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poeta con los ideales más puros del pueblo americano, síntesis poética de
las aspiraciones del viejo y el nuevo mundo. Como verá el lector los
nombres de Cervantes, de Velázquez, del arcipreste de Hita se hermanan en
estos versos con el de Walt Whitman, el nombre cantor de una América
civil y democrática.
León Felipe
LEÓN FELIPE
I
OESÍA…
isteza honda y ambición del alma…
cuándo te darás a todos… a todos,
l príncipe y al paria,
todos…
n ritmo y sin palabras!…
III
Y
uiero
ue sea un cauce sin riberas,
n presas y sin diques de hierro…
Que mi alma vaya por él
omo un río sin frenos…
suba hasta los montes
se esconda en el suelo.
VIII
Y
uiero
ue sea superior a mí mismo
extraño a mi cerebro…
ue no sepa yo nunca
ómo y por qué lo he hecho;
ue ignore siempre
so
ue llaman manera
procedimiento.
No
uiero
star
n el secreto
el arte nunca;
uiero
ue el arte siempre
me guarde su secreto;
o
uiero
omar a la belleza
on mi hierro…
ue venga a mí,
uiero,
omo una gracia
el cielo.
IX
QUÉ lástima
ue yo no pueda cantar a la usanza
e este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan!
Qué lástima
ue yo no pueda entonar con una voz engolada
sas brillantes romanzas
las glorias de la patria!
Qué lástima
ue yo no tenga una patria!
é que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
esde una tierra a otra tierra, desde una raza
otra raza,
omo pasan
sas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
Qué lástima
ue yo no tenga comarca,
atria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
e la estepa castellana
fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada:
asé los días azules de mi infancia en Salamanca,
mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después… ya no he vuelto a echar el ancla,
ninguna de estas tierras me levanta
i me exalta
ara poder cantar siempre en la misma tonada
l mismo río que pasa
odando las mismas aguas,
l mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
Qué lástima
ue yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
na casa
n que guardara,
más de otras cosas raras,
n sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla.
Qué lástima
ue yo no tenga un abuelo que ganara
na batalla,
etratado con una mano cruzada
n el pecho, y la otra mano en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
ue yo no tenga siquiera una espada!
orque…, ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
i una tierra provinciana,
i una casa
olariega y blasonada,
i el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla,
i un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
Qué voy a cantar si soy un paria
ue apenas tiene una capa!
Sin embargo…
en esta tierra de España
en un pueblo de la Alcarria
ay una casa
n la que estoy de posada
donde tengo, prestadas,
na mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
n una sala
muy amplia
muy blanca
ue está en la parte más baja
más fresca de la casa.
iene una luz muy clara
sta sala
an amplia
tan blanca…
Una luz muy clara
ue entra por una ventana
ue da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
engo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
venzo las horas largas
eyendo en mi libro y viendo cómo pasa
a gente al través de la ventana.
osas de poca importancia
arecen un libro y el cristal de una ventana
n un pueblo de la Alcarria,
sin embargo, le basta
ara sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
uando pasan
se pastor que va detrás de las cabras
on una enorme cayada,
sa mujer agobiada
on una carga
e leña en la espalda,
sos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
empre y se queda a los cristales pegada
omo si fuera una estampa.
Qué gracia
ene su cara
n el cristal aplastada
on la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
la digo que es una niña muy guapa…
lla entonces me llama
onto!, y se marcha.
Pobre niña! Ya no pasa
or esta calle tan ancha
aminando hacia la escuela de muy mala gana,
i se para
n mi ventana,
i se queda a los cristales pegada
omo si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
or esta calle tan ancha,
l través de la ventana,
i cómo se la llevaban
n una caja muy blanca…
n una caja
muy blanca
ue tenía un cristalito en la tapa.
or aquel cristal se le veía la cara
o mismo que cuando estaba
egadita al cristal de mi ventana…
Al cristal de esta ventana
ue ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
an blanca.
odo el ritmo de la vida pasa
or este cristal de mi ventana…
Y la muerte también pasa!
¡Qué lástima
ue no pudiendo cantar otras hazañas,
orque no tengo una patria.
i una tierra provinciana,
i una casa
olariega y blasonada,
i el retrato de un mi abuelo que ganara
na batalla,
i un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
soy un paria
ue apenas tiene una capa…
enga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
III
COMO TÚ…
ASÍ es mi vida,
iedra,
omo tú; como tú,
iedra pequeña;
omo tú,
iedra ligera;
omo tú,
anto que ruedas
or las calzadas
por las veredas;
omo tú,
uijarro humilde de las carreteras;
omo tú,
ue en días de tormenta
e hundes
n el cieno de la tierra
luego
entelleas
ajo los cascos
bajo las ruedas;
omo tú, que no has servido
ara ser ni piedra
e una Lonja,
i piedra de una Audiencia,
i piedra de un Palacio,
i piedra de una Iglesia;
omo tú,
iedra aventurera;
omo tú,
ue, tal vez, estás hecha
ólo para una honda,
iedra pequeña
gera…
IV
ROMERO SOLO…
ER en la vida
omero,
omero sólo que cruza
empre por caminos nuevos;
er en la vida
omero,
n más oficio, sin otro nombre
sin pueblo…
er en la vida
omero… romero… sólo romero.
Que no hagan callo las cosas
i en el alma ni en el cuerpo…
asar por todo una vez,
na vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie
pisar el mismo suelo,
i el tablado de la farsa,
i la losa de los templos,
ara que nunca recemos
omo el sacristán
os rezos,
i como el cómico
iejo
igamos
os versos.
a mano ociosa es quien tiene
más fino el tacto en los dedos,
ecía Hamlet a Horacio,
iendo
ómo cavaba una fosa
cantaba al mismo tiempo
n
epulturero.
—No
abiendo
os oficios
os haremos
on
espeto—.
ara enterrar
los muertos como debemos
ualquiera sirve, cualquiera…
menos un sepulturero.
Un día todos sabemos hacer justicia;
an bien como el rey hebreo,
a hizo
ancho el escudero
el villano
edro Crespo…
Que no hagan callo las cosas
i en el alma ni en el cuerpo…
asar por todo una vez,
na vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.
ensibles
todo viento
bajo
odos los cielos,
oetas,
unca cantemos
a vida
e un mismo pueblo,
i la flor
e un solo huerto…
Que sean todos
os pueblos
todos
os huertos nuestros.
V
VENCIDOS…
OR la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar…
a cargado de amargura…
ue allá encontró sepultura
u amoroso batallar…
a cargado de amargura…
ue allá «quedó su ventura»
n la playa de Barcino, frente al mar…
or la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
a cargado de amargura…
a, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
or la manchega llanura
e vuelve a ver la figura
e Don Quijote pasar…
VI
LA HIGUERA MALDITA
Y de cara al cielo
legí mi lecho en la tierra,
ecostado en el tronco de un árbol
ue me dio cabecera…
Y arrullado por cantos de pájaros
ue buscaban las ramas cimeras,
me dormí —soñando ya—
iendo correr las estrellas.
No se veía la cinta
e la carretera larga…
os olivos del recuesto
penas se dibujaban…
n murciélago pasó
ozándome la cabeza con el ala…
me ladraron los perros
n los bancales con saña.
in luna todo era negro y triste…
i una luz allá lejana…
a tientas, fui hasta la luz
en la luz pedí posada…
uego,
uando el cauce
ueda seco,
unden con saña
a aguda azada en el suelo
ara buscar, allá hondo…
n el seno
e la tierra,
l venero.
X
QUÉ día
an largo…
qué camino
an áspero…
ué largo es todo,
ué largo…
ué largo es todo
qué áspero!
n el cielo
stá clavado
l sol,
acundo y alto;
a tierra es toda llanura… llanura… toda llanura…
en la llanura… ni un árbol.
Voy
an cansado
ue pienso en una sombra cualquiera.
Quiero descanso… descanso… sólo descanso…
dormir!… Y lo mismo me da ya
ajo un ciprés que bajo un álamo.
XII
YO no sé cómo soy…
no sé lo que quiero…
no sé a dónde voy
ambiando, inquieto, siempre de sendero…
Algo espero, sí, pero…
No sé, tampoco, lo que espero!…
XV
ORAZÓN mío…
qué abandonado te encuentro!
orazón mío… estás
o mismo que aquellos
alacios deshabitados
llenos
e misteriosos
lencios…
orazón mío,
alacio viejo,
alacio desmantelado,
alacio desierto,
alacio mudo
lleno
e misteriosos
lencios…
i una golondrina ya
ega a buscar tus aleros
hacen su cobijo sólo
n tus huecos
os
murciélagos.
XVI
AHORA a mí me sucede
o contrario que al hidalgo manchego:
ue tomo por rebaños
os ejércitos.
XXV
erso.
XXX
Yo
uiero
l camino blanco,
sin término.
A vosotros
s dejo
a vida
e los pueblos:
l collar
ara el cuello,
a cadena
e hierro
el ladrar
e los perros.
XXXI
Qué
ena
este camino
uera
e muchísimas
eguas
siempre
e repitieran
as mismas
uestas,
as mismas
raderas,
os mismos rebaños,
as mismas recuas,
os mismos pueblos,
as mismas ventas!…
Qué
ena
esta vida
uviera
—esta vida
uestra—
mil años
e existencia!…
Quién la haría hasta el fin
evadera?
Quién la soportaría toda
n protestas?…
Qué
ena,
ué
ena
ue
ea
sí todo siempre,
empre de la misma manera!
XXXII
MADRE… no me riñas,
ue ya nunca vuelvo a ser malo…
No me riñas, madre…
ue ya no vuelvo a llenarme de barro.
Madre… no me riñas,
ue ya no vuelvo a manchar mi vestido blanco.
Madre…
ógeme en tus brazos…
caríciame,
onme en tu regazo…
Anda… madre mía,
ue ya nunca vuelvo a ser malo.
Así…
Y arrúllame… y cántame… y bésame…
uérmeme… apriétame en tu pecho
on la dulce caricia de tus manos…
nda… madre mía
ue ya no vuelvo a llenarme de barro.
Madre…
verdad que si ya no soy malo
me vas a comprar
n caballo blanco
muy grande,
omo el de Santiago,
con alas de pluma,
n caballo
ue corra y que vuele
me lleve muy lejos… muy alto… muy alto…
onde nunca pueda
mancharme de barro
mi vestido nuevo,
mi vestido blanco?…
Oh, sí madre mía…
ómprame un caballo
rande
omo el de Santiago
con alas de pluma…
n caballo blanco
ue corra y que vuele
me lleve muy lejos… muy alto… muy alto…
ue yo no quiero otra vez en la tierra
olver a mancharme de barro!
XXXVI
DÉJAME QUE DUERMA…
—DESPIERTA,
oeta,
espierta…
evántate y ponte de fiesta
ue está llamando el amor a tu puerta.
—Despierta,
oeta,
espierta…
evántate y ponte la túnica negra,
ue hay un coche parado en tu puerta
on unos caballos de crestas
niestras,
nhiestas
negras
ue a tu madre espera…
Ú estabas dormida
omo el agua que duerme en la alberca…
yo llegué a ti
omo llega
asta el agua que duerme
a piedra.
urbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste
omo en ondas el agua que duerme se quiebra
uando
ega
turbar su remanso dormido
a piedra.
iedra fui para ti, piedra soy
piedra quiero ser, pero piedra
landa de sal
ue al llegar a ti se disuelva
en tu cuerpo quede
sea
omo la levadura de tu carne
como el hierro de la sangre de tus venas.
Y en tu alma deje una sed infinita
e amarlo todo… y una sed de belleza
nsaciable…
terna…
XXXVIII
ALTURAS
YO no distingo ya
esde un piso cuarto
n cetro de oro
e un bordón de palo.
tra estrella.
en una voz, mujer,
ue sea
ordial como mi verso
clara como una estrella.
CÓMO HAN DE SER TUS OJOS
SE.
se viejo tan viejo
ue se pisa las barbas;
se viejo
ue lleva un dalle al hombro
una ampolla de vidrio entre los dedos;
se, que todos conocéis,
s un trapero.
Yo le di esta mañana
n traje viejo.
Y aquél.
Aquel rubio cow-boy
el sombrerón bermejo
ue viene siempre al alba
abalgando en un bronco potro overo
va a ganar ahora
a cumbre de aquel cerro,
quél, que todos conocéis,
me ha traído de oriente un traje nuevo.
I
NI de tu corazón,
i de tu pensamiento,
i del horno divino de Vulcano
an salido tus alas.
ntre todos los hombres las labraron
entre todos los hombres en los huesos
e tus costillas las hincaron.
a mano más humilde
e ha clavado
n ensueño…
na pluma de amor en el costado.
III
IN embargo,
n este mundo nuevo
ada impondrá otras normas
mi verso.
ONTIGO, malabarista,
on tu sofía y tu estética.
Malabarista, contigo.
Y contigo porque juegas
eshumanizadamente
on esas bolas pequeñas
e marfil,
ulidas, blancas, perfectas
mágenes, abstracciones
e exactitudes geométricas)
ue van y vienen y danzan
omo una devanadera
or encima, por delante
por detrás de tu cabeza.
Malabarista, contigo.
Y contigo porque mezclas
n este juego tan limpio
e purísimas esferas
de platónicas
deas)
l puro habano encendido,
ue es la posible tragedia,
el truco… inevitablemente
rotesco de chistera.
VII
OFRENDA
A Manuel Lourdes
DE aquí no se va nadie.
Y es inútil,
nútil toda huida
ni por abajo
i por arriba).
e vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
l yelmo de Mambrino
—halo ya, no yelmo ni bacía—
e acomode a las sienes de Sancho
a las tuyas y a las mías
omo pintiparado,
omo hecho a la medida.
ntonces nos iremos Todos
or las bambalinas:
ú y yo y Sancho y el niño de Vallecas
el místico y el suicida.
X
ORACIÓN
EÑOR,
o te amo
orque juegas limpio:
in trampas —sin milagros—;
orque dejas que salga
aso a paso,
n trucos —sin utopías—;
arta a carta,
n cambiazos,
u formidable
olitario.
XI
A estrella fue,
o la serpiente.
a estrella.
a estrella, rubia y madura
ue se colgó temblorosa
e la rama prohibida
altanera,
a noche del bien y el mal
n el árbol de la ciencia.
XV
Y
na vez…
—¿Otro cuento?
—Señores, no hay más que un cuento.
Y este cuento único no es
un cuento sin sentido dicho por un idiota»,
ste cuento es
l cuento de la buena pipa
ue hay que contarlo otra vez:
res poetas,
na estrella
un dragón.
AQUÍ vino…
se fue.
Vino, nos marcó nuestra tarea
se fue.
al vez detrás de aquella nube
ay alguien que trabaja
o mismo que nosotros,
tal vez
as estrellas
o son más que ventanas encendidas
e una fábrica
onde Dios tiene que repartir
na labor también.
Aquí vino
se fue.
Vino, llenó nuestra caja de caudales
on millones de siglos y de siglos,
os dejó unas herramientas…
se fue.
NI es un dragón
i es un juguete, Marta.
s un regalo religioso…
l último regalo del Señor.
EN el pozo la guardaron.
Al llegar la madrugada
l Sol levantó los brazos
asomó sobre la tierra
u rostro congestionado
e risa
ue gritaba:
a han robado, la han robado, la han robado.
XXII
DICE
ste hombre sencillo:
Antes que mi derecho
ido mi sacrificio.
ú,
ombre elegido,
en aquí. Sube sobre mis hombros
ponte de puntillas
obre mi cráneo erguido.
Después,
ombre elegido,
mi derecho
erá tu sacrificio:
ue me digas honrada y claramente
o que has visto
ubido de puntillas
obre mi cráneo erguido.
XXIII
Venid pronto,
ue el fruto ya está dorado.
Venid pronto,
ntes de que a las estrellas
e las coman los gusanos.
XXIV
HOMBRES
obre hombros
e otros hombres;
Hombres
on hombros
ara otros hombres;
Hombros,
Hombres,
Hombros…
orres.
Un día ya no habrá estrellas lejanas
i perdidos horizontes.
XXVII
CANCIÓN MARINERA
Marinero, marinero;
marinero… capitán
ue llevas un barco humilde
obre las aguas del mar…
marinero…
apitán…
o te asuste
aufragar
ue el tesoro que buscamos,
apitán,
o está en el seno del puerto
no en el fondo del mar.
XXVIII
REVOLUCIÓN
Canción mexicana
(Con música de la Valentina)
… tierra extranjera
cayó sobre su carne aventurera.
JOSÉ DEL RÍO SÁINZ
MARINEROS,
por qué le dais a la tierra lo que no es suyo
se lo quitáis al mar?
Por qué le habéis enterrado, marineros,
era un soldado del mar?
u frente encendida, un faro;
jos azules, carne de yodo y de sal.
Murió allá arriba, en el puente,
on la rosa de los vientos en la mano,
eshojando la estrella de navegar.
Por qué le habéis enterrado, marineros?
Y en una tierra sin conchas! ¡En una playa negra!… ¡Allá,
n la ribera siniestra
el otro mar!
Nueva York!
—piedra, cemento y hierro en tempestad—.
Donde el ojo ciclópeo del gran faro
ue busca a los ahogados no puede llegar,
onde se acaban las torres y los puentes,
onde no se ve ya
a espuma altiva de los rascacielos,
n los escombros de las calles sórdidas
ue rompen en el último arrabal,
onde se vuelve la culebra sombría de los «elevados»
meterse otra vez en la ciudad…
Allí, la arcilla opaca de los cementerios, marineros…
allí habéis enterrado al capitán!
Por qué le habéis enterrado, marineros,
or qué le habéis enterrado,
murió como el mejor capitán
su alma —viento, espuma y cabrilleo—
stá ahí, entre la noche y el mar?…
Cubierta
Libro primero
Prologuillos
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII. ¡Que os guíe Dios!
Versos y oraciones de caminante
I. Nadie pasó…
II. ¡Qué lástima!
III. Como tú…
IV. Romero solo…
V. Vencidos…
VI. La higuera maldita
VII. Esta noche no hubo luna…
VIII. Como aquella nube blanca…
IX. Manos sádicas
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV. La ruta final
XXXV. Un caballo blanco…
XXXVI. Déjame que duerma…
XXXVII. Piedra de sal
XXXVIII. Alturas
Dos madrigales
Cómo ha de ser tu voz…
Cómo han de ser tus ojos
Libro segundo
Prólogo
I
II. Poeta
III
IV
V
VI
VII. Ofrenda
VIII
IX. Pie para el niño de Vallecas, de Velázquez
X. Oración
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI. Doña Muerte y Don Amor…
XVII. Y una vez…
XVIII. Aquí vino y se fue
XIX
XX. La máquina
XXI. ¿Y la luna?
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI. Torres
XXVII. Canción marinera
XXVIII. Revolución
XXIX. Cristo
XXX. Elegía
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