en que hago mal, que
me fallo a mí misma.

—Tómalo con calma —me dice—. No te puedes forzar.

Asiento, aunque en realidad no estoy del todo conforme con


esas palabras. Tomarlo con calma estando cerca de Isaac es
imposible; es tan hermoso, tan mío, tan amoroso con nuestra
hija. Quisiera simplemente olvidar lo que hizo, lo moralmente
incorrecto de su actuar y que no me importe. Quiero volver
con él, pero no quiero ser un monstruo como él, no quiero
que quede impune lo que hizo. Si lo perdono, ¿eso no me
obligaría a perdonar a Víctor del todo? La idea de hacer eso
me asquea.
—Bien, no lo haré. Estoy embarazada y me daré mi tiempo. —
Suspira.

—En las siguientes sesiones vamos a trabajar en unos


ejercicios de relajación. Pareces muy tensa, Selene, y eso no
es bueno en tu estado, tampoco como madre.

Paso saliva. Casi puedo ver a Isaac como una parte que se ha
salido de mí y que me mira como si fuese un halcón. «NO,
SELENE, TÚ NO VAS A RELAJARTE CON ÉL», me grita.

—Me imagino que respiración y esas cosas, ¿verdad?

—Sí —responde mientras mira su libreta—. Pero también


otras cosas —añade con un tono un poco misterioso.

«Yo me largo de aquí. Esto no es nada relajante», pienso


aterrorizada. Mis bebés patean, como si me advirtieran.
Como se entere su padre de que haré ejercicios de relajación
con otro hombre, va a morirse. No, no puedo volver aquí.

—Está bien —respondo, mirando hacia la puerta, y luego veo


el reloj. Faltan menos de diez minutos para que la sesión
termine, pero siento que es una eternidad—. Ejercicios de
relajación.
Mi celular comienza a vibrar en ese momento. El doctor
detiene lo que está escribiendo y arquea una ceja. Acaba de
descubrir que no apagué mi celular.

—Lo siento, pero no puedo apagarlo, mi esposo tiene a mi


hija. Voy a contestar.

—Bien, ve.

Me dirijo hacia afuera del consultorio. No quiero que suceda


nada malo, pero sí que pase algo que me haga salir de aquí.
Un pañal hiperexplosivo, un cliente imprevisto, lo que sea.

La persona que me llama es mi madre, lo que me extraña, ya


que le dije que iba a venir a terapia y sabe el horario.

—¿Mamá? —respondo asustada—. ¿Pasó algo?

—Sí, hija, vino Isaac a dejarme a Cyra. Ella está bien, pero él
no, dijo que te buscaría. Está furioso.

—No puede ser —digo asustada—. ¿De verdad?


—Sí, hija, intenté frenarlo, pero parece que ya conoce a tu
terapeuta. Hija, por favor, no te vayas de ahí si no se
comporta. No tengo miedo por ti, pero sí de lo que le pueda
hacer al doctor.

—Yo también. Ahora mismo pago la consulta y me voy. Cuida


a mi bebé, es hora de su toma.

—Señorita, su hora no termina todavía —me dice la


recepcionista.

—Debo irme —le digo y cuelgo la llamada con mi madre—.


Tengo que irme.

El doctor sale en ese momento y me mira preocupado.

—¿Todo está bien?

—Sí, todo está bien, solo tengo una emergencia familiar —


balbuceo mientras le entrego mi tarjeta a la recepcionista—.
Me tengo que ir, discúlpeme, doctor.

—¿Te encuentras bien? —me pregunta él—. Pareces muy


ansiosa.
—Sí, sí, solo... solo debo atender a mi hija.

La mujer me regresa la tarjeta y la guardo. Las manos me


tiemblan, ya que quiero salir de aquí cuanto antes. Cualquiera
que me viera pensaría que mi esposo me golpea o me
maltrata de alguna forma. Si supieran que me temo más a mí
misma, que secretamente me gusta esta adrenalina, esta
sensación de que vendrá mi hombre a marcar territorio. Yo
sabía de antemano que no debí venir, que él, de alguna
manera, se iba a dar cuenta.

Pero no puedo permitirlo, no puedo dejar que alguien más


tenga problemas por mi culpa. Estoy cansada de ser así,
tengo que dejar de hacerlo y romper este círculo vicioso.
Tengo que sanar, él tiene que sanar, debemos dejar atrás la
inmadurez.

Les sonrío a ambas personas y me doy la media vuelta para


salir de la clínica. Por un momento me siento aliviada y
comienzo a planear lo que le voy a decir a mi esposo. Pero al
salir, alguien me toma por el brazo para detenerme.

—Selene, ¿de verdad estás bien? —me pregunta el doctor.

—¿Qué hace? —le pregunto—. Le dije que estoy bien.


—Olvidaste agendar la siguiente cita.

—Eh... Ya la agendaré después, de verdad tengo prisa. —Trato


de quitar el brazo, pero él me sigue sosteniendo.

La situación me causa mucho miedo. ¿Es normal que un


terapeuta salga a buscarte? Eso jamás me ha pasado.

—¿Necesitas ayuda? Pareces muy asustada.

—¡No, ya le dije que no! —grito.

—¡SUÉLTALA, MALNACIDO! —brama Isaac, quien me aparta


del doctor para asestarle un puñetazo. El doctor apenas
alcanza a ser consciente de lo que ha pasado, cuando le llega
otro puñetazo que lo tira al suelo—. Te vas a arrepentir, hijo
de puta, maldito vendido. Lo sé todo, imbécil. Víctor te
compró también a ti.

—Isaac, para, para, por favor —suplico, pero él me ignora y


patea al doctor antes de darse la vuelta.

La ira con la que me observa me hace palidecer. No sé de


qué sea capaz, pero no creo que de cosas buenas.
—Tú vienes conmigo.

—Vengo en mi auto.

—Me importa una mierda tu auto —masculla y me toma del


brazo. No me lastima, pero me toma más fuerte de lo usual—
. O vienes o lo mato, tú decides.

—Bien, vamos —resuello—. No quiero que te metan a prisión.

—Qué considerado de tu parte, Selene, muy considerado —


dice irónico y avanzamos con mucha rapidez hacia su auto, al
cual me subo sin rechistar.

Isaac me pone el cinturón y me mira furibundo, sin saber qué


decir, así que no lo hace y cierra la puerta de golpe. Le grita
algo al doctor y rodea el auto para meterse.

Y otra vez vuelve a meterse, aunque esta vez cierra más


fuerte.

No me atrevo a pronunciar palabra; estoy muda de espanto.


Isaac tampoco parece querer que hable, se le ve muy
enfadado. Y yo debería estarlo más, lo estoy, de hecho, pero
me cuesta reaccionar.
Cierro los ojos y recargo la cabeza contra el cabezal del
asiento. La ira de mi esposo la puedo sentir, aunque no lo
vea; es casi tan palpable como la mano con la que toma la
mía.

La tensión entre los dos me va a matar de un paro cardíaco,


pero intento aguantar lo más que puedo. Para cuando abro
los ojos, reconozco el camino: vamos a un hotel.

—Isaac, no podemos...

—Claro que vamos a ir —me interrumpe—. Y no vas a opinar


nada al respecto, ¿me entiendes?

Me quedo en silencio, pero niego con la cabeza para mostrar


mi desaprobación. Encerrarnos dentro de una habitación de
hotel no es lo más propicio si lo que queremos es parar con
todo esto.

Aun así, no lo impido, sigo dejando que me lleve, que pida una
habitación y que me lleve. En el ascensor ninguno de los dos
habla, tan solo dejamos correr ese deseo y rabia que nos
recorre las venas, las cuales explotan en cuanto ponemos un
pie dentro.
—¿Por qué, Selene? ¿Por qué demonios me haces esto? —me
recrimina mientras me acorrala contra una pared.

—No te hice nada, solo fui a terapia.

—¡¿Y QUÉ DEMONIOS HACÍAS CON ÉL AFUERA DE LA


CLÍNICA?! —me grita enloquecido.

—Suéltame, Isaac. —Me refuerzo entre sus brazos, pero no


logro moverlo ni un poco.

—No, no lo voy a hacer, no hasta que me lo digas. ¿Vas a salir


con ese médico de quinta?

—¿Y si así fuera qué? —gruño—. Y no es de quinta, él es muy


bueno.

«Bueno para causar problemas», pienso, pero no se lo digo.

—Pero no soy yo —replica.

—Es mejor que tú. Al menos él no coquetea con...


—Él no es el padre de tus hijas, él no es el hombre que amas
—espeta mientras me sube la pierna—. Él no es tu esposo, yo
lo soy. Yo lo soy, y lo soy para siempre.

—Suéltame —jadeo. Tenerlo demasiado cerca está acabando


con mi maldita fuerza de voluntad—. No voy a perdonarte,
vete con tu asistente. No me importa que sea tu prima, le
sonreíste.

—No me perdones si no quieres, pero no dejaré que otro


toque lo que es mío.

—No soy tu...

—Lo eres, Selene, lo eres —refuta, hundiendo su rostro en mi


cuello—. Te amo, maldita sea, te amo como un loco.

—No, no es...

—Te amo, te amo, necesito tenerte.

—No lo harás.

Sin embargo, al poco tiempo me sube el vestido, ingresa en


mí y derrumba lo que digo. Sus embestidas son
desesperadas y no me deja de mirar de forma intensa. Los
dos morimos de amor y deseo por el otro, no lo podemos
evitar.

—No me dejes, Selene, me arrastraré toda la vida por ti, pero


déjame seguir a tu lado —me ruega llorando al llevarme a la
cama.

—Isaac...

—Selene, mi diosa Selene —jadea—. No puedes dejarme, ¿sí?


Eres mi gatita, sin ti no puedo vivir.

—Mi amor —jadeo sin poder evitarlo—. Te amo, yo tampoco


puedo vivir sin ti.

—Entonces...

—No me presiones —gimoteo—. Solo hazme esto, no quiero


pensar.

Isaac sale de mí y nos terminamos de quitar todo. Al


sentirnos de nuevo, los dos gemimos al unísono y nos
acariciamos como si nunca más nos fuésemos a volver a ver.
—Selene, Selene, ¿qué me haces? —pregunta cuando lo
monto—. No vuelvas a verlo, no lo hagas o lo mataré.

—No lo haré —prometo—. No voy a verlo más.

Él se muerde el labio inferior y me acerca para besarme de


nuevo. Menos mal que mi barriga no es un impedimento, ya
que aquel beso es lo que necesito para alcanzar el orgasmo,
uno que es tan fuerte que me pongo a llorar de placer.

—No podemos seguir así —susurra al acabar—. Selene...

—Dame tiempo, Isaac —le suplico—. Esto me causa conflicto


conmigo misma.

—¿No crees que puedas perdonarme? —me pregunta


preocupado.

—No lo sé —admito—. Necesito sanar esto, necesito...

—De acuerdo, te daré el tiempo que necesitas, pero...

—Estamos juntos —respondo y le doy un beso en los labios—


. No quiero a otro hombre, solo a ti. Así será toda mi vida.
—Y para mí no habrá otra mujer. —Sonríe.

—Más vale que así sea —le advierto—. Me perteneces, Isaac.

—Y tú a mí, gatita lunar —gruñe—. Entonces es un juramento,


aunque nunca me perdones...

—Nunca habrá otro en mi vida —contesto—. Necesito sanar


lo que me hace sentir el hecho de que me mintieras, pero eso
no cambia lo que siento. Te amo para siempre.

—Yo más allá de para siempre —declara—. Y nunca voy a


dejar de esperar por ti.

♡ CAPÍTULO 67 ♡
Selene

A partir de ese día, el proceso del perdón toma su curso,


pero los dos sabemos que no será tan sencillo volver, sobre
todo porque Víctor sigue buscándome, intentando hablar
conmigo después de que le recriminé haber comprado al
doctor Rogers. En un intento por imitar a Isaac lo admitió y
dijo que no le importaba hacer lo que sea con tal de
recuperarme. Si bien tuve miedo, también tuve muchas ganas
de reírme en su cara. Nadie puede ser un acosador y tener
estilo, salvo Isaac. El cinismo de este último es intrínseco de
su ser e incomparable. Él es así desde que me conoció,
Víctor no lo es, solo es una jugarreta más para intentar
tenerme.

Y la otra jugarreta para joder a Isaac es oponerse a que mi


empresa trabaje para la suya. Él también tiene que
autorizarlo, así que mientras no se pueda obtener su
consentimiento, no podremos trabajar en conjunto.

Es un asqueroso.

—Tienes llamada, Selene —me avisa Carol entrando a la


oficina, justo cuando estoy jugando con mi bebé.

—Sí, voy ahora —le digo y me levanto del sofá, no sin hacer
esfuerzo, dado que mi vientre ha crecido mucho.

Es increíble cómo está cambiando mi cuerpo y lo hermoso


que es aquello. He tenido un embarazo sin demasiadas
complicaciones y mis hijas están muy bien a pesar de todos
los malos momentos que he vivido. Es una bendición que
jamás se me habría ocurrido que iba a experimentar.
Al llegar al teléfono, mi corazón late demasiado deprisa al
escuchar a mi esposo.

—Señora y señorita Ackerman, están ustedes cordialmente


invitadas al banquete de hoy —me dice con tono formal—. No
puedo esperar, quiero que ya llegue la hora del almuerzo.

—No puede ser. —Me río—. Yo también estoy ansiosa, pero...

—Ya estoy en casa, preparando la calabaza. ¿Estás segura de


que no quieres que lo haga papilla?

—No, si esperamos más para la alimentación


complementaria fue para que pudiera comer por sí sola.

—Pero es muy pequeña —gruñe—. Es mejor darle una


papilla.

—No está a discusión, Isaac, quiero lo mejor para Cyra —


respondo, ocultando que también me pone nerviosa el hecho
de que la dejaremos explorar por sí sola.

—Bien, voy a confiar en ti, pero ante la primera arcada,


Selene, solo una, se acabó. No pienso arriesgar a mi niña.
—No seas sobreprotector.

—Me importa una jodida mierda. Si fuera por mí, Cyra viviría
en una burbuja —gruñe—. Sería excelente, así ningún idiota...

—Ya hemos hablado del asunto y prometiste...

—De acuerdo, me voy a tranquilizar. Cyra es solo un bebé.

Pongo los ojos en blanco. No puedo esperar mucho, será un


padre celoso, de esos que ahuyentan a los pretendientes con
un arma o una mirada asesina. Pobres de esos chicos que
tengan la osadía de fijarse en mi niña, que se está riendo
ante mis resoplidos.

—Cambiando de tema, te tengo una buena noticia —dice mi


esposo.

—¿Qué? —inquiero con curiosidad.

—Te hablaré de ello en cuanto Lee las traiga. ¿Por qué no


puedo recogerlas yo?
—Porque quiero que esa comida quede perfecta y adecues
bien el lugar en donde vamos a comer juntos —le recuerdo—.
Confía en Lee, es un excelente conductor.

—Sí, lo sé, pero...

—Por Dios, está casado —gruño—. Deja de ser tan celoso.

—No puedo, Selene —dice con seriedad—. Pero está bien,


confío en él. Alarik no lo habría dejado cuidar de Adele si no
fuera confiable.

—Exacto —respondo—. He visto las noticias, Dinamarca sí


que sigue ardiendo por la renuncia de Alarik.

—Sí, mi amor, pero hizo lo que tenía que hacer. No puede


vivir sin ella.

—Sin duda. —Sonrío—. Espero que sigan siendo felices.

—Casi no se han comunicado desde que se casaron, claro


que son felices. —Se ríe—. Bueno, antes de comenzar a decir
cosas que te molesten o incomoden, mejor cuelgo. Ven ya,
gatita lunar, trae a mi pequeña luna.
—De acuerdo, vamos ya —contesto.

—Te amo.

—Yo también te amo. —Suspiro.

Al colgar la llamada, tengo que lidiar con unas revoltosas


Cyra, Deva y Ania. Las tres se las arreglan para declararme
la guerra, pues mientras que Cyra se agita, mis gemelas
patean con mucha fuerza. Cada vez que vamos a ver a su
padre es lo mismo, se emocionan a más no poder.

Creo que perciben mi propia emoción.

Cuando salgo de la oficina, Lee ya está esperándome junto al


ascensor y me ayuda a llevar mis cosas hasta el auto. La
verdad es que me siento cómoda con él, pues se limita a
hacer su trabajo y si le pregunto algo me contesta de forma
muy amable, aunque sin excederse. Entiendo ya el porqué
Isaac y Alarik confiaron en él para cuidarnos a mí y a Adele.

Adele... ¿Qué puedo decir? Me da hasta envidia. Sé que fue mi


decisión no vivir con Isaac y seguir «separados» ante todo el
mundo, pero duele, me causa envidia su capacidad para
poder perdonar. Yo, en cambio, sigo tratando de superarlo y
de no tener esta sensación de que seré una idiota sin
dignidad si vuelvo con Isaac. Todavía no puedo descubrir a
qué se debe esa sensación, pero la tengo y quiero tomarme
mi tiempo para lograr saber si seré capaz de olvidar todo eso
algún día.

Por más horrible que suene, necesito olvidar por completo a


Víctor para poder hacerlo. No lo amo más, eso es seguro,
pero no olvido lo que me hizo, el dolor que sentí y lo fuerte
que tuve que ser para no perdonar. Si hago caso omiso a lo
que hizo Isaac, estaría traicionándome a mí misma. Tampoco
me siento preparada para volver a tomar terapia y tratar ese
problema. Después de mis experiencias, tengo miedo de otro
conflicto.

Me paso todo el camino atenta a mi pequeña y logro


distraerme un poco de esos pensamientos desagradables.
Todo está bien ahora, Isaac y yo seguimos estando juntos de
cierta forma, hacemos el amor cada vez que podemos y nos
amamos como dos locos. Lo sé, es retorcido, pero seguimos
funcionando así y esto hace más sencilla la espera de una
toma de decisión.

En el estacionamiento nos recibe Isaac, quien se precipita a


ayudarme a bajar y luego a nuestra hija.

—Mi pequeña luna —dice contento mientras la abraza y llena


de besos que la hacen reír—. Papá te extrañó. No puedo
creer que vayas a comer tu primera papilla.
—No, no papilla —lo regaño y él bufa—. Acuerdos son
acuerdos.

—¿Por qué tiene que comer con sus manos si tiene un padre
que adoraría darle de comer en la boca? Estas pequeñas
manos no tienen por qué ensuciarse.

—Ya, deja de exagerar. —Ruedo los ojos—. Vamos de una


buena vez.

—Dame las cosas, Lee —pide Isaac, pasando por completo de


lo que le estoy diciendo—. Vamos a casa, Selene, podemos
discutir el tema adentro.

Isaac se las arregla para tomarme de la mano, aunque lleve


todo encima. Ya no me molesto en decirle que me deje
ayudar, pues no lo va a hacer, no hay manera de convencerlo.

—¿Cómo están mis pequeñas lunas? —me pregunta cuando


deja la pañalera en el sofá y se vuelve a acercar a mí.

—Están bien.
Mi esposo pone la mano sobre mi vientre, y nuestras hijas
parecen reconocerlo, ya que patean. Él esboza una sonrisa
enorme ante eso y, con cuidado de no lastimar a Cyra, se
inclina para besarme la barriga.

—Muero de ganas de conocerlas —murmura—. Las amo.

—Esto será un completo desastre. — Me río—. Tres hijas.

—Tres hijas a las que nunca les faltará nada — dice al


enderezarse—. Y que estarán muy bien vigiladas por papá.

—No te haré cambiar de opinión —resoplo.

—No, así que no lo intentes.

Los dos caminamos hacia el comedor, en donde tenemos la


silla alta de nuestra hija. Isaac va hacia la cocina, en donde
tiene preparados los trozos que vamos a ofrecerle, también
nuestro almuerzo. Hace un último intento de persuadirme de
no darle eso, pero yo sigo firme.

Claro, hasta que por fin Cyra tiene ante ella los trozos de
comida.
Primero los toquetea y frunce el ceño. Esta es la primera
toma de contacto con la comida, así que es lo usual, aun así,
Isaac y yo estamos como halcones sobre ella, sin poder
comer lo nuestro.

—Selene, ¿estás segura de esto? No comerá nada —gruñe


Isaac sin dejar de mirar a nuestra hija.

—Debemos confiar en ella —susurro—. Hola, cielo.

Cyra posa sus ojos en nosotros y sonríe. Por un momento


creo que todo irá bien, pero entonces decide tomar uno de
los trozos y probarlo.

—Dios mío —musita Isaac. Por el rabillo del ojo veo que está
pálido.

Y pálida me pongo yo cuando ella hace una arcada.

—¡Suficiente, se acabó! —exclama mi esposo.

Cyra empuja con su lengua aquel trozo de calabaza, pero


luego se vuelve a llevar otra vez a la boca la tira que tiene en
las manos. Tengo que detener a Isaac para que no la toque
por el momento.
—Selene, voy a morir de un infarto, no tiene dientes todavía.
Están por salirle dos —se queja él—. Yo comí papillas y estoy
perfectamente.

—Bueno, tal como perfectamente...

—Me refiero a que aprendí a comer normal —me interrumpe.

—Confío en ti, mi cielo, tú puedes —animo a mi bebé,


ignorando a mi asustado esposo.

De pronto Cyra hace otra arcada, pero esta vez no se le pasa


rápido. Toda mi seguridad se va al demonio en ese momento
y los dos corremos a auxiliarla.

—No, esto no es para ella —dice Isaac mientras la levanta de


la silla, pues está llorando.

—Creo que no —digo preocupada—. Ay, no, soy una tonta.

—No, no lo eres, es solo que a veces no me quieres escuchar


—dice él mientras la mece—. Papá te preparó papilla.
—¿Qué?

—Un padre también tiene intuición —presume y yo gruño—.


Lo siento, pero desde que el pediatra planteó este método,
algo no me olió bien.

Al final, Isaac termina teniendo la razón y Cyra disfruta más


con la papilla, la cual se la damos entre los dos para que
ninguno quede fuera de esa primera vez. Durante los
primeros momentos estoy molesta de que perdí mi tiempo
informándome sobre todo esto para al final acabar con
papilla, pero al ver la sonrisa de mi hija se me termina
pasando. No existe un estilo de crianza perfecto, y nuestra
hija es feliz así, aunque existan miles de páginas dedicadas a
los beneficios.

Y tal vez esta situación sea la mejor para mí e Isaac ahora.


Estamos juntos sin estarlo, sin yo sentir culpa. Es raro, pero
funciona.

—Lo hicimos, gatita lunar, Cyra está muy feliz —me dice él
cuando nuestra bebé se termina lo que le sirvió—. Está
creciendo rápido.

—Mucho. —Suspiro—. Parece que fue ayer cuando la


pusieron en mis brazos.
—Fue lo mejor que nos pudo pasar, Selene —declara,
acercándose—. Nuestra hija es lo que comenzó todo.

Antes de que podamos besarnos, Cyra suelta un grito que


nos hace separarnos.

—Creo que quiere más comida —masculla él.

—Ya lo creo que sí —digo agitada y todavía nerviosa por el


beso.

Él parece estar más tranquilo, pero al fijarme mejor, también


respira con dificultad. También le está costando todo esto y
hace el esfuerzo para no pedir que regresemos.

—¿Estás bien? Te noto callada —me dice cuando nos


sentamos en la sala a jugar con nuestra hija—. ¿Pasa algo
con las gemelas?

—No, ellas están bien. —Sonrío y él toca mi vientre—. Están


felices.

—Selene, ¿por qué no...?

—No, Isaac —lo interrumpo y él asiente con tristeza.


—Lo siento, es solo que a veces siento desesperación.

—¿Desesperación?

—Sí, siento como si esto estuviera a medias.

—Entiendo. Es injusto lo que te estoy haciendo. —Hago una


mueca.

—Pero no...

—Es mejor que no sigamos así —digo con tristeza de que él


no quiera lo mismo que yo—. No quiero lastimarte más.

—¿Qué estás diciendo? —pregunta asustado—. No, Selene,


yo...

—No te puedo hacer esto, no te puedo dar cosas a medias,


pero tampoco completas. Yo...

—No, no te dejaré hacer eso —me interrumpe—. Si tengo que


vivir a medias, lo haré, es preferible eso a vivir sin ti.
—Pero Isaac...

—No volverás a escuchar ni una sola palabra más de este


tema —me promete—. No pienso renunciar a ti.

—Perdóname por no darte lo que necesitas —le pido


llorando—. Ni siquiera eres tú, soy yo, algo pasa que...

—Estás embarazada. —Sonríe—. Las hormonas están


decidiendo por ti en estos momentos. Hablaremos de esto
cuando tengas a nuestras hijas.

Acaricio el rostro de Isaac y este me besa con suavidad.

—Seré paciente, incluso aunque nunca llegue ese día —


susurra—. Solo quédate en mi vida.

●○—♡—○●
—No, no parece que se vaya a voltear, Selene —me dice la
doctora Smith—. Un parto natural en estas condiciones sería
algo arriesgado.

—¿La cesárea es la mejor opción? —pregunta Isaac y la


obstetra asiente.

Recuesto la cabeza en la camilla y doy un fuerte soplido. No


estoy para nada preparada para pasar por un quirófano.
Tampoco lo estoy para un parto, pero me imagino que lo
inesperado debe ser mejor que lo esperado. Siempre he
preferido ponerme de parto y dejar que la naturaleza siga su
curso, no tener que esperar horas para después someterme
a una cirugía.

Esto es lo que pasa cuando te sobrecargas de información.


Todo mi embarazo he leído sobre las ventajas del parto
natural, me he preparado con mucha información y para que
al final tenga que pasar por una cesárea.

—Selene, las niñas estarán muy bien, ya son de término —me


tranquiliza la doctora—. Además, contamos con un equipo
fantástico, podrás tenerlas en tu pecho nada más nacer.
—Eso suena muy bien, pero no me esperaba que mi hija no
se volteara —respondo sincera—. Me dan miedo los
quirófanos.

—Yo voy a estar contigo —me dice Isaac—. No te sucederá


nada. Esto es lo más seguro para ti y nuestras hijas.

—Bien, bien, ¿en qué semana será?

—Lo mejor es que sea dentro de un par de días. Ya tienes


dilatación y contracciones —me dice—. Además, el embarazo
gemelar suele terminarse por estas fechas.

—Bien, pues que se haga lo que se tenga que hacer —


respondo—. Quiero que mis bebés nazcan bien.

—Van a nacer con bien, ya lo verás. —Me sonríe mi doctora—.


Por supuesto que podemos intentar un parto natural, pero
una de las niñas tendría que nacer de nalgas y, aunque el
equipo sabe atender perfectamente partos así, los riesgos
son...

—No, no, prefiero una cesárea —le digo.


—Es lo más sensato, Selene. Hemos llevado tu embarazo
como alto riesgo y queremos traer al mundo a estas
pequeñitas con toda la seguridad posible —me responde ella.

—Estoy de acuerdo —dice Isaac, quien me mira y me acaricia


la cabeza—. Sé que esto no es lo que habrías querido, pero...

—No importa —lo interrumpo—. Yo solo quiero que nazcan


bien, no me importa lo demás.

—Entonces vamos a vestirte para que hablemos.

La doctora saca la sonda de mi interior y retira el condón. A


Isaac sigue sin parecerle lindo que me revisen de esta
manera, pero ya no dice nada, tan solo gruñe.

Una vez que la doctora se retira, Isaac me ayuda a


levantarme y luego a ponerme los pantalones. La barriga me
ha crecido tanto que ya no puedo hacerlo por mí misma.

—Creo que tendré que usar vestidos de ahora en más, esto


solo es un dolor de cabeza —me quejo.

—Vestidos no —farfulla—. Yo estoy para vestirte.


No respondo nada, tan solo pongo los ojos en blanco. Con
Isaac no voy a poder discutir.

Al terminar de vestirme, vamos otra vez al escritorio de la


doctora. Estar sentada me causa mucho alivio, ya que el
recostarme bocarriba me deja sin aliento, y esta vez estuve
al menos veinte minutos así, pues revisaron a las mellizas y
nos han mostrado sus preciosas caritas en 4D. Son casi
iguales a Cyra, con excepción de que una de ellas siempre
tiene cara de enojada.

Creo que es la que más va a parecerse a mí en personalidad.


Mi otra melliza siempre nos regala unas preciosas sonrisas
que hemos logrado capturar y de las que tengo muchas
copias. Me encantan mis bebés, son el mejor regalo que me
pudo dar la vida.

Los tres sopesamos algunas fechas y al final llegamos a la


conclusión de que debe ser pronto. Yo abogo por esperar un
poco más, pero al final todo queda en que daré a luz en dos
días. Este es el último fin de semana que pasaré
embarazada.

—Te doy esta fecha, Selene, porque no quiero arriesgarme a


que te pongas de parto, al menos no del todo —me dice ella—
. Es bueno que experimentes contracciones y todo eso, pero
tal y como estás, puede que tengas un parto muy rápido.
—De acuerdo, entonces el lunes será. Será casi mi regalo de
cumpleaños. —Sonrío—. Un día después.

—El mejor regalo de cumpleaños —dice Isaac—. Tranquila.


Tendremos dos maravillosas bebés en nuestros brazos.

—También tendrán el mejor regalo de Navidad —bromea la


doctora y los dos nos reímos.

Después de salir de aquella consulta, me siento nerviosa,


pero también feliz de que todo esté saliendo bien. Solo quiero
que todo siga así y no se arruine.

—Tenemos que prepararlo todo —dice Isaac—. Faltan algunas


cosas.

—Sí, y...

—Yo me encargo.

Antes de que podamos llegar al auto, vemos a Víctor, que


camina hacia nosotros con una expresión muy seria. Isaac
solo me sujeta, pero no me pone detrás de él como sería lo
habitual.
—¿Qué hace aquí? —pregunto en voz baja y con nerviosismo.

—Tu regalo de cumpleaños llegó —masculla mi esposo.

—Hola, Selene —saluda él.

—Hola —respondo con recelo—. ¿Qué sucede?

—Vengo a despedirme.

—¿Qué?

—¿Podemos hablar a solas?

—Ese no fue el acuerdo —gruñe Isaac.

—No, pero preferiría no tenerte enfrente —le dice Víctor—.


No me tardaré.

—Pero...
—Está bien —intervengo y los dos hermanos me miran
estupefactos—. Pero Isaac debe quedarse cerca.

—Bien, no me alejaré demasiado, voy al auto —gruñe mi


marido—. No te tardes, Víctor.

—No lo haré.

Isaac me da un beso en los labios y se marcha hacia el auto


en el que hemos venido. Víctor, en cambio, está temblando un
poco.

—Lo pensé mucho antes de hacer esto, pero ya no le queda


más —dice—. Ya no soporto la situación.

—Víctor...

—Tú y yo pudimos haber sido felices, pero dejaste de


amarme —me interrumpe—. Y creo que me costó demasiado
entenderlo, pero al fin lo hice.

Sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas al mismo tiempo


que sonríe. Aquella expresión me contagia un poco y también
tengo ganas de llorar. No me gusta verlo así, en realidad, no
me gusta ver así a nadie últimamente.
—Todavía te amo —dice—. Y si existiera la más mínima
posibilidad de volver contigo, la tomaría sin dudarlo.

—No la hay —respondo con firmeza.

—Lo sé, ya lo sé, Selene, y no me puedo pasar toda la vida


esperando a algo que no va a pasar. Creo que la terapia me
ayudó. —Se ríe un poco—. También a Serena.

—Lo sé, ella está más tranquila, hemos vuelto a hablar —le
cuento.

—Sí, yo lo sé por Rachel.

—Estás con ella, ¿no?

—Lo estamos intentando —contesta.

—Me alegro.

—Podría decirse que estoy enamorándome, lo que es


extraño, dado que siento cosas por ti. —Frunce el ceño—. Y
ya no me veo capaz de vivir mi vida sin ella.
—Víctor, estás comenzando a amarla —le digo—. Y eso está
bien. Lo que no está bien es que digas que si yo...

—Eso es lo que siento todavía, Selene, pero sé que se me


pasará —me interrumpe—. Ella lo sabe y está respetando mi
proceso, pues también viene de una mala relación.

—Sí, algo supe. —Suspiro—. Espero que puedan ser felices.

—Nos iremos —me explica contento—. Vamos a viajar a


Europa y ver que pasa. Ya no iremos como representantes de
la empresa, sino como simples turistas.

—Guau. —Sonrío—. Me da mucho gusto.

—A mí también. Y es eso a lo que vengo, le vendí mis


acciones a Isaac y mi madre también le vendió las suyas, así
que ustedes ahora son los dueños.

—¿Cómo?

—Felicidades, él puso a tu nombre mis acciones. Esa fue la


condición que le puse para acceder a vendérselo y claro que
aceptó, no iba a perder la oportunidad.
—P-Pero... Ay, Dios, ahora entiendo lo del papeleo.

Pensaba que eran los papeles de la nueva camioneta que me


compró y que puso a mi nombre. Ya me parecía demasiado
extraño todo aquel ajetreo del tipo de la agencia.

Miro a Isaac, quien me mira de forma intensa. No se está


riendo, pero seguramente le parece divertido hacer todo
esto.

—Sí, mi hermano siempre mintiendo. —Víctor pone los ojos


en blanco, pero luego se ríe—. Bueno, yo no soy mejor, y es
por eso que hoy estoy pagando las consecuencias, te perdí.

—Sí, supongo, pero...

—Siempre estuvieron destinados a estar juntos —dice él con


tristeza—. Solo que me atravesé en el camino. Y te amé,
Selene, te amé como a nadie.

—Yo también te amaba —contesto—. Y nunca voy a poder


olvidar lo que vivimos, pero esto ya no puede ser. Lo amo a
él.
—Sí, ahora es que puedo decirlo sin querer matarlo —bromea
y me toma de la mano—. Cuídate, Selene, por favor. No sé si
vayas a volver con Isaac, pero creo que deberías hacerlo.

—No lo sé —niego con la cabeza—. No lo siento como algo


correcto.

—¿Y quién demonios ha actuado de forma correcta en toda


esta situación? —resopla—. Yo te mentí, Isaac nos separó por
sus ansias de tenerte, tú cometiste tus propios errores.
Todos nos equivocamos.

—Sí, lo sé. —Sonrío a medias.

—Me quedaría más tranquilo sabiendo que volvieron y que


jamás habrá una posibilidad entre nosotros.

—No voy a volver con Isaac solo para complacerte, ¿eres


idiota? —le gruño y él se echa a reír.

Sé que no, pero al menos piénsalo. Creo que no tiene que ser
correcto, solo debes ser feliz. Lo mereces, Selene, mereces
ser feliz, aunque él no sea el hombre para ti.
Aquellas palabras me dejan anonadada, pues nunca me las
habría esperado, no de él. Víctor me suelta la mano, pues
escucha los pasos de Isaac detrás de él.

—Creo que ya fue suficiente —dice este último.

—Sí, sí, ya le dije lo que le tenía que decir, Isaac. Me voy, pero
algún día van a tener que volver a verme la cara.

—Qué alegría —dice Isaac con sarcasmo.

Víctor agita la mano para despedirse de mí y finalmente se


marcha. Yo no puedo apartarle la vista de encima, incrédula
de que realmente se terminó todo esto y mejor de lo que
esperaba. Toda nuestra historia de amor no merecía tener un
final abrupto, así que puedo decir que me siento contenta.

—¿Por qué lo miras así? —me reclama Isaac y yo lo miro con


una sonrisa.

—Porque me acaba de decir que me mentiste otra vez —


bromeo y él se pone pálido.

—Yo... Era una...


—Sí, una sorpresa, pero una para la que no me siento
preparada. ¿Qué demonios se supone que...?

—No necesitas hacer nada, Selene, solo recibir ganancias y


asistir a algunas reuniones si quieres. Además, no solo lo
hice por ti, sino por nuestras hijas. Teniendo un porcentaje
mayor es...

—Tienes razón —asiento—. Gracias por eso.

—Te amo, Selene. Yo no quería todo para mí, quiero compartir


todo lo que tengo contigo. Incluso si me pidieras las mías, te
las daría sin dudarlo.

—Te las pediré el día en que me engañes con otra mujer.

—Entonces jamás pasarán a tus manos —dice con orgullo—.


Eso no va a pasar.

—Más vale que así sea, porque si no te dejaré en la calle.

—Bien, lo que digas. —Se ríe—. Ahora vamos con Jessie, que
debe estar ansiosa por saber lo que va a pasar.

—Sí, vamos.
Mi madre, al recibir la fecha, se pone muy nerviosa, pero está
feliz porque ya va a conocer a sus otras nietas. A pesar del
nerviosismo que siento, me hace bastante ilusión el
nacimiento, aunque, por otro lado, me da pesar con Cyra,
pues solo tiene diez meses y ya va a convertirse en hermana
mayor.

—Mi pequeña luna, pronto vas a conocer a tus hermanas —le


digo cuando estamos acostadas en la cama. Ella está
sentada al lado mío, dando pequeños golpes a mi barriga—.
Sí, mami tendrá dos bebés igual de hermosas que tú.

—Mami —dice ella, lo cual me hace jadear.

—¿Qué? ¿Qué dices?

Cyra suelta una pequeña carcajada.

—Dilo de nuevo, mi amor, por favor —suplico—. Por favor.

No es su primera palabra, la primera fue «papi», y he estado


triste todo este tiempo. Al fin dijo la palabra que quería
escuchar.
Por más que le insisto, no hay caso, incluso sigue llamando
a su papá. Es la única palabra que dice, ya que es muy
pequeña, pero espero que pronto también se le haga
costumbre llamarme a mí.

—Te quiero con locura, mi niña —le digo con alegría—. No


importa que todavía no digas esa palabra.

Pero al día siguiente, mi pequeña me regala el decirme así.


Yo no puedo más de la felicidad, es el mejor cumpleaños.
Isaac también me consiente mucho desde temprano y planea
irse hasta que desayuno bien y me da mi hermoso regalo:
una cadena de oro con un dije precioso de tres niñas. Es tan
hermoso que me pongo a llorar y lo abrazo.

Las palabras de Víctor sobre ser feliz siguen resonando en


mi mente, pero no quiero dejarme llevar por las hormonas de
embarazo, así que le digo que no cuando sugiere quedarse o
que nos vayamos al departamento durante el postparto.

—No, yo puedo. Mamá también me ayudará —le digo.

—Bien, no voy a presionar más —dice frustrado, me da un


beso y se marcha.
La culpa me revuelve el estómago por un momento, pero
decido no pensarlo tanto. Es mi cumpleaños y no puedo
amargarme por cosas que ya habíamos discutido antes.

—Hija, ¿no crees que estás siendo algo dura con él? —me
pregunta mamá—. Sí, te hizo daño, pero está poniendo todo
de su parte para que lo perdones.

—¿Lo vas a defender? —le increpo y ella asiente.

—Sí, esta vez sí —responde sin dudar—. Porque puede que se


haya equivocado y no sea perfecto, pero te ama. Tú también
lo amas.

Sí, sé lo que sientes, pero ¿quién te va a criticar si vuelves


con él?

—Soy yo la que no se siente lista.

—Bueno, eso lo comprendo, pero dale una respuesta ya, no lo


dejes a medias, hija. Porque hasta el hombre más paciente
se puede cansar.

—Él no lo hará.
—No, pero no es justo lo que le estás haciendo, quiere estar
contigo en todo esto —replica—. En fin, ¿ya llamaste al lugar
donde te harás la depilación? Te dijo la chica que tenías que
confirmar.

—Ay, no, tengo que llamarlos —digo angustiada.

En realidad, solo quiero tener otra cosa que hacer para no


pensar en lo que es más que evidente: no es justo lo que le
hago a Isaac.

La señorita de aquel lugar me contesta de forma amable y


me dice que tengo mi cita para dentro de una hora. Solo
tengo que confirmar mis datos y todo queda listo.

—Bien, mami tiene que ir a depilarse —le digo a Cyra antes


de entregársela a mamá para poder ir a cambiarme.

—¿Isaac sabe que...?

—No lo sé, pero si lo sabe, no creo que le interese. —Me


encojo de hombros.

Le doy un beso a mi pequeña luna y subo las escaleras. Cada


día me cuesta más subirlas, pues estoy hecha un rinoceronte
y me asfixio. Lo único bueno de dejar de estar embarazada
será eso: tendré mis pulmones de vuelta.

Al estar en mi habitación, preparo mis cosas para llevarme al


lugar. Además de eso, me pongo un vestido, aunque eso no le
guste a Isaac. Estoy enfadada con él por haberse ganado a mi
madre y ponerla de su parte. Es irracional y yo misma quiero
darme unas bofetadas, pero las hormonas me hacen estar
así.

—Bien, creo que ya me puedo ir —murmuro al guardar todo


en mi bolsa.

La puerta de mi cuarto se abre de par en par y aparece Isaac


con una sonrisa furiosa y un maletín en las manos.

—Tú de aquí no sales para abrirle las piernas a una


desconocida, ¿me entendiste? —dice con tono amenazante.

—¿Qué? Pero yo...

—Soy el único que puede hacer esto —me interrumpe—. Yo te


voy a hacer esto.

—No, claro que no.


—Claro que sí, así que más vale que te quites todo, me abras
las piernas y me dejes trabajar.

—Estás loco, Isaac —gruño—. No me voy a abrir de piernas


para que me hagas esto.

—Me las abriste para hacer a estas niñas, así que puedes
hacerlo para dejarme rasurar allí abajo.

—¡Imbécil! —le grito, aunque en realidad estoy más que


caliente.

—Apresúrate, Selene.

—Me vas a cortar.

—Claro que no, jamás te lastimaría, eres mi vida entera.

—Mierda, deja de decir eso, estoy enojada —respondo de


mala gana mientras me quito el vestido.
Los ojos de mi esposo me recorren el cuerpo con deseo. No
tengo ni idea del porqué si estoy hinchada, con estrías rojizas
y una línea alba bastante marcada.

—Cerraré la puerta para estar más cómodos —murmura.

Antes de que vaya hacia la puerta, puedo ver que está erecto
y que posiblemente lo último que hagamos será una
depilación. Pero lo intentamos, él me recuesta en la orilla de
la cama, abierta de piernas. La manera en que pasa la
cuchilla por toda la zona es increíble y me arranca gemidos.

—Sí, como lo sospeché, te gusta esto —gruñe.

No le toma mucho tiempo terminar, ya que no tengo


demasiado vello.

—Bien, terminé, pero falta el toque final.

Isaac se pone de pie y se quita toda la ropa. Yo no soy capaz


de decir nada y con algo de ayuda me pongo en cuatro para
que pueda penetrarme.

—Oh, carajo —gimo al sentirlo adentro.


—Selene, te amo, ya quería metértela.

—Y yo a ti, por favor, más rápido.

Mi marido me complace y va más rápido, lo que me vuelve


loca de lujuria.

—Selene, ya no lo soporto, vuelve conmigo. Quiero estar


contigo —me suplica y yo me sigo moviendo, aunque estoy
sorprendida—. Selene, te lo ruego.

No me deja responder nada, pues aumenta aún más la


velocidad de sus embestidas. Mi capacidad de razonamiento
queda totalmente nublada por las oleadas de placer que me
brinda.

—Isaac, te amo —susurro—. Te amo, te amo.

—Y yo más, ¿qué nos impide estar juntos, mi amor? Nos


amamos, nos necesitamos. No soy capaz ya de vivir sin ti y
sé que tú tampoco sin mí.

Aquellas palabras me conflictúan más, pero están tan


cargadas de pasión que no hacen más que encenderme más
y más.
—Selene, te adoro, ¿qué más tengo que hacer para
demostrarlo?

—¡Isaac!

Mi orgasmo llega de manera sorpresiva y tengo que hundir el


rostro en mis almohadas para que mi madre no escuche mis
gritos. Esto me vuelve loca, demasiado loca. No soy capaz de
vivir sin este hombre, simplemente no puedo.

Isaac también se deja ir y noto cómo su cuerpo tiembla como


cada vez que se corre muy fuerte.

—Se me olvida que estás por dar a luz —dice en voz baja—.
Perdóname.

—No pasa nada —le digo.

—Me voy —murmura antes de salir de mí.

—¿Qué? ¿A dónde? —pregunto alarmada.


—¿Acaso te importa? —contesta con molestia—. Lo siento, no
quiero hablarte así, pero creo que estoy llegando al límite...

—Isaac...

—Odio que no me vayas a dejar ser parte de todo esto —


expresa con voz temblorosa cuando me levanto de la cama y
lo miro.

—Pero estarás en el parto.

—Pero no cuidándote cada noche, no voy a desvelarme


contigo. ¿De qué me sirve tener beneficios si no puedo tener
las responsabilidades? Porque aunque suene raro, las
quiero, Selene, lo quiero todo. Quiero estar con mis hijas
cada noche de sus vidas, al menos hasta que ya no quieran
dormir más con nosotros.

—Isaac...

—Te dejo para que estés tranquila. No volveré a molestar.

Isaac termina de vestirse en tiempo récord. Y sale, no sin


antes decirme que se va de la ciudad. Yo me quedo atónita,
sin poder procesar lo que acaba de ocurrir.
—No, no puede ser —murmuro llena de angustia al llegar al
piso de abajo—. ¿Cómo puede irse de la ciudad?

—Te lo dije, cariño, se cansó. —Suspira mi madre—. Bueno,


¿por qué no cenamos? No creo que te importe mucho.

—Sí, hagamos eso —gruño—. Si quiere irse, que se vaya.

Pero no soy capaz de sostener tal argumento mientras trato


de cenar el sándwich que mi madre me preparó.

—¿Por qué se tuvo que ir, mamá? —gimoteo—. Dios mío,


¿acaso no le importa mi embarazo?

—Sí, pero literalmente le dijiste que no lo quieres aquí


ayudándote. ¿Sabes lo horrible que es eso? —resopla
mientras le da una cucharada de comida a Cyra.

—Entonces no me ama tanto como dijo —mascullo—. No me


ama.

—Te ama, pero debe tener dignidad. Lo lastimaste, cariño. Te


negaste a mejorar, te negaste a intentar ser feliz con él.
—No, no lo puedo dejar ir, lo tengo que ir a buscar.

—¿Qué?

—Sí, sí, voy a llamar un...

—Puedes pedirle al chófer que te lleve. Lee está afuera.

—¿Lee está afuera?

—Sí, lo está.

Me bajo rápido del taburete y me acerco a mi hija para darle


un beso.

—Mamá traerá de regreso a papi, no te preocupes —le digo—.


Ese idiota no se irá.

—¿Para qué lo buscas? Tú no...

—No, mamá, lo amo, no lo voy a perder. Tienes razón, estoy


siendo una estúpida.
—Yo nunca dije eso —gruñe.

—Pero lo soy, estoy dejando ir al hombre que amo y no lo


pienso permitir. Al diablo lo que es correcto, lo amo, lo amo y
debemos estar juntos.

Antes de que mamá pueda decirme algo, salgo disparada


hacia afuera de la casa. Tengo mucho trabajo de no tropezar
y le exijo a Lee que me lleve al aeropuerto o donde sea que
Isaac esté.

Lee me sostiene para llegar más rápido al auto, en donde me


subo de inmediato. Tengo que alcanzarlo, decirle que ya no
me importa nada, que lo amo. Puede que esto sea una más
de sus manipulaciones, pero qué más da, yo también lo
manipulo a él todos los días, a todas horas. Los dos somos
así y no vamos a cambiar, siempre nos amaremos con un
amor enfermizo y desquiciado, pero que solo sabe crear
cosas hermosas, como lo son nuestras hijas y nuestra
inquebrantable fidelidad. A pesar de que Isaac es un enfermo
acosador, sé que nunca me dejaría sola, que estaría conmigo
en la peor de las situaciones. Y yo también. Yo no puedo
dejarlo solo, a merced de quién sabe cuántas mujeres. Él es
mío y lo voy a recuperar.

—La llevaré al departamento, no se ha ido al aeropuerto.


—Sí, llévame a donde sea que él esté —le pido desesperada—
. Apúrate.

—Tranquila, señora Ackerman, está embarazada y debemos


tener cuidado. Seguro que lo alcanzamos.

—Si no lo alcanzo, me muero —digo nerviosa—. Él no puede


irse, tenemos tres hijas.

Lee no me responde nada más, pero su presencia me calma


un poco. Necesito un poco de calma para no colapsar.

Tras un camino que me parece eterno, por fin llegamos al


estacionamiento, y ahí veo a Isaac con sus maletas.

Sin pensarlo demasiado corro hacia él, y este suelta sus


maletas para también correr hacia mí. Cuando nuestros
cuerpos colisionan nos besamos como un par de locos, sin
importar que tan lascivo sea el beso.

—Viniste —susurra sonriendo.

—Y tú no te fuiste —digo jadeando—. No te vayas, no te vayas,


por Dios.
—En realidad solo son mis maletas para irme contigo,
aunque no quieras. No me pienso ir, eres mía, nunca dejaría
a nuestras hijas —responde—. Soy un egoísta, te presioné.
Sabía en el fondo que vendrías, y si no lo hacías...

—Lo sé, eres un maldito mentiroso, un desgraciado, cínico,


asqueroso —me quejo—. Pero te amo, te amo.

—Yo te amo más, no me importa hacer trampa para tenerte


—admite sin más.

—No está bien que te ame, debería odiarte —sollozo—. No


puedo más, Isaac, eres la persona que más...

—Perdóname.

—No, te costará ganarte mi perdón por esto que acabas de


hacer y por todo lo que hiciste antes.

—Selene...

—Pero estaremos juntos —contesto—. Estaremos juntos


porque no puedo vivir sin ti, porque tú eres mío, tal como
eres, aunque no esté bien, aunque sea tan enfermo, eres mío.
—Tú eres mía —responde con intensidad—. Mía hasta el fin.
No quiero solo ser el padre de tus hijas, quiero ser tu marido,
tu hombre.

Los dos volvemos a besarnos de forma ansiosa. Nos


amamos con una locura desmedida y no vamos a dejar de
serlo. Qué más da que él sea un infeliz acosador, lo amo, no
puedo negármelo más. No me quiero pasar el resto de mi
vida llorando por él, teniéndolo lejos, disponible para otras
mujeres. No, él es mi hombre, mío y de nadie más.

—¿Entonces puedo vivir contigo? —pregunta feliz.

—Es obligatorio. —Me río—. Ya no me importa nada, mi amor,


no quiero desperdiciar mi vida haciendo esta estupidez.
Sanemos juntos, Isaac, porque así es como debemos estar.
Perdóname por tardar en entenderlo.

—Me lo merecía.

—Sí, pero ya no más. —Sonrío—. Yo me merecía este golpe de


realidad. Me angustia no tenerte, yo...

—Shhh... Ya no digas más, no me pienso ir a ningún lado.


Siempre vamos a estar juntos, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.

—Te amo, gatita lunar, te amo de forma eterna. Ni el infinito


es tan grande como lo que siento por ti.

—Me encanta que seas cursi. —Suspiro—. Me prende.

—¿Quieres ir a nuestro departamento cuestionable? —me


sugiere—. Me muero de ganas.

—Yo también me muero de gan...

El agua que sale expulsada por mi vagina interrumpe mis


palabras. Isaac y yo nos quedamos petrificados.

—Reventé fuente —susurro.

—Sí, lo hiciste —asiente—. Tendremos que dejar la


reconciliación para dentro de seis semanas.

—Sí —concuerdo—. Para dentro de seis semanas.


♡ EPÍLOGO ♡
Isaac

Selene se la ha pasado como loca durante las últimas


semanas previas al cumpleaños de nuestra hija. No ha
querido que intervenga en casi nada, salvo en colgar cosas
que ella no puede. Siendo honesto, no me importa
demasiado, ya que dedico ese tiempo a cuidar de las tres
mujeres que me tienen más que enamorado por ser mis hijas
y por ser miniversiones de Selene, con su cabello rizado y
ojos con largas pestañas. ¿Quién iba a decir que me
obsesionaría cuatro veces con ella? Ni en mis mejores
sueños.

La vida nos cambió desde que Cyra llegó a esta, pero la


llegada de Deva y Ania nos enseñó lo más crudo y duro de la
paternidad. Las primeras semanas solo fueron desvelos,
lidiar con el reflujo de Ania, los cólicos de Deva y los llantos
de Cyra exigiendo atención. Jessie ha sido la persona que
impidió que nos volviéramos locos, pero la razón más
importante por la que Selene y yo atravesamos con éxito
esas primeras semanas es el infinito amor que nos tenemos.
Si no nos amaramos, posiblemente habríamos acabado
divorciados, pues las discusiones, producto del cansancio, no
faltaron. Pero no todo ha sido malo, nuestras hijas son lo
mejor que nos pudo haber pasado y no cambiaríamos nada.
—Creo que ya quedó —dice Selene feliz mientras se pone los
guantes para abrir el horno.

Huele un poco a quemado, pero no quiero decirle nada por


temor a que se enfade. Desde que llegamos a la casa nueva
se propuso aprender a hornear para hacer un pastel
hermoso para nuestra hija. Por supuesto que yo ya mandé a
comprar otro por si acaso, el cual desviaré a otro sitio si este
sale bien.

—Huele delicioso, ¿verdad? —me pregunta ilusionada y siento


que mi estómago se contrae.

—No estoy muy seguro, no soy fan del pastel —respondo.

—Cierto, se me olvida, pero huele decente, ¿no?

—Sí, mi amor, creo que sí —respondo. No importa que tenga


a Deva como protección ahora mismo, tengo que cuidar mi
vida—. Seguro que te sale muy bien. Yo lo saco, no quiero que
te quemes.

—No, yo puedo.

—Por favor, permíteme —le pido.


Selene asiente y viene hacia mí para sostener a nuestra hija,
la más despierta y activa de todas. Las otras dos están
tomándose una siesta en la sala, una en su cuna portátil, la
otra en el sofá.

Saco con cuidado aquel pan del horno, el cual se ve más


marrón de lo que debería estar. Selene está muy emocionada
y yo tengo que contener las ganas de quejarme. Esta cosa
está demasiado quemada.

—Quedó bien, creo —dice ella, nerviosa.

—Se te pasó un poco —comento—. Pero...

—Pruébalo —me pide—. Solo un pedazo pequeño.

«No, por Dios».

Termino haciéndole caso y tomo un pequeño trozo. El sabor


no es malo en sí, pero sí que se siente demasiado el sabor a
quemado.

—Interesante —le miento.


—Dilo de una vez: no te gustó —resopla—. Carajo, no me sale
bien.

—No, gatita lunar, lo que pasa es que...

—De verdad quería que saliera bien. —Hace un puchero—.


¿Ahora que vamos a hacer?

—Mandé pedir el pastel que cotizaste hace una semana —le


confieso y ella se queda boquiabierta.

—¿No confiaste en mí? —me recrimina—. ¿Sabías que esto iba


a quedarme mal?

—Bueno, sí, eres principiante.

Selene se echa a reír y se me acerca.

—Por eso te amo, porque me conoces tan bien que sabías


que iba a llorar si no teníamos un repuesto.

—Menos mal —susurro.


Me inclino para besarla en los labios y ella deja escapar un
suspiro. Saber que poco a poco vuelve mi Selene de antes
me hace demasiado feliz. La amo en todas sus facetas, pero
ya no discutir tan seguido es bueno para mi salud.

—Perdón por ser una histérica —me dice al dejar de


besarnos—. No quiero hartarte.

—Jamás lo harías —le aseguro—. Por más horribles que


sean algunos días, siempre vas a ser mía, no dejaré mi
obsesión por ti.

—¿Qué tan obsesionado estás? —me pregunta para


provocarme.

—Tan obsesionado que te sigo al baño —respondo—. Tan


obsesionado que amo el olor de la ropa interior que dejas en
el cesto.

—Qué asco. —Arruga la nariz y yo arqueó una ceja.

—Pero tú haces lo mismo con la mía.

—Eh... Yo... No es cierto.


—Claro que sí —rebato.

—Bueno, sí —admite—. Creo que eso nos mantiene unidos.

—Puede ser —bromeo—. Amo tu aroma.

—Y yo el tuyo, desde que nos conocimos.

—¿De verdad?

—Ajá.

—Pues haré trabajar a esa linda nariz hoy por la noche,


cuando se termine la fiesta.

—Nuestra hija tiene un año. —Suspira emocionada—. Es


increíble.

—Sin duda lo es —respondo.

En ese momento vemos que Cyra se asoma por el borde del


sofá y se ríe
—Mami, papi —dice contenta.

—Ya está lista para la acción. Van a venir muchos pequeños a


jugar.

—Espero que sean solo niñas —digo enfadado.

—No, no, Adele traerá a su bebé.

—Alarik puede ser mi amigo, pero su hijo no se va a acercar


a las nuestras, ¿me entendiste?

—¿Qué? Pero si...

—Ustedes cuatro son mías.

Camino hacia mi hija mayor, quien extiende sus pequeños


brazos hacia mí.

—Mía, mi pequeñita, eres solo de papi.

—No seas celoso —me gruñe Selene.


—Claro que lo soy. No está a discusión, no tendrán novios
nunca.

La pequeña Ania se despierta también y vamos todos a verla.


La sonrisa que esboza es preciosa, casi idéntica a la de Cyra
cuando tenía su edad.

—Tienes razón —dice Selene—. Ellas son nuestras, son


demasiado valiosas para un chico cualquiera.

—Exacto.

Volteo a ver a mi mujer y ella a mí. Sus ojos, esos que tanto
me obsesionan, brillan con más amor que nunca. Por fin
tengo lo que siempre deseé: a ella. No me importa si las
situaciones son buenas o malas, siempre lo arreglaremos,
siempre vamos a amarnos.

La obsesión que sentimos el uno por el otro nunca se va a


terminar, mucho menos la mía.

Por eso nuestra casa está llena de cámaras.

Final

También podría gustarte