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Los temas, las ideas son producto de una comunión del alma castellana del

poeta con los ideales más puros del pueblo americano, síntesis poética de
las aspiraciones del viejo y el nuevo mundo. Como verá el lector los
nombres de Cervantes, de Velázquez, del arcipreste de Hita se hermanan en
estos versos con el de Walt Whitman, el nombre cantor de una América
civil y democrática.
León Felipe

Versos y oraciones del


caminante
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Titivillus 06.02.2024
León Felipe, 1929

Editor digital: Titivillus


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LIBRO PRIMERO
A mi hermana
Salud Camino de Ledojowski
PROLOGUILLOS
De unas palabras pronunciadas, al ofrecer por primera vez estos versos, en
el Ateneo de Madrid, en 1919.

… Mi ánimo al venir aquí no ha sido dar una sensación de fatiga, sino


una emoción de belleza. De una belleza ganada desde mi sitio, vista con
mis pupilas y acordada con el ritmo de mi corazón; lejos de toda escuela y
tan distante de los antiguos ortodoxos retóricos como de los modernos
herejes —herejes, la mayoría, por un afán incoercible de snobismo—. Con
estos hombres —preceptistas o ultraístas— que se juntan en partida para
ganar la belleza, no tiene nada que ver el arte. La belleza es como una
mujer pudorosa. Se entrega a un hombre nada más, al hombre solitario, y
nanea se presenta desnuda ante una colectividad.
La divisa de escuela, además, no dice nunca del gesto nuevo y único
que traemos todos los hombres al nacer y al cual hemos de estar siempre
atentos y fieles, porque tal vez esto sea el mayor mérito que podamos tener
para con Dios, que castiga duramente al hombre necio y falso que pretende
engañarle vistiéndose con la misma túnica que su hermano. Y no vale
menos este gesto específico de la unidad que aquel carácter genérico del
grupo. Y más peca el hombre que mata en sí lo que le diferencia de todas
las cosas del universo que el que reniega de su casta.
Dentro de mi raza, nada más que de mi raza, he procurado siempre
estar atento a este gesto, a este ritmo mío espiritual, al latido de mi
corazón, porque este ritmo del poeta es la única originalidad y el único
valor eterno de que podemos estar seguros en la poesía lírica. Este ritmo
mío, además, ha sido siempre el generador de mi verso, el que ha ido
tejiendo la forma al abrirse camino por entre las palabras. Por esto, a
priori, no admito ninguna forma métrica. Sé que siendo fiel a mí mismo
cumplo con la única ley eterna e inmutable de la belleza.
Ir a buscar este valor personal, este signo específico generador de
nuestro verso fuera de nosotros mismos, es una gran torpeza; e ir a
buscarle fuera de nuestra tradición y de nuestro pueblo, es una gran
locura. En el verso de un poeta nuevo, por mucha personalidad que tenga,
ha de haber siempre ritmos de su raza, lo específico de su pueblo, que es lo
genérico del poeta, y por encima de esto el signo particular de él.
Y si esto es así, después del brillante resurgimiento de nuestra lírica
moderna, vuelta hacia el corazón de la raza, es doloroso que maneras
extrañas pretendan nuevamente desviarla de su cauce. Y hablando de este
modo no puedo ser sospechoso de patrioterías, ni grandes ni chicas. Ya lo
veréis en mis versos. Jamás he cantado las rancias tradiciones de la raza,
ni he puesto mi verso al servicio de esos violentos entusiasmos regionales
que andan ahora tan en boga. Cuando en mis horas de gracia me alzo
sobre las cosas de la tierra, me da igual Francia que España; pero me
duele que en este momento, después de la guerra, luego que hemos
justipreciado nuestros valores espirituales y estéticos, se forme una escuela
de arte en derredor de un poeta francés.
Desde aquí, desde donde estamos ahora, con las amplias libertades de
la métrica moderna, ya del todo desencadenada, podemos los poetas
castellanos decir lo subjetivo y lo universal, lo pasajero y lo eterno.
Podemos decirlo todo, pero cada uno con su voz, cada uno con su verso;
con un verso que sea hijo de una gran sensación y cuyo ritmo se acorde al
compás de nuestra vida y con el latido de nuestra sangre.
He dicho todo esto sin altivez, porque pienso que lo menos que se le
puede pedir a un poeta es que nos diga lo suyo con su verso, y porque solo
distingo mejor mi voz que en el canto de los orfeones y no tengo que
esforzarla para ponerla acorde con la tiranía de un pensamiento colectivo.
Mi voz, además, es opaca y sin brillo y vale poca cosa para reforzar un
coro. Sin embargo, me sirve muy bien para rezar yo solo bajo el cielo
azul…

LEÓN FELIPE
I

NADIE fue ayer,


i va hoy,
i irá mañana
acia Dios
or este mismo camino
ue yo voy.
ara cada hombre guarda
n rayo nuevo de luz el sol…
un camino virgen
Dios.
II

OESÍA…
isteza honda y ambición del alma…
cuándo te darás a todos… a todos,
l príncipe y al paria,
todos…
n ritmo y sin palabras!…
III

NO quiero el verbo raro


i la palabra extraña;
uiero que todas,
odas mis palabras
—fáciles siempre
los que aman—,
ayan ungidas
on mi alma.
IV

Y quiero que mi traje,


l traje de mis versos,
ea cortado
el mismo paño recio,
el mismo
año eterno,
ue el manto de Manrique
—como el de Hamlet, negro—,
moldado
la usanza de este tiempo
además,
on un gesto
mío
uevo.
V

QUE hay un verso que es mío, sólo mío,


omo es mía, sólo mía,
mi voz. Un verso que está en mí
en mí siempre encuentra su medida;
n verso que en mí mismo
corda su armonía
l ritmo de mi sangre,
l compás de mi vida,
al vuelo de mi alma
n las horas santas de ambiciones místicas.
Quiero ganar mi verso, este verso,
ejos de todo ruido y granjería.
VI

QUIERO ganar mi verso,


ste verso:
quiero
ue vaya quedo,
audo y sereno
omo mi dardo certero,
l corazón del pueblo
e todos los pueblos…
l corazón del Universo.
VII

Y
uiero
ue sea un cauce sin riberas,
n presas y sin diques de hierro…
Que mi alma vaya por él
omo un río sin frenos…
suba hasta los montes
se esconda en el suelo.
VIII

Y
uiero
ue sea superior a mí mismo
extraño a mi cerebro…
ue no sepa yo nunca
ómo y por qué lo he hecho;
ue ignore siempre
so
ue llaman manera
procedimiento.
No
uiero
star
n el secreto
el arte nunca;
uiero
ue el arte siempre
me guarde su secreto;
o
uiero
omar a la belleza
on mi hierro…
ue venga a mí,
uiero,
omo una gracia
el cielo.
IX

NO ha de ir más alto mi verso


ue el canto del ruiseñor?…
Se ha de quedar en la tierra
n llegar a ti, Señor,
erdido, como en el bosque,
l canto del ruiseñor?
X

Yo te veo, Señor, con un hierro encendido,


uemándome la carne hasta los huesos…
igue, Señor,
ue de ese hierro
an salido
mis alas y mi verso.
XI

MÁS bajo, poetas, más bajo…


o lloréis tan alto,
o gritéis tanto…
más bajo, más bajo, hablad más bajo.
i para quejaros
cercáis la bocina a vuestros labios,
arecerá vuestro llanto,
omo el de las plañideras, mercenario.
XII

DESHACED ese verso.


Quitadle los caireles de la rima,
l metro, la cadencia
hasta la idea misma…
Aventad las palabras…
si después queda algo todavía,
so
erá la poesía.
Qué
mporta
ue la estrella
sté remota
deshecha
a rosa?…
Aún tendremos
l brillo y el aroma.
XIII
¡QUE OS GUÍE DIOS!…

OH pobres versos míos,


ijos de mi corazón,
ue os vais ahora solos y a la ventura por el mundo…
ue os guíe Dios!
Que os guíe Dios y os libre
e la declamación:
ue os guíe Dios y os libre
e la engolada voz;
ue os guíe Dios y os libre
el campanudo vozarrón;
ue os guíe Dios y os libre
e caer en los labios sacrílegos de un histrión.
Que os guíe Dios!… Y Él que os sacara
e mi corazón,
s lleve
e corazón
n
orazón.
VERSOS Y ORACIONES DE CAMINANTE
I
NADIE PASÓ…

ANSÁBAME de hacer día tras día


a jornada tan solo y tan callado…
me quedé apostado
n un recuesto al borde de la vía,
sperando la santa compañía
e algún lento romero rezagado…
Nadie pasó.
Y esta canción traía
l viento sollozante:
igue tu ruta solo, caminante.
II
¡QUÉ LÁSTIMA!

Al poeta Alberto López Aryüello, tan


amigo, tan buen amigo siempre, baje
o suba la rueda.

QUÉ lástima
ue yo no pueda cantar a la usanza
e este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan!
Qué lástima
ue yo no pueda entonar con una voz engolada
sas brillantes romanzas
las glorias de la patria!
Qué lástima
ue yo no tenga una patria!
é que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
esde una tierra a otra tierra, desde una raza
otra raza,
omo pasan
sas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
Qué lástima
ue yo no tenga comarca,
atria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
e la estepa castellana
fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada:
asé los días azules de mi infancia en Salamanca,
mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después… ya no he vuelto a echar el ancla,
ninguna de estas tierras me levanta
i me exalta
ara poder cantar siempre en la misma tonada
l mismo río que pasa
odando las mismas aguas,
l mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
Qué lástima
ue yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
na casa
n que guardara,
más de otras cosas raras,
n sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla.
Qué lástima
ue yo no tenga un abuelo que ganara
na batalla,
etratado con una mano cruzada
n el pecho, y la otra mano en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
ue yo no tenga siquiera una espada!
orque…, ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
i una tierra provinciana,
i una casa
olariega y blasonada,
i el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla,
i un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
Qué voy a cantar si soy un paria
ue apenas tiene una capa!

Sin embargo…
en esta tierra de España
en un pueblo de la Alcarria
ay una casa
n la que estoy de posada
donde tengo, prestadas,
na mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
n una sala
muy amplia
muy blanca
ue está en la parte más baja
más fresca de la casa.
iene una luz muy clara
sta sala
an amplia
tan blanca…
Una luz muy clara
ue entra por una ventana
ue da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
engo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
venzo las horas largas
eyendo en mi libro y viendo cómo pasa
a gente al través de la ventana.
osas de poca importancia
arecen un libro y el cristal de una ventana
n un pueblo de la Alcarria,
sin embargo, le basta
ara sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
uando pasan
se pastor que va detrás de las cabras
on una enorme cayada,
sa mujer agobiada
on una carga
e leña en la espalda,
sos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
empre y se queda a los cristales pegada
omo si fuera una estampa.
Qué gracia
ene su cara
n el cristal aplastada
on la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
la digo que es una niña muy guapa…
lla entonces me llama
onto!, y se marcha.
Pobre niña! Ya no pasa
or esta calle tan ancha
aminando hacia la escuela de muy mala gana,
i se para
n mi ventana,
i se queda a los cristales pegada
omo si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
or esta calle tan ancha,
l través de la ventana,
i cómo se la llevaban
n una caja muy blanca…
n una caja
muy blanca
ue tenía un cristalito en la tapa.
or aquel cristal se le veía la cara
o mismo que cuando estaba
egadita al cristal de mi ventana…
Al cristal de esta ventana
ue ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
an blanca.
odo el ritmo de la vida pasa
or este cristal de mi ventana…
Y la muerte también pasa!

¡Qué lástima
ue no pudiendo cantar otras hazañas,
orque no tengo una patria.
i una tierra provinciana,
i una casa
olariega y blasonada,
i el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla,
i un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
soy un paria
ue apenas tiene una capa…
enga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
III
COMO TÚ…

ASÍ es mi vida,
iedra,
omo tú; como tú,
iedra pequeña;
omo tú,
iedra ligera;
omo tú,
anto que ruedas
or las calzadas
por las veredas;
omo tú,
uijarro humilde de las carreteras;
omo tú,
ue en días de tormenta
e hundes
n el cieno de la tierra
luego
entelleas
ajo los cascos
bajo las ruedas;
omo tú, que no has servido
ara ser ni piedra
e una Lonja,
i piedra de una Audiencia,
i piedra de un Palacio,
i piedra de una Iglesia;
omo tú,
iedra aventurera;
omo tú,
ue, tal vez, estás hecha
ólo para una honda,
iedra pequeña

gera…
IV
ROMERO SOLO…

ER en la vida
omero,
omero sólo que cruza
empre por caminos nuevos;
er en la vida
omero,
n más oficio, sin otro nombre
sin pueblo…
er en la vida
omero… romero… sólo romero.
Que no hagan callo las cosas
i en el alma ni en el cuerpo…
asar por todo una vez,
na vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie
pisar el mismo suelo,
i el tablado de la farsa,
i la losa de los templos,
ara que nunca recemos
omo el sacristán
os rezos,
i como el cómico
iejo
igamos
os versos.
a mano ociosa es quien tiene
más fino el tacto en los dedos,
ecía Hamlet a Horacio,
iendo
ómo cavaba una fosa
cantaba al mismo tiempo
n
epulturero.
—No
abiendo
os oficios
os haremos
on
espeto—.
ara enterrar
los muertos como debemos
ualquiera sirve, cualquiera…
menos un sepulturero.
Un día todos sabemos hacer justicia;
an bien como el rey hebreo,
a hizo
ancho el escudero
el villano
edro Crespo…
Que no hagan callo las cosas
i en el alma ni en el cuerpo…
asar por todo una vez,
na vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.

ensibles
todo viento
bajo
odos los cielos,
oetas,
unca cantemos
a vida
e un mismo pueblo,
i la flor
e un solo huerto…
Que sean todos
os pueblos
todos
os huertos nuestros.
V
VENCIDOS…

OR la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar…
a cargado de amargura…
ue allá encontró sepultura
u amoroso batallar…
a cargado de amargura…
ue allá «quedó su ventura»
n la playa de Barcino, frente al mar…

or la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
a cargado de amargura…
a, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

uántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,


n horas de desaliento así te miro pasar…
cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
llévame a tu lugar;
azme un sitio en tu montura,
aballero derrotado,
azme un sitio en tu montura
ue yo también voy cargado
e amargura
no puedo batallar.
onme a la grupa contigo,
aballero del honor,
onme a la grupa contigo
llévame a ser contigo
astor…

or la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
VI
LA HIGUERA MALDITA

… Y vino la noche callando…


vino serena
desnuda,
n la túnica negra,
hermosa,
omo la amada que se espera,
on la luna en el pecho,
on la luna llena
omo una
oberbia
medalla
uspensa
e la alta
adena
nfinita
e estrellas.

Y no quise, por verla a mis anchas,


egar a la próxima aldea,
i buscar la majada,
i la luz de la venta.

Y de cara al cielo
legí mi lecho en la tierra,
ecostado en el tronco de un árbol
ue me dio cabecera…
Y arrullado por cantos de pájaros
ue buscaban las ramas cimeras,
me dormí —soñando ya—
iendo correr las estrellas.

Desperté cuando el sol


ino a herirme en los ojos con fuerza…
no pude, cegado, volverlos al cielo…
hube de mirar a la tierra.

staba en un campo talado en Castilla,


or días de siega…
l sol, implacable, ahuyentó los pájaros
borró en el cielo todas las estrellas…
puso una sombra
más negra
más dura
n las piedras…
un gesto de agobio
n la tierra…
una mueca huraña
n la Naturaleza.
erca se veía,
amiendo las siembras,
lanca,
eca,
arga,
a sierpe de la carretera…
a seguí
on tristeza
asta
erla
llá lejos —perdida—
ordeando una sierra…
a seguí
on tristeza,
ensando
ue aún su polvo esperaba mis huellas
ara conducirme
otras tierras,
otra nueva ciudad,
otra aldea
ue serían lo mismo, lo mismo
ue aquellas
ue había dejado olvidadas…
entí una amargura de hiel en la lengua…
un cansancio… y un desgano muy grande
e alzarme y andar otra vez por la tierra.
leno de congojas
rguí la cabeza
vi el árbol
ue amparo me diera
n la noche
ajo las estrellas…
ra un árbol seco,
na higuera vieja
ue tenía
na rama muy gruesa,
torcida…
mulando una mueca siniestra.
Me acordé de Cristo
ue la maldijera…
y de Judas…
ue se ahorcara en ella!
odas las noches me duermo
ensando en quimeras
ue tienen su acción allá lejos… muy lejos…
unto a las estrellas;
todos los días despierto con una congoja,
on una amargura de hiel en la lengua
con un desgano tan grande de alzarme
andar otra vez por la tierra…
ue me acuerdo
e la higuera seca,
el árbol maldito
ue tenía una rama muy gruesa
torcida…
ara sujetar una soga muy recia.
VII
ESTA NOCHE NO HUBO LUNA…

AHORA camino de noche


orque las noches son claras…
Y esta noche no hubo luna,
o hubo luna amiga y blanca…
había pocas estrellas,
ocas estrellas y pálidas…

Y era todo triste sin la luna amiga…


era todo negro sin la luna blanca.

No se veía la cinta
e la carretera larga…
os olivos del recuesto
penas se dibujaban…
n murciélago pasó
ozándome la cabeza con el ala…
me ladraron los perros
n los bancales con saña.
in luna todo era negro y triste…
i una luz allá lejana…
a tientas, fui hasta la luz
en la luz pedí posada…

sta noche no hubo luna…


o hubo luna amiga y blanca…
Y recordé aquella noche
n que no vino mi amada…
en que yo loco de amor,
eno de fiebre y de ansias…
ice también alto
n la primera posada…
VIII
COMO AQUELLA NUBE BLANCA…

AYER estaba mi amor


omo aquella nube blanca
ue va tan sola en el cielo
tan alta…
omo aquella
ue ahora pasa
unto a la luna
e plata.
Nube
lanca
ue vas tan sola en el cielo
tan alta
unto a la luna
e plata…
endrás a parar
mañana
gual que mi amor
n agua…
n agua del mar
marga…

Mi amor tiene el ritornelo


el agua, que sin cesar
n nubes sube hasta el cielo
en lluvia baja hasta el mar.
Y el agua aquel ritornelo
e mi amor, que sin cesar
n sueños sube hasta el cielo
en llanto baja hasta el mar.
IX
MANOS SÁDICAS

AQUELLAS manos que un día,


iadosas, se me ofrecieron
ara recoger mi llanto
n su cuenco…
ueron unas manos sádicas
ue luego,
uando ya no tuve lágrimas,
on las uñas afiladas se volvieron
buscarme el corazón
n el pecho.
Manos
ueron
ecas y con fiebre
e caminante sediento,
omo aquellas que se humillan
hacen vaso con los dedos
n la fuente improvisada
e un recuesto

uego,
uando el cauce
ueda seco,
unden con saña
a aguda azada en el suelo
ara buscar, allá hondo…
n el seno
e la tierra,
l venero.
X

AHORA de pueblo en pueblo


rrando por la vida,
uego de mundo en mundo errando por el cielo
o mismo que esa estrella fugitiva…
Después?… Después…
a lo dirá esa estrella misma,
sa estrella romera
ue es la mía,
sa estrella que corre por el cielo sin albergue
omo yo por la vida.
XI

QUÉ día
an largo…
qué camino
an áspero…
ué largo es todo,
ué largo…
ué largo es todo
qué áspero!
n el cielo
stá clavado
l sol,
acundo y alto;
a tierra es toda llanura… llanura… toda llanura…
en la llanura… ni un árbol.
Voy
an cansado
ue pienso en una sombra cualquiera.
Quiero descanso… descanso… sólo descanso…
dormir!… Y lo mismo me da ya
ajo un ciprés que bajo un álamo.
XII

NO es lo que me trae cansado


ste camino de ahora…
No cansa
na vuelta sola,
ansa el estar todo un día,
ora tras hora,
día tras día un año
año tras año una vida dando vueltas a la noria.
XIII

OH estas jornadas siniestras,


eñor… estas jornadas siniestras
n que mis ojos empiezan
verlo todo en la tierra
gual y al fin no hallan diferencia
ntre la luz de una venta
el resplandor de una estrella!
Oh estas jornadas siniestras
eñor… estas jornadas siniestras
n que nada me consuela,
i me alienta,
i me eleva!…
Nada, Señor: nada, nada… ni Tú… ni la Belleza…
í, en estas horas siniestras
me da igual ser o no ser poeta…
ya no hallo diferencia
ntre un verso y una blasfemia.
XIV

YO no sé cómo soy…
no sé lo que quiero…
no sé a dónde voy
ambiando, inquieto, siempre de sendero…
Algo espero, sí, pero…
No sé, tampoco, lo que espero!…
XV

ORAZÓN mío…
qué abandonado te encuentro!
orazón mío… estás
o mismo que aquellos
alacios deshabitados
llenos
e misteriosos
lencios…
orazón mío,
alacio viejo,
alacio desmantelado,
alacio desierto,
alacio mudo
lleno
e misteriosos
lencios…
i una golondrina ya
ega a buscar tus aleros
hacen su cobijo sólo
n tus huecos
os
murciélagos.
XVI

QUÉ solo estoy, Señor;


ué solo y qué rendido
e andar a la ventura
uscando mi destino!…
n todos los mesones
e dormido:
n mesones de amor
en mesones malditos,
n encontrar jamás
mi albergue decisivo…
Y ahora estoy aquí solo…
endido
e andar a la ventura
or todos los caminos…
Ahora estoy aquí solo
n este pueblo de Ávila escondido,
ensando
ue no está aquí mi sitio,
ue no está aquí tampoco
mi albergue decisivo.
XVII

REÍ que estabas en mí


—eterna—
o mismo
ue si estuvieras
sculpida
n una piedra…
estabas
omo un dibujo en la arena,
n la arena del camino,
n la arena que dispersan
l agua,
l viento y las huellas.
XVIII

QUE se quede así ya


—desnudo y vacío— el corazón.
A qué vestirle de nuevo,
qué otra vez colmarle de amor
otra vez, al fin, ha de venir el tiempo
llevárselo todo como un ladrón?
XIX

OBRE el fango amasado con mi llanto


el polvo del camino, quedará perdurable
a huella roja
e mis pies sangrantes.
XX

YO también tengo hambre


sed de justicia,
Nazareno…
lévame en tu partida.
No tengo que dejar para seguirte
i bienes ni familia,
orque estoy pobre y solo
sin un gran amor que me redima…
Nazareno…
évame en tu partida,
ue tengo hambre
sed de justicia…
XXI

NO conozco este camino… Y ya no alumbra mi estrella


se ha apagado mi amor…
Así… vacío y a oscuras…
A dónde voy?
in una luz en el cielo
roto mi corazón…
cómo saber si es el tuyo
ste camino, Señor!
XXII

AL terminar las jornadas


ay siempre dos filas de álamos
ue hacia nosotros avanzan,
omo heraldos,
ara anunciar
ue llegamos
un pueblo
a un camposanto…
Qué amable,
ué amable y qué hospitalario
s
l álamo!
XXIII

UANDO me han visto solo y recostado


l borde del camino…
nos hombres
on trazas de mendigos
ue cruzaban rebeldes y afanosos,
me han dicho:
Ven con nosotros,
eregrino.
Y otros hombres
on porte de patricios
ue llevaban sus galas
ntranquilos,
me han hablado
o mismo:
Ven con nosotros,
eregrino.
Yo a todos
os he visto
erderse
llá, a lo lejos del camino…
me he quedado solo,
n despegar los labios, en mi sitio.
XXIV

AHORA a mí me sucede
o contrario que al hidalgo manchego:
ue tomo por rebaños
os ejércitos.
XXV

QUÉ más da ser Rey


ue ir de puerta en puerta?…
Qué va
e miseria a miseria?…
XXVI

—NO andes errante


busca tu camino…
—Dejadme…
a vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio.
XXVII

QUÉ me importa que se borren


os caminos de la tierra
on el agua
ue ha traído esa tormenta!…
Mi
ena
s porque esas nubes
an negras
an borrado
as estrellas.
Qué me importa que se caigan
na a una y piedra a piedra
as antiguas
modernas
losóficas
scuelas?…
Mi
ena
s si viene
tierra
ambién
a torre enhiesta
e mis
uimeras.
XXVIII

ANOCHE me daba de cara la luna,


solo
nte el reposo de los campos,
aía el alma
omo la frente…
asta y blanca,
asta y blanca toda,
ngida toda de luna…
Allá, en lo alto
haciendo su nido en las estrellas
i al amor eterno y purísimo…
Me sentí muy bueno y lloré…
Por qué no seré siempre así!…
XXIX

… ¿Y qué me importa el barro del camino


está en el cielo el sol?…
Y qué me importa el cieno de mi vida
tengo aún encendido el corazón?
l calor seca el cieno
endurece el barro…
uego…
ncima se levanta un palacio.
Había un diamante raro
n aquel fango tan denso,
de aquel diamante raro
ue saliendo
ste libro
erso

erso.
XXX

ARA mí el bordón solo…


A vosotros os dejo
a vara justiciera,
l caduceo,
l báculo
el cetro…
ara mí el bordón solo
el romero.

Yo
uiero
l camino blanco,
sin término.
A vosotros
s dejo
a vida
e los pueblos:
l collar
ara el cuello,
a cadena
e hierro
el ladrar
e los perros.
XXXI

Qué
ena
este camino
uera
e muchísimas
eguas
siempre
e repitieran
as mismas
uestas,
as mismas
raderas,
os mismos rebaños,
as mismas recuas,
os mismos pueblos,
as mismas ventas!…

Qué
ena
esta vida
uviera
—esta vida
uestra—
mil años
e existencia!…
Quién la haría hasta el fin
evadera?
Quién la soportaría toda
n protestas?…

Quién lee diez siglos en la Historia


no la cierra
l ver las mismas cosas siempre
on distinta fecha?…
os mismos hombres,
as mismas guerras,
os mismos tiranos,
as mismas cadenas,
os mismos esclavos,
as mismas protestas,
os mismos farsantes,
as mismas sectas
los mismos,
os mismos poetas…

Qué
ena,

ena
ue
ea
sí todo siempre,
empre de la misma manera!
XXXII

OCAS… y no largas ni afanosas mis rutas…


Quiero andarlas sin prisa
arribar a los albergues
n fatigas
uando aún el sol corone,
llá, en la lejanía,
l páramo o la cumbre…
Antes que muera el día
uiero entrar en la venta erguido y fuerte
n requerir cuidados del ventero y la hija.
ocos… y cortos, muy cortos… y sin afán también
os años que me resten de vida…
Quiero vencerlos
n congojas ni agonías,
n ambición
sin envidias…
arribar a la posada de la muerte
uando me sienta joven todavía.
XXXIII

A todos los romeros


quel árbol
frecía en la orilla del camino
us frutos al alcance de la mano.
Allá,
n lo alto,
en el más orgulloso
e los ramos,
ola estaba una poma inaccesible que se iba
oco a poco secando…
Yo pensé, vagamente
oñando,
n esta poma sola y altanera
ue no estaba al alcance de la mano.
XXXIV
LA RUTA FINAL

ALIR disparado al azul


omo una flecha…
quedarme perdido
n el cielo o en el aire… fuera
e todos los pueblos
e la tierra,
e todos… porque ahora
on estos grandes odios de la guerra,
quí abajo…
hacia dónde partir con mi quimera!
XXXV
UN CABALLO BLANCO…

MADRE… no me riñas,
ue ya nunca vuelvo a ser malo…
No me riñas, madre…
ue ya no vuelvo a llenarme de barro.
Madre… no me riñas,
ue ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco.

Madre…
ógeme en tus brazos…
caríciame,
onme en tu regazo…
Anda… madre mía,
ue ya nunca vuelvo a ser malo.
Así…
Y arrúllame… y cántame… y bésame…
uérmeme… apriétame en tu pecho
on la dulce caricia de tus manos…
nda… madre mía
ue ya no vuelvo a llenarme de barro.

Madre…
verdad que si ya no soy malo
me vas a comprar
n caballo blanco
muy grande,
omo el de Santiago,
con alas de pluma,
n caballo
ue corra y que vuele
me lleve muy lejos… muy alto… muy alto…
onde nunca pueda
mancharme de barro
mi vestido nuevo,
mi vestido blanco?…
Oh, sí madre mía…
ómprame un caballo
rande
omo el de Santiago
con alas de pluma…
n caballo blanco
ue corra y que vuele
me lleve muy lejos… muy alto… muy alto…
ue yo no quiero otra vez en la tierra
olver a mancharme de barro!
XXXVI
DÉJAME QUE DUERMA…

—DESPIERTA,
oeta,
espierta…
evántate y ponte de fiesta
ue está llamando el amor a tu puerta.

—Dejadme… dejadme que duerma.

—Despierta,
oeta,
espierta…
evántate y ponte la túnica negra,
ue hay un coche parado en tu puerta
on unos caballos de crestas
niestras,
nhiestas
negras
ue a tu madre espera…

—Dejadme… dejadme que duerma.

—Duerme… duerme y sueña,


oeta,
uerme y sueña
uscando quimeras…
uerme… duerme y sueña
oeta…
Y ahora, cuando quieras
ejer con tus grandes poemas
oronas de lauro y de hiedra…
o tendrás siquiera
na amable cabeza
n donde ponerlas…
ue a tu madre, la vieja
e las blancas crenchas,
a llevaron muerta
os caballos de las crestas
egras…
… ¡va ya tan lejos… tan lejos aquella
ubia y dulce Ofelia
ue llamó a tu puerta!…
XXXVII
PIEDRA DE SAL

Ú estabas dormida
omo el agua que duerme en la alberca…
yo llegué a ti
omo llega
asta el agua que duerme
a piedra.
urbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste
omo en ondas el agua que duerme se quiebra
uando
ega
turbar su remanso dormido
a piedra.
iedra fui para ti, piedra soy
piedra quiero ser, pero piedra
landa de sal
ue al llegar a ti se disuelva
en tu cuerpo quede
sea
omo la levadura de tu carne
como el hierro de la sangre de tus venas.
Y en tu alma deje una sed infinita
e amarlo todo… y una sed de belleza
nsaciable…
terna…
XXXVIII
ALTURAS

YO no distingo ya
esde un piso cuarto
n cetro de oro
e un bordón de palo.

Y pienso que a mil metros,


esde el vuelo perdido de los pájaros,
ebe de ser lo mismo
a toca de una bruja que el capuchón de un santo.

Y que allá de ese vuelo


más alto… muchísimo más alto,
esde el sitio de Dios,
uera del tiempo y del espacio,
l hombre no se verá ya
i grande ni chico, ni bueno ni malo.
DOS MADRIGALES
CÓMO HA DE SER TU VOZ…

EN una voz, mujer,


ue pueda
ecir mis versos
pueda
olverme sin enojo, cuando sueñe
esde el cielo a la tierra…
en una voz, mujer,
ue cuando me despierte no me hiera…
en una voz, mujer, que no haga daño
uando me pregunte: ¿qué piensas?
en una voz, mujer,
ue pueda
uando yo esté contando
as estrellas
ecirme de tal modo
qué cuentas?
ue al volver hacia ti los ojos
rea
ue pasé contando
e una estrella

tra estrella.
en una voz, mujer,
ue sea
ordial como mi verso
clara como una estrella.
CÓMO HAN DE SER TUS OJOS

Mujer… no tendré un beso de niño para ti


i de viejo, ni de sátiro…
uando vengas no besaré tus mejillas
i tu frente, ni tus labios.
Pondré mi boca en los pliegues
ecogidos de tus párpados
beberé el agua clara
ue suba a tus ojos claros.
Trae unos ojos azules, mujer,
ae unos ojos azules, de un azul tranquilo y claro
ue tengo sed…
ed de peregrino cansado
e muchas jornadas duras
or caminos solitarios
quiero
evar mis labios
l agua clara y tranquila
e un remanso
ue refleje
n cielo tranquilo y claro.
LIBRO SEGUNDO
A Berta Gamboa de Camino
VOY con las riendas tensas
refrenando el vuelo,
orque no es lo que importa llegar solo ni pronto
no llegar con todos y a tiempo.
PRÓLOGO

SE.
se viejo tan viejo
ue se pisa las barbas;
se viejo
ue lleva un dalle al hombro
una ampolla de vidrio entre los dedos;
se, que todos conocéis,
s un trapero.
Yo le di esta mañana
n traje viejo.

Y aquél.
Aquel rubio cow-boy
el sombrerón bermejo
ue viene siempre al alba
abalgando en un bronco potro overo
va a ganar ahora
a cumbre de aquel cerro,
quél, que todos conocéis,
me ha traído de oriente un traje nuevo.
I

Evi pasar por la nube


salir limpia y libre
uscando el corazón de una estrella.
bas
erecha… derecha…

En dónde te habrás clavado


uando hayas vuelto —sin fuerza,
encida ya—
tra vez hacia la tierra?

Vencida? No. ¿En qué pecho,


n qué corazón virginal y balbuciente de poeta
—¡victoriosa! ¡¡victoriosa!!— al caer
as hecho blanco, saeta?

e vi pasar por la nube


salir limpia y libre…
uiste derecha, derecha
l corazón de una estrella.
II
POETA

NI de tu corazón,
i de tu pensamiento,
i del horno divino de Vulcano
an salido tus alas.
ntre todos los hombres las labraron
entre todos los hombres en los huesos
e tus costillas las hincaron.
a mano más humilde
e ha clavado
n ensueño…
na pluma de amor en el costado.
III

IN embargo,
n este mundo nuevo
ada impondrá otras normas
mi verso.

l ruido de las hélices


e ese abejorro enorme
e aluminio y de lienzo
s el zumbido familiar y antiguo
ue viene de los sueños
e todos los poetas.
Y son ellos… ellos:
os motores, las ruedas
los émbolos
os que marchan al ritmo
e mi verso.
IV

ALLAR un verso a la luz de la luna o del crepúsculo,


ajo el palio de los bosques o entre las brumas del Báltico
s tan sencillo que lo han hecho
odos los búhos románticos.
o difícil
s tallarlo
ajo la luz meridiana de Castilla,
uando el sol va denunciando
n piedad todas las sombras
el temblor enfermizo de la mano.

allar un verso a esta luz es tan difícil


ue nadie hasta hoy lo ha tallado,
nadie! ¡nadie!
spañol que andas buscando
na empresa a tu coraje…
Nadie como tú para tallarlo.
V

ISTEMA, poeta, sistema.


mpieza por contar las piedras…
uego contarás las estrellas.
VI

ONTIGO, malabarista,
on tu sofía y tu estética.
Malabarista, contigo.
Y contigo porque juegas
eshumanizadamente
on esas bolas pequeñas
e marfil,
ulidas, blancas, perfectas
mágenes, abstracciones
e exactitudes geométricas)
ue van y vienen y danzan
omo una devanadera
or encima, por delante
por detrás de tu cabeza.

Malabarista, contigo.
Y contigo porque mezclas
n este juego tan limpio
e purísimas esferas
de platónicas
deas)
l puro habano encendido,
ue es la posible tragedia,
el truco… inevitablemente
rotesco de chistera.
VII
OFRENDA

A Manuel Lourdes

E me fue de los dedos.


l vaso cristalino purísimo y perfecto
e me fue sin sentirlo de los dedos.
Ahora está aquí a mis pies deshecho en mil fragmentos.
ra toda mi hacienda. Ya no tengo
on qué ofrendar al Sol.
Pero
quí está un fragmento.
Uno de los fragmentos
ue han quedado esparcidos por el suelo.
Aquí está,
asi imperceptible entre mis dedos;
quí está,
ol, yo te lo ofrezco.
Y el Sol se quebró luego
n los siete colores del espectro.
VIII

NO se me fue, que iba así.


Al ras casi de la tierra.
ba así, lo sabe el Sol.
o sabe el Sol que me enseña
disparar el cenit
a disparar a la sierra.
IX
PIE PARA EL NIÑO DE VALLECAS, DE VELÁZQUEZ

Bacía, Yelmo, Halo.


Éste es el orden Sancho…

DE aquí no se va nadie.

Mientras esta cabeza rota


el niño de Vallecas exista,
e aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.

Antes hay que deshacer este entuerto,


ntes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
hay que resolverlo sin cobardías,
n huir
on unas alas de percalina
haciendo un agujero
n la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico, ni el suicida.

Y es inútil,
nútil toda huida
ni por abajo
i por arriba).
e vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
l yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
e acomode a las sienes de Sancho
a las tuyas y a las mías
omo pintiparado,
omo hecho a la medida.
ntonces nos iremos Todos
or las bambalinas:
ú y yo y Sancho y el niño de Vallecas
el místico y el suicida.
X
ORACIÓN

A mouse is a miracle enough to


stagger six trillions of infidels.
WALT WHITMAN.

EÑOR,
o te amo
orque juegas limpio:
in trampas —sin milagros—;
orque dejas que salga
aso a paso,
n trucos —sin utopías—;
arta a carta,
n cambiazos,
u formidable
olitario.
XI

UANDO andemos sin prisas


qué silencio tan grande habrá
obre la tierra!

Ya no se oirán los perros


e nuestros pasos negros y torcidos
ue se quedan aullando a nuestra espalda
n las piedras salientes y en las pozas.
uando andemos sin prisas
a hierba vendrá siempre a nuestras plantas
decirnos: callad.

ólo se oirá la risa blanca de las estrellas


ersiguiendo a las sombras por todos los caminos.
XII

MÁS sencilla… más sencilla.


in barroquismo,
n añadidos ni ornamentos.
Que se vean desnudos
os maderos,
esnudos
decididamente rectos.

Los brazos en abrazo hacia la tierra,


l astil disparándose a los cielos.»

Que no haya un solo adorno


ue distraiga este gesto…
ste equilibrio humano
e los dos mandamientos.
Más sencilla… más sencilla…
az una cruz sencilla, carpintero.
XIII

HUYEN… Se ve que huyen


ueltas de espaldas a la tierra…
Nosotros no hemos visto todavía
os ojos de una estrella.
ara buscar lo que buscamos
¿dónde está mi sortija?)
na cerilla es buena,
la luz del gas,
la maravillosa luz eléctrica…
Nosotros no hemos visto todavía
os ojos de una estrella.
XIV

A estrella fue,
o la serpiente.
a estrella.
a estrella, rubia y madura
ue se colgó temblorosa
e la rama prohibida
altanera,
a noche del bien y el mal
n el árbol de la ciencia.
XV

… No me tienes que dar porque te quiera,


porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Soneto anónimo

… But there is the work of helping life in


its struggle upward.
G. B. SHAW, «Man and superman»

ABEMOS que no hay tierra


i estrella prometidas.
o sabemos, Señor, lo sabemos
seguimos, contigo, trabajando.

abemos que mil veces y mil veces


araremos de nuevo nuestro carro
que mil y mil veces en la tierra
lzaremos de nuevo
uestro viejo tinglado.
abemos que por ello no tendremos
i ración ni salario…
o sabemos, Señor, lo sabemos
seguimos, contigo, trabajando.
Y sabemos
ue sobre este tinglado
emos de hacer mil veces
mil veces todavía
l misino viejo truco bufo-trágico
n elogios
i aplausos.
o sabemos, Señor, lo sabemos
seguimos, contigo, trabajando.
Y Tú sabes, Señor, que lo sabemos.
Que lo sabemos Todos ¡Todos!
(¿Dónde está el Diablo?)
ue hoy puedes apostar ya por cualquiera
mejor aún que por Job y que por Fausto.
XVI
DOÑA MUERTE Y DON AMOR…

DOÑA Muerte y Don Amor,


acer es bien lo del Diablo
ue trocó ya los arreos
medievales de los Autos.
Un overall de Mahón
s hoy el traje adecuado
e los que como vosotros
evan un duro trabajo.
Y no queráis asustarme
on el dalle y con el arco
ue éste es un viejo negocio
olidario de los cuatro:
Doña Muerte y Don Amor,
osotros dos, Yo y el Diablo
enemos que llevar hacia el Sol
ste carro.
XVII
Y UNA VEZ…

AMBIÉN los poetas son tres;


empre han sido tres.
Tres magos y una estrella,
es príncipes y la hija encantada de un rey…)

Y
na vez…
—¿Otro cuento?
—Señores, no hay más que un cuento.
Y este cuento único no es
un cuento sin sentido dicho por un idiota»,
ste cuento es
l cuento de la buena pipa
ue hay que contarlo otra vez:

res poetas,
na estrella
un dragón.

a estrella es siempre la misma


el mismo es siempre el dragón,
ero los poetas: Tres.
Y tres es como tres mil,
escientos mil
un trillón…
este número se mide
or el hambre del Dragón).
XVIII
AQUÍ VINO Y SE FUE

Y dexas, Pastor santo,


tu grey en este valle hondo, escuro.
FRAY LUIS DE LEÓN.

AQUÍ vino…
se fue.
Vino, nos marcó nuestra tarea
se fue.
al vez detrás de aquella nube
ay alguien que trabaja
o mismo que nosotros,
tal vez
as estrellas
o son más que ventanas encendidas
e una fábrica
onde Dios tiene que repartir
na labor también.

Aquí vino
se fue.
Vino, llenó nuestra caja de caudales
on millones de siglos y de siglos,
os dejó unas herramientas…
se fue.

l, que lo sabe todo,


abe que estando solos
n Dioses que nos miren
abajamos mejor.
Detrás de ti no hay nadie. Nadie,
i un maestro, ni un amo, ni un patrón.
ero tuyo es el tiempo. El tiempo y esa gubia
on que Dios comenzó la Creación.
XIX

ON las piedras sagradas


e los templos caídos
rava menuda hicieron
os martillos
argos
e los pica-pedreros analíticos.
Después
obre esta grava se ha vertido
l asfalto negro y viscoso
e los pesimismos.

Y ahora… Ahora con esta mezcla extraña


e han abierto calzadas y caminos
or donde el cascabel de la esperanza
celera su ritmo.
XX
LA MÁQUINA

(The Labour-Saving Machinery)

NI es un dragón
i es un juguete, Marta.
s un regalo religioso…
l último regalo del Señor.

ara que no te pierdas demasiado


n el trajín diario de la casa;
ara que no digas ya más:
rimero es la obligación que la devoción,
para que no te distraigas en el templo
ensando en el horno, en la rueca
en el esclavo perezoso.
XXI
¿Y LA LUNA?…

EN el pozo la guardaron.

ara que no la robasen


n el pozo la guardaron
—como una onza en un bolso—
quellos fieros románticos.

Y estuvieron dos cipreses


a noche entera velando.
a noche entera de un siglo
os dos cipreses velaron.

ero fue en vano, fue en vano…


oda la vela fue en vano.

Al llegar la madrugada
l Sol levantó los brazos
asomó sobre la tierra
u rostro congestionado
e risa
ue gritaba:
a han robado, la han robado, la han robado.
XXII

DICE
ste hombre sencillo:
Antes que mi derecho
ido mi sacrificio.
ú,
ombre elegido,
en aquí. Sube sobre mis hombros
ponte de puntillas
obre mi cráneo erguido.
Después,
ombre elegido,
mi derecho
erá tu sacrificio:
ue me digas honrada y claramente
o que has visto
ubido de puntillas
obre mi cráneo erguido.
XXIII

VENID todos y ayudadme


sacudir este árbol.

No veis que solo no puedo?

Venid pronto,
ue el fruto ya está dorado.
Venid pronto,
ntes de que a las estrellas
e las coman los gusanos.
XXIV

Qualquier omme que lo oya si bien trobar sopiere


puede mas añadir e enmendar lo que quisiere.
ARCIPRESTE DE HITA

COMO dice Aristóteles, cosa es verdadera:


l mundo por dos cosas trabaja: la primera
or aver mantenencia: la otra cosa era
or aver juntamiento con fembra placentera.»

asaste mal los verbos, Arcipreste,


l uno está en pasado y el otro está en presente.
orque se teme a la Santa Erudición
adie se atreve ahora a hacer la corrección.
ero un día vendrá alguno más osado
ue diga: el primer verbo tiene que ser pasado.
Por dos cosas el mundo trabajaba: la primera
or aver mantenencia; la otra cosa era…»

Y este era, que fue un ripio, el único fecundo,


l único luminosamente fecundo
ue acaso se haya escrito en este mundo;
ste era, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita,
ale hoy más que lo que dijo el Estagirita.
XXV

AGUARDAD vuestro turno


on paciencia y con fe.
Que hay más estrellas que hombres
hay alas para Todos.
XXVI
TORRES

HOMBRES
obre hombros
e otros hombres;
Hombres
on hombros
ara otros hombres;
Hombros,
Hombres,
Hombros…
orres.
Un día ya no habrá estrellas lejanas
i perdidos horizontes.
XXVII
CANCIÓN MARINERA

ODOS somos marineros,


marineros que saben bien navegar.
odos somos capitanes,
apitanes de la mar.

odos somos capitanes


la diferencia está
ólo en el barco en que vamos
obre las aguas del mar.

Marinero, marinero;
marinero… capitán
ue llevas un barco humilde
obre las aguas del mar…
marinero…
apitán…
o te asuste
aufragar
ue el tesoro que buscamos,
apitán,
o está en el seno del puerto
no en el fondo del mar.
XXVIII
REVOLUCIÓN
Canción mexicana
(Con música de la Valentina)

IEMPRE habrá nieve altanera


ue vista al monte de armiño
agua humilde que trabaje
n la presa del molino.
Y siempre habrá un sol también
—un sol verdugo y amigo—
ue trueque en llanto la nieve
en nube el agua del río.
XXIX
CRISTO

VINISTE a glorificar las lágrimas…


o a enjugarlas…
Viniste a abrir las heridas…
o a cerrarlas.
Viniste a encender las hogueras…
o a apagarlas…
Viniste a decir:
Que corran el llanto,
a sangre
el fuego…
omo el agua!
XXX
ELEGÍA

A la memoria de Héctor Marqués, capitán de la Marina mercante española,


que murió en alta mar y lo enterraron en Nueva York.

… tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera.
JOSÉ DEL RÍO SÁINZ

MARINEROS,
por qué le dais a la tierra lo que no es suyo
se lo quitáis al mar?
Por qué le habéis enterrado, marineros,
era un soldado del mar?
u frente encendida, un faro;
jos azules, carne de yodo y de sal.
Murió allá arriba, en el puente,
on la rosa de los vientos en la mano,
eshojando la estrella de navegar.
Por qué le habéis enterrado, marineros?
Y en una tierra sin conchas! ¡En una playa negra!… ¡Allá,
n la ribera siniestra
el otro mar!
Nueva York!
—piedra, cemento y hierro en tempestad—.
Donde el ojo ciclópeo del gran faro
ue busca a los ahogados no puede llegar,
onde se acaban las torres y los puentes,
onde no se ve ya
a espuma altiva de los rascacielos,
n los escombros de las calles sórdidas
ue rompen en el último arrabal,
onde se vuelve la culebra sombría de los «elevados»
meterse otra vez en la ciudad…
Allí, la arcilla opaca de los cementerios, marineros…
allí habéis enterrado al capitán!
Por qué le habéis enterrado, marineros,
or qué le habéis enterrado,
murió como el mejor capitán
su alma —viento, espuma y cabrilleo—
stá ahí, entre la noche y el mar?…

A bordo del «Cristóbal Colón», 1932


LEÓN FELIPE CAMINO (Tábara —Zamora—, 1884 - Ciudad de México,
1968). Poeta español. Representante de los creadores exiliados tras la
Guerra Civil, sus versos poseen un talante crítico y de lucha contra las
injusticias sociales. Hijo de un notario, pasó su infancia en Sequeros
(Salamanca) y en 1893 se trasladó con su familia a Santander. Tras estudiar
en Madrid, ejerció de farmacéutico en varias ciudades al tiempo que
trabajaba como actor para una compañía de teatro itinerante.
Estuvo encarcelado por deudas, administró los hospitales de Guinea, y en
1922 viajó a México, donde desempeñó labores de bibliotecario en
Veracruz antes de ser agregado cultural de la embajada española y profesor
de literatura en diversas universidades americanas. Al estallar la Guerra
Civil española se encontraba en Panamá, desde donde regresó a España
para apoyar la causa republicana. En 1938 se exilió definitivamente en
México.
Su obra poética se abrió con Versos y oraciones del caminante (1920), cuya
sencillez temática y estilística distanció al autor de las corrientes
posmodernistas del momento. En el segundo volumen de Versos y
oraciones del caminante (1929) vuelven los temas intimistas centrados en
la experiencia cotidiana, pero el tono elevado y profético revela el
magisterio de Walt Whitman, que fue traducido por el autor.
La actitud moral comenzó a manifestarse en su siguiente obra, Drop a star
(1933), donde las influencias de Whitman, Antonio Machado, Miguel de
Unamuno y T. S. Eliot se fundieron con un modelo expresivo inspirado en
la Biblia, que fue característico de su producción. La experiencia de la
guerra civil y el exilio posterior configuraron una voz poética combativa y
rebelde, especialmente a través de La insignia (1937), El payaso de las
bofetadas y el pescador de caña (1938), El hacha (1939), Español del
éxodo y el llanto (1939) y El gran responsable (1940).
En estas obras León Felipe encarnó la figura del poeta vidente, entre
prometeico y quijotesco, que enuncia su discurso de una manera casi
mística: la palabra actúa como una fuerza que redime a los humildes de los
sufrimientos e injusticias, aunque a veces sea tan sólo un grito desesperado.
Sus composiciones, de gran fuerza lírica y hondo contenido social,
rememoran el drama de la guerra, la derrota y el destierro, al tiempo que
reflejan la condición humana con apasionado idealismo. Los versos
destacan por la sobriedad del léxico, y por un ritmo amplio y reiterativo que
le comunica una sonoridad semejante a la de los versículos bíblicos, aunque
en ocasiones incurran en lo prosaico o parezcan fruto de un fácil
verbalismo.
Después de Ganarás la luz (1943) y Parábola y poesía (1944), publicó
Antología rota (1947), selección de poemas que llegó a gran número de
lectores. Posteriormente aparecieron España e Hispanidad (1947),
Llamadme publicano (1950) y El ciervo y otros poemas (1958), este último
un canto elegíaco provocado por el fallecimiento de su esposa. En su libro
postrero, titulado ¡Oh, este viejo y roto violín! (1965), reflexiona sobre el
tiempo, el sueño y la muerte, temas centrales de su última etapa.
Índice de contenido

Cubierta

Versos y oraciones del caminante

Libro primero
Prologuillos
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII. ¡Que os guíe Dios!
Versos y oraciones de caminante
I. Nadie pasó…
II. ¡Qué lástima!
III. Como tú…
IV. Romero solo…
V. Vencidos…
VI. La higuera maldita
VII. Esta noche no hubo luna…
VIII. Como aquella nube blanca…
IX. Manos sádicas
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV. La ruta final
XXXV. Un caballo blanco…
XXXVI. Déjame que duerma…
XXXVII. Piedra de sal
XXXVIII. Alturas
Dos madrigales
Cómo ha de ser tu voz…
Cómo han de ser tus ojos

Libro segundo
Prólogo
I
II. Poeta
III
IV
V
VI
VII. Ofrenda
VIII
IX. Pie para el niño de Vallecas, de Velázquez
X. Oración
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI. Doña Muerte y Don Amor…
XVII. Y una vez…
XVIII. Aquí vino y se fue
XIX
XX. La máquina
XXI. ¿Y la luna?
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI. Torres
XXVII. Canción marinera
XXVIII. Revolución
XXIX. Cristo
XXX. Elegía

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