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Una miríada de pequeños núcleos estelares en forma de tokamak* era ahora la encargada de iluminar la

Tierra, y no solo de iluminarla, sino de moverla. Hubo un tiempo en el que íbamos a trompicones, sí, lo
hubo, hasta que el hidrógeno, el elemento más abundante del universo, se convirtió en el combustible que
impulsaba el motor humano...

La época del carbono había quedado en el pasado, los últimos vehículos impulsado por el gas natural
estaban siendo reciclados o enviados a museos de colección. Las grandes empresas petroleras habían
transformado sus estaciones de gasolina en cargas de pilas de hidrogeno.

La gran revolución se había dado después del calentamiento global. Los hologramas de los libros de
historia cuentan qué el 7 de septiembre de 2022 en las costas de Perú se dio el derrame de crudo más
grande de Latinoamérica, al mismo tiempo, Rusia conquistaba la costa de Crimea consiguiendo el
preciado gas necesario para obtener la energía que necesitaba para el invierno. Sin el petróleo no había
suficientes insumos para generar energía, así que los gobiernos empezaron a prohibir productos, primero
fue el barniz de uñas. Los centros de belleza fueron estrictamente vigilados, y se multaba a aquellos que
intentaran ofrecer servicios como uñas en gel. De igual manera, los productos de limpieza empezaron a
escasear, las personas volvieron a recurrir al bicarbonato como desodorante. Lo peor vino cuando los
países del hemisferio norte empezaron a tener recortes de luz y de gas. Los inviernos se hicieron recios y
los veranos insoportables. Cada vez era más difícil conseguir productos importados y se nos daba un
subsidio a quienes eran capaces de cultivar sus verduras en las azoteas.

Corina había nacido el día en que el crudo se había derramado en las costas de Perú, había sido una
mañana calurosa. Solo había sido una coincidencia. No solo nacen héroes en tiempos de crisis, a veces,
somos una mota en el viento que se asienta en un cuerpo producto del juego de la seducción. Sus padres
eran inmigrantes latinoamericanos, su madre era vendedora de productos de belleza y su padre era mesero
en una de las discotecas de la costa de la antigua Cadiz.

Dentro de sus recuerdos más preciados estaban los veranos en la playa de la Victoria, en especial el día en
que dio su primer beso. El chico se llamaba Luis, iban a la misma escuela, pero él estaba en diferente
curso. En ese entonces Corina tenía 14 años y sabía que le resultaba atractiva a los chicos por su color de
piel oliva, su pelo rubio, sus ojos verdes, y su figura esbelta. Traía un buso color Vinotinto y unos shorts
de jean.

Luis era un chico alto y despistado. Había conseguido salir con ella con la excusa de ir a la playa con unos
amigos a pasar el rato antes de salir a vacaciones de invierno. Corina recuerda que Luis se acerco a
preguntarle las reglas de un juego de cartas, y mientras ella le contestaba él se acerco y choco sus labios.
Fui un beso seco y torpe, acompañado por el sudor salado de la tarde.
Sin embargo, el beso sería un recuerdo secundario, pues ese día en medio de la playa empezó una fuerte
lluvia inundó todo el muelle. Las personas salían corriendo a refugiarse en los edificios, pero el agua de la
lluvia se combinó con el mar y avanzaba hacia la ciudad. No hubo muchos heridos, peor los grupos
salvavidas tuvieron que evacuar a quienes estaban en la playa días después, así fue como comenzó a
cambiar el paisaje de la ciudad, hasta que tuvo que implementarse un sistema de pilones. Gran parte de la
costa quedó inundada para siempre y la Alcaldía decidió cambiar la estructura de la ciudad y darle un
nuevo nombre. Gades fue el elegido, pero ya lo había sido en la época de los fenicios.

Habían pasado catorce años desde ese día, y Corina había despertado a las cuatro de la mañana justo
cuando el movimiento de la tierra se aceleraba. Era el 12 de mayo de 2050, un jueves en la mañana.
Corina se despertaba a revisar el capsula que conservaba el hidrógeno. Esa revisión tenía que hacerse cada
semana para impedir que no se generaran tapones en los tubos que conducían el hidrogeno y generaban la
energía necesaria para el invernadero.

Corina trabajaba en una granja que cultivaba productos agrícolas. La crisis alimentaria se había superado
gracias a una política de gestión de alimentos. Se había pedido a los ciudadanos que empezarán a cultivar
en sus casas. En las escuelas se había enseñado a cultivar cebollas, coles, fresas a partir del programa
“semilla”.

El hidrogeno revolucionó el mundo, fue un cambio energético que nos hizo entrar al futuro. El nivel de los
océanos había subido se manera significativa en todo el mundo, así que se desarrolló tecnología a pase de
propulsión de peróxido de oxígeno para que los automóviles pudieran deslizarse en ambiente húmedos. La
tarea de Corina era revisar que la capsulas de hidrogeno que brindaban energía al invernadero
funcionarán, su trabajo era fundamental porque aseguraba que los alimentos de las escuelas fueran
saludables.

Para ella era un compromiso ético porque no quería que volviera a ocurrir el desastre de Barcelona en el
año 2040, en el que el agua se contaminó de mercurio. Ella se había mudado allí para terminar la escuela y
como consecuencia había quedado estéril. Rara vez se daban los desastres naturales, el mundo parecía ser
más amigables con el humano y su mundo se construía a partir de la ética de la sostenibilidad, por eso
Corina cargaba la macula de lo insano. El mundo había mejorado para que los humanos fueran más
saludables, pero ella ahora era una mujer incapaz de generar vida en un mundo que florecía.

Este error humano hizo que se comprometiera con la búsqueda de una forma de mejorar las condiciones
de vida de otros, porque ella ya no podría gestar en su vientre un ser para que viera este nuevo mundo.
Así, cada jueves se aseguraba que las frutas modificadas genéticamente para proveer los nutrientes
necesarios fueran alimentadas con fuentes de energía renovables. Se había vuelto implacable con la
necesidad de buscar un ambiente seguro, así que buscaba cumplir las normas. Detestaba a las personas de
su generación que anhelaban el ruido que hacían los motores a base de gasolina, le parecían salvajes
incapaces de entender la necesidad de cambiar el mundo. Recordaba como su madre insistía en usar
productos de belleza, que ella fue repudiando.

El mundo de sus padres era un universo complejo, lleno de estructuras de salvajismo en el que lo único
que importaba era consumir, tener avasallar. A veces le parecía sorprendente el haber podido adaptarse a
este futuro. Había nacido a principios de siglo, la guerra por los recursos naturales, la contaminación y el
nomadismo por razones de trabajo habían sido una constante en sus primeros años. Era un mundo lleno de
incertidumbres y descontentos. Días en los que la comida se había convertido en privilegio y la elección
de la maternidad había sido arrebatada.

El cambio energético era la nueva esperanza de la humanidad. Después de la crisis climática los paisajes
habían cambiado. Las playas se habían inundado y la gente no había vuelto con sus bañadores los días de
verano a tomar el sol. Recordaba primaveras de días calurosos, como los antiguos veranos, y veranos que
se llevaban la vida de quienes desprevenidamente olvidaban hidratarse, mientras que los inviernos
parecían diluvios en los que solo el Noe bíblico en su arca habría sobrevivido. Las personas intentaban
llevarlo con naturalidad, pero las perdidas humanas y de alimentos se empezaron a notar, hubo hambre,
tristeza y ruina.

Las granjas de hidrogeno eran la promesa de un futuro mejor. Se llamaban así no porque produjeran el
combustible, sino porque gracias a este fue posible solucionar una crisis alimentaria, que podría haber
asesinado a cien mil millones de personas. Pues en los países africanos la guerra había sido tan intensa y
los recursos tan escasos que la migración fue la única forma de salvar sus culturas. América Latina se
había inundado, las cosechas eran cada vez más escasas y las empresas mineras buscaban la explotación
de recursos de manera indiscriminada. El mundo rogaba por una pausa, que sólo el hidrogeno pudo curar.

Corina no es consciente de que su proceso de adaptación no ha sido fácil. Antiguos mundos mueren y
muchos no son capaces de darse cuenta que son seres de otros tiempos en que la comida empaquetada era
la solución al hambre, hoy la lucha es la búsqueda de un mundo saludable, porque la mejora de la
humanidad no viene solamente con nuevas tecnologías sino con convertir a su cuerpo es una masa
eficiente, más práctica y más humilde con el mundo en el que vive, porque sin pensarlo podría convertirse
en su enemigo.

Corina recordaba una vieja película que en la que se decía que el villano llamado Voldemort había hecho
cosas grandes pero terribles. Así era la humanidad, podría lograr las más grandes hazañas, pero también
los más grandes sufrimientos, podía arrebatar sueños y destruir lo que le permite sobrevivir ante el afán de
poder y la ceguera del ego.

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