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Abstracto
Los pacientes con emergencias hipertensivas, hipertensió n maligna e hipertensió n aguda grave se
tratan de forma heterogé nea en la prá ctica clínica. Iniciar el tratamiento antihipertensivo y estable‐
cer un objetivo de PA en situaciones agudas requiere consideraciones importantes que difieren lig‐
eramente segú n los distintos diagnó sticos y contextos clínicos. Este documento de posició n de la
Sociedad Britá nica e Irlandesa de Hipertensió n tiene como objetivo proporcionar a los mé dicos un
marco para diagnosticar, evaluar y tratar a los pacientes con crisis hipertensiva, basado en la
evaluació n crítica de la evidencia disponible y la opinió n de expertos.
Introducció n
La presió n arterial alta (PA) es el factor de riesgo modificable má s prevalente e importante de en‐
fermedad cardiovascular y discapacidad en todo el mundo [ 1 ]. En 2015, Public Health England in‐
formó que la presió n arterial alta afecta a má s de 1 de cada 4 adultos en Inglaterra. La carga de
morbilidad es aú n mayor en los países de ingresos bajos y medios (PIMB) [ 2 - 4 ]. Existe evidencia
amplia y só lida que respalda el uso de medicamentos antihipertensivos para reducir los riesgos de
enfermedad cardiovascular y dañ o a otros ó rganos [ 5 ]. Por el contrario, la elevació n aguda grave
de la PA es mucho menos comú n ahora que en dé cadas anteriores [ 6 ]. Esto puede atribuirse a
una detecció n má s generalizada, una mayor concienciació n y mejores modelos de gestió n y aten‐
ció n para la hipertensió n cró nica (HTA), especialmente en los países desarrollados. Sin embargo,
los pacientes todavía presentan crisis hipertensivas, que pueden poner en peligro la vida y provo‐
car un rá pido dañ o a los ó rganos afectados y/o la muerte.
Faltan datos só lidos sobre los resultados que especifiquen los objetivos de PA, la velocidad de re‐
ducció n de la PA y medicamentos específicos en pacientes con crisis hipertensivas (NICE, 2019 [ 7
]). La gestió n se basa en gran medida en la opinió n de expertos. Como era de esperar, existe una
considerable heterogeneidad e inconsistencia en la forma en que se maneja la HTA grave en la
prá ctica clínica y, a menudo, una escasa cobertura en las guías nacionales e internacionales de HTA.
Aunque se reconoce ampliamente la necesidad de reducir la presió n arterial marcadamente ele‐
vada, es necesario considerar varios factores antes de iniciar la terapia antihipertensiva. En este
documento de posició n, nuestro objetivo es proporcionar un marco para diagnosticar, evaluar y
tratar a los pacientes con crisis hipertensiva, basado en la evidencia disponible.
Se realizó una bú squeda bibliográ fica exhaustiva en PubMed y Embase utilizando palabras clave
(ver texto complementario ). Se revisaron las directrices nacionales e internacionales pertinentes y
las revisiones sistemá ticas en estados específicos de la enfermedad y, cuando había evidencia con‐
tradictoria, se evaluaron los resultados de los ensayos clínicos individuales. Se buscaron posiciones
basadas en consenso entre especialistas en hipertensió n dentro de la Sociedad Britá nica e Irlan‐
desa de Hipertensió n (BIHS).
Se han aplicado diversas terminologías para describir la elevació n grave de la PA, incluida la hiper‐
tensió n aguda grave, la urgencia hipertensiva, la emergencia hipertensiva, la hipertensió n maligna
(HTM), la hipertensió n de fase acelerada y la crisis hipertensiva. Es importante distinguir entre los
té rminos clave para guiar el manejo adecuado y minimizar el potencial de dañ o iatrogé nico.
La emergencia hipertensiva es la presió n arterial elevada, que cuando se mantiene durante las pró ‐
ximas horas puede provocar una EOD progresiva que ponga en peligro la vida. Incluye principal‐
mente afecciones como edema pulmonar agudo, encefalopatía hipertensiva, insuficiencia renal
aguda, disecció n aó rtica, hemorragia intracerebral (HIC), preeclampsia/eclampsia grave, crisis de
feocromocitoma y síndrome coronario agudo (SCA). En varios de estos diagnó sticos, la presió n ar‐
terial puede estar muy elevada, aunque no necesariamente. Incluso una elevació n moderada de la
PA puede ser potencialmente mortal en determinadas situaciones, especialmente si la elevació n de
la PA es rá pida. El aumento de la PA puede no ser el factor causal inmediato en algunos estados de
emergencia como el accidente cerebrovascular isqué mico agudo (AIS) y la hemorragia subaracnoi‐
dea (HSA), pero puede coexistir y complicar el tratamiento.
Hipertensió n maligna
La MHT es una forma fisiopatoló gica distinta de HTA grave caracterizada por dañ o vascular resul‐
tante de una falla o pé rdida de la autorregulació n del flujo sanguíneo, generalmente en pacientes
con HTA cró nica no controlada. La característica fisiopatoló gica es la necrosis arteriolar fibrinoide
en los lechos de tejido vascular y la piel en cebolla de los vasos de resistencia. Normalmente, la pre‐
sió n arterial diastó lica (PAD) es ≥120 mmHg, y el diagnó stico clínico requiere retinopatía hiperten‐
siva bilateral concurrente de grado 3 (hemorragias en forma de llama o puntos, manchas algodo‐
nosas, exudados duros y microaneurismas) o de grado 4 (papiledema bilateral). segú n lo definido
por la clasificació n de Keith y Wagner. Si bien la prevalencia de HTA y retinopatía hipertensiva es
mayor en los afrocaribeñ os que en los europeos, la relació n entre la HTA y la prevalencia de la reti‐
nopatía es mayor en los europeos (especialmente en las mujeres) y má s pobre en los afrocaribe‐
ñ os, especialmente en las mujeres [ 10 ].
La prevalencia de MHT es probablemente mucho mayor ya que probablemente existe un sesgo del
observador al realizar la fundoscopia. La falta de disponibilidad de fundoscopia, el tamañ o de la
pupila y la dificultad para obtener gotas dilatadoras pupilares y/o un cuarto oscuro en el servicio
de urgencias probablemente resultan en muchos pacientes con hipertensió n grave en quienes no
se realiza ningú n examen oftalmoscó pico.
En la prá ctica, la detecció n de los grados 1 y 2 se puede utilizar para documentar la EOD cró nica
establecida de hipertensió n y los grados 3 y 4 para documentar el fenotipo acelerado/MHT [ 11 ].
La THM no tratada suele causar dañ o vascular generalizado que afecta a varios ó rganos, incluidos
el cerebro y los riñ ones, lo que provoca insuficiencia renal aguda, anemia hemolítica microangiopá ‐
tica (AMAH), coagulació n intravascular diseminada (CID) y encefalopatía hipertensiva (THM com‐
plicada). Sin embargo, la HTA no complicada (HTA grave con cambios oculares ú nicamente o edema
de papila solitario) no es una emergencia hipertensiva, sino un continuo de HTA grave no contro‐
lada; todavía constituye HTA y conlleva un mal pronó stico sin tratamiento. Es importante que se
realicen imá genes neuroló gicas en algunos pacientes para descartar cualquier otra causa etioló gica
del edema de papila [ 12 ].
La MHT se ha denominado de forma variable HTA acelerada y a veces se utiliza para referirse a hi‐
pertensió n grave con retinopatía hipertensiva de grado 3 sola o sin papiledema. En este docu‐
mento, la HTA acelerada y la MHT se han utilizado indistintamente ya que no creemos que esta dis‐
tinció n sea clínicamente importante. La MHT puede reaparecer despué s del tratamiento, especial‐
mente si se suspende el tratamiento o si continú a una causa subyacente. Los cambios oculares ge‐
neralmente desaparecen con tratamiento, rara vez sin tratamiento.
Existe una superposició n significativa entre pacientes con otras emergencias hipertensivas y MHT,
es decir, MHT complicada; cuando la MHT se acompañ a de EOD adicionales potencialmente morta‐
les como se describe en la secció n 2.2, debe manejarse como una emergencia hipertensiva [ 13 - 15
]. Los pacientes con emergencias hipertensivas tambié n pueden denominarse hipertensió n-dañ o
multiorgá nico (MOD) [ 15 ].
Las crisis hipertensivas pueden ocurrir de novo en pacientes sin antecedentes conocidos de HTA, y
en pacientes que tienen HTA no tratada y/o no controlada, siendo estas ú ltimas má s comunes. Las
causas secundarias de HTA, incluida la HTA renovascular, la glomerulonefritis aguda, la vasculitis
renal, el abuso de drogas, la medicació n concomitante, la abstinencia de medicació n y el feocromo‐
citoma, pueden provocar crisis hipertensivas con má s frecuencia que la evolució n espontá nea en
pacientes con HTA esencial. Las estimaciones de crisis hipertensivas varían debido a las diferentes
definiciones utilizadas en la literatura. Los diferentes protocolos con diferentes criterios de exclu‐
sió n e inclusió n conducen a que se estudien e informen cohortes de població n heterogé neas
(Tabla 1). Aproximadamente el 1% de los pacientes con HTA desarrollan un episodio de crisis hi‐
pertensiva a lo largo de su vida, y la HTA aguda grave representa entre el 2% y el 25% de todos los
pacientes que visitan el servicio de urgencias [ 16 ]. Inesperadamente, la prevalencia de emergen‐
cias hipertensivas (definidas como elevació n de la PA y dañ o agudo de ó rganos terminales) en el
servicio de urgencias es mucho menor: 0,3% de todos los ingresos [ 6 ], como se observa en este
metaná lisis. La encefalopatía hipertensiva es incluso menos frecuente, pero aú n representa aproxi‐
madamente el 15% de las emergencias hipertensivas neuroló gicas [ 17 ]. La edad avanzada [ 18 ],
el sexo masculino, antecedentes de hipertensió n arterial en curso y no controlada [ 19 ], insuficien‐
cia renal cró nica y enfermedad cardiovascular preexistente, son algunos de los predictores de mal
pronó stico de la crisis hipertensiva [ 20 ]. Histó ricamente, la THM no tratada tenía una tasa de mor‐
talidad extremadamente alta, ~50% dentro de los 2 meses posteriores al diagnó stico y casi 90% al
final de 1 añ o [ 21 ]. La tasa de supervivencia a 5 añ os ha mejorado significativamente a lo largo de
los añ os hasta alcanzar >90% [ 22 ]. Se observa que la etnia afrocaribeñ a es un factor de riesgo
para la EOD hipertensiva, como la insuficiencia cardíaca hipertensiva y la insuficiencia renal [ 23 ,
24 ], confundidas por tasas de fondo má s altas de HTA no controlada en la cohorte [ 25 ]. Sin em‐
bargo, los datos del Reino Unido sobre las diferencias é tnicas en la prevalencia y las complicacio‐
nes de la HTA son inconsistentes [ 19 , 26 ].
tabla 1
0,9% entre los pacientes que acuden al 1–2/100.000 en la 0,3% entre los pacientes que
departamento de urgencias (definidos població n caucásica acuden al servicio de
como urgencias hipertensivas) urgencias
Una historia mé dica y un examen detallados (Fig. 1a–c) son las piedras angulares de una gestió n
exitosa. Es esencial obtener informació n de antecedentes de los familiares, familiares/mé dicos ge‐
nerales y registros mé dicos, una revisió n completa de la medicació n, incluido el uso actual y ante‐
rior de fá rmacos antihipertensivos y una revisió n del cumplimiento. Uso de medicamentos de venta
libre, incluidos fá rmacos simpaticomimé ticos (como la efedrina), fá rmacos antiinflamatorios no es‐
teroideos, quimioterapia (especialmente inhibidores del crecimiento endotelial vascular), anticon‐
ceptivos orales, compuestos a base de hierbas como el uso de regaliz o hierba de San Juan, e ilíci‐
tos. drogas como la cocaína. Se debe realizar una revisió n completa del sistema para evaluar los
síntomas actuales que sugieren EOD o causas secundarias subyacentes, como dolores de cabeza,
dificultad para respirar, palpitaciones y visió n borrosa. Se debe realizar un examen completo, in‐
cluida la medició n de la PA en ambos brazos, la pulsació n perifé rica, incluida la presencia de re‐
traso radiofemoral. Como se señ aló anteriormente, los cambios retinianos son clave para el diag‐
nó stico de MHT y, por lo tanto, se debe realizar un examen fundoscó pico en todos los pacientes
que presenten un aumento severo de la PA con la ayuda de un examen con lá mpara de hendidura y
midriasis pupilar, si es necesario. Es importante considerar el embarazo y excluirlo específicamente
en mujeres en edad fé rtil mediante una prueba de embarazo en orina. Una tira reactiva de orina
junto a la cama para detectar sangre y proteínas es importante, especialmente si la nefropatía
puede ser causal o un resultado secundario de la HTA. Sin embargo, si se sospecha una afecció n
potencialmente mortal, se debe iniciar el tratamiento de forma concomitante.
Figura 1
a Abordaje y diagnó stico del manejo de las emergencias hipertensivas, la hipertensió n maligna (hipertensió n acele‐
rada) y la hipertensió n aguda grave. b Marco de tratamiento de la hipertensió n aguda grave. c Marco de gestió n de
la hipertensió n maligna y las emergencias hipertensivas.
Los estudios de laboratorio deben incluir evaluació n de EOD, posible HTA secundaria y otros facto‐
res de riesgo cardiovascular. Evaluaciones de funció n renal, electrolitos, bicarbonato, glucosa,
HbA1C, lípidos, hemograma completo y coagulació n (buscando anemia hemolítica microangiopá tica
(MAHA) o coagulació n intravascular diseminada (CID)), microscopía de orina junto a la cama, rela‐
ció n albú mina/creatinina en orina y tiroides. Se deben realizar pruebas de funcionamiento. Se pue‐
den administrar metanefrinas plasmá ticas y/o metanefrinas en orina si se sospecha clínicamente
de feocromocitoma. Las pruebas de hiperaldosteronismo primario (aldosterona y renina) pueden
ser ú tiles antes de iniciar medicamentos que, de otro modo, podrían complicar la interpretació n. Se
pueden realizar pruebas para detectar el síndrome de Cushing si se sospecha clínicamente. Sin em‐
bargo, las pruebas por una causa secundaria pueden posponerse hasta que el paciente esté mé di‐
camente estabilizado. En pacientes seleccionados, es ú til considerar la detecció n de cumplimiento
urinario/objetivo de medicamentos o metabolitos antihipertensivos, especialmente cuando la eva‐
luació n clínica sugiere un posible incumplimiento.
Imá genes: en pacientes con síntomas neuroló gicos, una tomografía computarizada o resonancia
magné tica cerebral urgente es ú til para excluir accidentes cerebrovasculares o lesiones que ocupan
espacio y puede brindar apoyo para un diagnó stico de MHT. La sospecha de insuficiencia cardíaca
debe provocar la medició n del perfil natriuré tico cerebral (BNP)/prohormona N-terminal del pé p‐
tido natriuré tico cerebral (NT-proBNP), una radiografía de tó rax urgente y un ecocardiograma, y
una TC de aorta es obligatoria ante la sospecha de disecció n aó rtica. Las imá genes renales son ú ti‐
les para pacientes con creatinina elevada y para excluir lesiones renovasculares; La TC o la RM son
má s ú tiles para este ú ltimo, aunque el Doppler experto de la arteria renal es ú til cuando está
disponible.
Principios de la Gestió n
El tipo de EOD y el diagnó stico específico deben orientar la elecció n del tratamiento, el objetivo y el
ritmo de reducció n de la PA. Es esencial una consideració n cuidadosa del equilibrio de beneficios y
riesgos de una reducció n rá pida/excesiva de la PA y el empeoramiento de la EOD aguda. Si bien
esto ú ltimo suele ser el foco de preocupació n, el dañ o potencial de una reducció n excesiva y rá pida
de la PA es real y potencialmente mortal.
Un concepto central es el fenó meno de la autorregulació n del flujo sanguíneo, que garantiza que
los ó rganos y tejidos reciban un flujo sanguíneo constante en una amplia gama de presiones arte‐
riales. Esto es de vital importancia para los ó rganos de alto flujo y baja resistencia, como el cerebro
y los riñ ones. Las personas normotensas se autorregulan en un rango relativamente amplio de
presiones "habituales", aproximadamente entre 50 y 150 mmHg de presió n arterial media (PAM) [
31 , 32 ]. En la HTA cró nica, la autorregulació n cerebral se desplaza hacia arriba, es decir, a niveles
má s altos de MAP, lo que significa que los ó rganos no pueden compensar una caída repentina de la
presió n por debajo del nuevo nivel inferior de autorregulació n [ 33 ], y en la MHT, la autorregula‐
ció n en sí está alterada [ 34 ]. . Esto significa que bajar la presió n arterial a valores bajos puede
comprometer el flujo sanguíneo a los ó rganos vitales. Hay varios informes de casos en la literatura
que describen complicaciones de amplio alcance, como ceguera cortical, accidente cerebrovascular
e infarto de miocardio, secundarias a una reducció n excesiva y rá pida de la PA, generalmente me‐
diante terapia intravenosa (IV) [ 35 , 36 ] o medicamentos de acció n corta como como nifedipina
'sublingual' [ 37 ]. Este riesgo puede mitigarse mediante reducciones má s lentas y graduales de la
PA má s allá de los límites inferiores de autorregulació n, equilibradas con una reevaluació n conti‐
nua del impacto clínico de reducir la reducció n de la PA a niveles "seguros".
Hipertensió n aguda grave no complicada Las directrices NICE recomiendan derivar a los pacientes
con PA ≥ 180/120 mmHg al servicio de urgencias para una evaluació n el mismo día, cuando los pa‐
cientes tienen características sugestivas de EOD aguda o sospecha de feocromocitoma, al tiempo
que recomiendan repetir la medició n de la PA dentro de una semana para todos los pacientes con
HTA grave. sin EOD (aguda y cró nica). De manera similar, tanto las directrices de la Asociació n
Americana del Corazó n (AHA)/Colegio Americano de Cardiología (ACC) como de la Sociedad Euro‐
pea de Cardiología (ESC)/Sociedad Europea de HTA (ESH) no establecen ninguna indicació n para la
derivació n al servicio de urgencias, ni para una reducció n inmediata. en PA en el hospital, en HTA
grave no complicada [ 38 - 44 ].
Durante el tratamiento de pacientes que nunca han recibido HTA, es importante garantizar que los
factores de confusió n como el dolor, la ansiedad y la angustia se identifiquen y aborden durante la
evaluació n de la EOD aguda. La monitorizació n ambulatoria de la PA y/o la monitorizació n domici‐
liaria de la PA pueden ser apropiadas para algunos pacientes para investigar la persistencia de la
PA elevada, mientras que en la prá ctica, en muchos pacientes se realiza una estrecha observació n
ambulatoria/hospitalaria y el inicio de la terapia oral, particularmente en un subgrupo de pacientes
como como aquellos que no tienen acceso a seguimiento, acceso a monitorizació n domiciliaria de la
PA, embarazo o comorbilidades asociadas que puedan contribuir al deterioro posterior. Si existe
una fuerte sospecha de incumplimiento subyacente, pueden ser apropiados pruebas bioquímicas
y/o terapia directamente observada.
En pacientes con HTA grave sin EOD potencialmente mortal, la PA debe reducirse en días o sema‐
nas, en lugar de horas, y tratarse con terapia oral en lugar de IV (fig. 1a, b, Tablas 2y 3).
Tabla 2
Confirmar la adherencia en hipertensió n conocida. Hipertensió n preexistente: aumentar las dosis de los
medicamentos actuales, considerar agregar medica‐
Trate de alcanzar la PA objetivo en 6 a 12 semanas mentos segú n NG 136
PA , presió n arterial, PAM , presió n arterial media, PAS, presió n arterial sistó lica, PAD, presió n arterial diastó lica,
pautas NG- NICE, daño de órganos terminales EOD , trinitrato de glicerilo GTN
Cuando esté disponible, se puede considerar un
bloqueador de los canales de calcio de acció n prolongada como Adalat La 30
mg. No utilice nifedipina de acció n corta. δ 1. Si la PA es superior a >220/120 mmHg en la fase aguda. Reducir la
PAM en no más del 15 % en 24 h. 2. Reducir la PA a 185/110 mmHg si el paciente es candidato a trombó lisis. 3. Re‐
ducir la PA de acuerdo con el estado de emergencia concomitante segú n lo indicado. Consulte las pautas locales,
cuando estén disponibles. Se debe buscar asesoramiento de un especialista para cada estado hipertensivo, como en
presencia de disfunció n renal, buscar asesoramiento de un especialista renal o de un equipo.
Tabla 3
Velocidad de reducció n de PA y Vuelva a controlar la presió n arterial (PA) para confirmar la hipertensió n.
objetivos de PA A. En pacientes sin tratamiento previo
Otras acciones Descartar efecto bata blanca con las pruebas mencionadas
anteriormente. Asegú rese de que se alivien los factores de confusió n
como el dolor y la angustia con los medicamentos concomitantes,
garantice el seguimiento ambulatorio y planifique el aumento de la dosis
de medicamentos para alcanzar la PA objetivo en un plazo de 12
semanas.
Medicamentos Siga las pautas de NICE para elegir medicamentos (NG 136)
No existe evidencia definitiva sobre la medicació n de elecció n para los pacientes que presentan
THM. Los bloqueadores de los canales de calcio (BCC), como amlodipino 5 mg o nifedipino de ac‐
ció n prolongada (12 a 24 h), 10 a 30 mg, o un bloqueador β en dosis bajas, como atenolol 25 mg,
pueden ser primeras opciones razonables si la sospecha de un feocromocitoma subyacente es baja.
. Es fundamental no utilizar nifedipina con formulació n de acció n corta. El prescriptor debe ser
consciente de que los BCC con una vida media intrínseca má s larga (p. ej., amlodipino) tardan má s
en alcanzar el estado estacionario y pueden tardar má s en reducir la PA, y debe evitarse la tenta‐
ció n de prescribir dosis repetidas en unas pocas horas, a menos que haya evidencia de mayor dañ o
al ó rgano terminal. Los alfabloqueantes como la doxazosina tambié n se han empleado de forma se‐
gura en la THM. Posteriormente, los betabloqueantes se pueden cambiar por medicamentos antihi‐
pertensivos de primera línea. Si se sospecha una EOD adicional asociada, o si la terapia oral no es
factible, se puede emplear con precaució n una terapia intravenosa como labetalol o nicardipina. La
PA no controlada puede provocar la activació n del SRAA, por lo que los agentes bloqueadores del
SRAA generalmente se evitan en la THM, para evitar el riesgo de un efecto de reducció n rá pida de
la PA. Se han probado enfoques alternativos principalmente en estudios observacionales con efec‐
tos variables [ 42 ].
Emergencias hipertensivas Los pacientes con emergencias hipertensivas necesitan atenció n inme‐
diata y, en la mayoría de los casos, el manejo debe comenzar en paralelo con la evaluació n.
Se recomienda el ingreso a una unidad o centro de alta dependencia que proporcione monitoreo y
observació n frecuente de la PA y capacidad para supervisar la medicació n intravenosa, ya que los
agentes antihipertensivos intravenosos generalmente se usan para titular las dosis hasta alcanzar
los objetivos de PA en la mayoría de los casos. La participació n de los equipos de especialistas per‐
tinentes es esencial para proporcionar un tratamiento integral y competente del paciente.
Un principio importante es que una reducción rápida de la PA puede ser más perjudicial para el pa‐
ciente que ningún cambio . La mayoría de las directrices se basan en la opinió n de expertos o en es‐
tudios observacionales retrospectivos no aleatorios. La HIC y la preeclampsia grave son una excep‐
ció n a esto, donde se han llevado a cabo ensayos controlados aleatorios (ECA) má s grandes (Tablas
complementarias 1 y 2 ) tanto para la PA objetivo como para la elecció n del fá rmaco. Mú ltiples
factores afectan la combinació n de estos resultados en estados de emergencia y, por lo tanto, su
utilidad y aplicació n para guiar las políticas locales ha sido limitada. Es importante destacar que los
ECA realizados en estados de emergencia por hipertensió n han excluido en gran medida a pacien‐
tes con PA extremadamente alta (típicamente > 220 mmHg de PAS y/o >110 mmHg de PAD). Ade‐
má s, la mayoría de los ensayos establecen un nivel objetivo/límite de PA, lo que es fundamental‐
mente defectuoso en principio si se considera la teoría de la autorregulació n descrita
anteriormente.
En general, existe un acuerdo en todas las directrices internacionales en que el objetivo en las pri‐
meras 6 a 24 h es una reducció n controlada, pero sólo parcial, de la PAM: no má s del 20-25 % y
normalmente una caída de la PAD del 10-15 % o a ~110 mmHg, mientras se intenta mantener la
PAD por encima de 100 mmHg, excepto en síndromes aó rticos agudos. Sin embargo, cuando hay
evidencia de HTA cró nica, puede estar indicada una reducció n aú n má s lenta de la PA para evitar
cambios rá pidos en la autorregulació n. Es fundamental evaluar la producció n de orina, el equilibrio
á cido-base, las pruebas de funció n renal y el estado neuroló gico para garantizar una perfusió n
adecuada de los ó rganos terminales.
En general, la elecció n de los agentes antihipertensivos (Fig. 1c, Mesas 2–13) incluye principal‐
mente labetalol (bloqueador α y β combinado) que se usa comú nmente como agente de primera lí‐
nea [ 38 , 40 , 43 ], especialmente en encefalopatía hipertensiva, HIC y disecció n aó rtica junto con
vasodilatadores. El esmolol es un bloqueador β intravenoso alternativo de acció n corta, aunque no
suele estar disponible. La nicardipina tambié n se ha considerado como tratamiento de segunda lí‐
nea debido a su uso en algunos de los ensayos má s importantes sobre la HIC. Las ventajas son que
puede usarse de forma segura en pacientes con disfunció n renal; sin embargo, en algunos pacien‐
tes puede producirse taquicardia refleja. El nitroprusiato puede considerarse como agente de se‐
gunda línea, excepto en estados de presió n intracraneal (PIC) elevada. El trinitrato de glicerilo
(GTN), un vasodilatador, se utiliza en pacientes con presió n arterial elevada en el contexto de
edema pulmonar con volumen completo, síndromes aó rticos agudos (despué s de betabloqueo) y
SCA. Otros agentes, incluidos clevidipino (CCB) [ 44 ], urapidil (antagonista adrené rgico α-1 y anta‐
gonista 5HT1-A) [ 45 , 46 ], fenoldopam (agonista perifé rico del receptor de dopamina-1) [ 47 ], se
han incluido en ensayos má s pequeñ os en varias condiciones, pero actualmente no está n disponi‐
bles en el Reino Unido.
Tabla 13
Medicamentos Bloqueo α con fenoxibenzamina oral (si no está disponible, se puede utilizar
doxazosina) seguido de bloqueo β si es necesario. La fentolamina intravenosa
se puede utilizar en caso de crisis si es necesario.
Los pacientes con "PA extremadamente alta" pueden tener depleció n del volumen intravascular de‐
bido a la natriuresis por presió n; el equilibrio de líquidos debe controlarse con cuidado evitando la
sobrecarga de volumen. La dosis de agentes antihipertensivos debe ajustarse cuidadosamente en
funció n de la respuesta de la PA. La monitorizació n invasiva, cuando se utiliza, debe correlacionarse
con la monitorizació n no invasiva (la PAS difiere entre la arteria braquial y la radial).
El objetivo de la siguiente secció n es resumir puntos de prá ctica específicos en relació n con cada
estado de emergencia hipertensiva. El tratamiento de la lesió n renal aguda (IRA) como EOD aguda
independiente no se ha cubierto específicamente aquí, ya que tiende a superponerse con la MHT y
otros estados de emergencia. La prevenció n de la IRA iatrogé nica es una consideració n clave en el
tratamiento de las emergencias hipertensivas y los nefró logos deben participar en una etapa tem‐
prana de los pacientes que presentan IRA. Para obtener má s detalles sobre el tratamiento, consulte
las directrices nacionales (NG148, NG203) [ 48 , 49 ] e internacionales [ 50 , 51 ] pertinentes para
el tratamiento de la IRA, la HTA con enfermedad renal cró nica y la HTA asociada con enfermedades
glomerulares.
Encefalopatía hipertensiva
Esta es una de las emergencias hipertensivas má s graves, aunque afortunadamente poco frecuen‐
tes. Se refiere a los síntomas neuroló gicos transitorios que acompañ an a un aumento agudo de la
PA. La fisiopatología de la encefalopatía hipertensiva es sinó nimo de MHT/HTA acelerada, es decir,
un aumento de la PA má s allá de la curva autorreguladora. Un aumento repentino y severo de la PA
da como resultado una falla autorreguladora que conduce a un aumento de la PIC, lo que a su vez
conduce a una ruptura de la barrera hematoencefá lica acompañ ada de vasodilatació n arteriolar,
edema cerebral y microhemorragia petequial, seguida de vasoconstricció n.
Los dolores de cabeza intensos generalizados, el letargo, las ná useas y los vó mitos son síntomas
comunes, aunque no específicos de la encefalopatía hipertensiva. La confusió n, las convulsiones y
los síntomas neuroló gicos focales transitorios son má s sugestivos. Pueden producirse alteraciones
visuales como defectos del campo visual o ceguera. La etiología má s comú n sigue siendo la HTA no
controlada. La encefalopatía hipertensiva puede acompañ ar a la MHT y comú nmente se asocia con
AKI y MAHA. Es un diagnó stico de exclusió n y, por tanto, es importante descartar HIC y AIS, que
tambié n pueden presentarse con PA elevada y neurología focal. La tomografía computarizada o la
resonancia magné tica son ú tiles para descartar la HIC en primera instancia. La TC puede revelar
edema cerebral, pero la resonancia magné tica es confirmatoria y clá sicamente muestra lesiones hi‐
perintensas parietooccipital, subcorticales y simé tricas, es decir, síndrome de leucoencefalopatía
posterior reversible (PRES). Aunque PRES se asocia frecuentemente con encefalopatía hipertensiva
y eclampsia, puede ocurrir sin HTA, por ejemplo en asociació n con terapia citotó xica o
inmunosupresora.
hemorragia intracerebral
La HIC se asocia con una tasa de mortalidad al mes del 40% [ 53 ]. La HTA es el factor de riesgo
atribuible en ~65% de todos los pacientes con ICH. La rotura de un solo vaso que da lugar a un he‐
matoma inicial conduce a la HIC. Esto está precedido por un período asintomá tico en el que la HTA
cró nica conduce a mú ltiples cambios en los vasos sanguíneos, incluida la proliferació n de cé lulas
del mú sculo liso, la necrosis del mú sculo liso y la lipohialinosis resultante. El diagnó stico se realiza
por un dé ficit neuroló gico focal de aparició n repentina, comú nmente asociado con dolor de cabeza,
ná useas, vó mitos y somnolencia. La confirmació n del diagnó stico la realiza el jefe de TC.
Los principios del tratamiento de la PA en pacientes con HIC son la prevenció n del deterioro neuro‐
ló gico debido a un nuevo sangrado y/o expansió n del sangrado mientras se controla el riesgo de
isquemia por la rá pida disminució n de la PA. Las directrices de la AHA/ACC recomiendan que los
pacientes con una PA que oscila entre 150 y 220 mmHg reduzcan la PA a no menos de 140 mmHg
en 6 h [ 38 ]. Las directrices de la ESC/ESH y de la Organizació n Europea de Accidentes Cerebro‐
vasculares (ESO) recomiendan que los pacientes con HIC que presenten PAS > 180 mmHg reduzcan
la PA inmediatamente a 130-180 mmHg [ 39 , 54 ]. Las pautas NICE recomiendan que en pacientes
que se presenten dentro de las 6 h de HIC y una PA entre 150 y 220 mmHg, reduzca la PAS a 140
mmHg o menos dentro de la hora posterior al inicio del tratamiento, sin exceder una caída de 60
mmHg y manté ngala durante 7 días, a menos que se sospeche tener una causa estructural subya‐
cente, puntuació n GCS <6, intervenció n neuroquirú rgica temprana planificada o tener un hema‐
toma masivo con un resultado esperado deficiente [ 55 ] (NG 128). Se debe considerar un manejo
caso por caso en pacientes con PAS mayor a 220 mmHg.
Muchas de las directrices anteriores reconocen la falta de evidencia só lida de que estos objetivos
de presió n arterial mejoren la calidad de vida, la mortalidad y/o la morbilidad. Se han realizado va‐
rios ensayos y metaná lisis de gran tamañ o para comparar la reducció n má s baja y rá pida de la PA
versus la reducció n conservadora/está ndar de la PA [ 56 ] ( tabla complementaria ). El mayor de
los ensayos, el ensayo Intensive Blood Pressure Reduction in Acute Cerebral Haemorrhage Trial II
(INTERACT II) ( N = 2839), diseñ ado para comparar la reducció n intensiva de la PAS (<140 mmHg
en 1 h) con la reducció n está ndar de la PAS (<180 mmHg). dentro de 1 h) en pacientes con HIC
aguda no mostró diferencias en el resultado primario de mortalidad o discapacidad grave entre los
dos brazos. Sin embargo, tres meses despué s de la aleatorizació n, los resultados funcionales fue‐
ron mejores en el grupo intensivo [ 57 ]. El ensayo Antihypertensive Treatment of Acute Cerebral
Haemorrhage II (ATACH II) ( n = 1000 aleatorizados) evaluó la reducció n agresiva de la PA en las
primeras 2 h (PAS objetivo 110-139 mmHg) versus un grupo de control (PAS objetivo 140-179
mmHg) y no No muestra ninguna diferencia en los resultados [ 58 ] similares a otros. Un metaná li‐
sis que incluyó INTERACT II y ATACH II llegó a una conclusió n similar, es decir, no hubo diferencias
a los 3 meses en la mortalidad o discapacidad grave entre los objetivos intensivos y conservadores
[ 59 ]. En el metaná lisis, hubo una mayor proporció n de pacientes con insuficiencia renal en el
grupo de tratamiento intensivo, mientras que el agrandamiento del hematoma se asoció con el tra‐
tamiento conservador. Si bien puede ser deseable reducir el tamañ o del hematoma, el impacto clí‐
nico en los resultados funcionales sigue sin estar claro [ 60 ].
Los bloqueadores β se utilizan comú nmente como tratamiento de primera línea, junto con los BCC
en ocasiones. En varios de estos ensayos se utilizó nicardipina entre los agentes de primera línea
(Tabla 6).
Tabla 6
Posició n del BIHS: Manejo de la presió n arterial (PA) en la hemorragia intracerebral aguda (HIC).
Velocidad de reducció n de PA y 1. Equilibrar los riesgos de una reducció n rápida y excesiva de la PA con
objetivos de PA el riesgo de extensió n del PCI.
La HTA es un factor de riesgo comú n de accidente cerebrovascular isqué mico agudo (AIS) y, por lo
tanto, muchos pacientes que presentan defectos neuroló gicos focales será n hipertensos. La HTA
cró nica provoca multitud de cambios en la pared del vaso que predisponen a la trombosis. El AIS
puede aumentar aú n má s la PA en pacientes con HTA cró nica en un grado variable, pero no está
claro si esto es compensatorio para ayudar a mantener la presió n de perfusió n cerebral (PPC) o
puramente perjudicial. Al igual que en otros estados de emergencia hipertensiva, una caída rá pida
y importante de la PA puede reducir el flujo sanguíneo cerebral y provocar un infarto cerebral o is‐
quemia perihematomal, mientras que una PA extremadamente alta puede provocar un edema cere‐
bral continuo, un mayor riesgo de expansió n del hematoma en la HIC o una transformació n hemo‐
rrá gica. Los ECA y los metaná lisis posteriores muestran la falta de beneficios de la reducció n de la
PA a objetivos específicos [ 56 , 61 , 62 ].
2. Se debe considerar la reducció n a 185/110 mmHg en aquellos candidatos a trombó lisis y que
deben mantener una PA < 185/110 mmHg durante al menos 24 h despué s de recibir la terapia con
activador tisular del plasminó geno (tPA). La evidencia de la contraindicació n relativa del tPA en pa‐
cientes con PA > 185/100 mmHg es dé bil, segú n pequeñ os estudios piloto no aleatorizados [ 63 ,
64 ].
En general, la evidencia o la falta de evidencia aquí plantea un debate sobre si el AIS es realmente
una emergencia hipertensiva o si debe clasificarse como EOD cró nica asociada con HTA no contro‐
lada, aunque sea una consecuencia grave (Tabla 7).
Tabla 7
Posició n del BIHS: Consideració n del tratamiento para reducir la presió n arterial (PA) en el accidente cerebrovascu‐
lar isquémico agudo (AIS).
Velocidad de reducció n de PA y 1. Equilibrar una reducció n del flujo sanguíneo cerebral y un aumento del
objetivos de PA edema cerebral versus la transformació n hemorrágica de la isquemia.
Generalmente no se requiere tratamiento antihipertensivo de rutina.
La nimodipina oral se recomienda en la mayoría de los pacientes con HSA no traumá tica, como se
ha demostrado en ensayos clínicos y metaná lisis para mejorar los resultados neuroló gicos [ 71 , 72
]. Aú n no está claro si la nimodipina produce una reducció n del vasoespasmo intracerebral. Hay
poca evidencia que delinee el papel de otros bloqueadores de los canales de calcio en el trata‐
miento de la HSA, ya sea oral o no oral. La inducció n de hipotensió n se asocia con malos resultados
en la HSA [ 73 - 75 ] y, como tal, no hay evidencia de que la reducció n de la PA sea beneficiosa.
Tabla 8
Posició n de BIHS: Consideraciones para la terapia para reducir la presió n arterial (PA) en la hemorragia subaracnoi‐
dea (HSA).
Disecció n aó rtica
La disecció n aó rtica es una complicació n devastadora asociada con tasas de mortalidad notable‐
mente altas en pacientes no tratados. La predisposició n gené tica y/o la degeneració n por hiperten‐
sió n cró nica, el envejecimiento y la aterosclerosis son los factores predisponentes habituales. Se
prefiere el tratamiento quirú rgico en la disecció n aó rtica tipo A y en algunos casos de disecció n
tipo B, incluso cuando hay evidencia de una fuga (sangrado en la cavidad) o ruptura inminente
(propagació n o desarrollo de un aneurisma sacular) que compromete el flujo sanguíneo a los ó rga‐
nos viscerales. . El equipo multidisciplinario aó rtico debe considerar todos los factores al planificar
una futura cirugía vascular. El tratamiento mé dico es el tratamiento de elecció n para las disecciones
aó rticas agudas no complicadas tipo B y cró nicas. El manejo del dolor y la agitació n es una priori‐
dad. El principio bá sico del tratamiento es reducir la carga cíclica en la pared de la aorta y el col‐
gajo reduciendo la frecuencia cardíaca a <60 lpm y reduciendo la presió n arterial con bloqueado‐
res β [ 76 ]. Varias directrices internacionales, declaraciones de posició n ([ 77 - 81 ] a pesar de que
no hay datos de ECA que lo respalden , han sugerido la reducció n de la PAS a menos de 120 mmHg
(el objetivo oscila entre 90 y 120 mmHg) en 1 a 2 h. Este objetivo puede ser razonable en muchos
pacientes, siempre que sea proporcional a la perfusió n de otros ó rganos como el cardíaco, renal y
cerebral. Curiosamente, la hipotensió n definida como PAS <90 mmHg se asocia con una mayor
mortalidad tanto en el tipo A como en el tipo B (probabilidades de mortalidad 1,95 (1,08- 3,52),
6,43 (2,18–18,98), respectivamente) [ 82 ].
Se recomienda la vigilancia por imá genes a largo plazo y la monitorizació n de la PA para todos los
pacientes con disecció n aó rtica, con una PAS mantenida en 120 mmHg en pacientes donde esto se
considera seguro (Tabla 9).
Tabla 9
Posició n del BIHS: Manejo de la hipertensió n en el síndrome aó rtico agudo (en particular el tipo B).
Estado de emergencia Síndrome aórtico agudo, principalmente disección aórtica tipo B (la
hipertensiva disección tipo A es una emergencia quirúrgica).
Una PA elevada aumenta la demanda de oxígeno del miocardio. La reducció n rá pida y/o excesiva
de la PA podría reducir el suministro de oxígeno. En estos pacientes se producen con frecuencia
respuestas exageradas al tratamiento antihipertensivo. La HTA per se no determina la estrategia de
revascularizació n en pacientes con SCA. Sin embargo, es importante estabilizar a los pacientes para
facilitar una pronta reperfusió n coronaria y esto puede influir en el ritmo de reducció n de la PA.
Existe evidencia contradictoria sobre el impacto de la PA al ingreso en los resultados de los pacien‐
tes. De manera similar, los beneficios de un objetivo particular de PA en el período inmediato poste‐
rior al SCA son inciertos. Las guías de la ESC recomiendan reducir la PAS en pacientes con eventos
coronarios agudos asociados con HTA a <140 mmHg. En pacientes con PA elevada y SCA concomi‐
tante, las guías sugieren disminuir la PAM entre 20 y 25% en 1 a 2 h, seguida de una reducció n má s
gradual, mientras se prepara para una intervenció n de emergencia. En cualquier caso, es mejor evi‐
tar la reducció n de la PAD a <70 mmHg. Las directrices de la AHA/ACC proponen tratar a los pa‐
cientes con SCA e HTA con esmolol/labetalol, IECA y/o nitroglicerina. Los betabloqueantes está n
contraindicados si coexiste edema pulmonar de moderado a grave. La GTN, utilizada para aliviar el
dolor, debe evitarse en pacientes con infarto de miocardio con elevació n del ST inferior (STEMI) e
infarto del ventrículo derecho. El esmolol o el labetalol son tratamientos de segunda línea. Un blo‐
queo β apropiado ayuda a reducir la PAD y la taquicardia y, por tanto, la demanda de oxígeno del
miocardio. La nicardipina se ha utilizado de forma segura en pacientes en los que los bloqueadores
β está n contraindicados. Sin embargo, aú n no se ha definido el beneficio exacto, ya que algunos
BCC pueden ser inotró picos negativos y ha habido preocupació n sobre el aumento de la mortali‐
dad con el uso sistemá tico de dihidropiridinas. Se evita el nitroprusiato de sodio como agente de
primera línea, ya que puede causar robo coronario al disminuir el flujo sanguíneo regional y em‐
peorar la isquemia miocá rdica secundaria a la vasodilatació n diferencial. El manejo de la PA no
debe retrasar el manejo de emergencia del propio SCA.
IECA/BRA y bloqueadores β junto con terapia antiplaquetaria y estatinas forman parte de la estra‐
tegia de prevenció n secundaria (Tabla 10).
Tabla 10
Posició n del BIHS: Consideraciones para la terapia para reducir la presió n arterial (PA) en el síndrome coronario
agudo (SCA).
Medicamentos Se puede utilizar GTN IV y/o labetalol IV. Se debe evitar el nitroprusiato
en el SCA.
La insuficiencia cardíaca asociada con el aumento de la presió n arterial puede presentarse como
una crisis hipertensiva. Normalmente, la dificultad para respirar, la tos y la ortopnea, con signos
compatibles en la radiografía de tó rax, apuntan a una insuficiencia cardíaca. Condiciones subyacen‐
tes como la cardiopatía isqué mica o la estenosis bilateral de la arteria renal pueden predisponer a
la insuficiencia cardíaca.
Tabla 11
Posició n del BIHS: Manejo de la hipertensió n asociada con el edema pulmonar agudo.
Velocidad de reducció n de PA y 1. Reducir la PA hasta una reducció n del 25% en la PAM, mientras se
objetivos de PA monitorea la hipoperfusió n.
Tanto el edema pulmonar como el SCA pueden ir acompañ ados de un aumento agudo de la PA con
mú ltiples factores de confusió n, incluidos dolor y ansiedad. Se requiere discreció n clínica para dife‐
renciar si la HTA es el factor causal o un mero espectador similar al AIS y la SAH.
Preeclampsia y eclampsia
En la població n general embarazada, el riesgo de preeclampsia es del 3% al 5%. Entre las mujeres
con hipertensió n cró nica, entre el 17% y el 25% desarrollan preeclampsia superpuesta. La eclam‐
psia conlleva un riesgo elevado de mortalidad y morbilidad cardiovascular. La fisiopatología subya‐
cente parece evolucionar en torno a la disfunció n endotelial, la hiperperfusió n y el edema cerebral
que conducen a una mayor vasoconstricció n de los vasos cerebrales. Ademá s del aumento de la
presió n arterial, hay muchos síntomas asociados con la preeclampsia grave. Los síntomas má s co‐
munes incluyen dolores de cabeza, vó mitos o alteraciones visuales. La hiperreflexia y el clonus indi‐
can un edema cerebral continuo que, si no se controla, puede provocar convulsiones.
La detecció n del embarazo debe realizarse en mujeres en edad fé rtil que presenten síntomas y sig‐
nos de hipertensió n arterial. Si está embarazada, la edad gestacional ayuda a categorizar el tipo de
trastorno hipertensivo durante el embarazo, pero tiene una superposició n significativa. La presen‐
tació n con PA ≥ 160/100 mmHg junto con proteinuria (>0,3 g/24 h) despué s de 20 semanas de
gestació n a menudo se define como preeclampsia grave. Es importante reconocer y tratar la
preeclampsia y el tratamiento debe ser expedito y administrado rá pidamente, con el objetivo de re‐
ducir pero no normalizar la PA, con el objetivo de reducir el riesgo de accidente cerebrovascular
materno. El diagnó stico de preeclampsia puede ayudarse midiendo el factor de crecimiento placen‐
tario o la relació n factor de crecimiento placentario/tirosina quinasa -1 similar a FMS soluble
(sFLT).
Las directrices de prá ctica del Colegio Americano de Obstetras y Ginecó logos (ACOG) definen la
HTA grave de inicio agudo asociada con el embarazo con un límite de PAS ≥ 160 mmHg y/o PAD ≥
110 mmHg [ 92 ]. El objetivo del tratamiento es alcanzar un rango de 140 a 150/90 a 100 mmHg.
Para la preeclampsia o eclampsia grave, la PAS objetivo es <140 mmHg durante la primera hora.
Las guías de la ESC definen la PAS ≥ 170 mmHg o la PAD ≥ 110 mmHg en una mujer embarazada
como una emergencia y la PA ≥ 160/110 mmHg se considera HTA grave. Se describe una posició n
de consenso para reducir la PA a <160/105 mmHg [ 39 , 40 ]. Las directrices NICE (NG 133) [ 93 ]
recomiendan un objetivo má s estricto de 135/85 mmHg para todos los embarazos hipertensos,
aunque reconocen que la base de evidencia es dé bil. Este objetivo de PA puede ser apropiado en
muchas pacientes con preeclampsia y eclampsia donde la PA inicial (antes del embarazo y/o du‐
rante el embarazo) es casi normal; sin embargo, es difícil aplicarlo a otros trastornos hipertensivos
en el embarazo. es decir, HTA gestacional e HTA cró nica, a menos que esté acompañ ada de
preeclampsia superpuesta y/o características adversas debidas a EOD concomitante asociada. Los
efectos de la reducció n de la PA en la HTA grave en el contexto de la preeclampsia son diferentes de
los de la HTA cró nica grave. No hay evidencia de que la reducció n intensiva de la PA en la HTA ges‐
tacional y/o cró nica de leve a moderada afecte los resultados del embarazo. El ensayo Control of
HTN in Pregnant (CHIP) comparó el objetivo de PAD "menos estricto" de 100 mmHg y el objetivo
de PAD "estricto" de <85 mmHg y no encontró diferencias en el resultado primario [ 94 , 95 ].
Como era de esperar, un aná lisis secundario post hoc mostró que un objetivo estricto reducía la in‐
cidencia de "HTA grave". Esto está en consonancia con los hallazgos de la revisió n Cochrane de evi‐
dencia moderada para el control de la PA que resulta en una reducció n de las tasas de HTA grave
sin impacto en los resultados clínicos maternos o fetales [ 96 ]. En general, se desconoce el benefi‐
cio versus riesgo de un objetivo prescriptivo estricto para reducir el riesgo de un "factor de riesgo".
Al igual que con los ECA realizados en HIC, la mayoría de los ensayos realizados en mujeres emba‐
razadas han excluido a pacientes con HTA grave con PAS ≥ 220 mmHg.
Tabla 12
Posició n del BIHS: Manejo de la hipertensió n grave (con o sin preeclampsia) asociada con el embarazo.
Ritmo de reducció n de la PA y 1. Como primer paso, reduzca la PA a <160/110 mmHg y luego considere
objetivos de PA el objetivo de PA ≤135/85 mmHg.
El tratamiento debe centrarse en revertir la estimulació n simpá tica y corregir la contracció n del vo‐
lumen de líquido y la deshidratació n resultante [ 98 , 99 ]. La rareza de estos síndromes simpá ticos
hace que no existan ECA sobre estrategias de tratamiento y el tratamiento se base en la fisiopatolo‐
gía subyacente. El bloqueo alfa oral completo es la terapia de primera línea para pacientes estables,
por ejemplo, la fenoxibenzamina, y estos agentes luego se continú an como parte de la preparació n
para la cirugía. Se puede utilizar doxazosina si no se dispone de fenoxibenzamina [ 100 ]. En algu‐
nos casos, la adició n de un bloqueador de los canales de calcio puede ser beneficiosa. La reposi‐
ció n adecuada de líquidos es esencial (a menudo por vía intravenosa inicialmente) para corregir la
depleció n del volumen intravascular secundaria a la natriuresis por presió n que, paradó jicamente,
exacerba la HTA. Por lo general, no se requiere el bloqueo β y se debe evitar antes de realizar un
bloqueo α adecuado. Sin embargo, se puede utilizar un bloqueo β selectivo o no selectivo para limi‐
tar la taquicardia o de forma profilá ctica en pacientes con cardiopatía isqué mica o arritmias
preexistentes.
En una crisis, la fentolamina intravenosa puede ser ú til para el control agudo de la PA. Si no está
disponible, el labetalol se puede utilizar en raras ocasiones, aunque el bloqueo alfa con labetalol
puede ser incompleto.
Para la HTA inducida por la toxicidad de drogas ilícitas, por ejemplo la cocaína y las anfetaminas,
las benzodiazepinas intravenosas (BZD) son el tratamiento de primera línea. Las BZD, por su ac‐
ció n sobre los receptores del á cido gamma-aminobutírico, reducen la agitació n y previenen compli‐
caciones neuroló gicas como las convulsiones. Si la presió n arterial permanece alta a pesar de las
BZD, se pueden considerar los BCC como la nicardipina intravenosa, los bloqueadores beta intrave‐
nosos como la infusió n de labetalol o la GTN intravenosa [ 101 ] (Tabla 13).
Las directrices ESC/ESH y AHA/ACC (Tabla 14) [ 38 – 40 ] afirman que el objetivo del tratamiento
de la PA marcadamente elevada es intensificar/reinstituir el tratamiento farmacoló gico antihiper‐
tensivo oral y garantizar un seguimiento adecuado reconociendo la falta de una base de evidencia
só lida. Existe un acuerdo general en que un paciente con EOD aguda se trata como una emergencia
hipertensiva, generalmente tratado con terapia antihipertensiva intravenosa, en un ambiente de
alta dependencia/cuidados intensivos. Sin embargo, existe heterogeneidad en el manejo descrito
de los pacientes con HTA aguda grave y el ritmo de reducció n de la PA en varios escenarios especí‐
ficos. Las directrices adoptan en su mayoría un umbral de PA de 180/110-120 mmHg para definir
la PA severamente elevada. Nuestra opinió n difiere en ese sentido, ya que no puede haber un ú nico
valor de corte de PA que sea demasiado bajo para causar EOD y el corolario de que no todos los
pacientes con "PA severamente elevada" necesitan tratamiento inmediato y la evaluació n debe estar
dirigida a definir y tratar. el EOD. Es importante tratar al paciente y no a los nú meros. Los objetivos
de reducció n de la PA y el ritmo de reducció n definidos en varios estados de emergencia hiperten‐
siva no se basan en evidencia só lida y se basan principalmente en la opinió n de expertos. Se debe
reconocer ampliamente que la terapia antihipertensiva debe personalizarse segú n las característi‐
cas del paciente y que el objetivo del tratamiento debe ser reducir la PA proporcionalmente y no a
un valor objetivo arbitrario.
Tabla 14
Cifra1a,
byc y tabla 2Proporcionar una síntesis del enfoque sugerido y el manejo de los pacientes
que presentan una crisis hipertensiva.
Futuro
Está claro que faltan datos só lidos de ensayos clínicos y una falta de consenso sobre la terminolo‐
gía y la interpretació n de los datos disponibles. El uso de los niveles de PA como umbral para de‐
terminar si los pacientes tienen una emergencia hipertensiva y el uso de terminologías como "ur‐
gencia hipertensiva" diluyen la solidez de la evidencia. Sugerimos el desarrollo de terminologías es‐
tandarizadas a nivel internacional establecidas en este campo.
Como concepto central, el ritmo de reducció n de las emergencias hipertensivas se basa en la PPC, y
existe una necesidad insatisfecha de desarrollar mé todos no invasivos y fá ciles de usar para eva‐
luar el flujo cerebral en entornos clínicos de rutina. Esto podría ayudar a desarrollar objetivos de
PA individualizados que conduzcan a una gestió n controlada de MAP y CPP.
Se sabe menos sobre los factores gené ticos, culturales y ambientales subyacentes que predisponen
a los pacientes a emergencias hipertensivas. La heterogeneidad intrínseca en los pacientes que pre‐
sentan crisis hipertensivas y las respuestas al tratamiento dificultan el diseñ o y el seguimiento de
los ECA. Para mejorar y desarrollar una base de evidencia en este campo es necesario establecer
estudios observacionales prospectivos internacionales, ya sea en forma de registros o ensayos. Es‐
tos no só lo pueden ayudar a evaluar las estrategias de tratamiento actuales, sino que tambié n po‐
drían ayudar a desarrollar biomarcadores o un sistema de puntuació n de riesgo multivariado ba‐
sado en la epidemiología, lo que a su vez puede ayudar a estratificar adecuadamente a los pacien‐
tes y permitir una terapia personalizada. La creació n de un registro multinacional tambié n podría
ayudar a identificar á reas con altas tasas de prevalencia de HTA no controlada y centrarse en ensa‐
yos regionales para abordar las lagunas de conocimiento. En general, cualquier ECA planificado
debe ser pragmá tico y relevante, y considerar todos los factores que probablemente afecten los
riesgos. Por ú ltimo, pero no menos importante, es importante prevenir el incumplimiento de los
medicamentos desde el principio, es decir, en el momento del diagnó stico, garantizando que los pa‐
cientes esté n en el centro de la toma de decisiones compartida. A lo largo del viaje del paciente, las
perspectivas cambian y es vital evaluar continuamente los factores que afectan la adherencia, tanto
subjetiva como objetivamente, sin juzgar, utilizando las mejores herramientas disponibles (las prue‐
bas bioquímicas son, con diferencia, las má s efectivas) dentro del entorno clínico. Se pueden imple‐
mentar varias estrategias, incluidas soluciones centradas en el paciente, utilizando
recordatorios/aplicaciones para telé fonos inteligentes, seguimiento regular, pastilleros y pastillas
de combinació n ú nica. El objetivo final de reducir la carga de enfermedades cardiovasculares resul‐
tantes de la hipertensió n no controlada es inalcanzable sin la colaboració n de los pacientes.
Conclusió n
El tratamiento de la HTA aguda es heterogé neo en varias presentaciones, segú n los recursos dispo‐
nibles y la experiencia local. Falta evidencia de alta calidad o, cuando está disponible, no necesaria‐
mente favorece de manera concluyente tasas específicas de reducció n de la PA o medicamentos es‐
pecíficos. En conclusió n, basá ndose en la evidencia disponible y cuando faltaba consenso, se hicie‐
ron declaraciones en consulta con el BIHS. El conjunto de recomendaciones propuesto para el tra‐
tamiento de los estados hipertensivos agudos tiene como objetivo ofrecer un enfoque coherente y
basado en la evidencia para la prestació n de atenció n de alta calidad al paciente.
Resumen
El manejo de la crisis hipertensiva varía segú n las presentaciones y se basa en los recursos
disponibles y la experiencia local.
Las terminologías heterogé neas utilizadas en la literatura para categorizar los estados de crisis
hipertensiva plantean desafíos para la evaluació n exacta de la epidemiología y la síntesis de
evidencia.
Falta evidencia de alta calidad o cuando está disponible no favorece de manera concluyente
estrategias de manejo específicas.
Este artículo revisa críticamente la base de evidencia disponible, incluidas varias pautas
disponibles para el manejo de las crisis hipertensivas.
Proponemos clasificar la crisis hipertensiva en hipertensió n aguda grave, hipertensió n
maligna/acelerada y emergencias hipertensivas segú n la fisiopatología.
Proporcionamos un marco prá ctico para el diagnó stico y tratamiento de la crisis hipertensiva
basado en la evidencia disponible y la opinió n de expertos, que puede adaptarse a entornos
clínicos específicos.
Informació n suplementaria
Agradecimientos
Revisado por miembros clave del Grupo de Trabajo de Informació n y Directrices de la Sociedad
Britá nica e Irlandesa de Hipertensió n (BIHS), en particular el Prof. Philip Lewis, el Dr. Luca Faconti,
el Prof. Jacob George, el Prof. Adrian Brady, la Sra. Michaela Nuttall, el Prof. .Neil Poulter, Dr. Wayne
Sunman.
Contribuciones de autor
SK llevó a cabo la bú squeda, escribió los borradores iniciales y formuló los resú menes supervisa‐
dos por CD e IBW. MG, VK, SP, LA, TM y PS evaluaron críticamente el manuscrito al tiempo que brin‐
daron aportes expertos y contribuyeron a la formulació n de declaraciones de posició n. Todos los
autores revisaron el borrador final.
Conflicto de intereses
Aprobació n ética
No se requirió aprobació n é tica para este estudio ya que no involucró ningú n experimento con pa‐
cientes o animales humanos.
Nota del editor Springer Nature se mantiene neutral con respecto a reclamos jurisdiccionales en mapas publicados y
afiliaciones institucionales.
Informació n suplementaria
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