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El matrimonio igualitario es la unión matrimonial de dos personas del mismo género que,

a través de determinados procedimientos legales, aceptan el cumplimiento de diversos deberes y

derechos tanto patrimoniales como domésticos. Actualmente es un derecho en proceso de

reconocimiento con juventudes a favor e incluso leyes en contra. Es común escuchar comentarios

que catalogan todo el movimiento tras la causa como simple moda o fenómeno de la época. Es

por esto que surge la duda ¿por qué, a diferencia de otros derechos ya reconocidos, la idea del

matrimonio igualitario recién comienza a ser reconocida en este siglo? La respuesta es sencilla,

la humanidad, en su conjunto social, reprimió en aspectos legales, psicológicos y físicos a todo

aquel que se atreviera a sentirse atraído a su igual en género el suficiente tiempo como para que

su surgimiento se convirtiera en un tema de la contemporaneidad.

Aunque las conductas homosexuales, en el sentido de atracción al mismo sexo, sea

exclusiva o no, se han visto desde la antigüedad de nuestros tiempos; su reconocimiento como un

derecho no se exigió efectivamente hasta el siglo pasado. Las exigencias se remontan a Alemania

donde el Scientific-Humanitarian Comitee se movilizaba en contra de la penalización de la

homosexualidad. Desde allí llegó a Norteamérica donde a finales de los 60’s todo un movimiento

en busca de la libertad sexual tomó fuerza tras una redada policial al bar gay Stonewall inna. A

pesar de tener poco éxito durante el periodo concerniente al siglo XX, los movimientos de la

época lograron un cambio significativo en el área de las ciencias: primeramente, el retiro de la

homosexualidad del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales en el año 1973

por parte de la Asociación Norteamericana de Psiquiatría y ya posteriormente, la exclusión de

esta misma de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de

Salud en 1990 por parte de la Organización Mundial de la Salud.


Arribados los 2000’s, el reconocimiento legal del

derecho al matrimonio entre personas de un mismo género

comenzó. Países Bajos fue el primero a tan solo un año de

haber empezado el siglo, a este le siguieron otros países

cercanos como Bélgica y luego, en puntos más lejanos, España

y Canadá. La lista sigue hasta el presente año en el que ya son

treinta y siete los países que dan la libertad a sus ciudadanos de

casarse con quién deseen. Hay, cuando menos, un país en cada

continente. Entre los cinco sobresale Europa, por tener el 62%

de sus países como reconocedores del derecho. No es una

mayoría solida pero sí suficiente para ser el líder entre todos los demás continentes. En

contraposición, Asia y África se ven lejos de lograrlo pues ambas tierras comparten la alarmante

cifra de un 1.9% de países en los que es legal. Por si fuera poco, en sus territorios abundan las

penalizaciones y los vacíos legales que desprotegen a las minorías sexuales que más lo necesitan.

Parece ser que la aceptación legal de este tipo de uniones tiene una repercusión directa en

los índices de violencia contra sus practicantes. Dentro de la Unión Europea, en donde hay una

mayoría legislativa a favor del matrimonio para todos, se estima que al menos un 50% de los

miembros de la comunidad LGBTQ han sido víctimas de acoso o de delitos. Una cifra

tristemente grande pero incomparable con la reportada en el año 2019 por la cadena alemana

dedicada al extranjero, Deutsche Welle (DW). Quienes afirman que desde el 2014 en

Latinoamérica, una zona en la que los países que protegen y reconocen los derechos de la

comunidad son minoría, el 85,7% de las víctimas de muertes violentas son a causa de la

discriminación por orientaciones o identidades sexuales. Esto es además una repercusión de la


aceptación que tiene en ambas partes del mundo. Mientras que dentro de la UE alrededor del

65,5% está de acuerdo con el matrimonio igualitario y considera lo no heterosexual válido, en

países latinoamericanos como Perú, la población con mentalidad abierta es dominada por

mujeres, clases altas y citadinos, lamentablemente no excede del 38%. Específicamente en el

Perú los sectores discordantes opinan desde la ignorancia, un 19% argumentó que una

orientación sexual distinta es una enfermedad y un 31% consideran que enfermedades como el

VIH provienen de homosexuales, otros poseen una visión heteronormativa del matrimonio pues

lo ven como una institución únicamente válida para parejas del mismo género.

En estos contextos de ignorancia y heteronormatividad nacen otras alternativas para la

unión de parejas homosexuales, el ejemplo más conocido es el de la Unión Civil, también

llamada Pacto Civil de Solidaridad. La diferencia principal que tiene con un matrimonio es su

legalidad extendida a todos, sin importar el sexo de aquel con quien deseen unirse. Aparte de eso

presenta la particularidad de ser más fácil de deshacer. Varios son los países que al igual que

España, pusieron en marcha exitosos proyectos de ley de unión civil como antesala de

matrimonio igualitario. Sin embargo, es importante considerar lo que representa esto, desde

nuestra perspectiva, no es más que un acto de homofobia. Los prejuicios y mitos arraigados en la

población afirman que las parejas entre dos hombres o dos mujeres son pasajeras pues están

basadas en nada más que sexo. En contraste, es de cultura popular, la creencia en el amor

romántico heteronormativo como sentimiento duradero y fuerte. No parece casualidad que el

único concepto de unión ante estados con poca aceptación y protección a las minorías conciban

leyes que encajen con estos estereotipos asignados a la comunidad. Por otro lado, el hecho de

hacer todo distinto solo para diferenciar a las parejas heterosexuales de las homosexuales va
contra la igualdad, pues contribuye a la noción de lo distinto como merecedor de exclusión de los

conceptos básicos de nuestra sociedad.

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