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Revista SCIREA de Sociología

http://www.scirea.org/journal/Sociology

28 de octubre de 2021

Volumen 5, número 5, octubre de 2021

OCUPACIÓN HUMANA Y MEDIO AMBIENTE


EN EL ÚLTIMO PLEISTOCENO EN EL NORTE
DE AMÉRICA DEL SUR

Mario Alonso Bermúdez Restrepo


Profesor / investigador en el área de Arqueología en el Departamento de Antropología y
Sociología de la Universidad de Caldas. Estudiante de la Maestría en Ciencias de la tierra en
la Universidad de Caldas y estudiante del Doctorado en FACSO Universidad Nacional del
Centro de la provincia de Buenos Aires. Coordinador del laboratorio de arqueología de la
Universidad de Caldas. Colombia
Correo electrónico: mario.bermudez@ucaldas.edu.co

Resumen

El contexto ambiental de finales del Pleistoceno ha sido el centro de las investigaciones


antropológicas sobre el movimiento poblacional que dio lugar al poblamiento del continente
americano. Presentamos un análisis de las condiciones ambientales que pudieron afectar al
desplazamiento de los humanos y a la posterior expansión poblacional hacia Centroamérica y
el norte de Sudamérica. Nuestra investigación integra la literatura arqueológica a
paleoecológica y las características fisiográficas regionales durante el final del Pleistoceno
hasta el inicio del Holoceno (Último Máximo Glacial a la primera parte del Holoceno
Hipstemal). Además, evaluamos los modelos de dispersión y adaptación de las antiguas
comunidades a los retos medioambientales a los que se enfrentaron los primeros pobladores
del Nuevo Mundo.
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Palabras clave: Pleistoceno, LGM, Dispersión humana, Sudamérica

OCUPACIONES HUMANAS Y MEDIOAMBIENTE AL FINAL DEL


PLEISTOCENO EN EL NORTE DE SURAMÉRICA

Resumen

El contexto medioambiental de finales del Pleistoceno ha sido uno de los focos de discusión
para quienes estamos interesados en los movimientos poblacionales que desembocaron en el
poblamiento del continente americano. Se presenta en este artículo un análisis de las
condiciones medioambientales que pudieron afectar la dispersión humana en el continente, en
especial el paso por Centro América y el Norte de Suramérica. En él se muestran, con base en
la literatura reciente, algunas de las características fisiográficas del período final pleistocénico
y el inicio del Holoceno, desde el Último Máximo Glaciar hasta la primera parte del
Hipsitemal holocénico, además se dejan interrogantes sobre los modelos de dispersión y
adaptación de las comunidades humanas a los entornos ofrecidos a los primeros pobladores de
este nuevo mundo.

Palabras Clave:

Peistoceno, UMG, Dispersión humana, Suramérica

Introducción:

El primer asentamiento y la dispersión humana en el continente sudamericano son temas de


larga discusión en arqueología. Desde principios del siglo XX, con la aparición de los líticos
Folson y Clovis en Norteamérica y algunos hallazgos de materiales en superficie o en
contextos abiertos en Sudamérica, como puntas de proyectil en Bahía Gloria (Reichel-
Dolmatoff, 1986), Palli Aike en Patagonia (Bird, 1938 en Fiedel, 1996) entre otros, la
discusión gira en torno a las fechas y forma de captación de recursos del cazador
especializado en megafauna (Kelly, 1995). A principios de este siglo la discusión se ha visto
retroalimentada por diferentes propuestas basadas en nuevos datos obtenidos en yacimientos
con fechas tempranas, lo que ha generado hipótesis y teorías acerca de los movimientos
demográficos que asentaron la región.

356
subcontinente (Lanata 2008; Sheinsohn 2003, Goebel et al, 2008, Anderson, Bissett, y Yerka,
2013), entre muchos. Hoy evidencias artefactuales, como conjuntos de elementos líticos, entre
los que se incluyen puntas de proyectil y artefactos bifaciales también herramientas
expeditivas unifaciales y modificadas por uso, confeccionadas en diferentes materias primas,
sumadas a los datos paleoambientales disponibles en basurales y sus contextos, permiten
elaborar hipótesis sobre un asentamiento que va más allá del Holoceno (Correal y Van del
Hammen, 2001; Stothert y Sánchez, 2011; Dillehay, 2008; Araujo et al, 2012, Boeda, et al.
2014, López, 2019). Incluso evidencias como artefactos líticos retocados encontrados en
unidades estratigráficas (Halligan et al. 2016) y en otros indicios (Brook et al, 2013) podrían
indicar que grupos de cazadores y recolectores estuvieron presentes desde el Último Máximo
Glacial en diferentes ambientes, desde la playa y la sabana hasta las montañas andinas,
realizando modificaciones en el ambiente.

Los reportes de análisis de diferentes proxies ambientales como polen y sedimentos lacustres
(Velásquez y Hooghiemstra, 2013; Flantua et al, 2014), revelan que el mosaico ambiental de
finales del Pleistoceno fue propicio para los movimientos poblacionales en el continente
sudamericano.

Relaciones Homo - Entorno, modelo e hipótesis para el Pleistoceno

Las teorías sobre el comportamiento de los primeros Homo, han sido objeto de interés de la
antropología, paleontología, arqueología y primatología, como ciencias que se ocupan de la
evolución, entre otros problemas. En este interés por elaborar hipótesis sobre los modelos
adaptativos, desde la etología de primates, se ha demostrado que algunos de los primates
superiores, evolutivamente próximos a nosotros, sostienen organizaciones complejas en
relación a los cazadores-recolectores de baja densidad estudiados por la antropología
(Hohmann y Fruth, 2003; Sapolsky, 2006). Y desde la arqueología y paleoantropología se han
sembrado datos que argumentan que el género Homo, desde la aparición en el planeta hace
aproximadamente 2 millones de años, hasta los humanos modernos, han tenido un modo de
organización social y producción económica similar al de los primates no humanos (Kelly,
1995; Johnson y Earle, 2003: Mithen, 1996). Antes del último Pleistoceno interglaciar, el
homo sapiens, aprovechando las condiciones bioclimáticas (lo veremos más adelante), se
extendió por el continente africano (Richter et al, 2017). Su modelo adaptativo continuó
siendo aparentemente el de pequeños grupos de baja densidad, con un modo de producción de
357
consumo inmediato, denominados como de " cazadores-recolectores" (Lee, 1979),

358
caracterizada por la captación y consumo de la oferta del entorno, o economía de subsistencia.
Las estrategias de supervivencia consistían en mantener una población controlada de no más
de 100 individuos, lograda por diferentes medios; una continua movilidad residencial, en caso
de un entorno con una baja productividad, o una movilidad logística, en caso de un entorno
productivo; una dieta flexible y dúctil; sumado a esto, las relaciones sociales estaban
dominadas por una reciprocidad generalizada, en la que dar, recibir y devolver se convertían
en una regla para la cohesión social (Johnson y Earle, 2003); finalmente, la tecnología
continuó siendo simple; en el registro arqueológico apenas sobresalen los artefactos líticos
bifaciales multipropósito y algunas herramientas en materiales como asta, hueso o concha,
pero éstos no implican que la elaboración de un complejo equipamiento en materiales
biodegradables como madera y fibras no haya estado presente (Renfrew y Bahn, 2011).

En el transcurso de la última glaciación el Homo sapiens continúa su proceso


evolutivo/adaptativo. En este periodo aparentemente, complementa la especialización
cultural, sigue el modelo (comentado en el último párrafo) que hizo exitosos a otros
congéneres. El proceso podría estar influenciado por su coadaptación con otros Homo, con
otros animales y plantas en ambientes semiabiertos a modo de "parches" o "refugios" (Stewart
y Stringer, 2012) o también el concepto de "construcción de nichos" (Laland y Brown, 2006),
que en el momento de mejoras climáticas (interestatales) podría expandirse a "corredores" o
"galerías" y permitir la movilidad continental o transcontinental, como la colonización de
Australia o América.

El medio ambiente en el final del Pleistoceno

Desde hace aproximadamente 2,58 millones de años el planeta entró en un período de


enfriamiento, causado principalmente por fenómenos astronómicos, que se manifiestan
cíclicamente, los conocidos ciclos de Milánkovitch (Bradley, 1999; Lee y Poulsen 2009).
Aunque el enfriamiento general del sistema es la principal característica del clima en el
Pleistoceno esto no implica que esta época pueda calificarse como de estabilidad climática,
por el contrario, los registros proxy muestran fluctuaciones entre periodos más fríos
(estatales), secos o húmedos y otros más cálidos (interestatales) también con fluctuaciones de
humedad, que se dan cíclicamente en épocas no estrictamente periódicas (Masson-Delmotte
et al, 2010).

El registro isotópico de δ18 Oatm (‰), las concentraciones de Deuterio (δDice) y gases de efecto
359
invernadero atrapados en las columnas de hielo del muestreo de Vostok en la Antártida (Petit
et

360
al, 1999), el registro geoquímico de sedimentos transportados por el hielo (IRD, ''Eventos
Heinrich''), como carbonatos, composición isotópica de Nd-Sr-Pb, entre otros (Hemming,
2004), sumado a las evidencias bióticas como el polen obtenido en el muestreo de Funza por
Hooghiemstra y Rahn (1998), el muestreo de las perforaciones en el fondo del lago Petén
(Hodell et al 2006), permiten concluir que en determinados momentos la disponibilidad de
tierra firme para la dispersión de flora, fauna y la ocupación de especies humanas, cambia
considerablemente.

Para el final del Pleistoceno, hace alrededor de unos 125 ± 5 mil años, el planeta sufre un
calentamiento súbito y una corta estabilidad conocida como interglaciar Eemiense u OIS 5e
en Europa, que duró alrededor de unos 11 mil años, hasta 114 ± 5 mil años antes del presente
(Muñoz-García et al, 2007; Uriarte, 2010; Lowe y Walker, 2015). Este período, considerado
como el interglaciar de mayor duración de los comúnmente ocurridos en la era de las
glaciaciones, se caracterizó por una temperatura entre 3º y 5ºC superior a la actual, y altos
niveles de humedad, en comparación con los registrados antes y después (Riouala y Mackay,
2005). Las principales consecuencias fueron la expansión del bosque tropical hasta las
latitudes medias, la sabanización de parte del Sahara y un aumento del nivel del mar superior
al presente en los máximos del Holoceno (Uriarte, 2010). Estas condiciones bioclimáticas
permitieron que el Homo extendiera sus territorios de ocupación por todo el intertropical y
probablemente propiciaran la evolución final del sapiens en el norte de África, según las
últimas fechas reportadas por el instituto Max Planck (Richter et al, 2017). La expansión de
un ambiente tropical relativamente estable, impulso el éxito de la especie, aunque no generara
una forma de organización/adaptación diferente a la ya desarrollada por sus semejantes desde
el pasado remoto. Tras el Eemiense, los ciclos orbitales y otras condiciones astronómicas
hicieron que el clima volviera a enfriarse, el aumento del albedo causado por un mayor campo
de hielo oceánico, los veranos más cortos e inviernos más largos, la disminución en la
circulación termohalina, desembocarían en un nuevo periodo glaciar, en el que las capas de
hielo se extendieron hasta las latitudes medias (Bradley, 1999; Tarbuks y Lutgens 2005; Lowe
y Walker, 2015). En el transcurso de la última glaciación, como se señaló antes, los cambios
climáticos siguen fluctuando de muy fríos (estatales) a algunos menos fríos (interestatales),
temperaturas no alcanzadas ni temporalidades de interglaciares. Para el final de la glaciación
hubo un último enfriamiento global conocido como el Último Máximo Glacial o (LGM)
ocurrido entre 23± 1 y 19± 1 mil

361
años antes del presente, con algunas variaciones locales bien trazadas (Bush et al, 2009). Este
enfriamiento afecta con mayor fuerza a las latitudes altas, con mayor contundencia en el
hemisferio norte.

Las consecuencias del LGM fueron variadas, especialmente si se relacionaron con la


expansión de la especie humana. El crecimiento de acumulación de hielo en el manto
Laurentino y Finoescandinavo, y en las altas montañas tropicales y subtropicales, en las
cuales las nevadas se condensaron hasta hacer capas de hielo de espesor mayor a 200 metros,
genera un descenso del nivel del mar que alcanza entre 120 y 140 metros por debajo del nivel
actual (Clark et al. 2004, Lowe y Walker, 2015), esto como producto de la evaporación de
agua de los mares tropicales y su no retorno al ciclo natural del líquido; por lo que la "tierra
firme" ocupada por el hielo en el norte y los continentes, fue compensada con la tierra
expuesta en litorales de otras latitudes (Bracco et al, 2011; Williams, 2009), incluyendo la
apertura de puentes naturales entre continentes e islas (Uriarte, 2010; Anderson et al. 2013) y
la expansión entre otros de la Antártida (Grobe et al, 1993).

En Centroamérica y en el norte de Sudamérica, el nivel del mar por debajo de los 120 metros,
produjo un cambio drástico en el paisaje. En el Caribe la exposición de la plataforma
continental fue mucho más significativa que en el Pacífico, en ambas costas oceánicas las
nuevas tierras fueron colonizadas por vegetación y fauna. Así mismo, el nivel base para los
ríos (línea de marea) situado topográficamente tan bajo, hizo que la curva de gradiente del
cause aumentara considerablemente, especialmente en los vapores cortos provenientes de las
cordilleras más cercanas a la línea de costa, lo que genera procesos resilientes diferenciados,
desde la excavación en el fondo de los valles y cambios en la conformación de las estructuras
de las cuencas, tal es el caso de las evidencias fluviales del río Magdalena en el alto de la
depresión Momposina. (Toro y Hermelin, 1995; Velásquez y Hooghiemstra, 2013).

Otro cambio significativo que podría influir sobre el movimiento de poblaciones y


colonización de los seres humanos y otras especies animales en el norte de Sudamérica tiene
que ver con la distribución del mosaico vegetal. Evidencias polínicas muestran que la
cobertura boscosa de la montaña migró (Toro y Hermelin, 1995; Velásquez y Hooghiemstra,
2013). Mientras el nevado invade las altas cimas de las montañas por debajo de los 4.000 m,
el subámbar y el bosque andino y subandino se desplazaron hasta los 1500 mt por las lomas
de las montañas, mientras que, en el fondo de los de los valles de baja altura (por debajo de
los 900 mt), como el de Magdalena y

362
Cauca y sus afluentes, y la sabana costera, la vegetación del bosque tropical, más o menos
húmeda se mantiene casi sin variaciones (Hooghiemstra y Rahn, 1994; Marchant et al 2002).

Hacia el 19±1 mil antes del presente, comienza el proceso de deglaciación (Bush et al, 2009).
No hay datos duros sobre en qué hemisferio comienza, el comportamiento de los diferentes
proxies al norte y al sur no son del todo coincidentes, esto hace también que no esté tan claro
si son contemporáneos o no en ambos (Lowe y Walker, 2015; Thomas, 2008). Sus causas
están en discusión, hay diferentes hipótesis, desde los ciclos astronómicos de Milánkovitch,
los cambios sobre el flujo de las corrientes oceánicas y los vientos en el Atlántico Norte (He et
al. 2013) y los efectos de los gases de efecto invernadero como , ,
CO2 CH4 N2O y el vapor de H2O

(Saltzmank, y Stievenard, 1999), otro argumento que podría servir como causa es la
disminución del albedo y campo de hielo del océano (Roberts, 1998). Este calentamiento
progresivo, que genera deshielos de los mantos, se relaciona directamente con los eventos
Heinrich, también tiene efectos directos sobre el nivel del mar, el cual fue aumentando
gradualmente hasta llegar al nivel actual en aproximadamente 9 ± 1 mil años, es decir al inicio
del Holoceno (Clark et al, 2004; Alley et al, 2005). En el momento de inicio de la deglaciación,
inmediatamente después de la UMG, desde hace aproximadamente 19 mil años, ya existían en
el norte del continente sudamericano y en el istmo de Panamá grupos de cazadores-
recolectores (como se mostrará más adelante). Estas evidencias son coherentes con fechas
reportadas en otros lugares de Suramérica como El Jobo, Monteverde, Pedra Furada y Los
Toldos.

Los efectos del Younger Dryas (YD) en la región

El proceso de deglaciación que se inicia en el 18 ± 1 mil antes del presente y se extendió en el


período Bølling-Allerødin el hemisferio norte, tiene una corta retroalimentación alrededor del
12,9± 0,5 mil por diferentes causas, en el que el registro muestra que se reanudaron las
temperaturas frías durante 1,2 a 1,4 mil años (Rincón y Martínez, 2004). Las fechas en
diferentes subregiones del área intermedia coinciden con una época de enfriamiento y
desecación. Tal es el caso de las cordilleras del norte de Suramérica, cuyos informes
permitieron reconstruir pulsos más o menos fríos, en los que se intercalan estadios e
interestatales y que para este periodo se denomina estadios del Abra (Van der Hammen, y
Hooghiemstra 1995; Velásquez y Hooghiemstra, 2013). Los planos orientales de Colombia

363
y Venezuela (Behling y Hooghiemstra 1999) Centroamérica y el istmo de Panamá, donde se
observa una desecación y el ascenso del nivel del mar al final de este periodo cuando
comienza la fase húmeda que caracterizó la entrada del Holoceno (González., Urrego y
Martínez. 2006). En el caso del valle alto del río Cauca, la temperatura no se reduce
significativamente, pero la vegetación en esta época se caracteriza por bosque seco (Berrío et
al, 2002).

En suma los datos palinológicos y sedimentarios, indican que en este período caracterizado
por ambientes menos densos por el desarrollado en las condiciones actuales de humedad y
temperatura, en alturas medias y bajas de las cordilleras se podrían presentar sucesiones de
bosque de galería más permanentes, que también podrían estar indicando que el cambio del
mosaico vegetal no es tan abrupto como se pensaba (Marchan et al 2002).Por otra parte los
resultados actuales siguen sosteniendo la hipótesis de que en alturas medias y altas de las
cordilleras orientales y centrales, en Colombia y las regiones aledañas ocurre un enfriamiento
entre los 11 miles y 9,5 miles que coincide con las condiciones del Younger Dryas europeo
(Van del Hammen y Hooghiemstra, 1995. Velásquez y Hooghiemstra, 2013. Urrego et al,
2015). También, en las altas latitudes del hemisferio sur, se representa un Fenómeno similar
en las perforaciones realizadas en la Antártida, a las que se denomina 'reversión fría
antártica', (Ingólfsson, 2004).

Ocupación humana y lugares arqueológicos del Pleistoceno de transición -


Holoceno en el norte de Sudamérica.

Desde las décadas de los 60s y 70s del siglo pasado, diferentes sitios arqueológicos
paleoindios datados en la transición Pleistoceno - Holoceno, fueron reportados en diferentes
latitudes del continente americano, desde Bluefish Caves en Canadá sitio que inicialmente fue
divulgado con una temporalidad de 14 mil años, que fue replanteado recientemente por
Bourgeon et al. (2017) remontando la temporalidad a los 19.650 ± 13014 C BP (calibrado a
años calendario a 24 mil años AP), pasando por el sitio de Pubenza (Correal y Van der
Hammen, 2001), cuya edad radiocarbónica databa en 16550±15014 C BP (calibrado a años
calendario de 19 mil años AP) hasta Monte Verde en Chile, con una temporalidad 12.290 ± 60
C14 yr B.P. calibrada a años calendario en 18,5 mil años AP (Dillehay et al., 2015).

364
Aún así, la mayoría de los lugares que sobrepasan las edades holocénicas han tenido
contradictores, tanto en la arqueología como en la ciencia ambiental que prefieren las fechas
conservadoras y los conjuntos líticos asociados a la tradición Clovis. Pero a modo de ejemplo,
como se observa en la figura 1, a finales del siglo XX y principios del XXI, más de veinte
lugares, situados desde el istmo de Panamá hasta el noroeste de Sudamérica, reportan fechas
pleistocenas, tanto en los ambientes andinos como en las sabanas y lugares donde hoy se
ubican bosques tropicales (Bermúdez, 2017).

Basándose en la distribución de los lugares, en las asociaciones de los conjuntos líticos y en


los resultados de investigaciones sobre los paleoambientes dominantes a finales del
Pleistoceno, autores como Fiedel, (2000), Surovell (2003), Lanata et al (2008) y Goebel,
Waters y O'Rourk (2008), entre otros, han propuesto modelos generales de poblamiento del
continente. Todos ellos han tomado como punto de partida la entrada por el puente de
Beringia. Otros investigadores como Kitchen, Miyamoto y Mulligan (2008) consideran que
los datos paleoclimáticos y paleoecológicos, tanto en estas temporalidades como en algunas
posteriores (Holoceno medio) no son del todo coherentes, como se presentó en un párrafo
anterior, e incluso algunos prefieren elaborar teorías alternativas sobre el proceso de
poblamiento del continente (Faught, 2008; Anderson et al. 2013).

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Imagen 1. Ubicación de lugares fechados entre finales del Pleistoceno y principios del Holoceno en el
noroeste de Sudamérica y el istmo de Panamá: 1. Turrialba 2. La Yeguada La Yeguada 3. Los Vampiros. 4.
Lago Maden. 5. TaimaTaima 6. El Jobo. 7. El Vano. 8- Porce. 9- Yondó. 10. La Palestina; 11- San Juan de
Bedout. 12. El Abra. 13. Tequendama.14. Tibitó. 15. El Totumo. 16. Pubenza 17.El Jazmín 18.Cuba. 19.La
Mikela. 20.La Elvira. 21.San Isidro. 22.Araracuara. 23.El Inga.; 24. Cubilán 25. Chobshi (tomado de
Bermúdez, 2017)

Según fechas reportadas en la Amazonia por Van der Hammen y Absy (1994), en el Caribe
Centroamericano por Hodell et al (2008) y en Panamá por González et al (2006) durante la
transición Pleistoceno - Holoceno, predomina un clima más seco, que hace cambiar el
mosaico ambiental. En la región la proporción entre la sabana, el bosque tropical y los
ambientes costeros sería tan diferente a la actual, que la línea costera estaría variando según la
lluvia y el deshielo, lo que influiría en el movimiento de poblaciones de la biota, incluyendo
las especies humanas. En las tierras bajas la extensión de Sabana prevaleció sobre el bosque
tropical húmedo (Marchant et al., 2002), E inclusive podría generarse, en las áreas secas,
paisajes áridos, en los cuales la vegetación herbácea tiene un porcentaje más alto y las galerías
del bosque retroceden (Behlingy Hooghiemstra, 1999) y en las tierras altas la expansión de las
nieves perpetuas y el bosque de fells también fue significativa como vimos
366
anteriormente (Flantua et al 2014). Este comportamiento ambiental podría estar relacionado
con los movimientos en la Zona intertropical de Confluencia (McGee et al, 2014).

Si consideramos el panorama fisiográfico de la deglaciación, en el que el ascenso del nivel del


mar se prolongó hasta el Holoceno temprano, con el conocido pulso del Younger Dryas
(Alley et al, 2005), los cambios ambientales, los pulsos climáticos locales, y se suman las
evidencias fundadas en los veinticinco sitios datados entre el glacial tardío abd el inicio del
Holoceno en el norte de Sudamérica (Bermúdez, 2017), debe entenderse que gran parte de los
sitios arqueológicos paleoindios, o de la edad Pleistoceno, debieron estar hoy en niveles que
fueron cubiertos por los océanos Pacífico y Atlántico cercanos a la plataforma costera
(Anderson et al. 2013). Otro problema tiene que ver con la dinámica geomorfológica
continental, ya que muchos de los sitios pudieron haber sufrido procesos de remoción,
pudieron haber sido retransportados, o encontrarse enterrados por sedimentos de talud, o
depósitos fluviales, lo que implica su destrucción parcial o total o su dificultad para ser
observados o detectados, como se propuso en un ensayo anterior (Bermúdez, 2011).

Aún así, como hemos venido argumentando, las condiciones ecológicas en el continente
sudamericano, y en general toda América al final del Pleistoceno, incluyendo el UMG y el
YD, fueron favorables para que los grupos humanos sacaran a relucir todas las ventajas
adaptativas que acumularon durante milenios en condiciones adversas de la era glacial, las
cuales tenían que ver con la flexibilidad en el modelo para conseguir recursos (economía de
subsistencia) y la organización sociocultural (Organización familiar). La nube de puntos que
representa a los sitios arqueológicos paleoindios, demuestra que las estrategias de los
cazadores-recolectores fueron exitosas desde las costas oceánicas, hasta altas montañas y
desde latitudes medias hasta el Ecuador (López 2008; López y Cano, 2011).

Como argumento final podríamos afirmar que, la distribución de los sitios arqueológicos
reportados para la temporalidad comprendida entre el Pleistoceno tardío y el Holoceno inicial
en el norte de Sudamérica, indicaría que los movimientos de las poblaciones humanas en este
periodo fueron continuos (Waters y Stafford, 2013; Borrero, 2015), esto como una respuesta
adaptativa a la oferta ambiental, entre nichos, parches y refugios, y la capacidad humana de
ocuparlo, aprovecharlo, compartirlo con otros o defenderlo. Además, algunos datos apoyan
que podemos concluir que la densidad poblacional podría ser mayor de lo que se pensaba
(Kitchen, Miyamoto y Mulligan 2008).

367
A modo de hipótesis en perspectiva

Como se ha venido mostrando, los registros de las ocupaciones humanas podrían estar
subrepresentados significativamente por las dinámicas culturales y ambientales ocurridas en
el momento del uso humano del paisaje, o por los eventos naturales o culturales acaecidos tras
el abandono de los lugares (Butzer, 1989). Estas dinámicas fueron propiciadas por diferentes
presiones sistémicas, que incluyen los cambios climáticos globales como el estatal e
interestatal del Pleistoceno, el más cálido del Hipsitermal desde principios del Holoceno; los
equilibrios regionales y las anomalías, como el ENSO y la migración de la ITCZ, y eventos
locales como la neotectónica y el vulcanismo.

Estos fenómenos provocan al mismo tiempo cambios en el nivel del mar (tectono-eustasismo
y glacioeustasismo), temporadas de lluvias o sequías anormales con sus habituales
inundaciones, tormentas y vientos huracanados. Este tipo de aportes genera procesos de
erosión y sedimentación de diferente magnitud. A esto podríamos agregar un conjunto de
geomorfodinámicas en los cobertizos y en las estribaciones, que producen movimientos en
masa capaces de modelar el paisaje y remodelar las superficies, finalmente el vulcanismo
activo en este período, que puede remover y/o sepultar lugares completos bajo fluidos
piroclásticos de alta energía, genera lahares, o sepulta por mantos de tetras debido a la caída
de cenizas.

Para complementar, si se reconstruye el mapa del continente sudamericano a fines del


Pleistoceno, desde el momento del máximo bajo del nivel del mar en la UGM hasta el
Younger Dryas, teniendo en cuenta los resultados presentados por Clark, et al. (2004;) y por
Balsillie, y Donoghue (2004), se podría observar una línea de costa muy diferente a la actual.
Como se mencionó el mínimo del nivel podría haber alcanzado los 140 m por debajo del nivel
más alto registrado en el Holoceno hipsitermal.

Si se siguen las líneas de nivel desde los 100 de profundidad en la plataforma marítima del
continente sudamericano, el contorno sería completamente diferente al que se presenta hoy,
especialmente en la cuenca Atlántica, en la que el relieve subacuático tiene menos pendiente
que en el Pacífico, con las excepciones de los golfos de Panamá y Guayaquil, aunque éste se
viera afectado significativamente (Anderson et al. 2013). Volviendo al Atlántico, desde el
noroeste, el golfo del Darién y el río Atrato conformarían un delta muy diferente, con

368
mayores extensiones de tierras emergidas, el

369
La costa caribeña central colombiana se deformaría hasta alcanzar los archipiélagos cercanos,
igualmente los deltas de los ríos Sinú y Magdalena se extenderían por varios kilómetros, la
península de la Guajira tendría también una extensión mucho mayor, el golfo de Venezuela
probablemente desaparecería dando origen a lagos y ciénagas, igual con el lago de Maracaibo
que además de desconectarse del océano formaría una cuenca interior, la península de
Paraguaná y otras costas venezolanas se conectarían con algunas islas de las Antillas el delta
del Orinoco se prolongaría sobre la plataforma por más de 50 kms (figura 2) igual que las
llanuras costeras al noreste, desde la desembocadura de este río hasta de Amazonas.
Finalmente, la línea costera se expandiría ostensiblemente desde Río hasta la Patagonia,
haciendo que los ríos aumenten sus cuencas y deltas.

Imagen2. Simulación de la línea de costa en Centroamérica y el norte de Sudamérica en la UMG del


último Pleistoceno. (De Anderson et al. 2013)

Según datos obtenidos en diferentes latitudes en el continente, un clima con menos


precipitaciones durante el periodo en mención haría cambiar el mosaico ambiental, las
proporciones entre sabana y estepas, la selva tropical y galerías de bosques y los ambientes
costeros de manglar y de ciénaga, serían muy diferentes a nuestros contemporáneos. Como se
expuso, la extensión de la sabana sobrepasa las líneas actuales del bosque tropical húmedo, e
incluye podría generar, en las áreas con más exposición a la insolación y los vientos, las zonas
más secas, paisajes áridos, campos de dunas y depósitos eólicos. Este

370
El comportamiento ambiental pudo tener demasiados detonantes pero los más responsables
fueron los cambios en duración e intensidad de los ciclos del Niño/Niña y movimientos más o
menos extensos de la zona de Confluencia intertropical.

Para terminar no se puede descuidar la complejidad de las decisiones humanas a medio y


largo plazo. Como se comentaba en uno de los párrafos, la economía ecléctica de nuestros
antepasados, que se basaba principalmente en el oportunismo a la hora de captar recursos (una
estrategia probablemente heredada de los predecesores humanos y no humanos) les permite el
éxito adaptativo en los nuevos territorios tropicales. La densidad poblacional y tecnología
expedita en materiales fácilmente degradables también es una variante a tener en cuenta en el
momento de evaluar baja concentración de lugares asociados a este período y a estos modos
de subsistencia.

Si bien las investigaciones han arrojado una base significativa de datos, a las soluciones o al
menos el refinamiento de las hipótesis sobre esta problemática, se hacen necesarias
investigaciones en corredores continuos por equipos transdisciplinarios con objetivos
comunes. Un muestreo detallado en contextos culturales y no culturales, la selección y control
de los proxies a reconstrucción ambiental y la relación de los grupos humanos con los
ecosistemas y sus respuestas, permiten en un futuro no tan lejano en mejor la resolución en el
momento de interpretación. Sólo aplicando metodología adecuada, podríamos entender la
dinámica entre los grupos de humanos y ambientes, más cuando el problema incluye
adaptación y adaptabilidad de una especie que es al mismo tiempo factor de cambio.

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