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Fábula – Literatura 1

Había una vez en el vasto bosque de Granoche, una comunidad de animales que vivían en armonía.
Entre ellos, destacaba la familia de las ardillas, conocidas por su astucia y agilidad. Pero dentro de
esta familia, había una ardilla llamada Alfonso, quien se destacaba por ser particularmente
ambicioso.

Alfonso siempre estaba buscando maneras de acumular más comida para el invierno. Mientras que
las otras ardillas recolectaban lo necesario para sobrevivir, él deseaba acumular más y más,
creyendo que nunca sería suficiente. Pasaba sus días correteando de árbol en árbol, guardando
nueces y bellotas en escondites secretos, sin pensar en nada más que en su propia riqueza.

Un día, mientras buscaba frenéticamente más comida, se topó con una pequeña liebre llamada Lola.
Lola siempre había sido una amiga compasiva y sabia para muchos en el bosque. Viendo la
obsesión de Alfonso por acumular riquezas, decidió hablar con él.

"Alfonso", dijo Lola con voz suave pero firme, "¿no te das cuenta de que tu búsqueda interminable
de riquezas solo te lleva a la soledad y la insatisfacción? El verdadero tesoro está en compartir lo
que tienes con los demás y vivir en armonía con la naturaleza."

Alfonso, en su orgullo, rechazó los consejos de Lola. Pensó que ella simplemente no entendía su
ambición y deseos. Pero conforme pasaba el tiempo, Alfonso comenzó a darse cuenta de que su
búsqueda de riquezas lo estaba dejando vacío por dentro. A pesar de tener montones de comida
almacenada, se sentía solo y desdichado.

Un día, mientras estaba solitario en su escondite, una tormenta feroz azotó el bosque. Los árboles se
sacudían y los ríos se desbordaban. Alfonso se dio cuenta de que su almacén de comida estaba en
peligro. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, una avalancha de tierra destruyó su escondite y
toda su comida se perdió.

Desesperado y desamparado, Alfonso buscó refugio. Fue entonces cuando recordó las palabras de
Lola. Decidió buscar ayuda y compartió su situación con los demás animales del bosque. Para su
sorpresa, encontró compasión y apoyo. Juntos, reconstruyeron su hogar y compartieron sus recursos
para que todos pudieran sobrevivir a la tormenta.

Desde ese día, Alfonso aprendió la verdadera lección de la vida: que la verdadera riqueza reside en
la amistad, la generosidad y la comunidad. Ya no buscaba acumular riquezas para sí mismo, sino
que disfrutaba de la felicidad que encontraba al compartir con los demás. Y así, el bosque de
Granoche floreció con una nueva armonía, enseñando a todos que la verdadera riqueza está en el
corazón.

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