Está en la página 1de 1

Nunca me llego a gustar la casa, era demasiado grande, con muchas habitaciones sin usar,

sin bebés, sin esposo, mucho que limpiar que mi hermano me dejaba con la excusa de que
tenía que cocinar, menos me gustaba sabiendo las atrocidades que todos los hombres
hacían a todas las mujeres en esta casa, y las pequeñeces que me hacía mi hermano, a
veces me miraba casi con deseo, no sabré nunca si es por la soledad o porque le recordaba
a nuestra madre, la que tanto amo. O peor aún, a su difunta esposa Maria Esther, creo
fervientemente que la mató, nunca supe la razón.
Julio siempre leía los mismos libros de literatura francesa, desde hacía mucho no llegaba
nada bueno a la Argentina decía él, los sábados siempre recorría librerías cuando me iba a
comprar mi lana, llegaba, me las daba y mientras yo tejía el volvia a decirme como no
llegaba nada, y yo siempre le decía que se interesara en escritura de aca que seguro era
impresionante, él me respondía siempre lo mismo, que él no quería leer vida de ricos, a él le
interesaba lo salvaje del pueblo francés, me gustaba esa charla, me gustaba charlar con mi
hermano.
De la casa no me gusta mucho hablar, muchas memorias en habitaciones que solo se
abrían para limpiar, pero es importante para lo que te tengo para contar, el comedor, una
sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más
retirada, un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde
había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los
dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel
daba al living. Uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los
lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más
retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y más allá empezaba el
otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y
seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y al baño.
La casa la empezaron a tomar un martes a las noche, la parte del fondo fue la elegida, la
gran puerta de roble nos protegía(por ahora), pero mi hermano llegó muy preocupado, yo
solo estaba cansada de este punto imposible, dejamos muchas cosas atrás, como mi
botella de Hesperidina y mis pantuflas favoritas, nunca encontré otras igual, me force a
pensar en las ventajas, pero las vi rápido cuando teníamos que limpiar menos, incluso
llegamos a cocinar juntos, también contaba con más tiempo para tejer, julio arrancó a mirar
las estampillas de papá.
Nos escuchamos nuestros sueños mutuamente, los suyos eran grandes sacudones que a
veces hacían caer el cobertor, sabía que los míos le traían insomnio, podía escuchar todo
en el silencio de esa casa, gracias a eso empecé a pensar en si tenía que pedir ayuda, que
gracias a sus novelas empezaba a delirar, más tarde vivir uno de los peores sustos de mi
vida, estaba tejiendo y escuche, escuche ruidos en la cocina, supe que no era él porque
esos eran gritos casi desgarradores, el fue mas rapido que yo, me agarro y corrimos
mientras los gritos subían su volumen, velocidad y desgarro. Estábamos en la puerta y se
dejó de escuchar, no se si lo dije para mi, para él, o para todas las mujeres de esa casa,
solo se que de mi boca salió la afirmación “Han tomado esta parte”, tenía en mis el tejido y
las hebras iban hasta el cancel y se perdian debajo, pero las solté, no podía tener nada en
mis manos, me axfisiaba todo, mi hermano me pregunto si habia alcanzado a agarrar algo,
era obvio que no, se lo dije, aunque entendí que era parte del shock de ambos, mi hermano
miro la hora, pude verla, once de la noche, pero a veces deseo no haberlo visto ya que cada
vez que llega esa hora espero los gritos, rápidamente me agarró, salimos y cerró la puerta,
no supe en qué momento empecé a llorar y menos en qué momento empezamos a caminar,
pero espero nunca más escuchar gritos tan desgarradores.

También podría gustarte