Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Ocupaciones Humanas y Medioambiente Al Finaldelpleistoceno en El Norte de Suramérica. Mario Bermudez. Es
Ocupaciones Humanas y Medioambiente Al Finaldelpleistoceno en El Norte de Suramérica. Mario Bermudez. Es
http://www.scirea.org/journal/Sociology
28 de octubre de 2021
Resumen
Resumen
El contexto medioambiental de finales del Pleistoceno ha sido uno de los focos de discusión
para quienes estamos interesados en los movimientos poblacionales que desembocaron en el
poblamiento del continente americano. Se presenta en este artículo un análisis de las
condiciones medioambientales que pudieron afectar la dispersión humana en el continente, en
especial el paso por Centro América y el Norte de Suramérica. En él se muestran, con base en
la literatura reciente, algunas de las características fisiográficas del período final pleistocénico
y el inicio del Holoceno, desde el Último Máximo Glaciar hasta la primera parte del
Hipsitemal holocénico, además se dejan interrogantes sobre los modelos de dispersión y
adaptación de las comunidades humanas a los entornos ofrecidos a los primeros pobladores de
este nuevo mundo.
Palabras Clave:
Introducción:
356
subcontinente (Lanata 2008; Sheinsohn 2003, Goebel et al, 2008, Anderson, Bissett, y Yerka,
2013), entre muchos. Hoy evidencias artefactuales, como conjuntos de elementos líticos, entre
los que se incluyen puntas de proyectil y artefactos bifaciales también herramientas
expeditivas unifaciales y modificadas por uso, confeccionadas en diferentes materias primas,
sumadas a los datos paleoambientales disponibles en basurales y sus contextos, permiten
elaborar hipótesis sobre un asentamiento que va más allá del Holoceno (Correal y Van del
Hammen, 2001; Stothert y Sánchez, 2011; Dillehay, 2008; Araujo et al, 2012, Boeda, et al.
2014, López, 2019). Incluso evidencias como artefactos líticos retocados encontrados en
unidades estratigráficas (Halligan et al. 2016) y en otros indicios (Brook et al, 2013) podrían
indicar que grupos de cazadores y recolectores estuvieron presentes desde el Último Máximo
Glacial en diferentes ambientes, desde la playa y la sabana hasta las montañas andinas,
realizando modificaciones en el ambiente.
Los reportes de análisis de diferentes proxies ambientales como polen y sedimentos lacustres
(Velásquez y Hooghiemstra, 2013; Flantua et al, 2014), revelan que el mosaico ambiental de
finales del Pleistoceno fue propicio para los movimientos poblacionales en el continente
sudamericano.
Las teorías sobre el comportamiento de los primeros Homo, han sido objeto de interés de la
antropología, paleontología, arqueología y primatología, como ciencias que se ocupan de la
evolución, entre otros problemas. En este interés por elaborar hipótesis sobre los modelos
adaptativos, desde la etología de primates, se ha demostrado que algunos de los primates
superiores, evolutivamente próximos a nosotros, sostienen organizaciones complejas en
relación a los cazadores-recolectores de baja densidad estudiados por la antropología
(Hohmann y Fruth, 2003; Sapolsky, 2006). Y desde la arqueología y paleoantropología se han
sembrado datos que argumentan que el género Homo, desde la aparición en el planeta hace
aproximadamente 2 millones de años, hasta los humanos modernos, han tenido un modo de
organización social y producción económica similar al de los primates no humanos (Kelly,
1995; Johnson y Earle, 2003: Mithen, 1996). Antes del último Pleistoceno interglaciar, el
homo sapiens, aprovechando las condiciones bioclimáticas (lo veremos más adelante), se
extendió por el continente africano (Richter et al, 2017). Su modelo adaptativo continuó
siendo aparentemente el de pequeños grupos de baja densidad, con un modo de producción de
357
consumo inmediato, denominados como de " cazadores-recolectores" (Lee, 1979),
358
caracterizada por la captación y consumo de la oferta del entorno, o economía de subsistencia.
Las estrategias de supervivencia consistían en mantener una población controlada de no más
de 100 individuos, lograda por diferentes medios; una continua movilidad residencial, en caso
de un entorno con una baja productividad, o una movilidad logística, en caso de un entorno
productivo; una dieta flexible y dúctil; sumado a esto, las relaciones sociales estaban
dominadas por una reciprocidad generalizada, en la que dar, recibir y devolver se convertían
en una regla para la cohesión social (Johnson y Earle, 2003); finalmente, la tecnología
continuó siendo simple; en el registro arqueológico apenas sobresalen los artefactos líticos
bifaciales multipropósito y algunas herramientas en materiales como asta, hueso o concha,
pero éstos no implican que la elaboración de un complejo equipamiento en materiales
biodegradables como madera y fibras no haya estado presente (Renfrew y Bahn, 2011).
El registro isotópico de δ18 Oatm (‰), las concentraciones de Deuterio (δDice) y gases de efecto
359
invernadero atrapados en las columnas de hielo del muestreo de Vostok en la Antártida (Petit
et
360
al, 1999), el registro geoquímico de sedimentos transportados por el hielo (IRD, ''Eventos
Heinrich''), como carbonatos, composición isotópica de Nd-Sr-Pb, entre otros (Hemming,
2004), sumado a las evidencias bióticas como el polen obtenido en el muestreo de Funza por
Hooghiemstra y Rahn (1998), el muestreo de las perforaciones en el fondo del lago Petén
(Hodell et al 2006), permiten concluir que en determinados momentos la disponibilidad de
tierra firme para la dispersión de flora, fauna y la ocupación de especies humanas, cambia
considerablemente.
Para el final del Pleistoceno, hace alrededor de unos 125 ± 5 mil años, el planeta sufre un
calentamiento súbito y una corta estabilidad conocida como interglaciar Eemiense u OIS 5e
en Europa, que duró alrededor de unos 11 mil años, hasta 114 ± 5 mil años antes del presente
(Muñoz-García et al, 2007; Uriarte, 2010; Lowe y Walker, 2015). Este período, considerado
como el interglaciar de mayor duración de los comúnmente ocurridos en la era de las
glaciaciones, se caracterizó por una temperatura entre 3º y 5ºC superior a la actual, y altos
niveles de humedad, en comparación con los registrados antes y después (Riouala y Mackay,
2005). Las principales consecuencias fueron la expansión del bosque tropical hasta las
latitudes medias, la sabanización de parte del Sahara y un aumento del nivel del mar superior
al presente en los máximos del Holoceno (Uriarte, 2010). Estas condiciones bioclimáticas
permitieron que el Homo extendiera sus territorios de ocupación por todo el intertropical y
probablemente propiciaran la evolución final del sapiens en el norte de África, según las
últimas fechas reportadas por el instituto Max Planck (Richter et al, 2017). La expansión de
un ambiente tropical relativamente estable, impulso el éxito de la especie, aunque no generara
una forma de organización/adaptación diferente a la ya desarrollada por sus semejantes desde
el pasado remoto. Tras el Eemiense, los ciclos orbitales y otras condiciones astronómicas
hicieron que el clima volviera a enfriarse, el aumento del albedo causado por un mayor campo
de hielo oceánico, los veranos más cortos e inviernos más largos, la disminución en la
circulación termohalina, desembocarían en un nuevo periodo glaciar, en el que las capas de
hielo se extendieron hasta las latitudes medias (Bradley, 1999; Tarbuks y Lutgens 2005; Lowe
y Walker, 2015). En el transcurso de la última glaciación, como se señaló antes, los cambios
climáticos siguen fluctuando de muy fríos (estatales) a algunos menos fríos (interestatales),
temperaturas no alcanzadas ni temporalidades de interglaciares. Para el final de la glaciación
hubo un último enfriamiento global conocido como el Último Máximo Glacial o (LGM)
ocurrido entre 23± 1 y 19± 1 mil
361
años antes del presente, con algunas variaciones locales bien trazadas (Bush et al, 2009). Este
enfriamiento afecta con mayor fuerza a las latitudes altas, con mayor contundencia en el
hemisferio norte.
En Centroamérica y en el norte de Sudamérica, el nivel del mar por debajo de los 120 metros,
produjo un cambio drástico en el paisaje. En el Caribe la exposición de la plataforma
continental fue mucho más significativa que en el Pacífico, en ambas costas oceánicas las
nuevas tierras fueron colonizadas por vegetación y fauna. Así mismo, el nivel base para los
ríos (línea de marea) situado topográficamente tan bajo, hizo que la curva de gradiente del
cause aumentara considerablemente, especialmente en los vapores cortos provenientes de las
cordilleras más cercanas a la línea de costa, lo que genera procesos resilientes diferenciados,
desde la excavación en el fondo de los valles y cambios en la conformación de las estructuras
de las cuencas, tal es el caso de las evidencias fluviales del río Magdalena en el alto de la
depresión Momposina. (Toro y Hermelin, 1995; Velásquez y Hooghiemstra, 2013).
362
Cauca y sus afluentes, y la sabana costera, la vegetación del bosque tropical, más o menos
húmeda se mantiene casi sin variaciones (Hooghiemstra y Rahn, 1994; Marchant et al 2002).
Hacia el 19±1 mil antes del presente, comienza el proceso de deglaciación (Bush et al, 2009).
No hay datos duros sobre en qué hemisferio comienza, el comportamiento de los diferentes
proxies al norte y al sur no son del todo coincidentes, esto hace también que no esté tan claro
si son contemporáneos o no en ambos (Lowe y Walker, 2015; Thomas, 2008). Sus causas
están en discusión, hay diferentes hipótesis, desde los ciclos astronómicos de Milánkovitch,
los cambios sobre el flujo de las corrientes oceánicas y los vientos en el Atlántico Norte (He et
al. 2013) y los efectos de los gases de efecto invernadero como , ,
CO2 CH4 N2O y el vapor de H2O
(Saltzmank, y Stievenard, 1999), otro argumento que podría servir como causa es la
disminución del albedo y campo de hielo del océano (Roberts, 1998). Este calentamiento
progresivo, que genera deshielos de los mantos, se relaciona directamente con los eventos
Heinrich, también tiene efectos directos sobre el nivel del mar, el cual fue aumentando
gradualmente hasta llegar al nivel actual en aproximadamente 9 ± 1 mil años, es decir al inicio
del Holoceno (Clark et al, 2004; Alley et al, 2005). En el momento de inicio de la deglaciación,
inmediatamente después de la UMG, desde hace aproximadamente 19 mil años, ya existían en
el norte del continente sudamericano y en el istmo de Panamá grupos de cazadores-
recolectores (como se mostrará más adelante). Estas evidencias son coherentes con fechas
reportadas en otros lugares de Suramérica como El Jobo, Monteverde, Pedra Furada y Los
Toldos.
363
y Venezuela (Behling y Hooghiemstra 1999) Centroamérica y el istmo de Panamá, donde se
observa una desecación y el ascenso del nivel del mar al final de este periodo cuando
comienza la fase húmeda que caracterizó la entrada del Holoceno (González., Urrego y
Martínez. 2006). En el caso del valle alto del río Cauca, la temperatura no se reduce
significativamente, pero la vegetación en esta época se caracteriza por bosque seco (Berrío et
al, 2002).
En suma los datos palinológicos y sedimentarios, indican que en este período caracterizado
por ambientes menos densos por el desarrollado en las condiciones actuales de humedad y
temperatura, en alturas medias y bajas de las cordilleras se podrían presentar sucesiones de
bosque de galería más permanentes, que también podrían estar indicando que el cambio del
mosaico vegetal no es tan abrupto como se pensaba (Marchan et al 2002).Por otra parte los
resultados actuales siguen sosteniendo la hipótesis de que en alturas medias y altas de las
cordilleras orientales y centrales, en Colombia y las regiones aledañas ocurre un enfriamiento
entre los 11 miles y 9,5 miles que coincide con las condiciones del Younger Dryas europeo
(Van del Hammen y Hooghiemstra, 1995. Velásquez y Hooghiemstra, 2013. Urrego et al,
2015). También, en las altas latitudes del hemisferio sur, se representa un Fenómeno similar
en las perforaciones realizadas en la Antártida, a las que se denomina 'reversión fría
antártica', (Ingólfsson, 2004).
Desde las décadas de los 60s y 70s del siglo pasado, diferentes sitios arqueológicos
paleoindios datados en la transición Pleistoceno - Holoceno, fueron reportados en diferentes
latitudes del continente americano, desde Bluefish Caves en Canadá sitio que inicialmente fue
divulgado con una temporalidad de 14 mil años, que fue replanteado recientemente por
Bourgeon et al. (2017) remontando la temporalidad a los 19.650 ± 13014 C BP (calibrado a
años calendario a 24 mil años AP), pasando por el sitio de Pubenza (Correal y Van der
Hammen, 2001), cuya edad radiocarbónica databa en 16550±15014 C BP (calibrado a años
calendario de 19 mil años AP) hasta Monte Verde en Chile, con una temporalidad 12.290 ± 60
C14 yr B.P. calibrada a años calendario en 18,5 mil años AP (Dillehay et al., 2015).
364
Aún así, la mayoría de los lugares que sobrepasan las edades holocénicas han tenido
contradictores, tanto en la arqueología como en la ciencia ambiental que prefieren las fechas
conservadoras y los conjuntos líticos asociados a la tradición Clovis. Pero a modo de ejemplo,
como se observa en la figura 1, a finales del siglo XX y principios del XXI, más de veinte
lugares, situados desde el istmo de Panamá hasta el noroeste de Sudamérica, reportan fechas
pleistocenas, tanto en los ambientes andinos como en las sabanas y lugares donde hoy se
ubican bosques tropicales (Bermúdez, 2017).
365
Imagen 1. Ubicación de lugares fechados entre finales del Pleistoceno y principios del Holoceno en el
noroeste de Sudamérica y el istmo de Panamá: 1. Turrialba 2. La Yeguada La Yeguada 3. Los Vampiros. 4.
Lago Maden. 5. TaimaTaima 6. El Jobo. 7. El Vano. 8- Porce. 9- Yondó. 10. La Palestina; 11- San Juan de
Bedout. 12. El Abra. 13. Tequendama.14. Tibitó. 15. El Totumo. 16. Pubenza 17.El Jazmín 18.Cuba. 19.La
Mikela. 20.La Elvira. 21.San Isidro. 22.Araracuara. 23.El Inga.; 24. Cubilán 25. Chobshi (tomado de
Bermúdez, 2017)
Según fechas reportadas en la Amazonia por Van der Hammen y Absy (1994), en el Caribe
Centroamericano por Hodell et al (2008) y en Panamá por González et al (2006) durante la
transición Pleistoceno - Holoceno, predomina un clima más seco, que hace cambiar el
mosaico ambiental. En la región la proporción entre la sabana, el bosque tropical y los
ambientes costeros sería tan diferente a la actual, que la línea costera estaría variando según la
lluvia y el deshielo, lo que influiría en el movimiento de poblaciones de la biota, incluyendo
las especies humanas. En las tierras bajas la extensión de Sabana prevaleció sobre el bosque
tropical húmedo (Marchant et al., 2002), E inclusive podría generarse, en las áreas secas,
paisajes áridos, en los cuales la vegetación herbácea tiene un porcentaje más alto y las galerías
del bosque retroceden (Behlingy Hooghiemstra, 1999) y en las tierras altas la expansión de las
nieves perpetuas y el bosque de fells también fue significativa como vimos
366
anteriormente (Flantua et al 2014). Este comportamiento ambiental podría estar relacionado
con los movimientos en la Zona intertropical de Confluencia (McGee et al, 2014).
Aún así, como hemos venido argumentando, las condiciones ecológicas en el continente
sudamericano, y en general toda América al final del Pleistoceno, incluyendo el UMG y el
YD, fueron favorables para que los grupos humanos sacaran a relucir todas las ventajas
adaptativas que acumularon durante milenios en condiciones adversas de la era glacial, las
cuales tenían que ver con la flexibilidad en el modelo para conseguir recursos (economía de
subsistencia) y la organización sociocultural (Organización familiar). La nube de puntos que
representa a los sitios arqueológicos paleoindios, demuestra que las estrategias de los
cazadores-recolectores fueron exitosas desde las costas oceánicas, hasta altas montañas y
desde latitudes medias hasta el Ecuador (López 2008; López y Cano, 2011).
Como argumento final podríamos afirmar que, la distribución de los sitios arqueológicos
reportados para la temporalidad comprendida entre el Pleistoceno tardío y el Holoceno inicial
en el norte de Sudamérica, indicaría que los movimientos de las poblaciones humanas en este
periodo fueron continuos (Waters y Stafford, 2013; Borrero, 2015), esto como una respuesta
adaptativa a la oferta ambiental, entre nichos, parches y refugios, y la capacidad humana de
ocuparlo, aprovecharlo, compartirlo con otros o defenderlo. Además, algunos datos apoyan
que podemos concluir que la densidad poblacional podría ser mayor de lo que se pensaba
(Kitchen, Miyamoto y Mulligan 2008).
367
A modo de hipótesis en perspectiva
Como se ha venido mostrando, los registros de las ocupaciones humanas podrían estar
subrepresentados significativamente por las dinámicas culturales y ambientales ocurridas en
el momento del uso humano del paisaje, o por los eventos naturales o culturales acaecidos tras
el abandono de los lugares (Butzer, 1989). Estas dinámicas fueron propiciadas por diferentes
presiones sistémicas, que incluyen los cambios climáticos globales como el estatal e
interestatal del Pleistoceno, el más cálido del Hipsitermal desde principios del Holoceno; los
equilibrios regionales y las anomalías, como el ENSO y la migración de la ITCZ, y eventos
locales como la neotectónica y el vulcanismo.
Estos fenómenos provocan al mismo tiempo cambios en el nivel del mar (tectono-eustasismo
y glacioeustasismo), temporadas de lluvias o sequías anormales con sus habituales
inundaciones, tormentas y vientos huracanados. Este tipo de aportes genera procesos de
erosión y sedimentación de diferente magnitud. A esto podríamos agregar un conjunto de
geomorfodinámicas en los cobertizos y en las estribaciones, que producen movimientos en
masa capaces de modelar el paisaje y remodelar las superficies, finalmente el vulcanismo
activo en este período, que puede remover y/o sepultar lugares completos bajo fluidos
piroclásticos de alta energía, genera lahares, o sepulta por mantos de tetras debido a la caída
de cenizas.
Si se siguen las líneas de nivel desde los 100 de profundidad en la plataforma marítima del
continente sudamericano, el contorno sería completamente diferente al que se presenta hoy,
especialmente en la cuenca Atlántica, en la que el relieve subacuático tiene menos pendiente
que en el Pacífico, con las excepciones de los golfos de Panamá y Guayaquil, aunque éste se
viera afectado significativamente (Anderson et al. 2013). Volviendo al Atlántico, desde el
noroeste, el golfo del Darién y el río Atrato conformarían un delta muy diferente, con
368
mayores extensiones de tierras emergidas, el
369
La costa caribeña central colombiana se deformaría hasta alcanzar los archipiélagos cercanos,
igualmente los deltas de los ríos Sinú y Magdalena se extenderían por varios kilómetros, la
península de la Guajira tendría también una extensión mucho mayor, el golfo de Venezuela
probablemente desaparecería dando origen a lagos y ciénagas, igual con el lago de Maracaibo
que además de desconectarse del océano formaría una cuenca interior, la península de
Paraguaná y otras costas venezolanas se conectarían con algunas islas de las Antillas el delta
del Orinoco se prolongaría sobre la plataforma por más de 50 kms (figura 2) igual que las
llanuras costeras al noreste, desde la desembocadura de este río hasta de Amazonas.
Finalmente, la línea costera se expandiría ostensiblemente desde Río hasta la Patagonia,
haciendo que los ríos aumenten sus cuencas y deltas.
370
El comportamiento ambiental pudo tener demasiados detonantes pero los más responsables
fueron los cambios en duración e intensidad de los ciclos del Niño/Niña y movimientos más o
menos extensos de la zona de Confluencia intertropical.
Si bien las investigaciones han arrojado una base significativa de datos, a las soluciones o al
menos el refinamiento de las hipótesis sobre esta problemática, se hacen necesarias
investigaciones en corredores continuos por equipos transdisciplinarios con objetivos
comunes. Un muestreo detallado en contextos culturales y no culturales, la selección y control
de los proxies a reconstrucción ambiental y la relación de los grupos humanos con los
ecosistemas y sus respuestas, permiten en un futuro no tan lejano en mejor la resolución en el
momento de interpretación. Sólo aplicando metodología adecuada, podríamos entender la
dinámica entre los grupos de humanos y ambientes, más cuando el problema incluye
adaptación y adaptabilidad de una especie que es al mismo tiempo factor de cambio.
Bibliografía
[1] Alley, R. Clark, P, Huybrechts, P y Joughin I. (2005) Ice-Sheet and Sea-Level Changes.
Ciencia Vol 310
[2] Anderson, D. Bissett, T. y Yerka, S. (2013) Cap. 11 The Late-Pleistocene Human
Settlement of Interior North America: El papel de la fisiografía y el cambio del nivel del
mar. En Odisea paleoamericana. Center for the Study of the First Americans, Texas A&M
University, Editors: Kelly E. Graf, Caroline V. Ketron, Michael R. Waters, pp.183-203
371
[3] Araujo, A. Neves, W and Kipnis, R. (2012) Lagoa Santa revisited: an overview of the
chronology, subsistence, and material culture of paleoindian sites in eastern central Brazil.
Antigüedad Latinoamericana 23(4), 2012, pp. 533-550
[4] Balsillie, J. H., y J. F. Donoghue 2004 High Resolution Sealevel History for the Gulf of
Mexico since the Last Glacial Maximum. Florida Geological Survey Report of
Investigations 103. Tallahassee, Florida. Tallahassee, Florida.
[5] Bermúdez, M. 2010. Dinámicas geomorfológicas de piedemonte y procesos de
transformación de sitios arqueológicos en el Magdalena Medio caldense. En
RevistaVirajes. Nª 12. Manizales.
[6] Bermúdez, M. (2017) Medioambiente pleistocénico y ocupaciones humanas en el valle
medio del río Magdalena, Colombia. En Bermúdez, M. (comp.) Arqueología y
Medioambiente en el Magdalena Medio. Universidad de Caldas. Manizales.
[7] Behling, H. y Hooghiemstra, H (1999) Environmental history of the Colombian savannas
of the Llanos Orientales since the Last Glacial Maximum from lake records El Pinal and
Carimagua. Revista de Paleolimnología. 21
[8] Berrío, J. Hooghiemstra, H. Marchant, R y Rangel, O. (2002) Late-glacial and Holocene
history of the dry forest area in the south Colombian Cauca Valley. Revista de Ciencias
del Cuaternario. Vol. 17
[9] Boeda, E., Clemente-Conte, I., Fontugne, M. y Lahaye, C. (2014). Una nueva secuencia
arqueológica del Pleistoceno tardío en Sudamérica: El Vale da Pedra Furada (Piauí,
Brasil). Antiquity Vol 88.
[10] Borrero L.A. (2015) En movimiento: Los cazadores-recolectores y la geografía cultural
de América del Sur. Cuaternario Internacional 363. 126-133
[11] Bourgeon L, Burke A, Higham T (2017) Earliest Human Presence in North America
Dated to the Last Glacial Maximum: New Radiocarbon Dates from Bluefish Caves,
Canadá. PLoS ONE 12 (1): e0169486. doi:10.1371/journal.pone.0169486
[12] Bracco R. Inda, H., García-Rodríguez, F y Panario, D. (2011). Niveles relativos del mar
durante el Pleistoceno Final- Holoceno en la costa del Uruguay. En El Holoceno en la
zona costera de Uruguay por Felipe García Rodríguez (ed). CSIC, Universidad de la
República. Montevideo
[13] Bradley, R (1999) Paleoclimatología. Reconstrucción de los climas del Cuaternario.
Segunda edición. Academic Press, un sello de Elsevier. San Diego, CA
372
[14] Brook, G, Mancini V, Franco N, Bamonte F y Ambrústolo P. (2013) An examination of
possible relationships between paleoenvironmental conditions during the
PleistoceneeHolocene transition and human occupation of southern Patagonia
(Argentina) east of the Andes, between 46º and 52º S Quaternary International 305
[15] Bush, M; Correa-Metrio, A; Hodell, D; Brenner, M; Anselmetti, F; Ariztegui, D; Mueller,
A; Curtis, J; Grzesik, D; Burton, C y Gilli, A (2009) Re-evaluation of Climate Change in
Lowland Central America During the Last Glacial Maximum Using New Sediment Cores
from Lake Petén Itzá, Guatemala. En F. Vimeux et al. (eds.), Past Climate Variability in
South America and Surrounding Regions, Developments in Paleoenvironmental Research
14
[16] Butzer, K (1989) Arqueología. Una Ecología del Hombre. EdicionesBellaterra. Barcelona.
[17] Clark, P, Marshall, A, Mix, A y Weaver, A (2004) Rapid Rise of Sea Level 19,000 Years
Ago and Its Global Implications. Science Vol 304
[18] Correal y Van der Hammen (2001) Mastodontes en un humedal pleistocénico en el valle
del Magdalena (Colombia) con evidencias de la presencia del hombre en el pleniglacial.
Boletín de Arqueología. Volumen 16 Nº 1. Bogotá
[19] Dillehay T. (2002) Clima y migraciones humanas. Science Vol 298
[20] Dillehay T, Ramírez C, Pino M, Collins M, Rossen J y Pino-Navarro J. (2008) Monte
Verde Seaweed, Food, Medicine, and the Peopling of South America. Science Vol 320
[21] Dillehay TD, Ocampo C, Saavedra J, Sawakuchi AO, Vega RM, Pino M, et al. (2015)
Nuevas pruebas arqueológicas de una presencia humana temprana en Monte Verde, Chile.
PLoS ONE 10(11): e0141923. doi:10.1371/journal.pone.0141923
[22] Flantua, S. Hooghiemstra, H. Van Boxel, J. Cabrera, M. González-Carranza, Z y
González-Arango, C 2014 Connectivity dynamics since the last glacial maximum in the
northern Andes a pollen-driven framework to assess potential migration. En
Paleobotánica y Biogeografía.
[23] Fiedel, S (1996). Prehistoria de América. Crítica Editorial. Barcelona.
[24] Fiedel, S (2000). The Peopling of the New World: Present Evidence, New Theories, and
Future Directions. Journal of Archaeological Research, Vol. 8, No. 1,
[25] Goebel T, Waters M y O'Rourk D, (2008). The Late Pleistocene Dispersal of Modern
Humans in the Americas Science Vol 319
373
[26] González, C., Urrego L., y Martínez, J. (2006) Vegetación del Cuaternario tardío y
cambio climático en la Cuenca de Panamá: Evidencia palinológica de los testigos
marinos ODP 677B y TR 163-38. Paleogeografía, Paleoclimatología, Paleoecología 234.
[27] Grobe, H, Huybrechts, P y Fûterer, D. (1993) Late Quaternary record of sea levels
changes in the Antartic. GeolRundsch.
[28] Halligan, J. Waters, M. Perrotti, A. Owens, I. Feinberg, J. Bourne, M. Fenerty, B.
Winsborough, B. Carlson, D. Fisher, D. Stafford Jr., T y Dunbar, J. (2016) Pre-Clovis
occupation 14,550 years ago at the Page-Ladson site, Florida, and the peopling of the
Americas. Science Advances.
[29] He, F. Shakun, J. Clark, P. Carlson, A. Liu, Z. Otto-Bliesner, B y Kutzbach, J. (2013)
Northern Hemisphere forcing of Southern Hemisphere climate during the last
deglaciation. Nature. Vol. 497
[30] Hohmann, G y Fruth, B (2003) ¿Cultura en los bonobos? Between-Species and Within-
Species Variation in Behavior. Antropología actual. Volumen 44, número 4.
[31] Hemming, S. (2004) Heinrich events massive late Pleistocene detritus layers of the north
atlantic and their global climate imprint. Revista de Geofísica, Nº 42.
[32] Herrera, L., Sarmiento, G., Romero, F., Botero, P. y BERRIO, J. (2001): Evolución
ambiental de la depresión momposina (Colombia) desde el Pleistoceno Tardío a los
Paisajes actuales. GeologíaColombiana, 26, Bogotá
[33] Hodell, D., Anselmetti, F., Ariztegui, D., Brenner, M., Curtis J., Gilli, A., Grzesik, D.,
Guilderson, T., Mûller, A, Bush, M., Correa-Metrio, A., Escobar, J. y Kutterolf, S. (2008).
An 85-ka record of climate change in lowland Central America. Quaternary Science
Reviews 27. 1152- 1165.
[34] Hooghiemstra, H., y Ran, E. (1994). Upper and Middle Pleistocene climatic change and
forest development in Colombia: pollen record Funza II (2-158 m core interval).
Paleogeografía, Paleoclimatología, Paleoecología, 109,
[35] Hooghiemstra, H. y Rahn, E. (1998) Upper and Middle Pleistocene climatic change and
forest development in Colombia. pollen record Funza II (2-158 m core interval)
Paleogeografía, Paleoclimatología, Paleoecología 109
[36] Ingólfsson, O. (2004). Quaternary glacial and climatic history of Antarctica. En
Developments in Quaternary Science. Volume 2: Quaternary Glaciations: Extent and
Chronology (editado por J. Ehlers, P.L. Gibbard). Elsevier, Amsterdam.
374
[37] Johnson, A. y Earle, T. (2003) La Evolución de las Sociedades Humanas. Desde los
grupos cazadores - recolectores al Estado agrario. Ariel Prehistoria. Barcelona
[38] Kelly, R (1995) El espectro cambiante. Diversity of hunter - gatherer lifeways.
Smithsonianinstitutionpress. Washington.
[39] Laland, K. y Brown, G. (2006) Niche contruction human behavior and the adaptive lag
hypothesis. Evolutionary Anthropology 15.
[40] Lanata, J., Martino, L., Osella, A. y García-Herbst, A. (2008) Ambiente y Demografía
durante la Dispersión Humana Inicial en Sudamérica. En López C y Ospina G.
Compiladores Ecología Histórica. Interacciones Sociedad - Ambiente a distintas escalas
socio - temporales. UTP. Pereira
[41] Lee, R. (1979) El ¡Kung San. Cambridge University Press. Cambridge.
[42] López, C. (2008) Desarrollo del paisaje y evidencia de ocupación humana temprana en
las tierras bajas tropicales interandinas del río Magdalena, Colombia. Syllaba Pres. E-
Book.
[43] López, C. (2019) Arqueología del Bajo y Medio río Magdalena: apuntes sobre procesos
de poblamiento prehispánico de las Tierras Bajas tropicales interandinas de Colombia.
Revista del Museo de La Plata. 4(2), pp. 275-304.
https://doi.org/10.24215/25456377e078
[44] López, Carlos. E., & Cano, Martha. C. (2011). En Torno a los Primeros Poblamientos en el
Noroccidente de Suramérica: Acercamientos desde El Valle Interandino del Magdalena.
Boletín de Arqueología Pontificia Universidad Católica de lPerú, 15, 43-79.
[45] Masson-Delmotte, V., Stenni, B., Pol, K., et al. (2010). Epica Dome C record of glacial
and interglacial intensities. Quaternary Science Reviews 29, 113-128.
[46] McGee, D., Donohoe, A., Marshall, J. y Ferreira, D. (2014). Changes in ITCZ location
and cross-equatorial heat transport at the Last Glacial Maximum, Heinrich Stadial 1, and
the mid-Holocene. Earth and Planetary Science Letters 390. 69-79.
[47] Marchant, R., Behling, H., Berrio, J.-C., Cleef, A., Duivenvoorden, J., Hooghiemstra, H.,
Kuhry, P., Melief, B., Schreve-Brinkman, E., Van Geel, B., Van der Hammen, T., Van
Reenen, G. y Wille, M. (2002). Pollen-based biome reconstructions for Colombia at 3000,
6000, 9000, 12 000, 15 000 and 18 000 14C yr ago: Late Quaternary tropical vegetation
dynamics. J. Quaternary Sci., Vol. 17
375
[48] Mithen, S. (1996) Arqueología de la mente. Orígenes del arte, de la religión y de la
ciencia. Crítica. Barcelona.
[49] Muñoz-García, M., Martín-Chivelet J., Rossi C., Ford, D andSchwarcz, H. (2007)
Chronology of Termination II and the Last Interglacial Period in North Spain based on
stable isotope records of stalagmites from CuevadelCobre (Palencia). Revista de
Geología Ibérica 33 (1).
[50] Petit, J., Jouzel, J., Raynaud, D., Barkov, N., Barnola, J., Basile, I., Bender, M.,
Chappellaz, J., Davisk, M., Delaygue, G., Delmotte M., Kotlyakov, V., Legrand, M.,
Lipenkov, V., Lorius, C., Pépin, L., Ritz, C., Riouala, P. y Mackay, A. (2005) Diatom
record of centennial resolution for the Kazantsevo Interglacial stage in Lake Baikal
(Siberia). Global and Planetary Change Nº 46
[51] Reichel-Dolmatoff, Gerardo (1986). Arqueología de Colombia: un texto Introductorio.
Fundación Segunda Expedición Botánica. Litografía Arco. Bogotá.
[52] Richter, D., Grün, R., Joannes-Boyau, R., Steele, T., Amani, F., Rué, M., Fernandes, P.,
Raynal, J.P., Geraads, D., Ben-Ncer, A., Hublin, J. J., y McPherron, S. (2017) The age of
the hominin fossils from Jebel Irhoud, Morocco, and the origins of the Middle Stone Age.
Nature 546. En línea doi:10.1038/nature22335
[53] Saltzmank, E. y Stievenard, M. (1999). Climate and atmospheric history of the past
420,000 years from the Vostok ice core, Antarctica Nature Vol 399
[54] Sapolsky, R. (2006) Social Cultures among Nonhuman Primates.Current Anthropology
Volumen 47, Número 4.
[55] Sheinsohn, V. (2003). Hunter-Gatherer archaeology in South America. Annual Review of
Anthropology.
[56] Stewart, J. y Stringer, C. (2012) Human Evolution Out of Africa: El papel de los refugios
y el cambio climático. Science Vol 335
[57] TarbuksE y Lutgens F (2008) Ciencias de la Tierra 8ª ed.. Pearson Educación. Madrid
[58] Thomas, M. (2008) Understanding the impacts of Late Quaternary climate change in
tropical and sub-tropical regions. Geomorfología 101
[59] Toro, G. y Hermelin, M. (1995). Estudio comparativo de los paleoclimas en Colombia,
Ecuador y Venezuela. En, Cambios cuaternarios en América del Sur. Por Argollo y
Mourguiart (ed.)
376
[60] Urrego, D. H., Hooghiemstra, H., Rama-Corredor, O., Martrat, B., Grimalt, J. O.,
Thompson, L., Bush, M. B., González-Carranza, Z., Hanselman, J., Valencia, B., y
Velásquez-Ruiz, C.: (2016). Cambios de vegetación a escala milenaria en los Andes
tropicales utilizando métodos de agrupación y ordenación ecológica, Climate of the Past,
12, 697-711.
[61] Van der Hammen, T. y Absy, M. (1994) Amazonia during the last glacial. Paleogeografía,
Paleoclimatología, Paleoecología 109.
[62] Van derHammen, T. y Hooghiemstra, H. (1995) El AbraStadial, un equivalente del
Younger Dryas en Colombia. Quaternary Science Reviews, Vol. 14
[63] Velásquez, C and Hooghiemstra, H. (2013) Pollen-based 17-kyr forest dynamics and
climate change from the Western Cordillera of Colombia; no-analogue associations and
temporarily lost biomes. Revista de Paleobotánica y Palinología 194
[64] Waters M. y Stafford, T. W. (2013) Los primeros americanos: A review of the evidence
for the Late-Pleistocene peopling of the Americas.
researchgate.net/publication/268149509
[65] Williams, S.J., 2009, Chapter C. Past, present, and future sea level rise and effects on
coasts under changing global climate, in Lavoie, D., ed., Sand resources, regional geology,
and coastal processes of the Chandeleur Islands coastal system-an evaluation of the
Breton National Wildlife Refuge: U.S. Geological Survey Scientific Investigations Report
2009-5252, p. 37-46.
377